SCHOENSTATT
SCHOENSTATT
La lectura de esta Misa, tomada del profeta Ezequiel, propone, por el contrario, un acento diferente: aquí, el templo no
es el destino de toda actividad, sino que el punto de partida, la fuente de la cual nacen torrentes del agua que cura toda
vida. El Templo, el santuario de Israel es en sí mismo en el poder de Dios y se desborda hacia el mundo sin detenerse
ni siquiera ante las áreas inhóspitas y enfermas. Es precisamente el movimiento del que Jesús después hablará a sus
discípulos. Jesús es también el único que no ocupa un segundo lugar ante el templo, Él está por encima, es decir, el
lugar más sagrado de Israel se ve cuestionado. Él habla del “templo de su cuerpo” (Jn 2,21). Este templo no es estático
y rígido, sino que va con nosotros. Por eso es válido: “Id por el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.” (Mc 16,15).
Jesús no dice: “¡Quédense donde están! ¡No dejen el santuario! ¡Esperen a que el mundo vaya a ustedes!” No, Él dice:
“¡Vayan! ¡Anuncien el Evangelio!” Esto significa: pongan al mundo en contacto con mi presencia sanadora.
Queridos hermanos, cuando ustedes peregrinan a este santuario por su Jubileo, en ese mismo momento se envía, desde
este lugar, la misión de ir al mundo con un nuevo entusiasmo y valor renovado, como nos lo encargó Jesús. El Padre
Kentenich comprendió muy bien esta misión y la acogió. Cuando él le entrega el programa a los miembros de su
Movimiento: “No abandonar el mundo, sino penetrarlo”, significa no tener miedo del mundo y poner en contacto con el
Evangelio todas las áreas de la vida. En el mismo sentido, entiendo su misión de “santidad en la vida diaria”; los
schoenstattianos no sólo tienen que santificar el día, consagrado expresamente a la veneración de Dios, sino que tienen
que santificar todos los días, todas las situaciones y todos los lugares en donde se encuentren. Por eso es bueno que,
no sólo haya un santuario en Schoenstatt y los muchos santuarios filiales, sino también el santuario interior de cada
corazón. Por lo tanto no debe haber ningún aspecto de la vida que no esté en contacto con Dios. Nada debe ser dejado
de lado. Permitamos al Señor, con clara conciencia y libertad, ser parte de todo en nuestra vida. Invitémoslo a todas las
situaciones de nuestra vida: nada es demasiado cotidiano, nada tan pequeño, nada demasiado difícil y oscuro, nada tan
sucio o inútil, estropeado o débil que no pueda ser tocado por el poder sanador del Señor. El Papa Francisco está
convencido de esto, cuando nos motiva a no tener miedo de ir a las “periferias” de la vida. Por lo tanto, no hay ningún
lugar que no pueda ser santificado por Dios. Más aún, no hay ningún lugar que no necesite ser santificado por la presencia
sanadora de Dios.
Queridos hermanos, reflexionemos nuevamente en que “santo” significa, en su sentido original, pertenecerle por entero
a Dios y no someterse a otros fines. Esto le da a lo sagrado una dignidad única e intocable. ¡Cuánto necesita nuestro
mundo una nueva santificación! ¡Cuán a menudo es pisoteada la dignidad de la creación y del hombre! Ahí, donde la
persona solamente es entendida en la medida de sus funciones, es donde le son robadas su dignidad y santidad. Cuán
a menudo sucede que las personas son vistas sólo como herramientas útiles, como consumidores con poder de compra
o como ciudadano elector... Cuando, en este sentido, la persona no es, o deja de ser útil y ya no “funciona”, pierde
rápidamente su dignidad y está en peligro. Esto sucede especialmente a los débiles, los desamparados, los
desempleados, los enfermos y los ancianos. El Papa Francisco habla de personas que son vistas por la sociedad como
basura, que puede ser desechada porque ya no se necesita (EG). No podemos quedarnos de brazos cruzados ante una
mentalidad de este tipo. Porque ante los ojos de Dios cada persona es sagrada e inviolable.
Queridos hermanos de Schoenstatt, les pido que entiendan la peregrinación a su Santuario Original como un nuevo
llamado a la santidad. Junto con el Jubileo de los 100 años de la fundación de Schoenstatt, la Iglesia celebra el Jubileo
de los 50 años del Concilio Vaticano II. Ahora este Concilio nos llama a recordar que la misión fundamental de la Iglesia
y de todo los creyentes, es la santificación del mundo. Para esto la Iglesia es sacramento, es decir, signo e instrumento.
Al terminar, demos una mirada al Evangelio. Según San Juan, Jesús realiza el primer signo de su poder en Caná, con
motivo de una boda. Si no hubiésemos escuchado esta lectura tantas veces, nos asombraríamos del hecho de que
¡Jesús utiliza su poder para sacar a una pareja de recién casados de un apuro! ¿Es eso apropiado? ¿No son más
acertados los otros evangelistas, que marcan el comienzo del ministerio de Jesús con la prédica sobre el Reino de Dios
(Mt 5-7 / Mc 1,14-15 / Lc 4,16-30) y el primer signo consiste en una sanación (Mt 8,1-4 / Mc 1,21-28 / Lc 4,31-39)? ¿No
es un poco exagerado que María se valga de Jesús para algo tan secundario como un suministro de vino? Cuando se
acaba el vino en una boda es vergonzoso, pero en ningún caso es una situación de vida o muerte. Más bello, que lo que
nos puede maravillar este texto, es el hecho de que el cuarto Evangelio ve el comienzo del ministerio de Jesús en este
acto. Porque con esto queda claro que Jesús, y en Él, Dios, no se dedica a la gente sólo cuando se trata de una situación
de vida o muerte que las fuerzas humanas no pueden solucionar. No, Dios quiere que nuestra vida sea una celebración
desde el principio. Él no es mezquino. Él da más de lo necesario, da incluso aquello que parece superfluo y banal.
(Probablemente los 600 litros de vino ya no eran realmente necesarios, ya que la fiesta había comenzado hacía rato...)
Por el mismo hecho de que el Hijo de Dios es así, es que se enciende toda la dignidad y santidad de la vida. La vida
humana tiene su valor, su dignidad, su santidad en sí misma, porque es un regalo de Dios. ¡Qué bonito que María no
espere una situación de gran necesidad para interceder maternalmente, sino que lo hace ya en Caná!
¡Queridos peregrinos jubilares! ¡Me alegro mucho, con muchas otras personas, por su Jubileo y los felicito de todo
corazón como Obispo del lugar! Con ustedes agradezco a todos que, en los últimos 100 años, han caminado por el
camino del Movimiento de Schoenstatt como miembros, amigos y responsables, llevando el impulso fundador del Padre
Kentenich, incluso en tiempos difíciles. Les deseo que en estos días de Jubileo se haga sentir toda la alegría festiva de
Caná. Pongan a Jesús y María en el centro, tal como lo hicieron los invitados de la boda aquella vez. Estén abiertos a
las generosas sorpresas de la gracia de Dios y descubran nuevamente la santidad y dignidad de la vida a la que nos
llama Dios. Amén.
P. Heinrich Walter I Saludo al Cardenal Giovanni Lajolo, delegado papal para el Jubileo de Schoenstatt
¡Eminencia! Estimado Monseñor Lajolo.
Usted ha llegado ayer para entrar con nosotros en esta fiesta a través de la vigilia. Ya estuvo una vez en Schoenstatt durante su
tiempo como Nuncio Apostólico en Alemania. En una reunión en Roma, usted mencionó su respeto por el camino y obra de vida del
P. Kentenich. Nosotros estamos hoy aquí porque la vida y la obra del P. Kentenich ha tenido un significado en nuestra historia
personal. Sobre el sarcófago del Padre Kentenich dice: Amó a la Iglesia. El amor de Cristo nos urge a sentir con su Iglesia, a estar
en casa en su corazón y darle a ella lo mejor de nuestro carisma. Nos alegramos de que usted represente a nuestro Santo Padre
Francisco y que nos hable en su nombre. Le pedimos que de comienzo a esta Sta. Misa festiva.
Pensemos en el objetivo y la visión de una cultura de alianza en todos los aspectos de la civilización humana. Esta cultura
debiera unir la diversidad de sus tradiciones históricas y la originalidad de los valores que se han originado y lograr una
integración. Las crisis actuales de la comunidad internacional requieren de una cultura de alianza de este tipo para la
concepción de un futuro mejor. La Iglesia, que tiene gran esperanza en la familia, se sabe unida a ustedes en el camino
de una pedagogía familiar aplicada. La Iglesia cuenta cada vez más con familias marcadas por Cristo, que entienden el
matrimonio y la familia como una vocación. Que Dios los inspire en el desarrollo de su pedagogía al servicio de un hombre
integral y al futuro de la fe.
Queridos hermanos entren con absoluta confianza en el segundo siglo de fundación de Schoenstatt. La alianza entre
Dios y el mundo en el Sí de María ha hecho posible un nuevo “el uno con el otro”. Esta alianza ha logrado un ambiente
de relaciones en el cual crecen luz, vida y amor. Su tarea ahora es hacer crecer este ambiente.
Oriéntense por el programa de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, quien, en su exhortación apostólica “Evangelii
Gaudium”, nos pide a todos: “Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que
hace de María un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que
la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un
mundo nuevo.” (EG 288) El Santo Padre también le deja al movimiento la opción misionera en el corazón, la cual significa
una partida hacia la evangelización. Él dice: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la
evangelización del mundo actual más que para la auto preservación.” (EG 27)
Permanezcan y sean cada vez más “obra e instrumento de María”. Representen, en cierto modo, a María en la fortaleza
de su fe y en la riqueza de las relaciones entre ustedes, con todas las fuerzas espirituales de la Iglesia. Lleven a Cristo
a la gente, como lo hizo y hace siempre María. Que la juventud de Schoenstatt y de toda la Iglesia encienda un fuego
para el futuro de la fe en este tiempo de cambio, para que los cristianos sean signo de esperanza y lugar de refugio para
el camino que tenemos por delante.
P. Heinrich Walter
Palabras de agradecimiento antes de la bendición e invitación a la celebración de la Alianza de Amor ¡Eminencia!
Antes de pedirle que nos dé la bendición, le agradezco en nombre de todos nosotros. Usted nos ha animado con sus palabras a
vivir de la fuerza de nuestras raíces. Usted ha puesto nuestro carisma en el contexto de los desafíos que le toca vivir hoy a la Iglesia.
Esto despierta la decisión de trabajar por el futuro de la Iglesia en todos los rincones del mundo. Queremos llevar a todas partes el
mensaje de la Alianza de Dios con los hombres y, en el Espíritu del Magníficat, hacer palpable la grandeza y el amor de Dios.
Pedimos la bendición.
ROMA
“Cultura del encuentro es cultura de la alianza. Y eso crea solidaridad, solidaridad eclesial”
Audiencia con el Papa Francisco
Aula Pablo VI, Vaticano - Sábado 25 de Octubre de 2014
P. Heinrich Walter, (Superior General de los Padres de Schoenstatt, en representación de la Presidencia Internacional del Movimiento de
Schoenstatt le da la bienvenida al Santo Padre:)
Santo Padre, Usted siente nuestra simpatía y nosotros percibimos lo bueno que es tener un Papa que busca el corazón de los
hombres. Nosotros experimentamos cómo, a través de su cercanía personal, crece la alegría de la fe y la comunión en la Iglesia. A
nombre de toda la Familia de Schoenstatt, de su Presidencia General, y de cada uno de sus miembros me dirijo a Usted.
Estamos agradecidos y contentos que Usted tenga tiempo para nosotros. Santo Padre, Usted nos ha dicho a menudo que los
pastores, por su cercanía a los hombres, deben oler a oveja. Esperamos que con este encuentro podamos transmitirle algo de la
espiritualidad (que Dios nos ha regalado), de tal modo que en usted quede algo del olor mariano de Schoenstatt.
Hace 100 años comenzó la historia de nuestro movimiento. Ella está unida a la biografía de nuestro fundador. El P. José Kentenich
sintió en su propia alma los dolores de su tiempo. Él creció sin padre y tuvo que pasar algunos años en un orfanato. Como estudiante
padeció una crisis espiritual e intelectual. Él encontró en la Virgen María la respuesta a sus preguntas existenciales. Vivió en carne
propia lo que significa una “periferia existencial”.
En este horizonte y en la preocupación por los jóvenes que le habían sido confiados, Dios lo movió a sellar una Alianza de amor
con María en la pequeña capilla del valle de Schonstatt. La fundación del Movimiento se llevó a cabo durante la Primera Guerra
Mundial. Muchos de los cofundadores murieron en ella.
Durante la Segunda Guerra Mundial la experiencia original de la Alianza de Amor se afianzó, sobre todo en los años que pasó
nuestro fundador en el Campo de Concentración de Dachau. Al recuperar su libertad partió a las periferias del mundo de aquel
tiempo: Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Sudáfrica para servir a la Iglesia, fundando allí el Movimiento apostólico.
Más adelante, el P. Kentenich y su obra sufrieron la incomprensión y aún el rechazo al interior de la Iglesia. La apertura al Espíritu
Santo que impulsó San Juan XXIII a través del Concilio, hizo posible que se incorporaran tantos carismas nuevos en la Iglesia. En
el año 1965, el P. Kentenich, fue rehabilitado por el beato Pablo VI.
Hoy, después de cien años, agradecemos esta conducción de Dios. Él nos ha llevado hasta las profundidades de la fe y a los
confines del mundo. Dios nos ha confiado un carisma al servicio del mundo actual y de los desafíos del hombre de hoy. Él nos ha
mostrado la belleza de María, Madre y Maestra de la Iglesia. El amor de Cristo y de la Virgen María nos impulsa a ser testigos de la
fe y nos ayuda en nuestro caminar a la santidad.
Santo Padre, no siempre hemos estado a la altura de nuestro carisma. Lo llevamos en "vasijas de barro". Hemos experimentado la
debilidad humana y también hemos cometido pecados. Pero después de cien años queremos reavivar la pasión del origen.
Queremos ser fieles a nuestro origen, evitando caer en ideologías o en rigideces. Con este jubileo anhelamos una nueva vitalidad
de nuestro carísma para el futuro.
La pluralidad y federatividad al interior de nuestro movimiento son un desafío permanente para nuestra unidad. No es fácil valorar
al otro más que a sí mismo. Queremos seguir profundizando en la riqueza de nuestra espiritualidad y, al mismo tiempo, salir al
encuentro de las necesidades de los demás, como lo hizo María que salió al encuentro de su prima Santa Isabel. Escuchemos
ahora la palabra de Dios.
(El encuentro con el Santo Padre Francisco se pensó en un tipo de diálogo en base a preguntas, realizadas por distintas
personas, que representaban los cinco campos estratégicos del apostolado de Schoenstatt: Familia, Pedagogía, Juventud, Nuevo
Orden Social, Iglesia.)
(Transcripción de María Fernanda Bernasconi - Radio Vaticano)
1. Familia:
La Providencia nos ha regalado la hermosa experiencia de acompañar y fortalecer con la espiritualidad de la Alianza a muchos
matrimonios y familias. Constatamos, al mismo tiempo, que otras personas no han tenido la posibilidad de vivir la belleza del
Sacramento del Matrimonio. La vida se desarrolla en una tensión entre el ideal matrimonial y los condicionamientos reales que trae
cada uno.
El Sínodo que acaba de terminar nos ayuda a tomar conciencia, que hoy el concepto de familia no es fácil de abordar. También nos
ha presentado la urgencia de acompañar a tantos creyentes que viven realidades diferentes. Santo Padre, quisiéramos que cuente
con nosotros para asumir las propuestas que los documentos conclusivos nos presenten.
- Ante ¡os desafíos de ¡a familia actual, ¿qué nos sugiere para acoger y acompañar a aquellos hermanos y
hermanas que no encuentran espacio en nuestra Iglesia?
- ¿Qué acentos pondría usted en la preparación hacia el Sacramento, y en el acompañamiento de novios y
matrimonios que sí pueden vivir con alegría el Sacramento?
El Papa:
Dentro del problema que ustedes tocan, hay una cosa muy triste, muy dolorosa. Pienso que la familia cristiana, la familia,
el matrimonio, nunca fue tan atacado como ahora. Atacado directamente o atacado de hecho. Puede ser que me
equivoque. Los historiadores de la Iglesia sabrán decirnos, pero que la familia está golpeada, que a la familia se la golpea,
y a la familia se la bastardea; si es una manera más de asociación, pero no se puede llamar familia a todo.
Además, cuánta familia herida, cuánto matrimonio deshecho, cuánto relativismo en la concepción del sacramento del
matrimonio. En su momento ya sea desde el punto de vista sociológico, que se ve, desde el punto de vista de los valores
humanos, como desde el punto de vista del sacramento católico, del sacramento cristiano, de una crisis de la familia.
Crisis porque le pegan de todos lados y queda muy herida.
Entonces claro, no queda otra que hacer algo. Entonces, ¿qué podemos hacer? Podemos hacer buenos discursos,
declaraciones de principios, a veces hay que hacerlo, ¿no cierto? (Hay que tener) las ideas claras; miren esto que ustedes
están proponiendo no es matrimonio. Es una asociación. Pero no es matrimonio. O sea a veces hay que decir cosas muy
claras. Y eso hay que decirlo.
La pastoral de ayuda solamente en este caso tiene que ser cuerpo a cuerpo. O sea acompañar. Y esto significa perder
el tiempo. (Hay que tener paciencia). El gran maestro de perder el tiempo es Jesús. Ha perdido el tiempo acompañando,
para hacer madurar las conciencias, para curar heridas, para enseñar. Acompañar es hacer camino juntos.
Evidentemente que se ha devaluado el sacramento del matrimonio. Y del sacramento, inconscientemente, se fue
pasando al rito. La reducción del sacramento al rito. Entonces, se da que el sacramento es un hecho social. Para los
bautizados está lo religioso, pero lo fuerte es lo social. Cuántas veces he encontrado aquí, en la vida pastoral, gente que
(dice) no, no... Están conviviendo. ¿Por qué no te casás? No, es que... hacer la fiesta, no tenemos dinero. Entonces, lo
social cubre lo principal que es la unión con Dios.
En Buenos Aires me acuerdo que unos curas me dieron la idea de hacer el matrimonio a cualquier hora. Porque
normalmente se hace un jueves, un viernes, el matrimonio civil, y el sábado el matrimonio sacramental. Y claro no podían
hacer frente a los dos actos porque siempre hay algún festejo en el primero. Entonces estos curas muy pastores para
ayudar a esto (establecieron): “a la hora que quieran”. Terminada la ceremonia civil, pasaban por la parroquia, matrimonio
eclesiástico, o sea es un ejemplo de (cómo) facilitar, facilitar la preparación. No se puede preparar novios al matrimonio
con dos encuentros, con dos conferencias. Eso es un pecado de omisión de nosotros, los pastores y los laicos, que
realmente están interesados en salvar a la familia.
La preparación al matrimonio tiene que venir de muy lejos. Acompañar novios. Acompañar, pero siempre “cuerpo a
cuerpo” y preparar. Saber qué es lo que van a hacer. Muchos no saben lo que hacen y se casan sin saber qué significa,
las condiciones, qué prometen. Sí, sí, todo está bien pero no han tomado conciencia de que es para siempre. Y esto,
ponéle encima esta cultura de lo provisorio que estamos viviendo, no sólo en la familia, sino también entre los curas.
Me decía un obispo que se le presentó un muchacho excelente, y que quería ser cura pero no más por diez años y
después volver... Es la cultura de lo provisorio. Es a tiempo. El “para siempre” es como que se olvida. Hay que recuperar
muchas cosas en la familia herida de hoy día, muchas cosas. Pero no escandalizarse de nada de lo que sucede en la
familia, los dramas familiares, las destrucciones de familias, (los problemas de) los chicos.
En el Sínodo (de la Familia) un obispo se hizo esta pregunta: ¿somos conscientes nosotros los pastores de lo que sufre
un chico cuando los papás se separan? Son las primeras víctimas. Entonces cómo acompañar a los chicos, cómo ayudar
a los padres que se separan a que no usen de rehenes a los chicos.
Cuántas psicologías pseudopatológicas de gente que destruye con la lengua a los demás vienen de haber sido educados
del papá hablando mal de la mamá y de la mamá hablando mal del papá. Son cosas. hay que acercarse a cada familia,
acompañar,. que tengan conciencia de lo que hacen y de las variadas situaciones que se viven hoy día.
(Los jóvenes) no se casan, se quedan en su casa. Tienen su novio o su novia pero no se casan. Una mamá me decía:
“¿padre qué puedo hacer para que mi hijo que tiene 32 años se case?” “Bueno, primero que tenga novia, señora.” “Sí, si
tiene novia, pero no se casa.” “Y bueno señora, si tiene novia y no se casa, no le planche más las camisas, a ver si así
se anima.” ¡Cuántos hay que no se casan! Conviven totalmente o como yo he visto en mi misma familia, convivencias
part time. De lunes a jueves con mi novia y de viernes a domingo con mi familia. Son nuevas formas totalmente
destructivas, limitadoras de la grandeza del amor del matrimonio.
Y como eso vemos tanto; convivencias, separaciones, divorcios. Por eso, la clave que puede ayudar es “cuerpo a cuerpo”,
acompañando, no haciendo proselitismo, porque eso no resulta. Acompañarlos. Paciencia, paciencia. Y una palabra hoy,
una actitud mañana. Les sugiero eso.
2. Pedagogía:
Santo Padre, en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, usted afirma que “María es la que sabe transformar una cueva de
animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura”.
Nuestro fundador, el P. José Kentenich, en los años de su niñez y juventud, marcados por la ausencia de su padre y las dificultades
económicas de su madre, experimentó a la Santísima Virgen no sólo como Madre, sino también como Educadora. Años más tarde,
como joven sacerdote, selló una Alianza de Amor con Ella en el Santuario de Schoenstatt.
Por ello, para él la renovación de la Iglesia ocurre también a través de la acción pedagógica de la Virgen, que ayuda a alcanzar una
sanación integral de la persona y a desarrollar vínculos humanos sanos, como camino para restablecer el encuentro personal con
Dios.
- ¿Qué rol juega para Usted María en la renovación de la Iglesia?
- ¿Cómo puede la vinculación a la Virgen María enriquecer el camino de la Evangelización?
El Papa:
Bueno, la verdad es que María es la que sabe transformar una cueva de animales en casa de Jesús con unos pocos
trapos y una montaña de ternura. Y es capaz también de hacer saltar un chico en el seno de su madre como escuchamos
en el Evangelio. Ella es capaz de darnos la alegría de Jesús. María es fundamentalmente Madre. Bueno sí, Madre es
poca cosa, no, María es Reina, es Señora. No. Pará: María es Madre. ¿Por qué? Porque te trajo a Jesús.
Voy a contar una anécdota muy dolorosa para mí. Habrá sido por los años 80 en Bélgica. Había ido por una reunión (con)
católicos buenos, trabajadores. Me invitó a cenar un matrimonio. Varios hijos, católicos. Eran profesores de teología, y
estudiaban mucho. Y de tanto estudiar, no sé, tenían un poquito de fiebre en la cabeza. Y entonces, en un momento de
la conversación hablaban de Jesús. Muy bien. Verdaderamente una teología, una cristología muy bien hecha. Y al
terminar me dicen: y bueno nosotros ya conociendo a Jesús así no necesitamos a María. Por eso no tenemos devoción
mariana. Yo me quedé helado. Es decir, me quedé triste, mal. Es decir, cómo el demonio bajo una forma de “mejor”,
quita lo mejor... No se puede concebir ningún otro título de María que no sea “La Madre”. Ella es Madre porque engendra
a Jesús y nos ayuda con la fuerza del Espíritu Santo a que Jesús nazca y crezca en nosotros. Es la que continuamente
nos está dando vida. Es Madre de la Iglesia, es maternidad.
No tenemos derecho, y si lo hacemos estamos equivocados, a tener psicología de huérfanos. O sea, el cristiano no tiene
derecho “a ser huérfano”. Tiene Madre. Tenemos Madre.
Un anciano predicador con mucha “chispa”, hablando con esto de psicología de huérfanos terminó su sermón diciendo:
“¡Bueno, y el que no quiera a María como Madre la va a tener como suegra!”.
Madre. Es Madre no sólo (la) que nos da la vida sino que nos educa en la fe. Es distinto buscar crecer en la fe sin la
ayuda de María. Es otra cosa. Es como crecer en la fe, pero en la Iglesia orfanato. Una Iglesia sin María es un orfanato.
¡Eh! Entonces Ella educa, nos hace crecer, nos acompaña, toca las conciencias. ¡Cómo sabe tocar las conciencias, para
el arrepentimiento!
A mí me gusta - todavía ahora lo hago, cuando tengo un rato de tiempo - leer las historias que san Alfonso María de
Ligorio; son cosas de otro tiempo, el modo de redactar, pero son verdad. Cuenta, después de cada capítulo, una historia
edificante (sobre) María.
En el sur de Italia, no sé si en Calabria o en Sicilia, está la devoción a la Virgen de los Mandarinos. En una zona donde
hay mucha mandarina. Y (los) devotos de la Virgen de los Mandarinos (son) los granujas, los ladrones. Cuentan que la
Virgen de los Mandarinos los quiere, y le rezan porque cuando llegan al cielo, Ella está mirando la cola de la gente que
llega y cuando los ve a algunos de ellos “les hace así” con la mano y les dice que no pasen, que se escondan. Y a la
noche cuando está todo oscuro y no está san Pedro, les abre la puerta.
O sea es una manera muy folclórica y muy popular de una verdad muy grande, de una teología muy grande. Una Madre
cuida a su hijo hasta el fin y trata de salvarle la vida hasta el fin. De ahí la tesis de san Alfonso María de Ligorio, que un
devoto de María no se condena (perecerá).
O sea (María), durante toda la vida sabe tocar las conciencias; te acompaña en eso. Nos ayuda. María es la que ayuda
a bajar a Jesús. En el abajamiento de Jesús, lo trae del cielo a convivir con nosotros. Y es la que mira, cuida, avisa, está.
Hay una cosa que a mí me llega mucho. La primera antífona mariana de Occidente es copiada de una de Oriente que
dice “Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios”. Es la primera, la más antigua de Occidente. Pero eso viene
de una tradición vieja, que los místicos rusos, los monjes rusos explicitan así: en el momento, en los momentos de
turbulencia espiritual, no queda otra que acogerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Es la que protege, la que
defiende.
Acordémonos del Apocalipsis, la (Virgen es la) que sale con el chico en brazos corriendo para que el dragón no devore
al chico. (Ella defiende, ella arrebata al Niño del demonio).
Por más que conozcamos a Jesús, nadie puede decir que es tan maduro como para prescindir de María. Nadie puede
prescindir de su madre.
Nosotros los argentinos cuando encontramos una persona que tiene huellas de maldad o de mal comportamiento, debido
a la carencia de madre o porque no lo quiso o abandonó..., tenemos una palabra fuerte que no es mala palabra, es un
adjetivo fuerte, y decimos esta persona es un “guacho”.
El cristiano no es un “guacho” no puede “aguacharse” porque tiene a María como Madre”
3. Juventud:
Los jóvenes en Schoenstatt nos hemos caracterizado por una corriente misionera que ha movilizado a muchos a vivir y dar testimonio
de la fe. Escuchamos el llamado y experimentamos el desafío de salir y compartir la alegría del Evangelio con los demás. No
podemos dejar de recordar que nuestro Movimiento fue fundado por jóvenes.
Por otro lado, nos movemos en círculos donde nos cuesta plasmar este impulso misionero. Frecuentemente nos encontramos con
jóvenes que viven contentos, se los ve felices, e incluso viven solidariamente ayudando a otros, pero sin Dios, no sienten la
necesidad de la fe.
- ¿Cómo invitamos a otros jóvenes a compartir hoy una vida plena con Cristo?
- ¿Cómo seguimos valientes y creativos en esta actitud misionera?
El Papa:
Parto de una frase de Papa Benedicto XVI. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción. La atracción la da el
testimonio. Consejo primero: testimonio. O sea, vivir de tal manera que otros tengan ganas de vivir como nosotros.
Testimonio. No hay otro, no hay otro.
Vivir de tal manera que otros se interesen en preguntar ¿por qué? El testimonio. El camino del testimonio. Que de eso
no hay nada que lo supla. Testimonio en todo. Nosotros no somos salvadores de nadie. Somos transmisores de alguien
que nos salvó a todos. Y eso solamente lo podemos transmitir si asumimos en nuestra vida en nuestra carne, en nuestra
historia, la vida de ese alguien que se llama Jesús. Testimonio, testimonio. Y esto no sólo en las obras de caridad. Por
supuesto hay que hacerlas porque el protocolo con el cual nos van a juzgar a todos está en Mateo 25. Testimonio en las
obras de caridad, en el trabajo de promoción, de educación, de hacer cosas por los demás.
No sólo eso, sino testimonio de vida. ¿Cómo vivo yo? ¿Tengo doble vida? Es decir, ¿me proclamo cristiano y vivo como
pagano? La mundanidad espiritual, el espíritu del mundo que Jesús condena tanto. Basta leer el Evangelio de Juan,
como es repetitivo en eso. ¿Yo lo comparto más o menos con mi fe cristiana? ¿Mitad y mitad? El testimonio te tiene que
agarrar todo. Es una opción de vida. O sea, perdón, yo testimonio porque esa es la consecuencia de una opción de vida.
Así es que eso es el primer paso. Sin testimonio no podés ayudar a ningún joven ni a ningún viejo. ¡A nadie! Y,
evidentemente que todos flaqueamos, que todos somos débiles, que todos tenemos problemas y no siempre damos un
buen testimonio. (Debemos cultivar) la capacidad de humillarnos, la capacidad de pedir perdón cuando nuestro testimonio
no es el que debe ser. Y un testimonio que también tenga dentro la capacidad de movernos, de hacernos salir, de ir en
misión, que no es ir a hacer proselitismo. Es ir a ayudar, a compartir, y que vean cómo lo hacemos y qué hacemos.
Yo me repito mucho en esto. Una Iglesia que no sale es una Iglesia “de exquisitos”. Un Movimiento eclesial que no sale
en misión, es un Movimiento “de exquisitos”. Y a lo más, en vez de ir a buscar ovejas para traer, o ayudar o dar testimonio,
se dedican al grupito, a peinar ovejas. Son peluqueros espirituales. Eso no va.
Salir, salir de nosotros mismos. Una Iglesia o un Movimiento, una comunidad cerrada se enferma. Tiene todas las
enfermedades de la cerrazón. Un Movimiento, una Iglesia, una comunidad que sale se equivoca, se equivoca. Pero es
tan lindo pedir perdón cuando uno se equivoca. Así que no tengan miedo. Salir en misión. Salir en camino.
Somos caminantes. Pero cuidado, santa Teresa lo avisaba, por ahí en el camino, nos gusta un lindo lugar y nos quedamos
ahí. Nos olvidamos que tenemos que seguir para allá. No quedarnos. Descansar sí, pero después seguir caminando y
(ser) caminantes, no errantes. Porque se sale para dar algo. Se sale en misión. Pero no se sale para dar vueltas sobre
uno mismo, dentro de un laberinto que ni nosotros mismos podemos comprender. Caminantes y no errantes.
Y ahí sí, (junto) con la misión, la oración. Nadie puede decir “Jesucristo es el Señor” si el Espíritu Santo no te lo inspira.
Y para eso tenés que rezar. Tenés que reconocer que tenés al Espíritu Santo adentro que y que es el mismo Espíritu
Santo el que te da fuerza para ir adelante...
Oración. No dejar la oración. Y la oración a la Virgen que es una de las cosas que en la confesión yo suelo preguntar.
¿Cómo va tu relación con la Virgen? Rosario. Pero la oración.. Volvemos a lo que dije antes de la Madre. Para que la
Madre me acompañe, me busque, me diga dónde falta el vino, etc., esas cosas que hace ella, oración, misión, salir.
Y una cosa que ustedes los jóvenes (siempre) van a tener: la tentación del cansancio. O porque no ves los resultados,
o porque, bueno, el espectáculo se acabó y ya está muy aburrido, y voy a buscar otra cosa. En eso, en el primer síntoma
de cansancio que encuentren, cansancio del camino, de cualquier forma, abran la boca a tiempo, pidan consejo a tiempo.
Me está pasando esto. Salí “en cuarta” y ahora “estoy marcha atrás”. La tentación del cansancio es muy sutil, porque
detrás de la tentación del cansancio de salir a la misión, se esconde el egoísmo. Y se esconde, en última instancia, el
espíritu mundano, volver a la comodidad, al estar bien, a pasarla bien o como quieran.
Así es que yo diría: testimonio, para que la luz brille, que no esté escondida debajo de la cama, que brille la luz, y vean
las obras buenas que hace el Padre a través de nosotros, obviamente, testimonio. Para que pregunten ¿por qué vivís
así?, coherencia de vida (al) caminar, caminantes, no errantes y cuidarse de la tentación del cansancio. Creo que con
eso basta.
5. Iglesia:
Santo Padre, hemos peregrinado como Familia de Schoenstatt Representamos a quienes están espiritualmente presentes desde
nuestros países y tienen el corazón y la mente puestos en el encuentro con usted. Asimismo, nos alegramos de estar acompañados
por representantes de otros carismas. También ellos nos han inspirado. La diversidad y la riqueza de la Iglesia, frutos del Espíritu
de Dios, se hacen visible en este lugar. En la Iglesia nos encontramos con Jesús, que nos invita a la comunión, a ser solidarios y a
construir juntos el Reino de Dios en un mundo que necesita signos de unidad, de generosidad y de voluntades puestas al servicio
del prójimo.
- ¿Qué nos sugiere para que nuestra colaboración ayude a enriquecer la vida y el actuar de nuestras iglesias
particulares?
- Hoy nuestra Familia de Schoenstatt quiere escucharlo a Usted. ¿Cómo podemos ayudarlo en la renovación
de la iglesia?
El Papa:
Renovación de la Iglesia. Uno piensa en la gran revolución. Alguno por ahí dice “el Papa revolucionario”, todas esas
historias. Pero es la frase quizá de las más antiguas de la Eclesiología. Los latinos, los Padres latinos, decían Ecclesia
semper renovanda. La Iglesia tiene que renovarse continuamente. Esto es desde los primeros siglos de la Iglesia. Y
luchaban por eso..., los santos hicieron lo mismo. O sea, los que llevan adelante la Iglesia son los santos, que son
aquellos que fueron capaces de renovar su santidad, y renovar a través de su santidad a la Iglesia. Ellos son los que
llevan adelante la Iglesia.
El primer favor que les pido, como ayuda, es la santidad. Santidad. No tener miedo a la vida de santidad. Eso es renovar
la Iglesia. Renovar la Iglesia no es principalmente hacer un cambio aquí, un cambio allá. Hay que hacerlo porque la vida
siempre cambia, y hay que adaptarse, pero esa no es la renovación.
Acá mismo, es público, por eso me atrevo a decirlo, hay que renovar la Curia, se está renovando la Curia; el Banco del
Vaticano, hay que renovarlo. Todas son renovaciones de afuera. Esas que dicen los diarios. Es curioso. Ninguno habla
de la renovación del corazón. No entienden nada de lo que es renovar la Iglesia. Es la santidad. Renovar el corazón de
cada uno.
Otra cosa que me ayuda (es) la libertad de espíritu. En la medida en que uno reza más y deja que el Espíritu Santo actúe
va adquiriendo esa santa libertad de espíritu, que lo lleva a hacer cosas que dan un fruto enorme. Libertad de espíritu.
Que no es lo mismo que relajo, no, no. No es vaga, pero da lo mismo. No, no. Libertad de espíritu supone fidelidad y
supone oración.
Cuando uno no ora no tiene esa libertad. O sea el que reza tiene libertad de espíritu. Es capaz de hacer “barbaridades”
en el buen sentido de la palabra. ¿Y cómo se te ocurrió hacer eso? ¡Qué bien que te salió! Y yo que sé, recé y se me
ocurrió. Libertad de espíritu. No encapsularse - hay que entenderlo bien - solamente en directivas, o cosas que nos
aprisionan. Volvemos otra vez a la caricatura de los Doctores de la Ley, que por ser tan exactos, en el cumplimiento de
los diez mandamientos habían inventado otros 600. No, eso no ayuda. Eso te lleva a encerrarte a encapsularte.
Cuando el apóstol planifica, y acá toco algo que quizá a algunos de ustedes no les guste, pero yo lo digo. Cuando el
apóstol cree que haciendo una buena planificación las cosas van adelante, se equivoca. Es un funcionalista. Eso lo tiene
que hacer un empresario. Nosotros tenemos que usar esas cosas, sí. Pero no son la prioridad, sino el servicio de otro,
de la libertad de espíritu, de la oración, de la vocación, del celo apostólico, del salir. El funcionalismo, “ojo”.
A veces yo veo en algunas Conferencias Episcopales o en algunos obispados que tienen encargados para cualquier
cosa, para todo. No se escapa nada. Y todo funciona, todo bien arreglado. Pero faltan a veces cosas o hacen la mitad
de lo que podrían hacer con menos funcionalismo y más celo apostólico, más libertad interior, más oración, ese coraje
de salir adelante. Esto del funcionalismo, para que no haya dudas, lo expliqué bien en Evangelii Gaudium. Pueden fijarse
ahí lo que quise decir.
¿Cuándo un camino, una ayuda, es verdadero? Cuando se descentra. El centro es uno solo: Jesucristo. Cuando yo
pongo en el centro mis métodos pastorales, mi camino pastoral, mi modo de actuar y todo, descentro a Jesucristo. Toda
espiritualidad, todo carisma, en la Iglesia desde el más variado a los más ricos, tiene que ser descentrado. En el centro
está el Señor.
Por eso fíjense, cuando Pablo en la Primera Carta a los Corintios habla de los carismas, esas cosas tan lindas, del cuerpo
de la Iglesia, cada cual con su carisma, ¿cómo termina? Pero les voy a explicar algo mejor. Termina hablando del amor.
Es decir, de aquello que viene bien de Dios. Lo más propio de Dios y que nos enseña a imitarlo a él. Por eso no se
olviden esto. Y háganse mucho la pregunta. ¿Yo soy un descentrado, en este sentido, o estoy en el centro, como persona
o como Movimiento, como carisma? Lo que en castellano, perdón que hable mi lengua porteña, en mi castellano porteño
llamamos “figuretti”. El centro es sólo Jesús. Siempre el apóstol es un descentrado. Porque el servidor está al servicio
del centro. El carisma descentrado no dice nosotros. Nosotros, o yo. Dice Jesús y yo. Jesús me pide. Tengo que hacer
esto por Jesús. Siempre (Jesús) en el centro. Está orbitando en la persona de Jesús. No se olviden. Un Movimiento, un
carisma, necesariamente tiene que ser descentrado.
Después, una cosa que hoy día se nos pide y se hizo referencia cuando hablamos de las guerras. Hoy día estamos
sufriendo desencuentros cada vez más grandes. Y con la clave del desencuentro podemos releer todas las preguntas
que hicieron ustedes. Desencuentros familiares, desencuentros testimoniales, desencuentros en el anuncio de la
Palabra, y del mensaje, desencuentros de guerras, desencuentros de familias. El desencuentro, la división, es el arma
que el demonio tiene. Y entre paréntesis les digo que el demonio existe. Por si alguno tiene dudas. Existe y se las trae.
Y el camino es el desencuentro que lleva a la pelea, la enemistad. Babel. Así como la Iglesia es ese templo de piedras
vivas, que edifica el Espíritu Santo, el demonio edifica ese otro templo de la soberbia, del orgullo, que desencuentra,
porque cada cual no se entiende, porque habla cosas distintas, que es Babel.
De ahí que tenemos que trabajar por una cultura del encuentro. Una cultura que nos ayude a encontrarnos como familia,
como Movimiento, como Iglesia, como parroquia. Siempre buscar cómo encontrarse.
Yo les recomiendo, sería una cosa linda si la pudieran hacer, en estos días, eh, sino se les va de la cabeza y se olvidan:
agarren en el libro del Génesis la historia de José y sus hermanos. Como toda esa historia dolorosa, de traición, de
envidia, de desencuentro termina en una historia de encuentro que da lugar a que el pueblo por 400 años crezca y se
fortalezca. Ese pueblo elegido por Dios. Cultura del encuentro. Cultura del encuentro es cultura de la alianza. Dios nos
eligió, nos prometió, y en el medio hizo una alianza con su pueblo.
A Abrahán le dice “caminá que yo te voy a decir lo que te voy a dar”. Y, poco a poco, le va diciendo que la descendencia
que va a tener va a ser como las estrellas del cielo. La promesa. Lo elige con una promesa. Llegado un momento le dice:
“bueno ahora alianza”. Y las diversas alianzas que va haciendo con su pueblo son las que consolidan ese camino de
promesa y con el encuentro.
Cultura del encuentro es cultura de la alianza. Y eso crea solidaridad, solidaridad eclesial. Ustedes saben que
(solidaridad) es una de las palabras que está en riesgo. Así como todos los años o cada tres años la Real Academia
española se reúne para ver las nuevas palabras que se van creando porque somos una lengua viva, sucede con todas
las lenguas vivas, así también algunas van desapareciendo, porque son lenguas muertas, es decir, mueren. Y ya no se
usan. Y siendo una lengua viva tiene palabras muertas. La que está a punto de morir, o porque la quieren matar, la
quieren borrar del diccionario, es la palabra “solidaridad”. Y alianza significa solidaridad, significa creación de vínculos.
No destrucción de vínculos. Y hoy día estamos viviendo en esta cultura, en esta cultura de lo provisorio, que es una
cultura de destrucción de vínculos.
Lo que hablamos de los problemas de la familia, por ejemplo. Se destruyen los vínculos, en vez de crear vínculos. ¿Por
qué? Porque estamos viviendo la cultura de lo provisorio, del desencuentro, de la incapacidad de hacer alianza. Cultura
del encuentro, que eso hace una unidad que no es mentirosa y es la unidad de la santidad que lleva a la cultura del
encuentro. Y quiero terminar con esto... Era muy común, en el pueblo elegido, en la Biblia, renovar la alianza, hacer la
renovación de la alianza. Se renovaba la alianza en tales fiestas, en tales años, o después de haber ganado una batalla,
después de haber sido liberados y, venido Jesús, nos pide renovar la alianza. Y Él mismo participa de esa renovación en
la Eucaristía.
O sea, cuando celebramos la Eucaristía celebramos la renovación de la alianza. No sólo miméticamente, sino de una
manera muy honda, muy real, muy profunda. Es la misma presencia de Dios que renueva la alianza con nosotros. Pero
también, no lo solemos decir porque se nos va de la cabeza o porque no está tan de moda, la renovación de la alianza
en el sacramento de la Reconciliación. Eso no lo olviden nunca. No lo olviden nunca. Cuando no me confieso porque no
se me ocurre qué decirle al cura, algo anda mal. Porque no tenemos luz interior para descubrir la acción del mal espíritu
que nos daña. Esa renovación de la alianza en la Eucaristía y en el sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación
nos va llevando a la santidad siempre con esta cultura del encuentro, con esta solidaridad, con esta creación de vínculos.
Y esto es lo que les deseo a ustedes. Que en este mundo de desencuentros, de difamaciones, calumnias, destrucciones
con la lengua, todo eso, lleven ustedes adelante esta cultura del encuentro renovando la alianza. Y claro, nadie puede
ser educado solo. Necesita que la Madre lo eduque. Así que los encomiendo a todos ustedes a la Madre para que los
siga haciendo caminar adelante en esta renovación de la alianza.