resumen la divina comedia
resumen la divina comedia
resumen la divina comedia
Cuando llegan a la otra orilla, varios diablos pequeños les cierran el paso
a los viajeros a la ciudad de Dite, la entrada al Bajo Infierno. Solo con la
ayuda de un ángel al que llamaron los viajeros, logran abrir la puerta.
Apenas entran, Dante oye enseguida miserables lamentos y quejas.
Aquí, en el sexto círculo del Infierno, los herejes yacen en sus
ataúdes y soportan tormentos de fuego sin fin. En un breve descanso,
Virgilio aprovecha la ocasión para explicarle a Dante la organización
interna del Infierno.
“Cerbero, cruel y deforme fiera, / ladraba, igual que un perro, con sus
tres fauces / a la gente que ahí anduviera””. (Infierno, Canto Sexto)
En un precipicio en el que desemboca atronador uno de los ríos del
Inframundo, Virgilio arroja una cuerda a la profundidad del abismo.
Después, flotando con esta, viene hacia ellos una figura que causaría
espanto a cualquiera: un dragón con cara de hombre, cuerpo de
serpiente y cola de escorpión llamado Gerión, sobre cuyas espaldas
ambos viajeros llegan al octavo círculo del Infierno.
“Nada temas, que nuestro viaje / no puede ser por nadie impedido, pues
Él lo permitió” (Infierno, Canto Octavo)
Aquí es donde encuentran a Catón, el guardián del Purgatorio, que es la
montaña que deben subir las almas que no están perdidas del todo. A
petición de Virgilio, Catón les permite a ambos seguir en dirección a la
montaña del Purgatorio.
“A Dios, a sí mismo y al prójimo /se puede violentar, sea por él, sea por
sus cosas / como aún puedes escuchar claramente de mí””. (Infierno,
Canto Undécimo, Virgilio sobre las clasificaciones de los violentos)
El ángel abre la puerta con sus llaves; Dante y Virgilio, acompañados de
cantos y música, atraviesan el umbral del primer aro de la montaña
del Purgatorio. Aquí expían los vanidosos y los soberbios, que deben
cargar enormes pesos de piedra. En el segundo aro, Dante y Virgilio
encuentran a los envidiosos afectados por la ceguera y sentados en
cuclillas en un triste agujero, donde voces invisibles les exigen caridad.
El tercer aro está envuelto en una espesa niebla, donde los iracundos
piden clemencia a todos los santos. En el cuarto aro, Virgilio aprovecha
la oportunidad para explicarle a su acompañante sobre las siete gradas
de la montaña del Purgatorio, mientras a su alrededor, pasan a toda
prisa los que fueron perezosos durante su vida. Los avaros, amarrados al
suelo, evocan los nombres de todos aquellos a los que dejaron en la
pobreza. Después de una breve conversación con el espíritu de Hugo
Capeto, el progenitor de la casa real francesa, Dante y Virgilio le dan la
espalda al quinto aro. En el sexto, los viajeros encuentran hambrientos
y demacrados a los que pecaron de gula, que aquí hacen penitencia por
sus excesos.
“Del señor de aquel reino del dolor / medio pecho del hielo sobresale””.
(Infierno, Canto Trigésimo Cuarto, sobre Lucifer)
Al llegar al séptimo aro, los viajeros ven a los voluptuosos que
atraviesan una enorme pared de fuego mientras recitan ejemplos de
castidad. Al igual que en todas las gradas hasta aquí, Dante se detiene a
conversar con algunas de las almas. Más tarde, un ángel guardián les
dice que deben atravesar el fuego. Algo titubeantes, Dante y Virgilio se
arriesgan a dar también este paso.
El Paraíso Terrenal