3 Corazón de Fuego - Jasmín Martínez
3 Corazón de Fuego - Jasmín Martínez
3 Corazón de Fuego - Jasmín Martínez
El día del baile en el Inferno llegó, sabía que Isabella no quería ir, pero
era necesario para la organización y para los planes que tenía preparados
con ella. Había muchas cosas que la Castaña deseaba de mí y sus planes de
irse me obligaban a tomar medidas diferentes; no podía darle lo que
ansiaba, pero contaba con Laurel para hacer que se quedara un poco más
en la ciudad y llevarla a Inferno.
¿Era peligroso? Sí y mucho.
Allí habría Vigilantes, eso era seguro y solo esperaba que Amelia no se
apareciera para joderme todo, aunque según Marcus, la chica prefería
permanecer muerta ante todos y utilizar su nueva identidad como
Fantasma para lograr sus objetivos, no era bueno, sin embargo, yo también
lo prefería así.
Era un maldito cabrón. No lo podía evitar y más cuando Isabella estaba
en el medio de todo.
Mis ojos se deleitaron al verla tan hermosa, enfundada en un vestido
negro que me hacía querer arrancarle los ojos a todo el que la veía. A pesar
de las hermosas mujeres en el baile, ella sobresalía ante todas, su belleza
era incomparable y sencilla de describirla. Era como una rara y hermosa
rosa negra, en medio de un rosal rojo.
Y era mía, solo mía.
Me propuse no dejarla ir de mi lado, darle un poco de lo que deseaba
solo para que siguiera conmigo. Ser egoísta era un don en mí y con la
Castaña lo era más; no quería sentir más por White, pero necesitaba que
ella sintiera todo por mí.
Así de hijo de puta era.
Quería colarme hasta su alma, hacer que me amara solo a mí, marcarla
hasta el punto de lograr con ella lo que me era fácil con todas, pero
llevarlo a niveles más extremos; y me lo propuse aún más mientras la
tomaba de la cintura y bailábamos «Apologize». Vi en sus ojos que ese
momento fue único y ahí, en mi interior, me juré lograr hacer que me
amara tanto, que si en algún momento yo no podía estar más a su lado, si
por algún motivo moría, Isabella no pudiera amar a nadie más. Con esa
castaña quería remarcar más una de mis reglas: antes de mí, muchos.
Después de mí, ninguno.
Y quería, deseaba eso con White; robarme su alma, su corazón y
poseerlos para siempre y si algún otro cabrón corría con la suerte de
tenerla después de mí, entonces yo me daría el gusto, el lujo de saber que
ese pobre hijo de puta solo obtendría una sombra de ella, porque su
esencia sería mía para toda la vida.
La canción casi terminaba cuando hubo un apagón, me tensé en el
momento que vi a una chica a lo lejos, indicándome que la siguiera. Era
una mierda pensar que Lía estaba cerca y no podía permitir que llegara a la
Castaña; decidí seguir a la tía esa y dejé a Isabella al cuidado de Evan.
Mientras iba tras la misteriosa mujer, ella me miraba para comprobar que
la seguía; me guio hasta una habitación del segundo piso y quitó su
máscara cuando estuvo frente a mí, fue un alivio saber que no era Amelia.
—Están preparando un plan para llegar a ti y a la chica que te
acompaña —soltó de golpe.
—¿Quién demonios eres tú? —exigí saber.
La tía era rubia, delgada y muy bonita. Se asustó cuando le hablé fuerte.
—Marcus me envió para darte este mensaje, su móvil está interceptado
y no puede hablar contigo, me pidió que te avisara y sobre todo, que te
diga que cuides a tu chica —dijo y al saber que era enviada por Marcus,
tuve un poco de confianza—. Él pide que la saques del país si puedes, no
dejes que lleguen a ella porque sus intenciones son hacerla sufrir mucho
antes de matarla —Me tensé cuando dijo eso—. Amelia quiere quitarla de
su camino.
—¡Mierda! —me quejé, eso no iba a pasar, no mientras estuviese vivo.
—Vete de aquí ya. No pueden verme contigo —dijo y asentí dispuesto a
sacar a Isabella de ese maldito lugar.
—¿Cómo te llamas y por qué Marcus confía en ti? —le pregunté antes
de salir.
—Mi nombre es Alice y soy hermana de Marcus —explicó y la miré
con sorpresa, ella era blanca y Marcus moreno. Sonrió cuando vio mi
reacción—. Somos adoptados —aclaró y asentí.
Vaya locura en la que se había convertido mi vida. Chicas volviendo de
la muerte, ángeles convirtiéndose en demonios, exnovias locas y hermanos
adoptados. ¡Puf! Parecía un maldito y muy mal chiste.
Antes de bajar encontré a Laurel, ella ya había hecho su trabajo y me
mostró las fotos que tomó, escogí la que quería y después de despedirme
fui hasta donde dejé a la Castaña dispuesto a sacarla de ahí. Casi mato a
Evan cuando me informó que la dejó ir sola al baño, casi asesino a todos
cuando no la encontraba por ningún lado; imaginaba todo tipo de mierdas
después de lo que Alice me dijo y me maldecía por haber confiado en
Evan.
Toda mi mierda se fue hasta arriba cuando Isabella no aparecía.
Cómo loco, busqué habitación por habitación, quité mi maldita máscara
y ya no me importaba que me reconocieran, estaba a punto de
desquiciarme y gritar el nombre de la Castaña hasta que ella apareciera,
pero no fue necesario, la encontré en la última recámara que me quedaba y
no me agradó lo que vi.
Sombra había tocado muy fuerte mis cojones.
DESESPERADO
Capítulo 4
Elijah
En mi vida yo siempre obtenía lo que quería, hacía lo que quería,
follaba cuando me daba la gana y con quién deseaba en el momento, la
hora y lugar que quería. Cada palabra salida de mi boca era una puta orden
para todo aquel que la recibía y se cumplía al pie de la letra como mi
maldito mandato.
Todo era así, siempre fue así, hasta que ella llegó. La maldita castaña de
ojos color miel que lograba descontrolar mi vida a como se le antojaba.
Mi maldito mundo estaba patas arriba desde que llegó y muchas veces
la odiaba por eso, odiaba que descontrolara mi control, que alterara mis
días, que oscureciera mis mañanas o iluminara mis noches, que me
desafiara como siempre lo hacía y sí, odiaba que me hiciera desear más de
ese puto desafío que solo ella podía darme. Porque era la puta verdad.
White me retaba cada vez que quería y yo me había vuelto un maldito
blando con ella, en lugar de hacerla a mi manera, de ponerla bajo mi
sumisión, la alentaba a que me siguiera desafiando, a que siguiera tocando
mis cojones y a que me enloqueciera de rabia cada vez que quería. Era un
completo estúpido al permitir aquello, un maldito idiota que se estaba
dejando cegar por el embrujo de esa chica a la que muchas veces llegué a
considerar una bruja, y no precisamente por fea o mala, sino porque al
final, con su rostro inocente y sus actitudes de guerrera, me enloquecía a
tal punto que solo deseaba más, más y más.
Pero saber que besó a otro… ¡Hostias! Eso era una total mierda y me la
sudaba que lo hiciera porque el hijo de puta se hizo pasar por mí. El
cobarde usó su parecido conmigo para llegar a Isabella, pero eso no me
importaba, lo que me volvía loco era que, White no lo hubiese reconocido,
me desesperaba saber que en cualquier momento el maldito regresaría por
más y la chica caería de nuevo.
Vi su dolor cuando la hice irse sin mí, cuando le recalqué que limpiara
sus labios porque tenía el puto labial corrido a causa del beso; deseé
tomarla en esos momentos, besarla hasta que se ahogara y supiera
reconocer mi boca, mi cuerpo y solo a mí, pero me conocía y sabía que mi
manera de follarla iba a ser dura y a pesar de mi enojo, no quería dañarla
ni ser rudo, porque en el fondo estaba consciente de que eso era nada en
comparación a lo que yo hice, a lo que ella creía que hice.
Follarla duro iba a ser solo para marcar mi territorio como un puto
perro y no deseaba marcar más un territorio, necesitaba mucho más que
eso.
Quería marcar su alma, hacer su corazón solo mío hasta tal punto que,
cuando yo no estuviera a su lado, ella no tuviese nada para nadie más,
quería todo lo de Isabella para mí y tenía que lograr que me lo diese solo a
mí, dejarla seca de cualquier sentimiento y adueñarme de ellos.
Y como lo dije antes: no quería sentir nada por Isabella, pero sí
necesitaba que ella sintiera todo por mí. Tan jodido como eso.
Durante tres semanas me alejé de Isabella por simple capricho y
orgullo y sí, también por machismo; no quise volver al apartamento con
ella, pero eso no significaba que la iba a descuidar. Sus hombres y los míos
se encargaban de cuidarla y me mantenían informado de todo. La evité en
la universidad y también en el gimnasio, no me sentía preparado para que
habláramos, estaba esperando a que los sentimientos que se arremolinaban
en mi interior se calmaran y de verdad no quería sentir lo que sentía, pero
cada día se me estaba haciendo imposible ocultar una verdad que ya no
podía ser ocultada.
Sabía a la perfección lo imbécil que era al actuar de esa manera, sobre
todo, cuando hice cosas peores, cuando le ocultaba verdades peores y más
aún, cuando lo que ella hizo fue pensando en mí, creyéndome a mí; mi
jodido subconsciente estaba seguro de eso, pero mis demonios interiores
me decían que solo quería creerlo para justificarla y cada noche se
encargaban de recordármela, muy cerca de ese hijo de puta y, aunque no la
vi, también la soñaba besándolo y disfrutando de otra boca que no era la
mía, de otras caricias que no eran las mías y al despertar de esas
pesadillas, siempre me atacaba la duda, la necesidad de saber si ese beso le
gustó más que los míos.
Pero no iba a averiguarlo, porque si la respuesta era que sí, entonces
estaba seguro de que me iba a volver loco.
¿Estaba celoso? ¡Puf! Hasta la mierda y creo que jamás en mi jodida
vida me sentí así. Tan desesperado, furioso y con tantas ganas de matar a
alguien, así como con muchas ganas de volver a hacer mía a esa hermosa
bruja que me tenía hecho un gilipollas.
Aunque alejarme de ella no fue del todo malo, pude hablar con mis
padres y ellos me explicaron lo que Leah pasó después de separarse de
Lucius; ellos sabían que Leah tenía una hija con él y un hijo adoptado,
pero lo callaban porque la mujer y Enoc así lo quisieron. Me enteré
también de cuánto esa pobre quiso recuperar a Amelia y de que casi pierde
la vida en ese intento vano, luego se enteró de que estaba embarazada y
decidió ceder por la seguridad de la pequeña que llevaba en su vientre;
Darius, al tener más edad y ser muy listo, logró mantener contacto con su
madre adoptiva y fue así como Leah se mantuvo informada de sus hijos,
esperando paciente el momento de volver a recuperarlos. Aunque todo se
complicó mucho después y más cuando Isabella nació y se convirtió en el
talón de Aquiles de sus padres.
La pobre chica estuvo condenada al peligro desde que estaba en el
vientre de su madre y eso era más jodido que mis malditos sentimientos
queriendo resurgir de nuevo. Isabella no solo fue el talón de Aquiles de sus
padres y de Elliot, se convirtió también en el mío y ni siquiera me di
cuenta del momento en que eso sucedió y, las fotografías que llegaron a mi
móvil me lo comprobaron.
¡Maldición!
Eran de parte de Amelia, queriéndome hacer saber que estaba detrás de
Isabella y que en cualquier momento podía actuar en su contra y no podía
permitirlo. Esa jodida mujer estaba tocando mis cojones y no me gustaba
que me los tocaran de esa manera.
—¿Qué demonios pretendes? —escupí con furia, luego de encontrarme
con ella en un lugar alejado, tanto de Grigoris como de Vigilantes.
—Recuperarte —dijo tranquila y reí con burla.
—¿Y de verdad crees que lo vas a lograr de esta manera? —pregunté
irónico— ¿Amenazándome con ella?
—Si no lo lograré así, entonces dame la oportunidad de demostrarte
que aún hay mucho entre ambos —habló con voz sensual, estábamos en
una especie de oficina, solos.
Sin decir más, sacó su vestido, lo dejó caer a sus pies y quedó desnuda
frente a mí; era hermosa y como hombre, aceptaba lo bella que lucía en su
traje de Eva, más de cómo la recordaba. Amelia cambió mucho, física y
mentalmente, pero yo también cambié, para su buena o mala suerte.
—Te deseo, Elijah.
—¿Y qué parte sigue ahora? ¿Esa en la que me voy sobre ti y te como
la boca, tanto como el cuerpo? —le cuestioné con burla y noté que se
avergonzó al no ser lo que ella esperaba, sentí remordimiento al ver eso,
mas no me detuve— Veo que has tenido tiempo de ver muchas películas,
Lía, pero nuestra vida no es una, no funciona así —recalqué—. No soy
como el gilipollas protagonista que se irá sobre ti y te follará de todas las
maneras que existen, porque, aunque me encante follar, este no es el
momento y tú no eres la tía a la que quiero hacérselo... ¡Mierda! —me
quejé cuando me abofeteó con ira y mucha fuerza.
—¡Maldito imbécil! —espetó y quiso golpearme de nuevo, pero la
detuve —¡No eres más que otro estúpido marica, Elijah Pride!
—¿¡Marica porque no quiero usarte!? —mascullé sin soltarla—
Agradece que aún me queda un poco de sentimiento hacia ti y por eso
mismo no te uso de la manera en la que he usado a muchas mujeres —le
aclaré y sus ojos se abrieron demás.
—¡Haré que te arrepientas por humillarme así! —Sonreí, en definitiva
había perdido mi tiempo al ir a verme con ella.
—Sigue tu vida y no me jodas, Amelia Black. Olvídate de mí, de mi
familia y sobre todo de Isabella, tu hermana —advertí y presioné más su
mano—. Haz lo que quieras, pero no te metas conmigo porque no te
gustará tenerme como enemigo —La solté y tomó su vestido para cubrirse
— y no vuelvas a llamarme por mi nombre, para ti dejé ser Elijah ya que
la mujer que ahora eres solo merece conocer a LuzBel —aseguré pasando
por su lado y buscando seguir mi camino.
—Entonces te juro que tarde o temprano volverás a mí, LuzBel —habló
a mis espaldas, pero no me giré para enfrentarla, ya no iba a perder mi
tiempo— ¡Te juro por Dios que volverás a mí y esa estúpida llorará
sangre! —La escuché gritar y, aunque quise decirle muchas cosas, decidí
irme hacia donde pertenecía.
Era algo bueno que yo no creyera en Dios.
—Deberías consultar acerca de esos dolores de cabeza —sugerí a Tess,
al día siguiente de mi encuentro con Amelia. Ella negó de nuevo, se
encontraba en la cocina, con un vaso de agua y un bote de Advil abierto—
¿Tuviste una mala noche?
—Son malas todas —bufó y me tensé.
—Son malas desde que sufristeis el secuestro —recordé y reaccionó
como lo esperaba, evasiva y nerviosa—. Ni tú ni esa Castaña orgullosa
habéis querido hablar de lo sucedido, pero tarde o temprano lo voy a
averiguar.
—Ya basta, Elijah —pidió tomándose la cabeza.
—No me quieres hablar de ese maldito secuestro, tampoco quieres
consultar de ese dolor de cabeza que sufres desde ese día y aun así te
enojas. Agradece que me preocupo por ti, tonta Zanahoria terca —bufé.
—Ya, déjame en paz porque si de tercos hablamos, tú eres peor —se
quejó, le hice un gesto de mano al saber a lo que se refería y me di la
vuelta—. Sí, vete idiota, sigue dejando sola a la mujer que te trae loco y
luego no te quejes cuando las sombras la acechen —se burló y tuve
muchas malditas ganas de estrellarle esa cabeza que tanto le dolía, en la
pared.
—Vuelve a decir eso y no respondo —rugí enfurecido, me giré para
darle un escarmiento, pero fue lista y tomó un cuchillo de cocina.
—¡Tess y Elijah! ¿¡Qué carajos os sucede!? —Nuestra madre llegó,
para suerte de ambos.
Rara vez nos hablaba de forma ruda y lo hacía solo cuando
intentábamos dañarnos con Tess.
—Tu hijito comenzó —se defendió ella.
—Y te juro que voy a terminar sino aprendes a cerrar la boca —
mascullé entre dientes.
—¡Elijah! —advirtió padre, uniéndose a nuestra pequeña reunión.
No dije nada, solo los ignoré y me giré para marcharme de ahí.
—Lo de Isa lo tiene mal —Escuché a madre y solo endurecí la
mandíbula y presioné mis muelas.
No era solo Isabella y su maldita confusión, era también la loca de
Amelia con su promesa de mierda y el presentimiento de que trataría de
cumplirla. Mi orgullo se estaba debilitando y cada día lejos de White me
ponía fuera de control, tenía que buscarla y enseñarle a que me
reconociera así le pusiesen un clon mío frente a ella y, sobre todo, debía
sacarla fuera de la ciudad unos días.
No sería fácil llevármela sin darle una buena explicación, pero debía
intentarlo; me pasé toda la noche pensando en eso, en mi encuentro con
Amelia, su jodida promesa y lo había decidido, iba a sacar a White de la
ciudad, le diría la verdad, no podía seguir ocultándole algo tan grave y así
quisiera matarme, le confesaría todo lo que venía encubriéndole.
Desde que nos conocimos siempre le dije las cosas a la cara, que fue mi
venganza hacia Elliot fue una de esas verdades y, aunque sé que me odió
por ello, lo escuchó de mí y estaba seguro de que eso ayudó para que no
me odiara para siempre; confiaba que esa vez sería igual y lo planeé así, la
iba a sacar de la ciudad, la llevaría a un lugar donde estuviésemos solos, le
diría cada maldita cosa que callaba y no la dejaría huir de mí por muy
cabreada que se pusiese al enterarse de todo, no la dejaría correr, lograría
que me perdonara y tras eso la follaría hasta hacerle entender que si la
cagué, fue solo porque no deseaba que tomara la decisión de irse lejos de
mí.
El crimen perfecto.
Así denominaron nuestro trabajo en Italia, el cabrón que lideraba la
organización estaba drogado de felicidad y cocaína, celebrando nuestro
trabajo, su triunfo al darle un golpe fuerte a sus enemigos. Bebidas,
comida y putas era lo que más abundaba en la casa donde nos tenían, todos
festejando, incluso Marcus quien aprovechaba lo que la vida le daba:
mujeres, comida y bebida; por mi parte odiaba estar ahí, pero tenía que
hacerlo, debía fingir que estaba feliz de lo logrado.
Con lo que hicimos subí un peldaño más con Lucius, no volveríamos a
Virginia dentro de un tiempo y lo prefería así, no quería ver a Lía y al fin
iba a descansar de ella. Tenía más libertad para hacer lo que deseaba y sin
que nadie se enterara, Alice viajó para reunirse con nosotros, pues me
ayudaría a buscar a Isabella, era todo lo que me importaba en esos
momentos.
Una semana después logré obtener un lugar para que la hermana del
moreno se quedara cerca, ella y su computadora hacían maravillas, era una
hacker incluso mejor que Evan, Connor y Jacob unidos y tenía esperanzas
de que al fin encontrara a mi Castaña.
—Marcus me sentenció antes de venir acá —La miré sin saber a qué se
refería, estaba dándole una taza de café mientras tecleaba algo en su
portátil—. Citaré sus palabras, «no te acerques mucho a LuzBel, no
confíes en él porque querrá llevarte a la cama. Es mi amigo, pero también
un hijo de puta y no quiero matarlo» —imitó la voz del moreno y me reí
por ello.
—Marcus te hablaba del viejo LuzBel —aclaré.
—Me hablaba como si no me conociera —alegó y la miré incitándole a
que me explicara mejor—. Tú eres un hombre muy bello, lo acepto, el
sueño de cualquier chica menos el mío.
—¡Auch! No es que te quiera llevar a la cama, pero eso dio justo en mi
ego —Negó y rio por mi respuesta.
—No quería dañarlo, pero solo para aclarar, me gustan los hombres
románticos, de esos que buscan protegerte siempre, detallistas, amigables,
respetuosos, sinceros caba...
—Ya para —Se burló de mí cuando la detuve—, aunque no lo creas....
Bueno, está bien que no lo creas —me arrepentí de lo que iba a decir y me
observó con intriga—. He sido sincero siempre, protejo lo que quiero, pero
no se me da mucho ser romántico ni detallista, mucho menos amigable y
caballeroso y ¿sabes qué? Tienes razón, creo que tu tipo es alguien como
el idiota de mi primo, Elliot —señalé y me miró con cara de te lo dije, no
eres mi tipo.
Seguimos hablando a la vez que hacía su trabajo, jamás fui un tipo de
tener amigas sin llegar a follarlas, pero Alice iba rumbo a convertirse en la
primera; era una rubia platinada muy hermosa, mas no podía verla como
mujer. Era la hermana de mi amigo, en pocas palabras, eso era casi como
si ella tuviese bigote y lo más importante, estaba ayudándome a buscar a
White, la única mujer que obtuvo otra versión del hijo de puta que siempre
fui.
—¡Bingo! —exclamó con entusiasmo— Acabo de perfeccionar un
programa que desarrollé junto a un compañero de universidad, se trata de
reconocimiento facial —comenzó a explicar— ¿Viste la película donde
hablan de un programa llamado ojo de Dios? —Asentí a su pregunta—
Pues ese programa existe y en verdad funciona, hace reconocimiento facial
a través de cualquier dispositivo y mira esto.
Señaló la pantalla en la que se encontraba la fotografía de Isabella, la
misma que yo tenía en mi relicario. En aquella imagen la Castaña lucía
feliz, era su cumpleaños número dieciocho y estaban en Dark Star
celebrándolo con mi hermana y todos los chicos —incluido Elliot—;
pensar en ese día me traía a la mente malos y buenos recuerdos, aunque al
ver esa foto solo podía pensar en los buenos. La chica estaba hermosa
como siempre, provocadora e inocente al mismo tiempo. Esa noche
descubrí lo rápido que aprendía a jugar mis juegos y la manera en la que
me retaba era enloquecedora. Y loco quedé cuando me enteré de su manía
por no usar bragas al llevar puesto un vestido, aunque más me enloqueció
al ser capaz de asesinar y todo por salvarme. Porque sé que lo hizo solo
por mí.
Ese día Isabella White consiguió lo que nadie jamás pudo y por esa
razón escogí esa fotografía para llevarla en mi relicario, misma que casi
pierdo al extraviar mi antiguo colgante en aquella explosión, pero que
recuperé de mi viejo móvil.
Salí de mis pensamientos y regresé a ver lo que Alice me señalaba, a la
par de la imagen se desplegaba un mapa mundial y en él había varias
fotografías, todas eran de ella y mi corazón hizo cosas locas al verla.
—Solo hay un problema —avisó, no quería que nada me quitara la puta
ilusión, pero escucharla lo hizo.
—¿Cuál?
—Que tu chica ha estado casi en todo el mundo y justo ayer fue vista en
un aeropuerto de aquí, Italia.
—Eso es bueno —aseguré y negó.
—Ahora fue vista en Francia y según como se mueve, no será fácil dar
con ella.
—Pero está viva —señalé lo importante y sonrió.
—Y lejos del aparato que podría matarla —agregó recordándome el
maldito dispositivo que tenía en su cabeza.
—Necesito verla así sea de lejos, Alice. —pedí dejando de lado las
consecuencias y ella me observó casi con lástima.
—LuzBel, si los Vigilantes se enteran tu hermana sufrirá las
consecuencias —me recordó y maldije—. Ya sabes que Isabella está viva y
bien, déjala por el momento —pidió y negué—. Escúchame —dijo
tomándome de la mano—, sigue ganándote la confianza de ellos, deja que
te den más libertad, gana poder, hazte de tu propio ejército, personas de tu
confianza y luego búscala —aconsejó.
Tenía razón, aunque me era inevitable comprenderlo en esos momentos.
—Te juro que te voy a ayudar, te mantendré al tanto, pero no arriesgues
lo poco que has ganado. Además, recuerda que ya pusieron a Hanna en tu
lista y si fallas ya no serán dos, sino tres chicas las que sufrirán las
consecuencias.
—¿De qué hablas? —exigí saber cuando mencionó a Hanna.
—Por Darius supe que el administrador del club habló con Lucius de tu
cercanía a Hanna, la chica fue tomada por él ahora que no estás allí,
piensan que es tu aliada y ya que ella negó todo lo que le preguntaron,
Lucius se ensañó y la llevó a su habitación —Negaba a la vez que
escuchaba tal cosa—. Por lo gritos que se escucharon deducen que la tomó
a la fuerza.
—¡Maldito hijo de puta! —Di un puñetazo en la mesa al gritar aquello
— ¡Hanna no es mi aliada, ella ni siquiera sabe por qué estoy allí! ¡Me
cago en la puta que lo parió! —seguí y Alice me miró asustada— Ella no
se merecía eso.
—¡Lo sé y cálmate! —pidió, mas no podía— Destruirán todo lo que
toques, por eso no debes apresurarte con Isabella. Sé inteligente, ten
paciencia y haz lo que te digo; deja a Isabella en paz, arma tu ejército,
obtén poder y luego destrúyelos.
—Lo haré —aseguré— y me pagarán caro todo lo que me han hecho, te
lo juro —Ella asintió al escucharme.
Tocaron de nuevo a una chica inocente solo para joderme y de mi
cuenta corría cobrarme cada una de las que me hacían y de algo estaba
seguro por completo: a Isabella no volverían a tocarla.
Sobre mi cadáver lo harían.
MI SALVACIÓN
Capítulo 10
Elijah
Hablé con Darius y él me informó todo lo que pasó en mi ausencia, me
sentía culpable por lo que hicieron con Hanna, esa chica no se merecía
semejante mierda, ninguna mujer merecía ser tomada a la fuerza. Ni si
quiera la loca que provocó todo aquello, porque sí, Amelia fue la causa
principal de que Lucius se enterara de mi cercanía a Hanna.
Mi ira cada vez iba en aumento, habíamos llegado a la ciudad luego de
nuestra misión y lo que más deseaba era ir a donde sea que estuviera
Lucius y cortarle su inmunda polla por poco hombre, pero como siempre,
Marcus y Darius hablaron conmigo y me recordaron todo lo que perdería
al intentar tal cosa. Hanna merecía que yo hiciera justicia en su nombre,
mas no pondría la vida de White y Tess por encima de ella, por muy cruel
que eso fuera.
—Finge con Amelia entonces, tienes a Dominik dispuesto a ayudarte —
me aconsejó Marcus.
—Que él ocupe tu lugar mientras nosotros nos encargamos de esa
familia —agregó Darius y lo consideré mejor.
Le pedí a Amelia vernos y me citó en Vikings, la cabrona deseaba
marcar su territorio y se lo iba a permitir solo por lograr lo que me
propuse, no dejaría que me siguieran cogiendo las bolas y les demostraría
que yo sabía jugar mejor que ellos. Llegué ahí a la hora acordada, Dominik
me escucharía a través de un intercomunicador, él tenía que saber todo lo
que hablaría con ella para no cagarla luego. En mi camino hacia la oficina
de Lucius me crucé con Hanna, odié que me mirara con vergüenza, no
tenía por qué sentirla, yo sí y por lo mismo no la saludé, no deseaba darle
motivos a nadie para que la tomaran a la fuerza de nuevo.
—No te imaginas cuánto te extrañé —ese fue el saludo de Amelia al
verme, quiso abrazarme, pero antes de lograrlo tomé sus brazos y la
detuve.
La cogí de la barbilla con fuerza y la hice verme a los ojos, los suyos
estaban negros como siempre.
—Es una lástima que yo no —mascullé con odio. «Finge», escuché a
Dominik decir en mi oído, se me hacía difícil, mas tenía que hacerlo—
¿Tan mal te follé que desquitaste tu frustración con una puta? —No me
gustó decir lo último, pero tenía que, Amelia sonrió con suficiencia
cuando dije tal cosa.
—No le hice nada —se defendió y a la vez se soltó de mi agarre— y no,
no me follaste mal, solo no me agradó que esa puta te probara.
—Si no le hubieses dicho nada al imbécil de tu padre, él no habría
hecho nada contra esa tía. Es por esa razón que me alejo de ti, Lía.
Siempre prefieres confiar y recurrir a alguien más antes que a mí y así, tú
y yo no volveremos a funcionar —espeté fingiendo indignación.
—¿Ella te importa? —preguntó comenzando a descontrolarse— ¿Crees
que te da más placer del que yo sé darte? —Mordí mi labio intentando no
reírme y negué— Anda, Sombra, déjame demostrarte que soy mejor que
esa puta —pidió y llegó a mí.
Quiso sacar mi chaqueta, mas no se lo permití, tomé su brazo con
brusquedad, la hice girar en su eje y pegué su pecho contra el escritorio.
—Sé que eres más puta que todas las que hay aquí —dije en su oído, mi
control se había ido. Ella se removió intentando zafarse, pero no la dejé—
y estoy considerando tomarte a la fuerza ahora mismo para que sientas en
carne propia lo que le hiciste pasar a esa pobre mujer. Sin embargo, sé que
eres más fácil que la tabla del uno y comprendo que no lograré eso —Reí
con sorna en su oído—. Te tomarías muy a pecho eso de flojita y
cooperando —me burlé.
—¡Hijo de puta! —gritó, ella sabía defenderse así que logró quitarme
de encima y me dio tremenda hostia. Lamí la sangre que salió de la
comisura de mi labio y me reí.
—Y yo que pensé que lo primero que haría al llegar aquí era follarte
como lo hice aquella noche en esta misma oficina —mentí y sus ojos se
abrieron demás, su trastorno de personalidad la hacía muy vulnerable y
odié aprovecharme de eso, no era correcto, aunque ella misma me estaba
obligando a hacerlo—. Pero me decepciona saber que has caído tan bajo y
ayudes a denigrar de esa manera a las de tu mismo género —reproché y
luego me di la vuelta para marcharme.
—¡No! ¡Espera! —pidió afligida y reí con suficiencia sin que ella me
viese— ¿Qué quieres que haga? Pide lo que quieras y te juro que lo haré,
pero no te vayas —suplicó y me volteé a verla.
«Hijo de puta, eres mi ídolo», dijo Dominik al escuchar tal cosa.
—Tienes a Tess e Isabella para mantenerme aquí, no te he fallado desde
hace mucho así que quiero que dejes ir a Hanna —exigí y me miró
incrédula—. Míralo de esta manera, tú tienes celos de ella, crees que me
importa, entonces deja que se vaya así no se vuelve a cruzar en mi camino
—propuse y lo consideró.
—Lo haré, pero ven a casa ya mismo conmigo —pidió y me tensé.
Esa era una movida muy peligrosa que tenía que saber jugar.
—Acepto, pero sabes mis reglas. Tú me convertiste en Sombra y estaré
contigo como tal —dije, repitiendo todo lo que Dominik le dijo antes.
—¡Ya lo sé! Todo el paquete incluido —habló con fastidio—, con
máscara, cambiador de voz, protección y sin besos en la boca —repitió y
asentí. Y ya que al entrar a la oficina quité mi máscara, me la volví a
colocar frente a ella.
—Buena chica —alabé—. Ahora mueve ese culo y antes de marcharnos
dile al administrador que Hanna se va y lo harás frente a mí —Tomó su
bolso siendo el claro ejemplo de niña caprichosa y la dejé caminar frente a
mí.
Todo había salido como lo planeamos, Darius se estaba encargando de
la familia de Hanna, Marcus le pidió ayuda a Alice para obtener nuevas
identidades para ellos y junto a eso, también les buscaría un nuevo rumbo,
una nueva vida.
Por primera vez no me sentía tan idiota al aprovecharme de Amelia y
su trastorno.
El administrador se sorprendió ante la orden recibida y antes de irnos
hasta el apartamento de Amelia, me dieron unas ganas repentinas de ir al
baño. Dominik estaba listo para tomar mi lugar, me aseguré de que se
marchara con ella y me quité la ropa que usaba para camuflarme con otra.
Visualicé a Hanna hablando con el idiota administrador y cuando ella
comenzó a caminar hacia la salida sin siquiera cambiarse, me fui detrás
suyo.
Su rostro al fin volvía a verse feliz después de lo sucedido, algo tenía
que devolverle a esa chica que tuvo la mala suerte de cruzarse en mi
camino. Llegué tras de ella y la vi abrazarse a sí misma por el frío del
exterior, quité mi chaqueta y me acerqué.
—¿Quieres que te lleve a algún lado? —Dio un respingo al escucharme,
mas no se giró a verme. Me atreví a poner mi chaqueta sobre sus hombros
y la sentí tensarse.
—No imaginé que quisieras volver a estar con esta puta —me reprochó
e instintivamente recordé la sonrisa de Amelia cuando dije aquello.
—No sabía que eras de las que escucha conversaciones ajenas —me
burlé y entonces se giró, había mucho dolor en sus ojos.
¡Demonios! Estaba a punto de enfrentarme a otro drama.
—¡Me entrego a ti y desapareces sin siquiera despedirte! ¡Luego ese
viejo inmundo llega y me daña! ¡Vuelves y me miras con asco y encima
me llamas puta! —Hice un gesto de fastidio y la tomé del brazo hasta
llevarla al coche de Dominik— ¡LuzBel! Me acaban de decir que soy libre
y no tengo adónde ir, no sé dónde está mi familia y te juro que tengo
mucho miedo y tú pretendes subirme a un auto y quizás ir a follarte a esta
puta —aseveró. Solo negué y reí.
—Súbete —pedí y negó— ¡Súbete de una puta vez, Hanna! —exigí y lo
hizo de inmediato. Rodeé el coche y tras subirme, me puse en marcha
hasta donde Darius indicó.
Vi de reojo a la chica limpiándose una lágrima, estaba dañada y dolida,
la comprendía, pensaba lo peor de mí y no estaba tan equivocada. No tenía
ganas de explicarle nada, pero se lo debía.
—Discúlpame por llamarte puta, lo hice porque era la única manera de
convencer a Lía de dejarte ir; no desaparecí, tuve que irme y si no dije
nada era porque quería protegerte. Al parecer no lo hice bien y fue mi
culpa que ese bastardo te dañara, eso no tiene perdón así que no te lo pido,
en cambio, te llevaré con tu familia y os sacaremos de aquí. Tendréis
nuevas identidades y comenzaréis una nueva vida, lejos de este entorno de
mierda. Y no te miré con asco, aunque sí con vergüenza por no haberte
protegido —aclaré y noté que me observaba sin creer lo que decía.
—¿En serio me llevas con mi familia? —preguntó con emoción y
asentí, dio un grito de felicidad y se tiró sobre mí para abrazarme, casi
pierdo el control del coche por su arrebato.
—Cálmate o si no, no llegaremos nunca —aseveré y antes de retirarse
besó mi mejilla.
—Ves como sí eres mi ángel. Y no fue tu culpa, tú me salvaste, LuzBel.
Si yo no me hubiese entregado a ti ese hijo de puta u otro me hubiera
tomado a la fuerza y siendo virgen, todo habría sido peor —aseguró, era la
primera vez que escuchaba una grosería de ella—. Gracias por esto que
haces por mí.
—Te lo mereces.
—Ven conmigo —propuso y la miré por un segundo—. Escapa
conmigo, Ángel, no mereces esta vida y podría ser tu oportunidad —Reí
irónico por su propuesta, ella era demasiado inocente e ingenua.
—Algún día llegará mi momento de irme, pero todavía me falta mucho
que recorrer —susurré y tomó mi mano.
—¿Estás allí obligado como yo? —Asentí a su pregunta.
—Hanna, tuve que morir para mis amigos y familia. Si no lo hacía, mi
hermana y la chica que estaba conmigo pagarían las consecuencias, si
escapo, ellas dos lo pagarán —confesé por primera vez y se cubrió la boca
por la sorpresa.
—Creía que esa loca era tu novia —Reí por lo que dijo y negué— ¿La
chica que mencionas es tu novia?
Mi novia.
—Se llama Isabella, ella y yo jamás tuvimos etiquetas, creo que éramos
nada —hablé recordando mis días al lado de esa Castaña.
—La dueña de tus besos, el motivo de que tus ojos brillen al pensarla,
tu nada y tu todo a la vez... La razón de que tu corazón aún lata —Rio al
decir aquello—. Tienes razón, jamás se le podría poner etiqueta a eso —
Me quedé en silencio procesando todo lo que dijo—. Nunca estuve con
alguien, pero el día que fui tuya sentí tu dolor, que tu cuerpo luchaba por
estar conmigo, mas tu alma se rehusaba. Me rechazaba como si fuese la
peste —Ambos nos reímos en ese momento—. Ojalá, Dios me recompense
algún día con un hombre como tú.
—Te castigaría entonces —señalé y la vi negar.
—Me bendeciría, LuzBel —Callé— ¿Crees en Dios? —Negué— ¿Qué
es Isabella para ti? —No supe cómo responder aquello, la miré de manera
fugaz y me asusté— Dilo, no tengas miedo, prometo guardar tu secreto.
—Ella es mi luz, Hanna —las palabras salieron más fácil de lo que creí
—. Esa Castaña es mi regalo —La vi llorar, limpiar sus lágrimas y no
sabía la razón.
—Tú sí crees es Dios por eso ella es tu bendición —opinó—, solo eres
muy terco para aceptarlo, tienes miedo y es irónico ya que en esta vida que
tienes te enfrentas a la muerte, a muchos peligros, pero no les temes;
aceptar tus sentimientos hacia esa chica en cambio, te aterroriza —Rio con
ironía luego de decir tal cosa, yo me limité a callar.
No dije nada más y nos quedamos en silencio lo que restaba de camino,
todo lo que Hanna dijo fue verdad, era terco y jamás aceptaría en voz alta
las veces que le recé al tipo en el cual no creía, cuánto le supliqué porque
me dejara volver a ver a mi salvación. En la vida obtuve buenos
sentimientos por parte de mis padres y hermana, incluso en su momento
los tuve de Amelia, por cuestiones que no sabía me alejé de lo bueno y,
aunque veía a mi madre orar, no llegué a creer en una persona a la cual no
podía ver ni oír. Llegué a pensar que la religión era una farsa de los
fanáticos, nunca creí necesario el arrodillarme y hablarle al viento hasta
que caí en manos de los Vigilantes y fui obligado a hacer cosas que no
quería, hasta que toqué fondo y supe que necesitaba ayuda para volver a
subir, hasta que me desesperé por no saber nada de Isabella y llegué a una
iglesia, allí y por primera vez me arrodillé y le hablé al viento.
—Si de verdad existes, te pido que me ayudes.
Recordé haberle dicho y semanas después, Alice la ubicó en Francia; no
pude verla en persona, pero supe que estaba viva y más hermosa que antes.
Acepté entonces que sí, los milagros existían e Isabella White era uno de
ellos y mi salvación. Esa chica me enseñó lo que era amar sin esperar
amor a cambio, ya que me amó sin que yo le correspondiera y entendí
muchas cosas.
Dios tal vez sí existía.
—Nunca me cansaré de decirte gracias y ojalá pueda volver a verte,
LuzBel —se despidió Hanna de mí.
—Me llamo Elijah Pride y fue bueno conocerte —Le sonreí y antes de
marcharme besé su frente.
—Lo mismo digo, Elijah —susurró y entonces me subí al coche.
Al menos había logrado hacer algo bueno.
Los meses pasaron y con ellos mi suerte mejoraba. Hanna logró tener
contacto conmigo tiempo después de haberse marchado con sus padres y
hermano, se estaba recuperando de lo vivido en el club y aceptaba que
hablar con ella me ayudaba; solo cuando lo hacíamos podía olvidar lo
mierda que era mi vida, sus vivencias y aventuras me transportaban a un
mundo diferente del cual vivía. Seguía leyendo y muchas veces terminaba
contándome las historias que la volvían loca de felicidad y otras de
tristeza por sus finales tan inesperados, así era esa rubia, amante de la
lectura y creyente de mundos imaginarios. Los libros me aburrían, pero
Hanna los contaba diferente y de alguna manera sentía que le debía por lo
menos oírla, después de todo lo que pasó, se merecía un poco de mi
atención.
Así terminara dormido en muchas ocasiones.
Con Lía todo estaba mejor, Dominik hacía bien su trabajo, aunque me
era difícil cuando tenía que irse y me quedaba solo, lidiando con una tía
melosa —la prefería así, sin embargo— que al final del día me dejaba con
el azúcar alta. Había vuelto a ser la Amelia que un día conocí, gracias a los
medicamentos que Fabio nos proporcionaba y de manera secreta la
hacíamos consumir; la rechazaba ya que por su culpa estaba donde estaba,
pero logré comprender mucho de su vida y me juré sacarla de ese mundo,
no porque sintiera algo bueno por ella sino porque quería joder a Lucius y
quitarle a su arma más letal, ese sería su fin.
Siempre follé a las mujeres y nunca una me folló a mí, mas después de
tantas pruebas al fin creía en eso que decían de que «los nunca se llegan».
Y el mío llegó.
Llegué a mi apartamento mojado y sí, bien follado por una mujer que
sabía cómo manejarme, una descarada que me mentía en la cara y me
obligué a creer que yo me aprovechaba de eso porque así podía estar cerca
de Isabella; me dejaba usar y a la vez ella se mantenía sin hacer preguntas
acerca de mí y eso me convenía. Me volví loco al ver que no me respondía
y más cuando la encaré y no quería salir del coche, la chica asiática a su
lado la defendió con tanta seguridad que me cayó bien por ese hecho y
también porque era una lengua floja muy graciosa que me demostró
confianza y al verla embobada con Marcus, supe que sería una aliada más.
Dos días pasaron desde aquel día, Darius me dio evasivas acerca de su
encuentro con Isabella y casi nos molimos a golpes por ello, pero Marcus
estuvo allí para evitarlo e intentar que volviésemos a trabajar de la mano.
—Te le acercas demás y te juro que vas a conocer al diablo —le advertí
y solo rio.
—Tú la enviaste a mí, imbécil —recordó y me maldije por ello.
Dejamos pasar el hecho a pesar todo y al día siguiente estábamos
reunidos en mi apartamento, fui a la nevera por unas cervezas y escuché el
timbre sonar; oí un alboroto y no le di importancia, pero cuando llegué y
vi a Alice llorando y Marcus maldiciendo, me puse alerta.
—¡La voy a matar! —espetó el moreno.
Alice me vio y se cubrió el cuello, maldije al verla tan dañada.
—¿Qué te pasó? —pregunté molesto y dispuesto a matar al mal nacido
que la dejó así. Darius tenía una cara de asombro y se quedó sin palabras.
—¡Voy a matar a Isabella! —gritó de nuevo Marcus y fruncí mi ceño—
Mira cómo la dejó —Señaló el cuello de su hermana, no podía creerlo.
—¿Fue ella? —pregunté a Alice y asintió.
—M-me vio con Elliot —susurró ronca y supe lo dañada que estaba su
garganta—, creyó que le mentí y cree que Elliot se aprovechó de ella al-al
estar drogada —maldije cuando dijo tal cosa.
—¡Hija de puta! —siguió Marcus.
—Cuida lo que dices, imbécil —advertí.
—Casi mata a mi hermana y quieres que cuide mis palabras —inquirió
—. La voy a matar, juro que la voy a matar.
—Tú le tocas si quiera un cabello y entonces yo te mato a ti —amenacé
tranquilo.
Comprendía su reacción, pero Alice no estaba diciendo todo.
—Y yo te ayudaré —se unió Darius—. Es cierto que Isabella puede ser
una loca, pero algún motivo tuvo, ¿o no es así, Alice? —le cuestionó.
—Es tu culpa, por ti está allí —alegó Marcus y no dejó que Alice
respondiera.
Tenía razón, yo era culpable y, aunque lo sabía y vi a mi amiga dañada,
algo me decía que no dijo todo lo que pasó y pensaba averiguarlo pronto.
Isabella
Maokko a mi lado me observaba asustada de lo que acababa de hacer,
Caleb se mantenía en silencio y ni siquiera me miraba, mi corazón seguía
acelerado, las manos me temblaban y estaban manchadas por la sangre de
LuzBel, sudaba frío y sabía que pronto me atacaría la histeria.
No sabía qué me pasaba, pero algo en mi interior no se sentía igual.
Estaba decepcionada, triste, furiosa, nerviosa, aunque a pesar de que mi
corazón dolía, no sentía ganas de llorar; en cambio, deseaba que LuzBel
muriera y ni yo podía creer aquello, mas era la verdad. Lo quería muerto,
ya lo había llorado demasiado, le guardé luto por mucho tiempo y eso solo
me hacía sentir la más estúpida de todas.
Me reía en mi interior de mí misma al recordarme llorando durante
tantas noches, hablándole a una foto, suplicándole que volviera, todo eso,
mientras él disfrutaba de sus días con esa idiota, cuando follaban como
unos conejos, así como ella se lo recordó, disfrutando de su noviazgo con
la asesina de mis padres. No podía entender las razones de LuzBel para
someterme a tal engaño, a semejante cobardía; alegaba tanto el ser un
hombre directo y falló como el más vil cobarde y eso no se lo iba a
perdonar jamás.
Culpé a los Vigilantes de que mis hijos nacieran y crecieran sin conocer
a su padre, abandoné a mis pequeños en busca de una maldita venganza
que al final fue sin sentido, perdí tres años de mi vida guardándole luto a
un recuerdo y no sabía qué de todas las cosas era lo que más me
destrozaba, pero estaba decidida a convertir todo ese dolor en odio y no
me importaban las consecuencias, me alejaría de los traidores para
siempre y no volvería a sus vidas nunca.
Todas las palabras de Amelia se repetían en mi cabeza. Demostré no
sentir nada, pero por dentro ardía de ira en aquellos momentos, al ver la
seguridad con la que me restregaba en la cara que LuzBel la defendiera a
ella y comprobarlo era peor, no me dejó matarla cuando creí que él
comenzaba a sentir algo por mí y volvió a impedirlo esa vez, aunque con
más razón; supuse que el tiempo a su lado hizo renacer el amor entre
ambos, difícil y duro era darme cuenta de ese hecho, mas me rehusaba a
derramar una sola lágrima más por ese idiota.
«Él quería explicarte muchas cosas».
Y podía meterse sus explicaciones por donde más le cupieran.
«¡Esa era la actitud!»
¡Claro! No quería escucharlo decir que la amaba y por eso no podía
matarla, o que me recordara que esa imbécil era mi hermana; me
arrepentía de no haberla asesinado, ella sabía que éramos hermanas y no
por eso se detuvo para dejar de joderme la vida. Amelia sí iba a matarme,
pero yo fui una imbécil por detenerme.
«Tú no eras igual que ella».
Por supuesto que no, tendría que haber sido peor.
Mi móvil comenzó a sonar incesante y quise ignorarlo, Evan me estaba
llamando, él me había ayudado mucho, pero no deseaba hablar con nadie,
aunque sentí alivio al saberlo vivo. Sin preverlo, Maokko arrebató el
aparato de mis manos y respondió, ganándose una mirada asesina de mi
parte. Ella no entendía que no era el momento de hacerme enfadar más. La
escuché responder con sorpresa, preguntar con nerviosismo e intenté que
eso no me afectara.
—Tienes que responderle, es importante —pidió dándome el móvil.
Se lo arrebaté de mala gana.
—Puedo contar fácilmente a mis amigos con una sola mano, Evan —
espeté—, agradece que eres uno de ellos. ¿Qué quieres? —exigí saber.
—¡Tienes un rastreador en el cuello! —soltó e instintivamente me
llevé la mano ahí sin poder creerlo— No sé cómo, pero LuzBel te lo
implantó y ha ordenado que lo activen.
—¡Hijo de puta! —grité, no podía ser posible. Me llevé la mano a
donde tenía mi relicario y casi se me sale el corazón cuando no lo sentí.
«¡Mierda, Isa!»
—Estoy en el hospital, Cameron acaba de entregarle tu relicario a
LuzBel. Está como loco y va a buscarte hasta por debajo de las piedras.
«Ya sabía de los minis él».
Me pegué al respaldar del asiento del coche y maldije un millón de
veces, no podía tener un rastreador y él no tenía que saber de los chicos. Si
estaba con esa perra se lo diría y mis hijos no estarían a salvo. Pasé años
protegiéndolos y él no los iba a poner en peligro.
—Gracias por avisarme —dije e iba a colgar, pero me detuve cuando él
habló de nuevo.
—Tess sufrió un derrame cerebral —Me cubrí la boca ante la sorpresa
de escuchar aquello, sabía que habría daños, incluso muertes, pero deseaba
que no fuera de ninguno de mi equipo, mucho menos que Tess corriera con
esa suerte y sentí culpa por lo sucedido—. Jane está mal herida, todos lo
están, aunque no hay ningún muerto, sobreviviremos, mas no puedo
asegurar lo mismo de Tess.
—¿¡Cómo está Dylan!? —me apresuré a preguntar.
—Destrozado por lo de Tess.
Me quedé sin saber qué decir, mi hermano estaba vivo, aunque
sufriendo; todos terminaron heridos y cuando Evan dijo que vivían, sabía
que incluía a Elliot y peor aún, a la zorra que tenía por hermana. Mi vida
se volvió mierda en cuestión de segundos, todo en lo que creí se fue por un
tubo y tenía miedo de que mis hijos fueran alcanzados por mi mayor
enemiga. Terminé de hablar con Evan y llamé de inmediato a Myles y
Eleanor, ellos ya sabían lo que sucedía, Eleanor era un mar de lágrimas y
Myles no sabía cómo reaccionar, estaban saliendo de casa para volver al
país y el maestro Cho cuidaba de mis hijos.
—Te advertiré algo, Myles —mascullé entre dientes—, no le digáis
nada a LuzBel de los niños porque si lo hacéis, os juro que no volveréis a
verlos.
—¡Isabella! Hija, no puedes ser así —lloró Eleanor, estaba siendo una
perra, pero no me importaba.
—¡Vosotros no podéis ser así! Estoy protegiendo a esos pequeños que
son mi vida, lo he hecho desde que los llevaba en mi vientre y su maldito
hijo ya no es quien creen —grité como loca— ¡Y lo voy a seguir haciendo,
me cueste lo que me cueste! LuzBel está con Amelia y esa maldita no
dudará en ir tras de ellos! Me importa una mierda que él sea el padre, esos
niños son míos y os juro por Dios que los sabré proteger hasta de mí —
advertí—. Tú y Eleanor los veréis cuando considere seguro y os pido que
no me falléis, mis padres lo hicieron, no lo hagáis vosotros —supliqué lo
último mientras una lágrima se me escapaba.
Todo se estaba yendo encima de mí y recordar lo que mis padres me
ocultaron dolía mucho más que la traición de LuzBel.
Hablé con el maestro Cho y le pedí que sacara a mis hijos de esa casa,
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hice que Caleb se detuviese en una Wawa y estrellé el móvil contra el
pavimento. Mi mente estaba cerrada, actuaba por instinto y quizá me
estaba equivocando, pero que más podía hacer, ya no confiaba casi en
nadie y en los que sí, me juzgaban sin comprender que lo que buscaba era
proteger a lo único real que tenía en la vida. Había soportado perder a
LuzBel, a mis padres, pero jamás soportaría el perder a mis hijos.
«Como una vez lo dijo el Tinieblo, íbamos a quemar el mundo por
ellos».
Con seguridad lo haría.
—Te irás a Italia ahora mismo —le ordené a Maokko—. Yo no podré
salir de este lugar hasta que no me deshaga de la mierda que llevo en el
cuello, no voy a exponer a mis hijos de esa manera y además, mi pasaporte
está en el apartamento de ese gilipollas —siseé y asintió—. Con tu vida
me cobraré si alguien llega cerca de esos niños —Era la primera vez que la
amenazaba y eso la sorprendió, sabía que también la hirió, pero no lo
podía evitar en esos momentos.
—Sabes que está demás decir eso —se defendió.
—Haz que toda La Orden los cuide, esas son mis órdenes directas.
Matad a cualquiera que intente si quiera llegar a dos metros de ellos y
cuando digo a cualquiera, no excluyo a nadie —le advertí y asintió.
—¿Si son sus abuelos? —La miré con fastidio.
¿Es que acaso no me explicaba bien?
«Por lo visto, no».
—Cuando ellos vayan a verlos y yo lo autorice, te lo haré saber a ti. Si
no lo hago e incluso así van, entonces les harás entender que conmigo no
se juega —ordené y me miró con asombro—. No pensaré dos veces en
ordenar que maten a alguien que quiera acercarse a mis pequeños, así sean
esas personas que se convirtieron en mis padres.
—¡Estás exagerando! —gritó Caleb quien se mantuvo en silencio
mucho tiempo.
—¿¡Exagerando!? —grité de vuelta— ¿Qué acaso no viste lo que acaba
de suceder? ¿Crees que mis enemigos exageran conmigo?
—¡Son sus abuelos, Isabella! ¡Reacciona, no puedes ser tan insensata!
Ellos jamás dañarían a esos chavales —Empuñé las manos, tenía ganas de
estrangularlo para que se callara.
—¡Ellos no, imbécil! Pero recuerda que Amelia no es una enemiga
pequeña, esa hija de puta me odia tanto o más que yo a ella y su
organización es poderosa. Por medio de los Pride intentará ubicarme así
ellos no lo sepan, esa perra los usará y más si está siendo protegida por
LuzBel —expliqué y calló—. No soy la líder de Grigori y La Orden solo
por herencia, la estupidez no me ha llevado hasta donde estoy, Caleb. Caí
fácil una vez ante esos malnacidos, no caeré dos veces.
Ambos se quedaron en silencio y lo agradecí, sentía que la cabeza me
iba a explotar y solo deseaba una píldora para la migraña que se me estaba
formando, todo se me había acumulado y donde no ingiriera nada, podía
asegurar que ese dolor me llevaría a la cama.
—¿Qué haremos? —preguntó el rubio cuando nos calmamos.
Maokko me había conseguido unas Advils, el dolor no cesó, pero ya no
era tan fuerte.
—No creo que ese idiota pueda buscarme ahora —dije refiriéndome a
LuzBel—, así que llevaremos a Maokko al aeropuerto y luego buscaremos
a alguien que me saque el rastreador del cuello.
—Darius podría estarte buscando —señaló, hice un gesto de fastidio al
recordar a mi hermanito.
«Pero era un hermanito muy bueno».
Mi perra conciencia seguía de puta, era bueno que al menos ella no
cambiara su manera de ver la vida, porque yo estaba tocando fondo.
—Movámonos rápido entonces —le incité.
Tenía muchos contactos y Daniel Gibson fue el primero en mi lista para
que me ayudara, nos refirió con un médico de confianza y luego de
despedir a Maokko fuimos hacia donde nos indicó. La atención fue rápida,
pero el resultado lento, no detectaban ningún rastreador y eso me
confundió mucho; pensé en que Evan pudo escuchar mal, aunque tampoco
podía arriesgarme, debía esperar y eso no me agradaba para nada. Nos
quedamos en un hotel antes de emprender un largo camino, Caleb
recomendó irnos hacia una zona boscosa y encontramos una perfecta que
además era usada por los militares, los aparatos de ellos podían interferir
con el rastreador y eso nos daría un poco de tiempo para saber qué hacer.
Tuve tiempo para pensar en lo que había pasado, no quería, pero
tampoco podía evitarlo y más al saber a Tess con un derrame, recordé
cuando cayó al suelo en medio de la batalla y cómo LuzBel intentó
auxiliarla a la vez que miró hacia a mí con miedo.
«¡Oh, ese bello Tinieblo!»
Imaginé a mi conciencia dando tremendo suspiro al decir aquello.
«Y es que lo di, él me hacía suspirar de esa manera. Como Chico
Oscuro lo hizo más, pero como Tinieblo y Chico Oscuro… ¡Puf! Esa
combinación era realmente peligrosa. Lo dulce y amargo en un mismo
paquete».
Aunque sonreí por tal referencia, la ira que tenía en mi interior no se
disipaba, pero mi puta conciencia muchas veces tenía razón, LuzBel y
Sombra eran lo dulce y amargo en un mismo paquete. La frialdad de
LuzBel una vez me quemó y cautivó, la oscuridad y dulzura de Sombra me
envolvió y casi enloqueció, para al final descubrir que eran la misma
persona, eso me cegó de dolor y creo que fue lo peor.
—Tú eres mi karma.
Lo recordé decir siendo Sombra y hasta ese momento descubrí la razón,
LuzBel pretendió que me enamorara de Sombra, pero en todo momento fui
fría así como él lo fue conmigo en su momento.
«Pero el cabrón quería mucho».
Y no lo dudaba, como Sombra me quería a mí, como LuzBel a Amelia y
estaba estúpido al pretender estar con las dos, ella y yo jamás podríamos
estar juntas, el mundo era demasiado pequeño para ambas y una de
nosotras tenía que abandonarlo y estaba segura de que no sería yo. Al ser
Fantasma, prometió hacerme vivir un infierno y en efecto, lo cumplió;
supo cuánto amaba a LuzBel y me lo quitó luego de arrebatarme a mis
padres, esa idiota logró que me hundiera, casi logra deshacerse de mí sin
siquiera tocarme, pasé tres años llorando y sufriendo por alguien que creí
muerto, alguien que estaba con ella y su mayor premio sin duda alguna era
verme a la cara y el dolor, al descubrir que LuzBel siempre estuvo a su
lado.
Lo aceptaba, viví un infierno gracias a ella, pero yo también le había
prometido algo y se lo iba a cumplir, mi jugada apenas iba a comenzar y
estaba dispuesta a enseñarle a esa tipa cómo se superaba a un maestro.
Y eso fueron LuzBel y ella para mí, mis maestros.
El tiempo de llorar había pasado, el de sufrir también y era hora de
demostrarle al mundo qué significaba tener un corazón frío, uno oscuro y
uno cargado del fuego más puro y abrazador.
Isabella White al fin había muerto.
«Y renacería la líder de La Orden del Silencio».
Caleb había salido por horas ya, en busca de medicina para mis golpes
y una píldora más fuerte para el dolor de cabeza, sufría de ellos, pero
jamás fueron tan fuertes como en esos momentos y admitía que
comenzaba a preocuparme y mucho, eso no podía ser normal y deseaba
resistir hasta salir del país y ponerme en control médico. El doctor de
Daemon llegó a mi mente en esos instantes, era neurólogo y de confianza
al tratar a mi hijo, estaba poniendo mucha fe en su persona y me urgía
salir del país; tuve la idea de llamarlo y pedirle que me atendiera en otra
ciudad para que el rastreador no delatara la ubicación de mis hijos, mas no
podía abusar tanto de él, suficiente era la atención que le daba a mi hijo y
no iba a aprovecharme de la bondad que ese hombre tenía.
No me quedaba más que soportar el dolor mientras lograba salir sin ser
perseguida por una bola de idiotas.
—Linda, traje esto —avisó Caleb al llegar y me mostró una inyección,
sentí alivio al verlo, pero no me agradaba lo que mostraba.
—¿Qué es? —susurré y me tomé la cabeza mientras me sentaba en la
pequeña cama e iba hacia donde él estaba.
—Fui donde el médico que nos recomendó el senador. Dijo que es lo
único que calmará un dolor como el que tienes, tú decides si te lo inyecto
o no —propuso y lo miré con dudas.
—¿Sabes hacerlo? —le cuestioné y sonrió.
—Me dijo que lo haga en tu vena, me hizo inyectarle unas vitaminas
para practicar —Asentí y confiando en él le extendí el brazo. Lo sentí
helado cuando me tocó, se veía nervioso y cuando iba a preguntarle si lo
estaba, clavó la aguja en mi vena, sin siquiera desinfectarme—. Pronto
estarás bien.
«¡Auch! Esa mierda había dolido».
Más me dolía lo que acababa de intuir.
—Esto no te lo dio ningún doctor ¿cierto? —pregunté, lo miré a los
ojos y él me observó con dolor.
«Maldito rubio traidor».
Me puse de pie al escuchar el motor de coches llegando y fui a ver por
la ventana, maldije al reconocerlos y me tomé de la pared para no caerme.
—¡Isa! —gritó Caleb llegando a mí.
—No me toques, maldito —quise gritar, pero no pude, mi cuerpo se
hacía pesado con cada segundo y sentía un sueño horrible.
A pesar de lo que le pedí, Caleb me tomó antes de que cayera al suelo,
el dolor había cesado al menos, pero ¿a cambio de qué?
—Me traicionaste —le reproché con dolor y él negó.
—Jamás lo haría, Linda —aseguró apartando el cabello de mi frente—,
te juro por Dios que jamás te traicionaría, simplemente ahora no estoy
haciendo lo que quieres —Logré ver cómo la puerta se abría y varios tipos
llegaban, uno en especial llegó a mi lado—, pero sí lo que necesitas —
añadió y no pude decirle nada más.
—Al fin te encuentro, Pequeña Dinamita —alcancé a escuchar a Darius,
antes de desvanecerme.
«Hijos de puta, la jugaron bien».
INCONSCIENCIA
Capítulo 17
Elijah
Pasé demasiado tiempo en las sombras y todo fue para nada. De nuevo
estaba en el maldito hospital, herido por la mujer que me traía como un
imbécil y peor aún, otra vez sin saber nada de ella; con el miedo de que
algo le pasara y con más temor de que mi hermana muriera a causa de ese
derrame cerebral. Pensé que las cosas iban bien, creí que saldrían como lo
habíamos planeado con Darius, pero no, nada de eso pasó, Isabella dio un
paso adelante de mí y descubrió la verdad de la peor manera.
Huyó de mí creyendo cosas erróneas, no me dio la oportunidad de
explicarle nada y en cambio, decidió apuñalarme y vi en sus ojos el deseo
de matarme, las palabras le salieron del alma y dolía. No quería verme ni
en el infierno y creí que eso no describía ni siquiera un poco, el odio que
esa chica estaba sintiendo hacia mí.
Odio que en parte me gané a pulso, solo en parte.
El relicario que dejé para ella años atrás yacía en mis manos y no podía
dejar de ver la fotografía que estaba al lado de la nuestra, era increíble
cómo el mundo podía ser tan pequeño y aun así pasaran miles de vidas,
esos pequeños rostros los iba a reconocer siempre, rostros que muchas
veces se colaban en mis pesadillas y calmaban el miedo que
experimentaba en ellas.
Aiden.
Era el único nombre que pude saber y miré ese rostro. «¿Quién eras en
verdad, pequeño? ¿Quiénes eran tú y tu hermano?», me pregunté. Los
sabía distinguir hasta en las fotos, no entendía por qué, pero lo hacía y no
era la diferencia en sus ojos, era algo más.
—¡Tuti!
—Esto es mío.
—¡No! ¡Tuti mío!
Por instinto sonreí al recordar ese día en Italia, creí que jamás volvería
a verlos, pero no fue así; dos años después estaban frente a mí —así fuese
por una fotografía— y gracias a quien menos esperé. Necesitaba encontrar
a Isabella White y lo haría a cualquier precio, tenía que explicarle muchas
cosas así no quisiera oírme, así me tocara amarrarla y obligarla a que me
escuchara. Iba a hacerlo y esa vez no se me escaparía.
Y ella tenía que explicarme muchas a mí, por ejemplo, el porqué de que
la fotografía de esas pequeñas cosas estuviera en su relicario, eso era lo
más importante de todo.
A mi mente llegó aquel momento cuando ella me pidió que abriera el
colgante, sabía sus intenciones, solo buscaba descartar la idea de Sombra y
yo, siendo uno solo y también recordé su determinación de mostrarme lo
que denominó su más grande secreto y si se refería a esa fotografía,
entonces iba a confesarme quiénes eran esos pequeños. Por mi cabeza se
cruzó la idea de que eran sus hijos y al suponer la edad, también pensé en
que esas pequeñas cosas eran mías.
¿Sería posible?
Porque eran demasiados perfectos y siendo yo quien era, dudaba haber
logrado obtener en la vida algo tan malditamente real y único.
Perdí la oportunidad de hablarle con la verdad por culpa del maldito
traidor de Jacob, la perdí una vez más por culpa de Dominik y sus malditas
excusas. Y no iba a perderla una tercera vez ya que decían que esa era la
vencida y estaba dispuesto a hacer verídico tal cosa. No perdería a esa
Castaña una vez más, me costó mucho encontrarla, mantenerla viva y un
malentendido no la volvería a alejar de mí.
—Alice ha dado con Isabella —Darius entró a mi habitación como si le
hubiesen prendido fuego en el culo y le habría dicho mierda y media si no
me hubiera dado tal noticia.
—¡Habla! —espeté e hice una mueca de dolor al lastimar mi herida.
—Por algún motivo no han salido del país, Alice la ubicó por última
vez en un hotel, luego tomaron camino hacia Norfolk, es seguro que se
metieron a alguna zona boscosa o están cerca de la base militar. Los
aparatos de ellos interfieren con el localizador.
—¡Demonios! Esa Castaña aprendió a ser muy escurridiza —me quejé
y asintió—. Estoy completamente seguro de que ella se esconderá bien,
pídele a Alice que ubique al rubio y a la chica asiática.
—Ya lo hizo, los tres estuvieron juntos por última vez en el aeropuerto
de la misma ciudad, Mao... Maroko o como mierda se llame, tomó un
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vuelo a LA . Es seguro que de allí tomará otro, por el momento, Alice le
está haciendo seguimiento a Caleb —Asentí a su información.
—Intenta hablar con Caleb, pídele el número telefónico de él a Evan o a
Dylan, explícale que White corre peligro. Si no te responde, hazlo por un
mensaje de texto bien detallado, dile que esa chica puede morir si no le
extraen ese dispositivo y por favor, haz que Alice intente reiniciarlo o
algo, pero que no pierda su efecto. Tú sabes que si eso pasa...
—No tienes que terminar eso, no sé cómo, pero no dejaré que Isabella
sufra el destino de Tess —prometió y en verdad deseaba que fuese así. No
sabía qué había sucedido, pero por algún motivo el chip que le implanté a
Isabella estaba perdiendo su efecto y Brianna aprovechaba su momento
para tomar venganza.
No sé en qué demonios estaba pensando al dejarla ir con vida, tuve que
haberla asesinado junto a la mierda de marido que tenía.
—¿Cómo está Tess? —pregunté con miedo.
—Luchando, Fabio viene en camino con tus padres, él es un excelente
neurólogo y amigo. Confiemos en que la salvará —dijo y solo bufé.
—Para cuando Fabio llegue, Isabella ya tiene que estar aquí y espero
que él pueda sacar ese maldito dispositivo de una vez —deseé y quería que
se cumpliera.
—Dominik dijo que su hermano acaba de salir de una crisis depresiva y
es una suerte que esté lúcido para ayudarnos —Pensé en la enfermedad
que padecía el susodicho y en cuánto me ayudó para entender a Lía.
Él fue una pieza clave en mi plan y por su conocimiento logré muchas
cosas, algo por lo que le estaría agradecido siempre.
Isabella
Desperté conectada a muchos aparatos, mi cabeza se sentía extraña,
vacía y escuchaba un molesto sonido igual al que se escucha cuando los
oídos se llenan de aire. Tragaba saliva para intentar destaparlos, pero no
funcionaba, quería abrir los ojos y tampoco podía, se sentían demasiado
pesados.
«¡Maldito rubio! Nos jodió bien».
Pensar en Caleb dolía.
Él y Maokko eran las únicas personas en las que confiaba de verdad y
me había fallado, era algo a lo que debía estar acostumbrada ya, pero no lo
hacía y por eso dolía más. Mi corazón se aceleró al escuchar un sonido, el
bip de la máquina a mi lado y la incómoda cama en la que me encontraba
me daba la idea de que estaba en un hospital, eso sin contar el olor
característico de ellos, era muy fuerte; intuí que no estaba sola y no tenía
ánimos para averiguar quién era el que me acompañaba, así que me seguí
haciendo la dormida.
—¿Cuánto tiempo más seguirá dormida? —fue Caleb quien le preguntó
a alguien que entró en esos momentos.
—Al final, el sedante hizo su efecto y a eso agrégale que tuvimos que
administrarle otro para poder operarla, así que estará un buen rato así.
¿¡Operarme!?
Mis ganas de abrir los ojos llegaron, pero quería seguir escuchando
más, sobre todo al reconocer la otra voz.
«¡Era el caliente doctor de D!»
Obvio que lo supe, pero ¿qué hacía ahí?
—¿Estará bien? —Traté de controlarme para que la máquina conectada
a mí no me delatara, luego de escuchar la pregunta formulada por una voz
que reconocía a la perfección.
«Papi LuzBel había llegado».
El idiota había llegado.
«¡El ex y aún caliente Chico Oscuro estaba ahí!»
Imaginé a mi conciencia brincando y aplaudiendo cargada de emoción.
—Lo estará, LuzBel, ella ha dejado de correr peligro desde el momento
en que saqué ese dispositivo de su cabeza —respondió el doctor D'angelo
en su papel de profesional—. Ya no hay dispositivo, ya no hay chip, ya no
hay peligro. Tuvimos suerte de encontrarla a tiempo, un minuto más y
estaría haciéndole compañía a tu hermana.
«¡Auch!»
—¡Maldición! Me gusta que seas sincero, pero ten más tacto, gilipollas
—se quejó LuzBel, lo apoyaba en eso.
«Ellos se tenían mucha confianza».
Lo noté.
—¿Cuándo podré llevármela? —la pregunta de Caleb provocó que
LuzBel riera, el imbécil aún se creía con derechos.
—Esa pregunta la tendría que hacer yo, es mi mujer y saldrá de aquí
conmigo —espetó y me indigné en demasía.
«¿Qué se creía el cobarde ese?»
Yo no era su mujer.
—Ella es mi amiga y estaba conmigo para huir de aquí —respondió
Caleb en susurros.
—Si deseáis pelear hacedlo afuera, debo revisar a Isabella —Sentí al
doctor tomar mi mano para así checar mi pulso y tuve que actuar
demasiado bien para que no me descubriera—, así que, por favor dejadme
solo con ella —pidió.
—¡Estás idiota si crees que lo permitiré! —¡Mierda! Odiaba cuando
LuzBel se ponía todo cavernícola.
«¿Por qué actuaba así con el doctor? No tenía derecho».
Ninguno.
—Caleb, sé que este imbécil se vuelve como un animal cuando quiere
marcar su territorio, así que te pido de favor a ti que salgas, confío en que
seas más gente que él —habló el doctor, exasperado y por la manera en la
que se trataban, sentí mucha curiosidad de averiguar el porqué de tanta
confianza.
Deseé que Caleb fuese gente también y saliera.
—Bien, pero estaré aquí de nuevo tan pronto como usted salga —avisó
y escuché sus pasos cuando se marchaba.
El doctor D'angelo siguió con su trabajo y casi me muero del susto
cuando me alumbró los ojos con una linterna, me iba a descubrir y no
deseaba ver a LuzBel en esos momentos, me sentía muy mal de la cabeza
y no iba a poder defenderme verbal y físicamente estando en aquel estado.
—¿Cuándo vuelve Dom? —preguntó el doctor a LuzBel.
—Espero que pasado mañana, necesito que esté aquí para hacerse cargo
de sus mierdas y no me veas así, bien sabes a lo que me refiero —aclaró
algo de lo cual no tenía idea—. Yo podría poner eso en su pecho por ti —
se ofreció cuando sentí que el doctor colocaba algo helado en mi pecho y
escuché que rio bajo por la propuesta de LuzBel—, no me agrada que la
revises tú.
—Pues te jodes, soy su médico y te aguantas —aclaró él con seguridad.
—Espero que no olvides que solo eres eso —advirtió el ególatra y casi
ruedo los ojos por ser tan exagerado.
En primera porque Fabio D'angelo solo estaba haciendo su trabajo y
segundo, porque LuzBel desde hace mucho perdió su derecho en mí.
Después de eso se quedó en silencio y dejó que el doctor hiciera su trabajo,
hablaron acerca de mi salud y supe que tanto Tess y yo fuimos víctimas de
Lucius y su organización, las dos teníamos un dispositivo en la cabeza que
nos provocaría hasta la muerte si ese mal nacido lo hubiese deseado,
aunque por algún motivo no funcionó en mí como en Tess, con eso
agregado a mi lista, menos me arrepentía de haberlo asesinado y se
merecía más que un cuchillo clavado en su inmundo cuello, pero las
circunstancias jugaron a su favor y tuvo una muerte rápida.
Caleb había sido contactado por Darius y le explicaron el peligro que
corría si no era intervenida de inmediato ya que, Brianna Less poseía un
interruptor con el cuál se estaba vengando de mí y provocando aquellos
terribles dolores, al final y como lo dijo Caleb en su momento, él no me
estaba traicionando, solo hizo algo que yo necesitaba y que sabía que no
haría si me lo pedía por las buenas.
«Sabía lo terca que eres».
Y lo cegada que estaba por la ira.
—LuzBel, alguien inesperado ha llegado —Escuché a Darius llegar y
decirle.
—No estoy para nadie —bufó él.
—¿Ni para tu rubia favorita? —dijo una voz femenina y la tensión se
hizo palpable en la habitación.
—¿¡Hanna!? —inquirió él y el asombro en su voz se notaba.
—¡Oh, Elijah! Qué bueno es verte bien —Sin aguantar más abrí los
ojos y vi cuando la chica llegó hasta a él y lo abrazó con fuerza, LuzBel se
quejó de dolor, pero devolvió el abrazo y...
¡Mierda! Ella lo llamó por su nombre. ¡Maldita sea que sí!
—¡Dios! Ángel, cuando supe de tu atentado no pude quedarme en casa,
tenía que verte y comprobar que estabas bien —siguió la estúpida esa y le
acarició el rostro, el imbécil sonreía como idiota y odié haber abierto los
ojos y presenciar semejante escena.
—Estoy bien, rubia loca, no debiste haberte arriesgado así —la regañó
con ternura.
«¡Con maldita ternura!»
Él le pidió que salieran y volví a cerrar los ojos, le dijo al doctor que
volvería pronto y se fue con la tipa esa. No sabía qué me enfurecía más, sí
que lo haya llamado por su nombre, que él devolviera el abrazo, que me
dejara para irse con ella, que la tratara con ternura o que...
«La maldita lo llamara ángel. ¿¡En serio!?»
—Ya puedes abrir los ojos —pidió el doctor.
¡Mierda!
Eso era lo que me faltaba, que el doctor haya sido testigo de mi
ridiculez por culpa de un idiota que no se merecía que actuara así,
suficiente tenía con todo lo que me hizo, con todo lo que me engañó como
para echarme encima los celos que sentí al verlo con esa tipa.
«Debíamos darle una excelente razón a esa rubia idiota para que se
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suicidara».
Jamás en mi vida estuve tan de acuerdo con mi conciencia y no iba a
darle trece, le daría una sola si no es que yo la mataba antes.
—¿Desde cuándo supo que había despertado? —inquirí hacia el doctor
dejando entre ver mi rabia.
—Desde que tomé tu pulso y estaba acelerado —respondió con una
sonrisa divertida, me hubiese avergonzado más, pero mi ira era épica.
—¿¡Qué hace aquí!? ¡Dios! Doctor, usted dejó solo a mi hijo —
reclamé, me estaba desquitando con él y eso era muy injusto.
«Sin contar con que tú, que eras la madre, lo dejó solo primero».
¡Puf! Y todo por una maldita venganza.
—Sí, lo dejé solo para salvar a la madre —señaló y me llevé una mano
al rostro, me sentía frustrada—. Myles y Eleanor me pidieron venir con
ellos para atender a su hija, el maestro Baek Cho me avisó que tu corrías el
mismo peligro que ella, así que heme aquí —Con ayuda de él me senté, no
hablé durante un rato porque necesitaba calmarme.
—¿Ya conocía a ese cobarde? —pregunté y señalé hacia afuera de la
habitación en alusión a LuzBel.
—Desde hace tres años y antes de que digas algo, jamás supe que tú
eras su mujer y los gemelos sus hijos. Para mí, vosotros y él, erais
personas que no tenían nada que ver —aclaró y pensar en mis niños me
hizo creer que LuzBel quizá ya sabía de ellos.
«Y el doc. dijo que eras mujer de LuzBel».
Cierto.
—No soy mujer de nadie —aclaré tajante— ¿Usted le dijo algo a
LuzBel de mis hijos, de Daemon sobre todo?
—Claro que no, señora White, él no sabe de ellos. Por lo menos, no por
mí.
—No me llame señora —pedí.
—Tampoco usted me llame doctor ni me trate de usted —contraatacó,
en otras ocasiones él ya me había pedido lo mismo, pero me rehusé a
hacerlo.
«Eras una idiota».
Deseaba mantener el respeto, que es muy diferente.
—Dejaré de tratarlo así solo si me ayuda en algo —propuse al llegarme
una idea a la cabeza.
—Eso es chantaje —aclaró y sonrió.
—Sácame de aquí sin que nadie lo sepa —solté y me miró con asombro
—. Por favor, Fabio, necesito irme y llegar a mis hijos —Lo vi negar y me
decepcioné.
—No sé por qué mi nombre se tiene que oír tan bien dicho por ti —
susurró sin dejar de verme a los ojos y vaya que me intimidó y casi hizo
que me sonrojara.
—Ayúdame, Fabio —repetí siendo una perra.
Suspiró profundo.
—Me iré pasado mañana en un vuelo privado —anunció—. Te ayudaré,
pero hablarás con LuzBel —Negué varias veces—, él es mi amigo y antes
de que otra cosa pase quiero que lo escuches y ya luego tomas tu decisión.
Si decides irte, entonces te ayudaré a que nadie te encuentre —propuso,
me llevé la mano al cuello en señal de frustración y sentí la gasa que
cubría mi incisión en la parte de la nuca.
No dije nada y le pedí que se marchara, prometiéndole que iba a pensar
su propuesta.
«Ese guapo salió muy listo».
Demasiado diría yo.
Elijah
Cuando pensé en hablar con Isabella y aclararle todo lo que pasó
durante mi tiempo como Sombra, me imaginé todos los escenarios
posibles que podían suceder, incluso creí que iba a ser necesario
amarrarla, encerrarla si era posible, pero me escucharía, estaba decidido.
De todos esos escenarios, jamás estuvo incluido el que sucedió.
Rabia, decepción, celos, dolor, miedo, felicidad, sorpresa, agonía, etc.
La lista seguía con todos los sentimientos que se arremolinaban en mi
interior y ninguno era más fuerte o débil que el otro, cada uno me
desgarraba la poca alma que creí tener. Mi mundo se desmoronó en
cuestión de segundos, iba en picada hacia lo profundo y nadie me podía
detener, ni siquiera yo mismo deseaba hacerlo.
Me cuestioné en esos momentos porqué odiaba tanto a Elliot, no era
solo por acostarse con Amelia y hacer que la mataran, se debía más a
saber que era mejor persona que yo y al final las mujeres que estuviesen a
mi lado, se darían cuenta. ¿Por qué me pegó tanto que Isabella me
confesara haberse acostado con él? Estaba fácil responder, para mí esa
mujer era única, pues ella desde un principio no me dejó a mí para estar
con Elliot sino al contrario, aunque al final regresó a su lado y eso dolía
más que una cuchillada en el corazón.
Entonces comprendí por qué no maté a ese imbécil al tenerlo frente a
mí, con el arma frente a su rostro. No la saqué solo para que me tuviese
miedo como Isabella dijo, iba a matarlo y esa vez no me detendría, pero
me contuve y no fue porque Alice se pusiese frente a él para defenderlo,
tampoco porque Isabella disparara cerca del cráneo de Hanna, o porque me
amenazara con ella si yo mataba a su puto amante, no. No fue nada de eso,
fueron las palabras que Elliot dijo, él y la Castaña se revolcaron porque
ambos lo desearon y supe que no solo el imbécil era culpable y a mi mente
llegaron las palabras que me dijo años atrás.
«La culpa no es del tercero, nadie se mete donde no lo dejan».
Esas mismas palabras que le repetí cuando me follé a quien en ese
entonces había sido su novia. El karma llegó como un hijo de puta y dolía
que Isabella hiciera lo que hizo porque así lo deseó, como ella un día lo
dijo «entre sus piernas se metía quién ella quería» y quiso que Elliot
estuviese allí, disfrutando de lo que yo ya sabía que era muy adictivo.
Y como la hija de puta que era me lo restregó en la cara, frente a
testigos para que quedara claro.
—¿Me llamas zorra porque me entregué a otro hombre que no eras tú?
¿O lo haces porque jugué tu juego, pero perfeccioné tus técnicas? —
preguntó incrédula, dolida e irónica.
La miré aún con más incredulidad y oculté el dolor.
—Porque entonces también fui zorra por entregarme a Sombra —
aseguró, era estúpido que dijera eso, cuando sabíamos a la perfección que
fue conmigo con quien se acostó siempre— ¡Ah! Aunque recuerda que yo
fui clara con él, Sombra sabía que no era mi dueño, le aseguré que
obtendría mi cuerpo, mas no mi corazón. Infinidad de veces le dije a la
cara que entre mis piernas se metía el que yo quería, incluso te lo dije a ti
cuando nuestro estúpido juego inició —recordó lo que yo ya no podía
olvidar y quise decirle que nada de aquello fue estúpido, pero callé— y si
por eso soy zorra entonces tú qué eres, si también te follaste a Amelia y a
Hanna, si desde que te conocí no hiciste más que restregarme en la cara las
mujeres que te tirabas.
Ella no sabía nada y ya no estaba seguro si quería que lo supiera.
—¡Hasta embarazaste a la primera! —volvió a gritar, mi respiración
era agitada y dificultosa y no se debía solo a que mi herida estaba
sangrando y doliendo como la mierda.
La veía y por primera vez desde que la encontré estaba viendo a la
mujer en la que se había convertido, la mujer que muchas veces me
demostró ser siendo yo Sombra y la misma mujer que me rehusé a ver.
—Una vez, White. Una puta vez follé a Hanna, a ambas —mascullé.
«Y desde que me acosté contigo no hubo otra», quise agregar, pero no
valía la pena.
—Y a diferencia de ti, no disfruté ninguna de esas veces y no lo digo
por limpiarme de culpa sino porque es mi maldita verdad —ya no grité,
estaba en un punto en el que no me importaba defenderme, explicarle o
que me explicara nada.
Me miró buscando una pizca de mentira en mis ojos, pero no la
encontró; ella tenía mucha razón en algo: jugó mi juego, perfeccionó mis
técnicas y lo hizo suyo, me superó en demasía. Muchas cosas pasaban por
mi mente en esos momentos, las malditas manos de Elliot en el cuerpo de
ella era lo que más me atormentaba y traté de controlarme como nunca en
la vida lo hice, mas no lo logré. Me ganó el coraje, la decepción, los celos,
la frustración y mis siguientes palabras fueron pronunciadas a causa de
todo eso, de todo lo que tenía atorado en la garganta.
—Tenías miedo de que te viera con asco después de lo Derek —Sus
ojos se abrieron demás al recordarle semejante mierda. Sí, ese era un
golpe bajo, mas no me detuve—. Jamás pasó eso, Isabella, porque tú no te
lo buscaste y, aunque te lo hubieses buscado, no merecías tal cosa ni mi
hermana ni Elsa —aseguré—, pero mira cómo te veo ahora después de
saber lo que hiciste toda una semana con Elliot, por tu propia voluntad,
con tu maldito gusto, porque quisiste.
Vi cómo le dolieron mis palabras e intentó dejar de verme. No la dejé,
le tomé el rostro con una sola mano y la presioné con fuerza obligándola a
verme a los ojos.
—Me das asco —mascullé haciendo énfasis en cada sílaba y luego la
alejé de mí con brusquedad, no sin antes recibir una fuerte bofetada de su
parte que me hizo girar la cara, aunque no dolió nada en comparación a sus
actos y confesiones.
Había llegado el momento de dejar de ser un blando, ser un hijo de puta
siempre se me dio mejor y ahorró muchos problemas. Decidí irme
entonces, dando por finalizada nuestra conversación.
—¿¡LuzBel!? —me llamó cuando iba cerca de la puerta, antes odié que
me volviese a llamar así, en esos momentos hasta lo agradecía. La miré
sin decir nada— Cuando Sombra me propuso acostarme con él, lo pensé
demasiado antes de hacerlo porque le guardaba luto al hombre que amaba,
lo hice por tanto tiempo que todos me llegaron a creer una idiota estancada
en el pasado.
Dolido, traicionado, humillado y todo, pero me molestó escucharla
hablar en pasado.
—Cuando decidí acostarme con Elliot pensaba que ese mismo hombre
seguía muerto —La miré perplejo—. El día que creí alucinarte fue la
primera vez que volví a hacer el amor después de tres años. Siempre me
negué a darme una oportunidad con alguien que no fueses tú, aunque me lo
merecía. Y mira que ironía, esa alucinación me hizo aceptar la realidad y
propuesta de Sombra, pero te juro que nada de eso habría pasado si yo
hubiese sabido que tú vivías —Rio irónica y sentí una gran opresión en el
pecho—. Sé que mis manos no están limpias porque tropecé y las apoyé
varias veces en el lodo, en la mierda en la que se convirtió mi vida después
de perderte, mas todo lo que hice fue porque te creí muerto —repitió y
sonrió con tristeza— ¿Por qué las hiciste tú? —cuestionó satírica y sabía a
dónde quería llegar.
Fue por debilidad, frustración —ganas en el caso de Hanna—, por
obligación, porque jugué mal un juego y todo se volvió en mi contra, esas
fueron las razones por las que me acosté con Lía y para mi maldita suerte,
pasó el día en que Isabella me encontró en aquella oficina. Pero jamás lo
disfruté y como si fuese una mujer, me sentí sucio después de haber tenido
mis manos en un cuerpo que no era el de ella y culpable durante días tras
haber hecho tal cosa. Sin embargo, jamás lo sabría, Isabella nunca
escucharía eso; no, luego de saber que, a diferencia de mí, ella sí disfrutó
el estar con otro.
Mi silencio le dio a entender que no tenía una respuesta, por lo menos
no, una que fuese a entender en aquel momento; negó con fastidio y
entonces fue ella la que caminó hacia la puerta pasando por mi lado.
—No te duele que me haya acostado con Elliot porque sientes algo por
mí, te duele porque hirió tu ego, tu orgullo —escupió asqueada de mí—.
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Le haces tanto honor a tu apellido —masculló decepcionada y se marchó.
Y estaba totalmente equivocada, me dolía porque de un segundo a otro
mi todo se convirtió en nada, no por haber herido mi ego.
Aun así, ahí estábamos de nuevo, dos personas cegadas por la ira, el
ardor de la traición y la ignorancia y ni ella ni yo daríamos nuestro brazo a
torcer. Isabella podía tener razón en muchas cosas, cuando las gritó con
tanto dolor me hizo sentir una mierda peor a cómo me sentí por tantos
años al tenerla lejos de mí, al mentirle en la cara con el único propósito de
protegerla y entendía que se sintiera de esa manera o que me tratará cómo
me trató, pero no podía juzgar si no sabía lo que yo viví. Morí por ella y
también por las pequeñas copias que llevaba en su vientre aquel día, en
ningún momento comprendió que no solo la salvé a ella, salvé también a
mis... a mis hijos.
Mis hijos.
Se sentía tan extraño pensar tal cosa, era lo único bueno que resultó de
nuestra pelea. Que me confesara que esos chavales eran míos hacía que
valiera la pena haber terminado con mi herida abierta y no me refería a la
de mi abdomen, hablaba de la que ella misma me hizo en el pecho el día
que se marchó a California con Elliot, el día que muy en el fondo supe que
se iba a entregar a él.
Y no pude evitarlo.
Isabella
Estaba en la habitación del hospital y grité con todas mis fuerzas,
necesitaba sacar de alguna manera la frustración y decepción que me
hacían pedazos en el interior.
—Eres zorra porque quieres.
—Me das asco.
—No vale la pena matarte por nada.
—Ella ya sabía a mí.
Tomé una jarra con agua y la estrellé en la pared haciendo que el yeso
de ella se hundiera. Cada maldita palabra se repetía en mi cabeza,
torturándome una y otra vez como unas jodidas perras.
«Las palabras mataban».
Y casi lo compruebo.
—¡Ya, Isabella! ¡Para! —me gritó Fabio y lo fulminé con la mirada.
Era mejor que nadie se metiera conmigo en esos momentos.
—¡Para eso querías que hablara con el imbécil de tu amigo! —reproché
y esa vez un frasco de vidrio que contenía quien sabía qué, se estrelló en la
pared.
Mi mano ya se movía con vida propia, pero no me importaba, solo
quería dejar de sentir lo que estaba sintiendo, la cabeza me dolía al igual
que el pecho y la garganta, todo por la presión que las lágrimas hacían al
intentar salir, las mismas que me negaba a derramar.
—Tampoco es mi culpa que ambos seáis tercos y egoístas —se
defendió.
«Tenía razón».
¡Tú tenías que callarte!
—¡No era el momento! ¡No lo era, Fabio! Me conozco y también a ese
imbécil ¡Yo sabía que no llegaríamos a nada! A parte, viene aquí con su
amante —señalé con ira, con unos celos malditos que no sentí quizá ni por
Amelia— ¿¡A quién en su sano juicio se le ocurre tal cosa!? ¡Ah! Sí, a ese
cobarde de mierda.
Sabía que gritaba como una posesa, me desquitaba con quien no tenía
culpa y solo quería salir detrás de LuzBel y matarlo con mis propias
manos, pero esa vez asegurarme de que no volviese a abrir los ojos. Estaba
exagerando todo, era consciente de eso, mas no podía evitarlo, no podía
evitar todo lo que sentía, lo que me atormentaba.
—Ella no es su amante —habló tranquilo.
Odié como nunca que lo defendiera, sentí que me estaba haciendo ver
como una arrebatada y no lo era, esa maldita me restregó en la cara el
haber estado con LuzBel, que hicieron el amor cuando conmigo jamás lo
hizo; lo peor de todo fue que LuzBel no lo negó, en ningún momento dijo
que era mentira, jamás salió de su boca el decir que sí follaron, pero que
no hicieron el amor.
Pocas veces llegué a sentirme tan insegura como en esos momentos, la
determinación en los ojos de Fabio al decir que esa mujer no era amante
del maldito Tinieblo me lastimó, porque entonces tal vez era algo más y
siendo una total demente me dejé ir contra Fabio, quería callarlo, matarlo
por haber dicho tal cosa, por haberme hecho creer algo diferente, algo que
dolía peor.
«¡Mierda! En serio estabas poseída».
Y como si se tratase de una película en la que yo era una inexperta,
Fabio me tomó del brazo que alcé para atacarlo y de paso cogió el otro
para enredarme en ellos con una agilidad que me dejó idiota, mi espalda
golpeó su duro pecho y chillé cuando hizo más presión de la que
necesitaba hacer.
—¡O te calmas o te calmo! —amenazó hablando en mi oído. Su aliento
rozó mi cuello y eso junto a la sorpresa de su acto, me dejaron quieta,
respirando con dificultad, con el corazón acelerado y las lágrimas a punto
de salirse de mis ojos.
«Olvidaste que el doctor caliente sabía defenderse».
—Tú y él necesitáis ser encerrados en una habitación y que os matéis si
es necesario, pero que habléis de una buena vez y aclaréis tanto enredo —
espetó, me removí entre sus brazos e hizo más presión logrando que de
manera inconsciente, mi trasero rozara su bulto.
—Te estoy sintiendo —dije.
—Quiero que me escuches, no que me sientas —aseveró, él no sabía a
qué me refería.
«¡Pues tenías que decírselo!»
—Fabio, siento tus caderas en mi trasero —aclaré intentando ser
discreta.
—¡Mierda! —murmuró, sirvió para que aflojara su agarre y me dejase
ir.
Sabía que mis mejillas estaban rojas, ya no era solo por la ira, esa había
disminuido después de semejante bochorno y no quería verlo a la cara.
—¡Lo siento! —dijimos ambos al mismo tiempo y nos reímos de la
situación.
—No medí la cercanía —se excusó y negué.
—No debí hacer lo que hice desde un principio —me excusé y él me
regaló una sonrisa cálida.
Suspiré fuerte.
«Yo también».
Yo tenía la excusa de estar harta de lo sucedido, tú por zorra.
«¡Auch! Eso dolió, Tiniebla».
Negué, estaba actuando igual que el idiota.
—Tenías razón, Isabella. No era el momento de que hablaras con
LuzBel, siento mucho eso, pero ten en cuenta que lo conozco más a él que
a ti y tuve la estúpida deducción de que vosotros erais polos opuestos y,
por lo tanto, uno sería fuego y el otro agua —Se rio de sí mismo al decir
aquello, yo en cambio sentí un sabor amargo al escucharlo—. No contaba
con que ambos fueseis polos iguales y en lugar de calma, habría
destrucción —supe que no hablaba solo de la habitación hecha un desastre.
«Su metáfora era tan certera».
Para mi desgracia sí y creí que, por lo mismo, LuzBel y yo jamás
funcionaríamos.
No pensé cuando estuvimos juntos, me dejé llevar por la rabia, el dolor,
la traición, la decepción, la frustración, por todo. Olvidé la enseñanza
primordial del maestro Cho, la misma que Lee-Ang me repetía siempre
que hablábamos: permití que mi lengua se desconectara de mi cerebro en
el momento que enfurecí.
LuzBel se enfadó cuando la molesta debía ser yo, Hanna me provocó de
una manera que jamás debió hacerlo y me di cuenta de que al final yo era
igual al tipo que en esos momentos deseaba odiar con todo mi ser.
No lo quería conmigo.
«Pero tampoco con otra».
Así de estúpida estaba siendo.
Mas no podía evitarlo, muy en el fondo el amor que le tenía luchaba por
sobrevivir, en lo profundo de mi ser sabía que tenía una explicación para
darme, una que a lo mejor cambiaría todo, pero ya no quería que cambiara
nada, sobre todo después de saber que Amelia esperaba un hijo suyo, de
que estaba con su amante y menos, luego de que me tratara como zorra y
mirase con asco.
«Eso fue lo peor».
Él podía ofenderme por estar dolido, pero dijo cosas que me marcaron
peor que el hierro en mi vientre; me dolieron casi igual que cuando lo creí
lo muerto y me destrozaron de una manera inimaginable. Lo conocí siendo
un hijo de puta, lo acepté de tal forma porque de cierta manera y muy en
mi interior, siempre supe que jamás me dañaría con sus palabras, no lo
creía capaz y me equivoqué. Su orgullo herido era peor que una bala
perdida y esa dio justo en mi corazón.
—Dame tu pasaporte, te irás conmigo mañana —musitó Fabio,
logrando que lo mirase a los ojos y saliera de mis pensamientos. Recordé
que mis cosas aún estaban en el apartamento de LuzBel, incluido mi pase
de salida.
—Te lo daré más tarde —aseguré y asintió— ¿Puedo salir del hospital?
—cuestioné y se quedó serio.
—No lo hagas sola —aconsejó—, te sacaré de aquí porque no estás
teniendo la recuperación correcta y lo que te pasó fue grave, Isa.
—¿Por qué no sufrí lo mismo que Tess? —Lo vi tensarse al preguntar
eso. Esa duda me carcomía y no es que hubiese deseado correr con la
misma suerte.
—En primera, porque te fuiste del país y los alcances del dispositivo no
cruzan el continente —dijo y comprendí porqué solo cuando estaba ahí los
dolores aparecían—. Segundo, porque LuzBel te protegió con un chip que
contrarrestaba el efecto —Me senté en la camilla, ya sabía aquello, pero
escucharlo después de todo lo que pasó, dolía.
—¿Por qué Tess no tenía uno igual? —inquirí.
—Porque solo existía un único chip, eras tú o ella —Sonrió y juro que
intenté descifrar su sonrisa, mas no pude— y creo que imaginas a quién
escogió —ironizó, me lo explicó como si yo fuese una estúpida. En otro
momento habría replicado, en otro, porque en ese me quedé anonadada.
Vi salir al doctor de la habitación, no dije nada, solo me tiré sobre la
camilla y me quejé de dolor al lastimar mi operación, fue instantáneo y
pasó, así como llegó. Hubiese deseado que el de mi corazón también
pasara así de rápido, pero era mucho pedir.
De nuevo todo comenzó a reproducirse en mi cabeza, era tan irónico
cómo el amor se parecía tanto a un hilo de coser, cómo ese hilo era una
barrera tan fina entre el amor y el odio, un muro tan frágil que cuando se
rompía, no había más que hacer. Comprendí cuán cierto era eso de que las
palabras dañaban más que los golpes, más que las heridas, lo estaba
viviendo en aquel momento; LuzBel me hirió y lo herí, lo peor es que
también me llevé entre las patas a Elliot y a Alice, provoqué un daño
colateral sin pensarlo y me arrepentía.
Por eso quise hablar con Alice al verla discutir con Elliot, creí que lo de
ellos no era serio y tarde descubrí que ambos iniciaron una relación, Alice
terminó con su novio para poder estar con Elliot y lo que pasó entre
nosotros fue antes de eso, pero igual le dolió y la comprendía, yo más que
nadie en el mundo comprendí su dolor.
«Lo estabas viviendo».
—Te juro que nada habría pasado si ya hubieseis estado juntos —
aseguré cuando fui a buscarlos después de mi trágica discusión con
LuzBel, pero no le importó.
—¡No eres más que una egoísta, Isabella! —gritó.
—Preciosa, cálmate —pidió mi ángel hacia ella y tuve envidia de aquel
momento, no de que Elliot me tratara a mí de esa forma, sino más bien al
desear que la persona que amé tanto, fuese si quiera un poco de esa
manera.
«Tuviste a Elliot a tus pies y lo cambiaste por un cabrón».
¡Auch! Estaba consciente de eso, pero el corazón muchas veces decidía
solo.
—¡Preciosa y una mierda! —gritó ella— Los dos sois iguales, no os
importó el daño que causarías con tal de quitaros las ganas que os traías y
sí, tal vez no éramos nada en ese momento, pero ya nos habíamos acostado
—Iba a hablar cuando me calló—. Quizá tú no ibas a respetar
a Sombra, pero eso no significaba que te tenía que importar una mierda lo
que yo iba a sufrir, ya que sabías lo que pasaba entre nosotros —Negué
frustrada y bufé, tenía razón y no se lo iba a negar— No sé porque te
quejas de LuzBel, cuando está claro que eres igual o peor que él.
—Tampoco te pases —dije intentando mantener la calma.
—¡Lo eres! ¡Maldita sea que eres peor que él! LuzBel jamás te quiso
restregar en la cara lo que hizo con Hanna, fue ella, no él —siguió gritando
como loca, defendía su dolor y también justificaba a su amigo—. Tú en
cambio disfrutaste el decirle que te revolcaste como una cualquiera con tu
ex —Sin pensarlo llegué a ella, me detuve cuando Elliot se metió entre
ambas, sus últimas palabras me provocaron un mal sabor de boca y una
terrible picazón en los puños.
—No, Isa —pidió él—. Sabes que en parte no miente —añadió y lo
fulminé con la mirada—, pero tampoco es una cualquiera, Alice —le
aclaró—. En todo caso, ella solo cedió a algo que yo inicié —la enfrentó y
vi cuánto le dolieron sus palabras—. Pero estoy contigo y quiero estar
contigo, no con ella —soltó. No me dolió, sin embargo.
Elliot estaba en su derecho y, aunque yo lo quería como mi amigo y por
lo que en su momento fue, jamás nada sería como antes y él merecía una
mujer que lo amara de la misma manera que él amaba.
«¿Confiabas en que esa fuera Alice?»
Sí, y más cuando intuía que Alice no fue tocada por LuzBel y era eso lo
que quería para mi ex, una mujer que fuese solo suya, sin que antes fuera
de su enemigo.
Elijah
Marqué incesantemente el número de Isabella, no respondía y seguí
insistiendo hasta que escuché el sonido de cuando descolgó.
—No se te ocurra irte —mascullé y la escuché respirar fuerte.
—Es lo mejor —alegó y negué como loco.
—Dijiste que hablaríamos cuando estuviese sobrio, lo estoy y tú
prometiste algo —espeté— ¿Cumples tus promesas? —cuestioné y bufó.
—Cumplo igual que tú —masculló— ¿Recuerdas el día que tomé la
droga, el día que creí alucinarte y prometiste que hablaríamos? —atacó y
me llevé la mano a la cabeza.
¡Mierda!
—Vamos, Bonita —me quejé.
—¡No! Bonita y una mierda, cumpliré mi promesa igual que tú, jugaré
a tu manera —recordó y maldije por milésima vez. Por qué tenía que estar
tan hecho mierda por ella, esa mujer sabía cómo manejarme y vaya que lo
odiaba.
—Bien, como quieras. Solo recuerda que tienes algo mío y voy a ir en
busca de ellos —amenacé—. Tú no eres mía, perfecto —decirlo me
amargó la existencia—, pero esos clones lo son y los voy a conocer, te
guste o no —sentencié y luego corté la llamada.
Tiré el móvil y lo hice rebotar en la cama, era un alivio que el piso
estuviese recubierto por alfombra, así no se jodía el maldito aparato al
aterrizar ahí. Me dolía la cabeza, tenía el estómago revuelto y ni siquiera
sabía dónde estaba Hanna o cómo se había ido y no me importaba en
realidad, me valía una mierda ella y todos, mi cabeza solo era ocupada por
una castaña terca y unas pequeñas copias a las cuales quería ver. ¡Pero no!
No se me iba a hacer.
Estaba jodido.
Bien jodido.
El día anterior quise follar a Hanna, la chica estaba dispuesta a que
jugara con ella como a mí se me antojara, incluso me la iba a chupar
encantada de la vida cuando se lo propuse y justo cuando la vi de rodillas,
no pude seguir... ¿Por qué? Por esa bruja loca que decidió aparecerse en mi
cabeza en aquellos instantes, recordando la primera vez que me hizo tal
cosa y ya no quería a una rubia intentando hacer eso, quería a una castaña
y no estaba.
¡Jodidamente no estaba!
Me enfurecí tanto que, en un intento por emborracharme más, derramé
el whisky de la botella sobre Hanna, chilló con sorpresa y no hice más que
reírme.
—¡Mierda! Lo siento, rubia —dije sin sentirlo—. Estoy demasiado
borracho y creo que necesito descanso y no esto —mentí y me miró
avergonzada, estaba empapada del líquido marrón—. Déjame descansar un
rato, si gustas date un baño —ofrecí y se abrazó a sí misma.
—¿Dónde está tu recámara? —Fruncí el entrecejo al escucharla— Para
tomar el baño —explicó y negué.
Mi recámara no era lugar para ella. Ni siquiera mi apartamento lo era,
pero cuando la cabeza se me llenaba de mierda, no analizaba las cosas
hasta que ya la había cagado.
—Ahí está el baño de las visitas —Señalé hacia una angosta puerta
blanca—, hay toallas también, puedes ducharte en él —Asintió y la vi
caminar.
Me fui a mi habitación y me tiré sobre la cama, estaba siendo un
imbécil con Hanna y lo mejor de todo es que me valía una mierda, la droga
me había ayudado a dejar de sentir dolor, pero en cambio sentía
desesperación, deseo por tener de nuevo a la mujer que me causó aquel
estado, justo en esa cama, haciendo que se volviera loca de placer y
olvidando cualquier recuerdo que tuviese de otro imbécil.
«Vaya hijo de puta el que había vuelto». Pensé con burla hacia mí
mismo.
LuzBel fracasó en su intento por volver y me reí de ello como un
completo demente; Isabella White supo cómo enterrar al cabrón que fui
antes de ella y aceptaba cuánto me había enseñado esa mujer. Fácilmente
bajó mis escudos y los destruyó para que no volviese a colocarlos.
Tomé una ducha para espabilarme un poco y al salir del cuarto de baño
me encontré a Hanna, con una diminuta toalla cubriendo su cuerpo
desnudo. «Habría deseado conocerte en otros tiempos, Hanna Blair»,
pensé, pero por muy bella que fuese, no cometería el mismo error dos
veces.
—Toqué y como no respondiste, entré —se excusó—. Me preocupas,
Eli... LuzBel —dijo angustiada, corrigiéndose al casi llamarme por mi
nombre.
—No te preocupes, no es la primera vez que estoy drogado.
—Pero sí dolido —La miré serio al recordar aquello—, pasará, sin
embargo, y que bueno que no pasó nada entre ambos hace un rato —Me
miró arrepentida—. No era correcto que me dejase usar y tampoco que me
uses —Simplemente asentí, claro que no era correcto— y quiero pedirte
una disculpa por haberle dicho a Isabella lo que le dije—Y vaya que la
cagó, aunque eso hizo que también yo abriera los ojos—. Ella es muy
hermosa —siguió y apretujó la toalla en su cuerpo—, decidida, fuerte,
intimidante y hasta desquiciada cuando la provocan —añadió y reí, la
describió muy bien—. También es terca igual que tú y por lo mismo no
será fácil para ti.
—No quiero que sea fácil —confesé—, con ella nunca nada ha sido
fácil y en estos momentos no sé si quiero que algo se arregle entre
nosotros; sé que le fallé, ella me falló y sí, puede que no supiera que
estaba vivo.
—No lo sabía —aclaró ella.
—Pero igual duele saberla con otro —seguí y asintió.
—Lo imagino —musitó triste. No, no lo imaginaba.
—¿Tú has estado con alguien más después de mí? —pregunté sin
pensarlo, se sonrojó y lo noté a pesar de la distancia, negó tímida.
—No, después de lo que me pasó con aquel viejo asqueroso —recordó y
sentí una punzada de culpabilidad— prefiero el recuerdo de lo que sucedió
contigo —confesó y la observé.
—Te daré una camisa mía y meteremos tu ropa a lavar —dije de pronto,
deseando acabar aquel tema, asintió sin rechistar, todo era fácil con
Hanna, nunca ponía un pero, eso me gustaba y aburría a la vez.
Salí con ella de la habitación y entonces pasó lo que no quería que
pasara.
¡Demonios!
Isabella estaba ahí y deduje que nada bueno pasaría, el dolor volvió al
verla, la ira y decepción, la traición se sentía peor que antes y más al ver
su manera de mirarme, a ella ni siquiera le afectaba descubrirme con
Hanna e imaginar algo que no sucedió, le importaba una mierda y me sentí
estúpido. Quise entonces retomar mi papel y fingir que disfrutaba lo que
pasaba, por lo mismo la provoqué y dije cosas estúpidas hasta que de un
momento a otro, su indiferencia me golpeó como jamás creí que iba a
hacerlo, su frialdad superaba a la mía y al percatarme de la determinación
en sus ojos, me asusté.
La iba a perder.
Y entonces me di cuenta de que no podía sentir asco por ella, entendí
que si se iba estaría perdido. No dije lo que dije por la droga, así hubiese
sido un jodido marica en esos momentos, lo que expresé lo sentía y sí, la
droga me daba el valor que lúcido me faltaba, pero no mentí. Noté que
Isabella estaba celosa, lo comprobé cuando dejó caer sus escudos, eso me
alegró porque significaba que la vieja White seguía en su interior y por
unos segundos la vi. Estaba ahí, mi chica inocente, el ángel que corrompí
seguía en su interior, protegiéndose bajo la coraza de una diabla y era tan
poderosa que la ocultó en un santiamén, volviendo a ser la misma,
tornando todo muy difícil para mí.
—Tú amas a Amelia —soltó y casi me fui de culo.
¿En serio creía aquello? Ni siquiera me permitió terminar de hablar, me
cortó de pronto con semejante estupidez y me dejó más estúpido a mí al
ver lo fácil que era para ella deducir siempre solo lo malo.
—No solo estabas con ella porque te dará un hijo, es porque todavía
sientes algo y aparte de eso disfrutas el hacerme creer que te acostaste con
esa estúpida sumisa de allá afuera.
—¡Demonios, mujer! Eres realmente terca —bufé—. No amo a tu
hermana.
—¡Cállate! Y no digas que es mi hermana —amenazó.
—Bien, pero deja que hable —pedí exasperado.
—No así, en tu estado —se negó y me enfurecí, incluso con ella yo
tenía mi límite—. Tampoco en el mío, ambos nos hemos dañado y estoy
segura de que si seguimos hablando, nada acabará bien. Entiende que
necesito tiempo para calmarme y dejar asentar todo. No pienso ni hablaré
con claridad —Cedí, era cierto que no estábamos en el mejor momento
para hablar, ella seguiría creyendo lo que no era ya que la maldita era una
terca elevada al mil y así sería realmente difícil.
No quería volver a ofenderla y sabía que ella me iba a provocar y no
nos convenía.
La vi alejarse y tomar sus cosas.
—No te vayas sin que antes hablemos —pedí.
—Si quieres intentémoslo mañana —propuso y, aunque no lo deseaba,
tenía razón. Llegué a ella y la tomé del rostro, seguía tan hermosa a pesar
de sus ojos rojos y su nariz un poco hinchada por las lágrimas.
—Solo recuerda que todo lo que hice fue por ti, White y por Tess, no
por Amelia —susurré en un rato de calma en el que me dejó si quiera
terminar una puta frase. Sus ojos me miraron con sorpresa—. Eso iba a
decirte cuando dedujiste que amaba a Lía —aclaré y negó, no sé si
apenada o incrédula.
Quise besarla, pero giró el rostro y no me lo permitió, me dolió que se
negara. Luego se zafó de mí y siguió su camino, no hice más que verla
caminar contoneando las caderas sin pretenderlo.
Si alguien sabía cómo castigar, esa era Isabella White. Una diabla
disfrazada de mujer y era tan astuta que se escudó bajo el encanto de un
ángel.
Nadie entendía que lo que hice fue por una sola razón, ni siquiera esa
razón lo hacía y estaba rumbo hacia un lugar del que no tenía idea. Cuando
me desperté al siguiente día y Cameron me informó que Isabella se había
marchado desde la noche anterior, me desquicié peor que cuando me
drogué.
Juzgar era fácil.
Eso lo sabía, pero nadie se ponía en mis zapatos ni estuvo conmigo las
veces que fui torturado por intentar escapar, nadie me acompañó en las
noches en las cuales las pesadillas no me dejaban dormir, nadie vivió
conmigo los momentos de frustración, esos en los que me moría de ganas
por confesarle todo a Isabella y evitarle el dolor de creerme muerto. Todos
decían que solo fui un cobarde, que no hui porque no quise, que tuve la
oportunidad de asesinar a Lucius y la desprecié, decían que para la Castaña
fue fácil, pero nadie jamás se imaginó que si lo fue, es porque el camino lo
limpiamos entre Darius y yo antes de que White lo lograra.
Lucius era fuerte por Amelia, al ganárnosla ese mal nacido se volvió
vulnerable y por lo mismo bajó la guardia y salió de su puta cueva.
Él jamás salía solo, las ocasiones en las que lo tuve cerca estaba
rodeado de gente que cuidaba su culo, quisimos envenenarlo en su
momento, pero el maldito fue astuto y no comía ni bebía nada sin que
antes fuese probado por alguien más. Isabella quiso morir al no tenerme y
eso me destrozaba, sobre todo cuando yo solo intenté sobrevivir con la
esperanza de volverla a ver, como ella misma lo dijo, «no quería a alguien
que muriera por ella, sino a alguien que viviera por ella» y eso fue lo que
hice, sobrevivir para poder ser libre, para regresar sin ponerla en peligro,
ni a White ni a mi hermana. Darius se unió a mí y juntos fuimos
debilitando a Lucius poco a poco, Isabella llegó para dar el golpe final,
antes hubo un proceso largo y doloroso que soportamos con tal de
derrotarlo, Amelia fue nuestra pieza clave y Dominik nos ayudó en la
mejor parte.
Pero LuzBel no sufrió, ese hijo de puta solo disfrutó… ¡Puf! Vaya
ironía.
Quien hubiese vivido mi vida que hablara, quien no, que cerrara la
maldita boca. Cometí errores en el proceso, todos veían eso y no la razón
por la cual los cometí, razón triple y suficiente para volver a hacerlo.
—¿Dónde está Amelia? —preguntó Dominik al verme.
—Bonita la hora en la que apareces, maldito imbécil —espeté.
—Lo siento, LuzBel. Antes tenía que dejar arregladas unas cosas. Fabio
me pidió a último momento preparar un permiso para un paciente especial
—Alcé una ceja y no le di importancia.
Estábamos en el aeropuerto, puse en marcha el coche y lo llevé hasta el
hospital en donde recluyeron a Amelia; teníamos un permiso especial para
verla, la chica estaba muy custodiada y más pirada que antes. Pedía ver a
Sombra y fue así como Dominik se presentó ante ella, a pesar de la
situación vi lo feliz que él estaba al saber que iba a ser papá, se puso en
cuclillas cuando llegó a Lía y acarició su vientre todavía plano. Sentí una
opresión en el pecho cuando vi aquello, pensé en cómo se pudo haber visto
Isabella con su vientre abultado, en cómo habría sido todo si nuestro
destino no hubiese sido marcado por tanta oscuridad; me vi reflejado en
Dominik y Lía, el idiota cometió el error de enamorarse de ella y por lo
tanto me vi obligado a protegerla aún más.
Él le hacía bien y se notaba a pesar de que la tía creía que era yo quien
estaba detrás de la máscara.
—Tengo que decirte algo, te lo debo después de lo que has hecho por mí
—dijo el rubio cuando íbamos en el coche hacia mi apartamento. Él no me
debía nada, hizo mucho por mí haciéndose pasar por Sombra—. Fabio
viajó con Isabella —soltó, la mano con la que tomaba el volante se volvió
blanca por la presión que ejercí luego de escucharlo—, solo irían a por los
niños y se marcharían no sé a dónde —No tenía idea de mi reacción, mas
vi su miedo cuando frené de pronto y casi se sale a través del parabrisas.
—¡Es una maldita broma! —espeté y negó cuando se recompuso.
—Fue por eso que me tardé, tenía que dejar listo el permiso para
Daemon —Estaba furioso, aun así lo miré sin comprender— ¡Oh mierda!
¿No sabes acerca de la enfermedad de Daemon? —Me bajé del coche y
llegué a su lado, bajándolo de manera brusca. No me importó que mi
herida llegase a abrirse y ni siquiera sentí dolor con la fuerza que estaba
ejerciendo.
—¿¡De qué mierda hablas!? ¿¡Qué enfermedad!? ¡Y creí que tú no
sabías de mis hijos! —mi voz era ronca, rasposa, cargada de miedo y furia.
—Cálmate —pidió—. Supe que eran tuyos hasta hace unas semanas y
se me solicitó discreción debido a los enemigos de Isa y sí, entre esos
enemigos está incluida Lía, lo sé. Como comprenderás, no era algo que
podía decirte por teléfono —añadió—. Daemon está siendo tratado desde
hace un tiempo por Fabio, se le diagnosticó trastorno de personalidad o
bipolaridad uno, como es conocida —Sentí que me fui del mundo al
escucharlo, mis ojos se ensancharon y lo tomé de la camisa con fuerza.
—¡Mientes! —rugí como un animal herido.
—No, viejo. No jugaría con eso, el pequeño es maniaco depresivo y lo
presentó de manera brusca —aseguró.
—¡No, no y no! ¡Mi hijo no! —grité desesperado.
Lo de Isabella fue duro, aunque lo de mi hijo me superaba como jamás
nada ni nadie lo hizo. Había visto la enfermedad de primera mano, vi la
agonía de Amelia, casi logré sentir lo que ella sentía y esto que era nadie
para mí, pero ¿mi pequeña copia? No era justo.
—Fue un gen heredado por parte de la línea sanguínea de su madre —
siguió y solo podía negar—, presentó los síntomas muy temprano y eso
puede ser ventaja o desventaja según como sea tratado. Fabio tiene una
especial atención con él, es su médico de cabecera en estos momentos y yo
formo parte de su grupo de trabajo, como psicólogo me encargo del chaval
una vez por semana.
—Dime que está bien, que mi chico no pasará lo mismo que Amelia —
supliqué yo, el cabrón que siempre exigía, ordenaba y amenazaba, estaba
suplicando. ¡Suplicando! Pero esa situación me estaba acabando.
—Estamos haciendo lo posible para que él enfrente la enfermedad con
la mayor naturalidad, no pude trabajar de cerca con Isa ya que ella estaba
aquí, pero mientras estuvo con el otro psicólogo supe que hace un buen
trabajo. Esa mujer está moviendo el mundo para que su pequeño no sufra
lo inevitable —musitó con tristeza y supe a lo que se refería. Hiciera lo
que hiciera, la depresión iba a llegar, su estado maníaco también y jamás
nada me dolió como saber eso.
Y yo que creí que imaginar a Isabella con Elliot dolía. ¡Puf! Eso era
nada en comparación a lo que mi frío corazón estaba sintiendo en aquellos
momentos.
Me recosté con la espalda sobre el coche e intenté respirar bien, no lo
logré. Isabella no tenía que ocultarme eso, la había cagado sí, pero
nuestros hijos eran aparte y yo tenía derecho a saber todo acerca de ellos.
—He trabajado con los dos ya que Aiden es un apoyo primordial para
Daemon, le llamamos D, por cierto —siguió Dom e hice un amago de
sonrisa—. Por el momento ellos son almas gemelas y el estado de uno
afecta al otro, es por eso que los tratamos a ambos; D es casi como tú,
reservado y muchas veces indescifrable, Aiden en cambio tiene la
curiosidad de su madre y tendrías que ver cómo la protegen, en eso
definitivamente ambos salieron a ti —Una sola vez lloré en la vida y casi
volví a hacerlo al escucharlo hablar así de mis copias—. Fabio ha
conectado bien con Daemon, pero cuando Isabella está cerca esa conexión
se va a la mierda.
—Menos mal —murmuré y él rio—. Ayúdame a llegar a ellos —pedí y
me miró con sorpresa.
—Lo haría con gusto, pero antes está el bienestar de tu hijo —Empuñé
las manos—. Viejo, tú mejor que nadie sabe lo que es esa enfermedad y
para que llegues a ellos, a Daemon sobre todo, Isabella debe estar de
acuerdo y prepararlos antes. Si apareces de pronto el daño será para él,
para tu hijo —explicó y lo comprendía—. Espera a que las cosas se
calmen, a que Isabella se calme. Ojalá el viaje sirva para eso, con Fabio
estarán bien.
—Mejor ni digas eso, el imbécil de tu hermano me las pagará —avisé y
supe que Dominik sabía por qué cuando evitó mi mirada—. Tú también
sabes que está hecho un idiota por ella —ironicé y negó.
—Fabio sabe lo que hace y a lo que se enfrenta, ambos lo conocemos y
si algo pasara entre ellos sería porque Isabella se lo permitió —lo defendió
y no me hizo gracia su comentario—, pero él también estaría consciente
del peligro que correrá y no por ti, sino por él mismo —añadió y supe a lo
que se refería.
No tenía que recordarme también que esa mujer hacía lo que se le daba
la puta gana, eso ya estaba más que claro.
Isabella
Ver a mis pequeños de nuevo fue lo único que pudo disipar la tristeza
que me carcomía el alma antes de salir de aquel apartamento que una vez
creí tan mío, me dolió y no solo por los recuerdos que allí dejaba, si no por
la persona que estaba dejando atrás. Por primera vez en mi vida vi en sus
ojos a alguien diferente, vi más allá de la tormenta, pero existían miedos
que me detenían, miedos que él mismo instaló en mí.
«Eras una tonta».
Y tú una fácil.
Antes de salir encontré a Hanna llorando cerca de la habitación, ya se
había puesto ropa y odiaba que se me cruzara en esos momentos en los que
lo único que deseaba, era no ver a personas que me recordaran el dolor que
sentía.
—LuzBel piensa que no imagino lo que siente al saberte a ti con otro —
dijo deteniendo mi camino—, pero se equivoca ya que es lo mismo que yo
siento al saberlo a él contigo —Cerré los ojos y me giré para verla, si de
verdad LuzBel se sentía igual que ella, entonces yo era una mierda.
«Seguro que también estaba drogada».
—No me importa lo que tengas que decirme, además, estás aquí con él
¿no? —señalé, tratando de no sentirme mal. LuzBel ya me había dicho que
no pasó nada con ella, pero no podía creerle.
La confianza se había acabado.
—Isabella, yo lo amo —confesó con la voz quebrada, volviendo a
llorar. Oírla me puso peor—. Me enamoré de él y lo amé desde la primera
vez... —calló.
—Que hicieron el amor —intuí y, aunque no quería, me dolió.
En realidad no era tan mierda, al final, él también se acostó con otras.
—Él pensaba en ti, era yo, pero en su mente eras tú —La miré y logré
ver su dolor, por un momento recordé el tiempo en el que estuve en su
posición.
—¿Tú amor por él es tan fuerte que alcanza para sentir por ambos? —
pregunté y sus ojos se abrieron demás.
«No tenías porqué irte por allí ¡Isa!»
Asintió y me vi reflejada en ella.
Tras todo lo sucedido y al verla a ella en ese estado, me di cuenta de
mis errores; no solo LuzBel tenía la culpa de lo que pasó, también yo, ya
que por amor a él me olvidé del mío, perdí la dignidad y me arrastré a sus
pies cuando se negó a amarme. Cuando creí que murió fui tan débil y me
amaba tan poco, que decidí ser cobarde e intenté quitarme la vida y no lo
valía. Yo valía más y nadie tenía que estar por encima de mí a excepción
de mis hijos. Mis padres, aun con sus errores me criaron para ser fuerte,
independiente y amarme a mí misma, no me criaron para ser débil y me
dejé serlo al cegarme por un amor que solo me trajo dolor.
—No te arrastres por él, no cometas mi error —le dije a Hanna y vi
cuánto le sorprendieron mis palabras—. Ya estuve en tu lugar, Hanna y
créeme, no me trajo nada bueno —añadí y sin esperar respuesta seguí mi
camino.
Lo mejor iba a ser irme un tiempo.
«Sí, era lo mejor antes de que cometieras otra estupidez».
Mientras iba en el avión junto a Fabio, con mis audífonos puestos y
torturándome con música que solo hacía que viera las cicatrices en mis
muñecas, pensaba en todo lo acontecido, en lo que sabía y lo que aún no,
en cómo mi vida volvía a dar un giro brusco y pensaba en las maneras en
las que lo afrontaría.
Débil ya no sería, de eso estaba segura.
Pensé también en todas las palabras de LuzBel, las malas y las no tanto,
y analicé por primera vez lo que hice con Elliot; tenía claro que ya no nos
amábamos como pareja, incluso después de lo que sucedió en California él
inició su relación con Alice, pero cuando decidí ceder a mis deseos, fue
con la idea de ser tomada de una manera diferente a la que siempre me
tomó LuzBel, quise saber lo que se sentía ser follada con amor o por lo
menos cariño y quizá por esa misma razón nunca me arrepentí de haber
estado con Elliot, amor no había, mas sí un cariño inmenso y me lo
demostró en cada momento.
—Deberías hablar y no solo callar —dijo Fabio, tomándose el
atrevimiento de quitarme un audífono del oído, estaba sentado frente a mí
y sus piernas casi rozaban las mías.
Lo miré y él me escrutó con sus irises verdes, el tipo podía intimidarme
con su manera de ver, era muy intenso, indescifrable a veces y otras, era
capaz de ver su alma a través de sus ojos, pero en ese momento estaba
incomprensible.
—No me apetece hablar —dije y supe que mi voz fue dura.
Siguió mirándome y no me intimidé.
Sus ojos estaban aún más verdes, tenía una barba prominente y
arreglada, un poco rubia al igual que su cabello y por primera vez vestía de
manera casual, con una simple camisa negra y un jeans azul desgastado,
no sé si era consciente, pero se acercó más a mí y nuestras rodillas y parte
del muslo se rozaron, presioné un poco más de la cuenta el móvil entre
mis manos. La llamada de LuzBel me dejó mal y Fabio no me ayudaba,
ese hombre en verdad lograba ponerme nerviosa y todavía no sabía si eso
me gustaba o no.
—Ese es tu problema, evitas hablar y simplemente deduces lo que crees
que pasó —dijo con un tono de voz bajo, pero fuerte a su manera.
—No es lo que creo, Fabio, es lo que viví —repuse y me mordí el labio
inferior con frustración, noté que sus ojos se abrieron un poco más y me
puse muy inquieta cuando alzó la mano con intención de tocarme el rostro,
mas se detuvo antes de lograrlo.
Solté el aire que retuve en esos momentos.
«¡Mier... Ah! Eso fue intenso».
Lo vi reincorporarse en su asiento y se alejó de mí hasta donde nuestros
lugares lo permitieron.
—No siempre lo que ves es lo que parece —continuó entonces—. Te
ayudaré a desaparecer unos días solo para que descanses, pero luego
quiero que te hagas cargo de la situación y tomes las riendas de tu vida y
lo enfrentes como la mujer que eres —señaló y su manera de hablarme fue
autoritaria.
«¡Aww! Y con lo que a mí me gustaba que me mandaran».
¡Ja! Por eso jamás seguía tus consejos, eras una conciencia equivocada,
parecías más la voz interior de Maokko.
—¿A qué te refieres? —exigí saber, hablándole de la misma manera
que él a mí.
—No sé si lo sabes, pero acabo de salir de una crisis hace poco, iba a
tomarme unas vacaciones cuando sucedió lo de Tess y lo tuyo —Con crisis
sabía de lo que hablaba—. Quiero que me acompañes con los niños,
Daemon no puede salir del país, así que nos quedaremos en Italia.
—¿Me estás invitando o ya lo decidiste por mí? —ironicé, él iba viendo
por la ventanilla del avión y al escucharme volteó hacia mí y volvió a
buscar la cercanía que antes evitó.
—Me pediste ayuda, ¿lo recuerdas? —ironizó también— Deja de ser
tan dura con quienes no tenemos nada que ver con lo que te sucede y
acepta a los que queremos ayudarte de buena fe —Tragué con fuerza.
Bien, aceptaba que estaba siendo perra con él, pero jamás creí que me
hablara así.
«Te lo merecías».
—Solo estoy estresada, lo siento —acepté y sonrió de lado.
—No lo sientas, solo déjate ayudar, descansa y ya luego hablas con el
gilipollas que ahora mismo quiere matarme —soltó, lo miré incrédula y
dedujo la pregunta que se había formado en mi cabeza—. Sí, Isabella.
LuzBel me llamó y amenazó, aunque no le tengo miedo.
—Es un idiota —acepté y bufé indignada—, amenaza y cela sin
derechos o fundamentos —exclamé y Fabio rio con burla.
—¿Tú crees? —dijo satírico.
Su manera de hacer aquella pregunta me dejó sin palabras.
Moría de ganas por ver a mis pequeños, fui recibida por Lee-Ang al
llegar a casa y me informó que los niños se encontraban en su habitación
con Maokko, de manera rápida le comenté todo lo que había sucedido y ni
ella podía creerlo.
—¡Hostias! Contando tu vida me haría rica —dijo y la fulminé con la
mirada —¿Qué? Es enserio —confesó.
—Gracias —satiricé mientras subía las escaleras de casa.
—Es un respiro de aire fresco para mí, Chica americana—siguió y
negué—, cada vez que creo que mi vida se está volviendo un caos, solo
pienso en la tuya y me calmo —Me giré para verla y solo se encogió de
hombros como si lo que acababa de decir no era malo.
—Si no tuviese algo más importante que hacer, te juro que ahora
mismo te pateaba el culo —dije y ella rio.
Seguí mi camino y le pedí que me enviara a una de las chicas que
cuidaban a mis hijos para ayudarme a hacer las maletas, llegué a la
habitación de mis pequeños y abrí con cuidado, Daemon estaba armando
un rompecabezas en su pequeña mesa de juegos y Aiden abrazaba a
Maokko y le limpiaba la lágrimas.
«Maokko estaba llorando».
Me asusté por eso.
—No lloles, Mooco —le repetía mi pequeño una y otra vez—. Él sí la
quiede.
—Se fue con otra —dijo ella y me asusté en verdad, vi que se sorbió la
nariz y cogió el libro en sus piernas—, pero haber, sigamos a ver si el mal
na.... si el chico vuelve en el siguiente capítulo.
«¿Pero qué demonios?»
Estaba llorando por un libro… ¡Un libro!
El alma me volvió al cuerpo y quise matarla en verdad. Aiden asintió
feliz escuchando lo que Maokko leía y agradecí que evitara hablar mal
frente a mis hijos y de corazón esperaba que no le estuviese leyendo uno
de esos libros eróticos que a ella tanto le encantaba leer.
—¡Mami! —gritó Daemon al verme y una enorme sonrisa se dibujó en
su rostro.
Corrió hasta mí y Aiden le siguió al percatarse de mi llegada, los abracé
con fuerza a ambos y disfruté de tenerlos al fin conmigo, miré a Maokko y
con esa mirada le prometí que pronto hablaríamos, guardó el libro y sonrió
al saber el porqué de aquella mirada. Mis hijos me llenaron el rostro de
besos húmedos que amé con locura, estaban recién duchados y olían a esa
fragancia de bebés que tanto me encantaba, una pequeña bola de pelos
negros llegó hasta nosotros moviendo su cola, exigiendo también una
muestra de cariño y los chicos se rieron.
—Somba quiele a mami —dijo Aiden y me reí.
—Sombra se quiere comer a mami —musitó Maokko con voz
cantarina, imitando la de mis hijos y la fulminé con la mirada—, otra vez
—agregó con una sonrisa estúpida y le pedí que callara con una señal de
mano.
Los niños se pusieron felices al saber que nos iríamos unos días de
vacaciones, Daemon estaba especialmente eufórico y me pidió que
llevásemos al pequeño perro negro que ya era su mejor amigo; no pude
negarme, por supuesto y antes de que Fabio llegara hablé con Maokko y
Lee-Ang. Fue un alivio saber que Maokko le leía romance a Aiden y le
pedí que no se le fuera a ocurrir leerle escenas de besos y mucho menos de
sexo cuando me confesó que ella y mi pequeño pasaban horas leyendo
libros, él solo escuchaba, claro estaba.
—¿Y solo iréis los cuatro? —preguntó Lee y asentí.
—Según dijo Fabio, a donde vamos no hace falta seguridad, está
resguardado por gente del gobierno —Ambas asintieron y se vieron entre
sí.
—¿Llevas condones? —preguntó Maokko y me atraganté con el agua
que tenía en la boca en esos momentos.
—Si llevas, asegúrate que sean extragrandes, el doctor es muy alto —se
le unió Lee-Ang.
—Y tiene manos grandes —señaló Maokko y las miré sin poder creer
lo que me decían.
—Par de zorras, no necesito condones. Él es el doctor de Daemon y
amigo de la familia —señalé y rieron.
—Y a parte está el hecho de que tu dueño volvió, ¿cierto? —inquirió
Maokko y negué.
Agradecí que Fabio llegara y me llevara lejos de esas locas.
«Locas y todo lo que quieras, pero decían la verdad».
Elijah
Pasé dos malditas semanas marcándole a Isabella, llenando su móvil de
mensajes de texto y no respondió ni uno solo; me sentía cansado,
estresado, furioso, decepcionado y dolido, no solo por querer saber de mis
hijos, sino también por saberla cerca de Fabio. Después de todo lo que
sabía, me era difícil creer en ella, o creer que no haría nada con nadie, la
desconfianza era inmensa, ya no eran únicamente los celos y no sabía qué
sentimiento era peor.
Si desconfianza o celos.
Lo peor de todo fue que sabiendo que no teníamos nada, que no existía
ni siquiera una relación cordial entre ambos y que nos ofendimos muy
mal, yo la seguía deseando para mí, pero sus acciones me estaban
obligando a actuar como no quería. Y si tenía que ser un hijo de puta con
ella, entonces lo sería, ya que me había dado cuenta de que con Isabella
White ser un blando no me servía ni mierda.
Dominik volvió a Italia y me prometió informarme acerca de mis
chavales con la condición de que me quedara quieto, era difícil, pero lo
hice con tal de que me dijese todo lo que sabía. Igual hablé con Fabio,
nuestra amistad pendía de un hilo luego de saberlo con la Castaña, mas no
lo quería de enemigo y no por miedo, sino por estrategia; si de algo estaba
seguro, es que el tío era legal y si aún éramos amigos, entonces no se
acercaría más a Isabella. Lo estaba usando a mi favor y solo por eso me
tragaba lo que quería decirle.
Tess al fin estaba evolucionando, comenzaba a recuperarse y Dylan no
la dejó sola en ningún momento. Marcus, Darius y Cameron estaban de
lleno en Grigori y yo me hice cargo de la organización, aunque tuve que
darle muchas explicaciones a Daniel Gibson para que no me impidiera
trabajar como antes.
Por Cameron me enteré de que Jane y Connor terminaron su relación, la
Miedosa se enfadó porque su novio me apoyó a mí y no a Isabella el día de
nuestro enfrentamiento y, no me alegraba el haberle ocasionado problemas
a mi amigo, pero agradecía que su lealtad siguiese conmigo, tampoco
juzgaba a quienes apoyaron a Isabella, estaban en su derecho y me sentí
tranquilo al saber que ellos eran leales a ella. Al final, White y mi
hermana demostraron saber manejar a la perfección una organización
liderada por hombres.
Alice y Elliot volvieron, la rubia lo perdonó luego de saber lo de
Isabella y maldije que hasta para eso tuviese más suerte que yo. Aunque
mi caso era totalmente distinto y así Isabella me dejase pasar todo lo que
hice por ella, la espina de saberla con Elliot no me abandonaba; y me daba
miedo cuando se llegaba la noche y tenía que irme a la cama, consciente
de que las imágenes dónde la Castaña y Elliot eran los protagonistas
llegarían, donde él le hacía todo lo que yo deseaba hacerle, donde ella
gemía de placer y no era yo quien se lo provocaba, imágenes donde White
gritaba su nombre y no el mío.
Sí, Isabella se convirtió en mi infierno personal luego de haber sido mi
paraíso.
Ella había dejado de ser mía, ya no podía llenarme la boca diciendo que
esa mujer fue y era solo de LuzBel, ni mofarme de que el hijo de puta al
fin tenía a su reina y lo peor de todo era que en las últimas semanas, en
esas imágenes también estaba Fabio ocupando el puesto de Elliot,
robándome así un lugar que solo tuvo que pertenecerme a mí.
Mis noches, mis días volvieron a ser una mierda.
Isabella
Fue un ataque de epilepsia...
Esa había sido la explicación de Fabio luego de hablar conmigo al
acabar de revisar a Daemon, mi pequeño corazón estaba bajo un ataque de
ansiedad y el niño al que golpeó... ¡Dios! Me daban ganas de llorar con
más fuerzas al recordarlo; el pequeño le dijo que un ángel era una persona
muerta y D sabía lo que significaba morir, fue por eso que reaccionó de
esa manera tan violenta y perdió el control hasta el punto de no
reconocerme a mí.
No me dolió que mi pequeño ángel me agrediera, me dolió no poder
evitar su estado ni calmar su dolor, verlo tan arrepentido. Me lastimaba
que LuzBel se haya hecho pasar por muerto porque esa decisión me llevó a
mentirles a mis hijos y yo más que nadie sabía lo que uno sufría y afectaba
que los padres les mintieran a sus hijos.
«Ya no era momento de buscar culpables, colega».
Y estaba consciente de ello, por lo mismo buscaría soluciones.
Mi hijo estaba en sus días negros una vez más y era una ventaja su edad
ya que lo podíamos sacar de ese estado pronto, eso nos ayudaba a
conseguir el amoldar su actitud y enseñarle a reconocer sus sentimientos;
lloraba por todo, no por ser un niño malcriado sino porque no sabía cómo
actuar cuando estaba feliz, triste o enojado. Lloraba si le hablábamos bien
o mal y yo porque mi corazón se despedazaba al darme cuenta de que lo
que hacía, seguía siendo poco para lo que Daemon necesitaba.
—Esta vida puede ser un infierno si no se tiene a las personas correctas
—explicó Fabio en su consultorio—. Él tiene la suerte de tenerte como
madre, a pesar de estar tan joven, lo estás haciendo bien, Isabella —Se
acercó a mí y limpió mis lágrimas.
—¿Por qué no fui yo? ¿Por qué él? —dije sin poder parar de llorar.
Fabio me abrazó y se lo permití. No solo me dejé, sino que correspondí
a ese abrazo que tanto necesitaba; por momentos me cansaba de ser fuerte,
de vivir una vida tan llena de mentiras, traiciones y de dolor.
—Se necesita fuerza para sobrellevar esta enfermedad y esa nos la dais
personas como tú —siguió, sobando mi espalda—. Daemon debe tener a
sus padres para lograrlo, para vivir su vida siendo feliz. Ahora él recuerda
todo, pero dentro unos años solo recordará la mitad de su vida, la otra
mitad, los días negros los olvidará y si quieres que sea feliz tienes que
hacer de sus días cuerdos, los mejores —Un fuerte sollozo salió de mi
boca, era demasiado escucharlo.
«Y vivirlo era peor».
Estuve un rato con Fabio, me consoló con paciencia y aconsejó lo que
tenía que hacer; me contó sus días, los que podía recordar y supe cuan
fuerte y luchador era. Yo quería que Daemon fuese como él.
Elijah
La mujer frente a mí no tenía idea de lo loco que me volvía cuando
ponía esa cara de fingida inocencia, cuando me sonreía como un ángel
sabiendo que en su interior habitaba una diabla esperando por
consumirme.
Iba a dejarla ir, juro que sí, pero al verla caminar tan decidida y
sensual, no pude contenerme.
No esperaba a que me rogara por quedarse, es más, su reacción fue la
que deseaba y si no hubiese tomado aquella decisión de marcharse con el
orgullo intacto, quizá me habría asustado porque entonces no tenía a la
verdadera Isabella frente a mí. Esa noche le dije más de lo que esperaba
decirle y me conocía tan bien, que hasta se sorprendió de las palabras que
no dije, pero que comenzaba a creer que sentía por ella.
—Deja el pasado en el pasado y no te cierres.
—¿Y si la imagino con él?
—Entonces borra sus huellas y vuelve a marcar las tuyas, pero no la
pierdas por eso. Vive el presente y te aseguro que la tendrás en el futuro.
—¿Desde cuándo te volviste tan sabia?
—No, amigo mío. No soy más sabia, solo tengo más experiencia de la
que imaginas.
Eso me había dicho Laurel cuando subimos al avión y casi la cago al
dejarme ganar por los monstruos en mi cabeza, pero algo tuve claro en los
momentos en los cuales dije mi verdad y me enfrenté a otra, Isabella
también sufrió por mis estupideces, sintió lo mismo que yo al saberla con
otro y quizá tenía razón en algo de lo que me dijo.
Yo fui el culpable de que deseara ser tomada con amor, por fingir, por
querer mantener mi orgullo intacto, por aparentar ser el mismo cabrón que
fui antes de ella y, aunque teníamos un camino largo por recorrer, deseaba
hacerlo con esa mujer a mi lado. Teníamos que hablar de nuestros
chavales, eso era importante; había muchas cosas que quería preguntar y
saber, pero antes necesitaba hacer sentir bien a la madre de mis clones,
quería hacerla temblar, gemir y gritar y no me importaba que Laurel
escuchara.
Iba a tomar a mi mujer y nada ni nadie lo iba a impedir.
—¿Lista para quemarte? —pregunté mientras la tomaba de la cintura y
la presionaba a mi cuerpo.
—Para arder juntos —respondió segura.
No fui yo quien siguió, fue ella la que me tomó la boca y comenzó a
besarme con ímpetu, sin pensarlo cerré los ojos y profundicé aquel beso
que deseé desde que me deshice de la máscara de Sombra; me fundí en su
boca, me comí esos labios que tenían un sabor único, una suavidad extra
que me acariciaba hasta el alma y abracé su lengua con la mía.
No nos estábamos besando con suavidad, lo hacíamos con brusquedad,
ambos buscábamos reclamarnos, comprobarnos mutuamente que nos
pertenecíamos y que fuimos hechos el uno para el otro, ambos fuimos
marcados desde antes de nacer. Nacimos con una enorme etiqueta que
decía claramente que ella era mía y sí, yo era suyo.
Un jadeo escapó de su boca y sonreí.
Siempre me deleité por reclamarla a ella como mía, pero jamás sentí lo
que se sentía al ser reclamado por alguien, lo estaba viviendo en esos
momentos y me gustaba. Me enloquecía tener a alguien de mi nivel, me
complacía poseer y también que me poseyeran, no me agradaba ser un
blando, tampoco un jodido cursi, pero sí me placía ceder por momentos y
solo ante aquella chica que en su momento se convirtió en mi bruja y me
hechizó.
La tomé del trasero y la hice enganchar las piernas en mi cintura, en ese
proceso aproveché para restregarle mi erección y demostrarle así cómo me
tenía; nos llevé de nuevo a la habitación y me tumbé con ella en la cama,
su cabello se desparramó en el colchón y odié que ya no fuese castaña, no
se veía mal, estaba hermosa, Isabella siempre lucía así, pero era mi
Castaña y no quería que dejara de serlo.
Me puse sobre las rodillas y ella se apoyó con los codos para levantar el
torso, nuestros ojos se conectaron, la miel de los suyos estaba oscura y
supe que los míos también estaban así de oscurecidos, nuestros pechos
subían y bajaban de manera acelerada, nos deseábamos, de eso no cabía la
menor duda.
—Comprueba si llevo o no, bragas —demandó y sonreí de lado.
Esa no era mi ángel, estaba frente a mi diabla y exigía atención.
Obedecí como un completo idiota.
Pero lo hice a mi manera, quité sus sandalias y besé el empeine de su
pie hasta subir poco a poco a su pantorrilla, llegué a su rodilla y el vestido
que usaba al ser con vuelo en la parte de abajo, se corrió hasta su
entrepierna; seguí con mi camino de besos sin dejar de ver sus ojos y al
llegar a la tela, la tomé con los dientes y subí el vestido a su cintura. Mi
banquete estaba ahí, servido en bandeja de oro, caliente y necesitado de un
tremendo lametón.
Sonreí y lo hice con maldad.
—¿Puedo probar? —pregunté solo para provocarla, para jugar con ella.
Se cubrió el rostro con frustración.
—Cómetelo ya —exigió, negué y reí—, por favor —añadió y quise
dejar de torturarme también.
Besé justo donde iniciaba su abertura y metí con cuidado la punta de la
lengua, cerró los ojos con aquel simple roce y me deleité con su expresión,
besé de nuevo y luego anché la lengua y lamí una vez más abriendo sus
pliegues, gimió y cerré los ojos disfrutando de su sabor. Isabella estaba
empapada, lo provoqué yo con mis besos y mi ego incrementó; profundicé
los movimientos y abracé sus piernas devorando mi melocotón personal,
lamiendo, mordiendo y chupando ese coño que me volvía demente.
Probarla era mi droga y kriptonita, mi perdición, pero también mi fuerza.
—¡Oh, Elijah! —gimió con tanta intensidad que sentí que era capaz de
correrme solo con oírla gemir mi nombre.
Mi maldito nombre.
Mis dedos no contuvieron su deseo y se unieron para devorar aquel
manjar, introduje con cuidado uno de ellos y cuando sus meneos de cadera
me pidieron más, introduje otro y la follé así; era pronto, sentí que apenas
la había probado cuando sus movimientos se intensificaron y en cuestión
de segundos me quitó la gorra —que la usaba con la visera hacia atrás— y
sus dedos se enredaron en mi cabello. Una de sus piernas se tensó, la otra
la colocó alrededor de mi cuello y comenzó a correrse con vehemencia,
noté sus espasmos y disfruté de la sensación de regocijo que sentí al hacer
que mi mujer se corriera pronto solo con mi boca.
Laurel tenía razón, Isabella era mía y me iba a encargar personalmente
de borrar cualquier otra huella de su cuerpo, me iba a tatuar nuevamente
en cada rincón de su piel y de su alma, pero esa vez también iba a adorarla
con mis caricias, con todo lo mío.
—Eso fue rápido —dije separándome de ella, me miró avergonzada,
como si lo que acababa de hacer era malo. Mi inocente Isabella había
hecho su aparición—. Me encanta que sea así, a este paso vamos a batir
nuestro récord —señalé llegando a su boca, besándola y recordándole las
tantas veces que la hacía correrse.
—No perdamos tiempo entonces —pidió, mandando hacia a un rincón a
aquella chica inocente.
—Tus deseos son mis órdenes, pequeña ninfómana —dije y me deshice
de su vestido y sostén.
La admiré, lo hice de forma lenta y evité detener la mirada en aquella
cicatriz que tan malos recuerdos me traía, en cambio, me fasciné con las
tenues rayitas blanquecinas en su vientre, las mismas que vi la primera vez
que la tomé en el club y que hasta ese momento comprendí por qué
estaban ahí. No solo yo marqué a mi mujer, las pequeñas cosas que
procreamos juntos también hicieron su trabajo y la marcaron siguiendo los
pasos de su padre y mi pecho se hinchó con orgullo.
¿Era posesivo? Solo con lo mío.
Me apoderé de sus pechos y los besé dándole la atención que antes no
les di, sentí las manos de Isabella acariciando mi cuerpo como si quisiera
trazar cada parte de él y grabarlo en su mente; sus manos llegaron a la
cinturilla de mi pantaloncillo de deporte y comenzó a bajarlo, le ayudé y
agradecí el haberme duchado antes de volver a la suite tras recibir el
mensaje de Laurel. Con sus gestos me pidió que me recostara en la cama y
comenzó a besarme el cuello, bajó a mi torso y trazó mis tatuajes con la
lengua. Verla en esa posición, con el cabello alborotado y los pechos libres
me estaba matando, jugó con los piercings de mis tetillas y me lamió el
abdomen. En verdad sentí que me estaba adorando así y me cohibí por un
instante hasta que llegó a mi pene, lo tomó con una mano y envolvió el
falo con ella, sus uñas pintadas de negro lucían lujuriosas mientras me
tomaba y tuve que contener un gruñido cuando con la punta de la lengua
acarició mi glande.
La imagen de ella dándome placer con la boca se estaba grabando en mi
cabeza, marcándose en cada parte de mí. Isabella era todo lo que un
hombre como yo buscaba en una mujer, era una guerrera, una niña, una
mujer, una dama, una amiga, una amante; era un ángel, una diabla y sí, era
la actriz porno personal con la que todos soñábamos y que solo yo tenía,
pero sobre todo era mía, estaba seguro de eso.
—¡Oh mierda! —dije cuando se introdujo toda mi polla en la boca, sus
ojos me buscaron, mirándome con intensidad y mordí mi puño cuando con
su lengua hizo un movimiento que me elevó muy alto y su otra mano
acarició mis bolas.
En esos momentos sí me las estaba tocando como tanto me gustaba.
No resistí las ganas y llevé las manos a su cabello, lo recogí en una
coleta y lo sostuve así con una sola mano, mordí mi labio inferior y
disfruté viendo los hoyuelos que se hacían en sus mejillas cada vez que se
introducía y sacaba la polla de su boca, comencé a marcar mi ritmo,
moviendo mi mano en su cabeza, guiándola y cuando supe que no
resistiría más al verla así, la quité y tumbé en la cama.
—Hoy no hay condones, Bonita —avisé mientras me colocaba entre sus
piernas—. Me correré afuera si lo prefieres —propuse, deseando que se
negara.
—No —dijo rápido—, tomaré la píldora de emergencia luego —avisó
y, aunque esa idea no me gustó, comprendí que aún no era tiempo de
hacerle un hermanito a mis clones.
La besé de nuevo y me introduje poco a poco en ella, disfrutando la
sensación de su calidez interior, de lo perfecto que me amoldaba en ella;
me abrazó y en el proceso arañó mi espalda. Me sostuve con las manos y
comencé a moverme con más fuerza, sus piernas abrazaron mis caderas,
nuestros cuerpos estaban disfrutando el hecho de volver a sentirse, a
reencontrarse.
—No resistiré mucho —avisó y cogió mis nalgas, intentando detener
mis movimientos.
—No te resistas, Bella —pedí.
Ella dijo sentir algo por Sombra, pues ahí estaba su Sombra y ya no me
provocaba celos porque en realidad ella solo sintió algo por una versión
diferente de mí e iba a dársela sin necesidad de estar cubierto por una
máscara. Mi forma de llamarla la sorprendió, pero entonces en lugar de
detener mis movimientos intensificó mis estocadas y comenzó a correrse
una vez más. Volviendo a llamarme, volviendo a remarcar quien era el que
la hacía correrse de aquella manera.
Me estaba conteniendo demasiado y supe que no iba a aguantar más, la
hice darse vuelta quedando tumbada sobre su estómago y después de
asegurarme que se corriera una vez más sabiendo que siempre fue débil en
esa posición, me dejé ir y comencé a correrme dentro de ella, lo hice como
tanto deseaba hacerlo, dándole todo lo mío únicamente a la única mujer
que se lo merecía.
—¿Aún me amas? —susurré en su oído cuando ya me había
recompuesto un poco, su respuesta fue rápida.
—Con mi vida, Elijah Pride —susurró.
Y supe que eso era todo lo que necesitaba.
—Te he extrañado tanto —afirmé y me volví a apoderar de sus labios.
Isabella
Una semana después…
Tras tantos años, en una sola semana se me devolvió todo aquello que
se me quitó de una manera tan cruel, estaba siendo demasiado feliz, tanto
que hasta me daba miedo que todo fuese un sueño.
Después del día en el que decidí ir a aquel hotel, todo cambió y al fin
para bien y no solo mi bien, sino también el de mis pequeños ángeles.
«Y que reencuentro».
Jamás lo imaginé de esa manera.
Elijah regresó a mi vida y debía admitir que era diferente al hombre
que perdí en la explosión. Cuando llegué a Virginia, conocí al cabrón, al
hijo de puta mujeriego que no hacía más que disfrutar del libertinaje que
la vida le daba, poco a poco me fue demostrando que era un hombre
celoso, posesivo, con un corazón de hielo imposible de derretir e
indomable; lo perdí siendo ese hombre, el tipo que siempre se negó a mi
amor y no le importó que me arrastrara por él, perdí mi dignidad en aquel
entonces y me convertí en una de las mujeres sin amor propio a las que
tanto critiqué, aunque en esa explosión también murió esa Isabella.
«Y aquel LuzBel».
Sin duda alguna.
Cometí errores y me convertí en lo que más odiaba con tal de buscar
venganza. Si bien, mi corazón se llenó de oscuridad, el hombre que fue el
mayor de los hijos de puta volvió como Sombra, llegó en esos días oscuros
de mi vida para demostrarme que no todo estaba perdido, me mostró otra
versión de él y por más que me negué en su momento, aquel tío de
máscara estaba logrando atravesar la oscuridad en mi alma, aunque luego
me hundió más al descubrir que bajo la máscara, estaba el tipo al que
siempre amé.
Creí lo peor, imaginé lo peor y actué de la peor manera.
«Sí colega, te volviste una completa loca».
Lo sé, mas sin querer justificarme, tuve motivos, aunque al ver hacia
atrás solo para rememorar mi vida, me daba cuenta de que todo lo que
pasé valió la pena si al final obtuve lo que en su momento era un
imposible para mí.
«El amor».
Sí, el amor del hombre que creí que jamás iba a dármelo.
Cuando vi caer de rodillas a Elijah frente a su pequeño hijo, yo también
quise caer, pero el chiquillo entre mis brazos me obligó a mantenerme
fuerte. Aiden estaba eufórico y mi corazón se estrujó al verlo entre los
brazos de su padre, en ese momento Elijah me estaba mostrando otra
versión de él.
La versión que jamás creí que vería.
«Y lo vimos llorar».
Algo que me quebró más.
Vi lo que me negaba a ver, el tipo con corazón de hielo ya no estaba, en
su lugar y con un pequeño entre sus brazos, descubrí a un hombre con
corazón de fuego, un tío capaz de dar la vida por las personas que amaba.
Me lo había demostrado la noche anterior al tenerme entre sus brazos y me
lo estaba confirmando en esos momentos con sus pequeñas cosas, como él
los llamaba.
Me destrozó ver su dolor cuando escuchó a Daemon decir que no
abriría sus ojitos por miedo a despertar de lo que él creía que era un sueño,
mi pequeño temía el estar en una ilusión, así como yo lo temí una noche
antes. Comprendí a mi hijo, sabía lo que pasaba; la vida fue tan cruel que
cuando nos presentó un momento de felicidad, creímos que solo era un
espejismo, pero luego de aquel abrazo familiar, unos ladridos nos hicieron
confirmar que no lo era.
—Mila, papito. Somba te quiele —Mis ojos se ensancharon al escuchar
a Daemon y de la felicidad pasé a la aflicción.
—¿Sombra? —preguntó el hombre a mi lado y no pude ni verlo.
«La realidad había llegado y bien cabrona».
—Sí, es nuesto cacholo —respondió Aiden con orgullo y deseé tanto
que cerrara su boquita, mi pequeño había aprendido mucho de Maokko y
era un entrometido a veces.
La bola negra de pelos llegó moviendo su cola en busca de caricias,
Aiden bajó de mis brazos y tomó entre los suyos al animalito.
—¿Por qué se llama Sombra? —preguntó Elijah entre divertido y
curioso, di un paso hacia atrás y sin que él me viese, negué para que Aiden
me mirara y no dijese nada.
—Mami no quiede que te diga —dijo sincero e inocente. Jamás mis
ojos se abrieron tanto como en aquel preciso instante.
«¡Mierda! Teníamos que enseñarles a mentir».
Vaya consejo.
—¿En serio, mami? —preguntó Elijah con burla— ¿Por qué?
—Yo... —no sabía cómo responder y quise matar a Elliot por dejarme
en aquel embrollo por su maldita broma.
—¡Yo te digo, papito! —gritó Daemon con emoción, él aún estaba en
los brazos de su papá.
—Bien, campeón. Se bueno con tu padre y dime lo que la pequeña
cobarde de tu madre no se atreve a decir —le animó con ironía sin dejar de
mirarme.
—Poque mami tene un pejro y taben se llama Somba.
«¡Aww! Mira que ternura, tus pequeños traidores te echaron de cabeza y
sin pudor alguno».
—¡Oh! ¿En serio? Que bien, no sabía que ella también tenía un perro —
respondió él con fingida tranquilidad.
Me puse roja de la pena y solo quería que la tierra me tragara.
—No tengo perro —aclaré.
—Mami, pelo tío Ellio dijió que sí tenías uno —contradijo el pequeño
traidor de Aiden.
—Se dice, dijo —corregí nerviosa.
—Tío Elliot —bufó Elijah tratando de controlarse y comprendió todo
—. Creo que ese hijo... —Lo miré de manera dura cuando estuvo a punto
de soltar una palabrota— de su madre, merece unas caricias muy duras por
meterse donde no lo llaman —Negué al escucharlo.
Y me planteé la idea de enseñarle a mis hijos a no hablar demás.
«Enseñarles a mentir».
Eso se escuchaba muy crudo.
«Pues sí, pero así se llamaba eso, mentir».
¡No! Solo iba a enseñarles a ser prudentes.
Fue un alivio que las chicas volvieran, así el tema de Sombra —perrito
— quedaba zanjado de momento y nos concentrábamos en lo importante,
aunque las miradas de Elijah me prometían una larga plática para después.
Los niños conocieron a Laurel y al fin disfruté de la posesividad de mis
hijos cuando ella por la emoción abrazó a Elijah.
—¿Pol qué abazas a papito? —le preguntó Daemon y los ojos de la
chica se abrieron de manera cómica.
—Oh, cariño. Fue por la emoción, tu padre es como mi hermano —le
aclaró ella con paciencia y Elijah se rio.
«Al menos cuidarían lo nuestro».
Coincidía con eso.
Los niños no se querían separar de su papá y era muy lindo verlo a él en
su papel de padre, sonreía con felicidad, su sonrisa era más hermosa que la
que una vez vi en la fotografía con Amelia y me sentía orgullosa de ser
uno de sus motivos para hacerlo. Algo tenía claro, el hombre al que amaba
no era de palabras cursis como él mismo lo dijo, pero sus acciones
demostraban lo que no podía decir con palabras.
Y como Elliot una vez les dijo a mis hijos, Elijah amaba jugar a la
pelota y lo demostró con ellos, los hizo jugar hasta cansarlos, gastó toda la
energía extra que Daemon tenía en esos momentos y logró que se durmiera
muy temprano, algo que era casi imposible de suceder cuando mi niño
estaba en aquel estado, más él lo logró.
—¿Te vas a quedar? —le preguntó D con ilusión, Elijah me miró.
— Sí, amor. Papito se va a quedar, no se irá más —aseguré por él.
—¿Podemos pintal tus dibujos mañana? —le preguntó Aiden y reí.
Ellos conocían a su padre por la foto que tenía de él, pero ahí solo
mostraba su rostro y vaya que mis hijos se sorprendieron al ver el cuerpo
lleno de dibujos de su padre, él era el lienzo perfecto para cualquier mujer,
pero un cuaderno de dibujos andante para sus pequeños.
—Claro, mañana podréis pintar todos mis dibujos. Me sirve para tener
eso de excusa y hacer que vuestra madre los limpie después —aseguró,
negué y reí al ver su descaro.
Como siempre, acomodé a mis pequeños con sus mantitas y besé sus
mejillas antes de irme.
—Glacias, mami —susurró Daemon y sonreí.
—Te amamos, papito —aseguró Aiden y vi un brillo especial en Elijah.
«Moría por oírlo responder».
Yo también.
—Yo hago más que eso, pequeños clones —dijo seguro y con disimulo
limpié una lágrima que rodó por mi mejilla al verlo besar las frentes de
nuestros hijos.
«Yo tampoco quería despertar».
Salimos juntos de la habitación, en silencio y sin saber qué decir, pero
qué íbamos a decirnos en realidad cuando no había palabras para expresar
todas las emociones de aquel día, era imposible.
—Haré que arreglen la habitación de huéspedes —solté de pronto,
mientras caminábamos por el pasillo. El rostro de él fue todo un poema
cuando me escuchó y sin que lo notara sonreí.
Había entendido mal.
—¿Me harás dormir en una habitación de huéspedes? —preguntó
indignado.
—Bueno, si no quieres puedes quedarte en el sofá de la sala —seguí
tomándole el pelo y noté cuánto le molestaron mis palabras.
—¡Perfecto! —ironizó y sin poder más reí, él no lo hizo. Me tomó del
brazo y me empotró a la pared, estaba molesto o al menos fingía estarlo—
Sigues de chistosita ¿eh? —murmuró y sus manos se asieron fuerte a mi
cintura.
—No, tú entendiste todo mal. La habitación es para Laurel, es obvio
que tú te quedarás conmigo —Puse las manos en sus hombros y las bajé
con delicadeza por sus brazos—. En mi habitación y en mi cama —
susurré, no pude resistirme y con descaro lamí la punta de su nariz.
—¿Me deseas? —preguntó lo obvio. Rodé los ojos por su pregunta e
intenté zafarme, no me dejó— Responde —exigió.
—Claro que lo hago, te deseo y se nota —señalé y sonrió satisfecho.
—Yo igual a ti, pero antes de todo retomáremos una plática pendiente
que incluye a un cachorro, a un perro ficticio y a un imbécil —recordó y
maldije.
—¡Elijah, por favor! —supliqué, deseando que dejara pasarlo.
—Elijah y una mierda, Bonita. Tú me explicarás muchas cosas —
sentenció y luego de eso lamió mi nariz así como yo lo hice antes con él.
Ese energúmeno no iba a dejar pasar nada y tenía que prepararme para
lo que se me iría encima.
«Solo tenías que abrir las piernas, querida».
Maldita conciencia perra, todo lo agarrabas con doble sentido.
Elijah
Siete meses después...
El tiempo tenía la manía de volar cuando querías que se detuviera y de
detenerse cuando querías que volara, era el claro ejemplo de ironía
aplicado en la vida.
Pero no me quejaba.
Cómo hacerlo cuando disfrutaba cada segundo de mi vida al lado de las
personas que me importaban, no me quejaba de eso. Era el cabrón más
afortunado al despertar cada mañana al lado de la mujer que me volvía
loco, al levantarme y saber que al otro lado del pasillo se encontraban las
personas más importantes que la misma mujer que me traía loco, me había
dado. Entre Isabella y yo nada era rutinario ni normal, menos corriente o
color de rosa; al contrario, todo entre nosotros era negro cuando estábamos
mal, gris cuando más o menos y rojo cuando todo iba marchando bien.
Nos enfadábamos muchas veces y nuestras peleas eran épicas, ninguno
daba su brazo a torcer, pero cuando la noche llegaba jamás nos dormíamos
molestos, en nuestra habitación todo se solucionaba y lo hacíamos de la
mejor manera. Así me sentía vivo y estaba seguro de que Isabella también;
White volvió a ser mi castaña y sí, yo volví a tener perlas, aunque por
obvias razones me las puse cuando ella estaba con su periodo, así las
tentaciones eran menos.
Mis padres volvieron a ver a sus nietos y al fin, Tess, Dylan y Darius
conocieron a sus sobrinos. La Castaña le dio una oportunidad a Darius y se
explicaron muchas cosas, Baek Cho influyó en ello ya que un día llegó a
Italia y llevaba con él un diario escrito por Leah White, objeto que aclaró
muchas de las dudas de mi chica y la hizo ver todo de diferente manera.
Isabella en su momento quiso hablar con Elliot, cosa que no me agradó
para nada, mis monstruos estaban dormidos, pero no quería que tuviesen
motivos para despertarse y ella lo sabía, incluso lo comprendía porque así
como yo la quería lejos de ese idiota, ella me quería lejos de Hanna y lo
hice, me mantuve lejos de la rubia y así la fiesta estuvo en paz.
Jamás le iba a prohibir o a imponer que hiciera algo, eso era recíproco,
pero ambos sabíamos que había cosas que se evitaban simplemente por
respeto.
Eso lo teníamos claro.
Quedarnos un tiempo en Italia fue una de las mejores decisiones que
tomamos, mi padre se hizo cargo de la organización en Virginia y yo lo
hice en la sede de Italia, Marcus viajaba de vez en cuando y también
conoció a mis hijos, su asombro fue grande cuando descubrió quienes eran
esos chiquillos. Él era mi hombre de confianza y trabajaba junto a Caleb,
tipo con el que no me llevaba del todo bien, pero al que toleraba y más al
ver cuánto cuidaba a mi familia.
La casa era grande, aunque estaba patas arriba al recibir a toda la
familia, el motivo: el cumpleaños número tres de mis pequeños y por
supuesto el veinticinco para mí. La Castaña quiso a todos ahí, incluido
Evan, Jane y Connor, para que conocieran a nuestros clones, pero la
organización no se podía quedar sola, así que ese encuentro sería para
luego.
Laurel se hizo presente, claro que sí, nuestra celestina no podía faltar y
ya había pasado mucho tiempo sin verla. Aiden y Daemon disfrutaban de
la visita de toda la familia, aunque este último a veces era muy reservado
y tímido, sus episodios oscuros cedieron en sobremanera y junto a Isabella
hacíamos un buen trabajo con los entrenamientos en conjunto con su clon,
las sesiones con Dominik como su psicólogo y las revisiones con su
dichoso neurólogo, Fabio. Quien a pesar de todo, seguía sin caerme del
todo bien luego de fijar sus ojos en mi chica, no obstante, respetaba y no
se acercaba a ella con otras intenciones.
Igual no me confiaba ni confiaría nunca.
El dichoso cachorro también disfrutaba de la visita y vaya que fui la
burla de todos cuando supieron el nombre, quise tener a Elliot en frente y
molerlo a golpes y también quería castigar a Isabella por haber permitido
tal broma de mal gusto, pero como me decía mi madre, me lo cogía con
calma porque ese perro era la prueba de que hasta mis chavales preferían a
Sombra y a papá cerca de su madre, antes que a cualquier otro imbécil.
La fiesta fue organizada por mi hermana, Laurel y las dos asiáticas; los
hombres preferíamos mantenernos alejados de esas mujeres cuando
estaban juntas, ya que eran capaces de ocasionar la tercera guerra mundial
siempre que el destino las reunía. Mi hermana estaba comprometida con
Dylan al fin y se había recuperado de aquel momento que pasó por mi
culpa; la vida se dignó a sonreírnos de nuevo, tanto, que daba miedo.
—Gracias, Pequeña Dinamita —dijo Darius cuando Isabella llegó con
un plato de bocadillos a nuestra mesa en el jardín.
No me agradaba verlo cerca de ella, pero me contenía luego de ver que
al imbécil se le iban los ojos con Laurel.
—¡No! —gritó Aiden cuando Darius hizo el intento de abrazar a
Isabella.
Esos chiquillos en serio eran mi orgullo, siempre me enorgullecían de
esa manera y de muchas otras.
—Es un abrazo de hermanos —se quejó Darius y reí.
—No toques a mami, tío Dalius —advirtió mientras se comía una
manzana sentado a mi lado, él y Darius casi siempre discutían.
—¿Tú le enseñas? —me preguntó él y negué.
—No, lo traen en sus genes —nos defendió la Castaña y me encogí de
hombros.
Cuando ella se giró alcé la mano hacia Aiden y él entendió de
inmediato, chocó su pequeña palma con la mía y Marcus se rio al vernos.
—Hijo de puta —se burló y tuve que tomar mi papel de padre
responsable cuando los chavales entre nosotros abrieron demás los ojos.
—Cuida cómo hablas, hay niños entre nosotros —Él alzó las manos y
les dijo que lo sentía.
La tarde pasó de esa manera, Isabella discutía con mi madre por
momentos porque esta última les daba muchos dulces a nuestros hijos y
cuando la hora de abrir regalos se llegó, nos reímos ya que todos eran
iguales para evitar peleas entre ambos chicos, aunque los regalos de
Maokko fueron los más especiales para ellos. En la caja de Aiden iba un
libro adecuado con figuras y todo para que él lo supiera interpretar y en la
de Daemon apareció el rompecabezas más grande que vi en la vida, eran
demasiadas piezas y hasta me dolió la cabeza solo con verlas, pero la
reacción de D fue distinta, sus ojos brillaron con emoción y supe que esa
loca sabía dar regalos.
La tarde era para la fiesta de los niños y cuando la noche llegó, el
ambiente cambió y se convirtió en mi fiesta, Maokko había reservado en
un club un área solo para nosotros y mis padres se quedaron con los niños
mientras Isabella y yo, por primera vez nos tomábamos una noche para
ambos, así como en los viejos tiempos.
Un vestido rojo y ajustado cubría el cuerpo de mi mujer cuando la hora
de irnos llegó, me emocionaba saber que aparte de hermosa, bajo ese
vestido no había ninguna braga que me impidiese el camino hacia aquel
lugar de ella que tanto me gustaba y estuve tentado a dejar la dichosa
fiesta de lado y celebrar aquel día con la única persona que quería hacerlo
y en nuestra habitación.
Pero decidimos estar con nuestros amigos un rato y terminar la
celebración luego.
El club era exclusivo y nuestra área aún más, adornada con globos
negros que tenían el famoso feliz cumpleaños escrito con letras rojas y
brillantes, el bourbon sobraba, la música a todo volumen ensordecía, pero
estábamos disfrutando de la noche, yo sobre todo, era la primera vez que
un cumpleaños me gustaba y lo disfrutaba al máximo.
—La Asiática sabe cómo celebrar —gritó Marcus a mi lado, viendo que
las chicas bailaban o más bien, viendo a Maokko.
—Cuida que no se te vayan a salir los ojos —me burlé y negó.
—Tengo novia, no lo olvides —quiso excusarse y me reí.
—No lo olvido, como tampoco olvido que esa asiática te pone loco y
mueres por mostrarle si tienes todo igual de grande —le recordé
burlándome de él.
Era cierto que tenía novia, como también que no la amaba lo suficiente,
porque si así hubiese sido, no hubiera tenido los ojos puestos en el culo de
la asiática boca floja.
Todos la estábamos pasando bien, incluido Fabio, quien se nos unió en
el club; Dom estaba en Virginia junto a Lía que pasaba sus últimos días de
embarazo, la pobre estaba mal y más loca al estar recluida entre cuatro
paredes y en más de una ocasión tuvieron que amarrarla para que no se
dañara. Fui a verla, Isabella no se opuso, ella al fin había entendido que su
hermana estaba enferma, que fue utilizada por el mal nacido de su padre y
ver la situación de nuestra pequeña copia, influyó en aquel cambio.
—Es hora de que abras tus regalos —me gritó Tess y negué.
Era algo estúpido, pero insistieron tanto que terminé haciéndolo; todos
nos reíamos e Isabella casi mata a Lee-Ang cuando abrí el regalo que esta
última me dio; era un vibrador en color lila y, aunque no lo admitiera
frente a todos, sabía que el regalo me serviría para volver aún más loca de
placer a la chica de mejillas sonrojadas frente a mí.
—Es un regalo para ti, Bonita —susurré en su oído cuando la cogí con
mi brazo del cuello y la abracé. Besé su cabeza y ella golpeó mi pecho de
manera juguetona.
—¡Falta mi regalo! —gritó Maokko con emoción y todos la miramos.
—¡Por Dios, no! —se quejó la Castaña en mi pecho y nos reímos.
—Feliz cumpleaños, Chico Oscuro —me felicitó, apartó a Isabella y
me abrazó, un acto que nos tomó por sorpresa a todos, más a mí.
Reticente devolví el gesto, ya no me molestaba que me llamara así y
tomé en mis manos la pequeña caja que me daba.
—Confieso que tengo miedo de tu regalo —dije y rio.
Me guiñó un ojo y dio un paso atrás, todos me animaron a abrirlo y me
quedé sin saber qué decir cuando descubrí que era un piercing de lengua.
—Presiona ese pequeño botón —aconsejó y señaló el lugar, lo hice y
comencé a reírme. Como lo había dicho, esa chica sabía dar regalos y
aquel objeto era una prueba— ¡Regalo para ti y mi amiga! —gritó.
Con orgullo les explicó a todos lo que era y de nuevo vi en Isabella las
ganas de asesinar que tenía; el pequeño objeto era una vibrador de lengua
y supe que esa noche las chicas solo me dieron los complementos para
disfrutar a mi verdadero regalo, aquel envuelto en empaque rojo. La noche
avanzó y con ella la diversión, Laurel disfrutaba bailando con Fabio y
Darius estaba como loco, mas eso solo alegró mi noche, al fin el cabrón
estaba pagando un poco de lo que me hizo en el pasado; Marcus se animó
y llevó a la pista a una pequeña chica que ansiaba devorárselo, Dylan
bailaba con Tess y Caleb con Lee-Ang, dejé a Darius bajando sus penas
con alcohol y me llevé a White a bailar.
Estaba viviendo una vida que siempre quise, era casi como si me
hubiese trasladado a un mundo alterno, uno donde en verdad era feliz y la
chica más bella de la ciudad era solo mía.
—¿Te gusta tu noche? —preguntó Isabella, rodeando mi cuello con sus
delgados brazos y hablando en mi oído sin dejar de moverse al ritmo de la
música.
—Me gusta, pero está a punto de ponerse mejor —sentencié y me miró
sin entender—. Vámonos a casa, Bonita, necesito saber cómo funcionan
esos regalos que tus locas amigas me dieron —Sonrió con vergüenza y
picardía incluida, aún me preguntaba cómo era capaz de hacer aquello.
Esa mujer sabía cómo ponerme con un simple gesto y lo que más me
gustaba es que era muy fácil de convencer cuando quería. Nos fuimos de
aquel club luego de despedirnos de todos, pero no volvimos a casa,
Isabella dijo que aún no me daba mi regalo y me llevó justo a aquel hotel
donde me hospedé meses atrás cuando fui a buscarla. Llegamos a la
misma suite, nos metimos a la misma habitación y cuando le pregunté la
razón de ir ahí, su respuesta fue sencilla.
—Aquí nos reconciliamos, era el lugar perfecto —Asentí de acuerdo.
Luego de meterse al baño y hacerme esperar un rato, salió vestida con
un corsé negro, ligas, medias y una tanga diminuta del mismo color. Sus
piernas se veían más largas con los tacos y me miró seductora, adornando
su rostro con una sonrisa ladina.
—¿Sabes, amor? Siempre dices que te gusta mi lado oscuro —habló
llamándome con ese apelativo que secretamente me gustaba mucho, sus
labios rojos se veían increíbles y mi pene lo sabía.
—Me gusta ser yo quien lo saque —respondí sentándome en la cama.
Sin decir nada, hizo que un reproductor comenzara a sonar con una
canción sensual y comenzó a mover las caderas, Isabella era una mujer
completa, capaz de hacer que cualquiera comiese de su mano y yo me
incluía; mi rudeza y frialdad acababan en el momento que ella y yo
estábamos solos, ahí me convertía en un completo idiota a su total
disposición.
Disfruté de aquel baile que hizo para mí, rato después ella gozó de los
regalos que recibí y muy pronto me deleité con sus efectos, la adoré como
siempre lo hacía, nos unimos más de lo que ya estábamos hasta que la
mañana llegó y tuvimos que volver a casa, con nuestras pequeñas cosas y
toda nuestra familia.
Como dije antes, todo era demasiado perfecto, demasiado bueno y me
daba miedo estar en un sueño, tanto, que comprendí por qué Daemon no
quería abrir los ojos cuando nos reencontramos.
Una semana pasó luego de aquel incidente, o más bien de la cagada que
hice y como lo presentí, nada era fácil para mí. Elliot seguía apoyándome
y sabía que eso no siempre era del agrado de Alice y no la juzgaba, mi
reputación cayó al suelo y la pobre tenía miedo de que el siguiente en mi
lista fuese su novio otra vez.
«Después de todo, ser puta no era bueno».
Quise llorar ante aquel susurro, la fama de puta la habría soportado,
pero que yo misma me considerara así era triste.
Cada día hablaba con Maokko y me informaba de mis hijos, ellos
comenzaban a estar inquietos y muy tristes porque veían poco a su padre y
él no los llevaba a la cama todos los días como les prometí. Lee-Ang dijo
que LuzBel pasaba fuera todo el día y cuando llegaba a la mansión,
siempre olía a alcohol y, aunque no llegara borracho, aquel olor molestaba
a Daemon.
—Cuando papito ole así, no juga con nosotos y se enoja si le
peguntamos pol ti y el abuelo. Y mi hemano llola mucho —me dijo Aiden
por el móvil.
Mi corazón volvió a romperse.
Odiaba que mis hijos pasaran por esa situación y detestaba que LuzBel
se comportara así, mas no podía juzgarlo porque todo era mi maldita
culpa. Le pedí a las chicas que cuidaran mejor a los niños y les prometí a
ellos que pronto llegaría a verlos, eso no era inteligente, pero sabiendo a
mis hijos así no me importaba.
Con tristeza me enteré de que Myles fue entregado a la policía por su
familia. Ya no había nada que pudiese ayudarle, lo que pasó conmigo
confirmó que ya no era el hombre que ellos creían y, aunque no abusó de
mí, no podía defenderlo. Y yo era tan cobarde que ni siquiera fui a
visitarlo, pero cómo iba a hacerlo, si verlo me haría recordar mi ruina y en
esos momentos necesitaba recomponerme un poco para ir en busca de mis
hijos.
Por Caleb supe que LuzBel volvió a ser un verdadero hijo de puta y
Maokko me lo confirmó, a ellas ni les dirigía la palabra y si lo hacía, era
solo lo necesario para mis hijos; Eleanor se limitaba a saludarlas y
Hanna...curiosamente seguía alejada de LuzBel y los niños y, aunque ya no
estaba vigilada como antes, siempre mantenían un ojo en ella. Dylan llegó
a verme un día y como el hermano que era, dijo apoyarme y que no me
juzgaba por nada, no obstante, avisó que Tess estaba como loca y me
recomendó no cruzarme en su camino ya que no entendía razones e incluso
él estaba alejado de ella en esos momentos.
«¡Perfecto! Ocasionamos un daño colateral».
Eso solo me hizo odiarme más.
Después de muchas llamadas de Darius, decidí aceptarle una, estaba
molesto conmigo por ignorarlo, diciendo que cometía un error al alejar de
mí a personas que me apoyaban de manera incondicional, no lo hacía por
mal agradecida, sino por vergüenza.
—¿Dónde estás? —le pregunté luego de un rato, al escuchar la música
de fondo y risas femeninas.
Era de noche.
—¿Yo? ¡Eh!... —aquel titubeo me provocó una punzada en el pecho.
—Estás con LuzBel ¿cierto? —cuestioné y suspiró fuerte. Cerré los
ojos y respiré profundo, sí, estaba con él.
—Él ya no es el mismo, es un hijo de puta recargado —dijo tratando de
hablarme con la verdad—. Ahora mismo no estoy con él, me alejé para
hablar contigo.
—¿Está con alguna mujer? —No tenía por qué torturarme a mí misma
de esa manera, tampoco podía evitarlo.
—Con algunas, Isabella, no te voy a mentir —Quise llorar, gritar,
patalear, vomitar al escucharlo—. Está decidido a sacarte de su cabeza,
por eso el imbécil solo escoge a chicas rubias o con el cabello de otros
colores, pero jamás a una castaña.
Limpié mis lágrimas, cayeron sin poderlas detener.
«Yo que tú, en lugar de llorar hubiese ido y le demostraría que solo una
castaña lo podía hacer sentir vivo».
Aquel susurro me hizo tomar valor, sabía que ese era un juego
peligroso, pero necesitaba verlo, hablar con él y pedirle perdón, aunque no
me perdonara.
—¿Dónde estáis? —pregunté.
—En Rouge —respondió—. Espera... No pensarás venir ¿cierto?
Aquello era peligroso al triple, ese club ya no era territorio de
Vigilantes, había pasado a manos de Grigori y estaba custodiado por gente
de la organización, así que era lo que menos me preocupaba. Lo que lo
hacía peligroso era el hecho de que un hijo de puta recargado estaba allí,
despechado, dolido y con sed de venganza.
—Voy a necesitar tu apoyo para salir viva de ahí, hermanito —dije y
bufó.
Comencé a decirle lo que haría, no estaba de acuerdo y se negó, pero
terminé convenciéndolo. Era arriesgado, por primera vez obedecería a mi
conciencia y comprobaría si había hecho mal o bien al ignorarla todo el
tiempo, además, necesitaba ver a LuzBel, estaba muerta en vida sin él por
más fuerte que quisiera parecer y quería borrar de su cuerpo todas las
huellas que aquellas estúpidas le dejaron.
Así que de nuevo no le hice caso a mi raciocinio y seguí mis impulsos y
cuando llegué al club, Darius me recibió y llevó hasta la oficina, la misma
en la que estuve con Sombra antes.
—Está muy bebido, pero todavía consciente, así que ruega porque
venga y no te reconozca —pidió Darius y asentí, estaba nerviosa.
—Es hora de invertir papeles —susurré, sabiendo que en ese momento
yo estaría en la oscuridad.
Mis manos temblaban, algo que ya no me parecía raro, después de
aquel día vivía temblando sin cesar y sobre todo cuando los recuerdos y la
culpa se hacían más intensos. Tomé un vaso pequeño y me serví un trago
de la bebida que Darius —dijo ser de él antes de irse— tenía ahí y mi
rostro se deformó con desagrado al sentir aquel sabor asqueroso.
—Esto sabe a mierda —dije para mí misma.
¿Qué demonios bebía Darius?
Al menos el alcohol comenzó a calentar mi cuerpo y los temblores se
calmaron, minutos después escuché pasos y maldiciones, casi podía
escuchar a mi corazón martillarme en los oídos, mi pecho subía y bajaba
con brusquedad.
—No te acobardes ahora —me dije a mi misma, intuyendo que por
primera vez mi conciencia había hablado a través de mí.
Di un paso hacia atrás cuando la puerta se abrió y la luz del pasillo se
filtró, dos tíos estaban ahí, uno era más imponente que el otro y lo
reconocí a pesar de la poca luz. Me oculté un poco más para que la luz no
me alcanzara.
—Espero que seas una rubia, pelirroja o de cabello negro.
¡Oh por Dios! Aquella melódica voz que me erizaba cada vello del
cuerpo se filtró por todo mi ser, cómo lo había extrañado, aunque en esos
momentos su voz fuese estrangulada por la bebida, el odio y la tristeza.
—Ya, viejo. Quieres follar de verdad, pues te conseguí a la mejor para
eso —Bien, las palabras de Darius no me hicieron sentir bien, pero no iba
a quejarme.
—Pero no me gustan tus condiciones —se quejó él y sonreí al recordar
a Daemon, eran tan parecidos hasta para refunfuñar—. Quiero verla y
oírla, eso de oscuridad y silencio no me agrada.
—¡Oh vamos! Confía en mí —se quejó Darius.
—¿Y si es fea? ¿Si es hombre? Y por eso pides eso, más te vale que no
me hagas una cagada como esa porque juro que...
—Ya, idiota —lo cortó Darius.
—No soy hombre —hablé y fingí la voz.
«Esperaba que estuviese muy borracho para que no te descubriera».
—Vete —pedí a Darius y asintió.
Se aseguró de que las luces no funcionaran en la oficina, así que no me
preocupé de que LuzBel la encendiera, caminé hasta él procurando que la
poca luz diera solo en mi espalda y mantuviese oculto mi rostro.
«Así que, así se sentía ser Sombra».
Llegué hasta él y respiré su fragancia, ¡Dios! Cómo amaba la mezcla de
su colonia y aroma propio, ni el alcohol pudo ocultarlo. Tomé las solapas
de su chaqueta y lo acerqué a mí buscándole la boca con desesperación, sin
embargo, solo encontré su cuello y pude alcanzar a besar su barbilla.
Quería hablar, pero antes deseaba sentirlo, aunque fingiera ser otra.
—Tú tienes tus condiciones y yo las mías —dijo y me tensé cuando me
tomó con fuerza de la cintura—. Nada de besos, solo sexo.
Casi me muero de impotencia, tristeza y también tranquilidad.
«Oh, querida, ya estabas asustándome con esos cambios y contrastes».
—Bien —susurré y comencé a acariciar su torso.
Bajé poco a poco hasta llegar a su entrepierna, por encima de su
pantalón y lo acaricié así, lo sentí inspirar con fuerzas y casi por arte de
magia palpé su erección, muy grande, gruesa y deliciosa.
—Hueles... —Se quedó en silencio unos segundos y no detuve mis
caricias.
Besé su cuello, lamí y mordí su piel arrancándole pequeños gruñidos,
sus manos comenzaron a acariciarme con un poco de brusquedad y me di
cuenta de que yo siempre obtuve otra versión de él antes y jamás la que
tenía cuando estaba con mujeres a las que solo les daría un rato de placer o
con suerte, una noche y en ese momento estaba obteniendo esa que nunca
creí conocer.
—¿Cómo te llamas? —preguntó muy cerca de mi oído, su respiración
en mi cuello erizó mi piel.
—Eso no importa, al fin y al cabo dentro de un rato lo olvidarás —
Hasta yo me sorprendí de no haber titubeado con esa respuesta.
—Bien chica sin nombre, imagino que tienes mucha experiencia con
los hombres —aseguró comenzando a desabrochar mi pantalón—. Dime,
preciosa, ¿cómo te gusta que follen? ¿Duro, suave, con la tranquilidad de
un viejo o con el vigor de un hombre de verdad? —Me congelé al
escucharlo, él no se detuvo y bajó mi pantalón junto a mis bragas,
dejándolos en mis rodillas y me giró hasta ponerme sobre el escritorio,
con mi trasero y sexo expuesto a él en esa posición.
No quería ser tomada así, quería sentirlo como antes, jugar un rato al
menos, pero me di cuenta de que eso no pasaría, él estaba demasiado
herido y lo demostraba hasta con otras mujeres.
—C-como tú qu-quieras —titubeé y cerré los ojos con fuerza.
—Bien —dijo y escuché cuando bajó su cremallera y rasgó un
envoltorio de preservativo—, perdona mi sinceridad, pero te tomaré como
lo que eres y mereces —advirtió para luego introducirse en mí de una sola
estocada.
Me dolió, me ardió y picó, no solo en mi entrepierna sino también en
mi corazón.
—Siempre te he hecho el amor.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas sin poderlo evitar al recordar
sus palabras y al sentir su manera de tomarme. Al menos había
comprobado algo, fue inteligente de mi parte ignorar a mi conciencia toda
mi vida porque cuando obedecí, supe que cometí el mayor error.
No entendía por qué las mujeres se morían por una noche con él,
cuando era claro que la palabra hijo de puta se quedaba corta para
describirlo. Sus movimientos bruscos me dañaban, pero comencé a
humedecerme y no de placer, sino más bien como protección. Protección
que mi propio cuerpo me estaba dando para no ser doblemente lastimada,
sus manos se asieron a mi cintura con fuerza, sus gruñidos fueron más
intensos y...
«¡Mierda, Isa! Sabía que la había cagado, pero tú no eras de las que se
dejaba humillar».
Abrí los ojos ante aquello y una furia terrible se instaló en mí, entonces
me removí.
—¡Suéltame! —exigí cuando me contuvo.
—Solo espera un poco más, hace días que no me siento así y ya casi me
corro —habló con frialdad y volví a removerme.
—Esto no me gusta. ¡Para! —volví a pedir, no lo hizo.
—¡Oh vamos, White! Tú me buscaste y ahora te niegas.
«¡Demonios!»
Debí suponerlo.
Con vergüenza y coraje volví a removerme, esa vez más fuerte y logré
sacármelo de encima, desde su estúpida pregunta debí suponer que él sabía
que yo era la que estaba con él, pero me negué a ello solo por sentirlo.
—Creí que le dabas placer a las mujeres, no humillación —mascullé
acomodando mi ropa y haciendo una mueca de dolor.
—Y les doy placer, pero no sé tratar con putas como tú —soltó y
cegada por el dolor me fui contra él para golpearlo.
No lo logré.
—Veo que te gusta más cómo te follan los viejos —susurró con burla
cuando me contuvo entre sus brazos para que no lo golpeara, las ganas de
llorar que sentí eran insoportables.
¿De verdad merecía ser tratada así?
«¡NO!»
—¡Eres un imbécil! —espeté.
—Y tú una cualquiera, mira que buscarme luego de follar con mi
maldito padre —escupió con asco y me alejó de él—. Para mi maldita
suerte tengo tu puto olor grabado en la mente, sabía que eras tú desde que
llegaste frente a mí y fuiste tan estúpida al quererme besar sabiendo que
no beso a quien solo quiero para follar.
¿Qué había hecho? ¿Por qué tuve que humillarme así?
—Ridículamente creí que te podía convencer de que aún había algo
entre nosotros —hablé sin pensar y comenzó a reírse con verdadera
diversión.
—No te confundas, White. Antes fuiste mi prioridad, ahora no te quiero
ni siendo una más en mi lista de putas —Espinas, dagas, balas, veneno...
Todo eso era nada en comparación a lo que sus palabras me dispararon.
Estaba claro que solo perdí mi tiempo y me humillé más a mí misma al
buscarlo, estaba claro que nuestro amor no era tan fuerte como para
superar aquel hecho y supe que tampoco era momento para pedir perdón,
ya que en realidad lo que hice era imperdonable. Así que cogí la mierda de
dignidad que me quedaba y salí de la oficina golpeándole el brazo al pasar
a su lado y jurándome a mí misma jamás llegar a caer tan bajo de nuevo.
Elijah
Comencé a ver todo casi como si fuese una película de mi vida. Una
semana atrás, si alguien me hubiese dicho que me iba a arrepentir de haber
confiado tanto en Isabella, le habría partido la boca en cuestión de
segundos por poner en entredicho a mi preciosa Castaña.
La mujer luchadora que me traía estúpido, la chica que me mostró que
lo mío eran las chicas fuertes y gruñonas como ella.
Pero caí profundo cuando la encontré en la cama con otro hombre y no
cualquier hombre, sino mi padre. ¿Qué había pasado? ¿En qué momento
me volví tan ciego? ¿Tan estúpido como para no ver más allá de mi nariz?
Esa respuesta era fácil, me convertí en el mayor de los imbéciles cuando
acepté mis sentimientos hacia ella, cuando me dejé llevar por todo lo que
me hizo sentir. Con la maldita bruja de ojos miel olvidé por completo mi
regla principal: quitarme la ropa junto con los sentimientos y lo estaba
pagando caro.
La miré a la cara, le supliqué que me dijera que lo que vi fue una
maldita y pésima broma, rogué en mi interior para que fuese una cobarde y
me mintiera viéndome a los ojos, pero no pudo... Isabella White era una
cínica y sincera puta, ningún Vigilante, ningún maldito enemigo logró
dañarme jamás como ella lo hizo en ese momento y como lo seguía
haciendo con su puto recuerdo.
Fui un débil, un blando, un imbécil.
Le di el poder para destruirme y la cabrona lo aprovechó al máximo,
me destruyó, me hizo pedazos y me convirtió en un ser peor de lo que su
hermana me volvió en días pasados. Casi maté al hombre que me engendró
porque no me bastó con golpearlo cuando lo encontré en aquella vil
habitación, quise meter una bala entre sus cejas, pero mi madre no lo
permitió.
Aun así, las cosas no acabaron en el hotel y ordené a mis putos súbditos
que lo llevaran al cuartel y envié a madre a la mansión.
—Tú no sabes el demonio que despertaste —dije hacia aquel mal
nacido que yacía en una silla, en medio del salón de entrenamiento—
¿Desde cuándo tú y esa puta me veías la cara? —exigí saber, el viejo
inmundo simplemente me miró con los ojos llenos de lágrimas.
—No hijo mío, perdóname —lloró.
—¡No me llames hijo y responde! —grité, deseando darle otro
puñetazo.
Y no contuve mis putos deseos.
Ya no era yo el que actuaba, era el maldito demonio que siempre
encerré, aquel que no reconocía padres ni familia.
—¿¡Desde cuándo!?
—¡Jamás pasó! —espetó, poniéndose de pie. No estaba atado, solo
sentado porque dijo sentirse mal antes— ¡Y todavía no entiendo cómo es
que llegamos a lo que viste hoy! —siguió y limpió la sangre que seguía
saliendo de su boca desde que sin pensarlo, lo golpeé en el hotel.
Buscó apoyo cuando un mareo lo atacó, me buscó y me aparté sintiendo
asco de él, cayó al suelo y no se levantó más. Se había desmayado.
Salí del salón hecho una furia y le dije a los demás que se encargaran de
él, yo no podía ni iba a hacerlo, porque ese tipo dejó de ser mi padre desde
el momento en que puso los ojos en la madre de mis hijos.
Mis pequeñas copias.
Dudé de que fuesen míos luego de lo que pasó, sin embargo, borré la
duda de mi cabeza porque, aunque no fueran mis hijos, los veía como tal y
eso nada ni nadie lo iba a cambiar, ni siquiera la vil traición a la cual me
enfrentaba.
La noche de aquel descubrimiento no fui capaz de volver a la mansión,
me fui para mi apartamento y me emborraché hasta perder la conciencia,
la vida era una mierda y solo deseaba olvidar todo lo que me rodeaba,
olvidar a la maldita bruja que se negaba a abandonar mis pensamientos y
me torturaba a cada segundo.
Por momentos deseé haber obedecido a Hanna cuando la obligué a
decirme lo que sucedía, la hice hablar, romper su intento de mantenerle
una promesa a Isabella y hubo instantes en los que me arrepentía, tal vez si
me hubiese tardado un poco ella no habría estado en la cama, pero a la
mierda todo, era mejor haber descubierto la traición y dejar de ser un
maldito imbécil y la burla de mi propio padre.
Dos días después, Fabio y sus colegas decidieron darle a Isabella el alta
del hospital, ya estaba mejor y preferíamos tenerla lejos de un lugar donde
era tan vulnerable. Elliot hizo su trabajo, le habló de los niños, de Amelia,
de La Orden y la asociación de los Grigori, no le ocultó nada para que todo
fuese un poco más claro para ella y por fortuna lo tomó con calma, al
menos eso creíamos; Fabio estuvo siempre pendiente de ella y por mi
parte seguí estándolo también, aunque evité verla, era lo mejor en esos
momentos. Por seguridad la llevamos a la mansión, madre se había ido
con Tess rumbo a Tokio en el momento que la pelirroja decidió irse,
poniendo una enorme y sana distancia entre ambos; Eleanor por supuesto
que se indignó cuando obligué a su hija a hacer tal cosa, alegando que
prefería a una mujerzuela que dañó su matrimonio y no a su sangre, no
obstante, comprendió mi razón cuando le confesé que por culpa de mi
hermana perdí a mi bebé y sabiendo que no podría estar en un lugar donde
se encontraba Isabella, quiso marcharse. Al final esa decisión jugaba a
favor mío, ya que en Tokio estarían protegidas y me quitaría el cargo de
cuidarlas también a ellas.
—Daniel logró que el juez accediera a trasladar a tu padre hacia la
celda que ocupaba Tess en el cuartel, le pondrán vigilancia y lo trasladarán
esta tarde —me informó Dylan, entrando a la habitación de control y
cámaras que teníamos en la mansión.
Myles era otro tema del que me encargué luego de que algunos
enemigos que se encontró en la cárcel, casi lo asesinaran ahogado en un
retrete. Yo lo odiaba en esos momentos, pero no iba a dejar que nuestros
adversarios se aprovecharan de la mala racha que estábamos pasando, así
que decidí hacer algo por él y ponerlo de nuevo bajo la protección de la
organización que una vez lideró.
—Encárgate de eso personalmente —pedí y asintió— ¿Cómo va Evan
con su investigación? —cuestioné y se sentó en la silla que estaba a mi
lado.
—Descubriendo sorpresas que nos dará pronto.
—¿Por qué no, ya? —odiaba la espera.
—Según dijo, esta vez los Vigilantes están mejor preparados, saben
nuestra manera de operar así que tomaron más medidas para no ser
descubiertos. Caleb y Darius están ayudándole con ello y Daniel les
proporcionará un programa para encriptar los que usan los Vigilantes. De
momento, Alice logró reconocer al nuevo Fantasma —Lo miré expectante
—. Brianna Less está detrás del disfraz buscando venganza por lo que Isa
le hizo a Derek.
—¡Demonios! Estoy harto de tantos enemigos y en esto culpo a White
por haberme impedido matarla cuando tuve oportunidad —me quejé y
golpeé el escritorio con furia.
—En ese entonces Isa era la chica que es hoy, no la de hace un año atrás
—me recordó y eso solo me puso peor. Ambos nos quedamos en silencio
un rato, pensando en lo mierda que estaba todo.
—¿Cómo estás? —le pregunté cambiando de tema.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —me cuestionó dolido.
—Eso tenía que dejárselo a Tess, sé que la amas y a pesar de que es una
completa loca, ibas a creer en ella —le aclaré y restregó su rostro para
luego desordenar su cabello.
—Me costó decirle eso ¿sabes? —murmuró y no comprendí, él notó—
Decirle que la amo, ya sabes... esas palabras siempre fueron prohibidas
para nosotros y sabía que al decírselas estaría perdido, pero lo hice, me
perdí por ella y no me importó —Me estremecí al oírlo.
«No solo te perdías al decirlo», pensé.
—Amé cada una de sus locuras, amé todo de ella, sin embargo, Tess se
aprovechó de eso y cometió errores que aún no le puedo perdonar —
susurró y lo comprendí—. Y pensar que odié a Isabella cuando la conocí
—Rio al decir tal cosa y también lo hice yo—, pero poco a poco se ganó
un lugar en la organización y logró que la respetara y cuando me enteré de
que es mi hermana, tuve un enorme cargo de consciencia por haber
azotado su culo.
Al oírlo también imaginé esos años atrás, cuando todo comenzó.
—Y la quise, viejo. Jamás deseé una hermana, aunque al saber que
Isabella lo es, anhelé con mi alma acercarme a ella y crear un vínculo,
algo que logramos a pesar de que nos costó y luego pasa esto —Señaló a la
nada y miré fijo el monitor frente a mí, justo el que me mostraba a la
Castaña y a Elliot, riendo de algo que Aiden dijo.
Los celos eran una mierda.
—Amo a Tess, pero me quitó el vínculo que había logrado con mi loca
hermana, me arrebató la oportunidad de ser tío de nuevo, dañó a mis
sobrinos con sus arranques de furia y eso no lo puedo perdonar, no en estos
momentos —Suspiré con fuerzas y lo miré.
—Estamos jodidos, hermano y créeme, te comprendo a la perfección —
le aseguré.
Isabella sabía que tenía tres hermanos, supo todo acerca de ellos, pero
esa información aún no la terminaba de procesar; los medicamentos que le
eran administrados permitieron que le pudiesen decir tal cosa, aunque la
pobre chica de seguro tenía un enredo tremendo en la cabeza. Sin
embargo, esa vez también pasó algo diferente pues no hubo odio, no el que
en el pasado la impulsó a tomar venganza. Antes de llevarla a la mansión
acordamos que no se les diría a los niños que no los recordaba, se hizo tal
cual a petición de la Castaña ya que se sentía culpable por haber olvidado
algo tan importante en su vida. Con Dominik hablamos con los chavales y
les explicamos que su madre tuvo un accidente y por lo tanto su mente
estaba como nueva y tendría que aprender muchas cosas, Dominik se los
hizo ver como un juego donde ambos serían los maestros de su madre y
los dos se emocionaron con la idea, no solo porque verían a su mamá de
nuevo, sino porque esa vez, ellos le enseñarían todo lo que un día ella les
enseñó.
Al menos eso había salido bien.
Instalamos a Isabella en la habitación que antes compartimos y se la
pasaba ahí casi todo el día con Lee-Ang, los niños y una dolida Maokko; la
asiática estaba triste porque su mejor amiga la olvidó y no dejaba de lado a
Caleb, él también sufría las consecuencias. Por mi parte, traté de no
cruzarme con ella y dejé que Elliot pasara en la mansión el tiempo que
quisiera, pues lo que le dije a Isabella fue en serio, si ellos querían estar
juntos no me iba a entrometer, la dejaría ser feliz con quien quisiera y no
solo porque me olvidó, sino también porque había cosas entre ambos que
aún no estaban perdonadas.
Cuando la noche llegó decidí irme a mi habitación, en el camino me
crucé con Hanna, no habíamos hablado desde lo sucedido y no porque no
quisiera, sino porque no era algo importante para mí. La mansión ayudaba
a que ella e Isabella no se hubiesen visto aún y creía que Maokko también
tenía algo que ver en ello.
—¿Podemos hablar? —preguntó y asentí.
Ya no iba a dejar eso para después.
—Vamos a mi habitación —dije y comencé a caminar.
Justo al llegar ahí y casi entrar, la puerta de la recámara de Isabella se
abrió y ella salió junto a los niños.
—¡Papito! —gritó Aiden y le sonreí— Velemos una peli con mami,
¿quieles venil? —Isabella me sonrió, usaba ropa deportiva, su cabello
estaba agarrado en una coleta alta y una venda adornaba su cabeza.
—¿Ángel? —susurró Hanna y me tomó de la mano.
—¡No lo agales! —le gritó Daemon, Isabella miró nuestras manos
entrelazadas y supo a qué se refería nuestro pequeño.
—Cariño, solo le estaba recordando que tiene que hacer algo conmigo,
lo siento —dijo la rubia de forma amable y me soltó.
—No sabía que tenías novia —Cómo me habría encantado que Isabella
dijese eso con celos, pero no, fue algo dicho solo por curiosidad, sin una
pizca de sentimientos de por medio.
—Tú eles su nova, mami, no Hanna —le aclaró Aiden, tomándola de la
mano para llamar su atención.
—Hanna es su amiga y no me usta —agregó Daemon, cruzando los
brazos y haciendo un puchero, lo típico de sus berrinches.
—Ven con papá y dime qué película quieres ver —lo animé y extendí
los brazos para que llegara a mí. No lo quería molesto y peor por Hanna.
Corrió y lo cargué en mis brazos, había notado un cambio en su
conducta últimamente y con exactitud supe que sus días oscuros pronto
llegarían y no iba a forzar la situación.
—Habláremos luego —murmuré hacia Hanna, su rostro me demostró
que no le gustó y con mi falta de interés le dije que no me importaba.
—Ángel, solo será un momento —rogó con su voz melosa, quiso tomar
mi mano de nuevo, pero se lo impedí.
Su comportamiento comenzaba a fastidiarme en demasía y me odié por
haber cometido el error de amanecer con ella en la cama y decía amanecer
porque era lo único que recordaba.
—Dije después, Hanna y no soy ningún ángel —murmuré.
—Me estoy cansando de tus desplantes —habló tratando de fingir
tranquilidad, no me dejó decir nada, solo se dio la vuelta y se marchó.
Su actitud me sorprendió, pero luego me dio igual, el pequeño clon en
mis brazos llamó mi atención cuando me abrazó con fuerzas.
—¿Qué me darás si adivino qué peli queréis ver? —pregunté y me
regaló una muy bonita y enorme sonrisa.
Querían ver a «Valiente», eso lo juraba.
—¡Yo te digo! —gritó y saltó Aiden, algo que hizo reír a la Castaña. La
chica estaba redescubriendo a sus hijos y fue admirable ver el amor con el
que ya los veía— ¡Un beso de mami! —La sonrisa se nos borró a ambos,
ella me miró horrorizada luego de escucharlo y eso bastó para acabar con
mi ego.
—«Cars» —Fingí emoción, dándoles una respuesta incorrecta porque
quería.
—Peldiste, papito —se quejó D y solo le sonreí—, velemos Valente —
Algo obvio, ya hasta me sabía esa peli de memoria.
Bajé al pequeño de mis brazos y ambos corrieron dentro de la
habitación de la Castaña para encender la tele, ella se quedó aún en el
pasillo esperando por mí, la noche iba a ser difícil, exactamente igual a
todas las que tuve días atrás.
—Tú sabías qué peli verían —aseguró y solo me encogí de hombros.
—Me la sé de memoria, simplemente quise salvarte de dar una
recompensa obligada —respondí y sus mejillas se pusieron rojas—. Nunca
has sabido ocultar tus emociones y tu cara de horror es lo más difícil de
disimular para ti —aseveré, abrió y cerró la boca para decir algo, sin
embargo, las palabras no salieron.
—Siento mucho que hayamos arruinado tu noche, con tu amiga —Me
reí, no pudo defenderse de lo que le dije antes, así que optó por decir algo
ridículo.
—No te preocupes, White, habrá más noches para Hanna —solté, lo
hice por cabrón, por hijo de puta, porque quería verla celosa.
Nada de eso pasó.
¡Jodida mierda!
MUCHACHO IDIOTA
Capítulo 38
Elijah
Los chavales estaban recostados sobre las piernas de su madre,
mientras ella les acariciaba la cabeza y disfrutaba de esas pequeñas,
suaves y tiernas cosas; los tres tumbados en la cama, los clones narrándole
la peli a la chica que a pesar de haberla visto cientos de veces antes, no
recordaba nada. Estuve en la cama también rato antes, hablando con las
copias y fingiendo frente a ellos que nada malo pasaba, aunque llegó un
momento que no soporté más y salí a la terraza. Había mucho frío, pronto
comenzaría a nevar, pero eso no me detuvo y me quedé ahí, viendo al
horizonte, pensando en el pasado, en mis días como Sombra y en lo mucho
que luché por ganarme a la Castaña, algo que se me hizo difícil hasta que
recibí aquel disparo para protegerla.
—Oye, está frío acá afuera, deberías entrar —la voz de Isabella me
sacó de mis pensamientos, la miré y tuve unas ganas enormes de abrazarla.
Esa mujer tenía demasiado poder sobre mí, seguía siendo un débil
metal y ella un fuerte imán que me halaba, solo que esa vez no deseaba mi
cercanía como antes.
—Luego iré —susurré y dejé de verla. Seguí en la misma posición, mi
piel se estaba volviendo púrpura debido al frío, pero eso también me
ayudaba a calmar todo lo que se arremolinaba en mi interior.
—Toma —dijo rato después, había ido adentro y creí que ya no
volvería, pero lo hizo llevando con ella un vaso de whisky y dos mantas de
terciopelo.
Mi estómago se estremeció al ver la bebida y solo esperé que Hanna no
se fuera a cruzar en mi camino después de beber el líquido que me hizo
olvidar antes lo que pasó con ella.
O al menos eso creería hasta que Fabio dijese lo contrario.
Di un sorbo a mi vaso y lo dejé sobre la madera que adornaba el balcón
de la terraza y tomé la manta que White me dio, ella se envolvió con la
otra y pude ver su piel chinita por el frío.
—¿Cómo vas con Elliot? —pregunté y me miró incrédula.
Era cierto que hablar de eso no me ayudaría, pero necesitaba saber lo
que estaba pasando entre ellos.
—¿Alguna vez fui una rogona contigo? —respondió con una pregunta y
no me agradó— Sé sincero, ¿alguna vez perdí mi dignidad por ti?
Jamás lo vi así.
—No, solo luchaste siempre por lo que deseabas —fui sincero, ella en
algún momento creyó perder su dignidad, no obstante, yo siempre vi sus
actos como una lucha constante por lograr lo que deseaba—. Eras
realmente decidida y luchabas por siempre obtener lo que querías.
—Elliot está enamorado de su novia —soltó con amargura— y a pesar
de lo que siento por él, no voy a mendigar su amor —Me encogí en mi
sitio, el frío ya me estaba afectando—. Supe que estuviste con Amelia,
quien es mi hermana y te enamoraste de ella.
—No, White. Eso te lo aclaré en su momento, hubo un tiempo en el que
creí estar enamorado de ella, pero luego descubrí que no, jamás pasó eso
—aseveré y me observó con detenimiento.
—¿Por qué lo descubriste?
¡Joder! La curiosa había vuelto y eso no siempre era bueno.
—¿Crees que mi respuesta cambiaría algo de lo que está sucediendo
ahora? Me refiero a ti y a mí —Negó de inmediato, yo también lo hice.
Claro que no cambiaría nada así que no iba a responderle, se quedó ahí
a pesar de que callamos, no se marchó; los niños seguían viendo la peli y
se reían de las travesuras que los trillizos pelirrojos hacían.
—Lo siento —susurró rato después. La miré sin saber qué sentía—,
siento mucho haber olvidado todo.
—No es tu culpa —la corté.
—¿Siempre fuiste así de frío conmigo? —Se acercó un poco a mí—
Digo.... todo el tiempo te la pasas con esa cara de culo y a veces me
intimidas, jamás sonríes y.… no sé, yo estoy acostumbrada o lo estaba, a
un hombre cariñoso y detallista y tú no eres nada de eso.
—Con el tiempo te aburrió el romanticismo y buscaste a alguien que te
desafiara y sacara lo mejor y peor de ti —Eso fue lo que ella me dijo en
alguna plática que tuvimos, por eso lo sabía— y no, Isabella. No siempre
fui frío ni tampoco pasaba con cara de culo todo el tiempo —Lo último la
hizo contener una sonrisa.
Yo no pude contenerla.
—Encontré esto —Me mostró de pronto su cámara y la activó para ver
las fotografías.
Había muchas de los niños cuando jugaban, también vídeos que
reprodujo, vio fotos de ella y los clones que yo tomé, fotos mías con los
chavales y también de ambos, algunas cuando salíamos a comer, otras de
cuando estábamos en la cama, unas donde yo reía de las tonterías que ella
me decía y entonces obtuvo las pruebas de mi respuesta.
—Tienes una hermosa sonrisa —susurró.
—Gracias —musité y quise quitarle la cámara cuando llegó a unas
fotos que nos tomamos y que no quería que viese.
No en un momento tan crítico entre ambos.
—¿Hay algo que no quieres que vea? —preguntó traviesa y vi el
desafío en sus ojos.
Había muchas cosas que no quería que viera, pero ahí estaba la terca,
desafiándome como siempre. Sus mejillas se volvieron más rojas y supe
que no era por el frío sino por lo que veía, la primera imagen era de ella
desnuda sobre la cama, mis piernas tatuadas se veían ya que era yo el que
la fotografiaba, en la siguiente estaba dándole la espalda, desnudo por
completo.
—¡Guau! Tienes muchos tatuajes —dijo con voz torpe. Sus ojos no
estaban solo en mis tatuajes.
Me reí cuando su mano comenzó a temblar, justo al tiempo que
reprodujo un vídeo, uno íntimo que creí que había borrado, pero descubrí
en esos momentos que lo guardó.
—Agárrate del respaldar de la cama —Esa era mi voz, una orden dada
con deseo y pasión.
—¡Oh, Dios! —Cerré fuerte los ojos al escucharla gemir en aquel
vídeo.
Estaba de rodillas, apoyando las manos en la cama mientras yo la
penetraba desde atrás, sin pensarlo más tomé la cámara y la apagué, ella ni
siquiera se movió, estaba sorprendida y avergonzada por haber visto tal
cosa.
—Creo que ya obtuviste una respuesta más concisa —murmuré.
—¡Dios mío! —jadeó reaccionando— Yo, yo no sé qué decir.
—No tienes por qué decir algo —bufé.
—LuzBel, en mi mente yo solo tengo las veces que estuve... —Se calló
justo a tiempo, sabía lo que iba a decir y me molestó— ¡Perdón! Lo que
quiero decir es que en mi mente todavía soy virgen —Un poco de mi
molestia por su casi anterior confesión pasó y quise reírme— y pues, en
ese vídeo parezco más una actriz porno.
—Lo eras —solté y no fue una ofensa—, eras mejor que las tías a las
que veías en esas pelis —Sus ojos se abrieron con sorpresa—. Sí, Isabella,
sé que las veías, tú misma me lo dijiste. De hecho, hasta te sabías el
nombre de algunas de esas actrices —Su rostro completo estaba rojo en
esos momentos y contuve mi risa— así como también sé que en tu mente
hablas con tu perra conciencia, así es como la llamas y decías que siempre
te daba los peores consejos, por eso jamás le obedecías —Sus ojos se
volvieron brillosos.
—¿M-mi primera vez, fue contigo? —Hubo nervios en esa pregunta y
quería creer que solo nervios y curiosidad, no más.
—Sí, Bonita —dije seguro— y desde ese momento solo fuiste mía.
No dijo nada más, solo miró al horizonte como antes lo hice yo y se
quedó pensando en quien sabía qué. Miré su perfil, estaba más delgada
debido al coma en el que estuvo, era una mujer fuerte, estar de pie a mi
lado lo demostraba; sobrevivió a una herida de bala y a una terrible caída,
había sobrevivido antes al dolor de perder a seres que amaba y de nuevo
estaba pasando lo mismo, pasó por torturas que ninguna mujer merecía,
pero seguía ahí, malditamente de pie, saliendo adelante a pesar de haber
perdido la memoria, estaba comenzando de nuevo y yo no conocía a nadie
más fuerte que ella. A pesar de sus errores era casi perfecta y entendí lo
que no quise entender antes.
No fue que yo perdí mi orgullo con ella, fue simplemente que esa mujer
era mi orgullo. Isabella me destruía, pero también me fortalecía y en esos
instantes no la creí capaz de haberse acostado con mi padre, la encontré
acurrucada a su lado, desnuda, sí, pero me era difícil en esos momentos
creer que mi mujer hubiese sido capaz de hacerme algo así.
¿Sería que me había vuelto demasiado estúpido con ella? No lo sabía.
—Hijo, yo... no sé qué me ha pasado.
—No me des la espalda, hijo. No sé qué hice, no sé por qué lo hice.
—Hijo, perdóname.
—¡Jamás pasó! ¡Y aún no entiendo cómo es que llegamos a lo que viste
hoy!
Todas aquellas palabras llegaron a mi cabeza en ese instante, en todos
esos momentos mi padre lució totalmente perdido, incluso en el vídeo de
la estación de gas donde intentó abusar de otra chica, estaba perdido,
quizás...
¡Mierda!
—Por favor, Isabella, entra. El clima está muy frío y tú aún te estás
recuperando —pedí sacándola de sus pensamientos y asintió comenzando
a caminar a mi lado, la tomé del brazo para guiarla, de nuevo una corriente
de electricidad me atravesó al tocarla y evité mirarla.
—Ya ela tempo que vinielais —se quejó Aiden, el chaval a veces
parecía demasiado maduro para su edad, Isabella rio al oírlo.
—Tengo que hacer algo, chicos ¿podéis cuidar a mamá por mí? —les
pedí y ambos asintieron.
Sí, a ellos les encantaba cuando les pedía que me cubrieran, se sentían
mayores y orgullosos.
—Papito no te pongas acol hoy —suplicó D y me avergoncé mucho.
—No, pequeño, no lo haré —prometí.
Isabella solo nos observaba, la miré unos segundos y luego asentí hacia
ella para despedirme, antes me habría preguntado a dónde iba, cuando era
la mujer que se adueñó de mí y no la que apenas me conocía.
Salí de la habitación, iba directo al cuartel a hacer lo que creí que no
haría aún, no obstante, tener a una Isabella con la mente casi en blanco me
hizo pensar en nuestros inicios, en todo lo que ella me había demostrado
ser, una chica que hacía lo que hacía sin temor a ser juzgada, una mujer
que hablaba de frente y no ocultaba nada por miedo a ser señalada. Me
dijo en mi cara que se acostó con Elliot y no le importó lo que yo creería
de ella, los errores que cometió jamás opacarían sus virtudes y después de
que un poco de la mierda en mi cabeza bajara, comencé a ver todo eso.
—¿Vas a salir? —esa era Hanna, quien estaba en el recibidor de la
mansión.
—Sí, pero antes quiero que me digas algo —La tomé del brazo y la
llevé hasta la sala de visitas—. Nunca quise hablarte de esto porque supuse
que sería un trauma para ti, sin embargo, ahora necesito que me digas qué
fue exactamente lo que sucedió cuando llegaste aquel día a buscarme al
cuartel.
Negó de inmediato y se zafó de mí, mirándome aterrada.
—No me hagas recordarlo, por favor —suplicó y negué.
—Necesito saberlo, cariño. No me hagas sacártelo a la fuerza —la
palabra cariñosa había sido simple advertencia y ella lo notó.
—Encontré a tu padre entrando al cuartel, me reconoció y dejó que
entrara al estacionamiento —Sus manos comenzaron a temblar al
comenzar a hablar—, le pedí que me dijera dónde estabas, le supliqué que
me ayudara, entonces me pidió que lo siguiera a su oficina y ahí todo pasó
rápido —La miré a los ojos, buscando una señal de inseguridad en ella,
pero no encontré nada—. Dijo que iba a ayudarme de la mejor manera que
sabía y me tomó de la cintura y me unió a él, mi lucha comenzó hasta que
llegaste tú —Las lágrimas le corrieron todo el rímel en ese instante.
—Bien —dije cortándola—, gracias por decírmelo. Tengo cosas que
hacer y sé que te debo una charla, prometo que lo haremos luego —Ni
siquiera la consolé, no tenía tiempo para esas cosas. Ella me observó con
dolor, aunque asintió y se marchó sin despedirse.
No lo lamenté, solo salí de la mansión y me fui hasta el cuartel, por
supuesto que siempre era cuidado por miembros de las organizaciones,
tanto de la mía, como la de Isabella y sin problemas llegué a mi destino.
Había más seguridad que antes, no solo por los atentados sino también
porque padre ya se encontraba ahí.
—No te esperábamos —dijo Connor al verme.
—Muy mal por vosotros, es mi organización, por lo tanto, debéis
esperadme siempre —Él solo asintió y caminó a mi lado.
—Jane quiere ir a la mansión mañana para ver a Isa, ¿supongo que no
hay problema? —suponía bien.
—Solo pídele que no hable de cómo la Castaña entró a la organización,
eso me corresponde a mí y aún no he podido hablarle de eso —Rio al
escucharme, sí, era súbdito de Grigori, pero también mi amigo y por tal
razón se tomaba ese atrevimiento.
—LuzBel, imagino hacia dónde vas, solo te pido que cuides lo que
haces. Myles es tu padre y a pesar de la situación sigue siendo mi jefe y le
debo respeto —Lo miré y asentí justo cuando aquella improvisada celda
estuvo en mi periferia, había dos oficiales fuera cuidando la puerta y
armados hasta los dientes.
Me revisaron cuando dije que quería ver al reo, con voluntad les
entregué mis armas, no pensaba matar a padre ya, solo necesitaba hablar
con él.
De una vez por todas, necesitaba que me aclarara muchas cosas.
—Espero que no estés aquí para discutir, porque como verás, estoy
cansado de lidiar con tanta mierda —bufó padre al verme entrar.
Estaba barbado, aunque limpio y con su ropa impoluta, no más con el
uniforme de reo y ya no se veía perdido ni enfermo, es más, estaba
recuperado y casi imponente como antes.
—Solo quiero hablar, Myles —solté frío.
—¿Qué? ¿De nuevo quieres que te diga cómo follé a Isabella? ¿O
vienes a pegarme otra vez? —la ironía en su voz no me ayudaba para nada
— Porque ya me dijeron que te atreviste a golpearme y deseo que vuelvas
a intentarlo —se mofó, él era tan yo en esos momentos.
Estaba de pie y con las manos cruzadas en la espalda, caminó hacia una
esquina para no mirarme.
—¿Lo hiciste? —exigí saber y se giró luciendo muy indignado, llegó
frente a mí, muy cerca y me miró a los ojos. El gris de sus irises competía
con el mío.
—¡Mírame, Elijah Pride! —exigió y me tomó de la nuca— Soy yo,
Myles Pride, el hombre que te engendró y crio, el mismo que con su
ejemplo te enseñó a tratar a una mujer como una reina, a pesar de que tú
jamás lo aprendiste, pero viste cómo traté a tu madre siempre —Ese era el
tipo que yo conocía y sentí algo oprimiendo mi pecho— ¿En verdad me
crees capaz de tocar sexualmente a una mujer que para mí es como mi
hija? —preguntó y solo lo miré— Jamás le he sido infiel a tu madre y si lo
quisiera ser ¿crees que lo haría con la mujer que no solo es como mi hija
sino también la mujer de mi hijo, mi heredero y hasta hace muy poco mi
orgullo?
—¿Por qué no te defendiste así hace unas semanas? —exigí saber y lo
tomé de los antebrazos sin apartarlo de mí.
—Porque no era yo mismo, muchacho idiota. Pero incluso
desconociéndome yo mismo, tú tenías que conocerme mejor porque has
estado a mi lado siempre y sabes que jamás he visto a otra mujer de
manera morbosa —Y era hombre para confirmarlo, yo lo vi y sabía que
eso era cierto.
—¿Qué pasó con Hanna? —le cuestioné.
—No recuerdo nada de mi vida desde que la vi justo fuera del cuartel
—aseguró.
Y me estremecí. Yo tampoco recordaba nada de lo que hice con ella la
noche en la que estuvo en mi habitación y muchas cosas comenzaron a
hacer clic en mi cabeza.
Puta mierda, todo comenzaba a encajar.
CORAZÓN DE HIELO
Capítulo 39
Elijah
Todo era muy confuso, pero también me llenaba de esperanza y alivio.
Padre me explicó lo que recordaba, que en realidad era muy poco,
aunque la manera en que me habló me hizo conectarme de nuevo a él y a
lo que me enseñó a lo largo de mi vida. Madre era su todo y lo dejó claro,
mas estaba decepcionado de ella porque dudó de él cuando jamás en todos
sus años de matrimonio le dio motivos para que lo hiciera; y por supuesto
que no solo estaba decepcionado de ella sino también de Tess y de mí ya
que actuamos exactamente como el enemigo quiso y no como él nos
enseñó y, aseguró que no merecíamos ser sus sucesores, algo que no me
agradó, pero que comprendía.
—No te voy a ocultar nada y te lo diré sin filtros, Elijah —Fue lo más
duro que escuché de él—. No sé si llegué o no, a tener relaciones sexuales
con Isabella, pero lo que sí te aseguro es que jamás pasó tal cosa porque
ella o yo quisiéramos y es una mierda que mi pequeña haya perdido la
memoria, porque era mi única esperanza para aclarar lo sucedido, ya que
si algo puedo asegurarte es de que ambos fuimos drogados.
Y sí, era una mierda ya que, según padre, Isabella habría podido
recordar todo luego de una semana en la cual los efectos de la maldita
droga pasaran, pero justo antes de que eso sucediera tuvo el altercado con
Tess. Por supuesto que fueron drogados, Fabio lo confirmó luego de
confesar que se infiltró en la cárcel donde tenían a Myles y pudo hacerle
estudios antes de que los componentes de dicha droga salieran de su
sistema, mismos que encontró en mi sangre luego de pasar la noche con
Hanna.
A diferencia de Isabella, padre tenía frito el cerebro por los
estupefacientes ya que lograron mantenerlo drogado durante las semanas
que desapareció y solo dijo recordar voces en su cabeza que le hacían
hacer cosas que no quería, pero no podía evitar. Me sentí una mierda, era
una total mierda y de eso no había duda, aunque él me quiso justificar.
Quise enmendar mis errores y sacarlo del encierro, pero él no quiso,
alegando que era mejor que nuestros enemigos creyeran que todo seguía
igual de mierda, en realidad seguía así, puesto que con Isabella perdida en
su mundo, era más difícil. Busqué a Evan para pedirle que me mostrara los
vídeos, mas sus noticias no fueron buenas, pues fueron alterados y se veía
solo cuando Isabella llegó a la habitación de padre, él besándola y luego
nada, absolutamente nada y eso me frustró e indignó a la vez.
Aunque en mi caso con Hanna todo fue diferente, tenía ganas de
matarla con mis propias manos, pero no podía juzgarla de nada, no
teníamos pruebas en contra de ella, solo la mentira que me dijo sobre que
habíamos follado y eso no era suficiente para culparla de traición.
Caleb instaló cámaras en toda la mansión por órdenes de Isabella antes
de que todo se jodiera y solo las habitaciones principales quedaron exentas
y ya que no estaba quedándome en una habitación principal, pude ser
captado por una de esas cámaras y eso comprobó que luego de aquel vaso
de whisky, no hubo sexo ni besos ni nada. Solo me dormí, Hanna nos
desnudó para luego acostarse a mi lado y yo siendo un tipo de impulsos
iba a matarla por haberme mentido, pero Fabio y Evan me detuvieron,
pidiendo que hiciera como si nada pasaba para ganar tiempo y poder llegar
al fondo del asunto.
—Isabella ha sido entrenada para detectar veneno o sustancias raras en
su entorno, fue envenenada adrede como método de entrenamiento y eso la
convirtió en un blanco difícil, por lo mismo las dosis pequeñas de droga
no la afectan —explicó Fabio en su momento—. La dosis que le
administraron fue triple y soportable para su cuerpo en su debido
momento, aunque letal para cuando la quisieron reanimar en el quirófano
y por eso sufrió un paro cardíaco que casi la mata —Empuñé las manos
con fuerza al oírlo y juro que solo quería matar a quienes le hicieron tal
cosa.
—¿Por qué no supe esto antes? —reclamé, Fabio solo cruzó los brazos
en su pecho y me miró irónico.
—Porque estabas idiota y no hubieses entendido nada y también porque
quería hacerte sufrir por haberla juzgado —En esos momentos deseaba
matarlo a él.
Pero eso no sería fácil así que me calmé.
—¡Gilipollas! —mascullé.
Él siguió explicando y preguntando, quiso saber por qué me animé a
hablar con padre y fui sincero. Tener a la vieja Isabella me hizo recordar
todo lo que ya sabía de ella, pero por ser un posesivo empedernido y
fijarme solo en mi dolor, había olvidado. White jamás me tuvo miedo ni
me mintió para dañarme, nunca fue hipócrita, siempre fue como el agua
pura y cristalina conmigo, se mostró tal cual era y yo simplemente la
cagué y me olvidé de aquello. Era claro que merecía que me olvidara y
dejara de amarme, me gané a pulso que su corazón volviese a latir por un
tipo que siempre creyó en ella y nunca se dejó llevar por nada ni nadie
cuando de Isabella se trataba y, era lo suficiente hombre para aceptar que
Elliot era ese tipo.
El perdón no alcanzaba para mí después de mi error y lo sabía.
Durante la siguiente semana me mantuve alejado de Isabella por
vergüenza, porque quería castigarme a mí mismo por haberle fallado y
tratado como lo hice, y verla sonreírle a Elliot como antes me sonreía a
mí, me hizo sentir en el infierno, algo que me gané a pulso. Los niños, ella
y hasta el puñetero perro lo preferían a él y no podía replicar, estaba
cosechando lo que sembré y quizá hasta merecía a una mujer como Hanna,
porque esa pequeña cabrona no era la niñata buena que nos hacía creer y
después de todo lo imbécil que fui, la vida me estaba premiando con una
mujer falsa como ella.
Aunque no siempre aceptaba lo que merecía y ese era uno de esos
casos.
—¿Podemos hablar? —Miré hacia la puerta de mi habitación y quité
los audífonos de mis oídos, estaba recostado en la cama y ni siquiera la
sentí entrar— Lo siento, toqué, pero no respondiste por eso entré.
Le sonreí a la preciosa chica, ya no usaba la venda en su cabeza, el
color había vuelto a su rostro y su cuerpo recuperó las libras perdidas,
usaba un vestido corto con botones al frente, estaba descalza, dejándome
ver las uñas de sus pies pintadas de rojo y el cabello lo llevaba agarrado en
un moño desordenado.
Mi bonita castaña.
—No te preocupes —hablé luego de comérmela con la mirada, juntó las
manos frente a ella y jugó con sus dedos, estaba tímida y malditamente
inocente, parada junto a la puerta. Mi mente comenzó a reproducir
imágenes de todo lo que deseaba hacerle a esa inocencia—, pasa —me
obligué a hablar, me senté en la cama y con disimulo acomodé la erección
que solo con verla me provocó.
—Necesito hablar contigo, te he buscado toda esta semana, pero no te
había encontrado hasta hoy.
Lo sabía, no estaba preparado para verla a la cara después de cagarla
tanto con ella, por eso no me encontró. Palmeé a un lado de la cama y la
invité a sentarse, dudó, sin embargo, lo hizo.
—¿Para qué soy bueno? —pregunté.
—Espero que para mucho —murmuró distraída y la miré con una
sonrisa.
—¿Perdón? —Sus mejillas se volvieron más rojas que un tomate.
—¡Oh, Dios! Dije eso en voz alta —se reprochó y reí más.
—Soy bueno para mucho —le aseguré tomándole el pelo.
—No te burles —pidió conteniendo una sonrisa, privándome de ese
privilegio—. LuzBel, quiero que me hables de nosotros —soltó antes de
perder el valor y me tensé—, necesito saber cómo nos conocimos, cómo
nos acercamos, cómo llegamos a tener una relación. Necesito saber todo
porque te juro que no recordar me está matando —Su voz se ahogó con lo
último y me dolió saber cuánto estaba sufriendo.
—Isabella, nuestra historia no es la mejor —hablé mirándola a los ojos.
—¿Siempre me has llamado por mi nombre completo o apellido? —
inquirió y asentí.
—También por Bonita, Castaña, Bruja y a veces hasta hija de puta
cuando me sacabas de mis casillas, aunque eso último lo tomabas como
halago cuando me encabronabas hasta la médula —añadí y vi en sus ojos
una añoranza enorme.
—Bien, quiero las rosas junto a las espinas —aseguró, volviendo al
punto de su petición— y si llegamos a tener a dos hermosos hijos,
entonces no fue una historia tan mala —Sus ojos se llenaron de lágrimas y
me odié.
Ella no merecía estar así.
—Okey, te contaré entonces la historia de un chico con corazón de hielo
y una chica con fuego en la sangre dispuesta a derretirlo —hablé temeroso
y me miró con ilusión—, pero te advierto que esa historia también te
llevará a conocer un corazón oscuro y un camino atestado de llamas que
amenaza con quemarnos.
¡Me había vuelto un hijo de puta poeta! ¡Puf! ¡Queee bien!
—No importa, perdí la memoria, pero no soy débil y necesito saber.
Elliot dijo que esa historia no le correspondía contarla a él, pero me
aseguró que tú lo harías sin mentir, sin ocultar nada —La esperanza en su
voz me abrumó.
—¿Tienes toda la noche para mí? —pregunté.
—Todas las que sean necesarias —no hubo inseguridad o titubeos en su
respuesta.
Entonces decidí que era el momento de sacar nuestra historia a la luz,
me la llevé para su habitación y antes también mía, puse música para
alivianar un poco el ambiente y comencé a contarle lo que ella sabía antes
y lo que no, le dije todo desde el comienzo, de cómo quise odiarla y me
fue imposible, le conté de lo que hice para tenerla cerca de mí cuando
comencé a necesitarla; fui muy sincero y le comenté mis miedos, lo que
sufrió, le expliqué cada cicatriz que había en su cuerpo, incluso aquella
maldita V que tanto me mataba ver, de las que llevaba en sus muñecas, de
la miserable violación a la que tuvo que enfrentarse, de la muerte de
Jacob, de Sombra. Lloró y la consolé, esperé a que me odiara también en
cada momento que todo se ponía más oscuro. No obstante, el odio no
llegó, mas sí el dolor cuando le hablé de lo último que habíamos vivido, de
cómo la traté y todas las mierdas que hice por olvidarla, aunque el dolor
fue más desgarrador cuando le confesé de la pérdida de nuestro bebé, solo
en ese momento viví ese dolor como tenía que vivirlo y para mi sorpresa,
ambos nos consolamos.
—Sé que no lo merezco, pero perdóname, Bonita —pedí con lágrimas
en los ojos, ya no me sentía un marica al mostrarme tan débil frente a ella,
al contrario, eso me fortalecía—. Tú realmente eres mi todo y no he sabido
cuidarte.
—No, LuzBel, sabes que es muy pronto para perdonar —puntualizó,
estaba dolida y no la culpaba—. Me duele todo esto aun cuando te he
olvidado, ahora ¿te imaginas si te recordara? ¿si te amara cómo te amé? —
Ni siquiera yo podía responder a eso, porque en el fondo sabía que ella
tenía razón, si hubiese sido la Isabella de antes no me habría perdonado,
pero sí matado.
—No lo merezco, no te merezco —acepté rendido.
Y de pronto pasó algo que no esperé, «Apologize» comenzó a sonar,
una versión diferente a la que antes bailamos ella y yo. Isabella me miró
sorprendida, escuchando atenta y tuve esperanzas de que la reconociera.
—Esa canción —susurró, se puso de pie ya que habíamos estado
sentados y la seguí—, he soñado con ella y te veo a ti y a mí con máscaras
—confesó y me alegré, aunque me preocupé cuando la vi marearse y se
tomó la cabeza con ambas manos.
—¿Estás bien? —Sí, mi preocupación era palpable, la tomé del brazo,
sus ojos estaban cerrados y segundos después asintió y volvió a verme.
—Lo estoy —aseveró y se zafó de mí—. Háblame de la canción —
exigió.
—La bailamos, fue la primera vez que ambos compartimos algo tan
especial —dije y a pesar de cómo estábamos, de su reticencia conmigo, la
tomé de la cintura y comencé a moverme con ella—. En ese entonces ya
había cometido muchos errores contigo y esperaba que no fuese tarde para
pedir disculpas —En ese instante sus manos llegaron a mis hombros y con
voluntad comenzó a bailar, siguiéndome y siguiendo el ritmo de la
melodía— aun ahora espero que no sea tarde —susurré y me miró a los
ojos, sus labios estaban rojos y mis ganas por besarla eran insoportables
—. Dame una esperanza, amor, dime que no es tarde y tal vez no hoy, pero
sí pronto, podrás perdonarme.
Bajó su mirada, sus pestañas hicieron sombras sobre sus mejillas,
estaban húmedas y lucían más espesas, enmarcando aquellos ojos miel que
me congelaban o derretían, según ella quisiera.
—No soy buena fingiendo o mintiendo, así que no puedo responder a
eso —murmuró y a pesar de que me estaba bateando muy fuerte, no perdí
la fe, no cuando la tenía entre mis brazos, no cuando bailaba conmigo,
cuando sus uñas se enterraban en mis hombros y su piel se erizaba
reaccionando a mi cercanía.
Al fin estaba reaccionando a mí.
Subí una de mis manos abandonando un lado de su cintura y acaricié su
espalda de abajo hacia arriba, hasta que llegué a su nuca y la dejé ahí,
obligándola a que me mirase a los ojos.
—Me has olvidado, lo sé, pero mírame a los ojos y dime que no sientes
nada cuando estas cerca de mí, dime que no sientes nada ahora mismo que
tengo entre mis brazos —la reté, ella amaba los retos y yo…. retarla.
—Me gustas —confesó—, eres peligroso y oscuro. No lo sabía, pero
eso me está atrayendo demasiado —Mi corazón se aceleró al oírla—, sé
que me tengo que alejar de ti, mas no puedo. Me atraes como la luz a una
polilla y aun sabiendo que puedo quemarme, sigo y sigo hacia ti.
Su mano derecha hizo un recorrido por mi cuello hasta llegar a mi
mejilla, su caricia me congeló y más cuando sin esperarlo, besó la
comisura de mis labios.
—Sin embargo —Abrí los ojos al oírla, porque sí, vergonzosamente los
había cerrado esperando más de ella—, estoy consciente de que solo
quiero usarte, LuzBel —soltó con cinismo, era casi como la Isabella que
fue conmigo cuando fui Sombra—. No te amo, pero te deseo y la primera
vez que me di cuenta de eso me avergoncé, mas no en estos momentos.
—¿Hablas en serio, White? —cuestioné incrédulo.
De un momento a otro dejó de ser la chica tímida y pasó a ser una
mujer dura, intuí que haberle confesado todo influyó en su cambio y no
podía juzgarla, merecía su aversión hacia mí.
—Muy en serio y te lo digo a la cara, LuzBel. No puedo perdonarte
ahora mismo, te deseo, siento muchas cosas cuando estás cerca de mí,
incluso cuando estás lejos, pero reconozco que solo es curiosidad, es deseo
de saber qué sabor tiene tu peligro, tu oscuridad —La miré, fue lo único
que pude hacer ya que me dejó sin palabras.
Estaba seguro de que ella podía decirme lo que quisiera sin temor a lo
que yo pensara o sintiera, pero escuchar de su boca esas palabras tan frías,
fueron un golpe tremendo de crudeza, otra fuerte bofetada del karma que
me perseguía desde hacía mucho tiempo. Y de nuevo estaba regresando a
aquellos días en los que nos conocimos, en los que el único hijo de puta
era yo, pero esa vez los papeles estaban invertidos y estaba sintiendo cuan
doloroso era el látigo de la indiferencia.
—Siento mucho no poder sentir más —añadió intentando alejarse de
mí.
—Yo puedo sentir por ambos —solté, haciendo mi agarre sobre ella
más fuerte. Las palabras salieron solas, sin pensarlas y era la segunda vez
que las usaba.
Los ojos de Isabella se abrieron demás al oírme, por unos minutos no
respiró y temí que muriese ahogada como no comenzara a respirar de
nuevo, casi iba a abofetearla solo para que volviese a hacer que sus
pulmones trabajaran, pero no fue necesario, lo hizo sola, tomó una gran
bocanada de aire y sin decir más me abrazó escondiendo el rostro en el
hueco de mi cuello.
—¡Demonios! —se quejó, su voz había sido amortiguada por mi piel y
me estremecí al sentirla tan cerca— Voy a pedirte algo y siéntete libre de
hacerlo o no.
—Pide —la animé.
—Quiero que me muestres cómo fue nuestra primera vez.
No sabía si había escuchado bien y tampoco quise preguntar por temor
a que se arrepintiera; sin que me viese, sonreí, era cierto que tenía entre
mis brazos a una chica que no me amaba más, estaba consciente por ella
misma que solo quería usarme, pero... ¡Mierda! Quería ser usado en esos
instantes por esa mujer, quería que recordara cómo la hice gritar mi
nombre, tenía que recordarle cómo la hice la mía y cómo yo fui suyo.
—Te mostraré cómo te hice el amor la primera vez —hablé seguro,
volviendo a ser frío y duro, pero también caliente con ella, la combinación
que siempre me acompañaba cuando estaba a su lado.
—Sin sentimientos de por medio —aclaró, la jodida diabla seguía
aguijoneándome, no obstante, no me dejé amedrentar.
—Claro, te quitaré la ropa y deja ir los sentimientos con ella —
aconsejé y sonrió satírica.
Como ya lo había visto, usaba vestido con botones al frente, en el
pasado llevaba uno con cremallera; iba a hacer que reviviera ese momento,
así que sin decir nada la llevé hasta el closet que en realidad parecía una
habitación, ella mandó a poner espejos en una pared completa
demostrando que, aunque era ruda y fuerte, también seguía siendo
femenina y vanidosa con su apariencia, en esos instantes quería adorarla
por haber tenido esa idea, misma que me iba a servir a mí.
—¿Qué haces? —preguntó cuando la coloqué frente al espejo y me
coloqué tras ella.
—Demostrarte con hechos lo que nuestros cuerpos desean —respondí
igual a cuando estábamos en el viejo estudio de ballet, en aquella
universidad que nos unió.
Respiré en su cuello, aspiré fuerte su aroma a vainilla y cerré los ojos
deleitándome con la fragancia que para mí funcionaba como la ambrosía
para los dioses.
—Hueles delicioso —susurré en su oído y sentí cómo reaccionó.
—Tú también —fue mi turno para reaccionar al oírla responder tal cual
lo hizo antes.
Divina coincidencia, eso había sido y agradecí tal cosa, estaba
reviviendo uno de mis muchos momentos favoritos con ella y tenía que
aprovecharlo; decían que recordar era volver a vivir y no solo estaba
recordando, sino que en realidad estaba volviendo a vivir. Acaricié su
brazo con dos de mis dedos y me deleité una vez más con la combinación
tan perfecta que su piel perlada, hacía con mi piel tatuada.
—Tu piel está libre de tinta y me encanta de esa manera, porque así
puedo tatuar mis caricias en tu piel —Ella se fijó en aquel hecho y mordió
su labio cuando le besé el cuello y lamí el lóbulo de su oreja—. White,
quiero demostrarte una vez más cómo un demonio puede llevarte al cielo
sin que despegues tus pies de la tierra.
Ambos nos miramos a través del espejo, su mirada brilló, un brillo que
me perforó el alma y me obligué a no detenerme, a seguir con mis caricias
y cumplir mi objetivo con ella.
—¿Lo juras? —Volví a verla por el espejo al oír su pregunta, estaba
seguro de que mi corazón golpeaba su espalda en esos instantes por lo
acelerado que se volvió y me quedé petrificado— Responde, Tinieblo —
exigió y casi muero al oírla— y responde bien —advirtió.
—No, Bonita —titubeé.
¡Maldición! Titubeé tras oírla, luego de descubrir a quién tenía frente a
mí, la giré en su eje y le acuné el rostro entre mis manos para verla y que
me viese, para asegurarme de que era real y no un espejismo lo que estaba
viviendo en esos instantes.
—Te lo prometo —dije, la Castaña me estaba viendo desafiante,
mirándome con desdén y poder, ya no con timidez y aversión.
Esa era mi mujer, la que sabía que me manejaba a su antojo y que me
volvía loco con una sola palabra. Reí, lo hice de verdad, lo hice porque
estaba feliz, lleno de adrenalina, de emoción en ese momento, al fin tenía
a mi compañera de batalla de nuevo y no había precio ni palabras para
explicar lo que estaba sintiendo.
—Entonces... ¿Habrá muchas noches para Hanna?
¡Oh mierda! Aquel intento porque se sintiera celosa, me iba a costar
caro.
—¡Maldición! —me quejé cuando una de sus manos tomó con
brusquedad al demonio entre mis pantalones, mi compañero fiel estaba
siendo masacrado— Solo...S-solo quería que te pusieses celosa —gruñí.
—Y créeme que lo estoy, idiota —largó.
—Si sigues machacándome así, luego no podré darte lo tuyo —le
recordé.
Sonrió, también lo hizo de verdad y aflojó su agarre, respiré un poco
cuando sentí alivio e iba a preguntarle en qué momento volvió a recordar,
pero sus labios me llamaban desesperados y la tomé del cuello para
acercarla a mí y besarla, lo haría cómo tanto deseé, pero antes tenía que
decirle algo importante. Soltó a mi amigo y el hijo de puta protestó por
eso.
—He sido el peor de los idiotas contigo y merezco que me dejes si es lo
que quieres, te dañé demasiado, White y no soy digno de ti, pero
perdóname por favor —pedí perdón de nuevo y me miró seria.
—¿Has descubierto lo que pasó? —preguntó y estaba muy molesta,
aunque no conmigo, podía asegurarlo.
—No todo, pero sé que fuiste drogada igual que padre, igual que yo —
Peligro era lo que advertían sus ojos tras oírme y pobre del que la había
jodido, porque sabía con certeza que lo que yo les haría solo serían
simples caricias para ella.
—Necesito ir con Fabio —dijo decidida y comenzó a caminar fuera del
closet— y por el momento nadie aparte de nosotros sabrá que lo recuerdo
todo.
—Bonita, espera —pedí y llegué hasta ella—. Sé que eso es importante,
pero acabas de volver, no estamos bien y lo reconozco, pero te necesito —
confesé y quise besarla, ella giró el rostro y solo besé la comisura de sus
labios.
Su reacción me dolió y no iba a negarlo.
—Sin besos, LuzBel. No se besa a quien solo se quiere para sexo —
largó segura.
Ahí estaba una vez más el maldito karma, golpeándome fuerte en las
bolas.
CORAZÓN OSCURO
Capítulo 40
Isabella
Muchas veces cuando viajaba en coche y dejaba los vidrios abajo, el
aire tapaba mis oídos y me ponía sorda. Un tip que mamá me daba era
tragar saliva para que el aire se fuera y mis oídos se destaparan,
funcionando a la perfección luego. Y tras despertar en el hospital comparé
mi situación como cuando viajaba en coche, solo que esa vez fue mi
cabeza la que cogió un aire tan peligroso que, en lugar de provocarme
sordera, me borró la memoria; intenté tragar saliva con la esperanza de
que se fuera y así poder recordar, pero me sentí impotente e inútil cuando
nada pasó y sufrí durante semanas por eso. Reviví dolores que había
enviado a lo más profundo de mi ser y me torturé en incontables
ocasiones. Hasta mi maldita conciencia estaba dormida.
«¡Vamos pequeña y puta arpía, reconoce a tu consorte!» La animaba
cada vez que Elijah estaba cerca de mí, pero no pasaba.
A pesar de haberlo olvidado me atraía y mucho, luché por recordarlo,
por sentirme celosa cuando estaba cerca de esa rubia, nada funcionaba. Mi
mente estaba en blanco, el cerebro se me nublaba sin esperanzas de
aclararse y lo que más me dolía era oír a aquellos pequeños llamarme
mamá y no recordar sus pataditas en mi vientre cuando los tuve ahí o algo
de sus vidas. Fabio decía que tuviese paciencia, pero él no sufría como yo
y por lo mismo le era fácil decir tal cosa.
—Solo recuerda esto —dijo después de inyectarme algo en las venas—,
el día que recuerdes algo no se lo digas a nadie, solo a mí.
—¿Por qué? —pregunté con miedo.
—Porque hay ojos sobre ti y así como estás, no te atacan porque no eres
un peligro y necesitamos tiempo para que tus lesiones sanen —confié en
él.
Mi perra conciencia me rogaba que confiara en él y no solo porque le
gustaba, sino también porque a veces en serio era inteligente.
«Siempre lo era».
En un intento desesperado busqué a LuzBel, necesitaba que me hablara
de nosotros, saber todo lo que vivimos y, aunque me dolió, sirvió. No
recordé nada en el momento, pero viví a través de él, oculté mi odio
cuando me habló de la pérdida de mi bebé y lo anoté en mi lista mental
de motivos para ser una perra. Mi corazón de nuevo se estaba
oscureciendo y ya no deseaba venganza, mas sí proteger a mis clones y
darles un mundo mejor.
—Yo puedo sentir por ambos.
Después de escuchar «Apologize», de las náuseas que me atacaron y la
migraña que comenzó a torturarme, esas palabras fueron el trago de saliva
que mi cerebro necesitaba para expulsar el aire, las imágenes y recuerdos
comenzaron a llegar como una lluvia fuerte, empapante y...
¡Bingo!
Ahí estaba yo, de nuevo siendo la Isabella que quería ser, la que se forjó
en fuego, la que resurgió después de haberse convertido en cenizas y lo
mejor es que no olvidé lo que viví semanas atrás; el amor por el hombre
que me miraba en esos instantes a través del espejo regresó intacto,
aunque con ello también volvió el dolor, los celos, la rabia, la ira y todo
eso sí que aumentó.
«¡Más perra que nunca!»
Elijah me miró con dolor al pronunciar las palabras «sin besos», cuando
le insinúe que también quería solo sexo y nada más, aunque me moría por
probar su boca. Sin embargo, sus ofensas estaban latentes en mi cabeza y
lo amaba con mi vida, no obstante, se pasó de cabrón conmigo, dijo cosas
que me hirieron y me abandonó en un momento que lo necesité casi como
el aire para respirar. Y si bien es cierto que hasta yo dudé de lo que hice, él
me dijo cosas demasiado dolorosas, me maltrató como jamás debió
hacerlo y ni siquiera me dejó defenderme ni decirle que no tenía idea de lo
que pasó, pero que consciente jamás hubiese hecho semejante mierda.
—¿Vas a castigarme? —preguntó indignado.
—No, mi amor. Voy a premiarte por haber sido tan idiota conmigo —
ironicé.
—Isabella...
—No, LuzBel —corté cualquier cosa que iba a decir, que me hiciese
caer—, tú y yo tenemos mucho que sanar y esta vez lo haremos solos, por
separado ya que lastimosamente lo nuestro se volvió tóxico y no quiero
nada de eso en mi vida —decir eso me dolió, aunque en esos momentos
me dolía más el daño que ambos nos hicimos.
—Tú y yo siempre hemos luchado por lo nuestro y sabes que, a pesar de
mi forma de ser, he estado ahí, tratando de ser mejor para ti —recordó y vi
en sus ojos el mismo dolor que había en mí.
—Estuviste hasta que los Vigilantes supieron cómo jodernos —esas
palabras salieron con tristeza—. En realidad, no te juzgo por haber
desconfiado ya que hasta yo lo habría hecho si te hubiera encontrado en las
mismas condiciones —aclaré—. Lo que me dolió y duele, es que aun si lo
hubiese hecho consciente, un error no me convierte en una zorra de
mierda.
—¡Por Dios, White! Lo sé, lo sé y te juro que he pagado caro el haberte
dañado así —Me acunó el rostro y me miró con súplica.
—Te acostaste con otras porque estabas dolido, me tomaste a mí como
una puta, lo hiciste porque deseabas dañarme, arrastrarme por el suelo y
eso solo se lo haces a alguien que no te importa, a quien no valoras lo
suficiente —Callé para que se defendiera, no pudo, solo me miró con
vergüenza—. Antes dejé que me humillaras, LuzBel, cuando perdí a mi
padre me aferré a ti y a las migajas de afecto que me dabas ya que eras mi
cable a tierra y te aprovechaste.
—Solo tenía miedo, Bonita, por favor entiende eso —sabía que para ese
momento los dos luchábamos contra las lágrimas.
—Lo entiendo, ahora entiende tú que soy yo la que tiene miedo y
merezco más que una relación tóxica —Lo tomé de las manos y lo hice
soltarme—. Tal vez sí somos solo dos personas correctas en un momento
incorrecto después de todo —Negó al escucharme—. Sabes que te amo,
pero no quiero estar contigo, me amo más a mí misma y necesito sanar
mis heridas y lo haré sola y esta decisión no está en discusión —le advertí
y limpió sus ojos—. Nos concentráremos en arreglar esta mierda de una
vez, esos malditos llegaron a nosotros y nos hicieron como ellos quisieron
y ya es hora del contraataque —dije cambiando el tema de forma radical,
sonrió con ironía y negó.
—Pero necesito estar bien contigo para funcionar de puta madre.
¡Maldito chantajista!
—Sabiendo que no me quieres a tu lado, solo fracasaré —añadió y
negué.
—Te quiero a mi lado, como compañero de batalla, no más —largué—.
Déjame sanar sola porque quiero hacerlo bien.
Negó de nuevo, era obstinado hasta la médula, yo lo era más y se lo
dejé claro.
—Tómate el tiempo que sea necesario para sanar, pero olvida que
saldré de tu vida, —fue su turno de advertir—. Y está bien que los papeles
se inviertan, me lo merezco, sin embargo, te aviso que seré como tú lo
fuiste conmigo en el pasado y no dejaré de luchar por ti. Así me convierta
en un doloroso grano en el culo, así me perdones solo porque te fastidio,
no me daré por vencido, no contigo, Isabella White. Eres mi todo y voy a
demostrártelo —No me dejé ganar por la emoción que sus palabras me
provocaron, pues también estaba decidida a valorarme sola y él no me lo
impediría.
Por primera vez lo quería fuera de mi cabeza, necesitaba concentrarme
en nuestros enemigos y había una en especial bajo mi techo; Hanna estaba
demostrando ser inteligente y yo iba a demostrarle que su inteligencia era
una mierda para mí. Me sentí una real triunfadora cuando salí de la
habitación sin caer en el encanto de aquel demonio, completamente seca
de la tormenta que sus ojos me daban y fingí no recordar nada.
—Hola, cariño. Te ves mejor hoy —Su maldita voz era como el chillido
de una sirena atormentando mis tímpanos, Elijah iba tras de mí y hasta él
se sorprendió de cómo Hanna me habló al encontrarla en el pasillo.
«¡Ah! ¡Al fin recordé a tu nueva mejor amiga!»
Idiota.
No era mi nueva mejor amiga, pero la maldita fingió serlo en los
momentos que logró acercarse a mí, me daban ganas de vomitar al
recordar cómo la traté, creyendo que era una buena chica y hasta pensé en
ayudarle a conquistar a Elijah.
—Gracias —Fingí afecto—, tú también, tu cabello está más brillante.
«Y muy pronto estarás calva».
Al fin mi conciencia y yo éramos una sola.
—Gracias —respondió y miró a Elijah —¡Hola, Ángel!
Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
«Llegarías al millón y aun así no te controlarías».
Iba a quebrar cada uno de esos dedos que alzaba para saludarlo, iba a
joderle aquella perfecta manicura que siempre tenía, juré que lo haría en
su momento y cumpliría.
Elijah dijo un seco hola, el imbécil ya no la creía tan mosca muerta y le
haría pagar caro el comprenderlo hasta que vio lo que esa arpía era capaz
de hacer con sus propios ojos y no cuando yo se lo advertí, y no metería
las manos al fuego por nadie, pero algo me decía que ella tuvo mucho que
ver con el ataque que Tess me hizo y luego la emboscada en la que mi
querido amigo Caleb salió herido. Hanna era la culpable de que hubiese
perdido a mi pequeño ángel y todo eso no podía quedarse así.
—¿Creí que te costaba ser hipócrita? —susurró Elijah en mi oído
cuando me alcanzó por detrás.
—Tampoco me cuesta matar al hombre que amo cuando se pasa de
cabrón, no olvides eso —le recordé y por inercia tocó su abdomen, justo
donde lo apuñalé cuando en verdad lo quería muerto.
No perdí tiempo y le pedí que ordenara a Maokko y a Lee-Ang quedarse
con los niños mientras él me llevaba al consultorio de Fabio, pude haberlo
hecho yo, pero en el punto que ya me encontraba, dudaba poder fingir
timidez con ellas. En el camino Elijah le informó a Fabio que iba en
camino conmigo y quiso hablar de lo sucedido, sin embargo, lo callé con
un gesto de mano. Me sentía más desconfiada y no quería arriesgarme a
ser descubiertos por si acaso lograron implantar algún micrófono en el
coche y comprendió el mensaje.
Al llegar donde Fabio pude sentirme libre y le dije que había recordado
todo.
—¡Gracias al cielo! —Me abrazó fuerte y no dudé en responder a su
abrazo, escuché a Elijah gruñir como un animal y me tragué una risa. Era
cierto que estaba haciendo mucho por ganarme de nuevo y no irse encima
de Fabio lo demostraba, así que tampoco iba a tentar mi suerte al burlarme
de él.
Elijah no era un gatito domesticado, era un león y por mucho que
dijeran lo contrario, los leones no se podían domesticar, ellos eran fieros
por naturaleza y si en algún momento obedecían, era por simple
supervivencia.
No tuve necesidad de decirle más a Fabio, al contrario, él nos dijo todo
lo que había investigado y solo aporté lo que viví el día que me
emboscaron con Myles; tres dosis de droga me fueron administradas, con
la medida exacta para no matarme, pero sí ponerme en sumisión. El viejo
al que ayudé aplicó la primera, una que a su vez sirvió como sedante. La
humedad en mi brazo fue una droga que entró por mis poros, la tía de la
limpieza con la que tropecé me inyectó otra, justo en el brazo que fue
dormido y la tercera la recibí de los labios de Myles, desde ese momento
me perdí hasta que desperté desnuda.
—¿Cómo lograste deducir todo eso? —pregunté y sonrió.
—Me he hecho de buenos aliados —puntualizó y lo miré para que se
explicara mejor. En lugar de responder, tomó el teléfono y llamó a alguien
—. Pasad —fue lo único que dijo y en segundos la puerta se abrió,
dejándome ver a Dominik y Amelia.
«La loca hermana».
Ella estaba lúcida, lo notaba en sus ojos, ya no había locura.
Me puse de pie al no entender qué hacía ahí, ambas nos miramos con
seriedad y aversión y a pesar de lo último que recordaba que pasó con ella,
el dolor porque me arrebató a mi padre seguía pulsando, leve, pero dolía.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Elijah, su voz raspaba como una lija
demostrando su molestia.
—Cuida tu tono —advirtió Dominik al darse cuenta de cómo le habló a
su chica.
—Vengo a darle clases a tu mujer, para que deje de ser tan estúpida —
soltó ella.
«¡Perra!»
De nuevo en sintonía.
—Bueno, dame algunos tips para evitar ser como tú —ataqué y sonrió
con desdén.
—Al fin volvió la perra, ya me estaba aburriendo al saber que seguías
siendo una gatita —Intenté llegar a ella, pero Fabio me tomó del brazo.
—¡Calmaros las dos! No estamos aquí para peleas —a pesar de su dura
voz, nuestras miradas siguieron.
Dominik se metió en medio para que dejáramos de vernos, Fabio habló
explicando que fue Amelia quien le ayudó a investigar todo, era como
nuestro as bajo la manga ya que, al parecer, su gente creía que se había
perdido en su enfermedad, todos la imaginaban recluida en una habitación
de paredes acolchonadas y blancas, siendo retenida por una camisa de
fuerza.
«A mí me gustaba imaginarla así».
Pero no estaba así.
Y fue ella quien le habló a Fabio de la droga, de cómo funcionaba y qué
hacía, me sorprendí cuando comenzó a hablar e informar que el plan para
drogarnos a Myles y a mí estaba desde hacía mucho tiempo y solo
esperaron pacientes por la oportunidad y así también le daban tiempo a
Lucius de sanar.
—Te dije que no te dejaras tocar —me reprochó.
Me era difícil mantener mi control con ella, no obstante, me quedé en
silencio porque había tocado un buen punto.
—Comenzamos a estudiaros detenidamente desde que volviste de
Tokio, siendo una ninja con sed de venganza, junto a La Orden que un día
fue de mi madre —Y que en esos momentos era mía, quise señalar, pero
Elijah vio mi intención y negó—. Aprendimos vuestra manera de operar y
mejoramos nuestras estrategias, por eso supieron golpearos.
—Si queremos que nuestro plan funcione, lo siento mucho, pero está
mujer no saldrá de aquí —sentencié hacia Fabio y Dominik.
—White tiene razón, no podemos confiar en ella —me apoyó Elijah.
—Ella ha estado ayudándonos —bufó un molesto Dom.
—Y esa podría ser una trampa, su estrategia —le recordé, ambos se
miraron y luego a Fabio esperando apoyo.
—Hasta el momento, todo lo que ella ha hecho ha sido de ayuda nuestra
—habló este último—. De hecho, tu padre lo sabe —le informó a Elijah—,
está de acuerdo e incluso es por él que Gibson ha dejado salir a Amelia del
psiquiátrico.
Detalle que hasta ese momento fue aclarado, eso no quitaba mi
desconfianza, suficiente había tenido ya y confiar ya no era fácil.
—Quiero reivindicarme —soltó Amelia y la miré con ironía—.
Dominik me ha ayudado a aclarar mi mente, con su ayuda he podido
recordar cosas que mi padre me hizo olvidar y busco venganza. Déjame
hablar —pidió cuando quise callarla—. Recordé a mi madre, su amor, y sí,
Isabella. Tienes razón de odiarme y por lo mismo no busco tu perdón, no
lo merezco, aunque sí deseo que me ayudes a cobrarle a ese bastardo todo
lo que me quitó, lo que me hizo quitarte.
Los chicos se quedaron en silencio, no se inmiscuyeron en aquella
declaración sabiendo que no era de su incumbencia. Y logré sentir la
sinceridad en esa mujer, aun así, no podía creerle.
—He visto a tus hijos, a Daemon sobre todo y créeme, tiene suerte de
tener una madre como tú —Dominik fue el responsable de aquel hecho y
noté cuando Elijah se lo estaba reprochando—. Eres todo lo que quiero ser
y no puedo, lo que una vez quise y se me negó —Las palabras de Amelia
me hicieron volver a poner atención en ella y no podía creer lo que
escuchaba—. Lo que Lucius me negó porque no solo te pareces a nuestra
madre en lo físico, también heredaste su fuerza y valentía y estoy segura
de que, si Leah no hubiese muerto, habría seguido luchando por mí hasta
rescatarme de las garras de ese demonio maldito que me tocó como padre.
Un poco de mi desagrado hacia ella desapareció al percatarme del dolor
en su voz, pues dijo algo que deduje antes de perder la memoria: no solo
fue un verdugo ni mi Némesis por un tiempo, también fue una víctima y
por Dominik supe todo lo que sufrió de niña. Me enteré de los toques
ilícitos que sufrió por las noches, de su necesidad de amor y todo lo bueno
que careció y lo malo que le sobró. Y había algo que admiraba de Amelia
y lo aceptaba, y es que a pesar de la mierda con la que creció, luchó por
hacerse de un lugar en el mundo, para no quitarse la vida cuando su
depresión llegaba y en eso, en definitiva, fue más fuerte que yo.
—No pides mi perdón y tampoco puedo dártelo, ya que aun siendo de
manera inconsciente, me arrebataste a mi héroe —recordé y asintió—,
pero ambas necesitamos cerrar un ciclo y hacer pagar al hombre que tanto
daño nos hizo y aclaro que no confío en ti, pero si me ayudas también te
ayudaré —acepté.
Elijah asintió de acuerdo al oírme, Fabio y Dominik me sonrieron.
—Escoge gente de tu total confianza y yo os enseñaré a luchar contra
los nuevos súbditos de Lucius —La miré expectante—. Él se hizo de
nuevos seguidores, rudos y letales, todos entrenados una vez por Aki Cho
—Sin poderlo evitar mis ojos se ensancharon—, tu Orden podrá hacerle
frente a eso, pero necesitarás a personas cercanas a ti que cubran tu
espalda en el momento que demos con esa maldita escoria. Yo estaré
contigo, Isabella y limpiáremos este mundo para nuestros hijos —aseguró
y una opresión en el pecho casi me dejó sin poder respirar.
«Mamá debía estar sonriendo en el cielo».
Eso en verdad tocó mi corazón.
De rodillas.
Elliot y yo estábamos en aquella posición, Dominik sentado y amarrado
a un pilar con las manos hacia atrás. Al parecer Elliot también fue
torturado y sabíamos que la cosa no acabaría ahí, ninguno había hablado,
nadie dijo nada e iban a obligarnos, juraba que sí.
—¡No por favor! —Aquel grito nos alertó a los tres, Alice era
arrastrada del cabello y pataleaba para escaparse.
—¡Cumplí! ¡Maldita sea! Hice lo que querías —le gritó Elliot a Hanna,
quien solo se reía con descaro— ¡Déjala! —exigió, de nada servía.
Yo también me sentía impotente al ver cómo trataban a mi amiga, le
estaba fallando a ella, a Marcus y no me importaba ser un cobarde, puesto
que eran las vidas de unos inocentes las que estaban en juego y no
cualquier inocente.
—¿Sabes lo que es gracioso? —le preguntó ella sin dejarle decir nada
— Que la estúpida quería saber cuánto la amas, se sintió tan celosa cuando
Isabella perdió la memoria, que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa
por sacarla de juego, pero se echó atrás cuando le dije que podíamos
hacerlo secuestrando a los mocosos insufribles.
¡Hija de puta!
—Pero ahora tendrá la oportunidad de saber si en verdad te importa —
se mofó con una sonrisa siniestra.
—¡Elliot! ¡Noooo! —Alice gritó al verlo, él quiso ir hacia ella y un
imbécil con arma taser lo contuvo al darle una descarga eléctrica y aún sin
recuperarse, lo hicieron ponerse de rodillas de nuevo— Amor, perdóname
—suplicaba ella.
—Una última oportunidad, Elliot. Dime dónde están esos chavales —
Lucius llegó otra vez e hizo que tres tipos contuvieran a Alice en una
mesa, con la espalda tumbada sobre ella.
Maldito mal nacido, comprendí su plan de inmediato y vi el miedo de
Elliot.
—¡Oh, Dios! ¡Nooo! —La voz aterrorizada de Alice me desgarró el
alma, quise hacer lo mismo que Elliot y corrí su suerte en cuánto me moví,
una maldita descarga me atravesó el cuerpo y era un milagro que aún
siguiese vivo después de recibir tantos golpes de electricidad.
—Es fácil, chico. Solo dime a dónde llevaron a los niños —repitió.
—¡Mierda, Elliot! —dije. No quería estar en su lugar, él me miró con
dolor y miedo.
Dejó rodar sus lágrimas al ver a Alice luchar contra aquellos tipos, uno
ya estaba entre sus piernas y desgarraba su ropa.
—Solo tú puedes evitar el cruel destino de tu novia —esa era Hanna,
hablando con burla.
—¡No! ¡Déjala! —gritó él, al tipo que bajaba el pantalón de Alice.
Tanto él y yo fuimos contenidos cuando de nuevo intentamos movernos,
mis costillas sufrieron al recibir patadas de tres tipos, me cubrí el rostro
como pude y me hice un ovillo. Escuché a Elliot gemir de dolor, Alice
gritaba horrorizada.
—¿¡Dónde están!? —gritó Lucius.
Ambos estábamos tumbados bocabajo en ese momento, los amarres en
nuestras manos se tensaron más y con brusquedad nos levantaron para ver
lo que seguía.
—¡Elliot! —Alice nos veía a ambos, sus ojos mojados e inundados de
lágrimas y aun así el terror se dejaba ver— No se los digas —dijo,
suplicando y aceptando su destino.
Sus pechos estaban de fuera, sus piernas desnudas y sus bragas en las
rodillas. Era ella o mis hijos, Leah o Dasher. Y Alice estaba decidiendo por
los niños.
—Bien, así lo quisisteis.
—¡Noooo! —gritó Elliot cuando vio que Lucius hacía una señal
después de decir aquello.
Ambos vimos y oímos cuando Alice gritó y el tipo entre sus piernas
cayó sobre ella, empapándola de sangre después de que una katana lo
hubiese atravesado.
El infierno se desató.
Los otros tipos corrieron la misma suerte en cuanto armas blancas los
atravesaron y sacaron de juego. Bañadas en sangre estaban ahí, formando
aquel famoso tridente. Amelia, Maokko e Isabella vestían de negro, con
insignias de Vigilantes en sus brazos, pronto los tipos a nuestro lado
cayeron sin vida, Fabio y Darius eran los responsables y logré ver a
Marcus ayudando a su hermana y a Elliot corriendo hacia ellos.
—Ponte esto —dijo Darius, dándome su chaleco antibalas—, lo
necesitas más que yo —No iba a aceptarlo, pero lo tiró hacia mí y siguió
luchando.
Disparos, quejidos, gritos y una lluvia de sangre se formó en cuestión
de segundos, un tipo luchaba con Maokko, mi vista buscaba a Isabella;
débil, adolorido y estúpidamente inútil, tomé el arma del tío que cayó a mi
lado y me defendí de los malditos que se fueron sobre mí. Vi a padre llegar
y ayudarme, dándome otra arma y por primera vez luchando espalda
contra espalda conmigo; Hanna seguía en el campo de batalla, la cabrona
sabía defenderse de los Sigilosos que la atacaban, logré identificar a
Isabella, quien se movía con la gracia de una ninja y asesinaba con la
cordura de un psicópata hasta que llegó a mí, ella era mi ángel de la
muerte y gustoso le iba a entregar mi vida.
—Dentro de lo que cabe, ¿estás bien? —preguntó y sonreí.
—Ahora lo estoy, Bonita —Vi el alivio en sus ojos, me moría de ganas
por abrazarla, pero un tipo tras de ella me lo impidió.
La hice agacharse y disparé justo en la cabeza de esa escoria con el
arma que padre me había entregado; la lucha siguió, la muerte era el
platillo más servido y los gruñidos de dolor la melodía que acompañaba la
grotesca velada. Me obligué a ponerme al nivel de Isabella y ser el
compañero de batalla que necesitaba en esos momentos. Caleb combatía y
llamaba a Daniel para darle el pitazo de entrada, Elliot y Marcus peleaban
lado a lado para proteger a Alice, Fabio y Amelia se movían juntos
protegiendo a Dominik, Darius cubría a Maokko mientras ella liberaba a
Dominik y Myles se enfrentaba a Lucius. Yo quería a ese hijo de puta, pero
el tipo que desnudó antes a Isabella estaba frente a mí y no perdí mi
oportunidad, deseaba hacerlo pedazos, el imbécil rio al verme y borré su
puta sonrisa; mis fuerzas llegaron por arte de magia y luego de golpearlo y
recibir sus golpes, lo derribé y clavé una daga en su carótida, eso no bastó
y seguí apuñalándolo hasta que Isabella me apartó de él. Los tipos que
mencionó Amelia llegaron para enfrentar a Fabio y Maokko. Darius y
Amelia luchaban para sacar a Dominik y junto a Isabella nos acercamos a
padre tras derribar a otros.
—¡Ayudad a Fabio y Maokko! —gritó Isabella a unos Sigilosos
—¡Y vosotros cubrid a Amelia y Darius! —grité a unos Grigoris.
Nos acercamos a padre, quien estaba doblegando a Lucius. Isabella
asintió hacia él e hizo que Lucius nos viera.
—Eres el reemplazo de la puta de tu madre —escupió Lucius al verla y
rio mostrando los dientes manchados de sangre.
—Mejor puta y no cobarde —se defendió ella.
Yo podía hablar, defenderla, pero tenía claro algo: Isabella no era una
tía que necesitara que alguien la defendiese, incluso era una ofensa para
ella tal cosa. Isabella era una mujer completa, que sabía amar, proteger y
respetar, una chica que solo se pertenecía a sí misma y se entregaba a
quien quería y daba fe de sus palabras. Tuve suerte al haberla tenido y la
cagué al creerla mía, por eso no la cuidé cómo debía.
—Tu puta madre rogó para que la matara —esas palabras de Lucius
serían su peor castigo—. Rogó para que no la violaran —Y el rogaría para
que lo mataran.
Isabella sonrió ocultando su dolor y se dejó ir contra él, junto a padre
nos quedamos ahí, protegiéndola de los imbéciles que corrían a defender a
su jefe y fracasaban en el intento; White lo estaba haciendo mierda, Myles
solo lo acarició. Ella cortó los tendones de esa escoria y acuchilló su
entrepierna, incluso yo acaricié a mi amigo, calmando su miedo al ver el
destino que sufrió aquel hijo de puta y, cuando la Castaña al fin se cansó,
la vi ponerse el anillo que antes usó con él y lo pinchó tres veces.
¿Sádica? Creo que ni esa palabra le hacía justicia en aquel momento.
—No dejéis que nadie se le acerque hasta que muera. Lo siento por
Gibson, pero a este no lo entregaré con vida —habló y ordenó a nuestra
gente.
Nuestras miradas se conectaron en ese instante, se había perdido por
unos segundos en sus ansias de venganza y regresó a ser la Isabella oscura,
la chica que no descansaría hasta acabar con los que le jodieron la vida.
Asintió hacia mí y junto a padre la seguimos para ayudarle en su objetivo.
Hanna era la siguiente, la pequeña puta se logró escabullir, aunque no por
mucho.
Pero cuando la encontramos, logró dar su golpe final.
Darius estaba desprotegido y cargaba a Dominik sirviéndole como
apoyo para que lograra avanzar con su pierna buena, Amelia le había dado
su chaleco antibalas a este último y Hanna logró sorprenderlos cuando
cayó desde la segunda planta de aquel granero en el que nos
encontrábamos y justo cuando lo hizo, obviando a los Grigoris que los
protegían, apuntó a Darius y disparó sin pensarlo. Amelia se puso frente a
él, recibiendo los tres impactos de bala.
—¡Noooooo! —fue el desabrido y doloroso grito de Dominik al ver lo
que pasaba, cayendo al suelo junto con Amelia en brazos cuando intentó
cogerla antes de que ella impactara en el suelo.
Todos se fueron contra Hanna, ella rio como una loca y se giró para
dispararme también a mí, apuntó directo a mi cabeza, percatándose del
chaleco que usaba, pero Isabella se puso frente a ella.
Y mi mundo se paralizó.
BATALLA FINAL
Capítulo 43
Isabella
Tuvimos que transportarnos a una ciudad cercana a Pungo en
helicóptero, ya que en coche nos llevaría mucho tiempo y eso era con lo
que menos contábamos. Al llegar a dicha ciudad, Gibson ya tenía unos
autos esperando por nosotros para llevarnos a nuestro destino.
—Guarda esto por mí —pidió Amelia entregándome una cajita de
terciopelo.
—Guárdalo tú —mascullé y no por ser una perra con ella, así que no la
tomé.
—Eres una cabrona insufrible cuando te lo propones —se quejó—. Lo
dejaré aquí, no lo olvides —Me mostró el compartimiento del coche donde
lo pondría y quise ignorarla.
No quería que me diese nada ni que eso fuese un presentimiento de lo
que iba a pasar, por eso me negué a aceptar lo que me daba, pues sabía que
ella presentía algo malo, yo también lo hacía, aunque me obligué a mí
misma a creer que era simple paranoia.
Pero la paranoia se volvió oscura y con sabor metálico cuando vi a
Hanna dispararle a Darius, recibiendo Amelia los impactos en lugar de
nuestro hermano, la adrenalina se apoderó de mí al escuchar el grito de
Dominik y ver que el siguiente objetivo de esa puta, era Elijah.
«Con él no».
Me puse frente a Hanna cuando disparó ya que estaba más cerca y la
maldita no tenía buena puntería si su objetivo se encontraba lejos, por lo
mismo el impacto lo recibí en mi costado derecho y, aunque me dolió
como la mierda, el chaleco me protegía. Corrí hacia ella antes de que
volviese a disparar y entonces sí acertara en mi cabeza. Cogí el arma en su
mano y golpeé su pie, cuando se encogió por el dolor mi rodilla saludó
gustosa a su mandíbula, fue un golpe con fuerza desmedida y logré
escuchar el «crac» que hicieron sus dientes al quebrarse; la gente de
Gibson había llegado y nos ayudaron a poner bajo control a los estúpidos
Vigilantes que luchaban por su vida, así que me despreocupé de eso y le di
mi total atención a Hanna, sobre todo después de haber visto a Amelia
tirada en el suelo y a Dominik llorando desesperado.
Cayó al suelo cuando la solté y la cogí del cabello para hacer que se
pusiese en pie de nuevo, cobarde no era y no la golpearía en el piso; vi su
intención de drogarme al tratar de cogerme el rostro con su mano
izquierda, se la tomé con fuerza y saqué la pinza que llevaba en mi
cinturón.
—Prometí joder tu manicura —me mofé, supo lo que iba a hacer y,
aunque sabía defenderse, contra mi ira nadie podía.
—¡Ahh! —gritó cuando halé su uña y la arranqué en carne viva— ¡Hija
de puta! —chilló.
—Así es, Hanna. Lo soy y te lo demostraré —afirmé.
Se retorció cuando cogí la otra mano, Maokko llegó y la contuvo, el
siguiente grito dañó sus cuerdas vocales, otra uña desapareció de su dedo.
—Yo cumplo lo que prometo —le aseguré, viéndola retorcerse de dolor
— y a ti te hice muchas promesas —halé su cabello con tanta fuerza que
muchos mechones quedaron en mi mano.
La gente de Gibson quiso detenerme, mi gente los detuvo a ellos y me
dejaron cumplir uno de mis grandes deseos. Los médicos estaban llegando
y se hicieron cargo de los heridos, incluida Amelia.
—¡Ya por favor! —su súplica no me agradó para nada y casi logré
fracturar su mandíbula cuando la hice caer al suelo de una fuerte patada—
¡Ya, Isabella! —siguió, no se defendía y odié que no lo hiciera.
—¡Defiéndete, estúpida! —le exigí y arrastrándose llegó a los pies de
Elijah.
—¡Por favor, Ángel! —le suplicó abrazándose a él.
Elijah se puso en cuclillas y la ayudó a ponerse de pie.
—Te dije que rogaras por caer en mis manos y no en las de ella —Le
habló él al oído, pero fuerte para que todos lo oyéramos—, no rogaste lo
suficiente —se burló y la empujó hacia mí.
Con lágrimas en los ojos logró detenerse antes de impactar en mi
pecho, sus manos temblaban por el dolor que la pérdida de las uñas le
provocaba, de su sien derecha corría sangre y su boca era una fuente de
ella por los dientes que fueron dañados.
—Perdóname —susurró y negué.
Le di un fuerte puñetazo en el rostro y cayó de nuevo al suelo, volví a
cogerle el cabello para levantarla, hundí los dedos en su torso y retorcí una
costilla; sus gritos dañaban mis tímpanos, pero ese era un precio que
estaba dispuesta a pagar. Otra vez cayó al piso, la levanté y la ataqué. «Por
favor, Isabella», era su palabra favorita, aunque esa súplica no calaba en la
bruma que me estaba cegando. En Tokio me enseñaron a provocar dolor
sin infringir heridas, solo tocando los punto exactos y, a pesar de que
quería destrozarla con mis propias manos, la mal nacida ya no se defendía
y odiaba solo golpear y no luchar. Así que, toqué los nervios y puntos
necesarios en su cuerpo y comenzó a retorcerse como una puta lombriz. Yo
estaba perdida y para nada orgullosa, porque una vez más me estaba
dejando llevar por el odio, mas no podía evitarlo, me dañaron demasiado.
—¿A quién más manipulaste con esa droga? —pregunté y logró
ponerse de rodillas.
Quejándose y sufriendo.
—Mylesss, Tessss, Eleanor, LuzzzBel y Cameron. Una sssola vezzz a
Alissce —El seseo que tenía era por la falta de algunos dientes. Me puse
en cuclillas frente a ella.
—¿Quién te daba la droga? —seguí cuestionando y con la esperanza de
que la dejara vivir, habló sin rechistar.
—Alissce —titubeó y miré a la chica a la cual antes había salvado de
ser violada frente a su novio.
Ella aún lloraba y negó con frenetismo cuando escuchó aquello, Elliot
maldijo, pero aun así la aferró a él en un intento por defenderla.
—La convencí para que me llevassse losss maquillajesss que dejé...en
el apartamento de LuzzzBel, ella no sssupo que el rímel era en verdad
droga —Eso salvó a Alice, porque estaba segura de que no iba a detenerme
aun así Marcus y Elliot intentaran defenderla— N-no me matesss —
suplicó de nuevo y reí.
—Claro que no lo haré —le aseguré y sus ojos se abrieron con
agradecimiento, para ese momento Elijah ya estaba detrás de ella—. Tu
ángel será el encargado de llevarte a dónde perteneces —sentencié y ahí
murió su agradecimiento.
—¡Por favor, nooo! —lloró.
—¡Shss! Calma, cariño —ronroneó él en su oído como quien intentaba
apaciguar el dolor de alguien a quien de verdad quería, pero sonrió con
verdadera maldad tras pronunciar tan hipócritas palabras—. Si yo te traje,
cielo, pues yo te regreso —eso último fue como un canto malévolo y vi el
miedo más crudo y puro en los ojos de Hanna.
Ella sabía que era la muerte la que le susurró al oído y no tenía
escapatoria. Elijah y yo nos miramos a los ojos, lo vi poner las manos en
el cuello de Hanna y me puse de pie, admirando un hecho que jamás
contemplé. Ambos nos complementamos en un momento, porque los dos
éramos dos seres oscuros buscando luz.
Y ahí, viendo a Hanna perder el brillo en sus ojos, me di cuenta de que
cuando nos provocaban, arrastrábamos al infierno sin importar las
consecuencias. No éramos tan distintos después de todo y en realidad
cuando lo conocí, él no me hizo caer. Me hizo descubrirme y aun en toda
esa bruma, rogaba por algún día obtener perdón por mis actos. El «crac»
que hizo el cuello de Hanna y el gorgoteo de su garganta, me devolvió a la
realidad. Elijah no dejó de verme en ningún instante ni borró su sonrisa
malévola, se relamió los labios queriendo seducirme mientras le quitaba la
vida a una mujer que ambos odiábamos, yo más que él, y su muerte me la
estaba entregando como un regalo.
Levanté el rostro con un gesto arrogante y le devolví la sonrisa.
Otra vez estaba aturdida y consumida por el horror de lo que era capaz
de hacer cuando perdía la cordura y como una vez lo dije, mis manos no
estaban limpias, sino más bien llenas de sangre y mugre, porque las
apoyaba para poder levantarme de nuevo. Lejos me encontraba ya de ser
una persona admirable, pero por una vez en la vida sabía que los enemigos
ya no volverían para hacerme caer.
Lucius y Hanna estaban muertos y lo comprobé con mis propios ojos.
Brianna fue enviada a otro país junto a su hija y con la ayuda de Gibson
me aseguré de que jamás pudiese volver. Un chip rastreador fue incrustado
en su cuerpo sin que se enterara y la única razón por la que la dejé vivir,
era porque ella solo fue una víctima más de las escorias que la rodeaban.
El olor a antiséptico apestaba horrible, las circunstancias que nos tenían
en la sala de espera, aún más; Darius, Elijah, Dominik y yo, éramos los
únicos cerca del área de cuidados intensivos, Fabio estaba junto a los
médicos que atendían a Amelia y nada pintaba bien.
«Me dolía».
En verdad dolía.
Dominik se encontraba desesperado, sentado en una silla de ruedas, con
el brazo y pierna enyesada; todos estábamos golpeados y heridos, él y
Elijah aún más. La espera por noticias era insoportable, hasta que Fabio y
otro médico llegaron a nosotros.
—Quiero verla. —exigió Dom— ¿Está bien? —la súplica en su
pregunta fue palpable.
—Los proyectiles impactaron en órganos vitales, hay uno realmente
comprometido, perdió mucha sangre y la cirugía mostró daños
irreparables —habló Fabio, intentando mantener la calma y por primera
vez su dureza y seriedad se derrumbó al ver a su hermano.
—Tienen el tiempo justo para despedirse de ella —El otro médico tomó
la palabra y dijo lo que Fabio no se atrevió a decir.
«Eso no podía estar pasando».
—¡No, no, no! No me diga eso —suplicó Dominik.
Elijah me miró y comprendió lo que estaba pasándome, tomó mi mano
y la apretó con fuerza, estuve a punto de quebrarme.
—Venid conmigo —pidió Dom a Darius y a mí, estaba llorando y ver a
un hombre así era tan doloroso como ver a un niño.
Darius tomó la parte de atrás de la silla de Dominik y comenzó a
avanzar hacia aquella habitación, yo me quedé en mi lugar, sin poder
moverme; sentí a Elijah besar mi sien y me estremecí.
—Al final, ella merece despedirse de ti —susurró y asentí.
«Y yo que creí que todo había acabado».
Yo creí que ya no viviría nada más doloroso.
Me obligué a caminar cuando Darius detuvo su paso, esperándome, y
entrar a aquella sala no fue fácil. Amelia estaba ahí, pálida, débil y tan
vulnerable. Había muchas máquinas conectadas en su pecho y un
respirador artificial que hacía un sonido escalofriante, el bip era lento y
entonces supe y comprobé lo que el médico dijo antes, en verdad ella
estaba muriendo.
«Y estar ahí lo hacía tan real».
—¡Oh, Dios! Cariño...estoy aquí —habló Dom con un amor infinito y
tomó su mano— a tu lado, esperando por ti para ir a por nuestra Leah,
nuestra bebita, tu rayito de luz como sueles decirle.
Amelia me hizo demasiado daño y al final acepté que no fue su culpa y,
tal vez no fuimos criadas como hermanas y nos faltó tiempo para nosotras,
pero me dolía lo que pasaba y no solo por ella, sino por su hija y el hombre
que la amaba con locura y estaba ahí suplicándole para que luchara
sabiendo que era en vano. Y, también me dolía por Darius, el hermano que
cuidó de ella siendo una niña y siguió haciéndolo de mayores, aunque
Lucius hubiese hecho todo más difícil.
Darius también lloraba al ver la escena y yo, solo lamentaba el no
haberla podido conocer mejor.
—Te amo, mi reina oscura y te necesito para seguir adelante —El nudo
en mi garganta me provocó un terrible dolor de cabeza y uno aún más
fuerte en el pecho, en ese momento. Darius me abrazó y lo consolé,
dejando salir las lágrimas que me ahogaban.
Yo pude haber estado en esa camilla, en su lugar, y Elijah hubiese
ocupado el de Dominik, estaba segura de ello. Agarrando valor me fui
hacia el otro lado de la cama y tomé la mano de mi hermana.
—Te perdono, Lía —susurré, llorando en silencio. Sentí un pequeño
apretón de su parte y tanto Dominik como yo comprendimos que ella nos
oía y la vimos abrir los ojos con dificultad, estaba luchando para no irse
tan pronto.
—Mi amor —Dominik me estaba haciendo pedazos—, estamos aquí,
para ti. Lo ves hermosa, ves cuan amada eres —Ella intentó sonreír al
oírlo.
—Él tiene razón. Yo te amo, hermanita —dijo Darius quien estaba al
lado de Dom y ella asintió agradecida—. Así hayas sido como un grano en
el culo durante un tiempo, sabes que te amo —Amelia sonrió con mucho
esfuerzo.
Me miró y le sonreí.
—Gr-gra...ci...as —su voz era un susurro y logró decir aquello con
dificultad.
—La promesa que hicieron los niños, la hago mía, Amelia —le aseguré
—. Una promesa de vida para ti y ella.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y los cerró, aquel bip comenzó a
hacerse más intenso.
—Lucha, amor —Mordí mi labio para no dejar salir un sollozo cuando
Dominik pidió tal cosa.
—T-te a-amo, luz...d-de mi...mi v-vida —Esas fueron sus palabras
hacia Dominik antes de que su corazón dejara de latir.
—¡No, Amelia! ¡Nooo!
Y ese grito de dolor, dado por un hombre enamorado, se quedó grabado
en mi cabeza y corazón, torturándome y destrozándome en carne viva; a
mí me dolía lo sucedido, pero jamás se compararía a lo que sufría aquel
chico que luchó contra la oscuridad de un corazón dañado por la crueldad
de la vida, hasta encontrar y sacar a relucir una luz pura.
Porque eso fue lo que Dominik sacó de Amelia, una luz pura y
cegadora. La vida jamás sería justa.
«O nosotros jamás seríamos justos para la vida».
La cajita que Amelia me daba contenía dos USB, uno tenía el nombre
de nosotros tres y el otro el de Leah D'Angelo, ella sabía lo que podía
pasar y no se quiso ir sin dejar algo preparado para poder despedirse.
Todos estábamos en el cementerio de los Grigoris y su ataúd era sepultado
al lado de mis padres, dos días después de su fallecimiento. No lloré su
muerte tanto como su despedida, era duro darse cuenta de lo corta que
podía ser la vida y todo lo que se perdía en cuestión de segundos.
En un momento teníamos todo y al siguiente ya no había nada.
En un momento podíais alegrar a muchos con tu presencia y al otro no
erais más que un recuerdo, uno feliz o triste, según como habías obrado y
Amelia logró cambiar los recuerdos que dejaría, porque al final yo tenía
uno bonito de ella.
Amelia Black fue y siempre sería una guerrera.
«Y perdonarla fue liberador».
Los niños volvieron felices de su viaje y contando las aventuras que
vivieron al lado de sus tíos —como le decían a Connor, Evan, Jane y hasta
al maestro Cho—. Tener a la pequeña Leah de nuevo no fue fácil, verla y
saber que su mamá ya no estaba, era triste y mientras Dominik se
mejoraba, el Rayito de luz estaba a mi cargo y al de Lee-Ang, quien se
había encariñado mucho con ella. Los chavales se la pasaban con su
pequeña prima y nuestro nuevo invitado, Dasher Spencer, se les unía
siempre.
El pequeño tenía un largo camino por recorrer y no sería fácil, pero nos
tendría a nosotros e hice todo para que Daniel Gibson me ayudara a
obtener su custodia, algo que haría de buena fe, sobre todo después de
deshacernos del mal que amenazaba a su próxima campaña, ya que su
contrincante había sido apresado por nexos con el hijo de puta de Lucius, y
mientras lo de la custodia sucedía, dejaron al pequeño a nuestro cargo y el
chaval de forma inocente creía que sus padres estaban de viaje.
—¿Mamita, ónde etá tía Lía? —Estaba con mis pequeños,
preparándolos para ir a la cama y Daemon preguntó lo que más temía.
—Ella tuvo que irse a un largo viaje —dije tratando de ser fuerte.
—¿Volvelá? —Aiden, mi curioso no podía quedarse callado.
Suspiré fuerte.
«No sería fácil».
—No en mucho tiempo...
¿Cómo les iba a explicar?
—Ella ahora está con los abuelos, mis padres —aclaré— y no creo que
la dejen venir pronto, la extrañaron mucho y quieren tenerla con ellos un
largo rato —Tal vez no era la mejor explicación, pero no sabía qué más
decir.
—¿Extañas a tus papitos, mami? —Miré a D al hacer esa pregunta,
luego a Aiden y asentí.
Extrañaba a mis padres cada día de mi vida, me dejaron demasiado
pronto, me los quitaron cuando más los necesitaba y me tocó criarme por
mí misma, sin haber aprendido lo suficiente para sobrevivir y me vi
obligada a caer y levantarme en incontables ocasiones, me hice a base de
dolor y lucha, pero había algo en lo que era igual a Amelia: yo también
sería capaz de pasar de nuevo por cada dolor, si el resultado fuese el
mismo, porque ver vivir a mis pequeños, verlos crecer y ser felices, valía
cada dolor, cada pérdida, cada bala, cada traición, cada lágrima y cada una
de las cosas que me tocó vivir.
—Sí, mucho, pero os tengo a vosotros. A Leah y ahora al pequeño
Dasher —les aseguré con una sonrisa.
—Y a papito, mami —añadió Aiden con emoción.
—Y a Somba —agregó Daemon y reí junto a ellos.
Bien decían que las pequeñas cosas eran las que te hacían disfrutar la
vida y por fin podía comenzar a respirar y vivir en paz.
Elliot y Alice hablaron conmigo y Elijah, no tenían que disculparse por
nada, aun así lo hicieron e informaron que se irían a vivir a California; me
hacía feliz saber que mi ángel era amado con la misma intensidad que
amaba y, aunque Alice y yo no teníamos una buena historia, le agradecía
que hiciera feliz al hombre que me enseñó la parte hermosa del amor.
Elliot seguiría a cargo de la compañía que mi padre me dejó en California,
confiaba en él para eso y Dylan se encargaría tanto de su parte como de la
mía, en el estado de Virginia; gracias a Dios mi hermano estaba bien y
feliz al tener a Tess de nuevo a su lado, la pelirroja aprendió la lección y, a
pesar de lo que me hizo, no fue porque quiso. También nos pidió perdón y
se lo otorgamos, no quería cargar con más odio en mi vida, sin embargo,
pasaría un buen tiempo para que las cosas volviesen a ser las mismas entre
ambas. Eleanor fue otra víctima y la que más mostraba su arrepentimiento
por todo lo que dijo e hizo, hablamos de manera tendida y le concedí mi
perdón, pero al igual que con Tess, nada sería lo mismo hasta después de
un tiempo.
—Así que, me tocará viajar a Italia muy seguido —De nuevo estaba en
la terraza de aquella habitación que ocupé por mucho tiempo y Elijah
había llegado para hablar una última vez conmigo, un mes después de todo
lo sucedido.
«¿Veías lo hermoso que estaba ahí, parado a tu lado en medio de
aquella nieve impoluta?».
Yo y miles más.
Él era perfecto a su manera —físicamente, claro— con su clásica ropa
oscura, queriendo reafirmar el peligro que lo envolvía, aquel aroma tan
delicioso que desprendía su cuerpo era capaz de embriagarme y me
obligué a suspirar con disimulo para que no notara lo mucho que me
encantaba.
—Creo que sí —dije sin mirarlo.
Dominik estaba mejorándose y se marcharía a Italia dentro de dos días,
sabiendo que era doloroso para él seguir en un lugar donde casi lo perdió
todo, yo decidí irme con él para ayudarle con Leah, para también alejarme
de un lugar en el que tenía muchos recuerdos y la mayoría eran malos. Una
vez más quería comenzar de nuevo, necesitaba sanar mis heridas y deseaba
hacerlo en un país donde albergaba solo buenas memorias, como el
nacimiento de mis clones; ellos creían que nos iríamos por un tiempo y
sabían que su papá iría a verlos pronto, creyendo que se quedaría para
trabajar y no porque dejamos de estar juntos.
La realidad era dura y la opresión en mi pecho hacía todo más cruel.
—Sabes que es lo mejor, Elijah. Necesito sanar por completo —eso lo
dije más para convencerme a mí misma.
«Tenías que esforzarte más, colega».
Negué ante ese susurro, pero la verdad era que tenía razón. En ese mes
que pasé en la mansión, esperando a que todo se calmara y a que Dominik
sanara para irnos juntos, las cosas no fueron fáciles. Me mantenía alejada
de Elijah, sin embargo, sabía que él estaba ahí, a unos metros de distancia,
pendiente de los niños y de mí; respetó mi espacio y no insinuó nada, no
obstante, irme hacía que todo fuera más real. Nos separaríamos de verdad.
—No te cuidé como merecías, pero con lo que aprendí contigo, te
demostré que eres lo más preciado que la vida me dio —soltó de pronto
haciendo que lo viese, sabía lo que seguía, él había dicho antes que aún le
quedaba una batalla final a la cual enfrentarse y lo dijo tras saber mi
decisión de irme.
Caminé hacia el interior de la habitación habiéndome calado demasiado
el frío, Elijah me siguió, no se daría por vencido, de nuevo estaba siendo
obstinado y comencé a sentirme muy nerviosa; fue un total cabrón
conmigo, eso estaba claro, también el que yo no fui la mejor de las
parejas, cometí muchos errores con él y no los había enmendado; Elijah en
cambio me demostró sus ganas por cambiar y que ya no mencionara lo
ocurrido con Elliot, a pesar de que le seguía doliendo, era un claro
ejemplo.
Mi gran problema era que yo no podía olvidar lo que él hizo en nuestro
tiempo separados luego de lo de Myles y sí, eso no era justo tal vez,
porque al final ambos nos dañamos, nos dejamos ganar por la maldad que
nos rodeaba y caímos en sus redes de una manera muy fácil.
—No hagas esto ahora — pedí, no quería desmoronarme ni que él me
hiciera ver lo que tanto me estaba negando a ver.
«¿Que te dolía separarte de él?»
Sí, me dolía, me ardía el alma, aunque intentaba obligarme a aceptar
que era lo correcto.
—Lo haré, Isabella, porque si te vas lo harás sabiendo todo, porque esta
vez no te escaparás creyendo cosas que no son. Esta vez te irás, pero
estando lejos de mí pensarás en todo lo que me hiciste —Las manos me
comenzaron a sudar, mi sangre se convirtió en aguanieve y mi corazón iba
a salírseme por la garganta.
—¡Yo no te hice nada! —le grité y rio irónico.
—¡Me deshiciste y me volviste a hacer! —aseveró— ¡Me sacaste de mi
zona segura de una manera tan fácil, como si de quitarle un caramelo a
Aiden se tratara!
—¡Sabes que no es fácil quitarle un caramelo a Aiden! —le recordé
molesta.
—Aun así tú lo haces parecer fácil —aseguró—. Tú, Isabella White,
llegaste a mi vida hace poco más de cinco años y te adueñaste de ella con
una sola mirada, te adueñaste de este hijo de puta cuando él jamás quiso
pertenecerle a nadie más que así mismo —Caminó queriendo llegar a mí y
me alejé de él—, pero luego de probarte supo que había caído, supo que no
quería pertenecer a nadie que no fueses tú y le enseñaste lo que nadie
jamás pudo enseñarle.
Quise hablar, detenerlo, pero sus manos lograron tomar mi rostro y sus
pulgares cerraron mi boca.
—Y por mucho tiempo he intentado buscar las palabras adecuadas para
explicarte lo que siento, Bonita —susurró dejando de hablar en tercera
persona— y todavía no las he encontrado porque esto que me haces sentir
es inexplicable, Castaña hermosa. Me estremeces con solo mirarme, me
derrites con solo tocarme —Me miró apenado y tal cosa fue demasiado
tierna para mí— y me conviertes en un jodido cursi sin poderlo evitar —
añadió dándose cuenta de lo que dijo.
Reí divertida y él rio irónico y sin hablar más, llegó hasta mí y me
besó.
Al principio me quedé inerte, con los labios cerrados y olvidé cómo
moverlos, me congelé de miedo y emoción al sentirlo después de tanto
tiempo negándome a él, no quería responder, no quería caer, pero su boca
me exigió una respuesta, lo hizo tan severamente que me obligué a
corresponderle y pronto ese beso se ahondó más. De lánguido a
desbastador en un solo segundo, era como un fósforo encendido y arrojado
a un cuerpo empapado de gasolina.
Fuimos en cuestión de minutos un infierno rugiente; los pensamientos
comenzaron a descarrilarse, nada importaba salvo el ahí y el momento
exacto, el hombre, mujer y pasión. El pasado se fugó, nuestras bocas
exigían, festejaban. El aliento se entremezclaba, tibio y luego caliente,
después abrazador, la pasión comenzó a desgarrarse hacia abajo,
construyéndose de nuevo hacia arriba y pronto la ropa se esfumó, dejando
de ser un estorbo entre nuestros cuerpos que ardían y se aclamaban;
nuestras manos alababan nuestra piel en una perfecta sintonía y cuando
caímos a la cama, ninguno de los dos supo más donde comenzaba uno y
terminaba el otro, mi cuerpo entero fue adorado con su boca y sus tatuajes
trazados completamente con mi lengua, avivando el color de la tinta y
añadiendo el brillo que necesitaban, nuestros gemidos y jadeos se
convirtieron en un coro divino.
El miedo que el pasado creó quedó en el olvido, el dolor del daño
infringido consciente o inconscientemente desapareció, el vacío inmenso
en nuestros pechos se llenó, la oscuridad de nuestras almas comenzó a
llenarse de luz y con la luz, se borró el odio del ayer y el miedo del
mañana, quedando solo el amor y la pasión del ahora. Y al fin éramos solo
él y yo, demostrándonos que había valido la pena el haber luchado contra
el hielo, contra la oscuridad y haber sido pasados por el más abrasador
fuego.
«Convirtiéndose en ese instante, en uno solo... Un solo Corazón de
fuego».
Mas claro no podía ser descrito.
Elijah tocó el punto exacto de mi núcleo con sus dedos, con la lengua,
con su pene. El primer orgasmo llegó mientras yo estaba acostada de
espaldas en la cama, el segundo tumbada sobre mi estómago, el tercero
sobre mis manos y rodillas, el cuarto mientras hacíamos una unión
perfecta entre el seis y el nueve, el quinto estaba a punto de lograrse con él
sentado y yo sobre su regazo, meneando mis caderas, penetrándome a mí
misma y él siguiendo mi ritmo. Nuestras bocas no se abandonaban, sus
manos se turnaban entre acariciar mis nalgas, mi espalda, subía a mi
cuello, tomaban mi cabello y luego bajaban a mis pechos; el sudor nos
había bañado, las sábanas fueron empapadas, mis rodillas se impulsaban
en el colchón y mis pies se anclaban a sus piernas para hacer de aquel
movimiento, balanceado; arriba, abajo, arriba de nuevo y otra vez abajo,
cada vez golpeando con más intensidad, cada embestida siendo más fuerte
que la otra y mis uñas haciendo un nuevo tatuaje en sus hombros, así como
sus manos trabajaban duro para tatuar sus caricias en mi cuerpo.
Las promesas hechas antes, de nuevo estaban siendo cumplidas.
—Eres fascinante —susurró en mi oído—, eres el amor de mi vida,
Bonita —siguió y eso solo aumentaba mi libido— y hacer el amor contigo
es la bendición más grande que obtengo a pesar de ser un vil pecador.
Ambos gemimos cuando mis movimientos se intensificaron, abrazó mi
cintura con fuerza y comenzó a marcar su ritmo.
—Y aquí, mientras te hago mía vuelvo a pedirte perdón por todo el
daño que te hice y si me dejas quedarme a tu lado, te prometo que no me
alcanzará la vida para resarcir el daño y por la misma vida te juro que te
haré feliz —Me penetró con más fuerza al decir todo eso—, solo dime que
aún no es tarde para nosotros —suplicó. Lo hizo sin dejar de hacerme el
amor, porque sí, estábamos haciendo el amor.
Uno, dos, tres penetraciones más y miles de sensaciones comenzaron a
agruparse en mi vientre.
—No, no es tarde para nosotros —afirmé segura, sin titubear— porque
te amo, Elijah Pride —dije mientras mi quinto orgasmo me arrasaba por
completo, haciendo de ese último y con su declaración, el más perfecto de
todos.
—Y yo a ti, amor —respondió lo que jamás esperé—. Te amo con mi
vida entera y por más que busque las palabras adecuadas, no las encontraré
—Lágrimas salieron de mis ojos mientras me corría, eran de felicidad
pura y sentí cuando él también comenzó a correrse dentro de mí—. Tú eres
y siempre serás el amor de mi vida, Castaña terca y no eres mía, lo acepto,
solo fuiste hecha exclusivamente para mí, así que de nuevo lo repito. Te
amo, Bonita.
«Te amo».
Palabras dichas por muchos y sentidas por pocos. Y ahí estaba él, un
hombre que jamás utilizó esas frases en vano, un hombre que demostraba
el valor real de aquella declaración tan añorada.
Ese te amo era el más real que escuché en la vida, después de oírselo a
mis hijos, real porque sabía que fue solo para mí, dicho por primera vez,
única y exclusivamente para mí. Y luego de aquel momento la magia
siguió, Elijah se quedó a mi lado, disfrutando de la noche de invierno,
susurrando en mi oído cosas hermosas, dándome motivos para seguir
adelante y yo riéndome de sus intentos para que no me arrepintiera y le
daba la razón en algo, a veces las palabras no eran necesarias para explicar
lo que en verdad se sentía, pero oírlas de un hombre como él, era, es y
siempre será mágico.
«La historia de Isabella White y Elijah Pride seguiría, dándole final a
una etapa oscura y comenzando una de luz».
EPÍLOGO
Elijah
Siete meses antes...
Maokko, Lee-Ang, Jane, Tess, Isabella y Laurel, decidieron torturarnos
de la peor manera que se les pudo ocurrir; las seis estaban subidas en el
escenario de aquel club en Italia y cantaban al unísono en el karaoke, todos
comenzaron a abuchearles en el momento que iniciaron y Darius junto a
Marcus se encargaron de callar a cada uno de los que se atrevió a hacer tal
cosa. Era obvio que nos estaban matando, pero las pequeñas cabronas eran
felices y por eso valía la pena ser torturados así.
—¡Ya, cálmate viejo! —ese era Dylan, intentando calmarme a mí
mientras Fabio me cogía del brazo.
—Solo fue un halago —añadió Darius riéndose.
—¿¡Halago!? ¡El hijo de puta quiere llevarla a su apartamento a ver
Netflix! ¡Eso no es un halago, idiota! —me quejé, luego de intentar
golpear a un tipo que gritó tal cosa a Isabella en el momento que ella tomó
el micrófono, se plantó a la delantera del escenario, luciendo sus hermosas
piernas, enfundada en un vestido color rosa y comenzó a cantar sola.
Isabella era toda una caja de sorpresas y descubrimos que si lo hacía
sola, cantaba como un ángel.
—¿¡Sabes siquiera lo que significa eso!? —le pregunté y negó.
Todos los demás se rieron de él al ser un inocente aparentando ser un
macho alfa. Yo lo vi y negué con fastidio.
—¿Qué significa? —cuestionó a Marcus.
—Que la quiere llevar a su apartamento para... —Connor había
respondido y le hizo un gesto de mano, dándole a entender que el mal
nacido quería follar a mi mujer— ya sabes —siguió al saber que no le
convenía decir tal cosa en voz alta—. Es un término muy usado en estos
tiempos —finalizó, me solté de Fabio y tomé de nuevo mi cerveza para
beberla de un sorbo.
—¡Maldito hijo de puta! —espetó Darius entendiendo al fin, y entonces
fue él quien quiso irse sobre el imbécil. Fabio hizo lo mismo que había
hecho antes conmigo y lo cogió del brazo.
—Bien, me cansé de ser vuestro matón, así que calmaros los dos —
masculló, sentando a Darius en su silla.
Sabía que tenía que calmarme antes de que Isabella llegara, aún tenía
un jodido ultimátum pegado a la frente literalmente y no quería cagarla,
aun así tuviese mis razones.
—Ni una palabra a las chicas —pedí a todos y asintieron.
Casi mil horas después, llegaron, las que tenían pareja se unieron a sus
respectivos hombres y luego de eso, las bebidas desaparecieron de la mesa
en cuestión de segundos cuando ellas las atacaron con la necesidad de
refrescar sus gargantas.
Una semana atrás habíamos pasado por días críticos ante una recaída de
mi pequeño clon, estuvo en sus días oscuros y mantenernos a cargo de su
bienestar, era agotador. Por suerte, Daemon es fuerte y luchaba cada día
por su vida, aun así la depresión lo intentara vencer. Mis padres llegaron a
visitarnos y con ellos, llegó nuestra cuadrilla de amigos, el motivo: la
Castaña había cumplido años meses atrás y ya que no pudimos celebrarlo
como se debía por el luto que pasábamos debido a Amelia, queríamos
festejarlo en ese momento, como en los viejos tiempos, aunque esa vez sin
muertes, sin temor por los enemigos, sin nada malo que se interpusiera,
incluso novios que viajaban desde lejos, buscando dar una sorpresa.
¡Puf! Que días aquellos.
—Conozco un restaurante que sirve las veinticuatro horas, deberíamos
ir allí, beber me ha provocado mucha hambre —propuso Caleb y todos
asintieron.
—También sirven los mejores mojitos que he probado y sé que son tus
favoritos —añadió Lee-Ang, animando a Isabella.
—Nada de alcohol para mí, soy la encargada de conducir —les recordó
la Castaña, abrazando mi cintura cuando la atraje hacia mí.
—Es raro que te ofrecieras de buena manera a ser la conductora esta
noche —inquirió Maokko y mi chica la fulminó con la mirada.
—¿Pasa algo, Bonita? —le pregunté en el oído y negó.
—Nada, no le hagas caso —aseguró y la miré extraño— ¡Nada, Elijah!
—se quejó y fruncí el entrecejo, estaba rara y gruñona.
—¿Estás ya en tus días? —seguí y se separó de mí con brusquedad.
—No seas tonto, tampoco soy un ogro en mis días —se defendió y por
la salud de mis bolas evité reírme.
—Aja —fue mi simple respuesta.
La hice caminar hacia fuera del club, siguiendo a los demás antes de
que se pusiese a discutir, alegando que no era un ogro. En efecto no lo era,
un tanto difícil, con cambios hormonales medio bruscos sí, pero nada que
no pudiese manejar. Llegamos al restaurante que Caleb dijo e hicimos que
nos unieran tres mesas para poder estar todos juntos, Laurel había tenido
la grandiosa idea de comenzar a celebrar el cumpleaños de Isabella, desde
el momento en que todos estuvimos juntos y al parecer nos hacía falta
mucha diversión con los amigos, ya que aceptamos sin rechistar.
—Que bueno es estar juntos una vez más —dijo Jane, siendo para nada
la chica miedosa que me ayudó a tener mi propia luz en la vida.
Ella y Connor se casaron meses atrás, sin fiesta ni invitados, solo ellos
dos en un viaje que hicieron a las Vegas y me alegraba por eso, pues
cumplieron su mayor sueño y se les veía felices. Y como Jane lo dijo,
estábamos juntos una vez más y no se negaba el vacío de aquellos que ya
no estaban, incluso dolía la ausencia de Jacob a pesar de que él nos
hubiese traicionado, su partida se sentía mucho y lastimaba más. Visité su
tumba el día que sepultamos a Amelia y seguí el ejemplo de la Castaña
con su hermana, pues le concedí el perdón a ese tío, recordando los buenos
momentos que pasamos juntos, las incontables veces que me ayudó, que
estuvo para mí y reconociendo que su único error fue amar hasta el punto
de cegarse y dejarse engañar por un mal nacido.
Sin embargo, los nuevos comienzos tenían que empezar por dejar el
pasado a donde pertenecía.
—Cameron quería venir, pero ya sabéis…ahora es un hombre de
trabajo —añadió sacándome de mis pensamientos y se burló de él con lo
último.
Cameron cometió errores, como todos, pero le dejamos claro que no lo
culpábamos por lo sucedido con cierta rubia que evitaba mencionar y
pensar y, aunque él no estaba ahí, sabía que igual era bienvenido cuando
quisiera.
—Que rápido cambia todo —habló Evan y asentimos.
Era cierto, todo había cambiado mucho en cuestión de meses. La
asociación seguía en pie junto a La Orden de Isabella, pero hicimos
algunos cambios y delegamos el trabajo que antes hacíamos para poder
dedicarnos a nosotros mismos y nuestra familia. Evan por ejemplo,
compró el gimnasio de Bob, el viejo entrenador que ponía en forma a
todos, y no solo pensaba quedarse con ese gimnasio, era un tipo visionario
e iba crear una cadena y dedicarse al mundo fitness, algo que siempre nos
apasionó a todos. La relación que tenía con la chica que llevó al club en
días pasados, terminó, aunque aseguró que se sentía bien con ello, pues no
era la indicada y tampoco le precisaba estar con alguien.
—¿Y tú qué piensas hacer? —preguntó la Castaña a Laurel, mi loca
amiga se había graduado de la universidad recientemente.
—Pretendo ser como una estrella fugaz y viajar a distintas partes del
mundo por un tiempo —explicó con orgullo y haciéndonos reír—. El
estudio me agotó, tengo mis ahorros y antes de esclavizarme en el trabajo,
voy a viajar y a disfrutar —añadió, noté que Darius la veía como un idiota
embobado, bien, tal vez ya no me convenía burlarme de él, pero no lo
podía evitar.
Era mi momento para vengarme y no lo iba a desaprovechar.
—¿Y tú qué piensas hacer? —le pregunté a él y sonrió, fue una de esas
sonrisas que siempre daba cuando estaba a punto de soltar alguna idiotez.
—Me metí hace poco a la universidad —Eso nos sorprendió a todos.
—¡Guau! ¡Felicidades! ¿Qué estudias? —halagó Tess para luego
preguntar.
La verdad, a todos nos intrigaba su respuesta.
—Astronomía —dijo con orgullo.
¡Sabía que no podía dejar de ser un imbécil!
Isabella rio al cachar la tontería de su hermano, Laurel por increíble
que fuera se puso nerviosa y todos los demás se quedaron con la lucha
interna entre creerle o no, al adolescente de Darius Black.
—Seguro te encanta esa carrera —se burló Maokko, ella también
entendió.
—Claro, sobre todo porque mi primer tarea es estudiar a una estrella
fugaz e intentar atraparla —Todos nos reímos, incluso Laurel después de
fulminarlo con la mirada.
Ella se había resistido a él durante un buen tiempo, lo noté y cuando me
acerqué para hablar de lo que pasaba, su única respuesta fue que los
demonios de su pasado estaban persiguiéndola. Estuve allí para mi amiga,
le hablé por mis propias experiencias y la animé a seguir, por eso fui el
único que comprendí su decisión de viajar. Laurel no solo quería
descansar, también necesitaba escapar y la comprendía porque fui testigo
de lo que sufrió, sabía su verdadera historia y la apoyaría siempre.
Todos pedimos nuestra comida después de reírnos por las cosas que a
Darius se le ocurrían, Isabella pidió un postre de pie de limón en lugar de
comida y entre risas, bromas y pláticas, pasamos la madrugada en aquel
lugar hasta que la mañana llegó y el sueño amenazaba con dejarnos tirados
en cualquier momento. Cuando llegamos a casa, cada uno se fue a su
habitación a excepción de Caleb, que tenía su apartamento y Fabio que
vivía con Dominik, Leah y Lee-Ang, quien se hacía cargo de la nena
porque Isabella se lo había pedido y, creía también que porque la asiática
dos lo deseaba.
—Iré por un café, ¿quieres uno? —le pregunté a Isabella, dirigiéndome
a la cocina.
—Mejor me llevas agua, por favor. Necesito ir al baño —dijo y asentí.
Se fue corriendo por las escaleras con sus zapatillas en la mano, incliné
un poco mi torso cuando iba subiendo para tener una mejor vista de sus
piernas y comprobar si...
¡Sí! Estaba en lo correcto, no usaba bragas.
¡Bien!
Sonreí y fui rápido por la botella de agua que me pidió, dejé de lado el
café en el momento que el demonio entre mis piernas reaccionó ante tal
maravillosa vista y corrí detrás de mi hermosa pantera, pero me preocupé
en cuanto entré a la recámara y escuché sus arcadas en el baño.
¡Mierda!
—¡White! ¿Estás bien? —dije y corrí hasta el cuarto de baño, cogí su
cabello y la ayudé mientras se doblaba en el retrete, vaciando su estómago.
Ella ni siquiera había bebido, yo lo hice, pero la borrachera me pasó
pronto y más cuando la vi aquel estado.
—Sal de aquí, por favor —pidió con dificultad y negué.
—Estás loca si crees que te dejaré sola —aseguré— ¿Qué sucede,
Bonita? —cuestioné de nuevo.
No respondió, solo se puso de pie y la ayudé. Llegó al lavabo y lavó su
rostro con agua y jabón y luego cepilló sus dientes y casi se acabó el
enjuague bucal.
—Ya, deja eso —pedí—. Si quieres compruebo cómo sabe tu boca —
me ofrecí y la vi hacer una cara de asco.
—Eso fue asqueroso —se quejó y reí.
Sin dejarla hacer más, cuando vi que buscaba el cepillo de cabello, la
tomé de la cintura, comencé a besar su mejilla y llegué hasta su boca sin
que ella pudiese evitar tal cosa. No sentía asco de absolutamente nada con
White y bien sabía que era capaz de besarla aun así no se hubiese cepillado
antes. ¿Asqueroso? Tal vez si fuese otra persona, pero era Isabella, mi
Castaña, la mujer que logró acabar con mis miedos y a la que decidí
entregarme en cuerpo y alma.
—¿Qué pasa, White? —susurré y aparté el cabello que se pegó en su
frente— Sé que algo te pasa, no digas que nada —advertí—. No estás
comiendo bien, estás perdiendo peso y ahora vomitas. Me estoy
preocupando —dije y besé su frente— ¿Dime qué tienes? —pedí de nuevo.
—Tengo... —Suspiró con fuerza y comencé a asustarme— Tengo a un
nuevo bebé en mi vientre —confesó asustada y suspiré con alivio.
—¡Hostias! Me habías asustado —solté sacando el aire retenido y reí.
Me miró frunciendo el ceño, separándose un poco de mí.
—¿Sólo dirás eso? —preguntó y me descolocó.
¿Qué le iba a decir? Dijo que tenía a un nuevo bebé en su...
¡Un nuevo bebé!
—¡Mierda! ¿¡Un nuevo bebé!? —la cuestioné exaltado y asintió— ¿No
me estás mintiendo verdad? ¿White, estás embarazada? —estaba soltando
preguntas de corrido, lo sabía, pero cuando caí en la cuenta de lo que me
dijo, sentí que mi mundo giró a mil por hora.
—Tengo ocho semanas —añadió y reí.
Mi pecho se infló de emoción, de orgullo, reía y no sabía si hasta estaba
llorando, todo era demasiado para mí y sin esperármelo yo mismo, caí de
rodillas.
—¡Dios! —exclamé agradecido, viendo su plano vientre— ¡Al fin,
amor! —susurré y cuando miré hacia arriba, ella estaba llorando y acarició
mi rostro— No sabes lo feliz que me haces, Isabella —aseguré lo que no
me cansaba de decirle—. Me harás papá de nuevo —Mis palabras iban
cargadas de emoción y luego comencé a besar su abdomen.
Comencé a subir de nuevo, besando sus pechos, su cuello, hasta llegar a
su boca de nuevo.
—Gracias —murmuré entre besos.
—Gracias a ti por estar aquí, para mí —Negué, ella no tenía que
agradecer nada, era yo y solo yo.
Y no me cansaría de hacerlo jamás, sobre todo porque al fin la vería
con su vientre abultado, estaría ahí con ella, disfrutando de una etapa que
antes me perdí y consintiéndola con cada maldito antojo que tuviera.
—No tienes nada que agradecer —aseguré y comencé a desvestirla— y
esta noticia la tenemos que festejar —señalé y la besé enseguida de que
ella subiera los brazos y me permitiera sacar su vestido—, luego de
consentir tu cuerpo como merece —seguí hablando y besándola hasta
llegar a la cama—. Le daremos la noticia a los niños y a todos los
presentes en esta casa.
—¿Por qué también a ellos? —preguntó y jadeó cuando la recosté en la
cama y lamí su pecho.
—Quiero que todo el mundo sepa que de nuevo seré padre, que mi
preciosa Castaña por fin me lucirá su hermosa barriga —aseveré y rio.
Y luego de las risas llegaron los gemidos y jadeos, esos que me volvían
loco y más aún, con la felicidad que hinchaba mi pecho en aquel instante.
Un nuevo ser estaba en mi vida, un nuevo motivo para ser mejor cada
día.
Fin.
Jasmín Martínez escritora amateur nacida en El
Salvador que comenzó su aventura en el mundo literario a
través de la plataforma de lectura y escritura llamada
Wattpad. Actualmente cuenta con más 25,000 seguidores en
dicha plataforma y con cada día su crecimiento y
popularidad es notoria.
Vive en Estados Unidos con su esposo e hijos y se dedica de lleno a su
familia y a la pasión que le llena por completo como es escribir; cuando
tiene tiempo libre también disfruta de leer libros de romance y acción,
fantasía o superación que es su otra pasión.
Siempre soñó con convertirse en escritora y llegar a publicar sus libros,
sueño por el cual luchó y que ahora está cumpliendo: en sus propias
palabras, es una mujer que tiene como objetivo luchar por merecer el cielo
y su límite es el infinito. Es la mayor de tres hermanos y se siente feliz de
enorgullecer a su familia con cada logro que alcanza.
Se define como un intento de escritora o escritora aficionada, ama leer un
buen libro y escribe para describir los mundos que imagina en su cabeza.
Su día perfecto sería uno lluvioso, rodeada del calor de su familia, pero
admite que pensar en tantas personas sin hogar la hace reconsiderar tal
cosa.
Su carrera como escritora comenzó de lleno con su Trilogía Corazón y el
primer libro de dicha trilogía llamado Corazón de Hielo, vio la luz del
mundo literario en Wattpad un ocho de febrero de dos mil dieciséis, fecha
que también comparte con su hijo menor quien cumple años ese día.
«Corazón Oscuro» y «Corazón de Fuego» son los otros dos libros de la
trilogía; los primeros dos ya están publicados y ahora se concentra en el
proceso de publicación para el tercero.
Sigue escribiendo y promete no parar mientras Dios le de vida e
imaginación.
Notas
[←1]
Estación de gas muy famosa en el estado de Virginia, Estados
Unidos.
[←2]
Abreviación de Los Ángeles, California.
[←3]
En esta parte, la conciencia de Isa relaciona el nombre de Hanna
con la protagonista de la serie estadounidense Thirteen Reasons Why.
[←4]
En esta parte, Isabella se refiere a que Pride (que es el apellido
de Elijah) significa Orgullo en español.