02 Monty Jay The Truths We Burn

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Just Read.
The truths we
burn
Monty Jay
A las Sage Donahue del mundo. No te atrevas a
disculparte por convertirte en lo que tuviste que ser para
sobrevivir. Te forjaste a ti misma a partir de las llamas.
No te inclines ante nadie.
“¡Abandonad toda esperanza, los que entráis aquí!”
Dante Alighieri
ADVERTENCIA
Me gusta que los lectores vayan a ciegas por el bien de la trama, sin embargo,
sentí que era necesario decir antes que este es un romance oscuro. Trata temas
delicados, agresiones sexuales, violencia gráfica, gore, cuestiones religiosas,
temas que algunos pueden considerar desencadenantes y otros. Si usted tiene
un problema con cualquiera de estos temas, por favor no continúe.
King of Fools- Rafferty
Devils Backbone- The Civil Wars
Gangsta’s Paradise- Coolio
Jungle- Emma Louise
Get Out Alive- Andrea Russett
Running (Dyin to live)- 2Pac
Animals- Living
Runaway- LilinPeep
Fiction
GO TO HELL- Clinton Kane
Talking Body- Don Vedda
Vedda
This is War- Matthew Raetzel
Red Roses-Lil Skies
She Thinks of Me- Landon Tewers
Lucifer, My love- The Templars
DiE4u- Bring Me The Horizon
Die With Me- Gemini Syndrome
FEEL NOTHING- The Plot in You
Pretty Poison- Nessa Barrett
Empty Slow- Lil Mavi
Play With Fire- Sam Tinnez
Without Me- Fame on Fire
Wolf in your Darkness Room- Matthew Mayfield
Bajo lo más profundo de Ponderosa Springs yacen secretos
secre tos que nunca
quisimos que se descubrieran.
La sangre ha empapado las manos de aquellos en quienes más confiábamos.
Intenciones decrépitas por fin salen a la luz.
Y ahora las verdades están listas para ser incineradas a la vista de todos.
Estaba preparado para ver cómo este pueblo que me convirtió en villano se
pudría ante mis ojos, pero parece que los fantasmas tampoco permanecen
enterrados aquí.
La novia favorita de todos ha regresado a Hollow Heights arrastrando tras de sí
nada más que preguntas sin respuestas
re spuestas y sombríos recuerdos.
Una distracción que no puedo permitirme con la policía husmeando.
husme ando.
Un error que quemó mi último pedazo de humanidad.
El pequeño y sucio secreto que ha regresado en busca de un cierre en torno a
la misteriosa muerte de su hermana.
Pero sé que la chica inocente y perdida es una actuación. En el fondo es sólo
otra parte de su espectáculo.
Todos están comiendo de la palma de su mano, son marionetas en su cuerd
cuerda.
a.
Pero yo no.
La veo por lo que realmente es, siempre lo he hecho.
Una farsante. Una manipuladora. Una mentirosa.
No dejaré que arruine todo por lo que hemos
he mos trabajado. Me niego a dejar que
descarrile nuestro plan de venganza.
Ya jugué tu juego una vez, Sage, ahora es tiempo de jugar el mío.
Y no vas a salir sin quemarte.
Acto I
Ruido blanco Los accidentes ocurren,
Génesis ¿verdad?
Diez de espadas
Y Acción Cuando Abel mató a Cain
Tu pasado te llama
El libro de los despechados Es hora de elegir un bando
Punto de ebullición
Terrores nocturnos Castigo
Respira
El que siembra, cosecha
Heridas autoinfligidas El Fénix
De cerca y en persona
El guante
Jardín del Edén Dolor y placer
Lo hecho, hecho está
Cuando se rompe el dique
La pesadilla de una noche de Ódiame pero hazlo sagrado
El fuego que nunca se apaga verano

Lo que el diablo se merece


merece Espinazo del diablo Llama eterna
Oh, cómo caen los caídos
Espadas de doble filo Dentro de la mente de un
Extracción asesino
Perdóname padre
Huida
Acto II Todos nuestros secretos
Acto I
Estrella de la mañana
La mayoría dice que Lucifer cayó por su rebelión.
Yo digo que el favorito de Dios de todos los ángeles se enamoró.
Cautivado, embelesado, consumido por la única mujer que nunca
nunc a podría tener.

La única mujer que existe.


La primera esposa de Adán, Lilith.
Observaba desde el cielo, furioso porque Adán la había
habí a hecho inferior. Se negó a
hacerla su igual, aunque habían
habí an sido creados de la misma fosa.
Oh, la furia que ardió dentro de Lucifer cuando
cu ando Dios castigó a Lilith por su
rebelión contra su marido, convirtiéndola en demonio.
Y así, Lucifer cayó.
Cayó como un rayo del cielo.

Para poder levantar el reino


cenizas en el inframundo.
del Infierno, Esculpiendo
convirtiéndose en rey. un trono de las
Creando un hogar para Lilith. Un lugar donde pudiera hacer de ella algo más
que una igual.
Un lugar donde la convertiría en su reina.
Génesis
Rook
Pasado
Masoquismo.
Placer en ser abusado o dominado. Gusto por el sufrimiento.
Siempre me ha gustado esa definición: el gusto por el sufrimiento. Es casi
poética, y no sabía que el diccionario Merriam-Webster pudiera ser otra cosa
que convencional.
Aunque ser dominado no es algo que necesariamente
ne cesariamente me guste en la cama o een
n
la vida, siempre me gusta un poco de acción de arañar y morder. Al menos para
mí, no se trata tanto de dominar como de hacer daño.
Algunos lo llaman sadomasoquismo. Eso es lo que me gusta.
Verás, me encanta el dolor.

Dios, es como la cura para todo. La bala mágica. El escape definitivo.


La forma en que los moratones se ciernen sobre mi cuerpo y me duelen durante
días. A veces me gusta presionarlos cuando aún están morados, solo para
recordar de dónde vienen, ¿sabes?
Me encanta la forma en que el dolor explota dentro de mi piel, recordándome
todas las cosas por las que merezco un castigo. El recordatorio constante de
que, incluso en la Tierra, todos debemos pagar por nuestros pecados.
El infierno solo sería un paseo por el parque.
Prácticamente ya lo goberné.
—Todo es culpa tuya, Rook —Su voz escuece como carbones contra las plantas
de mis pies—. El Señor evalúa a los justos, pero a los malvados, a los que aman
la violencia, los odia con pasión.
—¿Entonces no debería odiarte tanto como me odia a mí? —escupo de vuelta.

Se supone que un hijo es el mayor orgullo de su padre. Yo soy su


reconocimiento.
El abogado recto y santurrón había desaparecido en cuanto cruzó el umbral de
esta casa. Se ha aflojado la corbata, lleva el cabello revuelto de tanto caminar y
puedo oler su aliento a whisky mientras me alejo de la cocina hacia la puerta
principal.
—¡No te atrevas a alejarte de mí, bastardo!
A veces ni siquiera es el dolor físico lo que necesito. Disfruto con el abuso verbal;
me muerde igual de profundo, igual de brutal, haciendo que se me enrosquen
los dedos de los pies, que mi cuerpo se ilumine con escalofríos. Es el único
momento en que me siento normal.
Y nada ha sido normal desde que tenía siete años.
Antes de ser excomulgado por mi propio padre.
Me arde el cuero cabelludo cuando me enrosca los dedos en la nuca, me agarra
del espeso cabello y me empuja hacia su espacio.
e spacio. Joder, debería cortarme estos
mechones.
El versículo bíblico anterior me eriza la piel, abrazando mis huesos. La violencia
hecha sin el nombre de Dios es algo espantoso, pero mientras cites las
Escrituras antes de pegar a tu hijo, no pasa nada.
Es sagrado, obra de profetas.
Si nos rigiéramos por las reglas de Dante, yo caería justo encima de mi padre,
pasando la eternidad en el río de sangre hirviendo del séptimo círculo del
Infierno, mientras él camina durante eones por las fosas del infierno, bailando
en el sexto foso de Malebolge1.
¿Algo de eso era cierto?
¿Eran peores los pecados en el inframundo? ¿Se aplicaban castigos diferentes
según los crímenes contra la humanidad?
—¿Jalando mi jodido cabello? ¿Qué estamos haciendo ahora? ¿Estamos en una
pelea de zorras? —Mis palabras no hacen más que avivar el fuego que ya arde
en su interior.
Podría luchar contra él cuando me tira al suelo, hacer algo más que agarrarme
mientras mis palmas se clavan en el suelo de madera, evitando que me golpee
la cabeza contra la dura superficie, pero no lo hago.
Su zapato de punta de ala me golpea las costillas, haciéndome gruñir por la
brusquedad del malestar. Ruedo sobre mi espalda, exhalando con una sonrisa
y mirando al techo, p
preguntándome
reguntándome si Dios se estará riendo de cómo estoy ahora
mismo, feliz de que el diablo sea castigado en la tierra.
Mi risa sale fría y sin aliento.

Es increíble
pasado lo que
por lo que he
encuentras divertido
pasado. Las cuando
comedias con has
Sethvisto lo que
Rogan yo.Ferrell
y Will Cuando yahas
no
me hacen gracia.
—Te estás haciendo viejo —me ahogo—. Apenas puedo sentirlas. Deberías ir al
gimnasio.

1 Malebolge o Malabolsas (fraudulentos) es parte del Octavo círculo del Infierno, la primera parte de la Divina comedia de Dante Alighiern.
Grita con fuerza y se echa encima de mí, con las rodillas a ambos lados de mi
pecho, y su puño impacta de lleno en mi cara. Saboreo la sangre de mi labio
partido, el ardor metálico me calienta la lengua.
—Debería haberte matado. Deberías haber muerto, deberías haber sido tú.

Un dolor punzante me atraviesa el cráneo cuando me agarra de la parte


delantera de la camisa y me levanta del suelo para volver a tirarme al suelo.
Maldita sea, eso me va a dar dolor de cabeza.
Una y otra vez, me levanta para volver a dejarme caer. Nado en mi cabeza, las
estrellas bailan en las esquinas de mis ojos. Otra conmoción añadida a la
creciente lista de lesiones recibidas del hombre que me creó.
—¡Entonces hazlo! ¡Mátame! —grito en mi neblina, sintiendo cada onza de esto.
Ahogándome en él. Permitiendo que me sumerja completamente.
Oigo su respiración agitada cuando deja de sacudirme, y miro fijamente al
hombre que una vez me enseñó a lanzar una pelota de béisbol, que me subía a
sus hombros para que pudiera ver por encima de las multitudes, un hombre
que solía mirarme con amor paternal.
Ahora todo lo que veo dentro de sus ojos es la miseria inyectada en sangre que
yo puse allí.
allí. La angustia que llee regalé. Había ma
matado
tado la parte d
dee él que creía en
la felicidad, en el bien, en todo lo luminoso.
Esta es mi tierra de expiación.
e xpiación.
Esto es lo que hace que el dolor se sienta tan jodidamente bien.
Sabiendo que me lo merezco.
—Te odio —dice enfurecido. La saliva vuela de su lengua y me golpea en la
cara—. No eres más que El Diablo. Pagarás por esto, por toda tu maldad.
Ahí está.
Mi querido apodo. Su favorito para mí.
El Diablo.
El Maligno.
Lucifer.
Yo había sido un ángel una vez, cuando era niño, antes de que me echaran de
las buenas gracias y me dejaran arder.
La iglesia solía ser un lugar al que no me importaba ir. Cuando mi madre vivía,
y todos éramos felices.
felices. Ahora me prendería fuego entrando por la puerta.
Nos quedamos ahí, mirándonos fijamente con suficiente desprecio y furia como
para hacer funcionar Nueva York durante un maldito apocalipsis. Respirando
hondo y condenando la historia que nunca se borrará de nuestra memoria.
He tomado al hombre que piensa de forma lógica y analítica y lo he convertido
en una bestia impulsiva y descarada. Lo convertí en una versión más vieja de
mí mismo, ambos atrapados en nuestra propia versión del purgatorio.
He arruinado a mi padre.
Y cada día me hace pagar por ello. Con sus manos,
man os, sus palabras, su religión.
Un estridente claxon parece devolverle un poco de cordura mientras trago saliva,
intentando expulsar la sequedad de mi garganta.

—Bienvenido al club.
Le quito las manos de encima y él se baja de mi cuerpo, dejándome tumbado y
sin una mano que me ayude a levantarme. No es que pensara que me ayudaría,
pero valía la pena notarlo.
Incluso con diecisiete años, soy más alto que él cuando me pongo en pie. Un par
de centímetros me permiten mirarle fijamente, con el cabello cayéndome un poco
delante de los ojos.
—Al menos ten las bolas de terminar el puto trabajo la próxima vez.
Sus hombros se agitan mientras respira y vuelve a la realidad. Camina hacia la
cocina, agarra el vaso de whisky que hay sobre la mesa, se lo lleva a los labios
y se lo vierte en la garganta.
garganta.
La ironía de todo esto es que toma su Biblia del mostrador que tiene al lado.
—¿Crees que Dios te va a ayudar mientras ahogas tu hígado? La gula está muy
arriba en su lista de lo que no se debe hacer.
Puede que sea un cabrón, pero al menos no soy un hipócrita.
Ignorando por completo mi afirmación, afirma: —No pongas en duda mi fe, hijo.
Y no quiero que te juntes más con ellos. Quemar ese sauce fue la gota que colmó
el
devaso,
eso. Rook. No tienes ni idea de los hilos que hubo que mover para exculparte
Me río entre dientes y agarro la sudadera del respaldo del sofá. Me la pongo por
la cabeza, tirando de ella
e lla hacia abajo.
—La primera gota o la última gota que colmó el vaso. Da igual, viejo —Me giro
hacia él mientras camino hacia atrás y abro los brazos —. No puedes alejarme
de ellos. Nunca sucederá. Igual que no puedo evitar que te acabes toda la botella
esta noche. Recuerda, soy El Diablo. El Diablo hace lo que quiere.
q uiere.
No me molesto en negar lo del árbol. Él sabe que lo hice. Diablos, todos saben

que lo hice.
puedan Pero
hacer, sinesninguna
y esa la bellezaprueba,
de todo sin
esto.testigos, no hay una mierda que
Andar por ahí sabiendo que todo el mundo me ve como un pirómano caótico,
desde la policía hasta los profesores, todos saben lo que soy.
El Anticristo es como me llaman. Salido de las entrañas de Satán. El infierno en
el planeta Tierra, o en este caso, el infierno para Ponderosa Springs.
Me encanta.
Cómo se agarran a su rosario cuando paso. Susurran tres Ave Marías porque
mirarme es pecado.
Me encanta que sepan todas las cosas que he hecho y que no puedan hacer
nada para detenerme. Ni ahora, ni nunca.
No hay quien me detenga.
A ninguno de nosotros.
¿Y sabes qué? Que se joda ese árbol.
Me mira, con ojos muertos llenos de disgusto.

—Me das asco —Agarra el cuello de su botella de whisky y se aleja hacia el


estudio, sin dirigirme la palabra antes de salir.
Abro la puerta de un tirón y la cierro tras de mí con un ruido sordo, sin perder
el ritmo mientras camino hacia el auto de Alistair. Los cristales tintados
protegen su odioso culo de mí, pero ya sé que detrás del cristal me espera un
ceño fruncido, aunque esté de buen humor.
Me deslizo en el asiento del copiloto y me recuesto en el reposacabezas
respirando hondo. Hay una pausa de silencio y noto que Alistair me mira
fijamente a un lado de la cara.

— ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte, Caldwell? —pregunto, aun mirando hacia
delante.
—Sí, tienes sangre en la jodida barbilla. Limpia esa mierda —Mete la mano en
la guantera, arrojando servilletas blancas en mi regazo.
Las agarro con facilidad, limpiándome la barbilla. El rojo las mancha casi de
inmediato. Mañana, el corte no será más que un dolor sordo y, en unos días,
probablemente despegaré la costra solo para volver a sentir el dolor.
A menos que me golpee de nuevo y lo abra de nuevo.
De cualquier manera.
—Practico contigo casi todos los días. Puedes devolverle el puto golpe.
Frotándome con más fuerza para asegurarme que no queda nada, respondo:
—Puedo con ello.
Niega con la cabeza, sale del camino de entrada y se dirige hacia el Peak para
reunirse con los demás chicos. Los últimos días del verano se desvanecen, el
último curso del instituto se acerca lentamente, y no tengo muchas ganas de
ver tantas caras.
Paso el noventa por ciento de mi tiempo rodeado de las mismas cuatro personas,
y me gustaría que siguiera
siguiera siendo así.
Busco en mis pantalones negros mi paquete de Marlboro Rojo y saco uno.
—No se trata de que puedas con ello. Soy consciente de que puedes recibir un
puñetazo. Es el puto principio, Rook. ¿Cómo vas a quedarte sentado mientras
tu padre te da una paliza?
Hago una bola con la servilleta, aprieto el puño y la arrojo al suelo, me
m e reclino y
cierro los ojos. Por costumbre, me paso el Zippo por los dedos, dándole unas
cuantas vueltas antes de encender el pedernal y poner la llama en la punta.
—¿Qué tal si me dejas preocuparme por mi padre, de acuerdo? Estoy bien. Un
año más y nos iremos a la universidad, lejos, muy lejos —Inhalo el humo hasta
el fondo de mis pulmones —. Llevo lidiando con esto desde que era un niño.
Puedo aguantar un año más. Así que déjalo,
dé jalo, hermano.
Un gruñido agravado llena el auto antes que le vea pisar más a fondo el
acelerador, y apenas pestañeo cuando llegamos a ochenta y cinco y subiendo.
Si morimos en un accidente, moriremos en un accidente.
Todos acabamos
acabamos en el mismo sitio en algún momento, a dos metros bajo tierra.
No importa cómo lleguemos allí.
Ya ves, todos sentimos lo mismo. Bueno, todos nosotros excepto el culo
enamorado de Silas.
Thatcher, Alistair y yo queremos salir de esta ciudad tanto que nos abriríamos
camino a través de alambre de púas para llegar allí. Incluso si eso significa
morir. Vamos a salir de este lugar. Cada uno de nosotros tiene diferentes
razones, pero todo se reduce a la historia que está unida a nosotros. Los
recuerdos de los que nunca podremos escapar porque esta ciudad es un ataúd.
Te asfixia con
con tu pasado, sin dejarte a
avanzar.
vanzar. Nunca te deja olvidar.
—Odio cuando dices 'hermano'. Es jodidamente molesto.

Me río y me pongo la capucha sobre la cabeza.


—Sí, bueno, odio cuando eres un imbécil gruñón, pero eso no va a cambiar
pronto.
—Como quieras, listillo.
La música ahoga nuestras voces mientras avanzamos por la carretera. Alistair
tiene problemas de control, así que hasta que no lleguemos a nuestro destino,
no me queda más remedio que escuchar metal, lo que está bien de vez en
cuando. Pero mis oídos empiezan a entumecerse después del séptimo solo de
guitarra. Para ser dos personas tan cercanas, nuestros gustos musicales no

podrían ser más diferentes.


Mis ojos encuentran los pinos que se desdibujan fuera de la ventana. Nos
alejamos cada vez más de los límites de la ciudad. Justo antes de entrar en el
siguiente pueblecito de mierda, gira a la derecha y nos lleva por un camino de
tierra escondido entre torres de árboles.
Diviso los vehículos de Thatcher y Silas cuando el sol cae más allá del horizonte,
ya estacionados.
estacionados. Aparcamos junto a ellos y nos bajamos, caminando el resto del
camino hasta el borde del acantilado.
El Peak
olas es de
azules un Black
pequeño trozo
Sands de tierra
Cove, en la costa,
una pequeña playacon vistas
donde a las profundas
los lugareños pasan
la mayor parte de los meses de verano. Nuestro lugar está aislado, con vistas a
los que están debajo de nosotros. Es dónde venimos a pasar el rato la mayor
parte del tiempo, porque no nos gusta precisamente estar ene n casa.
Siempre es mejor estar lejos de nuestros padres. Solos, el uno con el otro.
—¡RVD! Gracias a Dios, Thatcher está a segundos de quemarse las cejas.
Su voz es suave, más suave que cualquiera de las nuestras, y sólo puede
pertenecer a Rosemary Donahue.

La chica rica con suficientes bolas para dejarse ver con nosotros y la única
persona que me llama por mis iniciales. La única persona que conozco dispuesta
a arriesgar su reputación por el chico que ama. Una hermana para todos
nosotros. Se infiltró en nuestro grupo antes que tuviéramos tiempo de darnos
cuenta de que había un intruso entre nosotros. La miro en el regazo de Silas,
ambos sentados en una silla junto a una pila circular de leña.
Su cabello castaño atrapa el viento, golpeándolo en la cara, pero sé que a él no
le importa.
—La falta de confianza en mí es un moretón para mi ego, Rosie —responde
Thatcher, sosteniendo una lata
lata de líquido para encendedores.
—Mentira —se burla Silas—. No hay moretones en ese enorme ego.
A Thatch se le dan bien muchas cosas -salir airoso de un asesinato en masa,
ganarse el corazón de millones de personas, apuñalar cosas-, pero provocar
incendios es demasiado complicado para este maniático de la limpieza.
—Siéntate, Thatch. No necesitamos que arruines tu cabello.
Recibo el dedo corazón mientras le quito el recipiente, dejando que pase junto a
mí hacia su asiento. Colocándome el cigarrillo entre los labios, rocío el líquido
en
quecírculo alrededor
cada trozo tengade la madera, arremolinándolo en el centro, asegurándome
combustible.
La emoción se acumula en mi estómago, sabiendo lo que va a ocurrir en cuestión
de segundos.
El fuego es un elemento clave de mi
m i existencia. Cada cerilla, cada llama, es una
compulsión. No hay quien lo pare. Siempre estoy pensando en él, soñando,
contemplándolo.
La forma en que algunas personas se sienten impulsadas a matar a otras,
obsesionadas con la limpieza o con cerrar la puerta ocho veces antes de
acostarse, ese picor espasmódico en las manos... eso es lo que me pasa a mí sin
ella.
El fuego es mi carne. Mis huesos. Es mi hogar.
Es mi forma de equilibrarme.
Que me den una paliza como castigo puede ser degradante, pero controlar uno
de los elementos más impredecibles de la naturaleza es una cantidad
desmesurada de poder.
Cada vez que arde, me siento satisfecho. Un calor que me recorre
re corre el pecho, baja
por los brazos y llega hasta los dedos de los pies. Me devuelve a una época en la

que mi vida no era un basurero


basurer o en descomposición.
Y pasaré el resto de mi vida persiguiendo ese subidón.
Mi piromanía es la droga y la cura.
Muevo el cigarrillo en el centro de la madera, observando cómo la cereza conecta
con el líquido del mechero. Ahí está, la chispa que lo inicia todo. Un zumbido
me invade la cabeza mientras se prende, combustionando juntas hasta que las
llamas se vuelven cada vez más altas.
Cada
la pieltrozo de madera
mientras está empapado
las llamas de naranja
me llegan justo oscuro,
por encima
e ncima delel
e lpecho.
calor me hace sudar
Podría correrme de sólo mirarlo. Pensando en la destrucción que traería a la
ciudad, la gente dentro de ella, la capacidad de daño que tiene. Y en ese
momento, me siento como la única persona que podría controlarlo.
Tomo asiento entre Alistair y Tha
Thatcher,
tcher, inclino la ca
cabeza
beza hacia a
atrás
trás y cierro los
los
ojos un momento, escuchando hablar a los demás.
—¿Van a estar los cuatro en la recaudación de fondos antes que empiecen las
clases este año? —Rosemary pregunta ingenuamente.

—Posiblemente —responde Alistair—. Probablemente no de la forma que te


gustaría, pero es una posibilidad.
Sonrío, sabiendo lo que hemos planeado para esa estúpida recaudación de
fondos.
—Nada demasiado ilegal, ¿ok? No me apetece sacar a mi novio de la cárcel.
—Como si nos fueran a pillar —añade Thatcher.

—Quizá puedas unirte a nosotros esta vez, Rose —añado, bromeando


obviamente por su prepotente novio, que resulta ser mi mejor amigo —. Podría
ser divertido.
Prácticamente puedo oír cómo le aprieta la cintura y le rechinan los dientes
desde el otro lado del crepitante fuego.
—Por encima de mi jodido cadáver. Ella se queda fuera de la mierda que
hacemos cuando cae la noche en Ponderosa Springs —dice Silas.
—¿Cuando cae la noche? ¿Es aquí donde nos acercamos y contamos historias
de fantasmas?
—Vete a la mierda, Rook. Sabes lo que quiero decir. No necesita involucrarse
con esa mierda.
—Puedo
amor arreglármelas
—argumenta Rose,sola,
y yosabes,
sé queySilas
comomedijo Rook,
va a reñirpodría ser sacado
por haber divertido,
el
tema, así que mejor sigo.
—¿Ves? Deja vivir a la chica, Si.
—¿Recuérdame otra vez por qué soy tu amigo?

La risa resuena en la noche de cuatro de las personas más cercanas a mí. La


risa es un sonido tan extraño para mí, algo tan normal y humano. Nunca
pensarías que seríamos el tipo de personas capaces de las cosas que hemos
hecho, de las cosas que haríamos.

Somos malas personas que hacen cosas muy malas. Muy bien.
Suspiro, echándome las manos a la cabeza.
—Porque me necesitas —digo—. ¿Quiénes somos el uno sin el otro?
La pregunta se les mete en la piel. Aunque todos tenemos nuestros propios
secretos, unos que nos llevaremos a la tumba, hay un entendimiento mutuo que
nos conecta. Uno que otros nunca comprenderían.
Una oscuridad, un hambre que vive dentro de cada uno de nosotros.
Por separado, no somos más que niños nacidos con la tragedia goteando por

nuestras venas abiertas.


Juntos, somos un caos total.
Y Acción
Sage
—Te enteraste de lo que hizo, ¿verdad? Esa es la razón por la que tenemos un
nuevo director este año. Se estaba
e staba follando su camino a todo el segundo año.
Mary lanza los brazos al aire, con un perfecto mohín en los labios, dejando que
su barra de pegamento caiga de sus manos al suelo de mi habitación.
—Mientras tanto, yo estoy aquí rompiéndome el culo. Tomo todas las clases
avanzadas que me permiten, dirijo dos clubes, sin mencionar las porristas.
¡Debería ser presidenta del cuerpo estudiantil, maldita sea!
Durante las últimas dos semanas, todo lo que he oído de ella es cómo Stacy
amañó las votaciones el año pasado, cómo se acostó con el director... creo que
ayer fue un profesor. Está empezando a sonar como clavos en una pizarra, y si
no tengo cuidado, la sangre va a empezar a gotear de mis tímpanos.
—Como si importara, Mary —El poni rubio de Liz se balancea detrás de ella
mientras se concentra en la televisión, algún partido de fútbol detrás de la crisis
personal de nuestra amiga—. Es la presidente del cuerpo estudiantil. No es el
fin del mundo.
—Dios mío, Lizzy sé que no me acabas de decir eso. ¿La chica que lloró durante
tres días después de ganar un partido clasificatorio estatal porque no marcaste?
El interminable juego de quién puede superar a quién. La dirección a la que esto
se dirige es hacia el sur a ochenta millas por hora. Estoy cansada de oírlo, si
sigue insistiendo, se convertirá en su catalizador este año.
—¿Pueden
estallar mi controlarse durante
chicle con sabor cinco
a fruta —.segundos? —digo,Turgid,
Eres una jodida mirándoles,
por el haciendo
amor de
Dios. Te limpias el culo bronceado con billetes de cien. Supéralo.
El amor duro no siempre es popular, pero te prepara para la vida que vas a llevar
en una ciudad como ésta.
Deberían saberlo.
Sé que Mary quiere replicarme, morderme con algún comentario sarcástico que
aún no se le ha ocurrido, pero no lo hará. Porque por muy mala que sea, sabe
que siempre puedo ser peor.

Porque soy Sage Donahue.


La actitud de perra rica fue bombeada directamente a mi cordón umbilical en el
útero. Soy la capitana de las animadoras y la favorita de todos.
Come-hombres.
Sin corazón.
Me había convertido en todo lo que necesitaba para sobrevivir a las normas de
Ponderosa Springs y algo más.
Lizzy Flannigan y Mary Turgid han sido las amigas perfectas para el mundo en

el que vivo. Superficiales hasta la médula, pero estupendas para proyectar cierta
imagen.
La mayoría de las niñas buscan amigas que tengan gustos similares. Disfrutan
con las mismas muñecas o les gusta jugar a disfrazarse, pero cuando te
preparan para que tengas buen ojo para saber cómo te perciben los demás,
buscas a las que tienen más que perder.
Mi madre me enseñó de muy pequeña que tu imagen lo es todo. Tu reputación
aquí te hará triunfar o fracasar en cualquier sitio. Haces lo que hay que hacer,
sin importar las consecuencias.
Sonríes,
a nadie lenoimporta.
importa lo que te hagan. No importa el dolor que te inflijan, porque
Ni siquiera la mujer que me dio a luz.
Me he vuelto muy buena ocultando mi yo interior a los que me rodean,
permitiéndoles ver sólo lo que yo quiero que vean, haciéndome lo
suficientemente digna de confianza como para convertirme en una especie de
coleccionista.
Una conocedora de secretos, huesos enterrados bajo las tablas del suelo de los
armarios de la gente. Tengo trapos sucios de casi todo el mundo aquí, y saben
que si me traicionan, no tardaré en sacarles a la luz.
En séptimo curso, Lizzy vino llorando, desahogándose sobre cómo su padre es
un alcohólico empedernido que pasa demasiado tiempo extra en sus viajes de
negocios, asegurándose de parar en todos los clubes ilícitos a la vue
vuelta.
lta. Estaba
tan colorada, tan frustrada de que su madre se quedara allí sentada, sabiendo
todo esto, al tanto de cada una de sus indiscreciones, y no murmurara ni una
sola palabra.
Esa noche juró que nunca dejaría que un hombre le faltara al respeto,
negándose a casarse con alguien que la pisoteara así. Lo que personalmente no
creo que sea un problema porque también sé que a Lizzy no le gustan nada los
hombres.
Durante una fiesta de pijamas borracha, mientras Mary estaba desmayada, Liz
sintió ganas de compartir más secretos. La respetaba por ser capaz de decirlo y
odiaba que supiera que tenía que ocultarlo. Pero aquí la crucificarían.
¿Y Mary? Oh, Mary.
Es muy lista, probablemente será neurocientífica algún día, si pasa los controles
de drogas. Porque la última vez que lo comprobé, está mal visto tener Adderall
en el organismo cuando no te lo han recetado.
Durante
encima detoda su vidaotra
cualquier se ha preocupado
cosa. por sus
¿Si eso alguna veznotas, por su inteligencia
era amenazado? por
Sentía pena
por la persona que amenazaba. En primer año, sacó una C en un examen de
matemáticas. No es gran cosa para algunos, ¿pero para ella? ¿Para sus padres?
Bien podría haber sido una expulsión de la escuela.
Así que cuando sus ojos se negaron a permanecer abiertos por las horas de
estudio, encontró su billete dorado. Ahora, desaparece durante los periodos
libres para encontrarse con los traficantes de mala muerte bajo las gradas del
campo de fútbol.
Todos tenemos un peso sobre nuestros hombros, cada uno de nosotros yace
bajo su propio péndulo que se balancea cada vez más cerca cada vez que
cometemos un desliz.
Es la razón por la que nunca intentarán destronarme como Miss Ponderosa
Springs. Están aterrorizados de que revele sus secretos. Porque la Sage que
conocen será despiadada cuando se trate de conseguir lo que quiero.
q uiero.
Hay un poder en eso. Conocer los secretos
se cretos de todos, todas sus verdades.
Más poder aun sabiendo que ni un alma conoce los míos.
Cuantos más secretos tenga sobre los demás, menos probabilidades hay de que
descubran los míos. Y los míos van a permanecer enterrados.
—Sí, tienes razón —Suspira, sonriendo con fuerza—. Es sólo un pequeño ataque
de nervios. Es angustioso —recoge su barra de pegamento y sigue pegando letras
de plástico en el fino trozo de cartón blanco, maquinando internamente cómo
matarme de alguna manera —. No saber si entraré en Hollow Heights.
Me burlo. —Pues vete a cualquier otra universidad de la Ivy League del país. No
es la única del mundo, Mary.
—Sabes tan bien como yo que podrías especializarte en actividades de
conserjería allí y salir ganando seis cifras. Entrar lo es todo, Sage.
Siento como
oculares parasievitar
tuviera
queque estirar físicamente la mano y agarrarme los globos
rueden.
Dinero, dinero, dinero.
Es el pasatiempo favorito de todos aquí. Es lo único que les importa.
Lo comen, lo cagan, lo respiran.
El dinero lo arreglará todo porque compra el silencio.
—Sí, sí, Hollow Heights esto, Hollow Heights aquello. ¿Nadie quiere ver el sol?
¿Todo el mundo está tan contento viviendo en un lugar siempre gris y húmedo?
—me quejo, rodando de la cama hacia el cuarto de baño contiguo.
Giro el dedo alrededor de unos rizos sueltos de mi cabello, abro el cajón, tomo
mi bálsamo favorito y me lo pongo en los labios. Aunque es de noche, mi
maquillaje sigue perfectamente en su sitio, el delineador de ojos negro como el
carbón crea unos ojos seductores a lo Marilyn Monroe. El color rojo mate se
asienta en mis labios, calentando mi piel. Todo queda ahí, como una máscara
bien pulida.
A las chicas les parezco engreída cuando miro mi reflejo en el espejo, pero es
sólo para ver si encuentro alguna grieta en
e n la fachada.
—Zorra, por favor, tu culo pelirrojo arderá en cuanto salgas de Oregón —bromea
Lizzy, haciéndome sonreír para mis adentros en el espejo.
e spejo.
—¿Qué quieres decir? —Me vuelvo hacia ellas y me pongo la mano en la
cadera—. Al fin y al cabo, el rojo
r ojo es mi color característico —les digo, guiñándoles
un ojo.
Todos compartimos una risa, una risa falsa llena de plástico. Y el sonido resuena
tan profundo dentro de mi pecho que empiezo a preguntarme si realmente es
tan hueco por dentro como la gente cree que es.
Se oye el fuerte
Ronronean zumbidoaldeotro
y retumban los lado
motores
de ladeventana
los autos
de deportivos de alta gama.
puertas francesas de mi
habitación, lo que hace que incluso Liz aparte los ojos de la pantalla de plasma
de la pared.
A Mary se le iluminan los ojos.
—Parece que tu lado delincuente está en casa —ríe, saltando del suelo y
corriendo hacia la ventana. La abre lo suficiente para oír lo que ocurre abajo y
mira a través de la abertura —. Y ha traído a sus amigos —canta.
Saco mi teléfono del bolsillo trasero y compruebo la hora.

—Whoa, ellos realmente pueden saber la hora. No llega tarde al toque de queda
esta noche.
Esto nunca deja de ocurrir, y nunca deja
de ja de molestarme.
Un recordatorio constante de todas las cosas de las que me he mantenido
alejada, las cosas que me vi obligada a evitar. Todas las libertades que Rosemary
tiene, porque yo soy la que está bajo el microscopio.
Yo soy la que intenta mantenerme en calma. De no desmoronarme.
Liz se acerca a la ventana junto a Mary y, como soy una cotilla vergonzosa, la
sigo y me asomo por encima de sus hombros para ver el jardín delantero y los
tres caros vehículos que han aparcado en línea recta junto a la acera.
—Maldita sea —susurra Mary mientras vemos a mi hermana salir del asiento
del copiloto, esperando a Silas que rodea la parte delantera de su Dodge
Challenger y llega a su lado. Le rodea el hombro con el brazo y la guía hacia la
puerta principal.
—Es realmente injusto lo bueno que está —se queja, admirando la piel dorada
de Silas Hawthorne que es impecable a cualquier hora del día, pero por la noche
con esa camiseta blanca, está para morirse.
—Ese hombre
desvían necesita
rápidamente una mí
hacia etiqueta
como de advertencia
para añade
asegurarse—que no Lizzy,
voy a sus ojos se
llamarle la
atención.
—Más bien una camisa de fuerza —murmuro, revolviéndome el cabello por
encima del hombro, molesta.
Verás, esto pasa cada vez que vienen a dejar a Rosemary. Como una manada de
perros hambrientos, nunca hay sólo uno de ellos. Todos se juntan como
vagabundos en busca de sobras. Sin embargo, mis amigas no pueden evitar
pararse junto a esta ventana, ansiosas por echar un vistazo a los criminales y
psicóticamente ardientes de Ponderosa Springs. Por supuesto, no nos pillarían
ni muertas hablando con ellos en persona, tanto por sus actitudes temerarias
como porque ser vista con cualquiera de ellos es un punto negro en la reputación
de cualquiera para toda su vida aquí.
Es un jodido suicidio social.
No son los chicos que llevas a casa con papá y mamá. Son divertidos de ver,
pero no se tocan bajo ninguna circunstancia.
Algo así como admirar a los animales salvajes en la naturaleza. Los observas,
los aprecias y los dejas en paz. No debes llevártelos a casa y tenerlos como
mascotas. Sin embargo, a mi hermana gemela no le importaría ser mutilada por
una de ellas
se puede cuando se
domesticar ponen nerviosas,
a algunas criaturas.porque todo el mundo sabe que nunca
Apenas podemos oír lo que se dicen en la puerta principal, pero ya han pasado
más de diez minutos y me estoy aburriendo. Por muchas veces que Rose ha
intentado explicármelo, nunca entenderé por qué él.
En realidad, no, es mentira.
Es porque es la única persona a la que se supone que no debe elegir, y ella
siempre ha intentado hacer exactamente lo contrario de lo que se espera de ella,
convirtiendo a su vez mi vida en un infierno. Mis padres se habían dado por
vencidos
su conseella,
atención decidieron
desplazó que no valía
directamente haciala mí.
pe na moldearla, así que hace años,
pena

Soy su joya de la corona.


El bocinazo de un claxon desvía mi atención como una goma elástica contra la
piel húmeda. Veo el cabello rubio platino de Thatcher a kilómetros de distancia,
incluso en la oscuridad. Tener el cabello de ese color rubio natural es el sueño
de cualquier chica.
—Rosie, querida, si te prometo que lo tendré de vuelta en una pieza, ¿me harías
el favor de devolver a nuestro amigo por esta noche? —Su voz es rápida y limpia
como un bisturí contra la piel, cortando el viento.
Oigo la risa suave de mi hermana, y es
e s casi extraño porque es como oír mi propia
risa de verdad, algo que no ha salido de mi garganta ene n mucho tiempo.
—Vi en un documental sobre crímenes que la psicopatía es genética —dice Lizzy
mientras todos le observamos.
—El gen psicópata es sólo un mito: nunca se ha demostrado científicamente.
Tiene que ver con tu entorno, la forma en que te han educado y algunos
comportamientos mentales, pero no puedes transmitirlos a tus hijos —añade
Mary.

—¿Y cómo crees que era su entorno, Mary? ¿Abrazos y noches de juegos en
familia? —digo— Todo el mundo sabe que Thatcher P
Pierson
ierson se convertirá muy
pronto en papi querido. Sólo estoy esperando a ver si alguien le pilla brillando
al sol.
Se ríen a carcajadas de mi comentario, sabiendo que tengo razón. No creo que
los asesinos en serie transmitan nada a sus hijos aparte del trauma. Pero sé lo
que es ser criado como si fueras un monstruo. Al final, te rindes y te conviertes
en uno.
Las ventanillas
el asiento del siguiente auto bajan y me permiten ver a Alistair Caldwell en
del conductor.
—Es una pena que odie tanto el mundo. Habría sido el novio trofeo
perfecto —digo sacudiendo la cabeza. Es decir, su familia es la dueña de casi
toda la ciudad... habríamos estado muy bien si él no hubiera estado tan jodido.
—¿Porque Easton Sinclair no es ya perfecto? ¿Ves a las chicas que le pululan
como moscas, dispuestas a quitártelo de las manos?
—¿Como tú, Mary? —Le arqueo una ceja bien cuidada, y ella se da la vuelta con
el rostro sonrojado, intentando pensar en una forma de echarse atrás y negar.

No se me escapa que Mary ha estado sedienta por Easton desde preescolar, y en


el momento en que nos separemos, estará allí, con las piernas abiertas, lista
para recoger los pedazos. No es que me importe: Easton está ahí por la misma
razón que ellas.
Marcadores de posición hasta que me gradúe.
—Es broma —añado al final, sonriendo un poco.
Entonces, como la explosión que es, e s, Rook Van Doren desliza su cuerpo
cue rpo delgado
a través de la ventanilla del copiloto de Alistair, colgando fuera del auto mientras
se sienta en el marco de la puerta, sonriendo ampliamente, con una cerilla
colgando de sus labios rosados.
—Romeo, Romeo, ¿dónde estás Romeo? —reprende—. Lo verás mañana. Esta
noche tenemos que ocuparnos de una mierda —Su voz bromista resuena en el
aire mientras tamborilea con las manos en el techo del auto. No hay nada que
se tome en serio.
—Sí, imbécil, eso definitivamente va a consolarla esta noche —responde la voz
de Silas.
—Lo siento, ¿tenía que mentir? No es como si fuéramos a hornear magdalenas.
Las lucessu
calienta decara.
la calle
Lasrebotan
llamas en su pálida piel,
industriales el resplandor
brillan amarillo
a su alrededor. Esosanaranjado
rasgos de
niño bonito le dan un aspecto tan modesto, esa especie de cabello salvaje y esa
mirada descarada que me recuerdan a los mustangs salvajes. Libres,
temerarios, peligrosos. He oído al menos a cinco chicas quejarse de lo celosas
que están de sus largas pestañas que enmarcan sus ojos de fuego infernal.
Nunca los he visto de cerca, pero así los llama todo el mundo.
Color avellana en cualquier otro, ¿pero en los suyos? Te abrasan.
Algo que siempre he admirado y que a la vez me saca de quicio de Rook es lo
impredecible que es.
Nunca sabías lo que obtendrías de él. Una sonrisa, un cóctel molotov, un
cuchillo en la espalda, una carcajada. El único chico de su grupo para el que no
puedes prepararte es él. Todo el mundo sabe que Thatcher es sumamente
inteligente y que, si tiene la oportunidad, podría encerrarte en su sótano y jugar
al Dr. Hannibal con partes de tu cuerpo.
Dios, y si no eras consciente de los problemas de ira de Alistair, sal de debajo
de la puta roca gigante bajo la que estás durmiendo y míralo. Prácticamente se
está bañando en colonia con olor a ira.
Y, por supuesto, todo el mundo es consciente de que Silas es el callado. El
esquizofrénico no dice mucho porque está demasiado ocupado dentro de su
propia cabeza.
Es el que mi hermana fue capaz de descifrar.
Pero Rook, es idéntico al elemento con el que tan cariñosamente se asocia. Nada
de lo que hace es deliberado;
de liberado; siempre es un capricho, probablemente basado en
lo que le parece correcto en ese momento. El chico nunca se ha pensado dos
veces nada.
Lo admiro
acabar porque tiene
consiguiendo quelasle bolas de yhacerlo.
maten, Meloco
estar tan parece
sóloestúpido porque
es divertido va a
cuando
tienes el dinero y el poder para evitar las consecuencias.
El Psicópata.
El Vengativo.
El Esquizofrénico.
Y El Diablo.
Los Hollow Boys.

Irritada y harta de fisgonear, me alejo de la ventana.


—Voy por algo de beber. Intenten que no se le caigan las bragas antes que
vuelva.
Al bajar los escalones y atravesar nuestro salón, oigo el eco de la brillante voz
de mi madre. Mis pies van más despacio para que ella no me oiga llegar. Camino
hasta llegar al borde de la entrada de la cocina, escuchándola hablar por
teléfono.
—Ya no sé qué hacer, Sherry. Quiero decir, ¡no tiene remedio! Siempre fue
rebelde de niña, ¿pero acostarse con Silas Hawthorne? Dios, no puedo imaginar
lo pueblo
el que piensa la El
llama gente de la iglesia
Anticristo cuando
—se queja nos ven. Se junta con
enfáticamente. c on un chico al que

Me pitan los oídos mientras continúa.


—Hemos probado a castigarla y se escapa. ¡Uf, y el peso! Deberías ver lo que ha
engordado desde que lo conoció. Es horrible.
El agua empieza a burbujear a mis pies.
Un aviso de inundación suena en mi cabeza y sé lo que viene.
Si
no se alejara
estaría de él como
hablando así le
dedije, esto El
su hija. no agua
estaría
nopasando. Nuestra propia
estaría subiendo madre
tan rápido, y
mis pulmones no estarían temblando.
—Sage está bien. Quiero decir, al menos tenemos una hija que se preocupa por
la imagen de esta familia. Siempre y cuando se abstenga de arruinarla —Sus
pasos se alejan de mí, indicándome que se dirige al lado opuesto, hacia la sala.
El corazón me late en el pecho, las uñas se me clavan en la palma de la mano.
Cada vez que Rose mete la pata, cada vez que se salta las normas, es como si
me empujaran la cabeza más y más bajo la superficie.
El ahogo se acerca. Puedo sentirlo.
Cuando ocurren cosas horribles, algunas personas se convierten en delicadas y
suaves alhelíes que crecen en los rincones, esperando a ser arrancadas por su
príncipe azul.
Y algunos se convierten en guerreros.
Se forjan con hierro, construyendo capas de armadura para proteger lo que les
queda. Se endurecen.
Crueles.
Enojados.
Celosos de los que son capaces de reconstruirse sin los amargos fragmentos de
cristal de sus traumas.
Se abre la puerta principal y el viento le pasa por detrás de los hombros
alborotando su cabello castaño oscuro, varios tonos más oscuro que el e l mío por
el tinte. Su sonrisa iluminaría una jodida habitación si se pudiera convertir en
electricidad, y eso debería hacerme feliz.
No es así.
—Huh —digo, cruzando los brazos delante del pecho—. Creía que la basura sólo
venía los martes.
Los ojos de Rosemary se alzan para encontrar los míos. La sudadera con
capucha de gran tamaño que pertenece a su novio se traga su pequeño cuerpo.
Se le borra la sonrisa y suspira.
—Guárdate los comentarios de zorra para tus amigos —Se sube la capucha y
entra en la cocina para evitarme,
e vitarme, pero la sigo.
Sé que debería marcharme, irme antes de decir algo peor, pero no puedo
contenerme.

—Gracioso. ¿El Esquizofrénico te está enseñando cómo tener agallas ahora, o


sólo te sientes peleona esta noche?
—No le llames así —dice, dando un portazo a la puerta de la nevera —. ¿Qué
problema tienes con ellos? Nunca te han molestado.
Mi lengua se vuelve rápida, afilada, letal en cuestión de instantes.
¿Cuál es mi problema? ¿Mi problema?
—Son escoria, Rose. ¡Hacen que esta familia parezca sucia! —le grito.
—¿Mamá te ha metido tanto la mano por el culo que ahora te usa como

marioneta? Sabes, si no te conociera mejor, diría que estás


e stás celosa.
—¿Celosa? ¿Yo? ¿De qué? ¿De tu pandilla de imbéciles mentalmente inestables?
Por favor —me burlo a la defensiva.
¿De qué tendría que estar celosa? Tengo todo lo que pueda imaginar.
—Celosa de tener amigos de verdad. Una relación de verdad. Mientras tú te
pasas el día con novios falsos y gente de pacotilla que te apuñalaría por la
espalda en cuanto te dieras la vuelta. Todo porque tienes demasiado miedo de
disgustar a tu mami querida —suelta, sacudiendo la cabeza.
—Sabes, quizás no tendría ningún problema si dejaras de abrirte de piernas a
los raros de Ponderosa Springs. Dios, ¿no ves cómo te mira la gente? Eres una
atracción de feria ambulante —me burlo.
Se estremece, retrocede como si le hubiera dado una bofetada, con los ojos llenos
de tristeza. Me digo que se merece que le duela como a mí. Yo me ahogo cada
segundo de mi vida y a ella no le importa nada. Unas palabras duras no la
matarán.
Rose se acerca a mí. —No, ese es tu problema, Sage. Tal vez si dejaras de
preocuparte por lo que la gente piensa de ti, no serías una perra tan
miserable —Caminando directamente en mi dirección, me da un golpe con el
hombro al pasar.
Me deja allí, bajando de mi viaje de mal genio, con el corazón doliéndome dentro
del pecho. Caigo contra la pared, siento que mis piernas van a ceder, pero me
niego a que lo hagan.
El agua helada está justo debajo de mi nariz y trato
tr ato de evitar que se filtre en mi
boca. Me niego a hacerlo ahora mismo.
Inhalo y exhalo profundamente por la nariz, continuando el proceso hasta que
mi ritmo cardíaco se ralentiza y el agua comienza a residir.
Repito una y otra vez:
Soy Sage Donahue.
Lo tengo todo.
No me ahogaré.
Sobreviviré.
El libro de los despechados
Rook
—Tu puntería apesta —Silas me mira mientras sale humo de la punta de mi
Swisher Sweets2 de sabor tropical.
Me coloco el porro en los labios, lo mantengo ahí y apunto con la pistola de

paintball
metros de hacia el marcador
él, el césped delme
artificial equipo de fútbol.
atraviesa Estamosy tumbados
los pantalones a unos
prácticamente me
quema el culo.
—Dije que sí al vandalismo. Nunca dije que se me daría bien —Doy una calada
al extremo del porro, dejando que el humo de olor fétido se impregne en mis
pulmones, dándome ese subidón que necesito de vez en cuando.
No se trata de adormecer nada, sino de frenar el impulso. Durante unas horas,
ese picor en la palma de la mano se calma lo suficiente como para permitirme
pasar el día sin hacer explotar a nadie.
Veo a un tipo haciendo el
e l imbécil o simplemente caminando por la calle con una
sonrisa arrogante en la cara, y sólo puedo pensar en lo que haría si estuviera
envuelto en llamas, ahogándose en gasolina. Eso me parece normal. Me extraña
que nadie más piense así.
La hierba evita que sea un homicida.
Además, llena el vacío durante un tiempo. Todo el humo me hace sentir
sent ir menos
vacío.

2 Tipo de cigarro que contiene nicotina y marihuana.


Disparo las ya
en el objeto bolas de pintura
recubierto. verdese
Apenas lima sobre
ve lo que el
haytablero,
debajocreando más desorden
de la pintura amarilla
y verde, y con el fútbol ya metido en pretemporada, no les va a hacer ninguna
gracia.
—Parece un rito de iniciación, ¿verdad? La última travesura del equipo de
fútbol —digo, tosiendo un poco, con la cabeza ligera y el cuerpo zumbando de
conciencia. El aire cálido del verano empieza a ser más frío cada día que nos
acercamos al otoño—. Odio este sitio, joder, pero es el último año de todos
juntos. El último de todo.
Silas permanece distante, mostrando pocas emociones, no porque no las tenga,
te nga,
sino porque no le gusta expresarlas. Rara vez reacciona ante cosas que haría la
gente normal, y aunque sé que quiere a Rose y se preocupa por nosotros, sé que
las relaciones son duras para él.
Relacionarse con las personas. Comprenderlas.
Es diferente: ve el mundo desde una perspectiva distinta a la de los demás, y a
veces parece que todo le da igual, siempre parece sin humor o eemocionalmente
mocionalmente
frío.
Incluso cuando está con Rose y ella sonríe, es tal vez un movimiento de sus
labios, pero nunca muestra realmente que está feliz, a menos que le mires a los
ojos.
Creo que así fue como Rosemary se abrió camino hasta su corazón. Podía leer
en sus ojos lo que su cara nunca expresaría. Vio todo su interior y tomó esa
información y trató de entenderla.
La verdad es que nadie sabrá nunca lo que hay en la mente de Silas. Nunca
seríamos capaces de entenderlo, pero puedo intentar protegerlo de ello. Aunque
odie que lo moleste para que tome sus medicinas.
Porque él me protege.
Bueno, a una verdad mía.
—Hay autos —dice mientras el silbido de las balas retumba en mis oídos, más
pintura estallando contra la señal—. Aviones. Trenes. Metros. Muchas formas
de viajar, Rook. No es lo último de nada, sólo tenemos que conseguir trabajo y
ya no podrás quemar
quemar edificios.
Me río y siento que se me revuelve el estómago cuando los efectos de la hierba
empiezan a hacer mella en mí. Tiene razón y sé que estoy pensando demasiado
por culpa de la hierba, pero me sigue dando miedo.
La palabra “familia” se perdió el día que murió mi madre.

Y encontrado de nuevo en un club de campo mientras intentaba explotar


petardos.
Dejar Ponderosa Springs nunca fue una cuestión, pero dejarlos, eso es un
sentimiento diferente.
—¿Y sigues empeñado en quedarte? ¿No puedo disuadirte? —pregunto, aunque
sé que no tiene motivos para irse, no como yo.
—No, estoy aquí hasta que Rose se gradúe. Quiere ir a Hollow Heights, así que
estaré con ella hasta el final —Hay una franqueza en su voz, tranquila, tan firme
que incluso un extraño que pasara por delante sabría que lo que dice va en
serio.
—¿Tus padres van a estar de acuerdo con eso?
—Llevan intentando que me vaya desde que me diagnosticaron —Suspira—. Me
quieren, así que lo entiendo. Nunca quisieron verme hacer el ridículo aquí -
todavía no quieren-, pero no voy a dejar a Rose. Así que también saben que no
hay forma de convencerme. Además, será más fácil hacer prácticas en la
empresa de mi padre en Portland.
Es el único con buenos padres. Grandes padres, incluso. Scott y Zoe tienen
éxito, son felices con tres hijos y los quieren
q uieren como deben querer los padres.
Es una locura
ansiando que incluso
la destrucción, alguien con un entorno estable pueda seguir
¿verdad?
Le doy otro golpe, lo termino y arrojo la colilla al campo, sabiendo que
chamuscará la hierba falsa.
—¿Hemos terminado de ser nostálgicos? Me duele la cabeza y tenemos que ir a
recoger a Rose.
—¿Dónde está? —pregunto con un movimiento de cabeza, haciéndole saber que
estoy listo para irme.
—Está donde Tilly, estudiando, pero apareció el novio de su hermana y su
enjambre de amigos, y no me gusta que esté cerca de ellos.
—¿Una oportunidad de cagar en Easton y que me den una hamburguesa?
¿Dónde firmo? —Levanto los brazos por encima de mi cabeza, estirándome
mientras me pongo de pie.
—Vamos a recoger a Rose, y eso es todo. Sin peleas —gruñe, caminando a mi
lado.
—Sí, nada de peleas. Entendido —Sonrío mientras rebusco en mi bolsillo
trasero, tomo una de mis cerillas Lucky Strike y me la pongo entre los dientes.
Yo no empezaría nada. Normalmente nunca lo hago.
Pero lo terminaría.
La Cafetería de Tilly está a un corto trayecto en auto desde el instituto y, cuando
voy en mi moto, tardo unos seis minutos en llegar al estacionamiento con el
letrero de neón iluminando el asfalto.
Me sacudo el cabello de los ojos cuando me pongo el casco en la cabeza y
balanceo la pierna sobre la moto mientras Silas aparca en el puesto contiguo al
mío. Tilly está lleno. No es de extrañar, teniendo en cuenta que es sábado y que
aquí se reúnen todos los tipos con colonia Axe y las chicas dispuestas a
cotillear.
Lo siento por Rose, por el hecho de que su hermana gemela sea una malvada
rabiosa y llena de ego. Y como Rose odia conducir, la mayoría de las veces tiene
que acompañarla. Aunque no quiera.
Sus padres, supongo, piensan que si rodean a Rose de la gente “correcta” verá
lo malos que somos para ella. Creen que se aburrirá, que verá lo que podría ser
su vida si acabara con la gente del lado correcto de la escala moral, en lugar de
estar con los chicos que son la mancha empañada de Ponderosa Springs.
En los años que llevamos vivos, hemos dañado la reputación de este pueblo y
de su gente. Hemos tomado su jerarquía y la hemos hecho pedazos. Los
Donahue temen que su preciosa niña se haya pasado completamente al lado
oscuro.
Tienen razón.
Y no la van a recuperar.
Silas abre la puerta de cristal, pisando el suelo ajedrezado, y cuando cruzamos
el umbral, todas las voces dejan de existir. El comedor, lleno a rebosar, se vuelve
más silencioso que los pasos de un ratón.

Somos lo que no deben entrar en un lugar donde no somos bienvenidos.


Es como si acabáramos de entrar en una iglesia o en un lugar de culto.
Y todo el mundo sabe que la tierra santa quema los pies de los condenados.
Agarro el hombro de Silas.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —Mi voz resuena en el espacio, crepitando y
chasqueando en sus oídos.
Algunos se quedan mirando abiertamente, asombrados; otros esconden la
mirada, temiendo que hagamos contacto visual con ellos y los poseamos o
hagamos algolosperverso.
entrecierran ojos, las Las mujeres
chicas se agarran
aprietan los ybolsos,
los muslos los hombres
los chicos intentan
hacerse los duros.
Silas empieza a moverse, acechando a su chica con determinación.
dete rminación. Está metida
en un pequeño reservado. No bromeaba cuando dijo que quería entrar y salir,
odia estar rodeado de tanta gente. Aunque no lo haya dicho en voz alta, lo noto
en su forma de comportarse.
Le sigo por detrás, observando cómo sus tiernos ojos se alzan, encontrándose
con los de su novio. Todo se desvanece para los dos, la ansiedad cae de los
hombros de ella y el alivio baña la espalda de él como el agua.
Celos no es la palabra para lo que siento por ellos. No me gusta Rose así, y puedo
admitir cuando los chicos son atractivos, pero Silas no lo hace para mí de esa
manera.
Pero a veces, muy pocas veces, me pregunto qué se sentiría si alguien me mirara
así.
Como si yo fuera más que un problema. Un error. Un monstruo. Lucifer.
Alguien que me mire como si fuera humano.
Rose recoge sus cosas rápidamente, deslizándose desde su lugar en la cabina,
atrayendo mi atención a los demás a su alrededor. Los miembros del equipo de
fútbol se sientan juntos, algunos de ellos encima de las propias cabinas, con su
sabor de la semana colgado del brazo.
En todos los sentidos, además del monetario, son nuestros opuestos.
Todos somos ricos,
ricos, y ahí se acaban las
las similitudes.
Si hubiera un lado equivocado de las vías en Ponderosa Springs, estaríamos allí.
Todo el tiempo nos miran desde sus balcones y sus céspedes perfectamente
recortados, como si nuestra ropa no costara lo mismo, como si nuestras
nue stras familias
no fueran igual de acomodadas.
Nada deAlboroto.
peligro. eso importa porque nuestra riqueza está cubierta por el hedor del
Violencia.
Somos las personas de las que te advirtieron tus padres cuando eras pequeño,
los hombres del saco debajo de tu cama. Somos abominaciones para esta ciudad
de carrusel en la que cada uno desempeña su papel.
Y nadie interpreta mejor sus papeles que el príncipe de todo lo alto y poderoso
y su querida princesita que
que se sienta a su lado.
lado.
—Hola, chicos, ¿listos para irnos? —murmura Rose, echándose la mochila sobre
los hombros mientras Silas la atrae hacia su pecho, estrechándola contra su

cuerpo.
—Hola, Rosie. —Me acerco a ella y le alboroto el cabello—. Vamos a buscar algún
problema en el que meternos, ¿ok?
Estoy bromeando, obviamente. Bromear es la forma que tengo de tapar el vacío
de mi pecho. Nadie sabe cómo resuenan las risas dentro de mí. Porque no me
queda nada.
Se oye un ligero
liger o carraspeo, seguido de un “delincuentes”. Es bajo, amortiguado,
y hace que el grupo se ría por lo bajo.
bajo.
Me paso la cerilla por la fila superior de dientes, sonriendo a su alrededor.
alre dedor.
—Lo siento, no podía oírte con esas pollas en la boca. ¿Quieres decirlo un poco
más alto, Sinclair? —Paso junto a mis amigos hacia su lado de la cabina.
Easton es tan pretencioso como las sandalias de Gucci.
Lo he odiado desde que lo conocí, todos lo odiamos. Esa mentalidad que tiene
de que es un dios entre los demás. La forma en que la gente piensa que camina
sobre el agua, y él alimenta ese tipo
t ipo de atención.
Jodidas felicitaciones.
felicitaciones.
Su padre
tierra es el decano
empapada. de una algo
Difícilmente universidad
de lo quesobrevalorada que
presumir. Pero se hunde
como en la
la mayoría,
Easton sabe cómo jugar con la gente de aquí.
Sonríe para los periódicos, gana partidos de fútbol, finge que está bueno.
Pero incluso lo perfecto tiene grietas, y él está
e stá lleno de ellas.
—Rook —Rose me agarra del antebrazo, haciendo lo que mejor sabe hacer e
intentando mantener la paz.
Me río de ella.
—No, Rosie, no pasa nada —empiezo, poniendo las manos sobre la mesa y
mirando a Easton—. Sólo estoy teniendo una conversación amistosa con mi
buen amigo Sinclair aquí. ¿No es así?
Mis ojos se clavan en los suyos, desafiándole a que me mire. Espero que lo haga
para que vea lo que todo el mundo ve: el
e l infierno. Cómo lo asaré vivo si vuelve a
insultarme a mí o a mi familia.
Excepto que hace lo que hacen los cobardes y ve a todas partes menos a mi
mirada.
—Dije... —Se aclara la garganta, sonriendo a través de esta incómoda
posición—. Que te diviertas —Se encoge de hombros como algo desenfadado.
Él y yo sabemos lo que dijo.
Atrevido por decirlo en primer lugar.
Inteligente por no repetírmelo a la cara.
—Eso es lo que pensaba, campeón —Le doy una fuerte palmada en la espalda,
haciéndole caer un poco hacia delante. Cuando se hace el silencio, decido darle
a Rose lo que quiere y marcharme.
—Vaya broma —Zumba en mis oídos una voz más suave y burlona—. Traer a la
pandilla de payasos locos en público, ¿en serio, Rose? ¿Podrías ser más
vergonzosa?
La presión cae sobre la cerilla en mi boca mientras
mient ras aprieto la mandíbula.
—Me pregunto qué dice eso de ti y tu pandilla de Abercrombie y perras.

Nos miramos directamente a los ojos, y sus iris azules como llamas luchan con
los míos. Ni por un segundo se inmuta, sin apartar su mirada de la mía.
Sage Donahue.
Qué divertido sería hacerte girar alrededor de mi dedo.
Se ríe burlonamente.
—Ja, eso es bueno. Sobre todo para un tipo que pensé que tenía la inteligencia
de alguien de quinto de primaria —Sus uñas azul pálido se arremolinan en su
vaso alto, lleno hasta el borde de un batido de color rosa —. El hecho de que ella
insista en defenderlos a ustedes cuatro, me pregunto, ¿es ingenua o
simplemente le gusta arruinarse la vida?
Rose y Sage son gemelas biológicamente, con un color de cabello y pecas
similares. Pero las de Sage son más esporádicas, esparcidas salvajemente por
su rostro, y las de Rose parecen más compactas en su nariz. Así como Rose
intenta pasar desapercibida, Sage hace todo lo posible por destacar.
Es raro que me enfrente a la novia de Ponderosa Springs. La chica con un notorio
don de la palabra. Por supuesto, nos conocemos; ¿cómo no? Es un pueblo
pequeño, además mi mejor amigo está saliendo con su hermana.
Pero nunca nos desviamos de nuestro camino para cruzarnos.
—Puede ser que no tenga miedo de vivir su vida fuera de su mundo envuelto en
burbujas. Quizá le guste no tener que fingir. El lado oscuro te permite hacer
cosas que nunca pensarías hacer en la luz.
Mi miradade
alrededor sigue sus labios
su pajita, pintadoseldematerial
manchando escarlata, la forma
blanco. enunos
Bebe que los envuelve
sorbos y se
retira para responder: —¿Se supone que eso es un insulto?
Sonrío.
—No —Me encojo de hombros, el sarcasmo cubriendo mi tono —. Cada par de
gemelos tiene una oveja. Nada de lo que avergonzarse. Me alegro de que lo
asumas, Sage.
—¿Oveja?
—Sí, ya sabes, la que se somete a las expectativas de todos. La mansa. La
endeble —Me tomo mi tiempo con cada palabra, inclinando un poco la cabeza
para ver cómo reacciona a ellas—. Impotente. Gemela débil.
Sage Donahue es capaz de acabar con todo y con todos con una sola frase de
esos labios rojos. Todos se inclinan ante ella, la siguen y nadie la cuestiona.
Easton Sinclair puede creer que dirige el espectáculo, pero ella siempre ha
estado moviendo los hilos.
La ira chisporrotea en sus ojos y mi sonrisa no hace más que crecer.
Arde de rabia ante mi respuesta, lucha por mantener intacto su exterior frío e
imperturbable, pero esa piel blanca como la nieve empieza a derretirse bajo la
presión de mis palabras.
El impulso me invade, algo que normalmente sólo ocurre cuando prendo fuego
físicamente, pero esta vez, la fuerza me invade, sabiendo que he prendido fuego
en la boca de su estómago.
—¿Y esa soy yo? ¿La oveja? —Arquea una ceja y se echa esa cortina de cabello
rubio fresa por encima del hombro.
—Si el zapato encaja, princesa.
Algo en su interior
de emociones. se rompe.
Su boca Lodispuesta
se abre, veo, las llamas setodas
a soltar transforman en unduras
las palabras incendio
que
se le ocurran.
Estoy listo, listo para verla estallar y explotar sobre mí, sólo para que lo arruine
su novio, que ha aparecido para salvar el día.
—De acuerdo, imbécil, ya basta. Lo estás llevando demasiado lejos —Easton se
levanta, pero no me molesto en moverme de mi posición encorvada sobre la
mesa.
Simplemente miro por encima del hombro, mirándole de arriba abajo,

pasándome la lengua por el interior de la mejilla.


—¿Sí? ¿Y qué vas a hacer al respecto, deportista?
Puede que intente contratar a alguien con el dinero de papá para pelear conmigo,
pero nunca lo haría él
é l mismo. Demasiado malo para su reputación, demasiado
cobarde, y sabe que lo pondría a dos metros bajo tierra.
—Rook —dice Silas detrás de mí—, no delante de Rose.
—Sí, ya le has oído, perro. Sigue a tu líder y a su perra —dice Easton, haciendo
que Sage jadee mientras le agarra del antebrazo, tirando de él hacia su asiento.
Esta vez no soy yo quien se mueve. Silas se mueve para estar a mi lado. Hay
ciertos botones que no se pulsan cuando se trata de mí y de mis amigos. Todos
son diferentes, pero cuando los pulsas, obtienes reacciones similares.
—Cuidado con lo que dices.
Aparentemente, Easton se había llenado de testosterona hoy porque tiene
suficientes bolas para responder.
—Cuidado con lo que dices —imita, poniendo los ojos en blanco —. ¿Te crees
muy duro? ¿Vas por ahí poniendo música emo y vistiendo de negro? Son
jodidamente patéticos.
patéticos. Monstruos. Nadie les tiene miedo.
miedo.
—Chicos, por favor, sólo quiero irme —susurra Rose, tirando de nuestros
brazos.
La cerilla de mi boca se rompe mientras Easton sigue cavando su tumba cada
vez más hondo.
—Un hijo de un asesino en serie, un mocoso malcriado, un esquizofrénico, y un
tipo con una madre muerta que aparentemente rezaba a Satanás. Felicitaciones,
han logrado convertirse en el show de fenómenos
fe nómenos de Ponderosa Springs.
Nunca se me dio bien controlarme.
No mi hambre, mi lujuria, mi ira, mis impulsos.
Siento unas uñas clavándose en la carne de mi brazo, tirando de mí hacia atrás,
pero todo lo que puedo ver es a Easton Sinclair sofocándose sobre un fuego,
rogándome que lo apague.
—Aquí no —murmura Silas cerca de mi oído—. Más tarde.
Dejar pasar esto es lo último que quiero hacer. No quiero echarme atrás. No
quiero irme mientras él siga con esa sonrisa de suficiencia en la cara. Pero sé lo
que le pasará.
Siempre obtenemos nuestra revancha.

Cubro mi rabia con una sonrisa.


—Si alguna vez quieres callar esa boca de maricón, Easton, ya sabes dónde
encontrarme.
Mi mirada se dirige a Sage, ignorando al saco de mierda de su novio.
—Y tú —empiezo—. Ha sido divertido, muñeca. Deberíamos repetirlo —Le guiño
un ojo antes de apartar la cerilla, arrancar la cereza de su batido y metérmela
en la boca.
Mastico
mirarme.laHedulce fruta
estado y observo
a punto cómosu
de romper sumáscara,
mandíbula
la hedepresionado
diamante demasiado,
se tensa al
y mentiría si dijera
dijera que no estoy preparad
preparadoo para ver las consecuencias. Durante
unos segundos, esos ojos se desvían hacia mis labios, observando cómo cae el
jugo de mi boca.
boca.
Ideas compulsivas, amenazadoras e imprudentes rondan mi mente. Sé que no
debería. Debería dejarla en paz. Es la única chica con la que no debería follar,
pero eso la hace mucho más tentadora.
te ntadora.
Sage es una manzana envenenada. Demasiado bonita para su propio bien, pero
podría matarte con un solo mordisco. Incluso pensando en eso, sigo dispuesto
a hincarle el diente.
Nunca he sido de los que piensan las cosas. Sólo actúo por impulso, y ahora
mismo, lo único que tengo en mente es mostrarle exactamente lo que se ha
estado perdiendo.
—Estoy deseando que llegue el día en que vengas en busca de problemas,
princesa. Me voy a divertir mucho contigo.
El crujido de piel contra piel resuena en el espacio, mi mejilla arde por el
contacto que ha hecho con ella.
e lla. Aún noto cómo me araña con las uñas. El dolor
persiste en mi piel, mi pecho palpita pidiendo más.
Me paso la lengua por la mejilla y sonrío con suficiencia.
—Sobre mi jodido cadáver, Pyro3 —dice hirviendo de rabia.
Sí, voy a disfrutar tanto viendo a su noviecito arder bajo mis pies mientras me
llevo a su chica delante de su puta nariz.

3 Pirómano.
Terrores nocturnos
Sage
En la secundaria me molestaba mucho que me hicieran preguntas estúpidas
sobre Rose y yo. Sí, somos gemelas, pero eso no significa que pueda leer su
mente.
La constante ¿Dónde está tu gemela? Siempre se refieren a ti como “las gemelas”,
incluso cuando estás sola.
No fue hasta el instituto cuando nos convertimos
conve rtimos en nuestras propias personas,
ella viajaba en una dirección y yo me dirigía hacia la cima de la cadena
alimenticia. Ya no nos llamaban “las gemelas” Sólo Rosemary y Sage.
Y había veces, como ahora, cuando la luna estaba alta y la oscuridad cubría mi
dormitorio, que echaba de menos estar unida a ella. Echaba de menos estar
cerca de ella en público, que siempre me viera como una mitad de un todo.
Como un reloj, los suaves gritos de tristeza de Rose me habían despertado. Esto
ocurre casi todas las noches, y no me sorprende ver que el resplandor verde de
mi reloj marca las 3:34. Suelto un suspiro, me incorporo, estiro los brazos y, al
moverme, el guion de El crisol se desliza fuera de la cama. Con un hábil
movimiento de pies, atravieso mi habitación sin tener que encender la luz, abro
la puerta y me dirijo a la habitación contigua.
Una vez oí que nuestras habitaciones son un reflejo directo de lo que somos por
dentro, y si eso es cierto, mi hermana gemela y yo somos tan diferentes como la
gente cree.
La suya
color tiene
negro carteles
y una de grupos
lámpara musicales,
de noche plantas
que proyecta en macetas,
estrellas muchamientras
en el techo, ropa de
que la mía es rosa, organizada, con mucha luz natural y una mullida alfombra
blanca en el suelo.
Partes de mí que mantengo encerradas no quieren aceptar que nos hayamos
distanciado tanto la una de la otra.
Su voz me recuerda la razón por la que entré aquí en primer lugar.
Con facilidad, me desplazo hasta su cama, deslizándome en el espacio junto a
ella. Las suaves sábanas de algodón me envuelven, el olor a humo y colonia

pegado a la cama de la sudadera con capucha de Silas que lleva puesta.


Con la punta de los dedos, aliso el ceño de su rostro, relajando los músculos de
su frente. Arrastrándolos por su nariz, calmándola despierta, le hago saber que
sea cual sea el monstruo del que huye en su cabeza, no es real.
Se mueve con mis caricias, la conciencia a punto de apoderarse de ella.
—Es sólo un sueño, Ro, estás bien —le susurro, esperando a que se dé cuenta
que en realidad está atrapada en una pesadilla y que en cualquier momento
puede salir de ese lugar.
Lo que hace tras unos minutos más de dibujarle el rostro con mi dedo. Al final
abre los ojos y se toma un momento
m omento para adaptarse a la realidad.
—¿Te he des...? —Se queda atrapada en un bostezo —, ¿despertado?
Niego con la cabeza.
—No, iba de camino al baño y te he oído inquieta —miento.
Agarra la parte superior de su edredón y nos lo echa por encima. Nos quedamos
en la oscuridad bajo su manta y vuelvo a la época en que éramos niñas y nos
negábamos a dormir en camas separadas. Cuando no estaba hastiada y el
mundo aún estaba lleno de posibilidades. Y lo está, pero no aquí, no en esta
ciudad.
mantas yPor
noslacontábamos
noche, cuando nuestros
historias padres dormían, nos metíamos bajo las
o sueños.
Bajo estas mantas, puedo quitarme la máscara y volver a ser esa niña pequeña.
Nada de mirar por encima del hombro para ver quién me observa, nada de
insultos para rebajar a los demás y seguir en la cima. Ahora no tengo
te ngo nada que
temer.
—¿De qué se trataba la pesadilla?
—Lo mismo de siempre. Pasillos oscuros, voces extrañas.

Hay veces que envidio tanto lo amable y abierta que es Rose. Hay otras veces
que me odio a mí misma por intentar desmenuzarlo porque estoy celosa.
Celosa de que sea a mí a quien le han pasado cosas malas.
Celosa de que aún tenga la capacidad de preocuparse por los demás. De ver lo
bueno en ellos.
Mientras me sumerjo en una bañera de alquitrán negro que no parece dejarme
ir.
—Siento haber sido mala el otro día y en la cena —susurro, metiendo las manos
bajo la cabeza mientras la miro. La luz de sus estrellas se cuela por los huecos
de su manta, lo que nos da una luz mínima.
Rose sonríe, y me duele un poco el corazón por lo generosa y amable que es.
Con qué facilidad perdona. Es mi mayor preocupación con ella y Silas. ¿Qué
pasa si uno de ellos la lastima? ¿Y si él la lastima? Y ella sigue dejándolo porque
cuando Rosemary ama a alguien o algo, lo ama con tanta fuerza que no importa
cómo la traten.
Nuestros padres son el ejemplo perfecto.
—Está bien, Sage —responde—. Sé que es porque sientes que tienes que ser
mala para salir de este lugar sin que te hagan daño. Es que... no sé por qué.
Solías ser tan feliz y libre, y un día cambiaste. ¿Por qué no me dices qué te pasó?
—¿Podemos no hablar de mí? No puedo expresarte cuánto no quiero hablar de
mí en este momento.
—Echo de menos hablar de ti. De la antigua tú. Ya sabes, ¿a la que no le
importaba si era la reina del baile o lo que el mundo pensara de ella? La que
llevaba guiones hechos jirones y fingía que era Meryl Streep recibiendo un
Oscar. ¿Te acuerdas de ella?

La recuerdo,
a ser y un ydía,
la de antes, volveré
todo a ser
volverá esacomo
a ser chica.antes.
El díaElla
que no
meentiende
vaya de aquí,
que sivolveré
estoy
aquí, en esta ciudad de desechos tóxicos, me comerá viva.
Seré completamente consumida por el hollín, ahogada en el negro alquitrán de
la miseria que se filtra por las grietas de aquí.
—Está muerta, ¿bien? ¿Por qué no puedes dejarlo estar, Rose? —digo con una
rabia innecesaria que nunca era dirigida a ella. Siempre había sido hacia los
que me convirtieron en esto.
En estos momentos de hostilidad, me odio más a mí misma por desear que fuera
ella la que pasara por lo mismo que yo. Que fuera yo la que viviera sin
preocupaciones. La que no se había hastiado.
Y esos pensamientos me mantienen despierta por la noche. Me hacen odiarme
aún más. Porque nunca, nunca quiero que mi hermana pase por lo que yo pasé.
—Hablemos de ti, ¿ok? ¿Qué tal estás? ¿Lo estás haciendo bien? Tu pieza parece
que por fin está tomando forma.
Cuando digo “tomando forma”, quiero decir “n o tengo ni idea de lo que estas
intentando crear, pero te apoyo de cualquier manera”. A Rosemary le gustan las
esculturas hechas con cristales rotos, de cualquier tipo, pero la mitad de las
veces no tengo ni idea qué demonios se supone que son.
—Yo... —empieza—. Estoy bien. Las esculturas están bien. Aunque Silas y yo
discutimos mucho últimamente.
Mis cejas se disparan alarmadas.
—¿Por qué? ¿Qué ha hecho?
—Cálmate. No ha hecho nada malo —Exhala—. Te juro que sólo buscas razones
para odiarlo.

—Bueno, no lo hace difícil de hacer.


—Estamos peleando porque no quiero que vaya a Hollow Heights. Quiero que se
vaya. Todos los chicos se van a la Costa Este, y yo quiero eso para él. Sabes que
mamá y papá les daría un derrame cerebral antes de que vaya a la universidad
univers idad
en otro lugar, pero no quiero que él se quede aquí.
Les va a dar algo más que un derrame cerebral cuando se enteren que no voy a
ir a ese infierno, aunque no me den dinero para la universidad. He llegado a la
conclusión de que voy a vivir en una caja antes de ir allí.
—¿Una relación a larga distancia no es una opción? —ofrezco, aunque quiero
decir: “Dile que se vaya a la mierda”. Sé que le quiere, y no quiero verla herida.
Jamás. Incluso cuando
cuando soy yo quien hace el d
daño.
año.
—No quiere hacerlo cuando sabe que podríamos estar juntos, pero temo que me
odie cuando seamos mayores. ¿Y si rompemos? Entonces se quedaría aquí sin
motivo —Incluso en la penumbra, puedo ver las lágrimas resbalando por sus
mejillas, y su voz se quiebra—. Lo amo, Sage. Lo amo tanto que físicamente me
deja sin aliento, y no puedo permitir que me odie.
Me acerco con facilidad y le limpio las lágrimas con el pulgar.
—Nada de lágrimas para los chicos. Somos demasiado guapas para eso.
Se ríe con nostalgia.
—No es gracioso. Me sorprende que no me dijeras que lo dejara.
Me muerdo el labio inferior.
—Buenooo —digo entre dientes.

—¡Sage! —regaña, riendo más fuerte—. Sé que te cuesta creerlo, pero Silas me
hace feliz.
Me abstengo de poner los ojos en blanco. Llevaba diciéndolo desde que se
conocieron en el instituto, siempre intentando convencerme de lo manso que

era,
todode
el lo dulce que
infierno que podía llegar a ser. Tanto que le resultaba fácil pasar por alto
causaban.
—No se trata de que seas feliz. Se trata de que estés a salvo.
—¿Segura que no es por mi reputación?
Chasqueo la lengua.
—Tu reputación es una pa
parte
rte de estar a salvo. ¿Qué vas a hacer cuando
cuando Silas le
diga algo malo a la persona equivoca? ¿Qué vas a hacer cuando el ruidoso de
Rook empuje a alguien demasiado lejos?
Mi mente me envía flashes de la cara de Rook mientras miraba directamente a
Easton con una mirada tan llena de furia que por un segundo temí que se
prendiera fuego. Sus ojos verdes se habían convertido en un incendio forestal,
las copas de los imponentes pinos abrasadas por furiosas llamas anaranjadas.
Nunca había visto nada igual.
Rosemary sonríe. —Creo que podrías gustarle.
Retrocedo, no esperaba eso de ella. —Estuve a segundos de romperle una uña
en el ojo. Iba a desperdiciar un juego de acrílico perfectamente pulido por un
Hollow Boy. Estábamos peleando, Ro. ¿O es que no viste esa parte?
El rubor que me calienta el rostro me irrita.
Rook Van Doren no consigue hacerme sonrojar. Igual que no consigue
enfadarme. No consigue ver nada más que lo que yo le muestro.
Rook Van Doren no me afecta.
—No hay diferencia para él. Coquetear, pelear. Es todo lo mismo para RVD.
No debería importarme, y no me importa.
Esta es sólo una oportunidad para reunir más secretos, para descubrir más
trapos sucios sobre los chicos que son un misterio para todos. Las personas

perfectas para tener ventaja.


—Voy a fingir que no acabas de referirte a él por sus iniciales. ¿Qué significa
eso? Esto no es el jardín de infancia donde los chicos son malos con nosotras si
les gustamos.
Se tumba boca arriba con un suspiro.
—Es el que menos conozco. Sé que su madre murió y que la relación con su
padre es horrible. Pero lo que puedo decirte, por lo que he visto durante todos
estos años, es que disfruta prendiendo fuego a las cosas, y sus emociones son
todas iguales. Rook Van Doren no presta atención a las cosas que considera
aburridas. Si se fija en ti, si le interesas, lo sabrás —Me mira—. Y yo diría que
se fijó en ti.
—Sí, bueno, puede dirigir su atención a otra parte. No tengo ganas de entrar en
en
contacto con él nunca más.
Nos sumimos en un agradable silencio, la comodidad de estar una junto a la
otra no sólo la tranquiliza a ella, sino también a mí. Bajo esta manta, pienso en
cómo será mi vida dentro de unos años, después de graduarme este año.
Sólo un año escolar más, Sage. Mantén la calma un año más.
Y será tu mejor actuación hasta la fecha.
El que siembra, cosecha
Rook
Regreso a casa.
Donde toda la ciudad sale a la calle y observa a los estudiantes de secundaria
pasear por el centro de la ciudad en excesivas carrozas. Los equipos deportivos,
los asistentes
cualquier al baile
persona de bienvenida,
y cualquier las empresas
cosa relacionada conlocales, los se
la escuela
e scuela clubes escolares,
sienta en ellas
y saluda al pasar.
pasar.
Me pregunto si saben lo estúpidos que parecen desde fuera.
A cada cual lo suyo, pero a mí no me divierte sentarme a un lado de la carretera
para ver a los adolescentes saludar y sonreír. Di que culminaste la secundaria
y quédate en casa.
Lo único que hace es aumentar el ya de por sí colosal ego de mis colegas y sus
encaprichamientos con su propia imagen.

La música retumba en mis oídos a través de los auriculares, y la canción actual


rebota violentamente en mi cabeza. Aprieto el puño del acelerador, tirando un
poco más hacia atrás, impulsando mi moto hacia delante con un agudo
estruendo del motor.
El viento me levanta la capucha negra, y el mundo exterior se tiñe de marrón
claro por la visera negra mate que técnicamente es ilegal usar en la carretera,
pero dudo que ningún auto de policía pueda perseguirme en esta cosa.
La conducción es un espacio en blanco. Incluso cuando estoy drogado, sigo lleno
de pensamientos y recuerdos. Pero cuando estoy montando, todo desaparece.
Soy una completa hoja en blanco
b lanco sin nada garabateado en mí.
Es lo más parecido a volar sin ayuda que nadie conocerá jamás.
La aguja del velocímetro pasa de ochenta y cinco, subiendo cada segundo. Me
emociona saber que si me desvío un centímetro, me convertiré en otro pedazo
de asfalto. Nada más que un panqueque quemado por la carretera.
Eso es lo que pasa con el miedo. En el fondo, es sólo el miedo a morir, ¿verdad?
No tienes miedo de la experiencia en sí, sólo de las secuelas.

Así que el miedo no funciona conmigo. Descubrimos pronto en nuestras vidas


que el miedo no funciona con ninguno de nosotros. No cuando ya estás muerto
por dentro. Cuando estás corriendo contra la Parca hacia la tumba. Cuando no
podría importarte menos si el mundo vuelve a ver tu existencia alguna vez.
Adictos a la adrenalina en una intensa escala.
e scala.
Para mí, cualquier oportunidad de hacerme daño o de ponerme en e n una situación
que aumente mis niveles de epinefrina, la aprovecharía al instante. Hay algo en
ese subidón natural que me hace sentir eléctrico. Me hace sentir como si mi
cuerpo estuviera ardiendo, y me encanta esa sensación.

Mi cuerpo se inclina con una curva, emergiendo a través de los altos pinos y
adentrándome en el pueblo de Ponderosa Springs. Es una especie de plaza, y
ahora mismo todo el mundo y sus madres están en el lado este de este pantano
de mierda.
El desfile dura hasta el anochecer, lo que significa que tenemos otros treinta
minutos para hacer lo que hemos venido a hacer y marcharnos antes de que
alguien nos vea.
Como los fantasmas, podías sentirnos en el aire, pero nunca serías capaz de
probarlo.
O demonios que se esconden dentro de tu armario y sólo salen cuando queremos
que nos veas.
Conduzco por la calle vacía en dirección al ayuntamiento. Confeti, globos y
caramelos cubren el asfalto, señal inequívoca de que por este lado ya se ha
pasado.
Mi moto derrapa hasta detenerse cuando me detengo frente al edificio. Lo que
antes era una iglesia católica se ha
h a convertido en el ayuntamiento. Había estado
aquí desde la fundación de la ciudad, mejorado
me jorado para resistir el paso del tiempo.
Allí trabajaba mi padre el cincuenta por ciento del tiempo.

Apago la moto, doy


bajo lentamente de una patada
la moto. Me en el parador
quito el cascolateral conen
y lo dejo la el
punta del pie
asiento, y me
saco un
cigarrillo y me siento en los escalones de hormigón bajo la fuente que hay frente
al edificio.
Saco el móvil del bolsillo y veo un mensaje de Silas.
Pasando la farmacia ahora.
Eso ha sido hace tres minutos, así que tenemos unos veinte minutos antes que
todo el pueblo se dirija hacia donde estoy sentado. El desfile siempre comienza
y termina en el mismo lugar
lugar cada año.

A medio terminar mi cigarrillo, veo las luces de un flamante Range Rover que
viene hacia mí. Mi pierna empieza a rebotar y mis dedos zumban de
expectación.
Bienvenidos a las puertas del infierno. El espectáculo está a punto de comenzar.
—Odio las fiestas de regreso a casa —dice Alistair, saltando del asiento delantero
de un auto que no le pertenece. El maniático del control que lleva dentro no nos
dejaría a Silas y a mí manejar esto solos.
Además, tenemos mentalidad de mafia. Te metes con uno. Te metes con todos.
Me burlo de las cursis palabras blancas escritas en las ventanas, cosas como,
“QB14” “¡Estado!” “#7 Sinclair”
Nunca entendí la obsesión que tiene la gente con los deportes de instituto.
—¿Qué es lo que no odias? —responde Thatcher, deslizándose fuera del asiento
del copiloto. Lo conozco desde hace tiempo y sé que es mezquino, hace bromas,
toca el piano y disfruta cabreando a la gente.
Sin embargo, hay partes de Thatcher que nunca he entendido. Partes de él que
son más oscuras que las mías. Es cuando se queda callado que el mundo
necesita temerle.
El día en que finalmente ceda a su herencia será el día en que el mundo pagará
por lo que hicieron de él.
Incluso a mí se me pone la carne de gallina al pensarlo.
—Golpear a la gente —Alistair sonríe, chocando los hombros con Thatch
mientras se dirigen hacia mí. A los dos se les ha encomendado
e ncomendado robar el auto de
Easton y reunirse conmigo aquí, mientras Silas vigila el tráfico.
—Falso —empiezo, tirando el cigarrillo al suelo —. Odias el regreso a casa del
pueblo. La nuestra siempre es divertida.
—¿Tienes cigarrillos?
Me meto la mano en el bolsillo y le lanzo el paquete a Alistair, cuya chaqueta de
cuero se mueve al atraparlo. Abro mi mochila negra, llena de todo lo necesario
para que te metan en la cárcel por incendio provocado, y saco dos botellas vacías
de whisky que había agarrado del cubo de la basura de mi propia casa.
—¿Encendedor?
Levanto los ojos hacia mi amigo de cabello oscuro, Alistair.

4 Quarterback: Posición de ataque en fútbol americano.


—¿Quieres que lo fume por ti también? —bromeo, lanzándole mi Zippo—. No me
robes ese, joder. Es mi favorito.
Inspecciona la parte delantera del encendedor, arqueando una ceja, y enciende
su cigarrillo antes de devolvérmelo.
—¿Tu Zippo favorito de toda esa enorme colección es el que lleva tus iniciales?
Te tienes un poco de
de cariño, ¿no?
Pongo los ojos en blanco mientras echo un chorro de alcohol isopropílico en el
interior de las botellas de whisky.
—Lo dice el que le gusta dejar huellas de sus propias iniciales en la cara de la
gente.
Compartimos unas risas mientras hago mi magia pirómana, empapando unos
cuantos trapos en el alcohol antes de introducirlos en las tapas de las botellas,
dejando unos centímetros colgando de ellas.
—Míralo, nuestro pequeño nerd de química —Thatcher me alborota el cabello, y
me abstengo de sacarle la mierda de un golpe.
—Esto no tiene absolutamente nada que ver con la química. Podrías literalmente
googlear esto. Un niño de cuatro años de edad podría hacerlo.
—Bueno, vamos a acelerar este proceso. Se dirigen de vuelta, y quiero conseguir
un buen lugar para ver la cara de Easton cuando aparezca.
Asiento con la cabeza, hago caso de su advertencia y trabajo con rapidez. Agarro
las dos botellas, saco las cerillas, enciendo una y veo cómo la parte naranja se
desprende del palo. Me sangre hierve al tocar con la llama los trapos que cuelgan
del cuello de las botellas. Mientras las enciendo, espero que cada vez que
Sinclair vea su auto recuerde las palabras que escupió en aquel restaurante.
Se lo pensará dos veces antes de presionarme demasiado la próxima vez.
Cuidará su boca cuando se trate de Rose, cuando se trate de mis amigos.
Esto es una advertencia.
Ahora estoy quemando su auto, pero la próxima vez, será a él a quien vea arder.
Con ágiles movimientos, retrocedo y tiro una botella a la vez por las ventanas
del Range Rover. Una cae en el asiento trasero y la otra en el delantero. No falta
mucho para que comience la verdadera acción.
Dos fuertes explosiones, como un látigo contra la piel mojada, chisporrotean en
el aire cuando las botellas de cristal estallan en el
e l interior del auto, envolviendo
el vehículo en un infierno de venganza.
—Que empiece el espectáculo, chicos.
Se me hace la boca agua mientras subo con la moto por la colina que pasa junto
al ayuntamiento, una pequeña loma desde donde no nos verán pero que tiene
una vista perfecta del desorden que estamos a punto de causar.
Mi pie rebota mientras meto la mano en el bolsillo y tomo otro cigarrillo para
fumármelo mientras observo. Veo cómo toda la ciudad se reúne ante el auto
incendiado de su quarterback estrella.
Todo el vehículo está completamente lleno de humo, cubierto de atrás hacia
adelante.
Se me pone la piel de gallina al ver las llamas bailar, arremolinarse y girar con
fascinación, viendo en ellas todos y cada uno de los pecados que he cometido.
Las brasas que flotan al aire libre me recuerdan los pedacitos que quedan de mi
alma.
Cuando era joven, oía pasar los camiones de bomberos por delante de mi casa
e intentaba desesperadamente perseguirlos, corriendo detrás de sus sirenas
para ver qué era lo que intentaban
intent aban apagar.
Sólo había conseguido llegar a tres, pero cada vez me sentía celoso por no haber
sido yo el creador de aquella llamarada. A veces estaba fuera de mi control.
Una enfermedad.
Una que corría por mis venas y giraba alrededor de cada cordón de mi ADN. Me
infectó por todas partes. Una enfermedad que me negué a curar.
El corazón me late con fuerza en el pecho y me sudan las palmas de las manos
mientras sonrío desde nuestro lugar en la colina y miro sus caras horrorizadas.
Easton está perdiendo la puta cabeza mientras la gente intenta
desesperadamente apagar el fuego.
Es un caos total.
Padres reuniendo a sus hijos.
Estudiantes gritando.
El equipo de fútbol usa sus chaquetas para aplastar el mar de llamas.
Y luego está ella.
Bonito veneno en su ajustado uniforme de animadora que la envuelve como una
segunda piel. Un top de manga larga que presiona sus pechos turgentes y deja
que su aro de diamantes en el vientre brille en lo que queda del atardecer. El
verde bosque de su atuendo es totalmente opuesto a su cabello rojo rizado, lo
que hace que destaque aún más.

Hundo los dientes en mi labio inferior, muriéndome por saber qué hay debajo
de esa falda.
Por naturaleza, está hecha a la perfección.
Diseñada para el engaño.
Te enseñan a mantenerte alalejado
ejado de las
las cosas hermosas en la naturaleza. Ranas
de colores exquisitos con dibujos de neón, impresionantes medusas que brillan
con su bioluminiscencia, orugas exóticas que parecen lo bastante amistosas
como para acariciarlas... todo está diseñado para llamar la atención y alejar el
peligro.
Otras criaturas saben que deben mantenerse alejadas de las cosas bonitas del
mundo. Los humanos sentimos la necesidad de ignorar esas advertencias,
sentimos la necesidad de tocar incluso cuando no deberíamos.
Deja las cosas hermosas en paz, te dicen.
Dicen lo mismo sobre el fuego.
Y, bueno, ya vemos lo bien que he escuchado esas advertencias.
De cerca y en persona
Sage
—¡Malditos desquiciados mentales!
Mi novio de elección grita mientras patea el neumático de su Range Rover
quemado. Para empezar, odiaba ese auto, así que esto casi me parece una
mejora.
Nuestro desfile de bienvenida se ha esfumado oficialmente.
La locura y la confusión se apoderan de la alborotada multitud que se ha
reunido para ver a sus alumnos de instituto celebrar antes del partido de fútbol
rival de mañana. Los niños gritan llamando a sus padres, los estudiantes se
alejan lo más rápido posible.
Claro, es sólo un auto en llamas, pero todo el mundo sabe quienes son los
responsables, y nadie, ni un alma, quiere esperar a ver si tienen más guardado.
Mis amigos, o la falta de ellos, me habían abandonado en cuanto detectaron el
peligro, y teniendo en cuenta que me había traído el blanco de su ira, voy a tener
que encontrar quien me lleve a casa.
Mientras la gente pasa corriendo a mi lado y los espectadores susurran, me
quedo aturdida viendo cómo el fuego naranja alcanza el vehículo, sintiendo en
el fondo de mi estómago las crueles intenciones de los que prendieron el fuego.
Esto es una advertencia.
Un mensaje.
Una que no debe tomarse a la ligera.
—Cuida tu lenguaje en público, hijo.
La voz de Stephen Sinclair habla en serio, como siempre. Tiene que hacerlo,
siendo el decano de una universidad de renombre mundial conocida por formar
a algunos de los adultos con más éxito del mundo. No hay muchas cosas que se
le escapen o que deje escapar a su hijo.
Salir con Easton hizo mucho por mi reputación, pero la misma energía no es
recíproca cuando se trata de algo ajeno a la imagen pública.
Se acobarda en situaciones en las que debería mantenerse firme. Siempre
desvaneciéndose en el borrón de la normalidad. Nada de lo que hacía me
emocionaba.
Me encendía.
Sí, es cegador a la vista, pero nunca me ha hecho saltar el corazón ni revolotear
re volotear
las mariposas entre mis muslos. Lo que significa que romper con él después de
la graduación será pan comido.
Hasta entonces, seguiré dejando que me lleve a todas partes como un Pomerania
metido dentro de un bolso de Prada.
—Papá, pero mi jo... —Easton comienza pero detiene su frase cuando los ojos
de Stephen lo atraviesan con un láser. Una mirada que dice que si dices otro
insulto, te arrepentirás.
La gente merodea, observando desde una distancia segura pero lo
suficientemente cerca como para escuchar cualquier forma de drama que
puedan captar. Su padre lo sabe; siempre está atento a las mir
miradas
adas indiscretas
y los oídos abiertos.
abiertos.
—¡Mi auto está destrozado, y no actúes como si no supieras quién lo hizo! No
voy a dejar que su padre lo saque de esta —Está furioso. El buen chico que lleva
corbata los días de partido se ha ido.
Hay un momento de silencio, uno que cuelga como un péndulo en el aire,
balanceándose de un lado a otro, acercándose a la garganta de Easton.
Stephen se lleva el teléfono a la oreja con una sonrisa tensa, mientras con la
otra mano limpia el polvo de la chaqueta de su hijo antes de apoyar allí los
dedos.
—Deja que yo me ocupe del auto y de quién es el responsable. Y no se te ocurra
tomar represalias, ¿entendido? —advierte con tono severo, apretando con más
fuerza el hombro de Easton.
Luego, como un interruptor, su sonrisa es genuina cuando se vuelve hacia el
resto de la multitud.
—Además, tenemos un partido de fútbol que ganar mañana por la noche, ¿no
es así? —dice en voz alta.
La gente aplaude y vitorea, el fuego completamente apagado y olvidado. Este
lugar es muy bueno encubriendo
e ncubriendo la mierda con falsa felicidad.
Mi novio se ve superado por su equipo de fútbol, todos le suben a hombros como
si fuera un cordero de sacrificio, le suben el ego y reavivan su ya enorme
complejo de Dios.
El sol se ha puesto casi por completo y me
m e empieza a picar el uniforme. Hay un
pote de helado de cereza García y una repetición de Dieciséis velas llamando mi
nombre.
Saco mi teléfono del bolso, sabiendo que Rose no conducirá hasta aquí, y que
mi madre está recibiendo un tratamiento de spa, así que sólo queda mi padre.
—Eh, ¿qué haces? —Easton se me acerca con una sonrisa, todavía riéndose de
sus amigos mientras le empujan en mi dirección.
—Bueno, considerando que tu auto se parece a los intentos de cocinar de mi
madre, voy a necesitar que me lleven. Le he mandado un mensaje a mi padre
para que me recoja —Le muestro el teléfono, sonriendo durante un breve
minuto.
—¿Te importaría dejar esa actitud? —dice—. Creía que las novias debían
consolar a sus novios tras sucesos trágicos, no actuar como mocosas
malcriadas. Creí que me habías dicho que vendrías a la fiesta.
—Tu Range Rover se ha incendiado,
incendiado, no es co
como
mo si tu perro hubiera muerto —le
contesto con tono insolente. Si quiere una actitud, eso es lo que le daré —. No,
Easton, ya te dije que no iba a ir. Tengo deberes y estoy
e stoy agotada.
—Nena, vamos —gime mientras me agarra de la cintura y me atrae hacia su

cuerpo—. Será divertido. Es nuestra última fiesta de bienvenida antes de la


universidad, ¿y te vas a escapar? —Me arrastra la nariz por el cuello.
—Son divertidas para ti —señalo, apoyando la mano en su pecho y empujándolo
un poco hacia atrás—. Siempre acabo asegurándome de que llegas al baño antes
de vomitar y llevándote a casa. Esta noche no me interesa. Te mando un mensaje
luego.
Me agarra con fuerza, como una pitón dispuesta a devorar a su presa, y sus ojos
azules se vuelven demasiado oscuros.
Esta es la verdad de este lugar.

Todo el mundo lleva


lleva máscaras. Algunas son
son más visibles que otras.
Odio esto de él más que nada. Es lo más difícil de soportar.
No es que el sexo dure tres
tre s minutos o que siempre hable de sí mmismo.
ismo. Es cuando
su padre se enfada con él, se convierte en la peor versión de sí mismo. El hombre
en el que su padre lo convirtió.
Que yo sepa, Stephen nunca le pega, pero es capaz de controlarle con la más
simple de las palabras. Hace que su hijo se sienta débil e inferior a él.
Así que, como Easton se niega a enfrentarse a su padre, se desquita con la gente
que le rodea cuando no consigue lo que quiere, y soy yo quien se lleva la peor
parte la mayoría de las veces.
—¿No te interesa? —repite, bajando la voz para que no le oigan los demás —.
Deja que te aclare algo, Sage. Soy el quarterback del equipo de fútbol, el futuro
de Ponderosa Springs. Soy la estrella de los ojos de todos en este pueblo y, en
una fracción de segundo, podría echar por tierra esa reputación de chica
perfecta a la que te aferras con tanta fuerza. Si quiero que vean a mi novia
conmigo en una fiesta, entonces ella irá.
Me rechinan las muelas mientras sigue hablando.
—Así que por qué no haces lo que mejor sabes hacer: colgarte de mi brazo,
sonreír y ponerte guapa, ¿bien?
Esas palabras desencadenan algo en lo más profundo de mí -acontecimientos
que guardé bajo llave muy, muy, muy lejos-, sacándolos a la superficie.
Siéntate quieta, sonríe y ponte guapa, Sage, oigo en el fondo de mi mente,
susurrando a lo largo de mi clavícula y contoneándose bajo mi piel como
gusanos. Estoy infestada de momentos embrujados, miles de pequeños flashes
de cámara dentro de mi cabeza para representar todos esos días y noches
miserables.
Miro a mi alrededor, a los curiosos, los observadores, sabiendo que no puedo
hacer nada excesivo. Si lo hiciera, no dudo que en dos horas todo el mundo lo
sabría, y se convertiría en algo dramático.
Noticias de última hora
La estrella Easton Sinclair y Miss Ponderosa Springs han terminado.
Así que para evitar más daños por incendio
ince ndio hoy, hago lo que mejor sé hacer.
Actúo.
Una sonrisa dulce como la miel se dibuja en mi rostro. Inclino mi cuerpo hacia
el suyo, con su aroma flotando sobre mí, y con dedos suaves subo la mano por
su pecho, posándola allí.
Mi aliento se calienta en su cuello cuando acerco mis labios a su oreja y me
ayudo de mis zapatillas de tenis para ponerme de puntillas.
Es un abrazo cálido, lleno de amor juvenil y mariposas. Estoy casi segura de
que oigo pasar a una pareja murmurando sobre lo preciosos que somos juntos.
—Si no me quitas las manos de encima en los próximos tres segundos, Easton
Sinclair, te enseñaré cómo es realmente arruinar la vida de alguien. No
subestimes el daño que puedo hacer con esta bonita sonrisa.
Contrastando nuestra apariencia exterior a un extremo cruel, mi voz es mortal.
Fría.
Despiadada.
Carente de cualquier emoción aparte del resentimiento.
Mi sonrisa se ensancha cuando sus brazos se retraen y caen a sus costados al
escuchar mi advertencia.
Que creo que es lo más inteligente que ha hecho en toda la noche.
—Sage, lo siento —respira, no porque lo diga en serio, sino porque sabe que no
estoy jugando. Ni siquiera un poco.
Muevo mi rostro hacia él y le doy un beso rápido, casto y directo. El punto final
a esta conversación.
Aunque mi padre aún no ha contestado a mi mensaje, sigo retrocediendo.
—¡Te mando un mensaje más tarde, amor!
Necesito salir de aquí. Lejos de él. Lejos de las presunciones.
pre sunciones.
A pesar de que mi casa está a varios kilómetros de Main Street, espero con
impaciencia el paseo.
El aire fresco, la tranquilidad, la soledad.
Atravieso la ciudad, saludo con la mano a los que me miran y observo lo que
queda de la celebración, los adornos caídos y la basura que desaparecerá por la
mañana.
En tiempos como estos, si tomas el camino de Main Street en el momento
adecuado, casi parece un lugar abandonado tras una guerra apocalíptica.
Vacío. Aislado. Olvidado.
Hace décadas, esta ciudad dejó de ser un hogar, cada vez más, hasta convertirse
en lo que es ahora.
Un fantasma.
Solitario y con el corazón roto.
Un fantasma de todo lo que podría haber sido y lo que nunca fue.
Lo peor es que no nos persigue como la mayoría de la gente argumentaría.
No se esconde en la oscuridad bajo tu cama ni dibuja mensajes en tu espejo
empañado.
Está presente, está vivo, porque nos negamos a dejarlo ir. Seguir adelante.
Olvidarlo.
Me pitan los oídos al oír el ruido de un cortacésped, o lo que parece serlo.
El zumbido se hace cada vez más fuerte antes que mi curiosidad me haga
girarme justo a tiempo para ver cómo la moto gris pasa zumbando a mi lado, el
el
piloto aparta la cabeza de la carretera con temerario abandono para mirarme
mientras me detengo en la orilla.
Su casco mate me impide verle los ojos, pero sé de quién es la cara que hay
debajo.
Me abstengo de mostrarle el dedo del medio justo a tiempo antes que sus luces
de freno se enciendan en rojo intenso.
Nunca me he adherido a ninguna religión organizada, aunque voy a misa los
domingos todas las semanas, pero en este mismo instante estaría dispuesta a
convertirme a casi cualquier cosa si eso significara que Rook Van Doren seguiría
conduciendo.
Por desgracia, sea cual sea el dios o los dioses que están entre nosotros, no
hicieron un carril expreso a la misericordia o la gracia.
—He escuchado lo del auto de tu novio —dice con arrogancia mientras se quita
el casco de la cabeza, con mechones de cabello castaño liso cayéndole delante
de la cara—. Una pena, de verdad. Nadie debería meterse con el auto de un
hombre.
La sonrisa que aparece en su cara me pone enferma de irritación. Molesta, como
una mosca que no deja de revolotear sobre tu picnic bien planeado.
Intento no mirar cómo se flexionan sus muslos montado a horcajadas a la moto,
lo grandes y fuertes que parecen agarrando la máquina. Es un defecto en mí por

ceder a la
incluso tentación,
cuando llevapero
esa solo soy sudadera
gruesa humana, ycon
es difícil
capucha,teniendo en cuenta
se nota que
su cuerpo
musculoso por debajo.
—¿Has escuchado? —Cruzo los brazos delante del pecho — Oh, por favor, dame
un respiro.
Si cree que va a actuar como si no estuviera detrás de eso, se lo tiene que pensar
mejor. Soy la Reina en ver más allá de la mierda de la gente.
—Debe haber cabreado a alguien, parece. No es difícil de entender cuando se
piensa en ello, tiene una boca bastante grande. Probablemente se metió con la
persona equivocada esta vez.
—Corta el rollo, Van Doren. Los dos sabemos que fuiste tú y tus amigos del
manicomio. No hay necesidad de mentir.
Su cerilla se mueve a través
tr avés de sus labios, cambiando con su sonrisa.
—No estoy seguro de lo que estás hablando. Ni siquiera sabía que el desfile de
bienvenida era hoy.
Me muerdo el interior de la mejilla y me echo los rizos por encima del hombro
mientras me acerco a su cuerpo inmóvil.
—¿Te excita? ¿Por eso es que lo hacen todos? —le molesto, queriendo ver hasta
dónde puedo inclinar la balanza de su temperamento. Ver lo que se necesita
para entrar en el lado malo de uno de los infames Hollow Boys.
—Leí en alguna parte que causar daño es la única forma que tienen los
psicópatas de excitarse. ¿Vuelven todos a sus espeluznantes mansiones a
masturbarse pensando en toda la mierda esquizoide que hacen?
Hay un tic.

Es leve, yestá
También apenas lo cuadrada
e n su
en capto, pero su mano cerca
mandíbula, se sacude un pocosemientras
del pómulo; hablo.
tensa antes de
que la suelte, lo que significa que di en el blanco.
Paso de ser una chica que no le cae bien a una chica que realmente no le cae
bien.
Sigo con la mirada su lengua, que se desliza por delante de sus dientes, y su
pierna se balancea sobre la moto, de modo que se levanta en
e n toda su estatura.
—Cuidado, princesa —Levanta el casco hacia arriba, apunta en mi dirección y
lo baja antes de acercarse —. Tus amigos y tu novio no están cerca para
defenderte. Estás sola, al anochecer, cerca del bosque. No es un lugar ideal para
alguien como tú.
La forma en que sus ojos entrecerrados se fijan en mí, observando cada uno de
mis movimientos, la suciedad que cruje bajo sus zapatos... Si intentara correr,
me atraparía incluso antes que me diera la vuelta.
Y yo no corro.
No de él. Ni de nadie.
—No necesito que nadie me proteja. Puedo encargarme de ti yo sola.

—¿Sí? —Mueve la cabeza hacia la derecha con condescendencia —. ¿Crees que


una niña buena como tú puede conmigo? —Sus ojos bajan por los niveles de mi
cuerpo con cada palabra—. Sospecho que nunca has hecho daño ni a una
mosca, nunca te has escabullido ni has hecho algo que no estuviera ya
preparado para ti. ¿Cómo esperas defenderte de alguien tan fuera de sí como
yo?
Trago saliva visiblemente cuando deja de caminar. Un paso más y nuestras
rodillas chocarían. Me niego a retroceder incluso cuando levanta la mano, un
dedo. La sensación áspera de su piel sobre mí cuando arrastra la punta por la
línea de mi mandíbula me hace apartarme bruscamente de él.
—No me toques.
No me sorprende que no me escuche
e scuche y siga hablando.
—Quiero decir, tú eres la profesional, ¿correcto? ¿Has leído sobre ello, sobre
mí? —se burla de mí, sus palabras me cortan, tratando de enterrarme, pero su
tacto se siente como carbones calientes—. Dime, ¿qué dicen de los sádicos
pirómanos con mal genio a los que la gente llama El Diablo? ¿Te dijeron tus
libros lo que te haré, lo que me gusta?
Su dedo traza un camino desde mi mandíbula hasta la columna de mi cuello,
las yemas de su mano recorren las venas y los músculos que forman mi
garganta. Se detiene justo encima de mi clavícula y su pulgar roza mi pulso.
Puedo olerlo, una mezcla de todas las cosas explosivas, y me está quemando por
dentro.
Esto es lo más cerca que he estado de uno de ellos.
Hay una razón por la que se te advierte que mantengas la distancia.
Porque una vez que estás a su alcance, ya no controlas nada.
Mente, cuerpo, alma.
Son tus dueños.
—¿Me estás amenazando ahora mismo? —Me enorgullece lo firme que suena mi
voz, teniendo en cuenta que mi respiración sale en exhalaciones temblorosas,
Mi lengua tocando mi labio superior mientras mantengo el contacto visual
directo. Eso suele intimidar a la gente lo suficiente como para que retrocedan,
pero no a él. Iguala mi energía y se niega a dejarla escapar.
Se quita la cerilla de la boca y me golpea el labio inferior
infe rior con la punta roja antes
de encender la llama entre el pulgar y el índice. Arde a gran altura, parpadeando
directamente frente a mí, tan cerca que puedo sentir su calor.
Su rostro parpadea en la oscuridad, luciendo con orgullo el brillo anaranjado.
anaranja do.
—No —Es en ese momento que comprendo la gravedad de esta situación, de lo
que está sucediendo, cuando la mano de Rook se endurece en mi garganta, sus
dedos enroscándose a mi alrededor como lianas alrededor de la base de un
árbol.
Y no es un agarre pervertido en el que presionas los lados del cuello para inducir
placer. No, es doloroso, me aprieta la tráquea. Su mano tiene un objetivo, y no
es excitarme, sino matar.
Si cualquier otro hombre en el mundo me estuviera tocando así, ya estaría lista
para matarlo. Sin embargo, su agarre es diferente a todo lo que he
experimentado antes. Hay algo en esta sensación, como si estuviera derritiendo
cualquier rastro de alguien anterior a él, crea una sensación totalmente nueva
dentro de mí mientras me sostiene aquí.
Inclina la cerilla hacia mi rostro, sus ojos de fuego infernal
infer nal brillan con hostilidad.
—Pero si sigues hablando de cosas de las que no sabes una mierda, lo haré.

Se me seca la boca e intento apartar el rostro de su agarre, pero él me aprieta


aún más. Mi reserva de aire disminuye a medida que pasan los segundos.
No va a quemarme de verdad, ¿verdad?

—Y puedo prometerte, princesa, que no hay forma de manejarme sin quemarse.


Una sonrisa se dibuja en su cara cuando me suelta, dando un paso atrás. Sin
miedo, saca la lengua y presiona contra ella el palo aun ardiendo. El
chisporroteo atraviesa mi confusión.
Estoy traumatizada y asombrada de cómo ni siquiera
s iquiera se inmuta. Como si fuera
algo cotidiano para él apagar una cerilla con la boca.
Es entonces cuando me fijo en el auto que se dirige hacia nosotros, el que debe
haber oído que le impidió continuar lo que anteriormente había sido agresión en
su camino a homicidio.
—Ya sabes dónde encontrarme cuando te des cuenta de lo aburrida que estás
en tu casa de cristal, Sage —dice con tono de burla, montando de nuevo en su
moto.
—Que te jodan, imbécil —consigo balbucear por encima del rugido de su moto
al arrancar.
Después no murmura ni una palabra más, me da la espalda y vuelve a la
carretera, adentrándose en la oscuridad, y tengo que preguntarme si he
alucinado con lo que acaba de ocurrir.
Llevo mis propios dedos a la garganta y presiono en los lugares que acaba de
tocar, sintiendo aún su presencia en mi piel.
¿Había tenido miedo? Tal vez.
Pero era algo más que miedo.
Se sentía como libertad.
El espacio entre lo que se espera que sea y lo que quiero ser, y él me había
empujado a ese lugar. Un lugar en el
e l que no sabía lo que vendría después, algo
que no podía controlar, un lugar en el que podía liberarme de cargar con el peso
de lo que la gente pensaba de mí.
Un escape de la mente.
Me hormiguea el cuerpo desde la punta de la cabeza hasta la planta de los pies.
Lo siento en todas partes.
Y al igual que el fuego, persiste mucho después de perderse de vista.
Jardín del Edén
Rook
Pasa un mes entero para que mi camino se vuelva a cruzar con el de Sage
Donahue.
La semilla de la curiosidad se había plantado en su cerebro, y yo sabía que
cuando llegara el momento adecuado, iba a resquebrajarse y a venir corriendo
a buscar la emoción que le faltaba a su vida.
Bajo ese exterior, sé que hay una chica que se muere por escapar. Pude verlo en
la forma en que trataba a Rose, en cómo se ponía verde de envidia. Quiere la
libertad que tiene su hermana, pero por alguna razón tiene miedo de
perseguirla.
Me dirijo a clase, con el labio palpitante por el nuevo corte que había recibido
antes incluso de comerme la avena, cuando oigo una voz que rebota en los
casilleros.

Los pasillosaestán
dejándome solasvacíos, los alumnos ya están en sus pupitres para ir a clase,
con la voz.
Normalmente, seguiría andando, iría a clase y acabaría con la mirada.
Continuaría mi día como si nunca hubiera sucedido.
Pero hay algo en ese tono suave pero firme que me resulta familiar.
famil iar.
La sigo hasta el final del pasillo. Mi mano presiona con cuidado la puerta del
auditorio. Estos viejos cabrones crujen cuando respiras sobre ellos.
Varias filas de asientos vacíos de tela roja llenan el teatro. Todas las luces que
normalmente iluminan el escenario están apagadas excepto un único haz.
Se proyecta desde el balcón sobre el escenario de madera oscura, sin dejar ver
en ninguna dirección más que lo que alcanza la luz.
Sólo está ella.
Está sola, ella y la luz, con esta
e sta falda escolar a cuadros que hace que sus piernas
parezcan recorrer kilómetros.
En silencio, me acomodo en uno de los asientos del fondo, me reclino y me saco
el porro recién enrollado de detrás de la oreja. Lo enciendo con la cerilla,
procurando que mis movimientos no molesten a la actriz.
—¡Caramba, casi había olvidado lo fuerte que eres, John Proctor! —dice con
seguridad, con los ojos muy abiertos y algo soñadores, como una mujer
enamorada.
Decir que es una buena actriz sería quedarse corto, porque pensaba que era
imposible que Sage Donahue pareciera tan enamorada.
Hace una pausa para que su coprotagonista imaginario diga su frase antes de
que su cuerpo se mueva y continúe.
—Oh, sólo se ha vuelto tonta de alguna manera —se ríe literalmente.

El humo sale de mis labios mientras la veo moverse por el escenario.

Impresionante, como si fuera un cisne nacido en el agua.


Agraciada, cómoda, perteneciente.
Casi me hace olvidar lo que dijo la última vez que hablamos o lo cerca que estuve
de demostrarle lo que es realmente cabrearme.
—Oh, señorito —Agita la mano y se acerca al hombre con el que supongo que
está hablando. La delicadeza de su lenguaje corporal me hace sonreír—. Anoche
estábamos bailando en el bosque y mi tío se nos echó encima.
e ncima. Se asustó, eso es
todo.
Murmura las siguientes líneas, tanto las suyas como las de su compañero,
paseándose de un lado a otro en el centro de atención como si algo se estuviera
gestando en su interior.
No soy de los que se interesan por cosas que no me excitan, pero hay algo en lo
real que parece ahí arriba que me está
e stá jodiendo.
—¡Está manchando mi nombre en el pueblo! —Lo dice como si lo hubiera
jurado—. ¡Está diciendo mentiras sobre mí! Es una mujer fría y llorona, y
tú... —Sus cejas se fruncen, la tristeza le sube por la garganta—. ¡Te doblegas
ante ella!

Odio el teatro, y creo que he estado dentro de este quizás dos veces, pero no
habría mucho que me moviera de este asiento.
Sacude la cabeza con agresividad, como si su compañero hubiera dicho algo que
no soportara oír. Me inclino hacia delante en mi asiento y entrecierro los ojos
para ver las lágrimas que brillan en su pálido rostro.
—¡Busco a John Proctor que me sacó de mi sueño y puso conocimiento en mi
corazón! Nunca supe lo que era el fingimiento de Salem, ¡nunca supe las
lecciones de mentira que me enseñaron todas esas mujeres cristianas y sus
hombres pactados! —escupe, su voz chisporrotea de emoción, como una mujer
traicionada y dolorida.
—Me querías, John Proctor —Se acerca al frente del escenario, los ojos
suplicantes sin siquiera pronunciar las palabras—. ¡Y sea cual sea el pecado me
amas todavía!
Inhalo, el humo intenta hacerme toser, pero me contengo, apoyando el porro en
los labios mientras levanto las manos.
—¡Bravo! —grito, aplaudiendo despacio, resonando en la habitación que, por lo
demás, está llena de silencio—. Menuda actuación.
Se queda paralizada, atrapada en el acto de ser algo más que la abeja reina por
la única persona a la que no puede mandar.
Me levanto del asiento y avanzo por el pasillo hacia la parte delantera del
escenario con pasos pesados.
—¿Qué ha sido eso? —Pongo las manos en el escenario y me elevo hasta quedar
en la sombra mientras ella sigue mirándome desde el foco —. ¿Romeo y Julieta?
Tarda un momento en darse cuenta de lo q que
ue está pasando. La chica
chica vulnerable
que parecía estar disfrutando en este escenario se retira, y sale su protectora.
Todos nos convertimos
c onvertimos en algo aterrador para proteger nuestro verdadero yo y
a nuestros seres queridos.
Veo su máscara. Y estoy cansado que se la ponga cuando está cerca de mí.
Quiero ver el horrible dolor que hay debajo. Las cicatrices secretas que cubre,
los monstruos que devoran su carne. Son reales, y la vida es demasiado corta
para centrarse en lo falso.
—¿Qué haces aquí, Rook? —dice, doblando las páginas del libro en su mano
hasta cerrarlas, agitándolo para barrer el humo lejos de ella —. ¡No puedes fumar
aquí! Es un maldito peligro de incendio.
—Seamos sinceros, Sage. Soy un peligro de incendio —bromeo, pero no hace el
efecto que quería.
Un público duro.
—Hagamos como si no me hubieras visto aquí —murmura, se coloca un mechón
de cabello detrás de la oreja y se dispone a marcharse.
—Ah, ah, ah —empiezo—. No tan rápido. ¿Qué estabas haciendo? —Mi cuerpo
bloquea el suyo desde los escalones, impidiendo que se vaya.
—Realizando una cirugía a corazón abierto —dice—. ¿Qué te parece, idiota?
Chasqueo la lengua y vuelvo a inhalar profundamente la hierba antes de
apagarla con mis pantalones.
—No te habría tomado por una friki del teatro.
—No me llames así —sisea, apuntándome con sus uñas rojo oscuro—. Si le
cuentas a alguien lo que has visto, te arrepentirás, Pyro.
La testosterona me llena. El reto que me plantea es casi demasiado para mí. ¿Me
está amenazando? ¿Cree que puede hacerme lo que hace con los demás?
¿Cortarme el rollo con palabras amenazadoras?
Aparentemente, no se ha enterado de con quién está trabajando aquí.
—¿Sí? ¿Qué vas a hacer al respecto, FT?
FT. Me gusta. Friki del teatro. Se siente como un pequeño secreto en la parte
superior de un secreto que podría colgar sobre su cabeza.
Hace una pausa, intentando pensar qué podría decir para asustar a alguien
como yo y hacer que guarde silencio. Disfruto viéndola buscar algo, cualquier
cosa que pueda usar contra mí en esta
e sta situación.
—Ese es el problema. No tienes nada sobre mí. No tienes rumores, ni secretos,
nada que derramar sobre mí. Y ese es tu único poder en este lugar. Sin eso, no

tienes absolutamente nada.


Todo lo cual es cierto.
cierto.
¿Cómo asustas al tipo sin miedo?
Le he quitado su única moneda de cambio. Así es como mantiene a la gente a
distancia, porque ella tiene el poder sobre ellos. Nadie sabe nada de Sage excepto
lo que ella quiere que sepas.
Ahora, está atrapada en mi red.
—Rook, escucha...
—Oh, ¿ahora es Rook? ¿Qué pasó con Pyro?
La frustración la sacude, pero debajo de ella está el miedo.
Su piel enrojecida por la ansiedad hace que sus pecas color canela sean aún
más oscuras. El mes pasado le puse una cerilla caliente en el cuello. Con su
frágil cuello en mis manos, podría haberla matado, pero ni siquiera pestañeó.
Aquel día no era miedo, era excitación.
Son dos emociones diferentes, y puedes sentir la diferencia. Está en la forma en
que su corazón se agitó contra mi palma y sus ojos se abrieron de par en par.
Conozco el miedo y conozco la exhalación.
Pero ahora tiene miedo, miedo de que hable de ella en el teatro. Algo que hasta
ahora no sabía que era privado.
—Deja de hacerte el imbécil. ¿Crees que me gusta pedirte favores? —dice,
apretándose los ojos con los dedos antes de suspirar—. Sólo —respira—, por
favor, no se lo digas a nadie, ¿ok? No es algo que todo el mundo sepa.
Hago una pausa, ladeo la cabeza, esperando a ver si debo presionarla más o
dejar que se quede con ésta.
Sus ojos hacen eso que hicieron antes en el escenario, donde se suavizan y el

color azul
está en no es tan
averiguar duro,
si todo pero
esto es siguen brillandoocomo
un espectáculo si estállamas
siendodesincera.
gas. El truco

De cualquier manera, no me iré hasta que consiga alguna forma de influencia


sobre ella.
—Mantendré la boca cerrada, con una condición —Me acerco a ella. El olor de
su perfume mezclado con mi marihuana crea una especie de aroma de sueño
febril que hace que mi subidón sea más intenso.
inte nso.
Se pasa la lengua por el labio superior.
—¿Qué cosa?
Me agacho hasta su altura, mi cara a la altura de la suya, nuestros ojos cre
creando
ando
una línea directa.
—Dime la verdad. ¿Por qué te importa?
—¿Sobre qué? —Está dando rodeos, tratando de evitar la pregunta.
—No te hagas la tonta, Sage. No queda bien en una chica como tú. ¿Por qué te
importa que la gente se entere de tu afición? No es algo que esté
e sté mal visto o que
manche tu imagen, así que ¿por qué te importa?
Mis ojos se desvían hacia su cuerpo y veo sus puños tan apretados que sus
manos parecen fantasmales. Aun así, se mantiene firme, sin apartar los ojos de
los míos. Como si estuviera tan segura de que no veré a través de ella, dentro de
ella.
—Porque cuando le das a la gente de aquí pedazos genuinos de lo que eres, los
mezclan y se lo beben con su desayuno matutino. Acabarán con cualquier
esperanza que hayas tenido. Cuando Ponderosa Springs conoce tus secretos, te
mantiene cautivo para siempre. No hay salida, y no voy a permitir que eso
ocurra.
Mentiría si dijera que su respuesta no me sorprendió.
Me hace preguntarme si Sage ya ha visto de cerca y en persona los malos
caminos de esta ciudad, si la dulzura que todo el mundo conoce alberga algo
desastroso y retorcido entre las paredes de su mente.
—¿Qué te ha pasado? —pregunto accidentalmente, con la intención de decirlo
en mi cabeza.
—Lo suficiente para saberlo bien.
Un timbre suena bruscamente, el sonido de los estudiantes llena los pasillos y
toda autenticidad desaparece. Recoge su bolso del escenario, pasa junto a mí y
baja los escalones.
Ahora tiene sentido cómo me miró cuando la amenacé a un lado de la carretera.
Cómo no tenía miedo.
Sólo hay dos personas capaces de mirar a los pozos del infierno a los ojos y no
acobardarse.
Los que están en el Infierno y los que ya han salido de él.
Cuando se rompe el dique
Sage
Supe que algo iba mal en cuanto entré en casa de los Sinclair. En realidad, creo
que me di cuenta cuando mis padres me dijeron que íbamos a cenar allí.
Nos han invitado a fiestas todos los años, a cumpleaños e incluso a uno de los
almuerzos de campaña de mi padre en su patio trasero.
Pero nunca sólo la cena.
Easton se sienta directamente a mi izquierda, su padre en la cabecera de la
mesa. Su madre se sienta frente a su hijo y mis padres a su lado. Sólo se oye el
ruido de los cubiertos al chocar contra los platos mientras comen en un silencio
apacible.
Noto cómo la mano de Easton se desliza hasta mi muslo, se posa allí y me da
un suave apretón mientras vuelve a sentarse en la silla de madera.
—Así que, Sage, ¿has recibido otra nominación este año? Ya van cuatro años
seguidos —Stephen me pregunta directamente, mi columna se pone rígida
cuando usa mi nombre. Cada vez que habla, lo hace con un tono
t ono de disciplina,
incluso cuando está charlando.
Asiento cortésmente.
—Sí, señor. Los cuatro años de instituto.
—Está siendo modesta, papá. Ya es una victoria para ella. Sage ha ganado todos
los años. Como si fueran a elegir a otra —Easton me golpea el hombro con el
suyo.
—A algunas personas les gusta ser humildes, hijo. No todo el mundo necesita
alardear de sus logros. Podrías aprender un par de cosas de ella —se burla,
levantando su copa y dando un sorbo al líquido rojo oscuro.
Es un curso intensivo sobre cómo tratar a alguien con condescendencia. El
padre de Easton es un profesional en ello, tan bueno que todos los que están
alrededor se ríen de lo que creen que es una buena broma.
Aunque no le tengo cariño a mi novio todo el tiempo, también sé lo que es estar
prisionera en tu propia casa. Que te menosprecien las personas que se supone
que más te importan.

Me acerco y le arreglo con cariño un mechón de cabello rubio suelto.


—Siento discrepar, Sr. Sinclair. Su hijo me ha enseñado más de lo que usted
cree a lo largo de los años. No sería
se ría quien soy sin él.
Todo lo cual es cierto: me ayudó a ver lo que podía ser y lo que no. Easton me
enseñó a tener poder; es culpa suya que lo tomara todo para mí.
—Eres muy amable, cariño. Me hace sentir orgullosa de mi pequeño —dice
Lena.
Lena Sinclair, su madre, es una mujer despampanante. La edad la ha dotado de
más y más belleza con el paso de los días. Su corte pixie rubio corto me hace
sentir celosa de su estructura ósea, toda ángulos y dimensiones mientras que
la mía se asienta neutralmente redonda, y mi frente siempre parece más larga
incluso después de haber aprendido lo que era el contouring.
Tampoco soy la única persona que se ha fijado en la belleza
belleza de Lena.
La mayor vergüenza familiar de Easton es que Wayne Caldwell disfrutó
ayudándose a sí mismo con la belleza de Lena todos los sábados en el club de
campo durante dos años enteros antes de que alguien se diera cuenta.
Me mataría si alguna vez murmuraba una palabra al respecto, porque si Alistair
Caldwell se enteraba, se llevaría a Easton a la tumba con la desgracia. El pueblo
les sonreiría en la cara, pero formarían parte del molino de rumores durante
años.
Sólo lo sé porque Easton se había emborrachado después de una fiesta en
nuestro primer año. Lo soltó cuando estaba
e staba maldiciendo a los Hollow Boys y su
prominencia de ratas.
Es uno de mis mayores secretos dentro de mi tarro de chantajes, y él sabe que
si da un paso demasiado lejos conmigo, se lo contaré a todo el mundo.
—No soy un niño pequeño, mamá.
—Lo sé, cariño. Yo sólo...
—Hablando de ser un hombre, creo que ya es hora, Easton, ¿no crees?
Sabía que algo iba mal cuando entramos en esta casa.
Pero al parecer eso se debía a que sería la única a la que no se le había dicho lo
que estaba a punto de ocurrir.
—¿Hora de qué? —pregunto en voz baja, tomando un trago de mi agua, mirando
a mi alrededor a todos los ojos que están sobre mí.
Hay una incómoda quietud que me hace moverme en la silla. Dejo el vaso en la
mesa.
—¿Hay algo que me esté
e sté perdiendo o...? —Me río para intentar aligerar el ánimo
que se ha instalado en la habitación por sus descaradas miradas.
¿Sabes cuándo no quieres darte la vuelta porque sabes que el acuchillador de
la película de terror está ahí de pie, así que intentas evitarlo?
Eso es lo que hago al oír chillar la silla de al lado. Sostengo la mirada con mi
padre, que intenta mirar a todas partes menos a mí.
—¿Sage? —Easton se aclara la garganta, intentando captar mi atención.
Los ojos de mi madre se iluminan, atenuándose cuanto más me niego a girarme
para mirarle. Mis oídos se llenan de líquido, que se agita con movimientos
atronadores. Puedo saborear el agua de mis pulmones cada vez más alta, las
ganas de toser pesadas, la necesidad de respirar sin que mi pecho parezca
comprimido por un semirremolque.
Giro, dolorosamente despacio, como un reloj roto en su última rotación, para
encontrarme al novio con el que sólo salgo por estatus arrodillado sosteniendo
un diamante de un tamaño impío que va a provocarme un ataque epiléptico.
Olas y olas de agua me sumergen.

Agua oscura y turbia que me devora,


devor a, alejándome de la luz.
Me estoy ahogando delante de toda esta gente, y ni uno solo se preocupa lo
suficiente como para sacarme a respirar.
—¿Sage? —vuelve a decir—. ¿Has oído lo que he dicho?

No sé qué es peor, si el silencio o su aspecto confiado. No tiene ni una gota de


sudor en la frente y no tiembla. Es como si supiera que no voy a negarme.
—¿Me estás proponiendo matrimonio ahora mismo? —digo con el oxígeno que
me queda dentro.

—Bueno, tengo el anillo, y estoy de rodillas, así que... —Sonríe, asintiendo con
la cabeza.
Había estado impecable toda la noche. Mantuve la compostura, hice lo necesario
para pasar la cena, ¿pero esto? Esto es demasiado, incluso para mí.
—Tenemos dieciocho años, East. Ni siquiera hemos te terminado
rminado eell instituto. No
creo que este sea el... —Aprieto los dientes, se me escapa una risita nerviosa—,
el momento adecuado para esto.
—Nena, vamos. —Ignora todas mis señales de advertencia—. Hemos estado
juntos desde la secundaria.
secundaria. Esto no es gran cosa.
Entonces me toma la mano y la acerca a su pecho para ponerme el anillo en el
dedo, pero yo se la quito de un tirón como si hubiera intentado quemarme.
—Mamá, papá, no puedo —Miro a mis padres, observando sus rostros, viendo
la verdad frente a mis ojos en grandes, audaces y parpadeantes luces de neón.
—Sabían que esto iba a pasar hoy, ¿verdad? —Me dirijo hacia ellos, desviando
la mirada hacia los padres de Easton. Su madre parece nerviosa, y su padre
parece molesto por mi falta de entusiasmo.
—No puedo hacer esto ahora. No puedo hacerlo. Lo siento. —Mis palmas se
clavan en la mesa del comedor mientras me empujó hacia atrás, y el vómito se
asienta en mi garganta.
Casi me caigo cuando me levanto, me tiemblan las piernas, pero no me voy a
quedar aquí. No me voy a quedar aquí.
Esto no puede estar pasando ahora. ¿He interpretado tan bien este papel que
me he encontrado en esta situación? Queda todo un año de escuela, esto no
debería pasar tan pronto.
Habría podido decir que no sin problemas en la graduación, pero ahora no
puedo. ¿Por qué iba a hacerlo? Todo el mundo piensa que eestamos
stamos obsesionados
el uno con el otro, ¿no debería ser feliz?
Mis tacones ahogan el ruido de las sillas moviéndose y las voces alzadas, todas
menos la de Stephen, que pone la bala en mi ataúd.
—Será mejor que resuelvas esto, Frank. Teníamos un trato. No olvidemos que
tú necesitas esto más que yo.
Mis manos tiran de la puerta principal y doy gracias por haber conducido hasta
aquí esta tarde. El aire fresco casi me sienta peor. Estoy desesperada por salir
a la superficie, pero parece que todos se empeñan en mantenerme bajo el agua.
—Sage, detente —La voz de mi padre me obliga a hacerlo, como si me agarrara
de la nuca y me sujetara allí para morir.
Giro, la grava de la calzada cruje bajo mis pies.
—¡Me has engañado con esto! —acuso—. Mamá, no me habría sorprendido,
¿pero tú? Siempre has sido sincero conmigo.
La relación con mi padre no es muy buena. Hablamos de su trabajo y de la
escuela. No somos la viva imagen de una relación padre-hija, pero, como ya he
dicho, nunca me ha mentido.
Ni una sola vez.
Siempre ha sido brutalmente honesto en todo.

—Estamos arruinados —dice, pasándose una mano por el cabello canoso antes
de arrastrarla por la cara en señal de frustración —. En la quiebra. No tenemos
nada.
Arrugo las cejas.
—¿Y eso tiene algo que ver con mi compromiso a la madura edad de dieciocho
años?
—¡No tenemos dinero, Sage! —grita antes de darse cuenta de que todavía hay
gente dentro que podría estar escuchando y baja el tono —. No nos queda nada.
La única razón por la que podemos pagar la hipoteca es gracias a Stephen. Lleva
años
para financiándome comodealcalde.
sobrevivir. Estuvo acuerdo¿Pero
en ahora? Es dinero
continuar que estamos
la financiación usando
siempre y
cuando tu relación y la de Easton terminara en matrimonio
matr imonio
—¿Qué? ¿Por qué? Eso ni siquiera tiene sentido. A Easton no le faltarían
relaciones si le dijera que no.
—Stephen sabe lo que Easton necesita, y eso eres tú. Quiere que esté con
alguien... —Lo alarga, tratando de encontrar las palabras.
—Alguien a quien cree poder controlar —termino, negando con la cabeza con
incredulidad.
—No, no es...
—¿Cuánto hace que hiciste este trato? —Interrumpo.
Yo fui la que sacó el extremo corto de este palo. Todos los que estaban en esa
casa lo sabían y me dejaron fuera
fuer a en pleno invierno, con el culo desnudo.
Lo habían hecho a mis espaldas, quitándome el control.
Cuando no contesta, lo digo más alto.
—¡Cuánto tiempo!
—Hace cua-cuatro años. Tu madre y yo pensamos que era la voluntad de Dios
que acabaran saliendo, ¡que esto no sería un problema, Sage! Son jóvenes y
están enamorados; ¿qué hay de malo en estar prometidos, en casarse cuando
se está enamorado?
Le miró fijamente a los ojos, al mismo azul que se arremolinaba alrededor de
mis propios iris, y no puedo creer que yo haya sido creada a partir de alguien
así. Que esas dos personas hayan sido las que me hicieron. Que incluso yo, tan
joven como soy, sé que nunca haría esto a mis propios hijos.
Que esto, por más que lo giren o lo disfracen como lo disfracen, es otro agravio
que me han hecho.
—¡Cuál es tu problema! —grito—. ¡Merezco poder elegir! ¿Y si Easton me pega?
¿Y si no quiero casarme? ¿Y si no le quiero? Aun así me obligarías a casarme
con él, ¿verdad?
Las lágrimas corren por mi rostro y noto cómo el rímel me resbala por las
mejillas. Todo se desmorona, y lo peor es que a ellos les da igual.
Mi padre está ahí de pie, mirándome sin un ápice de arrepentimiento, dolor o
herido. Solo frustración y ansiedad porque no le estoy diciendo lo que quiere
oír.
Que ya no estoy interpretando el papel.
—No te importa, ¿verdad? —Toso, alejándome
alejándome de él y acercándo
acercándome
me a mi auto.
—Me importa, Sage. Quiero una buena vida para ti, y Easton puede
proporcionártela, pero...
Las olas suben, las criaturas de las profundidades roen mis piernas y eempiezan
mpiezan
a subir. Cuando te ahogas, tus instintos te dicen que des patadas, que saltes,
que hagas lo que sea porque estás desesperado por llegar a la superficie.
Me quedo quieta, dejando que ocurra.
—Si dices que no, entonces haré que Rose lo haga. Y sabes que lo hará. Rosie
tiene el corazón blando, no es calculadora como tú. Lo hará porque te quiere y
no quiere verte infeliz. Igual que sé que si quieres a tu hermana, no le harás lo
mismo a ella. Rose no sobrevivirá en un estilo
e stilo de vida así, pero tú, Sage, puedes
prosperar en él —La forma en que lo dice es tan tranquila, como si hubiera
practicado este discurso en el espejo. Como si este hubiera sido el plan todo el
tiempo.
Todo está ardiendo.
ardiendo.
Mis oídos, mis pulmones, mi piel.
Estoy fuera, pero me falta oxígeno.

Agarro el pomo
que necesito de de
salir la puerta
aquí. de mi auto. No tengo ni idea de adónde iría, pero sé
Abro la puerta del auto y meto las llaves en el contacto. Justo antes de cerrar la
puerta, miro a mi padre.
—Te odio —grito—. Te odio por usar en mí contra lo único que me importa en
este pueblo dejado de la mano de Dios. Jodidamente te odio —Me enfurezco.
Piso a fondo el acelerador, el velocímetro sube mientras me como la grava bajo
el auto, sin importarme si alcanzo una velocidad demencial y vuelco este
cacharro o lo envuelvo contra un árbol.
La muerte parece más fácil que esto ahora mismo.
Tiro del cuello de la camisa, abro los botones y me rasco la garganta mientras
intento recuperar el aliento. Me duele el pecho mientras la realidad de mi vida
me abre en canal con una hoja sin filo. Los pinchazos en los pies casi me
distraen del palpitar dentro de mi cerebro.
Llevaba teniendo episodios de este tipo desde la escuela secundaria, y una vez
utilicé el ordenador del colegio para buscar en Google mis síntomas porque
pensaba que estaba embarazada, solo para descubrir que se llamaban ataques
de pánico.

¿Yo, teniendo ataques de pánico? Era imposible. Hasta que siguieron


sucediendo, una y otra vez.
Ya estoy acostumbrada a tenerlos, pero no así. Nunca
N unca tan fuertes. Siento como
si hubiera algo dentro de mi cuerpo que me ataca para salir, dejando nada más
que jirones de piel desgarrada y restos de intestinos como animales atropellados
a un lado de la jodida carretera.
Me estoy volviendo loca. Tengo que estarlo.
¿De qué otra forma explicaría donde terminé? Si no, ¿cómo explicaría que al
entrar en el camino oculto me encontrara con un descampado en el que hay
aparcados al menos otros setenta autos?
Loca es la única forma en que podía explicar por qué había aparecido aquí,
buscándole.
“Ya sabes dónde encontrarme cuando te des cuenta de lo aburrida que estás en
tu casa de cristal, Sage”
Pensar con claridad se ha esfumado mientras subo la colina de hierba, con los
tacones hundiéndose en el barro a cada paso. Noto que la gente me mira y
susurra casi tan fuerte como los motores de los autos. Todos piensan lo mismo:
¿qué demonios estoy haciendo en El Cementerio?
El Cementerio es un hipódromo abandonado en las afueras de Ponderosa
Springs, un lugar donde las chicas como yo no tenemos derecho a estar. Todo
lo que ocurre aquí es ilegal, clandestino y poco limpio. La gente corre sobre el
asfalto roto y se pelean entre sí hasta hacerse papilla sangrienta en el centro.
Las drogas se intercambian como caramelos y el humo de los cigarrillos
sustituye al oxígeno.
Vienes aquí si buscas problemas.
El viento me pellizca los talones mientras paso junto a la desvencijada valla
metálica que impide a los transeúntes entrar en la pista. Mis ojos recorren los
boxes donde los autos y las motos esperan su turno. Sé que estará allí. Está
aquí todos los fines de semana. Nunca se pierde una carrera y nunca pierde.
Habría que estar sordo para no oír hablar de su reputación en la pista.
Lo localizo sin tener que esforzarme. Lleva la capucha puesta, le sale humo de
la boca, está solo y aislado. Incluso cuando intenta mantenerse alejado de la
gente, ésta parece observarle. Es difícil no mirarle.
Sin importarme las normas ni dónde se supone que debo estar, cruzo la pista
en dirección a los boxes, haciendo una línea recta hacia él, aunque haya un
grupo de vehículos corriendo en dirección a otra curva y dando vueltas hacia
mí.
—¡Chica, no puedes estar ahí detrás! —me grita alguien, pero yo sigo ignorando
a todos los demás menos a él.
No hay miedo. Sólo la sensación de que cuando entre en
e n el reino de los malvados
de Rook Van Doren, me quedaré allí un tiempo.
t iempo.
Un ángel que busca la libertad de Lucifer.
—¡Van Doren! —llamo por encima del sonido de las máquinas rugiendo, mis pies
saliendo de la pista lejos del tráfico entrante.
Rook tenía razón cuando me dijo que me aburría en mi casa de cristal. Estoy a
dos respiraciones de morir por falta de emoción en mi vida. Siempre los mismos
hombres, con sus trajes planchados y sus conversaciones de negocios. Los
mismos cotilleos en los almuerzos, las mismas caras, las mismas mentiras. Todo
es mierda reciclable, y estoy tan cansada de todo eso.
Estoy harta.
Tengo miedo porque esa sería mi vida. No sólo por eell resto del
de l año, sino p
por
or el
resto de mi existencia. Me quedaría atrapada en la vida de casados de Ponderosa
Springs para siempre, y todo porque mis padres están arruinados y no quiero
que mi hermana sufra.
Excepto en este momento. Tengo este momento.
Y Rook es de todo menos aburrido.
Sus ojos siguen el sonido de su nombre hasta que encuentran su objetivo.
Yo.
Dios, quiero arrancarle la sonrisa de suficiencia de la cara. Esa mirada de “sabía
que vendrías a buscarme” que se come toda su presencia. Pero odio más la
sensación de ahogarme que el hecho de que tenga razón sobre mí.

Se
Me detiene
mira el bruscamente, se baja
rostro, fijándose en miderímel
la moto y se yencuentra
corrido conmigo
mis ojos llenos de en medio.
lágrimas.
Algo cambia en su lenguaje corporal, que pasa de la satisfacción a la tensión.
—¿Qué hizo?
La forma en que se desplaza más hacia mí, examinando los contornos de mi
rostro. Vuelvo a ver de cerca esos ojos a los que todo el mundo teme.
Resulta casi poético ver cómo los bordes exteriores son de un verde puro, como
la tierra nueva, pero a medida que uno se acerca, la parte interior es un estallido
de fuego ámbar, que se arremolina y devora el verde, todo en espiral hacia una
sólida pupila negra.
Y eso es lo que vio Lucifer cuando fue expulsado del Cielo. El verde de nuestro
planeta antes de entrar en las llamas del Infierno. La historia detrás del
catastrófico apodo de Rook se relaciona cada vez más con él.
Sé que se refiere a Easton, y esa es la última persona del mundo de la que quiero
hablar ahora mismo. Intento reírme y me limpio el rostro.
—No, no, no es nada de eso. Yo-
—¿Entonces para qué mierda estás aquí?
Me sorprende la dureza de su voz, la forma en que atraviesa mi intento de ocultar
mi dolor, haciendo trizas mi fachada.
¿Hice algo mal? ¿He hecho algo para que se enfade?
¿Me equivoqué al venir aquí?
Suspiro, encogiéndome de hombros.
—Buscando un cambio de ritmo, supongo —Ofrezco una pequeña sonrisa
bromista, con la esperanza de que podamos pasar por alto la razón por la que
estoy aquí.
De todas las personas a las que acudir en esta ciudad, vine a buscarle a él.
—La verdad —me exige, igual que hizo en el teatro, negándose a dejarme
marchar sin robarme una parte de mí que nadie consigue.
—¿La verdad? Creo que no se la he dicho a nadie en mucho tiempo —digo,
sabiendo que no me dará nada a menos que sea sincera con él.
Mi corazón se agita dentro de su jaula, un animal salvaje cansado de estar
encerrado entre las paredes de mi propio pecho, dispuesto a enseñar los dientes,
a mostrar al mundo de qué está hecho.
Cuando no dice nada, sólo me mira expectante
e xpectante y le da otra calada a su cigarrillo,
le digo lo que necesita oír.
La verdad.
—Porque te necesito —Mis palabras se quedan atrapadas en una ráfaga de
viento mientras los motores rugen detrás de mi cabeza. Mi cuerpo
cue rpo empuja hacia
arriba desde el fondo de la superficie, emergiendo del agua con una bocanada
de aire mientras continúo.
—Necesito que me ayudes a quitarme la máscara. Eres la única persona que
conozco que no se esconde del mundo. Ardes por ello. Este lugar, me está
comiendo viva, convirtiéndome en una persona que no reconozco. Muéstrame
anarquía, muéstrame algo violento —Sacudo la cabeza, necesitando sentir esa
huida—. Muéstrame todas tus verdades,
ve rdades, Rook. Y yo te mostraré las mías.
Sus ojos se convierten en un infierno, ardiendo tan brillantes, tan verdes, que
hipnotizan.
—¿Quieres quitarte la máscara? —Agarra su casco y lo empuja hacia mí, el frío
material presionándome el estómago —. Entonces llévame al lugar que más odias
en el mundo, y te enseñaré cómo hacer que se ahogue con las cenizas de la chica
que dejaron arder.

Rook
Había visto mucha mierda cuando estaba drogado.
Sage Donahue saliendo de una licorería con una botella de vodka con sabor a
fresa le ganaba a cualquiera.
Se había desmaquillado en el baño de una gasolinera, los ojos de mapache lejos
de la vista, dejando al descubierto hasta la última de sus pecas color canela. El
resplandor de las luces artificiales rebotaba en su piel.
Esto era una completamente nueva, Sage. Una que, por mucho tiempo que
había vivido en Ponderosa Springs, nunca había visto antes.
Bonito veneno, Rook.
Una criatura hecha para el engaño. Hecha para matar.
Cuidado, me recordé a mí mismo.
El trayecto hasta la casa del lago de su familia fue rápido, teniendo en cuenta
que iba pegada a mi oreja, ronroneando: “Más rápido, más rápido, más rápido ”.
Pero los momentos parecían pasar volando porque lo único en lo que podía
concentrarme era en la carretera y en cómo la sentía envuelta contra mí.
Sentada en la parte trasera
t rasera de mi moto, con los brazos agarrándome tan fuerte
que podía sentir sus uñas clavándose en mi sudadera. La burla de su fuerza
contra mi abdomen tonificado me hizo agua la boca ante la perspectiva del
dolor.
Cuando llegamos a la entrada de la casa frente al lago, supe lo que iba a ocurrir.
Hay una razón por la que me trajo aquí. La pregunta es, ¿por qué este lugar?
¿Qué significa para ella?
Sage se había bajado de la moto, pidiéndome que empezara, mencionando algo
sobre el baño antes de desaparecer dentro, dejando la puerta abierta para que
la siguiera.
Me muevo en piloto automático. Mis acciones son las que he hecho muchas
veces antes, la compulsión supura en mis manos crispadas mientras me pongo
a trabajar. Los pasos están calculados; soy un cirujano experto trabajando
cuando abro la cremallera de mi bolso y saco la jarra de gasolina, el líquido para
encendedores y las cerillas de otras marcas. Nunca mis Lucky Stripes.
Es una pena, la verdad. La mansión de dos pisos parece genial para unas
vacaciones familiares. Todos los muebles caros, la vajilla, las fotos
cuidadosamente colocadas,
colocadas, todo se hará humo en
e n la próxima media hora.
Quemando lugares con fantasmas. Con recuerdos. Algo con sustancia: todo eso
es mi talón de Aquiles, ver cómo todos esos recuerdos suspendidos explotan en
un estallido de bruma anaranjada, sucumbiendo a nada más que cenizas que
se hundirían en el suelo.

No hay otra forma de librarse del pasado como prenderle fuego.


Mi teléfono vibra en el bolsillo de la sudadera cuando estoy a punto de echar
gasolina en el suelo de la cocina.
¿Dónde estás?
Es de Alistair. Mi primera reacción es decir algo gracioso, como dándole a una
chica rica la noche de su vida. Pero entonces hago una pausa, mis dedos se
ciernen sobre el teclado.
Supongo que ha tenido un día de mierda en casa y necesita terapia. En cualquier
otro momento diría que sí, me reuniría con él en el sótano donde hace ejercicio
y dejaría que me hiciera
hiciera papilla.
La mayoría de los amigos tienen cosas que les unen. Las nuestras funcionan de
forma distinta a los demás.
Alistair necesita herir algo de vez en cuando, estampar su puño contra un
cuerpo para que toda la ira salga de él por un instante, ansiando vengarse de
una familia que siempre le trató como “el repuesto”.
Él necesita eso, y yo necesito
ne cesito el dolor.
Así es como trabajamos. Cómo conectamos unos con otros. Entendemos lo que
el otro necesita, por muy oscuro y atormentado que sea. Estamos dispuestos a
hacer cualquier cosa por el otro.
En lugar de mi respuesta inicial, le envío un mensaje diciéndole que he salido a
dar una vuelta y que no volveré hasta más tarde y que me reuniré con él
mañana.
Nunca le he mentido, a ninguno de ellos, pero esto hay que descifrarlo antes que
los chicos lo sepan.
La verdad es que no confío en
e n esta chica.
Pero confié en la chica que tenía delante en la pista. La que parecía rota y
angustiada. Confié en la chica de ese escenario, y hasta que la única versión de
Sage Donahue que tenga sea la real,
re al, ella será mi secreto.
Sin embargo, no empezamos con buen pie, ya que me había dicho que iba al
baño y la veo quitarse los zapatos en el patio mientras se dirige al muelle que se
adentra en el agua.
Ya está torciendo la verdad que tan desesperadamente me prometió.
Dejo la jarra sobre la encimera y salgo por la puerta corrediza de cristal para
seguirla. La botella de vodka abierta está a su lado, en el borde de la plataforma
de madera, con los pies colgando. Está oscuro, sólo la luna ilumina el lago opaco
que permanece quieto y tranquilo.
—Sabes, el objetivo de todo esto era que tú prendieras el fuego. Yo sólo soy el
fabricante detrás de él.
Se lleva la botella a los labios y bebe un trago del maloliente líquido. Sonrío
cuando tose un poco y su cuerpo se estremece al intentar rechazar el ardor del
alcohol.
—En las películas parece más fácil hacerlo sin un chupito —Tose y se limpia la
boca con el dorso de la palma de la mano.
—Sí, bueno, en las películas usan agua —gruño mientras me siento a su lado
con la botella entre los dos —. ¿Y si ves a alguien que pueda beberse un vodka
sin un chupito así? Tienen heridas que escuecen más que el alcohol.
Miro a través del lago todas las casas vacías, con sus ventanas libres y sus
porches traseros sin luz.
—Solíamos venir aquí todo el tiempo cuando era joven para las vacaciones de
verano. Rose y yo nos tumbábamos en este muelle después de pasar el día
remando por el agua en el bote, adivinando las formas de las nubes. Nos
tumbábamos aquí tanto tiempo que llegábamos achicharradas. Quién iba a

decir
cuelloque
de laelbotella
sol podía
y la atravesar tanto
sujeta entre las las nubes —Se ríe, agarra de nuevo el
piernas.
Hacía mucho tiempo que no oía a nadie hablar de los buenos recuerdos de la
infancia. Hacía aún más tiempo que no sabía lo que se sentía.
Me había convertido en un extraño
e xtraño para mi propia crianza.
Hay veces que recuerdo ver a mi madre podar las rosas del jardín y cómo sabía
su limonada después de que yo me pasara el día corriendo por el patio. O el olor
a pan recién horneado en la cocina y el sonido de las rrisas.
isas.
Los recuerdo, pero es como si le hubieran ocurrido a otra persona.
Como si fuera un fantasma en el hogar, observando a mi yo joven, sin
experimentar nunca realmente esos momentos de alegría.
Ahora, ni siquiera parecen reales. Espejismos que inventé para que mi mente
consciente pudiera lidiar con mi vida hogareña actual.
—Cuando entramos, riéndonos, borrachas de sol, felices, mi madre nos miró
como si hubiéramos cometido traición —Extiende el brazo y señala el agua
sombría, con el ceño fruncido—. Decía: '¡Chicas! Las mujeres pagan millones
para que les curen las arrugas y la piel flácida por exponerse demasiado al sol.
Arruinan esa piel tersa. Y Sage, tú lo sabes bien. La piel de Rosie se va a poner
morena mañana y tú vas a parecer un tomate gigante durante semanas'.
—Así que tuve razón todo el tiempo. Tu madre es una perra.
—Ella lo es. Siempre lo ha sido —Sage se ríe, asintiendo con la cabeza. Se
tranquiliza y continúa—. Esa fue la primera vez que recuerdo haber sentido
celos de mi hermana. La primera vez que esa cosa verde y fea me hizo enfadar
con alguien a quien siempre he admirado.
La dejo hablar libremente, escuchando sus palabras mientras se desahoga y al
mismo tiempo se llena de licor.
—Los celos no hicieron más que crecer con los años. Después de lo que pasó
aquí, después de lo que le dejaron hacerme cuando se apagaron todas las luces
y se acabaron las fiestas, me volví mala y rrencorosa.
encorosa. Una vez le puse chicle en
el cabello mientras dormía. Cubrí sus zapatillas de barro. Dije cosas horribles,
todo el tiempo pensando por qué era a mí a quien él tocaba. Por qué pasó de
largo de su habitación, sólo para colarse en la mía —Su voz se ahoga en lágrimas
que no deja caer, negándose a ser tan vulnerable conmigo.
—Fue un círculo vicioso que me llevó hasta este punto de odiarme a mí misma.
En lugar de desear que nunca nos hubiera pasado a ninguna de las dos, estaba
furiosa de que no le estuviera pasando a Rose. Envidia de que ella fuera tan
felizmente inconsciente y feliz. Dios, ¿qué tan horrible es eso? ¿Qué tan horrible
soy?
Mis dedos se aprietan alrededor del Zippo en el bolsillo de mi sudadera al pensar
en una niña inocente condicionada a odiar a su otra mitad, acicalada y
profanada cuando sólo era una niña. Aunque no soy quién para hablar de
buenas acciones o decencia humana, hasta yo sé lo repugnante que fue. Lo
jodidamente repugnantes que son sus padres por permitirlo, por no estrangular
a ese hijo de puta con sus propias manos.
Sage vive una vida sin justicia. Sola.
—Amo a mi hermana, Rook. Sé cómo me sentí, lo que le hice estuvo mal, y haría
cualquier cosa en el mundo para retractarme. Haría cualquier cosa para
protegerla de que algo malo vuelva a suceder, para protegerla de nuestros
padres, de mí...
—No te compares con ellos —interrumpo, mirándola—. Tú eras una niña.
Se encuentra con mi mirada, con el cabello alborotado y anudado por el viaje en
moto hasta aquí.
—Pero ahora no.
—Y todavía hay tiempo para ser diferente, hacer las paces. Rose te ama, defiende
cada una de tus respiraciones. Ahí no hay puentes quemados —le digo.
Nunca les habíamos visto discutir en persona, aparte de en la cafetería, pero
incluso cuando Alistair hacía un comentario sarcástico sobre que Sage era una
zorra, Rose le arrancaba la cabeza.
Son gemelas, después de todo, no importa el dolor que perdure entre ellas.
—No sabría cómo ser diferente. Aquí no. Aquí siento que me ahogo
constantemente, que me asfixio justo debajo de la superficie. Estoy bajo este
lago gritando que alguien me ayude, que alguien me salve, y todos se sientan en
el muelle. Observándome.
La tensión me corroe, dispuesto a darle este pedacito de venganza por los
crímenes cometidos. Listo para destrozar esta casa y todos sus malos
recuerdos.
Tal vez entonces sea capaz
capaz de nadar hasta lla
a superficie.
Con un suspiro, se levanta y las piernas le tiemblan al intentar mantenerse en
pie. La agarro por la cintura mientras me levanto de mi asiento y la sujeto
su jeto para
que no se ahogue en el lago.
—Tranquila. El alcohol no convierte a la gente en las criaturas más coordinadas
coordinadas
del mundo, ya sabes.
La suavidad de su cuerpo se siente extraña bajo mis firmes manos. No se parece
a nada que haya sentido antes. Claro, he tocado a mujeres, pero todas eran
transeúntes buscando obtener su billete, allí por el
e l bien de decir: “Me follé a un
Hollow Boy”.

Puedo sentir realmente a Sage bajo mis palmas, respirar su aliento perfumado
a fresa, contar las pecas de sus mejillas. Para ser una chica que eell mundo creía
de plástico, Dios, es tan real.

—No creo que haya hablado tanto de mí o de mi pasado en, bueno, en realidad
nunca —Se ríe—. Esto parece un confesionario. Creo que has perdido tu
vocación, Van Doren. Deberías haberte hecho cura.
—Bueno, tengo malas noticias para ti, friki del teatro —Mis manos se crispan
por una razón diferente de repente, mi agarre se aprieta sobre ella —. Estás
confesando tus verdades a Lucifer. Quién sabe lo que haré con ellas.
Sus ojos son tan jodidamente azules que juro por Dios que brillan, la inclinación
de su cabeza deja al descubierto su cuello mientras el viento le atrapa el cabello.
Me muerdo el labio inferior, con pensamientos silenciosos y sucios subiendo por
mi espalda.
Me gustaría dejar ese cuello morado de marcas. Esa piel roja con la huella de
mi mano. Su interior temblando, lleno, consumido por mí y sólo por mí. La haría
correrse mientras gritaba pidiendo clemencia, suplicando que el placer se
detuviera porque era demasiado.
—Tú les crees, ¿verdad?
¿verdad? ¿A toda la gente
gente que te llama El Diablo?
Diablo?
Chica lista, intentando de cambiar las tornas hacia mí.
—Cuando te dicen las cosas tan a menudo, aunque no sean verdad, empiezas a
creértelas —Levanto la mano y le empujo un mechón de cabello detrás de la
oreja—. No te equivoques, Sage. No soy una buena persona. Será bueno que lo
recuerdes.
No soy un caballero de brillante armadura ni un dulce hombro sobre el que
llorar.
Yo podría ser su ajuste de cuentas, ayudarla a buscar venganza, incluso
mostrarle cómo se siente el dolor mezclado con placer, pero no soy el hombre al
final de su felices para siempre.
El fuego que nunca se apaga
Sage
No puedo dejar de pensar en él.
Mientras preparaba el desayuno, me quemé el dedo en la tostadora, pensando
en su tacto.
En la ducha, cuando cierro los ojos, veo su cara. Mandíbula cuadrada, media
melena, ojos vidriosos que a los demás les parecían sin vida, pero que para mí
encierran mucho más.
Cuando Easton me ha puesto hoy el anillo de diamantes en
e n el dedo, he pensado
en él arrancándomelo con cara de asco.
Sólo puedo pensar en lo terriblemente jodida que estoy porque sólo puedo
pensar en Rook Van Doren.
Debería estar pensando en un plan de escape, una manera de salir de este
matrimonio arreglado, uno del que no había sido informada. Uno en el que no
pude opinar, porque no puedo dejar que le hagan esto a Rose.
El único favor que Easton o su familia están dispuestos a hacerme es
mantenerlo en secreto hasta después de la graduación. El acuerdo está hecho,
pero esperaremos a anunciarlo para darme un poco más de tiempo.
Hacía dos noches que me picaba el gusanillo de tocar el cabello de Rook,
clavando las uñas en los deliciosos mechones castaños y tirando un poco, sólo
para ver si le gustaba.
No debería estar pensando en él, no así, no cuando sé que no puedo darle un
futuro. Diablos, no podré darle nada con esta joya en mi dedo.
Pensar en él sólo me llevará a cosas malas, lo sé, pero pensar es todo lo que
tengo.
Imaginar es todo lo que puedo conseguir.
En la vida real, tengo que seguir ignorándole. Lo cual es fácil teniendo en cuenta
que no tiene mi número de teléfono, pero en la escuela, Dios, es difícil evitarlo.
Cuando siento su presencia en el pasillo, me meto en el aula más cercana, corro
en dirección contraria, me escondo detrás de las puertas.
No quiero que me vea porque no quiero decirle la verdad.

Los
casa,gritos
y midecabeza
alegría cae
rebotan trasasientos
en los la puertareclinables
cerrada dede
nuestra
cuero sala de cine
negro, con en
la
esperanza de que, si presiono lo suficiente, desapareceré en su interior.
Lo último que quiero hacer esta noche es
e s organizar una fiesta de Halloween. Por
suerte para mí, Lizzie y Mary están compensando mi ausencia. Ni siquiera
quería organizarla, pero cuando mis amigas se enteraron que mis padres
estarían fuera de la ciudad con Easton y su padre, me rogaron que usara mi
casa.
Me quedé el tiempo suficiente para posar en Facebook e Instagram, pero
enseguida desaparecí en esta habitación del fondo de la casa. Está casi todo
tranquilo y sé que nadie vendrá a buscarme aquí.
Mi desgastado guion de Sueño de una noche de verano necesita un poco de
cariño, pero he hojeado tanto estas páginas que no hay mucho que pueda hacer
por ellas en este momento.
Feliz Halloween para mí.
Las luces de la habitación empiezan a parpadear y resuena el sonido del
interruptor. Entrecierro los ojos y miro a la puerta, confusa por saber quién va
a entrar aquí.
—Me has estado ignorando, FT.
Casi grito al oír su voz, una parte de mí piensa que es producto de mi necesitada
imaginación, hasta que mis ojos lo ven apoyado en el marco de la puerta.
No estaba segura de cuándo las viseras planas y las camisetas Thrasher se
convirtieron en algo que me atraía, pero está ocurriendo. Se trata menos de la
ropa y más de cómo la lleva.
Mechones de su cabello se asoman por debajo de la gorra, los brazos al
descubierto y mostrando sus impresionantes venas que probablemente hagan
que las enfermeras se desmayen.
—¿Qué haces aquí? —siseo, levantándome bruscamente para asegurarme que
nadie le ha visto entrar en la habitación. Casi me había olvidado de mi disfraz
hasta que me está comiendo con la mirada.
m irada.
—Silas está fuera follándose a tu hermana en alguna parte. Tengo unas horas
libres antes de reunirme con Thatch y Alistair. No quería perderme tu fiesta. Me
entristece no haber recibido una invitación —Ladea la cabeza, burlándose de
mí.
—No puedes estar aquí. No pueden vernos juntos —insisto, esperando que capte
la indirecta y facilite las cosas.
Vete, vete, vete, suplico en silencio. Vete antes de que esto empeore.
—¿Ah, sí? ¿Por qué? —No puedo evitar observar cómo su cerilla recorre sus
labios rosa oscuro.
—Sabes por qué, Rook. Escucha —Me quito el tocado de la cabeza—. La otra
noche estaba disgustada y me emborraché mucho. Dije algunas cosas que...
—No. —Se empuja del marco de la puerta—. No vas a hacer eso.
—¿Hacer qué? ¿Decirte la verdad? ¿No es eso lo que quieres? No puedo ser vista
contigo, no tienes idea del daño que hará. Lo arruinará todo.
—No vas a sentarte ahí y fingir que no viniste a mí la otra noche, llorando, rota,
buscando ayuda. Ni tu novio, ni tu amiga, ni siquiera tú jodida hermana...
viniste a buscarme. No puedes fingir que no me prometiste todas tus verdades.
No hay forma de volver a ponerse la máscara cuando ya he visto lo que hay
debajo.
Tengo el corazón en la garganta, obstruyéndome las vías respiratorias con
violentos latidos. Sé que tiene razón, pero Dios, si Easton se entera... ¿si su
padre se entera? Se desataría el infierno.
—Eso no importa. Sé lo que hice. Fue cosa de una sola vez. Si alguien se entera,

si Easton se entera, no terminará bien.


Sonríe ampliamente, como si le desafiara a poner a prueba a Easton. Algo que
estoy segura que haría en un santiamén, sólo por diversión.
—¿Crees que me asusta tu juguete de gran ego y polla pequeña?
—¡No es el punto, Rook!
—Si fue cosa de una vez, dime ¿por qué no me dejaste quemar la casa del lago?
¿Por qué te echaste atrás? Vamos, FT. Dime lo que dijiste antes de irnos.
Jaque mate.

Me tiene. Ya sabe la respuesta. Se lo había dicho y sé que lo recuerda. Me había


mirado como si nunca fuera a olvidarlo después de que se lo dije.
—N-no me acuerdo. Estaba borracha —Mis mentiras siempre han sido
imposibles de ver, pero es como si todo lo que sabía se fuera por la ventana con
él.
—No, tú te acuerdas —Se acerca a mí, mirándome fijamente, y me recoge unos
mechones de cabello— ¿Cómo era? Algo así como que no podías hacerlo porque
ahora era nuestro. Es tu confesionario, eso es lo que dijiste justo antes de
vomitar sobre mis zapatos.
La vergüenza me calienta las mejillas. Cuando estoy cerca de él surgen
emociones con las que no me había topado en años, y lo odio porque él lo sabe.
—Ensayas líneas en la oscuridad en las fiestas. No eres la chica aburrida y rica
que todos creen que eres. Ya he visto lo que hay debajo, Sage.
Y tú eres el tipo que cree que es malo. Que no merece la felicidad , pienso pero no
lo digo en voz alta. Puede que no lo haya dicho en voz alta, pero lo veo en su
cara.
Frustrada y molesta, me paso una mano por el cabello.

—Cierra la
cerrando malditadepuerta
la puerta la sala al
de menos —murmuro,
cine, que haciéndome
nos envuelve en una luz atenue.
un lado y
Se siente como en casa, se deja caer con un ruido sordo mientras ocupa mi
asiento original y agarra mi guion, hojeándolo.
—¿Y de qué se supone que vas disfrazada? ¿La mujer de Hugh Hefner?
Miro mi atuendo. El ceñido vestido de cuero negro y las mallas a juego
desprenden un aire de conejita de Playboy, pero la cruz que llevo al cuello y el
tocado que me he quitado lo hacen bastante evidente.
—Soy una monja. Liz es un demonio, y Mary es un ángel.
—¿No hay un sacerdote que te mantenga en orden? —Enarca una ceja y sonríe
mientras aparta la vista de las páginas.
—Era la actuación de Easton, pero está fuera de la ciudad con su padre.
Camino delante de él y luego tomo el asiento contiguo, asegurándome que haya
mucho espacio entre nosotros.
—¿Por qué no me sorprende que fuera a interpretar el santurrón?
Resoplo, intentando no reírme pero asintiendo sin pronunciar las palabras.
—Déjame adivinar, ¿vas vestido de imbécil? —pregunto, haciendo coincidir su
ceja levantada con una mía. Me tomo un segundo para mirar su atuendo de
arriba abajo.
Con maldad, se pasa la lengua por los dientes superiores, se lleva los dedos
índice a la cabeza y los mueve.
—Nacido con cuernos, FT, nacido con cuernos.
Intento no mirar demasiado mientras se quita la cerilla de la boca y toma el
porro enrollado de detrás de la oreja. Como por arte de magia, enciende el
extremo rojo de la cerilla con los dedos, algo que estoy
e stoy segura que ha practicado
durante años en su habitación antes de conseguirlo.
El humo sale de la punta al inhalar, su pecho se expande al llenar los pulmones,
el resplandor naranja arde con fuerza.
El olor de la hierba impregna mis sentidos, atrevido y fuerte. Siempre me habían
dicho que huele mal, pero es todo lo contrario. Huele floral y lleno de cítricos,
haciendo que me cosquillee la nariz y se me haga agua la boca por una comida
que no existe.
Espesas nubes de humo caen de sus labios al soltarlo, el humo blanco se filtra
hasta lo alto de la habitación.
—¿Has fumado alguna vez? ¿O sólo te limitas al vodka de fresa? —su voz es más
ronca, más atrevida, pero se siente suave contra mi piel.
—Nunca lo he probado, pero no me opongo. Sólo que nunca he tenido la
oportunidad.
Con movimientos lentos, me mira y se lleva el porro a la boca mientras me señala
con el dedo.
—Ven aquí.
Este es mi último pecado. La serpiente que atrae a Eva al Jardín del Edén para
que pruebe el fruto prohibido. Simplemente no puedo decir si Rook es la
serpiente o la fruta, tal vez ambas cosas.
Hay una razón por la que lo estaba evitando. Sabía que sería malo que
volviéramos a estar juntos. Había bajado la guardia, todos mis muros, y ahora
no tengo defensas contra él o de su mirada que parece atraerme.
Sabía que estar cerca de él me haría sentir bien, igual que en la casa del lago.
Que no querría ser la Sage que todos ven. Sólo querría ser yo.
Culpo a mis hormonas, a mi curiosidad y a cualquier deidad que haya bendecido
a Rook Van Doren con la cara
car a de un ángel y eell cuerpo de un dios.
El cuero gime cuando me acerco y nuestras rodillas chocan. Suponer que estaba
lo bastante cerca fue un error. En cuanto estoy a su alcance, me pasa un brazo
por la espalda y me sube a su regazo.
—¿Qué mierda estás haciendo? —Presiono las palmas de las manos contra su
pecho para despegarme de su cuerpo, pero su brazo se queda trabado alrededor
de mi cintura, presionando hacia abajo para que mi culo se clave en su regazo.
—Siéntate —ordena—. Cuando sople, abre esos bonitos labios, ¿ok, muñeca?
El agarre se afloja y mis caderas se relajan. Su mano recorre mi cuerpo, las
yemas de sus dedos rozan mis mallas, sub
suben
en por mi costado, me
me recorren como
fantasmas. Mantengo los ojos fijos en los suyos mientras me pasa la mano por
el cabello para agarrarme la nuca.
Da una calada, mantiene el humo dentro de su pecho y utiliza su agarre para
acercarme a su cara. Me muevo poco a poco, como un granito de arena
suspendido en un reloj de arena.
Veo una cicatriz en su labio superior y mi lengua lame el mismo lugar de mi
boca.
Sus labios se fruncen, una corriente de humo los atraviesa. Mi cuerpo actúa por
sí solo, abriéndose como él me dijo. Flotamos uno encima del otro, tan cerca que
casi puedo imaginarme cómo sería su beso. Soy tan consciente de lo cálido que
es, de lo ancho que se siente bajo mis caderas.
Mientras tanto, nos observamos mutuamente.
En cada cambio, en cada estremecimiento, nos respiramos mutuamente.
El humo empieza a llenarme la boca, y los pulmones me escuecen por la
intrusión mientras inhalo hasta que él termina. Lo retengo dentro hasta que no
puedo más, y entonces suelto una nube que envuelve su cara como niebla.
Siento un intenso impulso de apartarme y toser, pero los labios de Rook están
tan cerca, su mano me mantiene firme como si supiera que voy a intentar
apartarme de él. Pasa un rato antes que se lleve el porro a los labios con
movimientos perezosos.
Esto se llama shot-gunning5. Lo había visto en películas y una vez en una fiesta,
pero nunca supe que pudiera sentirse tan bien.
Cómo un acto tan simple, algo descrito como vulgar, puede estar cargado de
tanta tensión.
Nos sentamos a continuar el proceso, una y otra vez.
Y no puedo recordar una sola vez que me haya sentido tan despreocupada.
de spreocupada. Todo
Todo
en lo que estoy concentrada es en cómo se siente, cómo huele,
hue le, cómo se ve. Estoy
envuelta en el pequeño mundo de Rook, y no quiero irme.
Toda mi vida había girado en torno a relaciones inventadas que apenas
arañaban el nivel exterior de lo que soy. Vivía en un mundo superficial, como
Barbie atrapada en su caja de plástico.
Hasta esto. Hasta él.

5 La práctica de inhalar humo y luego exhalarlo en la boca de otra persona.


Diez años después, seguiría sin encontrarle las palabras.
A pesar de lo que todos dijeron, de lo que seguirán diciendo, a pesar del caos
que crea, Rook Van Doren es lo que se siente al vivir de verdad. Esa fuerza
sustancial y nebulosa que nunca podría diluirse ni apagarse.
—El fuego que nunca se apaga —susurro en voz alta, sin pensarlo del todo.

Siento la cabeza ligera, zumbando en una longitud de onda diferente a la normal.


Todo me parece más intenso: la música de la fiesta retumbando en mis oídos,
la forma en que los muslos de Rook se mueven debajo de mí, el olor de la hierba.

Coloca el porro a medio fumar en el portavasos, con la punta aun ardiendo.


—¿Vas a ser la persona que se pone filosófica cuando está drogada? —Su boca
se inclina hacia arriba en la esquina, dándome una sonrisa ladeada.
—No, no. —Sacudo la cabeza, con el cabello cayendo delante de mí —. Homero,
escribió en La Ilíada sobre los gases naturales que brotan de las grietas de la
piedra caliza en las montañas cercanas al Olimpo. Los llamó 'el fuego que nunca
se apaga'. Creo que ese eres tú.
Me reclino sobre él y dejo que mi cabeza cuelgue hacia atrás. Mis manos siguen
apoyadas en su pecho mientras balanceo mi cuerpo, experimentando algo que
parece fuera de mi control. Estoy volando, elevándome por encima de las nubes.
Siento la piel como un zumbido de Pop Rocks. Siento una presión en las caderas
y mis ojos se posan en las manos de Rook, que me aprietan y me mantienen
peligrosamente quieta. Este punto me hace sentir cuánto le afecta esta posición.
El palpitar se extiende hasta mi centro al sentir el calor de su erección
presionada contra mí. Las mariposas revolotean en mi centro, los latidos de mi
corazón caen directamente desde mi pecho.
La intensidad aumenta en mi interior y mi lujuria empieza a perseguir más
placer, mis caderas se mueven a pesar de su agarre mortal, balanceándome
hacia delante y luego hacia atrás.
Una vez, dos veces.
—Sage —gruñe entre dientes apretados—. o dejas de moverte o te voy a follar.
En cualquier otra situación normal, me habría detenido. Habría vuelto a la
realidad y me habría dicho que esto sólo iba a empeorar mucho las cosas.
c osas.
Pero no es normal.
Es él.
Así que me balanceo una vez más. Trazo el contorno de sus labios con la punta
de la lengua. Con solo saborearlo, mi sangre se acelera.
—Tengo muchas ganas de besarte ahora mismo —murmuro, con un tono
susurrante y profundo. Sin el consentimiento de mi mente, mis manos
aprisionan su camiseta Thrasher6 entre mis ágiles dedos.
—Entonces bésame.
Luchando con los últimos pedazos de mi resolución, respondo: —No estamos
hechos el uno para el otro. Esto va a acabar trágicamente. Al final no
acabaremos juntos.
Me estremezco cuando sus ásperas palmas me frotan los muslos de arriba abajo,
su dedo índice desesperadamente cerca de subir mi vestido. Ni siquiera me
había dado cuenta de cuánto me había subido el cuero por el cuerpo, con el culo
prácticamente al aire.
—Puedo mostrarte lo bien que podemos sentirnos juntos.
—No podemos decir-oh! —Caigo en un grito ahogado cuando descubre lo
expuesta que estoy realmente. No quería que se me marcaran las bragas con
este vestido, así que no me las puse esta noche. Ahora siento su pulgar
frotándome de arriba abajo, manchando mi humedad.

6 La revista Thrasher es algo así como los Ramones, que vendían más camisetas que discos.
discos . De hecho probablemente haya algunos
despistados que piensen que ambas cosas son marcas de ropa
Mis uñas se clavan en su camisa.
—No podemos decírselo a nadie —termino, intentando levantar las caderas
hacia su tacto.
—Entonces será nuestro pequeño y sucio secreto —respira contra mí mientras
sus dientes me agarran el labio inferior.
Me rindo, me entrego. Siento que mi cuerpo se calienta de necesidad, deseando
algo más que sus hábiles dedos. Se me hace un nudo en la garganta cuando su
pulgar me presiona el sensible capullo con círculos perezosos que hace que los
dedos de mis pies se curven.
Presiono mis manos más allá de sus hombros, sujetando su cuello.
—¿Puedes hacer eso, Rook? ¿Puedes mantener la boca cerrada y ser mi pequeño
y sucio secreto?
Me agarra con fuerza por detrás de la cabeza y junta nuestros labios, sellando
el trato por el tiempo que sea. La sensación de su lengua aterciopelada
enredándose con la mía me hace gemir. Todo me parece caliente, como si
estuviera pegada a un calefactor. Me esfuerzo por mover la boca al mismo ritmo,
igualando su hambre.
Esto está mal, mal, mal.
Te harás daño a ti misma, le harás daño a él. Sabes que no hay luz al final de
este túnel. No hay forma de salir de debajo del pulgar de tus padres sin que se
lleven a Rose.
Excepto que soy egoísta.
Soy tan jodidamente egoísta por ceder a esto,
e sto, pero todo se siente tan...
Bien.
Aparta mis labios de los suyos con fuerza, mirándome con una mirada
acalorada. Sus labios rosados brillan y me dan ganas de más.
—¿Estas de acuerdo con esto?
Y es esta -esta razón exacta- por la que no puedo mantener mi corazón a salvo
de él. La razón por la que no soy capaz de separarlo de esta situación. Claro,
podría hacer que sólo se tratara de sexo, pero no cuando me pregunta cosas
así.
¿Cómo es que Rook ha sido el único hombre que me ha hecho esa pregunta?
Que sepa por mi cuerpo lo mucho que le deseo pero que aún quiera oír las
palabras.
¿Cómo él es el villano para todos los demás, pero ni un solo hombre
representado como héroe había pedido permiso? Sólo tomaron, tomaron,
tomaron, hasta que no quedó nada de la vieja Sage.
Rook no se daba cuenta, pero me estaba devolviendo esas piezas comentario
sarcástico a comentario.
—Sí, Dios, sí —susurro sin vacilar.
—Siempre supe que tenías un lado oscuro, Sage, ¿pero no llevar
bragas? —respira en mis labios—. Quién iba a decir que eras tan puta.
Al parecer, todo el feminismo ha abandonado mi cuerpo, porque la forma en que
gruñe ese crudo nombre hace que mis muslos se estremezcan de anticipación.
La represión sexual era algo con lo que había vivido durante mucho tiempo, pero
¿esto?
Se siente más como un despertar sexual.
Abro más las piernas para que vea mejor lo mojada que estoy.
—No quería líneas en mi vestido —ofrezco.
—Mmmhhh —tararea mientras deja besos a lo largo del valle de mis senos, su
lengua barriendo por debajo de la tela de cuero, un aviso antes de que sienta un
mordisco agudo a través del material cuando se lleva uno de mis pezones
perlados a la boca —. Admítelo. Querías que alguien te encontrara aquí. Sola,
sin nada que cubriera ese coño rosa. Querías que alguien viera lo expuesta que
estabas. Te gusta, ¿verdad?
La habitación empieza a girar, todos mis sentidos están completamente atados
a él. Sus manos me manosean el culo y lo utilizan como palanca para introducir
su longitud cubierta en mi centro. La deliciosa fricción aumenta y siento
mariposas en el estómago.
Dios, nunca me sentí tan bien.
Con ganas de más, sedienta de algo más que juegos pre
preliminares,
liminares, dejo caer las
manos sobre su regazo. Mis ágiles dedos trabajan sobre su botón y su
cremallera. Paso las manos por su pantalón, sintiéndole, sabiendo que lo desea
tanto como yo, pero se niega a ayudarme a quitárselos, o al menos a bajárselos
lo suficiente para quedar al descubierto.
—Rook, ¿algo de ayuda? —gruño, odiando lo desesperada que sueno, lo
necesitada.
—No voy a hacer una mierda hasta que me digas lo que quiero oír —Su boca
sigue asaltando mi cuello y mi pecho, el aire frío hace que se me ponga la piel
de gallina al chocar con los lugares calientes de mi garganta donde había estado
su húmeda lengua.
—Quieres que te diga...
—Confiesa —insiste agarrando un puñado de mi cabello—. Quiero que me digas
la verdad. Querías que te encontrara así, ¿verdad? Que te gusta ser mi sucio,
maldito secreto, mi sucia puta. Confiesa todos tus pecados a tu propio Diablo.
Esa palabra de nuevo, frotándome en todos los lugares que nunca supe que
necesitaba. Siendo degradada, empujada bajo su metafórico agarre sobre mí,
mientras también persigo su aprobación, queriendo decirle para hacer que me
desee tan terriblemente como yo a él.
Está todo tan jodido. Tan confuso.
Habría dicho cualquier cosa para tenerlo dentro de mí.
Se me corta la respiración cuando levanto la vista de su cintura y me sumerjo
en sus ojos de fuego infernal, que brillan y chisporrotean en la penumbra. Una
versión tan única del color avellana que me pregunto si su madre realmente lo
concibió con algo de otro mundo.
—Quiero ser tu puta, Rook —le susurro, presionando mi boca contra la suya
para darle un beso que me hace caer. Mi corazón se acelera dentro de mi caja
torácica, latiendo una y otra vez —. Me gusta.
El ruido de la tela al rasgarse se filtra en la habitación, y jadeo al mirar mis
mallas rotas, con una raja en el centro del material ya agujereado.
—Mi polla no cabe dentro de esos agujeros de la malla —gruñe, levantando las
caderas para bajarse los pantalones por la cintura lo suficiente para liberarse.
Ensancho los ojos y miro hacia abajo, donde su polla descansa sobre su vientre.
Mi asombro no procede de su evidente tamaño ni de las venas que envuelven su
tronco, sino de las cuatro esferas de metal brillante que rodean la cabeza: dos
barras atravesadas en la punta, una en vertical y otra en horizontal.
—¿Eso duele? —pregunto, mirándole brevemente.
Sólo he tenido relaciones sexuales con otra persona, y desde luego no tenía
piercing.
—No para ti —Guiña un ojo, sonriendo.
Palmeo su cuerpo, subiendo y bajando lentamente, pensando en todas las
sensaciones que voy a sentir.
—Dime que estás limpio —Irresponsablemente quiero que diga que sí para poder
informarle que tomo la píldora. Nunca lo he hecho sin protección antes, pero
quiero sentirlo.
Todo él.
—No tendría mi polla sin protección tan cerca de tu coño si no fuera así, Sage.
Es todo lo que necesito oír, mi cuerpo cansado de esperar.
Levanto las caderas, dirigiendo su polla hacia mi entrada.
Desciendo sobre él poco a poco y siento cada centímetro penetrarme a mi ritmo.
Gimo al sentir cómo me abre, forzando mis paredes chorreantes. No puedo evitar
mirar hacia abajo, observando el proceso. Viendo lo jodidamente bien que
estamos juntos.

Es casi insoportable la cantidad de placer que me recorre cuando estoy


totalmente sentada en su regazo. Toda su longitud me empala parcialmente, tan
profundo que puedo sentirlo en el estómago.
e stómago.
El sexo siempre ha sido un medio para un fin. Una acción en la que cierro mi
mente, esperando a que termine.
No quiero que esto pare nunca. Esto es más que sexo para mí.
El sonido de sus gemidos vuelve a centrar mi atención en él. Deseo
desesperadamente tener una cámara para poder capturar este momento y
utilizarlo años después, cuando su memoria ya me haya olvidado. Es mejor que
el porno.
Tiene la cabeza y los brazos echados hac
hacia
ia atrás sobre el cojín del
del asiento, todas
las venas de su garganta bronceada se abultan mientras flexiona la mandíbula
y gruñe: —Maldita sea.
Soy un hervidero de sensaciones en este momento etéreo que no puedo imaginar
con nadie más. Deseosa de complacerle y de liberarme, empiezo a subir y bajar
las caderas.
Es entonces cuando siento todos los efectos de su piercing.
Me roza cada centímetro por dentro, haciéndome cosquillas en ese punto
sensible y en todos los demás. Me toca en todas partes a la vez, en tantos sitios
que es abrumador. Siento que ahogo su longitud en
e n mis jugos. Mis miembros se
sienten ligeros y pesados al mismo tiempo mientras muevo las caderas contra
él.
Con gran facilidad, agarra el porro, lo coloca entre los dedos y disfruta de otra
calada mientras yo lo cabalgo. Un gemido retumba en su pecho, haciéndome
saber que lo que estoy haciendo le está gustando tanto como a mí.
—La putita tiene tan buen aspecto cabalgando sobre mi polla —murmura, lleno

de aspereza, los ojos bajos mirándome a través del humo.


Mi mente se horroriza ante la traición de mi cuerpo. La nueva palabra de
humillación cae sobre mí como lava.
Fuera suena un R&B constante, y mi cuerpo se mueve a su ritmo. El ritmo
retumba en mi estómago mientras subo y vuelvo a bajar por su polla, tomando
cada centímetro dolorosamente delicioso una y otra vez.
Mueve el porro entre sus dedos y me lo acerca a los labios para que le dé una
calada. Inhalo a cámara lenta, dejando que el humo glorifique aún más este
momento.

Manteniéndolo en mis pulmones, me inclino hacia él, presionando mi boca


contra la suya. Besándonos mientras el humo atraviesa nuestros cuerpos,
compartimos algo más que humo, algo más que sexo.
Nos respiramos mutuamente.
Acabamos con el porro hasta que termina tirado en el suelo. Mi coño está
empapado, completamente estirado y perfeccionado para su polla.
Aunque sus movimientos parecen vagos, mi ritmo ya no es suficiente para él.
Me ha dejado jugar, pero ahora es su turno. Me rodea por la cintura y me empuja
hacia abajo. Nuestros cuerpos se desplazan hasta el borde del asiento para que
pueda introducir sus caderas en mi estrecho agujero.
Con furia despiadada, me arranca la parte delantera del vestido, dejando mis
senos al descubierto. No me da tiempo a asimilarlo, porque enseguida tiene el
pezón entre los dientes y su suave lengua gira en círculos alrededor de la punta.
—Rook, Dios mío —jadeo, con el sudor
sudor ya pegado a la frente.
frente.
Nos movemos sincronizados, balanceando nuestros cuerpos. Siento cada
embestida, dejando que nuestros cuerpos se golpeen una y otra vez. Mi cabeza
se echa hacia atrás y mis dedos
de dos se clavan en sus omóplatos.
—Más fuerte —gruñe, mi agarre le empuja a penetrarme a una velocidad mucho
mayor.
Un calor blanco y cegador me abrasa la mente, tan ida que lo único que puedo
hacer es seguir su orden. Clavo mis uñas en su piel, sabiendo que pronto traeré
sangre, tengo que hacerlo.
—Voy a correrme. Haz que me corra, por favor —grito salvajemente, sin
importarme de repente si alguien entra o nos oye.
—Suplícamelo. Suplícamelo, puta.

Asiento con impaciencia. —Por favor, por favor, Rook. Dios, por favor.
Su mano se aferra a mi garganta, apretando.
—Dios no existe aquí. Sólo yo.
Me duele todo el cuerpo. Un fuego líquido se ha vertido directamente en mi
torrente sanguíneo y todo mi cuerpo es un infierno que me consume mientras
asciendo hacia el orgasmo. Las estrellas empiezan a girar en la esquina de mi
campo de visión.
Me estremezco, sin aire en los pulmones, mientras el éxtasis me recorre las
venas. Todo lo que sale de mí son gritos estridentes y entrecortados
e ntrecortados mientras él
sigue penetrándome, pálpitos y espasmos que me sacuden. El placer me recorre
el cuerpo, los dedos de los pies se me curvan mientras experimento el orgasmo
más intenso de mi vida.
—Preciosa —me dice con voz ronca. Ni siquiera estoy segura de haberlo oído,
demasiado aturdida por la felicidad para comprenderlo.
Mis miembros son gelatina, mis ojos se cierran con fuerza mientras él corre en
busca de su propia liberación, bombeando con implacables embestidas que
hacen que mi núcleo se apriete con un placer indescriptible. Necesito
desesperadamente un trago, pero no me atrevo a parar.
No cuando está viendo cómo mi culo rebota contra su pelvis mientras su polla
se desliza en mis profundidades con tanta fiereza. Los dedos de Rook se
introducen entre mis muslos, encuentran mi clítoris y lo presionan de
inmediato.
—Espera, espera, no puedo. Estoy t-tan sensible —gimoteo, mi mano baja hasta
su muñeca y la agarro para intentar evitar que me haga arder todo el cuerpo.
Es tan intenso que siento que se me humedecen los ojos.
Sus dedos no se detienen, ni tampoco sus caderas: —Uno más. Sé mi buena
putita, nena. Uno más —gime, y su pulgar se acelera al ritmo de sus
embestidas.
Ese impulso familiar me golpea el corazón, y un largo gemido sale de mis labios.
—Joder, no puedo —maúllo, pero mi cuerpo dice lo contrario y mi coño vuelve
a estrecharse en torno a él.
—Tú puedes. Puedes porque
porque yo lo digo.
digo.
Y así es.
Me corro de nuevo, succionándolo como un torno, tan apretado que apenas
puede empujar dentro de mí.
Mis gritos son ahogados mientras me hundo en la euforia por segunda vez. El
gruñido entrecortado de Rook, mezclado con un gemido, se desgarra en sus
pulmones mientras empuja más dentro de mí, permaneciendo enterrado
mientras se vacía por completo.
Mi cuerpo se siente pesado, el subidón del orgasmo aún me nubla el cerebro
mientras dejo caer la cabeza sobre su hombro, sintiendo su aliento en mi piel
húmeda y sonrojada. Sus largas pestañas me hacen cosquillas en el rostro.
Apenas noto sus dedos cuando empiezan a jugar con mi cabello, dando vueltas
alrededor de las hebras ya rizadas. Cada respiración está impregnada de su
aroma, que me encierra en este momento.
Tengo tantas ganas de quedarme en este estado de euforia sólo un poco más,
queriendo cerrar esa puerta para siempre y quedarme a salvo dentro, donde
Ponderosa Springs y sus monstruos no puedan alcanzarnos.
En lugar de eso, todo lo que hay es una sensación de terror.
Sabiendo que tendré que mentir a Rook sobre un detalle muy, crucial.
Nunca podremos estar juntos.
¿Y cuándo descubra por qué?

Este secreto que hemos creado va a acabar en una absoluta catástrofe.


Lo que el diablo se merece
Rook
—No, no, tienes que terminarlo. Esta es la mejor parte —Su mano me agarra del
antebrazo, tirando de mí hacia el colchón improvisado en el suelo lleno de
mantas que ella insistía en necesitar.
—Me están saliendo cataratas cuanto más tiempo me siento a ver esto —gruño,
esperando que cuando dice que casi termina esté diciendo la verdad.
La mafia está haciendo todo mal. Si quieren torturar a la gente, no necesitan
hacerlo con ratas y cuchillos. Las películas en blanco y negro sin sonido son
más que suficientes para hacer hablar a alguien, sólo para que pudieran ponerle
fin.
Durante dos meses, he visto más películas que en toda mi vida. Estoy a punto
de decirle a Sage que podemos ver Dieciséis velas por tercera vez si apaga Charlie
Chaplin.
—Espéralo, espéralo —dice hundiendo sus uñas en mi piel a medida que se
emociona más—. Mañana cantarán los pájaros. Sé valiente. Afronta la
vida —Lee las palabras a medida que aparecen en la distorsionada pantalla.
La vieja cámara de película estaba a un suspiro de caerse a pedazos
pe dazos y, al parecer,
no había sido fabricada para tomar imágenes nítidas. Todo el tiempo tuve la
sensación de estar mirando a través de un televisor estático.
—¿Eso es lo que estábamos
e stábamos esperando? —pregunto, levantando la ceja con una
mirada aburrida, burlándome de ella.
Sonríe y me golpea en el pecho con algo de fuerza. —¡Eres un imbécil! ¡Esto vale
oro! Si sólo una de las películas de Charlie pudiera ser reproducida en la
historia, todo el mundo estaría de acuerdo, ¡City Lights es esa!
—Quentin Tarantino posiblemente no estaría de acuerdo.
—Ugh, los hombres y sus malditas películas con autos explosivos —Ella pone
los ojos en blanco, gira el cuerpo para mirarme mientras cruza las piernas, y me
preparo para lo que está a punto de llegar. Esto es algo que he notado que hace,
y la verdad, no son las películas lo que me enfada. Me frustra el hecho de que
no me molestan.
Cómo me he permitido sentarme a verlas, sin prestar atención a nada, sólo para
poder ver lo que está a punto de hacer ahora.
Me he permitido que me importara.
—¡Esto es verdadera sátira, la capacidad de conmover a la gente sin siquiera
usar palabras, Rook! Las películas de época
é poca no necesitaban recurrir al impacto
emocional del color para invocar la emoción, para cautivar al público. No
necesitaban sangre carmesí ni joyas doradas. Tenían la suave luz de las velas
reflejándose en sedas brillantes y vestidos de satén. Los viejos westerns, en los
que juro que se puede saborear el polvo arenoso que sopla en el viento, el sol

que
losdestella
y los abrazosen las espuelas
e spuelasLa
apasionados. brillantes,
gente se el
quhumo
edabade
quedaba loselesada
emb cigarrillos
embelesada confiltrado en sepia
la película, con
los sentimientos... —Se calla, esperando a que le llegue su siguiente
pensamiento sobre el cine, moviendo las manos en pequeños círculos como si
intentara enseñar a su cerebro cómo acelerar el proceso de recopilación de
pensamientos.
—¿Así que estás diciendo que prefieres ver estas que The Outsiders o esa con
todos los delincuentes del colegio? —Le ofrezco una frase, dándole otra idea con
la que seguir.
El moño que se había hecho en el cabello se le está cayendo por la cabeza, los
mechones sueltos rebotan mientras habla.
The Breakfast Club” Uno pensaría que ya la recordarías. Preferiría no elegir,
—“The
—“
me encantan las dos. Pero aquella era una época totalmente diferente para el
cine. El hecho de que hasta ahora no hayas visto algunas de ellas es una
tragedia, una auténtica tragedia. El viejo Hollywood es la base de todas las
películas que se han hecho desde que se extinguió esa era. Pueden cambiar
vidas y moldear sociedades. Quiero decir, Tiburón dio a luz a toda una
generación aterrorizada por el agua y les dio un miedo que llevarán con ellos
para siempre. Una película de terror de bajo presupuesto hizo de uno de los
mejores directores de todos los tiempos un nombre familiar. Hablando de bajo
presupuesto, Rocky, una franquicia monumental para cualquiera que tenga
ojos, sólo costó un millón de dólares y ganó el premio a la mejor película. ¿No
ven el poder de una gran historia? ¿De una gran película? —Espera mi respuesta
con la respiración contenida, sin darse cuenta de que está divagando. Detrás de
esta casa del lago, ha hablado más de las cosas que le apasionan que en toda
su vida.
Me llevo el labio inferior a la boca, saboreando la sangre seca de antes con mi
padre, y la miro con mi camiseta y leggings a rayas.

Sus habituales
En su faldas
lugar está a la moda
la camisa quey me
blusas
hayaa juego noese
puesto aparecen por
día. Me ninguna
encanta parte.
quitarle
esas prendas tan llamativas y ponerle un conjunto de braguita y sujetador a
juego.
Había pasado todo este tiempo notando pequeñas cosas sobre eella.
lla. Aprendiendo
de ella.
Aun no entiendo la razón de tener las uñas del mismo color durante todo un
mes antes de cambiárselas.
—Así que las películas, los guiones, ese es el futuro para ti, ¿no? ¿LA 7?
¿Hollywood?
Suspira, mirando los créditos.
—Los guiones son para teatro, que es un amor totalmente diferente para mí. Me
encanta estar en el escenario, encarnar las emociones de un personaje.
Transformarme en lo que la obra necesite que sea. Me encantaría hacer eso enen
la universidad, ¿sabes? Sacarme la carrera, licenciarme y quizás pasarme a la
interpretación en pantalla, llegando al punto de hacer mis propias películas o,
como mínimo, dirigirlas.
Hay una tristeza en su voz, que he llegado a reconocer cada vez que habla de lo
que le espera en el futuro. Como si nunca fuera a hacerlo, como si no fuera
capaz.
Este lugar la había tomado y le había cortado las alas antes de que supiera que
las tenía.
—Claro, podría ir a Nueva York, enamorarme de Broadway. Hacer carrera
dirigiendo en la jungla de cemento. Pero por mucho que lo intente, Nueva York
no es Hollywood. No hay un Paseo de la Fama ni años de historia incrustados
en las épocas doradas. Allí todo el mundo es actriz o cineasta, pero ¿hacerlo de

verdad? ¿Tener éxito? ¿Qué otro sueño podrías tener?


Dos meses he pasado aquí sentado, observándola, aprendiendo de ella,
escuchándola. Odiándome por cada segundo que la disfruto. ¿Por qué merezco
disfrutar de algo? Especialmente alguien como Sage.
Cuando la conocí, tenía la idea preconcebida de que era tan cruel por dentro
como por fuera. Un pequeño reto divertido con el que revolcarse en las sábanas,
una chica que me odiaría tanto como yo me odio a mí mismo.

7
Los Angeles
En cambio, encontré a una chica que había estado enterrada viva en las
expectativas de los demás, y cada día que pasamos juntos, se descubre más y
más a sí misma.
Se está convirtiendo en lo que no necesito, haciéndome sentir cosas que no tengo
derecho a sentir.
¿Qué derecho tengo a verla así? Feliz, balbuceante y vulnerable. No he hecho
nada bueno en mi vida para merecer esto.
No merezco una felicidad así, y tomarla se siente mal. No se siente bien.

¿Pero renunciar a ello, decirle que no? Eso es jodidamente peor.


—¿Qué? ¿Qué estás mirando? —me pregunta, haciéndome caer en cuenta que
me había quedado mirando.
—Nada —Niego con la cabeza —. Sólo egoístamente contento de ser la única
persona que te ve así.
Arquea una ceja, se le mueven las pecas, cientos de ellas que una vez intenté
contar mientras se quedaba dormida en mi regazo después de comerse una pizza
entera ella sola. Es una de esas personas a las que les gusta la piña, lo cual es
asqueroso, pero hay algo en las combinaciones saladas y dulces que le gusta.

—¿Sí? ¿Y eso por qué?


Me inclino hacia delante, agarro su nuca y lamo el chocolate de su labio inferior
que ella no había notado, succionándolo en mi boca para limpiarlo. Un gemido
sale de su garganta.
—Porque me convertiría en un asesino en serie tratando de alejar a los hombres
que se enamoran de ti.
Esos ojos azules como llamas podrían calentar un pueblo entero con lo brillantes
que son, su boca ligeramente abierta hacia mí.
Es cierto: la gente tendría que ser estúpida para no amar esta versión de ella, y
me siento como una mierda porque me la está dando, y nunca podré sentirme
así.
No se me permite amar a la gente.
¿Pero pensar en que alguien más lo intente?
Me hierve la sangre.
Esto es mío. Sus verdades. Sus rarezas. Son mías.
Ella es mía. Incapaz de amar o no.
Sus dedos presionan mi piel y siseo: —Maldita sea, ¿por qué siempre tienes
tanto frío?
—Para que puedas calentarme. Ya sabes, yo tengo frío y tú tienes calor.
Simplemente funciona.
Su teléfono vibra antes de que pueda besarla de nuevo, con los ojos desviados
hacia la pantalla. Algo se apaga en su interior cuando lee el mensaje y me dice
que es Easton o sus padres.
—Sólo son estupideces que leo en internet, nada importante.

Se suelta de mi agarre, se levanta y agarra el cuenco vacío que antes había


estado lleno de palomitas, dirigiéndose a la cocina.
Se me desencaja la mandíbula y la tensión se apodera de mi pecho. La observo
mientras tomo mi Zippo, lo muevo entre los dedos y veo cómo baila la llama.
—¿Qué quería? —pregunto, sabiendo que es él.
Se me llena la boca de un sabor amargo y desagradable. Me dan ganas de fumar
para disimular el malestar que me invade.
—Quería saber dónde estaba. Se supone que hemos quedado para cenar esta
noche con mis padres.
Miro la pantalla en blanco, el sonido de la cámara de cine empieza a inquietar
el interior de mi cerebro.
—¿Vas a ir?
Vuelvo la mirada hacia ella y la luz del frigorífico ilumina la culpabilidad de su
rostro. No necesita decir nada para darme mi respuesta. Se me revuelven las
tripas de rabia.
—Por supuesto que irás.
Me levanto del suelo, tomo la sudadera con capucha y el gorro que hay en el
sofá antes de
pies dentro deechármelos
los zapatos.al cuerpo, y luego me dirijo a la puerta para meter los
Sage y yo teníamos esos momentos en los que todo parecía detenerse en el
mundo exterior. Dejábamos Ponderosa Springs, veníamos aquí y nos
encerrábamos entre las paredes de esta casa. Momentos en los que ella era
quien quería ser y en los que yo era una persona que tenía esperanza.
Pero siempre hay algo que nos arrastra de nuevo al lodo tóxico, recordándonos
la verdad, nuestro destino.
—No es justo —murmura y cierra la nevera. Oigo sus pies descalzos caminar

por la cocina hacia mi espalda.


—¿Qué no lo es? —le digo bruscamente, volviéndome hacia ella cuando se
acerca, su cuerpo se sobresalta por mi repentino movimiento —. ¿Es el hecho de
que estoy sentado aquí contigo leyendo guiones, viendo películas cada dos días,
y haciendo que tu coño se corra en mi polla, mientras él te pasea
pasea por la esc
escuela
uela
como si fueras un pedazo de carne glorificada?
g lorificada?
Mi voz está al rojo vivo, una bofetada abrasadora en su delicada piel. Cuando
estamos bien, estamos bien. Somos eléctricos. Un fuego adictivo y cálido
durante las vacaciones al que te puedes acurrucar para calentarte.
Pero cuando estamos mal, cuando discutimos, casi siempre teniendo que ver
con Easton, es malo. Una tormenta de humo y llamas. Un incendio incontrolable
que consume todo a su paso. Ella nunca retrocede ante mi ira, y yo no la mimo.
—¡Sabes que no puedo romper con él! ¡Todavía no, te lo dije! Tengo que esperar
hasta la graduación, Rook. No tienes ni idea de lo que harán mis padres si no
espero. Tenemos que esperar.
—Como quieras. Me voy de aquí —Alcanzo la puerta mientras ella se agarra a
mí, intentando evitar que sea responsable y detenga esta pelea mientras estamos
frente a frente.
—Haces esto cada vez. No puedes irte así como así —levanta la voz—. Es lo
mismo: te enfadas y, en lugar de hablar conmigo de lo que sientes, me cierras
la puerta y te vas. Hiciste lo mismo la semana pasada con las solicitudes para
la universidad. ¿Cómo voy a entender por qué estás enfadado si nunca me
hablas de ello?
Mi cuerpo se vuelve rígido, mi naturaleza relajada se desvanece, se convierte en
en
piedra.
—Nunca te pedí que hicieras eso. Nunca te pedí que
q ue hicieras nada por mí, Sage.
Fuiste tú quien vino a buscarme —Tiro del pomo de la puerta, sól
sólo
o para
para que ella

meta las manos en la puerta,


puert a, el portazo resonando en la casa vacía.
Los latidos de mi corazón retumban en mis oídos y se me eriza
er iza la piel. Nunca le
pedí que enviara las putas solicitudes para la universidad. Nunca le pedí que
hiciera nada, que se preocupara por mí o por mi maldito futuro. Nunca le pedí
nada de eso.
No tenía derecho a darme esperanzas, a creer en una persona que no las quería.
Siempre supe que dejaría Ponderosa Springs cuando me graduara, eso no era
una pregunta. Sólo que nunca había pensado en lo que haría fuera de eso.
Pero entonces aparece ella, con planes, hablando de oportunidades en
departamentos de química, ideas, hurgando en mierdas de las que no tiene por
qué formar parte.
Aparece intentando darme esperanzas para un futuro que sé muy bien que
nunca me llegará.
Por eso evitaba las relaciones a toda costa. Por eso
e so confiaba en los chicos y sólo
en los chicos. Porque ellos entienden lo paralizante que puede ser la falsa
esperanza. Entienden que las cosas buenas no están destinadas a pasarle a
gente como nosotros.
—¿Así que soy la mala? ¿Soy la que está equivocada otra vez? Si soy tan
jodidamente terrible, Rook,
Rook, por no dejar a Easton todavía, ¿entonces
¿entonces qué hay de
de
ti? ¿Has mencionado siquiera a tus mejores amigos que estás tonteando con la
hija del alcalde? ¿O sigues mintiéndoles?
Ahora sé que está enfadada, así que me ataca donde más me duele. Está
buscando algo que me haga reaccionar,
r eaccionar, y sabe exactamente dónde encontrarlo.
Me muevo, girando para que estemos frente a frente, y me acerco.
—No se los he dicho porque sigues follándote al enemigo, Sage, y si se enteran
de lo nuestro, si se enteran de que sigues saliendo con él y que eso me cabrea,
lo matarán —Mi tono es escalofriante, plagado de nada más que honestidad —.
Nunca pongas en duda mi lealtad a mis amigos —Hago una pausa, aprieto los
dientes y mis fosas nasales se ensanchan con rabia.
r abia.
Si piensa que lo que harán sus padres es horrible, no tiene ni idea de lo que le
espera si los chicos se enteran.
No les importa que follemos o lo que sea que estemos haciendo. No les importaría
quién es ella, a diferencia de la mayoría de la gente de aquí.
—¡No he tenido sexo con él
é l desde antes de Halloween, ya te lo dije!
—Sí —Me lamo el labio inferior—. ¿Todavía te besa la boca? —Me burlo,
acercándome mientras ella retrocede, una especie de baile —. ¿Te toca la piel?
¿Te toma la mano como si le pertenecieras?
Su culo choca contra el respaldo del sofá, atrapándola frente a mí, sin lugar
donde huir, sin lugar donde esconderse.
Mi mente es mi peor enemiga cuando reproduce los mejores momentos de lo que
he tenido que soportar estos dos últimos meses. Verlos juntos en los pasillos,
ver cómo él le pone las manos
m anos encima y saber que no puedo arrancárselas.
—A los chicos no les importa que seas la hija del alcalde. Decirles no se trata de
eso. No se trata de mí. Se trata de protegerte —recalco, clavándole el dedo en el
pecho—, de lo que puedan hacer. Se preocupan por mí. Aunque dijera que no
me molesta, aunque mintiera descaradamente y les dijera que verlo contigo no
me hace —solo pronunciar esas palabras hace que el sabor de la sangre
burbujee en mi garganta—, querer quemar toda la maldita escuela después de
haberle arrancado las manos del cuerpo, lo sabrían, y el resultado final no sería
bueno para ti.
A través de la mierda más oscura, nos habíamos visto el uno al otro a través de
ella. Nos vimos luchar contra cosas que nadie debería ver. Fuimos testigos de
cómo es realmente el Infierno en la Tierra.
Nos protegemos a toda costa.
No hay nada que no haríamos el uno por el otro.
Ninguna longitud es excesiva.
Incluyendo, pero no limitado a, despellejar vivo a su mimado novio.
—¿Así que esto es lo que se necesita para que te abras a mí? ¿Hablar de cómo
Easton te pone celoso? Te das cuenta de que es la primera vez que me hablas
de tus amigos.
No necesito esta mierda. Que me pinche para que intente entenderme. No
necesito que me entiendan. No necesito ser salvado o arreglado.
Por última vez, me doy la vuelta, con ganas de irme. He terminado con esta
conversación, pero ella no se rinde. No quiere dejarlo.
—¡Te lo he contado todo! Me conoces, Rook, y confié en ti. ¡Ni siquiera me dices
adónde vas cuando no estamos juntos! ¿Por qué no haces lo mismo por mí?
—Deberías haber pensado en eso cuando empezaste a confesar pecados a
alguien como yo. No juego limpio, Sage. Ya te lo dije.

—No, no te vas a ir —Se pone delante de mí, bloqueando la puerta con su cuerpo,
cu erpo,
uno que no tendría ningún problema en apartar de mi puto camino, pero eella
lla lo
sabe—. No hasta que me des algo. ¿Por qué siempre apareces con moratones?
¿Por qué tienes el labio partido? —Ella continúa empujándome.
Me arden la carne y los huesos, este fuego abrumador que crece dentro de mi
pecho, cada vez más alto cuanto más me presiona.
—Muévete, Sage —grité con la mandíbula trabada.
—¡No!

Levanto la palma de la mano y la golpeo contra la puerta detrás de su cabeza


con tanta fuerza que uno de los marcos se suelta y cae al suelo.
—¡Deja de intentar de meterte dentro de mi cabeza! Ese no es tu sitio —grito,
con el pecho escocido por la fuerza.
Sage apenas se inmuta, como si supiera que no le haré daño. Al menos no
físicamente.
Confía en mí. No tiene miedo.
Creo que siempre he sabido que no me tenía miedo, y eso era posiblemente lo
que me parecía más interesante de ella en primer lugar.
—Puedes confiar en mí —me responde con la misma pasión, me pone las manos
a los lados de la cara y me obliga a mirarla a los ojos. ¿Cómo pueden ser tan
bonitos? Me suplican que le dé algo, lo que sea —. Puedes confiar en mí,
Rook —Es más suave la segunda vez, una chica tratando de engatusar a un
animal salvaje desde la esquina sin ser mordida.
Nadie, ni un alma, me había hecho esto antes.
Me obligó a abrirme.
Los chicos no necesitan preguntar, porque lo entienden.

Nadie lo había hecho antes, porque no les importaba.


Me enferma pensar en mi padre, en por qué soy como soy.
—Has oído los rumores —Levanto las manos, las enrosco alrededor de sus
muñecas y las alejo de mi cara —. Sabes por qué tengo moratones. Sabes por
qué estoy ensangrentado.
La tristeza se acumula en sus ojos, las lágrimas se posan en la superficie de sus
iris. Ni siquiera soporto mirarla cuando hablo.
—¿Así que tu padre te pega?

—Pegar,
padre megolpear, a veces
pega. Gran le gustan
cosa. los látigos
Hay niños que se los fines de
mueren de semana.
hambre —Sí,Clásico
Sage, mi
de
Rook, hacer una broma de ello. Hacer una broma para poder sobrellevar lo que
le he hecho a mi propia familia.
Lo que podría hacerle a Sage si se acerca demasiado.
—¿Y las cicatrices en el pecho? ¿Eso también?
t ambién?
Asiento con la cabeza, sin querer decir las palabras en voz alta.
—Pero, él, él siempre está en la misa del domingo, y siempre parece tan...
—¿Tan qué? ¿Agradable? —Levanto las cejas—. ¿Un hombre piadoso cuya
esposa murió trágicamente? Claro que lo es, fuera de casa. Pero dentro, me hace
pagar por haber nacido. Las máscaras siguen siendo máscaras, por muy
pegadas que estén.
De todas las personas, esperaría que ella lo supiera.
s upiera. Por mucho que conozcas a
alguien por fuera, no tienes ni idea de lo retorcido que puede ser por dentro.
De lo que una persona es realmente capaz.
Y mi padre es capaz de cualquier cosa menos de asesinar. Estoy esperando
pacientemente el día en que ceda a eso.
e so.
Acabar con el dolor para ambos.
Las lágrimas caen finalmente por su rostro, mojando sus oscuras pestañas
mientras parpadea.
Niego con la cabeza y aprieto con más fuerza sus muñecas.
—No sientas pena por mí. No la necesito.
—¿P-por qué no se lo dices a alguien? —susurra, congelada frente a mí, tratando
desesperadamente de comprender qué hace que un padre odie tanto a su hijo.

Y ahí está, la pregunta que desvela la auténtica


autént ica verdad.
¿Por qué no me defiendo? ¿Por qué no se lo digo a alguien?
Cualquier otro estaría luchando por alejarse de un padre como Theodore Van
Doren.
Pero no lo conocen como yo. No saben lo que le hice.
—Porque me lo merezco —Suelto mis manos de ella, mirando fijamente sus ojos
tristes—. Te lo dije, no soy una buena persona. Mi padre solía ser alguien
amable, alguien bueno. Yo le convertí en un monstruo, y me estoy enfrentando
a las consecuencias de ello. Me está castigando. Haciéndome pagar por lo que
he hecho. Es el único que puede hacerlo.
Sé que está confundida. Sé que no entiende lo que digo, no del todo.
Pero eso no le impide hablar de ello.
—No puedo creer que no veas lo que te ha hecho. ¡No puedo creer que pienses
que está justificado que abuse de ti! Nadie merece eso, no importa lo que hayas
hecho. Hay más en tu vida que ser un saco de boxeo para tu padre. Hay más
cosas en tu vida que estar enfadado o ser la mancha negra de una ciudad que
no se toma el tiempo de comprenderte. Puedes tener más —Me suplica que lo
vea, como si sus suaves palabras fueran a curar años de abusos o
condicionamientos.
La admiro por intentarlo, porque es más de lo que nadie ha hecho.
—Te mereces más que eso,
eso, Rook.
—No necesito más —Deslizo mi mano sobre su mejilla, acunando su cabeza
mientras limpio con mi pulgar lágrimas que no necesitan caer por mí. Sabiendo
que un día ella mirará atrás y verá que aquellas fueron desperdiciadas en un
chico que no las merecía —. Hice algo terrible, algo deplorable, y de eso no hay
vuelta atrás. Nunca lo superaré. Estoy condenado a llevar una vida miserable
por mis acciones. Estoy maldito. Hay cosas que no merecen perdón, Sage.
Nunca podrá hacerme verlo de otra manera. Porque la única persona que puede
perdonarme está muerta. Nunca encontraré la salvación hasta que esté a dos
metros bajo tierra.
—No me lo creo, Rook —Se agarra a mi camisa, empujándose hacia mi cuerpo,
abrazándome con fuerza. Tratando de exprimir todo el sufrimiento de mí.
Miro hacia la parte superior de su cabeza, mi corazón haciendo esta cosa
extraña, latiendo más rápido, pero dolorido. Herido.
—Me niego a creerlo. Aún hay bondad en ti. Lo veo. Sé que está ahí.
Nadie que me conociera después del accidente me había dicho nunca algo así.
La frase me recorre de arriba a abajo y todos esos sentimientos resurgen. Cosas
que había enterrado.
Aún hay bondad en ti.
Todos los ddemás
emás hablaban.
hablaban. Hici
Hicieron
eron rumores ssobre
obre mi nacimiento, llamándome
el Anticristo, un demonio, El Diablo. Tomaron lo sucedido, una tragedia que
vivía dentro de mis venas como veneno, y lo empeoraron.
Tomaron a un niño que ya se
se odiaba a sí mismo
mismo y le hicieron odia
odiarr al mundo.

Quiero creerle, y quizá alguna parte de mí que llevaba mucho tiempo enterrada
sí creyó que hay algo bueno en mí.
Que podía tener esperanzas y sueños. Que quizás podría tener a Sage
permanentemente. Que al final funcionaría.
Pero cuando matas a tu propia madre, todo lo bueno que te han dado muere
con ella.
Oh, cómo caen los caídos
Sage
Sólo se puede contar con West Trinity Falls para una cosa buena, y es para
organizar fiestas legendarias. El pueblo adyacente, a treinta minutos de
Ponderosa Springs, es nuestro mayor rival y nuestro polo opuesto, pero saben
cómo divertirse.
Mientras nosotros crecíamos en los tronos de familias ricas y nombres de años
que nos llevaban por la vida, ellos luchaban por cada gramo de dinero que
tenían. Son nuestra versión del lado equivocado de las vías.
Wastelands.
Un lugar donde las chicas buenas como yo nunca deberían ser vistas, pero
cuando creces rico, cuando lo tienes todo, siempre estás buscando más,
empujando los límites un poco demasiado lejos cuando se trata de drogas,
fiestas y bebida.
Venir aquí siempre acaba en algún desastre de pelea o redada policial, pero los
estudiantes siguen viniendo. Es difícil que los chicos que buscan problemas se
mantengan alejados de un lugar construido sobre ellos.
Fiestas, drogas y raves . Si era divertido e ilegal, West Trinity lo hacía.
8

Este es el último lugar sobre la faz de la Tierra en el que quiero estar esta noche.

8
Fiesta Electrónica.
Ver a mi “novio” meterse coca mientras estamos rodeados de sus amigos
bárbaros que están igual de jodidos. Ya había estado antes en una de estas
raves, en mi segundo año, y olía igual.
Hierba, alcohol y sexo.
Utilizan para el evento una casa de espejos abandonada, igual que antes. La
entrada principal está repleta de cuerpos en una pista de baile improvisada,
mientras que los pasillos están llenos de laberintos de espejos. Encontrar el
camino al baño estando borracho es básicamente imposible.
Me duele la cabeza por los láseres de colores del arco iris que recorren la sala,
un fino velo de niebla justo por encima
e ncima de los cuerpos en movimiento. La música
House y los gritos vibran a mí alrededor y, para colmo, estoy completamente
sobria, para disgusto de Easton. Me había traído aquí para que me relajara; me
había dicho que últimamente estaba demasiado estresada y que una fiesta rave
era justo lo que necesitaba.
En resumen, quería que estuviera borracha para poder echar un polvo, teniendo
t eniendo
en cuenta que no le había tocado desde antes de Halloween, y de eso hacía ya
cinco meses.
Aunque no es como si no lo estuviera consiguiendo en otra parte. Si cree que no
me doy cuenta
estúpido de quehe
como siempre sepensado.
acuesta con otras chicas a mis espaldas, es tan

Jugueteo con las


las pulseras fosforescentes
fosforescentes que se api
apilan
lan en mis brazos, sabiendo
que si me quedo aquí el tiempo suficiente mi mente empezará a distraerse.
Compruebo que Easton está ocupado y saco el móvil. Se me revuelve el estómago
al ver el nombre que aparece en el icono verde de mensajes.
Morning Star.
Rook puso originalmente “El Diablo” como nombre de contacto, pero yo lo
cambié después sin que él lo supiera.
Morning Star: ¿Ya estás lista para irte?
Yo: Ojalá pudiera. Tengo que quedarme hasta el final. Ya se está
preguntando adónde voy últimamente. ¿Me sacas a escondidas más tarde?
Morning Star: Ya lo he planeado.
Estoy escribiendo mi respuesta cuando me vuelve a enviar un mensaje.
Morning Star: Será mejor que no huelas como él .
Resoplo, poniendo los ojos en blanco, sabiendo que probablemente me azotaría
el culo por hacerlo.
Yo: Qué primitivo de tu parte.
Nunca había tenido un secreto tan grande. Sí, mi trauma del pasado es una
verdad oculta, pero si la gente se enterara, a la única persona a la que
perjudicaría sería a mí. Si alguien descubriera lo de Rook, la caída sería
dolorosa.
Una parte de mí lo odia, salir a escondidas, esconderme en la casa del lago.
Quiero tener citas de verdad, ir al cine, cenar algo que no sea para llevar.
llev ar. Quiero
algo más que besos apasionados en el cuarto de las escobas del colegio. Sin
embargo, a pesar de lo reservados y crípticos que tenemos que ser con eell mundo
exterior, ésta es la relación más real que he tenido nunca.
Sin embargo, no puedo negar lo divertido que es andar a escondidas. Los roces
robados y las miradas acaloradas. Todo está siempre tan cargado cuando
estamos cerca el uno del otro, aunque nos separe una clase entera.
—Cariño, ven a bailar conmigo —arrulla Easton, agarrándome de la cintura —.
Vas a tener que trabajar en esos dos pies izquierdos antes de nuestro primer
baile de todos modos.
Mis cejas hacen una V mientras me meto el móvil en el bolsillo trasero y miro a
mi alrededor para asegurarme de que no hay nadie lo bastante cerca como para
oírle. Le fulmino con la mirada, observando cómo sus pupilas se dilatan por
momentos.
—¿Quieres bajar la voz? Me dijiste que esperarías para decir algo, Easton.
Me rodea el cuerpo y me arrastra hacia su aroma fuertemente perfumado. No
me había importado antes, hasta que me aficioné al almizcle natural, al humo y
al sudor.
—Ni siquiera importa, Sage. Faltan dos meses para la graduación. Se enterarán
pronto de todos modos.

Se me revuelve el estómago, el vómito pide salir de mi garganta.


Mi fecha límite se acerca más rápido de lo que puedo comprender. Quiero más
días con Rook, pero al mismo tiempo, deseo que todo
t odo se congele tal y como está.
Mi egoísmo está a punto de salir a la luz.
Mi decisión de mentirle a la cara no va a ser tomada a la ligera.
Me aterroriza el aspecto que tendrá su cara. Cómo se retorcerá y contorsionará
de ira, con más odio del que cualquier persona tiene derecho a tener. No habrá
explicaciones, no se podrá hablar con él. Me echará a los lobos.
Sólo pensarlo me deja sin aliento.
No quiero darle otra razón para odiar al mundo y a la gente que hay en él.
—No quiero discutir, nena. Ven a bailar —murmura en mi oído, presionando
sus labios contra mi cuello, haciéndome retroceder ante él.
é l.
—No estoy de humor. Voy a sentarme —Mis manos presionan su pecho,
poniendo espacio entre nosotros aunque sus manos se niegan a moverse de
alrededor de mi cintura.
Todo esto se siente
siente equivocado.
Él se siente equivocado.
Esos ojos azul bebé que todo el mundo elogia son tan oscuros bajo esta luz q
que
ue
parece otra persona. Me mira fijamente con el mismo aspecto que su padre,
actuando también como él.
—¿Quieres que mantenga la boca cerrada sobre el compromiso? Entonces vas a
bailar conmigo.
Ahora tiene ventaja sobre mí. Siempre tendrá ventaja. Esto es sólo un atisbo de
lo que sería nuestro futuro. Cada vez que me niegue a hacer algo que él quiera,
usará su poder contra mí.
Easton finalmente se había movido a un lugar de poder, en algún lugar donde
no puedo alcanzarlo.
Dejo que tire de mí hacia la pista de baile y él se abre paso entre la gente, tirando
de mí hacia el patio. Cuando encuentra el sitio que le gusta, me atrae hacia su
pecho, con mi espalda pegada al suyo.
Una lista de reproducción de música House guía nuestros cuerpos, sobre todo
el suyo, y dejo que los movimientos de sus caderas arrullen los míos. Hago el
menor esfuerzo posible sin cabrearle. No sé si es la niebla o que tengo ganas de
llorar, pero me arden los ojos al ver a las demás parejas que apenas se quitan
las manos de encima.
—Te someterás a mí, Sage —susurra por encima de la música—, te domaré
hasta que seas la perfecta esposa domesticada que permanece a mi lado y sigue
cada uno de mis pasos. ¿Lo has entendido? Te someterás.
Intento bloquear su voz, inhalando por la nariz y exhalando por la boca. Le
ignoro por completo y me obligo a ir a otro lugar.
Esta sería mi vida, cerrando los ojos y recordando todos los recuerdos de Rook
porque eso sería todo lo que tendría. Recuerdos. Sólo espero que estos meses
que he pasado con él me duren toda una vida de miseria.
Una canción suena con familiaridad en mis oídos.
Mi cuerpo se hiela de escalofríos.
e scalofríos. Se me escapa un suspiro al recordar la última
vez que la oí.
Era algo que Rook había puesto por los altavoces de la casa mientras yo estaba
tendida en la isla de la cocina, con su mano enterrada entre mis muslos
desnudos. Tu mente puede ser algo peligrosa a veces, y la mía no es diferente.
La visión es tan real que puedo sentirlo, todo su cuerpo prácticamente absorbe
el mío.
Cuando mis ojos se abren mientras el ritmo cae, pesado y llamativo entre mis
piernas, veo a un hombre a unos metros observándome.
Su rostro me está oculto por una máscara de LED que parpadea con las luces
estroboscópicas. El profundo resplandor naranja me atraviesa el alma, y las X
donde deberían estar los ojos parecen mirar a través de mí.
El pecho se me hincha con un suspiro de sorpresa, un temblor de inquietud me
recorre la columna vertebral, pero sólo permanece un segundo antes de
desvanecerse.
Creo que posiblemente esté mirando a alguna de las otras chicas que me rodean,
pero su forma quieta permanece arraigada en el mar de gente, con los ojos
clavados en mí y sólo en mí, sin moverse de mi cuerpo rígido.
Está cubierto por una sudadera negra con capucha y unos
un os pantalones oscuros,
y no puedo ver ningún rasgo distintivo
distintivo desde esta di
distancia.
stancia. Pero una profunda
sensación vibra en mi estómago y me invade un sentimiento de excitación.
Incluso si no es Rook, podría imaginar que lo es. Podría fingir para que estar en
esta pista de baile no sea tan horrible.
Lenta y burlonamente, inclina un poco la cabeza hacia la izquierda, ajustando
su línea de visión para verme mejor entre la multitud. Pero también es como si
me tentara. Como si levantara su máscara y viera sus cejas levantadas en una
pregunta silenciosa.
“¿Vas a bailar para mí?”
Mi cuerpo se balancea al ritmo de la música, llevado por la ilusión de que Rook
está aquí conmigo. Que es a la vez el hombre que tengo delante y el que tengo
detrás. Bailo como una marioneta con hilos, algunos de mis movimientos
enmascarados por las luces estroboscópicas. Bailo como si Rook estuviera
mirando y él fuera mi titiritero.
Giro la cabeza en un pequeño círculo, dejo que mi cabello caiga por delante de
mis hombros y suelto un suspiro mientras mis manos trazan los contornos de
mi cuerpo. Miro el minivestido blanco, salpicado de pintura brillante de neón,
con remolinos y dibujos que decoran mis muslos y brazos.
Serpenteo de un lado a otro, moviendo la parte superior de mi cuerpo tanto como
la inferior. Unas manos se aferran a la parte delantera de mi cuerpo,
hundiéndose en la suave piel de mi estómago. Pero estas manos se sienten
demasiado necesitadas. No son directas y precisas, no saben adónde ir sin
necesidad de un mapa.
Vuelvo a levantar la cabeza y espero que el enmascarado siga allí, pero, al igual
que mi visión mental, ha desaparecido.
De repente se me seca la boca. La sensación ligera y aireada que tenía
desaparece
del océano. y vuelvo a sentirme como una roca que se va a hundir en el fondo
—Tengo que ir al baño —digo con voz ronca, apartando las manos de Easton de
mi cuerpo e ignorando sus súplicas para que me quede.
Los cuerpos me golpean desde todas las direcciones, lo que aumenta la urgencia
de beber agua. Están pasando demasiadas cosas, hay demasiada gente,
demasiados sonidos. Siento que podría morir de un ataque al corazón justo en
medio de esta pista de baile y nadie se daría cuenta, todos tan consumidos por
sus sensaciones de éxtasis.
Empujo la puerta que da al pasillo, resoplo al atravesarla y siento alivio al
instante. Puedo sentir en el aire que hay menos gente
gent e aquí fuera. Es más fresco
en mi piel, ayudando al sudor que rodaba de mi cuerpo.
Unos suaves gemidos de placer llegan a mis oídos y desvían mi atención hacia
varias parejas que se encuentran en el pasillo, con los cuerpos presionados
contra el cristal de los espejos mientras agarran los hombros
hom bros de sus parejas.
Los LED de neón que iluminan los espejos sólo iluminan las retorcidas caras de
felicidad que están experimentando. Una pareja tiene los pantalones por los
tobillos, mientras el chico la penetra con tanta fuerza que puedo ver cómo se
sacuden sus muslos desde aquí.
De repente me sentí vacía, necesitando algo que sé que sólo una persona podría
darme.
—¡Joder! —La voz de otro hombre retumba entre los paneles de espejos. Su
aliento aparece caliente y vaporoso frente a él mientras golpea el cristal con la
mano. Con la otra palma, enrosca la mano en el cabello de una chica que, con
la boca abierta, se sienta de rodillas y le mira. Su aliento aparece caliente y
vaporoso frente a él.
Es difícil no mirar, no sentir curiosidad.
Me asomo al pasillo y doy un pequeño respingo al ver que el hombre de la
máscara naranja ha regresado.
Nos quedamos allí, mirándonos fijamente mientras los gemidos rebotan entre
nuestros cuerpos.
Vuelve a haber una especie de familiaridad en él, pero no la suficiente como para
que yo tenga una excusa para quedarme aquí escuchando a la gente follar
mientras nos miramos fijamente.
El baile había sido inofensivo, un producto de mi imaginación, había pensado.
Hasta ahora.
Hasta que veo su pie avanzar. Me devuelve a la realidad, recordándome que no
conozco a ese hombre, y quién sabe lo que quiere de mí. Podría hacer un millón
de cosas, incluso convertirme en un traje de piel.
Doy la vuelta, bajando en dirección contraria, caminando más deprisa de lo que
debería por no saber por dónde voy.
Mi cuerpo choca contra uno de los espejos con más fuerza de la que me gustaría
admitir.
—Mierda —siseo, frotándome el hombro que ha recibido la mayor parte del
golpe. El reflejo me indica que sigue siguiéndome, así que no tengo mucho
tiempo para curarme las heridas.
Lucho contra el pánico creciente, diferente del ahogo que siento normalmente.
Esto es totalmente diferente.
Me siento como en arenas movedizas, rodeando mis pies, pululando como las
hormigas a la comida, succionándome más hacia abajo en la tierra granulada y
afelpada.
Eso es lo que hacen las arenas movedizas: devorar a la gente. Las engulle,
negándose a dejar nada atrás hasta que quedas atrapada bajo el peso de la
arena que se convierte en nada más que sedimento.
Puedo ver su cuerpo en todos los espejos. La máscara oscura con LED naranja
se multiplica por cientos y su figura imponente parece bloquear todas mis rutas
de escape. Lo peor es que, mientras yo prácticamente troto con tacones, él
apenas se mueve, como si supiera que no necesita
ne cesita intentar alcanzarme.
Como si ya me hubiera atrapado.
Se me hace un nudo
nu do en la garganta, el miedo sube con garra
garrass afiladas.
Giro a la izquierda y extiendo la mano, moviéndome con rapidez, pero
asegurándome de no volver a caer en un callejón sin salida. El miedo se me
retuerce en las tripas mientras avanzo más deprisa, con el sonido de sus pies
caminando detrás de mí resonando en mi mente. No sé adónde voy. No tengo un
plan real.
Así que, en lugar de seguir asustándome, decido afrontarlo. Me niego a admitir
la derrota ante este miedo, sabiendo que tipos como él probablemente se
divierten asustándome. Me doy la vuelta y dirijo mi mirada al tipo tras la
máscara.
—Amigo, lárgate. Seguir a la gente es jodidamente cre... —Me detengo, dándome
cuenta que estoy hablando sola porque parece que se ha evaporado
e vaporado de nuevo.
¿Me habían drogado y no me había dado cuenta? ¿Sería todo esto un viaje de
LSD o una alucinación? ¿Había habido alguna vez un hombre con máscara?
Me paso una mano por el cabello, riéndome de mí misma como forma de
sobrellevar lo jodidamente ilusa que estoy siendo.
—Te has vuelto oficialmente
oficialmente loca
loca —Hablar conmigo misma sólo contribuye a ese
e se
hecho. Giro hacia mi dirección original, con la vejiga apretando con fuerza,
empujando mi memoria en cuanto a donde me dirigía.
La sangre se me hiela en
e n las venas, todos mis órganos funcionales se paralizan
cuando siento la brusca presión sobre mi boca. La fuerza de la mano me hace
gemir de dolor. Casi estoy demasiado asustada para apartar los ojos del pecho
de la persona, pero cuando lo hago, se abren de par en par con horror. Siento
punzadas en el cuero cabelludo y me tiemblan
tie mblan los huesos.
La máscara naranja resplandece en mi alma, reteniéndome allí sólo un instante
inmóvil antes de lanzarme hacia atrás con un agarre demasiado agresivo. Mi
garganta intenta convertirse en el hogar de mis gritos, pero solo es una casa
embrujada.
Vacía.
El malestar pincha mi espalda al entrar en contacto con algo sólido, nuestros
dos cuerpos irrumpiendo en una habitación iluminada artificialmente. Mis ojos
se esfuerzan por comprender lo que me rodea.
Las viejas baldosas blancas del suelo, una pared de espejos sobre los lavabos y
filas de cubículos a mi derecha. Morir en el cuarto de baño de una rave de House
es lo último en mi lista de deseos y, una vez pasado el shock del ataque, mi
adrenalina se dispara.
Levanto la pierna y apunto directamente a su polla con la esperanza de pillarle
desprevenido el tiempo suficiente para que se largue, pero es listo. Sabe lo que
voy a hacer antes que lo haga.
La mano que no me tapa la boca me agarra ele l muslo, impidiendo que mi pierna
haga contacto. Con una fuerza sin esfuerzo, me empuja la pierna hacia el suelo,
levantando un dedo.
La mueve de un lado a otro, como las manecillas del reloj, insultándome sin
siquiera usar palabras.
Me agarra del antebrazo y prácticamente me arrastra hacia uno de los cubículos.
Mientras tanto, me esfuerzo por luchar contra él como un gato salvaje. Mis uñas
le arañan el pecho y los brazos, pero eso solo parece hacer que tire con más
fuerza.
Mi baja estatura no está preparada para esto, para alguien que puede
dominarme tan fácilmente. Apenas forcejea mientras tira de mí hacia el estrecho
e strecho
espacio del cubículo.
Un dolor punzante y agudo me recorre la mejilla cuando sus grandes manos
golpea la mitad delantera de mi cuerpo contra la puerta. Estoy pegada a la fea
pared verde, con el terror hinchándose en los confines de mi corazón,
comiéndolo vivo igual que las arenas movedizas.
Su cuerpo se apoya en el mío, presionando
pre sionando mi espalda.
—Te dije
dije que no olieras como él —su voz sale caliente y fundida por los agujeros
de la máscara—. Ahora apestas.
El alivio inunda mi sistema; la naturaleza familiar que había sentido antes no
había sido algo que me hubiera inventado. Lo había reconocido. Como si alguna
vez pudiera olvidar cómo sonaba o cómo se sentía.
Sin embargo, aunque me consuela saber que es Rook y que estoy a salvo, ahora
mismo soy el blanco de su ira, y es
e s impredecible cuando se enfada.
—Rook —respiro—. ¿Qué estás haciendo aquí?

En lugar de responderme, me aprieta más. —Me hiciste ver cómo te tocaba.


—¿Te hice ver? ¿De qué estás...?
—Tú lo hiciste. Hiciste que fuera imposible mirar a otro sitio que no fueras tú.
Existiendo sin esfuerzo en una habitación llena de puta basura, pareciendo toda
santa, divina y angelical, prácticamente forzándome a corromperte. Me obligaste
a ver cómo se molía contra ti, cómo te inhalaba —Un rugido bestial brota de su
interior mientras aspira mi aroma, sintiéndose menos hombre y más monstruo.
—Estoy contigo —susurro, con más intención que nunca—. Siempre estoy
contigo. Incluso cuando estoy con él, sigo estando
e stando contigo.
—No puedo dejar de mirarte, Sage. Pero no puedo seguir viéndote con él.
Acabaré matándole, marcando mi nombre en tu culo justo antes de degollarle
delante de ti. Estoy harto de verle tocarte.
El poder de su agarre me estremece hasta la médula. Hay tanta severidad en él
ahora mismo que sé que no está bromeando. Le he pedido que haga lo único
que un hombre como él odia hacer: compartir con un tipo al que odia,
escondiéndolo ávidamente en las sombras para que yo pudiera conservar lo que
teníamos sólo un poco más. Sé que está mal, pero ¿es realmente tan malo? ¿Soy
realmente la mala por querer tener una cosa para mí sola?
No puedo seguir haciéndole esto. No puedo seguir mintiendo.
Pero tampoco quiero perderlo.
Así que sólo queda una opción.
La verdad.
—Rook, yo...

Unas risas y voces alborotadas irrumpen en el cuarto de baño, seguidas de la


explosión de la puerta al abrirse. Choca contra la pared, pero al grupo de
hombres que acaba de entrar ni siquiera le importa.
—East, esa chica cabello oscuro que te está mirando ahí fuera es un polvo sólido.
La tuve entre mis sábanas hace unas noches.
—Paso de tus descuidados segundos, D. Soy capaz de engancharme mi propio
coño.
Doy gracias por la presión que ejerce Rook sobre mi espalda, de lo contrario se
me habrían doblado las rodillas. No es así como quería que fuera esta
conversación con él, y lo último que quiero es que Easton nos encuentre y se lo
cuente antes de que pueda explicárselo
e xplicárselo..
—Parece que tenemos compañía, FT —murmura Rooks en mi oído, el plástico
de la máscara pellizcándome la carne de la mejilla —. ¿Qué tal si les das un
espectáculo como me diste a mí antes?
Mi cuerpo se derrite un poco cuando siento cómo me aprieta el trasero, sintiendo
su endurecida longitud tras la tela de nuestra ropa. Un roer en mi vientre
comienza bruscamente, dando lugar a un pulso que se inicia entre mis muslos.
El vestido se me sube un poco, lo suficiente para dejar al descubierto la parte
trasera de mis piernas. Me estremezco al sentir el roce de sus pantalones. Me
muerdo el labio inferior cuando sus manos se posan en mi parte inferior.
—Quiero que me lo compenses, Sage. Quiero que seas mi bonita putita y te
pongas de rodillas —empieza, construyendo esta fantasía para que yo la
represente, una que tiene mis pezones tensos y mi núcleo goteando —. Y
discúlpate por obligarme a mirarlos a ti y a él. Compénsame con tu boca
caliente.
Me agarra por la cintura y me hace girar suavemente para que me ponga de
frente a él. Detrás de mí, oigo cómo todos se ríen de alguien que no ha hecho
bien una raya de coca. Vuelve el pánico, pero no por miedo a la reacción de
Easton al encontrarme, sino por miedo a perder a Rook antes de tener la
oportunidad de tenerlo de verdad.
Pero Rook me atrae de nuevo hacia nosotros, haciendo que todo lo demás
desaparezca. Me agarra la barbilla con los dedos y me sujeta.
—De rodillas, puta —La máscara hace difícil ver su expresión, pero su voz no
deja lugar a desacuerdos. Prácticamente puedo ver sus ojos ardiendo a través
del disfraz—. Y no te levantes hasta que haya terminado.
No puedo decírselo ahora mismo. Tampoco puedo romper con Easton ahora
mismo. Pero puedo hacer esto, y quiero compensarlo. Quiero darle esto.
Así que hago lo que me dicen.
Me arrastro en cuclillas, cayendo de rodillas de una en
e n una, con la fría baldosa
escociéndome la piel. Levanto los ojos y le miro a través de la máscara porque
sé cuánto le gusta que le mire mientras me folla la boca.
—¿Así? —pregunto inocentemente, lamiéndome el labio inferior, esperando su
respuesta mientras mis palmas recorren sus muslos.
Se me hace la boca agua. El reto
re to de hacerle sentir bien, la oportunidad de re
recibir
cibir
sus elogios, me hace enroscar los dedos de los pies. Le abro rápidamente el
botón y la cremallera y meto la mano en sus pantalones.
Amasando su dura polla a través de los boxers, me burlo tanto de él como de
mí. Tocarla me recuerda lo que siento cuando está dentro de mí, estirándome,
masajeando mis paredes hasta dejarme hecha un charco de felicidad.
Siento escalofríos cuando la saco y mi cuerpo tiembla al admirarla. Mi lengua
tantea el terreno, chasqueando contra los piercings verticales que no hacen sino
aumentar su atractivo sexual. Las marcadas venas que se arremolinan
alrededor de su dureza palpitan mientras me tomo mi tiempo.
tiem po.
—¿Sage sigue sin dejar que la folles? —Oigo el eco de fuera.
—Esa zorra engreída apenas me ha dejado tocarla.
—La perra probablemente se esté follando a otro tipo, amigo.
La mano de Rook cae sobre mi cabeza, escabulléndose hacia la parte posterior
de la misma para agarrar un mechón de mi cabello al que agarrarse. Mi piel está
caliente y hormiguea mientras les escucho hablar mal de mí mientras me
concentro en darle placer.
Seductoramente y sin apartar los ojos de su cara resplandeciente, escupo sobre
la cabeza roja, y con la mano unto mi saliva por toda su longitud. Lo lubrico
todo para que se deslice suavemente por mi garganta.
—A lo mejor follándosela le quita lo perra —bromea Easton, haciendo que los
chicos a su alrededor suelten una carcajada.
Me arde el cuero cabelludo cuando Rook retuerce la muñeca, tirando más fuerte
de mis mechones.
—¿Vas a quitarme lo perra? —pregunto, mi voz un susurro para que sólo él lo
oiga, con los ojos muy abiertos, intentando que se centre en mí para que no
mate a toda la línea ofensiva de Ponderosa Springs.
Estoy acostumbrada a sus comentarios groseros; sus palabras no me hacen
nada. Mi único objetivo es hacer sentir bien a Rook, demostrarle lo poco que me
importa el hombre fuera de este cubículo. Lo mucho que me importa él.
Demostrándole lo digno que es de esto.
Estoy de rodillas donde fácilmente podrían pillarme, sin importarme mientras
consiga hacerle sentir bien.
Le rodeo con la palma de la mano por la base, subiendo y bajando mientras abro
la boca para acogerlo. Lo engullo por completo, deslizando la lengua por los
surcos.
Me aparta de él antes de que pueda hacer nada más, doblándose por la cintura
para que su cara esté cerca de la mía.
—No lo necesito. Sé cómo manejar a la perra que hay en ti.

Un rubor calienta mis mejillas, justo antes de sentir cómo me presiona la cabeza
hacia sus caderas. Empuja su polla más allá de mis labios, dentro de mi boca y
en mi garganta, tomándome completamente desprevenida. Sus piercings me
hacen cosquillas en la garganta y me ahogo, pero él no parece inmutarse porque
me sujeta.
Sin piedad a la vista, mueve las caderas hacia atrás mientras me pone la otra
mano en el cabello, acariciándome de nuevo hacia delante, creando un sonido
descuidado al meterme la polla en la boca.
Tiene la cabeza metida en la barbilla, el neón de la máscara ilumina nuestro
espacio. Incluso sin verle los ojos, sé que están clavados en los míos. Se me hace
un nudo en la garganta, lo expulso con resistencia y mi reflejo nauseoso se
acelera.
—Relaja la garganta, nena. Déjame entrar —gime por lo bajo y me empuja con
las dos manos hacia abajo, hasta que mi nariz se hunde en su pelvis. La
circunferencia obliga a mi garganta a expandirse, presionando dolorosamente
contra el tejido blando de mi tráquea.
Respiro entrecortadamente por la nariz, entrecierro los ojos y me concentro en
no hacer ruido para que no me oigan los de fuera. Trago a su alrededor,
succionándolo con los labios, creando un vacío hermético.
—Eso es. Tan buena puta para mí.
Por difícil que sea, se siente tan bien. Sentirle estirar mi boca, sentirle arraigado
dentro de mí, verle buscar placer en mí.
Soy tan egoísta, porque tomaré todo esto. Todo lo que me da, lo tomaré, lo
tomaré, lo tomaré. Porque podría ser todo lo que obtenga al final.
Cada vez que intento recuperar el aliento, me lo roba con otra fuerte embestida
en la boca, y no tengo más remedio que aguantarlo. Y todo empeora a medida
que pasan los segundos. Me agarra del cabello con fuerza y sus caricias se
vuelven violentas.
Lucho por respirar, tratando desesperadamente de mantener mis arcadas en
silencio. Aunque no puedo hacer nada contra sus suaves gemidos de placer y el
ruido húmedo de su polla llenándome la boca.
Finalmente, el destino decide darme un respiro, porque oigo que el grupo de
chicos empieza a salir en fila del cuarto de baño. Cuando la puerta se cierra, me
atraganto vergonzosamente, apretando las manos contra los muslos de Rook y
obligándole a salir para poder recuperar el aliento.
Un reguero de saliva de mi boca gotea de su pene, bajando por mi barbilla hasta
mi pecho. Noto el calor de mis mejillas enrojecidas, con los ojos llenos de
lágrimas que caen libremente por la fuerza de sus embestidas.
e mbestidas.
—¿Dije que habíamos terminado, Sage? —se burla, empujándome hacia atrás
para que mi cabeza y sus manos se presionen contra la puerta del baño.
Mi respuesta es nula. Soy incapaz de hablar una vez que vuelve a mi boca,
empujando dentro de mí más profundamente de lo que creía posible. Mi cabeza
contra la puerta le sirve de apoyo para que sus embestidas sean más fuertes y
yo no pueda retirarme.
retirarme.
Giro la cabeza de un lado a otro mientras su polla me asfixia, aplastando la
lengua para que masajee la parte inferior de su longitud, lamiendo la vena
abultada cada vez que me fuerzo a bajar.
Es una euforia caótica. El tipo de éxtasis doloroso que te hace cuestionar tu
cordura.
Mi vista se nubla con las luces LED de su máscara, se eempaña
mpaña con las lágrimas
mientras sigue encontrando placer. Ignorando por completo el dolor de garganta
y mandíbula, mi cuerpo me pide que, como mínimo, me tome un descanso.
Así es como siempre pasa con él. Presiona, presiona, presiona hasta que soy
incapaz de funcionar. Sin pausas. No hay nada fácil con él.
Cada vez me lleva al borde del placer incomprensible.
Quiero esto.
Quiero hacerle sentir bien, así que si no logramos quedarnos juntos, tal vez
piense en esto mientras está en la ducha, acariciándose la polla con la imagen
de mi rostro mientras me follaba la boca en este
e ste cubículo de baño.
Quiero este dolor.
Sabiendo que en los días venideros lo recordaré.
Pensaré en el dolor, y mis muslos estarán resbaladizos de calor, porque
recordamos las cosas que nos hacen daño.
La cantidad de gruñidos y gemidos que emite es suficiente para que yo siga
aguantando el dolor. Tengo arcadas y farfullo a su alrededor, la garganta se me
hace un nudo mientras subo la mano para apoyarla en su abdomen. Noto cómo
se le aprieta el estómago, cómo sus fuertes embestidas se vuelven descuidadas
y descontroladas.
Mi otra mano resbaladiza le toca las bolas, provocándole un siseo mientras
aspira aire entre sus dientes rechinantes.
—Joder, nena.
Con mi nombre en los labios, se empuja hasta el fondo de mi boca, vertiendo su
liberación en mi garganta. Trago con avidez, chupando hasta que ha terminado
conmigo. Noto que le tiemblan ligeramente las piernas mientras me acuna la
nuca.
Se separa de mí y me permite inhalar profundamente por primera vez desde que
esto empezó. Apoyo la cabeza contra la puerta, mis hombros caen mientras
relajo los músculos de la mandíbula.
Le oigo quitarse la máscara de la cara, dejando al descubierto esos ojos
brillantes y una fina capa de sudor en la frente. La tira al suelo detrás de
nosotros, se agacha y me toma en sus brazos.
Mi cuerpo se enrolla naturalmente alrededor del suyo, abrazándolo cerca de mí
mientras él empuja mi espalda contra la puerta, sujetándonos allí.
—Ahora, cuando te vayas, quiero que le des un beso de despedida a Easton para
que pruebe mi semen, luego te irás a casa y esperarás a que me escabulla para
que pueda comerte, ¿sí?
Me recorren escalofríos por la espalda, un calor frío me hormiguea entre las
piernas.
—Yo también te he echado de menos —resoplo, con la voz cruda y rasposa.
—Te he echado de
de menos. Es sólo que... —susurra suavemente—. ¿Te quedarás
conmigo? —Y se me parte el alma por ello.
Quiero que se quede conmigo. Siempre. Quedarme aquí, en este asqueroso baño
en una casa de rave porque me siento más segura, más adecuada, que en
cualquier otro sitio en el que haya estado.
No creía que hubiera un lado suave en alguien como Rook antes de conocerlo.
Siempre pensé que él era sólo bordes quemados e insultos abrasadores. Hasta
que vi la persona que era antes de que este lugar lo convirtiera en algo malvado.

Él no es malvado.
Se ríe y sonríe. Bromea y, literalmente, tiene un promedio más alto que yo. Odia
la lluvia, pero le encanta la niebla que deja porque le recuerda al humo. Odia
que escriba en el interior de sus paquetes de cigarrillos, pero le sorprendo
sonriendo cuando los lee.
Es un ser humano que fue herido por el mundo. Y todo lo que quiero hacer es
ser la razón por la que vuelve a creer en
e n él. Incluso si no puedo hacer lo mismo
por mí.
Aunque al final no terminemos juntos, tiene que saber que se merece algo más
que sufrimiento.
Se merece la felicidad.
Todavía hay algo que me oculta,
oculta, al
algo
go en su pasado que le hace sentirse
sentirse maldito.
Puedo sentirlo, que aún guarda partes de sí mismo en la sombra. Le impide
entregarse completamente a mí, pero no me importa.
Y quizá eso es lo que da tanto miedo de todo esto.
Que no me importa tener sus secretos.
Sólo lo quiero a él. La persona en él que me hace sentir viva y real.
Me empuja a afrontar la vida como soy y no como otros quieren que sea.
Cuando estoy con él, es como saber cada día que mañana cant
cantarán
arán los pájaros.
Mis dedos rodean los mechones de cabello de la base de su cuello, jugando con
ellos suavemente.
—Me quedaré contigo, Rook.
En ese momento me doy cuenta de que haría cualquier cosa por él. Tanto es así
que voy a contarle lo del acuerdo, a ver si puede ayudarme para que Rose no
esté igual de atrapada. Cualquier cosa que me pida, la haría.
Le deseo. Quiero estar con él y no sólo por unas semanas más.
Y ese es el verdadero poder que puedes tener sobre alguien.
Easton tiene el chantaje, que es algo que podría superar con el tiempo. No es
permanente ni duradero.
Pero el amor... Dios, qué poder sobre alguien. Esa es una verdadera
ver dadera perdició
perdición.
n.
Por eso me mantuve alejada de la gente durante tanto tiempo, por eso era
mezquina y amargada, manteniendo a todos a raya para que nunca tuvieran la
oportunidad de conocerme.
Porque le di al mundo una oportunidad de niña, y me destruyó.
Me prometí que no permitiría que esto volviera a suceder. No permitiría que me
hicieran daño, confiar en alguien como confío en él.
Me lo prometí, y lo he roto, porque ahora creo que me he enamorado del Diablo.
Extracción
Rook
—¿Dónde está Thatcher?

Me acerco a la mesa escondida en un rincón de la cafetería y miro a Rose, que


se sienta a mi lado.
—Hola, Rosie —le digo mientras le alboroto el cabello.
Me sonríe, mostrándome su rostro. —Oye, RVD.
Cuanto más descubren mis dedos y mis ojos el cuerpo de su hermana, más
diferentes parecen entre sí.
—Enfermo o algo así, encerrado en su casa. Está cabreado por
eso —responde Alistair antes de mordisquear una manzana como si hubiera
hablado con él antes.
—Sólo está teniendo uno de sus momentos de fobia a los gérmenes. Ya se le
pasará —Me subo la capucha a la cabeza, me hundo en la silla, subo los pies a
la mesa y me pongo las manos detrás
det rás de la nuca.
—Hablando de dónde ha estado la gente, ¿dónde demonios has estado tú
últimamente? No estuviste en el Cementerio este fin de semana.
Sé que voy a tener que contarles pronto lo que he estado haciendo, por qué no
he estado tanto por aquí, y también sé que va a tener que ser antes de la
graduación, lo que significa contárselo mientras ella sigue saliendo con Easton.
East on.
Menuda tormenta de mierda va a ser.
Sin embargo, no voy a anunciarlo sin que Thatcher esté cerca o en el colegio. Se
lo diré cuando estemos solos; así, si uno de ellos explota por ello, no será para
tanto.
Como le había dicho a Sage, no tengo miedo de que se enteren ni de sus
reacciones.
Claro que se van a enfadar conmigo por ocultárselo, pero se van a molestar aún
más cuando sepan por qué.
—Iba a hacerlo, pero fumé la variedad equivocada y me desmayé en la cama.
Simplemente no estaba de ánimo este fin de semana, amigo —Mentiras, me
estaba follando a la hermana de Rose en la parte trasera de su auto fuera
fue ra de mi
casa—. No actúen como si nunca los viera, imbéciles. Prácticamente vivo en casa
de Silas la mayor parte del tiempo.
—Alégrate de que mi padre sea inmune a que lleves los boxers en la cocina todas
las mañanas —interviene Silas, y me río.
—Sólo me tolera porque tus hermanos pequeños me quieren. Tu madre, en
cambio —Me chupo los dientes—. Ella me odia.
—Mi padre te tolera porque eres mi amigo, y mi madre no te odia. Odia limpiar
balas de Nerf por la casa después de que has ido a la guerra con Levi y Caleb.
Reconozco que estaba celoso de Silas cuando nos conocimos. Creo que por eso, e so,
cuando conectamos, nuestro vínculo se hizo mucho más estrecho. Tenía una
gran familia, que parecía ser la fuerza que nos unía a mí, a Alistair y a Thatch.
¿Podría su vida ser realmente tan mala? Lo tenía todo: un padre cariñoso que
no se avergonzaba de su enfermedad mental y luchaba por darle lo que
necesitara para que fuera feliz, una madre que creía que caminaba sobre el agua
y dos hermanos que lo admiraban.
admiraban. Por no hahablar
blar de que eran millo
millonarios.
narios.
¿Dónde encajaba con nosotros? ¿Qué relación podía tener con lo que habíamos
vivido?
Lo supe unos años después, cuando le diagnosticaron oficialmente,
esquizofrenia.
No es que él lo entendiera, es que nosotros éramos los únicos que le
entendíamos.
Sabíamos lo que era que los demonios se comieran nuestras vidas, nuestra
esperanza, nuestra carne. Entendíamos lo reales que parecían sus
alucinaciones porque lo habíamos vivido. Aunque las suyas eran criaturas
ficticias que aparecían en su mente y las nuestras eran seres humanos que
causaban estragos en nuestras vidas, podíamos sentirnos identificados.
Y eso era algo que nadie más podía hacer.
Ni médicos, ni psicólogos, ni siquiera sus padres, que lo intentaron
desesperadamente.
Nunca olvidaré el día que me contó cómo era, cómo a veces, sobre todo por la
noche, aparecían esas figuras de niebla intangibles. Cómo le tiraban de los pies
y le susurraban al oído. No importaba
importaba cuántas veces cerrara llos
os ojos y se dijera
a sí mismo que era sólo un sueño, siempre estaban ahí cada vez que los abría.
No había luz nocturna ni cuento que pudiera alejar sus pesadillas. Le
acompañaban siempre.
Fue la misma vez que le conté la verdad sobre mi madre. Era el único que lo
sabía o que me había oído hablar de ello en voz alta.
Después fuimos inseparables.
—Me pregunto si sabe que parece un idiota o si simplemente no le
importa —anuncia Alistair, mirando más allá de mí. Silas esboza una sonrisa,
lo justo para cambiar sus facciones.
Giro la cabeza para ver detrás de mí y veo a Easton entrando en la cafetería con
el brazo sobre los hombros de Sage, abrazándola como si tuviera que estar allí.
Como si tuviera derecho a hacerlo.

—La próxima vez que tu padre haga una visita a su madre, dile que mencione
que Easton es demasiado mayor para que su mami le vista —añade Silas.
Me hace gracia que Easton aún no tenga ni idea de que conocemos las
actividades extraescolares
extraescolares de su madre. Casi siento la tentación de usarlo en su
contra, sólo para ver cómo tiembla de miedo ante la destrucción de su perfecta
reputación familiar.
Porque si la verdad saliera a la luz, los Sinclair serían los únicos a los que les
importaría. Como si a Alistair le importara lo más mínimo lo que hizo su familia
de mierda o a quién se follaron.
Mis muelas rechinan entre sí, mi mandíbula se tensa hasta el punto de ser casi
dolorosa.
No importa cuánto tiempo llevemos juntos o cuántas veces haya visto este
mismo escenario, la punzada de fastidio nunca se atenúa. Cada vez, mi hambre
territorial por Sage se hace más fuerte, y le había advertido que ya no podía
esperar más.
Siento cómo me sudan las palmas de las manos al mirarla, esa sonrisa falsa que
deslumbra la habitación, obligando a todos los hombres a mirarla y a todas las
chicas a poner los ojos en blanco de celos. Esa falda de cuadros hace maravillas
con mi imaginación.
Una colegiala que viene a confesar algunos pecados más, al parecer.
Pasando la lengua y mordiendo con más fuerza
fue rza mi cerilla, prácticamente puedo
saborear sus jugos goteando en mi boca mientras me la comía por debajo de
aquel endeble material.
Desearla sexualmente no es anormal para mí. Pero sí lo es la necesidad de
protegerla.
No puedo evitar preguntarme si Easton conoce sus secretos. Si actúa en ropa
interior para él o si come Skittles hasta que le duele el estómago cuando está
cerca de él. Si conoce sus sueños y las cosas que la asustan.
En contra de mi buen juicio, me preocupo por ella. La quiero.
Y como a la vida le encanta
e ncanta recordarme lo despiadada que puede ser cuando no
prestas atención, todas mis preocupaciones son absolutamente ciertas.
Porque mientras sigo admirando a la chica en la que nunca debí confiar, veo su
dedo decorado con un brillante anillo de diamantes que le prometía un para

siempre.
—Ojalá pudiera ver lo mucho mejor que se merece, pero hablar con ella de esto
e sto
es como hablar con una piraña hambrienta. Sólo odio el hecho de que vaya a
ser mi hermano, aunque sea por matrimonio.
La voz de Rosie es como ruido blanco. Crepita y sisea dentro de mi oído, millones
de pequeñas agujas pinchándome el tímpano una y otra vez.
—¿Desde cuándo están prometidos? —pregunto, esperando que mi tono suene
plano y no molesto.
Se encoge de hombros, mordiendo una rama de apio.
ap io.
—Mi madre dijo que mucho antes de Navidad. Querían mantenerlo en secreto
hasta la graduación. Parece que se cansaron de esperar.
Asiento a su respuesta, pero también tomo nota.
Siempre había tenido razón. Nunca debí haber tocado
t ocado la bonita flor, nunca debí
permitir que sus dientes se hundieran en la carne de mi fruta prohibida.
Todo el mundo dice que El Dia
Diablo
blo es el corrupto; nadie piensa
piensa que pudo ser Eva
la que tentó al problema.
Ella había sido bastante venenosa todo el tiempo, y ahora estoy involucrado.
involu crado.
Mi mente está plagada de recuerdos de ella, de quien creía que era, mi cuerpo
infectado por su sensación.
Está dentro de mí, en todas partes, y la quiero fuera, ahora mismo.
Todas sus palabras, todas sus acciones, todas habían sido sucias y jodidas
mentiras. Hasta la última de ellas.
Estoy sudando, echando humo bajo la ropa, y mis manos tiemblan como nunca.
Estoy seguro que se pueden ver los gases que emanan de mí.
Estoy girando fuera de control, una espiral descendente que no lleva más que a
un final caótico, y necesito salir de aquí. Necesito irme. Necesito ser castigado
por confiar en alguien que sé que es una mentirosa.
—Olvidé mi trabajo de química en casa. Voy a buscarlo antes del próximo
bloque. Nos vemos luego —Dejo caer los pies al suelo, apartándome de la mesa
en la que me había sentado hacía unos instantes, y salgo de allí.
Me voy a ir, eso es lo que me digo mientras mis pies avanzan por el pasillo.
Necesito que me golpeen o hacer explotar algo antes de quemarme.
Excepto que, al pasar por delante de las puertas del teatro, me detengo.
Sé que Sage viene aquí después de comer todos los días por su periodo libre. Me
había sentado aquí muchos días a observarla en la última fila de la sala sin que
ella lo supiera, sólo para verla en lo que yo creía que era su elemento natural.
Me senté allí como un jodido cachorro. Un iluso. Un maldito tonto. Echando
espuma por la boca como si fuera una diosa o un ángel. Me senté y miré,
pensando en todas las cosas que le haría y le diría más tarde. Así pasaba
p asaba el día
sin destripar a su novio.
Eso me contenía hasta que volvía a verla, porque si he de ser sincero conmigo,
el único lugar real en el que había sentido algo parecido a la felicidad era cuando
estaba cerca de ella. No sólo comodidad, como con los chicos, sino verdadera
felicidad.

Un sentimiento que no había sentido desde que murió mi madre.


Maldita sea, ¿cómo he podido hacerme esto? Cómo pude pensar, por una
fracción de segundo, que era capaz de estar enamorado.
Incluso después de lo que dijo Rose, incluso después del anillo en su dedo, esta
fuerza dentro de mí sigue intentando
inte ntando defenderla. Se pierde en falsas esperanzas,
rogando a mi cerebro que escuche, que sea optimista. Que tal vez todo esto es
un gran malentendido.
Quiere creer en ella.

En lo que sea que éramos.


Empujo las puertas del teatro, maldiciéndome a mí mismo.
—Maldito idiota patético —Mis manos tiran de mi cabello, jalando de los
mechones con dolorosa fuerza.
Incluso cuando no tengo motivos para creerle, sigo esperando. Me apoyo contra
la pared en la oscuridad, y sigo siendo el tipo que cree en ella. Creo en la Sage
que vi aquella noche en El Cementerio.
No hay forma de que pudiera fingir la forma en
e n que sus ojos pedían ayuda.

Ella no podría haber forjado todas esas conversaciones, todas esas


e sas divagaciones
y risas nocturnas.
No hay manera.
Me quedo aquí esperando a que pasen los minutos, en guerra conmigo, sin
darme cuenta hasta este mismo momento de que, por una vez, había empezado
a esperar algo bueno.
Algo que no lastimara.
Engañado para pensar que merezco más.
La puerta se abre de nuevo, el sonido de los estudiantes fuera cancelado una
vez que se cierra detrás de ella.
No voy a alargar esto. Quiero respuestas.
Necesito la verdad.
—Te lo
lo concedo,
concedo, Sage. Eres una gran actriz —Me separo de la pared y me acerco
a ella. Mi cuerpo sobresale por encima del suyo incluso con esos tacones de
tiras.
—Rook...

—Volvamos de nuevo a Pyro, ¿sí? Rook es para gente que no miente


descaradamente en mi maldita cara —Mi guerra interna sale de mi boca, mis
palabras ni siquiera le dan a mi mente un segundo para escucharla.
Miro fijamente esos ojos azules como llamas y busco algo, cualquier cosa. Un
destello de emoción que pueda encender mi esperanza para que no se apague.
Tal vez ira porque estoy d
dudando
udando de ella. Tristeza po
porque
rque ella está en algún tipo
de problema.
Habría aceptado el arrepentimiento. Habría aceptado que me mintiera sobre
Easton y que se arrepintiera porque había aprendido a preocuparse por mí.
En cambio, no me encuentro con nada.
Un rostro pasivo con una expresión ilegible.
Miro al techo, mi pecho se hincha al respirar hondo.
—¿Cuánto tiempo ibas a seguir con esto? ¿Planeabas tenerme cerca hasta
después de la recepción o cuando tuvieras que averiguar quién era el padre del
bebé?
Se queda ahí, mirándome sin reaccionar. Normalmente, me gritaría, se pelearía
conmigo, porque así era ella. Así era ella conmigo.
Estoy tan lleno de energía que mis manos quieren alcanzarla y sacudirla. Quiero
gritarle que diga algo, que diga cualquier cosa.
—Dime que es mentira, Sage —digo con tono duro, pero me duele el
e l pecho.
Me dijo que podía quedarse conmigo. Que era
e ra mía para quedármela, y aquí estoy
haciendo exactamente lo contrario.
Nunca había podido conservar nada que me importara.
Sólo quiero esta maldita cosa.

— Poresfavor,
esto joder,
lo que dime que
tus padres el compromiso
querían es unlaengaño,
para ti. Dime verdad yque no es
e sque
te juro verdad. Que
partiré el
mundo por la mitad para salvarte de esto, para protegerte —sigo—. Dime que el
tú que se aferra a mi sudadera cuando duerme es el verdadero tú. Dime que
tengo a la verdadera Sage.
Con la esperanza de que sea la gota que colme el vaso y la saque de su trance,
doy un paso adelante y pongo las manos a ambos lados de su cabeza.
—Sólo dime que es mentira, nena —susurro.

En tres breves movimientos, anula toda la confianza que tenía en ella. Da un


paso atrás, fuera de mi alcance.
—No es así como quería que fuera esto, pero supongo que es mejor arrancar
esta tirita —Se acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja
despreocupadamente, como si yo no estuviera a punto de explotar —. Yo sólo,
necesitaba un poco... —Se detiene mientras piensa en la palabra adecuada,
parece rígida y calculadora—, de peligro antes de la graduación, ¿sabes? Lo
entiendes, ¿verdad?
Sus cejas se levantan ante la pregunta retórica, sonando más como un robot
que como un humano. La actitud que empapa cada una de sus palabras me
estremece.
La chica que había empezado a dejar entrar se ha ido. Esta es la antigua Sage,
y ha vuelto con las garras
garras aún más afiladas.
afiladas.
Lo triste es que creo que nunca fue a ninguna parte.
—En realidad no viví toda la experiencia
e xperiencia alocada del instituto de la que siempre
habla todo el mundo -tratando de mantener la imagen, las animadoras, el
instituto- y cuando Easton se declaró... —suspira, apartando la mirada de mí
por un momento como si se lo estuviera imaginando, y luego vuelve su mirada
a la mía—. Bueno, yo sólo quería marcar todas las casillas de mi experiencia de
vida, y tú parecías qué harías el
e l trabajo.
Se me contrae el pecho. Me han clavado un gran cuchillo en la espalda,
llenándome los pulmones de sangre.
Las únicas palabras que puedo pronunciar entre dientes apretados son: —¿Es
cierto?
Ella asiente, mostrando los dientes con una sonrisa
s onrisa condescendiente.
—Lo admito, tenía mis dudas cuando me hizo la pregunta —Como para
restregármelo peor, como para echar gasolina sobre mis muñecas abiertas, hace
girar distraídamente el anillo en su dedo —. ¡Pero! Creo que has dejado más que
claro que Easton Sinclair es todo lo que necesito para mi futuro. Quiero decir,
prácticamente estamos hechos el uno para el otro. ¿No crees?
c rees?
¿Está hablando en serio?
Me acerco a ella y frunzo las cejas en una V de enfado.
—Estás de broma. ¿Tu futuro son orgasmos falsos y gente que te trata como a
una muñeca inflable? Eso es una mierda, Sage. Esto es una mierda. Quieres
decirme que todos los guiones, todas las lágrimas, LA, todo eso fue, ¿qué? ¿Una
actuación? —Nunca había oído mi voz tan llena de intensidad emocional.
Podría sonar amenazador. Podría sonar divertido o sarcástico, claro. Pero esto
es diferente. Cada palabra se siente como hojas de afeitar contra las plantas de
mis pies, porque ella apenas se inmuta ante ellas.
e llas.
Como si no le molestaran, como si no
n o pudieran importarle menos.
—Te dije
dije lo que n
necesitabas
ecesitabas oír,
oír, Roo
Rook
k —Se ajusta la correa de su bolso de libros,
aburrida de esta conversación aparentemente —. Te di una chica que pensaste
que podías salvar. Y tú eras sólo el chico de la piscina del que quería algo sucio.
Yo sólo...

Ella se detiene,
que ha dicho. y que me jodan si pensaba que se iba a quebrar y retirar todo lo
Su risa resuena, pinchándome la piel como balas a corta distancia. Una tras
otra, recibo un impacto tras otro hasta que parezco un queso suizo.
De nuevo vacío y lleno de agujeros.
—No puedo creer que realmente cayeras en la trampa —Termina su risita,
secándose las lágrimas de alegría de debajo de los ojos.
Un nuevo odio fluye por mis venas como adrenalina, un apetito de venganza que
va en aumento. Creía que mi espíritu rencoroso había menguado desde que
estoy con ella, y esto no hace más que echar carne a las fieras hambrientas que
llevo dentro.
Es una mentirosa. Una zorra manipuladora. Una traidora.
El enemigo.
No hay nadie a quien odie más que a ella ahora mismo, y quiero que pague por
esto.
Quiero que le duela como a mí me duele.
Me chupo el labio inferior, sonriendo por la animosidad que llena mi cuerpo,
desbordándose en mí.

—Que sepas que cuando te quedes sola al final de esto, porque has utilizado a
todos los que te rodean, jodidamente te lo has hecho a ti misma. Nadie se
compadece de la zorra sin corazón.
Se burla y se aleja de mí para dirigirse al escenario.
—No necesito compasión, Pyro. Igual que no necesito esto.
e sto.
—Llevas tanto tiempo jugando a este juego, Sage, que no sabes si estás jugando
tú o está jugando contigo —le digo, y ella solo me mira por encima del hombro
y sonríe.
—No te enfades porque esta vez te la hayan jugado a ti, Van Doren. Estoy segura
que lo superarás. Después de todo, mañana cantarán los pájaros.
Dejo que sus palabras se impregnen en mi piel. Dejo que alimenten mi odio
hacia ella, aunque el único culpable sea yo mismo.
Tendrá su merecido.
merecido. Me aseguraré de ello.
Salgo de la escuela intentando arrancar las puertas de las bisagras. Sé
exactamente lo que voy a hacer, pero antes
ante s tengo que ocuparme de algo.
Acudo a la única persona que haría lo que le pido sin exigir respuestas.

Alguien que anhela el tipo de tormento demente que necesito en este


e ste momento.
Los puñetazos en las tripas de Alistair y los gruesos versículos bíblicos
impregnados de malicia de mi padre no van a frenar hoy mis ansias de dolor.
No será suficiente.
Necesito un poco para extraer este veneno.
Ahora.
Con el cuerpo temblando de tanto odio hacia mí mismo, subo a trompicones los
escalones de piedra hasta la puerta principal. La desgastada aldaba me mira
mientras golpeo con el puño, con urgencia en mis movimientos.
Mi cerebro grita, chilla y se ensaña con el puto órgano inútil de mi pecho.
Debería haber seguido muerto. No debería haber vuelto a latir después de todo
lo que había pasado. Sabía que no era así, veía cómo era el mundo y, sin
embargo, esperaba que Sage fuera diferente.
Que no fuera una mentirosa.
Empezó a bombear lodo negro por los conductos cuando me clavó las uñas, el
único líquido que quedaba llenaba mis venas, luchando por funcionar. Luchaba
por creer que podía volver a latir con normalidad, transportar sangre de verdad

en lugar de fluido tóxico.


La pesada puerta gime al abrirse y la luz del sol entra a raudales en la oscura
casa. Sus zapatos Oxford negros chasquean en el suelo mientras se apoya en el
marco y me mira con ojos apagados.
Tiene una voz llena de vida, ingenio sarcástico, bromas inteligentes e incluso
algo de humor, pero sus ojos te hacen saber que todo es una actuación.
Por dentro, es retorcido. No podría importarle menos.
No porque no quiera, sino porque físicamente no puede preocuparse por los
demás. No de la forma en que la gente normal lo hace.
Es leal, me entiende, pero no le importa.
Las emociones humanas son nulas para él.
Aunque Silas comprende las emociones, cómo funcionan y cómo afectan a los
demás, no disfruta con ellas.
Thatcher nunca pudo cocomprender
mprender el concepto de sentimientos porque no puede
sentirlos por sí mismo.
¿Cómo podría?
Sin embargo, Thatcher Pierson puede hacer por mí lo que nadie más haría.
Le miro, mis ojos ardientes se encuentran con los suyos helados.
—Necesito que hagas que duela.
Huida
Sage
La acidez estomacal brota de mi garganta y salpica el inodoro que tengo debajo.
Me agarro a lo que tengo a mi lado, intentando resistir el dolor.
Dentro de mí no queda nada que vomitar. Cada vez que mi pecho se agita, mis
órganos se tensan y se desplazan, expulsando sólo unos cuantos charcos de
bilis amarillo verdoso. Me había acomodado en el suelo de mi cuarto de baño,
tras salir de la escuela y venir directamente aquí, queriendo evitar el contacto
con toda vida humana.
Ningún maquillaje o mordacidad podía ocultar lo que ocurría en mi
m i interior.
Había gastado toda mi energía manteniendo una cara seria con Rook,
manteniéndolo todo metido en lo más profundo, y ahora está forzando su camino
de vuelta hacia arriba.
Mi cuerpo me está castigando por lo que le había hecho.
Otra oleada de náuseas me golpea mientras cálidas lágrimas recorren mi rostro.
Lo único que veo son sus ojos.
Cómo se resquebrajaron y astillaron con tanto dolor y rencor. Fui testigo físico
de cómo quemaba en su cuerpo todos y cada uno de los sentimientos positivos
asociados a mí.
Todo lo bueno que tanto me había costado sacar a la superficie se desvanecía
con cada mentira que salía de mis labios. Con una conversación, me llevé lo que
teníamos y lo enterré a tres metros bajo tierra.
Ahora está muerto. Ahora estoy muerta.
Muerta para él.
Dejada para pudrirme con mi propio pesar y los bichos, sin lápida para marcar
mi tumba, porque sé que nunca volverá. No hay necesidad de que sepa dónde
me van a enterrar.
En ese momento, le demostré lo que siempre había creído que era cierto.
Esta vida no está destinada a tener nada más que desprecio y sufrimiento por
él.
—¿Está hecho?
Levanto los ojos pesados hacia la puerta, apenas le echo un vistazo antes de
intentar fingir que no existe. Espero que si ignoro a Easton el tiempo suficiente,
simplemente desaparezca de la faz de la tierra.
—Sí —Toso—. Ya puedes largarte de mi casa.
Sus pasos se acercan antes de sentir su presencia
pre sencia junto a mi cuerpo encorvado.
Con valentía, sus dedos me apartan unos mechones de cabello del rostro y me
los pasa por encima del hombro. No es que importe ahora, porque ya hay vómito
en ellos.
—¿Me estás mintiendo, Sage? —ronronea suavemente, con voz tranquilizadora,
pero su mano es todo lo contrario. Me toca la nuca con avidez, me agarra un
puñado de cabello y me echa la cabeza hacia atrás para que le mire —. Por tu
bien, será mejor que no me estés mintiendo.
—¡Quítame las manos de encima! —grito, empujando mis manos
profundamente en su pecho. Cae de su posición en cuclillas directamente a su
culo, una extraña sonrisa en su cara todo el tiempo —. Te dije que lo había hecho.
Está hecho, bastardo engreído.
—Tsk, tsk —chasquea, negando con la cabeza—. Hasta ahora nuestra relación
me había parecido bastante vainilla. Creo que esto realmente va a condimentar
las cosas para nosotros en el futuro, cariño.
—Me das asco —le escupo con cara de disgusto.

Una nueva oleada de emociones burbujea en mi interior y deseo


desesperadamente hacerme un ovillo en el suelo y llorar.
Pero no le daré eso a Easton. Se está preparando para quitarme todo lo que soy;
no le daré el placer de ver cómo me rompo más de lo que ya lo he hecho.

¿De verdad había pensado que podría romper con todo esto? ¿Irme y obtener
realmente a Rook? ¿Realmente había permitido que el amor me hiciera tan
ingenua de nuevo?
—¿Sabes lo que me pone enfermo? —Se levanta del suelo y se limpia los
pantalones—. Saber que dejaste que ese maldito delincuente te tocara. Te hace
parecer patética. Deberías estar agradecida de que aún esté de acuerdo en
casarme contigo. Cuando podría fácilmente tomar a Ro...
—Ni se te ocurra, imbécil —le advierto, igualando su postura. Es curioso cómo,
aunque es más alto, su síndrome de polla pequeña hace que parezca que estoy
mirándolo hacia abajo—. Teníamos un trato y cumplí mi parte.
Unos días después de la fiesta rave, Easton me había robado el teléfono.
Imagíname descubriendo que el psicópata se había colado en mi casa mientras
dormía para hacerlo. Según él, estaba siendo un novio considerado y tomando
medidas.
No le fue difícil encontrar los mensajes entre Rook y yo o averiguar de quién
eran.
Cuando se enfrentó a mí al respecto, pensé, qué perfecto. ¿No es estúpido? Pensé
que esto significaba que podría mandarlo a la mierda antes de lo que esperaba.
Que Rook y yo estaríamos juntos públicamente antes de la graduación.
Corrí antes de poder andar. Me emocioné demasiado por el tiempo que nos
esperaba en lugar de centrarme en lo que teníamos delante.
No pueden obligarnos a Rose o a mí a hacer esto. Es ilegal, y ya tenemos
dieciocho años. Podríamos irnos y nunca mirar atrás. Silas lo haría por ella en
un santiamén, y yo había depositado toda mi confianza en Rook.
Que él estaría allí. Que cuando se lo dijera, se negaría a dejarme. Lucharía por
mí.
Easton asiente, frotándose la barbilla con la mano mientras mira a su alrededor.
—Sólo tengo que saber; ¿realmente pensaste que podrías salirte con la tuya?
¿Que no descubriría que te lo estabas follando?
—Lo descubriste porque estás loco y me robaste el teléfono —Le empujo y me
dirijo a mi desastre de habitación, buscando en el suelo de ropa una cosa en
particular—. No te atribuyas el mérito de haberlo descubierto tú solo. No eres
tan listo.
Quiero irme. Quiero que esta conversación termine para hacer la maleta e irme
a la casa del lago. Quedarme allí unos días y fingir que todo va bien.
Si me esforzaba lo suficiente, podía cerrar los ojos, hundirme más en su
sudadera con capucha y sentir que estaba allí.
Yo sólo... yo sólo...
Ojalá supiera que la última vez que lo toqué fue la última.
Que el lunes después de la fiesta rave, cuando me metió en la parte de atrás del
auto en el estacionamiento del instituto, fue la última vez que lo sentiría contra
mí. Sus caderas entre mis piernas, el humo de su porro y nuestra respiración
agitada empañando las ventanillas.
Me agarro el corazón, me meto la mano en la camisa, intentando reconfortar el
órgano que llevo dentro. El agua ya me llegaba al pecho, esperando hambrienta
a que se rompiera la presa para hundirme del todo. Llevaba todo el día luchando,
luchando por mantener la cabeza por encima de las olas, pero estoy tan cansada
de luchar.
El dolor de recordar era la presa, y acababa de romperse.
Aún puedo sentir sus dedos recorriendo mi clavícula mientras su oreja
descansaba sobre mi pecho. Su cabello largo me hacía cosquillas, pero no me
importaba. Me gustaba el calor que sentía al apretarlo contra mí, aunque eestaba
staba
pegajoso por el sudor que ambos habíamos producido.

—¿De qué es esta cicatriz? —Su tono perezoso rozó mi piel como terciopelo, las
yemas de sus dedos rozando la piel levantada.
Le conté que de niña me caí de un carrusel y que después mi madre dejó de
dejarme jugar en el parque. Temía que me hiciera daño permanente en el rostro,
y Dios no quiera que
que no tuviera un aspecto perfecto.
—Rosie cree que me dirá quién es mi alma gemela —terminé—. Creo que sólo me
lo dice para hacerme sentir mejor al respecto.
—¿Por qué piensa eso?
—Silas tiene una cicatriz en su dedo meñique exactamente en el mismo lugar que
su marca de nacimiento. Marcas del alma. Así las llama ella —Mis manos
rastrillaron su cabello, revolviendo algunos mechones, y presioné mis uñas contra
su cuero cabelludo, sabiendo cuánto le gustaba.
Se movió de repente, echándose un poco hacia atrás para que hubiera algo de
espacio entre nosotros. Con movimientos deliberados, giró el extremo encendido
del porro hacia él y me lo acercó a la
l a boca para que pudiera
pud iera inhalar.
Llené mis pulmones y, cuando terminé, clavó la punta en su piel. El chisporroteo
de la piel hizo temblar mi columna vertebral. Aunque estaba drogada, sabía que
lo que hacía era real.
Jesús, ni siquiera se inmutó. Apenas se movió.

Mis ojos se abrieron brevemente.


—¿Qué mierda estás haciendo? —maldije, arrebatándole la muñeca para apartar
el calor de su cuerpo, asombrada de
d e que una persona pudier
pudieraa soportar tanto dolor
tan bruscamente. Ni siquiera lo pensó; simplemente lo hizo.
Le quedó una fea quemadura carmesí, justo encima de la clavícula. La enrojecida
marca estaba cubierta de ceniza del humo, y yo sabía que tenía que dolerle, pero
él no reaccionó.
No dejaba de mirarme fijamente, con los ojos ardiendo a través del humo.
—Demostrando que Rose tenía razón.
No hay número de respiraciones profundas que me calme. El agua corre
demasiado alto, demasiado rápido. Estoy acabada.
Busco frenéticamente la sudadera con capucha, pensando que si pudiera olerle,
tan solo una breve respiración, podría aliviar el dolor que siento en el pecho.
Tengo la sensación de que tengo la piel abierta, las terminaciones nerviosas
expuestas al oxígeno.
Nadie te dice lo dolorosos que pueden ser los ataques de pánico.
Me rasco el cuello, sintiendo lo ardiente que está. Me paso la mano por la cicatriz
del cuello, sabiendo que nunca podré volver a mirarla igual en el espejo.
—¿Me has oído? —dice Easton con urgencia, agarrándome del antebrazo sólo
para que intente zafarme de su agarre.
—Deja de tocarme, Sinclair. Te lo dije, hice lo que me pediste. Ahora déjame en
paz.
—Fáltame al respeto todo lo que quieras, Sage —Me agarra con fuerza,
estrechándome contra su cuerpo, haciendo que mi pánico aumente —. En unos
meses, no importará, porque voy a ser tu dueño. Voy a convertirte en un bonito
trofeo, una esposa sumisa, y no me importa si tengo que romper esa boca de
zorra para hacerlo.
De su boca sale saliva que me salpica el rostro. Aprieto los dientes, lo miro y
lucho contra su agarre, pero él solo me aprieta más.
Un gemido intenta salir de mis labios ante el creciente dolor de la presión.
—Será un frío día en el infierno cuando me rompas, pero por todos los medios,
hazlo lo mejor que puedas —grito, luchando por mantener mi fachada con todo
lo que está pasando.
Con el corazón dolorido, la ira desatada y la sensación de asfixia, voy a perder
la cabeza.
—Que Dios te ayude si no le rompiste el corazón, y me refiero a demolérselo
hasta que no quede nada —Easton presiona su frente agresivamente contra la
mía, golpeando nuestros rostros con dureza —. Me aseguraré de que mi padre
cuide de Rose. No le costaría nada tirar de una cuerdecita y puf —Mueve los
dedos de su mano libre—, ella se ha ido. Borrada de la existencia, para no volver
a saber de ella.
Me trago la bilis, sabiendo que esa es la razón exacta por la que acepté hacer
esto en primer lugar. No estoy segura de sí Easton está mintiendo, pero ¿estaría
dispuesta a apostar la vida de Rose por ello?
No puedo. No cuando sé cuánto dinero gana Stephen Sinclair. No cuando sé lo
poderoso que es. No puedo arriesgarme. No puedo arriesgarme a que salga
herida o peor, a que muera por mi egoísmo.
e goísmo.
Había sido egoísta toda mi vida.
Es mejor para todos si me callo y hago lo que me dicen. La vida de Rook sería
más fácil, y Rose sería feliz.
Eso es lo que importa.
—No tienes las bolas —siseo.
—Pruébame, perra.
Sin pensármelo dos veces, le doy con la palma de la mano en la mejilla, tan
fuerte que le hago girar la cabeza en dirección contraria.
—No importa lo que me hagas, Easton —Me río en su cara, como hice hoy con
Rook, pero esta vez, lo hago en
e n serio. Quiero decir esta risa
r isa amarga y ácida que
brota de mí como veneno—. No importa cuánto dinero de papá tengas o su
control. Nunca serás Rook. Nunca me tendrás como él me tuvo. Ni siquiera
cerca. Así que adelante, rómpeme, porque te abriré las venas mientras lo
intentas.
Mi pecho sube y baja, tomando aire y soltándolo más rápido a medida que pasan
los segundos. Easton ha cambiado, yo he cambiado. Aunque desde que nos
conocimos siempre sentí que llevaba esa oscuridad dentro, antes había sido un
ser humano decente.
El instituto, las expectativas, su padre. Lo convirtieron en algo totalmente
distinto.
A mí me hizo exactamente lo mismo.

Somos iguales, Easton y yo.


Seres humanos intrigantes, falsos, llenos de ego y sin consideración por los
demás.
Tal vez era el destino
destino que hubiéramos acabado
acabado aquí juntos.
Me lo esperaba. Sinceramente, lo esperaba.
Le había llevado demasiado lejos, pero aun así, trago saliva cuando le veo
levantar el brazo, dispuesto a golpearme.
Mi cuerpo se tensa, se pone rígido para prepararse para el golpe, pero no llega.
En su lugar, oigo abrirse la puerta y la voz de mi padre.

—Sage, ¿dónde están las llaves de tu auto...? —Se detiene—. ¿Interrumpo algo?
Easton se aclara la garganta, bajando el brazo. —No, señor.
Me retiro de su espacio ahora que mi padre está aquí, envolviéndome en mis
brazos.
—¿Por qué necesitas mis llaves?
Suspira y se pasa una mano por la cara.
—Tengo que ir a Portland,
Portland, y tu madre quiere el auto co
con
n ella. Al p
parecer,
arecer, alguien
alguien
ha prendido
para fuego
presentar un ainforme
la casapolicial.
del lago.Quien
Los bomberos están obviamente
lo haya hecho esperando aquería
que llegue
que
supiéramos que no fue un accidente.
Y es entonces cuando todo se desmorona de verdad. Cuando toda mi alma se
derrumba en el suelo delante de mí.
Dejo que las lágrimas caigan libremente. Dejo que pasen por mis conductos y
cubran mis mejillas con su calor.
Ni siquiera podía dejarme tener esto.
Le había roto, así que me lo quitó todo.
t odo. Me dejó sin nada.
La casa del lago era mía antes de ser nuestra. Si alguien merecía quemarla,
debería haber sido yo.
Sé que no tengo
te ngo derecho a estar enfadada. Le dije cosas horribles; le dije lo que
tenía que decirle para que me creyera y no intentara volver.
Pero pensé... pensé que podría conservar la casa del lago. Podría usarla como
una cápsula del tiempo de nosotros, ir allí cuando necesitara recordar lo que se
sentía estar con él.
Y ahora ni siquiera puedo hacerlo.
No me queda nada.

Lo que había quedado de nosotros había sido incendiado dentro de esa casa.
Le odio por hacer eso, por tomar lo que éramos y hacer que dejara de existir.
Quemar todas las pruebas, todas las risas, todos los recuerdos.
Como si nunca hubieran ocurrido.
Le odio por esto.
Le odio.
Jodidamente le odio.
odio.
Pero no tanto como él me odia a mí.
Acto II
El ascenso de un dios del fuego
No sólo tiene ganas de fuego.
Es fuego.
Él es la llama, el mechero, la quemadura.
quemadur a.
Como el dios egipcio Ra, engloba todo lo cálido.
Es mi dios del fuego y vivo para arder por él.
Ruido blanco
Sage
—Abre.

Saco la lengua y le muestro a la enfermera el interior de la boca, pasando la


lengua de izquierda a derecha, de arriba abajo. Me ilumina con el pequeño
bolígrafo y asiente con la cabeza cuando está satisfecha.
Después de tres semanas dentro de la Institución de Salud Mental Monarch,
dejé de rechazar la medicación.
Los efectos secundarios, pérdida de apetito, fatiga constante, migrañas, son
mejores que la alternativa.
Todo el mundo tiene una imagen de lo que cree que es un psiquiátrico. La
cultura pop y las películas han dado una imagen bastante condenatoria. El
estigma que rodea a estos lugares es bastante horrible. Quiero decir, todo el
mundo y su madre vieron la segunda
se gunda temporada de American Horror Story.
Estoy segura que hay centros que se centran en ayudar a los pacientes, tratar
sus problemas y darles esperanzas de rehabilitación y una eventual reinserción
en el mundo real.
Pero esto es Ponderosa Springs.
Y esta es mi vida, y siempre que el destino pueda arrojarme a los lobos, lo hará.
Este lugar es todo lo que tus pesadillas más locas podrían conjurar.
Una prisión cerrada con habitaciones acolchadas y sin pomos.
Te dicen cuando llegas, queriendo o en mi caso sin querer, que todo lo que hacen
es para ayudarte.
Que las correas que me sujetaban en la camilla cuando llegué eran para
protegerme. Su trabajo es mantenerme a salvo con sus batas blancas de
laboratorio y sus portapapeles.
Incluso cuando te niegas a tomar la medicación y te llevan a rastras al
confinamiento solitario, donde tres hombres te sujetan y te inyectan
antipsicóticos. Incluso cuando te tienen allí tres días sin decir una palabra.

Te sentarán en
se construyó susayudarte.
sus
para sofás d
dee plástico
Todo estoy te
esdiránt uque
por tu este bien.
propio psiquiátrico, este lugar,

Todo el tiempo te preguntan una y otra vez, una y otra vez, ¿por qué intentaste
suicidarte? ¿Tienes ganas de hacerte daño ahora? ¿Estás segura? ¿Estás
absolutamente segura que no tienes malos pensamientos?
Que Dios te ayude si dices que sí; incluso cuando me admitieron por primera
vez, sabía que no debía decir que sí a esas preguntas.
Por desgracia, los médicos y las enfermeras tienen razón.
Están ahí para mantenernos a salvo y seguros.
No para tratarnos realmente nuestra salud mental subyacente ni para hacer
nada que realmente requiera que se esfuercen por mejorar nuestras vidas.
Un cuervo surca el cielo matutino, las nubes grisáceas se enredan en sus alas
mientras se acerca en picado a los árboles. Me empieza a gotear la nariz por el
aire que me pellizca la piel. Aquí, enero siempre es el más frío.
Más allá de las puertas de acero que mantienen el recinto seguro, hay un río
que se puede ver desde el jardín. Bueno, es más bien maleza muerta y fuentes
rotas, pero seguro que en algún momento hubo flores plantadas aquí en alguna
parte.
—Tienes visita
visita esperándote en el comedor —Una de las enfermeras del turno de
día, Shonda creo que se llama, se inclina sobre mí donde estoy sentada en el
suelo húmedo.
El frío rocío se adhiere a mi uniforme azul descolorido, pero disfruto de la
sensación. Dentro no se siente nada. Ni siquiera la temperatura. Todo es
intermedio y adormecedor.
Por unos momentos por la mañana, me siento aquí fuera y realmente
r ealmente me siento
como un ser humano. Escucho el graznido de los cuervos, el lento murmullo del
río y el aullido del viento que hace gemir a los árboles.
Dentro de esos muros, no hay días malos ni días buenos.
Sólo días.
Sin propósito.
El tiempo es irrelevante. Es un borrón o una pista de carreras. Nunca sé cuándo
duermo o cuándo estoy despierta. Lo peor es que cuando estoy despierta, lo
único que quiero es dormir.
Si mi yo del último año pudiera ver la persona que soy ahora, se desmayaría.
Uñas mordidas, bolsas moradas permanentes bajo mis ojos.
Ya no soy quien solía ser y, sinceramente, nunca descubrí quién quería ser. Así
que eso me deja cementada en el e l limbo.
Perdida.
Olvidada.
Todo sentido del
del yo se ha evaporado.
Me he convertido en una especie de pozo hueco. Las únicas monedas que caen
dentro son píldoras que resuenan entre las paredes de mi núcleo, recordándome
que lo único que me llena es el vacío.
—¿Visitas? ¿Para mí?
Llevaba aquí ocho meses. Doscientos cuarenta y tres días. Treinta y cuatro
semanas. Y cinco mil ochocientas cuarenta horas.
Nunca ha venido a visitarme ni un alma.
Ni mi ex prometido arreglado, ni mis amigos maniquíes, mi padre seguro que no
había cruzado esas puertas, y mi madre, bueno, lo último que supe es que
estaba comprometida con alguien con más dinero y una pequeña esperanza de
vida.
Nadie se preocupó lo suficiente como para pasar a ver cómo estaba.
e staba. Una vez que
me metieron en este lugar, tiraron la llave.
Después de lo que había descubierto, por lo que sé ahora, me había preparado
mentalmente para pasar aquí toda mi vida. No me dejarán salir, e incluso si
salgo, me matarán antes de tener la oportunidad de hacer algo con mi vida.
La triste verdad es que me parece bien.
Mientras estoy aquí dentro, al menos puedo convencerme de que Rose está viva.
La muerte se había colado en nuestras vidas y había roto el vínculo que nos
unía.
Un segundo era una gemela y al siguiente, ya no.
Nadie te prepara para eso. Para lo que se siente cuando muere la otra mitad de
tu alma. Cuando la persona con la que viniste a este mundo se va antes que tú.
Es difícil de explicar, pero es como si hubiera un teléfono sonando
constantemente dentro de mi pecho sin nadie que atienda la otra línea.
Lo único que me queda es la culpa. Es lo que me atormenta por las noches,
manteniendo mi insomnio.
Culpa incesante por estar viva mientras ella se pudre bajo tierra.

Me sirven avena fría todas las mañanas, juego a las damas conmigo misma,
mientras los gusanos consumen lo que queda de su cadáver.
—Sage, ¿hola? Sage, ¿te encuentras bien? —La enfermera chasquea los dedos
delante de mí—. Dije que sí, tienes visitas. Tu padre y su amigo. Te han traído
el desayuno. Deberías estar emocionada.
¿Mi padre? ¿Y su amigo?
Es casi una contradicción.
Mi padre no tiene amigos y sabe que no debe visitarme. Aunque quisiera, sabe
que lo apuñalaría.
Fue lo último que le prometí. Lo último que le prometí a Rose aunque no hubiera
estado viva para oírlo.
Si alguna vez me dieran la oportunidad, no dudaría en acabar con su vida, y
sería brutal.
He tenido mucho tiempo para pensar cómo lo haría. Esos pensamientos son lo
único que me produce verdadera alegría.
Pensando en su mirada, suplicando por su vida mientras le presiono el cuchillo

en
ojoslamientras
garganta. Daría
mis cualquier
manos cosalapor
le aprietan ver cómo se desvanece la luz de sus
garganta.
Hay millones de maneras de hacerlo y reducirlas es prácticamente imposible.
Ninguna de ellas me parece correcta: la muerte me parece una recompensa
demasiado grande por lo que le hizo a Rosie.
Aunque nuestro acceso a Internet aquí está restringido, podemos leer, y yo había
hecho todo lo posible por utilizar la biblioteca de las instalaciones para averiguar
cuál es la forma más lenta de matar a alguien. La más dolorosa, la más gráfica,
la más agresiva.
Por muy oscuro o retorcido que fuera, nada de eso parecía ser la respuesta a lo
que había hecho. Incluso ser comido vivo por los perros parecía demasiado
humano.
—¿Segura que es mi padre y no te has confundido?
—Sólo hay un alcalde de Ponderosa Springs, y su cara está pegada en una valla
publicitaria en el centro. No hay forma de confundirlo con tu familia. ¿No
deberías estar emocionada?
¿Por ver al hombre que mandó matar a mí hermana?
—Contentísima —digo sarcásticamente.
Me lleva de vuelta al interior y mi uniforme azul desgastado me roza los muslos
mientras recorremos el aburrido pasillo.
Aquí siempre huele a esterilizador, a toallitas con alcohol y guantes de látex. Me
enfada que, de todas las cosas, sea a lo único a lo que no me acostumbro.
El vestíbulo es ruidoso hoy, algo caótico para un lugar destinado a promover la
tranquilidad.
Casi todos mis compañeros pacientes son más peligrosos para sí mismos que

para los demás.


advertencia Esta noción de
de comportamiento que la fue
psicótico enfermedad mental es hace
un mito desmentido una años.
señal Leí
de
sobre ello cuando entré aquí por primera vez. He leído sobre muchas cosas que
nunca pensé que leería desde que dejé el mundo exterior.
e xterior.
Sin embargo, hay veces en que algunas sacudidas o alucinaciones se nos van
de las manos. Por lo general, siempre que una persona tiene un mal día, eso
desencadena a todos los que están a su alrededor.
alre dedor.
Oigo a Harry Hallmark dentro de su habitación, cantando Humpty Dumpty
repetidamente. Se llamaba así por la misma razón por la que las mujeres lloran
en el sofá en Navidad: le encantan las películas de Hallmark.
Un paciente aporrea la puerta exigiendo una ducha; otro se pelea con una
enfermera porque la CIA le vigila a través de las radios, radios rotas que ni
siquiera tienen antenas.
Reagan, en el 3B, está tranquila esta mañana, durmiendo por los sedantes que
le dieron anoche. Algunas personas nunca aprenden, y ella es una de eellas.
llas. Lleva
aquí más tiempo que yo, pero cada noche oigo sus gritos.
Escalofriantes.
Hacen que me duelan los dientes.
Doy vueltas en mi estado de insomnio, tapándome los oídos con la endeble
sábana mientras espero a que llegue la enfermera del turno de noche y la deje
inconsciente con la medicación.
Es el peor efecto secundario de los medicamentos.
El insomnio.
Las pesadillas.
Estar despierto oyendo los llantos, los gritos, y sabiendo que no pertenezco a
este lugar.

Llegamos al comedor, donde el olor a canela sale de la cocina.


Las mesas circulares, la decoración en escala de grises y un señor mayor cuya
silla de ruedas está situada junto a la única ventana.
Se llama Eddison y tiene esquizofrenia.
No se había tratado hasta bien entrada la treintena, y ahora lo tienen tan dopado
que su cerebro ni siquiera puede formar frases completas. Hay raras ocasiones
en las que no parece diferente de mí, pero la mayor parte de
dell tiempo permanece
en silencio, atrapado en su cabeza.
A veces, me gusta pensar que está mejor ahí dentro, que es feliz y no está
encerrado en un centro, pero sé que no es la verdad.
Hablé con él una vez, y en esa única conversación juré que no volvería a decir
esquizofrénico nunca más, aunque fuera en broma.
—Pip.
El trauma clava sus garras en mi
m i corazón.
Con mis ataques de pánico rutinarios, es una zambullida gradual en diferentes
masas de agua. A veces es un lago; otras, el océano. Últimamente, es más a
menudo un lodo negro que me absorbe, devorándo
devorándome
me miembro a miembro hasta
que desaparezco.
Esto es cualquier cosa menos gradual.
Siento sus manos pegajosas sobre mí, justo antes de que me empuje
completamente bajo la superficie. La brusca agua que inhalan mis pulmones me
pilla por sorpresa, tanto que mis ojos empiezan a llorar.
Sentados uno junto al otro, al otro lado de la habitación, están dos de los
hombres que más odio en este mundo.

Dos
este caras que no quería volver a ver, dos caras que quiero borrar de la faz de
puto planeta.
Me da rabia que incluso puedan respirar oxígeno ahora mismo.
Uno de ellos se levanta y se acerca un poco más, de modo que cuando extiende
la mano hacia delante, su dedo índice con el anillo de graduación hace girar un
mechón de mi cabello a su alrededor.
—¿Qué te has hecho en el cabello, Pip? —Su cara está llena de pena, y sé que
es porque realmente le importa. Recuerdo lo mucho que le gustaba mi cabello.
—Robé unas tijeras para vendajes de un carrito médico y me lo corté antes que
la enfermera me sedara —digo, con la mirada perdida—. Y si no me quitas la
mano de encima, te arrancaré el dedo de un mordisco.
Cain McKay era lo que algunos podrían considerar un tipo honorable. En su
tiempo fue agente de un pequeño pueblo, Ponderosa Springs, y había ascendido
hasta llegar al FBI. Todo el mundo aquí no podía estar más orgulloso, sin
embargo, el día que partió para el
e l entrenamiento había sido como despertar de
una pesadilla de tres años.
Un sueño lúcido que no controlaba. Era plenamente consciente de que estaba
atrapada en él y no podía hacer nada para despertarme.
—Te has hecho más grande
grande —murmura, haciéndome sentir viscosa por dentro.
Probablemente piense que estoy bromeando sobre arrancarle el dedo con los
dientes. Lo que no sabe es que esa no sería la mayor locura que he visto por
aquí. Sería otro día en el psiquiátrico del Monarch.
Me acaricio la mejilla con la lengua y me doy cuenta que los años han empezado
e mpezado
a envejecer su cara. La mayoría de las mujeres que no lo conocen lo
considerarían guapo con su camisa abotonada, su corbata bien anudada y sus
pantalones de vestir.

La mayoría de las mujeres no saben que no le gustan las mujeres ni los


hombres.
Prefiere a las niñas sobre las que tiene poder. Las que no se lo dirían a nadie,
las que no podrían.
Niñas que tienen todas las de perder.
—¿De cuando tenía trece años? —Cruzo los brazos delante del pecho, queriendo
escudarme. Antes era demasiado joven para enfrentarme a él, tenía demasiado
miedo, pero ahora no tengo nada que perder —. Sí, fue más o menos cuando
dejaste de venir a mi habitación, ¿no? Pensé que te habías aburrido, pero es
porque llegué a la pubertad, ¿no?

Observo cómo cambia su cara, cómo hace un momento estaba sereno y parecía
un familiar que venía a verme.
verme . Veo cómo la suciedad y las arañas que supuran
bajo su piel empiezan a salir.
El número de veces que había pensado en el momento de pura alegría que me
recorrería mientras lo castraban públicamente era infinito.
La máscara que llevaba era la que menos me gustaba.
Uno de los protectores, el guardián, el que se supone que te mantiene a salvo
del monstruo de debajo de la cama.
Sin embargo, el único hombre del saco al que me enfrenté en la vida fue él.
—¿Así es como va a ser? ¿Después de todo lo que he hecho? Me querías tanto
cuando eras pequeña.
Inclino la cabeza. —¿Esperabas que fuera diferente?
—Sage, puedes sentarte, por favor. Cain ha conducido mucho y tenemos mucho
de qué hablar.
Mi padre habla por primera vez desde que llegaron, ignorando mi anuncio de los
avances sexuales de Cain hacia mí. Pero no se inmuta, ¿por qué iba a hacerlo?

Uno, probablemente ya lo sabía.


Dos, había vendido a su hija como esclava sexual sin pestañear.
Tres, no le importa.
Tiene el mismo aspecto que el día que me llevaron. Ni un ápice de culpa o
remordimiento ha afectado a su capacidad de sonreír para la gente de Ponderosa
Springs.
Apuesto a que incluso lo utiliza en su beneficio.
Apuesto a que el acto de “pobre de mí” le está haciendo ganar toneladas de
simpatía. El hombre que había perdido a su mujer por una aventura, el padre
que había perdido a una hija por muerte y a la otra por un defecto mental.
Qué jodidamente triste.
—No me voy a sentar —Le miro fijamente, mirándole realmente a los ojos para
que pueda ver el reflejo de lo que ha hecho. Quiero que lo sienta, que vea lo que
sus acciones han causado—. ¿Qué quieres?
No soy estúpida, él no vino aquí a ver cómo estaba. Él es la razón por la que
estoy encerrada aquí en primer lugar. La razón por la que nunca saldré.
Tampoco porque esté enferma o necesite ayuda. Me metió aquí para que me
callara y no pudiera contarle a nadie lo que había descubierto.
Lo que sé que hizo.
Frank Donahue me había pintado como la hija loca que perdió la cabeza tras la
muerte accidental de su hermana gemela.
Aunque me dejaran salir, nadie creería una palabra de lo que dijera, y eso es
exactamente lo que él quiere.

—Por favor.
Escalofríos decoran mi espina dorsal, pequeñas protuberancias de irritación a
lo largo de mi piel.
—¿Por favor? —Escupo—. Debería darte una patada en las bolas ahora mismo
por pensar siquiera que puedes decir esa palabra cerca de mí. ¿Por favor? No
mereces pedir nada.
—Siempre tuviste un don para el drama, incluso de niña —murmura Cain
mientras pasa junto a mí, volviendo a su asiento junto a mi donante de
esperma—. Siéntate. Es por tu propio bien.
Una cosa que este lugar me ha enseñado o, bueno, lo que he aprendido es que
ya no me importa una mierda. N
No
o me
me importa
importa lo que la gente piense
piense de mí, cómo
me ven los demás o lo que se espera de mí. No me importa nadie más que yo
misma.
Así que no me importa mostrar mi enfado o mi disgusto cuando se trata de estos
dos. No hay cámaras para las que actuar, y aunque las hubiera, haría lo mismo.
Golpeo la mesa con las manos, echando humo bajo mi fría apariencia. Me
asombra las agallas que tienen. El hombre que abusó de mí cuando era niña y
el que mandó matar a mi gemela para saldar su deuda, ¿cómo pueden pensar
que haría algo por ellos? No tienen nada que sostener sobre mi cabeza, nada
con lo que sobornarme.
Mis dientes empiezan a rechinar mientras escupo: —O me dicen qué es lo que
han venido a buscar o los mato a los dos a puñaladas con un tenedor de plástico.
No estoy jugando. No estoy inventando.
Mi padre me mira los brazos extendidos. Cohibida, miro también hacia abajo
para asegurarme de que mi horrible sudadera naranja con cremallera las cubre.
Entonces pienso: ¿por qué tengo que ocultar las cicatrices que me ha hecho?

Rosemary murió
en Monarch el veintinueve
tras sufrir depsicótico”.
un “brote abril y, casi un mes después, me ingresaron

A todo el mundo le dijeron que se debía a la pérdida de Rose y al abrupto divorcio


de mis padres. Había sido demasiado para una chica de dieciocho años, y el
pueblo pensó que por fin me había vuelto loca.
Lo que había ocurrido en realidad era algo mucho más siniestro. Había entrado
ent rado
inocentemente en el despacho de mi padre con la intención de imprimir un
trabajo para el colegio. Algo que había hecho millones de veces antes, esperando
ver la misma imagen ampliada de nuestro retrato familiar en el monitor.
Pero aquella vez fue diferente.

Cuando me conecté al ordenador, apareció un vídeo, ya a medio reproducir, y


recuerdo que pensé que parecía una película de Jason Statham.
Mi padre estaba atado a una silla, con el cabello revuelto y la ropa sucia,
mientras Greg West, un profesor de Hollow Heights, le interrogaba por el dinero
que debía a su jefe. Dinero que había pedido prestado a una red de prostitución,
y ahora, les faltaba
faltaba producto.
Y cuando no hubo posibilidad de pago, le dio a mi padre una opción.
—Te mueres, o vendes a una de tus hijas como forma de pago.

Quería sorprenderme, pero no lo había hecho. Sabía que mi padre era capaz de
cosas corruptas. Dispuesto a hacer lo que fuera para mantener
man tener las apariencias.
Para mantenerse en la cima.
Con facilidad, eligió a Rose.
Como si ella no fuera un ser humano, su propia carne y sangre, como si ella
fuera sólo un nombre.
Ojalá me hubiera elegido a mí.
Mi hermana había sido asesinada para saldar la deuda de mi padre, y nunca

antes había sentido una ira tan amarga en la boca.


Represalia. Venganza. El hambre de hacerle pagar.
Haría cualquier cosa por hacerlo.
—Necesitamos un favor, Sage —dice Frank suavemente como si las palabras
suaves me hicieran perdonarle.
Me burlo. —Vete a la mierda.
—Quería ser civilizado con esto, Pip. Recuérdalo —Cain junta las manos con
calma—. Tu padre te lo está pidiendo amablemente. Yo no. Vas a cooperar con
nosotros, o te enviaré a algún sitio mucho peor que una institución mental.

Pip.
Odio ese nombre.
—¿Cómo dónde, una red de tráfico sexual? —Me río, sin necesidad
ne cesidad de ocultarle
a ninguno de los dos que lo sé —. Sabes, ni siquiera me sorprende que estés
involucrado en esto, Cain —Me inclino más hacia él, el olor de su aftershave me
da náuseas. Es el mismo que se pegó a mis sábanas en la casa del lago—. ¿Les
compras niñas? ¿Hay algún vídeo tuyo chantajeándote por ahí también? ¿Es así
como tienen al agente malo del FBI en el bolsillo?

Unos ojos como pozos se clavan en los míos, su mandíbula se tensa y su


compostura se desvanece lentamente.
—Nunca te hice daño. Te quería, Sage.
—¿Es esa la clase de mentira enfermiza que te dices a ti mismo? ¿Es así como
eres capaz de mirarte al espejo?
Se me retuercen las tripas, totalmente perpleja ante lo jodida de la cabeza que
debe estar una persona para justificar lo que hizo.
—Independientemente de lo que pasó en el pasado, nos ayudarás, o estarás
deseando haberlo hecho. Hay gente ahí fuera capaz de cosas mucho peores que
yo, créeme —Su voz es desdeñosa, algo que probablemente utiliza con los
criminales a diario. Cree que podrá asustarme para que le ayude.
—Vete —Le fulmino con la mirada —. No hay nada que pueda hacer para
ayudarte y nada que puedas decir que cambie mi...
—Rook Van Doren.
Un bolígrafo cae en una esquina de la habitación.
Y me atraganto con todo lo que quería decir antes de este momento.
Mi agitación se convierte en combustible por su recuerdo.
re cuerdo.
Estar atrapada entre paredes acolchadas sin nada de tu vida pasada significa
que tu mente es tu mejor amiga y, para mí, mi peor enemiga.
Lo siento como una quemadura de tercer grado en todo el cuerpo. Mi piel se
ampolla al recordarlo. Mis huesos carbonizados traquetean al convertirse de
nuevo en ceniza.
Su nombre, un pensamiento de su cara, una pesadilla, me empuja a un
incinerador cada vez.
Lo peor es que es el único alivio al escozor.
La llama y el extintor.
—¿Qué voy a saber yo de un Hollow Boy? —Me interesa, pero me lo guardo para
mí.
—Easton tuvo la amabilidad de informarnos sobre tu... relación con él el año
pasado. Sabemos que estabas involucrada.
Maldito imbécil.
—Aunque lo estuviera —Meto las manos en el bolsillo de la chaqueta —, no veo
qué tiene que ver con ustedes
uste des dos o con sus jodidas vidas.

Si se enteraron de lo de Rook, tendría que jugar inteligentemente. No pueden


descubrir lo mucho que me preocupaba por él. Lo usarían como ventaja, y él es
lo último que tienen.
Es lo último que tengo en
e n consideración.
—Ciertos miembros del Halo...
—¿El Halo? Estás de broma, ¿verdad? ¿Has llamado Halo a una organización de
tráfico sexual? —El asombro se dibuja en mi rostro, pero ninguno de los dos
pestañea.
Todas esas chi
chicas
cas desaparecidas,
desaparecidas, sus vidas acabadas por dinero, y no hay nadie
nadie
buscándolas, mientras estos bastardos se pasean llamándolo Halo como si fuera
un negocio más.
—El nombre es trivial, Sage. Han desaparecido miembros. Uno de ellos acaba
de aparecer muerto —Se aclara la garganta, empujando una carpeta crema
hacia mí para que la mire—. Greg West, su cuerpo
cue rpo completamente desmembrado
y empapado en lejía, abandonado en el mismo lugar donde se encontró el
cadáver de tu hermana. Quien lo haya hecho está intentando enviar un mensaje.
Tardo unos instantes en escuchar
escuchar realmente lo que intenta decirm
decirme.
e.
Estoy confundida por qué esto tiene algo que ver conmigo, por qué me están
diciendo esto. Una parte de mí se alegra que esté muerto, es lo menos que se
merece.
Abro la carpeta, estremeciéndome un poco al ver las fotos. Uno cree que está lo
bastante insensibilizado como para que la muerte no le moleste hasta que ves
de lo que son capaces ciertas personas.
El cuerpo de Greg está en el suelo de madera podrida, perfectamente colocado
a pesar de que sus miembros no están unidos a su torso. Piernas, brazos,
muslos, cabeza, todo está cortado en secciones.
Me estremezco al ver los ojos, que no son más que cuencas vacías con manchas
de color rojo oscuro, completamente arrancados.
Más que el espantoso estado del cuerpo, me doy cuenta de lo metódico que es
todo.
Está cortado de forma prístina, no parecen cortados con un hacha. Parecen casi
quirúrgicos. Y no hay sangre; el cuerpo es casi blanco.
Se tomaron su tiempo y sabían lo que hacían, menos el traumatismo en los ojos,
que parece hecho con agresividad.
Es entonces cuando todo encaja.

Desvío la mirada hacia mi padre.


—Lo descubrieron, ¿no?
No dice nada, sólo me mira fijamente con ojos que se agrandan de miedo. Cuanto
más se agrandan, más se parecen a una fruta madura.
La lengua me hormiguea de expectación y mi cuerpo es incapaz de contener la
sonrisa que se dibuja en mis labios.
Apuesto a que ha pasado cada segundo mirando por encima del hombro. El
corazón le late con fuerza, las manos le sudan de anticipación. La espera le está
matando, preguntándose constantemente cuándo van a sacar su libra de carne
de su cuerpo.
No hay nada más agradable que ver a un hombre que siempre pensó que era un
lobo convertirse en el cordero asustado y asustadizo del prado.
Los lobos de verdad vienen por él ahora.
—Oh, sí que estás jodido —añado, riendo casi con alegría.
—Sí, creemos que tus amigos se han enterado de la organización y eso nos ha
planteado un problema —Cain parece querer empezar a discutir la logística de

lo que necesita de mí, pero no le dejo llegar tan lejos.


—No —Sacudo la cabeza, riendo—. Descubrieron lo que le hiciste a Rose. Ahora
no puedo hacer nada para ayudarlos. Silas Hawthorne no es sólo un novio con
el corazón roto. Masacrará a cualquiera que haya tenido una fracción de
participación, y sus amigos estarán justo detrás de él —Me paso la lengua por
el labio inferior y miro a mi padre —. Mataste a la gemela equivocada, papá.
Una llamarada de esperanza se enciende en mi estómago, al saber que aunque
no pueda hacer nada dentro de este lugar, hay alguien ahí fuera haciendo
justicia por mi hermana.
hermana.
Silas lo sabía. Conocía a Rosie, y ella no habría tenido una sobredosis, y ahora
podía probarlo.
—Nadie habría pestañeado si me hubieras elegido a mí. Easton habría estado
casado con Rose. Aún habrías recibido tu dinero de los Sinclair. Mamá no te
habría abandonado. Nunca habrías estado en esta situación si me hubieras
elegido a mí —continúo, con la rabia en mi voz aumentando.
En la boca del estómago se me acumulan los celos, la envidia de no poder
ayudarles a darle su merecido.

Que no puedo ser yo quien acabe con el hombre que me había dado la vida.
—Ahora tienes sabuesos del infierno viniendo por tu garganta, papá. Y no se van
a detener, hagas lo que hagas —Miro a Cain, haciéndole entender mi punto —.
No hasta que todos los que lastimaron a Rose estén muertos.
Ambos me miran fijamente, uno asustado por la muerte que sabe que le llegará
pronto y el otro con recelo, sin saber si mis palabras son verdaderas o estoy
jugando.
—Buena suerte —termino, retirándome de la mesa para pedirle a la enfermera
que me lleve a mi habitación por hoy. No hay nada más que decir.
—No tan rápido, Sage —habla Cain—. No matarán a nadie más. Porque vas a
ayudarnos a ponerlos entre rejas.
Niego con la cabeza. —Oh, ¿tú crees?
Deben ser jodidamente estúpidos para pensar que yo ayudaría a detenerlos.
Están haciendo el trabajo que me gustaría estar haciendo.
—Si quieres salir de aquí, entonces vas a volver a Hollow Heights y trabajar para
nosotros. Vas a conseguir que confíen en ti y descubrir su plan. Nos
proporcionarás las pruebas que necesitamos para condenarlos, y luego habrás
terminado. Eres libre de hacer lo que quieras con tu vida. Aquí podemos

ayudarnos mutuamente —me ofrece, sobornándome con una libertad que ya no


quiero.
—No te ayudaré. He aceptado mi destino de quedarme aquí.
La presión es excesiva. Se levanta bruscamente, la silla chirría y las enfermeras
le miran con extrañeza. Intenta sonreírles, pero está demasiado molesto para
hacer control de daños.
Camina hacia mí, rodea mi cuerpo con sus brazos y me atrae hacia su pecho,
un abrazo unilateral que me hace querer vomitar sobre su camisa.
—Entonces te sacaremos y te pondré en subasta —dice con tono grave y
peligroso—. En cualquier caso, cooperarás. Ayúdanos en nuestra investigación
o te venderé muy barata a los que no les importa el aspecto de las chicas. A los
que sólo les importa la tortura. La elección es tuya.
Esto podría ser.
Mi camino para vengar a Rose.
Todo lo que tengo que hacer es actuar, fingir, eengañarles
ngañarles para que crean que
estoy cooperando.

Cuando en realidad,
de resentidas. Tengo tengo la oportunidad
la oportunidad de trabajar
de ayudarles, de con cuatro
ayudar personas igual
a Rosie.
El único problema es...
—No va a confiar en mí. Nunca va a confiar en mí.
—Eres una chica lista, Sage. Lo vas a resolver.
Diez de espadas
Rook
La paciencia nunca ha sido mi virtud.
Nunca he tenido activamente una virtud, si he de ser sincero. Me relaciono
re laciono más
con el lado opuesto que incluye cosas como la lujuria, la ira y el orgullo.
La espera es algo que detesto. Soy un animal que funciona por instinto y
adrenalina. Alguien que no se detiene a pensar en la acción, sólo funciona con
el impulso primario de destruir cosas.
Sin embargo, mi primer semestre en la universidad me ha enseñado menos
sobre ecuaciones químicas y más sobre que, a la hora de planear una cadena
de asesinatos y asaltos, esperar es la clave.
Especialmente ahora.
Todos sabíamos que una vez qu
quee esto empezara, no ha
habría
bría fo
forma
rma de
de parar
parar ha
hasta
sta
que cada una de las personas involucradas en la muerte de Rosie se desangrara
o se hiciera pedazos. También sabíamos el peligro, las consecuencias que eso
conllevaba.
El FBI ha estado husmeando mucho últimamente, haciendo preguntas,
reuniendo información. Aún no han entrevistado ni detenido a ninguno de
nosotros, pero no somos estúpidos. Sabemos lo que este pueblo piensa de
nosotros, y ante la pregunta : “¿Quién crees que es capaz de asesinar?” la
respuesta de todos seríamos nosotros. Es la reputación que nos hemos forjado
a lo largo de los años lo que nos ayuda y nos perjudica.
Incluso con el aumento de la concienciación policial,
policial, sigue sin importarme.

Durante casi un año, había visto cómo mi mejor amigo se parecía cada vez más
a un cadáver. Para empezar, Silas nunca fue muy animado, pero todos sabíamos
que había algo dentro de él, más de lo que aparentaba.
Ahora, todo ha desaparecido
de saparecido..
Arrancado directamente de su alma y triturado en una batidora.
Me muerdo el interior de la mejilla en carne viva, intentando no recordar cómo
fueron aquellos primeros meses. Aquellos en los que se negaba a salir de su
habitación y yo me pasaba días enteros tirado en el
e l suelo frente a su puerta.
Cuando oía llorar a su madre, aterrorizada de perder a su hijo mayor por
suicidio, porque la luz que llevaba dentro había muerto.
Ni siquiera tuve tiempo de llorar a Rose.
No de la forma que yo quería.
Estaba tan ocupado intentando mantener a Silas con vida que no había
aceptado del todo el hecho de que se había ido. Que se la habían arrebatado,
tanto a él como a mí. A todos nosotros.
No había nadie más que me llamara RVD ni nadie a quien pudiera despeinar.

Perdí a una hermana pequeña y a un hermano el día que ella murió.


Me invade la rabia, incluso más que al principio, porque sé quién está implicado,
de quién es la culpa.
Cuando Alistair nos contó lo que había en el video que encontró con Briar, quise
actuar de inmediato. Quería filetear a Greg West como a un pez y convertirlo en
comida para perros, y luego tomarme un día para pensar en la forma más
dolorosa de torturar a alguien antes de probar las teorías con Frank Donahue.
Me atormenta, para siempre, la forma tan fácil en que eligió a Rose. Cómo tan
egoístamente fue capaz de elegir entre dos seres humanos que había creado, a
los que había visto crecer.

Greg recibió su merecido. Había admitido ser quien le inyectó las drogas que le
causaron la reacción alérgica. Él había sido el causante de su muerte, y lo
habíamos manejado en consecuencia.
Pero Frank, sigue ahí fuera, respirando.
Caminando, sonriendo, actuando como si sus acciones no hubieran matado a
su hija. Él es la razón por la que toda esta gente tiene que morir.
Mis manos empiezan a crisparse por tentaciones irracionales. Si no tengo
cuidado, dejaré que mi rabia supure tanto que yo mismo me cargaré a Frank, y
sé que aún no puedo hacerlo.
Como dijo Alistair, tenemos que ser pacientes para estar seguros.
Hubo momentos en los que quise decirle que se lo metiera por su culo
controlador, sólo porque no me importaba mi propia seguridad. La cárcel no me
asusta, ¿qué podrían hacerme que no me hubieran hecho ya aquí?
Pero los chicos.
No quiero eso para ellos.
Así que guardo paciencia por ellos.

Siempre por ellos.


Me inclino hacia delante, agarro la manguera que hay sobre la mesa y me meto
la punta en la boca.
Estoy en Vervain, un bar de narguile9 en West Trinity Falls que es tan sórdido
como el pueblo en el que se encuentra. No hay nadie que odie Ponderosa Springs
más que los pueblerinos de Wasteland. Algo que tenemos en común.
9
Hookah es el nombre con el que se conoce en inglés a un dispositivo usado para fumar tabaco . En español se emplea con más frecuencia
el término “narguile”. También se le llama cachimbo o shisha, aunque la forma original en árabe es huqqa.

Doy una calada larga y constante al narguile, sintiendo cómo el humo se


apodera de mis pulmones. Al exhalar, una densa nube de humo sale de mis
labios y le doy otra calada antes de volver a dejar la manguera en la mesa.
Para empezar, habría preferido nacer en este lado de las vías.
Aquí es comer o ser comido, manadas de perros salvajes luchando por las
sobras, sangrando por una oportunidad de una vida mejor. Así se forja el
carácter, así se elimina a los débiles.
Me crie entre los ricos, donde era corromperse o ser corrompido.
Pero Vervain, es la encarnación de West Trinity.
Es sucio, crudo y me da un respiro del dolor de cabeza que supone el maldito
prestigio constante. La limpieza cegadora y la estética de moda.
Música sale de los viejos altavoces, una combinación de lánzate por un barranco
y rap.
Justo lo que me gusta.
A través de la bruma de humo con aroma a Fumari Ambrosia, vislumbro a mi
camarera.
Me reclino en la cabina, hundiéndome más en el asiento y apoyando los brazos
en el respaldo. La sigo con los ojos entrecerrados mientras se mueve entre las
mesas y hombres que le doblan la edad le miran el culo.
La sangre corre hacia el sur y mi mandíbula se tensa.
Su rostro queda oculto por la iluminación oscura, pero de vez en cuando se
cruza con un poco de luz tenue que deja al descubierto el color de su cabello.
No es natural, lo sé porque se desvanece justo antes de que se lo retoquen,
dejando al descubierto sus raíces.
Pero esta noche, está recién teñido del color del champán y el cobre, llamas
rubias fresa que caen en cascada por su espalda, balanceándose mientras
camina y gira.
No hay una sola característica que me haya llamado la atención de esta chica.
Creo que ni siquiera he leído la etiqueta con su nombre. No sé el color de sus
ojos o si le faltan dientes. Nada de eso importa.
Todo lo que necesito
necesito es el cabello.
La cremallera se me clava en
e n la polla con tanta agresividad que resulta doloroso.
Palpita, retorciéndome las tripas mientras suplica que la libere. Me duelen las
bolas de la pesadez, mi erección es tan dura que haría llorar a algunos hombres.
Hace meses que no me doy el placer de liberarme.
Mi polla no había estado dentro del cuerpo o la boca de nadie. Apenas había
tocado mi propia mano.
Si algo hizo mi padre en esta vida fue inculcarme la necesidad de tener
repercusiones.
Disciplina.

Sanciones para cuando hagas cosas fuera de lugar.


Me golpea y predica las escrituras por lo que le hice a mi madre.
Y hago esto como una forma de castigarme por Sage y en lo que me permití
convertirme con ella. Me había permitido creer que el mundo no era un lugar
cruel, que no era un maldito pozo negro.
Me lo merezco por creer en ella.
Así que, aquí, en el rincón oscuro de este bar sombrío y lleno
lle no de humo, observo
a esta camarera de cabello rubio fresa y pienso en
e n Sage.
El único lugar donde me permito pensar en
e n ella.

Cómo se sentía contra mi cuerpo, pequeña y cálida. Cómo se sentía


sent ía mi polla en
el interior de sus mejillas huecas y dentro de sus paredes apretadas. Pensé en
su olor en mi ropa después,
de spués, azucarado como un caramelo.
Dulce como el sirope.
Siempre hablaba de cómo sentía que se ahogaba constantemente.
Ahora soy yo quien la empuja bajo la superficie de mi memoria.
Lo bloqueo cuando estoy con los chicos, cuando planeamos un homicidio
h omicidio o nos
escabullimos por el campus. Dejo esta forma de tortura para cuando estoy solo.
Vengo aquí, sabiendo que la pelirroja va a estar trabajando, y la observo desde
las sombras como una especie de depredador. Me empujo a mí mismo al borde
de la locura hasta que estoy tan excitado que apenas puedo respirar, y me siento
allí en ese sufrimiento, hasta que creo que he tenido suficiente. Hasta que mi
cuerpo deja de jugar a mis enfermizos juegos mentales.
—No se puede fumar hierba aquí —dice, con los brazos cruzados mientras se
balancea incómoda como si lo último que quisiera fuera decirme lo que tengo
que hacer. Hace un gesto hacia el narguile, que normalmente es sólo tabaco
aromatizado, pero yo le he puesto lechuga del diablo 10.
Al parecer, se habían cansado de que incumpliera las normas y enviaron al
cordero a la boca del lobo.
Me inclino hacia delante, levantando una ceja hacia ella, ofreciéndole un
desafío.
—Mh, vas a detenerme —Dejo caer mis ojos a su pecho —, ¿Emma?
Mi castigo se arruina ahora que tengo que mirar algo más que su cabello.
Aunque su rostro es bonito, no es lo que necesito ni lo que quiero.
10 Cannabis

Mantenemos contacto visual directo durante unos dos segundos, y pienso que
podría encontrarse con mi confrontación. Me pregunto si me reprochará que la
mire constantemente. Si me dirá que en secreto le gusta.
En lugar de eso, hace lo que hacen todos. Retrocede, apartando la mirada de
mí.
—Yo... yo...
—Escúpelo —le exijo.
—Lo siento. Mi jefe odia el olor. No me importa, es ge-genial —Tartamudea sobre
sus palabras como si la respuesta fuera la diferencia entre la vida y la muerte.
—Dile a tu jefe que si tiene algún problema, puede hablarlo conmigo la próxima
vez, ¿ok?
Me pongo en pie, busco dinero en el bolsillo de atrás y tiro cincuenta sobre la
mesa para su propina.
Esto no es más que un brutal recordatorio de lo jodidamente vacío y aburrido
que me ha dejado este último año.
No puedo conservar nada. Parece que nunca puedo retener a la gente que me
importa.
lo volveréCada vez que dejo entrar a las mujeres, o mueren o me joden. Nunca
a hacer.
Rose siendo asesinada. El desastre con Sage. Matar a esos tipos.
No sé si soy sólo yo, pero cuanta más sangre derramamos, más vacío me siento.
No porque me importe, sino porque aún no ha desaparecido el dolor de perder
a Rose.
Cada vez que miro a Silas, es otro golpe en las tripas.
Está muerta y no va a volver, no importa cuántas gargantas o cuerpos cortemos.
Y odio admitir cuánto duele esa mierda.

Era demasiado buena para este mundo, demasiado pura, y la vida se la tragó
con sus desagradables dientes podridos.
Necesito hierba más fuerte.
Necesito otra cosa que me saque de mis casillas.
Para olvidar.
Atravieso las otras mesas y el humo, salgo por la puerta principal y me
encuentro con una lluvia fría que cae a cántaros.

—Jodidamente fantástico —maldigo, sabiendo que la lluvia se sentirá como


balas en mi cuerpo cuando esté de camino a casa, incluso a través de mi ropa.
Me subo la capucha a la cabeza y empiezo a correr por la calle hasta donde he
aparcado. Subo a la acera y miro a mi izquierda solo un instante antes de
empezar a caminar en dirección contraria.
Mi cuerpo choca con otro, mi atención atraída hacia la persona con la que he
chocado porque no estaba prestando atención.
—Mierda —gruño, mirando hacia abajo para ver que algunas de sus cosas se
han caído de su bolso.
La hierba me hace reír un poco mientras me agacho para ayudarla. Soy lo
bastante amable para ser educado, pero capaz de asesinar a la gente.
Qué ironía.
Extiendo los dedos para agarrar unos cuantos objetos al azar: un rapstick 11,
Advil y una piedra de color rojo.
Pero ella me detiene, sus botas marrones mojadas chasquean mientras levanta
la mano hacia mí, pidiéndome en silencio que detenga mis acciones.
11 Instrumento musical.

—¿Hasta dónde estás dispuesto a viajar en la oscuridad antes de ver que no


queda nada bueno allí?
Retrocedo, con las cejas fruncidas. —¿Eh?
—El diablo —dice un poco más alto, recogiendo tres cartas que se habían caído
de entre sus pertenencias sobre el cemento mojado—. Has permitido que el
mundo sentara la maldad sobre tus hombros, cariño, convirtiéndote en esta
imagen porque es lo que querían, pero ¿es eso lo que realmente quieres? ¿Es eso
lo que eres?

Sostiene una carta decorada en dorado y negro, cuya imagen central representa
re presenta
a un hombre con cuernos sobre un trono en ruinas.
La confusión se apodera de mi mente hasta que mis ojos ven la tienda de la que
había salido. El letrero de neón dice Trinity Spiritually. Lecturas de manos, tarot,
necesidades espirituales.
Devuelvo la mirada a su cabello rubio y rizado que se desprende de su gorro y a
sus ingeniosos ojos que parecen saber exactamente cómo voy a reaccionar ante
lo que me ha dicho.
—No voy a pagar por una lectura psíquica —murmuro, recogiendo el resto de

sus
loca.pertenencias antes de dar un paso atrás, dispuesto a dejar en paz a esa
—No puedo evitar a quién o de quién hablan las cartas. No te preguntan, te
advierten.
¿Tengo un cartel en la frente que dice que fuerces tu religión y espiritualidad?
e spiritualidad?
—Bueno, puedes decirles que no me interesa nada de lo que tengan que decir.
Tal vez deberías guardarte estas cosas para ti de ahora en adelant
adelante,
e, ¿sí?
No debería estar entreteniéndome con esto. No quiero hacerlo.
La miro fijamente. Con el chal ceñido a los hombros, se mantiene impasible bajo
la lluvia.
—Chico testarudo —Arquea una ceja—. Te digo que la gran sacerdotisa —da un
golpecito a la carta del centro —, viene por ti. No puedes huir mucho antes de
encontrarte de frente con tu pasado. Tendrás que enfrentarte a ella,
e lla, a ese dolor,
a esa angustia. Pronto. Encubrirlo sólo es enterrarte más en tu tumba.
Enfrentarte a ella puede darte la redención que necesitas.
¿Cómo demonios he acabado aquí? ¿Por qué demonios atraigo mierda como
esta?
Me arde el estómago de irritación.
Ya oigo hablar bastante de estas cosas en casa, sólo que en un formato
diferente.
Espiritualidad, religión. Todo es lo mismo con sus profecías autocumplidas. No
se utiliza para el bien o para ayudar a la gente, sólo para controlar las mentes,
para mantener a la gente a raya.
Se creó para asustar a la gente y obligarla a seguir unas normas que no
acatarían si no temieran a un gran hombre en el cielo.
¿Viene por ti? Me estás tomando el pelo.
—He terminado con esto —Me alejo de sus ojos, colocando las manos sobre mi
moto y echando la pierna por encima del asiento.
Al parecer, no le ha llegado el memorándum, porque me sigue, caminando a mi
lado.
—No quiero tus tonterías de bruja. No me lo creo —digo con un poco más de
fuerza para que quede claro. Me pongo el casco de un tirón, jugueteando con las
correas.
—Y no estoy mintiendo —Con un movimiento tranquilo, extiende hacia mí la
última tarjeta junto con una tarjeta de presentación, dejando caer ambas sobre
mi regazo.
—Diez de espadas, chico. Si no te replanteas el camino que llevas, prepárate
para un final doloroso. Uno lleno de pérdidas, traiciones... será brutal y
desagradable. No saldrás de esta. Tómate esto con precaución, y si alguna vez
te curas de lo que te hizo la religión, pásate por aquí y deja que te lea la palma
de la mano. Tengo la sensación de que tienes una gran historia que contar.
Luego se va, como si no acabara de soltarme una sarta de estupideces
psicológicas, alejándose bajo la lluvia, con el chasquido de sus botas al
desaparecer.
Miro mi regazo.
El rectángulo blanco lleva impreso su nombre y un número de teléfono.
Bliss St. James.
Y la de al lado tiene el mismo patrón de negro y dorado que las otras cartas.
En ésta, un hombre se encuentra boca abajo en la tierra, con múltiples espadas
atravesándole la espalda y hundiéndole aún más en el suelo. Tiene los brazos
extendidos para pedir una ayuda que no parece llegar.
El viento se levanta y la lluvia empieza a caer con más fuerza. Escalofríos me
recorren los brazos ante el agua amarga que empapa
e mpapa mi ropa.
Rápidamente racionalizo que la única forma en que ella sabía lo que siento por
la religión era por mi lenguaje corporal. La gente como ella es buena leyendo ese
tipo de cosas, captando los pequeños detalles. Así es como consiguen timar a
sus clientes.
Pues no me lo creo.

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