EJERCICIO IV (Unidad 1.1.1)

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CETI. ÁREA1.

TRABAJO
MÓDULO 1.1.
UNIDAD 1.1.1
EJERCICIO IV. DIOS, EL SER HUMANO Y EL TRABAJO: ESTUDIO BÍBLICO

La comunidad cristiana tiene una tarea específica…


recobrar el sentido perdido del trabajo como un llamado divino.
Emil Brunner

Los textos del Génesis, referentes a la Creación, dejan claro que Dios es un trabajador, de hecho, el Trabajador por
excelencia. Trabaja creativa, bella y organizadamente; con perfecta sabiduría y bondad. Todo cuanto realizó vio que
era bueno y hermoso. El ser trabajador es una de sus características que le son connaturales. De hecho, el mismo
Jesús afirmó “mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn. 5, 17).

Hay que afirmar que el trabajo es un don de lo Alto, una parte fundamental de nuestra existencia, una bendición que
Dios concede al ser humano creado a su imagen y semejanza. Por lo tanto, ser humano habilitado para trabajar
creativa y bellamente. El Señor, en su sabiduría perfecta, con el fin de que experimentáramos realización personal,
fuésemos de bendición a la comunidad y le sirviéramos siendo co-creadores y sustentadores de lo creado, nos
concedió este don de trabajar. Nos concedió el ser mayordomos de su Creación. El cultivar y, más aún, cuidar
responsablemente el Huerto, el Jardín del Edén. Todo ello en un clima de bendición, de armonía, de perfección y paz.

No obstante, hay un antes y un después en el mundo laboral. La Caída, la entrada del caos y la muerte en el Cosmos
por causa del pecado, condicionó seriamente las condiciones del hacer laboral. Desde entonces, la tierra se cultivaría
con pena y esfuerzo, con sudor y lágrimas, y no siempre daría ésta el fruto deseado. Desde entonces, pues, y debido
a la maldición por causa del pecado, la frustración, el stress, el cansancio, la alienación, la injusticia y un sinfín de
otras penurias, son parte del trabajo. Los ejemplos de ello son bien numerosos y cotidianos. La explotación, el
empleo sumergido, la insalubridad en el lugar de trabajo, los abusos económicos, la cosificación del ser humano, la
alienación laboral, el paro, la destrucción del medio y el agotamiento de los recursos naturales son una muestra de
ello.

A pesar de todo, el trabajo, sigue siendo una bendición, un don dado por el Creador, sigue siendo fuente de
realización personal, de proyecto comunitario para la comunidad, de servicio y alabanza a Dios. Hay que afirmar
esta verdad. Hay que predicarla. Hay que vivirla agradecidamente. Si bien es cierto, que, obviamente, también la
redención en Cristo, el Evangelio transformador, debe alcanzar la esfera del trabajo para humanizarlo y convertirlo
en aquello que Dios quiso desde el principio.

Al respecto de lo último, el cristiano debe ser un testigo precisamente en el lugar de trabajo. Con su ser, decir y
hacer debe ser sal y luz en el mundo laboral. Especialmente, en el día de hoy, en el que vivimos inmersos en una
crisis, no sólo económica y laboral, sino también en una crisis de valores e ideologías, en una crisis de una teología y
ética del trabajo. Es allí donde el cristiano celebra el hecho del trabajo como don de Dios y, precisamente por ello,
lucha a favor de la justicia y la paz en dicho mundo.

Inclusive tras el diluvio, ¡cuán inagotable la gracia de Dios!, vemos en Génesis capítulo 9, como el Señor rehace de
nuevo y extiende a Noé y su familia el mandato cultural. Hace un pacto con ellos. Renueva la filiación con el ser
humano y el deseo de que éste sea colaborador junto con Él de la Creación y su sostenimiento. Colaborador fiel,
responsable, agradecido, esforzado y excelente. Esta debe ser nuestra parte en el quehacer cotidiano, en el mundo
laboral, el mundo que Dios ama y desea también alcanzar. Este es nuestro llamamiento. ¡Un gran privilegio!.

Samuel Serrano Manzano

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