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Patrística
Los apologistas
La filosofía de los padres de la Iglesia se designa generalmente con el nombre
de patrística, nombre que proviene del latín patres, que significa ‘padres’. Fue
un pensamiento que se desarrolló para elaborar dogmas cristianos que se
mantuvieran cohesionados y los defendieran (apología) de la filosofía griega
(que los cristianos consideraban pagana y herética). A pesar de la aparente
incompatibilidad de las creencias cristianas con la filosofía griega, esta fue
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utilizada como herramienta para la formulación de la doctrina cristiana. Así,
desde la patrística, y en especial con el desarrollo de la escolástica, la filosofía
quedará supeditada, como una sierva, a la teología, cuando no se ha
confundido con esta
Agustín de Hipona
Aurelio Agustín nació en Tagaste de Numidia en el año 354, en África romana.
En su juventud llevó una vida desordenada. En el 373 leyó la obra Hortensius,
de Cicerón, donde se habla del amor a la sabiduría. En su deseo por encontrar
la verdad se adhirió primero a la secta de los maniqueos para luego inclinarse
al escepticismo. En el 384, mientras desempeña la cátedra de Retórica, en
Milán siguió las enseñanzas del obispo Ambrosio. Su primer encuentro con la
metafísica lo realiza leyendo las Enéadas de Plotino, donde se insiste en la
necesidad de la purificación. Así, Agustín trata de purificar sus costumbres,
pero sus pasiones son tenaces. Por ese tiempo lee sobre la necesidad de la
gracia divina en las cartas de Pablo (Nuevo Testamento). Se convierte al
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cristianismo, es ordenado sacerdote y en el 395 es consagrado obispo de
Hipona (África). Falleció en el año 430. Entre las obras más importantes de
Agustín se encuentran las Confesiones, donde presenta su filosofía de la
interioridad; La ciudad de Dios, donde estudia la filosofía y la teología de la
historia y cuyas ideas influirán en el pensamiento político posterior.
La filosofía y su método
El origen del filosofar parte del deseo de felicidad. El hombre anhela, no tanto
una verdad teórica, cuanto una verdad que salve. La verdadera felicidad se
encuentra en la unión con Dios por el conocimiento y el amor. La filosofía se
mueve en el ámbito de la religión cristiana, que es la que da la verdadera
felicidad. Para ello, Agustín establece una franca colaboración entre la razón y
la fe: la filosofía es una profundización y fundamentación racional de la visión
cristiana entendida en su sentido más amplio. Para poder reflexionar hay que
impedir a todo trance disiparse exteriormente. Solo en el interior de la propia
persona se encuentra la verdad. Agustín afirma el primado de la interioridad. Su
esfuerzo filosófico trata de esclarecer el problema de Dios y del alma. Parte del
estudio del interior del hombre para conocer toda la realidad.
El problema del conocimiento
Agustín se caracterizó por su búsqueda afanosa de la verdad. Un tiempo de su
vida pasó por la duda escéptica. Para llegar a la verdad recurrió al testimonio
de su propia conciencia, que le indicaba la certeza de su existencia individual y
del propio pensamiento. Ni siquiera el error puede quebrantar la certeza,
puesto que «si me equivoco, quiere decir que existo». De esta manera, el alma
humana logra llegar a verdades inalterables, universales necesarias y eternas.
Tal es el caso de las verdades matemáticas. ¿Cómo se llega a estas verdades?
Sin duda, dice Agustín, no provienen de los sentidos que solo alcanzan a
cuerpos mudables y particulares. Pero tampoco la inteligencia las produce
porque esta facultad las encuentra y constata. Entonces, la fuente de las
verdades necesarias y eternas debe estar en Dios, que ilumina la inteligencia
para que conozca las verdades que superan los sentidos. Esta es la famosa
teoría de la iluminación
. Dios
Para Agustín, la existencia de Dios es tan clara, que basta una sencilla
reflexión para percatarse de ella. Llega a un Dios vivo y personal porque tiene
como punto de partida el alma humana viviente. El argumento de las verdades
eternas para el descubrimiento de Dios es de pura inspiración platónica:
encontramos en nuestra inteligencia verdades necesarias inmutables, eternas
como el principio de identidad, los axiomas matemáticos, etc. Pero estas
certezas que se encuentran en nuestra mente solo se pueden comprender en
su plenitud, porque realmente existe un ser necesario, inmutable y eterno, que
llamamos Dios. El principio fundamental de este argumento, con claro influjo
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platónico, se lo puede sintetizar diciendo que una mayor comprensión de las
ideas que no cambian exige la existencia de un ser que no cambie. Agustín
comprende que a Dios se lo conoce mejor callando que tratando de explicarlo,
no se lo puede conocer en sus detalles: es incomprensible e inefable. Sin
embargo, Agustín hace algunas afirmaciones positivas de Dios, sobre todo
respecto a su inmutabilidad y a su bondad.
El mundo
El mundo fue creado de la nada por un acto libre y voluntario de Dios. Al
principio todo estaba en un estado de confusión, pero poco a poco se fue
organizando gracias a las razones seminales puestas por Dios en la materia
creada. A manera de una semilla, esas ideas se desenvuelven por el influjo de
las circunstancias materiales y bajo la acción de Dios. La explicación
agustiniana es, pues, dinámica en un marco evolutivo que no rechaza la acción
de Dios ni de la materia.
Antropología
Siguiendo la teoría platónica, Agustín concibe al ser humano compuesto de
alma y cuerpo. Ambos son esenciales para el hombre, pero el alma tiene
preeminencia sobre el cuerpo, ya que lo gobierna. El alma es una sustancia