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La incorporación de tierras

El principal obstáculo para el desarrollo de la ganadería bonaerense lo constituian


los indígenas, ya que ocupaban gran parte del actual territorio de esa provincia.
Además, realizaban malones contra las estancias y fortines. En la década de
1820, alentados por la demanda externa, los hacendados de Buenos Aires.
Comenzaron un proceso de expansión de la frontera. Con ese fin, el goberna- dor
Martin Rodríguez realizó en 1823 una expedición militar, llamada campa- ña al
desierto, que le permitió extender la frontera hasta Tandil. Las tierras ganadas a
los nativos fueron vendidas o cedidas por el gobierno a particulares: hacendados,
militares, grandes comerciantes y partidarios de la política oficial.

Cuando Rivadavia solicitó el préstamo a la casa inglesa Baring Brothers, puso


como garantía las tierras públicas de la provincia, que por esa razón no podrían
ser vendidas hasta saldar la deuda. Para obtener provecho de ellas, dictó la Ley
de Enfiteusis, es decir, de alquiler de esas tierras por largo plazo. Mediante esta
ley se impulső el poblamiento rural hasta el río Salado. A pesar de que Rivadavia
se propuso alentar la producción agrícola y el acceso a la tierra de pequeños pro-
pietarios, el resultado fue el incremento de la gran propiedad ganadera. Los
mismos grupos que ya poseían tierras vieron la oportunidad para aumentar su
patrimonio.

Luego de completar su primer mandato como gobernador (1829-1832), Rosas


emprendió una nueva campaña que llegó hasta el río Colorado. Logró incorpo- rar
2.900 leguas cuadradas de tierras a la producción ganadera y frenar los ata- ques
indigenas mediante alianzas con algunas comunidades. Las nuevas tierras fueron
repartidas de modo similar al que se había utilizado anteriormente pero, en este
caso, a favor de los partidarios de Rosas.

El comercio porteño

En los primeros años de la década de 1820, luego de la disolución de las autori-


dades nacionales y en pleno uso de su autonomía, la provincia de Buenos Aires
intensificó sus vínculos comerciales con Gran Bretaña. Entre las importaciones
británicas pueden distinguirse textiles, carbón, hierro, acero y productos de
ferreteria. Parte de estas mercaderías competían con la producción del Interior, lo
que dio lugar a una polémica sobre el manejo de la aduana por el gobierno
bonaerense (INFO).

En 1825, el gobierno de la provincia, ante la falta de autoridades nacionales, firmó


el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Gran Bretaña y las
Provincias Unidas. Este documento implicaba el reconocimiento de la inde-
pendencia de las Provincias Unidas y aseguraba las relaciones comerciales entre
ambos países. Además, establecia perpetua amistad entre los dos Estados y reci-
proca libertad de comercio y navegación. A los ingleses que residieran en el Río
de la Plata se les aseguraba la libertad de culto, se los eximía del servicio militar y
de los empréstitos forzosos.

En este período también aumentaron las importaciones provenientes de los


Estados Unidos, entre las que se hallaban armas, barcos, municiones, sombre-
ros, calzado, monturas, muebles, tejidos de lana y algodón, harina y pescado.

. La Confederación Argentina (1835-1852)

En 1835, Rosas asumió por segunda vez el gobierno de la provincia de Buenos


Aires. Mediante un sistema que combinaba alianzas y represión de los opositores,
logró dirigir una confederación de las provincias argentinas. Permaneció en el
poder hasta su derrota en 1852.

Los desacuerdos entre los federales de Buenos Aires

En 1832, la legislatura bonaerense eligió a Rosas para un segundo período de


gobierno. Pero el Restaurador rechazó el cargo porque no le renovaron las facul-
tades extraordinarias. Prefirió, en cambio, alejarse de la ciudad y realizar la cam-
paña al desierto de 1833.

En Buenos Aires asumió como gobernador el federal Juan Ramón Balcarce. Quien
debió enfrentar serios problemas económicos y la división de los fede- rales. Los
federales netos o apostólicos, organizados por Rosas y su esposa Encarnación
Ezcurra, mantuvieron su fidelidad a Rosas, en tanto los lomos negros, doctrinarios
o cismáticos fueron sus opositores. La disidencia se mani- festó en los periódicos
que defendían una u otra posición.

Un juicio contra el periódico rosista El Restaurador de las Leyes (INFO) dio fugar a
una maniobra política de los federales apostólicos, quienes convencie ron a los
sectores populares de que Rosas sería juzgado. Alentados por Encarnación
Ezcurra, en noviembre de 1833, sus partidarios produjeron un levantamiento
conocido como la Revolución de los Restauradores. La legisla tura tuvo que ceder
y reemplazó a Balcarce por Juan José Viamonte. Este no pudo conciliar a los dos
sectores del federalismo y renunció en junio de 1834. El gobierno quedó en manos
del presidente de la legislatura, Manuel Vicente Maza.

La vuelta del orden político rosista

En 1835, un asesinato político conmovió al país. El caudillo riojano Facundo


Quiroga, enviado en misión pacificadora para solucionar un conflicto entre los
gobernadores de Tucumán y Salta, fue asesinado en la localidad cordobesa de
Barranca Yaco (+). Sus asesinos seguían órdenes de los hermanos Reinafé,
caudillos que controlaban entonces la provincia de Córdoba.

Esta noticia instaló el miedo en la sociedad y justificó la opinión de que la situación


de las provincias era inestable e insegura. Maza renunció y la legislatura de
Buenos Aires, respondiendo a la demanda de un gobierno fuerte, nombró
gobernador a Rosas. Nuevamente se le concedieron facultades extraordi- narias y
un mayor poder mediante la suma del poder público. Esta delegación de poderes
signi- ficaba que el gobernador, además de ejercer el Poder Ejecutivo, podía
intervenir en los otros dos, el Legislativo y el Judicial. Pocos días des- pués, un
plebiscito confirmó a Rosas el amplio apoyo de la ciudadania.

La confederación rosista

Rosas ejerció un férreo poder en su provincia. Con medidas represivas persi- guió
toda oposición y contó con instituciones dóciles, como la legislatura, que se
renovaba anualmente mediante un sistema de lista única. Cada cinco años era
reelecto en el cargo de gobernador, como una mera formalidad.
Una vez consolidado su predominio en Buenos Aires, y ante la falta de cau- dillos
opositores poderosos, fue extendiendo su influencia en las provincias. Impuso,
entonces, su idea de no convocar a un Congreso Constituyente y de conformar
una unidad mediante la delegación del manejo de las relaciones exteriores en su
persona. De esta manera, se conformó la Confederación Argentina durante la
etapa rosista.

Consenso y oposición

Rosas, al igual que en su primer gobierno, contó con un gran consenso en la


provincia de Buenos Aires. Hacendados, comerciantes, militares, sectores medios
y clases bajas de la ciudad y la campaña apoyaron su gestión, conven- cidos de
su papel como promotor del orden y la prosperidad bonaerense. Adhesiones
similares obtuvo en las provincias al formarse la Confederación.

Sin embargo, para Rosas el restablecimiento del orden implicaba acallar toda voz
opositora, ya se tratara de los unitarios o de federales contrarios a sus poli- ticas.
Dispuso numerosas cesaritias de empleados, militares y miembros de la Iglesia
señalados como enemigos de la causa federal. Impuso el uso obligatorio de la
cinta punzó, como símbolo de incondicionalidad politica.

Contaba con la Sociedad Popular Restauradora, un grupo de rosistas incon-


dicionales organizados como club político por su mujer durante su campaña al
desierto en 1833. Algunos integrantes de esta sociedad formaban un grupo que
realizaba acciones represivas contra los enemigos políticos, la Mazorca. Lo lla-
maron así porque la proximidad de los granos en la espiga de maíz simbolizaba la
unión entre sus miembros.

Debido a la persecución del régimen rosista, muchos opositores optaron por


emigrar. Montevideo fue el centro principal donde se reunieron los unitarios, los
federales cismáticos y los jóvenes de la generación de 1837 (+INFO) que hufan de
la represión.
Los levantamientos en el Litoral y el Interior

Rosas continuó con la política de puerto único, que perjudicaba los intereses
comerciales de las provincias del Litoral. Por esa razón, en 1839, el gobernador
correntino, Juan Genaro Berón de Astrada, inició un levantamiento que fue
derrotado por las tropas de Rosas.

Ese mismo año, con apoyo francés y de los emigrados de Montevideo, Lavalle
invadió Entre Ríos para iniciar una campaña contra el gobernador de Buenos
Aires. Derrotado en esa provincia en julio de 1840 y sin el apoyo que esperaba de
la población del Litoral, se dirigió al Norte, donde se había producido un
levantamiento.

Agobiadas por la política intervencionista de Rosas y por el estancamiento


económico, las provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y
Córdoba habían formado la Coalición del Norte contra el Restaurador. Lavalle
avanzó sobre Córdoba para plegarse a las fuerzas de esta alianza, pero fue derro-
tado en Quebracho Herrado por las tropas rosistas, en noviembre de 1840.

A partir de ese momento, Rosas mantuvo el control de la Confederación a través


de sus aliados, como los gobernadores Felipe Ibarra, de Santiago del Estero,
Nazario Benavidez, de San Juan, y Pascual Echagüe y Justo José de Urquiza, de
Entre Ríos. Solo Corrientes, periódicamente, opondría resistencia.

Los conflictos internacionales

Rosas, quien había recibido de las provincias la delegación de las relaciones


exteriores, enfrentó conflictos armados con países extranjeros. Los principa- les
fueron con Francia e Inglaterra.

A partir de 1830, Francia estaba interesada en ampliar su influencia en América


latina y, en particular, aumentar su presencia en el comercio rioplatense. En 1838,
una escuadra de guerra bloqueó el puerto de Buenos Aires, exigiendo para los
ciudadanos franceses residentes en la Confederación la eximición del servi cio
militar, tal como sucedía con los súbditos ingleses. El conflicto se resolvió con la
firma del tratado Mackau-Arana, que estableció que los desacuerdos entre dos
Estados solo se podían resolver por la vía diplomática.

En 1845, los exiliados unitarios pidieron la intervención de Francia y Gran Bretaña,


con el fin de detener el avance de Rosas y su aliado, el general Manuel Oribe, en
el Uruguay. Estas potencias europeas vieron, entonces, la oportunidad de
presionar para obtener la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, que
convenía a sus intereses comerciales. Entre 1845 y 1848 llevaron adelante un
nuevo bloqueo al puerto de Buenos Aires. El 20 de noviembre de 1845, cuando
una escuadra anglofrancesa intentó navegar el río Paraná por la fuerza, se pro-
dujo el combate de la Vuelta de Obligado. Después de una lucha desigual, en la
que las fuerzas rosistas trataron de impedirles el paso, las naves extranjeras
continuaron su recorrido. Sin embargo, no encontraron el mercado que espera-
ban: las provincias del Litoral estaban empobrecidas y poco era lo que podían
comprar.

El tratado Arana-Southern-Lépredour de 1849 puso fin a este conflicto. Los países


europeos reconocían a Oribe como presidente del Uruguay y la libre navegación
de los ríos quedaba como un tema de soberanía argentina. (+INFO)

La alianza contra Rosas

Hacia 1850, la Confederación Argentina estaba en paz y Rosas mantenía un


control personalista sobre todas las provincias. Esta forma de organización había
dado unidad al país durante un largo período, pero la resistencia de Rosas al
dictado de una Constitución era un obstáculo para la consolidación de las
instituciones del Estado. Además, su negativa a abandonar el sistema de puerto
único era vista por las provincias del Litoral como la causa de la postergación de
su desarrollo económico,

El 1 de mayo de 1851, el general Justo José de Urquiza, gobernador de Entre


Rios, publicó un pronunciamiento en el que expresaba la decisión de su pro- vincia
de reasumir el ejercicio de las relaciones exteriores e invitaba a los demás
gobiernos provinciales a organizar constitucionalmente la Nación. Solo la pro-
vincia de Corrientes adhirió a su propuesta.
Entre Ríos y Corrientes carecian de recursos para formar un ejército que
enfrentara con éxito al de Buenos Aires. Por eso, Urquiza buscó el apoyo del
Brasil, país que deseaba el fin de la influencia de Rosas en la cuenca del Plata.
Así, el gobernador entrerriano logró que se formara una alianza entre su provincia,
la de Corrientes, el Brasil y el Uruguay. Los emigrados adhirieron inmediata-
mente a la causa.

La caída de Rosas

En Buenos Aires, las acciones de Urquiza despertaron una reac- ción popular a
favor de Rosas. Por su parte, el gobernador por- teño no creia que su poder
corriese verdadero peligro y, por eso, no ordenó preparativos militares especiales.

Mientras tanto, la alianza había llegado a armar el llamado Ejército Grande,


compuesto por unos 30.000 hombres. Al frente de esa fuerza, y con el apoyo de la
escuadra brasileña en el rio Paraná, Urquiza inició la campaña contra Buenos
Aires.

Finalmente, las tropas de ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Caseros,


el 3 de febrero de 1852. Rosas fue derrotado.

Entonces, presentó su renuncia ante la legislatura y solicitó asilo al encargado de


negocios británico en Buenos Aires. Poco después partió hacia Inglaterra, donde
residió hasta su muerte, en 1877.

Urquiza, tras su victoria en Caseros, convocó a los gobernadores de las demás


provincias a reunirse para acordar la convocatoria a un congreso constituyente.
Fue así que, el 31 de mayo de 1852 firmaron el Acuerdo de San Nicolás, que citó
a dicho congreso para organizar constitucionalmente el pais bajo un sistema
federal.
Generación del 37
Es el primer movimiento intelectual del país, conformado por un grupo de jóvenes
que en 1837 se reúnen en el Salón Literario de Marcos Sastre, con el fin de
interpretar la realidad argentina y construir una identidad nacional.

Entre sus figuras centrales se encuentran: Esteban Echeverría, Juan Bautista


Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, José Mármol, Félix Frías, Vicente Fidel
López y Juan María Gutiérrez.

LOS CONFLICTOS DE LA ÉPOCA. SUS CAUSAS

Las oposiciones al sistema

Los opositores al sistema, a pesar de la común denominación que les dio el


régimen de “salvajes unitarios”, eran en realidad una multitud de sectores llevados
a la oposición en distintas épocas:

• los primeros fueron los “verdaderamente unitarios”, como Agüe- ro, Valentín
Alsina y Salvador María del Carril.

Dentro de este grupo se incluían militares como Paz y Lavalle.

• la generación del ’37, un grupo de intelectuales de la capital que, capitaneados


por Esteban Echeverría, conformaron la Asociación de Mayo. Este grupo,
integrado por Juan B. Alberdi, J.H. Gutiérrez y Vicente F. López, apoyó
inicialmente al régimen rosista, pero en 1838 pasaron a la oposición predicando la
“unión de los partidos”, concepto imposible de ser aceptado por Rosas.

• los federales del Litoral, que estaban enfrentados con Rosas a causa de la
política económica y los federales del Interior, que rechazaban el centralismo
porteño y el sometimiento a Buenos Aires.

Los núcleos opositores de Buenos Aires a veces se hallaron entre los integrantes
del régimen, como en la llamada Conspiración de Maza, o en núcleos de
hacendados disconformes con la política de tierras, como en la sublevación de los
Libres del Sur.

La derrota de la Confederación

17 de septiembre de 1861, las tropas de Buenos Aires vencieron a las de la


Confederación en la batalla de Pa- vón. Las fuerzas comandadas por Mitre
avanzaron enton- ces por el territorio santafesino e impusieron la disolu- ción de
las autoridades nacionales.

Mitre fue nombrado encargado provisorio del Poder Ejecutivo Nacional, reiniciando
la unificación del país, cero, esta vez, bajo la hegemonía porteña. Asimismo, en-
expediciones militares al Interior que impusieron gobiernos afines en la mayoría de
las provincias. Una vez asegurado el control poli- oco de la situación, convocó a
un nuevo Congreso que, reunido en Buenos Aires, lo gió presidente constitucional,
a partir del 12 de octubre de 1862. El principal objetivo del gobierno de Mitre fue
fortalecer al Estado nacional in- cluso frente a los intereses bonaerenses. Fue asi
como hizo aprobar la nacionaliza- ción de la Aduana, organizó un Ejército nacional
y el Poder Judicial federal. Sin embargo, la oposición de los autonomistas
porteños no le permitió federalizar la cudad de Buenos Aires como capital de la
República, cuestión que siguió sin resal verse hasta 1880.

Imagen del muelle y de la Aduana de Buenos Aires hacia 1860.

El pensamiento político nacional

Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi fueron los intelectuales más
influyentes en las decisiones políticas del período 1852-1880. Sus discusiones
adquirieron la forma de debates publicados a través de libros y de la prensa,
abordan- do temáticas referidas tanto al pasado como al futuro de la Argentina.

El tramo más famoso de esas polémicas comenzó en 1853, cuando durante sus
va- caciones en una quinta en el valle de Quillota, Chile, Alberdi escribió una serie
de cartas públicas en las que cuestionaba los artículos de Sarmiento en los diarios
de Buenos Ai- res. En estas Cartas quillotanas, Alberdi criticaba el papel del
periodismo coma grupo de presión frente a la situación politica del país y defendía
la actuación de Urquiza, que era atacado por Sarmiento, partidario de la política
separatista de Buenos Aires. En respuesta a las Cartas quillotanas, Sarmiento
publicó Las ciento y uno, obra en a que argumentaba que Urquiza representaba
una continuidad del caudillismo, al que había que darle fin. Según Alberdi, para
constituir la “República posible, ha- bia que ofrecer garantías e incluir a todos,
incluso a los gauchos y a los caudillos. Sarmiento, en cambio, opinaba que Alberdi
había redactado las Bases para obtener sentajas y espacios de poder dentro de la
Confederación.

Las transformaciones políticas y económicas

En la segunda mitad del siglo xxx, el país experimentó un proceso de moderniza


ción económica y organización política centralizada. La demanda de lana en los
mercados europeos favoreció a los criadores de ganado ovino y la Argentina logo
insertarse en el mercado mundial a través de la exportación ganadera.

Asimismo, surgieron los primeros emprendimientos industriales con el estableci


miento de los frigorificos que reemplazaron a los antiguos saladeros. La carne
congela da, que conservaba sus propiedades y su sabor por más tiempo, amplió el
mercado de exportaciones ganaderas, destinadas principalmente a los países
industriales europeos

Envudu triunfal de Uliquias en Buenos Aises, aguada de Léonie Mathis

A las transformaciones económicas se sumó la necesidad de establecer nuevas


formas de hacer política. Asi, mediante la sanción de una constitución, las
provincias buscaron terminar con la violencia y las guerras civiles que
caracterizaron sus relacio nes desde el proceso de independencia.

El periodo de construcción del Estado no fue fácil. Tras superar nuevos enfren
tamientos armados y conflictos de intereses provinciales, la Argentina logro
constituir un Estado nacional recién a fines del siglo xix. En 1880, el poder
ejecutivo consiguió imponer a la provincia de Buenos Aires, a través del uso de la
fuerza, la decisión de federalizar su ciudad capital.
El papel del Estado

A partir de la década de 1850, se aceleró la necesidad de conformar un Es tado


que fuera garante de la inserción internacional y de la modernización económica,
entendida como proceso organizado a partir de pautas más ra cionales que
permitieran previsibilidad en las actividades económicas. Funda mentalmente, se
fueron generando las condiciones básicas para el funciona miento de una
economia capitalista de base agroexportadora.

Para sostener la estructura del Estado, el gobierno central necesitaba ejercer e


monopolio de la fuerza, en especial, a través del Ejército que fue imponiendo te
autoridad en todo el territorio. Siguiendo el análisis del investigador argentino
Oscar Oszlak, en la segunda mitad del siglo xx el Estado se fue consolidando, con
marchas y contramarchas, como instancia suprema e indiscutida de poder en la
sociedad.

Las relaciones provinciales

A partir de la derrota de Rosas en 1852, se inició una época de nuevos acuerdos y


realineamientos políticos interprovinciales. En su proclama después de la batalla
de Caseros, Justo José de Urquiza declaró que no habría ‘ni vencedores ni
vencidos, ex presión que buscaba reunir el respaldo de quienes habian apoyado a
Rosas junto al de los antiguos opositores.

Za lo gro

Urquiza quedó al frente de la Confederación, se instaló en la residencia de Rosas


en Palermo y nombró a Vicente López y Planes (1758-1856), hombre de prestigio
y autor de la Marcha Patriótica, como gobernador provisional de la provincia de
Buenos Aires.

Aunque se pronunció a favor de la conciliación y el progreso, Urquiza debió


enfren- car una creciente oposición de la mayoría de los politicos porteños. En ella
se unieron ela grupos antes antagónicos, formados por antiguos rosistas y
también emigrados politi- decos, que defendian la supremacía de la ciudad-puerto
sobre el interior.

Vas clas

En gro der USO

Justo José de Urquiza habia nacido en Entre Rios en 1801 Fue gobernador de su
provincia y lider del federalismo local durante el periodo rosista qulerda)

Vicente Lopez y Planes (1758- 1856) tenia una larga trayectona politica que se
emoritans a su participación en el Cabildo Abierto de 1810 (Derecha

Es El Acuerdo de San Nicolás

Ción 86 de abril de 1852, Urquiza se reunió con representantes de las provincias


lito- raales en la antigua residencia de Rosas. Alli firmaron el Protocolo de
Palermo, ada por el cual se encargó al general entrerriano el mantenimiento de las
relaciones ona exteriores y de los asuntos generales de la Confederación.
También se convocó a los gobernadores a reunirse en San Nicolás de los Arroyos
el 31 de mayo de 1852, el a fin de lograr un consenso que permitiera organizar el
país.

Er to la chas

Acuerdo de San Nicolás estableció un plan que respondía a los intereses del Inte-
scador y debilitaba la supremacía porteña: reafirmaba el federalismo como
fundamento de a organización nacional; convocaba a un Congreso Constituyente
integrado por dos diputados por provincia; suprimia las aduanas interiores y
encargaba a Urquiza, como director provisorio de la Confederación, la
representación externa y el mando de los ercitos. También dejaba en sus manos
resolver las cuestiones referidas a la navegación de los ríos interiores, el comercio
interior y exterior y la administración de correos. Por ültimo, fijaba que cada
provincia contribuiría con el ingreso de sus aduanas exteriores a reunir los fondos
necesarios para sostener al gobierno federal y los gastos del Congreso.

La secesión de Buenos Aires

El Congreso se reunió en Santa Fe, a partir de agosto de 1852, para debatir y


sancionar la Constitución sobre la base del sistema republicano y federal de
gobierno.

Mientras que la mayoría de las provincias estaban de acuerdo con la organización


nacional, la hostilidad de algunos sectores de Buenos Aires crecía, en especial, a
cau sa del rechazo a la nacionalización de las rentas de la aduana y a la igualdad
de representantes de todas las provincias en el Congreso Constituyente. Los
porteños se negaban a repartir equitativamente los ingresos que circulaban por su
puerto provenientes del comercio exterior, y a poseer la misma cantidad de
diputados que el resto de las regiones, ya que el territorio bonaerense contaba con
más habitantes que el resto.

Los opositores a la política de Urquiza formaban un grupo muy diverso, integra do


por los emigrados antirrosistas que habían regresado del exilio, como Valentin
Alsina, y muchos antiguos aliados de Rosas, como la hacendada familia de los An
chorena. Sin embargo, estos sectores se unieron para defender la hegemonía de
Buenos Aires y formaron el Partido Liberal, que obtuvo un importante apoyo en las
elecciones para la Legislatura provincial. Frente a ellos, los hombres
identificados.com el Partido Federal, como Vicente Fidel López y Francisco Pico,
defendían el acuerdo con las provincias, pero se encontraban en minoria. Cuando
Urquiza viajó a Santa Fe para inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente,
en Buenos Aires estalló un movimiento de secesión". Los opositores porteños se
rebelaron en la madrugada del 11 de septiembre de 1852, depusieron al
gobernador “urquicista” y declararon anulada la adhesión de la provincia al
Acuerdo de San Nicolás.
A partir de entonces, Buenos Aires retiró sus diputados del Congreso Constitu
yente, se separó de la Confederación Argentina y se negó a participar del proceso
de organización nacional.

El triunfo porteño

El 30 de octubre de 1852. Valentín Alsina fue elegido gobernador de la provincia


de Buenos Aires y nombró a Bartolomé Mitre como ministro de Gobierno y de
Relacio nes Exteriores. Al mismo tiempo le encomendó la organización de las
tropas bonae renses que se enfrentarían a las de la Confederación si fuera
necesario.

Las guerras civiles volvían así a ser parte del escenario político nacional. Dos
expe diciones marcharon desde Buenos Aires hacia Corrientes con la intención de
forzar un levantamiento contra Urquiza, pero fueron derrotadas y debieron
regresar.

El 1 de diciembre de 1852, el comandante del Centro de Campaña Bonaerense.


Hilario Lagos, se sublevó contra Alsina proclamó su adhesión al Congreso de
Santa Fe e inició el sitio de Buenos Aires. Sin embargo, al no poder efectivizar el
bilo queo del puerto, las fuerzas fieles a la Confederación debieron levantar el sitio
en julio de 1853, y aceptar la división del pais en dos Estados independientes

La Constitución de 1853

Entras se producía el enfrentamiento entre la Confedera- con y Buenos Aires, el


Congreso reunido en Santa Fe debatió sancionó la Constitución nacional. Su texto
fue elaborado por una comisión que tomó en cuenta fundamentalmente la mora
Bases y puntos de partida para la organización política de República Argentina, de
Juan Bautista Alberdi.

Este libro incluía un Proyecto de Constitución para la Con- ederación Argentina,


que diferenciaba entre una “Repú- blica posible, en ese momento con una fuerte
autoridad concentrada en el Poder Ejecutivo, y una República verda- dera, con un
mayor equilibrio entre los poderes del Estado, Según Alberdi, dadas las
circunstancias en las que se en- contraba la nación al finalizar el dominio rosista,
esa “Repú bica verdadera solo podria instaurarse en forma gradual, medida que la
población se habituase a una convivencia politica y pacifica basada en el
funcionamiento de las instituciones constitucionales. De esta manera, proponia un
equilibrio entre el sistema federal y el unitario. Pensa- ba que la modernización de
la sociedad y el progreso de la economía exportadora ayudarian a formar esta
nueva sociedad.

Esta Constitución debia poner el acento en la tolerancia y la libertad de los ciuda


danos para permitir el ingreso de una gran masa de inmigrantes que poblarian el
desierto argentino”, refiriéndose asi a la baja densidad de población dentro del ex
tenso territorio nacional

El 1 de mayo de 1853, el Congreso sancionó la Constitución. El 25 de mayo fue


promulgada por Urquiza y el 9 de julio, jurada por las provincias de la
Confederación.

La presidencia de Urquiza

En noviembre de 1853, se realizaron las elecciones presidenciales en la Confede-


ración que, a través de un sistema de votación indirecta”, consagraron a Urquiza
como presidente constitucional del país. Salvador María del Carril, jurista
sanjuanino, fue elegido vicepresidente. Ambos asumieron el mandato el 1 de mayo
de 1854 y establecieron el gobierno en la ciudad entrerriana de Paraná, ya que
una cláusula de la Constitución la designaba como capital provisoria de la nación.

Los problemas económicos fueron una de las principales problemáticas que debió
enfrentar el gobierno de la Confederación. Si bien Buenos Aires no pudo impedir la
libre navegación de los ríos establecida por la Constitución, segula
hegemonizando el co- mercio exterior. Para competir con ella, la Confederación
habilitó el puerto de Rosario e inició trabajos de infraestructura en áreas como el
transporte y las comunicaciones.

La Confederación Argentina
La secesión de Buenos Aires inició una década caracterizada por la dificil
convivencia entre dos Estados independientes. Si bien la Confederación nunca
reconoció la au tonomía bonaerense, firmă diferentes pactos con los porteños que
buscaron evitar los enfrentamientos armados continuos en el territorio nacional.

La Confederación Argentina existió como tal entre 1853 y 1862 y sus presidentes
fueron Justo José de Urquiza (1854-1860) y Santiago Derqui (1860-1861),

“Gravamen:

Impuesto o tributo que se le aplica a un producto.

La Confederación organizó sus dominios sobre la base de la Constitución nacional


y, por tal razón, comenzó a estructurar un gobierno federal. En 1854, se
convocaron también elecciones para integrar las dos cámaras del Congreso,
constituyendose asi ei Poder Legislativo nacional. El Poder Judicial, sin embargo,
no logró conformarse durante la existencia de la Confederación Argentina: la Corte
Suprema de Justicia recién se estableció en 1863, bajo la presidencia de Mitre.

Mapa del territorio argentino entre 1853 y 1860

CHACO

SANTIAGO ESTERO

CORODBA ENTRE

MENDOZ
BUENOS

Océano Pacífico Sur

Océano Atlántico Sur

Ang

Referencias

Escala gráfica 300

Estado de Buenos

GLOSARIO

Los problemas financieros

En Santa Fe y Entre Ríos se extendió la producción ovina destinada a la


exportación de lana y creció la producción agrícola, a partir de las primeras
colonias rurales creadas con inmigrantes europeos. Pero en las demás provincias
de la Confederación, la economia mantenia las caracteristicas de los últimos
tiempos de Rosas y su situación se agravaba al no contar con un mercado
importante como el porteño La separación de Buenos Aires generaba a la
Confederación una dificil situación financiera: el mayor volumen de comercio
exterior seguía circulando a través del puerto de Buenos Aires y allí perma necian,
en consecuencia, los ingresos provenientes de las importa ciones y exportaciones.
Y, aunque se tomaron medidas tendientes a orientar ese comercio al puerto de
Rosario, estas resultaron insut cientes para competir con los porteños.
Con sus escasos recursos, la Confederación no podía mantener un ejército
centralizado. Sus fuerzas seguían basándose en las milicias provinciales, lo que
debilitaba al gobierno federal. De igual modo en la mayoría de las áreas públicas
siguió dependiendo de las ad ministraciones provinciales, que conservaron una
gran autonomia respecto del gobierno nacional,

Para hacer frente a esa situación, Urquiza contrató préstamos com banqueros
brasileños y, en 1856, impulsó la aprobación de la Ley de Derechos Diferenciales.
Esta recargaba con un mayor gravamen a las mercaderías europeas que llegasen
al territorio de la Confede ración a través de Buenos Aires.

Los conflictos internos

Durante las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda se sucedieron numero


conflictos, debido al avance del Estado nacional sobre las autonomías provinciales
Algunos caudillos del Interior se levantaron en armas y organizaron resistencias pe
pulares, pero, en todos los casos, fueron derrotados por el gobierno central.

Los primeros conflictos internos surgieron con el caudillo riojano Angel Vicente
Chacho Peñaloza, quien resistió el atropello de las fuerzas enviadas por Mitrea
terior después de Pavón. En 1863, Peñaloza solicitó una reparación económica su
provincia por los graves daños causados por la guerra civil, pero, ante la negat del
gobierno nacional, se levantó en armas. Las fuerzas nacionales, a las que se sum
ron los gobiernos de San Juan, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca,
derrota a las montoneras de Peñaloza en Lomas Blancas y Las Playas.
Finalmente, Peñal fue tomado prisionero, y el 12 de noviembre de ese año lo
asesinaron y decapita Su cabeza se expuso en público con el objetivo de prevenir,
a través del miedo, tum ras resistencias populares.

Sin embargo, los levantamientos se sucedieron en Córdoba, Santa Fe, Corriere La


Rioja, Mendoza y San Luis, En muchos casos, se relacionaron directamente come
rechazo que provocaron las levas obligatorias de soldados, organizadas por el gob
no central para la guerra del Paraguay. En 1866, las insurrecciones se asentaron
la región de Cuyo, y el ex lugarteniente de Peñaloza, Felipe Varela, llegó desde
Chile exiglendo el cumplimiento estricto de la Constitución y la defensa a la unión
de las demás repúblicas americanas. Este movimiento contaba con gran apoyo
pop pero fue derrotado por las tropas nacionales y santiagueñas en 1867. Varela
se ex nuevamente y dos años después falleció en Chile.

El gobierno de Sarmiento mantuvo la represión sobre los levantamientos feder les.


Cuando en 1870, Urquiza fue asesinado, el presidente envió tropas a Entre Ri y,
tras cruentas batallas, venció a Ricardo López Jordán, responsable del compi
Entre 1873 y 18/6, López Jordán reorganizó sus fuerzas desde Brasil, donde se
hab exiliado, y ericabezó dos nuevos levantamientos contra el gobierno central
que fu ron igualmente derrotados.

La guerra de la Triple Alianza

Alas resistencias en el Interior, se sumaron, desde 1865, las contiendas armadas


que se sucedieron durante cinco años en la guerra del Paraguay.

El detonante del conflicto fue la participación de los países de la región en la


guerra civil uruguaya, que enfrentaba a los partidos Colorado y Blanco. En 1863,
general Venancio Flores (del partido Colorado e ideología liberal) había inva- do
Uruguay con la ayuda del gobierno de Mitre y del emperador del Brasil, y ogró
deponer al gobierno blanco de Bernardo Berro, de Ideologia federal.

En 1865, Paraguay intervino en favor del partido blanco, declaró la guerra al Brasil
y cruzó sin autorización el territorio correntino para atacar el sur brasileño. En
estas circunstancias, el conflicto se generalizó rápidamente.

Los gobiernos de la Argentina, el Brasil y el Uruguay firmaron el Tratado de Triple


Alianza que los comprometió a unir fuerzas para derrocar al gobierno paraguayo,
imponer la apertura del comercio internacional y resolver las cuestiones mitrofes
pendientes en la región. El mando de las tropas terrestres aliadas fue encar- gado
al propio general Mitre, mientras que la escuadra estuvo al mando del almirante
brasileño Joaquim Marques Lisboa.

A pesar de la férrea resistencia paraguaya, el gobierno de Asunción fue derrotado


y población, diezmada. Se estima que alrededor del 90% de la población
masculina paraguaya pereció durante el conflicto a causa de los combates, las
epidemias y la insalubridad vivida en las trincheras. La incipiente economia
industrial paraguaya fue destruida y los territorios en litigio, repartidos entre los
países vencedores.

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