Epic A
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Subgéneros [editar]
El género épico o narrativo se encuentra en todas las literaturas, pues es un género
esencial, y se puede dar y se ha dado históricamente en formas muy diferentes.
Con el paso a los tiempos modernos, la epopeya empezó a estar protagonizada no por
héroes y dioses, sino únicamente por personas vulgares cuya única hazaña era la
supervivencia o conseguir una mejor condición social; de igual manera, las hazañas
fantásticas fueron sustituidas por una tendencia realista. Ésa fue la gran contribución
de novelas como la anónima novela picaresca española El lazarillo de Tormes y, sobre
todo, las dos partes del El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha de Cervantes,
que desacreditaron por completo los restos de epopeya que venían de la Edad Media,
encarnados por los llamados libros de caballerías. El Quijote supone, pues, el
nacimiento de la novela moderna realista y polifónica, escrita en prosa y cuyos
protagonistas son personas vulgares y corrientes que se mueven en ambiente realista sin
hechos sobrenaturales y sin que intervengan los dioses. Este tipo de novela se desarrolló
extraordinariamente en el siglo XIX, cuando la burguesía lo tomó como modelo para
exponer sus inquietudes y como espejo de su nueva ideología materialista. La novela
realista del siglo XIX es la epopeya de la clase media o burguesía.
El poema épico culto intenta reactualizar en los tiempos modernos la epopeya griega y
romana, sus antecedentes, en un estilo generalmente lleno de reminiscencias y en rima
consonante. A este género pertenecen, por ejemplo:
El mito es una narración corta que tiene una función cognoscitiva o explicativa,
etiológica, frecuentemente de carácter alegórico. Es por esto que su estudio está más
relacionado con la mitología.
El cuento tradicional es una narración anónima de carácter oral que sirve para pasar el
tiempo y se suele contar a los niños. En el siglo XVIII y XIX empezaron a recogerse y
estudiarse. Colecciones de cuentos populares son las de los hermanos Jacob y Wilhelm
Grimm en Alemania, o Charles Perrault en Francia.
El romance o, en los países nórdicos, balada, es una narración corta en verso, casi
siempre de carácter anónimo, surgida en general de la descomposición de los cantares
de gesta medievales, aunque pronto fueron compuestos algunos romances y baladas por
autores desconocidos imitando los romances viejos.
El relato es una narración escrita de autor conocido, con pocos personajes y sin la
complicación y meandros de que hace gala la novela clásica.
La leyenda, escrita en verso o en prosa, es característica del siglo XIX y narra hechos
con alguna base histórica de verdad, pero fabulándose en ellos libremente. Cabe
destacar, por ejemplo, las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer.
La intriga es la trama o argumento, lo que pasa, lo que se cuenta. La forman los sucesos,
expuestos en orden artificial o artístico.
El personaje [editar]
El héroe épico tiene un objetivo o ideal concreto y ha de superar una serie de obstáculos
para alcanzarlo. Puede tener contactos con una divinidad (misión), especialmente en la
épica grecolatina. Mantiene actividad guerrera y, a menudo, se da el peregrinaje
meramente funcional, pero también puede aportar una significación. El nombre de los
personajes es un primer rasgo caracterizador, esta caracterización puede ser muy
elemental cuando es sólo designativa. Pero el nombre puede caracterizar también de un
modo expansivo (y no sólo designativo).
La caracterización [editar]
Ésta puede ser de dos modos: directa e indirecta. Es directa cuando explícitamente se
dice cómo es el personaje y así suele ocurrir en la épica, donde hay abundancia de
epítetos referidos al personaje, tanto en la épica clásica como en la medieval.
El espacio [editar]
El tiempo [editar]
Es un tiempo muy contraído en la mayor parte de las obras, pero siempre suele ser
alrededor de 10 o 20 min.
Se trata de analizar el punto de vista del autor con respecto a lo que nos está contando.
Atendiendo a la persona que cuenta la historia y al grado de intervención y
conocimiento de la acción, puede establecerse el siguiente esquema:
El primer gran épico occidental es, sin duda, Homero (probablemente siglo VIII a. C.),
autor de poemas narrativos donde la leyenda (forma usual de transmisión de las hazañas
históricas) se mezcla con un núcleo de verdad histórica.
La épica griega no nos ha llegado, Homero aparte, sino en muy breves fragmentos.
Sabemos que acabó por degenerar en parodia.
Subgénero épico, es decir, narrativo, escrito la mayor parte de las veces en verso largo
(hexámetro), o prosa que consiste en la narración extensa de acciones trascendentales o
dignas de memoria para un pueblo en torno a la figura de un héroe que representa sus
virtudes de más estima. Casi siempre estas acciones son guerras o viajes y suelen ser
muy extensas. En ella intervienen muchas veces los dioses y los elementos fantásticos, a
diferencia de los cantares de gesta o epopeyas medievales y, mucho más tarde, ya en el
siglo XIX, de la novela realista o epopeya del héroe vulgar o de la clase media que por
entonces conquistó el poder político y el prestigio social y reveló en ella los valores de
la burguesía: individualismo, materialismo.
La Iliada [editar]
La Ilíada narra los últimos cuarenta días del asedio por los griegos de la ciudad de
Troya, ciudad en la costa Este del Egeo, al norte de Asia Menor. La causa del asedio es
el rapto que el príncipe Paris, hijo del rey de Troya Príamo, ha hecho de la esposa de
Menelao, la bella Helena. El héroe principal es Aquiles, "el de los pies ligeros", el mejor
guerrero de los griegos, prácticamente invulnerable por haber sido sumergido por su
madre, la diosa marina Tetis, en las aguas mágicas de un río, que le han convertido en
invulnerable salvo por donde su madre le sostenía, el talón. Al comenzar la obra hay una
gran peste en el campamento griego y Aquiles se ha retirado del combate enfadado
porque Agamenón le haya quitado a su concubina Briseida, raptada de la ciudad
troyana. En consecuencia los combates corren desfavorablemente para los griegos,
aunque en ellos se lucen Diomedes, "domador de caballos", Áyax el Grande, Menelao y
su hermano Agamenón, "rey de hombres", bien aconsejado por el sabio y viejo Néstor,
y algunos dioses que asisten a los combates e incuso participan alguna vez en ellos,
estimulados por la belleza de la lucha. Apoyan a los griegos Hera, Atenea "de ojos de
novilla" y Posidón o Poseidón; apoya a los troyanos Afrodita, Ares y Apolo el que hiere
de lejos; Zeus "que amontona las nubes" se declara neutral; aunque en cierto momento
apoya a los troyanos por petición de Tetis.
El motivo de la guerra venía en realidad de lejos, cuando en las bodas de Tetis y Peleo
la diosa Eris o Discordia, no invitada, arroja en venganza al convite una manzana de oro
(la "manzana de la discordia") con la inscripción "para la más bella". Afrodita, Atenea y
Hera se disputaron el premio y Zeus nombró como árbitro al troyano Paris, que escogió
a Afrodita; desde entonces el rencor de Hera y Atenea se centra en Troya. Afrodita, a
cambio de ser elegida, le había ofrecido a Paris la opción de elegir para si a la mujer
más bella de la tierra. Paris escogió a Helena, reina de Esparta, y aunque se encontraba
casada, Afrodita le ayudo en su propósito. El rapto de Helena por Paris ofrece el
pretexto adecuado y los distintos pueblos griegos se unen en una expedición común para
recuperar a la esposa de Menelao, bueno en los caballos. Tras tomar la armadura de
Aquiles su amante masculino Patroclo para que los griegos se animen al verlo combatir
otra vez, el príncipe troyano Héctor, el mejor de los guerreros troyanos y hermano de
Paris, lo mata; éste, desolado, decide abandonar su enfurruñada inactividad para
vengarse personalmente de los troyanos y de Héctor, lo derrota en las murallas de Troya
y arrastra su cuerpo y delante del padre, Príamo, sin acceder a sus súplicas de que le de
sepultura. Príamo abandona en secreto Troya y llega a la tienda de Aquiles, logrando
conmover el duro corazón del héroe de forma que accede a que pueda llevarse el cuerpo
y darle unos dignos funerales. Aquí termina la Iliada.
Posthoméricas [editar]
La guerra continúa, pero los griegos no logran ningún éxito definitivo. Al fin, Odiseo o
Ulises, tan listo que no quería ir a la guerra y fingió estar loco para que no le llevaran,
da con una estratagema, ardid o artimaña que logrará engañar a los troyanos; los griegos
fingen retirarse y dejan un caballo de madera como exvoto a sus dioses; los troyanos,
contentos al creer haberse librado de tan duros enemigos, lo hacen rodar a Troya, a
pesar de las advertencias de la adivina Casandra, condenada por Apolo a decir la verdad
de lo que va a ocurrir sin que la crean nunca, y del sacerdote Laoconte, que perece con
sus hijos devorados todos por una serpiente que Poseidón hace salir del mar. En efecto,
el caballo está hueco y dentro hay algunos soldados griegos que, de noche, bajan y
abren las puertas de la ciudad al ejército griego, que entra en la plaza y la incendia y
saquea; sólo se salva el príncipe Eneas, que lleva a su padre Anquises a hombros, junto
con su familia y amigos. El poeta latino Virgilio cantará después una epopeya en latín
protagonizada por él, la Eneida. Aquiles, sin embargo, muere al recibir un flechazo
envenenado de París en el tacón, pero él ya había dicho que prefería una vida corta,
intensa y gloriosa a una vida larga y sin alicientes. Algo más tarde, Ayax y Odiseo
(Ulises) pelean por recuperar el cuerpo del héroe griego y enterrarlo junto al de su
amigo Patroclo. Tras el funeral ambos héroes griegos reclaman la armadura de Aquiles
como recompensa por sus esfuerzos. Tras una disputa de ingenio, Odiseo recibe la
armadura y Áyax furioso cae al suelo exhausto y al levantarse está enloquecido por el
furor; en su delirio confunde un rebaño de ovejas con los líderes aqueos, Odiseo y
Agamenón, matando a todos los animales. Cuando Áyax despierta de su locura se ve
rodeado de sangre y decide quitarse la vida antes que vivir en la vergüenza y el
deshonor. Para ello utiliza la espada de Héctor, que éste le había concedido como un
regalo de honor tras su primer duelo.
La Odisea [editar]
El argumento es el siguiente: Eneas, príncipe troyano, huyó de la ciudad tras haber sido
quemada por los aqueos. Se llevó a su padre y a su hijo a rastras, y su mujer le seguía a
pocos pasos. Pero ella pereció en la oscuridad, y Eneas, desesperado, embarcó con su
fiel amigo Acates y otros supervivientes en busca de una nueva tierra. Su enemistad con
Hera le llevó a navegar errante durante mucho tiempo, hasta que fue arrojado a las
costas del norte de África, en Cartago. Allí habitaba la reina Dido, que se enamoró de él
por obra de Cupido, quien flechó su corazón para que olvidara a su difunto marido;
entonces lo retuvo por largo tiempo. El reino era hospitalario y todos los troyanos
querían quedarse en Cartago, pero Eneas sabía que era en Italia donde debía fundar su
imperio. Tras su marcha, Dido se suicidó en una pira con la espada de Eneas
maldiciendo por siempre a su amado, haciendole jurar venganza a su pueblo para que
destruyera a los hijos de su padre, los futuros romanos. De esta forma se crea el cuadro
que justifica la eterna enemistad entre dos pueblos hermanos, el de Cartago y el de
Roma, lo que devendría en las guerras púnicas. En su camino hasta Italia descenderá a
los infiernos, donde su padre, ya muerto, le revela que fundará un imperio floreciente,
Roma, hasta la época de Augusto.
En los siguientes seis libros Eneas llega al Lacio, donde gobernaba el rey Latino. La hija
de Latino, Lavinia, estaba prometida con Turno, el caudillo de los rútulos, pero el
oráculo había revelado a Latino que un hombre llegado del mar se desposaría con su
hija y crearía un gran imperio en nombre de los latinos. Entonces Turno y Eneas se
declararon la guerra y empezaron a batallar durante un buen tiempo. Un día venían
aliados de uno y otro día de otro, y la batalla nunca terminaba. Mientras, en el cielo,
Venus y Juno ayudaban a unos y a otros sin que Zeus le otorgara la victoria a ninguna.
Al final, Eneas mata a Turno en un combate y consigue la mano de Lavinia. Entonces
fundarán un reino que algún día se convertirá en Roma.
Epopeyas orientales [editar]
La épica japonesa se configuró fundamentalmente sobre las luchas entre los clanes
samuráis de los Minamoto y los Taira, que dieron lugar al Heike Monogatari.
El Mahabhárata consta de unos doscientos mil versos distribuidos en cien mil zlocas o
pareados de versos de dieciséis sílabas. No se conoce su época de composición con
certeza, y más bien parecen responder a un proceso acumulativo de ampliaciones.
Algunos datan la gestación de la obra entre el siglo XII y IX antes de Cristo; alcanzó su
forma clásica y definitiva en el siglo II antes de Cristo. Trata sobre las luchas dinásticas
entre los Pandavas y los Kurus descendientes del rey Bharata. Vencen los Pandavas
ayudados por el dios Visnú. El relato está entreverado de leyendas fantásticas sobre tales
luchas y se intercalan bellos episodios como el de Nala y Damayanti, que son
perseguidos por Kali; este episodio ha sido traducido al español por el profesor
Francisco Rodríguez Adrados.
El Ramayana es una epopeya tres o cuatro siglos posterior al Mahbhárata; unos la sitúan
en el s'glo VIII y otros en el I antes de Cristo. Es de extensión más reducida y consta de
unas 24.000 zlocas; se atribuye al legendario poeta Valmiki. En él el príncipe Rāma
rescata a su esposa Sita, raptada en la isla de Ceilán por el diabólico Ravana, monstruo
de diez cabezas.
El Cantar de Mio Cid narra el proceso de recuperación de la honra por parte del gran
guerrero Rodrígo Díaz, acusado por la alta nobleza cortesana de quedarse con las parias
a su vuelta de un viaje de recaudación a Sevilla; el rey Alfonso monta en cólera y lo
destierra; pero el capitán Martín Antolínez intriga para, aprovechando la fama de ladrón
que quieren echarle a su amigo, conseguir un préstamo de los judíos Raquel e Vidas con
la garantía de dos grandes arcas fuertemente cerradas con cadenas y que en realidad
contienen sólo arena. Con ese dinero pueden marcharse de Castilla; el Cid deja a su
mujer e hijas en el monasterio de San Pedro de Cardeña y se gana la vida luchando
contra los moros (y contra el vanidoso Conde de Barcelona) consiguiendo cada vez más
botín; culmina sus hazañas militares conquistando Valencia junto con sus valientes
capitantes, el impetuoso y tartamudo Pero Bermúdez, Ansúrez y su lugarteniente
Albarfanez, históricamente un héroe tan importante como el mismo Cid y defensor de
Toledo. De cada conquista envía a la Corte la correspondiente quinta parte del rey, quien
va deponiendo su actitud y al fin sólo impone como condición para admitirlo otra vez
que sus hijas Elvira y Sol se casen con los infantes de Carrión, unos siniestros
personajes leoneses que no poseen la más mínima virtud. El Cid defiende con éxito su
reino de los ataques del rey Búcar de Marruecos. Pero los capitanes del Cid ocultan la
cobardía de los infantes (en la batalla y al soltarse un león) y sus felonías (una de las
cuales es, por ejemplo, intentar asesinar al moro Abengalvón, amigo del Cid) y éstos,
deshonrados por el desprecio general, deciden azotar a sus mujeres y dejarlas
abandonadas en el robledo de Corpes y volverse a su natal Carrión. El sobrino del Cid,
Félez Muñoz, descubre a sus primas y las devuelve con su padre. Este planea entonces
una venganza jurídica: quienes deben enfrentarse a los infantes son sus capitanes, ya
que le han ocultado la cobardía de sus manejos, y durante las Cortes recupera la dote
(por ejemplo, sus espadas Tizona y Colada) y los infantes son retados a duelo por los
capitanes del Cid, que humillan así a toda la nobleza burgalesa. Las hijas del Cid se
casan con príncipes y así termina felizmente el poema.