Oscar Wilde - El Abanico de Lady Windermere
Oscar Wilde - El Abanico de Lady Windermere
Oscar Wilde - El Abanico de Lady Windermere
Oscar Wilde
textos.info
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Texto núm. 304
Edita textos.info
Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
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Comedia en torno a una mujer buena
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Personajes
LORD WINDERMERE.
LORD DARLINGTON.
LORD AUGUSTO LORTON.
MISTER DUMBY.
MISTER CECILIO GRAHAM.
MISTER HOPPER.
PARKER, mayordomo.
LADY WINDERMERE.
DUQUESA DE BERWICK.
LADY AGATA CARLISLE.
LADY PLYMDALE.
LADY STUTFIELD.
LADY JEDBURGH.
MISTRESS COWPER-COWPER.
MISTRESS ERLYNNE.
ROSALIA, doncella.
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Acto Primero
Gabinete de confianza en la casa de lord Windermere, en Carlton. Puertas
en el centro y a la derecha. Mesa de despacho, con libros y papeles, a la
derecha. Sofá, con mesita de té, a la izquierda. Puerta balcón, que se abre
sobre la terraza, a la izquierda. Mesa, a la derecha.
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está sobre la mesa.) ¡Qué maravilloso abanico! ¿Puedo examinarlo?
LADY WINDERMERE.— Póngalo aquí, Parker. Así está bien. (Sécase las
manos con un pañuelo, va hacia la mesita de té a la izquierda y se sienta.)
¿Quiere usted sentarse, lord Darlington?
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LORD DARLINGTON (Sonriendo.).— ¡Ah! Hoy día estamos tan pobres de
todo, que la única cosa divertida es echar flores. Es lo único que puede
echarse.
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Windermere; usted más que nadie en la vida.
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LADY WINDERMERE (Inclinándose hacia adelante.).— No diga usted eso.
PARKER.— Señora, esos hombres quieren saber si tienen que poner las
alfombras en la terraza para esta noche.
(Sale PARKER.)
LORD DARLINGTON.— Sí, yo creo que debería hacerlo, creo que tendría
ese derecho.
LADY WINDERMERE.— Porque el marido sea tan vil, ¿la mujer debe
serlo también?
LORD DARLINGTON.— ¿Sabe usted que temo que la gente buena hace
una gran cantidad de daño en este mundo? Realmente, el mayor daño
está en dar tan extraordinaria importancia a la maldad. Es absurdo dividir a
la gente en buena y mala. La gente es tan solo encantadora o aburrida. Yo
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estoy al lado de la gente encantadora, y usted, lady Windermere, no puede
menos de serlo.
LADY WINDERMERE (En pie ante la mesa.).— Creo que no deben ser
perdonadas nunca.
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LADY WINDERMERE.— El adjetivo es innecesario, lord Darlington.
(LORD DARLINGTON cruza hacia la derecha.) No, té, no; gracias, querida.
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a ser un baile, duquesa. Es solamente una reunión para celebrar mi
cumpleaños. Reducida y corta.
(Se sienta.)
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DUQUESA DE BERWICK.— Mi querido lord Darlington, ¡qué
concienzudamente depravado es usted!
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(Se levanta.)
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usted de esa persona?
LADY WINDERMERE.— ¿Mi marido?... ¿Qué tiene él que ver con una
mujer de esa clase?
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durante todo el día. Le aseguro, querida, que en varias ocasiones, recién
casada, tuve que fingirme muy enferma, viéndome obligada a beber las
aguas minerales más desagradables, exclusivamente por sacar a Berwick
de la capital. ¡Era tan extraordinariamente sensible! Aunque puedo decir
que nunca dio grandes sumas a nadie. ¡Lo cual demuestra que tiene
principios muy elevados!
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LADY WINDERMERE.— ¿Volver a mí?
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LADY WINDERMERE.— ¡Qué horrible! Ahora comprendo lo que quería
decir lord Darlington con su ejemplo imaginario del matrimonio que no lleva
más que dos años de casado. ¡Oh!, ¡no puede ser verdad!... La duquesa
habla de enormes cantidades entregadas a esa mujer. Sé dónde guarda
Arturo su talonario de cheques: en uno de los cajones de esa mesa. Si
quisiera, podría encontrarlo. (Abre el cajón.) No; será algún error atroz. (Se
levanta y se va hacia el centro.) Algún rumor estúpido. ¡Él me ama! Pero
¿por qué no he de mirar? ¡Soy su mujer y tengo derecho a hacerlo!
(Vuelve a la mesa, saca el talonario de cheques y lo examina página por
página; sonríe y lanza un suspiro de alivio.) ¡Lo sabía! No hay una sola
palabra de verdad en esa historia estúpida. (Vuelve a dejar el talonario en
el cajón. Al hacerlo así, se estremece y saca otro talonario.) ¡Un segundo
talonario personal y cerrado! (Intenta abrirlo, pero no lo consigue. Ve un
cortapapeles encima de la mesa y corta con él la cubierta del talonario.
(Pasa a la izquierda.)
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honor de mistress Erlynne! Quisiera que lo estuvieras tanto del mío.
(Una pausa.)
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LORD WINDERMERE.— Sin ninguno.
(Acercándose a ella.)
(Una pausa.)
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ocultarse siempre, y es que he dado a mistress Erlynne crecidas sumas.
(Se levanta.)
LORD WINDERMERE.— No; sino porque sabe que tú eres una mujer
digna, y que si viene aquí una vez podrá tener una probabilidad de vivir
más feliz y tranquila de lo que vive. No hará el menor intento por intimar
contigo.
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LADY WINDERMERE.— No haré nada semejante.
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LADY WINDERMERE.— ¿Vas a invitar a esa mujer?
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para no equivocarme. ¿Ha comprendido, Parker?
(Pausa.) ¡Dios mío! ¿Qué hacer? ¿Cómo decirle quién es realmente esa
mujer? ¡Se moriría de vergüenza!
TELÓN
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Acto Segundo
Salón en casa de lord Windermere. Puerta a la derecha, que da al salón
de baile, donde toca la orquesta. Puerta a la izquierda, por donde entran
los invitados. Puerta en el fondo, a la izquierda, que da sobre la terraza,
iluminada. Palmeras, flores y potentes luces. El salón está rebosante de
invitados. LADY WINDERMERE los recibe.
(Adelantándose.)
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(Entran los personajes a medida que los anuncian.)
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interesadísimas por Australia. Debe de ser tan preciosa, con todos esos
amables y pequeños canguros brincando alrededor. Agata la ha
encontrado en el mapa. ¡Qué forma tan curiosa tiene! Parece exactamente
una caja de embalar. Sin embargo, es un país muy joven, ¿verdad?
HOPPER.— ¿No fue hecho al mismo tiempo que los demás, duquesa?
(Cesa la música.)
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ya es bastante Augusto por el momento.
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conseguirá entrar en esa condenada cosa que llaman sociedad? ¿La
presentarías a tu mujer? No vengas con rodeos. ¿Lo harías?
Le dije que tenía suficiente edad para saber cosas mejores. Pero, a mi
juicio, las personas que tienen la suficiente edad para estar enteradas de
lo mejor, no saben nada de nada. (A LORD AUGUSTO.) ¡Hola, Tuppy! He
oído decir que te vas a casar otra vez; creí que estarías ya cansado de ese
juego.
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acuerdo.
Gracias.
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amigo esta noche, lord Darlington; no sabía que lo iba a necesitar tan
pronto.
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MISTRESS ERLYNNE.— No, mi querido lord Augusto; no puede usted
explicar nada. Es su principal encanto.
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lady Jedburgh?
CECILIO GRAHAM.— ¿Y qué iba a hacer, querido? ¡No tuve más remedio!
PUMBY.— ¡No tengo ni la más leve idea! Parece una «édition de luxe» de
una de esas perversas novelas francesas hechas especialmente con
vistas al mercado inglés.
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gracias, gracias! ¡Es usted la más adorable de las mujeres!
Todos los discursos deberían ser así. Bueno; téngame usted el ramo. (Se
dirige hacia el salón de baile del brazo de LORD WINDERMERE.) ¡Ah!
¿Cómo está usted, mister Dumby? ¡Cuánto siento no haber estado en
casa las tres últimas veces que fue usted! Venga a comer el viernes.
No se puede creer nunca ni una palabra de lo que habla. ¿Por qué me dijo
usted que no la conocía? ¿Qué significan esas tres visitas a que ella hizo
alusión? ¿No irá usted a comer allí? Creo que lo comprenderá usted...
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LADY PLYMDALE.— Porque quiero que vaya mi marido con usted. Está
tan solícito esta última temporada que ha llegado a ser un perfecto engorro.
A pesar de mis ruegos..., a pesar de mis órdenes. ¡Oh, esta casa está
mancillada para mí! Siento como si todas las mujeres se burlasen de mí
viéndola bailar con mi marido. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Le
entregué mi vida entera. Él la tomó..., se sirvió de ella... ¡y la echó a
perder! Estoy degradada ante mis propios ojos; y me falta valor... ¡Soy
cobarde!
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usted vivir con un hombre que la trata así. ¿Qué clase de vida llevaría a su
lado? Pensaría usted que le mentía en cualquier momento del día.
Pensaría usted que era falsa su mirada, falsa su voz, falsas sus caricias y
falsa su pasión. Él vendría a usted cuando estuviese cansado de las otras,
y usted tendría que consolarle. Vendría a usted y estaría consagrado a las
otras, usted tendría que agradarle. Tendría usted que ser la careta de su
verdadera vida, el manto que ocultase su secreto.
(Poniéndose en pie.)
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existencias falsas, superficiales, degradantes, que el mundo pide en su
hipocresía. Ha llegado usted ahora a ese momento. ¡Escoja! ¡Oh amor
mío, escoja!
Esa mujer ocupa el sitio que le pertenece a usted por derecho propio. ¡Oh!
Salga..., salga usted de esta casa con la cabeza alta, con una sonrisa en
los labios, con valor en sus ojos. Todo Londres sabrá por qué lo hizo
usted; ¿y quién podrá censurarla? Nadie. Y si lo hiciesen, ¿qué importa?
¿Qué está mal? ¿Qué es lo que está mal? Está mal que un hombre
abandone a su mujer por otra deshonrada. Está mal que una esposa
permanezca con el hombre que la deshonra. Decía usted antes que no
quería transigir con nada. No transija usted ahora. ¡Sea usted valiente!
¡Sea usted misma!
Lo soportará usted todo, antes que cortar de un golpe ese lazo monstruoso.
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contestarle ahora.
(Una pausa.)
(Una pausa.)
(Sale.)
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AGATA y mister HOPPER entran de la terraza.).—Mister Hopper, estoy
muy..., muy disgustada con usted. Se ha llevado usted a Agata a la
terraza, ¡y está tan delicada!...
HOPPER.— ¡Sí!
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número posible de tonterías. Creo, en absoluto, que la plaza de Grosvenor
es un sitio mucho más sano para vivir. Hay una porción de gente vulgar
que vive en la plaza de Grosvenor; pero hay allí poquísimos de esos
horribles canguros que corren por todos lados. Pero, bueno, ya
hablaremos de esto mañana. Jaime, puede usted acompañar a Agata
hasta abajo. Venga usted a almorzar mañana, naturalmente, Jaime. A la
una y media, en lugar de a las dos. El duque querrá hablar con usted unas
palabras seguramente.
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Windermere tiene esa cosa tan poco común que se llama sentido común.
La última vez que la vi, hace veinte años, era un espanto vestido de
franela. Un verdadero espanto, se lo aseguro. ¡Y la querida duquesa! ¡Y la
amable lady Agata! Precisamente el tipo de muchacha que me gusta.
Bueno, realmente, Windermere, voy a ser cuñada de la duquesa...
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MISTRESS ERLYNNE.— ¡Oh, sí! Mañana a mediodía vendrá a visitarme.
Él quería declararse esta noche. En realidad, lo ha hecho. Ha aplazado su
petición. Ya sabe usted lo que el pobre Augusto se repite. ¡Una mala
costumbre! Pero yo le he dicho que no podía contestarle hasta mañana.
Claro es que le diré que sí. Y me atrevo a afirmar que seré una esposa
admirable: todo lo que puede serlo una esposa. Y lord Augusto tiene
también buenas cualidades. Afortunadamente, todas en la superficie.
MISTRESS ERLYNNE.— No; como usted ve, mañana tengo que darle el
sí. Y creo que no estaría mal que le dijese que yo contaba con...;. bueno,
¿qué podría decirle?... Dos mil libras al año, heredadas de un primo
tercero, o de un segundo marido..., o de algún pariente lejano por el estilo.
¿No le parece que sería un atractivo complementario? Tiene usted una
deliciosa ocasión ahora de decirme un cumplido, Windermere. Pero usted
no se da maña para decir cumplidos. Temo que Margarita no aliente en
usted esa excelente costumbre. Es un gran error por su parte. Cuando los
hombres dejan de decir cosas agradables, dejan también de pensarlas.
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Pero, hablando en serio, ¿qué dice usted de esas dos mil libras? O dos mil
quinientas, creo yo. En la vida moderna el margen lo es todo. ¿No
encuentra usted, Windermere, que el mundo es un lugar enormemente
divertido? ¡Yo, sí!
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MISTRESS ERLYNNE.— Gracias. (Sale PARKER. Cesa la música en el
salón de baile.) ¡Que ha salido de su casa! ¡Una carta dirigida a su marido!
(Va hacia la mesa y mira la carta. La coge y vuelve a dejarla con un
estremecimiento de miedo.) ¡No, no! ¡Es imposible! ¡La vida no repite así
sus tragedias! ¡Oh!, ¿cómo puede habérseme ocurrido esta terrible idea?
¿Por qué recuerdo ahora el único momento de mi vida que quería olvidar?
Dijo que deseaba que no la molestasen. (Se le cae la carta.) ¡Me rogó que
se lo dijese a usted!
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MISTRESS ERLYNNE.— ¡Oh, sí! Gracias; es mía.
LORD AUGUSTO.— Pero ¿no decía usted que deseaba que me acostase
temprano?
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Pídamela mañana. Pero no pierda usted de vista a Windermere esta
noche. Si no lo hace así, no se lo perdonaré nunca. No volveré nunca a
dirigirle la palabra, ni querré saber nada de usted. Recuerde usted que
debe retener a Windermere en su Club y no dejarle volver aquí esta noche.
TELÓN
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Acto Tercero
Las habitaciones de lord Darlington. Un ancho sofá frente a la chimenea, a
la derecha. Al fondo, una cortina corrida sobre el balcón. Puertas a
izquierda y derecha. Mesa a la derecha con utensilios de escritorio. Mesa
en el centro con sifones, vasos y botellas. Otra mesa a la izquierda con
cajas de tabacos. Encendidas las lámparas.
Esta espera es horrible. Debería estar aquí. ¿Por qué no está aquí para
reanimarme con sus palabras apasionadas, que siento como un fuego en
mi interior? Estoy helada.... helada como un ser sin amor. Arturo debe de
haber leído ya mi carta en este momento. Si realmente le importase,
habría venido en mi busca, me hubiera llevado a la fuerza. Pero no le
importo.
Está encadenado por esa mujer..., fascinado por ella..., dominado por ella.
Si una mujer quiere dominar a un hombre, no tiene más que apelar
simplemente a lo que haya de peor en él. Nosotras hacemos dioses de los
hombres y ellos nos abandonan. Otras los embrutecen, y ellos las
acarician y les guardan fidelidad. ¡Qué horrenda es la vida!... ¡Oh! Fue una
locura venir aquí, una horrible locura. Y, sin embargo, ¿qué es peor, me
pregunto: estar a merced de un hombre que me ama, o ser la esposa de
un hombre que en mi propia casa me deshonra? ¿Qué mujer lo sabría,
qué mujer en el mundo entero? Pero ¿me amará siempre este hombre a
quien voy a entregar mi vida? ¿Qué le doy a él? Unos labios que han
perdido el acento de la alegría, unos ojos cegados por las lágrimas, unas
manos frías y un corazón de hielo. No le doy nada. Debo irme. No; no
puedo irme; mi carta me deja en su poder... ¡Arturo no me volvería a
admitir! ¡Carta fatal!
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que Arturo haga conmigo lo que quiera. No puedo esperar aquí. Ha sido
una locura venir. Debo irme inmediatamente. En cuanto a lord Darlington...
¡Oh, aquí está! ¿Qué haré? ¿Qué puedo decirle? ¿Querrá retenerme? He
oído decir que los hombres son brutales, horribles... ¡Oh!
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¡Son tan cobardes los hombres!... Infringen todas las leyes del mundo y
temen murmuraciones del mundo. Pero es mejor que se prepare. Tendrá
un escándalo. Tendrá el peor escándalo que ha habido en Londres hace
años.
Verá su nombre en los más viles periódicos y el mío en los más horrendos
libelos.
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vi, la abrí... y la he leído.
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cuya amistad degrada; de una mujer vil que viene a interponerse entre un
marido y su mujer!
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MISTRESS ERLYNNE.— ¡Lady Windermere, ante el Cielo le juro que su
marido es inocente de toda culpa con usted! Y yo..., yo le digo que si
hubiera podido ocurrírseme nunca que una sospecha tan monstruosa
podía surgir en usted, habría preferido morir a interponerme en su vida o
en la de usted. ¡Oh, sí! ¡Morir gustosa!
(Siéntase a la izquierda.)
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un niño, lady Windermere. Vuelva usted con ese niño, que, como hasta
ahora, en el dolor o en la alegría, puede estar llamándola a usted. (LADY
WINDERMERE se pone en pie.) Dios le dio a usted ese hijo. Él le exige
que le proporcione una vida hermosa; que vele por él. ¿Qué contestará
usted a Dios si su vida queda arruinada por culpa de usted? Vuelva usted
a su casa, lady Windermere... ¡Su marido la ama! No se ha apartado
nunca, ni por un momento, del amor que le profesa. Pero aunque él tuviera
mil amores, usted debe permanecer con su hijo. Aunque fuera cruel con
usted, debe usted quedarse con su hijo. Aunque la maltratase, debe usted
quedarse con su hijo. Aunque la abandonase, el sitio de usted está con su
hijo. (LADY WINDERMERE se deshace en lágrimas y esconde su cara
entre las manos.
(Voces dentro.)
Pero ¡temo que sea demasiado tarde! ¡Allí! (Señalando la cortina echada
sobre el balcón.) A la primera ocasión que tenga, huya usted, ¡si es que se
presenta esa ocasión!
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MISTRESS ERLYNNE.— ¡Oh! No se preocupe de mí. Yo lo arrostro todo.
DUMBY.— ¡Qué fastidio que nos echen del Club a esta hora! No son más
que las dos. (Se deja caer en un sillón.) Empieza ahora la parte más
animada de la noche.
(Se sienta.)
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CECILIO GRAHAM.— ¡No! Y por eso me interesa. Mis propios asuntos
siempre me aburren mortalmente. Prefiero los de los demás.
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habían contado...
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LORD AUGUSTO.— Mira, querido; si yo no fuera el hombre más paciente
de Londres...
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equivocado.
Esto es lo peor de las mujeres. Quieren siempre que sea uno bueno. Y si
es uno bueno, entonces nos rehuyen y no se enamoran de nosotros. Les
gusta encontrarnos irreparablemente malos y abandonarnos insípidamente
buenos.
DUMBY.— No creo que seamos malos. Creo que somos todos buenos,
excepto Tuppy.
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Darlington.
¿Quién es la muchacha?
DUMBY.— Pues te felicito, chico. En este mundo hay solo dos tragedias.
Una es no conseguir lo que uno quiere; y otra, conseguirlo.
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Esta última es la peor; ¡esta última es una verdadera tragedia! Pero me
interesa oír que no te ama. ¿Cuánto tiempo podrías tú amar a una mujer
que no te quisiera, Cecilio?
DUMBY.— Lo mismo que yo. Pero ¡es tan difícil encontrar una de ésas!
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LORD DARLINGTON.— ¡Eres todavía demasiado joven!
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durante todo este rato.
(Señalando el abanico.)
LORD AUGUSTO (Yendo hacia él.).— Pero, querido, no debes irte. Tengo
mucho que hablar contigo. Y Cecilio quiere enseñarte algo.
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(Una pausa.)
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LORD WINDERMERE.— ¡Mistress Erlynne!
TELÓN
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Acto Cuarto
La misma decoración que en el acto primero.
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LADY WINDERMERE.— No importa. Dígale a Parker que no se moleste.
Ya se encontrará. (Sale ROSALIA. LADY WINDERMERE, levantándose,
dice:) Estoy segura de que se lo dirá. No puedo imaginar que una persona
realice un acto tan maravilloso de sacrificio de sí misma de un modo
espontáneo, temerario, noble... Y que luego se deje sorprender a costa de
tal precio.
¿Por qué iba ella a dudar entre su pérdida y la mía?... ¡Qué extraño! Yo
quería afrentarla públicamente en mi propia casa, y ella acepta la pública
afrenta en casa de otro para salvarme... Es una de las amargas ironías de
la vida; es una amarga ironía que hablemos de buenas y de malas
mujeres...
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buena conmigo.
(Una pausa.)
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intente perjudicarnos, no debes volver a verla jamás. Es una mujer
inadmisible en ninguna parte.
LADY WINDERMERE.— Ella vino aquí una vez como invitada tuya. Ahora
debe venir como invitada mía. Que quede esto claro.
(Separándose.)
Anoche...
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LORD WINDERMERE.— Hija mía, es posible que estés al borde de un
gran dolor. No vayas a su encuentro. Es absolutamente necesario que la
vea yo antes.
(Entra PARKER.)
No lo sé; pero el caso es que ambas alteran mis nervios, y por eso esta
tarde pienso salir en el primer expreso.
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MISTRESS ERLYNNE.— Me temo que no. Nuestras vidas siguen caminos
muy alejados. Pero le pediría con mucho gusto una cosilla. Desearía un
retrato de usted, lady Windermere... ¿Querría usted dármelo? ¡No sabe
usted cuánto se lo agradecería!
LADY WINDERMERE.— ¡Oh! Con sumo agrado. Ahí, sobre esa mesa,
hay uno.
Voy a enseñárselo.
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¿Por qué está así? Margarita y yo estamos en magníficas relaciones.
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a decirle que no vuelva usted a entrar nunca en esta casa, que no intente
usted nunca acercarse a mi mujer.
LORD WINDERMERE.— ¡Oh! Con usted no tengo que medir las palabras.
La conozco a usted a fondo.
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imperdonable. No podré ya soportar la vista de ese abanico. Ni permitiré
que mi mujer vuelva a usarlo nunca. Está manchado para mí. Hubiera
preferido que se hubiese usted quedado con él en vez de traérselo.
(Una pausa.)
¿Cuál es su objeto?
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y yo no he confesado nunca más de veintinueve o treinta, a lo sumo.
Veintinueve, cuando hay pantallas rosas, y treinta, cuando no las hay. Ya
ve usted las dificultades que eso implica. No; por mí, deje usted que su
mujer venere la memoria de esa madre muerta, inmaculada. ¿Por qué
quitarle sus ilusiones? Encuentro ya bastante difícil conservar las mías.
Anoche perdí una. Creí que no tenía corazón. Y resulta que lo tengo: un
corazón que no me cuadra, Windermere. Por una u otra razón, no sienta
bien con un vestido moderno. Le hace a una parecer vieja. (Coge un
espejo de mano que hay sobre la mesa y se mira en él.) Y es perjudicial a
nuestra carrera en momentos críticos.
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LORD WINDERMERE.— Voy a decírselo.
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LADY WINDERMERE.— Gerardo; por mi querido padre.
(Pausa.)
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LADY WINDERMERE (Levantándose.).— ¡Oh, no!
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LADY WINDERMERE (Con una inclinación de cabeza.).— Ese es su
deseo, no el mío.
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(Entra LORD AUGUSTO.)
MISTRESS ERLYNNE (Riendo.).— ¡Claro que sí! ¡Lo llevará usted tan
graciosamente!... Usted llevaría cualquier cosa graciosamente, querido
lord Augusto.
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LORD WINDERMERE (Gravemente.).— Es mejor de lo que podía creerse.
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que me conviene. La más adecuada de la tierra. La única condición que
impone es que vivamos siempre fuera de Inglaterra. Una magnífica idea.
¡Malditos clubs, maldito clima, malditos cocineros, maldito todo! ¡Estoy
harto de todo!
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Oscar Wilde
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temprana muerte.
En la década de 1890 refinó sus ideas sobre la supremacía del arte en una
serie de diálogos y ensayos, e incorporó temas de decadencia, duplicidad
y belleza en su única novela, El retrato de Dorian Gray. La oportunidad
para desarrollar con precisión detalles estéticos y combinarlos con temas
sociales le indujo a escribir teatro. En París, escribió Salomé en francés,
pero su representación fue prohibida debido a que en la obra aparecían
personajes bíblicos. Imperturbable, produjo cuatro «comedias divertidas
para gente seria» a principios de la década de 1890, convirtiéndose en uno
de los más exitosos dramaturgos del Londres victoriano tardío.
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conmemoración a los duros ritmos de la vida carcelaria. Murió indigente en
París, a la edad de cuarenta y seis años.
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