Derecho Administrativo

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Desarrollo.

En artículos anteriores hemos comentado y argumentado en relación con la actividad


administrativa a que se ven sometidos, de forma permanente, los entes y órganos públicos,
con miras al cumplimiento de los fines del Estado; esa actuación administrativa constante se
concreta por medio de una figura jurídica que, como hemos analizado antes, resulta de gran
valor para el Derecho Administrativo, se trata del acto administrativo, vórtice de la función
pública.
Como se sabe, los actos administrativos requieren para su concreción, el cumplimiento de
ciertos fundamentos materiales y de una formalidad que condicionan incluso su eficacia y
efectividad, pues a través de ellos se tutelan derechos e intereses que se pueden ver afectados
negativamente por las disposiciones y decisiones contenidas en ellos.

Esto ha llevado a un reconocimiento explícito, por la doctrina y por el Derecho, de que los
actos administrativos pueden ser impugnados de diversas formas y en distintos ámbitos y
momentos; es ahí donde surgen las vías recursivas, para que los interesados tengan la
oportunidad de atacar formalmente las decisiones de las autoridades públicas, cuando estas
no sean conforme a los principios y las normas que rigen su actuación, y en procura de
garantizar seguridad jurídica.

En este tenor, los actos administrativos pueden ser desafiados a lo interno de la propia
administración, a través de los denominados recursos administrativos o por ante la
jurisdicción contencioso-administrativa. El objeto del presente escrito está limitado a la
primera vía, es decir, a los recursos administrativos.

Los recursos administrativos son, en esencia, un medio de impugnación de las decisiones


administrativas que toman los entes y órganos en el ejercicio de sus atribuciones y en el
contexto del Derecho Administrativo, cuyo conocimiento y resolución compete a la propia
Administración; es válido recalcar, ya lo hemos planteado en una entrega anterior, que los
recursos administrativos hacen parte de los mecanismos de control interno de la
Administración Pública.

Esta vía de recurso tiene su explicación histórica en el concepto conocido como justicia
retenida, que propicia la condición de juez y parte de la Administración Pública, al otorgarle
facultad para conocer y decidir sobre los recursos que impugnan decisiones que ella misma
ha tomado; esto le ha valido muchas críticas por una parte de la doctrina, que cuestiona
incluso su funcionalidad en la actualidad.

Los recursos administrativos tienen como objetivo concreto y específico la anulación o


modificación de los actos administrativos que son contrarios a derecho, por lo que la doctrina
y el Derecho positivo muestran un marcado interés por diferenciarlos de otras acciones que
elevan los interesados y que tienen alguna similitud que alienta cierta confusión, tales como
el derecho de petición, las quejas por mal funcionamiento de los servicios públicos, las
reclamaciones por responsabilidad civil, las denuncias contra funcionarios públicos; también
se excluyen de la condición de recurso administrativo la solicitud de revocación de un acto
administrativo desfavorable, la solicitud de corrección de errores materiales contenidos en un
acto administrativo, las reclamaciones para que, ante situación de inactividad administrativa,
la Administración actúe, entre otras.

El Derecho positivo comparado regula y sistematiza la cuestión de los recursos


administrativos a partir de los fundamentos y las experiencias acumuladas en el manejo de los
recursos en sede jurisdiccional, estableciendo los tipos y diferencias de recursos
administrativos, señalando con precisión quienes se consideran interesados para
interponerlos, disponiendo sobre los actos administrativos que pueden ser objeto de
impugnación, regulando el procedimiento para su interposición, conocimiento y resolución,
es decir, formas, plazos, autoridades competentes para conocerlos, medidas cautelares, entre
otras.

En nuestro país, se ha dado un tratamiento jurídico al tema en distintas leyes y normas


complementarias; sin embargo, el mismo se encuentra regulado, de forma central, en la Ley
de No. 107-13, sobre Derechos de las Personas en sus Relaciones con la Administración y de
Procedimiento Administrativo. En ese orden, el artículo 47 establece que son actos
administrativos recurribles en vía administrativa aquellos que pongan fin a un procedimiento,
que imposibiliten su continuación, que produzcan indefensión, que lesionen derechos
subjetivos o que produzcan daños irreparables; como se puede ver, la norma existente coloca
límites materiales a la posibilidad que tienen los ciudadanos afectados por la actuación de la
Administración para interponer recursos en sede administrativa.
De conformidad con el artículo 48 de la misma Ley, se establecen las condiciones de forma
para incoar o presentar los recursos administrativos, lo que, según el mandato jurídico, debe
hacerse mediante registro escrito ante el órgano competente para conocerlos; para que la
autoridad competente pueda admitir y dar curso al recurso, el contenido del escrito que lo
soporta debe ser claro y preciso en cuanto al acto administrativo que se recurre, la voluntad
de impugnación y los motivos concretos que justifican la inconformidad.

En principio, por aplicación del artículo 49, la interposición de un recurso administrativo no


suspende la ejecución del acto que se impugna, aunque puede ocurrir, si alguna disposición
legal así lo consigna de manera expresa. También existe la posibilidad, así se dispone en el
artículo 50, de que el órgano ante el cual se recurra un acto administrativo sea de oficio o a
petición de parte, determine, a título de medida cautelar, la suspensión de los efectos del acto
recurrido, siempre que su ejecución pueda causar grave perjuicio al interesado, o si la
impugnación se fundamenta en la nulidad de pleno derecho del acto, lo que habilita para
exigir la constitución previa de una garantía.

El legislador dominicano se decantó en el artículo 51 de la Ley No. 107-13 por el criterio


jurídico del carácter optativo de los recursos administrativos, por lo que las personas pueden
interponerlos a discreción, o acudir directamente a la vía contenciosa administrativa, teniendo
en cuenta que, electa la vía jurisdiccional, se pierde la vía administrativa; no obstante, la
interposición del recurso administrativo no impide desistir del mismo en cualquier estado, y
promover la vía contenciosa; tampoco impide que se interponga el recurso contencioso
administrativo una vez resuelto el recurso administrativo o transcurrido el plazo para decidir.
Con esto, se deja atrás el criterio que había primado hasta ese momento, que era el de la
obligatoriedad de la vía administrativa, pues solo se podía acudir a la jurisdicción
contencioso-administrativa una vez se agotaban o vencían los plazos de los recursos en sede
administrativa.

En cuanto a las potestades del órgano que conoce el recurso administrativo, el artículo 52
dispone que este puede confirmar, modificar o revocar el acto impugnado, así como ordenar
la reposición en caso de vicios de procedimiento, sin perjuicio de la facultad que tiene la
Administración para convalidar los actos anulables; se agrega que en ningún caso la
Administración puede, al decidir el recurso administrativo, agravar la condición jurídica del
interesado.

Los artículos 53 y 54 reconocen en sede administrativa el recurso de reconsideración y el


recurso jerárquico, respectivamente; el primero se interpone ante el mismo órgano o
autoridad que emitió la decisión que se impugna, el segundo ante el órgano o autoridad
superior jerárquica de la autoridad que tomó dicha decisión.

En cuanto a los plazos para interponer los recursos administrativos, los interesados deben
hacerlo en los treinta (30) días que siguen a la notificación del acto que se impugna, debiendo
ser resuelto por el órgano competente en un plazo también de treinta (30) días. Si se trata de
un recurso de reconsideración, y este no fuere resuelto dentro de este plazo, el interesado
podrá asumirlo como denegado tácitamente, bajo el criterio jurídico del silencio
administrativo negativo, por lo que puede interponer, si lo desea, el recurso jerárquico, si
procede, o acudir a la jurisdicción contencioso-administrativa. Cabe advertir que contra los
actos dictados por órganos que están sujetos al control jerárquico de otros superiores podrá
interponerse recurso jerárquico, sin necesidad de que se haya interpuesto previamente el
recurso de reconsideración.

De conformidad con la Ley, en la Administración Central del Estado el recurso jerárquico


deberá ser interpuesto por ante el Ministro competente; en el caso de los entes
descentralizados funcional y territorialmente, el recurso jerárquico deberá ser interpuesto
contra las decisiones de los órganos subalternos por ante los órganos superiores de ellos;
excepcionalmente, en los casos expresamente establecido en las leyes, un órgano que no sea
superior jerárquico podrá conocer los recursos contra los actos administrativos de un órgano
que no le está subordinado, pertenezcan o no a un mismo ente público.

Pese a las críticas, válidas algunas, es nuestro criterio que los recursos en sede administrativa
tienen su importancia y justificación, pues cristalizan el derecho de los administrados de
solicitar la revisión de los actos administrativos, sin necesidad de acudir a la jurisdicción
contencioso-administrativa, y constituyen a la vez una oportunidad para que la
Administración regrese sobre sus propias decisiones y enmiende cualquier error que haya
podido cometer.

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