Contradicción 7

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CONTRADICCIÓN 7

LA CONTRADICTORIA UNIDAD ENTRE


PRODUCCIÓN Y REALIZACIÓN

EN SU FLUJO, el capital pasa por dos puntos críticos importantes en los que se
registra y verifica su rendimiento para alcanzar el incremento cuantitativo,
que constituye el fundamento del beneficio. En el proceso de trabajo o su
equivalente, el valor se añade mediante el trabajo, pero ese valor añadido
permanece latente hasta que se realiza mediante la venta en el mercado.
La continua circulación de capital depende del paso con éxito (expresado
como tasa de beneficio) por dos momentos: primero la producción en el
proceso de trabajo y, segundo, la realización en el mercado. La unidad
que necesariamente prevalece entre esos dos momentos del proceso de cir-
culación del capital es, no obstante, contradictoria. ¿Y cuál es la forma
principal que adopta esa contradicción?
En el volumen I de su épico análisis del capital, Marx deja fuera todos
los problemas de realización en el mercado a fin de estudiar cómo se
produce el plusvalor que subyace al beneficio. Cabría esperar que, caete-
ris paribus (lo que nunca sucede exactamente), el capital tenga un fuerte
incentivo para pagar a los trabajadores lo menos posible, para hacerles tra-
bajar el mayor número de horas y tan intensamente como sea posible, para
obligarles a asumir la mayor proporción posible de su propia reproducción
(mediante las actividades en el hogar) y para mantenerlos tan dóciles y dis-
ciplinados como sea posible en el proceso de trabajo (mediante la coerción
si es necesario). Con ese fin, es muy conveniente (aunque no esencial) que
el capital disponga de una vasta reserva de mano de obra formada pero
sin utilizar –lo que Marx llamaba «ejército industrial de reserva»–, a fin de
contrarrestar las aspiraciones de los trabajadores empleados. Si no existiera
ese excedente de mano de obra, el capital tendría que crearlo (de ahí la
importancia de las fuerzas gemelas del desempleo inducido tecnológica-
mente y del acceso a nuevos yacimientos de mano de obra, como los de
China durante los últimos treinta años). También sería importante para el
capital evitar en la medida de lo posible cualquier forma de organización
colectiva de los trabajadores y controlar por cualquier medio a su alcance
todo intento de ejercer una influencia política sobre el aparato del Estado.

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Tal como expuso Marx en el volumen I de El capital, el resultado en último


término de tales prácticas sería la producción de una riqueza cada vez
mayor para el capital en un polo de la sociedad y un creciente empobre-
cimiento, degradación y pérdida de dignidad y poder de las clases obreras
que son las que producen la riqueza, en el otro polo.
En el volumen II de El capital, –que se lee muy poco, incluso entre
estudiosos de izquierdas muy formados– Marx estudia las condiciones
de la realización del valor, suponiendo ahora que no hay problemas en
el terreno de la producción. Llega a cierto número de conclusiones teóri-
cas incómodas, aunque sólo esbozadas (nunca concluyó la redacción del
volumen de forma definitiva). Si el capital hace todo lo que debe hacer
según el análisis del volumen I para asegurar la producción y apropia-
ción de plusvalor, entonces la demanda agregada de la mano de obra en el
mercado tenderá a restringirse, cuando no a disminuir sistemáticamente.
Además, si se descargan sobre las espaldas del trabajador y su familia los
costes de su reproducción social, entonces los trabajadores no compra-
rán bienes y servicios en el mercado. Lo más paradójico es que cuanto
más asumen los trabajadores el coste de reproducirse a sí mismos, menos
incentivos tendrán para trabajar para el capital. Por otra parte, un gran
ejército de reserva de desempleados no es precisamente una fuente pujante
de demanda agregada (a menos que disponga de generosos subsidios paga-
dos por el Estado), del mismo modo que unos salarios decrecientes (o una
disminución de las contribuciones estatales al salario social) no facilitan la
expansión del mercado.
Constatamos ahí una seria contradicción:
Los obreros son importantes para el mercado como compradores de
mercancías. Mas como vendedores de su mercancía –la fuerza de tra-
bajo–, la sociedad capitalista tiende a reducirla a su mínimo precio.
Otra contradicción: las épocas en que la producción capitalista pone en
tensión todas sus fuerzas se revelan en general como épocas de sobre-
producción; porque las potencias de producción no pueden emplearse
nunca hasta el punto de que no sólo se produzca más valor, sino que
además pueda realizarse; pero la venta de las mercancías, la realización
del capital mercantil, y por lo tanto también del plusvalor, está limitada
no sólo por las necesidades de consumo de la sociedad en general, sino
por las necesidades de consumo de una sociedad cuya inmensa mayoría
es siempre pobre y siempre tiene que serlo1.

1
Karl Marx, Capital, Volumen 2, Harmondsworth, Pelican Books, 1978, p. 391. El texto para-
lelo del Volumen 1 se encuentra en la p. 799 de la edición de Penguin [ed. alemana: Das Kapital,
Band II (Karl Marx / Friedrich Engels - Werke, Band 24, Kap. 16, Art. 3), Berlín, Dietz Verlag,
12ª ed., 2010, p. 318, nota; ed. cast.: El capital, II-I, cit., pp. 414-415].
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La escasez de demanda agregada efectiva en el mercado (a diferencia de la


demanda social de valores de uso por parte de una población necesitada)
crea un serio obstáculo para la continuidad de la acumulación de capital,
que provoca una caída de los beneficios. La capacidad de consumo de la
clase obrera es un componente significativo de esa demanda efectiva.
El capitalismo, como formación social, se ve perpetuamente atrapado
en esa contradicción. Puede tratar de maximizar las condiciones para la
producción de plusvalor, pero con ello amenaza la capacidad para realizar
ese plusvalor en el mercado, o mantener una demanda efectiva alta en el
mismo dando poder a los trabajadores, pero con ello amenaza la posibili-
dad de crear plusvalor en el lugar de producción. Con otras palabras, si a
la economía le va bien de acuerdo con las prescripciones del volumen I de
El capital, es probable que tropiece con problemas y dificultades desde el
punto de vista del volumen II, y viceversa. En los países capitalistas avan-
zados el capital pretendió desde 1945 hasta mediados de la década de 1970
una gestión de la demanda coherente con las prescripciones del volumen
II (mejorando las condiciones para la realización del valor), pero aparecie-
ron otro tipo de problemas en la producción de plusvalor (en particular
los derivados de la existencia de movimientos obreros bien organizados y
políticamente poderosos). Desde mediados de la década de 1970 y tras
una feroz batalla con estos últimos, el capital se desplazó hacia una estra-
tegia concebida por el lado de la oferta más coherente con el volumen I,
tratando de mejorar las condiciones para la producción de plusvalor (redu-
ciendo los salarios reales, aplastando las organizaciones obreras y restando
poder a los trabajadores). La contrarrevolución neoliberal, como la llama-
mos ahora, resolvió desde mediados de la década de 1970 los problemas de
la producción de plusvalor, a expensas empero de crear nuevos problemas
de realización en el mercado.
Esta exposición general es, por supuesto, una gran simplificación,
pero ofrece una clara ilustración de cómo se ha manifestado histórica-
mente la contradictoria unidad entre producción y realización. En ese
ejemplo queda también claro que los procesos de generación y resolución
de las crisis están ligados entre sí por la forma en que estas pasan de la
producción a la realización y de ésta vuelven a aquélla. En la política y la
teoría económica ha habido, lo que resulta interesante, desplazamientos
paralelos. Por ejemplo, la gestión keynesiana de la demanda (cohe-
rente en general con el análisis del volumen II de El capital) dominó el
pensamiento económico durante la década de 1960, mientras que las
teorías monetaristas por el lado de la oferta (coherentes en general con
el análisis del volumen I) comenzaron a dominar a partir de 1980 apro-
ximadamente. Creo que es importante situar esas historias de las ideas
y de la acción política en el contexto de la unidad contradictoria entre
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la producción y la realización, tal como queda representada por los dos


primeros volúmenes de El capital.
La contradicción entre producción y realización puede, sin embargo,
mitigarse de diversas formas. Para empezar, se puede incrementar la
demanda frente a la caída de los salarios mediante la expansión de la mag-
nitud total de la mano de obra (como sucedió cuando China comenzó
a movilizar su excedente latente de trabajadores a partir de 1980, por
poner una fecha), mediante la expansión del consumo de lujo por parte
de la burguesía o por la existencia y expansión de capas de la población
que no están dedicadas a la producción pero que tienen una considera-
ble capacidad de compra (funcionarios del Estado, militares, abogados,
doctores, educadores, etc.). Existe incluso una forma aún más relevante
para contrarrestar esa contradicción: el recurso al crédito. No hay nada
en principio que impida que se concedan créditos para mantener tanto
la producción como la realización del valor y el plusvalor. El ejemplo
más claro de esto acontece cuando los financieros prestan a los promo-
tores inmobiliarios para que construyan especulativamente bloques de
apartamentos, al tiempo que conceden financiación a los consumidores
para que compren esos apartamentos hipotecándose. El problema, por
supuesto, es que esa práctica también genera fácilmente burbujas espe-
culativas del tipo de la que llevó al crac de 2007-2009, principalmente
en el mercado de la vivienda en Estados Unidos, pero también en España
e Irlanda. La larga historia de expansiones, burbujas y desplomes en la
construcción atestigua la importancia de los fenómenos de ese tipo en la
historia del capital.
Pero las intervenciones del sistema de crédito también han sido cons-
tructivas en ciertos aspectos y han desempeñado un papel positivo en el
mantenimiento de la acumulación de capital en tiempos difíciles. Como
consecuencia, la contradicción entre producción y realización se ha despla-
zado hacia atrás, a la contradicción entre el dinero y las formas de valor.
La contradicción entre producción y realización se interioriza dentro del
sistema de crédito, que por una parte emprende actividades especulativas
insanas (del tipo de las que generaron la burbuja inmobiliaria) mientras que
por otra parte contribuye a superar muchas de las dificultades para man-
tener un flujo continuo de capital salvando la unidad contradictoria entre
producción y realización. Las restricciones al sistema de crédito exacerban
la contradicción latente entre producción y realización, mientras que el
desencadenamiento y desregulación del sistema de crédito fomenta activi-
dades especulativas incontroladas, en particular con respecto a los valores
de los activos. El problema subyacente nunca desaparecerá del todo mien-
tras permanezcan las contradicciones entre valor de uso y valor de cambio
y entre el dinero y el trabajo social que representa. De las interconexiones
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entre esas diferentes contradicciones surgen frecuentemente crisis financie-


ras y comerciales.
Ligadas a la contradicción producción-realización existen varias secun-
darias. Aunque es incuestionable que el valor añadido surge en el acto de la
producción y que la cantidad de valor añadido depende decisivamente de
la explotación del trabajo humano en el proceso de trabajo, la continuidad
del flujo permite que la realización del valor y el plusvalor tenga lugar en
distintos puntos del proceso de circulación. El productor capitalista que
organiza la producción de valor y plusvalor no es necesariamente el que
realiza ese valor. Si introducimos las figuras del capitalista mercantil, de los
banqueros y financieros, de los propietarios y promotores inmobiliarios, de
los recaudadores de impuestos, etc., vemos que hay distintos puntos donde
se pueden realizar el valor y el plusvalor. La realización puede adoptar
además dos formas básicas. Ejerciendo una intensa presión sobre los pro-
ductores capitalistas, los comerciantes y financieros, pongamos por caso,
pueden reducir el beneficio de los primeros a un margen muy pequeño
mientras ellos se quedan con la mayor parte de los beneficios. Así es como
funcionan, por ejemplo, Walmart y Apple en China. En este caso la reali-
zación no sólo ocurre en un sector diferente, sino también en otro país al
otro lado del océano (creando una transferencia geográfica de riqueza de
considerable importancia).
La otra vía para salvar la contradicción producción-realización consiste
en sustraer a los trabajadores cualquier participación en el excedente que
puedan haber adquirido para sí mismos, exigiendo precios exagerados o
imponiendo tasas, rentas o impuestos a las clases trabajadoras para dis-
minuir sus ingresos discrecionales y su nivel de vida. Esta práctica puede
tener lugar también mediante la manipulación del salario social, de manera
que las ganancias obtenidas en derechos de pensiones, educación, sani-
dad y servicios básicos puedan ser recuperadas por los capitalistas como
parte de un programa político de acumulación por desposesión. Eso es lo
que pretende lograr la actual promoción generalizada de una política de
austeridad por parte del Estado. El capital puede ceder a las demandas
de los trabajadores en el punto de producción, pero volver a recupe-
rar lo cedido o perdido mediante extracciones abusivas en el espacio de
vida. Los alquileres elevados y el alto coste de las viviendas, las comisiones
excesivas pagadas por el uso de las tarjetas de crédito, el cuantioso coste
de los servicios bancarios y telefónicos, la privatización de la sanidad y la
enseñanza y la imposición de tasas al usuario y de multas, todo esto inflige
cargas financieras a las poblaciones vulnerables, aun cuando esos costes
no se vean inflados por un sinfín de prácticas depredadoras, de impuestos
regresivos y arbitrarios, de tasas legales excesivas, etc.
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Esas prácticas son, además, activas y no pasivas. La expulsión acabada o


intentada de las poblaciones vulnerables de bajos ingresos de territorios y
zonas muy cotizadas mediante la gentrificación, el desplazamiento y a veces
las «limpiezas» violentas es una práctica con una larga historia en el capi-
talismo, que afecta ahora particularmente a los BRIC pero no sólo a ellos.
Cabe mencionar a los residentes de las favelas de Río de Janeiro sometidos
a expulsiones, los antiguos ocupantes de las chabolas autoconstruidas
en Seúl, los desplazados mediante procedimientos de expropiación en
Estados Unidos y los habitantes de chamizos en la periferia urbana en
Sudáfrica. Producción significa en este campo producción de espacio y la
realización cobra la forma de ganancias del capital en concepto de renta
de la tierra y valores inmobiliarios, con lo que los promotores y rentistas
aumentan su cuota de poder frente a otras facciones del capital.
La unidad contradictoria entre producción y realización se aplica, enton-
ces, tanto al destino vital de los trabajadores como al capital. La conclusión
lógica, que la izquierda ha solido en general dejar de lado, cuando no ignorar
supinamente, es que existe necesariamente una unidad contradictoria en el
conflicto y la lucha de clases entre las esferas del trabajo y la vida.
El proyecto político que debería derivar de esta contradicción sería el de
invertir la relación entre producción y realización. La realización debería ser
sustituida por el descubrimiento y reafirmación de los valores de uso que la
población en general necesita y la producción debería organizarse para satis-
facer esas necesidades sociales. Tal inversión podría ser difícil de alcanzar de
la noche a la mañana, pero la gradual desmercantilización de la satisfacción
de necesidades básicas es un proyecto realizable a largo plazo, que se adecúa
claramente a la idea de que el impulso básico de la actividad económica
debería ser el disfrute de los valores de uso, y no la perpetua pretensión de
aumentar los valores de cambio. Si esto parece un objetivo demasiado ambi-
cioso, sería útil recordar que los gobiernos socialdemócratas en Europa (en
particular en Escandinavia) reorientaron su economía hacia la gestión por el
lado de la demanda desde la década de 1960, como forma de estabilizar el
capitalismo. Al hacerlo acometieron en parte –aunque quizá a regañadien-
tes– esa inversión de la relación producción-realización imprescindible si se
pretende pasar a una economía no capitalista.

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