Sesión 6. Algo Huele Mal - Asco y Literatura

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Celee con ganas: Café literario 2024-II

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U. del Rosario

CICLO 2: “CON LOS NERVIOS DE PUNTA: LOS SENTIMIENTOS EN LA


LITERATURA”
SESIÓN 6: “ALGO HUELE MAL: ASCO”

Rojas Pinilla (1954) – Débora Arango

“Lo incorrecto se hace repugnante solo cuando desmiembra la totalidad de la forma, cuando revela un carácter de
total chapucería cuya desmesura nos indigna si es que no nos resulta ridícula. Lo vulgar es feo porque con su
mezquindad, debilidad y bajeza, representa la falta de libertad que podría llevarse más allá de sus límites, pero, sin
embargo, permanece en la trivialidad del azar y la arbitrariedad […] La antítesis a lo bello agradable es lo
repugnante, y precisamente: 1) como negación de lo gracioso, lo tosco; 2) de lo lúdico, lo vacío y lo muerto; 3) de
lo atractivo, lo horrido. Lo tosco es la falta de articulación, de desarrollo en la belleza de las partes; lo muerto es la
falta de movimiento, la indistinción de la existencia; lo horrido es la activa destrucción de la vida a través de lo
negativo que se manifiesta también en forma negativa. Desde el punto de vista de lo sublime, lo tosco se
contrapone a lo grande, lo muerto a lo potente, lo horrido a lo majestuoso: la suprema distinción de lo sublime
excluye de si toda vulgaridad, mientras que lo repugnante la acoge en sí, lo sublime transfigura el finito en la
idealidad de su infinitud, mientras lo repugnante ahonda en la suciedad de lo finito; lo sublime se exalta con
fuerzas divinas hasta el heroísmo, mientras que lo repugnante, con su informalidad e impotencia, se abate hasta la
hipocondría”. Karl Rosencranz: Estética de lo feo (1853).

LA GOTA DE AGUA – HANS CHRISTIAN inadvertidos; y, sin embargo, están allí, no cabe duda.
ANDERSEN Se diría casi un plato lleno de cangrejos que saltan en
revoltijo. Son muy voraces, se arrancan unos a otros
Seguramente sabes lo que es un cristal de aumento, brazos y patas, muslos y nalgas, y, no obstante, están
una lente circular que hace las cosas cien veces alegres y satisfechos a su manera.
mayores de lo que son. Cuando se coge y se coloca Pues he aquí que vivía en otro tiempo un anciano a
delante de los ojos, y se contempla a su través una gota quien todos llamaban Crible-Crable, pues tal era su
de agua de la balsa de allá fuera, se ven más de mil nombre. Quería siempre hacerse con lo mejor de todas
animales maravillosos que, de otro modo, pasan
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las cosas, y si no se lo daban, se lo tomaba por arte de detrás de la oreja, un chichoncito insignificante, pero
magia. Así, peligraba cuanto estaba a su alcance. le duele, y todavía le va a doler más.
El viejo estaba sentado un día con un cristal de Y se echaban sobre él, y lo agarraban, y acababan
aumento ante los ojos, examinando una gota de agua comiéndoselo por culpa del chichón. Otro permanecía
que había extraído de un charco del foso. ¡Dios mío, quieto, pacífico como una doncellita; sólo pedía
que hormiguero! Un sinfín de animalitos yendo de un tranquilidad y paz. Pero la doncellita no pudo
lado para otro, y venga saltar y brincar, venga quedarse en su rincón: tuvo que salir, la agarraron y,
zamarrearse y devorarse mutuamente. en un momento, estuvo descuartizada y devorada.
-¡Es muy divertido! -dijo el brujo.
-Sí, pero ¿qué crees que es? -preguntó Crible-
Crable-. ¿Eres capaz de adivinarlo?
-Toma, pues es muy fácil -respondió el otro-. Es
Copenhague o cualquiera otra gran ciudad, todas son
iguales. Es una gran ciudad, la que sea.
-¡Es agua del charco! -contestó Crible-Crable.

ÚLTIMO CUERPO – JORGE EDUARDO


EIELSON
-¡Qué asco! -exclamó el viejo Crible-Crable-. ¿No
Cuando el momento llega y llega
habrá modo de obligarlos a vivir en paz y quietud, y
Cada día el momento de sentarse humildemente
de hacer que cada uno se cuide de sus cosas?
A defecar y una parte inútil de nosotros
Y piensa que te piensa, pero como no encontraba
Vuelve a la tierra
la solución, tuvo que acudir a la brujería.
Todo parece más sencillo y más cercano
-Hay que darles color, para poder verlos más bien
Y hasta la misma luz de la luna
-dijo, y les vertió encima una gota de un líquido
Es un anillo de oro
parecido a vino tinto, pero que en realidad era sangre
Que atraviesa el comedor y la cocina
de hechicera de la mejor clase, de la de a seis
Las estrellas se reúnen en el vientre
peniques. Y todos los animalitos quedaron teñidos de
Y ya no duelen sino brillan simplemente
rosa; parecía una ciudad llena de salvajes desnudos.
Los intestinos vuelven al abismo azul
-¿Qué tienes ahí? -le preguntó otro viejo brujo que
En donde yacen los caballos
no tenía nombre, y esto era precisamente lo bueno de
Y el tambor de nuestra infancia
él.
-Si adivinas lo que es -respondió Crible-Crable-, te
UNA GATA – LEGNA RODRÍGUEZ IGLESIAS
lo regalo; pero no es tan fácil acertarlo, si no se sabe.
El brujo innominado miró por la lupa y vio
Lo que hago con la poesía es tapar la mierda.
efectivamente una cosa comparable a una ciudad
Tapo y tapo. Con las manos. Con los pies.
donde toda la gente corría desnuda. Era horrible, pero
Como un gato o una gata que no presta atención.
más horrible era aún ver cómo todos se empujaban y
golpeaban, se pellizcaban y arañaban, mordían y
EL OTRO HOMBRE – MIGUEL DELIBES
desgreñaban. El que estaba arriba quería irse abajo, y
viceversa.
Si nevaba en la ciudad, se originaba, en cada esquina,
-¡Fíjate, fíjate!, su pata es más larga que la mía.
un próximo riesgo de romperse la crisma. La nieve
¡Paf! ¡Fuera con ella! Ahí va uno que tiene un chichón
caída y pisoteada se endurecía con la helada nocturna
y las calles se transformaban en unas pistas relucientes

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y vítreas, más apropiadas para patinar que para -Dejaré las gafas en el óptico antes de ir a la
transitar por ellas. Para los chicos, el acontecimiento oficina. No en Pérez Fernández. Ya estoy
era tan tentador que bastaba, incluso, para justificar escarmentado. Ese lo hace todo caro y mal. Se las
sus ausencias de la escuela. dejaré a este de la esquina. Me ha dicho Marcelino que
Y en estas cosas menores, en que caiga la nieve y trabaja bien y rápido. Me corren prisa.
la helada la endurezca, en un resbalón y una caída
aparatosa, están escondidos muchas veces el destino
de los hombres y los grandes cambios de los hombres;
a veces su felicidad, a veces su infortunio. Tal le
aconteció a Juan Gómez, de veintisiete años, recién
casado, usuario de una vivienda protegida de fuera del
puente. Hasta aquel día ella no se había dado cuenta
de nada. De que le amaba, no le cabía la menor duda.
Y, sin embargo, si era así, nada justificaba aquel
extraño retorcimiento, algo blando como un asco, que
aquella mañana constataba en el fondo de sus
entrañas. Que a Juan le faltasen las gafas no
justificaba en apariencia nada trascendental, ni había
tampoco nada de trascendental en la forma de
producirse la rotura, al caer en la nieve la tarde
anterior de regreso de la oficina. Y no obstante, al Ella no respondió. No tenía nada que decir; por
verle desayunar ahora ante ella, indefenso, con el primera vez en diez años le faltaban palabras para
largo pescuezo emergiendo de un cuello dirigirse a Juan Gómez. Sí, no tenía ninguna palabra a
desproporcionado y con el borde sucio, mirándola punto disponible. Estaba vacía como un tambor.
fijamente con aquellas pupilas mates y como cocidas, Acumuló sus últimas fuerzas para mirar los ojos
sintió una sacudida horrible. romos de él, desguarnecidos, y, por primera vez en la
-¿Te ocurre algo? ¿Tienes frío? -dijo él. vida, los vio tal cual eran, directamente, sin ser
La interrogaba solícito, suavemente afectuoso, velados por el brillante artificio del cristal.
como tantas otras veces, mas hoy a ella le lastimaba el Experimentó un escalofrío. Aquellos ojos
tonillo melifluo que empleaba, su conato de blanda evidentemente no eran los de Juan. A ella siempre le
protección. gustaron los hombres con lentes; las gafas prestaban
-¡Qué tontería! ¿Por qué habría de ocurrirme nada? al hombre un aire adorable de intelectualidad, de ser
-dijo ella, y pensó para sí: “¿Será un hijo? ¿Será un superior, cerebral y diligente. Y los de Juan,
hijo este asco insufrible que noto hoy dentro de mí?”. amparados por los cristales, eran, además, unos ojos
Se removía inquieta en la silla como si algo urgente fulgurantes, descarados, audaces. Por eso se enamoró
la apremiase y unas manos invisibles la aplastasen de él, por aquellos ojos tan despiadados que para
implacables contra el asiento. Detrás de los cristales contenerles era necesario preservarles con una valla
volvía a nevar. Y a ella debería servirle ver caer la de cristal. “Estoy pensando tonterías”, se dijo. “Lo
nieve tras la ventana, como tantas veces, para apreciar más seguro es que esto sea un niño. Todas dicen que
la confortabilidad del hogar, su vida íntima bien cuando va una a tener un niño se notan cosas raras y
asentada, caliente y apetecible. Pero no. Hoy estaba él ascos y aversiones sin fundamento.” La voz de él
allí. Juan migaba el pan en el café y mascaba las sopas frente a ella la asustó.
resultantes con ruidosa voracidad. De repente alzó la -¿Qué piensas, querida, si puede saberse?
cabeza. Dijo: El tono de voz de Juan era ahora irritado, suspicaz.

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Ella sacudió la cabeza con violencia, y sintió una al notar el cuerpo de él junto al suyo, tratando de
extraña rigidez en los miembros, algo así como una serenarse. Luego los volvió a abrir. No,
contenida rebelión. Dijo: decididamente, aquél no era Juan, su Juan, Juan
-No sé, no sé lo que pienso. Tengo muchas cosas Gómez, de veintisiete años, con sus gafas siempre
en la cabeza. limpias, impolutas, y un destello vivaz en las pupilas.
Era otro hombre; un hombre extraño, que se
aprovechaba de la nieve endurecida sobre el
pavimento, y de la caída, y de la rotura del cristal.
Sintió un vértigo y gritó fuerte. Pero su resistencia
avivaba en Juan Gómez una glotona sensualidad. Y
Juan Gómez, al besar los labios de su mujer, se dio
cuenta de que ella pendía inerte de sus brazos, de que
se había desvanecido. Pero no se le ocurrió pensar en
estas cosas menores: en que caiga la nieve y la helada
la endurezca, en un resbalón y una caída aparatosa, se
esconden muchas veces el destino y los grandes
cambios de los hombres.
No podía decirle que pensaba en sus ojos, que
LA SEÑAL – INÉS ARREDONDO
pensaba algo así como que él no era él: que su
personalidad era tan menguada e inestable que
El sol denso, inmóvil, imponía su presencia; la
desaparecía con las gafas rotas para transmudarle en
realidad estaba paralizada bajo su crueldad sin tregua.
un pelele. De repente ella se avergonzó de estar
Flotaba el anuncio de una muerte suspensa, ardiente,
conviviendo tranquilamente con aquel hombre. ¿Qué
sin podredumbre pero también sin ternura. Eran las
diría Juan, su Juan, cuando regresase del óptico con
tres de la tarde.
las gafas arregladas y su mirada fulgurante, descarada
Pedro, aplastado, casi vencido, caminaba bajo el
y audaz? Volvía él a escrutarla maritalmente, con sus
sol. Las calles vacías perdían su sentido en el
ojos insípidos, mientras sus dientes trituraban
deslumbramiento. El calor, seco y terrible como un
ferozmente el panecillo empapado en café con leche.
castigo sin verdugo, le cortaba la respiración. Pero no
Ella sintió que las pupilas de un extraño buceaban
importaba: dentro de sí hallaba siempre un lugar
descaradamente bajo sus ropas, tratando de adivinar
agudo, helado, mortificante que era peor que el sol,
su escueta desnudez. “Este hombre no tiene ningún
pero también un refugio, una especie de venganza
derecho a interpretarme así”, pensó. “Esto es un
contra él.
atrevimiento desvergonzado. Lo denunciaré, lo
Llegó a la placita y se sentó debajo del gran laurel
denunciaré por allanamiento de persona”, se dijo en
de la India. El silencio hacía un hueco alrededor del
un vuelo fantástico de la imaginación. Pensó en todo
pensamiento. Era necesario estirar las piernas, mover
el horror y vergüenza de un adulterio y se puso de pie
un brazo, para no prolongar en uno mismo la quietud
con violencia. Sin decir palabra dio media vuelta y se
de las plantas y del aire. Se levantó y dando vuelta
dirigió hacia la puerta, pero él se incorporó de un salto
alrededor del árbol se quedó mirando la catedral.
y la tomó por la cintura:
Siempre había estado ahí, pero solo ahora veía que
-Ven, criatura, dame un beso; me marcho ya.
estaba en otro clima, en un clima fresco que
Ella veía los dos ojos inexpresivos a un palmo de
comprendía su aspecto ausente de adolescente que
los suyos, dos ojos fofos, como empañados de un vaho
sueña. Lo de adolescente no era difícil descubrirlo, le
indefinible. Y un surco pronunciado, seco como un
venía de la gracia desgarbada de su desproporción: era
hachazo, en la parte más alta de la nariz. Cerró los ojos
demasiado alta y demasiado delgada. Pedro sabía

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desde niño que ese defecto tenía una historia humilde: mirarlo. Sus ojos podían obligar a cualquier cosa, pero
proyectada para tener tres naves, el dinero apenas solo pedían.
había alcanzado para terminar la mayor; y esa pobreza —Perdóneme usted. Para mí también es penoso,
inicial se continuaba fielmente en su carácter limpio pero tengo que hacerlo.
de capilla de montaña —de ahí su aire de pinos. Cruzó Él tenía. Y si Pedro no lo ayudaba, ¿quién iba a
la calle y entró, sin pensar que entraba en una iglesia. hacerlo? ¿Quién iba a consentir en tragarse la
No había nadie, solo el sacristán se movía como humillación inhumana de que otro le besara los pies?
una sombra en la penumbra del presbiterio. No se oía Qué dosis tan exigua de caridad y de pureza cabe en
ningún ruido. Se sentó a mitad de la nave el alma de un hombre… Tuvo piedad de él.
cómodamente, mirando los altares, las flores de —Está bien.
papel… pensó en la oración distraída que haría otro, —¿Quiere descalzarse?
el que se sentaba habitualmente en aquella banca, y
hubo un instante en que llegó casi a desear creer así,
en el fondo, tibiamente, pero lo suficiente para vivir.
El sol entraba por las vidrieras altas, amarillo,
suave, y el ambiente era fresco. Se podía estar sin
pensar, descansar de sí mismo, de la desesperación y
de la esperanza. Y se quedó vacío, tranquilo, envuelto
en la frescura y mirando al sol apaciguado deslizarse
por las vidrieras.
Entonces oyó los pasos de alguien que entraba
tímida, furtivamente. No se inquietó ni cambió de
postura siquiera; siguió abandonado a su indiferente
bienestar hasta que el que había entrado estuvo a su Era demasiado. La sangre le zumbaba en los oídos,
lado y le habló. estaba fuera de sí, pero lucido, tan lucido que presentía
Al principio creyó no haber entendido bien y se el asco del contacto, la vergüenza de la desnudez, y
volvió a mirarlo. Su rostro estaba tan cerca que pudo después el remordimiento y el tormento múltiple y sin
ver hasta los poros sudorosos, hasta las arrugas junto cabeza. Lo sabía, pero se descalzó.
a la boca cansada. Era un obrero. Su cara, esa cara que Estar descalzo así, como él, inerme y humillado,
después le pareció que había visto más cerca que aceptando ser fuente de humillación para otro… nadie
ninguna otra, era una cara como hay miles, millones: sabría nunca lo que eso era… era como morir en la
curtida, ancha. Pero también vio los ojos grises y los ignominia, algo eternamente cruel.
párpados casi transparentes, de pestañas cortas, y la No miró al obrero, pero sintió su asco, asco de sus
mirada, aquella mirada inexpresiva, desnuda. pies y de él, de todos los hombres. Y aún así se había
—¿Me permite besarle los pies? arrodillado con un respeto tal que lo hizo pensar que
Lo repitió implacable. En su voz había algo tenso, en ese momento, para ese ser, había dejado de ser un
pero la sostenía con decisión; había asumido su parte hombre y era la imagen de algo más sagrado.
plenamente y esperaba que él estuviera a la altura, sin Un escalofrío lo recorrió y cerró los ojos… Pero los
explicaciones. No estaba bien, no tenía por qué labios calientes lo tocaron, se pegaron a su piel… Era
mezclarlo, ¡no podía ser! Era todo tan inesperado, tan amor, un amor expresado de carne a carne, de hombre
absurdo. a hombre, pero que tal vez… El asco estaba presente,
Pero el sol estaba ahí, quieto y dulce, y el sacristán el asco de los dos. Porque en el primer segundo,
comenzó a encender con calma unas velas. Pedro cuando lo rozaba apenas con su boca caliente, había
balbuceó algo para excusarse. El hombre volvió a pensado en una aberración. Hasta eso había llegado
para después tener más tormento… No, no, los dos

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sentían asco, solo que por encima de él estaba el amor. disfrazadas de hiena,
Había que decirlo, que atreverse a pensar una vez, tan de tapir con mochila.
solo una vez, en la crucifixión. Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.
El hombre se levantó y dijo: “Gracias”; lo miró con Las ventanas que escupen dentaduras de piano,
sus ojos limpios y se marchó. cacerolas,
Pedro se quedo ahí, solo ya con sus pies desnudos, espejos,
tan suyos y tan ajenos ahora. Pies con estigma. piernas carbonizadas.
Para siempre en mí esta señal, que no sé si es la
del mundo y su pecado o la de una desolada
redención.
¿Por que yo? Los pies tenían una apariencia tan
inocente, eran como los de todo el mundo, pero
estaban llagados y él solo lo sabía. Tenía que mirarlos,
tenía que ponerse los calcetines, los zapatos… Ahora
le parecía que en eso residía su mayor vergüenza, en
no poder ir descalzo, sin ocultar, fiel. No lo merezco,
no soy digno. Estaba llorando.
Cuando salió de la iglesia el sol se había puesto ya.
Nunca recordaría cabalmente lo que había pensado y
sufrido en ese tiempo. Solamente sabía que tenía que
aceptar que un hombre le había besado los pies y que
eso lo cambiaba todo, que era, para siempre, lo más
importante y lo más entrañable de su vida, pero que Porque mirad
nunca sabría, en ningún sentido, lo que significaba. sin musgo,
mi corazón de yesca,
HAZAÑA – OLIVERIO GIRONDO qué hicimos,
qué hemos hecho
Todo, con nuestras pobres manos,
todo, con nuestros esqueletos de invierno y de verano.
en el aire,
en el agua, Desatar el incendio.
en la tierra Aplaudir el desastre.
desarraigado y ácido, Trasladar,
descompuesto, sobre caucho,
perdido. apetitos de pústula.
El agua hecha caballo antes que nube y lluvia. Prostituir los crepúsculos.
Los toros transformados en sumisas poleas. Adorar los bulones
El engaño sin malla, y los secos cerebros de nuez reblandecida…
sin “tutu”, Como si no existiera más que el sudor y el asco;
sin pezones. como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre
las raíces del odio;
La impúdica mentira exhibiendo el trasero como si ya no fuese bastante deprimente
en todas las posturas, saber que sólo somos un pálido excremento
en todas las esquinas. del amor,
Las polillas voraces de expediente cocido, de la muerte.

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BEATRIZ, LA POLUCIÓN – MARIO sensual, pero no sé qué quiere decir. Entonces me


BENEDETTI prometió que lo consultaría con su prima Sandra,
porque es mayor y en su escuela dan clase de
Dijo el tío Rolando que esta ciudad se está poniendo educación sensual. El jueves vino a verme muy
imbancable de tanta polución que tiene. Yo no dije misteriosa, yo la conozco bien cuando tiene un
nada para no quedar como burra pero de toda la frase misterio se le arruga la nariz, y como en la casa estaba
sólo entendí la palabra ciudad. Después fui al Graciela, esperó con muchísima paciencia que se
diccionario y busqué la palabra imbancable y no está. fuera a la cocina a preparar las milanesas, para
decirme, ya averigüé, semen es una cosa que tienen
los hombres grandes, no los niños, y yo, entonces
nosotras todavía no tenemos semen, y ella, no seas
bruta, ni ahora ni nunca, semen sólo tienen los
hombres cuando son viejos como mi padre o tu papi
el que está preso, las niñas no tenemos semen ni
siquiera cuando seamos abuelas, y yo, qué raro eh, y
ella, Sandra dice que todos los niños y las niñas
venimos del semen porque este liquido tiene bichitos
que se llaman espermatozoides y Sandra estaba
contenta porque en la clase había aprendido que
El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le espermatozoide se escribe con zeta. Cuando se fue
pregunté qué quería decir imbancable y él se ríó y me Rosita yo me quedé pensando y me pareció que el tío
explicó con buenos modos que quería decir Rolando quizá había querido decir que la ciudad
insoportable. Ahí sí comprendí el significado porque estaba insoportable de tantos espermatozoides (con
Graciela, o sea mi mami, me dice algunas veces, o más zeta) que tenía. Así que fui otra vez a lo del abuelo,
bien casi todos los días, por favor Beatriz por favor a porque él siempre me entiende y me ayuda aunque no
veces te pones verdaderamente insoportable. exageradamente, y cuando le conté lo que había dicho
Precisamente ese mismo domingo a la tarde me lo tío Rolando y le pregunté si era cierto que la ciudad
dijo, aunque esta vez repitió tres veces por favor por estaba poniéndose imbancable porque tenía muchos
favor por favor Beatriz a veces te pones espermatozoides, al abuelo le vino una risa tan grande
verdaderamente insoportable, y yo muy serena, habrás que casi se ahoga y tuve que traerle un vaso de agua y
querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo se puso bien colorado y a mí me dio miedo de que le
gracia, aunque no demasiada pero me quitó la diera un patatús y conmigo solita en una situación tan
penitencia y eso fue muy importante. La otra palabra, espantosa. Por suerte de a poco se fue calmando y
polución, es bastante más difícil. Esa sí está en el cuando pudo hablar me dijo, entre tos y tos, que lo que
diccionario. Dice, polución: efusión de semen. Qué tío Rolando había dicho se refería a la contaminación
será efusión y qué será semen. Busqué efusión y dice: atmosférica. Yo me sentí más bruta todavía, pero
derramamiento de un líquido. También me fijé en enseguida él me explicó que la atmósfera era el aire, y
semen y dice: semilla, simiente, líquido que sirve para como en esta ciudad hay muchas fábricas y
la reproducción. O sea que lo que dijo el tío Rolando automóviles todo ese humo ensucia el aire o sea la
quiere decir esto: esta ciudad se está poniendo atmósfera y eso es la maldita polución y no el semen
insoportable de tanto derramamiento de semen. que dice el diccionario, y no tendríamos que respirarla
Tampoco entendí, así que la primera vez que me pero como si no respiramos igualito nos morimos, no
encontré con Rosita mi amiga, le dije mi grave tenemos más remedio que respirar toda esa porquería.
problema y todo lo que decía el diccionario. Y ella: Yo le dije al abuelo que ahora sacaba la cuenta que mi
tengo la impresión de que semen es una palabra papá tenía entonces una ventajita allá donde está preso

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porque en ese lugar no hay muchas fábricas y tampoco asociaciones de ideas. Notara usted aquí también la
hay muchos automóviles porque los familiares de los ausencia de enfermos con padecimientos
presos políticos son pobres y no tienen automóviles. característicos de otra latitudes. Sin embargo, y como
Y el abuelo dijo que sí, que yo tenía mucha razón, y usted lo verá, aun estos males están representados en
que siempre había que encontrarle el lado bueno a las el pabellón. Pregunta usted cómo, doctor? Un poco de
cosas. Entonces yo le di un beso muy grande y la barba paciencia y lo sabrá. Los vómitos, por ejemplo. Los
me pinchó más que otras veces y me fui corriendo a hay violentos, como el vómito en proyectil.
buscar a Rosita y como en su casa estaba la mami de
ella que se llama Asunción, igualito que la capital de
Paraguay, esperamos las dos con mucha paciencia
hasta que por fin se fue a regar las plantas y entonces
yo muy misteriosa, vas a decirle de mi parte a tu prima
Sandra que ella es mucho más burra que vos y que yo,
porque ahora sí lo averigüé todo y nosotras no
venimos del semen sino de la atmósfera.
El enfermo está inconsciente pero tranquilo y a su
PALINURO DE MÉXICO (fragmento) – lado está una enfermera leyendo las historietas
FERNANDO DEL PASO dominicales y de pronto surge un chorro incontenible
que salpica las cortinas, la alfombra, las lámparas, la
La última de las Islas Imaginarias: esta casa de cofia de la enfermera Pérez y la armadura del Príncipe
enfermos Valiente. Otros son los vómitos de regurgitación:
6. brotan despacio, en borbotones llenos de grumos y
Mucosidades, pus, orina, excremento, jugos espumas que se deslizan por la barbilla o las mejillas
gástricos, vómitos, exudados: éste es el pan de cada y mojan la almohada o inundan las vías respiratorias
día, doctor. Y sobre todo la sangre, colega, la sangre y matan al cónsul. Sólo a una mente estrecha y
que tan peculiar le pareció al Mefistófeles de Fausto, morbosa, doctor, se le puede ocurrir asociar esas
la sangre que gime y que no hay golondrinas que se la manifestaciones con los alimentos terrestres que
beban. Dejémosles a las viudas las tertulias que se existen fuera de nosotros. El vómito representa tan
improvisan en los cadalsos, y a los astrónomos, a los sólo la interrupción del proceso maravilloso mediante
que se ocupan del relleno de la atmósfera y los el cual la carne del cordero se transforma en nuestra
engaños de Marte, dejémosles los clamores propia carne. Es el quimo, doctor, el pan y las verduras
sismológicos. Que sea para nosotros, los médicos, los líquidas bañadas de ácido clorhídrico, de pepsinas, de
que seguimos el camino de Fabriz de Hilde y del secretagogos; es un paso —no exagero, doctor—
ilustre doctor Sydenham, la gloria de trabajar al nivel hacia la entelequia de la zanahoria y de la sal gema.
de nuestros nervios y nuestros humores y el privilegio Los vómitos verdes como los de esta solterona son
de asombrarnos de las reacciones del líquido simplemente vómitos biliosos. Por otra parte, los
cefalorraquídeo ante el oro coloidal. Nos encontramos venenos corrosivos, las úlceras del estómago y la
naturalmente en el Pabellón de las Secreciones, Flujos ruptura de las venas esofágicas producen vómitos con
o Deyecciones, como usted quiera llamarle. Algunas sangre. Y existe también el vómito color pardo
personas se deprimen cuando visitan este pabellón y oscuro: es aquel que contiene materias fecales. Quizás
otras sufren accesos de vómitos que las integran el caso más notable que tenemos en este hospital, en
provisionalmente al grupo de pacientes. ¿Recuerda lo que a esta clase de vómitos se refiere, es el de este
usted lo que comentábamos en la cafetería? Usted y anciano con cáncer intestinal. Pero digo mal, doctor,
yo, decíamos, en calidad de hombres de ciencia, no se trata en realidad de un vómito, sino de una
estamos muy por encima de esas reacciones y tergiversación de los procesos fisiológicos. Si

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esperamos unos minutos, doctor, verá usted cómo el este jovencito por la nariz, no tienen nada que ver. La
paciente expulsa por la boca sus materias harina, doctor, a la que debemos el santo olor de las
excrementicias, sólidas y perfectamente moldeadas, panaderías como dijo nuestro poeta, y los millones de
tal como salen por el ano. Hace dos días que comenzó pequeñísimos cristales blancos que cubren la piel de
y parece que ya está resignado: el único momento de estos enfermos, tampoco tienen ningún parentesco. En
angustia verdadera que padece es cuando el los enfermos urémicos del período agónico, los
excremento sube por el esófago y lo asfixia. Pero una cristales semejantes también a la arenilla transparente
vez que llega a la boca, sale con suavidad, casi que cubre las hojas de la belladona, aparecen después
naturalmente, diría yo. Luego las enfermeras le de una crisis, cuando se evapora el sudor viscoso y
limpian los labios, los cuales presentan unas úlceras amarillo como mantequilla rancia que les cubre el
sangrantes que de alguna manera extraña recuerdan a cuerpo. Pero no debí hacer esta comparación, aunque
las hemorroides. Para completar la ironía magistral confieso que me fascina la relación que hay entre los
que el destino le ha jugado a este hombre, doctor, le excrementos y la comida. El estiércol, como todo el
estamos administrando alimentación por el recto. mundo sabe, es un magnífico abono. Cuando yo era
niño, doctor, recuerdo que las mejores sandías
crecían, silvestres, en los terrenos baldíos donde iban
a exonerar los muchachos, después de comer,
precisamente, sandias, va que las semillas salían
completas, sin digerir. ¡Ah, que sandias aquellas,
doctor, que cortábamos en grandes rebanadas, como
carcajadas rojas para reírse del calor del verano! Le
mostraré un caso que solo es grave en apariencia.
¿Cómo van esas funciones fisiológicas, señora? ¿Un
poco alteradas? No se preocupe: el doctor Palinuro la
va a examinar. Vamos, vamos, no le dé pena. Abra las
piernas. Así, así. ¿Ve usted, doctor? Uno tiene
oportunidad de observar con frecuencia diversos
flujos uterinos: algunos son blancuzcos como crema
agria diluida. Otros son ambarinos y transparentes,
Ahora dígame, doctor, cuando usted examina un como la miel de abejas. Otros, en fin, son viscosos e
excremento semisólido, ¿se le ocurre pensar en el incoloros como la clara del huevo: es el caso de esta
relleno de los pasteles de calabaza? ¡Por Dios! enferma. Venga usted y contemple sus grandes labios
Cuando usted contempla un excremento bien y el resto de los órganos genitales exteriores, que
formado, como el de este hombre, ¿le pasan por la parecen recién enjabonados... el flujo seroso nos
imaginación algunas salchichas flotantes? ¡Qué indica un cáncer del útero. Quizás una histerectomía
horror! Cuando usted observa un excremento líquido la pueda salvar. Pero regresemos a nuestra primera
y amarillento, ¿recuerda usted el jugo de naranja que enfermita a quien dejamos tres camas más allá. Usted
toma por las mañanas? ¡Qué asco! ¡Qué diría que el caso de esta mujer es muy serio. Bueno,
comparaciones de tan mal gusto! Y podría ponerle usted no porque es médico, pero lo diría un profano.
ejemplos ad nauseam. Otra cosa muy distinta es que Sí, sí, ya le dije, mi señora, que se trata de una fístula
el impétigo recuerde a unas gotas de miel en la cara, y que comunica al recto con la vagina y que mañana la
el impétigo circinado a la mermelada de fresas. Otra, vamos a operar. Por supuesto, mi señora, yo también
también, que el trozo del hígado tenga, en la cirrosis me asustaría mucho si de pronto comenzara a expulsar
cardíaca, el aspecto de la nuez moscada. Por lo demás, excremento por la vagina. Incluso por razones
el queso derretido y la sustancia grisácea que le sale a anatómicas me asustaría más que usted. No lo quiero

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cansar, doctor. Mi padre decía que nada mejor para derrames seminales está tapizado con los playmates
levantar los ánimos que un poco de abuso. En cambio, del año en curso y los domingos le proporcionamos
yo heredé la pulcritud de mi abuelo: gracias a él, todos matinés de películas pornográficas.
los días me lavo los ojos, los labios y cada pliegue de
las orejas y los pies. Los dientes, uno por uno: cada
incisivo, cada colmillo, cada molar requiere una
limpieza especializada. Le ahorraré la vista de un
paciente atacado por temblores y sacudidas que
expulsa por la nariz, a borbotones, toda clase de ostras
verdes y parduzcas, y saludaremos a este jovencito
que como usted ve se nos está quedando en los huesos,
de tal manera que sus clavículas parecen arpones
nacientes, y todo a causa de tanta pérdida seminal
mezclada con sangre. Otra manifestación
incontrolable y por demás curiosa, es la que presenta
este otro enfermito. Usted me preguntará por qué llora
este hombre, qué le hemos hecho, qué le ha pasado, y
yo le contestaré, simplemente, que padece de una
fístula lagrimal que lo obliga a llorar en forma
San Agustín pervirtió el pensamiento de la
constante, aparte de su estado de ánimo que, quién lo
humanidad durante más de mil años, colega: nosotros
diría, por lo general es optimista. Yo le pediría a usted
deseamos liberarlo del pecado original. Las moscas
que le contara un chiste, que le dijera por ejemplo que
revolotean en círculos viciosos, doctor: personifican a
cuando uno muere el estómago se digiere a sí mismo
la envidia. Y allá, lejos, las casas con sus techumbres
y vería cómo se suelta llorando. Pero esto iría en
rojas de miedo: no tengo nada en contra de las
contra de la política del hospital, ya que como usted
moralejas, colega, al contrario. Abran las puertas
sabe, doctor Palinuro, por supuesto, desde luego, claro
muchachos, ábranlas de par en par. Esta inmensa sala,
está, bien dicho: lo admiro por su perspicacia, colega.
doctor, llena de pócimas suntuosas, le recordará a
En efecto, estos dos casos ilustran por primera vez una
usted las neverías de su infancia, los frascos llenos de
de las teorías que aplicamos en este hospital gracias a
jarabes y esencias de frutas, las bomboneras de cristal
sus generosas sugestiones, doctor, y que consiste en lo
de las cocinas de nuestras abuelas. Descorran las
que yo podría llamar la anulación de las posibilidades
cortinas, levanten las persianas, enciendan las luces
conceptualistas de la enfermedad. Sin embargo, este
fluorescentes. Aquí, en estos anaqueles, doctor, que
sacrificio está compensado por el aprovechamiento de
cumplen con el requisito de la iridiscencia, tenemos la
las posibilidades metafóricas de la misma. Por
colección más completa del mundo en su género: una
ejemplo, cuando nos dimos cuenta del enorme
exhibición permanente de secreciones, exudados,
desperdicio de lágrimas que sufre este paciente,
derrames flujos, etc., etc., que permanece abierta al
decidimos contarle todos los días historias
público de domingo a viernes durante cuatro horas
desgarradoras. Crímenes, injusticias, fratricidios,
diarias y el sábado lo dedicamos a pulir los frascos y
exploradores que se pierden en el Polo Norte y
sacudir los anaqueles. Se aceptan contribuciones
convertidos en témpanos flotan por los sueños de la
espontáneas: un litro de sangre color de rosa
muerte. Casos de antropofagia, estupros, niños
proveniente de un niño leucémico, muestras de
huérfanos que buscan a sus padres desde los primeros
laudable pus y falsas membranas de enfermos de
capítulos de las novelas de Dickens, y cuanta tragedia
bronquitis. Pero vea usted y aprecie usted los esputos
pueda usted imaginar. Y no necesito decírselo, doctor,
de los enfermos de asma, que contienen filamentos
porque usted lo ha visto: el cuarto del joven que sufre

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espirales, pequeñas perlas y los famosos cristales de “Sr. Profesor, todo listo.”
Charcot-Leyden constituidos por aminas muy
semejantes a la cadaverina y la putrescina. Y a Primera incisión. Como rebanar un pan.
propósito, esta papilla espesa de tejidos necrosados “¡Pinzas!” Algo rojo salpica.
que se forman en el curso de la gangrena no es otra Más profundo. Músculos: húmedos, brillantes,
cosa sino una muestra de putrílago. Por otra parte, el frescos.
contenido de este frasco abombado, que recuerda al ¿Hay un ramo de rosas sobre la mesa?
vino negro de Corinto, es un ejemplo de la sangre
deglutida que los niños sifilíticos expulsan por la boca
[…]

EL SAPO – JULES RENARD

Nacido de una piedra, vive debajo de una y en ella se


cavará la tumba.
Lo visito frecuentemente, y cada vez que levanto
su piedra tengo miedo de encontrarlo y miedo de que
ya no esté allí.
Pero está.
Escondido en aquella guarida seca, limpia, estrecha
y propia, la ocupa plenamente, hinchado como una
bolsa de avaro.
Si la lluvia le hace salir, viene a mi encuentro. Unos
cuantos saltos pesados, y luego me mira con ojos
enrojecidos.
Si el mundo injusto lo trata como a un leproso, yo ¿Es pus, lo que salpica?
no temo agacharme junto a él y acercar al suyo mi ¿Tiene heridas el intestino?
rostro de hombre. “Doctor, cuando se para frente a la luz,
Luego reprimiré un resto de asco y te acariciaré con ni el Diablo puede mirar el peritoneo.”
la mano, sapo. “Anestesia, así no puedo operar,
En la vida se tragan otros sapos que repugnan más. el hombre se irá de viaje con su estómago.”
Ayer, no obstante, me faltó tacto. Fermentaba y
sudaba, con todas sus verrugas reventadas. Silencio, humedad sofocante. En el vacío
-Mi pobre amigo -le dije- no quiero ofenderte pero, brilla una tijera sobre el suelo.
¡Dios santo! ¡qué feo eres! Y la enfermera con aires angelicales
Abrió su boca pueril y sin dientes, de aliento hace entrega de algodones esterilizados.
caliente, y me respondió con un ligero acento inglés:
-¡Pues anda que tú! “¡No encuentro nada en medio de esta inmundicia!”
“La sangre se ennegrece. ¡Sáquenme la mascarilla!”
APENDICITIS – GOTTFRIED BENN “Ay –Diosito santo - amigo”,
“¡al menos sujete bien esos talones!”
Todo está pulcro y preparado para el corte. “Todo adherido.” “Al fin: ¡lo tengo!”
Los cuchillos humean. El vientre está pintado. “Un electro-bisturí, enfermera!” Sisea.
Bajo la blanca sábana, algo se queja.
Esta vez tuviste suerte, hijo mío.

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La cosa estaba a punto de perforarse.


“¿Ves esa pequeña mancha verde?-
Tres horas más y el estómago hubiese estado lleno de
porquería.”

Estómago suturado. Piel suturada. “¡Vendaje!


Señores.”
“Que tengan un buen día, señores.”
________________________La sala queda vacía.
Furiosa la Muerte castañetea y rechinan sus mejillas
mientras furtiva se escabulle hacia el pabellón de los
cancerosos.

Operación de apéndice (1929) – Christian Schad

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