Lecciòn 11 Alquimia Espiritual

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Centro de Armonización Integral

Curso: Alquimia Espiritual


Prof.: Gustavo Fernández

Lecciòn nº 11: Buscando nuestro Guerrero Interior

La peor enfermedad del espíritu humano, ya lo dijimos, es la


“excusitis”, ésa que nos arrastra a creer que enemigos y dificultades están “ahí
afuera” distrayéndonos del verdadero origen de nuestras limitaciones, ubicado
en el “aquí dentro”. Que es como decir: sólo desarrollando el máximo posible
de nuestro potencial haremos Camino en la vida. Y a ese proceso le llamamos
“el despertar del Guerrero interior”.

El primer paso consiste en modificar nuestra actitud ante la vida


cotidiana. Porque siempre debemos recordar que la actitud supera a la
aptitud. De forma tal que todas nuestras herramientas, nuestro
conocimiento, nuestra formación no es más que nuestra postura ante la vida.
Y la primera actitud debe ser encarar la vida con Wei Wu Wei: dejar fluir,
dejar hacer.

Muchos creen que el “dejar fluir” es encogerse de hombros y dejar que


las cosas “nos pasen”. Y eso sería sólo una pésima comprensión de este
Principio. Pues el verdadero “dejar fluir” es observar, desapasionadamente,
desapegadamente, hacia dónde fluye el río de nuestra vida y, sabiéndolo,
subirse las mangas y trabajar proactivamente en esa direcciòn. Imagina que tu
vida es un río, y sólo ese río. Pero tu vida es también una canoa en la que
navegas en ese río. Puedes ir hacia una orilla y descansar, hacia la otra, remar a
favor o en contra de la corriente, anclar en mitad del curso, pero todo lo harás
en ese río que será solamente tuyo. Y cada uno de nosotros navegará
libremente su propia canoa en el río que le corresponda

EL WU- WEI FRENTE A LA VIDA PRÁCTICA. La acción en la No


Acción

Frente a los habituales y manidos valores del voluntarismo, la acción


desbordante, la energía frenética, o el dinamismo de la excitación, la propuesta
de este paradójico hacer sin acción, se revela tan seductora como inaprensible
si se trata de comprender desde una perspectiva limitada o reduccionista. Es
evidente que nuestra educación occidental ha sido cimentada precisamente en
la exaltación de esos principios, y hemos sido formados en la cultura de que
por encima de los medios está la consecución de los objetivos, y que son los
logros los que determinan ese apreciado valor social llamado éxito, que a
veces de manera lastimosa tratamos de alcanzar incluso a costa de las
conductas más destructoras tanto con uno mismo como con los demás. Tal
vez por ello, el Wu–Wei sea para nosotros, los occidentales, más difícil de
comprender que para los pueblos de Oriente aunque, en realidad, el factor
educacional es mucho menos condicionante que el deseo sincero que cada
persona tenga de orientar su vida hacia la conquista de la paz interior. Desde
tiempos inmemoriales, anteriores al taoísmo, algunos antiguos sabios chinos
acuñaron un concepto cuya sola enunciación representa un inmenso logro en
la historia del conocimiento filosófico a la par que la expresión del método de
conducta más sutil y poderoso que existe: el Wu–Wei o el arte de hacer desde
el no–hacer. No obstante, esta extraordinaria paradoja fue desarrollada y
expuesta por los grandes maestros taoístas, alcanzando su punto máximo con
el gran Lao–Tse y su inmortal Tao Te King.
Pero, ¿es este concepto algo más que una reflexión ingeniosa fruto de
alguna mente extravagante? Y, lo que es más importante: ¿es susceptible de ser
aplicado en el ámbito de lo concreto, en el mundo de lo práctico?, ¿cómo es
posible hacer desde el no–hacer?, ¿no son ambas ideas antagónicas? Pues bien,
la práctica del Wu–Wei en la vida diaria no sólo es posible, sino que reporta
unas cotas de calidad de vida, tanto exterior como interior, de gran valor.
Veamos ahora las tres pautas principales sobre las que es posible desarrollar el
Wu–Wei y cuyo aprendizaje crea un modelo de escenario idóneo donde el arte
del no–hacer puede manifestarse:

LA TRANQUILIDAD. Si la definimos como la virtud de no desasosegarse


con facilidad y el dominio en la eliminación de los movimientos –tanto físicos,
como emocionales y mentales–, la brusquedad y la violencia, con su obtención
lograremos un elemento imprescindible para la acción correcta en todos los
órdenes de la vida.
Si bien es cierto que la tranquilidad es un fruto que crece a la luz de la
madurez y la experiencia, no es menos cierto que se trata de una actitud
asumible y adaptable a nuestra conducta a través de un aprendizaje
consciente.

LA LIGEREZA. Dentro de la enseñanza taoísta, podemos definir la


ligereza como la virtud de no cargar de contenidos densos el significado de
los sucesos en los que somos protagonistas –tanto si son felices como si
son funestos– así como el dominio de discernir adecuadamente entre
aquello que es importante y lo que no lo es o, dicho en palabras de los
antiguos sabios, separar lo fundamental de lo accesorio. Es obvio que esta
separación, realizada desde un cierto nivel de conciencia, invita
necesariamente a ser liviano ya que, en realidad, aquello que es realmente
importante “un hombre de verdad es capaz de llevarlo dentro de sí
mismo”.

LA SENCILLEZ. Aplicando una somera observación a la conducta


humana, se evidencia de inmediato la enorme tendencia que tiene el
hombre a complicar las cosas, lo cual está íntimamente ligado a su
asombrosa capacidad para perjudicarse a sí mismo. Si definimos la sencillez
como la virtud de gestionar la vida con la menor inversión de tiempo,
esfuerzo, energía y medios posibles, podremos observar que el beneficio se
multiplica en proporción directa a la reducción de la complejidad. Además,
si en la virtud de la sencillez está presente la calidad intrínseca a la falta de
artificio y la carencia de ostentación, encontraremos en esta conducta ante
la vida una de las más queridas por los aspirantes a la maestría del Wu–Wei.
Antes de continuar debemos aclarar que el Wu–Wei no tiene nada que ver, ni
con la pasividad, ni mucho menos con la inactividad. Muy al contrario, siendo
como es el arte de “permitir que las cosas sucedan siguiendo el flujo natural de
existencia”, podemos afirmar que el no–hacer es la máxima expresión de la
acción. Y, en este mismo orden de definiciones, podemos citar a Blofeld
cuando habla de “escapar de la acción artificiosa, calculada e interesada” y de
la “acción siempre espontánea y de acuerdo al momento presente”. A estas
afortunadas expresiones podemos añadir la falta de ansiedad, tensión, cálculo
y, sobre todo, de interés respecto a los resultados. Es decir, una acción
auténtica y que brota de lo más profundo del ser, dejando al margen todas las
artificiosas necesidades del ego.

LA ACCION LIBRE DE OBJETIVOS. Dentro de los factores que


envuelven al Wu–Wei, lo que se define como la “acción libre de objetivos”
representa su eje nuclear. Hemos dicho que todos los elementos de
previsión, deseo, necesidad, cálculo y manipulación parten directamente del
ego, y toda la catarata de intenciones y objetivos que éste convoca tiene
como misión el dar respuesta al complejo e irreal mundo que habita.
Los antiguos maestros se dieron cuenta de que si se le sustraía al ego la
posibilidad de “hacer”, esa inactividad iba debilitándolo paulatinamente.
Asimismo, siendo conscientes de que la inactividad es nociva en sí misma
por la nula capacidad de aprendizaje que supone y por las secuelas que
produce la paralización de la energía, desarrollaron la estrategia de la
“acción libre de objetivos”, cuya clave es que la energía no esté al servicio
del ego para disfrazar sus carencias, satisfacer sus necesidades o proteger de
sus miedos, sino ponerla al servicio del ser. Y es en este momento cuando
es posible que se establezca el tránsito mágico que va desde el hacer al no–
hacer, pues el ser no hace, es.
Ni que decir tiene que en esa identificación total del ser humano con la vida
ya no existen ataduras. Además, representa una conquista monumental, la
posibilidad de transformarse en una manifestación profunda del poder
superior, cuyos actos, por su propia naturaleza, estarán ya siempre al
servicio del diseño divino.

CONQUISTANDO LA NO–EXCITACIÓN. Otro aspecto importante


a considerar asociado al Wu–Wei es el de la no–excitación. Habitualmente,
la excitación es el punto de partida de la mayoría de nuestros actos:
excitación sensorial, sexual, emocional, mental, intelectual, etcétera. De
hecho, una de las causas principales de la infelicidad humana reside, según
los antiguos maestros, en la búsqueda incesante de nuevas fuentes de
excitación, es decir, de estímulos exteriores susceptibles de crear reacciones
en nosotros. Pero esta facultad reactiva, si bien supone una enorme fuente
de aprendizaje necesaria, es capaz de convertirse, incorrectamente utilizada,
en la mayor responsable de nuestra falta de libertad. Recuerdo una ocasión
en la cual, un maestro Zen que estaba de visita en España ilustró esta
enseñanza señalando al toro bravo, perennemente “excitado” por la muleta
del torero, como símbolo de la enorme capacidad de manipulación que la
excitación es capaz de provocar en el ser humano.
Los mejores argumentos y herramientas que podemos manejar para huir de
la terrible servidumbre que supone la excitación son la indiferencia y
desafectación frente a lo superfluo, lo estúpido o las múltiples y variadas
“muletas” que la vida diaria nos presenta como excitantes engaños que nos
conducen de un lado a otro, creyendo además que ejercemos nuestra
voluntad, cuando en realidad sólo respondemos mecánicamente a un juego
de reacciones que nos abocarán la mayoría de las veces hacia el dolor.
Este breve cuento hindú puede ilustrar este punto, principalmente en lo
que se refiere a las servidumbres emocionales:
Un buscador espiritual con una fuerte tendencia a dejarse manipular por
factores externos fue a visitar a un maestro para plantearle el siguiente
problema:
· Maestro, no soy capaz de alcanzar la paz interior.
· ¿Cuál es el motivo? –interrogó el maestro.
· Lo ignoro. Por eso estoy aquí, buscando tu sabiduría y consejo.
El maestro quedó pensativo unos instantes y dijo:
· Vas a ir ahora mismo al cementerio. Allí te sentarás en medio de
las tumbas y pasarás la mañana elevando toda suerte de elogios a los
muertos.
El discípulo obedeció y, una vez que hubo cumplido la tarea, regresó.
· ¿Has hecho lo que te dije? –preguntó el maestro.
· Así lo he hecho –respondió el estudiante.
· Bien; pues ahora volverás al cementerio y pasarás la tarde
vertiendo insultos e injurias a los muertos.
El discípulo volvió a cumplir la orden del maestro.
Llegada la noche, regresó de nuevo.
· Maestro, durante la mañana he ensalzado las virtudes de los
muertos con toda clases de elogios, pero por la tarde he ofendido
gravemente a esos mismos muertos con grandes insultos. ¿Puedes
decirme ahora el objetivo de tus mandatos?
· ¿Qué te contestaron los muertos? –preguntó a su vez el maestro–.
¿No se mostraron satisfechos y se vanagloriaron con tus alabanzas?, ¿tal
vez se volvieron indignados y coléricos con tus insultos?
· Pero, maestro, eso no es posible. ¿Cómo van a reaccionar si están
muertos?
· Pues eso es exactamente lo que has de esperar de ti mismo: la
ausencia de reacciones, tanto ante las ofensas como ante las alabanzas.
Si alguien te insulta y enciende tu cólera, ¿no ves el poder que tiene
sobre ti? Si alguien te alaba e inflama tu vanidad, ¿no ves el poder que
tiene sobre ti? Tu paz interior la tienes ahora en manos de los demás o
en poder de los acontecimientos que te rodean. Ve y rompe esas
cadenas, recupera tu libertad y entonces encontrarás la paz interior.
Volvamos al Wu–Wei. Posiblemente no sea mala propuesta el ejercitarse
en el aprendizaje de esta acción sin–hacer, y aunque si bien la
inspiración que nos deja la frase de Chuang–Tse “La alegría y la felicidad
perfectas sólo pueden encontrarse en la no–acción” sea un poco
elevada, sí que podremos reencontrarnos, aunque sea en un tono más
modesto, con algunos valores un tanto olvidados como los
mencionados de la sencillez, tranquilidad, ligereza y anonimato.

EL NO–HACER se expresa:
[Libre de apegos [Desde el anonimato [Exclusivamente sobre el presente
[Libre de propósito [Desde la espontaneidad [ Sin forzar nada ni a nadie
[Libre de objetivos [Desde la sinceridad [Sin manipular nada ni a nadie
[Libre de interés [ Desde la sencillez [Aprovechando el fluir de la existencia
[Libre de cálculos [Desde la no excitación [Poniendo la energía cada vez en
una única y real acción; lo demás son ondas de ese acto.

ESTRATEGIAS PARA LA ACCIÓN. LAS CLAVES PARA SER


FELIZ. INSTRUCCIONES PARA OPTIMIZAR LA TOMA DE
DECISIONES.

Claves para ser feliz


1) Caminar siempre un kilómetro más

Generalmente, la diferencia entre un buen vendedor y uno malo es que el


segundo se desilusiona cuando son cada vez más las personas que le dicen
no, mientras el primero sabe que, entonces, falta cada vez menos para
hallar una que diga “sí”. Esta clave consiste en esforzarse en hacer siempre
un esfuerzo suplementario a aquél que cualquier otro haría en idéntica
situación.

2) Desapegarse afectivamente del problema

El ocuparse de las cosas no es pre – ocuparse por ellas. Ocuparse no es


sufrirlas y, como siempre decimos, dado que la angustia no cotiza en la
Bolsa aparecer como conflictuado, sufriente y problematizado por un
obstáculo a superar sólo tiene valor en la psicología de los mediocres,
donde el hecho de estar anímicamente mal se asocia a un mayor grado de
responsabilidad, perdiendo de vista que es sólo el distanciamiento afectivo
del tema lo que nos da el equilibrio y la objetividad para ver las cosas más
sencillas y solucionables. De no ser así, ¿por qué somos siempre tan
efectivos al aconsejar a los demás sobre sus problemas e incapaces para
aplicar esos planteos a los nuestros?.

3) Estar siempre ocupado

El que nada hace, piensa tonterías.

4) Divina obsesión

Experimentar el “fuego sagrado” de imbuirse totalmente del deseo de


conseguir lo que nos proponemos.

5) Ver el vaso medio lleno

... que no es lo mismo que verlo medio vacío, aunque algunos supongan
que sí, ya que en el primer caso nos estaremos retroalimentando
positivamente. Es lo que lleva a siempre intentar las cosas aunque el
sentido común –de los demás- afirme que es inútil. Cuando una persona se
dice “¿para qué voy a pedirle –preguntarle – sugerirle- algo a Fulano, si
seguro me va a decir que no?”, la actitud correcta es “entonces, si el “no”
ya lo tengo, ¿qué puedo perder?”.

6) Buscar lo trascendente y el sentido final a lo que hacemos


Trabajar “para ganar dinero” no es un fin; sólo un medio para un objetivo
posterior, más importante y significativo.

7) Jerarquizar los pequeños logros

Sentirnos sanamente orgullosos de lo que hagamos, aunque a los ojos de


los demás aparezca minimizable. Las cosas importan si son significativa
para nosotros, no para los demás.

8) Disfrutar lo conseguido

No debemos “dormirnos en los laureles”, pero es muy útil hacer pequeños


altos para disfrutar lo conseguido antes de reemprender el camino.

9) Rodearse de un ambiente positivo

Hasta en los actos más pequeños o cotidianos, comprender que comprar


un adorno que nos agradó para el hogar o el lugar de trabajo no es
superfluo ni un desperdicio de dinero, sino que la satisfacción estética tiene
un efecto estimulante sobre nuestro campo energético. Si estamos
haciendo trámites y nos detenemos a tomar un café, no hacerlo en un bar
paupérrimo para ahorrar algunas monedas; una media hora de rélax en una
confitería agradable y hasta suntuosa nos estimulará por la misma razón,
generando pensamientos positivos.

10) No prestar oídos a chusmeríos

Evitar ese contagio psíquico que consiste en enredarse en cuentos y


monsergas inútiles que traen los ociosos a nuestra vida. Comprender que el
“correveidile” es la cuna de la envidia y la mediocridad. A los chismosos,
entonces, echarlos sin muchos miramientos: si no tienen nada que hacer,
que no vengan a hacerlo en nuestro mundo cotidiano.

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