Figuras de Lo Unheimliche (127)
Figuras de Lo Unheimliche (127)
Figuras de Lo Unheimliche (127)
Compiladores:
Fernando Barrios
Helena Maldonado
Marina Serrato
e-dicciones Justine de la École lacanienne de psychanalyse
Figuras de lo Un/Heimliche. Psicoanálisis y las artes
Comité editorial:
Helena Maldonado Goti
Fernando Barrios
Marina Serrato Pérez
© 2020, e-dicciones Justine
González de Cossío 120, int. 401
Col. Del Valle 03100
México, D.F.
Compiladores
Fernando Barrios, Helena Maldonado
y Marina Serrato
Índice
Presentación......................................................................................................9
Autorretratos con la muerte - Gabriela Liffschitz
José Assandri...................................................................................................13
Cuando Freud interroga a los demonios
Lionel F. Klimkiewicz.....................................................................................45
Epifanías de la mirada
José Assandri...................................................................................................61
Ese extranjero indecible tan íntimo - Los modos del decir
Ginnette Barrantes S......................................................................................77
¿Sin ojos? A propósito de Metamorfosis de Narciso de Salvador Dalí
Karen Poe Lang...............................................................................................89
Una vida corta, una muerte larga
Yanina Sánchez Mora...................................................................................103
Lo Unheimliche y el parecido corporal en la teleserie The Missing
Camilo Retana..............................................................................................115
Sobre lo numinoso y su relación con lo ominoso
Helena Maldonado....................................................................................... 127
Madeleine como Olimpia: Variaciones a partir de Lo siniestro en
Vértigo de Alfred Hitchcock
Carolina Sanabria.........................................................................................137
Kubrick, aprendiz y maestro de lo Unheimliche
Roberto Marín Villalobos............................................................................153
Río Sucio, dirigida por Gustavo Fallas
Bértold Salas Murillo...................................................................................167
Presentación
Figuras de lo Unheimliche 9
y resonancias de la afirmación de Lacan, acerca de que la casa (heim) del
hombre se encuentra situada en el Otro, más allá de la imagen especular
de la que está hecho. Asimismo, interesan las anotaciones de Jean Allouch
y Guy Le Gaufey acerca de que la invención del a (objeto del deseo)
ocurre sobre un fondo de perturbación y vacilación, destacando algunas
consecuencias para repensar las distinciones de dicho objeto respecto al
imaginario, al “Otro”/“otro”/”Otre ¿Autre?” y lo figurativo en Lacan.
10
alyse (y de algunos miembros residentes en Costa Rica) y de e-dicciones
Justine, con la presencia de Helena Maldonado, quien hoy acoge su pub-
licación on line.
Figuras de lo Unheimliche 11
Autorretratos con la muerte1
Gabriela Liffschitz
José Assandri
Figuras de lo Unheimliche 13
De igual forma el trabajo de Liffschitz podría acercarse a Hanna Wilke,
una artista y performer yanqui, que, también afectada por un cáncer, fue
fotografiada durante el último año de su vida por su esposo fotógrafo en
distintos momentos de su enfermedad hasta la muerte. Con esas fotos se
realizó una exposición en 1993, Intra-Venus. Se trataba de un alegato con-
tra los procedimientos médicos que ocultan a los pacientes, como si en-
fermar fuera una “vergüenza personal”1. Con Liffschitz también se trata
de eso, pero no sólo de eso.
1 Estos ejemplos de fotos de mujeres muy probablemente fueron conocidos por Liffschitz, o al menos,
circulaban en la época en Buenos Aires. Sin duda que no son los únicos ejemplos.
14
mance dice que es realizar algo justo, en el momento y el lugar equivoca-
do. Las fotos de Liffschitz nos atrapan en la búsqueda de una convulsión y
al mismo tiempo las rechazamos, porque allí, además del erotismo de los
autorretratos, está la enfermedad y la muerte, y de eso no queremos saber
nada. Diría que hasta provocan una sensación física.
Figuras de lo Unheimliche 15
El cáncer hace un antes y un después en tu vida, es obvio. Me sale una
palabra en italiano, travolgere, una especie de movilización con cambio
que te da vuelta la historia y, al mismo tiempo, te deja igual. Porque el
cáncer es de una precisión extrema. Y el diagnóstico, como una línea que
abre, en contraposición a la imagen que tengo de mí, un tajo en el cuerpo
que te marca absolutamente, pero no en su propia precisión de tajo sino a
los tres millones de cosas que puede haber detrás. Es una experiencia que
tiene un lugar positivo… fecundo.1
16
erales (2003). Nos abocaremos a Efectos colaterales. Allí se puede leer que
el libro fue el resultado de un “proceso de tres años”. Es interesante el he-
cho de que el libro carezca de números de página, y que cuatro fotografías
simulen la indicación, como un “índice”, de que se trata de cuatro partes.
Ese modo de organizar su libro, tan poco habitual, abona la idea de la per-
formance. El lector/espectador debe dejarse llevar por la experiencia de
ese “libro-proceso [… que es] un recorrido por el cuerpo en mutación.”5
Podemos leer al comienzo:
Figuras de lo Unheimliche 17
darle a su performance o que alcance tendría la estética de las fotos?
18
“esto fue actuado”, porque lo que vemos es un erotismo provocador que a
la vez puede tener algo de cliché y burla. Pero también en las fotos de Liff-
schitz, al mostrar las cicatrices de la operación, los resultados de la quimi-
oterapia en el cuerpo, también hay algo del “esto fue” de Barthes. Y entre
“esto fue” y “esto fue actuado”, nada puede borrar las huellas del cáncer, al
mismo tiempo que, aún hay vida suficiente como para mostrar un cuerpo
que entra en juegos de seducción. Allí donde la muerte amenazaba con
sepultarla, el erotismo levantaba su imagen como un estandarte. Muchos
de sus autorretratos tienen una toma que podemos llamar contrapicado,
es decir, desde abajo, lo que provoca un efecto de monumentalidad del
cuerpo. Otros, parecen centrados en la cicatriz, y la cicatriz misma tiene
un lugar importante en los textos. Las fotos, entonces, son un doble juego
con el cáncer como lo mortífero y el erotismo como lo aún inacabado del
vivir. Pero todo eso, que se espera que sea privado, enfermedad, muerte,
erotismo, al hacerse público, empuja a preguntarse cómo llegó a esas fo-
tos. En el “Prólogo” de Efectos colaterales Liffschitz escribió:
En esta frase se podría decir que están presente los rasgos clave de toda
la experiencia de Liffschitz: “todas las poses posibles”, “reinscripción”,
“posición”, incluso la referencia a los chistes, donde se muestra un goce
en el asunto que puede resultar extraño. Como muchas veces sucede, un
“Prólogo” es una de las últimas cosas que se escriben. Entonces, en este
caso, además de ser una apertura, también es su visión global de su proce-
so o performance. Y para captarla más claramente es necesario acercarse
aún más al inicio.
Figuras de lo Unheimliche 19
Este fotógrafo fue curador de la primera exposición que hizo Liffschitz y
participó en la elaboración de los libros. Cuando el 29 de noviembre de
1999 se internó en el hospital para que le realizaran la mastectomía, había
llevado su computadora para hacer unas notas periodísticas. En cierto
momento, sin pensar en nada, en una especie de escritura automática,
comenzó a escribir, y a partir de cierto momento, escribió fotos1. Al día
siguiente, luego de la operación, ella continuó escribiendo y también si-
guió escribiendo fotos2 . Los textos de ese tiempo se publicaron tal cual,
en el libro Recursos humanos, salvo una sola frase. La escritura de las fotos
tenía la particularidad de ser especies de guiones definiendo enfoques
de su cuerpo, pero, sobre todo, estableciendo parámetros fotográficos,
como, por ejemplo, con o sin profundidad de campo, las distancias desde
las que tomar las fotos, la luz. Ese es el primer movimiento, que, según
ella, se produjo sin imaginar nada, sólo le importaban los parámetros fo-
tográficos. Un ejemplo de esta escritura:
Esta escritura la hizo por pares de guiones, cinco guiones dobles de fotos
variando los parámetros fotográficos, acercando o alejando el objetivo a
su objeto, el cuerpo. En una entrevista declaró:
[…] lo que a mí me interesaba era todo otro costado que no tenía nada
que ver con ese momento [el sufrimiento] ni con la sensualidad, ni con el
placer, ni con algo específico, sino con la pura observación.4
1 Se refirió a este asunto de escribir fotos tanto en sus libros de fotos y textos como en las entrevistas que le
hicieron y en su relato de su análisis.
2 Liffschitz, Gabriela, Un final feliz, p. 99, por ejemplo.
3 Liffschitz, Gabriela, Recursos humanos, s/n
4 Moreno, María, Vida de vivos, p. 316.
20
La entrevistadora le preguntó si se trataba de una observación “an-
tropológica”. Su respuesta fue:
Algo así. Pero sobre todo -en el texto lo puse- cambié mutilación por
observación de la mutación. Observaba desde un lugar que me permitía,
más que internarme en la cicatriz, estar en otra posición. Que no es la que
uno adopta o te cae del cielo, sino la que uno tiene toda la vida.5
Ese cambio de mutilación a mutación, más allá que para ella las varia-
ciones de posición hayan sido lo común en su vida6, es clave. Pero realizar
las fotos fue otro paso más, no es lo mismo que escribir parámetros fo-
tográficos. Pocos días después de ser dada de alta, luego de dejar a su hija
en la escuela, realizó en su casa la primera sesión de fotos. Ella describe
de este modo la situación:
5 Ídem.
6 En varios lados se refiere a su pasaje por el trotskismo, la relación con el rock, y, que de algún modo podía
pasar del tailleur a la minifalda sin problemas.
Figuras de lo Unheimliche 21
que pasaba, que ya era mucho. Pero contra todo pronóstico (en cuanto a
condiciones fotográficas se refiere) las fotos salieron alucinantes.1
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pasaron por una mastectomía, sólo podían tener sexo tapándose con un
top (ni ellas ni sus parejas soportaban esa ausencia), la nueva gramática que
pudo construir, los nombres que se inventó, le permitieron hacer topless
o acostarse con un hombre sin tener que ocultar nada, sino que incluso,
además, pudo inventar otros juegos eróticos donde la condición mujer/
hombre no era la habitual. En cierto modo, también su sexuación cambió.
Si recorremos Efectos colaterales podemos ver que las primeras fotos tienen
cierta dureza, son más toscas, mientras que, en la segunda serie, llegan a
tener otra sutileza. Las primeras dos series son del tiempo de Recursos hu-
manos y son todas en blanco y negro. Las fotos en blanco y negro producen
una opacidad temporal cuando se las mira, generan una sensación de ale-
jamiento respecto de las escenas. La progresión desde la primera serie a las
siguientes, muestra que las poses se juegan de un modo mucho más suelto,
tal vez más plástico, incluso diría, más seductor. Ese cambio en la plasti-
cidad de la pose a lo largo de las series, se acompañó con la inclusión del
color. Primero integrado parcialmente en la tercera serie en las que aparece
con dos serpientes3 pintadas en el cuerpo, una verde y otra roja. El body-
painting lo realizó Alfredo Genovese que es un pintor de un tipo de pintura
ornamental particular de Buenos Aires, el fileteado porteño. En las fotos
de esta serie destacan los colores de las serpientes, efecto logrado porque
todo el cuerpo está pintado de un color gris. Y al llegar a la cuarta serie, se
trata del color pleno, fondo y figura. En esa secuencia de las cuatro series se
puede percibir el cambio en las poses que, junto con el agregado del color,
hace que las imágenes adquieran otra vivacidad y un tono de más actu-
alidad, en cierto modo, de más vida y sensualidad, haciendo que, entre las
primeras en blanco y negro y las últimas en color, el contraste sea enorme.
Aunque, de hecho, por el tiempo transcurrido, en la última serie, ella estaba
más cerca de la muerte.
La secuencia del libro, y del proceso, muestra al mismo tiempo una des-
composición y una recomposición de la imagen/cuerpo. Cuando escribió
“ubicarse en todas las poses posibles” esto puede ser leído como una des-
3 Curiosamente, aunque es muy frecuente la simbolización del saber de la medicina con dos serpientes, donde
una representa el veneno y la otra el remedio, para Liffschitz significaban el amor y el erotismo, ignoraba su
posible sentido médico.
Figuras de lo Unheimliche 23
composición, algo que se acercaría a lo que hizo Eadweard Muybridge
con el caballo para ver cómo eran sus movimientos en el galope, o con la
especie humana para identificar cómo era su andar. La mastectomía, la
pérdida de una parte de sí misma, rompió con la supuesta unidad cor-
poral. Esa ruptura la condujo a recrear todas las poses posibles de una
mujer, lo que en definitiva es una descomposición de la supuesta idea de
lo que era una mujer en su cultura. Para esa descomposición en poses ella
puso el cuerpo, literalmente. Memorizaba imágenes, clichés, para luego
fotografiarlos en su cuerpo. Esto tuvo como resultado que las fotos le de-
volvían imágenes, a partir de cuya crítica, ella realizó una recomposición
de su imagen/cuerpo. La introducción del andrógino es un elemento que
muestra claramente esa descomposición. El andrógino, como personaje
doble, rompe con la separación hombre/mujer. En ese doble juego de des-
composición/recomposición, Liffschitz logró una reinscripción que, a la
vez, le mostraba, de otro modo, que se sólo se trata de posiciones y no de
categorías o de esencias.
Pero todo esto, que puede parecer algo demasiado conclusivo, tal vez no
hubiera sido posible sin un movimiento fundamental. Cierto día, con al-
gunas de sus primeras fotos en la mano, visitó a su oncólogo.
26
del sufrimiento. Es cierto que no sabemos si antes no les mostró sus fotos
a otros, sus compañeros de taller, incluso, a su profesor de fotografía, o a
su hermana. Lo que importa es que ella relató el asunto de este modo. Al
darle valor a la figura del médico, las fotos podrían quedar más del lado
documental que del lado artístico. Ese doble juego documental/artísti-
co que conjuga lo mortífero (el cáncer) y lo inacabado (el erotismo), se
apoya en el par “esto fue” y “esto fue actuado” que puede plantearse frente
a cada foto. Es inocultable que fueron actuadas, pero al colocar al médico
iluminado, las fotos pueden ser leídas en clave de “esto fue”, propiciando
el lado documental. Esa forma de acceso a las fotos tal vez pudiera evitar
que fueran leídas en el registro pornográfico o truculento. Evidentemente
una foto médica tendría otra escenografía, no habría sido tomada por la
“enferma”, no se trataría de una pose erótica, pero el recurso al médico
cumple una función. Permite entrar en las fotos teniendo al cáncer como
una marca que limita el erotismo, para mostrar, al mismo tiempo, que el
erotismo limita a la muerte. Pero también el médico abre a la cuestión del
caso. Aunque sus fotos tengan alcances estéticos y políticos, también es
su caso particular.
Figuras de lo Unheimliche 27
Si bien el comienzo del proceso implicó más que nada parámetros fo-
tográficos, no hay dudas que fue la fotografía la que le permitió obtener
una reinscripción de su imagen/cuerpo, una reinscripción que apareja-
ba un cambio de posición respecto a ese cuerpo/imagen afectado por el
cáncer. Ya fue señalada la posibilidad de hacer topless siendo impar, pero,
además, algo que ella también afirmó, es que “[…] a lo largo de mi vida
fui muy sutil en el despliegue histérico. A lo sumo mostré una franja de
panza. Verme en esas fotos sin el pecho y ver que eran bellas […] de pron-
to se convirtió: ¡Guauu! Mirá qué onda mi chico.”1 El proceso fotográfico
la indujo a producirse de otro modo. Producirse en el sentido de ocuparse
de su imagen, maquillarse, tener cierto estilo en la elección de sus ropas,
la presencia, eso que ella pareció haber evitado a lo largo de su vida, luego
del cáncer, luego de las fotos, opera de otro modo.
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eligió blanco y negro o color, se fotografió, incluso, cuando fueron en
blanco y negro, reveló ella misma las fotos.
Figuras de lo Unheimliche 29
que tiene relación con el espectáculo, pero también es “ese algo terrible
que hay en toda fotografía: el retorno de lo muerto.” (p. 39)1 El Spectrum
se trata de lo que emana un objeto en tanto refracta luz o no.
Esquema I
tierra. Jakie Pigeaud afirma que en el corpus hipocrático el eidôlon era “la forma que subsiste cuando el alma
ha abandonado su refugio provisorio, es decir, el cadáver.” Pigeaud, Jackie, Poésie du corps, p. 35, la traducción
es nuestra.
1 Puede que suene fuerte este sentido que Barthes le da al Spectrum, pero de pronto sea del caso considerar que
La cámara lúcida fue escrito al mismo tiempo que Diario de duelo. Ambos fueron escritos luego de la muerte
de su madre, y en algunos puntos tal vez corresponda leerlos en conjunto.
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están del lado Otro. El Operator es ese lugar que la toma a ella como ob-
jeto a fotografiar, y luego, como Spectator, ella resulta algo a contemplar
en tanto Spectrum. Todo esto sin dejar de estar sujetada a ser objeto en
primer lugar, y, en un segundo tiempo, ella afectada por las fotos que le
devuelven cierta imagen de ella.
Esquema II
La mastectomía implicó para ella un Travolgere, entre otras cosas, del lu-
gar mujer. Ella quedó confrontada a las imágenes de mujer de su cultura,
y afrontó esa situación descomponiendo esa imagen a través de esos cli-
chés, familiares, eróticos, estandarizados, poniendo para eso su cuerpo.
Tenemos entonces ese Otro como tesoro de imágenes y símbolos que
intentan establecer diferencias e identidades de mujeres o de hombres.
Liffschitz tomó “todas las poses posibles” que le permitió el autorretrato.
Vale decir, aquí se trata del Otro como un compuesto imaginario y sim-
bólico, cada uno de los registros y sus cruces posibles. Entonces no estaba
ella sola frente a la cámara sino también en relación con ese Otro. Es un
indicador clave el hecho que esas escenificaciones y toma de fotos le pro-
vocaran carcajadas y le recordaran o provocaran chistes. La risa allí de-
nuncia la presencia de un tercero, según el esquema que Sigmund Freud
Figuras de lo Unheimliche 31
planteó en El chiste y su relación con el inconsciente. Por otro lado, al ver
sus propias fotos, se encuentra con algo que era inesperado para ella, le
resultan fantásticas. Es decir, las fotos le revelan a ella algo que no podía
ver, que eran y no eran exactamente ella, la mostraban como otra.1 Hay,
entonces, un lado del Otro con el que Liffschitz se relaciona, se confronta,
al mismo tiempo que lo altera y se somete de distintos modos. Porque
sólo en la medida en que pudiera llegar a alterar ese Otro (tesoros de
imágenes que provoca “todas las poses posibles”), sería posible una rein-
scripción.
Por otro lado, está ese Otro que es un ojo automático, la máquina fo-
tográfica, de la que sólo a medias se puede controlar mediante el enfoque,
el diafragma, el tipo de película. Por más que se pueda llegar a forzar la
película, nunca se podrá anticipar cuál será el resultado de su operación.
Claro que no se trata sólo del automatismo de la cámara. Al menos en el
tiempo de las primeras series, las en blanco y negro, después del dispara-
dor automático también había todo un trabajo de revelado y copia. El rev-
elado también tiene un momento de incertidumbre, pero en la copia es
factible realizar algunas operaciones que, aunque también tienen un mar-
gen de ensayo y error y de incontrolable, permiten cierta manipulación y
orientación del resultado. Es interesante que Walter Benjamin proponía
que la fotografía revelaba el inconsciente óptico.2 Para él, así como el psi-
coanálisis revelaba lo inconsciente en aquello que se dice como lapsus,
como chiste o que se sueña, la cámara revela un inconsciente óptico, es
decir, aquello que habitualmente pasa desapercibido a los ojos. La oper-
ación de la cámara permite que haya fotógrafos ciegos. No hay pintores
ciegos, pero sí fotógrafos ciegos. Si hay una relación entre un fotógrafo
ciego y un fotógrafo vidente3, sobre todo en el campo de la fotografía
analógica, es porque el fotógrafo vidente padece un enceguecimiento cu-
ando toma una foto. Se enceguece porque no ve bien ya que cierra un ojo
al enfocar, porque no sabrá exactamente qué capturó el clic, ni tampoco
1 La película, Bye bye life de Enrique Piñeyro permite ver una tensión entre foto y película, captar la diferencia
de la pose en la foto.
2 Benjamin, Walter, “Pequeña historia de la fotografía”, p. 108.
3 Con un fotógrafo ciego el tiempo de la toma se diferencia de la elección de la foto en tanto que, el acto
fotográfico puede ser ciego, pero la cuestión de revelado, la copia y la elección de una foto, si no es por azar,
exige un ojo.
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sabrá exactamente qué parte de su campo visual tomó la máquina. Todo
eso recién se sabrá después del revelado y el copiado.4 En el caso particu-
lar de Liffschitz, al ser ella misma fotógrafa y objeto de fotografía, estaba
en un lado o en otro, allí donde posaba no se veía, y allí donde miraba a
través del visor, ella no estaba. Siempre iba a haber algo que ella no sabía
de lo que ella refractaba, siempre había algo que ella no veía ni podía ver.
De allí su fascinación al ver por primera vez “sus” fotos. Es cierto que la
fotografía digital pone matices en esto de la ceguera, pero de todos mo-
dos siempre, luego del acto fotográfico, luego de tomar una foto, hay un
segundo tiempo en el que se ve qué salió en la foto. Tomar y salir marcan
tiempos distintos, y, en cierto modo, objetos distintos, más allá que siem-
pre se trate de hacer fotos. Una vez tomada una foto, salvo lo que se pueda
manipular en el revelado y el copiado, o con Photoshop, ya no puede
volverse atrás. Se pueden tomar otras fotos, que en sí mismas, cambian lo
que sale en la foto.
El oncólogo también ocupa un lugar Otro/otro que fue clave para Liff-
schitz. Esa escena en la que ella mira a ese Otro/otro para ver qué efectos
le producen sus fotos, y al ver que, a él, se le “iluminaba” la cara, implicó
para ella un asentimiento a sus fotos (genitivo objetivo y subjetivo al mis-
mo tiempo). Aunque para ella habían sido alucinantes, era necesario que
alguien, el doctor en este caso, asintiera a ellas. Sólo podían tener valor
sus fotos a partir de la presencia de un Otro/otro que asintió al resultado.
El médico está colocado en un lugar privilegiado, es una mirada que tiene
clara consciencia de esa carencia que marca el cuerpo de Liffschitz, y que,
como un lugar tercero entre ella y las fotos, Spectrum, sanciona el valor de
esa imagen/cuerpo/imagen. Este asentimiento, bajo el modo de la ilumi-
nación, le permitirá el acceso a un Otro más amplio, un último Spectator,
los que verán sus fotos en exposiciones y libros. Pero ese movimiento de
ver la iluminación de la cara del oncólogo es clave.
4 Cf. Mahie, Sandrine, “Le corps politique du photographe”, en C. Couanet, F. Soulages y M. Tamisier, Poli-
tiques de la photographie du corps. p. 188.
Figuras de lo Unheimliche 33
Esquema III
34
Algo que hace una gran diferencia entre el esquema que proponemos
para Liffschitz y el esquema óptico es que, mientras en este último el Otro
está fijo en un lugar, para Liffschitz el Otro aparece en distintos lugares
y en distintos tiempos. Mientras que el esquema óptico sólo permite la
variación del espejo plano mediante inclinaciones que podrían provocar
“efectos de despersonalización”1, con Liffschitz tenemos una variedad de
poses que se fijan en distintas fotos. En ambos esquemas podemos decir
que hay un pasaje de las tres dimensiones a las dos dimensiones. En el
esquema óptico el Otro como espejo es el que produce ese pasaje a las
dos dimensiones. En el caso de Liffschitz es en las fotos donde se produce
ese pasaje, lo que de algún modo podría indicar la necesidad de una me-
diación, que no hay posibilidad que alguien se “conozca” por sí mismo.
Pero sobre todo la variabilidad en la producción de fotos y posiciones
es algo que hace la mayor diferencia entre uno y otro esquema. Tal vez
el esquema óptico está más del lado del Mito de Narciso, fijado en una
imagen, mientras que la experiencia de Liffschitz estaría más del lado del
mito de una Galatea, hace un trabajo de Pigmalión tallando una imagen
para volver a la vida.
Figuras de lo Unheimliche 35
Le escuché decir: “No estaba bien visto que un intelectual hablara de fo-
tografía. No era un tema serio.” Nos puede parecer sorprendente que esos
hubieran sido los límites para Lacan. Lo intelectual, por un lado, y, por
otro, lo que está bien visto y lo que no. De las pocas veces que Lacan se
refirió a la fotografía en su recorrido, tal vez la más extensa fue en su
Seminario La Angustia. Vale la pena leer ese fragmento:
No sé si ese fue el tono en que Lacan dijo esta parrafada. Es curioso que
hubiera puesto en primer término la posibilidad de la grabación de la
voz, cuando de hecho, la reproducción de la imagen fue anterior a la de
reproducir la voz. Pero, ¿qué son estas calificaciones de repugnancia, hor-
ror, engaño que redundarían en el rechazo a tomarse fotos? ¿Qué es esa in-
quietud respecto a dónde podrían llegar? Y, en ese sentido, ¿no es curioso
que semejantes preocupaciones fueran imputadas a habitantes de áreas
1 Lacan, Jacques, Seminario La angustia, sesión del 26 de junio de 1963. Agradezco las indicaciones de Rafael
Pérez respecto a la traducción de este párrafo. Los subrayados son nuestros.
36
llamadas “primitivas”, aunque se pretenda que no conviene llamarlas así?
Entonces, no sólo son escasas las veces en que se pronunció sobre las
fotos, sino que, al plantearse los destinos de la imagen corporal, preten-
diendo no cargar la cuenta de la ingenuidad de los “primitivos”, pareciera
que, ni para él ni para sus contemporáneos, la fotografía hubiera sido una
preocupación.
2 Tanto en la revista Minotaure, que tuvo entre sus editores a André Breton, como en la revista Documents, di-
rigida por Georges Bataille, la fotografía tenía un lugar esencial. En el campo literario, Breton, en 1928, publicó
su novela Nadja, donde no sólo decía que la “escritura automática” era una “fotografía del pensamiento”, sino
que, en la misma novela, se publicaron una gran cantidad de fotos. También se podría hablar de la relación de
Bataille y la fotografía, que también fue importante.
Figuras de lo Unheimliche 37
en su libro.1 ¿Alcanza con eso que llamamos estadio del espejo en los
términos que se ha planteado como para abordar la imagen corporal? De
hecho, Le Gaufey no dejó de cuestionar algunas cosas que formuló La-
can, como, por ejemplo, eso que Lacan llamó el “segundo giro del niño”.
Sugirió que se trata de una escena de escaso valor fáctico, susceptible de
recibir críticas como las que Wittgenstein le hizo a Freud. Y frente a los
avatares varios del estadio del espejo afirmó: “(¡seguimos llamando a eso
‘niño’!)2”. Sí, ¿por qué seguimos llamando a eso “niño”? Es interesante que
Le Gaufey escribe esto con signos de exclamación, pero entre paréntesis.
Sería algo así como gritar algo dentro de un balde, como si hubiera que
ahogar las ganas de gritar. Porque, además, a lo largo del libro, tampoco
pudo desprenderse de ese lazo demasiado estrecho entre el estadio del
espejo y el niño que formuló Lacan. ¿Por qué se nos dificulta salir de ese
campo del niño para la cuestión de la imagen corporal?
1 Cierto fotógrafo hizo un libro de fotos titulado Jumpologie, algo así como Saltología. Allí fotografiaba a per-
sonajes en el momento en que los hacía saltar. Las fotos recogían los efectos de sus propios saltos. Le Gaufey,
Guy, El lazo especular, p. 122.
2 Ídem., p. 267.
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las fotos, como signo, son un índice, porque ellas contienen algo del objeto,
sea en el sentido formal o material. De las otras categorías, los símbolos
funcionan mediante una relación arbitraria entre significante y referente,
por ejemplo, las palabras. Y los íconos representan al referente en base a
una similitud o parecido visual, como los mapas y cartas geográficas. Los
íconos religiosos se cargan de algunos elementos como el aura para repre-
sentar la santidad. Pero lo fundamental del índice es que implica un rastro
o una huella del referente, el referente está conectado dinámicamente con
el signo. En el caso de la fotografía, para Pierce, las fotos están forzadas a
corresponderse punto por punto con la naturaleza del objeto.
No vamos a hacer un recorrido sobre el estadio del espejo, salvo colocar esta
elección del ícono por parte de Le Gaufey junto a una cuestión del tiempo
en que Lacan introdujo el esquema óptico en su primer seminario público.
Cierto sintagma, la asunción jubilatoria (assomption jubilatoire), algo que
ha tenido mucho éxito entre los lacanianos, curiosamente, sólo apareció en
ese seminario, Los escritos técnicos de Freud. Y sólo tres veces si tomamos
como cierta la escritura que hizo Jacques-Alain Miller de ese seminario.
¿De qué se trata? La palabra júbilo la sigue sosteniendo hasta 1975, última
aparición del estadio del espejo en sus seminarios. Pero esa reunión de la
asunción con jubilatoria, esa fabricación de tal sintagma, por lo menos en
alguno ha despertado una extraña sospecha, más bien de tipo religiosa. Un
psicoanalista de Luxemburgo, Thierry Simonelli, (si los psicoanalistas son
raros, un psicoanalista luxemburgués es aún más raro), planteó que:
Figuras de lo Unheimliche 39
Recién fue en 1950 que el Papa Pío XII decretó la Asunción de la Virgen1,
Asunción corporal de la Virgen a los cielos, no sólo del alma. Llama la
atención ese uso tan puntual del sintagma “asunción jubilatoria” por
parte de Lacan, muy cercana en el tiempo a debates teológicos que segu-
ramente conocía. ¿Podrá tener alguna relación ese sintagma con la fasci-
nación que provoca el experimento de Bouasse? Ver surgir flores donde
no hay nada, esa imagen real, como la llamó Lacan, ¿no es asistir a una
creación? Creación, o podríamos decir, aparición. ¿Qué efectos tuvo el
Dogma de Asunción de la Virgen en sus presuntas apariciones en la tier-
ra? Es necesario plantearse que, mientras ese dogma no estuvo promulga-
do, la Virgen, para sus devotos, no tenía una ubicación, deambulaba por
el mundo a la espera que se solucionaran sus problemas de locación.2 De
ahí, de pronto, sus apariciones periódicas, no había podido ser enterrada
como cualquier mortal, era la madre de Cristo, pero seguía siendo hu-
mana, por lo tanto, debería esperar al Juicio Final. Pero nosotros, ¿segui-
mos comulgando con la fascinación de la imagen real en la medida que
sólo consideramos la creación de la imagen en el niño? También ese sesgo
religioso del ícono está marcado por la consabida cita bíblica, un tal Dios
que hizo a los humanos a su imagen y semejanza.
Liffschitz nos plantea una objeción a esa reducción del estadio del espejo
a un tiempo acotado en meses, al comienzo de la vida. Ya no se trata de
la creación de una imagen sino de sus avatares, avatares que no se cor-
responden con la morfogénesis de la imagen corporal sino, más bien, con
su metamorfosis3, o incluso, con la anamorfosis, con la deformación o di-
solución de una forma y la recreación posterior.4 Es interesante que John
40
Berger, en su libro Modos de ver, señala que los retratos femeninos en la
pintura occidental al óleo, tienen que ver estrechamente con el lugar dado
a la mujer en la sociedad. Ellas están para ser miradas, ellas mismas se
dividen entre lo que son y una especie de vigilancia sobre sí mismas. Ello
hace que, a diferencia de los hombres que en las pinturas occidentales
son los que actúan, las mujeres son las que aparecen.5 Estas afirmaciones
muestran una marca de época, que los feminismos y todos los movimien-
tos anti patriarcales no han terminado aún con ese lugar de la mujer. De
hecho, siguen existiendo los concursos de belleza, y uno de los motivos
más frecuentes en los talleres de dibujo son mujeres desnudas, tanto para
varones como para mujeres.
Figuras de lo Unheimliche 41
y hay una disparidad entre lo que se ve en el espejo y aquello en lo que
supone alguien que se reconocería. En el caso de Liffschitz el cáncer y una
operación tocan su imagen como mujer, de tal modo, que debe recur-
rir a inventar una tecnología de sí que le permita reinscribir su imagen/
cuerpo en el universo sexuado. Tenemos entonces un estadio del espejo
retrospectivo, otro revisitado y otro, el de Liffschitz, que se podría llamar
recargado. En ninguno de los tres se trata de un niño, y, además, para
cada uno de los sujetos, se trata de asuntos que ocurren en una situación
particular, para nada de un momento originario.
42
Bibliografía
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después de Lacan, traducción Silvio Mattoni, Ediciones literales, Córdoba, 2001.
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Figuras de lo Unheimliche 43
Cuando Freud interroga a los demonios
Lionel F. Klimkiewicz
Figuras de lo Unheimliche 45
Introducción
En estas imágenes del manuscrito original del texto de Freud Das Unhe-
imliche podemos apreciar cómo en el capítulo 1, Freud en lugar de escri-
bir el nombre de Schelling escribe el de Schleiermacher. En la segunda
imagen, correspondiente al capítulo 2, vemos que Freud vuelve a escribir
el nombre de Schleiermacher, pero esta vez se da cuenta de su error y
lo corrige. Estos detalles de los manuscritos nos permiten pensar, entre
otras cosas, de qué modo Freud armó sus textos. No me detendré en eso
debido a que ya lo he trabajado en la edición publicada.
Una de nuestras propuestas es abordar los textos de Freud desde las par-
ticularidades que los manuscritos nos brindan, ya sean las tachaduras, los
cambios, las correcciones, lo que se deja de lado, o las equivocaciones o
fallidos, como en este caso.
46
ponía trabajar en forma analítica el contenido filosófico de la obra de
Platón, desmenuzando el detalle, pero teniendo en cuenta el contexto y
las conexiones dentro de la obra. Él planteaba que en el texto hay un um-
bral donde los lectores se detienen, donde el texto está cubierto no por un
velo (irónico) sino por una piel que oculta al lector desatento aquello que
debe ser observado o encontrado, pero que, en cambio, al lector atento
lo agudiza y lo perfecciona en el sentido de la interconexión interna del
texto. Entonces, lo esotérico y lo exotérico solo es una distinción que de-
notaría una característica del lector, según se haya puesto o no, a la altura
del asunto. Interpretar un texto es dialogar con él, plantearle preguntas y
dejar que nos las plantee también. Y aquí aparece una idea interesante:
para Schleiermacher, y eso nos interesa como analistas, el malentendido
es siempre la regla, no la excepción. Hay un malentendido producto del
encuentro entre el logos exterior y el pensamiento. Es el lector el que debe
entonces formarse su propio juicio y no dejarse influir por la bibliografía
secundaria. Hay que evitar las derivas externas (sean historiográficas,
filológicas, esotéricas bibliográficas, etc.).
Creo entonces que vale hacer la pregunta de si Freud agregó algo al modo
de leer de Schleiermacher. Entonces me pareció interesante proponerles
ingresar al texto Das Unheimliche desde este fallido o equivocación de
Freud, y ver si esa llave nos permite abrir alguna nueva perspectiva que
nos ayude a pensar cómo Freud leía, cómo abordó su tema y también
cómo él trabaja con sus textos. Porque para Freud escribir no era el re-
sultado de un trabajo, sino que era una práctica en sí misma, era parte de
un proceso.
El título que elegí Cuando Freud interroga los demonios, es la excusa para
Figuras de lo Unheimliche 47
realizar un recorrido posible para dilucidar la cuestión recién plantea-
da… entonces: Hay dos preguntas que surgen enseguida…La primera:
¿De qué demonios hablamos? (con todo el equívoco que esa frase indica)
y la segunda: ¿Cómo los interroga Freud?
Por supuesto que detrás del título resuena la frase que Freud escribe en
su texto Sobre el amor de Transferencia, cuando dice que, si convocamos
a los espíritus de Averno, no podemos dejarlos ir sin haberlos interro-
gado, lo que implica, por lo menos, cierto grado de valentía, y de deseo
decidido y orientado. Entiendo que esta es una guía muy importante para
nosotros ya que responde al camino que Freud fue transitando a lo largo
de su vida y que le permitió construir su obra. Él mismo lo explica bien
cuando en el apéndice de Análisis profano en 1927, recurre al argumento
histórico y, en una hermosa frase dice:
Al recorrer su obra, queda claro que, para transitar ese camino, siempre
se apoyó más en las artes y en los artistas que en sus maestros psiquiatras,
neurólogos o psicólogos. Porque tanto él como Lacan muchas veces di-
jeron que los artistas siempre se nos adelantan en la comprensión de los
1 Freud, Sigmund. Análisis Profano. Obras completas. Tomo III. Biblioteca Nueva, p. 2955.
48
misterios del alma humana. Solo basta recordar que Freud, durante esos
rodeos, en su juventud, fue testigo, por ejemplo, de cómo algunos de sus
maestros intuían “la cosa sexual”, pero miraron para otro lado, o retro-
cedieron, podemos decir, aterrados por los demonios.
Todos sabemos que su primera gran aventura fue interrogar a los demo-
nios del sueño y desentrañar sus misterios, tema abordado por el roman-
ticismo alemán; ese fue el primer y fundamental paso que dio Freud y por
el cual quería ser reconocido y recordado. Fue, podríamos entonces decir,
su primera conquista. Y la indicación de indagar sobre ese tema Freud
la tomó de un aforismo de Lichtemberg, autor al que citaba a menudo y
que leyó en su juventud (cuando necesitaba comprender…). Les recuerdo
una de sus frases, la que tal vez arroja el guante que recoge Freud: “Toda
nuestra historia no es sino la historia del hombre despierto; nadie ha pen-
sado aún en la historia del hombre dormido.”2
Figuras de lo Unheimliche 49
Stelle«, » Unterbrechung« im Traume und behauptete) Es donde el sueño se
asienta en lo Unerkannt, lo no reconocido. Tenemos ahí el primer y fun-
damental antecedente que nos muestra que, para Freud, aquello “oscuro”
no es lo opuesto a lo claro, sino que es de otra calaña, ya que está ligado a
lo imposible de reconocer.
Ahora bien, en el texto que nos ocupa, Das Unheimliche, ustedes saben,
hay dos referencias que son fundamentales. La primera es Heine, uno de
sus autores predilectos, Freud sigue la lógica que ese autor resume en su
libro Los dioses en el destierro, cuando diciendo que no está muerto todo
lo que está enterrado, se propone sacar a la luz los restos que sobreviven
en la memoria, lo usos y el idioma de un pueblo. “Los dioses griegos no han
muerto; son seres increados, inmortales, que después del triunfo de Cristo,
se han visto obligados a retirarse a las tinieblas subterráneas”.1 Pero esos
demonios aparecen bajo la forma de lo unheimlich. La otra referencia es a
Schelling que le da la otra clave: Se denomina así a todo lo que, debiendo
permanecer en el secreto, en lo oculto, en estado latente, no obstante, ha
salido a la luz. Algo interesante de esa frase es que señala algo que debiera
permanecer oculto, lo que implica no solo desentrañar eso oculto sino ir
hacia ese lugar. Ahí es donde Freud va a buscar a los demonios.
Una de sus definiciones más claras aparece sin embargo años después, en
el texto: Una neurosis demoniaca del siglo XVII, donde, retomando la idea
de Heine, dice:
50
historia no ha sido tan bien investigada como la de Dios, no todas las
religiones han incorporado al Espíritu Maligno, el oponente de Dios, y su
modelo en la vida individual permanece al principio en la sombra. Pero
hay algo seguro: los dioses pueden convertirse en demonios malignos
cuando nuevos dioses los suplantan {verdrängen}. Cuando un pueblo es
derrotado por otro, no es raro que los dioses destronados de los vencidos
se trasmuden en demonios para el pueblo vencedor. El demonio maligno
de la creencia cristiana, el Diablo de la Edad Media, era, según la propia
mitología cristiana, un ángel caído de naturaleza divina. No hace falta
mucha agudeza analítica para colegir que Dios y Demonio fueron
originariamente idénticos, una misma figura que más tarde se descompuso
en dos, con propiedades contrapuestas. En las épocas primordiales de las
religiones, Dios mismo poseía aún todos los rasgos espantables que en lo
sucesivo se reunieron en una contraparte de él.
2 Freud, Sigmund. Una Neurosis demoníaca del siglo VII. Tomo XIX. p. 87.
Figuras de lo Unheimliche 51
de la obra de Freud. Realizar ese recorrido sería muy extenso ahora, pero
sí podemos dar algunos señalamientos. También la cuestión merece es-
pecial cuidado, ya que implica pensar cómo debemos trabajar como ana-
listas
En primera instancia, hay que recordar algo que a veces se olvida: para
Freud el psicoanálisis fue siempre, en primer lugar, un método de investi-
gación. Lo aclaraba él cada vez que podía y lo decían sus pacientes, cuan-
do comentaban que se podían dar cuenta lo que Freud estaba pensando
teóricamente por las preguntas que les hacía. Queda claro también, por
supuesto, en sus historiales clínicos.
Dije antes, porque él mismo lo decía, que Freud era curioso, pero no era
la suya cualquier curiosidad. Freud estaba advertido que la curiosidad
infantil (producto de la Wissensdrang, el empuje al saber) desembocaba
en una teoría sexual, aunque habrá que esperar a Lacan para que pueda
dar cuenta de la falla irreductible del saber y de la verdad no toda. Por lo
tanto, sabía que debía ser cuidadoso en que los resultados de sus investi-
gaciones no terminaran constituyendo una teoría cerrada que no permita
seguir avanzando. Dicho de otro modo, partía de interrogar de modo tal
que los sentidos y las creencias pudieran derribarse.
52
fragmentario de mis experiencias y la naturaleza esporádica de mis ocur-
rencias no me lo permiten.”1 Y agregaba que ella (L-A-S) tendía a hacer
confluir todas las ideas en una sola mientras que él tendía a excluir todas
menos una.
¿Qué quiero transmitirles con esto? Se los diría así: Podemos pensar que
todo sujeto que ama lo que hace tiene una relación íntima, Heimlich, con
su tarea. Freud la tenía. Eso es una condición necesaria pero no suficiente.
Se necesita dar un paso más. Pero orientándose y dejándose sorprender
por aquello que en lo Heimlich es Unheimlich, a sabiendas de que la ex-
trañeza, cuando es inquietante, nos puede llevar a extraviar.
Figuras de lo Unheimliche 53
Lo fragmentario no es escribir en fragmentos, tampoco los fragmentos
son piezas de un conjunto cerrado. Esos fragmentos tienen en realidad
una función: la función de apertura, y no de cierre. Entonces, como
dice Lacan en el Seminario 10, son una llave: para abrir, funciona. Cada
fragmento es un surco que marca un recorrido singular, un recorrido
de lectura. Esos recorridos que trazan esos surcos portan el vacío que el
surco contiene, a riego de que el mundo del sentido los quiera siempre
llenar y completar. Como dije antes, lo fragmentario produce un efecto
de extrañamiento.
1 “Lo que Freud pidió en vano al lenguaje “histórico”, hubiera podido pedírselo, en cierto modo al mito o a
la poesía.” (p. 83) Por otro lado, “Freud creyó encontrar en K. Abel la prueba de que “la práctica indicada de
la elaboración de los sueños coincide con una peculiaridad de las palabras antiguas.” (p. 79), asunto del que,
según Benveniste, ningún otro de los que se ocupaban del lenguaje sostuvo en su tiempo ni más adelante.
54
rido, Freud persigue un vacío, que está siempre dispuesto a colmarse de
diversos sentidos, pero siempre en falla. Freud se sumerge en ese camino
y saca a la luz el carácter demoníaco de la palabra, y a su vez nos entrega
una nueva significación que nos viene a indicar eso que diferencia lo Un-
heimliche dentro de lo angustioso. A partir de Freud esa palabra ya no es
la misma. Es como una nueva pincelada que resignifica a las anteriores.
Algo que, como toda pincelada, suprime la separación del interior con lo
exterior. ¿Pero cómo puede Freud lograr alcanzar su propósito cuando
solo tiene esa herramienta imperfecta que es el lenguaje? Pregunta ésta
inherente a todo aquel que hace de la escritura una práctica. Así enton-
ces, vemos cómo en los capítulos siguientes pasa revista a las personas y
cosas, impresiones, sucesos y situaciones que sean capaces de despertar
en nosotros ese sentimiento tan particular. Y ahí la literatura viene a su
auxilio para poder producir un retazo de saber sobre aquello que inves-
tiga porque el arte conduce a la verdad, no a la realidad. Luego confronta
esa verdad con la realidad (eso es lo que hace Freud en el capítulo 2 y 3).
Por otro lado, dije, para Freud la literatura es una llave: para abrir fun-
ciona. Por eso, como señala el filósofo E. Trías en su libro Lo bello y Lo
siniestro, Freud en su texto recapitula el romanticismo, ya que efectúa un
lúcido inventario temático de una de las exploraciones más característi-
cas de este movimiento. Pero podemos agregar que a partir de Das Un-
heimliche, no se trata ya de ampliar el horizonte estético, sino de aquello
que irrumpe en ese campo e implica una relación diferente con la verdad.
Figuras de lo Unheimliche 55
como dice Borges, el artista lleva la época en las palabras. Por eso Freud,
además de llevarla en las palabras, inaugura una nueva época, como re-
sultado de su nuevo modo de leer la subjetividad. En ese nuevo modo de
leer, las palabras toman nueva significación, con todas las consecuencias
que eso tiene (en el hablante-ser, en la cultura, etc.). Y si hay una estética
freudiana, en el sentido amplio del término, “es decir, el análisis de toda
la economía de los significantes”1, es que ella nos muestra La Cosa como
inaccesible, por lo que entonces dicha estética nos muestra, a su vez, una
de las fases de la función de la ética. El nuevo modo de leer implica una
relación entonces diferente con la verdad y el saber (ni escolástico ni uni-
versitario, ni de los misterios).
En resumen, Freud era un gran lector, que supo partir de ese malenten-
dido original, pero que, siendo un conquistador y un aventurero, supo
dar un paso más y se atrevió a adentrarse en territorios poco explorados,
1 Lacan, J., El seminario, Libro VII, La ética del psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1995, pág. 195.
56
donde el espacio y el tiempo están trastocados, donde algo se presenta,
en un instante eterno, que tiene a la sorpresa como condición. Instante
donde no hay modo de que lo bello funcione como velo, donde no hay
espejo donde reconocerse. Territorio en el que, aunque sea de lo más ín-
timo, el sujeto siempre va a estar exiliado de su subjetividad.
Con esto queda claro que Freud no era un romántico. Él sabía que no
bastaba con atravesar la frontera entre lo interior y lo exterior, entre lo
esotérico y lo exotérico, entre lo secreto y lo revelado. Se trata en realidad
de explorar un litoral desde donde hay que interrogar a los demonios.
Aventura ésta que se renueva cada vez en la práctica analítica.
Por eso mismo, la praxis inventada por Freud, esta praxis que convoca a
los demonios para interrogarlos, fue, es y seguirá siendo vista y juzgada
por muchos como Unheimliche. Entonces, en resumen, me gustaría re-
cordarles una frase del capítulo 2:
Figuras de lo Unheimliche 57
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58
Figuras de lo Unheimliche 59
Epifanías de la mirada
José Assandri
Figuras de lo Unheimliche 61
a los 15 años, se cambió el nombre por Tom, por entender que, siendo
mujer, no tendría muchas chances de éxito en las artes. Tom Seidmann-
Freud, entre otras cosas, realizó dibujos para cuentos infantiles. Perse-
guida por judía, elogiada por Walter Benjamin, su vida no fue muy larga:
a los 37 años se dejó morir de hambre, tiempo después que su esposo,
Jakob Seidmann, se suicidara por el fracaso de la editorial que tenían jun-
tos. Este nuevo lazo entre los apellidos Freud y Grimm, entre cuentos
infantiles, entre literatura y psicoanálisis, refuerza para mí esa apuesta de
Freud, recurrir al arte para leer aquello que al psicoanálisis se le dificulta
formular. Y es lo inquietante lo que sostiene ese punto de cruce.
Venezia es el título del libro del que voy a hablarles. Escrito en prosa poé-
tica por Gabriela Liffschitz, fue publicado por primera vez en Buenos
Aires en 1990. Venecia podría ser un lugar de encuentro amoroso. ¿Qué
pareja no sueña con viajar juntos a Venecia? Pero Venecia también es
bruma, canales, pequeños pasadizos, todo eso que muy bien puede hacer
emerger lo inquietante. Sin embargo, no es la descripción de la ciudad un
asunto del libro. Salvo nombrar algunos lugares muy conocidos, el texto
no se detiene en detalles que podrían crear un clima. Parece que para la
autora hubiera alcanzado con la palabra del título, Venezia (pronúnciese
en italiano), para que en la imaginación del lector se componga un lugar
de extrañeza. El texto comienza así:
62
Ahora la expresión del gato me atormenta; ahí, tendido como un duelo
que se ha disimulado.
Es la expresión del apasionamiento repentino de ese gato por la vida lo
que atormenta; como si sólo a último momento hubiera condenado su
muerte por mi mano; sólo por ya saberse muerto.
Hay cierta cosa indigna en la mirada del que muere; quien sea que indigna
y muere mira desproporcionalmente.
Para el otro el que muere miente, utiliza ese tipo de mentiras que
compromete a fondo a quien cree dominarlas. 1
Figuras de lo Unheimliche 63
Tapas de la primera y segunda edición de Venezia.
64
Aquinizante.”1 En otra sesión, del 11 de mayo, Lacan, que siempre llevaba
agua para su molino, habló de un punto de falla del nudo borromeo, y
que, en ese lugar, donde se unen el inconsciente y lo real aparecía… ¡la
epifanía! Recurrir aquí a la epifanía no es sólo porque eso es parte del
estilo de escritura de Liffschitz, sino que también, porque a nuestro en-
tender, se acerca a lo que en 1919 Freud trataba de cercar.
Los fragmentos de prosa poética con los que está construido Venezia
manifiestan algo, no necesariamente concreto ni explícito, sino que más
bien se crea un clima del que no es fácil encontrar los hilos. De todos mo-
dos, quisiera detenerme en dos hilos de lectura. El primero, ya se habrán
dado cuenta, se trata del gato. El libro comienza con el gato y termina,
literalmente, con el gato. Pero también aparece en varias páginas en el
recorrido del texto2 que no es muy largo, sólo son 32 páginas. Lo que
importa del gato son ojos. Y esto es como una especie de confluencia de
los ojos con el animal gato, porque los ojos también tienen una insistencia
bastante grande en el texto. 3
El final del texto, donde nos encontramos de nuevo con el gato y los ojos,
1
También según Aubert, Joyce hizo breves apuntes que, a veces, tenían un sesgo teatral, como diálogos o aco-
taciones escénicas, otras veces eran poemas en prosa, oníricos o alucinatorios, pero sobre todo eran pequeños
textos acabados en sí mismos, y que él nombró epifanías. Entre 1900 y 1904 escribió cerca de 40 epifanías, que
pensó, en principio, publicarlas juntas, pero que luego resolvió incorporarlas a otros textos. Además de Dub-
linenses, sus libros más importantes, Ulises y Finnegans wake también podría decirse que están construidos
con epifanías. Es posible leer esto en las sesiones dEl seminario en https://www.lacanterafreudiana.com.ar/
lacanterafreudianajaqueslacanseminario23.html A modo de ejemplo cito la epifanía joyceana n° 8:
Nubes pesadas han cubierto el cielo. Donde tres caminos se encuentran y ante una playa panta-
nosa, un gran perro está recostado. De tiempo en tiempo levanta su hocico en el aire y profiere
un prolongado y afligido aullido. Las personas se detienen a mirarlo y siguen adelante; algunas
permanecen, apresadas, tal vez, por ese lamento en el que asemejan escuchar la expresión de su
propio dolor, que alguna vez tuvo voz pero que ahora está mudo, sirviente de laboriosos días. La
lluvia comienza a caer.
Dull clouds have covered the sky. Where three roads meet and before a swampy beach a big dog is
recumbent. From time to time he lifts his muzzle in the air and utters a prolonged sorrowful howl.
People stop to look at him and pass on; some remain, arrested, it may be, by that lamentation in
which they seem to hear the utterance of their own sorrow that had once its voice but is now voiceless,
a servant of laborious days. Rain begins to fall.
Encontrado en marzo 2018, https://buenosairespoetry.com/2017/06/27/epifania-no-8-de-james-joyce/ Tam-
bién Gilles Deleuze escribió sobre la epifanía en Interpretación y diferencia, aunque no nos detendremos en
sus formulaciones.
2 Liffschitz, G., Venezia, pp. 21, 36, 42, 43 y 44.
3 Ídem, pp. 18, 20, 21, 25, 29, 34, 35, 36, 42, 43, 44.
Figuras de lo Unheimliche 65
resulta ser una escena mortífera. Allí sabemos por qué hay un gato muer-
to al comienzo, aunque eso no responda exactamente a las preguntas de
qué duelo se trata, de qué indignación y de qué mentira sería cuestión,
asuntos que, al inicio, y de pronto sólo con este texto, resultan demasiado
enigmáticos en sí mismos. En la escena final, la protagonista dice que está
sola, “salvo por el gato”.
1 Ídem, p. 42.
2 Ídem, p. 43.
3 Ídem, p. 44.
4 Ídem, p. 45.
66
¿Por qué es tan imperioso matar a un gato dañándose de ese modo?
¿Cómo la mirada de un gato se volvió tan persecutoria? ¿Qué hacen los
ojos y el gato en un libro titulado Venezia? Sí, es curioso que eso suceda
en una ciudad como Venezia, un lugar donde cualquiera va ver y no a ser
perseguido por una mirada. Cuando estamos de turistas en una ciudad
como Venecia vamos a ver. Los turistas más domesticados van a ver lo
que hay que ver, los turistas más salvajes, buscan encontrar aquello que
no es común, lo que los demás no ven, pero siempre está el ver como algo
privilegiado. Y si ese mirar del turista se invierte, si en vez de ver, sucede
que algo nos mira, se produce algo inquietante, se genera la extrañeza de
ser mirado con una mirada, que por lo menos, resulta incómoda. Segura-
mente les habrá pasado de entrar a un lugar como turistas a mirar y sentir
que los del lugar, en vez de seguir con lo suyo, devuelven la mirada. Y
ese encuentro de miradas es algo que difícilmente se pueda sostener. Los
trayectos de la mirada son muy distintos si uno va a un pueblo perdido
en medio de la nada, allí sabemos que seremos mirados por los del lu-
gar, nosotros somos extraños. Diría que todo el texto de Liffschitz es una
manifestación de la mirada, una epifanía de una mirada que vuelve a la
protagonista demasiado vista. Y eso sucede de manera inversa al libro de
Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas, donde el gato se diluye
y queda sólo una sonrisa sin gato. En Venezia hay una mirada que se ad-
vierte en los ojos de un gato y luego todo el gato se vuelve mirada, de tal
modo, que es necesario destruir al gato para eliminar esa mirada, porque,
aunque no se vean los ojos, el gato igual es mirada. La muerte del gato
sobreviene porque la protagonista no soporta una mirada que aparece en
los ojos del gato, una mirada que se vuelve gato, una mirada que escapa,
pero no deja de estar siempre presente. En el Río de la Plata, se llama ojos
de gato a ciertos artefactos reflexivos que se usan para que se identifiquen
las bicicletas, son artefactos cuyo brillo se ven de todos lados al reflejar la
luz. Ahora bien, ¿por qué el gato se volvió mirada de ese modo? Tal vez el
gato no es más que un portador de la mirada, o en el gato, donde no tend-
ría por qué, aparece una mirada insoportable. ¿De dónde viene la mirada
o, de quién era esa mirada?
Una pista es que, en Buenos Aires, también se utiliza la palabra gato para
Figuras de lo Unheimliche 67
nombrar a aquellos varones que son o se creen lindos.1 Esto lleva al otro
hilo de lectura que tiene que ver con la presencia de la familia de la pro-
tagonista en el texto Venezia: el padre, la madre y la hermana. La relación
con unos y otros aparece desperdigada en el texto. Como también hay un
héroe que aparece y desaparece repetidamente, sin que uno sepa de quién
se trata, que obliga a preguntarse a quién se le atribuye ese heroísmo, o,
más bien de qué materia está confeccionado ese héroe. Cito un fragmen-
to, una epifanía de Venezia:
Por las mañanas exhibo ojos hinchados y surcos displicentes; los filtrajes
de mí que ya no puedo ocultar.
Entonces me digo: mi padre no me quiere, y agrego entusiasmada: nunca
me ha querido; e intento darle una razón a mis monstruosidades.2
1 Actualmente es un sobre nombre para el presidente argentino, Mauricio Macri, pero también tiene otro
sentido en Buenos Aires, se habla de “un gato” cuando se refiere a una prostituta.
2 Liffschitz, G., Venezia, p. 34.
3 Ídem, p. 39.
68
Venecia pueden tender un velo sobre las vicisitudes de esa mirada, ni
sobre su fin.
Figuras de lo Unheimliche 69
Volviendo al artículo de Freud, otra de las cuestiones clave de la versión
de Klimkiewicz, es que nos proporciona el texto de Jentsch que Freud
tomó como base de discusión. El gato de Venezia es portador de algo hu-
mano que no se corresponde, es decir, tiene una mirada que es animada
de un modo inesperado en un animal. Desde esta óptica podríamos es-
tar en el campo de las formulaciones de Jentsch. Pero también es posible
afirmar, en el sentido freudiano, que esa mirada está donde no debería
estar, como Freud citaba la frase de Schelling: “Se denomina unheilm-
lich a todo lo que debiendo permanecer secreto, oculto… no obstante ha
salido a la luz.”1 En un lugar al que se va a ver, Venecia, un animal famil-
iar (o semifamiliar, porque no deja de ser un felino), un gato, se vuelve
persecutorio por una especie de inversión de la mirada omnividente: si
Venecia es un todo a ver, ella es vista de todos lados. Pero también podría
darse otro paso más planteándose que esa mirada aparece bajo el modo
en que Lacan leyó el artículo de Freud, postulando que la angustia, no
es sin objeto, cuestión que es evidente con Liffschitz, tanto en Venezia
como en el relato de su análisis. La lectura que Lacan hizo del artículo
de Freud en la sesión del 5 de diciembre de 1962, en el Seminario La An-
gustia, claramente plantea la cuestión del objeto, el deseo y el Otro. Allí,
donde el deseo entra en el Otro, bajo el objeto que se es para él, todos
los significantes están ligados para esa subjetividad. Para Lacan, cuando
aparece algo del orden del objeto a en lo familiar emerge la angustia. Es
de ese modo que leyó el artículo de Freud. Incluso planteó la importancia
de la ficción, porque allí sería donde el asunto está mejor articulado, casi
como una demostración, en tanto en la ficción “vamos a poder ver la fun-
ción de la fantasía.” Desde esa lectura absolutamente novedosa que hizo
Lacan de Freud, se podría decir que la fantasía es mostrada en la Venezia
de Liffschitz, por lo menos en algunos de sus sesgos. Se manifiesta de ese
modo sorpresivo, la afecta bajo el modo de la angustia, de Lo siniestro, de
lo ominoso, de la inquietud, de lo perturbador. Pero también la mirada
como objeto es demostrada por el relato de un análisis, donde la angustia
aparece con una insistencia mayor, y que, incluso tomando el relato Ven-
ezia, a través de diversas epifanías de la mirada, podría llegarse a aislar
una fantasía, hacerse ver, donde la mirada como objeto a se manifiesta
70
tanto al ser temida como buscada, tanto deseada como inquietante, aún
en la constancia de un manto de angustia.
Ese último paso que dio Lacan, luego que Freud diera el suyo frente a
Jentsch, fue posible a partir de la instauración de un nuevo paradigma en
el psicoanálisis, RSI. Es en el cruce de los tres registros que se produce y
se puede, más o menos recortar, ese objeto que a la vez es buscado y a la
vez provoca angustia, ese objeto que está del lado del Otro, pero también
del lado del sujeto, ese objeto que tiene efectos de persecución pero que
también está en el erotismo. Ese objeto sólo pudo ser aislado o inventado
a partir de la instauración del ternario RSI.
2 “Lo que Freud pidió en vano al lenguaje “histórico”, hubiera podido pedírselo, en cierto modo al mito o a
la poesía.” (p. 83) Por otro lado, “Freud creyó encontrar en K. Abel la prueba de que “la práctica indicada de
la elaboración de los sueños coincide con una peculiaridad de las palabras antiguas.” (p. 79), asunto del que,
según Benveniste, ningún otro de los que se ocupaban del lenguaje sostuvo en su tiempo ni más adelante.
3 Ídem, p. 83.
Figuras de lo Unheimliche 71
La restitución de parte de los hermanos Grimm que hizo Klimkiewicz me
condujo a un texto que escribió uno de ellos. Jacob Grimm fue un filólogo
importante en lengua alemana, y sus investigaciones tuvieron tanto peso
que hay en el campo del lenguaje una ley Grimm. Hacia 1858 publicó un
texto bajo el título Sobre el origen de la lengua. Allí plantea cosas absolu-
tamente formidables como que un recién nacido es apto para cualquier
lengua, que los hermanos estornudan del mismo modo, o sea, tienen un
modo familiar de estornudar1, y también, maravillosamente, escribió so-
bre la “fuerza curativa del lenguaje”.2 No puedo decirles que Freud tenía
este texto en su biblioteca, porque no es así. Pero muestra un corte de
época, porque una de las cuestiones que discutía Grimm era la necesidad,
en ese tiempo, de sacarle la lengua al campo religioso, y considerar la len-
gua como una producción humana, y que, por lo tanto, no se trataba de
buscar sus orígenes sino de estudiar sus transformaciones. Pero si traigo
ese sesgo más del orden del lenguaje es porque también tiene relación
con un corte en el psicoanálisis que se correlaciona con el desplazami-
ento de filología por la lingüística. Uno de los efectos de la invención de
la lingüística fue la posibilidad de inventar el ternario RSI, cuestión que
produjo Lacan. El dualismo de Freud y la preocupación por el origen ori-
entan su búsqueda del sentido antitético de las palabras3, mientras que,
para Lacan, la arbitrariedad del signo que funda la lingüística no busca
una representación total por parte de la palabra, sino que la palabra vale
más en sus efectos puntuales, incluso por sus límites y sus posibilidades
de invención.
72
siderar los planteos que podemos leer, por ejemplo, en el Vocabulario de
las filosofías occidentales. Diccionario de los intraducibles. En la introduc-
ción que hizo Barbara Cassin, quien dirigió este proyecto, muestra clara-
mente que las quince lenguas llamadas occidentales, cada una de ellas,
tiene potencialidades que permiten decir cosas que otras no. Eso hace que
haya intraducibles, la cuestión es cómo arreglárselas con eso, y no sólo,
porque Cassin también tomó en cuenta eso que Lacan llamó lalengua4,
todo junto, por lo tanto, los recorridos que atraviesan cada lengua en dis-
tintos sentidos, y con los mismos sentidos. Pero el proyecto de Cassin no
incluyó el término alemán Unheimlich5, tal vez más problemático para el
campo freudiano que para las filosofías. Este Vocabulario y Diccionario de
intraducibles abre una vía para no quedar atrapado en la impotencia de
una lengua, sino que empuja a explorar las potencialidades y los límites.
Unheimlich es intraducible, y la introducción del término en español
muestra “que no deja de (no) traducirse”6. Tal vez lo más importante de
esa (no) traducción son los síntomas que provoca esa (im)posibilidad. El
recorrido de Liffschitz hace presente lo que puede llegar a decirse a través
de distintas epifanías de la mirada, construidas en la ficción, ratificadas
en un análisis, que no sólo tienen que ver con lo inquietante, lo ominoso
o Lo siniestro (Unheimlich no nos salva de eso), y aquí lo sintomático, lo
que tal vez se hace más difícil de percibir, es que también se trata de algo
buscado, deseado y por eso tal vez más oculto, porque todo lo que es
del orden del erotismo y del goce también pone en juego la angustia en
relación a la presencia de cierto objeto, peculiar para cada uno, pero que
en Liffschitz se hizo patente en el hacerse ver.
Figuras de lo Unheimliche 73
Bibliografía
BENVENISTE, Émile, Problemas de lingüística general I, Siglo XXI, México,
2004.
CASSIN, Bárbara, Vocabulario de las filosofías occidentales. Diccionario de los
intraducibles, Siglo XXI, México, 2018.
FREUD, Sigmund, Das Unheimlich. Manuscrito inédito, edición de Lionel
Klimkiewicz, Mármol-Izquierdo, Buenos Aires, 2014.
GRIMM, Jacob, El origen del lenguaje, traducción de Juan Antonio Ennis,
EDUNTREF, Buenos Aires, 2015.
LACAN, Jacques, La angustia, clase del 5 de diciembre de 1962.
LACAN, Jacques, Los fundamentos del psicoanálisis, clase del 11 de marzo de
1964.
LIFFCHITZ, Gabriela, Venecia, Tantalia, Buenos Aires, 2006.
LIFFCHITZ, Gabriela, Un final feliz (Relato de un análisis), Eterna cadencia.
Buenos Aires, 2000.
74
Figuras de lo Unheimliche 75
Ese extranjero indecible tan íntimo
Los modos del decir
Ginnette Barrantes S.
1 Flac, 2000, p. 11
2 Sigmund Freud, Das Unheimliche [manuscrito inédito].
3 Sigmund Freud, Lo siniestro [Trad. Luis López Ballesteros].
4 Sigmund Freud, Lo ominoso, Obras completas. Trad. Etcheverry.
5 Sigmund Freud, Lo ominoso [Trad. José Luis Etcheverry].
Figuras de lo Unheimliche 77
Quignard (cit. por Guy Le Gaufey1) “el método es el camino después de
que se ha recorrido”, diremos entonces que hasta hoy podemos leer, a
partir de la lengua freudiana, las lagunas y las confusiones de todo tipo
producidas por los efectos de estas traducciones. Asimismo, sus aportes
al elegir los términos castellanos.
Este título intenta un nuevo pasaje del término Das Unheimliche, acer-
cándonos a la recepción lacaniana de éste en francés como la extrañeza
inquietante, sugerido por el escritor ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide en
su novela Égloga trágica2 (1910-1911), que narra su sensación de extrañeza
al volver de Francia a su querida Hacienda Piman. Dicho retorno no trata
solamente de la extrañeza, sino ante todo lo entrañable que ocurre en el
tiempo del olvido, al reencontrarse como extranjero en su propia tierra.
Esa extrañeza, el yo oculto del regreso y el dolor del espectador impotente
deben trabar un conocimiento con la inquietud que le produce “este ex-
tranjero indecible que cada cual lleva en sí”.
1 Guy Le Gaufey, Una arqueología de la omnipotencia ¿De dónde viene a?, p. 7. Didier Eribon dice en Principios
de un pensamiento crítico que a Georges Dumezil le gustaba citar a Marcel Granet con esta cita: El método
es el camino luego de recorrido, aunque no localiza en ninguno de los dos autores la cita Por su parte, Pascal
Quignard (2014), en su libro Morir de pensar, cerca el método con una figura vecina: Un viaje que avanza
regresando. Por lo tanto, el método es el camino luego de haberlo recorrido. Agradezco esta observación a
Fernando Barrios, comunicación personal el 1 de octubre de 2019-
2 Zaldumbide Gonzalo, Égloga trágica, p. 35.
3 Jacques Lacan, Séminaire L´angoisse, p. 60.
78
de los seminarios de Lacan no ha retomado, ni en francés ni en español:
el cambio de una extrañeza radical por una “amical”4. En dicha transfor-
mación de la imagen propia tomada por el doble, el sujeto es revelado
como un objeto. El problema de objetivación del sujeto es que parte de
una familiaridad y no solamente de una extrañeza radical.
Lacan introduce el corte entre el pequeño otro especular y ese otro objeto
no especularizable. Su función significante lo designa como un objeto,
pues, si bien comparten la misma letra a, ese objeto ya no es otro (autre),
4 Hélyda Peretti, en “Esa extrañeza inquietante”, me cayó el veinte. Revista de psicoanálisis, no 10, p. 119, retoma
este asunto y dice que mientras no haya un establecimiento del texto, la cuestión de esta superposición entre
la imagen especular y la del doble no estará zanjeada.
5 Jean Allouch, Una erotología de pasaje, p.12. El “pequeño otro” se produce en un terreno ambiguo hasta la
invención del “objeto pequeño a”, momento en que sería posible distinguir al Otro/otro.
6 Según el Index des Nombres propes et titres d ´ouvrages, dans l ´ensembkle des séminaires de Jacques Lacan,
en las sesiones 15/04/59, 28/11/62, 19/12/62, 26/06/63, 16/12/64 y 21/01/70, E.P-E.L. Paris, p.30.
Figuras de lo Unheimliche 79
ni un semejante. Aunque no es el propósito de este trabajo esclarecer las
consecuencias de este corte para la recepción del Das Unheimliche, no
queremos ignorar su relevancia incluso para el tema que hoy nos convoca.
La (re)creación de la naturaleza
El intruso, para Jean-Luc Nancy, es lo que se introduce por la fuerza, lo
toma por sorpresa y con la astucia de no tener el derecho a ser admitido
previamente; por ello propone que “Es indispensable que en el extranjero
haya algo del intruso, pues sin ello pierde algo de ajenidad”2. Por el con-
trario, lo extranjero (étranger) se torna intruso cuando pierde su ajenidad
(étrangeté), ya que ese “algo” de extrañeza queda en espera de su recep-
ción: desde un afuera, estaría ya adentro, sin ser admitido. Su acogida
es precisamente experimentar esta extrañeza amigable que es al mismo
80
tiempo una intrusión, pues, si se borra esta incomodidad del huésped, no
se le concedería la hospitalidad. En lo intrusivo habría varios niveles de
borramiento de esta permeabilidad.
Tanto para S. André como para J-L Nancy, la medicina se conforma con
dejarlos en la categoría de “curas espontáneas” y los une esta extranjeri-
dad a sí mismos. J-L Nancy sobrepasa el límite de sobrevida por la inmu-
nodepresión, que al mismo tiempo hace aparecer los virus que siempre
estuvieron invisibles y al acecho, intrusos desde siempre, sin detectar, y en
esta incesante ajenidad, afirma: “Yo mismo me convierto en mi intruso.”4
Su supervivencia exige la vida en común con extraños y su cura al mismo
tiempo lo infecta y lo enferma. Su mutación consiste en (re)crear la natu-
raleza, lograr una división consigo mismo que separa a vida (Zoé) de lo
3 Idem, p. 18.
4 Idem, p. 37.
Figuras de lo Unheimliche 81
orgánico (Bios). Para él, superar este umbral implica no sobrevivir, sino
recuperar la sensación de inmortalidad compartida con toda la humani-
dad: lograr que este huésped incómodo ya no sea ajeno ni lo aceche desde
lo oculto para manifestarse.
82
escribir ese libro, “¡Pues uno nunca sabe!”, y así, todo recomienza. El tí-
tulo de su postfacio es tajante “La escritura comienza donde el psicoanáli-
sis termina”. No es un resto de su análisis, no es una escritura en, por o
desde el análisis. Simplemente la escritura de su novela lo ha extranjeado.3
Este neologismo nomina esa “parte extranjera al análisis” que solamente
pudo vivir después del recomienzo por y con el escritor. Al terminarlo
supo que se había liberado, no solo de la intrusión médica, sino tam-
bién de aquello que lo había enfermado, y que el escritor, al abrirle la
puerta, lo revela como un desconocido para sí mismo. Se ha extranjeado
y ha hecho una demolición de las palabras, las despanzurra, las martilla
y las aplasta hasta escuchar la música de su silencio. Una operación, una
escritura que, como J. Lacan distingue en Lituraterre (1971)4, no es una
sublimación (un significante que indique la presencia de la Cosa). André
no trabaja la palabra como signo ni como significante, sino como el vacío
excavado (creusé).5 Va más allá, se trata de triturar la lengua, de la lengua
contra la lengua, de un despanzurramiento de la lengua que a la vez es
una puesta en acto de su amor sin límites por ella, para palpar allí, al fin,
un sutil silencio. En esta puesta en acto, al destruir la lengua, puede crear
y recomenzar con este nuevo artificio que lo hizo devenir escritor.
Este ejercicio de escribir tratando al texto como una música para extraer
ese sutil silencio comienza después de su exilio del mundo y de su sub-
jetividad: “eso” cantaba y él permanece a la escucha, escribe el libro que
siempre llevó en el buche. Su renacimiento es devenir “extranjeado” y
descubrirse como un desconocido para sí mismo. Esa parte extranjera de
sí mismo no es reducible al simbólico, a una totalidad del discurso que
puede decirse con las palabras y sus significados. Esta parte emergió con
su novela. No existía antes y recibió la vida no como un yo (Bios) sino de
otro (alter ego del escritor) que lo prolonga “más allá” en esta reescritura
3 Bárbara Cassin, en La nostalgia ¿Cuándo es que, por fin, uno está en su hogar?, p. 11, en su ensayo sobre
cuando uno está “como en casa” (chez soi), se refiere a una ¿extranjería amical? La nostalgia no es la añoranza
del retorno al hogar, sino una “ficción adorable” y un hecho de la cultura.
4 Jacques Lacan, Lituraterre Publicado originalmente en la revista Littérature, no 3, 1971, número consagrado
a Literatura y Psicoanálisis.
5 Annick Ver Allaigre, “Reescrituras en las obras de Mallarmé: cavar la presencia, firmar la ausencia”, Claro-
scuro. Cuadernos de Psicoanálisis, 2013. Este cuaderno publica algunos trabajos del coloquio Racines á Nu, La
vida en la escritura, escrituras vitales y otras (auto)ficciones, realizado por Claroscuro y l`école lacanienne de
psychanalyse, en París, Francia, el 14 y 15 de octubre de 2011.
Figuras de lo Unheimliche 83
que fue su renacer. Este huésped incómodo atravesó la barrera, ya no
como un intruso o como una parte de sí mismo reprimida que hubiera
escapado al análisis, sino como una extranjeridad, que no es ni especu-
larizable ni imaginarizable, sino por el contrario, una puesta en acto, algo
hecho con y desde el arte. Algo que no es alguien y que no podría haberse
producido sin la puesta en acto de su escritura. No tuvo la expectativa de
curarse mediante el arte o la cura hecha arte.
Para concluir, al aplastar las palabras, André logra una demolición de esa
“cosa informe y sin rostro”, que no consistió en abordar hechos subje-
tivos como efecto del discurso, ni atravesar el “fantasma de eventración”,
puesto en escena en su novela, sino que nos habla una transfiguración:
“Eso se habla”. Mientras que Nancy queda como un doble de sí mismo,
un extraño que es su yo mismo y que describe como una mutación; por
el contrario, André con su escritura da cuenta de un corte, una división
1 Coloquio Effet de dire, de la école lacanienne de psychanalyse, París, junio de 2014. Coloquio de
Traductología. Escuela de Lenguas Modernas e Instituto Francés para la América Central (IFAC), durante
la visita de Annick Allaigre, rectora de París VIII, a la Escuela de Psicología, Universidad de Costa Rica,
noviembre de 2017. La ponencia: Traducirse.
2 B. Cassin, “La nostalgia. Ulises, Eneas, Arendt”, Nueva Visión, Argentina, 2014, en la pág. 29, cita la versión
francesa: “Das Unheimliche” (1919), GW., t.12 trad. al fr. B. Béron, L´ Inquiétante Etrangeté et autres essais.
París, Gallimard, “NFR”, 1985. P.215 y ss (Obras completas, volumen XVIII, 11, Buenos Aires, Amorrortu, Lo
ominoso. P 220).
3 M. Kundera. La ignorancia, Tusquets, España, 2000.
84
en sí mismo que lo extranjera. Flac es un doble de sí mismo que el escri-
tor ha creado y que el psicoanalista no puede presentar como un objeto
perdido, sino como una creación. Entre el analista y el escritor lo que se
establece es una no-relación que da cuenta de su propia transfiguración,
cuyo efecto de cura fue una novela.
Figuras de lo Unheimliche 85
Bibliografía
Allaigre, Annick, “Reescrituras en las obras de Mallarmé: cavar la presencia,
firmar la ausencia”, Trad. Claude Allaigre, Claroscuro. Cuadernos de Psicoanálisis, San
José, Ediciones ViEros, 2013.
Allouch, Jean, Una erotología de pasaje. Trad. Silvio Mattoni, Córdoba, Litoral,
école lacanienne de psychanalyse, 1998.
André, Serg, Flac, México, Siglo XXI Editores, 2000.
Cassin, Bárbara, La nostalgia ¿Cuándo es que, por fin, uno está en su hogar? Ulises,
Eneas, Arendt, Buenos Aires, Nueva Visión, 2014.
KUNDERA, Milán. La ignorancia, España: Tusquets, 2000.
Lacan, Jacques, Lituraterre. Versión crítica de R. Rodrñiguez Ponte, EF, Buenos
Aires.
Lacan, Jacques, Séminaire L´angoisse (1962-1963), versión de Jacques Alain
Miller, París, 2004.
Le Gaufey, Guy, Una arqueología de la omnipotencia ¿De dónde viene a?, Trad.
Graciela Leguizamon, Córdoba, Ediciones literales, 2016.
Nancy, Jean-Luc, El intruso, Trad. Margarita Martínez, Amorrortu Editores,
Buenos Aires, 2006.
Peretti, Helyda, “Esa extrañeza inquietante”, me cayó el veinte. Revista de
Psicoanálisis, nro. 10, México, otoño de 2004.
Sigmund, Freud, Das Unheimliche [manuscrito inédito], Buenos Aires, Mármol
Izquierdo Editores, 2014.
Sigmund, Freud, Lo siniestro, Trad. Luis López Ballesteros, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1981.
Sigmund, Freud, Lo ominoso, Trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires,
Amorrortu Editores.
Zaldumbide, Gonzalo, Égloga trágica, Quito, 1998, Editorial ZFR, Quito, 1998,
p.35
Coloquio Effet de dire, de la école lacanienne de psychanalyse, París, junio de 2014.
Coloquio de Traductología. Escuela de Lenguas Modernas e Instituto Francés para la
América Central (IFAC), durante la visita de Annick Allaigre, Rectora de París VIII, a
la Escuela de Psicología, Universidad de Costa Rica, noviembre de 2017. La ponencia:
Traducirse.
86
Figuras de lo Unheimliche 87
¿Sin ojos?
A propósito de Metamorfosis de Narciso de
Salvador Dalí
Karen Poe Lang
Introducción
El 19 de julio de 1938, gracias a la ayuda de Stefan Zweig, Salvador Dalí
logra finalmente, el objetivo de entrevistarse con Sigmund Freud. El en-
cuentro tiene lugar en Londres, donde Freud se había refugiado tras la
ocupación alemana de Viena. El pintor catalán viaja acompañado de Ed-
ward James1 y escoge, para la ocasión, un único cuadro: Metamorfosis de
Narciso (1937) que tiene la particularidad de haber sido concebido en pa-
ralelo con un poema del mismo nombre. Como señala Dalí, en el prólogo
del poema, se trata de: “El primer poema y el primer cuadro obtenido
enteramente según la aplicación íntegra del método paranoico-crítico”.2
1 En 1937, Edward James estaba muy cerca de Dalí con quien había firmado un contrato por medio del cual
adquiría toda la obra del artista catalán, de tal forma que Metamorfosis de Narciso le pertenecía. David Lomas
propone que el inglés habría tenido cierta influencia en la elección del tema del cuadro ya que, además de
marchand, James estaba relacionado con el grupo de poetas ingleses conocido como los uranistas quienes
ensalzaban un ideal helénico del amor pederasta, dentro del cual, Narciso era una figura muy apreciada. Este
grupo jugó un papel importante en el desarrollo de una conciencia homosexual que desafiaba el oprobio al
cual era sometida por la sociedad victoriana dominante. David Lomas, “Sobre el narcisismo en Dalí: Una
introducción” en Metamorfosis de Narciso, 118-119.
2 Dalí, Salvador, Metamorfosis de Narciso, sp. En 2008, la Fundación Gala-Salvador Dalí publica una versión
en castellano del poema, a la cual adjunta un borrador incompleto del texto original en francés con las bor-
raduras y cambios que hizo el autor antes de publicarlo por primera vez el 25 de junio de 1937 en Éditions
Figuras de lo Unheimliche 89
El pintor catalán sugiere una especie de dispositivo intermedial en el cual
insta al espectador a observar la tela con el poema en la mano. Además,
en el prólogo antes mencionado, Dalí hace una indicación precisa sobre
la manera de observar el cuadro: “Si se contempla durante algún tiempo,
con una ligera distancia y cierta fijeza distraída, la figura hipnóticamente
inmóvil de Narciso, ésta desaparece gradualmente, hasta volverse absolu-
tamente invisible”.1
Surréalistes de José Corti. Haré referencia a este valioso documento más adelante. Las páginas de ambos
documentos, el poema y el borrador, no están numeradas
1 S. Dalí, Metamorfosis …, sp. Las itálicas son propias.
2 Sigmund Freud, Letters of Sigmund Freud (1873-1939), London: Hogarth Press, 1961, p. 444, citado en D.
Lomas, “Sobre el narcisismo …” en Metamorfosis de Narciso, p. 90.
3 Laia Armengol, Dalí, icono y personaje, pp. 105-106.
4 S. Freud, citado en D. Lomas, “Sobre el narcisismo …” en Metamorfosis de Narciso, p.89.
90
Estos comentarios de Freud que, en cierta forma, ligan los ojos de Dalí
con el cuadro Metamorfosis de Narciso constituyen un punto de partida
para este ensayo, en el cual me refiero a tres aspectos. En una primera
parte, abordo las relaciones entre el cuadro-poema de Dalí y su referente
mitológico en el texto de Ovidio. En un segundo momento, me refiero
a la importancia de los ojos en el movimiento surrealista (a partir de un
libro de Bataille) y en la obra de Dalí en particular. Finalmente propongo
una conjetura en relación con un rasgo inquietante del cuadro: la ausen-
cia de ojos en la representación de Narciso. Este hecho es aún más nota-
ble si tomamos en cuenta algunas fuentes literarias y pictóricas (que Dalí
conocía) que se hicieron cargo de este personaje mitológico, en las cuales,
los ojos y el trayecto de las miradas han sido una característica prepon-
derante.
Figuras de lo Unheimliche 91
mento del relato, en el cual Narciso descubre su imagen y queda extasiado
ante su propia belleza, como muestran los ejemplos de Caravaggio y Wa-
terhouse1 que Dalí conocía. En estas dos imágenes, los ojos y el trayecto
de las miradas son un elemento central y en el segundo caso se representa
también la mirada no correspondida de la ninfa Eco, tema recurrente en
la elaboración pictórica del mito.
1 Me refiero a dos obras canónicas sobre el tema: Narciso, (Caravaggio, 1597-1599) y Eco y Narciso (John
Waterhouse, 1903).
2 Ovidio, Ibid, III, p. 41.
3 Joan Minguet, “El enigma de lo (in)visible” en Metamorfosis de Narciso, p. 84, propone que “la cabeza de
Narciso parece haber surgido de la oquedad negra de las rocas de la izquierda de la representación”.
92
tonces, cuando fue recibido en la morada del infierno, se contemplaba en
las aguas estigias”4, Dalí se niega (en el poema y en el cuadro) a hacer una
representación de Narciso dentro de una escena de captación amorosa
mediada por los ojos. Esto nos llevaría a preguntarnos: ¿de qué tipo de
mirada se trata entonces?
Figuras de lo Unheimliche 93
De carácter intermedial, este borrador se compone de 22 páginas en pa-
pel membretado del Arlberg-Wintersporthotel en Zürs (Alpes austría-
cos), donde Dalí se hospedó en abril de ese año. Es evidente que el pin-
tor tiene en mente la composición del cuadro mientras escribe el poema,
como atestiguan los tres bocetos que irrumpen en el proceso de escritura
y que son un bosquejo del óleo homónimo. Además, llama la atención la
cantidad de veces que el autor reescribió el poema, los tachones, cambios
de letra y de ortografía de una misma palabra que aparecen en el manu-
scrito, en el cual, además de la modificación del título que pasó de Mito de
Narciso a Metamorfosis de Narciso, hay otra transformación importante.
1 S. Dalí, Metamorfosis de Narciso, sp. La versión definitiva en francés dice: “il vient de découvrir/l’éclair fulgu-
rant/de son image exacte”. S. Dalí, “La Métamorphose de Narcisse” en OUI, p. 289.
94
y de los ojos del sujeto. Este hecho es replicado en el cuadro donde, como
ya mencionamos, a contrapelo de las obras canónicas sobre el tema, los
ojos y la mirada de Narciso parecen estar ausentes de la representación.
Figuras de lo Unheimliche 95
invisible -mediante su transformación en una mano que se asemeja a su
cuerpo inclinado- del cual, nos dice Dalí: “No queda más/ que el óvalo
alucinante de su cabeza”. Cuando esta cabeza “se raje, agriete, estalle/será
la flor, /el nuevo Narciso”.1
de forma también puede ser resultado de una Metamorfosis, de modo que la nueva configuración haga desa-
parecer la anterior. Esto, en una pintura, sólo es posible de forma metafórica, pero fue aplicado en el cuadro y
el poema Metamorfosis de Narciso”.
1 S. Dalí, Metamorfosis de Narciso, sp.
2 J.A. Ramírez, Lo crudo …, p. 42.
96
Hormigas que Dalí ya había representado en varios de sus cuadros an-
teriores y en el film Un perro andaluz (1929), y que son una expresión
simbólica de la descripción de la mano que ofrece el poema: “Su cabeza
sostenida con la punta de los dedos de agua,/con la punta de los dedos/
de la mano insensata,/de la mano terrible,/ de la mano coprofágica,/ de la
mano mortal/de su propio reflejo”.3
Figuras de lo Unheimliche 97
Se puede así concluir esta parte del análisis, remarcando el hecho de que,
si bien, el cuadro y el poema ponen en escena el carácter siniestro de la
Metamorfosis de Narciso, la “resolución” de este pasaje no se da en los
mismos términos en ambas obras. Si las palabras del poema clausuran,
mediante el amor, esta apertura hacia la nada de la muerte y la sexualidad,
en el cuadro persiste el detalle punzante de la grieta, agujero negro que
regula el tránsito del interior al exterior del cuadro y que atrapa la mirada
del espectador.
Ojo surrealista1
En 1928 aparece una edición clandestina de la novela Historia del ojo,
ilustrada por ocho litografías de André Masson, bajo el seudónimo de
Lord Ausch. Este libro emblemático del surrealismo, tuvo una vida ac-
cidentada debido, entre otras cosas a la censura, a tal punto que no fue
adjudicado a su autor, Georges Bataille, sino de manera póstuma en 1967.
98
burilar los ojos con una navaja, algo rojo, el sol. ¿Y el huevo? Un ojo de
buey, debido al color de la cabeza (la cabeza del buey), y además porque la
clara del huevo es el blanco del ojo y la yema del huevo la pupila. La forma
del ojo era, según ella, también la del huevo. Jugaba alegremente con las
palabras, por lo que a veces decía quebrar un ojo o reventar un huevo
manejando razonamientos insostenibles.3
Figuras de lo Unheimliche 99
ojo mutilado, como ojo huevo.1 Lo que más me interesa destacar en esta
configuración del ojo-huevo-mutilado es que, de alguna manera, vendría
a confirmar la idea que propuse anteriormente, de que es precisamente
en este elemento del óleo donde se puede localizar un punto de angustia
de castración.
1 L. Armengol, Op. Cit., pp. 105-200, a lo largo del extenso capítulo dedicado a los ojos de Dalí, ofrece un re-
corrido detallado por las diferentes formas cómo el pintor representó este órgano en sus obras. A las configu-
raciones anteriormente mencionadas se pueden adjuntar: el ojo cerrado-el sueño, el ojo ventana, artefactos
ópticos, la vagina como un ojo herido, la cabeza como pupila del ojo.
100
Bibliografía
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Ruffa, Astrid, Dalí et le dynamisme des formes, Saint-Étienne, Les presses du réel,
2009, 589 p.
1 Malavassi, p. 65.
104
vocó que Mena dedicara muchas horas de estudio al nuevo y extenso rep-
ertorio, lo cual ampliaba sus horizontes sonoros y le confirmaba, una vez
más, su dormido e infantil deseo de llegar a ser un compositor musical.
Simultáneamente, el artista se percató de unas extrañas manchas en su
piel. Al respecto, Zambrana (2006) relata:
Sr. Mena, creo que debo decirle lo que pasa con usted. Tenga la bondad,
vístase y tome asiento. Sr. Mena, usted tiene una enfermedad que se
denomina lepra, ya tiene los indicios de los eritemas nudosos, hay
tendencia de destrucción del tabique nasal y, tenga mucho cuidado
porque el ojo derecho tiene los indicios de una irititis o iridocilitis que lo
4 De acuerdo con Diego Manuel Sequeira, citado en Günther Schmigalle, (2017), “Yo soy el Anticristo de la
América Central”. Las Cartas desconocidas de Rubén Darío, pp. 9-12, Hermann Prowe nació en Danzig (1861).
Estudió medicina en Zúrich y en Berlín, y se estableció como médico en El Salvador en 1886. Allí tenía su
consultorio y daba clases de ginecología en la universidad. Fue director del Hospital de Enfermedades Vené-
reas, colaboró con la Academia de Ciencias y fue cirujano militar. Prowe fue amigo de Rubén Darío. Murió en
Amapala el 3 octubre de 1910
Los leprosos han sido enfermos sin voz. Resulta difícil conocer acerca de
los efectos anímicos de la enfermedad de Hansen (lepra) y, en consecuen-
cia, el temor al contagio provoca una distancia que no permite reconocer
lo que sucede en esta dimensión psíquica y, mucho menos, las formas
de subjetivación de semejante experiencia; la dimensión psíquica de este
padecimiento ha sido poco estudiada. Se sabe que, en el momento del
diagnóstico, el enfermo tiene una apariencia y, conforme avanza la en-
fermedad, la transfiguración física es terrorífica: la imagen de sí mismo
se hace irreconocible y habita la presencia del muerto viviente; es una
experiencia Unheimliche.
106
(1919) denominó como un evento que puede colocarnos en “un asunto
de la prueba de la realidad”5, en tanto es una experiencia que puede ser
difícil de creer, ya que esta se vive como una pesadilla y como una expe-
riencia indecible. En este sentido, Freud (1919) destaca su acuerdo con
Jeintch (1906), cuando confirma que las personas reaccionan de formas
muy diferentes ante aquellas experiencias que provocan sentimientos
Unheimliche; a modo de ejemplo, cabe recordar el relato de Zambrana
(2006) sobre un joven salvadoreño que también fue diagnosticado con
lepra a finales del siglo XIX. El muchacho entró en un estado de terror
tan insoportable que se suicidó ese mismo día. Al día siguiente, el médico
confirmó que ese diagnóstico, por error, se le comunicó al joven equivo-
cado.
5 Ibide., p. 145.
6 Un acorde consiste en tres o más notas que suenan de forma simultánea.
Mena pasó de ser un joven lleno de vida y sueños por conquistar para
verse atrapado, de forma inesperada, por la amenaza de muerte como un
destino más inmediato de lo que podía imaginarse. Como suele decirse,
“apenas empezaba a vivir”. En un inicio, intentó olvidar esta pesadilla con
los nepentes2, pero estos no fueron suficientes. Desde una exterioridad a
internalizar, el yo de forma abrupta pasa a ser declarado como leproso.
En este sentido, cabe la pregunta: ¿qué es ser un leproso en ese momento
histórico? Dicho significado parecía tener impregnado el sentido mile-
nario de la tradición cristiana, ya que desde el Antiguo Testamento la lep-
ra representaba un castigo divino hacia los pecadores, y desde el Nuevo
Testamento la lepra era sanada por Jesucristo, lo que permitía plantear
su cura como un milagro y a la vez legitimar la fe cristiana. Los leprosos
eran nombrados como los inmundos, lo que da a la lepra una conno-
tación moralista-religiosa que transmuta. Milenariamente, los leprosos
no escapan a la exclusión y al desprecio; la abyección y la repulsión son
otras figuras de lo Unheimliche. Esta abyección puede ser más dolorosa y
mortífera que la propia enfermedad.
108
Al respecto, destaca:
La lepra era más que una bacteria; era algo extraño que de forma potente
removía hasta el lugar más recóndito de su ser. Vivía ráfagas de tristeza,
soledad y contrastes anímicos, a los cuales tenía acceso, algunas veces,
mediante los balbuceos musicales que luego devenían en creación musi-
cal.
Concluiremos por el momento, que Mena vivió una muerte larga, mien-
tras que de forma simultánea nacía y crecía el compositor musical. Freud
(1919) indica que lo Unheimliche puede transitar por varias vías, lo viven-
ciado viene a ser una, la cual se vincula con la realidad material y presenta
dos condiciones: una, que consiste en superar o reprimir; y otra, que es
la vía de la ficción. En esta última ubico la creación de Mena. El vínculo
entre lo Unheimliche y la ficción se establece entre este muerto viviente,
quien rompía la apariencia de autómata cuando también tarareaba, sil-
baba y cantaba.
El Divino Leproso
En su aislamiento, a Mena le fue difícil apalabrar lo que sentía. La tristeza
se ligaba a sus pensamientos musicales, como si por unos minutos log-
raran espejarse con el dolor hecho melodía por Johann Sebastian Bach,
en la creación de su adagio del concierto en re menor para oboe y clavecín
(BWV 974)1.
110
creación, como una de las formas de resistencia hacia la muerte (uno de
los miedos más primitivos señalados por Freud), provoca el estruendo
de un acorde disonante, que exige la transfiguración, aun con sus velos,
frente al material psíquico e inaprensible que está en juego, y algunas vec-
es deviene como restos sonoros que provocan otras formas de presencia.
La música de Mena fue apreciada por los leoneses, lo que implicaba que
el ternario compuesto por el autor, los intérpretes y el público conformara
un singular lazo social sonoro, dejando de lado la repulsión por el lep-
roso. Su manera de corresponder y dar afecto a quienes lo arroparon fue
mediante la dádiva y la gratitud al dedicarles su obra musical. La creación
artística le permitió anudar un lazo frente a un aislamiento parcial y sin-
gular. Se puede constatar que Mena vivió una experiencia de carácter ex-
cepcional, dado que llegó a ser un leproso que mantuvo vínculos afectivos
y reconocimientos político-sociales y culturales importantes. Su función
de creador musical logró abrir el camino hacia la inmortalidad, y su
público le otorgó un tipo de “divinidad”.
Las excepciones pueden estar en juego con la figura del doble freudiano,
si se considera que una de las características es el deseo de “inmortalidad
latente”, a principios del siglo XX, en un artista que trasciende su existen-
cia mediante su obra y el corrimiento subjetivo del yo leproso hacia un
“Divino Leproso”. El doble como experiencia Unheimliche se destaca por
las condiciones que se presentan en la vida, más allá de la enfermedad de
la lepra.
¿Fue Mena un leproso divino porque pudo crear, y a la vez dicha divinidad
fue posible gracias a la reconocida función de compositor musical y a la
voluntad política? Mena vivió y terminó su corta vida como el reconocido
“cantor del río Chiquito”. De su historia y su leyenda, preferimos desta-
car su obra, mediante la cual supo convertir su propia ruina en un vals,
Ruinas (1904), en ese mismo año, Mena fue merecedor del primer lugar
en el primer concurso de los Juegos Florales en León, donde el público lo
aclamó y le reconoció su valor como compositor musical, el público en
coro expresó ¡viva Mena!, al leproso que se le permitió estar en la galería
del teatro. El leproso es el doble siniestro del compositor divinizado.
112
Bibliografía
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Zambrana, Armando, Ruinas: mi incurable tristeza. Novela biográfica sobre José
de la Cruz Mena, Managua, 2006.
Debe ser que todas las vidas se parecen. Si es así, ¿qué será de esa niña,
allá en la otra acera, que no sabe si comer el helado que se le derrite o si
acariciar al perro que salta a su lado moviendo la cola?
Luis Chaves
116
Este esquema, caro a las tradiciones metafísicas dominantes en Occiden-
te, se reprodujo de diferentes modos y derivó en un rechazo filosófico de
lo aparencial –siempre en contraposición a lo verdadero– y en una apues-
ta teorética, a la vez definida como actitud moral, por rasgar los velos de
la ilusión e intentar dar con las cosas tal y como son en realidad. En un
episodio quizá paradigmático de este estilo de pensamiento, Descartes,
ya durante el período moderno, procura establecer en sus Meditaciones
metafísicas un criterio definitorio para distinguir a las personas de hipo-
téticos autómatas vestidos con saco y gabardina. “Desde la ventana –se-
ñala Descartes– veo pasar unos hombres por la calle; sin embargo, lo que
en realidad veo son sombreros y capas, que muy bien podrían ocultar
meros autómatas, movidos por resortes”4. Ante la acuciante duda, ante
la angustia del parecido, el juicio acude al auxilio de Descartes y quizá al
auxilio del pensamiento moderno in totto; la razón puede exorcizar así los
fantasmas creados por la ilusión sensorial.
Visto así, el parecido constituye una suerte de “paraguas” que engloba una
serie de fenómenos particulares. Como modalidades del parecido pueden
mencionarse, por ejemplo, el problema del desdoblamiento, el asunto de
la gemelitud, la creación social de gestos corporales, la imitación e incluso
118
con la ausencia y con la búsqueda, un marco signado, dependiendo de
la temporada, ya sea por la guerra, la enajenación cultural, la corrupción
militar o la trata.
120
El retorno de lo reprimido y el sentimiento de lo unheimliche
Una de las consecuencias analíticas del abordaje freudiano de lo Unhe-
imliche es, como ya he señalado, que dicho fenómeno no tiene lugar de
una manera objetiva y unívoca, sino más bien subjetiva y ambivalente. Lo
Unheimliche no es una simple equivocación, sino algo cercano y lejano a
la vez; un acontecimiento que remite a la mismidad y la diferencia. Es, en
breve, la ambivalencia del parecido lo que puede llegar a tornarlo Unhe-
imliche. Para Freud, el quid de la cuestión respecto de esta ambivalencia
es que el parecido acontecido en el presente remite invariablemente a algo
pasado y presuntamente superado. Lo que se parece resulta parecido en
relación con algo o alguien que ya no está, pero que estuvo o fue. En
lo Unheimliche hay entonces siempre algo de reminiscencia fallida, tal y
como lo supo advertir Schelling. Algo parece y aparece, idéntico y distin-
to a la vez. Así, la dialéctica entre lo manifiesto y lo oculto, o lo secreto y lo
que sale a la luz es, en el parecido Unheimliche, diametralmente opuesta
a la que prima en el parecido tal y como lo aborda la tradición filosófica
descrita más arriba, pues mientras en dicha tradición lo aparente debe ser
combatido con la verdad, acá lo aparente tiene algo de verdadero.
¿Pero en qué consiste eso acontecido hasta cierto punto verdadero que
retorna en lo Unheimliche? Para Freud, la clave está en el hecho de que lo
que aparece remite en Lo siniestro a estadios primitivos de la vida aními-
ca presuntamente superados. En lo Unheimliche hay una compulsión de
repetición: algo reprimido retorna, pero dislocado, como lo mismo y dis-
tinto a la vez. Ese retorno lleva el signo de algo efectivamente acontecido
pero que no acontece más sino por intermediación de la a/parición de lo
parecido. En The Missing, eso que parece y no es, eso que aparece medi-
ante la suplantación, es nada menos que la hija. Sophie no es Alice; Alice
no es Sophie; ninguna de ellas es Lina. ¿Pero y si en cierto sentido lo
fueran?
Según Judith Butler, la reflexión freudiana en este punto se torna una dis-
cusión acerca de la formación misma del sujeto y del lugar de la pérdida
en dicha formación.
122
bargo, en la serie el yo no se pone entre paréntesis tanto por efecto de
procesos melancólicos o de duelo, sino a partir de la irrupción de lo Un-
heimliche. No obstante, aquí se torna necesario disentir de Freud en un
punto crucial, y es que esa irrupción no refiere a “convicciones primitivas
superadas”3, sino a los procesos formativos de subjetividad. En el caso
de The Missing el parecido se da así contra un fondo de indiferenciación
subjetiva en el que el yo no es, y quizá no puede ser, por causa de una serie
de trasposiciones o intercambios identitarios que son los que despiertan
el sentimiento de lo Unheimliche. Sophie, Alison y Lena son, en el marco
de la pérdida, “lo” mismo. Lo ominoso en la historia retratada por los her-
manos Williams es, así, el modo en que la suplantación se torna verosímil
en tanto y en cuanto las niñas desaparecidas son intercambiables una re-
specto de la otra por causa de la asimilación o igualación que el captor ha
llevado a cabo en ellas. Las niñas resultan, a causa de ese proceso, iguales
en tanto igualadas: sus marcas distintivas (v. gr. el tatuaje de Sophie) has
sido disueltas por el secuestrador. Esto implica que, dada su extracción de
los marcos habituales de la socialización, las niñas resultan básicamente
iguales. El parecido y la diferencia son entonces fenómenos sociales.
124
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Nietzsche
128
lugar de su obra, a pesar de que el texto de Otto se publicó en 1917, es
decir, dos años antes que el texto de Freud, aunque como bien sabemos
por Strachey, el manuscrito lo tenía Freud guardado mucho antes de su
publicación.
Lacan, por otro lado, varias veces utiliza el término en especial en el semi-
nario de la Ética donde dice lo siguiente:
En primer lugar, dice Otto, se trata de algo que tiene que ver con el mis-
terio, el mysterium tremendum dice Otto. Es decir, no cualquier misterio,
sino un misterio que tiene un carácter de tremendo y que apela a un algo
extra que al mismo tiempo tiene algo de tremor y que escapa a las coorde-
nadas de lo racional.
130
etante (Unheimliche)”3. Otto lo piensa como el primer vestigio de cultura,
puesto que dice, siguiendo a Lutero, que los hombres naturales, supongo
que se refiere a los “primitivos” no son susceptibles de dicho sentimiento,
puesto que se requiere del misterio, es decir, de una cierta sensibilidad o
relación muy peculiar hacia lo sobrenatural propia de los hombres “civi-
lizados”. Creo que Otto se refiere, de alguna manera, a esto que Freud
después desplegará en El Malestar en la cultura. Es decir, a la realidad
humana concebida a partir de la distinción entre lo natural y lo cultural.
Creo que de alguna manera Freud parte de ahí, pero todavía da un paso
más porque comienza con un análisis de lo ominoso (Das Unheimliche)
en el sentido de lo más familiar, lo que se encuentra más cercano y luego
entonces, encuentra un pequeño hilito que le permite ubicar lo no fa-
miliar en lo más cercano. De esta manera tensa la palabra hasta lograr
que los opuestos coincidan en un solo punto, donde un es la marca de la
represión. Así que, en Freud, sin tanto rodeo y de golpe estamos de lleno
vía lo más cercano atravesados por lo inconsciente.
132
si fuera algo absolutamente independiente de toda corporalidad y por
lo tanto de toda sexualidad. Esto no aparece por ningún lado en Otto,
excepto cuando menciona la música como una experiencia que directa-
mente cimbra los afectos y la sexualidad, pero a diferencia de lo supues-
tamente irracional de lo numinoso, lo irracional de la música afecta la
sexualidad y por lo tanto se encuentra por debajo de la razón. En este
sentido, hay en Otto una especie de escala de lo numinoso. Claro está que
lo sexual aparece, además con cierta intensidad en la mística cristiana y
esto sí lo trabaja Otto, pero sólo para ejemplificar ese extra.
Ahora bien, el aspecto del misterio, sigue siendo un aspecto muy intere-
sante en el análisis de Otto porque no obstante el carácter de tremendum
(que algunos vinculan al contexto protestante propio de Otto), introduce
la vacuidad. Habría que trabajar un poco más sobre este término, pero no
deja de ser realmente fascinante porque se trata de una vía negativa.
Así pues, creo que lo ominoso tiene una deuda con lo numinoso y que se
trata de cuestiones propias de la época relacionadas específicamente con
el romanticismo alemán donde se exalta el misterio y donde se quiso lle-
var lo sagrado hacia la estética.
1 Georges, Didi-Huberman, Supervivencia de las luciernagas, ed. Abada, Madrid, 2012, p. 18.
134
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GEORGES, Didi-Huberman, Supervivencia de las luciernagas, ed. Abada,
Madrid, 2012.
OTTO, Rudolf, Lo Santo. Ed. Alianza, Madrid, 1996.
138
esa escena Scottie resbala y queda colgando de una canaleta, ante lo cual
el agente se devuelve para tratar de ayudarlo, pero en vano porque se
precipita al vacío. La caída mortal de policía –el padre, la ley, que deja de
cumplir su deber para auxiliar a un protagonista en apuros que en cierto
modo encarna el papel del hijo5– deja sensiblemente marcado el horror
en Scottie que a partir de entonces aqueja el efecto de vértigo logrado por
Hitchcock a partir de la célebre estrategia técnica combinatoria entre el
travelling hacia adelante y el zoom hacia atrás. Por sus ojos ha sido inocu-
lado el equivalente a la arena: el daño, el veneno, el trauma que lo deja
sensiblemente incapacitado para seguir trabajando. En la experiencia psi-
coanalítica, Freud, recuerda que herirse los ojos o perder la vista es un
motivo de terrible angustia infantil que “persiste en muchos adultos, a
quienes ninguna mutilación espanta tanto como la de los ojos”6. En Scot-
tie se manifiesta como un mal correlacionado: el vértigo, es decir, la pér-
dida de equilibrio, relacionada en primera instancia con la privación del
sustituto paterno al que ve desplomarse ante su imposibilidad de hacer
nada. Las secuelas del trauma se aprecian tanto en su baja laboral como
en el bastón que porta en la siguiente escena del apartamento de su amiga
Midge.
5 José Luis Castro de Paz, Alfred Hitchcock. Vértigo/De entre los muertos, p. 42.
6 S. Freud, Lo siniestro, p. 29.
7 Tanto que el relato de Hoffmann cierra aludiendo a que se casó y tuvo tres encantadores niños, encontrando
por fin “la felicidad hogareña que prometía su alma serena y apacible y que jamás hubiera podido procurarle
el fogoso y exaltado Nataniel”, E. T. A. Hoffmann, El hombre de la arena, p. 126.
140
crescendo de Bernard Herrmann que dota a la secuencia de un especial
dramatismo desde la perspectiva de aquel que siente revivir de nuevo el
vértigo porque como ha dicho Eugenio Trías, “el personaje está literal-
mente fijado en algo, un abismo, que teme ver y le fascina”.5
A las claras está que en este universo hay una naturaleza afín a Lo siniestro,
que “no sería realmente nada nuevo, sino más bien algo que siempre fue
familiar a la vida psíquica y que sólo se tornó extraño mediante el proceso
de su represión”.7 En el idioma alemán hay una relación entre ‘heimlich’
5 Eugenio Trías, Vértigo y pasión. Un ensayo sobre la película Vértigo de Alfred Hitchcock, p. 61.
6 Pero la diferencia entre objetos animados e inanimados puede cobrar matices ominosos a la luz de otras
relaciones. Freud recordaba que Jentsch se había referido a la naturaleza del sentimiento desde “la duda de si
un ser que parece vivo, está animado y viceversa, si un objeto sin vida podría estar animado” en referencia a
la impresión causada por las figuras de cera, muñecas bien hechas y autómatas. Véase S. Freud, Lo siniestro,
p. 79. Por eso era ominosa Olimpia, una autómata cuya ausencia de vida queda delatada por los ojos, según
Segismundo, el buen amigo de Nataniel (“nos ha parecido a todos sin vida y sin alma […] nos parece que
perteneciera a un orden de seres inanimados, y que sólo fingiera vivir…”), E. T. A. Hoffmann, El hombre…, p.
115. Es similar a lo que ocurre con la Madeleine del texto literario, según la primera impresión que le causa al
protagonista Flavières, alter ego de Ferguson.
7 S. Freud, Lo siniestro, p. 46.
142
tradicional exhibicionista de las mujeres que son a la vez miradas y ex-
hibidas desde una apariencia codificada fuertemente para causar un ené-
rgico impacto visual y erótico.4 Es, en efecto, vista desde distintas formas:
como un cuadro en el museo, desde su reflejo en espejos en la floristería,
evanescente en el cementerio, como sombra antes de arrojarse al río, lo
que mantiene el paradigma de desigualdad sexual en el que el placer de
mirar lo ocupa el polo masculino activo y al femenino el pasivo de la
mostración.5 Crítica de este modo hegemónico y dominante de narrati-
vas, Mulvey llegó a ilustrar su teoría en películas de Hitchcock –en cuenta
Vertigo– para cuestionar la subyugación patriarcal de Madeleine. Sin em-
bargo, el conflicto no la afecta sólo a ella, sino también a Scottie, a quien
se le impide ver la trama urdida por Elster, sustraída a ojos ajenos que no
sean de su complicidad, con el propósito de utilizarlo como coartada del
empresario. Por lo mismo ‘heimlich’ también significa ‘cerrado’, ‘impen-
etrable’6, lo que permite retornar al significado de escondido, peligroso.
Y así muere, sin haber proferido una sola palabra, como la encarnación
de la esposa de Elster que había simulado ser. Este detalle es significativo.
Bien sabida es la relación que existe entre el habla y la humanidad. La
palabra es la definición y esencia del ser humano, desde los griegos que
1 Ignacio García Peña, “Animal racional: breve historia de una definición”, Anales del Seminario de Historia de
la Filosofía, Vol. 27, 2010, p. 300.
2 Giovanni Reale y Antiseri, Dario, Historia del pensamiento filosófico y científico. II. Del humanismo a Kant.
144
la sustitución del yo por el doble y la repetición: “finalmente con el con-
stante retorno de lo semejante, con la repetición de los mismos rasgos fa-
ciales, caracteres, destinos, actos criminales”.3 Sólo que Judy, a diferencia
de Madeleine y de Olimpia, exuda subjetividad por todos sus poros. Y
ante esa otra presencia la película recrea los esfuerzos inútiles y patéticos
de Scottie por volver a traer a la vida a Madeleine –un fenómeno que
vendría a ser calificado por William James Thomas Mitchell como sus-
trato de una actitud de doble conciencia en la imagen en torno a la creen-
cia irracional de la revivificación de un sujeto pasado.4 De ahí que, una
vez culminado el proceso de conversión y Judy disfrazada de Madeleine
sale del cuarto de baño con el moño que –nunca mejor dicho– corona el
streap tease a la inversa, según el propio Hitchcock5, aparece con aspecto
fantasmagórico, como convencionalmente se presentan los espectros en
el mundo bidimensional: traslúcida, intangible, opalescente. La esceno-
grafía parece haberse confabulado, por la iluminación contrastada con
tonos y texturas de tonalidades verdosas que se cuelan desde el exterior,
lo que la sugiere como un fantasma que paulatinamente va adquiriendo
su propia carnalidad hasta alcanzar a Scottie. Es probable que Hitchcock
hubiera leído el célebre texto de Freud y lo hubiera hecho como forma
de subrayar la expresión de Lo siniestro en el momento mismo de la apa-
rición de los muertos, los espíritus y los espectros, en sintonía con su
ensayo.6 La atmósfera resulta irreal por la iluminación verdosa y la figura
misma, en su pausada salida y aproximación al héroe, donde la mujer
parece provenir, en remisión al título utilizado en España, directamente
De entre los muertos, para, tal vez, llevarse a Scottie consigo –si no es que
el título, que mantiene la ambigüedad a las claras, se refiera más bien a
este que más bien funge como un vivo entre los muertos, otra posibilidad
no excluyente–.7
1 Slavoj Žižek, Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock,
p. 114.
146
Scottie, sino la creación –investida de la carga erótica de la posesión– de
Madeleine por otro2: tanto primera como más perfecta, que es lo que en
realidad lo hiere. Si la de Elster había sido la copia de la esposa real, y bien
toda copia se define degradada, desalmada –etimológicamente sin alma,
sin vida por sí misma–, la de Scottie es, si cabe, más devaluada aún por
ser una copia de segundo grado, es decir, de menor valor aún, una copia
de una copia. En todo caso, lo que está en juego es un asunto narcisista: lo
que en realidad lo mortifica es no haber sido él su primer Pigmalión, no
haber alcanzado el nivel de virtuosismo de su predecesor que logra haber
cifrado en el engaño precisamente a él, un detective de profesión que se
encarga de resolver incidentes en aras de la verdad –y como tal viene a
reactualizar el mítico duelo de pintores del Libro 35 de la Historia Natural
de Plinio el Viejo donde Parrasio derrota ostensiblemente a Zeuxis–. Pero
tal vez sea esa amarga constatación –la naturaleza hueca de su amada– en
donde pueda residir su cura.
148
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150
Figuras de lo Unheimliche 151
Kubrick, aprendiz y maestro de lo Unheimliche
Roberto Marín Villalobos
154
símbolo asume la plena operación y significado de lo simbolizado y
cosas por el estilo (p. 123) [2]. Entre las muchas libertades de «Kubrick»
también se cuenta la de elegir el mundo de representación a su gusto, de
modo que coincida con la realidad que nos es familiar o se aleje de ella de
alguna manera. En todo caso nosotros lo seguimos (p. 151). Adaptamos
nuestro juicio a las condiciones de esta realidad fingida (p. 152). Para
con «Kubrick», somos particularmente pasivos obedientes: mediante el
estado de ánimo en el que nos coloca a través de las expectativas que
provoca en nosotros, puede desviar nuestros procesos de sentimientos de
cierto resultado y llevarlos a otro, y puede frecuentemente obtener con
un mismo material efectos muy diversos (p. 157) [3]. «Kubrick» puede
también acrecentar y multiplicar lo Unheimliche mucho más allá de la
dimensión de lo que es posible en el vivenciar, haciendo suceder en tales
acontecimientos lo que en la realidad nunca, o sólo raramente, ocurriría.
En cierta manera, él nos expone a nuestras supersticiones que creíamos
superadas, nos engaña prometiéndonos la realidad común y después,
sin embargo, se sale de ella [4]. Reaccionamos ante sus ficciones como
hubiéramos reaccionado frente a vivencias propias [5]; cuando notamos
el engaño es demasiado tarde, pues «Kubrick» ya logró su propósito, pero
yo debo afirmar que él no obtuvo un efecto puro (pp. 153-155). «Kubrick»
tiene todavía un recurso a disposición mediante el cual puede sustraerse
a nuestra rebelión y al mismo tiempo mejorar las condiciones para lograr
más sus propósitos. Este medio consiste en no dejarnos adivinar por largo
tiempo qué premisas en verdad eligió para el mundo adoptado por él, o
que se evita -con arte y astucia- una aclaración decisiva hasta el final (p.
155). Al final del libro [película], cuando se agregan con posterioridad
los esclarecimientos las premisas de la acción que hasta entonces habían
sido disimuladas al lector [audiencia], el resultado no le provee al mismo
un esclarecimiento, sino una confusión total. «Kubrick» ha acumulado
demasiados elementos de la misma especie; la impresión del conjunto no
sufre por ella, pero sí la comprensión.2 (p. 97) [6]
2 Ibid., los números de página propios de cada fragmento se señalan entre paréntesis en cada caso.
156
2. MURDER
1 “Come play with us, forever and ever” en el original en inglés, es en sí misma una frase-repetición, aparece
en numerosos cuentos infantiles, es además dicha en varias ocasiones y, encima de todo, al unísono por un par
de hermanas… ¡gemelas! Los ecos no se sufren como cacofonía o redundancia gracias al tratamiento
unheimliche que Kubrick da a la escena.
158
3.2. Masacre con hacha
160
5. angoisse à deux
162
Jentsch en su texto Sobre la psicología de lo Unheimlichen de 1906, debati-
do precisamente por eso en Das Unheimliche por Freud. Sin embargo, hay
otros momentos donde Kubrick produce lo Unheimliche de otras man-
eras y por otros motivos, solamente me detendré en la que, considero, es
la escena más Unheimliche del filme, el diálogo en la cama entre Danny
y Jack2:
Los ojos perdidos del padre, la expresión inerte del hijo, también mani-
fiesta en sus ojos, la disposición corporal de ambos… son coincidencias
casi calcadas. Si bien es cierto no hay manera de asegurarnos que Kubrick
o alguien de la producción se haya inspirado en la pintura para la reali-
zación de la escena, tampoco hay garantía de que no lo hayan hecho, una
similitud tan marcada inclina la balanza un tanto más hacia lo segundo.
164
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Son varias las figuras que Freud asocia a Lo siniestro. Resaltemos las que
adquieren cuerpo, voz y movimiento en Río Sucio. Lo siniestro (Umheim-
liche) tiene por núcleo la angustia. Pero parece que no cualquier angustia.
Es una angustia relacionada con lo que es familiar o doméstico. Es decir,
con el espacio que debería ser acogedor pero que, descubre el padre del
psicoanálisis, puede estar colmado de secretos y de ocultamientos, como
los que encontramos en Río Sucio y su herencia de crímenes y culpas. Se
trata de lo reprimido, eso por lo que, como dice Freud, las “[c]osas famil-
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de esta angustia, el abuelo y el nieto, el primero perdiendo la visión, el
segundo reconociendo la emergencia de lo reprimido. Más que el vacío o
el silencio, lo que es clave en Río Sucio es lo opaco: lo que se oye, pero no
se distingue; lo que solo aparece por sus contornos, pues la penumbra, la
neblina, los vapores, o el cansancio de la vista, impiden precisar; lo que se
ve, pero no se sabe qué significa. Esto se da además de manera gradual.
Si bien conocemos cada vez mejor a los personajes y sus conflictos, la
imagen se torna cada vez más equívoca. Los planos, sugerentes más que
explícitos, constituyen una invitación para que el espectador especule, dé
de sí e interprete, a través de todo el largometraje. La película abunda en
estas operaciones: desenfoques, fueras de campo, vacíos y frases a medias,
todos cobrando sentido solamente en la imaginación del espectador.
Filme de una calculada propuesta formal, Río Sucio constituye sin duda
una oportunidad para aproximarse a la noción freudiana de siniestro. Es
decir, no para explicar un filme a través del psicoanálisis, como suele hac-
erse, sino para mejor comprender una cierta noción del psicoanálisis a
través de la obra de Gustavo Fallas.
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Figuras de lo Unheimliche 171