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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción

de la prehistoria de las comunidades agroalfareras


del norte semiárido chileno
Paola González Carvajal*

Resumen : El sitio arqueológico El Olivar representa un hito muy relevante para la prehistoria de la
Región de Coquimbo. Dada su enorme extensión, densidad ocupacional y profundidad temporal,
su estudio es esencial para la comprensión de las culturas Molle, Ánimas y diaguita, en tiempos
pre- y postincaicos. Si bien posee una larga historia de investigaciones científicas que han enri-
quecido nuestro conocimiento de la prehistoria del norte semiárido, ha sufrido una larga serie
de alteraciones, a causa de las excavaciones ilegales y el crecimiento urbano. En este trabajo
se estudian las colecciones procedentes del sitio El Olivar que custodia el Museo Arqueológico
de La Serena y se comentan los resultados de investigaciones científicas recientes que aportan
valiosos antecedentes sobre la evolución cultural de las comunidades Ánimas y diaguita.

Palabras clave: sitio arqueológico El Olivar; prácticas mortuorias; secuencia cultural; Ánimas;
diaguita

Abstract: The archaeological site of El Olivar represents a landmark very relevant to the prehistory
of the Region of Coquimbo. Given its enormous size, occupational density and temporal depth,
its study is essential for the understanding of Molle, Ánimas and Diaguita cultures. Despite its
long history of scientific research that has enriched our knowledge of semiarid north prehistory,
the site has suffered a long series of alterations, due to illegal excavations and urban growth. In
this work, we study the collections from El Olivar kept by the Museo Arqueológico de La Serena
and discuss the results of recent scientific investigations that provide valuable background on
the cultural evolution of the Ánimas and Diaguita communities.

Keywords: site of El Olivar; mortuary practices; cultural sequence; Ánimas; Diaguita

*
Arqueóloga y abogada, Universidad de Chile. Especialista en arqueología del Norte Chico y la Zona Central.
Investiga aspectos simbólicos y contextuales de la iconografía inca y diaguita, y del arte rupestre. Es autora de nu-
merosas publicaciones nacionales e internacionales, entre ellas, Arte y cultura diaguita chilena: simetría, simbolismo
e identidad (Editorial Ucayali) y Lenguajes visuales del Inca (Archaeopress). Dirige el rescate del sitio arqueológico
El Olivar (2015-2017), en el marco del Proyecto doble vía La Serena-Vallenar. MOP-Sacyr.

Cómo citar este artículo (APA)


González, P. (2017). Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades agroalfareras del
norte semiárido chileno. Colecciones Digitales, Subdirección de Investigación Dibam. http://www.museoarqueologicolaserena.
cl/sitio/Contenido/Objeto-de-Coleccion-Digital/83572:Sitio-El-Olivar-su-importancia-para-la-reconstruccion-de-la-prehisto-
ria-de-las-comunidades-agroalfareras-del-norte-semiarido-chileno
Paola González Carvajal

En el norte semiárido de Chile se desarrolló a lo largo de aproximadamente


seis siglos la cultura diaguita chilena, un pueblo de agricultores y hábiles
ceramistas que se asentaron en los valles de los ríos Elqui, Limarí y Choapa.
Uno de sus mayores legados consiste en la creación de un arte visual único,
de gran abstracción y compleja simetría, que recién en épocas recientes hemos
comenzado a comprender –para enriquecimiento de nuestra calidad de vida
y la de las generaciones futuras–.
El presente trabajo ofrece una mirada actualizada del estado del cono-
cimiento sobre la prehistoria de la cultura diaguita y de su antecesora, la
cultura Ánimas, poniendo especial énfasis en la historia de la investigación
del sitio El Olivar. Lo anterior se complementa con una caracterización de
las colecciones cerámicas procedentes de este importante sitio arqueológico
que custodia el Museo Arqueológico de La Serena.

Cultura Las Ánimas: ancestro de los diaguitas chilenos

Para comprender los orígenes de la cultura diaguita, debemos detenernos


primero en su precursora, la cultura Las Ánimas, cuyas primeras evidencias
funerarias fueron descubiertas en la quebrada del mismo nombre (valle del
Elqui) por Francisco Cornely en 1930. A partir de esos primeros hallazgos
(Cornely, 1936) y de nuevos antecedentes recobrados dos décadas más tarde en
el sitio El Olivar, Cornely (1956) establece que la cultura Ánimas corresponde
a una fase inicial de la cultura diaguita, la que denomina «etapa Arcaica».
La cultura Ánimas habría arribado al norte semiárido chileno alrededor
del siglo vii d. C., probablemente procedente del Noroeste Argentino. Se trata
de comunidades que practicaron la agricultura, la caza y la recolección, y que
se distinguieron de las tradiciones alfareras anteriores por traer consigo una
importante innovación tecnológica: la cerámica polícroma. Representativas
de su producción son las escudillas de paredes altas y medias, decoradas tanto
en el interior como en el exterior con motivos de trazos gruesos y geométri-
cos. Los diseños cuatripartitos (cruz diametral) y la división interior en dos
campos que caracterizan estas piezas dan indicios de creencias simbólicas
vinculadas a principios duales.
Julio Montané (1969), por su parte, sitúa la cultura Ánimas en una etapa
intermedia entre el desarrollo de la cultura El Molle y la cultura diaguita.
Basándose en atributos de forma y decoración, el autor propone la existencia
de cuatro tipos en la cerámica de dicha sociedad prehispánica, a saber:
- Ánimas I: Vasijas troncocónicas negro sobre naranja (fig. 1);

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

Figura 1. Vasija troncocónica Ánimas I, vista superior (izq.) y lateral (der.). Procedente de las excavaciones de
Francisco Cornely en Compañía Baja (El Olivar). Museo Arqueológico de La Serena, Colección Etnográfica, n°
inv. 132. Fotografía de Paola González.

- Ánimas II: Vasijas troncocónicas interior reducido;


- Ánimas III: Escudillas hemisféricas con engobe rojo, decoradas con
hierro oligisto y blanco; y
- Ánimas IV: Escudillas hemisféricas con engobe rojo y decoración en
blanco y negro (fig. 2).

Figura 2. Escudilla Ánimas IV, vista superior (izq.) y lateral (der.). Procedente de las excavaciones de Francisco
Cornely en Compañía Baja (El Olivar), sector R. Museo Arqueológico de La Serena, Colección Etnográfica, n°
inv. 1. Fotografía de Paola González.

A menudo las cerámicas Ánimas presentan una hendidura circular en la


base, rasgo que también se registra en escudillas de la fase Diaguita I (900-
1200 d. C.) definida por Ampuero. Con respecto a su distribución geográfica,
Gloria Cabello (2016) precisa que los tipos Ánimas I y II son más frecuentes
en el área de Huasco y Copiapó, mientras que los tipos Ánimas III y IV
predominan en los valles de Elqui y Limarí.

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Paola González Carvajal

En la década de los setenta, Ampuero y Rivera (1972) encontraron en el


sitio Compañía de Teléfonos de La Serena los tipos Ánimas I, II y III, situados
en un nivel estratigráfico inferior al de la cerámica diaguita, la que comparte
el mismo nivel con el tipo Ánimas IV. Similar resultado arrojaron las exca-
vaciones realizadas en Plaza de Armas de Coquimbo (Castillo, Biskupovic
y Cobo, 1985), donde los tipos I, II y III coexisten en estratos anteriores al
tipo Ánimas IV, el cual aparece junto a cerámica diaguita de la fase I. Entre
los hallazgos efectuados en este último sitio se cuentan un ceramio Ánimas
I, ollas de cuerpo esferoidal, cuello recto y asa cilíndrica gruesa, y varios
ejemplares monocromos de jarro zapato.
También se recuperaron allí 57 objetos de metal, tanto de naturaleza
ornamental como utilitaria, incluyendo placas rectangulares, un cincel, aros,
pinzas, anzuelos, un punzón y una figura ornitomorfa. Estos hacen evidente
la relación de la cultura Ánimas con comunidades originarias del Noroeste
Argentino: en particular, Slusser (1950, p. 177) sugiere un nexo estrecho
con la cultura Yocavil, por cuanto ambas comparten la elaboración de ob-
jetos metálicos como cinceles, brazaletes, aros, campanillas, pinzas y placas
rectangulares, entre otros.
Especialmente importante habría sido la relación de la cultura Ánimas
con el mar. Además de los anzuelos de cobre ya mencionados, en el sitio Plaza
de Armas de Coquimbo se registraron barbas de arpón o anzuelo compues-
to, chopes y pesas de piedra, objetos que, en conjunto, reflejan una fuerte
orientación hacia la explotación de recursos marítimos.
En lo relativo a las prácticas funerarias, en este sitio se recobraron 34
sepulturas en posición flectada; 18 de ellas, de distintos rangos de edades,
estaban asociadas a camélidos (33 en total), lo que evidencia la importancia
social y simbólica de estos animales.
Por último, la existencia de tubos de hueso destinados a la aspiración, así
como de espátulas de hueso y recipientes de concha de ostión, da cuenta del
consumo de polvos alucinógenos en la cultura Ánimas. En tiempos diaguita,
la morfología y funcionalidad de estos artefactos se mantuvo sin alteraciones.
Recientemente, en virtud de nuevos antecedentes, distintos autores (Gon-
zález, 2013; Cabello 2016) han respaldado la estrecha relación entre la cultura
Ánimas y la cultura diaguita originalmente planteada por Cornely, llegando
a considerar a aquella como ancestro cultural de esta. Los argumentos que
sustentan tal hipótesis son contundentes. Por una parte, el registro arqueo-
lógico denota una coincidencia en el emplazamiento de sus asentamientos,
situándose los tipos Ánimas I, II y III en niveles anteriores al surgimiento de

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

la cultura diaguita. Además, existe una continuidad en forma y técnicas de


manufactura de un número importante de artefactos, tanto ornamentales
como utilitarios. Por ejemplo, en cuanto a la metalurgia, todas las categorías
de objetos mencionados en la ergología Ánimas se encuentran en la cultura
material diaguita, incorporándose nuevos artefactos solo con la llegada del
Inca (i. e., tumis, tupus, manoplas, hachas, cabezas estrelladas de mazas). En
cuanto a la alfarería, en época diaguita se mantuvo la manufactura de jarros
zapato, escudillas rojas engobadas con lóbulos opuestos en el borde y cuencos
subglobulares. También existe una fuerte correspondencia en la forma de las
puntas de flecha, torteros de piedra o hueso y espátulas. Por último, en ambas
culturas se registra la práctica de deformación craneana del tipo tabular erecta.

La cultura diaguita chilena

A partir del año 1000 d. C., aproximadamente, la cultura diaguita surge y


comienza a consolidarse, hecho que se ve reflejado en el progresivo aumento
de sus asentamientos, los que se extienden gradualmente a lo largo de los tres
valles que conforman su territorio (Elqui, Limarí y Choapa). En su desarrollo
se distinguen claramente dos momentos: el período preincaico, que compren-
de alrededor de cinco siglos de desarrollo independiente (900-1470 d. C.),
y el período de encuentro entre incas y diaguitas (1470-1536 d. C.), lapso
de breve extensión durante el cual se produjo una intensa interacción e in-
fluencia cultural mutua.
En tiempos previos a su incorporación al Imperio inca, la forma de vida
y estrategias de subsistencia del pueblo diaguita no variaron mayormente
respecto de las observadas en la cultura Ánimas. Troncoso (1999, p. 132)
ha propuesto que la organización social descansaba en el modelo de familia
extensa de patrón de asentamiento disperso: se habría tratado de pequeños
agricultores que no generaban grandes excedentes, pero cuya producción les
permitía mantener su autonomía y sustentar sin problemas las necesidades
comunitarias y familiares.
La esmerada elaboración de cerámica –cumbre de un arte geométrico
de sobresaliente belleza–, así como la cuidada ornamentación de los objetos
utilitarios (espátulas, torteros, pendientes e instrumentos musicales de piedra,
hueso y madera, entre otros), sugieren el despliegue de una vida intelectual
muy desarrollada. La misma delicadeza se aprecia en los complejos rituales
mortuorios, que comprenden inhumaciones directas, entierros secundarios

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Paola González Carvajal

y construcción de cistas1, procedi-


mientos que varían en una dimensión
sincrónica y también a través del
tiempo.
Las investigaciones de Rodríguez
(1995 Ms.) y Becker (2003 Ms.) en
el valle del Choapa revelaron una
gran homogeneidad en el tipo y dis-
tribución de las ofrendas cerámicas
Figura 3. Escudilla zoomorfa con representación de
jaguar, procedente de las excavaciones de Francisco
en contextos diaguitas preincaicos,
Cornely en sitio El Olivar, sector R. Museo Arqueoló- considerando distintas categorías de
gico de La Serena, Colección Etnográfica, n° inv. 27. sexo y edad, evidencia que denota
Fotografía de Paola González.
una baja diferenciación en la sociedad
de este período. La excepción la constituyen los contextos mortuorios de in-
dividuos –generalmente de sexo masculino– asociados a artefactos destinados
al consumo de alucinógenos (espátulas, conchas de ostión o tubos): estas
personas, interpretadas como chamanes, poseían un ajuar levemente más
destacado que el resto de la población –dotado, por ejemplo, de un mayor
número de ceramios o de objetos de metal–.
La prevalencia de una concepción de mundo de naturaleza chamánica en
tiempos preincaicos se deduce, por una parte, del ejercicio de prácticas como
el consumo de alucinógenos, y por otra, de ciertas características presentes
en el arte visual (González, 2016). Entre ellas, se encuentra su asociación
a la figura de un alter ego animal, correspondiente en el caso diaguita a un
felino moteado o jaguar (fig. 3), junto con una serie de rasgos intrínsecos que
evidencian la pertenencia de esta visualidad a una antigua tradición de arte
chamánico sudamericano, como lo son: el empleo de complejas simetrías en
sus diseños; ilusión óptica de movimiento y vibración; interminable variabili-
dad de los diseños a partir de formas geométricas simples; principio de horror
vacui; y estructuración según principio de complicación estructural gradual,
entre otras. Tales elementos están presentes en culturas sudamericanas tanto
de tiempos arqueológicos como etnográficos, y aún persiste en comunidades
que practican el arte chamánico, principalmente en el área amazónica. De
particular interés es el vínculo que descubrimos entre el arte visual diaguita
preincaico y los diseños de la cultura Mojocoya (500 d. C.), situada en el

Piedras volcánicas rectangulares dispuestas en forma trapezoidal o rectangular, utilizadas en


1

inhumaciones individuales o colectivas.

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

oriente boliviano (González, 2016). Estas relaciones estilísticas aportan luces


sobre las influencias externas que pudieron gravitar en la configuración de la
singular identidad diaguita.
En otro lugar (González, 2016) hemos planteado que el arte visual dia-
guita preincaico no refleja un sistema de notación ni persigue una finalidad
semántica; se trataría, más bien, de «tecnologías de encantamiento» (sensu
Gell, 1992) que revistieron de agencia social las configuraciones simétricas
antes descritas y que, gracias al empleo de ilusiones ópticas, tales como la
aparición no mimética de animación, producen un estado de cautivación en
el espectador. En comunidades amazónicas actuales, patrones decorativos
de características semejantes desempeñan una función muy importante en
estrategias de sanación chamánica.

Llegada del Inca al mundo diaguita

De acuerdo con las crónicas españolas, en el siglo xv de nuestra era el em-


perador Topa Inca Yupanqui expandió su Imperio (Tawantinsuyu), incor-
porando el territorio habitado por los diaguitas chilenos. Allí, los incas se
encontraron con una sociedad de gran refinamiento espiritual y artístico,
la que sin embargo comenzaría a experimentar grandes cambios –tanto en
su cultura material como en el campo ideológico– a partir de este contacto.
El interés del Tawantisuyu por estas tierras meridionales se centró en las ri-
quezas mineras, particularmente en la región de Copiapó. En compañía de
los diaguitas, iniciaron la explotación de importantes centros metalúrgicos,
entre los cuales se destacan Viña del Cerro (Cervellino, 1991), la mina Las
Turquesas (en El Salvador) y Los Infieles (en el valle de Elqui).
Durante este período se advierten diversas mejoras tecnológicas atribuibles
a la influencia inca. Particularmente en la cerámica, se aprecia una mejoría
en la calidad de la pasta y de los colores, así como un adelgazamiento en las
paredes de las piezas. La producción aumenta y se agregan nuevas formas a
las ya existentes: no solo empiezan a fabricarse localmente modelos de ori-
gen cuzqueño –aríbalos, botellas, ollas con pedestal, platos planos (fig. 4) y
ornitomorfos–, sino que, además, surgen formas originales propias de esta
fase, tales como escudillas campaniformes y keros dobles polícromos (fig. 5).
En otros ámbitos, las labores productivas también se intensifican debido a
la incorporación de mejoras en los sistemas de riego, explotación minera y
metalurgia (Cabello, 2016).

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Paola González Carvajal

La evidencia arqueológica indica


que las estrategias incas de interac-
ción con las comunidades diaguitas
variaron según los distintos valles del
norte semiárido (González, 2008).
Por ejemplo, en los valles de Elqui
y Limarí se observa una fuerte in-
fluencia inca sobre las poblaciones
locales: los grandes cementerios de
esta zona –Altovalsol, Quilacán y
Fundo Coquimbo en el valle de
Elqui, y Estadio Fiscal de Ovalle, en
el de Limarí– reflejan una profunda Figura 4. Plato plano de la fase Diaguita-Inca (vista
integración entre las comunidades superior). Compañía Baja. Museo Arqueológico de La
Serena, Colección Etnográfica, n° inv. 167. Fotografía
locales y los incas, visible en la com- de Paola González.
posición de sus ofrendas mortuorias,
las que contenían vasijas y diseños de
naturaleza mixta, es decir, locales y
cuzqueños (Cantarutti, 2002). En el
valle del Choapa, en cambio, el inca
no se vinculó mayormente con la po-
blación local, manteniendo incluso
una marcada segregación espacial en
sus asentamientos; esto fue lo que se
constató en el centro administrativo
Figura 5. Kero doble fase Diaguita-Inca, procedente del
de Loma Los Brujos en Illapel, el cual rescate arqueológico El Olivar 2016, área FUN 8. Exca-
contenía casi exclusivamente vasijas vada por Paola González y Gabriel Cantarutti. Museo
Arqueológico de La Serena, Colección Etnográfica, n°
e iconografía cuzqueñas (Becker, inv. 59. Fotografía de Nicolás Aguayo.
2003).
El arte de este período se comporta como un verdadero lenguaje visual,
cuyo estudio permite obtener información sobre procesos simbólicos e
ideológicos (González, 1998). A través de la iconografía cerámica y el arte
rupestre se representa gráficamente el principio simbólico de cuatripartición
y mediación entre fuerzas opuestas (masculino/femenino, alto/bajo, derecha/
izquierda). Es evidente el esfuerzo desplegado por los incas para explicar su
imago mundi a los diaguitas, pero en términos locales; un ejemplo de ello es
la integración de unidades mínimas de origen local, como la greca escalonada
(fig. 6), en sus diagramas cuatripartitos (González, 1998).

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

Reflexiones acerca de la secuencia cronológica


de la cultura diaguita y su relación con la tipología cerámica
propuesta por Francisco Cornely

Resulta de interés detenernos en este punto para reconsiderar la secuencia


cultural diaguita propuesta por Francisco Cornely en la década del cincuenta.
Basada en la atribución de un sentido cronológico a las diferencias estilísticas
presentes en la alfarería polícroma diaguita, esta periodificación ha sufrido
solo leves modificaciones (Montané, 1969; Ampuero y Rivera, 1972) desde
que fue postulada. No obstante, el avance en las investigaciones acerca de la
prehistoria diaguita en el valle del Choapa (Rodríguez, 1995; Becker, 2003),
así como las realizadas por Slusser (1950) y por González y Cantarutti (2015
Ms.) en el sitio El Olivar, recomiendan observar con cautela dicha secuencia
cronológica y cultural.
Las etapas de la cultura diaguita que distingue Cornely (1936, 1956) a
partir de las formas y decoraciones que presenta su cerámica polícroma son
cuatro:
- Etapa Arcaica: Compuesta por formas subglobulares y troncocónicas,
decoradas con motivos geométricos simples en el interior y exterior de la
pieza, en colores rojo, negro y blanco. Corresponde a la alfarería Ánimas.
- Etapa Transición: Vasijas globulares donde el campo del diseño es una
banda rectangular bajo el borde en la cara externa de la pieza. Los motivos
consisten en diseños escalonados y ganchos, entre otros. Según el autor,
se aprecian «muchos de los temas usados después, pero con una ejecución
más tosca que en la época siguiente»
(1951, p. 132), cambios que –si-
guiendo a Latcham (1928)– atribuye
a influencias «chinchas» procedentes
de la costa peruana.
- Etapa Clásica: Se observan pla-
tos de mejor factura, paredes rectas y
bases redondeadas. Cornely (1951, p.
132) indica que «los dibujos se hacen
nítidos y el arte de estos indios llega
Figura 6. Escudilla Diaguita-Inca con greca escalo-
nada inserta en rombo. Procedente de la excavación a un verdadero clasicismo muy bien
de la Sociedad Arqueológica de La Serena en el sitio definido». Dentro de esta etapa inclu-
Compañía Baja (El Olivar). Museo Arqueológico de La
Serena, Colección Etnográfica, n° inv. 1105. Fotografía
ye el Cuarto Estilo (Mostny, 1942).
de Paola González. - Etapa Diaguita-Inca: Por in-

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Paola González Carvajal

fluencia inca, en esta etapa se introducen formas cuzqueñas (aríbalos, platos


planos y platos ornitomorfos) y se elaboran platos campaniformes.
Esta organización temporal de los estilos polícromos de la cultura dia-
guita fue modificada posteriormente por Julio Montané (1969), quien sitúa
la cultura Ánimas en una etapa intermedia entre el desarrollo de la cultura
El Molle y la cultura diaguita. Ampuero y Rivera (1972), por su parte, iden-
tifican la denominada «Etapa Arcaica» como una entidad cultural diferente,
que eliminan de plano de la secuencia cultural diaguita, dándole el nombre
de «Complejo Cultural Las Ánimas». Asimismo, en los sitios Compañía de
Teléfonos de La Serena y Punta de Piedra, Ampuero constata cierta diferen-
cia entre las tumbas de las fases I y II de la cultura diaguita, determinando
que la primera se hallaba a mayor profundidad que la otra; estos nuevos
antecedentes lo llevan a integrar en la fase Diaguita I (900-1200 d. C.) dos
estilos diversos: Ánimas IV (o estilo Arcaico de Cornely) y Diaguita estilo
Transición. Con todo, la adscripción de los tipos y decoración cerámicos a
cada fase sigue siendo, en esencia, la misma que la establecida por Cornely
en la década de los cincuenta.
Por esos años, Mary Shepherd Slusser publicó su tesis doctoral basada en
las excavaciones realizadas en 1929 por Samuel Lothrop en el sitio El Olivar
(al que ella se refiere como «Tres Olivos»). En ella afirma que la alfarería de
las etapas preincaicas definidas por Cornely comparten entre sí las mismas
cualidades tecnológicas –métodos de manufactura, pasta, textura, espesor,
dureza y color– y nota además una considerable correspondencia en la forma
de las vasijas (Slusser, 1950, p. 24). La única distinción marcada que perci-
be «se encuentra en su idioma decorativo y sus patrones de ordenamiento.
Pero incluso esto solo sirve para separarlos de una manera gruesa», asegura
(Slusser, 1950, p. 24).
A partir de estas observaciones, Slusser plantea que las etapas de Cornely
son, en realidad, subestilos dentro de un estilo mayor de cerámica polícroma
diaguita chilena –«Coquimbo Polícromo» (Slusser, 1950, p. 25)– a los cuales
no debiera darse un sentido cronológico. Por consiguiente, la autora rede-
fine las etapas de la secuencia temporal de Cornely (a excepción de la etapa
Diaguita-Inca) y las reemplaza por subestilos que designa «Elqui Diseños
Geométricos Finos» (equivalente a la etapa Clásica o Chincha-Diaguita de
Cornely); «Limarí Contorno Blanco» (equivalente al Cuarto Estilo de Most-
ny, 1942); y «Hurtado Negro Geométrico» (equivalente al estilo Arcaico de
Cornely). También define subestilos menos frecuentes, como Tres Olivos
Negro (equivalente al tipo Ánimas II), registrado por Lothrop a mayor pro-

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

fundidad que los demás tipos descritos por la investigadora, asociado a un


entierro de llama.
Para Slusser (1950), ni el contexto de las sepulturas excavadas ni las
trincheras realizadas en depósitos habitacionales de Tres Olivos (El Olivar)
comprueban la secuencia cronológica postulada por Cornely. Por el contrario,

en Tres Olivos, la evidencia relativa a la posición cronológica de los otros estilos polícro-
mos –Limarí Delineado Blanco [Cuarto Estilo], Hurtado Geométrico Negro [Arcaico] y
Tangue Interlocking [variante del estilo Transición]–, con algunas anomalías, en general
apoya una disposición equivalente en el tiempo con el subestilo Elqui Diseños Finos
[Diaguita-Clásico]. (Slusser, 1950, pp. 136-137).

La autora concluye que estos subestilos, más que etapas de una secuencia
cronológica, constituyen

una unidad estilística fluida dentro de la cual operan cambios. Estos cambios se reflejan
en una gradual pérdida de popularidad de las escudillas hemisféricas y escudillas de
paredes bajas con hendidura central en la base en favor de nuevas formas experimenta-
les. Tales como las escudillas de paredes rectas, y gradualmente, en tiempos tardíos se
incorporan formas peruanas como los platos de paredes acampanadas, platos planos y
ornitomorfos y jarros pato. (Slusser, 1950, p. 204).

A su juicio, estas diferencias estilísticas podrían obedecer a variantes


regionales más que a cambios en el tiempo.
Pese a que la investigación de Slusser (1950) adolece de algunas impreci-
siones debido a su temprana data, sus resultados son sumamente relevantes;
por lo demás, muestran una gran coincidencia con los resultados preliminares
que, junto con Cantarutti, obtuvimos en los trabajos de rescate del sitio El
Olivar iniciados a fines del año 2015. En nuestras excavaciones observamos
una permanencia en el tiempo de formas y diseños considerados por Cor-
nely como propios de las etapas Transición y Clásica, los cuales se extienden
incluso hasta el período de contacto entre incas y diaguitas. Lo mismo ha
sido reportado por otros autores en sitios habitacionales y cementerios del
valle del Choapa (Rodríguez, 1995; Becker, 2003).
En definitiva, sin desconocer el enorme aporte a la comprensión de la
cultura diaguita efectuado por Francisco Cornely, es preciso reevaluar la
secuencia cronológica propuesta por el investigador y abstenerse de consi-
derar sin reparos los subestilos cerámicos como diagnósticos de un período
cronológico.

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Paola González Carvajal

Sitio El Olivar o Compañía Baja: piedra angular en la reconstrucción


de la prehistoria de las culturas agroalfareras del norte semiárido

Este sitio arqueológico, de naturaleza habitacional y funeraria, es el asenta-


miento más grande que se conoce para las culturas agroalfareras del norte
semiárido chileno. Se emplaza unos 2 km al este de la línea de costa y entre
2 y 4 km al norte de la ciudad de La Serena. Su superficie se estima en, al
menos, unas 35 hectáreas (González y Cantarutti, 2015 Ms.), parte de la cual
ha sido alterada por la urbanización del sector de Las Compañías.
De sus cerca de siete siglos de ocupación prehispánica continua, la más
intensa corresponde a las culturas Ánimas y diaguita. El sitio también alberga
conchales de la cultura El Molle (0-800 d. C.) que, pese a su naturaleza más
efímera, dan cuenta de la extensa historia cultural contenida en este espacio.
Las primeras noticias relativas a este asentamiento son aquellas propor-
cionadas por el investigador José Toribio Medina a fines del siglo xix, en su
obra Los aboríjenes de Chile (1882). Posteriormente, en 1929, el arqueólogo
Samuel K. Lothrop excavó allí 63 sepulturas (72 individuos humanos y un
camélido), además de cinco trincheras con depósitos habitacionales. El tra-
bajo, patrocinado por el Museum of the American Indian, Heye Foundation
de Nueva York, nunca fue publicado, pero los exhaustivos diarios de campo
del investigador –con valiosa información contextual acerca de los hallazgos
funerarios y habitacionales–, sirvieron como fuente para que, en la década del
cincuenta, Mary Shepherd Slusser elaborara su ya mencionada tesis doctoral
sobre este sitio.
Slusser (1950) detalla que la muestra de vasijas cerámicas completas que
se recobraron en «Tres Olivos» –como denomina a este sitio– totalizó 88
unidades, a lo que se suma un número no especificado de fragmentos cerá-
micos. Asimismo, informa que Lothrop registró dos modos de sepultación
principales (entierros primarios y secundarios), con la posible agregación de
un tercero (cremación). Los entierros primarios sumaron 33, dispuestos en 27
sepulturas; los cuerpos se encontraban en posiciones extendidas o flectadas,
depositados en cistas de piedra volcánica o directamente en tierra. Las sepul-
turas secundarias (o esqueletos desarticulados), en tanto, ascendieron a 24
sepulturas, con 32 esqueletos. Once sepulturas no fueron clasificadas y siete
se encontraban totalmente disturbadas. La minuciosa descripción de estos
contextos funerarios que aporta la autora configura un valioso antecedente
para la comprensión de las prácticas mortuorias diaguitas y su variación a
través del tiempo.

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

Paralelamente, la importancia del sitio El Olivar fue recalcada por


Francisco Cornely (1936, 1951, 1956), quien en sus excavaciones recobró
un gran número de objetos, principalmente alfarería, cuya mayor parte fue
depositada en el Museo Arqueológico de La Serena. Cornely concibe El
Olivar como un gran cementerio, sin reparar en los estratos habitacionales
que también conforman este sitio arqueológico, los que sí fueron descritos
por Slusser (1950). El investigador registra 20 grupos de enterratorios, sepa-
rados entre sí por espacios de 50 a 100 m (Cornely, 1936, 1956). Cada una
de estas agrupaciones (que el investigador designó con letras de la «A» a la
«U») concentraba entre 30 y 80 entierros de distinta adscripción temporal
(Cornely, 1936, p. 35; 1956, p. 69). Lamentablemente, la descripción de
estos contextos es bastante precaria; se ignora, por ejemplo, la información
relativa a sexo, edad y posición de los individuos, así como sus asociaciones
contextuales.
En cuanto a las prácticas mortuorias, Cornely (1936, p. 36) describe el
entierro en cistas individuales y colectivas con orientación hacia el este, las
cuales adscribe a la etapa Clásica. Reporta asimismo inhumaciones directas,
algunas asociadas a camélidos y otras con ofrendas correspondientes a alfarería
de estilo Clásico. También menciona tumbas más profundas (1,3-1,5 m de
profundidad) dispuestas a veces bajo entierros en cistas, asociadas a alfarería
de estilos Transición y Arcaico (1936, p. 37).
En El Olivar, Cornely recobró alfarería de la cultura Ánimas y de todas
las fases de la cultura diaguita, incluyendo el período de contacto con los
incas. Artefactos de otras materialidades incluyen objetos líticos (puntas
de proyectil, pulidores, cuentas, instrumentos musicales, torteras); objetos
metálicos (pinzas, aros, brazaletes, cinceles y anzuelos de cobre); objetos de
hueso (espátulas para consumo de alucinógenos, punzones, tubos); objetos
de concha (cuentas, pendientes) y trozos de pigmento rojo y blanco, entre
otros (Cornely, 1936, p. 37; 1956, p. 76). Todos, sin embargo, desprovistos
de datos de contexto, lo que limita su interpretación y el establecimiento de
asociaciones.

Resultados del análisis de las colecciones


del Museo Arqueológico de La Serena procedentes del sitio El Olivar

En el marco del proyecto Colecciones Digitales de la Subdirección de In-


vestigación de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), se
ficharon 135 vasijas cerámicas de gran valor patrimonial procedentes del sitio

13
Paola González Carvajal

El Olivar. En ellas se detectó una amplia variabilidad interna, registrándose


26 formas cerámicas diferentes, de las cuales la mayor parte no supera una
representación de tres ejemplares (es decir, fluctúa entre el 0,74 % y el 2,22 %
del total de la muestra). Dentro de este universo, se registraron formas cerámicas
introducidas por los incas, tales como aríbalos (1,48 %), una botella (0,74 %),
platos planos (2,22 %), platos ornitomorfos (2,22 %) y cuencos ornitomorfos
(1,48 %). Otras vasijas cerámicas –un cuenco zoomorfo trípode (0,74 %),
escudillas Diaguita III (2,22 %) y fuentes (7,4 %)– evidencian influencia
incaica en aspectos decorativos o morfológicos. Se identificaron también
formas desarrolladas en épocas preincaicas, pero cuyo límite temporal podría
extenderse a tiempos incaicos, tales como cuencos (3,7 %), escudillas Dia-
guita I (12,6 %) y Diaguita II (15,5 %), escudillas rojo engobadas (1,48 %),
escudillas zoomorfas (4,4 %), escudillas subglobulares (2,22 %), un plato
hondo Diaguita II (0,74 %) y otro Diaguita I (0,74 %). Solo dos vasijas
corresponden a la cultura Ánimas: una escudilla Ánimas IV (0,74 %) y una
escudilla Ánimas I (0,74 %). Existe también un conjunto de vasijas compar-
tidas por las comunidades Ánimas y diaguita, el que incluye ollas (2,22 %),
jarritos miniatura (1,48 %), jarros zapato en su variante simple (24,24 %)
y antropomorfa (7,4 %) (fig. 7), y una urna (0,74%). En la muestra también
se registraron dos vasijas globulares antropomorfas monocromas (1,48 %) re-
cobradas en 1948 por la Sociedad Arqueológica de La Serena, cuya adscripción
cultural es probablemente diaguita. Destaca también el registro de una escu-
dilla de la cultura Copiapó (0,74 %)
proveniente de las excavaciones de
Pinamar (fig. 8).
En cuanto a la procedencia de las
colecciones custodiadas por el Mu-
seo Arqueológico de La Serena, 39
vasijas, correspondientes al 28,9 %,
solo especifican que fueron encon-
tradas en el sitio Compañía Baja
(El Olivar). De las restantes –que
sí portan más datos–, un 11,85 %
procede de las excavaciones realizadas
por la Sociedad Arqueológica de La Figura 7. Jarro zapato antropomorfo procedente de
Serena; un 2,96 %, de las efectuadas las excavaciones de Francisco Cornely en Compañía
Baja (El Olivar), sector R. Museo Arqueológico de La
por Rosado, Castillo, Biskupovic Serena, Colección Etnográfica, n° inv. 72. Fotografía
y Ampuero (1989); otro 2,96 %, de Paola González.

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

de las excavaciones de Brillamar


(Cantarutti y Cabello, 2010); un
2,96 % corresponde a piezas re-
cobradas en un rescate en el sector
de Brillador; y un 2,2 %, proviene
de las excavaciones de Pinamar
(Quevedo y Garrido, 2008 Ms.).
A partir del estudio de los
Figura 8. Escudilla cultura Copiapó. Excavada por Silvia
libros de inventario del Museo,
Quevedo y Francisco Garrido (2008) en Pinamar (Com- fue posible identificar también
pañía Baja, La Serena). Museo Arqueológico de La Serena, la asociación de un conjunto de
Colección Etnográfica, n° inv. 14.819. Fotografía de Paola
González. piezas a cementerios específicos
excavados por Francisco Cornely.
Dicho análisis arrojó que un 47,4 % (64 vasijas) fue recobrado del sector R;
un 0,74 %, del sector U; y un 2,22 %, del sector W.

Excavaciones en el sitio El Olivar


con posterioridad a los trabajos de Francisco Cornely

Las excavaciones realizadas en décadas recientes dan cuenta de un espacio


temporal que abarca desde la cultura Ánimas hasta el período Diaguita-Inca.
En 1989, María Rosado, Gonzalo Ampuero, Gastón Castillo y Marcos
Biskupovic rescataron un conjunto de cistas saqueadas correspondientes a
tiempos diaguita-incaicos en el extremo NE del sitio El Olivar. El análisis de
antropología física efectuado por María Rosado y Marcela Urízar (2015) a 29
individuos, la mayoría adultos, concluye que se trataría de una población de
élite, ya que no se detectaron signos de estrés físico ni de privación alimen-
taria. Acotamos que las vasijas recobradas en esta excavación, fichadas en el
Museo Arqueológico de La Serena, corresponden todas a formas de origen
cuzqueño, las que incluyen un aríbalo, dos platos ornitomorfos y un plato
plano. Proceden de esta excavación también un anillo, un aro de plata y un
collar de turquesas. Dichos materiales culturales, considerados en conjunto
con el análisis de antropología física, confirman la existencia en este sector
de una población fuertemente influida por el Inca y poseedora de un estatus
social diferenciado.
Por su parte, Silvia Quevedo y Francisco Garrido (2008 Ms.) practicaron
un rescate en el sitio dentro del contexto del proyecto inmobiliario Pina-
mar, investigación que no ha sido publicada. Describen el hallazgo de áreas

15
Paola González Carvajal

de enterratorio y depósitos habitacionales compuestos por conchales con


abundante material cerámico y óseo, donde predomina la dieta marina. La
adscripción cultural de este sitio comprende a las culturas Ánimas y diaguita
en todas sus fases.
Dos años más tarde se realizó un nuevo rescate arqueológico, esta vez en el
sector de Brillamar (Cantarutti y Cabello, 2010 Ms.). Pacheco y colaboradores
(2015) analizan los contextos mortuorios recobrados en estas excavaciones,
que incluyen entierros primarios y secundarios dispuestos directamente en
tierra correspondientes a 40 individuos de distintos rangos de edades, con
una alta proporción de lactantes (n=12). De 22 individuos cuyo género
logró identificarse, 12 resultaron femeninos y 10, masculinos. La posición
predominante en los entierros primarios es decúbito lateral con los miembros
flectados. Asimismo, se describen entierros de humanos asociados a camélidos;
aquellos con camélidos articulados sugieren un patrón mortuorio Ánimas y
la continuación de esta práctica en tiempos diaguita. Las sepulturas restantes
se atribuyen a comunidades diaguitas preincaicas.
La alfarería recuperada en Brillamar incluye fragmentos Ánimas III,
jarros zapato, escudillas estilo Transición y estilo Clásico, escudillas zoomor-
fas, cuencos monocromos y grandes fragmentos de cerámica gruesa. Dos
individuos de sexo masculino presentaron ofrendas asociadas al consumo de
alucinógenos (espátulas, tubo y valva de molusco). Las ofrendas mortuorias
también comprenden artefactos líticos (puntas de proyectil y mano de moler)
e instrumentos de metal (anzuelo de cobre) y de hueso (cuchillón de hueso
de cetáceo), entre otras.

Excavaciones recientes en el sitio El Olivar


en el marco de la construcción de la doble vía La Serena-Vallenar

El año 2014, en el contexto de la ejecución del Proyecto Mejoramiento Ruta


5 MOP-Sacyr, se detectaron osamentas humanas de naturaleza prehispánica
(Lucero y Velásquez, 2014 Ms.). El hallazgo obligó a cesar las obras en un
polígono de 380 m de largo por 50 m de ancho, área donde el Consejo de
Monumentos Nacionales ordenó efectuar una caracterización arqueológica y
posterior rescate, labor encargada a los arqueólogos Paola González y Gabriel
Cantarutti (2015 Ms.).
En la etapa de caracterización se excavaron 452 pozos de sondeo dentro
de 8 ejes, tarea que aportó un formidable registro de materiales arqueológicos
cuidadosamente documentados. Se identificaron al interior de este polígono

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

tres tipos de áreas arqueológicas: a) 8 áreas funerarias, además de 14 sepulturas


aisladas; b) 29 áreas con depósitos de basuras tipo conchal; y c) 6 áreas de
actividades domésticas. De los pozos excavados, 26 evidenciaron rasgos no
funerarios (fogones, estructuras de piedra, pisos de habitación). Todos estos
resultados evidencian una gran proximidad entre los contextos habitacionales
y mortuorios, y abren una ventana muy valiosa para comprender la dimensión
cotidiana de las comunidades Ánimas y diaguita. Para esto, sin embargo, aún
resta llevar a cabo excavaciones extensivas.
En lo que respecta a la adscripción cultural de los materiales registrados
en la etapa de sondeos, estos corresponden mayoritariamente a la cultura
diaguita, en sus fases I (900-1200 d. C.) y II (1200-1470 d. C.). Las eviden-
cias asociables a la fase Diaguita-Inca se circunscribieron principalmente al
sector norte del área de estudio. El material cerámico asociado a la cultura
Ánimas (tipos I, II y III) coincide espacialmente con los sectores de ocupación
diaguita. La ocupación habitacional Molle (0-600 d. C.), de poca densidad,
aparece en áreas de conchal en niveles más profundos.
En diciembre de 2015 se inició la etapa de rescate del proyecto, también
a cargo de los arqueólogos Paola González y Gabriel Cantarutti. La operación
se inició en las áreas funerarias FUN 6 y FUN 8, debido a que los sondeos
detectaron en ellas un mayor número de sepulturas (n=11). Luego de trece
campañas de excavación, en las que participó un equipo multidisciplinario de
70 profesionales (30 arqueólogos, 25 antropólogos físicos y 15 conservadores),
se logró excavar una superficie de 332 m2. En las áreas funerarias FUN 6 y
FUN 8 se rescataron 213 cuerpos humanos articulados (71 adultos y 142
subadultos), 44 entierros secundarios y 23 osarios. A ellos se sumaron 56
camélidos articulados y 4 cánidos, además de una gran cantidad de material
arqueológico cerámico, lítico y óseo. Las vasijas cerámicas completas denotan
un fuerte componente Ánimas, particularmente en sus fases III y IV, así como
diaguita en sus fases pre- y postincaicas.
En definitiva, las áreas funerarias FUN 6 y FUN 8 pueden definirse como
necrópolis, con una densidad de entierros sin precedente en la prehistoria
regional. Esta ocupación de naturaleza funeraria se mantuvo por al menos
siete siglos con idéntica función, albergando entierros de las culturas Ánimas
y diaguita en todas sus fases.
Atendiendo al extraordinario valor de las áreas rescatadas y a su enorme
densidad, en mayo de 2016 los investigadores a cargo solicitaron al Consejo de
Monumentos Nacionales la preservación de este polígono. Hasta el momento,
sin embargo, no se ha instruido ningún cambio en el proyecto original, que
contempla la construcción de una doble vía vehicular sobre el sitio.

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Paola González Carvajal

Alcance e interpretación preliminar de los estudios recientes


en el sitio El Olivar

En los párrafos precedentes hemos realizado una apretada síntesis del estado
de conocimiento de las culturas Ánimas y diaguita, así como de los diversos
trabajos realizados en el sitio El Olivar a través del tiempo. Lamentablemente,
las extensas intervenciones realizadas por Francisco Cornely derivaron en un
registro contextual bastante deficiente, debido a su falta de formación arqueo-
lógica. Semejante escasez de información constituyó una grave falencia para
la cabal comprensión de las culturas Ánimas y diaguita en general, dado que
la reconstrucción de su prehistoria dependió, por largas décadas, del estudio
de valiosas colecciones arqueológicas carentes de contexto.
Precisamente este aspecto es el que han venido a subsanar, en parte, las
recientes y amplias excavaciones en el sitio El Olivar. En particular, la inves-
tigación que llevamos a cabo junto con Gabriel Cantarutti –con la colabora-
ción de un extenso equipo de profesionales y el financiamiento de la empresa
Sacyr S. A.– ha permitido establecer información contextual pormenorizada
acerca de las comunidades Ánimas y diaguita, especialmente en lo relativo a
sus prácticas mortuorias.
En las áreas funerarias FUN 6 y FUN 8 se encuentran representadas
las sociedades Ánimas y diaguita en su conjunto. La investigación realizada
permitirá una reconstrucción más acabada de estos pueblos prehispánicos a
partir de la caracterización de una amplia gama de actores sociales según el
tratamiento diferencial que les fue otorgado, así como del estudio de mate-
rialidades de diversidad inusitada. Ya no solo contamos con hermosas vasijas
sin contexto para reconstruir parcialmente nuestra prehistoria: luego de este
rescate, serán hombres, mujeres y niños concretos quienes darán luces acerca
de una historia cultural de siete siglos.
Las interrogantes que podrán ser respondidas una vez que los análisis
especializados sean efectuados son múltiples y muy variadas: cronología,
procedencia, salud, calidad de vida, relaciones de género, dieta, conocimien-
tos tecnológicos, prácticas culturales y procesos sociales son algunos de los
aspectos que, bajo la atenta mirada de diversos especialistas, estos registros
contribuirán a dilucidar.
En el presente artículo hemos puesto de manifiesto cuán inextricable es
el vínculo entre las culturas Ánimas y diaguita –tanto como para poner en
tela de juicio si efectivamente estamos frente a dos entidades diferenciadas–.
Esperamos, pues, que este registro aporte nuevos antecedentes acerca del

18
Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

proceso de génesis de esta a partir de aquella. Por lo pronto, hemos constatado


la continuidad de la práctica de entierro de camélidos en las primeras etapas
de la cultura diaguita. También la identificación de escudillas Ánimas III en
contexto ayudará a afinar aspectos cronológicos.
En tanto, la identificación de ofrendas de artefactos de oro en contextos
Ánimas informa sobre una mayor complejidad social en estas comunidades
(sepulturas N° 4 y N° 166). Los objetos metalúrgicos hacen evidente la
existencia de fuertes vínculos Ánimas con el Noroeste Argentino, mientras
que otros artefactos –por ejemplo, las espátulas para consumo de alucinóge-
nos– sugieren un nexo con San Pedro de Atacama en tiempos diaguitas. Las
ofrendas mortuorias han permitido distinguir el desarrollo de actividades
diferenciadas, como caza, consumo de alucinógenos, textilería y ejecución
musical, entre otras. En relación a esta última, destacamos el hallazgo de
dos hombres con instrumentos musicales de viento, probablemente flautas,
construidos a partir de huesos cilíndricos ensamblados (sepulturas N° 166 y
N° 84); su morfología no ha sido descrita antes en la cultura material Áni-
mas. En el caso de los instrumentos para la confección de textiles (torteras,
vichuñas y agujas de hueso), su presencia ha sido constatada exclusivamente
en ajuares femeninos.
Por su parte, los contextos mortuorios diaguitas permiten inferir la
realización de un conjunto variado de actividades, como aquellas asociadas
al mar (ofrenda de remo de mandíbula de cetáceo, anzuelos), elaboración
de textiles y caza. La práctica de consumo de alucinógenos se observa en
artefactos asociados mayoritariamente a hombres, pero también a algunas
mujeres. Otro aspecto de interés es la evidencia de una gradual evolución de
su arte visual abstracto, que avanza desde diseños más toscos y simples hasta
versiones complejas, con simetrías bien ejecutadas.
Destaca el hallazgo de una hilera de tres sepulturas de cistas, parcialmente
disturbadas, que adscribimos tentativamente a la fase Diaguita II, mismo
período en el que detectamos también inhumación directa y entierros se-
cundarios. Cabe la posibilidad de que estas variaciones denoten diferencias
sociales al interior de la comunidad.
Los antecedentes recobrados acerca del período Diaguita-Inca también
resultan relevantes. Con frecuencia se encuentran ofrendas cerámicas cuya
decoración presenta diseños tanto diaguitas como cuzqueños, reflejo del armó-
nico encuentro entre ambas culturas. Un buen ejemplo de ello lo constituyen
dos piezas procedentes de la sepultura N° 59, asociadas a un lactante de 6
a 18 meses: el ajuar consta de un cuenco felinomorfo decorado con patrón

19
Paola González Carvajal

ondas (de origen diaguita) y un diseño ajedrezado (de origen cuzqueño), y


de un kero doble con asa zoomorfa (felino) que también luce un diseño local
y otro cuzqueño en cada uno de sus vasos.
Llama poderosamente la atención el tratamiento que las comunidades
Ánimas y diaguita dieron a sus niños, lactantes y neonatos. Se observa en
estos contextos una cuidadosa pre-
paración, ejecutada de acuerdo con
diferentes patrones; entre ellos resal-
tamos la asociación de niños a jarros
zapato pequeños; la ofrenda de vasijas
polícromas y monocromas; ajuares
compuestos de guijarros y conchas;
y ofrendas de collares o cuentas de
concha y malaquita. Algunos jarros
zapato pequeños presentan una for-
Figura 9. Jarro zapato pequeño asociado a lactante (se- ma y modelado semejante a un pecho
pultura n° 21). Procedente del rescate arqueológico El
Olivar, a cargo de Paola González y Gabriel Cantarutti. femenino, como en el caso de la vasija
Fotografía de Paola González. asociada a la sepultura N° 21(fig. 9).

Reflexiones finales y perspectivas futuras

La enorme herencia cultural diaguita aún sobrevive en el norte semiárido


chileno, expresada en numerosas costumbres, conocimientos y prácticas
tradicionales que continúan desarrollándose en las regiones de Atacama
y Coquimbo. Los bailes chinos (fig. 10), declarados por la Unesco como
Patrimonio de la Humanidad, constituyen un testimonio de esta persisten-
cia: la tecnología de las flautas que
utilizan actualmente estos músicos
danzantes –diseñada para producir su
característico sonido «rajado»– tiene
su antecedente en flautas (antaras y
pitos acodados) de la cultura diaguita
(Pérez de Arce, 2000). Este patrimo-
nio cultural de raíz prehispánica se
expresa también en la subsistencia de
técnicas tradicionales de manufactura Figura 10. Homenaje del Baile Andacollino N° 8 a
alfarera, telares y conocimientos so- los ancestros del sitio El Olivar. Al centro, el flautista
Juan León, septiembre de 2016. Fotografía de Nicolás
bre plantas medicinales, entre otros. Aguayo.

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Sitio El Olivar: su importancia para la reconstrucción de la prehistoria de las comunidades ...

Desde el año 2006, la Ley 19.253 reconoce oficialmente al diaguita como


uno de los pueblos indígenas de Chile, en virtud del proceso de etnogénesis
iniciado en Alto Huasco (Región de Atacama). La comunidad indígena dia-
guita Taucán, establecida en el valle de Chalinga (provincia de Choapa), fue
la primera en obtener reconocimiento estatal en 2013, y desde entonces ha
ido creciendo el número de agrupaciones indígenas que se autoidentifican
como diaguitas. Estamos seguros de que la puesta en valor del sitio El Oli-
var y la integración de los antiguos y nuevos antecedentes aportados por las
investigaciones científicas de las que ha sido objeto contribuirán a fortalecer
los procesos identitarios y la calidad de vida de los habitantes actuales, así
como de las nuevas generaciones del norte semiárido chileno.

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