Leccion3 3
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Leccion3 3
Esta lección 3 continúa con el tratamiento de las problemáticas del sector agrario, correspondientes a
la unidad temática 2. En este caso nos proponemos avanzar en el análisis de las lógicas del
comportamiento de uno de los principales actores de este sector, el conformado por los grandes
propietarios. En efecto, subyaciendo a la discusión sobre la elevada concentración de la propiedad
territorial estaba la idea de que esta estructura de tenencia había sido la base para el desarrollo de
una poderosa clase terrateniente, que había influido decisivamente en el curso de la evolución
agraria, había condicionado o restringido en consecuencia sus posibilidades de cambio, y se había
reservado, naturalmente, el grueso de los beneficios resultantes. Algunos autores, como Ferrer y
sobre todo, Di Tella y Zymelmann, señalaban también la influencia de esta clase en la orientación
general de la economía, en favor de una excesiva especialización hacia la producción agropecuaria
que había imitado las posibilidades de diversificación, particularmente hacia el sector industrial.
Estas nociones comienzan a ser discutidas hacia finales de los años 60 por diversos autores, que
encaran una revisión que alcanzará un punto culminante en la obra de Jorge Federico Sábato. En
primer término, las aproximaciones pesimistas sobre el período de expansión comienzan a ser
reemplazadas por nuevas perspectivas que destacan la fuerte expansión y el importante proceso de
acumulación ocurrido. Desde una óptica marxista, pero imbuida de un fuerte sincretismo, Ernesto
Laclau acuña a fines de los años 60, a partir de una categoría creada por el economista clásico David
Ricardo para discutir los dilemas de la economía inglesa de principios del siglo XIX, la noción de
“renta diferencial internacional”. Esta categoría englobaría los beneficios extraordinarios que
percibía la Argentina al articularse en un mercado internacional de productos primarios cuyos
precios de referencia eran considerablemente más altos que sus propios costos de producción (los de
la Argentina). La “renta diferencial” habría quedado, en función de la elevada concentración de la
propiedad, mayoritariamente en manos de la clase terrateniente. Sin embargo, ello no habría sido
incompatible con un significativo crecimiento industrial, dada la importancia de los gastos internos
que el alto nivel de ingresos posibilitaba.(1) Por el otro lado ciertos autores, como Murmis y
Portantiero, cuestionaban la oposición entre clase terrateniente y crecimiento industrial, al menos
para los años treinta, señalando el apoyo de los sectores más concentrados al tibio proceso de
sustitución de importaciones desarrollado entonces. Más aún, Milcíades Peña destacaba los
múltiples entrelazamientos entre la clase terrateniente y la burguesía industrial desde sus orígenes,
mucho antes de 1930.
(1) Laclau, Flichman
Sobre esta base Jorge F. Sabato iba a producir un cuestionamiento más radical, que apuntaba a la
noción misma de la clase terrateniente como clase dominante. ¿Qué elementos le hacen dudar de que
una clase de esas características haya sido la conductora del proceso de cambios ocurrido en la
Argentina hasta principos del siglo XX?
A partir de ese cuestionamiento, Sábato avanza la formulación de una tesis sobre la existencia de un
estrato superior de grandes empresarios, muy poco fraccionado internamente, y caracterizado por su
participación en muy diversos sectores de la economía. Por más que dispusiera de una sólida base en
la propiedad de la tierra, que explicaría su habitual identificación con una clase terrateniente, este
grupo se caracterizaría sobre todo por la fuerte impronta comercial y financiera que guiaría su
comportamiento. Esto lo llevaría a reinvertir los excedentes de manera diversificada, implantándose
en todos aquellos sectores, rurales o urbanos, agropecuarios, industriales o de servicios, cuya
promesa de rentabilidad lo justificara. Por otra parte, el control que ejercía sobre el Estado, y
particularmente sobre las entidades oficiales de crédito, les daría un acceso privilegiado no solo al
crédito, sino también a la información necesaria para una eficaz diversificación.
La impronta comercial del grupo estaría dada por la extrema atención que prestaba a la cambiante
disposición de los mercados, y se podía enlazar con los orígenes mercantiles que, de acuerdo a un
clásico trabajo de Halperín Donghi, presentaba la mayoría de sus integrantes, que habían adquirido
tierras desde los primeros decenios del siglo XIX. La impronta financiera, a su vez, se podía vincular
con la estratégica disposición de liquidez, y un privilegiado acceso al mercado del dinero, necesarios
para sostener esta siempre cambiante diversificación productiva.
¿Qué papel juega para Sábato el mecanismo del crédito hipotecario, de acuerdo con su definición de
la lógica financiera de este grupo?
En el fondo se trataba de la estrategia más adecuada para la clase dominante de un pequeño país
periférico que debía operar en un contexto internacional signado por una gran incertidumbre, en el
que sobrevenían cada tanto abruptos cambios de la demanda que imponían severos reajustes y
mutaciones productivas. Esta incertidumbre, y los elevados riesgos que suponía, intentaban ser
mitigados mediante la diversificación, y con una organización productiva suficientemente extensiva
y flexible como para desplazar los recursos de una actividad a otra de acuerdo con la cambiante
coyuntura.
¿Qué características del agro pampeano hacían factible este modelo de comportamiento tan flexible
y diversificado, que Sábato postula para su “clase dominante”?
Para Sábato, estos atributos de la clase dominante se compatibilizarían mejor que los de la
tradicional clase terrateniente con la fuerte expansión agraria del período, pero también ayudarían a
entender sus límites, y el estancamiento que le sucedería luego de 1930. En efecto, la búsqueda de la
mayor flexibilidad inhibiría la realización de las inversiones de largo plazo capaces de mejorar los
rendimientos una vez que la expansión horizontal encontrara su término, y su corolario sería la
transferencia de inversiones hacia el sector urbano, y las actividades de industria y servicios, dando
lugar a la etapa de sustitución de importaciones.
A pesar del énfasis que pone el autor en la importancia para esta clase dominante del comercio y las
finanzas, es curioso que no le dedique a estos dos sectores, salvando escuetas referencias en las
breves biografías del apéndice, un capítulo específico de su obra. Paradójicamente, es el sector rural
el que es objeto de un tratamiento particularizado, bajo el título emblemático “El enfoque comercial
y financiero en el desarrollo agropecuario de la región pampeana”. Y eso se explica porque más que
la “anatomía” de intereses del grupo, lo que le interesa es su “fisiología”, la lógica de su
comportamiento, que se apartaría de la de los meros “productores” rurales, por estar imbuída de una
impronta comercial y especulativa.
El capítulo se inicia con el tratamiento de una cuestión que revela las repercusiones que había
deparado la obra analizada en la lección anterior, de Roberto Cortés Conde (El progreso argentino).
La evidencia aportada por Cortés Conde sobre el funcionamiento de un activo mercado de tierras
durante todo el período de expansión, hacían perder asidero a las interpretaciones tradicionales –
institucionalistas- sobre la persistencia de la concentración de la tierra. Si la tierra no se había
mantenido fuera del mercado, como se suponía anteriormente, el reparto inicial de la tierra pública
en pocas manos no podía explicar la concentración 30 o 40 años después. Para Sábato, el mayor
rendimiento de la agricultura debía haber llevado a un progresivo fraccionamiento. ¿Qué
razonamiento sigue el autor en este punto? El persistente predominio de las estancias, en tierras que
podían tener un destino agrícola, lo lleva a buscar un sector de la actividad ganadera que pudiera
tener una rentabilidad comparable con la agricultura, y su conclusión es que ese sector era la
invernada.
Para ello se nutre de una literatura clásica que en los años 1920 alude a la división de la ganadería en
invernadores y criadores, y denuncia la expoliación de estos últimos por los primeros, a quienes
Sábato identifica en definitiva como los miembros de su “clase dominante”. Poseedores de las
mejores tierras e intermediarios obligados con el frigorífico, los invernadores podían transferir a los
criadores cualquier baja de precios y reservarse un margen de rentabilidad consistentemente
superior. Se trataba en todo caso de una estrategia más comercial y productiva. Por otra parte,
habiendo un umbral de rendimientos tan próximo entre invernada y agricultura, cualquier cambio en
los precios relativos los llevaba a redistribuir la tierra a favor de una u otra actividad. ¿Qué claves le
brinda este análisis a Sábato para poder explicar, desde una lógica del mercado, el mantenimiento de
una alta concentración en la propiedad de la tierra?
Esta interpretación de Sábato, que marcó un hito destacado no solo en la historiografía rural sino
también otras áreas de la historia económica, constituyó muy pronto el punto de partida de nuevas
investigaciones que pusieron en discusión algunos de sus supuestos. Si bien el análisis de Sabato
daba cuenta de las recientes investigaciones de Cortés Conde, se basaba sobre todo en datos
empíricos tradicionales, como los difundidos por Scobie, sobre la incorporación de la agricultura en
la región pampeana, de manera subordinada, al servicio de la nueva ganadería del vacuno. En los
años 80 Pucciarelli, y luego Barsky, sobre la base de un análisis más atento de la información censal
disponible a partir de 1914, encontraron incongruencias en la distribución por partidos y
departamentos de las explotaciones agrícolas y ganaderas, y cuestionaron la homogénea aptitud del
espacio pampeano para la agricultura. Sus datos sugerían que el grueso de la producción agrícola se
producía por andariveles distintos que los que tomaba en consideración Sabato, y que por lo tanto no
era “articulada” en el seno de la estancia mixta por esta “clase dominante” o grupo invernador.
Por otro lado, investigaciones recientes de Roy Hora sobre la estructura patrimonial de familias
terratenientes a lo largo del tiempo, a través de sus sucesiones, han hecho notar que la estrategia de
diversificación rural-urbana, prevaleciente hasta mediados del siglo XIX, cedió lugar a una
“especialización” en activos rurales, que pasaron a ser mayoritarios a finales de ese siglo, en función
de una coyuntura internacional más estable y consistentemente favorable para la exportación
agropecuaria.
En ese mismo sentido, aunque desde una línea de investigación diferente, podemos ubicar el trabajo
de Carmen Sesto que aquí se incluye, “El refinamiento del vacuno y la vanguardia terrateniente
bonaerense”. Resultado de una investigación iniciada antes que la tesis de Sábato alcanzara
repercusión, aporta una serie de hallazgos que ponen en cuestión algunos aspectos de dicha tesis. El
trabajo se centra en el desarrollo de las cabañas de cría de vacunos puros de pedigree de las razas
más apreciadas en el mercado británico, proceso que abarca toda la segunda mitad del siglo XIX y
termina nucleando a un segmento restringido de grandes propietarios de tierras, los únicos capaces
de sostener esta actividad por los requerimientos financieros y de escala de producción que exige. La
participación en esta actividad altamente rentable de los grandes propietarios, se chocaría
ciertamente con los atributos de extensividad, diversificación y renuencia a las inversiones de largo
plazo, postulados por Sábato para esa clase.
Por otra parte el trabajo enfatiza, a través de una esmerada periodización, el sentido histórico de un
proceso que un esquema más teórico y de impronta sociologizante, como el de Sábato, no podía
cabalmente capturar. Pero asimismo adopta, para el análisis de esta evolución, un par de
instrumentos teóricos que se revelan fructuosos para el análisis que se propone: por un lado la teoría
de la innovación, para todo el proceso de cambios y adaptaciones que los cabañeros deben
desarrollar para lograr la exitosa cría de ejemplares puros en gran escala; por el otro, el concepto de
vanguardia, para explicar la génesis de un grupo inicialmente muy pequeño involucrado en las
innovaciones que finalmente terminará por incluir lo más granado de los grandes propietarios.
La primera etapa ve emerger esta vanguardia desde un pequeño círculo inicial de familias
terratenientes, que hacia fines de los años 50 envían a sus hijos a Europa para su formación. Estos
regresan con la intención de aplicar localmente las mejoras observadas en los establecimientos
pecuarios de ultramar. Volcados a la cría del ovino, combinada con la del vacuno criollo, afrontan,
tras las crisis de 1866 y 1873, una caída en los márgenes de rentabilidad, que termina de
convencerlos de erradicar el criollo y concentrarse en la vía del cambio racial. La participación de
los miembros de esta vanguardia en la fundación de la Sociedad Rural contribuye a darles
visibilidad, y hacia el final de la etapa su papel es reconocido por el conjunto de los hacendados.
La siguiente etapa, a partir de 1873, asiste a un involucramiento más pleno del gurpo en la mejora
racial del vacuno, a partir del aprendizaje logrado mediante las experiencias en pequeña escala de los
primeros años. Nuevas instalaciones y maquinarias, así como la difusión ya masiva del alambrado,
permiten mejorar la eficiencia de los métodos de cambio racial y de manutención de la hacienda
mejorada. Estas inversiones son en gran medida facilitadas por el acceso al crédito de la banca
oficial (Banco Provincia, Banco Hipotecario). No obstante, se avizoran distintas estrategias
productivas, todas ellas tendientes a sustituir la anterior dupla ovino- vacuno criollo.
¿Qué ejemplos proporciona la autora sobre estas estrategias alternativas, y que lecciones dejan sobre
el proceso que se analiza? ¿Qué estudios de trayectorias realiza, y en qué medida muestran
estrategias productivas y de financiación, acordes o contradictorias con lo postulado por Sabato
acerca de esta clase social?
En la tercera etapa, a partir de 1887, se arriba a la conquista del mercado interno a través de la venta
para el abasto urbano de mestizos, disponibles en planteles numerosos y con avanzado grado de
refinamiento racial, y la provisión de reproductores puros a los otros hacendados, en condiciones
más ventajosas que los ejemplares europeos. Hacia 1895 comienza la cuarta etapa, signada por el
acceso pleno a los mercados consumidores internacionales, primero con los embarques de ganado en
pie, y a partir de 1900 con las exportaciones de carnes vacunas congeladas por los frigoríficos.
Con las cédulas censales disponibles del Censo Nacional de 1895, la autora confecciona un cuadro
en el que figuran los 50 integrantes de esta élite de cabañeros para esa fecha, incluyendo a la
primitiva vanguardia, los seguidores y los rezagados. En sucesivas columnas brinda una radiografía
de su estructura patrimonial: superficie y valor de las propiedades, superficie de los cultivos,
maquinaria disponible y stock de ganado vacuno mejorado, en número de cabezas y valor total. Es
posible así comparar el monto de su patrimonio invertido en ganado y en tierras ¿qué proporción
guardan unos y otras? Hay varios ejercicios posibles: definir el rango (monto mínimo y máximo) en
el que se encuentran los patrimonios invertidos en ambos rubros, diferenciando la vanguardia y el
resto, y comparar los cinco casos principales por la magnitud de los capitales (sumando ganado y
tierras). En este último sentido, ¿cómo aparecen algunos actores identificados en el relato de la
autora por sus estrategias divergentes: Pereyra, Frías, Alzaga, Anchorena?
Finalmente, ¿qué importancia tienen sobre el total de los casos la participación en cargos públicos, y
cuales son los cargos más frecuentes? ¿indicaría este ejercicio alguna pista en el sentido de las
hipotesis de Sábato sobre la relación funcional de esta clase con el Estado?