¿Qué Es La Gracia
¿Qué Es La Gracia
¿Qué Es La Gracia
¿Qué es conversión?
Millones de personas se consideran cristianas.
Muchos creen que se han convertido al cristianismo,
pero, ¿es cierto esto? ¿Qué es conversión?
Sólo porque algunos se llaman a sí mismos cristianos y sus nombres están en una lista de miembros de la iglesia, ¿garantiza
esto que son cristianos convertidos?
Veamos una verdad importante en la Biblia: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu
de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9):
Así que debemos entender algo: una persona es cristiana sólo si tiene el Espíritu Santo de Dios morando en ella.
Para uno convertirse en cristiano, se debe arrepentir del pecado. Cristo dijo en Lucas 13:3 “Os digo: No; antes, si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente”.
Cuando Jesús comenzó a predicar su mensaje del evangelio del Reino de Dios, Él dijo en Marcos 1:15: “Arrepentíos y creed en
el evangelio”.
Así, uno debe arrepentirse y creer, pero esta acción por sí misma, no hace cristiano a nadie. Es sólo el primer paso hacia la
conversión cristiana. Como hemos visto anteriormente, necesitamos el Espíritu de Dios.
¿Cómo recibe uno el Espíritu de Dios? La respuesta del apóstol Pedro la encontramos en Hechos 2:38: “Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo”.
Todos hemos visto las maravillosas mariposas multicolores. No comienzan de esta forma. Principian como un huevo
diminuto, casi invisible a los ojos humanos. Tiene que pasar por varias etapas de transformación antes de poder convertirse
en esa asombrosa mariposa hermosa.
Las Escrituras nos dicen que nosotros también debemos pasar por un proceso de transformación. En nuestro caso, para
convertirnos en un cristiano convertido.
Veamos lo que el apóstol Pablo dijo en Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Dios requiere que dejemos nuestra manera antigua de vivir, y que cambiemos la dirección volviéndonos a Él. Debemos dejar
la oscuridad y caminar hacia la luz, y dejar el poder de satanás para volvernos a Dios. Como dijera Pedro: “Así, que,
arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de
refrigerio” (Hechos 3:19).
Según las Notas de Barnes de la Biblia, la palabra convertido significa: “dar media vuelta; regresar al camino del cual uno se ha
salido; y luego alejarse de sus pecados u olvidarlos”. Es una palabra que en su significado general denota ‘volverse por entero a
Dios’.
“La forma de la palabra aquí… (Epistrepsate) no denota pasividad, y esto tal vez pueda verse con más claridad en otros pasajes
en los que se utiliza la misma forma de la palabra” (nota acerca de Hechos 3:19).
Uno de esos pasajes se encuentra en 1 Tesalonicenses 1:9: “y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo
y verdadero”. Convertirse significa alejarse del pecado y esto debe hacerse regularmente.
Buscar el Reino de Dios y su justicia no es fácil. Es obvio que el apóstol Pablo era un cristiano convertido. Él se había
arrepentido, aceptado a Cristo y recibido el Espíritu Santo.
Pero vivir una vida cristiana y vencer al pecado era una lucha.
Veamos algunos de los comentarios que hizo Pablo en Romanos 7:7-23. Primero, Pablo comenta acerca del tema del pecado:
“¿Qué diremos, pues?, ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco
conociera la codicia, si la ley no dijera; no codiciarás” (v. 7).
Después, él habla del hecho de que el pecado era una fuerza poderosa que continuaba manifestándose en sus caminos
perversos: “Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está
muerto” (vv. 8-9).
Cuando Pablo ya supo acerca del mandamiento que decía que codiciar era pecado, tuvo que enfrentar una batalla para sacar
la codicia de su vida. Sin embargo, él sabía que la ley no era el problema: “Porque el pecado, tomando ocasión por el
mandamiento, me engañó, y por él me mató. De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y
bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado,
produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera
pecaminoso” (vv. 11-13).
Después, Pablo habla acerca de la carnalidad (la mente aparte de Dios—Romanos 8:7), que él sabía que tenía que vencer.
“Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no
hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera
que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” (vv. 18-20).
Entonces, ¿cómo explicaba Pablo lo que le estaba pasando? “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal
está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela
contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (vv. 21-23).
La batalla en que Pablo estaba enfrascado era algo frustrante. Él lo reconocía y se preguntaba: “¡Miserable de mí! ¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte?”. Luego, él da la respuesta: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo
mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (vv. 24-25).
Él explica que su liberación era por medio de Jesucristo, quien también nos ofrece la ayuda que necesitamos para volvernos
del pecado y convertirnos.
Dios quiere darnos la vida eterna. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es
paciente para con nosotros, no queriendo que ninguna perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
Veamos lo que dice en Hebreos 12:1-2: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.
A un cristiano se le advierte que debe vencer al pecado y perseverar hasta el fin. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el
fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26).
Entonces, ¿cuál es el resultado final de la conversión? El apóstol Pablo nos da la respuesta en 2 Timoteo 4:7-8: “He peleado la
buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará
el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.
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Todas las citas bíblicas, al menos que se indique, son tomadas de la versión Reina Valera 1960.