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ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA

ALAVESA

D I P U TA C I O N F O R A L D E A L AVA

C O N S E J O D E C U LT U R A

4
DIPUTACION FORAL DE ALAVA

CONSEJO DE CULTURA

ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA

TOMO IV

VITORIA 1970
Edita: Diputación Foral de Alava (Consejo de Cultura).
Imprime: Gráficas Santamaría, D. Beltrán, 2. VITORIA.
Depósito Legal: VI-640-70.
SUMARIO

ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES. EL MOMEN-


TO ACTUAL DE LA INVESTIGACION ARQUEOLOGICA EN
LA PROVINCIA DE ALAVA
Enrique Vallespí Pérez

SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALI-


ZADAS EN ALAVA
Armando Llanos

LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN (San Vicente Ara-


na) y Arratiandi (Atauri) en Alava
Juan María Apellániz

ETNOLOGIA PRE-ROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

José Miguel Ugartechea

ALAVA PRE-ROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

María Lourdes Albertos

ESTELAS DECORADAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE


ALAVA
Juan Carlos Elorza

UN POSIBLE CENTRO DE CULTO A EPONA EN LA PROVIN-


CIA DE ALAVA
Juan Carlos Elorza

DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

Juan Carlos Elorza

NOTAS BREVES

La V campaña de excavaciones en la cueva de los Husos I.


Excavaciones en el castro de El Castillo de Henayo. Bi-
rimbao aparecido en las excavaciones del castro de las
Peñas de Oro.
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES.
EL MOMENTO ACTUAL
DE LA INVESTIGACION ARQUEOLOGICA
DE LA PROVINCIA DE ALAVA.

por Enrique José Vallespí Pérez

SUMARIO *
I. Los arqueólogos y sus investigaciones.
II. La bibliografía arqueológica.
III. Un resumen del estado actual de su estudio.

Los arqueólogos y sus investigaciones.

La arqueología alavesa actual es el resultado de la obra de cuatro generaciones de


estudiosos, cuyas tareas se han desarrollado con admirable continuidad de trabajos di-
rectos desde mediados del siglo XIX, tras recoger un estímulo inicial anterior de algunos
hallazgos casuales y de estudios incipientes. El estímulo inicial se originó con el control
incoherente de los primeros hallazgos arqueológicos casuales registrados en el actual
territorio provincial desde la segunda mitad del siglo XVI. Intensificados los hallazgos en
la primera mitad del siglo XIX, impulsaron la toma de conciencia de su estudio a una
generación intelectual, cuya aportación arqueológica conjunta se inició hacia 1866, desa-
rrollándose hasta 1914. A esta generación de pioneros de la arqueología alavesa sucedió,
sin solución de continuidad, la generación de los modeladores de su estudio científico,
cuya fecunda actividad alcanzó la preguerra de 1936, lográndose la continuidad arqueo-
lógica del máximo representante de este equipo de investigación, D. José Miguel de Ba-
randiarán, a cuya labor, reemprendida pronto, se sumó el esfuerzo de la diezmada genera-
ción de la postguerra, habiéndose incorporado actualmente a este equipo básico la más re-
ciente generación de arqueólogos (1) .
La etapa inicial precedente a la primera generación de estudiosos aportó sustan-
cialmente el reconocimiento del carácter romano de las ruinas de Iruña, con la recogida
en este yacimiento de las primeras estatuas de mármol, y el afortunado descubrimiento
de los dólmenes de Aizkomendi y Sorginetxe. en Salvatierra (2) .
Al estímulo inicial de estos descubrimientos siguió la labor conjunta de los pione-
ros de la arqueología alavesa, generación representada por

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ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

Ladislao de Velasco, Ricardo Becerro de Bengoa, Federico Baráibar y Julián de Apráiz.


La aportación de este grupo al estudio arqueológico de Alava se realizó desde 1866 hasta
1914 y sus trabajos de campo lograron el descubrimiento de siete nuevos dólmenes en
diversas comarcas del territorio provincial (Eskalmendi y Kapelamendi en Arrazua, San
Sebastián I y II, Gúrpide y Sendadiano en el Cuartango, y Puerto de San Juan e Igorita o
Larrazábal en la sierra de Entzia), el descubrimiento del túmulo de Okina, los hallazgos
de la Dehesa de San Bartolomé en el Puerto de Vitoria, la recogida de un hacha de cobre
en Nograro, y en el campo de la arqueología romana se realizó un control eficiente de los
restos de Iruña, donde se realizaron los primeros trabajos de excavación, se señaló con
claridad la densa romanización de la provincia, con el rescate de un nutrida serie de
epígrafes y monedas; y además, se llamó la atención sobre el interés arqueológico de las
cuevas artificiales de Marquínez, Laño y Faido (3).
El legado arqueológico alavés, resultado de los hallazgos casuales de la etapa
inicial y de la labor conjunta de esta primera generación de estudiosos, fue recogido por
la segunda generación, la de los modeladores de la moderna arqueología alavesa, cons-
tituida por el equipo creador de la arqueología científica vasca, Telesforo de Aranzadi,
José Miguel de Barandiarán y Enrique de Eguren. La labor de este equipo se inició en
1916 y su desarrollo duró hasta la preguerra de 1936, continuando Barandiarán hasta
ahora, tras el paréntesis de la guerra civil. El legado de la labor de este admirable equipo
es inmenso, centrado en lo prehistórico, logró un gran despliegue de trabajos de campo:
el descubrimiento de treinta y un nuevos dólmenes (12 en la sierra de Entzia, 8 en la de
Badaya, 3 en la de Gibijo, 3 en el valle de Ayala, cerca de Añes, 2 en la sierra de Elguea
y los de Larrasoil en Salvatierra, Askorrigaña o Axpea cerca de Trespuentes y Choza de
la Hechicera en Elvillar), del sepulcro de Lamikela en Contrasta y del yacimiento de
Salbatierrabide en El Prado de Vitoria; la individualización de una serie de cuevas y
yacimientos en la zona de Araya; el reconocimiento del carácter prerromano de los
niveles inferiores de Iruña y el descubrimiento de los primeros poblados de la Edad del
Hierro (Kutzemendi, Peña de Oro, La Hoya y Santa Engracia), así como el control de
diversos hallazgos esporádicos de hachas pulimentadas en el territorio provincial. Cen-
trada fecundamente en el ámbito prehistórico, la labor de esta generación no entró de
manera directa en el estudio de los restos romanos, limitándose en este campo al informe
realizado por Barandiarán de su conocimiento de una nutrida serie de ermitas e iglesias
alavesas asentadas sobre restos romanos y al control de algún hallazgo suelto correspon-
diente a esa época. Asimismo se realizó el estudio de la numerosa serie de grutas artifi-
ciales de la zona de Marquínez y Condado de Treviño. La publicación de tal cúmulo de
trabajos de campo motivó un admirable despliegue bibliográfico. Además, se logró

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ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

la instalación de un Museo Arqueológico inicial, patrocinado por la Sociedad de Estudios


Vascos e instalado en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria, con fondos de las colec-
ciones del Instituto de Enseñanza Media y del Colegio de los Marianistas de dicha ciudad
y de diversas donaciones particulares. Tamaño balance afianzó definitivamente el conteni-
do documental de la arqueología alavesa (4).
Interrumpidas las investigaciones por el obligado paréntesis de la guerra civil y
alejado de la provincia José Miguel de Barandiarán, mantuvo la continuidad sobre el te-
rreno Domingo Fernández Medrano. Las publicaciones sobre arqueología alavesa se rea-
nudaron en 1943 y a la reintegración entonces de Barandiarán unió sus esfuerzos una nueva
generación, cumplidamente representada por Fernández Medrano. Financiaron las tareas
arqueológicas el Consejo de Cultura de la Diputación Foral de Alava y la Caja de Ahorros
Municipal de la Ciudad de Vitoria. Importante también fue la integración de estas tareas
provinciales en las actividades de los organismos nacionales pertinentes. En resumen, el
balance de esta etapa supone la realización de excavaciones sistemáticas en dólmenes y
cuevas, en poblados del Hierro (La Hoya de Laguardia y Kutzemendi de Olárizu) y en la
ciudad romana de Iruña. Se realizó asimismo la catalogación de fondos arqueológicos y su
instalación en el Museo Provincial de Alava, labor debida a Antonio Mañuecos Francos y
a Domingo Fernández Medrano. En la publicación de los trabajos de campo destaca la es-
pléndida serie de Barandiarán y Fernández Medrano en el «Boletín de la Institución Sancho
el Sabio», de la Caja de Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria, y la Memoria de la ex-
cavación parcial de Iruña, debida a Gratiniano Nieto y editada por el Consejo de Cultura de
la Diputación Foral de Alava (5).
A la labor continuada de Barandiarán y Fernández Medrano se unen pronto los
esfuerzos iniciales de una nueva generación. Primero son una serie de beneméritos pros-
pectores, cuyas actividades se inician en la década de 1950, a través de la Sociedad
Excursionista Manuel Iradier y de su Grupo Espeleológico, y después, del Grupo Espeleo-
lógico Alavés; destaca la entrega a estas tareas de Juan Antonio Madinaveitia, los her-
manos Ricardo y julio Arbosa, Vicente Gálvez e Isidro Sáez de Urturi. Estos grupos
mantienen desde entonces su entusiasmo prospector y pronto nace de ellos un equipo
arqueológico, puesto desde el primer momento al servicio de las actividades de Baran-
diarán y Fernández Medrano en la provincia. Hacia 1957 y acompañando a Barandiarán,
realiza Armando Llanos trabajos de excavaciones en yacimientos de la región. En 1.961
integran el grupo, junto a Llanos, Jaime Fariña y José Antonio Agorreta en Vitoria y
desde Bilbao, Juan María Apellániz y José Miguel Ugartechea; poco después, exac-
tamente en 1965 y 66 se unen al grupo Juan Carlos Elorza y el firmante de estas notas,
ambos directamente en Vitoria. El grupo constituye el equipo alavés

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ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

de la actual escuela de arqueólogos vascos creada por el magisterio de Barandiarán. De


este modo queda definida la institucionalización del actual momento arqueológico
alavés, con D. José Miguel de Barandiarán como Delegado Provincial de Excavaciones
Arqueológicas y más aún como venerable patriarca de la arqueología vasca, D. Domingo
Fernández Medrano, figura de excepción de la arqueología alavesa, como Conservador
del Museo Arqueológico Provincial y miembro del Consejo de Cultura de la Diputación
Foral de Alava, el grupo arqueológico, centrado en el Museo e integrado en las tareas del
Consejo de Cultura, y los prospectores de la Excursionista Manuel Iradier y del Grupo
Espeleológico Alavés. Las actividades de este ejemplar equipo arqueológico son de una
trascendencia de la que estamos plenamente conscientes: se está realizando la puesta en
marcha de un plan sistemático de trabajos de campo, plasmada en el encauzamiento de
una prospección metódica del mapa arqueológico provincial y en la excavación, corona-
da ya con importantes logros, de dólmenes, cuevas y poblados; la instalación adecuada
del Museo Arqueológico, con publicación de su catálogo, y la aparición de una revista
anual especializada, de gran estilo, «Estudios de Arqueología Alavesa», iniciada en 1966,
como órgano de las actividades del Museo Arqueológico Provincial y editada por el
Consejo de Cultura de la Diputación Foral. El despliegue bibliográfico alcanzado corro-
bora plenamente la fecundidad del actual momento arqueológico alavés (6).

II. La bibliografía arqueológica.

1. «Diccionario geográfico-histórico de España, por la Real Academia de la Historia», 2 vols.,


Madrid 1802.
2. CEAN BERMUDEZ, «Sumario de las antigüedades romanas que hay en España», Madrid 1832.
3. JOSE DE MEDINAVEITIA, artículo publicado en «El Lirio», semanario de Vitoria, t. 1, núm. 2,
noviembre de 1845 (sobre el hallazgo de una estatua romana en Iruña).
4. «Sepulcro céltico de Eguilaz», en el «Semanario Pintoresco Español», Madrid 1846.
5. PASCUAL MADOZ, «Dicionario Geográfico Estadístico Histórico de España», t. VII, 1847, p.
448.
6. MANUEL DE ASSAS, «Nociones fisionómico-históricas de la Arqueologia en España», en el
«Semanario Pintoresco Español», Madrid 1857, pp. 112 ss.
7. LADISLAO DE VELASCO, en el folleto «Sesión extraordinaria que para su reorganización ce-
lebró la Comisión de Monumentos Históricos y

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ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

Artísticos bajo la presidencia del señor Gobernador de la Provincia», Vitoria, abril 1867.
8. HÜBNER, CIL II, 1869, núms. 2.927 a 2.937.
9. JOSE AMADOR DE LOS RIOS, «Estudios monumentales y arqueológicos. Las provincias vas-
congadas», en «La Revista de España», Madrid 1871.
10. RICARDO BECERRO DE BENGOA, «Descubrimiento de nuevos sepulcros celtas en Alava»,
«El Ateneo», Vitoria 1871.
11. FRANCISCO COELLO DE QUESADA, «Noticias por provincias sobre las vías, poblaciones y
ruinas antiguas, especialmente de la época romana. Provincia de Alava», Madrid 1874.
12. RICARDO BECERRO DE BENGOA, «El Libro de Alava» , Vitoria 1877.
13. LADISLAO DE VELASCO, «Los dólmenes y antigüedades prehistóricas de Alava», Discurso
pronunciado en la apertura de curso del Ateneo de Vitoria, 1877.
14. FRANCISCO NAVARRO VILLOSLADA, nota en «La Ilustración Española y Americana», enero
1877.
15. FEDERICO BARAIBAR, «El dolmen de Arrízala», en el periódico «Irurak bat», Bilbao, 25
agosto 1879.
16. RICARDO BECERRO DE BENGOA, «Alrededor de Vitoria», «Revista de las Provincias Eus-
karas», t. II, 1879, pp. 97-120.
17. LADISLAO DE VELASCO, «Los éuskaros en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya», Barcelona 1880.
18. FEDERICO BARAIBAR, «Los dólmenes de Alava», revista «Euskalerria» IX, San Sebastián
1881, pp. 207-8.
19. RICARDO BECERRO DE BENGOA, «Los dólmenes celtas», «Euskalerria», San Sebastián 1881,
pp. 153-58.
20. JULIAN APRAIZ, «LTna visita arqueológica» , «El Ateneo», t. VIII, núms. 12-13, Vitoria 1882,
pp. 189-90.
21. FEDERICO BARAIBAR, «Alava durante la dominación romana: las ruinas de Iruña», discurso
leído en el Ateneo de Vitoria, en 9 noviembre 1882, publicado en «El Ateneo», Vitoria 1883.
22. JUAN OCHOA DE ALAYZA, «Comunicación acerca del despoblado de Iruña-Suessatio», en el
«Boletín de la R. Acad. de la Historia», t. II, 1883, p. 257.
23. FEDERICO BARAIBAR, «Lápidas romanas de Iruña», en el «Bol. de la R. Acad. de la Histo-
ria, t. X, 1887, p. 403.
24. FRANCISCO NAVARRO VILLOSLADA, «De lo prehistórico en las Provincias Vascongadas»,
«Euskalerria», San Sebastián 1888, pp. 5-6.
25. FEEDERICO BARAIBAR, «Inscripciones romanas cerca del Ebro en las provincias de Alava y
Burgos», «Bol. de la R. Acad. de la Historia», t. XIV, 1889.
26. HÜBNER, CIL, Suplementum 1892.

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ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

27. JULIAN APRAIZ, «Los dólmenes alaveses», «Euskalerria», San Sebastián 1892 (pp. 401-6 y
443-8) y 1893 (48-51 y 75-80).
28. FEDERICO BARAIBAR, «Lápidas romanas inéditas en Navarra y Alava», «Euskalerria», San Se-
bastián 1895, t. XXXII.29. JULIAN APRAIZ, «Un nuevo dolmen alavés», «Euskalerria» 1896, pp.
187-90.
30. JULIAN APRAIZ, «¿Cristianos o prehistóricos?», «Euskalerria», t. XLIV, 1901, p. 116.
31. J. COLA Y GOITI, «Descubrimientos arqueológicos», «Euskalerria», t. XLV, 1901, p. 459.
32. JULIAN APRAIZ, «Discurso sobre los dólmenes alaveses», «Euskalerria» 1904, pp. 311-15, 421- 24
y 453-57.
33. FEDERICO BARAIBAR, «Epigrafía armentiense», «Bol. de la R. Acad. de la Historia», t. XLIX,
1906.
34. PABLO DE ALZOLA Y MARIO DE AREITIO, en «Revista Euzkadi» núm. 14, 1912, p. 141.
35. FEDERICO BARAIBAR, «Museo incipiente», Suplemento a la Memoria del curso 1911-12 del
Instituto General y Técnico de Vitoria, Madrid 1912.
36. FEDERICO BARAIBAR, «Lápidas de Puebla de Arganzón y Laguardia», «Bol. de la R. Acad. de
la Historia» LXIV, 1914, pp. 176-81.
37. ENRIQUE DE EGUREN Y BENGOA, «Estado actual de la Antropología y Prehistoria Vascas.
Estudio antropológico del pueblo vasco. La Prehistoria en Alava», Bilbao 1914.
38. CRISTOBAL DE CASTRO, «Catálogo monumental de España. Inventario General de los monu-
mentos históricos y artísticos de la nación. Provincia de Alava», Madrid 1915.
39. BARON DE VEGA DE HOZ, «Ruinas de Iruña y el puente romano de Trespuentes», «Bol. de la R.
Acad. de la Historia» LXVII, 1915, pp. 227-9.
40. «Trespuentes», en el «Bol. de la R. Soc. de Historia Natural», t. XVIII, 1915, p. 438.
41. JOSE MIGUEL DE BARANDIARAN, «Investigaciones prehistóricas en la Diócesis de Vitoria»,
discurso inaugural del curso académico en el Seminario Conciliar de Vitoria, reproducido en el
«Boletín de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales», t. XVI, Zaragoza 1917, pp. 210-36.
42. ENRIQUE DE EGUREN, «Avance al estudio de algunas de las cuevas artificiales de Alava», «Bol.
de la R. Soc. Esp. de Historia Natural», t. XVIII, Madrid 1918, pp. 546-7.
43. PEDRO RUIZ DE AZUA, «Sepultura tardenoisiense de Axpea (cerca de

12
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

Trespuentes, Alava)», «Bol. de la R. Soc. Esp. de Historia Natural», t. XVIII, 1918, pp. 483-95.
44. BLAZQUEZ Y SANCHEZ ALBORNOZ, «Vía romana de Briviesca a Zaragoza», «Memorias de la
Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades», Madrid 1918.
45. ANDRES AGUIRRE, «Tres nuevos dólmenes en Alava», «Euskalerriaren alde», San Sebastián
1919, pp. 413-16.
46. TELESFORO DE ARANZADI, JOSE MIGUEL DE BARANDIARAN Y ENRIQUE DE EGUREN, «Explo-
ración de siete dólmenes en la Sierra de AtaunBorunda», San Sebastián 1920.
47. J. M. DE BARANDIARAN, «El arte rupestre en Alava», «Boletín de la Sociedad Ibérica de
Ciencias Naturales», Zaragoza, marzo-abril 1920, pp. 81-84.
48. H. BREUIL, «Les bas-reliefs de Markinez (Alava)», «Revue Archéologique» VIII, 1921.
49. ARANZADI, BARANDIARAN Y EGUREN, «Los nuevos dólmenes de la Sierra de Entzia», San
Sebastián 1921.
50. ARANZADI, BARANDIARAN Y EGUREN, «Grutas artificiales de Alava», «Eusko Ikaskuntza»,
San Sebastián 1923.
51. C. DIEZ, «En los umbrales de la historia de Alava», en «Vida Colegiala, .revista del Colegio
de Santa María (Marianistas), Vitoria, junio de 1923, pp. 13-21.
52. C. DIEZ, «Culturas prerromanas del Arenal del Prado», «Vida Colegial», Vitoria, septiembre
1923, pp. 15-20.
53. ENRIQUE DE EGUREN, «Una autoridad científica y unos cuantos chifla dos» (sobre la visita a
Vitoria de H. Obermaier), en «Vida Colegial», Vitoria, septiembre 1924, pp. 11-13.
54 «Centro de Investigaciones Prehistóricas de la Sociedad de Estudios Vascos. Prospecto-
programa publicado con motivo de su creación», Vitoria 1925 (Reproducido en «Anuario de
Eusko-Folklore» 1927, pp. 1-2 del final).
55. LUIS PERICOT GARCIA, «La Civilización megalítica catalana y la Cultura Pirenaica», Bar-
celona 1925.
56. ENRIQUE DE EGUREN, «Nuevas investigaciones prehistóricas en Alava», «Anuario de Eusko-
Folklore» VII, 1927, pp. 17-33 del final.
57. E. DE EGUREN, «Dólmenes clásicos alaveses. Nuevos dólmenes en la Sierra de Entzia (En-
cía)», «Revista Internacional de Estudios Vascos», San Sebastián 1927, pp. 1.-54.
58. C. SARALEGUI, «En el monte Santa Cruz o de Olárizu», «Gymnasium», Vitoria 1927, p. 227.
59. COSTA, «Vías romanas en Alava», «Euskalerriaren alde», 1928, páginas 336-50.

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ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

60. J. ALTADILL, «De re geographico-histórica. Vías y vestigios romanos de Navarra» en «Ho-


menaje a D. Carmelo de Echegaray», San Sebastián 1928, con referencia a Alava en las pp.
480-88.
61. T. M. DE BARANDIARAN, «Trabajos del Laboratorio de Etnología y Eusko-Folklore en el año
1928», «Anuario de Eusko-Folklore» VIII, 1928, p. 5.
62. E. DE EGUREN, «Nuevos datos acerca de la Prehistoria en Alava. El túmulo de Oquina», en
«Homenaje a D. Carmelo de Echegaray», San Sebastián 1928, pp. 185-98.
63. E. DE EGUREN, «El dolmen de Larrasoil. Otros datos para el estudio de la prehistoria ala-
vesa», «Anuario de Eusko-Folklore» IX, 1929, pp. 107-17.
64. E. DE EGUREN, «Las Cuevas de La Leze y de Los Gentiles. El yacimiento de Allarán», «Re-
vista Internacional de Estudios Vascos, XX, 1929, pp. 256-68.
65. J. M. DE BARANDIARAN, «Los dólmenes de la Sierra de Gibijo (Alava) », «Anuario de Eusko-
Folklore» XII, 1932, pp. 115-20.
66. J. M. DE BARANDIARAN, «Trabajos del Laboratorio de Etnología V Eusko-Kolklore», «Anua-
rio de Eusko-Folklore» 1933, t. XIII.
67. J. M. DE BARANDIARAN, «Trabajos del Laboratorio de Etnología V Eusko-Folklore», «Anua-
rio de Eusko-Folklore» 1934, t. XIV.
68. C. SANCHEZ ALBORNOZ, «De Briviesca a Suessatio», «Revista del Archivo, Biblioteca y
Museo del Ayuntamiento de Madrid», 1934.
69. J. M. DE BARANDIARAN, «El Hombre Primitivo en el País Vasco», «Colección Zabal-kundea»
núm. 3, San Sebastián 1934.
70. J. M. DE BARANDIARAN, «La arquitectura dolmética en Alava», en «Vida Vasca», Bilbao
1936, pp. 29-31.
71. MARQUES DE LORIANA, «Dos nuevos hallazgos megalíticos en la provincia de Alava»,
«Archivo Español de Arqueología» XVI, Madrid 1943, pp. 206 8.
72. J. ALVAREZ Y SAEZ DE BURUAGA, «Huellas romanas en Alava», en el diario «Pensamiento
Alavés», del 3 agosto 1944.
73. J. M. DE BARANDIARAN, «Sorginaren Txabola. La Choza de la Hechicera. La Hutte de Sor-
ciére», «Ikuska», Sare (Francia) 1946, p. 43.
74. T. M. DE BARANDIARAN, «Catalogue des Stations Prehistoriques des Peyréneés Basques»,
«Ikuska» 1, Sare 1946, pp. 24-40.
75. DEOGRACIAS ESTAVILLO, «La primera cerámica excisa de las Provincias Vascas», en
«Cuadernos de Historia Primitiva» II, 1, Madrid 1947
76. J. M. DE BARANDIARAN, «Contribución a un catálogo de cavernas del País Vasco», «Ikuska»
8 al 13, 1948.

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ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

77. DOMINGO FERNANDEZ MEDRANO, «Descubrimientos prehistóricos en la zona de Laguardia


(Alava)», «Ikuska» 1948, pp. 77-8.
78. D. FERNANDEZ MEDRANO, «Memoria de la Sociedad de Amigos de Laguardia», Laguardia 1948.
79. D. FERNANDEZ MEDRANO, «Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava»,
«Ikuska» II, 1948, y III, 1949.
80. GRATINIANO NIETO, «El yacimiento de Iruña (Alava)», «Bol. del Seminario de Estudios de
Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid», Curso 1948-9, Valladolid 1949.
81. DOMINGO FERNANDEZ MEDRANO, «Por los campos de la Arqueología alavesa», «Vida Vas-
ca», Bilbao 1949, pp. 82-7.
82. LUIS PERICOT GARCIA, «Los sepulcros megalíticos catalanes y la Cultura Pirenaica», 2ª ed.,
CSIC, Barcelona 1950.
83. J. M. DE BARANDIARAN, «La Prehistoria en el Pirineo Vasco. Estado actual de su estudio»,
«Actas del Primer Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos (San Sebastián 1950)»,
CSIC, Zaragoza 1952, pp. 209-18 y 3 mapas.
84. «La Prehistoria en Alava», «Bol. de la Sociedad Excursionista Manuel Iradier», Vitoria, oc-
tubre 1950, p. 26.
85. E. CUADRADO, «Excavaciones arqueológicas en Alava durante 1951», «Archivo Español de
Arqueología» 83-84, 1951, pp. 252-3.
86. G. NIETO, «La estela de Iruña (Alava)», «Bol. del Seminario de Estudios de Arte y Arqueo-
logía de la Universidad de Valladolid», Curso 1951-2.
87. A. BELTRAN, «Acerca de los dólmenes pirenaicos occidentales», «Archivo Español de Ar-
queología» XXV, 2° semestre 1952, pp. 345-8.
88. JUAN SAN MARTIN, «Dos nuevos dólmenes vascos», «Munibe», San Sebastián 1953, pp. 19-21.
89. J. M. DE BARANDIARAN, «El Hombre Prehistórico en el País Vasco», «Biblioteca de Cultura
Vasca» núm. 42, Editorial Vasca Ekin, Buenos Aires 1953.
90. JESUS ELOSEGUI, «Catálogo dolménico del País Vasco», «Grupo de Ciencias Naturales Aran-
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revista «Pirineos» del CSIC, núms. 28-29-30, Zaragoza 1953.
91. J. ELOSEGUI, «Nuevo dispositivo de visita que pudiera adoptarse en el dolmen de Aitzkomendi
(Eguilaz, Alava) », «Munibe» 1953, cuaderno 3, pp. 164-5.
92. D. ESTAVILLO, «Las industrias líticas de Araico (Condado de Treviño)», «Zephyrus», t. VI,
Salamanca, enero-junio 1955, pp. 171-8.
93. G. NIETO, «Recientes descubrimientos en el yacimiento romano de Iruña (Alava)», «Actas de
la IV Sesión de los Congresos Interna-

15
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

cionales de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (Madrid 1954)», Zaragoza 1956.


94. J. MALUQUER, «Dos nuevas piezas interesantes del yacimiento alavés de Kutzemendi (Olári-
zu, Vitoria)», en «Homenaje a D. Joaquín Mendizábal», San Sebastián 1956, pp. 297-302.
95. DEOGRACIAS ESTAVILLO, «El Neolítico de facies Campiniense de Araico-Treviño. Contribu-
ción a la Prehistoria del País Vasco», «Actas de la IV Sesión de los Congresos Internacionales
de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (Madrid 1954)», Zaragoza 1956, pp. 433-43.
96. J. M.A BLAZQUEZ MARTINEZ, «Estatua femenina de Iruña (Alava)», «Zephyrus» VII, Sala-
manca 1956, p. 234.
97. J. M. DE BARANDIARAN, «Una estación megalítica en la Rioja», «Bol. de la Institución Sancho
el Sabio», t. 1, Vitoria 1957, pp. 47-50.
98. J. MALUQUER DE MONTES, «Las comunidades prehistóricas alavesas y sus problemas», «Bol.
de la Institución Sancho el Sabio» I, Vitoria 1957, pp. 51-64.
99. P. DE PALOL, «Los objetos visigodos de la Cueva de Los Goros (Hueto de Arriba, Alava)»,
«Bol. de la Institución Sancho el Sabio» 1, Vitoria 1957, pp. 73-84.
100. «La Sociedad Amigos de Laguardia», en el «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» I, Vitoria
1957, pp. 89-91.
101. J. M. BLAZQUEZ, «Perseo volando, sobre un vidrio de Iruña», «Zephyrus» IX, Salamanca,
enero-junio 1958, pp. 118-20.
102. J. M. DE BARANDIARAN Y D. FERNANDEZ MEDRANO, «Excavaciones en Alava», «Bol. de la
Institución Sancho el -Sabio», t. II, núm. 1, Vitoria 1958, pp. 91-180. El trabajo apareció tam-
bién en «Zephyrus» IX, Salamanca, enero-junio del mismo año, con el título de «Excavaciones
en dólmenes alaveses», quedando en el «Boletín» ampliado con nuevos datos e ilustraciones.
103. A. ERASO, A. LLANOS, J. A. AGORRETA Y J. FARIÑA, «Contribución al estudio de la Cueva de
Obenkun y del Karst de Bitigarra (San Vicente de Arana, Alava)», «Boletín de la Institución
Sancho el Sabio», t. II, núm. 2, Vitoria 1958, pp. 311-326.
104. GRATINIANO NIETO, «El Oppodum de Iruña (Alava)», «Publicaciones del Consejo de Cultu-
ra de la Diputación Foral de Alava», Vitoria 1958.
105. J. M. DE BARANDIARAN Y D. FERNANDEZ MEDRANO, «Trabajos de la Sección de Prehistoria
en las jornadas Espeleológicas Vasconavarras. Garbea 1959)», «Bol. de la Institución Sancho
el Sabio», t. III, Vitoria 1959, pp. 23-25.
106. LEANDRO DE ACHA, «Prehistoria Vasca. Los dólmenes de Alava», en «Vida Vasca», Bilbao
1960, pp. 27-29.

16
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

107. J. M. DE BARANDIARAN Y J. M. APELLANIZ, «Excavaciones en dólmenes de Alava», «Bol.


del Seminario de Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid», t. XXVII, 1961,
pp. 379-86.
108. A. LLANOS, «Algunas consideraciones sobre la cavidad de Solacueva y sus pinturas
rupestres», «Munibe», núm. 1 de 1961, pp. 45-64.
109. EDWARD SANGMEISTER, «Contribución al estudio de los primitivos objetos de metal en el
País Vasco», «Anuario de Eusko-Folklore», t. XVIII, 1961, pp. 49-55.
110. A. LLANOS Y J. A. AGORRETA, «Estudio espeleológico de la Cueva de Lazalday (Zárate, Ala-
va)», «Munibe», núm. 1 de 1961, p. 79.
111. «Espeleología: Barandiarán en Solacueva», en el «Bol. de la Sociedad Excursionista Ma-
nuel Iradier», Vitoria, agosto-septiembre de 1961, pp. 3-4.
112. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones arqueológicas en Alava en 1957 y 1958. Dólme-
nes Layaza (Laguardia) y San Sebastián S. (Catadiano). Caverna Covairada (Morillas)»,
«Bol. de la Institución Sancho el Sabio», t. VI, Vitoria 1962, pp. 5-22.
113. JUAN MARIA APELLANIZ CASTROVIEJO, «El túmulo no megalítico de Sendadiano y el dol-
men de Gúrpide Norte de Catadiano (Alava)», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio», t.
VI, Vitoria 1962, pp. 59-75.
114. J. M. DE BARANDIARAN, «Prospección arqueológica en El Montico (Albaina, Condado de
Treviño)», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio», t. VI, Vitoria 1962, pp. 171-2.
115. J. M. DE BARANDIARAN, «Despoblado de Oro (Murguía, Alava)», Bol. de la Institución
Sancho el Sabio», t. VI, Vitoria 1962, páginas 173-4.
116. J. M. APELLANIZ, «La falange labrada del dolmen de Gúrpide Norte (Catadiano, Alava)»,
«Anuario de Eusko-Folklore», t. XIX, San Sebastián 1962, pp. 227-35.
117. J. M. BASABE, «Nota previa sobre los cráneos de los dólmenes de Peciña (Logroño) y del
Alto de la Huesera (Laguardia, Alava) », «Anuario de Eusko-Folklore», t. XIX, 1962, pp.
223-6.
118. G. NIETO, «Cajas de barro célticas con decoración excisa», en «Homenaje al Profesor
Mergelina», Madrid 1963, p. 659.
119. «Grupo Espeleológico Alavés», nota en el «Bol. de la Sociedad Excursionista Manuel
Iradier», Vitoria, junio 1963, pp. 7-8.
120. A. LLANOS, «Las pinturas rupestres esquemáticas de la provincia de Alava», en «Es-
tudios del Grupo Espeleológico Alavés. 1962-1963», Vitoria 1963, pp. 109-19.
121. «Arqueología: «Aranzadi» se reúne en Vitoria», nota en el «Bol. de la Soc. Excursionista
Manuel Iradier», Vitoria, mayo-junio 1964, p. 17.

17
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

122. A. LLANOS Y J. A. AGORRETA, «La cueva sepulcral de Los Moros o de Peña Rasgada», «Noticia-
rio Arqueológico Hispánico» VI, Cuadernos 1-3, 1962, Madrid 1964, pp. 135-46 y láms.
123. J. M. APELLANIZ, A. LLANOS Y J. FARIÑA, «Sobre algunas cuevas sepulcrales de Alava», en «Es-
tudios del Grupo Espeleológico Alavés», 1963-64», Vitoria 1964, pp. 75-89.
124. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones en Alava. Año 1957», «Noticiario Arqueológico Hispá-
nico», t. VI, núms. 1-3, año 1962, Madrid 1964.
125. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte (Jócano, Alava)» , «Bol. de
la Institución Sancho el Sabio», VIII, 1964.
126. J. M. DE BARANDIARAN, D. FERNANDEZ MEDRANO Y J. M. APELLANIZ, «Excavación del dolmen
de San Martín (Laguardia)», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio», VIII, 1964.
127 BARANDIARAN, MEDRANO Y APELLANIZ, «Excavación del dolmen de El Sotillo (Laguardia)»,
«Bol. de la Institución Sancho el Sabio», VIII, 1964.
128. IGNACIO BARANDIARAN MAESTU, «Monedas romanas de Solacueva (Jócano, Alava)», «Bol. de
la Institución Sancho el Sabio, VIII, 1964.
129. J. M. APELLANIZ, «Monumentos megalíticos de Vizcaya y Alava», «Munibe» 1965, pp. 77-81.
130. J. M. UGARTECHEA, A. LLANOS, J. FARIÑA Y J. A. AGORRETA, «El Castro de Peñas de Oro (Valle
de Zuya, Alava). Campañas de 1964, 65 y 66», en el «Bol. de la Institución Sancho el Sabio», t.
IX, Vitoria 1965, pp. 121-55 y láms. siguientes. (Se retrasó la publicación del Boletín).
131. JESÚS ALTUNA, «Fauna del yacimiento de Castro de Peñas de Oro (Valle de Zuya, Alava)», «Bol.
de la Institución Sancho el Sabio», t. IX, 1965, pp. 157-82.
132. J. M. APELLANIZ, «La estación megalítica de Añes, en Alava», «Anuario de Eusko-Folklore» XXI,
San Sebastián 1965-66, pp. 117-37.
133. J. M. BASABE, «Antecedentes prehistóricos de la población actual vasco-navarra», «IV Sympo-
sium de Prehistoria Peninsular sobre Problemas de la Prehistoria y Etnología Vascas», Pamplona
1966, pp. 351-66.
134. M. FUSTE, «El tipo pirenaico occidental», «IV Symposium de Prehistoria Peninsular sobre
Problemas de la Prehistoria y Etnología Vascas», Pamplona 1966, p. 346.
135. A. M. MUÑOZ AMILIBIA, «El Neolítico del País Vasco», «IV Symposium de Prehistoria Peninsu-
lar sobre Problemas de la Prehistoria y Etnología Vascas», Pamplona 1966, p. 112.

18
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

136. E. J. VALLESPÍ PEREZ, «Las investigaciones prehistóricas en la provincia de Alava», en


«Estudios de Arqueología Alavesa» 1, Vitoria 1966, pp. 7-26.
137. J. M. DE BARANDIARAN, «Exploración de Aizkomendi. Desmonte de la parte meridio-
nal del túmulo», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 196, pp. 27 40.
138. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones en el Montico de Charratu (Albaina). Primera
Campaña 1695», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 41-59.
139. J. M. APELLANIZ CASTROVIEJO, «El hacha de Délica y las hachas de metal en el País
Vasco», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 127-37.
1.40. J. M. UGARTECHEA, «Notas sobre el Bronce Final en el País Vasco», «Estudios de Ar-
queología Alavesa» 1, 1966, pp. 139-48.
141. ARMANDO LLANOS, «Resumen tipológico del arte esquemático en el País Vasco»,
«Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 149-58.
142. J. FARIÑA, «Hallazgo de un hacha de piedra en las proximidades de Ali (Alava)», «Es-
tudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, p. 159.
143. A. LLANOS, «¿Sepulturas romanas en Berroci (Alava)?», «Estudios de Arqueología
Alavesa» 1, 1966, pp. 159-60.
144. J. FARIÑA, «Un enterramiento en la Sierra de Cantabria», «Estudios de Arqueología
Alavesa» 1, 1966, p. 160.
145. A. LLANOS, «Una necrópolis romana en la Rioja Alavesa», «Estudios de Arqueología
Alavesa» 1, 1966, pp. 161-2.
146. J. FARIÑA, «Un nuevo silo en el oppidum de Iruña (Trespuentes, Alava) », «Estudios de
Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 162-3.
147. J. FARIÑA, «Una necrópolis de incineración en los arenales de Gardelegui», «Estudios
de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 163-4.
148. J. M. UGARTECHEA, A. LLANOS, J. FARIÑAY J. A. AGORRETA, «Castro de Peñas de
Oro», «Crónica del IX Congreso Nacional de Arqueología (Valladolid 1965)», Zara-
goza 1966, pp. 210-3.
149. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones delante de unas grutas artifificiales en El
Montico de Charratu y en Sarracho (Izkiz, Alava)», «Actas de la 1ª Reunión Nacional
de Arqueología Paleocristiana», Vitoria 1966, pp. 173-84.
150. IGNACIO BARANDIARAN MAESTU, «El Paleomesolitico del Pirineo Occidental. Bases
para una sistematización tipológica del instrumental óseo paleolítico», Zaragoza 1967.
151. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones en El Montico de Charratu y en Sarracho»,
en «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, Vitoria 1967, pp. 7-20.

19
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

152. J. M. APELLANIZ, A. LLANOS Y J. FARIÑA, «Cuevas sepulcrales de Lechón, Arralday,


Calaveras y Gobaederra (Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 21-47.
153. J. M. BASABE, «Restos humanos de algunas cuevas sepulcrales de Alava», «Estudios
de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 49-91.
154. J. ALTUNA, «Fauna de la cueva sepulcral de Gobaederra», «Estudios de Arqueología
Alavesa» 2, 1967, pp. 93-99.
155. J. M. UGARTECHEA, «Notas sobre el yacimiento de Salbatierrabide (Vitoria)»,
«Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 101-118.
156. J. C. ELORZA Y GUINEA, «Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa», «Estudios
de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 119-185.
157. A. LLANOS, «En torno al bajorrelieve de Marquínez (Alava)», «Estudios de Arqueolo-
gía Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 187-94. Institutción Sancho el Sabio», VIII, 1964.
158. J. FARIÑA, «Fíbulas en el País Vasco-navarro», «Estudios de Arqueología Alavesa»,
2, 1967, pp. 195-214.
159. J. M. APELLANIZ, «Noticia sobre la excavación de la Cueva de Los Husos I (Elvillar,
Alava) », «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 215-6.
160. A. LLANOS, «Restos romanos en las proximidades de Kutzemendi (Olárizu, Alava)»,
«Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 216-7.
161. A. LLANOS, «Hallazgo en Urrialdo (Alava) », «Estudios de Arqueología Alavesa» 2,
1967, pp. 217-8.
162. A. LLANOS, «Descubrimiento fortuito en Guereñu (Alava)», «Estudios de Arqueología
Alavesa» 2, 1967, pp. 218-9.
163. MARI PAZ RATO, «Nuevos hallazgos de hachas», «Estudios de Arqueología Alavesa»
2, 1967, pp. 219-21.
164. «Actividades arqueológicas en Alava. 1966», en «Estudios de Arqueología Alavesa» 2,
1967, pp. 221-24.
165. «Museo Provincial de Alava. Arqueología (Vitoria) », de la serie «Guías de los Museos
de España», XXXV, Vitoria 1968.
166. E. J. VALLESPI PEREZ, «Sobre los orígenes del poblamiento humano del territorio pro-
vincial alavés», en el «Boletín de la Sociedad Excursionista Manuel Iradier» núm.
102, Vitoria, septiembre 1968, pp. 10-22.
167. E. J. VALLESPI PEREZ, «Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco meridional»,
en «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, Vitoria 1968, pp. 7-27.
168. J. M. UGARTECHEA, «Cerámicas ezcisas en el País Vasco-navarro», en «Estudios de
Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 29-34.
169. J. M. APELLANIZ, A. LLANOS Y J. FARIÑA, «Excavaciones del dolmen

20
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

de Las Campas de la Choza (Orduña, Vizcaya)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3,


1968, pp. 35-43.
170. A. LLANOS Y D. FERNANDEZ MEDRANO, «Necrópolis de hoyos de incineración en Alava»,
«Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 45-72.
171. A. LLANOS, J. A. RUIZ DE ESCUDERO Y F. MURGA, «La cueva de la Iglesia y su yacimiento
arqueológico (Retes de Tudela, Alava) », en «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp.
73-81.
172. A. LLANOS, «Dos nuevos hallazgos de la Segunda Edad del Hierro en Alava», «Estudios de
Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 83-89.
173. J. FARIÑA, «El Castro de Henayo (Alegría, Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa»
3, 1968, pp. 91-7.
174. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones arqueológicas en grutas artificiales de Alava»,
«Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 99-116.
175. J. M. DE BARANDIARAN, «Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte (Jócano, Alava). Cam-
paña de 1966», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 117-29.
176. A. LLANOS, «El poblado hallstáttico del Pico de San Pedro (Villanueva de Valdegobía,
Alava) », «Estudio de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 131-38.
177. JUAN MARIA APELLANIZ, «La datación por el C 14 de las cuevas de Gobaederra y Los
Husos I, en Alava (Dentro del conjunto de dataciones por este método de yacimientos del
País Vasco) », «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 139-45.
178. FELIX MURGA, «Nuevo taller de sílex, descubierto en el valle de Angulo (Burgos)», «Es-
tudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, p. 147.
179. MARIA NIEVES URRUTIA, «Prospecciones en la zona de Elvillar (Alava)», «Estudios de
Arqueología Alavesa», t. III, 1968, p. 148.
180. A. LLANOS, «Cueva de la Goba Grande en la Sierra de Altzania (Eguino, Alava)», «Es-
tudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, p. 149.
181. A. LLANOS, «IV Campaña de excavaciones arqueológicas en el Castro de las Peñas de Oro
(Valle de Zuya, Alava) », «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 149-50.
182. ARMANDO LLANOS, «Estudio arqueológico de los orígenes de la ciudad de Vitoria. Resumen
de los trabajos de excavaciones arqueológicas realizadas en el casco urbano de Vitoria en
las campañas de 1967 y 1968», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 150-52.
183. J. M. APELLANIZ, «Extracto de las III y IV Campañas de excavación en la Cueva de Los
Husos I (Elvíllar, Alava) », «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 152-54.
184. E. J. VALLESPI, «El hallazgo inferopaleolítico de Aitzábal y los mate-

21
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

ríales alaveses supuestos paleolíticas», en el «Boletín de la Sociedad Excursionista Ma-


nuel Iradier» núms. 104-105, Vitoria, enero-junio 1969, pp. 13-21.
185. A. LLANOS, «Avance al estudio de la Edad del Hierro en Alava», «Crónica del X Con-
greso Nacional de Arqueología», Zaragoza 1969, pp. 253-65.
186. J. M. UGARTECHEA, A. LLANOS, J. FARIÑA Y J. A. AGORRETA, «El Castro de las Peñas de
Oro (Valle de Zuya, Alava)», «IV Campaña de excavaciones 1967». «Boletín Sancho el Sa-
bio». Año XIII, t. XIII, Vitoria 1969.

III. Un resumen del estado actual de su estudio.

Si pasamos a la consideración de la arqueología alavesa y sus problemas, en primer


lugar, hay que salir al paso de la idea de una densidad de doctrina, que puede des-
prenderse del aprecio de la larga ejecutoria de trabajos de campo que en sus grandes
líneas acabamos de resumir. Lamentablemente a este cúmulo de trabajos de campo no
corresponde un acervo doctrinal adecuado. Este desfase no es privativo de Alava y para
la totalidad del País Vasco ha sido denunciado recientemente por Ignacio Barandiarán y
por Juan María Apellániz, mientras yo lo he hecho para el marco provincial alavés (7).
En Alava concretamente, la causa radical es la falta, casi absoluta hasta ahora, de estra-
tigrafías, y luego, el hecho de que en la publicación directa de yacimientos y materiales
ha faltado también el establecimiento de paralelismos amplios, que rebasaran el marco
regional, perspectiva inherente a todo estudio de documentos arqueológicos. Además,
hay que añadir que ha habido una especie de alergia a la síntesis, que ha minimizado la
arqueología vasca. Y también, un desconocimiento desde fuera de la bibliografía directa,
alavesa y vasca en general. Resultado de todas estas premisas negativas es la escasez de
estudios de síntesis. Afortunadamente este enfoque insuficiente está siendo superado de
manera ejemplar.
No obstante las observaciones antedichas, sería injusto generalizar este balance
doctrinal negativo, pues contamos con una serie de trabajos fundamentales que permiten
sin duda un planteamiento inicial suficiente de las grandes líneas históricas de la arqueo-
logía alavesa. Por esta razón es urgente la necesidad de proceder a una ordenación siste-
mática de la bibliografía fundamental de que disponemos, dentro de un esquema doctrinal
actualizado. En la línea de esta finalidad paso seguidamente a desarrollar un breve resu-
men didáctico del estado actual del estudio de la arqueología alavesa, limitado a una
simple ordenación diacrónica de sus materiales de estudio.
1. Bifaz abbevilleoachelense de Aitzábal (Vitoria). Unico hallazgo del Paleolítico
Inferior registrado hasta ahora en Alava, en cuyo territorio pro-

22
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

vincial no se ha descubierto aún testimonio alguno del Paleolítico Medio y Superior (8).
2. Yacimiento estratificado en covacho de El Montico de Charratu (Albaina,
Condado de Treviño). Barandiarán ha establecido una secuencia estratigráfica en seis
niveles: I-II cerámicos, del Hierro y romanización; los cuatro restantes, acerámicos,
considerados los dos inferiores, VI-V, mesolíticos por su excavador y por Ignacio Ba-
randiarán, del Epipaleolítico Final o de un Epipaleolítico de perduración inseparable de
los tiempos neolíticos, por mí (9). En realidad el problema de la interpretación de los
niveles inferiores de Charratu no está resuelto y pienso que su atribución mesolítica
resulta poco clara: puede tratarse de un asentamiento Neolítico o Neo-Eneolítico, hipó-
tesis que juzgo más acorde con la secuencia estratigráfica total del yacimiento y que
discutiremos luego. En este caso, si descartamos el carácter mesolítico de los niveles VI
y V de la base de Charratu, no tendremos por ahora materiales epipaleolíticos alaveses.
Pero, en cambio, esta nueva interpretación que propongo obliga a una revisión del con-
cepto del Neolítico en el territorio provincial.
Efectivamente, resulta más que probable que los materiales sueltos (hachas puli-
mentadas de diversas procedencias) y algunos conjuntos (de la Dehesa de San Bartola-
mé, en los Montes de Vitoria, y de Churrituri, en Araya), tradicionalmente atribuidos al
neolítico, deben corresponder a la Edad del Bronce y su perduración en el Hierro. Para
el conjunto de Churrituri se ha llegado a la misma conclusión independientemente por el
análisis de sus tipos cerámicos (10) y por la consideración integral de sus materiales
(cerámicas, hachas, sílex) (11). A la misma conclusión he llegado provisionalmente para
el conjunto de la Dehesa de San Bartolomé (12). En cuanto a los tipos de hachas sueltas
recogidas, el criterio actual es atribuirlos al Bronce y su perduración, aunque nada poda-
mos precisar sobre esto.
En cambio, los niveles inferiores del Montico de Charratu, junto a la conside-
ración de otros yacimientos vascos, obligan a la revisión del concepto del Neolítico en
Alava. Para los dos niveles inferiores de Charratu puede tratarse, según yo mismo he
desarrollado partiendo de la identificación de los niveles hecha por su excavador, de un
Epipaleolítico de perduración en los tiempos neolíticos, hipótesis que, de generalizarse,
sería una explicación a la existencia en el País Vasco de un neolítico acerámico, sobre lo
que ha insistido Maluquer recientemente, apoyado en viejas experiencias de Baran-
diarán (13); se trataría, por lo tanto, de un neolítico acerámico de perduración epipaleo-
lítica. No obstante, si pensamos concretamente en la secuencia estratigráfica total del
covacho de Charratu resulta sin duda más lógico considerar sus niveles de base, VI y V,
como correspondientes a un asentamiento Neolítico Final y mejor Neo-Eneolítico, ya
que sus niveles siguientes, IV y III, son a mi modo de ver claramente eneolíticos y no
hay, ni estratigráfica

23
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

ni intrínsecamente en la tipología de sus materiales, solución de continuidad entre


ambos horizontes. El argumento se apoya, además, en el carácter totalmente impreciso
del pretendido, y de todos modos posible, mesolítico de sus niveles inferiores. Las
cerámicas faltan no sólo en estos dos niveles de la base, sino en los siguientes niveles IV
y III, cuya atribución cultural eneolítica resulta muy clara, por lo que el argumento de su
ausencia no puede servir de ningún modo de apoyo a la pretendida atribución mesolítica
de los niveles de la base. En resumen, creo que, como hipótesis de trabajo, podemos
proponer la consideración de los niveles inferiores, VI y V, de Charratu como de un
Neolítico Final o Neo-Eneolítico (14).
3. Después de este problemático Neolítico Final o Neo-Eneolítico nos encontra-
mos en Alava con una gran densidad de materiales arqueológicos de la Edad del Bronce.
Su estudio señala con claridad la división de la Edad del Bronce en Alava en tres etapas.
Eneolítico o Bronce 1, Bronce II y Bronce de perduración. Las dos primeras fases
constituyen propiamente la Edad del Bronce, mientras que la tercera es el legado de la
Edad del Bronce en la Edad del Hierro, constituyendo un Bronce de perduración cuya
pervivencia hasta la romanización está, a mi juicio, plenamente comprobada. En cuanto
a los tipos de yacimientos se nos presenta un cuadro muy variado: habitat en covachos,
en vestíbulos de cueva y al aire libre como los llamados talleres de sílex, ignorando lo
referente a posibles poblados de esta Edad; sepulcros en cuevas y covachos, en
monumentos megalíticos y en fosas al aire libre; y parece que se dan también los
yacimientos mixtos, de habitat y necrópolis, al mismo tiempo, al aire libre y posible-
mente también en cuevas (15). Pero estamos lejos de poder catalogar todos los yaci-
mientos alaveses conocidos de esta Edad personalizando su tipo de habitat o necrópolis
y datándolos en la secuencia de las tres etapas del Bronce establecidas. Intento seguida-
mente un resumen del estado actual de la cuestión.
Del habitat Eneolítico sólo tenemos por ahora un ejemplo, el abrigo rocoso del
Montico de Charratu, cuyos niveles de la base ya hemos discutido y en mi opinión de-
ben corresponder a un Neolítico Final o Neo-eneolítico, sin solución de continuidad con
los niveles siguientes, IV y III, culturalmente eneolíticos, pero con los que parece hay
que llenar la etapa del Bronce II, asunto éste que no puede resolverse por ahora en este
yacimiento (16). Yo pienso también en el arranque eneolítico de los talleres de sílex al
aire libre alaveses, pero el problema está todavía por aclarar, si bien debemos recordar
que el cercano conjunto navarro de Olazagutia ha sido atribuido por Maluquer a este
momento inicail de la Edad del Bronce (17).
Un yacimiento de los conocidos hace pensar en la probable existencia en esta
etapa eneolítica de yacimientos mixtos al aire libre, de habitación y necrópolis coetá-
neas; tal es el caso de Los Molinos de Laguardia, reforzado este ejemplo por el arranque
de los hallazgos de Salbatierrabide, que según

24
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

Ugartechea pudieran iniciarse a fines del Bronce 1: se trataría de simples enterramientos


excavados en el suelo ocupado por el área de habitación (18).
Mayor precisión tenemos, sin embargo, sobre los yacimientos sepulcrales del
Eneolítico, cuyos verdaderos tipos son los dólmenes de la primera fase y las cuevas se-
pulcrales. El momento Eneolítico de los dólmenes está claramente representado por el
estrato inferior del dolmen de San Martín (Laguardia), excavado y publicado por J. M.
de Barandiarán y Fernández Medrano. Los dólmenes de esta primera fase parece que
pueden definirse por su estructura en tipo de corredor y por sus ajuares con hachas puli-
mentadas de sección circular y las puntas microlíticas triangulares y trapezoidales, en su
utillaje lítico, y huesos grabados y puntas de cobre. A este momento eneolítico debe co-
rresponder, según Apellániz, la falange labrada del ajuar del dolmen de Gúrpide Norte
(Catadiano) (19). De la serie de cuevas sepulcrales alavesas han sido excavadas dos
pertenecientes a esta etapa eneolítica, las de Gobaederra (Subijana, Morillas) y la de Los
Husos I de Elvillar (Rioja Alavesa). De Gobaederra tenemos un completo estudio arqueo-
lógico, antropológico y faunístico debido a Apellániz, Llanos y Fariña, Basabe y Altuna.
La cueva de Los Husos I, en curso de excavación por Apellániz, presenta un nivel in-
ferior de enterramientos que corresponde al Eneolítico, según las notas adelantadas por
su excavador. De ambas cuevas sepulcrales, Gobaederra y Los Husos 1, se han logrado
además dataciones absolutas por medio del Carbono 14, de 1760 y 1970 a. C. (con el
margen de 100) respectivamente. Salta a la vista la importancia de estos estudios realiza-
dos por el equipo de expertos citados en ambos yacimientos (20).
También habrá que atender a la consideración conjunta de las diversas manifesta-
ciones arqueológicas del Eneolítico que acabamos de ordenar, es decir, a la problemática
de los nexos entre los variados tipos de habitación y necrópolis de esta etapa. A estos
respectos cabe anotar el interés de las observaciones de J. M. de Barandiarán y D.
Fernández Medrano sobre la personalización de los materiales definidores del nivel
inferior del dolmen de San Martín, el nexo de los materiales eneolíticos de Gobaederra
con los niveles del citado dolmen y de Kobeaga, apuntado por Apellániz, Llanos y Fariña,
y las observaciones de Ignacio Barandiarán sobre las cuentas de calaíta de cuevas
sepulcrales y de dólmenes, aparte, naturalmente, de los amplios paralelismos generales
(21). Estos nexos entre ambos tipos de formas sepulcrales pueden ampliarse con el para-
lelismo entre los niveles IV y III del covacho de habitación de Charratu con los microlitos
geométricos definidores del nivel inferior del dolmen de San Martín, y con él, de los
dólmenes alaveses de la primera fase; como San Sebastián Sur, La Lastra y El Sotillo. En
el caso de El Sotillo se trata de un sepulcro de corredor con microlitos y puntas
pedunculadas, lo que parece indicar un caso de perduración del tipo de sepulcro de
corredor en el Bronce II (22). Resumiendo lo dicho, el

25
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

habitat eneolítico de Charratu parece relacionarse con los ajuares dolménicos del nivel
inferior de San Martín, San Sebastián Sur, La Lastra y El Sotillo, y con los niveles eneolíti-
cos de las cuevas sepulcrales de Gobaederra y Los Husos 1. Como vemos, la problemática
de los paralelismos entre las diversas manifestaciones del eneolítico podrá llevar a intere-
santes conclusiones.
4. El cuadro de manifestaciones arqueológicas del eneolítico se desarrolla a lo largo
de todo el Bronce. En cuanto a los tipos de habitación, hay que pensar en la continuidad
del habitat de Charratu, en el Bronce II, pero el mejor ejemplo es sin duda el fuerte
estrato de habitación del covacho de Los Husos 1 señalado por Apellániz (23). El habitat
del Bronce se ve representado además por la existencia en Alava de una red de yacimien-
tos al aire libre, imprecisamente llamados talleres de sílex, que son simplemente lugares
de habitación, con unas formas de habitat que no podemos precisar por falta de estudios;
en un trabajo reciente he expuesto la individualización de estos talleres alaveses y su
distribución geográfica y paralelismos (24). Un problema interesante, sobre el que des-
graciadamente no podemos definirnos, es el de la posibilidad de la existencia de poblados
en esta etapa del Bronce II; Deogracias Estavillo señala que una fase avanzada de los
talleres de sílex por él descubiertos y dados a conocer en el Condado de Treviño, debe
estar integrada por incipientes poblados (25).
En cuanto a los yacimientos sepulcrales del Bronce II es bien conocida la densidad
e importancia de la serie dolménica alavesa. Su bibliografía hasta 1953 está recogida en
el clásico «Catálogo dolménico del País Vasco» de Jesús Elósegui (26). Desde entonces
el conocimiento de los dólmenes alaveses se ha ensanchado enormemente, debido a las
excavaciones de Barandiarán, Fernández Medrano y Apellániz (27). Esta abundancia de
la bibliografía dolménica alavesa contrasta con la falta de estudio de cuevas empleadas
con fines sepulcrales en esta etapa del Bronce II, pues los pocos ejemplos suficientemente
individualizados de que disponemos parecen corresponder con probabilidad a la etapa de
perduración del Bronce en la Edad del Hierro, conforme veremos luego.
Para finalizar este bosquejo del Bronce II alavés hay que referirse a los hallazgos
sueltos de hachas pulimentadas y al fenómeno, de mayor interés, de la difusión cultural
de los tipos metálicos, al que han dedicado sendos estudios Sangmeister y Apellániz (28 ).
5. En el Hierro alavés se nos presentan dos facies culturales bien diferenciadas: el
legado de la Edad del Bronce, como perduración masiva de su poblamiento de raíz eneo-
lítica, y el nuevo poblamiento, también masivo, de la densa serie de poblados hallstátti-
cos. Creo que va quedando suficientemente claro que la romanización de Alava se operó
sobre ambas facies culturales diferenciadas: sobre un Bronce perdurado que parece man-
tenerse en toda su pureza cultural, y sobre una densa serie de poblados halls-

26
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

tátticos evolucionados hacia un mundo posthallstáttico de clara matización celtibérica.


Paso seguidamente al análisis arqueológico de ambas facies culturales del Hierro alavés,
desarrolladas a través de las dos etapas en que dividimos arqueológicamente la Edad del
Hierro.
A través de los tiempos del Hierro se comprueba la perduración del habitat del
Bronce en covachos: Charratu y Los Husos 1 pueden aducirse a este respecto (29). En
cuanto al habitat al aire libre de los talleres de sílex, su perduración en el Hierro me
parece indudable, aunque no podamos documentarla por ahora para los yacimientos ala-
veses, pendientes de su estudio directo. Si se confirma, además, la sospecha de la exis-
tencia de poblados en una fase avanzada de los talleres, como para la serie del Condado
de Trevíño ha pretendido Deogracias Estavillo, su atribución a esta etapa del Bronce de
perduración resulta lógica (30).
Todo son problemas e hipótesis de trabajo. Lo mismo ocurre cuando intentamos
encuadrar en esta facies de la perduración del Bronce en el Hierro a alguna de las cuevas
sepulcrales conocidas y a algún ejemplar dolménico. Pero de todos modos, es indudable
que ambos tipos de manifestaciones sepulcrales han perdurado en el Hierro paralelamen-
te a la pervivencia del habitat del Bronce. De las cuevas sepulcrales ninguna individua-
lización podemos aducir al respecto, pero en cuanto a los dólmenes, las experiencias que
se van acumulando evidencian el fenómeno con creciente insistencia: véanse a estos
respectos las observaciones de Apellániz sobre el túmulo no megalítico de Sendadiano y
el dolmen de Gúrpide Norte de Catadiano, y las de este mismo autor y Llanos y Fariña
sobre los dólmenes de Las Campas de la Choza y Las Campas del Oletar, que, con otros
indicios, parecen testimoniar la perduración del uso dolménico en esta facies de perdura-
ción del Bronce a través de la Edad del Hierro (31). No sé si es a esta facies de perdura-
ción del Bronce a la que hay que atribuir la serie de pinturas rupestres esquemáticas des-
cubiertas recientemente en varias cuevas alavesas (32).
Paralelamente a esta perduración del Bronce, se desarrolla la facies hallstáttica
del nuevo poblamiento de Alava. La existencia de poblados del Hierro I hallstáttico
en el territorio provincial fue primeramente señalada por José Miguel de Barandia-
rán, quien realizó una primera identificación al efecto de Kutzemendi (Olárizu), Pe-
ña de Oro (Murguía), La Hoya y Santa Engracia (Laguardia) y de la base de Iruña
(33). En 1949-54 el Consejo de Cultura de la Diputación Foral de Alava planeó unas
campañas de excavaciones en Iruña, Olárizu y La Hoya, realizadas bajo la dirección
de Gratiniano Nieto y con la colaboración de Fernández Medrano, Basilio Osaba,
José Alvarez y Sáez de Buruaga, Ricardo de Apráiz y Antonio Mañueco, con inter-
vención también del P. Ruiz de Gaona en la explotación inicial de La Hoya; los
materiales recogidos ingresaron en el Museo Provincial de Alava, pero de estos tra-
bajos únicamente se ha publicado la memoria de

27
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

excavación de Iruña, por Gratiniano Nieto, sin que se hayan publicado los restantes
trabajos de cuyos materiales sólo se han dado a conocer algunas piezas sueltas (34). Es-
tancado el estado de la cuestión, se realizó la afortunada excavación de Peñas de Oro, en
Murguía, patrocinada por la Caja Municipal de Ahorros de Vitoria y realizada por Ugar-
techea, Llanos, Fariña y Agorreta, quienes han publicado la memoria de excavación de
las campañas de 1964, 65 y 66 y notificado la realización de la 4.a campaña, habiendo
publicado Jesús Altuna la fauna del yacimiento (35). Poco después, Fariña y Llanos han
publicado la existencia de dos nuevos poblados (Henayo en Alegría y Punta de San
Pedro en Villanueva de Valdegobía), mientras Llanos ha dado a conocer una importante
reseña localizando en Alava una densa serie de poblados hallstátticos (36). Después de
estos trabajos el asentamiento hallstáttico queda evidenciado en Alava con gran poten-
cialidad. Materiales hallstátticos se han señalado, además, en la cueva de Obenkún, y en
unas densas series de necrópolis de hoyos de incineración (37).
6. Al entrar en el Hierro II no podemos señalar novedades en la perduración de la
facies del Bronce, pero en cambio, hay que anotar la evolución del poblamiento de los
poblados hallstátticos hacia un mundo posthallstáttico claramente celtibérico, evidencia-
do por el cambio de horizonte cultural en los poblados hallstátticos conocidos, con la
aparición en ellos de cerámicas a torno, sin pintar y pintadas, en La Hoya, Kutzemendi,
Santiuste (Ocilla), San Pedro (Villanueva de Valdegobía) y Santa Lucía de Guevara, des-
tacando de esta serie las cerámicas de tipo celtibérico de La Hoya y Kutzemendi. Cerá-
micas posthallstátticas aparecen asimismo en la cueva de Mairuelegorreta y en la cueva
sepulcral de Los Moros de Atauri. A la etapa significada por estos materiales parecen co-
rresponder también el vaso exciso de Pangua y las piezas metálicas de Doroño, del Con-
dado de Treviño (38).
No sabemos, por falta de apoyo estratigráfico, si la etapa del Hierro II está neta-
mente separada de lo romano o si la evolución cultural alcanzada es un simple pródomo
de la plena romanización. Para documentar este momento protorromano disponemos tan
sólo de la publicación de los pocos materiales sueltos reseñados y de la consideración del
hecho de que las cerámicas posthallstátticas de algunos de los yacimientos cuyos mate-
riales se exponen en el Museo de Vitoria aparecen junto a las cerámicas romanas, aunque
desgraciadamente se trata de simples recolecciones en superficie. De todos modos, todo
induce a pensar que si no estamos dentro de la romanización, nos hallamos sin lugar a
dudas ante su realización inmediata.
7. La romanización se operó sobre las dos facies del Hierro diferenciadas. Sobre la
facies del Bronce de perduración la romanización está bien comprobada en covachos de
habitación, como Los Husos 1 de Elvillar y los dos niveles superiores de Charratu y sus
sincrónicos de Sarracho. Los Husos 1

28
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

es a estos respectos un ejemplo concluyente, según lo demuestran las notas adelantadas


por el excavador del yacimiento, Juan María Apellániz: en resumen, las tres capas de
este covacho componen un depósito arqueológico culturalmente homogéneo, por corres-
ponder íntegramente a esta facies del Bronce, desde un asentamiento inicial en el cova-
cho, con carácter sepulcral, en el Eneolítico o Bronce 1, a través de un fuerte estrato de
habitación del Bronce II, hasta un estrato superior, también de habitación, de un Bronce
de perduración en el Hierro hasta la romanización, cuyos materiales romanos, republi-
canos e imperiales, se asocian a los materiales del Bronce perdurado (39). El otro ejem-
plo que hemos aducido son los dos niveles superiores de Charratu y el depósito sincró-
nico de su vecino yacimiento de Sarracho; ambos covachos de habitación, excavados y
publicados por José Miguel de Barandiarán, permiten estudiar un fenómeno que no ha
sido analizado con rigor en nuestra Prehistoria, como es el análisis concreto del proceso
de extinción de las industrias líticas del Bronce indígena de perduración en la época
romana. Conforme a la clasificación de los materiales de los niveles II y 1 de Charratu y
de los estratos sincrónicos de Sarracho realizada por Barandiarán, el fenómeno que ana-
lizamos puede concretarse para ambos yacimientos del siguiente modo: continúa en la
Edad del Hierro la existencia del taller de sílex, con la presencia de abundantes núcleos y
restos en el que se mantienen las lascas retocadas, los raspadores sobre lasca, las hojas
retocadas y las puntas-perforadores sobre lasca, y llega también el último eco de los mi-
crolitos geométricos, con la sustitución en esta época de las puntas de dorso rebajado,
trapecios, triángulos y mediaslunas, del nivel III de Charratu, por las puntas semilunares
de dorso rebajado, que ofrecen un ejemplar en cada uno de ambos niveles finales, II y I
de Charratu y la presencia de un probable trapecio en el nivel IV de Sarracho; con los
niveles finales de este último yacimiento asistimos a la total extinción de estas industrias
líticas, apareciendo sólo lascas de sílex en el nivel II consumándose totalmente este pro-
ceso de extinción en el nivel 1, sin una sola lasca (40). En cuanto a los tipos sepulcrales
del Bronce perdurado, ejemplos vizcaínos nos ilustran sobre la romanización de cuevas
sepulcrales (41), mientras que la duración del uso dolménico hasta su extinción en Alava
queda todavía imprecisa (42). Las pinutras rupestres esquemáticas parece que alcanzan
también esta época, extinguiéndose entonces (43).
La romanización debió ser particularmente intensa sobre la facies posthallstáttica,
como parece probarlo la excavación de Iruña; en Peñas de Oro aparecen también mate-
riales romanos en sus niveles superiores y también hay abundantes restos romanos en las
proximidades de Kutzemendi (44). Solacueva, que parece un ejemplo de mixtificación
cultural de las facies del Bronce y del Hallstatt, aparece asimismo plenamente romanizada
y lo mismo ocurre con la cueva de los Moros, de Atauri (45).

29
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

Lamentablemente, la intensa romanización de Alava, a pesar de haber sido eviden-


ciada con suficiente claridad a finales del siglo XIX (46), está muy poco estudiada. Tres
importantes trabajos recientes han llamado la atención sobre el tema: la memoria de la
excavación parcial de Iruña, publicada por Gratiniano Nieto en 1958, la publicación por
Ignacio Barandiarán en 1964 del nutrido lote monetario proporcionado por la excavación
de Solacueva y en 1967 la publicación por Juan Carlos Elorza de un espléndido corpus
epigráfico alavés, trabajo que ha motivado un autorizado estudio lingüístico debido a
María Lourdes Albertos, que aparece en esta misma revista (47). Una serie de notas de
prospección y el estudio de algunos materiales de campo o del Museo de Vitoria, comple-
tan esta aportación reciente al estudio de la romanización de la provincia, sumándose a los
viejos trabajos, que pueden verse reseñados en el citado libro de Gratiniano Nieto (48).

NOTAS

(*) El presente trabajo constituye la redacción y anotación de la conferencia de


clansura del «Cursillo de Arqueología. Técnicas y Métodos (Vitoria, abril de 1969)»,
pronunciada por su autor en el Salón de Conferencias de la Caja de Ahorros Municipal
de la Ciudad de Vitoria, el día 29 de abril. Al redactarla para su entrega, desde mi nuevo
puesto en el Seminario de Arqueología de la Universidad de Navarra reitero mi tributo
de reconocimiento a la entidad patrocinadora y a su director, D. Vicente Botella Altube,
en su amable atención de presidir el acto.
(1) Puede ampliarse esta síntesis historiográfica de la arqueología alavesa en mi
estudio, E. J. VALLESPI, «Las investigaciones prehistóricas en la provincia de Alava»,
«Estudios de Arqueología Alavesa», tomo 1, Vitoria 1966, pp. 7-26, ceñido a lo exclusi-
vamente prehistórico, y en otro trabajo, con extensión de mi análisis a la totalidad del
campo arqueológico provincial, entregado con posterioridad para su publicación en el
«Homenaje a Federico Baráibar» del Instituto Nacional Femenino de Enseñanza Media
de Vitoria, E. J. VALLESPI, «Federico Baráibar (1851-1918) en la arqueología alavesa
de su tiempo». Puntualizaremos seguidamente estas referencias de apoyo. Con esta serie
de trabajos consagrados al tema pretendo encauzar un estudio exhaustivo.
(2) Cfr. en VALLESPI, «Las investigaciones prehistóricas en la provincia de Ala-
va», p. 8, y «Federico Baráibar (1861-1918) en la arqueología alavesa de su tiempo».
Naturalmente es escasa la aportación de publicaciones en esta etapa inicial: se reduce, en
esencia, a los seis primeros títulos de nuestra relación bibliográfica presente.

30
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

(3) El legado bibliográfico de esta generación de pioneros queda reseñado en los


números comprendidos del 7 al 40 de nuestra adjunta ordenación bibliográfica. Véase el
análisis detallado de su desarrollo en mis trabajos citados, VALLESPÍ, «Las investigacio-
nes prehistóricas en la provincia de Alava», pp. 8-12, y de modo más completo en «Fe-
derico Baráibar (18511918) en la arqueología alavesa de su tiempo».
(4) Véase, referida a Alava, la trascendencia de la labor de equipo de esta genera-
ción de modeladores en mi trabajo citado, VALLESPÍ, «Las investigaciones prehistóricas
en la provincia de Alava», pp. 12-17. La ordenación de su fecunda aportación bibliográ-
fica abarca los números 41 a 70 de la presente recopilación.
(5) La trascendencia de la continuidad de Barandiarán y la valoración del meritorio
esfuerzo de la generación de la postguerra puede verse en mi trabajo, VALLESPÍ, «Las
investigaciones prehistóricas en la provincia de Alava», pp. 17-19. El límite final de esta
etapa es discutible, pero creo que puede situarse en 1962, fecha que cierra la densa serie
de entregas de Barandiarán y Fernández Medrano al «Boletín de la Institución Sancho el
Sabio», revista clave del renacer de la arqueología provincial en esta etapa de la gene-
ración de la postguerra. De este modo, la aportación bibliográfica de esta etapa compren-
dería los títulos 71 al 115 de mi adjunta ordenación bibliográfica. Como puede verse en el
repaso de la lista de publicaciones, la continuidad de la aportación de Barandiarán cons-
tituye una admirable culminación de toda su magistral labor anterior y un inteligente
encauzamiento de las directrices futuras.
(6) La valoración inicial de la joven generación la realicé en 1966, como puede
verse en mi citado estudio, VALLESPÍ, «Las investigaciones prehistóricas en la provincia
de Alava», pp. 17-20. Hasta 1962 hay una fase previa de prefiguración del grupo, con las
aportaciones iniciales de Eraso, Llanos, Agorreta y Fariña desde el campo espeleológico,
que en 1961 afirman su vertiente arqueológica, paralelamente a la entrada en la escena
arqueológica alavesa de Apellániz, todo ello operado bajo el magisterio fecundo de
Barandiarán. En 1962 está ya esbozado el grupo arqueológico, soldado definitivamente
con el comienzo de la excavación de Peñas de Oro. Finalmente, en 1966 se publica el
primer tomo de «Estudios de Arqueología Alavesa», que institucionaliza definitivamente
al equipo arqueológico de la joven generación. Puede comprobarse este análisis del
fenómeno de integración del grupo en el despliegue bibliográfico que presento ordenado;
la aportación de publicaciones ya lograda es ciertamente notable (títulos desde el 116
hasta el final).
(7) Véase esta postura crítica en IGNACIO BARANDIARAN, «El Paleomesolítico del
Pirineo Occidental», Zaragoza 1967, pp. 413-5; en J. M. APELLANIZ, en su reseña biblio-
gráfica de la citada obra de Ignacio Baran-

31
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

diarán, en «Munibe», fascículos 3-4 de 1967, p. 336; y en VALLESPI, «Sobre los orí-
genes del poblamiento humano del territorio provincial alavés», «Bol. de la Soc.
Excur-sionista Manuel Iradier» núm. 102, Vitoria, septiembre 1968, p. 10.
(8) Sobre el hallazgo de Aitzábal: JOSE MIGUEL DE BARANDIARAN, «El Hombre
Prehistórico en el País Vasco», Buenos Aires 1953, p. 24; del mismo autor, «La Prehis-
toria en el Pirineo Vasco. Estado actual de su estudio», en las «Actas del Primer Congre-
so Internacional de Estudios Pirenaicos (San Sebastián 1950)», t. IV, Sección III, Zarago-
za 1952, p. 13 y primer mapa, al final del trabajo; IGNACIO BARANDIARAN MAESTU, «El
Paleomesolítico del Pirineo Occidental», Zaragoza 1967, pp. 19, 34, 81, 167, 413 y 334
y mapas de las láminas 1 y 2; E. J. VALLESPÍ, «El hallazgo inferopaleolítico de Aitzábal y
los materiales alaveses supuestos paleolíticos», en el «Bol, de la Soc. Excursionista Ma-
nuel Iradier» núms. 104-105, Vitoria, enero-junio 1969, pp. 13-21, en donde paso revista,
negativamente, a otras pretendidas atribuciones paleolíticas alavesas.
(9) Sobre Charratu, la bibliografía directa la constituyen las memorias de su
excavación por JOSE MIGUEL DE BARANDIARAN, «Excavaciones en El Montico de
Charratu (Albaina). Primera campaña 1965», en «Estudios de Arqueología Alave-
sa, t. 1, Vitoria 1966, pp. 41-59 y láminas siguientes, y «Excavaciones en El Montico
de Charratu y en Sarracho. 1966», en la misma revista, t. II, 1967, pp. 7-20 y lámi-
nas siguientes; véase también del mismo autor, «Excavaciones delante de unas gru-
tas artificiales en El Montico de Charratu y en Sarracho (Izkiz, Alava)», en las «Actas
de la la Reunión Nacional de Arqueología Paleocristiana», Vitoria 1966, interesando
a nuestro objeto las pp. 181-84. La postura de Ignacio Barandiarán sobre este yaci-
miento, en su obra «El Paleomesolítico del Pirineo Occidental», Zaragoza 1967, con
su análisis del yacimiento en las pp. 165-8 y su sistematización en las pp. 431, 434 y
442; hay que señalar que Ignacio Barandiarán realizó su estudio antes de la publi-
cación de la memoria de la segunda campaña de excavación. Mi postura inicial sobre
este yacimiento, en VALLESPÍ, «Sobre los orígenes del poblamíento humano del terri-
torio provincial alavés», en el «Bol. de la Soc. Excursionista Manuel Iradier» núm.
102, Vitoria, septiembre 1968, pp. 13-15, 17 y 19-20.
(10) Por ANA MARIA MUÑOZ AMILIBIA, «El Neolítico del País Vasco», en el «IV
Simposium de Prehistoria Pennisular sobre Problemas de la Prehistoria y Etnología Vas-
cas», Pamplona 1966, p. 112 y conclusiones de su estudio.
(11) En mi trabajo, VALLESPÍ, «Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco me-
ridional», en «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, Vitoria 1968, p. 12 y conclusiones
del estudio.
(12) VALLESPÍ, loc. Cit., p. 14.

32
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

(13) MALUQUER, «Consideraciones sobre el problema de la formación de los vas-


cos», en el «IV Symposium de Prehistoria Peninsular sobre Problemas de la Prehistoria y
Etnología Vascas», Pamplona 1966, p. 116.
(14) El problema que planteo trasciende, desde luego, a la consideración concreta de
este yacimiento, y pienso que será provechosa una revisión al efecto de gran parte de los
niveles de «contenido mesolítico en general», siguiendo la expresión de Ignacio Baran-
diarán (loc. cit., p. 442), es decir, ni aziliense ni asturiense, del País Vasco. Pero tampoco
podemos ahora adelantar insinuación previa alguna sobre el particular, aunque pienso
que el planteamiento inicial del problema está claro.
(15) En modo alguno pretendo dar un cuadro-tipo riguroso de yacimientos: simple-
mente un casillero didáctico, para apoyo de mi exposición.
(16) Charratu ciertamente no presenta solución de continuidad ni estratigráfica y
tipológicamente: hoy una evolución tecnológica clara de sus industrias líticas, que a mi
modo de ver evidencia la existencia en la secuencia de tres horizontes culturales, asocia-
dos los niveles de la base, VI-V, los niveles IV-III y los niveles finales II-I. Un índice
clarísimo de mi interpretación lo tenemos, por ejemplo, con las hojas u hojitas de dorso
rebajado, que aparecen en el nivel de la base y se mantienen en la misma proporción en
los niveles V, IV y III, para desaparecer finalmente en los niveles 11-I. Los niveles IV y
III se individualizan por la existencia de microlitos geométricos, inexistentes en los ni-
veles de la base, inician su aparición en el nivel IV con un triángulo escaleno y aumen-
tan en el nivel III, con tres trapecios, un triángulo, una medialuna y dos disquitos raspa-
dores. En los niveles finales, 11-1, sin hojas de dorso rebajado, desaparece este completo
cuadro de microlitos, quedando únicamente puntas semilunares de dorso rebajado (un
ejemplar en cada uno de ambos niveles).
(17) Los llamados talleres de sílex al aire libre, cuya extensión geográfica en todo
el País Vasco meridional he evidenciado recientemente, son en realidad una manifesta-
ción arqueológica de un poblamiento cuya penetración en estos territorios no puede re-
montarse más allá de un Neolítico Final, con su asentamiento comprobado en el Eneolíti-
co. Deben relacionarse, por lo tanto, con las demás manifestaciones arqueológicas coetá-
neas, dólmenes y cuevas, y a estos respectos creo oportuno llamar la atención sobre el
hecho de que, de confirmarse la hipótesis de interpretación que planteo en este trabajo
sobre el carácter Neolítico Final o Neo-eneolítico de la base del habitat del covacho de
Charratu, tendríamos con ello un ejemplo del asentamiento de este poblamiento. Pres-
cindiendo por ahora de esta posible relación de Charratu con el arranque de los talleres
vascos, lo que en ningún modo hay que pensar, a mi modo de ver, es considerar los
talleres de sílex al aire libre como una simple extinción directa de las industrias líticas
mesolíticas. Continuidad del poblamiento mesolítico y por lo tanto del proceso

33
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

de extinción de sus industrias líticas debe haberla, sin duda alguna, pero por mi parte
creo que los talleres de sílex al aire libre no deben interpretarse en modo alguno como un
eco directo final de este fenómeno de extinción instrumental postmesolítíca. Insisto en
que todo parece indicar que es un mundo nuevo, explicable sólo por un asentamiento de
un nuevo poblamiento, el que evidencian nuestros llamados imprecisamente talleres de
sílex al aire libre, un poblamiento que es sencillamente el de los dólmenes de la primera
fase y su mundo coetáneo. Otra cosa es lo referente al complejo tipológico lítico de esos
talleres, que recoge, como los demás materiales líticos del Bronce y como es lógico a
mayor escala, muchas técnicas y tipos del mundo tecnológico anterior, ya que las in-
dustrias líticas de la Edad del Bronce son un verdadero fondo de saco del legado ante-
rior; pero esto hay que plantearlo a escala general. Expresada así mi hipótesis de trabajo,
para los talleres vascos, véase mi estudio reciente, E. J. VALLESPÍ, «Talleres de sílex al
aire libre en el País Vasco meridional», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, Vitoria
1968, pp. 7-27. El trabajo de Maluquer citado en el texto, MALUQUER, «La industria líti-
ca de Olazagutia», «Príncipe de Viana» LIV-LV, Pamplona 1.° y 2.° trimestres 1954,
pp. 9-27.
(18) La existencia de este tipo de yacimientos mixtos es problemática. Véase el
conocimiento directo de los documentos en la revisión y excavación del yacimiento de
Los Molinos, de Laguardia, en BARANDIARAN Y FERNANDEZ MEDRANO, «Excavaciones
en Alava», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» t. II, núm. 1, Vitoria 1958, pp. 175-8;
por mi parte, he creído poder identificar el yacimiento como una estación taller de sílex,
VALLESPÍ, «Talleres de síle (al aire libre en el País Vasco meridional», cit. pp. 16-7. Para
los hallazgos de Salbatierrabide, J. M. UGARTECHEA, «Notas sobre el yacimiento de Salba-
tierrabide», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 101-18; este tipo de enterra-
mientos corresponden a un mundo más amplio, como han evidenciado después LLANOS
Y FERNANDEZ MEDRANO, «Necrópolis de hoyos de incineración en Alava», «Estudios de
Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 45-72.
(19) J. M. DE BARANDIARAN Y D. FERNANDEZ MEDRANO, «Excavación del dolmen
de San Martín (Laguardia)», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» t. VIII, 1964, pp.
41-66 y láms. siguientes; J. M. APELLANIZ, «La falange labrada del dolmen de Gúrpide
Norte (Catadiano, Alava)», «Anuario de Eusko-Folklore» XIX, 1962, pp. 227-35.
(20) Sobre Gobaederra: APELLANIZ, LLANOS Y FARIÑA, «Cuevas sepulcrales de
Lechón, Arralday, Calaveras, Gobaederra (Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa»
2, 1967, pp. 21-47 y láms. siguientes; J. M. BASABE, «Restos humanos de algunas cue-
vas sepulcrales de Alava», en el mismo número de la revista, pp. 49-91 y láms.; J. AL-
TUNA, «Fauna de la cueva sepulcral de Gobaederra», en el mismo número de la revista,
pp. 93-99

34
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

y láms. Sobre Los Husos I, APELLANIZ, «Noticia sobre la excavación de Los Husas I
(Elvillar, Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 215-6; y «Extracto
de las III y IV campañas de excavación en la Cueva de Los Husos I (Elvillar, Alava)»,
«Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 152-4. Las dataciones absolutas de am-
bas cuevas, en APELLANIZ, «La datación por el C 14 de las cuevas de Gobaederra y Los
Husos I en Alava (Dentro del conjunto de dataciones por este método de yacimientos
del País Vasco)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 139-45.
(21) Va siendo ya interesante la acumulación de experiencias sobre estos paralelis-
mos, que merecen un estudio más detallado. Confróntese sobre el particular la siguiente
bibliografía: BARANDIARAN Y FERNANDEZ MEDRANO, «Excavación del dolmen de San
Martín (Laguardia)», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» VIII, 1964, pp. 41-66;
APELLANIZ, LLANOS Y FARIÑA, «Cuevas sepulcrales de Lechón, Arralday, Calaveras y
Gobaederra (Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 45-7; IGNACIO
BARANDIARAN, «Materiales arqueológicos del Eneolítico de la cueva de Sorgin-Zulo
(Belaunza, Guipúzcoa)», «Munibe» 1-2 de 1967, pp. 124-7. Pueden ampliarse las refe-
rencias: véase por ejemplo, APELLANIZ Y NOLTE, «Excavación, estudio y datación por el
C 14 de la cueva sepulcral de Kobeaga (Ispáster, Vizcaya)», «Munibe» 1-4 de 1966, pp.
37-61.
(22) Ya he señalado la bibliografía del dolmen de San Martín. Sobre los otros tres
dólmenes que cito: Para San Sebastián Sur, BARANDIARAN, «Excavaciones arqueológi-
cas en Alava en 1957 y 1958», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio», t. VI, 1962, pp.
10-5; para el dolmen de La Lastra, BARANDIARAN Y FERNANDEZ MEDRANO, «Excava-
ciones en Alava», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» t. II, núm. 1, 1968, pp. 167-8;
el dolmen de El Sotillo, en BARANDIARAN, FERNANDEZ MEDRANO Y APELLANIZ, «Exca-
vación del dolmen de El Sotillo (Laguardia)», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» t.
VIII, 1964, pp. 5-28.
(23) Sobre Los Husos I véanse las notas adelantadas por el excavador del yacimien-
to, ,JUAN MARIA APELLANIZ, «Noticia sobre la excavación de Los Husos I (Elvillar,
Alava) », «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 215-6; «Extracto de las III y
IV campañas de excavación de la cueva de Los Husos I (Elvillar, Alava)», en la misma
revista, núm. 3, 1968, pp. 152-4; y «La datación por el C 14 de las cuevas de Gobae-
derra y Los Husos I en Alava (Dentro del conjunto de daatciones por este método de
yacimientos del País Vasco», en la indicada revista y número, pp. 139-45.
(24) E. J. VALLESPI, «Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco meridional»,
en «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 7-27.
(25) Confróntense sobre este problema en Alava las apreciaciones de Estavillo y mi
valoración publicada hace unos años: DEOGRACIAS ESTAVILLO, «El neolítico de facies
campiniense de Araico-Treviño. Contribución a la

35
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

prehistoria del País Vasco», «Actas del IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistó-
ricas y Protohistóricas Madrid 1954)», Zaragoza 1956, p. 434; E. J. VALLESPÍ, «Síntesis
del estado actual del conocimiento de las industrias macrolíticas postpaleolíticas del
cuadrante Nordeste de España», «Crónica del VI Congreso Arqueológico Nacional
(Oviedo 1959)», Zaragoza 1961, especialmente en las pp. 68-9.
(26) JESÚS ELOSEGUI, «Catálogo dolménico del País Vasco», en «Pirineos» núms.
28-29-30, Zaragoza 1953.
(27) Recogemos a continuación toda la bibliografía dolménica alavesa de primera
mano publicada con posterioridad al citado catálogo de Elósegui: J. ELOSEGUI, «Nuevo
dispositivo de visita que pudiera adoptarse en el dolmen de Aitzkomendi (Eguílaz, Ala-
va)», «Munibe» cuaderno 3 de 1953, pp. 164-5; J. M. DE BARANDIARAN, «Una estación
megalítica en la Rioja», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» t. 1, 1957, pp. 47-50; J.
M. DE BARANDIARAN Y D. FERNANDEZ MEDRANO, «Excavaciones en Alava», «Bol. de la
Institución Sancho el Sabio» t. II, núm. 1, 1958, pp. 91-180; LEANDRO DE ACHA, «Pre-
historia Vasca. Los dólmenes de Alava», «Vida Vasca» 1960, pp. 27-9; BARANDIARAN Y
APELLANIZ, «Excavaciones en dólmenes de Alava», «Bol. del Seminario de Arte y Ar-
queología de la Universidad de Valladolid», t. XXVII, 1961, pp. 379-86; BARANDIARAN
«Excavaciones arqueológicas en Alava en 1957 y 1958. Dólmenes de Layaza (Laguar-
dia) y San Sebastián S. (Catadiano). Caverna Covairada (Morillas)», «Bol. de la Ins-
titución Sancho el Sabio», t: VI, 1962, pp. 5-22; APELLANIZ, «El túmulo no megalítico
de Sendaliano y el dolmen de Gúrpide Norte de Catadiano (Alava)», «Bol. de la Institu-
ción Sancho el Sabio» VI, 1962, pp. 59-75; APELLANIZ, «La falange labrada del dolmen
de Gúrpide Norte (Catadiano, Alava)», «Anuario de Eusko-Folklore», t. XIX, 1962, pp.
227-35; BASABE, «Nota previa sobre los cráneos de los dólmenes de Peciña (Logroño) y
del Alto de la Huesera (Laguardia, Alava)», «Anuario de Eusko-Folklore», t. XIX, 1962,
pp. 223-6; BARANDIARAN Y FERNANDEZ MEDRANO, «Excavación del dolmen de San Mar-
tín (Laguardia)», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» VIII, 1964, pp. 4166; BARAN-
DIARAN, MEDRANO Y APELLANIZ, «Excavación del dolmen de El Sotillo (Laguardia)»,
«Bol. de la Institución Sancho el Sabio» VIII, 1964, pp. 5-28; APELLANIZ, «Monumentos
megalíticos de Vizcaya y Alava», «Munibe» 1965, pp. 77-81; APELLANIZ, «La estación
megalítica de Añes, en Alava», «Anuario de Eusko-Folklore», t. XXI, 1965-66, pp. 117-
37; BARANDIARAN, «Exploración de Aizkomendi. Desmonte de la parte meridional del tú-
mulo», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 27-40; «Museo Provincial de Ala-
va: Arqueología (Vitoria)», «Guías de los Museos de España» XXV, 1968; APELLANIZ,
LLANOS Y FARIÑA, «Excavación del dolmen de Las Campas de La Choza (Orduña, Viz-
caya)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 35-43.

36
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

(28) No se ha publicado un inventario de los hallazgos alaveses sueltos de hachas


pulimentadas, que permanecen o inéditas o desperdigada su notificación en la bibliografía.
FERNANDEZ MEDRANO reseñó una serie en su «Guía sumaria y provisional del Museo
Arqueológico de Alava», «Ikuska», tomo II, 1948, y III, 1949; un lote se expone actual-
mente en la Vitrina 19 del Museo, sin inventariar en la guía actual; finalmente, se han
notificado algunos hallazgos recientes: FARIÑA, «Hallazgo de un hacha de piedra en Ali
(Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, p. 159; LLANOS, «Hallazgos en
Urrialdo (Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 117-8; M. P. RATO,
«Nuevos hallazgos de hachas», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 119-21.
Sobre los hallazgos de piezas metálicas, SANGMEISTER, «Contribución al estudio de los
primitivos tipos de metal en el País Vasco», «Anuario de Eusko-Folklore» XVIII, 1961,
pp. 49-56, y APELLANIZ, «El hacha de Délica y las hachas de metal en el País Vasco»,
«Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 127-37.
(29) En ambos nacimientos se pasa, en efecto, del Bronce a lo romano, y esta ro-
manización final de sus secuencias estratigráficas del Bronce es el argumento a poste-
riori de la perduración a través de una etapa del Hierro 1, que no se registra culturalmen-
te en ambos yacimientos. Yo no sé si en Alava el Bronce II es paralelo al Hierro 1, tras
un potente Eneolítico, pues los hechos constatados pueden ciertamente hacer pensar en
esta posibilidad, cuya explicación estaría en un corto Bronce II o en un asentamiento
hallstáttico muy temprano, remontable casi a fines de la etapa eneolítica. Repito que todo
son problemas, y problemas interesantes, lo que su estudio nos plantea.
(30) Ved sobre esto la bibliografía citada en la nota 25. En apoyo de la hipótesis
está mi experiencia en el Bajo Aragón, dentro del área de relaciones que he establecido
para los talleres de sílex alaveses y navarros, algunos de cuyos talleres por mí inventa-
riados parecen ofrecer un ejemplo semejante, como los de la zona de Castejón, en los que
con sílex asociados a cerámicas del Eneolítico-Bronce se llega probablemente a la roma-
nización de esos yacimientos; esta es, al menos, mi sospecha actual, pendiente del estu-
dio directo de los yacimientos.
(31) Véase esto en APELLANIZ, «El túmulo no megalítico de Sendadiano y el dolmen
de Gúrpide Norte de Castadiano (Alava), «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» VI,
1962, pp. 64 y 66; APELLANIZ, LLANOS Y FARIÑA, «Excavación del dolmen de Las Cam-
pas de La Choza (Orduña, Vizcaya)», «Estudios de Arqueología del dolmen de Las Cam-
pas de La Choza (Orduña, Vizcaya)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, p. 43. Per-
durando el Bronce en toda su pureza cultural hasta recibir directamente la romanización,
es natural la perduración de sus variados modos culturales y entre ellos de los dólmenes,
a través de Hierro hasta la romanización, que parece borrar definitivamente esa cultura
del Bronce perdurado. Por lo

37
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

tanto, si en algún dolmen aparecen en su ajuar materiales hallstátticos, debe tratarse de un


influjo cultural de la facies del hierro coetánea y en modo alguno debe hablarse, a mi pa-
recer, de una reutilización de dólmenes en el Hierro, sino de una continuidad de su uso en
su mismo ambiente cultural. Hay que pensar, además, que debió ser la cristianización del
país la liquidación definitiva del uso residual dolménico. He expuesto estas mismas ideas
en un trabajo reciente, VALLESPÍ, «Sobre los orígenes del poblamiento del territorio pro-
vincial alavés», «Bol. de la Sociedad Excursionista Manuel Iradier» núm. 102, Vitoria,
septiembre 1968, pp. 20-1.
(32) Véase su estudio en ARMANDO LLANOS, «Resumen tipológica del arte esque-
mático en el País Vasco-navarro», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 149-
58, con la bibliografía allí recogida.
(33) BARANDIARAN, «El Hombre prehistórico en el País Vasco», 1953, pp. 181-3,
donde recoge sus referencias anteriores sobre estos poblados.
(34) Una referencia de noticiario a estos trabajos la comunicó E. CUADRADO, «Ex-
cavaciones arqueológicas en Alava en 1951», «Archivo Español de Arqueología» 83-84,
1951, pp. 252-3. La memoria de la excavación de Iruña, GRATINIANO NIETO, «El Oppi-
dum de Iruña (Alava)», Vitoria 1958. Los materiales sueltos publicados, en los dos trabajos
siguientes: J. MALUQUER, «Dos piezas interesantes del yacimiento alavés de Kutzemendi
(Olárizu, Vitoria)», «Homenaje a D. Joaquín Mendizábal», 1956, pp. 297302; J. FARIÑA,
«Fíbulas en el País Vasco-navarro», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp.
197-200.
(35) Los excavadores del yacimiento comunicaron sus trabajos al IX Congreso
Nacional de Arqueología, celebrado en Valladolid en 1965, comunicación que se in-
cluyó posteriormente en la correspondiente «Crónica», Zaragoza 1966, pp. 210-3. La
memoria de la excavación de las tres primeras campañas, UGARTECHEA, LLANOS, FA-
RIÑA Y AGORRETA, «El Castro de Peñas de Oro (Valle de Zuya, Alava). Campañas de
1964, 65 y 66», en el «Bol. de la Institución Sancho el Sabio» t. IX, 1965 (salió retrasado
con relación a su fecha de pie de imprenta), pp. 121-55 y láms. siguientes. Jesús Altuna
publicó la fauna recogida en estas campañas: ALTUNA, «Fauna del yacimiento de Castro
de Peñas de Oro (Valle de Zuya, Alava)», en la misma revista y número, pp. 157-82.
Posteriormente se ha notificado la realización de la IV campaña, por A. LLANOS, «IV
campaña de excavaciones arqueológicas en el Castro de Peñas de Oro (Valle de Zuya,
Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 149-50.
(36) J. FARIÑA, «El Castro de Henayo (Alegría, Alava)», «Estudios de Arqueolo-
gía Alavesa» 3, 1968, pp. 91-7; A. LLANOS, «El poblado hallstáttico del Pico de San Pe-
dro (Villanueva de Valdegobía, Alava), en la misma revista y número, pp. 131-8; A. LLA-
NOS, «Avance al estudia de

38
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

la Edad del Hierro en Alava», Crónica del X Congreso Arqueológico Nacional, Zarago-
za 1969, pp. 253-65.
(37) La valoración de las cerámicas hallstátticas de la cueva de Obenkun fue seña-
lada por MALUQUER, «Las comunidades prehistóricas alavesas y sus problemas», en el
«Bol. de la Institución Sancho el Sabio» I, 1957, p. 62. Sobre esta cueva, véanse tam-
bién, ERASO. LLANOS, AGORRETA Y FARIÑA, «Contribución al estudio de la cueva de
Obenkun y del Karst de Bitigarra (San Vicente de Arana, Alava)», «Bol. de la Institución
Sancho el Sabio», II, 1958, pp. 311-26; «Museo Provincial. de Alava: Arqueología (Vito-
ria)», «Guías de los Museos de España. XXXV» 1968, pp. 27-8. El estado de la cuestión
de las necrópolis de hoyos de incineración, en A. LLANOS Y D. FERNANDEZ MEDRANO,
«Necrópolis de hoyos de incineración en Alava», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3,
1968, pp. 45-72, donde junto a un abundante material inédito, se recogen todas las noticias
anteriores, entre las que debemos destacar el también reciente estudio de J. A. UGARTE-
CHEA, «Notas sobre el yacimiento de Salbatierrabide (Vitoria)», «Estudios de Arqueología
Alavesa» 2, 1967, pp. 101-18.
(38) Fue Maluquer en 1957 el primero en llamar la atención sobre lo celtibérico en
Alava: MALUQUER, «Las comunidades prehistóricas alavesas y sus problemas», en el
«Bol. de la Institución Sancho el Sabio» 1, 1957, p. 62. Los poblados con estas cerámicas
que he señalado en el texto pueden verse reseñados en la guía «Museo Provincial de
Alava: Arqueología (Vitoria)», 1967, pp. 20-23; la cueva de Los Moros, en LLANOS Y
AGORRETA, «La cueva sepulcral de Los Moros o de Peña Rasgada», «Noticiario Arqueoló-
gico Hispánico» VI, 1964, pp. 135-46. El vaso exciso de Pangua en DEOGRACIAS ESTA-
VILLO, «La primera cerámica excisa de las Provincias Vascas», en «Cuadernos de Historia
Primitiva», t. II, núm. 1, Madrid 1947; los hallazgos de Doroño, en A. LLANOS, «Dos nue-
vos hallazgos de la Edad del Hierro en Alava», «Estudios de Arqueología Alavesa» 3,
1968, pp. 87-9
(39) J. M. APELLANIZ, «Noticia sobre la excavación de la cueva de Los Husos I
(Elvillar, Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 215-6; y del mismo
autor, «Extracto de las III y IV Campañas de Excavación en la cueva de Los Husos I (El-
villar, Alava)», en el núm. 3, 1968, de la misma revista, pp. 152-4. He recogido la prime-
ra notificación citada de Apellániz en mi trabajo, VALLESPÍ, «Sobre los orígenes del po-
blamiento humano del territorio provincial alavés», «Bol. de la Soc. Excursionista Manuel
Iradier», núm. 102, Vitoria, septiembre 1968, p. 20.
(40) Compruébese nuestro análisis sobre los materiales publicados por J. M. de Ba-
randiarán, en sus memorias de excavación de ambos yacimientos BARANDIARAN, «Exca-
vaciones en El Montico de Charratu (Albaina). Primera campaña. 1965», en «Estudios
de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 41-62, y «Excavaciones en El Montico de Charratu y
Sarracho», en el núm. 2 de

39
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

la misma revista, 1967, pp. 7-21. Véase también del mismo autor, BARANDIARAN, «Exca-
vaciones delante de unas grutas artificiales en El Montico de Charratu y en Sarracho
(Izkiz, Alava)», en las «Actas de la 1ª Reunión Nacional de Arqueología Paleocristiana»,
Vitoria 1966, pp. 181-4. La consideración del proceso de extinción de las industrias líticas
de ambos yacimientos, en mi trabajo citado, VALLESPÍ, «Sobre los orígenes del poblamien-
to humano del territorio provincial alavés», «Bol. Soc. Excursionista Manuel Iradier»
núm. 102, 1968, pp. 19-20.
(41) Fundamento mi interpretación en las observaciones de APELLANIZ Y NOLTE,
en su estudio «Excavación, estudio y datación por el C 14 de la cueva sepulcral de Ko-
beaga (Ispáster, Vizcaya)», «Munibe» 1966, pp. 60-1.
(42) Recuérdese sobre esto lo que he anotado anteriormente, en mi nota 31, con las
citas allí señaladas.
(43) Véase en ARMANDO LLANOS, «Resumen tipológico del arte esquemático en el
País Vasco-navarro», en «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 157-8.
(44) GRATINIANO NIETO, «El Oppidum de Iruña (Alava)», 1958, páginas 225-6;
UGARTECHEA, LLANOS, FARIÑA Y AGORRETA, «El castro de las Peñas de Oro (Valle de
Zuya, Alava). Campañas 1964, 65 y 66», «Bol. de la Institución Sancho el Sabio», IX,
1965, p. 153; LLANOS, «Restos romanos en las proximidades de Kutzemendi (Olárizu,
Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 216-7.
(45) JOSE MIGUEL DE BARANDIARAN, «Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte
(Jócano, Alava). Campañas 1961-62», Bol. de la Institución Sancho el Sabio» VIII, 1964,
pp. 5-28; IGNACIO BARANDIARAN MAESTU, «Monedas romanas de Solacueva (Jócano,
Alava)», en el mismo número de la revista, pp. 67-94. A. LLANOS Y J. AGORRETA, «La
cueva sepulcral de los Moros o Peña Rasgada», «Noticiario Arqueológico Hispánico»
VI, Madrid 1964, pp. 135-46.
(46) Principalmente por FEDERICO BARAIBAR, en su discurso leído en el Ateneo de
Vitoria el 9 de noviembre de 1882, publicado en «El Ateneo», órgano de dicho Centro, el
año siguiente, 1883, con el tema de «Alava durante la dominación romana: las ruinas de
Iruña». Siguió luego la fecunda labor epigráfica de este autor, con cuyos trabajos quedó
plenamente comprobada la densidad de la romanización de Alava. Véase la exposición
historiográfica que le dedico en un trabajo, VALLESPI, «Federico Baráibar (1851-1918)
en la Arqueología alavesa de su tiempo», entregado para su publicación en el «Homena-
je a Federico Baráibar» del Instituto Nacional Femenino de Enseñanza Media de Vitoria.
(47) GRATINIANO NIETO, «El oppidum de Iruña (Alava)», Vitoria 1958; IGNACIO
BARANDIARAN MAESTU, «Monedas romanas de Solacueva (Jócano, Alava)», en el «Bol.
de la Institución Sancho el Sabio» VIII, 1964,

40
ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS ALAVESES

pp. 67-94; JUAN CARLOS ELORZA Y GUINEA, «Ensayo topográfico de epigrafía romana
alavesa», en «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967, pp. 119-87. El estudio de Ma-
ría Lourdes Albertos, en el tomo presente de esta misma revista.
(48) Para la bibliografía sobre la romanización de Alava, hasta 1958, véanse capí-
tulos sobre las fuentes, bibliografía, yacimientos romanos en Alava y noticias y explora-
ciones hasta 1949, en el citado libro de este autor, GRATINIANO NIETO, «El Oppidum de
Iruña (Alava)», «Publicaciones del Consejo de Cultura de la Diputación Foral de Alava»,
Vitoria 1958, páginas 13-41. La bibliografía arqueológica sobre la romanización de Alava,
posterior a la publicación del trabajo de Gratiniano Nieto en 1958 es la siguiente: J. M.
BLAZQUEZ, «Perseo volando sobre un vidrio de Iruña», «Zephyrus» IX, 1958, pp. 118-
20; IGNACIO BARANDIARAN, «Monedas romanas de Solacueva», «Bol. de la Institución
Sancho el Sabio» VIII, 1964, pp. 67-94; A. LLANOS, «Sepulturas romanas? en Berroci
(Alava)», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 159-60; A. LLANOS, «Una
necrópolis romana en la Rioja alavesa», loc. cit., pp. 161-2; J. FARIÑA, «Un nuevo silo
en el oppidum de Iruña (Trespuentes, Alava)», loc. cit., pp. 162-3; J. C. ELORZA, «Ensayo
topográfico de epigrafía romana alavesa», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967,
pp. 119-85; A. LLANOS, «En torno al bajorrelieve de Marquínez (Alava)», loc. cit., pp. 187-
94; A. LLANOS, «Restos romanos en las proximidades de Kutzemendi (Olárizu, Alava)»,
loc. cit., pp. 216-7; reseña de los materiales romanos expuestos en el Museo Provincial,
en guía «Museo Provincial de Alava: Arqueología (Vitoria)», 1967, pp. 10-20; MARIA
NIEVES URRUTIA, «Prospeciones en la zona de Elvillar (Alava)», «Estudios de Arqueolo-
gía Alavesa» 3, 1.968, p. 148. Particularmente interesantes para la historia del poblamiento
antiguo de Alava son una serie de trabajos recientes de Jósé Miguel de Barandiarán, com-
probando estratigráficamente la continuidad del poblamiento prehistórico de Alava en la
Edad Antigua; en este orden de cosas, recordamos los siguientes trabajos: J. M. DE BA-
RANDIARAN, «Excavaciones en El Montico de Charratu (Albaina). Primera campaña.
1965», «Estudios de Arqueología Alavesa» 1, 1966, pp. 41-59; «Excavaciones delante de
unas grutas artificiales en El Montico de Charratu y en Sarracho (Izkiz, Alava)», «Actas de
la 1ª Reunión Nacional de Arqueología Paleocristiana», 1966, pp. 173-84; «Excavaciones
en El Montico de Charratu y en Sarracho», «Estudios de Arqueología Alavesa» 2, 1967,
páginas 7-20; «Excavaciones arqueológicas en grutas artificiales de Alava», «Estudios de
Arqueología Alavesa» 3, 1968, pp. 99-116.

41
SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL
LOCALIZADAS EN ALAVA.

Por Armando Llanos

De muy diversas maneras, han engrosado los fondos del Museo Provincial de Ar-
queología de Alava, algunas hachas de metal.
Varias lo han sido por compra, a un anticuario, quien tuvo la gentileza de facili-
tarnos cuantos datos sabía sobre su procedencia. Una apareció recientemente en trabajos
de excavaciones arqueológicas. De otra, se localizó una antigua fotografía, de la que se
pudo rastrear su procedencia en antiguas reseñas de prensa.
Consideramos de cierto interés el reunir todas estas notas, que son nuevos datos
sobre este tipo de piezas, no demasiado numerosas en nuestro territorio provincial, ya
que hasta este momento solamente se conocían, con indicación de procedencia, tres
ejemplares (fig. 1).

1. Hacha de Nograro

Hace varios años localizamos en el Archivo Municipal de Vitoria, una antigua fo-
tografía en los fondos legados a este centro por D. Federico Baráibar, en la que se ve un
hacha de talón o de tope (1) con un asa (fotog. 1).
De ella ya se ocupó, en un anterior trabajo, D. Juan M.ª Apellániz (2) a quien faci-
litamos dicha fotografía, pero sin poder citar su procedencia por desconocerse entonces.
No fue hasta el año de 1969 cuando se pudo localizar (3) el lugar de su proceden-
cia, al revisar antiguas reseñas de prensa. La noticia fue dada a conocer durante una
conferencia celebrada el 18 de Marzo de 1881 en el Ateneo Vitoriano. Su autor, Federi-
co Baráibar, dio breves detalles sobre las circunstancias del hallazgo. La reseña de esta
conferencia se publicó (4) en dos periódicos en los cuales se dice: «... un hacha de co-
bre, perfectamente conservada, único monumento de esta clase hallado en Alava, que fue
encontrado bajo una roca en el pueblo de Nograro» (El Anunciador Vitoriano). En la re-
seña publicada en El Ateneo dicen: «... presentó un hacha de cobre

43
SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

muy bien conservada, que fue hallada en el pueblo de Nograro, al efectuar una excavación».
De todo ello deducimos que el hallazgo no fue casual, sino que fue localizada en una
excavación, posiblemente en un abrigo rocoso. Esto da pie para intentar localizar este lugar
y ver los datos que se pueden conseguir en él.

Figura I

44
SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

Sobre el hacha en sí, vemos que aparte de tratarse de uno de los ejemplares de talón
o tope, pertenece a la subfamilia de las de un asa y con tope al centro de la misma. Unica-
mente queda en la duda el saber si disponía de tres nervios o solamente del central, cosa
que nos parece más factible a la vista de la fotografía. Encajaría dentro de la variante de
la forma 44 de Monteagudo (1) con ejemplares parecidos hallados en: Coruña, León, Fuente
Sabiñán, Guadalajara, Viseu, St. Denis de Piles, Gironda, Nantes, Ortigueira, Peñafiel, Por-
to, aunque éste que estudiamos presenta la mitad inferior con borde algo más campanu-
lado.
Aunque son tipos que tienen una cronología un tanto imprecisa por sus perduracio-
nes, podemos encajarla en una fase muy avanzada del Bronce.

2. Hachas de Villodas o Trespuentes

Es en uno de estos dos lugares, tan próximos entre sí, donde por un anticuario de
Vitoria, fueron adquiridas como chatarra, estos dos ejemplares (fig. 2 ).
La primera de ellas (fig. 2, n.° 1), es un hacha plana de lados casi rectos y sección
rectangular, siendo sus dimensiones, en milímetros, 52 de anchura en el corte, 35 en la
contera, 119 de largura y su grueso máximo de 8 El material con que está fabricada es
cobre. Su conservación es buena, teniendo únicamente deteriorados el corte y la contera,
por remachamiento, ya que es casi seguro que modernamente se utilizó como herramienta.
El segundo ejemplar es un hacha de cobre, también del tipo plano, siendo su estado
bastante deficiente, presentando toda la superficie con poros y con formas redondeadas,
resultado de una mala fundición. Su forma puede verse en la fig. 2, n.° 2, siendo trape-
cial con filo curvo en su anchura mayor -37 milímetros-. El lado opuesto no se presenta
plano sino con ligera curvatura y adelgazamiento, iniciando un segundo filo en este ex-
tremo de 18 milímetros de anchura. Mide 110 milímetros de longitud máxima. El redon-
deamiento que tiene en todos sus bordes hace que su sección sea ligeramente elíptica.
Son las más antiguas de todas las estudiadas, especialmente la n.° 1 de la fig. 2, con
sus lados casi rectos y su forma levemente trapecial. Es un ejemplar similar al hallado en
la localidad de Délica (Alava) ya estudiado (2) así como a ejemplares encontrados en
Portugal.
El ejemplar n.° 2, pertenece también a este tipo de hachas planas, aunque su forma
es de lados algo incurvados y su corte tiene una ligera forma acampanulada. Tipológi-
camente pueden pertenecer ambas al Calcolítico (Bronce 1 Hispánico).

45
SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

Figura II

3. Hacha de Heredia

Por el mismo procedimiento que las otras anteriores fue adquirida esta pieza. Se
halló en el pueblo alavés de Heredia, aunque desconocemos las condiciones que rodea-
ron el hallazgo. Es un ejemplar con unas peculiaridades morfológicas muy interesantes,
aunque presenten ciertas dudas por el enmascaramiento, debido a deformaciones por
usos posteriores. Es bronce el material en que está fundida. Sus dimensiones máximas
actuales en milímetros son: 55 en el corte, 24 en la contera, y su longitud máxima es de
134. Aunque su forma actual recuerda a las hachas curvadas de la Europa Oriental, es en
realidad un hacha de apéndices laterales en los lados del extremo superior, siendo
debidas únicamente las formas curvadas a deformaciones por su ulterior utilización co-
mo cuña para partir leña. Estas deformaciones son longitudinales, tanto frontales como
laterales, teniendo la parte del talón aplanada por remachamiento y su corte dentado y
saltado es ligera-

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SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

Figura III

47
SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

mente campanulado. Asimismo se hallan remachados los botones laterales, conservando en


los laterales las huellas del reborde de la fundición por molde bibalbo (fig. 3).
Cronológicamente puede encajarse en la última fase protoatlántica y contempo-
ráneas al Bronce D centroeuropeo (1) siendo su dispersión muy grande, distribuyendose
en: Inglaterra, Irlanda, Asturias, Norte y Centro de Portugal. Es del tipo estrecho y vemos
ejemplares similares en Portugal y Galicia.

4. Hacha del Castillo de Henayo (Alegría de Alava)

De todas las piezas estudiadas en el presente trabajo, es quizá ésta la más interesante
por los diversos factores que en ella concurren y que luego explicaremos. Apareció en la
excavación (5) del castro del Castillo de Henayo, en el nivel 1, perfectamente datado por
algunos materiales característicos. Morfológicamente es un hacha de talón o «de tope» con
dos anillas (fig. 4). El estado de conservación es pésimo, ya que está seccionada a la altura
de su tercio superior, por dos cortes oblícuos. Las asas se hallan cortadas y los bullones
remachados presentando diversos cortes por toda su superficie. Alguna de sus peculiarida-
des es el carecer de nervios, teniendo los laterales desde el tope hacia el corte, redondeado.
Otro aspecto interesante es el que la materia en que está fundida es plomo en vez de bron-
ce que suele ser lo normal.
Así como en todos estos ejemplares tenemos una cronología basada únicamente en la
tipología, no ocurre lo mismo en la encontrada en el Castillo de Henayo donde el hallarse
relacionada en el mismo estrato con algunos ejemplares característicos, como lo es un bro-
che de cinturón de un solo garfio nos permite otorgarle una cronología similar. Así puede
encajarse alrededor del final del siglo VI antes de J. C., o principios del V.
Si a esto unimos las extrañas características de estar fundidas en un material exce-
sivamente maleable que la imposibilita para todo uso de corte o golpeado, veremos su ex-
traordinario interés por los problemas que plantea.
Primero; acusamos una larga vida en este tipo de hachas, lo que hace muy proble-
mática toda clasificación, basándose únicamente en sus características tipológicas.
Segundo; tendremos que admitir un uso diferente al que normalmente relacionamos
por su denominación de hacha. Por ello habrá que pensar en otro uso completamente
distinto, y empezar a tener en cuenta las diversas teorías que existen sobre las hachas de
bronce de este tipo. El estar seccionadas tan limpiamente por dos cortes, parece indicar
una fragmentación intencionada, aunque no se pueda precisar el motivo.

48
SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

Figura IV
49
SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

Con estas piezas ha quedado aumentado considerablemente el mapa de distribu-


ción de hachas de metal en Alava, máxime cuando ya J. M.ª Apellániz en un estudio so-
bre las hachas de metal en el País Vasco (2), hace sentir el vacío existente de estas ha-
chas en Alava. A pesar de ello no nos aclaran, en general, mucho acerca de las conclu-
siones que sobre ellas se podría llegar, si se conociesen datos acerca de su situación en los
respectivos yacimientos. Unicamente en la localizada en el Castillo de Henayo conocemos
los datos referentes a su hallazgo y de su situación estratigráfica en el yacimiento, lo que
aumenta su interés.
Hemos dado al final de cada pieza una cronología basada únicamente en su aspec-
to tipológico, ya que estamos viendo en varios ejemplares, como el hacha del Castillo de
Henayo y la de la necrópolis de Landatxo (Gardelegui, Alava) que ya estudiamos en un
anterior trabajo (6), que estas cronologías no son reales, ya que existe una larga perdura-
ción y que de no conocer el contexto arqueológico o caracterísitcas del yacimiento, no
tienen ninguna validez. No obstante siempre pueden ser unos datos orientativos para pos-te-
riores investigaciones especialmente en cuanto se refiere a la localización de posibles
yacimientos arqueológicos..

NOTAS

(1) LUIS MONTEAGUDO, "Hachas prehistóricas de Europa occidental (Notas de un viaje)".


Facultad de Letras. Instituto de Arqueología. Universidad de Coimbra. Coninbriga. Vol. IV. 1965.
(2) JUAN MARIA APELLANIZ, "El hacha, de Délica y las hachas de metal en el País Vasco",
"Estudios de Arqueología Alavesa". Tomo 1. Diputación Foral de Alava. Consejo de Cultura. Vi-
toria 1966.
(3) Fue D. Enrique Vallespí, quien localizó estas reseñas al recopilar datos para la prepa-
ración de una conferencia, que se dio en el Instituto de Enseñanza Media, sobre Federico Baráibar.
Conocidos estos datos no dudó en facilitármelos.
(4) "El Ateneo", Organo del Ateneo Científico Literario y Artístico de Vitoria. Tomo VII. 31
de Marzo de 1881, n.º 15, págs. 263-4.
"El Anunciador Vitoriano", Periódico político de literatura, noticias y anuncios. Organo de
los intereses materiales y morales. Año IV (4.° época), Martes 22 de Marzo de 1881, n.º 301, págs.
2 y 3.
(5) El resultado de esta excavación iniciada este año de 1969, está actualmente en curso de
elaboración, en espera de una segunda campaña de trabajos, que nos aclaren diferentes aspectos de
su yacimiento.
(6) ARMANDO LLANOS, DOMINGO FZ. MEDRANO, "Necrópolis de hoyos de incineración en
Alava", "Estudios de Arqueología Alavesa". Tomo III. Diputación Foral de Alava. Consejo de Cul-
tura. Vitoria 1968.

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SOBRE ALGUNAS NUEVAS HACHAS DE METAL LOCALIZADAS EN ALAVA

51
LAS CUEVAS SEPULCRALES
DE OBENKUN (San Vicente Arana)
Y ARRANTIANDI (Atauri), EN ALAVA.

Por Juan María Apellániz Castroviejo

Las cuevas sepulcrales de Obenkún y Arratiandi están relacionadas entre sí por va-
rios factores comunes, entre ellos la actividad exploratoria y arqueológica de Domingo
Fernández Medrano. Los años que precedieron a la guerra civil española de 1936 fueron
años de actividad intensa en la Arqueología alavesa y dieron a luz numerosos yacimien-
tos arqueológicos que sólo más tarde han ido excavándose. Es la época del descubrimien-
to de los dólmenes de Guibijo, el yacimiento de Lamikela, Peñas de Oro y La Hoya, por
Barandiarán y las prospecciones de Obenkún y Arratiandi por Fernández Medrano. Ter-
minada esta etapa con la síntesis de Barandiarán sobre el Hombre Primitivo en el País
Vasco, la guerra y sus consecuencias dejarían un espacio muerto en la Arqueología de
Alava por la ausencia de Barandiarán que Fernández Medrano se encargaría de llenar
con dedicación, esfuerzo y estilo.

La cueva sepulcral de Obenkún

La incansable actividad arqueológica de D. Domingo Fernández Medrano le llevó


al descubrimiento de la cueva de Obenkún en 1934. Cuando más tarde volvió a la cueva
pudo recorrer con el máximo detalle la extensa cavidad.
En la visita del descubrimiento, el Sr. Fernández Medrano pudo contemplar en la
sala de entrada de la cueva restos arqueológicos en superficie a los que había en parte
cubierto una leve capa estalagmítica. Estos restos arqueológicos fueron recogidos cuida-
dosamente y depositados en el Laboratorio del Museo de Alava que él mismo dirigía en
espera de poder sumarlos a los que podrían darse a luz mediante una sistemática exca-
vación. Esta excavación, sin embargo, pareció ya muy difícil de realizar en la primera
visita. En las siguientes visitas que el Sr. Fernández Medrano realizó a la

53
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

cueva pudo comprender mejor que esta excavación se hacía sumamente difícil por las
condiciones en las que se encuentra la cueva y el yacimiento. Frente a esta im-
posibilidad de excavar el yacimiento, el Sr. Medrano recorrió nuevamente la cueva en
un deseo de que ninguno de los datos que podían ser utilizados se perdiera para el futuro.
Solamente aparecieron algunos huesos sueltos dispersos por la cueva y oprimidos entre
bloques.
El Sr. Fernández Medrano dio conocimiento de estos descubrimientos en un
trabajo de síntesis acerca de la Arqueología de Alava en 1949 sumán-

54
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

dolo a los descubrimientos que igualmente había realizado en las regiones de Turiso
(dólmenes de la estación de este nombre) y cuevas sepulcrales de las zonas burgalesas
más o menos limítrofes de la provincia de Alava (1). Desde entonces la cueva pasó a los
catálogos que se hicieron de los yacimientos arqueológicos de la provincia y del País
Vasco en general (2).
Cuando la Excma. Diputación de Alava constituyó el Grupo Espeleológico Alavés,
sus miembros dedicaron gran atención a esta cueva que formaba parte de un hermoso
karst llamado de Bitigarra. De estas visitas nació un estudio geológico así como los pla-
nos y los cortes de la cueva (3).
La cueva fue todavía visitada numerosas veces. Nosotros lo hicimos en 1966
pudiendo comprobar la enorme dificultad de excavación que presenta el yacimiento en
el estado actual de medios. Bloques de considerable espesor y grandeza aprisionan la
escasa tierra de que parece disponer el yacimiento. En la sala de entrada, lugar donde se
localizaron los hallazgos, la humedad, el techo muy bajo, los bloques, las arcillas com-
pactas y pegajosas impiden cualquier intento de excavación. Y no sólo de excavación
sino de una cata suficientemente seria.

La cueva

Obenkún se abre en un cantil al S. del Pico de Bitigarra (1.156 mts.) que se asoma
en una rapidísima pendiente sobre el valle de Arana y concretamente sobre el pueblo de
San Vicente Arana. Se sitúa al S.E. de la Ermita de Santa Teodosia de la que dista 600
mts.
Los terrenos sobre los que se asienta la cueva son jurisdicción del Ayuntamiento
de San Vicente Arana.
Su situación más exacta sobre el Mapa del Instituto Geográfico y Catastral es la
que sigue:
1°, 19', 25" de longitud y 42°, 45', 50" de latitud. Está situada a 1.047 mts. de alti-
tud sobre el nivel del mar.
Desde el punto de vista geológico los terrenos en los que se ha abierto la cueva
pertenecen al Gerumnense-Maestrichtiense.
La entrada actual de la cueva es un estrecho tubo rocoso de 0,60 mts. de diámetro
en una pendiente de 40 gr. y una longitud de 4 mts. cuyo suelo se cubre de hoja y detri-
tus. La dirección de la entrada de la cueva y de su sala primera a la que la entrada actual
aboca son completamente opuestas. La entrada actual no es la primitiva. La original es-
tuvo formada por una cavidad de 5 mts. que daba acceso directo a la primera sala. La en-
trada actual se formó por solifluxión del terreno que es extremadamente pendiente y se
fue cerrando poco a poco hasta reducirse a la dimensión de 0,60 mts.

55
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

Figura 1

La figura 1 muestra la planta de la cavidad. La letra A aparece sobre el ensancha-


miento a que da paso la entrada es la sala de enterramientos. En realidad los enterramientos
han podido ser certificados en otros varios puntos.

56
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

Sin embargo sólo en A se han hecho los hallazgos arqueológicos de que habla este trabajo.
Verosímilmente una gran parte de la cueva ha servido de necrópolis aunque es po-
sible que sólo en forma pasajera y esporádica. Si los grandes bloques, entre los que hoy
todavía es posible observar trazas de huesos humanos, no han ocultado la verdadera ne-
crópolis es posible pensar que allí se han hecho enterramientos aislados como ocurre en
otras muchas cuevas del País Vasco. Esto ocurre en Vizcaya y Guipúzcoa con frecuencia,
que una larga galería oculte en un lugar determinado un enterramiento. Pero tampoco
hay muchas razones que permitan descartar la posibilidad de que la verdadera necrópolis
esté enterrada. Hasta ahora, el número más frecuente de casos es, sin embargo, el de los
enterramientos aislados. Aquí, como en tantísimos otros casos, sólo se puede apelar a la
excavación del yacimiento, cosa a todas luces imposible en la actualidad.
Existe algún rastro de cenizas en otros puntos de la cueva pero en forma muy ais-
lada. Lo mismo pasa con el carbón. Pero fuera de la Sala A no se han hecho hallazgos
arqueológicos ni unidos a huesos humanos ni a cenizas. Solamente se exceptúa el caso
de la pequeña rampa que se abre a la izquierda de la Sala A en donde aparecieron ceni-
zas y unos fragmentos de barro manoseados.

El ajuar de Obenkun

Al ajuar que se describe a continuación, acompañaba un cráneo infantil. No es po-


sible pensar en un enterramiento único ya que los hallazgos, aunque sueltos, de otros lu-
gares de la cueva parecen decir lo contrario. No es verosímil que se trate de una cueva
utilizada para un enterramiento único. Por otra parte, al no ser posible la excavación del
yacimiento, tampoco se puede asegurar que no existan otros enterramientos en profundi-
dad. El aspecto que la cueva debió ofrecer en la visita en la que el yacimiento funerario
fue descubierto, no distaría demasiado del que ofrecía Gobaederra (Subijana-Morillas ).
Los enterramientos estaban todavía intactos, abandonados sobre el suelo y ligeramente
cubiertos de un fina película de polvo y tierra. Bajo ellos aparecía el yacimiento. Tal vez
sea ésta una imagen de Obenkún.
Al juzgar el tipo de enterramiento, tropezamos con una primera dificulatd: existen
cenizas pero no está claro en qué relación se hallaban éstas con el ajuar. Tampoco está
claro si además de las cenizas de la rampa izquierda de la Sala A, había otras que acom-
pañaban a las piezas arqueológicas. Tampoco es fácil saber ahora si se halló algún hueso
calcinado. Lo único cierto es que había cenizas y había inhumaciones. Si a cada tipo
ritual pertenecía una parte determinada del ajuar, tampoco se sabe. De todos modos y
sea como fuere, es posible pensar que cualquiera de los dos ritos en estas

57
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

formas ya es conocido en las cuevas alavesas y perfectamente fechado en un estadio poco


tardío de la cueva de Gobaederra (Subijana-Morillas, Alava) (4). En ellas hallamos efec-
tivamente dos estratos de enterramientos e incineraciones simultáneos que encerraban entre
sí otro estrato en el que no había más que incineraciones. Los dos estratos que aprisiona-
ban al de incineraciones, al ser de aspecto predominantemente arcaico, permitían pensar
que la incineración como rito exclusivo ya se hallaba en uso en el Eneolítico. Aquí, por
tanto, en Obenkún, no necesitaríamos recurrir a otra Edad de la Prehistoria para explicar
la presencia de las cenizas.
Al cráneo infantil y al ajuar que con él se encuentra, acompañan huesos de animales
aunque en corta proporción. En las cuevas alavesas, citemos ahora la de Gobaederra
(Subijana-Morillas ), los huesos de animales parecen tener una mayor función en los en-
terramientos. Efectivamente, en Gobaederra, hallamos hasta un cráneo de ciervo, huesos
largos completos de bóvidos (vaca pirenaica), siendo además, los huesos abundantes. En
las cuevas de Vizcaya y Guipúzcoa no ocurre así. En verdad podríamos ver una cierta
compensación en los abundantes restos de lapas y animales marinos que a veces se hallan
en ellas, pero esto no ocurre siempre ni siquiera en los yacimientos que distan escasa-
mente del mar.
El ajuar de Obenkún solamente tiene tres apartados:
Material de piedra:
1 hacha trapezoidal de pizarra de superficie muy lisa con rastros de uso o de mane-
jo. Tiene doble filo, tal vez más acusado en la contera. Lleva sección rectangular
con los ángulos dulcificados suavemente (fig. 2, n.° 2).
1 hacha pequeña también de pizarra de planta trapezoidal con filo en abanico poco
agudo y contera plana. El filo abierto en media luna está achatado tal vez por el
uso. El filo contrasta notablemente con la pieza anterior, en donde la media luna
era mucho menos acusada. Sección rectangular dulcificada en los cantos (fig. 2,
n.° 1).
Material de hueso:
1 punzón de hueso sobre un fragmento de diafisis. Conserva la contera ligeramente pu-
limentada y el vértice perfectamente apuntado. Toda la diafisis está en bruto, sin ras-
tro alguno de pulimento ni trabajo. La sección es casi circular.
La figura 2, n.° 3 muestra dos aspectos del punzón.
Cerámica:
En la cerámica tenemos tres tipos clasificados según las pastas y formas que rese-
ñamos a continuación
En la figura 3, n.° 1 aparece un gran vaso ligeramente ovoide alto con boca de cue-
llo recto bajo y corto. El fragmento que se conserva

58
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

es muy grande de modo que se puede conocer perfectamente su perfil y sus detalles
excepto el fondo. Este es probablemente ovoideo dado el aspecto del arranque de la
panza baja. A menos de media altura, presenta un asa de puente que seguramente se
repite en el lado opuesto. La boca tiende a abrirse un poco, el borde está finamente
redondeado y el cuello por efecto de la incipiente apertura de la boca reentra con mucha
suavidad. A pesar de ello parece que el cuello se puede decir cilíndrico.
La pasta es basta y lleva desgrasantes poco gruesos. Tiene un engobe de color ma-
rrón oscuro y lleva signos de haber sido pulimentado en algunos puntos.
Este es el primer tipo en el que clasificamos la cerámica que nos ha sido conser-
vada.
En la figura 3, n.° 4, aparece un nuevo tipo, parecido por su pasta al primero pero
no idéntico a él. De él le separa tanto las variantes de la pasta como la forma.
Se trata de un vaso bajo y abierto de paredes rectas o casi rectas del que se con-
serva un fragmento que permite su entera reconstitución. Lleva un botón alto, probable-
mente doble, de forma cilíndrica con un corte oblícuo.
Las paredes son más finas que las del anterior y la pasta está mejor cernida. Tiene
color negro y aparece espatulado y barnizado por encima. El perfil es troncocónico in-
vertido.
Al tercer tipo de cerámica pertenecen los vasos 2, 3, 5 de la figura 3.
El vaso n.° 2 puede ser reconstituido en su máxima parte. Faltan fragmentos del
fondo pero el resto de los que se poseen son grandes y por ello se puede aventurar una
reconstitución bastante aproximada de su total perfil.
Se trata de un gran vaso de perfil casi troncocónico invertido aunque no entera-
mente. El borde está redondeado y del mismo labio exterior parte un verdugón de im-
presiones digitales no aplicado sobre la pared sino realzado sobre la misma pasta. Bajo
el verdugón aparece un cuello muy poco reentrante y pequeño en cuya base se alza una
arista sobre la que existen algunas impresiones sueltas pero que no parecen constituir
una decoración. La panza empieza a cerrarse para acabar probablemente en un fondo
plano.
El vaso es grande, superior a los 20 cms. de altura.
El vaso del n.° 3 no tiene fragmentos de borde y fondo pero los que se poseen son
lo suficientemente grandes e indicativos como para permitirnos una reconstrucción
segura del borde al menos.
El perfil general se aproxima más al tipo troncocónico invertido ya que el fondo
nos parece probablemente plano a juzgar por las formas muy similares a él aparecidas
en la cueva de Los Husos 1 (Elvillar, Alava) en curso de excavación.
El borde debió ser relativamente fino porque la pared del vaso se

59
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

59

Figura II

60
Figura III

adelgaza progresivamente en la zona que toca al borde y se engrosa en la zona que


toca al fondo. Los fragmentos conservados permiten pensar que falta muy poco en
ellos para alcanzar el borde.

61
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

La boca tiende muy ligeramente a abrirse aunque no puede decirse esto con toda
propiedad. La panza está enteramente decorada con impresiones de dedos que tiran ha-
cia la izquierda para hundirse más fuertemente. Parece que la zona próxima a la boca no
estuvo decorada.
Del vaso que aparece en el n.° 5 solamente conservamos el fondo. El vaso debió
ser muy alto y ancho. El fragmento conservado tiene una altura de 13 cms. A esta altura,
la panza se ensancha más de 30 cms., lo cual permite suponer que el vaso fue muy alto
y ancho.
Los vasos descritos como pertenecientes al tipo tercero tienen todos una pasta
muy gruesa con desgrasantes. En el interior llevan generalmente una coloración negruz-
ca mientras que en el exterior llevan un ocre amarillento o rosáceo, hecho a base de un
pequeño baño de colorante.
En la figura n.° 4 presentamos igualmente los mismos tipos.
Al primer tipo pertenece un fragmento grande de borde, cuello y arranque de pan-
za. Pertenece probablemente a una especie de tinaja de boca cerrada y borde levantado
con paredes ventrudas. El labio exterior lleva una pequeña arista a modo de decoración.
La pasta es gruesa, las paredes lo son también. Tiene una coloración marrón oscu-
ra, es liso y está barnizado, lo que le da una superficie lisa y suave.
Al segundo tipo pertenece el vaso del n.° 3 del que se conservan fragmentos gran-
des que permiten suponer el tamaño aproximado y el borde aunque éste no se conserve.
Tiene un perfil que se aproxima al del vaso troncocónico invertido, probablemen-
te con fondo plano.
Los fragmentos conservados permiten suponer que el borde es fino y casi recto,
suavemente redondeado. Las paredes se engrosan a medida que avanzan hacia la panza
y el fondo.
La pasta es bastante fina y negruzca.
Al mismo tipo pertenece el vaso del n.° 2 del que se conocen un gran fragmento
que permite suponer el perfil total. Se trata de un pequeño vaso de perfil carenado y de
tendencia bitroncocónica poco definida. El fondo, a juzgar por el fragmento debió ser
plano. Carece de decoración totalmente.
La pasta está cernida finamente, las paredes son delgadas y está barnizado con
una coloración negra y espatulado.
Al tercer tipo pertenece el vaso del n.° 4. Se trata de un vaso grande, de perfil que
tiende a ser ovoideo y del que se conserva solamente un gran fragmento del borde,
cuello y arranque de panza.
En el mismo labio lleva un verdugón con impresiones digitales no aplicado sobre
la pared sino realzado sobre la misma pasta. Un cuello casi recto le separa de otro ver-
dugón con el mismo tipo de impresiones digitales.

62
Figura IV

La panza que arranca del segundo verdugón se presenta decorada con impresiones
de dedos corridos sobre la pasta fresca que semejan una plasticidad muy decorativa.

63
Figura V

Los fragmentos que se conservan de él son muchos pero su situación en el vaso


es fifícil definir. En cualquier case se trata de vaso de gran tamaño, un poco panzudo.

64
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

La pasta de los vasos del tercer tipo es siempre basta y con desgrasantes, algunas
veces gruesos. Están generalmente bañados en una coloración ocre amarillenta o rosácea.
En la figura 5, presentamos igualmente restos de los tres tipos de cerámica ya des-
critos.
Al primer tipo pertenecen los fragmentos de los núms. 4 y 5. Se trata de un fragmen-
to de panza con un pitón con orificio vertical de suspensión y un fragmento de borde recto.
Al segundo tipo pertenecen los fragmentos con carena como el del n.° 2, enlazable
con el vaso n.° 2 de la figura 5, y que tal vez lo repita.
La pasta es fina y negra con brillo y espatulada.
Al tercer tipo pertenecen los núms. 3 y 6. Aquél es un fragmento de panza con ver-
dugón ancho y saliente de impresiones digitales ya conocidas en otros vasos de la misma
cueva y el n.° 6 es un fragmento de fondo plano.
El vaso que aparece en el n.° 1 es el ejemplar más profusamente decorado y una de
las piezas más grandes del conjunto. Se conservan de él muchos fragmentos y grandes.
Los fragmentos de panza decorada son muchos pero no es fácil siempre hacerlos seguirse
unos a otros. De todos modos la decoración puede conocerse bien ya sea a través de los
fragmentos ya sea a través de piezas similares de otras cuevas.
Parece tratarse de un gran vaso de perfil más bien ovoideo con fondo plano. El
borde casi plano y lleva en el labio exterior una decoración de verdugón con impresiones
digitales. El cuello es corto y ligeramente reentrante al que da fin un nuevo verdugón con
impresiones digitales. Los verdugones no están aplicados sobre la pared del vaso sino
realzados sobre la pasta de la misma pared. Este tipo de cuello ya aparece en el resto de
la cerámica de la cueva. La panza es ventruda y está decorada a base de grandes verdu-
gones de impresiones digitales de la misma factura que los anteriores. Estos forman am-
plios meandros en torno a un círculo central, a su vez centrado por un botón bajo con un
hoyo producido por presión de dedo. Estos meandros están separados o unidos entre sí
por verdugones. Parece que la decoración parte del fondo mismo del vaso. Todos los frag-
mentos conocidos repiten o completan este tipo decorativo.
Los fragmentos de bordes y fondo muestran un radio relativamente corto en compa-
ración con la panza y la altura del vaso. Nos hemos atrevido a sugerir esta reconstitución
del vaso a base de fragmentos de borde y fondo más pequeños que los restantes de la
panza para indicar al menos los diámetros de boca y fondo. El fragmento de fondo que
conservamos es muy interesante. El fondo se presenta plano. Del exterior de la circunfe-
rencia del fondo, parte una forma como de artesa de la que arranca la panza. Este frag-
mento de fondo obliga a pensar en una panza ventruda necesariamente,

65
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

puesto que también la boca es cerrada. Calculamos que este vaso debió tener al menos
50 cms. de altura.
La pasta es basta y los desgrasantes más bien gruesos. Está enteramente bañado,
en la pared exterior, con un color ocre rosáceo que se desprende fácilmente. El interior
de las paredes es negruzco así como la masa.
En la reconstitución del vaso en la figura 5, n.° 1, hemos utilizado solamente un
fragmento de decoración para que se comprenda el tipo general. Este fragmento, el más
grande y el más completo, nos da una idea general de la decoración, más clara que el
resto de los fragmentos.

Paralelos

El material de Obenkún, por no poder excavarse, debe ser forzosamente incumple-


to y puede fácilmente inducir a error, pero esto no impide que se lo relacione con otros
conjuntos funerarios en dólmenes o en cuevas.
Hemos de partir, sin embargo, antes de relacionar los materiales, de varios supuestos:
1) Que debemos tomar el ajuar como un conjunto, pero que no sabemos en qué re-
lación se hallan los diferentes objetos entre sí y en relación con un lugar determinado y
con una forma de enterramiento, inhumación o incineración.
2) Que el único medio de estudio de este ajuar es la comparación casi exclusiva-
mente tipológica por tratarse de un material de superficie, sin relación con un estrato
determinado aunque podamos hacer relación a otros conjuntos.
Los datos que hoy podemos conocer son muy contados y están lógicamente anu-
blados por el largo espacio de tiempo transcurrido desde la recogida de los materiales
hasta nuestros días y esto explica las dificultades que surgen.
Tenemos alguna razón para tomar como conjunto este ajuar. La primera es la per-
tenencia a una única cueva y, al parecer, a una única sala. Es cierto que si bajo los actua-
les bloques, existe un yacimiento sepulcral, este conjunto es necesariamente parcial pero
por ello puede darnos una idea aproximada más o menos de la totalidad.
El primer problema que salta a la vista es el de la relación de las incineraciones y
las inhumaciones con un tipo determinado de ajuar. Parece que las cenizas deben ser pues-
tas mucho más en relación con los fragmentos o bolas de barro manoseadas que con los
hallazgos de cerámica, etc. y el cráneo infantil.
Dentro del País Vasco, no tenemos una cueva que presente un conjunto idéntico al
de Obenkún. Las cuevas sepulcrales del País Vasco parecen

66
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

reflejar cada una un aspecto de una misma cultura de todo que se asemejan un poco a un
conglomerado de Taifas. De ahí que agrupar cuevas sepulcrales en grupos homogéneos
es una labor imposible en el actual estado de los conocimientos. Todos los tipos de
Obenkún los hallamos en otras cuevas; así las hachas, los punzones, la cerámica, etc.
Pero no las hemos hallado nunca juntas sino en Obenkún.
En Vizcaya, existe una cueva sepulcral llamada «Las Pajucas» (Lanestosa) en la que
la cerámica, en gran parte, se asemeja al conjunto de Obenkún aunque le faltan elemen-
tos tan importantes como las hachas (5). Ellas nos sirve, sin embargo, par comparar la
cerámica.
En nuestro inventario de Obenkún, hemos dividido la cerámica en tres tipos funda-
mentales en razón de las pastas y las formas. En Obenkún esta división está justificada
desde el punto de vista de su catalogación pero para el estudio comparativo, es más apto
dividirla en dos tipos fundamentales de los cuales el
1.° agrupa la cerámica de tipos ovoideos de pastas gruesas y bruñidas, lisos de
coloraciones oscuras cuyo prototipo puede ser el vaso n.° 1 de la figura 4 y los vasos de
formas de tendencia troncocónica de pastas muy bastas y decoraciones de verdugones
con impresiones digitales cuyo prototipo puede ser el vaso n.° 2 de la figura 4, y tal vez
el vaso n.° 1 de la figura 6, aunque éste parece una variante más que un tipo.
2.° La cerámica de paredes y pastas muy finas, bruñidas y espatuladas, negras, de
formas carenadas o típicamente troncocónicas cuyos prototipos son los vasos n.° 4 de la
figura 4 y el vaso n.° 2 de la figura 5.
El primer tipo de cerámica, sobre todo el de vasos grandes con pastas muy bastas,
abiertos y decorados con verdugones lo conocemos ya desde el Neolítico de la cueva de
Lumentxa (Lequeitio) (6) y lo seguimos en los estratos Eneolíticos de la cueva de
Santimamiñe (7). Tipos muy similares aunque sin la decoración de verdugón sino con
incisiones a base de punta seca también lo tenemos en Kobeaga (Ispáster, Vizcaya). La
cueva de Las Pajucas (Lanestosa, Vizcaya) también nos suministra ejemplares casi
iguales a los de Obenkún. En Santimamiñe, tenemos tal vez una mayor aproximación al
conjunto de cerámica que hemos denominado del tipo primero donde coexisten la
cerámica basta de grandes vasos con decoraciones de verdugones, impresiones digitales,
surcos, etc., y otra cerámica lisa oscura (8), aunque las formas de esta última no sean si-
milares a las del primer tipo de Obenkún. Tipos parecidos los encontramos en los estra-
tos con cerámica de las cuevas guipuzcoanas.
Siguiendo la secuencia propuesta para Santimamiñe por Barandiarán, esta cerámi-
ca se colocaría en un estadio intermedio del Eneolítico (9).
Pero todos estos paralelos por muy próximos que sean a Obenkún, nunca llegan a
cubrir la totalidad de su ajuar, solamente sirven para seguir

67
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

de cerca la cerámica. Esto ya significa algo, puesto que la cerámica es una parte, cree-
mos, importante del ajuar.
Donde los paralelos se advierten mejor es en la cueva catalana de Salamo, llamada
cueva Fonda y en algunas otras del grupo como las de Arboli. El paralelo tampoco es to-
tal ya que no tenemos en Obenkún un ajuar completo, mientras que el de la cueva Fon-
da y los de las cuevas de Arboli son ricos y variados. Con todo, existen los paralelos.
Como punto de partida tenemos en Obenkún aquellos dos tipos generales de cerámica
que en otro tiempo se consideraron fruto de la fusión de la cultura de las cuevas (10) y
de la cultura almeriense en su desarrollo durante el Pleno Eeneolítico o como una etapa
final del Eneolítico en la que la cerámica de formas finas globulares y sencillas represen-
taba el desinterés de los tardoeneolíticos por la cerámica decorada (11).
Nosotros no entramos ahora en la discusión larga y siempre renovada de la fecha-
ción de estas cuevas y de su significación. Esta discusión está muy lejos de haberse
cerrado y las razones que tradicionalmente se dieron para sustentar una u otra opinión se
han visto atacadas y renovadas. Tal vez aquí ocurra como en otras muchas cuevas sepul-
crales del País Vasco que no pueden ser cronologizadas hasta que una cueva con sufi-
ciente estratigrafía permita con mayores garantías una fechación y el establecimiento de
una secuencia. De momento nos interesa el asegurar al menos este paralelo.
Los paralelos de los dos tipos de cerámica de que hemos hablado más arriba, la ce-
rámica de formas simples, grandes, de decoraciones abundantes y simples como botones,
uñadas, meandros, etc., y la cerámica de menor tamaño, bruñida y negra, carenada o
tronco-cónica abierta, se encuentran también en Fonda. Existen algunos ejemplares en el
conjunto de Fonda que se repiten con absoluta fidelidad en Obenkún. Así el tipo que
figura con el n° 4 en la figura 4 de Obenkún tiene su repetición en Fonda. Lo mismo
ocurre con el ejemplar n° 2 de la figura 5 y el ejemplar no 3 de la figura 5. El resto de la
cerámica sigue formas muy parecidas. Naturalmente la riqueza y la variedad de Fonda
sobrepasan a Obenkún y por ello hemos llamado la atención sobre los términos en los
que se sitúan nuestros paralelos.
Existen igualmente otros paralelos como son las hachas de pizarra y el tipo de pun-
zón. La verdad es que Fonda presenta un tipo de punzón clásico que conserva la articula-
ción y que presenta una manera uniforme y repetida de hender la diafisis para lograr una
punta fuerte y corta. El único ejemplar de punzón que hallamos en Obenkún no tiene estos
caracteres en lo que se refiere a la articulación que no ha conservado. Pero el modo de
hender la diafisis es muy similar. Es un ejemplar basto y corto.
Donde el paralelo se pierde es en el resto. No aparecen en Obenkún ni el campa-
niforme, ni las puntas de flecha y los botones de perforación en V ni ajuar de metal.

68
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

La comparación con las cuevas de Arboli no es tan clara porque en ellas se presen-
ta con mucha frecuencia elementos de tradición centro-europea (12) que se desconoce
en Obenkún.
Por estos caracteres que estudiamos aquí, no es extraño que se incluya Obenkún
en el Grupo de las cuevas de Salamo o en el de las cuevas lerídanas, más seguramente en
el primero que en segundo. Si verdaderamente las cuevas del círculo de Salamo repre-
sentan una cultura, como quiere Castillo o no la representan, esto es algo que no discu-
timos.
Opiniones muy recientes se muestran poco conformes con la estructura y la fecha-
ción, así como el significado que se han dado a los conjuntos sepulcrales (13). Esto sirve
para Cataluña, pero no es menos válido para el País Vasco.
La cronología de Obenkún es algo forzosamente muy oscuro, si es oscuro también
el punto de referencia catalán de la cueva alavesa. Nos podríamos inclinar en forma ge-
neral hacia una fecha mas bien tardía, pero ni esto nos parece seguro. Los tipos de cuevas
catalanas con ajuar similar al de Obenkún han sido rebajados cronológicamente desde
Alberto del Castillo (14).
Una posible cronología o punto de referencia podría haber sido la estratigrafía del
dolmen de San Martín (15) en Laguardia (Alava), pero los diferentes tipos de cerámica,
que constituyen el grueso del ajuar de Obenkún, no son conocidos en el dolmen. La pre-
sencia de las hachas nos podría hacer alguna fuerza. Las hachas de sección rectangular
son tardías en San Martín, pero son un único elemento. A pesar de ello, ahí tenemos un
indicio de ese aspecto tardío que presenta Obenkún.

La cueva sepulcral de Arratiandi (Atauri)

La cueva de Arratiandi fue descubierta, en 1935 por D. José Miguel de Barandia-


rán como yacimiento prehistórico. Aquel pequeño túnel interesó profundamente a su
descubridor pero éste no pudo realizar la excavación que había proyectado por echarse
encima los acontecimientos de la guerra civil iniciada en 1936. La cueva no fue, durante
la guerra, objeto de despojo alguno, según los habitantes del lugar. Pero la paz trajo
consigo, con el creciente reanudarse de las actividades, un renovado interés por la
cueva. Esta aprecia mas bien como objeto de rebuscas de tesoros o al menos de algo
extraordinariamente llamativo. De ahí que sufriera seguramente varias depredaciones.
Así, la primera noticia de materiales procedentes de la pequeña cueva, aparece en 1949
(16). Se trataba de una cuenta de azabache. Durante el reciente traslado de los
materiales arqueológicos del antiguo Museo de la Provincia al nuevo Museo Arqueoló-
gico, pude revisar estos materiales. Las indicaciones que existían sobre esta cuenta no
eran lo suficientemente claras

69
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

como para asegurar incondicionalmente que la cuenta cilíndrica de azabache, que allí
existe, proceda de esta cueva. Al menos es siempre interesante tenerlo en cuenta.
En 1953, la cuya fue incluida en el segundo catálogo general de estaciones prehis-
tóricas del País Vasco (17). En 1954 aproximadamente, la cueva fue objeto de un despojo
por parte de personas de la localidad de Atauri, quienes hicieron entrega de los materia-
les encontrados a no se sabe qué persona. La expoliación de la cueva fue total al parecer
y esto llevó a D. José Miguel de Barandiarán, ya otra vez en España, en 1953 a aban-
donar el antiguo proyecto de excavación de la misma.
En 1965, pude visitar la cueva para comprobar por mí mismo el volumen del des-
pojo de que había sido objeto. Efectivamente, había sido extraída una capa de tierra de
al menos 50 cms. de espesor, como lo demostraba todavía la línea del primitivo nivel,
visible aun sobre las paredes. Pero creyendo que una excavación, aunque profunda, he-
cha por personas no expertas en ello, siempre deja algún rastro por mínimo que pueda
parecer y con el deseo de apurar hasta el máximo lo que aún pudiera eventualmente
contener, pedí la autorización del Sr. Delegado Provincial de Excavaciones arqueológi-
cas para realizar una labor de recogida de los posibles restos. Así, en julio de 1965, du-
rante dos días pude comprobar que la expoliación había sido casi absoluta, pero queda-
ban aun varios restos menudos del primitivo ajuar que debió haber sido rico y de mucho
interés.

Descripción de la cueva

La cueva se halla situada en el paraje denominado «Arratiandi», término municipal


de Atauri (Alava), y se abre al S. W. a mitad de ladera del monte llamado Santa Ague-
da, en terrenos de areniscas, hoy despoblados. En su proximidad, se abre también, sobre
el cantil superior de la montaña, otra cueva sepulcral llamada de «Los Moros» (18). A
la cueva se llega por un camino carretil que, partiendo del casco urbano de Atauri, as-
ciende a media ladera hacia el término de Arratiandi (Portillo de Arriatiandi) en uno de
cuyos rompientes se sitúa aquélla, a una altitud aproximada de 680 mts. sobre el nivel
del mar. La cueva domina la carretera aunque recorre el paso natural que desde Santa
Cruz de Campezo permite el paso hacia el Norte siguiendo el cauce del río Ega, a través
de Maestu y Laminoria.
La cueva es en realidad un pequeño túnel cuya entrada más alta y ancha se abre en
dirección de 270 gr. (N. M.), cortada a pico sobre los rompientes de las areniscas que
desaparecen en la base del túnel para dar paso a calizas. Su boca opuesta se abre en
dirección completamente contraria a la anterior y es baja (1 m. de altura). A N. N. E. se
desarrolla un pequeño divertículo de 2,76 mts. de longitud. Todo el túnel afecta la for-
ma de una bóveda casi

70
Figura VI

regular por el carácter deleznable del material de que está compuesta. Es un reducto utilizado
con frecuencia por el ganado lanar y cabrío de los alrededores pero inaccesible para el bovino
que pasta en libertad por allí,

71
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

dado el difícil acceso de ambas bocas y la estrechez de la más accesible. No se conoce


en todos los alrededores, tradición alguna sobre la cueva, a pesar de ser su existencia no-
toria a todos. La figura 6 presenta la planta y la sección de la boca menor. Situación geo-
gráfica: Longitud: 1°, 16', 05"; latitud: 42°, 43', 15".
A nuestra llegada, la cueva se presentaba cubierta por una espesa capa de finísima
arena procedente de la erosión de las paredes y el techo y llena de detritus animales que
alcanzaba en varios puntos hasta 10 cms. de espesor. Subyacía a ésta, en la zona pró-
xima a la entrada menor, una parte del antiguo estrato fertil de tierra oscura que alcanza
en su punto de máxima potencia, el espesor de 23 cms. La zona al parecer menos tocada
por la primitiva excavación, es la que se extiende junto a la boca menor y ocupa los
cuadros L2 y A2, así como una parte del cuadro B2. A partir del centro de la cueva en
dirección a la boca mayor (270 gs. N.M.) todo se hallaba profundamente revuelto, de
modo que bajo la capa de arenas finas de superficie, afloraban las areniscas un tanto
amarillentas que forman la base natural del túnel. Esta parte removida comprende los
cuadros de las bandas O, N, M, L, A y B, que no han sido señalados antes. De este modo
la única parte todavía aprovechable, nos pareció ser la próxima a la boca menor. De
todos modos no podemos dar como sentado que se trate de una zona intacta, aunque
creemos que la excavación primitiva alcanzó predominantemente el centro de la cueva y
la boca mayor. De este modo, puede decirse que nuestra labor se redujo a una sencilla
recogida de los materiales olvidados por quienes expoliaron la cueva.

El ajuar

El ajuar de Arratiandi se reduce a los siguientes elementos:


1 fragmento de punta de flecha de silex pardo que afecta la forma de punta de hoja
de laurel o foliacea, fina y tallada bifacialmente (figura 7, 5).
3 cuentas de collar, una de azabache de tonelete y dos de piedra, de ellas una clara-
mente de tonelete y otra más pequeña de tipo globular (figura 7, núms. 1, 2, 3) por
el ensanchamiento notablemente exagerado que presenta en el centro. El perfil se
aproxima un poco a lo bitroncónico, pero no puede decirse que se identifique con
él. A ellas debemos añadir otro ejemplar cilíndrico del Museo de Arqueología de
Alava y que tal vez pertenezca a la cueva. Todavía existe un último ejemplar, al
parecer en colección privada de tipo bitroncocónico.
3 fragmentos de cerámica basta parda negruzca, uno con decoración plástica forma-
da por surcos anchos de dedos y otro con un cordón o verdugón alto realizado
sobre la misma pasta de la pared, en el que

72
Figura VII
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

parecen haber desaparecido las huellas de impresiones digitales (6, 7).


35 cuentas de hueso y cuerno del tipo arete o discoidal de varias formas, que van
desde la circular hasta la oval. Los tipos principales están descritos en la figura
7, n.° 4. El tipo de perforación central de las cuentas es vario, en unos casos, la
mayoría, se trata de una perforación bitroncocónica o troncocónica. El espesor
es variable pero no sobrepasa en ningún caso los 3 milímetros.
Un ejemplar se distingue entre todos por dos caracteres: su mayor grosor (3 mm.)
y porque, a pesar de la estrechez de los 3 mm. se presenta segmentada, de modo que
entre los dos extremos, media un surco que le da forma de diávolo.

CONSIDERACIONES

En Arratiandi, sabemos con certeza que no disponemos del material completo de la


cueva. De ahí que las consideraciones que hagamos tienen forzosamente un valor provi-
sional y cuestionable.
La cueva no se encuentra de las áreas conocidas hasta ahora en Alava, de dólmenes.
Sobre la punta de flecha no se puede decir muchas cosas seguras, ya que falta una
gran parte de ella. Podría tratarse de una pieza de pedúnculo central y aletas, pero el tipo
de planta que posee nos inclina a pensar que se trata de una hoja foliácea o de tipo de
laurel.
La cerámica es conocida ya en dólmenes, pero mucho más en cuevas que en dól-
menes. Las cuevas sepulcrales en las que este tipo aparece está centrada en torno a Oben-
kún, Las Pajucas, Kobeaga y también se presenta en los estratos eneolíticos de las gran-
des cuevas de habitación como Lumetxa (Lequeitio) y Santimamiñe (Basondo) en Viz-
caya. Evidentemente estos escasos fragmentos de Arratiandi no pueden representar todos
los tipos conocidos y enterados en la cueva. El tipo de cerámica es grueso y basto, con
desgrasante pequeño.
Las cuentas de tonelete y globulares en azabache y piedra aparecen escasamente
en el ajuar de los dólmenes. Las vemos en los dólmenes guipuzcoanos de Igoin-Akola
(Hernani, San Sebastián) y en las áreas navarras del Aralar. Las volvemos a encontrar en
los dólmenes de Armañón (Vizcaya).
Las cuentas de arete o disco en cuerno y huesos cuyo centro de dispersión más
importante está en torno a Urbasa (Navarra) pero que aisladamente se reparten por otros
lugares, aunque siempre en forma escasa y aislada. También las vemos llegar hasta los
grupos de la Navarra pirenaica como los de Roncesvalles.

74
LAS CUEVAS SEPULCRALES DE OBENKUN Y ARRATIANDI

El tipo de cuentas de tonelete o bitroncocónicas tan grandes no es general. De ahí


que si consideramos su número que verosímilmente haya que ampliar, nunca deja de ser
excepcional.
Arratiandi no puede contar mucho a la hora de establecer una cronología, ya que
sus materiales son tan absolutamente pobres y por otra parte, con certeza, incompletos,
que no sería fácil decidirse por alguna fecha.

NOTAS

(1) FERNANDEZ MEDRANO, D., "Por los campos de la Arqueología Alavesa". En "Vida Vas-
ca" (1949), pp. 82-87.
(2) BARANDIARAN, J. M., "El hombre prehistórico en el País Vasco". Ekin. Buenos Aires
1953, p. 183.
(3) ERASO, A. LLANOS, A. AGORRETA, J. A. FARIÑA, J., "Contribución al estudio de la cue-
va de Obenkún y del Karst de Bitigarra". En "Bol. de la Inst. Sancho el Sabio" (Vitoria), II (1958)
2, pp. 311-325.
(4) APELLANIZ, J. M., LLANOS, A. FARIÑA, J., "Sobre algunas cuevas sepulcrales de Alava".
En "Estudios del Grupo Espeleológico Alavés" (Vitoria) 1 (1963-1964). página 82.
APELLANIZ, J. M., LLANOS, A. FARIÑA, J., "Las cuevas sepulcrales de Lecher, Arraldai, Ca-
lareras y Sobaederra (Alava)". En "Estudios de Arqueología Alavesa", t II (1967). pp. 21 y ss.
de nuevas cuevas sepulcrales de Vizcaya". "Munibe".
(5) APELLANIZ, J. M., NOLTE, E.. "Excavación, estudio y datación por el C 14
(6) ARANZADI, T. BARANDIARAN, J. M., EGUREN, E.. "Exploraciones en la caverna de San-
timamiñe", t. III. "Exploraciones en la caverna de Lumentxa". Bilbao 1935, p. 92, lámina XXX,
fotografías 43 y 44.
(7) ARANZADI, T., BARANDIARAN, J. M., EGUREN, E., "Exploraciones en la caverna de
Santimamime". Vol. II. Bilbao 1931, pp. 58 y ss., figs. 19 y ss., fotogs. 13 y ss.
(8) ARANZADI, T., BARANDIARAN. J. M., EGUREN, E., Op. cit.
(9) BARANDIARAN, J. M.. "El hombre prehistórico en el País Vasco". Buenos Aires 1953, p. 149.
(10) CASTILLO ALBERTO DEL, "El Neo-Eneolítico". En "Historia de España". Dirección de
R. Mz. Pidal, t. I, vol. I, pp. 590 y ss. Madrid 1954.
(11) PERICOT GARCIA, L.. "Los sepulcros megalíticos y la cultura pirenaica" Barcelona 1950,
pp. 112 y ss.
(12) VILASECA, S., "Dos cuevas del Bronce Medio y final del macizo de Prades". Monografía
XXII. Instituto de Prehistoria y Arqueología de la Diputación de Barcelona. En "Ampurias", t.
XXV (1963), pp 123-126.
(13) TARRADEL, M.. "Las primeras civilizaciones con metal (Eneolítico-Bronce)". En "Proble-
mas de la Prehistoria y de la Arqueología catalanas". II Symposium de Prehistoria Peninsular.
Barcelona 1963. pp. 39-51.
(14) CASTILLO ALBERTO DEL, "El Neo-Eneolítico". En "Historia de España" Dir. R. Mz.
Pidal, pp. 484 y ss.
(15) BARANDIARAN, J. M.. FERNANDEZ MEDRANO, D.. "Excavación del dolmen de San Mar-
tín (Laguardia, Alava)". En "Bol. Inst. Sancho el Sabio". pp. 48 y ss.
(16) FERNANDEZ MEDRANO, D., "Guía sumaria y provisional del Museo de Alava". En
"Ikuska" (Sare), 1949.
+

FERNANDEZ MEDRANO, D., "Por los campos de la Arqueología Alavesa". En "Vida Vasca",
(Bilbao) 1949, t. XXVI.
(17) BARANDIARAN, J. M. DE, "El hombre prehistórico en el País Vasco". Buenos Aires
1953, p. 181.
(18) LLANOS, A., AGORRETA, J. A., "La cueva sepulcral de los Moros o de Peña Rasgada".
En "Noticiario Arqueológico Hispánico", t. VI (1962) 1-3, páginas 135-146, Madrid 1964.

75
1. Obenkún. Material de piedra.

2. Obenkún. Cerámica decorada.

77
78
3. Obenkún. Cerámicas.
ETNOLOGIA
PRERROMANA DEL
PIRINEO OCCIDENTÁL

A mi maestro don José Miguel de Barandiarán.

Por J. M. Ugartechea y Salinas

La demarcación geográfica que hoy corresponde al país vasco peninsular aparece


en las fuentes clásicas repartida entre cuatro pueblos principales a los que los tratadistas
denominaron, de este a oeste, vascones, várdulos, caristos y autrigones, siendo las más
importantes fuentes literarias de qué disponemos para el estudio de estas gentes la
Geographiká de Estrabón, redactada al parecer entre los años 29 y 7 a. de J. C. y retocada
hacia el 18 de J. C., la Chorographia de P. Mela, terminada probablemente hacia el 43 6
44 de J. C., la Naturalis Historia de C. Plinio, que lo fue para el año 77 de J. C., y la
Geographiké Hyphégesis de Ptolomeo, de mediados del siglo II de J. C. (1) .
También la arqueología ha contribuido en gran manera al mejor conocimiento de
las poblaciones prerromanas del país, mereciendo especial mención los trabajos patro-
cinados en Navarra por la Institución Príncipe de Viana. Entre 1942 y 1946 se excavan
en aquella provincia, bajo la dirección de B. Taracena Aguirre y de L. Vázquez de Parga,
los poblados del «Castejón» de Arguedas, de Echauri, de «El Castellar» de Javier y el
celtibérico de Fítero, y el yacimiento de «Los Casquilletes de San Juan» de Gallipienzo
(2). En 1947 comienza la excavación de los poblados del «tell» de Cortes de Navarra, di-
rigiendo los trabajos B. Taracena Aguirre, posteriormente, entre 1951 y 1952, L. Vázquez
de Parga secundado por O. Gil Farrés, y finalmente J. Maluquer de Motes Nicolau (3),
quien excavó asimismo las necrópolis de incineración de «La Torraza», en Valtierra, y
de «La Atalaya», en Cortes de Navarra, ésta en colaboración con Vázquez de Parga (4).
En 1933 notificó C. S. de Tejada los primeros hallazgos en el poblado prerromano de
«La Hoya» (Laguardia) (5), cuya excavación emprendieron en 1950 Ruiz de Gaona,
Fernández Medrano y Osaba, corriendo la dirección de los trabajos a cargo de G. Nieto
Gallo a partir de 1951 (6). Siete años

79
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

después dio a conocer el mismo autor el resultado de los trabajos realizados en el oppi-
dum de Iruña bajo el patrocinio de la Excma. Diputación Foral de Alava (7), organismo
que desde 1966 viene financiando a través de su Consejo de Cultura los Estudios de
Arqueología Alavesa. En la misma provincia la Institución Sancho el Sabio patrocina
desde 1964 la excavación del castro de las peñas de Oro, a cargo de J. M. Ugartechea, A.
Llanos, J. Fariña y J. A. Agorreta, habiéndose publicado las tres primeras campañas de tra-
bajos (8). Por encargo de la junta de Cultura de la Excma. Diputación de Vizcaya, excavan
Taracena Aguirre y Fernández de Avilés en 1942 el castro de Navárniz (9), mientras que
la de Guipúzcoa patrocina entre 1957 y 1959 los trabajos realizados en el castro de
Inchur por J. M. de Barandiarán (10).

I. LOS PUEBLOS PRERROMANOS DEL PAIS VASCO

1. Los vascones

Cita Estrabón en la Geographiká cuatro pueblos principales habitando las monta-


ñas septentrionales de Iberia: «los kallaikoí, ástoures y kántabroi, hasta los ouáskones y
el Pyréne», es decir, los galaicos, astures y cántabros, hasta los vascones y el Pirineo, sin
que faltaran otros que el geógrafo renuncia describir «pues a nadie -dice- le agradaría oír
hablar de los pleútauroi, bardyétai, allótriges y otros nombres menos bellos y más igno-
rados» (G, III, 3, 7). Sitúa a los vascones al norte de la Iakketanía o región de jaca (orien-
tación inexacta debida a que Estrabón atribuía a los Pirineos una dirección norte-sur) (12),
al borde del océano, siendo su principal ciudad Pompélon (Pamplona), «como quien dice
la ciudad de Pompéios». También se encontraban en territorio de los vascones Kalágouris
(Calahorra) y Oiáson (Oyarzun), esta última «alzada sobre el mismo océano». Cruzaba el
país una calzada que partía de Tarrákon (Tarragona) y llegaba por Pompélon hasta aque-
lla ciudad costera, terminando en la frontera entre Akyitanía e Iberia. Era su longitud de
dos mil cuatrocientos estadios, unas trescientas millas (G, 111, 4, 10), la misma distancia
que señalaría Plinio desde Tarracon hasta las playas de Olarso: latitudo (citerioris Hisp.) a
Tarracone ad litus olarsonis CCC (NH, III, 29), pues parece ser que en la distancia
CCCVII indicada en los códices las tres últimas cifras son error del copista (11).
Plinio sitúa en el extremo oriental de la costa Citerior o Tarraconense, a continua-
ción del Pirineo, el Vasconum saltus o monte bosque de los vascones y la ya citada po-
blación de Olarso u Oiarso, pues con ambos nombres la menciona el naturalista latino
(NH, IV, 110). El Vasconum saltus ha sido identificado por algunos autores con el monte
Jaizkibel (13 ), mientras que se trataría para otros de «la parte del Pirineo junto a Pam-
plona» (11) o

80
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

bien del territorio comprendido desde la montaña de Huesca hasta el cabo Higuer, dejan-
do a Pamplona al sur (14). En el siglo IV de J. C. lo citan en su correspondencia Décimo
Magno Ausonio (Vasconis hoc saltus et ninguida Pyrenaei) (XXIX, 51) y Pontio Pauli-
no (Vasconiae saltus et ninguida Pyrenaie en el verso 203), suponiendo Grosse que se
refieren a la continuación del Pirineo, a los montes Cántabros (1.5). El autor de la Natu-
ralis Historia (16) menciona a los vascones entre los pueblos pirenaicos: «al pie del Py-
renaeus y penetrando en el interior de la región, se hallan los ausetani y los iacetani, y en
el mismo Pyrenaeus los ceretani, tras los cuales siguen los vascones» (NH, III, 22), a quie-
nes pertenecerían, a juzgar por otras fuentes, varias de las cincuenta y cinco comunidades
que habían sido anexionadas por los romanos al convento jurídico de Cesara gusta (NH,
III, 24).
Ptolomeo atribuye a estos pueblos una serie de ciudades y accidentes geográficos
de los que señala su situación en el planisferio en coordenadas de longitud y latitud. En
la costa de los vascones sitúa la población de Oiasso y el Oiassó akron Purénes (cabo
Higuer), que parece corresponder al Pyrenaei iugi promunturium citado por Mela (Ch,
III, 15) y, según Schulten, al Veneris iugum descrito en la Ora Marítima de Festo Avie-
no (17), autor del siglo III que basó su obra en un periplo anónimo (griego o púnico) del
siglo VI a. de J. C.: Procedit inde in gurgite Veneris iugum / circumlatratque pontus ínsulas
duas / tenue ob locorum inhospital (OM, 158-160). En el mismo poema geográfico se
cita al Ebro bañando el país de los vascones, pero parece tratarse de una interpolación de
Avieno: plurimi ex ipso ferunt / díctos Hiberos, non ab illo Ilumine / quod inquietos uas-
conas praelabitur (OM, 249-251). En el interior de los vascones cita Ptolomeo quince
poblaciones de las cuales seis han sido identificadas con seguridad: Iturissa, Pompailon
(Pamplona), Bituris, Andelos (despoblado de Andión, cerca de Mendigorria) (18), Ne-
manturista, Curnonion, Iacca (jaca), Gracuris (Alfaro), Calagorina (Calahorra), Casconton
(Cascante), Ergauica, Tarraga, Muscaria, Setia y Alauona. De Iturissa sabemos por
Ptolomeo que se encontraba al nordeste de Pompailon, situación que coincidiría con la
que se le atribuye en el Itinerarium Antonianum (hacia el 300 de J. C.), a 22 millas de aque-
lla ciudad en dirección al Summo Pyreneo (¿Roncesvalles?), de donde distaba 18 millas.
En el trayecto de 45 millas entre la localidad várdula de Alba (¿Albéniz?) a Pompelone
figuran en el mismo texto las poblaciones de Araceli y Alantone, a 24 y 8 millas respec-
tivamente de la capital de los vascones, suponiéndose que la primera estuvo emplazada
en el valle navarro de Araquil, y la segunda en Atondo. Alauona, la más meridional de
las poblaciones vasconas, Muscaria, Ergauica, Setia y Tarraga se encontraban, a juzgar
por lo que de ellas dice Ptolomeo, en la margen derecha del Ebro, al sur de Calagorina,
Gracuris y

81
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

Casconton. El geógrafo anónimo de Ravena, quien utilizó para componer su obra la lla-
mada Tabula Peutingeriana compuesta por Castorius en la segunda mitad del siglo IV
teniendo como fuentes un mapamundi romano y otros itinerarios, cita hacia el 670 a Se-
tia y Tarraga como etapas de un trayecto que parece coincidir con el trazado de la calza-
da de Tarrákon a Oiáson (G, III, 4, 10): Seglan (corr. Segiam, cf. Setia en Ptol.) - Terra-
cha (cf. Tarraga en Ptol.) - Carta (cf. Cara, carenses en Plin. III, 24) - Pompelone. Por el
mismo autor conocemos la existencia de un segundo camino por Gracuse (cf. Graccurris),
probablemente la vía ab Asturica Tarracone del Itinerario de Antonino, y de un tercero
por Beldalin - Erguti (cf. Ergauica en Ptol.) (18) - Beturri (cf. Bituris en Ptol.) (18), lo-
calidades que en la Tabula reconstruida por Konrad Miller figuran entre Gracuse y
Virouesca, siguiendo el trazado de aquella vía descrita por Antonino (19), cuando según
las tablas ptolemaicas Bituris se encontraba en el mismo paralelo y 30' al este de Pom-
pailon. A juzgar por la misma fuente Nemanturista era la más oriental de las localidades
vasconas, en el mismo paralelo y 0,5' al este de Iacca, encontrándose Curnonion al
noroeste de Gracuris. A mediados del siglo II de J. C. comprendería el territorio vascón
lo que hoy es provincia de Navarra, extremo nordeste de Guipúzcoa, por donde se
extiende el dialecto vasco alto-navarro septentrional, parte del Alto Aragón con la región
de jaca, que en los textos de Estrabón (G, III, 4, 10) y Plinio (NH, III, 22) figuraba como
independiente, donde eran vecinos de los ilergetes y más al sur de los edetanos, y margen
derecha del Ebro en la Rioja oriental con las poblaciones de Gracuris y Calagorina. Por
el sur lindaban con los celtíberos, con los pelendones y con los berones, y por el oeste
con los várdulos. Parece ser que las poblaciones vasconas más meridionales habían sido
anexionadas después del año 76 a, de J. C., en que Sertorio, remontando el Ebro para
marchar contra autrigones y berones, partidarios de Pompeyo, atacó Bursao (Borja), Cas-
cantum y Graccurris, fieles también al gobierno de Roma, y alcanzó Calagurris Nasica,
su aliada, para internarse al día siguiente en el Vasconum ager hasta la región de los be-
rones: ...ad Calagurrim, Nassicam, sociorum urbem, venit... per vasconum agrum dueto
exercitu in confinio berorum possuit castra (Livio, 91).

2. Los suesetanos

Con la llegada de las oleadas célticas del siglo VI a. de J. C. todo el país vasco
meridional habría sido ocupado, según hipótesis defendida por Bosch Gimpera, por los
suessiones, grupo belga que daría su nombre a la ciudad de Suessatium, citada por
Ptolomeo en territorio de los caristos, y cuya presencia al sur del Pirineo se dedujo al
identificarlos con los suesetanos, que las fuentes clásicas mencionan por primera vez en
el 206 a. de J. C. con moti-

82
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

vo de la sublevación de la Hispania citerior. Resquebrajado el poderío céltico en el siglo


III a. de J. C., los suessiones-suesetanos son obligados a replegarse entre el valle de San-
güesa, donde se supone poseyeron la ciudad de Corbión, y el Ebro, siendo su flanco
oriental hostigado por los iacetanos que invaden el valle de jaca desde la Aquitania al
presionar los galos sobre el Garona. En el 194 a. de J. C. participan en la conquista de
Iacca por Catón, siendo 10 años después vencidos por el pretor A. Terencio Varrón, quien
sitia y conquista Corbión. Las fuentes los silencian a partir del 184 a. de J. C., lo cual
hace pensar que su territorio fue absorbido ponlos vascones al igual que el de los iace-
tanos, explicándose así el hecho de que en la Geographiká, basada en textos de Polibio,
Poseidonio, Artemidoro y Asklepiades, el primero de los cuales visitó la península poco
después de mediados del siglo II a. de J. C. y los demás hacia el año 100 a. de J. C. (20), se
cite a la Iakketanía como región independiente (G, III, 10) mientras que su capital Iacca se
mencionará en la Geographiké Hyphégesis entre las ciudades pertenecientes a los vas-
cones (21).

3. Los várdulos

Refiere Estrabón que al norte de los celtíberos, lindando con los cántabros conis-
cos, se extendía la tribu céltica de los berones (Rioja), siendo también vecinos de los bar-
dyétai, «a los cuales se les llama hoy bardoúloi» (G, III, 4, 12). En la obra de Mela figu-
rarán entre los pueblos de la costa, en una región comprendida entre los cántabros y el
Pyrenaei iugi promunturium, donde terminaban las Hispaniae (Ch, III, 15); situación que
coincide con la que les atribuye el autor de la Naturalis Historia: Proxima ora citerioris
est eiusdemque Tarraconensis situus a Pyrenaeo per oceanum Vasconum saltus, Olarso,
vardulorum oppida, Morogi, Menorca, Vesperies, Amanum portus, ubi nunc Flauiobrica
colonia. Ciuitatium VIII regio cantabrorum... (NH, IV, 110). Dice en otro pasaje que los
várdulos concurrían al convento jurídico de Clunia (Coruña del Conde, Burgos) con ca-
torce pueblos, «de los cuales basta con citar a los alabanenses» (NH, III, 26), probable-
mente los habitantes de Alba, una de las poblaciones interiores que les atribuye el geó-
grafo Ptolomeo: Gebala, Gebalaica, Tullonion, Alba, Segontia Paramíca, Trition Toubo-
ricon y Tabouca, perteneciendoles en la costa la de Menorca, de identificación muy pro-
blemática. Habitaban los várdulos la provincia de Guipúzcoa, parte de cuya costa, incluido
el Deoúa potamoú ekbolaí o desembocadura del Deva era de los caristos, y una gran
parte de la provincia de Alava, donde les pertenecieron las poblaciones de Tullonion y
Alba (¿Albéniz?), citadas en el Itínerarium Antonianum a continuación de las caristas
Beleia y Suessatio en dirección a Navarra. Tullonion parece haber estado situada

83
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

hacia Alegría, de donde procede una lápida funeraria con el nombre de la divinidad
indígena Tullonius. Gebela (¿Guevara?) y Gebalaica estarían situadas más al norte, y
más al sur Tabouca, Segontia Paramica y Trition Touboricon. Segontia Paramica suele
ser identificada con Sigüenza del Páramo, suponiéndose que Ptolomeo atribuyó por error
esta ciudad, que sería de los autrigones, a los várdulos. Trition Touboricon, a pesar de fi-
gurar en la Geographiké Hyphégesis entre las localidades várdulas más meridionales, al
sudeste de Oveleia o Beleia (oppidum de Iruña, 11 kilómetros al oeste de Vitoria) (7),
hace pensar a algunos autores en Motrico, habiendo propuesto Bähr una evolución Tubo-
ricum <*But(o)ricu> Mutriku (forma popular del nombre de la villa guipuzcoana) que a
Michelena le parece fonéticamente satisfactoria (22).

4. Los caristos

Sabemos por Plinio que carietes (caristos) y vennenses concurrían al convento de


Clunia con cinco ciudades, de las cuales una era la de los valienses (NH, III, 26), y que
habitaban regiones del interior (NH, III, 27), si bien les atribuirá Ptolomeo a los primeros
la desembocadura del río Deva (Deva guipuzcoano). Poseían en la misma época (media-
dos del siglo II de J. C.) las poblaciones de Oveleia o Beleia, Suestasium o Suessatio, que
figura en el Itinerario de Antonino a 13 millas de la anterior mientras que según los datos
transmitidos por Ptolomeo se encontraba mucho más al norte, y Tullica, 0,5º al sur de la
anterior, en el mismo meridiano. El territorio de estas gentes alcanzaría por el sur hasta
el condado de Treviño, en cuyo nombre (Trifinium) se ha visto alusión al hecho de que
incidirían allí las líneas fronterizas de várdulos, caristos y autrigones.

5. Los vennenses

García y Bellido sitúa a los vennenses (NH, III, 26) al sur de los caristos, ocupando
una gran parte de la provincia de Alava hasta el Ebro. Se trata de dos pueblos indepen-
dientes entre sí, según se infiere también de la existencia de una Cohors Carietum et Ve-
niaesum que debió de ser reclutada en los primeros tiempos de nuestra era. Atribuye aquel
autor a los vennenses la ciudad de los velienses, probablemente, como también supuso
G. Nieto, Oveleia o Beleia (7), que en la Geographiké Hyphégesis figura entre las locali-
dades de los caristos, de donde podría deducirse que antes de mediados del siglo II de J.
C. ambos pueblos se integraron o bien que el territorio de los vennenses fue ocupado por
sus vecinos septentrionales (23).

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ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

6. Los autrigones

Son probablemente los allótriges, uno de los pueblos norteños mal conocidos que
Estrabón renunció describir (G, III, 3, 7). Plinio los cita entre las comunidades del interior,
añadiendo que concurrían al convento de Clunia con diez ciudades, entre ellas Tritium y
Virovesca (Briviesca) (NH, III, 27). En tiempo de Ptolomeo poseían la desembocadura
del Nerva (Nervión ), Flaviobriga, población costera citada también por Plinio (NH, IV,
110) y que ha hecho pensar en Castro Urdiales o Bilbao si bien la sitúa Ptolomeo veinte
minutos al este de la desembocadura de aquel río, Uxama Barca (Osma de Valdegovía?),
Segisamonculon (Cerezo de río Tirón), Ovirouesca, Antecuia, Deobriga (Puentelarrá), Vin-
deleia (Santa María de Rivarredonda) y Salionca (Poza de la Sal), poblando por consi-
guiente Las Encartaciones vizcaínas, el extremo más accidental de Alava y varios valles
de la provincia de Burgos al oeste de berones y penendones. Al sur de los autrigones se
extendería la tribu céltica de los turmódigos, separándolos probablemente el puerto de la
Brújula, y al oeste los cántabros, cuyo territorio coincidía aproximadamente con el de la
provincia de Santander.
Los cántabros coniscos, vecinos de berones y várdulos, habitaban en tiempo de las
fuentes utilizadas por Estrabón tierras del norte de la provincia de Burgos que en la se-
gunda mitad del siglo I de J. C. serán de los autrigones, ya que poseerán allí la población
de Virovesca y acaso también la de Tritium (¿Monasterio de Rodilla?) (NH, III, 27), re-
flejándose la misma situación en las tablas ptolemaicas. Para explicar estos aparentes
movimientos de poblaciones en la región elaboró Bosch Gimpera una hipótesis según la
cual los autrigones tuvieron por misión, con la llegada de las oleadas célticas del siglo
VI a. de J. C., vigilar los pasos a las montañas de Vizcaya y a los cántabros, destacando
posiciones avanzadas hacia Víllarcayo y acaso ocupando toda la zona limítrofe hasta la
costa vizcaína con el posible corrimiento de los origeviones al este del Nervión. El de-
caer el poderío céltico en el siglo III a. de J. C. recuperan los cántabros coniscos sus an-
tiguas tierras de Villarcayo y Medina de Pomar, bajando hacia la Bureba, situación a
que respondería el texto de Estrabón (G, III, 4, 12). Vácceos, turmódigos y autrigones,
hostigados por los cántabros (qui non contenti libertatem suam defendere proximis etiam
imperitare temptabant, vaccaeosque et turmogos et autrigonas crebis incursionibus fa-
tigabant dice Floro en II, 33, 47), piden el auxilio de Roma, que tras diez años de lucha
(guerra cántabro-astur) los somete el 19 a. de J. C., fijando definitivamente los límites
de aquellos pueblos (24). Es posible que la vigilancia de las nuevas fronteras corriera
durante algún tiempo a cargo del ejército romano, explicándose así la posible presencia
de algún destacamento de la Legio IV Macedónica en el valle de Cuartango, suposición
que se basa en el hecho de proceder el nombre del valle alavés de un latino Quar-

85
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

tanicu(m) relacionable con el de los cuartani, soldados de dicha legión (25), que participó
en aquella guerra y tuvo su campamento fijo, según el Itinerario de barro, entre Vellecia y
Octaviolca, hacia Aguilar de Campóo (11), citándose desde antiguo la existencia en Ca-
rasta, zona donde pudo haberse establecido aquel destacamento, de restos de un campa-
mento romano (26).

7. Los nervios

El nombre del río Nerva fue comparado por Schulten con el de la tribu germánica
de los nervii y las (Deae) Nervinae en la Galia, y los Nerb-asii montes y la tribu de los
narbasios en Tras-os-montes, deduciendo «que Nerva es nombre céltico o ligur, habien-
do un río Nervia en la Liguria, junto a Ventimiglia» (11). Para Bosch Gimpera, tal tribu
de los nervii habría alcanzado la península con la gran oleada migratoria indoeuropes del
600 a. de J. C., ocupando parte de lo que hoy es provincia de Vizcaya (27), hipótesis que
se vería confirmada con el hallazgo en Rególi (Hungría) de dos diplomas militares del
año 148 en que se nombra una Cohors II Nerviorum el Callaecorum, puesto que tales cuer-
pos solían formarse por lo general con unidades de procedencia común a las que se desig-
naba con el nombre étnico de sus componentes, en este caso, según García y Bellido, ca-
llaeci (galaicos) y nervii, éstos no de la Galia sino hispanos de las orillas del Nervión (23).

8. Los origeviones

A mediados del siglo 1 de J. C., en un pasaje muy confuso de la Chorographia, decía


P. Mela refiriéndose a los pueblos de la mitad oriental de la costa cantábrica: Tractum
Cantabri el Verdulli tenen: Cantabrorum aliquot populi amnesque sunt sed quorum no-
mina nostro ore concipi nequeant. Per eundi el Salaenos Saunium, per Avariginos el Or-
genomescos Namnasa descendit, el Devales Tritino Bellunte cingit, et Decium Aturia Sonans
Sauso et Magrada. Vardulli una gens bine ad Pyrenaei iugi promunturium pertinens cludit
Hispanias (Ch, III, 15), texto que Sánchez Albornoz, recogiendo en una sola frase las va-
riantes contenidas en las diferentes adiciones del Codex Vaticanus, reconstruyó per Aurinos
el Orgenomescos Nansa, per Autrigones et Origeviones quosdam Nerva descendit (28).
La restitución fue aceptada por buen número de autores, suponiendo a los origeviones
gentes de la costa vizcaína vecinas de los autrigones, bañando el río Nerva ambos terri-
torios. Otros, como Schulten (11), García y Bellido (29) y González Echegaray (30), le ne-
garon valor al considerar que el manuscrito vaticano, del que dependen las restantes edi-
ciones de la Chorographia, no da pie para montar tal hipótesis,

86
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

siendo, por otra parte, Avaros y Avar-icum nombres célticos que confirmarían la rectitud
de la lectura per Avariginos et Orgenomescos Namnasa descendit, es decir, el río Nansa
(afluente de la ría Tinamenor, en la provincia de Santander) desciende por los avariginos
y orgenomescos, tribu cántabra esta última, bien documentada, que lindaba por el oeste con
los astures (11). Ofrece gran dificultad la localización de los ríos y ciudades citados en la
segunda parte del pasaje. Para Schulten y otros autores que recientemente se hap ocupado
de la cuestión, en Devales se habría conservado el nombre del Deva santanderino, afluente
de la ría Tinamayor, no debiendo confundirse con el Deva guipuzcoano (11). García y Be-
llido comparte la misma opinión, aunque admite la posibilidad de que Tritino Bellunte sea
la población várdula Trition Touboricon citada por Ptolomeo: el [?] Devales ciñe a Tritino
Bellunte [Tritium Toboricum]; el Aturia (Adour) a Decium (Dax ), y el Magrada (¿Uru-
mea?), ¿los de Oeason? Los vardulli, que forman una sola nación, se extienden desde allí
hasta el promontorio de la cadena pyrenaica, y terminan las Hispaniae (29). Es muy dudo-
so para Michelena que Devales Tritino Bellunte cingit haya de interpretarse Deva Tritium
Toboricum attingit o accingit, siendo el pasaje tan confuso que no fundamenta ninguna
reducción (22). González Echegaray, teniendo en cuenta las hipótesis propuestas por J.
Alvarez, J. M. González y A. García, reconstruye Per Blendios (?) et Salaenos Saunium,
per Avariginos et Orgenomescos Namnasa descendit... Deva(que?) (Trition Bellunte
cingit?) et demum Aturia, sonans Sauga et Megrada. Vard'ulli una gens..., con reduc-
ciones referidas todas ellas al territorio de los cántabros ( 30 ).

1I. ORGANIZACION POLITICO-SOCIAL

Por Estrabón sabemos que las gentes del norte de la península solían casarse «al
modo griego» (G, III, 3, 7), es decir, según interpretan Schulten y otros autores, con una
sola mujer, lo cual parece tener su confirmación en la estructura de las viviendas del «tell»
de Cortes de Navarra y la tracción posterior en toda la cuenca del Ebro (31). Cita el mismo
geógrafo entre los cántabros, cuyas costumbres dice eran iguales que las de los restantes
pueblos norteños (G, III, 3, 7), la existencia de una organización matriarcal o gynaiko-
kratía dado que: a) era el hombre quien dotaba a la mujer, b) la herencia se transmitía
por línea femenina, c) las mujeres se preocupaban de casar a sus hermanos, d) las muje-
res cultivaban la tierra, e) combatían con los hombres en la guerra, y f) practicaban la
«covada», pues dice de ellas que «apenas han dado a luz, ceden el lecho a sus maridos y
los cuidan» (G, III, 4, 8). La misma estructura matriarcal reflejarían voces vascas como
a-iz-pa (hermana de mujer) e iz-e-ba (tía = hermana de la madre?) , ala-ba (hija)

87
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

y ala-r-gun (viudo, viuda), cuya analogía «parece hacer resaltar. de un modo particular
a los parientes de sexo femenino y tal vez a los del lado materno (?)», si bien para Báhr
no son suficientes tales afinidades para dar motivo a semejante conclusión (32).
Entidad social típica de los pueblos indoeuropeos, intermedia entre la familia y la
tribu, es la gentilitas o clan, integrado por un grupo de familias descendientes de un ma-
trimonio y que generalmente solía designarse con el genitivo del nombre de su fundador
o jefe actual (11). Se conocen en la península, entre el Cantábrico y el Tajo, ciento sesenta
y cuatro clanes, cuatro de ellos registrados en epígrafes del país vasco:
1. En Asa (Laguardia): (A)ureliae Bouti(ae) Flacci Attesuclo(m) f (filia).
2. En Mecaur de Morga: (Se)uerina co(ni)ugi suo Salu(ia)nio Certimio(rum).
3. En Rocaforte: Fesine Talaiorum.
4. En Iruña: Elanus Turaesamicio(rum) Ambati f(ilius) (33).
Los romanos designaron también al clan céltico, que solía constar de unas cien per-
sonas, con el nombre de centuria, agrupación militar compuesta de cien hombres (11),
habiendo planteado Caro Baroja una cuestión de gran interés al hacer derivar el nombre
de «cendea» (agrupaciones navarras de pueblos, análogas a las de valles) del latín cente-
na(m) por sonorización de la t y caída de la n intervocálica, suponiendo que fueron en su
origen, probablemente en época romana, divisiones territoriales en que podían encontrar-
se cien individuos aptos para la guerra o cien personas con ciertos derechos políticos o
judiciales (25). Los clanes, agrupados en poblados autárquicos, constituían la unidad polí-
tica más pequeña (11), estableciéndose dentro de ellos la solidaridad plena por comunidad
de linaje (34). El sistema de construcción por barrios y la existencia de una muralla en
poblados como los de Cortes de Navarra paracen ser indicio de una autoridad capaz de
imponer trabajos colectivos conducentes al mejoramiento urbano (31). Dice Estrabón que
las gentes del norte comían «sentados sobre bancos construídos alrededor de las paredes,
alineándose en ellos según sus edades y dignidades» (G, III, 3, 7), de donde se podría
deducir «que la edad era respetada y que un consejo de ancianos tuviera autoridad máxi-
ma en las deliberaciones, aun cuando en otras actividades pudiera adquirirse la dignidad
por valor, inteligencia, etc.» (25).
La tribu era resultado de la unión de varios clanes a los que vincularía una lista de
antepasados conocidos (34). Maluquer de Motes ha hecho observar que el concepto de
tribu fue aplicado de forma distinta en la Meseta y en el Norte y Noroeste, siendo proba-
ble que entre los celtíberos tuvieran los

88
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

componentes de los distintos grupos conciencia de su pertenencia a una unidad superior


mientras que entre otros pueblos «ello es más dudoso y sospechamos que en algunos casos
fue la política romana la que contribuyó en gran manera a crear la idea de solidaridad en
ciertos grupos» (35). Plinio nos ha transmitido los nombres de varias tribus del país vasco,
aparte la ya citada de los valienses (NH, III, 26). En la lista de los cincuenta y cinco nú-
cleos indígenas anexionados al convento jurídico de Cesaraugusta (NH, III, 24) figuran
once, cuyos nombres corresponden a los de otras tantas poblaciones vasconas mencio-
nadas en otras fuentes, principalmente en Ptolomeo: los calagurritani (de Calagurris, Ca-
lahorra), cascantenses (de Cascantum, Cascante), ergauicenses (de Ergauica, no identifi-
cada), graccurritani (de Graccurris, Alfaro), tarracenses (de Tarraga, no identificada)
(36), andelonenses (de Andelos, despoblado de Andión), aracelitani (de Araceli, ¿Huarte-
Arequil?), carenses (de Cara, ¿Santacara?), iacetani (de Laca, jaca), pompaelonenses (de
Pompaelo, Pamplona) y seguienses (de Segia, no identificada), y acaso también los ilu-
beritani, el nombre de cuya ciudad parece ha de ser identificado con el de Lumbier (18).
Las relaciones entre individuos pertenecientes a distintas comunidades estaban regi-
das en los pueblos de la España céltica prerromana por tratados especiales como el hospi-
tium y la clientela, tratándose en el primer caso de un pacto mediante el cual una persona
o comunidad ajenas eran admitidas en el seno de una colectividad (37). Ambas institucio-
nes aparecen documentadas entre los vascones, la primera en dos láminas de bronce, ya
desaparecidas, que fueron halladas en Arre:
1. Nerone Claudio Caesare Aug(usto) Ger(manico) II, [L.] Cassio Martiale Co(n)s
(ulibus), VIII idus decembris, civitas Pompe(l)onensis hospitium renovavit cum L. Pompeio
[L.] Ani(ensi) Primiano liberis posterisq(ue) eius. «Siendo cónsules Nerón Claudio César
Augusto por segunda vez y Lucio Cassio Marcial, [año 57 d. T. C.] el 5 de diciembre la
ciudad de Pamplona renovó el pacto de hospitalidad con Lucio Pompeyo Primiano, hijo
de Lucio, de la tribu Aniense y con sus hijos y descendientes».
2. Materno et Br(a)d(ua) co(n)sulibus Kal(endas) Novem(bris) Respublica Pompe-
lonensis cum P. Sempronio Taurino Dam(a)nitano, liberis posterisque eius hospitium
iunxit: eumque sibi civem et patronum cooptavit. Egerunt T. Antonius Paternus et [L.]
Caecilius Aestivus. «Siendo cónsules Materno y Bradua [año 185 de J. C.] el día 1 de
noviembre la ciudad de Pamplona hizo pacto de hospitalidad con P. Sempronio Taurino
Damanitano y con sus hijos y descendientes adaptándolo como ciudadano y patrono. Ac-
tuaron Tito Antonio Paterno y Lucio Cecilio Estivo» (38).
Ejemplo clásico de clientela, vínculo de protección individual o colectivo, es el re-
cogido en el famoso bronce que da cuenta de la concesión de ciudadanía romana por Cneo
Pompeyo Estrabón, en el año 90 a. de J. C., a varios jinetes

89
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

de la Turma Salluitana por su comportamiento en la toma de Asculum (guerra mársica),


citándose entre ellos nueve de la localidad vascona de Segia, cuyos nombres son los si-
guientes:

Sosinaden . Sosinasae . f
Sosimilus . Sosinasae . f
Urgibar . Luspanar . f
Gurtano . Biurno . f
Elandus . Enneges . f
Agirnes . Bennabels . f
Nalbeaden . Agerdo . f
Arranes . Arbiscar . f
Umargibas . Luspangib . f (39).

III. NUCLEOS DE POBLACION

Apenas conocemos la estructura de los poblados indígenas del país vasco anteriores
al 218 a. de J. C., en que comienza la conquista de Hispania por Roma con el desembarco
de Cneo Escipión en Emporion. Hacia el 350 a, de J. C. había sido abandonado el último
poblado de Cortes de Navarra, cuyas casas, agrupadas en barrios y construidas general-
mente de adobes, son de planta rectangular con techumbres en forma de cubierta plana
inclinada hacia la fachada y apoyada sobre vigas transversales sostenidas por pies dere-
chos. La casa típica, a lo largo de cuya pared izquierda corre un banco lateral, tiene la
puerta en una de las fachadas menores y consta de un vestíbulo, una gran estancia con el
hogar, y una pequeña despensa al fondo (40). Entre los siglos V-IV a. de J. C. ha sido
fechado el poblado del Castellar (Javier), defendido por una muralla de paramentos verti-
cales hechos con piedras tubulares asentadas con barro a la que se adosaban viviendas irre-
gulares construidas con los mismos materiales que la muralla o a canto seco y con techum-
bres al parecer de lajas de piedra (41).
En altos estratégicos próximos a Echauri fueron reconocidos varios poblados al
parecer de los siglos IV-III a. de J. C. y casi todos ellos sin defensas artificiales ni restos
de viviendas. El de Santo Tomás tiene una muralla «de mampostería a canto seco forma-
da con materiales rocosos en los primeros metros y lajas tubulares en el resto, de para-
mentos verticales y rellena de piedras». En el castro de Leguín se reconocieron restos de
habitaciones rectangulares excavadas en la roca y cuyas cubiertas se sostenían mediante
pies derechos (42). Serían estos poblados contemporáneos del castro guipuzcoano de In-
chur, rodeado de «fosos, terraplenes y rizamientos paralelos, que se presentan como ele-
mentos de diversos recintos», y en cuyo interior se excava-

90
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

ron dos pequeñas cabañas rectangulares con paredes secas y restos de hogares (10). El
de Navárniz, sin restos de viviendas y defendido por una muralla terriza protegida por
muros de mampostería, parece datar también de los siglos IV o III a. de J. C. (9).
En la Peña del Saco (Fitero) se estudió una aldea fortificada destruida por un incen-
dio y abandonada por sus habitantes en el siglo I a. de J. C. Las viviendas, al parecer se-
paradas por una calle, eran de mampostería a canto seco en la base y de adobes en la
parte superior, con techumbre de madera (43). El poblado superior del Castejón (Argue-
das) ha sido fechado por algunos restos romanos entre los siglos I y III de J. C. Carece
de fortificaciones y se construyeron sus viviendas, de planta rectangular, con sillarejo tu-
bular o buena mampostería hecha con barro, material éste que se utilizó también para las
techumbres (44).

IV. VIAS DE COMUNICACIÓN

La más importante vía de comunicación fue la que Antonino Caracalla denominó a


finales del siglo III de J. C. ab Adturica Burdigalam (de Astorga a Burdeos). Remonta el
Pirineo por el puerto de Ibañeta y atravesando Navarra y la llanada alavesa desemboca
en el desfiladero de Pancorbo, suponiéndose fue ésta una de las principales rutas segui-
das desde el siglo IX a. de J. C. por los grupos indoeuropeos en emigración hacia la Me-
seta (45). Antonino describe en sentido contrario, de oeste a este, la vía empedrada que
en época romana seguía aquel recorrido, indicando sus diferentes etapas y a continuación
de cada una la distancia en millas (1 milla = 1.478 metros) desde la anterior. La primera
etapa en territorio de los autrigones era Tritium (¿Monasterio de Rodilla?), distante 21
millas de Deobrigula, población de los turmódigos cuya situación exacta se desconoce,
para continuar por las siguientes localidades hasta el Summo Pyrenaeo: Virovesca XI -
Vindeleia XI - Deobriga XIV - Beleia XV - Suessatio XIII - Tullonio VI - Alba XII - Ara-
celi XXI - Alantone XVI - Pompelone VIII - Turissa XXII - Summo Pyrenaeo XVIII..., in-
tercalándose en la Cosmografía del Ravenate las mansiones de Antequia y Sobobrica
entre Virovesca y Belegia (46).
Siguiendo la ruta del Ebro, por donde piensa Maluquer de Motes tuvo lugar en el
siglo IX a. de J. C. la penetración de las primeras comunidades agrícolas de la ribera
navarra (31), existiría un camino hasta Vareia cuando la recorrió Sertorio en el 76 a de
J. C. desde Castra Aelia en su intento de convertir el Ebro en frontera del dominio ro-
mano. Supone Schulten que el tramo siguiente fue construido por Augusto, «haciéndose
primero nada más que una pista suficientemente llana y ancha para carros, mientras des-
pués de

91
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

las guerras -se refiere a la guerra cántabro-astur- debió construirse una verdadera vía con
empedrado» (11), es decir, la vía ab Asturica Tarracone que según Antonino seguiría la
orilla derecha de aquel río atravesando el país de los autrigones por Segisamunculum y el
de los vascones por Calagurra y Cascanto. Ramal de esta vía era la calzada de dos mil
cuatrocientos estadios hasta Oiáson (G, III, 4, 10), a la que parecen corresponder varios
miliarios de Santacara, de los años 14 a 282 de J. C., figurando en dos de ellos la indica-
ción m(ilia) I y en otro a Cara m(illia) (passum) II, el fragmento de Gallipienzo y la co-
lumna de Eslava dedicada en el año 238 de J. C. a Maximino y Máximo (18).
Por el anónimo de Ravena conocemos la existencia de otro camino que desde Olla-
zon se dirigía a lo largo de la costa cantábrica por Sandaquirum, Cambracum, Tenobrica
y otras localidades. Se ignora la localización de Sandaquirum, mientras que la siguiente
mansión parece corresponder a Cambarco, junto a Potes (11). Schulten (11) y González
Echegaray ( 30) citan una calzada que unía Flaviobriga con el Portus Victoriae y el Por-
tus Blendium, donde empalmaba con la Via Legione VII Gemina ad portum Blendium. El
camino de Herrera de Pisuerga a Castro-Urdiales cruzaba el extremo occidental de Viz-
caya, correspondiéndole varios miliarios localizados en el valle de Mena y en Otañes.
Uno de ellos, procedente de las cercanías de Valmaseda, es muy parecido al ya citado de
Eslava y como él del año 238 y dedicado a Maximino y Máximo.

V. CREENCIAS RELIGIOSAS

Acerca de las creencias religiosas de los pueblos del norte nos dice Estrabón que
«a Ares sacrifican cabrones, y también cautivos y caballos; suelen hacer -añade- hecatom-
bres de cada especie de víctima, al uso griego y por decirlo al modo de Píndaros «inmo-
lando todo un centenar» (G, III, 3, 7). A los sacrificios de los vascones se hará alusión en
una fuente muy posterior, de principios de siglo V, en el Peristephanon del poeta A. Pru-
dencio Clemente, nacido al parecer en Calahorra o Zaragoza: Jamne credis, bruta quondam
Vasconum gentilitas / quam sacrum credulis error inmolarit sanginem? / Credis in Deum
relatos hostiarum spiritus? / Cerne, quam palam feroces hic domantur daemones, / qui
lupino rapta ritu deuorant praecordia (P, 94-98). De la existencia de augures en Hispa-
nia, especialmente entre los vascones, se habla a finales del siglo IV de J. C.: haruspi-
cinae quo que peritissim.us fuit, orneoscopos magnus, ut et Vascones Hispan(n)orum et
Pannoniorum augures vicerit (Scriptores historiae Augustae, Vita Alex. Sev., 27, 6), in-
terpretando Grosse que no se trata de una institución indígena sino imitada de los roma-
nos, siendo la adopción del augurado una prueba de la romanización total

92
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

de Hispania (47), mientras que para autores como Blázquez «augures hay en todos los
pueblos, sin ser ello necesariamente influencia romana» (14 ).
Pero donde mejor podemos rastrear las creencias religiosas de los pueblos vascos
prerromanos es en los epígrafes funerarios de época romana, donde se registran los
nombres de varias divinidades de culto indígena o introducido por los romanos:
1. Baelisto. Conocemos esta divinidad indígena por una lápida de Angostina: Fla-
vos (Andio)nis ,f(ilius) Baelisto v(otum) s(olvit) l(íbens) m(erito).
2. Iuilia. En una lápida funeraria de Forua: Iuiliae sacrum M. Caecilius Montanus
pro salute Fusci fili posuit. Quno fecit. Blázquez, quien basándose al parecer en una
lectura de Fita transcribe erróneamente Iuliae, piensa que acaso se pueda relacionar el nom-
bre de esta deidad con Abeli-on, Abelli-on, «nombre de un manantial de aguas medicina-
les» (48). Michelena dice ignorar la existencia de tal manantial, «pero es curioso que el
nombre sea tan semejante al del dios aquitano (en dat.) Abelion(n)i, Abellion(n)i, de ca-
rácter discutido» (49).
3. Iupiter. Su culto está atestiguado en Aibar: Iovi O(ptimo) M(aximo) L(ucius)
Sempronius Geminus l(ibens) p(o)s(uit)?, en Eslava: Iovi Optimo Max(im.&,) ? Flav(us)
vo(tum?) lib(ens) per[fecitl?, en Saraso: (F)lavos Iov(i) Optumo (Maximo) y en Ujué:
Coeli(us?) Tesphoros et Festa et Telesinus Iovi sacrum.
4. Lacubex o Lacubegis. En un epígrafe de Ujué: Coeli(us?) Tesphoros et Festa et
Telesinus Lacubegi ex voto. Blázquez ha propuesto varias explicaciones para el nombre
de esta divinidad, entre ellas la palabra latina lacus, pudiendo también estar relacionado
con topónimos como Lacobriga, citado por Antonino en el camino ab Asturica Tarraco-
ne (48). Para Taracena Aguirre y Vázquez de Parga se trata de una divinidad indígena,
tal vez asimilada a Júpiter (18). Celio Tesphoros, Festa y Telesino, que dicen en esta ins-
cripción haber cumplido un voto a Lacubex o Lacubegis, son los mismos personajes que
dedicaron un altar a Júpiter.
5. Lares Quadruüs. En árula de Laguardia con la siguiente inscripción: Segilus et
Rusticius f(ilius) Laribus Q(uadri)u(üs) pro salute (votum) s(olverunt) l(ibens) m(erito).
6. Loci. En un árula procedente de Cabriana donde también se citan las ninphae.
Elorza hace observar que los nombres de estas divinidades, los Lugares, van en acusativo
mientras que las ninphae figuran en dativo (50).
7. Losa, Loxa. En epígrafes de Lerate: Aemilia Paterna Losae v(otum) s(olvit)
l(ibens) m(erito) y Arguiñariz: Lucretius Proculus Loxae v(otum) s(olvit) l(.ibens) m(erito).
Taracena y Vázquez de Parga relacionaron el nombre de esta deidad con el topónimo
Losa citado en el Itinerario de Anto-

93
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

nino a 23 millas de Burdeos, en el camino de España 18), y lo mismo Blázquez (48).


Para Míchelena, quien cita además un río escocés de nombre Loxa, «la localización na-
varra de los epígrafes, e incluso la vacilación gráfica x/s, hace pensar en un posible ori-
gen eúskaro, con lo que vendría a ser una personificación como Pudicitia o Timor, puesto
que vasc. lotsa es «vergüenza» o «miedo» según las zonas» (49).
8. Mars invictus. El nombre de este dios figura en una lápida procedente de Mon-
teagudo: Marti invicto Status Arquio v(otum) s(olvit) l(ibens) m (erito).
9. Matres Usae. En Laguardia: Matribus Useis Pom(peia) (P)rimitiva.
10. Ninphae. Documentadas en Araya: Capito ar(am) Nyn(ph)is (po)suit (l)ibens
merito, en Cabriana: Nynph(.is) bonis et Locos y en Leire: Ouintus Licinius [L?] uscus
aquilegus Vareiensis Nimpis vibens m(erito) v(otum) s(olvit). El culto de las Matres
estaría también atestiguado en el nombre del río Deva, emparentado con el de la diosa
céltica Mater Deva y que reflejaría una divinización de las aguas fluviales (25).
11. Selatsa. El nombre de esta divinidad figura en tres aras de Barbarin: Sempro-
nius Betunus Selats(a)e v(otum) s(olvit) l(ibens) m(erito), I(ulius) Germanus Selats(a)e
v(otum) s(olvit) l(ibens) m(erito) y Asclepius Paternus S(elatsae) v(otum) s(olvit) l(ibens)
m(erito). Para Taracena Aguirre y Vázquez de Parga sería una divinidad indígena que
tuvo culto local o regional como Losa o Loxa (18) . Su nombre se formaría, según Bláz-
quez, sobre un topónimo como Loxa (48).
12. Tullonius. En Alegría: S(empronius) Sever(us) Tullonio v(otum) s(olvitr l(ibens)
m(erito). Blázquez Martínez la incluye entre las divinidades con nombre toponímico
aludiendo a la situación geográfica del centro de su culto, que sería en este caso la
localidad várdula de Tullonio (48), y para Fernández Guerra y otros autores la sierra de
Toloño (51).
13. Tutela. En Iruña: Tutelae Sac(rum) (ha)ered(es) T(iti) Plamin(i) p(osuerunt).
14. Ubeltesonis? Este nombre, que figura en la conocida lápida de Andre-arriaga
(Oyarzun) puede guardar relación, según Caro Baroja, con los de divinidades indígenas
del Pirineo, como Aherbelste, y de Alava, como Baelisto (52). El elemento -son- le re-
cuerda a Michelena el sufijo aquitano -xo(n)- (con variantes gráficas como -xso(n), etc.),
pero dice no conocer paralelos para su parte radical (22).
15. Uvarna. En Cabriana: Uvarnae pro salute Estiteri (abri tigno(r)um Anto(n)ius
Flavos Neviensi(s) v(otum) (solvit) (libens) (merito). Para Baraibar el nombre de esta di-
vinidad estaría compuesto de las voces vascas ur «agua» y barna «interior» (53).

94
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

Muchas de las lápidas funerarias del país presentan motivos ornamentales, algunos
de los cuales parecen tener relación con oscuras creencias religiosas:
1. Figuras humanas. Llanos ha interpretado como representación de la diosa Epo-
na una figura en bajo relieve de la cueva artificial de Marquinez, con una mujer cabal-
gando a izquierdas sobre un équido y ante ella un varón desnudo en actitud implorante
(54). Hay otras representaciones de jinetes en estelas de Gastiain (hoy desaparecida),
Iruña (7) y en la ya citada de Andre-arriaga. De Gastiain es también una estela donde se
ven dos personas, una de las cuales parece llevar sujeto un caballo, escena que se repite
en Baños de Ebro. En un ejemplar de Villatuerta aparece un hombre con escudo en la
mano izquierda y espada en la derecha en actitud de acometer a un cuadrúpedo (¿oso?), y
detrás un animal más pequeño, probablemente un perro, habiendo hecho observar García
y Bellido que estas representaciones tienen en la simbología romana un valor fúnebre
como ejercicio de adiestramiento para la guerra y en definitiva para alcanzar aquellas
virtudes que conducen al héroe a la apotheosis (55). Se conocen otras varias figuraciones
de personas aisladas o formando pequeños grupos de dos o tres, en algún caso desnudas
(Galdácano) (56). En una estela de Gastiain vemos un hombre o mujer con larga túnica
sentado bajo un nicho formado por un arco ultrasemicircular con reticulado inciso (¿corona
fúnebre?) apoyado sobre dos columnitas. La figura posa sus pies sobre un escabel a cu-
yos lados aparecen dos plumas que acaso aludan a un culto a Júpiter Dolichenus (55). En
una estela de Narbaja dos personajes con sendos bastones transportan un objeto de forma
rectangular (sítula).
2. Animales. Algunas lápidas (Ocáriz, Aibar, Ujué, Artajona, y Gastiain) ostentan
representaciones de toros que corresponderían a un culto ligado a focos de romanización
en la región vasco-aragonesa y que a su vez estaría en relación con cultos genésicos y si-
derales (57). En San Román de San Millán se representan dos palomas en torno a un raci-
mo de uvas, y en Gastiain dos aves, una en actitud de picar un racimo y la otra, vuelta de
espaldas a la anterior, frente a un jarrón, simbolizando, según García y Bellido, el refrige-
rio del alma en el otro mundo (55). Vemos también, en Ocáriz, un ciervo y otro animal
que parece ser un cervatillo.
3. Vegetales. En lápidas alavesas y navarras son muy frecuentes las representacio-
nes de sarmientos con hojas y racimos, «símbolo báquico de profundo sentido escatoló-
gico», y de hojas de hiedra, símbolo del poder renovador de la vida de ultratumba y del
triunfo del alma sobre la muerte (55), y excepcionales las hojas de laurel de Narbaja, los
árboles de Galvarín, indefinido, y de Gastiain, cuyas ramas terminan en hojas como de
hiedra, y el haz de espigas y un posible pan que figuran en un ara de Aibar.

95
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

4. Símbolos astrales. En Alava y Navarra abundan también las representaciones


del sol, de la luna y de las estrellas. Se ha hablado frecuentemente de cultos solares y lu-
nares entre los antiguos vascos, lo cual confirmarían algunas supervivencias arcaicas de
la etnografía actual (58). Refiere Estrabón que los celtíberos y sus vecinos septentrionales
«tienen cierta divinidad innominada, a la que en las noches de luna llena las familias rin-
den culto danzando, hasta el amanecer, ante las puertas de sus casas» (G, III, 4, 16), ha-
biéndose supuesto que algunos nombres vascos de la luna (illargi «luz de los muertos»,
goikoa «el de arriba») procederían de un vocabulario sustitutivo del tabú (59).
5. Arcos. García y Bellido sospecha que en la mitología de los pueblos indígenas
de la región simbolizaran los arcos múltiples (frecuentes en lápidas alavesas, sobre todo
en Iruña, y raros en las navarras) la posibilidad de alcanzar por varias puertas la mansión
de los muertos (55).
6. Varios. En una lápida de San Román se representan tres objetos en forma de
peines que Baraibar supuso eran lacrimatoria (60), idénticos a los que figuran en otra de
Gastiain, interpretados por García y Bellido como posibles cardas (55), tratándose acaso
de objetos de culto al igual que las páteras de Gastiain y Luzcando, las jarras con una o
dos asas de Gastiain y Aibar, los candelabros de Gastiain y al árula que aparece en una
lápida de esta última localidad.
Entre las gentes prerromanas del país vasco se mantenían vivas tradiciones funera-
rias muy variadas. En la Torraza (Valtierra) y en La Atalaya (Cortes de Navarra), en lo más
meridional del territorio vascón, han sido excavadas sendas necrópolis de incineración
donde las urnas aparecían colocadas en hoyos sin protección lateral ni tumular. En el
primero de estos cementerios eran incinerados los cadáveres en grandes hoyos, recogién-
dose después las cenizas y carbones resultantes de la cremación, junto con los ajuares, en
urnas enteras o rotas que, acompañadas de pequeños vasos de ofrendas, eran enterradas
en lugares más o menos distantes (61). En La Atalaya, por el contrario, se practicaba el
enterramiento en el mismo lugar donde había tenido lugar la incineración del cadáver, en
ocasiones sobre una superficie recubierta de guijarros y adobes, dispuestos éstos en algún
caso a modo de horno para facilitar la aireación de la pira funeraria. Junto a ésta se
colocaban al parecer vasijas con alimentos, incinerándose todo el conjunto. Los restos
eran depositados después en un urna, recubriéndose toda el área con ajuares y vasijas
quemadas (62).
En la llanada occidental de Alava, entre Vitoria y el Zadorra, han sido reconocidas
varias necrópolis de incineración cuya cronología parece oscilar entre los siglos VIII a.
de J. C. y II de J. C. Su característica principal estriba en el hecho de que los restos eran
depositados directamente en hoyos practica

96
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

dos en el suelo, apareciendo su relleno dispuesto a veces en diferentes capas. Además de


estos depósitos con ajuares más o menos abundantes y escasos restos de carbón, había
hoyos con abundantes restos carbonosos del ustrina y otros con restos de animales no
incinerados (63).
A un ritual diferente responden las incineraciones señaladas en algunas cavernas
tales como El Bortal (Carranza), Sagastigorri (Cortézubi), Goikolau (Berriatúa), Solacue-
va (Jócano), Lazalday (Zárate), Los Moros (Atauri), Mairuelegorreta (monte Gorbea),
Uriogaina (Sara) y Harixtoi (Isturitz). Las cenizas, sin ajuar asociado, eran encerradas en
urnas de barro (la de Uriogaina recubierta de una losa de arenisca) que a su vez eran de-
positadas en el interior de la cueva, al parecer indistintamente en momentos de habita-
ción o de abandono por el hombre (64).
Los túmulos de incineración excavados en el país vasco lo han sido casi siempre
con resultados negativos, citándose en los de Okabe fragmentos cerámicos de la edad del
Hierro y en los de Mendittipi restos de carbón vegetal y diversos objetos de piedra, entre
ellos una punta de flecha con pedúnculo y aletas ( 64 ).
La comunidad incineradora de Cortes de Navarra practicó desde los primeros tiem-
pos de la ocupación del «tell» la inhumación de niños de corta edad con sus ajuares en el
interior de las viviendas (65), acaso por no haber sido considerados aptos todavía para
ingresar en la comunidad (clan), que en este caso era de tradición incineradora (66). Quizá
sea este el origen de la costumbre observada hasta nuestros días en el país vasco, con-
sistente en enterrar a los niños muertos sin bautismo, es decir, no admitidos todavía en el
seno de la comunidad cristiana, bajo el alero de la casa familiar o en el huerto contiguo
(67). En el castro de Leguin Chiqui (Echauri) se excavó una sepultura infantil de inhu-
mación en cuya cabecera aparecieron dos vasos de barro, y en el de Santo Tomás, perte-
neciente a la misma estación, dos sepulturas rupestres, una de ellas infantil de forma tra-
pecial y la otra antropoide (68).

VI. LENGUA

Parece que fue en tiempo de Claudio, entre los años 41 y 54 de J. C., cuando tuvo
lugar la creación de los conventos o circunscripciones jurídicas en la Hispania romana
(69), siendo los vascones incorporados al de Cesaraugusta (NH, III, 24) y los restantes
grupos vascos al de Clunia (NH, III; 26-27), hecho que ha llamado la atención a autores
como Menéndez Pidal ya que los romanos solían seguir en sus divisiones administra-
tivas las gentilicias de los pueblos, recordando al respecto que a raíz de ciertos estudios
antroponímicos llevados a cabo por Gómez Moreno se había planteado la duda

97
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

de si los pueblos de Navarra y del Alto Aragón habían hablado igual lengua que los
otros grupos vascos, cuyas inscripciones revelaban una onomástica semejante a la de los
cántabros y otros pueblos occidentales (70). Schulten, por su parte, defendió la idea de
que várdulos, caristos y sus vecinos occidentales y meridionales eran de habla indo-
europea a diferencia de los vascones (71), basándose en textos históricos que Michelena
juzga muy poco concluyentes y arbitrariamente interpretados. Ni la existencia de una
onomástica de aire indoeuropeo en inscripciones de época romana en Alava y en una
buena parte buena parte de Navarra, puesto que «la onomástica personal está sujeta a
modas como el vestido por lo menos y cambia según corrientes culturales de la más
variada naturaleza», ni la existencia en el país de topónimos sin explicación vasca, acaso
de origen indoeuropeo prelatino, serían para este autor decisivos por sí mismos: «Len-
gua escrita como podemos comprobar sin trabajo en toda la historia del país, no signi-
fica tampoco lengua única ni siquiera lengua corriente y usual. Pero sí supone un cierto
grado de bilingüismo, al menos en algunas clases o grupos de una comunidad. Por ello,
aunque nos esforcemos en atenuar por todos los medios la fuerza de estos testimonios,
tendremos que aceptar que su coincidencia difícilmente puede explicarse sin admitir que
gentes de habla vasca conocían y usaban también, en mayor o menor número, algún
dialecto indoeuropeo» (72). Estudiando las desinencias de las cecas de la serie del jinete
y acuñaciones anteriores ha trazado Caro Baroja, quien tampoco cree que várdulos,
caristos y autrigones septentrionales recibieran la lengua vasca en época postromana,
según pretendieron Schulten y otros autores (25), un cuadro lingüístico según el cual fija
provisionalmente el límite de los dialectos ibéricos propiamente dichos y les vascónicos
no célticos en una línea que partiendo del valle de Arán alcanza el curso medio del
Cinca para pasar algo más al sur de Huesca, dejando fuera a Segia (Ejea) como enclave
céltico, y llegar hasta la zona montañosa al sur de Pamplona, siendo los pueblos que
quedaran al sur, de habla céltica y los del norte vascónicos no celtas, «iberoides». Autri-
gones, berones y turmogos serían pueblos de habla análoga. Piensa que la entrada de los
vascónicos no celtas a zonas próximas al Ebro podría deberse a un movimiento de norte
a sur, y en la expansión de pueblos vascoides de habla por la Aquitania, donde deberían
buscarse más que por el sur de los Pirineos las relaciones entre vasco e ibérico (73).

VII. VIDA ECONOMICA

La economía rural vasca se desarrolla en dos ambientes geográficos diferentes; la


zona montañosa, donde se asienta una población dedicada al pastoreo, y los valles,
vegas y tierras bajas, donde la principal actividad es el

98
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

laboreo de la tierra (74). Otra fuente económica sería la pesca marítima, documentada en
el país desde los primeros tiempos del paleolítico superior, aunque se caracterizaban los
pueblos del norte, según Estrabón, por sus rudimentarios conocimientos del arte de la
navegación, puesto que antes de la expedición de Brútos el kallaikós (Decimus lunius
Brutus ), en el 138-137 a. de J. C., «no tenían más que barcas de cuero para navegar por
los estuarios y lagunas del país; pero hoy -en tiempo de Estrabón- usan ya bajeles he-
chos de un tronco de árbol, aunque su uso aún es raro» (G, III, 3, 7). Cierta importancia
tendría también la pesca fluvial, habiéndose señalado la presencia de conchas de moles-
cos dulceacuícolas en las viviendas de Cortes de Navarra y de Oro.
Cita Rohlfs una serie de nombres latinos de operaciones agrícolas, útiles de labran-
za, frutos, etc. adoptados en el léxico vasco, tales como golde «arado», de culter «reja de
arado»; labore «grano, cosecha», de laborem; bahe «criba», de vanum; sekale «centeno»,
de secale; txertatu «injertar», de insertare; dolara «lagar», de dolarium; mustio «sidra»,
de mustum; lino «lino», de linum; piru «hilo», de filum; kirru «estopilla», de cirrum; goru
«rueca», de colum; mukila «rueca», de furcilla; gerezi «cereza», de ceresia; gaztaina «cas-
taña», de castanean; piku «higuera», de ficum; kipula «cebolla», de cepullan; pastanaga
«zanahoria», de pastanicam; biper «pimienta», de bíper; marrubi «fresa», de marrubium,
etc. (75), lo cual demuestra que los mismos eran conocidos por los vascos en el momento
en que adoptaron tales voces en su vocabulario (74). La agricultura vasca habría alcan-
zado ya un relativamente alto grado de desarrollo en los tiempos que nos ocupan. Lafón
apuntó el hecho de que las palabras eo «tejer», izau «roturar la tierra» y azi «simiente»
tienen la misma raíz que sus correspondientes de la lengua caucásica tcherkessa, conclu-
yendo que en la época en que ambas lenguas se separaron los hombres que las hablaban
conocían las artes de tejer y de labrar la tierra (76). Barandiarán, de quien tomo estas
referencias, añade otros indicios que hacen pensar que los vascos de la Edad del Bronce y
tal vez del Eneolítico conocían y practicaban algunas labores agrícolas: el componente
aitz «piedra, pedernal, peña» de la palabra atxur «azada», y los hallazgos de una azadilla de
piedra pulimentada en el dolmen eneolítico de Bidaarte y de molinos de mano en los de
la Chabola de la Hechicera, de Lagara, etc. De la Edad del Hierro conocemos, además de
las pesas de telar y fusayolas hallados en varios yacimientos, las rejas de arado de La
Hoya (Laguardia) y de Echauri, lugar este último de donde proceden también algunos
escardillos y una posible hoz de hierro. En una estela funeraria de Ocáriz se representa un
instrumento de labranza, y en otras de Gastiain y San Román las ya citadas posibles cardas.
La lengua vasca nos ha legado también interesantes testimonios sobre la evolución
metalúrgica en el país. Así, sabemos que el nombre del cobre,

99
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

urraida (de urre «oro» + aide «semejante») deriva de urre «oro», de donde se deduce
que el oro fue conocido antes que el cobre, cuyo uso data del Eneolítico, pudiendo hacer-
se la misma observación sobre los nombres zillar o zidar «plata» y zirraida «estaño», de
donde resulta que la plata fue obtenida aquí antes que el estaño y que, por consiguiente,
la palabra zillar o zidar es anterior a la Edad del Bronce (58). Braquicéfalos centroeuropeos
(alpinos y armenoides) explotaron en los primeros tiempos de la Edad del Hierro el yaci-
miento cuprífero de Urbiola (Navarra) (77), mientras que en época romana lo fueron las
inmensas minas de galena de Arditurri (Oyarzun), en cuya escavación se ha estimado in-
vertiría unos doscientos años un equipo de cuatrocientos o seiscientos hombres traba-
jando ininterrumpidamente (78). Las gentes prerromanas del país vasco procticaban la
metalurgia del hierro y del bronce, citándose posibles hornos de fundición en Cortes de
Navarra y en Oro, y escorias y moldes de fundición en estos y otros poblados, pero se
trata, según observa Maluquer de Motes refiriéndose al primero de los citados yacimien-
tos, «de una metalurgia poco variada como corresponde a un núcleo que importó más
que produjo los objetos manufacturados necesarios» (31).
La economía de los poblados de Cortes de Navarra era fundamentalmente cerealis-
ta, complementándose el cultivo del trigo, de la cebada, del mijo y del nabo con la cría de
cerdos, ovejos y vacas y con la caza de ciervos (79). También en el castro de Oro abun-
daban restos de cerdos, vacas, ovejas y cabras, no faltando conchas de moluscos marinos
y dulceacuícolas (80). Basándose en textos de Estrabón, opina Caro Baroja que se ha exa-
gerado sobre la importancia del pastoreo entre aquellos pueblos del norte, dada la impor-
tancia que tenían en su alimentación la carne de cabra y la grasa y la carne del cerdo, no
siendo éstos «animales de pueblos ganaderos fundamentalmente, sino que aparecen entre
agricultores primitivos con gran frecuencia» (25). Acerca de la alimentación de aquellas
gentes, nos dice Estrabón que consistía principalmente en carne de cabrón y que durante
tres cuartas partes del año se limitaba a pan elaborado con bellotas secas y trituradas. En
lugar de aceite utilizaban manteca. Su sal era purpúrea, haciéndose blanca al molerla.
Bebían agua, aunque conocían también la cerveza, que llamaban «zythos», «y el vino,
que escasea, cuando lo obtienen se consume enseguida en los grandes festines familiares».
Según queda ya dicho en otro lugar, comían «sentados sobre bancos construidos alre-
dedor de las paredes (recuérdese la descripción de las viviendas de Cortes de Navarra),
alineándose en ellos según sus edades y dignidades; los alimentos -añade el geógrafo- se
hacen circular de mano en mano» (G, III, 3, 7). Refiere también que utilizaban en el
norte vasos labrados en madera, como los celtas (G, III, 3, 7), habiéndose hallado en uno
de los poblados de Cortes, fechado entre el 650 y el 550 a. de J. C.,

100
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

restos de un gran recipiente de boca ancha con agujeros en el borde y labrado en madera
(81). Es frecuente en los hogares de este yacimiento de la Ribera navarra la presencia de
bolas de piedra que se utilizarían para calentar, una vez enrojecidas al fuego, el contenido
líquido de tales recipientes, procedimiento utilizado todavía en el país vasco y que en
tiempos del autor de la Geographiká practicaban también los pueblos del Duero (G, III,
3. 6). En nuestros poblados prerromanos se mantienen vivas tradiciones cerámicas muy
antiguas, siendo la de cordones de barro aplicados la más frecuente de las técnicas utili-
zadas para la ornamentación de los vasos de barro, sin que faltaran otras tales como la
incisión y la pintura de motivos geométricos. El torno de alfarero parece haber sido intro-
ducido en la región hacia mediados del siglo IV a. de J. C. (31).
No puede aplicarse a los vascos la afirmación hecha por Estrabón de que en el inte-
rior de los pueblos norteños, «en lugar de moneda practican el intercambio de especies o
dan pequeñas láminas recortadas de plata» (G, III, 3, 7), puesto que existieron en su te-
rritorio varias cecas que emitieron monedas con rótulos ibéricos de la serie del jinete, que
en su mayor parte corresponden al período de las guerras celtibérícas. En tierras de los
vascones se encontraban probablemente las de Alaun (cf. Alauona en Ptolomeo), Are.
coradas (sin identificar), Bascunes, Barscunes, la forma más primitiva del nombre de
aquel pueblo e interpretada por Tovar como un nominativo indoeuropeo de plural, equi-
valente en el tema y en la desinencia al clásico vascones, Bentian, Bencoda (sin identifi-
car), Caiscata (Cascante), Laca (jaca), Segia (Segia o Setia, no identificada), Calagoricos
(Calahorra) y acaso Eralacos y Tirsots. Artacoson, también sin identificar, parece haber
estado situada en la mitad várdula de la llanada alavesa, y Arsaos, en la carista. A los autri-
gones pertenecerían las de Uirouias (cf. Virovesca) y Uarcas (cf. Uxama Barca) (73).

VIII. INDUMENTARIA Y ARMAMENTO

La mayoría de los hombres del norte, que vestían de negro, utilizaban el manto
llamado «sagos» incluso para dormir en sus lechos de paja, «y llevan cabellos largos al
modo femenino, aunque para combatir se ciñen la frente con una banda». Las mujeres
llevaban adornos florales en sus vestidos (G, III, 3, 7).
De los cuatro grupos establecidos en los ases y denarios de la serie del jinete, pa-
recen corresponder a las zonas vasca y cantábrica dos que se caracterizan, respectivamen-
te, por aparecer el jinete empuñando una espada y una flecha o darso corto (73), imagen
que recuerda a la representada en una

101
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

estela prerromana de Iruña, fechada a finales del siglo II o comienzos del 1 a. de J. C.:
un jinete desnudo en disposición de arrojar una lanza o jabalina con la mano derecha,
mientras que con la izquierda sostiene las riendas del caballo, equipado con silla de ar-
zones muy acusados sujeta mediante baticola, petral y cincha (7). En la epopeya Púnica,
compuesta a finales del siglo I a. de J. C., nos dirá Silio Itálico que los vascones eran
ágiles y que no llevaban casco, consistiendo su armamento en dos lanzas y un pequeño
escudo (caetra). De un posible depósito de herrero de Echauri proceden, además de unos
frenos de caballo y los citados útiles de labranza, espadas de Antenas, tipo Aguilar de
Anguita y de La Tene 1 y puntas de lanza o de jabalina de La Tene II (42), de la necró-
polis de La Atalaya, varias espadas y puntas de lanza (62) y de Doroño (Treviño), un pu-
ñalito de antenas y una punta de lanza (82). Aunque localizados fuera del territorio de
las provincias vascas, han de ser mencionados, por corresponder a los autrigones, los ha-
llazgos de la necrópolis burgalesa de Miravache, con característicos puñales con cuatro
discos en la contera de la vaina. La utilización de la honda está atestiguada por el hallaz-
go de numerosos glandes (proyectiles arrojadizos de barro) en el castro de Oro.

IX. OTROS DATOS ETNOGRAFICOS

De «salvajes y ladrones» califica M. Poncio Paulino (353-431 p. C) a los vascones


en carta dirigida a su maestro Décimo Magno Ausonio, quien le reprochaba haberse
retirado al Vasconis saltus o a lugares desiertos como Birbilis, Ilerda y Calagurris: ...quod
tu mihi vastos / Vasconiae et ninguida. Pyrenaei / Obicis hospitia, in primo quasi limite f
ixus / Hispaníae regionis agam nec sit locus usquam, / Rure ver urbe mihi, summun qua
dives in orbem / Usque patea mertos spectans Hispania soles: / Sed fuerit fortuna iugis
habitasse latronum: / Num Tare barbarice rigui mutatus in ipsos, / Inter quos habui, socia f
eritare colonos? / Non recipit mens pura malum neque levibus haerent / Inspersae fibris
maculae: si Vascone saltu / Quisquis agit purus sceleris vitam, integer aeque / Nulla ab
inhumano morum contagia ducit / Hospite, sed mihi cur sit ab illo nomine crimen, / Qui
diversa colo, ut colui, loca iuncta superbis / Urbibus et laetis hominum celeberrima cultis? /
Ac si Vasconicis mihi vita fuisset in oris, / Cur non more meo potius f ormata ferinos /
Poneret, in nostros migrans gens barbara ritus? (Ep, 202220). En Oteiza existió una lápi-
da dedicada en época romana al joven Calaeto, muerto por los ladrones: Calaetus Equesi
f(ilius), annorum XX a latronibus occisus. Acnon (?) mater d(e) p(ecunia) [s(ua)] ( 18).
De sus danzas sabemos por Estrabón que mientras bebían las ejecutaban los hom-
bres «al son de flautas y trompetas, saltando en alto y cayendo en

102
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

genuflexión». Solían practicar también «luchas gymnicas, hoplíticas e hípicas, ejercitan-


dose en el pugilato, la carrera, las escaramuzas y las batallas campales». Despeñaban a
los criminales y lapidaban a los parricidas, sacándolos fuera de los límites de su patria o
de su ciudad. Los enfermos eran expuestos en los caminos para ser curados por quienes
habían padecido la misma enfermedad (G, III, 3, 7).

NOTAS
(1) Ver A. GARCIA Y BELLIDO, "La España del siglo I de nuestra era". Buenos Aires 1947.
(2) B. TARACENA AGUIRRE Y L. VAZQUEZ DE PARCA, "Excavaciones en Navarra" t. I. Pam-
plona 1947.
(3) B. TARACENA AGUIRRE, O. GIL FARRES Y R. BATALLER, "Excavaciones en Navarra", t. III.
Pamplona 1954. J. MALUQUER DE MONTES, "Excavaciones en Navarra", t. IV. Pamplona 1954.
Del mismo autor, "Excavaciones en Navarra", t. VI. Pamplona 1958.
(4) J. MALUQUER DE MONTES Y L. VAZQUEZ DE PARCA, "Excavaciones en Navaira", t. V.
Pamplona 1957.
(5) CARLOS S. DE TEJADA, "Descubrimientos prehistóricos en la Rioja", en "Anuario de Eusko-
Folklore". t. XX. 1963-1964.
(6) E. CUADRADO, "Excavaciones arqueológicas en Alava durante 1951". en "Archivo Espa-
ñol de Arqueología". t. XXIV, núms. 83 y 84. 1951.
(7) G. NIETO GALLO, "El oppidum de Iruña (Alava)". Vitoria 1958.
(8) J. M. UGARTECHEA, A. LLANOS, J. FARIÑA Y J. A. AGORRETA, "El Castro de las Peñas de
Oro", en "Boletín de la Institución Sancho el Sabio", t. IX. números 1-2, 1965.
(9) B. TARACENA AGUIRRE Y A. FERNANDEZ DE AVILES, "Memoria sobre las excavaciones en
el castro de Navárniz (Vizcaya)". Bilbao 1945.
(10) J. M. DE BARANDIARAN, "El castro de Inchur". San Sebastián 1961.
(11) A. SCHULTEN, "Los cántabros y astures y su guerra con Roma". Madrid 1962.
(12) Para todo lo referente a Estrabón utilizo la versión comentada de A. GARCIA Y BELLIDO,
"España y los españoles hace dos mil años". Buenos Aires 1945.
(13) P. GERMAN DE PAMPLONA, "Los límites de la Vasconia hispano-romana y sus variacio-
nes en la época imperial", en "Problemas de la prehistoria y de la etnología vascas". Pamplona
1966.
(14) J. M. BLAZQUEZ, "Los vascos y sus vecinos en las fuentes literarias griegas y romanas",
en el volumen citado en la nota anterior.
(15) "Fontes Hispaniae Antiquae", t. VIII. Edición y comentario por E. Grosse. Barcelona 1959.
(16) Utilizo la edición comentada de A. García y Bellido, citada en la nota 1.

103
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

(17) A. SCHULTEN, "Venus Marina", en "Revista Internacional de Estudios Vascos'", t. XVIII,


1927.
(18) B. TARACENA AGUIRRE Y L. VAZQUEZ DE PARCA, "La romanización", en "Excavacio-
nes en Navarra", t. I. Pamplona 1947.
(19) Ver J. R. MELIDA, "El arte en España durante la época romana en "Historia de Espa-
ña", dirigida por R. Menéndez Pidal, t. II. Madrid 1955.
(20) A. García y Bellido, en el trabajo citado en la nota 12.
(21) P. BOSCH GIMPERA, "La prehistoria de los iberos y la etnología vasca" en "Revista In-
ternacional de Estudios Vascos", t. XVI, 1925. Del mismo autor, "Los celtas y el País Vasco", en
R.I.E.V., t. XXIII, 1932.
(22) L. MICHELENA, "Guipúzcoa en la época romana". San Sebastián 1956.
(23) A. GARCIA Y BELLIDO, "Los "vascos" en el ejército romano". en "Fontes Linguae Vas-
conum. Studia et documenta", t. 1. 1969.
(24) P. BOSCH GIMPERA, en el primero de los trabajos citados en la nota 21.
(25) J. CARO BAROJA, "Los pueblos de España". Barcelona 1946.
(26) REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, "Diccionario geográfico-histórico de España", t. 1.
Madrid 1802. Edición facsímil publicada por "La Gran Enciclopedia Vasca". Bilbao 1968.
(27) P. BOSCH GIMPERA, "Celtas eilirios", en "Zephyrus", t. II, 1951. Citado por J. MALU-
QUER DE MOTES, "Pueblos celtas", en "Historia de España". Dirigida por R. Menéndez Pidal, t. I.
vol. III. Madrid 1954
(28) C. SANCHEZ ALBORNOZ, "Divisiones tribales y administrativas del solar del reino de
Asturias en la época romana", en "Boletín de la Real Academia de la Historia", 95, 1929.
(29) A. García y Bellido, en el trabajo citado en la nota 1.
(30) J. GONZALEZ ECHEGARAY, "Los cántabros". Madrid 1966.
(31) J. MALUQUER DE MOTES, "El yacimiento hallstáttico de Cortes de Navarra. Estudio
crítico II", en "Excavaciones en Navarra", t. VI, 1958.
(32) G. BAHR, "Los 1aombres de parentesco en vascuence", en "La gran Enciclopedia Vas-
ca", t. III. Bilbao 1968.
(33) A. Tovar, citado por J. Maluquer de Montes (nota 27).
(34) J. CARO BAROJA, "España primitiva y romana". Barcelona 1957.
(35) J. Maluquer de Motes, en el trabajo citado en la nota 27.
(36) Para algunos autores se trataría de los "tarraconenses" (p. e., A. García y Bellido en el
trabajo citado en la nota 1).
(37) Sobre estas organizaciones indígenas los trabajos citados en las notas 11, 27 (J. Maluquer
de Motes) y 34. También J. M. BLAZQUEZ MARTINEZ, "El legado indoeuropea en la Hispania
romana", en "Primer Symposium de prehistoria de la península ibérica". Pamplona 1960.
(38) Lecturas y transcripciones de Hübner.
(39) Texto completo y reproducción del bronce en "Historia de España", dirigida por R.
Menéndez Pidal, t. II (2.a edic.). Madrid 1955.

104
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

(40) Ver principalmente los dos trabajos de J. Maluquer de Motes, citados en la nota 3.
(41) B. TARACENA AGUIRRE Y L. VAZQUEZ DE PARCA, "Prospecciones en "El Castellar" de
Javier y "Los Casquilleres de San Juan" de Gallipienzo", en "Excavaciones en Navarra", t. 1, 1947.
(42) B. TARACENA AGUIRRE Y L. VAZQUEZ DE PARCA, "Una prospección en los poblados de
Echauri", en "Excavaciones en Navarra", t. 1, 1947.
(43) B. TARACENA AGUIRRE Y L. VAZQUEZ DE PARCA, "Exploración del poblado celtibérico
de Fitero", en "Excavaciones en Navarra", t. I, 1947.
(44) B. TARACENA AGUIRRE Y L. VAZQUEZ DE PARCA, "Exploración del "Castejón" de Ar-
guedas", en "Excavaciones en Navarra", t. 1, 1947.
(45) Sobre las invasiones indoeuropeas en el País Vasco, véanse principalmente los trabajos
de P. Bosch Gimpera y de J. Maluquer de Motes, citados respectivamente en las notas 21 y 3.
(46) Esta vía ha sido estudiada por numerosos autores, destacando J. ALTADILL, "De re geographico-
historica. Vías y vestigios romanos en Navarra", en "Homenaje a don Carmelo de Echagaray".
San Sebastián 1928.
(47) R. Grosse, en la obra citada en la nota 15.
(48) J. M. BLAZQUEZ MARTINEZ, "Religirnes primitivas de Hispania, t. 1. Fuentes literarias
y epigráficas. Roma 1962.
(49) L. MICHELENA, "Religiones primitivas de Hispania", en "Zephyrus", tomo XII, 1961.
(50) J. C. ELORZA Y GUINEA, "Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa", en "Estu-
dios de Arqueología Alavesa", t. II. Vitoria 1967.
(51) Citado por Elorza, en el trabajo citado en la nota anterior.
(52) J. CARO BAROJA, "Los pueblos del Norte de la Península Ibérica". Madrid 1943.
(53) Citado por Elorza, en el trabajo citado en la nota 50.
(54) A. LLANOS, "En torno al bajorrelieve de Marquínez (Alava)", dios de Arqueología
Alavesa", t. II, 1967.
(55) A. GARCIA Y BELLIDO, "Esculturas romanas de España y Portugal". Madrid 1949.
(56) J. M. UGARTECHEA Y SALINAS, "Notas sobre estelas, lápidas e inscripciones funerarias
vizcaínas", en "Anuario de Eusko-Folklore", t. XIX, 1962.
(57) J. E. URANGA, "El culto al toro en Navarra y Aragón", en "Problemas de al prehistoria y
de la etnología vascas". Pamplona 1966.
(58) J. M. DE BARANDIARAN, "El hombre primitivo en el País Vasco", Donostia, s/a.
(59) Sobre astronomástica vasca, véase M. G. RAMOS, "De astronomástica vasca", en "La
Gran Enciclopedia Vasca", t. III, 1968.
(60) Citado por Elorza (nota 50).
(61) J. MALUQUER DE MOTES NICOLAU, "La necrópolis de la Edad del Hierro de la Torraza,
en Valtierra (Navarra)", en "Excavaciones en Navarra", t. V, 1957.

105
ETNOLOGÍA PRERROMANA DEL PIRINEO OCCIDENTAL

(62) J. MALUQUER DE MOTES Y L. VAZQUEZ DE PARGA, "Avance del estudio de la necrópolis


de "La Atalaya", Cortes de Navarra", en "Excavaciones en Navarra" t. V, 1957.
(63) A. LLANOS Y D. FZ. DE MEDRANO, "Necrópolis de hoyos de incineración en Alava", en
"Estudios de Arqueología Alavesa", t. III, 1968.
(64) J. M. DE BARANDIARAN, "El hombre prehistórico en el País Vasco". Buenos Aires 1954.
(65) J. Maluquer de Motes, trabajos citados en la nota 3.
(66) J. Maluquer de Motes, en el trabajo citado en la nota 27.
(67) J. M. DE BARANDIARAN, "Mitología vasca". Madrid 1960.
(68) B. Taracena Aguirre y L. Vázquez de Parga, en el trabajo citado en la nota 42.
(70) R. MENENDEZ PIDAL, "En torno a la lengua vasca". Buenos Aires 1962.
(71) A. SCHULTEN, "Las referencias sobre los vascones hasta el año 800 después de J. C.", en
"Revista Internacional de Estudios Vascos", t. XVIII, 1927.
(72) L. MICHELENA, "Sobre el pasado de la lengua vasca". San Sebastián 1964.
(73) J. CARO BAROJA, "La escritura en la España prerromana (Epigrafía y Numnismática)",
en "Historia de España", dirigida por R. Menéndez Pidal, t. I, vol. III. Madrid 1954.
(74) J. M. DE BARANDIARAN, "Aspectos sociográficos de la población del Pirineo vasco", en
"Euzko-Jakintza", t. VII, 1953-1957.
(75) G. ROHLFS, "La influencia latina en la lengua y cultura vascas", en "Revista Internacio-
nal de Estudios Vascos", t. XXIV. Citado por Barandiarán (nota 74).
(76) "Sur deux racines basques désignant des actions techniques", en "EuskoJakintza". t. III.
Citado por Barandiarán (nota 74).
(77) J. MALUQUER DE MOTES, "La España de la Edad del Hierro", en "Las raíces de España".
Madrid 1967.
(78) Descripción, con bibliografía, en L. Michelena, citado en la nota 22.
(79) Véanse los dos trabajos de J. Maluquer de Motes, citados en la nota 3: sobre los restos
paleontológicos de este yacimiento, R. BATALLER, "Estudio de los restos de animales procedentes
de la estación protohistórica de Cortes de Navarra" en "Excavaciones en Navarra", t. III, 1954.
(80) J. ALTUNA, "Fauna del yacimiento de Castro de las Peñas de Dro", en "Boletín de la
Institución Sancho el Sabio", t. IX, núms. 1-2, 1965.
(81) J. MALUQUER DE MOTES, "El yacimiento hallstáttico de Cortes de Navarra. Estudio críti-
co I", en "Excavaciones en Navarra", t. IV, 1954.
(82) A. LLANOS, "Dos nuevos hallazgos de la segunda Edad del Hierro en Alava", en "Estu-
dios de Arqueología Alavesa", t. III, 1968.

106
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA
ESTUDIO LINGÜISTICO
Por M.R Lourdes Albertos

PRESENTACION

¿Por qué un trabajo de lingüística en una revista de Arqueología? Seguramente al-


gunos se habrán hecho esta pregunta al ver en el sumario el título de este trabajo.
Sin embargo, nada más fecundo que la unión de la arqueología y la lingüística para
poder llegar a un conocimiento bastante completo de aquellas épocas en las que carece-
mos de otros documentos más seguros. Porque aquí la lingüistica se apoya en testimo-
nios a la vez tan pobres y tan importantes como la toponimia y la hidronimia, la, ono-
mástica personal y los nombres de las divinidades.
Para el que trata de reconstruir el panorama lingüístico del primer milenio a. C. en
nuestra Península, es tan importante el hallazgo de unos topónimos del tipo Berganza /
Bergara, hidrónimos como Armanza o Avendaño, Deva o Nabia, como para el arqueó-
logo descubrir restos de cerámica excisa o joyas célticas, pues unos y otros testimonian
la presencia de los pueblos indoeuropeos en la Península; el conocer topónimos del tipo
de Leciñana o Cemproña es de tanta trascendencia como el poder excavar una villa ro-
mana, pues unos y otros restos son la prueba, sobre todo cuando aparecen juntos en las
mismas regiones, de la profunda romanización de una provincia.
Más de una vez se ha insistido en la necesidad de combinar lingüística y arqueolo-
gía, sobre todo en lo referente a la época perromana. D. Antonio Tovar, mi maestro, ha
insistido en ello en varios de sus trabajos, cuyos títulos son suficientemente elocuentes:
Las invasiones indoeuropeas, problema estratigráfico, o bien Lingüística y Arqueología
sobre los pueblos primitivos de España (1). Yo misma he indicado lo propio en varios
lugares, como O. Hisp. p. XXII, y Algunas consideraciones, Zephyrus, XII, p. 228 s.
Por ello, este estudio sobre Alava prerromana y romana quiere ser una contribu-
ción al conocimiento del poblamiento indoeuropeo de nuestra provincia en la Edad del
Hierro y de su ulterior y profunda romanización.

107
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Este trabajo surgió ocasionalmente, pero yo llevaba mucho tiempo pensando en los
problemas que aquí se plantean. Hace ya doce años, mientras preparaba mi tesis doc-
toral, leída en Salamanca en 1958, me llamó la atención la abundancia de nombres indo-
europeos en una región oficialmente vasca como Alava y Navarra, en concreto la pre-
sencia de antropónimos como Segontius y Ambatus, en la zona de Contrasta, Marañón,
Gastiain y sus cercanías. Como más tarde he podido comprobar, esta presencia llamó la
atención de otros estudiosos muchos años antes que a mí.
Pero la ocasión próxima que dio lugar a este trabajo fue el haber estudiado recien-
temente la contribución que al estudio de la epigrafía romana en España hizo un ilustre
alavés, D. Federico Baráibar, al recoger cuidadosamente la mayoría de las inscripciones
romanas de Alava que hoy conocemos. Al ver en bloque los antropónimos que en ellas se
encuentran, volví a plantearme el problema de los indoeuropeos en Alava.
En estas circunstancias, mi buen amigo y compañero de Claustro en el Instituto de
E. Media «Federico Baráibar», E. Vallespí, me puso en contacto con el grupo de arqueó-
logos alaveses, A. Llanos, J. Fariña, J. A. Agorreta, que me proporcionaron numerosas
indicaciones sobre los restos arqueológicos de la Edad del Hierro en Alava, así como
mapas, libros, etc., sobre el tema. Y J. C. Elorza, que me ofreció la ocasión de conocer
los manuscritos de Baráibar, me dio otros valiosos datos relativos a la romanización de
la provincia.
Igualmente ha contribuido a este trabajo D. Gerardo López de Guereñu, que está pu-
blicando hace varios años en el Anuario de Eusko-Folklore la Toponimia Alavesa, deta-
llada lista de todos los pueblos, ríos y topónimos menores de la provincia. Dado que a
partir de la M, todavía está todo inédito, ha tenido la amabilidad de dejarme utilizar sus
ficheros para enriquecer el material toponímico interesante para mi trabajo.
Son de destacar también las valiosas indicaciones que sobre el tema me han hecho
D. Luis Michelena, Catedrático de Indoeuropeo de la Universidad de Salamanca y emi-
nente vascólogo, y D. Antonio Tovar, hoy profesor en la Universidad de Tübingen, en
Alemania. También el Prof, J. Untermann, de la Universidad de Colonia, me ha propor-
cionado datos epigráficos y ha permitido gentilmente que reproduzca algunos mapas que
ilustran trabajos suyos sobre la antigua Hispania.
A todos los que aquí menciono y a cuantos de algún modo han colaborado a la
elaboración de este trabajo, quiero dar aquí las gracias por haber podido así contribuir al
mejor conocimiento de Alava en la antigüedad.

(1) Vid. índice bibliográfico.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

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Más bibliografía sobre estos temas puede encontrarse en las primeras páginas de nuestro estudio,
«La onomástica personal primitiva de Hispania».

I. GENERALIDADES

Con motivo de las guerras Púnicas, los romanos pusieron su pie en la Hesperia, la
tierra del Occidente. Hace de esto veintitrés siglos. España era entonces un mosaico de
pueblos de diversas procedencias étnicas y lingüísticas y de culturas distintas. Mientras
los iberos y tartesios del Levante y del Sur habían alcanzado un alto grado de cultura, del
cual son buena prueba su escritura y su arte, así como la rápida y brillante romanización
posterior de la Bética, los pueblos del Centro, del Oeste y del Norte de la Península se
encontraban en un estado de organización económica y social más atrasado.
Si atendemos al aspecto lingüístico -el que más nos interesa ahora-, podemos
señalar a grandes rasgos una fundamental división: la España indoeuropea o indoeuro-
peizada, que abarca las regiones del Norte, Oeste y Centro, con una penetración hacia el
Sur -los célticos de la Bética-, y hacia Levante -téngase en cuenta la existencia de una
ciudad como Segorbe, Segobriga, en Castellón, y aun la misma ciudad de Sagunto, de
nombre bien poco ibérico y que tan extraña posición ocupa entre las demás poblaciones
ibéricas levantinas (1); y por otro lado, la España no indoeuropea, que ocupa todas las
estribaciones de los Pirineos, Levante y la región Bética hasta el Algarbe, en Portugal.
Gráficamente queda reflejada esta división fundamental en los mapas trazados por Un-
termann sobre la difusión de los topónimos en -briga e iltu. Vid. mapa 1 (2).
Mas ni aun en esos dos grandes grupos era perfecta la unidad lingüística. De una
parte tenemos el grupo ibero-tartesio, con grandes concomitancias (3), y las lenguas del
grupo eúscaro en las regiones pirenaicas. De otra, entre los restos indoeuropeos, se pue-
den señalar, entre otros, dos grupos fundamentales, atestiguados en inscripciones en len-
guas indígenas: el occidental o lusitano, conocido por las inscripciones de Lamas de Mo-
ledo, Arroyo del Puerco, El Cabeco das Fraguas, etc. (4), y el celtibérico, con las de Pe-
ñalba de Villastar, el Bronce de Luzaga, téseras de hospitalidad, leyendas monetales,
etc., unas veces presentadas en escritura ibérica, otras en caracteres latinos (5).

115
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Además de estos restos del mayor valor, contamos con elementos de tipo onomás-
tico, tales como antropónimos no latinos, pero conocidos por textos literarios o epígrafes
en latín o griego; nombres de divinidades hispánicas; topónimos y nombres de ríos,
conocidos unas veces por documentos antiguos, o reconstruidos, partiendo de sus formas
medievales o modernas, otras.
Los testimonios de la Hispania indoeuropea no presentan unos rasgos definidos,
adjudicables a una lengua concreta, aunque de niños hayamos aprendido que la Península
Ibérica fue dominada por los celtas. Si las invasiones procedentes de Centroeuropa se
escalonan desde el siglo XI hasta el siglo III a. C. (6), y de ello quedan restos arqueológicos
perfectamente documentados y cada vez más completos a medida que las excavaciones
progresan en el suelo hispánico, también es cierto que estas invasiones no representan
bloques lingüísticamente unitarios y compactos. Las lenguas hispánicas indoeuropeas,
junto a restos sólo comparables a las lenguas célticas transpirenaicas, presentan otros ras-
gos que no pueden relacionarse en modo alguno con ellas. Sin embargo, el conjunto de las
lenguas indoeuropeas peninsulares presenta un carácter común: son en general conserva-
doras frente a otras lenguas de Europa y presentan rasgos que sólo tienen paralelos en
lenguas geográficamente alejadas del Occidente europeo. Hay diversos modos de expli-
car estos rasgos y tal vez pueden admitirse a la vez varios de ellos. Por una parte, hay un-
merosos hidrónimos y topónimos que presentan la estructura y los sufijos, entre ellos el
frecuente sufijo -nt-, que, según H. Krahe, son una prueba de aquella lengua indiferencia-
da de Europa, el Alteuropiisch, el «antiguo europeo», que puede remontarse al II milenio
a. C. (7). Está bien atestiguada en la Península la conservación de la p primitiva, frente a
las lenguas célticas que entre sus rasgos distintivos tienen la pérdida de este fonema (8).
Una de las palabras hispánicas mejor atestiguadas es el apelativo paramus, «meseta, lla-
nura alta», citada por los autores antiguos y hasta en inscripciones, y documentada tam-
bién onomásticamente en los nombres personales Paramo, Amparamus; divinidades Pa-
ramecus, A(m) paramaecus; topónimos como Segontia Paramica, en nuestra región preci-
samente, etc. Esta voz, típicamente hispánica, presenta paralelos en los antropónimos
ilirios Parameius, Paramonus (9), o en el sánscrito paramas, «llanura alta, meseta», for-
mación de tipo superlativo. La conservación de la labiovelar sorda o del grupo kw en un-
merosas palabras como Arquiaecus, Arquius, Arquienus; Equaesus, Equeisui; Querquerni,
etc., etc. (10). Rasgos del vocalismo, tales como la presencia de los diptongos au, eu,
frente a la forma más frecuente en las lenguas de tipo céltico de ou, cf. los antropónimos
Tautius, Teuto, Touto, etc. (11). Estos son sólo unos pocos de los rasgos más definidos y
llamativos que hacen pensar, o bien en invasiones de distintas procedencias

116
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

y épocas, o bien en invasiones mixtas, así como al comienzo del medioevo, godos, ván-
dalos, suevos y alanos, vinieron mezclados. O también que estos pueblos que atravesaron en
varias oleadas el Pirineo y penetraron en la Península, en las épocas precedentes vivieron
mezclados con otros pueblos, adquiriendo rasgos lingüísticos que luego difundieron por
nuestra tierra.
Prescindiendo del gran problema que ocupa y preocupa a lingüistas y arqueólogos,
de la patria de origen de los pueblos indoeuropeos, los restos lingüísticos que encontra-
mos en España, nos hacen pensar en los pueblos que en el Eneolítico habitaban Europa y
que fueron los antecesores de los indoeuropeos históricos, esos pueblos que a fines del II
milenio se hallaban extendidos desde Rusia hasta el Atlántico, desde Escandinavia hasta
el Mediterráneo (12) .
Estos pueblos inquietos y aventureros, que tenían una estructura social aristocrá-
tica, con familias patriarcales, que conocían y usaban el carro de guerra y el caballo, que
tenían una economía principalmente ganadera y adoraban divinidades de tipo solar, gra-
cias a su dominio militar pudieron dominar Centroeuropa e imponer una lengua aun rela-
tivamente unitaria, absorbieron poco a poco las lenguas y culturas sobre las que se asen-
taron, a la vez que tomaron elementos de ellas,, y fueron de este modo diversificándose
durante la Edad del Bronce hasta dar lugar a pueblos ya históricamente conocidos: ger-
manos, bálticos, ilirios, itálicos, celtas, vénetos, etc. (13). A finales de la Edad del Bronce y
comienzos del Hierro (siglos XIII, XII a. C.), se producen nuevos movimientos de po-
blación en Europa, cuyo resultado es el acercamiento hacia los Pirineos de los primeros
grupos indoeuropeos que han de poner su pie en la Península Ibérica (14).
Los rasgos que la arqueología asigna a estos predecesores centroeuropeos de los
pueblos históricamente conocidos, cuadran bien con los rasgos lingüísticos que Krahe
atribuye al «antiguo europeo», esa lengua que, como hemos dicho arriba, puede rastrear-
se por toda Europa, incluida España, a través de la hidronimia y la toponimia (15). Entre
los caracteres comunes, morfológicos, fonéticos o léxicos, que Krahe adjudica a esta len-
gua, que en el II milenio parecía propia de los protoindoeuropeos de la Europa Central,
en Hispania, además de los topónimos e hidrónimos de que hemos hablado, está docu-
mentado el vocablo teuta, «pueblo», representativo de un determinado concepto político-
social, por medio de varios antropónimos y teónimos, algunos de ellos recogidos más
arriba, al hablar de los rasgos fonéticos de las hablas indoeuropeas hispánicas; o anima-
les y árboles conocidos de todos los pueblos centroeuropeos, como el caballo, *ekwos; la
encina, *perkwos, etc. Vid. arriba (16).
Acaso el haber alcanzado a Hispania alguna oleada de invasores centroeuropeos de
lengua todavía indiferenciada o poco evolucionada, explique

117
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

varios de los rasgos conservadores atestiguados en las lenguas indoeuropeas peninsu-


lares.
Respecto a la antigua Hispania, queda, pues, bien clara una cosa: que hay una His-
pania no indoeuropea frente a una Hispania indoeuropea, y dentro de ésta, lenguas ca-
racterizadas por su arcaísmo, su conservadurismo y por rasgos que aparecen en lenguas
indoeuropeas no célticas, tales como el ilirio o el véneto, junto a los específicamente
célticos, y aun otros que hacen poner de nuevo sobre el tapete el viejo problema, aún no
bien resuelto, de la presencia de los ligures en la Península (17 ).

NOTAS AL CAPITULO I

(1) Vid mi artículo "Algunas consideraciones", Zephyrus, XII, 1961, pp. 222 ss. Y sobre la
entrada de los celtas en Andalucía:
A. TOVAR, "Les Celtes en Bétique", Études Celtiques, X, pp. 355-373.
(2) Por amable concesión del Prof. J. Untermann podemos reproducir los mapas núms. 2, 3 y
4 de su trabajo "Sprachráume und Sprachbewegungen im Vorrómischen Hispanien, aunque los
hemos refundido en uno solo.
(3) A. TOVAR, "Lenguas prerromanas no indoeuropeos", mapa n.° 2; "Extensión, de la
lengua ibérica en Andalucía", Zephyrus, VII, 1956, pp. 81 ss.; "Lengua y escritura en el sur de
España y Portugal", ibid., XII, 1961, pp. 187-196.
M. GOMEZ MORENO, "La escritura bástulo-turdetana", RABM, LXIX, 1961, pp. 879 ss.
U. SCHMOLL, "Die Südlusitanischen Inschriften". Wiesbaden 1961; Zur entzifferung der
Südhispanischen Schrift", Madrider Mitteilungen, 1962, pp. 85 ss.
(4) A. TOVAR, "Lenguas prerromanas indoeuropeas", ELH, 1, pp. 10 ss.; "La inscripción gran-
de de Peñalba de Villastar y la lengua celtibérica", Ampurias, XVII, XVIII, 1955; "Las inscrip-
ciones celtibéricas de Peñalba de Villastar". Emerita, XXVII. 1959, pp. 349-365; "Das Keltibe-
rische", Kratylos, III, 1958, pp. 1-14; "El Cabeco", Études Celtiques, XI, pp. 237 ss.
M. LEJEUNE, Celtibérica.
M. GOMEZ MORENO, "Misceláneas", pp. 233 ss.
U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", pp. 20 ss.
(5) Para la distribución de todos los textos en lenguas indígenas tanto indoeuroepas como no
indoeuropeas, vid. los mapas publicados por A. TOVAR, "Lenguas prerromanas no indoeuropeas",
ELH, 1, p. 6, n.° 1 ; J. UNTERMANN, "Sprachrdume", n.° 1, Elementos, mapa A.
(6) A. TOVAR, "Las invasiones", Zephyrus, VIII, 1957, pp. 80 ss.; Lingüística y arqueología
sobre los pueblos primitivos de España, pp. 29 ss.
(7) H. KRAHE, "Idg, und Aeur.", Die Urheimat, pp. 426-454.
U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", p. 72.
A. TOVAR, "Topónimos con -nt-", Actas V CICO, II pp. 95-116; "Las invasiones". Zephyrus,
VIII, 1957, pp. 78 ss.
J. HOZ, "Hidronimia", Emerita, XXXI, 1963, pp. 227-242.
Y mi tesis doctoral, "O Hisp.", pp. 291 ss.
(8) U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", p. 93.
A. TOVAR, "El Cabego", p. 252; "Lenguas prerromanas indoeuropeas", ELH, I, p. 121: y "O.
Hisp.", pp. 21 ss., y 175 ss.
(9) A. TOVAR, "Peremusta", pp. 161 ss.; "Das Keltiberische", Kratylos, III, 1958, p. 13.
J. POKORNY, "IEW", p. 811.
U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", pp. 44 ss.
Y "O. Hisp.", pp. 176 ss. y 295; "NAH", Emerita, XXXIII, 1965, pp. 137 ss.
(10) J. POKORNY, "IEW", pp. 67, 301, 822.
U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", pp. 93 ss.
A. TOVAR, "Das Keltiberische", p. 4.
M. PALOMAR LAPESA, "O Lus", p. 144, n .o 41.
Y mi, trabajo, "O Hisp.", pp. 35, 115, 189 y 304, n.° 40.

118
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

(11) J. POKORNY, "IEW", p. 1.084.


U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", pp. 88 ss.
A. TOVAR, "Lenguas prerromanas indoeuropeas". ELH, 1, p. 120.
M. PALOMAR, "O Lus", pp. 105 ss. y 137, núms. 14 ss.
Y "O. Hisp.", pp. 223 ss. y 299, núms. 14. 15, 16.
(12) Vid. el libro de A. SCHERER, "Die Urheimat der Indogermanen". Darmstadt 1968, espe-
cialmente el artículo de M. GIMBUTAS, "Die Indoeuropáer: Archdologische Probleme" (1963),
pp. 538-571. en el que se identifica a los antecesores de los indoeuropeos históricos con los pue-
blos de la cultura "kurgan", que procedentes de las estepas situadas entre el Mar Caspio y el Aral,
pasaron a las riberas septentrionales del Mar Negro y de allí a Europa Central.
Vid. también L. PERICOT, J. MALUQUER, "La Humanidad prehistórica", pp. 152155. y cap. VII.
(13) M. Gimbutas, art, cit., capítulos III y IV, y conclusiones. "Die Urheimat". pp. 548 ss.
E. WAHLE, Die Indogermanisierung Mitteleuropas (1954), ibid., pp. 346-374.
J. POKORNY, Die Indogermanische Spracheinheit (1954), ibid., pp. 375-384.
Id. "Die Trüger de Kultur der Jungsteinzeit und die Indogermanenfrage" (1949), ibid., pp.
305-311.
W. SCHMIDT, "Die Herkunft der Indogermanenn und ihr erstes Auftreten in Europa" (1949),
ibid., pp. 312-323.
(14) Algunos de estos pueblos tienen en común el nombre del bronce. p. ej. gót. aiz, lat. aes,
lo que hace pensar que en ese período tuvieron contacto, mientras se diversifican en la Edad del
Hierro: en cambio. celtas y germanos tienen en común el nombre del hierro, aaa. isarn, galo
isarno-, frente al grupo itálico, cf. lat. ferrum. J. POKORNY, "IEW", pp. 15 y 300.
Vid. también L. PERICOT, J. MALUQUER, "La Humanidad prehistórica", pp. 157159 (capítulo
VII, núms. 1 y 2).
(15) Cf. entre los hidrónimos y topónimos hispánicos. documentados o reconstruibles. Alba
(Alava, Plinio, NH, III, 22); Alma (Albacete); Ara (Huesca); Arga (Navarra); Salia (hoy Sella, en
Asturias): Sara (Barcelona): "Salmantia (cf. Salmantica, Salmantón): *Avantia (hoy La Vansa,
Lérida)- Avantes, Abona y Avendaño en Alava: *Arantia (hoy Aransa. Lérida: Aranda. Arandilla,
Aranzuelo. Burgos; "Argantia (hoy Arganza, Asturias): *Almantia (hoy Almanza, León): "Arman-
tia (hoy Armanza), y Armentia (Alava. Burgos y Vizcaya), etc., muchos de ellos repetidos en otras
provincias españolas y en otras regiones de Europa. Vid. Abajo el estudio de los hidrónimos y
topónimos.
(16) H. KRAHE, "Aeur, und. Idg.". Die Urheimat, p. 433, sobre todo pp. 438 ss.
Cf. también del mismo autor, "Die Struktur der alteuropáischen Hydronimie" Wiesbaden
1962: "Sprache und Vorzeit". Heildelberg 1954; "Sprachverwandtschaft in alte Europa". Heidelberg
1951: y en BzN, tomos I-VIII. Alteuropdische Flussnamen.
Además, "Indogermanische Sprachwissenschaft", 1. pp. 42-46.
(17) R. MENENDEZ PIDAL, "Ligures o ambroilirios en Portugal" (1943), en Topo
nimia, pp. 159-178; "Sustrato mediterráneo occidental". ibid., pp. 79-104.
U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.". tercera parte. "Herkunft und Schicksale des hispanischen Indoger-
manisch", pp. 105-124. y mapa.
Id., "Il ligure, lingua mediterranea o dialetto indoeuropeo", pp. 132-138.
A. TOVAR, "El Cabeço", Études Celtiques, XI, p. 265; "Las invasiones", Zephyrus, VIII,
1957, p. 81: "Lenguas prerromanas indoeuropeas", ELH, I, pp. 118 ss., especialmente 125 ss.
Y mi trabajo, "O. Hisp.", p. 289, y mapa sobre el sufijo -nc-.

II. ALAVA A LA LLEGADA DE LOS ROMANOS

Después de todo lo dicho, ha llegado el momento de tratar de la provincia de Ala-


va, que es el objeto de nuestro estudio.
Geográficamente, Alava es, ante todo, la Llanada, esa llanura que se

119
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

extiende entre las sierras del reborde septentrional -Gorbea, etc.- y los montes de Vitoria,
al S. de la ciudad. Entre éstos y las sierras de Toloño y Cantabria, se encuentra el Conda-
do de Treviño, que administrativamente pertenece a Burgos, pero que forma unidad na-
tural con Alava. Más al sur, la llamada Rioja Alavesa, ribereña del Ebro, que se une sin
solución de continuidad, con la Rioja Castellana.
¿Qué pueblos habitaban Alava en época prehistórica? Es difícil saberlo. E. J. Va-
llespí, en una conferencia pronunciada en la Casa del Cordón, de la ciudad de Vitoria, el
10 de mayo de 1968 (1), basándose en datos arqueológicos, suministrados principalmente
por las excavaciones realizadas en el Montico de Charratu, en Albaina, donde los estra-
tos nos llevan desde la Edad de Piedra hasta la época visigoda (2), señala un triple origen
para la población prerromana de Alava: a) un poblamiento epipaleolítico, demográfica-
mente débil, que perdura cultural y tal vez étnicamente aislado de otros grupos hasta la
época romana; b) un poblamiento masivo, de filiación mediterránea, que aparece en la
Edad del Bronce, pero que culturalmente es aún neolítico; parece que este poblamiento
masivo del Eneolítico ha de relacionarse con los abundantes dólmenes que se encuentran
en la región alavesa (3); c) estos grupos ya enumerados, a fines de la Edad del Bronce,
ven cómo en las tierras alavesas empiezan a aparecer y a asentarse gentes venidas de Cen-
troeuropa, en un estadio socio-económico más avanzado que ellos, y con un conocimiento
profundo de los instrumentos de bronce: son los primeros indoeuropeos, que penetran en
la Península por los pasos occidentales del Pirineo, principalmente por Roncesvalles.
Unos y otros pobladores dejarán sus huellas arqueológicas hasta la romanización, pero,
como luego veremos, sólo estos últimos dejarán unas huellas lingüísticas documental-
mente apreciables (4).
De los rastros arqueológicos que estos inmigrantes centroeuropeos han dejado
en Alava y en la Baja Navarra (dos regiones que no se pueden separar ni arqueológica ni
lingüísticamente), además del yacimiento de Cortes de Navarra, bien estudiado por Ma-
luquer, podemos citar en la región alavesa no menos de treinta yacimientos entre pobla-
dos, cuevas de habitación, necrópolis, etc., como los de Carasta, Henayo, Portilla, Astú-
lez, Medropio, La Hoya, Oro, Iruña, cueva de los Husos, Solacueva, etc., unos ya exca-
vados, otros solamente reconocidos (5). Los estratos más profundos de estos yacimientos
dan testimonio de un primer asentamiento de tipo precéltico, de finales del Bronce, con
nuevas inmigraciones durante toda la Edad del Hierro. Mientras en Henayo se ha en-
contrado cerámica excisa, en el castro de las Peñas de Oro, uno de los mejor estudiados
(6), parece que el estrato más antiguo hay que ponerlo en relación con la cultura de los
Campos de Urnas del Bronce final, posiblemente hacia el siglo IX a. C. En los estratos

120
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

superiores y en algunos yacimientos de las regiones meridional y central de la provincia


(La Hoya, Portilla, Iruña, etc.), hay también restos de tipo celtibérico (7). Sobre todo es-
to se asientan los romanos. Según los testimonios de los antiguos escritores griegos y
latinos, como Estrabón, Tolomeo, Polibio, Plinio el Viejo, Pomponio Mela, etc., nuestra
región estaba habitada por cuatro tribus: los Várdulos, los Caristios, los Autrigones y los
Berones (8).
Los Várdulos (Varduli, Vardulli, ǺĮȡòȠȪȜȠȚ) o Barduetes (ǺĮȡòȣȒIJİȢ) nombre
el primero con un sufijo análogo al de los Túrdulos o Turdetanos, Bástulos o Baste-
tanos (9), ocupaban poco más o menos la actual provincia de Guipúzcoa, con unas
penetraciones meridionales en Alava. Lindaban al E. con los Vascones (barscunes,
según las leyendas monetales) (10), cuya extensión era, según los testimonios, algo
mayor que la de la actual Navarra, sobre todo en la región pirenaica hacia el E. y cu-
ya lengua tenía un estrecho parentesco con el aquitano transpirenaico, como se ve por
la inscripción de Lerga, hallada en 1960, y algunos otros testimonios (11).
Es difícil opinar sobre la etnia y la lengua de los Várdulos. Su territorio quedó prác-
ticamente sin romanizar, aunque haya algún resto aislado, y no parece que llegaran a cono-
cer la escritura ibérica. Por todo ello carecemos de testimonios lingüísticos que nos per-
mitan dar una opinión fundada. Podemos constatar, sin embargo, que si bien el nombre
de Várdulos no es vasco, es en la actualidad la región que más conserva el habla vasca,
por lo que se puede suponer que ya en tiempos remotos se hablaban allí lenguas del tipo
eúscaro, más bien que pensar en un corrimiento de la población vascona hacia el Occi-
dente, como se ha dicho, sin que tampoco pueda rechazarse en absoluto esa idea (12).
Los historiadores antiguos señalan como ciudades várdulas, en la costa guipuzcoana, Me-
nosca y Tritium Tuboricum (Motrico o Deva), y en el interior, en la zona alavesa, Tullo-
nium, Gebala, Gabalaeca y Alba, así como Segontia Paramica, de más difícil localiza-
ción ésta última.
Con los Várdulos limitaban al O. los Caristios (Caristi, ȀĮȡȓıIJȠȚ) o Carietes.
Como hoy el Deva -río de nombre céltico- divide el dialecto guipuzcoano del vizcaí-
no, separaba entonces a los Várdulos de los Caristios. El problema de estos pueblos
es análogo al de los Várdulos. Su nombre no es vasco, sus hidrónimos célticos -el
Deva y el Nervión-, sus ciudades en la zona alavesa se llaman Tullica, Suessatium o
Suestatium, Veleia, etc., y en la costa, Portus Amannum y Flauiobriga, si es que no
son dos nombres de una misma ciudad, como parece indicar Plinio. Pero los habitan-
tes de la zona vizcaína, y aun del N. de Alava, hablan todavía hoy una lengua eús-
cara (13).
La parte occidental de Alava y de Vizcaya estaba ocupada, según los mismos testi-
monios antiguos, por los Autrigones. Parece, según todos los in-

121
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

dicios, que eran un pueblo mixto, étnica y lingüísticamente, y tal vez, aunque en menor
grado, les ocurriera algo semejante a los Várdulos y Caristios. Se extienden desde el Ne-
rua, hoy Nervión -nombre que recuerda el étnico belga Nerui, citado por César (BG, II, 4)-,
hasta Laredo, y por el sur hasta Pancorbo (14). En Alava, sus ciudades son Vxama Barca
y Deobriga, y en la provincia de Burgos, Vindeleia, Virouesca, Tritium, Segisamonculum,
Salionca. Los Autrigones lindaban al O. y NO. con los Cántabros, al S. con los Turmo-
gos, al SE. con los Berones, que es el cuarto pueblo que ocupaba territorio alavés. De ellos
dice Estrabón que eran celtas (15) y ocupaban la parte meridional de nuestra provincia,
es decir, la Rioja Alavesa, así como la Rioja Castellana.
Cuando los romanos organizaron administrativamente Hispania, Alava quedó ads-
crita al Conuentus Cluniensis, dentro de la provincia Tarraconense. Plinio nos dice que a
Clunia acudían «los Carietes y los Vennenses con cinco pueblos, entre los cuales están
los Velienses» (Veleia), así como los Várdulos acuden con 14 pueblos, entre los cuales
nombra a los Alabanenses (Alba), y los Autrigones tenía asimismo diez grupos, que son
designados con el nombre de ciuitates (Plin. NH, III). Juntamente con los testimonios de
estos escritores, conocemos los topónimos de la antigua Alava por las fuentes que dan a
conocer los caminos del Imperio Romano (16).
También los alaveses se alistaban en el ejército romano, y las inscripciones nos ha-
blan de una Cohors Carietum et Veniaesum (los Caristios y Venienses), y de una Cohors
I fida Vardullorum ciuium Romanorum equitata milliaria, y de una Cohors II Neruio-
rum et Callaecorum, donde los Nerui mencionados, no son los belgas, sino los ribereños
del Nervión, a juicio de A. García y Bellido (17).
Alava debió romanízarse profundamente. Una vía importante, la Burdigala-Asturica,
con varias derivaciones, la cruzaba de E. a O., por el mismo lugar por donde la mayoría
de las invasiones centroeuropeas habían penetrado camino de la Meseta. La moderna
toponimia de Alava y los testimonios arqueológicos abundantísimos nos confirman su
intensa romanización. Fue Baráibar, con su gran honradez científica, uno de los que más
acertadamente la señaló en el conocido discurso sobre Iruña, pronunciado en el Ateneo
de Vitoria en octubre de 1882 (18). Esa misma población de Iruña, que tantos restos
guarda, tanto de la época prerromana como de la romana, es uno de los más brillantes
documentos de la romanización de Alava. Entre esos restos que dejaron los romanos, se
encuentran, además de las piedras miliarias y otros restos sin interés lingüístico,
numerosos epígrafes funerarios y votivos, y los nombres que allí se encierran, junto con
los datos procedentes de la toponimia e hidronimia de la región, van a ser la fuente para
el estudio que a continuación iniciamos.

122
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

NOTAS AL CAPITULO II

(1) E. J. VALLESPI, "Sobre los orígenes del poblamiento humano del territorio provincial ala-
vés", Bol. S. Exc. Manuel Iradier, 1968, n., 102, pp. 13-20.
(2) J. M. DE BARANDIARAN, "Excavaciones delante de unas grutas artificiales en "El Montico"
de Charratu y en Sarracho (Izkiz, Alava)", Bol. Sancho el Sabio, X. 1966, pp. 181 ss.; "Excavacio-
nes en "El Montico" de Charratu (Albaina)", Est. Arq. Alavesa, I, 1966, pp. 41-59; "Excavaciones
en "El Montico" de Charratu y en Sarracho", ibid., II, 1967, pp. 7-20.
(3) J. MALUQUER, "Las comunidades prehistóricas alavesas y sus problemas", Bol. Sancho
el Sabio, I, 1957, pp. 51-54.
(4) A. MARCOS POLIS, "Esquema sobre la relación cultural entre vascos, indoeuropeos y
romanos en la región navarra", Symposium, pp. 169-172.
También, para Alava, me indica Michelena en una carta, que la población no indoeuropea
debía encontrarse en inferioridad de condiciones de asentamiento y cultura, y quizá debido a esto
no ha dejado huellas escritas de su lengua.
Cf., además, también de L. MICHELENA, "Los nombres indígenas de la inscripción hispano-
rromana de Lerga (Navarra)", Príncipe de Viana, XXII. 1961. pp. 67 ss.: y MALUQUER, "Pueblos
Celtas", HEMP, I, 3, pp. 29 ss.
(5) A. TOVAR, "Lingüística y arqueología sobre los pueblos primitivos de España", p. 39. So-
bre el poblado de Cortes de Navarra, vid. J. Maluquer, en el índice bibliográfico. Para Alava, vid.
A. LLANOS, "Hierro", pp. 256-263; G. NIETO, "El oppidum de Iruña", p. 225.
(6) J. M. UGARTECHEA, A. LLANOS, J. FARIÑA, J. A. AGORRETA, "El Castro de las Peñas de
Oro", Bol. Sancho el Sabio, IX, 1965, pp. 150 ss.
(7) A. LLANOS, "Hierro", pp. 262; E. J. VALLESPI, "Sobre los orígenes", páginas 20 ss.
(8) J. CARO BAROJA, "Los pueblos del Norte de la Península Ibérica", pp. 35 ss., mapa n.o I, y
pp. 77 ss.; “Materiales", mapas VII y VIII.
J. M.a BLAZQUEZ, "Los vascos y sus vecinos en las fuentes literarias griegas y romanas de la
antigüedad", Symposium, pp. 177-205; id. "La Cordillera Cántabra, Vasconia y los Pirineos du-
rante el Bajo Imperio". Actas III CEEC, II, pp. 137-142.
G. DE PAMPLONA, "Los límites de la Vasconia hispano-romana y sus variaciones en la época
imperial", Symposium, pp. 207-222.
(9) M. FAUST., "Die antiken Einwohnernamen und Vólkernamen auf -itani, -etani": Para los
Várdulos, pp. 35 ss.: para los Caristios, pp. 128 ss.: y mapas núms. II y III.
(10) E. HÜBNER, "Monumenta Linguae Ibericae", 54. Ceca de Pamplona (?).
A. TOVAR, "Léxico de las inscripciones ibéricas". Estudios dedicados a Menéndez Pidal, II,
p. 296.
Id., Estudios, pp. 82 ss.
M. LEJEUNE, "Celtibérica", p. 90.
U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", p. 42.
L. MICHELENA, "Los nombres indígenas de la inscripción de Lerga", pp. 67 ss.
(11) L. MICHELENA, "Los nombres de la inscripción de Lerga", Príncipe de Viana, XXII, 1961,
pp. 65-74, especialmente pp. 67 ss.
Id., "La actividad lingüística en el campo vasco", I Congreso Internacional de Dialectología.
Lovaina 1960, pp. 224-232, mapa.
J. CARO BAROJA, "Los Vascos", cap. II y mapas; id., Materiales, mapas VII y VIII.
J. M.a LACARRA, "La lengua vasca en la Edad Media", pp. 34 ss.
Y mi trabajo, "NAH", Emerita, XXXII, pp. 211 ss., s. u. Abisunhari, dat.
(12) J. CARO BAROJA, "Los pueblos del Norte", pp. 77 ss.
L. MICHELENA, "La lengua vasca y la prehistoria", Symposium, pp. 279 ss. Y el artículo sobre
la estela de Lerga, ya citado.
A. TOVAR, "Los Pirineos y las lenguas prelatinas de la Península", pp. 5 ss.
(13) M. GOMEZ MORENO. "De epigrafía vizcaína", BRAH, CXXVIII, 1951, pp. 197 ss.
J. M. UGARTECHEA, "Notas sobre estelas, lápidas e inscripciones funerarias vizcaínas".
(14) A. TOVAR, "Sobre los problemas del vasco y del ibérico", pp. 16 ss. Id., "Cantabria
prerromana", pp. 10-12.
J. GONZALEZ ECHEGARAY, "Los Cántabros", pp. 132-141 y 209.
J. MALUQUER DE MOTES, "Pueblos Celtas", HEMP, I, 3, pp. II ss.

123
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

(15) J. CARO BAROJA, "Los pueblos del Norte", pp. 211 ss.
J. GONZALEZ ECHEGARAY, "Los Cántabros", p. 28. Ambos recogen el texto de Estrabón,
Geog., III.
Cf. también, A. GARCIA Y BELLIDO, "España y los españoles hace das mil años, según la Geo-
grafía de Strabón". Madrid 1945; y "La España del siglo 1 de nuestra Era, según P. Mela y C.
Plinio". Madrid 1947.
(16) "Itinerario de Antonino Augusto Caracalla", e "Itinerario de los Vasos Apolinares" (parte
española de ambos), un índice de mansiones de los itinerarios con sus posibles correspondencias
actuales y un mapa, se dan como complemento del Discurso de Ingreso en la Real Academia de la
Historia, de D. Eduardo Saavedra (vid. índice bibliográfico). También la "Notitia Dignitatum", la
"Cosmografía del Anónimo de Ravena", etc.
Cf. también A. FERNANDEZ GUERRA, "Geografía Romana de la Provincia de Alava", BRAH,
III. 1883, pp. 22 ss. en que se hace relación al discurso de ingreso en la R. Academia de la Histo-
ria, del Sr. Coello y Quesada en 1874: "Noticia sobre las vías, poblaciones y ruinas antiguas, es-
pecialmente de la época romana, en la provincia de Alava.
(17) A. GARCIA Y BELLIDO, "Los vascos en el ejército romano", Fontes Linguae Vasconum, I,
I, 1969, pp. 97 ss.
(18) F. BARAIBAR, "Discurso sobre Iruña", El Ateneo, 1883.
G. NIETO, "El oppidum de Iruña".
J. C. ELORZA, "EA", inscripciones núms. 43-75, fotografías 17-24.

III. ESTUDIO LINGÜISTICO

A) ANTROPONIMIA

Introducción

Los nombres prerromanos que vamos a estudiar aparecen en inscripciones roma-


nas, algunas ya de época tardía, próxima a la caída del Imperio. Sin embargo se trata de
nombres típicamente hispanos, casi todos atestiguados en otras regiones de la Península,
sobre todo en la Baja Navarra, que como ya indicamos forma unidad con Alava, en
Burgos y en la región cántabra, sin que falten nombres emparentados con los de otras
regiones españolas o transpirenaicas (1). Su persistencia a través de casi toda la época
imperial nos indica que a pesar de la intensa romanización que se

(1) La fuente principal para este estudio lingüístico serán las inscripciones alavesas y na-
varras. Para las primeras utilizaremos como fuente el trabajo de J. C. ELORZA, "Ensayo Topográ-
fico de Epigrafía Romana Alavesa", Vitoria 1967, que citaremos EA, con el número correspondien-
te de la inscripción. Para las navarras, "Epigrafía Romana de Navarra", de B. TARACENA y J.
VAZQUEZ DE PARGA, publicadas en el capítulo V de "Excavaciones en Navarra", Príncipe de Via-
na, VII, 1946, pp. 440 ss. Las citaremos EN con su número.
Sin necesidad de otras referencias utilizaremos también con frecuencia para el estudio ono-
mástico general, la obra de M. PALOMAR LAPESA, "La onomástica personal prelatina de la antigua
Lusitana", Salamanca 1957, que se citará simplemente O. Lus., p... ; mi tesis doctoral, continuación
de la de PALOMAR, "La Onomástica personal primitiva de Hispania, Tarraconense y Bética", Sala-
manca 1966, que se citará solamente O. Hisp., p... ; y el suplemento de ésta "Nuevos Antropónimos
Hispánicos", publicados en los tomos XXXII y XXXIII, 1964 y 1965, de la revista Emerita, y que
se citará NAH, y el número de la revista.
Para otras obras, vid. índice bibliográfico de este mismo artículo, o el índice bibliográfico y
lista de abreviaturas de O. Hisp., p. XV ss.

124
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

manifiesta en la provincia, el sistema onomástico latino no llegó a desbancar al indígena,


tal vez por lo arraigado de las costumbres prerromanas, tal vez porque el bilingüismo
permaneció de algún modo en la antroponimia -que suele ser siempre conservadora-,
aunque todas las inscripciones halladas en Alava están redactadas en latín. Como ya an-
tes hemos indicado, cerca de un milenio de indoeuropeización en Alava hace que la casi
totalidad de los testimonios onomásticos no latinos hayan de considerarse de estirpe in-
doeuropea.
El estudio de la antroponimia en su primera parte es alfabético; lo mismo haremos
luego con los nombres de los dioses, los hidrónimos y los topónimos. También estudia-
remos el grado de romanización que dejan entrever las inscripciones, los topónimos y las
divinidades, datos que habrán de conjugarse con los testimonios arqueológicos entre los
que sobresalen la calzada romana Burdigala-Asturica, y la ciudad de Iruña.
Como colofón de este estudio lingüístico haremos unas observaciones de tipo foné-
tico y morfológico sobre el material estudiado.

1. Antroponimia no romana

La mayoría de los nombres prerromanos, como podrá verse en los mapas que acom-
pañan a este trabajo, proceden de la zona oriental de la provincia, limítrofe con Navarra:
Angostina (inseparable de Marañón, ya en Navarra); Contrasta (con Gastiain), Ibarguren,
Ilarduya, Urabain, Ocariz, San Rornán de San Millán, Eguílaz, Salvatierra, etc., acusán-
dose otro centro de cierta densidad en las proximidades de Iruña y hacia la zona limítrofe
con Burgos. En otras regiones los hallazgos son -hoy por hoy, salvo nuevos hallazgos
que varíen la situación-, más aislados y su valor documental por lo tanto menor.
ABLONIVS, EA 40, Ilarduya.
Se trata de un nombre que representa en el NE de la Península el ide. *apelo- «fuer-
za, poder» (Pokorny, IEW, p. 52), que está en la base de numerosos antropónimos y genti-
licios, atestiguados sobre todo entre Cántabros, Astures y Vettones bajo diversas formas,
tales como: Abilus, Apilus, Apilicus; Ableca, Ablecanca, Ablecaenus: Apuloni (dat.),
Apolta, etc.; gentilicios; Abilicorum, A.bu.l.o.cu.m, A.bi.l.i.co.m (2), Ablicum, Abliq(um),
Ablaidacorum, etc.
Ablonius es la forma sonorizada correspondiente a Aplani, gen. de Lara (Burgos), y
gentilicio Aploniocum de Garrovillas (Cáceres), estando todos ellos en relación con Ha-
blonnus, un Cántabro Vadiniense de las montañas de

(2) Para citar nombres en escritura ibérica, generalmente utilizaremos el procedimiento de


transcripción de A. TOVAR, que separa con un punto sílabas o letras, según que haya signos silábi-
cos o alfabéticos en el texto original: L.e.da.i.s.a.m.a, L.e.to.n.du.n.o.s, etc.

125
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

León, y Aplondus, nombre varias veces documentado en regiones centrales de la Penín-


sula.
Estos nombres tienen sus principales correspondencias transpirenaicas en la ono-
mástica iliria, donde se halla atestiguado el radical en la forma sincopada Apl-; Aplo,
Aplus, Magaplinus, etc. Cf. sobre los problemas de esta correspondencia hispano-ilírica U.
Schmoll, Hisp. Idg., p. 114; además para los hallazgos hispánicos O. Hisp., pp. 3 ss., 28
ss.; O. Lus., pp. 22 y 37; NAH, Emerita, XXXII, pp. 213 y 222; y para los testimonios
ilíricos, H. Krahe, Lex. PN., pp. 7 y 57; Der Sprache der Illyrier, I, pp. 51 ss.
Si se tiene en cuenta el carácter aristocrático de la estructura social de los primeros
invasores indoeuropeos, se comprenderá bien la importancia que tienen no sólo los nom-
bres relacionados con la realeza y el estado, cf. los antropónimos galos en -rix, Dumno-
rix, Orgetorix, Vercingetorix, etc., que menciona César, nombres que no faltan en His-
pania (De.i.u.o.r.e.i.gi.s = Deivorix de Luzaga, y los acabados en -rigus, -rigus que su-
ponen una base -rix), o los basados en tetita «pueblo», arriba citados, sino todos aquellos
que hacen relación a la fuerza y al poder como los formados sobre *turos «fuerte», *segh-
«triunfar», *seghos «triunfo», *bhoudhi- «victoria», -genos «hijo» (valoración de la estir-
pe), -maros «grande» *wesos «bueno», *klutos «famoso», *katu- «lucha», *koro-, *korjo-
«ejército», *kados «honra», etc., etc. Vid. sobre todo esto, O. Hisp., Estudio morfológico,
pp. 280 ss. y mapas núms. 1, 3, 6, 7, 9, y en J. Untermann, Elementos, mapas núms. 1, 18,
33, 36, 67, 78, 87.
AMBATUS, EA 4, Angostina; id. 28, Contrasta; id. 34; Eguílaz; id. 55, Iruña; id. 115,
Urabain.
AMBATA, EA 22, Contrasta; EN 22, Gastiain, id. 24, ibid.; id. 27, ibid.
AMBAIVS, EA 24, Contrasta; id. 106, San Román de San Millán.
AMBAICVS, EA 45, Iruña; id. 106, San Román de San Millán (reconstrucción).
Estos nombres se cuentan entre los más típicamente hispánicos y más abundante-
mente atestiguados. La forma más frecuente del nombre es Ambatus, Ambata, y la mayor
concentración de hallazgos se encuentra precisamente en las regiones alavesa y navarra,
así como en la zona cluniense, entre los Cántabros Vadinienses y entre los Vettones, de
las provincias de Salamanca y Cáceres (Vid. O. Hisp., s. u., pp. 20 ss., NAH, Emerita,
XXXII, pp. 218 ss.; O. Lus., pp. 31 ss.; además de los mapas publicados por J. Unter-
mann, Sprachraume, n.° 14, y Elementos, n.° 6; así como J. Rubio Alija, Españoles, n.° 1,
haciendo notar que estos mapas no recogen la totalidad de los hallazgos conocidos hasta
el momento presente.
En cuanto a la etimología, estos nombres se han relacionado tradicionalmente con el
galo ambactos «servidor», de *ambhi- «alrededor» y actos, parti-

126
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

cipio de *ag- «llevar, empujar» (Pokorny, IEW, pp. 24 y 32; pero la carencia absoluta de
testimonios hispánicos con el grupo -ct- aunque la reducción -ct- > -t- sea normal y fre-
cuente en los restos lingüísticos hispánicos por un lado, y por otro el hecho de que se en-
cuentren formas como las alavesas Ambaius, Ambaicus; Ambasia de Campo Lugar (Cá-
ceres); Ambatio de Astorga, Ambona (ac.) nombre de un arevaco citado por Apiano;
Ambinus de Salamanca, nos ha llevado a pensar que se trata de unos nombres basados en
la forma adverbial *amhhi «alrededor» de donde Amb-, a la cual se han unido diversos
sufijos, todos ellos conocidos en la onomástica hispana: -atos/-ata; -aius (o -aus); -aicus;
-asía; -atio(n); -o(n); -inus, etc., lo que hace descartar por completo la sugerencia de Po-
korny de que Ambatos pudiera estar formado sobre *ambi-batos (cf. U. Schmoll, Hisp.
Idg. p. 96 y mi artículo Algunas consideraciones lingüístico-geográficas en torno a la
España Prerromana, Zephyrus, XII, 1961, p. 227, nota 3). La misma base lingüística
encontramos en el gentilicio cántabro Ambatiq(um), de Luriezo, Liébana (Los Cántabros
n.° 62), y además el citado adverbio entra en otros nombres personales, gentilicios y teó-
nimos tales como: Amparamus, nombre de dos cántabros de Armada (León) y Herrera de
Písuerga (Palencia); A(m)paramaecus, divinidad en Lugo; Ambimogidus y Ambirodacus,
gentilicios de Braga y Tarragona, etc.
[A]NDIONI, dat., EA 4, Angostina; [ANDIO]NIS, gen., id. 7, ibid.
Se trata de nombres que perviven aún en el topónimo navarro Andión. En la ono-
mástica hispana hay varios antropónimos cuya base es And-, tales como Andilia de Méri-
da, Andaitius, también de Lusitania, Andamus y Andamionius, lucenses, padre e hijo, otro
Andamus y Anderenus, en tierras de Vettones; Andotus, nombre de dos Cántabros Vadi-
nienses (Los Cántabros, núms. 24 y 47 ), Anderca y Andergus, galaicos, etc., así como
los ibéricos ȁȞįȠ ǺȐȜȘȢ (o Indibilis) ilergete, A.n.da.l.s.co, etc., aunque la base And- no
tenga el mismo origen para todos estos nombres. En la región navarra había también un
topónimo Andelo(n) y el nombre siguiente. (Vid. O. Hisp., pp. 24 ss. y 124 ss.; O. Lus.,
pp. 34 ss.).
ANDVM... Ms. Baráibar 2, Marañón, inédita.
Nombre incompleto, con una base radical idéntica a la del nombre anterior y posi-
blemente en relación con Andumobios, nombre de Peñalba de Villastar, que puede ser un
nombre compuesto (Vid. O. Hisp. s. u. Dunobios, y NAH, Emerita, XXXII, p. 220), o ver
sencillamente en él un sufijo -ouios, -obios, como en Canouius, Vacouia, vacceos; Pinto-
uius, Maturouius, lusitanos; Pentouius, Nantouius, cántabros, etc., y tal vez en Vdiobios,
igualmente de Peñalba de Villastar (Vid. NAH Emerita, XXXIII, pp. 132 ss., y además
O. Hisp. y O. Lus. s. u.).
ANNICIVS, EA 21, Contrasta; id. 38, Ibarguren.
ANICA, EA 21, Contrasta, foto n.° 8.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Respecto al masculino debemos observar que la lectura es reconstrucción en am-


bos casos, ya que las dos inscripciones están rotas por las primeras letras de la palabra
inicial. La lectura de la de Ibarguren se puede considerar segura; en la de Contrasta cabría
leer también Minicius. La lectura del femenino Anica es clara y hay que notar que fue dada
erróneamente por Hübner y Gómez Moreno, pero fue correctamente vista por Baráibar.
En la línea anterior a la palabra Anica se encuentran las letras M. D. (Manibus Dis) co-
rrespondientes al nombre de Annicius Florus, pero fueron interpretadas como parte del
nombre de la sierva y leyeron M[e]danica, M[a]danica. Al final del epígrafe referido a
la esclava, se repite la fórmula M. D., lo que garantiza la exactitud de la lectura de
Baráibar. Yo misma acepté en mi tesis estas lecturas erróneas en lugar de Anica que es
la correcta (Vid. O. Hisp., pp. 141 ss.).
Annicius, Anica pueden ser nombres indígenas o latinos. Hay testimonios de los
mismos nombres en la región bracarense (Vid. O. Hisp., p. 27; NAH, Emerita, XXXII,
p. 220). En cuanto a su base etimológica se deben relacionar con Anna, palabra del bal-
buceo infantil que suele designar a los abuelos (Pokorny, IEW, p. 36). Bajo diferentes for-
mas Anna y sus derivados y variantes son frecuentísímos en la Península. Vid. O. Hisp.
pp. 25 ss.; O. Lus., pp. 35 ss.; NAH, Emerita, XXXII, pp. 220 ss.
ANVTISEMA, EA 78, La Puebla de Arganzón.
Nombre aislado en el conjunto de la onomástica peninsular. Acaso presente un su-
fijo de superlativo -sema, aunque en los nombres hispánicos la forma corriente es -sama.
Vid., abajo Turaesamus, topónimo Vxama, etc. El vocalismo ema de los superlativos en
lugar de -ama, es considerado ligur. Vid. U. Schrnoll. Hisp. Idg. p. 81; Il ligure, pp. 135 ss.
APPAE, gen. EA 22, Contrasta.
Se trata de una palabra por ahora única en la onomástica hispana, pero atestiguada
fuera de la Península: Appa, Appus, Appo. Puede tratarse de un masculino en -a o de un
femenino normal; la inscripción no permite aclararlo. En cualquier caso es una palabra
del balbuceo infantil basado en appa «padre». Vid. O. Hisp., p. 29. Pokorny, IEW, p. 52.
ARAI, gen., EA 23, Contrasta (Nom. Araius o Araus).
ARA, fem., EA 41, Ilarduya.
ARACA, Zephyrus, V, p. 298, Eslava, Navarra.
ARAICA, EA 23, Contrasta.
Tenemos aquí un grupo de nombres que perviven en topónimos y apellidos actua-
les de la región alavesa, tales como Araca, Araico, Araya. Pero tratándose de antropó-
nimos creemos que debe descartarse la relación con una supuesta base eúscara ara «lla-
nura», por otra parte no muy clara, y que más bien deben relacionarse con nombres si-
milares atestiguados preferentemente

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

en las regiones cántabras y astures, como Araus, Arauus de León, Villalcampo (Zamora),
La Lloraza y Soto de Cangas (Asturias), Monte Cildad (Palencia) y un Zoela; gentilicio
Arauum de Crémenes y Riaño (León); femeninos Arauica de León y Arabica de Astorga,
nombres todos de cántabros y astures. Además Arabus en Valera de Arriba (Cuenca) y
Arauus de Hontoria de la Cantera (Burgos) y Tarragona, etc. En cuanto a los femeninos
Ara, Araca, Araica, son hasta hoy hallazgos únicos en la Península. Araca presenta un
sufijo frecuente en toda la Península y fuera de ella y es igual al teónimo lusitano Ara-
cus; Araica parece ser una formación similar a la que tenemos en Ambaicus, partiendo de
Araius (su padre) como en Ambaicus de Ambaius, o bien el sufijo -alca tan frecuente en
Hispania -forma con infección céltica respecto a. -aca- o variante de Arauica, Arabica
con la frecuente y normal caída de la u/b intervocálica. En cualquier caso su estructura
encaja perfectamente dentro del conjunto de la onomástica hispánica indoeuropea. Vid.
O. Hisp., pp. 29 ss.; NAH, Emerita, XXXII, p. 223. Cf., también los hidrónimos y topóni-
mos de base Ara- muy frecuentes en diversas regiones (J. Hoz, Hidronimia, pp. 232 ss. y
240) y otros antropónimos de la misma base como Aranta, Arantonus, de Lusitania (O.
Lus., p, 38, NAH, Emerita, XXXII, p. 222), nombres ambos con el sufijo -nt- tan frecuente
en la toponimia e hidronimia centroeuropeas e hispánicas (Vid. A. Tovar, Las invasio-
nes, p. 78; Topónimos en -nt- en Hispania, pp. 95 ss.; asimismo J. Caro Baroja. Los Vas-
cos, p. 62, fig. 34).
ATTIA / AITEA, EA 92, Ollabarre.
Nombre que según la transmisión que Prestamero y a su vez Baráibar dan de la ins-
cripción en que aparece, presenta un nexo -it-/-ti- y tal vez una eta II, aunque es raro que
en la misma inscripción se utilicen simultáneamente E y II. Hübner lee Attia, Prestamero
da Atea, prescindiendo del posible nexo, que sería una variante normal de Atia sobre todo
en esta región próxima a Burgos donde están bien atestiguadas formas como Coemea,
Arcea, etc., frente a otras en -ia. Baráibar lee A,itea, que tal vez es lo más probable y su-
giere también la posibilidad de leer Ateia. Personalmente creemos que Aitea es la lectura
más verosímil teniendo en cuenta, como hemos dicho. el dibujo.
Aitea puede ser un nombre en relación con otros de base Ait-, Aet-, como Aetara
masc. de Mallorca; Aeteius, nombre de un Cántabro, Aeturus, Aetura, nombres galaicos
y lusitanos así como en gentilicio Aeticum de Segovia (Vid. O. Hisp., p. 10, O. Lus., p.
25). También es posible que Aitea, si tal es su lectura, lo mismo que la divinidad de
Araya, Aituneo, dat., estén en relación con el vasco aita «padre». De todos modos hay
que tener en cuenta que aita, como el nombre de la madre ama son voces de tipo infantil,
casi iguales en multitud de lenguas, que no sirven para darnos unos argumentos lingüís-
ticos de valor. En la onomástica hispánica encontramos numerosos

129
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

antropónimos basados en atta, acta, amma, atta, appa, anna, tatta, etc., voces todas que
tienen en común un vocalismo fácil y con frecuencia una geminación expresiva de las
consonantes. Sobre el reflejo de todos estos nombres en la antroponímia hispánica, vid.
O. Hisp., pp. 2, 5, 21, 26, 29, 39 ss., etc., y Untermann, Elementos, mapas 2, 7, 13, Spra-
chriiume, mapa n.° 6.
Si la lectura correcta fuera la de Hübner, Attia, tendríamos un nombre basado en
atta que podría ser indígena o latino indistintamente. Vid. O. Hisp. p. 41.
ATILI, gen., EA 52, Iruña.
Atilius es un nombre que tal vez no sea indígena sino latino, pero es bastante fre-
cuente en la Península y su base radical puede ser atta «padre», como en otros muchos
nombres hispánicos: Attarus, Attanius, Attarius, Attianus, Attius, Atto, Attus, etc. De Atilius
hay otras variantes como Attilia, Atilla, etc. Vid. O. Hisp., pp. 39 ss. y NAH, Emerita,
XXXII, p. 226. Todos los nombres basados en atta, presentan variantes sin geminación.
En todo caso es interesante señalar que este nombre fue leído erróneamente Cili por
Hübner (CIL II 2936), y yo lo recogí de este modo en mi estudio de la onomástica hispa-
na. Baráibar, que pudo ver la piedra, señaló el error de tal lectura, y corregido se volvió a
publicar en el suplemento al CIL. II con el n.° 5.815.
AVNIA, EA 41, Ilarduya; id. 69, Iruña; EN 23, Gastiain.
Se trata de un nombre frecuente en la Península y casi exclusivamente femenino, ya
que hasta el momento sólo se conoce un Aunius, Cluniense; fuera de Hispania además
del femenino se conocen las formas Aunius, Aunus, Aunenus, Aunicius, etc.
El radical está sin duda representado también en el gentilicio cántabro Aunigainum,
que parece pervivir en el topónimo actual Ongayo, correspondiente al lugar de hallazgo
de la inscripción (Cf. Los Cántabros, n.° 103; A. Tovar, Cantabria Prerromana, p. 38).
En relación con todos estos nombres, vid. O. Hisp. p. 45; O. Lus. p. 47; NAH, Emerita,
XXXII, p. 228, etc.
AVSCVS, EA 98, S. Esteban de Treviño.
Nombre de origen étnico, los Ausci, ȁįıxȚȠȚ, es decir los cúscaros de la región del
Adur -en aquella época Aturius-, es decir, de la zona vasco-francesa de la costa.
Como nombre personal Auscus, Ausca se repite en las provincias galas de Lugdu-
nense y Narbonense, y hasta en la región de los Campos Decumates, Austria actual. En
Hispania hay otro hallazgo en Hontoria de la Cantera, Burgos. Dado que a los vascos me-
ridionales no se les daba este nombre, creemos que se trata de un individuo de origen
transpirenaico, cuyo hijo, M. Porcius Tonius, con praenomen y nomen latinos, y un cog-
nomen que tampoco se conoce en Hispania, está enterrado en Alava. Sobre la relación

130
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

etimológica del nombre Auscus con los términos euskera, eúscaro, etc., vid. O. Hisp. pp.
45 s.
AVSIVOS, EA 56, Iruña.
Nombre único actualmente en la onomástica hispánica. Si se trata de un nombre de
origen indoeuropeo, como parece por su estructura, señalemos en primer lugar el dipton-
go inicial Au-, que como ya hemos indicado en la primera parte de este trabajo, es fre-
cuente en las lenguas más orientales de Europa, como las bálticas. En segundo lugar se-
ñalemos la conservación del nominativo singular en -os, precedido de -u-, como en el latín
arcaico y clásico. El mismo fenómeno vemos en el latino Flauos, bien documentado en
Alava.
Sobre la posible etimología y el testimonio de otros antropónimos de radical Aus-
con los que puede tener parentesco, vid. O. Hisp., p. 46. Cf. también el hidrónimo y to-
pónimo romano Ausaua; L. Weisgerber, RhN., p. 14.
BOVTIA, EA 14, Assa, Laguardia.
Cognomen indígena del latino Aurelia. Se trata de la documentación en esta región
de un nombre sumamente frecuente en toda la Hispania indoeuropeizada, pero sobre to-
do entre los Vettones, en Lusitania. Hav también algunos hallazgos en la región cluniense y
entre los Cántabros. Para su repartición en la Península, vid. los mapas n.° 1, en O. Hisp.; J.
Untermann, Sprachriiume, n.° 11, Elementos, n.° 18.
En cuanto a su posible relación con ide. *bhoudhi- «victoria» y relación completa
de hallazgos, vid. O. Hisp., pp. 60 s. y 302 s.; O. Lus., pp. 50 s. y 142; NAH, Emerita,
XXXII, p. 231; U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 97.
BVRO (? ), EA 12, Arceniega. Vid. lo que se dice sobre el teónimo Sandao.
BVTVRRA„ EN 20, Gastiain.
Hallazgo único en Hispania, pero un nombre de la misma familia, Buturati, dat., se
encuentra en Barcelona. Fuera de la Península los aquitanos Butturrus, Buturo, Butiro;
Buturrus en Britania; Buturus, Butura, Buturicus, Butturicus, etc. ¿Se trata acaso de un
nombre de origen aquitano? Pero el padre de Buturra se llama Viriatus, con un nombre
genuinamente hispánico. Acaso el nombre de Buturra esté en relación con el ide. *gwou-
«vaca, toro» (Pokorny, IEW, pp. 482 ss.) ya que sobre la inscripción está grabada una
figura femenina y debajo del epígrafe un toro.
CAELIVS, padre e hijo. EN 38, Marañón.
El radical Cael- es muy frecuente en la Península: Caelenus, Caeleo, Caelicus, Cae-
lio, Caelionica, gentilicio Caelenicu(m), étnicos Caelii de Celtiberia, Caeilobrigoi de Lu-
sitania, que supone un topónimo en -briga, etc. Para su etimología en relación con ide.
*kailo- «sano», y la voz celtibérica caelia, nombre de la cerveza, vid. O. Hisp., pp. 67 s.;
O. Lus., p. 54;

131
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

NAH, Emerita, XXXII, p. 233; J. Untermann, Elementos, mapa n.° 21; U. Schmoll, Hisp.
Idg., pp. 85 ss.
Dentro de los nombres de radical Cael-, Caelius puede confundirse también con su
homófono latino.
CANTABRI gen., EA 25, Contrasta; id. 26, ibid.; EN 21, Gastiain; CANTABER, EA 48, Iru-
ña (Donela).
Se trata del étnico usado como verdadero antropónimo en los nombres de Contrasta
y Gastiain, y como sobrenombre de un Licinius, en el personaje de Donela. La mayor
parte de los antropónimos que presentan este origen étnico se encuentran fuera de la pro-
pia Cantabria, pero designan personas de posible origen cántabro. Reaparece en regiones
próximas a Alava, como Herramélluri (la antiguo Libia), Logroño y zonas celtibéricas.
También aparece varias veces fuera de España, en uno de los casos los nombres de la
inscripción indican claramente la procedencia hispánica del individuo, aunque por rotura
de la piedra nos falte la palabra clave: Cantaber Viroti f. natione... (Maguncia, CIL XIII,
7033). Recuérdese también que en la región meridional de Alava está la Sierra de
Cantabria, y que acaso tal designación tenga un origen muy remoto. Las concomitancias
lingüísticas entre Alava y la región cántabra son marcadas y sobre ellas hemos de volver
varias veces.
CARI, gen., EA 27, Contrasta; CARICVS, id., id., ibid., Padre e hijo.
Respecto a estos nombres podemos señalar: 1.° Se trata de un radical muy frecuen-
te en antropónimos, gentilicios, topónimos, etc., aunque su origen etimológico no sea igual
para todos. Cf. el étnico alavés Caristi, y los topónimos Caranca, Carasta, etc. 2.° En al-
gunas ocasiones y por lo que hace a Carus, puede tratarse simplemente de un nombre latino
de la misma raíz y significado que el Carus céltico: *karos «querido». 3.° En esta ocasión,
como en otras, -icus tiene un valor patronímico: Caricus, hijo de Carus, como (Ambai)cus
Ambai f, Araica Arai f., etc. en la misma región alavesa. 4.° En cuanto a la difusión del
nombre, cf. entre otros Carus, el héroe de Segeda, en Logroño, y otros nombres de cánta-
bros, astures y de otras regiones; Caricus, un Cluniense de Talavera de la Reina; los cán-
tabros Careca, de Cangas de Onís, y Caraegius, un magistrado Maggaviense (de Mave,
junto a Herrera de Pisuerga, en Palencia); Caraeciq(um), gentilicio en Avila, Caroqum
en Clunia, etc. Vid. O. Hisp., pp. 76 ss.; O. Lus., p. 60; NAH, Emerita, XXXII, p. 237; id.,
XXXIII, pp. 139, s. u. Vaelicus; J. Untermann, Elementos, mapa n.° 31. Un estudio com-
pleto sobre Carus de Evans, GPN, pp. 162 ss.
En una inscripción de Margarita (EA, 86 = CIL II, 2928), se ha leído también Cari-
cus, reconstrucción de Hübner. Pero Prestamero que en el siglo XVIII debió ver la ins-
cripción antes de que la cubriese la hiedra que actualmente imposibilita su comproba-
ción, da Gallicus, y ésta debe

132
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

considerarse como lectura más verosímil. No parece haber, pues, más testimonios de
Caricus en Alava, dentro las inscripciones hasta la fecha conocidas. Vid. más abajo, en
el estudio de los topónimos, Carica, en Lezama.
CELTIVS, EN 38, Marañón.
Nombre de origen étnico muy extendido por toda la Península y atestiguado no
sólo por los étnicos Celtae, Celtici o Celtiberi, sino por los nombres Celtiatus, Celticus,
Celtius, Celtiaticus, Celtienus, gentilicio cántabro Celtigun, etc. Para su difusión y
etimología en relación con ide. *kel- «elevar» con ampliación -t-, atestiguada también
en las lenguas bálticas, vid. O. Hisp., pp. 84 s.; O. Lus., p. 63; NAH, Emerita, XXXII, p.
239; Untermann, Elementos, mapa n.º 34. Vid. además, D. E. Evans, GPN, pp. 332 ss. a
propósito de Celtillus, padre del héroe galo Vercingetorix.
En la región alavesa y la fronteriza de Navarra este Celtius de Marañón es el único
representante de este grupo de nombres. El Celti, gen. que figura en EA 6, de Angos-
tina, según la lectura de Baráibar, es un error recientemente comprobado por Elorza, y
por tanto no debe ser tenido en cuenta.
DOITENA, EN 38, Marañón.
DOITERVS, inscripción descubierta por Baráibar en 1911 pero inédita, ibid.
El nombre se repite dos veces; parecen dos personas diferentes.
Son éstos los representantes al NE. de la Península de uno de los nombres más
típicos, frecuente entre los Cántabros Vadinienses y Orgnomescos de Santander, Asta-
rias y León, así como entre los Vacceos y Vettones de Salamanca, Cáceres y otras re-
giones de la antigua Lusitania. El masculino se presenta bajo las variantes Douiterus
(que parece ser la forma original), Dobiterus, Douiderus, Doiterus, Doiderus (con caída
de -u- y sonorización de -t-) ; el femenino en las formas Douitena (que parece ser la
base), Douiteina, Dobiteina, Douidena, Doitena, Doidena. Vid. O. Hisp., pp. 106 ss. y
mapa n.º 4; O. Lus., p. 69; NAH, Emerita, XXXII, p. 244; Untermann, Sprachräume n.°
12; Elementos n.° 38.
Otros nombres de radical Dou- los tenemos en Douaecia, galaico; Douilo, Douaius,
Doueus lusitanos; Douiliq(um), gentilicio de Toledo, etc. En cuanto a la estructura fo-
nética de Doiterus, Doitena, señalemos que conservan la -t- como las formas lusitanas
Douiterus Douitena, pero han perdido la -u-, como muchos de los hallazgos de la región
cántabra, que presenta a la vez caída de -u- intervocálica y sonorización de la -t-. Vid.
sobre esto O. Hisp., p. 300, núms. 22 y 23; p. 305, n.º 46; U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 90
ss. y 104.
En Vizcaya, cerca de Sestao, hay un topónimo Dovario o Dovalio, que puede tener
la misma base.
ELANVS, EA 55, Iruña.
ELAVI, gen. id. 88, Ocáriz; id. 115, Urabain; (E)LAVOS(?), id. 111, Saraso.
Elanus de Iruña y Elaui de Ocáriz, son lecturas ciertas. (El)aui de

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Urabain es lectura de Baráibar, muy verosímil ya que el hijo se llama Ambatus, también
con nombre indígena. En cuanto a Elauos de Saraso cabría también que fuera (F)lauos,
pues en la inscripción no hay otros nombres indígenas.
Elanus y Elauus son representantes en esta región de otros nombres atestiguados en
otras zonas de Hispania. Elanus y su variante Elanius son bien conocidos entre los
Cántabros de Asturias y León (Los Cántabros, núms. 16, 32, 53, y BIEA, XXI, 1967, p.
3), así como en Valladolid y Cáceres; Elanis, fem. de Astorga; Elanioca en Lara; Elanio-
briga, topónimo galaico (adjetivo Elaneobrigensis); gentilicio Elanicum, de Yecla de
Yeltes, Salamanca, así como los nombres de la región celtibérica Elandus, Elandos, y
gentilicio E.l.a.du.n.a.go = Elandunacom; los compuestos Pictelancus y su hija Picte-
lancea, de Chaves, etc.
En cuanto a Elauus, además de los hallazgos alaveses podemos señalar los de La-
ra, Navalcarnero y Campo-Lugar (Cáceres), donde aparece también el femenino Elavia.
Etimológicamente Elanus se ha interpretado siempre como nombre basado en ide.
*eln-, *elani, «ciervo, cierva», y Elauus podría ser una variante formada sobre la misma
base y distinto sufijo. En el caso de Elauus, en la inscripción de Ocáriz hay una decora-
ción con un ciervo, muy claro, y otro animal más pequeño que parece un cervatillo
(Vid. EA, fotog. 28). Estos nombres, Elanus, Elauus y también Elaesus, nombre prefe-
rentemente atestiguado entre Astures y Vacceos, así como en el epíteto de una deidad
galaica, Nabia Elaesurraeca, están basados en una raíz *el- que con diversas amplia-
ciones forma nombres de animales y árboles, algunos de los cuales luego han pasado a
designar también a personas (Pokorny, IEW, pp. 302 ss.). Sobre la difusión de estos
nombres y los problemas que plantean vid. O. Hisp., pp. 112 ss.; O. Lus., pp. 72 ss.;
NAH, Emerita, XXXII, pp. 246 ss.; U. SCHMOLL, Hisp. Idg., pp. 63, 67, 73, 79 (nota
2), 81, 103, etcétera; .Il ligure, p. 135; J. Untermann, Elementos, mapa 40; y mi artículo
Algunas consideraciones, Zephyrus, XII, p. 228, mapa, p. 223.
Elanus ha dejado también huella en la toponimia alavesa. Vid. más abajo Elano, en
Angostina, etc.
ESTITERI, gen., EA 19, Cabriana.
Si la lectura es correcta, cosa imposible de comprobar porque la inscripción se ha
perdido, tendremos un primer elemento de este nombre similar al de un ibero de Zara-
goza, miembro de la Turma Salluitana, Estopeles, o a Estius, de Hinojosa de Duero
(Salamanca), o al étnico galo Estiones, o tal vez al del príncipe celtíbero Istolatius. El
segundo elemento es comparable al que aparece en el antropónimo de Zamora Elguis-
terus, cuyo primer elemento reaparece en Elguismio o Elguismic(um), antropónimo o
gentilicio correspondiente a un esclavo de origen cántabro. Este sufijo -tero-

134
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

en algunos casos parece tener valor comparativo (Vid. O. Hisp., pp. 114 ss. y 290),
aunque en otros casos como en Douiterus carece de tal sentido. FESETINA, EA 78, La
Puebla de Arganzón.
Es la lectura de Baráibar. Tal vez variante de Festina, Festa, nombres latinos y que
aparecen en muchas regiones, p. ej. en Ujué, Navarra, EN 58 y 59. Los nombres con F-
en cualquier posición, son escasos en la onomástica hispánica de todas las regiones.
HISPANVS, EA 51, Iruña.
Nombre de origen étnico, especialmente frecuente entre soldados españoles que
tenían sus cuarteles lejos del país. Vid, en O. Hísp., p. 121, la referencia de una Hispa-
nilla, hija de un decurión de Arevacos en tierras ilíricas, e Hispanilia, hija de un solda-
do de la Legio VII Gemina.
IAMMARI (o Iammaari), gen. EA 97, Salvatierra.
Baráibar toma de Prestamero la lectura. Hübner, CIL II, 2942 da Tammari, y bajo
esta forma fue estudiada en O. Hisp., p. 219. La antroponimia hispánica recogida hasta
el presente ofrece base para las dos lecturas, Tam- o Iam-. Aunque se trata de un nombre
aislado entre los demás antropónimos alaveses, su estructura es de tipo céltico y
podemos suponer una base Iam (o Tam-) y un segundo elemento -mayos «grande»,
frecuentísimo en la onomástica gálica (vid. D. E. Evans, GPN pp. 223 ss.), aunque poco
representada en Hispania, cf. Enimari, gen. de Trujillo y alguno otro. O bien podemos
suponer una base Iamm- (o Tamm-) con geminación. de la consonante, y un sufijo -arus,
-arius, frecuentísimo en la antoponimia hispánica, a veces con valor agente y que ha
pasado al vasco -ari (aizkolari, chistulari, pelotari): Cf. Braccarus, originalmente el
fabricante de las braccae célticas. Vid. en O. Hisp., O. Lus. y NAH nombres como Aca-
rius, Balarus, Cadarus, Eparus, Mustarus, Palarus, Tatarus, Talabarus, y en abl. Iati-
noari, Aiotemari, etc.
En cuanto a la base del nombre, Iamm- está garantizado por el lusitano Iamius y los
nombres extrapeninsulares que recoge Holder, Iamianus, Iami-lius, Iamma, Iamnia, etc.
Si la lectura correcta fuera Tamm tendríamos apoyo en el nombre cántabro de Monte
Cildá Tamimo (no Tamio como se lee en EE, VIII, p. 161, vid. Los Cántabros n.° 81 y
foto 18); Tamauca de Lara y Cabeza del Griego; el segundo elemento de Aiotemari, la
deidad Tameobrigus, el hidrónimo Tamaga, hoy Tamega en Portugal y otros muchos,
basdaos en ide *tem(e)- «oscuro», en a. ind. tamara «agua». El sentido de esta raíz va
bien tanto a la hídronimia como a la antroponimia.
Lo que hay que descartar en todo caso es la lectura Iannuari que insinúa Baráibar.
Aunque el nombre del mes Ianuarius se usa a veces como antropónimo, no es muy
corriente y menos tratándose del padre de un individuo llamado Segontius, también con
nombre indígena.
ILLVNA, fem., EA 52, Iruña. Lectura de Baráibar.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Illuna es uno de los pocos nombres alaveses que no parecen indoeuropeos. Illun- es
un radical que aparece en la onomástica y toponimia ibérica, aunque en forma latini-
zada, ya que la presentación corriente en las inscripciones ibéricas suele ser Ildun-,
alternando con Ildur-, Ildu-. Este radical aparece también en la onomástica aquitana y es
uno de los que puede presentar concomitancias con el vascuence, por lo que no po-
demos decir claramente si Illuna es un nombre vasco propiamente o ibérico, ya que los
restos de esta lengua se encuentra hasta Navarra, en Urchatetelli, gen. latinizado de
Urcatetel (Cf. Biurtetel de Azaila), y la influencia de la escritura ibérica llega hasta
nuestra provincia si es correcta la atribución a Vxama Barca de algunas monedas (Vid.
abajo el estudio de este topónimo). Michelena en su estudio De Onomástica Aquitana,
Pirineos, 1954, relaciona Illun-con el vasco ilhun «oscuro».
Illuna presenta un aspecto semejante a los teónimos aquitanos Ilunno, Iluni, Asto-
ilunno, todos en dativo, o al segundo elemento del antropónimo de la Turma Salluita-
na, Umarillum, etc. Para todos los problemas relacionados con los nombres ibéricos o
aquitanos en que aparecen las formas Illun-, o Ildun-, vid. O. Hisp., pp. 124, 265, 271;
Michelena, trabajo citado, pp. 440 ss.; U. Schmoll, Turma Salluitana, en Glotta, XXXV,
1956, pp. 304 ss.; Die Wortstiimme iltir und iltu in der hispanische Namenbildung, Die
Sprache, VI, 1960, pp. 46 ss.; para la difusión del elemento ildu en la toponimia no
indoeuropea de la Península; vid. el mapa n.º 1, que recoge los núms. 2, 3 y 4 de Unter-
mann en Sprachräume, y el mapa A en Elementos, p. 17. Como puede verse, estos to-
pónimos cubren toda el área no indoeuropea de la Península, mientras los en -briga se
difunden por la zona cuyos restos lingüísticos parecen ser indoeuropeos.
LICIRA, EA 35, Eguilaz; id. 40, Ilarduya.
El primero está reconstruido según la lectura de Gómez Moreno, en este caso mu-
cho más verosímil que la de Baráibar, que recoge Elorza en su obra. Bajo la forma Le-
cira el nombre se repite en Avila, y las variantes masculinas Licirus, Legirus, en Lusita-
nia. Un derivado Licirnus puede leerse en Paredes de Nava, Palencia. El radical Lic-
independiente del latino Licinius, frecuente también en Hispania, está bien atestiguado
en la Península, cf. O. Hisp., pp. 132 ss.; O. Lus., p. 77 y NAH, Emerita, XXXII, p. 250,
donde se recoge además el nombre astur Lici, gen. perpetuado en el topónimo Leces de
la misma región. Vid. más abajo los topónimos Licerana y Liceri-villa, hoy Lacervilla.
El sufijo -irus, -ira que caracteriza a estos nombres es más frecuente en las regio-
nes occidentales de la Península: Camira, Copirus, Cuntirus, Mincirus, Pesira, Pís(s)irus,
Pistirus, etc. Vid. O. Hisp., O. Lus. y NAH, s.u.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

PEDEROS, EA 17, Cabriana.


Nombre no recogido en ninguna otra región hispánica hasta ahora. Con todo no
faltan nombres de un radical Ped- con el que puede estar relacionado Pederos: Peda, un
Bracarense, de Carquere, Resende; Pedaccianus, un Cántabro, de Velilla de Guardo;
Pedilicus, un Astur trasmontano, procedente de Intercatia; Pedolus, de Lara, Burgos; y
otros no españoles, sobre todo de la Galia Narbonense. Vid. O. Hisp., p. 178. En cuanto
al sufijo con -eros, vid. arriba Doiterus, Estiterus, y en O. Hísp., p. 292. El nombre con-
serva la -o- primitiva de los nombres de la declinación temática, como indicamos arriba
a propósito de (E)lauos, -o- que está bien documentada en las inscripciones celtibéricas
de Peñalba de Villastar y en muchos antropónimos.
REBVRRVS, EA 38, Ibarguren. REBVRRINVS, su padre, id., ibid.
Se trata de uno de los nombres más frecuentes en la onomástica hispánica, sobre
todo hacia la cuenca media y baja del Duero. De la forma base Reburrus no se conocen
hoy formas femeninas, ya que se leyó erróneamente Reburra, en la provincia de Orense,
el nombre de una mujer llamada Perurda (IRG, IV, CEG, XX, 1965, n.º 118, foto). Pero
entre sus derivados el más frecuente es precisamente Reburrinus, que a menudo tiene
valor patronímico, aunque en esta ocasión Reburrinus es el padre y Reburrus el hijo.
Acaso hubiera también algún abuelo Reburrus, lo que confirmaría el valor patro-nímico
otras veces documentado.
Sobre todos los problemas de etimología, difusión, etc., vid. J. Rubio Alija, Espa-
ñoles por los caminos del Imperio Romano. Estudios epigráfico-onomásticos en torno a
Reburrus y Reburrinus. Buenos Aires 1959, y para los hallazgos más recientes, NAH,
Emerita, XXXIII, p. 120. Aunque estos nombres son poco frecuentes en las zonas
norteñas y orientales de la Península, cf. Reburinia, de La Collada, Zardón, en Asturias,
varios en la provincia de León y varios Clunienses. Vid. también O. Hisp., pp. 190 ss.,
O. Lus., pp. 93 ss.; Untermann, Elementos, mapa n.° 66.
PLENDI o PLENDIE ( = Plendiae), gen. masc. o fem. EA 34, Eguílaz.
La desaparición de la piedra y la defectuosa trasmisión de la inscripción impiden
saber con certeza si tenemos el genitivo de Plendus o Plendius, o el de un femenino
Plendia. Según el original que copia Baráibar y a su vez Elorza, se lee PLENDIFF, lo
cual puede interpretarse como una repetición errónea de F(ilius) o una mala lectura por
Plendie f(ilius), representando e la forma vulgar del genitivo -ae. De ahí las vacilacio-
nes en los comentarios a la inscripción, en las que yo misma he incurrido, ya que unos
toman Plendus y otros Plendia.
Desde el punto de vista lingüístico, no obstante, no existe ninguna dificultad, pues
lo fundamental es la cuestión etimológica, y la difusión del radical en la antroponimia.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Plendus (o Plendia) representa en esta región un radical bien atestiguado dentro y


fuera de la Península, documentado en el primer caso en Plandida de Pancorbo y
Plandica de Lara, en la región vecina; Blendea, con inicial sonorizada, en Ginzo de
Limia, en Galicia; Blendo, nombre de un soldado astur en el Nórico; el étnico celti-
bérico Pelendones; el étnico de la Galia Belendi; el topónimo cántabro Portus Blendium,
citado por Plinio y el llamado Itinerario de barro, probablemente Suances (Cf. Los
Cántabros, pp. 31, 39, 61 ss.); el topónimo de la Dacia Pelendoua, etc. El radical
aparece emparentado con formas verbales de las lenguas bálticas, y es importante seña-
lar la conservación de la P-, aunque en algunos casos aparezca sonorizada. Vid. sobre
todo esto O. Hisp., p. 56; U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 93; Pokorny, IEW, pp. 833 ss.
Aunque el étnico Pelendones es considerado como celtibérico, la estructura lingüística
de todos estos nombres a veces lleva a relacionarlos con las capas indoeuropeas no
célticas, posiblemente más antiguas en la Península que la representada por el pueblo
celtibérico. Vid. A. Tovar, Lingüística y arqueología, pp. 32 y 36.
SANDVS, EA 12, Arceniega.
Nombre del oferente a una divinidad que presenta la misma base radical, bien haya
que leer como se ha venido haciendo Sandao Vimumburo, dat. o Sandaquinno / M.
Buro Sandus, que también sería posible. (Vid. abajo). En cualquier caso teónimo y
antropónimo están en relación con el topónimo cántabro Sandaquitum que, según el
Ravenate, se encontraba en la vía que enlazaba partiendo de la actual Salvatierra, la
calzada Burdigala-Asturica con el país de los Cántabros, vía que tenía que pasar nece-
sariamente por la región donde se encontró el ara. Un río Sanda, según algunas lecturas
del texto de Plinio, recorría también el país de los Cántabros, y el teónimo y el antropó-
nimo apoyan esas variantes.
SEGILVS, EA 77, Laguardia.
SEGONTIVS, EA 28, Contrasta; id. 35, Eguílaz; id. 59, Iruña (¿padre e hijo?); id. 89,
Ocáriz; id. 97, Salvatierra; EN 23, Gastiain; id. 24, ibid.
SEGONI, gen., EA. 89, Ocáriz.
El nombre Segontius es uno de los mejor documentados no sólo de Alava y Nava-
rra, sino en el conjunto de la antroponimia hispánica. La mayor densidad de los hallaz-
gos de este nombre corresponde precisamente a las regiones de Alava, Navarra, Burgos
y Logroño, aunque haya que descontar probablemente uno de los dos Segontius que se
reconstruyen para la lápida rota de Iruña, por falta de espacio para las letras suplidas.
Además, como puede verse, hay una variante Segonus o Segonius, y otro derivado de la
misma raíz, Segilus, nombre que reaparece en Tarragona.
El conjunto de los nombres basados en Seg-*ide *segh- «vencer», *seghos «vic-
toria, triunfo» (Pokorny, IEW, p. 888), está vinculado a la meseta

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

septentrional, con hallazgos también en la zona cántabra como Segei, gen. Segisamus,
Segetius, y en otras regiones más alejadas. Vid. O. Hisp., pp. 200 ss. y mapa n.º 6; J.
Untermann, Elementos, mapa n.º 67. Es frecuente también en topónimos: En Burgos, o
tal vez en nuestra misma provincia, Segontia, Paramica; otros varios Segontia; Sego-
uia, Segobriga, Segisamo, Segisamonculum; Segeda, Segesta, etc. Además un gentili-
cio Segossoq(um) de Guadalajara.
SEGONTIUS y otros nombres de este radical están bien documentados igualmente en
la onomástica céltica transpirenaica, cf. D. E. Evans, GPN., pp. 254 ss., donde también
se recogen varios de los nombres hispánicos.
En cuanto a la estructura, podemos señalar que Segontius parece una forma de tipo
participial con sufijo -nt- como en otras muchas lenguas indoeuropeas, lo que nos daría
un significado de «vencedor», lo mismo que ocurre con otro nombre de la misma
familia Segetius, que va calificado por el cognomen latino Victor (Los Cántabros, n º
83, p. 313).
SENTONI, dat. masc. EA 80, Luzcando.
Representante casi se puede decir único en la onomástica hispana de un radical
conocido fuera de la Península en nombres como Sentona en Dalmacio, Sentius, Senti-
nus, Sentianus, en Germania Superior, Sentilla en Aquitania, etc., ya que Sentius de Ta-
rragona, como marca de alfarero, tal vez no sea español. Si la raíz de este nombre se re-
laciona con el ide. sento- «camino, viaje», el significado de estos nombres sería algo así
como «viajero, caminante», sentido que va bien a la onomástica de aquellos pueblos
que recorrieron toda Europa de E. a O. Vid. O. Hisp., p. 205. En Carranza, Vizcaya, hay
un topónimo Sento.
SERME, gen., o SERENI, EA 24, Contrasta.
La lectura es dudosa. Bajo la primera forma fue estudiada en O. Hisp., p. 206. Otro
nombre, también de inicial dudosa de Torrearévalo, Soria, presenta la misma forma.
Pero Baráibar cree que se trata más bien de Sereni, genitivo de un nombre latino bien
conocido en la Península. A favor de la primera lectura, Serme, por Sermae, forma
vulgar, está el hecho de ser el padre (o la madre) de un Ambaius, y lo corriente es que si
los hijos presentan un nombre indígena, con más razón aún lo tengan los padres.
También podemos señalar la gran concentración de nombres típicamente hispánicos en
Contrasta, lugar de hallazgo de la inscripción, y que en la fotografía (EA n.º 10), parece
que detrás de SIIR se ven claros restos de M (II = E). Vid. más abajo el estudio sobre la
romanización del sistema onomástico.
TAPO(RI ), gen. (? ), EA 99, San Esteban de Treviño.
Inscripción fragmentaria por lo que la reconstrucción es muy hipotética. El
suplemento lo doy yo, pues Elorza se limita a transcribir lo legible. En el caso de que
sea correcta la restitución, tendríamos un étnico lusitano,

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

los Tapori, que también está representado en la onomástica personal, cf. Tapora,
Taporus, Taporio, y con el mismo radical y otro sufijo, Tapilus, nombres todos de Lusi-
tania. Vid. O. Lus., p. 103, O. Hisp., p. 221 y NAH, Emerita, XXXIII, p. 126. Acaso este
Taporus alavés fuera de origen lusitano, pues este tipo de nombres no está documen-
tado en la parte septentrional de la Península. A menos que su radical tenga relación con
Tab-, con la oclusiva sonorizada, en cuyo caso tendríamos que citar Tabesu de Pe-ñalba
de Villastar; Tabalus un astur; Tabaliaenus, epíteto de una divinidad y el topó-nimo
actual Taballes en la misma región; además Tabalaca, topónimo mencionado en un
epitafio de Astorga, etc. Vid. NAH, Emerita, XXXIII, p. 124.
TONIVS, EA 98, San Esteban de Treviño.
Hallazgo aislado. No hay otros en la Península, salvo Tonneia, de Tarragona, que
puede ser una variante del mismo nombre. Un derivado Tonicus en el Nórico. Fuera de
España también Tonneius en Narbonense, así como Tonna, y en Bélgica Tonnia, etc. No
hay confusión posible con Antonius en la inscripción. Cabe pensar que estos nom-bres
están en relación con Donno- «moreno», «oscuro», elemento que entra con enorme
frecuencia en la onomástica gala pero no está documentado en Hispania, salvo en la
divinidad leonesa Váco-donnaegus. Puede abonar esta suposición el hecho de que el
padre de M. Porcius Tonius se llame Auscus, con un nombre basado en el étnico trans-
pirenaico Ausci. Vid. arriba este nombre. Vid. también O. Hisp., p. 231 y D. E. Evans,
GPN., pp. 194 ss.
TRITAI, gen., EA 26, Contrasta.
Tritaius es un nombre de origen numeral. Corresponde en versión indígena, al
frecuentísimo Tertius romano. El uso de los numerales en designaciones antroponími-
cas es frecuentísimo en las lenguas antiguas, lo que indica tal vez, que a veces los hijos
de una familia numerosa en alguna época sólo eran designados por su número de orden.
Así son conocidos en la onomástica latina los nombres Primus, Secundas, Tertius,
Quartus (o Petronius en versión osco-umbra), Quintas y Quinctius (o Pomponius),
Sextus, Decimus, etc., usados unos como praenomina y otros como nomina. También
los numerales son frecuentes en las designaciones antroponímicas hispánicas, como
puede verse en el completo estudio de A. Tovar, Numerales Indoeuropeos en Hispania,
Zephyrus, V, 1954, pp. 17 ss. Cf. también, U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 46 ss.; O. Hisp.,
pp. 18, 180 ss. y 227 ss., y mapas núms. 5 y 8; O. Lus., pp. 29, 91 ss., 106 ss.; J. Unter-
mann, Elementos, mapas núms. 61, 77, etc.
Tritaius es por ahora un nombre único en Hispania, pero su formación en cuanto al
sufijo -aius se repite en Tirdaius de- Penalba de Castro, Burgos (versión en grado cero y
con sonorización de un ide. *tr-to-. «3.°»); Pintaius,

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

nombre de un astur de Intercatia; y sin base numeral, los alaveses Araius (gen. Ara^),
Ambaius, etc.
El numeral «tres» en Hispania se halla frecuentemente atestiguado bajo las formas
Tirt- como el ya citado Tirdaius: así Ti.r.ta.n.o.s, en caracteres ibéricos, en Ibiza;
gentilicio Tirtalicom de Cabeza del Griego (antigua Segobriga). Tovar relaciona Tirt-
con las lenguas bálticas, y en el caso concreto de Tirtanos (que puede ser Tritanos en
escritura no ibérica) es clara la relación con Tritanus y Tritano, nombres ilíricos. De
todos modos bajo diferentes formas el numeral «tres» es frecuente en la onomástica
hispánica indoeuropea.
Señalemos por último, que Tritaius junto con el topónimo Suestation. que más
abajo estudiaremos, son representantes en Alava del sistema numeral hispánico en el
NE. de la Península. Tritaius además, es de Contrasta, el núcleo de onomástica pre-
rromana más importante de la región.
(T)VRAESAMV(S), EA 25, Contrasta.
Nombre que presenta la misma estructura que el gentilicio de Iruña, Turaesami-
cio(m) (vid. éste abajo). Turaesamus es una formación de tipo superlativo comparable a
otros antropónimos como Segisamus, Clutamus, Paramo y Amparamus, y topónimos
como Vxama, Bletisama / Leidasama, etcétera, de donde según los casos, pueden
aislarse sufijos de superlativo del tipo -mo-, -amo-, -samo-, isamo- (Vid. U. Schmoll,
Hisp. Idg., pp. 44 ss.; O. Hisp., p. 295; J. Untermann, Elementos, mapa n.° 86). Tenien-
do en cuenta la base de derivación Tur- de *turos «fuerte» (Pokorny, IEW, p. 1.083 ),
significaría nuestro nombre «el más fuerte», «el muy fuerte». En cuanto a su formación
podemos suponer que »Turaisamos es la forma base, teniendo en cuenta las frecuentes
formas de tipo Trtaius, de astures y vacceos; Turainus de Lara, Burgos, y Turaen(a) de
Lebena, Santander, en regiones más próximas, aunque también podríamos partir de
rTuraisamos, de modo análogo a Le.da.i.s.a.m.a, leyenda monetal correspondiente a la
Ledesma celtibérica (Mon. Ling. Iber. 68). El radical Tur- es frecuentísimo en la antro-
ponimia hispánica y tiene correspondencias en las regiones vénetas e ilirias. Vid. O.
Hisp., pp. 236 ss.; O. Lus., pp. 107 ss.; NAH, Emerita, XXXIII, pp. 131 ss.; Untermann,
Elementos, mapa 78, y Ven. PN., mapa 31; U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 114; H. Krahe,
Die Sprache der Illyrier, 1, p. 70.
VECTI, gen., EA 28, Contrasta.
Es representante único en la antroponimia alavesa de un nombre muy frecuente en
la Galia y otras regiones célticas transpirenaicas. Vid. O. Hisp., p. 244. Un estudio com-
pleto de los nombres de radical Vect- / Vict- en D. E. Evans, GPN., p. 281, donde tam-
bién se recoge el hallazgo de Contrasta, entre nombres como Vecticius, Vectimarius,
Vectirix, Vectissus, etc., de la más pura estirpe céltica.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

VIRIATVS, EN 20, Gastiaín.


Unico hallazgo en estas regiones nortenas de un nombre frecuente en el Occidente
peninsular y famoso por haberlo llevado el héroe lusitano Viriato. Para su difusión y
posible interpretación etimológica, vid. O. Hisp., p. 250; O. Lus., pp. 110 ss. El nombre
Virius, también frecuente, es sin duda la base inmediata de derivación de Viriatus. Vid.
también, J. Untermann, Elementos, mapa n.° 84, y J. Alvarez Delgado, Mons. Medu-
llius, Corocotta, Viriatus, Actas V CICO, II, pp. 181 ss.
VIRO(NI), gen., EN 22, Gastiaín.
Vironus / Vironius es un nombre basado en uiros «varón», apelativo documentado
en esta forma en las inscripciones celtibéricas de Peñalba de Villastar (Lejeune, Celti-
bérica, p. 29, n.° 6; Tovar, Emerita, XXVII, p. 536, lámina XVIII). El antropónimo que
nos ocupa reaparece varias veces entre los Cántabros y en otras regiones más Merodio-
nales de la Península. También en la región Cántabra podemos hallar los gentilicios
Vironicum, Veronigorum y Viromenigorum, cuya base es la misma que Vironus. Para
todo lo relacionado con estos nombres, vid. O. Hisp., pp. 251 ss., O. Lus., p. 111; NAH,
Emerita, XXXIII, p. 134; Untermann, Elementos, mapa n.° 85.
A esta lista de nombres documentados en las inscripciones tendríamos que añadir
los que están garantizados por la toponimia, ya que sin duda se trata de topónimos ba-
sados en antropónimos: Aburnus, Arenus, Argantonius, Betunius, Biracia, Biturix
(nombre o étnico), Corocus, Mandonius, Maturus, Lubíanus, etc., nombres todos ellos
documentados en la antroponimia peninsular.

II. Gentilicios

La organización en gentilidades no está muy atestiguada en Alava. Sí comparamos


nuestra región -cuya onomástica indica una población de indoeuropeos arraigada en
solar alavés-, con la zona cántabra, que ha sido la base principal de comparación por las
numerosas concomitancias que con su antroponimia ofrece la de Alava, veremos que en
nuestra región solamente están atestiguados tres gentilicios, uno de ellos dudoso,
mientras en las inscripciones cántabras hay documentados una treintena de ellos,
algunos incluso varias veces. Si la comparamos, por otra parte, con la región burga-lesa,
cuya onomástica está también muy relacionada con la de Alava, veremos un fenómeno
parecido: Castilla la Vieja, en aquellos remotos tiempos, conservaba en pleno vigor la
organización en tribus y clanes. Lo mismo podríamos decir de la región de los Vettones
lusitanos, con la cual también la onomástica de Alava y Navarra pre-senta algunas
concordancias. (Vid. J. Untermann, Elementos, mapas núms. 89 y 89 bis, que recoge los
genti-

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

licios acabados en -oko- e -iko-, y una relación más completa de gentilicios en Tovar,
Estudios, pp. 101 ss.).
Con todo no puede dejar de valorarse el hecho de que, aunque poco documentada,
exista, sin embargo, una oganización gentílica en Alava.
ATTESVCLO(M), EA 14, Assa, Laguardia.
Indica la gentilidad a la que pertenecía Aurelia Boutia, a pesar de que la región del
hallazgo está bastante romanizada, por los datos de la misma inscripción y por la docu-
mentación arqueológica. La difunta lleva un nombre, Aurelia, y su padre se llama Flaccus.
No creemos que Attesuclo deba interpretarse como abreviatura de Attesuclonensis ya
que no se conoce ningún topónimo de ese nombre. La primera parte de la palabra puede
estar en relación con la voz infantil atta «padre», de la que ya hemos hablado y cuya
mayor representación onomástica corresponde precisamente al Conuentus Cluniensis
(Vid. O. Hisp., p. 42). En cuanto a -suclo(m), es más difícil de explicar, ya que suele
ponerse en relación con Vesuclo de Lugo, pero este nombre debe leerse como un ge-
nitivo, Vesucloti f. Vid. IRG, II, n.° 48, lámina XIV, y O. Hisp., p. 248.
TvRAESAMICIO(M), EA 55, Iruña.
Otro gentilicio, el más claro, cuyo valor y significado han sido comentados a pro-
pósito del antropónimo Turaesamus (vid. arriba). Presenta la forma normal de la mayo-
ría de los gentilicios hispánicos, con un sufijo en -k- en este caso precedido de -i-, -icio-
y sin la nasal final de los genitivos del plural, que suele faltar casi siempre, es decir un
genitivo en -om, normal en la declinación hispánica: cf. en escritura ibérica A.bi.l.i.co.m,
de Tarazona, aunque a veces presenta la forma -um, o la forma plenamente latinizada -
orum.. Cf. A.bu.l.o.cu.m, de Ibiza, también en escritura ibérica; Nemaiecanum / Ne-
maioq(um) dos variantes de la misma gentilidad, en la tésera de Herrera de Pisuerga;
Aiobaiciaeco(m) en la tésera de El Caurel, o latinizados todos en la famosísima de los
Zoelas: Desoncorum, Tridiauorum, Auolgigorum (frente a la forma cántabra Aulgigun):
Visaligorum, Cabruagenigorum. Además todos los nombres de la inscripción, Elanus y
su padre Ambatus, son indígenas, por lo que es el ejemplo más importante de la organi-
zación gentílica en Alava.
ELICONMELE(? ), Marañón. Lectura de Baráibar. Inédita.
Parece tratarse del gentilicio del primero de los Doiterus que se menciona en esta
lápida. Su sufijo, si es que está bien leído, no es muy frecuente, pero podemos citar con
-l- también otro gentilicio raro, Emamnigaule que J. González Echegaray menciona en
una inscripción de Pena Amaya (Los Cántabros, n.° 66 = CIL, II, 6338 r, pero con lec-
tura muy diferente). A menos que haya que considerar Elicon, sobrenombre de Doite-
rus (Elicon, Helicon, documentados en CIL, II, 5194 y 5692) y Mele, el comienzo de
otra palabra desconocida. En ese caso no habría tal gentilicio.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

III. Antropónimos romanos

De la misma forma que al estudiar los antropónimos no romanos, daremos éstos


por orden alfabético, con sus referencias y un breve comentario. Las fuentes de
referencia para ver su difusión en la Península, si otra cosa no se especifica son los dos
tomos del CIL, II, publicados por Hübner, teniendo especialmente en cuenta los índices
de nomina y cognomina del suplemento.
AELIA, inédita. Miñano Mayor.
Nombre frecuentísimo en la Península.
AEMILIVS, EA 3, Angostina; id. 116, Urbina de Basabe.
AEMILIA, EA 15, Assa, Laguardia; Suestatiensis Sasamón, CRAI, 1911.
AEMILIANVS, hijo de la anterior, id. ibid.
AEMILIANA, inédita. Lectura de Baráibar, Marañón.
Es uno de los nombres más frecuentes en todas las regiones romanizadas de His-
pania.
ANTESTIA, EA 117, Villanañe.
Hübner recoge unos nueve ejemplos más. Pero lo más importante de este nombre
es que ha dejado huellas en la toponimia alavesa. Vid. abajo Antezana.
ANTI(O)CVS, EA 87, Narvaja.
Aparentemente se lee Anticus, que pudiera ser un derivado de Antius, nombre
atestiguado en varias inscripciones hispanorromanas. Pero más bien debe entenderse
Antiocus, nombre de origen oriental bastante frecuente.
ANTONIVS, EA 19, Ne(r)uiensis, Cabriana; 100, San Martín de Galvarín;
EN 20, Gastiain.
Nombre latino frecuentísimo. En la toponimia alavesa ha dejado huellas en nom-
bres como Antonana, vasquizado en Andoin, etc. Vid. abajo.
ASELVCIVS, EA 16, Baños de Ebro.
Derivado de Asellius, nombre conocido en España por algunas inscripciones.
Señalemos la forma vulgar del epígrafe, con una sola -l-, que está escrita como una -O-
invertida, que aparentemente semeja a una Y.
ASINIVS, EA 53, Iruña.
Nombre latino bien conocido y del que hay varios testimonios en la Península.
AVGVSTINVS, EA 47, Iruña.
Completa a un Aurelius, de tal modo que este individuo se llama igual que San
Agustín. Augustinus es nombre romano bastante conocido en España.
AVRELIVS, EA 47, Iruña; 100, San Martín de Galvarín.
AVRELIA, EA 14, Assa, Laguardia.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Estos nombres y sus derivados son frecuentísimos en la Península y han dejado


huellas en la toponimia, cf. Orellana, de Badajoz, Orelíana, de Asturias, etc.; Oreja en
Guipúzcoa, etc.
CAIVS, EA 6, hijo de un Suestatiensis, Angostina. Como praenomen EA 46 y 50, Iruña.
Es frecuente en las inscripciones hispánicas que los praenómina clásicos aparez-
can usados como simple nombre, probablemente de individuos indígenas, sustituyendo
a sus nombres tradicionales.
CALPVRNIVS, EA 6, Suestatiensis, Angostina.
Es uno de los nombres romanos mejor atestiguados en la Península.
CANDIDIANVS, EA 29, Contrasta.
Nombre derivado de Candidus, antropónimo bastante conocido en la onomástica
romana de Hispania. Es un nombre de origen adjetival, cand'idus «blanco, resplande-
ciente».
CAPITO, EA 8, Araya.
Unico en Alava, pero bien conocido en la onomástica romana de la Península. Para
su distribución, vid. J. Untermann, Elementos, mapa n.° 29. Es más frecuente en Lu-
sitania.
CRISPVS, EA 70, Iruña
No es un nombre muy frecuente en las inscripciones hispanorromanas, pero sin
embargo, ha dejado huella en los topónimos y apellidos españoles Crespo, y en la topo-
nimia alavesa de origen romano tenemos Crispijana, de Crispiniana. Vid. abajo. Es
como Candidianus, un nombre basado en un adjetivo, cris pus, «rizado».
DOMITIA, EA 116, Urbina de Basabe.
Nombre romano bien conocido y atestiguado en la España romana.
EGNATIVS, EA 43, Iruña.
Nombre romano bastante documentado en España.
EXVPERIVS, EA 36, Foronda; EXVPERIA, id. 119, procedencia incierta. No es muy fre-
cuente en la Península.
FABIA, EA 102, San Román de San Millán.
Conocido nombre latino, frecuentísimo en la España romana.
FABRICIVS, EA 50, Iruña.
Nombre romano bien conocido y muy documentado en Hispania.
FLACCVS, EA 6, Suestatiensis, Angostina; id. 14, Assa, Laguardia.
FLACINA, EN 27, Gastiain.
Cognomen romano muy frecuente en la Península. En Flacina, aparte de la grafía
con una sola -c- notemos el sufijo -ina que con frecuencia indica un patronímico.
FLAMINIVS (o Flamininus), EA 53, Iruña.
Ambas lecturas son posibles y ambas corresponden a nombres romanos bien cono-
cidos, como el del cónsul vencido en Trasimeno por Aníbal o el

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

vencedor de la batalla de Cinoscéfalos. En las inscripciones hispanorromanas el prime-


ro es más frecuente.
FLAVOS, EA 7, Angostina; id. 19, Ne(r)viensis, Cabriana; EN 38, Marañón, el padre.
FLAVIVS, EA 49, Iruña.
FLAVINVS, EA 5, Angostina; EN 38, Marañón, el hijo; FLAVINA, EA 119, procedencia
incierta.
Nombres de origen adjetival, flauus «rubio, dorado», que se hicieron famosos por
los emperadores Flavios. Flauos, Flauus es frecuente en inscripciones de onomástica
indígena por lo que suponemos que ha recubierto a algún otro nombre no latino y que a
veces ha podido leerse mal en lugar del céltico Elauus (vid. arriba Elaui, de Ocáriz).
Flauius es el nomen latino corriente, muy frecuente en la Península. En cuanto a Flaui-
nus, Flauina señalemos su sufijo de tipo patronímico.
FLORVS, EA 3, Angostina; id. 21, Contrasta.
Conocido nombre latino, bastante documentado en España.
FRATERNVS, EA 67, Iruña.
Nombre que indica en su origen un parentesco, como otros que más abajo vere-
mos, Maternus y Paternus. No es muy frecuente.
FRON(T)o, Suestatiensis; FRON(T)INA, su hija. CRAI, 1911, Sasamón.
Nombres frecuentes.
FVSCVS, EA 45, Iruña; id. 50, ibid.; 79, Luzcando; id. 100, San Martín de Galvarín.
FVSCINVS, EA 79, Luzcando (el hijo o hermano); CRAI, 1911, Suestatiensis, Sasamón.
Se trata de un nombre de origen adjetival, fuscus «moreno», que es uno de los me-
jor atestiguados en Hispania, tal vez sustituyendo a algún nombre indígena de parecido
sentido. Téngase en cuenta a este respecto la falta casi absoluta en la Península del ad-
jetivo céltico donnos, de igual sentido y base etimológica, sólo documentado en el teó-
nimo leonés Vacodonnaegus, mientras que en la Galia es un elemento frecuentísimo en
la antroponimia. Cf. D. E. Evans, GPN., pp. 194 ss.
Estos nombres han dejado huellas en la toponimia alavesa, ya que Uzquiano se
basa en Fuscianus, forma derivada de Fuscus. Vid. abajo.
IVNIVS, EN 21, Gastiain; IVNIA, id. 22, ibid.
Nombre romano frecuentísimo en España.
LICINRVS, EA 48, Iruña (Donela); id. 51, ibid.
Nombre romano frecuentísimo en España, tanto acompañando a sobrenombres
romanos como a nombres indígenas. Es uno de los que ha dejado huellas en la topo-
nimia alavesa. Vid. abajo Lecinana, Liquiniana, etc.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

LVCIA, EA 78, La Puebla de Arganzón.


Ya hemos señalado arriba, a propósito de Caius que los praenómina clásicos son a
veces utilizados como simples nombres. Los nombres siguientes tienen etimológica-
mente la misma base radical que éste y que algunos nombres indígenas, el ide. ''leuk-,
louk- «brillar», y no siempre es fácil saber cuándo estamos ante un nombre latino o ante
un nombre hispánico no latino, aunque en este segundo caso sea más frecuente en-
contrar formas que conservan el diptongo, como Loucius. Vid. J. Untermann, Elemen-
tos, mapas núms. 49 y 50. Vid. entre los topónimos, Luquiano.
LVCIDIVS, EA 61, Iruña.
No se recogen otros nombres semejantes en los índices del CIL., II. En cuanto a su
base etimológica, vid. lo dicho arriba. Vid. entre los topónimos, Luquidia.
LVCILIVS, EA 70, Iruña.
Nombre latino bien conocido en España. Vid. arriba Lucía.
LVCRETIVS, FA 67, Iruña.
Nombre latino frecuente en la Hispania romana y sobre el que se han formado
diversos topónimos, como Logrosan en Cáceres, Logrezana (pasando por Lucrizana) en
Asturias y Lacorzana, deformado por etimología popular, en nuestra provincia. Vid.
abajo.
MARCELINVS, EA 87, Narvaja.
MARCELINA, EA 5, Angostina.
Nombres derivados de Marcellus, todos ellos muy bien documentados en la Hispa-
nia romana. Vid. abajo, entre los topónimos, Marquillano.
MARCVS, EA 29, Contrasta; 49, padre e hijo, Iruña; id. 67, ibid.; id. 86, Margarita; id.
98, San Esteban, Treviño; EN 21, Gastiain; padre e hijo, 38, Marañón.
Respecto a su uso como praenomen o no, vid. lo dicho arriba sobre Caius. En casi
todos estos ejemplos está usado como praenomen, al modo clásico. En la toponimia
alavesa hay derivados de Marcus, como Marquina, Marquínez, etc. Vid. abajo.
MARITVS, EA 87, Narvaja. Padre e hijo.
No es frecuente utilizar este sustantivo como antropónimo.
MATERNVS, EA 3, Angostina; id. 68, el hijo, Iruña.
MATERNA, EA 15, Assa, Laguardia; id. 36, Foronda, la madre; id. 68, la madre, Iruña;
una Suestatiensis, Sasamón. CRAI, 1911.
MATERNIANVS, EA 36, el hijo, Foronda.
Nombre muy frecuente en la España romana, que tal vez han reemplazado a los
basados en amma «madre» indígenas, y que han dejado huellas en la toponimia, cf. en
nuestra provincia Villamaderne. Para su distribución,

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.\LAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

vid. J. Untermann, Elementos, mapa n.° 59 bis y el n.° 7, correspondiente a Amma y sus
derivados.
MINICIA, EN 23, Gastiain.
Quizá sea Minicius un nombre de Contrasta, ue puede también leerse Annicius.
Vid. arriba. Minicius, Minicia son nombres bastante frecuentes.
MVNATIVS, EA 45, Iruña.
Nombre bastante conocido en la Hispania romana.
MVNDVS, EA 96, Payueta.
Los índices del CIL, II, sólo recogen en España el derivado Mundicius, n.° 1620 de
Cabra, Córdoba. Además, notemos los topónimos hispanorromanos Munda de la Bética
y de la Celtiberia y Mundobriga en Lusitania.
OCTAVIVS, EA 86, Margarita; OCTAVIA, id. 78, La Puebla de Arganzón.
Conocidos nombres latinos, abundantemente documentados en España.
OCVLATIVS, EA 79, Luzcando.
Nombre romano bastante atestiguado en la Península. Vid. NAH, Emerita, XXXIII,
p. 116.
OPPIVS, EA 96, Payueta.
Nombre latino bastante documentado en España.
PATERNVS, EA 116, Urbina de Basabe; EN 21, Gastiain.
Nombre frecuentísimo en la España romana, sobre todo en la mitad norte, y que
puede haber suplantado en parte a los antropónimos indígenas basados en atta «padre».
Vid. J. Untermann, Elementos, mapas núms. 13 y 59. Ha dejado numerosos restos en la
toponimia de toda la Península: cf. Trespaderne, en Burgos, Paternina, en Alava, y va-
rios Paderne en diversos lugares de España y Portugal.
POMPEIA, EA 15, Assa, Laguardia; id. 13, Armentia; id. 76, Laguardia.
Los de Armentia y Laguardia son reconstrucciones y pudieran corresponder a otros
nombres distintos, pues de uno sólo conocemos las letras iníciales y del otro las finales.
De todos modos se trata de nombres bien documentados en la Península.
POMPONIVS, EA 101, San Román de San Millán.
Nombre itálico que significa «5.°» y que está bien atestiguado en España. Vid. lo
dicho arriba a propósito de Tritaius.
PONCIVS, EA 98, San Esteban, Treviño; PORCIA, EN 24, Gastiain.
Conocido nombre romano que como puede verse en J. Untermann, Elementos,
mapa n.° 64, está especialmente atestiguado en la región no indoeuropea de Hispania.
PRIMITIVA, EA 76, Laguardia; id. 116, Urbina de Basabe.
Nombre bastante atestiguado en la España romana.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

PROCVLVS, EA 6, padre de un Suestatiensis, Angostina.


Nombre que es frecuente en la antroponimia romana de la Península.
QVINTA, EA 102, San Román de San Millán.
Nombre de mujer, Quinta Fabia; en Alava no tenemos documentación epigráfica
del masculino Quintus, praenomen de origen numeral, pero sí se conoce el topónimo
Quintana, aunque como en su lugar diremos, puede no estar relacionado con el antro-
pónimo.
RECEPTVS, EA 17, Cabriana.
Hay algún otro testimonio de este nombre latino en la Península.
ROMVLVS, EA 87, Narvaja.
El nombre del fundador de Roma está bastante atestiguado en la Hispania romana.
RVSTICVS, EA 77, Laguardia.
Nombre de origen adjetíval que es bastante frecuente en la antropo-nimia
hispanorromana.
RVTILVS o RVTILIVS, EA 53, Iruña.
El nombre está en genitivo y caben ambas formas de nominativo. Está bastante
documentado en Hispania. Su origen es adjetival. Existe también el nombre Rutius que
se repite en Cisalpina. Vid. O. Hisp., p. 195.
SABINVS, EA 86, Margarita.
Nombre de origen étnico, los Sabini, muy frecuente.
SCRIBONIVS, Suestatiensis; id. el hijo, SCRIBONIA, la nieta. CRAI, 1911. Sasamón.
Conocidos nombres romanos.
SECVNDVS o SECVNDINVS, EA 50, Iruña.
SECVNDIANA, EA 69, Iruña.
Nombres de origen numeral, bien documentados en la onomástica hispanorromana.
SEMPRONIVS, EA 1, Albéniz; id. 2, Alegría; id. 15, Assa, Laguardia (padre, hijo y nieto);
id. 49, Iruña (padre e hijo) ; id. 68, ibid.; id. 79, Luzcando; id. 88, Ocáriz.
Es el nombre romano más frecuente en Alava y uno de los mejor conocidos en la
antroponimia hispanorromana de toda la Península. Vid. abajo el topónimo Cemprona.
SERENVS, EA 51, Iruña.
Conocido sobrenombre bien documentado en la Península.
SEVERVS, EA 2, Alegría; id. 6, hijo de un Suestatiensis, Angostina; id. 9,
Araya; id. 60, Iruña (el padre); EN 27, Gastiain.
SEVERINVS, EA 60, Iruña (el hijo).
El de Gastiain es suplemento que podría también ser Sempronius, con lo que se
aumentaría la lista de éstos: Severus es un sobrenombre hecho famoso por los em-
peradores Severos y bien documentado en Hispania, unas

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

veces como nomen y otros como cognomen. En cuanto a Severinus, señalemos una vez
más el valor patronímico del sufijo -inus.
SILO, EA 1, Albéniz.
Se trata de un nombre romano que está muy bien documentado en Hispania, pero
que como puede tener relación con nombres célticos fue recogido en O. Hisp., pp. 207
ss.
TERENTIVS, EA 43, Iruña.
Nombre romano bastante documentado en la Península, incluso a través de topó-
nimos como Terenzana de Asturias. Vid. C. Bobes, Toponimia radical. Vid. J. Unter-
mann, Elementos, mapa n.° 75.
TITVS, EA 15.
Praenomen frecuente en todo el mundo latino.
TIBERIVS, EA 82, Luzcando.
Lectura dudosa. Si es correcta, tenemos otro praenomen corriente.
TITVLLVS, abuelo y nieto; TITVLLA, abuela, todos EA 15, Assa, Laguardia.
Aunque parecen nombres romanos, que se repiten en otras inscripciones hispánicas
y todos los miembros de esta familia presentan antropónimos romanos, fueron estudia-
dos entre los nombres indígenas en O. Hisp., p. 229, por su posible relación con otros
nombres no romanos del mismo radical. Vid. J. Untermann, Elementos, mapa n.° 75.
VALERIA, EA 80, Luzcando.
Nombre romano sumamente frecuente en la España romana.
VETTILIVS y VETTIVS, EA 46, Iruña; id. 59, Iruña. En ambos casos, lecturas de Baráibar.
Si la reconstrucción es correcta, señalemos que son nombres frecuentes en His-
pania.
VIBIVS y VIBIA, dos hermanos. EA 5, Angostina. Nombres bien documentados en la Es-
paña romana. VITALIS, EA 9, Araya; id. 43, Iruña.
Nombre romano bastante atestiguado en la antroponimia hispanorromana.
VRSICENVS, EA 16, Baños de Ebro.
La forma corriente de este nombre es Vrsicinus; en esta inscripción nos encontra-
mos con una forma que manifiesta a la vez la decadencia del latín y la incultura del
grabador, por la tosquedad del epígrafe. En cuanto al nombre señalemos que se basa en
Vrsus, y los nombres de esta familia están bien documentados en las inscripciones ro-
manas dentro y fuera de España. Como señalábamos en O. Hisp., p. 256, a propósito del
nombre indígena Vrsoti, gen. pueden estos nombres haber recubierto a otros no lati-nos
de significación análoga, o tal vez, como piensa Untermann, a nombres que comen-
zaban por Vrc-, con los que se ha producido confusión. Vid. su obra Elementos, mapa
n.° 81.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

A estos nombres habría que añadir algunos exigidos por la toponimia, tales como
Arrius, Auitus, Formius y Forminius, Herennius, Maro, Marcinus, Montanus, Anius,
Maturus, Scantius, etc.
Además las inscripciones alavesas nos ofrecen algunos nombres griegos, come Tychia,
que parece forma latinizada de Tyche = gr. IJȪȤȘ «suerte», frecuente en Hispania;
Plinthas, nombre de varón; en relación con gr. 3OȓƭTR9«ladrillo»; Euterpe, nombre de
musa, único en los índices del CIL, II. Además el esposo de Tychia, un siervo, se llama
Rhodanus, con el nombre del río, acaso porque no era de origen hispánico sino galo. La
compañera, Tychia, debía ser del país, pues su madre se llama Illuna, nombre que como
ya dijimos, puede ser vasco o ibérico, en cualquier caso latinizado. Probablemente
también Plinthas y Euterpe habían sido siervos, y a ello, no a su origen étnico, deben
los nombres que tienen. El hijo del primero tiene un nombre romano completo, M.
Lucretius Fraternus, y en cuanto a la segunda, lleva antepuesto un nombre tan romano
como Antestia.

IV. La antroponimia y la romanización

La romanización de una región no se conoce sólo en los monumentos, en las vías,


en los restos de tierra sigillata, en las murallas de sus ciudades o en los topónimos que
se basan en nombres romanos. Con ser todo esto muy importante, hay aún algo más,
que es sabor en qué medida la población adoptó la romanización y la hizo algo de su
propia vida. Cierto que las provincias del Norte no llegaron a romanizarse tan profun-
damente como la Bética o incluso la Celtiberia, que hasta llegaron a dar al Imperio
obras literarias de categoría como las escritas por los Sénecas, por Marcial, por Quinti-
liano, etc. Pero sin llegar a tanto, se puede conocer cómo penetró la romanización por
medio de la epigrafía, observando si las familias y los individuos entran en el sistema
onomástico romano, lo cual supone a veces el haber llegado hasta la adquisición de la
ciudadanía, máximo objetivo de todo súbdito de Roma.
Para ello nos fijaremos principalmente en las inscripciones en las que se expresa
alguna relación de parentesco entre los individuos allí mencionados. Prescindiremos de
las reconstrucciones demasiado hipotéticas y dividiremos estas inscripciones en tres
grupos: 1.° Inscripciones en que todos los individuos llevan nombres no romanos; 2.°
Incripciones en las que los hijos llevan nombres romanos y los padres nombres
indígenas; 3.° Inscripciones en las que todos los individuos mencionados llevan nom-
bres latinos. 1.° Padres e hijos con nombre indígena
CONTRASTA, EA 22, Ambata Appae f(ilia); id. 23, Araica Arad f(ilia); id. 24,
Ambatus Serme f(ilius); id. 25, Turaesamus Cantabri f(ilius); id. 26, Cantaber Tritai
f(ilius); id. 27, Caricus Cari f(ilius); id. 28, Segontius Ambati Vecti f(ilius).

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

EGUILAZ, EA 34, Ambatus Plendi (o Plendie) f(ilius); id. 35, Lecira Segonti f(ilia), (lec-
tura de Gómez Moreno).
IBARGUREN, EA 38, Annicius Reburrus Reburrini f .
IRUÑA, EA 55, Elanus Turaesamicio(m) Ambati f. Conserva el gentilicio. Id. 59, Ve(ttius?)
Segontius Segonti f.
OCARIZ, EA 89, Segontius Segoni f.
SALVATIERRA, EA 97, Segontius Iammari f.
SAN ROMAN DE SAN MILLAN, EA 106, (Ambai)cus Ambai f .
URABAIN, EA 115, Ambatus Elaui f.
MARAÑON, EN 38, Doitena Celti f .
Nombres indígenas pero sin indicar filiación
ANGOSTINA, EA 4. Amba,tus y Andio.
ARCENIEGA, EA 12, Sandus.
CABRIANA, EA 19, Estiterus.
CONTRASTA, EA 21, Anica, la sierva de Florus.
ILARDUYA, EA 40, Ablonius, siervo de Licira. También el ama tiene nombre indígena.
Id. 41, Aunia Ara.
IRUÑA, EA 52, Illuna, suegra de un esclavo, Rhodanus, hijo de Atilius.
LAGUARDIA, EA 77, Sepilus, el padre; Rusticus, el hijo.
LUZCANDO, EA 80, Sento, marido de Valeria.
OLLAVARRE, EA 92, Aitea(?).
SAN ESTEBAN (Treviño), EA 99, Taporus(?), reconstrucción.
SARASO, EA 111, (E)lauos(?).
MARAÑON, Dos Doiterus distintos en la misma inscripción.
ESLAVA, Araca.
2.° En varias inscripciones observamos familias semiromanizadas. Los padres lle-
van generalmente un solo nombre indígena; a veces los hijos llevan nombre latino y so-
brenombre indígena; en un caso el padre lleva nombre romano, pero se conserva el gen-
tilicio.
ANGOSTINA, EA 7, Flauos (Andio)nis f. Reconstrucción de Baráibar.
ASSA, EA 14, Aurelia Boutia Flacci Attesuclo(m) f. Conserva el gentilicio aunque el
padre lleva nombre romano.
CABRIANA, EA 17, Pederos, padre de Receptus.
CONTRASTA, EA 21, Annicius Florus, sin filiación. Si se lee Minicius, todos los nombres
serían romanos.
IRUÑA, EA 45, Munatius Fuscus Ambaici f. 51, Licinius Serenus Hispani f. Hispanus
supone un origen indígena.
Id. 56, Asinius Ausiuos, Rutili f.
Id. 69, Aunia Secundiana. Sin filiación.
Id. 70, Lucilius Crispus... ioni f.
LAPUEBLA DE ARGANZON, EA 78, Lucia Fesetina, la hija; Anutisema Octauia, la madre.

152
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

OCARIZ, EA 88, M. Sempronius Elaui f.


SAN ESTEBAN, EA 98, M. Porcius Tonius, Ausci f. Quizá no sea español, pero tampoco
es romano de origen. Es de la tribu Quirina.
MARAÑON, EN 38, M. Caelius Flauus y M. Caelius Flauinus, padre e hijo.
GASTIAIN, EN 20, Antonia Buturra Viriati f., Id. 21, M. Iunius Paternus, Cantabri f .
Id. 22, Iunia Ambata Vironi f., id. 23, Minicia Aunia, Segonti f.
Id. 24, Porcia Ambata, Segonti f., id. 25, Seuerus Flauinus, hijo de Rectunus y Ambata.
3.º Familias enteras con nombres latinos. A veces no han entrado por completo en
el sistema de los tria nomina. Con frecuencia faltan los praenomina clásicos o usan
otros nombres en su lugar.
ALBENIZ, EA 1, Sempronius Silo.
ALEGRIA, EA 2, S(empronius?) Seuerus.
ANGOSTINA, EA 3, Aemilius Maternus, Flori f., id. 5, M. Vibius Flauinus, y Vibia Mar-
cellina, dos hermanos. Id. 6, Calpurnius Flaccus, Proculi f., Suestatiensis. Sus
hijos son Caius y Seuerus. Los miembros de las tres generaciones llevan nombres
romanos, pero no han entrado por completo en el sistema onomástico romano. Son
de Suestatium, ciudad caristia, que en mi opinión, debe ser identificada con Iruña.
Sólo se indica la procedencia de un individuo si la ciudad es importante. P. ej.,
son abundantísimas las menciones de individuos procedentes de Clunia, de
Uxama Argaela, de Emerita, etc.
ARAYA, EA 8, Capito. Sin filiación.
ASSA, EA 15. Una familia completa con nombres romanos:
T. Sempronius Titullus, el padre; Aemilia Titulla, la madre; C. Sempronius Aemi-
lianus, el hijo; Pompeia Materna, la nuera; Sempronius Titullus, el nieto. Las dos mu-
jeres y el nieto no llevan praenomen; el hijo lleva el nomen paterno y el cognomen
sacado del nomen de la madre; la madre y el padre llevan el mismo cognomen. Habrá
que ver un origen servil en los padres? O haber recibido los nombres, marido y mujer,
de un mismo patronus cuyo cognomen fuera Titullus? Esto es menos verosímil, pues
suele trasmitirse el nomen, tanto en los casos de libertos como de adopciones, pero no
siempre el cognomen.
BAÑOS DE EBRO, EA 16, Vrsicenus, el padre; Aselucius, el hijo. Inscripción tosca, con
un latín deficiente y tardío. Los nombres son romanos pero probablemente la
romanización no había penetrado mucho en esta familia.
CONTRASTA, EA 29. M. Candidianus. No se leen otros nombres, tal vez por el deterioro
de la inscripción pero se representan en ella dos figuras, posiblemente marido y
mujer.

153
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

FORONDA, EA 36, Exuperius, el padre; Materna, la madre; Maternianus,


el hijo; se alude a una hija, pero no se expresa su nombre.
IRUÑA, EA 43, Egnatius Ter(enti) f. Vitalis, id. 47, Aurelius Augustinus. Id. 48, Licinius
Liciniani f., Cantaber. Cantaber parece aquí simple mención étnica.
Id. 49, Marcus Sempronius L(uci) f. Fl(a'uius), el padre; Marcus Sempronius F(lauinus?),
el hijo; del padre se indica que pertenece a la tribu Quinina.
Id. 50, G. Fabricius Fuscus, el tío; F(uscus) Secundinus(?), el sobrino. Id. 60, Seuerinus
Seueri f., id. 67, M. Lucretius Fraternus, hijo de Plinthas. Id. 67, Sempronius Maternus,
Materne f. De la tribu Quinina.
LAGUARDIA, EA, 76, Pompeia Primitiva.
LUZCANDO, EA 79, M. Sempronius Fuscus, Oculati f.; Fuscinus, hijo o hermano.
Id. 80, Valeria, esposa de Sento. El marido no lleva nombre romano.
MARGARITA, EA 86, M. Octauius Sabini f. Quir. Gallicus. No parece de origen español.
Es también de la tribu Quirina.
NARVAJA, EA 87, Mantas Anti(o)cus Marcelinus, de la tribu Esquilina;
Maritus Romutus, su padre.
PAYUETA, EA 96, Oppius Mundus. Sin filiación.
SAN MARTIN DE GALVARIN, EA 100, M. Antonius Fuscus, el hijo; Aurelius, el padre.
SAN ROMAN DE SAN MILLAN, 101, Pomponius. Inscripción rota, no se entienden otros
nombres.
Id. 102, Quinta Fabia. Sin filiación.
URBINA DE BASABE, EA 116, Aemilius Paternus, el marido; Domitia Primitiva, la esposa.
VILLANAÑE, EA 117, Antestia Euterpe. El cognomen es griego. Procedencia descono-
cida, EA 119, Exuperia Flauina, sin filiación. No sabemos tampoco el nombre de su es-
poso, que es quien pone la lápida.
SASAMON, Burgos, Scribonius Fuscinus, el padre; Scribonius Fronto, el hijo; Aemilia
Materna, esposa de éste; Scribonia Frontina, niña, hija de éstos. Del padre y la esposa
se dice expresamente que eran Suestatienses.
Como ya hemos señalado, algunos personajes tienen nombres griegos, lo que nos
hace suponer un origen servil: Euterpe, Plinthas, Tychia, Anti(o)cus, Hellice.
Se señala expresamente la condición servil para Rhodanus, cuyo padre se llama
Atillius, si la lectura es correcta; la esposa es Tychia, con nombre griego, pero su madre
es del país, con nombre vasco o ibérico, Illuna, lo que hace suponer que Tychia era otra
sierva. También eran esclavos Anica, de Annicius (o Minicíus) Florus y Ablonius, de
Licira. Dos personajes no

154
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

parecen españoles: M. Porcius Tonius, hijo de Auscus, y M. Octauius Gallicus.


Algunos individuos están inscritos en la tribu Quirina. Pertenecen en su mayoría a
la región de Iruña y zonas próximas (Margarita y San Esteban). Sólo uno, de Narvaja,
pertenece a la Esquilina.
Podemos señalar que algunas inscripciones dejan entrever la existencia del matriar-
cado, que tan bien documentado está entre los Cántabros y otros pueblos del norte. Esta
institución parece incluso preindoeuropea, ya que la sociedad patriarcal es característica
de los pueblos indoeuropeos. Observemos que hay varias inscripciones en que se men-
ciona el nombre de la madre solamente: Appa y Serma, de Contrasta, y acaso Plendia de
Eguílaz, con nombres indígenas; Anutisema Octauia, con nombre no romano y so-
brenombre latino, de Lapuebla de Arganzón; Materna (n.° 68) de Iruña. Se mencionan
el padre y la madre en Gastiain, n.° 25, Rectunus y Ambata; en la familia completa de
Assa, T. Sempronius Titullus y Aemilia Titulla; en la de Foronda, Exuperius y Materna.
Pero quizá lo más llamativo sea la frecuencia del nombre Maternus, Materna y que
algunos hijos llevan un cognomen sacado del nombre de su madre: El hijo de Aemilia
Titulla, de Assa, se llama C. Sempronius Aemilianus; el hijo de Materna, de Foronda,
se llama Maternianus; el de Materna, de Iruña, se llama Sempronius Maternus.
Sin embargo no se encuentran alusiones al avunculado, institución que suele ser
complementaria del matriarcado, ya que en tal tipo de sociedad el hermano de la madre
es el verdadero jefe de la familia. En cambio, en una inscripción de Iruña parece hablar-
se del tío paterno (EA 50). Vid. sobre todo esto j. Caro Baroja, Los Pueblos del Norte,
pp. 48 ss.; J. González Echegaray, Los Cántabros, pp. 99 ss.
Una última observación podemos hacer como consecuencia de este estudio antro-
ponímico: El núcleo de onomástica indígena se centra al Oriente de la provincia, sobre
todo en Contrasta y Gastiain donde padres e hijos tienen casi todos nombres indoeuro-
peos prerromanos. La zona de predominio romano está al Occidente y al Sur de Alava,
sobre todo en torno a Iruña, que como ya he indicado creo que debe identificarse con
Suestatium, y a la región de Laguardia. El mapa adjunto es el mejor apoyo de esta afir-
mación.

B) LAS DIVINIDADES

Las inscripciones halladas en Alava son también una fuente para conocer qué
divinidades se veneraban en los tiempos romanos y a la vez una fuente más para pro-
fundizar en el estudio de la situación prerromana y romana de la provincia.
Las dividiremos en dos grupos: De un lado, los teónimos referentes a deidades de
origen prerromano, y del otro, las romanas.

155
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

En nuestra Península hay numerosos testimonios de la religión prerromana de todas


las regiones. Para conocerlos puede verse, p. ej., el libro de J. M. Blázquez, Reli-giones
Primitivas de Hispania, Roma 1962, aunque no recoge nada del mundo ibérico ni se
puede considerar exhaustivo; el trabajo de A. Tovar y J. M.ª de Navascués, Algu-nas
consideraciones sobre los nombres de divinidades del Oeste Peninsular, Miscelá-nea
Coehlo, Lisboa 1950, donde se publica una extensa línea de teónimos con un breve
comentaría; mi trabajo Nuevas divinidades de la antigua Hispania, Zephyrus, III, 1952,
que completa un poco la lista antes mencionada. Además de estudian desde el punto de
vista histórico, epigráfico o lingüístico otras muchas divinidades y sus cultos en artícu-
los de diversa índole publicados en las principales revistas. El mismo Blázquez ha
dedicado numerosos artículos a estos temas que completan su trabajo antes menciona-
dos, y yo misma he vuelto a ocuparme del tema de la teonimia en NAH, Emerita,
XXXIII, al final del trabajo.
Como he dicho arriba, en Alava la epigrafía nos ofrece testimonios del estado
religioso prerromano, ya que la religión es una institución esencialmente conservadora
y muchos cultos indígenas pervivieron durante el Imperio. También tenemos inscrip-
ciones dedicadas a deidades romanas. Nos haría falta saber hasta qué punto en Alava,
como en otras regiones, estas divinidades conservaban su valor propio o simplemente
recubrían, cambiándoles el nombre, otras divinidades prerromanas con las que tenían
algunos puntos en común.

a) Divinidades prerromanas

AITVNEO, dat., Araya, inédita. Lectura de Elorza, partiendo de los ms. de Baráibar. De
las cuatro aras encontradas por Baráibar en Araya, junto al río Ciraunza, ésta es la
más interesante. Dos son ilegibles y de la cuarta hablaremos más adelante.
Según todas las apariencias Aituneus parece un nombre vasco latinizado, relaciona-
do con aita «padre», o sus derivados, vasc. med. aítan, vasc. mod, aiton «padrino, ayo,
abuelo» (M. Pidal, Toponimia, p. 230). Esta misma es la posible base del nombre de
dudosa lectura Aitea, estudiado más arriba. La región en que se encontró el ara es aún
hoy de habla vasca y es verosímil que Aituneus fuera una deidad eúscara, aunque la
antroponimia no romana de esa región es claramente indoeuropea.
Como tampoco es imposible que Aituneus sea una divinidad de origen indoeuro-
peo, señalemos como en el caso de Aitea, su posible relación con ide. *ai- «dar, partici-
par», *aito- «participación» (Pokorny, IEW, pp. 10 ss.), probable etimología de los
antropónimos hispánicos Aetara de Mallorca; Aeteius, un Cántabro; Aeterus, Aetura, de
Galicia y Lusitania, y otros extrapeninsulares (Vid. O. Hisp., p. 10).

156
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

En cualquier caso, y desde el punto de vista fonético señalemos la conservación del


diptongo Ai-, como en Ambaicus, Araica, etc., que en otras regiones se asimiló ple-
namente al diptongo latino -ae-.
BAELISTO, dat., EA 7, Angostina.
Nombre sumamente interesante por la zona de su hallazgo, en medio de una antro-
ponimia indoeuropea, y por sus especiales características. Debemos a Baráibar la pri-
mera noticia de su hallazgo y a Elorza el haberla dado a conocer en su estudio epigrá-
fico de Alava.
En primer lugar señalemos el sufijo -isto-, similar al que encontramos en el étnico
Caristi, en el teónimo navarro Peremusta, en los topónimos e hidrónimos Carasta,
Contrasta, Arnasta, Bargaristo, etc. Respecto a este sufijo señalemos que puede ser
idéntico al ilirio -sto-, -sta-, -ste-, frecuente en la onomástica de aquella región o bien
tener un valor superlativo. Vid. sobre todo esto lo que se indica más adelante a propósi-
to del topónimo Carasta.
En cuanto al radical caben varios supuestos, todos ellos aceptables, tanto desde el punto
de vista fonético como del semántico. Un ide. *bhel- «blanco, brillante», nos da-ría un
*Balistos (*Bailistos con infección) o *Belistos (ae = e por hipercorrección). Es-ta base
etimológica aparece en otros teónimos como Belenos, Belisaina, fuera de Hispa-nia. Si
pensamos que el sufijo tiene valor superlativo, Baelistus sería «el más brillan-te», y tal
vez sería un dios solar semejante a Apollo Belenos. Si partimos de un ide. *bel-
«fuerte», cf. scrto. batistas «el más fuerte», gr. ǺȑȜȚƴıȢ ƃ’İȜIJȚıIJȠȢ «el mejor»; o bien
ser igual al antropónimo de Braga, Pelistus, que presenta una estructura idéntica, ya que
la alternativa P / B o más bien la confusión sorda / sonora es corriente en las lenguas
hispánicas, y para el que habíamos supuesto como base un ide. *pel- «gris, pálido», que
también sería admisible.
Los nombres cuya base es Bel- o Bal-, del ide. *bhel- «brillante», balios «blanco»,
en las lenguas célticas y las de la región véneto-iliria son frecuentes tanto para personas
como para divinidades, ríos, ciudades, etc. Cf. p. ej., además de los teónimos antes cita-
dos, Mons Balista «el clarísimo» en Liguria, y entre los antropónimos hispánicos Ba-
laesus, nombre especialmente frecuente entre los astures, Balarus de Avila y Palarus de
Barniedo, León, además de un dux Vettonum citado por Silio, Balanus, otro Vettón;
Balíenus de Cabra, etc. También son frecuentes los nombres cuya inicial es P-, que en
caso de que fuera originaria no se trataría de nombres célticos, sino que habría de pen-
sar en otras lenguas indoeuropeas diferentes. En el caso de que Baelistus hubiera de re-
lacionarse con estas últimas, hay que tener en cuenta que dicha P- se presentaría sono-
rizada. Entre todas estas posibilidades, todas ellas legítimas, creemos que lo más vero-
símil es relacionarlo con *bhel- «brillante».

157
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

No queremos dejar de mencionar otra posibilidad de interpretación, el que en Bae-


listus se presentase enmascarado un Beles ibérico, igual al vasco beltz «negro», como
indicábamos al hablar de los antropónimos Belennes, de la Turma Salluitana, y Be.l.e.n.o.s,
en caracteres ibéricos, del plomo de Azaila, pero creemos que en este caso concreto, da-
da la estructura del teónimo, y la abundante antroponimia y toponimia indoeuropea de
la región de su hallazgo, esta posible relación con el vasco o el ibérico parece que debe
descartarse.
Vid. sobre todo esto: Pokorny, IEW, pp. 96, pp. 118 ss. y 804 ss.; O. Hisp., pp. 48
ss. y 178 ss.; O. Lus., pp. 47 ss. y 90; U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 45 ss.; A. Tovar, Eine
indogermanische Gottheit aus Spanien: Peremusta, Studien zur Sprachwissenschaft und
Kulturkunde. Insbruck 1968.
HELASSE, o HELLICE HELASSE, dat., inédita. Miñano Mayor.
Indudablemente Helassa es el nombre de la divinidad, pero no está completamente
claro si Hellice forma parte del nombre de la oferente, que en ese caso sería Aelia He-
llice, o del teónimo. Nos inclinamos por considerar sólo como teónimo la segunda par-
te. No se conoce ninguna deidad similar en el panteón hispánico. A primera vista parece
griego su nombre, lo mismo que el sobrenombre de la dedicante (cf., CIL, II, 104, 4339
y 4352).
MATRIBUS VSEIS, EA 76, Laguardia.
El culto a las Matres fue frecuente entre los pueblos célticos y germánicos. La
España indoeuropeizada no fue una excepción. Conocemos varias inscripciones dedica-
das a las Matres, especialmente en la zona de influencia celtibérica, que es con toda
probabilidad la que mayor relación cultural y lingüística presenta con los pueblos célti-
cos históricos del otro lado del Pirineo. P. ej., el culto a los Lugoues o a Lugus, la
estructura de la lengua de las inscripciones de Penalba de Villastar, o de Luzaga, etc.
Vid. mis trabajos Nuevas Divinidades, Zephyrus, III, 1952, pp. 57 ss.; Mercurio... Eme-
rita, XXIV, pp. 294 ss.; A. Tovar, Lenguas prerromanas indoeuropeas, ELH, 1, pp. 102
ss.; Lejeune, Celtibérica, etc.
Entre las Matres hispánicas señalemos las Brigeacae y las Gallaicae, de la región
cluniense, aunque sus epítetos parecen señalar otra procedencia; y otras dos con sobre-
nombres ilegibles de las provincias de Segovia y Soria, esta última tal vez en lengua
celtibérica. Blázquez en RPH, p. 130 recoge también otros epítetos de Matres no his-
panas.
En cuanto a Vseae es un epíteto interesante. Baráibar, «fantaseando», como él
mismo decía, las suponía como deidades bienhechoras y las relacionaba con el vasco
usu «paloma». Pero estas Matres Vseae aparecen en una región demasiado indoeuropei-
zada para suponer un epíteto de origen eúscaro. Más fácil parece relacionarlo con el
adjetivo usseam, que acompana a oilam, en la inscripción lusitana del Cabeco das
Fraguas y Tovar interpreta como «oveja de un ano». Vsseam parece estar basado sobre
*wet- «año»,

158
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

partiendo de *ut-sei, como en hitita usa, luvita ussa, formas reducidas frente a *wet-si,
que es la base de las correspondientes formas célticas de tipo britónico. (Cf. Pokorny,
IEW, p. 1175, Tovar, El Cabeco, E. Celt., p. 255. La simplificación ussea > usea no
presenta dificultad fonética.
Matres Vseae sería pues, «las madres del año», o más bien, si atendemos al a. lit.
vetusae, «viejo, añoso», o al lat. vetus, uetustus, del mismo sentido, con la raíz en for-
ma plena, significaría «las Madres ancianas, o venerables» por su antigüedad.
Si como suponemos, este epíteto Vseae tiene relación lingüística con usseam de
una inscripción votiva lusitana en lengua indígena, desde el punto de vista lingüístico es
un nuevo documento de la relación de los antiguos pueblos de Alava con los de la
región lusitana. En cambio, desde el punto de vista religioso, el culto a las Matres rela-
ciona Alava con la región celtibérica, lo cual se confirma también desde el punto de
vista arqueológico. Laguardia, lugar del hallazgo, está situada en la Rioja Alavesa,
entre la Baja Navarra y la Rioja Castellana, y la presencia de cerámica celtibérica es
bien patente en los poblados de esta región meridional de la provincia. (Cf. A. Llanos,
Hierro, sobre todo en relación con el poblado de La Hoya, p. 262, n.° 14). Vid. también
J. Maluquer, Pueblos Celtas, HEMP, 1, 3, p. 154; id. pp. 30 ss. y 91.
PEREMVSTA, Zephyrus, VI, p. 298. Eslava, Navarra.
Recogemos esta divinidad junto a las alavesas, aunque la zona de su hallazgo no es
limítrofe con Alava, por dos razones: 1.º, porque la estructura del teónimo encaja bien
dentro de la onomástica de la región, con la P- inicial conservada, como Plendia o
Plendus de Eguílaz, y el sufijo -sta, que aparece en topónimos, étnicos y hasta teóni-
mos, cf. Arnasta, Carasta, Caristi, Baelistus, etc.; 22 a, porque la oferente se llama
Araca, y este nombre entra de lleno en el cuadro antroponímico y toponímico de Alava.
Por lo demás, para todo lo relacionado con esta deidad, vid. el trabajo de A. Tovar, an-
tes citado: Eine indogermanische Gottheit aus Spanien: Peremusta.
SANDAO VIMV/MBVRO(?), dat., EA 1.2, Arceniega. Lectura de Elorza, tomada de Ba-
ráibar, quien a su vez lo hace de Prestamero, basándose en un dibujo de éste, que
es quien vio la piedra, descubierta en 1787. En tiempo de Baráibar ya había desa-
parecido el ara.
Después de esta larga introducción vamos a hacer varias interpretaciones posibles
sobre este teónimo, ya que es imposible comprobar su lectura, como sería nuestro de-
seo, para dar una opmton más acertada sobre él.
1.º Partiendo de la lectura arriba indicada, podemos observar dos partes en el te-
ónimo:
a) Sandaus. Nombre relacionado con el río Sanda que Plinio menciona en Canta-
bria (NH., IV, 110 s.) aunque algunos códices leen de otro modo el nombre, y con el
topónimo cántabro Sandaquitum, y el nombre

159
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

mismo del oferente, Sandus. Vid. lo que se dice sobre cada uno de estos nombres.
b) Vimumburo, dat. Senalemos primero otras lecturas posibles, partiendo siempre
del dibujo encontrado entre los manuscritos de Baráibar, ya que existe un nexo que
puede ser interpretado MV, como se ha leído, o bien AN o NN (algunas A del dibujo
carecen de travesano). A continuación, al final del renglón y según el referido dibujo,
parece haber una O borrosa (Baráibar la da con puntitos) aunque otros creen que es una
especie de signo solar (cf., CIL, II, 2990). Si se entiende como una O, cabría también
leer VINNO / MBVRO o VIANO / MBVRO. Señalemos que la M está al comienzo del
segundo renglón y un poco separada de BVRO. A primera vista parece que se debe leer
todo como una palabra sola. Si atendemos a las sílabas finales, -buro, cabe pensar en un
nombre vasco, en relación con buru «cabeza» La primera parte es de más difícil
interpretación y puede no ser un nombre enteramente vasco sino híbrido, como ocurre
con algunos nombres ibéricos, tales como Boutin-tibas, Tautindais, etc. Vid. mi traba-
jo, L'indoeuropéen el l'anthroponymie ibérique. Actas VI CICO, II, pp. 82 ss. Si leemos
Viano-, cf. Vianeglus, un astur o cántabro, ex gente Abilicorum, y numerosos topónimos
Viana dentro y fuera de la Península, p. ej. en Navarra, en Galicia, etc. (Vid. O. Hisp.,
p. 249).
Si leemos Vinno- tendríamos que pensar en una asimilación nd > nn, come en el
Mons Vinnius o Vinnius de los Picos de Europa, citado por Orosio, Floro y Tolomeo, y
en tal caso tendríamos la conocida palabra céltica ajados «blanco» (Cf. Pokorny, IEW,
p. 1125; D. E. Evans, GPN., p. 387) que entra en la formación de tantos nombres célti-
cos de todo tipo. En España aparece a veces bajo la variante uend-, p. ej., en Alcoben-
das (en el siglo XIII, Alcouendas), igual al antropónimo de la Galia Alcouindos, que
Menéndez Pidal interpreta como «corza blanca» (Toponimia, pp. 83 y 214 ss.); antro-
pónimos Vendiricus de Oviedo, Vendalo de Cuenca, Vendiecus de Orense, etc. Vid. O.
Hips., p. 248; U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 102 ss. Cf. también Vindeleia, ciudad de los
Autrigones en Burgos.
En cuanto a la segunda parte, -buro, si se ha de identificar con buru «cabeza» en
vasco, tendríamos junto con la inscripción de Lerga, con nombres claramente vascos,
con algunos nombres aquitanos y acaso con el teónimo Aituneus, arriba estudiado, los
más antiguos testimonios escritos de la lengua vasca. En otro caso, si no fuera un ele-
mento vasco, habría que pensar en topónimos y antropónimos como Burón, aldea en la
zona cántabra de la provincia de León; Purón, un afluente del Ebro que nace en Alava
y acaba en la provincia de Burgos; y en los antropónimos lusitanos Burus, Burilus,
etcétera (Vid. O. Lus., pp. 51 ss.).
Suponiendo siempre que fuera una palabra sola, el hecho de que la M forme con la
B el comienzo del renglón nos hace pensar en el grupo mb (aun-

160
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

que no olvidemos que según el dibujo hay un poco de separación), si es que pensamos
que -buro, dat. sea un elemento vasco o vascoide. Cf. lo que ocurre con los grupos nb y
mb en los nombres ibéricos Sosimilos (*Sosin-bilos), o Instamiuris, gen. (*Instan-biur)
frente a Sosin-biuru; Adimels (*Adin-bels) frente a Adin-belaur; Ordumeles (*Ordun-
beles) frente a los topónimos Ordu-na, Ordunte, etc. (Vid. U. Schmoll, Die iberischen
und beltiberischen Nasalzeichen, Glotta 76, 1960, pp. 286 ss.; Martinet, Les oclusives
du basque, en Economie de changements phonétiques, Berna 1964, p. 387; y O. Hisp.,
p. 273.
2.° Observando bien el dibujo que, como dijimos arriba, Baráibar toma de Presta-
mero, se nos ocurre otra posible lectura, dado que en todo el primer renglón no hay nin-
guna interpunción y que en más de una ocasión es fácil confundir una O poco marcada
con una O, mientras que, como ya hemos indicado, la separación es marcada entre M y
BVRO, y la interpunción clara entre esta palabra y SANDVS. En tal caso la lectura podría
ser: SANDAQVINNO (o -ANO) / M. BVRO SAND(V )S / A.P.S.R. Es decir, el teóni-
mo sería Sandaquinno o Sandaquiano, (vid. lo observado ariba sobre el nexo) y el ofe-
rente M(arcus) Buro Sand(u)s, con lo que el teónimo estaría en más estrecha relación
con el topónimo Sandaquitum, y Buro, considerado nominativo, con Burón, y Purón, el
topónimo y el hidrónimo que antes hemos citado, y los antropónimos lusitanos mencio-
nados igualmente. En este caso se vería aún mejor la estrecha relación ya varias veces
señalada entre los nombres alaveses y los cántabros, sobre todo teniendo en cuenta que
la región de Arceniega, donde apareció el ara, es una región que puede considerarse casi
completamente cántabra.
De todos modos una cosa está clara: Sandaus o Sandaquinnus, cualquiera que sea
la lectura, está en relación con el hidrónimo Sanda y con el topónimo Sandaquitum, del
mismo modo que Tullonius con Tullonium, y tantos otros. Lo dudoso será siempre sa-
ber, perdida la piedra, si existe o no un epíteto de la deidad y qué sentido puede tener
éste.
TVLLONIO, dat., EA 2, Alegría.
Divinidad que se identifica con el topónimo Tullonium, que según las fuentes an-
tiguas corresponde al lugar del hallazgo. Vid. lo que se dice más abajo sobre este topó-
nimo.
Es frecuente la relación entre los topónimos y los teónimos, es decir, de las deida-
des protectoras de lugares cuyos nombres llevan. En Hispania, además del Mars Tilenus
ya citado, cuyo nombre pervive en el monte Teleno, al SO. de Astorga, en Alava la
Sierra de Toloño perpetúa al topónimo Tullonium y a la deidad Tullonius así como en
otras regiones, Larocus, dios galaico, pervive en la Sierra de Larouco; varios teónimos
acaban en -briga o -brigus, o son epítetos de tipo adjetival como Barciaecus, Tabaliae-
nus, Segidiaecus, etc., siempre relacionados con topónimos.

161
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

No es indispensable que la inscripción votiva aparezca en el lugar en que estuvo el


poblado cuyo nombre lleva la deidad. Con frecuencia sólo indica la procedencia del
oferente o alguna relación de éste con el poblado en cuestión. En el caso de Alava, Tu-
llonium, como he dicho, suele identificarse con Alegría, donde se encontró la inscrip-
ción, mientras la Sierra de Toloño está mucho más al sur de la provincia. Para todos los
problemas lingüísticos en relación con nuestro teónimo, vid. abajo el estudio dedicado
al topónimo Tullonium. Para los problemas de tipo religioso, cf. Blázquez, RPH, pp. 71
ss., 126, 190, etc. Tulloníus puede estar también relacionado con el antropónimo Tullo.
Vid. J. Untermann, AEA, XXXVIII, pp. 13 ss.
V VARNAE, dar., EA 19, Cabriana.
El ara se ha perdido pero en los manuscritos de Baráibar hay un facsímil que él
copia de la obra de Prestamero. Según tal dibujo y las noticias que Prestamero, que vio
el epígrafe, da de él, hay un espacio entre la primera y la segunda V pero no indica que
haya letra ninguna en medio, que por borrosa se deba restituir.
En tal caso, y como por el contexto se ve que está dedicada el ara a una divinidad
salutífera, probablemente algún manantial (la estructura geológica de la región es ade-
cuada para manantiales), o tal vez el mismo Ebro, ya Baráibar trató de explicar el teó-
nimo con una significación hídrica. Sin embargo aunque estemos de acuerdo en que V
Varna sea una deidad acuática, no creemos que se pueda explicar su sentido por el
vascuence, por ser la región de su hallazgo zona muy indoeuropeizada y romanizada, y
por la misma estructura de la palabra, como veremos. Tovar me sugiere la lectura V
(irtuti) Varnae, o algo similar, dejando a un lado esa V inicial del renglón que parece en
cierto modo independiente del teónimo propiamente dicho. Gómez Moreno lee V(otum)
Varnae (Misc., pp. 235 ss.).
Varna, en este caso, estaría plenamente dentro del cuadro de la hidronimia europea
primitiva, que como abajo veremos, está bien documentada en Alava. Se trataría de una
formación en -na, sobre Var-, raíz que se conoce diversos hidrónimos como Vara (Li-
guria) ; *Varina, hoy Wern (Alemania); Varmena (Alemania) ; *Varantia, un afluente
del Danubio; Varisia, Varusa (Francia y Liguria), etc. Vid. sobre estas -formaciones
hidronímicas lo que más adelante se dice a propósito de Avendaño, Armentia, Argan-
zón, Salmantón, etc. El significado adecuado a la hidronimia está garantizado por a.
ind. varí, «agua», avest. var, «lluvia»; tocario wiir, «agua», anor. varí «fluidez», etcé-
tera del ide. *wer, awer- «agua, lluvia, río» (Pokorny, IEW, p. 80. Vid. también Krahe,
Idg. und Alteur, Die Urheimat, pp. 438 ss.; J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, p.
238). Cf. también el topónimo renano Varnenum en la región de los Eburones (L.
Weisgerber, RhN, p. 43, mapas 1 y 2).
La forma Varna frente al hidrónimo centroeuropeo *Varina, supone una for-
mación similar a la que vemos en Arnus, hidrónimo de Cataluna, citado

162
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

por Plinio; en Arnedo y Arnedillo, de Logroño, lugares conocidos por sus fuentes
termales, en los topónimos alaveses que más abajo estudiamos, Arna, Arno, Arnasca y
Arnasta, etc. Sobre el sufijo -na/-no- directamente unido a la raíz vid. también el
teónimo de los Zoelas Aernus (Blázquez, RPH, pp. 65 ss.), y los antropónimos Burnus,
de Chaves; Biurno, un Segiense de la Turma Salluitana, etc. (O. Hisp., pp. 55 y 63).
En todo caso creemos que es completamente descartable una interpretación de
Varna por el vascuence, como indica Elorza basándose en Baráibar. En esa zona no
quedan restos vascos claros anteriores al Medioevo ni los nombres que figuran en la
inscripción, de dudosa lectura por lo deteriorada, indican procedencia vascona. La labor
de Baráibar epigrafista fue magnífica, pero sus interpretaciones lingüísticas carecen de
base científica de garantía. Por otra parte, Caro Baroja, en Los Pueblos del Norte, p. 94,
supone que esta divinidad, así como Matribus Vseis, es de origen céltico. Michelena, tan
prestigioso vascólogo como indoeuropeísta, me ha indicado personalmente que son
improbables hallazgos vascos en esa zona tan romanizada y en la que hay tantos restos
arqueológicos indoeuropeos. El mismo, en su comentario a los nombres vascos de la
estela de Lerga, Navarra, Príncipe de Viana, XXII, 82-83, p. 67, n.° 4, p. 67, señala que
los restos lingüísticos vascos de las vecinas regiones de Burgos y Logroño son medie-
vales.

b) Las divinidades greco-latinas

(HE)RMES, EA 113, Saraso.


Parece ser que se trata del pie de una estatua, no de una inscripción votiva. ¿Era
este el Hermes-Mercurio greco-latino, o era uno de los dioses célticos asimilados a Mer-
curio que llamaron tanto la atención de César y Tácito cuando nos hablan de los Galos y
Germanos? Vid. sobre este punto mi trabajo Mercurio... Emerita, XXIV, pp. 294 ss. De
todos modos señalemos que en la misma localidad se encontró la lápida votiva a Júpiter
que estudiamos a continuación, lo que nos hace pensar que no debe ser una deidad indí-
gena con nombre griego, y que Saraso debía ser un lugar bastante bien romanizado.
IOV(R) OPTVMO, dat., EA 111, Saraso.
Lápida al dios romano por excelencia, al dios indoeuropeo de la luz, que presidía
la Tríada Capitolina. Elorza señala que es la única piedra votiva conocida hasta ahora,
dedicada a Júpiter en Alava. En cuanto a su epíteto, Optumo, con una forma arcaizante,
bien por afectación o bien por las tendencias conservadoras de la región, como en otros
aspectos se han manifestado. Lo mismo podemos observar respecto al nombre del
oferente, (F)lauos o (E)lauos, con la -o- del tema sin cerrar por la proximidad de la -u-,
si se tiene en cuenta que en Roma el paso -uos, -uom a -uus, -uum tiene lugar hacia el
siglo 111 a. C. y que, aunque continuó escribiéndose -uo- hasta la

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

época imperial, era una simple forma de evitar dos signos iguales de distinto valor. Vid.
M. Niedermann, Phonétique historique du latín, París, 1945, pp. 60 ss.; L. R. Palmer,
The latin language, London, 1955, p. 220.
LARIBVS VIALIBVS, inédita, Ribavellosa; LARIBVS Q(uadri)V(iis), EA 77, Laguardia.
Dos inscripciones a los Lares de los Caminos, de estos caminos que tal vez cruzan-
do Alava llevaron a los centroeuropeos y a los romanos hacia el interior de la Península
y más tarde en dirección inversa a los bravos soldados hispanorromanos hacia Germa-
nía o a tierras ilíricas. Ambas inscripciones proceden de regiones muy romanizadas, la
primera incluso apareció cerca de la vía Burdigala-Asturica.
En Hispania hay numerosas aras a los Lares Viales, varias de ellas en la región ga-
laica. De los Lares Quadriuii el CIL II no recoge ninguna, y Elorza señala que tal forma
de designar a los Lares de los Caminos era usual en Germanía.
(MINER)VA, EA 96, Payueta.
Según el dibujo de Baráíbar, tomado de Prestamero, se pueden ver encima del
nombre del oferente dos letras que dicen VA. Ignoramos si se trata de una divinidad
indígena, pero entre las hasta ahora conocidas ninguna parece encajar en nuestra ins-
cripción. Como por otra parte los nombres del oferente, Oppius Mundus, son latinos y
la región bastante romanizada, suponemos que la deidad a la que se consagra la ins-
cripción sería Minerva.
NYM(PX)IS, EA 8, Araya.
Inscripción que, como dijimos al hablar de Aituneus, apareció junto al río Ciraun-
za, junto con otras ilegibles.
No se lee epíteto alguno en esta inscripción. Señalemos, no obstante, que el culto a
las Ninfas encubre frecuentemente cultos indígenas a divinidades fluviales, que a veces
pueden reconocerse por sus epítetos, cuando están expresos. Cf. p. ej. Varcilenis,
Transtaganis, Lupianis, etc. Pero en el caso de las inscripciones de Araya ignoramos
cuál puede ser el nombre con que estas deidades acuáticas eran conocidas en la región.
NIMPH(IS) BONIS ET LOCOS, EA 20, Cabriana.
La discordancia gramatical nos indica un latín superficialmente aprendido por el
grabador y tal vez por el propio dedicante, cuyo nombre desconocemos, aunque puede
ser latino, porque el conjunto de la región está muy romanizado. Discordancias ca-
suales son frecuentes en el latín vulgar, sobre todo entre gentes que sólo utilizarían el
latín como lengua oficial. Cf. p. ej., las inscripciones cántabras de Vadinienses y Or-
gnomescos en que discordancias de este tipo están bien documentadas: Bouecio... ci-ves
Orgnom(escus); Elanio...filius Paterni..., en que las aposiciones están en nomina-tivo, y
los antropónimos en dativo (Los Cántabros n.° 31 y 53).

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Pasando a otro aspecto, recordemos lo dicho arriba, que las Ninfas pueden ser
deidades indígenas, de aguas salutíferas de distintos tipos. En cuanto a los Loci pueden
ser espíritus de los lugares, como el Genius Loci de la religión romana, y únicamente
nos haría falta saber, como en el caso de las Ninfas, si hay que entender estas deidades
como romanas o como indígenas encubiertas por otros nombres en razón de su seme-
janza. Entre los dioses hispánicos no sólo hay protectores de los poblados en sentido
material, cf. p. ej., Tullonius con relación al topónimo, sino también dioses de entidades
de tipo social. Vid. Tovar, El Cabeço, E. Celt., XI, pp. 246 ss., a propósito de Treba-
runa, Trebopala, etc. Indiquemos por último, en relación con las Ninfas de Cabriana,
que ésta es la misma región en que apareció el ara dedicada a la divinidad acuática
Varna.
TUTELAE, EA 53, Iruña.
Tutela es una deidad romana que incluso ha dado nombre a algunas ciudades de
España, cf. p. ej., Tudela de Navarra, Tudela en Alava, cerca de Arceniega, etc. En al-
gunos casos, como señalamos a propósito de las Ninfas, Tutela recubre a otros dioses
indígenas, de características parecidas y cuyos nombres por ello nos son hoy desconoci-
dos. (Blázquez, RPH, pp. 51 ss.).
Flaminius, único nombre mencionado en la lápida, es romano, la inscripción muy
cuidada, es de mármol, e Iruña, la ciudad del hallazgo es la más romanizada de las co-
nocidas en Alava, haya que identificarla con Suestatium, como creo, o no. Esto nos ha-
ce pensar que, en este caso, Tutela es simplemente la diosa romana, sin encubrir dei-dad
indígena alguna, y que ello es una prueba más de la penetración de la romanización en
Alava. Dioses desconocidos. EA 6, Angostina; id. 61, Iruña.
En estas dos inscripciones falta el nombre de la divinidad. En la primera debía
encabezar el texto, pero está borrada por completo. La segunda está rota y es imposible
saber a quién se dedicaba. Los nombres que figuran en la primera, ofrecida por un Sues-
tatiensis, el dedicante, su padre y sus dos hijos, son todos latinos, aunque puedan ser
indígenas romanizados. A la segunda parece que le ocurre lo mismo. Si como ya hemos
dicho varias veces, Suestatium es Iruña, estas dos inscripciones son simplemente una
prueba más de la romanización de Alava, y tal vez estuvieran dedicadas a dioses del
Panteón romano tradicional.

C) ESTUDIO LINGÜISTICO DE LOS TOPONIMOS

No es preciso resaltar el grandísimo valor que tiene el origen de los topónimos de


una región cuando las fuentes de otros tipos son insuficientes o nulas. Por ello es im-
prescindible utilizarlos cuando se trata de conocer la situación de la España prerromana
.o romana y son de suma garantía cuando las conclusiones que de su estudio se sacan
pueden conjugarse con las

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

obtenidas del estudio de la onomástica personal y sobre todo con los datos que propor-
cionan las excavaciones arqueológicas. A base de datos de tipo toponímico, más en
concreto de la hidronimia, trató de reconstruir Krahe la situación de los pueblos indo-
europeos de Europa en el II milenio a. C. con indudables aciertos. A base igualmente de
topónimos se pueden ir jalonando los movimientos de población de diversas épocas,
antiguas, medievales o modernas. Si un topónimo como Vindeleia o Tullonium nos
ponen en relación con pueblos centroeuropeos, en época medieval un Villabáscones de
Salamanca nos habla de una repoblación hecha con vascos, o un Cuenca o un Toledo de
América nos indican la procedencia de los conquistadores que fundaron aquellas
ciudades.
En el estudio de los topónimos alaveses haremos tres apartados: Un primer grupo
de topónimos e hidrónimos mencionados en fuentes antiguas, tales como los escritores
griegos y latinos Tolomeo, Estrabón, Plinio, Floro, Mela, Orosio, etc., y en los diversos
itinerarios. Un segundo grupo lo forman los topónimos modernos que por su estructura,
a veces confirmada por fuentes medievales, indican un origen prerromano. Un tercer
grupo los forman los topónimos que suponen la romanización, es decir, aquellos to-
pónimos que proceden de los nombres de los possesores de las villas romanas, fre-
cuentísimas en Alava, y entre los cuales podemos a su vez distinguir los basados en
nombres indígenas y los basados en nombres latinos. Todo lo que decimos de los
topónimos se entiende también de los hidrónimos y orónimos de Alava. A veces para
completar mejor el panorama incluiremos algún topónimo o nombre de río de las zonas
inmediatas a nuestra provincia, que encaje en la estructura de la toponimia alavesa y
complete los datos que ella nos ofrece. Por la misma razón al final del primer grupo
recogeremos también los topónimos antiguos de Várdulos, Caristios, Autrigones y
Berones situados fuera de la actual Alava.

1. Topónimos e hidrónimos conocidos por fuentes antiguas

Como hemos indicado ya, se trata de los nombres de ríos y ciudades conocidos por
fuentes literarias griegas y latinas, por los itinerarios y hasta por fuentes epigráficas,
como veremos, que han fijado y confirmado el conocimiento que de ciertos topónimos
se tenía por las demás fuentes. En la medida en que sea posible indicaremos la loca-
lización actual de estos lugares geográficos, pero el interés principal es el lingüístico y
en ello es en lo que nos detendremos más.
ALBA. Itinerario de Antonino, vía Burdigala-Asturica. Id. Ravenate Tolomeo la cita co-
mo ciudad de los Várdulos.
Según unos estaba cerca de Albéniz, según otros, como Saavedra, en el despo-
blado de Albizu, junto a Salvatierra. De cualquier manera que sea, estaba en la vía ro-
mana construida sobre el primitivo camino de penetración de

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

los pueblos indoeuropeos hacia la Meseta. Alba presenta la forma normal femenina
correspondiente al ide. *albhos «blanco», que es sumamente frecuente en la formación
de nombres propios de persona, topónimos, hidrónimos, etc. Como quiera que en las
lenguas célticas y en latín se utiliza la misma raíz para designar el color blanco, y
muchas veces la estructura morfológica coincide, no siempre es posible saber si un
nombre de radical Alb-es prelatino o latino, o tal vez forma latinizada de un nombre
prerromano más antiguo. Además en algunas regiones otra raíz aib- / alp- que significa
«altura» (cf. Alpes, o Albici, montani homines, Caes. b. c. I, 57) se interfiere con albb-
«blanco» y es difícil, tratándose de topónimos, precisar el origen de la palabra.
En cualquier caso, respecto a la Alba várdula podemos decir: 1.º Que es una ciudad
antigua, próxima a una zona donde hay restos de la Edad del Hierro, tanto si se localiza
en Albizu como si se hace en Albéniz (Cf. A. Llanos, Hierro, núms. 4 y 21; cueva n.º 2,
etc.); 2.º Que en toda esa zona hay restos romanos abundantes, pero en las inscripciones
abundan los nombres personales de origen prerromano; 3.º Que aunque en la onomás-
tica alavesa de las inscripciones no conocemos hoy antropónimos de base Alb-, sí hay
topónimos que más abajo veremos, como Albina, Albaina, etc., y en la antroponimía
hispánica son frecuentes los nombres de este radical, tales como Albicus, Albicius,
Albicianus, Albonius, Albucius, Alburas, Albuus, y otros como Albinus y Albiniana que
pueden ser tanto latinos como indígenas, porque presentan idéntica base y estructura.
Senalemos también en el Bronce de Ascoli un ibero Albennes, cuya forma es muy
semejante a la del topónimo Albéniz, con una base indoeuropea y un sufijo ibérico. (Cf.
mi trabajo «L'indoeuropéen et l'antroponymie ibérique», Actas VI CICO, II, pp. 86 ss. )
Además en la Península hay otros topónimos basados en Albo, tales como Albonica en
Aragón; Albocela, tal vez Toro, ciudad de los vácceos; Albocelo, divinidad de idéntico
origen en Portugal; el gentilicio Albiganicum de Toledo, etc., y varios hidrónimos.
El área de los nombres en Alb- es preferentemente occidental, como puede verse en
J. Untermann, Elementos, mapa n.° 45. Vid. además O. Hisp., pp. 14 ss.; O. Lus., pp. 27
ss.; NAH, Emerita, XXXII, p. 217; J. M.ª Blázquez, RPH, p. 71; J. Hoz, Hidronimia,
Emerita, XXXI, p. 231; J. Hubschmid, Zur Geschichte, Problematik und Methodik der
Erkliirung von Ortsnamen aus dem Mediterranen Substrat, Actas VI CICO, II, p. 397.
CANTABRICA o CANTABRIA, ciudad de los Berones.
Es posible que su situación sea ya fuera del territorio alavés, ya que Ceán Ver-
múdez cree que estaba emplazada cerca de Logroño, pero la incluimos aquí por su
relación con la cercana Sierra de Cantabria, al S. del Condado de Treviño. Gómez Mo-
reno lanzó hace ya muchos años la idea del parentesco entre la onomástica cántabra y la
alavesa. Aparte de otras razones

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

que lo confirman en gran parte, como lo hemos visto al hacer el estudio antroponímico,
no deja de ser sorprendente el recuerdo de esta ciudad destruida por Leovigildo en la
región fronteriza con Alava, el conservarse el nombre de la Sierra de Cantabria, y la
abundancia de testimonios del étnico Cantaber usado como nombre personal. Vid. J.
González Echegaray, Los Cántabros, pp. 19 ss. y 238.
Como contrapartida a esta relación de Cantabria con Alava, señalemos que en
Asturias, en la zona de contacto con los Cántabros, existe un topónimo Berones, en Pi-
lona (C. Bobes, Toponimia romana en Asturias, Emerita, XXVIII, p. 255).
DEOBRIGA, ciudad de los Autrigones. Itinerario de Antonino, Vía Burdigala-Asturica;
Tolomeo, II, 5, 7.
Esta mansión, señalada en los itinerarios, suele identificarse con Puentelarrá, aun-
que Elorza sospecha que pueda ser Cabriana, que no queda lejos y hay allí muchos
restos romanos y prerromanos.
Lingüísticamente su nombre presenta dos claros elementos célticos: Deo- = Deuo-,
con caída de la -u- intervocálica, idéntico al que tenemos en el hidrónimo Deua, «diosa
o divina», y una segunda parte -briga «forta-leza», frecuentísima en la toponimia celto-
hispana y gálica. Tovar en Las invasiones, Zephyrus, VIII, p. 82, supone que los
indoeuropeos portadores del elemento -briga pudieron penetrar en la Península entre
los siglos VIII y VII a. C. En cualquier caso, el elemento -briga se hallaba ya bien
arraigado en la Península antes de llegar los romanos y el número de los topónimos que
lo contienen aumentó bajo su dominio, creándose nombres híbridos como Flauiobriga,
Iuliobriga, Augustobriga, etc. Entre los testimonios primitivos podemos citar varias
Segobriga (una de ellas garantizado por la leyenda monetal S.e.co.bi.r.i.ce.s = Segobri-
gensis, M. 89), Caelobriga (cf. étnico lusitano caeilobrigoi), Berobriga, Talabriga,
Conimbriga, Tongobriga, Turibriga o Turobriga, etc., que se extiende por toda la
Hispania indoeuropeizada. Vid. el mapa de distribución de -briga al comienzo de este
trabajo, tomado de Untermann, Sprachriiume, y vid. también en ese artículo, pp. 13 ss.;
igualmente U. Schmoll, Hísp. Idg., pp. 32 y 73 ss., así como Menéndez Pidal, Toponi-
mia, pp. 181-188 (El elemento -obre en la toponimia gallega), aunque creemos que
algunos topónimos en -obre se basan ciertamente sobre antiguas formas en -briga, p.
ej., Elaneobriga = Lanobre.
Señalemos para terminar que existe otra Deobriga en Lusitania, no identificada,
pero mencionada por Tolomeo 4, 5, 5; y Deobrigula en la provincia de Burgos, proba-
blemente Rabé de las Calzadas (Tol., II, 6, 51; Itin. Antonino, Vía Burdigala-Asturica.
Este último presenta un sufijo -ula, que parece ser de diminutivo, pero M. Faust piensa
que es el mismo sufijo primitivo que aparece en los étnicos Varduli, Bastuli, Turduli (o
Barduetes, Bastetanos y Turdetanos), así como en los topónimos Baecula, Carula,

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Ilipula, Obulcula, etc. (M. Faust. –itani, pp. 27 ss., mapa n.° 2 e índice, pp. 130 ss.).
DEVA, río entre Várdulos y Caristios. Tolomeo lo menciona. Además existen como to-
pónimos una ciudad en Guipúzcoa, en su desembocadura, y el término Fuente De-
va, junto a Salinas de Léniz, en el nacimiento. Vid. también abajo Deva y Rideva,
de Alava.
Propiamente es un río de Guipúzcoa, aunque nace en el límite de nuestra provincia,
pero todavía hoy su valle sigue fuertemente ligado a Alava. Desde el punto de vista
lingüístico señalemos el nombre genuinamente indoeuropeo que tiene el río, basado en
*deiwa, «diosa, divina», frecuente en la formación de hidrónimos, por el carácter divino
atribuido a los ríos, sobre todo en las regiones de estirpe céltica. En el Norte de España
hay uno (o dos, según se lean los textos) Deua, además del que nos ocupa, y fuera de la
Península Deua es también hidrónimo en Inglaterra y Escocia; además Deuana, Deuo-
na, etc., ríos y ciudades en diversas regiones célticas. Vid. D. E. Evans, GPN, pp. 191
ss.; J. González Echegaray, Los Cántabros, pp. 58 ss.; A. Tovar, Cantabria Prerro-
mana, p. 24.
Hay también numerosos antropónimos basados en *deiwos, como De.i.u.o.r.e.i.gi.s (
= Deuorix) de Luzaga en Hispania, así como fuera de ella, y naturalmente forma parte
de nombres o epítetos de dioses. Cf. en Hispania, Ermaei Deuori de Chaves, Deuaco
Caburio, en Astorga, etc. Vid. O. Hisp., p. 104; Emerita, XXIV, pp. 294 ss.; J. Unter-
mann, Misceláneas Epigráfico-Lingüísticas, AEA, XXXVIII, p. 13 y nota 25, etc. Vid.
también arriba el topónimo Deobriga.
GABALAEGA (ȉĮȕĮȜĮȚȤĮ). Ptol., II, 6, 65. Ciudad de Várdulos.
Su lugar no ha sido identificado exactamente, aunque algunos la relacionan con
Eguílaz, lugar de la vía Burdigala-Astúrica, en donde se han encontrado interesantes
inscripciones con nombres indígenas, y otros con Galarreta, lugar donde parece haber
restos de un poblado hallstáttico (A. Llanos, Hierro, n.° 10). Es sorprendente el pa-
recido del radical de este topónimo con el étnico Gabali o Gabales (Caes. B. G., VII, 7,
Plin, NH, II, 240) próximo a la Galia Narbonense, y Gabellus, afluente del Po por la
margen derecha.
En cuanto al sufijo -aeca, (-aica) es el mismo que encontramos en Araica, Am-
baicus, y otros nombres de personas, divinidades y lugares de diversas regiones de His-
pania: Cutaecus, Lubaecus, Arquiaecus, Melgiecus, Paciaecus; gentilicio Aiobaiciae-
com; teónimos: Barciaecus, Baraecus, Segidiaecus, etc. Vid. sobre todo esto, O. Hisp.,
pp. 288 ss.; O. Lus., pp. 122 ss.; U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 54 ss.
Si Gabalaeca y el étnico galo Gabali tienen algo que ver con el apelativo ga-
lorromano gabalus «horca», vid. H. Pedersen, Celtic Grammar, p. 28;

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Pokorny, IEW, p. 409 ss., ide. *ghabh(o)lo/la «horca, tenedor»; cf. también el topó-
nimo ilirio Gabuleo y el véneto ȉȡȚȖȐȕȠȜȠȚ
GEBALA (ȉİȕĮȜĮ) Ptol., II, 6, 65. Ciudad de Várdulos.
Posiblemente corresponda al poblado prerromano de Santa Lucía en Guevara (A.
Llanos, Hierro, n.° 18), nombre éste que se explica fácilmente partiendo de Gebala, con
la conservación de la pronunciación de la gutural sonora, la identidad de pro-nunciación
v/b atestiguada en España desde la época prerromana, y el cambio l/r que no ofrece
mayor dificultad fonética. Vid. L. Michelena, Sobre el pasado de la lengua vas-ca, pp.
21 y 112.
NERVA, río que hacía frontera entre Caristios y Autrigones, citado por Tolomeo.
El Nerua, hoy Nervión, nace en territorio alavés aunque su recorrido principal lo
hace por Vizcaya. El nombre de este río, como al comienzo de este trabajo indicamos,
nos recuerda a los Nerui, belicoso pueblo belga mencionado por César, y al recuerdo de
que también pueblos belgas llegaron hasta la Península Ibérica. (Vid. Maluquer,
Pueblos Celtas, HEMP, 1, 3, pp. 18, 20 y 29 ss. A. Tovar, Las invasiones, Zephyrus,
VIII, pp. 82 ss.). En una inscripción votiva de Cabriana, parece reconstruirse el adjetivo
Ne(r)-uiensis, que tal vez tenga relación con el hidrónimo. A. García y Bellido supone
que los Nervi mencionados en una inscripción junto a los Callaeci, son los riberenos del
Nerua, no los belgas. Fontes L. V., I, pp. 97 ss.
SANDA, río de Autrigones o de Cántabros. Plinio, NH, IV, III s.
Esta es una de las lecturas que dan los códices en este pasaje de Plinio, porque
otros dan Sanga o Sauga, pero a favor de Sanda están el topónimo Sandaquitum, de la
misma región, y además el antropónimo Sandus, del oferente a Sandaus o Sanda-
quinnus. Vid. estos nombres.
SANDAQVITVM. Ciudad de los Autrigones o de los Cántabros. Ravenate, p. 308.
Probablemente no se trata de una ciudad alavesa, ya que se dice que es de la costa,
aunque sí probablemente corresponde más al territorio de los Autrigones que de los
Cántabros propiamente dichos. La incluimos aquí porque Fernández Guerra en su tra-
bajo «Geografía Romana de la Provincia de Alava», BRAH, III, p. 29, dice que estaba
en la vía que enlazaba Salvatierra -en la Burdigala-Asturica-, con Castro Urdiales, vía
que pasaba precisamente por la zona de Arceniega, donde se encontró la inscripción a
Sandaus o Sandaquinnus, y cuyo dedicante se llama Sandus. Esta antigua vía serviría
para la penetración hacia Cantabria de los mismos pueblos indoeuropeos que atrave-
saron Alava, procedentes de más allá del Pirineo, y es un argumento más para explicar
las claras concomitancias que hay entre la onomástica cántabra y la alavesa.
SVESTATIVM. Ciudad de los Caristios.
Este topónimo ha sido mencionado varias veces en las fuentes antiguas.

170
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

En Ptol., II, 6, 64, se le llama ȈȠȞİıIJȐıȚȠȞ en el Itinerario de Antonino, Vía Burdigala-


Astúrica, Suessatio (abl.); en el Ravenate, p. 318, Seustatio, pero creemos que la forma
exacta es la citada arriba, porque en dos inscripciones, una de Angostina (EA 6) y otra
de Sasamón (CRAI, 1911) se menciona la procedencia de varios individuos diciendo de
cada uno que es SVESTATIENSRS, lo que supone la base toponímica Suestatium.
Se la ha relacionado por una parte con Zuazo de Vitoria (1), seguramente guiados
más por la aparente relación Zuazo / Suestatium, que por datos más exactos; otros la han
identificado con Armentia, cuyo topónimo es de origen antiguo, como luego vere-mos,
y de donde se han encontrado restos romanos y medievales; yo personalmente creo que
se ha de identificar con la propia Iruña, la más importante ciudad romana de Alava, bien
conocida por haber sido ya excavada en la zona romana y que guarda también
importantes restos de la época prerromana. A favor de esta identificación con Iruña
pueden aducirse: 1.° que es la ciudad alavesa antigua que más fuentes literarias
mencionan, como puede verse arriba; 2.° que las distancias del Itinerario de Antonino
pueden bien aplicarse a Iruña, como lo indica Saavedra en su trabajo de ingreso en la
Academia de la Historia, p. 104; que sólo suele mencionarse la procedencia de los
individuos en las inscripciones, cuando éstos son de ciudades relativamente importan-
tes, como vemos con los Clunienses, Vxamenses, Vadinienses, Segobrigenses, Interca-
tienses, Emeritenses, etc., y tenemos tres veces mencionada la procedencia Suesta-
tiensis, como ya dijimos, para Calpurnius Flaccus, dedicante de la inscripción votiva a
una deidad desconocida de Angostina, y Scribonius Fuscinus y Aemilia Materna, sue-
gro y nuera, enterrados en Sasamón.
Desde el punto de vista lingüístico, el que aquí más nos interesa, Suestatium o
Suessatium está emparentado con el étnico de la región navarro-aragonesa Suessetani
(Liv., XXXIV, 20); con el étnico belga Suessiones, varias veces mencionado por César
como pueblo relacionado con los Germanos Cisrenanos y los Nervios, celtas de la mis-
ma procedencia (Caes. BG, II, 3, 4, 12 y 13 ). No es seguramente una casualidad que
Suestatium, cuyo nombre se relaciona con los Suessiones, sea una ciudad de los Caris-
tios, uno de cuyos ríos se llama Nerua, hoy Nervión, con un nombre relacionado con los
Neruíi.
La raíz de este nombre parece ser el ide. *sweks «6», en la forma ordinal *sweskstos /
*swesksos «6», frente a otra variante *seksmos que

(1) Existen en la provincia otros topónimos semejantes, como Zuazo de Cuartango, que como
el citado Zuazo de Vitoria, corresponden a las tierras de los Caristios ; Zuazo San Millán y Zuazola,
en la región oriental, en territorio de los antiguos Várdulos y Zuaza, al NO, en tierras de Autri-
gones. Pero como indicamos, no creemos que Zuazo sea un topónimo identificable ni lingüística ni
arqueológicamente con Suestatium.

171
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

vemos en Sesmaca, epíteto de una divinidad galaica (CEG, XX, 1965, IRG, IV, n.° 82).
Sobre la alternancia de los sufijos -mo- / -to- en la formación de numerales ordinales,
cf. lat. septimus, decimus, frente a quintus, y gr. ȑȕįȠȝȠȢ frente a įȑȤĮIJȠȢ, ʌȑȝʌIJȠȢ.
Y en las formas hispánicas Tr.itus, Pentus con el sufijo -to-; Pintamus, con ambos
sufijos a la vez, y tal vez en Ti.r.ta.n.o.s, con caracteres ibéricos, que puede correspon-
der igualmente a Tritamos que a Tritamos, por la falta del signo para la -m- en la escri-
tura ibérica, antropónimos éstos que corresponderían a los numerales «3.°» y «5.°».
Vid. U. Schmoll, Hísp. Idg., p. 48; A. Tovar, Numerales, Zephyrus, V, pp. 18 ss.; Po-
korny, IEW, p. 1044; Untermann, AEA, XXXVIII, p. 14.
TVLLICA, Ptol., II, 6, 64. Ciudad de los Caristios.
Se la suele identificar con Tuyo, aldea cercana a La Puebla de Arganzón, en cuyas
proximidades está también la Sierra de Tuyo. Desde el punto de vista lingüístico, vid.
todo lo que se dice más adelante sobre Tullonium., otro topónimo alavés del mismo ori-
gen. En la región próxima al actual pueblo de Tuvo, parece haber restos de poblados
prerromanos (Vid. A. Llanos, Hierro, núms. 19, 20, 25, 27, 28, etc. ).
TVLLONLVM, ȉȣȜȜȠȞȚȠȞ Ptol., II, 6, 65; Itinerario de Antonino, Vía Burdigala-Astu-
rica. Ciudad de los Várdulos.
Se la suele identificar con Alegría de Dulanci, no lejos de Salvatierra, lugar en cu-
yas proximidades existe un poblado de la edad del Hierro, en el llamado Castillo de He-
nayo, poblado que, según las recientes excavaciones, parece que estuvo habitado desde
el siglo VIII a. C. En la parte baja del cerro donde está el poblado, hay también restos
de la época romana, y entre éstos se encontró en 1799 una lápida votiva dedicada a una
divinidad de nombre idéntico al de la ciudad, Tullonius. (Vid. arriba en el estudio de las
divinidades). El nombre del poblado y de la deidad perviven aún hoy en la Sierra de
Toloño, en la zona meridional de la provincia. Ya hemos indicado al estudiar la divini-
dad la frecuencia con que los nombres de lugares y dioses se identifican, siendo con-
siderados éstos como protectores de aquéllos.
En cuanto a la base Tullo- la encontramos en varios nombres no hispánicos, y a
veces se confunde con los Tullii latinos. En las regiones véneta e iliria abundan las
formas de base T ull-, no sólo en la antroponimia sino también en topónimos como
Tullon, ȉȠȪȜȜȠȞ en Austria, citado por Estrabón, y Tullina, un río de la misma región,
hoy Tulln; el étnico del Tirol Tulliasses, habitantes de la antigua ciudad de *Tullienum,
hoy Tuenno, etc. También una divinidad Tullinus en Britania y Cisalpina, etc. Vid. O.
Hisp., pp. 235 ss., s. u. Tullo; Pokorny, IEW, p. 1081 y su trabajo de 1936, Subs-
trattheorie und Urheimat, en Die Urheimat, p. 196.

172
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

VELELA o BELEIA, ȅȪȑȜİȚĮ Itinerario de Antonino, Vía Burdigala-Asturica; Plinio, NH,


III, 26. Ptol., II, 6, 64. Belegia, Ravenate, 6, p. 318. Ciudad de los Caristios.
Se la identifica generalmente con Estavillo o con algún lugar de sus proximidades.
Es región muy romanizada y también hay huellas de poblados prerromanos. Desde el
punto de vista lingüístico tenemos que comenzar por descartar por completo los argu-
mentos que Baráibar utiliza para reducir Veleia a Estavillo, por falta de base científica.
Los datos que nos darán una identificación segura en este caso han de ser los arqueoló-
gicos, mieniras el hallazgo de nuevas inscripciones de época romana no nos dé otras
pistas, ya que la toponimia actual de Alava no nos ofrece nada relacionable con Veleia.
En cuanto a este nombre, aparte de ser idéntico al de una ciudad de la Galia Cisal-
pina, región en la que se encuentran otros nombres de radical Vel- como Velagostis,
Velagena, etc. y otras concomitancias con los restos lingüísticos hispánicos, señalemos
el gentilicio cántabro de Riano, León, Veliagun: el topónimo igualmente cántabro Velli-
ca (Monte Cildá? ), el gentilicio del mismo lugar Vellic(um), así como el antropónimo
lusitano Vellicus. Vid. sobre todo esto, U. Schmoll, Il Ligure, p. 137; Hisp. Idg., pp. 116
ss.; además, O. Lus., p. 109; y J. González Echegaray, Los Cántabros, pp. 84 ss.; 304 y
310.
VENNIA. Plinio, NH, III, 26. Ciudad de los Carístios.
Plinio nos habla de los Vennenses, que serían los de Vennia, pero no se conoce
ninguna otra referencia literaria de tal ciudad ya que no figura en ningún otro autor ni
en los itinerarios. En cambio, en una inscripción se habla de la cohors Carietum et Ve-
niaesum.
Baráibar hace verdaderos juegos malabares para identificar a Vennia con Iruña, en
el famoso discurso que en 1882 pronunció en el Ateneo de Vitoria sobre las ruinas de
dicha ciudad romana. Iruña es un nombre vasco, que sin duda le fue dado al poblado en
época medieval (1) , lo mismo que la Iruña de Navarra era la importante ciudad antigua
de Pompaelo, hoy Pamplona. Si, como creemos, Iruña era Suestatium, la ciudad de la
que más referencias tenemos, y por otra parte es innegable que Iruña era la ciudad ro-
mana más importante de Alava, como lo demuestran sus ruinas, nada de particular tiene
que los pobladores vascos de la Llanada le dieran este nombre en la Edad Media, ya que
era para ellos la ciudad por excelencia. De todos modos descartamos por completo la
relación Iruña = Vennia.
Desde el punto de vista lingüístico, Vennia, independientemente de su localización,
es un nombre sumamente interesante. Dentro de los nombres

(1) Según Lz. de Guereñu se menciona este nombre en 1580 como topónimo. y en 1507 como
apellido.

173
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

hispánicos señalemos la presencia de Venicia, de Villalcampo; Veninus, un Lanciensis,


de la provincia de León, en Lusitania, Veniatus y Venica, en tierras de Vettones; ade-
más cerca de Sanabria un topónimo Veniatia, y en Medínaceli el gentilicio Vennig(um).
Fuera de Hispania son también sumamente frecuentes los nombres personales y to-
pónimos de radical Ven-, tales como Venicloutius, Venimarus, Venitouta, Venisama,
etc., étnico Venisami, en su mayor parte procedentes de la Galia Narbonense y del N. de
Italia, lo que hace pensar que tal vez tengan también alguna relación con el nombre de
los Veneti, cuya presencia en esas regiones y en la misma Hispania prerromana está
bien documentada. Sobre los problemas relacionados con estos nombres, vid. O. Hisp.,
páginas 246 ss.; O. Lus., p. 109; D. E. Evans, GPN, pp. 119 y 277 ss.; U. Schmoll,
Hisp. Idg., pp. 107 ss.; J. Untermann, Elementos, mapa n.° 83; J. Pokorny, Die Indoger-
manische Spracheinheit, en Die Urheimat, páginas 378 ss.; id. Die Orts und Flussnamen
der Urnenfelderkultur. Actas VI CICO, III, pp. 604 ss.
VXAMA BARCA, Ptol., II, 6, 52. Ciudad de los Autrigones.
Vxama es un nombre genuinamente celta que se repite en otros topónimos como
Vxama Argaela, la Osma de Soria. Vxama Barca corresponde a Osma de Valdegovía.
Si atendemos a su estructura morfológica, Vxama es un superlativo, del mismo tipo que
tenemos en los antropónimos Turaesamus, Segisamus, Clutamus, Amparamus; en los
topónimos Segisamo, Segisama Zulia, Paramus, Bletisama / Ledaisama, etc., y signifi-
caría «la muy elevada». Cf. U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 44 ss.; Pokorny, IEW, p. 1107.
Michelena por su parte (Sobre el pasado de la lengua vasca, San Sebastián 1964, p.
133) señala la presencia de otro Vxama en la región navarra, en Ulzama, en época
medieval U(t)cama, y cita también como difícilmente explicables por el vasco medieval
y sí posiblemente provistos del sufijo indoeuropeo -ama otros topónimos de la región
vasco-navarra, como Berama, Beizama, Cegama, y el alavés Lezama, etc.
En cuanto al sobrenombre que la distingue de otras Vxama, Barca, no sólo aparece
mencionado por Tolomeo, sino también en una dudosa inscripción de Burgos y tal vez
en la leyenda de algunas monedas en caracteres ibéricos: u. v.a.r.ca.s, que se considera
gen. sing. (M. 84).
La etimología del epíteto es difícil de explicar. Por ello nos limitaremos a dar una
relación de topónimos en los que entra el elemento Barc-, sin precisar si tendrán todos
el mismo origen. Comenzaremos por señalar un teónimo de origen toponímico, Bar-
ciaecus, de Asturias, que supone un topónimo Barcia (Blázquez, RPH, p. 75 y fotog.
n.° 12). Barcia como topónimo se repite en la misma región y en Galicia; Bárcena está
atestiguado en Asturias, León, Santander, Burgos y Palencia; en varias provincias pode-
mos señalar Barzana, Barcenilla, Barcela, Barcella, Barceda, algunos en

174
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

las regiones ya señaladas. En las proximidades de la región de Valdegovía, ya en te-


rritorio burgalés, senalemos Barcina del Barco, y hay otros similares en otras zonas de
la Península. (Menéndez Pidal, Toponimia, pp. 31, 57 y 125; G. Rohlfs, Studien, p. 29).
Cerca de la antigua Vxama Barca; en los cerros de Caranca y Astúlez, hay restos
de la Edad del Hierro, lo que indica la antigüedad del poblamiento indoeuropeo de esta
región (A. Llanos, Hierro, núms. 6 y 8).

OTROS TOPONIMOS NO ALAVESES

Además de estas ciudades situadas en territorio alavés o sus inmediaciones, los


autores antiguos mencionan otras ciudades de Várdulos, Caristios, Autrigones y Bero-
nes, situadas fuera de la actual provincia de Alava, en Guipúzcoa, Vizcaya, Burgos y
Logroño. Como completan lo que venimos diciendo, vamos a hablar de ellas breve-
mente.

CIUDADES VARDULAS

MENOSCA
No se sabe dónde estaba situada. Caro Baroja la sitúa en las proximidades de Orio,
en la costa guipuzcoana.
SEGONTIA PARAMICA
Tolomeo la cita entre las ciudades várdulas, pero no ha llegado a ser identificada.
Se citan en la Península varias Segontia, de las cuales la única claramente identificable
es la Sigüenza de Guadalajara. Fernández Guerra, en su estudio sobre la Geografía Ro-
mana de Alava, cree que hubo más de una Segontia Paramica, tal vez hasta tres. Tovar
(Cantabria Prerromana, p. 28) cree que la Segontia Paramica de los Várdulos es Ci-
güenza, cerca de Villarcayo, en Burgos, pero ésta es tierra de Autrigones, no de Várdu-
los. Caro Baroja (Materiales, mapa n.° VI), la sitúa en tierra alavesa, pero hasta hoy no
ha sido identificada. Si sirve de alguna pista la abundancia del antropónimo Segontius
en la zona oriental de la provincia, la situaríamos hacia Contrasta o sus proximidades. El
adjetivo Paramica hace relación a paramus «meseta», palabra hispánica típica, con
parentescos ilirios y hasta indo-iranios, de la que hemos hablado en las primeras pá-
ginas de este trabajo.
TRITIVM TVBORICVM
El nombre Tritium es de origen numeral (Vid. lo dicho del nombre Tritaius y el
topónimo Suestatium). Parece que estaba situado en las proximidades de la desem-
bocadura del río Deva, por lo que se le identifica con la misma ciudad de Deva, o con
Motrico, cuyo nombre parece más semejante a Tritium. Tuboricum debe ser un adjetivo
o un étnico en genitivo plural.

175
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

CIUDADES CARISTIAS

FLAVIOBRIGA = PORTVS AMANNVM(?).


Basándose en Tolomeo, hay quien cree que Flauiobriga es una ciudad de los Au-
trigones, que sería tal vez Castro Urdiales. Según otras opiniones, debe situarse al E. del
Nervión, y en ese caso sería Bermeo o Forúa, cerca de Guernica; aquí la sitúa el ma-pa
de J. Caro Baroja, Los pueblos del Norte, II, p. 78; hay incluso quien la identifica con
Bilbao.
Flauiobriga, como nombre, es una formación híbrida celto-latina. Según parece se
formó en tiempos de Vespasiano, y según Plinio, NH, IV, 110, que es uno de los que la
menciona, este nombre sustituyó al antiguo de Portus Amannum. Amannum sería pro-
bablemente un étnico en genitivo plural. Algunos autores creen que en realidad son dos
ciudades distintas, v sitúan Portus Amannum en Bilbao, y Flauiobriga en una de las
localidades ya citadas. Vid. J. González Echegaray, Los Cántabros, pp. 41 ss., 76 ss.

CIUDADES DE LOS AUTRIGONES

SALIONCA
Se la identifica con Poza de la Sal, en Burgos. El sufijo -nca, como en otros casos,
puede ser primitivo, en cuyo caso se replantea una vez más el problema ligur, o es sim-
plemente la forma sincopada de un -nica, muy frecuente. Sobre todo esto vid. O. Hisp.,
p. 289, n.° 12 y mapa n.° 11; U. Schmoll, Il Ligure, p. 135 e Hisp. Idg., p. 59.
En cuanto al radical Salio- seguramente hay que relacionarlo con el ide. *sal-
«agua salada, mar, sal», frecuente en la formación de hidrónimos y topónimos. Vid.
Pokorny, IEW, p. 878.
SEGISAMVNCVLVM
Parece corresponder a Cerezo del Río Tirón, en Burgos, y es mencionado por To-
lomeo, como ciudad de Autrigones, y en el Itinerario de Antonino, en la vía de La Jun-
quera a León. Desde el punto de vista lingüístico, su etimología coincide con la de Se-
gisamo, Sasamón, en la Vía Burdigala-Asturica, que quiere decir «la victoriosísima», en
este caso cen un sufijo de tipo diminutivo. Vid. en la parte antroponímica de este tra-
bajo lo que indicamos sobre Segontius, Segilus, en cuanto al radical, y Turaesamus, en
relación con la formación de superlativos en las lenguas indoeuropeas hispánicas.
TRITIVM
Se la identifica con Rodilla (Monasterio), también en tierras burgalesas, y lo mis-
mo que la anterior es mencionada por Tolomeo y por el Itinerario de Antonino, que la
sitúa en la Vía Burdigala-Asturica. En cuanto al nombre, vid. arriba Tritium Tuboricum.

176
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

VINDELEIA
Ciudad situada en la Vía Burdigala-Asturica, en las proximidades de Pancorbo,
hacia Santa María de Ribarredonda. Su nombre está basado en el celta uindos «blan-
co», y recuerda al étnico centroeuropeo Vindelici, pueblo al parecer celta, mencionado
por muchos autores antiguos y que ocupaba la región de la Alta Baviera, S. de Würten-
berg y regiones próximas. Existe un topónimo Vindel en Cuenca (*Vindelis). Vid. J.
Corominas, La toponymie hispanique prérromane, Actas VI CICO, I, p. 107.
VIROVESCA
Ciudad autrigona mencionada en diversas fuentes antiguas, que se identifica con
Briviesca. La estructura lingüística del nombre lo emparenta con la onomástica de la
zona cántabra. Viro- aparece en antropónimos y gentilicios como Vironus, Veronigo-
rum, Vironicum, etc., y -uesca con Corouescum, Orgenomescum, etc., gentilicios y ét-
nicos de la misma zona.

CIUDADES DE LOS BERONES

TRITIVM METALLVM
Su nombre pervive en el actual Tricio, cerca de Nájera. Estaba en la vía de La jun-
quera a León.
OLIBA o LIBIA
Se le dan distintos nombres según los autores, pero el del Itinerario de Antonino,
Libia, parece el más correcto, pues coincide con las inscripciones en caracteres ibé-
ricos que dicen: L.i.bi.a.ca, L.i.bi.a.co.s, de una téssera y una moneda. Libia es un lu-
gar bien conocido por las excavaciones allí realizadas y corresponde a Herramelluri, en
Logroño.
VAREIA o VARIA, hoy Varea, en Logroño.
Nombres de este radical aparecen en la antroponimia hispánica. Vid. O. Hisp., p.
242, NAH, Emerita, XXXIII, p. 132. También se conservan testinionios monetales de
esta ciudad.

II. Topónimos e hidrónimos conocidos a través de formas medievales o modernas

Los topónimos e hidrónimos que ahora recogemos, perviven en su mayoría o están


acreditados en documentos que van desde el siglo X hasta el XIX. Muchos correspon-
den a pueblos y lugares que se señalan en los mapas de Alava; otros son topónimos
menores correspondientes a campos, caseríos, arroyos, fuentes, etc. Para obtener todo
este material nos hemos valido en primer lugar de mapas de Alava editados por la Di-
putación Foral, uno de ellos de 1964, escala 1 : 100.000, y otro pequeño, provisto de un
índice alfabético de los principales topónimos, que forman parte de la Guía

177
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

de Alava 1969, publicada por la Caja de Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria. En


segundo lugar hemos utilizado el trabajo de D. Gerardo López de Guereñu, Toponimia
Alavesa, que se está publicando desde 1956 en el Anuario de Euzko-Folklore, y lleva ya
dados a conocer 11.000 nombres. Gracias a la amabilidad del Sr. López de Guereñu, he
podido utilizar también los materiales recogidos que todavía no han sido publicados.
Algunas veces se mencionan topónimos de Vizcaya, de la zona lindante con Alava.
Para éstos la fuente principal ha sido el trabajo de J. M.ª de Sasia, Toponimia Euzkerica
en las Encartaciones de Vizcaya, Bilbao 1966, obra en la que junto a los topónimos
vascos se incluyen otros que no lo son.
Como ya hemos indicado subdividiremos estos topónimos en varios grupos: a) los
que indican una estructura indoeuropea antigua, como Avendaño, Berganzo, Salman-
tón; b) los relacionados con antropónímos indígenas, como Araico, Betoño, Mando-
jana; c) los relacionados con antropónimos romanos, tales como Antonana, Leciñana,
Uzquíano; d) los basados en nombres comunes latinos o en adjetivos, p. ej., Cividad,
Cuartango, Treviño.
Si al mencionar el topónimo no se hace ninguna indicación especial es que es un
pueblo, campo, caserío, etc.; si es monte, y sobre todo si es hidrónimo, se especifica.

a) Topónimos de estructura prerromana indoeuropea

ABECHUCO, en 1025 Avoggoco.


Señalemos en primer lugar una cuestión fonética: -gg- en los documentos medie-
vales del siglo XI y del siglo XII, representa el sonido de la moderna ch- Cf: Cadreggas
(1082) = Cadrechas (1179); Sangges (1102) = Sánchez. (Menéndez Pidal, Orígenes,
pp. 68 ss.).
La estructura del nombre es claramente indoeuropea. Podría venir de *Auoiocum.
Está documentado epigráficamente el radical en un topónimo como Auobriga, cerca de
Oporto, de origen hidronímico, y en cuanto al sufijo -oco- ha sido estudiado amplia-
mente por U. Schmoll, Hisp. Idg., páginas 57 ss. y 117, y señalada su difusión en la Pe-
nínsula en los gentilicios por J. Untermann, Elementos, mapa n.° 89. También es sufijo
normal en la antroponimia. Vid. O. Hisp., p. 288.
Señalemos por último que la región de Vitoria abunda en restos de tipo hallsttático
(A. Llanos, poblados n.° 13; necrópolis núms. 1, 2, 3, 4). El sufijo -oco- presenta con-
comitancias con las hablas de Istria, Panonia y Dalmacia, mientras los fragmentos de
cerámica excisa de Kutzemendi nos indican una relación con los pueblos indoeuropeos
protocélticos.
ABONSA y ABONZA (Ullibarri-Gamboa y Zuazo).
Probablemente se trata de variantes de la misma raíz que encontramos en Avantes,
Avendaño, etc., (Vid. éstos), de origen hidronímico, *awontia,

178
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

con vocalísmo -o- como en let. avuots (*awontos) «fuente, manantial» (Pokorny, IEW,
p. 78).
ALBENIZ; ALBIZU (despoblado en Salvatierra); ALBAINA; ALBINA (monte y arroyo en
Villarreal); ALBEDO (monte, Guinea); LA ALBA (Páganos); ALBA (Nanclares), etc.
Topónimos todos basados en albhos «blanco», como veíamos al hablar de Alba,
más arriba.
Los dos primeros son los lugares que suelen identificarse con Alba de los Vár-
dulos.
Albaina tiene el sufijo -afino-, -aeno- frecuente en muchos nombres, cf. Turainus,
Caucainus, Alainus, Amainus, Amaenia, etc. Vid. O. Hisp. y O. Lus., s. u. y U. Schmoll,
Hisp. Idg., pp. 61 ss. Junto a Albaina está el Montico de Charratu, famoso yacimiento
arqueológico.
Albina puede ser forma primitiva o latinizada, como los nombres Albinus, Albina,
pero su base etimológica es la misma. Da nombre a un arroyo, como es frecuente en
nombres de tal base. Vid. J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, p. 231. En cuanto a Al-
bedo presenta un sufijo -etum que suele indicar arboL:da. Vid. más adelante Bernedo.
Para la difusión de los nombres basados en Alb-, vid. J. Untermann, Elementos,
mapas núms. 4 y 5.
ARANZA-DUI, fuente en Arlabán.
Es bastante posible que se trate de un nombre basado en el vasco arantza «es-
pino», como Aránzazu y otros, pero tampoco es improbable que entre los muchos topó-
nimos cuyo primer elemento es Aranza-, éste, que es una fuente, y algunos otros pue-
dan también estar formados sobre un fide. Arantia, elemento frecuentísimo en la
hidronimia y toponimia, en Hispania y fuera de ella. Así vemos los ríos Aransa (Léri-
da), Aranda (Zaragoza), Aranzuelo (Burgos); topónimos Arantón, Aranda, Aranza,
Aranzo, etc., cuya base son Aranta, Arantia, Arantium, etc. Fuera de Hispania, Arantia
es la base de varios ríos de Francia y Luxemburgo, Aranta en Italia, etc.
Además Aranta se conoce como nombre personal y su derivado Arantonus, todos
en Lusitania, y fuera de la Península Arantius, Arantillus, etc. Con otro vocalismo pero
la misma raíz, las divinidades gemelas extremenas Arentius y Arentia. Vid. Tovar,
Topónimos en -nt-. Actas V CICO, II, pp. 103 ss.; J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI,
pp. 233, 240 y cuadro; H. Krahe, Idg. und Aeur., Die Urheimat, pp. 435 ss.; O. Lus., p.
38; NAH, Emerita, XXXII, p. 222, etc.
Si esta fuente Aranza- con un sufijo vasco -toi «lugar» y alguno de los demás to-
pónimos alaveses con el mismo elemento, tienen origen indoeuropeo, tendremos un
ejemplo más en nuestra provincia de la raíz hidronímica Ar- que vemos en Arma,
Armantia / Armentia, Arna, etc., es decir, estarían

179
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

bien documentadas en Alava casi todas las formantes de los nombres de los ríos euro-
peos antiguos.
ARAVACA (Nanclares-Gamboa).
Topónimo idéntico al Aravaca de Madrid. Silio Itálico (III, 403, V, 557) llama
Arauacus a un personaje espanol, aunque los textos también ofrecen las variantes
Arauricus y Aranticus. Si Arauacus es un nombre real, éste y los topónimos se basarían
en Araus, Arauos, nombres bien conocidos. Vid. en el estudio antroponímico Ara,
Araius, Araca, etc.
ARCAITO (Alzania); ARCAYA (Vitoria y Alda); ARCEANIA (Antezana); ARCENA (Valde-
govía); ARCENIEGA, pueblo y arroyo; ARCENA (s. XVII, Treviño); ARCINA (Gobeo).
Nombres todos relacionados con un radical Arc- bastante frecuente en la onomás-
tica hispánica, que a veces se confunde con Arg- (Vid. Argandona, etcétera), por hiper-
corrección, frente a la tendencia normal a la sonorización, y otras parece relacionado
con Arquius Arquiaecus, teónimo Arquienus, etc., es decir el ide. *arkwus, «curva, ar-
co», igualmente bien documentado en la Hispania indoeuropeizada.
Sin entrar por el momento en la cuestión de su origen exacto, nos limitaremos a
señalar las concordancias de estos nombres con los antropónimos Arcea (cinco en Lara,
Burgos), Arcius, Arcisus, Arciania, etc., de diversas regiones. Vid. O. Hisp., p. 31 y O.
Lus., p. 39. Arceania, Arcena, Arcena tienen especial semejanza con Arciania, de
Lisboa, especialmente el primero, aunque con el mismo vocalismo -e- por -i- que en
Arcea de Burgos. Vid. también Menéndez Pidal, Toponimia, p. 123.
En cuanto- a Arceniega senalemos el sufijo -eco-, similar al que tenemos en los
adjetivos toponímicos cántabros pasiego, lebaniego, en topónimos como Noriega, Sa-
riego, Tellego. En la época antigua encontramos este sufijo en su forma propia en un
nombre cántabro como Pentouiecus, hijo de Pentouius, y sonorizado ya en Tillegus, un
Susarrus, nombre idéntico al topónimo Tellego. Vid. Tovar, Cantabria Prerromana, p.
32 y NAH, Emerita, XXXIII, p. 127. Arceniega está situada en una región casi fronte-
riza con los Cántabros. Lo mismo podemos decir de Arziniega, río vizcaíno de Las
Encartaciones.
Arcina presenta un sufijo corriente en otros topónimos y nombres personales, co-
mo Albina, Marquina, Oquina, etc. Frente a estos dos últimos Arcina supone una pro-
nunciación castellanizada.
Arcaito supone una forma conservadora con el sufijo -aito-, como Calaitos, de Pe-
ñalba de Villastar, latinizado Calaetus, y contracto en el gentilicio cántabro, Caledige.
Vid. O. Hisp., p. 72, y U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 72, sobre el sufijo -aito-.

180
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Arcaya es la forma normal derivada de un Arcaia con el frecuentísimo sufijo pre-


rromano y romano -io-, -ia. Cf. arriba Araius, Ambaius, vid. U. Schmoll, op. cit., p. 50.
ARCUNTIA (monte, Alzania); ARCONTEYA (Contrasta); ARCUERO, EL (Bóveda).
Tenemos en estos topónimos un caso más de sufijos alternantes -r- / nt- como en
Corcuera frente al cántabro Corconte. Arcuero supone una forma *Arcoro- con la mis-
ma diptongación normal castellana que Corcuera de Corcora (s. X). El radical puede
tener relación con los topónimos ya estudiados o con los siguientes, si su forma original
fuera Arg-. En este último caso, cf. los topónimos galaicos Argonte, Argonde, con el
mismo vocalismo -o- que los que nos ocupan.
En la región de Carranza, en Vizcaya, un vocalismo Arcuera o Arguera, sería la
forma en -a correspondiente a Arcuero.
ARGANDOÑA, dos pueblos (en 1025, Argendonia) y varios Argandoña- con segundo
elemento vasco; ARGANZON, despoblado junto a La Puebla, -y barrio de Bóveda;
ARGANZUBI, arroyo en Alegría, al pie del castro de Henayo; ARGAYA (Ullibarri,
Gamboa).
La base de estos topónimos y del hidrónimo es el ide. *arg- «blanco, brillante, pla-
teado» (Pokorny, IEW, p. 64), que se documenta en todas las lenguas indoeuropeas de
oriente a occidente, desde el tocario A, arki «blanco», a iran. árju-na-h «claro, blanco»,
pasando por el griego ȐȡȖȩȢ «blanco», lat. argentum. «plata», celta arganto id., habien-
do penetrado hasta el vasco argi «luz» y el ibérico en los nombres A.r.gi, A.r.gi.be.s.ce.r,
A.r.gi.-ti.ce.r, A.r.gi.ti.ba.s, etc.
Arganzón está en relación con la forma céltica Arganto(n) nombre atestiguado en
Guadalajara, mientras Argandoña se basa en Argantonius, famoso nombre del legenda-
rio rey Argantonio, mencionado por Plinio, Silio, Heródoto, Estrabón, etc., y atestiguado
epigráficamente en Lusitania.
En cuanto al riachuelo Arganzubi, si prescindimos del sufijo vasco, tenemos un
Arga o Argantia, como es corriente en muchos hidrónimos. En la Península citemos los
ríos Arga, de Navarra, Argamasilla, Arganosa, Arganza; con otro vocalismo Argentona,
Argentera, Argoza: topónimos Argame, Argamota, Arganda, Arganzuela, Arganosa,
etc., etc. Vid. O. Hisp., pp. 33 ss. y 268; L'indoeuropéen et l'anthroponymíe ibéríque.
Actas VI CICO, II, p. 84; O. Lus., p. 40; J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, pp. 233 ss.
y 240; Tovar, Topónimos en -nt-. Actas V CICO, II, pp. 104 siguientes y mapa; Las
invasiones, Zephyrus, VIII pp. 78 ss.; Menéndez Pidal, Toponimia, pp. 215 ss. Señale-
mos que en Arganzón hay restos de un poblado prerromano (A. Llanos, Hierro, n.º 27).
En la región vizcaína de Las Encartaciones también están documentados topóni-
mos de la misma base: Argalario, monte; Argalura y Argaluca; Ar-

181
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

ganna (1084), sin duda un antiguo Argantia, en la región del río Asón; Argayos, etc.
ARMA (Barambio, cerca de Berganza); ARMANZA (monte y río en Otanes; lugar en So-
puerta, Vizcaya); ARMENTIA (Vitoria y Treviño); ARMONTU (Contrasta); ARMEN-
DIA (Lagrán); ARMENDILA (Fuidio).
Con estos topónimos alaveses y los vizcaínos Armanza, de la región lindante de
Las Encartaciones, tenemos perfectamente documentada la estructura onomástica de los
hidrónímos y topónimos de origen hidronímico que, según Krahe, se encuentra difun-
dida por toda la Europa indoeuropeizada desde la Edad del Bronce y en España desde
los finales del Bronce o principios del Hierro.
Teniendo presente esto, en los nombres que nos ocupan tendríamos la base hidro-
nímica Ar-, que bajo la forma más simple, Ara, se documenta en Huesca y fuera de
España en Alemania, holanda, Inglaterra y Escocia; Arma, con la formante -ma, aparece
también en el Piamonte y con otro sufijo en Armallán, de Huesca; combinado con un
sufijo -ni- y diferentes vocalismos -mantia / -mentia / montia, lo encontramos en los
nombres que estudiamos, Armantia, Armanza; Armentia y Armontu (*Armonto(n)) (Cf.
arriba Arganzón de Arganto(n)), éste último con una evolución incompleta. Armantia
reaparece en la Península en el topónimo gerundense Armancias y en Armantes de
Zaragoza; fuera de España *Armantia ríos de Francia, Suiza y Franconia (hoy Armance
y Ermetz); *Armantio (Armancon) igualmente en Francia; con el vocalismo -e- de Ar-
mentia, tenemos Armentón en La Coruna y Armentero en Gerona, y fuera de la Penín-
sula, Armentia en Etruria, Armenti (Armit) en Britania.
Sobre los problemas planteados por todos estos hidrónimos y topónimos, vid. J.
Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, pp. 232 ss., 240, cuadro y mapa; A. TOVAR, Topóni-
mos en -nt-. Actas V CICO, II, pp. 97 ss. y mapa; id. Las invasiones, Zephyrus, VIII, pp.
78 ss.; H. Krahe, Idg, und Aeur., Die Urheimat, pp. 435 ss.
En cuanto a Armentia de Vitoria, creemos que se debe descartar del todo lo que di-
ce Baráibar en su trabajo Epigrafía Armentiense, BRAH, XLIX, pp. 241 ss., sobre el Ar-
mentia de Vitoria, según el cual cree, siguiendo a Ibánez de Echávarri (1753), que nues-
tro topónimo procede de los tiempos de Túbal y se basa en Armentegui «lugar de arme-
nios», teniendo en cuénta un topónimo menor de dicho lugar Armeni, que debe ser sim-
plemente una deformación de Armentia. Menos inverosímil es la otra interpretación que
propone, del vasco Arr- «piedra» y mendi «monte», pero en nuestro casi si tal fuera su
origen se conservaría la forma Armendi, lo mismo que existen Judizmendi, Larramen-di,
etc., sobre todo después de la intensa vasquización medieval de Alava, y aun se sigue
llamando Armentia. Además existe otra razón fonética: La tendencia normal a la sono-
rización

182
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

habría hecho de Armentia, Armendia, pero no al revés. En los documentos medievales


se la llama Armente(h) i (1025) y Armentia (1333). La -h- sólo sirve para separar las
sílabas.
También en Armendia de Lagrán y Armendila de Fuidio, cabe la duda de si se re-
montarán a un vasco -mendi o a un indoeuropeo -mentia, sonorizado. El contexto indo-
europeo y posteriormente romanizado de la zona de estos nombres, nos hace inclinar-
nos por la segunda suposición, aunque no descartemos un origen vascongado.
ARNA, pueblo desaparecido, y varios más; ARNASTA (Alda); ARNASCA (Alda y otros);
ARNAZCA (San Román de San Millán); ARNATE (fuente y pozo de la Sierra de Ba-
daya); ARNO (Sierra de Encía).
Arna y Arno suponen una base Ar- idéntica a la que hemos estudiado en los nom-
bres anteriores, con el sufijo formante -na, -no-. Idéntica es la formación del Arno que
Plinio (NH, III, 2) cita en Cataluña, semejante al a. ind. arpas «ola», y que la vemos
también en los topónimos riojanos Arnedo y Arnedillo, lugares de fuentes termales, en
Arnego de Orense, Arnera de Gerona, Arnauri, con final vasco, en Vizcaya, etc., y la
del conocido río Arno que riega Florencia en Italia.
Sobre la unión del sufijo directamente al radical, vid. lo indicado a propósito de
teónimo relacionado con aguas salutíferas, Varna.
Vid. además lo dicho a propósito de Armentia, Armanza, etc., sobre todo, J. Hoz,
Hidronimia, Emerita, XXXI, p. 322; Krahe, Idg. und Aeur., Die Urheimat, p. 435, n.° 2
y p. 436; L. X'eisgerber, RhN, p. 14 y mapa n.° 1, al hablar del río Arnefa.
En cuanto a Arnasta, cf. lo dicho más adelante sobre Carasta y los frecuentes su-
fijos -sto, -sta, de las regiones alavesa y navarra.
Por lo que hace a Arnasca, Arnazca, el sufijo -asco puede presentar diversos orí-
genes, ya que es característico de topónimos ligures por un lado y frecuente en el vasco
por otro y en este caso habría razones para justificar ambas procedencias. Vid. sobre
estos problemas, Menéndez Pidal, Toponimia, pp. 161 ss. (Ligures o ambroilirios en
Portugal); id. p. 81 ss. (Sustrato mediterráneo occidental); U. Schmoll, Hisp. Idg., pp.
61 ss.; G. Rohlfs, Studien, pp. 46 y 140, etc.
El valor hidronímico de Arna, Arno, etc., en nuestra región se ve documentado por
Arnate, fuente v pozo y por los topónimos riojanos ya citados, Arnedo y Arnedillo.
ASSA (despoblado en Laguardia y río en Lanciego); ASSONA (Oreitia, siglo XII).
Respecto a estos nombres senalemos un par de cosas: La ortografía conservadora
con doble -ss-, como algunos nombres antiguos, tales como Iupiter Assaecus y varios
ríos Asseca, en Portugal; y los antropónimos

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

probablemente romanos Assantius, Assatus, así como Assalica. Vid. O. Hisp., p. 37; J.
M.ª Blázquez, RPH, p. 171, etc.
En cuanto a la situación de Assa, despoblado y río en la misma región, observemos
que en esa zona hay restos indoeuropeos y romanos abundantes.
Por lo que hace a Assona, senalemos la correspondencia con el río Asón, que nace
cerca de Alava y recorre tierras de autrigones y cántabros. Vid. J. González Echegaray,
Los Cántabros, p. 209.
AVANTES (Villanueva de Valdegovía); AVENDAÑO o ABENDAÑO, topónimo en Vitoria y
Amurrio, riachuelo en Vitoria (en 1025, Abendangu).
Junto con los ya recogidos Abonsa, Abonza, de *Auontia, tenemos aquí otras for-
mas de un radical típico en la hídronimia y toponimia primitiva. El Avendaño, es el ria-
chuelo que atraviesa la ciudad misma de Vitoria,, cerca de la cual hay restos arqueoló-
gicos que suponen un poblamiento indo-europeo antiguo (A. Llanos, Hierro, poblado n.°
13, necrópolis núms. 1, 2, 3 y 4). Su forma supone un *Auentanium primitivo, y se basa
en un radical Auent- bien documentado dentro y fuera de Hispania. Así en Italia Auens,
entre los Sabinos, así como la colina romana del Auentinum., que ellos ocupaban;
Auentia en Etruria; Auentia, río de la Galia; topónimo Auenticum (hoy Avenches) en Sui-
za; Auendo, topónimo, y Auendeatai, étnico, en Dalmacia; en la Península Aveinte en
Avila, Avinte en Oporto, etc.
Con el mismo vocalismo -a- de Avantes (que corresponde también a otra región
muy indoeuropeizada de Alava, vid. A. Llanos, Hierro, poblados núms. 6, 8 y 17), ve-
mos Avantia en Francia; Auantissa, a. brit.; a. lit. Avantá; en la Península, *Auentia, hoy
La Vansa, río y pueblo en Lérida, etc. La misma base también sin duda en los topónimos
vizcaínos Abando y Abanto en alternancia de sufijo con Abaro (Portugalete y Gallarta),
y el antropónimo Auandicus de Gordejuela, todos en la misma región. También en Astu-
rias, Abandames (Llanes), etc.
Estos topónimos alaveses, Avendaño y Avantes, junto con los ya citados Abonza,
Abonsa, muestran la misma alternancia que veíamos en Armanza / Armentia / Armontu, y
además en Avendaño la -t- sonorizada como en el antropónimo Auandicus.
Todas estas formas son frecuentes en la hidronimia y toponimia y su significación
es especialmente adecuada para ello, como se ve por los apelativos a. ind. avatás «po-
zo», let. avots (*awontos) «fuente, manantial».
Vid. Pokorny, IEW, p. 78; A. Tovar, Topónimos en -nt-. Actas V CICO, II, pp. 95
ss.; id. Las invasiones, Zephyrus, VIII, p. 79; Cantabria Prerromana, p. 32; H. Krahe,
Idg. und Aeur., Die Urheimat, pp. 435 ss.; J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, p. 229;
Schmoll, Hisp. Idg., pp. 104 y 72; y O. Hisp., p. 43.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

BARDALES (LOS), (Apellániz); BARDALICO (Arenaza); BARDALLA (Armentia y otros);


BARDENA (Yécora); BARDILUS (monte y río, Izquiz); BARDOLLA (Castillo); BAR-
DOYA (Armentia).
Nombres todos sin duda de un mismo origen, probablemente el ide. *bhardha-
«barba», tal como pervive en formas de la Europa Central y Oriental. Cf. let. barda, lit.
barzda; los nombres ilirios Sceno-bardos, Bardius, etcétera (H. Krahe, Die Sprache der
Illyrier, I. p. 59).
En España, Rohlfs (Studien, p. 29) señala que barda es un término santanderino
que significa «zarza», sentido fácilmente relacionable con el original «barba». En cual-
quier caso, el origen primitivo de varios de estos topónimos parece descartado, siendo
tal vez Los Bardales, el nombre más moderno. Bardilus y Bardalico conservan una es-
tructura completamente normal dentro de la onomástica y toponimia prerromana. Bar-
dalla tal vez suponga un *Bardalia, aunque también son normales los sufijos con -ll-,
mientras Bardo ya, frente a Bardolla supone la evolución normal. Vid. O. Hisp., p. 293;
Pokorny, IEW, p. 110.
Los topónimos de base Bard- son frecuentes dentro y fuera de la Península. Apar-
te de la conocida región de Las Bardenas, cf. Bardal en Salamanca y Avila; Bardós en
Gascuna, etc.
Es posible que el étnico de la región Barduetes o Vardulli, con la región mencio-
nada en la crónica de Alfonso III, entre Burgos y Alava, Barduliae, quae nunc Castella
appellatur pueda también tener relación con estos topónimos. (1)
BARGARINDONES (Nograro); BARGARISTO (Sierra de Encía); BARGASURI (Contrasta);
BARGOBARRO (Lagrán); BARGONZA (Gorbea); BARGORIAGA (Sendadiano); LA-
BARGA (Lóquiz-Valle Arana, Ciérvana, etc.).
Lo primero que tenemos que observar es que casi todos estos topónimos se refie-
ren a montes o lugares montañosos, lo que hace suponer un significado común para la
base Barga-. Bargarindones tiene una estructura similar a la de muchos étnicos de la
Meseta Norte, Lusones, Pelendones, Autrigones, Berones. Acaso fuera un antiguo nom-
bre tribal.
Bargaristo presenta el sufijo -sto que vemos en nombres y topónimos Baelistus,
Caristi, Carasta, Contrasta, etc. Entre Bargonza y Bargoriaga, que suponen unas for-
mas originales *Bargontia y *Bargoria, se ve la ya conocida alternancia primitiva -nt- /
-r-, el último completado con un sufijo -aca cuyo origen puede ser indoeuropeo o vasco
indistintamente. En Bargasuri vemos el nombre ampliado con un elemento vasco.
Sobre la relación barga / berga, vid. U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 76 y 85, y los
topónimos Berganza, Berganzo, etc., más abajo. Bonfante consi-

(1) También Krahe (op. cit.. p. 94) relaciona Bard- con el ide. *sword- "negro". a propósito del
hidrónimo macedónico Bardarios "agua negra".

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

dera la palabra «alpina» barga «cabaña», como iliria, así como lanka «lecho del río»,
que tal vez esté también en la base de otros topónimos alaveses como Lanciego (vid.
más adelante) y malga «lechería», relacionable con el topónimo portugués Melgaco y
el antropónimo Melgaecus. Cf. Krahe, Idg. und Aeur., Die Urheimat, p. 446; Pokorny,
IEW, pp. 145 y 150 ss.
BATANZA (Urrunaga); BATANZAGANA y BATANTOSTEA (id.); BATARIAGAN (Lezama).
Prescindiendo de los elementos vascos que completan algunos de estos nombres,
Señalemos una vez más la alternancia primitiva -r- / -nt- entre *Bataria- y *Batantia,
que son sin duda las formas originales de estos topónimos, además del vocalismo -a- de
estos nombres, que suele ser otro indicio de antigüedad.
Un radical Bat- aparece en la onomástica personal hispánica en Batia, Baticus,
Bataesina y Batalus. Vid. O. Hisp., p. 51.
Tovar señala que el topónimo galaico Betanzos presenta una forma oscura. ¿Acaso
suponga un antiguo *Batantium, por infección *Baítantium? Estaría relacionado con
los topónimos que ahora estudiamos (Vid. A. Tovar, Topónimos en -nt-. Actas V CICO,
II, p. 106).
BELUNZA
Topónimo que supone una forma antigua *Beluntia, *Belluntia, evidentemente
igual al topónimo cántabro Tritino o Trition Bellunte, mencionado por Mela. También
es posible una relación de ambos topónimos con Bellunum, del N. de Italia, citado por
Plinio (NH, III, 130). Hay también étnicos y nombres de base Bell-, pero su origen tal
vez sea distinto (Vid. O. Hisp., p. 52).
Si comparamos Bellunte, Belunza con el burgalés Belorado, acaso podamos ver
una vez más la alternancia antigua -r- / -nt-, ya otras veces señalada.
BERANA (Galarreta; fuente en Tuyo); BERANTE-VILLA; BERANGO (Galdanies y Guecho,
Vizcaya).
El radical parece ser el mismo en todos los topónimos, aunque en un caso el sufijo
sería -na, y en otro -nta, -ntia, y en el vizcaíno -anicum. Una forma semejante a Be-
rante- aunque con otro sufijo, la encontramos en el pueblecito catalán de Berent, en
Lérida. Vid. Tovar, Topónimos en -nt-. Actas V CICO, II, p. 106.
Señalemos que en las proximidades de Berante-villa hay restos de la Edad del
Hierro así como en Galarreta, si corresponde a Gabalaeca, y en Tuyo, si era Tullica
(Vid. A. Llanos, Hierro, núms. 4, 10).
Desde otro punto de vista, señalemos la frecuencia de topónimos alaveses en que
villa se encuentra pospuesto, como en muchos topónimos franceses: Lacervilla (=
Liceri-villa). Nubilla (= Lunivilla), Elheni-villa, etc. La forma precedida de Villa-,
Villanueva, Villafría, etc., es mucho más

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

frecuente en toda España, pero acaso estas otras formas estén más directamente relacio-
nadas con los nombres de los possessores de época romana. BERGANCENA (Amurrio);
BERGANZA (id); BERGANZA-GOITI (Lezama); BERGANZO (Berganzu, s. XIII.); BERGÜEN-
DA (Bergonda, s. X); BERGÜENDALLA (Alcedo); y BERGARA (=Vergara), en Guipúzcoa.
Acaso también
VIRGALA, en 1025 Birgara.
Se trata de un grupo de topónimos basados todos en *bherghos «montaña», voca-
blo antiguo, atestiguado en casi todas las lenguas indoeuropeas, p. ej., tracio, macedo-
nio, ilirio, ligur, celta, etc., y cuya raíz aparece también en la conocida voz céltica -briga
«plaza fuerte»», de tantos topónimos prerromanos. Entre los topónimos e hidrónimos
europeos citemos trac. Bergule, mac. Berga, ilir. Berginius, Bergae, lig. Bergomu, Ber-
gusia, Bergentio. En Hispania, además de Bergidum, el Bierzo, en León, Bergium en
Cataluña, Berga en Barcelona, otro Berganza en Lugo, Berganciano en Salamanca, río
catalán Bergantes, y los topónimos alaveses que estamos estudiando, etc.
Berganzo, Berganza, suponen *Bergantium, *Bergantea, mientras Bergüenda su-
pone una forma con otro vocalismo *Bergonta. *Bergantia frente al guipuzcoano Ver-
gara presenta la conocida alternancia antigua -nt-/-r- bien observada por Krahe en la hi-
dronimia europea y también en el ilirio. (Cf. Krahe Idg. und Aeur., Die Urheimat, p.
442; Die Sprache der Illyrier, I, p. 68; Actas V CICO, II, p. 106 y mapa; Menéndez Pi-
dal, Toponimia, p. 80).
Con el mismo vocalismo que Bergüenda (*Bergontia), Tovar recoge un Bergonza
de Toledo, y Bergondoo en La Coruna y Pontevedra, señalando también la alternancia
e / cero entre *Bergantia, *Bergontia y Brigantium, hoy La Coruña, en España, y Bre-
genz, en Austria, junto al lago de Constanza.
BERGILGONA (1025, pueblo desaparecido); BERGON (monte, Lagrán); BERGUA (Vicuña).
Todos estos topónimos tienen el mismo radical que los anteriores, aunque con su-
fijos diferentes.
CARASTA, pueblo desaparecido, ya mencionado en 1025; monte en Doroño.
El Carasta que mencionamos en primer lugar no es sólo un pueblo abandonado,
sino el nombre de un cerro con abundantes restos de la Edad del Hierro, en cuyas proxi-
midades hay también restos romanos, y al pie de ese cerro corre un arroyo, el Rudopio,
cuyo nombre estudiaremos más abajo. No lejos de Doronño, lugar del otro Carasta,
también hay restos indoeuropeos (A. Llanos, Hierro, poblados núms. 3, 20 y 28).
Desde el punto de vista lingüístico señalaremos: 1.° Su relación aparente con el
radical que aparece en Caranca / Carranza, (vid. éstos), y con el étnico Caristi, los Ca-
ristios, aunque posiblemente algunos de estos topónimos sean ya del territorio atribuido
a los Autrigones; 2.º La presencia del sufijo

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

-sta, que es frecuente como ya hemos señalado en Alava y Navarra, p. ej., el mismo
étnico Caristi; la divinidad Baelistus; otro teónimo Peremusta, de Navarra; topónimos
como Contrasta, Arnasta, Bargaristo, etc. Este sufijo no es demasiado frecuente en la
antroponimia hispánica; lo encontramos en Pelistus, de Braga, Latnastus, de Trujillo y
Etpastus, citado por Valerlo Máximo, que parece de origen ilirio. Vid. O. Hisp. y O.
Lus., s, u.
El sufijo puede tener distinto origen y funciones, según los casos: ya indicamos a
propósito de Baelistus que puede tener valor superlativo en varias lenguas indoeuro-
peas; o bien tratarse de un sufijo -st- frecuente en los topónimos y étnicos de origen ili-
rio, como Tergeste, Segesta, Audaristos, Leucaristos, Balista; étnicos Pirustae, Penestae,
Burnistae, Scordistae, etc.
En la toponimia hispánica Señalemos un *Bergista, exigido por el adjetivo Bergis-
tani, citado por Livio; Termeste, si partimos de Termestini; Egelesta, citado por Plinio;
Segestica, que supone un Segesta, como los de Sicilia v Panonia, etc.
Vid. sobre todo esto, U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 45 ss.; A. Tovar, Eine indoger-
manische Gottheit aus Spanien, Peremusta, pp. 161 ss.; Pokorny, Die Triiger der Kultur
der Jungsteinzeit, Die Urheimat, pp. 308 ss.; y Die indogermanische Spracheinheit, id.
pp. 378 ss.
Los topónimos Garasta, de Trespuentes y Garastaza, de Audicana, tal vez sean
formas sonorizadas de Carasta.
CARAVACAS (Laguardia).
Topónimo igual a Caravaca, de Murcia. Señalemos que presenta una base Carav-
como otros varios topónimos y antropónimos, dentro y fuera de la Península, tales como
Carabanchel, Carabanzo, Caravantes; antropónimo Carauanca, una mujer cántabra;
fuera de España, los topónimos Carauanca, Carauantis y antropónimos Carauantius, en
la región iliria. Todos estos ejemplos presentan sufijos consonánticos, pero tienen el
mismo radical que Cara-vacas. Vid. sobre todo ello, O. Hisp., p. 77; Menéndez Pidal,
Toponimia, pp. 91 ss.; Tovar, Cantabria Prerromana, p. 27; U. Schmoll, Hisp. Idg., pp.
109 y 113.
CARANKA / CARRANÇA (1028, 1257, hoy Caranca en Valdegovía); otro CARRANZA en
Bernedo; otro en Vizcaya (en el s. XI, Carran(a); CARANZUELO y CARANZULO, en
Roitegui.
Tovar en su estudio sobre los Topónimos con -nt- en Hispania, ya varias veces cita-
do, recoge varios topónimos del tipo Carranza en diversos puntos de la Península, así
como un Carantium, que el Ravenate sitúa cerca de Lugo. Entre ellos recoge también el
Carranza de Vizcaya, así como también estudia estos topónimos en su Cantabria Pre-
rromana. Parece que hay que relacionarlos con un término ilirio, *karanto- «rocoso»,
que pervive en el dialecto veneciano actual, sin descartar su posible relación con una
raíz preindoeuropea kar(r)a, de modo que estos topónimos pueden presentar una

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

raíz anterior a la venida de los indoeuropeos, junto con el conocido sufijo -nt- indo-
europeo. Vid. sobre todos estos problemas, además de los trabajos citados por Tovar,
U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 72; Menéndez Pidal, Toponimia, p. 216; D. E. Evans, GPN,
pp. 162 ss.
A los topónimos alaveses antes mencionados podemos añadir, Carandabea (Ari-
ñez), con elemento final vasco, y Carandillo, topónimo, camino y fuente en Ocio, am-
bos con sonorización del sufijo -nt-, así como una fuente de Apellániz, Carrantan. Si
los topónimos recogidos arriba suponen una base *Karantia, estos últimos se basan en
*Karanta.
CARCAMU (1025) =CARCAMO (Valdegovía); CARCAMILLO (Sierra de Arcamo); CARCA-
MEDIGA (monte de Anúcita).
Menéndez Pidal, Toponimia, p. 127, recoge varios topónimos de radical Carc- que
él relaciona con antropónimos. Pare que más bien ha de considerarse una formación de
tipo superlativo, como en Uxama, Segisamo, etc., y otros de la región vascongada que
Michelena supone formaciones de tipo indoeuropeo, como Cegama, Beizama, etc. Si el
sufijo es de tipo adjetival, tal vez tengamos en estos nombres alaveses una raíz ide. *ker-,
que sirve para designar colores pardos o grisáceos, si tenemos en cuenta a. ind. karka-
«blanco», irl. med. carcach «barro», etc. Vid. Pokorny, IEW, p. 573.
CEZAMA (Vicuña).
Otra formación de tipo superlativo como indicábamos a propósito de los topóni-
mos precedentes. Vid. lo indicado más arriba sobre Uxama, y Michelena, Sobre el pa-
sado de la lengua vasca, p. 133.
CIRAONZA, río de Araya; CIRAORA-BIDEA (s. XVI, Betolaza).
Cualquiera que sea la forma original de estos dos nombres, señalemos una vez más
la alternancia -nt-/-r- que suponen, ya que a Ciraonza le correspondería un final -ntia.
Vid. arriba Berganza/Bergara, etc.
CORCORA (950, hoy Corcuera), en Astobiza; CORCO-ZUBI (Barambio); CORCU-BASA
(monte, Marquínez); CORCU-SOLO, CORQUISOLO (Oquina).
Varios topónimos de la misma base, de los cuales el más interesante es el primero por-
que presenta una alternancia -r-/-nt- con el cántabro Corconte, que se repite fuera de
España entre el étnico ilírico ȀȠȡȤȩȞIJȠȓ y el nombre de la isla de Corfú, ȀȠȡȤȩȡĮȢ o el
río de Panonia ȀȠȡȤȩȡĮȢ Vid. Menéndez Pidal, Toponimia, p. 93; Tovar, Las invasio-
nes, Zephyrus, VIII, p. 79; Topónimos con -nt-, Actas V CICO, II, p. 108; Cantabria
Prerromana, p. 27, etc.
LAMALAMIO (S. XVII, Virgala Mayor); LAMIOBIA (S. XVI, Betolaza); LAMABERA
(Ullibarri-Jáuregui); LAMUZA (arroyo, Llodio); LAMO S, Los (Basabe); LAMIACO
(Lejona, Vizcaya); LA LAMA (Carranza y Sopuerta, Vizcaya).
Nombres probablemente basados en la voz lama «terreno pantanoso», elemento
protoindoeuropeo estudiado por Menéndez Pidal en Toponimia,

189
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

pp. 98 ss. y 173 ss., ya que está sumamente difundido en nuestra Península. También
aparece en la antroponimia un Lamus, Ilerdensis, citado por Silio Itálico, Vid. O. Hisp.,
p. 127.
Lo más interesante respecto a lama es que en una inscripción en lengua lusitana se
lee la formación adjetival lamaticom, en Lamas de Moledo, y se conocen desde época
romana muchos topónimos como Lama (Baños, Cáceres), Lamaecum, hoy Lamego, en
Portugal, etc.
Menéndez Pidal senala que el área de los topónimos Lama se extiende por todo el
NO. de la Península, desde el Algarbe hasta Alava y Vizcaya. Vid. Toponimia, mapa, p.
177.
LANCIEGO, pueblo; LANCENA (castillo); LANCIDONA (Armentia).
Topónimos derivados de Lancia, que está bien documentado en Hispania (Astu-
rias, León, Cáceres) así como los antropónimos Lancius, Lancia, Lancinus, etc., y el
gentilicio Lanciq(um). Tal vez puedan también relacionarse con el epíteto Lanca, de la
Segontia celtibérica, que hoy pervive en el topónimo Langa de Duero.
El sufijo -eco-, tiene el tratamiento cántabro -iego, señalado a propósito de Arce-
niega, y otros. Señalemos que los topónimos Lanciego, Elciego (que no creo que tenga
nada con «ciego») y Samaniego están en la vertiente meridional de la Sierra de Canta-
bria, mientras Arceniega se encuentra en territorio en otro tiempo poblado por Autri-
gones y Cántabros. Sobre los problemas etimológicos que plantean estos nombres vid.
Menéndez Pidal, Toponimia, pp. 83 ss.; U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 79 ss.; H. Krahe,
Idg. und Aeur., Die Urheimat, p. 446; Pokorny, IEW, pp. 676 ss., s. u. *lenk- «doblar»,
en relación con la palabra «alpina», lanka «lecho del río».
LANGARICA, pueblo; monte en Corres; fuente en la Sierra de Encía.
LANGARA en 1025, hoy Nanclares; formas intermedias Langrares y Lanclares
(s. XIII). Otros varios Lángara- con segundo elemento vasco.
Menéndez Pidal recoge varios topónimos inga tanto hispánicos como de las re-
giones tradicionalmente consideradas ligures, junto con el étnico Langates de la misma
zona. De la región vascongada cita un arroyo Langata, de Guipúzcoa. Hay otro Langa
vizcaíno en Carranza.
El problema etimológico de estas palabras es sumamente complicado. Teniendo
en cuenta que algunos de los topónimos Langara- están atestiguados también bajo la
forma Longara- (p. ej. Langara-saspia y Longara-saspia, de Arrieta, ambos s. XVIII),
y que existen también otros topónimos como Longa (Villamaderne), Longar (Labraza y
Sobrón), y Los Longares (Bóveda), creemos que puede relacionarse con *lango-, forma
alternante de *longo-, que en la base de varios antropónimos y gentilicios hispánicos, p.
ej. Longanus, de Sigüenza; Longeidocum, de Cabeza del Griego, Cuenca. Vid. O. Hisp., p.
135; U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 79 y lo dicho a propósito de Lanciego.

190
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Señalemos la coincidencia, aunque pueda ser casual entre las formas toponímicas
alavesas Langara/Longara y el antropónimo ilirio Langaros/Longarus, según las va-
riantes (H. Krahe, Lex PN. 68). También en Vizcaya existen topónimos de base Long-
como Longana (arroyo en Gordejuela), Longuita (monte en Sopuerta) y varios Longar.
LANTARON (Sobrón ); LANTERNA (Arechavaleta ).
Un radical Lant- variante de Lent- (cf. ide. *lento- «flexible»), aparece en el ape-
lativo galo lantana, «enredadera». (Pokorny, IEW, p. 677). En Lusitania se conoce el
antropónimo Lantutra (NAH, Emerita, XXXII, p. 249).
LEBIA (Lagrán); LEIBA (Arínez).
Nombres que tal vez se encuentren en relación con Libia, de Logroño, hoy Hera-
melluri, cuyo nombre es citado en las fuentes antiguas bajo formas diferentes.
LEDAMA (1654, Urrunaga).
Probablemente se trata de otro topónimo basado en un antiguo superlativo. Vid. lo
que hemos dicho a propósito de Uxama y Lezama, donde se recoge la opinión de Mi-
chelena sobre los topónimos en -ama difundidos por el país vasco.
LENDOÑO (de Abajo y de Arriba, Vizcaya, región de Orduña); LENDI o LENDIZ (monte
en Castillo) ; LENDIA (Guereña; caserío, pozo y fuente en Apodaca) ; LENDI-ALDEA
(Apodaca) ; LENDOINA-BIDEA y LENDOÑA-BIDEA (Chichetru); LINDASATA (Otaza);
LINDIANO (Roitegui); LINDOTE (Mioma), etc.
Sin duda todos estos topónimos tienen una base común y el hecho de que entre
ellos exista Lendia, el cual, aunque vasquizado en su forma, sirve para designar un po-
zo y una fuente, nos hace pensar que tenga su origen en el ide. *lendh- «manantial»,
que también se presenta con frecuencia bajo la forma Lind- en hidrónimos y topónimos
como Lindonius, Lindos, Lindiacum, Dio-lindum, etc., en Britania y Galia. Vid. Pokor-
ny, IEW, p. 675; K. B. Jensen, Altindogermanische Ortsnamen in Südengland, Actas VI
CICO, II, pp. 427 ss. En la región renana, cf. Lindesina, cerca del nacimiento del río
Rura, hoy Roer. L. Weisgerber, RhN, mapas núms. 1 y 2, y pp. 43 y 17.
La Toponimia Alavesa de Lz. de Guereñu recoge además el topónimo Linos, indi-
cando que es sumamente frecuente en Alava, para designar balsas, fuentes o ríos. Sin
descartar la posible relación que Linos pueda tener con la planta del lino, que era ne-
cesario humedecer para trabajarla, señalemos también la posibilidad de que en algún
caso Linos sea la forma evoluciona-da de un *Lindos, *Linnos, más antiguo, dentro del
cuadro de los topónimos que estudiamos.

191
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

LEZAMA y LEZAMETA; LEZANA (Treviño y Hereña, así como en el Valle de Mena, Viz-
caya) ; LEZAU (arroyo en Salvatierra) ; LEZAO (arroyo de Alangua); LEZA y LESA,
varios.
Topónimos de raíz no bien determinada. En Lezama tenemos el sufijo -ama o -
sama de superlativo. Michelen en su obra Sobre el pasado de la Lengua vasca, San
Sebastián, 1964, en su capítulo V, en el que estudia La influencia indoeuropea prela-
tina, pp. 133 ss., recoge varios topónimos en -ama enclavados en el país vasco-navarro,
como Ulzama, antiguo Uteama que supone igual a Vxama, así como Berama, Beizama,
Ce gama, en todos los cuales cree que el sufijo -ama no es vasco sino que es el super-
lativo de las len-guas hispánicas indoeuropeas. Vid. U. Schmoll, Hisp. Idg. pp. 44 ss.
En cuanto a Lezama, y los demás topónimos en Leza- acaso haya que relacionarlos
con el hidrónimo riojano Leza, del cual sabemos que su nombre primitivo era Lesuros, y
se encuentra documentado en un nombre con sufijo ibérico Lesuridantar, de la misma
región. Lesuros es una forma que se repite en otros hidrónimos y antropónimos extran-
jeros, como Lesuros, ligur; Lesura, hoy Lieser, afluente del Mosela, y nombres persona-
les Lesurius, Lesuria, de Ravena. Vid. O. Hisp., p. 130, y L. Weisgerber, RhN, p. 15.
LUPIA (Antoñana); LUBIANO; LUBIANO-BIDE, LUBIANO-BIDEA (Ullivarri-Arrazua, Arbu-
lo y Junguitu); LUBI-ARTEA (Hermua); LUBINA-, LUBINNA-BIDEA (camino y campo
en Junguitu); LUBISA (arroyo en Alegría).
Topónimos muy interesantes ya que se conocen nombres personales como Lubia-
nus, de Herrera de Pisuerga, Lupianus de Astorga y Mértola. Lubiano puede tener rela-
ción con estos antropónimos y con la raíz *sleub-, sleub- «deslizarse, fluir», frecuentísi-
mo en la toponimia y en la hidronimia. Un estudio a fondo de este problema lo vemos
en los trabajos de L. L. Cortés, El dialecto galaico-portugués hablado en Lubián (Za-
mora), Salamanca, 1954, y Lupianus, hidronímico y antropónimo, y la raíz hidronímíca
Lub-, Lup-, Actas V CICO, II, pp. 9 ss. Cortés cita varios topónimos Lubián y un río
Lubián en La Coruna; Lupiana en Guadalajara; Lupaón en Jaén y el Lubiano de Alava.
Y además las Nimphae Lupianae, de Guimaraes, en Portugal, lugar de fuentes termales.
Señala Cortés que son muchos los nombres de esta base que tienen relación con ríos o
fuentes, balnearios, etc., en casi toda Europa, y nosotros podemos añadir a esta relación
Lubisa, arroyo de Alegría. Tovar recoge estas mismas ideas en su Cantabria Prerroma
a, pp. 20 ss., a propósito del hidrónímo Ruiloba, al que la etimología popular interpreta
como «Río de Loba» y más bien querría decir «Río-río», como tal vez ocurra con Gua-
dalupe de Cáceres y otros más, precedidos de la forma árabe guad «río». Cf. también L.
Weisgerber, RhN., p. 15, río Lupia, hoy Lippe. LUPERIA (Amanita); LUPIARATE (Subi-
jana); LUPIA-ZARTE (id.); LUPIARCA y

192
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

LUPIARZA (Urarte); LUPIAZOSTE (Zumelzu); además LUBEGANA (Gopegui); LO-


PEGGANA en 1025, hoy Lopidana; LOPEGAINGO-BARGA (Alda); LOPEALBIANA y
LOPEALBIANA (S. XV), monte de S. Vicente Arana, etc.
Probablemente se trata de topónimos cuyo primer elemento es igual al estudiado
más arriba, por lo menos los que presentan claro el elemento Lupia-.
LUPIERNO, despoblado en Nanclares de la Oca = Lupierro.
Aunque es posible que se trate de un topónimo en relación con lo que acabamos de
estudiar, lo hemos separado porque cabe también la relación con *loupernos, «zorro»,
base de algunos antropónimos como galo y brit. Louernios, de una raíz atestiguada en
varais lenguas, entre ellas las célticas y las bálticas. Vid. Pokorny IEW, pp. 690 y 1.179;
Rohlfs, Personennamen in Ortsnamen Oberitaliens, Studien, p. 154, donde se recogen
los topónimos Lovernato (Italia), Louvergny, Louverné (Francia).
MEDROPIO, despoblado en Salinas; poblado prerromano en Villanañe.
Recogemos estos nombres porque parecen presentar un segundo elemento -opio= -
upia «río», que más abajo entudiaremos al hablar del Rudopio, riachuelo que corre jun-
to al cerro prerromano de Carasta.
MESANZA pueblo. MESANZA-BIDE (Lagrán).
La terminación -anza, de -antia, nos indica que se trata de un nombre prerromano
de las primeras capas indoeuropeas, como Berganza, Carranza, Arganzón, etc. La for-
ma base puede ser *Mediantia, que da normalmente el Mesanza actual. Este nombre
supone una formación sobre ide. *medhio- «medio, mediano», que forma parte de topó-
nimos e hidrónimos, como Mediola-num, nombre correspondiente a Milán, a tres ciuda-
des de la Galia, a otra de Bélgica, otra de Britania y otra de Mesia; Medio-matrici, ét-
nico belga; Mediolum, topónimo que Tolomeo sitúa en el conuentus Caesaragustanus,
en España, etc.
Una formación parecida a la de Mesanza, pero con otro vocalismo, la encontramos
en Mezonzo, de Lugo, antiguo *Mediontium. Vid. sobre todo esto Pokorny, IEW, pp.
706 ss.; Tovar, Topónimos con -nt-, Actas V CICO, II, p. 110; y todo lo dicho sobre
Berganzo, Arganzón, etc.
La palatalización de los grupos -dia-, -tia, hasta convertirse en -sa- o -za- ya estaba
iniciada por lo menos en la época romana. Cf. en O. Hisp., pp. 27 y 304, las tres va-
riantes del mismo nombre Annedius, Annetia y Anneza.
NABIA, nombre antiguo de Villanañe.
Este pueblo de Villanañe deriva, según se cuenta, de Villanage y a su vez de Villa-
linage, pero en tiempos más antiguos tenía un nombre tan típicamente indoeuropeo
como Nabia.
Nabia y Nauia, su variante normal, aparece documentado como nombre de divini-
dad en las regiones bracarense y galaica, solo, y en composición en

193
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Tongoenabiago, dat. de la misma zona, que según Blázquez sería «El Nabia por el que
se jura», así como los dioses del Olimpo juraban por la Estigia. Este nombre así como
los muchos hidrónimos y topónimos y aun nombres personales que presentan la misma
base están relacionados con la voz prerromana nana, «nava, valle», cuyo origen es cla-
ramente indoeuropeo y muy antiguo, probablemente relacionado con la misma raíz
*naus «barco». Esta voz fue señalada por Pokorny en Zur Urgeschichte, ZCPh, XXI, p.
116, como iliria, y en IEW, p. 755, como gala prerromana. Carnoy, que se había fijado
en su estructura arcaica, la senala como protoindoeuropea en Dictionnaire étymologi-
que du protoindoeuropéen, p. 134, y Krahe por su parte recoge varios hidrónimos euro-
peos antiguos de base Nau- en sus estudios sobre la hidronimia primitiva de Europa. En
España varios topónimos e hidrónimos están relacionados con Nava, Nauía; entre ellos
el río astur Navia, que ya era mencionado por Plinio.
Vid. J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, p. 236; Blázquez, RPH, pp. 178 ss. y
194 ss. Además O. Hisp., pp. 166 ss. y U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 104; L. Weisgerber,
RhN, p. 16.
Señalemos para terminar que la región de la antigua Nabia presenta huellas
arqueológicas de la Edad del Hierro. Junto al mismo pueblo antiguo de Medropio y en
las proximidades el recientemente descubierto de Barrio de Iberbea, así como los de
Astúlez, Caranca y Punta de San Pedro (Vid. A. Llanos, Hierro, núms. 6, 8, 15 y 17),
además E. de la Inmaculada, Historia del Santuario de Ntra. Sra. de Angosto y del
Valle de Gobea, pp. 343 ss.
NERVINA, Peña (Délica).
Topónimo relacionado con el río Nervión, antiguo Nerua, que nace precisamente
en esa zona. Vid. más arriba el estudio del nombre de este río.
OBANA (= Ebana? Guibijo); OBIA (Virgala Mayor, Ullibarri-Cuartango); OBINCO (s. XVI,
Barrón); OBIO (Lezama); OBANO (Valle de Mena, Vizcaya).
Si Obana es igual a Ebana, hemos de excluirla de este grupo, ya que Ebana parece
remontarse a Febana, fuente de la misma zona. Si es esta su forma verdadera, Seña-
lemos su semejanza con el teónimo de Gelsa, Obana y el burgalés Obiona. Obana es
también topónimo en Asturias, si bien C. Bobes en su estudio sobre la Toponimia Ro-
mana de Asturias supone que pueda estar basado en Albana.
Otros nombres de radical Ob- pueden verse recogidos en O. Hisp., p. 171.
OCA, OCECA, OCILLA, OCEJO, OCEJOS, OCON, OCIO, OCITIO, OCO (Alava y Navarra);
OQUINA. OCA (Burgos); OQUILLA (Vizcaya), etc.
Parece que estos topónimos pertenecen todos a la misma familia, que tiene como
base Auca, que como topónimo de la provincia de Burgos, corres-

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

ponde a la actual Villafranca de Montes de Oca. A veces la etimología popular ha rela-


cionado estos nombres con «oca, ganso».
Oquina representa la pronunciación clásica de un primitivo Aucina, mientras Oce-
co se remonta sin duda a una forma muy similar a la del gentilicio de Talavera, Auciei-
cu(m). El radical Auc-, moderno Oc-, con la reducción del diptongo que era ya normal
en el latín vulgar, está bien representado en Hispania y fuera de ella en antropónimos,
topónimos, hidrónimos, etc. Entre los primeros Señalemos Auca en la región braca-
rense y en la provincia de León; Aucia en Burgos; Auco en la Galia, pero sonorizado
Augo, forma similar a la que dio lugar a Ocón; Aucilla o Aucilia estarían en la base de
Ocilla; Aucus en Oco. Hay también formas personales con otros sufijos como Aucalus
y Aucarlus, etc.
En toponimia, cf. en la Península, Ouca en Portugal; varios Oca en España; Oca,
Occa, en Italia; Ocana (de Aucania), de Todelo, Ocanas, de Granada, Ucanha en Por-
tugal, Ocagno en el Norte de Italia, etc. Entre los hidrónimos, Auca y Aucia en Galia y
Germania, etc.
En cuanto a Ocio, cabe relacionarlo con Aucius, o tener relación con el apelativo
latino otium, aunque nos inclinamos por lo primero.
Señalemos que la mayoría de las correspondencias extrapeninsulares de estos nom-
bres aparecen en zonas de influencia iliria y ligur. Vid. O. Hisp., pp. 43 ss.; Menéndez
Pidal, Toponimia, p. 173.
Es importante también señalar que en las proximidades de varios de estos topóni-
mos, Ocilla, Villanueva de la Oca, Ocón, etc., hay restos arqueológicos de la Edad del
Hierro (A. Llanos, núms. 5, 9, 11, 19, 20, 26, 27, 28, etc.; cuevas, n.° 3).
ORDUNTE, río; ORDUÑA, ciudad de Vizcaya y monte en Acebedo; ORDUÑA-SORO (Con-
trasta); ORDEYA (Alegría); ORDIGUETA (Artaza); ORDOÑANA, pueblo y río, etc.
Varios nombres de la misma base, Ordu-, Ordo- que aparece también en la ono-
mástica personal de origen prerromano, así como en el nombre medieval Ordono. Or-
dunte supone un Orduntium, mientras Orduña supone «Ordonia, forma similar al cita-
do Ordono. En la antroponimia conocemos Ordennas y Ordumeles (Ordunbeles), dos
miembros de la Turma Salluitana; sobre estos dos nombres vid. O. Hisp., p. 173, don-
de señalamos su relación con la forma céltica Ordu- ortu- «martillo», base de varios
nombres propios como Ordilos, Ordous, étnico Ordouices, etc.
En cuanto a Ordoñana, el parentesco con estos nombres es sólo aparente. Las
formas medievales Erdongana (1025), Herdonana (1212) suponen un antropónimo la-
tino Herdonius como base, es decir una villa Herdoniana. En la forma Erdongana -ng-
es la representación arcaica de la -n-, que suele remontarse a -ni- con gran frecuencia.
Vid. Menéndez Pidal, Orígenes, p. 54,

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Toponimia p. 130. Herdoniana ha pasado a Ordoñana como el itálico Herdonea a Or-


donna.
PALANCAS (monte en Zárate; campo en Gobeo); PALANCOS (Santa Cruz de Campezo);
PALANCADURAS (arroyo, afluente del Bayas); PALANCA (monte en Galdames,
Vizcaya); etc.
Estos términos basados en Pala- pueden tener distintos valores, pero su P- evi-
dencia un origen no céltico, aunque sí probablemente indoeuropeo. El radical está bien
documentado en topónimos, hidrónimos, nombres de dioses y acaso también de per-
sonas. Cf. Palantia,- Pallantia, río y topónimo en Palencia y Castellón; divinidades
lusitanas Trebo-pala, Toutopalandaiga (*teuto-palantaka); y tal vez los nombres Palarus,
Balarus de la Montaña de León, Avila, y un dux Vettonum citado por Silio Itálico, re-
presenten la forma alternante -nt- / -r- frente a Palantia. Pala es un término que apa-
rece en lepóntico y en varias regiones de Italia, así como en el topónimo Pallanza o
Palanzo, junto al lago Mayor.
En la base de las formas alavesas y vizcaínas está seguramente Palantia, que luego
ha pasado a Palanca, de la misma forma que Carranza, antigua Carrantia, es variante
de Caranca (Vid. arriba). Uno de los nombres alaveses es un hidrónimo, como el Pa-
lancia de Castellón y el nombre antiguo del río Carrión; otros se refieren a montes, lo
cual va bien con el significado que el término pala ha tenido fuera de Hispania. Vid.
sobre todos estos problemas, Menéndez Pidal, Toponimia, p. 166; A. Tovar, L'inscrip-
tión du Cabeco das Fraguas et la langue des lusitaniens. Et. Celt., XI, pp. 246 ss.; Las
invasiones, Zephyrus, VIII, p. 79; Topónimos con -nt-. Actas V CICO, II, pp. 111 ss.;
U. Schmoll, Hísp. Idg., pp. 82 y 93; G. Rohlfs, Aspectos de Toponimia española,
Studien, p. 11; Pokorny, IEW, pp. 798 ss y 807; J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, p.
236; y para los antropónimos citados, vid. O. Hisp., p. 176, donde se recoge un Lu-
biamus Palariacus de Cisalpina, cuya aparente relación con los topónimos alaveses es
doble (Vid. arriba Lubiano, etc.).
RETIA en 1025, hoy Oreitia. Lectura de Fita, BRAH III 1883.
Si esta forma medieval es correcta y responde a una estructura antigua, este topó-
nimo se emparenta con el étnico centroeuropeo Raetici y su región, Raetia, zona que
lingüísticamente presenta grandes coincidencias con las hablas hispánicas indoeuro-
peas, y muy especialmente las de nuestra región: p. ej., los topónimos basados en lama;
Bellunum, Verona, Veleia, son topónimos con parientes en Alava; los antropónimos
Lubia y Lubiamus, se pueden relacionar con Lubiano, etc. Vid. C. Battisti, Raeter und
Veneter in den Venetianischen Voralpen, Actas VI CICO, II, pp. 112 ss.; U. Schmoll,
Hisp. Idg., pp. 108 ss.
RIDEVA (Antonana), DEVA (Subijana, Morillas).
Formación probablemente análoga a la del hidrónimo turolense Riodeva,

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

cuyo segundo elemento no es otro que el nombre del Deva, el río céltico que separaba a
los Caristios de los Várdulos. Acaso este Rideva designaba algún riachuelo llamado
también Deva en la región de Antonana, que es zona bastante indoeuropeizada. En el
lugar llamado Deva, en Subijana, también se han encontrado cerámicas antiguas (Vid.
arriba el estudio sobre el hidrónimo Deva).
RVNOPIO, riachuelo de Carasta.
Es el riachuelo que corre al pie del cerro prerromano de Carasta. Ya se ha señalado
el posible entronque del término Carasta con la lengua de los ilirios; tal suposición se
ve reforzada por el nombre de este pequeno río del que se servían los habitantes del
poblado. Rudopio recuerda sin duda al topónimo de Britania Rutupiae o Rutupis, puerto
al SE. de la isla. Este topónimo contiene un elemento -upia que los vénetos y los ilirios,
como portadores de la cultura de los Campos de Urnas llevaron a toda Europa. -upia es
idéntico a las voces bálticas, lit. úpe, upís, let. upe «arroyo, río», y puede verse en
Uppia, arroyo del Tirol, y Stilupp, río de la misma zona; Upie en Suiza, Sinope al norte
de Francia, y Garoupe, topónimo de la Costa Azul; en Sicilia ȀĮȤȪʌĮȡȚȢ comparable al
lit. Kakupis, let. Kakupe «río de las cornejas»; let. Narupe, etc. Vid. Pokorny, IEW, p.
52; id. Die Trager der Kultur der Jungsteinzeit, Die Urheimat, p. 308; id. Die indo-
germanische Spracheinheit, ibid., p. 379; id. Die Orts und Flussnamen der Urnen-
felderkultur, Actas VI CICO, III, p. 606.
Este elemento -upia lo tenemos probablemente también en el topónimo Medropio,
arriba estudiado, correspondiente a otro yacimiento arqueológico de la Edad del Hierro
(Vid. A. Llanos, Hierro, n.° 15).
En cuanto al primer elemento de Rudopio, creemos que como en el caso de Rutu-
piae debe ser el ide. *reudh-,*roudh- «rojo»; en el topónimo británico con la dental en-
sordecida, como en el étnico itálico Rutuli, mientras el hidrónimo hispano, en la forma
en que hoy lo conocemos, presenta la forma normal con la pérdida de la aspiración, y el
cierre del diptongo -eu- > -ou > -u-, también corriente: Cf. Turos, de *teu; Cloutius y
Clutamus, de *kleu-; Boudica de *bhoudhi-, etc., de un modo similar a como se pre-
senta *reudh- en el topónimo de Apulia, Rudiae; la divinidad céltica Rudianus, la cán-
tabra E-rudinus, con prótesis de E- como en vasco (Cf. errota, lat., rotam, errege, lat.
regem, Erroma, de Roma, etc.). Evans, GPN, p. 466, s. u. Rutenica, citando el famoso
trabajo de Pokorny, Zur Urgeschichte der Kelten und der Illyrier, piensa que el britá-
nico Rutupiae no tiene que ver con *roudh- «rojo», pero K. B. Jensen cree que no hay
en ello ninguna dificultad fonética y que significaría «Los del Río Rojo». El sentido de
«arroyo rojo» iría muy bien al Rudopio de Carasta, porque en el cerro hay muchos
guijarros rojizos, por el hierro que contienen.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Vid. Pokorny, IEW, p. 872; O. Hisp., pp. 299 ss. y 303; O. Lus., pp. 137 ss.; U.
Schmoll, Hisp. Idg., pp. 88 ss. y 97; Blázquez, RPH, pp. 211 ss.; K. B. Jensen,
Altindogermanische Ortsnamen in Südengland, Actas VI CICO, II, pp. 430 ss.
SALMABEA (Apellániz); SALMANTON (ya en 866); SALMONTE(?).
De estos topónimos el más interesante es Salmantón, al NO de la provincia, que
presenta la misma estructura lingüística que Salmantica, Salamanca. El topónimo Sal-
mantica, es forma adjetival sacada de Salmantia, es decir, de un nombre tal vez de ori-
gen hídronímico, de estructura muv primitiva. Su base es Sala-, elemento formativo de
numerosos nombres de ríos, lo mismo que -mantia. Vid. H. Krahe, Idg. und Aeur. Die
Urheimat, p. 435, núms. 3, 6 y 7; J. Hoz, Hidronimia, Emerita, XXXI, p. 237 y cuadro
tipológico; A. Tovar, Las invasiones, Zephyrus, VIII, p. 79; id. Topónimos con -nt- en
Hispania y el nombre de Salamanca, Actas V CICO, II, pp. 114 ss.; U. Schmoll, Hisp.
Idg., pp. 53 y 72; L. Weisgerber, pp. 10 ss., 17 y mapa n.° 1. Se supone que Salmantica
está en relación con un teónimo Salama(n)ti, dat. de un ara cacerena (Cf. Zephyrus, VI,
p. 296). Si comparamos el alavés Salmantón con Arganzón, de Arganto, el que ahora
estudiamos estaría formado sobre Salmanto, variante de Salmantia, como la relación
que hemos visto también entre Armanza (Armantia) y fr. Armancon (Armantio), o con
otro vocalismo, entre Armentia y galaico Armentón (Vid. arriba estos topónimos).
En cuanto a Salmonte, puede ser una formación similar con otro vocalismo, como
veíamos en Armontu frente a Armanza, Armentia.
Por lo que hace a Salma-bea, presenta el sufijo formante -mo-, -ma-, sobre el que
luego se basan -mantia, -manto. El segundo elemento es vasco, como en tantos nom-
bres que en su forma actual tienen una estructura híbrida.
En la onomástica hispánica están bien atestiguados los nombres basados en Sal-,
Sala-, ide. *sal(a)-; con este mismo elemento -mo- que veíamos en Salmabea: Salmio,
fem. en Palencia; Salmos, en una inscripción celtibérica de Peñalba de Villastar; fuera
de Hispania, Salmo, en Cisalpina, etc.
En cuanto a la hidronimia y por extensión a la toponimia de toda Europa, desde
los países bálticos hasta nuestra patria, el radical Sal- es sumamente productivo. P. ej.,
Salia, hoy Sella en Asturias y Saja en Santan-der; Salo, que corresponde al jalón
soriano y al alicantino; más allá del Pirineo, Sala en Alemania y Panonia; Salmona,
afluente del Mosela; Salantas, en Lituania; Salantia, hoy Salence, en Suiza, etc.
En zonas próximas a los topónimos Salmantón y Salmabea se han encontrado res-
tos de la Edad del Hierro. Vid. A. Llanos, Hierro, poblados núms. 2 y 23, cueva n.° 7.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

SAMANIEGO; SAMANO (Castro Urdiales).


Se trata de nombres de la misma base, Sam- que en la onomástica hispana se en-
cuentra representada por Samaius de Mallorca, Samilus de Tarragona, Samacia en la
provincia de Cáceres.
Samaniego (*Samanecum) está provisto del sufijo derivativo -eco-, con el mismo
tratamiento que en la zona cántabra, -iego, como ya indicamos al hablar de Arceniega,
Lanciego, etc. Este último, así como Elciego y el que estudiamos, Samaniego, se en-
cuentra en la Rioja Alavesa, al S. de la Sierra de Cantabria. Como vemos también en la
región autrigona hay un topónimo de la misma base. El parentesco con Samiano (Tre-
viño) es sólo aparente. La forma medieval es Sancti Meiano ( 1025).
SANDOLLA, arroyo en Arceniega; SANDATA (Galarreta); SANDAIDICO (Adana-Gauna).
López de Guereñu ha recogido estos y otros topónimos de base Sand-, que pudieran
tener un origen común.
Lo más interesante de estos nombres es la posibilidad de relacionarlos con Sanda,
río cántabro, Sandus, antropónimo de la inscripción de Arceniegá, y Sandaus (o Sanda-
quínnus), teónimo de la misma ara, así como el topónimo cántabro Sandaquitum. Seña-
lemos que el arroyo Sandolla aparece en Arceniega, como la inscripción citada, y que
Galarreta, donde está el término Sandata, también es región de hallazgos hallstátticos,
así como la de Gauna, cerca de Alegría. Vid, arriba los topónimos citados, así como Ga-
balaeca y Tullonium; el teónimo y el antropónimo mencionado; vid. también A. Llanos,
Hierro, núms. 4 y 10.
SOBRON
Me atrevo a ver en este topónimo de la región occidental de la provincia un resto
del étnico Berones, que corresponde precisamente a esa zona, y pienso que ha dejado
huellas más o menos claras en otros topónimos de La Rioja y Vizcaya, incluso tal vez en
algún otro nombre alavés, más tarde deformado. En La Rioja supongo relacionable con
Berones, Briones, y la comarca de Cameros, que en el Medievo se llamaba Camberos.
En Vizcaya en la zona de las Encartaciones, existen los topónimos, Soberón, que en
1214 se llamaba Soberrones, y un Verrones, del siglo XVIII, en el término de Sopuerta.
Acaso el río alavés Berrón, afluente del Ega, también tenga que ver con el étnico céltico
Berones.
Sobrón, como el vizcaíno Soberón, suponen una forma originaria Sub Berones,
como ocurre en muchos topónimos como Somonte (de Sub montem), Sofuentes, Socue-
va y Solacueva, etc. Paradójicamente, mientras en Alava no se conserva claramente el
étnico Berones, hallamos una aldea llamada Berones en Asturias. Vid. G. Rohlfs,
Aspectos de Toponimia española, Studien, p. 21; C. Bobes, La Toponimia Romana en
Asturias, Emerita, XXVIII, p. 255.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Teniendo en cuenta las frecuentes concomitancias de los restos lingüísticos his-pánicos


con los nombres del norte de Italia, Señalemos la semejanza, aunque pueda ser externa
y casual, entre el étnico Berones, ǺȒȡȫȣİȢ y la ciudad de Verona, ǺİȡȫȞȘ que según
Battisti puede tener un origen rético. Vid. sobre estos problemas, U. Schmoll, Hisp.
Idg., p. 116 ss., sobre las relaciones entre las lenguas hispánicas y las hablas de esas re-
giones (Cf. arriba la identidad entre la Veleia de Alava y la Veleia del valle del Po), y
C. Battisti, Raeter und Veneter in den Venetianischen Voralpen, Actas VI CICO, II, p.
114.
TOLOINO, TOLOYNO (s. XIII), TOLONIO (s. XVII) = Toloño. Vid. arriba Tullonium.
TOLOUNA, fuente en Corres.
Este nombre tiene una estrecha relación con Tullonium, Tolono, con toda proba-
bilidad. Vid. lo que se dice arriba en el estudio de este topónimo antiguo.
TURISO (en 1025, Torissu).
Creemos que a pesar de la forma medieval con -o-, Torissu, este topónimo tiene
que ver con otros de diversas regiones de España y con antro-pónimos de base Tur-,
alguno de los cuales está atestiguado en Alava.
Señalemos entre los primeros Turissa o Iturissa, en Navarra, cerca de Roncesva-
lles, mansión situada en la vía Burdigala-Asturica, según el Itinerario de Antonino. Es-
te es el topónimo que mayor semejanza presenta con el que nos ocupa. También ofrece
una estructura muy similar Turiasso, en monedas de escritura ibérica Tu.r.i.a.s.u, hoy
Tarazona; en León tenemos Toreno, que probablemente corresponde al antropónimo de
la misma provincia Turennus (Cf. también Turanus y Turaenia, todos nombres de cán-
tabros). Entre los antropónimos de radical Tur- Señalemos Turos, Turaius, Turainus,
Turolius, etc., y Turaesamus, en Alava. Nombres de este tipo son abundantes en regio-
nes de vénetos e ilirios. Vid. sobre todo esto, O. Hisp., pp. 236 ss.; O. Lus., pp. 107 ss.;
U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 114; Menéndez Pidal, Toponimia, p. 145; Blázquez, RPH,
pp. 132, 141 ss. 196 ss.; J. Untermann, Elementos, mapa n.° 78. Vid, más abajo Dura-
na, Durango, etc.

b) Topónimos basados en nombres de persona no romanos

ABORNICANO (en 1257 Aburnicaco), Alava; ABURNICANO (hoy Aburnizano),Vizcaya;


ABORCIUM, despoblado en Alegría.
Los dos primeros, alavés uno y vizcaíno otro, están basados en el nombre personal
Aburnus, de Lara, y un magistrado Maggauiensis, que figura en la interesante tésera de
hospitalidad del año 14 a. C., aparecida en 1965 en Herrera de Pisuerga y dada a cono-
cer por García y Bellído (BRAH, 159, 1966, pp. 149 ss.). Esto hace descartar de un lado
la relación

200
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

con Eburneus, propuesta por Caro Baroja para el nombre alavés, y por otro la lectura
Abuanus, que la misma tésera ofrece como variante de Aburnus. Por otro lado es inte-
resante observar que los Maggauienses debían ser Cántabros, y que ambos topónimos
alavés y vizcaíno están en zonas en que la relación con lo cántabro es evidente. No es la
primera vez que hemos señalado un parentesco lingüístico entre alaveses y cántabros
prerromanos.
En cuanto a Aborcium, que parece conservar su estructura primitiva, creemos que
tiene una base Abur- idéntica a la de los topónimos anteriores, pero con un sufijo dife-
rente. A menos que sea una mala lectura por uno de los topónimos siguientes.
ALBORCIM, despoblado en Alegría; ALBORCOIN (Erenchun).
Si la lectura es válida, el primero resultaría ser la base del segundo, ya que su forma
vasquizada responde a un *Alborconius primitivo. Ambos nombres sin duda están
relacionados con los antropónimos Alburus, Albura, etcétera (O. Hisp., p. 15), del ide.
*albhos, «blanco». Vid. también lo dicho sobre el topónimo Alba, sobre Albaina, Albi-
na, etc.
APINA (Zalduendo).
Tal vez en relación con los antropónimos cacerenos Apinus, Apina y Abinus, genti-
licio Abinicum, de Tejadilla, Segovia, etc., o con Apius. Appius. Vid. O. Lus., pp. 21 y
37; NAH, Emerita, XXXII, p. 222. ARACA, (Vitoria). ARAICO (Treviño) ; ARAYA; ARA-
YA (Carranza, Vizcaya);
ARAIZ (Navarra).
Topónimos indudablemente idénticos a los nombres personales ya estudiados, Ara-
ca, de Eslava, Navarra; Araica, fem. de Contrasta y Araius, padre de ésta (EA n.° 23).
Vid. estos. Existe también un hidrónimo Araya en Cáceres, aunque tal vez la base de los
topónimos y antropónimos sea diferente de tal hidrónimo. Vid. de todos modos, J. Hoz,
Hidronimia, Emerita, XXXI, pp. 232 ss. En Araya hay restos de un poblado de la Edad
del Bronce (A. Llanos, Hierro, n.° 21). Aracus es también un teónimo lusitano y existen
como ya hemos señalado, otros antropónimos y topónimos de base Ara- en diversas
regiones de la Península. Vid. Caro Baroja, Los Vascos, p. 62, fig. 34.
ARENAZA
Posiblemente basado en Ar(r)enatia, derivado de Arenus, Arrenus, nombre bien
documentado en la Península. Vid. O. Lus., p. 42; O. Hisp., p. 36; NAH, Emerita, XXXII,
pp. 224 ss. Es topónimo que se repite en Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya.
Existen también varios topónimos Arena, pero es difícil saber si se basan en el an-
tropónimo prerromano Arena, Arrena, o en el apelativo de origen latino arena.

201
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

ARIÑEZ
Este topónimo alevés presenta una estructura similar a la del antropónimo Arines
mencionado por Livio, XXVI, 49, 5. Como Albennes, Arranes, Agirnes, presenta un
sufijo -es o -nes, que posiblemente es un antecedente del conocido patronímico español -
ez: Fernández, Pérez (Petriz), Sánchez y Sanchiz, etc., aunque suele considerarse un
sufijo -icus en geni-tivo = Araiz = Araici, etc. Arriba señalamos la posible relación entre
Albéniz y Albennes.
AUDICANA
Forma romanizada de un nombre prerromano, con el conocido sufijo -ana, que
indica posesión, aunque también era frecuente en la formación de antropónimos.
Pensamos en un origen prerromano basándonos en la existencia de los antropó-nimos de
base Aud- A.u.da, en escritura ibérica, de Vareia, Logroño; ȁȪȡĮȢ, ȁȪȡĮȤĮ, nombre de
un celtíbero citado por Apiano; Audasius en Galicia; Audi... en Salamanca; Audalea
gens, un gentilicio; fuera de Hispania, Audagus, Audoleon, Audkrus, Audatus, Audos,
Audilos y el hidrónimo galo Auda. La base de todos estos nombres es el ide. *audh-
«suerte, riqueza», bien documentado en las lenguas célticas y germánicas así como en el
ilirio y el véneto.
Audícana estaría basado en *Audicos, posiblemente variante romanizada de Au-
dacos, igual al citado por Apiano o al Audagus transpirenaico. Vid. Pokorny, IEW, p. 77;
O. Hisp., p. 44; NAH, Emerita, XXXII, p. 277; U. Schmoll, Hisp. Idg., pp. 114 ss.; D. E.
Evans, GPN, pp. 145 ss.; L. Weisgerber, RhN, pp. 18, 25, etc. y mapa.
BERACEA, varios; Beracia (Argandoña).
Topónimos probablemente relacionados con el antropónimo Biracia, que aunque
poco frecuente en Hispania, está bien documentado en regiones célticas transpirenaicas.
Vid. O. Hisp., p. 54. De todos modos vid. también lo que se dice de Berana y Berante-
villa.
BETOÑO (en 1025, Betoniu; en el s. XVIII, Betonu), pueblo y monte en Vitoria. BETONU-
SOLOETA (Durana) ; BETOLAZA.
Betoño es un topónimo cuya forma original es sin duda Betunium, como lo indican
las formas medievales, y diversos antropónimos bien documentados: Betuuzus de Barba-
rín, Navarra; Betouna, de Lara, Burgos; Bedunus, sonorizado, de Braganza y Villalcam-
po; Baetunía (-ae- = -e- posible-mente por hipercorrección), de Penalba de Castro,
Burgos. Además el topónimo Bedunia, cerca de La Baneza, en León, mencionado en los
Itine-rarios de Antonino, en la Vía de Astúrica a Caesaraugusta; un Bedoya santande-
rino, que tiene el mismo origen, como senala A. Tovar en Cantabría Prerromana, p. 38,
etc.

202
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

En cuanto a Betolaza, probablemente supone una forma *Betulatia, basada en Be-


tullus, Betulius, de *betu- «abedul», apelativo betulla, betula. Probablemente antropó-
nimos y topónimos tienen todos este mismo origen. Vid. O. Hisp., pp. 48 y 53.
BITURIGAN (Lezama).
Curioso topónimo que parece en relación con el étnico galo Bituriges, también
usado como nombre personal, Biturix. Vid. D. E. Evans, GPN, pp. 246 ss. Cf. también
el topónimo de Navarra Bituris, hoy Vidaurreta, según Caro Baroja.
CARICA (Lezama).
Vid. lo dicho arriba sobre los antropónimos Carus y Caricus, con los cuales sin
duda está en relación.
COROCIA (San Vicente Arana).
Topónimo relacionado don los antropónimos Corocus, Coroca, etc., atestiguados
en el Occidente peninsular. Vid. O. Hisp., pp. 96 ss. Cf. también Corono de Laredo, en
relación con Coronus.
DURANA, varios; DURANCI (Bujanda); DURANDO (Ciríano); DURANGO(Vizcaya), etc.
Todos estos topónimos suponen una base Turos, con la inicial sonorizada, idéntica
a la de antropónimos como Turaesamus, Turaius, etc. Vid. arriba. Durana presenta
concordancias con Turanus, de Avila, frente a las formas con infección, Turaenia, Tu-
rainos, de Lebena y Lara; Duranci y Durango corresponderían a Turancus y su deriva-
do Turancius, nombres cántabros. Vid. también O. Hisp., p. 235. La sonorización es
fenómeno normal en todas las regiones de España y en todas las épocas. Ya hemos vis-
to de ello otros ejemplos: Argántonius / Argandona, Bergontia / Bergüenda, etc.
Rohlfs en Aspectos de toponimia española, Studien, p. 16, nota n.º 3, relaciona es-
tos topónimos con Durus, pero la relación con un Turus de origen prerromano, tan bien
documentado en nuestra antroponimia, me parece más verosímil. De todos modos es
posible lo que Rohlfs indica. En el Valle de Mena, existía en el s. XI un monasterio
llamado Turanco. Esto confirma la relación de los topónimos con los antopónimos de
base Tur-.
ELANO (Angostina). ELHENI-VILLA, en 1025, despoblado junto a Nanclares de la Oca.
Elano es un topónimo sin duda relacionable con Elanus, nombre conocido en
Alava por una inscripción de Iruña y cuya etimología está basada en el céltico *elani
«ciervo». Vid. arriba s. u. Elanus y su variante de Ocáriz, Elauus.
Podemos suponer que Elheni villa es una grafía medieval deformada por Elani
villa, la villa de Elanus o Elanius. Sobre la frecuencia en esta región de los topónimos
que conservan esta forma latinizante con el apela-

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

tivo villa y el nombre del possessor, vid. arriba Berantevilla. También cabe que Elheni,
con esta extrana forma, sea Helenus o Elenus, nombres de origen étnico. En Alava hay
documentados varios nombres griegos, aunque tal vez algunos correspondan a esclavos
indígenas, no griegos de raza.
LATURIAGA (Vitoria); LATURIQUIANA (Lagrán).
Nombres basados en los antropónimos indígenas Laturus y Laturicus, bien docu-
mentados en el Conuentus Cluniensis. Vid. O. Hisp., p. 129 y NAH, Emerita, XXXII, p.
249.
En Laturiquiana, que supone una base Laturiciana villa, señalamos la presencia de
una grafía que indica la conservación de la pronunciación clásica de la -c-. Vid. lo di-
cho sobre Luquiano, Liquiniana, etc.
LECOTIANO (monte en Huetos ); LEGOTIANO, antiguo Villarreal.
Aunque en la antroponimia hispánica hasta hoy conocida no hay ningún nombre
semejante a estos topónimos, sí podemos relacionarlo con el galo Licutanos, de una
moneda, citado por Holder. Un radical Lec- / Leg- / Lic- aparece en Alava y fuera de
nuestra provincia. Vid. arriba Licira nombre personal, y más abajo Licerana, etc.
LERAVIANA (Urarte).
Como en el caso de los nombres anteriores, no está documentado el *Lerauius, que
serviría de base al topónimo, pero es perfectamente verosímil dentro de la antroponimia
indoeuropea de la Península. El sufijo -auius es muy frecuente y a veces alterna con
-ouius. Vid. O. Hisp., pp. 284 ss.
LICERANA y LECERANA (Oquina); LICERI-VILLA, en el siglo XIII, hoy Lacervilla.
Todos estos nombres se basan en los antropónimos Licirus, Lecira, Legirus, etc.,
de los cuales se lee Licira claramente en Ilarduya y se restituye sin dificultad en Eguí-
laz. En el primer caso se trata de la senora de un siervo llamado Ablonius. Un Licirus
pudo ser el possessor de una villa en la zona próxima al Ebro, hoy Lacervilla, y otro el
que dio nombre a la villa Licirana que suponen los topónimos de Oquina. La confusión
e / i está ya documentada en la época romana, cf. Leg- / Lec / Lic-, variantes en el radi-
cal de estos mismos nombres, y Lecinana de Liciniana, etc. en la época medieval y mo-
derna.
LUNI-VILLA, en 1025, hoy Nubilla. Forma del s. XIII, Nuevevilla; LUNA (Cuartango);
LUNGANO (s. XIV, en San Vicente Arana).
El nombre del possessor de esta villa puede ser un Lunus, nombre indígena atesti-
guado en Cáceres y Córdoba, o bien una deformación de Illunus, forma latinizada de un
nombre vasco o ibérico, similar a Illuna de Iruña, según lectura de Baráibar. Para poder
decidirnos necesitaríamos documentación más clara y más antigua, que no poseemos.
Vid. sobre ambas posibilidades O. Hisp., pp. 124 y 139; O. Lus., p. 80. Luna sería for-
ma correspondiente a Lunus o Illunus y Lungano forma medieval por *Luniano.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

MANDOJANA, en 1045 Mandoiana; en el s. XIII, Mandoyana; otros MANDOJANA en


Guereñu y Ullibarri, con 2.° elemento vasco.
Nombre basado en Mandoniana, lo que supone el antropónimo Mandonius, Mando-
nios, idéntico al del famoso ilergete, hermano de Indibilis.
Como demostró Tovar en su estudio «A propósito del vasco mando y beltz y los nom-
bres de Indíbil y Mandonio», Estudios, pp. 154 ss., este nombre se ha formado sobre
mando «mulo», una voz indoeuropea que penetró hasta el vasco y el ibérico en la época
de los primeros contactos de los inmigrantes indoeuropeos con los pueblos hispánicos.
La voz está atestiguada bajo las formas mandio-, mando-, mandu- en diversas lenguas.
Vid. sobre este punto, Pokorny, IEW, p. 729; Tovar, artículo citado; O. Hisp., p. 146; U.
Schmoll, Hisp. Idg., p. 80; Ernout-Meillet, Dictionaire Etymologique de la Langue
Latine, 3.ª ed., p. 684, etc.
La derivación Mandoniana / Mandoiana es idéntica a la que vemos en Crispiniana/
Crispijana y otros topónimos alaveses.
En Alava y sus proximidades aparecen otros topónimos basados en Mando, Man-
dio-, Mandu-, cuyo origen puede ser primitivo o haberse formado ya a través del vasco.
Mencionamos algunos de ellos: Mandia, Mandila, Mandilla; Mandio, monte y fuente,
que se repite en Vizcaya y Guipúzcoa; Manditia y Mando-aza (Lagrán); Mando-bide
(fuente, Araya); Mandoma, Mandorra, Mandotegui, Mandua, Mandurrera, Manduyera,
etc. De todos modos el origen más remoto de la palabra base de estos topónimos es co-
mo hemos señalado indoeuropeos. Fuera de la Península están documentados los antro-
pónimos Mandelana, Mandia, Mandilo, Mando y otros, algunos de los cuales son casi
idénticos a los topónimos alaveses recogidos; también entre los topónimos extrapenin-
sulares el ilirio Mandurium, galo Epoman-duodurum, etc.
MANZANOS; MANZANO (Pinedo, Corres, Urarte).
Sin excluir una posible relación, acaso por etimología popular, con el árbol de las
manzanas, Señalemos la posibilidad de una derivación de Mandius (Vid. los anteriores) o
de Mantius, i. e. Mantianus f undus. Mantius es un nombre frecuente fuera de España,
pero otros de la misma base son conocidos en nuestra antroponimia primitiva, como
Mantaus, Mantaius de las regiones galaicas y lusitanas. Vid. O. Hisp., pp. 146 ss.; O.
Lus., páginas 83 ss.; NAH, Emerita, XXXIII, p. 111. El paso tia > za, como ya hemos
visto, es normal.
MAROBIANA o MARUVIANA (Arrieta).
Basado en un *Marouius, no documentado hoy por hoy en nuestra antroponimia
peninsular pero perfectamente verosímil por su estructura. Vid. O. Hisp., pp. 148 ss. y
284 ss.

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ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

MARTILLA (arroyo, Lezama); MARTIDIA (Arana); otros cuyo primer elemento es Martí-.
Nombres basados en Martius, Martia, como los siguientes.
MARZAYA (Elorriaga); MARZANA (Vizcaya).
Marzana se repite en Asturias, y supone un villa Martiana, o acaso Marciana;
Marzaya tiene distinto sufijo, pero no sabemos si su forma primitiva era igual o diferen-
te a la actual. Esta supondría un Martiaius o Martiaia perfectamente normal dentro de la
onomástica hispánica y en concreto de Alava: Ambaius, Araius, Tritaius, etc. Vid. O.
Hisp., p. 149; NAH, Emerita, XXXIII, p. 112; C. Bobes, Toponimia Romana en Astu-
rias, Emerita, XXVIII, p. 274; Menéndez Pidal, Toponimia, p. 137, donde recoge otros
topónimos del mismo tipo, etc.
MATURANA; MATURANO (Zambrana); MATURA-BIDEA (Medijur); MATURA-ALDEA (Oza-
eta).
Tanto los dos últimos topónimos con un segundo elemento vasco, como los dos
primeros, están basados en Maturus, nombre que puede ser tanto indígena como latino,
Cf. varios Maturus recogidos en O. Hisp., p. 151, O. Lus., p. 84, y Maturouius, lusita-
no, con una formación no latina clara, en NAH, Emerita, XXXIII, p. 112.
MASCURIO (Mendívil); MASCURI-BAY, MASCORI-BAY (Amurrio).
Topónimos formados sobre el antropónimo Mascurius, del que está formado Mas-
curicus de Narbonense. Vid. O. Hisp., p. 150.
NANZIELLO, 1295, despoblado.
Esta forma medieval supone un Nantillus, a su vez derivado de Nantius, nombre
conocido en Hispania y fuera de ella. En la región cántabra tenemos el nombre de la
misma base Nantouíus, de Pena Amaya, con un sufijo frecuente en la onomástica
hispana. Vid. O. Hisp., p. 165; NAH, Emerita, XXXIII, p. 114.

c) Topónimos basados en nombres romanos de personas

ABEZANA (arroyo y campo en Lagrán); VILLABEZANA, en 956 y 1025, Villavizana.


Dos topónimos y un hidrónimo que en opinión de Michelena están basados en Aui-
tiana, formación adjetival derivada del antropónimo Auitus, Auita, que está preferente-
mente atestiguado en la región lusitana. Los topónimos alaveses aparecen en zonas muy
romanizadas de la provincia. Vid. J. Untermann, Elementos, mapa n.° 14; O. Hisp., pp.
44 ss; NAH, Emerita, XXXII, p. 227.
ANDOÑANA (Treviño); ANDOIN (Asparena); ANTON (arroyo en Nanclares);
ANTOÑANA; ANTUNANO (Burgos): ANDONO, etc.
Todos estos topónimos tienen la misma base: el antropónimo Antonius, bien direc-
tamente, como Andono, bien en formaciones derivadas con la t

206
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

intacta o sonorizada: Andonana o Antonana, que suponen una Antoniana villa, o


Antunano, que supone un Antonianus f undus. Andoin es forma vasquizada de un origi-
nal romano como en varias ocasiones ha señalado Caro Baroja.
En Alava existe otro topónimo que suponemos de origen romano por su estruc-
tura: Es Andollu. O bien es una deformación de Antonius, o bien hay que relacionarlo
con otro antropónimo, Antullus, que recoge J. Untermann en Elementos, mapa n.° 9,
aunque todos sus hallazgos son muy meridionales. Es posible también, que Andollu,
aunque pueda tener un origen latino, se emparente con otros nombres hispánicos.
ANTEZANA, de Foronda, de Ribera, etc. ANTEZANA-BIDEA (Lopidana).
Topónimos basados en Antestiana, forma derivada de Antestius, Antestia, nombre
atestiguado en inscripciones alavesas. Vid. arriba.
ANIA (Arbulo); AÑANA, Salinas de; AÑUA (en 1025, Aniu).
Estos topónimos se basan en Ania, el 2.° en la forma derivada Aniana. El paso fo-
nético -nia > -ña es normal como ya hemos visto. Puede tener origen en un antropóni-
mo latino o tal vez en uno indígena homófono y del mismo sentido, ya que los nombres de
base An-, Ann- son frecuentes en Hispania, y unos son latinos y otros prelatinos. Vid. O.
Hisp., pp. 26 ss.; O. Lus., p. 35. Añua es forma vasquizada de Aniu(s) > Añu-.
APRICANO (Cuartango).
Caben de este topónimo dos etimologías: Puede derivarse de Aper, que es tal vez
lo más probable, o también de Afer, con transformación de la -f- por influencia del
vascuence. P. ej., ficus «higuera», vasc. picu, etc. Este es uno de los nombres que
recoge Caro Baroja.
ARRIANO (Cuartango).
Entre los muchos topónimos de origen romano que Caro Baroja estudia en la re-
gión alavesa, están especialmente los de la región de Cuartango. Arriano es un topóni-
mo basado en el nombre Arrius, muy frecuente en la Hispania romanizada. Este puede
ser un nombre latino, aunque también hay muchos de base Arr-, como Arraedo, Arranes,
Arrenus, Arreinus, Arro, etcétera, cuyo origen no es latino. Vid. O. Hisp., pp. 35 ss., y
lo dicho arriba sobre Arenaza.
BARBERANA (despoblado en Laguardia; topónimos en Burgos y Logroño);
BERBERICO y BERBERIEGO (San Vicente Arana).
Si del Berberana alavés no queda más que el nombre, quedan en cambio los otros,
en zonas próximas a la provincia, y de uno sabemos que se llamaba Barbariana, pues
se menciona en el Itinerario de Antonino, en la vía de Asturica a Tarraco. Los otros
dos se basan probablemente en Barbaricus, adjetivo derivado del adjetivo o cognomen
Barbarus.

207
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

CEMPRONA (Erenchun).
Nombre evidentemente basado en el gentilicio latino Sempronius, Sempronia, va-
rias veces atestiguado en nuestra provincia y frecuente en todo el mundo romano. Vid.
arriba los antropónimos Sempronius, Sempronia.
CICUJANO, en 1025, Cekungano.
Caro Baroja, en sus obras Los Vascos, p. 32, y en Materiales, p. 87 recoge este to-
pónimo y lo relaciona con Caeculianum. Pero la forma medieval que nos da La Reja de
San Millán, me hace pensar en otro origen, que sin este intermedio sería imposible ni
siquiera imaginar: Secundianum. El nombre está documentado en Alava y es mucho
más frecuente en la antro. ponimia latina que el que senala Caro Baroja.
La inicial Ce- puede proceder de Se-, como en Cemprona de Sempronia. En cuan-
to al grupo -ng- recordemos como en otros casos que es la forma de expresar la palatal
-ñ- en los documentos medievales, especialmente en los del antiguo reino de Navarra
(Menéndez Pidal, Orígenes, pp. 54 ss.). Una moderna -ñ- podía proceder de -ni- o de -
nn-, y esto a su vez de -nd-. Esta misma equivalencia de sonidos la vemos en el nom-bre
Ablonius de Ilárduya, si lo comparamos con el leonés Ablonnus o el extremeno
Aplondus, todos variantes de una única forma original.
Por otra parte ya hemos señalado que un grupo palatal como -ni-, cf, Crispiniana,
nos da una forma moderna Crispijana, tal vez por confusión popular con el otro grupo
palatal -li-, que da normalmente -j-. Vid. más abajo este fenómeno recogido en las con-
clusiones.
Debo señalar que el paso de Secundianum a Cicujano es complicado, y lo indico
como una posibilidad, teniendo en cuenta la forma medieval citada. Esperemos que al-
guna otra forma intermedia venga en nuestra ayuda para confirmar o modificar lo que
ahora sugerimos, ya que la romanidad del topónimo es por lo menos cosa incuestio-
nable.
CRISPIJANA, en 1257, Crispiniana.
La forma antigua, que es idéntica a la latina original nos hace observar una vez más
que en Alava es frecuente el paso de -nia- a -ja-, como puede verse en Mandojana,
Ormijana, etc.
ESCANDA (Lagrán); ESCANZANA (Berantevilla).
Ambos topónimos suponen una base Scantia, de donde Scantiana, es decir, como
en otros casos se basan en antropónimos latinos. Ambas zonas están bien romanizadas.
HEREÑA (en el 1025, Erenna; en el s. XIII, Hereana).
Este topónimo de origen antroponímico supone el nombre personal romano He-
rennius, de procedencia tal vez samnita, que se hizo famoso por la Rhetorica ad He-
rennium, que se atribuye a Cicerón.

208
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

LATRONIA (Aberásturi-Andollu ); LATRO-ARAN (Murua).


Probablemente están basados en los antroponímicos Latro, Latronus, conocidos en
la Península. Vid. NAH. Emerita, XXXII, p. 249.
LAVIÑA (Sojo).
Si no representa una forma moderna «La Viña», puede venir de Flauinia, forma
normal en la onomástica alavesa, con la pérdida de la F- como en Fusciano > Uzquia-
no, Forminiana > Ormijana, por influencia del contexto vasco, sobre todo en la época
medieval. En la Toponimia Romana en Asturias, se identifica Laviana con Flauiana, lo
cual supone una formación muy similar, aunque allí de la pérdida de la F- puede ser por
otras causas.
LECIÑANA, del Camino, de la Oca; otro en Osma de Valdegovía; LICEÑA (Astúlez); LE-
CIÑANA (Carranza, Vizcaya), etc.
De Leciñana tenemos varias formas medievales que nos hacen ver la evolución de
estos topónimos basados en Liciniana villa, es decir, en el antropónimo Licinius, bien
documentado en Alava y frecuente en todo el mundo romano.
Leciñana de la Oca aparece en los documentos medievales como Lecinianela, y
Licinganiella en 1025; Lecinana del Camino es conocida en 1025 por Lecingana, y en
1043 por Liciniana; Lecinana de Vizcaya es mencionada en el siglo XI como Lezinne-
na, forma muy próxima a la aragonesa Lecinena, del mismo origen. Sobre las formas en
-ena, vid. Menéndez Pidal, Toponimia, pp. 115 y 133. En cuanto a la equivalencia de
las formas medievales -ng- = n, ya lo hemos señalado a propósito de Ordoñana y la
forma de 1025, Erdongana. Cf. también Lecinana, junto a Villarcayo, Burgos, en 1074
Lecengana.
Liceña está directamente formado sobre Licinia, sin sufijos de derivación, como
hemos visto en Andono, Cemprona, Herena, etc. El paso -nia- > -na- es normal.
LIQUINIANA (Guevara); LIQUINANO (Aramayona); LIQUINAO y LIQUINAO (Betolaza); LI-
QUIANO y LIQUIAO (Betolaza); LIQUINAGA y LIQUINAGA (Berrícano), etc.
Lo más interesante de estas formas, cuyo origen es idéntico al de los topónimos
anteriores, es la pronunciación clásica de la gutural de Licinius, Liciniana, etc., bien
conservada en otros topónimos alaveses. Cf. Luquiano, Oquina, Laturiquiano, Marqui
na, etc.
LOGROZANA, en 1025, hoy Lacorzana.
Interesante topónimo cuyo origen me fue señalado por Michelena. Su base es Lu-
cretius, es decir era una uilla Lucretiana. La misma base se atribuye por Corominas a
Logrosán de Cáceres, y C. Bobes recoge un Logrezana, de Carreno, en Asturias, que en
1078 se llamaba Lucrizana, con una forma más cercana al original.
Sin la existencia de formas medievales como Logrozana y otras de

209
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

fuera de Alava, sería difícil establecer el origen del actual Lacorzana, al que la etimolo-
gía popular relaciona con el «corzo», como el vecino Lacervilla, con el «ciervo», que
como ya hemos visto arriba, era Liceri uilla, la uilla de Licirus.
Lucretius está atestiguado en Iruña, en una inscripción.
LOQUIDIA, LUQUIDIA (Urarte).
Topónimo relacionado con Lucidius, antropónimo que aparece en una inscripción
de Iruña. En cuanto a la relación Luquidia / Lucidia, vid. Luquiano, Liquiniano, etc.
LUQUIANO
Topónimo basado en Lucias, Lucianus, con la conservación de la pronunciación
clásica de la -c-. Sobre el origen latino o prerromano de los antropónimos de base Luc-
vid. lo que se dice sobre Luco más abajo, y más arriba Lucia.
MAROÑO
Derivado de Maro, el cognomen conocido por el poeta Virgilio Marón. La forma
base sería Maronius. Sobre el paso -nio- > -no- vid. lo dicho de Cemprona, Andoño,
Hereña, etc.
MARQUINA, en 1025, hoy Marquínez; en el s. XIII, Marquiniz; MARQUINA (Vizcaya);
MARQUINO (Trucíos, Vizcaya); MARQUIJANA (Amurrio); MARQUIXANA (Ayala);
MARQUILLANO (San Vicente, Alda, Orbiso); etc., etc. Otros dos MARQUINA en Alava.
Topónimos basados en Marcus, con su derivado Marcinus, que conservan como
en otros casos la pronunciación clásica de la -c-. Topónimos derivados de Marcus son
muy frecuentes dentro y fuera de España. Vid. Menéndez Pidal, Toponimia, p. 137, G.
Rohlfs, Studien, pp. 17, 111, 125, 139, etc.
El Marquina de Vizcaya presenta las mismas características que los de Alava.
Marquijana, Marquixana, probablemente corresponden a Marciniana, si su evolución
ha sido semejante a la de Crispiniana, Crispijana, etc.
Marquillano es posible que sea derivado de Marcellus, Marcellianus, nombres de
la misma familia.
MILLANO (Rivabellosa).
Probablemente se basa en Aemilianus, como otros del mismo tipo. Vid. Menéndez
Pidal, Toponimia, p. 138. Aemilius y Aemilianus son frecuentes en Alava. Vid. arriba.
ORMIJANA, en el s. XIII, Formijana.
Se conocen otras formas medievales, como Hurmijana, ya con la F- perdida, y
otros topónimos del mismo origen sin duda, Hormigani (Valluerca) y Hormijano (Quejo).
Sin duda se basan en Forminiana, Forminianum, y han sufrido la misma evo-
lución que Crispijana, Mandojana, en cuanto al paso -nia > -ja, o que Uzquiano en
cuanto a la pérdida de la F- inicial por la influencia vasca.

210
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

El nombre base sería Formius o Forminius. Similar, pero sin perder la inicial es el nom-
bre S. Formerio; seguramente el latín eclesiástico ha hecho de conservador en el nombre
del santo. Menéndez Pidal recoge un Forminena de Huesca, que en 1083 se le conocía
por Formingena, con la forma medieval -ng- hoy -ñ-. En Francia, cf. el topónimo For-
miniacum, hoy Formigny (Toponimia, p. 130) ( 1).
OZANA, en el s. XIII, Fozano.
La pérdida de la F- como en otros nombres se debe al contexto vasco, sobre todo
medieval. C. Bobes recoge el topónimo de Asturias Fozana y supone un antropónimo
base Faucius o Falcius (Toponimia Romana en Asturias, Emerita, XXVIII, p. 269).
PATERNINA, en 1025, Paterniana, despoblado en Salvatierra; otros topónimos en San
Millán y Ordoñana; PATERNA-SOLOA (Argandoña).
Todos estos nombres se basan en Paternus, Paterna, antropónimos de origen ad-
jetival. La forma masculina está atestiguada en una inscripción de Urbina de Basabe.
Son topónimos frecuentes en las regiones romanizadas. Vid. Menéndez Pidal, Toponi-
mia, p. 28.
QUINTANA (varios); QUINTANILLA (en 1025, Quintaniella; en el s. XIII,
Quintaniela); QUINTANALES, QUINTANAS, QUINTO, QUINTON, etc., etc.
Nombres frecuentes en toda España y fuera de ella. Se basan en el antropónimo
Quintus y sus variantes o en el adjetivo numeral quintus, simplemente algunas veces. Vid.
C. Bobes, Toponimia Romana de Asturias, p. 280; O. Hisp., p. 189.
QUEJANA, en 1095, Kexana.
Nombre probablemente derivado de Caelius, Celius, formas todas frecuentes dentro
y fuera de Hispania y que pueden tener un origen latino o prelatino. En cuanto a la pro-
nunciación conservadora de Alava, vid. lo dicho de Oquina, Luquiano, etc.
Quejana corresponde a Caeliana. El paso -li- a -j-, normal en castellano. Vid. sobre
todo esto, O. Hispp., pp. 67 ss., 84, 91, y 189.
UZQUIANO, Treviño y Alava. El primero en el s. XIII, Fusquiano; el segundo, en 1025,
Guzquiano.
Las formas medievales, que en el caso de la más meridional todavía conservaba la
F-, y la más septentrional ya comenzaba a perderla, nos hacen suponer que Uzquiano se
basa en Fuscianus fundus, cosa muy verosímil ya que Fuscus es un nombre frecuentísi-
mo en Hispania, y en concreto en Alava tenemos atestiguado Fuscus y Fuscinus. Fus-
cus, de origen adjetival, que significa «moreno» era sin duda un cognomen muy ade-
cuado a muchos hispanorromanos.

(1) La forma atestiguada en 1025 Urbillana, ayuda a explicar el paso -nia > -ja, pero confunde
respecto a las sílabas iniciales del nombre. Había que partir de Urbiniana, menos claro.

211
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Desde el punto de vista fonético senalemos la pérdida de la F-, por un lado, y la


conservación de la pronunciación gutural sorda, ambas cosas por influencia del contexto
lingüístico vasco. Precisamente por esto, la F-comenzó a perderse probablemente antes en la
zona norte que en la de Treviño, si atendemos a las formas medievales y a las fechas en que
están documentadas.
VILLAMADERNE (en 1075 Villa Materni); VILLAPATERNA (1028), ¿despoblado?
El primero es la uilla Materni, la finca de Maternus. El nombre Maternus, Materna es
frecuente en la onomástica de origen latino y posiblemente hayan desplazados a los hispáni-
cos de base amma «madre». En el caso concreto de Alava, se conocer. las formas Maternus,
Materna y Maternianus, en varias inscripciones. Vid. arriba el estudio antroponímico de los
nombres romanos. Para el segundo vid. arriba Paternina.

d) Topónimos basados en adjetivos y sustantivos latinos

Dejamos aparte los numerosos Castro, Castillo, vasquizado Gaztelu, etc., y otros seme-
jantes que aparecen en todas las provincias de España, para fijarnos en algunos que tienen un
origen latino evidente y son prueba, como los precedentes, de la romanización de Alava.
ALTICUS (Huetos); ALTILLO (Labranza); LOS ALTICOS (Lezama).
Los tres topónimos tienen la misma base, el latín altus. Aunque Altillo se conoce desde
el siglo XVIII y Los Alticos puede ser más moderno, sin embargo el primero incluso ha con-
servado su forma latina. También es posible que Alticus no proceda del latino altus, sino que
sea el nombre de un possessor indígena, ya que Alticus y Altica existen como nombres perso-
nales en nuestra antroponimia primitiva, documentados en inscripciones de Coria y Lara. Vid.
O. Lus., p. 31, O. Hisp., p. 19. En este caso el origen sería céltico.
ANGOSTINA (en 1121, Angustiana); otro en Arceniega; ANGUSTINA (Antezana de Foronda y
Alegría); ANGUSTIN (Onraita); ANGOSTO; LOS ANGOSTOS; ANGOSTALDE (topónimo y arroyo
en Lubiano), etc.
Toda una serie de topónimos de diverso tipo cuya base es el latín angustus «estrecho»,
«angosto». En varios de los lugares que corresponden a estos nombres hay restos romanos.
Vid. el nombre siguiente.
CIVIDAD (Angostina).
Nombre de un castro prerromano, basado en el latín ciutatem, que se ha conservado sin
consumar la evolución que ha llevado al castellano ciudad (A. Llanos, Hierro, n.° 9).
CUARTANGO
Nombre de un valle conocido por sus muchos restos humanos y que ha sido ya estudia-
do por J. Caro Baroja. Parece basado en *Quartanicum,

212
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

probablemente en relación con Quartani, nombre que se daba a los soldados de la legión IV.
Existe la forma intermedia Quartanigo (950), y también Quartango. Vid. sobre todo esto: Tac.,
Hist., IV, 37; Ernout-Meillet, Dictionnaire Etymologique de la Langue Latine, 3ª ed., p. 977;
Caro Baroja, Materiales, pp. 86 ss. y 100 ss. y mapa XI; y un resumen de esto, 1. Barandiarán,
Monedas romanas de Solacueva, Boletín Sancho el Sabio, VIII, 1964, pp. 92 ss.
FRAXINILLAS (La Puebla de Arganzón); FRIXINILLOS (Caicedo); además FRESNEDA, en 1025,
Frasceneta, en s. XIII, Frezneda; FRESNILLO, FRESNAL, FRESNO, etc.
Dejando a un lado las formas castellanas ya evolucionadas, fijémonos en los dos pri-
meros topónimos que conservan una estructura completamente latinizante. En cuanto a Fresne-
da supone una base fraxinetum, como vemos en Bérnedo, etc., con el sufijo que con frecuencia
sirve para designar arboledas.
KIRCU, despoblado en Gaceo. Citado en 1025.
Este antiguo topónimo se basa evidentemente en Circus, y es de suponer que estando
próximo a la vía Burdigala-Asturica, si no a un circo propiamente dicho, sí haría referencia a
un poblado romano. En Gaceo se han encontrado restos romanos. Observemos que la orto-
grafía mantiene la pronunciación clásica.
JOCANO.
Topónimo basado en el latín iocus, acaso usado como antropónimo. Vid. ariba Cuartan-
go, y el estudio que de esta región hace Caro Baroja.
JUGO, en 1257, Yugu.
Topónimo de otra región muy romanizada de Alava, probablemente en relación con lat.
iugum, «cumbre de un monte», nombre que va bien a un pueblo situado en una zona monta-
ñosa.
LACO (fuente y balsa en Bujanda); LACU (arroyo y campo en Ezquerecocha); LACU (Pozo de
Arrizala); id. Raso de (Laminoria); LACU-ZABALLA (Pozo y término de Elburgo), etc.
Otros varios Laco- y Lacu-, la mayoría con referencias a pozos, etc.
El hecho de que la mayor parte de estos topónimos designen arroyos, pozos, estanques,
etc., confirma que proceden del latín lacus directamente. En uno de ellos, Laco-balza, de
Apellániz, aunque aplicado a un monte, es notable que una parte del nombre traduce a la otra.
LAGO (Caranca); LAGOS (campo en Salvatierra); LAGOS (en 1025 Lagus), despoblado en
Caicedo-Yuso.
Formas sonorizadas, castellanizadas, de nombres de base idéntica a los anteriores.

213
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

LOCA (fuente en Ullibarri); id. (pozo en Gobeo-Lopidana); LOCA-GANA (Antezana de Foronda); LO-
CAIDO (páramo de Madaria); LOCU (Alda), etc.
Nombres sin duda formados sobre locus, loca, «lugar, lugares». Muchas veces tienen un se-
gundo elemento vasco.
LUCO, en 1025, Lucu; id. (Barrundia y Zurzano); Lucu (barranco en Maeztu, campo de Gardélegui);
varios Lucy y Lucu con segundo elemento vasco.
Topónimos sin duda basados en lucus, «bosque sagrado», originalmente «claro en el bosque»,
elemento que entra en la formación de muchos nombres de lugar. Cid. en Hispania Lucus Augusti,
hoy Lugo; Lucus Asturum Lugo de Llanera en Asturias, etc...
MEANA (en 1025 Meiana), despoblado en Vitoria; MEANA o MEYANA, monte en Meaco; MEANA,
pueblo; MEDIANA, varios. LAMEZANA (Elciego).
Todos estos topónimos tienen su origen en mediana, en unos con la caída de la -d- inter-
vocálica. Vid. las formas intermedias Meiana, Meyana, con ulterior desaparición también de -i-, en
otros con todo conservado. Acaso estos sean más recientes y sean ya plenamente castellanos.
En cuanto a Lamezana, necesitaríamos conocer las formas medievales para saber si hay que
relacionarlo con lama (vid. arriba Lamalamio, etc.) o es u.ia forma con diferente evolución fonética
de mediana, en que el grupo -dia-, como lo hace -tia- ha pasado a -za-. Vid. en la antroponimia his-
pánica las tres formas del mismo nombre, Annedius, Annetia, Anneza (O. Hisp., pp. 27 y 304).
Meana, Villameana, etc., son topónimos corrientes en varias regiones. Vid. Menéndez Pidal,
Toponimia, p. 138, y C. Bobes, Toponimia Romana en Asturias, Emerita, XXVIII, p. 283.
MIJANCAS; MIJANCOS (Bernedo).
Nombre que puede tener un origen numeral como Cuartango, Tertanga, etc. En este caso se-
ría mille, millía. O tal vez se base en Aemilius, como indicábamos para Millano de Ribavellosa, par-
tiendo de una forma derivada Aemilianicus fundus, que por síncopa de la -i-, en -níc-, y paso normal a
-j- del grupo -ti-, nos daría Mijancos, o en forma femenina plural, Mijanca
PAGANOS.
Topónimo derivado de pagus, cuyo origen puede tener un transfondo cristiano. Pagani eran
los habitantes del campo, de los pagi, o aldeas, por oposición a los del oppidum o la urbs. Como la
romanización fue en casi todas partes la base de la cristianización, estos pagani tardaron mucho más
en recibir el cristianismo por su incultura.
Sea lo que fuere de la cuestión religiosa en Alava, Páganos tiene una evidente relación con
pagus. Sobre la cuestión de la acentuación de este y otros topónimos alaveses esdrújulos, vid. Me-
néndez Pidal, Toponimia, pp. 53 ss.
SUBIJANA.
¿Acaso de *subfiniana villa? Vid. abajo Treviño, Trevijano, etc.

214
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

TERTANGA.
Como Cuartango, también este topónimo tiene origen numeral. Tertiani eran los solda-
dos de la Legión III (Tac., Hist., III, 29). Por ello se basaría este nombre en Tertianica, como
Cuartango en Quartanicus. Vid arriba.
TRESPUENTES; en 1025, Transponte; en 1333, Traspuentes.
El nombre no hace relación a tres puentes romanos, aunque existen varios en las pro-
ximidades, sino que su forma original fue Trans pontem, como lo indican los documentos
medievales, es decir, el barrio situado al otro lado del puente, que en las cercanías de Iruña, sea
o no ésta la antigua Suestatitttn, cruzaba el Zadorra, en la calzada Burdígala-Asturica. La
existencia de otros puentes secundarios en la región hizo que por deformación popular, Trans
pontem se convirtiera en Trespuentes.
TREVIÑO; 934, Trevinio; 1151, Trevinno; 1223, Treveño.
Este es otro topónimo típico de origen romano. Su base es Trifinium, y correspondía, al
parecer, a la zona de encuentro de las tribus de Várdulos, Caristios y Berones. Entra en esta
palabra el numeral tres y el sustantivo f inis. Podemos señalar otros topónimos hispanos que
tienen un origen idéntico o similar: Trevijano, en Logroño (aunque Menéndez Pidal, Topo-
nimia, p. 145 le asigna otro origen), y Trevinca (Pena), entre León, Orense y Zamora. Estos
supondrían tri f inianus, tri f inica. En el topónimo riojano tendríamos la misma evolución -
nia->-ja- que hemos señalado en varios topónimos alaveses. Cuadrovena, de Oviedo, supone
quadri f inia; Co f inal, de León, Co f ino, de Asturias, y Cohino, de Santander, suponen
Confinium; el mismo topónimo Treviño se repite en Santander y La Coruna. Vid. Rohlfs,
Aspectos de toponimia espñnola, Studien, p. 20; Tovar, Cantabria Prerromana, p. 24.
TUDELA (Retes de, Arceniega).
Como ya indicamos al hablar de la deidad Tutela, este nombre, ya se haga referencia al
teónimo, ya se relacione con el nombre común, es frecuente en la toponimia hispánica. Cf.
Tudela, de Navarra; Tudela, de Oviedo; etc. Añadamos a esta relación dos topónimos de base
prerromana con sufijo romano: Alcedo y Bernedo.
ALCEDO. Ya conocido en 975.
Es un topónimo basado en el nombre de «alce» o «corzo», que está bien documentado en
topónimos y antropónimos prerromanos de la Península, y también fuera de ella. Hay un sa-
guntino Alco, que según Livio, va a parlamentar con Aníbal; el topónimo Alcobendas (en 1208,
Alcovendas) «corza blanca», que es igual al antropónimo céltico Alcouindos, y al lepón-tico
Alkouinos; en Galicia Alcobre, etc. En nuestro caso lo más notable es que lleva el sufijo -etum
que con mayor frecuencia se une a nombres de árboles que de animales, aunque no faltan
ejemplos de estos: Cabredo, en Navarra, cerca de Alava, Lebredo, Oviedo, Ranedo, etc. Vid.
Menéndez Pidal, Topo-

215
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

nimia, pp. 186 y 214 ss.; Rohlfs, Aspectos de Toponimia Española, Studien, p. 20; Tovar,
Cantabria Prerromana, p. 37.
BERNEDO, en 1292 Vernedo.
Aunque escrito con B-, es un topónimo basado en el nombre céltico uerna, «álamo»,
«aliso» (Pokorny, IEW, p. 1.169). El sufijo -etum es normal en los nombres de árboles, para
indicar una zona con abundancia de ellos, como ya hemos señalado en otras partes de este
mismo trabajo. Pinetum, Pinedo, y Roboretum, Robredo o Robledo, aparecen como nombres
de mansiones en la vía Asturica-Bracara, en el Itinerario de Antonino. Pinedo es también
topónimo en Alava. Por lo demás, Verna- es elemento integrante de varios topónimos e hidró-
nimos como Vernodubrum, Verniacus, Vernoialos, Vernomagus, etc. y también de antropóni-
mos, aunque en éstos puede haber a veces confusiones con lat. uerna, «esclavo nacido en
casa». Vid. en NAH, Emerita, XXXIII, p. 133, un Vernus Cluniensis, que aparece en Idanha-
a-Velha.
En España tenemos otros topónimos del mismo origen: Bernuy, de Avila y Soria; Ver-
nales, Bernalla y Bernilla, en Vizcaya, etc. Vid. Rohlfs, Studien, p. 89.

IV. OBSERVACIONES FINALES

Recapitulamos en estas observaciones finales todo lo que de un modo disperso hemos


ido diciendo a propósito de cada nombre o de cada topónimo. Se refieren a particularidades
fonético-morfológicas principalmente, tanto en relación con los nombres prerromanos como
romanos y también respecto a la forma en que han llegado hasta nuestros días. 1.º En relación
con los topónimos, antropónimos, etc., de origen prerromano.
A) Se conservan rasgos indoeuropeos muy arcaicos, tales como sufijos con -nt-, que a
veces alternan con sufijos en -r-.
*Bargontia/Bargoria; *Batantia/Bataria; *Bergantia/Bergara; *Carantia; Corconte
(Sant.)/Corcora; etc.
B) Se conservan palabras de las llamadas «alpinas», como barga, en Bargaristo, *Bar-
gontia; lanka en Lanciego, Lancena.
C) Se conserva el término lama: Lamiobia, Los Lamos.
D) Se conservan hidrónimos y topónimos que presentan la estructura de la hidronimia
europea primitiva estudiada por H. Krahe (Vid. Índice bibliográfico):
*Armentia / Armentia / Armontu; Avantes / Avendaño / Abonza (**awnt- / awent- /
awont-) Arna, Arnate; Salma- / Salmantón; Varna (div. acuática), etc.
E) Se señalan diversas coincidencias con elementos lingüísticos no célticos: P. ej. la
conservación de la P original:

216
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

Lupia; Lupierno; Palancas; Plendi gen. Rudopio; sonorizada en Ablonius; Lubisa, etc.
F) Es frecuente la presencia de un sufijo con -st-: teónimos: Baelisto, Peremustae; étni-
co Caristi; topónimos: Carasta, Bargaristo, etc.
G) Topónimos o hidrónimos coincidentes con topónimos e hidrónimos centroeuropeos:
Belunza; Lesuros; Lubisa, Lupia-; Retia (?); Tullonium; Veleia, etc. H) Algunos restos pa-
recen más emparentados con las lenguas célticas: Deua, Nerua, Nabia, Vxama, Lendono, etc.
1) Hay nombres que parecen presentar formas de superlativo en -mo-, -amo-, -samo-:
Turaesamus; Vxama; Cárcamo; Lezama..
J) Hay bastantes concordancias con nombres atestiguados entre los Cántabros, Astures y
Vettones: Doiterus, Doitena; Araius, Tritaius, Aburnus, etcétera.
K) Otros no menos característicos presentan mayores afinidades con los de la región
celtibérica (Burgos, Rioja, Soria, etc) : Ambatus, Segontius, sin dejar de extenderse también
por otras áreas.
L) Está bien documentado el sufijo -aio- y sus derivados -aiko- y -afino-, conservándose
incluso en algunas ocasiones hasta nuestros días la forma sin evolucionar: Ambaius, Ambai-
cus; Araius, Araica; Tritaius; topónimos actua-les: Arava, Araico, Araiz, Albaina, etc.
M) Hay varios testimonios del sufijo -eko- que como en la región cántabra evoluciona a
-iego,: Arceniega, Lanciego, Samaniego, etc. (Vid. Tovar, Cantabria Prerromana, p. 32).
N) Se conservan testimonios de numerales indoeuropeos: Tritaius y Tritium, «3.°»;
Suestatium, «6.°»; (Cf. A. Tovar, Numerales, Zephirus, V, pp. 17 ss. ).
O) Se conservan nominativos del singular en -os, como Pederos, Ausiuos, sin que pue-
da saberse si corresponden exactamente a la forma original o es una forma latina arcaizante
por afectación. Que en las lenguas hispánicas el nominativo de los temas en -o- era en -os,
está bien demostrado, cf. A. Tovar, Das Keltiberische, p. 7; Lenguas prerromanas indoeu-
ropeas, ELH, I, p. 107; U. Schmoll, Hisp. Idg., p. 31; O. Hisp., p. 283.
2.º En relación con el latín de las inscripciones y la evolución a las formas actualmente
conocidas.
a) Vid, lo que acabamos de decir sobre los nominativos en -os, que puede ser un sim-
ple arcaísmo latino.
b) Está bien documentado el final -uos, no sólo en Ausiuos, sino también en Flauos,
(F/E)lauos, pero en la época de estas inscripciones ya estaba generalizada la pronunciación e
incluso la grafía -uus (Cf. Niedermann (Phonétique historique du latin, París, 1945, pp. 60
ss.).

217
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

c) Está documentada una forma arcaizante Optumo, dat. (EA, 111, Saraso) (Nieder-
mann, op. cit., pp. 36 ss.; L. Palmer, The Latin Language, Oxford, 1955, p. 219, nota 3).
d) Está documentada la pronunciación clásica de las guturales por las grafías medie-
vales y modernas de las palabras correspondientes. Tal vez esto se deba al contexto vasco
medieval, ya que junto a formas conservadoras hay otras con la grafía indicadora de la pro-
nunciación castellana corriente.
Kircu (1025), de Circum; Liquiniana, de Liciniana, frente a Lecinana; Luquiano, de
Lucianum; Marquina, de Marcina; Luquidia, de Lucidia, etc. Gebala > Guevara para la so-
nora. (Cf. lat. pacem, vasc. bake; lat. picem, vasc. pike; lat. regem, vasc. errege. Michelena,
Sobre el pasado de la lengua vasca, p. 105; Martinet, Economie des changements pone-
tiques, Les occlusives du basque, pp. 370 ss.; J. Caro Baroja, Materiales, p. 49; G. Rohlfs,
Studien, pp. 17 ss.).
e) Las oclusivas, tanto las indoeuropeas prerromanas como las latinas, aparecen con
frecuencia sonorizadas: puede ser un fenómeno debido al sustrato céltico. Ablonius, frente a
Aplondus; Argandona, de Argantonia; Andoñana, de Antoniana (también Antoñana); Lo-
grozana, de Lucretíana; Maderne de Materni. (Cf. A. Tovar, Sobre la cronología de la so-
norización y caída de intervocálicas en la Romania occidental, Homenaje a F. Kruger,
Mendoza, 1952, pp. 9-15; A. Martinet, op. cit. La lénition en celtique et les consonnes du
roman occidental, pp. 257-296; Menéndez Pidal, Orígenes, pp. 247-259).
f) Los grupos -tio-, -tia-, evolucionan normalmente a -zo, -za, proceso al parecer ya
iniciado en época remota, como lo prueban las variantes de los antropónimos Annetia,
Annedius, Anneza (vid. O. Hisp., pp. 27 y 304, n.° 44).
*Argantionem, Arganzón; *Bergantium > Berganzo; *Auontia > Abonza; Auitiana >
Avizana, Abezana; Lucretiana > Logrozana.
g) En las lenguas hispánicas, al menos tal como se refleja en las inscripciones, -u- = -b-, y
esto está bien documentado en Alava. Vid, los ejemplos del párrafo anterior (O. Hisp., p.
301, n.° 23).
h) En la pronunciación medieval debía haber en esta región confusión entre los grupos
palatales -ni- y -li- seguidos de vocal, ya que el primero da unas veces -n-, que es lo normal,
y otras veces -j- (1).
Da -n- en: Ordoñana, Cemproña, Liceña, Hereña, Antoñana, Betoño, Lendoño,
Toloño, etc., de Herdoniana, Sempronia, Licinia, Herennia, Antoniana, Betoniu(m), Lindo-
nium, Tullonium. Da -j- en: Crispijana, Ormijana, Mandojana, Trevijano, etc., de Crispi-
níana, Forminiana, Mandoniana, Trifinianum.

(1) Conozco personas que confunden -n- y -11- y hasta las escriben confundidas: alladían por
anadían.

218
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

i) Incluso cuando -ni- viene de -ndi- se da el mismo fenómeno: -ndi-/ -nn- / ni-: Secun-
dianum/Cicujano, forma intermedia, Cekungano (vid. párrafo siguiente).
j) Como en otras regiones Españolas, sobre todo del dominio navarro-aragonés, el grupo
-ni- que ordinariamente se representa en época moderna por -ñ-, en los documentos medievales
de los siglos X-XIII, aparece bajo la forma -ng- (Cf. Menéndez Pidal, Orígenes, pp. 54 ss.):
Liciniana > Lecingana (1025) > Leciñana; Herdoniana > Erdongana (1025) > Ordoña-
na; *Auentanium > Abendangu (1025) > Avendaño; Secundianum > Cekungano- (1025) > Ci-
cujano, etc.
También -nn- puede representar a la palatal -ñ-: Herenna (Herennia), Hereña.
k) El contexto vasco medieval hace que caiga la F- en algunas palabras latinas: Forminiana >
Formijana (s. XIII) > Ormijana; Fozano (s. XIII) > Ozana.
Fuscianum > Fusquiano (s. XIII) y Guzkiano (1025), ambos hoy Uzquiano. Guzkiano
corresponde al Uzquiano septentrional; Fusquiano al de Treviño. Como la región norte de la
provincia estaba más vasquizada, se produce antes la pérdida de la F- que en Treviño. Cf.
Menéndez Pidal, Orígenes, pp. 219 ss. A. Martinet, Economie, Le dévoisement des sif flantes en
espagnol, Le passage de F á H., pp. 304 ss.; J. Caro Baroja, Materiales, p. 46. La grafía
Guzkiano representa la pronunciación vulgar de una forma ya sin F, que tiene U- inicial: cf.
hueso, güeso; huevo, güevo, etc.
1) Acaso también al contexto vasco se deba la confusión SIC en algunas palabras: Cem-
prona, de Sempronia; med. Cekungano, de Secundianum. Vid. Martinet, op. cit., pp. 311 ss.
m) Vocalismo. Confusión e/i. Es ya frecuente en el latín vulgar y tanto en la Península
como fuera de ella es fenómeno bien documentado. (Cf. Palmer, The Latín Language, p. 157; O.
Hisp., p. 298, n.° 4, y 301, n.° 24). A veces hasta puede tener un origen prelatino. En Alava es fe-
nómeno corriente: Ursicenus por Ursicinus; Antestia por Antistia; Licinia/Liceña; Liciniana/
Leciñana; Licira/Liceriuilla; Lecerana y Licerana; Trifinium/Treviño; etc.
n) Confusión o/u: (Palmer, op. cit., p. 157). J. Caro Baroja, Materiales, pp. 96 ss. Lucre-
tiana/Logrozana; Lucidia/Luquidia, Loquidia.
Tullonium/Toloniu, Tolono; Torissu/Turiso, etc.
n) Es interesante notar que en Alava se conservan algunos topónimos que no han comple-
tado la evolución castellana normal -um > o, y que dejando aparte formas medievales como Be-
toniu, Toloniu, Langu, etc., aún subsisten Acilu, Andollu, Anguelu, etc. (J. Caro Baroja, Materia-
les, pp. 96 ss.; Menéndez Pidal, Orígenes, pp. 188 ss.).

219
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

o) A veces encontramos documentada una confusión o/e, que también aparece fuera de
Alava (Menéndez Pidal, Orígenes, p. 183, Esidero < Isidorus, etc )
Lucretiana/Logrozana, frente al asturiano Logrezana pero con el cacereno Logrosán. Her-
doniana/Erdongana/Ordoñana

V. CONCLUSIONES

Nada nuevo hemos dicho en nuestro trabajo que no hubiera sido visto, indicado,
sugerido y aun estudiado a fondo ya por Menéndez Pidal, Gómez Moreno, Tovar, Michelena,
Caro Baroja, etc., pero la novedad mayor de nuestro trabajo es haber estudiado exclusiva-
mente una región pequena pero rica en elementos lingüísticos y arqueológicos que pueden
conjugarse fructuosamente. Aunque los autores citados han hablado con frecuencia de Alava
en sus trabajos, ninguno de ellos hizo un estudio a fondo y de conjunto de los materiales
alaveses. Ese estudio es lo que hemos querido intentar. No hemos trabajado todo el material,
sobre todo no hemos trabajado todo lo que puede ser romano. Nuestra lista de topónimos de
origen latino es más breve que la de Caro Baroja, pero hemos intentado hacer un estudio más
profundo sobre ellos, apoyándonos mucho no sólo en la antroponimia latina, sino en la antr-
oponimia hispánica que ya conocíamos bien a estas alturas.
Las conclusiones que podemos ofrecer son estas:
1.° Alava está profundamente indoeuropeizada. No sólo son los topónimos de diversos
ti-pos, sino los datos arqueológicos los que lo demuestran. No es sólo una región de paso, co-
mo ya se admitía, sino una región donde los pueblos venidos de Centroeuropa se asentaron a
comienzos del primer milenio a. C. y perduraron hasta la época imperial romana. No sólo nos
indican esto los estratos de algunos poblados sino la estructura de los restos lingüísticos.
Con los restos arqueológicos más antiguos van bien los topónimos e hidrónimos del tipo
Berganza/Bergara, Avantes/Avendaño/Abona, Armanza/ Armentia/Armontu, etc. (1).
Otros nombres geográficos o personales parecen ir de acuerdo con los que se asignan a
los pueblos de la cultura de las urnas, tales como el hidrónimo Rudopio, el topónimo Veleia,
los antropónimos Ablonius o Plendi, etc. (2).
Como célticos de otra oleada indoeuropea se suelen reconocer Deua, Vxama, Segontius,
Ambatus, tal vez Nabia, sino es más antiguo como algunos indican (3).
Con las invasiones belgas podríamos relacionar el hidrónimo Nerua, hoy Nervión, y el
étnico Nerui o Neruienses, mencionado en inscripciones; tal

220
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

vez Suestatium, basado en *swekstos «6.°», lo mismo que el étnico belga Suessiones y el
hispánico Suessetani. Acaso de origen belga fueran los Autrigones, riberenos del Nervión,
cuyo mismo nombre es celta, y presenta una sorprendente coincidencia con el topónimo
galo Autricum, de región no muy distante a la de los Suessiones, pero en la margen izquier-
da del Sena. No falta en esta región occidental de Alava y Vizcaya el toponímico -briga,
uno de los elementos más característicos de la toponimia hispánica indoeuropea (4). Y no
faltan tampoco elementos posiblemente ligures.
Hacia el interior de la Península, señalemos una vez más que Alava se orienta lin-
güísticamente en dos direcciones: De una parte coincide en su onomástica y probablemente
en su toponimia, con los Cántabros, Astures y Vettones. Esto es una prueba de que la idea
de Schmoll de una cierta comunidad lingüística de varios pueblos no es utópica, eso que él
llama Protokantabrisch. Nosotros no le damos ningún nombre, sólo señalamos las afinida-
des existentes (5).
De otra parte, Alava meridional y la zona ribereña del Ebro, junto con la baja Nava-
rra se orientan hacia la Celtiberia. Esto tiene una confirmación arqueológica, y desde nues-
tro punto de vista, tal vez el mejor argumento sea la existencia del culto de tipo céltico a
Matribus Vseis, de Laguardia. Como indicamos al comentar el teónimo, este tipo de cultos
está preferentemente documentado en la Celtiberia, como el culto a Lugus, o a los Lugoues,
deidades célticas características (6).
Y como complemento de todos estos datos, señalar una vez más, que muchos de los
antropónimos o elementos toponímicos más interesantes aparecen en las regiones donde
más huellas de poblados hallstátticos encontramos.
2.° Sobre esta región tan indoeuropeizada se asientan los Romanos. Ya hemos indi-
cado al comienzo del trabajo que ésta es la base en la que los romanos se apoyan. Es un
hecho probado y ya señalado por Tovar, Vallespí, Marcos Pous, etc., y es fácil de com-
prender que los romanos, ya acostumbrados al contacto con los pueblos de la Galia, o de
las riberas del Danubio, no encontrarían demasiado extraña la lengua de los hispanos
indoeuropeizados.
Como al principio de este trabajo hemos indicado, fue Baráibar uno de los que más
claramente llamó la atención sobre las huellas romanas en Alava Esto era en 1882.
Cierto que Alava no llegó a alcanzar un grado de romanización tan profunda que,
como las vecinas regiones del valle del Ebro, pudiera ofrecer. a Roma hombres de la talla de
Marcial o Quintiliano; pero dentro del conjunto de las provincias del Norte es una de las
más romanizadas. Señalemos el alto número de inscripciones hoy conocidas en un territorio
tan pequeño, y dentro de ellas el número de antropónimos, y mejor aún, el de familias en-
teras con nombre latino. El culto a deidades latinas, la factura misma de las inscripciones,
las huellas arqueológicas en Iruña, en Cabriana

221
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

y en otras zonas; la vía Burdigala-Asturica que atravesaba la región con sus ramales en
varias direcciones, y lo que hemos estudiado, el gran número de topónimos basados en la
onomástica latina y en términos latinos de otro tipo, como Tertanga y Quartango, que alu-
den a establecimientos militares, Cividad, Kircu, etc. La romanización de Álava es tan evi-
dente que no es preciso insistir sobre ella. Unicamente creo importante señalar que, en mi
opinión, la romanización de Alava es anterior a Leovigildo, es decir, procede de la propia
época imperial romana. Precisamente la caída del imperio romano supone un retroceso en
este proceso de latinización, porque entonces Alava sufre una fuerte vasquización.
Esto nos lleva a otro problema. ¿Y de los vascos, qué? Alava es una de las Provincias
Vascongadas y hay que ver si había en ella vascos en las remotas épocas en que llegaron a
la Llanada los indoeuropeos primero y los romanos después. El problema tiene varias im-
plicaciones ya que puede tener aspectos arqueológicos, etnológicos y lingüísticos. Este
último es nuestro campo y en ese sentido hablaremos.
Dejaremos en primer lugar a los especialistas discutir las relaciones entre el vasco
moderno, la lengua de los Vascones y la de los Aquitanos, del otro lado del Pirineo. Estos y
los Vascones parece que debieron tener la misma lengua a juzgar por los elementos que
aparecen en las inscripciones aquitanas y los de la estela de Lerga, en Navarra, principal
documento hasta la fecha para opinar sobre el habla de los habitantes de las vertientes
meridionales del Pirineo (7). Pero en Alava sólo hay,, en las inscripciones romanas, cuatro
nombres «vascoides», y no muy seguros por desgracia, ya que aparecen en inscripciones de
lectura dudosa, algunas hoy desaparecidas. Estos nombres son ILLVNA, de Iruña, que, si su
lectura es correcta, presenta concordancias con nombres aquitanos; AITEA o ATEEA (o
ATTIA), lectura dudosa, y por lo tanto, aunque la forma Aitea parece la más verosímil, no
vale mucho como argumento; una divinidad con epíteto vascoide, VIMVMBVRO, dat., si es
que vale esta lectura, de una inscripción poco clara en su primer renglón y desaparecida. A
su favor como vasca, más que lo que dice, está el lugar de su hallazgo, Arceniega, aunque
era tierra de Autrigones, pueblo céltico o al menos muy celtizado. Más verosímil es el
vasquismo de AITVNEO, dat., otra deidad de Araya, región limítrofe con la Vasconia
romana y en la cual el vascuence pervive actualmente. Pero esto es todo lo que podemos
decir por falta de testimonios seguros anteriores al siglo X.
¿Qué relación tenían Várdulos y Caristios con sus vecinos los Vascones? ¿Qué
lengua hablaban? ¿Hablaban lo mismo los Várdulos y Caristios de Guipúzcoa y Vizcaya
que los de la Llanada Alavesa? Nada sabemos con seguridad. Michelena ha señalado acer-
tadamente que lengua escrita y lengua hablada en una región no se identifican necesa-
riamente, pero la falta de

222
ALAVA PRERROMANA Y ROMANA. ESTUDIO LINGÜISTICO

testimonios de esta última es un dato importante, y hace que no se pueda dar un juicio seguro
(8). 0 bien la población de habla vasca era poco densa y quedó en situación de inferioridad
ante los inmigrantes indoeuropeos, por su diferencia cultural y económica, o bien en una tan
larga convivencia se indoeuropeizaron lo suficiente para que en los documentos romanos no
hayan dejado huellas de su lengua. No sabemos. En tanto no contemos con mejores elementos
de juicio lo mejor es callar, y señalar tan sólo lo que es claro en Alava: su potente índoeuro-
peización y su profunda romanización. Tal vez, al menos para la parte meridional de la pro-
vincia tengamos que plantearnos lo que para los grupos vascos de Burgos y la Rioja, si son
exclusivamente de origen medieval o tienen alguna raíz anterior, menos probable (9).
Esperemos que nuevos hallazgos en el campo arqueológico y en el lingüístico nos vayan
ofreciendo datos cada vez más claros sobre el pasado de la provincia de Alava, y entre tanto
aquí queda nuestra modesta contribución al esclarecimiento de ese pasado.

NOTAS AL CAPITULO V

(1) Vid. H. Krahe, índice bibliográfico; J. Hoz, "Hidronimia", Emerita, XXXI, pp. 227
ss.: A. TOVAR, "Topónimos con -nt-", Actas V CICO, II, pp. 95 ss.; "Las invasiones", Zephy-
rus, VIII, 1957. pp. 77 ss.: "Cantabria Prerromana", pp. 25 ss.
(2) J. POKORNY, "Die Orts- und Flussnamen der Urnenfelderkultur", Actas VI CICO, III,
pp. 604 ss.: K. B. JENSEN, "Altindogermnanische Ortsnamen in Südengland". ibid.. II, pp. 427 ss.
(3) Vid. arriba cada uno de estos nombres en el estudio lingüístico. Además, U. SCHMOLL,
"Hisp. Idg.", pp. 44, 87, 121, etc. A TOVAR, "Cantabria Prerromana". pp. 24 y 50.
(4) A. TOVAR, "Las invasiones", pp. 82 ss. Vid. arriba mapa sobre -briga, tomado de J.
Untermann.
(5) U. SCHMOLL, "Hisp. Idg.", pp. 119 ss.
(6) J. MALUQUER, "HEMP", 1, 3, p. 30; A. LLANOS, "Hierro", pp. 262 ss. Y mi arti-
culo. "Nuevas Divinidades de la antigua Hispania", Zephyrus, III, 1952, pp. 57-59.
(7) L. MICHELENA, "Los nombres indígenas de la inscripción hispano-romana de Ler-
ga", pp. 65 ss. ; Fontes Linguae Vasconum, I, pp. 1 ss.
(8) L. MICHELENA. "Los nombres indígenas de... Lerga", pp. 67 ss. ; en carta de Junio
de 1969, me advierte, respecto a Alava, de la falta de huellas vascas, en general, en las ins-
cripciones, por lo que considera mejor callar sobre este problema.
(9) J. M.ª LACARRA, "La lengua vasca en la Edad Media", pp. 34 ss. L. MICHELENA,
"Los nombres indígenas de Lerga", p, 67.

223
ESTELAS ROMANAS
EN LA PROVINCIA DE ALAVA

Por Juan Carlos Elorza

En el conjunto de epígrafes romanos localizados en la provincia de Alava, el grupo


más numeroso e interesante está constituido por las lápidas funerarias. Un gran número
de ellas -44-, aparecen ornamentadas con variados y ricos motivos, producto de talleres
propios o de cercanas influencias de centros perfectamente identificados. Recientemen-
te he estudiado e identificado uno de estos talleres localizado en la divisoria de Alava y
Navarra, y su publicación es inmediata (1). García y Bellido había ya localizado un
grupo de estelas con una técnica y una temática común, y confirmando su opinión, po-
demos ampliar notablemente el número de ejemplares.
El objeto de este presente trabajo consiste en presentar todas las estelas y frag-
mentos de ellas, decorados que conocemos hoy en esta provincia. Muchos de los datos
son inéditos, y en todos los casos, menos en uno, van acompañados por reproducciones
fotográficas, también inéditas en su mayoría.
El estudio va organizado por temas, y dentro de éstos las estelas serán presentadas
por orden alfabético de localización. No es nuestro objeto un estudio comparativo, a
base de técnicas y motivos, sino simplemente la presentación de un conjunto de mate-
riales, ciertamente relacionables. Al ser nuestro propósito una presentación de los moti-
vos escultóricos, prescindimos total-mente de la parte epigráfica, que ya ha sido objeto
de estudio en otro trabajo (2), y que desde el punto de vista onomástico es analizado por
M. L. Albertos en estos mismos «Estudios de Arqueología Alavesa».

ARQUERIAS

Son cinco las estelas alavesas en las que el elemento principal y único de su deco-
ración consiste en una serie de arcos colocados, generalmente en

235
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

la cabecera de la piedra. Todas ellas son diversas, tanto por su forma arquitectónica
como por el número de elementos. Admitido el valor y el sentido fúnebre de esta repre-
sentación, como indica García y Bellido (3), pues de otro modo es poco comprensible
que este tipo de decoración aparezca en estelas funerarias, discrepo, al menos en estos
casos, de la opinión de Macchioro y Cumont (4), de que se trata de una representación
erudita de la puerta de Hades.
Desde el punto de vista arquitectónico, las representaciones de todas las estelas
alavesas de este tipo, y de las navarras de diversa procedencia, pero que con éstas for-
man un todo, no pueden interpretarse como puertas, sino como arcos, y me atrevería a
decir como arcos de puente. Es de tener en cuenta que las estelas alavesas aparecen en
localidades surcadas por ríos, y consiguientemente, además del sentido fúnebre, parece
evidente una relación topográfica.
Tres de las estelas proceden de Iruña, oppidum romano situado entre los puentes,
también romanos, de Trespuentes, Villodas y Mamario. Una procede de Luzcando, jun-
to a Acilu, en las proximidades del río Alegría, y tanto unas como otra están situadas a
lo largo de lo que tradicionalmente se ha identificado con la calzada romana de Bur-
deos a Astorga. Fuera de esta línea existe otra estela, en Angostina, localidad próxima a
Gastiaín, en Navarra, conocida por sus abundantes restos romanos, y atravesadas ambas
localidades por el río Ega o sus afluentes. El paso de una calzada romana por estas
localidades es indudable, y actualmente se pueden seguir y recorrer abundantes frag-
mentos de un ramal que, subiendo por el alto de Lapoblación, atravesaba Cripán y El
Villar, para llegar hasta Assa, en cuyas proximidades se encuentra el notable puente
romano de Mantible.

N.° 1.
Estela procedente de Angostina (fot. 1). Mide 0,50 X 0,36 mts.. La inscripción
dice: AEMILIVS MATERNVS FLORI FILIVS ANNO XX H S E. En la cabecera de la
lápida, y sobre una línea horizontal, se apoyan tres arcos semicirculares, cuyos extre-
mos no son tangentes entre sí, y que carecen absolutamente de elementos de soporte.

N.° 2.
Estela procedente de Iruña (fot. 2). Mide 0,65 X 0,45 mts.. La inscripción dice:
LICINIVS SERENVS HISPANI F AN XLV. Sobre la inscripción, y separada de ella
por un trazo horizontal que sirve de base a la arquería, aparecen cuatro arcos de medio
punto, tangentes entre sí, y apoyados en columnas. En estas no existe diferenciación de
elementos, habiendo sido realizados con un simple trazo inciso del mismo grosor y
características que el de los arcos.

236
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

N.° 3.
Estela procedente de Iruña (fot. 3). Mide 0,90 X 0,54 mts. La inscripción, encerra-
da en una cartela rectangular de doble trazo, dice: SEMPRONIVS MATERNE F QVI
MATERNVS AN XXXX H S E. en la parte superior de la lápida, sobre la cartela, apa-
rece una arquería de cinco elementos apoyados originariamente en seis columnas, una
de las cuales ha desaparecido. Los arcos son ultrasemicirculares, y prolongan su curva
un tercio del radio. Los extremos de los arcos no son tangentes entre sí, sino que, dos a
dos y unidos por un trazo horizontal, forman una figura a modo de capitel. Son, pues,
arcos de herradura, apoyados en columnas que empiezan a diferenciar sus elementos,
pues además de los indicados capiteles, al pie de las columnas se insinúan unas peque-
ñas incisiones a modo de basamentos.

N.° 4.
Estela procedente de Iruña (fot. 5). Mide 0,57 X 0,40 mts. En su estado actual
resulta anepigráfica. G. Nieto duda de su destino original; «el grosor de la piedra nos
hace dudar sobre su destino, que bien pudiera ser un sillar de construcción ornamen-
tado» (5). Sin embargo, no se puede dudar de que se trate de la parte superior de una
estela, pues su grosor, 0,30 mts., es frecuentísimo e incluso superado en los ejemplares
alaveses. La piedra está ocupada por una arquería de tres arcos ultrasemicirculares apo-
yados en cuatro columnas. Estilísticamente supone un avance respecto al ejemplar
anterior, pues en la presente la diferenciación de elementos está ampliamente señalada.
Tanto la base como el capitel están conseguidos a base de incisiones horizontales de
extremos ensanchados.

N.° 5.
Estela procedente de Luzcando (fot. 4). Inédita hasta el presente, y actualmente
desaparecida. Los restos de inscripción dicen: SIAIT. En la cabecera de la lápida, y
separados de la inscripción por un doble trazo, aparecen tres arcos rebajados, apoyados
en columnas sin diferenciación de elementos. Sobre los arcos, y tangentes a los mis-
mos, un trazo paralelo al de la base de las columnas.

CRECIENTE LUNAR

El simbolismo de este signo y su significado, ha sido ampliamente estudiado por


García y Bellido (6). En las estelas alavesas aparece en numerosos ejemplares, forman-
do parte de variadas composiciones. En cuatro casos aparece como elemento único, al
menos en la forma en que conocemos los fragmentos, y es de notar su amplia difusión
geográfica.

237
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

N.° 6.
Fragmento de estela procedente de Angostina (fot. 6). Mide 0,42 X 0,26 mts. En la
parte superior de un gran bloque de granito, aparece grabado un gran creciente lunar, casi
completo, de forma ancha y alargada. La piedra ha sido recortada para su actual acomo-
dación.

N.° 7.
Estela procedente de Contrasta (fot. 7). Mide 0,46 X 0,40 mts. La inscripción dice:
CANTABRI TRITAI FI IX M H S E. Bajo el epígrafe, y como único elemento decorativo,
aparece un gran creciente lunar, inciso, de tosca realización y extremos muy cerrados.

N.° 8.
Fragmento de estela procedente de Iruña (fot. 8). Publicado sin medidas y actualmen-
te desaparecido (7). Al pie de la lápida, y bajo las siglas H. S. E., encerradas en una cartela
de doble trazo, está situado un creciente lunar de forma alargada y extremos separados.

N.° 9.
Fragmento de estela procedente de San Román de San Millán (fot. 9). Mide 0,37 X
0,35 mts., y en su forma actual resulta anepigráfico. El creciente es muy estilizado y sus
extremos terminan en un círculo ocupado por una figura cruciforme de brazos iguales.
Frente al extremo izquierdo del creciente se conserva la cabeza de un ave, y suponiendo
que se tratara de una composición simétrica, el creciente aparecería entre dos aves afronta-
das dispuestas al modo heráldico, dato que refuerza su sentido funerario.

CRECIENTE LUNAR ENTRE ROSETAS

Además de los casos anteriormente señalados, el creciente lunar aparece en otras


estelas formando parte de una composición simétrica entre dos rosetas o discos radiados.
Esta misma figura aparece como un elemento más de otras estelas (8), pero en los casos que
a continuación analizamos presenta la particularidad de ir acompañada de una pequeña ara.
El simbolismo fúnebre tanto de la luna entre asteriscos como el de las aras es evidente y
frecuentísimo (9). Estas últimas las encontraremos en otros ejemplares alaveses for-mando
parte de variadas composiciones.

N.° 10.
Fragmento de estela procedente de Luzcando (fot. 10). Desaparecida e inédita. Los
restos de escritura parecen decir: ...SEGOTI F AN LV HSE.

238
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

Bajo el doble trazo que forma la cartela de la inscripción, está situado un creciente lunar, con
los extremos hacia arriba, colocado entre dos pequeños discos radiados de diez radios curvos.
Cobijada entre los extremos del creciente aparece un ara de ancha cabecera. Es de notar que
mientras los crecientes y el ara están obtenidos a base de una simple incisión, los discos ra-
diados están tallados en profundo relieve. La figura que en la reprodución fotográfica aparece
bajo la inscripción, es a mi juicio, producto de una manipulacion reciente.

N.° 11.
Fragmento de estela procedente de San Román de San Millán (fot. 11). Mide 0,60 X
0,25 mts. Lo conservado supone la cabecera de la lápida, pues en la línea de ruptura se con-
servan todavía pequeños restos de inscripción. La parte ornamentada está organizada a partir
de una línea horizontal que la divide en dos mitades iguales. En la superior, y en los extre-
mos, las siglas D. M., encerradas en sendos arcos de doble trazo. Entre éstos, restos de una
pequeña ara. Bajo la línea divisoria un creciente lunar, muy estilizado, entre dos círculos que
encierran sendas exapétalas de hojas lanceoladas radiales. El contorno externo de la lápida
está ornamentado por una decoración en espina de pescado.

DISCOS RADIADOS

Todos los ejemplares alaveses con esta representación corresponden al esquema de


radios curvos o estrellas de hojas lanceoladas. Además del grupo localizado al oeste de la
provincia, y en íntima relación con las estelas navarras de este mismo tipo, existen algunas
otras piezas totalmente diversas y caracterizadas por presentar la cabecera rematada en semi-
círculo, lo que las aproxima a los ejemplares de otras zonas de la península.
Nada se puede añadir a lo ya expuesto por García y Bellido relativo a la simbología y
clasificación de las piezas decoradas con discos radiados (10). Sin embargo para su mejor
análisis dividiremos los ejemplares alaveses en las siguientes categorías:

A) Estelas con disco radiado y cabecera horizontal

N.° 12.
Estela procedente de Araya (fots. 12 y 13). Actualmente en dos fragmentos de 0,33 X 0,41
y 0,33 X 0,32 mts. La lápida, en su forma original tendría unas dimensiones máximas de
0,90 X 0,60 mts. Los restos de inscripción conservada en una cartela de doble trazo y ansada,
dicen: POR.C///FIL.C/// ...AN XX///FILIVS///CA///E AN LX H...

239
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

Sobre la inscripción aparece colocado un disco de radios curvos, con umbo central
en relieve. El límite del disco lo forma un grueso cordón en espina de pescado. Tanto el
disco como la cartela están encerrados en una figura rectangular formada por un grueso
trazo. En la base de la lápida, y fuera del marco rectangular, están situados sendos jarros
de base triangular, cuerpo redondo, cuello abocinado y amplias asas, de donde arrancan
gruesos tallos cargados de pámpanos y racimos de uva. Los racimos aparecen colocados
hacia el interior, y los pámpanos hacia el exterior. Estos últimos tienen la forma de hojas
lanceoladas y nervadas, y con los racimos mantienen siempre un ritmo alternante.

N.° 13.
Estela procedente de Araya (fots. 14 y 15). Se conservan también dos fragmentos,
de 0,61 X 0,33, y 0,61 X 0,20 mts. Juntos suponen la parte inferior de la lápida, y en la
cartela ansada se conservan todavía restos de una inscripción: SE///VI///AN///H...
Sobre la cartela, y en el fragmento izquierdo, se conserva el mango de una patera.
En la base de la lápida, y a cada uno de los lados de la cartela, sendos jarros de asas per-
pendiculares unidas al cuerpo del recipiente. De los jarros arrancan los tallos cargados de
pámpanos y racimos, que en este caso tienen forma triangular y marcado relieve.

N.º 14.
Estela procedente de Contrasta (fot. 16). Mide 0,68 X 0,42 mts., y la inscripción
dice MINICIVS FLORVS AN LXX H E S M D ANICA FLORI ANCILLA // XV H E S
M D.
El disco de 22 radios curvos con umbo central en relieve, aparece enmarcado por
grueso baquetón. Junto a la base del disco sendas pateras con las asas hacia arriba, y en
posición simétrica, en la parte superior, dos «escuadras de albañil» con los ángulos hacia
el exterior. Entre las pateras una cartela rectangular, preparada posiblemente para la
incisión de un creciente lunar. En torno a esta composición, y a la inscripción, corre una
decoración vegetal con pámpanos y racimos, con la misma alternancia que en los casos
anteriores.

N. 15.
Estela procedente de Contrasta (fot. 17). Mide 1,03 X 0,55 mts., y en la inscripción
muy borrosa se leía: SEGONTIVS AMBATI VECTI F AN XXX H E S. La organización
de la estela es muy similar a la anterior. El disco es de 36 radios curvos, y también apa-
rece enmarcado en grueso baquetón. Las pateras, muy profundas, ocupan la parte supe-
rior, y en la inferior aparecen sendos círculos radiados, de radios rectos, y entre ellos un
creciente lunar.

240
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

Todo dentro de un marco rectangular. La decoración vegetal del contorno es, en su estado
actual, casi imperceptible, pero creemos que es similar a la del caso anterior.

N.° 16.
Fragmento de estela procedente de Contrasta (fot. 18). Uno de los canecillos que
adornan el ábside románico de la ermita de Elizamendi, no es otra cosa que un gran disco
radiado, recortado, de una estela de características similares a las anteriores. El diámetro del
disco es de 0,50 mts.

N.° 17.
Fragmento de estela procedente de Iruña (fot. 19). Mide 0,49 X 0,40 metros. Lo
conservado es un disco radiado de 18 radios curvos enmarcado en un doble baquetón
apenas iniciado. Como supone G. Nieto (11), el fragmento es parte de una estela inacabada.

N.° 18.
Fragmento procedente de Ocáriz (fot. 20). Mide 0,70 X 0,22 mts. Lo conservado
supone únicamente el lateral izquierdo de una estela, en el que entre un doble baquetón
aparece grabado el acostumbrado motivo vegetal a base de pámpanos y racimos. Los raci-
mos, al exterior, son de forma triangular y marcado relieve. Los pámpanos en forma de ho-
jas lanceoladas y nervadas. En la parte superior derecha de la figura persisten aún restos del
disco radiado.

N.° 19.
Fragmento de estela procedente de Ocáriz (fot. 21). Mide 0,24 X 0,23 metros. Con-
siste en un fragmento lateral de una estela del mismo tipo y con la misma decoración que
el anterior, pero necesariamente diverso por tratarse de distinta calidad de piedra, y por ser
simple el enmarque de la decoración vegetal.

N.° 20.
Fragmento de estela procedente de Ocáriz (fot. 22). Mide 0,26 X 0,20 metros. Se
conserva la parte superior izquierda de una lápida, en la que aparece parte de una cartela
rectangular, y en su ángulo un pequeño círculo conteniendo una exapétala, del tipo de las
de Contrasta. La decoración vegetal no solamente cubre los laterales de la lápida, sino
también la cabecera, como ocurre en algunas estelas de San Román de San Millán.

N.° 21.
Estela desaparecida procedente de Salvatierra. Conocemos únicamente

241
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

el dibujo conservado en el Manuscrito Baraibar. La inscripción dice: SEGONTIVS IAMMARI


F AN LXX H S E. Sobre ella un gran disco radiado de radios curvos. En correspondencia a esta
figura, bajo la inscripción, un creciente lunar con los extremos hacia arriba.

N.° 22.
Estela procedente de Urbina de Basabe (fot. 23). Mide 1 X 0,47 mts. La inscripción dice:
D M AEMILIVS PATERN DOMITIAE PRIMIT VXORI PIENTISSIM ET SIBI VIVVS POSV.
La mitad de la estela está ocupada por un gran disco radiado de 21 radios curvos, encerra-
dos en un doble círculo y arrancando de un umbo central en relieve. La técnica de la talla de es-
ta pieza es totalmente diversa de la de las piezas anteriores, pues en este caso los radios están
conseguidos por una simple incisión, mientras que en los restantes se trata de talla a bisel, pro-
duciendo el efecto del claroscuro. En torno al disco radiado aparecen simétricamente colocadas
cuatro siemprevivas, de las que se conservan únicamente las de la parte izquierda.

B) Estelas con disco radiado y cabecera en medio círculo

N.° 23.
Estela procedente de San Pelayo (fot. 25). Mide 0,75 X 0,70 mts. La inscripción, que
ocuparía la parte inferior de la lápida ha desaparecido, conservándose únicamente la cabecera
terminada en semicírculo. El disco se compone de seis radios curvos, del tipo de las estelas de
Santa Tecla, Limia, la citania de Briteiros etc. Encerrando el disco y posiblemente la inscrip-
ción, corre un doble cordón. La parte baja del disco está enmarcada por una serie de líneas
incisas, tres, paralelas a la correspondiente sección del arco del disco.

N.° 24.
Estela procedente de Villanane (fot. 24). Mide 2 X 0,50 mts. El epígrafe, bajo el disco di-
ce: D M ANTESTIA EVTERPE S O AN LXXV.
El disco radiado no va enmarcado como en los otros ejemplares, sino que el mismo con-
torno de la piedra le sirve de límite. Los radios son de doble curvatura bien marcada. Bajo la
inscripción, y dentro de sendos nichos, están colocadas dos esquemáticas figuras humanas, di-
versas entre sí para señalar la diversidad de sexo. Las figuras son del tipo de las de Valdunciel
y de Monte da Saia (12).

242
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

C) Estelas con disco enmarcando estrellas

N.° 25.
Fragmento de estela procedente de Contrasta (fot. 26). Mide 0,40 X 0,35 mts. Lo
conservado supone el ángulo superior derecho de una lápida. Persiste parte del disco ocupa-
do por una estrella, probablemente de 14 elementos, en forma de hojas radiales lanceoladas,
unidas entre sí por los extremos, y arrancando de un umbo central en relieve. El disco va
delimitado por un grueso baquetón. En el ángulo superior derecho, y dentro del recuadro
que enmarca la composición, está situada una patera inclinada. En torno al recuadro gira
una composición vegetal compuesta de pámpanos y racimos, que cubren también la cabe-
cera de la piedra.

N.° 26.
Estela procedente de Ibarguren (fot. 27). El fragmento conservado, casi la mitad de la
estela dividida verticalmente, mide 0,86 X 0,35 mts. La inscripción dice: /NICIVS ///VRRVS
///VRRINI AN LXXV / S E.
El disco, delimitado por un cordón en espina de pescado, enmarca una flor de catorce
elementos, radiales, lanceolados, y unidos por los extremos. Tanto el disco, como la cartela
con la inscripción, van encerrados en un rectángulo. En los laterales de la lápida corre una
decoración floreal a base de pámpanos y racimos que arrancan de un jarro de doble asa. El
límite más exterior de la piedra está constituido por un triple listel en relieve.

N.° 27.
Fragmento procedente de Ilárduya (fot. 29). Mide 0,26 X 0,20 mis. El fragmento está
ocupado por parte de una pieza sin terminar preparada para la talla. Conserva parte de un
disco conteniendo cuatro hojas lanceoladas de una futura exapétala. Todo ello inciso. La de-
coración lateral está apenas iniciada.

N.º 28.
Estela procedente de Luzcando (fot. 28). Mide 1,04 X 0,69 mis. La inscripción dice: D
M SEMP.FVSCO OCVLATI F.AN.LV FVSCINVS F.M. S.F.H.S.E. Este ejemplar constitu-
ye la pieza mejor conservada y más completa de toda la serie. El disco ocupa la parte supe-
rior y aparece enmarcado por un doble cordón en espina de pescado. Encierra una exapétala
con botón central en relieve. Los espacios entre las hojas aparecen ocupados por profundas
incisiones angulares. En la parte superior del disco, y posadas sobre él, aparecen dos peque-
ñas aves afrontadas picoteando sendos racimos de uvas. Bajo el disco dos pateras muy pro-
fundas, con las asas hacia abajo, y entre ellas un

243
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

pequeño círculo conteniendo una exapétela. Todo lo descrito, mas la inscripción, están en-
marcados por un rectángulo en relieve. En torno a la lápida, incluida la cabecera, discurre
la misma decoración vegetal de los anteriores ejemplares. Es de notar que en este caso no
se observa el ritmo existente en los otros ejemplares en la colocación de los pámpanos y los
racimos.

N.° 29.
Fragmento de estela procedente de Ocáriz (fot. 30). Mide 0,33 X 0,21 metros. Se trata
de un caso similar al de la pieza n.° 27 de Ilárduya. Se conservan parte de un círculo y tres
hojas lanceoladas, y en el borde una decoración en zig-zag. Todo ello inciso y prepa-rado
para la labra.

N.° 30.
Fragmento de estela procedente de San Román de San Millán (fot. 33). Mide 0,60 X
0,40 mts. El fragmento supone gran parte de un disco radiado conteniendo una flor de doce
elementos, unidos por las-puntas por otras tantas, y dispuestos en forma radial a partir de
un umbo circular que también encierra una pequeña exapétala. El disco va enmarcado por
un cordón en espina de pescado, y la decoración vegetal externa está constituida únicamen-
te por tallos cargados de racimos de uva en forma triangular y marcado relieve.

N.° 31.
Fragmento de estela procedente de San Román de San Millán (fot. 31). Mide 0,46 X
0,40 mts. Se trata de un pequeño fragmento de una estela de características idénticas a la
anterior, en el que se conserva parte de un disco enmarcando una flor. Se trata, sin embar-
go, de una lápida distinta dada la diversa calidad de piedra y longitud del radio.

N.° 32.
Fragmento de estela procedente de San Román de San Millán (fot. 32). Mide 0,10 X
0,10 mts. Lo conservado consiste únicamente en una patera, incisa, y restos de la decora-
ción floreal del contorno. A pesar de sus pequeñas dimensiones, lo conservado coincide
perfectamente con las características generales de las estelas de esta localidad.

ESTELAS CON REPRESENTACIONES ANIMALES

Aparecen como escenas principales en cuatro ejemplares, y como un elemento más


del conjunto de la representación en otras varias. En el primer caso los animales repre-
sentados son toros, ciervos y aves afrontadas. El valor y sentido funerario de todos ellos es
evidente. El culto al toro en la región

244
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

vasco-navarra ha sido estudiado por Uranga (13), quien piensa que debe tratarse de una
supervivencia de cultos indígenas relacionado con cultos siderales o de tipo genésico. Los
ciervos aparecen en numerosas estelas de toda la península, en escenas de cacería, como en
el grupo de Lara de los Infantes, que a juicio de García y Bellido (14), «tiene un valor fúne-
bre como ejercicio que es de preparación y adiestramiento para la guerra». Las aves afronta-
das, en nuestro caso probablemente palomas, son claros símbolos de refrigerio, y como tales
pasarán al arte paleocristiano.

N.° 33.
Estela procedente de Contrasta (fot. 34). Mide 1,50 X 0,40 mts., y el fragmento con-
servado supone la mitad de la estela dividida verticalmente. A pesar de la pésima conser-
vación de la pieza, la organización de la misma procede del modo siguiente: en la cabecera,
y dentro de un recuadro, está situada una persona vestida de túnica larga y llevando un bas-
tón en la mano, formando parte, probablemente, de una escena de varios personajes, como
ocurre en la estela de Santa Cruz de Campezo. Bajo esta representación, un disco radiado
conteniendo una flor de hojas lanceoladas unidas por las puntas por otras tantas. Junto a la
parte superior del disco, dos pequeñas siempre-vivas, y junto a la inferior, sendas pateras
con las asas hacia arriba, todo ello en una composición simétrica en sotuer. En el centro de
la lápida, y también dentro de una cartela, aparece la figura de un bóvido caminando hacia la
izquierda, y del que no se conserva más que parte del cuerpo y los cuartos traseros. La parte
media e inferior de la lápida está ocupada por una inscripción fragmentada y muy borrosa.
Una cinta de rombos afrontados, tallados a bisel, rodea la composición, y separa las escenas
entre sí. Entre esta cinta y el borde exterior de la lápida, corre una decoración vegetal a base
de pámpanos y racimos.

N.° 34.
Estela procedente de Ocáriz (fot. 35). Mide 0,50 X 0,30 mts., y en su forma actual
aparece muy maltratada y recortada, habiéndose desvanecido prácticamente la inscripción,
situada en una cartera a la base de la piedra. La figura central representa un bóvido cami-
nando hacia la derecha, y frente a él aparece un instrumento de labranza que bien pudiera
ser una pala o un mazo. Girando en torno a la lápida, una composición vegetal con pámpa-
nos y racimos de uva.

N.° 35.
Estela procedente de Ocáriz (fot. 36). Mide 0,55 X 0,50 mts., y la inscripción colo-
cada en una cartela en la cabecera de la piedra dice: M.SEMP. FLAVI AN XXV H S ETS.

245
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

El centro de la placa está ocupado por un gran ciervo de amplia cornamenta, en actitud
de caminar hacia la izquierda, y la cabeza vuelta hacia atrás. Sobre el ciervo aparece coloca-
do otro animal más pequeño, probable-mente la hembra o un cervatillo. En la parte superior
central de la zona decorada, está situada una pequeña ara muy esquemática. Tallos cargados
de pámpanos y racimos, sin el rígido ritmo de las piezas anteriores, y realizados técnicamente
utilizando el trápano, completan la composición.

N." 36.
Estela procedente de San Román de San Millán (fot. 37). Mide 0,53 X 0,38 mts. Aún
cuando en la actualidad resulta anepigráfica, sabemos que en el pasado coronaba una ins-
cripción (15).
El motivo principal de la composición es un ara, sobre la que se posan dos aves afron-
tadas que picotean un racimo de uva. En torno a esta escena, pero separada de ella por un
grueso enmarque rectangular, aparece la decoración vegetal de los otros ejemplares de esta
zona, pero en este caso los tallos van únicamente cargados de racimos, y los pámpanos, ro-
deados de sarmientos, ocupan solamente la terminación de los mismos.

ESTELAS CON REPRESENTACIONES HUMANAS

Las figuras humanas, en las lápidas sepulcrales, representan al o a los difuntos, pero
sin intencionalidad de retratarlos. Se trata, normalmente de una representación ideal o estili-
zada. En el caso de estas estelas provinciales lo más interesante es el contexto en el que apa-
recen estas figuras, y los atributos que las acompañan. Así, los números 37 de Contrasta, 42
de Santa Cruz, y en otro contexto, 44 de San Román de San Millán, aparecen decorados con
peines o cardas. En los tres casos, o junto a la figura de una mujer, o acompañados de un
nombre femenino. Bien pudiera, por tanto, tratarse de instrumentos cultuales, o de simples
instrumentos de trabajo, en este caso, representaciones esquemáticas de telares. En los
números 37, 40 y 42, las figuras masculinas van acompañadas de una especie de lanza o
bastón, alusión posible a la guerra o a la autoridad. Finalmente, las dos figuras masculinas
de la lápida 42, junto a las lanzas o bastones, llevan en la mano un instrumento de labranza,
alusión evidente a su oficio.

N.° 37.
Estela procedente de Contrasta (fot. 39). Mide 0,78 X 0,47 mts. La inscripción, de
difícil lectura, parece decir: M CANDIDIANVS D S / LI V F CONGV///... Encerrados
dentro de un recuadro, y colocados sobre la inscrip-

246
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

ción, aparecen dos personajes vestidos de túnica corta. Ambos caminan apoyados en sendos
bastones, y junto al de la izquierda aparece un peine. La diversa forma de los personajes deja
bien patente la diversidad de sexo, aunque al tratarse de figuras planas resulte difícil su iden-
tificación. La ornamentación vegetal que rodea la piedra es la misma que en los ejemplares
con disco de esta misma localidad, con la diferencia de que en este caso los tallos vegetales
arrancan directamente del suelo apoyándose en una especie de trenza.

N.º 38.
Estela procedente de Iruña (fot. 40). Mide 0,60 X 0,40 mts., y la inscripción, grabada a
modo de grafito dice: D M AVNIA SECVNDIANA. Sobre ella, y bajo dos arcos peraltados
aparecen dos toscas y esquemáticas figuras planas, sobre un fondo rehundido. Los carac-
teres anatómicos están conseguidos a base de pequeñas incisiones y perforaciones.

N.º 39.
Estela procedente de La Puebla de Arganzón (fot. 41). Mide 0,55 X 0,17 mts. La
inscripción dice: 1 S E LVCIA FESETINA ANN X ANVTI-SEMA OCTAVIA FILIA
PIENTISSIME MEMOR. La figura representada es la forma más simple de esta serie. Un
arco casi cerrado, un estrangulamiento, y un rectángulo, todo ello inciso, forman la figura.
Es muy similar a las figuras de la estela anterior, y prácticamente igual a las representadas
en algunas estelas vizcaínas (16) .

N.º 40.
Estela procedente de Narvaja (fot. 42). Mide en su forma actual 0,33 X 0,46 mts., aún
cuando en el momento de su descubrimiento, en su forma completa era de 0,52 X 0,46. La
inscripción, desaparecida, decía: MARITVS ANTICVS SQV MARCELINVS ANN XX S
H E ROMVLVS MAR FILIO ///O POSVET MR MONVM.
Dos figuras vestidas de túnica corta, la de la izquierda con un bastón en la mano, y su-
jetando entre las dos un objeto cuadrangular, forman la escena principal. El objeto pudiera
ser una sítula, como pensó Baraibar, o simplemente un cesto. Entre las cabezas de las perso-
nas, un creciente lunar muy estilizado. Junto a la figura de la derecha, una patera de doble
asa. La cabecera de la piedra está adornada con una decoración geométrica, y los laterales
con unos tallos vegetales, serpenteantes, que parecen de laurel, y son una vulgar imitación
de los que aparecen en otras estelas antes estudiadas.
La técnica es de masas planas, y los caracteres anatómicos de las personas, están ape-
nas insinuados.

247
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

N.° 41.
Estela procedente de Baños de Ebro (fot. 43). Mide 0,68 X 0,57 mts. La inscripción,
colocada en la mitad inferior dice: D M CARISIMO FILIO VRSICENVS ASEYVCLO IN
ANNIS XX MEMORIA POST.
La mitad superior de la lápida está ocupada por una escena compuesta de dos esque-
máticas figuras y un cuadrúpedo. Las figuras están con los brazos extendidos, una lleva túni-
ca larga y arrastra, cogido por la brida, un caballo o un perro, la otra figura no está bien defi-
nida. Técnicamente se trata de una simple incisión con punzón.
Coronando la piedra, una serie de incisiones angulares y circulares, recuerdan la cabe-
cera, en frontón, de un templete.

N.° 42.
Estela procedente de Santa Cruz de Campezo (fot. 44). Mide 0,51 X 0,70 mts. La ins-
cripción ha desaparecido, conservándose únicamente la advocación D M. La decoración está
repartida en dos fajas paralelas separadas entre sí por unos motivos geométricos, a bisel, que
recuerdan la talla en madera. En la faja superior están colocados un gran creciente lunar, y
un disco con una exapétala, todo ello en grueso relieve. En la inferior, tres figuras humanas.
Las tres con túnica corta. Las dos de la derecha llevan, además, una especie de esclavina. La
figura de la izquierda, una mujer, adorna su cuello con una gargantilla en relieve de perlas, y
sobre su pecho, colgando de una cadena, detenta un objeto de orfebrería. Junto a su cabeza
está colocado un peine o carda. Las otras dos figuras sujetan en sus respectivas manos dere-
chas un instrumento de labranza, que por su forma recuerda una «falx», y junto a la mano
izquierda aparece colocado un bastón o lanza.
Aun dentro de su torpeza, esta pieza es mucho más evolucionada que las anteriores,
habiendo intentado el artífice señalar los caracteres de las personas, que por su presentación
recuerdan notablemente las figuras de las lápidas procedentes de Aguilar conservadas en el
Museo de Pamplona.

N.° 43.
Estela procedente de San Martín de Galvarín (fot. 45). Mide 0,80 X 0,35 mts. La
inscripción dice: D M M.ANTO//VS FVS// AN LX ET AVREL/// P AN... En la cabecera
de la piedra, y en forma de «ojo de cerradura», enmarcados entre esquemáticos árboles,
aparecen dos bustos incisos, sin duda, representación ideal de los dos difuntos indicados en
la inscripción.

248
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

N.º 44.
Estela procedente de San Román de San Millán (fot. 38). Mide 0,54 X 0,38 mts. La
inscripción dice: D M QVINTAE FABIAE. Esta estela va catalogada en último lugar por la
única razón de que su motivo ornamental constituye un «unicum» dentro de la serie, y escapa
a cualquier encasillamiento. El motivo ornamental, aparte de los tallos vegetales del mismo
tipo que otros muchos de esa misma localidad, lo constituye únicamente tres peines o cardas
colocados sobre la inscripción. Como antes indiqué pudiera tratarse indistintamente de peines
rituales, o de una representación esquemática alusiva al trabajo y oficio de tejer, en condonan-
cia con la persona femenina que recuerda la inscripción.
El estudio detallado de talleres y técnicas, su comparación con otros ya conocidos, la
identificación de familias y grupos, en razón de la onomástica, la localización de los centros
romanos habitados, partiendo de las líneas de fuga de los monumentos funerarios, han de ser
objeto de estudios particularizados. Mi propósito ha sido únicamente dar a conocer y propor-
cionar, a cuantos se ocupan del mundo romano, un conjunto de materiales en parte inédito, en
parte disperso, y en la mayoría de los casos publicado sin reproducción fotográfica, que
pudiera hacer objetivo su análisis. Agradezco a los Sres. López de Guereñu y Llanos, las faci-
lidades que me han brindado para el manejo de sus respectivos archivos fotográficos, y para
poder insertar en este catálogo algunos de los ejemplares por ellos recogidos.

NOTAS

(1) J. C. ELORZA, "Un taller de escultura romana en la divisoria de Alava y Navarra".


Cuadernos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma.
(2) M. L. ALBERTOS, "Alava prerromana y romana. Estudio lingüístico". "Estudios de
Arqueología Alavesa", t. IV. Consejo de Alava. Excma. Diputación Foral de Alava. Vitoria
1970.
(3) A. GARCIA BELLIDO, "Esculturas Romanas de Espana y Portugal", 1949, pp. 334 ss.
(4) F. CUMONT, "Recherches sur le Simbolisme funeraire des Romains", 1942, pp. 39 ss.
(5) G. NIETO, "El Oppidum de Iruña", 1958, p. 213.
(6) A. GARCIA BELLIDO, I. e., pp. 331 ss.
(7) G. NIETO, I. c., p. 213.

249
ESTELAS ROMANAS EN LA PROVINCIA DE ALAVA

(8) Cfr., núms. 15, 21, 40, 42.


(9) A. GARCIA BELLIDO, I. e., pp. 328 Ss.
(10) A. GARCIA BELLIDO, I. e., pp. 328 Ss.
(11) G. NIETO, I. c., p. 215.
(12) A. GARCIA BELLIDO, "Sobre un tipo de estela funeraria de togado bajo hornacina". Arch.
Esp. Arq., t. XL, 1967, pp. 110 ss.
(13) J. E. URANGA, "El culto al toro en Navarra y Aragón". IV Symposium de Prehistoria
Peninsular, 1966, pp. 223-231
(14) A. GARCIA BELLIDO, I. e., p. 340.
(15) J. C. ELORZA, "Ensayo topográfico de epigrafía romana Alavesa", 1967, n.º 104.
(16) J. M. UGARTECHEA, "Notas sobre estelas, lápidas e inscripciones funerarias vizcaí-
nas". Anuario Eusko-Folklore, 1962, p. 153.

250
255
2.- Iruña
1.- Angostina
256
3.- Iruña 4.- Luzcando
5.- Iruña
7.- Contrasta

6.- Angostina

257
8.- Iruña 9.- S. Román de S. Millán

10.- Luzcando 11.- S. Román de S. Millán

258
259
12.- Araya
13.- Araya
14.- Araya

15.- Araya

260
261
16.- Contrasta
17.- Contrasta
262
19.- Contrasta
18.- Contrasta
23.- Urbina de Basabe

264
24.- Urbina de Basabe
265
25.- San Pelayo 26.- Contrasta
27.- Ibarguren

266
28.- Luzcando
29.- Ilárduya
30.- Ocariz

31.- S. Román de S. Millán

267
33.- S. Román de S. Millán

32.- S. Román de S. Millán

34.- Contrasta

268
35.- Ocariz

36.- Ocariz

269
37.- S. Román de S. Millán

38.- S. Román de S. Millán

270
271
39.- Contrasta 40.- Iruña
272
42.- Narvaja

41.- Lapuebla de Arganzón


273
44.- Santa Cruz de Campezo

43.- Baños de Ebro


45.- San Martín de Galvarín

274
UN POSIBLE CENTRO DE CULTO A EPONA
EN LA PROVINCIA DE ALAVA

Por Juan Carlos Elorza

El culto a Epona, divinidad galo-romana cuya devoción se extendió en gran parte


del área de influencia celta entre los siglos II y final del IV, nos ha legado un rico y va-
riado conjunto de representaciones y memorias, localizadas principalmente en Aquita-
nia, Céltica, Bélgica y Germania.
Numerosos estudios (1) han establecido sus tipos íconográficos, sus atributos y sus
cualidades, y el inventario de ejemplares más recientes (2), cifra en casi trescientas las
piezas localizadas.
Si bien es cierto que Epona es una divinidad equestre y protectora consecuente-
mente de los caballos, conviene insistir en que sus atributos la ponen en estrecha rela-
ción con las diosas-madres, con las fuentes, y con todo lo que suponga prosperidad, y
que no es ajeno a Epona el carácter de protectora de los difuntos. Por esta razón Theve-
not (3) piensa que Epona encarna una manifestación de la mayor divinidad céltica, y
Lambrechts (4) es de la opinión que en Galia todas las divinidades se pueden reducir a
un solo tipo: las diosas-madres.
Reinach, en el primer intento de catalogación de representaciones de Epona, al tra-
tar de la península Ibérica, cita únicamente la pieza epigráfica aparecida en Loncejares
(5), y el relieve de Braga (6). Fz. de Avilés, estudiando una, serie de relieves con repre-
sentaciones ecuestres (7), añade, a las indicadas por Reinach, una nueva pieza locali-
zada en Montealegre, Murcia. Recientemente A. Llanos (8) ha identificado el relieve de
Marquínez, Alava, como una representación de Epona. Este mismo autor concluye que
son por lo tanto cuatro las «memorias» de Epona en nuestra península, pero sin embar-
go Benoit (9) había ya descartado el relieve de Braga porque «su identificación es el re-
sultado de una mala reproducción de Reinach». Recientemente, Barandiarán cita otra
epigráfica existente en Burgos y procedente de Lara de los Infantes (9 b).
El relieve de Marquínez ha sido perfectamente analizado por Llanos, y como él
mismo indica presenta algunas variantes que lo hacen aún más inte-

275
UN POSIBLE CENTRO DE CULTO A EPONA EN LA PROVINCIA DE ALAVA

resante. Creo, sin embargo, que conviene hacer algunas precisiones que justifiquen esas
variantes y confirmen la acertada interpretación del relieve.
El hecho de aparecer sentada a izquierdas, sobre un caballo andando hacia la izqui-
erda, se produce al menos siete veces, en Urzy, Dieulourd, Gourzon, Senon, Cocheren,
Meursault, Strasbourg (10). El relieve de Marquínez no es el único en que la diosa apa-
rece sin vestido alguno, pues en la misma actitud aparece en Saulon-la-Chapelle (11), y
desnuda hasta la cintura aparece además de en el conocido bronce de Loisia, en la Epo-
na de Allerey (12) .
Es muy posible que la figura masculina que acompaña el relieve de Marquínez ha-
ya de interpretarse, como indica Llanos, como «un devoto en actitud de implorar», pero
también creo que no es de descartar la posibilidad de que se trate de un «palafrenero»,
pues este personaje aparece representado en las estelas de la Horgne-au-Sablon (13) , en
dos ejemplares, y en la de Pettau, Yugoslavia (14).
Recientemente hemos localizado en la ermita de N.ª S.ª del Granado, junto a Al-
baina, y entre los sillares de la construcción, una piedra con un curioso grabado, objeto
principal del presente estudio.
En el interior de la ermita, y frente a la puerta, en un sillar de 0,65 X 0,40 mts.
aproximadamente, aparece grabada una figura a caballo, cuyas medidas máximas son
0,25 X 0,23 mts. (fots. 1 y 2).
El grabado representa una figura humana, de sexo indeterminado, cabalgando o
sentada sobre un équido en movimiento, y ambos hacia la derecha. La figura humana
apoya su mano izquierda en el cuello de la cabalgadura, sobre las crines, mientras la de-
recha la levanta por encima del hombro. En el dibujo (fig. 1), tomado sobre la fotogra-
fía, a la vista del original, indico con un trazo suave el «brazo» añadido en recientes ma-
nipulaciones.
Que se trata de un personaje femenino parece evidente por dos razones: en primer
lugar por la presencia de una larga túnica, que cubriendo los pies no señala el relieve de
las piernas. En segundo lugar, por la colocación sobre el équido. No monta el caballo al
modo masculino, a horcajadas, sino que está «sentada», sin silla, pues la monta a la
amazona es totalmente desconocida hasta la Edad Media.
La figura del caballo, que en el cuerpo y extremidades es proporcionada y fina, pre-
senta un cuello y una cabeza totalmente desproporcionados, especialmente la cabeza, en
la que la carencia total de perspectiva fuerza a presentar los ojos superpuestos y en el
mismo plano.
La piedra, con su grabado, ha sido ciertamente reutilizada en la construcción del
edificio románico, pues no es la única en la que se aprecian signos de utilizaciones ante-
riores, y el dibujo, a corta distancia del suelo de la ermita, resulta de muy difícil ejec.-
ción en la posición actual de la piedra.

276
UN POSIBLE CENTRO DE CULTO A EPONA EN LA PROVINCIA DE ALAVA

El grabado puede. fecharse perfectamente a finales del siglo IV, y la figura muy
bien pudiera ser Epona. En efecto, todas las características coinciden con el tipo icono-
gráfico más frecuente de la diosa: figura femenina vestida de largo ropaje, sentada sobre
un caballo a izquierdas, sin silla, y con la mano izquierda apoyada en el cuello de la ca-
balgadura. Unicamente la posición del brazo derecho, levantado sobre el hombro, ofrece
algunas dificultades, si bien es verdad que la postura de este brazo en las distintas
representaciones aparece en más de cuarenta modos diversos. De todas formas, un alto
relieve

277
UN POSIBLE CENTRO DE CULTO A EPONA EN LA PROVINCIA DE ALAVA

conservado en el Museo de Dijon, aunque fragmentado, parece presenta el brazo en una


forma similar al del grabado de Albaina (15).
Al estudiar el relieve de Marquínez, Llanos indica acertadamente la posible rela-
ción de esta figura con los cercanos yacimientos del Montico de Charratu y de Sarracho
(16). La estratigrafía determinada por Barandiarán en estos yacimientos (17), establece
una secuencia de perduración que va desde el Neolítico hasta un período de muy avan-
zada romanización. Este hecho no es indiferente si tenemos en cuenta que el grabado de
la ermita del Granado se encuentra precisamente junto a los yacimientos menciona-dos.
Nos encontramos, pues, ante unas manifestaciones artísticas y cultuales situadas ambas
a muy poca distancia de unos «habitat» humanos perfectamente conocidos. No es, por
tanto, excesivamente aventurado el suponer que tanto el relieve de Marquínez corno el
grabado de Albaina representen efectivamente a la Epona galo-romana, puesto que su
localización se centra en un ambiente de profunda raigambre y vitalidad en épo-ca
celta, y en la subsiguiente etapa romana.
Al comienzo de estas líneas he indicado la opinión de Thevenot y de Lambrechts,
sobre la identidad entre Epona y las diosas-madres, las divinidades de las fuentes y las
que encierran la idea de prosperidad. En otro punto de estos mismos «Estudios de Ar-
queología Alavesa», analizo las divinidades de época romana localizadas en esta
provincia. De las quince inscripciones estudiadas, al menos siete ofrecen estas mismas
características, y son o de reconocida raigambre celta, o de fuerte sabor local. Esta
constatación, junto a las conclusiones proporcionadas por el estudio de numerosos
yacimientos nos confirman la existencia de un amplio sedimento celta, y la posibilidad
de que las figuras estudiadas correspondan a un centro cultural de la «diosa de los
caballos».

NOTAS

(1) S. REINACH, "Epona en Revue Arqchéologique", 1895, t. 1, pp. 113 y 309:


1898. t. II. p. 187: 1899, t. II, p. 61; 1902, t. I, p. 227; 1903, t. II. p. 348: Idem, "Cultes
Mythes et Religions", París 1908-1923, t. I, p. 63; ESPERANDIEU, "Recueil de bas reliefs...
de la Gaule romaine"; Idem., "Recueil des bas reliefs... de la Germanie romaine";. H.
HUBERT, Divinités gauloises... le mythe d'Epona", en "Melanges Vendryes", 1925, p. 187;
P. LAMBRECHTS, "Epona et les Matres", en "Antiquité classique", 1950, pp. 103 ss.
(2) R. MAGNEN, "Epona Déesse Gauloise des Chevaux Protectrice des Cavaliers".
París 1953.
(3) E. THEVENOT, "Les monuments et le culte d'Epona chez les Eduens", en "Anti-
quité Classique". 1949, pp. 385 ss.
(4) P. LAMBRECHTS, "Contribution á l'étude des divinités celtiques". Bruges 1942,
pp. 170 ss.

278
UN POSIBLE CENTRO DE CULTO A EPONA EN LA PROVINCIA DE ALAVA

(5) E. HUBNER, "C.I.L.", t. II, Supp., n.° 5.788


(6) S REINACH, "Repertoire des reliefs". t. III. p. 476.
(7) A. FZ. DE AVILES, "Relieves Hispanorromanos con representaciones ecues-
tres", en "Arch. Esp. Arq.", t. XV (1942), pp. 199-215.
(8) A. LLANOS, "En torno al bojorrelieve de Marquínez", en "Estudios de Arqueo-
logía Alavesa", t. II (1967), pp. 187-194.
(9) F. BENOIT, "Archétypes plastiques en Ibérie de l'Epona gallo-romaine", en
"OGAN", t. XI (1954), pp. 105-112.
(9b) I. BARANDIARAN, "Tres estelas del territorio de los vascones". Caesaraugus-ta,
pp. 31-32 (1968).
(10) ESPERANDIEU, núms. 2213; 4605; 4738; 7257; 8234; 7297; M. TOUSSAINT,
"Répert. arch. de Moselle", p. 63.
(11) E. THEVENOT, "L'Epona de Saulon-la-Chapelle", en "Revue archéologique de
1'Est", 1950. pp. 22 ss.
(12) E. THEVENOT, "L'Epona d'Allerey, Cóte-d'Or", en "Mémories de la Societé
éduenne", 1937, pp. 361 ss.
(13) ESPERANDIEU, I. c., núms. 4355, 4356.
(14) V. SKRABAR, en "Serta Hoffileriana", 1940. con fotografía.
(15) ESPERANDIEU, I. e., n.° 3448.
(16) A. LLANOS, 1. c., p. 194.
(17) J. M. DE BARANDIARAN, "Excavaciones en el Montico de Charratu y en Sarra-
cho", en "Estudios de Arqueología Alavesa", t. II (1967), pp. 7-20; Idem, "Excavacio-
nes delante de unas grutas artificiales en "El Montico" de Charratu y en Sarracho". en
"1.ª Reunión Nacional de Arqueología Paleocristiana". Vitoria 1966. Actas Vitoria 1967.

279
1

281
DE EPIGRAFIA
CRISTIANA ALAVESA

Por Juan Carlos Elorza

A pesar de la intensa romanización, atestiguada documentalmente y confirmada


por los hallazgos arqueológicos, de que fue objeto el país vasco meridional, el período
subsiguiente a esta romanización, es decir, la época paleocristiana y la alta edad media,
suponen una incógnita casi absoluta, al menos en lo que respecta a la provincia de
Alava.
Los restos arqueológicos de estos siglos son escasísimos y muy dispersos, redu-
ciéndose prácticamente a los dos ajuares funerarios de época visigoda, localizados en
los Goros (1) y en Guereñu (2), y tal vez a los conjuntos de cuevas artificiales espar-
cidos por la provincia, y actualmente en estudio, pero que han sido objeto de cronolo-
gías tan dispares como el período neolítico (3), y la época visigoda avanzada (4).
En el campo de la epigrafía conservamos dos epitafios fúnebres, correspondientes
a los siglos VIII y IX, varias veces publicados, especialmente el segundo, pero que por
su interés es conveniente reconsiderar.
El primero de ellos procede del despobladlo de Reinavilla, junto a Laguardia, mi-
de 0,60 X 0,40 mts., y fue publicado, sin reproducción, por E. Enciso (5). Actualmente
se conserva en el Museo de Laguardia..
La inscripción en dos renglones, enmarcados por líneas incisas paralelas, dice así:

PIECO OBIT
ERA DCCC

El epígrafe, por tanto, corresponde al ano 762. Enciso (6) duda de que la numera-
ción pudiera seguir, pero una mirada detenida a la piedra, disipa totalmente esta duda.
En efecto, aún cuando la piedra no tiene los bordes perfectamente definidos, el trazo
inferior que enmarca el segundo renglón

283
DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

forma un ángulo recto, aún apreciable, con un trazo vertical que probablemente delimi-
taría el campo de la escritura en su parte derecha.
La forma de las letras, desigual y de diverso tamano, obtenida por una simple inci-
sión con punzón, corresponde perfectamente a este período, lo mismo que el nombre
«bárbaro» del difunto (fot. 1).
El segundo epígrafe, numerosas veces publicado (7), se hallaba en la parte exterior
de la Iglesia de Bolívar, y actualmente en el arco románico de la misma iglesia, insta-
lado en los jardines del antiguo Seminario Conciliar de Vitoria.
Las medidas de la piedra son 0,61 X 0,30 mts., y la inscripción repartida en cuatro
líneas dice:
OBIIT ALVARO
EPSCPVS XIII KLS
NBRS E DCCCC
LXVI

OBIIT ALVARO EP(i)SC(o)PVS XIII K(a)L(enda)S N(ovem)-BR(i)S E(ra)


DCCCCLXVI (fot. 2).
Dos son los problemas principales en la interpretación de este epígrafe, el primero
referente a la lectura que se ha de dar a la última línea, el segundo relativo a la persona
del obispo Alvaro.
Cuantos lo han publicado anteriormente interpretan, siguiendo a Prestamero, que
en la última línea se ha de leer XXVI. Unicamente Hübner propone como dudosa la
lectura que yo propugno.
La lápida ha sufrido numerosas manipulaciones, y en la actualidad aparece fal-
seada. Por esta razón he creído conveniente reproducir todos los facsímiles que co-
nozco, copiándolos directamente de los originales o de las reproducciones gráficas, de
modo que se puedan apreciar las transformaciones y arreglos.

En primer lugar (fig. l), el correspondiente al manuscrito Prestamero, de principios


del pasado siglo. En él se puede apreciar que el signo que

284
DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

enlaza con la X de la última línea, se aproxima en su forma a una C, tan abierta como las
de la tercera línea. Al interpretarlo dice que no puede ser C, pues si así fuera este signo
unido a los cuatro anteriores equivaldría a 500 expresado en una forma totalmente
desusada. Tampoco puede ser L, porque su configuración no tiene conexión alguna con
aquella letra, ni 1, porque en este caso sería un signo de resta incompatible con los
números siguientes.

Respecto a los restantes signos de la última línea, Prestamero dice que aunque
tienen alguna profundidad no son iguales al resto de la inscripción, y son obra de algún
ignorante o impostor.
El segundo facsímil (fig. 2), corresponde al publicado en la Gaceta de Madrid en
febrero de 1804. Aparte de otras alteraciones, como la presencia de una O inscrita dentro
de la C de la segunda línea, el signo que nos ocupa, de la cuarta línea, aparece ya
cerrado en forma de O o de Q.
El tercer dibujo (fig. 3), lo conservo entre los papeles manuscritos de Baraibar, y
corresponde a Septiembre de 1912. Varía la forma de representar las kalendas, y el un-
meral discutido aparece prácticamente como en el caso anterior, pero un poco abierto.
El cuarto dibujo (fig. 4), aparece en la obra de Mz. de Marigorta (8), y es práctica-
mente igual al publicado en la Gaceta, prescindiendo de la situación actual del epígrafe.
El examen detenido de la piedra, da como resultado el último dibujo (fig. 5), que
lo calco de una reproducción fotográfica, teniendo en cuenta

285
DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

las manipulaciones sufridas. Los trazos en negro corresponden a la escritura original, y


los rojos, por su diferente trazo o profundidad, son producto de manipulaciones poste-
riores. El signo antecedente y unido a la X de la última línea, aún cuando hoy se presenta
muy cerrado, en su forma original corres- ponde al dibujo de Prestamero. Es de notar, que
en este facsímil ninguna de las letras presentan ápices, cosa que en la realidad ocurre,
incluyendo también a este signo, por lo que no es de extranar que en sucesivas reproduc-
ciones se haya ido alargando y cerrando. Incluso hoy, aunque de una manera muy des-
figurada, podemos apreciar la presencia de este ápice, tal como va indicado en el último
facsímil.

286
DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

Las razones de Prestamero para descartar la equivalencia de este signo a C, e 1, son perfec-
tamente lógicas. El identificarlo con una X, como él pretende, me parece no corresponde en
absoluto ni a la forma de la letra, en nada parecida, ni a la formación habitual de los nexos. Sin
embargo, una L, como sospechó Hübner, es perfectamente admisible, pues si bien la forma es un
poco redondeada, lo mismo ocurre también en otras letras de la lápida, como la X, y es frecuente
en este tipo de escritura. Por otra parte, el nexo

es lógico y frecuentísimo, incluso en períodos anteriores. La Era indicada en el epígrafe es, por
tanto, DCCCCLXVI correspondiente al año 928.
El segundo problema, como ha quedado indicado, se refiere a la persona del obispo Alvaro,
y ofrece una serie de interrogantes: ¿quién es Alvaro?; ¿de dónde fue obispo?; ¿dónde estuvo
situada su sede?. Estas preguntas han obtenido las más diversas respuestas, y han sido objeto de
las más variadas conjeturas.
Siguiendo a Prestamero, Balparda y otros autores, Manaricúa, después de un amplio estudio
documental, precisa la existencia en esta zona de la península, y en los años que nos ocupan, de
un obispo, Alvaro, que ha de identificarse con el prelado que en tiempos de Alfonso III firma las
escrituras de donación a las sillas de Dumio y Mondonedo, y que años más tarde aparece en la
notitia Episcoporum del Cronicón Albeldense, como obispo de Velegiae (9). Sin embargo, y en-
tramos en la segunda cuestión, no todos los autores son de la misma opinión, pues a ese mismo
Alvaro, Berganza lo

287
DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

hace obispo de Alava (10), Flórez, de Valpuesta (11), Pérez de Urbel, de Velegia-
Calahorra (12), y Mtz. de Marigorta parece inclinarse por Armentia (13).
Ptolomeo (14), cita en territorio de los caristos las ciudades de Suestasium, Tullica
y Velia. El Itinerario de Antonino (15), al enumerar las ciudades de la calzada Burdeos-
Astorga, sitúa en territorio de austrigones, caristos y várdulos, las ciudades de Deobriga,
Beleia, Suitassio, Tullonio y Alba. La Notitia Dignitatum (16), sitúa al Tribuno de la co-
horte primera Gallica en Veleia. El «Ravenate», menciona Alba, Suestassío, Belegia y
Sobobriga (17).
Numerosos autores (18) identifican la Beleia o Veleia de las fuentes documentales,
con el despoblado de Iruña, junto a Trespuentes. Siguiendo la opinión de estos autores,
Balparda y Manaricúa (19) , reducen la Velegia medieval a la Beleia romana, y sitúan la
sede del obispo Alvaro en Iruña. Sin embargo Fz. Guerra, Saavedra y Coello (20), iden-
tifican Beleia con Estavillo, y hay quien piensa que en Iruña hemos de situar Suetassio
(21). La identificación, pues, de estas mansiones, y de las restantes del territorio alavés
es totalmente controversa.
Uno de los argumentos que con más fuerza se ha utilizado para determinar la loca-
lización de una de estas mansiones, ha sido la presencia de una lápida en la que aparece
el nombre de Tullonio. Al aparecer esta inscripción, dedicada a la divinidad Tullonio,
junto a Alegría de Alava, numerosos autores (22) piensan que la mansión ha de locali-
zarse precisamente en ese punto o en sus inmediaciones.
El Catálogo del Museo Provincial de Burgos, en su edición de 1935 (23), publi-
caba una lápida, escrita en tres caras, procedente de Sasamón, donde se lee:

SCRIBONI
VS.FVSCINVS
SVESTATIENSIS
AN.LXXV.HS

En una de las paredes de la ermita de San Bartolomé de Angostina existe una


lápida que publiqué, tomándola del manuscrito Baraibar (24), pero cuya lectura he de
rectificar de este modo:
PRO.SALVTEET
REDITVARORVMC
CELT.SEVERI
CALPVRNIVS
FLACCVSPROCVL
F SVESTATIENSI
V. S. L. M.

288
DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

Lo que en este momento nos interesa es la lectura de la anteúltima línea, donde, al


igual que en la lápida burgalesa, aparece el nombre Suestatiensis, es decir, de Suestatio.
Por lo tanto, si Tullonio está en Alegría porque allí apareció una lápida con ese
nombre, Suestatio habrá que localizarlo en Sasamón o en Angostina, y por la misma ra-
zón Velegia en Bolívar, todo lo cual resulta imposible, por la falta de coincidencia de
distancias, la ausencia de restos en algunos puntos, y la dualidad de localidades en uno
de los casos.
Es pues, absolutamente necesario un replanteamiento del trazado de las calzadas
romanas en Alava, un nuevo intento de reducción de mansiones, y un análisis crítico de
los restos monumentales. Unicamente de este modo podremos salir del terreno de las
hipótesis. Mientras tanto, y por lo que respecta a la lápida del obispo Alvaro, nos limi-
taremos a decir que muerto en el 928, fue probablemente obispo de Velegia, localidad
que tal vez se puede identificar con la Beleia de las fuentes documentales, que estuvo
situada en algún punto del territorio de los caristos, a lo largo de la calzada de Burdeos a
Astorga. El pretender más precisión es, por el momento, imposible, y las afirmaciones
que sobre esta inscripción se han pronunciado no son sino simples conjeturas.

NOTAS

(1) PEDRO DE PALOL, "Objetos visigodos en la cueva de los Goros-Hueto Arriba,


Alava". "Bol. Sancho el Sabio", t. I (1957), pp. 73-84.
(2) ARMANDO LLANOS, "Descubrimiento fortuito en Guerenu, Alava". "Estudios de
Arqueología Alavesa", t. II (1967), pp. 118-119.
(3) CABRE, "Avance al estudio de la escultura en la Península Ibérica". Coimbra
1918.
(4) FRANCISCO IÑIGUEZ, "Algunos problemas de las viejas iglesias españolas".
"Cuadernos de trabajos de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma", t.
VII (1955), pp. 9-100 (especialmente 44-51).
(5) EMILIO DE ENCISO, "Laguardia en el siglo XVI". Vitoria 1959, p. 20 y nota 9.
(6) EMILIO DE ENCISO, 1. c., nota 9.
(7) "La Gaceta de Madrid", febrero de 1804; E. HUBNER, "Inscriptiones Hispaniae
Christianae". Berlín 1871, n.º 271; GREGORIO DE BALPARDA, "Historia Crítica de Viz-
caya y sus Fueros", t. I. Madrid 1924, p. 272 y fig. 18; ANDRES DE MANARICUA, "Obis-
pados en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya hasta la erección de la Diócesis de Vitoria". Vi-
toria 1964, especialmente pp. 45-48; JOSE MARTINEZ DE MARIGORTA, "Las dos Cate-
drales de Vitoria". Vitoria 1969, p. 14
(8) JOSE MARTINEZ DE MARIGORTA, 1. C., facsímil.
(9) ANDRES DE MANARICUA, 1. C.
(10) BERGANZA, "Antigüedades de España", t. I. Madrid 1719, p. 95.
(11) E. FLOREZ, "España Sagrada", pp. 26, 45-48

289
DE EPIGRAFIA CRISTIANA ALAVESA

(12) J. PZ. DE URBEL, "Sancho el Mayor", p. 280.


(13) JOSE MARTINEZ DE MARIGORTA, 1. e., nota.
(14) C. PTOLOMEO, "Geographica Hyphéhesis", éd. Müller, col. Didot. París 1883, t. I.
(15) Edición OTTO KUNTZ, "Itineraria romana", vol. 1. Lipsiae 1929.
(16) Edición R. GROSSO, "Fontes Hispaniae Antiquae", de Schulten. Barcelona
1947, t. IX.
(17) Edición SCHNETZ, "Itineraria romana volumen alterum, Ravenatis anonimi
Cosmographia et Guidonis Geographica". Lipsiae 1940.
(18) "Diccionario de la R. A. H.", t. I, pp. 17-18, 21, 103... ; J. CEAN BERMUDEZ,
"Sumario de las Antigüedades romanas que hay en España". Madrid 1832, p. 174; J.
ALTADILL, "De re geographico-historica", en "Homenaje a Carmelo de Echegaray".
San Sebastián 1928, pp. 482-483; C. SANCHEZ DE ALBORNOZ, "De Briviesca a Suessa-
tio". "Rev. del Arch. Bibl, y Museo del Ayuntamiento de Madrid", 1934, p. 554; B. ES-
TORNES LASA, "Historia General de los Vascos", fase. 2. San Sebastián 1967, p. 59.
(19) G. DE BALPARDA, 1. C., pp. 183-184; A. DE MANARICUA, 1. C., pp. 47-48.
(20) A. FZ. GUERRA, "Geografía romana de la Provincia de Alava". Madrid 1875,
p. 96; E. SAAVEDRA, "Discurso de recepción en la R. A. H.", leído en 1862. apéndices
al discurso; F. COELLO y QUESADA, "Noticia sobre las Vías, Poblaciones y Ruinas Anti-
guas, especialmente de época romana en la Provincia de Alava". Madrid 1875. p. 90.
(21) A. BLAZQUEZ y C. SANCHEZ DE ALBORNOZ, "Vías romanas de Briviesca a
Pamplona". "Mem. de la J. S. Excavaciones", 1918, pp. 5-7.
(22) E. HUBNER, "C.I.L.", n.º 2939; J. M. CORTA, "Vías romanas en Alava" "Euz-
kalerriaren Alde". 1928. p. 351: J. M. BLAZQUEZ, "Religiones Primitivas de Hispania".
"C.S.I.C.". Roma 1962, p. 85.
(23) M. MTZ DE BURGOS, "Catálogo del Museo Arqueológico Provincial de Bur-
gos" Madrid 1935, p. 31.
(24) J. C. ELORZA, "Ensayo topográfico de epigrafía romana Alavesa". Vitoria
1967, n.º 6.

290
1.- Epigrafía del despoblado de Reinavilla (Laguardia)

2.- Lápida procedente de la iglesia de Bolíbar.

291
NOTAS BREVES

Por Enrique José Vallespí Pérez

LA V CAMPAÑA DE EXCAVACIONES
EN LA CUEVA DE LOS HUSOS, 1
(Elvillar - Alava)

La V campaña de excavaciones en Los Husos ha tenido varios objetivos importan-


tes, que fueron conseguidos durante el mes de julio, fecha de la Campaña.
El primer objetivo fue el de descubrir los enterramientos humanos. Efectivamente,
la Campaña anterior había llegado a excavar toda el área prevista, unos 30 metros cua-
drados, hasta el nivel que se caracterizaba por la presencia de enterramientos humanos
en gravas. Este estrato último, anterior inmediatamente al de enterramientos humanos,
pudo ser fechado, gracias a la subvención del Consejo de Cultura de la Excma. Diputa-
ción, en los Laboratorios de New jersey, consiguiendo la fecha de 1970 más o menos
100 años antes de Cristo, fecha ésta, la más antigua conocida en todo el País Vasco en
niveles con cerámica. Así pues, el descubrir y valorar el estrato de enterramientos huma-
nos inmediatamente inferior a un nivel perfectamente fechado, es algo de indiscutible
valor. Este nivel de enterramientos se fecha en relación con el inmediatamente anterior,
lo cual nos coloca en un estadio superior al 2.000 antes de Cristo y por ello en el inicio
teórico del Eneolítico o Calcolítico.
La importante sorpresa de la Campaña fue la de registrar no solamente este nivel de
enterramientos sino otro inferior también con enterramientos humanos en gravas grue-
sas. Así pues, el Eneolítico llevaba con ello camino de una articulación nueva y más
detallada, objetivo que naturalmente no se puede realizar en cualquier excavación ni en
cualquier lugar. Estos dos niveles de enterramientos nos colocan automáticamente en
fechas muy antiguas, diríamos en los primeros momentos del Eneolítico, con lo cual esta
etapa se podía articular en al menos tres estadios diferentes y sucesivos. Los ente-
rramientos están desgraciadamente destrozados. Solamente queda como objeto de valor

293
NOTAS BREVES

antropológico el cráneo o tal vez los dos cráneos que se extrajeron durante la Campaña
III de Los Husos en la que se hizo el sondeo estratigráfico inicial. Estas piezas pueden
ser de inestimable valor a la hora de conocer qué tipo humano ha habitado Los Husos
en épocas especialmente antiguas. Los enterramientos son tanto de adultos como de
niños y no guardan desgraciadamente ningún orden ni siquiera en pequeñas proporcio-
nes como hallamos en la excavación de la cueva sepulcral de Gobaederra en Subijana-
Morillas (Alava).
Tal vez lo que constituya el último y más decisivo interés de la excavación de Los
Husos de este ano haya sido el hallazgo de un nuevo estrato inferior aún a los de los
enterramientos y que se distingue de ellos por la falta de enterramientos, es decir, un
anterior todavía estrato de habitación. Este estrato es menos intenso, es decir, refleja
una vida menos densa pero nos indica que Los Husos sirvió de habitación antes que
otra cosa para las gentes de los alrededores. Este estrato no se diferencia geológicamen-
te en una forma suficientemente clara de los anteriores, pero su carácter arqueológico
no deja lugar a dudas. El estilo industrial de estas gentes es altamente evolucionado,
con una industria de silex de aire paleolítico muy interesante y con una cerámica basta
y grande pero igualmente homogénea y distinta de las anteriormente conocidas.
Con estos estratos, la potencia de niveles de la cueva de Los Husos alcanza los
4,75 mts. Se trata por tanto de un yacimiento importante donde se puede seguir perfec-
tamente la evolución de las culturas con cerámicas de esta zona de Alava y por compa-
ración, de una buena parte del País Vasco.
El yacimiento parece perderse bajo este último nivel de habitación. Durante unos
anos, por tanto, la excavación se detiene para estudiar despacio sus resultados. Allí
queda uno de los más importantes yacimientos de toda la Provincia, yacimiento que
debe ser conservado con cuidado, porque de él hemos dejado una gran parte para que
en el futuro se. puedan resolver las dudas que nazcan en torno a los niveles con cerámi-
ca de Alava y de gran parte del País Vasco.

Juan María Apellániz

EXCAVACIONES EN EL CASTRO DEL CASTILLO DE HENAYO


(Alegría - Alava )

Durante los días del 3 al 24 de agosto de 1970, se realizó la 1 Campaña de exca-


vaciones en este yacimiento, siendo subencionados los trabajos por el Consejo de Cul-
tura de la Excma. Diputación Foral de Alava.

294
NOTAS BREVES

Sobre los resultados de las prospecciones previas, se publicó en el anterior volumen


de Estudios de Arqueología Alavesa, un estudio de los hallazgos de superficie y de la
descripción del yacimiento (1) .
El fin principal de las excavaciones en este interesante lugar, fue el de conseguir
unas estratigrafías que diesen unas secuencias cronológicas de mate-riales y estructuras
que permitiesen fechar y seguir la evolución en el tiempo de este poblado, con vistas a ir
reuniendo suficiente material para conocer el desarrollo, dentro de la provincia, de estas
poblaciones de tipo indoeuropeo y los problemas que plantea su establecimiento.
Por ello se invirtieron estos 22 días de excavaciones en trabajar en una pequeña
superficie de terreno de 27 metros cuadrados. El método empleado es el de la excavación
por cuadros, de los que se hicieron tres de 4 metros de lado cada uno.
La estratigrafía es perfecta y muy bien marcada, separando diversos niveles que
corresponden a una superposición de viviendas con variaciones de estructuras constructi-
vas, como hogares, cimentación de postes, etc. que dejan entrever los tipos de viviendas
utilizados. La alineación de cuadros de excavación en sentido E.W., dio unos cortes
longitudinales de una de las casas, lo cual permitió estudiar los límites máximos en esta
dirección cuyos cierres marcan una tendencia a formas curvas.
Falta una nueva Campaña de excavaciones, en la que poder estudiar esta vivienda
en sus lados N.S., así como comprobar las estratigrafías y materiales obtenidos en esta
primera Campaña, que nos fijarán unas cronologías relativas de su desarrollo.
Un aspecto importante, es el de haber encontrado abundante cerámica excisa, prin-
cipalmente en los niveles inferiores, lo que hace que de momento se pueda considerar
como el mejor yacimiento con cerámica de este tipo, de la Provincia.
Una fechación de cronología absoluta, por medio del C 14, a realizar en un futuro
próximo, permitirá encajar este momento cultural, en su relación con otros yacimientos
alaveses, con cerámica de la misma técnica.
En el aspecto humano, esta excavación tuvo el interés de haber sido la primera rea-
lizada toda ella por personas pertenecientes al Seminario, creado en el Museo Provincial
de Arqueología, habiéndose demostrado un mayor aprovechamiento en los trabajos, a la
vez que sirvió de escuela para la formación de nuevos excavadores.

Armando Llanos

(1) JAIME FARIÑA, "El Castro de Henayo (Alegría, Alava)". "Estudios de Arqueologia Alavesa".
Tomo III. Vitoria 1968.

295
NOTAS BREVES

BIRIMBAO APARECIDO EN LAS EXCAVACIONES DEL


CASTRO DE LAS PENAS DE ORO
(Valle de Zuya - Alava )

En la Campaña de excavaciones llevada a cabo en el Castro de las Penas de Oro


durante el verano de 1964, fue encontrado en el Nivel I de Escotilla II, un objeto de
hierro que en aquel momento desconocíamos de qué se trataba, y cuál fue su utiliza-
ción.
Al redactar la memoria de excavación, publicada en el Tomo IX, n.° 1-2 de 1965
del Boletín Sancho El Sabio, intentamos nuevamente darle alguna significación al cita-
do objeto pero nos fue imposible encontrar algo similar, por lo que tuvimos que descri-
birlo como «anilla con largos apéndices paralelos» (Lám. XXIII, n.° 17),
Pasado el tiempo, D. José Miguel de Barandiarán, nos dio la pista, al indicarnos
que se trataba de un instrumento musical.
Efectivamente, el citado objeto es un birimbao o guimbarda, pequeño instrumento
musical confeccionado en hierro, con una longitud de 44 mm. y al que le falta la len-
güeta.
Para hacerlo sonar se introduce el instrumento en la boca, la cual se utiliza como
caja de resonancia, al mismo tiempo que con los dedos se hace vibrar la lengüeta. Se-
gún la abertura mayor o menor de la boca así como la pericia del instrumentista, es po-
sible conseguir una escala cromática entera.
Su uso extendido por todo el mundo durante la Edad Media, fue propio de gente
de condición humilde, por lo que bien pudiera ser que este birimbao encontrado en Oro
hubiera pertenecido a algún pastor, que hace siglos, apacentara por estos lugares sus
rebaños.

Jaime Fariña

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