Vengeful Gods?Elliott Rose
Vengeful Gods?Elliott Rose
Vengeful Gods?Elliott Rose
❛SHADOW WITCHES❜
Esta obra es sin fines de lucro, hecha especialmente de fans
para fans y sin intención de afectar al autor. Ningún
miembro del staff recibe alguna retribución monetaria, por
lo que te pedimos que no subas la siguiente historia a
ninguna plataforma.
Si tienes la posibilidad te animamos a apoyar al escritor
adquiriendo sus libros, ya sea en su idioma original o su
versión en español; una vez llegados a sus respectivos países.
Prohibida su venta Capítulo 13
Introducción Capítulo 14
Notas de contenido Capítulo 15
Playlist Capítulo 16
Los Anguis Capítulo 17
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Capítulo 29
Capítulo 30 Capítulo 48
Capítulo 31 Capítulo 49
Capítulo 32 Capítulo 50
Capítulo 33 Capítulo 51
Capítulo 34 Capítulo 52
Capítulo 35 Capítulo 53
Capítulo 36 Capítulo 54
Capítulo 37 Capítulo 55
Capítulo 38 Capítulo 56
Capítulo 39 Capítulo 57
Capítulo 40 Capítulo 58
Capítulo 41 Capítulo 59
Capítulo 42 Capítulo 60
Capítulo 43 Capítulo 61
Capítulo 44 Capítulo 62
Capítulo 45 Capítulo 63
Capítulo 46 Capítulo 64
Capítulo 47 Capítulo 65
Capítulo 66 Capítulo 69
Capítulo 67 Capítulo 70
Capítulo 68 Epílogo
Hola, querido lector.
Bienvenido a Port Macabre... Donde a tu llegada te mostrarán
un ramo de brillantes banderas rojas al llegar y se burlarán de
las reglas de la sociedad cotidiana. Hay tres personajes
masculinos principales en esta historia a los que
probablemente querrás abofetear, golpear, besar y/o montar a
horcajadas... quizás todas esas cosas, todas al mismo tiempo.
No te preocupes, suelen disfrutar de ello.
Para aquellos que deseen leer este libro a ciegas, tengan en
cuenta que se trata de una obra de FICCIÓN y que está plagada
de hombres moralmente grises cuyas acciones no se toleran en
la vida real.
Esto es oscuro romance poliamoroso, donde los villanos se
llevan a la chica.
Lo que encontrarás en estas páginas son personajes
imperfectos que viven con un trauma. Las palabras seguras y la
comunicación abierta con la(s) pareja(s) sexual(es) no son
más que un concepto para estos hombres, y desde luego no es
algo que figure en su vocabulario durante los acontecimientos
de este libro. No hay que tomárselo en serio, es puramente una
obra de placer obsceno.
Por favor, tenga en cuenta que si usted tiene factores
desencadenantes que se encuentran comúnmente dentro los
romances oscuros, esta historia puede contener temas o asunto
que es posible que desee considerar antes de continuar.
Este libro incluye lo siguiente, pero no limitado a:
Muerte de padres/hermanos (fuera de página); muerte (en
página no gráfica); sangre; secuestro;
tortura/interrogatorio/mutilación (no gráfica/tanto dentro
como fuera de página); suicidio (fuera de página); abuso
infantil/pedofilia/tráfico/agresión sexual (ocurre fuera de
página - mencionado y aludido en todo momento); armas; FMC
siendo drogada (en página); FMC rastreada/monitoreada sin
consentimiento; sexo explícito (incluyendo DP/ DVP/
somnofilia/ sin consentimiento/ consentimiento dudoso/
consentido no consentido/ juego erótico/ orgasmos forzados/
esposas/ azotes/ juego de impacto/ juego de respiración/
acoso emocional/ degradación/ voyerismo/ compartir/
persecución/ máscaras/ uso de juguetes).
Tenga en cuenta lo siguiente, puede visitar mi sitio web para
obtener más información sobre los CW.
Lullaby - The Cure
6 Figures - Kings
You Don’t Own Me - SAYGRACE, G-Eazy
I Don’t Even Care About You - MISSIO
Monsters - Ruelle
Venom - Little Simz
Tennis Court - Lorde
Chokehold - Sleep Token
Play with Fire - Sam Tinnesz, Yacht Money
she calls me daddy - KiNG MALA
Scratch - HINA
Closer - Nine Inch Nails
Devil’s Playground - The Rigs
Gasoline - Halsey
Guest Room - Echos
all the good girls go to hell - Billie Eilish
Such a Whore (Baddest Remix) - JVLA
I Feel Like A God - DeathbyTomy
Aqua Regia - Sleep Token
Talk - Hozier
Dirty Mind - Boy Epic
Sex And Candy - Small Town Titans
Pretty - The Weekend
Slow Down - Chase Atlantic
Black Mirror - Sophie Simmons
Eat Your Young - Hozier
Heathens - Twenty One Pilots
Beautiful Crime - Tamer
Man or a Monster - Sam Tinnesz, Zayde Wølf
Start a War - Klergy, Valerie Broussard
THE DEATH OF PEACE OF MIND - Bad Omens
Miss YOU! - CORPSE
Break Your Heart Worse - Crimson Apple
Victim - memyself&vi
Beyond Today - James Gillespie
Beautiful Things - Benson Boone
Lose Control - Teddy Swims
Skin and Bones - David Kushner
FOR YOUR LOVE - Måneskin
Para servir como miembro de los Anguis, una persona debe
comprometerse para siempre con una de las cinco Casas de
poder: Casa Noire, Lilith, Elysium, Coronis o Aeterna.
Hay que estar preparado para entrar en el ciclo eterno,
sabiendo que el camino no se hace sin sacrificio.
Como miembro de una Casa de Poder, uno debe mostrar una
devoción total. Al hacerlo, se otorga a cambio un poder infinito.
Las órdenes deben cumplirse sin rechistar.
El Consejo tiene total autoridad sobre la vida de cada uno de
los miembros de la Casa, cada uno de los cuales no se dedica a
ninguna persona en particular por encima de los Anguis.
Si no se respeta este compromiso, no habrá piedad.
Nadie está por encima de cualquier recriminación o recurso.
Nadie puede poner nada ni a nadie por encima de su lealtad a
los Anguis.
Nadie podrá excusarse del Anguis una vez que se haya
presentado ante el Consejo una declaración de lealtad y
servicio.
Nadie puede ser abandonado, independientemente de que
haya nacido en el redil, haya sido traído por un miembro
existente de la Casa o haya sido iniciado.
Un miembro de la Casa promete no comprometerse a nada más
que a su dedicación a los Anguis. A cambio, uno recibirá poder
y riqueza ilimitados y el legado de las Casas tras su nombre.
Los que traicionen a los Anguis pagarán su deuda con sangre y
con el sacrificio de su lengua.
Para aquellos que nos enamoramos de la Bestia y queríamos
que se quedara exactamente como estaba.
Foxglove
—Cariño, el hecho de que te pases el día mirando a chicos
ardientes y te paguen por ello no te exime de tener que
interactuar de persona a persona —Emerald hace todo lo
posible por dirigirme una de sus severas miradas. Sus
preciosos ojos color avellana brillan a la luz de la pantalla.
Cuando me muerdo el interior de la mejilla, levanta una ceja
bien cuidada en señal de interrogación silenciosa.
—Lo sé. Lo sé —murmuro más para mí misma que otra cosa,
me reajusto el cabello en la imagen del videochat.
—Y no pienses ni por un segundo que puedes sustituir a los
seres humanos de verdad por esa monstruosidad gigante en
forma de calamar que tienes escondida en el cajón de tu
mesilla de noche —me agita una almendra antes de metérsela
en su prominente boca.
Esta mujer conoce casi todos mis secretos. Estoy segura de que
podría descubrir con éxito las respuestas a todos los grandes
misterios del mundo desde la comodidad de su sofá. Y lo haría
sin romperse ni una sola de sus uñas perfectamente pintadas.
—Te prometo que me he portado bien. El otro día les contesté
a tres de esos bichos raros de mi bandeja de entrada —lo que
no le digo a mi mejor amiga es que con responder me refiero a
que borré sus mensajes sin ni siquiera abrirlos.
La vida es demasiado corta para perder el tiempo con idiotas
con frases para ligar que provocan úlceras de estómago. El tipo
de chicos de fraternidad que no tienen ningún interés en nada,
excepto en encontrar un agujero caliente a las dos de la
mañana después de que han prostituido al alrededor de la
ciudad.
—Sabes que puedo ver a través de tus idioteces, ¿verdad? —Su
globo ocular está tan cerca de la pantalla que no puedo evitar
soltar una carcajada. Parece una criatura de las
profundidades—. ¿Tienes más clientes para esta noche? ¿O
puedo convencerte de que vengas a cenar conmigo como un
ser humano en toda regla?
Emerald es la definición de implacable. Supongo que es lo que
conlleva estar en el espacio online y representar cualquier
cosa, desde estilo de vida hasta marcas de ropa. Rezuma clase,
sofisticación y estilo de una forma que siempre he esperado
que se me contagiara. Pero aún no he visto ningún resultado de
mi esperado estilo por ósmosis.
—Hay un evento de picoteo y socializar a las ocho en el paseo
marítimo, y estará lleno de gente que sólo bebe batidos de col
rizada y cree que athleisure es un término de vocabulario
válido.
Apoyo el teléfono en el banco que tengo delante y abro mi fiel
agenda. Aunque me encanta la tecnología para algunas cosas,
no hay nada mejor que mi infalible sistema de anotar las cosas
en un calendario con bolígrafo.
Sacudo la cabeza y vuelvo a mirarla.
—No, soy libre y toda tuya por el resto de la noche... aunque no
estoy del todo segura de que puedas llamarme participante
voluntaria en lo que sea esto.
Em me sonríe con los dientes perfectamente blancos. Los míos
nunca llegarán a deslumbrar tanto como la sonrisa de esta
chica.
Ha nacido para que la miren. Em es el tipo de belleza natural
por dentro y por fuera que merece ser adorada y apreciada
dondequiera que vaya. Por eso soy la primera en vitorearla
cada vez que consigue un nuevo contrato o una nueva
oportunidad de representar a una marca. Mi mejor amiga está
allanando el camino para las mujeres que son bellas y que
casualmente son curvilíneas y voluptuosas y decididamente no
son delgadas como una ramita.
Y posee sin complejos cada una de las curvas de su cuerpo.
Desde que nos conocimos hace años (al azar en una cafetería
un martes lluvioso, cuando me hizo un cumplido sobre mi
cabello) he tenido la suerte de estar en la órbita de esta chica.
Puedo decir con seguridad que me introduje en su mundo y
ahora me niego a salir de él.
—Espera, ¿dijiste ocho? ¿A las ocho de la noche? —Hago una
mueca y arrugo la nariz.
Em me frunce el ceño. —Perra, tu coño se va a cerrar para
siempre si sigues actuando como una abuela y quejándote de
que cualquier cosa después de las siete es demasiado tarde por
la noche.
—Oh, lo siento, no me di cuenta de que eras un vampiro —me
burlo—. Pero por ti, mi reina, haré una aparición... aunque
preferiría estar usando mis pantuflas y tejiendo.
—Más bien extendida en tu sofá con tu vibrador, gimiendo
hasta llegar al orgasmo.
Hago un ruido impío. Definitivamente, esta chica conoce
demasiados de mis secretos.
—Quedemos antes y podemos comer algo que se parezca a
comida humana de verdad —Em está ocupada dando
golpecitos a la pantalla mientras sigue en llamada conmigo. Sin
duda ya está buscando el lugar más cercano, donde podamos
disfrutar de una comida y charlar sin agobios.
Además, me conoce tan bien que la sola idea de estar en un
lugar demasiado concurrido me produce urticaria.
Hay algunas sombras de mi pasado de las que simplemente no
puedo librarme.
Puede que mi mejor amiga no sepa las verdaderas razones por
las que prefiero pasar desapercibida, pero me apoya de todos
modos, y no puedo evitar quererla infinitamente por ello.
Canturrea para sí misma mientras sus ojos parpadean sobre lo
que aparece en la pantalla que tiene delante.
—Vale, creo que nos he encontrado un...
La puerta de mi estudio se cierra con un chasquido, desviando
mi atención de lo que está diciendo. Al levantar la vista, una
presencia llena el aire. No espero a nadie y, para ser sincera, no
tenía intención de recibir a nadie esta noche. Y menos ahora,
que acabo de quedar con mi mejor amiga.
Sea quien sea, tendrá que aprender a reservar una cita o volver
en otro momento.
—Espera un momento, Em. Hay alguien aquí. —Cojo mi
teléfono, manteniéndola en el videochat mientras doblo la
esquina del tabique y casi olvido mi propio nombre.
Hay un hombre: no, un espécimen de obra de arte finamente
esculpido, en la sala de espera de mi pequeño y coqueto salón
de tatuajes mirando el conjunto de últimos diseños flash que
tengo en la pared.
Joder, parece un dios salido directamente de las páginas de una
revista de salud masculina. Debo de hacer un ruido ahogado,
porque de repente Em se pone a parlotear conmigo y me llama
por mi nombre con un deje de preocupación en la voz. Mi
pulgar pulsa inmediatamente el botón de silencio y consigo
esbozar una sonrisa.
Pero mi boca, mi cerebro y mi cuerpo van en diez direcciones
distintas a la vez. Mientras tanto, estoy convencida de que cada
centímetro de mi piel debe estar pareciendo ahora mismo un
letrero rosa de neón. Seguro que parezco un flamenco con el
rubor que me recorre desde la frente hasta los dedos de los
pies.
En algún lugar de los recovecos de mi cerebro, sacó a relucir
algunas palabras.
—Umm. Hola. ¿Puedo ayudarle?
Su cabeza gira lentamente para mirar en mi dirección y, joder,
tiene una mandíbula de granito cubierta de barba oscura. Si a
eso le sumo su cabello castaño oscuro despeinado, que le cae a
la longitud justa, mis ovarios empiezan a bailar de alegría.
Todo en este hombre grita riqueza, poder y magnetismo. Es un
poco mayor, también, que es como pellizco en el coño para mí.
Maldita sea.
No sé qué carajos hace en mi pequeño y bohemio estudio de
tatuajes, en una zona de la ciudad que estoy casi segura de que
no ha pisado nunca. Pero sea cual sea el extraño universo
alternativo en el que me he metido, no estoy enfadada por ello.
Yo, de entre toda la gente, sé que no se puede juzgar un libro
por su portada. Pero hay algo que no cuadra en el hombre que
tengo delante y en este extraño conjunto de circunstancias
discordantes.
Es entonces cuando de repente siento un vuelco en el
estómago. No del tipo bueno que se asocia a los momentos de
desmayo en las películas, sino del tipo que te indica que algo va
mal. La parte lógica de mi cerebro empieza a funcionar. ¿Y si
está aquí porque no he pagado algo? O le debo dinero al banco,
o...
Estoy cayendo en espiral. Y como si se diera cuenta de que no
estoy procesando las cosas de forma racional, se endereza
hasta alcanzar su estatura, que es superior a la mía, y se mete
los hombros dentro de su traje de diseño.
—¿Estás disponible para un pequeño tatuaje? Sé que es tarde y
que no he pedido cita.. —sus manos son fuertes, con venas que
asoman en todos los sitios adecuados; no puedo evitar fijarme
en él mientras se desabrocha despreocupadamente la parte
delantera de la chaqueta para dejar al descubierto una
impecable camisa blanca de vestir—. Pero estaba en el barrio.
El tipo guapo misterioso se detiene un poco bruscamente. No
da más explicaciones, y no creo que me crea ni por un segundo
que sólo estaba por el barrio, así que inmediatamente empiezo
a pensar en razones por las que voy a rechazar educadamente
la petición de este hombre increíblemente guapo.
Mientras tanto, mi coño me chilla en señal de protesta.
Cuando miro el teléfono que aún tengo en la mano, la cara de
Em llena la pantalla y gesticula enloquecida hacia la cámara
con un dedo que da vueltas en el aire, exigiendo que la gire.
Toco discretamente el icono con el pulgar y giro el objetivo de
la cámara.
Al mismo tiempo, abro la boca para responder al hombre que
espera en silencio. Pero él se me adelanta y, con voz
aterciopelada, sus palabras retumban en el espacio que nos
separa.
—Estaré más que feliz de pagar cualquier tipo de tarifa
adicional que quieras cobrar. Los negocios son negocios, y soy
consciente de que te estaría molestando no sólo por entrar
aquí como un idiota sin reserva, sino también por hacerlo a
esta hora del día.
La promesa de poder cobrarle a este tipo probablemente
veinte veces más que mi tarifa normal despierta algo dentro de
mí. Seguro que su traje cuesta más que un mes de alquiler. Así
que me lanzo de cabeza.
—Tengo una tarifa estándar para las solicitudes de reserva de
última hora —no, no tengo—. Pero estaría más que feliz de
hacerle un hueco para una cita especial esta tarde —oh, Dios.
¿Seré capaz de tatuar a este hombre sin babearme encima de
él?
Me mira con unos ojos azul zafiro que parecen atravesarme y
se limita a asentir. Su aroma me envuelve. Cítricos, hojas
frescas y pesados tonos de madera que me llaman a un nivel
celular.
Echo un vistazo a la pantalla de mi teléfono y veo que Em ya ha
terminado nuestra llamada. En su lugar, mi pantalla se llena de
mensajes suyos.
OMG.
¿WTF?
¿Es real?
¿Tuve un aneurisma?
Retiro lo dicho.
Mira a Daddy toooodo lo que quieras.
Haz que esté tatuaje sea el más largo que te hayas hecho nunca,
perra.
Tómate tu tiempo.
Y luego promete que tendrás a sus bebés.
PD. Por favor, dime que tiene un hermano soltero.
Inhalo. Exhalo. Cuento hasta cuatro cada vez y hago una pausa
de la misma cuenta entre respiraciones.
He tatuado a muchos hombres y mujeres hermosos. Pero
ninguno me había dejado en una situación tan visceral. Tengo
las palmas de las manos húmedas mientras dejo el móvil a un
lado y me pongo los guantes negros de látex.
—¿Ya has decidido cuál te gustaría? —Hago un gesto con la
cabeza hacia la gama de diseños. Manteniendo las manos
ocupadas, recojo las tintas y los vasos en mi estación de trabajo
junto a la silla de tatuar y preparo el papel de estarcido.
—Sí —ese timbre profundo de su voz hace que se me erice un
poco la piel.
Dios, Em tenía tanta razón. Tal vez necesito salir y participar en
algún tipo de acción, porque la forma en que estoy toda
burbujeante y pegajosa por este completo extraño es un
desastre.
Me muestra la que le gustaría: una sencilla rosa de líneas finas
con zarcillos espinosos que se entrelazan con una serpiente.
Preparo la plantilla.
Mientras lo hago, aprovecho otra oportunidad para echar un
vistazo furtivo a este hombre sobre el que estoy a punto de
entintar una obra mía. Objetivamente, es guapo como el
pecado. Un poco callado y melancólico, pero desprende una
energía dominante que hace que mi coño se levante y se fije en
él.
Y entonces este jodido idiota se quita la camisa.
Fox
Hay un hombre semidesnudo tumbado en la silla debajo de mí,
y me muerdo el labio con tanta fuerza que por la mañana
tendré un moratón.
El extraño con abdominales para cada día tiene un bronceado
natural y uniforme en la piel que evoca imágenes de largas
tardes en un olivar rodeado por el canto de las cigarras
mientras te da de comer uvas. Es el tipo de color cálido y
meloso por el que la gente paga mucho dinero.
Sólo puedo esperar tener una piel tan suave y bonita como
ésta.
Otro hecho inevitable es que es todo músculo de una forma que
estoy segura que sólo se consigue con una dieta de pollo
hervido y verduras de hoja verde combinada con cuarenta
horas a la semana pasadas en el gimnasio.
Mis dedos enguantados presionan la piel que cubre sus
costillas, manteniéndola firme mientras vuelan las agujas. El
único sonido que llena el estudio es el monótono y silencioso
zumbido de mi máquina. A algunos clientes les gusta escuchar
música o traer sus propios auriculares, pero nosotros dos
estamos aquí sentados, con la única compañía de la noche y la
tinta.
Ah, y sin mencionar que las costillas duelen. Como hijas de
puta.
Sin embargo, este tipo es una estoica montaña de hombre. No
da ni una pizca de pista de que esto podría ser doloroso para él.
Incluso he comprobado en varias ocasiones para evaluar su
nivel de comodidad, pero todo lo que hace es gruñir algo que
suena como ‘bien’.
Así que ahora, estoy haciendo exactamente lo que dijo
Emerald: Mirando directamente al hombre con ojos de lujuria.
Tiene otros tatuajes. Un par de otros diseños de estilo similar
envolviendo sus costillas en el lado opuesto. Además de un
halcón con las alas extendidas y garras a través de su pectoral.
No es que deba mirar esa parte de él.
No. Esta soy yo al cien por cien, centrada profesionalmente en
el lado de su caja torácica donde estoy entintando y limpiando
el exceso. Tintar. Limpiar. Repetir.
Cuanto más se alarga el silencio entre nosotros, menos
recuerdo lo que se siente al mantener una conversación
normal. Hay tanta testosterona saliendo de este hombre que
quiero derretirme en un charco en el suelo. Jesucristo, apuesto
a que tiene una gran polla.
Foxglove Marlina Noire. Cálmate, Joder. Ahora. Ya.
De vuelta a morderme los labios y a frágiles intentos de dejar
de imaginarme su polla, es adonde voy a parar durante la
siguiente hora.
Llevo tatuando cinco años y mi pequeño estudio ha sido mi
refugio durante los últimos tres. Em fue la que empezó a
ayudarme a encontrar clientes cuando yo aún estaba en los
primeros días de encontrar mi lugar en la ciudad. Entre sus
clientes de relaciones públicas, sus trabajos en las redes
sociales y sus sesiones de fotos, siempre hay almas creativas
dispuestas a gastarse un dineral en tinta fresca.
Cuando por fin pude hacer el depósito para comprar este lindo
y pequeño espacio, me eché a llorar sobre su hombro. Luego
nos llenamos de sushi e hicimos un nido improvisado en medio
del piso, hablando toda la noche y planeando el futuro de
nuestros sueños.
Una visión lejana de lo que podría ser la vida, comparada con la
sombría realidad de la que escapé cuando era adolescente.
Algunos días, siento la alargada sombra de mi padre
arrastrándose por las esquinas, lista para arrebatarme de
nuevo a sus garras. Pero intento mirar sólo hacia delante.
No puedo pasarme la vida aterrorizada de que mi pasado me
arrastre de nuevo a las profundidades más oscuras.
Sabe exactamente dónde estoy.
El hecho de que me haya permitido seguir libre tanto tiempo es
un milagro.
Lo único que puedo hacer es vivir cada día como si fuera la
última bocanada de libertad que se me permite respirar.
Doy los últimos toques al sombreado de la parte inferior de la
serpiente y noto el peso de la mirada del hombre. No ha dicho
su nombre, y algo me dice que ha sido cien por cien
intencionado.
Luego le quito los últimos restos de tinta para limpiar la obra
de arte, y me complace ver que no está muy roja. Se va a curar
de maravilla. Las finas líneas negras y el sombreado quedan
preciosos con el tono de su piel, y aunque no vuelva a verle la
cara, siempre llevará una pequeña parte de mí impresa en él.
Tal vez una amante suya acaricie esas líneas cada mañana al
despertar a su lado.
Tal vez le pase la lengua por encima mientras desciende por su
cuerpo antes de llevarse la polla a la boca y chupársela.
Oh, joder. Ahora estoy nerviosa y sin palabras e imaginando la
sensación aterciopelada de la polla de este hombre en mi
lengua.
Levanto los ojos para encontrarme con los suyos, y su
penetrante mirada azul está ahí, joder. Mirándome por debajo
de su fuerte nariz con fría indiferencia.
Es entonces cuando mi cerebro decide despertarse de una puta
vez y, desde este ángulo, me resulta familiar. Pero por mi vida,
no puedo decidir por qué. ¿Quizás lo he visto en las noticias, o
en algún artículo online? Obviamente es poderoso y rico...
Se aclara la garganta y eso me saca de mi aturdimiento.
—Voy a envolvértelo. —Casi me muerdo la puta lengua al
tropezarme con las palabras más sencillas. Siempre piensas
que bromean cuando te dicen que se te puede trabar la lengua
con alguien, pero aquí estoy con la lengua formando la forma
de un pretzel dentro de la boca.
La aplicación del cuadrado adhesivo transparente para cubrir
su nueva obra de arte requiere más toques en su torso
obscenamente esculpido, con el borde exterior de la cubierta
de plástico extendiéndose por el lateral de sus abdominales.
Dios, están duros como rocas y marcados bajo mis dedos
mientras aliso la venda adhesiva contra su cálida piel, y mis
ávidos ojos se posan directamente en la V que apunta a sus
pantalones.
Estoy siendo la tatuadora menos profesional del mundo en la
historia de todos los tiempos.
Así que hago una maniobra muy poco elegante para deslizarme
fuera del taburete y me quito los guantes desechables con un
sonoro chasquido. Los tiro a la basura, me lavo rápidamente las
manos en el lavabo de la esquina y me las seco con una toalla
de papel. Todo ello mientras me doy un estricto sermón.
Cuando me doy la vuelta, ya ha guardado el abanico de
abdominales y se está abrochando los últimos botones de la
camisa. Esta vez se ha dejado desabrochados los dos de arriba
y veo que lleva la corbata azul marino dentro de la chaqueta a
juego que tiene doblada en la silla de al lado.
Debe de estar jodiéndome, porque a continuación se sube las
mangas de la camisa blanca por los antebrazos. Lenta e
insoportablemente, remete el material sobre sí mismo,
ofreciéndome el espectáculo más pornográfico de mis
veintiocho años.
Toda esta puta situación requiere una cita inmediata con mi
vibrador en cuanto se vaya y pueda cerrar la puerta.
Mi teléfono suena en la encimera y eso me saca del trance en el
que había caído. Está ocupado recogiendo su chaqueta y
sacando su propio teléfono del bolsillo interior, así que
aprovecho para huir y poner un gran trozo de madera entre mi
cuerpo y el suyo.
Puede resultar patético, pero una chica tiene que tener algo
para defenderse ante una masculinidad tan potente.
Mientras se acerca a mí, balbuceo de detalles como no mojar el
tatuaje y cómo volver a programar en caso de que necesite
algún retoque una vez que todo se haya curado. Es mi perorata
habitual y en realidad no oigo lo que digo. Muevo la boca y
parece que salen sonidos.
Le doy un botecito de pomada para que se lo ponga y cobro el
total, añadiendo un generoso recargo porque, joder, no voy a
dejar pasar la oportunidad de amortiguar mi saldo bancario un
poco por encima de la línea roja esta semana. Este hombre
enigmático puede ofrecernos a Em y a mí nuestra cena de sushi
favorita, seguida de un helado a la orilla del río.
—¿Eso es todo? —Su tono gélido corta mi charla. Está mirando
la pantalla de su teléfono y me ignora por completo.
De acuerdo. Eso fue definitivamente grosero.
Mi boca forma una línea firme. Resulta que todos los idiotas
ricos son iguales. Bastardos con derechos que creen que
pueden comprar su salida de cualquier situación y que el
dinero lo resuelve todo. Incluyendo tener una personalidad de
mierda.
—Sí —mis ojos dan la mejor impresión de disparar dagas,
mientras mi cara sonríe.
Con la otra mano, y sin apartar los ojos de su teléfono, arroja
sobre el mostrador una tarjeta de crédito negra, de aspecto
elitista. Es una de esas con acabado mate, sin ningún detalle. De
esas que sólo tienen los asquerosamente ricos.
Una tarjeta de crédito sin limitaciones, supongo.
El encanto de lo atractivo que era hace sólo unos minutos se
marchita. Parece que tiene la personalidad de un picaporte, por
no hablar de los modales de un cuchillo. Así que extiendo la
mano y golpeo la tarjeta de crédito contra la pantalla y lamento
no haber añadido unos ceros más al total final.
Ni siquiera se habría dado cuenta.
Pero ese no es mi estilo. Y, además, ni siquiera sé si me gusta la
idea de tomar el dinero de este hombre ahora de todos modos.
Probablemente patea cachorros para ganar sus miles de
millones.
Le devuelvo la tarjeta y, por fin, levanta la vista del teléfono
que tiene en la mano.
—Nos vemos —nunca. Imbécil.
Gruñe algo parecido a un adiós cavernícola y se dirige hacia la
puerta. Estoy a dos segundos de ir corriendo a cerrarla con
llave, pero antes cojo el móvil.
Abro el chat con Em y empiezo a escribir furiosamente. El puto
con mucho dinero y que ha conseguido ponerme cachonda
como el demonio, pero luego rabiosa como el infierno, se está
quemando en mi mensaje de texto a medio redactar cuando
una sombra se cierne sobre mí.
—Es Foxglove, ¿no?
Mi cuerpo se contrae al oír mi nombre salir de su boca con esa
voz sonora.
—Eso es lo que dice en la puerta —sigo molesta con él, pero no
puedo evitar que mi cuerpo aún se esté poniendo al día con el
memo de que no nos gusta ese hombre tan guapo.
—Siento la necesidad de disculparme —aromas cítricos y
amaderados me envuelven como un gato que se frota contra
mis piernas.
—¿Por qué? —Le recorro con la mirada. Oscilan entre la barba
incipiente que cubre su garganta, sus anchos hombros dentro
de la camisa y vuelven a su pesada mirada.
Su garganta da un trago.
Me tiemblan un poco las rodillas.
No. Recuerda. Imbécil.
Se frota la nuca con una mano y parece vacilar de verdad
durante un instante.
—No me siento muy cómodo con gente que no conozco —me
observa con una mirada capaz de derretir bragas y
corazones—. Mi línea de trabajo es muy... difícil. A veces
parezco un idiota cuando no es mi intención.
Ahora mismo, espero de verdad que no pueda oír lo fuerte que
me martillea el corazón en el pecho.
Me relamo los labios. Hay algo en su sincera confesión que me
desconcierta un poco y disipa la necesidad latente de darle un
puñetazo en los huevos de hace un segundo.
—No pasa nada. Lo comprendo. Estoy acostumbrada a estar
mucho tiempo sola.
Joder. Esta noche ha sido una montaña rusa de sensaciones.
Será mejor que no haya otra oscilación del péndulo, o podría
caerme de mi percha.
—¿Qué vas a hacer mañana por la noche?
Mi cerebro se detiene como una de esas ruedas giratorias de la
muerte en la pantalla de un portátil.
¿Me… está invitando a salir?
Antes de que pueda hacer nada para evitarlo, una carcajada
maníaca sale de mi boca.
—¿Esto es una especie de broma para ti?
Parece un poco sorprendido; esa energía severa y dominante
que lleva dentro no está acostumbrada a nada que no sea
adular su belleza.
—No —sus cejas se fruncen ligeramente—. Me gustaría saber
si estás libre mañana por la noche.
—¿Hablas en serio? —Debe haber una cámara oculta en alguna
parte. Estoy incrédula. En ningún universo posible el Sr.
Abdomen Perfectamente Tonificado y Pómulos Angulosos me
está preguntando si estoy disponible mañana.
—Muchísimo.
—¿Por qué?
—¿Por qué no?
—Uhhh... porque mírame... y mírate.. —agito las manos en su
dirección.
—Te estoy mirando.
Tengo muchos problemas. La forma en que lo dice hace que mi
estómago dé volteretas y mis muslos se aprieten.
—Tienes una anodina tarjeta de crédito negra mate —de
alguna manera, esto parece ser un detalle importante que
parece haber pasado por alto.
—¿Y? —Ladea la cabeza, estudiándome con una expresión
ilegible.
—Tengo una cuenta bancaria en descubierto y un montón de
facturas sin pagar —el hecho de que mi voz haya subido una
octava perseguirá mis sueños para siempre. Cuando me
despierte a las tres de la mañana repitiendo esta conversación
palabra por palabra, arderé oficialmente en un infierno de
vergüenza.
—Estoy seguro de que ninguno de esos hechos te impide
comer, ¿verdad? —Si no tuviera una mirada tan severa, casi
estaría convencida de que me está tomando el pelo. Pero no
hay nada en el aura de este hombre que me diga que es del tipo
bromista.
Tal vez en el dormitorio...
Joder. Por el amor de Dios, concéntrate, Fox.
—Bueno, no.
—Entonces, por favor, ¿aceptarías pasar la noche de mañana
conmigo?
Hay un charco en el suelo donde se me ha salido el cerebro por
la oreja.
Este hombre acaba de decir por favor.
Continúa, totalmente ignorante de mi situación.
—Tengo que ir a un evento de etiqueta por trabajo, y tengo que
llevar a una acompañante.
Mi boca se abre y se cierra, pero soy incapaz de formar
palabras.
—¿Eso es un sí? —Saca del bolsillo de su chaqueta un papel
grueso del tamaño de una tarjeta de visita y me lo pone en las
manos. Hay información de contacto escrita a mano y otros
datos con tinta negra—. Ahí están todos los detalles que
necesitas.
Se aparta del mostrador antes de detenerse. Sus ojos azules
brillan a la suave luz de la lámpara del mostrador.
—Te recogeré mañana por la noche a las seis, Foxglove.
Fox
Toco con los dedos el tejido suave y untuoso, y sólo el hecho de
llevar toda la cara maquillada me impide frotarlo contra la
mejilla.
Este vestido parece incluso caro. Se desliza sobre mis palmas
como una brisa tropical que podría acariciar tu piel en una
noche cálida a bordo de un yate de lujo.
Caro, sin duda. Cuesta más que dos semanas de alquiler y
servicios juntos. Oh, no sé cómo vive la otra mitad.
Me recorre un escalofrío al recordar cuánto tiempo estuve
atrapada en la prisión dorada de mi padre.
No hay forma de que pudiera permitirme algo tan lujoso con
mis circunstancias actuales, pero parece que mi hombre
misterioso, y cita para esta noche, se encargó de todo.
Sólo que ya no es un misterio. Tiene un nombre, como estaba
impreso en el reverso de la tarjeta que me dio. Thorne Calliano.
Se me sonrojan el cuello y el pecho. Es un nombre muy sexy, lo
reconozco.
Puedo imaginarme gimiendo, y la imagen lasciva que evoca me
deja con la completa certeza de que ya estoy muy fuera de mi
elemento con este hombre.
En la tarjeta que me dio anoche se detallaba en qué boutique
debía comprar, junto con instrucciones para ingresar en su
cuenta de gastos todas las compras que necesitara. También,
muy específicamente, que no necesitaba preocuparme por un
límite de presupuesto.
Joder.
Mi feminismo voló vertiginosamente por la ventana mientras
me probaba un vestido precioso tras otro bajo el escrutinio de
Em.
Una vez que dejó de chillarme como un periquito por teléfono,
quedamos con un café en la mano fuera de la boutique de lujo.
No había una jodida forma de confiar en mí misma para elegir
algo apropiado para el tipo de evento de etiqueta al que
evidentemente asistiría esta noche.
Ella es la que tiene un vestuario para morirse y créditos de
modelo profesional a su nombre. Sabe cómo vestirse, y
necesito todos sus superpoderes para salir de esta de una
pieza.
Aparece un mensaje de la mujer en cuestión. Es como si un
sargento de instrucción me metiera en un campo de
entrenamiento de la escuela de belleza.
Acuérdate de los pendientes y lleva el cabello recogido, pero
suelto. Si quieres que resalte tu sexy clavícula, ponte el sujetador
que te regalé por tu cumpleaños. Por el amor de Dios, combínalo
con tus bonitos tacones de punta abierta, y no olvides depilarte
las piernas.
Más puntos empiezan a rebotar mientras sigue tecleando.
¿Has recortado la zona de abajo últimamente?
Debería haberte reservado una depilación.
¿Por qué no me dio más tiempo para prepararte?
Me entran ganas de ponerle los ojos en blanco a través de la
pantalla del móvil. Pero sé que lo hace con buena intención.
Sí, mamá.
Le respondo con un disparo.
Luego me pongo el vestido azul medianoche, que se ajusta
perfectamente a mis curvas, con un tejido lo bastante grueso
como para que no me apriete. Los tirantes son delicados y
dejan ver la manga de mi tatuaje en todo su esplendor.
Fuimos de un lado a otro, tratando de elegir entre este vestido
y uno de manga larga que hubiera ocultado mis tatuajes. Pero
yo no quería ocultarlos; si estos idiotas ricos no pueden
soportar algunas obras de arte en la piel, más le valdría al
señor Thorne Calliano pensárselo dos veces antes de invitarme
a otro evento con él.
El azul intenso complementa mi tono de piel y realza
perfectamente mis rizos de color lila. Sigo las instrucciones de
mi sargento y me hago un recogido sencillo con los mechones
sueltos enmarcándome la cara. Me pongo los pendientes
dorados y compruebo tres veces que no me he dejado ninguna
barba en las espinillas mientras me calzo los tacones de cuña.
¿Aprobado?
Me hago una foto en el espejo y enseguida recibo una
avalancha de reacciones.
Si no te revienta los sesos esta noche, es un idiota.
Cualquiera que se te resista no merece respirar el mismo aire
que tú.
Yo lo haría contigo. *guiño guiño*
No sé cómo me las arreglaría sin ti.
Lo sé, ¿verdad?
Me envía un meme de un troll.
Perra.
Llega otra imagen, esta vez es un diablo con aureola.
Suena mi alarma, lo que significa que la cosa está a punto de
ponerse fea. En cinco minutos, mi ridícula y elegante cita
vendrá a recogerme, si es que no me está esperando fuera.
Recojo rápidamente el móvil, la cartera y las llaves, y los meto
todos en el bolso a juego que he comprado hoy para el vestido.
Sinceramente, intenté negarme, pero me resulta más fácil
aceptar añadir el bolso a la factura que me hace agua la vista
que la escarpada lencería que Em intentaba obligarme a
comprar.
Me negué en redondo a que un completo desconocido me
comprara unas bragas de diseño y un sujetador transparente a
juego. Me parecía demasiado Pretty Woman para mi gusto, y
prefería meterme en un agujero a que pensara que había
comprado lencería expresamente para él.
La ironía es que me gustaría mucho que me quitara el vestido
al final de la noche, así que quizá debería haber abrazado a la
zorra que llevo dentro e ir a por todas con la lencería de encaje
de alta gama.
*****
Es sábado por la noche, y hay un apuesto diablo parado frente
a mi puerta.
Lleva un traje azul noche inmaculado, con el cuello abierto para
mostrar su atractiva garganta cubierta de barba incipiente. Con
una mirada que le devora el alma, recorre mi aspecto de pies a
cabeza.
No estoy del todo convencida de que no parezca un desastre.
Pero la forma en que esta tela cae sobre mi piel hace que mis
tetas se vean increíbles, con un escote sensual que se inclina
hacia abajo, por no mencionar que el corte hace cosas
maravillosas por mi culo.
Ahora que veo lo que lleva Thorne, me alegro de que esta fuera
mi elección final. Obviamente, no vamos a ir a ningún sitio
cercano a las zonas de la ciudad que suelo frecuentar con mi
presupuesto reducido.
—Estás preciosa, Foxglove —tiene las manos metidas en los
bolsillos y mi cuerpo ronronea al oír mi nombre en sus labios.
Pensé que odiaría que alguien usara mi nombre completo así,
pero lo hace funcionar, maldito sea.
—Gracias... Espero que te des cuenta de que llevas un traje
estupendo —agito las manos en un arco apreciativo, mis labios
se curvan en una pequeña sonrisa terriblemente nerviosa—.
Los simples mortales sólo podrían soñar con hacer que la
sastrería a medida quedara tan bien.
Es un muro de piedra, pero hay una flexión en su mandíbula
que me dice que Thorne Calliano no está congelado, aunque
parece inmune a mi cumplido. Gira sobre sus talones y me hace
un gesto con la barbilla para que le siga. Sus largas zancadas lo
llevan rápidamente al bordillo de la acera, y no estoy segura de
cuánto tardará este hombre en descongelarse esta noche.
Supongo que aún está en la zona de “incómodo con extraños”.
Mientras meto las llaves en el bolso, levanto la vista y casi
olvido cómo caminar.
—Mi seguridad —no me da más explicaciones, y el espectáculo
que nos espera me desconcierta por completo.
Flanqueando a mi apuesto diablo hay dos hombres con camisa
negra, pantalones de vestir y auriculares. Estos deben ser sin
duda sus secuaces. O asesinos de coños. Jesús, estos tres
podrían cortar vidrio con sus pómulos y mandíbulas
musculosas.
Si así es la seguridad, apúntame a la vigilancia las veinticuatro
horas del día.
Uno de ellos tiene el cabello negro y rebelde, nariz de boxeador
y un bronceado intenso. También está lleno de tatuajes que le
salen por debajo del cuello de la camisa, y mi coño chilla de
placer al ver su tinta. El otro es un auténtico descendiente de
vikingos que eligió vivir en la playa, estoy segura. Parece el hijo
de un dios nórdico y una sirena, con el cabello largo y
decolorado por el sol recogido en un moño y el tipo de cuerpo
delgado y musculoso que ansía flotar en el océano.
Cada uno de los hombres parece tener la misma estatura que el
otro, excepto el melancólico y tatuado, que es ligeramente más
corpulento que los otros dos. Está estúpidamente cortado, con
un aspecto que grita: “Me peleo en el callejón para divertirme”.
Esos músculos suyos se muestran maravillosamente por la
forma en que su camisa negra se ajusta alrededor de sus
hombros y pecho. El otro hombre es más delgado, pero puro
músculo. Parece el tipo de persona que levanta pesas como si
fuera su único trabajo.
Son tan increíblemente guapos que mis rodillas ceden un poco
al intentar acercarme con elegancia al tanque blindado negro
como la tinta en el que han aparecido.
¿Estos hombres no podían viajar en un vehículo normal? Es lo
suficientemente grande para siete personas y parece que
sobreviviría a una lluvia nuclear.
—Vaya, si eres una joya impresionante —el surfista nórdico
me coge la mano y se inclina para besarme el dorso. Su corta
barba me araña ligeramente, mientras que su boca es turgente
y cálida. Cuando roza mi piel con sus labios, hay un pequeño
rastro de humedad.
Lucho contra un estremecimiento de placer.
—Soy Kyron, allí está Raven —su barbilla hace un gesto en
dirección al hombre tatuado, que parece decidido a ignorarnos
al resto—. ¿Cómo te llamas, entonces? —Todavía con mi mano
en la suya, sus ojos se cruzan con los míos. Son de un verde
musgoso con motas doradas y, por un momento, me pregunto
si a Thorne le importa que su excesivamente atractivo
guardaespaldas me mire fijamente mientras frota la yema de
su pulgar sobre la palma de mi mano.
—Soy Fox —murmuro. Más que un poco embelesada.
—Bonito nombre para una bonita chica. Puedes llamarme Ky.
Dios, él es muy suave. Se lo reconozco. Mi suposición es que
este hombre sólo tiene que torcer un dedo, y los sujetadores se
abren espontáneamente donde quiera que vaya.
Si Thorne tiene alguna idea sobre esta interacción, se la guarda
para sí mismo.
—Me sorprende que este viejo gruñón haya conseguido que
aceptes ir con él esta noche —otro lento deslizamiento de su
pulgar me acelera el pulso—. ¿Te secuestró? ¿Te obligó?
Tiene un brillo descarado en los ojos y, maldita sea, le sale un
hoyuelo bajo el vello facial cuando mira a Thorne y luego
vuelve a mirarme a mí.
Sacudo la cabeza torciendo los labios.
—No, fue todo un caballero.
Esa boca tan besable se tuerce.
—Parpadea dos veces si necesitas ser rescatada.
Oh joder. También es gracioso. No estoy preparada para estar
rodeada de semejante buffet de delicias tamaño hombre.
Bajo ninguna circunstancia coquetees con el guardaespaldas de
tu cita.
Entorno los labios para ocultar la risa que amenaza con brotar,
saco suavemente la mano y la uso para recoger un rizo detrás
de la oreja.
—Sin fuerza, sin coerción. Estoy aquí por mi propia voluntad.
Todavía me impresiona el verde incandescente de sus ojos.
Mierda.
El otro hombre del equipo de seguridad de Thorne, la estatua
viviente, se mueve ahora por primera vez. Tiene un aire
depredador. Lleva estampado en la frente un jodido gran
letrero de: No acercarse.
Pero me abre la puerta del asiento trasero, como un caballero
depredador.
No puedo evitar darme cuenta de que aún no ha mirado hacia
mí. En cambio, sus ojos están ocupados, escudriñando la
tranquila calle con fría y calculadora intención.
Aunque supongo que es su trabajo, hay algo en ello que me
inquieta un poco. ¿Quién es Thorne para necesitar no uno, sino
dos guardaespaldas con él para asistir a una simple fiesta?
Da igual, eso es lo que menos me preocupa ahora mismo.
Voy a necesitar un maldito taburete para entrar y salir de este
tanque; está muy alto del suelo.
—Permíteme —Thorne pasa por delante de la puerta abierta y
me ofrece una mano para ayudarme a subir al monstruoso
vehículo.
Apoyo con cuidado los dedos sobre la palma de la mano que
me ofrece, y el contacto produce una descarga de electricidad
entre nosotros. Tanto que no puedo evitar un jadeo y le echo
un vistazo a la cara.
Su expresión es una fortaleza vigilada. Por un instante
recuerdo mis dudas iniciales sobre si quería salir con él esta
noche, pero me trago ese miedo instintivo.
He estado a salvo lejos de ese mundo el tiempo suficiente. Mi
padre siempre ha sabido dónde estoy. Si quisiera llevarme por
la fuerza, podría haberlo hecho hace años.
Sigue adelante. Vive una vida plena. Doy vueltas en mi cabeza a
uno de los pequeños mantras a los que me he aferrado durante
años.
Mientras me acomodo en mi lujoso asiento de cuero color
caramelo, la puerta se cierra de golpe y todos los hombres se
mueven por el exterior del vehículo con una precisión
coreografiada.
Mi acompañante se desliza hasta la parte trasera para unirse a
mí desde el otro lado del vehículo; mientras tanto, los dos
agentes de seguridad más guapos que el mundo haya visto
jamás suben a la parte delantera.
El motor se pone en marcha.
Mi puerta se cierra automáticamente con un ruido
amenazador.
De la nada, y antes de que pueda reaccionar, gritar o darle un
puñetazo en la garganta al mismísimo diablo, un destello
metálico me llama la atención.
Me clavan una jeringuilla en la nuca.
Intento inútilmente abofetearlo o agarrarme a él, pero el
hombre que está a mi lado es una víbora. Me inmoviliza las
muñecas mientras unos ojos desalmados me observan
sucumbir a su veneno.
No soy más que una niña tonta y estúpida.
Una que ha caído de cabeza en su trampa.
El lujoso interior de cuero, la puerta cerrada y el cielo nocturno
del exterior se deslizan de lado mientras me hundo. El efecto
de lo que sea que me haya inyectado se hace sentir casi de
inmediato.
Una poderosa ola lo consume todo.
Ahogándome en la oscuridad.
Kyron
Podría haber formas mucho peores de pasar una noche que
con una bella desconocida drogada y comatosa en el asiento
trasero de tu coche.
Seguro que es mejor que pasar la noche con sangre hasta las
rodillas.
Aunque aún queda mucho tiempo para eso si el deber, o los
Anguis, llaman.
Echo otro vistazo por el retrovisor a nuestra prisionera de
cabello lila.
Tiene la cara desencajada, el cuerpo retorcido contra la puerta
en un ángulo incómodo (desplomada, con la cara pálida y
apretada contra la ventana) desde que las drogas hicieron
efecto y sus músculos se volvieron flácidos.
Todo esto era un plan de Thorne. Encontró la forma de cobrar
la venganza que nos correspondía, y quién iba a pensar que
vendría en forma de la única hija de Andreas Noire.
Ahora es nuestra, lista para servir en lugar del imbécil que, por
derecho, debería estar colgado de un gancho de carne en
nuestro almacén, desangrándose, mientras extraemos
lentamente cada libra de carne que nos corresponde.
Sólo que ese plan se jodió hace una semana, cuando alguien
hizo un movimiento y asesinó al líder de la Casa Noire en su
propia cama. Le arrancó la lengua al hijo de perra y lo
desmembró, sin dejar pistas ni tarjetas de visita.
Merecía un castigo más largo y creativo que ese. Una muerte
lenta y tortuosa debería haber sido su sentencia final.
—¿El audio está confirmado? —Thorne pregunta desde su sitio
en el asiento trasero. Está pegado al teléfono, con las cejas
juntas, como suele hacer. Como siempre, está maquinando a
varios niveles.
—Sí —gruñe Ven desde el asiento del copiloto, sin apartar la
vista de las imágenes que tiene delante. Tiene un portátil
apoyado en las rodillas mientras transfiere las grabaciones de
la cámara y los archivos de audio.
Estos dos podrían ganar premios a la menor cantidad de
palabras pronunciadas; ambos son verbalmente estreñidos en
el mejor de los casos.
Mis ojos se desvían hacia el espejo retrovisor. Otra vez.
Durante un largo momento, me permito mirarla con atención.
Tiene unas jodidas tetas increíbles, unas curvas que piden que
las agarre con fuerza y una boquita carnosa pintada del rojo
perfecto para dejar un anillo alrededor de mi polla.
Ni me hagan hablar de su manga de tatuajes. Es una bonita
mezcla de flores, calaveras y pequeños recuerdos. Libros y la
luna y esas mierdas por las que las chicas como ella se vuelven
locas.
Lástima que sea un bonito juguete a punto de romperse.
Ser la heredera de la Casa Noire está a punto de costarle la vida
a esta chica.
—Las copias están guardadas de forma segura —Ven sigue
hablando frente a la pantalla, con sus dedos tatuados
golpeando agresivamente el teclado.
Thorne hace un ruido de aprobación.
Flexiono los dedos alrededor del volante. Estar en la ciudad (en
cualquier ciudad) me pone los pelos de punta. Pero teníamos
que cobrar nuestro pago y hacerlo al mismo tiempo que
obteníamos las pruebas que Ven está guardando en servidores
seguros y en nuestras unidades encriptadas.
No vamos a correr ningún riesgo.
Una vez serpiente, siempre maldita serpiente.
—Lo tengo —desde el asiento trasero, Thorne confirma que los
datos están cargados. Nuestra póliza de seguro para cuando
esta chica despierte y probablemente intente arrancarnos la
cara.
Oh, puede que parezca un jodido paquete bonito, pero creció
en el corazón del mismísimo nido de serpientes. Las chicas de
este mundo no sobreviven, y mucho menos escapan, a menos
que sean capaces de ensuciarse las manos.
—Diez minutos para abordar —miro el cronómetro de mi
teléfono. Necesitamos que esta extracción vaya sobre ruedas,
con nuestro jet ya en marcha y preparado para devolvernos a
Port Macabre con nuestro pequeño y bonito paquete de
venganza a cuestas.
Menos mal que no tiene a nadie que se dé cuenta de que se ha
ido. Ven ya ha hackeado sus reservas mientras estábamos de
viaje, avisando a sus clientes de que ha tenido un duelo
familiar, por lo que cerrará su estudio por el momento. No
necesitan saber que eso significa permanentemente.
También nos hemos ocupado de su amiga, que parece ser la
única que tiene. Tenemos a algunos de nuestros mejores
agentes siguiéndola e interfiriendo.
Para cuando sospeche que algo anda mal, no seremos más que
fantasmas. La forma en que siempre hemos funcionado mejor.
Y ahora el linaje de la Casa Noire está a punto de ser nuestro
para destruirlo.
Pero no antes de que tomemos el poder que esta chica nos va a
dar (si lo hace voluntariamente o no, es irrelevante) y lo
usemos para volar todo en putos pedazos. Incluida ella.
—Conduces como una perra. Podría habernos llevado ya —Ven
frunce el ceño ante su portátil, sigue trasteando con sus
cuentas y datos privados, pero como siempre, piensa que él
puede hacerlo todo mejor.
—Y habrías llamado demasiado la atención innecesariamente
de paso. Conduces como si tuvieras ganas de morir, joder —
Thorne es todo negocios esta noche. Algo lo tiene inusualmente
concentrado. Es un gruñón en el mejor de los casos, pero de
vez en cuando deja caer esa fachada fría como el hielo.
En secreto, vivo para esos momentos.
No es que se lo vaya a decir nunca; hay una especie de código
de hermanos tácito entre nosotros. A todos los efectos, soy un
hermano menor. Aunque no haya sangre entre nosotros, los
hermanos Calliano me tomaron bajo su protección cuando era
niño. Me salvaron la vida, y los seguiría a las fosas ardientes del
infierno sin dudarlo.
—Su huella digital ha sido borrada —Ven lo ignora—. No hay
rastro de su ubicación.
—¿Las cuentas también?
—Vaciadas.
Eliminar cualquier evidencia de esta chica del mundo exterior
es una parte de este plan. Tenemos que asegurarnos de que no
tiene nada ni nadie a quien recurrir. Su vida nos pertenece, y
ver las caras de todos los demás miembros de la Casa cuando la
hagamos desfilar delante de ellos como nuestra va a ser la
venganza más dulce por lo que hizo su padre.
Thorne Calliano.
Raven Flannaghty.
Kyron Harris.
Tres nombres con los que la chica inconsciente de cabello lila
pastel y tatuajes va a tener pesadillas el resto de su vida.
Levanto el brazo y ajusto ligeramente el espejo retrovisor para
mirar a Thorne. Tiene las cejas fruncidas y la mandíbula
apretada mientras mira el móvil.
Algo pasó con esta chica. No sé qué fue, pero él está en el borde
de una manera que no he visto antes. Es como si estuviera a un
segundo de lanzarse por la puerta mientras nos movemos.
Eso es precisamente lo que hace antes de que nos hayamos
detenido por completo en la pista de aterrizaje privada. Tanto
él como Ven se ponen en marcha y yo me pongo rápidamente
en el papel de encargarme de la chica. Le desabrocho el
cinturón y me echo su cuerpo flácido al hombro antes de subir
al avión. Detrás de nosotros, los demás se mueven con la
fluidez de haber trabajado juntos en momentos de urgencia,
como este, durante años. En cuestión de segundos, en lugar de
minutos, estamos a bordo y listos para partir.
Por encima de mi hombro, mientras entro en la oscura cabina
amueblada, puedo oír a Thorne confirmando detalles con
nuestro piloto, y Ven está asegurando la puerta. No tenemos
tripulación; no necesitamos mierdas así. En nuestro mundo,
cuanta menos gente conozca nuestros movimientos y
vislumbre nuestros secretos, mejor.
La chica respira entrecortadamente y no se mueve mientras la
acomodo en el gran sillón de cuero. Su cabello lila resalta en el
interior de color carbón. Negro sobre negro a juego con
nuestras almas.
Esta criatura me tiene pendiente, flotando mientras catalogo
tantos detalles minúsculos como sea posible, con la excusa de
asegurarle el cinturón de seguridad, me quedo aquí, aspirando
profundamente el aroma a coco de su champú y la pizca de
fragancia de jazmín que se aplicó en la clavícula. Me doy cuenta
de cosas que antes sólo había vislumbrado brevemente, como
el hecho de que lleva un delicado aro de plata en la fosa nasal
izquierda.
Tendría que estar muerto para no darme cuenta de lo
jodidamente impresionante que es esta chica.
Le rodeo el tobillo con una mano y le quito los tacones con la
otra. Menos posibilidades de que los use como arma en el
improbable caso de que se despierte antes. Teniendo en cuenta
la dosis que Ven le ha preparado, va a estar mucho tiempo en el
país de los sueños.
Pero no puedo quedarme aquí así. No con ella.
—Ky —Thorne ladra mi nombre. Es como si ese bastardo
siempre pareciera tener un sexto sentido para cuando mi polla
piensa por mí.
La sonrisa lasciva que lanzo por encima del hombro es mi
mejor esfuerzo para decirle que se relaje. Algo que a los
hermanos Calliano les resulta tan natural como meter la mano
en un nido de víboras.
—Sólo la revisaba... ya sabes... por si lleva algún arma o
dispositivo oculto del que debamos preocuparnos —me burlo.
Lo que quiero hacer mientras está inconsciente y lo que
debería hacer son dos cosas muy distintas. Así que, en vez de
eso, me enderezo y le tiro su bolso de mano a Ven mientras me
muevo para sentarme a su lado. Al otro lado de la mesa, Thorne
ya se ha despojado de la chaqueta y la ha dejado arrugada
sobre la silla vacía. Se ha aflojado un poco más los botones
superiores del cuello y se ha remangado la camisa hasta los
codos en un tiempo récord.
Ven, por supuesto, está tan oscuro, melancólico y ardiente
como siempre.
Lo que sea que seamos el uno para el otro... lo hemos sido
durante años.
Ha pasado de ser un lobo callejero, todo gruñidos y dientes
afilados, a ser ahora una criatura más salvaje. Pero sigo
perdiéndolo regularmente a manos de la noche y sus
demonios.
Follamos. Nos apoyamos mutuamente. En el mundo de Ven, eso
es lo más íntimo que se consigue.
No me gusta poner etiquetas a las cosas, y a él tampoco.
Es una tumba de misterios este hombre. No le he visto mirar a
la chica ni una sola vez, pero eso no significa una mierda.
Hemos compartido un montón de coños entre los dos cuando
nos apetece en la Casa Noire, y sé que, bajo su exterior de idiota
indiferente, le encantan un par de tetas deliciosas y un culo
redondo como el que tiene ella.
Preferiría apuñalarme antes que admitirlo en voz alta, pero
probablemente lo conozco mejor de lo que él está dispuesto a
conocerse a sí mismo.
El dolor lleva mil máscaras diferentes, y Ven oculta la suya con
mortal precisión. La que mantiene oculta mientras está en el
ring, cubierto de sangre y moratones.
Me enrosco el anillo de la calavera en el dedo corazón y dejo
que mi mirada se detenga en Thorne.
—Sigo pensando que no hacía falta que te hicieras un jodido
tatuaje —ha sido jodidamente reservado con esa parte del
plan.
Salvaguardando sus secretos como siempre.
—Había que hacerlo.
—Podrías haberla drogado desde el principio —estoy
presionando, esperando el momento inevitable en que me
dirija una mirada fulminante y responda a mi desafío. Estoy
ansioso, como siempre, por el momento en que él
contraataque.
Justo a tiempo, Thorne frunce el ceño y me mira con ojos de
acero. —Tenía que confiar en mí lo suficiente como para salir y
meterse en ese coche voluntariamente. Sabes que
necesitábamos las pruebas de la cámara del salpicadero para
demostrar que lo hizo voluntariamente. Si alguna vez
necesitamos usarla como garantía contra la perra, la tenemos
—se eriza bajo su cuello perfectamente almidonado. Me mira
con el tipo de mirada que he recibido innumerables veces de él
y de su hermano desde que nuestras vidas chocaron por
primera vez.
Me paso la lengua por los dientes y devuelvo la mirada. Estos
imbéciles me han enseñado todo lo que sé sobre no
acobardarse.
—Bueno, sólo digo que no me habría importado tenerla
inclinando ese suave cuerpecito sobre mí durante unas horas.
Thorne me contraataca con un arqueo de cejas que me
revuelve un poco el estómago. Odio que, después de tanto
tiempo, me siga afectando así, pero parece que nunca puedo
apagarlo. Siempre ha exudado esa vibra severa y controlada, y
eso es jodidamente ardiente. Pero guardo esa información bajo
llave.
—Habrías intentado follártela, y Ven habría intentado
estrangularla —da un golpecito con el índice en el
reposabrazos de cuero de su silla—. Tenía que ser yo.
No me lo creo. Hay algo más detrás de lo que me está contando.
—Con gusto me desharé de esa perra. Será mejor que
mantenga la puerta cerrada por la noche si quiere ver la
mañana siguiente —dice Ven entre dientes apretados.
Thorne hace un sonido de desaprobación.
—Todavía podría intentar follármela. Un polvo de odio me
parece bien —una sonrisa burlona se dibuja en mis labios
mientras el jet coge velocidad. No es mentira. Es justo mi tipo, y
mi polla está más que interesada.
Especialmente porque esta chica es nuestra para controlarla,
poseerla y mandarla como un buen pedazo de culo de ahora en
adelante.
Es una pena que una cosa tan bonita tenga que ser encerrada.
Pero, después de todo, ¿qué sería de la venganza sin un
sacrificio?
Fox
Mi puta cabeza.
Me duele todo como si me hubiera atropellado un autobús. Y
luego, de reversa por si acaso.
¿A qué fiesta de mierda fui anoche? Intento tragar, pero siento
la lengua pegada al paladar. El agua nunca ha estado tan arriba
en mi lista de prioridades como en este momento.
Si pudiera abrir los ojos para llegar a mi cocina. Cada pestaña
se siente pegada y aplastada por elefantes.
Es entonces cuando me doy cuenta. Puede que mi falta
temporal de visión haya agudizado mis otros sentidos, pero el
deslizamiento de estas sábanas sobre mi piel es diferente al de
mis propias sábanas. Hay un aroma que se aferra a mi nariz y
que no puedo identificar. Y es como si mi cuerpo se diera
cuenta de que hay un espacio totalmente distinto alrededor de
donde estoy tumbada.
El esfuerzo que me cuesta abrir los ojos es extraordinario, y al
instante siento que se me cae el estómago al suelo al ver lo que
se abre ante mí. Aunque las pesadas cortinas oscurecen, éste
no es mi lugar.
Esta no es mi cama.
Es una pesadilla que resurge en mi mente como uno de esos
videoclips a la inversa. Uno en el que un jarrón de cristal se
rompe contra el suelo a cámara lenta. Sólo que todos los
fragmentos dispersos vuelven a unirse a medida que se
reproduce el vídeo.
Lo último que recuerdo aparece a la vista cuando esas miles de
puntas de cristal mortalmente afiladas se reorganizan en un
único objeto dentro del ojo de mi mente.
Ese imbécil me drogó.
Ahora estoy despierta, aunque mareada como todos los
infiernos.
Todos y cada uno de los horrores de mi infancia se hacen
presentes. Recuerdos musculares de las veces que me
despertaba aterrorizada, temiendo que lo peor pudiera ocurrir
en cualquier momento, a manos de uno de los muchos amigos
de mi padre que merodeaban por la Casa Noire.
Me las arreglé para escapar antes de que algo tan horrible
como eso sucediera. Pero ahora...
Con los codos, me impulso lateralmente fuera de la cama y me
desplomo sobre piernas temblorosas. Siento que todo mi
cuerpo está hecho de goma pesada y siento un sabor ácido en
la garganta.
Se me revuelve el estómago y me paso las manos por el cuerpo.
Sigo completamente vestida... pero eso no significa
necesariamente nada. Por mucho que me invada una oleada de
ansiedad, tengo que comprobarlo.
A un lado de donde está orientada la cama hay una puerta
abierta, y me dirijo hacia allí dando tumbos. El pánico me
empuja hacia delante sin echar un segundo vistazo a mi
entorno. Cuando llego a la relativa seguridad de un cuarto de
baño con cerradura en el interior de la puerta, me encierro.
La visión que me recibe es aún más aterradora de lo que
imaginaba. Me han quitado el maquillaje, pero sigo llevando la
misma ropa que cuando salí de mi casa. Mi vestido parece
arrugado. ¿Es por el sueño o por otra razón?
Dios, no tengo ni idea de cuántos días hace que me
secuestraron. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
Me tiemblan las manos al agarrarme a la encimera de mármol
negro junto al lavabo. Una mano me mantiene parcialmente
erguida; la otra busca el dobladillo de mi vestido.
Con una mueca de dolor, me rozo con cautela la cara interna de
los muslos. Me paso los dedos temblorosos por la superficie de
la piel para comprobar si tengo moratones. Mi ropa interior
sigue en su sitio, pero eso no garantiza que no me haya pasado
nada en las horas que llevo inconsciente. Me tomo mi tiempo
para bajar la tela hasta la altura de las rodillas y empiezo a
probar lentamente alrededor de mi cuerpo. Con dos dedos,
presiono la entrada mientras en mi mente acecha el temor a lo
que pueda descubrir allí.
Me examino suave y cuidadosamente.
Todo ello concentrándome en inspirar larga y profundamente
por la nariz.
Es todo lo que puedo hacer, dadas las circunstancias.
Siento la piel suave. No queda ningún residuo extraño en mi
carne que me provoque un ataque de ansiedad inmediato. No
hay moratones que me hagan estremecer. No hay hinchazón ni
ningún otro indicio de que me haya pasado algo mientras
estaba drogada.
El alivio corre por mis venas como un monzón. Seguido de unas
náuseas violentas que me invaden como un alma en pena que
gime, rugiendo en mis oídos y desgarrándome con dientes y
garras.
Lo siguiente que sé es que estoy agarrada al borde del retrete.
No vomito más que bilis. Mi estómago se vacía,
convulsionándose mientras mi cuerpo sufre espasmos con
cada asquerosa arcada.
Cuando se me pasan las ganas, me inclino hacia un lado y
apoyo la frente húmeda en las frías baldosas del suelo. Es difícil
saber si mi malestar se debe únicamente al alivio o a los efectos
secundarios de las drogas que me han inyectado. Quizá ambas
cosas.
Al final, el mal sabor de boca se apodera de mí. Aunque mis
manos no son más que un caos, consigo ponerme en pie y
colgarme del lavabo. Me concentro en los pequeños pasos. Lo
que significa llevarme a los labios algunos bocados de agua del
grifo. Contemplo el mármol negro de aspecto caro y los
modernos accesorios de cobre del lavamanos mientras trago y
escupo varias veces, antes de engullir vorazmente unos
cuantos puñados.
No hay nada aquí para usar como arma improvisada. Estoy
segura de que es totalmente intencional por parte de los hijos
de puta que me secuestraron. O, la explicación más probable,
basado en órdenes dadas por mi padre.
Tengo los pies descalzos. No tener calzado hace que la
perspectiva de escapar sea más difícil (aunque no imposible)
sin algo que proteja mis plantas de los cortes.
Pero no hay momento como el presente para evaluar mis
opciones. No voy a sentarme aquí a esperar a que alguien
venga y se aproveche, forzándome, o termine lo que estos
hombres han empezado.
Con piernas temblorosas, me acerco a la puerta y abro la
cerradura lo más silenciosamente posible, tomándome un
segundo para confirmar que el dormitorio sigue vacío antes de
abandonar mi lugar de seguridad. Ser forzada al cautiverio o
robada de esta manera siempre era un riesgo, sobre todo si mi
pasado iba a alcanzarme algún día.
Los Anguis no toleran que nadie, sea cual sea su linaje,
abandone sus garras.
Sé lo que busco, y todas mis sospechas se confirman cuando
mis ojos se posan en el símbolo que me ha perseguido durante
décadas. Sobre la elegante mesilla de noche negra hay una
pequeña tarjeta. Recortada en un papel negro texturizado de
alto gramaje, en el reverso aparece una serpiente uróboros en
relieve dorado. Enroscada en esa familiar forma circular,
tragándose su propia cola con los colmillos al descubierto y los
ojos desorbitados.
El ciclo eterno.
Cada Casa dentro de los Anguis tiene su símbolo. Este
pertenece a la Casa Noire.
El legado de mi padre, del que he hecho todo lo posible por
escapar.
Me rodeo la nuca con ambas manos y exhalo un suspiro
tembloroso. Ver ese símbolo me dice todo lo que necesito
saber. Aunque puede que mi encarcelamiento no venga
acompañado de esposas y tortura, no hay duda de que estoy
aquí como prisionera.
¿Por cuánto tiempo o con qué fin? Bueno, sólo puedo imaginar
que eso dependerá de mi padre.
Me niego a llorar, joder.
Ese hombre no merece otra cosa que una garganta cortada y
que sus entrañas sean esparcidas para que los cuervos se den
un festín, como en una escena de tortura medieval.
No entiende mis lágrimas.
Me acerco a la carta del tarot y le doy la vuelta. Como
sospechaba, el símbolo de la Muerte me devuelve la mirada
vacía. Una calavera dorada rodeada por una serpiente que
serpentea por la boca dentada y reaparece con una lengua
bífida que sobresale por el ojo derecho. Al otro lado de la cara
de la calavera, una polilla se cierne sobre la cuenca vacía del
ojo izquierdo.
Mi corazón retumba a un ritmo constante que me mantiene
alerta ante cualquier posible realidad de pesadilla que venga a
por mí. O, mejor dicho, quienquiera que pueda aparecer en
cualquier momento es la enfermiza realidad a la que ahora me
enfrento.
Nunca fui más que un trozo de carne con el que mi padre
negociaba y comerciaba, una joya en su corona de huesos
ensangrentados. Es muy posible que haya hecho sus tratos, que
haya vendido mi cuerpo y que ahora yo sea el preciado cordero
preparado para el matadero.
Que te obliguen a un jodido acuerdo, todo en nombre de unos
viejos grasientos y sifilíticos que se aferran al poder.
Me había amenazado con ese futuro bastantes veces antes de
que cumpliera los dieciséis.
Aquellos hombres llegaban día y noche, y él insistía en hacerme
desfilar ante ellos. Hombres ancianos que me examinaban con
un hambre enfermiza en los ojos y sólo veían las llaves del
imperio de la Casa Noire.
Se me hace un nudo en la garganta y unos dedos helados
recorren mi columna vertebral. De repente, me veo
transportada al momento en que me di cuenta de quién era mi
padre y de lo que implicaba su negocio: Un comercio de carne
de menores y la venta de los derechos de propiedad de
menores para lo que esos putos retorcidos desearan.
Esa fue la noche en la que empecé a fraguar mi plan de huida,
una vez que por fin había despertado a la realidad del mundo
infernal que me rodeaba.
La adrenalina empieza a hacer acto de presencia. Mi cuerpo
funciona con memoria muscular y lucha o huida, y sólo hay una
cosa que me propongo hacer ahora mismo. Eso es llegar lo más
lejos posible de aquí. Incluso si eso significa tener que correr
descalza por campos de cristales rotos con un vestido de noche
de alta costura.
Recorro con la mirada la habitación, que tiene un techo
increíblemente alto. El interior es oscuro y premonitorio, todo
de color carbón, con pesadas cortinas aterciopeladas de color
verde bosque. Aparte de la cama sobre una plataforma de
madera de aspecto moderno y unas sábanas de lino de aspecto
caro en tonos a juego de esmeralda profundo, la habitación no
tiene nada que indique quiénes podrían ser los monstruos que
me han tomado como rehén.
Si voy a salir intacta de esta terrible experiencia, o muy
probablemente ensangrentada y magullada, necesito reunir
alguna información. Determinar adónde me han llevado es mi
mejor apuesta, o al menos, intentar establecer qué hora del día
puede ser. Siento el estómago tan vacío que puedo decir que he
estado inconsciente durante un tiempo relativamente largo.
¿Tal vez un día entero? ¿Posiblemente más?
Al acercarme a la imponente cortina, tiro de la obertura central
y no puedo evitar el grito ahogado que se apresura a salir de
mis labios. Me quedo con la boca abierta, y no en el buen
sentido. La vista que me recibe es un espeso bosque que se
extiende en todas direcciones, envuelto en un espeso banco de
niebla. Las puntas puntiagudas de los altos pinos y abetos se
extienden por encima del remolino gris que ondea hacia las
ventanas. Toda la pared es de cristal, y cada uno de los
enormes paneles está revestido de carpintería negra. De alguna
manera, toda la escena es vasta, ominosa y delicada a la vez.
No hay ni una carretera, ni una casa, ni indicios de vida más
allá del bosque que se extiende ante mí. Por lo que puedo ver,
el edificio debe de estar elevado, ya que estoy mirando por
encima de las copas de los árboles en lugar de estar inmerso en
la densa arboleda del suelo del bosque. Si no estuviera
aterradoramente aislado, podría ser incluso sobrecogedor.
Por la capa gris del cielo, es difícil saber qué hora del día es. Por
la forma en que el rocío se adhiere a las ramas de los árboles
más cercanos a las ventanas, sólo puedo adivinar que es por la
mañana.
Pero podría estar equivocada.
Joder. Esto no me da ninguna pista. E incluso si consiguiera
escapar de este edificio, no se sabe lo lejos que podría tener
que intentar llegar a pie vistiendo casi nada. A menos que
pueda encontrar algo de ropa para robar, claro, pero no sé qué
pueden esconder estas colinas. ¿Ser la próxima comida de una
criatura salvaje sería realmente peor que los psicópatas que
esperan consumir su libra de mi carne?
Decido que estoy dispuesta a arriesgarme. Ser devorada por
lobos o cerdos salvajes sólo puede ser un destino más amable
que la idea de que uno de esos viejos sudorosos me drogue y
haga lo que quiera conmigo en contra de mi voluntad una y
otra vez.
Solo de pensarlo me vuelvo a estremecer. La mano que sujeta
la pesada cortina cae hasta abrazarme el estómago.
¿Cómo ha podido mi vida dar un vuelco tan rápido y tan brutal
desde que puse un pie fuera de mi puerta para una maldita
cita?
Oh, Jesús. Emerald. Sólo puedo imaginar el infierno que está
pasando tratando de ponerse en contacto conmigo. La chica
probablemente tiene a media ciudad fuera buscando mi cuerpo
desde que hace tiempo que me perdí nuestro obligatorio
check-in después de una fecha límite. Pero, en cierto modo, me
siento aliviada de que esté a salvo lejos de este mundo y de la
enfermedad que infecta cada rincón de la Casa Noire.
No hay razón para que nadie vaya a por mi amiga.
Eso espero.
Reforzando mi columna vertebral, decido que no tiene sentido
seguir preguntándome qué me espera fuera de esta bonita
prisión. A falta de lanzar mi cuerpo contra esta pared de cristal
para ver si se rompe (cosa que dudo, teniendo en cuenta que
parece tener triple acristalamiento y probablemente sea a
prueba de balas), voy a tener que encontrar otra ruta para salir
de aquí.
Probar la puerta es como poner voluntariamente la mano en
una parrilla ardiente. Sé que me voy a quemar; las
consecuencias de girar esta manilla pueden ser fatales, pero
estoy dispuesta a correr el riesgo.
Gira en mi mano y el corazón me late en la garganta cuando
abro la puerta de madera. La abro lo suficiente para ver lo que
hay tras el umbral. Espero que me reciba el cañón de una
pistola o un fornido guardia de seguridad al que le faltan
dientes y tiene una cicatriz en la cara, pero fuera de la
habitación sólo hay silencio.
El pasillo es luminoso gracias a los cristales que van del suelo
al techo. Cuando atravieso la puerta y salgo al pasillo exterior,
mis ojos rebotan alrededor. Suelos de mármol negro brillante,
paredes oscuras y un patio cerrado tras el pasillo acristalado.
Un espacio que se completa con plantas tropicales en macetas y
el agua índigo brillante de una piscina de azulejos.
Este lugar es muy masculino como el infierno. Todo líneas
angulares, de carbón y texturas pesadas. Estoy recorriendo las
páginas de una revista de arquitectura, pero lo único que falta
es la sangre necesaria sobre la que obviamente se ha
construido este lugar.
La Casa Noire está empapada en ríos de carmesí. La única
moneda con la que comercian mi padre y sus socios, y este
lugar no es diferente de todos los demás en las filas de los
Anguis.
Por lo que puedo ver mientras me arrastro por este pasillo
acristalado, el edificio forma un cuadrado alrededor del patio
central. Cada lado debe de albergar un ala diferente, y aún no
he encontrado ninguna puerta que me permita escapar.
Mis pasos se ralentizan cuando llego al punto en el que el
pasillo desemboca en el ala contigua. Se oyen voces graves,
demasiado profundas y distantes para que pueda distinguir lo
que dicen, pero al darme cuenta de que están justo delante de
mí, miro frenéticamente a mi alrededor en busca de un lugar
donde esconderme.
Sólo que no hay nada. Todo este lugar es como una jaula de
cristal, y es demasiado tarde cuando veo que tres pares de ojos
ya se han fijado en mi presencia. Todos me observan desde
detrás de varias capas de paredes de cristal situadas en
diagonal en el patio.
Tres hombres peligrosos. Los que me secuestraron.
Me invade la rabia, el desafío y la pura determinación de
acabar con ellos con todo el salvajismo de que soy capaz. Así
que sigo doblando la esquina hacia donde están reunidos como
si siempre hubiera tenido la intención de hacerlo.
No me encerraron ni me inmovilizaron, así que debían saber
que sería cuestión de tiempo que saliera.
Por desgracia, aún no he encontrado nada que me sirva para
cortarles el puto cuello, pero mis ojos siguen buscando algo con
lo que pueda defenderme.
A medida que me acerco, mi mente toma nota de todos los
detalles posibles. Quizá algún día tenga la oportunidad de
vengarme de ellos. Estos son el tipo de hombres poderosos y
bien conectados que no van a la cárcel ni cumplen
consecuencias como la sociedad normal.
Cada uno de estos bastardos son miembros de la Casa.
Intocables. Viven y existen en un mundo secreto que sólo unos
pocos conocen.
Todos tienen rasgos fuertes, músculos poderosos y piel
bronceada. Uno parece sacado a la fuerza de las profundidades
del bosque para estar aquí. Los otros dos parecen estar tan a
gusto en una sala de juntas como en un cementerio. Letales con
sus palabras y sus armas. Mientras tanto, el lobito parece
preferir los dientes... o las garras... o tal vez los cuchillos, a
juzgar por la forma en que sus dedos se flexionan alrededor de
un mango imaginario.
El que me cogió de la mano y me golpeó con la ofensiva del
encanto va vestido con ropa de entrenamiento, mientras que
los otros dos llevan camisas negras a juego y pantalones de
vestir.
Pero los veo como lo que realmente son.
Parcas, listas para reclamar su próxima alma.
Thorne
Sus ojos azules brillan con las lágrimas falsas que apostaría mi
fortuna que cree que le salvarán la vida. Una pequeña y bonita
actuación.
Ninguno de nosotros va a comprar su basura.
¿Cree que nos preocupamos por gente como ella?
Ya hemos visto mil veces de lo que son capaces las mujeres de
la Casa Noire. Suplican. Imploran. Cualquier cosa para salvar su
pellejo. Incluso se ofrecen a chuparte la polla, antes de darse la
vuelta y meterte una bala en el cráneo sin dudarlo un segundo.
Esas zorras son tan asquerosas como el hombre que dirigía
esta Casa.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —Su pregunta resuena en la
cocina abierta. Tiene los brazos cruzados y aún lleva puesto el
vestido de cuando la recogimos, con el largo cabello lila
amontonado sobre la cabeza. Puede que sea la niebla que se
cierne sobre las ventanas, pero su piel está muy pálida esta
mañana; tiene un color tiza enfermizo.
Los efectos secundarios de las drogas, combinados con el
estómago vacío, la dejarán exhausta.
Perfecto.
—Un día, más o menos —estrecho mi mirada en ella,
desafiando a esta chica a intentar cualquier cosa. Con gusto nos
desharemos de ella de una forma tan sangrienta como la de
quién se encargó de darle a su padre.
—¿Trabajas para él?
Doy vueltas al café y bebo un largo sorbo. Sopeso
cuidadosamente cómo responder a esa pregunta.
Ven ignora su presencia, de espaldas a ella, sentado en uno de
los taburetes de la isla de granito. No hay duda de que los ojos
de Ky están hambrientos, recorriendo sus tetas, y eso es un
jodido problema. Pero ahora mismo no tengo tiempo para su
mierda; ya tengo una agenda apretada, y lidiar con las rabietas
de nuestra nueva prisionera no es una de mis prioridades.
Dejarla en manos del estilo de hospitalidad de Ven será más
que suficiente para que se ponga a sus órdenes. Una mirada a
sus demonios y se comportará exactamente como necesitamos.
—He hecho una pregunta, idiota —ha bajado los brazos para
envolverse el estómago, pero lanza granadas de mano en mi
dirección con la mirada.
—Pensaba que sabrías la respuesta a eso. Siendo la heredera
de la Casa Noire y todo eso —dejo la taza sobre la encimera, me
cruzo de brazos y no le digo nada.
Ky se muere por intervenir y hablar como siempre, pero hasta
él sabe que no es el momento. Por suerte para mi cordura,
mantiene los labios sellados y bebe tranquilamente su café.
—Ese mundo nunca fue mi elección. Mi padre puede irse a la
mierda si cree que, contratándolos a ustedes, idiotas, va a
conseguir que vuelva —su ira es algo palpable.
Cree que su padre sigue vivo. Interesante. O eso, o hay alguna
táctica que está tratando de jugar aquí, pero sospecho que
incluso una chica como ella no es lo suficientemente inteligente
para ese tipo de esquemas.
Me paso un pulgar por la boca mientras pienso en lo peligrosa
que va a ser la puta que está en mi cocina. Cuánto va a costar
romperla, moldearla y hacer que cumpla obedientemente
nuestras órdenes mientras destrozamos la Casa que
representa.
—Tu padre está muerto —mis duras palabras no le hacen ni
estremecerse. De hecho, su pequeño cuerpo se yergue y cuadra
los hombros.
—Bien. Ahora suéltenme, malditos enfermos.
—No sucederá.
Esto hace que su rostro se sonroje. Una pequeña mancha de
color adorna cada mejilla.
—Jesús, idiotas con el cerebro lavado son todos iguales. Yo
tengo una vida. Mi negocio. Mi trabajo. Mi arte. No puedes
drogar a alguien...
—Basta —corto su pequeña perorata, dando zancadas hacia
ella. Ya estoy harto del sonido de su voz, y no debe hacerse
ilusiones sobre cómo va a acabar esto.
Se mantiene firme, incluso cuando me acerco, obligándola a
levantar la barbilla y a inclinar la cabeza hacia atrás para
mirarme.
—Entonces, si se ha ido, ¿de qué va esto? Si no trabajas para mi
padre, puedes irte a la mierda —sus ojos brillan con fuego azul.
—Tenemos derecho a una venganza —mi voz es baja y
calmada mientras la miro fijamente con desdén—. Y como tu
padre no está aquí, el hedor de su sangre corriendo por tus
venas tendrá que servir en su lugar.
Abre la boca, pero no la dejo soltar el veneno que pretende
vomitar.
—Vamos a pasearte como una perra con correa durante el
resto de tu patética vida —mi mueca de desprecio se agranda a
medida que devoro cada mirada de odio que cruza sus
facciones—. Tu vida nos pertenece ahora. Vas a hacer
exactamente lo que te digamos, si quieres que tu amiga siga
respirando y si quieres que se preserve la memoria de tu
madre.
Por primera vez, veo un destello de algo parecido al pánico
cruzar sus facciones.
—Déjalas fuera de esto —aprieta los dientes alrededor de sus
palabras.
—Haz todo lo que te digamos y no tendremos que tomar más
medidas. Te aseguro que nuestros métodos para garantizar tu
cooperación son muy eficaces —aprovecho para tocar el
videoclip que ya está cargado en la pantalla de mi teléfono,
pulso play y lo giro en dirección a la chica para que se vea en
pantalla.
Muestra una vista de la grabación de la cámara del salpicadero,
con Ky cogiéndole la mano como un maldito príncipe azul de
imitación, y sus pestañas color hollín aleteando hacia él.
«Sin fuerza, sin coerción. Estoy aquí por mi propia voluntad».
La evidencia de su propia conformidad resuena en la pared de
cristal junto a la cocina.
Sus grandes ojos rebotan entre la pantalla del teléfono y hacia
arriba para mirarme, antes de volver a bajar la vista hacia la
grabación. Es muy posible que la chica se haya hecho sangre de
lo fuerte que se ha mordido la lengua.
—¿Qué quieres?
—Nos cederás el control de la Casa Noire.
—Es tuyo. Tómalo. No quiero tener nada que ver con ese
agujero de mierda, el asqueroso dinero y las perversiones son
todas tuyas. Ponme delante los papeles que quieras y los
firmaré con mi maldita sangre si es lo que necesitas.
Sacudo la cabeza y dejo que se me forme una mueca en la
comisura de los labios. Esto es lo mejor de todo.
—No, tú no vas a ninguna parte, Foxglove. Como un juguetito
obediente, vas a ocupar el lugar de tu padre y dirigir la Casa
Noire mientras estés bajo nuestro control. Vas a decirle a todo
el mundo lo entusiasmada que estás por ocupar su puesto —su
respiración se acelera y sus fosas nasales se agitan cuando me
inclino hacia ella y le siseo al oído—. Y nunca vas a escapar de
nosotros, joder. Somos dueños de cada centímetro de tu vida, y
exigir venganza es una obligación por lo que hizo tu padre...
bueno, digamos que dejó tras de sí una larguísima lista de
deudas.
Aprieta los puños y traga saliva. Pero no se inmuta cuando le
comunico su destino.
—¿Entendido?
Su cabeza asiente levemente, pero su cuerpo vibra de furia.
Retrocedo un poco e inclino la cabeza en la dirección de la que
viene.
—Bien. Ahora desaparece de mi puta vista.
*****
Ky nos conduce por la carretera de acceso a la península,
alejándonos de donde se encuentra nuestro complejo.
Nos esperan en una reunión de miembros del consejo, así que
mientras los dos nos dirigimos a la ciudad, le envío un mensaje
de texto con instrucciones a Ven.
Asegúrate de que coma.
Tiene que parecer saludable cuando la vean.
No me importa lo que tengas que hacer; fuérzala si es necesario,
pero sin cortes ni moratones visibles.
El cabrón lee los mensajes, pero no contesta, como siempre.
Dejarme en visto es la configuración por defecto de ese
hombre.
Mi pulgar se detiene un instante sobre el teclado de la pantalla.
Quiero decirle que sé lo duro que debe de ser, que comprendo
exactamente el dolor que siente. Cómo me gustaría que
vengarse de esa chica le eximiera de parte de la
responsabilidad que lleva como una cadena al cuello. Pero en
lugar de escribir otro mensaje, vuelvo a meter el teléfono en el
bolsillo de la chaqueta.
El mundo exterior pasa revoloteando en tonos de un verde
intenso y boscoso, y las cortinas de niebla gris se aferran a
todo.
No soporto dejar este lugar. Me duele en cada rincón del alma
cuando empezamos a abandonar el santuario del bosque y el
aislamiento, pasando de la grava a las carreteras asfaltadas
antes de salir finalmente a las afueras de la civilización.
Detesto aún más hacia dónde vamos.
Pero esta es mi realidad. El destino con el que mi hermano y yo
hemos sido maldecidos simplemente por haber nacido en algo
que existe fuera de los límites de la realidad para la gran
mayoría de la gente. Soy tan producto de este sistema como
parte de él. Odio no querer irme a vivir a la sociedad normal,
con sus vallas blancas, sus semanas laborales de cuarenta
horas en un cubículo y posición de misionero una vez al mes.
Nada en mí podrá nunca adaptarse, y a pesar de todos los
defectos de los Anguis, quiero una vida que signifique algo.
Si hay algo que hago con el tiempo que me queda es librar a
este submundo del mal que engendra. El sexo y el placer, y
permitir que la gente se sienta cómoda como es, es un trabajo
honorable. Es toda la otra mierda retorcida y grotesca que el
linaje Noire ha perpetuado a lo largo de los años. Ni Hawke ni
yo pararemos hasta desmantelarlo.
En este mundo, puedes nacer en él, ser iniciado o comprado.
Sea como sea, una vez que se te considera parte de los Anguis,
no puedes marcharte.
Los hombres y mujeres del Consejo han sido convocados a una
reunión, y como jefes de seguridad de las Casas, tanto Ky como
yo tenemos que estar allí. Cuando se reúne una sala llena de la
élite más poderosa del mundo, no se pueden correr riesgos.
Todos ellos tienen sus propios equipos de seguridad que viajan
con ellos, por supuesto. Cada uno ha sido entrenado y asignado
por nosotros. Esa es nuestra función dentro del grupo
clandestino del que formamos parte.
No es casualidad que me abriera camino hasta esta posición.
Comer mierda y empujar a mis monstruos, y tener que
derramar sangre una y otra vez para ganarme el nivel de
confianza necesario, pero me ha dado todo lo que necesitaba
para poder desmantelar las partes infectadas de las Casas
desde dentro. Para desgarrarlas pedazo a pedazo.
En su mayoría, los Anguis están sedientos de poder y control.
Sin embargo, hay un subconjunto oculto que se da un festín con
las vidas de los más vulnerables e inocentes.
Ellos son los que pueden tener la desgracia de comprarte en
este mundo podrido.
Hoy no debería haber nada fuera de lo normal, pero el
asesinato de uno de los suyos tiene en vilo a todos y cada uno
de los miembros de la Asamblea. Cada vez recibo más jodidas
peticiones de seguridad a diestra y siniestra cuando llegan a la
ciudad esta noche, y no hay muchas veces en las que pueda
sonreír entre dientes y conceder sus deseos.
Cuando todo lo que quiero hacer es alinear la podredumbre
que se esconde entre ellos y asegurarme de que se encuentren
con una tumba poco profunda.
Estos son los miembros del consejo, líderes que se reúnen así
en operaciones clandestinas, decidiendo el destino del mundo
mediante movimientos muy planificados y coreografiados.
Las Asambleas son las entidades sin nombre ni rostro que
están detrás de todo lo que ocurre, y si hay un soplo de poder
que obtener, puedes garantizar que ya han vendido su alma a
cambio de él.
Un mundo que la inmensa mayoría de la gente no tiene ni idea
de que existe.
Para desmantelar las operaciones de Andreas Noire ocultas en
las entrañas de los Anguis, tenemos que desempeñar un papel.
Mi hermano y yo, tenemos que permanecer dentro de los
muros, por mucho que nos mate lentamente hacerlo.
Nuestros movimientos también se hacen desde la sombra.
Entramos en una callejuela detrás de un bloque de edificios de
gran altura. Uno que es tan poco memorable como puede ser.
Sin letreros. Nada más que fachadas de cristal y vigas de acero.
Ky nos dirige a un aparcamiento a la izquierda, siguiendo la
curva hacia abajo mientras dejamos el nivel de la calle y nos
dirigimos al sótano. Para bajar aquí se necesita una doble
autorización de seguridad, y Ky se detiene ante la barrera para
dejar su huella dactilar en el pequeño monitor y su tarjeta
magnética.
Mis dedos tamborilean impacientes sobre mi muslo y mi
rodilla rebota.
Cuando entramos en la oscura planta baja, sólo hay un débil
resplandor en un puñado de puntos procedente de una luz rota
aquí y allá. El nivel vacío es sombrío y opresivo. Siempre
parece que el aire de aquí abajo está lleno de azufre en lugar de
oxígeno.
No puedo evitar que mi mente regrese al momento que
pasamos en la cocina antes de irnos. Pienso en Foxglove Noire
y en el plan que estamos a punto de ejecutar.
Lo que no necesito es que el idiota guapo que se sienta a mi
lado se haga ilusiones. Apenas hemos aparcado el coche y ya
nos estamos moviendo, como si lo tuviéramos grabado en cada
fibra de nuestros músculos después de tantos años. Salgo por
la puerta y lo miro mientras él sale por el otro lado.
No nos hemos dirigido la palabra desde que salimos del
complejo, pero eso no es nada fuera de lo normal. Además, ha
pasado suficiente tiempo con mi hermano y conmigo como
para saber que no perdemos el tiempo hablando si no es
necesario.
Gruño en su dirección.
—Mantén tus manos lejos de la chica. Mantén tu polla en tus
pantalones.
Me sonríe por encima del techo del vehículo y suelta un silbido
grave.
—¿Eso es lo que has estado pensando durante todo el viaje?
¿Pensando en mi polla? —Ky sacude la cabeza se toca la polla y
con la lengua los dientes delanteros. Sus ojos brillan de un
verde más intenso con picardía.
Dios mío. Me pellizco el puente de la nariz.
Su encanto funciona con casi todo el mundo excepto con Ven y
conmigo, lo que sin duda es la razón por la que ha conseguido
mantener la cabeza durante tanto tiempo. Este chico se habría
metido en Dios sabe qué líos si no fuera por su habilidad para
esbozar una sonrisa diabólica y encender el carisma.
—Ya sabes lo que quiero decir —me pongo el auricular.
—¿Y qué si hago... o no hago... caso a alguna de tus reglas? —
Comprueba su arma, ajustándose la funda a su lado, antes de
cerrar de golpe la puerta del conductor.
Mi paciencia es escasa en los mejores momentos, y ahora
mismo, Ky está haciendo cabriolas por todo el frágil hielo con
desenfreno, y lo sabe.
—No la toques —aprieto la mandíbula y me abrocho la
chaqueta mientras rodeamos la parte delantera del coche.
Ky resopla entre una burla y una carcajada.
—Amenázame con lo que quieras de tu bolsa de trucos
pervertidos, Calliano. Pero todo lo que digo es que si esa chica
me toca... se acabaron las apuestas. No voy a ser responsable de
lo que pase después.
No tengo tiempo para reprenderlo o empujarlo contra la pared
con la amenaza de una bala en las costillas para enfatizar mi
punto de vista. No hay tiempo para nada de eso. Además, nunca
se sabe quién está mirando o escuchando en este pozo negro.
Así que esperamos en silencio a que llegue el ascensor, de pie
en el anodino vestíbulo justo al lado del aparcamiento, bajo las
parpadeantes bombillas fluorescentes, y cuando se abren las
puertas, entramos uno tras otro.
Ky pasa su tarjeta de acceso, aun sonriendo para sus adentros
como un imbécil engreído y luego presiona con el pulgar el
escáner biométrico. Cuando el sistema lo registra, se enciende
una luz verde en el panel y el ascensor se pone en marcha.
Cuando las puertas se cierran silenciosamente, nos movemos.
Descendiendo directamente a las fosas del mismísimo infierno.
Fox
Me estoy asfixiando. Lenta pero inexorablemente, esta caja de
cristal se está cerrando sobre mí y no puedo aspirar suficiente
aire hacia mis pulmones. Me desplomo hacia delante, la cabeza
me cae entre las rodillas e intento respirar más despacio y
superficialmente. Los puntos negros se agolpan en los bordes
de mi visión y la sensación de hormigueo en los dedos se
extiende cada vez más rápido a cada minuto que pasa.
De todos los horribles escenarios que se me han pasado por la
cabeza preguntándome qué podría venir a buscarme clamando
desde las sombras, éste se me había pasado por alto. En mis
imaginaciones, siempre pensé que las cosas podrían acabar con
tortura o siendo vendida a alguien como su esclava para hacer
lo que quisiera, o simplemente siendo asesinada en mi propia
cama.
Pero nunca imaginé que me vería obligada a ocupar el lugar de
mi padre.
Esa mierda me quema los pulmones y me deja luchando por
respirar.
No puedo.
No lo haré.
Era un hombre horrible, empeñado en perpetuar un comercio
basado en el tráfico y cuerpos calientes. Nunca conseguirían
que ni siquiera pretendiera ni por un segundo continuar con
sus malvadas costumbres. Encontraré la forma de escapar o de
acabar con mi propia vida antes de que esos jodidos retorcidos
me pongan en esa situación.
Todo por lo que había trabajado... la vida que me había
construido... me ha sido arrebatado con cruel precisión.
Llevando un bisturí a mi mundo y cortando todo lo que
apreciaba.
Mi madre dio su vida antes que ver cómo abusaban de mí. Sin
embargo, incluso en la muerte, hay personas horribles que
intentan empañar su memoria.
Me protegió todo lo que pudo y durante todo el tiempo que
pudo, aunque pasábamos más tiempo separadas que juntas. En
el mundo de los Anguis, los hijos (si es que se concibe alguno)
se consideran un lastre. Tener un heredero es una práctica
muy cuidada. Especialmente para las familias de élite de las
Casas, los niños son criados por niñeras, tutores e internados.
La mujer que estaba decidida a protegerme entraba y salía de
mi vida lo mejor que podía, tanto como los Anguis se lo
permitían, mostrándose siempre glamurosa y amable, aunque
sólo fuera de un modo distante.
Pero entendía por qué. Entre los agentes de seguridad con
máscaras de calavera que siempre estaban apostados fuera de
mis habitaciones dentro de la Casa Noire, y la constante
presencia de ser vigilada mientras estaba en el internado, ser el
vástago de Andreas y Giana Noire era tan peligroso para mí
como lo era para ellos. No tenía más remedio que ceder a sus
costumbres; no la culpo por estar ausente.
Sabía cuánto se preocupaba por mí.
No sabía que era mi padre quien representaba la mayor
amenaza de todas. No tuvo casi nada que ver con mi vida hasta
que cumplí catorce años. Fue entonces cuando conocí al
hombre que procedió a alardear de mí como de una baratija,
entreteniendo oferta tras oferta por la llave de su linaje.
Manipulándome con amenazadora precisión en cada paso del
camino.
Al igual que estos hombres tienen la intención de hacer,
también.
La rabia me sube por la garganta mientras repito las palabras
tóxicas de Thorne Calliano.
«Vas a hacer exactamente lo que te digamos, si quieres que tu
amiga siga respirando y si quieres que se preserve la memoria
de tu madre».
Puede que sean hombres poderosos con egos descontrolados y
complejo de dios, pero no dejaré que ninguno de ellos haga
daño a las dos personas más importantes de mi vida, aunque
una de ellas lleve mucho tiempo muerta.
Justo antes de su funeral fue cuando escapé. No había más que
caos dentro de la mansión tras el descubrimiento de su cuerpo,
y no me atreví a esperar para despedirme. Sabía que lo había
hecho por mí. Me dio la única oportunidad que tendría de huir,
y dio su vida a cambio de mi libertad.
Todavía no he ido a su tumba. Ni siquiera conozco los detalles
de cómo murió. El cuerpo de Giana Noire está enterrado en la
parcela de la finca Noire reservada a la élite de los Anguis, y
saber que estoy atrapada justo donde empecé me hace sentir
como si me estuviera meando en su memoria. De alguna
manera, no fui lo suficientemente cuidadosa o no corrí lo
suficientemente lejos.
Que mi lápida diga: engañada por un idiota guapo.
Me odio a mí misma por pensar que Thorne Calliano era algo
decente mientras ardo por dentro de amarga vergüenza,
sabiendo que mi propia obra de arte está tatuada en su piel.
Probablemente lo mire cada mañana y se ría al recordar lo
estúpida e ingenua que fui.
Gritarle a una almohada hasta que me exploten los pulmones
me parece una idea fantástica.
No se sabe en absoluto cuánto tiempo he sido su prisionera. Ni
cuánto tiempo llevo en esta celda arquitectónicamente
diseñada que se hace pasar por dormitorio. Dijo un día, pero no
confío en nada de la boca de ese hombre.
Después del altercado en la cocina, el lobito me siguió a cada
paso para asegurarse de que volvía a esta habitación. Cuando
esta vez cerró la puerta, el ruido sordo de una cerradura al
girar resonó tras de mí.
Su energía es aterradora de un modo hipnótico. Como imagino
que debe parecerle una llama a una polilla que flota en el aire
nocturno sobre sus frágiles alas. No puedo evitar saber que una
fracción de segundo en su presencia podría incinerarme.
Mientras estoy aquí sentada en un montón de cosas arrugadas
en el suelo junto a la cama, me trago la amarga píldora de saber
que realmente soy su prisionera. Una chica estúpida que
permitió que su coño tomara una decisión que lo arruinó todo.
Pero, de nuevo, aunque Thorne no hubiera llegado al extremo
de traicionar mi confianza como lo hizo, este es el tipo de
hombres que toman lo que quieren y nunca piden permiso. Ni
tampoco buscan el perdón. No había nada que pudiera haber
hecho para evitar lo inevitable.
Gracias al cóctel de drogas, que probablemente todavía nadan
en mi torrente sanguíneo, no tengo ni idea de dónde estoy. Mi
única pista es que el clima aquí es similar al de la Casa Noire, y
apostaría a que este lugar está a poca distancia en coche, ya
que están involucrados con los Anguis.
La guarida que alberga el vergonzoso imperio de mi padre,
oculto entre sus secretas filas.
No sé cómo encajan en todo esto, pero la realidad es que estoy
lejos, muy lejos de mi apartamento y de mi estudio de tatuajes.
Ese pensamiento intrusivo me provoca una punzada de calor
detrás de los ojos y parpadeo rápidamente para disipar esa
sensación.
No tiene sentido desperdiciar lágrimas.
Salí una vez; lo haré de nuevo. Aunque me mate, como le pasó a
mi madre.
*****
Los días corren juntos como un borrón.
Después de la primera noche, Raven se puso a mi lado en todo
su esplendor depredador hasta que me duché, amenazándome
con desnudarme y lavarme a manguerazos fuera si me negaba
a cumplir sus órdenes.
¿Ropa? Bueno, me han dado un surtido de lo que deben ser sus
pertenencias para que me las ponga. Todo me queda enorme y
huele a ellos, cosa que odio.
Todavía no tengo calzado. Ni siquiera calcetines.
A pesar de la oscuridad gris y fría del exterior, la casa está
permanentemente caldeada. Me siento cómoda andando
descalza y con una camiseta grande la mayor parte del tiempo.
Me han dado unos calzoncillos, pero no ropa interior. Tampoco
estoy segura de en qué momento de mi ciclo me encuentro,
pero había terminado de menstruar un día antes de que
Thorne entrara en mi estudio de tatuajes. Más vale que estén
preparados para conseguirme algunos suministros cuando
llegue el momento, o de lo contrario no les va a gustar el
desastre que dejo por toda su multimillonaria decoración
interior.
Aquí no hay nada que hacer, salvo observar el bosque. Pierdo
horas tumbada en el suelo, viendo cómo la mañana se desliza
silenciosamente hacia el crepúsculo a través de las enormes
ventanas que van del suelo al techo. Los pájaros revolotean y
los ciervos pasan de vez en cuando con ojos cautelosos y orejas
agitadas.
No veo otra alma.
Los otros dos hombres no han reaparecido en los días que han
pasado desde que llegué a la cocina.
Sólo mi carcelero asesino ha interactuado conmigo desde
entonces.
Como si hubiera invocado su negra presencia, la cerradura de
mi puerta chasquea y él entra en la habitación. Sin llamar, sin
formalidades. Entra cuando quiere. Vestido con lo que debe ser
su atuendo obligatorio de negro sobre negro, el color óptimo
para ocultar la sangre.
Me niego a reconocer el hecho de que tiene un moratón
reciente debajo de un ojo y un corte en el puente de la nariz, ya
ligeramente torcido. Con un poco de suerte, se la ha vuelto a
romper y le duele como la mierda.
Se detiene en el umbral de la puerta y contempla las bandejas
de comida sin tocar que he apilado allí. Al menos mis captores
han sido lo bastante humanos como para proporcionarme
agua, aunque no pueda comer nada de lo que me ofrecen como
parte de mis raciones diarias de pan y platos de pasta.
A estas alturas, estoy más que mareada por el hambre. No he
comido nada desde que me trajeron. No es que esté en huelga
de hambre intencionada, es que no puedo comer nada de lo
que me han dado.
Encima de estar drogada y secuestrada, lo último que necesito
es debilitarme aún más. No tendré forma de escapar si me
estoy envenenando con cada bocado.
Incluso el café está fuera de los límites, ya que estoy segura de
que será leche normal la que hayan utilizado para darle ese
color cremoso. Quién iba a pensar que tener alergias
alimentarias aumentaría la probabilidad de mi muerte
inminente a manos de estos monstruos.
Sus pesados pasos cruzan la habitación hasta donde estoy
tumbada, envuelta en mi manta, frente a la ventana.
—Me importa un carajo si te mueres como un esqueleto aquí,
pero las órdenes son que comas. Así que come, joder —unos
dedos tatuados cruzan mi vista y me pone delante de la cara un
plato nuevo con un panecillo untado con mantequilla.
El olor es increíble. Cálido, rico y recién salido del horno.
Pero ese plato de aspecto inocente es tóxico para mi cuerpo.
Así que giro la cabeza y hago todo lo posible por ignorar el
revuelo que se produce en mi estómago.
El ruido que hace parece el de una tormenta. Ominosa y
maliciosamente acechando en un horizonte lejano.
—No eres más que una niña mimada. Una preciosa princesita
de la Casa Noire, ¿verdad? Jodidamente patética.
Sus botas con cordones en la parte delantera de las espinillas
llenan mi campo de visión, aunque todo en el fondo está un
poco borroso.
—No puedo —murmuro.
—No pongas a prueba mi paciencia o vivirás para lamentarlo
—con una de esas botas que estoy segura han pisoteado
innumerables tráqueas, empuja el plato aún más cerca de mí. Si
no me sintiera tan derrotada, lo cogería y lo rompería. Un trozo
de porcelana para clavárselo en el muslo podría ser útil.
Tal vez lo haga más tarde después de que me deje sola de
nuevo.
—Por favor, no me hagas comer esto —manteniendo mi cara
metida en la manta, me acurruco lejos de él.
Este hombre ya cree que soy débil y repugnante. Todos están
convencidos de que no soy diferente de mi padre, y tal vez
debería estar luchando contra su comportamiento
intimidatorio, o defendiéndome, pero algo se rompe dentro de
mí. Ser considerada patética como ellos es lo que me hace
astillas en fragmentos en el suelo a sus pies.
—Me enfermaré —el susurro sale de mi boca antes de que
pueda retractarme. Mis ojos permanecen pegados a la niebla
que se filtra por la ventana. No hay forma de que pueda
soportar ver el asco en su cara ante el lamentable estado en el
que me encuentro. Seguramente, todas las ideas preconcebidas
de Raven sobre mí acaban de confirmarse, porque sale furioso
y cierra la puerta tras de sí. La cerradura gira agresivamente y
vuelvo a estar sola.
Esta vez, las lágrimas ruedan en silencio por mi cara.
Pero antes de que vuelva y me meta una sonda por la garganta,
salgo a rastras de mi nido improvisado en el suelo. Recojo el
plato, lo llevo al otro lado para colocarlo junto a la creciente
pila de comidas sin tocar y me dirijo al baño.
Ahí es donde me quedo Dios sabe cuánto tiempo.
Me siento en el suelo de baldosas y dejo que las lágrimas me
consuman al mismo tiempo que el agua caliente escalda mi
cuerpo desnudo. Los cabellos se me pegan a la cara y a los
hombros, y ni siquiera me importa. No hay nada que quiera
hacer más que revolcarme aquí, con las rodillas acurrucadas
contra el pecho y la desdicha de mi linaje erosionando mi
cordura.
Cuando me he purgado hasta el último sollozo y he barajado
todas las posibilidades que se me ocurren para intentar
escapar (ninguna de las cuales resulta en nada más que mis
sesos salpicados por toda la pared), salgo a gatas de la ducha y
me pongo otra de las grandes camisas con olor masculino de la
pila doblada apilada sobre el tocador. Evito el espejo
empañado mientras lo hago.
Por una vez, me alegro del vapor. No necesito ser testigo de mi
abrumado y abatido estado.
La derrota me pesa mientras abro la puerta del baño y vuelvo
al dormitorio, pero me detengo en el umbral. El nido en el que
llevaba días revolcándome en el suelo está ordenado. Me han
hecho la cama. Sobre la manta hay una bandeja con una
ensalada de verduras y pollo, además de fruta recién cortada.
Al lado hay una taza humeante de café solo y una tetera de té
de hierbas. También hay un bloc de notas y un bolígrafo.
Caigo sobre la ensalada con un gemido. Se me pasa brevemente
por la cabeza la idea de que tal vez me han envenenado
intencionadamente con esta ofrenda, pero el hambre es una
perra salvaje y ahora mismo no me importa. En lugar de
ejercer cualquier tipo de precaución, prácticamente lo engullo
todo de una sola vez.
Sólo cuando he devorado hasta el último trozo de comida que
tenía delante me doy cuenta de que hay algo escrito en el bloc
de notas. Al mirar más de cerca, veo una letra de imprenta
pulcra en bolígrafo negro que llena la página superior.
Escribe tu lista.
Raven
Lo más fácil habría sido meterle una bala entre los putos ojos.
Para acabar de una vez.
Le dije a Thorne que no tenía sentido traerla aquí. A pesar de
sus grandes planes y planes que tiene en ese gran cerebro
suyo, todo se va a ir a la mierda.
Puedo olerlo.
Ella es sangre Noire.
Lo que significa que deberíamos haber descuartizado a la perra
y enviado sus restos a una de las granjas de cerdos.
Pero, de nuevo, la sed de venganza es febril en mis huesos.
Cuando supe que se habían ocupado de su padre, mi primera
emoción no fue de alivio por la muerte del monstruo que mató
a mi hermana. Sino celos. Fuertes y agresivos, y exigiendo los
dejará salir a jugar.
Quería hacer papilla algo o a alguien.
Me revuelve por dentro pensar que cualquier otro tuvo la
oportunidad de despedazar a ese pedazo de mierda cuando
debería haber sido yo quien se deleitara con sus aullidos de
agonía durante meses y meses.
Así que esta chica con su jodido cabello lila y sus grandes ojos
de cierva va a tener que ser suficiente. Apuesto a que se hace
moretones con facilidad, también.
La llamada que he estado esperando esta noche llega mientras
recorro el perímetro del complejo. La voz es la de un
codificador de sonido metálico familiar, que me da
instrucciones sobre quién es mi objetivo y en qué ronda del
combate hay que eliminarlo.
Toda mi puta vida ha sido un ciclo interminable de sangre y
muerte. Estoy empapado de la sangre de todos los cadáveres
que he enterrado para los Anguis. Pero eso me permite
acercarme a los que quiero destripar con mis propias manos.
Este particular ring de lucha clandestino está supervisado por
el consejo. Lo utilizan para deshacerse de sus cadáveres
organizando combates en los que el tipo ya está jodido incluso
antes de cruzar las cuerdas. En estos casos, están marcados
para la muerte de antemano, y todos los cabrones engreídos
participan voluntariamente en la pelea (un combate a muerte,
nada menos) pensando que tienen posibilidades de ganar.
Suelen ser drogadictos y ludópatas ricos con deudas de juego
mayores que sus egos hinchados. Bastan unos cuantos golpes
en la cabeza y en el pecho para que su cuerpo se rinda antes de
que lleguen al suelo.
Un cuello roto y una médula espinal cortada son fáciles de
eliminar a medida que avanzan.
Poner a idiotas ricos que se creen dioses en el ring conmigo es
como dar de comer un cordero a un tigre.
No me importa. Me pagan.
Y nunca pierdo.
Suelen ser todos iguales. Lords y Condes e idiotas enfermos
que tienen deudas aún peores con gente mala. Con papás en
lugares poderosos dentro de los Anguis que ni siquiera pueden
salvar sus lamentables culos. El mundo es un lugar mucho
mejor sin ellos; la mayoría resultan ser pedófilos, sádicos o
maltratadores. A ninguno de ellos le interesa nada más que su
propia codicia y su estilo de vida hedonista.
Pero soy la última cara que ven.
Me pregunto si me recordarán en el infierno al que se dirigen.
Las cicatrices son profundas, y el dolor se agrava cada día que
tengo que desempeñar mi papel. Todos estamos aquí
escondidos a plena vista. Manteniéndonos en el interior de la
misma Casa de la que queremos tomar el control.
Thorne y Ky podrían hacerlo con planes astutos y utilizando la
información secreta que obtienen del equipo de seguridad
como si fueran piezas de ajedrez. Pero yo me veo obligado a
llevar la máscara de la muerte. Mi papel es uno que siempre ha
nacido de la furia y avivado por la rabia de lo que le ocurrió a lo
único bueno de mi vida.
Cómo nunca llegó a ver un día más allá de sus quince años.
Y nunca perdonaré al linaje Noire por lo que le hicieron.
—Confirmado —digo al teléfono mientras se ultiman los
detalles. La línea se corta inmediatamente.
La anticipación se arremolina en mi estómago. Ya puedo sentir
el crujido del cartílago y el hueso bajo mis nudillos.
—¿La pelea de mañana? —La voz de Ky me llama desde donde
está en el charco de luz que brilla en el patio exterior.
—Ajá —reconozco y ruedo los hombros antes de acercarme a
él. Tiene una botella de cerveza en la mano y le da un trago
mientras me mira con esos putos ojos verdes que me ven hasta
la médula.
Le quito la botella y me la llevo a la boca. Cuando se la
devuelvo, mis ojos se detienen en su torso desnudo, Con
hombros musculosos y pecho fuerte. Siempre me ha parecido
perfecto. Una especie de destello dorado de bondad para
iluminar mi oscuridad, sin importar cuántas veces haya
intentado apartarlo porque soy así de idiota.
—Un imbécil que se cavó un agujero del que nunca saldrá.
Supongo que sus favores con los Anguis se han acabado.
Ky sigue mirándome mientras se pasa la cerveza por los labios.
Veo el atisbo de una sonrisa en sus ojos mientras sonríe
alrededor del borde. Mi polla se despierta ante la idea de tener
su boca sobre mí esta noche.
Se da la vuelta para volver a entrar, colgando el largo cuello de
la botella entre dos dedos, no sin antes guiñarme un ojo.
—Por eso es una suerte que no pierdas entonces, ¿no es así,
baby?
Fox
—¿Y si me niego? Me van a drogar otra vez, ¿es eso? —mi
celador ha salido a pelear todas estas noches. Si estos idiotas
me quisieran muerta, ya se habrían encargado de ello. Llevo
aquí más de una semana y me han dejado encerrada con la
única compañía de mi olla de rabia hirviendo a fuego lento
como mi única compañía. Es obvio que me necesitan viva para
su plan, y hace tiempo que superé la etapa de dolor
lloriqueando en el suelo de la ducha.
Ahora mismo, soy una serpiente de cascabel, enroscada y
dejando que mi advertencia de que te mantengas alejado
resuene alto y claro.
Hay tres psicópatas increíblemente guapos de pie en mi
dormitorio-prisión, todos vestidos con trajes de una perfección
que debería ser criminal. Cada uno de ellos va armado hasta los
dientes, con vislumbres de pistolas atadas a sus costados,
apenas ocultas bajo la sastrería a medida que se ajusta a sus
musculosas figuras.
Que les jodan a todos ellos y a sus abdominales estúpidamente
duros.
—Ponte el vestido, Foxglove —Thorne podrá estar de pie
dentro de la habitación, pero apenas está presente. Tiene los
ojos azules pegados al teléfono en una mano, mientras que la
otra la lleva suelta en el bolsillo. Su tono es autoritario, al igual
que su presencia, pero no estoy de humor para las estupideces
de este idiota.
Raven (o Ven, como he descubierto que los demás llaman al
lobito) es como una montaña inamovible en mi puerta. Tiene
los brazos cruzados sobre el enorme pecho, y un surtido
reciente de moratones y cortes le decoran la cara. El idiota me
mira fijamente, como si pensara escapar con mi camiseta gris
casi raída que me llega a las rodillas.
Probablemente me partiría la columna tan fácilmente como me
mira.
Luego está el tercer miembro de este ominoso escuadrón de la
muerte. Ky parece aún más Vikingo que nunca, con su cabello
decolorado por el sol recogido en un nudo. Junto con Thorne,
se ha mantenido alejado hasta ahora, y verlo de nuevo por
primera vez en una semana me ha dejado con la certeza de que
eso es algo muy, muy bueno.
Es intensamente atractivo, de piel bronceada y ojos verde
musgo, de un modo que tienta a una parte secreta de mí a
pasar por alto el hecho de que me secuestró, me drogó y me
encerró aquí.
Y mi cuerpo sabe que sus ojos me recorren con un calor en su
mirada que me resulta imposible ignorar.
Mis brazos se cruzan sobre mis pechos por reflejo porque, Dios
todopoderoso, no quiero que vea mis pezones endureciéndose
bajo el fino material de esta camisa.
Lo que me lleva de nuevo a la razón por la que han entrado
aquí sin avisar y han procedido a ladrarme órdenes en primer
lugar. Hay un evento en la Casa Noire esta noche, y yo voy a ser
su ofrenda de sacrificio para las festividades de la noche.
Al lado de los tres, parezco una vagabunda. ¿Qué clase de
hechicería creen que poseo para prepararme para un evento de
etiqueta con apenas cinco minutos de antelación?
—¿Así que este es su plan? —Hago un gesto alrededor del
dormitorio con la barbilla—. ¿Encerrarme aquí, mantenerme
contra mi voluntad hasta el momento en que sea útil, como
una especie de pez de colores mascota en una pecera de
cristal? Drogarme si no cumplo, y luego qué... ¿todos se salen
con la suya conmigo? —Esas últimas palabras se escapan sin
querer.
Mi boca se cierra inmediatamente.
El ambiente de la sala cambia en un instante.
Aún no estoy del todo segura de que no intenten forzar algo,
teniendo en cuenta su plan de poseerme, como Thorne dijo tan
elocuentemente. Y ese pequeño arrebato parece llamar
finalmente su atención.
Levanta la cabeza y esos ojos de un azul increíble se clavan en
los míos. Me retuerzo en un segundo tras su mirada. Joder, ¿por
qué no podía mantener la boca cerrada? Thorne pasea su
mirada fría e indiferente por todo mi cuerpo. Me juzga cada vez
que se fija en mi aspecto.
Antes de hablar, guarda su teléfono en el bolsillo y se frota
lentamente la mandíbula con el pulgar.
—Ese no es nuestro estilo —hay un deje de burla en su voz;
estoy segura de ello—. Si alguno de nosotros necesita un polvo,
créeme, todos estamos bien atendidos.
Sus palabras me abofetean, con fuerza. No puedo ocultar que
me arden las mejillas. Debería arrodillarme de alivio porque no
están interesados en nada sexual durante mi encarcelamiento,
así que ¿por qué, en cambio, se me eriza la piel de vergüenza?
—Quieres que se proteja la memoria de tu madre, ¿verdad?
Al mencionarla, entrecierro los ojos.
—Te dije antes que la dejaras fuera de esto. Joder, no te atrevas
a...
—Por favor. Continúa. Termina esa frase —Thorne aprieta los
dientes, y un músculo de su mandíbula palpita de impaciencia.
—Ella es inocente en todo esto.
Raven hace un ruido grave y amenazador desde su puesto de
centinela junto a la puerta.
—Si quieres mantener limpio su nombre, te sugiero que hagas
todo lo que te digamos —el hielo gotea del tono de Thorne; es
brutalmente frío en su conducta, y veo exactamente el tipo de
hombre que es para los Anguis—. No me gustaría que saliera a
la luz cierta información sobre cómo tu madre consiguió a
todos esos niños para el imperio de tu padre.
Cuando termina de hablar, estoy dispuesta a arrancarle los
ojos. Me tiemblan las manos y siento una violencia que
retumba como una estampida en el estómago.
—Ella. No. Tenía. Nada. Que. Ver. Con. Eso —me cuesta trabajo
pronunciar las palabras mientras intento mantener el tono
firme. Mi padre era el general enfermo y retorcido que merecía
perder la cabeza. No mi madre. No mi madre.
Estamos en un tenso enfrentamiento. Ellos con trajes de
diseño, y yo, ahogándome en el océano de sus amenazas y esta
maldita camisa que pertenece a uno de ellos.
El vikingo habla por primera vez.
—Ponte el puto vestido. O con mucho gusto te sacaremos de
aquí encadenada y te haremos desfilar sin nada, si ese es el
estilo que prefieres —para lo lasciva que es su amenaza, su voz
es suave. Demasiado, joder.
No dudo ni por un segundo que cumpliría su promesa. El
jodido enfermo probablemente también disfrutaría cada
segundo de mi humillación.
—Ahora nos perteneces, así que al menos necesitamos que
luzcas como corresponde.
Estoy furiosa. El calor me invade como una nube ante la
insinuación sobre mi aspecto.
Que les jodan a todos. Pueden hacerme lo que quieran, pero me
niego a que me menosprecien por mi aspecto. No cuando estos
tres hombres son la razón de mi actual estado de desorden. Así
que hago lo único que me queda: Quito el vestido de la percha,
cojo la bolsa de maquillaje que tan generosamente me han
proporcionado y me dirijo al baño. Doy un portazo y cierro con
llave antes de mirar mi reflejo.
Tengo las fosas nasales abiertas y la piel enrojecida.
Hay asesinato y odio grabados en el azul claro de mis ojos.
En este momento, me hago una promesa. No hay nada que
Foxglove Noire no haga para salir de este lío.
¿Estos hombres quieren poseerme y lanzarme de nuevo a ese
mundo? Entonces, mejor que estén preparados para el
momento en que los queme a todos en sus camas.
Fox
Nadie te dice cómo el detalle más minúsculo puede acabar
partiéndote en dos.
Estuve perfectamente bien durante todo el trayecto hasta el
evento de esta noche, manteniendo mi furia oculta bajo una
plácida capa de compostura. Observando en silencio, estudié la
forma en que salíamos del complejo en el que me mantenían
cautiva, logrando permanecer impasible ante la inmensa
oscuridad que se extendía ante nosotros. Seguimos un sinuoso
y largo camino de grava, pasando a través de un centinela
armado con imponentes puertas altas que indicaban el
momento en que salíamos del complejo y volvíamos a entrar
en el mundo exterior.
Por lo que sé, la casa donde me retienen está a kilómetros de
cualquier sitio. Tendría que caminar durante días si intentara
escapar, e incluso entonces, es casi seguro que me disparen en
el acto por el despiadado equipo de seguridad vestido con
equipo de combate que vigila la única salida.
Puede que este lugar esté cubierto de espesos bosques y niebla
perpetua, pero no deja de ser una fortaleza.
Conducimos durante lo que parece una eternidad. ¿Tal vez una
hora? Thorne va delante con el vikingo que nos conduce,
mientras yo estoy encerrada en el asiento trasero con una
criatura rabiosa. El lobito se eriza con la energía de un cable
deshilachado. Juguetea con un cuchillo en sus manos tatuadas,
enviándome un mensaje no tan sutil: no intentes ninguna
tontería.
Me hago lo más pequeña posible, recelosa de cualquier malicia
que pueda desatar en un momento dado. No hay duda de que
este hombre me detesta. De los tres, estoy seguro de que me
degollaría aquí mismo y enterraría mi cuerpo entre la espesura
de los pinos circundantes.
En realidad, estoy segura de que ni siquiera se molestaría con
tanto esfuerzo. Probablemente me empujaría por la puerta,
sangrando, mientras el coche aún estuviera rodando. Dejando
mi cadáver para ser picoteado por sus homónimos
emplumados.
Finalmente, llegamos a una serie de serpenteantes carreteras
demasiado reconocibles mientras descendemos hacia la
mismísima boca del diablo. Mi ritmo cardíaco se acelera en el
momento en que aparecen ante nosotros unas ornamentadas
puertas de hierro, iluminadas por los faros del vehículo.
La entrada a la Casa Noire, en todo su familiar y repugnante
esplendor.
Mi hogar durante la mayor parte de diecisiete años.
Una mansión de cien habitaciones, que se rumorea que fue
construida por un rey, amueblada con lámparas de araña,
antigüedades de valor incalculable y gente grotesca leal a mi
padre.
Nos abrimos paso a través del terreno, siguiendo el largo
camino de entrada, y finalmente paramos con la grava
crujiendo bajo los neumáticos.
Es entonces cuando mis ojos se posan en una visión que casi
me rompe. De todas las cosas, es la aldaba dorada con forma de
boca de serpiente (completada con colmillos al descubierto y
brillantes) lo que me hace sudar frío.
No entiendo por qué. Tal vez sea porque veía esa maldita cosa
todos los días. Quizá se deba a todas las veces que la oí sonar y
recé para que no fuera alguien a la puerta a quien mi padre me
vendiera esta vez.
Como digo, nadie te prepara para ese momento en que algún
detalle insignificante amenaza con ahogarte en un tsunami de
recuerdos aterradores.
Todos los hombres salen del vehículo, pero yo me quedo
paralizada en mi asiento. El miedo y el pánico me mantienen
clavada en el sitio hasta que la puerta se abre de un tirón y una
mano enorme pasa bruscamente por mi regazo para
desabrocharme el cinturón. Me agarran por el brazo y sigo
insensiblemente la palma callosa que presiona mis tatuajes a lo
largo de una chaqueta de traje hasta encontrar a su dueño.
El mismísimo diablo nórdico.
Su tacto es cálido y tranquilizador de una forma que no tiene
derecho a serlo, teniendo en cuenta que hace apenas una hora
me amenazó con encadenarme y arrastrarme desnuda por
aquí.
—Ven —es todo lo que me ofrece, y la verdad es que no tengo
elección. Me pone en pie y guía mi brazo para que se enrosque
en el pliegue de su codo, conduciéndome a mi perdición. La
imponente figura de Thorne se mueve delante de nosotros y, a
mi derecha, me flanquea un lobo trajeado que acecha.
Para los espectadores, podría parecer un gesto familiar entre
amantes. Con mi brazo alrededor del suyo y nuestros cuerpos
acurrucados mientras nos dirigimos hacia la amplia fachada de
la Casa Noire. Pero, en realidad, su contacto es un recordatorio
de mi propósito aquí esta noche.
A cada paso que doy, siento el peso aplastante de lo que me
obligan a hacer contra mi voluntad. Las náuseas me revuelven
el estómago como si me zarandearan en medio de una
tormenta.
El sonido de la sangre llenándome los oídos. Siento los dedos
entumecidos donde su mano cubre la mía. Hay gente por todas
partes, arremolinándose y abriéndose paso hacia el interior,
todos vestidos con trajes de alta costura y diamantes.
Recuerdo estos acontecimientos.
La gente terrible que los frecuenta. Los que se esconden entre
la élite de los Anguis.
Los susurros comienzan antes de que alcancemos el primer
escalón. Se intensifican a medida que ascendemos el corto
tramo de escaleras de piedra y llegamos a las imponentes
puertas de entrada.
Santa mierda... mira.
Realmente es ella.
La heredera de la Casa Noire.
Supuse que estaba muerta.
No, esa era Giana, la madre de la niña.
La perra huyó; merece que le quiten la lengua.
Para cuando pongo un pie en el cavernoso vestíbulo, me sudan
las palmas de las manos y el alboroto crepita a mi alrededor
como un reguero de pólvora. La gente me mira fijamente y
habla de mí como si yo no viera cómo me miran con desprecio.
Otros me miran con los ojos desorbitados, como si fuera una
especie de ídolo famoso de carne y hueso.
Es difícil concentrarse en algo en este espacio poco iluminado,
con los reflejos de las lámparas de araña y los farolillos que
cuelgan de las paredes girando a mi alrededor.
Como volutas de humo, mis tres captores desaparecen entre la
multitud sin siquiera mirar atrás. Me dejan abandonada a mi
suerte con las piernas temblorosas entre el mar de buitres.
Eran figuras imponentes a mi lado cuando entré en la mansión.
Ahora que han desaparecido, bien podría estar desnuda sin
ellos para protegerme de este resplandor de atención no
deseada. Esos imbéciles vigilarán todos mis movimientos el
resto de la noche para asegurarse de que cumplo sus
exigencias, pero ahora mismo me están poniendo a prueba.
Una prueba en la que me tiran a lo más hondo para que me
hunda o nade y no moverán el culo para ayudarme hasta que
mis pulmones estén llenos de agua. Si es que deciden
ayudarme.
Así que me rindo al agobio y huyo un momento, escapando
rápidamente al baño que sé que está situado detrás del
vestíbulo principal.
Dejando atrás los murmullos ocultos tras las copas de
champán, doblo la esquina y entro en la alcoba revestida de
mármol.
Con asombrosa claridad, ahora entiendo por qué el rostro de
Thorne me resultaba tan familiar.
Aquí es donde lo vi por primera vez. Aquí mismo, en la Casa
Noire, en una fiesta no muy distinta a esta, una reunión de los
socios de mi padre y otros miembros leales de la Casa. Cuando
yo era mucho más joven, de diecisiete años, e intentaba
esconderme en esta misma alcoba, me encontré con un Thorne
igual de joven.
Ya entonces era imponente, vestido completamente de negro, y
tan jodidamente poderoso que me dejó sin aliento. La
diferencia de nuestras edades parecía mucho más pronunciada.
Yo apenas había superado la adolescencia, mientras que él
probablemente tendría unos veinte años. No sé exactamente
cuántos años tiene, pero en una suposición, diría que hay casi
diez años entre nosotros. En ese momento, esos penetrantes
ojos azules se clavaron en los míos y me quedé paralizada.
Viéndole follar la cara de un camarero arrodillado a sus pies.
De pie en las sombras, con una mano agarrada al cabello del
hombre y en total dominio de cada profunda embestida hacia
delante.
Esa noche, había estado desesperada por escapar. Corriendo a
este espacio secreto escondido bajo la gran escalera.
Necesitaba evadir las manos errantes y las miradas lascivas de
hombres de más edad que mi padre, que querían comprarme y
poseerme. La clase de hombres de los que mi propia carne y
sangre recibía hambrienta ofertas y con los que me amenazaba
a diario.
Thorne me había estudiado con dolorosa claridad,
estrangulando con su polla al hombre que tenía delante. La
viva imagen de la calma. Mientras tanto, la ingenua versión
adolescente de mí había quedado totalmente hipnotizada por
él. Incapaz de apartar la mirada, aunque me había entrometido
en algo tan privado.
«O terminas lo que él ha empezado o te largas de aquí, joder».
Recuerdo su gruñido. La forma en que se burlaba de mí.
Después de que lanzara esas palabras en mi dirección todos
esos años atrás, el hechizo se había roto. Di media vuelta y hui.
Corrí lo más lejos y rápido posible de un hombre tan
alarmantemente hermoso.
Su tono despectivo me había dolido mucho, pero también me
había conmocionado como nunca antes había experimentado.
Hasta el día en que entró en mi estudio de tatuajes, claro.
Pero ahora, mientras revoloteo aquí sola en ese mismo lugar
con los fantasmas de aquel recuerdo, no puedo evitar
preguntarme... ¿se acuerda de mí? ¿Ha sabido que yo era la
misma chica todo este tiempo?
Dios, ¿a quién quiero engañar? Por supuesto, no recordaría un
momento tan insignificante.
Con un escalofrío, hago todo lo que puedo para sacudirme el
pasado y atravieso la puerta del baño, tratando de apartar
todos los recuerdos de cómo respondió mi cuerpo a él en aquel
entonces.
Definitivamente, ahora no siento nada más que puro odio hacia
él.
Ven
Hay un vacío de poder arremolinándose en las sombras de la
Casa Noire.
Tiene hambre de una nueva amante.
Thorne y su hermano llevan años intentando hacerse con el
poder, y esta zorrita les va a dar todo lo que les deben. Todo
por lo que han sufrido hasta ahora.
Estaré orgullosamente a su lado mientras siguen librando a
este mundo de la inmundicia que se ha multiplicado en este
lugar. Joder, con mucho gusto seré yo quien se deshaga de los
cadáveres por ellos uno a uno. Sólo tienen que pedírmelo.
Ser un Calliano en este mundo ha sido un infierno para ambos,
pero han ascendido en las filas de los Anguis con sigilo y pura
determinación.
Esta noche, se exhibe una brillante muestra de riqueza de esos
mismos miembros de sus secretas filas. He tomado mi posición
privilegiada con vistas al vestíbulo en el piso de abajo, mientras
que Ky y Thorne harán lo mismo.
Nuestro papel dentro de los Anguis es proporcionar seguridad
a nivel de élite. Somos a los que estos idiotas confían sus vidas,
y aún no tienen ni idea de que en realidad estamos planeando
la caída del podrido imperio de Andreas Noire.
Hawke también está por aquí, pero mantendrá un perfil bajo. Él
y sus socios están a cargo de la otra cara de la Casa Noire. Una
cara reservada al hedonismo y los excesos y que atiende a todo
tipo de apetitos sexuales que puedan desear ser satisfechos.
Cuando es necesario, en noches como la de hoy, la mansión
está abierta sólo a unos pocos elegidos, cuando todo es
glamour y muestras de poder para los miembros de Anguis. En
otras ocasiones, esas mismas personas regresan y la utilizan
como el antro de iniquidad por el que se ha hecho famosa.
La Casa Noire es un club sexual frecuentado sólo por los más
exclusivos y adinerados de Port Macabre. Donde los gustos se
desbocan y la discreción se paga en multimillonarias
cantidades cada vez.
Pero hay un nivel oculto en este lugar. Uno que está empapado
en la sangre de vidas inocentes. Ese es el legado del padre de
Foxglove Noire, y las redes de tráfico que coordinó mientras los
ricos y adinerados de Port Macabre hacían la vista gorda. Ésos
son los bajos fondos que estamos aquí para desmenuzar pieza
a pieza desde dentro.
Mis motivos son personales. Emocionales. Tengo la vida de mi
hermana para buscar una retribución sangrienta.
Las razones de Ky son más turbias. Vienen principalmente de
la lealtad a los hermanos Calliano. Y a mí, supongo, después de
todo lo que hemos pasado juntos.
Thorne... bueno, su motivación para destruir la Casa Noire y
tomar el control proviene de algún lugar aún más oscuro.
Nacido de un odio por todo en lo que él y su hermano pasaron
cuando fueron vendidos. Mantiene sus cartas en secreto,
incluso de nosotros dos. Pero reconozco el abuso cuando lo
veo.
Los dos hermanos Calliano han sufrido a manos de la Casa
Noire.
Desde mi posición ventajosa en el rellano superior, veo su
cabello lila recogido en lo alto de la cabeza salir de debajo de la
escalera dorada. Los rizos sueltos le caen a ambos lados de la
cara. Entre el mar de cabellos rubios, castaños y negros,
destaca a kilómetros de distancia. Por no hablar de cómo su
piel tatuada contrasta con la infinidad de trajes de etiqueta y
vestidos de diseño.
Los demás se han colocado en sus puestos y ahora nos toca a
nosotros disfrutar del espectáculo. La chica no tiene ni idea de
qué va esta noche ni de por qué está aquí toda esta gente. Lo
que no sabe es que todo es por ella.
Su maldito funeral.
Ahora está rodeada. Hay una multitud de viejos sórdidos que la
agarran por los hombros, todos mirándola de arriba abajo
como si fuera su boleto de entrada para un poder mayor. Los
más leales a Andreas, y probablemente atrincherados en sus
sucios planes.
Por supuesto, entre este brillante espectáculo de riqueza, hay
miembros de la Casa de edad similar a la de la propia Foxglove
Noire. La Casa Noire y los Anguis han reunido fieles seguidores
a través de líneas de sangre, iniciaciones y, en nuestro caso... a
través de la compra.
No se trata sólo de una sala llena de hombres calvos, ni mucho
menos. Sin embargo, el atractivo de que la heredera de
Andreas Noire regrese esta noche a su redil atrae a los más
hambrientos, mientras que otros miembros de la Casa se
contentan con sentarse a contemplar cómo se desarrolla el
espectáculo.
Cada uno de los que se acercan finge ofrecerle un abrazo,
presionando contra su oreja para, sin duda, compartir sus
condolencias por la muerte de su padre. Pero veo sus
verdaderas intenciones en cada mano que se acerca demasiado
a su espalda y en cada abrazo que se prolonga más de lo
necesario.
Todos creen que pueden conquistarla. Añadirla a su lista de
mujeres y hombres. Eso es lo que pasa con este mundo que
todos habitamos y la forma en que elegimos vivir nuestras
vidas. Los Anguis esperan devoción sólo a la Casa a la que cada
persona sirve. No a un individuo en particular. Arreglos,
contratos y alianzas forman la base de cualquier lecho de
poder.
Los imperios no triunfan siguiendo los caprichos del corazón o
la lujuria que corre por la sangre caliente.
Este mundo no es diferente. El poder es el objetivo final de los
Anguis y sus miembros.
Muchos de nosotros desafiamos las convenciones con nuestras
parejas. Quién sabe si es por naturaleza o por educación. Pero
todos vivimos según un código que nos asegura no depender
de una sola persona ni ajustarnos a las expectativas
monógamas. No sólo es peligroso hacerlo, sino que, en una vida
como la nuestra, depositar la carga de la confianza en una sola
pareja sería, como poco, una locura.
Se rumorea que los cimientos de los Anguis se construyeron
fomentando múltiples alianzas para promover el poder. Para
repartir lealtades y mantener el control. Pero hay demasiados
en esta iteración moderna de las Casas que utilizan el poliamor
como excusa para abusar de los demás. Demasiados hombres y
mujeres en los Anguis han tomado la noción de no
comprometerse con una sola persona, y la han retorcido y
distorsionado hasta que el concepto mismo está podrido hasta
la médula.
Mis ojos se entrecierran en un hombre en particular que se
encuentra a un lado, con el cabello engominado y canoso y un
fino bigote. No la ha tocado, pero tiene la mirada fija en sus
curvas. No hay duda de su interés por lo que considera carne
de primera calidad que se ofrece esta noche.
Sé exactamente quién es. Massimo Ilone. Una de las manos
derechas de su padre, y pieza clave en las redes de tráfico que
controlaban juntos. Ya está marcado para la muerte a mis ojos.
Es sólo cuestión de tiempo hasta que le quite la vida a su
cadáver y arroje a ese bastardo a una fosa.
Hay una mujer alta y rubia cuyo nombre se me escapa, pero
ahora la tiene cogida por los hombros. Tocándole la cara y
hablando como si fueran viejas amigas. Con cada interacción de
este tipo, la chica se vuelve tan pálida como la luna que cuelga
del cielo nocturno.
¿Creía que era posible escapar de este mundo?
Bueno, aquí está de vuelta en el centro enfermo y retorcido.
Todas estas personas reunidas aquí esta noche han sido
informadas de su intención de ocupar el lugar de su padre... y
de la próxima ceremonia.
Todos menos ella, claro.
Otro socio de su padre, un hombre con una gran barriga y la
nariz enrojecida, choca su copa para llamar la atención de la
multitud. Se hace el silencio en la sala mientras todos esperan
con impaciencia el anuncio que se producirá en cualquier
momento.
Thorne ha orquestado todo esto a la perfección. Utilizando
cada poderosa conexión y deuda manchada de sangre que ha
sido capaz de acumular a lo largo de los años, todo conduce a
este momento.
—Bienvenidos, nuestros miembros de la Asamblea —el
hombre brama—. Esta noche, estamos aquí para celebrar el
regreso de la heredera de la Casa Noire a su legítimo lugar
entre nosotros.
Se oyen vítores y se alzan copas mientras la energía de la sala
se transforma en un frenesí de expectación. Veo cómo los
hombros de la chica se encogen sobre sí mismos. Mira a todas
partes menos a los ojos que están fijos en ella. La mujer, alta y
rubia, la tiene agarrada con dedos como garras y las uñas rojas
le marcan el hombro tatuado.
—Estoy seguro de que todos ustedes han estado esperando
ansiosamente la noticia, y puedo confirmar que esta noche es
una que hemos estado esperando durante muchos años —
extiende unos dedos rechonchos y pellizca la mandíbula de
Foxglove. Se supone que debe parecer un gesto amistoso (un
viejo amigo de su padre tratándola como a un miembro de su
familia), pero veo su intención como una amenaza, sólo para
ella. Un recordatorio de que huyó de este mundo.
—Una ceremonia de juramento —la voz de la mujer es chillona
y chirriante para mis oídos mientras anuncia las palabras con
triunfo.
Los ojos de la chica se explayan tanto.
Ahora sabe la verdad.
Murmullos y susurros se agitan entre la multitud. Hace décadas
que no se celebra una ceremonia formal de juramento en la
Casa Noire. Es un ritual arcaico, nacido de las viejas
costumbres, y sólo está reservado a las familias de élite.
No tengo ningún interés en follarme a esta chica rodeado de
estos idiotas pervertidos mirando. Pero por el bien del plan de
Thorne, y el deseo de venganza que chisporrotea en nuestras
venas... todos hemos accedido a desempeñar nuestro papel.
Reclama su cuerpo. Reclama su linaje a la Casa.
Tomar hasta el último pedazo de su poder, y hazlo por la
fuerza.
Lo que conlleva es tan retorcido como lo son todos estos
jodidos enfermos. No hay nada más que perpetuar la intención
depredadora de los hombres. Del tipo que han utilizado la
excusa de rituales como éste a lo largo de los siglos como una
forma de reclamar sus conquistas y hacer alarde de su frágil
masculinidad frente a los miembros de la Asamblea.
Desde aquí, puedo ver las ruedas girando en la cabeza de
Foxglove. Sí, pequeña zorra, significa la humillación máxima
ante el consejo, ya que uno a uno, su cuerpo es poseído para
que todos lo vean. No creemos en cosas como el matrimonio en
nuestro mundo, pero las viejas costumbres están grabadas en
sangre y piedra. Una ceremonia de juramento es la pieza final
que nos entregará la vida de Foxglove Noire a los ojos de los
Anguis.
Cuando esté tendida y follada en público, delante de los
miembros del consejo, eso nos cederá todo a nosotros. Le da a
Thorne poder sobre todo en la Casa Noire. Significa que ella es
nuestra para hacer con ella lo que queramos, lo que significa
que, si decidimos acabar con su vida, ninguno de ellos
pestañeará.
A juzgar por la forma en que la perra parece a punto de
vomitar, es seguro decir que ha llegado a esa conclusión por su
propia voluntad.
*****
Ola tras ola de curiosos e idiotas finamente vestidos rodean a la
chica. La felicitan y la adulan como si este ritual fuera algo
digno de celebrarse.
Mis ojos se cruzan con los de Ky por un instante al otro lado de
la habitación. Él teclea un mensaje en su teléfono y el mío vibra
en mi bolsillo.
Hora de irse.
No podría estar más de acuerdo, joder. Se me eriza la piel al
estar cerca de esta multitud.
Otro zumbido.
¿Ojos en Thorne?
Escaneando los niveles superiores, no puedo verlo. Pero no hay
duda de que estará vigilando como una nube negra.
Tú recoge a la chica. Yo encontraré a Thorne. Nos vemos en el
vehículo en 5 minutos.
Asiento con la cabeza en dirección a Ky en lugar de perder el
tiempo respondiendo al mensaje. Sacude la cabeza con una
sonrisa de pesar antes de llevarse el teléfono a la oreja. Sin
duda está llamando a Thorne.
Mientras vuelvo a meterme el móvil en el bolsillo, miro hacia el
lugar donde había estado la chica hace un momento. Pero no
está allí. De hecho, apenas vislumbro su cabello lila antes de
que desaparezca por el pasillo al fondo de la multitud.
Foxglove Noire creció en este lugar y lo conoce como la palma
de su propia mano. Si intenta huir, con gusto la cazaré y la
arrastraré de los cabellos hasta nuestro complejo.
¿La muy cabrona cree que puede escapar de nosotros?
No lo creo, joder.
Mi larga zancada me lleva escaleras abajo hasta la planta baja y
en dirección a la puerta por la que desapareció. Hay demasiada
maldita gente en mi camino, pero me abro paso entre ellos,
manteniendo mi habitual perfil bajo.
Cuando me deslizo tras la puerta parcialmente agrietada, el
largo pasillo que se extiende ante mí está revestido de pesados
paneles de madera de roble. Sólo hay algún farol que proyecta
una tenue luz; no se supone que en esta zona estén los
invitados reunidos esta noche.
A medida que avanzo por la alfombra ornamentada, busco
algún atisbo de movimiento o luz bajo las puertas cerradas.
Basta con que una sombra en movimiento insinúe hacia dónde
puede haber huido o intentado escabullirse y esconderse.
Aunque este es mi acto de jugar con ella (no es realmente
necesario), si lo necesito, tengo métodos más precisos para
localizarla.
Es entonces cuando oigo un ruido. Un forcejeo y un murmullo
bajo.
Viene de detrás de mí, de la habitación que hay a mi derecha.
A los sonidos les sigue un ruido sordo. Más voces apagadas.
Cuando pruebo el picaporte, está cerrado, y podría apostar una
fortuna a que la estúpida chica se ha encerrado aquí dentro en
un intento a medias de intentar huir de nosotros.
A lo mejor está ahí dentro con alguien, y la he pillado
intentando correr directa a los brazos de uno de los amigos de
su padre. Ofreciéndose a chupársela a cambio de salvarse de
nosotros.
Ella no es más que un pedazo de basura Noire. Es de risa que
piense que puede escapar de nosotros tres tan fácilmente.
Una puerta cerrada nunca me detuvo antes, y ciertamente no lo
hará esta noche. Puede que Ky o Thorne utilicen un método
más astuto para entrar, pero yo tengo hombros para aguantar
diez asaltos en el ring sin sudar. Todo lo que necesito es arrojar
mi corpulencia contra la puerta de madera y las bisagras se
abrirán.
La visión que me recibe... bueno, me pone a ver todo rojo. Una
niebla me nubla la vista mientras contemplo la escena que he
perturbado.
Hay está Massimo Ilone de cabello gris y grasiento, con la mano
en la parte delantera del vestido de la chica. A su lado hay un
jarrón hecho añicos y un pedestal caído al suelo. Me doy cuenta
de que ella ha intentado luchar contra él, pero sus esfuerzos
son patéticos. El imbécil será viejo, pero es demasiado grande y
poderoso para ella y, en la oscuridad, la habría pillado
desprevenida con demasiada facilidad.
Sin embargo, no es rival para mí. El ejecutor de Anguis
entrenado para acabar con vidas con mis puños.
La tiene contra la pared; mientras tanto, ella intenta empujarlo
y aparta frenéticamente la cabeza de su cara. Es entonces
cuando sus ojos azules se clavan en los míos al oírme entrar.
Estoy al otro lado de la habitación en un instante.
Mi mente se desconecta y el instinto se apodera de mí. Solo se
oyen sus gritos en la habitación a oscuras cuando se lo quitó de
encima y lo tiro al suelo. Le golpeo la mandíbula con los
nudillos una y otra vez, me pongo a horcajadas sobre su pecho
y le propino una lluvia de golpes demoledores.
Hay un lío de sangre y piel partida y dientes rotos donde
debería estar su cara.
No responde.
No me importa si está muerto.
Los golpes siguen volando, y sólo la sensación de pequeños
puños agarrándome los brazos y un cuerpo suave aferrándose
a mí por detrás me impiden romperle el cuello con mis propias
manos.
—Lo estás matando.
Me grita que pare, pero lo único que puedo hacer es sisear en
respuesta. No quiero que me toque, joder. No quiero su olor
cerca de mí. No quiero su cuerpo apretado contra el mío.
Me pongo en pie, la tiro bruscamente y me doy la vuelta para
clavar mi cara en la suya.
—No creas ni por un segundo que lo he hecho por ti —
gruñendo, señalo con un dedo en dirección a la maltrecha
figura que yace retorcida en el suelo— lo hice porque tú eres la
deuda que tenemos y nada más.
Sus grandes orbes azules, brillantes por las lágrimas que no se
han derramado, se ensanchan mientras me devuelve la mirada
y sus labios rosados se entreabren. Noto cómo se le agita el
pecho y observo que lleva el cabello revuelto, como si él
hubiera agarrado esos mechones lilas antes de que yo llegara a
ella.
Pero no hay una parte de mí a la que le importe un carajo en
este momento.
Es de nuestra propiedad y sólo nosotros podemos hacerle
daño.
Fox
Mi noche es un caos sin dormir donde repaso mentalmente
cada momento de la noche anterior hasta que la pálida luz se
desliza por el bosque que hay junto a mis ventanas. Miro hasta
que el cielo se ilumina con rayas púrpuras y rosas a medida
que se acerca el amanecer. Una vez más, me ahogo en una
camiseta demasiado grande y en los ecos de sus aromas
masculinos.
Es como si me torturaran, me hostigaran y me acariciaran el
coño, todo a la vez.
Me duele la cabeza por las revelaciones de anoche. Una
grotesca ceremonia de juramento, nada menos. La rabia me
corroe por dentro cuando pienso en cómo Massimo me forzó.
No pude hacer nada para defenderme de ninguno de los golpes
imprevistos que me propinó.
Massimo Ilone siempre ha sido una amenaza en mi vida. Uno
de los muchos pretendientes a los que mi padre declaró que
consideraría venderme... por el precio justo. Supongo que
anoche, decidió que iba a tomar lo que quería sin que mi padre
estuviera más en el panorama.
Uno pensaría que podría estar conmocionada o herida, pero la
triste realidad es que he tenido esa misma experiencia antes.
Diferente hombre, diferente habitación en la Casa Noire. Sólo
que entonces yo era una adolescente, y al menos tuve la suerte
de que otros miembros de los Anguis entraran antes de que las
cosas fueran más allá de ser manoseada a través de mi ropa.
Nadie me defendió ni vino a rescatarme cuando era una niña,
abandonada en un mar de monstruos. Simplemente se rieron
cuando salí corriendo de la habitación, abrazada a mi vestido y
luchando contra las lágrimas.
Y ahora, por alguna jodida razón, no puedo dejar de pensar en
cómo Raven casi mata a Massimo sólo por tocarme.
No estoy fantaseando con un hombre que golpeó a alguien
hasta hacerlo papilla ensangrentada justo después de
obligarme a una ceremonia de Juramento.
No. Lo. Estoy.
Este tiene que ser el ritual más arcaico y patriarcal de los
Anguis. Uno que pensé que había sido dejado de lado.
Me estremezco al pensar en todas las mujeres que me han
precedido. Las que no tuvieron más remedio que someterse a
una ceremonia de juramento cuando el propósito era
embarazarlas frente a una audiencia.
El peor tipo de miedo.
Una ceremonia de juramento no es más que una muestra de
propiedad. Reclamar y arrebatar a las mujeres, reduciéndolas a
nada más que carne para poseer, ha sido una práctica común
durante siglos.
Pero parece que estos hombres quieren hacer todo lo posible
para torturarme y humillarme. Obligarme a ser degradada y
tratada como si no fuera más que una muñeca inflable y un
contenedor de basura en el que cagar y llenar con su semen
delante de la audiencia. Así es como pretenden hacerse con el
control de la Casa Noire.
Justo antes de que, sin duda, se deshagan de mi cuerpo entre
estos árboles que contemplo desde mi cama.
¿Cuántas chicas como yo hay enterradas por ahí?
Hago una pausa mientras ese pensamiento vaga sin rumbo por
mi cerebro. ¿Por qué la idea de que hayan venido otras mujeres
antes que yo despierta en mis entrañas algo que no tiene
derecho a existir?
Estoy más enferma de lo que pensaba si me permito sentirme
atraída por estos monstruos. Pero, de nuevo, este era el mundo
en el que crecí. No puedo culparme por encontrar atractivos a
psicópatas asesinos con complejo de dios.
Mordiéndome el labio inferior, me hundo bajo las sábanas,
inmersa en mi nido de autojuicio.
Mi superpoder de invocarlos pensando en sus estúpidas caras
está evidentemente en pleno funcionamiento esta mañana, ya
que oigo pasos fuera y el picaporte de mi puerta gira de
repente; sorprendentemente, esta vez sin ruido de desbloqueo.
Guardo ese pequeño dato para más tarde.
Pero en lugar de mi hosco lobo, entra el guapísimo surfista
nórdico en persona. El idiota va sin camiseta y con los
pantalones de chándal ajustados hasta las caderas, para
joderme de verdad el cerebro confuso y las hormonas rebeldes.
Para colmo, lleva dos tazas de café.
Me siento y arrastro las mantas sobre el pecho, mirándole con
desconfianza.
—He oído que una zorrita necesita algunas lecciones sobre
cómo usar sus dientes y garras.
Ese es el eufemismo del año. No es que nadie hablara en el
coche de vuelta anoche, pero los puños ensangrentados de
Raven y mi estado desaliñado eran pistas bastante obvias de
que algo había pasado.
Supongo que discutieron los detalles después de que yo saliera
corriendo hacia mi habitación sin mirar atrás.
Ky cruza el espacio entre nosotros, acomodándose en el borde
de la cama como si lo hubiera hecho mil veces antes.
—Leche de almendras —dice mientras me da el café.
—Gracias —murmuro mientras huelo el fragante aroma a
granos tostados. Joder, podría besarle de lo bien que huele. Al
parecer, soy una zorra fácil de complacer.
Me mira por encima del borde de su taza. Yo, por mi parte,
trato de no fijarme en los músculos tensos que exhibe, ni en su
entrepierna, ni en el cabello suelto que le cuelga alrededor de
la cara. Tiene un ligero rizo y algunos mechones son de un
intenso color miel, mientras que otros están decolorados como
la arena blanca.
Mi cerebro cachondo lo imagina emergiendo del océano con
riachuelos de agua goteando sobre cada una de esas
hendiduras de su torso cincelado.
—Entonces, ¿estas preparada para ello?
Debo de parecer tan confusa como me siento, porque he
olvidado por completo de qué está hablando. Perdida en el
trance de imaginar cómo pasaría mi lengua por su piel besada
por el sol.
En un intento de evitar mi propia fascinación enfermiza por
estos hombres, doy un largo sorbo a mi café.
—Levántate. Vístete. Me gustaría enseñarte un par de cosas —
sus ojos verdes tienen un brillo de complicidad.
Se me aprieta el coño. Dios, prácticamente tengo que
sacudirme para recuperar el sentido. Está claro que el hecho de
que estemos sentados en mi cama, los dos semidesnudos, ha
hecho que mi mente se adentre en un terreno realmente
peligroso.
Uno en el que me está enseñando lecciones de una naturaleza
muy diferente.
El siguiente trago de café me quema en la garganta y me saca
de la villa del calentón para llevarme al momento presente.
¿Dónde estábamos?
Ah, claro. Defensa propia.
—Pensé que no necesitaría ninguna, ya que voy a estar
encerrada aquí el resto de mi vida —el sarcasmo es
aparentemente mi configuración por defecto cuando tengo
miedo de ser sorprendida preguntándome cuan grande es la
polla de este hombre.
Muestra una sonrisa que podría hacer que las bragas
combustionaran espontáneamente en un radio de una milla.
Oh, definitivamente es grande.
—Puede que nos pertenezcas, pero eso no significa que estés
atrapada aquí.
Estoy totalmente confundida, pero no puedo evitar creer en su
plan.
Entonces recuerdo lo de anoche y las llamas que lamen mi
interior adquieren un tono más violento.
—¿Por qué debería aceptar hacer algo con ustedes? Son
ustedes tres los que quieren atarme y mojar sus pollas, todo
por un ritual obsceno ante una sala abarrotada de
desconocidos.
Me da una expresión que cae en algún lugar entre lleno de sí
mismo e indiferente.
—Me estás diciendo que pasaste los últimos años de tu
supuesta libertad sin esperar ni una sola vez que alguien
viniera a por ti —no es una pregunta.
Hay una sensación de deslizamiento a lo largo de mi columna
vertebral.
Tiene razón. Cada día traía un nuevo riesgo. Nunca supe si
sería el último en el que conservara el poder sobre mi propia
vida.
—No —respondo con sinceridad.
—Era inevitable que los miembros de los Anguis te reclamaran
algún día. Resulta que llegamos a ti primero, nena —joder, odio
la forma en que lo hace sonar tan seductor. Tampoco puedo
soportar el hecho de que esté diciendo la verdad.
Me niego a reconocer que acaba de soltarme un apodo
cariñoso. Tampoco estoy dispuesta a admitir que se me han
puesto los pezones rígidos al oír esas palabras.
Estos hombres son unos idiotas peligrosos con problemas de
control, y no tengo por qué tener emociones encontradas sobre
lo que toda esta situación representa para mi vida. Pero,
¿preferiría que fuera uno de los asquerosos socios de mi padre
quien me reclamara? ¿Preferiría que las cosas fuesen
diferentes y que un grupo de esos hombres asquerosos y
repugnantes me obligasen a participar en una ceremonia de
juramento en su lugar?
No. Definitivamente no lo haría.
En el peor de los casos, puedo coger por odio a estos hombres.
Eso sí que puedo hacerlo. Aunque quiera meterles una pistola
por la garganta, no puedo negar cómo responde mi cuerpo a
cada uno de ellos.
—No tengo ropa que ponerme —es la única excusa que me
queda.
Ky se levanta y cruza hasta el armario empotrado que hay
junto a la puerta del baño. Con una floritura, lo abre y casi se
me cae el café al regazo.
Hay ropa ahí. Ropa que no es de hombre. Por lo que puedo ver,
es sólo un pequeño surtido, pero da igual, cualquier cosa es una
gran mejora respecto a lo que he tenido acceso hasta ahora.
¿Cómo no me di cuenta?
Más concretamente, ¿hicieron que me trajeran ropa mientras
estábamos en la Casa Noire anoche?
—Ponte esto y deja que te dé unas clases —rebusca en un
cajón y me lanza unos leggings y una camiseta deportiva en
dirección a la cama. Estoy tan atónita que no puedo evitar que
me golpeen en la cara.
*****
Nuestros cuerpos sudorosos se retuercen juntos.
Las grandes manos de Ky amasan mi carne.
Jadeo y me sonrojo bajo él.
Hay un vikingo entre mis muslos y, joder, puedo sentir el
contorno de su polla presionando contra mi centro.
Es grande. Definitivamente, grande.
—Mejor. Pero aún tienes trabajo que hacer.
Claramente, Ky es capaz de mantener su mente en la tarea que
tiene entre manos (que parece ser darme la vuelta
repetidamente sobre mi espalda y… demostrar exactamente lo
condenadamente débil que soy) en lugar de caer en un lío
cachondo ante la proximidad de nuestros cuerpos.
O tal vez sea su forma preferida de tortura, porque el idiota
sigue sin camiseta y ahora está cubierto de sudor, con los
abdominales brillando cada vez que se flexionan por encima de
mí.
Su musculosa figura se muestra en todo su esplendor mientras
se sienta sobre sus talones, todavía colocado entre mis piernas.
Es todo lo que puedo hacer para quedarme aquí tumbada en la
colchoneta del gimnasio mientras muero en silencio.
Después de una semana sentada dentro de una pequeña
habitación, la mitad de la cual no he comido y la otra mitad no
he dormido, mi cuerpo no sirve absolutamente para nada. Un
hecho que se volvía dolorosamente claro cada vez que Ky me
inmovilizaba con facilidad.
A pesar de mis mejores esfuerzos por luchar contra él o
defenderme de la forma que me ha enseñado cuidadosamente
(el hombre es sorprendentemente paciente y explica las cosas
de forma sencilla de entender), parece que soy incapaz de
hacer nada bien.
Puede que esta noche esté tan agotada que mi cuerpo me
conceda por fin unas horas de sueño ininterrumpido.
Le hago señas para que se vaya.
—Entiérrame aquí. —me arden los pulmones y tengo los
músculos hechos gelatina. Esta colchoneta de gimnasio
rodeada de máquinas de pesas y bancos de ejercicios parece un
lugar tan bueno como cualquier otro para izar mi bandera
blanca.
Una botella de agua entra en mi campo de visión mientras su
dorado resplandor nórdico se cierne ante mí.
—Eres más dura que eso —agita la botella en mi dirección.
—No cuando me drogan o me agarran en la oscuridad —la
amargura de mi tono brilla mientras miro fijamente su cara
estúpidamente hermosa.
Me incorporo con un gemido ahogado, inclino la botella de
agua por la garganta y derramo la mitad sobre la barbilla. Estoy
haciendo todo lo posible para redondear mis esfuerzos por
parecer un desastre.
Ky desplaza su peso hacia delante para apoyarse en ambos
nudillos, apoyando los brazos a ambos lados de mis caderas en
un movimiento que nos acerca tanto que puedo sentir el calor
que brilla entre nuestros cuerpos. No puedo evitar que mi coño
se estremezca y palpite por la posición sexual en la que
estamos aquí, en el suelo.
Oh, Dios. Estoy más jodida de lo que pensaba porque sólo
puedo pensar en él tocándome y aliviando el dolor entre mis
muslos que se niega a desaparecer cuanto más tiempo paso
envuelta en su aroma a cedro y océano.
—En nuestro mundo no podemos permitirnos el lujo de jugar
limpio —ha bajado la voz y se cierne sobre mí como un dios—.
Pero eso ya lo sabes.
Lo sé. Ya lo sé, y no puedo esconderme de mi pasado ni de mi
futuro.
—No nos tienes miedo —lo afirma. De hecho.
—¿Debería?
—Sí. Deberías hacerlo —su aroma masculino me envuelve—.
Deberías huir asustada de todas las cosas horribles, peligrosas
y terribles de las que somos capaces los hombres como
nosotros.
—¿Ah, sí? —Dios. Este hombre. Ky tiene esta presencia
inquietante sobre él, que me hace desear cosas que nunca
pensé antes. Me está desenredando de una manera que viene
con la fuerza de un mazo en lugar de un bisturí.
—Esto es lo que pienso… —esos ojos verdes suyos están
salpicados de motas de ámbar cerca de sus pupilas—. Creo que
estás tan jodida como nosotros en el fondo. Una zorrita
cachonda, que quiere ser el juguete de alguien.
Se me ha secado la boca.
—Jódete. Quítate de encima. —El calor me sube por el pecho y
el cuello.
Dejando escapar una risita peligrosa, Ky se desplaza hacia
delante, acercándonos aún más. Burlándose de mí con ese
movimiento calculado, me obliga a apoyarme en los codos en
un esfuerzo por mantener una distancia segura entre esos
labios carnosos y yo. Su boca malvada se tuerce en una mueca,
una boca que me sedujo tanto el día que me besó la mano.
Quiero esos labios suaves y el rasguño de su barba sobre mí,
aunque no debería.
—Quizá te convierta en mi juguetito, nena. Entrar en tu
habitación por la noche mientras duermes y ver lo mojado que
está tu coño pensando en nosotros. Apuesto a que te
encantaría despertarte desesperada y empapada, sabiendo que
te he metido tres dedos hasta el fondo. No tardarás en gemir y
suplicar por mi polla en todos tus sueños.
Debajo la camiseta deportiva que llevo, mis pezones están
duros y los capullos apretados rozan el material elástico.
Espero por todos los santos de este mundo que haya suficiente
relleno para que no pueda ver exactamente cómo le responde
mi cuerpo. O quizá sí quiero que lo sepa. Joder. Mi cerebro es
un revoltijo de emociones, calentura y exasperación. Un
potente cóctel corriendo por mis venas que parece gasolina.
Hago un ruido de indignación en algún lugar del fondo de mi
garganta.
Con un guiño cómplice, Ky se pone en pie y sale del gimnasio
con toda la seguridad de un hombre que tiene la intención de
cumplir su amenaza. Me quedo con la boca abierta cuando me
deja nadando en un mar de imágenes sucias que ha conjurado.
No puedo soportar lo mucho que me excita.
Tanto, que vuelvo corriendo a mi ala para encerrarme en el
baño, arrancándome los leggings sudados y la camiseta antes
de ponerme bajo el cabezal de la ducha de alta presión. Me
aprieto el labio inferior con los dientes y me desplomo contra
la pared de azulejos de la ducha abierta. Cierro los ojos y dejo
que mis manos recorran mi dolorido coño, deslizo un dedo en
su interior y me reprendo en silencio al comprobar lo mojada
que estoy.
Imagino sus dedos penetrándome mientras duermo. En mi
mente está tan clara la imagen de su enorme cuerpo inclinado
sobre el mío en las sombras mientras me atormenta.
Está claro que ha aprovechado una fantasía latente mía, porque
mi coño está resbaladizo e hinchado y me paso los dedos por el
clítoris, extendiendo la humedad. Sólo necesito unos cuantos
círculos firmes alrededor del dolorido capullo y mi centro se
tensa, listo para la liberación.
En mi vívido paisaje onírico aparecen ahora otras dos siluetas
sombrías. Ambos se unen a Ky en mi bruma de lujuriosas
imaginaciones.
Puede que cada figura sea sólo un espejismo sin rostro, pero sé
exactamente quiénes son. O al menos, a quién representan.
Están colocadas a ambos lados de mí, y las tres figuras oscuras
juegan con mi cuerpo mientras duermo. Me tocan, me
acarician, se burlan de mí con pericia, provocando en mi
cuerpo un orgasmo tan intenso que me doblo bajo el agua.
Algo caliente y vergonzoso me recorre desde los dedos de los
pies. Cómo carajos se atreven a amenazarme y a afirmar que no
soy más que su posesión para usarla como mejor les parezca.
Aún peor es el hecho de que Ky tenía razón. Una parte de mí
quiere ser utilizada por ellos.
Quizá sea lo más aterrador de todo.
Thorne
Ky está rondando como un tiburón. Ha olfateado carne
dispuesta, y ahora está esperando su momento hasta que
pueda lanzarse a matar.
No importa cuántas veces le advertí que se mantuviera
jodidamente alejado de la chica.
Su polla es la que piensa, aunque él lo niegue.
Cosa que no hace.
Están pasando demasiadas cosas como para estar pendiente de
él y sus idioteces todo el tiempo. Pero el hecho de que la
tuviera en el gimnasio a primera hora de la mañana frotándole
la polla por todas partes como si estuviera marcando su
territorio es un dolor de cabeza que no necesito.
Le diría que fuera a suplicar a Ven que le eche un polvo y se
saque todo lo que sea esto de su sistema, pero el hosco idiota
ha desaparecido. Lo más probable es que se haya adentrado en
las profundidades del bosque, lo que sólo puede significar que
todavía está purgando la rabia de anoche de su sistema.
Sus bestias siempre necesitan su espacio para encontrar la
calma después de perder la cabeza de esa manera. Por el
estado de sus nudillos y el hecho de que lo más probable es que
Massimo Ilone acabara en cuidados intensivos, si es que
sobrevivió a la noche, es seguro asumir que no volverá en días.
Hay un lugar al que Ven acude en lo más profundo del corazón
de este bosque, y él es el único que sabrá cuándo ha llegado el
momento de resurgir.
—...Los miembros de la Asamblea solicitan más seguridad en la
subasta de este año. Después de lo que le pasó al pobre
Andreas, no asistirán sin garantías de su seguridad, Calliano.
La voz nasal al otro lado de la línea pertenece a uno de mis
contactos dentro de la organización con el que me veo obligado
a tratar en mi trabajo. Esta mujer actúa como intermediaria
entre muchos de los miembros del equipo de seguridad y los
individuos de los Anguis a los que se les ha encomendado
proteger. Supongo que es una secretaria glorificada, pero actúa
como si el mundo le debiera un favor, y más de una vez he
tenido que morderme la lengua al tratar con su actitud de
mierda.
No sabe lo poco aconsejable que es meterse conmigo.
—Por supuesto. Considérelo hecho —murmuro, empujando
algunos papeles sobre mi escritorio. Hay un millón de cosas
que preferiría estar haciendo ahora que escuchar a esta mujer,
pero todo forma parte del espectáculo. El que monto todos los
días para permanecer oculto mientras nuestro plan se lleva a
cabo poco a poco. Pieza a pieza, joder.
—Habrá que modificar el orden habitual de los
acontecimientos —ella entra en largos detalles sobre mierda
que ya sé y de la que ya me he ocupado con mi hermano. Pero
si eso la hace sentir importante, le permitiré que hable así todo
el puto día para mantener mi tapadera.
Rodeo la parte delantera de mi escritorio para apoyarme en la
madera y me pellizco el puente de la nariz. La mujer ni siquiera
hace una pausa para respirar mientras sigue hablando de
detalles que yo ya conozco perfectamente.
Mientras escucho, mis ojos se desvían hacia la gran ventana del
suelo al techo que llena toda una pared de mi despacho y da a
la zona del patio central. El espacio está cerrado con un techo
de cristal, de modo que la zona no sólo es segura, sino que
mantiene el lugar a una temperatura casi tropical. Aunque los
veleidosos vientos de la costa traigan días interminables de
niebla y bruma entre los árboles que nos rodean.
La vida aquí en la península está aislada, lo que nos viene bien
para lo que necesitamos, pero los elementos son duros. Odio el
frío, joder, así que esto es lo más cerca que voy a estar de un
compromiso mientras tenga que quedarme en este agujero
infernal conocido como Port Macabre.
—...Cada VIP necesitará un vehículo escolta además de su
equipo de seguridad habitual...
Cristo. La mujer es como un bulldog diezmando un hueso.
Un movimiento en el exterior me llama la atención. El agua
cerúlea ondea en la superficie de la piscina y entonces la veo.
Aparece nadando, con sus rizos lilas formando una maraña
sobre la cabeza, deslizándose despreocupadamente por el
agua.
Respondo con una sola palabra y confirmo detalles, pero sólo la
mitad de mi mente está en la conversación. En cambio, la
observo nadar suavemente arriba y abajo.
Mi mente se aleja aún más del teléfono que tengo pegado a la
oreja cuando ella llega a los escalones del fondo y empieza a
salir de la piscina. Unas gotas de agua resbalan por sus curvas y
yo me quedo inmóvil. Como si de algún modo fuera capaz de
sentir mi presencia desde donde estoy escondido tras esta
fortaleza de cristal y la pared de palmeras.
Quienquiera que haya elegido ese maldito bikini para añadirlo
a la selección de ropa que le entregaron necesita un tiro. Al
menos está encerrada aquí y no en algún sitio donde todos los
idiotas de la ciudad intentarían follarse sus piernas. Es de un
color azul pálido que hace juego con sus grandes ojos y, joder,
apenas cubre nada. El material húmedo y fino se pega a cada
centímetro de su cuerpo.
Cuando se da la vuelta al final de la escalera, yo debería apartar
la mirada. Esta chica es demasiado joven para que yo la mire
con interés. No tengo nada que hacer mirando la suavidad de
sus muslos, estómago y pechos. Pero no hay duda de que sus
duros pezones asoman entre los dos triángulos de tela que se
aferran a sus redondeadas tetas. Y cuando mis ojos descienden
por su vientre estrecho, sobre el dibujo de tinta de una
serpiente que se enrosca por su esternón, veo que el corte de
cintura alta de sus bragas se ha succionado hasta los labios de
su coño. Cada puto detalle entre sus muslos está delineado.
Jesús.
Me restriego la mano sobre la boca. Este es el momento en que
debo moverme. El momento en que me voy y me siento detrás
de mi escritorio y atiendo los informes que me esperan en mi
portátil. No quedarme aquí con la polla endureciéndose y
viendo cada centímetro de esta chica desfilando mientras se
dirige a su toalla.
Pero estoy atrapado aquí, todavía mirando, y ella está
jodidamente inclinada.
Sus suaves nalgas son redondeadas. La curva perfecta para
dejar la huella de una mano que apuesto a que enrojecería muy
bien contra su piel clara. Para completar el espectáculo de
provocación que está ofreciendo la chica, se lleva la mano por
detrás y se recoloca el corte alto que se le ha amontonado entre
las nalgas. Mientras tira de un lado, vislumbro un atisbo de su
coño por detrás. Suave y rosado, y pidiendo ser llenado desde
este ángulo.
De repente, me imagino hundiendo mi polla en su coño
apretado y húmedo mientras está doblada sobre la tumbona de
la piscina. La peor parte de mí ansía oír cómo gime mi nombre
mientras envuelvo su cabello morado en mi puño y la embisto.
Joder. Mi polla está completamente dura y se niega a ser
ignorada.
La heredera de la Casa Noire es una garantía en nuestro plan.
Eso es todo lo que Foxglove Noire es. Nada más. Si necesito un
polvo, hay lugares mucho menos complicados a los que ir para
conseguir una liberación. Mi hermano conoce el tipo de coño, o
polla, que me gusta y puede hacer arreglos que sean
exactamente lo que necesito.
—...Tendrás todo listo en una semana, Calliano?
Aprieto con fuerza el teléfono que tengo en la oreja, mientras
con la otra mano tengo que reajustarme los pantalones.
Mientras tanto, soy incapaz de apartar los ojos de sus curvas,
que se mueven mientras ella se seca lentamente, ajena por
completo a que la estoy devorando.
—Sí. Como he dicho, considéralo hecho —aprieto la mandíbula
y espero que esta perra capte la indirecta de que hemos
terminado aquí.
—Maravilloso. Enviaré las notas informativas.
—Genial —aprieto el botón rojo de fin de llamada en cuanto
empieza a despedirse.
Si he estado observando a la chica escondido detrás de una
pared de cristal, hay muchos otros puntos de observación en
este lugar para que alguien más haga lo mismo. Y justo a
tiempo, Ky sale al centro del patio, sorbiendo un café y
deleitando sus ojos con su figura. Como de costumbre, no lleva
nada más que un pantalón de chándal gris de tiro bajo,
mostrando todos sus músculos de niño bonito.
No hay ninguna ocasión en la que se sienta llamado a llevar
camisa. Nunca.
Se da la vuelta al oírle acercarse y se esconde inmediatamente
bajo la toalla de gran tamaño. Curiosamente, no se echa atrás ni
huye. Algo ha cambiado entre ellos desde la noche anterior, e
intento entender lo que dicen, pero como si Ky supiera que
podría estar observando, los coloca a ambos de forma que sus
rostros quedan ocultos. No mira hacia aquí, pero lo conozco
desde hace tiempo y entiendo cada uno de sus gestos.
Me paso los dedos por el cabello. Luego, saco mi teléfono para
escribir agresivamente un mensaje de texto.
Hay informes que revisar.
Por encima de la cabeza de ella, veo que su mirada verde se
dirige hacia la ventana de mi despacho. Una sonrisa familiar se
dibuja en las comisuras de sus ojos. Saca el teléfono del bolsillo,
echa un vistazo a la pantalla y vuelve a bajar la mano. El muy
cabrón ni siquiera abre el mensaje; simplemente borra la
notificación con el pulgar. Ky no intenta moverse. Sigue
sorbiendo su café y ahí de pie. Mientras tanto, ella está a
centímetros de él, con el aspecto de un sueño húmedo, envuelta
en nada más que una toalla y el bikini más pequeño del mundo.
Eso significa ahora.
He enviado la orden de seguimiento en un segundo. Siempre ha
sabido cómo sacarme de quicio, pero necesito que ponga de su
parte y no se pase el día persiguiendo coños prohibidos.
Ni siquiera se molesta en leer el texto; en su lugar, mueve la
cabeza con alegría en los ojos mientras, sin duda, siente la
segunda vibración en la mano.
Su pequeño intercambio debe haber terminado porque ella se
apresura a entrar mientras Ky se pasea detrás de ella. Solo que
esta vez lanza una mirada en dirección a mi ventana antes de
devolverme el mensaje.
Ok, Daddy.
Por el jodido cielo. Ignoro su intento de agitar la mierda.
Sólo hazlo.
Ky desaparece de la vista de vuelta a la cocina, y es en ese
momento cuando envía su propio mensaje de seguimiento.
Para que lo sepas...
Ella definitivamente me va a tocar primero.
Y cuando lo haga, voy a comerle el coño hasta que grite.
Depende de ti si quieres tener las bolas azules, o unirte.
Fox
Ky está jugando conmigo. Puedo sentirlo a nivel celular.
Es tan arrogante y encantador que sé que está esperando el
momento en que tropiece y caiga sobre su polla. Tres días de
clases de defensa personal con él han sido un infierno.
Especialmente desde que plantó la semilla de la idea en mi
mente de que podría tocarme, y luego se echó atrás. Jugando al
perfecto caballero. Manteniendo una distancia respetuosa,
mientras me miraba con los ojos más irrespetuosos.
Dejándome en espiral en mis sucias imaginaciones de los
últimos días.
Quiero decir... una chica tiene que comer, ¿verdad? Y él es una
degustación de diez platos de tentación.
Aunque todavía me repugna lo que está por venir con esta
ceremonia de juramento, mi cuerpo ansía liberación. Hay
demasiada testosterona en este lugar, incluso con todas las
paredes de cristal y el paisaje del bosque para distraerme.
Porque ahora, al parecer, tengo vía libre por todo el complejo
para explorar por mi cuenta. Incluidas las zonas al aire libre,
como la piscina y la enorme terraza de madera que roza el
borde de los brumosos pinos.
Parecen contentos de dejarme a mi aire. Probablemente estén
vigilando todos mis movimientos con cámaras de seguridad.
Así que actúo como una prisionera obediente y no intento huir,
a pesar de que en mi mente no deja de rondar la idea de que
estoy jodida de la cabeza y de que debería intentar escapar. Al
menos debería estar planeando una fuga, ¿no?
Para colmo, quedarse aquí no es ninguna dificultad. De hecho,
no tiene nada que envidiar a cualquier lugar en el que haya
soñado vivir. La nevera parece estar siempre llena de los
alimentos que pedí en mi lista, y la cocina abierta tiene todos
los electrodomésticos y elementos modernos de gama alta que
pueda imaginar. La mitad de ellos me da miedo tocarlos;
sinceramente, no sé para qué sirven ni cómo funcionan.
He explorado todo lo que me he atrevido alrededor de las alas
cuadradas del complejo. Los únicos lugares en los que no he
metido la nariz están situados en el lado opuesto de la piscina
central y el patio acristalado, que da la sensación de estar
dentro de una visión tropical a cualquier hora del día. Cada vez
paso más tiempo nadando, leyendo en una de las tumbonas o
dibujando.
La biblioteca que se encuentra junto al salón es enorme. De
hecho, todo el lugar es enorme en sus proporciones
masculinas. Si las ventanas de mi habitación me parecían
impresionantes, el día que entré en el salón por primera vez,
casi rompo el plato en el suelo de cemento.
Ni siquiera estoy segura de que pueda llamarse salón. Paneles
de cristal de doble altura acabados en negro forman una V
puntiaguda en la parte superior. Toda la pared de cristal
parece una catedral al elevarse tan alto sobre mi cabeza. La
gran ventana se extiende a lo largo de la habitación y,
sinceramente, no se parece a nada que haya visto antes. Abre
todo el salón para contemplar el bosque ondulante del exterior.
Impresionante es poco para hacerle justicia.
Aquí hay sofás mullidos y profundos que bien podrían ser
camas por lo amplios y cómodos que parecen. Es el tipo de
espacio en el que uno podría estirarse y tumbarse a pierna
suelta, pero en el que aún cabrían diez personas más haciendo
lo mismo.
Todo está acabado en tonos oscuros de carbón y gris piedra,
pero frente a los vibrantes tonos verdes que ondulan entre los
árboles del exterior, funciona a las mil maravillas.
En el otro extremo descubrí la biblioteca, en su propio nicho
con estanterías que van del suelo al techo, y un entrepiso con
escalones que conducen a otra zona de lectura y libros apilados
lo más alto posible.
Desde ese nivel intermedio, la vista es asombrosa. Los valles
ondulados se extienden más allá de los límites de los árboles
más cercanos a las ventanas. A lo lejos, puedo ver una franja de
costa turquesa y recuerdo que mencionaron algo de que este
lugar estaba situado en una península. Lo que explicaría la
puerta de seguridad que atravesamos la otra noche.
Pueden asegurar este lugar del mundo exterior con un solo
punto de entrada y salida. Un camino de entrada. Un camino de
salida.
Es inteligente. Táctico. No esperaría menos de alguien como
Thorne Calliano.
A quien, por cierto, hace días que no veo. Es como un susurro
en el aire, en el que me encuentro con su olor y los más débiles
rastros de él en los libros que encuentro en estos estantes, o la
taza de café que falta del juego en el armario. Pero por lo
demás, ha sido un fantasma en este lugar.
En cuanto al asesino... al principio desapareció después de la
noche en la Casa Noire, cuando se ensañó con ese idiota. No he
tenido el valor de preguntarle adónde fue, o qué hace cuando
no está aquí porque estoy casi cien por ciento segura de que
asesina a gente para los Anguis.
Estar en el mundo de mi padre me enseñó una cosa, y fue a
reconocer a aquellos que tratan con la muerte. No de la forma
en que Thorne o Ky lo harán si se ven obligados a ello en su
línea de trabajo, pero para gente como Raven es diferente.
Puedo decir que su papel es algo más.
Su alma está manchada, y se nota en las líneas profundamente
talladas alrededor de sus ojos.
Ojos y manos que han sido testigos de demasiada sangre.
Por alguna razón, no me dan ganas de vomitar mi almuerzo al
pensar en él probablemente rompiendo el cuello de la gente
con sus propias manos. Tal vez tengo una perversión por los
hombres que matan para ganarse la vida.
No sería una sorpresa, teniendo en cuenta el mundo que habité
durante tanto tiempo, en el que sigo atrapada como en arenas
movedizas.
Esta noche me he acomodado en mi nueva posición en el
entrepiso, con la compañía de la pequeña luz de una lámpara
de mesa. Tumbada de lado en el enorme sillón, con las piernas
colgando por un lado y un libro en la mano, me he escondido
aquí arriba durante horas. Al cabo de un rato, oigo voces graves
en el piso de abajo. Durante la mayor parte del día de hoy, he
estado revolcándome sola por este lugar, así que el sonido de
los hombres en la casa me resulta un poco extraño. Al estar
inmersa en las páginas de mi libro, casi había olvidado por un
momento que van y vienen como criaturas salvajes en la noche.
La curiosidad se apodera de mí y me incorporo un poco, lo que
me proporciona un punto de observación secreto para espiar el
nivel inferior, ya que sólo hay una delgada barandilla metálica
en medio.
Ky y Raven aparecen, ambos despeinados y semidesnudos de
una forma que grita inequívocamente “acabamos de follar”. Mis
muslos se aprietan mientras el calor serpentea por mi interior.
Al parecer, Ky, siempre tan atento, tiene dos botellas de agua
en la mano y le pasa una mientras hablan en voz baja. Ojalá
pudiera oírlos, pero no hace falta. Su lenguaje corporal me lo
dice todo mientras absorbo con avidez cada caricia y cada
señal del resplandor post orgásmico que se produce entre
ellos.
Ky suelta una risa juguetona; sus dedos se echan hacia atrás su
larga melena, suelta y despeinada. Lo que sea que haya dicho
hace que el otro hombre frunza el ceño y lo agarre por la
cintura, arrastrándolo tan cerca que sus caderas están a ras de
las del otro. Raven muerde el labio inferior de Ky y tira de él
lentamente. Seductoramente.
Un infierno recorre mi torrente sanguíneo, dejando que mi
clítoris palpite con latidos propios. Casi suelto un gemido digno
de una estrella del porno, apenas capto el sonido lascivo antes
de que se me escape de la boca.
Son todo músculos, fuerza y belleza juntos de una forma que
me deja sin aliento. Tengo que hacer todo lo posible para no
hacer ruido aquí arriba; no quiero que sepan cuánto tiempo he
espiado este momento íntimo entre ellos.
Las palabras de Thorne vuelan en mi cerebro cachondo. «Si
alguno de nosotros necesita un polvo, créeme, todos estamos
bien atendidos».
Dios, quiero que me atiendan. En tantas formas, lugares y
posiciones como sea posible.
Y los sueños cada vez más gráficos que he tenido cada noche
últimamente han tenido como protagonistas a todos estos
hombres. Ahora, la forma en que acabo de presenciar una
nueva faceta de Raven (una en la que rezumaba control y sexo
con ese único movimiento dominante) me ha provocado un
cosquilleo en el coño.
Eso es lo que más me gusta cuando se trata de sexo.
Me encanta ceder el control.
Me encanta que me utilicen.
Pero por desgracia para mi coño necesitado, tan rápido como
entraron, se fueron. Dejándome con aleteos en mi vientre y
excitada como el infierno.
*****
—¿Me dirás adónde vamos? —Mientras me abrocho el
cinturón de seguridad, le lanzo a Ky mi mejor mirada de
despreocupada. Una vez más me ha dado una paliza en el
gimnasio esta mañana, y luego me ha anunciado con aire
misterioso que tenía que estar lista para dar una vuelta en
coche.
Así que ahora, estoy duchada, vestida y asegurada en el lado
del pasajero de su vehículo blindado simplemente monstruoso,
similar a aquel en que me drogó hace un par de semanas atrás
(o al menos creo que ha sido alrededor de dos semanas) y
ahora nos dirigimos por el camino de grava que conduce lejos
del complejo.
Estamos los dos solos. Solos.
Mi cerebro no deja de reproducir la imagen de su labio inferior
atrapado entre los dientes de Raven.
La temperatura aquí se ha disparado cien grados.
—Pronto lo verás —dice. Evasivo, como siempre.
—¿Esta es la parte en la que me llevas al medio de la nada y te
deshaces de mi cuerpo? —me remuevo en el asiento para
ponerme cómoda.
Lo único que hace Ky es apoyar una mano en la parte superior
del volante y la otra en la palanca de cambios de una forma que
no debería ser atractiva. Pero lo es. Lo es, joder.
En un esfuerzo por recordarme a mí misma que sigo cabreada
con ellos por lo que me han hecho, chasqueo los dedos en su
dirección.
—Oh, no, espera... no puedes hacer eso todavía; los tres aun
quieren follarme delante de una habitación llena de gente
primero. Putos asquerosos.
Mantiene la vista fija en la carretera, pero veo cómo levanta la
comisura de los labios. Pasamos a paso de tortuga por la puerta
de seguridad; el equipo que está allí, con su uniforme táctico
negro, tiene un aire de “no te metas con nosotros” que indica
que lo tienen todo, desde pistolas hasta lanzacohetes, al
alcance de la mano.
Ky les hace un gesto con la cabeza y un saludo simulado al
pasar.
Una vez que salimos del otro lado, me armo de valor para
seguir presionándole. De mis tres captores, es el que más
tiempo ha pasado conmigo. Me trae café y me acompaña a su
gimnasio. No se puede ocultar el modo en que me mira
abiertamente con hambre, pero por la razón que sea, se ha
guardado las manos y las palabras para sí mismo desde aquel
primer día en que me enseñó defensa personal. Dejando que
sea yo la que jadee tras él un poco más día a día.
Si hay alguna esperanza de poner al menos a uno de ellos de mi
lado en todo esto, me arriesgaré con el travieso vikingo que
ocupa el asiento de al lado.
—Entonces, ¿qué va a ser? ¿Follarme, reclamar la Casa Noire y
luego deshacerte de mi cuerpo? —Cambiando mi posición para
mirarle, estudio el lado de su cara.
—Yo elegiría tus palabras con cuidado, nena —joder. Me arde
la cara cada vez que me llama así. Tanto si lo dice para burlarse
de mí como si no, me da igual.
—Bueno, son todos ustedes los que tienen un plan maestro
para mantenerme prisionera y reclamarme.
—Y... como he dicho... ¿preferirías que fuera uno de los muchos
amigos de tu padre en su lugar? —Pronuncia las palabras como
si estuviéramos hablando de algo tan mundano como el
tiempo. La visión de las venas de su mano flexionándose
mientras agarra el volante está haciendo cosas impías a mi
sentido de la autopreservación.
No soy más que un charco derretido aquí en este caro asiento
de cuero.
Pero soy una mujer testaruda.
—Preferiría que no fuera ninguno. Quiero volver a mi vida —
mordiéndome el interior de la mejilla, lo observo atentamente
en busca de cualquier indicio o parpadeo de que sienta
compasión por mí en todo esto.
—Entonces explícame por qué estás jadeando y retorciéndote
allí.
Jesús. Trago saliva apresuradamente en un esfuerzo por no
sonar exactamente como él acaba de describirme.
—No lo hago. Son unos idiotas que creen que pueden salirse
con la suya arruinando mi vida.
Ky suelta una risita oscura.
—¿Ah sí?
—Sí.
—Bueno, entonces deja de follarme con los ojos, o me detendré
y embestiré ese dulce coño tuyo aquí mismo en el costado del
camino hasta que pidas piedad.
Un ruido estrangulado sale de mí en señal de protesta. Pero ya
ha aparcado el coche antes de que me dé cuenta de dónde
estamos. Durante un largo segundo, me quedo helada,
pensando que está a punto de hacer todo lo que acaba de
amenazarme. Y no sé cómo sentirme.
¿Quiero que me coja aquí en este coche, al aire libre? ¿Sería
capaz de luchar contra él si lo intentara? Ya ha demostrado lo
fácil que es darme una paliza en el gimnasio, y mis patéticos
esfuerzos por aprender defensa personal no han servido de
nada contra este hombre.
Siento un remolino en las tripas y calor creciente entre los
muslos.
Una expresión de pura picardía se dibuja en sus labios
carnosos y extiende la mano por encima de la consola central
para desabrocharme el cinturón de seguridad. Me estremezco
cuando el agudo ruido de la hebilla suena como el de una
pistola al dispararse en el espinoso silencio que nos envuelve.
Oh, Dios. ¿Es este el momento en que su determinación se
quiebra, y toma lo que quiere de mí?
Ky apoya un codo en el reposabrazos que nos separa y la otra
mano en el salpicadero. Va vestido con una camiseta blanca,
vaqueros y una cazadora de cuero desgastada, y parece el hijo
predilecto de la tentación y la toma de decisiones ilícitas.
Me encojo hacia la puerta mientras él se acerca. Me palpita el
coño, pero también me siento aterrorizada porque no sé qué va
a ocurrir a continuación.
Sus ojos verdes se oscurecen mientras me observa durante un
largo instante. Es muy posible que haya olvidado cómo
respirar.
—Sigue mintiéndote a ti misma. Pero te veo como la zorrita
cachonda que eres —esa boca malvada suya se tuerce—.
Ahora, saca tu culo del coche. Ya llegamos.
Con eso, se ha ido, y su puerta se ha cerrado de golpe, y me
quedo temblando en un estado de excitación incontrolada.
Santa mierda. Estoy demasiado ansiosa y necesito calmar mis
malditas hormonas. ¿Estoy ovulando? Porque juro que cada
vez que este hombre me mira con esos ojos verde musgo, estoy
lista para subirme a su regazo. Así que antes de que me saque
del vehículo y descubra en qué estado de jadeo me he
convertido, me apresuro a salir y le sigo con las piernas
ligeramente inestables.
La vista que me recibe al salir del coche es un almacén, con
grandes puertas metálicas enrollables y nada que indique lo
que ocurre dentro.
Probablemente tortura.
Me llega un golpe de aire salado y, al mirar a mi alrededor,
tengo la sensación de estar cerca del puerto. Debe de estar en
las afueras de Port Macabre.
Mis ojos tardan un momento en adaptarse a la tenue luz del
interior, y el sonido de la pesada puerta metálica que acabamos
de atravesar resuena bruscamente detrás de mí. Todo esto me
parece siniestro. Pero también siento una curiosidad morbosa
por saber por qué me han traído aquí.
Parece mucho esfuerzo conducir hasta aquí cuando podrían
hacer lo que quisieran para deshacerse de mi cuerpo en medio
del bosque aislado de la península.
Ky se acerca para encender una luz. La única bombilla se
enciende y veo una pequeña pila de cajas de mudanza. No sé de
qué se trata, así que le lanzo una mirada confusa.
—¿Cajas?
—Ábrelas. Ya verás —se encoge de hombros. Apoya un
hombro contra la pared de chapa ondulada, con los brazos
cruzados sobre el pecho.
—¿Por qué siento que podría haber cobras aquí? O partes de
un cuerpo —murmuro mientras golpeo una con la punta de mi
bota.
—Estoy seguro de que te gustará lo que hay dentro.
—¿Es una caja de granadas de mano? ¿Cianuro? Cualquiera
funcionará perfectamente para lo que he planeado para
ustedes tres —apoyo las manos en las caderas.
Los labios de Ky se tuercen en una sonrisa diabólica.
No. No. No estoy mirando eso, muchas gracias.
Para evitar revelar la forma en que está jugando con mi cuerpo
sin esfuerzo, me agacho y me lanzo a abrir la primera caja. A la
mierda.
Cuando abro las solapas de cartón, me quedo con la boca
abierta. En la parte superior de la caja está mi equipo de
tatuaje. Todo perfectamente empaquetado en un envoltorio
protector. Aparto algunas cosas a un lado y veo que toda la caja
está llena de objetos familiares de mi estudio.
Apenas pasa un segundo antes de que caiga sobre la siguiente
caja; esta vez, se abre para revelar ropa de mi armario. Mi
propia ropa.
Sinceramente, ahora mismo no sé cómo sentirme. Me alivia que
me traigan mis efectos personales o me cabrea enormemente
que estos tres hombres hayan entrado en mi casa y se hayan
llevado mi vida sin decir ni una palabra.
No hay necesidad de preguntarse cómo entraron. Tienen mi
teléfono, mi cartera y mis llaves desde la noche que me
drogaron.
Ah, y ser miembros de una sociedad secreta todopoderosa
también les habría garantizado poder acceder a lo que
quisieran de mi vida.
—Quién... por qué.. —realmente no puedo formar palabras. Mi
cerebro está un poco abrumado con todo en este momento.
Ky se rasca la mandíbula.
—Porque ahora nos perteneces, y el quién no importa
exactamente, ¿verdad?
—Oh, claro —pongo los ojos en blanco—. El gran y poderoso
Thorne Calliano no responde ante nadie. Hace lo que le da la
puta gana.
El hombre que tengo delante se eriza ante la mención de ese
nombre.
—Escucha con atención, pequeña Fox. Cuida tu lengua a la hora
de pronunciar el nombre de Thorne. No sabes nada de él ni de
su vida, y harías bien en no olvidarlo.
Me pica la curiosidad ver cómo este hombre está dispuesto a
defender a alguien tan cruel.
—Entonces dímelo. Al menos dame algo en lo que basarme.
—No es como si te importara. Somos los monstruos en esta
historia, ¿no?
—Creo que los Anguis son los verdaderos monstruos. Mi padre
lo era, en todo caso. Dónde caen todos ustedes dentro de sus
planes y esquemas... por qué insisten en hacerme pasar por
esto... eso es lo que realmente quiero saber —resoplo, harta de
morderme la lengua. Si quiere estrangularme y arrojar mi
cuerpo entre mis escasas posesiones mundanas por haber
hablado, que así sea.
—Los hombres como nosotros no tuvimos opción de
pertenecer a los Anguis. Eres una chica lista, creciste en este
mundo. —Ky me estudia más detenidamente—. Escapaste de
este mundo. Así que sabes que no todos los que forman parte
de él quieren serlo.
Me muerdo el interior de la mejilla y no sé si sostenerle la
mirada o apartar la vista.
—Hay quienes acabamos en este mundo a la fuerza... y estamos
los que estamos decididos a librarlo de las partes podridas,
ocultas y supurantes que esconden hombres como Andreas
Noire.
Ky no me da tiempo a digerir sus palabras, ni a considerar la
profundidad de los sentimientos que hay detrás de esa
afirmación. Se acerca a la pila de cajas que hay a mi lado. Se
agacha para recoger una y, mientras se endereza, vuelve a la
picardía habitual que baila en sus ojos.
Le da un golpecito a la tapa de la caja.
—Ah, y si te preguntas por tus juguetes, están todos aquí, por
cierto.
Con un guiño cómplice, sale por la puerta para cargar la caja en
la parte trasera de nuestro vehículo.
Llevándose mi alijo de vibradores con él.
Ky
Hay una chica guapa con un coño en el que no puedo dejar de
pensar al otro lado del complejo.
Una que se pasa el día deambulando junto a la piscina en un
bikini que apenas cubre nada; no es que me queje, pero el
número de veces que me he jalado la polla por esta chica va
más allá de una broma.
Que se joda Thorne, y sus putas reglas tontas.
Probablemente el imbécil no lo admita, pero no hay duda de
cómo evita cuidadosamente estar cerca de esta chica. Y si hay
algo que sé de ese hombre, después de pasar media vida juntos,
es que evitará algo que no sabe cómo manejar.
En teoría, tiene su plan de venganza contra Andreas Noire. ¿En
la práctica? Está igual de atrapado en la intrincada red de
cabello lila y tatuajes sexys y curvas que suplican ser mordidas
hasta que gima dulcemente.
Él también la quiere.
No me malinterpreten, es inteligente. Divertida. Preciosa. Pasar
tiempo con ella no es una molestia. ¿Una chica guapa que se
sostiene en cualquier conversación? Esa es mi debilidad, y se
llama Fox.
Se le pusieron los ojos vidriosos y se le abrió la boquita cuando
la amenacé con colarme en su habitación por la noche. Aunque
no pueda, o no quiera, admitirlo en voz alta, me desea tanto
como yo a ella.
Fox nos quiere a todos. Pero ese pequeño secreto que guarda
podría necesitar un poco más de trabajo para que su cerebro se
suba a bordo con la idea. Su cuerpo no tiene ningún problema
con el concepto, claro está.
Por eso estoy junto a ella como una sombra vengativa en la
oscuridad, escuchando su respiración suave y constante que
llena la habitación. Hay luz suficiente para ver con el suave
resplandor de la luna que se cuela por una rendija de la cortina.
Suficiente para lo que necesito.
Su puerta estaba abierta. Eso no me habría detenido, pero es
ciertamente interesante saber que ella no trata de impedir que
ninguno de nosotros entre en su habitación. Tenemos una
llave, sí, pero si ella estuviera realmente en contra de la idea de
que invadamos su espacio durante la noche... bueno... estoy
seguro de que esta chica se pondría ingeniosa.
Y sin embargo, aquí yace. Durmiendo profundamente, con las
mantas medio apartadas de su suave cuerpo. Vestida con mi
camisa.
Puede que haya protestas agudas en su lengua cuando está
despierta, pero por la noche, la chica deja su puerta abierta y
lleva mi ropa. Ah, sí. Fox es tan perfecta como esperaba que
fuera.
Es como si hubiera pintado su cuerpo con un mensaje sólo para
mis ojos. Uno que dice que está más que dispuesta a que yo
cumpla mis promesas.
Me acerco a la cama y me acomodo lentamente en un lado del
colchón. Con cuidado de no molestarla, me coloco junto a sus
caderas.
Thorne puede irse a la mierda. Si hubiera pasado junto a ella
aunque sólo fuera una fracción del tiempo que yo he pasado,
ese idiota sería considerado un santo por no dejarse llevar por
la compulsión de darle lo que necesita. No hay duda de que a
nuestra dulce Zorrita le gusta el sexo. Su generoso alijo de
juguetes reveló ese secreto. Sospecho que ya sé con qué
disfrutará más, pero habrá tiempo de sobra para explorarlo
más adelante.
Ahora mismo, estoy aquí con un solo objetivo en mente.
Quiero el coño de esta chica empapado, dolorido e hinchado
para mí como una perra en celo cuando se despierte. Por la
mañana, quiero que me mire por encima del café con las
mejillas sonrosadas y los labios hinchados de tanto morder la
intensidad de lo excitada que está. Esta chica tiene que estar
cachonda como la mierda, empapada y suplicando por mi polla
mañana.
Porque sabrá que fui yo quien entró aquí mientras ella dormía.
Un asqueroso secretito que sólo existirá entre Fox, yo y la
medianoche.
Pruebo mi peso inclinando una mano sobre su cuerpo para
apoyarla en el colchón, al otro lado de sus caderas, y espero a
ver si se despierta. Pero el sueño se apodera de ella, y sólo sus
pestañas oscuras se mueven ligeramente. Bien.
Ella no lo sabe, pero le di algo en el agua esta tarde. Lo
suficiente para que duerma más de lo normal. No puedo evitar
sonreír para mis adentros, porque apuesto a que si realmente
le prometiera drogarla, darle algo que pudiera tomar a
sabiendas y ceder el control, estaría jadeando en cuestión de
segundos.
Con la mano libre, bajo las sábanas que cubren sus muslos y
suelto un suspiro entre dientes apretados. La traviesa zorrita
no lleva nada debajo de la camisa; la tela se amontona
alrededor de la suavidad de su vientre.
Estoy aquí sentado en la oscuridad, mirando su coño
reluciente. Está recortado, sólo le queda un pequeño triángulo
de rizos cortos cubriéndole el montículo. Es muy sexy y le
sienta de maravilla. Fox es el tipo de chica de a la que le gustan
las cosas artísticamente desordenadas. Por eso le encantan los
tatuajes, teñirse el cabello de lila y coleccionar joyas vintage.
Apuesto lo que sea a que suplica más fuerte cuando le tiras de
esos rizos y le lames el coño al mismo tiempo.
Por suerte, mi camiseta es tan grande que le cuelga
holgadamente. Tomo el dobladillo entre el pulgar y el índice y
lo froto un momento, planeando mi próximo movimiento. He
estado repasando en mi mente cómo quería jugar a esto, y
ahora que estoy aquí, ella es como un patio de juegos de
tentaciones carnales, y no sé qué parte de ella quiero reclamar
primero. El algodón está tan jodidamente desgastado que
parece que se va a romper y, por un momento, contemplo la
posibilidad de cortárselo por completo. Pero entonces mi parte
cavernícola quiere hacerlo con la camiseta levantada justo por
encima de sus deliciosas tetas. Joder, mi polla se sacude en mis
pantalones al pensarlo.
Así que lo hago, engancho la tela y le doy un suave tirón para
que quede justo por encima de la turgencia de sus dos pechos.
Son pesados y redondos, y al instante se endurecen con el aire
fresco de la habitación. Dios, lo único que quiero es inclinarme
y pasarle la lengua por los pezones, probarla por fin. Pero no
puedo arriesgarme a hacer demasiado por si se despierta. No la
drogué demasiado; quería mantener una delgada línea en la
que su cuerpo siguiera sintiendo y reaccionando a cada
pequeña cosa que le hiciera.
Acerco mi boca todo lo que puedo sin tocar su piel y soplo
suavemente en la punta de su pezón derecho. A la luz de la
luna, puedo ver cómo se oscurece el color rosa oscuro a medida
que el capullo se tensa hasta formar un pico rígido. Luego
repito el proceso en el otro lado. Ya puedo sentir cómo su
cuerpo empieza a experimentar el dolor fluir por sus venas.
Esos labios perfectos que me muero por ver hinchados y
envolviendo mi polla se separan mientras su respiración
entrecortada se acelera ligeramente.
Me tomo mi tiempo. Jugando con cada una de sus tetas, una y
otra vez. Cuando me retiro, mi polla está a punto de estallar y
me palpita con fuerza como mi pulso en la garganta. Está
jodidamente preciosa así, con su piel tatuada y sus mejillas
sonrojadas.
Antes de bajar por su cuerpo, sé exactamente lo que arrancará
sus suaves gemidos en sueños, los que me moría por oír por
primera vez. Dejo que un hilo de saliva caiga de mis labios para
cubrir el apretado capullo de su pezón, y luego hago lo mismo
con el otro. La fría humedad cubre las puntas rígidas y las
areolas con un brillo resplandeciente.
El ruido más dulce y cachondo sale de ella.
Casi me vuelvo loco y decido meterle la polla ahora mismo.
Pero tener paciencia es lo que toca esta noche, aunque vaya a
necesitar encontrar a Ven y liberar toda esta tensión en mi
sistema durante días.
Así que me agarro el miembro a través los pantalones y
aprieto. Me siento tan jodidamente bien que no hay forma de
que pueda seguir sin acariciarme la polla durante la siguiente
parte.
Cuando vuelvo a bajar con cuidado mi peso hacia sus muslos,
ella se agita por el placer y la excitación de que le acaricien los
pezones, y lo mejor de todo es que ha abierto mucho las
piernas para mí. Su coño está empapado. Todas sus partes
brillantes están a la vista, e inhalo profundamente para
ahogarme en el embriagador aroma de su excitación. Es
jodidamente perfecta, y necesito una montaña de autocontrol
para no sacar mi polla y hacer una muesca en su entrada.
Tendremos que explorar esa fantasía en otra ocasión.
Apretando los dientes, me doy otro firme golpe porque ahora
sólo puedo pensar en chuparle el clítoris hasta que esté al
borde, y luego deslizarme dentro para follarla hasta que se
despierte conmigo enterrado profundamente en su coño.
Las cosas que quiero hacerle a esta chica... las cosas que quiero
que le hagamos a esta chica.
¿Ver cómo Ven y Thorne se la follan también? ¿Sentir cómo se
aprieta alrededor de mi polla mientras Ven folla? Y acercarme
a Thorne, porque él siempre ha sido el peor tipo de fruta
prohibida... Joder, ese pensamiento me rompe. Tengo que
tocarla, y ahora mismo, ya no me importa ser delicado.
Si se despierta, se despierta.
Me acomodo y, con dos dedos, separo los labios de su coño. El
primer contacto con su calor sedoso y húmedo me hace
derramar una mancha de líquido preseminal sobre el
estómago. Su clítoris se hincha y hace exige atención, rogando
por mi boca. Pero en lugar de ceder a esa tentación, deslizo los
dedos por su resbaladiza humedad, la recojo de la entrada y la
subo para frotarla en círculos alrededor de su clítoris.
Todo en Fox es suave y cálido y tan jodidamente delicado que
reprimo un gemido.
Mis ojos devoran la forma en que florece bajo mi contacto.
Mueve ligeramente las caderas para facilitarme el acceso.
Levanto la mirada hacia su cara. Esos labios que tanto deseo
follar y que tanto me duelen están aún más abiertos, y ella
emite dulces ruiditos desesperados mientras sueña con
correrse sobre mi polla.
Dios mío. Quiero cogerla y llevarla directamente a Ven y dejarle
ver esta mierda también. Se volvería loco, lo sé. Incluso si odia
lo que ella representa, sé que es el tipo de coño que se volvería
loco por compartir.
Deslizo la mano hacia abajo y le meto dos dedos. Está
empapada y me cubre la mano, lo que me permite deslizarme
con facilidad hasta el segundo nudillo. A medida que presiono
más, noto las paredes de su coño agitándose y apretándose.
Joder. Mierda. Enseguida añado un tercer dedo porque esto es
demasiado jodidamente bueno como para seguir resistiéndolo.
El tiempo se detiene mientras me pierdo en este momento. Mis
dedos en su coño y mi polla tensando la parte delantera de mis
pantalones, y su cuerpo drogado respondiéndome como el
pequeño juguete perfecto que quiere ser. Entrando y saliendo
de ella a un ritmo constante, su cuerpo se mece suavemente,
pero no lo suficiente como para sacarla del sueño.
Su clímax aumenta, tensando su cuerpo. Noto cómo me
succiona los dedos más profundamente con cada movimiento.
A pesar de que mi polla me pide a gritos que continúe para
poder hundirme en su interior mientras ella sigue en la cúspide
de un orgasmo, tengo que parar.
Inhalo profundamente, calmo los dedos y los mantengo ahí un
instante. Es una acción posesiva, y despierta algo dentro de mí.
Una bestia oscura y enroscada se agita en mi pecho: un
sentimiento de propiedad.
Con la mano libre, dejo que mi dolorosamente dura polla se
libere. Empiezo a acariciarme lamiéndome la palma de la mano
con un generoso reguero de saliva. Su calor y su sedoso canal
se aprietan alrededor de mis dedos, como si su cuerpo dormido
supiera que no me costaría ningún esfuerzo alinearme en la
entrada de su agujerito empapado y deslizarme dentro sin
resistencia.
A medida que mis caricias se hacen más rápidas, y mi
necesidad de reclamarla por completo late incesantemente
detrás de mis costillas, contemplo todas las formas en que
quiero marcar a esta jodida chica.
Dejarle un regalo para que se lo encuentre por la mañana
pintado por toda su delicada y suave piel suena como la forma
perfecta de hacerlo. Pero ese pensamiento me da una idea aún
mejor para otro momento, que voy a poner en práctica
cualquier día de estos.
Joder. Me duelen las pelotas y mi polla está a punto de estallar.
Justo a mi lado, al otro lado de la cama, hay ropa doblada. De
mala gana, saco los dedos de su coño y cojo un par de bragas
negras de aspecto sedoso. Envuelvo con ellas mi polla dentro
de mi puño, estoy a punto de llegar, y es en el momento en que
me permito probar por primera vez su dulzura, (lamiendo su
humedad de mis dedos) cuando mi liberación sale disparada.
Siento que me corro y me corro, y el corazón me late en los
oídos. Madre mía, el sabor de Foxglove Noire y la deliciosa
ruina es mejor de lo que jamás hubiera imaginado.
Mientras me guardo sus bragas en el bolsillo con triunfo y el
sabor de su coño en mi lengua, contemplo a nuestra preciosa
prisionera extendida ante mí.
Hay algo hipnótico en esta chica, y voy a averiguar exactamente
qué es. Al verla bañada en el brillo plateado que hace que su
piel parezca irreal y su cabello lila resplandezca contra la
almohada, creo que ahora entiendo por qué Thorne se ha
empeñado tanto en llevar a cabo este plan.
Fox
¿Cómo carajos se espera que una chica sobreviva en este lugar?
Estoy hecha un lío de hormonas y ansiedad, que se han
entretejido para dejarme con la sensación de que estoy a punto
de explotar.
Por no mencionar que esta mañana me he despertado tras el
sueño sexual más vívidamente intenso que he tenido nunca. Si
alguien hubiera respirado en dirección a mis pezones,
probablemente habría estallado en mil pedazos. Mi coño
dolorido y mi enorme cama vacía tienen el nombre de un
hombre por todas partes: no hay ninguna duda de quién es el
responsable del desastre en el que me encuentro.
Ky estuvo en mi habitación anoche. No puedo probarlo, pero
por la forma en que mi cuerpo se siente como si me hubieran
golpeado hasta dejarme sin sentido, sé que cumplió su
amenaza de colarse mientras yo dormía. Lo único que me deja
un pequeño resquicio de duda es que no puedo evitar
preguntarme por qué no me desperté.
Seguramente, no podría dormir mientras alguien juega con mi
cuerpo y me tocará tan íntimamente.
Pero no puedo evitar la persistente pregunta... sí me hubiera
despertado, ¿se habría convertido ese sucio sueño en algo más?
Como si todos ellos oyeran mi cerebro cachondo haciendo
cortocircuito, los tres hombres aparecen en la cocina mientras
yo me muero en silencio y preparo café al mismo tiempo.
¿Pasé la última hora en mi ducha sobredimensionada,
masturbándome una y otra vez? Sí. Sí, lo hice. Al parecer, tres
rondas con mi vibrador favorito no fueron suficientes para
satisfacer el dolor que se niega a desaparecer.
Por eso mi coño es una perra que se pone alerta cuando
descienden a la cocina como un sueño húmedo lleno de
feromonas. Van vestidos con camisas y pantalones de vestir y
son la personificación del encanto mortal.
Esta es la versión de ellos que conocí la noche que me
drogaron, y al instante me pongo de los nervios. Verlos así me
hace preguntarme qué asuntos estarán atendiendo hoy. Quizá
tengan otras chicas con las que estén ocupados secuestrando y
manteniendo encerradas en fincas forestales multimillonarias
repartidas por Port Macabre.
Me reiría si la idea no me pusiera salvajemente celosa. Que es
oficialmente la segunda conclusión más irracional a la que he
llegado esta mañana. No es como si tuviera un solo derecho
sobre cualquiera de estos hombres y, sin embargo, ya he caído
bajo algún tipo de hechizo de polla inexistente.
Los odio y, sin embargo, no quiero que nadie se acerque a ellos.
Es extraño, ¿verdad?, cómo las amenazas de asesinato y de
forzarme se han transformado en que estemos de pie en una
cocina preparándonos en silencio para nuestros días. El mío,
por supuesto, consistirá en no hacer casi nada, poniéndome
cada vez más cachonda, mientras que el suyo probablemente
consistirá en ver cómo se derraman los intestinos de alguien
sobre un frío suelo de cemento.
O, al menos, eso espero que hagan. Mi agitado corazón se
desboca al imaginarlos yéndose a pasar el tiempo con otras
mujeres en alguna parte. Dios, estoy culpando a las drogas que
me obligaron a tomar por la desaparición de mi cordura. Esa
perra definitivamente ha desaparecido en acción, dejándome
jadeando detrás de tres hombres a los que no tengo derecho a
mirar con sus camisas de botones impecablemente ajustadas.
Me siento en uno de los taburetes de la gran isla que hay en el
centro de la cocina y acuno mi taza de café entre las manos.
Normalmente, intento desaparecer antes de que lleguen, pero
hoy siento que quiero observarlos. Tal vez sea por esta extraña
vena de celos, tal vez sea curiosidad morbosa. Pero quiero
intentar obtener cualquier información que pueda sobre cada
uno de ellos. Ya estoy segura de que mi mayor oportunidad de
acabar con uno de ellos va a ser a través de Ky; los otros dos
son más un misterio. Son depredadores ápice. Precisamente
del tipo que necesito estudiar desde una distancia segura
mientras discierno sus patrones y rasgos, si espero sobrevivir a
este desierto traicionero.
Thorne tiene el rostro pétreo de siempre y se afana en servir
tres cafés. Raven prepara huevos revueltos como para
alimentar a un pequeño ejército.
—Entonces, ¿no huirás asustada esta mañana? —Ky me dirige
la pregunta mientras se acerca a Thorne y le roba una de las
tazas antes de que haya terminado de llenarla. Le frunzo el
ceño, pero, por supuesto, se encoge de hombros con una
sonrisa.
Hay algo en la energía que hay entre los dos que no acabo de
entender. Es un juego por parte de Ky que parece algo más que
una broma fraternal. Si no lo supiera, pensaría que está
flirteando.
—He estado intentando mantenerme fuera de su camino —me
encojo de hombros. Quemando agujeros en el costado de la
cabeza de Thorne con mi mirada—. Especialmente desde que
me ordenaron alejarme de su vista y todo eso.
La pared de piedra no acepta mi desafío. Sólo remueve la leche
en su café con metódica precisión. Es el idiota que me
secuestró y me trajo aquí, y aun así me ignora, o me evita, casi
todo el tiempo. Detesto lo mucho que deseo una pizca de la
atención de este hombre. Su indiferencia es como un puñetazo
en el estómago.
—Me pregunto qué te habrá hecho ser tan atrevida esta
mañana —hay una mirada de complicidad en los ojos verdes
de Ky mientras me mira por encima de su café desde el otro
lado de la cocina. Mi cuerpo es oficialmente un traidor y zumba
a la vida, absorbiendo cada pizca de su suave atención.
—Pensé que ya era hora. Ustedes, idiotas, lo han tenido
demasiado fácil; ahora tengo que averiguar cómo hacer que su
vida sea un infierno —estoy segura de que tengo las mejillas
coloradas por la forma en que me sonríe, pero me mantengo
firme.
Ky da un largo y lento sorbo a su taza y me mira enarcando una
ceja.
—Hmm, pensé que tal vez algo había venido a ti en medio de la
noche... algo que te hizo cambiar de opinión.
Casi escupo mi café por la cocina.
Oh, Dios. No fue sólo un sueño sexual y salvaje.
Definitivamente me ha visto el coño. No me cabe la menor
duda. Anoche estuvo en mi habitación, y me excita y me
mortifica a partes iguales que haya conseguido meterse
conmigo. No sólo eso, sino ¿por qué demonios no me desperté?
Desvío rápidamente la mirada en dirección a Thorne, que está
mirando su teléfono. Parece contentarse con ignorar nuestras
conversaciones y el campo minado de insinuaciones que me
acompaña. Raven sigue de espaldas mientras cocina, pero
puedo sentir la energía erizada que desprende. Es como una
pantera, todo formas ágiles y movimientos depredadores, a
pesar de que sus hombros son lo bastante grandes como para
llenar media cocina.
Lanza los platos y les echa huevos y tostadas, repartiendo la
comida en tres raciones, y casi me desconcierta la naturaleza
doméstica de todo ello. El lobito no me pareció que fuera el
cocinero de los tres, pero ahora entiendo por qué se encargó de
alimentarme mientras estaba encerrada en mi habitación. Debe
de ser lo suyo, y me da un vuelco el corazón al pensar que, a
pesar de su exterior asesino y del mundo salvaje en el que se
ha criado, hay un hombre que se preocupa lo suficiente por su
amante y por lo que Thorne sea para él como para cocinarles el
desayuno a todos así.
Aunque parezca que vaya a matarme a golpes con la pesada
sartén si le miro mal esta mañana.
Thorne gruñe algo que suena como si pudiera ser un gracias,
pero es difícil de decir.
—Gracias, baby. Huele increíble. —Ky se abalanza como un
águila y coge su plato.
Me retuerzo un poco en mi asiento, más que excitada por el
recuerdo de que Ky y Raven están juntos, y que los he visto a
los dos en su estado de felicidad y recién follados.
Estar al límite y demasiado excitada para mi propio bien es
algo peligroso, esta cocina parece que se ha reducido a la mitad
de su tamaño. Lo único que puedo esperar es que esconderme
detrás de mi café disimule el rosa que decora mis mejillas.
De hecho, debería desaparecer a la relativa seguridad de mi
habitación. La comida huele deliciosa, pero nada de eso es para
mí, o algo que pueda comer, así que esperaré a que se hayan
ido antes de volver aquí sigilosamente a prepararme algo. Casi
he tomado la decisión de cortar por lo sano y salir corriendo,
pero casi me caigo del taburete del susto cuando la mano
tatuada de Raven se abalanza sobre mí. Un cuenco cae con
estrépito sobre la encimera de piedra.
Un surtido de rodajas de fruta fresca, frutos secos y semillas
me mira fijamente. Adornado con algún tipo de cobertura que
parece mantequilla de almendras.
—Come —es todo lo que me ladra, y luego procede a atacar su
propio plato como si se lo fueran a quitar en cualquier
momento. Verle encorvarse sobre su comida me recuerda a un
perro apaleado que se ensaña con cualquiera que se atreva a
acercarse mientras está comiendo.
Siento otra punzada en el pecho. Es obvio que ha pasado por
cosas serias en su vida. Nadie es tan protector con la comida a
menos que haya pasado largos periodos sin ella.
Y ahora tengo ganas de darle mi propio cuenco.
Nos sentamos a comer en silencio. Los hombres están muy
ocupados, claramente tienen un horario que cumplir hoy. De
vez en cuando siento los ojos de Ky clavados en mí, pero me
niego a mirarlo.
Una cosa que no necesito es que mi cuerpo siga
traicionándome delante de todos ellos.
Mientras terminan sus comidas en un tiempo récord, recogen
rápidamente lo que han ensuciado, y parece un espectáculo
inverosímil. Por lo que he observado, no tienen limpiadoras ni
criadas corriendo por ahí, y supongo que tiene sentido.
Permitir la entrada de extraños en su fortaleza privada sólo
requeriría una capa de seguridad añadida o supondría un
riesgo innecesario.
Cuando se pertenece a los Anguis, las reglas de la vida normal
dejan de ser aplicables.
Se mueven tan rápido como llegaron, con una precisión
silenciosa que me dice que estos tres han trabajado y vivido
juntos así durante mucho tiempo. Hay una facilidad en la forma
en que fluyen unos alrededor de otros que me hace muy feliz
sentarme aquí en silencio y absorber.
Excepto que, antes de que se vayan, me encuentro bajo el foco
de la gélida mirada de Thorne. Se aclara la garganta. Es una
orden silenciosa para que permanezca sentada, o tal vez una
amenaza (aunque no tengo ni puta idea de qué es lo que he
hecho mal esta vez), antes de que deslice un delgado paquete
por la isla hacia mí.
—Todos estaremos fuera hasta mañana como mínimo,
Foxglove. Usa esto para contactarnos, sólo si es absolutamente
necesario.
Mis ojos se fijan en la pequeña y misteriosa caja, luego suben
para encontrarse con su dura mirada, y me quedo sin palabras.
Sin duda, este hombre está hablando en lenguas. ¿Me está
dando lo que creo que me está dando? Miro el objeto con
desconfianza, hay muchas posibilidades de que esto sea una
trampa, y estoy caminando de cabeza hacia ella.
Thorne parece bastante satisfecho con mi silencio.
—Se acerca una noche de subasta en la Casa Noire, y debes
asistir. Los Anguis esperarán verte allí exactamente en la
capacidad que tu padre solía supervisar esas veladas en el
pasado.
Se me hace un nudo en el estómago.
Por supuesto, hay una subasta. Claro que la hay. Y lo que me
pide; no, me obliga a hacer, implica asumir la posición de mi
padre, que solía charlar con su sala llena de patéticos
seguidores, mientras las mujeres eran vendidas en el
escenario. Mientras tanto, el verdadero negocio tenía lugar,
oculto a la vista, en el piso de abajo. Todo el fastuoso asunto de
estas noches actuaba como tapadera del hecho de que tenía
niños encerrados en el sótano. Las noches de subasta eran
siempre una distracción y una tapadera para sus operaciones
de tráfico. Me dan ganas de ir a la taza del váter cada vez que
me paro a pensar en la forma en que, sin saberlo, viví bajo el
mismo techo que su sórdido imperio durante tanto tiempo.
¿Conocen ellos la realidad de lo que hizo mi padre? O, un
pensamiento aún peor se me atasca en la garganta, ¿podrían
estar también implicados... estoy a merced de monstruos
peores que mi padre?
Ni siquiera puedo formular una respuesta. Protestar contra
esto es inútil.
Así que permanezco en mi asiento con los ojos bajos, como una
criaturita patética.
Thorne no me ofrece más explicaciones.
Simplemente se van.
Y una vez más, me rodean los ecos de sus aromas, mientras
afuera la niebla a la deriva enrosca sus fantasmales dedos
blancos contra los cristales de las ventanas.
Ven
Es más de medianoche, pero el sueño no desea mi presencia.
Ky y Thorne siguen ultimando los preparativos para la subasta
de mañana en la Casa Noire. Permitiéndome volver al complejo
y seguir con la interminable lista de informes de vigilancia y
pendejadas para los Anguis... en paz.
También está la cuestión de comprobar qué ha hecho nuestra
pequeña zorra prisionera mientras no estábamos. No se
merece el nivel de confianza que Thorne le dio ayer.
¿Permitirle tener un celular? Le advertí que era una idea de
mierda, pero al menos tiene instalado todo tipo de software
espía, lo que me da control total sobre cualquier cosa que la
zorra intenté hacer con el aparato.
Con un solo toque, puedo ver cada vez que ella ha mirado
siquiera en dirección a la maldita pantalla del teléfono. El
dispositivo me da acceso completo a su cámara y audio, por no
hablar de cada acción o pulsación de tecla.
Aparte de contactar con nuestros números preprogramados,
no puede hacer llamadas, enviar mensajes de texto ni acceder a
Internet. Tengo curiosidad por saber cuántas veces ha
intentado hacer alguna, o todas esas cosas mientras estaba sola
todo un día sin supervisión.
Cuando abro el navegador de mi portátil, lo que espero ver es
una pantalla repleta de una larga lista de pulsaciones de teclas,
cada una de las cuales debería estar registrada con una marca
de tiempo. Pero en lugar de eso, todo lo que veo es un pequeño
puñado de elementos. Veo que ha desbloqueado el teléfono
(sin molestarse en poner una contraseña o un identificador
facial, lo cual es interesante) y que ha mirado los tres contactos
añadidos. Cada uno de nuestros números ya estaban cargados
en el teléfono. Estuvo más tiempo mirando el número de Ky, y
eso hace que algo en mí se ponga en alerta. En el registro de mi
ordenador puedo ver que abrió un mensaje de texto para
enviarlo a su número, pero no escribió nada y lo cerró
inmediatamente.
El siguiente movimiento que hizo fue sacar el teclado como si
fuera a marcar un número. Pero, de nuevo, se cernió sobre el
teléfono sin pulsar nada antes de deslizarse de nuevo fuera de
él.
Después de eso, el dispositivo no detectó ninguna actividad
durante el resto del día.
Curioso. Foxglove Noire no intentó ponerse en contacto con el
mundo exterior, pedir ayuda o buscar a su amiga. Tal vez la
chica esté comprendiendo por fin cuál es su lugar en todo esto:
que no es más que una propiedad y que su propia existencia es
nuestra para destruirla pedazo a pedazo.
Estoy casi jodidamente decepcionado de que no se pasara el
día frenéticamente intentando escapar o huir o buscar ayuda.
Su falta de esfuerzo o de lucha es patética.
Sin embargo, la confianza es un bien difícil de ganar en mi
mundo. No hay ni un pedazo de mi alma negra que crea que no
se ha metido en algo mientras hemos estado fuera. La veo en
las cámaras y la forma en que la chica se pasea por este lugar
me pone los pelos de punta.
Hay una forma fácil de confirmar mis persistentes sospechas,
así que abro el vídeo del día y lo recorro a toda velocidad para
seguir sus movimientos por la casa. Sigue su rutina habitual de:
gimnasio, ducha y luego se pasa el resto del día flotando entre
la cocina, la piscina y el entrepiso del salón, como siempre le
gusta hacer. Al menos ahora ya no tengo que aguantar verla
acurrucada en el suelo de su habitación hora tras hora como un
perro herido.
Aunque la chica intentara escapar, no hay ningún sitio al que
pudiera ir sin que lo supiéramos. El rastreador de su teléfono
coincide con el insertado en su nuca.
Mientras reviso la grabación de la cámara en tiempo real, me
doy cuenta de que no está en su cama. Tiene las mantas
echadas hacia atrás y ninguno de los detectores de movimiento
me avisa de su ubicación dentro del complejo. Ambos
rastreadores indican el mismo lugar y, por lo que veo, se ha
encerrado en el baño.
Por el jodido amor de Dios.
Lo último que necesito ahora mismo es que esta princesa de la
Casa Noire intente cortarse las venas mientras cree que nadie
la ve.
Aunque el programa espía me permite acceder a su cámara
para ver lo que está haciendo, la verdad es que no me importa;
no necesito ver lo que hace mientras está escondida en el baño.
Pero por lo visto tenemos que mantenerla viva y sana, según
las órdenes de Thorne.
Joder, le dije que deberíamos instalar cámaras ahí también,
pero dijo que no sería necesario. Ahora sería la oportunidad
perfecta para dejar que se ahogue con sus propias palabras.
Abro el acceso a la cámara que me muestra lo que puede ver su
móvil, y lo único que obtengo es una imagen que apunta al
techo, mostrando media lámpara. Debe estar sobre la encimera
del baño. Nada que demuestre si está tramando algo ahí dentro
que requiera ponerla bajo vigilancia constante.
Cristo, la solución más simple sería dejarla seguir con esto, o
acabaré yo mismo con ella de un balazo. Thorne no está aquí,
no necesita saber los detalles. Será menos problemático para
todos.
Me muevo para salir de la ventana del navegador, pero es
entonces cuando lo oigo.
Su respiración jadeante.
No puedo ver nada, pero el sonido es inmediatamente obvio
para mí.
Se oye un leve gemido y un nudo en la garganta.
Es suave como un susurro. Apenas audible. Pero dentro de la
pequeña y silenciosa habitación, cada pequeño murmullo
resuena en las baldosas.
Mientras aprieto los puños hasta convertirlos en nudillos
blanqueados, suspendido sobre el teclado, lo que sigue es
mucho peor. El sonido del movimiento y la humedad flota en el
aire. Piel y sexo y el acto de sumergirse dentro y fuera. El tipo
exacto de ruido sucio que significa que se está follando a sí
misma con los dedos o con uno de esos muchos juguetes.
Joder.
Nunca me ha gustado ver porno. Conseguir un coño o un culo
siempre que lo necesito nunca es un problema, y el lado
performativo de ver a actores follando unos con otros en la
pantalla con sus expresiones falsas y gritos exagerados no me
atraen para nada.
Pero esto... ¿el más leve indicio de esta chica llevándose a sí
misma al orgasmo? Eso tiene mi polla dura y presionando
insistentemente contra mi bragueta. Joder, mierda. Pequeños
ruidos guturales, como si estuviera conteniendo gemidos,
siguen saliendo por los altavoces, y parece que no puedo
apagar el maldito aparato.
Lo único que puedo hacer es reajustarme y agarrarme al borde
de la mesa, imaginando el aspecto de su coño chorreante
mientras bombea dentro y fuera de sí. Ya sea con dos dedos o
con un consolador.
Soy incapaz de contener el torrente de suciedad que mi
cerebro está conjurando, y una imagen particularmente vívida
se forma en mi mente para llenar lo desconocido. La veo
tumbada en la encimera del baño, con las rodillas abiertas,
pellizcándose un pezón enrojecido con una mano mientras con
la otra se empala hasta los nudillos y se frota el clítoris con el
pulgar.
Sólo se oye el rápido latido de mi pulso en la garganta y mi
polla agitada mientras permanezco atrapado aquí, seguido de
un gemido susurrado de placer antes de que todo se calme.
Mis pelotas están tensas y mi polla goteante quiere terminar lo
que ella ha empezado.
Cierro el portátil de golpe y me clavo los talones de las palmas
de las manos en las cuencas de los ojos. Que le den a la zorrita
por montar un numerito como ese. Menos mal que Ky está
ahora mismo con Thorne, porque olería su coño necesitado a la
legua y, aparte de follarle la garganta para que se calle no voy a
admitir que mi cuerpo ha reaccionado así.
Cualquiera remotamente interesado en los coños se
empalmaría al oír a una chica metiéndose los dedos.
No tiene nada que ver con ella.
Thorne
Hay un chorro de sangre en mis botas y un cuerpo envuelto en
plástico del que mi equipo tiene que deshacerse.
De pie aquí, en un almacén con corrientes de aire en el extremo
más alejado del puerto, todo lo que puedo oler es una mezcla
de cobre, agua salobre y miedo.
Mientras tanto, mi teléfono ha estado explotando en mi bolsillo
en lo que he estado ocupado, y sé exactamente quién es el
responsable.
Limpio las salpicaduras de sangre y tiro el trapo manchado
encima del cadáver. No tardan en llegar, así que, mientras
espero, saco mi teléfono e ignoro todos los mensajes de Ky por
el momento.
Confirmado.
Es todo lo que necesito enviar al número desconocido para
avisarles de que he eliminado a este imbécil. No se sabe lo que
hizo, ni a quién jodió dentro de los Anguis, pero se le habían
acabado los favores que implicaban mantenerse respirando. No
era más que un informante, uno de sus soldados de bajo nivel
que se movía en los círculos de la inmundicia. Alguien que
había intentado (y fracasado) iniciarse como miembro.
No tengo ningún problema en acabar con la vida de aquellos
que se pasan la suya abusando de otros. Este bastardo estaba
hasta el cuello con lo peor de lo peor. Traficando con menores
y adultos por igual y haciendo negocios con Andreas Noire sin
que el consejo lo supiera.
A juzgar por su edad, es muy probable que haya jugado un
papel en la venta de -mi hermano y a mí a los animales de la
Casa Noire cuando éramos niños.
Ver cómo el miedo le arañaba la cara y saber que se había
meado encima mientras me tomaba mi tiempo para
descuartizarlo no era más que otro paso hacia nuestro gran
objetivo. Matar no me produce satisfacción, pero me ayuda a
dormir mejor por la noche, sabiendo que se ha desmantelado
otra pieza del podrido imperio Noire.
Y estoy en la posición necesaria para asegurarme de que su
enfermedad muera con el último de ellos.
Hawke y yo estamos cada día más cerca de ese objetivo.
Hablando de mi hermano, me llegó un mensaje suyo mientras
veía desangrarse a este hombre. Detalles de la subasta y listas
de las chicas que se ofrecerán este año. Él y sus socios dirigen
la parte de la Casa Noire, la más conocida por la alta sociedad
de Port Macabre. Un club sexual sólo para los más ricos y
poderosos, que pagan sus millones para unirse y convertirse en
clientes y tener todos sus deseos atendidos.
Por supuesto, está la capa oculta bajo todo esto que Andreas
Noire dirigía y perpetuaba desde las sombras. Se dedicaba a la
trata de personas, traficando con la carne de niños y adultos
por igual, porque el hombre era un puto enfermo al que no le
importaba que el cuerpo tuviera pulso y pudiera venderse para
obtener beneficios.
Su hija nos dará la oportunidad de cobrarnos nuestra propia
venganza, ya que no podemos darle el tipo de despedida
horrible que llevábamos años planeando.
Mientras ojeo la información de la subasta, Hawke me envía un
mensaje de seguimiento.
¿Quieres comprar a alguien esta vez? Se te va a caer la polla si no
echas un polvo pronto.
Levanto la cabeza para mirar al techo. Inspiro profundamente
por la nariz antes de pulsar la pantalla para escribir mi
respuesta.
Vete a la mierda.
Puede que mi hermano se dedique a dar vida al placer y a las
fantasías, pero no tiene por qué inmiscuirse en con quién tengo
o no tengo sexo.
¿Seguro? Pareces más tenso de lo normal estos días.
Preocúpate de dónde te metes tu propia polla.
Seguro que puedo encontrar a alguien con tatuajes...
Incluso les daré una bonita peluca morada para que se la
pongan.
¿Ya terminaste, imbécil?
Estoy ocupado.
Tres puntos burbujean en la pantalla. Pero luego desaparecen.
Gracias a Dios por eso. Ninguno de los dos se dedica a hablar
por hablar. Somos calcados en ese aspecto. Y no necesito que
mi propio hermano piense que puede remover mierda o
meterse en mi piel.
Los neumáticos crujen hasta detenerse justo delante de la
puerta enrollable y mi equipo se acerca. Les doy instrucciones
y me dispongo a dejarles trabajar. Su cuerpo desaparecerá,
como todos los demás, y eso es lo que nos hace tan codiciados
dentro de los Anguis. Hay un océano de sangre que he tenido
que derramar para asegurar este lugar en el corazón de su
organización. Y la muerte de este bastardo no es más que otro
paso en el camino que me he visto obligado a recorrer.
—Entendido, jefe. Puedes irte —Mickey, uno de mis hombres
mayores que parece un cabrón malvado, pero tiene un corazón
de oro bajo ese imponente ceño fruncido, inclina la cabeza en
dirección a la puerta.
—Avísame cuando llegues a la granja.
—¿Alguna vez no lo he hecho? Mi mujer y yo preferiríamos no
despertarnos contigo metiéndome un barril por la garganta...
todo por olvidarme de enviar un mensaje —tomarme el pelo
sin descanso por lo quisquilloso que soy a la hora de atar cabos
sueltos es el pasatiempo favorito de este hombre.
Pero en esta vida, los cabos sueltos pueden significar la muerte.
O algo peor.
—Sí, y esa mierda te la pone dura, Mick. No olvides que sé toda
la mierda pervertida con la que les gusta experimentar a ti y a
Ella —le digo por encima del hombro mientras salgo del
almacén. Su risa ronca resuena tras de mí cuando salgo al frío
del amanecer. La niebla cubre el muelle con un manto
tenebroso y el hormigón húmedo roza bajo mis botas.
Estoy tan jodidamente cansado.
Mientras mis pesados miembros se deslizan en el asiento del
conductor, las notificaciones de nuestro chat de grupo
resuenan en la pantalla de mi teléfono. No se puede evitar a Ky
cuando está de este humor.
Abriendo el hilo de mensajes, es una conversación unilateral la
que Ky ha estado teniendo consigo mismo. Claro que sí. Es todo
un proceso desplazarse hacia arriba a través de la larga lista de
actualizaciones y la gran cantidad de detalles que ha estado
enviando mientras yo estaba inmerso en el hedor de la muerte
aquí en el almacén.
Paso por alto la mayoría de los mensajes.
Hablé con Hawke. Necesita un mayor nivel de seguridad para el
piso principal en la subasta.
Hay mucha más mierda logística de la que está hablando que
mi cerebro no puede manejar ahora mismo. Lo que necesito es
una ducha y una maldita bebida.
He asignado cuatro cuerpos más al escenario y he colocado
cinco en las salidas.
Debería satisfacer a los miembros de la Asamblea. Pero significa
que tendremos que traer a algunos de los equipos del Puerto
para la noche.
Ven deja todo en visto, como de costumbre.
Ambos son los idiotas más aburridos que conozco.
¿No puede un chico al menos obtener una respuesta por aquí?
Entonces veo el mensaje más reciente que llegó justo antes. El
tema que sabía que acabaría surgiendo.
Ya saben, si ella es sólo una deuda de sangre que nos deben...
Dentro de la camisa que probablemente deba quemar en lugar
de lavar, mis hombros se endurecen de inmediato. Mis dedos
rápidos responden.
Ven. Por favor, fóllate al pendejo para que podamos tener un
poco de paz por aquí.
Algunos tenemos trabajo que hacer.
Ven lee el mensaje y, una vez más, no se molesta en responder.
Me sorprende que lo haya abierto, la verdad.
Mientras Ky teclea, los puntos van saltando. Arranco el motor y
estoy a punto de alejarme del almacén cuando llega su
respuesta.
Te das cuenta de que tenemos una zorrita bonita y dispuesta
bajo nuestro techo, ¿verdad?
¿O estás demasiado ciego para darte cuenta de nada estos días,
viejo?
No.
No...
¿Cómo a no, no te das cuenta?
¿O no a que no estás ciego y te HAS dado cuenta?
A eso le sigue todo tipo de putos emojis tontos, como globos
oculares, caras de demonio y berenjenas.
Dios mío. No hay límite a lo lejos que trata de presionarme
algunos días.
No la toques, joder.
Así de simple, Ky.
Aprieto los dientes y mis nudillos agarran el volante hasta que
se forman crestas blancas. Mientras piso el acelerador y dirijo
el coche hacia las calles desiertas, llega otro texto.
Como es un fastidio, Ky no puede evitar tener la última palabra.
Su mensaje aparece en la pantalla de mi teléfono que está en el
asiento del copiloto.
Lo único que me intriga es por qué nos molestamos en
quedárnosla... sobre todo si no vamos a jugar con ella.
Fox
—Pensé que podría encontrarte aquí arriba.
Una voz grave desvía mi atención del libro en el que apenas me
estoy concentrando. Por supuesto, es Ky quien aparece,
subiendo las escaleras. Es el único que me busca activamente
en este lugar, y mientras yo disfruto de la libertad de hacer lo
que quiero estos días, me escondo aquí arriba enfurruñada.
Una punzada de añoranza de mi arte y mi vida se ha convertido
en un disco sonando en bucle.
No tiene mucho sentido preparar mi equipo de tatuaje cuando
no tengo a nadie para quien crear una pieza. Y sólo puedo
tatuarme el muslo un número limitado de veces. Todas las
cajas con mis pertenencias están guardadas en la habitación
vacía de al lado. Debería dedicar un día a desempacar, o al
menos a ordenar mis pertenencias, pero me parece demasiado
crudo tocar los restos destrozados de mi mundo antes de que
llegaran estos tres hombres y lo pusieran todo patas arriba.
La idea de abrir cualquiera de esas cajas es como admitir la
derrota. Si las vacío y los restos y despojos de mi vida se
vuelven a alojar en algún lugar dentro de mi espacio, es como si
me hubiera dado la vuelta por ellos y me hubiera dejado al
descubierto; admitiendo que toda mi vida va a transcurrir
encerrada aquí.
Sin embargo, si dejo esas cajas sin tocar (selladas y con todo el
contenido bien empaquetado dentro), surge una extraña
sensación de esperanza que hace que parezca remotamente
posible que pueda salir de aquí con el aliento todavía llenando
mis pulmones.
—Te has estado escondiendo, pequeña Fox. —Ky sonríe
mientras sube las escaleras.
Me encojo de hombros y pongo los ojos en blanco.
—Estoy segura de que tiene todas las cámaras de este lugar
apuntándome. Por no mencionar que apuesto a que son lo
bastante enfermos como para haberme implantado algo. —
Cierro el libro en mi regazo e inclino la cabeza hacia un lado,
estudiándolo a través de las rendijas entrecerradas— así es
como todos ustedes, idiotas, llevan la cuenta de sus posesiones,
¿no?
Se rasca la barbuda mandíbula y suelta una carcajada oscura y
seductora a partes iguales. Si a eso le sumamos que va sin
camiseta y que lleva esos pantalones de chándal de tiro bajo
tan obscenos que le abrazan tan bien las caderas, estoy
indefensa ante sus arremetidas de magnetismo.
Empiezan a brotar brasas, ardiendo en mi estómago como un
incendio.
No confirma ni desmiente mis sospechas.
Sé, sin lugar a dudas, que este lugar está plagado de cámaras.
He visto muchas de ellas mientras pasaba los días merodeando
por aquí. Aunque, lo estoy poniendo a prueba con mi burla
sobre poner un rastreador dentro de mí porque esa parte es
incierta... pero ya debería saber que no debo meter la mano
dentro de una trampa de acero si no quiero arriesgarme a
perder un dedo o dos.
—Estaré aquí para entrenar contigo por la mañana. —Ky me
ignora, acortando la distancia entre nosotros. Deja el teléfono
sobre la mesa a mi lado antes de acercarse a mi regazo y coger
mi libro con expresión curiosa. Mientras lo hace, el dorso de
sus dedos roza ligeramente el interior de mi muslo desnudo, y
ese minúsculo punto de contacto hace que mi centro se
contraiga en respuesta.
Su proximidad hace que el corazón se me salga por la garganta.
Estar aquí con él a estas horas de la noche es demasiado
sensual, demasiado íntimo.
Como si fuera demasiado fácil caer en una emboscada muy
tentadora.
—¿Eso es todo lo que has venido a informarme? —Resoplo.
Desesperada por ignorar el rugido de mi pulso dentro de mis
oídos.
—Pensé que podrías sentirte sola aquí arriba.
—Podrías haber enviado un mensaje.
Sus labios se tuercen.
—Oh, pero ¿dónde está la diversión en eso? No verías mi linda
cara.
—Eres ridículo.
—Pero no lo niegas.
—¿No estoy negando qué?
—Qué piensas que soy guapo, nena.
Dios, esta conversación está entrando rápido en territorio
peligroso. Si fuera inteligente, me escabulliría de este hombre y
volvería a mi habitación tan rápido como mis piernas me lo
permitieran.
Obviamente, esta noche, no estoy en posesión de una sola
célula cerebral inteligente. ¿De qué estábamos hablando?
Cierto... entrenar con él por la mañana.
Me agarro a ese punto.
—Quizá ya no quiero eso, entrenar contigo digo —incluso
mientras añado esa última parte, mis ojos recorren todo su
torso. Porque, maldita sea, es tan jodidamente guapo. No solo
eso, sino que su polla está justo a la altura de mis ojos, con un
contorno inconfundible en la tela gris oscura. Saco la lengua
para mojarme los labios, y ese pequeño movimiento atrae su
mirada.
Ky tira mi libro sobre la mesa a mi lado, y el golpe me hace dar
un pequeño respingo.
Ha anochecido y sólo tengo la lamparita encendida junto al
sillón para llenar la penumbra, que hace que sus rasgos
angulosos parezcan aún más pecaminosos que nunca.
Es peligroso estar aquí a solas con él. Especialmente cuando no
hay nada más que sombras y calor envolviéndonos a los dos.
—O quizá sí lo quieres y estás mintiendo, nena —esos ojos
verdes como el musgo me atraen cada jodida vez.
—No, no lo estoy —balbuceo. Está claro que esta conversación
ya no trata sólo de clases de defensa personal o de entrenar
juntos en el gimnasio.
Se inclina sobre mí, extendiendo sus musculosos brazos, y se
agarra a los reposabrazos. El movimiento me obliga a
retroceder hasta que no puedo más, hundida en el mullido
acolchado de la silla. El vestido de tirantes de algodón que me
he puesto encima del biquini después de nadar me parece que
va a arder.
—Tu boca sigue diciendo que no. Pero tu cuerpo delata tus
secretos —justo a tiempo, se me pone la carne de gallina en los
brazos desnudos. Siento cómo se me llenan los pechos de lo
excitada que estoy, rodeada de su embriagador aroma y su
encanto.
Soy como uno de esos peces que se ven en los documentales
sobre la naturaleza, atrapado en la luz brillante producida por
un monstruo de las profundidades marinas. Uno que está
diseñado específicamente para atraer a su presa hacia una
hilera tras otra de dientes afilados como agujas.
—Están todos enfermos. Sólo un puñado de depravados
imbéciles que abusan de mujeres como yo para sus propios
deseos egoístas.
—¿Ah, sí? —me mira con los ojos entrecerrados y una mueca
en los labios.
—Sabes que es así —le escupo las palabras. Deseando tener
garras afiladas para rastrillar su puta cara.
—¿Entonces dime por qué tu coño se humedece más con cada
segundo que pasas aquí conmigo? Si soy tan asqueroso, ¿por
qué están tus bragas mojadas?
Que le jodan. Porque por mucho que me revuelva el estómago
admitirlo, tiene razón. Estoy mojadísima y ahora mismo odio
violentamente mi cuerpo por responderle así, a todos ellos.
—Déjame en paz. Déjame ir.
—Las putitas van por ahí dejando la puerta sin seguro por la
noche.
Dios. Oh Dios. Había intentado olvidarme por completo de
aquella noche, aunque era imposible ignorar cómo habían
jugado con mi cuerpo. Por qué joder no parece importarme que
este hombre se haya colado en mi habitación durante la noche
y le haya hecho dios sabe qué a mi cuerpo.
Estuve a punto de enviarle un mensaje el día que Thorne me
dio mi propio teléfono, pero enseguida me acobardé. Habría
sido propio de Ky negarlo todo y hacerme parecer
desesperada. Así que me he quedado atascada sin saber si algo
de todo esto era real o mi propia imaginación salvaje, mientras
me vuelvo loca en este lugar.
Pero ahora, lo ha confirmado.
—No vuelvas a tocarme, joder —me rechinan los dientes.
Ky acerca aún más su cara a la mía. Los mechones rubios de su
cabello se iluminan con el resplandor de la lámpara, y a su piel
bronceada le encanta la forma en que la luz cae perfectamente
sobre su cuerpo.
Estoy luchando todo el camino mientras este barco cae en
picado al fondo del océano. Llevándome con él mientras estoy
atada al mástil.
—¿Fue por eso que tu coño trató de chupar mis dedos más
profundo? —Susurra en la oscuridad. Tan cerca que los rizos
sueltos alrededor de mi cara me hacen cosquillas en la piel—.
Si no quieres que te toquemos, ¿cómo es que chorreaste sobre
mi mano?
Se me cae el estómago al suelo.
Sin embargo, sigo esperando a que llegue realmente el
momento en que me sienta enferma o violada.
Las palabras son torpes en mi lengua en este momento.
—De ninguna manera dejaría que me tocaras de nuevo. Aléjate
de mí.
Ky se endereza hasta alcanzar toda su estatura, pero
permanece de pie tan cerca de la parte delantera de mi silla
que sus espinillas tocan la tela.
—Hay algo muy dulce en un coño que se supone que no debes
tocar. —Sus ojos están hambrientos; devora cada momento
que lucho con él y lo disfruta como el puto retorcido que es.
Un escalofrío me recorre hasta los dedos de los pies.
—Apuesto a que ese dulce coñito tuyo te está doliendo ahora
mismo.
No se equivoca. Pero me muerdo la lengua, negándome a darle
a este idiota la satisfacción de saber con qué facilidad me
convierto en un desastre jadeante por su culpa.
—Adelante entonces —los ojos de Ky recorren mi cuerpo,
fijándose en el punto justo debajo del dobladillo de mi vestido
hecho un manojo. Estoy sentada con las piernas cruzadas en la
silla, y es ridículo lo fácil que sería deslizar la mano por debajo
de la fina tela de la braguita del bikini.
Joder, me ha mordido entre esos dientes mortales suyos, y nos
dirigimos en un giro vertiginoso hacia algo inevitable.
—En tus sueños —siseo en voz baja. En mi interior saltan
chispas.
Vuelve a soltar una de esas risitas tenebrosas, haciéndome caer
de lado con una sonrisa diabólica.
—Oh, no, puedo asegurarte que todo está en tus sueños, nena.
He oído los ruiditos sucios que haces mientras duermes.
Me muerdo el interior de la mejilla para detener el gemido que
intenta escapar.
—Eres un cerdo.
—Uno con el que te vas a masturbar pensando en él, así que
mejor hazlo aquí mismo.
Mi cerebro sigue resistiéndose, pero mi coño es una perra
cachonda y puedo sentir exactamente lo empapada que estoy.
Existe la posibilidad de que me muera de humillación cuando
Ky descubra lo rápido que me voy a correr en cuanto decida
tocarme.
Porque esto es inevitable. No hay forma de que este hombre
me deje ir hasta que consiga lo que quiere, y el encantador
idiota tiene razón; con el estado en el que está mi cuerpo, de
todas formas, iría corriendo directamente a mi habitación para
ocuparme de esta situación que se está produciendo entre mis
muslos.
Que le jodan mucho.
Las reacciones de mi cuerpo son descaradas. Pezones duros.
Un resbalamiento entre mis piernas que es imposible pasar por
alto. Sumado al exasperante dolor que no ha dejado de crecer
en mi coño desde que llegó aquí semidesnudo y rezumando
sexo.
Debería poner distancia entre nosotros. No disolverme al ver
su cabello recogido en un moño desordenado, con mechones
salvajes rodeando su rostro salvajemente apuesto.
Pero Ky no tiene ni idea de lo que significa la palabra distancia.
No estoy segura de que esté en su vocabulario.
—¿Esto es lo que hacen los pervertidos para divertirse? ¿Me da
pena que tengas que obligar a las chicas a jugar con ellas
mismas para satisfacer tus enfermizos fetiches? —Deslizo el
vestido por mis muslos para que me rodee las caderas, y la cara
de Ky se ilumina al saber que me ha agotado.
—Oh, pero te encanta cada momento, no lo niegues —su polla
se tensa contra la parte delantera de su chándal. Mis jodidos
ojos ávidos se posan en el contorno presionado contra el suave
material. Si va a sacarme este orgasmo a la fuerza, lo menos
que puede hacer es enseñarme su polla en el proceso.
—Parece que tienes que hacer algo al respecto —la impresión
que me causa su dura longitud me hace la boca agua, y cada
respiración se vuelve más agitada al guiar mis dedos para que
se deslicen por debajo de la cinturilla de la braguita del bikini,
confirmando lo empapada que estoy.
El tic de sus labios es tan arrogante, provocativo y mortal.
—¿Quieres verme la polla? Todo lo que tienes que hacer es
pedirlo, nena.
—Te odio —las palabras no tienen ningún peso, porque me
muerdo el labio y ahogo un gemido cuando mi dedo corazón
me pasa por el clítoris hinchado.
—Joder, sí. Eres una putita empapada, ¿verdad? —Ky jala la
cinturilla de su chándal hacia abajo, revelando toda la
extensión de la musculosa V que desciende más allá de sus
caderas.
Me froto en círculos más rápidos mientras se saca la polla, y
Jesús, es todos los sueños húmedos que he tenido en uno.
Joder. Tiene un piercing.
Mis ojos se abren de par en par al verlo. Largo y venoso y con
un brillante trozo de metal atravesándole el glande.
—¿Te gusta lo que ves? —Ky es tan engreído que duele—.
Apuesto a que estás deseando saber lo bien que se siente.
No. No estoy pensando en frotar su piercing contra mi coño. No
lo estoy.
—Es una pena que no se me permita tocarte, y mostrarte lo
bien que me sentiría deslizándome por ese húmedo coño tuyo.
Pero haré que te corras cuando quiera... y lo haré así si hace
falta —mientras habla, su puño se desliza por su miembro de la
raíz a la punta.
Esas palabras flotan en mi mente alimentada por la lujuria y no
acabo de entender lo que quiere decir. Pero sin duda cumplirá
su promesa, sea cual sea, y ahora mismo estoy sumergida en un
mar de placer, así que me da igual.
Mañana me ocuparé de la vergüenza que recubre mi piel.
Ahora mismo, quiero correrme. De verdad. Joder.
Desesperadamente.
Siento un hormigueo en los dedos de los pies que me sube por
el cuerpo como chispas en la brisa. Ya estoy cerca, y Ky lo nota.
—Eso es. Córrete en tus dedos como la sucia zorra que eres.
Un gemido bajo se me escapa sin querer.
—Saca las tetas —ahora se acaricia la polla más deprisa. Esos
ojos verdes suyos siguen el movimiento desesperado de mis
dedos por debajo de la tela con un hambre irrefrenable.
Su orden es tan sucia que no veo con claridad. Los finos
tirantes de algodón de mi vestido de verano ya han caído hasta
la mitad de mis hombros, casi dejándome al descubierto. Con la
mano libre, tiro de los dos triángulos de mi bikini azul, y mis
pechos salen fácilmente a la vista.
El aire frío me aprieta los pezones y todo en este momento me
resulta hipersensible. Bastan dos vueltas más sobre el pequeño
manojo de nervios para que abra la boca y todo mi cuerpo se
contraiga. El ruido que emito es jadeante y lascivo.
Ky gruñe y, cuando aún estoy dominada por la fuerza de mi
clímax, apoya una rodilla en la parte delantera del asiento,
apoya una pesada palma en el respaldo de la silla, junto a mi
oreja, y apunta la cabeza de su polla a mis pechos. Se la jala con
el puño y derrama su semen caliente sobre mi piel desnuda.
Mis duros pezones se cubren y la humedad se desliza por el
suave valle donde mis tetas se aprietan.
Estoy aturdida y excitada y no puedo hacer nada más que
sentarme allí mientras me pinta con su liberación.
Por un momento, el silencio me deja inmóvil. Luego me
desperezo y me cubro apresuradamente, con una mueca de
dolor cuando el residuo pegajoso se adhiere al interior de mi
bikini y a la tela de mi vestido. Me pega con mi piel caliente y
hago una mueca interna al ver cómo he caído tan fácilmente en
su red de miradas lascivas y músculos.
Mientras se reacomoda, hace un ruido de aprobación en el
fondo de la garganta y coge el teléfono.
Con un rápido toque en la pantalla, me devuelve la mirada, y
realmente no me gusta lo que veo en su expresión.
—Guárdate eso para más tarde, nena. Eres una imagen muy
bonita.
Todavía envuelta en la neblina del orgasmo, siento un zumbido
en el teléfono, que se me ha caído por el lateral de la silla. No sé
por qué lo llevo conmigo. Pero mis dedos temblorosos intentan
sacarlo de la grieta entre el cojín y el reposabrazos, y temo lo
que voy a encontrar allí.
La notificación se ilumina para revelar un nuevo mensaje de
Ky.
Es un vídeo adjunto.
Y la miniatura en la pantalla es sin duda un ángulo lateral de
mis tetas desnudas cubiertas de su semen.
Fox
Al sumergirme en el agua, me dejo llevar por esa gloriosa
sensación de ingravidez. Un santuario donde mi piel es
acariciada por una fina capa de minúsculas burbujas; el silencio
me invade mientras me deslizo bajo la superficie. No hay nada
comparable a la sensación de envolverse en el abrazo tranquilo
y flotante de la piscina.
Por eso paso aquí la mayor parte de mis días.
Por no hablar de que el lugar es un impresionante invernadero
tropical, aunque estemos en una península azotada por el
viento y el mundo exterior parezca permanentemente envuelto
en gris en esta época del año. Los veranos en Port Macabre son
sofocantes, pero por ahora es otoño y el bosque se prepara
para ser reclamado por las heladas garras del invierno.
Igual que me estoy preparando mentalmente para la
ceremonia de Juramento.
No me importa tener sexo con varios hombres. Tampoco me
importa que me miren mientras disfruto del sexo. De hecho,
ambas cosas están muy arriba en mi lista de escenarios de
ensueño, teniendo en cuenta mi situación actual y los tres
hombres exasperantemente guapos con los que me veo
obligada a cohabitar.
Pero lo que me revuelve el estómago y me produce una
sensación de náuseas son los Anguis. Sus arcaicos rituales y
métodos para controlar a las mujeres y la retorcida fascinación
que sienten por poseer a otro ser humano como si fuera
ganado.
Sus costumbres y el imperio de mi padre son grotescos.
Las ceremonias de juramento y las inspecciones caen en el
sinsentido arcaico y ritualista de un grupo como los Anguis.
Perpetúan legados de propiedad y control de las mujeres en las
Casas de élite. El tipo de prácticas transmitidas desde tiempos
de reyes, reinas y oligarcas. Mujeres en posiciones de poder
que se veían obligadas a tener testigos que confirmaran su
primer polvo y a dar a luz en una plataforma frente a un
consejo para garantizar que el bebé (y el linaje) no fuera
intercambiado al nacer.
Estúpidamente, creí que este tipo de cosas ya no se utilizaban,
ni siquiera dentro de los límites de este mundo hermético.
No quiero que esa sea mi vida y, sin embargo, estos hombres
pretenden obligarme a vivir todo lo que mi padre
representaba.
¿Cómo puedo conciliar el hecho de odiarles por lo que me están
haciendo pasar y, al mismo tiempo, sentirme intensamente
atraída por ellos?
Cuando estamos aquí en el complejo, casi me siento tentada a
olvidar quiénes son y en qué están metidos como parte de su
sociedad secreta. Sin embargo, no hay olvido. Y sería una tonta
si pensara por un segundo que les importa algo más que
vengarse de mi padre o mojarse la polla. O, como Thorne ha
dejado bien claro, que ni siquiera me considera digna de esto
último.
Ky, por otro lado, es ahora una fuerza muy presente en mi vida
diaria. Desde nuestro momento hace dos noches, se ha
involucrado en todas las formas que puede hasta que no puedo
dar la vuelta sin que él esté allí. Si no me está arrastrando al
gimnasio, me está enviando mensajes de texto y coqueteando
sin descanso, o es como una sombra que me observa desde su
lugar en uno de los taburetes de la cocina. No es que yo me
queje. Un dios nórdico surfista sin camiseta es cualquier cosa
menos una dificultad para soportar estar cerca.
Pero aparte de hacer todo lo posible para hacerme sonrojar, no
hace ningún movimiento.
Me lanzan miradas acaloradas y sonrisas perversas, pero sólo
desde la distancia.
A menos que me esté enseñando cosas relacionadas con el
aprendizaje de la defensa personal, Ky no me toca. Sigo sin
entender a qué se refería la otra noche cuando dijo que no
debía hacerlo.
Obviamente lo hizo la noche que se coló en mi habitación, pero
supongo que echarme su semen en las tetas no cuenta. En
realidad, no me tocó, técnicamente hablando, en medio de
nuestro pequeño y sucio momento juntos.
Dios, cada vez que pienso en lo que hizo, en lo que hicimos los
dos, me pongo cachonda y nerviosa. He visto el vídeo al menos
cien veces. Aunque al principio me cabreaba que me hubiera
grabado sin mi permiso, no puedo negar que es sucio y
degradante y que me prende muchísimo.
Me muerdo el labio al llegar al otro extremo de la piscina.
¿También lo ha repetido?
Un pensamiento aún más sucio cruza mi mente. ¿Se lo envió a
los demás para que lo vieran?
El mero hecho de permitir que esa puerta se abra un poco en
mi torcido cerebro (imaginar a Thorne o a Raven viendo ese
vídeo y preguntándose si les gustaría lo que ven) hace que una
punzada se dirija directamente a mi clítoris.
Echando la cabeza hacia atrás con un gruñido frustrado, dejo
que mi cuerpo caiga bajo la superficie. Cogiendo mi mente
enloquecida por el sexo y sumergiéndola bajo el agua.
Esa perra necesita calmarse, demonios.
*****
Esta reunión es aburrida como la mierda.
Dime qué libro estás leyendo.
Y qué color de bragas llevas.
¿Son de encaje o de seda?
O... ¿estás desnuda?
Poniendo los ojos en blanco, lo dejo en visto. Ky ha salido con
Thorne para ocuparse de cualquier importante asunto de
asesinatos que deban atender para los Anguis. No le contesto,
aunque consigue arrancarme una sonrisa con su descaro. No es
que lo admita, pero Kyron Harris tiene un aura encantadora y
una fanfarronería que le permiten salirse con la suya.
Literalmente.
El lobito ha sido un avistamiento escaso, como una especie
rara, una criatura mítica que sólo aparece una vez de vez en
cuando para alimentarse de las almas de víctimas
involuntarias. Así que, teniendo en cuenta que mis tres
captores están todos ocupados, una vez más, voy a estar
rodando por la casa por mi cuenta.
La subasta es mañana por la noche y, para tranquilizarme un
poco, tengo pensado preparar mi atuendo y hacer algunos
arreglos de belleza previos. Si voy a desfilar delante de los
Anguis una vez más, he decidido que quiero hacerlo con la
confianza de una mujer que lleva una armadura, una que viene
en forma de estar y sentirme lo mejor posible.
La última vez, apenas tuve cinco minutos para prepararme.
Esta vez, estoy decidida a estar lista con las garras afiladas.
Mientras estaba sentada junto a la piscina esta tarde, intenté
hacer una lista de todas las pequeñas cosas que Em siempre me
molestaba por recordar hacer. Pintarme las uñas y
arreglármelas, recortarme ahí abajo, hidratarme,
acondicionarme el cabello. Todas esas pequeñas y tediosas
cosas de chicas que explican al cien por ciento porque Emerald
Kirby es una estrella emergente en el mundo del modelaje plus
size, mientras que yo tengo un salón de tatuajes en el que me
puedo permitir llevar los mismos vaqueros negros rasgados
durante una semana. Demonios, soy tan inútil en algo tan
quisquilloso como esto. Son todas las cosas que olvido con
demasiada facilidad porque, en mi hábitat natural, soy una
zorra de bajo mantenimiento que olvida regularmente
afeitarse las piernas.
No me dejes en visto, nena.
Esos dos imbéciles melancólicos me lo hacen todo el tiempo.
No tú también.
Ky sigue su pequeña súplica con una línea de emojis de ojos
llorosos. Es tan ridículo que se me quiebra la determinación y
empiezo a escribirle algo descarado y quizá un poco coqueto.
Me muerdo el labio intentando pensar en una respuesta
mientras me echo la toalla al hombro y me dirijo a la cocina.
Un poco de flirteo inofensivo nunca hace daño a nadie, ¿no?
Pero esa irresponsable línea de pensamiento se borra
rápidamente cuando doblo la esquina y me topo de frente con
un firme muro de músculos cubiertos de negro y sangre.
Casi se me cae el teléfono de un grito.
—Joder. Me has dado un susto de muerte —aprieto la toalla y
el teléfono contra el pecho, con el corazón desbocado, y Raven
me mira fijamente. Su mirada es oscura como el carbón, y un
pómulo está enmarcado con la evidencia amarillenta de un
viejo moratón.
Entorna la mirada, el cabello oscuro le cuelga sobre los ojos
igual de oscuros, y la tensión se desprende de él como un cable
deshilachado. Amenaza con hacer saltar chispas y quemar todo
el lugar hasta los cimientos alrededor de nosotros. Tiene
sangre seca en un lado de la cara, y el olor a humo de leña y
pinos se adhiere a él como si hubiera estado en el bosque. O
quizá haya estado quemando cadáveres en una pira funeraria.
En una mano aprieta con el puño un casco de moto negro
azabache. Su otra mano, con los nudillos magullados y
ensangrentados, está apretada a su lado. Alrededor del cuello,
sobre una camiseta negra desgastada, reluce una cadena de
plata.
Raven se parece al pecado, al sexo y a las peores decisiones que
una chica podría tomar.
—¿Acabas de volver? —Trago saliva. Los nervios me impulsan
a mover la boca, cuando sé que en mi mente lógica debería
retroceder lentamente y dejarle en paz.
Se le curva un lado del labio superior.
Mierda.
—Voy a.. —Este es exactamente el momento en que hago mi
salida precipitada. Así que agacho la cabeza y me muevo para
rodearlo, asegurándome de dejarle un amplio margen. Como
una buena prisionera, estoy lista para escabullirme hacia la
cocina y dejarlo en paz, joder.
Si eso fuera posible. No doy ni un paso antes de que su mano
tatuada me atrape. Me aprieta con fuerza y me golpea la cabeza
contra la pared de cristal. Sus fuertes dedos y su pulgar se
clavan a los lados de mi garganta.
No hay nada más que malicia llenando sus ojos indiferentes.
Este hombre me odia con la fuerza de un infierno alimentando
su ira, y aunque me ofrezca comida y tolere mi presencia aquí,
algo me dice que esta noche tiene ganas de derramar sangre.
Y lo más probable es que yo sea su próxima víctima.
Sus dedos se tensan alrededor de mi tráquea. El tipo de
sujeción firme que me dice todo lo que necesito saber sobre
cuántas veces este hombre ha visto la vida escaparse de los
ojos de alguien. Pero en realidad no tengo miedo. En todo caso,
su torturado camino es exactamente la razón por la que elegí
huir; él no puede ver más allá de su propia necesidad de
venganza para entenderlo.
No lo juzgo por ello. Lo más probable es que yo hiciera lo
mismo en su lugar.
Me perfora el cráneo con tal ferocidad en su expresión que me
saca el aire de los pulmones. Sin necesidad de decir una
palabra, me cuenta la historia de su odio con esos ojos vacíos y
sin alma.
Mis manos caen inertes a mi lado. Sujeto una puta toalla de
piscina y un teléfono móvil, y voy vestida con un mono tejido
de crochet puesto sobre el bikini. Qué manera de exhalar mi
último aliento.
—Sólo... hazlo rápido. Por favor —mi voz ronca bajo el
aplastante peso de su palma.
Cada gramo de su repugnancia hacia mí se derrama, y lo peor
es que puedo empatizar con él.
—Siento lo que te hicieron. Yo también me odiaría si estuviera
en tu lugar —algo en mí quiere tratar de decirle precisamente
cuánto estoy de su lado, sin importar con qué me han
amenazado estos hombres desde que me tomaron como su
prisionera. Si éste es mi último momento, al menos quiero que
lo sepa, aunque se niegue a creerme.
Me empuja con más fuerza contra el cristal y hago una mueca
de dolor. Cierro los ojos derrotada, oigo el ruido sordo de mi
pulso y los pulmones me arden por la falta de aire.
Justo cuando estoy segura de que las cosas se van a volver
completamente negras, lo siento.
Me presiona suavemente con la yema del pulgar en el arco de
cupido. Abro los párpados y miro fijamente dos ojos con fuego
ardiendo en sus oscuras profundidades. Me recorre el labio
inferior, esta vez presionando en el centro durante un largo
segundo.
Se acaba tan rápido como empezó. Raven me empuja,
dejándome jadeando en busca de aire. El hombre desaparece
en las profundidades de la casa oscurecida como la nube de
noche en la que llegó envuelto.
Mientras yo me quedo agarrándome el cuello y luchando por
recuperar el sentido.
¿Qué carajos ha sido eso?
Y lo que es más importante... ¿por qué me dejó ir?
Fox
Si Em pudiera verme ahora, la chica estaría ensordeciendo mis
oídos como un alma en pena que chilla. Mi mejor amiga sería
una leona orgullosa lamiéndome la cara, diciéndome que
parezco una sexy gatita.
Porque incluso yo puedo reconocer cuando me veo bien, y
estoy especialmente satisfecha de mis esfuerzos por ponerme
la armadura esta noche.
Este vestido es un tejido suave como la mantequilla que se
amolda a mis curvas como un sueño. Es sencillo. Negro, con
cuello halter y una falda larga y vaporosa que me llega por
encima de los tobillos y deja ver los lazos de satén que sujetan
mis bonitas sandalias de cuña. Son de punta abierta y dejan ver
mi esmalte carmesí intenso, a juego con mis uñas.
Rojo para la suerte.
O para representar el baño de sangre en que podría convertirse
esta noche si no tengo cuidado.
Me importa una mierda si todo el mundo se tambalea sobre
tacones delgados; voy a estar de pie toda la noche, y la
experiencia pasada me ha enseñado bien que los seductores
tacones de aguja son para mirar, no para caminar durante
mucho tiempo.
Mientras me recuperaba de mi encontronazo con Raven la
noche anterior (tratando de mantener la mente ocupada en
otra cosa que no fueran pensamientos jodidos sobre lo que
sentía al tener su mano alrededor de mi tráquea), rebusqué
entre las cajas de todas mis cosas en busca de este mismo
atuendo. Sabía que, si me iban a arrojar al foso de los salvajes,
esto era exactamente lo que necesitaba ponerme ante la
inminente batalla.
Sentirme yo misma es la única manera de soportar estar entre
ellos y esculpir una sonrisa falsa para apaciguar esta locura.
Aunque todavía no he conseguido que nadie aprecie
plenamente mis esfuerzos de esta noche, ya que Ky fue
requerido con antelación en la Casa Noire para preparar las
cosas.
Odio que buscar su aprobación, o algún tipo de reacción, fuera
inmediatamente hacia donde se dirigieran mis pensamientos.
En cuanto a los otros dos, joder, a saber dónde ha estado
Raven. Me pareció oír su moto en algún momento de la
madrugada, pero podría haber sido una ilusión por mi parte.
Sólo puedo suponer que su ausencia se debe a la misma razón.
Lo que me lleva al tercero de mis asesinos captores, Thorne,
que consiguió atraparme con él dentro de este silencioso coche,
sólo para ignorar rápidamente mi existencia durante todo el
trayecto hasta la Casa Noire.
Me parece bien.
Aunque no pueda evitar echar un vistazo furtivo a lo
impecablemente que rellena su traje mientras se pliega en el
coche.
Dios mío. Vuelvo a recordar por qué caí en sus estúpidos trucos
en primer lugar. Es una obra de arte y un idiota melancólico, mi
peor debilidad.
Cuando llegamos al portal y entramos en la finca Noire, por fin
rompo el silencio. Si tengo que seguir sus normas, al menos
debería saber cuáles son.
—¿Hay algo que necesite saber sobre esta noche?
Sus enormes manos se flexionan alrededor del volante.
—Actúa como lo habría hecho tu padre.
Ok, bueno, eso no me aporta casi nada.
—No sé lo que habría hecho. Nunca he asistido a una subasta.
—Pero tú sabías de ellas —aprieta los dientes.
—¿Sabía de sus segundas intenciones? ¿Sabía de la jodida
mierda que escondía mi padre? ¿Cómo una adolescente
atrapada en un mundo en el que no tenía más opción que
estar? —Se me ponen los vellos de punta y tengo que respirar
despacio por la nariz—. No, claro que no lo sabía. Hasta el
momento en que lo supe. —La ominosa fachada con
interminables hileras de ventanas se abre a nuestra vista
mientras avanzamos por el serpenteante camino de entrada a
la finca.
—No me lo creo ni por un segundo.
Lo que sea. Este hombre puede pensar que soy peor que
mierda en la suela de su zapato y nunca le haré cambiar de
opinión. Cuando se trata de hombres como Thorne Calliano no
tiene sentido perder el aliento intentándolo.
—Cuando lo descubrí, fue cuando hui. —Miro hacia el pesado y
masculino exterior de la mansión y veo la familiar imagen de
los picos góticos y los acabados de hierro.
No contesta.
—Sé que nunca me creerás. Así que para qué molestarse,
¿verdad? Odiabas a mi padre, pero no puedo empezar a decirte
la profundidad de mi repugnancia por ese hombre. Así que esto
es lo que te digo, no sé cómo habría actuado mi padre. Pasé la
mayor parte del tiempo evitando activamente su presencia —
exhalo pesadamente y aliso la tela del vestido sobre mi regazo.
Intentar defender mi caso es más que una causa perdida, es
como escupir a la cara de un huracán.
—Sabes lo suficiente. Sé la heredera de la Casa Noire —su tono
es definitivo y detiene el coche frente a la entrada. Un valet le
da la bienvenida y, cuando sale del coche, veo que la mujer en
cuestión es más una agente de seguridad que un valet. Está
claro que Thorne la conoce, ya que inmediatamente se dan ese
familiar abrazo de hombros que los hombres suelen darse
entre sí. Aunque no hay nada sexual en ello, siento un pequeño
cosquilleo en la nuca al verlo con otra mujer por primera vez.
Joder. ¿Qué pasa conmigo que soy tan territorial sobre alguien
que no puedo soportar estar cerca durante más tiempo del
absolutamente necesario?
Así que hago exactamente lo que la zorra maliciosa que llevo
dentro quiere hacer. ¿Thorne Calliano quiere que sea el
ejemplo perfecto del heredero de la Casa Noire? Bueno, ella es
alguien que no tolera que nadie ponga sus manos en su
propiedad.
Me deslizo fuera del coche, asegurándome de pasar mis rizos
sueltos por encima de un hombro, y doy un portazo con la
fuerza suficiente para que la mujer levante la cabeza y se gire
hacia mí. Es morena, de mirada feroz y absolutamente
despampanante. La femme fatale por excelencia que ves en las
películas como heroína.
Probablemente por eso me animo a rodear la parte delantera
del coche y extender la mano en su dirección, introduciendo mi
cuerpo entre los dos.
—Foxglove Noire —ronroneo, sintiendo que Thorne se pone
rígido a mi lado cuando le rozo el torso a propósito—. Te
encargarás de mi vehículo, supongo.
—Buenas noches, madame. Por supuesto, será un placer —la
mujer retrocede con las llaves que le han confiado, con una
expresión de desconcierto en los ojos que rebotan entre
Thorne y yo.
—Gracias, eres muy amable —haciendo mi mejor imitación de
los idiotas ricos que frecuentan este lugar. Antes de que pueda
entrar en el coche, saco la pierna por la abertura del vestido,
mostrando todo mi muslo y posiblemente mi tanga de encaje,
pero me da igual. Quería un espectáculo esta noche, tendrá un
jodido espectáculo.
—Thorne, cariño, ¿puedes ajustarme el moño de la sandalia?
Me queda un poco flojo —agito mis largas pestañas, hago un
pequeño mohín con los labios y le dirijo una mirada tímida.
Me lo devuelve con uno que dice que quiere estrangularme.
La mujer que sostiene las llaves del coche ahoga una tos en su
puño. Sí, lo más probable es que nunca haya visto a nadie tratar
así al gran y poderoso señor Calliano, y me estoy comiendo
cada segundo de esta lucha de poder.
¿Cederá todo por el bien de su plan?
Casi me desplomo cuando la montaña que tengo delante se
arrodilla, sin dejar de mirarme a la cara con su mirada azul
acero. Me rodea el tobillo con una palma callosa y tira de él con
fuerza. La orden de ese único movimiento va en línea recta
hasta mi coño. Sus dedos se arrastran por la piel sensible
mientras coge la cinta de seda y la desenreda con un doloroso y
lento tirón del lazo.
—No quisiera que te hagas daño esta noche —murmura con
los dientes apretados mientras vuelve a anudar hábilmente la
seda, y en algún momento he olvidado cómo usar los pulmones
durante toda esta interacción.
—Gracias, cariño —las palabras me pesan en la lengua.
Continúa sujetándome el tobillo durante un largo rato; sus
dedos rozan ese punto sensible que hace que me tiemblen un
poco las rodillas. Y cuando por fin vuelve a enderezarse y me
ofrece su brazo para llevarme hasta las puertas de la mansión,
ni siquiera me doy cuenta de que la mujer y nuestro vehículo
hace rato que se han marchado.
*****
Apenas hemos llegado nos abrimos paso hasta el vestíbulo de
la Casa Noire antes de que Thorne me ponga una máscara en
las manos (una calavera diseñada para cubrirme los ojos y la
nariz) y enseguida se evapore como la niebla en el viento. Se
pierde entre la multitud y, una vez más, me emboscan todos los
idiotas babosos que se dicen ser amigos de mi difunto padre.
Todos llevan máscaras de calavera similares que sólo cubren
parcialmente sus rostros, como es tradición entre los Anguis.
En la mayoría de las reuniones de este tipo, se adornan con una
cubierta esquelética. No es que oculten su identidad, sino que
se adhieren a uno de sus muchos absurdos rituales sociales.
Conformidad. Reverencia. Devoción. Todo en nombre de los
Anguis.
Uno a uno, me veo arrastrada a abrazos que se prolongan
demasiado y me someto a manos que se pasean con demasiada
libertad por mi cuerpo.
Pero sonrío amablemente y les saludo como si fueran
exactamente las personas que esperaba ver esta noche. Al
mismo tiempo, contengo las náuseas con cada momento que
paso sofocada por su proximidad.
—Es un honor tenerte aquí —una mujer con dientes de caballo
y cabello teñido me acaricia el brazo. Me cuesta mucho no
apartarme de su contacto.
—Déjame ayudarte con eso, dulzura —otra mujer me quita la
máscara de las manos y empieza a ponérmela en la cara.
Su presencia es empalagosa y abrumadora.
Palabras murmuradas se arremolinan a mi alrededor.
Condolencias por Andreas. Echamos mucho de menos a tu
madre. Qué pena dejarte sola. La Casa Noire lamenta la pérdida
de tu padre.
Dios. Sólo quiero salir de su adulación insípida.
—La selección para la subasta parece maravillosa esta noche
—un hombre de nariz sonrojada y cejas densas me mira por
encima de su champán.
—¿Aprovechará la oportunidad de elegir a alguien que se
ajuste a sus gustos, señorita Noire? —Hay otro hombre que
recuerdo como uno de los amigos de mi padre, mirándome
lascivamente desde detrás de las cuencas de los ojos sin alma
de su máscara.
—No tengo intención de pujar esta noche —respondo. Mis ojos
recorren la sala, pero la multitud es densa y se dirige hacia la
sala principal, en el piso de arriba, donde debe celebrarse la
subasta. Alguien intenta ponerme una copa de champán en la
mano, pero no quiero aceptar una copa de nadie en este vil
lugar. Mis nervios están a flor de piel y, después de la calma del
bosque del complejo, esto me resulta opresivo y amenazador.
Dios, realmente estoy jodida si me encuentro ansiosa por
volver a la casa donde me tienen como una maldita prisionera.
—Siento interrumpir, pero alguien pregunta por ti —una cálida
palma me rodea el codo y, con un movimiento de la mano,
ahuyento a la bebida indeseada. Mi vikingo se interpone entre
los hombres que me miran los pechos y yo. Es una visión en
traje, con el auricular puesto, imponiéndose sobre mí como
siempre, con un tic amenazando la comisura de los labios. Su
máscara oculta un lado de sus facciones tras los pómulos
hundidos y la cuenca ocular hundida de un esqueleto.
—Por supuesto. Si me disculpan, caballeros —nunca me había
sentido tan aliviada de verlo, y me pican los dedos por cogerle
la mano.
Ky los saluda a todos antes de hacerme un gesto para que me
dirija a la enorme escalera. Me sigue y me estremezco bajo el
peso de su acalorada mirada mientras subo las escaleras.
No hay vergüenza en la forma en que estoy absorbiendo su
atención en mi culo en este momento.
—Mierda. Podrías haberme avisado de que te ibas a poner eso
esta noche —sus largas zancadas me alcanzan y me sisea al
oído cuando llegamos al rellano superior—. Voy a estar
luchando contra manadas de imbéciles para que no se te
acerquen en toda la noche.
Me muerdo una pequeña sonrisa y le miro tímidamente por
encima de un hombro.
—Bueno, pensaba que la idea era asumir el papel de heredera
de la Casa Noire.
—Si te ves así.. —se detiene a mitad de la frase, con los ojos
fijos en algo que le llama la atención, y yo sigo su línea de
visión.
Lo que veo es a Thorne, de pie junto a la pared más alejada del
rellano. Hay media docena de personas pululando por aquí
arriba, pero todas se dirigen a la subasta.
Pero no es eso lo que roba mi atención.
Está con una chica.
Ninguno de los dos lleva máscara.
Los celos me recorren la espalda. ¿Está intentando meterse
conmigo por mi pequeña actuación fuera?
Debo de ser una jodida masoquista porque no puedo dejar de
mirar sus imponentes hombros encajados a la perfección
dentro de esa chaqueta a medida. Mis ojos están pegados a
cada uno de sus movimientos, como si necesitara demostrarme
a mí misma que realmente es Thorne.
La chica está encima de él. Sus manos recorren esos músculos
envueltos en tela cara que tanto deseo tocar.
Pero no me ha invitado.
Y, sin embargo, aquí está esta zorra, babeando su traje y casi
follándole la pierna. Todo en su lenguaje corporal grita: “Este
hombre me coge hasta dejarme sin cerebro siete días a la
semana y tres veces los domingos”.
Dentro de mí surge una sensación familiar. Vergüenza y la
sensación de sentirme más patética que nunca. Obviamente, es
en la cama de esta chica donde Thorne Calliano desaparece
durante todas esas horas en las que no está.
Incluso me ha dicho que sus apetitos sexuales están bien
atendidos, por el amor de Dios.
Casi gruño, hipnotizada y con una banda apretándome cada vez
más en el pecho, mientras sus grandes manos se acercan a ella.
Su pulgar se desliza por su brazo desnudo hasta llegar a
acariciarle la nuca.
Hay mil razones por las que debería apartar la mirada.
Ahora mismo, no se me ocurre ninguna.
Quizá quiera verlo con mis propios ojos. Ver cómo toma su
boca, y eso será el principio y el fin de este estúpido
encaprichamiento que supura tras mi caja torácica.
—¿Estás espiando, nena?
La voz que me llega al oído me hace tropezar. Un tacón se
tambalea debajo de mí, y me cuesta un gran esfuerzo no caer.
Joder. Levanto la cabeza y miro a Ky a los ojos verde bosque,
donde sólo encuentro burlas. Este idiota vive para verme
sufrir, estoy segura.
Así que hago lo que haría cualquier mujer que se precie en mi
posición.
Voy a caer luchando.
—Thorne puede tirarse a quien quiera. No es asunto mío —mis
palabras no son elegantes. Sueno mezquina y demasiado
aguda. Nada me gustaría más que encontrar una botella de
champán descorchada, abrirla yo misma y beber directamente
del cuello.
Tal vez entonces la use para golpear a estos hombres en la
cabeza y romperles el cráneo. O tal vez para golpearles las
pelotas.
Los preciosos labios de Ky se crispan. Se cierne sobre mí,
incluso con tacones, y apoya un hombro adecuado contra la
columna. Mientras se rasca la barba recortada del lado
descubierto de la cara, mira hacia donde he estado haciendo
agujeros en la parte trasera de los estúpidos rizos oscuros de
Thorne.
Mientras observo, ese es el momento en que sucede.
Su cabeza baja y ella se abre para él. Florece y se despliega
como una flor de primavera acariciada por la luz del sol.
Siendo buena y obediente y todas las cosas que Thorne
claramente quiere en una mujer. Un cuchillo se clava y se
retuerce en mi vientre mientras soy incapaz de apartar la
mirada del punto en el que sus labios se tocan. Él envuelve una
mano bajo su mandíbula y devora a la perra.
El pulso me retumba tanto en los oídos que no veo bien.
Durante medio segundo se me pasa por la cabeza la idea de
destrozarlos salvajemente y gritarle en la cara. Pero este
hombre no me debe nada. Soy su prisionera. Su pago en
especie.
¿Por qué tendría motivos para considerarme algo más que una
posesión?
Fox
Mi única forma de escapar de este infierno es lanzarme de
cabeza hacia la subasta.
Un trozo de carbón reposa en mi pecho y siento que Ky me
sigue, pero no me atrevo a mirarlo.
Una parte de mí se pregunta si me trajo aquí simplemente para
obligarme a presenciar eso. Pero tampoco entiendo por qué, a
menos que todo esto forme parte de su enfermiza fascinación
por castigarme. La cruda humillación me hormiguea por las
venas, dejándome un pozo donde debería estar mi estómago.
Oh, que rápido Thorne me dio vuelta las cosas después de mi
pequeño juego de poder afuera.
Es un maestro en estos concursos.
Está claro que tengo mucho que aprender.
Mientras camino a ciegas hacia las pesadas puertas dobles, me
topo con una figura imponente. Parpadeo ante el traje de
chaqueta que me resulta familiar y no estoy segura de lo que
veo.
Los ojos azules de Thorne se entrecierran detrás de su máscara
y me sujeta por los hombros. En cuanto se da cuenta de que
hay un punto de contacto entre nosotros, sus grandes manos se
apartan apresuradamente de mi piel, como si mi contacto fuera
veneno.
A estas alturas, soy un hervidero de emociones y estoy
totalmente confusa. Es imposible que haya llegado a este lado
de la habitación antes que yo... Hace apenas un segundo, le
había metido la lengua en la garganta a una fulana.
Intento recomponerme cuando aparece a mi lado la zorra a la
que quiero agarrar por el cabello y arrojar por las escaleras.
Tiene los ojos brillantes y está ligeramente sonrojada.
Mi mirada capta una serie de detalles que desearía que no la
hicieran parecer el perfecto juguetito para saciar el apetito del
Sr. Calliano. Ojos oscuros y curiosos. Cabello como la
medianoche cayendo en suaves ondas por su espalda. Labios
carnosos de cereza. Una pequeña bomba, un poco más baja que
yo.
Que se joda. Es la viva imagen de la belleza impecable, con
curvas que duran días y un aire que dice que es la dueña del
lugar. Podría con ella.
—No puedo creer que Thorne haya tardado tanto en
presentarnos; me moría por conocerte —me sonríe. Una
sonrisa que no tengo intención de corresponder mientras le
devuelvo la mirada con un desdén desenfrenado. ¿Quién
mierda se cree que es esta zorra?
El poliamor es la norma en el mundo que habitamos. Estoy a
favor. Pero no hay una sola célula en mi cuerpo que estaría de
acuerdo con compartir a Thorne con esta mujer. Con ninguna
otra mujer.
Frunce el ceño a Ky y le ladra algo sobre la necesidad de darse
prisa, antes de girar sobre sus talones y entrar a grandes
zancadas en la otra habitación. Ky me guiña un ojo, pero se
queda a mi lado.
Observa la gama de emociones que batallan en mi rostro y
luego echa un vistazo a la parte posterior de los hombros de
Thorne, que se aleja de nosotros.
Es sólo un latido antes de que su mano vuele hasta su boca.
—Dios mío, ese imbécil —parece mortificada.
Estoy a punto de poner en práctica mis lecciones de defensa
personal y darle un puñetazo en el coño.
—Dios, lo siento, esta es la peor presentación de la historia. Soy
Poe, por cierto, y supongo que no te lo ha dicho —ella le da al
hombre a mi lado una mirada fulminante—. Él no dijo nada,
¿verdad, Ky?
Mi vikingo se encoge de hombros y sus ojos bailan con picardía.
—¿Decirme qué? —espeto.
Hace un ruido entre risa y gemido.
—Es mejor que te lo enseñe.
Cuando esta bomba delante se da la vuelta, veo que su cara se
ilumina como un rayo de sol. Caminando hacia nosotros desde
el otro lado de la habitación (y la fuente de su visible desmayo)
es una copia exacta de Thorne.
¿Qué carajos?
—¿No tienes nada que hacer, cara de mierda? —El doble de
Calliano le frunce el ceño a Ky, y joder, hasta suena como
Thorne.
—Estoy corriendo puntos para Fox esta noche. —Ky sonríe—.
Foxglove Noire, te presento a Hawke Calliano.
—Gemelos —la chica llamada Poe me lanza una mirada de
disculpa.
Dios mío. Mi cara tarda un segundo en ponerse roja como la
remolacha y me quedo más que atónita.
También me siento aliviada.
Aunque ahora mismo no estamos examinando el motivo.
—Señorita Noire —Hawke extiende una mano que se parece
tanto a la de Thorne que da un poco de miedo. Pero al tomar su
palma entre las mías y darle un firme apretón de manos, me
doy cuenta de que el reloj de su muñeca es completamente
diferente. Además, tiene una pequeña cicatriz junto al ojo
izquierdo. Sin embargo, a simple vista o a distancia, cuando se
es una psicópata celosa, son réplicas exactas el uno del otro. El
parecido es, cuando menos, inquietante.
También me estudia con la misma indiferencia cautelosa que
Thorne cuando me mira. Supongo que sus motivos para
vengarse de mi padre coinciden con los de su hermano. Lo que,
por extensión, significa que tampoco confía en mí.
—Ven conmigo, Fox —Poe se ha pegado a mi cadera—. Tengo
una idea para enseñarle a Thorne Calliano un par de cosas
sobre cómo aprender a comunicarse.
*****
La pequeña mujer llamada Poe, cuyo nombre completo es
Posey, es una fuerza a tener en cuenta. Se las ha arreglado para
deshacerse de Ky y me ha llevado a la zona de subastas, al
fondo de la sala, por la entrada trasera para evitar a la
multitud.
Hay un espectáculo de burlesque para calentarlos antes de la
puja, así que podemos hablar mientras ella se ocupa de los
últimos detalles.
—¿Diriges el club con Hawke? —Estoy sentada en una silla
junto a un espejo de maquillaje y una hilera de grandes
bombillas, rodeado de hermosas mujeres vestidas con trajes
que no dejan casi nada a la imaginación.
Algunas sólo llevan lencería y tacones.
Otras llevan lo que podríamos llamar vestidos, pero están
hechos de látex y llevan corpiños ajustados y cuellos a juego.
Poe está evidentemente en su elemento, asegurándose de que
todas estas hermosas mujeres estén adecuadamente
preparadas para su turno en el escenario.
Es extraño ver a alguien sentirse tan a gusto aquí cuando yo
viví bajo este techo durante años y no veía la hora de escapar.
—Sí, y nuestra relación incluye a nuestras otras dos parejas,
Grey y Ángel, con los que también estamos. Pero Hawke no es
bisexual como su hermano, sólo está conmigo, aunque Grey y
Ángel sí lo son —resopla y se aparta un rizo de la cara—. Dios,
es tan jodidamente complicado intentar explicarlo todo, pero
sé que lo entiendes.
Congenio con ella rápidamente, aunque todavía estoy un poco
trastornada por todo el asunto de la revelación de los gemelos.
—¿Y ustedes se encargan de las operaciones del club en la Casa
Noire? —la observo mientras comprueba su lista de chicas
para la subasta, dándoles varias instrucciones verbales a
medida que avanza.
—Ese es nuestro papel —me lanza una mirada de complicidad
por encima de un hombro. Una que dice que sabe lo que yo sé
sobre los planes de Thorne Calliano para los Anguis y el legado
de mi padre.
—Y tú juegas tu papel en eso —termino por ella y asiente.
Ambas somos conscientes de lo que se puede y no se puede
decir en lugares como éste, donde las paredes tienen oídos.
—¿Tu madre era Giana? —Los ojos oscuros se vuelven
sombríos mientras marca algo en una hoja de ruta.
Se me hace un nudo en la garganta y sólo consigo asentir con la
cabeza.
Poe tuerce los labios.
—Nunca la conocí, sólo vine a la Casa Noire por primera vez
hace poco más de un año y ella se había ido mucho tiempo
antes. Bueno, eso es lo que me han contado.
No ofrece disculpas ni condolencias ni ninguna de esas mierdas
sin sentido que no traerán de vuelta a mi madre. Lo cual es un
alivio, por decir lo menos.
—Ha pasado mucho tiempo —me encojo de hombros y me
acomodo en el asiento.
—Si te sirve de consuelo, sé lo que es venir a este mundo... sin
querer —me ofrece una botella de agua sellada de la mesa que
hay en el centro de la habitación. El espacio está abastecido con
todas las cosas que estas chicas pueden necesitar antes de salir
al escenario y ser compradas por escandalosas sumas de
dinero—. Y aunque suene extraño, resultó ser lo mejor que
podía esperar.
—¿En serio? —Mientras bebo un trago de la botella, no puedo
evitar preguntarme cuál es su historia. Pero no tenemos
tiempo de entrar en más detalles porque hay movimiento, una
ráfaga de plumas y lentejuelas, mientras las artistas de
burlesque salen del escenario. El espectáculo principal está a
punto de comenzar.
—¿Lista? —Poe me mira y esboza una amplia sonrisa
conspirativa.
Me muerdo el labio y le sonrío.
—Como nunca lo estaré.
Thorne
—Bienvenidos todos, nuestros miembros de la Asamblea, a la
subasta anual de placeres de esta noche —la mujer del
escenario acapara toda la atención del mar de máscaras de
calavera que llenan la sala. Su corpiño negro y sus medias de
rejilla brillan con diamantes engarzados en su piel oscura, y
tiene al público comiendo de la palma de su mano desde el
momento en que los focos caen sobre ella.
Mi hermano paga una fortuna a Keisha por su trabajo aquí en el
club, y vale su peso en oro. Sólo su información ha sido crucial
para desentrañar la mayoría de las operaciones de tráfico a las
que hemos podido llegar en el último año.
—Esta noche, todas las pujas acertadas garantizarán al
ganador veinticuatro horas completas disfrutando de la
compañía de su premio elegido... exclusivamente —un
murmullo de impaciencia recorre la multitud—. Y aunque han
pagado por el privilegio de la compañía de estas
impresionantes joyas, por supuesto la naturaleza de cómo
pasarán su tiempo es enteramente su elección. —Keisha guiña
un ojo y arrastra seductoramente un dedo a lo largo de su
muslo y luego sobre su corpiño. Se oyen gritos y silbidos
mientras la expectación va en crescendo.
Mi hermano Hawke y sus socios Poe, Grey y Angel dirigen esta
parte de la Casa Noire. Entre ellos gestionan el comercio de
sexo consentido y placer por el que la mansión se ha hecho
famosa en Port Macabre. Coordinar estas noches de subasta
anuales forma parte de su repertorio para mantener saciados a
los clientes y avivar sus intereses, proporcionándoles otra
oportunidad de evasión hedonista.
Antes de que Hawke y yo hubiéramos alcanzado los niveles que
tenemos ahora dentro de los Anguis, y mucho antes de que él
lograra hacerse cargo de la dirección de lo que ahora es uno de
los principales clubes de sexo del país, no solía ser más que un
sórdido festival de folladas. Pero el consejo, e incluso los
miembros de la élite, sabían que no había forma de mantener a
raya sus secretos si se permitía que las cosas continuaran de la
forma que Andreas Noire fomentó durante tantos años.
Por eso envió su tráfico a la clandestinidad y estableció un club
formal, una fachada falsa que mantenía ocultos sus secretos.
Nadie hace preguntas cuando están metidos hasta las pelotas
en la realización de su fantasía perfecta. Mientras tanto, los
inocentes han sufrido lo peor de lo peor a manos de ciertos
miembros de los Anguis mientras se encuentran escondidos.
Mientras estamos aquí arriba esta noche, nuestro equipo está
interceptando los camiones con destino a la Casa Noire que
contienen el verdadero comercio que estaba destinado a los
sótanos aislados en las profundidades de las entrañas de la
mansión.
Andreas Noire ha muerto y, a partir de ahora, no se comprarán
ni venderán más vidas en este lugar.
En lugar de eso, utilizamos estas noches de subasta para
infiltrar a personas entre las que deseamos obtener
información. Otro paso en nuestro plan para reducir la manada
de escoria que aún se esconde como cobarde dentro de los
Anguis.
Estas mujeres que van a ser subastadas esta noche son las
personas más inteligentes y astutas que conozco. Sólo el hecho
de que se dediquen al trabajo sexual hace que sean
estigmatizadas por la sociedad en general. Cuando la realidad
es que son más que capaces de azotar intelectualmente a cada
uno de estos pomposos idiotas. Y lo harán llevando tacones de
20 centímetros.
En los meses previos a una de estas noches, el equipo de
Hawke entrena a nuevos reclutas que pasan a trabajar en el
club. Si tenemos suerte, algunos pueden ir de incógnito durante
mucho tiempo, aportando información sobre las Casas y los
miembros de alto nivel. En los últimos años, ese ha sido
nuestro medio para descubrir desde dentro a muchos de los
responsables de las redes de tráfico que hemos destruido.
Veo a las chicas desfilar por el escenario, cada una más guapa
que la anterior, si eso es lo que buscas. Son muy inteligentes,
joder, y pueden superar fácilmente a los fieles seguidores de
Andreas Noire y sus flácidas pollas.
Mientras mantengo mi posición supervisando la sala, la noche
se alarga con una procesión de guerras de pujas. Esta gente
debería sentirse avergonzada por gastarse las cantidades
obscenas que se han gastado esta noche. Hombres y mujeres
que gastan sumas exorbitantes en algo tan frívolo como una
noche de fantasías sexuales sin pensárselo dos veces. Pero para
ellos, el dinero no es problema. La lujuria, el poder y la
glotonería de placeres son sus máximos anhelos.
—Por último, tenemos un regalo muy especial para todos... una
última incorporación a la oferta de esta noche. Una que no
aparece en sus tarjetas de puja —anuncia Keisha, provocando
el frenesí de la multitud mientras se prepara para abrir la puja
por quienquiera que sea esta última chica.
Desde mi posición ventajosa con vistas a la sala, entrecierro los
ojos sobre Keisha. La hoja de ruta que Hawke me había
proporcionado no incluía una entrada extra en la subasta.
—Por primera vez en la historia de la Casa Noire, tenemos un
miembro de élite de la Casa disponible para que pujen por él —
su voz se escucha en voz baja en el micrófono, y puedo sentir el
cambio visceral en la energía que se extiende a través de los
hombres y mujeres enmascarados sentados en la sala.
Se despierta la curiosidad.
Sus rizos lilas se balancean a la vista cuando sale al escenario.
Sigue vestida con el traje negro y los tacones de antes, pero
ahora todo se ha intensificado: se ha añadido un tono más
oscuro de pintalabios y asoma un maquillaje de ojos más
espectacular. A pesar de la máscara de calavera que cubre la
mitad superior de su rostro, sus brillantes ojos azules se
acentúan más allá de lo imaginable.
Lleva ese jodido vestido como una segunda piel, con cada una
de sus curvas acariciadas y resaltadas bajo la sensual
iluminación del escenario.
Mis puños se enroscan a mis costados. ¿Qué demonios está
haciendo Foxglove Noire, entrando voluntariamente como un
trozo de carne para ser vendido al mejor postor? Va a haber un
frenesí alimenticio en cualquier momento. Por supuesto que
todos en esta sala la desean, eso es obvio por la tensión
eléctrica que chisporrotea en el aire.
Están salivando.
Estoy viendo rojo.
¿Un viejo pervertido cree que puede comprarla, abusar de ella
y hacer lo que quiera con ella? No voy a quedarme de brazos
cruzados y dejar que eso ocurra.
Esa chica me pertenece.
Me cruje la mandíbula al apretar los dientes y, antes de que
pueda moverme, Keisha anuncia que se ha abierto oficialmente
la puja.
Mire donde mire, las cartas numeradas vuelan inmediatamente
por los aires y se gritan salvajes sumas de dinero en una
cacofonía de pujas.
Diez mil.
Veinticinco.
Cuarenta grandes.
Las sumas ofrecidas superan los cincuenta mil en un abrir y
cerrar de ojos.
Ya está a ochenta mil y subiendo antes de que pueda abrir los
puños o intentar formular un plan.
Me muevo entre los asistentes sentados, me dirijo a la fila de
grandes apostadores más cercana al escenario y arranco la
tarjeta de puja de algún idiota de sus sucias manos. Hago caso
omiso de las protestas y el asombro de la mesa cuando se dan
cuenta, incluso ocultos tras mi máscara, de que no soy uno de
ellos.
Se arruga ligeramente dentro de mi puño mientras lo empujo
en el aire y ladro un número a Keisha que hace que más de uno
se quede boquiabierto. Me miran, y eso es lo último que
necesito o quiero, joder.
—Ohhh, veo que tenemos un verdadero contendiente aquí esta
noche —le da a Foxglove una mirada apreciativa, antes de
hacer un gesto hacia mí—. Quinientos mil, por una noche con la
joya más rara de todas.
Unos grandes ojos de Bambi, llenos del azul más brillante que
se pueda imaginar, me miran fijamente. Se agrandan a cada
segundo mientras asimila lo que está sucediendo.
Poe puede ser el cerebro detrás de esta subasta esta noche,
pero si esto se tuerce, se va a encontrar en un infierno. Hawke
mejor que tenga a su mujer con una puta correa y bajo control.
No sé qué pensó que conseguiría montando un numerito como
este.
Mis pies me llevan hasta el borde de la tarima elevada, tan
cerca que puedo sentir el calor de las luces, y ya he aplastado
oficialmente la tarjeta numerada.
Me dispongo a arrastrar a Foxglove fuera de la plataforma, por
el cabello si es necesario, cuando oigo un ruido detrás de mí.
—Quinientos cincuenta.
—Tenemos otro contendiente. —Keisha tararea en el
micrófono, lanzándome una mirada malvada.
Llevo el asesinato en las venas y me entran ganas de sacar la
pistola de la funda cuando me doy la vuelta. Buscando al
cabrón que se ha atrevido a hacerme una contraoferta. Sin
volver la vista hacia Keisha, ya he anunciado mi siguiente
oferta de seiscientos, que ella repite para que la oiga toda la
multitud. La sala queda en silencio, sólo interrumpido por
ruidos de intriga.
El hombre que aumenta su número y me supera en otros
cincuenta mil es una cara que conozco bien. Es uno de los
hombres que, una y otra vez, ha comprado menores a Andreas
Noire. Es un sádico y pedófilo notorio, y se me eriza la piel con
sólo mirarlo, con su rostro delgado oculto bajo la máscara de la
Asamblea y su peinado canoso. Puede que participe en su ritual
de llevar esas máscaras en ocasiones como ésta, pero le
reconocería en cualquier parte.
Iván Victore está implicado con lo peor de lo peor, los próximos
a por los que vamos a ir. Y todo este escenario amenaza con
hacer saltar por los aires nuestro duro trabajo.
Yo soy la figura que normalmente observa desde las sombras,
mientras que Hawke es con quien estarán familiarizados los
miembros de la Asamblea esta noche. Y sin embargo, aquí
estoy, obligado a estar en medio de este mar de monstruos
viles y pujar públicamente contra uno de los suyos.
Cuando lo único que quiero es meterle una bala en el cráneo a
este hombre e incendiar este lugar con gente como él y todos
los cómplices de Andreas Noire encerrados dentro.
Esta vez, aumento la oferta en otros cien mil. He perdido la
cuenta del total, pero sé que nos acercamos al millón. Me
importa un carajo.
Conocer al monstruo con el que se asocia este hombre casi me
hace vomitar. Me asaltan mil recuerdos torturadores y lucho
contra el impulso de lanzarme a través del mantel de satén
para arrancarle la garganta con mis propias manos.
Frunce los labios, considerando mi oferta. Entonces el hombre
mueve la cabeza hacia un lado, mirándome primero a mí y
luego al escenario por encima de mi hombro. No hay duda de
que sus ojos miran de arriba abajo a la chica que desfila detrás
de mí. Por un momento tamborilea con los dedos sobre la
tarjeta antes de sacudir ligeramente la cabeza y volver a
recostarse en su silla. El idiota es la viva imagen de la
relajación; levanta su copa en señal de saludo, y los aplausos
que llenan la sala confirmando mi victoria no son más que un
sordo rugido.
Siento que me arde la piel bajo el traje. Olvídate de arrancarle
la garganta, quiero arrancarle la cabeza de los hombros y
meterle las pelotas por la tráquea.
Foxglove Noire no tiene ni idea de lo que soy capaz de hacer, y
ahora mismo me está costando hasta el último gramo de
autocontrol no hacer algo que acabe por joder el plan en el que
hemos estado trabajando durante tantos años.
Los fantasmas de la mujer que decía ser su madre resuenan
por todas partes en este lugar, y respiro hondo y
entrecortadamente. Me siento estrangulado por este traje, la
pistolera que me aprieta los hombros y las nubes de espeso
perfume que me llenan la nariz.
Acecho a lo largo del borde exterior del escenario siguiendo
cada uno de sus movimientos mientras mi premio es guiado
hacia las escaleras por Keisha. Llega a lo alto de la escalera y es
entonces cuando nuestras miradas se cruzan. Ky y Ven han
aparecido, retrasándose un poco, pero están aquí igualmente.
No necesito mirarles; sabrán que este espectáculo de mierda
no estaba previsto para esta noche.
No hacen falta palabras para que sepan lo jodidamente furioso
que estoy.
La chica comienza a descender, pero se detiene cuando llega a
mi altura. Con los hombros erguidos, su rostro está lleno de
desafío, pero también detecto en él cierta cautela. Es lo
bastante inteligente como para saber que tengo su vida en mis
manos y que sería una estupidez provocarme.
—Thorne.. —un pequeño trago insinúa el nerviosismo que
yace apenas bajo la superficie.
—Cierra la puta boca —siseo con los dientes apretados, y ella
palidece visiblemente ante mi tono—. Sácala de aquí. —Fuera
de mi vista. Como sea. La orden es lanzada en dirección a Ky y
Ven, porque no confío en mí mismo. Si paso un segundo más
cerca de la persona con la que no quiero tener nada que ver en
este momento, existe la posibilidad de que haga algo de lo que
me arrepienta.
Sin mirar ni un segundo a la chica a la que supuestamente
compré por más de un millón, dejo a la heredera de la Casa
Noire (la puta que todos en esta sala querían comprar esta
noche) de pie en los escalones... sola.
Decirle a cada persona que me vea lo mucho que no la quiero.
Pero dejando muy claro que soy dueño de cada parte de ella.
Fox
Todo lo que quiero es escapar de estos bastardos enfermos.
Thorne Calliano es el idiota más insensible y calculador que he
tenido la desgracia de conocer.
Corro a ciegas por la mansión, arrancándome la máscara de la
cara, cubierta por un manto de sudor y humillación. Mi único
objetivo es desaparecer en el jardín exterior.
Detrás de mí, oigo a Ky gritar mi nombre; su voz profunda
resuena en el hueco de la escalera y en el suelo de mármol.
Quiero poner un océano de distancia entre mí y esa sala llena
de gente que ha presenciado mi vergüenza servida en bandeja
dorada para que todos la vean. Cada célula de mi cuerpo vibra
con un tipo especial de odio y asco después de lo que acaba de
hacer.
Especialmente quiero poner la mayor distancia posible entre
Thorne y yo.
Cuando empezó a pujar, encajaba perfectamente en el plan que
Poe había ideado mientras estábamos sentadas juntas entre
bastidores. Sólo que no se puede explicar que alguien sea un
idiota de corazón negro con nada más que un lodo tóxico y
maléfico corriendo por sus venas.
Mientras atravieso a empujones las puertas del fondo del
vestíbulo y me abro paso por los pasillos familiares de mi
infancia, me importa un carajo si algún baboso intenta
arrastrarme esta noche a una de esas habitaciones laterales. Ya
me siento barata, usada y descartada.
Thorne dejó caer una cantidad insondable de dinero
simplemente para comprarme en esa subasta, que era lo que
Poe me aseguró que sucedería, sólo para escupirme en la cara
con la forma en que me maldijo y se marchó furioso delante de
los miembros de la Asamblea.
Sea lo que sea lo que tiene planeado para arruinarme la vida y
hacerme pagar por los pecados de mi padre, desde luego ha
empezado con buen pie.
Considérenlo el vencedor esta vez. Mi humillación ha quedado
al descubierto, al igual que ocurrirá conmigo en la ceremonia
de Juramento.
—Fox —detrás de mí, la voz de Ky está cerca. Corta. Pero no
me atrevo a parar. Las lágrimas me escuecen en el fondo de la
garganta, y si hay un lugar en el que alguna vez me he sentido
segura aquí, es fuera de estos muros, perdida en el corazón de
estos jardines. Un lugar que se convirtió en mi refugio tantas
veces de niña y luego de adolescente. Correr en esta dirección
tan familiar me hace sentir como si hubiera retrocedido en el
tiempo, y ahora estoy atrapada en un bucle de mi pasado, que
parece querer infectar mi presente y mi futuro.
—No puedes huir para siempre —ahora hay burla en su voz.
Oírlo me hace gritar por dentro, y se me eriza la piel al pensar
que obviamente también se está riendo de mí. Todo este lío ha
encajado perfectamente en su plan de despellejarme viva
delante de los Anguis.
Mostrarme como su mascota y su posesión era parte de su
venganza. Supongo que ya han tenido éxito dos veces en ese
sentido.
El aire frío de la noche me golpea la piel cuando atravieso las
puertas francesas, pero no me detengo. Mis pasos apresurados
me llevan directamente hacia los altos setos. Paredes de
topiaria iluminadas por el resplandor de las ventanas
superiores de la mansión.
Aquí hay un jardín formal, no un laberinto como tal, pero está
lleno de enormes extensiones de vegetación recortadas en
hileras inmaculadas, y a la luz del día hay infinitos nichos y
rincones ocultos. Para los no iniciados, sería fácil perderse,
sobre todo en la oscuridad, pero yo viví aquí durante años y
pasaba todo el tiempo posible en estos escondrijos secretos.
Si hay algo que sé hacer con éxito en los terrenos de la Casa
Noire es desaparecer.
Estos imbéciles pueden cazarme toda la noche y tendrán suerte
si llegan a detectar un rastro de mi aroma. A menos que hayan
puesto un rastreador en mí como una parte de mí sospecha.
Bueno, en ese caso, soy tan buena como un pez enganchado en
el extremo de un señuelo. Cada vez que intente escapar, me
volverán a enganchar, con una púa de metal brillante
atravesándome la mejilla.
—No querrás quedarte atrapada aquí fuera en la oscuridad,
¿verdad? —Ky grita. Su voz se acerca, a mi izquierda y en
paralelo a donde estoy. Así que cambio bruscamente de
dirección y me dirijo hacia donde sé que hay una gran fuente y
estrechas aberturas entre los setos por las que puedo
escabullirme si me abro paso entre ellos.
—¿A dónde crees que vas? —Ky se burla.
Su risa cruel resuena en el aire nocturno. Me sigue, me pisa los
talones como una aparición fantasmal. Incluso en la oscuridad,
su presencia me envuelve con su fría y despiadada amenaza.
Otra risita espeluznante me pone los cabellos de punta.
—No hay ningún sitio donde puedas esconderte.
Tengo las palmas de las manos húmedas y la presión de la
sangre me sube a los oídos.
—¿Qué conseguimos si atrapamos a la pequeña zorrita? —
Cacarea entre el manto de oscuridad. Raven ha permanecido
en silencio, de forma preocupante, y eso hace que mis
emociones, ya de por sí exaltadas, se vuelvan algo más de
pánico. En el espacio de unos pocos latidos, la energía se ha
transformado.
Ahora parece como si realmente estuvieran a la caza aquí.
¿Quiero saber qué pasa si me atrapan?
—Corre todo lo que quieras. No puedes escapar, no de
nosotros —la amenaza resuena en los senderos sombríos y los
setos perfectamente ordenados. La oscuridad es casi total, y la
única razón por la que sé adónde ir son los años de memoria
que me invaden. En este punto, es más instinto y un sentido
desesperado de autoconservación que cualquier otra cosa lo
que me impulsa.
Mi talón se engancha en una piedra del sendero empedrado y
me tambaleo, pero en lugar de caer de rodillas, me estrello
contra la firme hilera de follaje. Me araña la piel como si me
hubieran raspado cientos de dientes finos y me deja un escozor
que me recorre todo el brazo.
Suelto un grito ahogado y me tapo la boca con la mano. El ruido
habría parecido el de un petardo en este espacio cerrado.
No tengo tiempo de pararme a pensar. En lugar de eso, me
froto el hombro raspado para aliviar el ardor y sigo adelante.
Al llegar al final del largo seto que sigo, doblo la esquina y me
dispongo a adentrarme en el jardín amurallado. Es entonces
cuando unas manos ásperas me agarran por detrás,
cubriéndome la cara y el torso. El corazón está a punto de
salírseme de la garganta y hago un ruido como un gato salvaje,
luchando contra los dedos que se clavan en mis mejillas y en la
curva de mi estómago.
Es Ky. Es imposible confundir su cuerpo, su olor y el calor que
irradia contra mi espalda y mis hombros. Incluso cuando me
retuerzo para luchar contra su agarre, un escalofrío recorre mi
piel desnuda presionada a lo largo de su torso.
—Siempre he querido perseguir a una linda zorrita por estos
jardines y follarla —su boca está junto a mi oreja y su
respiración es agitada, no por el esfuerzo, sino por la
expectación.
Santa mierda. Mi cerebro y mi cuerpo están en guerra sobre
cómo reaccionar. Sus palabras rezuman una retorcida
fascinación que parece una droga. La adrenalina inunda mis
venas hasta formar un potente brebaje de gasolina líquida
mezclada con chispas candentes. Cada intento de forcejeo no
hace sino estrechar más mi cuerpo entre sus garras.
Una vez más, recuerdo lo patética que soy cuando se trata de
defenderme. Mis vanos intentos de aprender no me han
llevado a ninguna parte si así de fácil puede dominarme un
hombre como Ky.
Ese pensamiento me arranca un gruñido. Que lo jodan. Me
niego a caer sin luchar, y no me ha inmovilizado ni los brazos ni
las piernas. Así que le doy una patada en el interior del pie con
el talón. No le doy bien, pero estoy segura de que toco algo
sólido y consigo golpearle el tobillo. A continuación, golpeo
hacia atrás con el codo, apuntando a la ingle, al estómago o a
cualquier otro sitio que pueda hacerle daño.
Su agarre se afloja, no mucho, pero lo suficiente para incitarme
a seguir resistiéndome, y muerdo los dedos que me cubren la
boca. Mis labios se humedecen al instante y mi lengua siente un
sabor cobrizo. Pero no me detengo a contemplar el hecho de
que acabo de derramar sangre, sino que salgo corriendo. Un
siseo amenazador surge detrás de mí mientras corro hacia el
corazón más profundo y oscuro del jardín. Un lugar donde los
setos son más altos y la tenue luz de la luna apenas alcanza el
sendero que tengo delante.
Sólo que, en mi prisa y pánico, he olvidado un detalle vital. Ky
no está cazando aquí solo.
Apenas avanzo tres metros antes de que aparezca una figura. El
lobo se materializa de la nada como una aparición. Su cadena
de plata destella hacia mí, mientras que el resto de Raven se
funde con la noche como si estuviera compuesto de sombra y
malicia en lugar de carne y hueso.
No me alcanza ni me agarra, pero su presencia me hace vacilar.
Cuando mi cerebro y mi cuerpo chocan, la comprensión me
invade en un escalofriante barrido a lo largo de mi piel
expuesta, me paro en seco y tropiezo.
Eso es todo lo que hace falta.
Una mano me agarra bruscamente del cabello y esta vez me
tira de la cabeza hacia atrás. La corta barba de Ky me roza el
costado de la mandíbula, mientras su otra mano, hambrienta y
exigente, me agarra la tela del vestido que me cubre el vientre.
La acción se clava al mismo tiempo en la suavidad de mi carne.
Detrás de mí, me rodea como un sólido muro.
Me ha inmovilizado en el sitio, frente a la sombría figura de
Raven, que se alza ante mí como una némesis de la oscuridad.
—Quítame tus malditas y asquerosas manos de encima —mi
gruñido es interrumpido por una mueca de dolor cuando
aprieta el agarre en mi cabello. El escozor me recorre el cuero
cabelludo como mil pinchazos.
—Una zorra tan desesperada. ¿No crees que es un buen premio
para nosotros, baby? —Ky ignora mis protestas y le habla al
hombre que está frente a mí. Oh, Dios. La forma en que habla
tan despreocupadamente, como si yo no estuviera aquí... no
hay razón para que eso me provoque un torrente de excitación.
—Thorne ni siquiera la quiere, pero está suplicando a gritos
que la rellenen de pollas —continúa. Tirando de mi cabeza
contra su pecho, forzando mi espalda a inclinarse como
resultado de su brutal agarre.
No me quiere.
Las palabras de Ky me recuerdan exactamente cómo y por qué
he terminado aquí de esta manera, y estoy palpitando con un
tipo especial de furia. Una alimentada por el cóctel de todas las
emociones por las que he pasado en las últimas semanas desde
que vinieron a por mí.
Soy una tempestad lista para derribar todo Port Macabre.
—Eres patético —la saliva salpica de mi boca y Ky suelta una
risita oscura contra mi oído.
Su proximidad y el calor de su boca me ponen la piel de gallina.
—¿Qué dices, baby? Creo que ya es hora de que le demos una
lección a esta zorra por intentar huir de nosotros —Raven
sigue sin responder, pero le noto moverse entre las largas
sombras. Su presencia se acerca y la tensión se aprieta en mi
estómago.
—¿No te encantaría tener sus alegres tetas rebotando en tu
cara mientras cabalga mi polla?
Se me forma un gemido en la garganta, pero me lo trago.
—Soy tu peor puta pesadilla. Suéltame.
—Oh, no lo dudo ni por un segundo. Nuestro caos, furia y
venganza, todo envuelto en un bonito paquete para que lo
arruinemos.
Su mano libre recorre mi cuerpo en un reclamo posesivo. Ky
me explora con la determinación de un hombre que ha sido
negado y tentado durante demasiado tiempo sin descanso. Lo
que le retenía hasta ahora se ha disuelto en la oscuridad que
nos envuelve a los tres. Lucho contra el impulso de mover las
caderas mientras su palma abrasadoramente caliente explora
mi figura. Primero se desliza por mis pechos cubiertos y luego
baja hasta acariciarme el coño a través del suave tejido.
—No me toques —mentiras salen de mis labios mientras me
retuerzo bajo su brutal agarre. Siguiendo la curva de sus dedos,
me balanceo sutilmente contra la base de su palma en un
segundo.
Dios, no soy más que hambre y necesidad.
—Jesús. Te garantizo que suplicará por tu polla patéticamente,
baby. —Ky presiona más fuerte, el calor irradia de mi coño
directamente a través de mi vestido—. Justo como te gusta.
Fox
Esto no debería excitarme.
Estoy enfadada hasta lo más profundo de mi alma.
Pero estos hombres pueden hacerme sentir algo más, y esta
noche quiero alcanzar cualquier cosa que sustituya la
humillación de la subasta. Cualquier cosa a la que pueda
aferrarme, aparte de esta sensación actual de no ser deseada,
pienso agarrarla con fuerza con ambas manos. En el fondo,
estoy agotada. Harta de la abrumadora sensación de estar
fuera de control. Que hagan la mierda que quieran con mi
cuerpo y me hagan olvidar el miserable estado de mi vida.
Aunque pueda significar mi ruina, elijo jugar con sus reglas.
—Por favor, no me obligues a hacer esto —hay una pequeña
parte de mí escondida que realmente podría querer decir esas
palabras. Sin embargo, ha sido anulada por el diablo cachondo
que está actualmente al volante. El que quiere joder todos los
pensamientos de Thorne Calliano fuera de su sistema.
Ky chasquea la lengua y me empuja hasta ponerme de rodillas.
La abertura de mi vestido permite que la tela se amontone, y
mi piel se raspa fuertemente contra el frío y áspero sendero.
Reajusta su agarre en la base de mi cráneo y se coloca frente a
mí.
—¿Me vas a obligar?
Ladea la cabeza.
—Apuesto a que te gustaría demasiado —Prácticamente puedo
oír su sonrisa malvada.
Hay una energía enervante que irradia de Raven, que está a su
lado; todo en él parece depredador. Con Ky, sé que estamos
jugando una especie de partida retorcida, pero con él... no estoy
segura de sí es un juego o si realmente me forzaría contra mi
voluntad. Es impredecible, y eso me produce un escalofrío.
Un nuevo torrente de humedad cubre el interior de mis muslos.
No puedo evitar apretarlos.
—Saca la lengua, zorrita.
Mierda, esto está pasando de verdad. Obedientemente, abro la
boca y, de inmediato, Ky utiliza su mano libre para meterme el
dedo corazón y el anular antes de que recapacite y cambie de
opinión. Presionando tan fuerte y tan atrás que empiezo a
atragantarme, la saliva se acumula rápidamente en las
comisuras de mis labios.
Ky hace un ruido de desaprobación, una lengua chasquea
desde detrás de la máscara de cráneo, mientras sus dedos se
mecen hacia delante y hacia atrás, provocándome arcadas.
—Te pusiste voluntariamente en esa subasta. ¿Qué pensabas
hacer? ¿Ibas a abrir bien tu coño para cualquier jodido viejo
pervertido que decidiera comprarte?
Hago un sonido áspero alrededor de sus dedos. La saliva me
resbala por la barbilla y me lloran los ojos.
El resultado es una inclinación hipnótica de su cabeza.
—Vamos a usarte exactamente como estabas dispuesta a ser
usada. ¿Creías que ponerte en esa subasta te salvaría de
nosotros? —Su rostro enmascarado está casi oculto entre las
sombras, pero sé que hay un gruñido curvando sus labios.
Puedo oírlo.
—Nos perteneces, cariño. Y vas a obedecernos el resto de tu
vida, así que será mejor que seas útil.
Mis rodillas aúllan como perras, mientras mi clítoris palpita
ante sus palabras despiadadas, y no entiendo por qué mi
cuerpo reacciona así. Tan deseoso de su crueldad.
—Thorne te compró y ni siquiera te quería... pero tu coño ha
sido pagado, así que sigue adelante y sé una putita perfecta
para nosotros, nena —baja sus feroces rasgos vikingos hacia
los míos, y sólo puedo ver negro en sus ojos normalmente
verdes—. No vas a ser más que un agujero en el que meter
nuestras pollas en la ceremonia de juramento, así que ahora es
el momento perfecto para domarte. Nuestro propio juguetito
sucio.
Las lágrimas caen por mis mejillas, sin duda llevándose mi
maquillaje. Lo peor de todo es que Ky tiene razón. Me subí
voluntariamente a ese escenario, y corría todo el riesgo de que
Thorne (o cualquiera de estos hombres que están ante mí) no
lograra ganar la puja por mi cuerpo. Poe me había asegurado
que tenía un plan infalible, que Hawke intervendría en caso
necesario, pero el objetivo de la velada era vender placer.
Me ofrecí a cambio de dinero. Resulta que estoy a punto de
cosechar las consecuencias de mis actos con los mismos
hombres que ya dicen poseerme.
—Sácame la polla. —cuando Ky habla a continuación, no soy
más que la perfecta zorra que obedece. Jugueteo con su
cinturón y su cremallera en la oscuridad hasta que libero su
erección; esa barra plateada me destella a la tenue luz de la
luna mientras se balancea frente a mi cara. Al verlo, se me hace
la boca agua y apenas puedo ver su expresión, pero aun así lo
miro con ojos suplicantes.
Pulsa sus dos dedos contra mi lengua.
Mi coño se aprieta, imaginando cómo se sentirían repitiendo
ese mismo movimiento metidos hasta el fondo.
—Sé una buena putita para nosotros, y puede que incluso se te
permita un orgasmo esta noche —justo en el momento en que
mi mandíbula empieza a arder, Ky me suelta. Pero es sólo un
segundo, apenas lo suficiente para que mi garganta trague
antes de que él ataque. Sustituye sus dedos por la cabeza
perforada de su polla, que me meto en la boca con avidez.
Es suave y aterciopelada, invade con la abundancia de energía
arrogante que le es tan natural. La sensación desconocida del
metal se desliza por mi lengua mientras su aroma almizclado
llena mi nariz. Joder, me llena a la perfección, y su sabor hace
que quiera poner los ojos en blanco.
—Maldita sea —el gruñido de oscuro placer en su voz me
provoca cosas indecentes por dentro. Con el calor
acumulándose junto al incesante dolor de mi coño. Lo que
quiero es meter la mano entre las piernas y frotarme el clítoris
mientras él me folla la garganta. Sin embargo, no me ha dado
permiso para ello, y sospecho que está probando hasta qué
punto estoy dispuesta a ser buena para él.
Para ambos.
—Esa puta boca sucia. —Ky me sujeta el cabello por encima de
la cabeza y empuja sus caderas hacia delante—. Tan
jodidamente bonita así.
Hago todo lo posible por mirarlo, lamiendo y sorbiendo su
gruesa longitud, concentrándome en respirar por la nariz
mientras él aumenta la intensidad y me golpea la parte
posterior de la garganta. Una y otra vez. Sus gruñidos llenan la
oscuridad y son el puto ruido más sexy, y esta sucia escena que
estamos creando aquí mismo es exactamente lo que estaba
deseando. Ser utilizada por ellos y tratada como su juguete
perfecto.
Pero no tarda en retirarse, dejando un largo rastro de saliva
colgando de mi barbilla. Con el pulgar, limpia la suciedad y se la
lleva a la boca.
Se me escapa un gemido de protesta, mientras mis rodillas
están jodidamente arañadas y mi tanga completamente
empapada.
—¿Suficiente espectáculo para ti, baby? Déjame ver cómo le
follas la boca a nuestra zorra —el sabor de Ky todavía persiste
en mi lengua, y sin embargo soy un desastre temblando en
anticipación de lo que será Raven. Cómo se sentirá su polla en
comparación.
Esta vez, no me muevo para sacarla. Me siento sobre mis
talones, esperando obedientemente. Hay una línea tácita en la
arena en la que este hombre sólo hace las cosas a su manera.
Sospecho que aún no se ha hecho a la idea de tener algo que
ver conmigo, la persona que representa todo lo que odia, y
mucho menos follarme.
Sus dedos destellan plata cuando se desabrocha el cinturón. El
ruido metálico de la hebilla hace que mi clítoris palpite como
una especie de respuesta automática a este hombre. Anticipo lo
que puede venir a continuación y jadeo.
¿Hasta dónde estará dispuesto a llegar si puedo demostrar que
soy lo bastante buena para él?
Raven asoma en la oscuridad, aún oculto por la noche y la
calavera que le cubre la mitad de la cara, pero, aun así, su calor
se acerca. Tiene la polla en el puño, y joder. Este hombre es
grueso y venoso, y la cabeza está hinchada con un brillo de
humedad ya formado en la punta. Me relamo los labios y
vuelvo a sacar la lengua.
No puedo prepararme para él. Una mano me sujeta el cuello
por delante para mantenerme en mi sitio mientras arrastra su
gorda cabeza sobre mi labio inferior. Me unta de líquido
preseminal antes de meterme la polla en la boca sin previo
aviso.
No tengo tiempo de adaptarme. Es rudo y me utiliza; dándose
placer con firmes embestidas que me llegan enseguida al fondo
de la garganta. Hace que me atragante con su polla y me
convierte rápidamente en un desastre babeante.
Cuando el movimiento se agita detrás de mí, no puedo evitar
gemir con la boca llena de su preciosa polla. Dios, espero que
este sea el momento en que alguien me folle porque, de lo
contrario, me voy a quemar.
—Ayúdame a moverla —dice Ky.
La polla de Raven se desliza de mi boca con un chasquido
húmedo. Me levantan el vestido y me colocan de nuevo con un
brazo alrededor de la cintura para levantarme de las rodillas y
ponerme de pie. Alargo la mano y me agarro a los muslos de
Raven para apoyarme. No sé si me dejará tocarle así, pero es lo
mejor que puedo hacer dadas las circunstancias.
Ky es un hombre poseído, tirando del trozo de tela empapado a
un lado.
—Estás empapada. Tan jodidamente desesperada por esto,
¿no?
Inclinándose sobre mi espalda, me muerde el hombro, y la
conmoción del pinchazo hace que me sacuda debajo de él. El
pulso frenético entre mis piernas no hace más que
intensificarse.
—Esto te va a excitar, ¿verdad? Saber que no puedes luchar
contra nosotros debe hacerlo.
Cierro los ojos de golpe y me concentro en respirar
tranquilamente, absorbiendo el golpe de sus crudas palabras.
Es entonces cuando decide atacar. Su calor y su poderoso
cuerpo desaparecen de donde había estado hace un segundo, y
su boca me cubre por detrás. Cada roce y vello de su barba me
hace jadear. Sueno como una zorra: se ha quitado la máscara y
su lengua se sumerge en mi humedad. Mientras me tortura el
coño, vuelvo a deslizar los labios sobre la polla de Raven,
trabajándola como si mi única tarea fuera hacer que este
hombre se corra en mi garganta.
Como si mi vida dependiera de ello.
Que, de una manera retorcida, tal vez lo hace.
Tiemblo mientras Ky me penetra con la lengua y su barba corta
me araña la carne sensible. Me lame, me chupa y me da vueltas
por todos los sitios mientras me come hasta que ya no puedo
aguantar más.
Gimoteando alrededor de Raven, debería haberlo sabido, el
idiota no está haciendo esto por mí. Ky se aparta de mí justo
cuando estoy al borde del abismo. En lugar de caer en un
orgasmo, el culo me escuece inesperadamente con un dolor
punzante.
Una nalgada.
Al mismo tiempo que el agudo chasquido me recorre la nalga,
la polla que tengo en la boca me bloquea las vías respiratorias.
Se me escapa un grito ahogado de dolor como resultado de la
fuerza conjunta de la bofetada y la necesidad de tragar
alrededor de su punta al mismo tiempo. La sensación me
recorre como una estampida y mi clítoris palpita con latidos
propios.
Las caderas de Raven retroceden, permitiéndome respirar un
par de veces, pero sus dedos ejercen más fuerza y me aprietan
la garganta. No me avisa antes de que sus caderas vuelvan a
empujar hacia delante, encontrando un ritmo de castigo. Creo
que se está acercando, y yo floto en el torrente de sensaciones,
abrumada por lo que ambos me están haciendo.
Varios golpes más caen sobre mis nalgas. Un calor abrasador
me cubre la piel y me humedezco cada vez más, sintiendo la
huella de su palma imprimiéndose en mi carne.
—¿Querías que un extraño te hiciera lo que le diera la gana
durante veinticuatro horas? —Ky acentúa sus rudas palabras
con más nalgadas punzantes, alternando de un lado a otro—.
Ahora tendrás que enfrentarte a las consecuencias de intentar
escapar de nosotros, aunque sea por poco tiempo.
Al lobo que tengo delante, que me llena la boca con su polla una
y otra vez, no le importan mis labios magullados ni mis
protestas y gritos ahogados. Está tomando cada onza de lo que
desea, exprimiendo su placer mientras mantiene un apretado
agarre en la parte delantera de mi cuello.
La sola sensación de que me sujete así hace que me duela el
coño. Aparentemente, soy un nivel totalmente diferente de
zorra para Raven flexionando sus fuertes dedos alrededor de
mi tráquea.
Cada vez que su polla golpea el fondo de mi garganta, aprieta
ligeramente, haciendo ruidos bajos y sucios de placer.
No soy más que suya para usarla, y me he desviado hacia ese
espacio perfecto en el que me dejo llevar y cedo el mando de mi
cuerpo.
En un mundo normal, especialmente dentro del club, habría
límites, palabras de seguridad y cuidados posteriores. Pero
todo en nuestras vidas está jodido. Así que disfruto de la forma
en que me dan exactamente lo que necesito, a su manera
retorcida.
—Jesús. Joder. —Ky me agarra las caderas por detrás, y la
cabeza de su polla presiona contra mi entrada—. Será mejor
que te corras al mismo tiempo que yo, baby. —Le gruñe a
Raven.
—Date prisa y fóllate a la puta ya.
Mierda.
Es la primera vez que el otro hombre habla, y su voz es un tono
grave y áspero que se engancha detrás de mis costillas. Sus
palabras son ásperas y crudas, y no debería sentir en absoluto
que me ha dado una estrella brillante por ser un agujero que
puede utilizar para correrse. Pero me aferro a esas palabras
como si fueran oro en polvo y en absoluto como si me las dijera
mientras me folla la cara en un jardín a oscuras.
Ky suelta un siseo de placer cuando se hunde en mí hasta la
empuñadura. Estoy tan jodidamente mojada que se desliza con
facilidad. Sus caderas chocan con mi culo y se queda ahí un
momento.
—Dios, está tan jodidamente apretada. —Clava sus dedos en la
parte carnosa de mis caderas—. Nuestro juguete perfecto para
jugar cuando queramos.
Su polla me estira y me arrastra hacia el orgasmo que se me ha
negado hasta ahora mientras él empieza a bombear sus
caderas.
Estoy gimiendo ruidos desesperados alrededor de la polla de
Raven. Sonidos incoherentes que son algo así como sí y por
favor.
—Córrete para mí. Muéstranos a quién perteneces.
No hay quien lo pare. Me corro. La sensación de la longitud de
Ky arrastrándose contra mis paredes internas y la forma en
que su piercing golpea justo en el lugar adecuado me hacen
caer directamente hacia el clímax.
A estas alturas, he perdido toda técnica con la mamada de
Raven, está usando mi boca para perseguir su liberación, y su
polla patea antes de que el sabor salado de su semen estalle en
mi lengua. Obedientemente, trago hasta la última gota.
Gruñidos y un ruido oscuro llenan el aire mientras mi garganta
trabaja, y eso debe excitar a Ky.
—Joder. Joooooder —su polla se hunde profundamente, luego
palpita, y me llena, embistiendo mientras su liberación sale a
chorros dentro de mí.
Todo lo de esta noche me golpea a la vez. Estoy flácida,
aturdida y más que un poco sucia. Me tiemblan y duelen las
rodillas, me duele la mandíbula y, mientras Ky se desliza fuera
de mí, un rastro de humedad recorre mis muslos para sumarse
a los residuos que cubren mi lengua.
Ky pasa la palma de la mano por la mezcla de mi excitación y su
semen, antes de rodearme, cubrirme la boca con la palma y
pasarme dos dedos por los labios.
—Tan malditamente dulce. Pruébanos, nena.
Sin dudarlo, hago lo que me dice. Le lamo la palma de la mano y
le paso la lengua por los dedos mientras él tararea un oscuro
sonido de aprobación.
—Eso es. Limpia hasta la última gota.
Joder. El grueso filo de lujuria de sus palabras me deja fuera de
mí por el placer y el agobio de sensaciones... intentando
mantener algún tipo de asidero en mi cordura. ¿Puedo
racionalizar lo que acaba de pasar? ¿Debería?
De alguna manera sospecho que no hay necesidad de
pensamiento racional en lo que respecta a Kyron Harris, o
estos otros hombres.
Los sonidos a mi alrededor se desdibujan y se vuelven
borrosos, y siento la tentación de acurrucarme y dormir aquí
mismo, en la grava. Creo que los dos están hablando por
encima de mi cabeza, pero no capto lo que dicen. Al menos, de
momento, floto en una nube de euforia, con el cuerpo
tarareando una melodía a la que podría acostumbrarme.
Todos los pensamientos y sentimientos de antes se han
esfumado en alas orgásmicas, y la pesadez me hace cerrar los
párpados.
El bajón llegará pronto, pero por ahora, me esconderé feliz
aquí... un poco más.
Ky
Las ganas de tener a esta chica pegada a mí el resto de la noche
me consumen. Pero necesita su propio espacio para relajarse
después de todo lo que ha pasado esta noche en la Casa Noire.
Después de follar en el jardín, Ven y yo la llevamos a mi coche,
donde se acurrucó en el asiento delantero y se durmió. No es
que me sorprenda.
Esta noche ha sido... mucho.
Por fin, conseguí follarla y compartirla con Ven, bueno, fue un
giro inesperado de los acontecimientos. Tampoco va a ser la
única vez que ocurra. La sensación de su canal apretado y
aterciopelado succionando mi polla mientras se deshacía va a
ser difícil de ignorar cada vez que la mire a partir de ahora.
Nunca he experimentado nada igual. Nuestro nuevo juguete es
el maldito coño más caliente que jamás podría haber soñado.
Y es toda nuestra.
Más le vale a Fox hacerse a la idea de que esto no será cosa de
una sola vez.
Además, pude ver en los ojos de Ven que también se la habría
follado si hubiéramos tenido más tiempo. Pero tal como
estaban las cosas, nos entretuvimos en los jardines el tiempo
suficiente para una noche.
Se marchó en su moto de vuelta al complejo, dejándome a mí
solo para llevar a la chica a casa. Lo cual me pareció muy bien.
¿Una chica cubierta de mi semen y oliendo a sexo sucio en el
asiento delantero de mi coche? Ya estoy imaginando todas las
formas en que puedo tenerla exactamente así una y otra vez.
Usada y preciosa.
Parece que me pertenece. A nosotros.
Aunque hay un idiota en la ecuación que necesita sacar la
cabeza de su culo.
De mala gana, la meto en su cama, pensando que, aunque no
pueda obligarla a dormir en la mía, al menos la ayudaré a
quitarse el vestido, a desmaquillarse y asegurarme de que se
ponga una de mis camisetas.
Está medio dormida y es tan malditamente dócil que me
permite hacer lo que quiera. A Fox no parece importarle. Mi
polla se agita ante esa pequeña confirmación de lo que le gusta
a esta chica.
Después de todo eso, voy a buscar al hombre en persona.
Encuentro a Thorne sentado en el gran porche de la parte
trasera de la propiedad. El cielo ha hecho una tregua y se ha
despejado, revelando una alfombra de estrellas que cubren el
panorama negro sobre nosotros.
Se está tomando una cerveza. Veo otra en el suelo, junto a su
pie, y le doy un manotazo antes de desplomarme en la silla de
enfrente.
Joder, qué aspecto más sombrío y anguloso tiene con la cálida
luz ámbar que sale del interior de la casa. El resplandor se
derrama sobre el entarimado de madera como la miel,
ofreciendo la iluminación suficiente para sentarse aquí fuera
con la única compañía de la tranquilidad del bosque.
—Hawke envió los detalles de quién ha sido asignado a qué
objetivos —giro la tapa de mi cerveza y suelta un siseo
satisfactorio. Trabajaremos con la información recopilada a
medida que nos llegue de las chicas vendidas en la subasta
durante las próximas semanas. Para algunas de ellas, podría
convertirse en una misión a largo plazo, pero sólo sabremos
más cuando pasen las próximas veinticuatro horas.
Thorne asiente e inclina el cuello de su cerveza hacia atrás.
No puedo evitar ver cómo se sacude su garganta al tragar.
Me produce la misma sensación familiar de anhelo que me
invade por dentro. Un sentimiento que he aprendido a
reprimir, a rechazar y a hacer todo lo posible por ignorar
durante mucho tiempo.
Tras una pausa, deja caer la cabeza hacia atrás para apoyarla
en la parte superior de la silla. No mira nada en particular con
una pesadez que le cubre los hombros.
Se ha quitado el traje y lleva un pantalón de chándal con una
camiseta de manga larga. Aunque la noche de otoño es fresca,
lleva los pies desnudos. Aunque Thorne siempre parece un
espécimen jodidamente perfecto de músculo y poder,
aprovecho cualquier oportunidad para verlo así. Cuando
parece más él mismo.
—Te la follaste —afirma. Manteniendo la mirada fija en el cielo
nocturno.
—Ella lo necesitaba —me encojo de hombros. Es la verdad. No
hubo nada que hiciéramos esta noche que Fox no quisiera que
hiciéramos con ella. Incluso si su mente no está completamente
a bordo, todavía.
—¿Ven, también?
Utilizando mi botella para ocultar mi sonrisa burlona, me
pregunto si Thorne se da cuenta de lo transparente que es en
realidad debajo de toda esa mierda que lleva como un escudo.
—¿Quieres que te dibuje un maldito diagrama o qué? —me
burlo.
Thorne gruñe.
—¿O prefieres fotos?
Levanta la cabeza y sus ojos están helados. O tal vez ardientes.
Me ve con esa mirada que siempre me ha dirigido desde que
era un niño delgaducho y los gemelos Calliano me salvaron la
vida.
Lo que sea. Puede intentar intimidarme con esos preciosos ojos
todo lo que quiera. En cualquier caso, ese pequeño detalle
captó su atención, incluso si está tratando de persistir con esta
farsa de que no está interesado en Fox, por ahora.
No es que tenga fotos de esta noche. Claro que no, estaba
demasiado ocupado persiguiendo a una chica guapa en la
oscuridad como para grabar nada, pero no se lo voy a decir.
Joder, ojalá lo hubiera hecho. Ven se veía tan guapo follándose
su boca; casi me vuelvo loco viéndolos juntos así. Pero guardo
esa pequeña información para más tarde. Parece que nuestro
poderoso Thorne Calliano podría ser más voyerista de lo que
pensaba.
Decido dejarlo a su aire, pero no sin remover la mierda antes,
porque yo soy como soy.
Al pasar, choco el cuello de mi cerveza contra el suyo.
—Gracias por comprarla para que juguemos con ella, por
cierto.
Sus ojos de zafiro se estrechan sobre mí.
—Lástima que no hayas tenido la oportunidad de sentir cómo
se siente un coño apretado que vale un millón de dólares
cuando se corre sobre tu polla.
Ven
Le he dado suficientes puñetazos a esta maldita bolsa como
para dejarme doblado y con arcadas.
Una esquina de nuestro gimnasio a medida está preparada
para que entrene. Con equipos de boxeo y cuerdas pesadas,
mierdas que puedo golpear duro.
Cuando me someto a un entrenamiento agotador, parte de la
tensión ya ha desaparecido de mi organismo. Pero sigo con los
nervios de punta.
Lo que suelo hacer en un momento así, cuando siento que la
sangre se me va a salir del cuerpo en un torrente, es dirigirme
al bosque. Hay una cabaña aislada, escondida entre los árboles
junto a uno de los caminos de tierra, a la que solo se puede
acceder a pie o en moto, y ni siquiera Ky o Thorne saben dónde
desaparezco cuando estoy allí.
Justo como me gusta, joder.
Es mejor que arriesgarme a perder los papeles con ellos o
hacerles daño... o algo peor. Lo entienden y no me cuestionan,
pero, aunque ahora mismo quiera desvanecerme en la niebla,
no puedo irme.
Estoy a punto de recibir una llamada telefónica con los detalles
de mi próximo objetivo. El cuándo. El dónde. El quién. Así que,
hasta que eso ocurra, estoy atrapado aquí en el complejo con
una correa en mi paciencia que amenaza con romperse en
cualquier momento.
Si no estuviera tan inquieto, estiraría los músculos y usaría la
sauna. Pero no me jode nada de eso, así que me conformo con
una ducha caliente. Después, podré escabullirme para dar un
largo paseo en moto y, al menos, esperar a que pase la llamada
en un espacio amplio y abierto donde las criaturas de mi mente
puedan vagar a sus anchas.
A veces, estar entre estas cuatro paredes es como estar
atrapado en una jaula.
Aunque sé que esa ya no es mi vida.
El cabezal de la ducha empieza a echar vapor a los pocos
segundos de encenderla, y los azulejos del baño empiezan a
humedecerse a medida que el calor del agua se apodera de él.
—Parece que te vendría bien una mano aquí, baby. —Ky entra
justo cuando me estoy quitando la camiseta, y su sonrisa es
enorme.
Le tiro la camiseta sudada. —Sí, puedes lavármela.
Nunca ha rehuido mi oscuridad. Siempre me hace volver a la
luz, una y otra vez, cuando él tiene más que suficiente con su
propia mierda.
—Tentador. Pero tengo una idea mejor.
Mientras me recuesto contra el tocador frente al espejo, me
cruzo de brazos. Tiene ganas de jugar, y parece que nunca
puedo negárselo a este hombre.
—Planeas ser un buen chico para mí ¿no? —mi polla se
despierta al verlo, sin camiseta como siempre y recién salido
de la piscina por lo que parece.
—El mejor —los ojos verdes de Ky bailan sobre mí y no odio la
forma en que admira abiertamente mi cuerpo. Es fascinante,
pero por alguna jodida razón, parece capaz de pasar por alto
toda mi mierda y se queda, incluso cuando le digo que estaría
mejor sin mí.
—Tu polla prueba un coño fresco, y ahora mírate. Desesperado
por follar dondequiera que puedas conseguirlo —me burlo de
él. Sabiendo perfectamente que le encanta cuando estoy así.
Ky se estremece y acorta la distancia que nos separa. Su grueso
miembro ya está duro contra la parte delantera del bañador y
su piel bronceada está húmeda. No sé cómo se las arregla para
parecer rudo y guapo al mismo tiempo, pero su larga melena
está despeinada y húmeda, y quiero hundir los dedos en ella
mientras se arrodilla para mí.
—Hmm —me coge los pantaloncillos y me pasa una mano por
debajo de la tela sobre mi duro miembro—. Te aseguro que
sentirás lo mismo cuando sepas cómo te aprieta la polla como
si fuera un sueño. —me aprieta con la palma de la mano hasta
que suelto un siseo.
—Lo dices como si fuera una conclusión inevitable.
Los destellos dorados de sus ojos brillan con picardía.
—Es sólo cuestión de tiempo, baby —por encima de mis
pantaloncillos, ahora me toca más fuerte. Frota y se burla
mientras con la otra mano hace lo mismo consigo mismo.
Estamos codo con codo en la nube de vapor que se arremolina
mientras la cascada de la ducha se derrama en la zona de
azulejos que hay a nuestro lado.
La mirada de Ky se posa en mi boca, y esa es mi jodida
debilidad. Odio besar, pero con él hace que parezca lo más
natural del mundo.
—Deja que cuide de ti —murmura, y quién soy yo para decir
que no a una oferta así.
—¿Vas a suplicar por mi polla? —Le agarro la mandíbula. La
forma en que su corta barba se clava en mi piel es tan
jodidamente adictiva. Sentir ese firme rasguño y arañazo es
una sensación que me encuentro persiguiendo, y aplasto mi
boca contra la suya.
Me encanta cuando está así. Mi buen chico que se doblega por
mí y nunca se rompe.
No somos más que dientes, lamidas e intensos mordiscos en los
labios y la mandíbula del otro. Succiono con fuerza su lengua y
Ky se derrite por mí.
Sí, joder, le encanta cuando hago eso.
La parte más oscura de mí devora cada gota de su gemido de
placer contra mi boca.
Tantea para deshacerse de nuestros dos pares de
pantaloncillos. Cuando se trata de nosotros dos, siempre
parecemos estar hambrientos el uno del otro.
Su áspera palma envuelve mi polla rígida y emite un sonido de
satisfacción en ese tono profundo y dominante que retumba en
mi interior.
—Ducha. Ahora —le muerdo el labio inferior, le planto una
mano en el pecho y lo empujo hacia atrás.
Ky se coloca contra la pared del fondo, coge una botella de algo
jabonoso y se echa unas cuantas pasadas en la mano.
—Trae esa gran polla tuya aquí —se arquea para mí contra la
pared y se le dilatan las pupilas. Me zumba bajo la piel mientras
lo enjaulo, con los brazos apoyados en las baldosas a ambos
lados de su cabeza. El chorro de agua me golpea la espalda
mientras el vapor se entremezcla con el tenue aroma del jabón
de sándalo.
Agarra nuestras pollas y las aprieta firmemente juntas.
—Joooder… Sí —dios, su firme agarre hace que toda la sangre
corra hacia mi ingle. Dejo caer la cabeza contra su cuello—. Así.
Con movimientos largos y firmes, Ky nos masturba a los dos al
mismo tiempo. Frota nuestras pollas y deja que el
deslizamiento resbaladizo del jabón nos ponga frenéticos.
Hundo mis dientes en su cuello.
Los dos jadeamos y gruñimos. Los sonidos de nuestra
búsqueda de la liberación resuenan en las oscuras baldosas de
las paredes y el suelo.
—Jesús. Ungggghhhh —el puño de Ky nos acaricia más fuerte y
más rápido. Su punta perforada frota deliciosamente la cabeza
palpitante de mi polla. Cada vez que su mano la recorre, la
tensión sube, trabada y cargada en la base de mi columna
vertebral.
Muerdo la curva de su cuello, rozando con los dientes su nuez
de Adán. Susurra todo tipo de maldiciones ininteligibles de
placer mientras yo rastrillo su piel, apretándonos aún más.
Mi columna vertebral se pone rígida. La lujuria corre por mis
venas.
—Ven... joder... —Se estremece; el tono ronco de su voz es de lo
más erótico.
—Será mejor que te corras por mí ahora mismo —gruño
contra su garganta, y eso lo mata. Nos agitamos el uno contra el
otro. Nuestros cuerpos húmedos se mueven al unísono y, al
mismo tiempo, cuando sus caderas avanzan, piel contra piel,
me arranca un orgasmo que me deja los ojos blancos.
El semen se dispara sobre nuestros abdominales y su mano
mientras nos descargamos al unísono con la respiración
entrecortada.
Pasan unos minutos antes de que podamos movernos. Ky me
quita el cabello mojado de la frente, y yo estoy demasiado
absorto en el momento como para hacer otra cosa que
disfrutar de sus caricias.
Sólo durante este largo segundo, entre el palpitante confort del
agua caliente contra mi espalda y la dulzura del hombre que
tengo delante, que sin duda no merezco, se me cierran los ojos.
Pero es algo fugaz; sabemos que ninguno de los dos puede
permanecer suspendido en el tiempo, ese tipo de lujo no
pertenece a hombres como nosotros.
Ambos nos duchamos como es debido. El mierdecilla sigue
mirándome la polla como si estuviera listo para el segundo
round, aunque todo lo que tenía en mente se interrumpe
cuando llega un mensaje de Thorne, que al parecer lo necesita
para algo.
—Ese idiota necesita echar un polvo —refunfuña Ky mientras
teclea una respuesta en su teléfono.
Me pongo una camisa limpia y busco unos pantalones. Se
envuelve la cintura con una toalla y desaparece en su
habitación sacudiendo la cabeza y murmurando para sí mismo.
Algo acerca de tener un bloqueo de polla dentro de su propia
casa.
Cojo el móvil y me dirijo en otra dirección. Mis pies me llevan a
la cocina, donde encuentro a la mismísima súcubo de la Casa
Noire, el caos que ha entrado en nuestras vidas, llenando un
vaso con hielo y agua.
Llevando nada más que su ropa de entrenamiento.
Si es que lo que lleva puesto puede llamarse así. Es un
sujetador y unos minúsculos pantalones cortos ajustados que
no dejan absolutamente nada a la imaginación.
Esta zorra es tan mala como Ky por no ponerse nunca ropa.
Es toda curvas suaves y tatuajes, y la tela elástica se amolda a
sus nalgas. Me da la espalda cuando entro en la cocina; el
sonido del grifo abierto, mezclado con la música que tiene
puesta en el móvil, oculta mis pasos. Y quizá sea el hecho de
que aún estoy flotando un poco, tan poco después de que Ky
me arrancara un orgasmo, pero me apoyo en la encimera, justo
detrás de ella, con los brazos cruzados.
También podría aprovechar esta oportunidad para recordarle
a la chica que no es seguro bajar la guardia, especialmente no
cerca de nosotros.
Fox cierra el grifo, coge su teléfono y, al darse la vuelta, acaba
casi lanzándome el vaso a la cabeza con un chillido.
Rápidamente alargo la mano y agarro su puño con el mío,
evitando que el cristal caiga y se haga añicos por todo el
cemento pulido. No necesitamos un desastre así.
—Mierda —unos ojos azules me miran—. Avisa a una chica la
próxima vez que quieras jugar al acosador, ¿quieres?
Me paso la lengua por los dientes. No le doy nada, pero le
suelto la mano cuando sé que no va a soltar el maldito vaso.
Me señala con el dedo con la mano libre, la que sujeta el
teléfono. —Vas a tener que aprender a hablarme, sobre todo si
te gusta follarme la boca y echarme semen por la garganta. —
Su lengua empuja en el interior de su mejilla mientras pone
mala cara.
Me enfrento a ella con mi propia expresión severa. Pero cuando
nos enfrentamos en el pequeño espacio de esta cocina, hay risa
en las finas líneas que se arrugan alrededor de sus ojos. Tiene
las mejillas sonrosadas y el cabello húmedo le enmarca la cara
porque, obviamente, acaba de terminar de hacer ejercicio.
—Creo que eso debería valerme un saludo como mínimo —
mueve los labios y me dedica una sonrisa torcida.
Esa mierda no me afecta, pero es exactamente por lo que Ky la
persigue como un perro jadeante.
Mi boca se tuerce mientras le devuelvo la mirada. Tiene fuego,
lo reconozco. Así que le doy un poco de cuerda y permito que
juegue conmigo por el momento. ¿Qué daño puede hacer? Se
atragantó con mi polla como en un puto sueño.
Manteniendo los brazos cruzados, me inclino hacia delante,
poniéndome justo en su cara. —No.
La sonrisa de Fox se ensancha para mostrar una hilera de
dientes blancos y su nariz se contrae ligeramente, haciendo
que el aro plateado de su nariz capte la luz. —Ya está. No ha
sido tan difícil, ¿verdad, lobito?
Le enarco una ceja, pero lo único que hace es alejarse. Se dirige
al salón y se acomoda en el gran sofá que da a la cocina.
El tiempo se evapora y no puedo apartar los ojos de la chica.
Antes de que pueda moverme o acordarme de por qué he
venido aquí, la visión a través del otro extremo del gran
espacio diáfano desde el que estoy de pie, me deja inmóvil y me
aprieta la mandíbula.
Se está inclinando hacia delante. Justo donde sabe que puedo
verla. Su sujetador deportivo es muy fino, joder, y sus grandes
tetas sobresalen por encima.
Y Cristo, ahora todo lo que puedo imaginar es deslizar mi polla
entre esa carne suave y dejar sus pezones glaseados con mi
semen.
Sus ajustados pantaloncillos hacen que mi sangre, ya de por sí
cargada de lujuria, vuelva directamente a mi entrepierna.
Mientras ella se endereza y se ajusta la cintura alta, yo devoro
ese punto entre sus suaves muslos, imaginando su coño
goteando con la evidencia de que la estoy embistiendo con
fuerza y llenándola. Imagino cómo sería envolverla alrededor
de mi polla cuando ya está hecha un desastre y chorreando de
Ky, que ya se ha derramado dentro de ella.
Jesús.
Joder.
No se puede negar que está montando un espectáculo ahora
mismo. O tal vez no, y sólo estoy enloquecido, sabiendo que se
avecina una pelea y un objetivo que debo eliminar con mis
puños. Que se dé cuenta o no de lo que está haciendo es
irrelevante. La chica sabe que estoy aquí, y sabe exactamente
con qué clase de criatura de pesadilla está jugando.
Mientras la observo, porque parece que no puedo moverme del
sitio, ella se relaja en el sofá. Introduce las uñas pintadas en el
vaso y saca un cubito de hielo. Con movimientos lentos y
sensuales, se frota ese cuadradito helado por el labio inferior.
De lado a lado, de un lado a otro, mientras sus ojos recorren la
página del libro que ha cogido con la otra mano.
Mis fosas nasales se ensanchan mientras devoro la forma en
que sus dedos arrastran el cubo que se derrite rápidamente
para trazar la columna de su cuello, y más abajo para deslizarse
por la curva de sus pechos.
Se queda con la boca abierta y no sé qué coño está leyendo,
pero una cosa está clara: esta pequeña exhibición me pone
cachondísimo.
A pesar de que no debería estarlo, estoy duro y furioso y
parece que no puedo apartarme de esta jodida actuación.
No la quiero.
No.
Y en el momento exacto en que desliza los dedos hacia abajo,
para deslizar el rastro de humedad sobre la serpiente tatuada
en su esternón, mi teléfono explota en mi bolsillo.
El zumbido es como el de una motosierra que atraviesa
cualquier hechizo que me haya sofocado. Por fin consigo
separarme de la isla de la cocina, sin molestarme en mirar a la
chica para ver si sabe que sigo aquí.
Cuando veo ese número desconocido parpadear en la pantalla
de la palma de mi mano, sé que ha llegado el momento.
La sangre en mis manos nunca se detiene.
Fox
Por primera vez desde que estoy aquí, mis tres captores se han
ido.
Como si se hubiera ido del todo.
Ky al menos tuvo la decencia de enviarme un mensaje de texto
y comunicarme que tenían que ausentarse unos días, aunque
cuando le presioné para que me diera más detalles, me dijo que
no podía decírmelo.
De vez en cuando, unos fornidos ogros ataviados con equipo de
combate (parte del equipo que vi vigilando la puerta de
entrada) se encargan de llevar las entregas a la casa. Me dejan
productos frescos y comestibles. Todo lo que pedí en mi lista.
De hecho, mientras desempaqueto todo en la nevera de doble
puerta, no puedo evitar darme cuenta de que aquí sólo parece
haber los alimentos que yo como.
¿De verdad pretenden estar fuera tanto tiempo como para
haber vaciado todos sus objetos?
Da igual, no puedo molestarme en intentar comprender lo que
pasa por sus cabezas. Todos tienen sus secretos y misterios, y
yo sólo soy su venganza contra un hombre que se pudre en el
infierno.
Así que lleno mis días con una especie de rutina horriblemente
simplista que me hace sentir en parte gato doméstico y en
parte ermitaño del bosque. Después de despertarme, hago uso
del gimnasio, cocino para mí, exploro un poco en el bosque más
cercano a la casa, y paso el resto del tiempo dentro y alrededor
de la piscina. Mi cuaderno rebosa de bocetos y diseños de
tatuajes, y al menos mi creatividad parece estar encantada con
todo este espacio y tiempo en mis manos. Aunque las
circunstancias que hacen que mis esfuerzos artísticos estén a
punto de estallar no sean las ideales.
Uno de estos días, me siento extrañamente atrevida para
husmear en sus habitaciones. La de Ky es la primera de mi lista.
Está sorprendentemente ordenada, pero también parece poco
habitada. Supongo que él y Raven comparten la cama la mayor
parte del tiempo. Es casi imposible conocer su situación
sentimental, pero me doy cuenta de que lo que sienten el uno
por el otro va mucho más allá de ser meros follamigos.
O disfrutar de compartir otras mujeres juntos.
Dios, los recuerdos de los jardines y de estar con los dos envían
un torrente de calor a mi coño.
Rápidamente sacudo la cabeza para no pensar en sus
impresionantes pollas. Por lo que sé, los dos han estado
ocupados follándose a varias mujeres en el tiempo que llevan
fuera del complejo.
Y ahora la zorra celosa está de vuelta, sentada en mi hombro
susurrándome al oído. Recordándome que hombres como esos
monstruos sólo están interesados en follar dondequiera que
puedan encontrarlo. Lo que hicieron conmigo esa noche fue
sólo porque Thorne había comprado mi cuerpo para ser usado.
No significo absolutamente nada para ellos. Ese hecho ha
quedado muy claro.
Sigo husmeando, rebusco en los cajones de Ky y descubro unas
cuantas camisetas que huelen a él. Inmediatamente, cojo un
par y me las guardo. Las otras que llevo puestas han perdido la
pesadez de su olor y, por desgracia, me ha entrado el síndrome
de Estocolmo y me apetece tenerlo pegado al cuerpo.
Sí. Estoy muy jodida de la cabeza.
Tengo el móvil en la mano y abro el hilo de mensajes de texto
que ha estado enviando. He ignorado el último, dejándolo en
visto por ahora. Es todo lo que se merece después de intentar
irritarme a propósito mientras no está aquí.
Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras releo nuestro
intercambio más reciente de hoy.
Admítelo.
No haré nada de eso.
Contigo, nunca sé lo que quieres.
Sabes que quieres hacerlo.
No. De verdad que no.
Adelante. Admítelo, nena.
No hay nada que tenga que admitir.
Sí, pero extrañas mi linda cara.
¿Recuerdas cuando me llamaste guapo?
Justo antes de este momento.
(Se adjunta captura de pantalla)
Cuando parecías la maldita cosa más sexy chorreando mi semen.
Pensé que querrías ver al objeto de tu floreciente adoración.
Oh. Mi. Dios.
KYRON HARRIS.
Tienes una boca tan bonita y una lengua tan traviesa. Sigo
pensando en lo increíble que te veías arrodillada para mí en los
jardines.
Te lo estás pensando, ¿verdad?
Como cuando lamiste el semen de mi mano.
Eso fue tan jodidamente caliente.
¿Qué tan mojada estás ahora mismo recordando lo bien que te
sentó que te llenaran?
Perdona. No puedo oírte con el sonido de mi vibrador.
Búrlate de mí todo lo que quieras, nena.
Grábate cuando te corras.
Me gusta cuando tu cabello parece recién follado y con los ojos
brotando corazones por mí.
Especialmente cuando estás gimiendo mi nombre.
Ahí hay otros mensajes, también. Los de los últimos días que no
he contestado. Ky me pregunta todo tipo de cosas. Escarba y
curiosea, quiere saber sobre mi arte y cómo me metí en el
mundo del tatuaje. Mis mensajes están llenos de capturas de
pantalla de tatuajes que quiere que le haga. Por lo visto, tiene
un montón de ideas, pero nunca ha encontrado tiempo para a
hacerlas.
Me muerdo el labio inferior y me debato entre responder o
ignorar voluntariamente toda la conversación. Me ha metido en
su retorcido juego de flirteo, pero hablar de cosas más
personales, de mi creatividad, me parece mucho más peligroso.
Este hombre no quiere conocerme. Tiene que haber algún
truco, y no estoy dispuesta a caer directamente en su próxima
trampa.
Guardo mi teléfono antes de hacer una locura, como
preguntarle cuándo volverá.
Dios no lo quiera. No me dejaría vivir si se le ocurriera la idea
de que estoy robando sus camisetas para aferrarme a su olor.
Junto a su habitación hay una que supongo que pertenece a
Raven. La cama está bien hecha, con una sencilla colcha lisa de
color carbón y almohadas a juego. No se ve ningún objeto
personal. No me quedo mucho tiempo aquí; me siento como
entrometiéndome en algo... sagrado. Además, si soy sincera, la
perspectiva de lo que podría pasar si él apareciera
inesperadamente y me encontrara aquí sin invitación me deja
más que un poco aterrorizada.
Lo que me llama la atención al echar un último vistazo a mi
alrededor es lo impersonal que parece todo. Como si estos
hombres no tuvieran nada antes de mudarse aquí. No hay
desorden ni pequeñas piezas extrañas que formen los
escombros de la vida que cabría esperar encontrar acumulados
con el tiempo.
Se me hace un nudo en la garganta al preguntarme de qué
circunstancias habrán salido todos ellos antes de aterrizar
aquí, en esta península cubierta de niebla.
Por último, doy rienda suelta a mi curiosidad y la sigo hasta el
ala que aún no me he atrevido a pisar. Este es el dominio de
Thorne, y sinceramente me asusta explorar esta parte de la
casa. Pero al mismo tiempo, me muero por saber si puedo
encontrar algo (algún detalle infinitamente pequeño) que
pueda servir para desentrañar su plan de convertir mi vida en
un infierno. Estoy atada con cadenas proverbiales aquí
mientras él me considere útil, así que tal vez, sólo tal vez,
pueda haber una llave escondida entre la extensión de cristal y
hormigón.
Puedo follar a Ky todo lo que quiera, y puede que a Raven
también, pero eso no cambiará el hecho de que Thorne me está
amenazando contra la memoria de mi madre y la seguridad de
Em.
Aprieto los dientes por reflejo al recordar lo insensible que ha
demostrado ser. Utilizar mi única debilidad real con la
precisión de un cirujano. Haciendo que le me someta
obedientemente porque es un maestro en el arte de la
manipulación.
Thorne Calliano es vil, y deseo por todos los diablos que aquí
haya algo que pueda utilizar a mi favor. Pero, por supuesto, me
quedo frustrada y sacudiendo el pomo de una puerta bien
cerrada en lugar de poner su despacho patas arriba. Es
demasiado calculador para dejar su mierda sin vigilancia, y
acabo de pie con los brazos cruzados, maldiciendo en silencio
la puerta sellada durante un tiempo incalculable.
Soy dolorosamente consciente de que el mayor peligro para mí
ya no es una sociedad secreta ni la inminente oscuridad de mi
padre viniendo a por mí... la mayor amenaza para mi vida
habita en estas cuatro paredes.
La ironía es una perra sádica.
Más adelante, en el pasillo, está su dormitorio. La puerta está
abierta de par en par y aprovecho la oportunidad. No me
importa un carajo entrar y encontrarme en un espacio con
texturas de madera y muebles de color verde verdoso. Es como
si el bosque hubiera extendido sus largas ramas musgosas
hacia el interior y se hubiera sentido como en casa. Mientras
que el resto de los espacios del edificio son de hormigón, cristal
y tonos marrones, aquí hay una suavidad que no esperaba.
La presencia de los árboles y la terrosidad reflejada en la
decoración que llena su habitación es algo visceral.
Me atrevo a decir que este espacio es tranquilizador. Conexión
con la tierra.
Resoplo rápidamente. Por Dios. No. No puede haber nada
bueno en empezar a idealizar a este hombre basándome en lo a
gusto que me hace sentir su dormitorio.
Rebuscando en su armario compruebo que realmente vive con
trajes caros, con todo meticulosamente guardado y organizado.
Desordeno algunas de sus corbatas, solo porque puedo.
Estoy ocupada sacando cajón tras cajón. No sé lo que estoy
buscando, pero quizá sea su humanidad la que haya metido
aquí, enterrada junto con sus pares de calcetines a juego. Hay
una selección de ropa deportiva, pantalones de chándal y
camisetas de manga larga. El material azul marino me llama la
atención, parece suave como una pluma, y antes de darme
cuenta, mis dedos se clavan en la tela, apretándola contra mi
mejilla.
Es como estar envuelta en un cálido abrazo, y la esencia
profundamente satisfactoria me recorre la sangre. Su aroma a
cítricos y madera perdura, mezclado con detergente de
lavandería. Se me cierran los párpados y, durante un latido de
mi corazón, me permito imaginar el suave algodón que es su
palma acariciando mi mandíbula. Me vienen a la mente
imágenes de cómo se veía desde lejos cuando su gemelo
idéntico sostenía la cara de Poe aquella noche en la subasta, el
momento en que pensé que era Thorne tocando a otra mujer.
¿Cómo se vería realmente si fuera el propio hombre en
cuestión quien sujetara a alguien así?
Las mariposas empiezan a revolverse en mi estómago. Las
pequeñas traidoras.
Soy un desastre aun mayor de lo que pensaba si me dejo
enredar por Thorne Calliano. Cuando me viene ese
pensamiento a la cabeza, me incita a despertarme de una puta
vez de mi extraño armario-ensueño. Dejo caer la manga como
si me quemara la carne.
No es más que un maestro manipulador y un idiota irredimible.
Un hombre al que le clavaría un cuchillo en las costillas si
tuviera la oportunidad.
Parpadeo y observo la habitación que me rodea. La luz del día
se ha desvanecido y de repente parece como si las sombras del
atardecer se hubieran colado sin avisar. Mientras me consumía
en mis esfuerzos por husmear, todo ha sucedido más rápido de
lo que me había dado cuenta. Hay un silencio ominoso y el
bosque oscuro asoma por las ventanas de cristal que ocupan
toda una pared, exactamente igual que en mi habitación. Ahora,
de pie entre un armario lleno de ropa de hombre, no puedo
evitar sentir que alguien me observa desde las sombras que se
alargan.
Se me pone la piel de gallina y un movimiento repentino con el
rabillo del ojo me hace dar un respingo. El atronador pulso de
mi cuello no hace ningún intento por frenarse, ni siquiera
cuando veo que solo es un pájaro revoloteando en la
penumbra.
De repente, soy muy consciente de lo abandonada y aislada que
estoy aquí sola.
Mi vulnerabilidad queda al descubierto con todo lujo de
detalles.
Antes de que pueda concentrarme demasiado en ese hecho,
contemplo la posibilidad de correr a mi dormitorio, pero en
lugar de eso decido que ya soy mayorcita. Ahora no es el
momento de salir corriendo asustada. Lo que voy a hacer en su
lugar es quitarme el miedo de encima y darme un agradable
baño nocturno. El patio está iluminado con luces cálidas
esparcidas por el follaje, y la propia piscina adquiere una
luminiscencia con la iluminación subacuática. Estar ahí fuera es
cálido y acogedor, y mucho más seguro; además, el agua me
llama por mi nombre.
Por un momento pienso en bañarme desnuda, ya que
técnicamente estoy aquí sola, pero no me apetece tener un
encuentro incómodo con uno de esos guardias con aspecto de
gárgola si decide aparecer de la nada. Así que me pongo el
bikini y, tras cambiarme rápidamente, me zambullo en el agua
caliente con un suspiro.
Pero esa maldita sensación de hormigueo bajo la piel me sigue,
incluso bajo la superficie del agua.
Estúpida. Tan malditamente estúpida. Me siento muy
incómoda porque tengo la impresión constante de que me
observan. Pero el patio acristalado sólo refleja las luces
parpadeantes y la vegetación cada vez que mis ojos se mueven
de un lado a otro. La ondulante superficie del agua se desliza a
mi alrededor cuando nado de un extremo a otro mientras mis
ojos recorren de lado a lado el patio. Lógicamente, sé que aquí
no hay nada ni nadie capaz de llegar hasta mí: este lugar es una
fortaleza impenetrable. No sólo eso, sino que incluso desde mi
posición en la piscina puedo ver directamente la cocina, donde
he dejado encendidas más luces de las necesarias.
Este es uno de esos momentos de la vida en los que tengo que
reprenderme a mí misma. La oscuridad exterior es inquietante.
Hay silencio. Y dejo que un estúpido pájaro revoloteando entre
unos árboles me tenga a medio camino de cagarme encima.
Sólo de pensar en lo intranquila que me sentía mientras estaba
en la habitación de Thorne se me ha vuelto a acelerar el pulso.
¿Convencer a estos hombres de que me dejen tener algún tipo
de arma, ya saben, para los momentos en que no estén cerca,
me haría sentir mejor? Supongo que siempre podría esconder
uno de los cuchillos de la cocina... Dios, soy tan idiota. ¿Por qué
no se me ocurrió antes?
Mientras me zambullo bajo el agua, estoy pensando si correr
hacia el bloque de carnicería lleno de todo tipo de utensilios
grandes y afilados que podrían abrir fácilmente un agujero en
el estómago de un hombre, cuando oigo un ruido amortiguado
y seco detrás de mí.
Se produce una onda de presión en el agua que sacude un poco
mi cuerpo, y el pánico recorre cada extremidad como un
vendaval helado. Mi sangre se convierte en hielo en un
segundo.
Saco un grito silencioso mientras me agito para intentar darme
la vuelta, pero es demasiado tarde. Mis brazos están
inmovilizados a cada lado mientras me agarran por detrás y
me arrastran hasta el fondo de la parte más profunda de la
piscina.
Es imposible determinar cuál es el camino hacia arriba. Dicen
que cuando te sacude un fuerte oleaje, la fuerza de las olas
sobre tu cabeza puede desorientarte tanto que tu cerebro,
presa del pánico, se confunde. Todo está oscuro. Intentas dar
una patada hacia lo que crees que es la superficie, pero te
golpeas la cabeza contra las rocas y te ahogas.
Ahora mismo estoy rodeada de sombras y agua que amenaza
con llenar mis pulmones ardientes.
Una mano me tapa la boca y me pellizca la nariz. Otra me
agarra con fuerza el coño.
Todo se transforma en un sombrío caleidoscopio de angustia
mientras lucho contra las pesadillas de lo que podría ser
ahogarme a manos de un psicópata. Uno que me quiere muerta
en busca de venganza.
Me veo flotando boca abajo en el agua, mientras los miembros
de los Anguis permanecen de pie alrededor de mi cadáver
bebiendo champán.
Pero me queda suficiente lucha en los huesos como para
retorcer el cuerpo y arañar los brazos de mi agresor, lo que no
hace sino estremecer mi clítoris contra los dedos que me
sujetan con fuerza.
Cuando las manchas difuminan el borde de mi visión,
atravesamos la superficie; la mano áspera que me cubre la
boca y la nariz decide por fin soltarme.
Un aire dulce y cálido entra en mis pulmones, faltos de oxígeno,
mientras me trago un montón de agua de la piscina. Me sale
por la nariz y me salpica por la boca, mezclada con saliva. De
alguna manera, me he abierto camino hacia el borde más
cercano a los escalones. Mientras toso y tengo arcadas, mis
dedos desesperados buscan el borde de baldosas para
ponerme a salvo.
Apenas he tenido tiempo de recuperar el aliento cuando unos
dedos poderosos me agarran la mandíbula y me vuelven a tirar
al agua.
Esto no puede estar pasando.
Sólo que esta vez, en lugar de hundirme hasta el fondo como
una piedra en un lago, mi cuerpo se ve obligado a retorcerse.
Unos labios exigentes se cierran sobre los míos, robándome la
respiración entrecortada y reclamándome en un beso de
castigo.
Fox
Mi vikingo toma el mando y me besa como si no fuera a
permitirme volver a respirar.
Es salvaje y desesperado, y este es el lado más crudo que he
visto de él.
Es muy probable que le esté devolviendo el beso a alguien que
acaba de enterrar innumerables cadáveres. Pero este hombre
no me deja elección; mantiene nuestras bocas apretadas
mientras su lengua se desliza sobre la mía. El terror de
momentos antes se retuerce y se transforma en un dragón
dentro de mí, enroscando una cola alrededor de mis entrañas e
insuflando fuego a través de mis miembros para quemar
cualquier miedo persistente.
Ky me convierte en una bestia salvaje. Una que empieza a
arañarle, mis uñas se clavan en su piel húmeda, dejando largas
estelas de ronchas enrojecidas y, con suerte, sacando sangre en
el proceso. Estoy desesperada por perseguir su tacto e igualar
sus salvajes intenciones mientras engancho mis piernas
alrededor de su cintura y le muerdo el labio inferior.
Hace un ruido venenoso, el tipo de sonido embriagador que me
bebo. Mientras me muerde, sus dedos se hunden en la suavidad
de mis caderas y me aprietan tanto que espero por Dios que
por la mañana tenga moratones en la piel.
—Joder. —clavo mis garras en su cuero cabelludo—. Tú. —
Siseo mientras tiro de su cabeza hacia atrás. Enredando mis
dedos en su cabello. Se resiste cada centímetro, sin dejar de
mirarme con esos brillantes ojos color bosque.
—¿Me extrañas, dulzura?
—Intentaste matarme, psicópata.
—Joder, sí, dame ese fuego —me mordisquea el borde de los
labios y me pasa la lengua por el ardor—. No he pensado en
otra cosa que no sea follarte otra vez este coño necesitado.
Dios. La boca de este hombre.
Ky tararea y empuja su nariz contra la mía. —Tenerte luchando
contra mí hace que el sabor de ese coño empapado sea más
dulce.
Vuelve a sumergirse en mi boca, sin dejarme tiempo para
concentrarme. Juntando nuestras bocas, y esta vez, cada
momento seductor es claro, y estoy casi segura de que me
rompe el cerebro como el idiota engreído que es. Ky se mueve
más despacio, pero no con menos intensidad ni rudeza. Todo,
desde el roce de su barba, a la habilidad de su lengua, al
mordisco de sus dientes tirando de mi labio inferior.
Bueno, mierda. Si no supiera ya que este hombre podría
matarme, creo que podría estar intentándolo. Mi cuerpo me
duele por él hasta el centro de mis huesos.
—No pensé que alguna vez me besarías— me aparto, jadeando
contra su boca. Mis dedos se aferran a su nuca. Hay una ligera
desesperación en la forma en que me aferro a él, enredando las
manos en su cabello. Aunque no estoy dispuesta a admitirlo en
voz alta, no quiero que deje nunca de poner su boca sobre mí.
—La otra noche todo fue un poco apresurado —me roza la
mandíbula con los labios y la barba—. Si hubiera sabido que
era la primera vez que te probaría, habría hecho las cosas de
otra manera tal vez. —Cuando se aparta para mirarme, sus ojos
brillan, llenos de motas doradas y pensamientos perversos— o
quizá no. Fue un momento jodidamente caliente.
—¿Ah, sí? —Bueno, ahora mismo estoy necesitadísima por
follar, frotando sin pudor mi coño contra su torso. Ky nos pasea
lentamente por la piscina, y la sensación del agua al deslizarse
sobre mi piel expuesta es tan deliciosa que podría derretirme
en el acto.
—Mmm, Cristo, el sabor de tu coño sabe cómo a mío.
Oh, Dios. Definitivamente está tratando de matarme.
Sus grandes manos me amasan el culo, aplastando mi cuerpo
contra el suyo. Tengo la impresión de que huye de cualquier
demonio que los haya consumido durante los días que han
estado fuera.
Por un momento, me pregunto si los demás también habrán
vuelto. Mi cerebro se detiene al pensar si estarán dentro ahora
mismo, observando cada uno de nuestros movimientos a
través de la interminable vista de cristal que rodea este patio.
Esa semilla de la idea me excita aún más.
—Frótame el coño por todos lados, nena. Me muero por recibir
otra dosis de tu dulzura.
Me enorgullezco ante esa admisión. Este hombre ya tiene un
verdadero dios del sexo que lo mantiene satisfecho, y aun así
me quiere. Quiere llamarme suya.
—Dime qué habrías hecho, entonces. Si las cosas hubieran sido
diferentes.. —mi cuello se arquea para darle acceso a su boca.
Ky se ríe contra mi garganta, antes de raspar sus dientes y
chupar mi pulso.
—¿Quieres oírlo? —me provoca metiendo un dedo bajo el
pliegue de mi bikini. Acariciando el borde exterior de los labios
de mi coño por debajo.
Dios, eso se siente increíblemente bien. —Mmm, esa es una
idea mucho mejor. —Tarareo— muéstramelo mejor, chico
travieso.
Cuando se echa hacia atrás y me lanza una mirada feroz, me
muerdo el labio inferior.
—Eres una putita provocadora.
Lo soy.
Soy absolutamente una putita provocadora. Y me encanta lo
poderosa que me siento en sus fuertes brazos mientras soy una
buena chica para él. —Muéstrame lo que quieres hacerme.
Los labios de Ky se curvan en el tipo de sonrisa letal que
debería hacerme salir corriendo de esta piscina.
Aparentemente, tengo cero sentido de la autopreservación.
El verde vivo de sus ojos refleja las luces bajo la superficie de la
piscina. Cada centímetro de él parece una especie de deidad
nacida del agua, un dios marino sacado de un cuento de hadas,
con el cabello mojado hacia atrás y la piel suave acariciada por
los riachuelos y las gotas.
Unos dedos fuertes pellizcan la carne sensible del borde
exterior de mi coño, haciéndome saltar. Su boca devora el grito
de dolor mezclado con placer que suelto, y su lengua vuelve a
sumergirse en mi boca con hambre descarnada.
Me aferro a la vida, lista para ser consumida por este hombre.
Se acabaron las esperas y las bromas. Me saca de la piscina
como si no fuera más que una pluma y me coloca en el borde,
con el agua cayendo sobre mi cuerpo y un torrente de lujuria
llenando todos los espacios posibles bajo mi piel.
—Desliza tus bragas a un lado. Enséñame el coño —su ronca
orden me hace estremecer. Unas manos ásperas presionan mis
rodillas al máximo, abriéndome obscenamente para él.
—Ky —mi respiración es entrecortada y su nombre sale como
un susurro gutural.
Hago lo que me dice, con el clítoris palpitante. Apoyándome en
una mano, uso la otra para tirar del material húmedo hacia un
lado. Es todo lo que puedo hacer para no agitarme hacia su
boca, con lo intenso que es el dolor en mi interior.
Ya he tenido un anticipo incandescente de cómo este hombre
puede hacer que me corra tan rápido y sin esfuerzo como
respirar.
—Mírate. Rosa e hinchada y sucia para mí, nena. —cuando baja
la cara, soy una ráfaga de pequeños y patéticos ruidos. Confía
en mí para desmoronarme en cuanto Ky me dedique toda su
atención.
—Por favor —realmente soy una puta desesperada por él.
Me muerde con los dientes la parte carnosa de la cara interna
del muslo y luego pasa la lengua por el lugar, aliviando el
escozor. Me da un lascivo anticipo de sus habilidades en ese
terreno. Lo único que quiero hacer es agarrarle la cabeza y
cabalgar sobre su cara hasta gritar en este lugar, pero en lugar
de eso, sigo sujetando la tela a un lado mientras mi coño se
humedece más y más a cada segundo.
—Joder. Estás chorreando —mantiene sus ojos en los míos,
dibujando una línea hacia mi clítoris. Sus labios son suaves a
medida que se acerca; el roce de su barba me acelera el pulso
hasta que, por fin, por fin, fija su boca sobre el dolorido capullo.
Mi espalda se arquea mientras el placer se extiende por todo
mi cuerpo. —Oh. Oh, Dios mío.
La forma en que mi voz se entrecorta en mi garganta le hace
zumbar contra mi coño antes de ponerse a trabajar y lamerme
por todas partes. Desde el fondo hasta donde puede llegar,
girando alrededor de la entrada y luego hasta el clítoris. Una y
otra vez.
Raspando su barba contra la piel sensible, su voz áspera vibra
contra mí. —La cosita más bonita.
En algún lugar ahí fuera, Daddy Universo me está sonriendo
porque, joder, este hombre me come el coño como si lo
hubieran enviado de las estrellas.
¿Puedo volverme adicta tan rápido?
En lo más profundo de mi ser, soy consciente de que es una
muy, muy mala idea siquiera contemplar la posibilidad de
encariñarme con Ky. Sin embargo, cualquier pensamiento
coherente se desvanece y es sustituido por un deseo hirviente,
y la carrera hacia el borde del placer me consume.
—Oh, joder. Oh, Dios. Justo ahí. —Ky añade dos dedos dentro
de mi coño, mientras su lengua chasquea mi clítoris. Estoy a
punto de detonar.
Añade un tercer dedo, curvándolos para encontrar el ángulo
perfecto, y eso es lo que me lanza de cabeza al abismo. Aprieto
sus dedos dentro de mí y me corro en un largo gemido con la
cabeza echada hacia atrás.
—Eso es. Buena chica, joder —sus elogios me inundan y me
derrumbo. Soy una bola blanda de masilla en sus manos que
puede moldear a su antojo.
A lo que procede.
Sus grandes manos y sus afelpados labios están sobre mí, por
todas partes, tirando bruscamente de los lazos de la parte de
arriba y de abajo de mi bikini hasta dejarme expuesta ante él.
Sube por mi cuerpo con un profundo gemido, se lleva uno de
mis pezones a la boca y succiona. Me arqueo, gimo y suplico
mientras me acaricia con la lengua. El tacto de su barba contra
mi piel es tan jodidamente agradable, mientras sus ásperos
dedos me pellizcan y tiran el otro pezón. Me aprieta con fuerza
de una forma que me vuelve loca por él.
Mis pechos están siempre tan sensibles después de correrme, y
la atención que les está prestando me está dando ganas de
subirme a él como a un árbol.
—Por favor. Por favor, Ky. Te necesito dentro de mí —no me
queda nada más que suplicar.
Ky me aprieta las tetas, pasando la lengua por la extensión de
carne suave exactamente donde me marcó con su semen
aquella noche. —Dios. Quiero follar cada parte de ti.
Oh, Dios. Sí. Estoy más que de acuerdo con esa idea.
—Pon tus manos alrededor de mi cuello —se da vuelta para
levantarme y nos deja caer a los dos en el agua. Su polla hace
muescas en mi entrada y guía mi espalda para que presione
contra la pared de la piscina.
La superficie del agua lame mis pezones sensibles.
Ky presiona la cabeza justo dentro. Abre mi entrada y bombea
lentamente la punta perforada hacia dentro y hacia fuera. Se
me van los ojos hacia atrás.
—¿Quieres saber lo que planeo hacerte? —me pregunta.
Mi gemido de asentimiento es todo lo que puedo reunir. —Sí...
quiero. —pero entonces siento una punzada de conciencia. ¿Me
he vuelto loca? ¿Qué mierda estoy haciendo? Intento apartarlo,
pero su polla ya me está apretando y no puedo hacer nada para
impedirlo.
—Para. Espera —jadeo.
Las facciones de Ky son una máscara de intenciones feroces.
Sus labios se tuercen más en un gruñido que en la sonrisa
habitual a la que estoy acostumbrada. Su polla sigue en parte
dentro de mi canal.
—No usamos protección antes. No podemos...
Agarra mi garganta con una mano gigante. Cortando mis
palabras.
—¿Crees que alguno de nosotros quiere criar a un niño en este
mundo? Cada uno de nosotros ya se ocupó de eso hace años.
Forcejeo contra él, lo que no hace más que rechinar mis
caderas y hundir más su polla, y mi cerebro no alcanza a
comprender lo que dice. El miedo me invade el pecho.
Mantener relaciones sexuales sin protección (no una, sino dos
veces) cuando no tomo ningún método anticonceptivo sería
una de las cosas más estúpidas que he hecho nunca.
Los dedos se flexionan contra el punto donde mi pulso late con
más fuerza que nunca y, con ese pequeño roce, es como si las
palabras se descifraran mágicamente en mi cerebro.
Cada uno de nosotros ya se ocupó de eso hace años.
Oh.
Ohhh.
De repente, la idea de que todos estos hombres han optado por
hacerse una vasectomía es lo más cachondo que he oído nunca.
—Y otra cosa que tienes que entender... —me muerde la
oreja—. Es que nunca hemos follado en el club sin usar
protección. Pero a la hora de follar contigo, no habrá nada que
se interponga entre nosotros.
Me clavo los dientes en el labio inferior.
—Conozco tus fantasías más oscuras, nena... incluso las que no
quieres admitirte a ti misma.
Intentando por todos los medios no gemir y reconocer que
tiene razón, muerdo con más fuerza.
—Todos estamos limpios, y sabemos que tú también. —Ky
pasa su lengua por mi pulso, llevándome al frenesí—. ¿Crees
que no habríamos descubierto ya todo lo que hay que saber
sobre nuestra propiedad? —me raspa la oreja y un escalofrío
recorre mi cuerpo. Algo en la forma en que se ha entrometido
en mi cerebro, llamándome suya y diciéndome que soy de su
propiedad, me ha arruinado por completo.
Mi resistencia se derrite.
Ky siente que renuncio a luchar y aprovecha la oportunidad
para arrastrar su polla por mi canal y el metal pasa por mi
clítoris, antes de volver a deslizarse hacia abajo para rozar mi
entrada. Su piercing es como un milagro y me hace sentir tan
jodidamente bien que apenas puedo soportarlo. Fuegos
artificiales y relámpagos me sacuden cada vez que la barra de
metal roza el sensible manojo de nervios.
—Vas a dejar que te folle, nena. Quiero ver mi semen saliendo
de ti cada vez.
Mi cuerpo es un diablillo cachondo, suplicando que se meta
dentro de mí ahora mismo, joder.
Me tira del mechón de cabello recortado que tengo ahí abajo,
con tanta fuerza que me hace jadear y sacudirme contra él.
—¿De quién es este coño? —Hay tanto calor hirviendo a fuego
lento en sus ojos verdes cuando me mira; soy un polvorín a
punto de prenderse fuego.
Grito con un gemido cuando su polla me penetra. —Tuyo.
—Vuelve a intentarlo, nena —me muerde el labio inferior entre
los dientes, tirando con rudeza mientras sus caderas dan
pequeños empujones, quedándose enterradas tan jodidamente
profundo que su piercing da en un punto mágico al que nunca
podría llegar por mí misma. Uno que disuelve mi cuerpo en
placer líquido.
—Dilo —gruñe mientras suelta mi labio magullado.
—De todos ustedes —estoy segura de que mis uñas le arañan
mientras me aferro a él. Pero a él no parece importarle en
absoluto.
Esta vez se desliza hasta la punta y hace una pausa. —¿Quién te
follará?
—Tú. Todos ustedes —me penetra de nuevo en cuanto
confirmo lo que quiere oír. Suelta un gemido de placer cuando
digo las palabras que evidentemente estaba esperando—. Los
quiero a todos.
Esa admisión aviva la intensidad de Ky. Ahora me folla con un
ritmo brutal. Mi columna se mece contra las duras baldosas y el
agua me lame la piel ardiente.
—Así es. Todos nosotros. —Cada embestida de sus caderas me
hace subir en espiral—. Todos somos dueños de este coño.
Sólo oigo gemidos desesperados. Mis pezones rozan su duro
pecho, y la fuerza con que se mueve contra mí no me deja otra
opción que aferrarme con fuerza a sus húmedos hombros.
—Incluyendo a Thorne —es una afirmación. No una pregunta.
No una petición. Sólo me lo dice con toda la confianza del tipo
de hombre que es Ky.
Mientras tanto, mi cerebro ha desalojado el local porque tardo
un momento en procesar lo que está diciendo. Pero no puedo
negar la primera respuesta que inunda mi cerebro de
zumbidos intensos.
—Sí. —cierro los ojos. Admitirlo en voz alta me hace sentir más
expuesta que nunca.
—¿También lo quieres? —El ritmo de sus empujones se
ralentiza, y esta vez, está preguntando. Puede que incluso de
verdad. Aunque sé que me consideran de su propiedad y que
me ha obligado a consentir que todos me follen, ahora tengo la
sensación de que mi respuesta podría importarle de verdad.
O podría estar imaginando cosas.
—Sí —mi gemido de necesidad es jadeante y lleno de lujuria.
—Qué buena chica, joder —eso le estimula, cada embestida de
sus caderas intensifica el ritmo mientras su pulgar encuentra
mi clítoris. Se aparta para observar el lugar donde se unen
nuestros cuerpos—. Mira tú coño, tragándose mi polla como si
estuvieras hecha para recibirme. Así. Eso es. Coge cada jodido
centímetro.
Mierda. Estoy acabada.
Ambos estamos atrapados por la marea que nos arrastra.
Gruñe sombríamente mientras su polla se hincha. Mi propio
clímax aumenta y, mientras grito, Ky avanza maldiciendo
contra el hueco de mi cuello; su polla palpita y me llena
mientras mi coño se aprieta a su alrededor.
Me elogia, me cubre de hermosas palabras soeces mientras me
folla hasta que llegamos a nuestro orgasmo en conjunto. No soy
más que una chispa brillante, y él es el centro de mi mundo
ahora mismo.
Mi atormentador y mi captor.
Y mientras me cuida, primero llevándome a su ducha y luego a
su cama, donde me adora durante el resto de la noche, tengo
que admitir ante mí misma que mi vikingo se ha convertido en
algo mucho más.
Thorne
Un cerdo puede masticar hueso y carne humana como si fuera
mantequilla.
Mantenemos nuestras pocilgas bien lejos de Port Macabre,
pero ellos se encargan de que alguien que queremos que
desaparezca lo haga sin dejar rastro.
Los últimos días han sido, cuando menos, sangrientos.
Por fin pudimos movernos en una de las mayores operaciones
de tráfico que aún existían tras la información que recibimos
de la noche de la subasta en la Casa Noire. Los camiones fueron
interceptados esa noche, mientras los miembros de los Anguis
se atiborraban de placeres carnales, lo que nos permitió actuar
con rapidez y sin piedad.
No se trata de hacer prisioneros ni de impartir justicia.
Esto es una eliminación.
Uno por uno, Hawke y yo hemos podido acabar con estas
operaciones, y nos estamos acercando al objetivo final. Pero
también es el que plantea el mayor riesgo, controlado por una
sombra negra que ha plagado nuestras vidas durante décadas.
Llevan años escondiéndose a plena vista y saben que vamos a
por ellos. Lo que hará aún más satisfactorio el día en que los
volvamos pedazos.
Me dan ganas de coser una granada dentro del pecho de su
líder mientras aún está consciente y sacarle la anilla por un
agujero en la tráquea.
El anillo que acabamos de diezmar nos dio retazos y bocados
de inteligencia. Pedazos de información aleatoria que
conseguimos arrancar a los hombres y mujeres durante la
tortura, pero nada revolucionario. La mayor parte era su
último intento de evadir la inevitable consecuencia de su
asquerosa existencia.
Abusar de los niños y lucrarse con la explotación
voluntariamente infligida... pueden perder la cabeza, y la
lengua, por lo que han hecho a innumerables inocentes.
Los métodos de Ven para extraer información son, cuando
menos, eficaces. El hombre es un maestro en su oficio. Y
después de tres días seguidos sin dormir (días que se
convirtieron en noches mientras extraía dientes, arrancaba
uñas y rebanaba trozos de carne), ha terminado lo que vino a
hacer aquí. Al menos de momento.
Ky, el equipo y yo nos encargamos del resto.
Los Anguis han hecho de Raven Flannaghty su verdugo durante
demasiados años. Lo menos que podemos hacer por él es darle
a su alma empañada un descanso de encarnar a la Parca, para
variar.
Estoy de pie frente al fregadero oxidado del almacén de
embalaje, rodeado por el hedor de la sangre y el estiércol,
restregando la evidencia apelmazada de la muerte bajo mis
uñas. Quiero bañarme en lejía hasta que el hedor a meados y
mierda de sus cadáveres hinchados haya desaparecido de mis
sentidos.
Hay un pequeño espejo cuadrado colgado de un clavo torcido
en la pared del cobertizo frente a mí. Está agrietado por un
lado, con líneas de telaraña que atraviesan el cristal y cortan mi
reflejo en fragmentos puntiagudos. Tengo salpicaduras de
barro en un lado de la cara. Seguramente también sangre.
Intentar quitarme lo peor con el trapo hecho jirones que cuelga
junto a la palangana parece inútil.
Fuera, la luna está alta y el aire nocturno es fresco. Ni siquiera
el sonido habitual de las lechuzas del granero hace compañía.
Sólo el horrible y repetitivo crujido de los cerdos cuando se
ponen a trabajar con los cadáveres.
Mientras me seco las manos con el trapo, el familiar zumbido
de mi teléfono sale del bolsillo interior de mi chaleco de kevlar.
Es Hawke.
Los informes están empezando a difundirse. Nuestro contacto
de prensa lo presentó de forma muy agradable.
Adjunta un enlace a un artículo en línea que, cuando lo abro,
revela una noticia de última hora sobre un destacado político
que ha muerto mientras dormía. Es el bonito lazo que ponemos
a las cosas para satisfacer al público en general, pero envía una
advertencia silenciosa a todos aquellos con los que podría
haber estado relacionado de que alguien viene a por ellos.
Saben que la diana que tienen en la espalda se hace más grande
cada día que se levantan respirando.
En realidad, aquel hombre estaba hecho trizas cuando Ven
acabó con él. Nada más que tiras de carne quemada y
hendiduras ahuecadas tras sacarle los globos oculares.
¿En camino?
Estaré allí en unas horas.
Las secuelas de un movimiento sigiloso como este requieren
que Hawke y yo trabajemos juntos sin el riesgo de que los
teléfonos estén intervenidos o las paredes escuchen
conversaciones privadas. Lo que significa que desde aquí tengo
que ir directamente a casa de Hawke, cuando preferiría ir al
complejo. Pero tenemos días de trabajo antes de que se
acerque la próxima reunión de los Anguis.
Sin darme cuenta, mi pulgar pasa por encima del nombre del
contacto que aún no he utilizado.
Foxglove.
La última vez que hablé con ella fue en la noche de la subasta y,
por alguna puta razón, sigo buscando su nombre en mi teléfono
como si fuera a hacer algo con él.
Mi pulgar empieza a teclear mientras me paso la otra mano por
la nuca.
Hay un evento al que debes asistir.
No. Borro rápidamente toda la línea de texto.
Se te requerirá en la Casa Noire. Vístete en consecuencia.
Borrar.
Confío en que hayas recibido las entregas de comida que
organicé mientras estuvimos fuera.
Joder. Borrar. Borrar. Borrar.
Nos veremos en el próximo evento. Ky está regresando al
complejo.
Jesucristo.
—A la mierda con esto —murmuro en voz alta. Clavo con furia
la flecha que borrará todas las pruebas de lo que sea que estoy
intentando decir.
Exhalo un largo suspiro, borro mis mensajes y vuelvo a hojear
el artículo completo enviado por Hawke. Es entonces cuando
llega otro mensaje, solo que esta vez es de Ky y se ha enviado a
nuestro chat de grupo.
Él y Ven se fueron esta tarde. Sabía que Ven desaparecería en el
bosque, pero Ky... no hay necesidad de adivinar a dónde y a
quién se dirigió directamente.
Lo que ha enviado es un vídeo adjunto. La miniatura está
demasiado borrosa y oscura en la pequeña imagen de la
pantalla para distinguir lo que podría ser. Pero ya lo sé.
Ven no ha leído el mensaje. Dudo que encienda el teléfono
hasta dentro de uno o dos días.
Mi mano libre se restriega sobre mi boca y mi pulgar se cierne
sobre el vídeo. Esta es la parte que quería evitar, como la puta
peste. La razón por la que le amenacé para que no la tocara,
porque ahora lo ha hecho, es como abrir una lata de pútridos
gusanos.
Ella se ha metido en su piel sin siquiera intentarlo.
La infección no tardará en propagarse, mi sistema inmunitario
ya está trabajando duro para combatirla, pero la atracción, el
deseo y la vertiginosa necesidad de poseer a esta chica de todas
las formas imaginables ya están ahí. Está justo detrás de mi
caja torácica como un cuchillo clavado. Uno que se clava cada
vez que intento respirar, joder.
Aquí de pie, en las profundas sombras de un cobertizo con
corrientes de aire, a horas de distancia del complejo, estoy en
guerra conmigo mismo por un maldito videoclip. La pantalla se
oscurece y rápidamente golpeo la superficie para iluminarla de
nuevo. Un inquietante resplandor azul es la única luz que me
permite ver.
Después del infierno que han sido los últimos días, mi
determinación se hace añicos. Hago clic en play.
Lo que veo en pantalla es mucho pecho desnudo de Ky.
A continuación, una panorámica hacia abajo me muestra un
montón húmedo y enmarañado de pálidos rizos lila.
Unas delicadas uñas pintadas de rojo descansan ligeramente
sobre los tonificados músculos de su vientre.
Trago saliva mientras el clip mudo muestra un vídeo granulado
y oscuro de una Foxglove Noire desnuda acurrucada en sus
brazos. No se ve mucho porque el bíceps de Ky está en medio,
pero puedo ver lo suficiente. Mientras sigue grabando, muestra
el lugar donde su otra mano le toca el coño desnudo.
Apretando la mandíbula, el agarre brutal que tengo sobre mi
teléfono se tensa aún más.
Y Ky se consolida como el idiota y pendejo más exasperante
con el que he tenido que lidiar cuando le pasa dos dedos por
los labios de su coño. El vídeo sólo muestra un contorno
borroso y oscuro del punto entre sus muslos, pero está ahí, y
yo sé que está ahí de todos modos. Luego acerca los dedos a la
cámara y el resplandor ilumina un brillo de humedad que los
cubre (maldita sea, podría ser su semen o la corrida de ella o la
de ambos) antes de que la cámara se mueva un poco y todo lo
que pueda ver es la mitad inferior de la cara de Ky llenando
ahora la pantalla.
Su corta barba aparece en primer plano, la comisura de sus
labios se inclina hacia arriba en una sonrisa burlona y se chupa
los dedos.
Se me encoge el estómago al verlo.
El vídeo se reproduce en bucle y no hago ningún intento por
detenerlo.
Estoy atrapado, incapaz de hacer otra cosa que devorar la
forma en que sus cuerpos se ven retorcidos juntos en la tenue
iluminación, y el pensamiento se precipita en mi mente antes
de que pueda detenerlo.
Ambos se verían aún mejor en mi cama.
En el momento en que mi pulgar pulsa el botón de guardar
vídeo, llega su siguiente mensaje.
Daddy se está perdiendo el coño más dulce que jamás probará.
Ven
Su olor es lo primero que me aborda cuando entro en el
complejo.
Una tarjeta de visita floral persistente que no pertenece aquí.
Flor de peral, coco y madreselva.
Incluso cuando llego a mi propia habitación la fragancia me
llena la nariz, y no puedo decir si es el hecho de que esta chica
esté tan profundamente arraigada en cada rincón de este
jodido lugar, o si realmente ha estado aquí.
Dejo el casco dentro del armario y apoyo la frente en el marco
de madera. Tirarme al río y pasar una noche bajo las estrellas
me quitó parte de la mancha de lo que hemos tenido que hacer
estos últimos días. Pero a mis demonios les gusta más el cielo
despejado y dormir entre las criaturas de la noche. Les calma
después de haber sido azotados en un frenesí de sed de sangre,
o al menos, parece saciarles lo suficiente como para que pueda
volver al complejo y soportar estar contenido por muros de
hormigón y cristal una vez más.
Normalmente sería así. Esta noche, sin embargo, todavía estoy
tambaleándome en el borde.
Y la presencia de esa chica está despertando algo oscuro
dentro de mí.
Sigo sin fiarme de ella, aunque Ky sea lo bastante feliz como
para vaciar sus pelotas dentro de ella una y otra vez. Hay una
serpiente venenosa deslizándose bajo su piel tatuada, y podría
hundir sus colmillos en nosotros todavía.
Thorne no es inmune a ella, por mucho que actúe como si le
fuera indiferente. El hecho de que no respondiera al mensaje
de Ky anoche es prueba suficiente. Probablemente tiene lo que
sea que haya en ese video guardado en una carpeta encriptada
oculta en su teléfono en alguna parte. Conozco la mayoría de
los secretos de Calliano, y está desesperado por follársela por
todos los agujeros.
Vi llegar el mensaje, pero no lo vi. Quizá lo haga más tarde, o
quizá ni me moleste. No es que me importe con quién elija
estar Ky fuera de nosotros dos; lo que importa es que estamos
el uno para el otro de una forma que va más allá de acariciarle
la polla y follarle el apretado culo, y esa lealtad es lo más
importante para mí.
Puede meter la polla a quien quiera, tanto como le plazca. Pero
en nuestra vida, y en nuestro trabajo, rara vez podemos confiar
en alguien más. Así que, en su mayor parte, sólo compartimos
chicas o chicos ocasionalmente en el club cuando nos apetece.
Este mundo no está hecho para toallas a juego para él y ella y
promesas de que la muerte nos separe.
Por eso disfrutamos de la libertad de elegir con quién nos
unimos, y les sorprendería saber cuánta gente es capaz, follar,
de cuidar y tener intimidad con más de una persona.
Intimidad. Mastico esa palabra como si fuera arenilla. Algo en
lo que nunca he sido bueno. Sin embargo, de algún modo, Ky y
Thorne toleran mis idioteces y, a cambio, yo tolero las suyas.
*****
He estado merodeando por aquí en las sombras de la cocina
desde hace un rato. Las paredes de cristal que me rodean
reflejan un inquietante patrón de líneas sombrías y grietas de
luz desde donde la luna ilumina el patio central.
El whisky que he estado bebiendo está a punto de acabarse y,
mientras apuro el último trago, oigo un crujido a mi derecha.
Mis ojos se posan en la fuente, y está vestida con una de las
camisetas gastadas de Ky, mirándome como si estuviera a
punto de desgarrarla miembro a miembro.
Probablemente porque hay muchas posibilidades de que así
sea.
—Lo siento, no sabía que estabas aquí —está atrapada a medio
camino entre la cocina y el refugio. Definitivamente no lo
suficientemente lejos de mí para ser considerado seguro.
La lucha o la huida no se han puesto en marcha, gracias a su
estado de adormecimiento.
Bajo lentamente el vaso, lo apoyo en la encimera de piedra y
me inclino hacia delante con las dos manos, observando su
frágil figura. Sería tan jodidamente fácil romperla. Ya puedo oír
el crujido de los huesos bajo esa piel suave.
—Aquí fuera, merodeando de noche otra vez —observo con
ligera diversión cómo sus ojos se abren de par en par, fijándose
en mi aspecto parcialmente oculto. Sólo el resplandor del reloj
del horno ilumina un lado de mi cara.
Espero que cuando Foxglove Noire me mire, me parezca a sus
peores pesadillas. Porque todo en mí dice que esta chica es un
riesgo.
Puede que su vida nos pertenezca, pero eso no significa que
podamos confiar en ella.
Le dijo a Ky que nos quería a todos, y ya me ha contado todos
los detalles de la noche que pasaron juntos por mensaje de
texto, pero no me creo ni por un segundo esa mierda. Esta
chica no tiene ni idea de lo que eso significa, y mis monstruos
interiores desde luego no están lo suficientemente asentados
como para querer ser domados en este momento.
Si alguna vez va a descubrir qué clase de lobo soy realmente, es
ahora.
—Quería un poco de agua —se aparta un mechón de cabello y
va a rodear el mostrador por mi izquierda, pero estoy allí antes
de que pueda acercarse a los armarios. En un segundo, le
agarro las muñecas y se las retuerzo a la espalda, mientras ella
se resiste a mi agarre.
Ky le ha estado enseñando jodidamente todo lo que debe saber
sobre cómo defenderse.
—Creo que has venido buscando otra cosa —la miro con
desprecio a un lado de la cara. No puedo contener la fealdad;
que lo vea todo y salga corriendo gritando.
—Suéltame —vuelve a forcejear, débilmente, y mis dedos se
clavan en los huesos de sus muñecas. La aprisiono con una
mano y uso la otra para empujarle la cabeza hacia adelante
contra la fría encimera de piedra.
—No eres más que una sucia zorra paseando en busca de su
próxima polla para joder, ¿verdad? —le aprieto las muñecas
con más fuerza, tirando de ellas hacia arriba, arrancándole un
aullido de dolor. La fuerza le hace girar la cara sobre el
mostrador.
—Eres un maldito imbécil —sus patéticos intentos de forcejear
contra mí continúan—. Que te den. —Su voz va directa a mi
polla.
—Eso es lo que quieres, ¿no? follarnos a todos.
Se queda inmóvil debajo de mí. Casi puedo oír el momento
exacto en que su estómago se desploma por el suelo. Esta
estúpida zorra no creía que Ky fuera a decirme lo que dijo, y es
casi ridículo que parezca sorprendida por mis palabras.
—Le mentí. Le dije lo que quería oír, eso es todo.
Tiembla debajo de mí, con el culo sobresaliendo y la frente
inclinada sobre el mostrador. Cada centímetro de su cuerpo
parece un agujero caliente y deseoso de ser llenado.
Me paso la lengua por los dientes. —No creo que seas tan
buena mintiendo. —me burlo de ella a través de la oscuridad.
El sonido provoca otro temblor bajo mi agarre castigador.
—Quítame las manos de encima —sus palabras pueden
pretender ser ácidas, pero son débiles. Esta chica es inútil
contra mis años de entrenamiento y lucha y acabar con vidas.
Sabe que la tengo atrapada, y sólo a mi merced saldrá de esta
cocina esta noche.
—Oh, creo que eres el tipo de zorra desagradable que disfruta
exactamente así.
Le sale un pequeño gruñido, pero no intenta discutir conmigo y
joder, estoy perdiendo el control sobre lo que sea que haya
estado conteniendo la marea hasta ahora.
—Creo que andas por aquí casi sin ropa, esperando que alguien
te llene de semen.
Esta vez su gruñido ahogado suena más como un gemido. —No
te atrevas a ponerme una mano encima.
Inclino más mi peso hacia delante, y eso fuerza el contorno de
mi dura polla en mis vaqueros contra su culo, mientras el
borde del mostrador de piedra se clava en los huesos de su
cadera.
¿Por qué me siento atraído por esta chica y quiero encontrar la
manera de succionar su dolor y su veneno en el mismo maldito
aliento? Es una gran tentación para mí. El pequeño tono
jadeante de su voz cuando lucha es el telón de fondo más dulce
de sus protestas.
—Siempre es la misma melodía contigo. Esas amenazas tuyas
no significan nada cuando tu coño está chorreando y
suplicando —le siseo al oído. El cabello suelto del moño le roza
la cara.
—No quiero esto.
—¿Crees que me importa lo que tú quieras, joder? —me
rechinan los dientes mientras la empujo con más fuerza contra
la piedra.
—Gritaré por Ky.
Y una mierda que lo haga. Eso me arranca una risa
amenazadora.
—Si fueras a gritar pidiendo ayuda, ya lo habrías hecho. En vez
de poner el culo al aire esperando que alguien venga y te lo
folle.
Su cuerpo se pone rígido.
—No lo harías —su voz es áspera, y cada inhalación se vuelve
más y más errática con cada segundo que pasa.
—¿No qué? ¿Follarte el culo hasta que sangres? ¿Romper tu
coño alrededor de la forma de mi polla mientras lloras
pidiendo clemencia? —Mis caderas empujan lentamente,
sacudiendo su pelvis contra el filo de la piedra. No hay duda de
que después de esto estará llena de moratones como la mierda.
—Suéltame —veo que se muerde el labio inferior con tanta
fuerza que lo tiene hinchado.
Saco el móvil del bolsillo trasero y busco el número de Ky,
poniéndolo en pantalla justo al lado de su cara.
—Ahí tienes —aspira aire entre los dientes—. Tu precioso Ky
está justo ahí, por si quieres pedirle ayuda. —Su nombre está
iluminado en mi teléfono, junto al gran botón verde brillante.
Todo lo que tiene que hacer es estirar la mano y pulsarlo una
vez.
No se inmuta ni se estremece.
Puta chica sucia.
Me inclino más y pruebo su fragancia. —Eres nuestra para
usarte como queramos, y puede que seas mi víctima favorita.
—Por favor, Raven —dice mi nombre como si significara algo.
Sacudo lentamente la cabeza en la oscuridad. Le paso el dedo
por el brazo desnudo, se estremece y se le pone la piel de
gallina bajo los tatuajes. —Ni hablar. Eres nuestra para jugar
cuando queramos, y tus patéticos gritos no te salvarán.
Le doy un empujón en la nuca, advirtiéndole que no se levante,
y muevo la mano para agarrar con un puño la parte de atrás de
la camiseta que cuelga suelta sobre su culo.
—Ahora eres nuestra putita. Acéptalo.
Hace un ruido salvaje de protesta debajo de mí. —No lo hagas.
No quiero esto.
—Hmm, ¿es así? Es hora de ver cuán de mentirosa eres
realmente.
Mientras arrastro la tela por sus caderas, veo que lleva unas
bragas de talle alto. Son de algodón blanco y encaje y parecen
inocentes de cojones. Mi polla empieza a gotear al ver sus
nalgas redondeadas con solo una tira de tela para separarlas.
Un festín delante de mí.
—Por favor. Por favor, no lo hagas —Empieza a retorcerse
contra mi agarre, y con una bota, le doy una patada para que
abra bien los pies.
—Nos perteneces... lo que significa que somos dueños de cada
uno de tus orgasmos —muevo la mano para acariciar su coño
cubierto—. Y apuesto a que eso te excita.
—No —su actitud desafiante es loable, pero su cuerpo la
traiciona. Como esperaba, hay una gran mancha húmeda bajo
mi tacto donde la tela está empapada.
Sonrío con sorna en la noche. Froto un pulgar con rudeza sobre
sus bragas y la pellizco a través del material húmedo. Cuando
he acumulado suficiente humedad en los dedos, los vuelvo a
acercar y se los meto debajo de la nariz. Retrocede con una
maldición siseante cuando la obligo a oler su propia excitación.
—Bueno... ¿qué tenemos aquí? —Manteniéndola inmovilizada,
arrastro la yema húmeda de mi pulgar sobre su labio inferior
para que no pueda evadir la realidad de lo que su cuerpo
anhela.
—Estás enfermo —es un poco decepcionante que no intente
arrancarme los dedos a mordiscos.
—Lo dice la zorra que está empapada. Ahora muéstrame lo
buena puta que eres.
Mis dedos vuelven a encontrar la parte delantera de sus
empapadas bragas, presionando con fuerza sobre su clítoris.
Fox intenta contener el gemido de placer que quiere salir. A
juzgar por lo empapada que está solo por estar sujeta, su coño
debe de ser ya un desastre hinchado.
—Para —ella se agita y gira la cabeza hacia el otro lado. Todo
lo que hace es sacudir sus caderas contra mi mano.
—No —gruño. Mis dedos la aprietan, trabajando en círculos
cortos y afilados, y sé que este tipo de presión va a hacer que se
desmorone de inmediato.
—No... —Fox suplica, pero sus mejillas están sonrojadas y su
culo se frota contra mi dura polla.
Bastan dos círculos más sobre su clítoris para que su cuerpo se
paralice y se estremezca debajo de mí. Un ruido entrecortado
sale de sus labios mientras intenta tragarse sus gemidos.
—Otra vez —mi voz es pesada por la necesidad de liberar mi
polla y bombear dentro de ella, además, mis sombras aún no se
han saciado.
—No puedo. Por favor, para.
Es como si pensara que eso no me hará empujar más fuerte. Así
que, por supuesto, lo hago: froto sin piedad sobre el manojo de
nervios, aunque esté sobre estimulada. Esta chica se va a correr
por mí otra vez, y se lo voy a sacar con los colmillos.
—Eres nuestra, y eso significa que te vas a correr cuando te lo
digamos, joder —se rompe debajo de mí. Esta vez incapaz de
contener los salvajes ruidos y sollozos que brotan de ella.
Debajo de mí, su cuerpo se afloja cuando el orgasmo la sacude
y luego se calma. Le suelto las muñecas y las dejo sobre la
encimera, junto a su cabeza. Está deshuesada y esta vez no
hace nada por detenerme mientras libero mi polla y le tiro las
bragas a un lado.
Empalándola de un empujón, se agita y aprieta a mi alrededor
en cuanto empujo hacia delante, hasta la empuñadura. La
fuerza de mi penetración hace que cierre los ojos. Pero no
antes de que emita un pequeño gemido contra el banco... un
ruido que suena jodidamente parecido al placer.
Su coño es el guante más apretado, húmedo y sedoso. Hinchado
por el resplandor de los orgasmos que ya me ha dado, y no
hace lo suficiente (ni nada) para que me detenga. Su coño
caliente se aprieta alrededor de mi longitud, succionándome
más profundamente.
Mis manos la agarran por las caderas, cada embestida es
decidida y afilada. Le bombeo con los dientes apretados
mientras ella solloza debajo de mí. Sus dedos intentan
agarrarse a la encimera lisa mientras su cuerpo se desliza
contra la superficie de piedra, y ella se somete a todo.
Es un subidón embriagador. Uno que no he experimentado en
Dios sabe cuánto tiempo, joder.
Pero aún no he terminado de demostrarle a esta chica a quién
pertenece de verdad, así que la rodeo y meto la mano por
delante de sus bragas. Esta vez la toco como es debido, y Dios,
está tan caliente y dócil que se me tensan las pelotas de
inmediato. Su suave coño está húmedo y resbaladizo bajo mis
dedos; enseguida rozo su clítoris, lo que le provoca un pequeño
jadeo. Esta chica puede decir una cosa, pero ese pequeño
capullo está desesperado por recibir más atención.
Cuando siente lo que estoy haciendo, hace otro patético intento
de luchar contra mí, pero lo único que consigue es hundir mi
polla en un ángulo más profundo, uno que la hace gemir
ruidosamente en la oscuridad de la cocina y apretarse
alrededor de mi longitud.
—Mejor cállate, no quiero que nadie oiga lo mucho que te gusta
que te inclinen y te usen como a un pequeño juguetito sexual.
Su coño se aprieta alrededor de mi polla inmediatamente.
—Joder, te encanta esto, ¿verdad? —Las caderas golpean sin
piedad, piel contra piel—. No hagas ruido. Tendrás que callarte,
o sabrán que estás aquí fuera recibiendo una buena dosis de
semen como una auténtica putita.
Hace un ruido estrangulado. Muerde una mano y hunde los
dientes en la parte carnosa de la palma en un esfuerzo por no
gemir. Su coño me aprisiona la polla y me hace golpearla con
más fuerza, intensificando la forma en que he atrapado sus
caderas. Puede que finja que no le gusta lo que hago, pero su
cuerpo la delata a cada paso.
—Qué chica tan sucia. Querías que te folláramos todos; ahora
sabes lo que es que te poseamos. —Con cada embestida,
puntúo mis frías palabras—. Quizá deberías haber pensado en
lo que es pertenecernos a todos antes de andar por ahí sin
nada puesto. —Mientras hundo mi polla hasta el fondo, esta
vez pellizco su clítoris y ella se estremece.
Se me tensan las pelotas, mis caderas se sacuden y me descargo
dentro de ella. Chorros calientes de semen llenan su apretado
coño, y sigo embistiendo tan profundo como puedo mientras
ella suelta una retahíla de gritos ahogados contra la palma de
su mano.
Dios mío. Unas manchas blancas se agolpan en mi visión
mientras me encuentro inclinado sobre ella, respirando
agitadamente.
Había planeado sacársela y marcharme, dejándola allí marcada
y húmeda, con lágrimas de recién follada manchándole la cara.
Pero algo me detiene, y no sé qué es, pero por un momento me
quedo inmóvil ante el brillo de la humedad que cubre sus
largas pestañas. Incluso en la oscuridad, puedo ver el rosa que
florece en lo alto de sus pómulos. Su cabello lila le cae
alrededor de la nuca y la mandíbula en los lugares donde se le
han soltado los rizos.
Los únicos sonidos que llenan la cocina en penumbra proceden
de nuestras respiraciones agitadas y del ruido de mi pulso
cuando empieza a retroceder en mis oídos.
Mi polla se estremece, aún enterrada en su interior. Más que
interesado en todas las formas de explorar usando nuestro
nuevo juguete.
Pero decido que eso puede esperar y, en su lugar, la saco con
un gruñido. Sosteniendo la tela de algodón a un lado, observo
embelesado cómo brota el semen en su entrada hinchada. Ella
puede guardar esa evidencia contra su piel, demostrando
exactamente cuánto disfrutó cada minuto de ser inclinada y
usada. Esta chica necesita recordar a quién pertenece ahora.
—Estas se quedan puestas —le digo mientras le reajusto las
bragas para mantener mi reclamo justo ahí.
No se mueve, y sospecho que es porque le he jodido todas las
ganas de luchar.
Me muevo a su espalda, enganchando el largo dobladillo de la
camiseta de Ky hacia abajo, y luego me retiro. Mis ojos se
clavan en sus curvas mientras lo hago, siguiendo la pendiente
de sus muslos donde la camiseta termina justo debajo de la
suave carne de sus nalgas como una maldita invitación al
segundo asalto.
—Vete. Déjame en paz —susurra Fox entrecortadamente.
Que es lo que pienso hacer, pero no sin antes levantarla y
llevarla a su habitación. Me quedo de pie junto a ella hasta
cuando hace pis, ignorando sus protestas. No cede hasta que la
amenazo con quitarle la puerta del baño para siempre. No me
mira a los ojos. Bien.
Parece perdida en un tranquilo aturdimiento mientras la
acomodo bajo las sábanas de su cama.
Atrás, soy una estatua junto a su colchón mientras ella se da la
vuelta, dándome la espalda. Por alguna razón, permanezco allí
firmemente arraigado y sigo observando cómo se duerme casi
al instante. Sus pestañas oscuras se posan sobre sus mejillas
húmedas mientras su respiración se vuelve superficial y sus
hombros suben y bajan lentamente. Porque si hay algo de lo
que estoy seguro ahora es de que mis demonios están más
callados de lo que han estado en mucho tiempo.
Y no sé qué hacer con esa información.
Fox
Tengo un problema serio.
Estoy más enferma de lo que pensaba.
La forma en que Raven me reclamó anoche y me arrancó
orgasmo tras orgasmo podría haberme roto el cerebro. Le odio
por lo que hizo, pero no más de lo que me odio a mí misma por
disfrutarlo. Después, cuando me vigilaba, ni siquiera podía
mirarle, porque... ¿qué mierda me pasa?
Un hombre me obligó a mantener relaciones sexuales, incluso
cuando le dije que no, y me llamó puta sucia.
Pero me gustó.
Posiblemente más de lo que le gustó, incluso.
Resulta que soy más friki de lo que me atrevía a admitir antes
de conocer a estos hombres. La sensación de asco por lo mucho
que mi cuerpo disfrutó anoche me recorre la piel como arañas.
Tiene razón. Podría haber llamado a Ky. Me dio todas las
oportunidades para escapar, o buscar ayuda. Pero, en vez de
eso, dejé que me usara... la vergüenza quema en mis mejillas
cuando pienso en el hecho de que me corrí más fuerte de lo que
lo he hecho en mucho, mucho tiempo.
Si es que alguna vez.
El recuerdo impreso de sus manos ásperas y su polla enterrada
en lo más profundo de mi ser me hace sentir calor en las
puntas de las orejas. Por no hablar de que, cuando me desperté,
descubrí que me había dejado un vaso de agua en la mesilla de
noche, junto a un paquete plateado que contenía un par de
analgésicos.
Algo dentro de mí me dice que es una idea peligrosa
permitirme creer que fue él quien me los dejó mientras me
permanecía dormida.
Aunque, al parecer, mi cuerpo está ahora finamente
sintonizado con la presencia tanto de Ky como de Raven.
Ambos hombres me vigilan esta noche desde los bordes del
ornamentado salón de baile de la Casa Noire, con el aspecto de
dioses metidos en sus trajes negro azabache. Puedo sentir el
peso de su mirada posesiva sobre mí; sin embargo, según los
términos de su plan de venganza, me abro paso entre la
multitud de miembros de la Asamblea. Sola.
Eso no significa que sean inmunes a ese deseo persistente que
parece empeñado en cautivarnos a todos. Esta noche, mi
travieso vikingo casi me hace inclinarme sobre el capó del
vehículo antes de salir del complejo. Por un momento, pensé
que estaban listos para otra ronda de compartirme cuando
pillé al lobito mirándome el culo como si fuera su próxima
comida, pero en lugar de eso, metió a Ky en el vehículo y se
aseguró de que yo estuviera segura en el asiento trasero.
Sinceramente, no habría protestado ni una sola vez si hubiesen
elegido otro curso de acontecimientos. Mi coño ha estado
cosquilleando desde el momento en que los vi vestidos con
toda su gloria asesina esta noche.
—Cariño, haces honor a tu nombre... una Fox fría como un
tempano. Mira qué vestido —una voz suave se interpone en
mis pensamientos cuando Poe se acerca a mí, reluciente con su
propio vestido plateado de delicados tirantes metálicos. Tiene
un aspecto magnífico y me ofrece enseguida una copa de
champán mientras sujeta la suya con la otra mano con
manicura perfecta.
Esta es absolutamente la única persona de la que consideraría
aceptar una bebida en este lugar.
—Todo parece increíble —aunque la Casa Noire era mi hogar,
había alas enteras que nunca pisé. Este salón de baile era sólo
un lugar que vislumbraba de vez en cuando. Cuando era más
joven, nunca asistí a ningún evento que se celebrara aquí, sobre
todo porque temía llamar la atención de alguno de los amigos
de mi padre.
Pero incluso sabiendo lo que representa este lugar, no puedo
dejar de admirar el modo en que Poe ha hecho magia para
crear un club y un evento impresionantes, trabajando para
borrar las manchas del pasado. Son los amigos de mi padre que
se entremezclan con los Anguis asistentes los que lo vuelven
todo rancio.
—Gracias. Aunque tengo que decir que prefiero cuando es
simplemente el club, en lugar de la pretenciosidad de estas
cosas que el consejo insiste en que hagamos... Tendrás que
venir alguna vez —sus ojos se desvían hacia donde están Ky y
Raven hablando con Hawke. Otros dos hombres guapísimos,
que supongo que deben de ser los otros compañeros de Poe,
están con ellos.
La razón por la que sé que es Hawke y no Thorne es porque el
hombre en cuestión ha sido un fantasma durante casi una
semana entera. Aparentemente, se supone que estaría presente
esta noche, pero hasta ahora, se ha esfumado.
—¿El club? —Doy un sorbo a mi champán—. ¿Crees que me lo
permitirían? —mi mirada se desvía entre Ky y Hawke, que
están juntos hablando. Hay algo tan diferente en la forma en
que interactúan en comparación con cómo se comporta con
Thorne.
En las dos veces que lo he visto cerca de Hawke, puedo ver las
bromas fraternales en el centro de su dinámica... pero con el
otro hermano Calliano, la energía se arremolina en una
dirección completamente diferente, y hay un pensamiento que
se agita en las afueras de mi cerebro, pero no le pongo voz.
—¿Permitírtelo? —Poe se burla—. Es tu herencia. Tu club con
todo derecho. Te diré una cosa, a la mierda lo que puedan
decir; estoy por enviarte nuestro registro de invitados en este
momento. —Saca su teléfono y empieza a teclear. Esta chica no
tiene miedo de estos hombres, y eso me da un poco de coraje
en mi propia búsqueda para aprender la mejor manera de
sobrevivir a ellos y a su mundo.
Casi de inmediato, mi teléfono vibra dentro de mi bolso.
—Cómo.. —lo saco y veo que hay un mensaje de un nuevo
contacto y que Poe me sonríe por encima de las burbujas que
bailan en su copa de champán— ¿Cómo has conseguido mi
número?
Hace la mímica de cerrar los labios y arrojarse la llave
imaginaria por encima de un hombro. —Agradécemelo
después. Mejor aún, aunque nunca rellenes ese formulario,
prométeme que vendrás y al menos recorrerás el club
conmigo, ¿vale?
—Eres un lío —sacudo la cabeza y rápidamente guardo su
contacto.
—Yo soy la calmada. Espera a conocer a mi mejor amiga, Rita.
Ahí es cuando sabes que la noche se va a poner realmente
salvaje.
Ante la mención de mejores amigas y salidas nocturnas, mi
corazón se detiene un poco. Echo muchísimo de menos a Em y
no tengo ni idea de si volveré a verla.
Me desinflo como un globo de helio gastado, y Poe frunce las
cejas al notar el cambio en mi lenguaje corporal.
—No sé si las chicas como yo tienen noches de chicas. Cuando
sólo eres un medio para vengarte de un hombre muerto, tu
vida deja de existir.
Poe ladea la cabeza. Sus ojos se llenan de lo que espero que sea
compasión y no lástima. Aún no conozco toda su historia, pero
tengo la impresión de que al menos la comprende... aunque sus
circunstancias de entrada en el mundo de los Anguis fueran
diferentes.
—No sé qué decirte, Fox... ¿pero Thorne sólo te ha mencionado
a tu padre en todo esto? —hay una expresión en su cara que es
difícil de leer.
Estoy tratando de articular palabra cuando se oye un ruido
entre el público y alguien pronuncia el nombre de Poe. Un
grupo de asiduos a su club le hacen señas para que se acerque
y ella me dedica una sonrisa de disculpa.
—Lo siento, Fox. Mis VIP´s son un grupo de gente cachonda a
los que mantener satisfechos. Apuesto a que quieren que les
cuente los planes para la próxima noche de puertas abiertas —
antes de que pueda preguntarle qué quiso decir Poe con su
críptica declaración sobre Thorne, se ha ido. Tragada por el
mar de trajes de etiqueta y vestidos.
La gente con la que no tengo ningún interés en hablar detecta
que vuelvo a estar aislada del resto y se me acerca en tropel.
Mientras tanto, apuro mi bebida y sonrío mientras hablan de
mi padre como si no fuera un hervor supurante de ser humano.
Mi bolso vibra y me disculpo rápidamente para comprobar el
mensaje. Es otro de Poe.
Lo siento, no debería haber abierto la
bocaza.
Si Thorne quiere decírtelo... lo hará.
¿Decirme qué? Quiero contestar y exigir respuestas porque
estoy harta de tanta mierda y tanto secretismo. Pero entonces
suena el cuarteto de cuerda de la esquina e inmediatamente
veo a un viejo baboso con el cabello teñido y una sonrisa
lasciva que me invita a bailar.
Y como estoy aquí para que me castiguen, tengo que decir que
sí y hacerlo con una sonrisa amable.
*****
Me encanta cómo estoy esta noche. En secreto, me he
desmayado como una colegiala con ojos llenos de corazones
cuando he oído el silbido bajo de Ky, y he percibido cómo
devoraba cada centímetro de mi figura en el momento en que
posó sus ojos en mí. Llevo un vestido largo de terciopelo del
color de la obsidiana, con una abertura hasta el muslo y un
suave drapeado sobre los pechos.
Pero no hay peor sensación que la de tener a este asqueroso
poniéndome las manos encima con el pretexto de la ocasión.
Está haciendo poco más que un descarado intento de manosear
a la heredera de la Casa Noire delante de su patético grupo de
miembros de la Asamblea.
Probablemente también estará en primera fila en la ceremonia.
Buscando la mejor posición para verme abrir las piernas.
Lo que no puedo explicar es la diferencia entre cómo disfruté
de Raven forzándome anoche y la sensación de asco que me
sube a la garganta cuanto más me manosea este hombre.
No puedo montar una escena aquí, no delante de todos los
Anguis. Después de todo, estoy haciendo el papel de heredera
de mi padre. Siguiendo su plan, estoy protegiendo a Em y
salvaguardando la memoria de mi madre de sus enfermizas
mentiras y sus retorcidas y falsas afirmaciones. Pero se me
eriza la piel y se me aprieta el pecho con cada vuelta a la pista
de baile.
Finalmente, el hombre que me manosea habla. —¿Te acuerdas
de mí? —Su rostro sonríe serenamente a la sala, asintiendo
periódicamente a quien mira hacia nosotros.
—Sí —me fuerzo a sonreír. Su cara me resulta bastante
familiar, pero ahora mismo su nombre se me escapa, y me
conformo con no saberlo. De hecho, no me importaría no
volver a ver su expresión lasciva.
—Andreas y yo teníamos planes; puedes o no haber estado al
tanto de este tipo de cosas. Especialmente considerando tu
larga ausencia de la Casa Noire.
Sus ojos brillantes bajan para mirarme y me entran ganas de
vomitar.
—Bueno, mi padre ya no está aquí, y yo ocupo su lugar como la
última Noire que queda —mentira, pero no necesito que lo
sepa.
—Necesitarás una mano firme —los dientes del hombre están
pulidos y blancos contra su bronceado exagerado—. Una chica
ingenua como tú no sabe nada de este mundo. Lo que necesitas
es alguien que pueda guiar con éxito la sede Noire y esta Casa
dentro de los Anguis.
—Estoy más que segura de que lo haré bien.
—Se esperará de ti como heredera Noire que cumplas ciertas
obligaciones.
Puaj. Si está sugiriendo que me quede embarazada en nombre
de la Casa Noire, no gracias.
—No querría que una cosita bonita como tú terminara en una
situación que le resultase insoportable para los Anguis. Tu
padre se encargó de ello.
Seguro que sí, joder.
Justo cuando empiezo a desmoronarme, una sombra se cierne
sobre mi hombro. Nuestros movimientos se detienen
bruscamente.
—Si me lo permite, Crane.
Miles Crane. El nombre me revuelve en las tripas como un toro
dispuesto a embestir. Lo recuerdo o, mejor dicho, recuerdo que
me amenazaron con venderme a él cuando era adolescente.
Pero no tengo tiempo para revolcarme en horribles recuerdos
de las artimañas de mi padre, el repentino reconocimiento de
este hombre no es lo que capta mi atención. La voz profunda y
aterciopelada y la sólida pared a mi espalda no son ninguno de
mis supuestos protectores con los que llegué aquí esta noche.
Es Thorne.
Su palma se posa en la curva de la base de mi columna y de ese
pequeño punto de contacto empiezan a saltar chispas.
—Por supuesto, adelante, Calliano —el sórdido se aparta,
señalando la longitud de mi cuerpo con una mirada repulsiva
en su rostro, como si ya fuera suya para prestársela a Thorne
para que dé vueltas por la pista. Tengo que luchar contra el
impulso de escupirle a la cara.
Thorne viene a ponerse delante de mí, y parece que nunca
estoy preparada para este hombre. Va vestido de negro, a juego
con Ky y Raven, con el cabello alborotado y la mandíbula
cubierta de barba incipiente.
¿Dónde carajo ha estado todo este tiempo?
Quiero abofetearlo, besarlo y que me ponga las manos encima a
la vez.
—Qué oportuno. Creo que estaba a punto de ser el sacrificio
ritual de la noche para apaciguar a los miembros de la
Asamblea.
Thorne se acerca a mi cuerpo y envuelve mi mano en su
enorme palma, mientras la otra serpentea alrededor de mi
cintura. Casi jadeo cuando siento que el peso y el calor de su
abrazo posesivo van a quemar la tela de mi vestido en
cualquier momento.
—Se merece que le corten la lengua por tocarte así —la rudeza
de su voz hace que me aprieten los muslos.
Bueno, joder. Parece que el asesino y posesivo Thorne es mi
tipo de tentación.
—Cuando quieras traerme la lengua de ese vil hombre, sería
algo maravilloso —no intercambiamos cortesías ni saludos
como haría la gente normal después de no verse durante un
largo periodo de tiempo. Parece casi ridículo: las primeras
palabras que nos dirigimos en una semana, o desde el
momento en que me dejó en aquellos escalones la noche de la
subasta, son sobre desmembramiento.
Porque nada en esta vida es normal.
Nuestros cuerpos se mueven intuitivamente con la música y,
por supuesto, este idiota sabe bailar. Es delicado y suave y
huele tan jodidamente bien que quiero derretirme. Su palma
gigante empequeñece mi mano dentro de la suya mientras me
mantiene firme. No hay forma de escapar de él, y tal vez sea
porque hace días que no lo veo; me siento perfectamente
satisfecha de que me abrace. Está claro que mis hormonas
vuelven a actuar como perras lujuriosas, ya que ni una sola
fibra de mi ser quiere huir de su presencia.
Ambos guardamos silencio. Sus tormentosos ojos azules se
concentran en la habitación sobre mi cabeza. Mientras tanto,
mi mente gira en círculos furiosos, buscando las palabras
adecuadas para preguntarle dónde ha estado, qué ha estado
haciendo... y posiblemente la respuesta más desesperada que
busco: quiero saber con quién lo ha estado haciendo.
En lugar de revelar todo el alcance de mis celos incipientes, me
muerdo el interior de la mejilla.
De todos modos, dudo que me diera una respuesta sincera.
Thorne es una tempestad de misterio, y sospecho que es
exactamente, así como ha sobrevivido en este mundo el tiempo
suficiente para llegar a donde está ahora. Incluso mientras se
vengaba de la escoria depredadora finamente vestida que
acecha en esta misma sala.
Lo que decido finalmente es un hilo del que tengo ganas de
tirar desde mi breve conversación con Poe hace un momento.
Sé que albergan el mismo odio hacia mi padre que yo. Aunque
hay montañas de secretos y falsedades, junto con amenazas
proferidas por estos hombres, lo que sé es que están en contra
de lo que representa mi horrible linaje. Y si están dispuestos a
llegar hasta las últimas consecuencias para vengarse de
Andreas Noire, aunque sean monstruos por derecho propio, al
menos son el tipo de criaturas con las que puedo llegar a un
entendimiento.
Este mundo no funciona con la sencillez de identificar si
alguien es bueno o malo. Cada uno tiene su propia versión de la
oscuridad que le acecha.
—¿Qué te hizo mi padre? —pregunto. No hay nada como
decirlo sin rodeos.
Su mandíbula se tensa, sus brazos se endurecen, aunque
sigamos balanceándonos al ritmo de la música.
—Ya te lo he dicho, Foxglove. No hagas preguntas sobre cosas
de las que no quieres oír la respuesta.
Pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro petulante.
—Tenemos un objetivo común, Thorne —inclino la cabeza
hacia atrás para poder estudiar sus pómulos y su atractivo
perfil, pero sus ojos siguen ocupados recorriendo la habitación
en lugar de encontrarse con mi mirada. A pesar de ello, sigo
insistiendo porque sé que me está escuchando; no es más que
su instinto de desconfiar en todo momento de estos buitres—.
Todo lo que mi padre hizo y representó es la peor clase de
desgracia contra la humanidad. Sabes lo suficiente de mi vida
como para entender por qué hui de él. Déjame ayudarte de
alguna manera.
Delante de mí hay un muro de acero. Es impenetrable y no
reacciona ni me mira. Sin embargo, hay algo que me estimula.
No es que me esfuerce mucho por sacarle de quicio, pero la
creciente tensión y probablemente la copa de champán se
apoderan de mi lengua.
—¿Por qué no me dejas ayudarte? —Con un resoplido, intento
apartarme de él, y esa parece ser la clave para atraer
finalmente su atención.
Los feroces ojos de Thorne se clavan de repente en los míos.
Ardientes y llenos de años de salvaje repugnancia hacia todos y
todo lo que mi padre ocultaba entre estos muros.
—No confío en ti —su voz es grave, apenas se escucha por
encima de la música. Cada palabra resuena en mis huesos.
—¿Qué hace falta? —La intensidad de su mirada me absorbe.
Mientras que antes buscaba en la habitación, ahora busca en mi
alma. Hurgando en cada célula, buscando pruebas que
demuestren que no soy diferente a mi padre.
Trago saliva con fuerza y sus ojos bajan hasta la columna
expuesta de mi garganta. —¿Qué puedo hacer para mostrarte...
demostrarte... que puedes confiar en mí?
Los duros planos de sus pómulos parecen definirse con mayor
severidad. Su fuerte mano se flexiona sobre mis dedos. Y
mientras intento recordar cómo respirar en su presencia, se
inclina para que sus labios rocen el borde de mi oreja.
—No lo entiendes, joder, ¿verdad? Queríamos que sufrieras.
Queríamos que te retorcieras en agonía y desearas estar
muerta.
El corazón se me sube a la garganta. —Y ahora...
Thorne inhala profundamente. —Eres un parásito. Una
infección en mi sangre de la que no puedo deshacerme.
Retira la mano de mi cintura y la levanta para tocarme un
mechón de cabello. Al hacerlo, sus nudillos rozan un lado de mi
cara. Ese punto de contacto infinitamente pequeño me produce
una sacudida que me llega hasta los dedos de los pies, de una
forma que asociaré para siempre con este hombre. Estar cerca
de él es como estar desnuda y mojada en medio de una
tormenta eléctrica.
Se me erizan todos los vellos de los brazos.
Thorne estudia el mechón lila, frotándolo entre el pulgar y el
índice. Nos movemos juntos por la pista de baile, pero el
mundo entero parece haberse desvanecido, dejándonos solo a
los dos encerrados en este momento.
Al borde de la vulnerabilidad.
Mi susurro flota entre nosotros. —Déjame ayudar. Por favor. —
Déjame entrar.
Cuando se echa hacia atrás para mirarme, su atractivo rostro
está marcado por la tensión y tras sus ojos se esconden
emociones contradictorias. Su mandíbula se tensa en un tic y
me preparo para volver a familiarizarme con su coraza fría y
dura cuando deja de moverse bruscamente.
La canción no ha terminado, lo que me desconcierta. Choco
contra su enorme pecho y una bocanada de aire sale de mis
pulmones. Sólo su corpulencia impide que me desparrame por
el suelo de mármol.
—Nos vamos —anuncia. Aparentemente contento de ignorar la
forma en que estoy pegada a su torso.
Mi cerebro sigue intentando comprender lo que está pasando.
O está tan cabreado con mi línea de interrogatorio que me he
metido en un buen lío, o algo en mis ruegos ha calado por fin.
Un pensamiento que me aterroriza y me emociona a partes
iguales.
De cualquier manera, nos estamos moviendo. Rápido. Thorne
Calliano no pierde el tiempo y, con mi mano envuelta en su
cálida y callosa palma, me arrastra detrás de él.
Nos dirigimos hacia el borde de la pista de baile, atravesando la
multitud y haciendo una línea recta como una flecha hacia la
salida.
Aparentemente, cuando este hombre decide moverse, no hay ni
un momento de pausa, y no sé muy bien cuál es la urgencia.
Fox
Thorne me abre la puerta trasera del vehículo y me ayuda a
subir. Cuando me deslizo en el espacioso asiento trasero, no
cierra la puerta tras de mí como yo esperaba. En su lugar, su
voluminoso cuerpo me sigue como una sombra musculosa y el
espacio se reduce un metro.
Los demás nos pisan los talones, Raven conduce y Ky se
acomoda en el asiento del copiloto, ya que se ha deshecho de su
traje de chaqueta al salir. Se sube rápidamente las mangas de la
camisa por los antebrazos y me mira por el retrovisor.
Hay pura picardía en sus ojos cuando me echa un vistazo
mientras veo sus antebrazos venosos.
Agacho la cabeza y voy a desplazarme más hacia la otra puerta,
pero mi avance se detiene cuando un brazo pesado me pasa
por delante de la cintura. El contacto inesperado me hace dar
un respingo, y Thorne lo aprovecha. Me levanta del cuero y me
acomoda de lado en su regazo.
—¿Qué haces? —con los puños cerrados, empujo contra su
pecho. Sinceramente, ahora mismo me siento como un conejo
asustado a punto de ser despellejado vivo y convertido en
pantuflas.
—No lo sé —murmura. Sus ojos se han oscurecido y esa mirada
entrecerrada cae hasta mi boca.
Santa mierda.
Esto debe ser un sueño febril. Tal vez me drogaron de nuevo y
estoy alucinando. Porque es imposible que Thorne Calliano me
tenga en su regazo, mirándome la boca como si fuera a morirse
de hambre si no la prueba.
Mi desdichado corazón salta a mi garganta, el pulso triplica su
intensidad.
Parece que me retuerzo, porque una sólida palma se posa en
mi pierna para impedir que me mueva. Sus dedos envuelven la
parte exterior de mi muslo mientras un pulgar presiona la
suave carne interior.
—Thorne. —dudo. Saco la lengua para humedecerme los labios
y unos ojos acerados siguen el pequeño movimiento.
Sus pupilas florecen.
Cada molécula de aire es succionada de este pequeño espacio
en un instante.
Dios mío, está excitado.
—Suéltame —no sé si me refiero a su regazo, a su complejo o a
la intensidad de su mirada.
Por mucho que intente argumentar lo contrario, mi cuerpo lo
anhela de una forma que seguramente es una locura. Me he
encontrado enredada en una telaraña entre los tres hombres
que llenan este vehículo y, ahora mismo, les permito con gusto
que hilvanen sus retorcidos hilos cada vez más apretados.
El calor recorre mi cuerpo y lo único que siento es su
abrumadora presencia asaltándome. Quiero darme la vuelta y
sentarme a horcajadas sobre su regazo. Quiero echarle los
brazos al cuello y perderme en sus labios. Quiero guiarlo
dentro de mí y montar un espectáculo para mi lobo y mi chico
travieso, cuyos dos pares de ojos puedo sentir clavándose en
mí desde sus posiciones en el frente.
Tan pronto como salimos de los terrenos de Noire Estate,
Thorne ataca.
Me gira el cuerpo para que me siente directamente sobre su
regazo, con la espalda pegada a su torso. No hay vacilación ni
debate en su interior cuando sus dedos enganchan la abertura
de mi vestido y tiran de la tela hasta que se arruga y me rodea
las caderas. Con facilidad depredadora, desliza dos ásperas
palmas por el interior de mis muslos y separa mis piernas para
que caigan a ambos lados de donde él tiene las rodillas
abiertas. Joder. Soy un cable en tensión bajo cada centímetro
de piel que su tacto recorre con caricias feroces y posesivas.
Es como si hubiera estado calculando exactamente cómo y
dónde va a imprimir su dominio sobre mí, y este es finalmente
el momento en que su plan se hace realidad.
Su pecho musculoso me aprieta la espalda y la dureza de su
polla sobresale contra mi culo. Joder. Todos son grandes, pero
este hombre podría partirme en dos.
Thorne evita con pericia el espacio entre la unión de mis
muslos, donde ya me duele y palpita por la necesidad de tener
sus ásperas manos sobre mí, justo ahí. Un delicioso estruendo
sale de su pecho cuando se da cuenta de que me muevo y trato
de perseguir sus dedos. Emitiendo un leve sonido de
advertencia, y siendo todo un idiota controlador, Thorne me
agarra de las muñecas y me las tira a la espalda.
Mi cerebro está demasiado empañado por el deseo irrefrenable
como para reaccionar.
Sólo cuando el frío metal me besa la piel salgo de mi
aturdimiento. Me coloca unas esposas en las muñecas con la
eficacia de un hombre que ya ha hecho esto miles de veces.
Abro la boca para protestar y maldecirle, pero Thorne es un
maestro en este tipo de emboscadas, y yo no soy más que una
aprendiz torpe e incompetente. Dos dedos me enganchan la
comisura de los labios antes de que me salgan las palabras y,
con la otra mano, desliza una palma caliente por mi caja
torácica hasta llegar a la curva que hay bajo mis pechos.
La baba se me acumula rápidamente en la comisura de los
labios y me arqueo como una gata en celo mientras me acaricia
los pezones a través del terciopelo de mi vestido. Sin sujetador,
puedo sentir cada punto de contacto, y Thorne lo aprovecha.
Pulsa con un tacto experto sobre mis picos sensibles y
endurecidos hasta que hago ruidos desesperados contra sus
dedos.
Me empiezan a doler los hombros por tener los brazos
aplastados contra sus músculos ridículamente duros. El metal
de las esposas me roza y se clava en la piel.
Thorne presiona sus dedos profunda y firmemente contra mi
lengua. —No necesito una malcriada, Foxglove.
Que le jodan por la forma en que dice mi nombre y por el hecho
de que cada vez que lo hace, hace que mi coño se apriete. Y no
solo eso, su voz hace que quiera arrodillarme, adorar su polla y
darle las gracias por el privilegio de que me llene la boca.
—Necesito una buena chica que anhele la sensación de
sumisión. ¿Vas a ser una buena chica para mí y dejar que te
meta el dedo en el coño cuando quiera?
Oh, Dios mío. Sí.
Hago un zumbido alrededor de sus dedos. Se me cae la baba
por un lado de la cara y el tanga que llevo acaba de arder en
llamas.
—¿Vas a ser una putita obediente, que sabe exactamente quién
es su dueño, y se abre de piernas para todos nosotros?
Joder. Thorne Calliano ha tocado sin esfuerzo una parte de mi
cerebro que ha estado rogando por un maestro.
Su boca está caliente en mi oreja. —¿Eso es un sí?
Asiento frenéticamente contra sus dos dedos. Parece que eso le
satisface, porque me suelta la boca y sus manos se muevan
libremente.
Por encima del salvaje latido de mi pulso, oigo a Ky moverse en
el asiento delantero.
—Jesús —murmura cuando veo su reflejo en el retrovisor.
Tiene una expresión de angustia y excitación en la cara.
Todo lo que puedo ver de Raven es la parte trasera de su
salvaje cabello y el blanco de sus nudillos agarrando el volante.
—Te vas a correr en mis dedos, mientras ese húmedo coño
tuyo gotea sobre mí, y luego, cuando volvamos, te vamos a
follar hasta el amanecer.
¿Quién es esta persona, y dónde enterraron el cuerpo del
severo y silencioso Thorne? Este hombre tiene una boca
asquerosa, y quiere follarme, y estoy tan aliviada que podría
llorar.
Me ha revuelto por completo el cerebro y el cuerpo, haciendo
que pierda la cordura más allá del punto de no retorno. Así que
digo lo único que se me ocurre mientras sus manos recorren
mis tetas, apretando y pellizcando mis pezones suplicantes.
—Gracias, Daddy.
Thorne hace un ruido salvaje, y sus caderas dan un empujón
involuntario debajo de mí. Oh, sí, definitivamente es un Daddy.
Nunca había llamado así a nadie, pero se me escapó, y ahora
que sé que le afecta, es mi nueva cosa favorita. Eso y la
dirección en que mueve las manos. Las desliza por la curva de
mi cintura hasta llegar al pliegue de mis muslos. Con un tirón
firme del tanga, me arranca el encaje empapado.
—Joooderr. —Ky suena como si se estuviera muriendo en el
asiento delantero. Lo que sólo empeora cuando Thorne le
arroja el trozo de tela cubierto con la evidencia de mi
excitación—. Eres un idiota. —Retorciéndose, se reacomoda
como si fuera a salirse de su piel.
—¿Tienes algo que decir? —Thorne gruñe y joder, este hombre
es tan injustamente sexy—. Ya me has desobedecido una vez
cuando tomaste su coño, así que puedes sentarte ahí y
escuchar como la follo con los dedos hasta que grite mi
nombre.
Oírle ser posesivo conmigo no debería excitarme. Pero me
retuerzo, desesperada por que cumpla su promesa y me toque
como es debido por primera vez. Aunque tenga que
suplicárselo.
—¿Te gustó tener las pollas de los dos? —Thorne vuelve a
centrar su atención en mí, me chupa el lóbulo de la oreja y yo
casi salgo levitando de su regazo.
—Sí —dios, sí. Vuelvo a apoyar la cabeza en el pliegue de su
cuello. A estas alturas me da igual cómo me arden las
articulaciones de los hombros o cómo las esposas se clavan
implacablemente.
—¿De verdad crees que puedes con nosotros tres? —Su tono es
áspero, pero está impregnado de una excitación desenfrenada.
—Los quiero a todos —mi voz entrecortada ni siquiera suena a
mí; el único ruido en este coche es mi respiración frenética y
pequeños gemidos mientras su agarre se clava en la suavidad
de mis muslos, casi hasta la agonía.
Me tiene jadeando y levantando las caderas, y el hombre ni
siquiera me ha tocado bien todavía.
—Eres nuestra. Nos perteneces. Así que ningún otro hombre, o
mujer, te tocará, joder. ¿Me entiendes, Foxglove?
Jesús. Se me escapa un ruido lascivo que es algo así como un
cruce entre un sí y un joder sí.
—Este coño necesitado es nuestro cuando queramos.
—Mmmm... Sí —asiento con la cabeza.
Por fin, por fin... los gruesos dedos de Thorne empiezan a
moverse. Rozando mi piel sobrecalentada, antes de separar los
labios de mi coño con dos dedos. Casi me desmorono en ese
mismo instante, cuando Ky reajusta el espejo para poder ver
exactamente lo que está ocurriendo aquí detrás.
Estos hombres van a ser mi maldito fin.
—Oh, mierda. Oh, Dios mío —gimo mientras Thorne empieza a
acariciarme el coño. Se toma todo el tiempo que quiere,
esparciendo mi humedad por mi resbaladizo coño, explorando
desde mi entrada hasta mi dolorido clítoris y bajando de
nuevo.
Su polla presiona con más insistencia contra mi culo.
—Ahora somos tus dioses. Y sólo nos llamarás cuando te
portes bien abriendo las piernas.
La cabeza de Ky golpea el reposacabezas con un ruido sordo.
Tiene la mano en la bragueta de los pantalones y aprieta. —
Dios, Thorne. Voy a reventar sólo de escucharte decir ese tipo
de mierda.
—Está tan jodidamente mojada, Ky. Creo que nuestro juguete
disfruta que la mires.
El corazón me late con fuerza en la garganta.
Es entonces cuando Thorne da el golpe mortal. Me mete dos
dedos gruesos y empieza a frotarme el clítoris con la palma de
la mano.
—Mira tu coño goloso. Goteando por toda mi mano y dejando
que me hunda hasta los nudillos.
—Joder. Mmmm Joder —me arqueo contra él, intentando darle
mejor acceso, ventaja y perseguir el placer líquido que corre
por mis venas como si fuera oro.
—Me vas a dejar jugar con este dulce coñito todo el día si
quiero. Escucha lo desesperada que estás sólo por dos dedos.
El coche se llena del obsceno sonido de mi humedad mientras
Thorne bombea dentro y fuera de mí. No puedo evitar los
ruidos que surgen y vuelvo la cabeza hacia un lado, gimiendo
en el pliegue de su cuello. Mis labios están húmedos y
apretados contra su cálida piel, y la sensación de su barba
incipiente bajo mi boca se suma a las sensaciones que recorren
mi cuerpo.
—Eso es. Sé una jodida buena chica y córrete para mí.
¿Qué simple mortal podría resistirse a una orden así? Desde
luego, yo no, cuando aumenta su intensidad. La fuerte presión
de su palma contra mi clítoris me hace volar hacia las estrellas
mientras me penetra con los dedos sin piedad.
Mientras abro la boca en un grito silencioso, puedo saborear el
leve rastro de sudor y su aroma a un lado de su garganta,
donde mis labios presionan con fuerza contra su piel.
—Oh, Dios. Daddy. Sí —me rompo en un gemido y un jadeo
mientras me aprieto alrededor de sus dedos. Hormigueos se
disparan a lo largo de cada brazo, y creo que ya no siento los
dedos de los pies.
—Haz algo útil, Ky. Ven aquí y limpia a nuestra pequeña
zorrita.
—Gracias joder —su voz desde el asiento delantero es ronca.
No estoy segura de sí esta es una de las razones por las que
tienen un vehículo de este tamaño, pero a pesar de sus
enormes hombros, Ky se mete en el asiento trasero con la
habilidad de un gimnasta.
—Que los jodan a todos —murmura mi lobo mientras aprieta
el espejo retrovisor y me dirige una mirada penetrante. Una
que promete todo tipo de maldades una vez que ya no esté
atrapado en el asiento del conductor o en el control de este
vehículo—. Es la última vez que conduzco para cualquiera de
ustedes, idiotas cachondos. El próximo viaje, la llevaré a ella, y
ambos podrán ir caminando a casa.
—Te prometo que te compensaré, baby —los ojos verdes de Ky
devoran mi cuerpo mientras responde a Raven. Ahora que se
ha trasladado al asiento trasero, esto parece un horno. Su
mirada se detiene en el regazo de Thorne, donde sigo abierta
de par en par, y se fija en el lugar donde sus dedos separan los
labios de mi coño. Mi clítoris está hinchado y expuesto, y me
doy cuenta de que le he ensuciado los pantalones.
Arrastro el labio inferior entre los dientes al ver lo duro que
está Ky. El contorno de su polla se tensa tras la bragueta.
—¿Y bien? No te quedes ahí sentado, joder. Te dije que la
limpiaras.
Fox
No te quedes ahí sentado, joder. Te dije que la limpiaras.
Bueno, joder. Thorne también va a domar a Ky, y aunque aún
estoy reconectando con mi cuerpo después del orgasmo, sus
palabras me provocan un nuevo torrente de excitación.
Aunque sospecho que estos dos nunca antes han explorado
esta cuestión tácita entre ellos, si hace falta compartirme para
ayudarles a encontrar su camino, soy la participante más
entusiasta que jamás encontrarán.
En este momento, me gustaría poder ver la cara de Thorne,
empaparme de su expresión mientras Ky cambia de posición
en el asiento trasero. La atención de mi lobo vacila entre la
carretera desierta que tenemos delante (iluminada únicamente
por nuestros faros) y lo que está ocurriendo en el asiento
trasero.
Lo que sí oigo es la respiración cada vez más agitada de
Thorne, que deja entrever por primera vez que su compostura
se rompe en el momento en que Ky baja la cabeza. Pero no
antes de que se detenga, rondando cerca de mi cadera,
mientras me guiña el ojo de la forma más sucia.
—Déjame vivir entre estos muslos, nena. Con gusto lameré tu
lindo coñito cuando quieras.
Su boca se apodera de mi coño y yo me arqueo y gimo con cada
movimiento y cada chupada. Este hombre sabe besar como el
mismísimo diablo y utiliza cada centímetro de su lengua para
ponerme frenética. Su corta barba me roza la piel y es pura
felicidad.
Nunca experimentaré nada igual a este hombre entre mis
piernas, de eso estoy segura.
—Oh, joder. Ky —mis dientes se hunden en mi labio inferior
mientras él se da un festín en mi coño y pasa su lengua por mi
clítoris. Me lanza de cabeza hacia otro clímax.
—Sé un buen chico y haz que se corra. Quiero a nuestra chica
bien relajada cuando nos la follemos —la voz de Thorne es
oscura y áspera mientras me pellizca el lóbulo de la oreja. La
vibración de su voz me recorre el cuerpo y lo que sea que haya
dicho hace que Ky vacile un momento, perdiendo el ritmo.
—¿El nombre de quién va a gritar esta vez? ¿El tuyo o el mío?
—El hombre que se cierne sobre mi coño está jugando con
fuego. Tentando y burlándose de los límites de la paciencia de
Thorne.
Joder, está que arde estar entre estos dos hombres.
—Si crees que no te llevare hasta el borde hasta que estés
lloriqueando por alivio, estás gravemente equivocado, Harris.
—Suena como a que lo pasaremos muy bien —los labios de Ky
se crispan, luego me ataca con pecaminosa pericia, chupando
mi clítoris hasta que estoy suplicando. Incoherente. Una
llamarada ardiente.
El hombre a mi espalda rebosa poder sobre los dos.
—Móntale la cara y hazle un desastre —Thorne mueve la mano
y la hunde en el cabello de Ky. Lo sujeta contra mi clítoris
exactamente como me gustaría hacerlo si pudiera usar las
manos, excepto que aún las tengo esposadas a la espalda.
Viendo sus fuertes dedos flexionarse en las hebras rubias de Ky
es el momento en que me derrumbo. Grito mientras mi coño se
aprieta y me sacudo contra su cara. Mientras tanto, Ky me
masturba con su lengua rígida, sin dejar de masajear el
sensible capullo.
Mi cuerpo y mi cerebro están en dos planetas diferentes. Sólo
soy distantemente consciente de que hemos llegado al
complejo. ¿Este vehículo tiene vidrios polarizados?
Quienquiera que haya estado vigilando la entrada
probablemente ha visto mi coño en primera fila.
Como sea.
Esta noche ya he tenido dos orgasmos... ha merecido la pena.
*****
Tres criaturas salvajes me rodean de camino a uno de los
enormes sofás del salón. Está claro que no vamos a llegar más
allá de unos metros dentro de la casa, con la avalancha de
tensión que amenaza con sepultarnos a los cuatro esta noche.
Ky no había esperado una invitación mientras aparcábamos.
Simplemente me sacó del regazo de Thorne y me colgó de su
hombro. Para cuando me tumbo en el borde acolchado del sofá,
ya me ha dejado los tacones en algún sitio y se está
deshaciendo de su camisa a una velocidad récord.
Raven merodea detrás de él. Se ha quitado la chaqueta y se
afloja los puños de la camisa. Entre los dos, parecen tallados en
mármol a la luz plateada de la luna que entra por las ventanas
del suelo al techo. Detrás de ellos sólo se vislumbra la silueta
fantasmal del bosque, y casi parece que estemos entre los
árboles.
El último en llegar es Thorne. Lleva la chaqueta de su traje y la
arroja sobre el respaldo de una de las sillas.
Santa mierda. Esto está pasando de verdad.
Me tiemblan un poco las piernas, pero voy a necesitar que al
menos una de ellas me ayude a quitarme el vestido, sobre todo
si no piensan quitarme las esposas pronto. Tropiezo al intentar
ponerme en pie y, aunque siento el cuerpo flojo por el placer,
cuando la mano de Thorne me agarra el hueso de la cadera en
un esfuerzo por estabilizarme no puedo evitar hacer una
pequeña mueca de dolor.
Lo que queda claro de inmediato: fue un error.
—¿Estás herida? —me quita las esposas antes de que pueda
parpadear, y sus ojos están furiosos. Thorne me recorre con
rápidos y escrutadores barridos de su mirada. Es como si
estuviera hecha de polvo de hadas y pudiera desintegrarme si
uno de ellos respira demasiado fuerte en mi dirección.
Rápidamente, una mano va a frotarme la muñeca y sacudo la
cabeza. Pero Thorne me sujeta en un segundo.
Se me acelera el pulso.
—No es nada —mis ojos vuelan sin proponérmelo hacia Raven.
No sé ni imagino que le importe especialmente si estoy herida
o no, pero no quiero que piense ni por un segundo que no
querría volver a vivir una experiencia así con él.
—¿Qué mierda le has hecho? Me fui por menos de una puta
semana. —Thorne sigue mi línea de visión mientras gruñe en
dirección a los demás. Mis dedos le agarran la mano y lo
mantienen ahí, presionando contra los moratones del hueso de
la cadera de donde mi lobo me tuvo inclinada sobre la
encimera de piedra anoche.
—Está bien, estoy bien... —En todo caso, estoy un poco
sonrojada por la vergüenza.
—¿Qué? —Los ojos acerados de Thorne buscan los míos antes
de que esa mirada fría y firme me recorra una vez más.
—Me gustó —admito. Vuelvo a mirar a Raven, que está en la
silueta del bosque y el resplandor de la luna.
Mastica esa información, mira a Raven y parece atar cabos. —
Qué partes específicamente
Oh, Dios. Va a forzarme que salga y lo diga, igual que Raven me
forzó a tener orgasmos.
—Ser forzada —me tiembla el pulso y tengo que humedecerme
los labios antes de continuar—. Nunca antes había explorado
esa parte de mí, y aunque he fantaseado con ello por mi cuenta,
nunca pensé realmente que alguna vez tendría la oportunidad
en persona.
Podrías rebanar el aire aquí dentro; está tan cargado de deseo
y tensión.
—Y lo disfrutaste —afirma de nuevo. No, exige saber.
—Esto está jodido. Supongo que estoy más rota de lo que
esperabas —mis ojos caen a un lado.
Eso levanta un avispero de músculos erizados y mandíbulas
apretadas. De repente, tres hombres se me acercan con
expresión feroz.
—No. No lo es, nena. —Ky tira de un mechón de mi cabello
antes de frotarlo entre su dedo índice y su pulgar. Estos tres
parecen estar obsesionados con mi cabello.
—Tu caos coincide con el nuestro. No te pasa nada malo.
—¿Quién te hizo pensar eso? —mi lobo no me toca libremente
como los otros, pero se ha acercado lo suficiente como para
que pueda ver las cicatrices en su labio y ceja. Sus palabras son
bajas, como una advertencia.
Como si ya estuviera planeando de quién tiene que deshacerse.
Bueno, joder. Eso me ha puesto cachonda por este hombre otra
vez.
—Nadie. Yo sólo...
No sé cómo terminar esa afirmación. Después de una vida en la
que mi padre me amenazó con venderme a algún sádico
asqueroso que me forzaría una y otra y otra vez sin piedad,
siento que estoy hecha un lío en muchos sentidos, si es que eso
es algo que realmente admito que me gusta.
Pero esa es la cuestión, son estos hombres los que hacen que
esa fantasía cobre vida de una forma que hace que mis
entrañas se enciendan de deseo.
Sólo estos hombres.
Thorne lee todo eso y mucho más en la historia que se
desarrolla detrás de mis ojos. Deslizando los dedos por mi
cabello, me guía para que lo mire y asimile toda su belleza
masculina. Ángulos duros acariciados amorosamente por
sombras profundas. —Tu placer nos pertenece. No importa de
qué forma venga. ¿Lo entiendes?
Una exhalación temblorosa abandona mi cuerpo. Pero asiento
con la cabeza, porque creo que entiende esta parte de mí. —
Gracias.
Por el rabillo del ojo, veo que Ky ha cogido con el puño la parte
delantera de la camisa de Raven y, aunque sus ojos verdes
siguen clavados en mí, está empezando a desvestirle.
Mi garganta se estremece al verlo.
Pero Thorne sigue dominando casi por completo mi atención.
—Tu placer es el nuestro.
Me suelta el cabello y usa esa mano para quitarme lentamente
los tirantes del vestido de cada hombro. Uno a uno.
—Nuestro para tomarlo cuando queramos.
El material aterciopelado se desliza por mi cuerpo. Me desnuda
por completo. Las tetas me pesan de deseo y mis pezones se
estremecen con el deslizamiento de la tela sobre los sensibles
pezones expuestos ahora al aire fresco.
—Y nuestro para controlarlo.
Con una mano poderosa y venosa, me agarra el pecho y me
pellizca un pezón. El calor y el dolor se disparan en una carrera
contra el éxtasis, lanzándose en una carrera salvaje por mi
torrente sanguíneo.
Me pasa una palma callosa por la cadera magullada y me apoya
contra la pared de grandes ventanales que dan al bosque. La
fría superficie me presiona a lo largo de la columna vertebral, y
me siento tan pequeña contra esta catedral abovedada de
cristal. Como una hormiga que podría quedar aplastada bajo
una pesada bota en cualquier momento.
—Suyo —murmuro. Atrapada por el magnetismo de este
hombre y completamente a su merced.
Fox
Thorne me consume por completo mientras se inclina sobre mi
cuerpo desnudo.
Sigue vestido con su camisa de vestir y sus pantalones, y sus
manos me aprietan ambos lados de mi cabeza; sus poderosos
antebrazos y su pecho me encierran. Detrás de mí, siento el
silencioso golpeteo de la lluvia contra la ventana, y la luz de la
luna que atraviesa la habitación tiene un efecto moteado. Los
riachuelos de agua empiezan a caer lentamente por el cristal.
En algún lugar entre la luna y las gotas, un brillo espeluznante
se proyecta como una red plateada allá dondequiera que miro.
Mi mirada se dirige hacia donde están los otros dos, en
distintas fases de desnudez. Joder, estas son todas mis fantasías
más extravagantes, y da la casualidad de que los hombres que
quieren castigarme también me desean.
Supongo que todos estamos igual de jodidos.
—Ojos en mí —Thorne gruñe. El sonido es como miel que me
cubre de pies a cabeza, y mi estómago da un salto en previsión
de lo que está por venir.
Me engancha un dedo bajo la barbilla y me echa la cabeza hacia
atrás para que nade en su mirada azul acero. Me mira con tanto
furioso anhelo que me quedo suspendida por un momento, sin
saber si va a besarme o a matarme.
—No me importa compartir tu cuerpo, Foxglove. Pero cuando
te folle, espero que te concentres en mí, a menos que te dé
permiso para lo contrario.
Bueno, mierda. Sí, por favor. Este hombre puede decirme qué
hacer todo el día y toda la noche.
Esas manos con las que probablemente asesina a la gente son
tan cuidadosas conmigo, y todo mi cuerpo vibra. El deseo
irradia como una llamarada solar desde ese singular punto de
contacto bajo mi barbilla.
Con Ky, es como estar dentro de un torbellino. Mi dios nórdico
lleno de malvadas promesas.
Estar con mi lobito hace que cada lado oscuro de mí se sienta
atraído a enredarse con su amenaza.
¿Pero con Thorne? Es como si me derritiera por una gota de
elogio de sus labios o el suave roce de sus dedos sobre mi piel.
—Sácamela —su orden es tranquila y firme.
Mis manos buscan la hebilla de su cinturón; cada tintineo del
metal al desabrocharse bajo mis dedos temblorosos envía una
chispa directa a mi clítoris. El zumbido de su cremallera al
bajar me pone la piel de gallina. Y entonces me muerdo el labio
mientras bajo con cuidado la cinturilla de sus boxers.
Oh. Mi. Dios. La polla de Thorne es gruesa, larga y venosa a lo
largo. Se balancea contra su estómago, y en la base, puedo ver
su vello oscuro recortado.
Debo estar señalando cada sucio pensamiento de cómo quiero
caer de rodillas y tomarlo en mi boca porque el hombre frente
a mí hace un ruido impaciente.
—Hay mucho tiempo para eso más tarde.
Me agarra por debajo del culo y me levanta para que rodee sus
caderas con las piernas.
—Thorne —jadeo. Sintiendo su cabeza hinchada presionando
insistentemente mi centro.
—Méteme dentro de ti —la instrucción es ronca, dejando un
rastro de escalofríos bailando por mi piel.
—Sí, Daddy.
Hace el gruñido más sexy al oírme llamarle así, y tengo que
morderme el labio.
Con una mano aferrada a su hombro, me agacho y le rodeo la
polla con los dedos. Está aterciopelada bajo mi agarre, y la
sensación de tocarla por primera vez hace que Thorne suelte
un siseo de placer. Saber cuánto influyo en este hombre me
hace flotar en una nube brillante, sintiéndome todopoderosa.
Aunque sea yo la que esté completamente desnuda y a su
merced para que me use a su antojo.
Me retuerzo ligeramente en su agarre, ajustándolo a mi
empapada e hinchada entrada.
—Eso es. Guíame dentro. Justo ahí —en el momento en que la
punta de él me penetra, toma el control.
—Mierda. Incluso después de estirarte con mis dedos, estás tan
apretada.
Le echo los dos brazos al cuello y me quedo con la boca abierta
cuando me aprieta la columna contra las ventanas.
—Oh, jjjoder —gimo mientras él mueve sus caderas,
permitiéndome adaptarme a su tamaño, y su gorda cabeza se
siente tan jodidamente bien trabajando en ese delicioso lugar.
Thorne hace un ruido salvaje, como si apenas pendiera de un
hilo, y luego sus ojos se posan en mis labios.
—Eres mía —su voz es un murmullo.
Mi respuesta es sólo un leve gemido.
Pega su boca a la mía, y eso me tiene acabada. Thorne me besa
y mi alma decide abandonar mi cuerpo.
Este hombre sabe a la tortura más dulce, porque ahora sé cómo
son sus labios, suaves, firmes y exigentes; no puedo evitar
saber que voy a desearlo una y otra vez.
Thorne gime dentro de mi boca, y mientras su lengua me
invade, su polla empuja hasta el fondo.
Me golpea la espalda contra el ventanal y empieza a
embestirme con la tensión contenida de semanas y semanas
que se ha ido acumulando entre nosotros.
Lo único que puedo hacer es aferrarme a él mientras mis
pechos rebotan y se arrastran contra su camisa y mi coño se
estremece alrededor de su polla. Su roce con mis paredes
internas es irreal, me llena de una forma jodidamente perfecta
y me deja perdida en todo lo que no sea su sensación.
Consume cada parte de mí. Me mordisquea y lame los labios, su
poderoso cuerpo me acaricia con cada embestida decidida de
su polla. El placer es adictivo cuando me estiro alrededor de su
polla y Thorne llega a un punto tan jodidamente intenso que
me destroza el alma.
—Joder, parece que estás hecha para esto —me dice al oído,
antes de enterrar su cara en mi cuello.
Mis dedos se enredan en el cabello corto de su nuca mientras
murmuro una respuesta.
No sé cuánto tiempo nos perdemos en ese momento, en el que
sólo puedo sentirlo, saborearlo y pensar en él, pero demasiado
pronto, el frío cristal abandona mi columna vertebral y me
aleja de la ventana. Una parte de mí quiere protestar, mientras
que otra apenas puede recuperar el aliento. Thorne me lleva a
través de la habitación con la polla aún enterrada en mi
interior. Entre los orgasmos que me ha arrancado en el asiento
trasero del coche y lo bien que me está llenando, no sé si podré
aguantar esta noche.
Descanse en paz mi coño si estos tres hombres tienen la
intención de follarme así.
Cuando llegamos al enorme sofá, veo a los otros dos, que están
completamente desnudos, y se me seca la boca al verlos. Están
medio tumbados, uno al lado del otro, y en una posición
privilegiada para vernos follar contra la ventana. Ky está
metido bajo el brazo de Raven, que bombea tranquilamente las
pollas de ambos. Dos pares de ojos oscuros recorren mi
desnudez mientras me aferro a Thorne.
—Joder, qué bien se ven juntos. —Ky canturrea mientras se
acerca a mí, apartándome el cabello a un lado antes de dejar
caer un beso caliente en mi cuello—. Vería este espectáculo
cada día.
La polla de Thorne late dentro de mí.
—Aún no he terminado con ella —le gruñe a Ky, que se ríe
entre dientes, y luego me lame la oreja.
—No te preocupes, Daddy. Aún puedes tener tu turno.
Mis ojos encuentran a mi lobo, que está sentado con un brazo
echado sobre el respaldo del sofá y una rodilla levantada.
Exactamente como esperaba, tiene todo el pecho tatuado a
juego con la tinta que le sube por el cuello y le baja por los
brazos. Es una jodida obra maestra y me quedo boquiabierta
mirando su cuerpo desnudo.
¿Podría convencérsele de que se pasee todo el día en chándal
como hace mi vikingo?
Ky me pellizca el culo, haciéndome jadear contra el hombre
que me lleva, cuya gruesa longitud aún está dentro de mi coño.
—Mira todo lo que quieras, nena. Sólo ten cuidado cuando el
lobo finalmente te atrape.
Si no lo supiera, a Raven se le dibuja una sonrisa en la comisura
de los labios.
Thorne nos gira a los dos y apoya una rodilla en el borde de la
gigantesca esquina en forma de L del sofá, colocándome de
espaldas contra los cojines mientras se retira. Cuando se
endereza, vuelvo a verle la polla y, si una chica pudiera morir
de placer voyerista, yo ya estaría a dos metros bajo tierra.
—Ustedes, imbéciles, ya han tenido su oportunidad de follarla;
ese coño es todo mío esta noche —se desabrocha la camisa
mientras mira fijamente a los otros dos.
Ky ya se cierne sobre mí con ojos brillantes. —Dios, qué bien te
ves siendo embestida, nena. —Deja caer su boca para cubrir mi
pecho, y mi columna se arquea mientras succiona. Enrosco los
dedos en su cabello, sujetándolo mientras él pasa la lengua y
juega con el sensible pezón antes de cambiar al otro. Pasa los
dientes por las puntas endurecidas, coge una y la muerde
suavemente.
Mi sangre se convierte en fuego y grito con un fuerte gemido.
—Chica sucia. Te gusta cuando juego con estas preciosas tetas,
¿verdad?
—Dios. Sí.
Se mete el otro en la boca y luego hace lo mismo. La mezcla de
dolor y placer que recorre cada célula me hace volar.
A mi lado, Thorne se desliza hacia el rincón apoyándose en los
cojines; su palma recorre mi otro pecho y me pellizca con
fuerza mientras Ky me mordisquea la carne. Los dos hombres
me torturan los pezones y emito ruidos impíos.
Tengo los ojos vidriosos de lujuria y deseo mientras miro
fijamente a Thorne, esperando su próxima orden. Porque sé
que la va a dar. Esta noche es él quien dirige todo el
espectáculo, y los otros dos parecen contentos de dejarle
asumir ese papel.
—¿Alguien se ha follado tu dulce culito antes, Foxglove?
Vaya mierda. Oír esas palabras hace que mi cuerpo se tense en
una oleada de excitación mezclada con incertidumbre. La
lengua de Ky recorre lentamente mi pecho dolorido, rondando,
esperando a oír mi respuesta. La electricidad recorre la
habitación mientras intento encontrar las palabras adecuadas
en mi aturdido estado.
—Sí, pero no desde hace tiempo —tartamudeo. Siento la
lengua demasiado grande para mi boca.
—¿No lo disfrutaste? —Thorne frunce el ceño.
Oh, Dios. Este parece el peor momento para hablar de mi
experiencia menos que estelar con intentos de sexo anal
anteriores. —No es que no me gustara... es que creo que no
estaba muy bien preparada. —Mis ojos rebotan entre él y Ky.
Me siento como en un escenario, bajo los focos... desnuda.
Las ruedas en la mente de Thorne giran rápidamente. —Nadie
se acerca a su culo... esta noche. —Señala con un dedo a Ky y a
Raven. Una parte de mí exhala un suspiro de alivio, mientras
que la parte más guarra de mí gime de incredulidad.
Mi vikingo me lanza una mirada sucia. Una que promete todo
tipo de hazañas retorcidas una vez que pasemos de esta noche.
Entonces su peso desaparece y se deja caer bajo el brazo de
Raven.
Pero antes de que pueda distraerme demasiado pensando en
todos esos hombres llenándome, Thorne me pellizca un pezón,
provocando una aguda sacudida de placer. —Sé una buena
chica y ponte de rodillas. Puedes adorar sus pollas ya que estas
deseando tenerlas.
Y como realmente lo estoy, me arrastro hasta donde mi vikingo
y mi lobo están tumbados uno al lado del otro, con cara de
pecado. Me acomodo entre las piernas abiertas de Ky y lo cojo
en mi mano. Con esta luz, asoma un leve hoyuelo, oculto bajo
su corta barba, y casi me mata.
De lo que estoy un poco menos segura es de cómo se siente
Raven en todo esto. Ha estado sentado tranquilamente,
observando cómo se desarrollaba todo entre nosotros tres, y
de repente, estoy un poco insegura. ¿Acaso quiere que lo
toque?
Después de nuestra experiencia en la cocina, la precaución
parece el mejor enfoque.
—No muerde, nena —la polla de Ky palpita en mi mano
mientras la acaricio lentamente de la raíz a la punta—. Mucho.
—Añade la última parte con descaro y yo me pavoneo de
satisfacción cuando eso se transforma en un profundo gemido
en respuesta al momento en que aplano la lengua y me lo llevo
a la boca.
Si voy a tener alguna oportunidad de domar a este lobo, será
mejor que ofrezca la actuación de mi vida. Así que me ocupo de
Ky, meneándome, chupando y ahuecando las mejillas, mientras
mi cuerpo se incinera bajo el gran peso de Thorne y Raven, que
me observan mientras ofrezco un espectáculo. Ambos devoran
mi visión desnuda y de rodillas sobre la polla de Ky.
No tardan en clavarse unos dedos en mi cabello y me apartan
bruscamente de él. Una larga línea de saliva se desliza entre
mis labios hinchados y aquel piercing irrazonablemente sexy.
Es criminal que una persona pueda ser tan sexy. Un subidón
embriagador envuelve mis miembros cuando es Raven quien
reclama mi atención y me arrastra hasta arrodillarme junto a
sus caderas. Se la chupo con avidez.
Conmigo en esta posición, encima de él, no domina tanto como
la noche en los jardines, pero sigue apretándome el cabello con
tanta fuerza que me escuece el cuero cabelludo. Tarareo de
placer mientras su sabor salado y su aroma masculino me
consumen. Sentirlo contra mi lengua y en el fondo de mi
garganta en el ángulo perfecto es algo poderoso.
—Jjjjoderr —me aparta de él al cabo de un rato y me mira con
ojos tan negros como su corazón.
—Nuestra perfecta putita a la que le encanta que la compartan.
—Ky se inclina hacia adelante y consume mi boca. Besándome
y experimentando el sabor de todos nosotros juntos.
Pero no tengo tiempo de derretirme bajo él como me está
tentando. Lo siguiente que recuerdo es que Thorne me empuja
de nuevo hacia su regazo, acunándome entre sus poderosos
brazos, y me encuentro apoyada de nuevo contra su pecho
gloriosamente desnudo.
Está claro que, de momento, se ha hartado de compartir.
—Te gusta mirar —me roza el cuello con su boca caliente.
—Sí.
—¿Quieres verlos juntos?
Asiento. Perdida en las profundidades del deseo.
—Entonces súbete a mi polla, Foxglove.
Un escalofrío me recorre; no hay duda de que este hombre
podría obligarme a hacer prácticamente cualquier cosa a estas
alturas. Me guía para que me levante y luego me tumbe sobre
él, al estilo vaquera invertida, con la espalda pegada a su pecho.
A nuestro lado, los otros dos ya están a punto de follar. Mi
vikingo está tumbado boca arriba, mientras Raven se arrodilla
entre sus muslos. Tiene una botella de lubricante y está
bombeando su polla y cubriendo el culo de Ky. Estoy
temblando y tan excitada que no veo bien. Detrás de mí, oigo y
siento la respiración agitada de Thorne mientras sus manos
recorren mis tetas y bajan hasta mi coño.
—Oh, Dios mío —susurro mientras veo a Raven empujar las
piernas de Ky hacia arriba, y empieza a trabajarlo lentamente.
Primero lo prepara, luego añade un segundo dedo. Una vez que
parece satisfecho con el lío de gemidos y retorcimientos al que
ha reducido a Ky, empieza a presionar gradualmente con su
gruesa polla.
El tiempo se alarga mientras me quedo paralizada ante la
visión de estos dos hombres juntos. Me aprieto contra Thorne
y ambos jadeamos mientras disfrutamos en primera fila de
cómo follan a nuestro lado. Va más allá de cualquier fantasía.
Mi cuerpo está en tensión y cada parte de mí, ávida y voyerista,
disfruta intensamente de este momento.
Quiero eso.
Los quiero... a todos.
Los movimientos de Raven son lentos y sensuales y parecen
estar en total contradicción con la rudeza de la que sé que estos
hombres son capaces. Estoy bailando al borde de lo
increíblemente sexy que parecen juntos y de la plenitud de la
polla de Thorne dentro de mí. Mientras meneo las caderas, él
me acaricia el coño y extiende mi humedad por encima de mi
clítoris, frotando círculos lentos que me destrozan el alma.
Ver la preciosa cara de Ky contorsionarse de placer mientras
Raven se lo folla es cautivador. Atisbos de fuertes líneas a lo
largo de sus hombros. Los músculos del estómago se contraen
rítmicamente. Suaves gruñidos y gemidos de placer salen de
sus labios entreabiertos. Mechones de cabello oscuro rebelde
caen sobre los ojos de Raven mientras se echa hacia abajo. Las
hendiduras laterales de su esculpido culo se flexionan con cada
embestida.
Todos estos hombres dominan mi atención de diferentes
maneras.
Thorne sigue deslizando sus dedos por mi empapado clítoris,
encontrando el punto perfecto para hacerme gemir mientras
recorre el sensible capullo. Estoy resbaladiza y sucia, y él baja
para acariciar el lugar donde nos unimos antes de volver a
subir y recorrer mi clítoris.
Me estremezco, gimo de placer irrefrenable.
Estamos tan electrizados por el momento que Ky no tarda
suplicar más fuerte.
—Oh, joder. Justo ahí. No pares —inclinando la cabeza hacia
atrás revela el pulso latiendo fuertemente en el lado de su
garganta.
Sus dedos se clavan en los hombros tatuados de Raven, y
entonces su polla se derrama entre ellos mientras cintas de
semen chorrean por todas partes, cubriendo sus estómagos. Mi
lobo gruñe y se lanza hacia delante para clavar los dientes en la
nuez de Adán de Ky, y su propia liberación lo reclama.
No tengo ninguna posibilidad de aguantar más, pierdo el
control y me desmorono. Esta vez, mi orgasmo me lleva lejos,
mar adentro, y estoy segura de que debo desmayarme un poco,
porque lo siguiente que sé es que estoy boca arriba y Thorne
está entre mis piernas, embistiéndome con los dientes
apretados mientras nuestros cuerpos chocan y él se esfuerza
por mantener su peso alejado de mi cuerpo.
—Dios, Daddy —engancho mis piernas detrás de su culo,
aferrándome a él, gimoteando en su cuello y chupando el punto
sensible justo debajo de su oreja—. Córrete dentro de mí. —
Esa debe ser su única debilidad, porque mi susurro contra su
piel lo deshace por completo.
—Jjjoderr —sus caderas retumban y suelta un profundo
gruñido mientras empuja profundamente; su polla palpita y
llena mi coño de semen.
Estamos todos despeinados, sudorosos, revolcándonos en una
maraña de miembros. Ky me tuerce la cara para poder besarme
descuidadamente antes de desplomarse hacia Raven. Y
entonces Thorne vuelve a besarme, deslizando su lengua
profunda y lentamente en mi boca, empapándose del hecho de
que me ha reducido a un plácido lago de placer bajo él.
Aunque mi lobo no me besa ni me toca, sus piernas rozan las
mías, y estoy segura de que no imagino sentir el leve roce de
sus nudillos en la parte exterior de mi muslo.
Es desordenado y perfecto, y hay algo dentro de mi pecho que
intenta hablar, pero me apresuro a apartarlo.
No puedo enamorarme de estos hombres.
¿Puedo?
Ky
—Deja de mirarme así.
Mi pequeña y ágil Fox se concentra mientras entinta el diseño
en la parte superior de mi muslo. Hacía mucho tiempo que
quería hacerme un tatuaje ahí, y quién nos iba a decir que
acabaríamos con nuestra propia tatuadora, cautiva bajo
nuestro techo.
—¿Así cómo? —me burlo. Le levanto la camiseta cuando alza la
cabeza para mirarme.
—Como si no pudieras mantener la polla en los pantalones
durante cinco minutos. —Fox agita la pistola de tatuar en
dirección a mi entrepierna, antes de volver al trabajo. Sus
dedos enguantados me tensan la piel y trabaja metódicamente
en el sombreado alrededor del diseño de la calavera y la pluma
que me dibujó.
No es mi culpa que no pueda tener suficiente de esta chica.
Pero he tenido que compartirla con Thorne, los dos llegamos a
una especie de tregua. Una en la que cada uno acordó tenerla
en su propia cama durante una noche en los últimos dos días.
Después de quedarnos dormidos todos juntos en el salón (la
noche en que por fin se despertó de una puta vez y admitió lo
mucho que la deseaba), decidimos darle a Fox la oportunidad
de pasar un poco más de tiempo con nosotros por separado.
Además, Thorne era un hombre poseído, decidido a quedársela
para él solo, como un maldito cavernícola. Así que, por eso,
tenemos algunas reglas básicas temporales sobre el tema de
compartir.
Lo que significa que anoche la tuve en mi cama para mí solo, y
joder, esta chica es mi nueva droga favorita. Estoy encantado...
y no es solo la forma en que mi polla quiere estar enterrada
dentro de ella constantemente.
Nos tumbamos en la cama y vimos juntos películas de terror de
la vieja escuela, y ella se acurrucó contra mí con esos rizos lilas
haciéndome cosquillas en la piel. Luego se derritió por mí
mientras yo simplemente disfrutaba perder horas en sus besos,
saboreando sus labios con su suave cuerpo sobre el mío
Por no hablar de lo perfecta que sabía cuándo le metí la boca
en el coño esta mañana mientras aún dormía. Seguido de la
sensación de mi polla deslizándose en su interior,
despertándola lentamente con mis suaves embestidas dentro y
fuera de su sedoso canal. Bueno, esa podría ser la forma en que
pretendo empezar cada día.
A ella le excita tanto como a mí, porque la forma en que apretó
mi polla... bueno, su coño me apretó más fuerte que ninguna
otra vez que haya llegado al clímax mientras yo estaba dentro
de ella.
Y sé que ella también sigue pensando en lo de esta mañana.
Aparecen manchas rosadas, coloreándose en lo alto de sus
mejillas.
Mi chica se acomoda en la silla y se inclina sobre mí, aplicando
cuidadosamente la tinta mientras el silencioso zumbido de la
máquina llena la habitación. Intenta evadir la situación, como si
no estuviera repitiendo exactamente los mismos recuerdos una
y otra vez.
Oír gemir a Fox y sentir cómo se aprieta alrededor de mi
miembro mientras sigue adormilada por el sueño... no hay
sensación igual. Saber que le doy lo que desea y que satisfago
sus fantasías lo hace mil veces más excitante.
—¿Raven está bien... con todo esto? —Fox no me mira, pero
veo cómo se muerde el labio inferior—. Ha estado fuera unos
días, eso es todo.
Lo que quiere decir es que ha estado ausente desde la noche en
que follamos todos en el salón, y he tenido curiosidad por ver
cuánto tardaba en armarse de valor y hacer la pregunta.
Todavía desconfía de él, lo cual es comprensible por su parte.
Pero Ven siempre será más salvaje que domesticado. Es parte
de él, y no tiene sentido intentar racionalizar su forma de
actuar.
—Volverá —es todo lo que digo. La verdad es que,
sinceramente, no sé cuándo reaparecerá, y eso es algo que me
ha servido de lección para hacer las paces con el tiempo.
Fox está estudiando con atención la obra de arte que tengo en
la pierna. Se niega a mirarme. —No quiero interponerme entre
ustedes ni nada.
Ahh. Ahí está.
—Nena —le rozo el labio inferior con el pulgar y se lo saco de
entre los dientes. Sus ojos azules se abren para encontrarse con
los míos—. Sabes muy bien que todos somos criaturas que no
toleran menos de lo que quieren.
—Eso no responde a mi pregunta —hace un mohín.
Preocupada, frunce el ceño mientras sumerge la aguja de la
máquina en la tinta.
—Espera a que le diga que ya echas de menos su culo gruñón.
—No lo hago. —Fox resopla.
Mi sonrisa se ensancha y cojo el teléfono. —Qué linda eres.
Puedo mandarle un mensaje ahora si quieres.
Se queja y casi se le cae la pistola de tatuar intentando
golpearme con la mano libre.
—No te atrevas. Te tatuaré un gran escroto de bolas peludas
aquí mismo en la pierna si lo haces.
La risa sale de mí.
Fox frunce el ceño. Es adorable.
—Tu secreto está a salvo conmigo. —Dios, es guapa cuando se
enfada. Hace que algo en mi pecho brille al saber que su
primera preocupación es mi relación con Ven, por encima de lo
que pueda estar explorando con cada uno de nosotros
individualmente.
—Sólo prométeme que no dejarás que mi presencia aquí les
arruine las cosas a los dos, ¿de acuerdo? —Ella limpia
metódicamente la tinta recién puesta. Quitando el exceso de mi
piel.
Me encojo de hombros. —Ven y yo siempre hemos sido
abiertos a la hora de compartir otras parejas. Esto no es
diferente.
—Pero no los has tenido viviendo aquí y en tu cama todas las
noches —me mira arqueando una ceja, pero me da la
impresión de que también siente curiosidad por nuestro
pasado.
—No, tienes razón. Aquí no ha vivido nadie más que nosotros
tres —nunca.
Ella tuerce los labios. —¿Así que normalmente sólo compartes
con otros en el club?
—Si alguna vez ocurre, ha sido cosa de una sola vez, y sólo en el
club —la tranquilizo. Porque, por alguna razón, hay una
necesidad urgente dentro de mí que quiere decirlo alto y claro.
Que no se haga ilusiones: no ha habido nadie más en nuestras
vidas que se haya acercado siquiera a lo que siento por esta
chica.
—Y Thorne... ¿nunca comparte con ninguno de ustedes dos
usualmente?
Al oír su nombre, no puedo evitar moverme un poco en el
asiento. Las puntas de mis orejas se calientan.
—No. Eso no ha pasado antes.
—Oh.
Sí. Oh, es verdad. Ver a Thorne follar a nuestra chica hasta la
sumisión esa noche está ahora permanentemente grabado en
mi memoria.
Ya le había visto la polla muchas veces. Pero eso siempre fue
cuando éramos más jóvenes, y dispersos entre esos momentos
inevitables que vienen con vivir juntos como hermanos Cuando
estábamos juntos en distintos estados de desnudez. Me quedó
claro muy rápidamente a medida que fui creciendo que nunca
reaccioné de la misma manera con Hawke mientras crecía, y
los dos son jodidos gemelos idénticos.
Pero por muchas miradas robadas que le haya lanzado a lo
largo de los años, nunca había visto a Thorne en un estado de
excitación como ese.
Ahora sé cómo es su polla cuando está dura y venosa, y siento
como si pretendiera alterar la química de mi cerebro para
siempre.
Trago saliva.
Fox parece sentir más que curiosidad por las capas de nuestras
vidas que he compartido con ella. Se hace el silencio durante
unos minutos mientras la máquina emite un zumbido agudo y
ella hace sombra en las cuencas oculares del diseño de la
calavera.
—¿Sigues compartiendo? —pregunta en voz baja. Desviando la
mirada.
—No —le digo con toda la sinceridad que puedo encerrar en
esa pequeña palabra. No me atrevo a examinar por qué, ni lo
que significa, ni que no puedo soportar la idea de pasar un solo
día sin oír la voz de esta chica y sin llegar a rozar mis labios con
su suave boca.
Pero aquí estamos.
Fox es la perfección, y es nuestra.
—Entonces, ¿ninguno de ustedes tiene planes de visitar el club
pronto?
—Nena, aparte de por motivos profesionales, hace mucho que
no vamos al club —mi mente intenta calcular rápidamente
cuánto tiempo ha pasado en realidad para cualquiera de
nosotros... ¿ocho meses? ¿Quizá más?— Y a menos que digas
las palabras y quieras ir, puedo decirte ahora mismo que
ninguno de nosotros volverá a ir.
Sus ojos azules se clavan en los míos. —¿Quieres que vaya
contigo?
—Técnicamente es tuyo, sabes —el impulso de agarrarla y
besar esa expresión desconcertada de su cara es
increíblemente fuerte.
Seguiría a esta chica a donde me pidiera, aunque ella parece
empeñada en no creerme en ese aspecto.
Se le forma una arruga en la frente y veo surgir un pequeño
destello de miedo antes de que se apresure a apartar la mirada.
—¿Te gustaría compartirme con otros... en el club, quiero
decir? —Fox vuelve a concentrarse en mi tatuaje.
Oh, joder debe ser una broma.
El gruñido bajo sale por instinto—. Mírame. —Es casi
imposible no levantarme de este asiento, pero no quiero
destruir el arte que está grabando en mi piel.
Mis ojos se cruzan con los suyos.
—Nos perteneces. Eres mía. ¿Entendido?
Sus labios carnosos se aprietan y ella prácticamente brilla al oír
la posesividad en mi voz. Dios, quiero ver cómo se ilumina así
todos los malditos días. A eso le sigue una pequeña mueca que
tira de la comisura de su boca perfecta.
—Entonces... ¿eso es un no a compartir?
Se me escapa una carcajada. —Tienes suerte de que sea yo el
que disfruta revolviendo la mierda por aquí; si fuera Thorne,
tomaría esa actitud de pendejo y castigaría tu dulce culito.
No hay remordimiento alguno en su preciosa sonrisa, y
egoístamente me trago cada gota radiante de su satisfacción. Si
hay algo que sé, es que Fox es impresionante en cualquier
momento, pero especialmente cuando ese destello de relajada
felicidad bendice sus facciones.
Puede que mi misión sea descubrir la infinidad de formas de
conseguirlo cada maldito día.
—Lo digo muy en serio, nadie más te toca, Fox —mi dedo
engancha un rizo de su cabello, tirando suavemente hacia mí
para que pueda beber otra bocanada de esos brillantes ojos
azules que persiguen mis sueños.
—De acuerdo —me lanza una mirada suave. Una que
inmediatamente tiene mi obsesión con esta chica en espiral
alta entre las nubes de jodido arco iris.
Mi chica vuelve a trabajar en mi tatuaje mientras yo me
pavoneo como un maldito pavo real hinchado ante la idea de
quedarme con algo tan increíblemente especial, como si
hubiera ganado el primer puesto sin siquiera intentarlo.
Fox hace una pausa para limpiarme el muslo y sumerge la
aguja en más tinta. —Bueno, todos pueden disfrutar
guardándose las pollas para ustedes mismos durante un rato.
—me golpea con su mejor expresión de seriedad— me ha
venido la regla esta tarde.
Al ver lo sería que está me muerdo la lengua para no partirme
de risa.
Esta chica tiene mucho que aprender sobre las criaturas que
vagan por este lugar de noche.
Thorne
La pantalla negra se ilumina frente a mí, con las líneas de
ominoso texto blanco que han consumido mis pensamientos
durante todo el día.
Es un mensaje encriptado. Uno que Hawke y yo hemos pasado
por todos nuestros códigos conocidos para confirmar la fuente,
y sin embargo ya sé exactamente de dónde se originó dentro de
los Anguis.
Lo que quiero hacer es invitarlos al sótano de la Casa Noire e
interrogarlos uno por uno hasta que tenga todas las piezas de
evidencia empapadas de sangre que necesito.
Pero tengo que esperar mi momento.
Foxglove Noire tiene enemigos que se deslizan entre los muros
de la Casa de su padre, y la quieren muerta.
Lo que no saben es que ya está destinada a servir a un amo que
decide si vive o muere. Y no estoy de humor para entretener a
ningún cabrón que crea que puede salirse con la suya
amenazando lo que me pertenece.
Aunque tenga que soportar exactamente eso.
Bebo otro trago de whisky sentado en la oscuridad, rodeado de
pensamientos de sangrienta venganza que nublan mi mente.
Las palabras de la pantalla están grabadas en mi memoria; las
he leído muchas veces.
«La heredera Foxglove Noire es una traidora. Aquellos como
ella con el corazón envenenado perderán la lengua y la cabeza
antes de que salga la luna serpentina. El reloj sonará, y su
sangre se derramará, limpiando el linaje para el verdadero
heredero».
No da ninguna pista, aparte de las tonterías habituales que les
gusta soltar a los Anguis. Sus seguidores se divierten hablando
en acertijos y prosa mientras practican sus rituales arcanos.
Lo que me revuelve el estómago es la amenaza abierta contra
ella y la conexión con la ceremonia de Juramento.
No se supone que ocurra así.
Nuestros planes se están cumpliendo y esto confirma que por
fin se están dando pasos, pero no es como Hawke o yo
habíamos previsto.
Tenemos que ser precavidos.
Si pensamos por un segundo que sabemos lo que hará esta
serpiente, entonces ya hemos perdido.
Eso me lleva a preguntarme si están planeando algo antes de la
ceremonia, o si prefieren esperar hasta la noche misma. Sea
cual sea el caso, no quiero correr riesgos indebidos antes de
poner mis equipos a velar por su seguridad.
El mero hecho de que hayan sido capaces de enviarme este
mensaje estando aquí dentro del complejo es suficiente para
que me rechinen los dientes. No garantiza que puedan llegar a
ella aquí, pero es una amenaza persistente. Cuyo significado
está escrito en negrita.
Sabemos cómo llegar a ella.
Así que mi única opción es adelantarme a esta amenaza (que se
suponía que no iba a ocurrir así) y esconderla en algún lugar
seguro.
Aunque tenga que drogarla de nuevo para asegurarme de que
la chica cumpla.
Estas interminables pruebas y exigencias para demostrar
nuestra lealtad me están llevando al borde del abismo.
Si tengo alguna esperanza de desenmascarar a la escoria
responsable y conseguir destriparla lentamente mientras se
alimenta de sus propios órganos pútridos, tengo que
asegurarla temporalmente. Y conozco un lugar que será el más
seguro posible.
Apuro mi trago, saco el móvil y envío un mensaje de texto al
piloto de nuestro jet informándole de nuestros planes de vuelo
(bueno, de la hora a la que tienen que estar listos para partir, al
menos; no sabrán el destino real hasta que despeguemos),
seguido de un mensaje en clave a Hawke.
No significará nada para nadie excepto para él, pero mi gemelo
sabrá hacia dónde nos dirigimos.
Eso significa que tengo tres días para poner en marcha planes
con mis equipos y agentes repartidos por todos los Anguis. Lo
cual, en mi mundo, es tiempo más que suficiente para poner
una distancia prudente entre nosotros y la amenaza contra la
chica que duerme al final del pasillo.
Ven
Hay un momento, justo cuando la vida finalmente se desvanece
de los ojos de una persona, en el que esta ha renunciado a la
lucha. Es una mirada de resignación mientras acepta su destino
inevitable.
A veces, lo vislumbro mientras estoy arrodillado sobre su
tráquea en las entrañas de algún cuartel general de un ring de
lucha clandestino. Mientras mi víctima yace sangrando debajo
de mí, cubierta de la porquería de su existencia.
Otras veces, sólo puedo imaginar la fugaz visión que podría
aparecer cuando se les rompe el cuello y caen al suelo. Sin vida,
antes incluso de tocar el suelo de madera podrida bajo
nuestros pies.
Me quito el casco de un tirón y siento el escozor al rozarme los
cortes recientes a lo largo de la nariz y la cuenca del ojo. El
idiota al que me habían encargado eliminar esta noche iba a ser
despachado en el quinto round. Lo que significaba recibir
suficientes golpes para que el combate pareciese creíble para
las hordas de borrachos que clamaban sangre.
El hedor a orina, moho y vómito sigue taponándome la nariz,
incluso después de viajar durante horas. Normalmente, los
viajes largos como éste despejan un poco la suciedad.
Pero esta noche siento como si se hubiera incrustado en mis
huesos.
Balanceo la pierna fuera de la moto, y todavía puedo saborear
la ceniza y la gasolina en mi lengua del lugar donde me detuve
para quemar mi ropa.
Siento un dolor sordo en el cerebro, no por la pelea, ni por los
golpes recibidos, sino por el malestar de volver por primera
vez después de tantos días fuera.
Cuando salí del complejo hace cuatro días, los demás estaban
acurrucados juntos durmiendo en el salón. Thorne me vio salir,
lo sé, pero estaba demasiado concentrado en abrazar a Fox.
Algo cambió aquella noche y desde entonces me tiene en vilo.
No puedo precisarlo, y quizá sea eso lo que me eriza la piel. La
incertidumbre y la desconfianza son enemigos que conozco
bien.
Aprendí por las malas a no confiar en nadie que llevara el
apellido Noire.
Mi hermana pagó con su vida la entrada en su mundo
envenenado.
Las iniciaciones, como a la que acabo de asistir para supervisar
a algunos de los nuevos miembros que han ingresado en las
filas de los Anguis, suelen seguir la misma fórmula.
Sangre. Muerte. Lealtad.
Eso es todo lo que requieren en su santa trinidad de jodida
lealtad.
Pero a mi hermana y a mí (Thorne y Ky también) no nos dieron
otra opción. Los niños como nosotros éramos una mercancía
comprada e intercambiada. Hijos de drogadictos y personas
desesperadas que se encontraban en circunstancias aún más
desesperadas. No se puede intentar adivinar qué motiva a
alguien a vender a su propio hijo.
No sabemos nada de las personas que nos ofrecieron en las
fauces de la oscuridad.
Todo lo que sabemos de la vida ha sido impulsado por el
entorno en el que nos criamos. Todo lo que hemos conocido es
la forma en que una sociedad como los Anguis se ha arraigado
en nuestros ligamentos, tendones y huesos, tanto si decidimos
aceptarlo como si no.
Inhalo profundamente y el aire frío infla mis pulmones.
Es tarde.
Mi alma está hecha jirones, joder.
Una pequeña luna se cierne sobre los contornos ennegrecidos
de los árboles que cubren las colinas que rodean la casa. Las
siluetas irregulares me incitan a escabullirme en su abrazo
pacífico.
Así que, cuando entro en la cocina en busca de un whisky y de
mi cordura, no me impresiona demasiado encontrar a Foxglove
Noire sentada en un taburete mirando el móvil. Tiene algo
calentándose en el microondas y un paquete de pastillas junto
a un vaso de agua en la encimera a su lado.
Al oír mi entrada, se da la vuelta. Se sobresalta por un
momento, luego su boca forma una pequeña O mientras sus
ojos caen. Observando mi aspecto ensangrentado y magullado.
Le enseño los dientes.
¿Quiere hacerse la tierna llamándome lobo? Bueno, la chica
puede tener mis colmillos mientras le arranco la garganta.
—¿Qué te pasó? —Su boca dice palabras de preocupación, pero
es el corazón podrido de Noire en su interior lo que no me
atrevo a pasar por alto.
—Nada.
—Eso no parece nada —se levanta de su taburete como para
cruzar hacia mí, pero se detiene sabiamente.
—Es parte del trabajo.
—Esos cortes necesitan limpieza —se muerde el labio y decide
dar un paso más, y una vez más, no hay nada más que una de
las camisetas de gran tamaño de Ky adornando sus curvas.
Supongo que ahora duerme con ellas puestas todo el tiempo y,
para ser honesto, si esta chica está en la cocina vestida así,
estoy más que un poco sorprendido de que Ky no esté aquí
jadeando detrás de ella.
Me quito de encima a Fox y me dirijo a los armarios del otro
lado de la cocina y saco una botella y un vaso. Tengo los
nudillos maltrechos y un profundo hematoma bajo las costillas.
No hay duda de que me va a doler mucho por la mañana.
—Déjame ayudar —me ha seguido alrededor de la isla de la
cocina, procurando algún tonto intento de valentía o algo así.
—Déjame en paz, joder —mientras me sirvo un trago, el
líquido ámbar salpica el borde y cae sobre el banco. Ella sigue
ahí, pero se encoge un poco ante mis ladridos. El hecho de que
me la haya follado y se haya atragantado con mi polla y haya
montado un espectáculo delante de nosotros con Thorne...
nada de eso significa una mierda.
En todo caso, es la razón por la que debería mantenerse alejada
de mí.
Lo que sea que haya dentro del microondas hace tiempo que ha
dejado de girar y emite una estridente serie de pitidos
recordatorios. Eso parece sacarla de su aparente interés por mi
cara cortada, y me suelta un resoplido. Me empuja para abrirlo
y sacar una bolsa blanda. Con un fuerte portazo, gira sobre sus
talones y se acerca para recoger el paquete de pastillas y el
agua.
Pero la forma en que hace una mueca de dolor mientras recoge
sus cosas es inconfundible.
Reconozco a una criatura herida cuando la veo.
Antes de que pueda dar un paso más, he rodeado el mostrador
de piedra y le he bloqueado el paso.
—¿Qué te pasa? —Le agarro la mano y le doy la vuelta al
paquete, viendo que son analgésicos de acción rápida aferrados
a su puño. El contenido del microondas resulta ser una especie
de bolsa de trigo caliente, cuyo aroma cálido y terroso se
esparce entre nosotros.
—Mis ovarios están tratando de matarme. Igual que tú —me
dice bruscamente—. Como quieras; arregla tus malditos cortes.
Mejor aún, deja que se pongan asquerosos y se infecten. Me voy
a la cama.
Mi mirada se desplaza hacia donde ella sostiene la bolsa contra
el bajo vientre con el brazo libre.
—Te duele.
Esos ojos azules de bebé hacen un giro exagerado mientras
intenta zafarse de mi agarre. —Como un hijo de puta. Así que,
por favor, hazme un favor y apártate de mi camino. Con gusto
te dejaré ahogar tus penas en paz.
Tal vez sea la sed de sangre que aún corre por mis venas, o la
forma en que este trozo de caos de cabello lila lo ha
trastornado todo. O tal vez sea la parte más enferma de mí que
puede oler a un animal sufriendo a una milla de distancia. Me
hago a un lado, la dejo pasar y luego la sigo de cerca.
Ansío el poder de controlar su dolor.
Quiero poseerlo, y respirar sobre él, hasta que esas brasas se
conviertan en un infierno incandescente.
También quiero controlar el momento preciso en que
experimenta un alivio exquisito.
Me mira por encima del hombro con el ceño fruncido y hace un
ruido de frustración. Pero su paso se acelera ligeramente,
siguiendo el pasillo acristalado en dirección a su dormitorio.
Mis botas resuenan como un eco pesado y sordo en contraste
con sus pies descubiertos que pisan silenciosamente el suelo
de cemento.
Las piernas y el culo desnudos de Fox son un festín para mis
ojos mientras intenta escabullirse de mi inminente presencia.
Vuelve a mirarme por encima del hombro, y esta vez el miedo
se refleja en sus grandes ojos.
Esa sola visión hace que me suba un torrente de sangre a la
polla.
—Déjame en paz —sus palabras resuenan en la oscuridad
como un susurro, como si no quisiera arriesgarse a que nadie
más la oyera. De repente me pregunto si Thorne, Ky, o tal vez
ambos, podrían estar ya ocupando su cama. Lo atractivo que
suena eso ahora mismo me sobresalta.
Pero cuando entra en su habitación, la suave luz que se filtra
desde el cuarto de baño revela una cama vacía con las sábanas
arrugadas a un lado.
Probablemente sea lo mejor, teniendo en cuenta el plan que he
decidido rápidamente desde que abandoné la cocina.
Intenta salir corriendo hacia el baño, pero sus movimientos son
lentos, más forzados que de costumbre. Esta chica no es rival
para mí, ni siquiera en los mejores momentos, y en este
momento es una presa fácil.
Antes de que la puerta me dé en las narices, la bloqueo con la
palma de la mano. En sus delicadas facciones se dibuja una
mezcla de confusión y preocupación, y atravieso el umbral.
Aprieta el cuerpo contra el tocador y se aleja de mí.
—Tómate las pastillas —gruño. Dejo que mis ojos vaguen a
voluntad. El cuerpo de Fox ya me está respondiendo, aunque su
cerebro no se calle y deje de protestar, negando lo que
realmente desea. Sus pezones se endurecen bajo la suave tela y
se le pone la piel de gallina en los antebrazos.
—Fuera —se ha quedado sin espacio, apretujada contra el
borde del mostrador sin escapatoria.
—Te las meteré por la garganta si no lo haces.
—Eres repugnante —sus ojos brillan y luego se ponen en
blanco. Malcriada. Fox hace un esfuerzo exagerado para abrir
el envoltorio plateado de dos cápsulas blancas y se las toma
con un gran trago de agua.
Luego saca la lengua aplastada para enseñármela.
Esta chica puede ser dulce cuando quiere. Pero prefiero su lado
ácido.
—Siéntate en la encimera —doy un paso adelante y saboreo
cómo se estremece su cuerpo.
—No estoy de humor para tus tonterías.
—No me hagas pedirlo dos veces, pequeña Fox. Porque puedo
asegurarte que no te lo pediré la segunda vez.
—¿Por qué...? —Frunce el ceño y sus palabras se entrelazan.
Traga saliva apresuradamente y parece muy nerviosa de
repente.
Ladeo la cabeza y la estudio en silencio.
Su actitud malcriada de hace un segundo se evapora en un
instante.
—Oh, no —sacude la cabeza y levanta las manos—. No. De
ninguna manera. Ya se lo he dicho a Ky y a Thorne... tengo la
regla.
Sus protestas son devoradas cuando acorto la pequeña
distancia que nos separa y apoyo ambas manos en el borde del
tocador, fuera de sus caderas. Nuestras narices casi se rozan,
sus pequeños puños se cierran y vuelan hacia mi pecho en un
intento de apartarme.
—Me importa una mierda —mi gruñido sale de algún lugar
profundo y primitivo de mis entrañas—. Esta noche acabo de
arrancarle la oreja a un hombre con los dientes y llevo
empapado en sangre desde el atardecer. ¿Realmente crees que
un poco de la tuya me hará desistir?
Jadea y sigue empujándome hacia atrás, pero veo que el dolor
que está experimentando ha vaciado su cara de color, y ahora
mismo, esta Fox no está en condiciones de mantener una
discusión prolongada conmigo.
—Raven.
—Fox —hago eco.
—No puedes hablar en serio.
No tiene ni puta idea.
Paso la nariz por su mandíbula, inhalando las sutiles notas de
miedo que perduran entre nosotros, antes de detenerme en su
oreja. —Cuando se trata de dolor, nada lo controla como follar
profundo y correrse tantas veces como te lo diga.
Se le corta la respiración cuando retrocedo y encuentro su
mirada azul. Esta chica me mira como si quisiera apuñalarme o
arrodillarse.
Probablemente ambas.
—Pero...
—Siéntate. —ya la he levantado y tirado sobre el mármol
pulido antes de que pueda seguir discutiendo conmigo.
Fox cubre su expresión mortificada, emitiendo pequeños
gemidos. —me estás matando. Esto está muy mal.
Eso me hace detenerme. Mis manos atrapan las suyas y, por un
segundo, nuestros dedos se entrelazan mientras los aparto de
su rostro. Es toda piel delicada y suave debajo de callos
ásperos. Un pétalo que ha tenido la desgracia de caer sobre el
cemento.
Me inclino y me aseguro de que sus ojos, cada vez más abiertos,
estén a la altura de los míos. —Disfrutar del placer no tiene
nada de malo. Cuando todos están de acuerdo, no hay nada de
qué avergonzarse.
Luce mil expresiones que intentan luchar entre sí por la
paridad mientras su mente se debate con esa información.
—Pero no es posible que quieras... hacer eso —le tiembla la
voz.
Ya estoy harto de darle explicaciones a esta chica. En lugar de
eso, le subo la camiseta por los muslos y le doy golpecitos para
que se mueva de un lado a otro y yo pueda levantársela por
encima de las caderas. Fox se queda con la boca abierta
mientras me mira subirle la suave tela por el estómago.
—Quédate quieta —le doy un empujoncito en los hombros
para que se desplome contra el espejo.
Su pulso es como las alas de un colibrí en el costado de su
garganta.
Luego subo el dobladillo hasta colocarlo encima de sus pechos,
dejando al descubierto su gran volumen y sus pezones
perfectamente endurecidos. Ambos se ponen más erectos bajo
mi mirada, y la piel de color rosa oscuro que rodea sus pezones
se eriza.
—Quieta ahí. Quiero ver tus tetas mientras te corres en mi
lengua.
—Dios mío, joder —se retuerce, su voz es un ronco susurro de
incredulidad.
Mis ojos recorren su vientre blando, la serpiente que se asienta
en su esternón y desciende hasta su muslo tatuado. El punto,
donde sus caderas se pliegan en torno al borde de las bragas
negras de cintura alta que lleva puestas.
—¿Qué usas? —Mis manos se posan en sus rodillas y abro más
sus muslos.
Me mira como si tuviera tres cabezas.
—Tienes unos cinco segundos antes de que lo descubra. Así
que puedes responderme, o puedo descubrirlo por mí mismo.
Su boca se abre y se cierra antes de redescubrir su lengua. —
Jesús… Llevo ropa interior de menstruación, ¿ok? —Mientras
habla, mis dedos se enroscan bajo la cintura y su estómago se
hunde por reflejo.
En este momento, soy un hombre con una misión, un fuego me
recorre las entrañas mientras deslizo el grueso algodón por sus
caderas. Fox emite pequeños ruidos, entre una protesta y un
gemido, y noto el gran peso de las bragas mientras las deslizo
por sus piernas.
Sin apartar la mirada de ella, froto con el dedo índice y el
pulgar la capa interior húmeda de tela. Debe de haber pasado
ya los días más duros, pero es inconfundible que hay sangre
fresca bajo mi tacto.
Con los labios entreabiertos, un delicioso temblor recorre todo
su cuerpo.
Mantengo mi mirada fija en la suya... y me chupo la yema del
pulgar.
Fox
Santa mierda. Se me hacen nudos las entrañas cuando el lobo
que tengo entre los muslos se pasa la lengua por la yema del
pulgar.
Su pulgar cubierto de una mancha de sangre.
Mi sangre.
Estoy atrapada entre la incredulidad y la excitación más
primaria que pueda imaginar. Cuando esta noche he entrado
cojeando en la cocina para recalentar mi bolsa de trigo y buscar
algunos analgésicos, ni en mil vidas habría imaginado que
acabaría así.
A punto de que Raven me haga Dios sabe qué mientras estoy
extendida junto al lavabo, sangrando.
—Córrete primero en mi lengua, y luego puedes tener mi polla
—se acomoda con los hombros entre mis muslos y estoy
enroscada tan tensa como un resorte. Esto me parece un millón
de cosas diferentes que están mal; es insondablemente sucio y,
sin embargo, me mira con ojos brillantes. No tiene sentido para
mi cerebro, pero por alguna razón él quiere esto. Bajo la
intensidad de su mirada, me siento como una reina en un trono
de mármol y espejos.
Estoy segura de que no tengo aire en los pulmones, o de que mi
respiración se ha estancado en algún punto de mi garganta
mientras él baja la cabeza. Mientras tanto, me asalta una lluvia
torrencial de pensamientos intrusivos. Preocupándome por
cómo sabré, o a qué huelo, o qué pensará él de mí...
Y entonces su boca se cierra sobre mi clítoris, y todo se queda
en blanco.
Mi lobo me está comiendo por primera vez, y por supuesto,
mientras mi coño está cubierto de carmesí.
Su lengua lame y se arremolina alrededor para explorar cada
centímetro de mí. Mientras lame y chupa con tortuosa
precisión, mi cuerpo está tan hipersensible que parece que voy
a estallar en cualquier momento. Siempre he sido un desastre
de cachonda durante mi período, pero nunca me había
planteado la idea de que otra persona pudiera disfrutar de mi
cuerpo en ese estado tan particular. El manojo de nervios que
está trabajando está increíblemente excitado y más sensible
que nunca. Mientras tanto, cada deslizamiento y cada lametón
a lo largo de los pliegues de mi coño hace saltar chispas hacia
los dedos de mis manos y pies.
Me agito y me retuerzo debajo de él. Jadeo y gimo todo tipo de
ruidos ininteligibles.
Su boca emite los sonidos más sucios y húmedos mientras me
aprieta más las rodillas y su lengua explora todas partes.
Cuando la cresta de la ola empieza a subir, él debe sentirlo por
la forma en que mis músculos se tensan. Sólo le impulsa a
inmovilizarme con más fuerza. No tiene piedad, continúa su
embestida. La parte que finalmente me lleva al límite es cuando
levanta la vista de entre la unión de mis muslos (con el carmesí
oscuro resaltando sus pómulos) y, mientras estoy atrapada en
su mirada, me chupa el clítoris.
—Oh, joder, Raven, me voy a...
No consigo pronunciar ninguna otra palabra. Mi clímax
retumba en mis oídos mientras tiemblo y me deshago en su
lengua, tal y como me ordenó. Completamente consumida por
la escena carnal y sucia que ha pintado.
Mi lobo ataca rápidamente, subiendo por mi cuerpo, y toma
mis pechos con ambas manos. Pellizca mis doloridos pezones y
los cubre con su boca caliente y ensangrentada. Mientras se
mueve entre los dos, me embadurna toda la piel con las
pruebas, y siento como si me marcara de nuevo. Reclamada de
nuevo por este hombre en la unción más primitiva posible,
donde mi sangre sirve de aceite ceremonial y este mostrador
de baño hace las veces de altar.
La última vez fue su semen llenándome mientras obligaba a mi
cuerpo a aceptarlo. Esta vez, es la forma en que ha tomado la
parte más íntima de mí y la utiliza para dejar la evidencia de lo
fácil que me doblego a su voluntad untada en rayas de color
rojo brillante en mis tetas.
—Oh, joder —cierro los ojos cuando muerde uno de los
apretados capullos y las brillantes chispas de dolor se funden
en placer líquido.
—Abre la boca —su voz es puro pecado. Abro ciegamente,
sacando la lengua, y es entonces cuando lo siento.
Me escupe en la lengua.
Un sabor cobrizo llena mis sentidos y soy un gemido patético.
Es más que sucio. Es imposible que esto me convierta en un
charco de lujuria.
Raven ni siquiera ha intentado besarme, ni ha mostrado interés
en hacerlo. Sin embargo, acaba de escupir mi propia sangre en
mi boca.
Lo más enfermizo es que ahora mismo, en esta pequeña
burbuja de deseo, se siente como la cosa más sexy que nunca
supe que necesitaba.
Este hombre va a ser mi fin.
No soy más que suya para controlar a partir de ese momento.
Oficialmente me ha roto el cerebro. Estoy perdida en una
fantasía de zorra en la que Raven es mi nirvana, y con gusto me
arrastraré desnuda por vidrios rotos para él. Todo lo que tiene
que hacer es chasquear esos dedos tatuados con anillos de
plata.
Me baja de la encimera y me gira el cuerpo, presionándome
entre los omóplatos para inclinarme. Siento el frío mármol
húmedo contra mis pechos desnudos, y solo puedo suponer
(con una oleada de vergüenza) que es el resultado del desastre
que he hecho.
El reflejo salvaje de Raven aparece detrás de mí, y su cara
magullada y cortada está cubierta de vetas de rojo ladrillo. Se
desabrocha los pantalones y un caótico torrente de placer
recorre mis venas. Siento que mis miembros levitan.
Unos ojos lobunos y entrecerrados se cruzan con los míos en el
espejo y, joder. Estoy acabada.
Raven me agarra por las caderas y presiona la gorda cabeza de
su polla en mi entrada ensangrentada. Lamiéndose los labios,
me sujeta (no, me estrangula) con la mirada fija en el reflejo
del espejo y empieza a bombear lentamente dentro.
Una comisura de su boca se alza. —Sabes a la tortura más
dulce.
Cuando se me escapa un gemido, él me penetra hasta el fondo y
mis ojos se ponen en blanco. Los dos hacemos ruidos animales,
y mi lobo me folla profunda y lentamente por detrás. Me sujeta
las caderas en el ángulo perfecto para que su polla toque cada
rincón delicioso, reduciéndome a nada más que retorcimiento
y gritos arqueada debajo de él.
Quiero esto. Todos los días. No quiero que pare. Se inclina
sobre mí, con una mano apoyada en el espejo y la otra
sujetándome por la cadera; me empuja de la forma más carnal
y sensual.
—Mira tu reflejo —como si detectara que me he dejado llevar
por las alas del placer, me tira del cabello para inclinarme la
barbilla. Nuestros ojos se encuentran mientras el cristal se
empaña con cada una de mis jadeantes respiraciones.
—Raven... oh, Dios —respiro con fuerza.
—Mira cómo te gusta tomar mi polla. Cuánto te gusta esto,
joder.
Un sollozo sale de mis labios entreabiertos. Acelera las
embestidas, cada vez con más fuerza, con los ojos oscurecidos
mientras exige cada gramo de mi atención.
Es absolutamente hipnótico y sucio, y mi espalda se dobla por
instinto, dejándole que se incline más dentro de mí. Me cuesta
concentrarme en sus rasgos diabólicamente atractivos, pero al
mismo tiempo quiero ser una buena chica para él.
—Jjjoderr. Sí. Ordeña mi polla —sexo puro y rudo cubre su voz.
Me ahoga el deseo sin filtro evidente en sus palabras.
—Siente cómo tu coño me envuelve. Cada vez que me muevo
intentas apretarme y retenerme fuerte —se clava sin piedad en
mi cadera, y todo lo que nos rodea en el baño empieza a
desvanecerse mientras mi sangre palpita de necesidad.
—Mantén los ojos abiertos y mira, joder —oigo su voz volverse
más áspera mientras hago exactamente lo que dice.
Esta vez, mi clímax se abre paso por mi garganta y se derrama
a través de mí como una cascada constante. Grito y me aprieto
a su alrededor mientras su polla bombea dentro de mí. Cae en
su propio orgasmo antes de que yo termine de correrme en
oleadas estremecedoras. La pegajosa humedad de mi sangre y
su semen se combinan para formar un desastre caliente y
resbaladizo en el punto que nos une.
Me quedo debajo de él, nada más que un fideo flácido.
Vagamente, soy consciente de que se retira y murmura algo
sobre quedarme quieta. No sabe que no podría moverme,
aunque quisiera. Creo que mi cerebro ya no funciona.
¿Acabo de caer en picado hacia mi perdición y me he dejado
enamorar por este hombre?
Al cabo de unos instantes, me levanta del mármol y tira la
camiseta que llevo alrededor del cuello a un montón en algún
sitio antes de llevarme a la bañera. Por lo visto, mientras yo me
perdía en las profundidades de mi trance de enamoramiento
por Raven, él ha empezado a llenar la bañera de burbujas y
agua humeante.
Tengo los ojos vidriosos por el subidón de mis orgasmos, pero
aún puedo dedicar un momento a devorar su gloriosa visión
desnuda. Mientras estoy ocupada contemplando su cuerpo
entintado, Raven baja mientras aún se está llenando y me hace
un gesto para que le siga.
—Ven aquí.
Ese tono bajo y dominante debería ser ilegal.
—Súbete a horcajadas sobre mí. Fóllate a ti misma sobre mi
polla como sé que quieres.
Jesús. Todavía no ha terminado.
Mi cerebro sediento de lujuria mira hacia abajo y ve que sigue
erecto. Y su polla está cubierta del rojo cobrizo de haber estado
dentro de mí. Acaba de llenarme de semen y ya está duro otra
vez.
—Vas a matarme de verdad —murmuro. Pero le sigo
obedientemente y me hundo sobre su cuerpo. El agua caliente
me envuelve en un capullo de felicidad y me derrito aún más.
Mi cabeza encuentra la manera de acurrucarse contra su
pecho.
—Una buena manera de acabar —su profundo retumbar me
presiona el oído.
Oh, joder, no. Ahora no es el momento para que este hombre
descubra cómo hacer bromas. Ya he sucumbido a sus tortuosas
garras. Si desarrolla el sentido del humor, puede que nunca
consiga salir de este abismo.
Pero luego vuelve a ser la mezcla perfecta de malvado y
depravado.
—Eso es. Toma todo de mí. Móntame la polla —me guía para
que mueva las caderas con un suave movimiento que me hace
sentir como si volara por encima del bosque, cubierta con un
abrigo estrellado regalado por el cielo nocturno. Raven me
incita y suelta gemidos roncos y ardientes que vibran desde su
pecho hasta mi cuerpo. Le rodeo el cuello con los brazos y le
acaricio el hueco entre su hombro con la boca. Desliza una
mano entre nosotros, frotando mi clítoris, hasta que ambos
volvemos a corrernos en una ola lenta y ondulante. Una ola que
nos levanta a los dos y nos lanza juntos por el acantilado al
mismo tiempo.
No sé cuánto tiempo permanecemos entrelazados, pero él
parece contentarse con dejar su polla enterrada en lo más
profundo de mi ser. Seguramente, después de eso, debo de
parecer un completo desastre entre mi sangre y su semen, pero
no podría importarme menos mientras mi cuerpo se desploma
sobre él en un montón sin huesos.
Mientras tanto, ignoro por completo cualquier preocupación
sobre si podría detestar mi apego. Ahora mismo me apetece
que me abracen. Sus cálidas palmas se posan sobre mis
caderas, sujetándome. No me acaricia ni me abraza, pero
tampoco parece interesado en permitir que me separe de él.
El dolor de antes ha desaparecido por completo.
Quizá el de mi lobo también.
—¿De verdad le has arrancado la oreja a un hombre de un
mordisco esta noche? —Murmuro contra su garganta, mi
cuerpo acurrucándose en su torso.
Aunque no puedo ver su expresión, el más leve atisbo de una
carcajada recorre sus pulmones bajo mi oído.
Quiero embotellar el sonido y guardarlo en algún lugar
precioso. Este hombre podría haberme dado las llaves del
reino dorado.
Cada centímetro de mí sabe que no puedo permitirme
contagiarme de sentimientos. No por alguien que apenas me
habla y no ha intentado besarme.
Es asesino, agresivo y, si estuviera en mi sano juicio, huiría a un
kilómetro de su particular tipo de psicopatía.
Y aunque no debería, oír reír a Raven Flannaghty me produce
más de un vértigo de placer.
Como la patética tonta que soy.
Fox
Mi ansiedad ha estado a punto de dispararse en este jet
privado durante los últimos veinte minutos.
En primer lugar, el hecho de que Thorne Calliano me avisara
hace un rato, con sólo cinco minutos de antelación, de que ya
había preparado una maleta para mí y de que nos íbamos a
marchar fue suficiente para que me subiera la tensión.
En segundo lugar, no me dio ningún detalle sobre adónde
íbamos, ni por qué, ni por cuánto tiempo.
Y ahora estamos sentados esperando aquí en la pista por
alguna razón desconocida, y la tensión es suficiente para
hacerme sentir como una rana hervida.
Justo cuando me dispongo a trepar por las paredes, veo
movimiento por la ventana. Se acercan unos elegantes
vehículos negros casi idénticos a los de mis hombres. Hay tres
en una caravana, y dos guardias de seguridad armados de
aspecto musculoso (es difícil saberlo desde aquí entre todo el
negro que llevan) saltan, uno del vehículo delantero y otro del
trasero.
Del vehículo de en medio, un tercer hombre igual de serio sale
por el lado del conductor. Los tres hablan un momento antes
de abrir la puerta trasera.
Doy un grito ahogado, porque sale una figura bajita con una
capucha negra sobre la cabeza y lo que parecen unos
pantalones de chándal negros mal ajustados y una sudadera
con capucha.
—¿Qué mierda? —digo en voz alta. El silencio me saluda y, de
alguna manera, ni siquiera me he dado cuenta de que ninguno
de mis hombres estaba lo suficientemente cerca para oírme.
De hecho, cuando levanto la vista, la cabina está vacía.
Es entonces cuando me doy cuenta de que están celebrando
una reunión de asesinos anónimos en la pista, con la víctima
encapuchada agarrada por el brazo.
Jodida mierda.
No soy idiota. Sé que están metidos hasta el cuello con
cualquier mierda que se les exija para los Anguis, pero me
revuelve el estómago pensar que este prisionero podría estar
destinado a recibir un balazo en la nuca y a una tumba poco
profunda en algún lugar de las afueras de esta pista de
aterrizaje privada.
El malestar se apodera de mí y me muerdo la mejilla.
Entonces ocurre lo impensable. Mis hombres se separan y la
figura encapuchada es conducida, o mejor dicho, arrastrada
hacia los escalones del jet.
Mis ojos se abren de par en par y empiezo a retorcerme en mi
asiento. Me froto las palmas de las manos contra el vestido y no
puedo apartar los ojos mientras se acercan.
Mi corazón empieza a martillear cuando las dos figuras llegan a
las escaleras, y me quedo atrapada, sin saber qué hacer,
acabando congelada en este asiento de cuero de lujo mientras
entran en la cabina.
Enseguida, unos sonidos apagados de protesta (una voz de
mujer) salen de debajo de la capucha. Oh, Dios, sea quien sea
que está ahí debajo, la persona también está amordazada por
alguna razón, y se me revuelve el estómago.
El bulldog de mandíbula afilada y ceño fruncido empuja a la
prisionera encapuchada a la silla frente a mí; entonces me doy
cuenta de que también está esposada.
Se agacha y le quita los grilletes de las muñecas, y veo manos
femeninas y esmalte de uñas desconchado, lo que no hace sino
aumentar mi ansiedad.
—¿Qué carajo está pasando? —Mis nervios están a flor de piel.
Al oír mi voz, la figura que tengo enfrente se pone rígida y
empieza a gritar incoherencias contra su mordaza. No son
gritos de miedo, sino de furia. En cuanto le sueltan las esposas,
sus manos vuelan hacia arriba y se arranca la capucha.
—Dios mío... ¿Em? —mi grito atraviesa el aire. Me lanzo hacia
mi mejor amiga, que parpadea como un búho. El cabello
alborotado le cubre la cara, el rímel le marca ojeras.
—¿Qué mierda le has hecho? —le grito a la pared de ladrillo de
hombre que está de pie con los brazos cruzados y las esposas
colgando ominosamente de una mano.
Saco la mordaza de la boca de mi mejor amiga, la bajo por su
cuello y le agarro la cara con las dos manos.
—¿Estás bien? —me debato entre querer abrazar a mi amiga y
sacarle los ojos al hombre que la trajo aquí de esta manera—.
Aléjate de ella, joder. —Siseo en su dirección.
Em parece parpadear de nuevo en línea después de mirarme
en estado de shock por un momento. —Estoy bien, cariño. —
Mueve la mandíbula para aliviar la tensión tras haber estado
amordazada durante Dios sabe cuánto tiempo— o, al menos, lo
estaré cuando me deshaga de mis guardianes psicópatas. —Sus
ojos brillan con fuego mientras se pasa una mano por el cabello
revuelto y lanza una mirada de daga al hombre.
Se oye un carraspeo. Thorne se para en la puerta y mueve la
cabeza en dirección al extraño. Invocándolo afuera.
—Eso corre, entonces —Em entrecierra los ojos.
Antes de moverse, sopesa las esposas en una mano y se pasa la
lengua por delante de los dientes. Parece encantado de volver a
colocárselas en las muñecas. —No digas que no te advertí de
las consecuencias de ser un sabueso infernal. —Su voz es una
amenaza silenciosa en los pequeños confines del avión antes de
desaparecer, siguiendo a Thorne por las escaleras hasta la
pista.
—Ugh, gracias a Dios. Que le den a él y a sus estúpidos
jueguecitos —se frota las muñecas.
—Em, ¿qué mierda está pasando, estás herida? —Veo lo que
lleva puesto, y el hecho de que ha aparecido pareciendo una
prisionera, mi mente se acelera.
Se encoge de hombros y me abraza con fuerza. —Joder, qué
alegría ver tu cara. No te preocupes por eso... él es sólo una
prueba temporal de mi cordura.
Le devuelvo el apretón, todavía en estado de shock por el
hecho de que mi mejor amiga esté aquí, después de
convencerme a mí misma de que tal vez nunca la volvería a ver.
—¿Segura que estás bien? No lo parece, para ser brutalmente
honesta.
Dejando a un lado un posible secuestro y el hecho de haber
sido obligada a venir aquí en contra de su voluntad, Emerald
Kirby no lleva pantalones de chándal anchos ni sudaderas con
capucha de gran tamaño. Nunca.
—Oh, ¿qué, porque estás sentada aquí toda glamorosa en un jet
privado? Por favor, prefiero mi pequeño papel de secuestrada a
los asientos de lujo y los vuelos privados —se ríe. Al menos su
sentido del humor sigue intacto. Seguro que es una buena
señal—. Aparentemente, mi escuadrón de protección no sabe
la diferencia entre ser guardaespaldas o brutos con egos del
tamaño de Saturno.
Unas cuantas piezas del rompecabezas encajan en su sitio en
mi mente. Thorne había amenazado de muerte a Em la primera
vez que me capturaron; quizá esta sea su retorcida versión de
asegurarse de que nadie haga daño a mi amiga a menos que sea
por orden suya, claro.
Pero no puedo ir desvelando nada porque, de lo contrario, lo
más probable es que su vida acabe corriendo mucho más
peligro del que vale.
—¿No te hicieron nada... como drogarte? —Mis ojos se vuelven
hacia la puerta vacía.
Me mira divertida, pero niega con la cabeza. —No, cariño.
Sinceramente, a pesar de lo que pueda parecer, estoy bien.
Algo me dice que mi amiga está ocultando sus propios secretos
en este momento, y no sé exactamente por dónde empezar con
mi propia pila tambaleante de mentiras sobre la que estoy
encaramada.
Nunca le he hablado de mi pasado, y ella nunca me ha
presionado para que le dé detalles.
—Así que, mi mujer misteriosa —Em se acomoda en su asiento
y se recoge el cabello en un moño, antes de cruzar las piernas.
Parecía totalmente indiferente a las circunstancias en las que
había llegado—. Un minuto estabas ocupada contándome tu
romance relámpago con el Sr. Calliano, al siguiente perdiste tu
teléfono, y ahora estamos aquí, como si estuvieras a punto de
volar a algún lugar fabuloso.
La miro boquiabierta.
—¿Qué te pasa últimamente? Has estado evitando mis
llamadas como la peste, pero al menos recibir algunas
respuestas de texto aquí y allá me hizo saber que no iba a verte
aparecer en las noticias de la noche después de encontrar tu
cuerpo flotando boca abajo en el río.
Mi cerebro se esfuerza por ponerse al día. Em no parece
enfadada, sino más bien en una extraña calma. Es casi como si
solo estuviera presente a medias conmigo.
—¿Tienes mensajes? ¿Míos? —Repitiendo sus palabras sólo
consigo que arquee una ceja. La confusión se apodera de mí
porque sé perfectamente que no soy yo quien ha estado
enviando mensajes a mi mejor amiga.
—Por supuesto, y llámame ridícula por decirlo, pero supongo
que puedo perdonarte que me dejes con respuestas de apenas
una palabra... aunque todo haya sido por culpa de un chico —
Em pone exageradamente los ojos en blanco—. Me alegro de
verdad de que por fin hayas conocido a alguien, así que aquí
me tienes haciendo todo lo posible por apoyarte, perra.
Ella sonríe juguetona; mientras tanto, yo sigo atascada
tratando de entender quién se ha hecho pasar por mí.
¿Fue uno de mis hombres? Son los que me quitaron el teléfono,
después de todo.
—Sí, eso fue una mierda de mi parte, lo siento —joder. Las
palabras se me entumecen en la lengua. Todo en mí quiere
soltar la verdad, pero me aterra la idea de que mi mejor amiga
se enrede en la red de los Anguis.
—Bueno, pues vas a tener que soltarme los jugosos detalles y
ponerme al corriente de este supuesto romance relámpago.
Uno que ha sido lo suficientemente importante como para que
dejes la ciudad y desaparezcas de la faz de la tierra.
—Uhh. —por alguna razón he olvidado cómo formar palabras.
—¿Tan buena polla es que se te ha trabado la lengua? —Em se
abanica.
Dios mío. —Thorne es una persona muy reservada. —Es la
primera excusa que se me ocurre— su línea de trabajo significa
que tiene que ser muy discreto —mierda, soy dolorosamente
consciente de que estoy yendo a tientas en esto.
—Oooh, ¿Cómo acuerdos de confidencialidad y esas mierdas?
Entiendo —si mi mejor amiga sospecha que estoy mintiendo,
se porta como una auténtica campeona por no gritarme y
mandarme a la mierda.
Así que hago todo lo posible por responder a todas las
preguntas que puedo dentro de los oscuros matices de la
verdad: cosas como por qué no le he devuelto las llamadas
(porque el servicio de móvil es una mierda donde he estado
alojada) y cómo pude trasladar toda mi vida a Port Macabre sin
decírselo (porque era la única forma de que Thorne y yo
tuviéramos la oportunidad de conocernos). Ya sabes, por su
trabajo.
Cristo todopoderoso.
Las mentiras fluyen libremente entre pequeños granos de
hechos.
Recordar cómo conocí a Thorne Calliano aquella noche en mi
estudio de tatuajes es bastante fácil. Es la verdad y, después de
todo, me ayudó a prepararme para nuestra “cita”. Tengo que
pasar por alto la parte en la que me drogaron y secuestraron
mientras intento fingir que pasamos la noche enamorándonos
el uno del otro como adolescentes en una elegante gala de
etiqueta.
Em estira el cuello para mirar por la ventana al grupo de
hombres que hay fuera antes de volverse hacia mí. —¿Y los
otros dos? ¿Cómo encajan en este cuadro tan acogedor?
Una vez más, me quedo sin nada. Pero mi cara se enciende
inmediatamente y me delata como una pequeña traidora.
—Quiero decir, no llevo prismáticos ni nada para estudiarlos
de cerca... pero desde luego no son difíciles a la vista.
Ahora mismo no sé si quiero que el suelo me trague entera, o
que al menos revele algún fragmento de la locura en que se ha
convertido mi vida.
El alivio de compartir una pequeña parte con mi mejor amiga
se siente en lo alto de mi pecho. No hace daño contarlo. Aunque
solo sea una pequeña parte de la verdad.
—Bueno.. —jugueteo con las puntas de mi cabello, estudiando
los mechones lila—. Digamos que estoy explorando algo nuevo.
La cara de Em se resquebraja de puro regocijo.
—Por favor, dime que estás explorándolos a todos.
Asiento con la cabeza, mis labios se tuercen en una sonrisa
vacilante. —Lo estoy.
—A fondo y con regularidad, espero.
—Eres otra cosa, sabes. Te enviaron aquí amordazada,
esposada y con una capucha en la cabeza, y aun así te preocupa
más mi vida sexual.
Me sonríe y gira para ver mejor por la ventana. —No juzgues
mi idea de pasarlo bien. Además, estamos aquí para centrarnos
en ti, recuerda. Sobre todo, en lo de que mi mejor amiga se ha
llevado el premio gordo de acostarse con tres hombres. Al.
Mismo. Tiempo.
—¿Estamos? —Esta mujer me está dando latigazos. Hay algo
raro en la energía de Em y no entiendo por qué no me da una
respuesta directa.
—¿Así que son orgías veinticuatro siete, o exclusivamente una
polla a la vez en el menú?
—Mi acuerdo de confidencialidad dice que estoy al límite —
sacudo la cabeza.
—Dios mío. —Em me lanza una mirada de asombro. Si no lo
supiera, como si su tono favorito de pintalabios acabara de
desaparecer de la faz de la tierra. Esa chica es una zorra por su
colección de pintalabios.
—¿Qué?
—No estás tomando anticonceptivos —se inclina como si
estuviéramos involucradas en una gran conspiración y me
agarra las manos con las suyas. La ferocidad de su expresión
me hace contener una pequeña carcajada. La primera de
verdad que soy capaz de soltar desde que empezó nuestra
extraña cita.
—¿No? —Le enarco una ceja.
—Foxglove Marlina. No se folla con tantos hombres y se es
descuidada. Te crié mejor que eso, perra. ¿Me estás tomando el
pelo ahora mismo? —Sus ojos se explayan. Me está gritando en
voz baja, aunque los hombres en cuestión han seguido
escondiéndose y tenemos la cabina para nosotras solas.
—No te preocupes, estoy siendo cuidadosa.
—Cariño, sé que a tu cuerpo le costó tomar anticonceptivos,
pero seguro que podrías intentarlo de nuevo. ¿Buscar otra
marca u otro médico? —Em está en espiral—. ¿Cómo funciona
eso de buscar condones para tres pollas? ¿Tienes todo un
garaje lleno de condones súper resistentes al por mayor?
Ahora sí que me río. Sacudo la cabeza. —Alejémonos de la
cornisa, ¿ok?... todos han tenido el tijeretazo. Estoy a salvo.
La mandíbula de Em se afloja y levanto la mano para cerrarle la
boca. Me aparta la mano de un manotazo, todavía en el terreno
de la incredulidad.
—¿Todos ellos? ¿En serio?
—lo juro por mi vida.
Se deja caer en el asiento de enfrente. —¿Cómo puede ser esto
real? La última vez que lo comprobé, vivías en la misma ciudad
que yo, en una relación comprometida con tu cajón lleno de
juguetes. Ahora tienes a tres magníficos especímenes
masculinos corriendo detrás de ti como si hubieras colgado la
luna y las estrellas, ¿y te has mudado al otro lado del país sin
decírmelo?
Tiene razón en parecer más que un poco incrédula. Em no sabe
nada de los Anguis, y con mucho gusto me aseguraré de que
eso no cambie.
No me atrevo a decirle la verdadera razón por la que están en
mi vida.
También estoy evitando cuidadosamente la parte en la que ella
saca conclusiones sobre sus sentimientos. Esto es sólo su
venganza, y sexo fantástico. Eso es todo.
—Sabes que siempre te apoyaré, ¿verdad? —Em me mira con
firmeza.
Asiento con la cabeza. —Lo mismo digo contigo, cariño.
Suspira pesadamente. —Sólo quiero que seas feliz. Y si ellos te
hacen feliz, estoy bien. Pero si te hacen daño de alguna manera,
prepárate para que aparezca con un machete para cortarles la
polla y un ejército para traerte a casa, ¿vale?
No puedo discutirlo, porque si nuestras situaciones fueran al
revés, yo estaría amenazando exactamente con lo mismo. Y a
juzgar por el estado en que llegó, aún no estoy del todo
convencida de que no necesite asaltar el castillo para salvar a
mi amiga.
Aunque no hay ninguna posibilidad de que Em, o alguien en
realidad, me saque de mi situación. Ahora mismo, estoy
atrapada en la madriguera del conejo y no creo que vaya a salir
nunca del País de las Maravillas a menos que sea en una bolsa
para cadáveres.
Pasamos un rato más juntas, en el que Em esquiva con pericia
todas y cada una de mis preguntas sobre lo que le pasa en la
vida, y yo paso de puntillas sobre lo que puedo y no puedo
contarle.
Pero Thorne aparece, y su presencia indica que nuestro tiempo
se ha acabado.
Nuestros abrazos de despedida provocan abundantes lágrimas,
y mientras veo a mi mejor amiga desaparecer por la escalerilla
del avión (al menos esta vez se le ha permitido marcharse por
su propio pie), sinceramente, no sé si volveré a verla.
Lo más extraño es que Em seguía parloteando sobre planes
para el verano y sobre cuándo volveríamos a vernos, mientras
yo lo único que podía hacer era morderme el interior de la
mejilla con tanta fuerza que me sabía a sangre.
—No es lo que parece. Está a salvo —Thorne me acompaña a
mi asiento y me explica en voz baja que la va a trasladar a otro
sitio por precaución. Creo que no oigo ni la mitad de lo que me
dice. Tengo los ojos clavados en Em, viéndola cruzar la pista
fuera del avión. Me aprieto contra la ventanilla ovalada y sigo
cómo se aleja la caravana negra de vehículos blindados que
contienen a la persona más preciada de mi vida.
Sólo alcancé a ver brevemente a mis hombres intercambiando
palabras con otro tipo que parecía pertenecer a un equipo
SWAT y que iba en uno de los vehículos que acababan de salir.
Llevaba chaleco blindado y gafas oscuras a juego con su cabello
negro.
Realmente espero que sea un cabrón despiadado que proteja a
mi amiga con su vida.
Al parecer, es uno de los hombres en los que más confían los
Calliano, o eso me dice Thorne mientras me desplomo en el
asiento y nos preparamos para despegar. Supongo que debería
estar agradecida de que haya cambiado de opinión sobre lo de
amenazar a mi mejor amiga y degradar la memoria de mi
madre.
Agradecida.
Qué puta broma es mi vida.
Fox
Me encuentro hundida contra el cálido pecho de Ky,
acurrucada en su regazo, mientras los dedos de mis pies
cubiertos de arena cuelgan sobre el lateral de la tumbona que
compartimos.
¿Podría ser esto el paraíso? Posiblemente, si no hubiera tantos
malditos secretos acechando en las largas sombras.
Pero por fuera, este lugar parece de ensueño. Una isla tropical
diminuta, fuera del mapa, con un helipuerto privado y ni un
alma a la vista.
La única estructura que se encuentra es una espaciosa cabaña
de madera situada sobre arena blanca y una extensión de
océano iluminado por la luna, hasta donde alcanza mi vista. Las
olas rompen suavemente contra la orilla, a apenas diez metros
de las amplias puertas acristaladas de la habitación y las
contraventanas de madera que dan a una terraza.
No es más que simple madera blanqueada por el sol y
hormigón encalado. Encima de mí, las hojas de las palmeras se
agitan entre los crujidos ocasionales de los cocoteros de tronco
esbelto y altura vertiginosa.
Pero la ominosa pregunta que se cierne sobre toda esta idílica
escena es por qué estamos aquí en primer lugar.
Thorne se sienta al otro lado de la pequeña hoguera, mientras
mi lobo yace tumbado boca arriba, con las manos recogidas
detrás de la cabeza.
Las sombras besan cada contorno y hendidura muscular. Se me
hace la boca agua.
Este hombre me deja perpleja a cada paso. Raven nos trajo a
esta isla en helicóptero desde una pista de aterrizaje
desconocida a la que habíamos llegado, dejando el jet y al
piloto esperándonos cuando finalmente regresamos a tierra
firme.
Sí, nos hizo volar, de hecho. Mientras yo permanecía sentada
con los auriculares puestos en estado de shock durante los
veinte minutos que estuvimos en el aire, disfrutando del ruido
de los rotores girando y de la visión de las interminables aguas
color aguamarina que se extendían por debajo.
Raven conduce una moto pecaminosamente sexy, sabe pilotar
aviones y helicópteros y asesina a gente para una sociedad
secreta.
¿Por qué es eso lo que más me excita?
—¿Quieres algo, nena? —El peso de la atención de Ky recae
sobre un lado de mi cara mientras miro a los otros dos
magníficos especímenes musculosos. Inclino el cuello para
volverme hacia él y me ofrece una rodaja de mango del plato de
fruta cortada que tiene a su lado.
Alargo la mano, pero él la aparta de mí, negando con la cabeza.
¿Quiere jugar? Bueno, estoy atrapada aquí en la utopía tropical
y la visión de estos tres hombres sin camiseta y acariciados por
la luz del fuego; está avivando mi hambre.
Mi mano cae sobre mi regazo, lo que me arranca una sonrisa
diabólica. Me roza el labio inferior con el borde de la rodaja, la
fruta rebosante de sabor dulce y piel suave. Sus dedos se llenan
de jugos pegajosos cuando me la mete en la boca.
Cierro los labios alrededor de su ofrenda y lo chupo. Sus ojos
verde musgo se tornan más ámbar bajo el cálido resplandor de
las llamas, y su mirada se derrite mientras le limpio hasta la
última gota de sus dedos.
—Esa puta boca tuya —canturrea su aprobación y desliza su
dedo índice de nuevo en mi boca y yo lo succiono aún más. Me
siento más que preparada para entretener los planes de mi
vikingo.
Sus ojos miran por encima de mi cabeza. Luego su voz es
ardiente y pecaminosa cuando me susurra al oído. —Creo que
Thorne parece hambriento, nena.
Un aluvión de chispas estalla en mi estómago.
Con los ojos entrecerrados, miro hacia él y me derrito bajo su
ferocidad. La mirada de Thorne está fija en el lugar donde el
dedo de Ky presiona el surco de mi labio inferior. No hay duda
de que le gusta la imagen de los dos juntos y, a la luz del fuego,
puedo ver la silueta de su polla dura apretada contra sus
pantaloncillos.
—Adelante —me saca el dedo de la boca y lo mete en la suya
con una sonrisa torcida. Me entrega el plato y me da un
empujoncito para que me mueva. Cruzo obedientemente hacia
la silla de Thorne, sintiendo que tres pares de ojos siguen cada
uno de mis pasos desde las sombras.
—Hola —digo en voz baja. Me parece patético no saber qué
decirle a este hombre. Consigue dejarme boquiabierta con solo
mirarme. Pero Thorne se acomoda en la silla y abre más los
brazos para dejarme espacio para sentarme.
Ya sea por la agitación de hoy o por el calor tropical que me
recorre la sangre, algo me hace atreverme y decido sentarme a
horcajadas sobre su regazo. Por el brillo de sus ojos oscuros,
supongo que lo he complacido. Saber eso, bueno, hace algo
perverso en mi interior.
Aunque me joda admitirlo, echo de menos estar en su cama. Mi
débil corazoncito hace pucheros y siente como si hubiera
pasado una eternidad desde la última vez que pasé tiempo con
él de forma tan íntima. Aunque apenas ha pasado una semana,
rápidamente descubrí que pasar una noche entre los brazos de
Thorne Calliano es una tentación en la que siempre caeré.
Folla como nunca antes había experimentado, y yo me ahogo
un poco más cada vez que puedo echar un vistazo detrás de su
exterior hermético. Tener su polla enterrada dentro de mí por
detrás mientras su voz ronca me llega al oído, posesivo como el
demonio, es demasiado adictivo para mi propia cordura.
Eres mía.
Me perteneces.
Te quiero en mi cama todas las noches.
Jesús. Soy un absoluto desastre por él. Por todos ellos.
Con Ky, es como la emoción de jugar con fuego. Con Thorne,
nunca sé si voy a perder un pedazo de mi alma. Y con Raven,
bueno, podría terminar desangrándome en el suelo.
—¿Vas a decirme por qué estamos aquí? —me acomodo con las
rodillas en la parte exterior de sus grandes muslos.
Las finas líneas alrededor de sus ojos se arrugan un poco, pero
eso es todo lo que me da.
—¿De verdad Em va a estar a salvo? —Insisto. Me responde
con una sutil inclinación de cabeza.
Dios, no se sabe si mi mejor amiga estará realmente protegida
bajo la vigilancia de su gente. Pero seguramente sólo puede ser
algo bueno no involucrarla en este mundo, mantenerla lo más
lejos posible de los Anguis.
No es que el hombre debajo de mí está cediendo un ápice en lo
que respecta a mis preguntas.
Ignorando su melancolía, continúo. —No me hago ilusiones.
Esto no son vacaciones. ¿Piensas enterrar mi cuerpo aquí?
Parece mucho esfuerzo. —Clavándome los dientes en el labio
inferior, cojo una rodaja de fruta entre los dedos.
Thorne sigue sin responder, pero extiende la mano y me agarra
de la muñeca. Me sujeta mientras sus suaves labios rodean mi
ofrenda. Cuando su lengua roza las yemas de mis dedos, esa
maravillosa palpitación se intensifica entre mis piernas.
Su dura polla aprieta contra mi centro y lucho contra las ganas
de empezar a frotarme contra él.
—No enterramos cadáveres —sus ojos azul acero me atraen
aun cuando debería saber más.
—Joder, Thorne. Sólo díselo. —Ky dice—. Ella debería saberlo.
El hombre debajo de mí es una bóveda cerrada.
—Algo necesitaba ser solucionado. Era más seguro que no
estuvieras cerca.
Es menos que nada para seguir adelante, pero estúpidamente
brillo un poco ante la idea de que este hombre puso mi
bienestar en algún lugar lo suficientemente alto en su agenda
empapada de sangre como para hacernos volar por medio
mundo. Podría estar mintiendo descaradamente.
—Tu amiga está siendo custodiada por los únicos hombres,
aparte de estos dos y mi hermano, a los que confiaría mi vida
—añade.
Ladeo la cabeza, Thorne debe oír mis pensamientos protestar
de inmediato en respuesta. Capucha. Mordaza. Esposas. Apenas
parecía protección a mis ojos.
—Lo que has visto no debería alarmarte. De hecho, tu amiga
está siendo vigilada mientras sigue trabajando y viajando. Se
asegurarán de que no pueda ser un objetivo, te lo prometo,
Foxglove —eso es todo lo que parece dispuesto a ofrecer.
Me resisto a sonreír. Todo lo que puedo hacer es tomar lo que
dice al pie de la letra, y si eso es verdad, entonces estoy más
que un poco aliviada. Teniendo en cuenta dónde empezamos al
principio de todo esto... cuando amenazó su vida como medio
para mantenerme a raya.
—¿Qué? —me mira entre las sombras parpadeantes del fuego.
—Gracias.
—No es necesario dar las gracias. Protejo lo que me pertenece.
Oh, Dios. Apúntale esta ronda a Thorne Calliano. Me tomó por
la fuerza, me dijo que le pertenezco, y aquí estoy
agradeciéndole por protegerme. Cuando, en su mente, no soy
más que el equivalente a un activo que mantener oculto como
un cuadro valioso hasta el momento en que sea útil.
—Bueno, aun así, ¿cómo puedo agradecértelo adecuadamente?
—me duelen los pechos con su cercanía. El calor y el aroma de
Thorne me abruman, y me distrae la forma en que este hombre
me estudia en silencio sin tocarme el cuerpo como yo quiero
que haga.
Thorne Calliano es el rey de los bordes.
Esta vez, coge una pieza de fruta del plato y muerde la mitad
antes de llevarme la otra pieza a la boca, y yo lo tomo con
avidez entre los labios. Mis pestañas se agitan con fuerza al
sentirlo contra mi lengua.
Detrás de mí, puedo sentir la oscura presencia de mi lobo
observándonos. Aunque está oculto por las llamas danzantes,
percibo su intensidad. Puede que para él solo sea una pequeña
posesión, y sería una tonta si olvidara que es un completo
idiota, pero, por alguna jodida razón, yo también quiero
complacerlo.
Y más aún después de verlo hoy al mando de un helicóptero. Si
creía que las fuertes manos de Ky agarrando el volante de un
coche eran sexys, Raven ha conseguido subir ese nivel unos
cuantos miles de escalones.
El recuerdo de lo que hicimos la última vez que estuvimos
juntos a solas en el complejo vive libre en mi mente en este
momento. Estoy segura de que me he pasado los dos últimos
días vagando en trance y repitiendo aquella noche en bucle.
Nadie me ha tratado nunca como él, y creo que soy más que
adicta a su veneno.
Quiero que se una a nosotros, y quiero más entre los cuatro
esta vez.
Tal vez estoy oficialmente fuera de mí, pero las palabras se
escapan antes de que pierda el valor por completo. —¿Cómo
puedo agradecerles a todos?
El calor de Ky aparece detrás de mí; no hay duda de que mi
chico travieso está en la misma onda, con sus dedos
acariciándome el cabello. Me inclino hacia delante y vuelvo a
chuparle los dedos a Thorne más profundo, mientras mi coño
empapado se presiona contra su polla.
—¿No se siente su dulce lengua tan jodidamente bien? —Ky
murmura de pie detrás de mí. Sé que se dirige a Thorne, pero el
tono de su voz me dice que esas palabras también van dirigidas
a Raven.
Dios, me encanta cuando empieza a abrir la boca.
—Ese pequeño y caliente coño suyo se siente aún mejor —es
todo picardía, y la polla de Thorne patalea debajo de mí. Oh,
este hombre es el diablo, decidido a darle cuerda a nuestro
solemne protector, también.
—Parece que nuestra putita quiere que la llenen —el fuerte
agarre de Ky me aprieta el cabello, y gimo un poco alrededor
de los dedos de Thorne. Presiona mi lengua, y estoy segura de
que se me ponen los ojos vidriosos ante la deliciosa idea de
tenerlos a todos a la vez.
Mi vikingo se moja los labios y luego ataca. Me arrastra fuera
del regazo de Thorne, lo que me hace chillar, mientras el plato
cae olvidado en la arena.
—Voy a mojar a nuestra chica —anuncia Ky, echándome por
encima de su hombro—. Si ustedes, idiotas, quieren unirse,
será mejor que se den prisa y se muevan.
Fox
Esta cabaña tiene una ducha al aire libre. Una que se
arremolina con ligeros toques de hierba limón e hibisco, con un
amplio banco de madera al lado de un cabezal de ducha
regulable. Ni siquiera necesita puerta; se puede entrar
directamente desde el océano.
Ky no espera a desnudarme cuando entramos en la habitación
privada. En cuanto me pone de pie, me pega a la pared de
cemento. Enciende la ducha y el chorro de agua fría nos
empapa a los dos.
Llevo un bikini debajo de un vestido fino de algodón, y el
material es transparente y se me pega a la piel en cuestión de
segundos.
Su boca caliente devora la mía y gimo contra sus labios. Todo lo
que llevo dentro suplica que lo acaricien, lo provoquen y lo
complazcan; solo puedo esperar que mis otros hombres
también quieran participar.
Ky me lame y chupa la mandíbula y el cuello, pasando la lengua
por el punto del pulso, antes de agarrar con los dientes el
borde de la tela que me cubre los pechos y tirar con fuerza. Mis
tetas se liberan y mis pezones ya están duros y excitados.
—Oh, Dios mío. Ky —susurro mientras él cierra la boca
alrededor del pezón erizado y me vuelve loca con su hábil boca.
Esta noche, parece más decidido que de costumbre a estar
sobre mí, y desciende rápidamente por mi cuerpo. Sus
poderosos dedos se clavan en mis caderas, sujetándome contra
la pared.
—Te voy a tener en vilo cada vez que me mires. Este dulce
coñito estará llorando y dolorido, volviéndose loco por mi
lengua y mi polla. Voy a tenerte tan jodidamente desesperada
por mí como yo lo estoy por ti.
—Joder, Ky. Por favor —trato de agarrarme a algo y me
retuerzo enredando los dedos en su cabello.
—Eres tan bonita cuando suplicas, ¿verdad? —gruñe y levanta
una de mis piernas, echándosela por encima del hombro. Ky
aparta la braguita empapada de mi bikini y su boca se aprieta
contra mi centro. Si no fuera por la presión que ejerce sobre mi
cadera, la fuerza de sus acciones casi me derribaría. En este
momento no hay bromas ni pausas. Su lengua está hambrienta
y por todas partes, y el agua gotea sobre mis pechos expuestos,
trazando los valles de mi cuerpo mientras me pierdo en el
placer que su boca está generando.
—Santa mierda —me tiemblan las piernas y se me cierran las
pestañas al sentir la fricción de su barba y la forma perversa en
que me excita hasta el frenesí.
—Esto es todo mío —gruñe contra mi centro—. Córrete en mi
lengua, nena. —Entonces su lengua se clava en mí y no puedo
evitar los fuertes gemidos.
Ky me lame tan duro y rápido que la habitación gira sobre su
eje.
Cuando vuelve a chuparme el clítoris, oigo un ruido. Abro los
ojos y veo ante mí a dos dioses vengativos. Ambos devoran la
visión de mi cuerpo semidesnudo con tensión en sus rostros y
un infierno ardiendo bajo sus ojos entornados.
Raven se pasa el pulgar por el labio inferior, y Thorne baja la
mirada hacia donde Ky tiene la cara enterrada en mi coño.
Lo pierdo.
Mi orgasmo me recorre las piernas temblorosas y me
estremezco con la fuerza de las olas que me sacuden. Mi
Vikingo sigue lamiendo, chupando y mordisqueando los labios
de mi coño mientras mi cuerpo se estremece por sus
atenciones.
—Dios. Necesito sentir tu coño succionando mi polla. —Ky se
abalanza sobre mí y se apresura a quitarme la ropa empapada.
No soy de ninguna ayuda, ya flácida y deseosa de más.
Tal como dijo que sería.
Me guía para que siga su camino, dejándose caer hacia atrás
sobre el banco de madera, sentado con la espalda contra la
pared. Abriéndome bien las rodillas, Ky me coloca a horcajadas
sobre él. He conseguido volver un poco a mi cuerpo, y la
sensación de su polla hundiéndose dentro de mí mientras bajo
es una plenitud perfecta, que aumenta mi deseo una vez más.
Su piercing se arrastra contra mis sensibles paredes internas, y
estoy a punto de arañarle el pecho para mantener el equilibrio.
—Ky. Jjjjoderr —gimoteo. Su bajo vientre roza mi clítoris sobre
estimulado, y no sé si he acabado mordiendo más de lo que
puedo masticar. ¿Quién mierda me creo que soy para manejar a
todos estos hombres a la vez?
Uno de ellos ya es bastante abrumador. Y ni hablar de tres que
parecen dispuestos a comerme viva.
—¿Quieres más? —Ky agacha la cabeza y vuelve a llevarse uno
de mis pezones a la boca, moviéndose más despacio ahora que
el frenesí que nos consumía momentos antes ha pasado. Esto
se parece más a las burlas y torturas a las que me he
acostumbrado por parte de mi chico travieso cuando follamos.
—Sí —un calor líquido me recorre mientras él tira suavemente
del pico erecto con los dientes.
—Será mejor que uno de ustedes dos me ayude, a menos que
se queden ahí parados jalándose las pollas —dándome
golpecitos en el pezón con la lengua, me clava una sonrisa
pícara y me estremezco.
Los ojos de Ky vagan hambrientos y gime. —Joder. Sí.
Apriétame la polla así. A nuestra chica le encanta la idea de ser
llenada.
Un torso musculoso me aprieta la columna; Thorne se acerca
por detrás y el contorno de su dura longitud es inconfundible.
Me clavo los dientes en el labio inferior; saber que se ha unido
voluntariamente a mí sin que tenga que suplicar su atención
me hace desmayarme por partida doble.
—Vas a ser una buena chica y nos vas a coger a todos, Foxglove
—Thorne me pasa la nariz por la curva del hombro y me sube
por el cuello. Se me pone la piel de gallina y sus labios me rozan
el pulso.
—Sí, Daddy —mi espalda se arquea ante sus caricias y él emite
un sonido de aprobación.
Joder. Ni siquiera sé dónde está mi lobo, pero puedo sentir que
está aquí.
—Ky, tienes que recostarte. Mantenla encima —Thorne
arrastra los dedos por mi columna hasta llegar a mi culo. Luego
desliza la mano hacia abajo; un ligero deslizamiento de sus
dedos me acostumbra a la sensación de ser tocada allí, pero es
suficiente para que mi pulso se acelere de todos modos.
Debajo de mí, Ky ya se está moviendo. Sin dejar de estar
enterrado profundamente dentro de mí, nos mueve para queda
recostado sobre el banco, boca arriba.
—Creo que nuestra putita va a estar perfecta con todos sus
agujeros llenos. —Ky me sujeta los muslos para mantenerme
firme, y su polla palpita dentro de mí. La imagen de todos estos
hombres usándome es carnal y sucia, y lo deseo tanto, joder.
—Te necesitamos tranquila y relajada. Pero si es demasiado,
nos avisas —Thorne me gira la cara para que lo mire y yo
asiento rápidamente. Al mismo tiempo, algo frío y húmedo me
rocía el culo, seguido de unos dedos que me acarician la piel y
el chasquido de una tapa. Vaya, estos hombres siempre están
preparados para una orgía.
—Palabras, Foxglove.
—Sí. Lo entiendo —eso le satisface, y me suelta la cara, pero
cuando me vuelvo hacia Ky, es cuando mis ojos se fijan en
Raven.
Mierda. Está desnudo, y cada centímetro tatuado de su cuerpo
está ahí, joder, mientras se aprieta con el puño la polla.
Los dedos de Thorne empiezan a deslizarse sobre mi culo, y lo
siento eléctrico bajo mi piel. Que controle mi cuerpo con tanto
cuidado es una sensación inigualable. No tardo en frotarme
contra su mano mientras rodea mi agujero y luego introduce
un dedo.
—Oh, Dios —dejo escapar un gemido de placer.
El calor que nos rodea aumenta de intensidad. Ky se mueve y
menea las caderas debajo de mí, y yo me froto contra su polla y
la mano de Thorne.
—¿Quieres más? —Su voz es oscura y áspera detrás de mí.
—Por favor, Daddy —oh, Dios. Sí, por favor.
Es entonces cuando Ky mira a Raven. Su lenguaje tácito pasa
entre ellos, y sus labios se curvan en una expresión malvada.
—Mójalo para mí —la voz de mi lobo es una orden baja.
—Cuando quieras, baby.
Y joder. De repente, veo la gruesa polla de Raven arrastrándose
por los labios de Ky antes de metérsela en la boca. Está tan
cerca que me consume ese familiar aroma almizclado, y saco la
lengua para deslizarla sobre mis labios.
Thorne presiona con más fuerza y me mete otro dedo en el culo
mientras la penetración de Ky se balancea contra el punto
perfecto en lo más profundo de mí, y puedo sentir la
acumulación de mi próximo clímax acelerándose para reclamar
su dominio.
—Ven —el hombre detrás de mí gruñe mientras empieza a
hacer tijeras con sus dedos—. ¿Vas a follarle la garganta o qué?
Sus ojos oscuros se clavan en los míos. Este es un tango con el
que ya estamos familiarizados, y él no pierde el tiempo,
retirándose de la boca de Ky con un chasquido húmedo. Luego
se alinea frente a mí.
Observo, cautivada y jadeante, cómo acaricia perezosamente su
longitud, antes de hundir una mano en mi cabello.
—Un juguetito asqueroso —la forma en que sus palabras me
rechinan hace que todo mi cuerpo se contraiga—. Labios
perfectos para chuparme la polla mientras te llenan los otros
agujeros.
Ky gime debajo de mí y Thorne respira entrecortadamente.
Este lobo está jugando sucio y ninguno de nosotros está a
salvo.
El jadeo que suelto es la oportunidad que aprovecha Raven
para empujar más allá de mis labios y entrar en mi boca. Con
mi cabello húmedo apretado en una mano, bombea las caderas
y me mantiene quieta para su placer.
Gimo y tengo arcadas mientras me llena la boca y me golpetea
la garganta, reduciéndome a un alboroto de chispas a punto de
salir disparadas y explotar en el cielo nocturno.
No puedo hacer otra cosa que dejar que todos ellos trabajen en
mi cuerpo, haciendo que todo palpite y vibre. El placer que me
están arrancando es algo delirante que recorre cada miembro
con vertiginosa alegría.
—Joder, sí. Justo así. —Ky gime debajo de mí mientras me
aprieto y me agito a su alrededor. Desliza una mano entre
nosotros para jugar con mi clítoris, y estoy a punto de
desmoronarme.
—No tragues —la orden de Raven es baja y aguda, y la única
advertencia que recibo. Sus caderas golpean más rápido, más
profundo, antes de que un gruñido preceda a la explosión
salada de su eyaculación cubriéndome la lengua.
Le obedezco. Por supuesto que sí. Medio fuera de mi cuerpo de
placer gracias a las habilidades que Thorne y Ky están
demostrando, trabajando mi coño y mi culo.
Pero no estoy preparada para su siguiente movimiento. Mi lobo
se acerca con sus dedos tatuados enroscados en mi cabello
para atrapar mi boca con la suya.
Joder. Santa mierda. Joder. Me está besando.
Raven destroza mi cordura con un beso abrasador y ardiente y,
por supuesto, decide permitir que nuestros labios se
encuentren por primera vez cuando tengo la boca llena de su
semen.
Vaya, mierda.
Este hombre es sucio y aterrador... y decido justo en ese
momento que no puedo saciarme de su locura.
Intercambiamos lenguas, saliva y su sabor picante antes de que
retroceda. Unos ojos voraces me consumen durante lo que
parece un instante suspendido en el tiempo. Entonces se gira y
funde su boca con la de Ky, y la visión de ambos besándose y
compartiendo su sabor desencadena mi agitado orgasmo.
Ky gime contra sus labios y hunde sus dedos en mi carne
mientras sus caderas se balancean debajo de mí. Su polla se
hincha y se sacude antes de llenarme el coño. Mientras tanto,
Thorne bombea sus dedos dentro y fuera de mi culo con un
ritmo constante. Me susurra palabras soeces al oído y no puedo
hacer otra cosa que disolverme mientras reprimo gritos de
placer.
Da la sensación de que Thorne está observando cómo se
desarrolla todo y se toma su tiempo para saborear la actuación
que todos estamos montando... para él.
Porque quizá, de algún modo, lo estamos haciendo.
Thorne
Jesús.
Esto no es exactamente como pensé que iba a ser esta noche.
Esperaba que Foxglove se enfadara, quizá incluso que intentara
escapar de nosotros después de ver a su amiga Emerald.
Pero como de costumbre, Ky tenía razón, y va a ser un pequeño
imbécil satisfecho de sí mismo por ello.
Me convenció de que necesitaba la oportunidad de ver a su
amiga y, de paso, nuestro equipo pudo hacer un
reconocimiento mientras las dos chicas hablaban.
Ahora, todos caemos en la cama con la lujuria corriendo por
nuestras venas, y es como si hubiéramos hecho este baile entre
nosotros cientos de veces antes.
Ven y Ky han compartido muchas chicas entre ellos en el club a
lo largo de los años. En todo ese tiempo nunca me he sentido
obligado a unirme a ellos.
No hasta ahora.
No hasta ella.
A la vista de nuestra belleza de cabello lila siendo llenada por
los dos de ellos, Cristo, apenas estoy aguantando.
Pero todo se siente tan... bien.
—Súbete a la polla de Ven para que pueda comerte tu dulce
coñito, nena.
Mi polla se estremece al ver cómo Ky lleva la voz cantante esta
noche, y yo no me quejo. Ya está chorreando el semen de Ky y
tiene la boca llena de Ven. Si quieren jugar un poco con ella,
ellos dos solos, con gusto me sentaré y disfrutaré mirando, por
ahora.
Ven se apoya en el cabecero de la cama y la guía sobre su polla
con la espalda apoyada en su pecho. Está tan jodidamente
flexible después de dos orgasmos seguidos, y aunque estoy
seguro de que él la ha amenazado con degollarla más de una
vez, ella se le acerca encantada con una sonrisa en los ojos.
Me pregunto hasta qué punto se han acercado.
Su coño está reluciente. Una invitación hinchada y mohína. Se
me tensan las pelotas al verla así, con el punto en el que la polla
de Ven se hunde en su interior, captando toda mi atención. El
semen se acumula en su entrada y se extiende alrededor de su
polla, mojando a ambos y cubriendo sus muslos.
Ky cae sobre ella como un muerto de hambre.
No lo culpo.
Joder. Con la polla en un puño, me siento y contemplo a los tres
gimiendo y llenando la sala de ruidos sucios y húmedos. Ya me
he sentado muchas veces en el club, contento de ver a otros
follar, pero nada se ha acercado a la escena de la que no puedo
apartar los ojos.
Son la maldita cosa más caliente que he visto.
Los abdominales de Ky se contraen y flexionan mientras le
lame el coño, y Ven le chupa el cuello hasta que ella se arquea y
gime. Su hermoso rostro enrojece de placer mientras una mano
se clava en el cabello de Ky y la otra se aferra a Ven.
Una cosa que sé de Raven Flannaghty es que una vez que tienes
su atención, no hay forma de salir de sus garras.
Esta chica nunca va a escapar de él. Aunque lo intente.
Me escupo en la mano, acariciándome la polla, y es entonces
cuando sus ojos se abren de golpe. Todo se derrumba en el más
pequeño túnel. Nuestras miradas se cruzan en la habitación.
Ella lo es todo. Impresionante y magnífica y la mejor parte de
todos nosotros. Se queda boquiabierta en el momento en que
vuelven a tirar de ella.
Buena chica, joder.
Me lee los labios mientras pronuncio esas palabras,
deshaciéndose tan maravillosamente bajo la lengua de Ky
mientras cabalga la polla de Ven.
—Jjjjoder. Mierda, Thorne. Tienes que venir aquí y follar a
nuestra chica —la respiración de Ky es agitada. Mientras deja
caer besos por sus suaves muslos, y Ven sisea entre dientes
apretados.
Apenas puede contenerse. Lo veo cuando sus ojos se cruzan
con los míos.
—Te necesito, baby. —Ky está hablando con Ven ahora, y mi
estómago da un rápido vuelco ante la inmediatez de la
siguiente parte. Una en la que no se puede evitar lo cerca que
vamos a estar todos.
No me puse celoso al ver cómo Ven se lo follaba la última noche
que estuvimos así enredados, sólo me di cuenta de que lo que
yo creía que quería... bueno, resulta que ha evolucionado.
Los otros dos mueven a Foxglove y yo me uno a ellos en la
cama, arrodillándome y rodeándola con los brazos por detrás.
Ocupando la posición de Ven a su espalda.
Se gira y me lanza un suspiro de felicidad por encima de un
hombro.
Algo que no tiene derecho a estar ahí repiquetea dentro de mi
caja torácica.
Cubro lo que sea que esté pasando dentro de mí tirando del
lóbulo de su oreja entre mis dientes. —Vas a correrte sobre mi
polla, mientras Ky te folla el culo. —Con avidez, me empapo de
cómo mis palabras roncas la tienen temblando entre mis
brazos.
El suave gemido de un sí como respuesta hace que mi polla
palpite, y mi mirada encuentra a Ky. Está justo ahí, con unos
ojos verdes que se clavan en mi alma.
Ky
Thorne Calliano es un hombre sobre el que he pensado mucho
a lo largo de los años.
La mayoría de esos pensamientos están impregnados de
anhelo. Algunos son desesperadamente miserables. Otros, cada
vez más frecuentes últimamente, rozan lo obsceno.
Ahora mismo, sólo me pasa uno por la cabeza.
Está aquí.
No sólo eso, sino que sus ojos color cobalto están clavados en
mí, y sé exactamente cómo se siente Fox cada vez que mira
hacia él. Todo mi cuerpo se anima cada vez que ese hombre
mira en mi dirección y, sin embargo, nunca he estado tan cerca
de convertirme en algo más con él.
Lo que quiero hacer ahora mismo es lanzarme hacia delante
para besarlos a los dos.
El único problema es que Thorne es tan difícil de abordar como
Ven. Y esto ya le está empujando a un territorio nuevo y
desconocido.
Lo último que necesita es que descargue sobre él años de
atracción sexual como una avalancha cachonda.
¿Pero follar a nuestra chica por el culo mientras nuestras pollas
se frotan a través de sus finas paredes internas? Eso suena
como una idea increíble.
—Lo estás haciendo muy bien, nena —la ayudo a ponerse
encima de Thorne. Me encanta ver cómo flexiona los hombros
y cómo tiene la polla dura. Este hombre es una obra maestra
para la vista, y ahora mismo, estoy en el cielo con él y nuestra
chica debajo de mí, Ven a mi espalda.
Jodidamente extraordinario.
Fox está tan fuera de sí por el placer, y tan mojada por mi
semen y sus propios fluidos, que toma la gorda polla de Thorne
con facilidad. Su cuerpo se aplasta contra el ancho pecho de él y
hunde la cara en su cuello.
Es sucio y perfecto, y se ven tan condenadamente bien juntos.
Ven se coloca detrás de mí y me pasa el bote de lubricante
mientras se aplica un poco a sí mismo y a mi culo mientras
ajustamos nuestras posiciones.
Se estira y me agarra la polla, acariciándome de la raíz a la
punta, haciendo que mi cabeza se incline entre mis hombros.
—Ooohhh. Baby. —En cuanto me toca así, me vuelvo loco por
él. Es un magnífico idiota y además lo sabe.
—Tienes unos ojos jodidamente hambrientos —su voz me
calienta el oído y me muerde el cuello—. ¿Seguro que te vas a
conformar con sólo follártela? —Susurra la última parte para
que sólo yo pueda oírla, y me estremezco ante sus perspicaces
palabras.
Suelta una risita oscura. Me aprieta la polla y baja a tocarme los
huevos.
Le gruño una maldición.
Sí, bueno, también veo la forma en que mira a Thorne. Así que
no es de los que hablan.
Ven cree que es una fortaleza sellada. Pero yo sé más de sus
secretos de lo que a él le importa admitir.
—¿Me vas a follar bien o qué, baby? —Aprieto los dientes
mientras mis caderas se agarrotan contra él.
—Métete dentro de ella ya, Ky —Thorne parece estar luchando
por no estallar. Estoy ahí con él. Nuestra chica está sucia y gime
cada vez que acaricio su dulce agujerito, y aunque Thorne la
preparó antes, va a estar muy jodidamente apretada.
—Sólo respira para mí. Dime si estás lista. —como una buena
chica, se aferra al cuello de Thorne y asiente.
—Por favor. Estoy lista. Por favor, Ky.
Empuño mi polla, tomando el relevo de Ven, y presiono contra
su culo. Trabajándola suavemente y viéndola estremecerse de
placer mientras la resistencia inicial cede lentamente y mi polla
empieza a hundirse más profundamente.
—Es tan jodidamente bueno. Respira conmigo, nena —mis
movimientos siguen siendo superficiales, con pequeños
impulsos que sobrepasan el anillo de músculo, y ella es la cosa
más caliente y apretada dentro de la que he estado nunca.
Tengo gotas de sudor en la frente, está tan llena con Thorne ya
dentro de su coño.
—Joder... Ky... Es demasiado.
—Eso es. —canturreo, apenas manteniendo la cabeza con lo
increíblemente apretada que está.
Fox gime y echa la cabeza hacia atrás. —Te quiero dentro de
mí.
—Qué cosita más sucia eres, ¿verdad? —Le doy unos
centímetros más—. Me encanta esa boca sucia cuando te pones
exigente. Dámelo todo, mi buena chica.
—Mmm Joder...bebé. Así, justo así —se estremece debajo de
mí.
Ir despacio, aguantar y no hacer daño a mi chica perfecta son
las únicas cosas en las que puedo centrarme.
En este punto, me arrastraría sólo para oírla llamarme “bebé”
otra vez.
—Nos estás tomando muy bien. Tienes que relajarte para mí,
Dios, estoy casi a mitad de camino.
Tanto Thorne como Fox emiten un gemido, mitad de placer,
mitad de incredulidad.
—Mierda. Jjjoderr —Thorne me sostiene la mirada mientras
trabajo más profundo, y sé que puede sentirlo.
—Eso también es bueno para ti, ¿eh? —No puedo evitar sentir
una oleada de arrogancia al saber que mi piercing está rozando
a Thorne a través de sus paredes internas, y que él está
haciendo un esfuerzo por mantener la compostura gracias a mí.
—Jesús —gruñe, y de repente, mis caderas se impulsan hacia
adelante para quedar al ras contra el culo de Fox, y todos
dejamos escapar un profundo gemido de placer.
—Eso es… carajo. Mierda —la compostura de Thorne pende de
un hilo.
Me doy cuenta de que Ven se está riendo detrás de mí. Este
cabrón está disfrutando cada momento viéndonos a todos
jadear y retorcernos, esperando a que él se una.
—Dios, te sientes tan jodidamente bien —no puedo evitar
empezar a mover mis caderas contra Fox, gime y aprieta
mientras me muevo dentro de ella. Me los estoy follando a los
dos. A Fox y a Thorne. Joder. Los dos son increíbles y, mientras
me pierdo en el azul tormentoso de los ojos que tengo ante mí,
creo que él sabe que eso es lo que realmente quiero decir.
Ambos se sienten bien.
—Por favor —ella está sin aliento y rogando para que
lleguemos más rápido, apretando alrededor de nuestras dos
pollas.
—Estamos cerca, nena.
—Nos estas llevando muy bien —Thorne le aparta el cabello de
la frente—. Dame esa puta boca perfecta. —Ella gime,
deslizando su lengua contra la de él, fundiéndose con él.
Detrás de mí, Ven presiona hacia adelante, y es tan
jodidamente bueno que no voy a durar mucho. Ninguno de
nosotros lo hará.
—Oh, joder. Mmmm —ruiditos de zorra se me escapan
mientras él se mueve más, metiendo su polla más adentro, con
cada movimiento meciéndonos a todos a la vez.
—¿Estás bien? —Ven me pregunta con los dientes apretados.
—Sólo muévete. Maldita sea, baby. Joder. —con cada
movimiento de sus caderas, mis pelotas se tensan más, y Fox
aprieta mi polla como el puño más fuerte imaginable.
—Mierda —Thorne jadea contra la boca de Fox. Su voz es un
susurro ronco—. Eso es. Buena chica, joder. —Se está
astillando y su clímax es la gota que colma el vaso.
Estoy bastante seguro de que siento a Thorne sacudirse al
mismo tiempo que el coño de ella se agita a su alrededor; él se
descarga dentro de ella con un gruñido y agitando el pecho.
—Oh, Dios. Ven —sus caderas empiezan a embestir más fuerte,
persiguiendo mi liberación que está creciendo tan
malditamente rápido mientras gime de esa manera profunda y
sexy que hace cuando está a punto de correrse—. No pares.
Justo así. —Al llegar a ese punto delirantemente bueno, mi
cuerpo se enciende y mi columna se pone rígida. Toda la sangre
corre a mi polla y me elevo, volando entre las estrellas.
—Ven... joder... jjjoder.
—¿Quieres que te llene este culo? Entonces será mejor que te
corras para mí mientras te poseo, mi lindo putito.
—Oh, Dios. Baby —estoy jadeando. Mi polla se engrosa y
palpita y llena a mi chica por segunda vez esta noche. Sus
embestidas y sus sucias palabras me llevan al límite.
La polla de Ven se agita y se descarga dentro de mí, justo
después de mi propio orgasmo, y nos convertimos en un
amasijo de gemidos, miembros sudorosos y semen.
Los cuatro flotamos aturdidos durante lo que parece una
eternidad. Volvemos a nuestros cuerpos uno a uno.
Eso fue tan jodidamente caliente.
Estoy deseando volver a hacerlo.
—Lo has hecho muy bien; has estado perfecta —Thorne está
ocupado hablándole a Fox, acariciándole suavemente el cabello
y compartiendo palabras de elogio en voz baja, lo que le hace
ganar a cambio una sonrisa de placer.
Dios, es impresionante. Ruborizada, despeinada y goteando
con la evidencia de nosotros, un sueño como una nube que
amortigua todos nuestros bordes irregulares.
Ven me da un beso rápido en el hombro mientras se separa de
mí, el primero en encontrar dentro de sí la fuerza para
moverse. Me aparta de ella, porque estoy seguro como la
mierda que todavía no he redescubierto del todo el uso de mis
extremidades. Levanta el lánguido cuerpo de Fox, la lleva
silenciosamente al baño, donde se asegura de que se limpie y
orine correctamente, todas las pequeñas atenciones que lo
hacen ser como es. Cuida de nuestra chica de la única forma
que sabe.
A pesar de la niebla de placer que me invade, me dirijo a la
ducha exterior. Mientras estoy allí con la cabeza inclinada bajo
el agua, la nuca se me calienta cuando Thorne entra para
acompañarme. Me parece lo más natural del mundo que
estemos aquí los dos juntos, y me doy la vuelta para dejarle
espacio para que se lave junto a mí bajo el chorro de la ducha.
No hablamos. Pero tampoco lo necesitamos.
Bajo el agua que cae sobre sus pómulos angulosos y su
mandíbula firme, me mira con ojos solemnes. Una visión tan
familiar, aunque esta vez están llenos de años de agonía, de
todas las cosas insoportables por las que Hawke y él han
pasado, y yo lo veo.
Veo que no puede desquitarse con Fox.
Ella no es la responsable de lo que le pasó a él. Ni a ninguno de
nosotros.
Su asentimiento silencioso es confirmación suficiente, coge una
toalla y yo hago lo mismo, siguiéndolo de vuelta al dormitorio
en penumbra.
Me deslizo entre las sábanas frescas, donde Ven me deja tomar
el control, abrazando a nuestra chica por un lado, mientras
Thorne la envuelve por el otro. Hace rato que se ha desmayado,
y su suave respiración mientras se gira y se acurruca contra mí
hace que mi corazón crezca como diez tallas dentro de mi
pecho.
Puede que esta chica nos pertenezca, pero ahora, es realmente
nuestra posesión.
Más que una cosa que poseemos o controlamos. Ha hecho un
túnel y se ha incrustado en nuestros podridos huesos.
Pase lo que pase de aquí en adelante, sé que Fox va a estar en el
corazón de todos nosotros.
De eso estoy absolutamente seguro.
Ven
—Esos secretos tuyos se amontonan como cadáveres por ahí,
Calliano.
Estiro las piernas y miro de reojo al hombre que ocupa el
asiento de al lado.
En un lugar cercano al agua turquesa, Ky y Fox están
acurrucados en una hamaca riéndose, y parece una escena
sacada de un puto libro ilustrado.
Sólo que no lo es.
Estamos aquí porque hay una amenaza contra nuestra
propiedad, y Thorne sabe una mierda sobre lo que sea que esté
pasando que está eligiendo no revelar.
Estoy lejos de ser un libro abierto, pero cuando se trata de esta
chica ... de ninguna maldita manera voy a dejar que se salga con
la suya pensando que puede ejecutar este concierto él mismo.
—Se necesita uno para conocer a otro —me gruñe. Pero se
lleva una mano al cabello, observando a los otros dos tan de
cerca como yo. Como si pudieran desaparecer delante de
nuestras narices, robados, si nos atreviéramos a parpadear un
segundo de más.
—¿Qué novedades hay de Hawke y los equipos? ¿Han
descubierto algo para rastrear la encriptación?
—Nada —Thorne parece tan frustrado como yo. Los Anguis
son culpables de hacer la vista gorda con la escoria de la tierra,
y me tiene los pelos de punta que quienquiera que haya hecho
esta amenaza supiera exactamente cómo llegar hasta nosotros
en el único lugar en el que siempre hemos estado a salvo.
No tiene sentido.
Dando golpecitos con el pulgar contra el muslo, pongo voz al
pensamiento al que he estado dando vueltas en mi mente
desde que salí de Port Macabre. —La noche de la pelea podría
ser la oportunidad perfecta.
—¿Cómo así?
—Úsalo como espectáculo. Golpea a quienquiera que sea en las
costillas. Saca algo de información.
Tenemos que salir de aquí mañana, queramos o no, ya que
aparezco en la tarjeta de presentación de una noche de lucha
que se celebra en la Casa Noire. Donde los miembros de la
Asamblea se empaparán de la violencia gratuita de ver a dos
hombres darse de una paliza y después se perderán en una
noche de placeres hedonistas en el club.
Sangre. Violencia. Sexo. Los cimientos sobre los que los Anguis
construyeron sus templos de poder.
Supongo que quienquiera que intente esta amenaza estará
presente. No me cabe duda de que estarán pendientes de todos
los movimientos de la pequeña Fox.
Es posible que ese supuesto “verdadero heredero” que dicen
que se revelará también se encuentre entre la multitud.
—Parece arriesgado.
—Somos tres. ¿Realmente crees que alguien podría pasarnos
encima a todos?
Una carcajada aguda estalla en dirección a la chica en cuestión.
Ella se retuerce, pero es sólo para aparentar; no hay ningún
intento genuino de escapar de las burlas de Ky, o de irritarla, o
de, sea lo que sea lo que esté tramando. Probablemente ambas
cosas, viendo cómo sus manos se clavan en sus suaves curvas y
sus labios se acercan a su oreja.
Ese idiota rara vez ha estado sin una sonrisa arrogante en
todos los años que lo conozco, pero últimamente es como si no
pudiera dejar de tener una sonrisa radiante.
—Hay que mantenerla a salvo —murmura Thorne en voz baja.
Se resiste a admitir hasta qué punto Fox se ha metido en su
piel, y puedo ver el conflicto que se desata en su interior. Está
atrapado en la realidad de que no tiene otra opción que dejarla
entrar... o perderla.
—Y eso es exactamente lo que harás. Pero no conseguirás nada
manteniéndola alejada de la noche de la pelea. Tenemos que
empujar a quien sea que esté planeando la mierda a dar un
paso en falso.
Me mira fijamente con esos fríos ojos azules suyos. —¿Y crees
que haciéndola desfilar un poco más conseguirás eso?
Me encojo de hombros. —Al menos los obligará a actuar. —
Vuelvo a centrar mi atención en Fox y Ky en la hamaca, e
intento bloquear el ruido sordo de mi pulso intensificándose en
mis oídos. Hay algo que me aprieta el pecho cada vez que
Thorne y yo pasamos un rato juntos. Tener sus ojos clavados
en mí no se parece en nada a lo que siento cuando estoy con
Ky.
—O podría estar poniéndola innecesariamente como un blanco
fácil —se pasa una mano por la mandíbula.
—Claro. O, podría cabrear a quienquiera que sea el imbécil lo
suficiente como para que empiece a ser descuidado. Hasta
ahora, se han escondido detrás de amenazas encriptadas
enviadas por mensaje. Pero podrían intentarlo y darnos algo
mucho más fácil de rastrear.
—Sabes lo arriesgada que es esa mierda —veo a Thorne
moverse en su silla por el rabillo del ojo.
—Es hija única, ¿verdad?
El hombre a mi lado asiente lentamente. Pero hay algo más que
no divulga.
—Lo que significa que quien la amenaza pretende hacerse con
la línea de poder de Noire por la fuerza. Sabes eso tan bien
como yo cómo. No están desviando a otro heredero de sangre;
están planeando deshacerse del único descendiente vivo,
probablemente con la intención de insertar a alguien de fuera
de la línea Noire en el lugar de Fox.
Es vulnerable, y no tenemos tiempo para joder ideando un
plan. La luna serpentina se acerca, lo que significa que
quienquiera que esté tramando algo hará su movimiento
cualquier día.
—Hace mucho tiempo que no se celebra una ceremonia de
juramento —murmura en voz baja.
Porque todas las anteriores se convirtieron en baños de sangre.
Siempre se trataba de ceremonias utilizadas por los Anguis
para transmitir el poder a un linaje y, en el último momento, se
conspiraba para asesinar al heredero e introducir a otra
persona en la lucha por el poder.
Es una táctica que se ha utilizado durante cientos, si no miles,
de años.
Sólo que ahora, esa amenaza se cierne sobre la cabeza de Fox, y
nuestro lugar en esto se cimentó en el momento en que Thorne
confirmó la ceremonia de juramento con los Anguis.
Aunque Ky y yo teníamos nuestros motivos para joder con el
legado de la Casa Noire, la razón por la que Thorne decidió
comprometerse con una ceremonia cuando podríamos haber
asesinado fácilmente a la chica y hacernos con su poder es algo
que no me entra en la cabeza.
Dice que ella es sólo una posesión de la que disponemos.
Pero mi instinto me dice que hay algo más insidioso bajo las
turbulentas aguas de Thorne Calliano.
—La llevaremos a la pelea —mantengo la mirada en la chica en
cuestión. Su cabello lila está suelto y ondulado por haber
nadado en el océano. Las pecas de su nariz se han oscurecido
tras un día al sol. Y se acurruca contra Ky como si fueran dos
guisantes en una vaina.
Thorne permanece callado un rato a mi lado.
Todavía puedo sentir el calor y la intensidad de anoche cada
vez que cierro los ojos.
Las cosas han cambiado entre nosotros; puedo sentir la
diferencia. Hay algo en mi sangre que está más asentado y
seguro que nunca, pero también se me eriza la piel.
¿Con ganas? O con otra cosa.
Compartir a Ky con los demás nunca ha sido un problema para
mí... ni para él. ¿Pero ahora? Una posesividad sobre todos ellos
está saliendo a la superficie.
Como si fuera a arrancarle el corazón a cualquiera que se
atreviera a ponerle la mano encima a alguno de estos tres.
Aprender a confiar no es fácil para alguien como yo. Pero
Thorne ha demostrado una y otra vez que daría su vida por Ky
y por mí.
Ahora, en el más cruel giro del destino imaginable, Foxglove
Noire está incluida en esa lista.
Fox
Ky sostiene una cadena de oro vintage de la que cuelgan tres
joyas de amatista en forma de lágrima que combinan con el
color de mi cabello. La más grande está en el centro y las otras
dos, más pequeñas, a cada lado.
Es impresionante.
Sólo que, mientras lo balancea delante de mis ojos, me doy
cuenta de que no hay ningún broche para sujetarlo a mi cuello,
sólo dos pequeños bucles de fino hilo de oro que
definitivamente no están unidos el uno al otro.
—No va alrededor de tu cuello —la mirada cargada de Ky baja
de mis ojos... hacia abajo.
A la parte de mí a la que está destinada esta cadena.
Mis pezones se endurecen como diamantes al darme cuenta de
para qué está hecha esta joya y para qué se usa.
—Eso va —tengo la boca seca y trago saliva.
—Desde luego que sí —guiña un ojo—. Debajo de tu vestido.
Intento prepararme para el evento de esta noche: una noche de
lucha organizada en la Casa Noire, donde los miembros de la
Asamblea se mezclarán y apostarán por sus guerreros elegidos
y buscarán sangre.
Hace menos de un día que hemos vuelto de la isla, y aún puedo
oír el suave arrullo de las olas y saborear la sal que cubre mi
piel.
Pero ahora hemos vuelto al bosque cubierto de niebla de Port
Macabre.
Mi lobo está en la cartelera para las peleas de esta noche.
Sé por quién apostaría siempre.
Y aunque apenas me han informado de los detalles para la
ocasión, en lugar de dejarme sola para peinarme y
maquillarme, hay un chico muy travieso que se burla de mí con
la promesa de sacarme y darme placer mientras asistimos.
—También tenemos otro regalo para ti —la expresión de Ky es
pura y brillante picardía mientras me entrega una bolsa de
terciopelo con cordón—. Esto también es para llevar debajo del
vestido.
Sentada en mi toalla en el borde de la cama, las mariposas
vuelan en mi estómago mientras cojo ambos regalos de él.
Se inclina y captura mis labios, robándome el aliento y
succionándome la lengua durante un largo momento, antes de
apartarse.
—Date prisa y prepárate, nena.
Disculpa mientras despego mi cordura del suelo. No tiene
derecho a entrar aquí con una boca tan tentadora.
—Lamentablemente, no tenemos tiempo suficiente para que te
sientes a babear sobre mi polla. Eres la invitada de honor, no lo
olvides.
Un bufido petulante no disimula el hecho de que,
efectivamente, le estoy mirando la ingle.
—Ah, ¿sí? ¿Cómo podría olvidarlo? —Pongo los ojos en blanco.
—Nos vemos en el coche. —Ky silba mientras sale por la
puerta, con las manos metidas en los bolsillos, tan fino como
siempre.
Un evento en la Casa Noire no sería nada sin la presencia del
heredero. Aunque ahora sea totalmente cómplice de casi todo
lo que estos hombres están haciendo para acabar con el legado
de mi padre. Al menos ahora, parecen confiar en mí lo
suficiente como para saber que estoy de su lado en todo esto.
Creo.
Me dirijo al cuarto de baño para terminar de vestirme, dejo
caer la toalla y pego un pequeño grito ahogado al ver mi reflejo.
Las marcas de mordiscos forman constelaciones en mi piel,
todas en distintas fases de curación. Dios, ver las marcas de los
dientes y los moratones moteados me hace sentir tan
malditamente poderosa. Tres hombres asesinos y peligrosos...
que se turnaron para reclamarme como suya de la forma más
primitiva.
Hombres que no podían mantenerse alejados de mí.
Mientras me retuerzo para mirarme en el espejo, cojo el móvil.
Rápidamente tomo fotos de mi cuerpo desnudo, catalogando
las marcas de las que me han cubierto. Mis pechos, mis muslos,
mi culo... todas mis partes blandas son prueba de su propiedad,
y el corazón me da un pequeño respingo. Desplazarme por la
galería de mi cámara muestra un registro, una prueba viviente
de su deseo por mí.
Aunque estoy segura de que nunca experimentaré el amor de
estos hombres, al menos tendré este recordatorio mucho
después de que las marcas que actualmente están incrustadas
en mi piel se curen y se desvanezcan.
Una amplia sonrisa pugna por apoderarse de mi rostro
mientras dejo el móvil en la encimera y cojo la pequeña bolsa.
Al abrir los cordones, descubro el contenido y no puedo evitar
soltar una carcajada. ¿Por qué no me sorprende? Es un
pequeño aparato negro de forma cónica, que reconozco que
suele controlarse con un mando a distancia, aunque falta esa
parte del juguete. Me guiña un ojo con una joya morada a juego
en el extremo ensanchado.
Y está definitivamente destinado a ir en mi culo.
Un chico muy, muy travieso.
Me pregunto si los demás saben del pequeño plan de Ky para
hacer travesuras esta noche, y si lo saben, la burbuja de un
pensamiento de que todos han estado hablando de esto entre
ellos hace que mi centro se inunde de calor.
Bueno, ciertamente no soy de las que se echan atrás ante este
reto, y si orgasmos múltiples y tener a todos mis hombres
dentro de mí es lo que se promete en el gran clímax de esta
noche, entonces voy a ser la Belle de esta puta bola.
*****
Dos pares de ojos me devoran por el retrovisor del vehículo,
hasta llegar a la Casa Noire. Es tarde, el bosque está cubierto
por la noche. Raven salió mucho antes con el ya familiar
revoloteo de su moto para prepararse para su combate. Thorne
nos conduce por las oscuras y desiertas calles de Port Macabre,
y Ky ocupa el asiento del copiloto.
Tuve que espantarlo cuando intentó deslumbrarme con aquella
sonrisa encantadora y colarse detrás junto a mí. No había
ninguna posibilidad de que llegara en condiciones de asistir a
la velada si se acercaba con esas manos errantes. Sobre todo,
sabiendo los secretos que se ocultan bajo mi vestido, habría
intentado colarse en algo más que en el asiento trasero del
coche.
Cuando llegamos a la mansión, Ky se apresura a abrirme la
puerta y ayudarme a salir. Su lengua roza su colmillo mientras
extiende una mano en mi dirección. Cuando salgo, la gran
abertura de mi vestido se abre para dejar al descubierto mi
muslo tatuado, y disfruto cada momento que él aprecia lo que
llevo puesto esta noche.
Me he puesto un sencillo y sedoso vestido negro de tirantes
que fluye desde mi cintura, con un corsé acolchado que
envuelve mis pechos. La cadena que llevo está sujeta por los
pequeños lazos que atan mis pezones. Cuelga contra mi
esternón, oculta bajo el firme material. Nadie puede ver que
mis pechos están hinchados y los sensibles pezones duros y de
un tono rosa oscuro, pero sé (y estos dos hombres lo saben)
exactamente lo que ocurre bajo mi hermoso vestido. La fricción
añadida cuando el material roza los apretados picos,
combinada con la sensación de pellizco de las joyas lastradas
cada vez que camino o cambio de peso, ya me tiene
retorciéndome. Las piedras preciosas de amatista lucen
preciosas engarzadas en la cadena de oro vintage, pero
también amplifican los tirones contra mis pezones, y sé que
voy a necesitarlo todo para no desmoronarme sin querer esta
noche.
Lo que va a ser mucho más fácil de decir que de hacer, teniendo
en cuenta que mi clítoris ya está palpitando y exigiendo
atención.
Cuando salgo del coche, Ky desliza su mano por la parte baja de
mi espalda y, mientras seguimos ocultos a la vista, explora más
abajo. Encuentra la joya entre mis nalgas y frota la palma de la
mano sobre el lugar. La empuja un poco para hacerme jadear.
—Joder. Nunca he querido irme tan rápido de uno de estos
eventos. —Ky gime en mi oído y empieza a empujar mis
hombros—. Acuéstate en el asiento trasero ahora mismo para
que pueda envolver tus piernas alrededor de mi cabeza. —me
exige.
—Ky —oigo el gruñido de Thorne desde el lado del conductor.
Su ceño fruncido se posa sobre nosotros dos, como si fuéramos
un par de pervertidos a punto de faltar a la escuela. Este
hombre sabe exactamente lo que pasa por la mente de mi
alborotador.
—Compórtate, chico travieso —le acaricio el pecho—. Si lo
haces, puedes tener mi culo más tarde.
Echa la cabeza hacia atrás refunfuñando. —Esto también es
una tortura para mí, ya sabes.
—Bien. Como mis tetas, mi coño y mi culo zumban de
necesidad, me parece apropiado.
—Espera a que Ven te vea. Se va a volver loco.
Mi codicioso corazoncito se regocija de placer. Tengo que
agachar la cabeza para no hacer el ridículo. Soy dolorosamente
consciente de cómo mi corazón ha saltado del avión sin
paracaídas desde que estuvimos juntos en la isla paradisíaca.
Bajo ninguna circunstancia sueltes algo ridículo simplemente
porque estás caliente como en el infierno.
Cuando rodeamos la parte delantera del vehículo, Thorne me
ofrece su brazo. Me mira con unos ojos azules dolorosamente
hermosos. Quiero envolverme en este hombre y no soltarlo
nunca.
Sí. Mi corazón se desploma en caída libre total.
Salpicar en el olvido como me golpeó el hormigón se producirá
de forma inminente.
—Estás preciosa, como siempre, Foxglove.
Me muerdo el labio y le dirijo una pequeña sonrisa. ¿Por qué
cualquier pequeño cumplido suyo me parece siempre tan
maravilloso?
—Gracias.
—Aportas belleza a un mundo que durante tanto tiempo ha
sido sombrío. Espero que lo sepas.
Seguro que esas palabras no acaban de salir de la boca de esta
solemne criatura. Casi me caigo sobre mis propios pies.
Se me escapa una risita nerviosa. —Oh, no, no es nada. De
verdad. —Intentar ignorarle a él y su ofensiva de encanto
mientras lucho contra el rubor que amenaza con cubrirme de
pies a cabeza es una hazaña precaria.
—Hablo en serio. Eres una artista maravillosa, Foxglove. Eso se
nota en todo lo que haces.
Maldito sea este hombre exasperantemente cautivador.
Pero parece que aún no ha terminado de derretirme el cerebro.
—Hace falta una persona especial para traer arte o belleza al
mundo... sobre todo frente a la insensibilidad o una realidad
sombría. No lo olvides.
El golpe inesperado del elogio me tira como un anzuelo en el
estómago. Tanto, que la fuerza casi me arrastra físicamente
hacia él. Me doy la vuelta para alejarme, o tal vez flotar,
resplandeciente. Pero Thorne me agarra por el codo y me
arrastra de nuevo contra su ancho cuerpo.
Baja los labios para rozarme la oreja mientras nos
encaminamos hacia la entrada. —Ahora, dicho todo esto, te
daré diez minutos antes de que tenga que inspeccionar tu
regalo.
Mis muslos se aprietan y la sensación en mi culo se intensifica
de inmediato. Thorne nunca suele ser así de perverso. Siempre
que asistimos a este tipo de eventos, se muestra severo, como
un Daddy de negocios. Y me pilla desprevenida el hecho de que
quiera tontear.
Oficialmente no hay esperanza para mí, siendo abandonada en
la enmarañada red de estos dos hombres esta noche.
Fox
Mis pezones están tan sensibles que palpito más en lugar de
caminar, y mi coño se vuelve más resbaladizo con cada
segundo que paso abriéndome paso entre la multitud de los
miembros de la Asamblea en la Casa Noire.
También me da un poco de vértigo intentar contar los minutos
que faltan para que Thorne cumpla su promesa.
Abriéndome paso hasta el enorme salón de baile, los recuerdos
de nuestra última visita aquí (y lo que ocurrió inmediatamente
después entre Thorne y yo) se hacen vívidamente presentes en
mi memoria.
Mis hombres permanecen cerca esta noche. Antes, cuando
llegábamos, solían desaparecer entre la multitud para ocupar
sus puestos, vigilando la sala. Pero ahora que penden sobre mi
cabeza amenazas desconocidas, se han encargado de
flanquearme, dos fornidos centinelas vigilando cada uno de mis
movimientos.
No puedo negar que me parece increíble que me atiendan de
forma tan pública.
El combate hace tiempo que ha comenzado y, a juzgar por la
espesa nube de sed de sangre que se cierne sobre los
miembros de la Asamblea (que están todos sentados en varias
mesas dispuestas en forma de herradura alrededor del ring de
boxeo), supongo que hemos llegado a tiempo para ver el
combate de Ven, ya que es la última atracción de la velada.
La joya asesina de la corona de los Anguis.
Una mesa vacía se encuentra delante, con una vista completa
de la sala, aunque ligeramente elevada y al fondo. El heredero
de la Casa Noire ocupa un lugar privilegiado, dominando a
todos los presentes. Me preocupaba que me acosaran las
langostas habituales de los amigos de mi difunto padre, pero el
mar de máscaras de calavera está concentrado en el combate
que se está celebrando en el ring.
Al pasar, varios invitados reconocen mi presencia y me
saludan, como habrían hecho con mi padre, imagino. Pero la
cercanía de Thorne y Ky detrás de mí evita el habitual clamor
por mi atención y las manos indeseadas y errantes.
Para mi alivio, los asquerosos que se esconden entre los Anguis
y que quieren intentar reclamarme se mantienen alejados.
La mano de Ky se posa en la parte baja de mi espalda cuando
llegamos a la mesa. Se inclina y me habla al oído. —Estaré con
Ven para la pelea. Thorne se quedará contigo.
—Está bien— suspiro.
Inhala profundamente contra mi cuello, haciendo que mis
rodillas cedan un poco. —Ven y yo podremos verlo todo desde
ahí arriba. Asegúrate de darnos un buen espectáculo. —Dicho
esto, se ríe entre dientes y se aleja, mientras siento un
cosquilleo en las mejillas. No sé qué quiere decir con eso, pero
sospecho que tiene algo que ver con Thorne.
Mis muslos se aprietan y siento calor en el vientre.
Thorne saca un asiento al fondo de la mesa. Está tapizada con
un grueso paño negro que barre el suelo, y hay botellas de
champán apiladas en hielo rodeando un centro de mesa hecho
con rosas blancas.
Sin embargo, no deja que me siente. En lugar de eso, se sienta y
tira de mí para que caiga sobre su regazo. Acuna mi espalda
contra su pecho y guía mis piernas para que caigan sobre uno
de sus anchos muslos.
Santa mierda.
La presión de sentarme con el juguete en el culo añade una
nueva oleada de plenitud y placer hasta los dedos de los pies.
Esta posición lo asienta más profundamente, algo que estoy
segura no es en absoluto accidental. No en lo que respecta a
este hombre.
—Han pasado diez minutos, Foxglove —su voz retumba
profunda y deseosa contra mi columna vertebral.
Dios mío. No puede ser que pretenda hacer lo que sea que tiene
en mente aquí al aire libre. Casi esperaba que me arrastrara a
una habitación privada o a un baño, como mínimo. Esto es una
locura, y no sé cómo me sentiré haciendo el tonto delante de
una habitación llena de gente a la que desprecio.
—¿Qué estás haciendo? —Ya estoy sin aliento, y ni siquiera me
ha tocado—. No podemos... no aquí.
—Eres la heredera de la Casa Noire. Puedes hacer lo que
quieras —sus manos recorren el sedoso material de mi
vestido; el calor de sus palmas arrastrándose por la fina tela
parece escaldarme.
Desde el otro lado de la sala, oigo un golpe estruendoso y
nauseabundo cuando un luchador ensangrentado cae a la lona.
No se mueve. La sala estalla en un feroz coro de vítores cuando
su oponente levanta una mano enguantada y se proclama
vencedor.
El olor a sudor y a sangre me llega a la nariz.
—Inclínate hacia adelante.
Mis ojos vuelan hacia Thorne. La boca se me queda un poco
abierta ante la visión que me espera cuando arqueo el cuello
para mirarlo. Hay un estanque zafiro de lujuria fundida que me
atrapa, obligándome a expulsar el aliento de mis pulmones de
golpe.
Ahora mismo, tengo la sensación de que esta versión de
Thorne no tendría ningún problema en inclinarme sobre esta
mesa y follarme delante de todos los presentes en esta sala.
—¿No quieres ser una buena chica para mí? —me susurra en el
cuello.
Me doblego al instante.
Dios, no puedo soportar la forma en que mi corazón parece
dispuesto a caer en sus ásperas manos sin cuestionarlo.
Estoy casi segura de que así fue el día que entró en mi estudio
de tatuajes.
—Sí. Sí quiero —respondo, más que un poco temblorosa.
—Entonces inclínate hacia delante, Foxglove —puro poder
seductor recubre su voz.
Aparto mi peso de su regazo, hago lo que me dice y apoyo los
antebrazos en la mesa. Mi culo se posa en el borde del asiento,
acurrucado entre sus muslos. Mientras lo hago, las piedras
preciosas tiran de la cadena sujeta a mis pezones y se me
nublan un poco los ojos. Delante de mí, hay acción y más ruido,
y me doy cuenta de que mis otros dos hombres se acercan al
ring.
Raven lleva el torso desnudo, sus tatuajes brillan por el sudor y
sus esculpidos abdominales descienden en forma de V por
debajo de la cintura de los pantalones cortos de lucha que lleva
puestos. El cabello mojado le cuelga sobre los ojos mientras se
agacha y se desliza entre las cuerdas que bordean el
cuadrilátero.
Parece un ángel caído.
Ky se coloca en la esquina más cercana a él y observo cómo
bajan juntos la cabeza para hablar. Mi lobo no tiembla ni da
saltos como el que espera en la otra esquina. Está tranquilo y
concentrado.
Letalmente.
—Tiene buena pinta, ¿verdad? —Thorne me toca hambriento
la parte exterior de los muslos y, a medida que avanza, la tela
empieza a enrollarse alrededor de mi cintura. Respiro
entrecortadamente y recorro con la mirada las mesas que
tenemos delante.
—¿Qué estás haciendo?
—Shh, sólo sé una buena chica para mí.
—Todo el mundo podrá ver —me quejo.
—¿No crees que ya me he ocupado de eso...? ¿No crees que
cuidaría de mi chica? —Los labios de Thorne mordisquean mi
oreja.
Dios, apenas puedo contener el aleteo de mi corazón y mi coño
al oírle así.
—¿Confías en mí?
—No —sí. No estoy dispuesta a admitir hasta qué punto eso
puede ser mentira.
Thorne gruñe divertido. Hago lo que puedo por ignorar lo
peligroso que puede ser para mi salud oírle reír.
—Eres una mujer inteligente, Foxglove —el mismísimo diablo
guapo está caliente y pecaminoso contra mi cuello.
Joder. Creo que mi alma acaba de morir de tanto desmayarme.
Tragando pesadamente, mi atención se centra en nuestra
posición con vistas a la habitación. Nadie puede vislumbrar lo
que estamos haciendo aquí. Ahora lo veo todo con claridad. El
mantel cuelga hasta el suelo y estamos colocados de forma que
todos los invitados que tenemos delante miran hacia delante.
Para mirar en nuestra dirección, alguien tendría que levantarse
y darse la vuelta, e incluso entonces, sólo me verían de cintura
para arriba.
Thorne se está entregando a un juego muy calculado esta
noche.
Porque ahora, también veo lo que Ky quería decir sobre dar un
buen espectáculo para ellos. Donde ambos estén, elevados en el
ring, podrán verme la cara.
Puede que no vean lo que Thorne le hace a mi cuerpo, pero
conocerán cada retorcimiento, cada jadeo y cada expresión de
placer. No hay forma de esconderse de su escrutinio.
—Te gusta que te vea así —en realidad, no es una pregunta.
Thorne ya conoce demasiados de mis secretos. Sólo desearía
poder decir lo mismo del hombre que me está llevando al
olvido de la promiscuidad.
—A ti también te gusta mirarlo —mi voz es ronca y gutural. Sé
que estamos al borde de que haya algo más entre Thorne y los
otros dos hombres que han estado en su vida durante mucho
tiempo.
Me agarra con fuerza el vestido y me lo pone por encima de las
caderas. Exponiéndome completamente a su inspección.
—Joder —sus pesadas palmas agarran cada una de mis nalgas
y aprietan mi suave carne. Empuja el plug anal y me hace
estrujar el mantel bajo mis dedos con un grito ahogado.
—Perfección —el peso de sus elogios es casi demasiado—.
Estás increíble. Una chica tan bella y obediente para nosotros,
¿verdad?
—Gracias por mi regalo, Daddy —apenas me salen las
palabras.
Thorne me agarra con más fuerza por un lado, y su otra mano
se desliza entre mí y el lugar donde estoy sentada con todo mi
peso inclinado hacia delante. Me acaricia el centro con rudeza y
no tarda en darse cuenta de que estoy hecha un lío.
—¿Desnuda y mojada como una puta bajo ese vestido todo este
tiempo?
Tarareo y asiento con la cabeza. La vergüenza me sonroja el
pecho y el cuello.
Un movimiento atrae mi atención durante un segundo, y veo a
los luchadores desplazarse hacia el centro de la lona. Un oficial
se interpone entre ellos, y es entonces cuando mi lobo gira la
cabeza y me mira directamente a los ojos. Thorne elige ese
momento exacto para atacar y se aparta de mí, estirándose
para meterme los dedos en la boca.
—Muéstrale cuánto te gusta saborearte en mis dedos.
Mi coño se convulsiona y gimo suavemente cuando la evidencia
de mi excitación estalla en mis papilas gustativas. Thorne
sostiene sus dedos cubiertos de los fluidos de mi excitación en
mi boca, presionando mi lengua, y estoy atrapada por los tres
demonios.
Los labios de Raven se curvan en un gruñido.
Mi mirada se desvía hacia Ky, y él también está mirando.
Jesús.
Y es entonces cuando empiezan a volar los golpes.
*****
Estoy atrapada en el regazo de Thorne mientras veo a Raven
intercambiar golpes con su oponente, un hombre fornido, calvo
y con la mandíbula llena de cicatrices.
En el asalto anterior, los peleadores llevaban guantes de boxeo.
Este combate, sin embargo, es a puño limpio y totalmente
brutal.
Cada uno ha asestado golpes enfermizos al otro. Por todas
partes se ven manchas de sangre color rubí, y la multitud grita
con sed irrefrenable, deseando ver cómo se derrama más
carmesí.
Puede que Ky esté gritando, pero mis dos hombres en el ring
pasan la mayor parte del tiempo mirándome directamente.
Y Thorne está haciendo todo lo posible para hacer un completo
desastre de mi cuerpo.
—Va a salir lastimado —gimo cuando Thorne empieza a
acariciar la joya que tengo entre las nalgas. Lo mueve para que
entre y salga con suavidad.
—Esa es la idea.
—No entiendo... —qué o por qué está pasando esto es ajeno a
mí. Estoy jadeando y retorciéndome en el regazo de Thorne, y
por las expresiones que llevan tanto Ky como Raven, pueden
identificar cada oleada de placer que pasa por mi cara.
—Sigue haciendo lo que te digo.
—Thorne —jadeo, mientras vuelve a desplazar mi peso hacia
su regazo, lo que a su vez hace que mis pezones se torturen aún
más por el peso de la cadena.
—Tienes que ser muy buena y quedarte callada para mí.
Mi cerebro se pregunta por qué, pero mi cuerpo sufre un
espasmo al sentir una inesperada vibración en el interior de mi
culo. El plug anal me atraviesa con ondas de placer. Me muerdo
el labio inferior para evitar el grito que amenaza con escaparse.
Soy un cable vivo de necesidad palpitante. Todo hormiguea y
chisporrotea bajo mi piel, y cuando la sensación me sube desde
los dedos de los pies, Thorne apaga las vibraciones y me deja
casi doblada sobre la mesa, jadeando.
—Que te den —balbuceo. Thorne suelta una carcajada.
Cuando intento cambiar de posición en su regazo, lo noto. La
tiene dura como una roca, y me sale un pequeño gemido.
—Mi buena chica. Vas a darme más —me aprieta la cadera
para mantenerme en mi sitio, apretando mi cuerpo contra su
polla, y las vibraciones vuelven a empezar. Me recorren el
cuerpo con una intensidad prolongada y chispeante. A él
también le excita el zumbido que se extiende por su regazo.
Embiste hacia arriba, lenta y seductoramente, con lánguidos
movimientos de cadera, lo suficiente para que mi pulso ruga en
mis oídos. Haciéndome intentar empujar hacia atrás y
arquearme en un esfuerzo por frotarme más fuerte contra él.
Si va a llevarme al borde, entonces quiero arrastrarlo a mi lado
hasta las puertas del infierno.
Mientras me froto en el regazo de Thorne, los ojos de mi
Vikingo y los de mi lobo siguen clavados en mí, aunque al otro
lado de la habitación se esté produciendo una pelea a puño
limpio.
Cuando estoy segura de que ya no puedo más, Thorne lo apaga
y, esta vez, me empuja contra su pecho. Me dejo caer sobre él,
la cresta de mi orgasmo está al alcance de la mano y solo
quiero que me folle con los dedos aquí mismo, en esta mesa.
Diablos, estoy tan drogada de placer, que podría follarme el
culo aquí mismo en una sala llena de gente, y le daría las
gracias.
—Por favor, Daddy —digo en voz baja mientras los latidos de
mi corazón palpitan en mi clítoris hinchado.
Pero se mete el mando en el bolsillo y me acaricia suavemente
los brazos. Dejándome colgando justo en el borde.
—Lo estás haciendo muy bien para mí.
—No pares —ciertamente no estoy por encima de la
mendicidad.
—Mírate, perfecta y hermosa con el culo lleno y el coño
palpitante.
Es un precioso imbécil.
Estoy bastante segura de que digo algo en ese sentido en voz
alta. Thorne suelta una risita por lo bajo.
—Por favor.
—Qué dulce cuando suplicas, Foxglove. Pero vas a ser una
buena chica para mí, ¿no? —Unos dedos seductores y
deslizantes me recorren los brazos. No le contesto, al menos no
en voz alta. Mi mente es un remolino de sensaciones.
—Mira —me ordena. Guiando mi atención en la dirección de la
pelea. El telón de fondo del tortuoso juego de este hombre de
llevarme al olvido.
Quiero decirle que no. De hecho, preferiría montarme a
horcajadas sobre él y mandar a la mierda esta estúpida noche
de pelea y a todos los presentes, porque por mí pueden tirarse
por un barranco. Pero en lugar de eso, levanto los ojos y lo que
veo es el momento en que un interruptor se enciende dentro
de mi lobo. Es como si, hasta ahora, hubiera estado
complaciendo a su oponente. Cuando me mira, flácida y
ruborizada contra el pecho de Thorne, sus labios se curvan en
un gruñido peligroso.
Su puño sale disparado y golpea la mandíbula del otro hombre.
La fuerza hace que la cabeza del hombre retroceda con un
crujido repugnante.
El tipo se desmorona.
No tengo ni idea de si sigue vivo.
Raven gana en medio de una erupción de ruido y gritos de
adoración del océano de máscaras de calavera que claman por
una pizca de su atención.
Pero sus ojos negros como el carbón sólo me miran a mí.
Ky
No tengo ni idea de cómo demonios pudimos volver al
complejo sin parar el coche y follar al costado de la carretera.
Thorne no quería correr ningún riesgo. Obligándome a
conducir y siendo un imbécil magnífico y controlador que
mantenía a Fox pegada a su regazo en el asiento trasero.
Pero, por mucho que ella rogara, él se negaba a tocarla. Solo le
susurraba guarradas al oído para mantenerla en vilo y me
miraba por el retrovisor todo el rato.
Jesús, este hombre está en un nivel diferente cuando este tipo
de humor golpea.
Mi polla gotea por todas partes, y cuando llegamos a casa estoy
tan duro que no puedo ni pensar. Ven ya está allí, con la moto
aparcada, y casi puedo ver las marcas de los neumáticos
derrapados.
Abre de un tirón la puerta junto a Thorne con un gruñido y
saca a Fox. Tiene la cara hecha una mierda y magullada por la
pelea, y ahora mismo debería estar poniéndose hielo en los
putos nudillos, pero ha de estar tan alterado como yo.
Los dos dieron un jodido espectáculo.
Ahora tenemos que esperar a ver qué ha podido hacer esa
actuación pública para sacar a la luz más información sobre
quien se atreve a amenazar a nuestra chica.
—Tu cara. —puede que Fox esté a punto de correrse después
de la forma en que Thorne ha estado atormentándola toda la
noche, pero mira a Ven con los ojos muy abiertos. Le importa, y
joder, si eso no hace que me enamore aún más de esta belleza
de cabello lila.
—Córrete en su lengua y todo mejorara, nena —me deslizo
detrás de ellos y le lanzo una sonrisa a Ven. Se ha visto peor. El
idiota guapo vivirá.
Fox se aferra a él, contemplando la evidencia de su victoria.
Levanta una mano, pero se cierne sobre su piel, sin querer
tocarlo, pero al mismo tiempo muriéndose por hacerlo. —
Estaba tan preocupada por ti.
Él emite un gruñido, pero la sujeta con fuerza por las caderas.
—Y te veías tan jodidamente sexy desde ahí arriba —oh, la
pequeña descarada. Ahora está jugando con fuego.
Ven gruñe y le muerde el labio entre los dientes, tirando de él
con brusquedad. Fox simplemente se disuelve.
Conozco la sensación exacta.
—Entren —Thorne cierra la puerta de un portazo y nos mira a
todos con una mirada que indica que se ha cansado de jugar.
Se me aprieta el estómago.
No sé cuánto tiempo más podré seguir fingiendo que no quiero
más de él.
Ven rodea a Fox por el cuello y la cintura, besándola mientras
entran en la casa. Verlo besar es algo insólito y muy excitante.
Ella hace todo tipo de dulces ruiditos, gimiendo en su boca, y la
oscura presencia de Thorne merodea detrás de mí mientras los
seguimos por el pasillo.
—Mi habitación —le indica a Ven, y un revoloteo de
murciélagos o alguna mierda se instala en mis tripas. Esto está
pasando.
Nunca he estado en la cama de Thorne. Él nunca ha estado en la
mía. Joder.
Los cuatro entramos por su puerta, con los enormes paneles de
cristal que cubren una de las paredes iluminando su cama
perfectamente hecha con el pálido resplandor de la luna. La
sensación es sensual e íntima, y su aroma me recorre la sangre
enseguida.
—Me quedo con tu culo esta noche —Ven la tira sobre la cama
de un brinco, y ella nos mira a todos con los ojos vidriosos y los
labios hinchados de tanto morderlos.
—¿Soy tu premio por ganar? —Esas gruesas pestañas
revolotean, como si no supiera exactamente lo preciosa que es.
Maldita sea. Esta chica...
Ven cae encima de ella, apoyando las manos junto a su cabeza y
deslizando una rodilla entre sus muslos. —Más bien un jodido
castigo. Tener que ver ese pequeño espectáculo de zorra. —
Arrastra de nuevo su labio inferior entre los dientes.
—Puede que me guste más así —ronronea Fox contra su boca.
—¿Vamos a follar a nuestro juguetito, o qué? —Sé que eso la
excitará un poco más, y hace un ruidito cachondo. Ven va a ser
una jodida tostada por la forma en que jadea y se retuerce
debajo de él.
—Desvístela. Deja el juguete dentro —Thorne se desnuda
mientras da la orden, y yo hago lo mismo.
Ven prácticamente le arranca el vestido junto con sus
pantalones y la camisa. Fox jadea y se sonroja un poco más
cuando queda desnuda y chorreando para nosotros. La cadena
para los pezones funcionó a la perfección mientras estaba
escondida, convirtiendo sus pechos en un perfecto tono rosa
intenso e hinchado.
—Eso es lo más jodidamente sexy, cariño. Creo que he
encontrado mi nuevo juego favorito —me arrodillo a su lado
para soltar suavemente los lazos y se los quito de sus pezones
torturados.
En cuanto se liberan, me abalanzo y cubro un pecho con la
boca. Atraigo suavemente el capullo hinchado con la lengua, y
ella casi levita de la cama.
—Oh, joder. Oh, joder —sus manos se enredan en mi cabello, e
intenta alejarse de mí y agarrarse a mí al mismo tiempo—.
Justo así. —Fox se retuerce tanto que Ven le agarra el coño
posesivamente y la sujeta. Se une a mí en el lado opuesto,
pasando su lengua para dar vueltas alrededor de su otro pecho.
Empieza a balbucear enseguida. Por favor. Joder. Oh, Dios. Te
necesito. A todos ustedes. Por favor, joder. Fox es una visión
cuando suplica, y con una mano empieza a tirar del cabello de
Ven intentando acercarlo.
Le quita el pecho con un ruido húmedo. —Tienes que sentarte
en mi cara primero.
Bueno, mierda. Este lado de Ven es una sorpresa inesperada.
Se mueve hacia arriba de la cama, luego se tumba boca arriba, y
no tengo ni idea de lo que Thorne ha estado haciendo todo este
tiempo, pero realmente espero que tenga su gruesa polla en la
mano.
Fox trepa sobre Ven, con un tono perfecto de rosa empolvando
sus mejillas. Su mano tatuada le da un golpecito en el muslo y
la guía para que gire y se ponga de cara a nosotros, a
horcajadas sobre él. Por un momento duda, y él emite un
gruñido desde debajo de ella.
—Cuando te digo que te sientes, mujer, te sientas, joder.
Sus ojos azules están desorbitados por la lujuria y, sin
embargo, nos mira a Thorne y a mí interrogándonos. Como si
fuéramos a decirle que no por alguna razón. Como si fuéramos
a considerar poner fin a esto. Va a cabalgar sobre la cara de Ven
hasta que, con un poco de suerte, se corra por todas partes, y
entonces yo la atraería con mucho gusto sobre la mía para que
hiciera lo mismo.
Pero veo su lucha interior y me inclino hacia delante,
arrodillándome entre los muslos de Ven para acercarme lo
suficiente como para lamerle los labios mordisqueados y
tocarle un pezón. —Si muere, muere, nena. Estoy seguro de que
Ven preferiría que su momento final consistiera en meterte la
lengua en el coño.
—Oh, Dios mío —se estremece—. Eres un jodido niño travieso.
Le mordisqueo el labio inferior. —No niegues que te encanta.
Ahora córrete en su cara. Empápalo bien.
El torrente de placer que la recorre mientras baja. El dulce
ruido que emite cuando su boca se pone a trabajar es suficiente
para que me cosquilleen los huevos y me sacuda la polla.
Cuando aparto los ojos de Fox, veo que Ven está duro como una
piedra. Su gorda polla se balancea contra su estómago, y hay
una mancha de líquido preseminal en sus abdominales
tatuados, donde gotea por la punta.
La cama se hunde al otro lado del torso de Ven, y la magnética
presencia de Thorne me hace perder la cabeza por un segundo.
Se está masturbando, y guía a Fox para equilibrar su peso
contra él.
—Llevo toda la noche queriendo tener esos putos labios
alrededor de mi polla —la mira fijamente con el tipo de mirada
de asombro que estoy seguro que se refleja en mi cara—. Eres
una jodida buena chica para mí.
—Mmhm, por favor, Daddy —respira, con los labios
entreabiertos mientras Ven le chupa y lame el coño.
Thorne la guía hacia abajo para que se lo lleve a la boca, y
puedo saborearlo en mi lengua mientras observo, paralizado.
Fox gime desesperada, su saliva lo cubre mientras Ven sigue
provocándola y tentándola hasta el límite.
—Jesús. Joder —a medida que ella se vuelve más y más
errática, Thorne la arrastra fuera de él y respira con dificultad,
viéndola empezar a desmoronarse. Ella está perdida en la
acumulación de su clímax, y es entonces cuando sus ojos azules
me miran.
—Jjjoderr. Estoy tan cerca —sus dedos se clavan en sus
abdominales mientras gime.
Dios. Estoy mirando su polla venosa, y está ahí, joder. Mi
garganta traga con dificultad mientras envuelvo mi mano
alrededor de mi propia polla y empiezo a acariciarla. Ahora
mismo, no me importan los Anguis ni nada de lo que hay fuera
de estas paredes. Pueden irse al infierno. Lo único que quiero
es que tengamos un pequeño atisbo de placer y disfrutemos de
este momento.
Si tengo que bloquear cualquier tormenta de mierda que se
avecine y esconderme aquí durante un rato, con mucho gusto
correré el riesgo de agarrar algo bueno.
—Ky —su voz ronca dice mi nombre, y veo que tiene su
pequeño puño alrededor de la polla de Thorne, pero está tan
cerca de correrse que me implora... me ruega.
Me relamo los labios y mi mirada rebota hacia arriba para ver a
Thorne.
Sus ojos están entrecerrados y oscuros y, de repente, estoy más
nervioso de lo que creo que he estado nunca en mi vida.
—Ky, por favor —ya no puedo más con esa última súplica. La
forma en que está a dos segundos de desmoronarse, mientras
está sentada en la cara de Ven, y me pide que la ayude a
chuparle la polla a Thorne.
Cogiéndolo con la mano por la base, me inclino hacia delante y
deslizo su corona por mis labios entreabiertos. Por encima de
mí, la respiración de Thorne se entrecorta y, bajo mi contacto,
su polla palpita, mientras me invade una extraña tormenta que
me hace darme cuenta de que he querido hacer esto durante
mucho más tiempo del que jamás me había confesado a mí
mismo.
Sabe y se siente increíble. Permitir que se deslice, pesado y
dominante, es un golpe que voy a perseguir para siempre. Con
Ven, damos y recibimos por igual, pero con Thorne, hay un
dominio tácito incluso en la más sutil presión de sus caderas.
Ya estoy jodidamente obsesionado.
Relajo la mandíbula, el olor almizclado de él y el sabor de su
piel mezclado con la saliva de Fox me encoge el estómago.
Cierro mis labios alrededor de su aterciopelada longitud por
primera vez, y el ruido que sale de él es casi salvaje.
—Oh, Dios. —Fox se queja.
—Succióname bien —ruge Thorne—. Déjame follar esa
garganta bien profundo.
Hago un ruido totalmente desesperado mientras lo invito a
bombear sus caderas y presionar aún más la parte posterior de
mi garganta. Está tan suave y lleno en mi boca, y no puedo
creer que esto esté ocurriendo por fin.
—Eso es. Córrete —por encima de mí, está persuadiendo a Fox
de su orgasmo, o tal vez me está hablando a mí, joder, ni
siquiera lo sé. Pero la oigo deshacerse con un gemido bajo. La
calidez de su mirada está sobre mí todo el tiempo mientras
tomo a Thorne cada vez más profundamente. Mi garganta se
cierra alrededor de su punta, y un estremecimiento recorre sus
músculos mientras intenta contenerse para no ahogarme.
Es entonces cuando lo siento. Sus fuertes manos se hunden en
mi cabello como aquella noche en el asiento trasero del coche,
y sus dedos se flexionan contra mi cuero cabelludo.
—Tan buen chico, joder.
Con cada embestida decidida, el torrente de elogios adicionales
tácitos fluye sobre mí como si fuera jarabe. Ya estaba
enganchado a Thorne; ahora creo que estoy gustosamente
perdido dentro de él.
Ardo bajo la piel cuando esas fuertes manos me aprietan el
cabello, arrastrándome fuera de él. Me paso la lengua por los
labios y dejo que mis ojos reboten entre Ven y Fox un instante
mientras intento recuperar el aliento.
Mi corazón está en algún lugar de mi boca.
Ven me mira con una expresión de jodida suficiencia, recostado
contra las almohadas como una especie de bestia tatuada que
vigila su reino. Yo también me sentiría jodidamente satisfecho
si tuviera los muslos de nuestra chica alrededor de mi cabeza y
su corrida en mi lengua.
Fox se abalanza para agarrarme la cara con ambas palmas y
devora mis labios con pequeños gemidos cachondos. Supongo
que le ha gustado lo que ha visto.
—Eres tan jodidamente hermoso —me canturrea, y mi pulso,
ya atronador, sube aún más por la cima. Estoy a una altitud tan
vertiginosa que o me desmayo o necesito oxígeno.
—Ven aquí. —Ven le da palmadas en el culo, haciéndola girar.
El grito ahogado de Fox hace que ponga los ojos en blanco
mientras Ven se pone a trabajar en el juguete que tiene entre
los glúteos.
Bueno... que me jodan.
Thorne
Me duele la polla. Quiero follarme a mi chica, y quiero follarme
a Ky, y con gusto me follaría también a Ven, si no pensara que
me rompería el brazo por intentarlo.
—Relájate para mí. Tienes que respirar. —Ven está trabajando
lubricante sobre su culo perfecto mientras Ky ayuda a
cambiarla a la posición correcta sobre sus rodillas.
—Tú respira —está lloriqueando y excitada, y no la culpo. Casi
estallo en la garganta de Ky en el momento en que tragó
alrededor de mi punta. Sabiendo que ella nos estaba mirando y
al mismo tiempo sintiendo su boca caliente cerrarse a mí
alrededor... esto se siente como un sueño febril.
Una de la que no quiero despertar.
No sé cómo las cosas han llegado aquí tan rápido desde que
trajimos a este pedazo de caos de cabello lila a nuestras vidas,
pero ahora estoy viendo a mi amigo a punto de follarle el culo a
nuestra chica, mientras yo tal vez, definitivamente estoy a
punto de follar a su novio.
—Ayúdala a moverse —no se puede disimular que Ven está
casi al límite, enseñándole los dientes a Ky.
Riéndose un poco, la guía para que se relaje. —Se suave, baby.
—Ky y Ven intercambian una mirada por encima de su cabeza.
—Pero, yo no quiero nada suave —refunfuña.
Me paso la mano por el cabello. Me doy cuenta de que esta
chica va a acabar con nosotros.
—Jesús —Ven gruñe y aprieta la polla en un puño,
metiéndosela lentamente—. Sigues empujando hacia atrás
como la putita desesperada que eres.
Lo único que sé es que está sonrojada y se traga cada palabra
soez de Ven como si la acabara de llamar su princesa de cuento.
—Ah, jjjjoder —él aprieta los dientes, y el cuerpo de ella se
relaja para él, y muy pronto, ella se hunde contra su pecho y él
está completamente sentado dentro de ella.
—Santa mierda —el sonido de su pequeño gemido porno es lo
que me saca del trance en el que he estado— te sientes... tan
bien.
Ven lucha por mantener la cabeza fría. —Ky, trae tu polla aquí.
Está tan jodidamente apretada.
Foxglove Noire parece perfecta, con Ven llenándola y su coño
bien abierto y reluciente de lo empapada que está.
Y entonces, está Ky frente a mí.
Tiene la polla en una mano, con ese jodido piercing que hace la
boca agua brillando a la luz de la luna, y nuestros ojos se
cruzan. Me agarro a su nuca y respiramos el mismo aire.
Nuestros pechos suben y bajan al ritmo frenético de nuestros
latidos.
—¿Quieres esto? —Busco sus ojos.
Ky asiente lentamente. —Sí.
Mis fosas nasales se dilatan y me giro para ver a Ven. Su mirada
es oscura e intensa, y parece jodidamente excitado. Sé que
comparten. Pero lo que no sé es si esto va a ser un paso
demasiado lejos para lo que sea su vínculo.
—¿Vas a follar a nuestro buen chico, o qué? —Los ojos de Ven
me desafían de una manera que me dice que él sabía que esto
entre nosotros era inevitable. Como si ya hubiera visto cómo se
desarrollaba todo y yo fuera el idiota que finalmente se pone al
día con el plan de juego.
Me lanza la botella de lubricante.
Nuestra chica se muerde el labio y emite pequeños ruidos de
placer mientras Ven mueve sutilmente sus caderas bajo ella.
—Parece que ese bonito coñito necesita ser llenado —miro la
polla de Ky, y veo que palpita ante la idea de ser enterrada
dentro de ella.
—Cristo —se atraganta.
—¿Quieres decirme algo? —Le tiro del cabello y veo cómo se le
oscurecen los ojos—. Entonces, muévete, y puede que te ganes
mi polla.
Me mira con una expresión que dice que no sabe si pegarme o
besarme, y rápidamente decido que quiero verlo así... mucho.
Pero hace lo que le digo y se coloca entre la maraña de piernas
de la cama. La perfecta chica que tiene debajo recibe su polla
como un sueño. Está tan mojada y excitada que en el momento
en que él clava su punta perforada en su entrada, estalla una
ráfaga de ruidos frenéticos. Ky continúa con su pasatiempo
favorito de provocarla pasando primero el trozo de metal
arriba y abajo y sobre su clítoris unas cuantas veces, ignorando
despreocupadamente sus súplicas.
Ven gruñe y le maldice. —Date prisa, joder. Me aprieta tan
jodidamente fuerte cada vez que haces eso.
—Me encanta hacerte sentir bien, baby —murmura Ky, y
supongo que sus palabras son para los dos, pero obedece y se
hunde dentro de ella. Dejándolos a los tres sin aliento entre
pequeños gemidos y quejidos de placer.
—Te necesitamos, Daddy —la voz de mi chica es como el
pecado y la tentación, porque es tan condenadamente lista, que
lo sabe. Ella sabe que necesito ese empujón final para cruzar
esta línea con Ky. La persona que ayudé a criar y que, a todos
los efectos, ha sido un hermano para mí durante años.
Pero nada de esto se siente mal o confuso. Es sólo Ky, y
supongo que siempre ha sido él.
—Thorne.. —hay un atisbo de quejido en su voz cuando
pronuncia mi nombre y eso hace que algo ruga en mi interior.
—¿Qué? ¿Crees que puedes exigir algo de repente?
Ky deja caer la cabeza hacia delante con un profundo gemido.
—Joder, te vas a correr con esa mierda de Daddy Dom,
¿verdad?
—Mira se te aprieta el culo para mí —paso un nudillo por la
unión entre sus nalgas, saboreando cada pequeña flexión de
sus músculos tensos. Ky siempre ha estado jodidamente bueno,
pero ahora parece mío, y eso hace que cada pequeño aspecto
de este momento sea aún más incandescente.
—Jesús. Me estás matando —lame el cuello de Fox y gime.
Todos se mueven juntos cada vez que se hunde más, esperando
que me una a ellos.
—Déjame oírte decirlo, chico travieso. Déjame oír cuánto
deseas mi polla —mi voz sale ronca, gutural. Esto me excita
tanto como a él, y los ruidos eróticos que salen de Fox y Ven
encienden mi cuerpo.
—Joder... mmm jjjoder... —e desliza casi hasta la punta,
presionando de nuevo contra mi mano—. Te deseo. Quiero tu
polla.
—Eso es. Jodido chico sucio. Déjame oír todos esos ruidos
sexys que haces mientras juego con este agujerito apretado.
Ven gruñe algo que suena muy parecido a jódete Thorne. Fox
gime, completamente fuera de sí por el placer y la lujuria.
Al bajar la boca, un relámpago recorre mis venas. Lo separo y
deslizo la lengua por el manojo de nervios, devorando cada
gemido y cada sonido bajo que emite.
Jadea mientras aprieto más mi lengua contra él. —
Unnggghhhh. Oh, mierda. Thorne.
Mis sentidos se llenan de su almizcle y del espeso aroma a sexo
de la habitación. Me lo meneo sin cesar, sacando y saboreando
cada delicioso estremecimiento debajo de mí, con la polla dura
como una piedra ante la perspectiva de sentirlo envuelto a mi
alrededor por primera vez.
—Por favor. Por favor.
El sonido de Ky suplicando por mi polla es lo que finalmente
me rompe. Me retiro y rocío una generosa cantidad de
lubricante sobre su culo firme y mi polla. Me aprieto
rápidamente contra él y en el momento en que mi punta se
desliza en su interior, maldita sea, casi me derramo en ese
mismo instante.
—Cristo. Joder. No te muevas —palabras como bebé ya están
en mi lengua, y casi me sale sangre al morderlas.
—Oh, Dios, te sientes tan jodidamente bien —Ky se abre para
mí y me deja penetrar lentamente, y mientras lo hago, todos
empezamos a movernos a medida que mi peso se desplaza.
Fue tan diferente la última vez que estuvimos todos juntos así
en la isla. Esa vez sentí que podía sentarme y dejar que mi
voyeur saliera a jugar. Pero ahora, aquí, esto me está
absorbiendo, y estoy aquí mismo cayendo a pedazos con todos
ellos mientras nuestros cuerpos se mueven al compás del otro.
—¿Estás bien? —Aprieto los dientes. No estoy muy seguro de
con quién estoy hablando, pero siento la necesidad de
comprobarlo antes de entregarme por completo al implacable
impulso de empezar a embestir a Ky.
—Te juro que si no empiezas a follarle bien el culo... —La cara
de Ven es una máscara de placer mezclado con dolor, y el sudor
le recorre la frente.
Nuestra chica está en algún lugar del subespacio, y cuando me
hundo un poco hacia delante y me meto completamente dentro
de Ky, rápidamente le agarro la barbilla. Exigiendo su atención
para volver a la tierra por un momento.
—Háblame, Foxglove.
Se estremece cuando pronuncio su nombre. Sus bonitos ojos
azules se empañan de placer y su boca se afloja. No puedo
resistirme a arrastrarle el labio inferior con el pulgar.
—Sí.
—Palabras adecuadas.
—Sí, Daddy. Oh, Dios.
Bueno, joder.
Vuelvo a deslizarme casi hasta la punta y luego bombeo hacia
delante. La fuerza nos mueve a todos, y el culo de Ky se aprieta
a mi alrededor, casi haciéndome perder el conocimiento.
Mierda, esto no se parece a nada que haya experimentado
antes, y lo vuelvo a hacer.
Todos estamos aguantando a duras penas.
—Estoy tan cerca —mi chica... nuestra chica está temblando.
—Eso es. Córrete para mí, nena. —Ky se la está follando cada
vez que empujo dentro de él, y sé exactamente lo que es sentir
su polla perforada frotándose dentro de sus paredes. Ven
podría estar muriéndose por la forma en que aprieta los
dientes y cierra los ojos.
Todos estamos unidos de la forma más carnal y primitiva.
Miembros y corazones palpitantes y gritos desenfrenados de
placer. La presión aumenta y aumenta, y nuestra cosita
perfecta es la que finalmente se rompe cuando Ven baja la
mano para acariciarle el clítoris, guiándola para que se rompa
en la más hermosa y temblorosa sinfonía de dulces ruidos.
—Oh, OH. Me voy. Me corro —suaves gemidos femeninos
llenan mis oídos, y es la perfección absoluta ver a nuestra chica
correrse por nosotros como una supernova.
Ven gruñe y le muerde el cuello. —Jjjoder. Justo así.
Se sacude por debajo de todos nosotros, y es entonces cuando
Ky pierde el control. Mi polla golpea su próstata y hace un
ruido estrangulado.
—Dios. Thorne —embisto dentro de él una y otra vez mientras
los demás siguen rodando en las olas de sus orgasmos, y él se
tensa debajo de mí.
—Córrete para mí. Córrete para mí como un buen chico —
hundo mis dedos con fuerza en sus caderas y absorbo cada
gemido cuando hace lo que le digo.
—Unggggh. Sí. Sí —es un desastre mientras su semen inunda el
coño de nuestra chica. Ella está chupando su punto de pulso, y
sus uñas se clavan en sus hombros, y la tensión baja en mi
estómago se tensa más.
Lo saco, arrastro a Ky conmigo y le doy la vuelta. Empujo sus
rodillas hacia el pecho y vuelvo a hundirme dentro de él. Su
polla está húmeda y golpea contra nuestros abdominales,
dejando un rastro pegajoso de su semen mezclado untado
sobre nosotros. Mi polla se engrosa, el cosquilleo se intensifica
en lo más bajo de mi espina dorsal. Me mira fijamente al alma
con sus preciosos ojos verdes mientras mis huevos se tensan y
mis caderas vacilan.
Necesito cada parte de él, joder. La sensación de tener por fin
este momento se apodera de mí y el tiempo se detiene
mientras estrello mi boca contra la suya. Mi lengua se desliza
por la obertura de sus labios y él se funde conmigo, saboreando
la mezcla más embriagadora de todos nosotros. La perfección y
el deseo se funden en sus labios afelpados mientras su barba
roza mi piel con una serie de chispas vertiginosas. Le agarro las
manos, las junto sobre su cabeza y freno momentáneamente el
movimiento de mis caderas. Ky tiene la cara vidriosa de
felicidad delirante y está tan condenadamente guapo así que
podría vivir aquí para siempre.
—Sólo quiero saborearte. Conocer cada centímetro de ti —
hablando contra sus labios, lo penetro con movimientos largos
y medidos—. Pero no tengo ningún control. Te sientes
demasiado bien, joder.
Los dedos de Ky se enroscan entre los míos. Sus músculos se
tensan y me dedica libremente cada centímetro de su atención.
Aunque estamos los cuatro en esta cama, en esta habitación, en
este placer, en este momento, hay espacio suficiente para que
los dos encajemos en los niveles más profundos.
Hablar por fin con el alma del otro como siempre hemos
querido.
—Por favor —el verde bosque de sus ojos se oscurece de
lujuria—. Tómatelo con calma la próxima vez. Ahora quiero
que me folles como siempre soñé que lo harías.
Se levanta a mi encuentro, me mete la lengua en la boca y, de
repente, nos besamos como animales. Nos mordisqueamos,
chupamos y tiramos de nuestros labios mientras mis caderas
empiezan a moverse y yo me abalanzo sobre él. Una y otra vez.
El calor y las chispas envuelven nuestros cuerpos, Ven y Fox se
muestran satisfechos al vernos chocar y sacudirnos juntos.
Con cada roce de su lengua contra la mía, los muros que tan
cuidadosamente he construido alrededor de mi corazón
cuando se trata de este hombre se desmoronan como la arcilla.
Dios mío. Puede que explote de la emoción de este momento,
de que lo que hay entre nosotros por fin quede al descubierto.
Siempre lo he querido. Racionalmente, lo sé. Ahora sé
exactamente cuán profundo es ese pozo de protección y
emoción.
—Lléname, Thorne. Quiero tu semen dentro de mí. —Ky gime
como un susurro contra mi boca, y estoy acabado. Su agujero
aprieta la vida de mi polla, dejándome caer en el abismo.
—Joder. Joder. Ky —apenas puedo pronunciar las palabras
mientras mi polla palpita y mi liberación estalla fuera de mí sin
previo aviso. Los puntos parpadean en mi visión, y mis caderas
bombean dentro de él durante lo que parece una eternidad. Le
lleno el culo con mi descarga, con nuestros torsos húmedos de
sudor y los dedos entrelazados sobre su cabeza en el colchón.
Jadeo y no puedo ni pensar. Tengo las pelotas vacías y mi
cerebro no es más que un revoltijo de emociones sin nombre y
satisfacción. Lo único que puedo hacer es dejar caer la frente
contra su hombro y quedarme tumbado respirando
agitadamente.
Todos nos tumbamos allí. Unas manos suaves me acarician
entre el aroma tranquilizador de Fox, mezclado con el de los
demás. Es como si el tiempo se detuviera y aceptara hacer una
tregua, deteniéndose para que todos podamos sumergirnos en
las aguas de este precioso momento que se nos ha concedido.
Ven se da la vuelta y le da un beso en la boca a Ky antes de
levantar a nuestra chica en sus hábiles brazos y llevarla a
asearse. Nos deja a los dos tumbados en mi cama, rodeados por
el estruendo de nuestros pulsos, que siguen acelerándose
mutuamente.
No sé cómo hacer la siguiente parte.
Pero no tengo que imaginármelo, porque sus dedos me rozan
suavemente la nuca y me apartan el cabello de la frente.
Se me cierran los ojos.
Dios, me encanta tener sus manos sobre mí.
Y como es Ky, y él lo hace parecer tan fácil, suelta una pequeña
risa que suena ronca.
—Creo que deberíamos unirnos a ellos allí. Vamos a limpiarnos
antes de que Ven intente empezar el tercer round.
Me retiro un poco y le sostengo la mirada en silencio.
Sus labios se inclinan hacia arriba en esa sonrisa descarada que
quiero besar en su cara perfecta. Pero entonces su expresión
cambia y parece un poco avergonzado. —Aunque... estoy
bastante seguro de que acabas de joder a todos nuestros
cerebros, así que quizá nuestra chica esté a salvo por ahora.
Junto los labios y salgo suavemente de él.
—¿Estás bien? —me mira y quiero volver a zambullirme en él.
Asiento y le ayudo a sentarse. Definitivamente, ya no somos
solo hermanos.
—Eso fue...
Sonríe y me coge del brazo. —Sí. Eso fue...
Y no necesitamos decir más. Nos conocemos desde hace tanto
tiempo; es todo un lenguaje que no necesitamos intercambiar
para conocer los pensamientos del otro.
—Vamos.
Ky me tira detrás de él y yo le sigo.
Con mucho gusto.
Fox
Un ruido desconocido me sobresalta.
Llevo unas horas acurrucada en una de las tumbonas junto a la
piscina, esbozando diseños, y la alerta de mi teléfono que
interrumpe la tranquila ensoñación en la que he estado suena
diferente de lo habitual.
Técnicamente, todos mis hombres están guardados como
contactos en mi teléfono, y tengo el número de Poe, pero no
hemos hablado desde la noche en que me envió esos mensajes
crípticos sobre Thorne y mi padre. Aparte de eso, sólo hay una
persona de la que recibo mensajes, y es Ky.
Una sensación de aleteo ocupa mi pecho.
¿Es Thorne?
¿O mi lobo?
Nunca me he sentido con la suficiente confianza como para
atreverme a enviar un mensaje a ninguno de los dos, y ellos no
se han molestado en ponerse en contacto conmigo a menos que
sea cara a cara. O, es que hasta ahora...
Casi se me salen los ojos de las órbitas. Hay un mensaje de Em
en mi pantalla, y su contacto se ha guardado en mi teléfono sin
que me dé cuenta.
Reina Emerald
Ha ocurrido, ¿No es así?
Me apresuro a pulsar mi respuesta. No voy a perder la
oportunidad de enviarle un mensaje a mi mejor amiga.
Quienquiera que se haya hecho pasar por mí ha pensado que
por fin se puede confiar en mí para estar en contacto.
Mentalmente, tomo nota de que tengo que interrogar a mis
hombres sobre toda esta situación.
Actuando con indiferencia, como si hubiera sido yo quien le
enviaba los mensajes todo este tiempo... porque, ya sabes,
artimañas y mentiras y amenazas de muerte y todo eso.
¿Qué ha pasado?
Puedo ver tus pestañas batiendo desde aquí.
No lo están.
Te sonrojas
No lo estoy.
Ni idea de lo que estás hablando.
Ella está enamorada. Listo.
Fue secuestrado por tres hombres con pollas presumiblemente
enormes.
OMG.
Emerald.
¿Qué? Dime que no me equivoco
Un momento de flashback se abalanza sobre mí, reproduciendo
las primeras y oscuras horas de esta mañana. Despertar
mojada y cachonda y sentir a uno de mis hombres deslizándose
dentro de mí por detrás. Sin saber cuál de ellos me estaba
presionando, y sin importarme tampoco, porque sí, soy una
causa perdida. Rodeada de las perversas palabras de Ky contra
mi oído mientras agitaba mi cuerpo dormido hasta el frenesí,
bombeando dentro y fuera de mí con movimientos
perversamente lentos.
«Sé exactamente cómo te gusta, pequeña Fox».
Tragando apresuradamente, mi respuesta es tan endeble como
mi resolución en torno a mis hombres.
Eres increíble
No lo niego.
Ding ding ding. Ya están los resultados.
Seguro que ya ni siquiera tienes que tocar esa cornucopia de
juguetes que tienes.
Voy a repudiar tu bonito culito.
Me quieres.
Te echo de menos. Te echo mucho de menos.
Qué hay de nuevo... Cuéntamelo todo.
¿Ya has conseguido deshacerte de tu detalle de protección?
Puedes dejar de preocuparte por mí. Ya soy una chica grande.
Como dije... no era lo que parecía.
Parecía un secuestro.
Más bien... ¿un malentendido profesional?
Tendrás que explicarme los detalles.
Porque ahora mismo sólo puedo pensar en ti con un horrendo
chándal y con la jodida CABEZA ENCAPUCHADA.
Ese chándal era horrible, ¿no? Quemé a ese hijo de puta
inmediatamente.
Sé realista conmigo, Em.
¿Estás segura de que estás a salvo?
Veo puntos que bailan en la pantalla y luego desaparecen.
Finalmente, se detienen por completo, y se me escapa un
suspiro. Está claro que hoy no es el día para obtener una
respuesta directa de mi amiga.
Honestamente, parte de la razón por la que he evitado sacar el
tema de Em cerca de cualquiera de mis hombres es que hay
una pequeña parte de mí que todavía le preocupa que de
alguna manera puedan usarla en mi contra.
Aunque he caído demasiado profundo y demasiado rápido con
ellos para mi propio bien, todavía estoy preocupada, incluso si
ya no representan una amenaza para su vida, ¿habría otros
dentro de los Anguis que podrían elegir si descubren nuestra
conexión?
Especialmente si hay amenazas desconocidas contra mí,
¿podrían ir a por alguien importante en mi vida?
Tal vez tenga que hacerme la mujer y preguntar qué pasa con
la seguridad que han organizado para ella. No dudo de que
Thorne habrá puesto a gente de su confianza en esos puestos,
pero después de lo que pasó con todo el numerito de
“encapuchados, esposados y amordazados”, sigo sin estar
segura de qué pensar.
Incluso si Em parecía estar completamente bien con todo.
Lo que aún me desconcierta.
Justo cuando he renunciado a cualquier esperanza de
respuesta, recojo mi cuaderno de bocetos y reanudo mis
esbozos, suena mi teléfono.
Cierro rápidamente el cuaderno y cojo el teléfono. Previendo
alguna respuesta mordaz de la lengua perversa de Em. Pero la
notificación en pantalla muestra un número desconocido y,
cuando abro el mensaje, solo puedo mirar con la boca abierta
las palabras.
Algo caliente y enfermizo se cuaja en mi estómago.
Mis ojos no encuentran sentido a lo que leo.
NÚMERO DESCONOCIDO
Tu tiempo bajo la protección de Thorne Calliano ha terminado.
¿Estará dispuesto a hacer por ti lo mismo que hizo por tu madre,
Giana?
Mientras leo y releo las dos líneas de texto una y otra vez, el
teléfono que tengo en la mano vuelve a vibrar y, esta vez, casi
se me cae de los dedos.
Lo que aparece a continuación no son más palabras. Es una
imagen. Granulada y en blanco y negro, pero los rostros son
claros.
El hombre de la foto es inconfundiblemente Thorne, parecido a
la versión más joven que recuerdo haber visto hace tantos
años.
Tiene la mano apretada en la parte baja de la espalda de una
elegante mujer de cabello rubio. Una a la que reconozco de
inmediato, aunque hace años que no le veo la cara.
Mi madre.
El temblor de mis manos crece a cada segundo que miro la
imagen. Me atormenta la desesperación de ver el fantasma de
mi propia sangre que me fue arrebatado demasiado pronto, y
la forma en que mi atención no puede escapar de donde está su
mano sobre su cuerpo.
Lo juntos que están.
Su aparente facilidad para relacionarse.
Los dos están vestidos de noche; esto podría haber sido
tomado en cualquiera de los cientos de eventos celebrados en
la Casa Noire a lo largo de los años. ¿Cuántas noches habrán
pasado juntos así?
Se me pone la piel de gallina y dejo caer el teléfono sobre el
acolchado del asiento como si me hubiera quemado. Un latido
de sangre me ahoga los oídos mientras intento encontrar
explicaciones a la imagen que se burla de mí en la pantalla del
teléfono.
¿Quién más tiene mi número?
¿Y por qué me enviarían esto?
Peor aún, es la culpa y el asco que siento actualmente. No sé si
es más conmigo misma o con la gente que estoy viendo en esta
pequeña imagen. Ni una sola vez ha mencionado conocer a mi
madre.
Dios mío. Me llevo la mano a la boca cuando esa sensación se
intensifica.
He estado atrapada en su laberinto enfermo, desde el principio.
Estoy de pie con el teléfono agarrado con fuerza en una mano
mientras vuelo por los pasillos acristalados del complejo. Todo
se encoge en un túnel oscuro alrededor de mi visión. Estoy
desesperada por obtener respuestas y, sin embargo, no quiero
oírlas.
Pero hay un hombre que me ha mentido, repetidamente.
Ahora mismo, necesito mirarlo a los ojos azules como el hielo y
exigirle que me cuente cada detalle. Extraer de su corazón
ennegrecido lo que sabe sobre mi familia. Los secretos
desconocidos que me ha estado ocultando bombean veneno
por mis venas a cada paso.
Ni siquiera me detengo al llegar a su estudio, abro la puerta de
golpe e irrumpo en el interior.
Thorne está sentado frente al ordenador, tecleando algo en el
móvil. No tengo ningún plan, pero veo su pistola y su funda
colocadas en el extremo de su escritorio.
El calor y la rabia se agudizan tras mis ojos mientras me lanzo
a por ella, libero el arma y quito el seguro. Que le den. Que le
den a este sitio. A la mierda la Casa Noire y el sinfín de secretos,
mentiras y miseria que ha sido mi vida.
Este idiota amenazó la memoria de mi madre, y me mintió
sobre conocer a mi madre.
Me tiemblan las manos mientras parpadeo para contener el
maremoto de emociones que amenaza con aplastarme.
Mientras tanto, estoy de pie con los pies descalzos y una de las
camisetas gigantes de Ky, y el hombre que tengo delante es la
viva imagen de la calma.
Se gira para mirarme, asimilando mi aspecto salvaje,
recorriendo con la mirada toda mi figura antes de posarse en la
temblorosa pistola que le he apuntado al corazón.
Al más puro estilo Thorne, desliza su silla más cerca,
reajustando el cañón del arma para que apunte hacia arriba,
presionando bajo su barbilla. —Este es el ángulo que quieres.
Hará el mayor daño. Desde aquí, me atravesarás fácilmente la
parte posterior del cráneo.
Mis dedos se flexionan alrededor del gatillo.
—Explícame esto —con la mano libre le tiendo mi teléfono
desbloqueado, aún abierto por los mensajes desconocidos y la
foto.
Rápidamente envuelvo el arma con ambas manos, pero sigo
temblando. La sangre me recorre el cuerpo, me recorre un
escalofrío por los brazos y las piernas, y siento que me parte el
corazón en dos antes incluso de que hable.
Se pasa un pulgar por la mandíbula, apenas echa un vistazo al
teléfono, en lugar de eso mantiene su mirada en la mía. —
¿Quién te envió estos mensajes?
—¿Cómo mierda voy a saberlo? —Me arden los pulmones—.
Controlas mi teléfono. Mi vida. Todo.
—Esa foto fue tomada hace mucho tiempo.
Mis fosas nasales se dilatan con la intensidad de mi respiración.
—No te atrevas a mentirme —estoy furiosa y aterrorizada a
partes iguales.
El hombre que tengo ante mí es como un lago, tranquilo y
suave en la superficie, y todo lo que quiero hacer es lanzar mi
peso contra el agua para perturbar ese exterior sereno.
—No quieres saber la verdad, Foxglove. Es mejor así.
—Eso es todo lo que dices, y es mentira. Eres un jodido
cobarde —empujo el metal con más fuerza contra su
mandíbula.
Los dedos de Thorne se clavan con fuerza en la parte carnosa
de mis caderas, sujetándome firmemente mientras
permanezco de pie entre sus rodillas.
—Pídeme cualquier cosa, excepto esto —hay una advertencia
en su voz, y estoy decidida a ignorarla. Si cree que puede
poseerme, controlarme, manipularme... ¿y ahora ocultarme
secretos sobre mi propia familia? Vivirá para lamentar el día en
que lo intentó.
—Conociste a mi madre —le grito las palabras.
Hay una larga pausa mientras mi histeria flota en el aire entre
nosotros.
—Lo hice —dice las palabras con cuidado.
La repulsión me hierve en las entrañas. No quiero oírlo, pero al
mismo tiempo, no puedo respirar sin saber esta fea y horrible
verdad.
La imagen granulada y el lugar donde su mano acaricia ese
punto íntimo en la parte baja de su espalda están grabados en
mi mente.
—¿Qué era ella para ti? —No sé si sobreviviré a esto. ¿Es por
esto que era tan reacio a acercarse a mí? Porque mi madre y él
eran...
Como si viera los puntos conectándose en mi cerebro, flexiona
los dedos. Aplica más presión para que vuelva a esta habitación
y a su presencia mientras sacude la cabeza lentamente. —No es
eso. —La voz de Thorne es baja y uniforme.
—Entonces dímelo —mis ojos rebosan lágrimas y mis manos,
que sostienen la pistola apretada contra su piel, tiemblan
incontrolablemente. Pero estoy atrapada aquí hasta llegar a la
inevitable y horrible conclusión.
—Agradece que no conociste a tus padres, Foxglove.
—No seas condescendiente conmigo.
El aroma de Thorne se arremolina a mí alrededor y me hace un
agujero en el pecho. Lo deseo tanto y, sin embargo, tiemblo por
lo que todo esto va a significar.
—Agradece que no pasaran tiempo contigo... que te dejaran
con niñeras y tutores y escondida en internados.
—Merezco una respuesta directa.
—¿Y si te mereces algo mejor que conocer sus sórdidas
verdades?
—No puedes tomar esa decisión por mí —apenas puedo sentir
mis dedos.
Me estudia. Me mira con el tipo de expresión que me hace
querer aferrarme a él e inhalar profundamente desde la base
de su cuello. Pero me mantengo firme.
Hay un momento en que su mandíbula se aprieta, las finas
líneas alrededor de sus ojos se arrugan, y sé que va a ceder, no
importa lo horrible y destripador que esto pueda ser para mi
cordura.
—Tu padre encontraría a los niños —estoy atrapada en su fría
mirada azul—. Estábamos retenidos en el ala más alejada, en el
otro extremo de la mansión. Sólo un pequeño rincón
insignificante entre los cientos de habitaciones.
Oh, Dios. Voy a vomitar. Respirando por la nariz, intento
mantener a raya las manchas oscuras en el borde de mi visión.
—Ella venía a inspeccionar la habitación de los chicos por la
noche. El lugar donde dormíamos todos juntos durante el poco
tiempo que alguno de nosotros debía permanecer en la Casa
Noire —me pasa un pulgar por la cadera, y toda la sangre se
me escurre de la cara mientras continúa—. Hawke y yo
llevábamos poco tiempo allí, y se esperaba que al día siguiente
nos llevaran en camión a otro lugar con los demás, pero ella
pasó por nuestra cama aquella noche.
Mi boca se abre en una súplica silenciosa para que se detenga.
Fragmentos punzantes sacuden mi cuerpo mientras el corazón
de mi pecho se rompe por él y por su hermano.
—A tu madre le gustábamos demasiado.
Dejo escapar un ruido estrangulado.
—Te ahorraré los detalles, pero ella nos retuvo. Así es como
acabamos en este mundo. Cómo ascendimos en el escalafón —
siente que me desplomo y rodea suavemente con una mano el
cañón de la pistola. Pero en lugar de apartarla, se la lleva al
pecho mientras mis dedos se entumecen por completo.
El arma apunta al lugar donde sé que está su tatuaje, la misma
tinta que he incrustado en su piel. Donde Thorne Calliano lleva
mis marcas y mi obra de arte, y el temblor que me recorre los
nervios es demasiado fuerte para soportarlo.
—Le gustaban jóvenes. Con el tiempo, nos hicimos demasiado
mayores para su gusto. Pero podría decirse que se convirtió en
mi tarea evitar que otros niños sufrieran el mismo destino.
—Estás mintiendo —las lágrimas recorren un camino
silencioso por mi cara.
—En este caso, nunca te mentiría. No sobre esto.
Thorne me estudia con una solemnidad que no soporto.
—¿Entonces por qué estabas con ella? —Me asfixio bajo el peso
paralizante de lo que este hombre me está diciendo... y de todo
lo que me está evitando oír.
—¿En esa foto? —Coge el teléfono, lo mira apenas un segundo,
antes de dejarlo encima de unos papeles en su escritorio—. No
sé. Quizá sea un ángulo elegido para que parezca que había
algo más entre nosotros. Por aquel entonces, a menudo me
solicitaban seguridad VIP, y es probable que tu madre
estuviera allí.
—Pero... —Mis lágrimas fluyen gruesas y rápidas.
—Nunca quise que te enteraras de esta manera —seca la
humedad con un pulgar.
Es entonces cuando me derrumbo. Me tiembla el labio inferior
y aprieto con más fuerza el cañón contra su pecho.
—¿Quieres dispararme, bebé? Hazlo. No te detendré. Merezco
una muerte mucho más brutal por todos mis pecados, pero con
gusto te entregaría mi corazón para acabar con todo si eso es lo
que quieres. —Con una mano, presiona el lugar donde mi
tatuaje yace bajo su camisa, y mis dedos pican por enredarse
con los suyos y frotar esa parte de él. Acariciar esas líneas de
tinta contra la piel suave que he contemplado tantas noches
últimamente.
Quiero enterrar mi cara en su cuello, pero estoy clavada en el
sitio, sujetándole a punta de pistola mientras el mundo se
derrumba alrededor de mis oídos. Los sollozos sacuden mi
cuerpo mientras la emoción se derrama de mí como un
cataclismo. Mientras tanto, Thorne me sostiene la mirada y
deja que me consuma.
Ella era un monstruo, como él.
Todo el tiempo pensé que esa mujer era mi madre, cuando en
realidad era una vil criatura que se aprovechaba de los niños.
No me extraña que Thorne quisiera castigarme por lo que le
hicieron mis padres.
Un pensamiento enfermizo me golpea tan rápida y
cegadoramente como un relámpago, y retrocedo, mis ojos
hinchados y rojos parpadean varias veces hacia él, y el arma se
afloja bajo mis dedos.
—¿Ky? —Apenas me atrevo a decir su nombre.
La cálida mano de Thorne se levanta para apartar los finos
cabellos que se aferran a mis mejillas húmedas. No sé cómo
puede siquiera soportar tocarme. ¿Por qué este hombre no
quiere llevarme a su almacén de pesadillas y hacerme sufrir?
Sacude la cabeza. —Hawke y yo no podíamos hacer mucho;
siempre teníamos que tener mucho cuidado de no revelarnos.
Pero tuvimos la suerte de rescatar a Ky antes de que nadie
pudiera tocarlo.
Hay tanto dolor detrás de sus ojos que me rompe el corazón en
mil pedazos.
—Ojalá hubiéramos podido salvar a más.
No puedo ver a través de las lágrimas que se derraman de mí.
Voy a vomitar.
Fox
Corro.
Es cobarde y patético, y cedo al impulso sin pensármelo dos
veces. Mi madre abusó de Thorne, y quiero arrancarme los
ojos. ¿Cómo puede no despreciarme eternamente después de
todo lo que ha pasado? ¿Acaso la idea de que le toque la piel, de
que me lo folle, no le produce unas ganas terribles de vomitar?
Si me había atrevido a creer en un atisbo de esperanza de que
nuestro futuro encerrada en este enredo vengativo pudiera
evolucionar hacia otra cosa, una versión de un futuro en el que
tal vez algún día él se preocupará por mí... ahora sé con certeza
que eso nunca será posible.
Me torturará para siempre saber que estoy enamorada de
Thorne Calliano y que él no puede corresponderme.
Hay demasiada agonía que represento.
Soy un recuerdo vivo, de carne y hueso, de los depredadores
que abusaron de él y de su hermano. Como están muertos, lo
único que queda como recuerdo constante de lo que han
sufrido los Calliano, soy yo.
Lágrimas calientes me nublan la vista. No sé a dónde voy. Mis
pies descalzos me llevan lo más lejos posible de la oficina de
Thorne lo más rápido posible. Tal vez no me detenga hasta
llegar al barranco en lo profundo de este bosque, y me lance
allí abajo sólo para solucionar de una vez por todas el dolor
que desgarra a mis hombres.
Me ciega la rabia, la vergüenza y el asco que se arrastran bajo
mi piel cuando choco con una fuerza inamovible.
Los aromas del humo de leña y del bosque me rodean.
Mi lobo me mira fijamente, sujetándome los hombros con
manos firmes.
Sus ojos se entrecierran al contemplar mi aspecto manchado
de lágrimas y mis miembros temblorosos.
—No puedo estar aquí —por favor. No me obligues a
quedarme. Necesito poder respirar, y oh, tan egoístamente
quiero ser capaz de olvidar, y no puedo hacer nada de eso con
las paredes cerrándose sobre mí.
La pesadilla viviente de mi linaje.
Raven echa un vistazo en la dirección de la que acabo de salir,
pero no me atrevo a mirar atrás para ver si Thorne me ha
seguido. La expresión en el rostro del hombre que tengo
delante no cambia, no delata nada, simplemente se da la vuelta
y me arrastra tras él.
Su agarre es áspero y mordaz, rodeando mi muñeca con fuerza.
Salimos por la puerta principal y nos dirigimos hacia su moto
antes de que me dé cuenta de lo que está pasando. El aire
cortante me pellizca las piernas desnudas y el frío del suelo
amplifica el entumecimiento que ya me invade.
Pero no me importa mi estado de desnudez, ni si voy a morir
congelada aquí, rodeada de bancos de niebla y de los altos
pinos que se ciernen sobre mí como gigantes silenciosos.
Sólo puedo pensar en lo inútil e insignificante que soy. Mi vida
es el subproducto de asquerosas perversiones, y conocer la
verdad del linaje en el que nací me deja la garganta caliente y
espinosa mientras lucho por contener la creciente bilis.
Unas manos tatuadas me colocan el casco, lo que aumenta la
sobrecarga sensorial cuando inhalo una sobredosis de su
aroma masculino y boscoso. El bosque en mi campo de visión
se balancea y, a través de la visera, veo a Raven balanceando la
pierna sobre el asiento mientras su moto ruge. Nunca he
montado en moto, pero me subo detrás de él. El cuero frío me
muerde la parte posterior de los muslos y, por un instante, me
preocupa que los dedos desnudos de mis pies se laceren con el
metal reluciente de las ruedas.
Raven se inclina y me apoya los pies en los estribos antes de
agarrarme por los brazos y rodearse con ellos. ¿Siente mi
presencia empalagosa y asquerosa? Me asalta el temor de que
él tampoco pueda soportar mi contacto.
Sin molestarse en ponerse un casco, simplemente enciende el
motor y pisa el acelerador. Salimos disparados a una velocidad
aterradora. Una estremecedora honda en órbita. El bosque se
precipita hacia nosotros y cierro los ojos de golpe. El viento
helado me cala hasta los huesos y, si nos estrellamos, me haré
picadillo en el suelo con tan sólo una endeble camiseta de
algodón y mis bragas para protegerme de la caída.
Tal vez eso es lo que quiere.
No ha hecho ningún esfuerzo por disimular el hecho de que
está feliz de verme sangrar.
No seguimos la carretera que baja por la península; la moto se
inclina hacia un lado, y mis ojos se abren de golpe mientras
grito en voz alta. Estoy segura de que toda la máquina se nos va
a ir de las manos, pero mi lobo tiene el control absoluto.
Giramos y nos adentramos en el bosque. Es una pista apenas
formada, y la moto todoterreno se desenvuelve con facilidad
por el terreno abrupto.
Trepamos y nos adentramos cada vez más en los pinos. Parece
una eternidad; a veces, tenemos que reducir la velocidad hasta
apenas arrastrarnos mientras Raven nos guía a través de
obstáculos imposiblemente difíciles.
Pero entonces es como si emergiéramos a un mundo diferente.
La línea de árboles se detiene bruscamente y nos encontramos
en la cima de un acantilado, con vistas a un mar salvaje,
espumoso y de color bronce. Una ola tras otra parecen querer
castigar la costa.
Estoy helada. Cada parte de mí está entumecida y azotada por
el viento. Mis extremidades se han quedado rígidas en su sitio,
bloqueadas alrededor de su torso, aun aferrándome a él
encaramada a la parte trasera de su moto en un esfuerzo por
no caerme.
Y no me importa.
Todo me duele, y merezco que me duela.
Raven derriba el soporte de una patada y se baja, apartando
mis manos de su camiseta. Me cuesta un esfuerzo soltar los
dedos que me escuecen cuando intento tantear el casco. No
puedo hacerlo yo sola. Cuando vuelvo a bajar las manos a los
costados, me doy cuenta de que solo lleva una camiseta y unos
vaqueros negros rotos.
Si siente frío, no lo demuestra.
Se pasa los dedos por el cabello mientras me mira. En su rostro
hay una expresión imposible de leer, pero su energía rebosa
caos.
Coincide con la frecuencia del caos que hierve en mi interior.
Quiero más que nada que me dé el dolor que ansío ahora
mismo. Que hinque sus garras y sus dientes y me haga pedazos,
es todo lo que merezco.
Me quita el casco que no pude quitarme yo sola y tengo que
parpadear un par de veces para volver a adaptarme a la
avalancha de luz y sonido. Todo parece como si hubieran
subido el volumen. Es pura adrenalina. La ferocidad del océano
golpea con un ruido sordo e implacable la base de los
acantilados, tanto que estoy segura de que el suelo debería
estar temblando. Un viento aullante recorre la costa, agitando
el mar en un frenesí de capas blancas y haciendo caer la niebla
ondulante a través de las copas de los árboles a nuestras
espaldas.
—¿Qué necesitas? —mi lobo me agarra la barbilla con tanta
fuerza que me hace estremecer. Se cierne sobre mí mientras yo
sigo sentada a horcajadas sobre su moto. Temblando.
Raven lo entiende.
Entiende que ahora mismo no necesito hablar. Estoy buscando
un escape de esta cosa que me está comiendo viva.
Es un hombre experto en domar a sus propios monstruos.
—No lo sé —siento los labios azules.
—Oh, creo que sí —se burla de mí.
La vergüenza se enrosca en mi vientre.
—No… no quiero pensar —murmuro mientras me pellizca la
barbilla.
—Eso es porque sólo eres una putita cachonda que quiere que
la llenen de polla.
Mis ojos caen a un lado.
—¿No es cierto? No eres más que una sucia puta que se abre de
piernas para cualquiera.
Asiento con la cabeza. Sigo mirando al suelo. Rómpeme, hazme
pedazos, destrúyeme.
—Nada más que un agujero para follar, que ni siquiera merece
correrse.
Se me hacen nudos en el estómago ante la crueldad de su voz.
—Andar todo el día suplicándoselo a cualquiera con polla que
se moleste en mirarte. Ya era hora de que alguien te diera una
lección.
Unos dedos ásperos se clavan en mi cabello y me levantan de la
moto para que me quede de pie. Luego me empuja hacia
delante para que me pliegue sobre la parte más ancha del
asiento. Me obliga a adoptar una posición incómoda, con las
caderas tan elevadas que los dedos de los pies apenas rozan la
tierra y las agujas de pino del suelo. Mis manos salen volando
para estabilizarme, y todo lo que puedo sentir es el calor del
metal y los bordes afilados del pedal.
—Por favor —me ahogo. No sé muy bien qué le estoy pidiendo,
porque mi cuerpo es un amasijo de emociones y quiero que él
tome el control de todo por mí.
Ahora mismo, me estoy arrastrando hacia la seguridad de la
sumisión.
Oigo el ruido metálico de la hebilla de su cinturón, seguido del
deslizamiento del cuero. Se me aprieta el torso cuando veo que
no se está bajando la bragueta, sino que se abrocha el cinturón
con las dos manos. Luego pasa el cuero doblado por el interior
de uno de mis muslos hasta llegar al dobladillo de mi camiseta,
levantándola.
Esto se siente como la noche en la cocina de nuevo.
Yo, agachada y a su merced, una vez más vestida sólo con una
camiseta holgada y unas bragas diminutas.
Tal vez realmente soy cada centímetro la puta que le gusta
decirme que soy.
Aprieto los ojos mientras él levanta el borde de la camisa por
encima de mi culo y luego vuelve a pasar el cinturón por el otro
muslo. Como si estuviera trazando la forma exacta de su lienzo
para pintarlo con trazos enrojecidos.
Los olores de la niebla salina mezclada con el combustible de
alto octanaje me taponan la nariz mientras la sangre empieza a
bombear con más fuerza en mis oídos. Estoy suspendida,
esperando que el primer golpe caiga sobre mi carne expuesta,
pero en su lugar aparece el frío metal de los anillos de Raven.
Cuando sus dedos se cierran en torno a la cintura de mi ropa
interior, me estremezco. Es tan brusco cuando tira de ellas para
bajármelas por las piernas que el material me quema la piel
helada y me las arranca por completo. Ese acto deja mi culo y
mi coño completamente desnudos ante él y los elementos. Pero
eso es lo que menos me preocupa cuando oigo sus pasos crujir
sobre las agujas de pino, cruzando al otro lado de la moto sobre
la que estoy inclinada.
Quiero mantener los ojos cerrados, de verdad. Sin embargo, no
hay forma de saber lo que está a punto de ocurrir y, a medida
que Raven se acerca, me obligo a presenciar lo que va a ser mi
castigo. Agachada y frente a mí, los frentes rasgados de sus
vaqueros y sus pesadas botas llenan mi campo de visión. Al
igual que la seda de mis bragas apretada en su puño tatuado.
La tela negra está envuelta en el mismo negro de la tinta que
cubre sus nudillos, y la imagen me hace palpitar el clítoris. En
la otra mano, doblado sobre sí mismo y apoyado en una rodilla,
está su cinturón.
Me ataca mientras abro la boca. Me mete las bragas entre los
labios de un empujón brutal. Por reflejo, una protesta ahogada
intenta escapar de la intrusión, aunque sé que es en vano.
Con el lazo del cinturón, me inclina la barbilla para que me
encuentre con sus ardientes ojos oscuros. —Nadie puede oírte
gritar aquí fuera.
Gimo contra la seda y el aroma que me llena la boca.
Entonces se ha ido. Volviendo a ponerse detrás de mí con pasos
siniestros.
—Abre más, perra —me separa los tobillos de una patada.
La ansiedad y la expectación chocan dentro de mi pecho.
El primer golpe llega enseguida. Me quema el culo y grito
contra la mordaza.
—Uno.
Oh, Dios. La roncha parece que sale inmediatamente. Pica y
quema, y va a contarlo con una voz tan baja y peligrosa que
parece que me va a partir en dos. Tengo el corazón en el fondo
de la garganta, pero esto es exactamente lo que necesito
porque mi mente tiene algo más a lo que aferrarse como una
balsa salvavidas en una tormenta.
Otra grieta en el mismo lugar hace que se me salten las
lágrimas.
—Dos.
Calma la piel, deslizando la parte plana del cuero en círculos.
Luego sigue con dos golpes rápidos en mi culo por el otro lado.
Aprieto y me retuerzo, mientras sollozo en el material que
tengo metido en la boca.
—Son cuatro. Creo que una chica sucia como tú se merece diez.
Asiento con la cabeza y cierro los ojos. El dolor recorre cada
parte de mí y, sin embargo, se disuelve poco a poco en una
sensación dorada. Tararea una melodía seductora bajo mi piel.
Y con cada golpe, mi coño se vuelve más resbaladizo. Me acerco
cada vez más a un clímax que no está al alcance de mi mano.
Los siguientes cuatro azotes se alternan a ambos lados de mi
culo, y puedo sentir la humedad goteando entre mis muslos
para cuando llegamos al número ocho.
La voz de Raven está cargada de deseo cuando gruñe el
recuento.
Las dos últimas me las propina en forma de raya en la parte
posterior de cada muslo. Me precipito hacia el olvido mientras
el placer y el dolor se entremezclan en sacudidas al rojo vivo
que me atraviesan. Mis bragas están empapadas de babas y mis
pezones helados están casi en carne viva por el roce con la
camiseta y el asiento que tengo debajo.
Oigo cómo el cinturón cae al suelo con un ruido metálico. Al
momento siguiente, unos gruesos dedos recorren mi hinchado
coño. Me acarician con dureza y descubren lo empapada y
necesitada que estoy.
El contacto inesperado me arranca gemidos ahogados. Aunque
aparentemente cada parte de mí está ávida de más y más de su
grosería. Mi clítoris palpita y estoy deseando que me folle hasta
la semana que viene.
—Mira este coño tuyo. Empapado y suplicando ser llenado
incluso después de tener tu culo enrojecido.
La sangre se me sube a la cabeza... ¿me voy a desmayar? La
colisión de sensaciones es tan abrumadora, y mi deseo recorre
mis venas como un incendio. Joder, ¿podría dejarme aquí
colgada sin que me corra como me había amenazado antes?
Oh, Dios. Lo haría. Este hombre definitivamente lo haría.
Empiezo a suplicar sin sentido en la seda empapada que me
llena la boca.
El mundo gira cuando me levanta de la moto y, a través de mis
húmedas pestañas, veo a Raven. Sus pupilas se han vuelto
completamente negras y tiene un gruñido en los labios
mientras aprieta mi cuerpo contra él.
Nos estamos moviendo y ya no me importa estar en un bosque
aislado con un asesino a sueldo. El deseo se ha apoderado de
mi cerebro racional y me ha convertido en una necesidad
insaciable, apretando mi coño contra su abdomen. Los ruidos
que salen de mí tras la mordaza son desesperados y agudos,
como su energía. Porque me sujeta contra él sin esfuerzo con
una mano bajo mi culo mientras yo me aferro a su cuello. Con
la otra, se libera de sus vaqueros y, al momento, mi espalda
choca contra un árbol.
Raven empuja dentro de mí.
Los dos gemimos al mismo tiempo.
Su cabeza baja hacia delante un segundo mientras mi coño se
estira para acomodar su grosor. Pero el momento cambia y
enciende el aire entre nosotros, él empieza a golpear hacia
delante con sus caderas, profundo y rápido. Una de sus manos
sujeta mi muslo con dedos que se clavan con tanta fuerza que
mañana habrá una huella de su mano allí. Con la otra, me rasga
la camiseta.
Ahora mismo, me trata como si no fuera más que una puta
sucia en medio del bosque.
Y creo que lo quiero por este regalo que me está haciendo.
La fina tela cede en el cuello con un sonoro desgarro, dejando
al descubierto uno de mis pechos. Mi lobo coge la suave carne,
la aprieta y la amasa mientras su polla entra y sale. Golpea tan
profundo que puedo sentirlo en el fondo de mi garganta.
—Eso es, mi bonita putita de polla.
Me pellizca y tira de mi pezón endurecido mientras gimo
contra el fajo de tela. No puedo hacer otra cosa que aguantar
mientras me penetra una y otra vez. En algún lugar de mi
cerebro, una voz reclama oxígeno. Trato de recordar que debo
inspirar por la nariz, pero es un esfuerzo vano al ver cómo mi
cuerpo está siendo totalmente utilizado. Las paredes de mi
coño se agitan y aprietan a su alrededor, y después de lo cerca
que estuve mientras me daban azotes, me veo arrastrada
fácilmente al borde del clímax por la fuerza.
Me corro en un sollozo desesperado y un grito de angustia,
apretando con fuerza su longitud enterrada dentro de mí. Todo
se desvanece por la fuerza con la que me arrastra bajo la
superficie, y lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y
esperar no volver a salir a respirar.
Sus fuertes manos me agarran mientras sus embestidas se
intensifican, mis paredes siguen ondulándose a su alrededor
mientras él se sacude y descarga con una serie de gruñidos y
maldiciones. Su semen salta dentro de mi coño, y él sigue
follándome lentamente. Me hace bajar del orgasmo. Tengo los
ojos cerrados, pero su atención se centra en cada ruido sordo
que hago.
La pena burbujea en mi interior. La humedad se adhiere a mis
pestañas.
Apoya la frente en la mía y no dice nada. Pero puedo sentir lo
que no dice. Mi lobo es el ojo de la tormenta, me mantiene en
calma y con los pies en la tierra y me sujeta tan fuerte que
nunca quiero escapar de su agarre.
Todavía tiene la polla dentro de mí cuando empiezo a temblar.
El frío se apodera de mis huesos cuando empiezo a bajar.
Pero no quiero que esto termine. No quiero tener que volver a
la realidad todavía. Mantenme aquí, escondida, donde pueda
revolcarme en el conocimiento de lo horrible que es mi linaje.
Como si oyera mis pensamientos, Raven me quita de un tirón la
camiseta hecha jirones y se pasa la suya por la cabeza de un
tirón. Me la coloca con cuidado sobre el cabello y me pasa los
brazos por las mangas, y por mucho que lo intento no puedo
evitar, joder, derretirme aún más entre sus brazos. La suave
tela es cálida y me envuelve en un adictivo aroma.
Me mantiene apoyada contra el árbol y con una mano me
aparta el cabello de la cara empapada en lágrimas. Luego me
quita las bragas de la boca con cuidado y me pasa el pulgar por
el labio inferior antes de metérselas en el bolsillo.
—No tengo nada más que darte.
Su voz es baja y ronca, y no se refiere únicamente a la camisa.
Nada de eso importa. Esto es perfecto. Él es perfecto.
Sigo acunada en los brazos de mi lobo, agarrada a su cuello,
sintiéndome como una niña pequeña, cuando me lleva un poco
más adentro, entre los árboles, más allá de la cima del
acantilado. A una pequeña cabaña de madera escondida entre
los espesos pinos; aunque apenas puedo levantar la cabeza de
su hombro, sólo puedo suponer que es de donde viene cuando
desaparece.
Entramos en la pequeña estructura de madera. Es oscura y
húmeda. No hay ventanas, y en una esquina de la habitación
cuadrada hay un pequeño y sencillo hogar con una plataforma
de madera para dormir a lo largo de la pared del fondo. Me
tumbo en el borde de la cama improvisada (si es que puede
llamarse así) mientras Raven enciende el fuego. Hay una manta
de lana gris que parece del ejército, doblada por un extremo, y
me la pongo alrededor de las extremidades temblorosas.
Me reajusto en la dura superficie de madera y no puedo evitar
una mueca de dolor. Las ronchas del culo y la parte posterior
de los muslos me pellizcan y escuecen al entrar en contacto con
la madera.
—Date la vuelta —la orden de Raven es suave, pero no menos
autoritaria que de costumbre. Cuando lo hago, murmura algo
para sí mismo.
—¿Qué pasa? —mi voz es un susurro ronco.
—Cuando volvamos, te daré algo para que te pongas —no está
tocando la carne caliente y castigada, pero percibo cada
momento de su inspección visual—. No creo que haya roto la
piel, pero merece la pena comprobarlo, por si acaso.
Me acurruco de lado, en lugar de sentarme, y Raven vuelve a
acercarse al fuego.
Más silencio se extiende entre nosotros a medida que el
pequeño espacio empieza a calentarse. Pero no es un silencio
incómodo. Es más reflexivo que otra cosa. Incluso pensativo.
—No me tienes miedo —no mira en mi dirección, así que
aprovecho para contemplar su perfil. Rasgos oscuros y líneas
de tinta iluminadas por el parpadeo de la luz naranja.
—No exactamente —me arrebujo un poco más la manta bajo la
barbilla.
Gruñe. —Eso no es una respuesta.
Cómo lo explico, si nada de esto tiene sentido para mí.
—No, no te tengo miedo como tal... pero me aterroriza lo que
representas. Me aterrorizan las cosas de mi interior a las que
llamas, y sé absolutamente que puedes ser peligroso para mi
salud.
Raven sigue hurgando en el fuego, absorbiendo mis palabras. O
tal vez me ignora.
—Pero, por desgracia, parece que me gusta lo que sea este
extraño tipo de locura que sacas en mí.
La leña cruje y estalla al arder.
—Raven —digo su nombre un poco vacilante.
—¿Mmm? —Se pasa una mano por el cabello, despeinándolo.
—¿Me dirías algo sobre ti? —Cualquier cosa. No me importa lo
que sea, de verdad. Podría hablarme de los filtros de aceite o de
los paravientos aplastados. Lo único que quiero es oír su voz y
tranquilizarme con los sonidos que, con suerte, mantendrán mi
mente a raya un poco más.
—No quieres saber mi mierda.
Reajusto un poco mi posición y enrosco los dedos en la manta.
—Puede que sí.
—Nada bueno sale de buscar demasiado. Te puedes quemar.
—Estoy aquí, ¿no? Estoy dispuesta a mirar —la inclinación de
su fuerte nariz y el ángulo de su mandíbula parecen tan
impenetrables. Perfeccionada por años de lucha contra
hombres y monstruos—. Además, ya he metido la mano en la
llama más de una vez.
Trozos de madera más grandes empiezan a arder y crepitar a
medida que crece el fuego, y él me da la espalda, aún
agazapado frente al resplandor ámbar. Sinceramente, es
imposible saber si cederá a esto. ¿Estaría Raven dispuesto a
compartir algo más que los fragmentos rotos que he podido
vislumbrar hasta ahora?
Esta vez, cuando empieza a hablar, lo hace en voz baja, casi
como si se dirigiera al fuego y no a mí.
—Cara se desarrolló más rápido que yo. Aunque sólo nos
separaba un año de edad, parecía mayor. Supongo que por eso
la eligió tu padre.
Oh, Dios. Su hermana.
—No era más que un chiquillo escuálido, con mala actitud, pero
vieron algo en mi combatividad. La forma en que solía luchar
contra cualquiera y contra cualquier cosa, sin importar el
tamaño o la edad de mi oponente. Así que, en lugar de
mantenerme en la mansión como hicieron con ella, me
vendieron. Nos separaron y me entregaron a gente que me
enseñaría a convertirme en un arma que podrían utilizar para
los Anguis. Ni siquiera creo que siguiera en el mismo país, pero
cada día, durante años, intenté averiguar cómo volver con ella
y rescatarla.
Uno a uno, introduce otro montón de leña partida en la boca de
la hoguera.
—Descubrí que estaba muerta un año después de que se
ahorcara. Thorne y Ky, bueno, acabábamos de cruzarnos por
primera vez dentro de los Anguis... con sus contactos, Thorne
me ayudó a seguirle la pista. O al menos, a averiguar qué le
había pasado. Ni siquiera sé qué hicieron con el cuerpo.
Apoyo las rodillas contra el pecho, apoyo la mejilla en una
mano y observo su silueta. Soy testigo de cómo este hombre
complejo desentierra terribles recuerdos y los arroja a las
llamas.
—Tienes todo el derecho a estar disgustado conmigo —ahora
mismo no me soporto. Aquí estoy, todavía viva y respirando, y
hay gente como su hermana a la que mis padres le arrancaron
todo su futuro.
Se levanta y cruza el espacio hasta donde estoy tumbada. En su
expresión espero encontrar furia y odio enmarcados por una
hilera de dientes gruñones. Pero en lugar de eso, su rostro es
casi sereno. Hay una calma que emana de él, y no puedo ni
imaginar la tortura a la que se ha sometido durante años
sabiendo que no consiguió salvarla a pesar de todos sus
esfuerzos.
—Duele —susurro.
—Sé que sí, preciosa —se detiene justo delante de mí y estira la
mano para colocarme un mechón de cabello detrás de la oreja.
—¿Cómo vives con ello... cómo sobrellevas todo este dolor?
Su palma callosa se desliza por mi mandíbula y se detiene en
mi mejilla mientras me mira fijamente. —Cuando lo averigüe,
te lo haré saber.
Me permito absorber cada segundo de sus caricias. Es muy
raro que me ofrezca este tipo de contacto íntimo, y me asalta
una pizca de miedo de que esta pueda ser la primera y última
vez que se me permita estar tan cerca de él.
—¿Te importa si nos quedamos aquí un rato? —pregunto—. Sé
que este es tu espacio sagrado, y me he entrometido.. —mis
palabras se desvanecen en la nada. Por la razón que sea, me ha
traído aquí, y sin él, no tengo forma de irme. No sólo con una
camiseta y un culo lleno de moratones.
No parece tener prisa por echarme de aquí, o al menos,
seguramente no se molestaría en encender el fuego si tuviera
intención de marcharse enseguida.
—Claro —asiente. Y se sube a las tablas de madera detrás de
mí.
Giro sobre mí misma, manteniendo las rodillas abrazadas a mi
pecho. Aunque acabamos de follar, no espero que Raven me
toque ni que se acerque voluntariamente. No después de todo
lo que he aprendido y de lo que me ha contado sobre cómo mi
familia destruyó la suya.
Los pensamientos oscuros me consumen, tanto que me
sobresalto cuando su fuerte brazo me rodea el cuerpo por
detrás. Tiene cuidado de no rozarme el culo y los muslos
maltratados, pero me estrecha contra su pecho macizo. Al
principio estoy rígida, pero poco a poco mi cuerpo se ablanda y
se amolda al suyo. Contra mi espalda, el latido constante del
corazón de Raven me tranquiliza con un ritmo pacífico. Uno
que comienza a tentarme hacia el sueño.
Permanecemos tumbados en silencio durante horas. El viento
es un gemido y un aullido espeluznante que azota y se
arremolina entre los árboles que crujen sobre nuestras
cabezas.
Al cabo de un rato, mi cuerpo se afloja y el sueño empieza a
recorrerme las extremidades. Mis párpados se convierten en
pesas de plomo, renuncio a luchar y sucumbo a su insistencia
en cerrarse.
Todo el tiempo, escuchando a la madre naturaleza furiosa
afuera, y la criatura salvaje respirando constantemente a mi
espalda.
Justo cuando me llega esa sensación de caída, cuando las yemas
de mis dedos resbalan de donde me han sujetado en la cornisa,
sus dedos se flexionan contra mi estómago. Agarrándome con
fuerza. Cuando el sueño me pide que me rinda por un breve
respiro, los labios de Raven me rozan la oreja. —Cuando
necesites ayuda con ese dolor, ya sabes dónde encontrarme...
siempre te ayudaré.
Ky
No sé qué pasó ayer entre Ven y Fox, pero la bestia curiosa que
llevo dentro no puede esperar a presionar a nuestra chica para
que dé detalles hasta que se retuerza y se rinda.
Por eso, de momento, estoy aquí sentado intentando no reírme
en tanto bebo mi café mientras ellos rebuscan en la cocina. Ven
hace todo lo posible por fruncirle el ceño y Fox esconde el
rubor.
Está tan loco por ella como yo.
La alarma de mi teléfono suena en mi mano, sacándome de mi
punto de vista de absorber su lindo nerviosismo del uno
alrededor del otro. El reloj me dice que es hora de irse, y no
solo eso, sino que voy a tener que averiguar qué mierda le pasa
a Thorne mientras estamos juntos en el coche.
—Pórtense bien, ustedes dos —me levanto y arrastro a Fox en
un largo y jodido beso, dejándola un poco sin aliento, y le guiño
un ojo a Ven. Está un poco más callada de lo normal, con lo que
sea que haya surgido entre ellos, y me cuesta un mundo no
soltárselo todo aquí y ahora.
Las palabras que quiero decirle.
Las que quiero decirles a todos ellos.
Pero esta mañana no es el momento ni el lugar para
confesiones sinceras, por mucho que me duela darme la vuelta
y salir por esa puerta. Fox no necesita grandes gestos ni
mierdas de esas, pero al menos, merece toda mi atención.
Tal vez se lo diga justo en el momento en que se rompa en mi
lengua.
Por el amor de Dios. Pensar en su dulce sabor me tiene medio
empalmado cuando salgo.
Thorne ya está en el coche con el motor en marcha cuando
cruzo corriendo la puerta principal. Sinceramente, no lo he
visto desde la otra noche, y mis nervios empiezan a hacerse
notar cuando abro la puerta del copiloto.
—Hola —me deslizo adentro, esperando no sonar tan ansioso
como me siento.
Thorne gruñe, lo cual es normal en él. Nada fuera de lo normal.
No esperaba un gran jodido momento romántico ni nada
parecido, pero también tenemos que averiguar cómo van a
quedar las cosas entre nosotros ahora que hemos traspasado
los límites cuidadosamente construidos que solían separarnos.
Solían hacerlo.
Nos aleja de la casa, por el camino de acceso a través del
bosque.
—¿Estás bien? —A la mierda. No voy a quedarme aquí sentado
en silencio. Tengo la dulzura de Fox persistiendo en mis labios,
y tenemos que asistir a una de las reuniones del consejo de los
Anguis en el centro. No tenemos exactamente el lujo de tiempo
para sentarnos sin hablarnos.
Me lanza una mirada mientras salimos del complejo. Esos ojos
azul cerúleo están apagados por una emoción que no sé si he
visto antes en Thorne Calliano.
Culpa.
—Thorne. No pasa nada —por instinto, o intuición, o lo que
sea, le pongo una mano tranquilizadora en el brazo—. Lo que
pasó la otra noche...
Pero me interrumpe con un movimiento de cabeza.
—Ky, no, no es eso.
Hay más que un poco de alivio en el apresurado suspiro que
exhalo. De acuerdo. No se trata de follar por primera vez. Creo
que puedo soportar cualquier otra cosa.
—Joder —mueve una mano al aire—. Descubrió la verdad
sobre su madre. No fue bonito.
—Mierda —no necesito que me lo explique. No hace falta
mucha imaginación para darse cuenta de que Fox estaría
destrozada y, por no mencionar, que sé lo mucho que Thorne
ha trabajado para ocultarle esa asquerosa verdad.
—Estoy tratando de darle un poco de espacio.
—Ven la tiene —no quito mi mano de su brazo—. Se asegurará
de que esté bien.
—Lo sé, sólo desearía...
Sí. a todos nos pasa. Deseamos que las cosas fueran diferentes
a como han sido y sabemos que no podemos cambiar
absolutamente nada de toda la mierda enfermiza por la que
hemos pasado.
El silencio fluye entre nosotros durante un largo rato, mientras
el bosque empieza a dar paso a las afueras de Port Macabre.
Ambos estamos un poco perdidos imaginando cómo habrían
sido nuestras vidas si las cosas hubieran salido de otra manera.
—¿Cómo se enteró?
Un músculo tiembla furiosamente en la mandíbula de Thorne.
—Nuestro plan en la noche de la pelea funcionó demasiado
bien. Un mensaje fue enviado directamente a su teléfono. Una
foto mía y de su madre de, no sé, hace años.
Todo en mí se pone rígido. —¿Podrían llegar hasta ella tan
fácilmente? —Sé que sólo es un texto en un teléfono, pero
envía el mensaje de que pueden acceder a ella cuando y donde
quieran, y eso me hace sentir ganas de empezar a reventar
cabezas como sandías con mi escopeta.
—Podemos trabajar en rastrear el mensaje y ver si aparece
algo. Pero el daño ya está hecho. No sé si volverá a mirarme,
ahora que lo sabe.
El resto del trayecto transcurre en silencio, hasta que
aparcamos en un discreto sótano. Llegamos pronto, mucho
antes de que llegue el consejo, como siempre, así que el
aparcamiento está vacío.
Thorne tiene una pinta de mierda, y también demasiada de
asesinar hoy a cualquiera de los Anguis que siquiera le mire de
reojo. Joder. Lo último que necesito es que se desmorone, no
cuando estamos tan cerca de tener éxito con este plan para la
ceremonia de Juramento.
Cuando aparca el vehículo y apaga el motor, normalmente nos
pondríamos en marcha enseguida, pero esta vez ninguno de los
dos toca la puerta. El olor a cuero y a él nos envuelve y nos
hace muy difícil no querer dar media vuelta y largarnos de
aquí.
Pero no podemos hacerlo. Él lo sabe. Yo lo sé.
—La cagué. Debería haber hecho más para protegerla. Podría
haber hecho mucho más —apoya la cabeza en el asiento.
—Thorne, mírame —giro mi cuerpo para estar de frente a él
tanto como sea posible.
Unos apagados ojos azules siguen mis movimientos.
—Pusiste a todos y a todo por delante de ti, y has hecho todo lo
que estaba en tu poder, sé que lo has hecho.
—¿Y si no lo he hecho?
—Te conozco, Thorne Calliano.
—Estarían mejor sin mí.
—A la mierda con eso —sacudo la cabeza—. ¿Quieres saber
una cosa? Nunca has sido sólo un hermano para mí; siempre
has sido algo más; al menos por mi parte, lo sentía así. Hawke
es mi hermano, pero tú eras mi protector, y a quien siempre
buscaba en una habitación. —me inclino hacia delante para
apoyar la mano en su hombro— era por ti por quien perdía el
sueño preocupándome cada vez que no volvías por la noche,
porque sabía que la única razón por la que te ponías en peligro
era para mantenerme a salvo.
Hay tanta tensión en su cara. Todo lo que quiero hacer ahora es
ayudar, y siempre es tan jodidamente difícil conseguir que se
abra. Hay atisbos y grietas en las que me cuelo cuando
aparecen, como la otra noche, pero es tan raro.
Así que tal vez eso es lo que me empuja en este momento. Verlo
sufrir y torturarse por una mierda que no fue culpa suya.
—Nada de esto es culpa tuya. Siempre te has puesto en
peligro... Ni siquiera sé si alguna vez te lo he agradecido como
es debido en todos estos años...
—Les habría metido una bala a todos y cada uno de ellos si
alguna vez te hubieran tocado —se traga mis palabras, me mira
a los ojos con tal posesividad que no puedo evitar ahogarme un
poco más en él.
—Por supuesto que lo harías. Y estás haciendo lo mismo por
ella. Fox sabe que lo haces —mis dedos se deslizan por su nuca,
rozando el vello corto ahí, y su pulso se acelera en respuesta.
—¿Qué puedo darte? —Aprieto los dedos contra su nuca. No
hay duda de que Thorne está tan tenso ahora mismo; va a ser
un lastre si intentamos enfrentarnos a una sala de los mismos
que confraternizan con los que él quiere ver con los sesos
salpicados por toda la pared.
—Ky —aprieta los dientes, pero veo que lucha contra el
impulso de admitir lo que quiere.
—Te conozco, Thorne Calliano. Eres un hombre que toma lo
que quiere... y yo me estoy ofreciendo.
Su puño vuela hacia arriba para agarrarme la parte delantera
de la camisa, y nos quedamos juntos suspendidos en algún
lugar sobre la consola central. La caja de hormigón oscuro de
este aparcamiento subterráneo está vacía, y el silencio resulta
ensordecedor mientras el hombre que tengo delante lucha
consigo mismo.
Todo mientras su cautivadora mirada vacila entre mis ojos y mi
boca.
—Cuidaste de mí. Cuidas de todos —dejo que mi mirada se
pose en sus labios—. Así que, dame la oportunidad de hacer lo
mismo por ti.
Un rugido apretado sale de su garganta.
—¿Por qué no puedo decirte que no? —murmura.
Una respuesta, una palabra muy concreta, se escapa
tentadoramente de mi alcance, pero sería una locura decirla
ahora mismo. En lugar de eso, le quito la mano del cuello, dejo
que siga sujetándome por la parte delantera de mi camisa
abotonada y busco el bulto de sus pantalones.
—Suenas igual que Ven —tarareo mientras mi palma cubre su
erección, y aprovecho para frotarla a través del material.
Un revoltijo de emociones que nunca antes habían existido
dentro de mí chocan, todas juntas y luchan por el espacio.
Deseando ayudar a aliviar su carga, para demostrar lo mucho
que siempre me he preocupado por él, al mismo tiempo que me
permito admitir que estoy enamorado de él, me estoy
enamorando de Fox y Ven un poco más cada día.
La forma en que su garganta traga y sus ojos se cierran es como
una droga.
Deja que le acaricie y nuestras frentes se juntan mientras
nuestras respiraciones resuenan entrecortadas en el pequeño
espacio del coche.
—Lo que pasó, no fue cosa de una sola vez, ¿está claro? No
puedo ni quiero follar contigo sin entregarte mi corazón al
mismo tiempo, ¿me entiendes? —Thorne se cierne tan cerca de
mi boca. Su proximidad es estimulante y me absorbe más
profundamente en la espiral de emociones en la que he estado
atrapado durante tanto tiempo cuando se trata de él.
El ruido más profundo y sexy sale de él cuando ahueco y
aprieto más fuerte —Sabes que he pasado mucho tiempo en
esa casa sabiendo que estabas al final del pasillo.
Preguntándome a qué sabrías. Preguntándome cómo te
sentirías al deshacerte debajo de mí.
Dios, mi polla está jodidamente palpitando oyéndole admitir
que esto no ha sido una cosa unilateral.
—Te he deseado durante tanto tiempo. Pero nunca supe. —
paso mi lengua por su labio inferior, mientras mi palma sigue
trabajando sobre su longitud.
—Cristo. Ky —hay dolor en su voz cuando mi nombre susurra
en el aire entre nosotros. Como si aún se sintiera culpable por
encontrar una pizca de placer para sí mismo, como si el
verdadero placer fuera un lujo que este hombre no pudiera
permitirse entre el derramamiento de sangre y el trauma por el
que ha pasado.
—Quiero esto. Déjame hacerte sentir bien antes de que
tengamos que entrar ahí.
Mis dedos toman el control. Le desabrocho el cinturón y él no
me detiene. El peso de su mirada pesa en el lugar donde su
polla tensa el material, y abre la postura para que pueda liberar
su erección.
—Jjjoder —Thorne gruñe mientras mis dedos envuelven su
longitud—. Si vamos a hacer esto, voy a necesitar que saques
esa polla de niño bonito que tienes y me la enseñes.
La piel de gallina me recorre los brazos. Siempre me pilla
desprevenido cuando empieza a domarme, y el golpe es
adictivo.
Así que, por supuesto, hago lo que él dice.
Me duele la polla; probablemente debería avergonzarme de lo
ansioso que estoy. Me cuesta un gran esfuerzo morderme la
lengua y no rogarle a Thorne que me meta la cabeza en el cuero
y me embista ahí mismo, en el asiento trasero.
Me suelta la camisa y baja la mano hasta mi ingle y la punta
chorreante. Con una mirada ardiente, me acaricia el piercing
con el pulgar y casi me muero.
—¿Te gusta? —Cada vez que desliza la barra de metal hacia
delante y hacia atrás, no puedo evitar gemir y mover las
caderas. Sólo se burla de mí, no me toca ni me acaricia. Aun así,
la sensación del roce más suave de sus dedos me hace
estremecer.
—Se supone que yo debo cuidar de ti. No al revés —la cabeza
me da vueltas. Siento un golpe en los huevos y la sangre me
sube a la polla.
—Quizá saber que estás ahí a mi lado... necesitado, duro y
goteando cada vez que te miro... ¿tal vez eso es exactamente lo
que necesito?
—Jesús —una respiración entrecortada se escapa entre mis
dientes apretados. Este hombre es demasiado bueno jodiendo
mi cordura.
Me quedo sentado aquí, impotente, dejándolo que me
provoque unos minutos más, con los dedos clavándose con
fuerza en mi muslo y en el respaldo del asiento del conductor a
mi lado mientras él envuelve su propia polla en su puño. Pero
le ruego con bastante rapidez. Resulta que eso es lo que hago
ahora por este hombre.
—Por favor. Por favor, déjame.. —Mis palabras se disuelven en
un gemido cuando me pasa el pulgar por la punta y unta
humedad alrededor de la cabeza.
—¿Vas a tragarte cada gota como un buen chico?
Asiento y muevo mi peso y Thorne me lo permite. Se echa hacia
atrás en su asiento mientras yo me contorsiono para ponerme
en mejor posición para llevármelo a la boca. Pero cuando me
preparo para inclinarme sobre él, me agarra del cuello un
segundo y detiene mi avance.
—Escúpelo.
El gruñido de su voz hace que se me caliente la entrepierna.
Me relamo los labios e inhalo temblorosamente por la nariz.
Tengo su gruesa polla delante de mí, y dejo caer un reguero de
saliva de mi boca, cubriendo su cabeza. En cuanto mi saliva
toca su piel, su longitud palpita ante mis ojos.
Dios, me encanta saber que algo tan pequeño puede tener este
efecto en él.
El pecho de Thorne retumba antes de que las manos se
deslicen hacia arriba para hurgar en mi cabello. Menos mal,
joder, porque estoy jadeando y retorciéndome, y él sabe lo
ansioso que estoy por complacerlo.
Ese pequeño cambio me da permiso para hundirme y me lo
llevo a la boca. Es tan grande y suave como el terciopelo, y creo
que nunca superaré su sabor ni el hecho de que por fin se me
permita tenerlo así.
Mi lengua se arremolina y subo y bajo sobre él, y es puro
regocijo lo rápido que se deshace.
—Eso es. Coge cada jodido centímetro.
Sus caderas se levantan, y el agarre de mi cabello se flexiona y
se tensa. Mi garganta se cierra a su alrededor, y un delicioso
escalofrío recorre sus músculos mientras intenta perseguir esa
sensación.
—Pon esa bonita boca tuya a trabajar. Así, justo así —su voz
ronca me derrite por completo.
Estoy babeando y gimiendo a su alrededor, enviando
vibraciones a través de su polla que sé que me harían perder el
control casi de inmediato si estuviera en el lado receptor.
—Ky. Joder. Santa mierda —la voz de Thorne se entrecorta, su
polla palpita.
Me hormiguean las pelotas de lo temerariamente caliente que
es este momento inesperado.
—Me voy a correr —advierte, antes de derramarse sobre mi
lengua.
Y como soy como un buen chico de Thorne Calliano, me lo
trago y casi salgo volando de placer.
—Ven aquí —apenas he terminado de limpiarlo cuando me
arrastra fuera de su longitud, tirando de mis labios a los suyos.
Mientras nos abrazamos el uno al otro en el asiento delantero
del coche, sin preocuparnos del mundo exterior por ese
pequeño instante, me besa con ese tipo de ternura y reverencia
que hace que mi estómago haga saltos de cisne.
Es el tipo de beso reservado a los amantes, y mi corazón quiere
saltar de mi pecho a sus brazos tan poderosos.
—¿Te sientes mejor? —Sonrío contra su boca, y él apoya su
frente contra la mía. Mi polla está a punto de caerse, pero
resisto toda tentación de acariciarme. Si eso me garantiza una
recompensa más tarde, acepto la tortura de Daddy Dom.
—Eres un jodido problema —me abraza con nuestras cabezas
apretadas, y puedo sentir que la nube negra se ha disipado lo
suficiente como para no preocuparme de que vaya a empezar a
romper cráneos y mandarnos a todos al infierno.
—Y tú eres el bastardo afortunado que está conmigo. Espero
que estés contento contigo mismo de que ahora voy a tener la
erección más grande del mundo durante toda esta puta
reunión.
Eso le arranca una pequeña carcajada.
—Todo esto fue idea tuya, Harris. Así que será mejor que
guardes esa polla elegante, tenemos mierda que hacer.
Pero sus ojos azules se arrugan con una pequeña sonrisa
mientras vuelve a metérsela en los pantalones.
Y de repente, aunque tengamos que descender al nido de
serpientes con la escoria de la tierra, sé que estará bien tenerlo
a mi lado.
Superar esto con todos ellos a mi lado.
Fox
Es la primera vez que entro en un club de sexo y soy la
definición absoluta de lo contrario a la calma.
Mi corazón ha sido sustituido por un caballo de carreras, y mis
rodillas están a punto de chocar entre sí.
Cálmate, joder.
¿En qué mundo pensé que esto sería una buena idea? Tengo a
Raven y a Ky conmigo, y aun así estoy intranquila porque mi
tercer hombre ha desaparecido en combate desde que lo
amenacé con su propia pistola y lo obligué a revelarme su
trauma más profundo y oscuro.
Ahora que he tenido un par de días para pensarlo, siento que le
debo una disculpa a Thorne. Estuve a punto de llamarlo. Luego,
en lugar de eso, compuse el mensaje de texto más largo del
mundo antes de borrarlo todo. Y cuanto más tiempo pasa sin
verlo, más pavor siento, temiendo que no vuelva a tocarme ni a
abrazarme. No me correspondía a mí obligarlo a decírmelo,
pero, por otra parte, nada de esto se habría desarrollado como
lo hizo si él no hubiera estado guardando tantos secretos.
Doy vueltas y vueltas dentro de mi mente, como una bailarina
drogada, y sólo consigo sentir náuseas cada maldita vez.
Así que aquí estoy, aceptando la invitación de Poe de venir a
inspeccionar mi herencia... como mera espectadora curiosa.
Había estado reventando mi teléfono los últimos días, y
evidentemente el de Ky también. Él fue quien me convenció de
que estaría bien venir esta noche, pero sospecho que fue más
por quitarse a Poe de encima que por otra cosa.
He elegido un vestido que parece una bola de discoteca, con
escote en V y mangas largas ajustadas. Luce a la perfección mi
tatuaje en el esternón, y el tejido plateado le sienta de
maravilla a mis curvas.
Aunque me desmaye de los nervios, me veo sexy.
Poe presentó un argumento convincente, diciéndome que me
uniera a ella para pasar una noche recorriendo el club, y todo
lo que tengo que hacer es hacer acto de presencia. No se
requiere participar en las tendencias del club de sexo.
No tengo por qué estar tan nerviosa, puedo tomar una copa,
que me enseñen la casa (ya que soy la heredera de todo este
establecimiento después de todo) y al hacerlo, también
mostraré mi cara entre los Anguis que frecuentan la Casa Noire
para perseguir su placer.
Dentro de su mundo secreto, hay quienes merecen ser
enterrados por sus pecados. El mal puro que mis hombres
cazan y eliminan día a día. Pero Poe me asegura que también
hay muchos miembros leales a la Casa que no tienen ni idea de
la asquerosa verdad de la organización oculta que dirigían
Andreas y Giana Noire.
Por lo que tengo entendido, Thorne y su hermano casi han
conseguido todo lo que se habían propuesto. Con un último
anillo de tráfico que aún tienen que desmontar, y el último
paso para reclamar el poder de la Casa Noire para sí mismos.
Ahí es donde entra mi papel en la ceremonia de Juramento.
Sigo siendo sólo una posesión, una cosa para dominar.
Sin embargo, tal y como han evolucionado las cosas entre todos
nosotros, no sé exactamente si me preocupa pertenecer a estos
hombres.
Si estuviéramos libres de la enfermedad que infecta la Casa
Noire, y de las amenazas que ahora penden sobre mi cabeza,
¿querría siquiera volver a mi antigua vida? ¿Qué haría si me
dieran la opción de marcharme de su lado?
Un alambre de espino se cierra alrededor de mi garganta al
pensarlo.
Me he convertido en la mascota del monstruo, que no se mueve
de su sitio, aunque la puerta de su jaula esté abierta de par en
par.
—Fox, eres un encanto. Exijo que vengas a pasar el rato aquí
todas las noches —Poe me envuelve en un abrazo amistoso en
cuanto llegamos al vestíbulo de la Casa Noire—. Tener tu culo
en el piso cuadruplicaría el negocio de la noche a la mañana. —
Saluda con la mano a mis dos hombres. Ky guiña un ojo y
Raven le lanza una mirada que podría convertir a los mortales
en piedra.
Han estado inusualmente sombríos durante nuestro viaje,
incluso Ky. Esta noche, la mansión refleja su energía, el lugar es
mucho más tranquilo que cuando hemos estado aquí antes
para los grandes eventos. Parece más íntimo, con poca luz y
velas parpadeando en los faroles que cubren el oscuro interior.
—No sé si alguna vez superaré volver aquí. Es que… —Echo un
vistazo a los acabados de ónice, mármol y oro, a la amplia
escalera formal que llena el vestíbulo y sube hasta el siguiente
nivel. Este lugar es tan vasto que hay alas enteras que nunca he
pisado. El piso en el que vivía estaba muy lejos de esta zona, y
en momentos como éste me parece que podría estar a un
millón de kilómetros. Conozco este vestíbulo como la palma de
mi mano, con todos los escondites y vías de escape a través de
largos pasillos ocultos, y al mismo tiempo me siento como una
extraña.
—Las cosas han cambiado desde que vivías aquí, sin duda.
Sobre todo, una vez que el club abrió formalmente, pero eso
fue después de que te fueras ¿no? —Poe me coge de la mano y
empieza a llevarme escaleras arriba.
Raven y Ky nos siguen. Miro por encima del hombro y me
encuentro con unos tranquilizadores ojos verdes y una sonrisa
que me dicen que siga con ella.
—Quieres decir: escapado —digo inexpresiva.
—Sí. Sobre eso.. —se ríe y pone los ojos en blanco al ver a los
hombres detrás de nosotras.
Al menos podemos reírnos de mi regreso a este mundo a la
fuerza. Ya no lloro más. Pienso.
—Déjame darte el gran tour. ¿Me permitirán que les robe a Fox
un ratito? —Atravesamos un conjunto de puertas dobles
doradas y ornamentadas, cada una con el símbolo de un
ouroboros en el panel, y puedo oír en el tono desenfadado de la
voz de Poe que en realidad no les está pidiendo permiso.
Ella va a hacer lo que quiera, y a ellos les toca intentar seguirle
el ritmo.
—Estaremos aquí esperándote. —Ky inclina la barbilla y Raven
emite una especie de gruñido, por lo que entiendo que da su
aprobación.
Es entonces cuando lo sorprendo mirándome la boca. El rubor
me sube por el pecho mientras mi cuerpo reacciona de
inmediato al más mínimo gesto de mi lobo.
Ky enarca una ceja, ligeramente divertido, y entrelaza sus
dedos con los míos antes de llevárselos a los labios.
Casi me fallan las rodillas.
Con el estómago hecho un revoltijo de sentimientos confusos
hacia estos hombres, me llevan al corazón de los negocios más
exclusivos y notorios de la mansión.
Un club sexual, donde sólo pueden entrar los que han jurado
con los Anguis. Los más ricos y poderosos del mundo, que
pagan su membresía en secretos, y millones, a la vez.
— Se ha reformado toda esta ala de la mansión. Tenemos
varios niveles diferentes, según tus gustos y preferencias —Poe
hace gestos por la amplia sala, iluminada con velas y la luz del
fuego, con toques de terciopelo y bronce y cristalería. Hay una
larga barra y asientos dispersos. Casi parece el vestíbulo de un
hotel de lujo. Salvo por el hecho de que hay gente besándose
abiertamente y pasándose las manos por encima. Algunos
llevan collares al cuello, otros están arrodillados con la mirada
fija en el suelo.
—Es precioso —realmente lo es. Incluso si la atención ardiente
y punzante cae sobre mí cuando nos acercamos a otro conjunto
de escaleras. Están cubiertas de una alfombra de felpa de color
burdeos.
—Aquí arriba es donde las cosas pueden progresar un poco
más, si nuestros clientes lo desean —Poe me lleva a la siguiente
planta, y veo lo que quiere decir. El ambiente aquí es diferente.
Más visceral. Hay mucho más que tocamientos y besos, con un
océano de carne desnuda a la vista, artísticamente iluminada
por la elegante colocación de luces bajas y candelabros.
Y el ruido. El inconfundible coro de gemidos de placer nos
recibe nada más entrar en este nivel.
—Santa mierda —mis ojos se abren de par en par al ver a una
mujer extendida en un sofá sin respaldo entre dos hombres.
Uno está enterrado entre sus muslos, el otro le llena la boca. Mi
cuerpo se calienta al pensar en cómo he sido esa mujer. Yo soy
esa mujer.
—Son habituales. Siempre interesados en nuevos amigos con
los que jugar, por cierto —Poe se ríe y seguimos avanzando.
Explica su política sobre los límites de bebidas, las pruebas
necesarias para seguir siendo miembro y los tipos de eventos
que organiza, como la noche de lucha y la subasta. Sus ojos
oscuros brillan cuando menciona la noche anual de puertas
abiertas de alguna casa encantada, en la que hay un pequeño
número de entradas muy codiciadas a disposición del público
en general.
Mientras tanto, avanzamos hacia un pasillo situado al fondo de
la sala diáfana.
—¿Están contentos de permitir la entrada a los no socios? —
me refiero a los no miembros de los Anguis.
Poe enarca una ceja, divertida. —Cuando les conviene, sí. Una
vez al año, este lugar se convierte en una especie de
experiencia de iniciación. Digamos que hay gente que paga por
entrar por decisión propia, y luego hay otros que han sido
seleccionados para asistir sin su conocimiento. —Un fantasma
de algo juega en sus labios.
—Parece que tengo algunas historias que sacarte, Poe.
Doy vueltas en mi sitio para continuar, y no me pierdo el
exagerado guiño que me lanza.
—Y por aquí, este es el comienzo de nuestra ala de
habitaciones privadas.
—¿El comienzo? —Miro hacia atrás cuando oigo unos gruñidos
especialmente fuertes. Provienen de un hombre que está
siendo penetrado por una mujer vestida de látex rosa pálido.
Ella también tiene dos hombres con correas, cada uno está
arrodillado en silencio junto a sus tacones imposiblemente
altos.
—En esta planta hay habitaciones temáticas, que pueden ser
reservadas por cualquiera de nuestros socios —deambulamos
por el espacio poco iluminado y bordeado de puertas a ambos
lados. Por lo que veo, debe de haber al menos una veintena de
puertas. Algunas tienen luces doradas sobre ellas, mientras que
otras no tienen ninguna luz. Supongo que indica si están
ocupadas o no—. Juegos de impacto, intercambio, esposas,
cera, bondage... aceptamos peticiones y tenemos las
habitaciones preparadas de antemano.
—¿Y hay más? Quiero decir, ¿algo más que esto? —Cuanto más
avanzamos, veo que algunas habitaciones tienen paneles
transparentes para permitir que cualquiera que esté fuera
pueda mirar dentro. Mientras que en otros casos el cristal está
esmerilado, pero se distinguen muy claramente las formas
oscuras que se proyectan contra la ventana opaca.
Mi mente se traslada inmediatamente a la primera noche en
que Thorne me folló contra la inmensa pared de cristal con
vistas al bosque.
Dios, odio lo mucho que lo estoy deseando, y este sitio me tiene
el coño bien despierto desde que vi a esa primera pareja
besándose abajo.
—Más allá de aquí, tenemos habitaciones reservadas por los
socios para su uso exclusivo. Están personalizadas y equipadas
para sus gustos y deseos específicos, provistas de su propia
llave para entrar y salir a su antojo— Poe señala una escalera
de caracol más pequeña y ornamentada que asciende hasta el
piso superior al nuestro.
—Esas habitaciones también tienen un ascensor de salida
privado, que lleva a los huéspedes a través de la parte trasera
de la mansión... sí sienten la necesidad de un poco más de
privacidad... después.
Mi interior se agita un poco. ¿Estarían mis hombres
interesados en tener una habitación así? Tengo que esquivar
rápidamente esos pensamientos porque, de lo contrario,
podría entrar rápidamente en una espiral de preguntas sobre
todas las otras veces que los tres han frecuentado este lugar.
Un calor asesino y posesivo empieza a encenderse detrás de
mis costillas por el simple hecho de pensar en ello.
—Podemos echar un vistazo a algunas de las suites si quieres
—la voz a mi lado saca a mi cerebro de su inminente caída.
—Tal vez la próxima vez, yo.. —vacilante, retuerzo las manos.
—Por supuesto, Fox... esto es mucho para asimilar en tu
primera visita —estoy muy agradecida de que lo entienda y no
insista—. Ven a una visita más en profundidad cuando quieras.
Por muy aliviada que me sienta de que podamos seguir con
esto otro día, no quiero que piense que no estoy impresionada.
—Es... sinceramente no sé qué decir. Has creado algo increíble.
—Lo digo de verdad. Más allá del hecho de que mi padre era un
imbécil enfermo, hay un mundo dentro de los Anguis que esta
mujer y Hawke Calliano dirigen con respeto.
El mundo nunca se librará de los individuos ávidos de poder
que deciden entregar su vida a este tipo de organizaciones. Y
están dispuestos a trabajar con ello para crear algo mejor de lo
que existía mientras Andreas Noire tenía el control.
—Sabes, realmente deberías venir y disfrutar de una noche
aquí alguna vez —Poe choca su hombro contra el mío. Mis
mejillas se tiñen de carmesí.
—Yo no... ¿Tal vez? —Las palabras se enredan en mi boca como
hilo de pescar.
Se ríe y me anima a seguirla por donde acabamos de venir,
comprobando una alerta en su teléfono mientras empezamos a
dirigirnos de nuevo hacia la sala principal.
—No me des un ataque al corazón. Pero tenlo en cuenta.
—Definitivamente lo haré —aunque realmente no sé qué o
cuándo o cómo eso sucedería. Si soy sincera conmigo misma,
no quiero volver aquí sin mis hombres. Y tampoco sé cómo se
sentiría ninguno de ellos al estar aquí conmigo, sobre todo
porque sé que todos han participado anteriormente en los
placeres que aquí se ofrecen.
Dios mío. Eso hace que la perra celosa de mi pecho vuelva a
ponerse como una fiera, a chillar y a arañar.
Pero, ¿quién soy yo para juzgar nada? Antes de conocerlos, yo
no era precisamente una muñeca Barbie impoluta que se
dejaba en su embalaje y con la que nunca se había jugado. Si a
eso añadimos que todos ellos son mayores que yo, no puedo
sentir nada especial por sus actividades aquí en el pasado.
Aun así... lo odio. Violentamente.
—Venga, vamos a tomar algo y a ver dónde se han metido esos
bulldogs tuyos —Poe teclea un mensaje en su teléfono
mientras bajamos a la primera planta, donde hay menos
folladas explícitas al aire libre.
Cuando llegamos al final de la escalera, mi ritmo cardíaco se
triplica. Se dirigen hacia nosotros los dos hombres que no
debería sorprenderme en absoluto ver aquí, pero aun así vacilo
un poco.
Thorne y Hawke Calliano.
Es fácil notar la diferencia entre ellos esta noche, aunque
parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que vi
a Thorne... mientras le encajaba una pistola por debajo de la
barbilla, nada menos. Está inmaculado con una camisa de
vestir blanca con los botones del cuello abiertos y las mangas
remangadas. Verlo vestido así me recuerda al hombre que me
pidió una cita y era encantador, pero también un idiota
estirado, y se me aprieta el corazón cuando se acerca.
Thorne lleva dos vasos, uno en cada mano, lo que me hace
sospechar que Poe ha planeado todo este encuentro fortuito a
juzgar por la forma en que está radiante de oreja a oreja.
Cuando casi alcanzo el último escalón, está justo delante de mí.
Mi pequeño pedestal nos pone a la altura de los ojos, a pesar de
que él suele sobresalir por encima de mí incluso cuando llevo
tacones.
No hay odio ni malicia ni asco en sus ojos, sólo una calidez y un
afecto que no merezco.
—¿Disfrutaste de tu visita? —Sus ojos bajan apreciativamente
por mi cuerpo—. Y lo que es más importante, ¿se portó bien
Poe? —Tiene una arruga en el rabillo del ojo y sé que intenta
decirme que todo está perdonado. No está haciendo que esto
sea horrible, ni duro, ni me está castigando.
Quiero besarlo sin sentido y restregarme por todo su cuerpo.
Probablemente aquí se fomente ese tipo de cosas.
—Lo hice. Lo hicimos —saco la lengua para humedecerme los
labios y le devuelvo una pequeña sonrisa. Este hombre me da
un vértigo que nunca antes había experimentado. Basta una
mirada para ponerme colorada.
—¿Te apetece una copa? —me ofrece uno de los vasos, que
parece de whisky, y lo cojo encantada. Mis dedos rozan los
suyos al coger la bebida, y se produce esa misma chispa
familiar que siempre me sacude cuando se trata de él.
—Ven a sentarte con nosotros en una cabina por un rato. No
tienes que irte corriendo ni nada, ¿verdad? —Poe se prepara
para llevarme a uno de los lujosos asientos de cuero del fondo
de la sala, donde hay menos gente—. Estoy segura de que
incluso Thorne Calliano puede tener un poco de tiempo libre
de vez en cuando.
Veo que Hawke le lanza una mirada que debe ser código de
hermano para escuchar a la mujer.
Tomo un pequeño sorbo de mi vaso, y el ardor del whisky al
bajar me parece estupendo, sobre todo teniendo en cuenta mis
nervios. Es entonces cuando Thorne hace lo más sorprendente
que podría hacer en este momento y me coge de la mano.
Entrelaza nuestros dedos y me lleva detrás de él mientras nos
dirigimos a la cabina.
Es muy posible que me haya caído y golpeado la cabeza al bajar
los escalones, porque esto no puede ser real. Seguro que no me
está cogiendo de la mano como si fuéramos amantes, y esto es
lo que hacemos habitualmente.
Mis ojos se fijan en el punto donde se unen nuestros dedos y mi
cerebro deja de funcionar.
Se flexiona contra mi mano y, nerviosa, subo la mirada para
encontrarme con la suya. Imagino que me parezco a un pez
boquiabierto. Se sienta y tira de mí para que lo siga,
manteniéndome cerca. Es como si no quisiera dejar de
tocarme. Esos ojos zafiro brillan bajo la luz tenue, se detienen
en mi boca y yo me transformo inmediatamente en la zorrita
más cachonda del mundo.
Si mi vikingo y mi lobo no traen sus culos aquí inmediatamente
y me llevan a una de esas habitaciones de arriba o me follan en
el coche gigante en el que hemos venido, gritaré.
Para intentar mantener a raya mi lujurioso cerebro, al menos
mientras estamos acompañados, bebo un poco más. Y luego un
poco más.
Thorne está aquí, y no está enfadado conmigo, y nunca me he
sentido más a gusto a su lado.
De hecho, me siento jodidamente fantástica. Más relajada que
nunca.
Poe está sentada al otro lado de la cabina, hablando
animadamente con las manos, pero no consigo entender lo que
dice. Sus facciones se convierten en un cuadro de Monet y
empiezan a nadar ante mis ojos.
—¿Fox? —Estoy bastante segura de que la voz de Raven dice
mi nombre desde algún lugar lejano.
Me giran la cabeza hacia un lado e intento torpemente apartar
los dedos que me pellizcan la barbilla.
Estoy bien.
Un poco cansada.
Sólo necesito ir al baño.
Sacando las piernas de la cabina, empujo los cuerpos que se
interponen en mi camino.
Es entonces cuando el suelo se precipita a recibirme, y sólo
oigo el rugido de una negrura sin fin.
Thorne
—Tuvo suerte de que su cabeza no golpeara la esquina de la
mesa, Calliano. Al menos así sólo nos ocupamos de las secuelas
de lo que le hayan echado en la bebida, no de una conmoción
cerebral.
Miro a nuestro hombre, Doc, que está de pie junto al cuerpo
inerte de Foxglove Noire, tendida en su cama.
—¿Sabes lo que fue? ¿Qué causó esto?
Lo sé. Claro que lo sé, joder, pero no puedo revelar por qué ni
cómo lo sé. El asesinato vaga libremente por mis venas,
sabiendo que mi chica ha sido atacada así. Y a la puta vista de
todos.
Qué manera de enviar un mensaje. Que dondequiera que vaya,
pueden llegar a ella.
Aunque esté bajo nuestra protección.
Especialmente porque es nuestra.
Odio que hayan sido capaces de orquestar esto y yo no haya
podido hacer nada para evitarlo. No pude impedirlo, o se
desmoronaría todo por lo que Hawke y yo hemos trabajado
durante tanto tiempo.
Estamos tan cerca y me parte por la mitad que Fox haya
acabado en el fuego cruzado. Sobre todo, porque soy el imbécil
que la arrastró de vuelta a este mundo por la fuerza.
La voz de Doc vuelve a centrar mi atención en la escena que
tengo delante. —Difícil de decir sin hacer análisis completos,
pero responde, sólo está fuera de sí. Probablemente estará
drogada con lo que sea que haya en su sistema por un tiempo.
Mis puños se cierran con más fuerza.
Ven acecha en el otro extremo de su dormitorio, abriendo un
agujero en las tablas del suelo.
Ky se sienta a un lado de la cama, parece a punto de perder la
cabeza.
En realidad, todos lo estamos.
Es la una de la madrugada y tengo ganas de ir a alinear a los
responsables y ejecutarlos uno a uno.
—Se pondrá bien, Calliano. Me preocuparía si hubiera una
herida en la cabeza o huesos rotos que tratar, pero esto pasará.
Sus pupilas están dilatadas y su pulso está acelerado, pero por
lo demás el latido del corazón es constante, y la temperatura es
lo que yo esperaría.
—¿Quedarán secuelas? —Ky pregunta.
—¿Mi suposición? Ella no se sentirá diferente a una bajada de
una gran borrachera. Puede ser duro, pero no es peor que una
resaca brutal.
—Pero no lo sabes, joder, ¿verdad? —Ven explota desde su
guarida en las sombras.
Doc lo mira e inclina la cabeza. Haciéndole una respetuosa
pausa. —No, hasta que no tenga el análisis toxicológico, no lo
sabré. Pero me aseguraré de darles los resultados en cuanto
estén listos.
—¿Cuánto tiempo? —Mis instintos vigilan de cerca a Ven. Lo
último que necesito es que le meta una bala en el cráneo al
hombre que está a punto de ir a hacer un análisis de sangre de
urgencia a estas horas de la mañana.
Consulta su reloj. —Para cuando vuelva a Port Macabre... ¿me
das un par de horas?
—Bien.
Doc se acerca de nuevo a la cama y se inclina sobre una rodilla.
Coge una de sus manos, le toma el pulso y parece satisfecho.
Luego le vuelve a encender una linterna en los ojos. —Fox,
cariño, ¿puedes hablar conmigo?
He confiado en este hombre en innumerables ocasiones, y es
uno de nuestros hombres dentro de las filas de los Anguis, pero
oírlo llamar “cariño” a mi chica lo está poniendo en una
situación muy delicada.
Sobre todo, cuando se revuelve y emite un gemido, tratando de
protegerse los ojos de la luz.
¿Debería sentirme aliviado?
Ahora mismo, no sé qué sentir.
—Tranquila, pequeña. —Ky la ayuda a moverse a una mejor
posición en la almohada.
Ven aparece junto a la cama, con los brazos cruzados,
rondando.
—¿Cómo te encuentras? —Doc saca algunos analgésicos de su
bolso y los deposita en la mesilla de noche. Los cambiaré por
otros que sé al cien por cien que son seguros, antes de que ella
tenga oportunidad de tomarlos.
No es que no confíe en Doc... pero...
Se oyen ruidos suaves y doloridos, y entonces se levanta sobre
los codos, mirando con ojos aturdidos al hombre que está
agachado a su lado.
—Joder, eres igual que ese actor —sus palabras arrastradas
son pesadas en su lengua.
Doc se ríe entre dientes.
—Al menos puede hablar. Eso es una buena señal, ¿verdad? —
Ky se pasa una mano por el cabello suelto.
—Conoces al tipo... es sexy... mayor... el Daddy soñado de todas
—ella canturrea.
Miro a Ky y sus cejas se levantan. Está colocada como una
jodida cometa.
—¿Así es como te eligen para tu pequeño club? —Se le dibuja
una sonrisa tonta de oreja a oreja—. ¿Todos tienen que
asesinar gente y parecer capaces de hacer explotar ovarios con
una sola mirada?
Doc sacude la cabeza. Sí, es un tipo guapo, hasta yo me doy
cuenta, mayor que yo por lo menos cinco años, más o menos.
Lo que no me gusta es que Foxglove se haya fijado en él de esa
manera. Absolutamente no, joder.
—Supongo que aceptaré el cumplido —él se endereza, y ella
hace ruidos raros.
Es hora de que este tipo se vaya, joder.
—Mi amiga es soltera. Emerald. Emmmeraaaaald… su nombre
es tan bonito, ¿no? —Su cabeza se echa hacia atrás en la
almohada—. Pero yo ya tengo un Daddy... y un chico travieso...
y un lobo sucio. —Se deshace en carcajadas.
Doc tiene una sonrisa de comemierda en la cara, y voy a tener
que quitársela a bofetadas si se atreve a volver a sacar esta
conversación.
—Adiós, Fox —me levanta una ceja mientras sale por la puerta.
—Haz esos análisis —le gruño.
—Ya estoy en ello.
*****
—Por favor.
Mi chica es un desastre lloriqueando y jadeando.
Está colocada, aunque está bajando, pero ahora que está
despierta, su cuerpo nos está deseando y sólo hay un número
limitado de veces que puedes oír a una chica preciosa suplicar
por tu polla antes de ceder.
—Jesús. Thorne, no es para tanto. —Ky está prácticamente
fuera de sí. Está tumbado con ella acurrucada desnuda contra
su pecho, y ella se frota contra su muslo.
El hombre se está muriendo, igual que Ven y yo.
—Le encanta que juegues con ella mientras duerme. —Ky me
fulmina con la mirada—. ¿No es así, nena?
Sus gemiditos cachondos se hacen más fuertes.
Me siento tan jodidamente culpable, y lo último que parece que
deberíamos hacer es meternos con ella, especialmente si no
está completamente lúcida.
—Por favor. Lo quiero. Por favor.
—Esto es diferente —me pellizco el puente de la nariz. El idiota
de Doc aún no ha enviado los resultados del laboratorio, y no
puedo dejar que esto ocurra con la conciencia tranquila sin
saberlo con seguridad.
—Déjame relajarla —las manos de Ky ya vagan libremente,
jugando con sus tetas, y ella se arquea contra él.
Parece que Ven quiere tirarse por la ventana. Ni siquiera sé si
ha dicho una palabra aparte de gritarle brevemente a Doc
antes. Él fue quien la atrapó cuando se desplomó en el club. Si
él no hubiera estado allí, ella podría haberse golpeado la
cabeza con algo, y entonces estaríamos en un lío
completamente diferente.
Ya es bastante horrible presenciarlo.
—Quizá debería pedirle al doctor sexy que vuelva. Fue bueno
conmigo —hace un mohín y empuja contra Ky.
Sólo ese pensamiento: que ella quisiera ir a buscar a otra
persona, es lo que me rompe la correa.
—Joder —Empiezo a arrancarme la camisa.
—Diablos sí. Ven aquí, preciosa —el alivio destella en la cara de
Ky, y se zambulle contra su boca. Enredando sus manos en esos
rizos lilas.
—Pero sólo uno de nosotros a la vez —lo señalo con el dedo
primero a él y luego a Ven—. Y sé suave, joder. —Le siseo.
—Estoy bastante seguro de que depende de Fox decidir si eso
es lo que quiere de mí —Ven me devuelve una mirada oscura.
Justo cuando estamos allí de pie con las fosas nasales dilatadas
y ahogándonos en los pequeños gemidos desesperados que
salen de nuestra chica en la cama, mi teléfono vibra en mi
bolsillo. Cuando lo arranco y compruebo los archivos adjuntos
entrantes de Doc, ya sé lo que mostrarán los resultados. Pero
hay una parte de mí que necesitaba oírlo directamente.
Necesitaba ese momento de tranquilidad para confirmar que se
va a poner bien.
Su mensaje explica que estará bien y que, aparte de sentirse
fatal y con resaca por la mañana, se le pasará el efecto
rápidamente.
—Sí. Oh, Dios. Ky.
Por Dios. Levanto la vista del teléfono y él ya la está
penetrando. Le tiene las manos sujetas por encima de la cabeza
y una pierna echada por encima del hombro, y sus embestidas
decididas hacen que sus pechos reboten a cada golpe.
Mi polla está dura como una piedra, y todavía estoy atrapado
en un campo minado de remordimientos por lo de esta noche.
Confiaba en mí.
Debería haberla protegido.
¿Por qué no pude detenerlo?
—Te sientes tan bien cuando te follo cruda, nena. Quieres
andar todo el día llena de mi semen, ¿verdad? —Por la forma
en que Ky le habla, sé que se va a desmoronar rápido, y él
también.
Trago saliva. La visión de los dos juntos me pone a mil, y
apenas he tenido tiempo de desnudarme antes de que se
corran los dos.
—Esa es mi chica. Cogiendo mi polla como si estuvieras hecha
para mí.
Él acelera, empujando dentro de ella con más fuerza, y los
sonidos resbaladizos llenan el silencio del dormitorio junto con
su respiración agitada.
—Joder, sí. Apriétame fuerte. Dame ese orgasmo —ambos se
desmoronan mientras Ky le habla a través de su clímax. El suyo
la sigue rápidamente mientras gruñe y se sacude dentro de
ella.
Sus labios se sellan, y él sigue golpeando perezosamente
profundo mientras ella cabalga la ola, gimiendo en su boca.
Finalmente, se retira. Lamiendo un rastro húmedo por su
cuello antes de tirar de uno de sus pezones entre sus dientes.
—Baby, creo que nuestra chica necesita tu polla. —Lanza a Ven
una mirada lasciva.
Ya se ha desnudado, con todos sus tatuajes a la vista, y se
desplaza sobre la cama para ocupar el lugar de Ky. Todo lo que
puedo hacer es quedarme aquí, sintiéndome fuera de mi
cuerpo. Ni siquiera merezco formar parte de esto, ni estar
cerca de ella ahora mismo. Mis manos tiran de los cabellos de
mi nuca y muevo mi peso. Aunque ahora solo llevo puestos los
boxers, sigo atrapado en un campo minado de indecisión, sin
saber muy bien qué hacer al respecto.
—Thorne —levanto la cabeza y Ky me mira directamente—.
¿Vas a quedarte merodeando por ahí o qué? Tu chica te
necesita, así que mejor mueve el culo.
Murmuro maldiciones en voz baja.
Pero cruzo a su lado de la cama y me deslizo junto a él. Está
medio desplomado contra el cabecero y parece jodidamente
satisfecho de sí mismo. No puedo evitar darme cuenta de que
su polla vuelve a estar medio dura, y los dos estamos sentados
mirando cómo Ven le da la vuelta a nuestra chica y se la mete
por detrás.
Ella jadea y gime bajito cada vez que él le taladra ese punto
profundo que tanto le gusta. El que puede tocar perfectamente
desde ese ángulo.
—Mi pequeña zorra de polla, te gusta así, ¿verdad? —Ven
sujeta sus caderas y empuja hacia delante—. Una cosita tan
sucia a la que le encanta recibir así. Ya llena de semen y lista
para más.
La forma en que arquea la espalda para él es la oportunidad
perfecta para que Ven le agarre el cabello con el puño.
Sujetándola con fuerza, se la folla por detrás, y es sucio y
resbaladizo, con la liberación de Ky ya deslizándose fuera de
ella. Siento un cosquilleo en los huevos y se me contraen los
músculos del vientre, sabiendo que para cuando me introduzca
en su sedoso canal, su coño también estará rebosante del
semen de Ven.
Madre mía. Me bajo los boxers y me meto la polla en el puño,
teniendo que pellizcarme la cabeza para tranquilizarme un
poco.
—Jjjjoder. Se ven tan jodidamente bien juntos, baby.
Ven sigue embistiéndola, carne contra carne, y no tarda en
gritar.
—Estoy casi... Oh, Dios.
—Ky, juega con su clítoris —Ven aprieta los dientes y arrastra
sus caderas más arriba.
Por supuesto, el hombre que está a mi lado no necesita una
segunda invitación. Desliza una mano entre nuestra chica y el
colchón y empieza a murmurar todo tipo de guarradas,
mientras frota sobre su sensible capullo.
Ella explota. Se convulsiona con el ruido más sensual y
hermoso que jamás haya existido, y Ven la persigue con unos
cuantos empellones más hasta que bombea dentro de ella con
un oscuro gemido.
—Danos uno más. Nos estás tomando muy bien. —Ky la elogia
y le da la vuelta, salpicando de besos sus tetas, mientras Ven se
desploma al otro lado de él.
Me siento como si estuviera mirando desde fuera de mi cuerpo
en este momento. Mis manos buscan su suavidad, sacando a
esta frágil chica y despampanante de los brazos de Ky,
arrastrándola hacia mí. La quiero encima. La quiero acurrucada
en mi cuello, con sus labios en mi pulso y gimiendo en mi oído.
Quiero que cada jodido pedacito de ella gotee sobre mí y lave
los pecados que arrastro.
—Sé una buena chica y cabalga sobre mi polla —guío su cuerpo
laxo para que caiga sobre el mío. Entre las drogas, los orgasmos
y la evidencia resbaladiza de los otros goteando fuera de ella,
no hay mucho que pueda hacer aparte de manipular su cuerpo
y colocarme para deslizarla sobre mi longitud. Llenándola
fácilmente hasta la empuñadura.
—Joder —gimo. Su coño está tan resbaladizo que mis ojos se
ponen en blanco. El semen corre por mi piel, cubriendo mis
pelotas.
—Sí, intenta decirme que me lo tome con calma. Ahora sabes lo
bien que sienta esa mierda —Ven me gruñe desde algún lugar
al otro lado de la cama.
—Daddy. Sí. Te he echado de menos —esos labios suaves que
anhelo encuentran su camino hasta mi clavícula, recorriendo
calientes y húmedos mi cuello mientras la conduzco hacia
arriba.
Mientras mi polla golpea al fondo, me trago cada palabra, y me
odio por ser tan codicioso.
Quiero decirle que yo también la he echado de menos. Que los
últimos días han sido un infierno. Pero en lugar de eso, todo lo
que tengo para darle a esta chica es un orgasmo y ayudarla a
superar el bajón de mañana. Siento que no es suficiente; nunca
será suficiente. Se merece mucho más que la ruina que tengo
para ofrecerle.
Muy pronto, mi chica gime en el pliegue de mi hombro y sus
dedos se enredan en mi cabello, y hago rodar mi pulgar sobre
su resbaladizo clítoris hasta que esas sensaciones ondulantes
se convierten en su coño latiendo a un dulce ritmo alrededor
de mi polla. Ordeñándome y provocando la liberación que he
estado conteniendo.
—Eso es, bebé. Tómalo todo. Todo te pertenece —mis manos
suben por sus costados y bajan por sus curvas, apretándola
contra mí mientras mi polla palpita y llena su coño. Somos un
completo desastre, y no hay forma de que durmamos en esta
cama. No en el estado en que está.
Se desploma contra mí e intento volver a controlar mi ritmo
cardíaco cuando sus dedos buscan ciegamente a Ky y a Ven.
Siguen ahí, a nuestro lado, y ella hace un dulce ruidito de
satisfacción al tocar sus brazos.
—Creo... creo que estoy enamorada de ti.
Esas palabras, aunque ahora no sea ella misma (dichas entre
dientes, aturdida y dirigidas no a una persona en particular,
sino a todos nosotros en la penumbra de la habitación), me
abren el pecho de par en par.
Ky no tarda en responder. Sin vacilar, expone sus emociones
junto a las de ella. —Nena, yo también te amo. Tienes mi
corazón desde hace mucho tiempo. —Inclinando su cara
soñolienta hacia él con un dedo índice, la besa suavemente.
Su alma es demasiado buena para este mundo, joder.
Ven gruñe. Pero sé que ella no esperaría nada más, ni menos,
de él.
Y me gustaría poder encontrar algún tipo de respuesta, o
encontrar las palabras adecuadas, o decirle lo que siento.
Pero, como un cobarde, sólo puedo apretar mis labios contra su
frente húmeda.
¿Cómo puedo decírselo, cuando puede que nunca me perdone
por lo que he hecho?
Por lo que voy a hacer.
Ven
Tengo ganas de una masacre antes del amanecer.
¿Alguien cree que puede amenazar lo que me pertenece? Más
vale que estén preparados para el río de sangre del que se va a
nutrir Port Macabre.
En cuanto ocurrió, supe exactamente por dónde iba a empezar.
Con el hombre esposado a la silla frente a mí, que se está
ahogando tras la gruesa capa de cinta adhesiva que le cubre la
boca.
Su cabello grasiento ya está resbaladizo de sangre de donde le
he grabado el nombre de ella en un lado de la cara. El pijama de
seda blanco que lleva puesto está igualmente empapado donde
se ha meado, además del carmesí que le corre por el cuello.
Aún quedan recuerdos de la última vez que este pedazo de
mierda se atrevió a ponerle las manos encima a Foxglove
Noire. Tiene puntos de sutura en la mandíbula y aún no se le
han borrado los moratones bajo la piel.
Massimo Ilone lleva mucho tiempo marcado a muerte a mis
ojos. Parece que hoy es el afortunado que recibirá toda mi
atención, hasta que empiece a chillar.
Paso las yemas de los dedos por las herramientas dispuestas
sobre la mesa del comedor a mi lado. En momentos así,
prefiero ser creativo. Encontrar cualquier cosa que pueda
utilizar forma parte del proceso. Porque no hay nada como ver
el horror en sus caras cuando se dan cuenta de que estás a
punto de cortarles la mano con su propio cuchillo de pan. En
este caso, Massimo tiene una gran colección de utensilios
útiles. Un taladro eléctrico. Sierra de mano. Batidora de cocina.
Cualquiera de ellos servirá.
Sus ojos desorbitados siguen cada movimiento mientras me
cierno sobre el taladro y golpeo con los anillos el largo y grueso
accesorio metálico. Está diseñado para taladrar agujeros en la
madera, y estoy seguro de que su cráneo se partirá a base de
golpes en la sien.
Thorne cambia su peso, apoyándose en la mesa detrás de mí.
Mirando.
El cabrón me siguió cuando salí del complejo al amparo de la
oscuridad, pero no dijo ni una palabra.
De hecho, no ha hablado mucho desde anoche, y aunque su
frecuencia de silencio coincide con la mía la mayor parte del
tiempo, esto parece diferente.
Hay demasiados secretos, y ahora mismo quiero abrir todos los
cofres que pueda hasta llegar al fondo de ellos.
Lo más interesante en esta escena empapada de sangre, es que
no intenta detenerme. Pero sospecho que Thorne está aquí por
si necesita salvarme de mí mismo.
No es que me importe un carajo a estas alturas.
Ver a mi chica desmayarse anoche me hizo recordar todo.
Saber que no podía hacer nada y que ya habían llegado hasta
ella fue mi punto de ruptura. Lo único que me impidió hacerlo
antes fue la necesidad de garantizar primero su seguridad.
Quiero tatuarme su puta piel perfecta y dejar a la vista de todos
la innegable verdad: esa chica es mía.
Dejamos a Fox durmiendo las secuelas de las drogas y los
polvos.
Ky está con ella. Las toxinas se están purgando de su sistema.
Está encerrada en el lugar más seguro que conozco, con la
persona en la que más confío en este mundo maldito dejado de
la mano de Dios. Así que puedo concentrarme en este imbécil, y
aunque no tenga ninguna información que pueda ser útil,
disfrutaré de la satisfacción de saber que queda un hombre
menos como él caminando por esta tierra.
Thorne permanece al otro lado de la mesa, con ambas palmas
apoyadas en la superficie de cristal. Este lugar rebosa acabados
dorados, mármol blanco, y apesta al imperio enfermo que
dirigía junto a Andreas Noire.
Recojo uno de los cuchillos cortos y el rollo de cinta adhesiva y
cruzo hacia el hombre. Empieza a forcejear e intenta gritar
detrás de la mordaza plateada que le cubre la boca. Arranco
otra tira y, esta vez, se la pongo en la nariz.
Massimo se retuerce contra sus ataduras. Pero tiene las manos
esposadas detrás de la silla y las piernas atadas al asiento. Este
cabrón no va a ir a ninguna parte, y no me importa si se ahoga
en su propia bilis; me conformo con sentarme y verlo sufrir.
Se agita.
El oxígeno no llega.
Justo cuando sus patéticos ruidos alcanzan su punto álgido
(cuando sé que se quedará sin nada en los pulmones), le clavo
el cuchillo entre los labios. La sangre brota donde la hoja le
abre la piel, pero la abertura es suficiente para que aspire
desesperadamente y se desplome hacia delante todo lo que le
permiten sus ataduras.
—¿Sabes quién soy?
Asiente con la cabeza. Un gorgoteo sale del agujero que he
hecho en la cinta, seguido de un rastro de saliva enrojecida que
cae sobre su regazo.
—Bien. Eso significa que no tenemos que dar vueltas. Vamos a
acordar tener una pequeña y agradable conversación. Una en la
que me cuentes todo lo que sabes sobre el complot contra
Foxglove Noire, y a cambio, puede que te deje salir de aquí hoy
con al menos la mitad de tu cara.
No voy a hacerlo. Pero me gusta ver ese destello de esperanza,
justo antes de acabar con él para siempre.
—Ella no es la verdadera heredera —balbucea. La sangre vuela
de su boca.
—Entonces, tenga la amabilidad de decírnoslo —la hoja de mi
cuchillo cabe por el agujero de la cinta y serrucho de un lado a
otro para ensancharlo. Hay sangre corriendo libremente por su
barbilla, y el hombre está sollozando mientras me importa una
mierda si estoy cortando trozos de carne—. Vamos entonces,
no te pongas tímido ahora.
Sacude la cabeza, lo que sólo hace más daño, ya que el adhesivo
le desgarra la piel.
—No me dicen nada.
—Pero tú sabes algo.
Massimo da un respingo y se echa hacia atrás en la silla cuando
le paso el cuchillo por el pecho. Luego hacia su regazo.
—No puedes detenerlos. Seguirán viniendo a por ella.
—¿Quiénes? —Hundo la punta de la hoja en su ingle.
Cuando el cuchillo rompe la superficie de su piel, empieza a
aullar de dolor.
—No lo sé, joder... —Se atraganta mientras lo retuerzo y lo
clavo con más fuerza—. Ninguno de nosotros lo sabe. Es quien
le dio el golpe a Andreas.
Sacando el cuchillo, limpio los residuos en sus pantalones. —¿Y
quién lo quería muerto? ¿Quizás eras tú? ¿Para intentar
reclamar la Casa Noire y a su hija? —Mi gruñido resuena en las
superficies de mármol blanco.
—No. No, lo juro.
—Te atreviste a tocarla. Debería haberte quitado las manos por
eso.
—Tenían a tu hermana —se le escapa. Gruñendo. Tratando de
caer peleando—. Todo lo que sé es que fueron ellos los que la
tuvieron.
Mi sangre se convierte en hielo.
—¿Qué mierda acabas de decir? —Apenas es un susurro lo que
sale de mí.
—Era una de sus favoritas —Massimo traga saliva mientras
más rojo gotea por su frente—. Oí un rumor de planes para
hacerla heredera hace años... antes de que la bastarda se
suicidara. —pone una máscara de dolor y escupe en mi
dirección.
Estoy perdiendo la batalla con los pensamientos violentos que
lo consumen todo. Mi hermana se quitó la vida, y quizá lo que
dice sea mentira, pero no le beneficia desenterrar el recuerdo
de Cara.
Antes de que pueda reaccionar, un borrón pasa a mi lado.
Thorne se abalanza sobre el hombre y derriba toda la silla
contra el suelo. Tiene el taladro en la mano y una rodilla en el
pecho de Massimo.
—¿Cómo la llamaste? —Thorne presiona la broca de metal en
la cuenca del ojo del hombre.
—Era una zorra inútil. Igual que Foxglove Noire.
Los oídos me laten con fuerza y ya sé que, si Thorne no lo hace,
le cortaré todos los miembros mientras siga consciente.
—Creí que eso era lo que habías dicho —no hay más que
malicia en la voz de Thorne. Y mientras dice esas palabras, el
taladro se pone en marcha. Grotescos ruidos de carne y hueso
cediendo bajo la máquina se mezclan con gritos aterrorizados.
Thorne abre un agujero en el cráneo de Massimo Ilone y,
cuando retrocede para contemplar el sangriento amasijo de
pulpa y masa encefálica, escupe sobre el rostro destrozado del
hombre.
Su pecho se agita, el taladro cae al suelo y él lo tira a un lado.
—Nadie te faltará el respeto a ti o a tu hermana. Mientras yo
siga caminando por esta maldita tierra olvidada de Dios, me
aseguraré de eso. ¿Me oyes?
Asiento con la cabeza.
Dando un paso atrás, patea el cadáver con una bota. —Córtalo
bien, entonces.
Saco la navaja del bolsillo trasero, la sopeso en la mano y
contemplo la macabra escena que ha creado.
Thorne podría haber acabado con este hombre.
Pero esto... esto es mío para terminarlo.
Fox
Un calor líquido me llena el cuerpo.
Aún estoy a medio camino entre el sueño y la ensoñación, y
aquí estoy, ya envuelta en un estado de deseo.
Es entonces cuando me doy cuenta de que mi cuerpo está
desnudo. Siento el aire frío que roza mi desnudez, pero siento
un cosquilleo y calor por toda la piel. La cabeza me late con
fuerza, me duelen sitios que no sabía que podía dolerme y
siento un asqueroso sabor metálico en la garganta.
Ah, y hay un peso encajado entre mis muslos.
Al principio, creo que es Ky. Mi chico travieso al que le encanta
juguetear con mi cuerpo mientras aún estoy dormida y me
despierta a menudo con su lengua. O deslizando su polla
dentro de mí después de jugar con mi cuerpo hasta que estoy al
borde y empapada para él.
Pero cuando mis dedos se hunden en su cabello húmedo, no
siento las largas hebras decoloradas que me son familiares.
Hay una aspereza contra mi piel, pero no es el pinchazo de su
corta barba.
Santa mierda.
Thorne.
Un grito ahogado sale de mí cuando me mete la lengua en el
coño.
Mi coño muy húmedo, palpitante y demasiado sensible.
—Joder, Ky tenía razón; haces los ruiditos más dulces cuando
te corres dormida —la voz entre mis muslos es baja y ronca.
Dios mío.
Mordisquea, lame y arremolina su lengua, sin dejarme otra
opción que intentar frotarme contra su cara porque todo mi
cuerpo arde con una sensación resplandeciente que me llega
hasta los dedos de los pies.
—Empápame la cara. Eres una jodida buena chica —sus
palabras encienden esas chispas y otro clímax ruge a todo gas.
Ahora que estoy más despierta, todo está en carne viva y mis
terminaciones nerviosas son un fusible a punto de estallar.
Vibra contra mi coño, enviándome deliciosas vibraciones que
me hacen arquearme sobre la cama.
—Oh, joder —gimo y me abro más para él.
—Eso es. Ábrete para mí —me pasa un brazo por la pelvis y me
sujeta. Aunque me retuerzo, el peso y la presión me obligan a
someterme a su forma de tocar mi cuerpo y creo que voy a
explotar.
Sigue masajeando mi clítoris con la lengua mientras mis
muslos tiemblan y una potente oleada empieza a recorrer mis
músculos.
—Dios. Justo ahí. No pares —mi cabeza se hunde de nuevo en
la almohada.
Una de sus manos recorre mi humedad, cubriendo sus dedos y
bombeando dentro de mí sólo un segundo, antes de deslizarse
debajo de mí. Me aprieta el culo, recorre el manojo de nervios y
me estrecha el coño contra su boca.
Su lengua empuja dentro de mí y casi levito fuera de la cama.
Creo que salen palabras de mi boca, pero sinceramente no sé lo
que digo.
Luego vuelve a subir para acariciarme el clítoris, antes de girar
y succionar hacia abajo.
Y cuando me mete un dedo en el culo, me derrumbo.
—Dios. Me voy. Me voy Thorne.
Mi cuerpo se agarrota y se sacude mientras me elevo hacia el
cielo.
Thorne me masajea los muslos con las palmas callosas de las
manos y sigue acariciándome con la lengua mientras yo,
después de lo que parece una eternidad, vuelvo a mi cuerpo. Le
tiro del cabello, reclamando su afecto, queriéndolo aún más
cerca. Afortunadamente, él hace lo que le pido y sube su peso
por encima de mi cuerpo, apoyándose en los codos junto a mi
cabeza.
En sus ojos brilla el triunfo.
—Tan malditamente bonita cuando gritas mi nombre.
Se me doblan los dedos de los pies cuando me invade su voz
profunda y sexy. La expresión de este hombre irradia lo
contento que está de que esté tumbada debajo de él, laxa y
sonrojada de felicidad saciada.
Tengo muchísima hambre de él. Acaba de ducharse y lo único
que puedo hacer es no chocar nuestros dientes cuando enredo
mis dedos en sus rizos oscuros y lo atraigo hacia mi boca. Está
cubierto de mi sabor y eso despierta una nueva ronda de
necesidad, aunque me haya hecho correrme dos veces, que yo
sepa.
—Has estado aprendiendo algunos trucos muy sucios de Ky —
le chupo el labio inferior.
—Oh, créeme, puedo ser más sucio si quieres —su mirada se
vuelve ardiente, insinuándome que debería estar jodidamente
preocupada por todos los planes que tiene preparados. Como si
hubiera estado planeando todas las cosas que quiere hacerme.
Dios mío. Este lado de Thorne sólo sale de vez en cuando, y soy
una verdadera puta para él cuando está juguetón de esta
manera.
Definitivamente quiero.
—¿Te duele? —Sus cejas se fruncen.
—¿Doler? No dolor... como tal —el martilleo de mi cabeza
parece ahora más bien un ruido sordo. Pero mi coño está
definitivamente un poco sensible, y no parece que tenga nada
que ver con Thorne burlándose de mi cuerpo mientras yo aún
dormía.
Santa mierda. Sólo de pensarlo se me ruborizan las mejillas de
lujuria renovada.
—No quería despertarte para tomar analgésicos. Pensé que un
par de orgasmos serían igual de útiles —sus ojos zafiro se
clavan en los míos, y no sé qué expresión me está dedicando en
este momento. De algún modo, intuyo que hay una profunda
emoción no expresada, pero que se desvanece por el deseo que
corre caliente por sus venas. Al sentir lo excitado que está, lo
mucho que ha disfrutado jugando con mi cuerpo, me entran
unas ganas terribles de empujarlo contra el colchón y cabalgar
sobre su durísima polla, que se clava en mi muslo a través de
su chándal.
—Toma —se gira a un lado de mí y me anima a sentarme. Me
da un par de pastillitas blancas y un poco de agua. Pero es
cuando me las estoy tomando cuando mi cerebro post orgasmo
recuerda cómo debe funcionar.
—¿Por qué no puedo recordar lo de anoche? —Le devuelvo el
vaso y me limpio la boca con el dorso de la mano, pero estoy
ocupada buscando entre una bruma de recuerdos. ¿Qué pasó
entre el momento en que me senté a su lado en la cabina del
club y este momento en el que me despertó lamiéndome hasta
llevarme al clímax?
Por un momento, casi digo las palabras que me vienen a la
mente. Preguntándome si fueron mis hombres los que me
hicieron esto... otra vez.
—Te drogaron —la voz de Raven aparece desde el otro lado de
la habitación—. Alguien que no respirará por mucho tiempo. —
Mientras parpadeo, me doy cuenta de que estamos en la
habitación de Thorne. Mi lobo entra con todo el aspecto de la
Parca. Lleva sangre en el cuello y, aunque no lleva camisa y sólo
lleva pantalones negros y sus pesadas botas, puedo oler la
gasolina, la ceniza y un tipo muy específico de sabor metálico
que se adhiere a él.
Me quedo con la boca abierta. Joder.
Aunque, apenas tengo un momento para procesar toda la
información que estoy asimilando, antes de que él cruce la
habitación.
—Toma —lleva algo en la mano tatuada, y la plata de sus
anillos resplandece sobre las manchas rojas de sus nudillos
entintados cuando se detiene junto a la cama y me tiende una
caja.
En la parte superior de la laca negra hay una plantilla dorada
del ouroboros. A juzgar por el tamaño y el peso del objeto que
me entrega, ya sé lo que hay dentro.
Trago saliva apresuradamente.
Oh, Dios, esto no es lo que esperaba que me presentaran
mientras aún me estoy recuperando de las perversidades de
Thorne esta mañana, ni mientras aún me siento necesitada
como el demonio.
Con dedos temblorosos, levanto la tapa. El penetrante y cobrizo
hedor de la sangre es abrumador, y al hacerlo, el potente peso
de mis dos hombres mirándome fijamente es imperdible.
En este mundo, lo que me han dado es una ofrenda poderosa.
Para los Anguis es simbólico quitarle el poder a alguien, o
eliminar su presencia. Convertirlos en nada más que un
cadáver vacío y reducirlos a porquería.
Dentro de la caja hay un trozo de carne ensangrentada.
Una lengua cortada.
Mientras me dan arcadas, me invade una sensación inesperada.
Es brillante y cálido y se encuentra en algún lugar alto de mi
pecho.
No es una reacción normal cuando te presentan una parte del
cuerpo desmembrada. Pero al parecer, realmente soy una
criatura forjada por el legado Noire. Me guste o no.
—Aquí he estado durmiendo y tú has estado ocupado —miro el
cabello revuelto y la cara manchada de sangre de Raven—.
Gracias —murmuro en voz baja.
Su energía se siente como una tormenta temeraria. Totalmente
seductora, aunque debería ser una advertencia funesta para
buscar refugio.
No sé qué han estado haciendo estos hombres mientras yo
estaba desmayada, pero es evidente que han actuado en mi
nombre sin esperar. Y esta sensación pegajosa de sentirme
protegida y cuidada no tiene derecho a correr insistentemente
por mis venas. Sin embargo, lo hace.
—Venga, vamos a ducharte —Thorne se pone a mi lado y se
dispone a abrazarme contra su pecho. Se lo permito, porque las
piernas me tiemblan más de la cuenta.
Mientras me aferro a su cuello, nos lleva hacia su cuarto de
baño y, por encima de sus hombros, mis ojos se clavan en los
de Raven.
—¿Vendrás tú también? —No tengo ni idea de dónde están los
límites entre nosotros. Hasta qué punto está dispuesto a
escuchar mis deseos, o si sólo le interesa tomar lo que necesita
de mi cuerpo cuando lo desea o lo exige.
Siempre que el sueño viene a reclamarme, Ky me mantiene
atrapada contra su pecho. Si me despierto durante la noche,
siempre siento los ojos de Thorne clavados en mí. No estoy del
todo segura de que duerma.
¿Pero Raven? Es un enigma. A veces, no sé si sólo se queda
porque Ky está ahí, y otras veces, parece que podría robarme y
encerrarme en una torre. Como el día que me llevó a su
escondite secreto en el bosque.
Preguntarle esto... ahora mismo... se siente como el filo de algo
nuevo entre nosotros, sólo que no tengo ni idea de por dónde
va a cortar la hoja al caer.
Me aprisiona con ojos negros como el carbón durante un
momento sin aliento.
Luego acecha hacia nosotros.
*****
Cortinas de agua caliente sobre nuestros cuerpos mientras
enjuago la sangre que cubre a mi hombre asesino. Estoy
rodeada, con Raven delante y Thorne a mi espalda. Ambos
están duros como rocas. Sus impresionantes pollas presionan
contra la suavidad de mi vientre y la curva de mi columna.
Mientras recorro con mis dedos su piel tatuada, me doy cuenta
de que es la primera vez que estamos los tres juntos.
—Te necesito dentro de mí —le susurro a mi lobo, posando
tímidamente las manos sobre su pecho tatuado.
Thorne me pasa el cabello por encima de un hombro y sus
labios pecaminosos acarician la piel sensible y húmeda. Por
supuesto, arqueo el cuello por reflejo para permitirle más
acceso, porque estoy demasiado ida para este hombre.
Demasiado hipnotizada para mi puto bien.
—¿Estás segura... de que no te duele demasiado? —Sospecho
que sabe algo que se me escapa, pero mi necesidad se impone...
y, de todos modos, me gusta el dolor de Raven mezclado con mi
placer.
—No. Los quiero a los dos —hay un hambre merodeando
dentro de mí que no parece desaparecer. Tal vez sea el efecto
de la droga que me dieron anoche, pero siento que nunca me
saciaré de ellos.
¿Por qué estoy tan excitada después de que literalmente me
dieran la lengua de alguien en una caja?
Mi lobo me separa las piernas bruscamente con una rodilla. Un
gemido impío se escapa de mis labios.
—Siempre tan desesperada por una polla —sus groseras
palabras encienden mi centro—. ¿Qué pasaría si te dijera que
lo único que conseguirías es frotar ese coño mojado contra mi
muslo hasta que te corras? Apuesto a que lo harías solo para
correrte.
Me agarra la barbilla con dedos fuertes, con tanta fuerza que
escuece, me mantiene cautiva, me devora viva con ojos
entrecerrados y hechizantes.
Estoy enamorada de este hombre mortal y tentador.
—Por favor —las palabras son tan suave que casi queda
ahogada por la ducha.
—Vas a tener que hacerlo mejor que eso —se burla.
Trago con fuerza y me paso la lengua por los labios. Este
hombre sabe exactamente cómo retorcerme y ponerme del
revés y dejarme absolutamente jadeante por más.
—Por favor, dame tu polla —la vergüenza me sube por el
pecho y mi clítoris palpita al ritmo del agua.
—¿Vas a portarte bien y dejarnos jugar contigo? —Los dientes
de Thorne raspan la piel de mi hombro.
Los dedos anular y corazón de Raven me llenan la boca como
una intrusión brutal antes de que pueda responder,
presionándome la lengua. —Sigues sin ser lo bastante
específica, pequeña Fox. Podría ponerte de rodillas, ahogarte
con mi polla y luego entregarte a Thorne para que haga lo
mismo.
La vergüenza enciende mi núcleo, sus palabras groseras me
hacen gemir a su alrededor, amando la forma en que controla
mi boca.
Aun así, no puedo evitar hacer un ruido de protesta, los ojos me
lloran un poco cuando me obliga a abrir la mandíbula y
absorbe cada destello de emoción que cruza por mis ojos.
—Quieres polla... entonces quizás después de que ambos nos
hayamos follado tu bonita garganta, nos correremos donde nos
dé la maldita gana, y te haremos limpiarlo.
Jesús.
Este hombre me tiene casi muerta y enterrada. Mi lengua
intenta chasquear contra sus dedos, pero eso solo le incita a
empujar más, más adentro, haciendo que un charco de saliva se
acumule en la comisura de mis labios.
—Estarías tan bonita de rodillas lamiendo mi semen del suelo.
Thorne gime detrás de mí y me hunde los dientes en el cuello,
aparentemente sin palabras mientras nuestro lobo habla.
—Ahora es tu única oportunidad. Si no, decidiré por ti.
Retira los dedos y me deja hablar, mientras el corazón se me
dispara como un cohete dentro del pecho.
—Quiero que los dos me follen al mismo tiempo.
Un arqueo de su oscura ceja basta para decirme que eso no es
lo que quiere oír.
—Por favor, lléname el coño con tu gran polla, Raven, mientras
Thorne me folla el culo.
Chasquea la lengua. —Así no es lo que le llamas cuando estás
siendo una puta por su gorda polla, ¿verdad?
Mi estómago se hunde, las pulsaciones en mi clítoris acaban de
subir de intensidad.
¿Está dando vueltas la habitación? O es sólo mi lujuria que me
hace perder la cabeza.
—Por favor, Daddy —tragando saliva, miro al hombre que me
hace desear tenerlo tatuado por toda la piel. Me observa con su
característico desdén frío y distante que, por alguna jodida
razón, me hace sentir como si me besara tiernamente en la
frente.
Pero eso parece complacerle, por ahora.
—Una jodida chica sucia —las palabras salen de sus labios,
ásperas y cargadas de su propio deseo. Sinceramente, podría
ignorarme y decirme que me arrodillara, y aun así lo haría.
Al golpear rápidamente, un escalofrío me recorre mientras
Raven me agarra por debajo de los muslos y me levanta. Más
agua nos salpica mientras Thorne se aparta un segundo y mi
lobo aprovecha la oportunidad para girar sobre sí mismo,
apoyando mi espalda contra las baldosas. Los dos miramos
hacia abajo y quedamos cautivados por el espacio que hay
entre nosotros, donde su polla ya está colocada en mi centro.
—Mira cómo tu coño sabe exactamente a quién pertenece —la
punta de él empuja hacia adelante, abriendo una brecha en mi
entrada ... y mierda, es la vista más sucia.
—Joder —respiro. Obedientemente, mantengo los ojos fijos
donde él quiere mientras avanza lentamente. Es tan diferente
de cómo suele ser cuando hemos follado antes, y gimo al sentir
el ardor cuando su polla se arrastra contra mis paredes
internas, acariciándome más adentro.
Repite el proceso. Tira hasta la punta y yo me quedo
hipnotizada al ver cómo mi coño se estira alrededor de su
gruesa longitud. —Eso es. Trágate cada puto centímetro como
si estuvieras hecha para recibir mi polla.
—Dios —gimo mientras mis paredes se agitan a su alrededor.
Hay un ruido oscuro que sale de su pecho cuando lo hago.
—Ven aquí —Thorne se reúne con nosotros, con un aspecto
casi salvaje—. Ven, dale la vuelta a nuestra chica.
Los dos trabajan en conjunto, de modo que mi lobo es ahora el
que está apoyado contra las baldosas, mientras el agua sigue
fluyendo sobre nosotros en un chorro constante, acariciando
nuestra piel salvajemente recalentada. Thorne empieza a
deslizar la familiar sensación de frescor del lubricante por mi
culo.
—¿Estás lista, mi caos? —Unos ojos negros me taladran los
pulmones. Los dedos de Thorne me acarician por detrás.
Me rodean, me cautivan, y estoy tan dispuesta a entregarme a
mis dos hombres.
Y, sin embargo, en este momento no estoy en absoluto
preparada para la dualidad de Raven. Estar presentándome el
símbolo más poderoso de los Anguis, mientras me deja
cubierta de vergüenza caliente por sus palabras obscenas. No
estoy preparada para la forma en que me está estirando
alrededor de su polla como si no fuera más que un agujero para
que él lo use, y luego me llama por un nombre cariñoso.
A este paso me va a arrancar el corazón del pecho.
—Los necesito a ambos —mi columna se inclina mientras
Thorne guía su polla contra la resbaladiza zona que ha
trabajado alrededor de mi agujero.
—Respira por mí. Aguanta —sus labios están en mi oreja
mientras su punta se inclina hacia delante—. Buena chica.
Relájate y deja que te cuidemos.
Oh, Dios. El grosor de Thorne quema tan jodidamente bien
mientras presiona la corona en mi interior. Pero la sensación
es sólo momentánea, y de un modo divino. Hay un poco más de
escozor a medida que mi cuerpo se adapta a él, pero es tan
malditamente cuidadoso con cada segundo que sigue
avanzando.
—Mierda —Raven sisea al sentirlo. Toda su longitud empieza a
presionar y rozar mis paredes internas. Es entonces cuando
agacha la cabeza y toma mi boca. Es más un mordisco que un
beso, con mi labio inferior pellizcado entre sus dientes, pero
lleva mi placer a una rápida escalada y no puedo evitar
apretarme a su alrededor.
—Joder. Ven. Jesús —Thorne jadea detrás de mí—. Ya está tan
jodidamente apretada; me vas a matar enrollándola así.
Juro que el destello de una sonrisa diabólica ocupa sus ojos.
—No dejas de preguntarme si estoy bien, pero ¿tenemos que
preocuparnos de que puedas con nosotros, Daddy? —me burlo,
más que un poco sin aliento. Me empuja más adentro, y estoy
tan jodidamente llena que no puedo hacer otra cosa que gemir
cuando sus caderas se asientan finalmente contra las mías.
—Debería volver a pintarte el culo de rojo por ser tan
malcriada —Raven me muerde la mandíbula.
El hombre detrás de mí hace un ruido crudo.
—Te encantaría ver lo mojada que se pone cuando le das unos
azotes en ese culito tan dulce, Thorne —una expresión
malvada curva sus labios.
Si las drogas de anoche no acabaron conmigo, estos dos lo
harán.
—Joder, eres tan jodidamente buena —Thorne empieza a
mover las caderas, penetrándonos a los dos. Raven me sujeta a
él con sus dedos amoratados, y ambos nos perdemos en las
sensaciones.
—No pares, Daddy. Oh, Dios.
Mi orgasmo crece y se abalanza sobre mí como un torrente.
Estoy suplicando y haciendo todo tipo de ruidos impíos
mientras Thorne desliza su mano por delante de mí, buscando
mi clítoris. Sus dedos se deslizan por la parte delantera del
estómago de Raven, apretados entre la unión de nuestra piel
húmeda. Apenas necesita acariciar mi humedad unas cuantas
veces antes de que la ola se eleve y mil estallidos estelares
estallen detrás de mis párpados.
Lo único que puedo hacer es aguantar mientras él acelera el
ritmo, penetrándonos a Raven y a mí hasta que la sensación
ondulante arrasa también a mis dos hombres. Sus pollas laten y
palpitan dentro de mí con su semen. Me dejan flácida y
flotando en algún lugar por encima de todos nosotros en una
nube esponjosa, brillando de pies a cabeza.
—No me refería a esto cuando dije que te ducharas —el cabello
mojado y la frente de Thorne se apoyan en mi hombro.
—Prefiero esta versión. Muy recomendable. Cinco estrellas —
sonrío en la piel tatuada de Raven y oigo un pequeño rugido
desde lo más profundo de su pecho.
Pero fieles a su estilo, como siempre, se desahogan conmigo y
se aseguran de que estoy realmente limpia, mientras yo hago
todo lo posible por hacer lo mismo con ellos. Aunque creo que
paso más tiempo contemplando sus músculos y acariciándolos
en mi estado de éxtasis.
—Oh, por el jodido amor de Dios. ¿Saben que he estado
trabajando como un esclavo haciendo el desayuno, y ustedes
están aquí follando... sin mí? —La voz de Ky atraviesa mi
neblina y el rocío de agua.
Me asomo por debajo del chorro de agua y vapor y veo que me
tiende una toalla mullida.
—Podrías haberte unido a nosotros —le doy una sonrisa
estúpidamente amplia que dice que no me arrepiento de nada.
Hace un gesto para que salga de la ducha. Es en ese momento
cuando mi estómago protesta fuerte y largamente ante la
aparente falta de comida.
—¿Ves? Esta chica no puede sobrevivir sólo con que la llenes
de semen. —Ky lanza una mirada intrigante a los otros dos y yo
le doy un manotazo.
—Ky —mi regaño no sirve de nada. Me envuelve y me aparta el
cabello mojado de la cara. Me rodea en sus brazos y me mira
con una dulzura que hace que mi corazón dé un doble salto.
Pero entonces recuerdo que hay una cavidad gigante donde
debería estar mi memoria, y no he tenido oportunidad de verlo
desde que desperté.
—Entonces, no recuerdo nada. Con lo que sea que me drogaron
me jodió la memoria.
Veo que frunce un poco el ceño.
—¿Nada de nada? —Sus ojos verdes me atraen sin esfuerzo.
—No.. —siento que me estoy perdiendo algo importante aquí,
pero nada me da una pista de lo que podría ser—. Lo siento si
dije o hice algo raro. —Ir con una disculpa se siente como mi
única opción, hasta que alguien decida llenar mis espacios en
blanco.
Parece cabizbajo durante un segundo, pero se repone y
recupera la sonrisa. —Bueno, suplicaste por mi polla... mucho.
Le miro fijamente. Atónita. Diablos, no me extraña que hoy me
sienta deliciosamente dolorida.
—No.
—Mmmhmmmm. Oh, sí.
—NoNoNo —enterrando la cara entre las manos, espero que el
suelo me trague.
Me aparta los dedos de la cara. Asegurándose de agacharse a
mi altura y acercarse lo más posible a mí con sus ojos verdes.
—Mu-cho. —Enfatiza cada silaba con un movimiento de cejas.
—Dios mío. Tu ego ya es lo suficientemente grande —lamento.
—Esa no es la única gran cosa grande que te gusta de mí, nena.
—Si descubro que estás jugando conmigo... —Mis protestas
sólo arrastran más brillo en sus ojos.
—¿Qué? ¿Esos idiotas no te contaron esa parte antes de
arrinconarte en un asqueroso trío en la ducha? —Sacude la
cabeza con una sonrisa apenada—. A Horny Fox le gusta exigir
que todos sus hombres la llenen uno tras otro.
Me giro para mirar a los otros dos con la boca abierta. Ambos
están colocándose la toalla sobre las caderas y frotándose el
cabello mojado para secarse tras la ducha. Son la viva imagen
de la inocencia y la corrupción en dos paquetes musculosos.
Malditos sean, es totalmente injusto lo bellos que son.
—De acuerdo, es polla más que suficiente para ti. —Ky pone
los ojos en blanco y me aparta del brazo, sin importarle que
apenas me aferre a la toalla que me envuelve.
—Trae tu dulce culito aquí y come algo.
Ky
—Baby, ¿quieres café? —Entro a trompicones en la cocina y
encuentro a Ven encorvado sobre su portátil. Tiene un aspecto
horrible y yo me siento como la mierda.
En algún momento de todo esto necesitamos dormir de verdad.
No es que me molestara tener que quedarme despierto y
ocuparme de Fox anoche (y nunca me voy a quejar de sexo
caliente como el infierno a medianoche), pero entre que las
cosas se están volviendo un infierno en el club y que me estoy
preocupando mucho por ella, inevitablemente va a llegar un
momento en el que todos lleguemos al punto de ruptura.
Ven se está quedando sin energías. Ha pasado a ese estado en
el que no es él mismo, y confío en que sepa cuidar de sus
propias necesidades, pero eso no significa que no pueda
vigilarlo.
Fue él quien la cogió cuando se desplomó, y no creo haberle
visto un aspecto más asesino que cuando se dio cuenta de que
alguien se había drogado a nuestra chica.
Aunque puede que esta mañana haya purgado un poco la sed
de sangre de sus venas, no va a haber nada que se interponga
entre él y meterle una bala en el cráneo a quien le haya hecho
esto.
Y eso si está siendo misericordioso.
Será más probable que los haga pedazos y se desangren
lentamente hasta morir en el transcurso de una semana, antes
de que siquiera considere poner fin a su lamentable existencia.
—¿Qué carajo? —Gruñe a la pantalla del ordenador.
Al oír el tono de su voz, que hace que mi corazón palpite de
preocupación, dejo mis torpes intentos de coordinar el café y el
filtro y me acerco a lo que sea que esté mirando.
—¿Dónde está? —Los ojos de Ven son trozos de carbón cuando
me mira.
Me paso la mano por el cabello mientras intento recordar lo
que Thorne me dijo antes de irse. —Volvieron al club. Fox
quería ver a Poe y hacerle saber que estaba bien, y Thorne iba a
revisar las grabaciones de seguridad con Hawke.
Ya siento un escalofrío en la nuca mientras veo a Ven pasar
rápidamente por las pantallas con información y grabaciones
de las cámaras.
—Su teléfono está bloqueado —se desplaza furiosamente a
través de los registros y datos—. Es como si el software espía
hubiera sido manipulado, pero puedo ver que hay actividad.
Hay datos entrantes. Alguien está intentando joderla.
Mierda.
—¿Y su rastreador? —Miro por encima de su hombro, pero
nada de eso tiene sentido para mí. No se me dan tan bien las
cosas tecnológicas como a Ven, y ahora mismo me siento inútil.
—Joder. JODER —se lleva una mano al cabello—. Eso también
está desconectado. ¿Qué carajo está pasando?
Pensar. Tenemos que pensar.
—¿Dónde está Thorne? —Saco mi teléfono e intento llamarlo,
pero su número salta directamente al buzón de voz. Suele
apagarlo mientras trabaja con Hawke por si alguien intenta
interferir, para evitar que escuche alguien que no debería.
—Mira la transmisión en vivo del club —gruño, apretando el
teléfono con fuerza. Siento que el corazón se me va a salir del
pecho. No solo siento miedo por Fox, sino que me trae a la
memoria todas mis pesadillas de cuando era más joven, en las
que pensaba que algo me arrebataría a Thorne.
No puedo perder a ninguno de los dos.
—No tengo acceso a las grabaciones.. —los dientes de Ven
están apretados—. Le he dicho a Thorne que necesitamos
acceso remoto a algo más que las cámaras en directo. —Pulsa
el teclado y aparecen paneles que muestran diferentes ángulos
de cámara que cubren la Casa Noire en la entrada principal y
los niveles del club.
—Su vehículo está ahí —miro la pantalla. Uno de nuestros
vehículos está aparcado fuera, lo que me hace sentir aliviado
de que al menos hayan llegado a la mansión.
—No debería habérsela llevado él solo —Ven vibra de rabia
apenas contenida. Estoy a su lado. Tiene razón, todos
deberíamos haber ido, y el hecho de no haberlo hecho me
revuelve las tripas.
—Ahí. Detente —la veo en una de las cámaras de la esquina
inferior de la pantalla. Está granulada y oscura, y es difícil
distinguir exactamente dónde está: ¿quizá en uno de los
pasillos de la planta superior?— ¿Qué parte de la mansión es
esa? ¿Qué mierda está haciendo ahí?
Pero al pronunciar esas palabras, no es eso lo que hace que me
hierva la sangre.
Es la visión de alguien en las sombras a su lado. Tiene una
mano alrededor de su brazo. Ambos vemos cómo intenta
zafarse de su agarre, pero no lo consigue. En la otra mano tiene
el teléfono, lo que me hace pensar que estaba leyendo lo que le
habían enviado o intentando pedir ayuda a uno de nosotros.
Está siendo forzada (acorralada en la parte oscura del club)
contra su voluntad.
—Quienquiera que sea. Ya está muerto —Ven es un rollo de
furia. Va a levantarse, y yo le empujo de nuevo a su asiento por
el hombro.
—¿Qué vas a hacer, eh? ¿Matarte en el proceso de conducir
hasta allí? Para cuando llegues a la Casa Noire, ella podría estar
muy lejos si quienquiera que sea se la lleva.
—No me importa, joder —me suelta—. Ya le han hecho daño, y
ya es demasiado.
Veo todos mis propios temores por nuestra chica reflejados en
sus ojos preocupados.
—Thorne está en el edificio. Puede llegar a ella más rápido que
cualquiera de nosotros. Tenemos que ser jodidamente
inteligentes con esto, y puedes asesinar a quien quieras
después. Mantén tus ojos en Fox —tengo que respirar hondo
porque me pican los dedos de hacer un agujero en el cráneo de
quienquiera que sea, y estoy usando cada centímetro de mi
propio autocontrol para evitar que Ven corra hacia allí y vuele
la Casa Noire.
Se remueve en su asiento, pero al menos permanece fijo en las
imágenes mudas de la pantalla.
—¿Cuánto desfase hay en la grabación? —Intento llamar a
Thorne de nuevo. Todavía nada.
—Un minuto, como mucho —Ven mantiene la vista de Fox en
la parte principal del portátil, pero empieza a abrir otras
ventanas del navegador. Podemos ver que Poe está en un piso
completamente diferente, tratando con algunos clientes en el
vestíbulo principal. El resto del club parece estar vacío,
teniendo en cuenta la hora del día. Pero mientras nuestros ojos
escudriñan las imágenes en busca de un posible avistamiento
de Thorne, ambos nos quedamos quietos.
Las imágenes muestran cómo sus cuerpos se desplazan en otro
forcejeo y, finalmente, vislumbramos un rostro que emerge de
las sombras junto a Fox.
—Ese idiota baboso.
—Hijo de puta.
Miles Crane. Es inconfundible. El mismo imbécil que intentó
manosearla abiertamente en la pista de baile semanas atrás en
el baile de los Anguis justo antes de que Thorne interviniera y
le pusiera fin.
—¿No podemos conseguir ningún maldito audio? ¿Algo? —mi
mano está tan apretada alrededor de mi teléfono, que podría
romper la pantalla. Lo único en lo que puedo concentrarme es
en la forma en que su mano le está magullando la parte
superior del brazo y en cómo le está mirando a la cara. Está
claro que la está amenazando de alguna manera, y aunque Fox
intenta zafarse de su agarre, tampoco se resiste.
Ven maldice, volando a través de múltiples niveles de datos y
codificación y todo tipo de mierda que no entiendo. Es un
borrón en la pantalla mientras trabaja, y finalmente, hay un
crujido en los altavoces del portátil, y algo de audio irrumpe.
Es de su teléfono. Al menos esa parte del programa espía debe
seguir funcionando.
—Una sola palabra de esto, y están muertos. ¿Me entienden?
Hay algunos crujidos, y Fox hace un ruido mientras se agita
contra él. —Dije. Suéltame, joder.
Vuelvo a marcar el número de Thorne con el pulgar y maldigo
en voz baja mientras el teléfono me golpea la oreja. Pero hay
pocas probabilidades de que conecte con él, parece que hoy la
suerte se niega a estar de nuestro lado. En efecto, el
exasperante pitido de su buzón de voz vuelve a recibirme al
otro lado de la línea.
—El pequeño plan de Thorne Calliano para ponerte a sus
órdenes en una ceremonia de juramento es una idiotez. No hay
manera de que sea de alto rango como para tener ese tipo de
privilegio. He solicitado al consejo que lo deseche.
—Jódete.
Veo al hombre acercarse con un dedo gordo levantado.
—Ya he pagado mi lugar en la ceremonia; sólo falta que el
consejo lo firme, y el trato estará hecho. Tu padre te prometió a
mí antes de morir, y yo me aseguraré de que te adaptes bien.
Justo como siempre quise.
—Te matarán primero —ella le escupe.
Lo único que quiero es gritarle que luche. Que se defienda
como le he enseñado a hacerlo. Pero también sé que Fox aún se
está recuperando de las drogas que apenas han abandonado su
organismo. En un buen día, tendría plena confianza en nuestra
chica, pero en este momento, no está en condiciones de
defenderse de un hombre que la dobla en tamaño.
—Oh, los Anguis se asegurarán de que eso no suceda.
Especialmente cuando descubran lo que esos bastardos le
hicieron a Massimo.
Fox no pierde detalle. —Se lo merecía. Cualquier cosa que le
hicieran, con gusto la habría hecho yo diez veces más.
Puede que ella no sea capaz de empujar físicamente a este
idiota, pero escuchar lo mucho que no soporta a ninguno de su
círculo de enfermos, joder es lo único que mantiene mi cordura
pendiendo de un hilo.
Ya me he acercado el teléfono a la oreja, otra vez,
pellizcándome la frente. Esta vez llamo a Hawke, pero su línea
tampoco funciona.
—Joder. Esto es una maldita mierda —gruño.
Ven guarda un silencio sepulcral, observando y escuchando
cómo se desarrolla todo el altercado en blanco y negro en la
pantalla del portátil.
—Recuerda, pequeña zorra, si te atreves a decir una palabra,
esos tres hombres estarán muertos. Pero no antes de que los
obligue a mirar mientras te follo hasta que sangres.
Fox retrocede y lo maldice. Está de espaldas contra la pared y
no puedo pensar con claridad. Me sudan las palmas de las
manos y la habitación se balancea a mi alrededor. Si se atreve a
hacer algo más...
Pero ese es el momento en que finalmente la libera.
Me tiembla el pulso al verlo inclinarse hacia delante,
metiéndose de nuevo en su espacio. —Me perteneces. Ese coño
es de mi propiedad, y la Casa Noire es mi derecho. Andreas
firmó un contrato conmigo. Será mejor que creas que se va a
celebrar la ceremonia de juramento, y seré yo quien reclame lo
que es mío por derecho.
Y desaparece por el largo pasillo, dejando a Fox desplomada
contra la pared.
Ven sube rápidamente más imágenes para seguir los
movimientos del hombre por el edificio mientras a mí me
consume la necesidad de no perder de vista a mi chica. Ella no
se mueve. Solo baja la mirada hacia su teléfono durante un
largo momento y luego se limpia los ojos con la palma de la
mano.
Dios mío. Quiero arrancarme el cabello.
—Ya es comida para cerdos. Nos aseguraremos de ello —mi
voz sale ronca—. No me importa lo que tengamos que hacer
para conseguirlo. Pero no se va a acercar a ella.
Vemos cómo el hombre muerto que camina sale de la mansión,
y la cámara que cubre el aparcamiento de grava le muestra
entrando en su coche y marchándose.
Mientras tanto, Fox ha vuelto lentamente escaleras abajo. Está
sola, y no me gusta una mierda. Pero mientras seguimos a
nuestra chica, se dirige a nuestro vehículo y procede a
encerrarse dentro. Al menos tuvo el suficiente sentido común
para ir a un lugar seguro.
Ven aprieta y afloja los puños antes de apartarse del portátil.
Cruza hasta el otro extremo de la cocina y se apoya en el borde
del fregadero, con la cabeza hundida entre los hombros.
La habitación se queda en silencio entre nosotros.
—¿Sabes lo que me pregunto? —Su voz es demasiado
jodidamente calmada para lo que acabamos de presenciar—.
¿Cómo carajo Thorne hizo este arreglo de todos modos, cuando
él no es un miembro del consejo? La ceremonia de juramento.
Todo.
Mi mandíbula se tensa.
Ven se asemeja a una tempestad en formación. —Algo no está
bien.
Siento una opresión en el pecho cuando pone voz a algunos de
los pensamientos que se me han pasado por la cabeza en
momentos de tranquilidad. No puedo decir que esté en
desacuerdo, pero no tenemos tiempo para tratar de averiguar
los detalles de los planes de los Calliano que han mantenido en
secreto. Él y Hawke llevan años trabajando para acabar con la
propiedad de Andreas Noire.
A pesar de eso, sé lo que siente por Fox, lo veo escrito en su
cara. No podría hacerle daño de verdad, de eso estoy seguro.
—Thorne se encargará de ello —mi dedo vuelve a pulsar el
botón de llamada y, al acercarlo a mi oído, Ven se gira para
mirarme con la violencia rezumando en su interior.
—Si no lo hace, yo mismo le meteré una bala en el pecho.
Thorne
Mi chica ya está en el coche esperándome cuando salgo por la
puerta principal de la Casa Noire.
En el tiempo que llevamos aquí, me ha permitido repasarlo
todo con Hawke. Los planes que pusimos en marcha hace años
están por fin a nuestro alcance, y hay muchas posibilidades de
que fracasemos... ¿pero si tenemos éxito? Eso hará que todo
este infierno y toda la tortura por la que tantos de nosotros
hemos pasado merezcan la pena.
Son demasiados años de dolor y sufrimiento, ninguno de los
cuales puede borrarse, pero estamos a punto de eliminar por
fin los últimos vestigios de veneno que se infiltran en la Casa
Noire.
Esta vez iremos directos a por la serpiente de la cima, y por fin
asumiremos el control de este lugar de una vez por todas.
Ninguno de nosotros puede cambiar lo arraigados que están en
la sociedad los Anguis. Ocupan los puestos de poder a escala
mundial. Pero al menos, en esta pequeña parte, podemos
marcar la mayor diferencia de todas.
Deshacerse de la última red de tráfico que ha sido una plaga en
Port Macabre.
Si ese es nuestro legado, Hawke y yo lo llevaremos a cabo con
gusto. Incluso si eso significa sacrificarnos en el proceso.
Joder si voy a dejar que abusen y vendan a más niños y los
obliguen a vivir un infierno.
Ahora, tenemos que llegar a la ceremonia de juramento. La
Luna Serpentina está cada vez más cerca y tenemos una
semana más para asegurarnos de que todo esté listo.
Una última semana antes de que todo esto termine, de una
forma u otra.
No quiero pensar en lo que podría esperarnos al otro lado. Hay
una parte de mí que está aterrorizada de que pueda salir vivo
de esta, pero ¿a qué precio?
Mis zapatos crujen en la grava al acercarme al coche, y esos
ojos azules de bebé me siguen desde detrás de la ventanilla
cuando rodeo el capó. Los cierres de las puertas se abren y me
deslizo hasta el asiento del conductor, donde dejo caer la
chaqueta en el asiento trasero.
—¿Te sientes cansada? —me inclino y le paso un mechón de
cabello lila por detrás de la oreja. Me dedica una pequeña
inclinación de cabeza y una sonrisa tensa. Foxglove Noire es
muchas cosas, y sin duda es fuerte, pero sospecho que los
acontecimientos de las últimas veinticuatro horas han hecho
mella en ella.
Se me hace un nudo en la garganta. No puedo pensar
demasiado en lo de anoche o voy a perder los papeles.
Mantenernos juntos una semana más.
Ponemos el coche en marcha, seguimos el largo camino y
salimos de la finca. Atravesamos las colinas cubiertas de niebla
y el mundo exterior nos parece pesado. El cielo se pinta con
gruesas pinceladas de carbón a medida que cae la tarde.
Lo que realmente quiero ahora es tenerla en mi regazo. En
lugar de eso, me conformo con extender la mano y posarla en
su muslo. Lleva un vestido negro corto y vaporoso y unas botas
de tacón grueso. El tatuaje de peonías y sus flores homónimas
en la parte superior del muslo asoma por debajo del dobladillo,
y tiene un tacto tan jodidamente suave. El contraste entre mis
palmas callosas y manchadas de sangre y su piel tersa me
aprieta la garganta. No puedo evitar apretarla con fuerza,
jugueteando con el borde de la suave tela entre el pulgar y el
índice mientras conducimos en silencio.
Me pregunto si sabe exactamente lo mucho que la necesito (a
todos ellos) para seguir conectándome a tierra en medio de
esta locura.
Eso hace que frunza el ceño por un momento, preguntándome
por qué no he recibido ningún mensaje de Ky. Normalmente,
tengo una avalancha de mensajes, pero aún no he vuelto a
encender el teléfono después de reunirme con Hawke.
Joder. —¿Puedes coger mi teléfono de mi chaqueta y
encenderlo por mí, Foxglove?
No muevo la mano.
Me mira un poco cautelosa y gira para meter la mano en el
asiento trasero. Cuando vuelve a girar con mi teléfono y pulsa
el botón, la pantalla se ilumina. Apenas pasa un segundo antes
de que explote con numerosas notificaciones vibrando, todas
llegando a la vez.
Antes de que pueda decir una palabra, empieza a sonar. El
nombre de Ky aparece inmediatamente.
—Ponlo en altavoz —se me revuelve el estómago cuando toca
la pantalla.
—Jesús, Thorne. ¿Dónde mierda has estado? —Ky está
gritando incluso antes de que la llamada se conecte, y su voz
estalla a través del espacio previamente silencioso como una
escopeta.
Cada músculo de mi cuerpo se contrae mientras escucho a Ky
desatarse por el altavoz. Es como ver un accidente de coche a
cámara lenta. Explica los sucesos del interior del club, los que
Foxglove ha sido amenazada de ocultar con la endeble excusa
de protegernos.
Maldita rata.
Mientras despotrica por teléfono, mi pulso se acelera. Soy una
cobra con los colmillos goteando.
Vieron todo lo que ese hombre intentó hacerle a nuestra chica.
También lo oyeron casi todo.
Miles Crane acaba de asegurarse de que le arranquen la cabeza
de los hombros y la arrojen a una hoguera.
Tengo una mano agarrada a su muslo con tanta fuerza que esta
chica llevará mis huellas dactilares durante un mes.
—Estamos volviendo al complejo —ladro por el altavoz y la
línea se corta, la mano temblorosa de Foxglove sigue aferrada a
mi teléfono.
—Thorne —apenas respira mientras mi nombre resuena en el
cargado silencio.
—¿Ibas a decírmelo? —Aprieto los dientes en un intento de
mantener la calma.
Se le hace un nudo en la garganta.
—¿Me pusiste un rastreador? —Su negativa a responder a mi
pregunta hace que me rechinen las muelas.
—Así es como cuido de mi propiedad.
—Sin mi permiso...
Piso el freno de golpe y aparco el coche a un lado de la
carretera desierta. Los altos árboles nos rodean con sombras
densas.
Mi gruñido es una vibración baja a través de mi abdomen. —
Maldita sea, Foxglove, nos perteneces. ¿De qué otra forma
crees que te encontraríamos si alguien más intentara llevarte?
Sus ojos se abren de par en par y sus labios rosados se
entreabren.
—¿Preferirías acabar sangrando y rota, todo porque alguien
como ese hombre pensó que podía atreverse a arrebatarte
cuando no mirábamos?
—No lo lograría.
—Hay cien más como él de donde vino que quieren arrebatarte
de mí. —Y cien más después que quieren hacerle cosas
asquerosas.
—Sabes que soy tuya —me acaricia suavemente el dorso de la
mano con las yemas de los dedos y me duele el pecho. No me
pierdo su gesto de dolor cuando mis dedos se clavan en su
carne suave y flexible.
—¿Cómo carajo se supone que voy a protegerte en todo esto?
—De alguna manera, me estoy conteniendo de explotar, pero
sólo por poco.
El caso es que desde el principio he sabido que arruinaría a
esta chica si me acercaba demasiado a ella y, sin embargo, aquí
estoy. Está a mi lado, reclinada en su asiento, con las pupilas
dilatadas, los malditos labios entreabiertos y rubor rosa en las
mejillas.
Cuanto más he intentado resistirme a ella, alejarme de ella, más
se ha hundido mi obsesión y se ha enterrado en mi interior.
—Me estás protegiendo.
—No me mires así, joder —le digo.
—¿Así cómo? Su pecho sube y baja, y su respiración
entrecortada me acelera el pulso.
—Como si quisieras... no, como si fueras a rogarme que te
devore viva.
Mi chica hace un ruido apenas perceptible lleno de necesidad. Y
es la última atadura que se rompe. Estoy jodidamente acabado.
Me inclino para poder inhalar cada delicada nota de flor de
peral y jazmín y ese toque de coco (el que me recuerda
inmediatamente a cuando la abracé en nuestra escapada a la
isla) y mis fosas nasales se agitan. —Dulzura, si no estuviera a
un segundo de perder la maldita cabeza, te sacaría a rastras de
ese asiento, te inclinaría sobre el capó y te demostraría
exactamente lo mucho que me perteneces. Hundiría mi polla
dentro de ti a un lado de esta carretera, te marcaría de una
puta vez, y no te dejaría ninguna ilusión de que me comeré
absolutamente toda tu puta alma... lo quieras o no.
—Thorne.. —está jadeando, retorciéndose sobre el cuero.
—Joder, me encanta cuando gimes mi nombre. Qué cachonda
eres, ¿verdad?
—Están todos locos —ahora mismo no hay ni un atisbo de
lucha en su voz. Solo deseo que se hace eco de la furiosa
necesidad que tengo de reclamar su cuerpo.
Tarareo y, por fin, le suelto el muslo. Con esa mano, rozo con el
pulgar la columna de su cuello, trazando el punto donde su
pulso retumba en respuesta a mi tacto.
Eso me arranca un gruñido de satisfacción.
—Estoy loco por ti, Foxglove.
Sus ojos se ponen vidriosos cuando ronroneo su nombre.
Maldita sea, podría emborracharme sólo con el don de la
sumisión de esta chica.
—Quítate esas bragas —mi orden sale ronca y baja.
Lo hace gimiendo suavemente. Sus manos tiemblan como una
hoja y eso hace que mi necesidad de ella se convierta en algo
frenético dentro de mi sangre. Pero, como buena chica para mí,
me las entrega enseguida. Instintivamente, sabe cuál será mi
próxima orden, y joder, si eso no es el sabor más dulce de algo
bueno que no merezco. Un suave encaje negro se desliza entre
mis dedos cuando las aprieto en mi puño, sintiendo la
humedad de su excitación cubriendo la tela.
—Espalda contra la puerta. Enséñame lo mojado que está ese
precioso coño —engancho sus bragas sobre la palanca de
cambios, colgando la evidencia para recordarle cuánto ansía el
tipo de mierda que yo también anhelo.
Tampoco se las voy a devolver.
—Estoy tan mojada —apenas es un susurro, pero admitirlo en
voz alta hace que sus mejillas se sonrojen—. Siempre estoy
mojada por ti, Daddy. —La lujuria relampaguea en sus ojos, y
esas gruesas pestañas se agitan mientras se recoloca.
Enroscando los dedos bajo la tela, arrastra el dobladillo sobre
sus suaves muslos, mostrando su brillante coño.
Me inclino sobre la consola central y la miro con expresión
férrea. Cerrando el espacio entre nosotros. —Dame tus dedos.
—mi voz es áspera, pero la está volviendo loca. Sus dientes
atrapan su labio inferior y, obedientemente, levanta una mano
para presionar dos dedos contra mi boca antes de deslizarlos
más allá de la unión. Paso mi lengua sobre ellos, chupando con
fuerza, provocando un escalofrío en ella.
—Buena chica. Ahora ábrete y mete los dedos en el coño.
—Dios mío —gime, deslizando la mano entre sus piernas. Echa
la cabeza hacia atrás para mirarme con la mirada más sexy a
través de sus gruesas pestañas.
—Abre más. —Mis ojos se fijan en el rubor del rosa oscuro, el
brillo de la humedad que cubre sus dedos, la forma en que
tiemblan sus muslos.
Mi polla es una barra de acero dentro de mis pantalones, pero
me importa un carajo. Toda mi atención se centra en la chica
del asiento de al lado, tragando cada respiración agitada y cada
ruidito cachondo que hace mientras hace lo que le digo. El calor
me recorre la base de la columna vertebral cuando los sucios
sonidos de su humedad y sus dedos metiéndose y sacándose
llenan el coche.
—Cristo, eres una visión —se sonroja perfectamente ante mis
elogios.
—Te necesito... muchísimo —su confesión aviva el fuego que
crece en mi interior. Joder, mientras su lengua se desliza por su
labio inferior, necesito toda mi fuerza de voluntad para no
soltar una estupidez irrevocable.
El tipo de revelación que probablemente destruiría nuestro
mundo por completo.
Estoy tan harto de los secretos y la mierda que he tenido que
soportar una y otra vez por los Anguis, para acercarme lo
suficiente a este movimiento final del tablero de ajedrez.
Me está matando, pero su odio podría ser el cuchillo que
finalmente acabe con todo.
Así que, por ahora, robar cada gota de bondad que trae a mi
vida tendrá que ser suficiente.
—Ven aquí, Foxglove —mis manos trabajan rápidamente para
desabrocharme los pantalones y liberar mi dolorosamente
dura polla. Muevo el asiento hacia atrás y la ayudo a subir a mi
regazo.
Cuando se coloca con una mano contra mi hombro, le agarro la
muñeca y atrapo sus dedos húmedos entre los míos. Me llevo la
mano a la boca, cierro los labios sobre sus dedos y miro sus
brillantes orbes azules mientras dejo que mi lengua se pasee
libremente. Sorbo hasta la última gota de su dulzura mientras
ella se retuerce sobre mí.
—No tienes idea de cuánto te deseo siempre —siempre. Guío
esa mano hacia arriba para apoyar su peso contra mi pecho, y
realmente desearía que este fuera un lugar donde pudiera
tomarme mi tiempo. Todas las cosas que me gustaría hacerle a
mi chica. Pero aquí y ahora, aprovecharé este momento, y si
eso significa follarla hasta que olvide su propio nombre y
llenarla de mi semen en el asiento delantero de mi coche... pues
que así sea.
—Por favor... te necesito dentro de mí. —Foxglove suplica tan
bonito, rodeado en estos confines cercanos por el olor de su
coño y la fragancia, es un subidón de cabeza.
Empuño la polla que sobresale entre nosotros y la golpeo
contra su clítoris. Sus dientes se hunden en su labio inferior y
su cara se contorsiona de placer. Una y otra vez, golpeo el
manojo de nervios y rozo el punto que derrite a la chica
sentada en mi regazo.
Se ve jodidamente deliciosa.
—Esa es mi chica buena, toma mi polla, quiero que te corras
mientras estoy profundamente dentro de ti.
Sus pequeños gritos y sus ruidos dulcemente desesperados se
suceden a medida que se levanta y se desliza sobre mi polla. Ya
está empapada y se penetra de un solo deslizamiento,
empalándose a sí misma como si fuera un maldito sueño.
Los dos soltamos un gemido.
—Mierda. —comienza a moverse, y ambos vamos a chocar en
nuestro clímax duro y rápido.
—¿Te vas a correr para mí, bebé? —Mis labios encuentran el
hueco de su garganta, mientras la suavidad de sus caderas me
invita a amasar, apretar y adorar a esta mujer. Ya se me están
hinchando las pelotas, y la forma en que su coño se agarra a mí
me nubla la vista.
—Sí... sí, estoy cerca —la súplica en su voz coincide con la
forma en que me folla con más fuerza. Frotando su clítoris
contra mi pelvis cada vez que subo mis caderas al encuentro de
las suyas.
Los dos jadeamos, sus dedos aprietan mi camisa y yo chupo
con fuerza su cuello, deseando marcar a mi chica allí tan
profundamente como mi polla desea permanecer enterrada
dentro de ella. Dejando algo para presenciar este momento
íntimo mucho después de que caigamos juntos en este
orgasmo.
—Quiero que te corras en mi puta polla. Ahora mismo, joder —
al mismo tiempo que le mordisqueo la piel de la garganta,
deslizo el pulgar sobre su clítoris y ella grita.
Dios. Ya voy. Ahí. No te detengas. Sí. Justo ahí.
Dame cada uno de esos ruidos en repetición para siempre.
—Joder, sí, Dios. Empápame, joder, me encanta cómo te
deshaces por mí —su coño me aprieta con una fuerza increíble
mientras se derrumba y se desploma contra mi torso. Me
balanceo dentro de ella con la boca apretada contra su
clavícula mientras me estremezco, gimo y pierdo la noción de
todas las palabras que salen de mis labios. Le digo lo hermosa
que es, la llamo bebé y siento que podría perder la cabeza
mientras ella gime mi nombre una y otra vez.
Mi polla palpita y se sacude y me derramo largo y duro en lo
más profundo de su coño.
Joder, no me la merezco.
No merezco a Ky... ni a Ven.
No merezco ni la más breve prueba de sentirme así.
Envolviéndola con mis brazos, estrecho su suavidad contra mi
pecho mientras las olas siguen bañándonos a los dos y flotamos
sobre las secuelas de nuestros intensos orgasmos.
Nuestros corazones retumban salvajemente uno junto al otro,
resonando en el pequeño espacio, donde sería demasiado fácil
esconderse y olvidar que el mundo exterior siquiera existe.
Sin embargo, la peor parte de mí aún no está satisfecha. Ese
jodido núcleo de corazón negro que quiere poseer y reclamar y
asegurarse de que nadie se atreve a acercarse a lo que me
pertenece. A los tres.
Muevo un poco las caderas y la resbaladiza humedad se forma
donde nos unimos en la base de la polla. Muevo la mano hacia
abajo, donde ella sigue estirada alrededor de mi polla, recojo
toda la que puedo y le limpio la parte superior de los muslos,
los pliegues de las caderas y el corto triángulo de vello que
cubre su coño. Mi chica no reacciona, pero me observa con un
pequeño grito ahogado, cautivada por la visión de cómo le unto
en la piel la prueba de quién la folla y la posee.
Lo hago otra vez. Una y otra vez. Recorro la suavidad de su
vientre bajo el vestido arrugado y, por último, le paso los dedos
por los labios.
Enfrentándome a sus ojos azules, le meto los dedos en la boca
para que pueda chupar y saborear la mezcla de los dos. —Es a
mí a quien perteneces, joder, y acabaré con cualquiera que se
atreva a pensar que puede arrebatarte de mi lado.
Tarareando alrededor de mis dedos, asiente lentamente,
pasando la lengua por las yemas hasta los nudillos. Cuando por
fin me retiro de su boca, los dos hemos conseguido bajar del
poderoso subidón en el que flotábamos.
—Thorne, yo.. —su voz se quiebra.
—Está bien, dulzura. Estoy aquí. No me voy a ninguna parte.
Es tan jodidamente perfecta y lo más preciado que nunca se me
debería confiar.
Trago profundamente. Me duele el corazón por la necesidad de
tenerla siempre a mi lado. Idealmente para siempre, si es que
eso es posible para un imbécil como yo. Puede que no
tengamos la oportunidad de ser felices, pero intentaré robarle
todo lo que pueda, directamente de las fauces del destino.
—Bebé, hay algo que he estado queriendo, necesitando decirte
—mis dedos le acarician el cabello y se lo apartan ligeramente
de la cara. Trazo la curva de su mandíbula con el pulgar.
—¿Qué pasa? —Apenas susurra.
No hay nada más que sus ojos azules chispeantes ahogándome.
Las palabras se me escapan, burlándose de mi cerebro que está
completamente cautivado por la chica que tengo en mi regazo.
Que se ha metido de lleno en mi corazón.
Debería ser simple... elegante. Algo así debería ser tan fácil
como abrir los ojos y encontrarla en la almohada junto a la mía,
¿no?
Te amo, Foxglove.
Comprendo que te niegues a corresponder a esos sentimientos.
Por favor, no me dejes. A nosotros.
Especialmente cuando descubras la verdad.
—¿Estás bien? —juguetea con el cuello de mi camisa.
No. Sí. Cuando ella me abraza, el tiempo se detiene, y por un
instante, creo que hay una posibilidad de que así sea.
—Necesito que sepas que yo...
Mi confesión se interrumpe bruscamente cuando mi teléfono
vibra con fuerza contra el salpicadero. Ya sé que es Hawke.
Ambos nos sobresaltamos ante la repentina intrusión.
Joder. Joder.
—Tenemos que irnos, Thorne —me besa tan tiernamente en el
pliegue de la frente que me arranca el corazón del pecho. Mis
dedos se flexionan contra su columna, la aprieto contra mí y
aspiro profundamente su sutil fragancia por donde mi nariz
roza su clavícula.
Odio que tenga razón.
Cuando la ayudo a limpiarse y volvemos a la carretera,
continuando hacia la seguridad del complejo, entrelazo
nuestros dedos sobre mi regazo. Espero poder transmitir con
ese pequeño toque una fracción de la profundidad de mis
sentimientos por esta chica.
Sobre todos nosotros, juntos.
Fox
¿Es así como se siente un trapecista que camina por la cuerda
floja? ¿Saber que si pongo un pie en falso puedo caer en picado
cientos de metros hasta la muerte?
Seguir a Thorne dentro de la casa una vez que llegamos es
aterrador. No tengo ni idea de lo que me espera al otro lado de
este umbral. Veo que los demás vehículos están aquí, incluida
la moto de mi lobo.
Lo que me espera tras esta puerta va a ser potencialmente
mucho, mucho peor que estar atrapada en un coche con un
Thorne furioso agarrándome de la pierna y follándome hasta
dejarme sin sentido.
Ky es quien se abalanza sobre mí en cuanto pongo un pie
dentro. Me estrecha contra su cálido pecho y me acaricia el
cabello.
Pero es la refriega detrás de mí lo que hace que se me dispare
el pulso.
—Ni se te ocurra, joder.
Cuando retuerzo mi cuerpo dentro del agarre de Ky, veo que
Thorne utiliza su corpulencia para protegerme.
—Quítate de mi camino, joder, Calliano —la voz de Ven es puro
hielo, dejando un escalofrío recorriendo mi espina dorsal.
Ky me abraza fuerte, no sólo porque quiere... sino
posiblemente para protegerme.
—Quédate aquí, ¿ok? —sus labios presionan en mi cabello,
mientras sus fuertes brazos me aprietan más, y siento que si
alguien encendiera una cerilla toda la habitación podría arder.
—No estoy preguntando —los ojos negros de Ven me miran, y
no puedo apartar la mirada. Es pura malicia, odio y agonía,
todo mezclado en un frenesí.
—Ven —Thorne le ladra—. ¿Quieres que te vea así? —Avanza
sobre él, aun manteniendo su cuerpo entre los nosotros.
Me recorre un temblor. No sé si he asimilado del todo lo que
ese hombre hizo o dijo en el club, pero ahora, en el resplandor
de ese orgasmo, el shock empieza a recorrer un camino
enfermizo por mis venas.
—¿Es eso lo que realmente quieres? ¿Hacerle daño? ¿Joderla
tanto que nunca pueda volver a mirarte? —Thorne sigue
empujándolo hacia atrás, y Ven se mueve para mantener la
distancia entre los dos. Mientras tanto, sus ojos me taladran,
succionando cada gramo de oxígeno de la habitación.
—Él no me haría daño —susurro contra el pecho de Ky, y oigo
un rugido de agitación salir de él.
Ky es el que mejor conoce a este hombre de todos nosotros y,
aun así, incluso él está preocupado por mi seguridad en estos
momentos.
—Joder —Ven escupe las palabras. Está arrinconado contra el
cristal que da al patio. Thorne se mantiene firme, incluso frente
a la criatura salvaje que parece dispuesta a arrancarle la
garganta. Los dos están a un paso de caer en una pelea a
puñetazos. O de algo peor.
Ninguno de ellos me ha confirmado qué hace Raven para los
Anguis, pero soy lo bastante lista para saber que este hombre
probablemente mata a gente con sus propias manos. Estoy
aterrorizada por ambos y no quiero que ninguno salga herido.
No así. No a manos del otro.
Especialmente no por algo que no es culpa de Thorne. Fui yo
quien fue a explorar el club por mi cuenta mientras Poe estaba
ocupada con clientes. Pero todo lo que han visto son imágenes
de un hombre acorralándome, amenazándome, y se han
aferrado al hecho de que no estaba siendo protegida por
Thorne.
Esa idea ya lo corroe por dentro, pero la furia salvaje y caótica
que se arremolina en torno a Raven no está dispuesta a atender
a razones.
Eso puedo decirlo.
—No es culpa suya —mi voz sale inestable. Ni siquiera sé si es
lo bastante alta como para que los otros dos me oigan desde el
otro lado de la habitación.
Hay un muro inamovible que me sujeta con fuerza. Ky no
quiere dejar que me acerque a ellos dos y yo tiemblo sin
control. Si empiezan a pelearse, creo que perderé la cabeza.
—Ky, suéltame —aprieto mis manos contra su pecho. Tratando
de liberarme, mientras mantengo mis ojos pegados en los dos
hombres que se miran fijamente.
Su energía es feroz.
Sé exactamente lo tenso que estaba Thorne en el coche, y sólo
puedo imaginar que Raven está mil veces peor.
Querrá asesinar a alguien, y ahora mismo, Thorne está justo en
la línea de fuego.
—Ven —mi vikingo le suplica. Hay preocupación en su voz, y sé
que estará tan preocupado por la seguridad del hombre que le
importa (y que en este momento se está poniendo en medio)
como yo.
Lo único que siento es el pulso en la garganta y una opresión en
el pecho que no tiene nada que ver con el hombre que me
estrecha contra su cuerpo.
—Sigue interponiéndote en mi camino y puede que sea lo
último que hagas, joder.
Oh, Dios. No puedo dejar que esto pase. No puedo permitirlo.
—Necesita sentirme —lucho contra el agarre castigador de
Ky—. Thorne y tú han tenido la oportunidad de tocarme. —mi
cuerpo sigue empujando para liberarse, hasta que oigo a Ky
maldecir en voz baja y su agarre cede.
En cuanto me suelta, corro al lado de Thorne. Veo el pecho de
mi lobo subir y bajar, y el tumulto de emociones se arremolina
en él como un destello de calor que irradia de un desierto. Es
primitivo y amenaza con quemarme con un simple contacto.
Mis dedos envuelven el antebrazo de Thorne para hacerle
saber que estoy aquí, y avanzo un paso. Los ojos de Raven me
consumen, con las pupilas dilatadas cuando me acerco un poco
más.
No le tengo miedo, como tal.
Pero me da más miedo que nada de lo que he vivido pensar en
que ocurra lo peor entre estos dos hombres.
—Hey —susurro. Manteniendo mis dedos ligeramente contra
el brazo de Thorne mientras busco el rostro de Raven.
Es como uno de esos momentos de los que, seguro que he oído
hablar a los supervivientes, en los que te haces pequeño y no
amenazador y dejas que la bestia salvaje te huela.
O eso, o te despedazan unas mandíbulas salvajes que desgarran
la carne.
Espero en Dios que sea la primera opción.
—¿Estás en esto? —vibra de rabia. Lanzando las palabras al
hombre a mi lado.
Thorne aprieta ambos puños.
—La dejaste sola y sin vigilancia. ¿Están Hawke y el resto de
ellos en esto, también?
—Ven, por supuesto que no —escucho a Ky desde más cerca
detrás de mí, donde me ha seguido.
Thorne hace un ruido amenazador a mi lado.
—Todo fue culpa mía —mis palabras salen rápidamente—. Yo
soy la que se alejó cuando no debía. Si quieres enfadarte con
alguien, desquítate conmigo.
Sus ojos furiosos se entrecierran. Como si estuviera calculando
todas las formas en que le gustaría castigarme, pero no supiera
por dónde empezar.
Me estremezco, pero decido aprovechar ese momento para
acercarme aún más.
—No me pasó nada. No fueron más que palabras. No me hizo
daño; no me tocó.
—Te puso las manos encima —suelta Raven. Aprieta los puños
con tanta fuerza que sus nudillos tatuados blanquean.
—¿Y quieres saber lo que estuve pensando todo el tiempo? —
Ahora me interpongo totalmente entre él y Thorne.
Manteniendo las manos a los lados, inclino la barbilla hacia
arriba, manteniendo el contacto visual mientras sus fosas
nasales se dilatan y un tic palpita locamente en su mandíbula—
. Sólo pensaba en cómo sabía, sabía con absoluta certeza, que a
ese hombre le quitarían esas manos. Cómo no sólo quedaría
reducido a nada más que pedacitos, sino que tú se lo harías
pagar incluso por mirarme.
Saco la lengua para humedecerme los labios y agarro con
cautela una de sus muñecas.
Cuando mis dedos rozan su piel, se sobresalta.
La furia tensa cada línea de su rostro, calibrándolas en grietas
aún más profundas.
—No pasa nada —rodeo su muñeca con los dedos y la levanto
un poco hacia mí. Su brazo se siente como un peso de plomo
con lo apretados que están sus músculos.
Raven no necesita una invitación para tocarme, pero puedo
decir que está atrapado en una batalla dentro de su mente,
donde no sabe qué camino tomar primero. Y ahora mismo,
necesito que este hombre concentre toda esa energía asesina y
vengativa en mí.
En cuanto le tiro suavemente del brazo, ataca.
La mano que estoy tocando con cuidado sale disparada (todos
los reflejos letales siendo el luchador nato que es) aferrando el
hombro de mi vestido. La habitación se desdibuja. Me doy la
vuelta y mi espalda choca contra la pared de cristal que da al
patio. Con un solo movimiento, mi lobo mete la mano entre mis
muslos. Me mete la mano en el coño desnudo a través de la fina
capa de tela con tanta fuerza que me levanta sobre los dedos de
los pies.
Thorne y Ky hacen un ruido de protesta, pero niego con la
cabeza, encontrándome rápidamente con sus ojos. —Estoy
bien.
—Ven —ambos pronuncian su nombre al mismo tiempo, con
advertencia y grave preocupación.
Me apoyo en sus bíceps. Jesús, escuece y pellizca, pero no
quiero que se detenga si esto es lo que hace falta para sacarlo
del borde.
—Siempre sabes cómo cuidarme. Me dijiste que siempre me
ayudarías con mi dolor —sus dedos aprietan la suavidad de mi
coño. No intenta darme placer, sino que se limita a reclamar mi
cuerpo.
Del mismo modo, aún estoy cubierta de la evidencia seca de la
necesidad de Thorne de poseerme de la forma más primitiva.
—Si eso es lo que necesitas... puedo dártelo, pero, estoy
dolorida —me estremezco un poco cuando él va a probar mi
punto y aprieta el punto de contacto contra mi coño.
Ese atisbo de debilidad capta la atención de Raven, que golpea
la otra palma contra la ventana junto a mi cabeza.
—Eres demasiado fácil de romper, joder —se burla de mí.
Asiento con la cabeza, sosteniéndole la mirada. Pero me está
hablando, y eso tiene que ser una buena señal. Una señal que
confirma que tal vez he conseguido atravesar el infierno para
tender una mano a la versión de él que cuida de mí.
Aunque sea a nuestra jodida manera.
—¿Sientes eso? —Aprieto su antebrazo, metiendo la mano
entre mis muslos—. Te pertenezco. Esto es tuyo, Raven. No hay
nadie más fuera de esta habitación que pueda tocarme.
Sus ojos se encienden, seguidos de un gruñido de advertencia.
—Ven. —Thorne repite su nombre. Pero no me atrevo a
romper el contacto visual con el hombre que consume mi
visión y me inmoviliza contra la pared.
Ky viene a su lado. Percibe el pequeño cambio y aprovecha la
oportunidad. —¿Quieres seguir sosteniéndola, baby? No hay
problema. Puede quedarse a tu lado toda la noche. —Como es
un hombre milagroso, de alguna manera Ky mantiene su voz
firme, pero sé lo difícil que debe ser sonar tan tranquilo—.
Creo que lo que nuestra chica necesita ahora es dormir. Joder,
todos lo necesitamos después de lo de hoy.
Ky es el único de nosotros que puede alejarnos del desastre
ahora mismo y desactivar esta bomba a punto de estallar.
Aunque estoy segura de que está tan agotado como yo.
—¿Puedes hacer eso por mí? ¿Sostenerme? Por favor —levanto
las manos para posarlas ligeramente sobre los hombros de
Raven.
Cuando lo que realmente quiero decir es, no me dejes ir.
Ninguno de ellos ha mencionado lo que sucede al otro lado de
esta ceremonia de juramento. Una vez que el plan de Thorne se
haya completado. La incógnita de cómo se verá y sentirá la vida
después de que haya cumplido mi propósito es como una
campana repicando en la lejanía.
Dicen que soy de su propiedad, que les pertenezco y que
quieren conservarme. Son despiadadamente posesivos y están
dispuestos a matar por mí. Pero una vez que tomen el control
de la Casa Noire, ¿seguirá siendo cierto o cambiarán las reglas
con un nuevo campo de juego?
Da la sensación de que ese horizonte ineludible se acerca
demasiado deprisa.
La tormenta sigue gestándose y manifestándose, y sé que es
sólo cuestión de tiempo que nos consuma su fuerza. Pero por
ahora, es una preocupación que me guardo para mí.
Tengo que centrarme en sobrevivir día a día.
—Vamos. —Ky es el primero en moverse. Dándole a nuestro
lobo salvaje un beso en el hombro antes de tirar del brazo de
Thorne—. Y por favor, por favor, ¿puede alguien hacer que sea
una prioridad conseguir una cama lo suficientemente grande
para que quepamos los cuatro?
Ky
Parpadeo varias veces. La oscuridad previa al amanecer me
nubla la vista mientras me doy la vuelta. Cada miembro se
siente lánguido por la atracción del sueño, y lo único que
quiero es acurrucarme alrededor de mi chica. Déjame aquí
tumbado una eternidad, por favor y gracias, con la dulzura de
mi pequeña Fox como bálsamo para mis pecados.
Mi brazo se estira hacia el lugar donde espero encontrar curvas
femeninas y suavidad, pero mis dedos sólo se deslizan sobre
sábanas frías. Al principio me pregunto si alguno de los otros la
habrá robado a su lado durante la noche. Cuando nos
desplomamos todos juntos en la enorme cama de Thorne, Ven
la tenía apretada contra su pecho. Pero sólo después de
habérsela robado para pasar horas juntos en el baño, los dos
solos.
Al menos sobrevivimos sin perder por completo a Ven en su
oscuridad. La dulce Fox no tiene ni idea del poder que
realmente tiene sobre ese hombre. Cuando por fin salieron, ella
tiró de él hacia la cama para que se uniera a nosotros. A decir
verdad, yo estaba más que feliz de escurrirme hacia el otro
lado con la firme presencia de Thorne a mi espalda y su pesado
brazo sobre mi cintura.
Aunque ahora, cuando levanto la cabeza de la almohada para
incorporarme un poco, lo único que veo es el desgreñado
mechón de cabello oscuro de Ven, tumbado boca abajo. A mi
otro lado está la cara de Thorne, suavizada por el sueño.
No quiero asustar ni molestar a ninguno de los dos, pero
después de la mierda que ha pasado últimamente, no dudarán
en matarme si no los despierto.
No se sabe lo paranoicos que tenemos que estar, con amenazas
que aparecen en todas direcciones.
Paso la mano por la espalda de Ven para coger mi teléfono de la
mesilla de noche. Rápidamente abro el rastreador para buscar
su ubicación. El jodido aparato sigue desconectado, y ahora mi
corazón empieza a latir con fuerza.
No importa que haya estado dormido hace apenas un minuto;
la adrenalina se apodera de mí como una estampida y ahora
mis pies se mueven por sí solos. Thorne y Ven se agitan cuando
me lanzo fuera de la cama.
Podría estar en el baño. O en la cocina.
O no.
Joder.
Arrastro un par de pantalones de chándal que yacen arrugados
en el suelo, me importa una mierda si son mías o no, y estoy a
medio camino de la cocina cuando oigo a los demás pisándome
los talones.
—El rastreador sigue desactivado —les informo.
Ven maldice. Tiene la garganta áspera por el sueño.
Sólo hay silencio ondeando en Thorne, su preocupación es
instantánea.
Tengo el teléfono en la oreja mientras marco su número, y
entonces me paro en seco. Una vibración sorda rebota en la
parte superior de la isla de la cocina, a pocos pasos delante de
mí.
Y la habitación está asquerosamente vacía.
—Mierda. Mierda. Mierda. —El pavor se instala en la boca de
mi estómago. Todo parece estar fuera de control, y esta chica,
esta jodida maravilla de cabello lila de la que me he enamorado
tan fuerte y tan rápido, está en peligro sin importar lo que
ninguno de nosotros parezca hacer.
No hay tiempo para joder con preguntas sobre por qué no
funciona el dispositivo de seguimiento. No tengo respuestas a
la mitad de la mierda que parece estar pasando. Ella no está
aquí, y lo peor es que ya me he medio convencido de que nos
ha dejado.
Que por fin se ha despertado después de todas estas semanas y
ha decidido huir.
Si vamos a por Fox, puede que consigamos que vuelva
físicamente, ¿pero mentalmente? ¿Forzarla a volver si ha
optado por escapar será lo que finalmente la lleve a un punto
en el que nos odie tan profundamente que nunca podamos
volver allí?
—Ella no está dentro del complejo en ninguna parte —Ven
tiene su teléfono fuera, con los detectores de movimiento
levantados.
—Maldita sea. —Thorne me devuelve la mirada, y sus ojos
azules están desolados.
Está reflejando el sentimiento que ahora mismo me hace nudos
en las tripas.
—¿Crees qué...? —Ni siquiera puedo poner palabras al
pensamiento. Se me clava en la garganta como un cuchillo.
¿Nuestra chica se fue, o se la llevaron?
—Vístanse. —Ven nos da a todos su orden— tenemos que
buscar en el bosque.
Fox
No hay nada más que niebla aferrándose a mi piel con zarcillos
húmedos. Tengo el cabello pegado a la cara y las mejillas me
escuecen de frío.
Hay un silencio inquietante aquí fuera.
Esta mañana, cuando la oscuridad empezaba a dar paso a una
neblina azulada, seguí caminando. Sin saber muy bien adónde
me dirigía ni qué esperaba encontrar. Pero necesitaba
despejarme.
Mis hombres seguían durmiendo cuando me escabullí en la
oscuridad. La agitación de ayer nos había pasado factura a
todos y quería que durmieran lo más posible mientras
pudieran. No se sabe lo que nos deparará el día de hoy y las
repercusiones de mi encuentro con Miles Crane. Y mientras
estaba allí tumbada escuchando sus silenciosos ronquidos,
sentí que mi corazón se aplastaba en un torturado vicio.
Estoy enamorada de todos ellos. A su manera y con todas sus
complejidades.
Ni en mis más locas imaginaciones pensé que encontraría el
hogar de mi corazón en tres hombres tan diferentes. ¿Y la
forma en que se hacen felices el uno al otro? Eso me da una
sensación de satisfacción más profunda de la que jamás podría
haber esperado en la vida.
¿Existe tal cosa como estar en paz viendo a los demás
encontrar su propia felicidad? ¿De ver cómo otras personas a
las que amas se aman a su vez? ¿De alegrarte cuando alguien
que te importa es capaz de reconciliar sus sentimientos por
otra persona y empieza a florecer gracias a ello?
Si eso es posible... entonces, insondablemente, creo que lo he
descubierto aquí, con ellos.
Por eso estoy aquí a una hora intempestiva de la mañana, de
pie entre el húmedo y sombrío margen de pinos empañados
por la niebla que domina el valle.
Podría parecer una decisión tonta cualquier otro día, salir de
casa sin al menos informarles de por dónde he deambulado,
pero sentía que me asfixiaba entre aquellas paredes. Además,
tengo un puto localizador en el cuello, así que no puedo ir a
ninguna parte sin que sepan dónde estoy.
Dios. ¿Cómo pasé toda una vida entera sin amor, sólo para
estrellarme contra él con una fuerza tan inmensa y exquisita?
Por tres.
No hay forma de que ninguno de ellos pueda devolverme aquel
amor. Ky, tal vez, entre su amor por Ven y Thorne. Pero los
otros dos nunca serán capaces de ofrecer esa parte de sí
mismos; no creo que quede nada ahí dentro que ninguno de los
dos pueda dar, aunque quisieran.
Mi familia los destruyó, dejando un legado en el que yo
acabaría torturada de añoranza por la parte de ellos que me
robaron cuando aún eran sólo unos niños.
Qué jodida manera de arruinarme aún más. Mis padres
parecen ser capaces de llegar desde el más allá y retorcer un
cuchillo oxidado aún más profundamente en las heridas que
infligieron mientras aún respiraban.
Me ciño la manta alrededor de los hombros. Tengo la piel
entumecida y la cara en carne viva por el viento helado que
sopla desde el barranco.
Venir aquí en nada más que unos leggings finos y una sudadera
con capucha de gran tamaño no era exactamente vestirse para
los elementos. Pero, en mi defensa, no pensaba en otra cosa
que en la necesidad de un espacio abierto y un respiro de esta
locura.
Aspirando una profunda bocanada de aire fresco y húmedo, al
menos de una cosa estoy segura: estoy viva. Mi corazón sigue
latiendo y sigo aquí después de todo lo que he pasado.
Si tan sólo mis pulmones no ardieran y mi desdichado corazón
no doliera con cada golpe dentro de mi pecho.
Los acontecimientos del último día pasan por mi mente como
un torbellino.
Junto con la revelación de que me pusieron un rastreador,
también me han confirmado en blanco y negro que mi teléfono
está intervenido. Ah, y ambos aspectos grotescamente
invasivos de mi vida parecen haber sido interferidos desde
fuentes externas y desconocidas.
Aparentemente, ser rastreada y vigilada sin consentimiento es
la menor de mis preocupaciones.
Sigo en espiral tras el altercado con Miles Crane y sus horribles
amenazas de comprar mi cuerpo. De algún modo, saber que
esos hombres me pusieron un chip sin mi permiso ni mi
conocimiento me parece un juego de niños entre el montón de
horribles promesas y amenazas que se ciernen sobre mi
cabeza.
Por supuesto, tenía mis sospechas de que esos hombres
podrían haberme hecho algo por el estilo. Así suelen hacer las
cosas los Anguis... Después de todo, no soy una niña ingenua.
Estos tres son monstruos, aunque sean mis monstruos.
Las palabras de Ky apenas se oyeron cuando ayer gritaba por
teléfono. Lo único que podía hacer era mirar el lugar donde
Thorne me sujetaba con tanta fuerza que parecía que iba a
desaparecer del coche delante de sus narices.
Aunque el terror sigue siendo un malestar siempre presente en
mi estómago después de lo que Miles Crane dijo que iba a
hacer, no estoy enfadada o disgustada con Thorne o mis otros
dos hombres por lo que hicieron.
La verdad es que, aunque es un gesto imperdonablemente
invasivo, es lo más amable que nadie ha hecho por mí. Hacer
todo ese esfuerzo para asegurarse de que no acabe en manos
de las peores razas de hombres repugnantes que acechan entre
las sombras de mi padre.
O, al menos, si ocurriera lo impensable (que alguna vez me
arrancaran de su lado), al menos podrían encontrarme.
Aunque ahora que mis hombres han descubierto que alguien
está manipulando eso también, sólo puedo imaginar la furia
que ese conocimiento podría desatar.
Desde que llegué a este lugar del bosque, me he aferrado a una
roca. Tiene bordes irregulares y parece pizarra. Todo el tiempo
que he estado aquí, tratando de entender mi vida y lo que
podría venir una vez que la ceremonia de juramento se haya
completado y mi uso haya seguido su curso natural, la he
tenido apretada con fuerza en la palma de mi mano.
El lado más afilado se ha clavado en la parte carnosa de mi
mano, que ahora está moteada y pálida por el frío.
Es sólo una roca. Igual que yo sólo soy una chica. Ninguna de
nosotras importa en este gran esquema de cosas, ¿y qué uso
tengo yo más allá de ser el pago que se debe a cambio de los
crímenes de mis padres?
Levanto el brazo, la arrojo por el borde y la veo girar entre la
niebla hasta que desaparece de mi vista. Tan rápido como la
lanzo, la piedra desaparece. Ni siquiera la oigo repiquetear al
caer.
Supongo que mi vida no importará más allá de todo esto.
¿Importó alguna vez?
Me vuelvo en dirección a la casa y casi grito en voz alta.
Mis tres monstruosos protectores me observan desde las
profundidades de los árboles con ferocidad en los ojos. Parecen
furiosos a más no poder, y no sé cuánto tiempo llevan ahí
parados.
—¿Estás bien? —Ky es el único que se acerca a mí. Las líneas
angulosas de su cara están tensas.
—¿Sinceramente?
—No querría nada más de ti, nena.
—No lo sé.
La forma en que me mira... Dios, es como si estuviera dispuesto
a destruir a cualquiera y a cualquier cosa y a quemar la misma
tierra que pisamos para evitar que vuelvan a hacerme daño.
Lucho contra el impulso de apartar la mirada, porque siento
que es demasiado. No merezco a nadie que luche así por mí.
Ky me envuelve en su calor: cabello empapado, ropa húmeda y
todo. El deslizamiento de sus grandes manos por mi espalda
me hace sentir como si pudiera tomar todo el estrés anudado e
incrustado en mis huesos y derretirlo con facilidad.
—Por favor, no vuelvas a desaparecer así. Mi corazón no puede
soportarlo, joder —sus suaves labios y el roce de su barba se
topan con mi frente, y no puedo evitar querer acurrucarme en
él por reflejo—. Por favor.
Se me forma un nudo en la garganta y me tiembla el labio
inferior. Soy tan patética. ¿Por qué estoy indefensa ante su
encanto, su carisma y su maldita brutalidad? En momentos
como éste, podría ahogarme tan fácilmente en la fantasía de
que estos hombres correspondan a mis sentimientos por ellos.
Pero sé que tengo que cincelar ese trozo anémico de mi
corazón y arrojarlo al océano embravecido, dejando que se
ahogue si quiero sobrevivir intacta a todo esto.
Murmura contra mi frente. —Menos mal que no tuvimos que ir
muy lejos para encontrarte. Estos dos idiotas iban a quemar
toda la península si no encontrábamos ninguna señal de dónde
habías ido.
Mierda, ni siquiera pensé en cuánto tiempo había estado aquí
fuera. En mi intento de despejarme, no se me pasó por la
cabeza que podrían despertarse antes de que volviera a casa.
—Lo siento... no estaba pensando... yo...
Mi débil intento de disculpa se interrumpe cuando un fuerte
tono de mensaje entrante resuena entre los árboles. Tres
teléfonos explotan al mismo tiempo con una notificación. Es
tan inesperado que me sobresalto del susto.
Ky me frota la espalda y sigue abrazándome a él, sin molestarse
en coger el teléfono que le sonó en el bolsillo. En su lugar,
Thorne es quien comprueba el mensaje. Uno que solo puedo
suponer que es el mismo para todos ellos.
A su lado y un poco más atrás, se encuentra Raven. Parece sólo
un poco menos letal que anoche. Un poco menos. Supongo que
despertarse y encontrarme desaparecida no le ha sentado
demasiado bien a mi lobo. Tiene los brazos cruzados sobre el
pecho y sus ojos entrecerrados recorren mi cuerpo como si me
estuviera evaluando.
Me pregunto si puede ver todos los trozos rotos incrustados en
mis venas. Los fragmentos ocultos bajo mi piel.
Mi estúpido corazón palpita al recordar que anoche me abrazó
en la bañera sin decir ni una sola palabra. Solo escuchando el
tranquilizador latido de su corazón mientras me acurrucaba
contra su cálido pecho durante lo que parecieron horas.
Thorne teclea rápidamente algo en su teléfono y, cuando
levanta la vista, sus ojos son una marca abrasadora en mi
carne.
—¿Qué pasa? —Ky pregunta por encima de mi cabeza.
Un destello de algo ilegible atraviesa su expresión, seguido de
una mueca, y sus siguientes palabras surgen entre dientes
apretados.
—Hemos sido convocados. Los Anguis nos han ordenado llevar
a Foxglove Noire.
Ky se mueve un poco. Le oigo maldecir entre dientes.
Joder. Sea lo que sea, no puede ser bueno.
Thorne sigue sosteniéndome la mirada, y siento como si el
hielo me recorriera la columna vertebral. —Los preparativos
para la ceremonia de juramento se han trasladado a hoy.
Thorne
Las puertas del ascensor nos sellan con suave eficacia,
iniciando nuestro descenso.
A mi lado está la última persona que quería traer a este
infierno. Foxglove se encuentra en medio de nosotros, con los
hombros tensos, preparada para lo que se nos pueda venir
encima cuando entremos en la sala del consejo de los Anguis.
Dudo que su vida en el mundo de la Casa Noire la haya
preparado para este momento.
Ni siquiera yo estoy totalmente seguro de lo que está por venir.
Eso es lo que nos tiene a todos en vilo.
Esta convocatoria de los Anguis fue, cuando menos, inesperada.
Tal vez más por la mención específica de su nombre. No dejaba
lugar a dudas de que debíamos presentarla esta noche, y eso
me ha acelerado el pulso.
Esto no forma parte del plan.
Siempre hay una preparación antes de una ceremonia de
juramento, pero este tipo de ritual urgente y sin previo aviso
es, cuando menos, un revoltijo.
El miedo se abre paso a través de mí y tiende afiladas garras
hacia mi garganta.
Reclamar su poder y tomar el control de la Casa Noire ha sido
mi intención desde el principio. Pero ahora me atormenta
saber que podría odiarme para siempre cuando todo esto
acabe.
Si todo lo que puedo hacer es mantenerla con vida, eso tendrá
que ser suficiente.
¿Los hombres como yo merecemos el perdón después de que
nuestras almas han sido irrevocablemente manchadas?
Ahora mismo, no estoy tan seguro.
La superficie metálica refleja la imagen deformada de nosotros
cuatro, todos vestidos de negro y con nuestras máscaras de
calavera. Es una imagen familiar, pero la cuarta calavera,
flanqueada por el resto de nosotros, no debería estar aquí.
Debería estar a un millón de kilómetros de estas viles criaturas.
El ascensor aminora la marcha antes de detenerse. Cuando las
puertas se abren, el largo pasillo se extiende ante nosotros en
la oscuridad habitual.
Aquí abajo no hay luz diurna, sólo pequeñas alcobas
iluminadas por apliques de pared, y siempre hay un persistente
olor a humo ceremonial e incienso acre.
Quiero cogerla de la mano, pero hay modos y costumbres que
los Anguis establecen. Para que permanezcamos ocultos entre
ellos, hoy tenemos que pasar por lo mismo.
No importa lo doloroso que pueda ser.
Así que vamos en fila por el pasillo, yo delante seguido de
nuestra chica, mientras Ven y Ky van hombro con hombro
detrás de ella.
Los cuatro entramos en la sala, que ya está llena de un puñado
de miembros del consejo (muchos menos de los que yo
esperaba) sentados detrás de sus largas mesas alrededor de la
sala hexagonal. La mayoría de las veces, cuando Ky y yo
asistimos a sus reuniones, tenemos nuestros puestos desde los
que vigilamos los procedimientos desde el perímetro. Sin
embargo, hoy estaremos por primera vez en el centro de los
acontecimientos.
Cada uno de ellos lleva una máscara de calavera y túnicas hasta
el suelo de color rojo sangre. Sin mirar de cerca, es difícil
distinguir a unos de otros, sobre todo con las escasas luces
dispersas por las paredes.
El aire de la cámara es denso y opresivo.
Hay un altar de piedra de ónice en el centro de la sala. Uno que
he presenciado en innumerables rituales y ceremonias y tratos
de poder celebrados aquí. Normalmente, está adornado con un
paño dorado y ornamentos rituales. Sin embargo, se ha
despejado del libro habitual de los Anguis y de las
herramientas ceremoniales que ocupan la parte superior de
piedra.
En su lugar, está vacío y pulido, y la visión de la superficie
desnuda me recuerda exactamente para qué acto se utiliza ese
antiguo altar durante una ceremonia de juramento.
—Foxglove Noire, es un placer que se una a nosotros hoy —de
entre los miembros sentados, un hombre se levanta y cruza
hacia nosotros.
Cuando se acerca, mi mandíbula se aprieta como una trampa
de acero.
Es el idiota que intentó pujar contra mí en la subasta. El idiota
con derecho que quería a mi chica.
—Mi nombre es Iván Victore. La inspeccionaré en nombre del
consejo de los Anguis —extiende una mano delgada a través de
la tela drapeada de su túnica—. Si es tan amable de pasar por
aquí.
No lo acompaña de inmediato y, aunque eso debería aliviarme
al verla dudar, también me hace temer cualquier repercusión
que pueda tener el hecho de que la vean poco colaboradora
durante su inspección.
—Señorita Noire —repite su nombre con un tono cortante que
me hace querer destrozarle la mandíbula contra la esquina de
ese altar de piedra—. Esto no es opcional.
La oscuridad de Ven amenaza con derramarse fuera de él
mientras inspira con los dientes apretados. A Ky no le va
mucho mejor.
—Bien —su tono es distante.
La conduce hasta la losa de piedra pulida y la guía para que se
siente en el borde. Foxglove lleva un vestido negro de manga
larga que la envuelve y se ata a la cintura. Lleva el cabello
trenzado sobre un hombro y sus brillantes ojos azules parecen
destellar tras la máscara de calavera que cubre la mitad
superior de su rostro. Cuando su cuerpo se gira hacia nosotros,
atrapo su mirada y le pido con todas mis fuerzas silenciosas
que mantenga su mirada fija en mí.
Por favor.
Por favor, que esto no sea el principio del fin.
—Empezaremos contigo recostada—Iván se para sobre ella, y
las garras en mi garganta comienzan a destrozar mi piel.
—Aunque sea una tradición olvidada por el tiempo, la
inspección previa a una ceremonia de juramento ha sido
resucitada sólo para usted, señorita Noire —sus ojos recorren
el cuerpo de la chica, tendida sobre el altar.
Se me revuelve el estómago al verla allí.
—Hace mucho tiempo, este era un proceso destinado a
confirmar la castidad por parte del heredero que se ofrecería
en un juramento, y para garantizar que un linaje estaba siendo
custodiado de forma segura por las Casas. Pero ahora tiene un
carácter más ceremonial.
Iván se ajusta la parte delantera de la túnica, como si se tratara
de una jodida posición privilegiada que le ha otorgado
quienquiera que esté en el consejo supervisando esta mierda.
—Los Anguis defendemos nuestros ritos y costumbres con
orgullo, como sabes. —continúa—. Y no podemos sino suponer
que no eres una virgen pura e inmaculada teniendo en cuenta
tus recientes decisiones... digamos.
Ky deja escapar un ruido áspero.
Mi propia respiración se hace más agitada cuanto más se cierne
este hombre sobre ella como un depredador a punto de
abalanzarse sobre su presa desde una gran altura.
No sé lo que implica una inspección para una ceremonia de
juramento, pero volver a ver a este hombre después de la
forma en que la quería la noche de la subasta, hace sonar una
estridente alarma en mi mente.
—La heredera de la Casa Noire. —pasa un dedo para levantar
su trenza, y ese pequeño punto de contacto es casi suficiente
para que me lance al otro lado de la habitación—. Quién
hubiera dicho que crecerías para ser una posesión tan
preciada.
Su mano empieza a bajar por el hombro de ella, y entonces
ocurre, tira del lazo que ata el vestido en su sitio.
Los tres nos movemos al unísono. Yo ya tengo mi arma
apuntando al pecho del hombre, y Ky está cogiendo la suya.
Mientras tanto, Ven no se ha molestado con un arma. Estoy
bastante seguro de que planea atravesar el pecho de este
hombre con sus puños.
—Yo que tú no me acercaría, Calliano —Iván me mira con
desdén—. Lleva a tus perros con correa, no sea que tengamos
que sacrificarlos a todos.
—No le pongas un puto dedo encima. —Ky gruñe.
Iván nos dedica una sonrisa perversa. —Tu bravuconería es
bastante conmovedora, pero quizá hayas olvidado que somos
nosotros quienes supervisamos todos los requisitos necesarios
de una ceremonia de juramento. Y la inspección de la señorita
Noire debe completarse antes de que podamos permitirle
asegurar la transferencia de su herencia.
—Esto es una completa mierda. —Ky sigue alcanzando su
arma, y yo no he bajado la mía.
Mi mirada baja hasta encontrarse con la suya. Veo que sus
labios han palidecido.
—Te olvidas de tu lugar —suelta—. Esta chica es descendiente
directa de Andreas Noire, y una heredera no reclamada. A los
ojos de los Anguis, su cuerpo nos pertenece hasta la ceremonia
de juramento.
Este hombre ya está muerto. Si no me ocupo de ello, lo más
probable es que Ven lo haga pedazos mientras duerme. Pero
estamos atrapados hasta que la última pieza se mueva en el
tablero de ajedrez.
—En este momento, ustedes, caballeros, no tienen ningún
recurso aquí. La entrega del poder a los ojos de los Anguis aún
está por llegar. Esto no es una tonta subasta en la que puedan
comprar su camino al éxito, y hasta la ceremonia de juramento,
les recuerdo que amenazar a un miembro del consejo puede
ser muy peligroso para su integridad.
Mientras habla, sigue desenvolviéndole el vestido hasta dejarla
expuesta sobre el altar de piedra, salvo por el sujetador y la
ropa interior. La tela se abre a ambos lados del pecho y el
vientre.
Bajo el arma y contemplo, impotente, cómo someten a nuestra
chica a este ritual lascivo y arcaico.
—No pasa nada —hay suavidad en su voz mientras mantiene
sus ojos fijos en mí.
Iván se mueve para colocarse junto a su cabeza y le pasa un
dedo desde el tatuaje del esternón hasta la garganta. —Tan
obediente. Tan dócil.
Se me revuelve el estómago al ver cómo su mano se atreve a
tocar su piel desnuda. —Aunque el poder designado del linaje
Noire no es tuyo, todavía, puedo ver que será la subordinada
perfecta para ti, Calliano. Has elegido bien.
Estoy imaginando todas las formas posibles de cortarle los
brazos. Luego se los daré como tiras de carne.
Pero sus sucios dedos siguen recorriendo la longitud de su
figura expuesta.
Lo único que podemos hacer es quedarnos ahí, congelados y
torturados, cuando él le pasa dos dedos por la parte superior
de los pechos y empieza a murmurar frases en un idioma
antiguo mientras se arrastra sobre su piel. Puede que hable en
latín, puede que sea la puta lengua del diablo, pero, en
cualquier caso, me da igual. El sudor se me acumula en la frente
y estoy a dos segundos de ceder a la rabia que me consume.
Ella me pertenece. Foxglove Noire es nuestra.
Sólo nosotros tres podemos tocarla.
—No me quites los ojos de encima —siento mis palabras como
grava y piedra astillada entre los dientes. Le suplico con mi
mirada clavada en la suya que aguante. Que sepa que
superaremos el retorcido juego de este monstruo.
Por el rabillo del ojo, Iván me observa todo el tiempo. Se traga
cada parpadeo de reacción que no consigo ocultar tras mi
máscara.
Sé que es su forma de vengarse por la noche de la subasta. La
noche que la deseó y perdió.
Esto explica la urgencia de esta reunión de hoy. También
explica por qué hay tan pocos miembros del consejo presentes.
Sin duda, son todos sus amigos personales de entre las filas de
los Anguis.
Esto no forma parte del plan y, sin embargo, no puedo hacer
nada porque está conectado con la misma escoria que estamos
a punto de destruir.
Si cedo a la emoción que me embarga, todo lo que hemos
sufrido habrá sido en vano.
Cada uno de nosotros está a un centímetro de perder la cabeza
mientras soportamos ser testigos de sus acciones. El ácido sube
por mi garganta mientras aprieto con fuerza la base de mi
arma ya bajada.
Quería tener la oportunidad de humillarme públicamente.
Ponerle las manos encima a nuestra chica delante de nosotros,
en el mismo lugar donde sabía que no podíamos hacer nada sin
garantizarnos una sentencia de muerte si osábamos tomar
represalias.
La veo hacer una mueca mientras los dedos de él se abren paso
por la suavidad de su vientre, presionándola y tocándola de la
forma más desgarradora posible. Ella se estremece cuando él
llega a la parte baja de su vientre, y yo lo siento muchísimo,
joder. Por todo. El remordimiento me ahoga mientras Iván
continúa su vil avance.
En el momento en que pone una mano sobre su sexo cubierto,
Ky tiene que agarrar a Ven. Una violencia frenética amenaza
con brotar de todos nosotros, arrasando toda esta cámara. Hay
un rugido sordo en mis oídos mientras lucho por mantenerme
en pie.
Sus ojos azules me miran, e incluso detrás de su máscara,
puedo ver su agonía por la forma en que la está mancillando a
plena luz del día. Como su padre siempre la había amenazado.
Es tan jodidamente fuerte, y todo esto es obra mía.
Mi corazón intenta salirse de mi pecho y llegar hasta ella. ¿Y si
va más lejos? ¿Y si la viola aún más que esto? ¿Puedo vivir
agobiado por la culpa de haber dejado que le pasara algo así a
mi chica?
Cuando estoy a punto de perder la maldita cabeza, se detiene.
Pero no sin antes lanzarme una mirada que me dice que está
disfrutando cada segundo de este jodido juego de poder.
Una mirada que dice que me ha hecho algún tipo de favor al no
molestarla con sus repulsivos dedos.
—Maravilloso. Gracias, señorita Noire —Iván dice las palabras
como si ella le hubiera complacido de alguna manera, y me dan
ganas de vomitar. Todos los recuerdos de mi propio pasado
flotan cerca de la superficie después de presenciar su
inspección. Caricias suaves no deseadas y carne apretada.
Perfume que me asfixiaba mientras me sujetaban, incapaz de
hablar o moverme.
Se ajusta la túnica y se queda de pie junto al altar,
aparentemente contento de habernos abierto el pecho a todos
con su asquerosa excusa de ritual. —Ya puedes cubrirte.
Esta cámara apesta. Sólo huelo muerte y los cadáveres
putrefactos sobre los que se ha fundado este lugar. Foxglove se
incorpora, temblorosa, y se envuelve el vestido
apresuradamente. Se dobla sobre sí misma mientras tantea los
lazos. Ahora estoy a su lado, asegurándoselo mientras sus
manos caen sobre el regazo.
Mi única preocupación es cómo sacarla de este agujero de
mierda lo más rápido posible y borrar hasta el último vestigio
odioso de este lugar de su piel perfecta.
—Voy a sacarte de aquí —las palabras saben venenosas en mi
lengua. Ahora mismo, estoy atrapado en un mundo en el que he
prendido fuego a todo lo que me rodea, y el castillo de naipes
que he construido con mi hermano es un infierno que arrasa
mis oídos.
—Tenemos un último asunto, antes de que sean libres de irse...
el consejo tiene un asunto que atender —Iván hace un gesto en
dirección a la puerta por la que entramos.
Detrás de nosotros, se oye un ruido de arrastre y dos hombres
vestidos con túnicas carmesí y calaveras cubriéndoles el rostro
entran en la sala. A pesar de tener sus identidades
parcialmente ocultas, no reconozco a ninguno de los dos, y
conducen a una tercera figura que lleva una capucha negra
cubriéndole el rostro.
—¿Esto es una puta broma para ti? —Ky escupe. Todavía tiene
una mano plantada en el centro del pecho de Ven y el arma
apuntando a Iván empuñada en la otra.
Ayudo a Foxglove a bajar del altar. No quiero que esté aquí más
tiempo del estrictamente necesario y la arrastro contra mí.
Siento un dolor punzante en el pecho al notar lo fría que está su
piel y cómo se entumece bajo mi brazo. Está encerrada en su
propia mente y no responde a mis caricias.
Es exactamente lo que yo también solía hacer para
sobrellevarlo.
—Los Anguis están al tanto de las amenazas indebidas de este
hombre contra la señorita Noire —Iván le quita la capucha
negra, para revelar a Miles Crane. Tiene la nariz rota y le sale
sangre seca de la comisura de los labios magullados. Una
mordaza de cuerda está atada alrededor de su boca. Apesta a
alcohol metílico y vómito.
—No vemos con buenos ojos a quienes intentan interferir en
una ceremonia de juramento para su propio beneficio —Iván le
da una patada en las rodillas y el hombre cae al suelo. Tiene los
ojos vidriosos y es obvio que apenas es consciente de lo que le
rodea—. Le ofrecemos nuestras más humildes disculpas,
señorita Noire, porque este hombre amenazó su vida y la de
aquellos a los que está prometida.
¿Cómo se atreve este hijo de puta a intentar manipular esta
situación en su propio beneficio? ¿Actuar como si lo que hizo
hace dos minutos no fuera una grave violación por derecho
propio? Crane merece absolutamente ser eliminado por lo que
hizo, pero me enfurece que Iván intente hacer creer que es algo
que los Anguis han hecho por ella por bondad.
No les importa una mierda. Esta gente sólo busca una cosa, y es
el poder.
—Raven. —chasquea los dedos en dirección a Ven, y mi
mandíbula se aprieta tanto que oigo un crujido—. Si fueras tan
amable.
Joder. Joder. JODER.
Esto es lo que quiere. Usar a Ven de la peor manera. Abusar de
él un poco más, porque los Anguis lo entrenaron para que fuera
él quien se ensangrentara las manos en su nombre una y otra
vez.
Como una especie de robot, pasa junto a Ky, arrancándole el
arma de las manos al hacerlo, y avanza hacia el hombre
arrodillado frente al altar de piedra.
Levanta la pistola y apunta con el cañón a la frente del hombre.
Sólo hay hielo en su expresión, mientras permanece inmóvil
sin decir palabra.
Jesucristo. Tengo a mi chica casi catatónica bajo mi brazo, y
Ven en lo que parece ser un estado similar. Ky está a punto de
explotar donde se encuentra justo a mi izquierda, y ni siquiera
puedo decir qué camino es hacia arriba.
Deja el arma colgando en el aire. Deja que la figura magullada y
maltrecha de Miles Crane se concentre lentamente en la escena
que tiene delante. Ven le está dando un momento para asimilar
la finalidad de estos segundos. Antes de que caiga el mazo y se
haga justicia cuando su cráneo vuele en pedazos.
Ven lanza una mirada a un lado. Mirando en nuestra dirección.
Y entonces es cuando lo veo. Veo en cada músculo tenso de su
cuello y su mandíbula que no quiere ser el monstruo que
contratan y que exhiben. Obedeciendo órdenes como el siervo
descerebrado al que quieren reducirlo a sus ojos.
Ven ha sido el verdugo de los Anguis más tiempo del que
cualquiera de nosotros puede recordar, y esto... esto le importa.
Ella le importa.
Lo está matando que ella sea testigo de esta mancha que
marcará para siempre su sangre. El corazón que perdió hace
toda una vida ha encontrado la forma de volver a la vida,
contra todo pronóstico, y sé que cada segundo que su dedo
aprieta el gatillo... se le revuelve el interior.
Porque es exactamente como me siento yo también. Me
pregunto si le queda alguna esperanza de hacer algo que no sea
apartarnos a los dos cuando vea de lo que son capaces nuestras
almas ennegrecidas y ensangrentadas.
La cruda realidad es que hemos sido criados por lo más
asqueroso de lo asqueroso, y nuestras entrañas están podridas.
No puedo pararme a pensar demasiado en lo que esta chica
podría ver cuando nos mire. ¿Se trata de tres hombres
imperfectos que se han visto envueltos en circunstancias fuera
de su control, o de tres bestias con nada más que sed de sangre
bombeando caliente y espesa por sus venas?
Ven no lo saca a la luz.
El momento se acaba en un instante. El doble estallido recorre
la habitación y Miles Crane cae al suelo. Ese imbécil merecía
morir, pero no así. No cuando está bajo el mando de Iván
Victore y los Anguis. Deberíamos haber sido nosotros tres
dándole caza y vengándonos en su nombre.
Una franja de sangre roja como el rubí se derrama por la piedra
pulida desde el agujero de su cabeza, y no dudo ni un segundo
más.
Saco a mi chica de ahí.
Todo mientras rezo para que algún día me mire con algo que
no sea odio en esos ojos azules.
Ky
—Esa rata bastarda. Le enterraré un hacha en el pecho y se lo
daré de comer a los cerdos yo mismo.
Doy un portazo y subo a Fox a mi regazo para que se siente a
horcajadas sobre mí. No hay forma de que sobreviva al viaje de
vuelta a casa sin tenerla tan cerca.
Nuestra chica apenas está con nosotros.
Está helada al tacto mientras nos arrancó las máscaras de
calavera y las arrojo al asiento trasero vacío, a mi lado. Le
acaricio la cara e intento atraer sus ojos hacia los míos. Ahora
mismo, están demasiado vidriosos para mi gusto. Pero si eso es
lo que ha tenido que hacer para superar lo que acaba de pasar,
tendremos que aceptarlo.
—Estoy aquí. Estoy aquí, joder, nena. Vuelve a mí cuando estés
lista.
Fox parpadea un par de veces antes de enterrar su cara en el
pliegue de mi cuello.
Mientras recorro su espalda de arriba abajo, mis ojos se cruzan
con los de Thorne en el espejo retrovisor desde su posición en
el asiento del conductor. Parece jodidamente destrozado. Ven
es un agujero negro en el asiento del copiloto, a su lado. Los
gruesos anillos de plata de sus dedos brillan mientras
tamborilea furiosamente en la puerta del coche.
—Debería haberlos matado a todos —ladra cuando llevamos
quince minutos conduciendo en un silencio sepulcral.
Me duele el pecho por él, sabiendo lo que tuvo que hacer ahí
dentro como una especie de perro faldero. La forma en que ese
imbécil chasqueó los dedos y exigió sus servicios fue la peor
clase de penitencia. Obligarlo a ser su traficante de la muerte,
cuando sé lo mucho que le habría destrozado mostrarle ese
lado a Fox.
—Ya tendrás tu oportunidad —la voz de Thorne es firme, pero
veo cómo se le escapa el remordimiento. Este maldito plan
suyo estaba muy bien cuando Fox era solo un nombre y una
venganza que debíamos cobrar por escrito... pero ahora...
Jesús, ahora, ella es parte de nosotros. Todos estamos
incrustados en el ADN de los demás, y el suyo nos une a todos
de una manera que ninguno de nosotros había previsto.
Unos dedos tentativos juegan con mi cabello en la nuca, y al
menos sé que está ahí. Aunque por el momento esté en algún
lugar lejano.
Volvemos al complejo y nos seguimos dentro. No sé a dónde
vamos a partir de aquí, pero esto tiene que ser tratado ahora
mismo. Y no voy a dejar que nadie salga de esta habitación
hasta que averigüemos cuál es el puto camino a seguir.
—Los dos. En el salón —señalo a Ven y Thorne, mientras guío a
Fox para que camine delante de mí. Cuando llegamos al
primero de los grandes sofás, la acomodo y me agacho frente a
ella.
—Fox, tienes que hablar conmigo. Dime qué podemos hacer —
le acaricio la cara.
Su mirada se posa en mí con un fuego que arde en lo más
profundo de su ser. Mira a Thorne, que revolotea junto a los
ventanales, y a Ven, que se apoya con ambas manos en el
respaldo del sofá.
—Sea lo que sea, dilo. Rastrilla esas garras tuyas por nuestras
caras y haznos sangrar si quieres —no me importa si eso es lo
que esta chica necesita hacer—. Nena, con gusto derramaré
sangre por ti. No puede compensar lo que pasó ahí dentro, pero
si puede hacer algo, lo que sea, para arreglar esto, entonces me
abriré las venas de buena gana si eso es lo que quieres.
Durante un largo y angustioso instante, Fox me mira y niega
con la cabeza. —Lo he pensado. De verdad. Pero no, no
necesito eso de ti.
—Cualquier cosa. Sólo habla con nosotros.
Inhala profundamente por la nariz.
—¿Sabes lo que pensé ahí? En que tenían razón. Tenían razón
en todo. Ese hombre era exactamente el tipo de malvado que
habría acabado reclamando mi vida, si no hubieran venido a
por mí. —cubre mi mano con la suya y mi corazón late a un
ritmo agitado. Fox no grita ni intenta matarnos con sus propias
manos. Aunque tendría todo el derecho a hacerlo, la energía
que desprende ahora es más calmada de lo que cualquiera de
nosotros se merece.
—Y para empeorarlo, si no hubiera sido él, habría sido un
hombre como Miles Crane. Y si no hubiera sido ese imbécil
baboso, habría sido Massimo Ilone.
Thorne cruza y se agacha a mi lado. Apoya la frente en su
rodilla y se agarra con fuerza a su cadera. —No sabía lo que
implicaría.. —murmura contra su piel.
Fox le pasa los dedos por el cabello. —Sé que no lo sabías.
—¿Cómo puedo arreglar esto, cuando no te protegí como
debía? —su voz está llena de culpa.
—Soy suya... y eso es lo que necesito.
Levanto la cabeza para mirarla y asegurarme de lo que dice.
—Vamos a necesitar que seas muy específica con nosotros
ahora.
—Estar ahí dentro me confirmó lo que ya sabía. No quiero ser
propiedad de nadie más que de ustedes.
Thorne suelta un suspiro tembloroso y le da un beso en el
muslo. Los dedos de Ven se aprietan contra la silla. Todavía
está erizado de tanta violencia que no sé si va a ser capaz de
darle a Fox lo que necesita, o si va a chocar contra ella con una
fuerza cataclísmica que exige liberación.
Se da cuenta de que él no puede, o no quiere, moverse, y decide
acortar la distancia que los separa, como siempre sabe hacer
por jodido instinto. Fox nos da a Thorne y a mí un rápido roce a
los lados de la cara y luego se pone en pie.
Fox empieza a tirar del lazo de su vestido, tirando de él hasta
que se suelta por completo y lo hace una bola en la mano. De
pie frente a Ven, sostiene la tela arrugada. Nuestra chica es tan
jodidamente perfecta, con todas sus curvas, tatuajes y fuerza a
la vista mientras encuentra la forma de ponernos de rodillas
ante ella.
—¿Ves esto? Quiero quemarlo. No quiero que quede ni un solo
recuerdo de haber sido tocada por nadie excepto por ti. Hazme
tuya, como necesites hacerlo. Si necesitas mearte encima de mí,
me arrodillaré aquí mismo y te dejaré.
Santa mierda. La sala que nos rodea crepita con la convicción
de sus palabras.
—Quítame la sensación de que ese bastardo sigue
arrastrándose por mi piel. Por favor, hazlo por mí.
Fox
La cara de Ven se contorsiona mientras tiro el vestido para que
resbale por el suelo. Dame un mechero y le prendería fuego
aquí mismo. Es una prenda que no quiero que se acerque a mi
piel nunca más en mi vida.
De pie ante él, sólo con mis tacones y mi ropa interior,
mantengo la cara vuelta hacia la suya.
Mi deidad. Mi dios. Mi maldita salvación en todo esto.
Todos ellos lo son.
—Úsame —junto mis dos muñecas y se las ofrezco a mi
príncipe asesino de la noche—. Hazme olvidar todo lo que ese
maldito hizo.
Los ojos de Raven son dos vacíos furiosos mientras me mira
fijamente. Pero no puede asustarme. Esta noche he mirado a
los ojos de un auténtico monstruo, y si este hombre necesita
arrancarme el corazón para demostrarme que solo late por
ellos tres, que así sea.
—¿Por qué deberíamos siquiera molestarnos? —parece
dispuesto a escupirme en la cara.
Tal vez me gustaría.
—Por favor. Necesito.. —aparto los ojos. El calor me recorre el
pecho y las palabras me hormiguean en la punta de la lengua.
—Crees que nos importa una mierda —se arremolina con furia,
y justo en ese momento, sé que puedo confiarles todo esto. No
me juzgarán por ello ni me preguntarán por qué. Mis tres
bestias son las únicas personas en el mundo a las que podría
atreverme a admitir esto.
—Fóllame como si me odiaras. Úsame. No me importa, hazme
lo que quieras —mi corazón late maníacamente contra su jaula
detrás de mis costillas.
La habitación se vuelve eléctrica.
Su labio superior se curva y el cabello oscuro cae sobre sus ojos
de una forma que me deja las rodillas débiles.
Raven es pecado, y estoy corriendo tan rápido como puedo
lejos de la salvación, dirigiéndome directamente a las afiladas
fauces mortales de estos hombres.
Subo más las muñecas, confirmando mi ofrecimiento.
—Es tu cinturón o el mío, Ven —Thorne ya está de pie, su voz
tiene un tono que hace que apriete los muslos. Ky se mueve a
mi otro lado y desliza sus dedos en mi cabello. Me quita la
goma de la punta, tira de ella y me suelta la trenza, dejando que
mis rizos caigan sobre un hombro.
Mis ojos permanecen fijos en el hombre que tengo delante.
Mantengo las manos juntas y espero obedientemente.
—Acabo de matar a un hombre y me suplicas que te folle —
Raven gruñe.
—Sí.
—Qué dice eso de ti, que tu coño se moja por asesinos a sangre
fría.
Tiene razón. No sé lo que eso dice de mí y de que estoy tan
jodida como cualquiera de los presentes. Pero no se puede
negar que anhelo el néctar de su oscuridad.
—Por favor.
Se le escapa una risa fría.
—Ya he matado por ti.
Se me acelera el pulso.
—Y joderé a cualquiera que se atreva a tocar lo que es mío.
Estoy temblando, pero no de miedo.
—Veamos cuán frágil eres realmente. Ya que te ofreces como
un pequeño sacrificio —sus manos tatuadas se extienden por
encima de su cabeza y se quita la camisa con un movimiento
suave. La plata de su cadena y sus anillos capta la luz,
atrayendo mis ojos hacia sus duros músculos y tinta.
Un latido palpita en mi clítoris cuando veo sus dedos trabajar
en su cinturón. Recuerdo la última vez que lo usó conmigo en el
bosque. Joder, cómo sería que me lo hiciera delante de Ky y
Thorne.
Puedo sentir la inundación de humedad en mi coño sólo de
pensar en todos ellos viendo exactamente lo empapada que
estoy siendo azotada.
Desliza el cuero las presillas de su cinturilla y me ata las
muñecas delante de mí. Mientras me las aprieta, me doy cuenta
de que las muescas llegan hasta el final; se me seca la boca, ese
detalle no lo había notado el día que estuve inclinada sobre su
moto.
¿Utiliza este mismo cinturón, el que me ha proporcionado
dolor entrelazado con placer, contra sus víctimas antes de que
encuentren la muerte?
No tengo tiempo de concentrarme en eso, ya que sus siguientes
acciones son rápidas y agresivas. La bestia que se retuerce en
su interior actúa, primero tirando de la parte delantera de mi
sujetador para dejarme los pechos al descubierto. El aire frío
me hace vibrar los pezones y me pellizca uno con tanta fuerza
que jadeo.
A mi lado, Ky se ha movido para unirse a Thorne. Ambos están
en mi campo de visión, lo que les permite verme de frente. Y
cuando veo las fuertes manos de mi vikingo trabajando para
desvestirlos a ambos, tengo que morderme el labio. Dios, me
encanta verlos juntos, y eso no hace más que aumentar mi
necesidad de todos ellos.
—Jesús. Una mirada a los dos y su coño ya está chorreando —
mi lobo desliza su mano tatuada por mi clavícula, rodea la
parte delantera de mi garganta y aprieta. Estoy tan cerca de
gemir que mis dientes se clavan con más fuerza en el labio
inferior mientras le presto la atención que me exige con una
presión implacable alrededor de la columna de mi cuello.
—Te vamos a hacer un desastre, nena —los labios de Ky están
en el cuello de Thorne mientras habla, y mi núcleo se aprieta
de pura lujuria empapada de codicia.
Raven flexiona los dedos. —Puede que te encadene a mi cama y
te mantenga allí como un sucio agujero de mierda para usar. —
Aumenta la presión, restringiendo lentamente mi respiración
mientras su mirada incendiaria me devora viva. —Quizá te
ponga un collar en este frágil cuellito.
Chispas de hoguera vuelan por mis venas donde antes había
sangre.
Esa imagen, la de mí desnuda, con el collar puesto y acurrucada
junto a sus pesadas botas, es lo que finalmente me arranca un
gemido. El que he estado luchando por contener.
—¿Qué dices, Thorne? ¿Quieres ver a nuestra bonita putita de
rodillas con nada más que un collar? —Ky me mira con el
demonio en los ojos.
La mandíbula de Thorne palpita. Sus ojos azules siguen el
punto donde la mano de Raven me agarra firmemente la
garganta, y la visión hace que se le dilaten las pupilas.
Mierda. Santa mierda. A él le gusta esa idea tanto como a mí y
creo que mi cerebro se ha roto más que un poco.
—Este coño es nuestro para usarlo cuando y como queramos.
Asiento con la cabeza.
El labio superior de Raven se curva —dilo.
—Suyo —mi garganta trabaja un trago bajo su palma—. Suyo
para usarlo.
Me suelta el cuello y me da una palmada en la teta. Luego se
abalanza sobre mí, su boca caliente se cierra sobre mi carne y
sus dientes muerden un lado de mi pecho, dejando marcas de
moratones, antes de cambiar de posición y hacer lo mismo con
el otro.
Ahora mismo, desearía no tener las manos atadas porque, por
mucho que quiera empujarlo y darle un puñetazo en represalia
por el dolor que me abrasa bajo la piel, también quiero hundir
los dedos en su cabello oscuro y retenerlo allí.
Tener su boca sobre mí parece un escenario de ensueño. Pero
el bruto siente que intento seguir su camino de castigo.
Retrocede y se retira antes de que pueda recuperar el aliento.
—Tan condenadamente fácil de magullar —se burla.
Se me revuelve el estómago. Me embeleso con la idea de
despertar mañana pintada por sus marcas.
—Inclínala, Ky —la áspera orden de Thorne hace que me
tiemble el pulso. Joder. Empuja a mi vikingo hacia mí, y la
expresión perversa de su rostro; mientras obedece al hombre
por el que ambos haríamos felizmente cualquier cosa, me dice
todo lo que necesito saber sobre lo que viene a continuación.
—Mira estas tetas perfectas. Pidiendo atención, igual que tu
coño —los ojos verdes de Ky rebotan entre las marcas
enrojecidas dejadas por los dientes de Raven, y vuelven a mi
boca. Sé exactamente lo que está haciendo. Está calculando
hasta dónde puede saltarse las normas, sin dejar de seguir
técnicamente las instrucciones de Thorne.
Su lengua roza sus dientes frontales por un momento, antes de
decidir abalanzarse. Agarra mi cabello con fuerza y me empuja
hacia un lado, en dirección al apoyabrazos del sofá en forma de
L. La fuerza me hace caer y, con mis muñecas atadas, no tengo
forma de evitar caer de bruces sobre los cojines.
Dejando mi culo al aire, expuesto a los tres.
Ky hace un ruido sucio y me empuja la cabeza con más fuerza,
ordenándome que me quede exactamente dónde estoy. —
Antes de que llegáramos nosotros, tenías que tener un cajón
lleno de pollas de goma sólo para mantenerte satisfecha. Una
zorrita cachonda que quería que alguien la inmovilizara y le
diera duro cuando y donde fuera.
Oh, Dios. Cada terminación nerviosa palpita de deseo cuando
Ky empieza a hablar. Mi coño está hecho un lío, apretándose y
ya dolorido en respuesta a sus obscenas palabras. Las uñas
raspan y arañan el cojín que tengo debajo. Este ángulo es
humillante y, sin embargo, saber que los tres me están mirando
inclinada para su uso hace que el calor se acumule en mi
interior.
Ky desliza un dedo por debajo del lateral de mis bragas y tira
hacia arriba, encajando el material entre los labios de mi coño.
—¿Te masturbabas con esos juguetes todas las noches,
rezando por nosotros? Apuesto a que te ponías de rodillas y
montabas tus pollas falsas y aun así nunca te corrías como
cuando usamos tu cuerpo. —me aprieta el encaje contra el
clítoris y lo utiliza para crear una áspera fricción contra la
parte de mí que grita por sus caricias.
—Oh, joder. Ky. Por favor —arqueo la espalda e intento
empujar contra el movimiento de su mano. Si puedo tentarlo
para que deslice sus gruesos dedos por mi entrada y me
penetre...
—Ya basta —gruñe Thorne, retomando el control.
Probablemente sintiendo que Ky tiene tan poco control como
yo en este momento—. ¿Quieres que te poseamos de verdad?
Vas a tomarnos a dos a la vez.
Casi se me salen los ojos de las órbitas. Dios, sí, por favor.
—A las putitas como tú les encanta que las llenen, ya que una
nunca es suficiente —la voz de mi lobo es burlona. Llena de
desdén. Está interpretando este papel a la perfección, y hace
que la vergüenza arda en mi pecho.
El frío de sus anillos me hace estremecer cuando su palma se
desliza por mi cadera. Luego aprieta el lateral de la tela y tira
de ella hacia abajo. Deja a la vista la evidencia empapada de mi
excitación, estirada hasta la mitad de mis muslos.
La humillación se arremolina en mi estómago e intento ajustar
mi peso, pero estoy atrapada con los pies inclinándome hacia
delante sobre el reposabrazos.
—Jesús. Está tan jodidamente mojada sólo de oír eso. Te excita,
¿verdad? Una pequeña zorra del semen como tú se arrastrará
con el culo al aire todo el día si cree que hay una posibilidad de
que alguien la llene.
Mi boca se hunde en el cojín. Siento una vergüenza ardiente en
la garganta. Porque tiene razón, y me está sumiendo en una
espiral de patética lujuria.
—Cristo —oigo la voz de Ky. Suena como si estuviera tan
nervioso como yo, y aunque no puedo asegurarlo, el
movimiento indica que se ha puesto de rodillas detrás de mí—.
Por favor, Thorne —suplica, y yo gimoteo ante la expectativa
de que por fin me dé un poco de alivio.
—¿Qué quieres? —la voz oscura de Thorne se acerca y sé que
no me está hablando a mí. Sólo oigo el roce del material y los
ruidos resbaladizos de la carne húmeda. Mi cerebro cachondo
se queja de que quizá Ky esté a la altura de mi coño, de rodillas,
adorando sus pollas—. ¿Nuestro buen chico se ha ganado el
derecho a lamerle el coño? —le pregunta bruscamente a Raven.
Estoy tan jodidamente mojada, que debería ser vergonzoso.
Es entonces cuando el frío de los anillos de mi lobo presiona a
ambos lados de mi culo, provocándome un escalofrío. Me
separa las nalgas y algo húmedo gotea sobre mi agujero
expuesto. Dios, enseguida sé que no es lubricante.
Definitivamente es saliva.
—Hazla temblar. No dejes que se corra.
Ky es feroz cuando su boca se cierra sobre mí por detrás. El
roce de su barba envía destellos y chispas hasta los dedos de
mis manos y mis pies. Es tan jodidamente perverso con su
lengua. Soy adicta a la forma en que este hombre usa su boca
sobre mí y adora mi coño. Con cada remolino y cada arrastre
aplastado por mi raja, hago ruidos desesperados amortiguados
contra los cojines.
Se abalanza sobre mí y me abre todo lo que puede con las dos
manos, mientras las bragas se me clavan en los muslos. Los
sensibles pezones me rozan el sofá. El calor me recorre y mi
clítoris me pide más, mientras todo mi cuerpo se estremece.
—Basta.
La sangre golpea como un tambor en mis oídos, pero no hay
duda de lo áspera que es la voz de Thorne mientras Ky es
arrastrado fuera de mí.
Ambos estamos jadeantes.
Puede que todos lo estemos, joder.
Los músculos de mis pantorrillas se tensan mientras los dedos
de mis pies se doblan de pintillas. Me quedo temblando en el
precipicio de mi clímax que me ha sido negado sin piedad. La
humedad me cubre la frente y el borde del cinturón de Raven
se retuerce y se clava en mis muñecas.
Un metal frío se desliza entre mis hombros y los tirantes de mi
sujetador, seguido de la sensación de que se tensan, antes de
ser cortado directamente. Lo mismo ocurre en el otro lado, y
luego el cierre de la espalda se desgarra o se abre, no estoy
segura. Ahora mismo la sangre me da vueltas y no sé por dónde
empezar.
Me echan la cabeza hacia atrás y grito al sentir el tirón en el
cuero cabelludo cuando me jalan del cabello. El calor y la
musculatura de mi lobo me oprimen la columna vertebral.
Junto con su polla dura como una roca clavándose en mí por
detrás.
—Una chica tan sucia, goteando por toda su cara—me muerde
el lóbulo de la oreja.
En este momento, demasiadas sensaciones recorren mi cuerpo,
pero soy vagamente consciente de que tengo las bragas
amontonadas alrededor de los muslos y el sujetador cortado se
me cae del cuerpo. Me están utilizando de verdad, exactamente
como les pedí, y aunque soy un desastre tembloroso, no puedo
evitar sucumbir a la forma en que mi corazón crece como diez
tallas en mi pecho.
Esta es su versión de la adoración, y no me siento más que
atesorada.
—Ponte ahí y cabalga su polla como una jodida buena chica —
Thorne me da instrucciones y añade—: Déjate puestos los
tacones.
Joder. Soy una puta absoluta para el sucio Thorne cuando sale a
jugar.
Raven me gruñe al oído— ¿Qué se dice?
—Gracias, Daddy.
Mientras me humedezco los labios, mi lobo aprovecha la
oportunidad para morderme la parte carnosa de la parte
superior del hombro. Recordándome con ese dolor agudo y
punzante que, aunque aún no me haya tocado, sigue siendo
dueño de mi cuerpo tal y como le supliqué. Las marcas que está
dejando por todo mi cuerpo se van a incrustar en el tejido de
mi ser.
—Ky va a estirarte y llenarte. Necesitamos ese coño codicioso
tuyo bien suelto para que nos coja a los dos.
Trago saliva y asiento con la cabeza. No estoy del todo segura
de llegar hasta donde mi vikingo se está colocando en el sofá
sin caerme.
—Quítate las bragas, nena, y trae ese coño aquí.
Tiene la polla en un puño y se acaricia mientras su mirada
verde recorre mi cuerpo. Se me pone la piel de gallina y,
torpemente, consigo quitarme la ropa interior. Sigo atada con
el cinturón de mi lobo, así que tengo que usar las rodillas para
cruzar el sofá y sentarme a horcajadas sobre él, y luego me
detengo, esperando su aprobación.
—Siempre tan buena chica —la forma en que su voz me raspa
es demasiado jodidamente peligrosa para mi salud.
El metal de su piercing sobresale entre nosotros, y se me hace
la boca agua cuando utiliza una mano para acariciarme.
recubriendo su longitud mientras sus ojos hambrientos se
quedan fijos en mí.
Que sean tres pares de ojos hambrientos sobre mí. Sé que hay
dos más mirando el espectáculo que estoy a punto de montar
con Ky.
—Oh, joder. —con la boca abierta, desliza la punta sobre mi
clítoris, frotando la barra metálica contra mi inflamado manojo
de nervios. Estoy tan cerca de cuando me estaba comiendo
justo antes que mi orgasmo vuelve corriendo fuerte y rápido—.
Joder. No pares. Por favor, no pares. —Las manos atadas salen
disparadas para apoyarse en su pecho mientras le suplico sin
cesar. Muevo las caderas para perseguir lo bien que se siente,
el estómago se me tensa y el cosquilleo se extiende hasta los
dedos de los pies.
Thorne me agarra de la mandíbula y me obliga a mirar sus
penetrantes ojos azules. —Córrete para nosotros. —Con la otra
mano se agacha y me mete el pulgar en el clítoris— ahora.
Sí.
Me derrumbo en un gemido quejumbroso. Mi cuerpo se
encorva por la fuerza de las sensaciones que se abaten sobre
mí.
Es entonces cuando Ky levanta mis caderas y se empuja dentro.
Hundiéndome sobre su longitud para llevarlo hasta el fondo de
un solo movimiento. Mi coño sigue apretándose y él sisea una
oscura maldición.
—Jesús. Joder. Está tan jodidamente mojada.
—Bien. Llénala y que se corra. Necesita correrse otra vez —
Thorne me pasa el pulgar por los labios, haciéndome chuparlo
y saborearme.
Se me cierran los párpados. Estoy ardiente. El calor retumba
alrededor de mi cuerpo mientras Ky me folla, haciendo que mis
pechos reboten con cada embestida. Me estira con cada
movimiento de sus caderas, y la sensación de su penetración en
el punto perfecto de mi coño es como el paraíso.
—Vas a tener que darte la vuelta, Ky.
No hace preguntas, simplemente hace lo que se le ordena. Nos
mueve a los dos de forma que él sigue tumbado boca arriba y
ahora las cabezas de ambos miran hacia el borde del sofá. Me
inclina hacia delante y es entonces cuando entiendo
exactamente por qué nos ha cambiado a esta posición.
— Nuestra zorra se pone más mojada cuando tiene una polla
en la boca. Veamos lo bien que maneja dos a la vez —Raven
golpea el lado de mi cara con su polla dura. Haciendo que mis
entrañas se retuerzan con lo degradante que se siente que me
use así.
Mis otros dos hombres están ante mí hombro con hombro,
acariciando cada uno sus gruesas y venosas longitudes, y dejo
escapar un gemido de necesidad.
Bueno, mierda.
Esto está pasando de verdad, joder.
Ky me penetra desde abajo y estos dos dioses empuñan sus
pollas para que intente chupárselas a los dos a la vez. No es
elegante ni hábil; en realidad no soy más que un amasijo
descuidado de saliva mientras ellos se turnan para empujar
más allá de mis labios. Me alimentan con sus longitudes y se
deslizan por mi lengua mientras hago todo lo posible por
relajarme y dejar que mi mandíbula cuelgue lo más abierta
posible.
—Eso es. Engúllenos a los dos —mi lobo me agarra del cabello
mientras aprieto las pollas de ambos con mis muñecas aún
atadas, y encajo las cabezas de ambos en mi boca.
Se siente incómodo y sucio, y estoy fuera de mí de placer.
La saliva se acumula en la comisura de mis labios y corre por
mi barbilla. Me lloran los ojos mientras tarareo alrededor de
sus aterciopeladas longitudes. Ambos se sienten tan bien y su
aroma almizclado está acercándome cada vez más a mi
próximo clímax.
—Joder. Me está apretando la polla como un puño —los dedos
de Ky se clavan en mis caderas mientras me sujeta y me
embiste desde abajo—. Te voy a llenar, nena. Eso es. Cógemela
toda así.
Sus sucias palabras acarician la cresta de mi orgasmo,
atrayéndolo cada vez más cerca.
—Joder. Tu boca es jodidamente buena —Thorne se retira, y
Raven también.
¿Habían compartido los dos alguna vez algo tan íntimo? No lo
sé y ahora mismo no puedo pararme a intentar averiguar
cuánto pueden estar disfrutando frotando sus pollas porque
me están arrastrando al borde de mi próximo orgasmo.
Ky desliza su mano entre nuestros cuerpos y frota mi clítoris.
Bastan unos cuantos círculos firmes de su pulgar para que me
haga añicos.
Gruñe y maldice mientras sus caderas se levantan y disparan
semen caliente dentro de mí. Estoy flotando en algún lugar del
cielo nocturno. Mi cuerpo está flácido y abrumado por el placer
y no sé cómo voy a aguantar más.
—Siéntala. Necesita sus piernas debajo de ella.
En este punto, soy su juguete para usar. Ni siquiera sé si soy
capaz de pensar con claridad. Lo que sí sé es que esto se parece
mucho a la adoración y no se parece en nada a que me odien.
Estoy tan jodidamente enamorada de ellos que me aplasta los
pulmones.
No me siento vacía, ni desesperada, ni avergonzada por la
forma en que me están utilizando. En vez de eso, siento como si
me quemaran viva con un fuego encendido bajo mi piel. Todo
se funde en el olvido y sólo quedan ellos.
Protegiéndome.
Cuidando de mí.
Nunca había tenido esta sensación, la de ser deseada. Es una
sensación embriagadora y delirante. Una que me hace querer
soltarles todo mientras floto en este lecho increíblemente
suave de serenidad y pétalos de rosa.
Unas manos firmes me apartan de Ky y me guían hacia atrás. —
Eso es, preciosa. Tomas mi polla tan bien.
Oh, Dios. Es Raven. Y tiene el mismo tono de voz que cuando
me atendió en su cabaña. Escuchar sus elogios me hace volar
de la cabeza.
No sé lo que cambió en él entre cuando empezamos esto, y
ahora, pero no estoy preparada para manejar el cuidado de mi
lobo.
Gimo, necesitada y llena de placer sobre estimulada, mientras
me hundo sobre él. Mi espalda se apoya en su pecho, y alguien
ha guiado mis pies por debajo de mí, abriéndome de par en par.
Los dedos de Raven acarician el lugar donde está enterrado
hasta el fondo, y la evidencia de mi orgasmo se mezcla con la
de Ky. Me presiona en la entrada, metiendo un dedo junto a su
polla mientras me estiro para que quepan los dos.
Luego se retira suavemente, me lleva la mano a la boca y me
presiona la lengua con el dedo. —Mira qué bien saben los dos.
Muéstrame cuánto te gusta que nos mezclemos así. —Mis
labios se cierran sobre su nudillo, y la explosión de sabor ácido
cubre mi lengua. Me encanta. Me encantan.
Me folla la boca con el dedo durante un momento, luego se
retira con un ruido húmedo, encontrando el lugar donde nos
unimos una vez más. Me estira un poco más.
—Foxglove, tienes que relajarte para mí —Thorne se ha puesto
encima de los dos. Apoyándose en las manos, pasa la lengua
por mis sensibles pezones y succiona uno en su boca caliente.
Ky se aferra a mi otro pecho y deja escapar un sonido grave
contra mi piel ardiente.
Mi espalda se curva, dándoles mayor acceso. Palabras
incoherentes y suplicantes salen de mi boca.
—Daddy —por favor. Te necesito—. Por favor. Engancho mis
muñecas atadas sobre su cabeza y lo miro desde debajo de una
capa de pesadas pestañas.
—Dios —Thorne se abalanza sobre mí y toma mi boca.
Mientras me besa, la polla de Raven se retuerce y sus labios
trabajan la sensible piel sobre mi punto de pulso.
Gimo contra la boca de Thorne mientras sus dedos se mezclan
con los de Raven y ambos presionan mi entrada. El semen
acumulado en la base de la gorda polla de mi lobo, Thorne lo
usa para acariciarse a sí mismo.
—Está chorreando, joder —murmura Raven contra mi
garganta.
Tararea su aprobación. —Buena chica. Respira. Concéntrate en
lo bien que te sientes. Mantente relajada para nosotros, bebé.
Me quedo con la boca abierta mientras me habla. La mano de
mi lobo se retira, perseguida por Thorne que presiona la
cabeza de su polla contra mi entrada. Acomodándose para
deslizarse justo dentro.
Jadeo cuando su punta penetra mi entrada y él se queda ahí.
Deja que me adapte a la plenitud durante un segundo.
Raven rodea con sus dedos la parte delantera de mi cuello para
sujetarme. No me aprieta, pero me sostiene mientras me
derrito bajo la sensación de ambos.
Thorne se esfuerza por controlar la situación y un gruñido me
recorre el cuerpo cuando se desplaza hacia delante y sigue
penetrándome el coño. El estiramiento roza el dolor, pero mi
cuerpo está tan laxo que se funde rápidamente en la sensación
más divina.
—Jjjjoder.
—Lo estás haciendo muy bien, nena. —Ky está en algún lugar
cerca, pero estoy tan abrumada por la plenitud que aprieto los
ojos y me disuelvo. Perdida en la intensidad y la divinidad de
este momento.
Sus pollas están dentro de mí, y Thorne se hunde un poco más.
Estamos unidos mientras mis paredes se estiran, y la sensación
de tener a mis dos hombres así, al mismo tiempo, está
poniendo todo mi mundo patas arriba.
Quiero más de esto. Quiero más de ellos.
La necesidad aflora y gimo y gimo con la oleada de placer que
se apodera de mí.
—¿Estás bien? —oigo la voz de Thorne y me está dando los
besos más suaves en la boca, de esos que me hacen caer aún
más fuerte, como la tonta enamorada que soy.
—Thorne —la voz de mi lobo es áspera—. Jesús. Tienes que
empezar a moverte.
—Dios. Te sientes.. —incluso en mi estado de embotamiento,
sé que la voz gutural de Thorne no me está hablando a mí. Está
igual de perdido en esto, y por la forma en que Raven jadea
detrás de mí, él también se está desmoronando rápidamente.
—Ya casi llego —los dedos me aprietan la garganta mientras el
hombre detrás de mí se tensa.
—Vamos a llenarte, bebé —la boca de Thorne se cierne sobre
la mía. Luego se desliza lenta y profundamente, follándonos a
todos, y da el golpe mortal—. Llénala Ky. Llena su linda boquita
con tu polla y muéstrale lo buena chica que es.
He terminado. Caducado. Me he ido y he volado a algún lugar
entre las estrellas.
Mi cabeza es guiada hacia un lado, y esa pecaminosa punta
perforada empuja dentro de mi boca mientras gimo y revoloteo
alrededor de las longitudes de ambos, llenándome hasta el
punto de hacerme perder el sentido.
—Límpialo, y dale las gracias por dejarte tener esa polla de
chico bonito.
Las guarradas de Thorne nos ponen a todos a cien mientras
empuja sus caderas, deslizando sus pollas juntas dentro de mí.
Me derrumbo, gimiendo sonidos incoherentes alrededor de la
polla de Ky. Mi coño se aprieta contra los dos mientras mis
paredes internas se estrujan al compás y exploto en un millón
de puntitos de luz blanca. Mientras mis dos hombres gruñen y
pierden el control, yo recorro el espacio como una estela
brillante. Ky se retira, pero el peso de sus elogios me inunda
más de lo que oigo sus palabras en concreto. Estoy segura de
que lo único que oigo es mi atronador pulso. Thorne nos folla
hasta el clímax, balanceando nuestros cuerpos al unísono
mientras su semen me llena e inunda mi coño.
No somos más que corazones acelerados y palabras
murmuradas, y está la sensación de manos acariciando cada
parte de mí.
Y mientras me tratan con más delicadeza y cuidado del que
jamás podría esperar, me acurruco en el calor de sus caricias,
besos y susurros.
Estos hombres que me reclamaron, me mantuvieron prisionera
y me robaron, han hecho exactamente eso. Sólo que aquí la
víctima no es mi corazón; ha volado voluntariamente hacia
ellos sin miramientos.
No sé si alguna vez querré escapar.
Ky
—¿Cómo es que Thorne Calliano tiene acceso a una isla
privada?
Fox se gira en el asiento del copiloto para mirar hacia mí
mientras conducimos. Joder, esta chica está más guapa que
nunca. Lleva el cabello recogido en dos trenzas sueltas, unos
vaqueros negros rotos que adoran su culo y un jersey sin
hombros.
—¿Acceso? —me río, acercando sus dedos entrelazados con los
míos a mi boca. Tengo una mano en el volante, joder si no me
voy a agarrar fuerte a la preciosa criatura que tengo a mi lado
todo el camino hasta La Casa Noire—. Nena, somos los dueños.
Aprieto la boca contra sus nudillos y absorbo cada instante con
los ojos muy abiertos mientras las ruedas giran detrás de esa
hipnótica mirada azul. Ven está fuera preparándose para un
combate esta noche, y Thorne lleva todo el día con Hawke tras
nuestra convocatoria para el consejo de los Anguis.
Pero el hombre por el que ambos nos arrastraríamos con gusto
me envió un mensaje de texto hace una hora preguntándome si
podía traer a Fox y reunirme con él en La Casa Noire.
Ahora mismo, parece como si estuviéramos en una burbuja,
donde esto es un atisbo tentador de cómo podría ser la vida en
un futuro donde ella esté a salvo, y hayamos eliminado las
últimas amenazas de dentro de los Anguis. Tal vez podría
llevarla a Port Macabre a cenar a algún sitio. Mi mente ya está
empezando a adelantarse, imaginándola acurrucada en mi
regazo mientras vemos las luces bailar sobre el agua desde un
restaurante de lujo o algo así.
Su favorito es el sushi. Cuando lleguemos a La Casa Noire,
buscaré al cien por cien el mejor sitio del puerto.
Preferiblemente uno en el que pueda alquilar un balcón
privado con vistas al agua y follarme con los dedos a nuestra
chica por debajo de la mesa mientras le doy de comer con la
mano.
—¿Lo dices en serio? Entonces... ¿podemos ir allí cuando
queramos? —Fox interrumpe mis planes de cita nocturna
jugueteando con el puño de mi camisa, mirándome a través de
sus largas pestañas, y es como si estuviera viviendo en un
maldito cuento de hadas.
Uno en el que tengo a la chica de mis sueños, y a los dos
hombres que han tenido mi corazón desde que sé dárselo a
alguien, y lucho contra el impulso de parar el coche y hundirme
contra su boca.
—Me parece que te gustamos después de todo.
Fox agacha la cabeza, pero veo que sus mejillas se tiñen de
rosa.
—Me gustaba estar allí. La compañía estaba bien, supongo.
Sacudo la cabeza y le doy un mordisco en la punta de los dedos.
—Estás pidiendo unos azotes con ese descaro.
Suelta una pequeña carcajada e intenta apartar la mano, pero
de ninguna manera voy a soltarle los dedos. En lugar de eso,
dejo caer las manos sobre la consola central.
—Claro que podemos. Técnicamente, también somos
copropietarios con Hawke y sus socios.
—¿Qué? ¿Cómo una especie de tiempo compartido de
asesinos? —Fox sigue riéndose mientras me recorre las venas
del dorso de la mano con la que tiene libre.
Podría sumergirme en un baño de todas sus pequeñas caricias
y no cansarme nunca de tener su suavidad envolviéndome.
—Más como una póliza de seguro. Un lugar donde cualquiera
de nosotros podría ir si alguna vez necesitáramos pasar
desapercibidos por un tiempo.
Fox sigue acariciándome la mano, pero veo cómo tuerce los
labios.
—Por eso me llevaste allí cuando empezaron a llegar las
amenazas.
—Algo así.
Dios, ojalá pudiéramos estar allí ahora mismo. —Tal vez
cuando todo esto termine, podamos ir. Quedarnos allí un
tiempo, incluso.
Su cara se ilumina con mis palabras. Me deja con demasiadas
ganas de ver más de esa misma expresión.
—¿Crees que vendrían los demás?
Me encanta cómo sigue intentando fingir que no están
obsesionados y completamente cautivados por ella. O como si
no estuvieran tan completamente envueltos alrededor de su
dedo meñique que la seguirían a través de los pozos del
infierno si tan siquiera pestañeara a esos dos malditos
melancólicos.
—¿Puedo decirte algo? —Froto mi pulgar sobre su suave
palma, manteniendo nuestros dedos entrelazados sin apretar.
Fox me mira un poco desconfiada. —Sólo si es algo bueno.
—Créeme. Es más que bueno —me humedezco los labios un
segundo—. Dijiste que no recordabas nada de la noche que te
drogaron en el club... la noche que conocimos a tu alter-ego
cachondo.
Se vuelve de cinco tonos diferentes de carmesí y hace un ruido
estrangulado.
—Por favor, no me tortures con eso. Ni siquiera puedo afrontar
lo que podría haber dicho o hecho. Es tan vergonzoso.
—Definitivamente no había nada de qué avergonzarse... jugaré
con tu sucio lado demoníaco cuando quieras.
—Uf. ¿Hay un punto en esto? ¿O eres un completo idiota que
disfruta viendo cómo me retuerzo?
—Quizá las dos cosas —me río entre dientes—. Pero hablando
en serio, esa noche, hubo algunas cosas que me quedaron muy
claras.
Sigue pareciendo sospechosa.
—Primero, que, si alguien te tocaba un cabello de la cabeza,
nos tendrías a los tres dispuestos a destrozar el mundo entero,
sólo por ti.
—Oh. —Fox se mueve en su asiento, parece un poco vacilante.
Como si no me creyera del todo que haríamos eso por ella. Esta
chica ha tenido toda una vida sintiendo que nadie, o nada se
preocupaba por ella. Y esa mierda se acabó.
—Luego, la segunda, fue que me diste, a todos nosotros, algo
esa noche, pero no lo recuerdas. Aunque estoy bastante seguro
de que era la verdad escondida y tan bien guardada que no
quieres que nadie sepa que existe.
Hay suavidad en su rostro cuando la miro de reojo.
Quiero decírselo.
No creo que pueda seguir actuando como si ella no hubiera
dicho esas palabras y yo no se las hubiera dicho esa noche sin
dudarlo ni un segundo. Porque las dije todas y cada una de
ellas en serio, y ella se merece tener esa certeza mientras
superamos este compromiso y luego resolvemos qué carajo
vamos a hacer con nuestras vidas.
Sea como sea la vida al otro lado del plan de Thorne Calliano.
Estoy seguro de que mi versión, y la de ellos también, la tiene a
ella firmemente involucrada. No como un pago o una deuda,
sino como alguien infinitamente importante.
Fox es alguien sin quien no puedo respirar.
—Hay un momento antes de que el sol se asome por el
horizonte, cuando sabes que se acerca, el cielo se ha iluminado
y el mundo entero empieza a transformarse en color por
primera vez. Ese pequeño momento en el que comprendes que
ya no es gris y la oscuridad se arremolina a tu alrededor, sino
que puedes distinguir los verdes del bosque de los tintes
ámbar de la hierba larga, y las nubes adquieren ese tipo etéreo
de brillo rosado que sólo se ve en los cuadros.
Fox me mira fijamente mientras hablo y no sé de dónde salen
las palabras. Me las saca de una forma tan natural, como si la
hubieran estado esperando. Encerradas para este preciso
momento entre nosotros dos.
—Es mi momento favorito del día. Cuando todo está quieto, y el
bosque empieza a cobrar vida, y hay tantas promesas de lo que
puede acechar después de que el alba se asome por ese
horizonte.
Trago con fuerza. Joder. En nuestro mundo, no te arrodillas; no
defines tu vida por una persona y sólo por una persona. Pero
Fox es una de mis personas. Ella completa la parte de mí que
siempre la ha necesitado, además de Ven y Thorne.
—Me encanta esa hora del día —respira. Me mira con ojos
brillantes y su carnoso labio inferior atrapado por los dientes.
El martilleo loco en mi pecho me hace sentir que podría salir
flotando de este coche mientras me hundo en la certeza de lo
mucho que amo a esta chica.
—Ven es mi medianoche. Es seductor y misterioso y me hace
querer jugar en las sombras. Thorne es como mi maldito sol, y
le seguiré allá donde vaya. Tú... tú eres mi amanecer. Mi
esperanza de algo jodidamente bueno. Un atisbo del mundo
donde todo es posible.
Llevo las suaves yemas de sus dedos a mi boca y la beso
mientras me repongo. Mi garganta se estremece al tragar
saliva.
—Aquella noche nos dijiste algo a todos, y desde entonces me
carcome que no recordaras mi respuesta. Quería que supieras...
—Ky.
La cara de Fox es el parpadeo de advertencia, antes de que
suceda.
Sus ojos se abren de par en par, y una alarma silenciosa cuelga
de sus labios mientras abre la boca. Pero la fracción de segundo
en la que lo veo escrito en su cara, seguida de una fuerza
contundente que se abalanza sobre nosotros, no me deja
tiempo para reaccionar. No hay tiempo para reaccionar.
Una onda expansiva y la parrilla gigante de un semirremolque
chocan contra la puerta trasera justo detrás de mí a gran
velocidad.
Los cristales se rompen por todas partes. Sigue un violento
desgarro de metal. Damos vueltas de un lado a otro. Lo único
que oigo son los gritos de Fox antes de que se calle, y es un
estruendo de estática y humo y gases que obstruye mis
sentidos.
Algo cálido se desliza por un lado de mi cara.
Eso es lo que me despierta.
¿Cuánto tiempo he estado desmayado?
El coche es una ruina y yo estoy desplomado hacia delante,
pegado al volante. Siento algo apretado en las costillas y
percibo movimiento y ruido a mi lado, pero me resulta
imposible girar en la dirección deseada.
El dolor líquido me recorre todo el costado del brazo derecho y
la espalda.
Necesito ver a mi chica.
Tengo que comprobar si está bien.
Pero el esfuerzo que supone formar palabras es demasiado.
La negrura nubla mi visión y se arremolina en mi mente,
robándome la comprensión de cómo o dónde o cuándo
estamos.
Y mientras unas manos me agarran, arrastrándome fuera del
vehículo, veo lo peor posible en el asiento de al lado.
Está vacío.
Fox no está.
Ven
Un texto.
Bastó un puto mensaje para que mi vida diera un vuelco.
Se los han llevado.
Thorne no necesita decir quién.
Los peores miedos que he permitido que se enconaran dentro
de mi pecho me destripan por dentro, sin dejar nada más que
una cáscara vacía. Enferma y contorsionada por saber que
alguien se atrevió a llevarse a los dos.
Me envía una foto del destrozo. No hay nada que indique qué lo
provocó, pero a juzgar por lo jodido que se ve el coche, otro
vehículo los atropelló a gran velocidad.
Todavía estoy cubierto de sangre y la adrenalina del combate
que acabo de ganar corre por mis venas.
Mi corazón bombea en algún lugar fuera de mi cuerpo mientras
pulso el botón de llamada.
Thorne contesta, pero está gritando a la gente de fondo. —
Muévete, joder. Tienes las coordenadas. —Se oye el ruido de
botas y el acelerar de motores mientras nuestro equipo de
seguridad se carga para dirigirse a lo que sea que nos espera.
Llevamos años preparándonos, y esto es una maldita guerra.
—¿Por qué estaban allí? —grito al teléfono. Esto no puede
estar pasando, joder.
—Les pedí que se reunieran conmigo en la Casa Noire. Cuando
no aparecieron, pude localizar brevemente su rastreador antes
de que volviera a fallar.
Mi mente me grita. Hay demasiadas malditas piezas que no
encajan.
—¿Sabemos si Ky sigue con ella?
—No. Ambos teléfonos fueron encontrados entre los restos.
Quien se los llevó sabía que debía dejarlos atrás por si podían
ser rastreados.
—Joder —me paso los nudillos manchados de sangre y
magullados por el cabello mojado.
—Apuntaremos a la ubicación donde su rastreador mostró
actividad por última vez. Si ya ha sido movida, tendremos que
hacer más reconocimiento.
Me rechinan los dientes. Esto es el infierno, estoy seguro de
ello. —Ya podrían haberla sacado del maldito país.
Ni siquiera puedo empezar a pensar en lo que podría haberle
pasado a Ky. Si me dejo llevar por eso, aunque sea un segundo,
voy a caer en un pozo de autodestrucción.
—¿Crees que no lo sé, joder? —Thorne tiene ese tono que
reconozco en mí en los peores días.
Aquel en el que has llegado al punto de no retorno. Donde has
renunciado a aferrarte a lo que podría considerarse normal y
ya no te importa lo empañada que va a quedar tu propia alma.
Aceptando lo inevitable... que dejarás un rastro de carnicería
ardiendo a tu paso.
—Envíame las coordenadas. Nos vemos allí —sujeto el teléfono
entre la oreja y el hombro y meto un nuevo cargador en la
pistola.
—Tengo media docena de nuestros hombres conmigo. Más en
el camino con Hawke.
Hay una vibración cuando llega el mensaje con los detalles.
—Quienquiera que haya hecho esto, no va a tener la cortesía de
la muerte en mis manos. Van a ser encadenados y
despedazados pieza por pieza. Mantendré a un hijo de puta
apenas vivo con maquinaria si es necesario —le digo.
Al comprobar la caída del alfiler en la pantalla, se me cuaja la
sangre.
Este lugar no me resulta familiar. No hay ninguna asociación o
trato particular de los Anguis con este lugar que se me ocurra.
Pero hay un olor familiar a mierda que me dice que sé quién
está detrás de todo esto.
Incluso si Thorne se niega a compartir lo que sabe.
Porque lo sabe.
He estado investigando por mi cuenta desde que empezaron a
surgir las primeras amenazas contra Fox. Y si lo que he
descubierto es correcto, esto va a ser más que una guerra. Va a
ser un exterminio.
Antes de colgar, echo un último vistazo al punto rojo que me
indica la última ubicación conocida de Foxglove Noire. Voy a
tardar casi una hora en llegar, mientras que el hombre al otro
lado del teléfono está mucho más cerca. El sitio aparece en el
distrito de almacenes de Port Macabre, y él estará allí mucho
antes que yo.
—Y Thorne.. —aprieto el teléfono contra mi boca, el motor
retumba bajo mis pies—. Para que quede claro... puedo
prometerte que no me detendré ante nada para recuperarlos.
No me importa a quién tenga que masacrar para hacerlo.
Fox
—Soy capaz de andar y alimentarme sola, ¿sabes? —Le doy
una palmada juguetona en el hombro a Ky, que hace caso
omiso de mi protesta y me levanta, con toalla de felpa y todo, a
la isla de la cocina.
—Mantén ese dulce culo ahí. Ni se te ocurra moverte —me
señala, sus ojos verdes brillan en la luz difusa que entra por el
patio.
—Sí, señor —agarrando la parte delantera de mi toalla con una
mano, mi otra le da un saludo militar burlón.
—Y pensar... que yo estaba trabajando como un esclavo,
haciéndote tortitas especiales, y tú estabas ocupada recibiendo
un oral, mi pequeña cosita sucia. —Ky desliza un plato de
aspecto apetitoso en mi dirección y me da un tenedor—. Todos
los ingredientes aprobados por Fox. —Añade, dándose cuenta
de mi vacilación momentánea.
Se me hace un nudo en la garganta. Este hombre es
desconcertante. Exasperantemente descarado e infinitamente
travieso, y al mismo tiempo, su corazón es tan grande que
puede envolvernos a todos sin pensárselo dos veces, según
parece.
Thorne y Raven se unen a nosotros en la cocina, justo cuando
me meto en la boca un bocado de tortitas y fruta fresca; todavía
con el cabello mojado y vestida sólo con ropa de chándal
después de nuestro improvisado trío en la ducha.
Joder. Aunque esté ocupada distrayéndome con su desnudez...
estas tortitas... podrían ser oficialmente lo mejor que he
comido nunca.
A juzgar por la forma en que ambos se aclaran la garganta,
probablemente acabo de emitir un ruido obsceno.
Quién lo hubiera dicho, mi vikingo prepara un buen desayuno.
¿O almuerzo? O a cualquier hora del día que sea. Y yo que
pensaba que mi lobo era el único con talento en la cocina.
Cuando se reúnen conmigo en el mostrador central, sirven más
montones. De algún sitio sale café y Raven me pone una taza
humeante junto a mí, antes de darle otra a Thorne.
—Mira esa sonrisa. Quizá tenga que empezar a traerte partes
del cuerpo si eso es lo que va a hacer falta para que estés así de
radiante todo el tiempo.
—Dios, por favor no. Estoy intentando comer aquí —gimo.
—Joder, nena, si hubiera sabido que eso era lo que hacía falta...
te daría todo un maldito congelador lleno de partes del cuerpo.
Descuartizaré a todos los idiotas que se atrevieron a ponerte
un dedo encima y los pondré a todos en hielo.
Ky ignora mis protestas y se sirve de mi plato con los dedos.
Sin dejar de sonreírme mientras mastica, deja que sus ojos
recorran mis piernas desnudas.
Ahora, la ración supergrande que es demasiado para que me la
coma yo sola tiene sentido.
—Eso me recuerda.. —agito mi tenedor con una fresa clavada
en las puntas en su dirección. Hago todo lo posible por desviar
la atención de la revelación de que pasé la noche anterior fuera
de mi cabeza después de ser drogada, aparentemente rogando
por sus pollas. O el hecho de que me presenten una lengua
posiblemente hizo cosas por mí—. ¿Dónde está toda su
comida? No hay nada más que las cosas que pedí en la nevera
estos días, o en los armarios tampoco, para el caso. ¿Ya no
comen nada mientras están aquí? —me ha estado fastidiando
desde que ese pequeño detalle llamó mi atención por primera
vez.
Thorne estudia su taza. Raven está encorvado sobre su plato de
comida, protegiéndolo con un brazo, como siempre.
Ladeo la cabeza hacia un lado, esperando a que Ky me dé una
respuesta directa.
Se acerca, se lleva a los labios el café que tiene envuelto en una
mano y me mira por encima del borde. Después de tragar un
sorbo, lo deja a mi lado en la encimera y procede a meterse
entre mis muslos. El engreído me muerde los labios
juguetonamente y, de paso, me roba la fresa del tenedor.
Sacudiendo la cabeza, suelto un pequeño resoplido de
frustración, viéndolo masticar la fruta y luego engullirla.
—La razón por la que aquí sólo tenemos cosas que puedas
comer o beber —me pasa un dedo por debajo de la barbilla,
inclinando mi cara para que se encuentre con la suya— es para
que podamos hacer esto cuando queramos.
Los labios de Ky se sellan sobre los míos. Sabe a bayas dulces,
al azúcar caramelizado de las tortitas que me ha preparado con
esmero y al aroma terroso del café con leche de almendras.
No toma leche de almendras en el café... ¿verdad?
—No quiero que nada se interponga entre tú y yo, nena. Nada
que me impida besarte cuando me dé la gana —al hablar
contra mis labios, hace que mi corazón se convierta en un
revoltijo de emociones.
Estos tres asesinos, cambiaron su dieta.
Por mí.
*****
Una cuerda sucia roza las comisuras de mis labios, apestando a
gasolina y llenando mis sentidos de sabor a tierra. No a fresas.
Ni a mi dulce Ky. Sólo una película rancia y grasienta cubre mis
papilas gustativas.
Es lo primero que se apodera de mi conciencia cuando mis
párpados no se abren. Estoy aturdida como el demonio y siento
como si me hubieran hundido la cabeza. El verde musgo de los
ojos de Ky después del recuerdo de cómo me besó y me robó
un poco más del corazón en la cocina ese día nada en mi
cerebro aturdido.
¿Estoy tumbada de lado? La superficie dura debajo de mí se
siente fría e implacable. Una sensación húmeda y mohosa. Una
losa de hormigón contra una mejilla magullada.
Quiero incorporarme, pero tengo las manos retorcidas a la
espalda. Cuando aflojo los dedos e intento separar las muñecas,
siento un familiar mordisco metálico en la piel.
Esposas.
Esposas y una mordaza.
Mi cabeza palpita como una perra, y sólo al parpadear un par
de veces me aferro a algunos retazos de memoria.
Oh, Dios. Ky.
La horrible visión de la parrilla plateada de aquel camión
acercándose a toda velocidad hacia nosotros destella ante mis
ojos. Sólo lo vi venir por encima de su hombro en el momento
en que ya era demasiado tarde. Incluso si hubiera podido
advertirle, no había forma de que pudiéramos haber evitado la
colisión.
No. No una colisión. No un choque.
Fue una emboscada calculada.
Una que fue totalmente premeditada. Diseñada para sacarnos
del camino y luego capturarnos. O tal vez sólo a mí.
Mi estómago cae en picado por el suelo de hormigón que hay
debajo de mí. ¿Y si Ky no sobrevivió? ¿Y si lo hizo, y
quienquiera que me haya secuestrado lo mató de todos modos?
O una posibilidad aún peor... que siga vivo, pero desee no
estarlo por lo que le han hecho.
Oleada tras oleada de dolor me asalta mientras mi mente
intenta no derrumbarse. No puedo perderlo. No puede estar
muerto.
Estaba a punto de decirme...
Un sollozo de lo más profundo de mi alma gorgotea alrededor
de la cuerda que me amordaza la boca.
Me doblo mientras mi cuerpo se convulsiona, haciéndome un
ovillo en este cruel suelo de hormigón.
El músculo de mi corazón duele como si hubiera sido
atravesado por mil cuchillas.
Puedo ver su sonrisa y oír su risa.
Kyron Harris me llamó su amanecer, y en ese momento, es
como si sus cálidas palmas ahuecaran mis mejillas, diciéndome
que luchara.
Me enseñó a luchar.
No es el momento de rendirse.
Las lágrimas corren a raudales por mi rostro, mientras la
emoción más cruda se arremolina en mi sangre. Lo amo. Con
todos sus defectos, rarezas y ridiculeces que me hacen poner
los ojos en blanco cada día. Aunque nuestras circunstancias
para encontrarnos en esta vida han sido jodidas, por no decir
otra cosa, él es mi pequeño trozo de jodido cielo, y me niego a
creer lo peor.
Levantaría una ceja, me enseñaría ese hoyuelo que tiene bajo la
barba y se pasaría el pulgar por la mandíbula. ¿De verdad vas a
tumbarte y rendirte, pequeña Fox? Creía que tenías dientes y
garras.
Con un esfuerzo lento y extremadamente rígido, logro rodar
hasta quedar sentada.
El acto de estar en posición vertical casi me hace desmayar.
Tengo que respirar lenta y profundamente por la nariz para
evitar que los puntos negros me reclamen. Al hacerlo, estoy
segura de que tengo las costillas rotas, porque el calor
abrasador que irradia mi torso es casi cegador.
¿Cuánto tiempo llevo aquí? No se sabe. Podrían ser horas. No
creo que me hayan drogado además de haberme desmayado
por la fuerza del vehículo que nos chocó, pero es difícil saberlo.
Mientras lucho por controlar mi respiración, oigo algo. Unas
voces se acercan y hablan en voz baja. No distingo palabras ni
detalles concretos, pero oigo un ruido sordo de pasos pesados
que se acercan. Mi visión borrosa permite distinguir el
contorno rectangular de una puerta, cuya luz se filtra desde el
otro lado, iluminando tenuemente el oscuro espacio en el que
estoy prisionera.
La cerradura se sacude y se me acelera el pulso. No puedo
hacer nada para defenderme de quienquiera que esté a punto
de entrar por esa puerta.
Indefensa, otra vez. Siempre tan jodidamente indefensa.
Un chirrido metálico me hace estremecerme, la luz
fluorescente inunda el exterior y una bombilla parpadea y
zumba sobre mi cabeza.
Empiezo a sollozar de alivio ante la visión que me recibe.
Thorne.
Irrumpe con una máscara de calavera y equipo negro de
combate. Botas pesadas. Un chaleco antibalas. Para mi alivio,
tiene una pistola en una mano.
Me encontró.
Vino por mí.
Sólo puedo esperar que haya conseguido encontrar y rescatar a
Ky también.
Dios mío. Soy un jodido desastre.
Suenan ruidos ahogados mientras él se acerca, con la pistola
aún agarrada con fuerza en una mano. A través de mis pestañas
húmedas, observo en cómo se inclina a mi lado, me rodea el
brazo con una mano y me levanta sobre mis piernas inestables.
Con las manos en la espalda, no puedo hacer otra cosa que
hundirme en su abrazo. Quiero abrazarlo y llorar en su pecho
ancho, el alivio inunda cada músculo magullado.
Pero no me habla.
Y su agarre no ha cedido. Sus dedos se clavan en mi brazo en
silencio y con moratones, y en lugar de encontrar consuelo en
su tacto, siento un escalofrío en la planta de los pies.
Hay alguien más aquí. Otra persona lo sigue a la habitación.
Un espectáculo que casi me hace perder las rodillas.
Parpadeo varias veces.
Hay una mujer delante de mí, un poco más alta que yo, pero
siempre lo era. Sobre todo, cuando llevaba tacones. Antes tenía
el cabello rubio, largo y rizado, pero ahora lo lleva corto y
teñido de castaño oscuro. O tal vez siempre fue su color
natural.
—Realmente has crecido, ¿verdad?
Estoy mirando a un fantasma.
Mi madre.
Fox
—Ponla allí por mí, cariño —hace un gesto detrás de Thorne, y
me tira hacia atrás. Sin cuidado. Ninguna familiaridad. En este
momento, él es un soldado de la perdición, y yo soy una
prisionera lo bastante tonta como para pensar que este
hombre era... Dios, ni siquiera puedo terminar ese
pensamiento.
Mis pies entumecidos se arrastran por el suelo y todo gira a mi
alrededor. Más chirridos metálicos se agolpan en mi cerebro
cuando me dejan caer en una silla. Las esposas repiquetean
contra el duro respaldo y se clavan en el hueso de mis
muñecas.
—Quítale también la mordaza —a la orden, sus dedos se
hunden en la cuerda, aflojándola lo suficiente para que pueda
arrastrarla hacia abajo sobre mi barbilla, dejándola descansar
como un lazo alrededor de mi cuello.
Su olor me inunda y tengo que luchar contra las ganas de
derrumbarme aquí mismo.
Esto es demasiado cruel, joder.
Todo lo que creía saber sobre este hombre era mentira.
Thorne se pone al lado de mi madre mientras ella arrastra una
silla y se acomoda en ella. Sus penetrantes ojos azules me
miran, pero no hay consuelo ni suavidad ni nada en ellos. Es un
centinela despiadado, de pie, con las piernas abiertas y la
pistola en una mano, mientras se agarra la muñeca con la otra.
Listo para dispararme en cuanto reciba la orden de hacerlo.
Estoy segura de que podría tragarme mi propia lengua.
—Te ves tan diferente. Tu cabello —me evalúa con una sonrisa
de labios finos, como si de alguna manera yo no estuviera
devastada—. Quiero decir, he visto tus fotos, por supuesto,
pero no te hacen justicia en carne y hueso.
—Dime qué está pasando —balbuceo. Esto no es una puta
reunión familiar, y no me importa lo que tenga que decir ahora
mismo—. Thorne. ¿Dónde está Ky? —Mis ojos se clavan en el
hombre del que me enamoré estúpidamente, y él ni siquiera
muestra un atisbo de emoción. Thorne Calliano es todo lo
despiadado que parecía cuando lo conocí.
—Llámame sentimental, pero tenía que venir a verte por
última vez, antes de que Thorne haga lo que sabe hacer tan
bien y se deshaga de ti.
—¿Dónde. Está. Ky? —siento los pulmones llenos de vidrio
molido, y el dolor punzante en las costillas es lo único que me
impide gritar.
—Oh, Fox, cariño, sé que todo debe ser confuso. Pero este ha
sido el plan todo el tiempo. —Cruza las piernas, vistiendo una
especie de traje pantalón de pierna ancha. Esta mujer parece
que debería estar en una sala de juntas, no en un almacén como
la asquerosa amante del abuso y rabiosa pederasta que es.
—Estabas muerta.
Mi madre suelta una pequeña carcajada. —Para el mundo
exterior, sí.
—¿Qué mierda está pasando? ¿Qué plan? ¿Dónde está Ky? —
No sé dónde mirar. Verla frente a mí me provoca arcadas y la
idea de que Thorne ocupe su lugar a su lado tan
obedientemente me parte el puto corazón en dos con un
cuchillo oxidado.
—Thorne se ha ganado esto.
—¿Ganado? —Mis sienes se sienten como si estuvieran
ardiendo—. ¿Por qué nadie me dice dónde está Ky? —Las
lágrimas han vuelto y fluyen por mis mejillas en silenciosos
ríos de angustia.
—Desde hace mucho tiempo viene demostrando que es digno
de esta tarea. Más recientemente, su lealtad ha sido realmente
admirable —el rostro que creí que no volvería a ver parece una
máscara mortuoria. La piel rezumando los terribles actos que
ha perpetrado durante tanto tiempo.
—¿Por qué hacer esto... por qué estoy aquí?
—Siempre fuiste la favorita de Andreas. Tu padre no ocultaba
que quería hacerte su heredera. Una cosita tan bonita, con
tantos pretendientes interesados en reclamar tu virginidad, y
el poder del apellido Noire.
No puedo evitar el escalofrío que me recorre la espalda al oírla
hablar de mi vida con tanta indiferencia. No hay más que
desdén mientras me observa.
—Pero tú... tú me ayudaste a escapar —tengo la boca tan
jodidamente seca, y la cabeza me martillea; me cuesta sacar las
palabras.
La mujer que tengo delante frunce los labios y me estudia
durante un largo segundo.
—Tal vez lo viste de esa manera. Pero lo que yo necesitaba era
que te fueras. Tú lo veías como una huida, mientras que yo lo
veía como un medio para quitarte de en medio hasta que
pudiera poner en marcha otros planes para librar a la Casa
Noire de Andreas. Mi supuesta muerte tuvo dos grandes
beneficios como resultado.
Se levanta y cruza hacia mí, rozándome la mejilla con una uña
de manicura perfecta. No quiero que me toque. Esta mujer es
una extraña. Un monstruo vil.
—Hay una razón por la que tu padre acabó descuartizado
mientras dormía. Necesitaba deshacerme de la cabeza del
linaje Noire, y entonces sería libre para eliminar el otro
irritante obstáculo en mi camino.
No hay nada en esta mujer que la conecte con los pocos
recuerdos que tengo. Entre las niñeras y el personal doméstico
que me crió, la veía a ella y a mi padre periódicamente, pero
todo era una farsa. Una mentira, mientras ella pasaba su
tiempo abusando de niños y comerciando con carne.
Desvío la mirada hacia Thorne. No se ha movido de su sitio, y
me abofetea la asquerosa idea de que tal vez siempre ha sido
de ella. Tal y como yo lo acusé, pero en su momento él me lo
negó a la cara. Tal vez no se cansó de él cuando él y su hermano
eran jóvenes, después de todo, sino que éste ha sido su plan
conjunto para hacerse cargo de la Casa Noire, juntos.
—Pero... me dejaste ir.
—¿Pensaste que te ayudé a escapar de tu padre? Claro que lo
hice. Pero sólo porque sabía que te vendería a uno de sus
amigos. Estaba haciendo planes con Miles Crane y yo no podía
permitirlo. ¿Tenerte todavía en el panorama? Bueno, toda la
herencia de la Casa Noire eventualmente fluiría hacia ti. Lo que
yo necesitaba era un medio para continuar mi estancia en la
sombra, al tiempo que conseguía por fin tomar lo que debería
haber sido mío desde el principio.
Se me revuelve el estómago cuando la punta de su uña se
hunde más debajo de mi barbilla.
—¿Quién quiere esperar a que el destino decida por él? Yo hice
mis propios planes. Te vendí a Thorne Calliano hace mucho
tiempo como una forma de asegurar que tu poder y el control
de la Casa Noire me serían entregados. Ahora que el consejo ha
sido testigo de tu inspección a manos de Iván, tenemos todo lo
que necesitamos de ti.
Vendida.
Esta perra me vendió a Thorne.
Mi voz es un eco hueco sobre el hormigón. —Vendiste a tu
propia hija.
—Sí. Te vendí a él —repite con un resoplido. Como si
necesitara que me explicaran las cosas como a un niño.
Después de todo, nunca iba a haber un futuro para mí más allá
de todo esto.
—La ceremonia de juramento...
Un movimiento despectivo de sus dedos me corta el hilo. —A
los ojos de los Anguis, ya has cedido tu poder y todos los
derechos sobre el legado Noire. La ceremonia nunca iba a
producirse. Todo lo que se necesitaba era que Iván completara
el ritual formal delante de suficientes testigos.
Se gira y cruza hacia Thorne. La maldita de mi madre se atreve
a pasarle una mano por el brazo.
Mis fosas nasales se dilatan al presenciar ese punto de contacto
entre ellos. Él inclina la cabeza para mirarla y es como si yo no
estuviera en la habitación.
Hay un impulso salvaje creciendo dentro de mí que quiere
aullar y arrojarme sobre él. Quiero hundirle los dedos en las
cuencas de los ojos con la fuerza de todas las mujeres de este
mundo a las que alguna vez ha jodido un hombre.
—Sé lo duro que ha sido, y has hecho muy bien en poner todo
esto en marcha por mí, cariño —sus uñas se arrastran por el
cuello de su camisa bajo el chaleco de antibalas que lleva
puesto—. Todas las pruebas valieron la pena, ¿ves? Tenía que
saber con certeza cuál era tu lealtad, y ahora tengo la
respuesta.
Cada parte de mi nublado cerebro me dice que mire hacia otro
lado. Que no vea la evidencia de que lo está tocando. Podría
cerrar los ojos, pero en lugar de eso, me torturo con cada
segundo que ella sigue teniendo su mano sobre él.
—¿Por qué no me mataste? —siento que me arde la piel bajo el
jersey roto y los vaqueros manchados de sangre—. ¿Querías
quitarme de en medio para heredar la Casa Noire? Deberías
haberme metido una bala hace años.
La mujer que ya ni siquiera reconozco ladea la cabeza. Me mira
como si fuera un corderito perdido. —Oh, créeme. Lo he
pensado, cariño. Pero es mucho más fácil para mi negocio
funcionar desde las sombras. Ser una mujer muerta hace las
cosas mucho más sencillas para seguir funcionando sin
problemas. Con tu poder y el legado de tu padre pasando a
Thorne, él será la cara perfecta de la Casa Noire para mí.
Esa familiar necesidad de vomitar se apodera de mí cada vez
que sigue mencionando que Thorne y ella están tan
íntimamente relacionados.
Estoy a punto de derrumbarme cuando una voz escalofriante
atraviesa la habitación.
—No si eres un jodido hombre muerto, Calliano.
Al oírlo, giro la cabeza en esa dirección y veo a un hombre de
pie, con las manos manchadas de carmesí y la pistola
apuntando directamente a Thorne.
Un hombre pintado con furia y precisión mortífera, armado
con un arma que podría utilizar mientras duerme.
Mi lobo.
Fox
—Sabes, algo no cuadraba —Raven mantiene el arma firme.
Mirando directamente a Thorne por el cañón.
—Cómo esos textos amenazantes llegaron hasta el mismo
teléfono que le diste a Fox. Toda la ceremonia de juramento.
Luego drogaron su bebida en el club, cuando fuiste tú quien se
la dio —Raven tiene una calma sobrenatural. La energía letal
que se desprende de él es aterradora de presenciar.
Me ahoga el alivio de que esté aquí, pero me asusta lo que esto
pueda significar para el hombre al que mi tonto y roto corazón
ama. El que actualmente está en la línea de una bala letal a
corta distancia de un hombre entrenado para acabar con vidas.
—Y luego la forma en que su rastreador dejó de funcionar de
repente... sin embargo, milagrosamente sabías dónde estaba
esta noche.
Thorne desplaza su peso para que su volumen proteja a la
mujer que quiero ver muerta y enterrada.
Me importa un carajo que sea de mi sangre.
Esa persona es una excusa enferma y retorcida de ser humano.
—Vaya, eres un jodido genio, Ven —le gruñe Thorne. Veo que
sus manos se flexionan alrededor de su propia pistola, pero
mantiene el cañón apuntando al hormigón bajo sus pies.
Estoy viendo el enfrentamiento entre dos de mis hombres
mientras Ky podría estar muerto por lo que sé, y esto se siente
como el momento en que finalmente me desmorono hecha
polvo.
Los torturados vientos de los Anguis pueden barrerme y
llevarme a cualquier tumba miserable a la que esté destinada,
porque si tengo que presenciar cómo Raven asesina a Thorne,
no sé si ninguno de los dos sobrevivirá a esa clase de
devastación.
—Esta idea no dejaba de rondarme la cabeza, así que volví a
revisar los registros históricos y los archivos de seguridad de la
Casa Noire. ¿Y sabes lo que encontré?
No me mira, pero sé que mi lobo lo dice por mí. O tal vez solo
está eligiendo joderme con el mismo salvajismo despiadado
con el que ya lo ha hecho Thorne Calliano.
—Cuando aún estaba ascendiendo, Thorne siempre estaba
destinado a una parte concreta de la mansión. Año tras jodido
año, sus archivos de seguridad muestran que siempre estaba
destinado directamente fuera, o cerca de una parte concreta
del ala.
Se me cierra la garganta.
—Esa ala pertenecía a la familia Noire. En particular, las
habitaciones pertenecientes a una joven llamada Foxglove
Noire.
Se me saltan las lágrimas y ruedan por mi cara en silencio.
—Has sido la obediente putita de Giana durante años, ¿verdad?
—mi lobo gruñe y apunta el arma entre Thorne y mi madre,
medio oculta tras él.
—¿Y qué pasa con eso, Ven?
—Dispárale ya, Thorne —la voz chillona de mi madre es
patética. ¿Cree que esto va a acabar con alguno de los dos con
vida? Raven es el asesino que los propios Anguis entrenaron
para eliminar objetivos como y cuando les plazca.
Ninguno de ellos tiene ninguna posibilidad contra él.
—Pensé que Fox querría saberlo —mi lobo entrecierra los
ojos—. Cuántos años había planeado su propia madre joderla.
Giana sisea.
Los ojos oscuros de Raven se entrecierran. —No entendía por
qué siempre estabas apostado fuera de sus habitaciones.
Entonces caí en la cuenta... ¿Estaba Thorne Calliano
protegiendo lo que era suyo? ¿Su hijo, tal vez?
Las ganas de vomitar me suben por la garganta, la sangre se me
escurre por la cara y tengo que morderme la lengua para no
gritar. Busco desesperadamente en el pétreo perfil de Thorne
el más leve atisbo de que pueda refutar la más horrible de las
posibilidades.
No podía ser eso. Thorne no haría... eso.
Nonono. Mi rostro se contorsiona mientras miro a Raven, que
sigue hablando en voz baja y con mesura.
—Pero justo cuando pensaba que eras el idiota más asqueroso
que había tenido la desgracia de conocer, descubrí algo más...
Hawke y tú estuvieron destinados en otro lugar por los Anguis
durante más de un año, en la época en que Giana se quedó
embarazada. Así que eso me llevó por un camino aún más
curioso. Para averiguar por qué carajo, todos esos años
después, elegirías involucrarte con el hijo de la mujer que había
sido tu abusadora durante demasiado tiempo.
No sé si es la enfermiza sensación de alivio que me invade o la
adrenalina, pero tiemblo de pies a cabeza.
—¿Qué podría haberte convertido en su obediente cachorrito?
El gran y poderoso Thorne Calliano, todo este tiempo, aún leal
al chiquillo psicótico que se esconde en las sombras.
—Que te jodan —Thorne escupe y levanta su arma, pero
apenas levanta el brazo, antes de que suenen dos agudos
estallidos. Las balas salen disparadas del arma que le apunta.
Un grito agudo me atraviesa los pulmones y me desplomo
hacia delante. Me doblo de dolor mientras veo a Thorne, mi
Thorne, desplomarse en el suelo, retorcido, lejos de mí y con el
hombro lleno de sangre. No puedo ver el segundo lugar en el
que ha recibido el impacto, pero mi instinto me dice que ha
sido fatal.
Raven Flannaghty no falla.
Mis inquietantes ruidos no son más que violentos sollozos,
mientras mi pecho se agita. Me revuelvo contra mis ataduras y
no sé si el dolor que parte mi cuerpo en dos procede de las
costillas rotas o del corazón destrozado que explota dentro de
mi caja torácica.
Ni siquiera puedo ver a través de las lágrimas calientes. Unas
uñas afiladas se clavan en mi cráneo y apenas tengo un
segundo de respiro antes de que me arrastren de los cabellos.
—No lo hagas. O acabaré con ella aquí y ahora —la madre que
creí conocer hace tantos años, tiene una pistola apretada bajo
mis costillas. Conduciendo el metal contra los restos rotos y
magullados de mi cuerpo.
Todo lo que puedo ver a través del borrón de lágrimas es un
contorno oscuro donde yace el cuerpo de Thorne. Está inmóvil
sobre el cemento. La sangre se acumula bajo su hombro.
Mi lobo tiene su arma dirigida hacia mí ahora.
Y su vista está fija en la mujer que usa mi cuerpo como escudo.
Su mirada oscura me consume. No hay remordimiento por lo
que ha hecho. Sólo pura venganza y odio comiéndoselo vivo.
—Así te deshaces de tu heredero elegido, Giana. No querrás ir
dañando la única oportunidad que te queda ahora de robar el
poder, ¿verdad?
—No sabes con lo que estás jugando, chico —me vuelve a tirar
bruscamente de la cabeza. Mis ojos apenas pueden enfocar
nada. Sólo quiero que alguien me entierre y ponga fin a esta
pesadilla.
—Fox es tu única oportunidad de robar el linaje Noire, ¿no? No
es hija de Andreas.
Parpadeo, segura de haberlo oído mal.
Detrás de mí, se oye una carcajada desquiciada. —Dios,
deberían haberte metido una bala en el cráneo cuando eras
niño. Me habría ahorrado un montón de jodidos problemas,
Flannaghty. No, Andreas y su podrida polla nunca fueron el
padre. En la Casa Noire fue bastante fácil encontrar para un
don nadie que pensó que podría tener una oportunidad de caer
en mi favor si me dejaba embarazada. Quienquiera que fuese
cumplió su propósito y me deshice de él hace mucho tiempo.
Dios mío.
Hay muchas posibilidades de que me desmaye. Con cada
momento de odio que se prolonga esta locura, la sangre que se
filtra del cuerpo de Thorne sigue acumulándose en el
hormigón.
—Andreas lo sabía, ¿verdad? —Raven mantiene el arma
apuntándonos directamente.
Las arañas se arrastran por mi piel.
—Ese idiota amenazó con matarme más veces de las que puedo
contar. Hice lo que tenía que hacer. Organicé mi propia muerte
antes de que sus viscosas manos tuvieran la oportunidad, y
luego conseguí mi propio dulce regreso justo en el momento
adecuado, una vez que todo estaba finalmente en su sitio.
—Sólo que ahora, ya no tienes a tu patético perro para
controlar, así que se acabó la treta Giana. Matas a Fox y todo
termina. Nunca más olerás ni una pizca del legado de la Casa
Noire.
Estamos enzarzados en un enfrentamiento que sólo puede
acabar con cadáveres en el suelo de este almacén.
—Sabes, te he perseguido durante mucho tiempo, Giana —la
cara de Raven es la muerte encarnada. Retribución y
venganza—. Aunque, no fue hasta hace poco que descubrí que
era a ti a quien estaba cazando.
Esta es la versión de él que no es más que un coleccionista de
almas, y no puedo culparlo por perder su humanidad en todo
esto. ¿Cómo podría, cuando ha sido torturado por los Anguis
durante tanto tiempo?
—Aparta esa pistola de mi cara o le pego un tiro —el metal se
clava con más fuerza en mis costillas, y suena otro crujido al
ceder más hueso destrozado. No puedo evitar una mueca de
dolor.
Raven se acerca más acechante, lo que hace que mi madre se
mueva para mantener la distancia entre nosotras. Continúa
sosteniéndome frente a ella.
—Mi hermana era con quien originalmente querías reemplazar
a Fox como heredera, ¿no? Antes de que se te ocurriera tu plan
de usar a Thorne.
La mujer a mi espalda suelta una fría carcajada.
—Ah, por supuesto. Qué poético. El hermano de Cara
Flannaghty viene a vengar a la puta muerta de su hermana.
Raven suelta una violenta maldición. Pero sus manos
permanecen firmes, el arma apuntándonos a ambas.
Estoy flotando fuera de mi cuerpo. Es como si ya no estuviera
aquí, y esto fuera un paisaje infernal sobre el que voy a la
deriva, viéndolo todo desarrollarse desde algún lugar cerca del
techo. Thorne se está desangrando y probablemente ya esté
muerto en el suelo. Mi madre nos hace retroceder hacia la
única puerta de esta húmeda habitación dentro de un almacén
vacío.
Mientras tanto, pierdo el control de la realidad.
Tal vez ya lo haya perdido y toda esta situación no sea más que
una retorcida conjuración de mi imaginación.
Pero entonces me vuelven a clavar la pistola contra las costillas
rotas y aprieto con agonía. El dolor me succiona mientras las
lágrimas siguen recorriendo mis mejillas en un silencioso
cortejo fúnebre.
—Ella sufrió por tu culpa. Y he estado esperando mucho
tiempo para mirar a los ojos al responsable —Raven está
enroscado y listo para atacar.
—Fue un desperdicio. Ella habría sido la perfecta para hacerse
cargo de la Casa Noire. Mejor que mi propia escoria patética —
su voz se desliza en mi oído—. Lo siento, cariño, pero Cara era
algo prometedor y ambiciosa que había coleccionado. Lástima
que no viera las cosas de la misma manera, así que tuve que
deshacerme de ella de alguna forma.
A pesar de que es la imagen de la calma mortal en la superficie,
lo veo. Hay tanto dolor en los ojos de mi lobo. Ha sufrido
durante años sin saber qué le pasó a su hermana. Y la mujer
cuya sangre llevo en mis venas no sólo fue su abusadora, sino
su asesina.
Merece su venganza.
—Sólo acaba con esto —susurro.
—No se atreverá a hacerte daño —suena tan segura, pero
conozco a Raven.
Ya le disparó a Thorne. Este hombre debería tener la
satisfacción de vengar a su hermana muerta. Ha esperado años
para esto.
—No pasa nada —trago saliva—. Si esto es lo único que puedo
darte, Raven, déjame compensarte por lo que les hicieron a ti y
a tu hermana.
Su labio superior se curva, sus dedos tatuados reajustan el
agarre de la pistola.
No hay manera de disparar a mi madre sin poner una bala en
mí.
—Por favor. Acaba con esto por todos nosotros —por favor.
Llévate todo este dolor. Le estoy pidiendo con los ojos que haga
lo que prometió que siempre haría por mí si se lo pedía.
Sé que lo ve.
Tiene un tic en la mandíbula mientras acerca el arma a su línea
de visión.
—Está muerta, Flannaghty. Le meteré una bala a esta perra.
Yo...
Un destello cegador y un intenso dolor estallan junto a mi
oreja. No hay más que calor y una agonía inmovilizadora que se
apodera de todo un lado de mi cuerpo. Mis rodillas chocan
contra el hormigón con la fuerza que viene de atrás. Un peso
muerto me derriba mientras el cuerpo de mi madre se
desploma sobre el mío.
Mi cabeza choca contra el suelo de cemento mientras nuestros
cuerpos se desploman juntos. Un río de sangre caliente y
espesa me salpica por un lado de la cara y por todo el cuello.
Tengo la sensación de que se me ha dormido todo el lado
izquierdo. Espero que la última bocanada de aire abandone mis
pulmones en cualquier momento.
Seguramente será ahora cuando ocurra. Ese momento en el
que la vida te abandona oficialmente una fracción de segundo
después de recibir el golpe.
Espero y espero ese momento. El momento en que flotaré en
un viento frío, y todo este dolor mortal quedará atrás.
Mi cuerpo es zarandeado. Unas manos me agarran y arrastran
mi cuerpo inerte por el suelo hasta sacarlo de debajo de la
mujer muerta, de cuyo cráneo mana sangre por el agujero de
bala.
La parte posterior de su cráneo.
Le dispararon por detrás.
El metal repiquetea en el hormigón detrás de mí cuando me
liberan las muñecas, luego me envuelven en una cálida caricia
y, en algún lugar lejano, oigo el eco de mi nombre.
Un zumbido me llena los oídos. Un rostro se agita ante mí y veo
una boca que se mueve. Es la cara de un hombre. Repite mi
nombre, pero no puedo concentrarme. Sólo quiero dormir. La
pesadez me tira de los párpados e intenta hundirme.
Las palabras inundan mi conciencia como un sordo rugido del
océano. —Hermosa, mírame. —Un cálido toque me aparta de la
cara el cabello empapado en sangre. ¿Es mi sangre?
—Se acabó. Estás a salvo... te tengo.
El hombre que me sostiene y me acuna es exactamente igual a
Thorne.
Pero sé que no es él.
Mi corazón yace muerto en el suelo con él en la esquina de este
miserable almacén.
—Foxglove. Bebé, háblame.
Levanto una mano temblorosa y le toco la cara. Busco la
pequeña cicatriz junto a su ojo que sé que va a estar ahí. Sé
exactamente lo que encontraré bajo mis dedos cuando toque la
cara idéntica de su hermano.
Presionando contra la piel, intento alisar el lugar donde sé que
debe estar esa pequeña imperfección. Aunque lo único que
encuentro son los familiares pliegues que bordean esos ojos
azul celeste en los que podría ahogarme.
—Estoy aquí. Estoy aquí, bebé. Soy yo.
Mi cabeza se inclina hacia un lado para mirar el cuerpo tendido
en el suelo y veo a mi lobo encorvado. Parece que está
prestando primeros auxilios, pero debe de ser mi confuso
cerebro, que me hace ver cosas con los ojos.
Raven no perdería el tiempo con un cadáver.
—Estás muerto —siento los labios agrietados. Me duelen todos
los huesos. Los restos destrozados de mi corazón vuelan en
pedazos como los cuerpos que me rodean.
El hombre que me sujeta hace un ruido ronco que conozco tan
bien. Parece tan injusto que incluso en este estado, esa suave
risa sea lo que recuerdo. Cómo emitía ese sonido, pero
escondía la sonrisa como un secreto, apenas dejaba que le
rozara los labios. Es tan vívido; la sensación se extiende por mi
cuerpo con una suave vibración de calor mientras me estrecha
contra su pecho.
—Hoy no —oigo esa voz profunda que suena exactamente
como él.
Todo esto es demasiado.
—Necesitamos a Doc, ahora —hay gritos y movimiento,
aunque no puedo concentrarme en nada.
Mi cuerpo sucumbe a la conmoción, y a demasiados golpes en
la cabeza, y mientras me deslizo en esa sombría caverna de la
nada, donde ya no sé lo que es la realidad. Rezo para que haya
alguna versión de esta atormentada escena en la que mis tres
hombres hayan sobrevivido.
Porque si no es así, no quiero despertarme.
Fox
Cuando despierto sola en la cama, lo primero que temo es
seguir atrapada en aquel almacén. El olor a sangre, moho y
muerte se aferra a mi nariz.
Al abrir los ojos, sin embargo, lo primero que encuentro es la
imponente figura de Raven custodiándome.
Mi protector está sentado a mi lado en una silla, vigilando
desde detrás de unos ojos hundidos.
No dice nada, pero me ayuda a levantarme de la cama tras
comprobar que estoy despierta. Con cuidado y diligencia, me
examina las costillas vendadas y luego me da analgésicos con
un vaso de agua. Alguien ya me había vestido con una de sus
camisetas y unos pantalones cortos de dormir mientras estaba
desmayado. Mi piel parece limpia, ya no es un amasijo
manchado de sangre.
Sospecho que también ha sido cosa de mi lobo.
Ahora, tiene mi mano apretada, encerrada bajo su palma y sus
dedos entintados, conduciéndome a la gran zona de cubierta
con vistas al bosque. Comprendiendo en silencio que necesito
ver con mis propios ojos cualquier crueldad que este día haya
decidido ofrecer.
Camino descalza por la casa, dejando que él me guíe y me
proteja de cualquier realidad grotesca que pueda esperarme.
Todo está en silencio, pero desde anoche noto un trasiego
constante de idas y venidas. Voces y murmullos junto a mi
cama mientras entraba y salía de pesadillas.
En cuanto el aire fresco de la mañana me da en la cara, rompo a
llorar inmediatamente.
Mi vikingo está sentado aquí, rodeado por la niebla gris del
amanecer. Está muy maltrecho, con el brazo derecho en
cabestrillo y una franja de moratones, cortes e hinchazón a lo
largo de la cara y el pecho desnudo. El lado que se llevó la peor
parte del impacto cuando nos sacaron de la carretera.
—Oh, Dios. Oh, Dios, estás vivo —no hay nada que pueda
impedirme ir hacia él. Y Raven me deja, permitiendo que mis
dedos se deslicen entre los suyos.
—Ten cuidado conmigo, nena —hace un gesto de dolor con
una sonrisa. Tiene una fisura en el labio, y me doy cuenta de
que está confuso por el dolor—. Nunca me había alegrado tanto
de ver tu preciosa cara.
Lo único que quiero es lanzarme sobre él, pero tengo que
contentarme con acariciarle la frente y le doy un suave beso en
la mandíbula, buscando un lugar que parezca libre de daños.
—¿Estás bien? —me echo hacia atrás, y mis cejas se arrugan
cuando su estado se hace más evidente de cerca.
—Gracias a estos dos idiotas, soy jodidamente fantástico —
utiliza la mano que no tiene inmovilizada para rozarme los
labios con el pulgar. Se me cierran los párpados de lo divino
que es ese minúsculo punto de contacto. El deslizamiento de la
yema de su pulgar sobre mi boca envuelve el cielo. Podría
extender la mano y tocar el mismísimo cielo, sintiéndolo cálido
y seguro ante mí.
—Lo siento mucho —es todo lo que puedo decir. Es una
palabra tan patéticamente pequeña frente a todo esto. Todo lo
que han pasado es por mi culpa. Por mi familia.
—Foxglove, no tienes nada que lamentar —unas cálidas
palmas se deslizan por mis brazos, y me estremezco un poco,
sintiendo la presencia de Thorne a mi espalda.
No era un sueño.
Thorne. Está vivo.
Me enderezo, me giro y lo contemplo. Lleva una de esas suaves
camisetas de manga larga y chándal, y cuando mi mirada se
inclina hacia arriba para encontrarse con sus ojos azules.
Inmediatamente, me tiembla el labio inferior.
—Eh... shh... está bien —sus fuertes brazos me tiran contra su
pecho, asegurándose de evitar cuidadosamente mis costillas,
rodeándome con su olor y su fuerza y el constante latido de su
corazón.
—Estabas muerto. ¿Me estoy volviendo loca? Nada tiene
sentido —hablo en su pecho.
La forma en que me frota con lentos deslizamientos por la
columna me está drogando. Mis dedos se aferran al suave
algodón de su camiseta.
—Es complicado de explicar. ¿Estás segura de que quieres
entrar en todo eso ahora?
Asiento contra su camisa, aspirando profundamente su aroma.
Su calidez es como un milagro sin el que creía que iba a tener
que luchar para siempre.
—Por favor. Cuéntamelo todo. No más secretos.
Hace un ruido y se tensa un poco.
—Está bien, Thorne. Es hora de que lo cuentes todo —la voz de
Ky llega desde donde sigue sentado.
Respira con calma.
—El plan siempre había sido trabajar para conseguir que se
grabaran las confesiones de Giana. Ella quería la herencia Noire
y hacerse con el control más que nada. Hawke y yo
necesitábamos la grabación para poder mostrársela al consejo
de los Anguis. Era la única forma de que vieran por fin lo que
ha estado ocurriendo bajo sus narices durante años.
—Los Anguis han hecho la vista gorda durante demasiado
tiempo, y necesitábamos pruebas no sólo de que Giana seguía
viva, sino de que había estado orquestando mierda durante
años desde las sombras. Pero fue necesario el encanto de
capturarte para que finalmente saliera de su escondite el
tiempo suficiente para que pudiéramos atacar.
—¿A mí? —mi nebuloso cerebro tarda en asimilar sus palabras.
—Ha estado violentamente celosa de ti durante años, y verte
desfilar como la heredera de la Casa Noire, y con nosotros, fue
lo que finalmente la hizo estallar. Si no fuera por ti, nunca
habríamos podido conseguir las imágenes que necesitábamos.
Thorne retrocede un poco y me coge las mejillas con ambas
manos. Me estudia.
—¿La emboscada? —mis ojos se desvían hacia mi maltrecho
Vikingo. Dios, nos podrían haber matado a los dos.
Ky hace un gesto de dolor e inclina la cabeza hacia atrás. —Sí,
me hubiera venido bien que Giana no fuera una psicópata y se
hubiera lanzado a por todas con un plan casi de asesinato.
—Había muchas cosas fuera de mi control. No podía hacer
mucho para intentar orquestar los acontecimientos desde
dentro... lamentablemente había muchas cosas que no tenía
forma de saber que se desarrollarían como lo hicieron. Nadie
estaba más aterrorizado que yo cuando descubrí que planeaba
tenderles una emboscada a Ky y a ti. Sabía que necesitaba
mantenerte con vida.. —Se le quiebra la voz y oigo todas las
capas de significado que hay detrás de esas palabras sin
terminar. Thorne realmente no sabía si había perdido a Ky
para siempre anoche.
—¿Sabías lo de la droga? ¿Las amenazas enviadas a mi
teléfono? —mi cuerpo empieza a balancearse un poco.
—Sí —se aclara la garganta—. Eran pruebas de lealtad de
Giana. Ella sin cesar quería pruebas de que yo era lo
suficientemente digno de confianza.
El sentimiento de culpa se apodera de él mientras acuna mi
cuerpo con tanta reverencia que me duele el corazón
magullado y maltrecho.
—Pedirte perdón es demasiado, Foxglove. Es más de lo que
podría esperar pedirte que me perdones por las cosas que tuve
que hacer, las cosas que tuve que soportar y permitir que Giana
manipulara y dictara y me ordenara que te hiciera, sólo para
poder estar lo suficientemente cerca de ella para el momento
en que pudiéramos acabar con todo.
Le devuelvo la mirada y veo el tormento que se dibuja en las
comisuras de sus ojos. Me abraza con tanto cuidado que solo
puedo pensar en lo que dijo Raven anoche.
—¿Estuviste trabajando para ella? ¿Todos esos años?
Hay un tic en la comisura de su fuerte mandíbula. Reflexiona
sobre sus palabras durante un largo instante y no sé si podré
soportar que saque a relucir más secretos bajo esta luz
brumosa.
Pero tengo que saberlo.
—Cuando tenía unos quince años y empezaba a ascender en los
equipos de seguridad de los Anguis, descubrí que el monstruo;
la persona que casi nos había destruido a Hawke y a mí, tenía
una hija. Su propia hija vivía en la mansión, escondida.
Acababas de cumplir cinco años, y estabas alcanzando la edad
de tantas otras víctimas que Giana y tu padre habían elegido.
Su ceño se arruga, una expresión de dolor nubla sus ojos.
—Lo admito, al principio, solicité esas estaciones para vigilarte
por despecho. Era joven y estaba jodido después de todo lo que
había pasado... No estoy orgulloso de ello, pero estaba muy
enfadado con todos y con todo y decidido a quemar la Casa
Noire hasta los cimientos. No me importaba si me llevaba por
delante a toda tu familia.
Ky se remueve en el asiento que está ocupando, y ve la lucha
que Thorne está teniendo para que sus palabras salgan bien. —
No podía dejar que te hiciera lo que le había hecho a tantos
otros antes. —Dice mi vikingo.
El rostro de Thorne se suaviza al mirar al hombre al que
también ha amado y protegido durante tanto tiempo, y luego
vuelve a centrarse en mí. —Por eso me quedé lo más cerca
posible. Por eso pedí que me apostaran fuera de tus
habitaciones. Hice todo lo que pude para asegurarme de que
estuvieras a salvo, incluso después de que crecieras y
escaparas. Aunque no pudiera estar en la ciudad, me aseguré
de que estuvieras vigilada por mis equipos de seguridad
mientras empezabas tu nueva vida. Giana te acechó y se
obsesionó con formas de manipularte durante años. Algunas de
las cosas horribles que tuve que hacer una vez que te
capturamos fueron sus locas pruebas de lealtad, a las que tuve
que someterme para sacarla de su escondite, y no puedo ni
contarte el sentimiento de culpa por tener que pasar por todo
eso. Pero tienes que saber que nunca fue por ella; todo fue por
ti, Foxglove. Todo ha sido por ti.
Se me escapa un ruido estrangulado. Se me saltan las lágrimas
y gotean por las mejillas, y Thorne utiliza los pulgares para
barrer la humedad con más ternura de la que jamás hubiera
imaginado posible.
—Siempre velaré por ti, Foxglove Noire. Llevas en mi sangre
más tiempo del que puedo recordar. Incluso cuando intenté
decirme que no era cierto... incluso cuando intenté
convencerme de que no me importabas —sus ojos azules
mantienen los míos en trance, y tengo un nudo en la garganta
que se ha alojado allí.
Su mandíbula trabaja mientras me mantiene firme. Mis dedos
se agarran con fuerza a la tela de su camiseta para mantener la
cordura. —No hay muchas cosas de las que me enorgullezca en
esta vida, pero saber que pude protegerte y salvar a Ky del
peor destino posible ha sido mi misión desde que tengo
memoria. —Es el único momento en que su mirada se aparta
de la mía, cuando esos ojos azules se desvían hacia donde está
sentado Ky durante una fracción de segundo, y luego vuelven a
clavarse en mí.
—Siempre estuviste ahí —murmuro. Me siento mareada.
—Un idiota guardando secretos sin fin, oculto en las sombras
—su ceño se frunce mientras una oscuridad lo invade por un
momento.
La parte de su camiseta a la que me aferro cubre el tatuaje que
le hice. Donde este hombre me dejó para siempre impresa en
su piel.
—Quería algo mejor para ti... mejor que cualquier cosa que
pudiera darte, en cualquier caso. Tal vez, originalmente, quería
que me odiaras. Gran parte de mi pasado fue jodido más allá de
toda medida. Pero entonces... una vez que finalmente estuviste
aquí con nosotros... Dios, ¿de cuántas maneras puedo decirte
que me equivoqué? Siento no ser un hombre mejor para ti,
Foxglove. Es imposible cambiar quién soy, o el pasado que me
hizo, pero siempre voy a intentar hacerlo lo mejor que pueda...
por todos nosotros.
Estoy tan enamorada de él. Todo me duele por la forma tan
sincera en que me mantiene segura con sus palabras y su
mirada.
—Nada de esto trae de vuelta a Cara, y no cambia lo que nos
pasó a mi hermano y a mí, pero... pero es algo.
Oh, Dios. Su hermano.
—Hawke... Él está.. —apenas me atrevo a pronunciar las
palabras.
—Él va a estar bien. El idiota nunca me va a dejar olvidar que
recibió dos balas por mí, eso sí.
—Creí que eras tú —una opresión me presiona el pecho—. Olía
como tú... estaba tan segura.. —la emoción se apodera de mí y
los recuerdos de la noche anterior me envuelven y amenazan
con arrastrarme al suelo.
—Llevaba mi ropa puesta; no queríamos correr riesgos.
Se me cierran los ojos. —De verdad creía que te habías ido. —
Aprieto los puños con más fuerza.
—A Giana siempre le costó diferenciar entre nosotros dos.
Cuando decidió finalmente ir a por ti anoche, fue fácil que
Hawke interviniera y se hiciera pasar por mí.
—Pero... ¿por qué? —Ya es bastante malo estar conmocionada,
pero con todas estas revelaciones, mi magullado cerebro lucha
por comprenderlo todo.
—Esa fue la decisión de Ven. Una vez que se dio cuenta de lo
que realmente estaba pasando antes de que cualquiera de
nosotros llegara al almacén, casi nos dispara a los dos en el
acto antes de llegar a ti y a Ky.
Abro los párpados y miro a mi lobo, que está de brazos
cruzados, escuchando en silencio.
Su mandíbula se flexiona. —Necesitaba un blanco limpio.
Usando a Hawke en la habitación contigo, sabía que podía dar
en el punto correcto para herirlo, pero no matarlo.
—Dios mío. ¿Así que lo supiste todo el tiempo?
Ky grita desde detrás de mí. —Baby, admítelo, no pudiste
haberle disparado a Thorne. Pero sabiendo que fue Hawke...
—No vayas a leer nada entre líneas —gruñe, cortándole el
paso.
Ky suelta una risita y luego tose mientras gime de dolor.
—¿Qué pasa ahora? —Esto seguramente no puede ser. El
mundo de los Anguis sigue siendo un lío retorcido, y nosotros
estamos para siempre enredados en la tela de araña de
pertenecer a esta locura.
Thorne se aclara la garganta. —Hawke y yo llevaremos al
consejo las pruebas de las redes de tráfico que orquestaba
Giana, sus confesiones de haber intentado matar a su propia
hija, además de los vínculos con la muerte de Cara Flannaghty.
Hay demasiadas cosas a nuestro alcance como para que los
Anguis las ignoren, sobre todo si garantizamos sacar a la luz lo
que ha estado ocurriendo en Port Macabre durante décadas.
A nuestro alrededor, la niebla cubre el bosque y el coro de aves
del amanecer flota en el aire. Hay un potente silencio entre
nosotros cuatro.
Porque todos saben lo que quiero decir.
Lo que preguntaba de verdad.
¿Qué pasa ahora... con nosotros?
Las grandes palmas de Thorne patinan sobre mis hombros y la
energía de Raven se eriza cerca de mí. Ky aparece a mi otro
lado, cojeando y con el cabestrillo apretándole el brazo contra
el pecho.
Inmediatamente busco los ojos de Thorne, mientras mi pulso
empieza a acelerarse.
—La Casa Noire, el linaje, la herencia de la Casa: todo te
pertenece. Tienes plena autoridad para hacer con ella lo que
quieras y como te parezca. Pero este mundo no es lo bastante
bueno para ti; es crudo y sanguinario, y aunque hayamos
eliminado a los peores, los Anguis siempre serán como son.
Todos están sedientos de poder, y eso acaba por manipularlo
todo.
Thorne hace una pausa, traga saliva y veo que su expresión se
tensa.
—Hemos organizado el jet, y tienes un nuevo apartamento
esperándote, junto con un completo equipo de seguridad que
te vigilará las veinticuatro horas del día. Puedes supervisar la
Casa Noire desde lejos, o elegir no tener nada que ver en
absoluto y nosotros nos ocuparemos de los Anguis por ti.
Se me corta la respiración. ¿Qué está diciendo?
Thorne deja caer su frente contra la mía con una fuerte
exhalación. —Te hemos utilizado. Soy un pedazo de mierda
que inició todo este curso de acontecimientos sólo pensando
en una forma de vengarse de Giana. Pero nunca quise que te
hicieran daño. Una parte de mí se enamoró de ti hace mucho
tiempo. No sé exactamente cuándo ocurrió, pero un día me di
cuenta de que la mujer que había estado guardando en secreto
estaba tan metida en mis huesos que me destrozaba
físicamente pensar en separarme de ti. He sido maldecido para
amarte desde lejos; tal vez eso es todo de lo que soy digno
porque ciertamente no merezco a alguien tan amable, generosa
y cariñosa como tú, Foxglove.
Estoy sollozando. Me sale un ruido desesperado, aunque todo
esto me ha dejado sin palabras. Esta versión apasionada y
poética de Thorne Calliano me ha arrastrado mar adentro y me
ha dejado luchando por mantener la cabeza fuera del agua.
Me ama.
Él me ama.
Y aun así, este estúpido y maravilloso hombre me dice que está
dispuesto a dejarme ir.
Giro la cabeza hacia Ky, que me observa con ojos apenados. Los
claros más profundos del bosque me saludan cuando
encuentro su mirada.
—¿Me dejarías ir? —resoplo.
Ky acorta la distancia que nos separa y me rodea la nuca con la
mano. —Nena, lo único que quiero es que seas feliz, y el amor
no consiste en ser egoísta. ¿Me pides eso? ¿Qué te deje ir? Casi
me mataría, pero si es lo que necesitas...
Su voz se entrecorta. Veo que se muerde el labio un momento y
sus dedos se flexionan contra mi nuca.
—Joder, te lo estaba diciendo, justo antes de que todo se fuera
a la mierda anoche. Fox, eres mi maldito amanecer. Eres ese
amanecer a punto de abrirse paso sobre el horizonte por allá
—señala con la cabeza el bosque que hay más allá del final de
la tarima de madera.
—No me importa qué etiqueta quieras ponerle, o si no quieres
ninguna... pero la única mierda que me importa es cada día
empezar contigo en mis brazos y que por la noche saber que
estás acurrucada a mi lado.
Mira a Thorne y a Raven, y luego vuelve a mirarme a mí. —
Amarte es lo más natural que he hecho nunca, nena. Y de
alguna manera, en medio de esta locura, he tenido la bendición
de amar también a estos dos imbéciles.
Se me escapa un sollozo y una pequeña carcajada al mismo
tiempo.
—Te amo con todo lo que puedo dar. Pero si eso significa
amarte lo suficiente como para permitirte encontrar la
felicidad, no importa cómo sea, tengo que respetar tu decisión.
—Ky me da un ligero beso en la sien y yo reprimo un suave
gemido cuando sus cálidos labios presionan mi piel.
La emoción me inunda; oír de él esas palabras de amor es el
bálsamo que cura mi alma fracturada.
Apartándome de Ky, miro a mi lobo. Quien, a través de todo
esto, se ha mantenido al margen, observando en silencio. Las
paredes guardan cada parte de su expresión como una maldita
fortaleza. Todo mientras yo soy un completo y absoluto
desastre emocional a punto de derrumbarme en un montón de
temblores.
—¿Y tú, lobito? —tuerzo los labios y, a través de las pestañas
parpadeantes, miro hacia él, con los ojos hinchados por las
lágrimas que no puedo dejar de derramar.
Raven centra su atención en mí, recorriendo mi cuerpo con la
mirada, dejándome la piel de gallina. Aprieta los dientes y la
plata de sus anillos refleja la niebla que se adhiere a los altos
árboles que nos rodean.
—¿Estarías contento con eso? ¿Me dejarías ir? —pregunto.
Se lanza hacia mí y me agarra la barbilla con un gruñido. —Te
subes a ese jet o te vas de aquí, y que sepas esto... te voy a
perseguir el resto de tus días, joder.
Me estremezco ante la posesividad de sus palabras.
Ahogándome más y más en el pozo del amor por él de lo que
jamás hubiera creído posible.
—Te. Voy. A. Perseguir. Joder —se cierne sobre mí. Unos ojos
imposiblemente oscuros se arremolinan con la severidad de
esa amenaza. Una promesa mortal.
Mis ojos rebotan entre las tres poderosas figuras, todas
aferradas a mí.
Estoy en la encrucijada de mi vida, desnuda y desollada por lo
profundo que he abierto mi corazón a estos hombres.
Mis monstruos.
Este es el punto en el que fácilmente podría alejarme de ellos, y
de los Anguis, y del jodido mundo de mi linaje. Podría empezar
de nuevo, ahora que las amenazas a mi vida han sido
eliminadas para siempre.
Me relamo los labios. Intento recoger las palabras que siguen
escurriéndose entre mis dedos como arena.
Con la respiración agitada, me encuentro primero con la
mirada acerada de Thorne.
—Dices que sólo quieres que sea feliz, y que quieres que tome
una decisión que me beneficie, pero ¿realmente te has parado a
pensar qué podría hacerme feliz?
Al girar la barbilla, mis ojos buscan a Ky, que se cierne cerca,
con una expresión que no puedo leer.
—Puede que lo que me traiga la felicidad esté justo delante de
mí... Mi elección entra en esto y sé que puede sonar
completamente jodido, pero nunca he sido más feliz que con
todos ustedes... Nunca he tenido una familia. Nunca he tenido a
nadie que se preocupara por mí —mis palabras salen
apresuradamente—. Y aunque entiendo que me están dando la
oportunidad de alejarme, valoro eso, sincera y honestamente,
de verdad, de lo que no se han dado cuenta es de cómo mi vida
sería una completa y absoluta miseria si esa fuera la dirección
en la que mi cabeza decidiera llevarme.
Con mariposas en el estómago, me giro ahora para mirar a
Raven.
—Porque mi corazón ya sabe qué decisión quiere tomar.
Mordisqueándome el labio inferior, agradezco que me dejen
espacio para seguir hablando.
—Me asusta mucho lo que siento por todos ustedes. Nunca se
me pasó por la cabeza que encontraría a alguien a quien amar
abiertamente y a quien dar pedazos de mi corazón fracturado,
y sin embargo me robaron tres trozos y no me juzgaron por el
maltrecho estado en que encontraron esos fragmentos. Se
colaron y reclamaron lo roto que latía en mi pecho y ahora por
fin tiene un hogar donde esos fragmentos han empezado a
entretejerse de nuevo.
»Pero, aunque me asusta, no me asusta amarlos, esa parte me
resulta fácil. Lo que me aterra es la idea de que les pase algo a
alguno de ustedes. Esa es la parte con la que tendré que
aprender a vivir si me enseñan cómo. Si me sostienen en los
días en los que no soy fuerte y me soportan en los momentos
en los que siento que me derrumbo. Prometo hacer siempre lo
mismo por todos ustedes.
Ky me pasa el pulgar por las mejillas, recogiendo las lágrimas
que han brotado y se han derramado. Thorne me sostiene la
palma de la mano contra el corazón, estudiándome con anhelo
y como un espejo de mi propia inquietud. La enormidad de este
momento y de cómo se está desarrollando finalmente.
—Soy suya. Tanto como ustedes son el uno del otro. Y hacernos
felices los unos a los otros es el mayor regalo que podría pedir;
es aterrador y vasto y se siente abrumador, pero no podría
respirar dejándolos.
Mirando entre todos ellos, busco mi lobo con la mano libre y
engancho mi meñique con el suyo. Deseando tocarlo de alguna
manera y esperando con un latido frenético de mi corazón que
no vaya a huir de esta confesión que parece que no puedo
evitar que salga a borbotones.
—Entonces no... no te vayas nunca, joder —Raven me mira a
los ojos, y es como mirar a un barranco sin fondo.
Me muerdo el labio inferior con los dientes mientras mis
lágrimas de felicidad se agolpan en la garganta y un suave
ruido burbujea. Asiento con la cabeza y me dejo envolver por
los tres todo lo que podemos, gracias a las heridas que tanto Ky
como yo tenemos.
— he querido decir esto durante tanto tiempo. Me encanta la
forma tan tierna en que se preparan café y cómo cocinan
huevos revueltos por la mañana. Me encanta que no tengan ni
un solo televisor en este lugar. Me encanta lo mucho que se
preocupan el uno por el otro y quiero... no, necesito que
entiendan que ver que se hacen felices el uno al otro hace que
mi corazón quiera salirse de mi pecho.
Aprieto los labios contra la palma de Ky y lo miro a través de
mis pestañas llorosas. —Me encanta tu estúpida cara de guapo
y tus ridículos mensajes. Prometo que nunca te dejaré en visto,
si prometes seguir haciéndome reír cada día.
—Lo que quieras, nena. Tienes mi corazón, y cada maldita
parte de mi alma es tuya —presiona sus labios contra los míos,
y las mariposas se arremolinan y flotan más alto con su
contacto—. Te amo. Tanto, joder. —su susurro contra mi boca
es lo más divino.
—Y mi amor por ti, incluye tu amor por Thorne y Raven. No
necesitas dudar de eso ni por un segundo.
Vuelve a rozar mis labios con los suyos y asiente. —Lo mismo
digo, pequeña Fox.
En lo más profundo de mi ser, los pedazos de mi corazón
suspiran de satisfacción. Me vuelvo hacia mi lobo y me arriesgo
a entrelazar nuestros dedos, y él me deja. Mi temblorosa
inhalación le arranca un pequeño ruido sordo mientras me
devuelve la mirada.
—No tienes que.. —Empieza a hablar, pero joder, no. No le voy
a dejar escapar con miradas y emociones no expresadas. Hoy
no. No después de todo lo que hemos pasado.
—No —sacudo un poco la cabeza—. Has reventado la presa de
par en par, así que tú también puedes oírlo. Me encanta que me
aterrorices, porque cuando estoy contigo es imposible que no
me sienta viva. Me has hecho adicta, y si crees que puedo
siquiera considerar alejarme de ti, entonces lo siento, pero
estás atascado con mi mierda. Buena suerte deshaciéndote de
mi pegajoso culo, porque querré sentarme a medianoche y
limpiar tus cortes por ti, y estaré preocupada por ti cada vez
que no estés aquí, te guste o no.
Le tiemblan las comisuras de los labios y se le marcan arrugas
en los ojos. Me miran como diamantes ennegrecidos mientras
se inclina hacia mí hasta que respiramos el mismo aire.
—No sé cómo hacer nada de esto... con ninguno de ustedes.
Pero dame tiempo para aprender —dice sinceramente, y me
derrito ante la profundidad del cariño que hay detrás de sus
palabras—. Y si te sirve de algo, ¿este jodido desastre que has
dejado dentro de mi pecho? Es tuyo. Esto de aquí es tuyo. —me
pellizca el labio inferior mientras desliza mi mano sobre el
punto que hay sobre su corazón y me aprieta la mano al ritmo
de los latidos.
Una exhalación temblorosa sale de mis labios al saber lo que
viene a continuación. La persona a la que no he podido mirar
en todo este confesionario de lloriqueos que he estado
compartiendo.
Al levantar la mirada, Thorne está ahí. Fuerte, sólido y
resistente.
Mi lugar seguro para aterrizar, incluso cuando no tenía ni idea
de que estaba allí.
—Thorne... —Dudo. Vuelven a brotar lágrimas, pero son de
pura felicidad y mil emociones brillantes a las que no puedo
poner nombre.
—Bebé, lo sé —su voz resuena a través de mí—. Si me das
todos los días futuros juntos en los que podamos encontrar
formas de decirnos, de mostrarnos amor, entonces eso es todo
lo que me importa.
—Pero quiero decírtelo —resoplo.
Se ríe entre dientes y me levanta la barbilla, baja la cabeza
hasta encontrarse con la mía y se cierne sobre mis labios. —
Entonces dímelo.
Mientras dice esas palabras, aprieta su boca contra la mía y
siento cómo fluyen de él todos esos años de amor. Es hipnótico,
hechizante y totalmente cautivador.
Tanto que estoy segura de que tengo corazones
arremolinándose en el lugar donde deberían estar mis ojos
cuando él retrocede.
—Te amo, Thorne. Me encanta lo grande que es tu corazón, y
no puedo esperar a pasar una vida amándolos a todos.
Me devuelve la sonrisa más infantil, y mis rodillas están a
punto de desmoronarse.
—Una vida amándote es más de lo que jamás esperé. Pero soy
un imbécil, y lo aceptaré. Eres mía, y nuestra, Foxglove, y te
amo infinitamente.
Mientras me lleno de mis tres hombres, una cosa que sé con
certeza es que cada uno de ellos representa mi hogar, mis
hombres que, individualmente y juntos, significan más para mí
de lo que cualquier lugar o sitio podría significar jamás.
Envuelta en ese momento, me acomodo en la decisión más fácil
que he tenido que tomar nunca. Una que brilla cálida y
luminosa dentro de mi pecho con todas las posibilidades de
futuro.
Ya no quiero ser una Noire.
Elijo ser de ellos.
Fox
AMENAZA
¿Qué llevas puesto, nena?
Estamos volviendo.
La radiografía de mi hombro ha salido bien. Según el doctor me
he curado perfectamente.
Le dije “Por supuesto” que sí. Tengo una enfermera sexy como el
infierno, llamada Fox *guiño guiño*
Sé que podría esperar y decírtelo cara a cara, pero dijiste que
querías saber los resultados enseguida...