Los Pensadores Judíos

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Los pensadores judíos, al igual que los islámicos, mantienen también la opinión de que la

filosofía proporciona una cosmología cuyo conocimiento contribuye a la verdadera felicidad,


sobre todo habida cuenta de que la religión, con sus promesas de dicha, se puede integrar sin
esfuerzo en esa imagen del mundo. A este punto de vista se opone el poeta Yehudá Ha-Leví (c.
1080-1141) con una concepción que se adelanta a una famosa sentencia de Pascal. En su
apología (polémica) del judaismo contra el cristianismo y el Islam, expuesta en el Libro de la
prueba y el fundamento sobre la defensa de la fe menospreciada (Sefer ha-Kusari), Ha-Leví
hace hincapié en que «el Dios de Abraham no es el Dios de Aristóteles». Mientras que el Dios
de los filósofos es un espíritu puro que solo se conoce a sí mismo y no se preocupa del
bienestar del hombre, el de Israel ha escogido a su pueblo e interviene benevolentemente en
los asuntos humanos. Con Abraham ibn Daud (c. 1110-1181) comienza una tercera fase del
pensamiento judío, no caracterizada ya por el neoplatonismo sino por Aristóteles. A diferencia
de Ha-Leví, Ibn Daud no considera irreconciliables la religión y la filosofía. Y, al igual que
Saadia, afirma que la verdadera filosofía—un aristotelismo influido por Avicena—coincide
plenamente con la verdadera religión, el judaismo. En su principal obra filosófica, La fe sublime
(1161), intenta incluso demostrar que la teoría de las categorías de Aristóteles está contenida
en el Salmo 139 (138). En el versículo 1: «Señor, Tú me sondeas», la palabra «me» alude a la
primera categoría, la sustancia; la primera mitad del versículo 2: «Cuando me siento o me
levanto...», se refiere a la categoría de situación, y la segunda mitad: «De lejos percibes mis
pensamientos...», a la de cualidad, etcétera. Ibn Daud cree también demostrable la existencia
de Dios, pero el conocimiento que podemos obtener acerca de Él por esa vía no incluye su
esencia incognoscible. En su ética social, Ibn Daud explica 122 Se llama «cabala» (en hebreo,
'tradición') a las enseñanzas de la mística judía transmitidas oralmente. Esa mística se cultiva
ya en los siglos I y II como una especie de gnosticismo rabínico y florece sobre todo a partir de
la segunda mitad del siglo XII. La cábala intenta, entre otras cosas, descifrar los «secretos» de
la Biblia con la ayuda de los diez números primigenios (pitagóricos) y las veintidós letras del
alfabeto hebreo, así como acararse a Dios meditando en sus numerosos nombres y la fuerza
mágica de la palabra (hebrea). Su libro «sagrado», el Zoar (en hebreo, 'brillo', finales del s. XIII),
fue escrito, probablemente, por Moisés de León. La obra, dirigida contra una filosofía racional,
una metafísica «abstracta» y una interpretación «intelectualista» del judaismo, desarrolla un
sistema cabalístico de conocimiento de Dios en forma de exégesis del Pentateuco (los cinco
primeros libros de la Biblia, atribuidos a Moisés). Su influencia en las ideas ocultistas que
interesan a los filósofos del Renacimiento es tan grande que muchos de ellos aprenden
hebreo. - El árbol de sefirot representado aquí es una ayuda para la meditación y la
concentración en la oración. Está compuesto de las diez potencias, reflejos o emanaciones de
la divinidad, rigurosamente trascendente e ininteligible. El sistema, con sus numerosos
enlaces, difiere de la jerarquía lineal de emanaciones predominante en el neoplatonismo.
FILOSOFÍA ISLÁMICA Y JUDÍA la desigualdad entre las personas como algo justo y querido por
Dios. La felicidad está reservada a los pocos que consiguen su amor, en el sentido del
conocimiento de Dios. Su obra principal concluye con una defensa de la libertad de la voluntad
humana, que constituye el motivo básico del pensamiento filosófico de Ibn Daud. 123 BREVE
HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA La filosofía judía alcanza su culminación en un
contemporáneo de Averroes algo más joven que este, médico de cuerpos y almas: el rabí
filósofo y erudito Moisés Maimónides (Moisés ben Maimón, 1135-1204). De manera similar a
Ha-Leví, Maimónides se dirige en su obra principal, Guía de perplejos, a quienes dudan de su
fe: judíos que se sienten inseguros de su religión por influencia de la filosofía y la ciencia
«paganas». Maimónides no ve tampoco grandes dificultades en conciliar el pensamiento
científico con el teológico, pues en el relato de la creación del Génesis se expusieron las ideas
fundamentales de la Física de Aristóteles, y en las palabras de los profetas, las verdades de su
Metafísica. Pero, en vez de equiparar la filosofía y la Ley judía, Maimónides concede a ambas
partes un derecho propio, aunque, en caso de conflicto, la precedencia la tiene la Ley judía.
Como filósofo y judío creyente, Maimónides se enfrenta a tres cuestiones: ¿cómo se puede
hablar adecuadamente de Dios?; ¿cómo es posible conciliar la enseñanza filosófica de la
eternidad del mundo con la convicción judía de su creación?; y ¿cómo se debe fundamentar la
acción moral? Como al judío creyente le está prohibido debatir la cuestión de la creación ante
más de un alumno, Maimónides escribe la Guía en forma de carta a su discípulo Josef ben
Yehudá, y lo hace, además, en un lenguaje esotérico. Tras la muerte de Maimónides, el
judaismo se divide en dos bandos. El más reducido, el favorable a él, se mantiene abierto a la
filosofía, cultivada a partir de ese momento—como cuarta fase del pensamiento judío—en un
entorno cristiano. Es importante, por ejemplo, Gersónides (Levi ben Gerson, 1288-1344),
eximio seguidor de Averroes. Sin embargo, el bando más numeroso, el opuesto a Maimónides,
adopta una postura hostil hacia la filosofía y concede un lugar destacado a la Cábala. 124
FILOSOFÍA ISLÁMICA Y JUDÍA LECTURAS RECOMENDADAS: Las Cartas de los hermanos puros
de Basara (siglo x), una especie de enciclopedia islámica de las ciencias y una ética
independiente del derecho islámico (sharia), nos ofrecen una introducción al pensamiento del
Islam. Vale la pena leer la novela de Abentofail Hayy ibn Yaqzan (El viviente, hijo del vigilante),
mucho más accesible que las obras dé Avicena, Algazel y Averroes (por lo demás, apenas
traducidas). Para el estudio del pensamiento judío se puede comenzar con los Ocho capítulos
de Maimónides, un tratado sobre la ética judía y el conocimiento de Dios. 125 V II DE ALBERTO
MAGNO A MARSILIO DE PADUA En la escolástica clásica se dan dos circunstancias que liberan
nuevas energías intelectuales concentrándolas al mismo tiempo de tal manera que la Edad
Media alcanza su apogeo en ese periodo. Por un lado, se conoce por primera vez la obra
completa de aquel filósofo que se hace famoso como «maestro de todos los sabios»
(expresión de Dante) por su potencia analítica y su tratamiento casi enciclopédico de la
filosofía y la ciencia: en efecto, el comentario de los escritos de Aristóteles y su armonización
con el cristianismo da pie a la aparición de una plétora de nuevas propuestas y posturas
enfrentadas. Por otro, en ciertas ciudades científica y políticamente florecientes surge una
institución educativa nueva y tan convincente que se ha mantenido hasta hoy: la universidad.
Su fundamento, constituido por una combinación claramente estructurada de enseñanza e
investigación, sigue cultivándose hasta el momento actual, al menos en las ciencias humanas.
Tal vez debamos añadir una tercera circunstancia, el «movimiento de pobreza» de los siglos XII
y XIII, pues los grandes pensadores de la época son miembros de las órdenes «mendicantes»
recién fundadas: los dominicos con Alberto Magno, Tomás de Aquino y el Maestro Eckhart; y
los franciscanos, con Buenaventura, Duns Escoto y Guillermo de Occam. EL ARISTOTELISMO
CRISTIANO: ALBERTO Y TOMÁS Tras los trabajos previos del filósofo, teólogo y naturalista
inglés Roberto Grosseteste (1175-1253), Alberto Magno es el primero de su época en hacer
que todo Aristóteles, incluidos los estudios naturalistas aristotélicos, sea fecundo para la
filosofía y la teología. Al mismo tiempo, estudia a fondo a los aristotélicos islámicos teñidos de
neoplatonismo, como Avicena, y a Averroes, aristotélico estricto y primer comentador de todo
Aristóteles en la Edad Media. Alberto no busca to127 Alberto Magno. - Fresco de Tomás de
Módena, 1352. BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA En torno a 1120 comienzan a
recibirse en Occidente las obras de Aristóteles en un proceso que alcanzará su pleno desarrollo
hacia mediados del siglo XIII con el renacimiento aristotélico más vigoroso de la historia de la
filosofía. Si tomamos como referencia el número de comentarios, el interés no se reparte de
manera regular por toda la obra del filósofo. Aristóteles es estudiado sobre todo como lógico;
luego, como metafísica; y solo en tercer lugar como filósofo moral y político. La traducción
previa y necesaria de sus textos del griego al latín comienza en Bizancio, el Imperio Romano
Oriental, que experimentó un nuevo florecimiento del siglo IX al XI,y en Sicilia y España
(Toledo), continúa en Oxford y alcanza su culminación con Guillermo de Moerbeke, cuyas
cuidadas traducciones sirven como base de trabajo a Tomás de Aquino, quien, como casi todos
los eruditos de su época, no leía griego. Moerbeke traduce no solo a Aristóteles, sino también
antiguos comentarios de su obra y a naturalistas como Arquímedes, Galeno y Ptolomeo. En
esta época se traducen también obras de Platón (Menón, Fedón y Parménides; Timeo, en
cambio, era conocido ya por una traducción realizada en la Antigüedad Tardía), así como de
Alfarabi, Avicena y los escritos de Averroes, el impulsor más decidido del renacimiento
aristotélico. - La ilustración, una miniatura de un manuscrito de la Etica a Nicómaco, muestra a
Aristóteles dando una clase en la Sorbona. davía un sistema filosófico o teológico unitario,
pero es el precursor de aquel aristotelismo cristiano que su alumno Tomás de Aquino amplía
hasta hacer de él un punto culminante del pensamiento medieval, aunque muestre un interés
menor por el estudio de la naturaleza. Aquel edificio teórico sembrado de elementos
agustinianos y neoplatónicos se caracteriza por cinco rasgos: 1) Autonomía e independencia
del mundo, que dan un nuevo valor al objeto de estudio y, al mismo tiempo, al individuo que
lo investiga; Dios se considera, por supuesto, fundamento y meta de la creación, cuyo
perfeccionamiento, no obstante, depende de principios propios e inmanentes al mundo. 2) El
mundo entendido como un valor propio y como algo bueno: a diferencia del neoplatonismo y,
sobre todo, del gnosticismo, el mundo material se concibe de forma fundamentalmente
favorable. La materia no es, por 128 DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA ejemplo, el
mal, sino una creación de Dios y, además—de acuerdo con Aristóteles—, posibilidad
(potencialidad) y, al mismo tiempo, principio de la individuación, de la existencia individual de
todo objeto y ser vivo. 3) Autonomía y libre albedrío de la voluntad: una segunda
revalorización—en este caso, sobre todo, del estudioso—hace que se admita en el ser humano
la capacidad para conocer la verdad por sus propias fuerzas, es decir, sin suponer una
iluminación especial, como lo hacía san Agustín. (Tomás pudo remitirse a san Pablo, Rom, 1,19,
donde se dice que Dios ha revelado la verdad incluso a los paganos.) De ese modo la razón
humana se libera de cualquier tutelaje de la fe, y la filosofía, incluida la teodicea, se puede
practicar como una ciencia completamente autónoma. 4) Cooperación y complementariedad
epistemológica: la razón y la revelación se complementan; entre filosofía y teología reina, en
principio, una concordia armónica. Sin embargo, el conflicto entre filosofía e Iglesia llega en
este momento a un primer punto álgido; la Iglesia prohibe, incluso, durante un tiempo la
lectura de obras aristotélicas (1215y1263). 5) Peligro de dogmatismo: la filosofía de Aristóteles
y, todavía más, el aristotelismo cristiano se consideran un edificio teórico trabado y, además,
concluido. Así, los seguidores de Alberto y Tomás, sobre todo, corren el riesgo de caer en
manos del enemigo del filosofar vivo: el dogmatismo. ALBERTO MAGNO (l193-1280 ) Alberto,
de origen suabo, naturalista, filósofo, teólogo y doctor de la Iglesia, es el único pensador
medieval que recibe el apelativo de Magno. También se le conoce como «doctor universalis»
('doctor universal') por su amplia cultura. En sus años de docente en París y, luego, en Colonia
tiene entre sus alumnos a Tomás de Aquino. La importancia de Alberto no reside únicamente
en sus numerosos comentarios a Aristóteles sino, también, en su método: una elucidación
puramente filosófica y al margen de la teología de cuestiones que son también importantes
para esta. Alberto defiende expresamente la libertad de la filosofía para reflexionar a) sobre el
origen del mundo, incluso sin suponer una creación, y b) sobre la felicidad humana como obra
del hombre, incluso sin la hipótesis de unas virtudes sobrenaturales y una gracia divina. En
particular se entrega al estudio experimental de la naturaleza, descuidado hasta entonces por
la filo129 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA sofía escolástica, dedicándose—como
Aristóteles—a la biología, pero también a la mineralogía y la astronomía. Al actuar así toma
partido c) por la libertad de investigar la naturaleza tal cual es, sin buscar intervenciones
milagrosas de Dios.

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