DOC-20241222-WA0004.

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 17

Devocionario para la

Corona de Adviento
(Cuarto domingo de Adviento)

Creado por: un esclavo de María


Santísima

Dedicado a la más santísima y purísima Encarnación


del Verbo Eterno de Dios
Instrucciones y notas:
¡Salve María! El propósito de este pequeño devocionario es para
poder tener una estructura básica y sana para cuando se vaya hacer la
Corona de Adviento. Cumple el fin de promover la devoción general en
familia, ya que en el Adviento y el tiempo de Navidad es primordial
fortalecer la familia en imagen y semejanza a la Sagrada Familia de
Nazaret que estaba en proceso de formación. (Desde toda la eternidad
estaba formada y realizada pero me refiero en el plano terrenal). A
continuación les dejo unas instrucciones sencillas de cómo funciona este
devocionario en el cual existe una cierta libertad para lo que las familias
quieran hacer. Esta es una segunda edición y está sujeta a mejoras; recen
por mí, por mi familia, y que Dios bendiga todo aquel que reciba este
devocionario.
❖ Va ser un devocionario para los cuatro domingos de Adviento que
incluye el día de Navidad.
❖ La letra grande es con el propósito que todos lo puedan leer con
comodidad, en especial personas mayores o que usan el celular.
❖ Recalcó que existe una libertad en lo que decida cada uno hacer
con cada domingo de Adviento ya que este devocionario va incluir
varias lecturas. Hay algunas que son opcionales y otras que si son
de un carácter principal. Depende del tiempo que se disponga.
❖ Es necesario un espíritu de recogimiento y silencio general para
disponerse correctamente para hacer esta devoción.
❖ Cualquier instrucción en el devocionario (será de esta forma)
Cuarto domingo de Adviento

℣. Deus ✠ in adjutórium meum ℣. Dios ✠ mío, ven en mi auxilio.


inténde. ℟. Señor, date prisa en socorrerme.
℟. Dómine, ad adjuvándum me festína.

Glória Patri, et Fílio, * et Spirítui Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu


Sancto. Santo.
Sicut erat in princípio, et nunc, et Como era en el principio, ahora y
semper, * et in sǽcula sæculórum. siempre, * por los siglos de los siglos.
Amen. Amén.

Comentario del Misal para este dia

“En las tres primeras semanas de Adviento, diríase que la Iglesia nos ha
dicho a sus hijos todo lo que tenía que decirnos sobre el Mesías esperado
y sobre nuestras disposiciones para recibirlo. Por eso, en esta Misa hace
una especie de recapìtulación de todas las precedentes, sin agregar nada
nuevo, y saca a escena a los tres personajes que han figurado en la
Liturgia de esta temporada: a Isaías, que manda a los cielos nos envíen al
Justo en suave rocío de bendición; a Juan Bautista, que nos exhorta a
terminar de preparar el camino del Señor; y a María, llena Ella de gracia
y llenas sus entrañas con la carga santísima de Jesús. Y puesto que
nuestra Madre la Iglesia da hoy por casi terminada su misión de
prepararnos para Navidad, ¡examínate, cristiano, si tú estás ya preparado
para salir al encuentro del Salvador!

Han llegado los tiempos en que van a cumplirse las profecías. Estamos
en el año quince del reino de Tiberio; Poncio Pilato gobierna Judea;
Herodes, Galilea; Anás y Caifás son los sumos pontífices... Los grandes
acontecimientos de la economía de la salvación tienen en la historia una
fecha determinada, pero son de un alcance universal. En las riberas del
Jordán proclama San Juan Bautista, después de Isaías: «Preparad el
camino al Señor... Todo hombre verá la salvación de Dios.”

Oración para encender la vela del día

Oremos.
Te pedimos, Dios Padre Todopoderoso, que por los merítos del Sagrado
Corazón de Jesús y de la Preciosisima Sangre por El derramada, sean
nuestros corazones preparados para contemplar el sagrado misterio de la
Encarnación del Verbo Eterno de Dios. Te suplicamos, en unión con los
Patriarcas y los Profetas que esperaron ardientemente la venida del
Mesías, que podamos vivir el tiempo de Adviento para pedir perdon por
nuestros pecados, sacrificar nuestro orgullo, y doblegarnos a tu
Santisíma Voluntad en unión a la ayuda maternal de la Santisíma Madre
de Dios. Amen.

Todo lo pedimos a ti, Oh Padre Eterno, en honor al apostolado, santidad,


y sacrificio de San Juan Bautista, Padre Nuestro…Dios te Salve
María…Gloria al Padre… (Se enciende la vela)

(Ahora se leen las lecturas de la Santa Misa para el día de hoy. Se


puede omitir si ya se han leido o escuchado.)
INTROITUS - RORÁTE CÆLI INTROITO - CIELOS, enviad
desuper, et nubes pluant justum: rocío de lo alto, y nubes, lloved al
aperiátur terra, et gérminet Justo; ábrase la tierra, y brote al
Salvatórem. V/. Cæli enárrant Salvador. V/. Los cielos cantan la
glóriam Dei: et ópera mánuum gloria de Dios, y pregona el
ejus annúntiat firmaméntum. V/. firmamento las obras de sus
Glória Patri et Filio et Spiritui manos. V/. Gloria al Padre, y al
Sancto. Sicut erat in principio et Hijo y al Espíritu Santo. Como era
nunc et semper, et in saecula en el principio, ahora y siempre,
saeculorum. Amén. por los siglos de los siglos. Amén.

ORATIO - EXCITA, quǽsumus, ORACIÓN COLECTA:


Dómine, poténtiam tuam. et veni: MUESTRA, Señor, tu poder y
et magna nobis virtúte succúre; ut ven, y socórrenos con tu gran
per auxilliam grátiæ tuæ, quod fortaleza; para que tu misericordia,
mostra peccáta præpédiunt, siempre propicia, se apresure a
indulgéntia tuæ propitiatiónis darnos graciosamente los auxilios
accéleret: Qui vivis et regnas cum que nuestros pecados nos retardan.
Deo Patre in unitate Spritus Sancti Tú que vives y reinas con Dios
Deus, per omnia saecula Padre, en la unidad del Espíritu
saeculorum. Amén. Santo, y eres Dios por los siglos
de los siglos. Amén.
LECTIO EPÍSTOLÆ BEÁTI
PAULI APÓSTOLI AD Lección de la carta del Apóstol
CORINTHIOS. san Pablo a los Corintios.

Fratres: Sic nos exístimet homo ut


minístros Christi, et dispensatóres Hermanos: Que la gente solo vea
mysteriórum Dei. Hic iam en nosotros servidores de Cristo y
quǽritur inter dispensatóres, ut administradores de los misterios
fidélis quis inveniátur. Mihi autem de Dios. Ahora, lo que se busca en
pro minimo est, ut a vobis júdicer, los administradores es que sean
aut ab humáno die: sed neque fieles. Para mí lo de menos es que
meípsum júdico. Nihil enim mihi me pidáis cuentas vosotros o un
cónscius sum: sed non in hoc tribunal humano; ni siquiera yo
justificátus sum: qui autem júdicat me pido cuentas. La conciencia, es
me Dóminus est. Itaque nolíte ante verdad, no me remuerde; pero
tempus judicáre, quoadúsque tampoco por eso quedo absuelto:
véniat Dóminus: qui et illuminábit mi juez es el Señor. Así, pues, no
abscóndita tenebrárum, et juzguéis antes de tiempo, dejad
manifestábit consília córdium et que venga el Señor. Él iluminará
tunc laus erit unicuíque a Deo. lo que esconden las tinieblas y
pondrá al descubierto los
designios del corazón; entonces
cada uno recibirá de Dios lo que
merece.

GRADUALE. PROPE EST Gradual. - CERCA ESTÁ el


Dóminus ómnibus invocántibus Señor de todos los que le invocan,
eum in veritáte. V/. Laudem de verdad. V/. Mi boca hablará la
Dómini loquétur os meum: et alabanza del Señor, y bendecirá
benedícat omnis caro nomen toda criatura su santo nombre.
sanctum ejus.

ALLELÚIA, ALLELÚIA. V/. ALELUYA, ALELUYA. V/. Ven,


Veni Dómine, et noli tardáre: Señor, y no tardes; perdona los
reláxa facínora plebis tuæ Israël. pecados de tu pueblo Israel.
Allelúia Aleluya.
+SEQUÉNTIA SANCTI +Continuación del Santo
EVANGÉLII SECÚNDUM Evangelio según San Lucas
LUCAM.
En el año decimoquinto del
Anno autem quintodécimo impérii imperio del emperador Tiberio,
Tibérii Cǽsaris, procuránte Póntio siendo Poncio Pilato gobernador
Piláto Judǽam, tetrárcha autem de Judea, y Herodes tetrarca de
Galilǽæ Heróde, Philíppo autem Galilea, y su hermano Filipo
fratre eius tetrárcha Iturǽæ, et tetrarca de Iturea y Traconítide, y
Trachonítidis regiónis, et Lysánia Lisanio tetrarca de Abilene, bajo
Abilínæ tetrárcha, sub princípibus el sumo sacerdocio de Anás y
sacerdótum Anna et Cáiapha, Caifás, vino la palabra de Dios
factum est verbum Dómini super sobre Juan, hijo de Zacarías, en el
Joánnem, Zaccharíæ fílium, in desierto. Y recorrió toda la
desérto. Et venit in omnem comarca del Jordán, predicando un
regiónem Jordánis, prǽdicans bautismo de conversión para
baptísmum pœniténtiae in perdón de los pecados, como está
remissiónem peccatórum, sicut escrito en el libro de los oráculos
scriptum est in libro sermónum del profeta Isaías: «Voz del que
Isaíæ prophétæ: "Vox clamántis in grita en el desierto: Preparad el
desérto: Paráte viam Dómini: camino del Señor, allanad sus
rectas fácite sémitas ejus: omnis senderos; los valles serán
vallis implébitur: et omnis mons, rellenados, los montes y colinas
et collis humiliábitur: et erunt serán rebajados; lo torcido será
prava in dirécta, et áspera in vias enderezado, lo escabroso será
planas: et vidébit omnis caro camino llano. Y toda carne verá la
salutáre Dei." salvación de Dios».

(Primera lectura de meditación)

“POR LA PENITENCIA Y LA EXENCIÓN DEL PECADO NOS


DISPONEMOS A RECIBIR A JESUCRISTO”. Meditación del
Cuarto Domingo de Adviento por San Juan Bautista de la Salle

Que por la penitencia y la exención del pecado nos disponemos a recibir


a Jesucristo.
Recorría san Juan, según nos dice el evangelio de hoy, toda la región
próxima al Jordán, predicando el bautismo de penitencia para la
remisión de los pecados, con el fin de preparar a los judíos para la
venida de Jesucristo Nuestro Señor.
Con tal proceder nos enseña el Santo que la principal de todas las
disposiciones que han de tenerse para recibir al Señor, es la penitencia y
el alejamiento de todo pecado. Y, por consiguiente, que a ella debemos
aplicarnos especialmente, porque la penitencia lava y purifica el alma de
las manchas que la afean.
"Bautismo" la llama sencillamente san León, y " bautismo doloroso " la
denomina a su ejemplo san Gregorio Nacianceno. Según san Ambrosio,
David alude a este bautismo cuando dice que se consumió de tanto
gemir y suspirar; que lavaba todas las noches su lecho con lágrimas y
que bañaba con ellas el estrado en que dormía.
Eso deberíamos poder afirmar también nosotros, a imitación de David -
pues no tenemos menor necesidad que él de penitencia - si deseamos que
venga a nosotros Jesucristo. Por tanto, como dice la glosa, " expíe cada
uno sus antiguos pecados con la penitencia, a fin de acercarse a la
salvación que había perdido, y recobrar así la facilidad para volverse a
Dios, de quien estaba alejado".
De ahí que dame Dios por un profeta: Convertíos a mí por el ayuno, las
lágrimas y los gemidos; porque éstos son, en verdad, los medios más
seguros para volver de nuevo a Dios cuando se le ha perdido. Son
también los que más contribuyen a conseguir la pureza de corazón, que
con tanta insistencia pedía David al Señor y que le obligaba a exclamar,
dirigiéndose a Él: Lávame más y más de mis iniquidades y purifícame
de todos mis pecados.
Este rey penitente estaba bien persuadido de que las manchas del alma
pecadora sólo pueden lavarse con lágrimas que manan del corazón
humilde y contrito, como de propia fuente.
Pidamos con frecuencia a Dios la gracia de que nos lave tan
perfectamente, que no persista ya en nosotros rastro alguno de culpa. Y
contribuyamos por nuestra parte a ello con la penitencia que, para su
expiación, practiquemos.
Dícese de san Juan que predicaba la penitencia para la remisión de los
pecados, por ser ella la que consigue su perdón a quienes tienen a Dios
ofendido, conforme lo asegura san Pedro a los judíos en los Hechos de
los Apóstoles: Haced penitencia, les dice, y convertíos, para que
vuestros pecados se os perdonen.
Porque ése es el fin propio de la penitencia: sólo ella puede aplacar el
corazón de Dios, irritado contra los pecadores, como lo atestigua Él
mismo por Ezequiel con estas palabras: Si el impío hiciere penitencia de
todos sus pecados, si guardare mis preceptos y obrare según equidad y
justicia; no me acordaré Yo más de sus iniquidades, ni éstas le serán ya
imputadas.
Y san Pedro, predicando al pueblo judío para anunciarle las verdades del
Evangelio, dice: Haced penitencia para obtener el perdón de los pecados.
Los ninivitas, que tenían irritado al Cielo con sus desórdenes, lograron,
según afirma san Jerónimo, que Dios revocase la sentencia pronunciada
contra ellos de destruir su ciudad, gracias únicamente a la conversión de
sus corazones, rendidos a la predicación de Jonás y a las instancias del
rey. Como agrega san Ambrosio, no hallaron otro recurso para alejar las
desdichas de que se veían amenazados, sino ayunar de continuo, y
cubrirse de saco y ceniza, para aplacar la ira de Dios.
Ese será el camino por donde conseguiréis también vosotros la remisión
de todos los pecados que cometisteis en el siglo, y de aquellos en que
incurrís ahora todos los días, en la casa de Dios. Pues, como dice san
Jerónimo, Dios reitera incesantemente a los hombres las amenazas que
lanzó en otro tiempo contra los ninivitas para que, como éstos se
amedrentaron al escucharlas, del mismo modo se muevan a penitencia
los que viven ahora en el mundo. Aprovechémonos de tan admirable
ejemplo.
El profeta Ezequiel nos advierte que la penitencia no sólo alcanza la
remisión de los pecados, sino que nos preserva, además, de caer en ellos,
lo cual supone la mayor felicidad que pueda gozarse en el mundo
porque, después de haber dicho que, si el impío hiciere penitencia, Dios
no se acordará más de sus pecados agrega: Vivirá practicando obras de
justicia, y no morirá.
Por eso resulta de sumo consuelo para nosotros lo que nos enseña san
Pedro cuando dice que, en el día de su advenimiento, el Señor "hallará
en la paz del alma a cuantos hubieren llevado dignos frutos de penitencia
", pues se presentarán ante Él libres de culpa. Así aseguraron éstos su
salvación, según Teodoreto, y así supo también preservarse san Juan
Bautista aun de los pecados más leves, como la Iglesia canta de él; esto
es, practicando la penitencia.
Y siguiendo ese camino de la penitencia, lograréis igualmente vosotros
poneros en gracia con el Señor y recibiréis, como añade san Pedro, el
don del Espíritu Santo, que os consolidará en el bien, merced a su
permanencia en vosotros. Este Espíritu Santo es el Espíritu de Jesucristo;
pedidle que afiance de tal manera vuestros corazones en el bien que,
como quiere el mismo san Pedro, el día de su venida os halle puros e
irreprensibles a sus ojos.
Estad sobre aviso para que, en el día de su advenimiento, no os dirija el
reproche que lanza san Juan en el Apocalipsis contra un obispo, cuando
le dice: Has decaído de tu primera caridad. Y, si os lo dirigiere, recordad,
como se dice también a ese obispo, el estado de donde caísteis, haced
penitencia y volved a la práctica de vuestras obras primeras.

(Segunda lectura de meditación)

“MUY GRANDE SERÁ, OH JESÚS, EL GOZO DE TU VENIDA”


Meditación breve por Dom Prospero Gueranger

Muy grande será, pues, oh Jesús el gozo de tu venida, si ha de


resplandecer en nuestra frente por siempre como una corona. ¿Y cómo
no ha de ser así? Hasta el desierto, al acercarte, florece como un lirio, y
del seno de la tierra más estéril saltan arroyos de aguas vivas. ¡Oh
Salvador, ven cuanto antes a darnos este Agua que mana de tu Corazón y
que es la que con tanta insistencia te pedía la Samaritana, imagen de
nosotros pecadores. Este Agua es tu gracia: rocié nuestra sequedad y
también nosotros floreceremos; apague nuestra sed y correremos con
fidelidad tras tus huellas por el camino de tus mandamientos y de tus
ejemplos ¡oh Jesús! Tú eres nuestro Camino, nuestro sendero hacia
Dios; y Tú mismo eres Dios; eres por tanto, también el término de
nuestro camino. Habíamos perdido el camino, nos habíamos alejado
como ovejas errantes: ¡cuán grande es tu amor en venir a buscarnos!
Para enseñarnos el camino del cielo, te dignas bajar desde allá arriba y
quieres también acompañarnos. En adelante no desfallecerán nuestros
brazos, ni temblarán nuestras rodillas; nos consta que es el amor quien le
ha movido. Sólo una cosa nos apena: el ver que nuestra preparación no
es perfecta. Tenemos todavía ataduras que romper; ayúdanos ¡oh
Salvador de los hombres! Queremos escuchar la voz de tu Precursor y
enderezar todo lo que te podría hacer tropezar en el camino de nuestro
corazón ¡oh divino Infante! bauticémonos nosotros en el Bautismo de la
penitencia, y luego vendrás Tú a bautizarnos en el amor y en el Espíritu
Santo.

Próximo estás, oh Señor, pues la herencia de tu pueblo ha pasado


ya a poder de los Gentiles y la tierra que habías prometido a Abraham no
es hoy día más que una provincia de ese dilatado imperio que debe
preceder al vuestro. Día tras día se van cumpliendo los vaticinios de los
Profetas; la profecía de Jacob también se ha realizado: Será quitado el
cetro a Judá. ¡Oh Jesús! todo se halla dispuesto para tu llegada. De tal
modo has renovado el aspecto de la tierra; dígnate renovar también mi
corazón y alentar mi ánimo en estos últimos días que preceden a tu
venida. Sentimos la necesidad de retirarnos al desierto, solicitar el
bautismo de la penitencia y enderezar nuestros caminos: obra todo esto
en nosotros, oh divino Salvador, para que el día que bajes a nosotros,
nuestra alegría sea completa.

(Tercera lectura de meditación. Opcional.)

“Jesús se ofrece a sí mismo desde el principio por nuestra


salvación.” Meditación de Adviento de San Alfonso María de
Ligorio

Oblatus est, quia ipse voluit. (Is. 53, 7). Se ofreció, porque él
mismo lo quiso.

El Verbo divino, en el primer instante que se vió hecho hombre y


niño en el vientre de María todo se ofreció por sí mismo a las penas y a
la muerte por el rescate del mundo. Sabía que todos los sacrificios de los
machos de cabrío, y de los toros ofrecidos anteriormente a Dios, no
habían podido satisfacer por las culpas de los hombres; pues se
necesitaba una persona divina que pagase por estos el precio de su
redención. Por lo que dijo Jesús al entrar en el mundo aquellas palabras
que san Pablo pone en su boca: Padre mío, todas las víctimas ofrecidas a
Vos hasta aquí, no han bastado, ni podían bastar a satisfacer vuestra
justicia: me habéis dado un cuerpo pasible, para que con la efusión de mi
sangre os aplaque, y salve a los hombres; heme pronto, todo lo acepto, y
en todo me someto a vuestro querer. Repugnaba este sacrificio a la parte
inferior de Jesús, que como hombre naturalmente rehusaba aquella vida
y aquella, muerte tan llena de penas y de oprobios; pero venció la parte
superior de la razón, que estaba toda subordinada a la voluntad del
Padre, y todo lo aceptó; comenzando Jesús a padecer desde aquel punto
cuantas angustias y dolores debía sufrir en los años de su vida. Así se
condujo nuestro Redentor desde el primer momento de su entrada en el
mundo. Mas ¡oh Dios! ¿Cómo nos hemos portado nosotros con Jesús,
desde que comenzamos a conocer con la luz de la fe los sagrados
misterios de su redención? ¿Qué pensamientos, que designios, que
bienes hemos amado? Placeres, pasatiempos, soberbias, venganzas,
sensualidad... He aquí los bienes que han aprisionado los afectos de
nuestro corazón. Pero si tenemos fe es necesario ya mudar de vida y
amor. Amemos a un Dios que tanto ha padecido por nosotros.
Pongámonos delante las penas del corazón de Jesús sufridas desde niño
por nosotros; y de esta manera no podremos amar otro que este corazón,
el cual tanto nos ha amado.

Afectos y súplicas.

Señor mío, ¿queréis saber de mí cómo me he portado con Vos en


mi vida? Desde que comencé a tener uso de razón, comencé también a
despreciar vuestra gracia y vuestro amor. Vos mejor lo sabéis que yo
pero me habéis sufrido, porque aún me queréis bien. Huía de Vos, y os
habéis acercado llamándome. Aquel mismo amor que os hizo bajar del
cielo para venir a buscar la oveja perdida, ha hecho que me sufrieseis
tanto, y no me abandonaseis. Jesús mío, ahora Vos me buscáis, y yo os
busco también. Siento ya que vuestra gracia me asiste; me asiste con el
dolor de mis pecados, que aborrezco sobre todo mal; me asiste con el
grande deseo que tengo de amaros y daros gusto. Sí, mi Señor, os quiero
amar y complacer cuanto pueda. Por una parte, me da verdadero temor
mi 52 fragilidad y debilidad, contraída por causa de mis pecados; pero
por otra, es más grande la confianza que me da vuestra gracia,
haciéndome esperar en vuestros méritos, y dándome grande ánimo para
decir: Todo lo puedo en quien me conforta. Si soy débil, Vos me daréis
fuerza contra los enemigos: si estoy enfermo, espero que vuestra sangre
será mi medicina: si soy pecador, confío que Vos me haréis santo.
Conozco que por lo pasado soy culpable de mi ruina, porque en los
peligros he dejado de recurrir a Vos. De hoy en adelante, Jesús mío y
esperanza mía, a Vos quiero siempre recurrir; y de Vos espero toda
ayuda, todo bien. Yo os amo sobre todas las cosas, ni quiero amar a otro
que a Vos. Ayudadme por piedad, por el mérito de tantas penas que
desde niño habéis sufrido por mí. ¡Eterno Padre! por amor de Jesucristo
aceptad que yo os ame. Si yo os he enojado, aplacaos con las lágrimas
de Jesús niño, que os ruega por mí: Respice in faciem Christi tui. Yo no
merezco gracias, pero las merece este Hijo inocente, que os ofrece una
vida de penas, a fin de que Vos uséis conmigo de misericordia. Y Vos,
madre de misericordia, María, no dejéis de interceder por mí. Sabéis
cuanto confío en Vos, y yo sé bien que no abandonáis a quien a Vos
recurre. Amen.

(Se reza el Magnificat. Después se canta o se escucha el Veni Veni


Emmanuel)

Magnificat ✠ anima mea Proclama ✠ mi alma la grandeza


Dominum; del Señor,
Et exultavit spiritus meus in Deo se alegra mi espíritu en Dios, mi
salutari meo, salvador;
Quia respexit humilitatem ancillae porque ha mirado la humillación
suae; ecce enim ex hoc beatam me de su esclava.
dicent omnes generationes. Desde ahora me felicitarán todas
Quia fecit mihi magna qui potens las generaciones,
est, et sanctum nomen ejus, porque el Poderoso ha hecho obras
Et misericordia ejus a progenie in grandes por mí su nombre es
progenies timentibus eum. santo,
Fecit potentiam brachio suo; y su misericordia llega a sus fieles
Dispersit superbos mente cordis de generación en generación.
sui. El hace proezas con su brazo:
Deposuit potentes de sede, et dispersa a los soberbios de
exaltavit humiles. corazón,
Esurientes implevit bonis, et derriba del trono a los poderosos y
divites dimisit inanes. enaltece a los humildes,
Sucepit Israel, puerum suum, a los hambrientos los colma de
recordatus misericordiae suae, bienes y a los ricos los despide
Sicut locutus est ad patres nostros, vacíos.
Abraham et semeni ejus in Auxilia a Israel, su siervo,
saecula. acordándose de la misericordia
como lo había prometido a
℣. Glória Pátri et Fílio et Spirítui nuestros padres
Sáncto en favor de Abrahán y su
℟. Sicut érat in princípio, et nunc, descendencia por siempre
et sémper, et in saécula
sæculórum. Amen. ℣. Gloria al Padre, al Hijo, * y al
Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, ahora
y siempre, * por los siglos de los
siglos. Amén.

(Una bellisima versión se puede escuchar aquí:


https://www.youtube.com/watch?v=ir0NCFzMS4M)
Veni, veni Emmanuel!
Captivum solve Israel!
Qui gemit in exilio,
Privatus Dei Filio.

(Gaude, gaude, Emmanuel


nascetur pro te, Israel.)
Veni, O Sapientia,
Quae hic disponis omnia,
Veni, viam prudentiae
Ut doceas et gloriae.

(Gaude, gaude, Emmanuel


nascetur pro te, Israel.)

Veni, veni o Oriens!


Solare nos adveniens,
Noctis depelle nebulas,
Dirasque noctis tenebras.

(Gaude, gaude, Emmanuel


nascetur pro te, Israel.)

Veni, veni, Rex Gentium,


veni, Redemptor omnium,
ut salvas tuos famulos
peccati sibi conscios.

(Gaude, gaude, Emmanuel


nascetur pro te, Israel.)
Oración para concluir
℣. Dómine, exáudi oratiónem ℣. Señor, escucha nuestra oración.
meam.
℟. Y llegue a ti nuestro clamor.
℟. Et clamor meus ad te véniat.
Despierta tu poder, Señor; ven a
Excita, quǽsumus, Dómine, salvarnos y a ayudarnos; que la
poténtiam tuam, et veni: et magna acción de tu gracia adelante la
nobis virtúte succúrre; ut per salvación que retardan nuestros
auxílium grátiæ tuæ, quod nostra pecados.
peccáta præpédiunt, indulgéntia Tú que vives y reinas con el Padre
tuæ propitiatiónis accéleret: en la unidad del Espíritu Santo y
Qui vivis et regnas cum Deo Patre, eres Dios por los siglos de los
in unitáte Spíritus Sancti, Deus, siglos.
per ómnia sǽcula sæculórum.

℟. Amen. ℟. Amén.

(Aquí concluye el Cuarto domingo de Adviento)

También podría gustarte