Guia-de-Eclesiologia

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Eclesiologia

La eclesiología se pregunta las siguientes cuestiones:

¿Quién conforma la Iglesia?

¿es una corporación visible o terrenal, una iglesia en el sentido de una


denominación específica o institución por ejemplo?

La eclesiología es la parte de la teología cristiana que dedica su estudio al papel


que desempeña la Iglesia como una comunidad o entidad orgánica, y a la
comprensión de lo que "Iglesia" significa: su papel en la salvación, su origen, su
relación con el Jesucristo histórico, su disciplina, su destino y su liderazgo.

EL PROBLEMA DE LA TERMINOLOGIA

I. ETIMOLOGIA DEL TERMINO NEOTESTAMENTARIO


Se hace necesario que entendamos las asociaciones lingüísticas que la palabra
ekklesía trajo consigo dentro del uso en los tiempos del Nuevo Testamento.

Reconocemos que no es la etimología lo que finalmente determina el significado


del término, sino su uso corriente en el período que se contempla; de todos
modos, la etimología presta su contribución al significado popular.

También aceptamos el punto de vista de que estamos tratando


fundamentalmente con una idea que tuvo su gestación en la mente de Cristo y
que encontró su eventual expresión en el Nuevo Testamento bajo la dirección del
Espíritu Santo.

1. Uso clásico. En el uso clásico ekklesía significaba “una asamblea”.

Derivaba de la combinación de una raíz y una preposición o prefijo griego cuyo


significado era “llamar hacia fuera”. Esta traducción literal tiende a dar un
significado incorrecto al término. La idea no es que “la iglesia” es llamada hacia
fuera del mundo, como algunos dicen.
Ekkalein quiere decir más bien en castellano “citados” o “convocados” para un
propósito. Era un grupo de personas calificadas y citadas para sesionar como
asamblea.

Se usaba comúnmente con referencia a cuerpos representantes aptos,“llamados


hacia fuera”, para ejercer funciones legislativas.

El Léxico Griego de Thayer dice: “una reunión de ciudadanos llamados de sus


hogares hacia algún lugar público, una asamblea”. (Léxico Griego) dan la siguiente
definición: “una asamblea de ciudadanos regularmente convocados; la asamblea
legislativa.

La antigua población griega estaba organizada por un número de ciudades


estados; esto es, cada ciudad principal tenía su propio gobierno, y gobernaba
también el territorio circundante. La autoridad gubernamental recaía en ciertos
ciudadanos competentes, quienes residían en la ciudad y eran“llamados hacia
fuera” para formar las asambleas legislativas.

En su relación con la idea neotestamentaria de la iglesia, el importante significado


del uso clásico consiste en que el término se refería a un cuerpo de personas que
tenía cualidades definidas y que se reunía para llevar adelante, ciertos designios
organizados.

Para ser más específicos, en el uso clásico de este término había cuatro
elementos a su uso en el Nuevo Testamento:

(1) la asamblea era local,

(2) era autónoma,

(3) presuponía cualidades definidas,

(4) era conducida sobre principios democráticos.

2. Uso en la Septuaginta. Ninguna idea o término en el Nuevo Testamento puede


adecuadamente interpretarse sin decir el asunto de su relación con el Antiguo
Testamento y el judaísmo.
Elementos desprendidos de esas fuentes fueron los factores determinantes en la
educación y en la preparación de todos los escritores del Nuevo Testamento, y de
aquí que justamente no lo podemos ignorar.

En este punto, la fuente de nuestro especial interés es la Septuaginta, la versión


griega del Antiguo Testamento, que era común entre los judíos de habla griega en
el tiempo de Jesús.

En dicha versión, se usa ekklesía para traducir la palabra hebrea qahal, término
que significa una asamblea, convocación o congregación.

Hay tres hechos acerca del uso del ekklesía en la septuaginta y el uso de qahal en
el Antiguo Testamento, los cuales son de importancia para nosotros en un estudio
de la iglesia:

(1) Nunca se considera como un hecho espiritual, independiente de las


limitaciones en cuanto al tiempo y al espacio.

(2) La asamblea, ekklesia, de Israel como una posesión peculiar de Jehová era
considerada como un concepto ideal, pero teniendo su única contraparte literal
en una precisa reunión del pueblo.

(3) Esta palabra, especialmente en el período intertestamentario, llegó a denotar


una reunión local con fines de adoración.

3. Significado resultante. Por una combinación de elementos que se desprenden


del significado de ekklesía, tanto de su uso en el griego clásico como en la
Septuaginta, tenemos como un concepto resultante, una comunidad de
individuos que poseen ciertas cualidades que son considerados en un sentido
único como un pueblo de Dios, dedicándose a la promoción de objetivos
religiosos y conduciendo sus propios asuntos sobre principios democráticos.

4. Elemento dominante. Es probable que el significado de ekklesía, tal como se


usó en la Septuaginta, ejerció una fuerte influencia sobre la manera en que los
discípulos de Cristo entendieron el término; pero a medida que el reino se
extendía por el mundo gentil los conceptos cristianos se vieron más y más
influidos por el pensamiento griego.
Es decir, siendo que los escritos del Nuevo Testamento vinieron de un período
cuando el cristianismo estaba en un activo y constante contacto con el mundo
helénico, éstos debieron haber sido profundamente afectados por el sentido
clásico de ekklesía.

II. PROBLEMAS ETIMOLÓGICOS EN EL USO DE LA PALABRA IGLESIA

El vocablo ekklesía a través de la historia ha sufrido de falsas interpretaciones y


tergiversaciones. En el mundo de habla hispana tenemos un problema de
connotación, mientras que en el mundo de habla inglesa existe un problema de
uso de términos y de significado.

1. Uso en el idioma castellano: Nuestra palabra viene del griego ekklesía y ha


sufrido una muy leve variación en su llegada al castellano.

Nuestro problema mayor tiene que ver con las connotaciones que la palabra ha
ido tomando. Dos son los sentidos en que se notan tendencias deformistas:

(1) Iglesia-edificio: nuestra gente va a la iglesia y sale de la; algunas personas


dicen que los creyentes no son la iglesia.

(2) Iglesia-denominación: a las denominaciones se les asigna el título de iglesia


en sentido genérico; es decir, se habla de iglesia presbiteriana, luterana, o
católica.

El catolicismo romano, de acuerdo con su política, no hizo esfuerzo alguno por


impartir a sus hermanos convertidos una visión más espiritual de la religión
cristiana, sino que adaptó su propaganda a su tosca reverencia por las ceremonias
y los lugares sagrados.

Y así, el edificio de la iglesia llegó a ser la incorporación y la expresión esencial de


la religión que ellos aceptaron. Por una fácil y natural modificación, el término
que se empleaba para el edificio se aplicó después a la institución religiosa que él
representaba; la institución misma fue la “iglesia”; el edificio fue su expresión
tangible.

2. Uso denominacional: Para los bautistas es perfectamente consistente usar el


término “iglesia”, por vía de acomodación, al referirse a todas las congregaciones
en este grupo, la “iglesia metodista”, o la “iglesia episcopal”, pero entendiéndose
que dicho término se toma aparte del significado escriturario.

Pero es totalmente inconsistente hablar de la “iglesia bautista” en este sentido,


porque tal organización no existe. Con todo el énfasis posible debe decirse que no
hay “iglesia bautista” como denominación; pero sí hay “iglesias bautistas”, siendo
cada una de ellas una unidad completa o independiente en sí misma. En su
totalidad ellas constituyen la denominación bautista.

LA IGLESIA EN LOS ESCRITOS DEL NUEVO TESTAMENTO.

Hemos encontrado que la palabra se usa en el Nuevo Testamento en cuatro


sentidos.

1. Seis veces se usa en su significado griego clásico de asamblea.(Hechos 7:38;


19:32, 39, 41;Hebreos 2:12; 12:23. De estas seis referencias dos representan el
uso de la Septuaginta, denotando la asamblea de Israel.

2. La idea prevaleciente y fundamental de ekklesía es de un cuerpo local


organizado sobre principios democráticos con propósitos de culto y
servicio.Hechos 5:11; 8:1, 3; 9:31; 11:22, 26.

3. El uso del término por nuestro Señor considera principalmente una


aplicación futura. A este uso le hemos asignado el sentido genérico. Este ocurre
solamente tres veces.Mateo 16:18; 18:17.

4. Un uso especial del término por Pablo parece representar la idea del Israel o
la iglesia en un sentido ideal.1 Corinitos 12:28; Colosenses 1:18, 24

LA IGLESIA EN LA VIDA NEOTESTAMENTARIA

Como una consideración preliminar deseamos llamar la atención hacia tres


elementos en la vida del Nuevo Testamento que dieron a la ekklesía cristiana un
carácter nuevo y distintivo.

El primero fue la personalidad única y el ministerio terrenal del Hijo encarnado,


de quien la ekklesía derivó su origen, su naturaleza y su plan. El segundo fue el
advenimiento especial del Espíritu Santo, de quien la ekklesía recibió su eficacia
para la realización de su misión. El tercero fue la respuesta de judíos y gentiles a la
predicación del evangelio de quienes la ekklesía recibió su composición.

No puede negarse que la iglesia del Nuevo Testamento procedió del ministerio de
Cristo según la proyectó él para una función específica, y que ella mantiene una
relación distintiva con el Espíritu Santo, su administrador Divino.

Estos elementos claramente pertenecieron a la era cristiana y produjeron el


resultado inevitable de la iglesia como una institución inconfundiblemente
cristiana. En vista de estos hechos indiscutibles debemos buscar la aparición más
temprana de la ekklesía subsiguiente al bautismo de Jesús.

I. ORIGEN DE LA IGLESIA

El origen de la iglesia es un asunto que no puede fijarse definitivamente. La


teoría que mejor concuerda con los datos actuales del Nuevo Testamento es que
la iglesia fue un hecho desde el momento en que los primeros discípulos se
unieron a Cristo, pero que no alcanzó su forma acabada hasta ya tarde en la edad
apostólica.

El doctor A. H. Strong (bautista) expone concisamente el asunto así: “La iglesia


existió en germen antes del día de Pentecostés”(Systematic Theology). Pero esta
iglesia embrionaria estaba lo suficientemente patente durante el ministerio de
Jesús como para justificar su designación de “la iglesia de Cristo”.

El término “iglesia apostólica” es descriptivo pero no exclusivo.

1. El principio creativo. Primariamente, la iglesia es la maniobra personal de


Jesucristo. Fue el cumplimiento de la misión que Jesús le dio a sus seguidores la
que dio origen y carácter a la iglesia. El carácter de la iglesia se determinó por su
función. Consistió primariamente en los discípulos de Cristo ocupados en la
propagación del mensaje de redención.

No hay mejor afirmación del carácter fundamental de la iglesia que la singular


definición del doctor L. R. Scarborough: “La iglesia es un grupo de creyentes
bautizados yendo con Cristo en busca de los perdidos.” Básicamente, eso es
exactamente lo que es la iglesia.

2. Elementos originales. De modo que, en una forma incipiente, la iglesia vino a


la existencia en aquella primera escena dramática del reino recién llegado cuando
Andrés trajo a su hermano ante Jesús y Felipe salió en busca de Natanael. Se
agregó otro elemento cuando Jesús encargó a sus discípulos que bautizaran a
todos los que aceptaban su ministerio.

Todavía se cumplió otro paso en su desarrollo cuando los doce, y más tarde los
setenta, fueron enviados en misión. Un elemento distinto fue agregado a su
aspecto funcional cuando se estableció la institución de la cena del Señor.

Los doce, como participantes en esta solemne ocasión, no estaban actuando en


su capacidad de apóstoles, sino sólo como discípulos; esto es, a ellos no se les
concedía el privilegio por alguna relación oficial especial, sino sobre la base de esa
relación que es común a todos los creyentes. Sentados para participar de la cena
pascual, ellos poseían las características esenciales de una iglesia, ocupados en la
celebración inicial de una ordenanza que ha sido desde entonces el encargo
peculiar y sagrado de la ekklesía.

Cuando Cristo dio la gran comisión él especificó más definidamente y puso sobre
la iglesia la doble función en la cual ya se encontraba ocupada; es a saber, la
propagación del evangelio y la perpetuación de las ordenanzas.

II. CRECIMIENTO DE LA IGLESIA

Pero bien puede decirse, que aun en el tiempo en que fue dada la gran comisión,
la iglesia todavía estaba en su fase incipiente, por dos razones vitales.

Primera, porque aún no había llegado a ser una realidad definida en la


conciencia de sus componentes. Segunda, hasta entonces ella no había asumido
ningún modo definitivo de vida corporativa.

El desarrollo de estos dos hechos constituyeron las dos principales corrientes de


progreso hacia la realización final de la iglesia del Nuevo Testamento.

1. Crecimiento de la conciencia eclesiástica.


¿Cuándo y cómo se iluminó por primera vez la conciencia de los apóstoles a la
realidad de que la ekklesía sería el factor principal en el progreso del reino?

La respuesta a esta pregunta requiere un cuidadoso escrutinio, y al mismo


tiempo, un criterio comprensivo de los escritos del Nuevo Testamento. Que la
ekklesía llegó a ser considerada como un factor importante se evidencia por la
declaración de Pablo que fue comprada con la sangre divina y de que es columna
y apoyo de la verdad.

La posesión de este conocimiento por parte de los cristianos del primer siglo fue
esencial para una explicación racional del lugar prominente que la ekklesía tuvo
en la historia apostólica. Pero, ¿cuándo se produjo esta realización y qué fue lo
que sirvió para su desarrollo?

(1) Primeramente, debemos observar que el conocimiento de esta importante


verdad no fue dado al cristianismo como una repentina revelación, sino que vino
como un desarrollo gradual.

Es muy probable que los discípulos no entendieron muchos años después de la


resurrección el sentido pleno de las palabras de su Maestro cuando dijo: “Sobre
esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
El absoluto conocimiento del lugar de la ekklesía en las actividades del reino vino
como un desarrollo.

(2) Pueden observarse ciertos factores en la creación de esta conciencia.

Tres hechos en la vida del Nuevo Testamento contribuyeron a la creación de


este conocimiento. Primero, entre los cristianos primitivos prevalecía un sentido
místico de sociabilidad, derivado del judaísmo, pero intensificado por el carácter
más distintivamente espiritual del cristianismo. Segundo, la idea de vida de
comunidad corporativa, que fue engendrada por los cultos judíos de la sinagoga y
reforzada por el significado etimológico de la palabra griega ekklesía. Tercero, no
hay nada más evidente en el Nuevo Testamento que la dirección del Espíritu
Santo hacia una propia cristalización de la idea de la iglesia.

Sus manifestaciones más visibles se posaron sobre los discípulos congregados


(Hechos 2:1-4; 4:31; 8:14-17; 10:44). El Espíritu Santo inauguró la primera
avalancha del evangelismo mientras los discípulos estaban “todos unánimes
juntos” (Hechos 2:1). Cuando las personas fueron salvas después del Pentecostés,
él las reunió en una asamblea común.

(3) Es posible trazar con claridad los pasos en el crecimiento de esta conciencia. La
presencia de sentido de vida corporativa se manifestó por los discípulos
exactamente en el primer acto después de la ascensión. La partida de su Señor
dejó en ellos una sensación deprimente de indecisión y soledad. En su estado de
inercia dolorosa ellos buscaron alivio en el compañerismo. Un grupo de los
apóstoles se juntó en un aposento alto y fue acompañado por otros discípulos
hasta que el número de todos los creyentes congregados llegó a ciento veinte.

a. Tenemos entonces el primer caso de actividad corporativa en la elección de


Matías para llenar el lugar de Judas, todos los discípulos congregados en
asamblea, llegaron a un acuerdo unánime, y Lucas declara que Matías fue
“elegido para ocupar una posición con los doce apóstoles”.

b. La siguiente evidencia marcada del sentido creciente de unidad se encuentra


en la última parte del capítulo segundo de Hechos. Estos versículos son
vívidamente descriptivos de una confraternidad extraordinaria. Aquí encontramos
la vida de comunidad expresándose de tres maneras distintas. (a) De común
acuerdo ellos aceptaron la enseñanza de los apóstoles. (b) Ellos adoraban y
partían el pan juntos. (c) Unos suministraban para las necesidades de los demás.

Comenzando con Hechos 4:23 e incluyendo once versículos del capítulo

cinco, tenemos un pasaje que es particularmente pertinente. En el v. 23 Lucas


hace la declaración significativa de que Pedro y Juan vinieron “a los suyos”. Esta
frase sugiere una relación muy estrecha. Luego, en el v. 32 dicho asunto es
expuesto en términos explícitos, así: “Y la multitud de los que habían creído era
de un corazón y un alma.”

Basada sobre esta misma declaración positiva de unidad espiritual, se halla una
descripción de vida en comunidad, lo cual no deja lugar a duda de que ya se había
desarrollado un fuerte sentido de relación entre los discípulos en Jerusalén.
Este sentido de coherencia había creado una suficiente unidad de modo que
Lucas se siente justificado al referirse al grupo de creyentes como una ekklesía.

Cuando llegamos al capítulo cinco de Hechos, los fundamentos son totalmente


suficientes para describir a la compañía de los creyentes como una ekklesía.

Existieron numerosas comunidades cristianas por toda Judea y Galilea, e


indudablemente mantuvieron un modo independiente de vida en comunidad,
siendo esencialmente iglesias. Tal comunidad de discípulos fue probablemente
denominada edhah o kenishta, el nombre arameo para una asamblea.

Sin embargo, aunque estas iglesias eran distintas en su vida y actividad, es


probable que ellas consideraran a la iglesia en Jerusalén como algo al estilo de
una iglesia madre, especialmente las que estaban ubicadas en Judea. Esta sería la
actitud natural de la conciencia judía en Palestina.

LA IGLESIA EN EL CRISTIANISMO PROTESTANTE

La Reforma, prácticamente, no tuvo efecto en la concepción esencial de la


iglesia. Los grandes reformadores tomaron sin preocupación alguna la teoría de la
constitución eclesiástica que Cipriano y Agustín habían transmitido a la Edad
Media. A ellos no se les ocurrió que el mismo monstruo de la tiranía eclesiástica
con el cual ellos se hallaban empeñados en combate mortal había surgido
principalmente de la teoría de una Iglesia Católica.

Ellos reprendieron severamente el “sacerdotalismo”, pero aceptaron y


defendieron el eclesiasticismo. Es decir, aunque negaron la función sacerdotal del
clero, todavía sostuvieron la unidad orgánica de toda la cristiandad; mientras
defendían el sacerdocio universal de los creyentes, ellos, al mismo tiempo,
defendían la organización universal de los creyentes. Mientras se esforzaban por
destruir los frutos del papado, estaban inconscientemente reteniendo y
alimentando las mismas raíces que los habían producido.

Las dos principales piedras de fundamento sobre las cuales el trono papal se
había edificado eran la creencia de una Iglesia universal dispensando salvación, y
esta Iglesia dotada de poder temporal tanto como espiritual. Ambos puntos
fueron aceptados en principio por la Reforma. Tampoco pensaban en la Iglesia
universal como siendo meramente una comunidad de creyentes, sino que
pensaban en ella como una institución de autoridad.

En el último párrafo de la confesión de Augsburgo, la gran expresión teológica de


la Reforma Luterana, encontramos estas palabras: “Nuestra posición no es quitar
el mando de los obispos.” Esta declaración hubiera sido del agrado de Cipriano y
de Agustín.

La cosa más afortunada que pudiera acontecerle al cristianismo moderno fue el


desarrollo de varios tipos de reforma. De haberse congregado todas la fuerzas
protestantes alrededor de la confesión de Augsburgo como su estandarte común
de doctrina y de programa de reconstrucción, hubiera resultado una gran Iglesia
Protestante, la cual, aun cuando no hubiese duplicado el carácter sacerdotal de
Roma, hubiera sí ejercido una tiranía eclesiástica sobre las conciencias de los
hombres, tan defectuosa e implacable como jamás ha salido del trono papal.

Pero la divina providencia, que rompió la soledad del noreste de Alemania con la
voz de Martín Lutero, también luchó contra la astuta alianza papal de Francia y de
Suiza occidental con la notable influencia y la penetrante lógica de Juan Calvino, el
príncipe de los reformistas. Como resultado, much antes de que al luteranismo se
le hubiese permitido una oportunidad de penetrar en todo el oeste de Europa, la
Iglesia Reformada había ganado un fuerte punto de apoyo, y había dominado
prácticamente el movimiento protestante en Francia, Escocia y los Países Bajos,
además de ejercer una poderosa influencia en Suiza y aun en Alemania misma.

Este curso providencial salvó a la cristiandad de una repetición de los horribles


frutos del eclesiasticismo, los cuales se habían hecho sentir durante la última
parte de la Edad Media.

Tristemente es muy cierto, sin embargo, que aun las iglesias protestantes,
siempre que ellas aseguraron el completo dominio de las riendas del gobierno,
fueron intolerantes y opresivas como la madre Roma misma. De hecho, el
tenebroso crimen de la Inquisición casi ha sido duplicado por los representantes
del protestantismo. Esto no fue más que un resultado natural de eclesiasticismo.
I. OPINIONES DE LA REFORMA ACERCA DE LA IGLESIA

Lo que hemos expuesto presenta, en una forma general, la teoría de la Reforma


acerca de la iglesia. Pero no es realmente posible presentar con exactitud todas la
ideas eclesiásticas de la Reforma en una declaración amplia. Es posible solamente
indicar, en una forma general, la tendencia dominante.

Hubo casi tantas teorías diferentes acerca de la iglesia como hubo tipos de
Reforma, y a fin de dar un ajustado entendimiento de la impresión de la Reforma
sobre el desarrollo eclesiástico de la historia protestante, se hace necesario
estudiar, al menos, las opiniones representativas. Realmente hubo tres grandes
movimientos protestantes los cuales afectaron permanentemente la organización
eclesiástica; estos son, el luterano, el calvinista y el anglicano. Intencionalmente
omitimos a los anabautistas, porque su teoría sobre la política eclesiástica no
puede justamente mencionarse, a la luz de historia auténtica, como un brote de la
Reforma. Los tres movimientos aludidos son los únicos tipos que realmente
autorizan una discusión en esta conexión.

1. Lutero. El pensamiento de Lutero estaba enteramente dominado por el


eclesiasticismo. Cuando él primeramente instituyó sus medidas reformatorias no
lo hizo con el pensamiento de romper su relación con Roma, sino más bien para
abogar por una completa purga de la gran Iglesia Madre, de la cual era profundo
devoto. Cuando al fin el rompimiento con Roma le fue impuesto, Lutero
inmediatamente separó en su pensamiento al papado de la Iglesia, y continuó
creyendo en la pureza potencial y en la eficacia de la última.

Frecuentemente, él se refiere en sus escritos a “la Iglesia Universal”, claramente


indicando por el contexto que él la concebía como una realidad orgánica y
visible, abarcando a todos los creyentes. Se dice que en una ocasión se le
preguntó qué era la iglesia, y que él contestó: “La Iglesia es invisible”; pero las
funciones que él asignó a la iglesia no podían ser cumplidas con una agencia
invisible, a menos que esa agencia fuera una personalidad espiritual.

Por “invisible” él debió haber dado a entender la naturaleza de la iglesia, según


está inherente en las vidas espirituales de sus miembros, pero convirtiéndose a
traves de ella en una agencia definida y tangible. Había cuatro puntos cardinales
por los que Lutero contendía en su oposición a Roma; estos son: el sacerdocio
universal de los creyentes, la relación directa de cada creyente con Cristo, la
autoridad final y absoluta de las Escrituras, y la salvación como un inmerecido
regalo de Dios, condicionada sólo por la fe y el arrepentimiento.

Cuando estos cuatro puntos le fueron concedidos Lutero no tuvo ningún otro
cambio que sugerir. El no tenía ninguna queja que hacer en contra de la
enseñanza de la Iglesia Católica anterior a la introducción de la supremacía papal.
Se hubiera reconciliado perfectamente al gobierno externo, tal como existía
entonces, si la autoridad del Papa pudiera haber sido limitada. Consideró a la
Iglesia como poseedora de una autoridad especial sobre las almas de los
hombres, y declaró que “quienquiera que encuentra a Cristo debe encontrar a la
iglesia”.

Lindsay lo interpreta como creyendo que debe haber una iglesia universal,
organizada en varias divisiones territoriales, y “que la magistratura cristiana bien
pudiera representar a la comunidad cristiana de creyentes, y en su nombre, o
asociada con ella, encargarse de la organización y superintendencia de la iglesia
civil o territorial”

La unión de la iglesia y el Estado ha caracterizado a la política de la Iglesia


Luterana a lo largo de su historia.

Pero en realidad, Lutero no formuló ninguna política definida de gobierno


eclesiástico. La forma de organización, bajo la cual la Iglesia Luterana fue
constituida, la planearon otras mentes y la sometieron a la aprobación de Lutero.
Pero es también cierto que su influencia fue dominante en el pensamiento de los
que delinearon los planos, y consecuentemente, la forma resultante de
constitución eclesiástica puede con justicia llamarse luterana.

2. Calvino. Con las iglesias reformada el caso fue completamente diferente. En el


punto de la organización local ellas honestamente intentaron retornar a los
principios del Nuevo Testamento. Adoptaron los ideales de Calvino, quien creyó
que el gobierno de la iglesia debía basarse sobre el precedente apostólico. Se
acercó más a la política congregacional que cualquiera de los grandes reformistas.
Aprobó que los oficiales de la iglesia debían ser electo por el pueblo, pero le
asignó a tales elecciones cierta supervisión presbiterial.

Admitió que había tres grados de oficiales de la iglesia designados por el Nuevo
Testamento: obispos, gobernadores y diáconos admitiendo que los términos
obispo y anciano son sinónimos en el Nuevo Testamento, pero insistiendo en que
había también ciertos oficiales conocidos como “gobernadores”, quienes eran los
encargados de la dirección general de los asuntos de la iglesia.

Basa esta teoría en un solo pasaje de las Escrituras (1 Corinitos 12:28), y sobre una
muy dudosa interpretación del mismo.

Mientras Calvino estaba justamente seguro en sus opiniones con respecto a la


iglesia local, era, no obstante, un completo eclesiástico, hecho que tiende a viciar
sus propias saludables opiniones en el otro respecto. El creyó totalmente en una
iglesia universal, a la cual consideró como la Madre de todos los santos.

Es verdaderamente extraño que en su análisis del uso de ekklesía en el Nuevo


Testamento, ni siquiera reconoce su aplicación local, denotando solamente dos
significados: la iglesia invisible de todas las edades y la iglesia universal visible,
presente en el mundo.

El consideró a la iglesia visible como poseedora de cierta eficacia espiritual:

“Nuestro propósito presente es tratar de la iglesia visible; ...siendo que no hay


otra vía de entrada a la vida, a menos que seamos concebidos por ella, que
nazcamos de ella, que seamos nutridos en su pecho, continuamente preservados
bajo su cuidado y gobierno hasta que estemos desvestidos de esta carne mortal y
vueltos como ángeles. Fuera de su seno no puede haber esperanza de remisión
de pecados o de salvación”. “Tal es el efecto de la unión con la iglesia que nos
retiene en la comunión de Dios”

Calvino tiene en estos pasajes la misma esencia de la jerarquía y el


sacerdotalismo. También prácticamente enseñó la unión de la iglesia y el estado,
insistiendo en que el estado debe obligar la propia adoración de Dios. A esta
opinión sus descendientes eclesiásticos se han adherido durante muchas
generaciones. Debemos reconocer, sin embargo, que la política eclesiástica
calvinista fue la mejor que la reforma produjo.

3. El punto de vista anglicano. La Reforma Anglicana no tuvo mucho que ver con
la modificación de la iglesia en su constitución o doctrina, siendo su principal
objetivo gratificar los designios lujuriosos de Enrique VIII. Había presente en
Inglaterra en ese tiempo un honrado y sincero sentimiento en pro de la Reforma,
como un resultado de previa propaganda, pero este sentimient sólo creó la
situación que le hizo posible a Enrique VIII asegurar la separación entre la Iglesia
Anglicana y la de Roma.

El movimiento fue principalmente el resultado del capricho de un rey sensual y


enfurecido. En el sentido verdadero del término, hubo muy poca reforma. En
1534 Enrique VIII fue excomulgado por el Papa, pero inmediatamente después el
Parlamento lo declaró como la “Cabeza Suprema de la Iglesia” de Inglaterra y de
esa manera se realizó la Reforma inglesa.

Las doctrinas y prácticas de la Iglesia Romana fueron retenidas mayormente en su


forma original. La teoría de la “sucesión apostólica”, la cual formó la columna
vertebral de la Iglesia Anglicana, tuvo que ser trazada directamente a través de la
jerarquía romana. Más adelante, sin embargo, bajo la influencia del
protestantismo, se adoptaron nuevas afirmaciones doctrinales, modificando
considerablemente las opiniones radicales transferidas del romanismo, de modo
que la moderna Iglesia Anglicana difiere en muchos aspectos de la Iglesia
Romana, pero es todavía intensamente eclesiástica.

PRINCIPIOS DE LA POLÍTICA DE LA IGLESIA

BASES DE AUTORIDAD

Trazar el desarrollo del concepto de la iglesia a lo largo del curso de los siglos de
la era cristiana no es un estudio de la historia meramente por causa de la historia
misma. El estudiante puede considerar más efectivamente los principios válidos
que determinarán las actividades de la vida de la iglesia cuando él está en
condición de contemplarlos en su perspectiva histórica.
Un estudio de la historia de la idea de la iglesia provee un respaldo necesario para
el estudio de los principios de la política eclesiástica. Semejante repaso histórico
indica los factores que tienden a desviar el gobierno eclesiástico de las formas
sencillas de la vida eclesiástica del Nuevo Testamento y los resultados que han
sido producidos por estos cambios. Pueden ser considerados el origen y la
naturaleza de los factores que producen alteración, y puede ser discernida la
relación de las normas eclesiásticas resultantes con los principios fundamentales
de la experiencia redentora según se revelan en el Nuevo Testamento.

Por la política de la iglesia entendemos aquellos principios y prácticas que


determinan la dirección de la actividad de la iglesia. El término denota la base de
autoridad en cuanto al gobierno de la iglesia, las formas de organización, los
requisitos para determinar la membresía, los modos de actividad y los objetivos
que se persiguen. Esto es, la política de la iglesia significa los principios que
operan en la actividad de la iglesia como una agencia del reino de Cristo.

Al acercarnos al estudio de este problema, la primera pregunta que debe


considerarse es la siguiente: ¿Sobre qué hemos de determinar los principios
correctos y efectivos de la política eclesiástica? Al buscar un criterio para la
definición de la prácticas y de los principios fundamentales de la actividad de la
iglesia, ¿a qué fuentes habremos de acudir?

Ninguna cosa es más importante en el estudio de la eclesiología que la claridad en


este punto. Nuestro repaso histórico ha descubierto grandes desarrollos
divergentes en el gobierno y práctica eclesiásticos. Esta diferencias no han sido
meramente fortuitas. Han surgido como resultado natural de ciertas
concepciones subyacentes de la base propia para la definición del progreso de la
vida de la iglesia.

Un cuidadoso escrutinio de los desarrollos eclesiológicos de la historia cristiana


manifiesta tres factores determinantes en la formación de la política de la iglesia:
tradición, conveniencia y las escrituras. No podemos proceder a una presentación
de la política eclesiástica mientras que no hayamos decidido cuál de estas fuentes
básicas aceptaremos como finalmente determinativa.
I. TRADICIÓN

En un gran segmento de la cristiandad, la acumulación de siglos de tradición es


aceptada como autoritativa en la definición de los principios de la vida y del
gobierno eclesiásticos. En este punto de vista, no se abandona totalmente el
Nuevo Testamento, siendo aceptado que los desarrollos subsiguientes a la edad
apostólica están contenidos en germen o por implicación en el Nuevo
Testamento.

Por medio de procesos de interpretación que parecen al desapasionado


observador más bien forzados, se muestra que estos modos y prácticas
tradicionales tienen una base escrituraria definida. Las formas y la terminología
de los desarrollos eclesiásticos posteriores se leen como si aparecieran en las
páginas del Nuevo Testamento.

Por ejemplo, a Juan se le designa como obispo de la diócesis de Asia, a Timoteo


como obispo de Efeso, o a Santiago como obispo de Jerusalén. La conferencia que
se llevó a efecto con los mensajeros de la iglesia de Antioquía y de la iglesia de
Jerusalén (Hechos 15) viene a ser, conforme a este método de interpretación, un
concilio eclesiástico.

Un gran número de grupos cristianos no afirman hacer del Nuevo Testamento la


autoridad principal en determinar la política de la iglesia, sino que con abierta
franqueza hacen de la tradición la base principal. Se acepta la creencia de que la
iglesia misma está dotada de una autoridad que es final. Se asume que el Espíritu
Santo, por medio de la iglesia, ha dirigido los desarrollos de la tradición
eclesiástica. Después de tres siglos formativos emergió en forma casi completa “la
Iglesia” como una organización católica o universal, abarcando a toda la
cristiandad y sujeta al gobierno de los obispos.

Por la autoridad infalible ejercida por el Espíritu Santo a través de la iglesia, otros
elementos fueron agregados más tarde, los cuales, según esta opinión, eran tan
válidos como cualesquiera de los que habían sido adquiridos durante el período
formativo. La norma determinativa en esta teoría de política eclesiástica no está
confinada dentro de límites históricos. Ello consiste fundamentalmente en la voz
infalible de la iglesia, la cual puede hablar con igual autoridad en cualquiera de
todas las etapas del desarrollo histórico.

Hay por lo menos dos comuniones de la fe cristiana que aceptan la tradición como
base de la política de la iglesia, exactamente como se acaba de delinear. Otros
grupos cristianos difieren de esta política en diferentes grados.

II. LA NORMA DE CONVENIENCIA

Ha habido representantes de la religión cristiana que reconocen que no hay una


norma divinamente establecida y final de la política de la iglesia. Ellos afirman que
Dios dejó tales asuntos a las capacidades y procesos normales del intelecto, con el
cual él ha dotado al hombre, y que esas formas de política eclesiástica han sido
ideadas a través de los siglos cristianos, las que mejor se han adaptado a los
gustos y a las condiciones de cada época sucesiva. Esta opinión sobre eclesiología
mantendría que ha habido un firme progreso y un mejoramiento, pero sería
antojadizo y vano contemplar algún ideal último y completo de vida eclesiástica,
ya sea en el pasado o en el futuro.

Este punto de vista automáticamente excluye toda finalidad y, por consiguiente,


no podría asumir la posibilidad de un ideal.

La premisa de convivencia, sin embargo, no es necesariamente indiferente a


cualquier base de autoridad, como pudiera parecer a simple vista. Es posible, en
armonía con esta opinión, reconocer una dirección divina en los
desenvolvimientos de la historia, y entonces, la base de convivencia sería
providencial y no meramente caprichosa. Tal inspección, sin embargo, no debe
ser considerada como una garantía de infalibilidad, la cual constituiría una forma
última como final. La teoría considera al Espíritu Santo como actuando a través de
la iglesia en cada época, exactamente igual a la opinión tradicional, pero diferente
de ésta en cuanto a que no concede que cualquier desarrollo puede asumir el
significado de una norma autoritativa.

De acuerdo con la premisa de conveniencia, la providencia divina simplemente


encauza los desenvolvimientos a los mejores intereses de cada época sucesiva de
progreso cristiano, y así surgirán las formas de política eclesiástica adaptadas a
cada generación.

III. LAS ESCRITURAS

Según esta opinión, una investigación cuidadosa del Nuevo Testamento nos dará
un completo y definitivo sistema de gobierno y práctica eclesiásticos. Es de
creerse que esta política eclesiástica escrituraria no es solamente factible, sino
que es la más efectiva que pudiera trazarse para la promoción exitosa de los
intereses del reino de Dios en la tierra. Si es verdaderamente escrituraria,
entonces podemos considerarla como teniendo la aprobación de Cristo y como la
norma autoritativa que debe determinar la vida de sus iglesias en todas las
edades.

Esta opinión franca y positiva acepta al Nuevo Testamento como la fuente


autoritativa del gobierno de la iglesia. Debe creerse que fue el propósito del
Salvador dejar un modelo general para la iglesia en su registro escrito de
revelación, y que cualquier desviación radical de este diseño apostólico es una
perversión de su plan divino.

Esta nota escrituraria no impone reglas mecánicas ni detalladas, sino que revela
principios vitales y esenciales. Estos principios pertenecen a la naturaleza de la
iglesia como la agencia para el extendimiento del evangelio salvador de Cristo, y
son, por consiguiente, esenciales a su triunfo más alto. Ellos pertenecen a las
funciones y relaciones fundamentales de la experiencia redentora, la cual resulta
de la fe en Cristo. Hay ciertos elementos y factores esenciales de experiencia
redentora, que en la misma naturaleza del caso requiere un cierto tipo de
gobierno eclesiástico, y este es exactamente el gobierno de la iglesia reflejado en
el Nuevo Testamento.

1. Relación personal. Cada individuo redimido debe tener una relación directa y
personal con Cristo. La experiencia cristiana se basa sobre la fe, y la fe es
esencialmente una relación personal. Por consiguiente, la experiencia redentora,
que constituye la esencia de la religión cristiana, debe empezar y permanecer
fundamentalmente como una cuestión individual. Cualquier forma o intervención
que excluye esta experiencia personal con Cristo es una amenaza a la naturaleza
esencial de cristianismo.

Obviamente este principio afecta los métodos del gobierno eclesiástico. Una
forma de política eclesiástica que impida o estorbe el libre acceso del individuo a
Cristo debe inevitablemente resultar en el debilitamiento de la experiencia
cristiana esencial. El ejercicio libre de esta relación espiritual requiere libertad y
responsabilidad para la conciencia individual, y esto envuelve esa forma de
organización que llamamos democrática.

Aun el más leve grado de regimentación conduciría a destruir la libertads del


creyente individual en su relación con Cristo. En nuestro estudio de la iglesia
según está presentada en el Nuevo Testamento encontramos la evidencia
concluyente de que las iglesias apostólicas eran democráticas en sus formas de
organización.

2. Relación espiritual. La relación del creyente con Cristo es esencialmente


espiritual. Una verdadera experiencia personal no podría ser de otra manera.

Las implicaciones de este hecho tiene efecto directo sobre el gobierno de la


iglesia. Si las formas aceptadas de vida eclesiástica introducen en la experiencia
religiosa un exceso de lo mecánico y de lo formal, el resultado es una disminución
del carácter espiritual de la relación con Cristo. Si esta relación ha de mantenerse
adecuadamente, las formas del culto y actividad deben solamente expresar la
experiencia religiosa y no condicionarla.

En la operación de las iglesias del tipo neotestamentario vemos con claridad


exactamente esa espontaneidad en la actividad eclesiástica, sin ningún ritual
impuesto o requerido que tiene que observarse a fin de llenar ciertas relaciones
eclesiásticas. Los oficiales que inspeccionan la vida de la iglesia son dirigentes y
maestros, y no sacerdotes con funciones sacerdotales que prescriben y dirigen
todos lo ejercicios religiosos. Es sencillamente imposible encontrar en las formas
simples de la actividad de la iglesia en el Nuevo Testamento cualquier regulación
eclesiástica del culto.

3. Relación misionera. El creyente es el agente escogido por Cristo para


transferir su experiencia de salvación a otros. El cristianismo es esencial
misionero. Desde sus principios la religión cristiana se ha propagado por medio de
la relación personal. Y a lo largo de su historia esta política ha sido empleada en
mayor o menor grado. Parece que existe instintivamente en la conciencia
regenerada el sentido de la responsabilidad misionera. Por lo tanto, una correcta
política eclesiástica deberá proveer los medios y los incentivos para el esfuerzo
misionero y evangelizador.

Esa forma de política eclesiástica que permite el ejercicio sin estorbo alguno de
los impulsos distintivamente espirituales fomentará del modo más efectivo esta
función necesaria de la experiencia de la redención. Los modos de la vida y el
culto de la iglesia encontrados en el Nuevo Testamento no solamente conducían
hacia semejantes experiencias espirituales, sino que eran definitivamente
construidas alrededor de ellos.

4. Relación vital. El creyente debe reconocer la voluntad de Cristo y someterse a


ella a fin de mantener una experiencia vital en su relación salvadora. Debe
desarrollarse un fuerte sentido de responsabilidad persona con Cristo para que
haya una experiencia cristiana saludable. Esto requiere una conciencia de
compañerismo íntimo personal con Cristo para que el creyente tenga la capacidad
de conocer la voluntad de su Maestro.

La historia ha demostrado que cuanto más vívida es la conciencia acerca de la


dirección personal por la voluntad de Cristo, el carácter cristiano llega a ser más
fuerte y el servicio más fructífero. Si la mecánica del ritualismo y los
intermediarios del sacerdotalismo se interponen entre el creyente y su Señor, es
obvio que la experiencia de la dirección personal se vuelve mucho más difícil.

La formas sencillas de la iglesia del tipo neotestamentario están muy bien


adaptadas al reconocimiento de la dirección divina. De hecho, conforme a la
revelación del Nuevo Testamento, el creyente debe buscar la voluntad de Cristo
en todas la relaciones de la vida. Esto requiere que en las relaciones y actividades
con su iglesia, él debe encontrar el plan de su Señor tanto como le sea posible. Y
siendo que él debe buscar en el Nuevo Testamento la completa y final revelación
del plan redentor de Cristo, él esperará encontrar allí adecuada dirección en la
vida de la iglesia, ya que la iglesia es la agencia divinamente ordenada de
redención.

Es casi inconcebible que ninguna luz de la revelación salvadora fuese dada al


agente principal sobre la tierra de esa revelación redentora. De allí, somos
lógicamente llevados a la conclusión de que la política de la iglesia debe
establecerse sobre una base escrituraria.

Se podrían mencionar otros hechos acerca de la relación y la experiencia


redentoras para demostrar que la política de la iglesia está inseparablemente
conectada con las realidades fundamentales de la vida cristiana, pero los ya
citados son suficientes para probarlo. Nosotros estamos, por consiguiente,
tratando aquí con un asunto vital, y no una mera cuestión de conveniencia o
preferencia. Si uno cree que la Biblia es la necesaria y suficiente guía de fe y
práctica, entonces, para ser consistente, uno debe creer en una base escrituraria
de política de la iglesia, ya que esta política tiene una conexión vital con los
mismos fundamentos de nuestra fe.

Uno que rinde profunda lealtad a los puntos fundamentales de la religión


cristiana, pero que manifiesta indiferencia hacia las cuestiones de la política de la
iglesia es a duras penas consistente, La eclesiología escrituraria es una doctrina
fundamental.

En oposición a la base bíblica para la política de la iglesia, se presenta la objeción


de que en el Nuevo Testamento no encontramos ni un solo plan consistente de
actividad eclesiástica, pero sí una considerable variación sobre el punto. Este es
un hecho que nosotros no tenemos la disposición de negar, pero afirmamos que
eso no excluye el uso del Nuevo Testamento como una base de política
eclesiástica.

Es cierto que en el período que abarca lo que nosotros comúnmente llamamos


la era apostólica había una gran variedad en las prácticas de la vida de la iglesia.
Las formas de organización, los modos del culto, los métodos de promoción y los
factores de dirección diferían en diferentes localidades. La vida de la iglesia en
Corinto no era prácticamente la que había en Filipo, ni tampoco la política
eclesiástica en Asia estaba en exacta armonía con la que se reflejaba en la historia
del cristianismo primitivo en Galacia.

A pesar de todo, los principios subyacentes de vida eclesiástica que hemos


observado como esenciales a la conservación y promoción de la experiencia
redentora estaban en operación en todas las variedades de la política eclesiástica
apostólica. Por dondequiera en la vida apostólica el gobierno de la iglesia era
democrático y autónomo. Por ningún lado aparece el sacerdocio o el ritualismo
extremo.

Una consideración honesta del Nuevo Testamento nos lleva a la conclusión de


que el “sacramentalismo” no había aparecido cuando el cristianismo surgió
durante el segundo siglo. La política neotestamentaria de la iglesia era sencilla,
espontánea, democrática. Estos principios vitales son característicos a través de
las variaciones que pudieran observarse.

- Preguntas Libres:

- ¿Cuál es la relación entre los cristianos vivos y los cristianos difuntos, acaso ellos
(los que están en la Tierra y los que están en el Cielo) constituyen juntos a la
Iglesia? ( opinion libre con respaldo biblico).

- ¿La Iglesia es el cuerpo todos los creyentes cristianos sin importar su


denominación religiosa ni sus diferencias y desunión?

- ¿cuál es el papel de la Iglesia en la vida espiritual de los creyentes? ¿es de hecho


necesaria?

- ¿Cuál es la autoridad de la Iglesia cristiana?

- ¿Qué hace la Iglesia? opinion libre respaldo biblico.

- ¿Cuáles son los papeles de los 'dones espirituales' en la vida de la Iglesia?

- ¿Cómo se relaciona la 'nueva alianza' de la Iglesia con la alianza expresada en el


pueblo elegido de Dios en la Biblia, con el pueblo Judío?
- ¿Cuál es el destino último de la Iglesia en la escatología cristiana?

- ¿Se debe entender a la Iglesia como un vehículo de salvación, o sea la presencia


salvífica en el mundo, o como una comunidad de aquellos que ya están
"salvados"?

- ¿Es la Biblia la parte escrita de una revelación todavía más amplia confiada a la
Iglesia como comunidad de fe, y por lo tanto puede ser interpretada en ese
contexto?

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