La Antifilosofia y La Transmision Del Sa

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La antifilosofía y la transmisión del saber: producciones de un concepto lacaniano en

Alemán y Badiou

Carlos Gómez

Burlarse de la filosofía es filosofar verdaderamente

Blaise Pascal, Pensamientos

En 1974 se abre el departamento de psicoanálisis en la Universidad de Vincennes, la


cual surge como una negociación del mayo francés. En 1969, la universidad otorgó a
todos aquellos filósofos y pensadores incómodos para el Estado una cátedra que se
ofrecería en una fábrica abandonada en el barrio de Vincennes. Entre algunos estos
grandes “mandarines” académicos estaba Michel Foucault. Hoy esa universidad se
llama Paris VIII y el departamento de psicoanálisis lo dirige Jacques‐Alain Miller.

A propósito de la apertura de este nuevo departamento de psicoanálisis Lacan


escribe una propuesta de trabajo titulada “Quizás en Vincennes”. Es ahí donde el
psicoanalista parisino propone un quadrium disciplinario que comprende la subversión
de estas cuatro disciplinas: lingüística, lógica, topología y antifilosofía.

Cuando Lacan menciona lingüística se refiere al estudio de lalangue y cuando


dice lógica quiere decir ciencia de lo real como imposible. En cambio deja pendiente la
subversión de la topología como un proyecto para esta universidad. Pero el caso que
nos ocupará en este trabajo es la antifilosofía, la cual, nos dice Lacan “con gusto la
intitularía la investigación de lo que el discurso universitario debe a su suposición
educativa” y termina diciendo: “no es la historia de las ideas, cuan triste, que la llevara
a cabo”1.

Lacan mencionó nuevamente a la antifilosofía en una carta que hace referencia


a Althusser titulada “Señor ‘A’”. No volvió a hablar más de ello.

* * *

Es así que no queremos hacer una historia del concepto “antifilosofía” sino mostrar la
productividad que ha tenido esta noción en otros lugares, específicamente en el
pensamiento del psicoanalista Jorge Alemán y de la filosofía de Alain Badiou.

El término antifilosofía fue ampliamente utilizado en Francia en el siglo XVIII


contra los filósofos ilustrados. En la década de los años 1760’s al Abad Chaudon publica
el Diccionario antifilosófico al que luego responde Voltaire con su Diccionario filosófico.

1
Lacan, Jacques. “Peut‐être à Vincennes, Proposition de Lacan” (Enero 1975) in Ornicar? 1, 1975.
Después publicado en Lacan, Jacques. Autres écrits. Ed. Seuil, París, 2001.
En aquél tiempo el antifilósofo era aquel que se oponía a la filosofía de las luces
afirmando una verdad revelada e intocable justamente en un ambiente donde se creía
que era la razón lo que podía emancipar al humano. Uno de los lugares estratégicos de
la antifilosofía fue luchar contra el derecho de pensar, lo que se tradujo jurídicamente
en Francia como “delito de opinión” lo cual llevó al encierro a Diderot y a Rousseau2.

Es así que Lacan retoma el término y lo introduce en el campo del psicoanálisis


no como una figura de oposición sino como una operación o una “torsión” que realiza
el psicoanálisis sobre la filosofía.

La antifilosofía en Jorge Alemán

Jorge Alemán, psicoanalista argentino y radicado en España, ha hecho aportes


importantes al término en la vertiente lacaniana3. Para Alemán el término es débil por
lo que él mismo emprende la tarea de diseñarlo nuevamente para luego ponerlo a
prueba y verificar hasta dónde conviene sostenerlo o no.

Lo que nos parece importante señalar aquí son las operaciones que realiza el
psicoanálisis sobre la filosofía para tomar lo que es suyo de otro campo. Según Alemán
las cuatro operaciones o torsiones (aquí el lenguaje es topológico) son: localización de
la razón fronteriza (como gozne entre sentido y pulsión), el atravesamiento de la
filosofía, vaciado de sentido y, por último, distribución entre el goce y el sentido.

La primera operación de la antifilosofía es algo que apareció, que emergió del


propio campo psicoanalítico. Esta operación es la crítica de la modernidad. Esta crítica
no fue algo que ocurrió intencionadamente o que hubiese esfuerzos dirigidos a ello. Lo
que sucedió fue que Freud en su recorrido, a medida que fue dilucidando la
experiencia analítica, se encontró con que los supuestos propios de lo moderno
demostraron su inconsistencia y su carácter aporético. Lo que significa que Freud quiso
ser moderno e ilustrado sin embargo su trabajo lo desbordó. A medida que Freud fue
conceptualizando la cura las oposiciones típicas de la secuencia moderna como son
libertad‐restricción, pulsión‐renuncia, yo‐superyó, autonomía‐independencia o
individuo‐sociedad se fueron desestabilizando. Es por ello que Alemán, tomando un
término del filósofo español Eugenio Trías, llama a esta primera operación de la
antifilosofía “razón fronteriza”. Es así que la antifilosofía a través de la razón fronteriza
construye, como lo hace Freud, un borde, una bisagra, un gozne entre el campo del
sentido y el campo de la pulsión.

2
Para un interesante recuento del origen del término “antifilosofía” y el uso que le da Lacan véase Soler,
Colette “Lacan antifilósofo” en ¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista? Trad. Gabriel
Lombardi, Ed. Letra Viva, Buenos Aires, 2007.
3
Alemán, Jorge. “Introducción a la antifilosofía” en Jacques Lacan y el debate posmoderno. Ed.
Filigrama, Buenos Aires, 2000.
Es por eso que para Lacan los posfreudianos eran más filosófos que
psicoanalistas y por supuesto que no nombran nunca a la filosofía sino que están
sumidos en la metafísica que denunció Heidegger junto con su error que fue el olvido
de la pregunta que interroga por el ser. La afirmación de la primacía del yo, de un yo
autónomo, es únicamente el principio de esta metafísica. Para Heidegger la filosofía es
más que aquello que nombra explícitamente, más que especular con conceptos sino
que es el movimiento de una estructura de ocultación y desocultación (es justamente
lo que señala el término aletheia en Heidegger).

Para Alemán la segunda operación de la antifilosofía consistiría en señalar, en


un acto de lectura, lo que vincula a un posfreudiano y a un filósofo. ¿Qué sucedería si
producimos un encuentro entre Klein y Hegel? ¿Y a Winnicot con Sartre? Por supuesto
que esta operación no es sin la anterior: la antifilosofía encontraría el gozne entre el
sentido y lo real que tanto el filósofo como el posfreudano estarían velando. Esta
operación tiene apellido heideggeriano entonces puesto que el movimiento ocultación
y desocultación está perfectamente en juego. El nombre de tal operación es
“atravesamiento de la filosofía” y su movimiento consiste en salir de la filosofía pero
dejándose atravesar por ella. Alemán muestra que esta operación está ligada a la
concepción de cura ya que no es posible atravesar algo de verdad olvidándolo
simplemente, borrándolo. Es necesario saber vivir con la huella, con las cicatrices del
itinerario de su travesía. Atravesar el fantasma o atravesar la filosofía serían un
movimiento análogo.

Esta segunda operación Lacan se acerca mucho a Heidegger puesto que la


filosofía no es una cuestión especulativa sino un acto de pensamiento. Esto implica
que la filosofía no es un saber sistemático progresivo, una historia que va armando
cimientos configurando una arquitectura o un monumento. La filosofía trataría de un
diálogo en donde se propone entrar en la conversación en el momento más frágil, pero
también más potente. Un filósofo jamás será convocado como una autoridad
intelectual ni como una forma de acudir a la erudición. Pero la antifilosofía, por ello,
nunca es un rechazo de a la filosofía, porque el “anti” es un límite y un atravesar,
nunca una forma de sostener a la filosofía o de negarla. Entrar en el momento más
frágil de la conversación es sinónimo de constatar que un hubo un acto de
pensamiento: una certidumbre anticipada de que ha tenido lugar un pensamiento y
éste fue resguardado por un filósofo.

Esta es la tercera operación de la antifilosofía: examinar de qué manera se


distribuye el sentido y el goce en ese acto de pensamiento. El caso paradigmático en
Lacan es el cogito cartesiano, en donde el propio Descartes no previó las
consecuencias de su propio acto en la distribución del sentido y el goce en su “pienso,
luego existo”. Pero este caso paradigmático construye, como señala Borges, sus
propios antecesores: Kant para Freud cuando en “El problema económico del
masoquismo” encuentra que en el filósofo la Ley no es sino el disfraz de la pulsión. Es
así que la certidumbre anticipada no se trata de un largo trámite histórico sino el
instante en que el borde de la razón fronteriza hace su aparición. Esta verificación de la
distribución del goce se presenta en Lacan también en su lectura de Kant, Wittgenstein
o Merleau‐Ponty, es decir, cómo se distribuye el sentido y el goce al pensar la ley, la
idea del metalenguaje y la mirada.

La última operación de la antifilosofía es el “vaciado de sentido”. Proponemos


que para entender esta última operación pasemos a la concepción de antifilosofía del
filósofo franco‐marroquí Alain Badiou. Si bien su propuesta no es la misma que la de
Jorge Alemán, en el punto del vaciado de sentido se cruzan y coinciden.

La antifilosofía en Alain Badiou

Alain Badiou toma el término de Lacan, está influido por su enseñanza, no podría
pensarse la antifilosofía de Badiou sin su maestro del puro torcido. Sin embargo, no lo
usa en el sentido del psicoanálisis y el concepto se acerca más a aquél del siglo XVIII
pero no sin las trazas de la reflexión lacaniana.

Badiou dedicó cuatro años4 a aquellos que reconoce como los más grandes
antifilósofos (Pablo, Nietzsche, Wittgesntein y Lacan), para así poder identificar sus
protocolos discursivos. En su búsqueda compara a estos grandes antifilósofos con los
filósofos de su época y también con otros antifilósofos de otras épocas como son
Rousseau, Pascal, Kierkegaard, Althusser o Rancière. ¿Qué es entonces lo que agrupa a
filósofos tan diversos bajo el rótulo de antifilosofía? y, en todo caso, ¿cómo delimitarla
de la filosofía?

Aunque ya llevaba tres años trabajando la antifilosofía, Badiou señala en su


clase del día 15 de marzo de 1995 los tres principales rasgos formales de la
antifilosofía:

4
Nietzsche (1992‐1993), Wittgenstein (1993‐1994), Lacan (1994‐1995) y Pablo (1995‐1996). Nos parece
importante mencionar ya que es posible encontrar en varias partes del mundo publicaciones de Badiou
de esta misma época donde el tema central es la antifilosofía (Nuevas reflexiones sobre nuestro tiempo
es una compilación de conferencias en Brasil, Infinite Thought compila varias conferencias en Australia y
finalmente el libro que está por publicarse editado por Bosteels titulado What is Antiphilosophy?). Por
otro lado, también es posible encontrar las trazas de alumnos que asistieron a sus seminarios en sus
publicaciones, el caso paradigmático es la renovada lectura lacaniana‐badiouana que hace Alenka
Zupancic sobre Nietzsche (The Shortest Shadow: Nietzsche’s Philosophy of the Two, Ed. Verso, 2003) o el
texto que está por publicarse por Bosteels en donde se registran las trazas antifilosóficas de Borges
(After Borges: Literature and Antiphilosophy). Todo lo anterior significa que todavía es posible llevar más
lejos las reflexiones de Badiou sobre este punto.
1. La destitución de la filosofía en su pretensión teórica, esto es, refuta la tarea de
la filosofía y la desacredita. La principal operación es la indiferencia a la
categoría de verdad.
2. La actualización de la verdadera naturaleza de la operación filosófica. La
antifilosofía se presentará a sí misma como más radical y actual que la filosofía.
3. La oposición al acto filosófico por un acto de un nuevo tipo, es decir, la
sustitución del acto filosófico (pensar) por un nuevo acto radical que no es
pensable.

Son tres los términos anudados a estos rasgos formales: verdad, pensamiento y acto.
La manera de relacionarlos y el lugar de cada uno es diferente en la filosofía que en la
antifilosofía. Ninguno de estos tres rasgos existe por sí solo, sino que están
encadenados. Si se destituye a la filosofía es porque se le siente caduca y sin fuerza
radical, por lo que acto de pensamiento filosófico es sustituido por un acto que el
antifilósofo afirma con mayor radicalidad. Vayamos más despacio en estos tres puntos.

A primera vista es fácil confundir al antifilósofo con el sofista ya que ambos


niegan la categoría filosófica de verdad. Sin embargo, aunque los dos niegan la verdad,
lo hacen desde posiciones distintas. Mientras el sofista combate y niega la verdad, al
antifilósofo le es indiferente o la destituye, no a través de la retórica sino de un más
allá del lenguaje5. Esto último apunta a un paso curioso, aquél del constructivismo
lingüístico al misticismo. Encontramos, ahora sí, los nombres de los antifilósofos
asociados a esta primera operación: Wittgenstein parte de los juegos del lenguaje
hacia ese más allá del misticismo estético, Nietzsche con su maquinaria metafórica
propondrá un acto que partirá la historia en dos y Lacan pasará del imperialismo del
significante al acto analítico que es del orden de lo Real.

Esta destitución o indiferencia a la categoría de verdad viene aparejada a la


proposición de una fuerza más radical que aquella de la filosofía, la cual queda en una
posición anacrónica en relación con la actualidad y radicalidad de la antifilosofía. Esa
radicalidad antifilosófica se presenta como un remanente que se sustrae tanto al
lenguaje como al mundo: no hay nada en el mundo que señale esa radicalidad ni nada
en lenguaje que la represente. Este resto o remanente rompe con la coextensividad
entre el lenguaje y el mundo. Tal es la radicalidad de la antifilosofía. Pero, ¿qué es este
resto tan radical que destituye a la filosofía y la vuelve anacrónica? Para Nietzsche es la
vida que se sustrae a toda evaluación, para Pascal es la gracia que no puede ser
pensarse racionalmente, para Rousseau es la voz de la conciencia que la ilustración no
le puede hacer un lugar, es la existencia kierkegardiana que no puede ser pensada por
la síntesis hegeliana, es ese goce lacaniano del cual los filósofos no quieren saber nada.
5
El antifilósofo también se diferencia del sofista porque el primero privilegia la lógica (Wittgenstein) o la
topología (Lacan) sobre la retórica. Las operaciones formalizantes son más cercanas al antifilósofo.
De esta manera el antifilósofo desacredita la verdad para proponer un acto. Tal
acto es radical y sustituye el acto filosófico. ¿Cuál es este acto radical? Y en todo caso,
¿cuál es el acto filosófico que es relevado? El acto filosófico es hacer algo pensable.
Pero como la antifilosofía presenta algo radical que no es pensable (dado que se
sustrae al orden del mundo y a la captura por medio del lenguaje) es así que este acto
es para el antifilósofo algo no‐pensable: para Nietzsche es político (partir la historia en
dos), para Wittgenstein es estético (lo inexpresable se muestra, es lo místico), para
Lacan es analítico (algo del orden de lo Real que modifica las coordenadas de lo
simbólico), para Kierkegaard es un salto de Fe (que en última instancia no tiene
garantías), para Pascal es la conversión del incrédulo (el acto es la apuesta), para
Rousseau también es político (el contrato social toma el lugar de un fantasma que no
tiene lugar).

El antifilósofo no tiene, como Lenin, un texto titulado ¿Qué hacer? dado que no
es posible demostrar un acto. Esta es la radicalidad del acto antifilosófico. No hay nada
en el orden de lo simbólico que señale qué paso dar para producir un acto analítico, no
es posible demostrarle a un incrédulo que es mejor creer puesto que se trata de una
apuesta, no hay forma de explicar un acto estético (de lo que no es posible hablar
mejor es callarse). Esto implica que el acto antifilósofico tiene una dimensión temporal
muy extraña: “lo que hay de especial en el acto es que es algo así como la esencia no
temporal del tiempo”6. La antifilosofía propone un acto como corte atemporal (el
contrato social, el acto analítico, la apuesta, el salto de fe).

El antifilósofo es adversario del filósofo porque es indiferente a la categoría de


verdad, porque afirma un acto tanto inefable como inexplicable y propone una
radicalidad que, según él, vuelve a la filosofía algo ridículo, un pensamiento añejo y
desvencijado. Pero la filosofía no es únicamente destituida por ser falsa o anacrónica,
sino por afirmar algo del orden de lo monstruoso. Para Nietzsche la filosofía está
enferma, para Lacan es imbécil7 y para Wittgenstein es absurda.

Son estas tres operaciones (destitución, radicalidad y acto) las fundamentales


en el dispositivo antifilosófico. Sin embargo, también existen algunos rasgos que son
muy interesantes, aunque secundarios al discurso antifilosófico. Incluso podrían
pensarse estos rasgos como efectos de aquellas tres operaciones. Estos rasgos son: la
oposición a un filósofo, el vínculo con el cristianismo, la experiencia personal, la
escritura fragmentaria, la certitud anticipada de su triunfo y, por último, la lógica del
no‐todo vinculada con la mujer.

6
Badiou, Alain. Nuevas reflexiones sobre nuestro tiempo. Ed. Ediciones del cifrado, Buenos Aires, 2000,
p. 65.
7
Lacan, Jacques. L’Étourdit en Scilicet 4, Ed. du Seuil, Paris, 1973. Existen traducciones al español en
línea.
Todo antifilósofo es una respuesta a un filósofo contemporáneo: para Pablo es
la filosofía griega, Descartes es el filósofo de Pascal, Heráclito es el antifilósofo de
Parménides, Rousseau se opone tanto a Voltaire como a Hume, Wittgenstein a Russell
y Kierkegaard a Hegel. Y si Badiou se dice filósofo ¿quién es su antifilósofo? Bruno
Bosteels señala al esloveno Slavoj Zizek como su antifilósofo8.

La antifilosofía también se encuentra vinculada íntimamente al cristianismo9:

El vínculo entre el cristianismo y la antifilsofía moderna tiene una larga historia.


Podríamos hacer fácilmente una lista de los antifilósofos de gran calibre: Pascal,
Rousseau, Kierkegaard, Nietzsche, Wittgenstein, Lacan. Podemos notar que cuatro de
ellos tienen un vínculo esencial con el cristianismo: Pascal, Rousseau, Kierkegaard y
Wittgenstein; el violento odio de Nietzsche al cristianismo apunta a una fuerte relación
como el amor, la cual únicamente puede ser expresada en las “locas cartas” de
Nietzsche que están firmadas como “Dionisos” o “El crucificado”.

En Wittgenstein el cristianismo es el nombre de la experiencia estética así como para


Lacan es decisivo para explicar la constitución del sujeto de la ciencia.

El cristianismo, por supuesto, no es ciertamente la referencia a una religión


institucionalizada sino justamente lo contrario. Pascal odia a los jesuitas por sostener
un cristianismo como forma de realidad y es Kierkegaard quien lucha por un
cristianismo como experiencia subjetiva. Hay un vínculo no religioso con el cristianismo
bajo el nombre del misticismo. El triunfo de la religión de Lacan sería el punto máximo
de la antifilosofía contra el cristianismo institucionalizado ya que precisamente en este
escrito Lacan opondrá cada vez más el fracaso de su enseñanza al triunfo de la religión
(del sentido). La antifilosofía es una lucha encarnizada contra el sentido.

Pero el antifilósofo también demanda una constante exhibición de la


singularidad existencial: ante el anonimato de la ciencia o la universalidad de la
filosofía, el acto antifilosófico no tiene garantías y únicamente el acto por sí mismo o
por sus efectos afirman su valor. El acto antifilosófico es singular y existencial, no
puede transmitirse de manera universal o general. El antifilósofo únicamente puede
hablar por su propio nombre, no puede justificarse su acto por ningún orden teórico,
8
Bruno Bosteels, “Radical Antiphilosophy,” en revista Filozofski Vestnik, número XXIX, “Radical
Philosophy?,” ed. Peter Klepec, 2008. Aunque Bosteels menciona también como antifilósofo de Badiou a
Menhi Belhaj Kacem “quien combina la antifilosofía con la filosofía pop en una suerte de mezcla de jerga
académica, pornografía y teoría especulativa comparable a Zizek” p. 160. A propósito de los
comentarios y elogios que Badiou hace sobre Belhaj Kacem ver Lógicas de los mundos: el ser y el
acontecimiento 2. Ed. Manantial, Buenos Aires, 2008, p. 578.
9
Badiou, Alain. L’Antiphilosophie de Wittgenstein. Ed. Nous, Paris, 2009, p. 7.
lo cual indica que el acto es siempre inmanente. Como ejemplos tendremos el
encuentro de Pablo en Damasco, los Pensamientos de Pascal, las Confesiones de
Rousseau, el “¿Por qué soy destino?” de Nietzsche, la relación de Kierkegaard con
Regina, el Diario filosófico de Wittgenstein o las tomas de posición de Lacan frente a la
IPA (introduciendo dimensiones personales e institucionales en su seminario).

El día 13 de noviembre de 2007 en Nueva York, en el contexto de la


presentación de la revista Lacanian ink, Badiou ofrece una conferencia titulada La
filosofía como biografía10 en donde afirma que “Nietzsche escribió que la filosofía es
siempre la biografía de un filósofo. Quizá la biografía del filósofo hecha por el filósofo
mismo es una pieza de filosofía” mientras que en El Balcón del presente muestra un
cierto desprecio por la biografía por su forma periodística: “Hoy no hay más que dos
géneros “intelectuales” rentables, el ensayo y la autobiografía. Porque son los únicos
que son inmediatamente transitivos al periodismo11”. También en su libro sobre Pablo,
cuando trata de explicar al lector su interés por este personaje cristiano señala que, si
bien hay razones personales para su elección, estás no tienen ninguna importancia (en
términos filosóficos)12:

De todas formas, el caldero donde cuece lo que será una obra de arte y de
pensamiento está lleno hasta el borde de impurezas innombrables; ahí entran
obsesiones, creencias, laberintos infantiles, perversiones diversas, recuerdos
incomunicables, lecturas de acá y de allá, bastantes asnadas y quimeras. Entrar en esta
química no sirve para mucho.

Podría parecer que hay una contradicción u oscilación en el pensamiento de Badiou,


sin embargo, en la conferencia mencionada termina nuestro filósofo diciendo: “es de
esta manera que una biografía monótona puede ser útil para algo: para comenzar
nuevamente a buscar las condiciones mediante las cuales un nombre propio puede ser
habitado”. Para el filósofo la autobiografía únicamente explicaría las operaciones
mediante las cuales se articula el nombre propio a la filosofía. Aquí nombre propio
debe leerse como un operador en una estructura según lo explica el psicoanálisis
lacaniano (trazo unario, nombre‐del‐padre, deseo del Otro). La autobiografía no es una
experiencia existencial inefable sino una operación genealógica explicitable.

10
http://www.lacan.com/symptom9_articles/badiou19.html visitado el día 23 de septiembre de 2009.
11
Badiou, Alain. El balcón del presente. Confererencias y entrevistas. Trad. Susana Bercovich y Françoise
Ben, Ed. Siglo XXI, México, 2008, p. 24.
12
Badiou, Alain. San Pablo. La fundación del universalismo. Trad. Danielle Reggiori, Ed. Anthropos,
Barcelona, 1999, p. 2.
En así que, contrariamente al filósofo, para el antifilósofo esta singularidad
existencial está ligada a la subjetividad y a la impotencia de la razón. Lo que importa es
el cambio subjetivo que puede producir una idea, lo que nunca puede ser producto de
una formulación racional, lógica, filosófica o conceptual. Es aquello que se está más
allá del lenguaje, lo que se resiste a la simbolización, lo cual apunta a una dimensión de
lo Real más que a la realidad: únicamente puede decirse a través de la autobiografía y
la escritura fragmentaria.

Para el antifilósofo la exploración de esta radicalidad tiende a manifestarse en


una escritura fragmentaria o, cuando menos, en el despliegue de una nueva escritura
(aforismos, confesiones, diarios, dietarios, frases lapidarias, desdibujamiento de
fronteras entre filosofía y literatura). Sin embargo, no podemos decir que la
antifilosofía sea a‐sistemática porque su escritura sea fragmentaria13:

Toda filosofía es sistemática (…) lo “fragmentario” no es sino una variante moderna de


lo sistemático. (…) La única distinción pertinente es la que propongo entre dos estilos:
el estilo filosófico y el estilo antifilosófico. El primero es el estilo de exposición
afirmativa y anudada, cuyo concepto es axiomáticamente la norma. El segundo, que
no existe sino como crítica del primero, introduce la idea según la cual existe una
experiencia existencial crucial, que debe subordinar a ella el orden de las razones, o de
los conceptos. De la posición antifilosófica resulta una exigencia literaria especial. Pues
la experiencia trans‐conceptual de la que se reclama esta posición –a menudo la de
una certeza íntima casi religiosa– no puede ser transmitida más que por los recursos
no axiomáticos del escrito literario.

El texto no podría ser más claro. Esta línea de pensamiento es muy interesante dado
que los grandes filósofos también ejercen una fuerza enorme sobre el lenguaje para
crear una nueva escritura. ¿Es esta fuerza sobre el lenguaje lo que hace a una escritura
“antifilosófica”? Es posible pensar en el montaje estilo “MTV” o videoclip (visual,
fragmentado, vertiginoso, cambios constantes, movimientos de posición) de la
escritura de Zizek, en los “alephs” o escolios de Giorgio Agamben o en los cambios del
tamaño de la tipografía en algunos textos de Roberto Esposito. El mismo Badiou afirma
que su Teoría del sujeto contiene “repliegues mallarmeanos14” o que todos los
filósofos franceses de posguerra (de Sartre a Badiou) quisieron ser escritores. En la
escritura se juegan dimensiones estilísticas que no pueden no pueden expresarse por

13
Baidou, Alain. El balcón del presente, p. 20.
14
Badiou, Alain. Teoría del sujeto. Trad. Raúl Cerdeiras, Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2009, p. 12. Ver
también la relación de su escritura en Teoría del sujeto con Mallarmé y Lacan en El balcón del presente,
p. 15.
el contenido, por lo que la enunciación (desplegada por la escritura) muestra una
mayor potencia que el enunciado.15. Más aún, el mismo Badiou reconoce que16:

…en un artículo muy ingenioso, Quentin Meillassoux demostró que en ciertos motivos
de mi novela Calme bloc ici‐bas, aparentemente contradictorios a mi ontología formal,
más bien eran lo real “escondido”, es decir lo que no podía decirse en el orden de la
filosofía pura, pero que debía decirse de otra manera. Lo cual en el fondo viene a
discernir en mi actividad de novelista los datos antifilosóficos que el estilo filosófico
expulsa.

Surgen aquí, sin embargo, algunas preguntas: ¿es necesario que el antifilósofo escriba
fragmentariamente para que pueda enunciar su acto?, ¿todo filósofo tiene una
vertiente “antifilosófica” que puede (o debe) explorar por otras vías que atraviesan por
la escritura fragmentaria y el recurso a la estética?

En la antifilosofía habría también una certidumbre anticipada de la victoria:


Nietzsche (Ecce homo “mi filosofía vencerá”), Wittgenstein (Tractatus “la verdad de los
pensamientos comunicados aquí me parece intocable y definitiva”) y Lacan (L’Étourdit
“no soy yo quien vencerá, sino el discurso al que sirvo”). El núcleo de este rasgo se
localiza en el acto radical y es convincente en virtud no de la verdad sino del saber.
Este es precisamente el litigio con la filosofía. El par relación/no relación sexual en
Lacan o la pareja verdad/sentido en Wittgenstein o el binario ser/aparecer son
muestra de ello. Es así que este movimiento está ligado a la destitución de la verdad
como categoría filosófica central. “La verdad puede no convencer, el saber pasa en
acto” dice Lacan17.

El último rasgo es el de la sustitución de la mujer como lógica del no‐todo. Esto


último nos enfrenta con un antifilósofo misógino. Pero no nos confundamos, esto no
sería una característica psicológica del antifilósofo sino algo que se relaciona con la
propia discursividad de la antifilosofía como contraposición a la filosofía. ¿Cómo es
esto? Se sabe que la lógica del no‐todo según Lacan está vinculada a la feminidad. Es
justamente esa dimensión del no‐todo lo que niega el filósofo y que aparece en el
campo antifilosófico. La antifilosofía trataría entonces con el resto de la filosofía (un
resto no complementario). Otra manera de decirlo: lo que la filosofía forcluye en lo

15
Badiou, Alain “Panorama de la filosofía francesa contemporánea” en Abensour, Miguel (ed.) Voces de
la filosofía francesa contemporánea. Ed. Colihue, Buenos Aires, 2005.
16
Badiou, Alain. El balcón del presente, p. 24. Es interesante que la único escrito donde Badiou
reflexiona filosóficamente sobre sus obras literarias sea “Amhed: la diagonal del cuadrado de la escena”
en Badiou, Alain. Imágenes y palabras. Escritos sobre cine y teatro. Trad. María del Carmen Rodríguez,
Ed. Manantial, Buenos Aires, 2005.
17
Lacan citado por Badiou en Reflexiones sobre nuestro tiempo, p. 46.
Simbólico retorna en la antifilosofía como Real. ¿Y qué es lo que se forcluye? La mujer,
misma que es desplazada en el antifilósofo (la fe, la angustia, la vida, el silencio, el
goce…). La antifilosofía trata con lo Real de la excepción, lo cual se identifica con la
lógica del no‐todo18:

El antifilósofo agita el espectro de lo femenino justo frente a los ojos del filósofo quien,
lealmente, forcluye de sus operaciones de pensamiento este espectro, educado en
este punto por la ciencia.

Sería sintomático de la discursividad del antifilósofo la misoginia. Badiou menciona


algunos ejemplos: Pascal (no se supo de otra mujer que no fuera su hermana),
Rousseau (Sofía en el Emilio), Kierkegaard (el rompimiento con Regina Olsen),
Nietzsche (la relación con su hermana) o Wittgenstein (la homosexualidad). El que
Lacan haya echado mano del matema pone límite a este síntoma de la misoginia nos
dirá Badiou.

Llegados a este punto es claro que hay una nueva propuesta por parte de
Badiou para la (re)definición de la filosofía. Nuestro filósofo se apropia de una idea
lacaniana para poder leer toda la filosofía. Pero, ¿para qué serviría leer la historia de la
filosofía en términos de esta distinción filósofo‐antifilósofo? Para acercarse lo más
posible al antifilósofo sin perderse en sus protocolos. Porque el antifilósofo despierta
al filósofo de su sueño dogmático, le señala las trampas del sentido, la ruptura con la
religión y la forma de laicizar la verdad. El filósofo debe estar cerca del antifilósofo ya
que él, y únicamente él, le enuncia el nuevo deber de la filosofía o la nueva posibilidad
en la figura de un nuevo deber. Todo ello se debe a la radicalidad del antifilósofo. “La
filosofía es siempre heredera de la antifilosofía” dice Badiou19. Ambos luchan codo a
codo contra la metafísica (el tiempo, Dios, el uno, el universo, la presencia, el yo).

Pero el filósofo debe crear su propio espacio dado que el antifilósofo se mueve
hacia la muerte o al silencio: la locura de Nietzsche, el laberinto de Wittgenstein o el
mutismo final de Lacan. Pero no sólo eso, para Badiou el antifilósofo confunde la
fidelidad al acontecimiento con su anuncio. El antifilósofo está extasiado con la
radicalidad de su acto que lo anuncia por todos lados pero no lo lleva a cabo. Es aquí
donde “acto antifilosófico” toma toda su dimensión: un actuar histriónico. En términos
de la teoría de los cuatro discursos (que Badiou toma de Lacan con algunas
modificaciones en su libro San Pablo) el discurso del antifilósofo es el del histérico que

18
Badiou, Alain. L’Antiphilosophie de Wittgenstein, p. 23.
19
Badiou, Alain. Reflexiones sobre nuestro tiempo, p. 76.
está barrado por el acontecimiento y el del filósofo es el del amo que ocupa el lugar
del significante amo para llevar este acontecimiento hasta sus últimas consecuencias.
Aquí, nos dice Bosteeels, se desprende la característica antipolítica del antifilósofo ya
que incurriría en lo que él llama “izquierda especulativa” anunciando la novedad sin
construirla20.

Por lo anterior se desprenden dos dificultades para al filósofo frente a este


adversario: en primer lugar descubrirlo y comprenderlo, en segundo lugar saber
filosóficamente cómo perderlo.

Antifilosofía y transmisión del psicoanálisis

Si el programa para Vincennes según Lacan incluiría lingüística, lógica, topología y


antifilosofía, salta a la vista que los primeros tres saberes de este quadrium son
formalizantes. La importancia del matema se hace patente. Nos dice Lacan21:

La formalización matemática es nuestra meta, nuestro ideal. ¿Por qué? porque sólo
ella es matema, es decir, transmisible íntegramente.

Estamos en los años 70 y la importancia de la transmisión del psicoanálisis es un tema


recurrente en Lacan. Recordaremos que el tema de “el fracaso de mi enseñanza” y “el
triunfo de la religión” se presentan con mayor insistencia en esta última década. Por
ello no es ocioso pensar la importancia del matema en la transmisión del psicoanálisis.
Ello se debe a que el matema vacía de sentido (contra la religión), des‐ontologiza y la
verdad pasa en acto.

Si los primeros tres saberes son formalizantes y apuntan al matema, la última


disciplina, la antifilosofía, plantea una relación con la ciencia, la filosofía y la religión.
Nos parece que únicamente así puede entenderse esta disimetría entre tres saberes
formalizantes y la antifilosofía. Digamos entonces, como una tentativa de conclusión
(que abre por otra parte) que en la última década Lacan insistió en:

1. Preguntarse sobre la transmisión del psicoanálisis en el eje fracaso‐triunfo.


2. Este fracaso‐triunfo se alinean con otro binario, a saber, enseñanza del
psicoanálisis‐religión.

20
Bosteels, Bruno. “Radical antiphilosophy”, p. 181. Una característica que también Jean‐Claude Milner
vincula con la antifilosofía de Lacan: “Antipolítica, podría decirse, paralela a la antifilosofía” La obra
clara. Lacan, la ciencia, la filosofía. Trad. Diana Rabinovich, Ed. Manantial, Buenos Aires, 1996, p. 158.
21
Lacan, Jacques “redondeles de cuerda” en El Seminario XX. Aún. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2003, p.
144.
3. El triunfo de la religión es porque otorga sentido, queda por investigarse el
fracaso de la enseñanza (y si este fracaso triunfa por otro lado).
4. Los saberes formalizantes son estratégicos para pensar la posición del
psicoanálisis en relación a la ciencia, la religión y la filosofía.
5. La formalización matematizante es crucial para pensar la transmisión del
psicoanálisis. Queda por pensar el problema del saber y la verdad (así como el
acto analítico).

* * *

En el caso de Alemán la localización de la razón fronteriza, el atravesamiento de la


filosofía, el vaciado de sentido y la distribución del sentido nos parece que apuntan a
operaciones topológicas, es decir, que el espacio está en juego en la definición misma
de la antifilosofía.

Finalmente, para Badiou, y esto lo dejamos muy claro, la antifilosofía se juega


en el terreno del matema y la sustitución de la verdad por un acto, lo cual implica
pensar la problemática entre el saber y la verdad.

Si la antifilosofía y el matema aparecen juntos, si para Alemán y Badiou la


antifilosofía es productiva para pensar el psicoanálisis y la filosofía (pero también para
Milner), creemos entonces que esto es una invitación a pensar el lugar ellos en la
transmisión del psicoanálisis.

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