Odiseo y el cíclope. (2)
Odiseo y el cíclope. (2)
Odiseo y el cíclope. (2)
Polifemo se sonrió con picardía. Luego avanzó hacia los hombres y tomando a dos
de ellos entre sus manos, les golpeó la cabeza hasta quebrarla, luego los abrió por la
mitad ayudado por un cuchillo y los asó al fuego.
Cuando estuvieron a punto, los devoró lentamente mientras sorbía un enorme vaso
de leche. Odiseo y los diez acompañantes que quedaban no podían creer lo que habían
presenciado ya que la ferocidad del gigante no conocía límites.
Apenas el gigante cayó rendido por el sueño, Odiseo se reunió con sus hombres
para urdir un plan que les permitiera escapar de ese monstruo. Sabían que la solución no
era matarlo, pues quedarían atrapados para siempre, imposibilitados de mover la
inmensa roca que cubría la entrada. Por otro lado, también sabían que si no lograban
hacer algo pronto sus días estaban contados.
Por la mañana, Polifemo ordeñó a sus ovejas y luego volvió a matar a otros dos
hombres que asó y engulló rápidamente. Más tarde hizo salir al rebaño, y una vez afuera,
volvió a cubrir la entrada con la piedra.
Odiseo y sus hombres, desesperados, lamentaban su mala suerte. De pronto, éste
vio un tronco enorme y ordenó afilar la punta y la endureció al fuego de la hoguera con
la finalidad de hundirlo en el ojo del cruel Cíclope.
Al caer la tarde, el gigante regresó y luego de ordeñar a su rebaño, volvió a repetir
su sanguinaria rutina de cenar dos hombres.
Entonces, Odiseo, se adelantó para ofrecerle su vino. -Polifemo, para que tu festín
sea perfecto debes acompañarlo de este delicioso vino. Polifemo, lo probó y vio que era
delicioso.
-Nunca he probado un licor tan delicioso como este. Dijo.-Quiero recompensarte
por tu generosidad. ¿Cuál es tu nombre?
-Muy bien, respondió Odiseo. Si quieres recompensarme, te diré mi nombre. Mi
nombre es Nadie.
Polifemo lanzó una carcajada. -¡Claro que te recompensaré! Me comeré a tus
hombres y te dejaré a ti para el final. Y siguió riendo a carcajadas.
Muy pronto, el gigante cayó rendido ante el efecto del vino en un sueño profundo.
Entonces, Odiseo, con la ayuda de sus hombres, tomó el tronco afilado y luego de
colocar su punta al fuego hasta que se puso de color rojo incandescente, lo alzaron entre
todos y lo hundieron en el único ojo del gigante.
Polifemo, despertó gimiendo y maldiciendo con gritos estruendosos mientras la
estaca continuaba clavada en su único ojo. Cuando logró arrancarla, deambuló ciego por
la cueva tropezándose sin aliviar su dolor.
Al oír sus gritos, los otros cíclopes se acercaron a la puerta de su cueva para
preguntarle: ¿Qué ocurre Polifemo? ¿Alguien te ha herido?
Polifemo respondió:-¡Sí, Nadie me ha herido a traición!
-¡Pues, si nadie te ha herido, para qué gritas tanto! Replicaron, mientras se
marcharon pensando que se había vuelto loco.
En vano trató el gigante ciego de encontrar a Odiseo y a sus hombres, ya que estos
podían fácilmente escurrirse cuando el gigante se acercaba a tientas.
Entonces Polifemo, corrió la pesada piedra de la entrada y se instaló a custodiar la
entrada esperando que desearan escapar de sus garras.
Pero el ingenioso Odiseo, urdió un nuevo plan. Entre el rebaño, había varios
carneros de gran tamaño. Los sujetó con tientos de a tres y debajo del vientre de los
mismos sujetó a sus hombres y luego se ató a si mismo bajo el vientre de otros tres
carneros.
Cuando Polifemo dejó salir a su rebaño, les acariciaba los lomos, Sin percatarse
que al salir los carneros, también escapaban los hombres.
Así escaparon, Odiseo y sus hombres de su prisión. Cuando estuvieron en un lugar
seguro, cortaron las ataduras con un cuchillo y se dirigieron rápidamente a las naves,
donde la tripulación preocupada los esperaba angustiada.
Después de cargar el rebaño en las naves y cuando ya se alejaban de la costa,
Odiseo gritó:-¡Polifemo, cuando alguien te pregunte qué le pasó a tu ojo, dile que
Odiseo, el rey de Ítaca te lo vació!
Polifemo lanzó un aullido: -Un oráculo me predijo que Odiseo, rey de Ítaca, me
dejaría ciego. Pensé que sería un héroe majestuoso, no un enano insignificante que me
emborracharía a traición. Como has sido tan astuto te ruego que vuelvas y te trataré
como mereces o mi padre, Poseidón, me vengará enviándote una maldición. Gritó
envenenado de rabia.
-¡Jamás volverás a ver el sol y tu padre jamás te devolverá tu ojo! Respondió
Odiseo.
-Polifemo lanzó toda clase de gritos, pidiendo a Poseidón que lo vengara de
Odiseo, mientras arrojaba enormes piedras contra las naves.
Las piedras no le causaron ningún daño a las naves, sino que las impulsaron mar
adentro, escapando de esa isla y sus crueles habitantes.