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Encuentro N° 160
Estudio del libro a los Efesios cap. 3:14-21
En el encuentro anterior, el apóstol Pablo recordó a los hermanos que él había sido receptor de la revelación de un misterio oculto en las generaciones pasadas. Este misterio tenía que ver con que los gentiles en Cristo eran coherederos y coparticipantes de las promesas junto con los judíos creyentes y que formaban un solo cuerpo dentro de la familia de la fe. Pablo dijo que por gracia fue hecho un servidor para llevar este mensaje a los gentiles. En los próximos pasajes, se hace visible la sensibilidad y el afecto de Pablo por la iglesia al rogar y pedirle a Dios Padre por ella. LA ORACION DE PABLO POR LA IGLESIA Por esta causa doblo mis rodillas.... (v 14-15) La postura normal para la oración entre los judíos era de pie, con los brazos extendidos y las palmas de las manos hacia arriba. La oración de Pablo por la Iglesia es tan intensa que él se postra delante de Dios en una agonía de súplica. Es aquí donde Pablo reanuda la frase que había empezado en el versículo 1, cuando se desvió por otro camino. Es por esta causa, empieza Pablo. ¿Cuál es la causa que le hace orar? Pablo ha mostrado en parte el rol de la iglesia. Este mundo es un caos desintegrado; hay división por todas partes: entre nación y nación, entre hombre y hombre, dentro de la vida interior de cada persona. El designio de Dios es que todo lo que está enemistado se pueda unir en Jesucristo. Pero eso no se puede lograr a menos que la Iglesia proclame el mensaje de Cristo y del amor de Dios a todo el mundo. Por esta causa es por lo que Pablo ora. En cuanto a las peticiones de que hace Pablo a Dios Padre, no están desconectadas entre sí, sino son peticiones progresivas en la que cada una pone la base para la siguiente. ¿Sos de orar por la iglesia? ¿Por qué deberíamos hacerlo en estos tiempos? para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;(v16) Pablo comienza pidiendo que la iglesia reciba un poder espiritual que proviene del Espíritu Santo. No el poder para llevar a cabo milagros espectaculares, sino la fuerza espiritual necesaria para ser cristianos maduros, estables e inteligentes. ¿Qué quería decir Pablo con ser interior? Se entienden 3 cosas por ser interior: 1) La inteligencia de una persona. Pablo oraba para que se fortaleciera la inteligencia de los hermanos, para que estuvieran mejor capacitados para discernir entre lo erróneo y lo cierto. Quería que Cristo les diera la sabiduría necesaria para mantener su vida pura y a salvo. 2) La conciencia. Pablo pedía en oración que se hiciera más sensible la conciencia de su pueblo. A veces no se tiene en cuenta la conciencia, y se la deja perder sensibilidad. Pablo pedía en oración que Jesús mantuviera nuestras conciencias tiernas y alerta. 3) La voluntad. Muchas veces sabemos lo que es correcto, y tenemos intención de seguirlo; pero nuestra voluntad no es suficientemente fuerte para respaldar nuestro conocimiento y poner en práctica nuestras intenciones. Por eso necesita ser fortalecida. (2 Co. 4:16) ¿De qué manera buscamos fortalecernos en el Señor? para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, (v17)Este es el segundo paso. El resultado de ser fortalecidos es para que habite Cristo en nuestros corazones. Sabemos que el Señor Jesús viene a la vida del creyente por medio del Espíritu en el tiempo de la conversión (Jn. 14:23). Pero Pablo no se refiere a eso. Aquí no es cuestión de que Él habita en el creyente, ¡sino de que esté cómodo allí! La palabra “habitar” que usa Pablo en griego, hace referencia a una residencia permanente no temporal. Pablo oraba para que Cristo sea el residente permanente en cada persona salva, que Él tenga pleno acceso y dominio de cada área de nuestra vida; que Él no sea contristado por palabras, pensamientos, motivos o acciones de pecado; que goce de una comunión ininterrumpida con el creyente. ¿Dónde debe habitar Cristo? Pablo habla del corazón porque sabe que es el centro de la vida espiritual; es nuestra voluntad, pensamientos y emociones, donde se controla cada aspecto de nuestra conducta. Cuando más seamos fortalecidos por el Espíritu Santo, más seremos como el mismo Señor Jesús. Es por medio de la fe que decidimos darle lugar a Cristo. Esto involucra un constante depender de Él, una constante rendición a Él, y un constante reconocimiento de su Señorío nuestra vida. ¿Puedo afirmar que mi vida es una residencia en la que el Espíritu de Dios se goza en estar allí? ¿Por qué? a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender... con todos los santos ...y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.(v18-19) El resultado de Cristo habitando en nuestras vidas es que quedamos arraigados y cimentados en amor. La raíz de una planta da alimento y soporte. El cimiento de un edificio es el fundamento sobre el que descansa. Alguien dijo “El amor es el terreno en el que nuestra vida ha de tener sus raíces; y es la roca sobre la que nuestra fe ha de reposar en todo momento”. ¿Por qué será en base al amor que debemos echar raíces y cimentarnos? Estar arraigados y cimentados en amor es estar establecidos en amor como forma de vivir. La vida del amor es una vida de bondad, de desprendimiento, de renuncia, quebrantamiento y mansedumbre. Es la vida de Cristo encontrando expresión en el creyente (1 Co. 13:4–7). ¿Hasta dónde llega el amor de Dios? Si queremos desarrollar este punto, podemos decir que en su anchura, el amor de Cristo incluye a todas las personas de cualquier clase, edad y nacionalidad, en su longitud, el amor de Cristo estuvo dispuesto a llegar hasta la Cruz; en su profundidad, descendió hasta la experiencia de la muerte; en su altura, nos sigue amando en el Cielo, donde Él está intercediendo constantemente por nosotros (Heb 7:25). Ninguna persona queda excluida del amor de Cristo y ningún lugar está fuera de su alcance. ¿Dónde se puede experimentar ese amor? Lo experimentamos con todo el pueblo consagrado a Dios; es decir: lo encontramos en la comunión de la Iglesia. La Iglesia puede tener sus faltas; como miembros del cuerpo de Cristo podemos estar en proceso de ser transformados; pero en la comunión de la Iglesia conocemos el amor de Dios. ¿Por qué solemos afirmar que congregarnos en la semana tiene un valor imprescindible para los cristianos? ¿Puede un cristiano conocer al Señor sin congregarse? ¿Por qué? A Dios se le ocurrió que sea la iglesia la primera escuela donde podemos conocer, a través del trato con los hermanos, la amplitud del amor de Dios. Es en la comunión con nuestros hermanos donde vemos lo que Dios ha hecho en cada uno de nosotros y aún sigue haciendo, de esta manera nos motivamos mutuamente (Heb 10:24-25). Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (20-21) Pablo finaliza una oración de alabanza a Dios estimulante para el alma. Las anteriores peticiones han sido considerables, atrevidas y aparentemente imposibles. Pero Dios es poderoso para hacer más en relación con lo que pedimos o pensamos. Esta obra la hace el Espíritu Santo, que está constantemente obrando en nuestras vidas, buscando producir el fruto de un carácter similar al de Cristo, reprendiéndonos por los pecados, conduciéndonos en oración, inspirándonos a la adoración y dirigiéndonos en el servicio. Para pensar: Resumiendo, en los primeros tres capítulos de la carta, Pablo hace una descripción gloriosa de la Iglesia. Este mundo no es como debería ser; está desgarrado por fuerzas opuestas, como por odios y luchas. Unas naciones contra otras, unas personas contra otras, unas clases contra otras. Dentro de cada persona se mantiene una lucha entre el bien y el mal. El designio de Dios es que todas las personas y las naciones lleguen a estar unidas en Cristo. Para llegar a alcanzar esta meta, Cristo necesita que la Iglesia vaya a hablarle a todo el mundo de su amor y su misericordia. Y la Iglesia no podrá hacerlo a menos que sus miembros, se mantengan unidos entrañablemente en comunión y experimenten el amor ilimitado de Cristo.