1-A (Nociones y Problemas de La Historia)
1-A (Nociones y Problemas de La Historia)
1-A (Nociones y Problemas de La Historia)
Marrou
Nos demuestra ya que, sin duda, la labor de la historia tiene que conducir a una
obra escrita, pero esta obra escrita trata de una exigencia de carácter práctico
de hecho la historia existe ya perfectamente elaborada en el pensamiento del
historiador incluso antes de que la haya escrito. Indica que es conocimiento y
no investigación porque esto sería confundir el fin con los medios, lo que
importa es el resultado obtenido mediante la investigación: si no hubiese de
alcanzarse con ella no la emprenderíamos.
Marrou nos demuestra que no es tan posible captar tal como fue, ya que el
historiador, en cierto sentido, nos trae nuevamente a la existencia del presente
algunas cosas que, habían cesado de ser o existir. Sin embargo, al convertirse
en historia, es decir, al ser conocido por el historiador a través de y en los
documentos, el pasado no puede ser reproducido sin más tal como fue cuando
era el presente.
Vemos que hay un pasado que está afectado por una cualificación específica
que no se puede cambiar, que es conocido en cuanto que pasado, y no en
cuanto presente, lo que de suyo es imposible. El historiador no se propone
como objetivo reanimar, resucitar o hacer revivir el pasado. Asimismo, hace
referencia a que la historia es la relación establecida, por iniciativa del
historiador entre dos planos de humanidad: el pasado vivido por los hombres
de otrora y el presente en que se desarrolla el esfuerzo por la recuperación de
aquel pasado para beneficio del hombre actual y del hombre venidero.
Según carr
¿Que es la historia?
Nuestro razonamiento topa con el obstáculo de que no todos los datos acerca
del pasado son hechos históricos, ni son tratados como tales por el historiador.
¿qué criterios separa los hechos históricos de otros datos acerca del pasado?
¿Así de esta manera entra la pregunta que es la historia? Vemos que para los
intelectuales del siglo XIX fue un periodo cómodo que mostraba confianza y
optimismo. Los hechos eran satisfactorios y la inclinación a plantear y contestar
preguntas molestas acerca de ellos fue por tanto débil. Tenemos a Ranke que
creía piadosamente que la divina providencia se encargaría del significado de
la historia. Vemos que no había detrás filosofía de la historia alguna, los
historiadores británicos se negaron a dejarse arrastrar no porque creyesen que
la historia carece de sentido, sino porque creían a este implícito y evidente.
La historia nunca nos llega en estado pura siempre veremos una refracción al
pasar por la mente de quien los recoge. Solo podemos captar el pasado y
lograr comprenderlo a través del cristal del presente. El historiador pertenece a
su época y eta vinculado p0or las condiciones de su existencia. El historiador
no pertenece al ayer sino al hoy. Nos dice el profesor Trevor Ropper que el
historiador debe amar el pasado. El amor al pasado puede fácilmente
convertirse en manifestación de una añoranza romántica de hombres y
sociedades que ya pasaron, síntoma de la perdida de la fe en el presente y en
el futuro. Por esto la función del historiador no es ni amor el pasado ni
emanciparse de él, sino dominarlo y comprenderlo, como clave para la
comprensión del presente.
A mediados del siglo xx, ¿cómo hemos. ¿De definirlo pues, las obligaciones del
historiador hac4t los hechos? tratar con demasiada-ligereza: documentos y
hechos. El deber de. Respeto a los hechos. que recae sobre el historiador no
termina en la obligación; dé verificar su exactitud. Tiene que intentar que no
falte en su cuadro ninguno de los datos conocidos o susceptibles de serio que:
sean relevantes en un sentido u otro. Pero a su vez, no significa que pueda
ironizar la interpretación que es la savia de la historia.
Nuestro examen de la relación del historiador con los hechos históricos nos
coloca, por tanto, en una situación visiblemente precaria, haciéndonos navegar
sutilmente entre el Escila de una insostenible-teoría de la historia como
compilación objetiva de hechos de una. Injustificable del hecho sobre la'
interpretación, Y él. Caribdis de otra teoría igualmente insostenible de la
historia como producto subjetivo de la mente del historiador! quien-fija los
hechos históricos y los domina' merced al proceso interpretativo; entre una
noción de la historia con centro gravedad en el pasado y otra con centro de
gravedad en el presente. La tarea que le incube al historiador es reflexionar
acerca de la naturaleza del hombre. La relación entre el historiador y sus datos
es de igualdad de intercambio, es imposible la primacía de uno u otro termino.
El historiador empieza por una selección provisional de los hechos y por una
interpretación provisoria la luz de la cual se ha llevado a cabo dicha selección,
sea esa obra suya o de otros. Conforme vi trabajando, tanto la interpretación
como la selección y ordenación de los datos van sufriendo cambios sutiles y.
acaso _parcialmente inconsciente tes, consecuencia de la acción Recíproca
entre ambas. Y esta misma acción recíproca entraña reciprocidad entre el
pasado y el presente, porque el historiador es parte del presente, en tanto que,
es hechos pertenecen al pasado. El historiador y los hechos de la historia se
son mutuamente. necesarios. Sin sus hechos, el historiador carece de raíces y
es huero; y tos hechos, sin el historiador, muertos y falsos de sentido. Mi
primera contestación a la pregunta de qué. es la Historia, será pues la
siguiente: un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos,
un diálogo sin fin entre el presente y el pasado
¿Que es la historia?
La historia es una novela que ha sido; la novela es la historia que habría podido
ser señalaran ñ Gon Ccourt un siglo antes de que Paul Veyne califique la
historia de novela verdadera.
De la mimesis a la Gnosis
El autor platea otra definición: hacer historia como ciencia social es tratar de
comprender lo que hacen los hombres, esta definición tiene varias
implicaciones.
¿Que hace falta para que la historia sea una ciencia?, muchos pensadores, de
Platón a Toynbee pasando por Comte intentaron revelar leyes de la historia. En
el siglo XIX, la historia-ciencia de los metódico es hostil cualquier filosofía de la
historia, pero algunos historiadores tienen la esperanza de poner de manifiesto,
experimentalmente, leyes análogas a las que gobiernan la naturaleza. Los
durkenianos comparten esta concepción nomológica, pero excluye de ella a la
historia: solo la sociología es capaz de establecer leyes, es decir proponer una
explicación científica.
Historia y memoria
Según Traverso
También tenemos este interés por la memoria la vemos debido a que en todas
partes las sociedades humanas han poseído una memoria colectiva y la han
mantenido a través de ritos, ceremonias, incluso con políticas. Las estructuras
de estas memorias, se podrá decir con Leví-Strauss residen en la
conmemoración de los difuntos. Estos ritos y monumentos funerarios
celebraban la trascendencia cristiana –la muerte como pasaje más allá- y
confirmaban las jerarquías sociales terrenales. A partir del siglo XIX veremos
como esos monumentos conmemorativos consagran valores laicos (la patria),
definen principios éticos y políticos, se presentan acontecimientos
revolucionarios, fundadores etc. La memoria se fue transformando en una
suerte de religión civil en donde se hacen presentes otras cuestiones como ser
políticas y sociales. Que fue avanzado con las guerras napoleónicas, esas
primeras guerras democráticas del mundo moderno, se profundizo después de
la guerra cuando entre los 1914 y 1918 los monumentos a los muertos
comenzaron a marcar el espacio público de cada pueblo.
Según Traverso las diferencias que existen entre historia y memoria son las
siguientes: observa que ambas son dos esferas distintas que se entrecruzan
constantemente, pero esto no debe ser interpretado en un sentido radical ya
que nacen de una misma preocupación y comparten un mismo objeto la
elaboración del pasado.
Para él la historia es una puesta en relato, una escritura del pasado, una
escritura del pasado según las modalidades y las reglas de un oficio dicho en
comillas una ciencia que constituye por parte el uso de la memoria.
Historia y memoria
según cataruzza
A pesar de ello, sin embargo, los propios historiadores han recurrido con
frecuencia a procesos que se desplegaban fuera de sus instituciones, incluso
en climas culturales amplísimos, al momento de buscar las causas del
crecimiento de este interés. La memoria comenzó a conquistar voluntades en el
mundo de los historiadores, acelerándose el proceso a comienzos de los
ochenta para llegar hasta la actualidad.
Veremos como factor en toda Europa un gran desarrollo del ciclo memorial se
produjo luego de la Segunda Guerra Mundial; “tras una fase de ‘amnesia’” se
“iniciaría una recuperación de la memoria, desembocando finalmente en una
auténtica ‘efervescencia memorial’, en la que se multiplicaría el uso de la
palabra pública por actores y víctimas de toda clase y condición, rindiendo
testimonio de su experiencia personal”; en esa escala, del olvido se pasó a la
cultura de la memoria.
Se puede tomar un factor que será de gran influencia para que se convierta en
un tema historiográfico es con el derrumbamiento del bloque soviético, entre
1989 y 1991, produjo lo que algunos autores concibieron como una “liberación
de la memoria”, por efecto del fin de la censura estatal. Los estados de Europa
oriental habían desplegado varias operaciones para controlar las memorias
grupales, étnicas, nacionales, religiosas, de clase en alguna ocasión que
podían contribuir a la impugnación del régimen por la vía de legitimar
disidencias presentes, dotándolas de un anclaje en el pasado; también la
producción erudita sobre el pasado había sido objeto de censura. Sin ninguna
duda, en los Estados europeos o americanos con regímenes constitucionales
también habían tenido lugar, desde el siglo XIX intentos estatales de
intervención en torno a las representaciones del pasado, a su uso y a la
memoria colectiva, pero sus mecanismos solían estar notoriamente más
mediados que en Europa oriental durante la Guerra Fría. La crisis del bloque
comunista europeo, y luego la de la Unión Soviética, llevó entonces a que los
productos de aquellas memorias y las acciones
A partir de aquí como hay un gran impulso para recuperar las memorias se
observará mediante la publicación de libros de historia, la filmación de películas
que reinterpretaban el pasado reciente o lejano, la recuperación de
denominaciones urbanas tradicionales y hasta la de los viejos símbolos, entre
tantas otras – pudieran circular y desarrollarse con mayor facilidad en el
espacio público, superando la transmisión privada que las había alimentado
hasta entonces.
Los historiadores, por último, señalan que otro factor, más modesto y menos
espectacular, pero más continuado, tuvo relevancia para los temas de la
memoria, al menos en condición auxiliar. Durante los últimos 150 años, “la
fotografía, la fonografía, el cine, la radio, la televisión, el video crearon en forma
conjunta una nueva memoria colectiva objetivada bajo la forma de imágenes,
discos, filmes, bandas magnetofónicas, cassettes, accesible a un público que
se amplía al ritmo de la baja de los precios y de los progresos técnicos que
vuelven cada vez más fácil el manejo de aparatos de registro y reproducción”,
ha sostenido Ponían. Es claro que, por una parte, ese movimiento torna menos
complicada para el historiador la creación de fuentes a través de las
entrevistas, acción privilegiada en la historia oral y vinculada potencialmente,
en consecuencia, al estudio de la memoria. Por otra, puso a disposición de
muchos más individuos, entre ellos miembros de los grupos subalternos,
mecanismos para conservar imágenes y huellas de su propio pasado; un
pasado íntimo, personal, familiar, cuyos vestigios sin embargo constituyen un
precioso material documental para indagar procesos más amplios. Así, estos
cambios técnicos han tenido un efecto en cierto sentido democratizador, ya que
han ampliado sustantivamente el rango de testimonios que la gente corriente,
voluntariamente o no, deja de sus vidas; quizás ellos hayan contribuido en algo,
como señalaba Jim Sharpe sobre la historia desde abajo, a que quienes no han
“nacido con una cuchara de plata en la boca” se convenzan “de que tenemos
un pasado, de que venimos de alguna parte”
Según Aroztegui
difícil encontrar palabras más apropiadas que las del historiador francés Henri
Berr, que figuran en el frontispicio de este capítulo1 para comenzar un libro en
el que se aborda el problema de la adecuada formación científica del
historiador.
Por regla general, las ciencias al irse constituyendo van creando unos
lenguajes particulares, llenos de términos especializados, que pueden llegar a
convertirse en complejos sistemas de lenguajes formales. La ciencia, se ha
afirmado a veces, es, en último extremo, un lenguaje.
El hecho de que estos usos, cuya misma falta de univocidad denuncia ya una
notable falta también de precisión conceptual en quienes los practican, hayan
sido propiciados por algunos historiógrafos de cierto renombre hace que hayan
sido repetidos de forma bastante acrítica. Tan celebrado autor como Lawrence
Stone llama «historiografía», por ejemplo, a un conjunto variopinto de
reflexiones sobre historia de la historiografía, el oficio de historiador, la
prosopografía y otras instructivas cuestiones. Un caso algo llamativo también
es el presentado por Helge Kragh que para diferenciar los dos usos de la
palabra historia acude a fórmulas como H1, el curso de los acontecimientos, y
H2, el conocimiento de ellos. En cuanto a la palabra historiografía reconoce
que se emplea en el sentido de H2, pero que «también puede querer decir
teoría o filosofía de la historia, es decir, reflexiones teóricas acerca de la
naturaleza de la historia», en lo que lleva razón y nos facilita una muestra más
de la confusión de la que hablarnos.
El lenguaje de la historiografía
La investigación histórica prácticamente no ha creado un lenguaje
especializado, lo que es también un síntoma del nivel de mero conocimiento
común que la historiografía ha tenido desde antiguo como disciplina de la
investigación de la historia. la cuestión del vocabulario específico de los
historiadores no preocupó de manera directa a nadie hasta que se llegó a un
cierto grado de madurez disciplinar, que no aparece antes de la reacción
antipositivista representada arquetípicamente por la escuela de Anales. Fuera
de ello, sólo el lenguaje del marxismo tuvo siempre peculiaridades propias.
Pero sobre la necesidad de un lenguaje especializado nunca ha habido
unanimidad. Los propios componentes de la escuela de los Anales estaban
divididos sobre el asunto. Lucien Febvre llamaba la atención sobre la posición
adoptada al respecto por Henri Berr que propugnaba la permanencia del
«privilegio» de la historia de «emplear el lenguaje común».
sin embargo, que, desde el siglo XVIII para acá, no han faltado los esfuerzos, y
los logros, por parte de historiadores, escuelas historiográficas, investigadores
sociales y filósofos, para la construcción de una disciplina de la investigación
histórica más fundamentada.
Primero: toda formación teórica mínima del historiador tiene que basarse en un
análisis suficiente de lo que es la naturaleza de la historia, de lo histórico. El
tratamiento de ese tema tiene que yuxtaponerse inexcusablemente con el de
qué conocimiento es posible de la historia.
Todos estos avances han creado, sin duda, una tradición historiográfica que,
por encima de modas o de crisis coyunturales, parece difícilmente reversible.
es cierto que la historiografía no ha culminado aún el proceso de su conversión
en una disciplina de estudio de lo social con un desarrollo equiparable. No ha
acabado de completar la creación o la adopción de un mínimo corpus de
prácticas o de certezas «canónicas, cuando menos, o, como paso previo a ello,
no ha culminado la adopción, por encima de escuelas, posiciones, ideologías y
prácticas concretas, de un acuerdo mínimo también sobre el tipo de actividades
teórico-prácticas que conformarían básicamente la «disciplina» de la
historiografía.
GRÁFICAS
Las diversas ciencias sociales que se cultivan hoy, desde la economía, como
más desarrollada, hasta aquellas menos formalizadas y de objeto más
restringido, acostumbran a exponer las diversas cuestiones fundamentales de
su contenido, de su método y del estado de los conocimientos adquiridos en un
tipo de publicaciones que se llaman tratados.
Siempre he soñado con un "tratado de historia-dice Pierre Vilar, en el primer
renglón de un conocido texto sobre cuestiones de vocabulario y método
históricos. casi todos los tratadistas coinciden en desarrollar siempre dos
aspectos:
Los tratados, por tanto, se ocupan de cosas diversas tales como qué es la
disciplina, cuáles son su campo, su objeto y cómo se articulan sus
conocimientos; cuál es su método, cuál es su historia y sus problemas o sus
logros fundamentales. Estos tratados contienen, en mayor o menor grado
«teoría sociológica», «económica» o «politológica» y establecen un panorama
que pretende ser completo de la ciencia en cuestión. En tal sentido los tratados
desarrollan un gran panorama -no exhaustivo, en general- de la investigación y
el estado de los conocimientos de su campo. Penetran, a veces, en subcampos
especiales -sociología de las organizaciones, economía de la empresa, control
político, etc.- y presentan, en definitiva, una determinada «teoría», que puede
limitarse, sin embargo -como ocurre propiamente en los llamados Manuales a
dar cuenta del panorama de las posiciones en competencia, sin pronunciarse
por ninguna de ellas.
La teoría constitutiva
La teoría disciplinar
Ciertas escuelas, como la de los Anales, lo que hicieron en realidad fue teoría
disciplinar, mucho más que teoría constitutiva. Bastante atención se ha
dedicado también a este tipo de teoría disciplinar en sectores específicos de la
historiografía tales como la historia económica, la historia social o la historia de
la ciencia.
La teoría constitutiva
Esto es concebible en el plano teórico y hay que decir que los primeros en
concebirlo y exponerlo de forma clara fueron los integrantes de la escuela de
Anales. Pero ¿cómo puede construir esa historia total el trabajo del historiador?
Intentaremos responder a ello en el lugar oportuno. Ahora es preciso dejar
claro que este problema de la historia total es muy peculiar: puede entenderse
como integrado en una teoría constitutiva, pero tiene una relación innegable
con lo disciplinar. Por ello lo dejamos en esta situación «puente», en
interrogante, entre ambas.
La teoría disciplinar
Todas estas preguntas y sus respuestas son la clave de una teoría disciplinar,
o formal, del conocimiento de la historia. La teoría historiográfica disciplinar es
la encargada de poner a punto unos instrumentos conceptual-operativos que
hagan posible la práctica de la investigación y escritura de la historia. La
progresiva delimitación del ámbito de tal teoría habrá de ir englobando en sus
preocupaciones extremos tales como el objeto de la historiografía, la naturaleza
de la explicación histórica, y la composición y sentido del discurso
historiográfico. Desarrollemos algo más cada uno de estos tres campos:
Esta falsa idea de que la fuente es todo para el historiador es otra de las que
más han perjudicado en el pasado el progreso disciplinar de la historiografía.
Una fuente de información nunca es neutra, ni está dada de antemano. Por
ello, a pesar de lo dicho, y aunque no lo parezca a primera vista, el historiador
debe, como cualquier otro investigador social, «construir» también sus fuentes,
si bien se encuentra más limitado para ello a medida que retrocede en el
tiempo. Investigar la historia no es, en modo alguno, transcribir lo que las
fuentes existentes dicen... En ese sentido, toda la fuente ha de ser construida.