I GM Y ENTRE GUERRAS
I GM Y ENTRE GUERRAS
I GM Y ENTRE GUERRAS
Doy gracias muy respetuosamente a Vuestra Majestad Imperial y Real por las
cartas de Montagu y de Kerr que ha tenido la bondad de transmitirme, y que he
leído con mucho interés. Por las notas marginales de Vuestra Majestad a mi
respetuosísima carta de 13 del corriente, veo que no comparte en muchos puntos
mi manera de ver la situación. Ruego a Vuestra Majestad que crea que apoyo no
sólo con mi razón, sino con toda mi alma, sus esfuerzos en pro de la escuadra. Sé
que la historia impone a Vuestra Majestad la creación de la flota alemana, y me
permito recordarle que desde 1891 vengo propugnando enérgicamente, lo mismo
en público que entre bastidores, en el Parlamento que ante las Comisiones, en mis
discursos y en mis escritos, todos los proyectos navales. Aún hace pocos días leí en
una revista inglesa que la hostilidad de muchos ingleses hacia mí estaba
perfectamente justificada, puesto que yo había tomado parte activa en el
desarrollo de la escuadra alemana; que había persuadido al Reichstag en 1899 de
que debía aceptar el proyecto de aumento de la flota, y que era particularmente
mía la responsabilidad del último aumento naval; efectivamente, hubiera sido
difícil aprobarlo sin la disolución del Reichstag de 13 de diciembre de 1906 y la
reagrupación que le siguió. Tampoco necesito repetir que no debemos retroceder
en ningún caso ante presiones o amenazas inglesas. Hace ya algunas semanas que
di a nuestra Prensa órdenes de mantener un lenguaje enérgico en tal sentido. Los
artículos que merecieron la aprobación de Vuestra Majestad fueron escritos
precisamente con arreglo a los deseos manifestados por mí. Pero, por lo mismo
que concedo tanta importancia a la ejecución y a la terminación de nuestro
programa naval, quisiera proteger lo que hoy es un arbolito, contra las
tempestades que pueden desarraigarle.
Ahí estaba nuestra debilidad. Esta inferioridad no se podía compensar más que por
la concordancia de nuestras acciones en el tiempo. Esto es lo que conseguí hacer
comprender y adoptar en la conferencia interaliada de Chantilly, en diciembre de
1915.
Para hacerse una idea de las dificultades con que chocaba, es suficiente pensar
que en lugar de mandar (que es la única manera de conducir las operaciones
militares), estaba obligado a persuadir a los generales en jefe aliados, de los cuales
unos, como Haig y Cadorna, eran mis iguales, y los otros, como el Rey de los
Belgas, el Zar y el príncipe Alejandro de Serbia unían a sus funciones militares las
de Jefes de Estado. Añádase a esto que todos esos comandantes en jefe, sin
distinción, estaban limitados en su iniciativa y en su buena voluntad por trabas
políticas, y se tendrá idea cabal de las condiciones en que se planteaba cada
problema estratégico a resolver.
Hizo resaltar el Sr. Stimson la necesidad de que los Parlamentos de ambos países
ratifiquen las conclusiones a que se habrá de llegar.
Por otra parte, en la entrevista celebrada por von Schubert y el señor Grandi se ha
debido tratar también del proyecto Hoover y de la respuesta del Gobierno francés.
En buena fuente reiteran que el Federal Reserve Bank está dispuesto a prestar su
apoyo a Alemania para ayudarla si fuere necesario.