Metales y Metaloides2024

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Toxicología y Química Legal Dr.

Bismarck Quisbert Fernandez

INTOXICACION POR METALES Y METALOIDES

INTRODUCCIÓN
Se llama metales a los elementos químicos situados a la izquierda y centro de la tabla del sistema
periódico. Se clasifican en metales alcalinos y alcalinotérreos de los grupos I y II A, los metales
de transición y los grupos III y IV A. Algunos elementos intermedios como el Arsenico del grupo
VA se estudian habitualmente junto a los metales. En todos estos grupos se encuentran metales
muy relevantes desde el punto de vista toxicológico.
Sus características químicas se basan en su estructura electrónica que condiciona las preferencias
de enlace en que predominan el enlace metálico, que se establece entre átomos del mismo
elemento, caracterizado por la formación de estructuras cristalinas en que cada átomo comparte
los electrones de muchos de sus vecinos, y el enlace iónico, sobre todo entre los metales alcalinos
y alcalinotérreos y los no metales.
Así, los elementos metálicos dan lugar a diferentes tipos de compuestos:

- Metales en estado elemental.


- Compuestos inorgánicos: halogenuros, hidroxilos, oxoácidos.
- Compuestos orgánicos: alquilos, acetatos, fenilos.

Los metales en forma inorgánica son los componentes fundamentales de los minerales de la
corteza terrestre por lo que se cuentan entre los agentes químicos tóxicos de origen natural más
antiguamente conocidos por el hombre.
El contacto humano con compuestos metálicos se produce a través del agua y los alimentos,
normalmente a dosis bajas, pero su toxicidad a lo largo de la historia se ha expresado sobre todo
por una exposición profesional en las actividades mineras y, más anecdóticamente, al emplearse
con fines homicidas. Los principales autores clásicos que se ocuparon de temas toxicológicos
describieron ya intoxicaciones crónicas por metales relacionados con la minería de los elementos
más tóxicos como el mercurio o el plomo. Por otra parte el semi-metal arsénico ha sido uno de
los tóxicos más empleados con fines suicidas y homicidas.
En la actualidad las fuentes de exposición a estas substancias se han ampliado mucho en relación
con la actividad agrícola e industrial.

Un ejemplo de ello es el espectacular aumento de plomo en la atmósfera que ha llevado a la


contaminación del hielo de las zonas polares, relacionado con su empleo como antidetonante en
las gasolinas.
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Por otra parte hay que recordar que la mayoría de los oligoelementos considerados
imprescindibles para el correcto funcionamiento del organismo en concentraciones traza son
metálicos: Fe, Cu, Mn, Zn, Co, Mb, Se, Cr, Sn, Va, Si y Ni. Algunos de los alcalinos (Na, K) y
alcalinotérreos (Ca) y el Mg son cationes de extraordinaria importancia para el correcto
funcionamiento celular y se encuentran en alta concentración. Una de las principales funciones
de los oligoelementos metálicos es formar parte de las denominadas metaloenzimas en las que
intervienen como coenzimas. En algunos casos, como el Zn, estabilizan estados intermedios. En
otros como el Fe o el Cu en la citocromooxidasa actúan en reacciones redox como
intercambiadores de electrones.
Se consideran a continuación algunos aspectos de la toxicología de los metales que es común al
conjunto de ellos y después se estudiarán en detalle tres de los elementos seleccionados entre los
que presentan mayor interés toxicológico.

FUENTES DE EXPOSICIÓN CAUSANTES DE PATOLOGÍA HUMANA


En la actualidad la exposición a elementos metálicos se produce de forma específica en la
actividad laboral, como ha sucedido a lo largo de la historia, pero además la población general
entra en contacto con ellos a través del agua, los alimentos y el ambiente, donde su presencia se
ha incrementado por la intervención de la actividad industrial humana sobre los ciclos
hidrogeológicos.
Un gran número de actividades industriales implica la manipulación de metales. Entre ellas hay
que destacar la minería y las industrias de transformación, fundiciones y metalurgia en general.
Actividades específicas producen riesgos mayores frente a determinados elementos, como la
exposición al plomo en las empresas de baterías o exposición al mercurio en las operaciones de
electrólisis. Los trabajadores dentales han recibido una notable atención en las últimas décadas
por su potencial exposición al berilio, mercurio y níquel.
Se encuentran elementos metálicos en el agua y en los alimentos. Esta presencia es
imprescindible en el caso de muchos de ellos, mencionados como metales esenciales, pero resulta
tóxica cuando la concentración excede determinados límites o cuando se trata de alguno de los
elementos más peligrosos.

Era clásica, por ejemplo, la presencia de plomo en el agua procedente de las tuberías. Algunas
de las epidemias tóxicas alimentarias más graves han implicado elementos metálicos, como el
mercurio (Hg) en la enfermedad de Minamata o de las producidas por compuestos
organomercuriales empleados como fungicidas en el tratamiento del grano. La fuente de
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exposición alimentaria mantiene su importancia como se ha demostrado en la epidemia de


arsenicosis por consumo de agua de pozo con alta concentración de Arsénico (As) en diversos
países asiáticos a lo largo de los años 90.
Otra fuente de exposición es la atmósfera potencialmente contaminada por diversos metales en
forma de polvos, humos o aerosoles, con frecuencia de origen industrial, procedentes de
combustiones fósiles y por su presencia en la gasolina.

FACTORES TOXICOCINÉTICOS

Las características y efectividad del transporte de membrana condicionan la expresión de la


toxicidad de las substancias químicas al determinar su tiempo de permanencia junto a sus dianas.
Estas características dependen de diversos factores entre los que destaca la hidro o
liposolubilidad, volatilidad, Peso molecular y la existencia de mecanismos específicos de
transporte.
En el caso de los compuestos metálicos las características mencionadas pueden diferir mucho
entre distintos compuestos del mismo elemento. Las moléculas inorgánicas tienden a ser más
hidrosolubles que las orgánicas aunque algunas sales, por ejemplo de plomo, son totalmente
insolubles como sulfato, carbonato, cromato, fosfato y sulfuro de plomo. Tampoco todas las
moléculas orgánicas presentan la misma liposolubilidad como se verifica en el caso de los
compuestos organomercuriales.
En relación con la absorción y la distribución, los compuestos organometálicos se benefician de
una mejor difusión por lo que se absorben bien por vía digestiva e incluso pueden absorberse por
vía cutánea. La vía respiratoria es importante en el mercurio, que es el único metal volátil, y en
la exposición a humos y vapores metálicos en condiciones extremas de temperatura y también a
partículas, como en el caso del plomo (Pb) que es fagocitado por los macrófagos alveolares. Las
sales metálicas inorgánicas se absorben y difunden con mayor dificultad y algún compuesto,
como el mercurio metal, no se absorbe por vía digestiva salvo a dosis muy altas.
El metabolismo de los compuestos metálicos afecta en general muy poco a su toxicidad. Los
compuestos orgánicos tienden a transformarse en inorgánicos lentamente aunque en algún caso,
como el Arsenico (As), sucede lo contrario.
La vida media de los compuestos metálicos en el organismo es variable pero tiende a ser
prolongada debido a su afinidad y acumulación en el hueso. Se acumulan, por ejemplo el Plomo
(Pb) y el Cadmio (Cd) con vidas medias superiores a los 20 años, mientras que otros como el
Arsénico (As) o el Cromo (Cr) no se acumulan y tienen vidas medias de días, aunque pueden
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detectarse durante más tiempo en lugares considerados de eliminación como pelo y uñas. La
sangre, orina y pelo son las muestras biológicas más empleadas para medir una exposición o
dosis. Las dos primeras para determinar una exposición reciente y la última para determinar una
exposición anterior y su evolución en el tiempo.

MECANISMO DE ACCIÓN TÓXICA


La toxicidad de los compuestos metálicos se diferencia de la mayoría de las moléculas orgánicas
por el hecho de depender de manera muy característica del elemento metálico en cuestión,
aunque, como se ha indicado, la expresión de esa toxicidad depende también de las
modificaciones toxicocinéticas derivadas del tipo de molécula: por ejemplo, el mercurio orgánico
es principalmente neurotóxico por su capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica,
mientras que el cloruro mercúrico es nefrotóxico al eliminarse por el riñón.
Entre los elementos metálicos intrínsecamente más tóxicos se encuentran los metales pesados
Plomo (Pb), mercurio (Hg) y el semi-metal Arsenico (As).
Otro factor que influye en la toxicidad de los compuestos metálicos es el estado de valencia en
que el elemento metálico se encuentra. Así, el Arsenico (As) III es más tóxico que el Arsenico
(As) V y el Cromo (Cr) VI es más peligroso que el Cromo (Cr) III.
Las dianas de toxicidad de los metales son proteínas, muchas de ellas con actividad enzimática,
afectando a diversos procesos bioquímicos, membranas celulares y orgánulos. Los efectos
tóxicos de los metales se ejercen, salvo pocas excepciones, por interacción entre el ión metálico
libre y la diana.
Son tóxicos eminentemente lesionales que afectan gravemente a funciones celulares
fundamentales para su supervivencia por mecanismos complejos, no siempre bien conocidos.
Entre ellos destacan:

- Interacción con metales esenciales por similitud electrónica.


- Formación de complejos metal-proteína con inactivación de su función.
- Inhibición enzimática de proteínas con grupos SH-.
- Afectación de orgánulos celulares: mitocondrias, lisosomas, microtúbulos.

CUADROS CLÍNICOS
Los metales, como cualquier otro grupo de agentes químicos, pueden producir una patología
aguda, desarrollada rápidamente tras el contacto con una dosis alta, o crónica por exposición a
dosis baja a largo plazo.
La toxicidad aguda por metales es poco frecuente. Son muy escasas las intoxicaciones suicidas
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u homicidas por vía digestiva, capaces de producir cuadros clínicos muy graves o fulminantes,
con afectación digestiva, cardiovascular, neurológica o hepatorrenal. Una situación clínica más
frecuente es el cuadro de fiebre de los metales, tras exposición respiratoria en el medio laboral a
humos metálicos.
Las intoxicaciones subagudas o crónicas, predominantemente de origen laboral, han disminuido
con el control en las empresas de los valores límites ambientales para agentes químicos. Las
exposiciones a dosis bajas a largo plazo, procedentes de fuentes alimentarias o ambientales,
pueden producir los cuadros típicos de intoxicación crónica, como ha sucedido en el caso
mencionado del Arsenico As o manifestarse en forma de efectos aislados, como la disminución
de coeficiente intelectual en niños expuestos al plomo (Pb).
Otro posible efecto a largo plazo es la carcinogénesis. La International Agency for Research on
Cancer (IARC) ha incluido en el Grupo I (Agentes carcinógenos en humanos) a: arsénico, berilio,
cadmio, cromo (VI) y níquel. Circunstancias de exposición clasificadas en el mismo grupo son
la producción de aluminio y la fundición de hierro y acero.

TRATAMIENTO ANTIDÓTICO: QUELACIÓN


El conjunto de los elementos metálicos se beneficia de un tipo de tratamiento específico basado
en su reactividad química que les capacita para la formación de complejos con diversas
substancias denominadas agentes quelantes. Se forman compuestos coordinados atóxicos e
hidrosolubles que se eliminan por la orina. La teoría de quelación de los metales indica que los
cationes de metales blandos como el mercurio Hg2+, forman complejos estables con moléculas
donantes de sulfuros (BAL-British Anti-Lewisite) mientras que los cationes de metales duros,
alcalinos y alcalinotérreos tienen más afinidad por los grupos COO- (EDTA) y los intermedios
como el plomo Pb2+ o el arsénico As3+ se acomplejan con ambos tipos de ligandos y los donantes
de nitrógeno.
Los agentes quelantes deben ser hidrosolubles, capaces de penetrar en los tejidos de
almacenamiento de metales y tener baja afinidad por metales esenciales. Entre ellos están:
- BAL-British Anti-Lewisite- (dimercaprol): Se ha utilizado en las intoxicaciones por arsénico,
mercurio y plomo.
- DMPS (ácido 2,3-dimercapto-1-propanosulfónico) y DMSA (ácido meso-2,3-
dimercatosuccínico o Succimer): derivados del BAL, hidrosolubles, empleados en la
intoxicación crónica por los mismos agentes, arsénico, mercurio y plomo.
- Derivados del ácido etilendiaminotetraacético (EDTA): la sal cálcico disódica es capaz de
quelar diversos metales pesados pero se ha empleado sobre todo en las intoxicaciones por plomo.
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- Penicilamina (ß,ß-dimetilcisteína): Se emplea por vía oral para las intoxicaciones por plomo,
arsénico y mercurio.
- Desferoxamina: forma complejos con el hierro 14.

PLOMO (Pb)
El plomo es un metal pesado, gris y blando muy difundido en la corteza terrestre. Se encuentra
en la naturaleza como mezcla de 3 isótopos (206, 207 y 208). Su forma más abundante es el
sulfuro de plomo (PbS), formando las menas de galena. Con frecuencia está asociado a otros
metales, como plata, cobre, cinc, hierro y antimonio. Forma compuestos en estado de valencia
2+ y 3+, orgánicos, como acetato, tetraetilo y tetrametilo e inorgánicos, como nitrato, arsenato,
carbonato, cloruro, óxidos y silicato. Por su bajo punto de fusión fue uno de los primeros metales
empleados por el hombre y su intoxicación crónica, el saturnismo, se conoce desde la
antigüedad.
La principal fuente ambiental de plomo ha sido la gasolina, de la que se está suprimiendo. La
exposición al plomo en medio profesional se produce en actividades de minería, fundiciones,
fabricación y empleo de pinturas, baterías, tuberías, plaguicidas, envases con soldaduras de
plomo, vajillas y cerámicas. En los últimos años se ha prestado especial atención al impacto
ambiental de los perdigones empleados en la caza. El uso de aditivos de plomo en las pinturas de
uso doméstico se ha ido restringiendo en las últimas décadas, sobre todo por el peligro que
representan para los niños.
Aunque no suele producir intoxicaciones agudas, su acumulación en el organismo hace que la
exposición a dosis bajas a largo plazo, en el medio laboral o a través del aire, el agua o los
alimentos dé lugar a la expresión de una toxicidad crónica. Partiendo de que la exposición a una
cierta concentración de plomo es inevitable, se considera que la concentración sanguínea de
plomo normal en la población no especialmente expuesta es de 10 µg/dl como máximo y que el
nivel a partir del cual hay que tomar medidas en los niños es de 10-14 µg/dl.
El plomo (Pb) penetra en el organismo por todas las vías. En los pulmones se absorbe bien en
forma de humos o partículas finas que son fagocitadas por los macrófagos alveolares. La
absorción gastrointestinal depende de la solubilidad del tipo de sal y del tamaño de las partículas.
Los adultos no absorben por esta vía más del 20-30% de la dosis ingerida pero en los niños se
alcanza hasta un 50%. La absorción cutánea tiene escasa importancia aunque pueden absorberse
las formas orgánicas. Además, el plomo de los proyectiles termina solubilizándose y
distribuyéndose desde los tejidos donde han quedado alojados.
En la sangre, la mayor parte del plomo absorbido se encuentra en el interior de los hematíes.
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Desde aquí se distribuye a los tejidos alcanzándose una mayor concentración en huesos, dientes,
hígado, pulmón, riñón, cerebro y bazo. En los dos primeros territorios se acumula el 95% de la
carga orgánica total de plomo. El hueso es el territorio preferente de acumulación, en substitución
del Ca y, aunque no causa allí ningún problema, puede ser origen de reaparición de toxicidad
crónica por movilización. Así, la vida media del plomo en la sangre es de 25 días en el adulto
(experimentos a corto plazo), 10 meses en el niño (exposición natural), 90 días en el hueso
trabecular y 10-20 años en el cortical.
Atraviesa la barrera hematoencefálica, con mayor facilidad en los niños, y se concentra en la
substancia gris. También atraviesa la placenta.
La eliminación se produce sobre todo por orina y heces. La eliminación urinaria normal es de 30
µg/24 h. No está claro qué proporción del plomo detectado en las heces corresponde a la parte
no absorbida.
Las principales dianas del plomo son una serie de sistemas enzimáticos con grupos tiol, sobre
todo dependientes de zinc. Entre los de mayor expresión clínica destacan dos enzimas que
intervienen en la síntesis del grupo hemo: la delta-aminolevulínico deshidrasa (ALA-D) y la
ferroquelatasa. Su inhibición por el plomo Pb interfiere con la síntesis del hemo y se traduce en
un aumento de la coproporfirina urinaria y un aumento de la protoporfirina eritrocitaria. Otros
sistemas enzimáticos afectados se relacionan con alteraciones en la integridad de las membranas
celulares. Estos dos tipos de efecto tienen como consecuencia una anemia normocrómica y
normocítica que presenta un punteado basófilo característico en los hematíes. Este punteado está
constituido por agregados de ARN degradado, normalmente eliminado por la enzima pirimidina-
5-nucleotidasa, que se encuentra inhibida.
La similaridad química del plomo con el calcio, le permite interferir con diversas vías
metabólicas en la mitocondria y en sistemas de segundos mensajeros que regulan el metabolismo
energético, así como en los canales de Ca dependientes de voltaje, que intervienen en la
neurotransmisión sináptica, a los que inhibe, y en las proteín-kinasas dependientes de calcio, que
activa. Esta interferencia con al Ca, en las células endoteliales de los capilares cerebrales, está en
la base de la encefalopatía aguda, ya que produce una disrupción de la integridad de las uniones
intercelulares fuertes que caracterizan a la barrera hematoencefálica y da lugar a un edema
cerebral. Las alteraciones del desarrollo psicomotor en los niños, relacionadas con exposiciones
a bajas dosis de plomo Pb, están condicionadas por la mayor permeabilidad al tóxico de los
capilares inmaduros junto a las mencionadas alteraciones en la neurotransmisión, de mayor
impacto en fases de desarrollo de la organización del SNC. Diversos sistemas de
neurotransmisión afectados por el plomo Pb son los regulados por la acetilcolina, dopamina,
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norepinefrina, GABA y glutamato.


Las alteraciones renales están relacionadas con disfunciones en la fosforilación oxidativa
mitocondrial. Se observan además cuerpos de inclusión nucleares formados por complejos Pb-
proteína. El Pb disminuye la eliminación renal de ácido úrico produciendo la gota saturnina15.
Una disminución de la actividad de la ATPasa Na-K y un aumento de la bomba de intercambio
Na-Ca produce cambios en la contractilidad del músculo liso vascular que desemboca en la
hipertensión frecuentemente presente en la intoxicación crónica en el adulto. A ella pueden
contribuir los cambios en el sistema renina-angiotensina. Una alteración similar en la
musculatura lisa intestinal produce el típico cuadro gastrointestinal, con dolor cólico, anorexia,
vómitos y estreñimiento.
Así mismo, se han descrito alteraciones endocrinas y reproductivas con infertilidad en ambos
sexos, abortos, prematuridad y anomalías congénitas. Aunque se comporta como carcinógeno en
modelos experimentales, no hay evidencia de carcinogenicidad humana.
Hay algunos casos descritos de cardiotoxicidad con aparición de miocarditis y disritmias.
Los síntomas de la intoxicación aguda son análogos a los que se describirán en el saturnismo
clásico pero se presentan con un curso más rápido en relación con una exposición masiva
inhalatoria, la ingestión de una dosis alta con intencionalidad suicida o, incluso la administración
intravenosa de drogas de abuso contaminadas con plomo (Pb).
Se produce una encefalopatía aguda con insuficiencia renal, síntomas gastrointestinales graves y
hemólisis.
La intoxicación crónica por plomo, conocida clásicamente como saturnismo, tiene una
sintomatología variada que refleja su acción en los diferentes órganos.

- SNC: encefalopatía subaguda y crónica con afectación cognitiva y del ánimo. La cefalea y
astenia son síntomas iniciales acompañados de insomnio, irritabilidad y pérdida de la líbido.
También se puede producir una encefalopatía aguda si se alcanzan niveles hemáticos de Pb
suficientemente altos (100 µg/dl) con ataxia, coma y convulsiones. Es la presentación clínica más
grave en los niños. Pueden presentar una fase prodómica con vómitos y letargia unos días antes
de la crisis.
- SNP: polineuropatía periférica de predominio motor sobre todo en extremidades superiores y
en el lado dominante. La afectación comienza con una destrucción de las células de Schwann
seguida de desmielinización y degeneración axonal.
- Sistema hematopoyético: anemia con punteado basófilo en los hematíes.
- Sistema gastrointestinal: dolor abdominal de tipo cólico. Anorexia, vómitos y crisis de
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estreñimiento alternando con diarrea. Puede aparecer un ribete gris o azulado gingival.
- Riñón: el plomo se acumula en las células tubulares proximales y produce insuficiencia renal.
También se asocia con hipertensión arterial y gota.
Los niños presentan cambios neuropsicológicos como alteraciones en el aprendizaje, reducción
en cociente intelectual, cambios de comportamiento con hiperactividad, vocabulario escaso,
reducción de crecimiento, pérdida de agudeza auditiva y deficiencias en el tiempo de reacción y
en la coordinación mano/ojo.
Para el diagnóstico de la intoxicación por plomo se emplean dos tipos de procedimientos
analíticos: 1.- Determinación directa de plomo en sangre y orina o tras provocación por quelación
con EDTA; 2.- Biomarcadores de efecto, entre los que se cuentan la determinación de ALA y
porfirinas, la hemoglobina y hematocrito y el punteado basófilo de los hematíes.
En el tratamiento de las intoxicaciones agudas por ingestión de sales solubles se practica lavado
gástrico cuya eficacia puede comprobarse mediante una radiografía simple de abdomen, ya que
el plomo es radio-opaco.
Los quelantes indicados en la intoxicación por plomo son el BAL, empleado a dosis de 3 mg/kg
por vía intramuscular, seguido por la pauta de administración de EDTA cálcido disódico iniciada
4 horas después, a dosis de 935 mg en 500 ml de suero fisiológico a pasar en 6 horas, repetido
cada 12 horas durante 5 días.
El BAL atraviesa la barrera hematoencefálica y actúa en los espacios intra y extracelular.
En las intoxicaciones crónicas se emplea la misma pauta o bien la d-penilcilamina por vía oral,
empezando a dosis de 10 g/Kg/día en 4 tomas hasta alcanzar 40 mg/Kg/día, durante 2 semanas.
Es preciso evaluar la eficacia del tratamiento mediante la verificación de la eliminación urinaria.

MERCURIO (Hg)
Es un miembro del grupo II de los elementos metálicos con un Peso molecular de 200,6. Su
símbolo químico procede del latín hydrargyros que significa plata líquida, lo que indica su
aspecto. Es el único elemento metálico líquido y algo volátil a temperatura ambiente. Su forma
más frecuente en la naturaleza es como cinabrio, mineral compuesto de sulfato mercúrico (HgS).
Se encuentra en tres formas primarias: Hg elemental o metálico en estado de valencia 0,
compuestos inorgánicos mercurosos (1+) y mercúricos (2+) y compuestos orgánicos (alquilo,
fenilo...) en que se une en enlace covalente a un átomo de C. El Hg elemental está presente en
numerosos instrumentos de medida (termómetros, barómetros...), interruptores y tubos
quirúrgicos especiales, así como en las amalgamas dentarias, en las que supone el 50%.
La liberación antropogénica ambiental se calcula en 2.000 toneladas al año.
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Las principales fuentes de contaminantes mercuriales han sido la actividad minera, residuos
industriales de plantas cloroalcali o de fabricación de vinilo y fungicidas, pinturas antifúngicas,
fotografía, pirotecnia, baterías secas y pilas, industrias papeleras y laboratorios médico-
veterinarios y dentales.
Son más tóxicos los compuestos orgánicos por su mayor capacidad de penetración en el SNC.
Se consideran niveles normales de Hg en sangre los inferiores a 10 µg/l y en orina de 20 µg/l. La
dosis letal oral humana de cloruro mercúrico es de 30-50 mg/kg.
La OMS considera aceptable una concentración en el agua de 0,001 mg/L y una ingesta semanal
tolerable de 5 µg/kg de Hg total y 3,3 µg/kg de metilHg.
La exposición al Hg se puede producir por todas las vías.
El Hg elemental se absorbe muy poco desde el tubo digestivo (menos del 0,01%). Su vía principal
de absorción es por inhalación del vapor, que se produce de forma espontánea a temperatura
ambiente, con una penetración a través de la membrana alveolo-capilar del 75% de la dosis
inhalada. Hay una débil penetración por vía cutánea. En la sangre difunde al interior de los
hematíes donde es oxidado a ión mercúrico, al igual que en los tejidos, por una vía catalizada por
catalasas peroxisomales, en un proceso que es reversible. El Hg no oxidado es capaz de penetrar
a través de la barrera hematoencefálica y la placenta. En el SNC queda atrapado en forma de ión
mercúrico. Su eliminación es urinaria y digestiva en forma de ión mercúrico. También se produce
una cierta eliminación pulmonar del Hg vapor. Su vida media en el organismo es de 60 días.
La absorción digestiva del Hg inorgánico es algo más eficaz (2-10% de ClHg2, menor en el
ClHg) y es la principalmente implicada en intoxicaciones agudas. También se han descrito
intoxicaciones relacionadas con la aplicación cutánea de cremas o jabones que lo contienen. El
cloruro mercúrico, cuyo mecanismo de transporte de membrana se desconoce, se distribuye en
la sangre entre los hematíes y el plasma. No atraviesa la barrera hematoencefálica. Se elimina
sobre todo por vía renal, con una vida media de 30-60 días.
Las formas orgánicas se absorben por todas las vías. Los derivados arilo y de cadena larga se
comportan a partir de aquí de forma análoga a los inorgánicos. El Metil Hg se distribuye
ampliamente en los distintos tejidos, con preferencia por los más ricos en lípidos como el cerebro
y el tejido adiposo. Se elimina sobre todo por las heces experimentando ciclo enterohepático, lo
que prolonga su vida media hasta 70 días. Un 10% se transforma en el catión divalente y se
elimina como él.
La toxicidad del Hg está determinada por su gran afinidad por los grupos SH- en que reemplaza
al hidrógeno. También es capaz de reaccionar con grupos amida, carboxilo y fosforilo. Esto
produce graves alteraciones en proteínas con actividad enzimática, con funciones de transporte
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y estructurales que se expresan en diferentes tejidos.


El cloruro mercúrico tiene propiedades cáusticas que causan graves lesiones en la mucosa
digestiva en casos de ingestión. En el riñón produce una lesión directa de necrosis tubular y una
glomerulonefritis membranosa asociada a un mecanismo inmune que justifica también las
lesiones cutáneas de la acrodinia.
Las intoxicaciones por el mercurio y sus derivados, que han tenido un papel histórico muy
importante en el campo de la toxicología laboral y como agentes de epidemias humanas muy
graves, son raras en la actualidad. De cierta frecuencia en los servicios de Urgencias es la consulta
por ingestión del mercurio metálico de un termómetro o de una disolución antiséptica como el
mercurocromo, habitualmente por niños. En el primer caso no se produce absorción salvo en
presencia de erosiones mucosas o úlceras amplias. En el segundo, no es de esperar toxicidad por
debajo de una dosis de 20 ml de los preparados comerciales. También se han descrito casos de
embolización pulmonar por inyección intravenosa y absorción desde tejidos blandos tras
penetración a través de la piel.
Se pueden producir intoxicaciones agudas por inhalación de Hg metálico en cuyo caso los
síntomas iniciales son respiratorios con disnea, tos seca, fiebre y escalofríos. El cuadro puede
evolucionar hacia una neumonitis intersticial con atelectasias y enfisema. Se acompaña de
síntomas digestivos inespecíficos con nauseas, vómitos y diarrea, sabor metálico, sialorrea y
disfagia. Puede haber alteraciones visuales. A continuación pueden aparecer síntomas
neurológicos, como temblor distal y facial, junto a una insuficiencia renal y gingivoestomatitis
como expresión de la conversión tisular a ión mercúrico.
El Hg inorgánico, sobre todo en sus formas mercúricas, causa por vía oral un cuadro de
causticación con necrosis de la mucosa oral, esófago y estómago, con gastroenteritis hemorrágica
y masiva pérdida de líquidos, que puede producir la muerte por shock hipovolémico. En su fase
de eliminación produce una afectación renal que puede llegar a la insuficiencia renal aguda, por
necrosis tubular, y dejar como secuela una insuficiencia renal crónica.
La intoxicación subaguda o crónica, algo más frecuente, afecta en todos los casos sobre todo al
sistema nervioso central.
El Hg metálico y sus derivados inorgánicos y arilos se comportan de forma similar. El cuadro
clínico, que aparece a lo largo de semanas, meses o años, se caracteriza por un temblor
involuntario de extremidades y lengua que aumenta con los movimientos voluntarios y
desaparece durante el sueño. Se acompaña de alteraciones de conducta y estado de ánimo
(ansiedad, irritabilidad, depresión) que se han descrito como una mezcla de neurastenia y
eretismo, y de alteraciones mucosas (estomatitis y gingivitis con pérdida de piezas dentarias).
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Otros síntomas neurológicos son una polineuropatía mixta sensitivomotora, anosmia,


constricción del campo visual y ataxia.
La intoxicación crónica termina cursando con alteraciones renales que van desde la proteinuria
al síndrome nefrótico.
Los derivados mercuriales alquilo como el metilmercurio son potentes neurotóxicos centrales.
Producen una encefalopatía grave que se desarrolla a lo largo de semanas o meses y comienza
con parestesias periorales y distales, ataxia intensa que termina en parálisis, ceguera, sordera,
coma y muerte. Los niños afectados intraútero presentan un cuadro análogo a una parálisis
cerebral grave, con un grave retraso del desarrollo, ceguera, sordera y espasticidad.
La patología humana producida por el metil mercurio se puso de manifiesto en la enfermedad de
Minamata, en que el Hg inorgánico vertido al agua fue metilado por microorganismos y
acumulado en los peces, y en las numerosas epidemias por organomercuriales empleados como
antifúngicos para tratar el grano.
La acrodinia es un cuadro cutáneo descrito en niños tratados con productos de aplicación tópica
que contienen mercurio inorgánico. Se trata de una induración hiperqueratósica de la cara, palmas
de las manos y plantas de los pies acompañada de un rash rosáceo. Se atribuye a una
hipersensibilidad idiosincrásica.
El tratamiento varía con las condiciones de la exposición. La ingestión del mercurio metal de un
termómetro no requiere tratamiento. Sólo en casos excepcionales de ingestión de dosis masivas
deberá procederse a la evacuación digestiva gástrica e intestinal mediante administración de
PEG. polietilenglicol

La inhalación de altas dosis de vapor de mercurio, en medio laboral, requiere tratamiento


sintomático de soporte respiratorio.
La ingestión de dosis tóxicas de derivados orgánicos o inorgánicos indica un lavado gástrico, en
el segundo caso precedido de una endoscopia por su capacidad cáustica. No suele ser necesario
en la ingestión de disoluciones antisépticas, de tipo mercurocromo, salvo en volumen superior a
20 ml.
En cualquier caso puede procederse a realizar un tratamiento antidótico quelante cuando se
sospecha o se confirma analíticamente la absorción sistémica de una dosis tóxica. El antídoto
más adecuado es el BAL, por vía intramuscular, a dosis de 3 mg/Kg/4h las primeras 48h, 3
mg/Kg/6h las siguientes 48h y 3 mg/Kg/12h durante 6 días más. La penicilamina no es
recomendable dada la intolerancia digestiva que suelen presentar estos pacientes.
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ARSÉNICO (As)
El arsénico As se encuentra en la tabla periódica entre el P y el Sb, y tiene propiedades similares
al fósforo. Es un metaloide, es decir, con propiedades intermedias entre metales y no metales;
por ello forma aleaciones con metales, pero también enlaces covalentes con el carbono,
hidrógeno y oxígeno. Forma compuestos trivalentes inorgánicos (trióxido arsenioso, arsenito de
Na), y orgánicos (asrfenamina) y pentavalentes inorgánicos (pentaóxido arsénico, arseniato de
Pb, ácido arsénico). En la naturaleza está ampliamente distribuido en una serie de minerales como
compuestos de cobre, níquel y hierro, y sulfuro y óxido de arsénico. En el agua se suele encontrar
en forma de arsenato o arsenito, ambas muy hidrosolubles.
Por su alta toxicidad, ubicua presencia y propiedades organolépticas ha representado un papel
central en la historia de la Toxicología.
Debido a que su uso ha disminuido mucho en los últimos años, el número de intoxicaciones y
envenenamientos también se ha reducido considerablemente en los países desarrollados. Sin
embargo, el consumo de agua de pozo con altas concentraciones de arsénico es un problema
sanitario muy grave en algunos países como India.
Los compuestos del arsénico se han empleado como plaguicidas en la agricultura, como
conservantes de la madera y como aditivos alimentarios para el ganado, en la industria de vidrio
y cerámica, en aleaciones de cobre y plomo y como medicamentos. Los alimentos marinos, ricos
en arsénico, son una fuente de cierta importancia en la dieta. La combustión de carbón y la
fundición de metales son las principales fuentes de arsénico en el aire.
La toxicidad del arsénico depende de su estado de oxidación y su solubilidad. El arsénico (As)
pentavalente es 5-10 veces menos tóxico que el trivalente y los derivados orgánicos son menos
tóxicos que los inorgánicos.
La dosis letal oral probable en humanos de trióxido de arsénico está entre 10 y 300 mg. La
concentración considerada normal en sangre es inferior a 5 µg/l.
La OMS fija el límite máximo del arsénico (As) en agua en 10 µg/l, aunque es frecuente que el
agua subterránea exceda mucho esta concentración.
El arsénico se absorbe por todas las vías con la eficacia suficiente para producir toxicidad aunque
la preferente es la vía digestiva con una eficacia superior al 90%. A través de la piel intacta la
absorción es escasa aunque se facilita con la irritación que la propia substancia produce. En la
sangre se encuentra en el interior de los hematíes y unido a las proteínas plasmáticas. El
aclaramiento desde la sangre se produce en tres fases: la primera rápida, con una desaparición
del 90% en 2-3 h; la segunda, de hasta 7 días; y la tercera, más lenta. Tras una dosis aguda se
produce una distribución a todos los órganos con una mayor concentración en hígado y riñón.
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Tras exposición crónica se alcanzan altas concentraciones en piel, pelo y uñas por su rico
contenido en cisteínas.
La vía metabólica de las formas inorgánicas es la metilación mediante metiltransferasas
produciéndose ácido metilarsónico y dimetilarsínico. La forma pentavalente debe ser primero
reducida a trivalente.
La principal ruta de eliminación es la orina, y una pequeña cantidad lo hace por las heces, bilis,
sudor, células descamadas, pelo y leche.
Los mecanismos fundamentales de acción tóxica del arsénico son:

- Interacción con los grupos sulfhidrilos de las proteínas, alterando varias rutas enzimáticas: el
arsénico trivalente inhibe el complejo piruvato deshidrogenasa, con disminución de la
producción de acetilcoenzima A y de la síntesis de ATP en el ciclo del ácido cítrico.
- Sustitución del fósforo en varias reacciones bioquímicas: el arsénico As pentavalente compite
con el fosfato en los sistemas de transporte intracelular y desacopla la fosforilación oxidativa
llegando a fomar ADP-arsenato en lugar de ATP.

Es un tóxico de los capilares muy potente, destruyendo la integridad microvascular y provocando


con ello exudación de plasma, edemas e hipovolemia.
Muchos otros enzimas se inhiben por el arsénico (As): monoamino-oxidasa, lipasa, fosfatasa
ácida, arginasa hepática, colinesterasa y adenilciclasa, aunque tienen menos importancia clínica.
El aresnico (As) es un agente carcinogénico humano (Grupo 1), causante de tumores
epidermoides en la piel y el pulmón.
Se pueden producir intoxicaciones agudas y crónicas. Las primeras, muy graves, son ahora muy
poco frecuentes, mientras que las crónicas han adquirido un nuevo protagonismo debido al
problema causado en numerosos lugares por el consumo de agua de pozo con alta concentración
de arsénico As.
La intoxicación aguda, frecuentemente homicida en tiempos pasados, suele producirse ahora por
exposición accidental o con fines suicidas. La sintomatología es la misma para derivados
inorgánicos y orgánicos, aunque éstos son menos tóxicos y requieren más dosis. Las
manifestaciones clínicas suelen aparecer a los 30 minutos de la exposición y evolucionan con
rapidez.
La intoxicación fulminante cursa con la aparición casi inmediata de síntomas cardiopulmonares:
colapso circulatorio, respiración superficial, estupor y, ocasionalmente, convulsiones. La muerte
se produce por colapso o depresión del SNC, en un tiempo, variable según la dosis, de pocas
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horas.
La intoxicación aguda se caracteriza por la aparición de un cuadro gastroenterítico grave con
vómitos, dolor abdominal y diarrea coleriforme, con sequedad y ardor en la boca y garganta y
disfagia. Produce un shock hipovolémico por deshidratación y vasodilatación generalizada.
Además, por acción directa, se produce una disminución de la contractilidad miocárdica con
taquiarritmias. Los síntomas neurológicos comienzan con debilidad y calambres musculares, con
depresión del SNC y coma. También puede haber una insuficiencia hepática y renal y el
fallecimiento se produce por fallo multiorgánico. Si el paciente no fallece puede aparecer una
polineuropatía mixta 1 ó 2 semanas después. Entonces aparecen también lesiones cutáneas con
eritema, hiperpigmentación e hiperqueratosis.
La intoxicación crónica ha sido observada en medio profesional, en pacientes tratados a largo
plazo con medicaciones arsenicales y por consumo habitual de agua de pozo con alta
concentración de arsénico.
Su diagnóstico clínico es difícil porque los síntomas que aparecen inicialmente son poco
característicos. Puede haber o no alteraciones gastrointestinales, y una serie de trastornos
inespecíficos, principalmente anorexia, pérdida de peso, debilidad y malestar general. Otros
síntomas pueden hacerse más o menos evidentes, facilitando el diagnóstico: dermatitis,
estomatitis, neuropatía periférica con incoordinación y parálisis y alteraciones hematológicas.
Los trastornos cutáneos son similares a los descritos en la fase tardía de la intoxicación aguda.
La polineuropatía puede terminar con un cuadro de ataxia y parálisis. Hay anemia con leucopenia,
fenómenos de malabsorción e insuficiencia hepática lesional con esteatosis, necrosis
centrolobular y cirrosis. También es frecuente la ictericia obstructiva provocada por el
incremento de tamaño del hígado. Puede aparecer una miocardiopatía y una insuficiencia renal.
Existe una arteriopatía generalizada con necrosis distales.
En el estudio de los pacientes afectados por el consumo de agua de pozo se ha descrito un cuadro
clínico en tres estadios:

Preclínico: Fase hemática o lábil.


Fase tisular o estable.

Clínica cutánea: Queratosis y melanoqueratosis.

Clínica sistémica: Hepatotoxicidad.


Encefalopatía y neuropatía.
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Arteriopatía con gangrena.


Tumores cutáneos y otros.

Es fundamental la prevención, evitando la perforación de pozos para agua de bebida en acuíferos


con alta concentración de arsénico.
El tratamiento de la intoxicación aguda debe ser muy enérgico dada su alta mortalidad. El
paciente debe ser siempre tratado en la UCI con rehidratación, administración de bicarbonato y
monitorización cardiaca.
En intoxicaciones por vía oral hay que realizar lavado gástrico seguido de administración de
carbón. El quelante de elección es el BAL a dosis de 3 mg/Kg/IM cada 4 horas durante 5 días.
La penicilamina podría también ser útil pero hay que tener en cuenta la intolerancia digestiva.
CADMIO
Uno de los mayores agentes tóxicos asociado a contaminación ambiental e industrial es el
cadmio, pues reúne cuatro de las características más temidas de un tóxico:
1. Efectos adversos para el hombre y el medio ambiente.
2. Bioacumulación.
3. Persistencia en el medio ambiente.
4. “Viaja” grandes distancias con el viento y en los cursos de agua.
El cadmio (Cd, número atómico 48, masa atómica 111,40) se obtiene como subproducto del
tratamiento metalúrgico del zinc y del plomo, a partir de sulfuro de cadmio; en el proceso
hay formación de óxido de cadmio, compuesto muy tóxico. Además de contaminar el
ambiente desde su fundición y refinación, contamina también por sus múltiples aplicaciones
industriales.
Los principales usos y aplicaciones del cadmio o sus compuestos son:
• Como pigmento en pinturas, esmaltes, plásticos, textiles, vidrios, tintas de impresión,
caucho, lacas, etc.
• En aleación con cobre, aluminio y plata.
• En la producción de pilas de cadmio-níquel.
• Como estabilizador de termoplásticos, como el PVC.
• En fotografía, litografía y procesos de grabado.
• Como “endurecedor” de ruedas y llantas de automóvil.
• En fabricación de foto - conductores y células solares fotoeléctricas.
• El electroplatinado.
• En fabricación de “controles” de reactores nucleares.

Usos tan diversos y su larga vida media no permiten el reciclaje, por lo que se acumula
progresivamente en el ambiente.
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Por afinidad química, se le encuentra junto al zinc, en proporción muy variable. Las
principales fuentes de contaminación son: la minero metalurgia de metales no ferrosos, la
metalurgia del hierro y acero, la fabricación de fertilizantes fosfatados, la incineración de
residuos de madera, carbón o “plásticos”, la combustión de aceite y gasolina y las
aplicaciones industriales de cadmio. La concentración de cadmio en aire de áreas industriales
varía de 9,1 a 26,7 mg/m3 frente a 0,1 a 6 ng/ m3 en el aire de áreas rurales. El tiempo de
permanencia del cadmio en suelos es de hasta 300 años y el 90% permanece sin
transformarse. El cadmio llega al suelo de los terrenos agrícolas por deposición aérea (41%),
con los fertilizantes fosfatados (54%), por aplicación de abono de estiércol (5%) y, en el
Perú, frecuentemente por efluentes que contienen residuos líquidos y sólidos de plantas
hidrometalúrgicas de cadmio. Hemos encontrado que, en suelos contaminados, los niveles
de cadmio alcanzan valores de hasta 1 mg de Cd/g y el agua de ríos contaminados puede
contener hasta 0,14 mg de Cd por L.
En no expuestos ocupacionalmente, la alimentación y el tabaco constituyen las dos fuentes
principales de exposición. Los fumadores pueden absorber cantidades comparables a la
ingestión diaria normal con la dieta (IDD), es decir, inhalan 0,1 a 0,2 mg de Cd por cigarrillo,
con una absorción aproximada del 50%. Por esto, los fumadores deben forman un grupo
especial, cuando se investiga exposición a cadmio.
El cadmio entra en la alimentación humana con los vegetales y productos animales. Se fija
a las plantas más rápidamente que el plomo. Los frutos y semillas contienen menos cadmio
que las hojas. El pescado, los crustáceos, el riñón e hígado de animales acumulan cadmio
en grado relativamente elevado. La IDD se estima entre 10 y 85 mg. Algunos países, como
Japón y Canadá, tienen dietas con valores de Cd más elevados. Organizaciones
internacionales han propuesto como límite tolerable medio en la IDD 70 mg/ semana. El
agua potable contribuye en menor grado, pues debe contener un máximo de 1 mg Cd/ L.
En cuanto a la exposición industrial, el cadmio ingresa por inhalación de humos y vapores o
por ingesta de los polvos de óxido de cadmio de sus compuestos. Los puestos de trabajo
más agresivos en exposición laboral se hallan en la industria metalúrgica primaria de cadmio
y de plomo–zinc, en la producción y uso de pigmentos de cadmio, en la producción de
estabilizadores de plásticos con cadmio y en la fabricación de baterías de cadmio-níquel. En
el hombre, los efectos por exposición a cadmio están bien documentados: es irritante y
tóxico respiratorio, tóxico renal, causa cierto tipo de osteomalacia y se le ha asociado con
cáncer.

Toxicocinética
En condiciones “normales” de distribución, el cadmio absorbido se excreta principalmente
por orina y en menor cantidad con la bilis, aunque pequeñas porciones puedan eliminarse
con sudor, pelo y aún secreción gastrointestinal, pero el cadmio Cd que sale con heces en
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su mayor parte es el que no se absorbió.


En exposición no laboral, la alimentación es la fuente más importante de ingesta de cadmio.
La absorción por el tracto gastrointestinal es de aproximadamente 50%. La dieta deficiente
en Ca, Fe o proteína incrementa la velocidad de su absorción. En sangre encontramos
aproximadamente 0,06% del contenido corporal de cadmio Cd y más del 50% está en los
hematíes unido inestablemente a una seudoproteína, la metalotioneína. La metalotioneína
es el “medio de transporte” del cadmio en el plasma sanguíneo. El aclaramiento sanguíneo
del Cd es rápido, se acumula principalmente en el riñón y en adultos no expuestos llega a
valores entre 7,4 y 8,8 mg, lo que representa entre 30% y 50% de su contenido corporal.
La concentración en la corteza renal es 1,5 veces mayor que la del riñón total y se fija en
las células del túbulo proximal. El hígado de adultos no expuestos tiene en promedio 2,7 mg
de cadmio.
La acumulación de Cd en riñón e hígado depende de la intensidad, del tiempo de exposición
y del estado óptimo de la función de excreción renal. En ambos casos se ha encontrado
incremento con la edad. Después de sobreexposición alcanza concentraciones elevadas en
el hígado; pero con el tiempo el metal se localiza en el riñón. Se ha descrito también que
las concentraciones renales de zinc se incrementan al aumentar las de cadmio y que la
capacidad de almacenamiento de la corteza es limitada a 300 mg/g.
En las células, el cadmio se une a la metalotioneína, proteína cuyo peso molecular es de 6
945 u (7 000 dalton) y que contiene 26 grupos SH libres por molécula, debido a la gran
proporción de residuos de cisteína. La función principal de esta microproteína es la
protección del sistema enzimático celular, aunque se le ha descrito otra función, cual es la
de unirse específicamente al cadmio y a otros metales pesados. Su síntesis en hígado, riñón
e intestinos es inducida por el cadmio y se conoce por estudios experimentales que el
complejo cadmio–metalotioneína es más tóxico para los túbulos renales que el cadmio per
se. Paradójicamente, cuando la metalotioneína se sintetiza en las células, las protege de la
toxicidad del cadmio, pues inactiva el metal. Se ha demostrado también escasa capacidad
del riñón para sintetizarla, lo que lo hace insuficiente para fijar el cadmio y da lugar a
aparición de las manifestaciones tóxicas.

Poblaciones adultas del medio urbano pueden retener hasta 1,77 mg Cd/día; así, en
personas de 50 años hay cantidades acumuladas de hasta 32 mg; de ellos, la corteza renal
contiene aproximadamente 50 mg Cd/g, en un rango que varía entre 15 y 85. Se sabe, por
otro lado, que la concentración de cadmio en el hígado depende del daño de la función renal
inducida por el metal, que disminuye la reabsorción del cadmio-metalotioneína e incrementa
su excreción urinaria. Sólo entonces la concentración de cadmio en hígado excede la de nivel
renal.
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El cadmio atraviesa la barrera placentaria fácilmente, induciendo allí la síntesis de


metalotioneína, con la que forma el complejo cadmio-metalotioneína, que se acumula
progresivamente en la placenta durante el embarazo, actuando como mecanismo protector
frente al transporte de cadmio al feto.
En exposiciones laborales, la inhalación es la ruta principal de ingreso y la absorción a partir
de esta vía depende del tipo de compuesto inhalado, del tamaño de las partículas y de su
retención en el pulmón. El depósito en el pulmón de partículas menores de 5 mm de diámetro
es del orden del 25% y de ellas aproximadamente el 60% pasa a la sangre. En grandes
fumadores se ha encontrado valores adicionales de absorción por inhalación de hasta el
50%. Las partículas de cadmio depositadas en la nasofaringe, tráquea y bronquios son
transportadas por mecanismo mucociliar a la faringe, desde donde son parcialmente
ingeridas. La absorción percutánea ocurre solamente por contacto con los compuestos
orgánicos del cadmio.

El modelo toxicocinético

Absorción: Es relativamente lenta, con un promedio de 14 días en exposiciones prolongadas.


Esto puede no ser importante cuando se calcula concentración de cadmio en órganos de
trabajadores o individuos expuestos crónicamente, pero sí influencia los cálculos para
períodos cortos de exposición.
Vías de ingreso y distribución: Como ya hemos visto en exposición ocupacional, el cadmio
procede de dos vías de ingreso: inhalación e ingestión. La fracción que pasa a sangre se
distribuye en 3 compartimentos de recambio:

• Compartimento 1 de “recambio rápido” y, por tanto, no genera acumulación.


• Compartimento 2 de “recambio medio”, constituido por los hematíes, en los que se
acumula en pequeñas cantidades.
• Compartimento 3 de “recambio lento”; aquí, una fracción significativa de cadmio se une
a la metalotioneína y va a depositarse en los órganos blanco.
La vida media del cadmio en el organismo total es de 30 a 40 años.
Excreción: Las principales vías de excreción son orina y heces. Por orina, diariamente se
elimina 0,007% del contenido corporal y por heces 0,03%. La vida media de excreción
urinaria es de hasta 40 años. Tan sólo una pequeña fracción del cadmio del compartimento
sanguíneo y otra del hígado, a través de la vía biliar, se elimina por heces.

Toxicodinámica
El cadmio es un xenobiótico y, por tanto, un metal tóxico y no esencial para el organismo,
que se acumula en los tejidos humanos. Los órganos blanco son riñón y pulmón. En
exposición laboral o ambiental, sus principales efectos tóxicos son: neumonitis química,
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disfunción renal con proteinuria y microproteinuria y enfisema.


El riñón es más sensible al cadmio que pulmón e hígado y el epitelio del túbulo renal proximal
es el punto blanco. Su deterioro se pone de manifiesto por el incremento de proteínas de
peso molecular bajo, lo que causa “proteinuria de peso molecular bajo”.
Concomitantemente, hay alteración de la filtración glomerular, por cambios en la restricción
electrostática para la filtración de las proteínas polianiónicas, lo que disminuye su
reabsorción y conduce a incrementar la excreción urinaria de proteínas de peso molecular
alto, que origina “proteinuria de peso molecular alto”. Teóricamente, pues no se ha
demostrado in vivo, la acción tóxica del cadmio se debería a su afinidad por radicales de los
grupos –SH, –OH, carboxilo, fosfatil, cisteinil e histidil y a su acción competitiva con otros
elementos funcionalmente esenciales, Zn, Cu, Fe y Ca. Sus principales interacciones serían:
• Unión fuerte del Cd a los grupos –SH de las proteínas intracelulares, que inhibiría a las
enzimas que poseen estos grupos y
• Desplazamiento del Zn de los enlaces -S- y la consiguiente alteración enzimática y de
sus procesos bioquímicos, que se refleja en su deficiencia relativa.
La beta 2 microglobulina (B2M)
La B2M es una proteína de peso molecular bajo, 11 707 u (11 800 dalton), de tipo globular
sin carbohidratos, compuesta por 100 aminoácidos con un puente –S – S– entre el
aminoácido cistina de las posiciones 25 y 81, con secuencias de aminoácidos y estructura
tridimensional muy similar a la de las cadenas cortas y largas de las inmunoglobinas; incluso
se les ha establecido un desarrollo genético común. Se le aísla de la orina de intoxicados
crónicos con cadmio, pero este aumento no es patognomónico, ya que también se le ha
aislado de antígenos humanos histocompatibles y del suero de enfermos con procesos
malignos inflamatorios. La B2M es producida constantemente y se elimina casi
exclusivamente por vía renal. En sujetos normales se encuentra en baja concentración. Por
su tamaño se cree que es filtrada libremente por el glomérulo. Considerando que su
concentración en el suero normal es de 2 mg/L y que su velocidad de filtración glomerular
es de 140 L/ día, en los túbulos cada 24 horas hay 280 mg de B2M.
Intoxicación crónica por exposición a cadmio:
En lo relativo a exposición/alteración-función-renal en expuestos a cadmio, se ha descrito
el desarrollo de la intoxicación en tres fases:

1) En la primera fase, el cadmio que ingresa al organismo se acumula en la corteza renal


y se liga a la metalotioneína. Si la ligazón cadmio- metalotioneína no se satura, la eliminación
de cadmio urinario está en relación directa a la cantidad acumulada en la corteza renal.

2) En exposiciones prolongadas, una segunda fase resulta en saturación de los sitios de


unión cadmio-metalotioneína y, por tanto, el incremento del cadmio urinario en esta fase
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reflejará carga corporal.


3) Una tercera fase se caracteriza por disfunción renal, en la que excreción de cadmio está
directamente relacionada al daño renal.
Vía de ingreso vs. Manifestaciones clínicas y cáncer
Exceptuando los síntomas respiratorios, las manifestaciones clínicas son independientes de
la vía de ingreso y del tipo de exposición. No hay estudios sobre si la ingestión del cadmio
favorece el desarrollo del cáncer, pero sí que la exposición laboral podría estar asociada a
incremento de riesgo de cáncer de próstata. Otros tipos de cáncer pulmonar o renal -hasta
que no se confirme con nuevos estudios-deben ser considerados únicamente como
probables, pues los datos actuales sólo sugieren riesgo bajo, aún con niveles de exposición
elevados. Lo que sí se ha demostrado en animales es que el cadmio es teratógeno y
embriotóxico.
Síndromes de exposición crónica a cadmio
Para sistematizar el estudio de exposición crónica a cadmio, ambiental o laboral, se ha
agrupado hallazgos de laboratorio, principalmente, que permiten describir los siguientes
síndromes:
Síndrome renal
En exposiciones ocupacionales se ha encontrado que primero aparece disfunción glomerular
y luego de un período de latencia, entre 10 y 20 años, recién se manifiesta la clásica
microproteinuria.

El síndrome renal clásico de exposición a cadmio se caracteriza por:


• Proteinuria de peso molecular bajo, constituida principalmente por proteínas de tipo
tubular, pero con predominio de proteínas específicas, como B2M, proteínas unidas al retinol,
inmunoglobulinas de cadena corta o pos-w-proteínas, además de enzimas como lisozima,
N-acetil-b-D-glucosaminidasa, ribonucleasa y pGST.
• Aumento en la eliminación de la enzima lisososma-b-galactosidasa, lo que sugiere daño
a nivel de algunas células epiteliales de vías urinarias.
• Calciuria: En exposición ocupacional o ambiental prolongada hay daño en la reabsorción
tubular, lo que trae alteración del metabolismo del calcio con calciuria y aún formación de
cálculos.
• Glucosuria, aminoaciduria y fosfaturia.
• Incremento de los niveles de urea, creatinina y ácido úrico en suero, por falla en el
aclaramiento renal.
• Proteinuria de peso molecular alto de tipo glomerular, albúmina principalmente, pero
también de transferrina e IgG.

Síndrome de disfunción pulmonar


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En la exposición aguda se describe un síndrome de irritación de vías respiratorias y, en


exposición crónica, síndromes obstructivos y restrictivos e inclusive fibrosis pulmonar. Sin
embargo, en la evaluación clínica de alteración de la función pulmonar en expuestos es
necesario puntualizar:
• Primero, es imprescindible valorar correctamente el hábito de fumar, pues humo de
tabaco y cadmio potencian su acción sobre bronquios y pulmones.
• Segundo, estudios epidemiológicos señalan que la mortalidad por enfermedad
respiratoria crónica es mayor en individuos con antecedentes de exposición que en no
expuestos.
• Tercero, si se separa al trabajador del ambiente contaminado, no se detiene
necesariamente la evolución de la enfermedad.
Síndrome óseo: itaí-itaí.

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