Unidad 03 - PLATÓN
Unidad 03 - PLATÓN
Unidad 03 - PLATÓN
2º de Bachillerato
PLATÓN
(427-347 a.C.)
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Desde un punto de vista filosófico, el pensamiento de Platón se desarrolla precisamente en el
contexto del debate de Sócrates con los sofistas, que iniciará el “giro antropológico” de la
filosofía. Este debate se caracteriza por la respuesta en torno a la pregunta por el hombre, que
supera el planteamiento de la filosofía presocrática, que giraba en torno a la pregunta por la
phýsis, es decir, en torno a la pregunta por el principio rector (arché) de los seres naturales. Así,
aunque Platón reciba la influencia de algunos filósofos presocráticos (de Heráclito heredará la
idea de que la realidad está en constante cambio; a partir de Parménides desarrollará la
concepción de la auténtica realidad: las Ideas; y de los pitagóricos tomará la idea de la
inmortalidad del alma y la importancia de las Matemáticas), lo cierto es que, frente a la filosofía
presocrática, que se desarrolla sobre todo a partir de la pregunta por la naturaleza (phýsis), será a
la pregunta por el hombre y por las leyes morales y políticas, planteada a partir de los sofistas y
Sócrates, a la que más propiamente se volverá Platón. De este modo, será el debate sobre si las
leyes morales son producto de la convención y, por tanto, relativas a cada sociedad, tal y como
defendían los sofistas, o responden a criterios absolutos de verdad y de justicia, tal y como
defendía Sócrates, el que verdaderamente influirá en Platón. De hecho, será precisamente la
defensa socrática de un conocimiento verdadero que consiste en encontrar las esencias de las
cosas a través del diálogo lo que de manera más influyente se desarrolle en el pensamiento de
Platón.
3) Diálogos de la etapa “crítica”: Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias,
Leyes.
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LA FILOSOFÍA DE PLATÓN: GRANDES LÍNEAS DE SU PENSAMIENTO
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participan de la Idea de Justicia, etc. De los ejemplos podemos inferir, precisamente, los modos
de participación, pues las cosas pueden participar de las ideas bien esencialmente (como el
hombre participa de la Idea de Hombre), bien accidentalmente (como el hombre, que puede ser
justo o no, puede participar o no de la Idea de Justicia).
Es precisamente a partir de esta noción de participación como puede comprenderse la teoría
cosmológica de Platón.
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se corresponde con el conocimiento de las entidades matemáticas, y noesis, que corresponde
propiamente al conocimiento de las ideas.
De este modo, el conocimiento de las ideas y sus relaciones constituye el auténtico saber
(episteme, ciencia), al que sólo puede llegarse tras seguir el camino ascendente del conocimiento,
siguiendo todos los grados. No obstante, no es fácil seguir este camino desde la mera opinión
hasta el conocimiento, desde las cosas a las ideas. Por eso insiste Platón en que el único modo de
alcanzar el conocimiento de las ideas pasa por cultivar la Matemática, la Astronomía y la
Música, que, como formas abstractas del conocimiento, conducirán al filósofo al ejercicio de la
dialéctica (método basado en el diálogo y que utiliza Platón para alcanzar el verdadero
conocimiento), que permite no solo el conocimiento de las ideas, sino también de la Idea de
Bien, que es aquella idea que, igual que el sol en el mundo sensible, nos permite distinguir unas
cosas de otras.
Ahora bien, ¿cómo es posible el paso de la opinión al conocimiento? Y, más aún, ¿cómo le es
posible al hombre conocer lo eterno e inmutable? Para responder a estas preguntas hay que
entender que al dualismo ontológico que se deriva de la teoría de las ideas (que distingue entre
un mundo sensible y un mundo inteligible) le corresponde, a nivel del hombre, un dualismo
antropológico, según el cual, el hombre es, de una parte, alma y de otra, cuerpo.
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Pero, ¿pueden todos los hombres recordar estas ideas? Platón que, como decimos, no creía
mucho en la igualdad de los hombres por las consecuencias de la democracia decadente,
defiende que no, y ello porque los hombres se dividen según la parte del alma que más
predomine en él. Tres son las partes del alma consideradas por Platón a este respecto: el
apetitito o alma concupiscible, en la que residen los deseos irracionales y la búsqueda de los
placeres (situada en el vientre); el ánimo o alma irascible, en la que residen los sentimientos y
pasiones, y que es la parte del alma responsable del valor o coraje (situada en el pecho) y,
finalmente, la razón o alma racional, que es la que ejerce las funciones intelectivas (situada en el
lugar más elevado: la cabeza).
Esta tripartición del alma la recoge Platón, entre otros, en el conocido “mito del carro alado”,
que aparece en el Fedro, donde compara el alma con un carro alado, tirado por dos caballos (uno
blanco y uno negro) y conducido por un auriga: el auriga responsable de la conducción simboliza
la razón; el caballo negro e indisciplinado figura el apetito y, en fin, el caballo blanco y de
naturaleza noble, el ánimo o coraje. Precisamente es a partir de esta tripartición del alma como
puede comprenderse la dimensión ética y política de la filosofía de Platón.
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(dedicados a la defensa y al mantenimiento del orden, a tareas militares y policiales) serán
aquellos en los que domine el alma irascible y, finalmente, los gobernantes habrán de ser
aquellos en los que predomine el alma racional.
Y es que igual que no es deseable que en un hombre sea el alma concupiscible o la irascible la
que dirija a las otras, sino la parte racional, con más razón en una ciudad que haya de ser justa
tendrá que ser la parte racional la que dirija a las otras dos. El problema se presenta a la hora de
delimitar el modo de determinar qué alma predomina en cada hombre. Por eso Platón propone en
La República un proceso educativo (paideia) que seleccionará a los ciudadanos según sus
aptitudes para desempeñar una u otra labor. Este proceso educativo consistirá en lograr ir
superando todos los niveles del proceso del conocimiento (desde la mera opinión hasta el
conocimiento estricto), de manera que, dependiendo del nivel que cada uno logre alcanzar, se
considerará que en él predomina un tipo u otro de alma.
Ahora bien, igual que el hombre sólo es virtuoso si logra alcanzar la armonía de las tres
virtudes que corresponden a las tres partes del alma, igualmente una ciudad sólo podrá ser justa
si mantiene el equilibrio de los tres tipos de hombres. Para ello, piensa Platón, es necesario que
cada tipo de hombre, seleccionado por el proceso educativo arriba mencionado, ejerza dentro de
la ciudad la función que le es propia: que los productores sean productores; los guardianes,
guardianes y los gobernantes, gobernantes. Porque sólo aquel que conozca lo que las cosas son
es el que está realmente capacitado para gobernar.
Así, la justicia en el Estado se realiza cuando cada uno de los grupos sociales desempeña la
función que le corresponde y la lleva a cabo de modo adecuado, por poseer la virtud que le es
propia: prudencia o sabiduría en el caso de los gobernantes, fortaleza o valor en los guardianes y
moderación o templanza (aceptación del orden social) por parte de los productores y de todos y
cada uno de los grupos sociales. Platón logra así una definición de la justicia: la armonía que
surge de “hacer cada uno lo suyo”. Para esta armonía es fundamental eliminar los enormes
problemas que crea la propiedad privada y el afán de acumular más riquezas. Por eso quien
gobierna no posee (los gobernantes y los guardianes) y quien posee no gobierna (los
productores).