Odiseo y el cíclope. (2)

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La Odisea de Homero

Odiseo y Polifemo, el Cíclope


Al acercarse con las naves a la isla, Odiseo y sus hombres, pudieron divisar
campos fértiles, bosques espesos y hasta un manantial de agua dulce que fluía entre
rocas, rodeado de una arboleda que proporcionaba una sombra apacible.
Al rodearla, vio Odiseo, que la isla tenía un puerto natural, ideal para anclar las
naves y explorar ese territorio.
Al día siguiente, Odiseo y un grupo de doce valientes hombres, se internaron en el
bosque cargados con vino, miel y otras provisiones con la esperanza de conocer a sus
afortunados habitantes.
Odiseo desconocía que esa isla estaba habitada por los Cíclopes, un pueblo salvaje
que desconocía a cualquier autoridad y tampoco creía en los dioses.
Avanzando en su expedición, muy pronto encontraron una gruta oculta entre
ramas de laurel. A su alrededor se extendía un muro de troncos y piedras de enorme
tamaño. La cueva era la morada de un gigante, pero no estaba allí, pues había salido a
pastorear su rebaño de ovejas.
El refugio del gigante estaba repleto de quesos, acomodados prolijamente. Tarros
y ollas para la leche y un grupo de pequeñas ovejas.
Cuando los hombres vieron todas esas provisiones se dejaron llevar por la
tentación y dijeron:- Tomemos estos quesos, carguemos las ovejas y ¡volvamos rápido a
las naves!
Pero Odiseo no aprobó la sugerencia.
-¿Comportarnos como ladrones? ¡Jamás! Si alguna vez conseguí un botín, fue
luchando, no robando. Les replicó con firmeza.-Mejor esperemos a que el gigante
regrese y le ofrecemos a cambio de sus quesos, nuestro vino y la miel.
Al caer la tarde, el gigante volvió a su refugio. Era un Cíclope gigante llamado
Polifemo, hijo del dios del mar, Poseidón.
Al ver acercarse al monstruo, Odiseo y sus hombres corrieron a esconderse en los
rincones más oscuros de la cueva.
Polifemo entró en la cueva seguido por su rebaño con paso tambaleante, cargando
un enorme fardo de leña, que al arrojarlo hizo retumbar cada rincón de la caverna.
Luego se dirigió hacia el único acceso de la misma y sin el menor esfuerzo, tomó
una roca inmensa y con ella cerró la entrada por completo.
El cíclope, sin advertir la presencia de los intrusos, comenzó a ordeñar su rebaño,
luego prendió una hoguera, que iluminó cada rincón de su morada. En ese momento,
advirtiendo la presencia de Odiseo y sus hombres lanzó un grito estrepitoso que por
poco los deja sordos.
-¿Quiénes son ustedes? -¿De dónde salieron? -¿Quién les dio permiso para entrar?
Preguntó enojado.
Los hombres quedaron petrificados del susto, pero el valiente Odiseo, se adelantó
diciendo: -Somos guerreros del rey Agamenón de Grecia. Hemos luchado por nuestro rey
en Troya y ahora volvemos a nuestra patria, pero un fuerte viento nos desvió hacia esta
isla. Te pedimos que nos concedas la hospitalidad que nuestro dios, Zeus, ordena que se
le otorgue a los extranjeros.
-Los Cíclopes no tenemos dioses y tampoco aceptamos órdenes de nadie.
Respondió enérgico para preguntar curioso:-¿De qué lado de la isla están ancladas tus
naves?
-Nuestras naves se hundieron luego de una terrible tempestad. Somos los únicos
sobrevivientes del naufragio. Respondió Odiseo con astucia.

Polifemo se sonrió con picardía. Luego avanzó hacia los hombres y tomando a dos
de ellos entre sus manos, les golpeó la cabeza hasta quebrarla, luego los abrió por la
mitad ayudado por un cuchillo y los asó al fuego.
Cuando estuvieron a punto, los devoró lentamente mientras sorbía un enorme vaso
de leche. Odiseo y los diez acompañantes que quedaban no podían creer lo que habían
presenciado ya que la ferocidad del gigante no conocía límites.
Apenas el gigante cayó rendido por el sueño, Odiseo se reunió con sus hombres
para urdir un plan que les permitiera escapar de ese monstruo. Sabían que la solución no
era matarlo, pues quedarían atrapados para siempre, imposibilitados de mover la
inmensa roca que cubría la entrada. Por otro lado, también sabían que si no lograban
hacer algo pronto sus días estaban contados.
Por la mañana, Polifemo ordeñó a sus ovejas y luego volvió a matar a otros dos
hombres que asó y engulló rápidamente. Más tarde hizo salir al rebaño, y una vez afuera,
volvió a cubrir la entrada con la piedra.
Odiseo y sus hombres, desesperados, lamentaban su mala suerte. De pronto, éste
vio un tronco enorme y ordenó afilar la punta y la endureció al fuego de la hoguera con
la finalidad de hundirlo en el ojo del cruel Cíclope.
Al caer la tarde, el gigante regresó y luego de ordeñar a su rebaño, volvió a repetir
su sanguinaria rutina de cenar dos hombres.
Entonces, Odiseo, se adelantó para ofrecerle su vino. -Polifemo, para que tu festín
sea perfecto debes acompañarlo de este delicioso vino. Polifemo, lo probó y vio que era
delicioso.
-Nunca he probado un licor tan delicioso como este. Dijo.-Quiero recompensarte
por tu generosidad. ¿Cuál es tu nombre?
-Muy bien, respondió Odiseo. Si quieres recompensarme, te diré mi nombre. Mi
nombre es Nadie.
Polifemo lanzó una carcajada. -¡Claro que te recompensaré! Me comeré a tus
hombres y te dejaré a ti para el final. Y siguió riendo a carcajadas.
Muy pronto, el gigante cayó rendido ante el efecto del vino en un sueño profundo.
Entonces, Odiseo, con la ayuda de sus hombres, tomó el tronco afilado y luego de
colocar su punta al fuego hasta que se puso de color rojo incandescente, lo alzaron entre
todos y lo hundieron en el único ojo del gigante.
Polifemo, despertó gimiendo y maldiciendo con gritos estruendosos mientras la
estaca continuaba clavada en su único ojo. Cuando logró arrancarla, deambuló ciego por
la cueva tropezándose sin aliviar su dolor.
Al oír sus gritos, los otros cíclopes se acercaron a la puerta de su cueva para
preguntarle: ¿Qué ocurre Polifemo? ¿Alguien te ha herido?
Polifemo respondió:-¡Sí, Nadie me ha herido a traición!
-¡Pues, si nadie te ha herido, para qué gritas tanto! Replicaron, mientras se
marcharon pensando que se había vuelto loco.
En vano trató el gigante ciego de encontrar a Odiseo y a sus hombres, ya que estos
podían fácilmente escurrirse cuando el gigante se acercaba a tientas.
Entonces Polifemo, corrió la pesada piedra de la entrada y se instaló a custodiar la
entrada esperando que desearan escapar de sus garras.
Pero el ingenioso Odiseo, urdió un nuevo plan. Entre el rebaño, había varios
carneros de gran tamaño. Los sujetó con tientos de a tres y debajo del vientre de los
mismos sujetó a sus hombres y luego se ató a si mismo bajo el vientre de otros tres
carneros.
Cuando Polifemo dejó salir a su rebaño, les acariciaba los lomos, Sin percatarse
que al salir los carneros, también escapaban los hombres.
Así escaparon, Odiseo y sus hombres de su prisión. Cuando estuvieron en un lugar
seguro, cortaron las ataduras con un cuchillo y se dirigieron rápidamente a las naves,
donde la tripulación preocupada los esperaba angustiada.
Después de cargar el rebaño en las naves y cuando ya se alejaban de la costa,
Odiseo gritó:-¡Polifemo, cuando alguien te pregunte qué le pasó a tu ojo, dile que
Odiseo, el rey de Ítaca te lo vació!
Polifemo lanzó un aullido: -Un oráculo me predijo que Odiseo, rey de Ítaca, me
dejaría ciego. Pensé que sería un héroe majestuoso, no un enano insignificante que me
emborracharía a traición. Como has sido tan astuto te ruego que vuelvas y te trataré
como mereces o mi padre, Poseidón, me vengará enviándote una maldición. Gritó
envenenado de rabia.
-¡Jamás volverás a ver el sol y tu padre jamás te devolverá tu ojo! Respondió
Odiseo.
-Polifemo lanzó toda clase de gritos, pidiendo a Poseidón que lo vengara de
Odiseo, mientras arrojaba enormes piedras contra las naves.
Las piedras no le causaron ningún daño a las naves, sino que las impulsaron mar
adentro, escapando de esa isla y sus crueles habitantes.

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