Educación del Hombre Antiguo

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1.

Educación del Hombre Antiguo


1.1. Introducción

La Antigüedad (5000 a. C. – siglo V d. C.) abarca una gran variedad de culturas:


mesopotámicos, egipcios, chinos, indios (India), fenicios, hebreos, árabes, indios
americanos, persas, griegos y romanos. Por supuesto, cada cultura tiene sus
rasgos específicos, como los egipcios con sus pirámides y jeroglíficos, los chinos
con sus majestuosos palacios y su particular escritura, los indios americanos con
sus pirámides escalonadas y su vestimenta de plumas, por poner algunos
ejemplos. Además, las culturas antiguas no existieron al mismo tiempo. Por
ejemplo, los egipcios construyeron las famosas pirámides de Giza alrededor del
2500 a. C., el Partenón griego cerca del año 447 a. C., mientras que la Pirámide
del Sol en Teotihuacán alrededor del año 100 d. C. Sin embargo, a pesar de las
diferencias entre cada cultura, existen características generales que todas ellas
tienen en común.

Las sociedades se organizaban por tres principales estratos sociales: la clase


gobernante, los hombres libres y los esclavos. La clase gobernante estaba
compuesta por políticos y sacerdotes, éstos dirigían los destinos de la nación y
eran considerados seres divinos. Los hombres libres o semilibres eran los
ciudadanos, quienes pagaban tributos estaban al servicio del rey. Por último,
estaban los esclavos, quienes casi siempre eran extranjeros y no tenían ningún
tipo de libertad y eran considerados propiedad de su amo, quienes podían ser los
hombres libres, los políticos o los sacerdotes.

La organización política era teocrática, es decir, el rey legitimaba su mando,


porque se le consideraba un descendiente directo del dios de cada cultura.
Mientras que los sacerdotes, si bien no eran tan sagrados como el rey, eran muy
importantes, ya que eran quienes interpretaban los textos sagrados o cualquier
tipo de elemento mágico-religioso.

En cuanto al ámbito religioso y cultural, los sacerdotes eran considerados los más
sabios y únicos capaces de interpretar las señales divinas. De tal suerte, la labor
de éstos era estrictamente intelectual, por lo que despreciaban el trabajo físico,
considerado indigno y exclusivo de hombres libres y esclavos. La religión se
caracterizaba por ser politeísta, es decir, se creía en muchos dioses, quienes por
lo regular tenían características humanas o correspondían con fenómenos
naturales. Por ejemplo, los dioses griegos se caracterizaban por tener las mismas
pasiones que los humanos: se enamoraban, se vengaban de algún enemigo
traicionero, robaban, mataban o se entregaban a placeres mundanos como el vino
y la gula. Por su parte, los dioses mesoamericanos correspondían con los
fenómenos naturales, como el dios del sol, de la luna, de la lluvia, etcétera.

En el caso específico de las culturas del Antiguo Oriente (Mesopotamia, Egipto,


Fenicia y Persia) la cultura que más influyó a las culturas occidenteales, Grecia y
Roma, fue la egipcia. De hecho, a diferencia del resto de las culturas orientales, la
egipcia fue la única que perduró hasta ya iniciada la Edad Media, de ahí su
importancia e influencia con la cultura occidental.

En ese sentido, la historia de la educación antigua suele concentrarse en la


educación egipcia, ya que algunos aspectos de su cultura y educación se
conservaron en las tradiciones grecolatinas, las cuales conservamos hoy en día y
nos ayudan a comprender los orígenes de nuestra tradición educativa.

1.2. La educación egipcia

Egipto era una cultura que cultivaba diversos saberes como la agricultura, la
astronomía y las matemáticas. Esto lo sabemos por la orientación de las
construcciones, en las que las pirámides coinciden con la posición de las estrellas,
o bien, por los restos de los canales y sistemas de irrigación en las orillas del río
Nilo. Sin embargo, no existen fuentes que nos revelen cómo era la educación de
este tipo de conocimientos. Lo más probable es que existieran dos tipos de
escuelas, una dedicada a los sacerdotes, quienes enseñarían conocimientos
astronómicos y matemáticos, y otra escuela para el aprendizaje artesanal, en la
que se enseñarían oficios menores como la agricultura o las artes militares. En
contraste, existen muchas fuentes sobre la educación de las clases dominantes,
que se enfocaba a la formación política. Estas fuentes nos permiten apreciar cómo
era el carácter de la enseñanza en el Antiguo Egipto.
Las fuentes más antiguas sobre la enseñanza egipcia se remontan al siglo XXVII
a. c., es decir, alrededor del año 2600 a. c. En estos papiros, se aprecian una serie
de preceptos morales, convenciones sociales y modos de vida que todo político
egipcio debería tener. Estas enseñanzas se expresan de padre a hijo, aunque no
necesariamente era una enseñanza limitada al seno familiar, sino que el maestro
solía llamar a su discípulo “hijo”. Este carácter familiar de la enseñanza refleja el
carácter de la enseñanza antigua, en la que los conocimientos se transmiten de
generación en generación, es decir, por transmisión oral.

En la época egipcia, no existía una percepción negativa hacia el castigo físico. En


realidad, la prohibición e ilegalidad del castigo corporal en la enseñanza es una
prohibición reciente, que surgió en la segunda mitad del siglo XX. Por lo tanto, no
resulta extraño encontrar recomendaciones de castigo corporal como: “No pases
un día de ocio, o serás golpeado. La oreja del muchacho está sobre su espalda;
escucha cuando es golpeado”.1

La escritura era otra área importante en la educación de élite. En el Antiguo


Egipto, existía una separación entre la oratoria y la escritura. La primera se
enseñaba a los políticos, quienes tendrían un trato constante con la gente, por lo
que el arte de hablar y convencer era esencial para sus actividades. Por su parte,
la escritura era considerada una técnica material, una forma de registrar los actos
oficiales, por lo que esta técnica requería un trabajo especializado que combinaba
las habilidades intelectuales con las artesanales. La separación de la escritura con
la oratoria, se debe en buena medida, a la dificultad de la escritura egipcia. A
diferencia de la escritura moderna, que se compone por un alfabeto que
representa en signos gráficos los sonidos de la palabra hablada, la escritura
egipcia era jeroglífica. Los jeroglíficos, además de representar el habla en forma
gráfica, también incluían imágenes que debían interpretarse. En términos
modernos, podríamos decir que un escriba egipcio además de expresar sus ideas
por escrito, tenía que ser un buen dibujante.

1
Mario Alighiero Manacorda, Historia de la educación
La educación física también jugaba un papel importante en la educación de las
élites egipcias. Se enseñaban actividades de diversa índole, como defensa
personal, natación y ejercicios gimnásticos. Esto lo sabemos, gracias a los escritos
del griego Diodoro Sículo, quien describe que a los egipcios que entrenaban
físicamente “no se les permitía tomar ningún alimento por la mañana antes de
haber cubierto una carrera de 180 estadios;… iban creciendo, en cuanto al cuerpo,
como gallardos atletas y, en cuanto al espíritu, como hombres capaces de
mandar, porque habían sido educados de la mejor manera y a través de las
actividades más adecuadas”.

1.3. La educación arcaica

Para el estudio de la educación griega existen más fuentes, a diferencia de la


educación egipcia, lo cual nos permite conocerla con mayor profundidad. A pesar
de que las características de la educación variaban según las regiones griegas (no
era lo mismo la educación espartana que la ateniense, por ejemplo), en general,
todos los griegos combinaban la educación intelectual con la física, además de
diferenciarla según las clases sociales.

Al igual que los egipcios, la sociedad griega estaba estrictamente jerarquizada, por
lo que la educación era exclusiva para las élites. Para los grupos gobernantes,
además del arte de la guerra y la gimnasia, tenían una educación sobre las artes
políticas. Para los hombres libres griegos que no ejercían un cargo de gobierno,
aprendían una variedad de oficios mediante la imitación. Por último, las clases
más bajas, los esclavos, no recibían ningún tipo de educación.

En la Grecia arcaica (XIX a. C. – VIII a. C.), además de una serie de vasijas y


otras piezas de cerámica, las obras de Homero y Hesiodo constituyen la principal
fuente de información para conocer la educación griega del periodo. Homero
recopila una serie de tradiciones e historias de epopeya en las que se aprecia la
educación de la clase gobernante, mientras que en la obra de Hesiodo, se refleja
la educación de la clase campesina.
En las obras de Homero, se hace una distinción entre el “decir” y el “hacer”, que
son las funciones básicas que debe aprender todo gobernante. El “decir”
corresponde al arte de la política, mientras que el “hacer” al arte militar. De hecho,
en la Ilíada se observa que los gobernantes eran militares en su juventud y
gobernantes en la edad madura o en la vejez.

La educación de las clases gobernantes variaba según el arte que se enseñara.


En el arte del “decir”, poco nos ha legado Homero, dado el carácter épico
de sus obras. En cuanto, al arte militar, en el arte del “hacer”, quien asumía el
papel del educador era el escudero del militar. Curiosamente, el escudero solía ser
una persona menos experta en el uso de las armas, pero aun así constantemente
daba consejos al guerrero: “Antíloco, aunque eres muy joven, te han amado Zeus
y Poseidón, y te enseñaron todas las artes de los caballeros; ya no es necesario
enseñarte gran cosa”. En este caso, el aprendiz rebasa la sabiduría del educador,
en parte por el tono heroico de la obra y el supuesto origen divino del héroe.

Otro aspecto desconcertante del educador militar, es que solía ser un personaje
con un pasado sombrío, regularmente eran homicidas. Como el oficio de escudero
y militar era muy arriesgado, quienes solían ejercerlo era porque habían sido
expulsados de sus comunidades o habían huido a causa de un crimen, como el
asesinato. Sin embargo, estos personajes homicidas eran los más calificados para
el arte de la guerra, que es un arte para matar.

En contrate, en los trabajos y los días de Hesíodo se muestra la moral y sabiduría


campesina, que pone énfasis en el valor del trabajo: “El trabajo no es vergüenza,
vergüenza es la ociosidad. Si trabajas, bien pronto el ocioso te envidiará, apenas
tengas una ganancia. Ten respeto y consideración a tu ganancia. En tu situación
el trabajo es la única cosa justa”.

La ponderación del trabajo, como un valor moral, casi exclusivo del campesino,
contrasta con los valores que se reflejan en Homero, en donde resalta el arrojo, el
honor y la valentía. En ese sentido, Aristófanes contrasta ambos modelos
educativos en lo que llamó el “torneo poético” entre Homero y Hesíodo. En tal
competencia, el pueblo griego simpatizaría más con el modelo homérico, mientras
que el rey con Hesíodo, dado que el segundo representa el trabajo y la
productividad. Por su parte, Jenófanes de Colofón, en Silos, se lamenta que la
educación de los niños esté cargada a la visión homérica, que será un lamento
común a Platón quien recuerda que Homero ha sido el educador de toda Grecia.

La polémica entre Homero y Hesíodo refleja la oposición de dos tradiciones, la de


los aristócratas guerreros y los griegos productores. Este conflicto refleja a su vez,
la disparidad del mundo antiguo, el de una sociedad altamente jerarquizada en la
que la distribución del trabajo no es equitativa.

Con el tiempo, la propia aristocracia griega transformaría la educación militar,


harto riesgosa, en educación deportiva. De este modo, la educación griega haría
hincapié en la educación física, que culminaría con la celebración de torneos y
juegos olímpicos en los que los griegos de todas las regiones competirían entre sí.

En las regiones de Creta y Esparta, el Estado vigilaba la educación griega, que era
administrada por un magistrado, que organizaba los recursos necesarios para la
manutención de escuadrones y coros, que eran los nombres dados a las escuelas.

En la periferia griega, como Asia Menor existían una serie de círculos de iniciación
llamados thíasoi que funcionaban con reglas y principios independientes. De los
thíasoi surgieron muchas escuelas de los grandes filósofos. Por ejemplo,
Pitágoras (VI a. C.), además de seleccionar a sus discípulos basado en sus rasgos
fisionómicos, organizaba la educación en cuatro grados: acústico (incluía la
música, danza, poesía y gimnasia), matemáticos, físicos (que se refería a estudios
filosóficos) y sebásticos (ciencias esotéricas).

En Atenas, a principios del siglo VI a. C. se promulgaron una serie de leyes sobre


la educación ateniense. Estas leyes hablaban sobre los deberes de los padres,
como “enseñar a leer y a nadar, y después, para los pobres, el aprendizaje de un
oficio; para los ricos, música y equitación, además de practicar la gimnasia, la
caza y la filosofía”. Como puede verse, los griegos daban gran importancia a la
educación, al punto de legislar una serie de obligaciones, similares a las que se
tienen en las constituciones modernas de los países sobre la obligatoriedad de la
educación. En nuestro país, por ejemplo, es obligación de los padres mandar a
sus hijos a la escuela para que cursen la educación primaria y secundaria.

Hacia el siglo VI a. C. surgió en Grecia la escuela del alfabeto, que fue la primera
escuela pública (abierta a todos los ciudadanos, no sólo a las élites) de escritura y
gramática. De tal suerte, junto con la gimnasia y la música, el maestro del alfabeto
se convirtió en una figura pública que ejerció una importante función social. De
acuerdo con Platón y otros escritores griegos, la enseñanza del alfabeto se hacía
mediante la recitación de Homero, por lo que todos los ciudadanos griegos
conocían la Ilíada y la Odisea desde pequeños. Gracias a Solón, conocemos el
método de enseñanza del alfabeto, pues de acuerdo con él, los alumnos recitaban
el poema “alternativamente, de modo que el primero se parara allá donde el
segundo comenzaba”; práctica común de las escuelas de educación básica
de la actualidad.

Gracias a las pinturas de vasijas como los vasos de Onésimo, que datan del 490
a. C., sabemos cómo eran las escuelas de gimnasia, música y letras. Los alumnos
solían sentarse en frente del maestro, quien guardaba sus rollos de papiro en
cestos, además de emplear una fusta, similar al apuntador que utiliza un maestro
en la actualidad.

Por su parte, filósofos como Platón, Aristóteles e Isócrates (heredero de los


sofistas) escribieron sus propios modelos educativos. Platón, señalaba que el
mejor tipo de educación era la antigua, que se concentraba en la música, la
gimnasia, la aritmética, la geometría, la astronomía y la filosofía. Aristóteles, por su
parte, acepta las cuatro disciplinas de la educación griega (gramática, gimnasia,
música y dibujo) y limita la enseñanza para los hombres libres, por lo que mujeres
y esclavos eran excluidos. Por último, Isócrates centraba la enseñanza en la
oratoria, entendida como el arte de convencer por medio de la palabra.

Por último, la gimnasia, que ya se practicaba desde la educación arcaica, continuó


siendo uno de los pilares de la educación griega. La generalización de la
educación gimnástica llevó a los griegos a la creación de los juegos olímpicos,
surgidos en el 776 a. C. En estos torneos, los jóvenes griegos competían por ver
quién era el más fuerte, el más veloz o el más hábil en el manejo de un arma o
técnica de lucha.

La educación en la sociedad griega, además de refleja una sociedad jerarquizada


y compleja. Las élites gobernantes son quienes reciben una educación integral,
que abarca desde la gimnasia hasta la filosofía. Sin embargo, a diferencia de otras
culturas antiguas como la egipcia, los hombres libres también tienen acceso a una
educación que es garantizada por el Estado. La educación del ciudadano griego
abarcaba la gimnasia, la música, la gramática y el dibujo. Por último, los sectores
sociales que quedaban al margen de la educación eran las mujeres y los esclavos,
quienes no eran considerados ciudadanos con derechos políticos, por lo tanto, el
Estado no tenía la obligación de preocuparse por su educación. Sin embargo, al
igual que en Egipto, estos grupos aprendían sus respectivos oficios mediante la
tradición oral, en donde el padre transmitía a sus hijos su sabiduría por medio de
la práctica y el ejemplo.

1.4. La educación Romana

A menudo se piensa en la cultura romana como una continuación de la griega.


Esto es cierto hasta cierto punto, sin embargo, no significa que se trate de una
mera repetición. Los romanos importaron los aspectos culturales, en cuanto a
instrucción escolar; pero la educación moral, cívica y religiosa es propia, distinta a
los griegos. Al respecto comentaba Cicerón: “se deben atribuir a los romanos los
valores (virtutes), a los griegos la cultura (doctrinae)”.

En cuanto a los valores romanos, la familia y la figura paterna es un rasgo base en


la sociedad romana. En la mayoría de las culturas, el padre asume la autoridad de
la familia. En el caso romano, era tan importante la autoridad paterna, que las
leyes del Estado le permitían encarcelar, azotar o incluso asesinar a sus propios
hijos, siempre y cuando pudiera comprobar que eran anormales o problemáticos.
Por lo tanto, la educación de los hijos en la primera infancia dependía del padre de
familia. La madre también jugaba un papel de autoridad secundaria, era quien
enseñaba a los hijos los modales y costumbres sociales y además, detectaba las
habilidades y talentos para encaminarlos a las actividades que más les conviniese,
ya fuera la milicia, el derecho o cualquier otro oficio. Además, las madres
podían ser auxiliadas por nodrizas que funcionaban como las niñeras de la
actualidad. La importancia de las nodrizas era tal, que en un texto romano se
describía la educación de todo ciudadano romano como sigue: “la partera trae a
luz, la nodriza alimenta, el pedagogo educa, el maestro instruye”.

Al igual que la educación griega, la romana se caracterizaba por la severidad de


los castigos corporales. En la literatura latina, se aprecia un fragmento en el que
un padre intenta calmar a su hijo, quien tiene miedo de ir a la escuela: “No tengas
miedo: si bien en la escuela resuenen muchos golpes de fusta, y el viejo maestro
muestre un rostro truculento, el temor es signo de un ánimo degenerado; ni te
perturbe el clamor y el resonar de los golpes en las primeras horas de la mañana,
aunque el mango de fusta vibre, aunque haya mucho movimiento de palos, o
una piel esconda engañosamente un palo, o las bancas se muevan por la
trepidación o por el miedo”.

La aculturación griega de los romanos inició alrededor del siglo III a. C., una vez
derrotadas las islas griegas. Desde antes de la conquista romana de Grecia, para
los primeros, la cultura griega simbolizaba el refinamiento y la cumbre de la
civilización. Por lo tanto, después de dominarlos militarmente, Roma alentó la
llegada de muchos embajadores griegos, quienes se encargaron de trasplantar las
diversiones y costumbres culturales griegas en un territorio, ya de por sí, abierto a
la aculturación griega.

El proceso de aculturación no fue inmediato, de hecho, existen testimonios que


hablan sobre la resistencia a la enseñanza de disciplinas como la gramática: “La
gramática no era algo usual en Roma, ni tan sólo algo honorable, ya que la gente
era todavía ruda y belicosa, y no se dedicaba mucho a las disciplinas liberales.
Sus inicios fueron por tanto modestos, si es cierto que los más antiguos maestros,
que eran al mismo tiempo oradores y poetas, no hacían más que interpretar textos
griegos, leyendo lo que ellos mismos habían escrito en latín”.

No obstante, la escuela romana al estilo griego triunfó en todo el imperio, gracias a


que se institucionalizó, por lo que era obligatorio para los romanos asistir a la
escuela. Con el tiempo, las generaciones futuras nacieron asumieron la
aculturación griega como algo propio, algo romano.

Las áreas del conocimiento que se enseñaban en las escuelas romanas, eran
prácticamente las mismas que en Grecia: alfabeto (leer y escribir), gramática
(expresión oral y lectura de clásicos y cultura general), música, matemáticas y
astronomía, retórica, poesía, filosofía y educación física.

Las escuelas romanas también se conocían como escuelas de gramática, en


donde los alumnos aprendían aspectos de todas las áreas del conocimiento. Al
igual que las escuelas de nuestro tiempo, en la escuela se recibía una instrucción
para obtener una cultura general. Sin embargo, a diferencia de las escuelas de la
actualidad, no existía un corpus autónomo de cada una de las disciplinas; sino que
se partía de la lectura e interpretación de los textos. En ese sentido, el método de
aprendizaje debió haber sido el mismo para todas las áreas del conocimiento: un
maestro con su libro en mano y los alumnos leyendo en voz alta y comentando los
textos, sin importar si se trataba de poesía o matemáticas.

La enseñanza del alfabeto se manejaba desde los primeros años y se combinaba


la enseñanza del latín con la del griego, por lo que la mayoría de los romanos eran
bilingües, al menos al principio de la república romana. En cuanto a la enseñanza
de la gramática, como ya se ha dicho, el contenido era diverso y dependía de los
textos que el profesor manejara para su lectura e interpretación.

El área de la música, en realidad, abarcaba el canto, la danza y la ejecución de


instrumentos musicales. A diferencia de los griegos, los romanos consideraban
inconveniente que los varones practicaran la danza, ya que en Roma la
homosexualidad no se practicaba tan abiertamente como en la Atenas clásica. Por
otro lado, las matemáticas comprendían también a la geometría y la astronomía;
mientras que la retórica abarcaba el arte de convencer con la palabra y el
conocimiento de las leyes romanas. Por último, la poesía y la filosofía, al igual que
en Grecia, eran consideradas las disciplinas más elevadas. Pocos tenían acceso a
la enseñanza de éstas y por lo regular, estaba reservada para los nobles.
La educación física continuó la tradición griega de la gimnástica y juegos
olímpicos, aunque ya no conservaron ese nombre. Hacia el siglo II d.C. se
institucionalizó una serie de olimpiadas romanas en todo el imperio. De acuerdo
con Suetonio, el emperador Nerón, consolidó esta costumbre griega, pues
“instituyó, por primera vez en Roma, una competición triple, cada cinco años,
según la costumbre griega, musical-gimnástica-ecuestre, que llamó Neronia”.

La educación en la sociedad romana era pública. Por ende, el Estado no sólo


estaba obligado a garantizar el acondicionamiento de espacios para la instrucción,
sino también del pago de un salario para los profesores.

Los primeros reconocimientos públicos a los maestros y a las escuelas, después


de las resistencias patrióticas a la aculturación griega, datan de la época de Julio
César, quien concedió la ciudadanía romana a todos los que ejercieran el oficio de
maestro. Posteriormente, en el siglo I a. C., el emperador Augusto expulsó a
forasteros y esclavos, pero consideró pertinente mantener a los maestros y
médicos. Durante la época de los emperadores Antoninos, se construyeron
gimnasios y escuelas en ciudades griegas y romanas.

A pesar de la importancia que dio el Estado romano a la educación, ésta fue el


blanco de severas críticas por parte de la población romana. En primera instancia,
el papel del maestro era ambiguo, pues algunos lo consideraban indigno y otros
decoroso. El maestro señala que “aquella profesión le era tan aburrida que se
consideraba el hombre más mísero; pero que, reflexionando más a fondo y
parangonando su suerte con las otras condiciones y los otros oficios, se le había
revelado finalmente la magnificencia de la actividad emprendida... ¡Dios mío! Es
algo propio de emperador o de rey sentarse en cátedra enseñando las buenas
costumbres y el estudio de las sagradas letras”.

Por otro lado, en la educación romana se tiene documentada una de las primeras
críticas a la educación. Existen testimonios en los que se acusa a la escuela de
ser aburrida, cruel en los castigos corporales y con contenidos alejados de la vida
cotidiana. Cabe señalar, que la crítica a la educación no sólo provenía de gente
ruda y de clase baja, como un militar o un zapatero, sino que también provenía de
filósofos como Séneca, quien señalaba que en la escuela “no se aprenden las
cosas necesarias a fuerza de aprender las útiles y que con los estudios no se llega
a ser bueno, sino sólo docto”.

Finalmente, hacia el siglo III d. C., el imperio romano entra en crisis. La extensión
del imperio y su burocracia llevó a la bancarrota a los emperadores romanos. La
crisis económica empobreció a la población romana, quienes fueron blanco fácil
de la nueva religión cristiana, que predicaba valores como la humildad y la
pobreza, aspectos que correspondían con la realidad del pueblo romano. Después
de la conversión de los emperadores romanos al cristianismo, la educación
romana de fuerte influencia griega entró en decadencia. Roma caería en el siglo
IV, pero ya para el siglo III, se vislumbra la transición de la educación grecolatina a
la medieval: “la Didascalica apostólica advertía que no sirve recurrir a los retóricos,
a los filósofos, a los poetas, a los historiadores paganos, cuando existen las
epístolas de San Pablo, el Salterio, el Génesis y el libro de los Reyes: la Biblia
puede sustituir las artes liberales”.

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