3.2 - Reasonable Doubt - Whitney G

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Sta

Moderadora:
Jadasa

Traductoras:
Alessandra, Wilde, Gesi

Corrección y Revisión Final:


Jadasa

Diseño:
Ivana
Sinopsis

Este es el epílogo extendido de Reasonable Doubt: Volume


3.

Reasonable Doubt #3.25


Después de aceptar la propuesta

Traducido por Gesi


Corregido por Jadasa

Aubrey

Lentamente rodé encima de Andrew, sintiéndome débil tras otro


orgasmo. —Hola…
—Hola. —Acarició mi espalda desnuda y me dio un beso en los
labios.
—Me debes una cena… —susurré—. Una casera, no comprada.
—¿Crees que me levantaré y la haré ahora mismo?
—Creo que harás lo que sea que quiera durante los próximos
meses. —Sonreí, sabiendo que era verdad, podía darme cuenta de
ellos— . ¿Pre eres niño o niña?
—No tengo preferencias. —Sacudió la cabeza—. No me importa.
¿Qué hay de ti?
—Soy partidaria de una niña…
—¿Y eso por qué?
—Siempre quise una niñita —admití—. Para tratarla mejor de lo
que mis padres me trataron, ¿sabes?
—Entonces, ¿llorarás si es un niño?
—Lloraré si termina siendo como tú.
Riéndose, se sentó y me arrastró con él. Se puso un pantalón y me
ayudó a ponerme mi ropa interior. Entonces me llevó de la mano
hasta la cocina, sentándome en uno de los taburetes de la barra.
Me apoyé contra le encimera mientras nos acomodábamos en lo
que se convirtió en nuestra rutina desde que vivíamos juntos.
Contrariamente a mi comentario sobre la comida comprada, Andrew
me cocinaba lo que fuera que le pidiera. (Por supuesto que había un
precio oral al acabar, pero era uno que estaba más que dispuesta a
pagar).
Cuando mi agenda de giras se volvía agitada y solo tenía cinco
horas entre el próximo espectáculo y un ensayo, la cena siempre me
esperaba. Y en cada noche de estreno, me enviaba al camerino un
menú en una vianda junto con un ramo de ores, por si deseaba
comer inmediatamente.
—¿Y si es una niña? —Colocó una pequeña ensalada de pollo
frente a mí—. ¿Tienes algún nombre en mente?
—Aubrey, pero podemos escribirlo con “i” en vez de “ey”, ¿sabes?
Puso los ojos en blanco. —Eso no sucederá.
—Bromeaba. —Tomé una fresa de mi plato—. Estaba pensando en
Autumn…
—¿Autumn? ¿Tiene algún razonamiento detrás?
—Es nuestra estación favorita. También es cuando me enamoré de
ti y tú de mí.
—Me enamoré de ti en el invierno.
—No. Te diste cuenta que me amabas en invierno. Ya me amabas en
otoño.
—Estoy bastante seguro que no fue así. —Me sirvió un vaso de
jugo antes de sentarse a mi lado—. Tengo que preguntarte algo.
—¿Desde cuándo necesitas permiso?
Acunando mi mentón, me hizo girar la cabeza para que estuviera
enfrentándolo. —¿Quieres una boda?
Asentí, pasando el dedo por el anillo por enésima vez.
—¿Antes o después del bebé?
—Antes…
Un par de meses después…

Traducido por Gesi


Corregido por Jadasa

Andrew

No sabía con certeza por qué Aubrey eligió un viñedo en el norte


de Nueva York para nuestra boda, pero insistió en ello. Recorrimos
el lugar, no menos de veinte veces ante su pedido, y en cada ocasión
se fascinó con los acres de exuberantes plantas, las pequeñas cabañas
blancas que se alzaban en la distancia y los árboles enormes que
daban sombra al área donde nos casaríamos.
Sin embargo, uno de los mayores bene cios de casarse aquí, era el
ilimitado vino fresco que se servía en el bar al aire libre.
—¿Andrew? —dijo una voz masculina desde atrás cuando recogí
una copa.
Giré para encontrarme cara a cara con el padre de Aubrey. —
Gobernador Everhart.
—Ah, ese título suena muy bien, ¿no? No respondí.
Bebiendo de su copa, suspiró. —Nunca pensé que llegaría este día,
jamás imaginé que mi Aubrey se casaría. —Tomó un trago más largo
—. Con su exjefe, nada menos.
Tampoco respondí a eso.
—Eres diez años mayor que Aubrey… — nalmente dijo algo que
merecía una respuesta.
—Así es. ¿Está insinuando algo?
—En absoluto. Está claro que están enamorados… tendrías que
estarlo, para asistir a todos esos espectáculos de ballet en el
extranjero sin quedarte dormido.
—Se llama apoyarla.
—Lo sé… no es que ahora importe, pero me gustaría saberlo con
certeza, ¿estaban juntos cuando ella era pasante en GBH?
¿Verdaderamente se reencontraron en Nueva York después que
renunció?
—Señor Everhart… —Dejé mi copa, cansado de continuar con la
historia que Aubrey inventó años atrás—. Ya que me lo pregunta tan
amablemente, diré esto una sola vez. Su hija y yo en realidad
estábamos…
—¡Ahí estás! —Su esposa se acercó y le agarró la mano—. Te
buscaba. ¿Estás acosando al novio en el gran día?
—No lo llamaría necesariamente acoso. Solo le hacía algunas
preguntas.
—¿Oh? —Miró de uno al otro—. ¿Qué tipo de preguntas?
—Quería saber si me acostaba con su hija cuando era mi pasante.
Jadeó, colocándose una mano en el pecho. Entonces lo miró. —¿En
serio? Creo que realmente estás dejando que esta cosa de la
gobernación se te suba a la cabeza. Por supuesto que alguien como
Andrew nunca haría algo así.
—Por supuesto que no. —Sonreí, asintiendo—. Esa es una regla
muy terrible que romper, ¿no cree? Acostarse con una pasante,
especialmente una menor de edad, ya que eso es lo que ella era en
aquel momento, ¿correcto?
No dijo nada.
—¿Ves? —Su esposa le dio un beso en la mejilla antes de girarse y
abrazarme—. Quizás después del bebé puedas convencerla de que
reconsidere volver al derecho. Entonces ustedes dos podrían ser
igual a nosotros.
Contuve mi comentario y le regresé el abrazo.
Antes que nuestra animada conversación pudiera ir más lejos, la
encargada de plani car la boda se acercó con su portapapeles. —La
novia ya está lista. Es hora de continuar.
El señor Everhart me miró una última vez y lentamente extendió
la mano. —Ella te admira mucho, y nunca la he visto tan feliz.
Gracias…
Su esposa me abrazó una vez más y ambos se alejaron.
Me pareció bastante irónico que él hubiera visto a Aubrey
recientemente, porque yo no la había visto en tres días. Programó su
despedida de soltera el n de semana anterior y a rmó que
necesitaba conseguir algunas cosas para la boda por su cuenta.
A medida que atravesaba el camino de pétalos que conducía al
altar, miré la pequeña multitud: sus padres, algunos de mis
compañeros de trabajo, el señor Bach y el señor Greenwood, y un
grupo de bailarines que son sus compañeros.
No intenté invitar a alguien de mi familia. No veía sentido en
pedirles que vinieran, o ngir que teníamos algún tipo de relación
por el bien de una boda.
—¿Qué te llevó tanto tiempo? —Jessica inclinó la cabeza cuando
tomé mi lugar a su lado—. Te dije que se suponía que este era el día
más feliz de tu vida.
—Te dije que podías usar un vestido. —Miré su esmoquin hecho a
medida.
—Quería comprometerme con el papel del padrino. Ya sabes,
hacer todo lo posible por parecerme a uno de tus amigos.
—Tienes el cabello rizado.
—Sí, pero… —Se sonrojó—. A mi novio le encanta cuando llevo el
cabello de esta forma, especialmente cuando estamos en la cama,
porque le gusta…
—Jessica… —No pude evitar poner los ojos en blanco, pero luego
me reí—. Gracias por estar aquí.
—Un placer. —Me abrazó—. Estoy muy feliz por ti y Aubrey. Ya
era hora de que nalmente te casaras con ella.
No tuve oportunidad de responder. La pequeña orquesta a mi
derecha comenzó a tocar y el público se puso de pie.
Entrando sola, justo como quería, Aubrey me miró a los ojos
mientras lentamente caminaba hasta el altar.
Hubo susurros, comentarios halagadores sobre lo hermosa que se
veía y, honestamente, no podía dejar de mirarla.
Su cabello se encontraba peinado hacia un lado, en un grupo de
rizos que caían más allá de su hombro y le rozaban ligeramente la
parte superior del pecho. Llevaba una na diadema de cristal que
contenía algunas plumas blancas y hacía juego con su deslumbrante
vestido; era uno sin tirantes que se ajustaba perfectamente a sus
caderas, ocultando su pequeño vientre embarazado. Adornado con
sutiles cristales que brillaban en cada centímetro de la tela, su larga
cola se extendía por el pasillo.
Le limpié los ojos con los dedos cuando se acercó.
—Deja de llorar —susurré, tomando su mano.
Asintió, pero más lágrimas cayeron por su rostro.
Cuando la pequeña multitud tomó asiento, el pastor comenzó a
leer las escrituras. —La pareja ha optado por una ceremonia breve y
sencilla —dijo, conteniendo una risa—. Sus palabras exactas fueron
“solo cásenos y lleve a todos a la recepción. Solo le pagaremos por
una hora”.
La gente rio y deslicé mi brazo alrededor de su cintura,
acercándola a mí.
—Supongo que esa es mi señal. —El pastor se rio más fuerte.
Entonces se aclaró la garganta, susurrando que tenía que soltarla,
pero lo ignoré y la besé—. ¿Señor Hamilton? —Volvió a carraspear.
Dejando brevemente sus labios, hablé—: Le dijimos que no diera
un sermón. Simplemente pase a la parte de “ahora los declaro”.
Y entonces volví a reclamar la boca de Aubrey una vez más,
ignorando a todos los demás a nuestro alrededor, susurrando entre
respiraciones que era eternamente mía.
Unos años después…

Traducido por Gesi


Corregido por Jadasa

Aubrey

Nuestra hija de tres años, Autumn, absolutamente adora a


Andrew. Lo sigue por todos lados cada que está en casa, se niega a
dejar que otra persona la arrope por la noche, y si se despierta tarde,
entra corriendo a nuestra habitación por la mañana solo para
asegurarse de que “él está aquí”.
A excepción de su cabello rubio, heredó todos sus rasgos: sus
penetrantes ojos azules, su sonrisa y, desafortunadamente, su
personalidad.
También es extrañamente adicta a las galletas de Pop-tarts sabor
café.
—Ni siquiera lo pienses, Autumn. —Me cruzo de brazos en tanto
empuja su escalera de plástico por el piso de la cocina—. Te comiste
dos de postre, así que no puedes comer otra hasta mañana por la
mañana.
Se detiene por un momento, pareciendo entenderlo. Pero luego
sigue empujando la escalera.
—Autumn… —Me paro frente a ella justo cuando la apoya contra
el gabinete inferior—. Mañana por la mañana.
—Papi dijo…
—No me importa lo que papi dijo. Yo digo que no.
Aparentemente herida, resopla y sale corriendo de la habitación.
Suspiro y empiezo a contar en silencio.
Y en cinco… cuatro… tres… dos…
Andrew entra en la cocina, cargándola en su costado. Sin mirarme,
va directamente hacia la encimera y abre un nuevo paquete,
entregándole una.
—¡Gracias! —chilla cuando la deja sobre el piso, y como si
estuviera tratando de aliviar su traición, parte la galleta y me entrega
un trozo—. Quiero compartirla contigo, mami. —Me mira a los ojos
—. ¿La compartirás conmigo?
Resisto el impulso de poner los ojos en blanco cuando tomo su
ofrenda de paz. —Gracias, Autumn.
—¡De nada! —Le da el trozo más grande a su padre, entonces
vuelve a salir corriendo.
—Andrew —digo, respirando hondo—. Tenemos que hablar.
—¿Sobre una maldita Pop-tart?
—No se trata de una Pop-tart. Se trata de tu continua incapacidad
para decirle que no a una niña de tres años. Si digo que no,
inmediatamente corre a ti. Y en vez de estar de mi lado, simplemente
le dices que sí.
—Entonces quizás deberías comenzar a decir que sí.
Lo miro con los ojos entrecerrados cuando me le acerco. —Será
muy malcriada si sigues así… no tienes que decir que no todo el
tiempo, pero no te mataría una o dos veces.
—En realidad sí lo haría. —Me toma entre sus brazos y me besa
hasta que me quedo sin aliento—. No quiero hacerla llorar. Jamás.
Respiro unas cuantas veces en tanto acaricia mi espalda.
—Solo pide golosinas de vez en cuando. Realmente no pide
muchas más cosas.
Es verdad. Fuera de su creciente colección de muñecas,
últimamente su atención se ha centrado en el estudio que Andrew
construyó en nuestro apartamento el año pasado.
Está comenzando a mostrar un leve interés en el ballet. Me
observa ensayar los nes de semana, se ríe cada vez que le muestro
mis numerosos tutús, e incluso me imita, llevándose las manos sobre
la cabeza de vez en cuando.
—Papi, ¿puedes arroparme ahora? —Autumn regresa a la cocina y
lo mira, todavía masticando esa Pop-tart.
—Por supuesto —dice, tomando mi mano.
La seguimos a su habitación de color amarrillo brillante y, como
de costumbre, esperamos a que escoja un libro de su estantería.
Elige Cenicienta, y sorprendentemente me lo entrega. —Quiero que
mami lo lea.
Sonriendo, espero que Andrew la meta debajo de las sábanas,
entonces ambos nos sentamos en el borde del colchón, turnándonos
para leer hasta que se queda dormida.
—Ni siquiera llegó a la medianoche esta vez. —Le beso la frente.
—¿Te estás quejando?
—No, solo estoy sorprendida.
—Probablemente la aburriste con tu monótono tono. —Me pone
de pie y apaga las luces—. Se queda despierta hasta la última página
cada vez que le leo.
—¿Te gustaría dormir en el sofá esta noche?
—Solo si pondrás tu coño en mi cara.
—No lo haré. —Lo sigo a nuestra habitación y me meto en la cama
— . Tendrás suerte de si esta noche siquiera te dejo besarme.
Se desliza a mi lado y me acerca, demostrándome que miento al
besarme una y otra vez.
—¿Cuándo fue la última vez que tuvimos sexo? —susurro contra
sus labios.
—Esta mañana, en la ducha. —Desliza su mano entre mis piernas,
frotándome suavemente el clítoris—. ¿No lo recuerdas?
—Sí… —gimo suavemente cuando me muerde el labio inferior y
me coloca sobre él.
—¿Estás segura? —Me besa el cuello—. Puedo volver a follarte
para hacerte recordar.
—Ahhh… —Siento su polla endureciéndose debajo de mí, lo
siento palmeándome el trasero mientras sigue besándome la piel—.
Andrew…
Echo la cabeza hacia atrás y le beso los labios, pasando los dedos
por su cabello. Lo siento estirar la parte trasera de mi sujetador,
desabrochando el primer gancho, pero entonces un familiar sonido
interrumpe nuestro momento.
Es el golpeteo de piecitos contra el piso de madera del pasillo.
Suspirando, me da un beso en la frente y suavemente me baja de él.
—Tengo miedo… —dice Autumn cuando entra en el dormitorio.
Se acerca al lado de la cama de su padre y levanta las manos—.
¿Puedo dormir aquí?
—Sí. —La alza inmediatamente y la coloca entre medio de
nosotros, arropándola una vez más. Extiende la mano hacia la mía y
la acaricia, silenciosamente diciéndome que terminaremos por la
mañana.
Una hora después, susurra—: ¿Cuánto tiempo más crees que
seguirá haciendo esto? Está comenzando a suceder dos veces por
semana.
—¿Te está molestando?
—No particularmente.
—Bien. —Me siento y me inclino sobre ella, besándolo levemente
en los labios antes de regresar a mi almohada—. Porque estoy
bastante segura de que seguirá sucediendo hasta que aprendas a
decirle que no…
Sobre la Autora

Whitney G. es una de las autoras más vendidas del New York


Times y USA Today. Sus libros se han publicado en doce idiomas.
Siempre que no esté escribiendo una novela, puedes encontrarla
cantando una y otra vez canciones de Taylor Swift y Ariana Grande,
bebiendo interminables tazas de café caliente o viajando por el
mundo en busca de su próxima idea para una historia.

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