D3 - La Fe en Dios I
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Cita Bíblica:
Sin fe es imposible agradar a Dios (He. 11:6) y todo lo que no proviene de la fe no le agrada a Dios pues
es pecado (Rom. 14:23). Podemos asegurar entonces que aun las oraciones que se hacen sin fe, son
desagradables a los ojos de Dios.
La fe es substancia necesaria para hacer milagros, pero también para morir por el Señor. Tenemos que
pedirle al Señor que aumente nuestra fe, a tal punto que podamos movernos en el Espíritu, ya que para el que
anda en el Espíritu no se le aplica la ley, pues esta fue dada para los transgresores, desobedientes y no para los
justos (1 Ti. 1:9), debido a que el justo vivirá por la fe.
Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay (He. 11:6). Mucha gente se arrodilla y hasta
hace gestos clamando hipócritamente a un Dios que ni siquiera creen que existe. Estos son religiosos falsos,
cuyo dios es el vientre con el que hacen toda esta pantomima; únicamente con el fin de que los demás miren
cuán piadosos son, pero no se dan cuenta que Dios abomina esa oración.
Además de creer que Dios existe, es necesario creer también que es galardonador de los que le buscan
(He. 11:6), pues si no se cree que Dios es galardonador, entonces ¿para qué se le pide que nos de? Si se le va a
pedir algo a Dios, hay que creer que Él lo puede hacer, pues nos puede decir como al centurión “Vete, y como
creíste te sea hecho.” (Mt. 8:13). El siervo que había recibido un talento, no creyó que Dios era galardonador
(Mt. 25:14-30).
Si su fe es poca todavía, sea sincero con Dios y consigo mismo y pídale como el padre del muchacho
endemoniado “Creo; ayuda mi incredulidad.” (Mr. 9:24).
DESARROLLO
I. LA FE SALVADORA
Es la fe que Dios regala a toda criatura. Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento (2 Pe. 3:9). Dios dispuso que nadie se perdiera y aquel que cayera pudiera arrepentirse. Para
esto, Dios nos dio la misma medida de fe a cada uno (Rom. 12:3), pero nuestra salvación depende del uso que
hagamos de ella.
Caín rechazó la fe que Dios le dio, aun cuando él mismo le recordó que podía arrepentirse (Gn. 4:6-7), ya que
solamente haciendo uso de esa fe podría salvarse. Sin embargo, Caín se rebeló y se ensañó en gran manera y
como no podía con Dios, mató a su hermano. Entonces Dios echó a Caín de la tierra y de su presencia porque no
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quiso a hacer uso de la fe para arrepentirse. Esa es la fe que despreciaron Luzbel y los ángeles caídos, esa es la fe
que desprecian los que se pierden, porque es la fe en la sangre salvadora de Jesucristo.
La serpiente de bronce que Dios mandó hacer a Moisés en el desierto, había que verla por la fe para que el
veneno que había dejado la mordedura de las serpientes fuese anulado. Los israelitas que murieron allí, fue
porque no tenían fe y no por el veneno de las serpientes.
La fe salvadora ni se compra ni se gana, sino que es dada por Dios con el fin exclusivo de creer en la sangre
redentora de nuestro Señor Jesucristo, porque nadie puede creer en ella por medio del razonamiento. Caín usó la
razón al ofrecer su sacrificio y a Dios no le agradó, pero Abel usó la fe y Dios se agradó de él y de su ofrenda.
Por medio del rhema de Dios se mueve el Espíritu Santo, quien activa la fe que nos hace invocar el nombre de
Dios para salvación (Rom. 10:7-9).
Es uno de los nueve dones que el Espíritu Santo da a los santos de la iglesia para la edificación del Cuerpo de
Cristo (1 Cor. 12:9).
Pablo nos exhorta a anhelar los dones mejores y uno de ellos es la fe (1 Cor. 12:31), ya que es un regalo de
Dios, necesario para que se manifiesten otros dones tales como: el de sanidades o el de hacer milagros.
Esta fe no puede ser desarrollada, pues es dada por el Espíritu Santo como él quiere y es puesta a funcionar en
determinadas personas y en determinadas circunstancias. Un ejemplo de esta fe es la de Pedro, cuando haciendo
uso de ella le dio completa sanidad a un cojo de nacimiento (Hch. 3:1-8 y 16).
La fe como don no le es dada a todos, sino solo a aquellos a quien el Espíritu Santo quiera usar.
Es una faceta del fruto del Espíritu (Gál. 5:22) y como tal es necesario cultivarlo (2 Ti. 2:6) para poder
participar de él y hay que trabajarlo con paciencia y dedicación, para que crezca y se fortalezca (Ap. 2:19).
Creer no es simplemente confiar en que va a suceder lo que se espera, sino actuar bajo esa seguridad y
convicción, luego confesar que fue hecho. Podemos decir entonces que la fe como fruto es el resultado de la
obediencia a las promesas de Dios.
La mujer enferma de flujo de sangre creyó firmemente en su corazón que sí tocare solamente su manto, sería
salva. Pero seguidamente unió la acción a su fe y acercándose por detrás del Señor tocó el borde de su manto y al
instante se detuvo el flujo de sangre (Lc. 8:43-48). Entonces el Señor hace que declare delante de todo el pueblo
por qué causa le había tocado y cómo al instante había sanado. Esta confesión pública tiene por objeto el
avivamiento de la fe de los demás, a través del testimonio y la manifestación del poder de Dios.
En el capítulo 11 de Hebreos, la Biblia nos muestra con claridad el uso de la fe como fruto, en el ejemplo de
tremendos hombres y mujeres de Dios que perseveraron hasta el fin, confiando en el cumplimiento de las
promesas de Dios.
Si no se pone en práctica la fe, ésta puede llegar a morirse. Santiago dice que así como el cuerpo sin espíritu está
muerto, así también la fe sin obras está muerta (Stg. 2:26). La fe se manifiesta a través de las obras ya que así
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también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Stg 2:17). La fe se perfecciona por las obras, puesto que
si no se pone en acción lo que se cree ¿cómo podrá desarrollarse?.
El mayor obstáculo que impide el desarrollo de la fe, es el razonamiento. El orden que se observa en Hch. 1:1 es
hacer y enseñar: En el primer tratado, oh Teófilo, hablé de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a
enseñar. No debemos permitir que el mucho crecimiento nos impida actuar. Para actuar en fe hay que hacerse
como niños, quitando toda vanidad de nuestra mente y todo prejuicio de nuestro corazón.
No debemos olvidar que Dios nos va a reclamar si no nos siguieron las señales, pues éstas dijo que seguirán a los
que creen.
CONCLUSIONES
1. La apostasía es la pérdida de la fe salvadora.
2. La fe como don del Espíritu Santo no puede perderse pues solo al Espíritu le pertenece y la da a quien
quiera, para edificación del Cuerpo de Cristo.
3. La fe como fruto debe cultivarse, para que no se pierdan los beneficios que nos pudo haber dado si se
hubiera cultivado.
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