Antología del 27
Antología del 27
Antología del 27
de la
generación del 27
Antología de la generación del 27
Pedro Salinas
Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.
Luis Cernuda
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Rafael Alberti
Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)
Antología de la generación del 27
Gerardo Diego
Columpio
Bandadas de flores
Flores de sí Flores de no
Cuchillos en el aire
que le rasgan las carnes
forman un puente
Sí No
Cabalgaba el soñador
Pájaros arlequines
cantan el no
cantan el sí
Antología de la generación del 27
Vicente Aleixandre
Destino trágico
Confundes ese mar silencioso que adoro
con la espuma instantánea del viento entre los árboles.
Jorge Guillén
La doce en el reloj
Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
el amor era sol.
Entonces, mediodía,
un pájaro sumió
su cantar en el viento
con tal adoración
que se sintió cantada
bajo el viento la flor
crecida entre las mieses,
más altas. Era yo,
centro en aquel instante
de tanto alrededor,
quien lo veía todo
Completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!
Antología de la generación del 27
Romancero gitano
Antología de la generación del 27
Miguel Hernández
Elegía a Ramón Sijé
Yo quiero ser llorando el hortelano quiero apartar la tierra parte a parte
de la tierra que ocupas y estercolas, a dentelladas secas y calientes.
compañero del alma, tan temprano. Quiero minar la tierra hasta encontrarte
Alimentando lluvias, caracolas y besarte la noble calavera
y órganos mi dolor sin instrumento, y desamordazarte y regresarte.
a las desalentadas amapolas Volverás a mi huerto y a mi higuera:
daré tu corazón por alimento. por los altos andamios de las flores
Tanto dolor se agrupa en mi costado, pajareará tu alma colmenera
que por doler me duele hasta el aliento. de angelicales ceras y labores.
Un manotazo duro, un golpe helado, Volverás al arrullo de las rejas
un hachazo invisible y homicida, de los enamorados labradores.
un empujón brutal te ha derribado. Alegrarás la sombra de mis cejas,
No hay extensión más grande que mi y tu sangre se irán a cada lado
herida,
disputando tu novia y las abejas.
lloro mi desventura y sus conjuntos
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
y siento más tu muerte que mi vida.
llama a un campo de almendras
Ando sobre rastrojos de difuntos, espumosas
y sin calor de nadie y sin consuelo mi avariciosa voz de enamorado.
voy de mi corazón a mis asuntos. A las aladas almas de las rosas
Temprano levantó la muerte el vuelo, del almendro de nata te requiero,
temprano madrugó la madrugada, que tenemos que hablar de muchas cosas,
temprano estás rodando por el suelo. compañero del alma, compañero.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,