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ISSN: 0212-4068
rie@um.es
Asociación Interuniversitaria de Investigación
Pedagógica
España
RESUMEN
Este artículo estudia la finalidad o “bien interno” (valor intrínseco) de las profesiones en la
sociedad actual. Para ello se describe en primer lugar la importancia de la dimensión social y
ética de las profesiones, así como las razones que condicionan la aparición de comportamientos
corruptos que pervierten el sentido último de cualquier profesión. Posteriormente analizamos el
nivel de percepción ética entre profesionales del ámbito educativo y no educativo mediante una
encuesta realizada durante 2009 a una muestra de 88 personas sensibilizadas y concienciadas
con la problemática objeto de esta investigación.
Palabras clave: Pedagogía de la ética; Ámbito educativo; Bien interno; Profesión.
ABSTRACT
This article analyses the purpose or “internal goodness” (intrinsic value) of different
professions in modern society. It describes the importance of social and ethical dimension of
Correspondencia:
Juan Agustín Franco Martínez (franco@unex.es)
Departamento de Economía. Escuela de Ingenierías Agrarias. Universidad de Extremadura. Carretera de
Cáceres, s/n. 06007 Badajoz. Tlf.: +34 924 28 62 00. Fax: +34 924 28 62 01.
José Moreno Losada (jmorenol@unex.es)
Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales. Facultad de Educación. Universidad de Extremadura.
Av. Elvas, s/n. 06007 Badajoz. Tlf.: +34 924 28 94 96. Fax: +34 924 27 02 14.
professions, and the reasons that determine the occurrence of corrupt behaviour that pervert
the ultimate meaning of any profession. A survey about ethical perception among professionals
of educational and non-educational fields was carried out in year 2009. The sample was made
up of 88 participants socially aware of the problems under consideration in this research study.
Key words: Pedagogy of Ethics; Educational field; Internal good; Profession.
1. INTRODUCCIÓN
resolver los problemas materiales cotidianos, sino que en la propia actividad laboral
van incluidas muchas aspiraciones personales: la seguridad económica, el éxito profe-
sional, el prestigio social, la imagen pública y la misma autoestima. Hoy las personas
no necesitan sólo dinero para satisfacer sus necesidades materiales, sino que también
buscan sentirse realizadas en el conjunto de la vida, atendiendo, por tanto, a sus nece-
sidades inmateriales (Gómez, 2002: 4-5).
Vivimos en un mundo cada vez más globalizado, aunque esa globalización es
fundamentalmente asimétrica, como demuestran anualmente los informes sobre
Derechos Humanos del Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD)
y los trabajos de analistas como Sampedro y Berzosa (1996), Navarro (2000), Torres
(2009) o Taibo (2009). Es obvio que la economía afecta a la posibilidad que tenemos
de ser libres, y también de creernos libres (Marcuse, 1972). Pero, más allá de la
autonomía material, la actividad económica nos proporciona una identidad perso-
nal. En buena medida nos sentimos realizados cuando desarrollamos una actividad
productiva-económica. Así, autores como Rifkin (1996) o Zubero (2007) han anali-
zado las consecuencias sobre la salud de los trabajadores cuando éstos permanecen
prolongadamente en situación de desempleo, puesto que ya no sólo se enfrentan a
un problema material por falta de ingresos, sino también a una crisis de identidad
y a un deterioro de su autoestima.
De todo lo anterior se desprende el enorme interés por analizar los niveles de
competencias y patrones emocionales y motivacionales de los universitarios de hoy y
profesionales del mañana (Bisquerra, 2003; Echeverría, 2002; Navas et al., 2002; Valle
et al., 1997). Particularmente, Valle et al. (1997) y Navas et al. (2002) contrastan la
existencia de un proceso de diversificación (y socialización) de las motivaciones de
aprendizaje de los estudiantes según aumenta la edad y el nivel educativo. Mientras
que Echeverría (2002) destaca la importancia en el contexto actual de una formación
basada en competencias en contraposición a la clásica transmisión de conocimientos
y formación en destrezas concretas. Y Bisquerra (2003) profundiza en los aspectos de
la educación emocional para satisfacer aquellas necesidades sociales no contempladas
en el sistema educativo formal.
Otras investigaciones recientes sobre la importancia de la formación ética en la era
de la globalización son las de Boyce (2008), Franke y Nadler (2008) y Lefkowitz (2006).
Mientras que otros autores se centran más en los aspectos didácticos y pedagógicos
de la misma, como Mahony (2009), Brocklesby (2009) y Mintz (2006). En cambio otros
estudios se orientan más hacia el análisis de la educación ética en el ámbito profesional
de la empresa (Koonmee et al., 2010; Harris et al., 2009; Keller, 2007).
Por otro lado, con las distintas actividades laborales se consiguen también otro
tipo de bienes a los que se denomina “bienes externos”, son los que hacen referencia a
valores extrínsecos de la profesión, porque no son los que en última instancia les dan
sentido, pero también se obtienen al ejercerlas (Martínez, 2006: 128). Estos bienes son
comunes a la mayor parte de las actividades, y no sirven, por tanto, para especificarlas
ni para distinguir unas de otras.
Bienes externos son el dinero, el prestigio o el poder, que se consiguen en el ámbito
de la política, la sanidad, el deporte, la investigación, la docencia o la jurisprudencia,
pero no constituyen el tipo de bienes internos por el que cada una de ellas se distin-
gue de las demás, dándole un sentido fundante. Obviamente, no hay contradicción
en la búsqueda simultánea de bienes internos y externos. El problema surge cuando
los bienes internos son supeditados o sustituidos completa y exclusivamente por los
bienes externos. En ese caso las profesiones se corrompen de forma inevitable.
La “corrupción”, en el más amplio sentido de la palabra según el Diccionario de
María Moliner, significa “cambiar la naturaleza de una cosa volviéndola mala”, pri-
varle de la naturaleza que le es propia, pervirtiéndola. Según el Moliner, de las seis
acepciones del término “corromper”, las dos primeras hacen referencia a cuestiones
físicas, las tres siguientes a cuestiones morales y la última es un sentido figurado (ver
Anexo 1).
La corrupción de las distintas actividades profesionales se produce cuando éstas
no son apreciadas en sí mismas, y son realizadas casi exclusivamente por los bienes
externos (ventajas económicas, privilegios sociales, poder). En consecuencia estas acti-
vidades y sus actores acaban perdiendo su credibilidad y legitimidad social (Martínez,
2006: 122). Desde esta perspectiva conviene recordar que la corrupción no es sólo ilegal,
sino inmoral. “La raíz última de la corrupción reside en estos casos en la pérdida de
vocación, en la renuncia a la excelencia” (Cortina, 1997: 159).
La “excelencia” generalmente se asocia al concepto griego de “virtud”, en la medida
en que el virtuoso era quien sobresalía, quien superaba la media, en alguna actividad
(Moreno, 2009: 39). Al profesional le es inherente ejercer la virtud física, que consiste
en ser competente en las habilidades propias de la profesión, y la virtud moral, que le
predispone a emplear siempre esas habilidades en un sentido bueno, en el sentido que
exige la profesión para prestar su servicio a la sociedad (MacIntyre, 2002: 223-225). El
profesional, si encuentra los suficientes refuerzos positivos, aspira a la excelencia, tanto
técnica como moral, ya que una profesión no es sólo un oficio ni una simple ocupación
desprovista de sentido (Peters y Waterman, 1990: 63-98).
Sin embargo, no es hasta la década de los 90 que comienzan a surgir los estudios
sobre excelencia profesional, ocupándose hasta ese momento la mayoría de manuales
e investigaciones sobre el estudio de una gestión puramente racional y cuantitativa
(Peters y Waterman, 1990: 33-61), y en sintonía con el discurso moralizante de la edu-
cación de todo el siglo XX (Cañizares y Jiménez, 2004: 5).
La burocratización de buena parte de las profesiones ha mermado en gran medida
la aspiración a la excelencia, porque, desde una perspectiva burocrática, el “buen pro-
fesional” es simplemente el que cumple las normas legales vigentes, de forma que no
se le pueda acusar de incurrir en conductas negligentes (Gracia, 1995: 94).
Para lograr la “perfección legal” exigida por el ethos burocrático, basta con cubrir
unos mínimos de permanencia en el centro de trabajo y de atención al cliente. Si a
ello se añade el tradicional corporativismo que reina en las profesiones, parece claro
que con cumplir el procedimiento jurídicamente establecido el profesional queda bien
resguardado frente a cualquier problema legal (Martínez, 2006: 129).
No obstante, y siguiendo a Moreno (2009: 40), es preciso distinguir entre la legalidad
y la ética. Las leyes imponen un mínimo indispensable que, en el caso de las profe-
siones, resulta insuficiente para ejercerlas como exige el servicio que han de prestar
a la sociedad. De ahí que la ética de la profesión suponga siempre mucho más que el
cumplimiento de unos mínimos legales, e implique aspirar a la excelencia.
Según Gracia (1995: 94-98), en el ámbito ético suele hacerse una distinción entre
los deberes que son universalizables, que pueden exigirse a cualquier persona, y las
acciones supererogatorias, que son las que ciertas personas realizan porque consideran
que forman parte de su proyecto de felicidad, pero no pueden pedirse a todos. Por
ejemplo, permanecer en un hospital en Ruanda, cuando se ha desencadenado la guerra,
por no abandonar a los pacientes. Sin embargo, una distinción semejante no puede
confundirse con la diferencia entre cubrir los mínimos legales y realizar la profesión
de modo excelente. Resumiendo, entre los mínimos legales, la excelencia en el ejerci-
cio de una profesión y las acciones supererogatorias existe una diferencia: A) El ethos
burocrático sólo pide cumplir el horario y seguir una conducta que no pueda acusarse
de negligente. B) La ética de una profesión pide realizarla con entrega y diligencia,
desarrollando las habilidades necesarias, y poniéndolas plenamente al servicio de los
demás. C) Las conductas supererogatorias involucran la propia vida, van más allá de
la excelencia, por lo que no pueden exigirse universalmente.
La legislación sólo exige unos mínimos, realmente insuficientes para llevar a cabo
la tarea de hacer bien lo que corresponda a la profesión de que se trate (Moreno,
2009: 41). Pero el bien de los destinatarios (ciudadanos, clientes, pacientes, alumnos)
reclama de los profesionales que desarrollen esa actividad aspirando a la excelencia,
entre otras razones, porque su compromiso fundamental no es el que les liga a la
burocracia (Peters y Waterman, 1990: 229-236), sino a las personas concretas, a los
beneficiarios de su labor.
3. METODOLOGÍA
3.2. Muestra
centramos prioritariamente en todo lo que tiene que ver con el “bien interno” o sen-
tido último del ejercicio profesional, con el servicio que han de prestar a la sociedad,
los medios necesarios para realizar bien su trabajo, la posible corrupción en el medio
profesional concreto y la posible necesidad de una formación ética para paliar los casos
de corrupción y avanzar hacia la excelencia profesional.
GRÁFICO 1
PORCENTAJES DE ENCUESTADOS POR PROFESIÓN (N=88)
GRÁFICO 2
PORCENTAJES DE MUJERES ENCUESTADAS POR PROFESIÓN (N =21)
GRÁFICO 3
PORCENTAJES DE HOMBRES ENCUESTADOS POR PROFESIÓN (N=67)
TABLA 1
DISTRIBUCIÓN DE ENCUESTADOS POR PROFESIONES Y SEXO
4. RESULTADOS
La Tabla 2 recoge las frecuencias absolutas y relativas de las respuestas a las princi-
pales variables cualitativas del cuestionario según género. La Tabla 3 muestra la misma
información pero distinguiendo según dos grandes bloques de profesiones: ámbito
educativo y ámbito no educativo. Así, se observa que más del 80% de los encuestados
tiene claras las metas de su profesión así como el servicio que aporta a la sociedad.
El porcentaje según género es mayoritario en el caso de las mujeres. Y claramente
superior entre los profesionales del ámbito educativo. También se aprecian elevados
porcentajes con respecto a la importancia de la calidad técnica y humana del desem-
peño profesional, aunque globalmente puntúan más los aspectos de calidad técnica,
si bien la distancia porcentual entre calidad técnica y humana es menor en mujeres
que en hombres. Mientras que los profesionales del ámbito educativo priorizan más
los aspectos de calidad humana frente a los de calidad técnica.
Con respecto a los principales medios necesarios para alcanzar las metas de la pro-
fesión el más valorado globalmente es el de la formación (73%), después el trabajo en
equipo (59%), seguido de los medios materiales (55%), la estabilidad económica (38%), el
reconocimiento social (34%) y la normativa o legislación (32%). Según género, los medios
materiales son muy valorados por los hombres, y menos por las mujeres. En cambio, las
mujeres demandan más reconocimiento social (43%) que los hombres (31%). Por ámbitos
profesionales, los del sector educativo dan más importancia al trabajo en equipo y a los
medios materiales, y después a la formación. En cambio, la estabilidad económica es
valorada proporcionalmente más entre los profesionales del ámbito no educativo.
TABLA 2
FRECUENCIAS ABSOLUTAS Y RELATIVAS DE LAS PRINCIPALES VARIABLES DEL CUES-
TIONARIO SEGÚN GÉNERO
TABLA 3
DISTRIBUCIÓN DE FRECUENCIAS DE LAS VARIABLES DEL CUESTIONARIO SEGÚN
ÁMBITO PROFESIONAL
GRÁFICO 4
PORCENTAJES DE OTROS MEDIOS PARA EVITAR LA CORRUPCIÓN (N = 45)
TABLA 4
CLASIFICACIÓN DE LOS ENCUESTADOS SEGÚN SEXO Y ÁMBITO PROFESIONAL
ATENDIENDO AL ÍNDICE DE PERCEPCIÓN ÉTICA
NO
TOTAL MUJER HOMBRE EDUCATIVO
Escala del Índice EDUCATIVO
de Percepción Ética N % N % N % N % N %
Alto: de 7 a 9 3 3,41 0 0,00 3 4,48 0 0,00 3 7,50
Medio: de 4 a 6 36 40,91 12 57,14 24 35,82 21 43,75 15 37,50
Bajo: de 1 a 3 42 47,73 9 42,86 33 49,25 25 52,08 17 42,50
Negativo: 0 o menos 7 7,95 0 0,00 7 10,45 2 4,17 5 12,50
Totales 88 100,00 21 100,00 67 100,00 48 100,00 40 100,00
5. CONCLUSIONES
A partir del análisis empírico realizado podemos subrayar los siguientes aspectos
básicos del perfil de los profesionales encuestados:
En su mayoría son personas con un proceso amplio de reflexión y profundización
en lo que se refiere a la dimensión vocacional y ética de la profesión. Contrariamente a
lo observado por Peters y Waterman (1990) entre los profesionales de exitosas empre-
sas estadounidenses, donde un rasgo característico suyo es la prevalencia de la acción
sobre la reflexión.
Entre los miembros encuestados de Profesionales Cristianos también llama la aten-
ción su deseo de asociacionismo para el desarrollo de una reflexión colectiva en torno
a la dimensión social y humana de la profesión y su ejercicio. Sorprende porque en el
6. BIBLIOGRAFÍA
7. ANEXOS
o 1: Arquitectura
o 2: Educación secundaria
o 3: Educación universitaria
o 4: Educación especial (infantil, FP, adultos, conservatorio)
o 5: Sector privado (empresas)
o 6: Sanidad: enfermería, medicina, terapeuta ocupacional
o 7: Comunicación
o 8: Otros: Forestal, Policía, etc.
B.1.1. Metas:
o ¿Conoce claramente las metas propias (bienes internos) de su profesión?
1: Sí. 0: No.
B.1.2. Servicio:
o ¿Es claramente consciente de la importancia del servicio a la sociedad que ejerce
desde su profesión? 1: Sí. 0: No.
B.1.4. Medios para alcanzar las metas de su profesión (1: Sí. 0: No.):
B.2.2. Medios para alcanzar los bienes externos de su profesión (1: Sí. 0: No.):