Melancolía y Depresión en El Tiempo
Melancolía y Depresión en El Tiempo
Melancolía y Depresión en El Tiempo
y depresión
en el tiempo:
cuerpo, mente y sociedad
en los orígenes
de una enfermedad
emocional
Estela
Roselló
Soberón
cuadernos de historia,
teoría y bienestar 6
CUADERNOS DE HISTORIA,
TEORÍA Y BIENESTAR
6
Conferencia Interamericana
de Seguridad Social
Secretario general
Gibrán Ramírez Reyes
isbn: 978-607-8088-37-9
Melancolía
y depresión
en el tiempo:
cuerpo, mente y sociedad
en los orígenes
de una enfermedad
emocional
Estela
Roselló
Soberón
Índice
Prólogo:
situaciones melancólicas
y contextos depresivos
11
12
13
14
15
16
5
Véase Darrin M. McMahon, Una historia de felicidad, Taurus, Madrid, 2006.
17
18
6
Jean-Jacques Rousseau, Las ensoñaciones del paseante solitario, Alianza Edi-
torial, Madrid, 2016, pp. 62-65.
19
7
Joke Hermsen, La melancolía en tiempos de incertidumbre, Siruela, Madrid,
2019, Edición Kindle.
8
Sigmund Freud, El Malestar de la Cultura, Alianza País, Madrid, 2007.
20
9
Esta es una frase de Susan Sontag, retomada por el texto de Joke Hermsen
citado anteriormente.
21
23
24
25
10
Ver Matthew Bell, Melancholy the Western Malady, , Cambridge University
Press, Cambridge, 2014, p. 3.
26
11
Caroline Walker, Depression and Globalization, University of Michigan, Mi-
chigan, 2004, p. 15.
27
28
29
30
31
12
Spinoza, Ética, Alianza Editorial, Madrid, 2011, p. 284.
13
Hoy, el neurocientífico portugués Antonio Damasio sigue de cerca a Spi-
noza para afirmar que, ciertamente, la tristeza de la que hablaba el filósofo
holandés se acerca mucho a los estados graves de depresión en donde los
sujetos pierden “el poder y la libertad de actuar”. Antonio Damasio, En busca
de Spinoza. Neurobiología de la emoción y de los sentimientos, Crítica, Barce-
lona, 2005, p. 155.
33
14
La historia de la tristeza, la melancolía o la depresión se pueden contar
desde perspectivas completamente distintas: la clínica, la psicoanalítica, la
médica, la cultural. Lo que se contará en las siguientes páginas son algunos
pasajes de una historia que narra, en palabras de Francisco Fernández, al-
gunos aspectos del significado cultural que ha tenido el dolor de la propia
condición humana en las sociedades occidentales a lo largo de varios siglos.
Ver Francisco Ferrández, “La melancolía, una pasión inútil”, Revista de la Aso-
ciación Española de Neuropsicología, núm. 99, vol. 27, 2007, p. 169.
15
El estudio de las emociones desde una perspectiva antropológica e histó-
rica ha cobrado importancia en las décadas más recientes. Clifford Geertz
y Catherine A. Lutz en la antropología, y Peter y Carol Stearns, William Reddy,
Raymond Williams o Barbara Rosenwein en la historia, fueron algunos de los
primeros en insistir en la importancia del giro emocional para interpretar
y explicar la realidad humana. Ver Daniel Wickberg, “What is the History of
Sensibilities? On Cultural Histories, Old and New”, The American Historical
Review, vol. 112, Issue 3, junio de 2007, p. 669.
34
16
Peter N. Stearns y Carol Z. Stearns han hablado de la “emocionología” como
el conjunto de actitudes que una sociedad o un grupo de personas muestran
hacia ciertas emociones básicas que guían las conductas humanas. Ver Jan
Plamper, “The History of Emotions: An Interview with Wiiliam Reddy, Barbara
Rosenwein, and Peter N. Stearns”, History and Theory, 2010, p. 262.
17
Entre los conceptos más interesantes para analizar el lugar que tienen las
sensibilidades en la articulación de relaciones sociales y en la interpretación
y el conocimiento del mundo, se encuentra el de “estructuras de sentimiento”.
Fue Raymond Williams quien lo acuñó y, si bien los postulados estructuralis-
tas que se esconden detrás de él se pueden discutir mucho, lo cierto es que el
concepto ayuda a pensar en la relación entre los individuos, sus hábitos y sus
sociedades y culturas. Ver Paul Filmer, “Structures of Feeling and Socio-cul-
tural Formatios: the Significance of Literature and Experience to Raymond
Williams`s Sociology of Culture”, The Brtiish Journal of Sociology, Wiley On
line Press, 2003, p. 200.
18
Como otros historiadores, Susana Broomhall explica que las emociones
son “construcciones socioculturales moldeadas históricamente; nunca son
35
36
21
Stanley Jackson ha insistido en la aparición y desaparición de un sinnú-
mero de teorías que, a lo largo de los siglos, han ofrecido explicaciones muy
diversas de la etiología y la patogénesis de la melancolía y la depresión. Estas
teorías, dice Jacskon, son expresión de los esfuerzos occidentales por com-
prender la continuidad histórica entre estas experiencias emocionales que,
37
38
39
40
41
En el origen.
La melancolía en la
Antigüedad grecolatina
25
Matthew Bell, Melancholia: the Western Malady, Cambridge University
Press, Cambridge, 2014, p. 23.
43
44
30
En su estudio sobre la culpa de Orestes, Nathaly Mora Contreras afirma que,
efectivamente, la melancolía de Orestes no obedece únicamente al castigo de
los dioses, sino al remordimiento personal que lo confronta consigo mismo.
45
Ver Mora Contreras, “El Orestes de Eurípides y su culpa”, Lengua y habla Re-
vista del Centro de Investigación y Atención Lingüística C.I.A.L., 2015, p. 212.
31
Idem.
46
47
34
Ver Juan Carlos Alby, “La concepción antropológica de la medicina hipocrá-
tica”, Enfoques, núm. 1, vol. 16, 2004, p. 13.
35
Si bien Hipócrates es reconocido como el padre de la medicina occidental,
y como el primero en estudiar sus causas físicas, es importante recordar que
el primer médico interesado en la relación entre el Macrocosmos y el Micro-
cosmos, entre los humores del cuerpo y los astros, fue Alcmeón de Crotona.
Sin embargo, la idea de la correspondencia entre el Macrocosmos y el Micro-
cosmos se desarrolló sobre todo en el pensamiento de Empédocles. Ver Juan
Carlos Alby, op. cit., p. 17.
48
49
36
Clark Lawlor, From Melancholia to Prozac, Oxford University Press, Oxford,
2012, p. 26.
50
37
Por ello, algunos autores han dicho que Aristóteles fue el primero en hablar
del carácter bipolar de la melancolía, rasgo que efectivamente perduró a lo
largo de los siglos como uno de los más típicos de los trastornos depresivos.
Ver Tooney, op. cit., p. 29.
51
38
Entre las innovaciones que trajo la medicina hipocrática a Occidente se en-
contró la observación de síntomas para diagnosticar enfermedades propias
de cada individuo. Ver Matthew Bell, op. cit., p. 24.
39
Ver Tooney, op. cit., p. 33.
52
40
En su espléndida investigación sobre la relación entre la salud y la alimenta-
ción en el Renacimiento, Mariana Coria ha señalado que fueron Hipócrates y
sobre todo Galeno, los primeros en insistir en “el imperativo de buscar dietas
diferentes para hombres enfermos puesto que su alimentación exigía sustan-
cias que el hombre sano no requería”. Ver Mariana Coria, Magia, astrología y
alimentación en la cultura médica novohispana del siglo XVI, tesis de doctora-
do, unam, en proceso, p. 5.
41
En este sentido, Coria recuerda cómo, en su tratado Sobre las propiedades
de los añolentos, Galeno señalaba que “la sangre de aquellos con inclinación a
la bilis negra era gruesa y más oscura, características que también se encon-
traban en quienes incluían en sus dietas lentejas, carne de buey, de víbora, de
cabra y vino oscuro, robusto y áspero”. Coria, op. cit., p. 3.
53
54
55
56
57
Amor y genio:
experiencias melancólicas
de la Edad Media y el Renacimiento
59
42
Rubén Peretó Rivas cita a Evragio Póntico, el monje asceta que en el siglo iv
se retiró a los desiertos de Nitria y Kellia en busca de una vida contemplativa.
Fue él quien describió por primera vez aquella emoción a la que calificó como
“uno de los más peligrosos padecimientos” propio de los monjes del desierto
que decidían vivir lejos del mundo, en soledad. Ver Peretó Rivas, “Angustia
y acedia como patología en el monacato medieval, manifestación y recursos
curativos”, núm. 2, vol. 47, 2017, p. 770.
60
43
Una vez más, Peretó Rivas explica cómo en la Grecia antigua el vocablo kedos
estaba relacionado con no hacer el duelo por los muertos. El término está
presente en las obras de Esquilo, Isócrates, Platón y Sófocles, y se refiere a un
estado de desánimo ante la negación de haber hecho el trabajo por el duelo.
Ver Peretó Rivas, op. cit., p. 772.
44
Siglos más tarde, la acedia como expresión de tristeza se enumeró entre los
pecados capitales; poco a poco, perdió su antiguo sentido y se relacionó con
el pecado de la pereza, debido al síntoma de desgano que generaba este tipo
de melancolía. Ver Jennifer Radden, op. cit., p. 19.
61
45
Al experimentar acedia, el monje perdía el sentido último de su vida, que
no era otro que unirse a Dios. Es decir, el monje paralizado “renunciaba a la
búsqueda de la unidad originaria”. Peretó Rivas, op. cit., p. 772.
46
En su estupedo estudio sobre la melancolía amorosa en La Celestina, Fran-
cisco Ríos revisa varios de los discursos médicos medievales en torno a este
padecimiento. Entre ellos se encuentra la obra de Gordonio. Ver Francisco
Ríos, La tragicomedia de la vida: la pasión amorosa en la cultura urbana hispá-
nica a través de La Celestina 1438-1545, Tesis de Licenciatura, unam, México,
2018, p. 89.
62
47
Francisco Ríos, Ibid., p. 92
48
Idem.
63
49
Arcipreste de Talavera, Corbacho, Austral, Madrid, 1990, p. 73.
64
50
Jimena Gamba, “Hacia una lectura de la teoría neoplatónica del amor en La
Galatea”, Literatura, historia, crítica, Universidad Nacional de Colombia, en
línea, 2006, p. 291.
65
66
53
Panofsky, Saturno y la melancolía, Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 224.
54
La obra de consulta obligatoria para comprender el significado simbólico
de los grabados de Durero es el extraordinario libro de Panofsky, Saturno y
la melancolía.
55
Agradezco a Alfredo Michel Modonesi, gran estudioso y experto en la obra
de Shakespeare, esta observación. Como se verá más adelante, si bien Sha-
kespeare presentó la melancolía de Romeo con ciertos tintes de burla, su
representación del mismo mal en Hamlet anunciaba ya la transformación de
la melancolía renacentista a la melancolía barroca. Ver al respecto Douglas
67
68
57
Para comprender la construcción de Saturno como patrono de la introspec-
ción y la iluminación intelectual, ver Panofsky, op. cit., pp. 139-210.
58
Clark Lawlor los efectos del auge de la alquimia y de la medicina árabe en
los cambios que sufrió la concepción de la melancolía en el Renacimiento.
Mientras que la medicina galénica concibió al cuerpo humano como un siste-
ma cerrado, que mantenía un precario equilibrio humoral, el neoplatonismo,
la alquimia y la influencia de la astrología árabe miraron al cuerpo humano
como un sistema abierto en constante relación con las fuerzas de la Natura-
leza y del Cosmos. Lawlor, op. cit., p. 59.
59
Panofsky, op. cit., p. 184.
60
Clark Lawlor, op. cit., p. 57.
69
61
Clark Lawlor, op. cit., p. 59.
62
Jimena Gamba, op. cit., p. 301.
70
63
Ibid., p. 291.
64
Panofsky, op. cit., 254.
65
Jimena Gamba, op. cit., p. 301.
71
66
No en balde la dignidad humana de la que hablaba Pico della Mirandola en
su famoso Discurso estaba hecha, precisamente de razón, voluntad y libertad.
72
Tal como lo señala Roger Bartra, para fines del siglo xvi, en
las aldeas y las cortes de todo Europa la melancolía se había
convertido en un padecimiento tan común como la peste o la
sífilis.67 Las explicaciones médicas para comprenderla y tratar-
la seguían abrevando del canon galénico e hipocrático, sobre
todo en las versiones que los médicos árabes y judíos habían
difundido de él durante la Edad Media y el Renacimiento.68 Sin
embargo, poco a poco, el orden de las sociedades renacentistas
comenzó a transformarse y, así, el mundo empezó a poblar-
se con brujas, herejes y demonios a los que muchos pensaron
era urgente y necesario combatir. Al mismo tiempo, mientras
el miedo, la intolerancia y el odio se esparcían y se apodera-
ban de muchos rincones de la vida cotidiana europea, las ciu-
dades y las universidades comenzaron a estar habitadas por
67
Roger Bartra, El siglo de la melancolía, Universidad Iberoamericana, México,
1998, p. 22.
68
De acuerdo con Bartra, las versiones árabes más populares de la medicina
de Galeno eran el Canon de Avicena o el De melancholia de Constantino el
Africano, que en realidad era la traducción de otro tratado médico del siglo
X, cuyo autor, Ishaq ibn Imrán, definía la melancolía como “el humor negro
que provoca sentimientos de soledad y abatimiento en el alma”. Roger Bartra,
op. cit., p. 40.
73
69
En su estudio sobre Hamlet y Segismundo, Paloma García Picazo hace una
interesante síntesis histórica del periodo barroco en donde analiza la situa-
ción política de las relaciones internacionales del siglo xvii europeo para com-
prender el contexto cultural que hizo posible que Shakespeare y Calderón
dieran vida a sus melancólicos personajes. Ver García Picazo, “Hamlet y Se-
gismundo como emblemas políticos del sistema de Estados europeos del siglo
xviii: algunas perspectivas internacionales”, Studia Storica: Historia Moderna,
Salamanca, vol. 40, 2018, p. 473.
70
Douglas Trevor explica cómo en el siglo xvii la melancolía ya no se concibió
tanto como una enfermedad amorosa, sino más bien como un padecimiento
psicológico cuyos motivos emergían del yo interior. Ver Trevor, op. cit., p. 73.
Por su parte, Jeremy Schmidt señala que en el siglo xvii surge una nueva ne-
cesidad de comprender la melancolía no solamente desde la medicina, sino
también desde la filosofía moral. Ver Schmidt, Melancholy and the Care of the
Soul. Religious Despair and Religious Melancholy, Ashgate Publishing, Nueva
York, 2007, p. 34.
74
71
Sólo para tenerlo claro: en 1519, Martín Lutero protestó contra los abusos
de una Iglesia cada vez más corrompida. Las denuncias que hizo en sus 95
tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg anunciaron el inicio de la Re-
forma protestante. A partir de ese momento, los seguidores de Lutero, a los
que pronto se sumó el teólogo francés Calvino, creyeron en la doctrina de la
predestinación, que sostenía que la salvación del alma no dependía de las
obras de los hombres, puesto que era Dios quien elegía desde el principio
de los tiempos a quienes serían salvos y a quienes serían réprobos. Para los
protestantes, la libertad era un valor importante en tanto que era a partir
de ella que el sujeto podía vincularse directamente, sin intermediarios, con
Dios. A diferencia de los protestantes, los católicos siguieron creyendo que
la salvación dependía de las buenas obras terrenas, por lo que defendieron la
importancia del libre albedrío al ser el único medio para elegir ganar o perder
la felicidad eterna.
75
72
Jennifer Radden, op. cit., p. 10.
73
Para ver el facsímil del tratado de Bright en línea, buscar Treatise of Melan-
choly, Imprinted in London by Thomas Vautrollier, dwelling in the Black Friers,
1586, The British Library, on line, Octavo Book.
76
74
Roger Bartra, op. cit., p. 48.
75
Ibid., p. 47.
76
Clark Lawlor señala la introducción de conceptos como “nervios, fibras y
espíritus” entre los cambios que vivió el discurso médico sobre el cuerpo
humano, a partir de las nuevas teorías químicas y mecanicistas del siglo xvii.
Ver Lawlor, op. cit., p. 43.
77
78
77
De acuerdo con Jeremy Schmidt, Burton defendió la importancia de mirar
la unidad del cuerpo con el alma; de allí que sus explicaciones supusieran
que los síntomas de la melancolía podían curarse al corregir las pasiones
melancólicas que perturbaban el alma; bajo su visión, los vicios y las pasio-
nes espirituales tenían efectos directos sobre la salud física del melancólico.
Schmidt, op. cit., p. 34.
79
78
En palabras de Jeremy Schmidt, “el pensamiento ético de los siglos xvi y
xvii hizo de su preocupación más importante el control de los deseos y de las
emociones”. Jeremy Schmidt, op. cit., p. 30.
80
79
Burton aconsejaba el uso de técnicas filosóficas inspiradas en los trabajos
de Séneca, Cicerón o Plutarco para consolar el dolor del enfermo melancólico.
Jeremy Schmidt, op. cit., p. 34.
80
Algunos años antes de Burton, el médico teólogo Joseph Hall había señalado
que la mente podía encontrar la tranquilidad si se alejaba de las perturbado-
ras pasiones del alma. Sus teorías estaban inspiradas, también, en el tratado
de Séneca De traqnuilitate anime. Jeremy Schmidt, op. cit., p. 37.
81
81
Jeremy Schmidt, op. cit., p. 36.
82
Tanto Burton como Willis plantearon que la filosofía moral podía ponerse al
servicio de la salvación del alma y del cuerpo. Jeremy Schmidt, op. cit., p. 44.
82
83
Trevor, op. cit., p. 74. En sus estudios sobre la literatura inglesa del siglo
xvii, Douglas Trevor se adentra en el escepticismo filosófico para explicar de
manera magistral la manera en que la duda fue un rasgo esencial dentro del
universo cultural en el que Shakespeare escribió Hamlet. Como se verá a con-
tinuación, Trevor propone que, para muchos, la condición de incertidumbre
no fue fácil de sobrellevar.
83
84
84
De acuerdo con Jeremy Schmidt, el sujeto moderno del siglo xvii sintió te-
rror, angustia y desesperación frente al pecado. Y es que, para la sensibilidad
de los católicos y los protestantes de entonces, el Infierno representó el aban-
dono en que Dios había dejado al hombre después de la Caída. Ciertamente,
tal como señala esta autora, la sensación de abandono divino debió producir
mucho estrés, sufrimiento y agitación mental entre los fieles de aquella época.
Ver Jeremy Schmidt, op. cit., p. 58.
85
Roger Bartra recuerda la melancolía de Santa Teresa, pero también la que
Fray Luis de León padeciera en sus años de prisión, cuando mandaba pedir a
una monja amiga suya unos polvos muy efectivos para contrarrestar su mal.
Ni qué decir de San Juan de la Cruz y la melancolía que sufrió al atravesar la
noche oscura del alma. Ver Roger Bartra, op. cit., pp. 115 y 122.
85
86
Entre las obras más interesantes para adentrarse al universo cultural del
barroco español, para comprender los símbolos, las tensiones y contradiccio-
nes de aquel teatro del mundo, es imprescindible consultar las Pasiones frías
de Fernando R. de la Flor.
87
En este sentido, Paloma García Picazo explica cómo Segismundo se descu-
brió “libre para elegir someterse a la obediencia ciega” y, al hacerlo, se siente
furioso, solo y aterrorizado. Ver García Picazo, op. cit., p. 492.
88
A decir de Enrica Cancilliere, al replegarse en su cueva, Segismundo reco-
noce la soledad como una condición universal y, con ello, se entrega a la me-
lancolía. Ver Cancilliere, “Dos tipos de locura: la rebelión de Segismundo y la
obediencia de don Fernando”, Criticón, Centro Virtual Cervantes, pp. 129-141.
86
89
De acuerdo con Douglas Trevor, aquellos debates entre médicos y filósofos
ingleses generaron dudas sobre todo lo que hasta entonces se había dado por
sentado. Douglas Trevor, op. cit., p. 74.
90
Ibid., p. 77.
91
Douglas Trevor, op. cit., p. 78.
87
92
Explica Trevor que la aceptación de esta condición dejaba al sujeto del siglo
xvii profundamente vulnerable. Asumir que su vida estaba determinada por
la complexión de sus humores hacía dudar al sujeto de la posibilidad de volver
a sentirse bien alguna vez. Ver Douglas Trevor, op. cit., p. 79.
93
La actitud escéptica de Hamlet lo hace dudar de todas sus percepciones.
Douglas Trevor, p. 66. Es precisamente esa duda constante lo que lo conduce
a concluir la imposibilidad del hombre de conocer nada con certeza. Douglas
Trevor, op. cit., p. 80.
88
94
Douglas Trevor, op. cit., p. 78.
89
Melancolía y sensibilidad
en el siglo de la razón
95
Autores como Henry Martyn Loyd, Ann Jessie Sant o Paul Goring han dedi-
cado muchas de sus investigaciones al estudio de la sensibilidad en la episte-
mología sensacionista, la medicina vitalista y la teoría moral de los sentidos
en el siglo xviii. En algunos de sus artículos han explicado el significado que
adquirieron términos como sentimiento, sentido, sensación o sentimental en
la literatura ilustrada de diferentes autores. Ver Henry Martyn Lloyd, The Dis-
crourse of Sensibility: the Knowing Body in the Enlightment, Springer, Nueva
York, 2013, p. 5.
91
96
Durante siglos, el imaginario occidental asoció la melancolía con la posesión
diabólica. Esto, por ejemplo, llevó a que muchos enfermos melancólicos fue-
ran condenados a la hoguera por la Inquisición. También, que muchas muje-
res que sufrían de dicho padecimiento fueran perseguidas y quemadas como
brujas. Fue San Jerónimo el primero en referirse a la melancolía como el baño
del diablo. Ver Roger Bartra, op. cit., p. 73.
92
97
De acuerdo con Soledad Díaz Alarcón, cuando se piensa en la experiencia
melancólica del siglo xviii se pueden distinguir claramente dos tendencias.
Por un lado, dice la autora, se puede identificar cierta simpatía entre varios
filósofos y literatos que la entendieron de forma positiva, y una noción más
bien negativa entre muchos médicos y teólogos que miraron en aquel pade-
cimiento una condición nociva y muy dolorosa para quienes la vivían. Ver So-
ledad Díaz Alacrón, “La melancolía amorosa en el siglo xviii francés”, Alfinge,
Uco Press, Córdoba, 2013, p. 23.
93
98
Paul Goring, The Rethoric of Sensibility in XVIII Century Culture, Cambridge
University Press, Cambridge, 2004, p. 40
99
Henry Martyn Lloyd, op. cit., p. 5.
94
100
Anne Jessie von Sant, Eighteenth Century Sensibility and the Novel: the Sen-
ses in Social Context, Cambridge University Press, Cambridge, 1993. pp. 5-6.
101
Ibid., p. 6
102
Germán Berrios, Historia de los síntomas de los trastornos mentales. La psi-
copatología descriptiva desde el siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, Ciudad
de México, 2008, p. 376.
95
103
Clark Lawlor, op. cit., p. 78.
104
Ibid., p. 77.
96
105
Insgram, Melancholy Experience in Literature of the Long Eighteenth Cen-
tury: Depression, 1660-1800, Palgrave Macmillan, Londres, 2011, p. 43.
106
Ingram, op. cit., p. 38.
107
Es curioso pensar que, para Baxter, algunos melancólicos también podían
enfermar a causa del susto, la muerte de algún ser querido o la sensación de
fuerte pérdida. En esos casos, explicaba el médico inglés, la enfermedad no
tenía relación con la sangre estancada, sino con las pasiones que perturbaban
a los espíritus de la sangre, que viciaban las vísceras, el cerebro y, por lo tanto,
generaban enfermedad. Ingram, op. cit., p. 43.
97
108
Sobre la sentimentalización de la vida y la transformación del sentido vital
entre las burguesías del siglo xviii, ver Paul Goring, op. cit., p. 43.
109
Ingram, op. cit., p. 85.
98
110
Ibid., p. 86.
111
Ibid., p. 90.
99
112
Aleksander Franiczek tiene un interesante artículo en el que analiza la
experiencia de la soledad melancólica en las Ensoñaciones del paseante soli-
tario de Rousseau.
113
De acuerdo con Franiczek, para Rousseau, la mente era el espacio en donde
el ser humano podía unirse con la Unidad, de allí que fuera precisamente en
dicho espacio interno que el sujeto podía encontrar la verdadera felicidad. Ver
Aleksander Franiczek, “The Pleasurable Pain of Melancholic Solitude: Exami-
ning Rousseau´s Emotional Self Indulgence”, Reveries of the Solitary Walker,
Western University, 2017, p. 11.
100
114
Aleksander Franiczek, op. cit., p. 1.
115
En este sentido, Hugo Garciamarín ha dedicado varias reflexiones a ex-
plicar el significado doloroso que tenía la soledad impuesta para Rousseau.
Garciamarín insiste en que, para el filósofo ilustrado, la experiencia solitaria
resultaba sumamente gozosa cuando se trataba de una elección libre. Cuando
la soledad era impuesta, en cambio, el sujeto padecía la ruptura o la falta de
101
afiliaciones sociales tan necesarias para vivir con bienestar. Ver Hugo Gar-
ciamarín, Un ensayo de felicidad y bienestar, Inédito al momento de citarse.
116
Rousseau vive la soledad voluntaria como el estado más favorable para
estimular la imaginación de la mente. Así, para él, la melancolía solitaria era
una experiencia que permitía entrar en contacto con estados mentales más
emocionales y menos racionales, que hacían posible conectarse con lo subli-
me y lo divino. Franiczek, op. cit., p. 9.
117
Franiczek explica que en las Ensoñaciones de Rousseau la Naturaleza fun-
ciona como un espejo interior que permite al sujeto encontrarse con él mis-
mo. La imagen sería recurrente en la literatura Romántica del siglo xix. Ver
Franiczek, op. cit., p. 11.
102
103
120
Ibid., p. 11.
121
Ingram, op. cit., p. 51.
104
122
Idem.
105
123
Para Mary Cosgrove, el melancólico de fines del siglo xviii se convirtió en
el loco “otro” a quien era necesario purgar de su enfermedad si se le deseaba
106
107
109
124
Así, por ejemplo, en el Emilio, Rousseau hablaba de la importancia de una
educación sentimental que hiciera capaces a los seres humanos de reconocer
la vulnerabilidad común entre el otro y uno mismo. Ver Elizabeth A. Dolan,
Seeing Suffering Women´s Literature of the Romantic Era, Routledge, Nueva
York, 2008, p. 5.
110
125
Sobre dichos movimientos abolicionistas y protectores de animales como
rasgo de esta nueva sensibilidad, ver Dolan, op. cit., p. 4.
126
Ver Colin Dekeersgieter, Wordsworth, Ruins, and the Dialectics of Melancho-
lia, The Graduate Center, Nueva York, 2014, p. 111.
111
112
128
Es Eustaquio Barjau quien en la introducción a la novela del romántico
alemán recuerda los curiosos detalles de aquel fenómeno.
129
Eustaquio Barjau (tred.), en Goethe, Los sufrimientos del joven Werther,
Editorial Vicens Vives, Madrid, 2013. p. vii.
113
130
Ver Mark Curran. Atheism, Religion, and Enlightment in Pre-revolutionary
Europe, Boydell Press, Londres, 2012, p. 39.
131
En su artículo “Romanticism and the Culture of Suicide in xix Century
France”, Lisa Lieberman explica que a mediados del siglo xix, los médicos
alienistas debatieron de manera sistemática el origen patológico de este acto.
Así, por ejemplo, en los Annales médico-psychologiques de 1850, muchos mé-
dicos escribieron sobre la relación entre el suicidio y la enfermedad mental.
Sin embargo, en términos culturales, el suicidio formó parte de la sensibi-
lidad melancólica que tanto el neoclasisismo y el romanticismo vincularon
con el heroísmo. Ver Lieberman, “Romanticism and the Culture of Suicide in
xix Century France”, Comparative Studies in Society and History, vol. 33, Issue
3, July 1991, s. p.
132
Lisa Lieberman, op. cit.
114
115
116
137
Raúl Cicero Sabido, “Sintomatología y creatividad. El caso de Federico Cho-
pin”, Gaceta Médica de México, núm. 2, vol. 139, 2003, p. 193.
138
Se sabe que la composición de aquella noche fue el Preludio núm. 15, en
donde la repetición constante de La bemol parece recordar la gota de la lluvia
que atormentaba la cabeza de Chopin sin cesar. Ver “La lluvia mallorquina que
obsesionó a Chopin”, tiempo.com.
139
George Sand y Gustave Flaubert, Correspondencia, Marbot, 2010, p. 55.
117
140
Así lo refería en una de sus muchas cartas a Louise Colet, p, 60.
141
Sand y Flaubert, op. cit., p. 60.
142
Ibid., p. 61.
118
143
Entre muchas otras autoras, Laura Alexander ha estudiado las ideas mé-
dicas que vinculaban la histeria con los ciclos fisiológicos de las mujeres. Ver
Laura Alexander, The Beauty of Melancholy and British Women Writers 1670-
1720, Cambridge Scholars Publishing, Cambridge, 2019, pp. 2-5.
144
La teoría hipocrática de que la causa de la histeria era un útero que se
había desacomodado de su lugar continuó vigente durante muchos siglos.
Bajo aquella mirada, un simple estornudo podía ayudar a colocarlo y, por lo
tanto, a curar la histeria.
145
Israel Roncero, “Melancólicas y emancipadas. La transformación de los mi-
tos de la feminidad patológica en discursos de empoderamiento femenino”,
Cuadernos Kóre, núm. 8, p. 281.
119
146
Sobre el contexto social y cultural en el que se construye la histeria de las
mujeres burguesas europeas, vale la pena asomarse a las obras de Asti Hus-
tvedt, Medical Muses.Hysteria in XIX Century in Paris, Bloomsbury, Londres,
2011, y a Evelyne Ender, Sexing the Mind. XIX Century Fictions of Hysteria,
Cornell University Press, Ithaca y Londres, 1995.
147
Ver Israel Roncero, op. cit., p. 286.
120
148
Ver David T. Gies, “Romanticismo e histeria en España”, Biblioteca Virtual
Cervantes, 2007, p. 216.
149
Ver Israel Roncero, op. cit., p. 284.
121
150
Asti Hustvedt, Medical Muses: Hysteria in XIX Century Paris, Bloomsbury,
Londres, 2011, p. 21.
151
Israel Roncero, op. cit., p. 277.
122
152
Sobre la vida de las mujeres en aquellos asilos ver Thomas Knowles and
Serena Tnowbridge, Insanity and the Lunatic Asylum in the XIX Century, Rout-
ledge, Londres, 2015.
123
124
153
Clark Lawlor, op. cit., p. 111.
154
Pinel llegó a afirmar que los melancólicos no estaban enfermos, sino sim-
plemente vivían obsesionados con sus objetos de fijación. En ocasiones, el
suicidio era la obsesión más peligrosa entre los melancólicos. Ver Guillermo
Calderón Narváez, Depresión: un libro para enfermos deprimidos y médicos en
general, Trillas, Ciudad de México, 1999, p. 12.
125
126
158
Ibid., p. 133.
159
Germán E. Berrios, Historia de los síntomas de los trastornos mentales. La
psicopatología descriptiva desde el siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, Ciu-
dad de México, 2008, p. 382.
160
Idem.
127
161
Lipemanía se utilizó en la psiquiatría francesa, pero no en la alemana, la
suiza, la austriaca ni la británica, donde se continuó hablando de melancolía
durante mucho tiempo. Lawlor, op. cit., p. 114.
162
Idem.
163
Jennifer Radden, op. cit., p. 16.
164
Germán E. Berrios, op. cit., p. 384.
128
165
Rogelio Luque y Germán Berrios, op. cit., p. 135.
166
De acuerdo con Kraepelin, la psicosis maniaco-depresiva se presentaba
más en mujeres que en hombres. Andrés Ríos Molina, op. cit., p. 111.
167
Alejandro Ávila, “Psicodinámica de la depresión”, Anales de Psicología, núm.
1, vol. 6, p. 38.
129
168
Andrés Ríos Molina, Ibid., p. 112. Cabe recordar que el primero en hablar
de la relación médica entre la manía y la melancolía fue Areteo de Capadocia,
en el siglo ii d. C. Ver Ávila, op. cit., p. 38.
169
Clark Lawlor, op. cit., p. 136. Emile Kraepelin fue profesor en la Universidad
de Tartu (hoy en Estonia), en Heidelberg y en Viena. Fue contemporáneo y
coetáneo de Sigmund Freud, aunque no se conocieron realmente. De acuerdo
con el padre de la psiquiatría moderna, el trastorno maníaco-depresivo se
producía debido a las lesiones cerebrales de un enfermo; sin embargo, Krae-
pelin señaló que la herencia genética y la historia personal también podían
ser factores a tomar en cuenta en el diagnóstico de dicho trastorno. Ver Carlos
Rojas Malpica y Daniela Rojas Esser, op. cit., p. 70.
170
Actualmente, muchos psiquiatras y especialistas en las neurociencias con-
tinúan explorando las áreas del cerebro y los circuitos nerviosos para diag-
nosticar enfermedades mentales como la esquizofrenia, la depresión o las
adicciones. Carlos Rojas Malpica y Daniela Rojas Esser, op. cit., p. 72.
130
131
Pérdida y melancolía:
el inicio de una vieja historia
Para fines del siglo xix, Viena era una de las capitales cultu-
rales del viejo mundo y una metrópoli cuyo poder económico
reflejaba el desarrollo que vivían los grandes imperios euro-
peos en aquel momento. Por sus calles paseaban personajes
como Ludwig Wittgenstein, Joseph Roth, Gustav Mahler o Ar-
nold Schönberg. Además, sus élites burguesas eran uno de los
sectores financieros más prósperos del continente, mientras
que sus clases medias hacían alarde de una sólida educación
liberal que formaba a médicos y abogados muy prestigiosos.
La Viena de fines del siglo xix y principios del xx también fue
el escenario en donde surgieron las teorías más novedosas y
revolucionarias sobre la melancolía y la depresión de la época
contemporánea.
Entre 1883 y 1885, Theodor Meynert invitó al neurólo-
go y psiquiatra Sigmund Freud a trabajar en su laboratorio de
estudios cerebrales en el Hospital General de Viena. El doc-
tor Freud aceptó la invitación y durante un tiempo colaboró
con Meynert en sus intentos de profundizar en las teorías
fisiológicas para comprender la naturaleza de la locura. Poco
a poco, Freud se separó de la psiquiatría y prefirió buscar ex-
plicaciones psíquicas para los trastornos y enfermedades de la
mente, entre las que le interesaban especialmente la histeria
y la depresión. Como se verá más adelante, sus ideas sobre
133
171
Carlos Rojas Malpica y Daniela Rojas Eser, op. cit., p. 72
172
Idem.
173
Alejandro Ávila, op. cit., p. 39.
134
174
Ver Clark Lawlor, op. cit.,p. 143. Wilhelm Fliess fue un médico polaco, ami-
go de Freud, con quien el psiquiatra vienés mantuvo una larga y fructífera
correspondencia entre 1887 y 1904.
175
Clark Lawlor, op. cit.,p. 144.
176
Jennifer Radden, op. cit., p. 29.
177
Francisco Fernández, op. cit., p. 175.
178
Alejandro Ávila, op. cit., p. 40.
135
179
Borja Rodríguez Gutiérrez, “Melancólicos y solitarios: la voz de la tristeza
en el Romanticismo”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2018,
s. p.
136
180
Ana Meléndez, op. cit.
181
Alejandro Ávila, op. cit., p. 41.
137
182
Para una mirada sobre la influencia del pensamiento de Freud en la cultura
occidental, la obra obligada es la de Peter Gay, Freud for Historians, Oxford
University Press, Oxford, 1985.
183
De acuerdo con Jennifer Radden, a partir de Freud el mundo occidental
identificó a la depresión sobre todo con esas tres emociones. Ver Radden,
Ibid., p. 45.
138
Medicar la angustia:
los antidepresivos entran en escena
139
184
Ver Allan Horowitz and Jerome C.Wakefield, The Loss of Sadness. How Psy-
chiatry Transformed Normal Sorrow into Depressive Disorder, s. p.
185
Guillermo Calderón Narváez, op. cit.., p. 17.
140
186
Éste es el proceso que Allan V.Horowitz y Jerome C. Wakefield han llamado
patologización de la tristeza.
141
187
Ver Clark Lawlor, op. cit., p. 157.
188
De acuerdo con Clark Lawlor, entre 1918 y 1952 los psiquiatras norteame-
ricanos utilizaban el Statistical Manual for the Use of Hospitals for Mental Di-
seases para decidir cómo tratar a los enfermos mentales dentro de los asilos.
Ver Clark Lawlor, op. cit., p. 165.
189
Ibid., p. 165.
142
190
Clark Lawlor, op. cit., p. 165. Allan V. Horowitz y Jerome C. Wakefield han
señalado cómo para el año 2000 la venta de antidepresivos como el Paxil o
el Efexor generó en Estados Unidos siete billones de dólares. Ver Horowitz y
Wakefield, op. cit., s.p.
191
Clark Lawlor, op. cit., p. 176.
143
192
Ana Gabriela Jiménez Cubría, “Los diez países que más consumen antide-
presivos”, Merca2.0, 17 de noviembre de 2015.
193
Excelsior, 8 de diciembre de 2011.
144
194
Esta información la proporcionó el presidente de la Anafarmex (asociación
Nacional de Farmacias de México), Antonio Pascual Feria, el 3 de mayo de
2020. De acuerdo con él, el distanciamiento social, el aislamiento para evitar
los contagios y la constante sensación de peligro y amenaza generados por la
pandemia han tenido efectos muy notorios en el incremento de las ventas de
antidepresivos entre la población mexicana. Ver Infobae, 3 de mayo de 2020.
195
La sociedad norteamericana y las europeas han sido llamadas socieda-
des psicofarmacológicas. Sólo entre 1990 y 2000, el uso de antidepresivos en
145
Estados Unidos creció 70%, en Europa 44% y en Japón 30%, frente a 1.6%
en Sudamérica o 13% en Sudáfrica. Ver Martin Knapp et al., Salud mental en
Europa: políticas y prácticas, Observatorio Europeo de Políticas y Sistemas
Sanitarios, España, 2007.
196
Así, por ejemplo, el Royal College of Psychiatrists ha señalado que, después de
tres meses, mejoran entre 50 y 60% de las personas que consumen antidepre-
sivos, mientras que, en el mismo periodo, mejoran entre 25% y 30% de quie-
nes reciben placebos. Ver Elizabeth C. Velázquez y Manuel Lino, “Depresión en
2020 será la principal causa de discapacidad den México”, Animal Político, s.p.
146
197
Ver Elizabeth C. Velázquez y Manuel Lino, “Depresión en 2020 será la prin-
cipal causa de discapacidad en México”, Animal Político, 22 de julio de 2018.
147
Indeseables,
olvidados y deprimidos
198
En palabras de Matthew Bell, la depresión ha generado sujetos socialmente
no admitidos, disfuncionales socialmente. Ver Matthew Bell, op. cit., p. 6.
149
199
Idem. Foucault puntualizó que a partir del siglo xix la estrategia del Estado
para liberarse de los sectores “indeseados” fue confinarlos en asilos o insti-
tuciones mentales.
150
2018, p. 22.
151
152
Depresión y tristeza:
¿costos y beneficios?
201
Nuevamente merece la pena recordar a Sara Ahmed cuando explica cómo
“el dolor está vinculado con la manera en que habitamos el mundo, en que
vivimos en relación con las superficies, cuerpos y objetos que conforman los
lugares que habitamos”. Ver Ahmed, op. cit., p. 59.
153
202
Esta información aparecía en las páginas oficiales tanto de la oms como
de la ops.
154
155
condiciones para conseguir un éxito que se dice sólo depende de uno mismo
resulta verdaderamente aplastante y devastadora.
204
Aquí, Byung Chul Han sigue de cerca varias ideas de Hannah Arendt, quien
señalaba que las sociedades modernas redujeron al ser humano al trabajo
como única acción vital. Byung Chul Han, op. cit., p. 18.
156
206
Para el filósofo surcoreano, la sociedad del rendimiento es “la sociedad
del dopaje”, una sociedad en donde los seres humanos se auto explotan, se
“queman” y viven como muertos vivientes. Ver Byung Chul Han, op. cit., p. 44.
157
México en la mira:
depresión, responsabilidad pública
y solidaridad humana
207
Boletín núm. 1290 de la Cámara de Diputados, 17-03-2019.
208
Boletín UNAM, “De cada 100 mexicanos 15 padecen depresión”, Ciudad de
México, 26 de junio 2019.
209
Idem.
159
210
Idem.
211
Erick Ramírez Martínez, “La Depresión ronda a nuestros jóvenes”, El Sol de
México, 21 de enero de 2020. Esta nota se publicó algunos días después del
tiroteo en el que un niño de 11 años asesinó e hirió a varios de sus maestros
y compañeros en el Colegio Cervantes de Torreón.
212
Elizabeth C. Velázquez y Manuel Lino, “Depresión en 2020 será la principal
causa de discapacidad en México”, Animal Político.
160
161
162
213
Sara Ahmed, op. cit., p. 48.
163
214
Aquí sigo a Ahmed cuando retoma a Wendy Brown para explicar cómo los
regímenes políticos que hacen de las heridas históricas el pilar de las identi-
dades colectivas imposibilitan hacer política y solamente promueven la ven-
ganza. Ver Ahmed, op. cit., p. 65.
215
Es Joke Johannetta Hermsen en su libro sobre la melancolía en tiempos de
incertidumbre quien recuerda esta idea de Brecht. Joke Johannetta Hermsen,
La melancolía en tiempos de incertidumbre, Siruela, Madrid, 2019, p. 124.
164
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Bibliografía consultada
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