Medios Alternativos y Derecho Penal Jose Cid
Medios Alternativos y Derecho Penal Jose Cid
Medios Alternativos y Derecho Penal Jose Cid
Y DERECHO PENAL *
I. INTRODUCCIÓN
* Este es el texto que sirvió de base a la ponencia realizada en el «XI Encuentro del Anuario de
la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid», sobre el tema «Medios alternativos
de solución de controversias» realizado en la Facultad de Derecho de la UAM, 14-16 noviembre 2006.
Se han introducido algunas modificaciones para dar respuesta a cuestiones formuladas en el coloquio.
Agradezco, además, las observaciones realizadas a una versión anterior de este escrito por parte de mis
colegas Gonzalo Escobar, Elena Larrauri y Daniel Varona. Algunas de las ideas que se exponen en este
trabajo surgieron en una estancia de investigación en el Instituto de Criminología de la Universidad de
Cambridge en la primavera del 2001 donde me beneficié mucho de las discusiones con los profesores
Andrew Von Hirsch y Anthony Bottoms, a quienes agradezco mucho el tiempo que me dedicaron.
Dado que el debate que se plantea en el trabajo entre proporcionalismo y formas alternativas de reso
lución de conflictos se ha realizado principalmente en el ámbito anglosajón me he ceñido básicamente
a esta literatura, sin poder entrar en la discusión sobre el principio de proporcionalidad de la doctrina
jurídica española. La realización de este trabajo se integra en el proyecto de investigación: La credibi-
lidad de las penas alternativas, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia. Dirección Gene
ral de Investigación (SEJ 2005-08955-C02-01/JURI) y también ha contado con el apoyo del Departa
mento de Universidades de la Generalitat de Cataluña a los grupos de investigación consolidados
(Grupo de Investigación en Criminología aplicada a la penología).
** Universidad Autónoma de Barcelona.
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Las dos filosofías penales más influyentes en el derecho penal occidental –la
tradición utilitarista y la tradición retribucionista– comparten la idea que el delito
no supone, primariamente, un conflicto entre delincuente y víctima, sino entre
delincuente y sociedad en su conjunto. Para la tradición utilitarista, el delito es una
conducta que debe ser castigada para tratar de influir sobre otras personas, para que
no realicen esa conducta, y en el/la delincuente, para que no reincida. Solventar el
conflicto significa cumplir con este interés social en la prevención de la delincuen
cia o, como dice Beccaria: «defender el depósito de la salud pública de las particu
lares usurpaciones» (Beccaria, 1764:28). Para la tradición retribucionista, en cam
bio, el conflicto generado por el delito se resuelve en la medida en que el/la
delincuente recibe una censura y un castigo por su comportamiento que compense
a la sociedad por la ofensa que ha realizado (1).
Pese a sus grandes diferencias, la tradición utilitarista y retribucionista apare
cen unidas en su defensa del principio de proporcionalidad como base principal
para la distribución de los castigos y, por tanto, para resolver el conflicto generado
por el delito. Para el retribucionismo, el principio de proporcionalidad consigue
que la pena sea justamente la merecida y, por ello, que el conflicto se resuelva de
una manera acorde al principio moral de que la severidad de la sanción exprese la
culpabilidad por la ofensa realizada (Von Hirsch, 1993:9). Para el utilitarismo, el
principio de proporcionalidad es un instrumento para conseguir la efectividad pre
ventiva del castigo, pues, como dice Beccaria, debe existir una prevención mayor
sobre las conductas que más dañan a la sociedad: «Si se destina una pena igual a
los delitos que ofenden desigualmente a la sociedad, los hombres no encontrarán
un estorbo muy fuerte para cometer el mayor, cuando hallen en él unida mayor
ventaja» (Beccaria, 1764: 37) (2).
(1) Es un problema difícil para los autores retribucionistas determinar exactamente por qué
el castigo compensa a la sociedad por el delito realizado. La respuesta clásica, consistente en que
el/la delincuente ha obtenido con el delito una «ventaja injusta» que viene anulada por la pena (Von
Hirsch, 1976:161) ha sido rechazada por los propios autores retribucionistas (Von Hirsch, 1993: 7-8;
Duff 2001: 22), dejando, a mi juicio, a la idea de merecimiento sin fundamentación convincente
(sobre este tema: Betegón, 1992:316-332; Cid, 1999:21-22).
(2) Asumo en este trabajo que los autores utilitaristas defienden el principio de proporciona
lidad, pero no entro en el análisis sobre la cuestión tan debatida relativa a si hacen una defensa sólida
de este principio o si, por el contrario, para perseguir los fines de prevención general o de prevención
especial, podría ser necesario en determinados casos imponer penas que exceden a las proporcionales.
Véase esta crítica al utilitarismo en Von Hirsch (1993).
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(3) Lo cual, en palabras de Von Hirsch, supone tres exigencias: que delitos iguales sean
castigados con pena igual, que si un delito es más grave que otro sea castigado con pena más grave y
que la diferencia de gravedad entre las penas corresponda a la diferencia de gravedad entre los delitos
(Von Hirsch, 1993:18).
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C. Olvido de la víctima
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(8) Aun cuando sí es cierto que el artículo 109 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal obliga a
comunicar a la víctima los actos procesales que puedan afectar a su seguridad.
(9) Sobre esta cuestión, en la investigación coordinada por Cid-Larrauri (2002), relativa al
análisis de la discrecionalidad judicial en la imposición de las penas, resulta que, con carácter general
la responsabilidad civil se satisfizo en el 43,6 por 100 de los casos y no se cumplió en el 56.4 por 100.
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Las otras formas de solución del conflicto a las que aludiré a continuación
comparten una relativización del principio de proporcionalidad como base para la
distribución de los castigos. Más allá de sus diferencias, las perspectivas alternati
vas son contrarias a una concepción que –por razones de merecimiento o de pre
vención general– considere que debe buscarse la proporcionalidad concreta entre
la pena y el delito (Von Hirsch, 1993:104-105). En cambio, sí podrían aceptar una
posición, como la sostenida por Morris y por Tonry que –sobre la base de conside
rar que existen principios como la humanidad que pueden prevalecer sobre la igual
dad de trato– plantee la proporcionalidad no como límite mínimo sino sólo como
límite máximo de la respuesta que pueda darse al delito cometido (Morris, 1983:201;
Tonry, 1994) (10).
A. Alternativas a la prisión
Pero existen diferencias significativas en función del tipo de pena impuesta, como muestra el cuadro
siguiente:
Pago Impago
Tipo de pena
responsabilidad civil responsabilidad civil
Prisión 8,6 por 100 (n. 7) 91,4 por 100 (n. 81)
Arresto 27,2 por 100 (n. 3) 62,8 por 100 (n. 8)
Suspensión 59,8 por 100 (n. 64) 40,2 por 100 (n. 43)
Multa 58,2 por 100 (n. 53) 41,8 por 100 (n. 38)
Total 43,2 por 100 (n. 128) 56,8 por 100 (n. 168)
Fuente: Explotación ulterior de datos de la muestra analizada en Cid-Larrauri et al. (2002).
(10) En el sentido de que el principio de proporcionalidad entendido sólo como límite máximo
resulta compatible con los métodos alternativos a la resolución del conflicto, a los que me referiré a
continuación: Braithwaite (2003:18); Tonry (2005:19).
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Desde su origen, a finales del siglo xix, la probation –o, más adelante, otras penas
comunitarias con un contenido rehabilitador– ha sufrido muchos vaivenes, pero, en
el horizonte del siglo xxi, sigue siendo una de las respuestas que en muchos países
se adoptan con frecuencia frente a la comisión de un delito.
Las alternativas rehabilitadoras (en particular la probation) y el paradigma pro
porcionalista se distinguen en tres aspectos en la solución que dan al delito: en el
objetivo de la intervención, en el medio para conseguirlo y en el criterio para deter
minar la clase de respuesta.
En primer lugar, las dos formas de solución del conflicto se diferencian en el
objetivo de la intervención: para el paradigma proporcionalista –cuando se sos
tiene en argumentos consecuencialistas– el castigo debe servir primariamente
como un ejemplo a la colectividad (prevención general); en cambio el objetivo
principal de la probation es evitar que la persona que ha cometido un delito vuel
va a hacerlo en el futuro. Es cierto que también el paradigma proporcionalista
atribuye un rol a la prevención especial, pero ésta suele quedar subordinada a la
prevención general.
En segundo lugar, el paradigma proporcionalista y las alternativas a la prisión
se distinguen en el medio para resolver el conflicto. Mientras que para el paradig
ma proporcionalista, es el castigo por sí mismo el que tendrá capacidad de conse
guir tanto el fin de prevención general como el de prevención especial, la probation
consiste en una intervención sobre el/la delincuente dirigida a superar sus necesi
dades criminógenas o, en otra expresión, a superar el problema (11).
Estos dos medios de respuesta al delito aparecen vinculados a diferentes
concepciones criminológicas. El paradigma proporcionalista, cuando acepta la
idea de prevención especial, parece confiar en la teoría de la elección racional,
en base a la cual el/la delincuente se abstiene de cometer delitos por su interés
en no volver a sufrir el castigo. En cambio, las alternativas rehabilitadoras se
vinculan a las teorías criminológicas que asocian la delincuencia con factores de
personalidad, con un déficit de control familiar, con un influjo de personas con
valores delictivos, o con falta de oportunidades, por citar algunas de las más
relevantes.
Lógicamente, para que el castigo pueda ser un instrumento para afrontar las
necesidades criminógeneas de la persona no podrá consistir simplemente en la pri
vación de algún bien, sino que más bien deberá ser concebido como una ayuda
coercitiva para dejar de delinquir, que se exprese por ejemplo en la obligación de la
persona condenada de someterse a la supervisión de un agente de probation o de
participar en un programa de tratamiento (12).
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en día existe cierto consenso entre la comunidad académica en que si bien de cara a conseguir mejorar
la efectividad de la probation puede ser útil el incrementar en ciertos casos las exigencias de rehabili
tación de la persona, resulta inefectivo de cara a este objetivo enfatizar su contenido punitivo (Smith–
Akers, 1993:288; Gendreau-Cullen-Bonta, 1995; Tonry, 1996:114).
(13) En referencia al contenido de la intervención rehabilitadora resulta interesante la dis
cusión que ha existido en Inglaterra sobre si durante los años 90, y por influjo de la corriente What
Works, el servicio de probation ha focalizado demasiado la atención en la realización de programas
psicológicos de tratamiento. Se critica que ello supone olvidar que para evitar la reincidencia tam
bién debe actuarse sobre el contexto social de la persona –sus posibilidades de empleo, su vivien
da, sus relaciones familiares– y se señala que el no intervenir sobre estos factores explica que los
resultados positivos de los programas de tratamiento sean tan moderados. Véase en este sentido,
propugnando un servicio de probation atento tanto a factores psicológicos como a factores socia
les: Farrall (2002: 222-228).
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(14) Para una visión más completa de las últimas tendencias de la justicia restauradora, veáse
Larrauri (2004).
(15) De acuerdo a Braithwaite, no debe confundirse la justicia restauradora con la resolución
alternativa de conflictos, lo que en la cultura jurídica anglosajona se denomina ADR (Alternative Dis-
pute Resolution), por cuanto mientras que el objetivo del ADR es llegar a una solución pactada, el
interés de la justicia restauradora es alcanzar una solución justa, que restaure a la víctima y a la comu
nidad del daño producido por el delito, de ahí que, por ejemplo, en la justicia restauradora quien ges
tiona el proceso no sea un mediador neutral sino un facilitador cuyo fin es que se llegue a una restau
ración justa. (Quizá con esta nota contesto mejor a la intervención en el coloquio de Enrique
Peñaranda, quien planteaba si el hecho de que la justicia restauradora tuviera una dimensión más pri
vada que la justicia penal hacía razonable limitar el tipo de delitos que podrían resolverse con el recur
so a este modelo de justicia).
(16) Existen diversas recomendaciones internacionales que promueven la extensión de la jus
ticia restauradora en los países (Van Ness, 2003).
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(17) En esta obra se señala que más raramente se imponen otras respuestas como los progra
mas de formación, la supervisión o la residencia en institución y sólo excepcionalmente el inter
namiento.
(18) Compartiendo este punto de vista, en España, Larrauri destaca que la pena de prisión no
es admisible en el marco de la justicia restauradora por su contradicción con la idea de reintegración
del/a delincuente (Larrauri, 2004).
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(19) Véase, en este sentido, la opinión de Walgrave, para quien para la justicia restauradora
pone la rehabilitación del/a delincuente, como objetivo secundario (Walgrave, 2003:62). (Quizá esta
integración de la justicia restauradora con la rehabilitación pueda servir para solventar la inquietud
suscitada en el coloquio por parte de Tomás de la Quadra-Salcedo, sobre la aplicabilidad de la justicia
restauradora a reincidentes).
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V. CONCLUSIONES
(20) Bernardo Feijóo planteaba en el coloquio la posibilidad que la justicia restauradora pudie
ra tener un efecto net widenning, dando respuestas más intensas a conductas anteriormente sanciona
das más levemente. Sobre ello creo que si bien una expansión de respuestas no excluyentes no es
necesariamente mala, comparto que la experiencia emocional que supone la justicia restauradora acon
seja reservar este modelo de resolución de conflictos a casos de una cierta gravedad (esta idea en
Larrauri, 2004).
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