La mujer, JR

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LA MUJER.

POR

J. R.

BARCELONA :

IMPRENTA DE MANUEL SAURI , CALLE ANCHA


ESQUINA Á LA DEL REGOMIR.

1865.
6171
.A195 1223730

M953

LO QUE HA SIDO , LO QUE ES

LO QUE DEBE SER .

Ha dicho el Conde de Segúr , en momentos sin


duda de una feliz inspiracion , que los hombres hacen
las leyes y las mujeres las costumbres ; y en concepto
nuestro ha proclamado una gran verdad bajo la for-
ma mas poética que cabia en la brillante imagina-
cion del feliz escritor contemporáneo .

Si las leyes son pues el reflejo de las costumbres ,


si estas son á la vez la espresion fiel de los adelan-
tos de los pueblos , deducimos como de sólida premisa,
que la mujer es el termómetro que mide la civiliza-
cion de las naciones .
Examinemos á la luz de la filosofía la vida de las

antiguas sociedades , volemos en alas de la razon á


tan remotos tiempos , y veremos que la pretendida
( 4)
cultura de que tan ufanos blasonaban , era una men-
tida civilizacion que estaba muy lejos de llenar las
condiciones que la nuestra poseé , debidas todas á
la poderosa influencia que ha ejercido en la sociedad
el cristianismo .

En la edad antigua se forman colosales imperios ,


vastos reinos que en breve se desploman á impulso
de los encontrados elementos que abrigan en su se-

no ; sucédense las naciones , y solo dejan á la fama


su nombre , pasan los héroes y solo legan preclaros
hechos á la posteridad que atónita les contempla,
crean instituciones que la moderna sociedad acoge
con caloroso entusiasmo ; pero envueltos en ellas nos
trasmiten abominables recuerdos que afean el bello
colorido de tan brillante cuadro .

Los pueblos que sin inmutarse vieron derramar la


sangre humana en los circos y anfiteatros para servir
de soláz grato á los hombres, las naciones que impa-
sibles contemplaron la esclavitud con todos sus hor-
rores é hicieron de la humanidad objeto de un trá-
fico sacrilego , los países que sumieron á la mujer en
abyeccion tan humillante , no pueden llamarse civi-
lizados : nosotros detestamos esa civilizacion , la mal-
decimos .

No es nuestro intento examinar uno por unò los


fundamentos de aquellas sociedades , queremos solo
estudiar la condicion que en ellas tenia la mujer y
para conseguirlo fuerza será la presentemos en me-
dio de las sociedades orientales , en las florecientes
repúblicas de Grecia y en la ciudad de Roma . Escla-

4
( 5 )
va y humillada la vereis, bajo el letal influjo de una
religion de falsos dioses ; pero grato os será verla des-
pues regenerada por otra religion que derruyendo un
mundo viejo y corrompido , se levanta radiante sobre
sus negras ruinas y sube á coronarse de laurel al Ca-

pitolio; habiendo antes logrado la palma del martirio .


Ardua es la empresa, dichosos nosotros si nos fue-
ra posible darla cima; pero no , que nuestra pobre
y escasa inteligencia perdida se verá en la vasta es-
tension de tan espacioso pensamiento .
I.

Dos palabras tan solo en concepto nuestro, adora-


cion y esclavitud, pueden bastar para definir la con-
dicion de la mujer en las diversas épocas de que el
espíritu humano conserva memoria.
El hombre enorgullecido con las excelsas prero-

gativas de superioridad que sobre aquella obtuvo ,


nunca ha despreciado ocasion de abusar de su supre-
macia al tributar homenage á la belleza . Ese ser des-
graciado ha sido en los tiempos antiguos y aun lo es
en nuestros dias en algunos países , vil instrumento
del ser orgulloso que la hace postrar en la abyeccion
mas humillante . ¡ Triste epopeya de los antiguos tiem-
pos ; la mujer sintetizada en la esclavitud ! La que
hoy se llama esclava, era ayer reina, hoy tiene dere-
chos, ayer solo tenia deberes .
Ningun legislador antiguo se acordó de ella al re-
dactar sus códigos famosos , cualquiera que fuese la
+ ( 8 )€0
forma de gobierno, cualesquiera las circunstancias
sociales, nunca fué la mujer digna compañera del
hombre , nunca compartió con él los triunfos y vic-
torias , siempre las desgracias é infortunios . Sin ley
que la proteja, sin un corazon generoso que vele por
ella , sin instituciones que la defiendan , sin verdade-
ro amor que la halague ha sido oprimida por la fuer-
za y supeditada á la soberana voluntad del hombre ,
que siempre creyó tener derecho para abusar de su
debilidad y de su amor.

No contenta la naturaleza con haberla prodigado


padecimientos y dolencias , la dotó de belleza , como
si esta cualidad que en nuestras sociedades cultas es
un precioso don del cielo , no fuese en las antiguas
bárbaras mayor calamidad , mayor miseria para aci-
barar su triste situacion .
Aparece en el mundo la mujer y la domina el hom-
bre, fórmanse los pueblos y es esclava, agrúpanse es-
tos constituyendo compactas y múltiples naciones , y
todavía permanece sumida en la mas negra opre-

sion . El tiempo á pesar de su mano de hierro , que


todo lo aniquila y lo destruye , nos ha trasmitido de
siglo en siglo y de generacion en generacion la es-
clarecida fama de los héroes y ha cantado las glorias
del hombre , rara vez la mujer ha sido objeto de sus
sentidas trovas. La mitad de la humanidad potente
y vigorosa, injusta siempre ha sido con la bella mi-
tad sensible y débil .

Pero dejemos á un lado severas reflexiones y apo-


yándonos en hechos presentemos á la mujer en me-
( 9 )€
dio de las sociedades orientales : empecemos por

Oriente, ya que fué la cuna en donde se meció risue-


ña la civilizacion en sus albores .

Desgraciada region dó no ha llegado la benéfica luz

de un sol brillante que allí nació , siendo aurora fe-


liz su grato nuncio, y que veloz cruzó de tu risueño
cielo los espacios , y allí vino á morir despues de di-
sipar las oscuras tinieblas que al mundo convirtie-
ron en lóbrega mansion de engaños y miserias ; des-
graciada region que envuelta yaces en tinieblas de
error y de mentira, desgraciadas tambien aun son

tus hijas ; pues la mano de un Dios romper no quiso


los eslabones de la cadena con que están sugetas .
El alma se llena de dolor al contemplar la suerte
triste que le cupo á la region mas bella de la tierra ;
su suelo, su vegetacion, su clima, sus desiertos , sus
lugares marcados con el sello de una inmortal cele-
bridad todo convida á amar, todo respira poesía;
pero el destino adverso vinculó la desgracia é in-
fortunio en los lugares en donde se representaron
las escenas mas grandes y sublimes que el mundo
vió desde que fué creado . Ya nada queda de su pri-
mitiva grandeza, la civilizacion que un tiempo se
mostró radiante de austera magestad, pasó cual lu-
minoso meteoro que solo deja imperceptible huella
para aparecer en nuevos y dilatados horizontes .

Cuan triste es el contraste que presenta el oriente


cuando se le compara con el occidente ; aquel vivien-
do la vida de la materia, con harenes , poligamia , sen-
sualismo, este viviendo la vida del espíritu , sin bas-
( 10 )
tardear nobles pasiones , feliz con el trabajo , fortale-
cido con la austeridad cristiana: aquel abjura su ra-

cionalidad y solo mira el fatídico enigma de « estaba


escrito » que el fatalismo le presenta, y este fiado en
la fé y en su razon , no vé en los actos de su vida su
destino , sinó las consecuencias de su libre albedrio
bien ó mal empleado , que le son imputables porque de
ellas tenia conciencia cuando obraba ; allí en fin falsos
asertos de un mentido profeta que solo dejan vacío en
el corazon y duda en la inteligencia; y aquí verdades
infalibles consignadas en libros imborrables, escritos
por el dedo de un Dios de paz y de consuelo .
Aprisionada la mujer entre doradas rejas vese so-
metida á una dulce , pero tristísima opresion : sin ver-
dadero amor, rotos sus mas sagrados lazos , separada
de sus mas caros objetos , arrancada del paterno hogar
y encerrada en los espesos muros de un palacio , tiene
que sofocar en su pecho sus tristes sollozos, por fuer-
za ha de apagar la llama de un amor no satisfecho ,
y aunque cercada de diamantes y oro envidia la gra-
ta libertad que otras poseen y que apreciarla no sa-
ben porque jamás la perdieron . Parcéenle pesados
los hierros de su reja y sombrias las paredes de su
cárcel , la brillantez de sus cadenas no puede com-
pensar la pena que le causan , y envidia á la brisa de

la tarde que mansa jugetea en su espesa celosía , y


á los peces, y á las flores , y á los pintados pajarillos
que las mecen al posarse en sus corolas ; porque esas
flores, esos peces y esas aves tienen aire y libertad .

Mujer que hoy abandonas el paterno solar en que


( 11 )
naciste , desecha para siempre la esperanza de un
porvenir halagüeño , que solo en tu ardiente fantasía
has concevido , trocaste ya la suave potestad del que
te dió la vida por la dura coyunda de un tirano , per-
diste las caricias de las que al lado tuyo crecieron á
la sombra tutelar de la familia, y en breve encontra-
rás punzantes celos de otras mujeres que contigo han
de partir el tálamo nupcial, madre serás un dia; pero
tu sola saborearás las gratas emociones de la mater-
nidad, porque el padre de tus hijos jamás ha de im-
primir un beso de cariño sobre la frente del fruto de

tu amor, y vivirás la vida del martirio, sin que las


dulces caricias de tu esposo , sean el bálsamo conso-
lador de tus pesares .

A este estado conduce la poligamia, cancer que sin


cesar corroe algunos pueblos , socaba sus cimientos
y aunque sin sentirlo , el edificio social perdiendo el
equilibrio, se va viniendo á tierra : la razon la dese-

cha, á la civilizacion se le resiste , y la filosofía de


acuerdo con ambas la desaprueba . La poligamia es
la causa sensible del lastimero estado en que se en-
cuentran los pueblos caducos del oriente , mas decré-
pitos que por sus años , por sus vicios ; por eso el
imperio Turco, que permanece impasible ante los rá-
pidos progresos de la Europa , oscila vacilante y ape-
nas puede sostenerse en pedestal tan débil ; no está
lejana su caida; pues los cimientos en que está basa-
do han de ser impotentes para resistir el golpe ru-
do que la mano de la civilizacion se prepara á lan-
zar .
( 12 )
Examinemos á la mujer en Grecia .
Imposible parece que la culta Grecia rebajase á la
mujer á condicion tan infima ; pues aunque eman-
cipada de la servidumbre oriental, estaba muy lejos
de poseer la severa dignidad de las septentrionales
que el cristianismo confirmó .
Grecia con sus colonias y repúblicas , emporio fué de
civilizacion y de grandeza : en las ciencias, en las ar-
tes , en la literatura, en todo se muestra digna de su
génio inteligente y creador : sus guerreros llenan el
mundo con su nombre y sus filósofos ciñendo la au-
reola de la inmortalidad , elevan á su patria al cenit de
su gloria; proclaman luminosos principios, pero abis-
mados en abstractas especulaciones , ni una palabra
profieren de consuelo que alivie la situacion de la mu-
jer; en Grecia el hombre es todo , la mujer es nada, de
modo que entre aquella afiirmacion suprema y aque-
lla suprema negacion , término medio no cabia .
Al lado de las sublimes teorías de Platon y de
Aristóteles vemos tambien estas menos profundas ;
pero si mas prácticas . Aristides decia : dejará de
haber esclavos cuando la lazandera del tegedor

se mueva por si sola : Solon llega á inscribir en


el famoso templo de Cibeles : tenemos cortesanas
para el placer, concubinas para el cuidado diario de
las personas, y esposas para que nos den hijos y vi-
gilen nuestro hogar . La irónica espresion de Aristi-
des se ha cumplido , la lanzadera marcha hoy á im-
pulso del vapor y nuestros esclavos son las máquinas ;
de la sentencia de Solon para desgracia suya toma
( 13 )
nota la historia ý la ha reproducido : en vez de cor-
tesanas y concubinas tenemos cariñosas èsposas , ma-
dres solicitas é inocentes hijas que se educan en la
escuela de la virtud, y que aprenden sus lecciones
para enseñarlas á sus hijos cuando sean madres . Pla-
ton proclamó la libertad de la mujer ; pero solo en la
casta privilegiada, y despues la envileció arrebatán-
dole su carácter mas insigue , el de madre y curado-
ra. Entre los Jonios era considerada como un ser útil ,

pero no perfecto ; mirábanla los Colios como puro


objeto de deleite, y entre los Dorios el carácter de
la mujer mal educada, degeneraba en atrocidad no
pocas veces .
La poesía ha sido siempre la espresion de las ideas
de un siglo y de una época, los poetas reflejan las
costumbres de su patria, y Homero en sus poemas in-
mortales nos da una idea exacta de la condicion de la

mujer en aquel pueblo . Calipso está animada de vio-


lentas pasiones de amor y de impureza, Elena y Paris
á cada paso ofrecen escenas de voluptuosidad , y el
mismo adios de Andrómaca y Hector, lo único tal vez
de la literatura clásica parecido á las costumbres de la
vida doméstica, toma del amor paterno toda su ter-
nura . En la tragedia las injurias contra la mujer
son denigrantes , los poetas las ridiculizan con incon-
cebible groseria y Esquilo se atreve á decir . « La
madre no es creadora del que llaman su hijo, si-
nó nutríz del gérmen vertido en su seno, el padre
lo crea, la mujer recibe el fruto, y si á los dioses
place lo conservan . » Soberana altivéz , negaba á la
∞ ( 14 ) œo
mujer la culta Grecia lo que ni el Africa, ni el Asia
se han atrevido á negar : despojar del honroso título
de madre á una mujer, es el baldon mas atroz que
puede recaer sobre su frente .

Injustos estuvieron los poetas griegos al lanzar


contra la mujer terribles improperios, si la depra-
vacion de las costumbres llegó á lo sumo , culpa no
fué de la mujer . ¿ Cómo habian de conservarse pu-
ras con el culto de Priapo, ni con los impúdicos sa-
crificios ofrecidos á una Vénus prostituta, y á un Jú-

piter adúltero ? ¿Qué dignidad debia quedar á la mu-


jer, si era llevada en triunfo la lascivia, y consagrada
la impureza con devotas prostituciones? ¿ Qué podia
esperarse de las hijas de familia cuando fueran ma-
dres, si las suyas olvidando su sagrada mision , las
educaron con orgias y con impúdicos festines ?
En la familia griega no vemos santos é indisolu-
bles lazos que acercan el amor y perpetuan la union :
la unidad social que es la familia, era allí una pa-
labra vacía de sentido , el Estado era el ídolo en

cuyas aras sacrificaban la paz , el sosiego del hogar


doméstico y hasta la misma vida; sus costumbres
austeras hasta el ridículo , sofocaban todo sentimien-
to escepto el de la patria; y los hijos arrancados en
prematura edad de la casa paterna no sacaban otra
cosa que el escudo y la lanza de su padre; costum-
bres que nosotros justamente calificamos con dure-
za; pero que alli existieron , y que Platon sostubo en

su República.
Aquella sociedad de atletas , sin mas Dios que la
* ( 15 ) co
fuerza , sin mas ley que la espada, queria asimilar el
carácter de la mujer dulce y apacible , á los fieros
instintos de sus hijos ; queria reformar á la natura-
leza convirtiendo el amor de la mujer en fiero pa-

triotismo, y apostrofándola parece que decia: dame


seres fuertes, no me dotes de entes débiles y pusi-
lámines , para nada necesito el amor quiero la fuerza ;
como si fácil fuera invertir el orden armonioso es-

tablecido sabiamente, por una suprema inteligencia .


Los Espartanas llenaban perfectamente su mision ,
ellas mismas arrojaban desde el monte Taigéto á sus
hijos deformes , endebles y enfermizos , como si aquel
ser desgraciado que entonces ciegamente era inmo-
lado en aras de la patria, no pudiera ser andando el
tiempo digno rival de un Sócrates, no oscureceria
la gloria de guerreros ilustres ; pero podia aun pres-
tar servicios eminentes , podia ser un génio .

En nombre de la patria se impusieron tan cruel


deber , como si patria fuera la reunion de hombres
que vivieron en contínua lucha; como si tal nombre
mereciesen los pueblos que no tuvieron un momento
de verdadera gloria , porque jamás abrigaron ningun
sentimiento de amor ni de ternura .

La posteridad nos ha trasmitido como testimonio


de la sublime elevacion de carácter de que es sus-

ceptible la mujer , rasgos heróicos y determinaciones


verdaderamente varoniles . Imposible parece tanta

energia en un sexo , que al parecer no ha recibido de


la naturaleza otra mision, que la de ser sensible y do-
minar con actos de ternura.
( 16 )
Oyendo una que su hijo habia muerto en la guerra
esclama: sabia que le pari mortal . Otra tiene un hijo
que se obstina en defender un puesto peligroso y
ella dice: que muera, su hermano le reemplazará.
Vuela una madre al encuentro de un correo y ¿que

noticias traes, le dice . -Tus cinco hijos han muerto .


No te pregunto eso , ha vencido la patria ?-Si - Cor-
ramos pues á dar gracias á los dioses .
Virtud feroz: no nacen de las leyes los sagrados
lazos de la familia , no es la voz de la naturaleza la
clama , es la voz de la Espartana que la verdadera
virtud reprobará ; porque es la voz ficticia que no
hace eco en el corazon , y que solo resuena en los
estrechos límites de Grecia . Si esto prueba la gran-
deza de carácter de la mujer , no creo en él , en nues-
tro tiempo es mas sublime mas heróico , y sobre todo

mas fecundo . Si el paganismo produce una Espar-


tana que todo lo sacrifica por su patria, el cristianismo
produce una mujer que todo lo sacrifica por su Dios .
Veis esa criatura angelical, cubierta de blanca toca
y negro manto que envuelta en denso torbellino de

humo y fuego, arrostra impávida la muerte desprė-


ciando la vida? ¿Es la hermana de la Caridad , que
cierra á la luz los ojos del que muere por la pátria

en el campo de batalla y eleva su plegaria al cielo .


Veis ese ser casi divino que al lado siempre del do-
lor y el infortunio murmura palabras de consuelo y
recibe el último suspiro del moribundo? Es la her-
mana de la Caridad, es la mujer que tiene por fami-
lia la humanidad que sufre , la que calma sus dolo-
( 17 )
res , la que apaga sus gemidos , es la Virgen consa-
grada al Señor que abjurando placeres terrenales , y
siempre en el dolor sus hojos fijos , nada espera del
mundo y tiene fé en su dios; es la flor cosmopolita

que germina y fructifica do quiera que encuentra


lágrimas ; flor que no agosta la arena del desierto ,
ni el hielo del polo , ni las furiosas tempestades de
la vida: flor cuyo delicado aroma toma mas espansion
que en los palacios , en el modesto asilo do llora el

afligido .
La culta Grecia presenta á las futuras edades un
negro borron, al presentar á la mujer como juguete
vil de sus caprichos múltiples ; y la virtud de la an-
ciana y de la jóven, de la esposa y de la célive , son
un incentivo de burla y de desprecio . "
Grato nos fuera poder presentar á la mujer en
Roma , bajo diverso aspecto que en Oriente y en
Grecia; pero no es tiempo todavía , ciega el error la
inteligencia, y el paganismo halaga las pasiones se-
cando la sabia de la vida, preciso os será verla en la
desgradacion mas repugnante ; que la aurora feliz de
de un nuevo dia no ha iluminado aun la oscura no-

che de la edad antigua .


Roma, pueblo querido de mi corazon , yo te salu-
do, el brillo de tus armas vencedoras me fascina , yo
acato á tus Pompeyos y á tus Césares , y á tus Me-
telos y á tus Marios : el esplendor de tu civilizacion
brillante me estasia, yo admiro á tus Virgilios y Lu-
crecios , á tus Horacios , Ovidios , Titulos y Proper-
cios : yo doblo mi rodilla ante el augusto templo de
2
( 18 )
tu ciencia, de tu filosofia y de tus leyes, y en nom-
bre de la moderna sociedad pago un justo tributo
de adoracion y de respeto á tu grandeza; pero per-
dóname , no envidio tus laureles , no ansio las coro-
nas que ciñeron las frentes de tus ilustres vates y
profundos génios: al contemplarte en el apogeo de
tu gloria, me pareces un inmundo cadáver velado

con el brituoso manto de una civilizacion cruel y


desastrosa .

Porque en efecto: objeto de amor y de odio eter-


no , de acatamiento y de desprecio , debe ser ese
pueblo , que levanta un monumento guardador de sus
leyes, en cuya cúpula escribe el sábio el justo lema
de « razon escrita » y al mismo tiempo eleva otro
tambien digno de que en su frente escribiera la
historia, con no menos justicia estotro lema; «
< la
crueldad y el fanatismo , la sinrazon y la barbarie , los
merecidos atributos son del pueblo Rey . »
Fué de Roma exclusivo previlegio conservar, un

carácter original en medio de una perpétua imitacion ;


paradoja extraña parecerá este aserto , si hay quien
tal crea le remito á la historia . Grecia fué la fuente

pura en donde vevió Roma sus conocimientos , sus


usos y costumbres , su vida es copia de la vida de
aquella; pero en el cuadro de su existencia no vemos
el colorido , los rasgos , ni el estilo del original que
les sirvió de modelo . Allí hubo un Homero , aquí un

Virgilio, aquel escribió un poema inmortal cuya fa-


ma ha corrido á través de las generaciones y los si-
glos; de la fecunda imaginacion del elegante poeta
( 19 )
Mantuano brotó otro poema bellísimo tambien; la
Iliada y la Eneida tienen diferencias radicales : allí
existió un Demóstenes , un Ciceron aquí, en nada se

asemejan: empresas heróicas y guerreros ilustres ve-


mos allá y aquí , las glorias nacionales de ambos pue-
blos son diversas : esclava fué en Grecia la mujer,
esclava lo fué en Roma; pero su vida es otra; la glo-
ria de este pueblo , sus costumbres fastuosas y el lujo
mas fabuloso podia pasar por compensacion de la li-
bertad, la grandeza dorar los grillos , pero con ser ins-
trumento de placer, despreciada por el hombre , des-
poseida de derechos por la ley, hija de familia y nunca
esposa: ¿ que compensacion , que consuelo siquiera
cabía?
Ya lo ha dicho un escritor moderno tan modesto
como sábio en un libro admirablemente escrito : « En

la culta Roma la mujer desciende en el termómetro


de la personalidad á cero, y aun mas abajo de cero . »
Por desgracia es verdad este bellísimo pensamiento
del Señor Catalina.
Veámoslo . La civilizacion de las naciones se mide

por sus leyes , así que en la primitiva legislacion ro-


mana se reflejan de lleno las costumbres de sus pri-
meros hombres , y la rudeza de sus instituciones ; y si
en aquellos tiempos vemos á la mujer sin dignidad ,
sin consideraciones sociales , sin que sea la madre de
sus hijos , la hija de sus padres , la esposa de su es-
poso y la sucesora de sus parientes ; si la vemos opri-
mida por el lazo inflexible de aquella sociedad esclu-
sivista, si en fin no goza mas libertad que la de llorar
∞ ( 20 )
y padecer, es porque la ley no la menciona y si se
acuerda de ella alguna vez , es para acibarar la triste
situacion en que la colocara la debilidad de su sexo,
y el capricho del hombre .
Nace, y apenas abre sus ojos á la luz encuentra en
la ley un enemigo , ya que debiera ver en ella la ga-
rantia de su existencia , y la salvaguardia de sus de-
rechos para el caso en que su padre los desprecie ,
por que este severo personage , revestido de omni-

modo poder reasume en su persona su familia, y por


efecto de esa autoridad suprema que le concede la
pátria potestad ; impunemente puede privar á sus hi-
jos de la herencia, venderlos como si fueran despre-
ciable mercancía, y hasta disponer á su capricho de
la vida de aquellos á quienes dió esta misma vida .
¡ Cruel derecho el que convierte al padre en juez do-
méstico , y que solo en aquella sociedad puede hala-
gar á aquel en cuyo favor lo vinculó la ley ! ¡ Triste
prerrogativa es la que goza el que egerciéndola , se
constituye en implacable verdugo de sus hijos !
Mitiga el tiempo en tanto la crueldad de estas

disposiciones, ya el padre de familia no puede tan-


to ; pues vé restringidas las facultades que el código
de las doce tablas le concediera , el lloro de los hijos
hace eco en los legisladores , y aunque el pretor con
la posessio bonorum contra tabulas ponia algun re-
medio á las arbitrariedades de los testadores , se pre-

viene despues que el padre que desee deseradar á


sus hijos lo haga expresamente , so pena de ser inva-
lidado el testamento ; pero las hijas aunque sean pre-
03 ( 21 ) 40
teridas no lo anulan, y aun para ser desheredadas
basta que lo sean interceteros .
Y no busquen las hijas en sus madres una com-
pensacion á los rigores con que las trata el padre;
pues aquellas nada pueden , no son madres , no son
tampoco esposas ; son hijas de familia y estan bajo la
pátria potestad de su marido , por que cayeron in-
manu cuando contrageron matrimonio en virtud de
alguno de los ritus de las antiguas nupcias . La con-
farreacion, coempcion y uso en vez de elevar á la
mujer á la categoría de esposa , de revestirla de la
dignidad y consideracion que se merece , y de hacer
la compañera del hombre , la deprimen hasta el ran-
go de esclava, la cargan con deberes sin que un so-
lo derecho aligere su peso ; y la colocan bajo el capri-
cho frívolo del rey de la familia, que la abandonará
cuando sus gracias no la halaguen , ó cuando su últi-
mo placer haya coincidido con la última moneda de

su dote . Y quedará sumida en la miseria, y sus hijos


la acompañarán en su afliccion , y tendrá que men-
digar el negro pan del abandono, porque todavía no
existe la dote propter nupcias .
Tampoco espere la mujer la herencia de sus pa-

rientes y sus deudos , porque la ley Voconia no le


permite ser instituida , la escluye de la sucesion . (1 )
Si muere su marido , tampoco puede tomar la par-
te del aumento de los bienes que por mitad debe
pertenecerle ; en vano aumentó con su trabajo los
intereses de su casa mientras permaneció en la so-

1) Jacobo Perizonio en su disert, de lege Voconia.


*3 ( 22 ) .
ciedad conyugal, pues que no estando el matrimo-
nio basado en la mitad moral y material de los espo-
sos ; no concede la ley los gananciales , ni entonces
ni mas tarde los llega á conceder .
Y si al morir su esposo , la deja rodeada de tiernos
hijos que embelesaron la existencia de su feliz con-
sorcio, y fueron el codiciado objeto de su amor , ve-
rá transida de pesar como le arrebatan de su lado
aquellos pedazos de su alma ; por que á los que dió
la vida, á los que crió con la solicitud de sus cuida-
dos , á los que adormeció cariñosa en su regazo , la
ley cuando no el padre , les coloca bajo estraña tutela
y curatela, y privan á la madre de un derecho que
nadie con mas razon que ella debia de egercer .
Ni aun á la hora de su muerte puede exhalar tran-
quila el último suspiro de su vida; sus hijos la ro-
dean y al mirarles, al imprimir sobre su frente el ós-

culo postrero, y al darles el adiós de despedida; debe


desgarrársele el corazon de desconsuelo al ver , que no
puede legarles la dote que sacó de su casa paterna,
porque no le pertenece ya ; perdiola desde el mo-
mento mismo en que contrajo nupcias .
La mujer en Roma desde que nace hasta que mue-
re , lleva sobre su hombros el peso de la injusticia , en
sus manos la cadena del despotismo , en sus piés los
grillos de la opresion, y en su frente el sello del in-
fortunio y la desgracia ; porque la ley la pone bajo

perpétua tutela , bajo la del padre mientras es solte-


ra, bajo la del marido cuando es esposa, y bajo la de
un pariente si es viuda: el matrimonio aparece ba-
* ( 23 )
jo la forma de una venta ajustada á voluntad de sus
padres sin el asenso suyo , y si el padre podia des-
pues de estar casada arrebatarla á su esposo y á sus

hijos , para entregarla á otro hombre ; (1 ) ¿ que estra-


ño será que su marido la abandone , y la arroge de
su lado con brutal ademán , para ir á sonreir en los
criminales brazos de otra mujer que no es la suya ?
Tal era la triste condicion que gozaba la mujer ro-
mana en el concepto de los legisladores , tal el cul-
pable olvido á que los códigos la habian relegado ; ne-
gábale la sociedad los derechos imprescriptibles que
la naturaleza le habia concedido , y no teniendo pro-
piedad , siendo su libertad poco envidiable y estan-
do su seguridad á merced del capricho , claro es que
su personalidad estaba extinguida por completo ; po-
dia aparecer muy encumbrada en los epitalamios de
sus vates, sin que por eso dejara de ser su posicion
precaria, un sarcasmo á la justicia y una triste incon-
secuencia.
Y no se crea que al lado de tanta opresion , podia
oponerse la virtud de la mujer, pues en donde quie-
ra que las leyes la desprecien , precisamente ha de
estar mal educada, la desmoralizacion ha de ser su
carácter distintivo , y sin educacion y sin moralidad
irremisiblemente ha de obrar mal.

Las cortesanas de Roma desconociendo el pudor


y la vergüenza, valla que entre la virtud y el vicio
puso la naturaleza, cifraban toda su gloria en el pla-
cer, y maleado su corazon por el libertinage y por el

(1 ) César Cantu. Historia de Roma .


+ ( 24 ) 0
vicio, eran monstruos de liviandad y de impureza .
No envidiaban la educacion de las Aspasias , que
en Roma habia famosas meretrices encargadas de
inocular en las tiernas doncellas , el virus ponzoñoso
de la inmoralidad y la lascivia ; y sino aprendian á ser
buenas madres y escelentes e posas , sabian sentarse
con sobrada afectacion en lúbricos festine , y hacer
con ademanes clásicos los honores de casa en las

horrendas bacanales á las que sus amigos asistian .


Vivir es gozar decian con descaro , y vivian gozando la
vida de la desgradacion , manchada su belleza con el
inmundo polvo de sus vicios , y arrojada su dignidad
hecha á girones , en el asqueroso lodazal de sus mise-
rias .

Nada hay que compararse pueda al soberano or-


gullo de la matrona noble ; atormenta á sus esclavas
si al mirarse al espejo de luciente plata, no vé encu-
biertos sus defectos ó mal realzada su belleza; encar-

ga á sus siervos para que la diviertan en el circo , que


se dejen matar: y que caigan con graciosa postura; y
aquella blanca mano cuyas suaves caricias son can-
tadas por Catulo y Propercio, indica al vencedor que
debe degollar al vencido en la arena del terrible anfi-
teatro .

La fé conyungał hubiera sido carga por demás pe-


sada, pues que el divorcio era el desenlace natural
del matrimonio ; y las mujeres mas contaban los años
por los maridos que tubieron , que por los Cónsules
que gobernaron la república. Y en vano la ley Papia
Popea estimula el matrimonio , ofreciendo privilegios
+3( 25 )**
y consideraciones ; el celibato es ya generalísimo , y
no necesita el jóven veleidoso buscar la distraccion
en la tranquila alegria del hogar doméstico ; cuando
puede encontrarla en brazos de una mujer qne ayer`
habia sido de otro , y que mañana podia tambien serlo .
¿Pero será solo la causa de la desmoralizacion de la
mujer, la opresion en que el hombre la tenia y el des-
precio con que las leyes la miraban ; ó su depraba-
cion será el producto de otros motivos graves , que

acaso contribuyan de una manera directa y eficáż á la


relajacion de sus costumbres ?
En los primeros tiempos de la monarquia y la re-
pública, cuando austera en sus costumbres Roma, te-
nia la virtud de un pueblo jóven y el entusiasmo que
proporciona la victoria ; cuando el hálito venenozo del

vicio y de la crápula no empañaba el lustre de sus


triunfos , cuando los reyes estranjeros doblaban la ro-
dilla ante el modesto trono de sus reyes , ó ante el gra-

ve senado que impone su voluntad al mundo , enton-


ces la mujer aunque oprimida y despreciada sufria
porque la debilidad sucumbé ante la fuerza ; pero no
se prostituia, ni manchaha con el crímen la honra que
como joya inestimable habia de trasmitir inmaculada
á su familia, ni violaba la fé que habia prometido á
su marido , porque el sagrado patriotismo de sus es-
posos y sus padres , su austeridad y sus virtudes eran

ejemplo vivo que la mujer seguia; por eso aquella


edad produjo madres como las de los Cincinatos , Es-
cipiones y Gracos y por eso un atropello con Lucrecia
y con Virginia, echan por tierra un trono y destruyen
( 26 )
el supremo poder decenviral . Pero Roma entonces

posponia el oro á la dignidad y al patriotismo , y ano-


nadaba á reyes y naciones , su única aspiracion era la
gloria, y tras ella corria despreciando placeres que
enervan y aniquilan ; pero vino un momento en que
llegó á extinguirse ese fuego sagrado que consumia
aquellas almas de guerreros , y entonces mismo decre-
tó su ruina: ese instante fatal marca el principio de
esa época tristemente famosa por sus monstruosida-
des inauditas , y por sus vicios execrables , momento
que oscurece la gloria de edades anteriores , y que la
sustituye con la depravacion de ese periodo célebre
en que se desbordan las pasiones, como torrente im-
petuoso que arrastra y envuelve á la razon en su cor-
riente cenagosa : época de espanto y de pavor, de
desolacion y de esterminio , que las generaciones mal-
dicen y que los siglos señalan con execrable anatema ,
época en que puede mas la risa criminal de un hom-
bre, que los dolientes gemidos de la humanidad entera,
de esa humanidad hoy destello de Dios , entonces
miserable rebaño de infelices esclavos , pronto á inclinar
su frente degradaba ante el soberbio pedestal en que
se sienta un déspota, hijo de maldicion y aborto del
infierno .

La desmoralizacion y el sensualismo se habian en-


señoreado del mundo , el materialismo en su mas re-
pugnante desnudés era una de las escuelas filosóficas

que se proclamaba como verdad á voz en grito , era


la virtud un crímen, y el vicio el único Dios á quien
los hombres adoraban : la nieve del ateismo tenia ate-
( 27 )**
rido y seco el corazon del hombre , la prostitucion era
llevada en triunfo y santificada la lascivia , la religion
y la justicia servian de pedestal al ídolo de la conve-
niencia y del deleite ; y Roma dormia aletargada , sin
que un rumor pavoroso que se escuchaba lejano bas-

tase á despertarla; apuraba la copa del placer, y em-


briagada no advertia que su corona rodaba por el sue-
lo, y que era ya impotente para empuñar el cetro uni-

versal que se le escapaba de las manos . Habia ya llega-


do la última hora de aquel pueblo que enloquecido con
sus brillantes triunfos, dormia en sus laureles ; las
austeras costumbres de sus padres habíanse olvidado ,
no existian Camilos ni Cincinatos que dejando la reja

del arado , empuñasen las riendas del poder en cir-


cunstancias críticas ; el descendiente de Rómulo no
vestia la toga de paño burdo que anteriormente vis-
tiera, sino la hermosa púrpura de Tiro y de Sidón :
los valientes soldados que en tiempo no lejano domi-
naron al mundo eran afeminadas mugercillas , y aquel
pueblo de antigua raza descendiente , era una sociedad
valetudinaria que caminaba con paso agigantado há-

cia el sepulcro . ¿ Que le importaba que fuese Cónsul


el caballo de Caligula, si aclamaba frénetico el panem
et circenses ; ni que importa tampoco que un rayo de
libertad no tenga Roma , cuando no sabe lo que vale ,

cuando ni siquiera la desea ?


Tocaba al término de su fatal carrera; otros pue-

blos con el entusiasmo de la juventud y la fiereza


del salvage, iban á caer sobre su suelo hermoso ; co-
mo el águila que audaz se cierne sobre su codiciada
( 28 )
presa . En vano el pueblo rey, despertará de su le-
targo , ellos han de lavar con sangre de sus hijos ,
la sangre que vertieron sus déspotas altivos . Dios no

podia permitir que el hombre le insultara, ni con-


sentir que le escupiera con cínico descaro ; Roma
queria como los gigantes de la fábula escalar el cie-
lo amontonando crimen sobre crimen, pero cansose
Dios de tanto insulto , y redujo á polvo el empina-
do monumento levantado sobre grosera base . Hu-
biera sido infecunda la benéfica semilla del cris-

tianismo que cayó desde el cielo, porque el mundo


romano estaba corrompido , y quiso Dios que le re-
generase una raza salvage ; aquellos hombres solo
podian realizar sus profundos designios, y ellos fue-
ron el terrible instrumento de que Dios se valió para
verificar aquella revolucion social : los que conside-
ren las leyes de la historia como producto de la ca-
sualidad, solo verán á Atila en las puertas de Roma
seguido de sus feroces huestes; pero los que consi-
deramos las naciones regidos por una ley providencial ,

vemos delante de los Hunnos á Dios que les sirve de


guia en su camino : para nosotros los hechos históricos
son grandes eslabones de esa cadena misteriosa que
une la tierra con el cielo ; todos tienen su enlace, y en
ese enlace se vé el dedo de Dios .

Divide Teodosio el decadente imperio y todavía


Arcadio y Honorio no acaban de asegurar sus sillas ,

cuando de súbito se arrojan contra Roma un sinnú-


mero de pueblos que crean instituciones , y reciben
del cristianismo costumbres suaves y templadas . Los
* ( 29 ) -o
rubios germanos de alba téz , los indómitos alemanes ,
los francos , salios y cabelludos, los visigodos y os-
trogodos que moraban entre el Boristenes y el Tá-
nais , los fieros vandalos , los blancos alanos de las
llanuras del Cáucaso, los jutos y los pietos , los bor-
goñones , eslabos , anglos y sajones, los hunnos de

tostada téz y de largos cabellos , habitantes de las ori-


llas del Daix y norte de la China ; y cuantos bárbaros
ocupaban otras ignoradas regiones entre bosques y
selvas , todos como si de comun acuerdo lo hubiesen

proyectado , se lanzan contra Roma, para no dejar de


ella mas que memoria de lo que fué .
Aquellas hordas de fornidos atletas eran el azote
de Dios, venian á vengar las graves ofensas inferidas
por el mundo antiguo , que blasonaba de ilustrado :
aquellos hombres salidos de dilatados bosques , iban
á plantar sus blancas tiendas manchadas con sangre
criminal en derredor de Roma ; venian á dar el últi-
mo golpe á los ídolos perecederos del paganismo , y á
levantar una cruz magestuosa signo de redencion ,
en lo mas alto del encumbrado Capitolio .
II.

Llegó por fin el momento feliz que deseaba el


mundo , vino el dia que los profetas anunciaron y cum-
pliose la promesa de Dios . Allá en olvidado rincon
de la Judea acaba de nacer en un establo un pobre

niño, sin mas auxilio que el que le presta el cielo,


sin mas amparo que el que le dispensa una mujer; y
sin mas atavios que los que le proporcionan unas
sencillas gentes . Y aquel pobre niño que se alberga
entre pajas y elige tan modesta cuna , ha de derrum-
bar el aferrado trono de los Césares : ha de ser como

nubecilla imperceptible que crecerá y tomará colo-


sales proporciones , hasta cubrir la faz entera de la
tierra: ha de ser el nuevo sol que alumbrará con sus
destellos refulgentes, al mundo envuelto con las tinie-
blas y sombras de la muerte . Y aquel niño que des-
preciaba las riquezas y conveniencias de la tierra,
que no queria guarecerse bajo el artesonado techo
( 32 ) .
de un palacio, ni preferia mecerse en aurea cuna;
era un hombre que venia á consolar al hombre , era
un sábio que venia á enseñar una filosofia divina , era
el grande apostol de los siglos que venia á predicar
la buena nueva: no era el guerrero ávido de conquis-
tas y de triunfos porque no era su reino de este
mundo , trataba de crear otra cosa mas alta que los

imperios de la tierra; no era el político que trataba


de establecer determinada forma de gobierno, era el
hijo de Dios , que con la túnica del pobre y las sau-
dalias del viajero, venia á enjugar lágrimas , á darli-
bertad al esclavo , consuelo al afligido , apoyo al débil ,
dignidad á la mujer, y paz al mundo entero .
En la elevada rejion de las ideas , en la dilatada es-
fera de la inteligencia humana , se hacia sentir la
necesidad de una nueva creencia ; los vagos presen-
timientos de Séneca y de Ciceron, de Sócrates y de

Platon, eran fuegos fátuos que presagiaban la luz de


la verdad eterna . Hacia falta al mundo una fé nueva,

y vino á darla el cristianismo que abria nuevos hori-


zontes á la civilizacion , trayendo en su seno la cari-
dad ; hija bendita del cielo , fórmula que encerraba el
germen productor de saludables frutos . Y el cristia-

nismo no hace una revolucion instantánea, no insur-


recciona al señor ni ensaña al siervo ; á todos predica
deberes y á nadie enseña derechos . Regenera al
hombre por medio del amor, y ataca así el mal desde
su origen: «< ama, dice , á Dios sobre todas las cosas,
y al prógimo como á ti mismo , » añade . Máxima su-

blime cuyo desenvolvimiento constituye la moral cris-


03( 33 )
tiana, enseñanza reparadora que encamina las pasio-
nes por la senda del bien , nueva doctrina que destruye
la diferencia de raza, de posicion y de fortuna, lazo
poderoso que une á los hombres porqué son herma-

nos, principio saludable y consolador que nos indica


que alli donde hay un hombre , alli hay un prójimo .
Con tan sublimes máximas se dirigia Dios al corazon

y á la cabeza, á la razon y al sentimiento, y con tan


poderosas armas claro es que el viejo paganismo iba
á morir, podia sostenerse un dia mas por el falso celo
de sus ministros y por el suspicás empeño de sus
emperadores ; pero era ya casi un cadáver, que solo
dejaba en torno suyo hediondez y podredumbre , por
que los falsos sofismas en que apoyaba su falaz doc-
trina se estrellaban contra la roca granítica de la ver-
dad eterna .

El antiguo derecho fundado en la fuerza , era pre-


ciso que se regenerase creando nuevas instituciones ,
modificando algunas de las ya existentes y rechazando
otras : el cristianismo habia encontrado dentro del

hombre el criterio de su conducta, y la ley natural ar-


monizada con la razon debia ser el principio del de-
recho .
Era la libertad una mentira en el mundo romano

y quiso Dios que fuera una verdad , y para que los


hombres la entendiesen en el buen sentido , la predica
y la deja como tipo y modelo escrita en el evangelio ,
en ese libro rey de los libros , baluarte inexpugnable
contra el que nada pueden los acerados dardos del
impío .
3
( 34 )€
º
Amor á Dios, amor al prójimo, libertad , igualdad
y fraternidad : he aquí la sintesis de la moral cristiana.
Y aquella doctrina consoladora que con máximas
sublimes desconocidas hasta entonces , proclamaba la
igualdad ante la ley, ante Dios y ante el mundo ,
aquella filosofía divina que al mismo tiempo curaba
las heridas del alma con el bálsamo consolador de la

caridad cristiana, y satisfacia las exigencias de la ra-


zon ilustrada ¿ no habia de proferir una palabra de
consuelo que aliviese la situacion de la mujer ? Aquel
brazo poderoso que rompia las cadenas que aprisio-
naban al débil , no habia de abogar por la mujer que
gemia bajo el peso del dolor , no habia de desha-

cer las ataduras que el hombre la tegió , no habia de


descorrer el negro velo que la encubria para pre-
sentarla en los futuros tiempos , digna compañera del
ser sensible, inteligente y libre ? ¡ Oh, si ! La hora
de tu redencion ha llegado , el sol de la justicia ha
aparecido , el iris de bienandanza y de consuelo le

precede , y sus nitidos fulgores han disuelto los negros


nubarrones que te tenian sumida en una tenebrosa
noche ; ahora se descubre un despejado horizonte
precursor de una nueva era de paz y de ventura , y
allá en los confines de ese horizonte dilatado , lee la
humanidad en un gran libro estas máximas que con
letras de fuego están escritas «< es la mujer carne del
hombre y hueso de sus huesos » (1 ) , « por ella aban-
donará á su padre y á su madre » (2) , será el matri-

(1) Génesis cap. II vers. 23.


(2 ) Marci cap . X vers. 7.
( 35 )
monio santo, indisoluble y uno, « jamás separe el

hombre á los que Dios junto » ( 1 ) « y serán dos en


una carne » (2) « todos los hombres son hermanos

porqué todos son hijos de mi padre celestial que está


en los cielos » (3) y en la página predilecta de ese
libro de verdad aparecen tambien estas palabras pro-
fundas y espresivas : « mujer he ahí tu hijo ; hombre ,
he ahí tu madre » (4) .
Entona pues su himno de alegría , cese tu lloro , si
es cierto que derramaste lágrimas ardientes que abra-
saron tus mejillas , hoy esas lágrimas recogidas por
la mano de un ángel , se han convertido en perlas
que adornan la corona que ciñe tu cabeza ; ya estás
regenerada, tu redencion se ha consumado , eres ya
igual al hombre y la sociedad negarte no podrá la
condicion que Dios que concedió .
Hizo el cristianismo todo lo que debia hacer por la

mujer? Consiguió su objeto ? Veámoslo . Que empleó


los innumerables recursos con que contaba para
preparar su regeneracion social, y para acercarla á
la igualdad de los tiempos civiles es un hecho ine-
gable ; la organizacion de la familia romana estaba
en pugna con los principios filantrópicos que predi-
caba, aquel espíritu esclusivista que subordinaba la
colectividad al individuo , y tenia á la familia entera
bajo la absoluta dependencia del que siendo padre

(1) Marci cap. X vers . 9.


( 2) Marci cap. X vers. 8.
(3) Mathci cap. XII vers. 49 y 50.
(4) Joanum. cap. XIX vers 26 y 27.
( 36 )
se llamaba señor, no podia ser compatible con el ti-
po de la nueva familia y hubo precisamente de asen-
tar aquella organizacion sobre nuevas bases : reco-
noce como no podia menos de reconocer la patria
potestad; pero no aquella á quien con razon calificó
Gayo de patria magestad , sino otra mas en armonía
con la misma naturaleza del hombre , fundada en el
amor y en la clemencia: ya no existe el derecho de
vida y muerte sobre los hijos, porque este derecho ha
sido sustituido por otro menos cruel , pero mas apro-
pósito para conseguir la educacion del hijo ; ha de-
jado de ser este esclavo y tiene una personalidad
de que antes carecia , su propiedad se ha garantido
porque á parte de su peculio ha de suceder precisa-
mente al padre , pues que no puede desheredarle á
su capricho, sino mediando ciertas causas marcadas

por la ley .
Quiere que tanto el varon como la hembra salgan de
la patria potestad por medio del matrimonio, y que
en este se confundan el marido y la mujer en una
misma persona, porque está fundado en la unidad
moral y material de los esposos ; por eso el nuevo

derecho purificado por ese elemento cristiano que


se ha ingerido en él define el matrimonio : consorcio

de toda la vida, participacion del derecho divino y


humano (1 ) union de marido y mujer con la inten-
cion de vivir unidos por toda la vida. ( 2)
Desde el momento mismo que santifica el matri-

(1) Modestino.
(2) Ulpiano.
3( 37 )
monio anula el divorcio , porque la indisolubilidad es
su carácter distintivo . Que contraste presenta el ma-
trimonio cristiano , cuando se le compara con las
nupcias antiguas ; empieza por descartarse de la pro-
ligidad de las formas gentilicas , y las sustituye por
otras ceremonias impregnadas de una sencilla ma-
gestad; y de la pobre condicion de un simple contra-
to rescindible á voluntad de las partes contratantes ,
se eleva á la categoria de un verdadero sacramento .
El sí que en los altares pronuncian los esposos , es el
lazo indisoluble y eterno que ha de unirles para to-
da la vida; ese sí es la sentencia inapelable pronun-
ciada ante un ministro del Señor, que en vano ha

de tratarse de eludir , porque desde aquel momento


no ha de haber poder humano capaz de disolver
aquella union . Y la indisolubilidad del matrimonio ,
contribuye y mucho á labrar la felicidad de la mu-
jer, porque mientras exista ha de ser la esposa de
su esposo y la madre de sus hijos ; el derecho divino

el concede tan sagrados títulos , y no puede arreba-


társelos el derecho humano impunemente .

Que seria de la mujer , tierno retoño espuesto a


los furiosos vendavales de la vida, sinó se cobijara
siempre bajo el amparo de su esposo , flor delicada
que el mas débil rayo del sol agostaria, sinó se gua-
reciera bajo la sombra protectora del tronco robusto
del marido , que cual añosa encina la cubre con sus
frondosas ramas , para impedir que los violentos cho-
ques de la pasion humana tronche su débil y vaci-
lante tallo .
( 38 )
Que seria de la infeliz mujer, si un dia su marido
cansado de sus gracias, se emancipara de su débil
yugo y la dejara abandonada sin mas consuelo que el
lloro de unos hijos inocentes , que crecerian á su
lado quejándose de su orfandaz injusta y pidiendo un
pedazo de pan . ¿Donde iria á buscarlo ? Permitid el

divorcio y haceis de la mujer el ser mas desgraciado


de la tierra, toleradlo , y la sociedad vuelve al estado
lastimero que tuvo en otro tiempo .
La mujer era para los pueblos antiguos, ya lo he-
mos visto; una preciosa flor cuyo delicado perfume
aspiraban con avidéz , contemplaban con indecible
gozo sus matices , la rendian adoracion y culto ciego
mientras tenia la belleza que le daban sus colores ,

y luego, ingratos , cuando estaba marchita arrojaban


al suelo sin compasion sus hojas , que se volvian
polvo al ponerse en contacto con el polvo .
Para nosotros la mujer es otra cosa, yo veo en
ella un tipo que me encanta, que me fascina y que
me atrae á impulsos de una fuerza misteriosa que
no la sé esplicar; pero que la concibo y la comprendo .
Ese tipo es el de la madre : nombre dulcísimo que
atrae á nuestra mente un mundo de recuerdos gratos ,
que inundan nuestras almas de tiernas emociones ;
palabra mágica que llena de gozo el corazon , resorte
divino que electriza nuestro ser: la madre , imagen
adorada en cuyas aras rinden todos los hombres la

ofrenda pura de su cariño sincero ; recuerdo grato


que endulza la mísera existencia del que sufre , bálsa-
mo consolador que cura las heridas del alma, norte
0-3( 39 )
y estrella del misero mortal , que cual barquilla fragil
vacila en el embravecido mar de las pasiones ; con-
suelo del que vive en este valle de lágrimas amargas ,
tesoro inagotable de cariño , fuente pura de cristali-
nas aguas en donde el hombre veve la virtud , se-
gunda providencia que nos guia por los ásperos
senderos de la vida ; solicita pastora que cuando
descarriados estamos nos conduce afanosa hasta el

seguro aprisco, luz misteriosa que ilumina con sus


destellos refulgentes la oscura noche que á veces cu-
bre de luto el corazon , árbol frondoso que nos pro-
porciona su sombra bienhechora cuando errantes
caminamos por el desierto de nuestros infortunios ;
trasunto fiel del cielo , ángel que calma nuestras pe-

nas , que enjuga nuestras lágrimas, amigo fiel que


vela por nosotros , que llora cuando lloramos , que
rie cuando reimos , que nos purifica con su ejemplo ,
que nos alienta con su fé , y que nos salva con su
amor .

Yo no comprenderia el mundo sin el amor de una


madre , porqué la vida del hombre sin ese amor
seria una noche oscura y silenciosa; el mundo un
árido desierto , y el hombre una planta exótica sin
suelo en donde crecer, sin aire que respirar, sin
sávia de que nutrirse , y sin calor que le animase .
¡ Felices los que todavía tenemos en el mundo
á esa mujer ! Vosotros los que la habeis perdido ,
gozad con los recuerdos de ayer : ella cuando niños
os mecia cariñosa en su regazo , sonreia de placer
al contemplaros risueños como el albór de la mañana ,
( 40 )
puros como la misma inocencia, cándidos como el

corazon de un ángel, y hermosos como la trasparen-


te gota de rocío, que descompone en cambiantes de
luz el rayo que la hiere; ella os alimentaba con el

dulcísimo nectar de su pecho y erais el embeleso


de su vida, ella depositaba sobre vuestras frentes de
querube un ósculo amoroso , y mas tarde os enseñaba
á balbucear con voz entrecortada el nombre del

Señor ; de ella aprendisteis las plegarias que ahora


dirigís á Dios , ella os inspiró los dulces sentimien-
tos , los pensamientos grandes , las acciones heróicas ,
ella os dijo que habia un Dios á quien debiais ado-
rar y una patria á quien debiais servir sin interés ;
vosotros los que la habeis perdido , consolaos con
los recuerdos de ayer, pero no olvideis que desde
el cielo os contempla; desde allí os dirije una mirada
cariñosa, y murmura por vosotros una tierna plegaria
que se confunde con la celestial armonía de los án-
geles ; no olvideis que vuestras buenas acciones la
inundan de alegria allá en el cielo, y que vuestros
extravios la roban parte de su dicha y su eternal
ventura .

La razon no concibe , ni el entendimiento acierta


ȧ comprender, como ante la idea sublime de la

maternidad, pudieron obstinarse los pueblos antiguos


en degradar á la mujer hasta tal punto, sin considerar
que procediendo así vilipendiaban á la madre de
sus héroes y de sus sabios , y escarnecian á lo mas
sagrado despues de Dios sobre la tierra; el hombre
pensador al filosofar sobre tan indigno proceder no
( 41 )
puede menos de exclamar: quisiera que esta verdad
histórica estubiera enterrada el el sepulcro del olvido
ú ofuscada en las tinieblas de la duda .

Los que califican á nuestros tiempos con dicterios


que no merecen indudablemente , y para hacer resal-

tar los vicios que en su sentir aquejan á la moderna


sociedad, la ponen en parangon con las de tiempos
que pasaron, no pueden en concepto nuestro soste-
ner con ventaja el paralelo ; en hora buena encomien
las virtudes de entonces, nosotros aunque se nos ta-

che de optimistas preferimos las de hoy , porque

creemos que el siglo en que vivimos no es perfecto ;


pero si mucho mas que aquellos que nos presentan
por modelo los ciegos adoradores del pasado .
Examinemos lo que nos propusimos , veamos la
dignidad que hoy goza la mujer , la consideracion que
tiene entre nosotros , y el papel importante que de-
sempeña en las modernas sociedades .

Hemos visto que empeño tan solicito demostró el


cristianismo para regenerar á la mujer, santificando
el matrimonio, anulando el divorcio , y concediendo á
la mujer el merecido rango de que hasta entonces
habia carecido : las legislaciones posteriores habian
de estar impregnadas de esa filantropia que predica-
ba aquella purisima doctrina; el elemento cristiano

ingiriéndose en las leyes habia de producir una re-


forma radical en las costumbres , y los códigos tuvie-
ron que conceder á la mujer derechos que por la
misma naturaleza le correspondian , y que tan sin ra-
zon el hombre le negaba .
040( 42 ) 0
Afortunadamente la nueva raza que se encargó de

regenerar al mundo antiguo , no tenia á la mujer su-


mida en la postracion que la tuvieron los griegos
y romanos ; pues César y Tácito al bosquejar las cos-
tumbres de los germanos , aseguran que el funda-
mento de la familia germana era la monogamia, pues
aunque la poligamia estaba permitida no era sin em-
bargo un hecho general . La mujer tenia una regu-
lar importancia ; pues dentro de la casa era como
una especie de sacerdotisa , tenia á su cargo el cui-
dado de los dioses domésticos , aprendia á leer y á
escribir, dirigia los negocios de la casa , y se dedica-
ba segun los Sagas refieren , á la poesía y á la mú-
sica . Los mismos libros y Tácito aseguran que las

mujeres acompañaban á la guerra á sus maridos , y


que les animaban con su ejemplo en la pelea, de-
biéndose en muchas ocasiones á su resolucion y á su
heroismo, el éxito de la victoria en el combate . Era
poco conocido el divorcio , y raras las segundas
nupcias ; los matrimonios se celebraban tarde para
que los hombres no se enervasen con los placeres
del amor, y se hacia necesaria cierta proporcion de
edad en los esposos . El marido hacia á la mujer una
especie de donacion esponsalicia, y aunque no se
sabe con certeza si llegaron á conocer los ganancia-
les , habla Tácito de cierta comunidad de bienes en-
tre los esposos, que nos hace pensar que sí los admi-
tieron .

Con tan buenas disposiciones, no es estraño que


recibiendo del cristianismo costumbres suaves y
( 43 )
templadas , concediesen á la mujer prerrogativas
eminentes , y la amasen hasta con delirio rindiendo

culto á su belleza . En la edad media la poesía respira


todo amor , el filarmónico trovador canta sentidas

trovas á la que es objeto de su cariño , y el mismo


que ahora esparce al viento sus sentidos acentos ; es
el que poco antes blandiendo la lanza y el escudo ,
hacia tronar su voz aterradora en los campos de ba-
talla . « Dios y su dama; » he aqui el eterno pensa-
miento del caballero ; su ensueño dorado , la espe-

ranza que le alienta en los combates, el premio y la


recompensa de sus afanes prolijos ; se contempla
dichoso si puede ofrecer á los pies de su dama ,
los laureles recogidos en la guerra ; y no hay em-
presa que lè arredre , si puede alcanzar en ella al-
gun aplauso para dedicarlo á la señora de sus pen-
samientos .

Y era muy natural que sucediese asi ; aquella ga-


lanteria llevada á la exageracion , era efecto de las
pasiones violentas de unos hombres que aun conser-
vaban la ruda fiereza de sus progenitores, templada

en parte por ese sentimiento religioso que ardia en


sus pechos con tanta intensidad , y que hacia latir un
corazon de fuego . El tiempo fué calmando la intensi-
dad de aquel amor impetuoso , que degeneraba en
frenesi y en desvario , y templado por la madurez , se
ha convertido en otro amor mas delicado , que mide

mas grados que el cariño ; pero que no degenera ya


en pasion . Asi que hoy vemos á la mujer en su cen-
tro , en su verdadera esfera, y en el lugar que le es
.3( 44 ) §o
propio; no juega en el mundo , es verdad , el papel
importante que desempeña el hombre , porqué es
otra sumision , distinta su organizacion fisica, moral
é intelectual, su carácter dulce y apacible general-
mente la hace mas á propósito para satisfacer las
necesidades de la vida doméstica, que para engol-

farse en el inmenso piélago del mundo , en donde


se agitaban encontrados intereses , cuestiones impor-
tantes , y problemas profundos que no es ella sino el
hombre quien debe resolver .
Pero en cambio de que finas atenciones no se
ve rodeada la mujer, que deferencia no la demues-
tra el hombre en todos los actos de la vida, que

galanteria usa con ella , que consideracion y prefe-


rencias no le guarda , que obsequio le escasea y que
respeto deja de ofrecerle ?

Miradla en sociedad y la vereis objeto de las mas


finas atenciones , todos se disputan la honra de ob-
sequiarla, todos desean complacerla, nadie hay que
dejé de observar con ella un delicado proceder y
una galanteria esquisita; su misma debilidad la re-
comienda y su carácter encumbra su belleza .

Vedla en el hogar siendo esposa y siendo madre ;


allí es el mejor amigo de su esposo , la confidenta
de sus alegrias y sus penas , la que disipa sus dudas ,
la que mitiga sus dolores , la que hace llevadero el

infortunio si por desgracia ha traspasado los hum-


brales de la casa . ¡ Oh , la mujer es el ángel del ho-
gar . Cuando la desgracia se cierne sobre la familia

y anubla la frente del varon, ella con ese buen


( 45 )
instinto que solo posee la mujer, entrevé un rayo de
esperanza y alienta á su marido ; si el sudor asoma

á su rostro ella lo enjuga cariñosa, si el desaliento


se alverga en el corazon de su esposo, ella procura
alejarlo con su fé; y siempre el dolor y la tristeza
encuentran una lágrima en sus ojos , y una sonrisa
en sus lábios de coral.

Pero ya es madre , riente y dulce imágen de la


fecundidad divinas . Que orgullosa se siente al con-

templar el fruto de su amor, como se inunda su


pecho de alegria al presentar al mundo aquel tierno
retoño, á quien ha de nutrir la savia de su vida; un
nuevo amor intenso al par que desconocido germina
de súbito en su pecho, y produce en su ser una re-
volucion misteriosa .

¿ Os acordais de aquella jóven candorosa que acos-


tumbrada á los prolijos cuidados del hogar, solo po-
dia vivir al abrigo de sus padres , y bajo le égida
protectora de su amor ? Miradla pues convertida de
repente en madre resuelta y animosa; arrebatadle
el hijo de sus entrañas , maltratadle, la leona que
ruge airada allá en la selva , no será tan temible
como esta madre herida en la fibra mas sensible de

su corazon, que defiende á sus hijos porqué son pe-


dazos de su alma, y les ama como el avaro á su oro ,
como la flor al rocio , y como la tierra al sol.
Y el cariño de la madre es inmenso y desintere-
sado ; nunca sufre variacion , porqué no puede debi-
litarlo el tiempo , no necesita de estímulos , por eso
ninguno le recomienda este cariño; nuestros libros
0
( 46 )€
santos previenen al hombre que honre á su padre y
á su madre , y no sabemos que exista en ellos un
precepto tan solo , en que se prevenga terminante-
mente á la mujer que ame á sus hijos ; por que es
tan grande su solicitud , que no necesita le recomien-
den este amor .

Predomina en el hombre la cabeza, podrá carecer

la mujer del grado de inteligencia que aquel tiene ;


pero en cambio le escede en corazon y en senti-
miento . Si quereis conocer la fuerza de ese senti-
miento sublime en la mujer , no vayais á buscarlo en
sociedad , ni en la vida exterior ; buscadlo en el ho-
gar doméstico , en las relaciones íntimas de la fami-

lia, y allí le encontrareis , porqué por elevada que


sea la temperatura en el termómetró de la amistad ,

no llega nunca al cero del amor .


Y bien: su corazon , su belleza, su debilidad , su
sentimiento , su ternura, su amor, su sexo, todas es-
tas dotes apreciables que la recomiendan , todas estas
cualidades excelsas , todas estas prerrogativas emi-

nentes que vinculó Dios en la mujer , ¿ no merecen


una delicada consideracion y una galanteria esquisita;
no valen la pena de ser atendidas por el hombre ,
no la hacen digna de ser sobre la tierra la obra
predilecta de la creacion ?

¡ Oh, si ! Por eso los códigos modernos tienden á


la mujer su mano protectora y le conceden derechos ,
los gobiernos velan solícitos por ella, las leyes la
igualan con el hombre ; y este no la mira como sierva
humillada, sino como señora, como hermana, como
03( 47 )€0
un fiel amigo que endulza sus penas compartiendo
con él la felicidad y el infortunio .
Hoy se presenta al mundo revestida de la dignidad
y bellas prerogativas que naturaleza le concedió, y
ayer solo era instrumento vil del ser que orgulloso
la oprimia .
wwwn

III.

Todas las cosas mutables , las que no son eternas ,


han tenido el ayer, tienen el hoy y tendrán el ma-
ñana; todas las instituciones humanas han vivido la
vida del pasado , viven la del presente y es indudable
que cediendo á ese elemento invasor que se llama
progreso, han de vivir otra nueva vida mas perfecta
que las anteriores .
Los seres como las instituciones tienen sus fases ,
sus distintos periodos de vida, su existencia no es
siempre la misma; nacen , crecen , se desarrollan y
mueren, y ese crecimiento y ese desarrollo es tan

natural , que sin él no se comprenderia la vida ; para


que los hombres y las ideas permanecieran siempre
en un quietismo perfecto , seria necesario que el
tiempo no existiera . Así como la ciencia no ha pro-
nunciado aun su última palabra, tampoco la huma-
nidad ha realizado su último desenvolvimiento ; hácia
4
( 50 )
su fin camina, lạ mision de los pueblos es acercarse
á lo perfecto , es ley de la humanidad el progreso, y
es imposible' que deje de cumplirse .
Hemos descubierto los pliegues de ese inmenso
sudario que cubre los tiempos , y hemos podido exa-
minar lo que ha sido la mujer ; la esperiencia propia
nos dice lo que es, y la razon nos indica lo que debe
ser .

Pues qué, se me dirá, esperais todavía una re-


generacion para la mujer, acaso no habeis dicho que
hoy está en su centro , en su verdadera esfera y en
el lugar que le es propio ? Quereis emanciparla hasta
del yugo que su sexo le impone ? No ciertamente ,
no deseo esa emancipacion imposible, por que pien-
so con un moderno publicista , que para conseguirla
debiera empezar por emanciparse de su misma or-
ganizacion; no vive mi inteligencia de utopias , y por
eso no pretendo para ella la rehabilitacion que á
principios de este siglo proclamaron en Francia los
discípulos del Conde Saint Simon , no quiero que
se la concedan derechos cuyo ejercicio no está en
armonía con su carácter; pero espero una regene-

racion en la sociedad , y creo que la mujer debe


servir de instrumento, ella debe iniciar esa regene-

racion, y para desempeñar mision tan importante no


necesita de nuevos derechos ; pero le falta instruccion ,
necesita educacion .
Instruccion y educacion : he aquí la poderosa pa-

lanca con la que puede removerse el mundo social :


Arquímedes pedia un imposible que á haberse po-
( 51 )
dido conseguir , hubiera sin duda movido el mundo
material, nosotros pedimos una cosa factible ; tenemos
la resistencia representada en la ignorancia , el punto
de apoyo en la mujer; désenos la potencia, es decir
la instruccion , y se habrá logrado nuestro objeto .
La instrucccion ¡ Oh ! La instruccion es una joya
inestimable de mas quilates que el oro , es el timbre
mas glorioso que pueden tener los pueblos , y el
floron mas bello de la corona de los Reyes ; un pue-

blo instruido precisamente ha de ser un gran pueblo


y no ha de hacer el mal , porqué la ciencia acerca
los hombres á Dios , la ciencia y la virtud son un
estrecho vínculo que une al Criador con la criatura .
Y todos hablan de instruccion ; cuando los pueblos
exigen derechos se les dice: no es tiempo todavía,
no teneis suficiente instruccion para ejercerlos con

acierto , cumplid vuestros deberes : es la única con-


testacion que puede dárseles . Los gobiernos inventan
mil sistemas para propagar esa instruccion tan de-
seada; pero esa propaganda es lenta y paulatina :
cada paso que dá la humanidad en la senda del pro-
greso le cuesta un siglo , cada uno de sus desenvolvi-

mientos representa cuando mas una generacion , ca-


da conquista científica consume la vida entera de

un sabio , ó es la creacion de un génio , y los génios


aparecen muy de tarde en tarde sobre la tierra; son

meteoros brillantes que dejan tras de si un rastro


de luz que tarda mucho en extinguirse , ó no se ex-
tingue nunca.
La humanidad en su marcha progresiva es un
( 52 )
obrero laborioso que recoje materiales , los hacina y
empieza á edificar ; pero abrumada en esa marcha

bajo el peso de trabajo tan asíduo , interrumpe cien


veces su carrera y se detiene para tomar aliento ,
para emprender de nuevo y con mas fé la obra co-

losal que se propone levantar . ¡ Lástima que en esa


marcha se le opongan obstáculos que indudablemente
ha de salvar , aunque por desgracia sea á costa de
tiempo y de sangre tal vez . !
Procurar debemos pues no detener esa marcha;

los gobiernos deben coadyuvar á tan laudable fin, y


para conseguirlo han de empezar por educar, porqué
la fuerza motriz del progreso es la educacion de la
infancia . Las palabras educar y progresar están es-
trechamente enlazadas .

Creo que la regeneracion social no se realizará


educando á la generacion que muere , sino educando
á la generacion que nace, á esa infancia que ahora
está en la mañana de la vida , cuya inteligencia vír-
gen todavía, es como la superficie límpida y transpa-
rente , en la que fielmente se retratan los objetos
que ante ella se presentan .
Educad esa inteligencia impresionable , porque
sin cultivo será lo que la bella flor, que se marchita
y muere cuando no la fecunda el fresco rocio de la
mañana; si el sol no diera vida á sus hojas , si el
aura no meciera su tallo besando su corola , no es-
parciria su fragante aroma, moriria agostada y no
seria hermosa . Así la inteligencia, flor impalpable
criada en el jardin de la naturaleza humana, seria
( 53 )*.
esteril si no se cultivara, ni tomaria incremento si al
presentarse en la aurora de la vida como luminosa

estrella, no se la educara guiándola por el camino


del bien. ¿Pero y como conseguir esa instruccion
cuya propaganda es tan dificil ; acaso no se inventan
mil sistemas y son ineficaces ? Dificil es en verdad ;
pero no tanto como generalmente se cree : edúquese
á la mujer y se habrá conseguido ese imposible, edú-
quese á la madre y se habrá educado á la infancia ,
edúquese á la mujer, á la esposa y á la madre , y se
habrá educado á la humanidad.

Hay quien no encuentra sino defectos en la parte


moral de la mujer y limitacion en su entendimiento ;
esta aseveracion es infundada , de que la mujer no

sepa mas no se infiere que no tenga talento para


mas : mujeres eminentes han habido en las ciencias ,
en las artes , en la literatura y en todos los ramos del
saber humano , no seré yo quien pretenda igualarla
en inteligencia con el hombre , antes creo que mide
algunos grados menos ; pero encuentro en todas las
fases y en todos los estados de su vida , elementos
suficientes que bien esplotados pueden contribuir á
la mejora moral de la sociedad, y gérmenes fecun-
dos que bien desarrollados pueden verificar una re-
volucion benéfica en el mundo social .

El hombre ha nacido para la vida exterior , la mujer

para la interior, buscad á aquel en la plaza pública,


que á esta la encontrareis en el hogar doméstico . ¿ Qui-
en pues mas apropósito que la madre de familia pa-
ra educar á sus hijos ? Ella con su mirada puesta en
( 54 )
Dios , les enseña las sagradas máximas que de sus
mayores aprendiera, procura inculcarles los sanos
pricipios que han de labrar su felicidad futura, les
inspira las acciones heróicas, los pensamientos gran-
des , les muestra los atractivos de la virtud y los
horrores del vicio , les habla de una vida futura , les
dice que hay un Dios , que hay una pátria: forma en
una palabra su doble educacion social y moral , y es
la causa de que luego sean ciudadanos honrados,
esposos modelos y padres solicitos por el bien de
sus hijos ; pero para ello es necesario que esa madre
posea tambien la educacion social y religiosa á la
vez, porque sin ella , le es imposible cumplir la im-
portante mision que á Dios le plugo confiarle , malo-

gra la preciosa posicion que goza en la familia, y no


puede presentarse como modelo de sus hijos .
El padre no es tan á propósito como la madre
para educar á la familia , y aparte de que su carácter
es mas propio para corregir que para educar, vive
fuera de casa ; la agricultura , el comercio , las artes ,
la industria , las ciencias , la política , las mil y mil
ocupaciones é intereses de la vida práctica observen
por completo su atencion , es el sosten de la casa, y
ha con su trabajo de procurar la subsistencia á su
familia.

La mision de la mujer, es mas grande y de mas


trascendentales consecuencias que la del sábio , del
filósofo , del legislador y del político ; si los unos han
de elaborar leyes perfectas , si los otros han de in-
ventar sistemas de gobierno para labrar la felicidad
02( 55 )€0
de las naciones , si todos de consuno han de abordar

árduos problemas cuya resolucion es de interés vi-


tal para las sociedades , la madre de familia ha de
hacer mucho mas : un hombre honrado y una mu-

jer honrada, y la honra es la virtud , y la virtud la


felicidad completa, el soberano bien .
Asi pues , legisladores, políticos , filósofos , no os
perdais en vanas abstracciones , ni en encumbradas

teorias de una metafísica inteligible apenas, educad


á la mujer, si quereis educad á vuestros hijos ; edu-
cadla porque ya os lo ha dicho un moderno publi-
cista « Educar á un hombre es educar á un individuo

que nada deja tras desí ; educar á la mujer es formar


las generaciones que están por venir . >>
No tacheis de ideal tan bello pensamiento, no es
ilusion, no es quimera: es una verdad deducida de
la razon, apoyada por la esperiencia y corroborada
por la historia .

Que ocasion se le presenta á nuestro siglo , para


desmentir el dictado de positivista y materialista con

que se le califica , eduque el siglo diez y nueve á la


mujer, y será el siglo mas grande de cuantos ha vis-
to el mundo : sus inventos prodijiosos , sus descu-
brimientos sorprendentes, sus adelantos pasmosos ,

los secretos que ha arrancado á la naturaleza y sus


conquistas científicas , le dan el glorioso título de siglo
de la ilustracion y de las luces, no es tan malo como
le pintan los pesimistas de la situacion actual ; pero
le falta dar un paso , está á la mitad de su carrera y
antes que la termine , esperémoslo así , ha de educar
12105

* ( 56 ) *
á la mujer, ha de alumbrar con la brillante antorcha
de la civilizacion , hasta los mas recónditos lugares de
la sociedad, y ha de conseguir la fusion cientifica y
la solidaridad de los conocimientos humanos , siem-

pre razonable y siempre justa .

FIN.
:
33
6
11.10

á la mujer, ha de

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907

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907 a
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