919extranjeroenlarealidad (2)

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De Abril a Junio

en Cien

Esquinas

1
2
A Lulú (siempre)

A Glenda (Junio)

A Martín (Leonardo)

A mí (Abril)

“CUALQUIER PARECIDO CON LA


REALIDAD…”

Mariana Valle es Doctora en Letras por la


Universidad Nacional de Córdoba, lectora
políglota, escribe hasta en “las notas del
supermercado”. Se declara filántropa.. Escribió su
primera obra de teatro a los 8 años, representada
3
en el jardín de infantes de su escuela.
Posee el síndrome de Asperger. Es miembro de la
Fundación Asperger Argentina.

De Abril a Junio en 100 esquinas es una


novela sobre una empleada de pizzería, la
joven e intelectual Abril, que se replantea
su carrera como “gosthwriter” y quiere
darse a conocer como la verdadera novelista
de romance que es.
Cree que ama a Dante, un chico que vende
sus “secretos” sobre el amor en Youtube.
Leonardo sigue los tutoriales sobre “Cómo
conquistar a una mujer en 100 días “a lo
largo de todo un año bisiesto”, pero no
logra enamorar a la impredecible Junio, la
asistente de Luigi en la pizzería y némesis
de Abril, su hermana.
Leonardo se debate entre el amor hacia
Abril y Junio y espera, mientras que la
suerte “cambie a su favor”.
Pero la suerte tiene por voluntad seguir
improbables tramas.

1.

Abril ya merodeaba curiosa la oficina de Luigi, con


su andar silencioso y los auriculares en el dial
siempre exacto, el de los clásicos de los 50
4
Luigi sabia de esas advenedizas estratagemas de
Abril hacia finales de mes.
Como implacable tirano dueño de fonda, había
construido su imperio de “los 4 quesos” en base a
un marketing falso y “fake news”, como aquello
de las pizzas “bajas calorías” y “lo saludable” de
la muzarella.
Luigi era petiso y regordete, con bigotes al estilo
de una caricatura de videojuego.
Su oficina estaba llena de premios y menciones,
se sentaba en un viejo sillón de salón blanco y
corroído en el cuero. Pues era baja su estatura, lo
subía manualmente hasta sentirse más “a la
altura” de sus circunstancias.
Todo el pueblo lo apreciaba y vitoreaba
silenciosamente al estacionar su Audi alrededor
de la plaza circular del pueblo de Sambesse.
El pueblo tenía 100 esquinas y también se lo
conocía así como “Las 100 esquinas de
Sambesse” o simplemente como “Las 100
esquinas”.
A Veces iban los extranjeros a perderse en cada
una de las 100 esquinas; ninguna seguía un
patrón exacto, como le preocupaba a Abril. Rodas
confluían en imprecisas combinaciones al estilo
de “Roosevelt esquina Indios Siux” o “Martin
Luther King esquina Frank Sinatra” o “Marlilyn
Monroe esquina Charles Manson”, improbable
diálogo histórico que fascinaba a los transeúntes
adeptos al glam rock. Allí se sacaban fotos, allí
lo aleatorio y azaroso del mundo cobraba un
5
sentido… aleatorio, difuso, improbable, pero
cierto…
Allí se dio esta curiosa batalla en los 90, la cual
privó del sueño a muchos. La cual llenó al fin y al
cabo las generosas arcas en los bolsillos de Luigi.
La batalla entre hippies y punks.
Del salón preferencial en la fonda, se veían ir y
venir los instrumentos, como en desfile de
militares por el 4 de julio.
Una batalla que empezó con mucho ruido y nada
de nueces.
En la esquina de Einstein y Shakespeare, junto a
la fuente exterior del palacio municipal, a finales
de noviembre cercana a las lluvias redentoras del
mes.
Los hippies eran miembros de la Cienciología, esa
curiosa ciencia y religión sectaria y esperaban las
buenas nuevas del líder en una convención en
Sambesse.
Los punks, enemigos de la represión, vociferaban
en contra del líder, estaban en Sambesse por una
convención de motoqueros.
Siendo las doce, el reloj símil Big Beng del pueblo,
alguien arrojó la primera batuta al cielo.
Una jovencita punk advirtió la intervención de su
atuendo rosa con spray rosado chicloso y la
leyenda : “Soy Satanás”.
Algunas trenzas de las hippies se descosieron,
otros peinados altos se bajaron.
Las y los hippies de cabellos largos, polleras y
pantalones de lino flower powers. Las y los punks
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de un duelo de negro, con las molleras pintadas
coloridamente, con sus motocicletas opacadas
por unos cuantos rockeros.
Los hippies les proferían gruesos epítetos de
invalidación emocional y a algunos punks se le
dibujó una lágrima. Otro llevaba la pancarta “soy
demasiado bueno para este mundo”.. Corrían los
años 90 y el duelo fue conmemorado cada
siguiente año con pizzas peperoni mirando hacia
la escultura del “abrazo partido” entre hippies y
punks.
Todos. Todos… pedían la Revolución y la caída
del magnate de los 4 quesos, que los observaba
desde la ventana de su fonda…
En el presente, Abril merodeaba con impaciencia
y su “caminata lunar” de lado a lado la oficina de
Luigi.
Él lustraba uno de sus varios premios a la
Gastronomía. ¿Cómo había llegado una modesta
pizzería de barrio a tener tantos méritos para el
gusto “delicatessen” de los críticos? Eso se
preguntaba Abril. Tres veces golpeó la puerta
hasta que Luigi la recibió con voz tierna y tenue:
-Siéntate, niña.
-…
-¿Acaso te han comido la lengua los ratones?-
Le inquirió Luigi
-Mire señor, yo creo que dados los resultados de
cada mes, visibles en las estadísticas de junio y
julio y cuando estamos entrando ya en la
primavera, he pensado que si Ud. Pudiera revisar
7
los números en tanto y en cuando…
-¡Zas!- (Luigi mató un mosquito entre sus manos)
y carraspeó:
-Abril, haz los tuyo, cumple con tu oficio de
empaquetadora, sigue haciendo números y trame
una onza de requesón. En tanto… quisiera hablar
de algunas entregas “inexactas”.
Luigi abrió una de las cajas de pizza con la cuarta
novela escrita por Abril con encargo a Mrs.
Gardin..
Se reclinó ufano sobre su sillón giratorio, extendió
las manos e hizo ruido con sus nudillos…
-Tranquila, niña. Será “nuestro secreto”…
Ya era 1 de septiembre, Abril aún no postulaba
para la beca a La Sorbona, Leonardo aún no
conquistaba a Junio y Luigi quería también
“escribir novelas” pedidas por “delivery”.
2.
A Leonardo le gustaban los trenes. Los veía salir
del ánden de Sandesse junto a su madre y su
hermano, le agradaba el movimiento sinérgico de
sus ruedas y engranajes. Anotaba a sus 15:
12:56 sale del puerto Sambesse, a las 13:27
llega, recoge 126 pasajeros de lunes a viernes, tal
vez tres más tal vez tres menos
Como odio la canción de Donatello, como odio
que mastique el chicle con la boca abierta
Mamá llega a las 13 :05 al puerto/andén de
Einstein, espera 11 minutos, si papá esta vez
corriera 2más deprisa lograría encontrarla en
Einstein. Si tan sólo mirara ese ticket de tren,
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sabría que siempre se sienta en el mismo vagón,
le pediría perdón. Volvería a casa para el
almuerzo a las 14:06 de lunes a viernes
A veces miraba tanto los trenes que se le
desdibujaba el piso, los detalles de las ruedas, los
pistones y rulemanes, todo lo imaginaba y lo
dibujaba. Donatello, a su lado, fingía comerse un
moco.
Leonardo relojeaba de izquierda a derecha, como
las agujas del reloj indeciso, de uno a otro lado. A
veces se le empañaban los lentes con la lluvia.
Donatello, su hermano, le revolvía el cabello
ondulado sobre la frente.
A los 23, los gemelos se separaron. Donatello se
fue a vivir a Einstein, el pueblo aledaño a
Sambesse.
Eran gemelos, sí, mas no se parecían en nada.
Donatello corría maratones desafiando las leyes
de correspondencia espacio-tiempo a través del
viento como Usaín Bolt.
Un día arribó a Sambesse, convenció a Leonardo
de vender sus copias de trenes a un museo
hiperrealista en Praga, al estilo de París.
Los cuadros de Leonardo se exponían junto a los
de Sopa Campbell de Andy Warhol.
A cambio ofrecía su “buen carácter” para
comerciar con las obras. Donatello tenía ese
rostro risueño y campechano, era representante
comercial, promotor de eventos y “falso pintor de
arte”.
Leonardo había aprendido a dibujar aislándose
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de la mirada promedio del ser humano. Era
perfeccionista, detallista y puntilloso hasta el
punto de volverse casi bizco observando las
líneas de los trenes. Cuando su madre murió,
aquello se transformó en obsesión.
Con el tiempo Donatello dejó de pagar su renta
con el dinero de los cuadros vendidos.
Suponía que lo había defraudado igual que su
padre.
Leonardo tuvo que buscar trabajo en la fonda de
Luigi.
3.
Era miércoles de septiembre, un casi miércoles de
ceniza, de fuego tibio sobre el sahumerio de
limón, cerca de la foto de Ángela, la madre de
Leonardo.
Le gustaba recordarla con la fragancia alimonada
en su camisa blanca. En la fotografía ella le
sonreía con sus rizos rojizos y los ojos verdes de
gata enlunada. Un miércoles, casi de ceniza que
Leonardo no olvidaría.
La señora Temple Gardin había llegado con uno
de sus monos de experimento. Ella lideraba una
investigación sobre el lenguaje en los primates.
Se hallaba detrás de un acontecimiento histórico:
comprobar si los monos tenían un lenguaje tan
sofisticado como el de los seres humanos, cuya
predisposición se encontraba también en la
tercera circunvolución frontal izquierda del
cerebro.
Así llegó a la fonda, con uno de sus monos
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amaestrados con una correa de perro.
Era una de las “mascotas” más “retoñas” y según
ella más afín a su carácter.
A veces parecía que aquellos ojos de mono la
observaban y escudriñaban a ella, indagando en
sus añosos ojos sapientes.
Abril y ella comenzaron a charlar mientras sorbían
té en la trastienda.
-Yo lo sabía de nacimiento- se resignó Abril
-Siempre pensé que eras brillante, pero creía que
simplemente eras una niñita inteligente, una
amorosa niñita con las pupilas grandes leyendo
sus tomos de Historia
-Pero tía, tú sabes que las novelas, sabes que es
bastante improbable el hecho de que…
Quiero llegar al corazón y al abrazo de mis
lectores
-Creo, Abril, que tus reflexiones son acertadas,
posees el síndrome de Asperger y siempre dices
lo que piensas, pero ¿qué sería de tus novelas sin
mi gran nombre representándolas? El mejor el
anonimato del “escritor fantasma”
(Y prosiguió) -Eres una niña, ¿acaso sabes del
amor?
-Pero, tía, son mis obras….
-Son tus ilusorias creaciones, fantasmagóricas,
Abril. Quieres ser la misma Jeane Austen y apenas
tienes veintiún años...
El trabajo de los escritores es insalubre, debería
sólo estar reservado a los prudentes.
-Pero son mis obras, tía...
11
Abril sintió en el pecho un ligero punzón de
corazón delator y salió corriendo entre lágrimas
de frustración sin Spaguetti Western de fondo con
tan mala suerte, o no, de tirar cuatro cajas de
pizzas sobre Leonardo que arremetió carrera
detrás de ella.
A Leonardo le desesperaba ver a Abril llorar. El
chimpancé también se había escapado por la
ventana hacia una selva prometida y lejana.
Leonardo le acarició el cabello lacio y negro sobre
los hombros.
Ella se cobijó en su pecho: Abril tenía los ojos casi
amarillos de tan amarronados suaves.
Las lágrimas de Abril sobre la camiseta de
Leonardo eran tibias como lluvia de verano y
diminutas como cascada de arroyito a donde se
recolectan las aguas benditas.
Estaban Leobardo y Abril sentados uno junto al
otro sobre la verja del jardín anterior a la casa de
Artemio. Desde la ventana el señor los observaba
cómplicemente y sonreía.
Abril le sonrió (a Leonardo).
No pudo evitar besar (a Leonardo)
Junio justo pasaba por allí, era la esquina número
100, entre María Antonieta y Madamme Curie.

4.
Junio tenía 23 años. Desde hace 3 trabajaba
indirectamente para Luigi, era algo así como su
secretaria, promotora, representante.
Junio organizaba eventos, se encargaba de la
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cartelería, decoraba las mesas del salón y
siempre dejaba alguna flor amarilla en el centro
de la mesa, alrededor del mantel cuadriculado
rojo y blanco.
Difundía las promociones y presentaba ideas
originales a Luigi y a Mario, los hermanos dueños
de lo de Luigi y Mario, los hermanos dueños de la
Fonda (la conquista del nombre por parte de
Mario es una larga historia que no viene a
cuento).
Junio tenía el pelo rubio y rizado, los ojos color
celeste y la sonrisa protuberante sobre la
comisura de los labios.
Le agradaba vestir de negro, esa era la única
constante en Junio.
Siempre llegaba con una nueva idea como se ha
dicho: la salsa de pizza barbacoa, el chantilly de
mayomostaza, la pizza selva negra con
champiñones oscuros y cerezas.
Todas, de la más ridícula a la más factible, todas
terminaban siendo un éxito.
La excentricidad de los sambaseños se preciaba
de saber a selva negra de hongos con ciruelas de
pizza integral negra.
Junio estaba haciendo un curso de alfarería con
Temple Gardin.
La anciana era tía lejana de Abril y Junio.
Leonardo se la encontró en la segunda quincena
de septiembre, mientras Abril se escondía y se
rehusaba a darle motivos a Leonardo por lo de su
pequeño y frágil beso con aroma a yogur de
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frutilla.
Junio y Leonardo hicieron un viaje juntos hacia la
casa de Mario, que quedaba en el pueblo vecino
de Einstein, donde se halló por última vez a su
hermano Donatello.
Junio inclinaba el arco superior de la ceja derecha
hacia el sureste. Estaba pálida y confundida.
El auto sobrecalentaba, abrieron las ventanillas
para respirar el aire caliente sobre el cemento de
la carretera.
Al costado de la misma había pequeñas flores
amarillas, las flores preferidas de Junio.
Estacionó Junio su auto y bajaron ambos del
vehículo. Frente al mirador, hicieron un
“descanso”.
No le gustaba a Leonardo iniciar una charla, sin
embargo se atrevió.
-Estás callada.
Junio miraba el horizonte claro sobre la montaña,
había apenas una o dos nubes sin grosor, como
pintadas, sobre el firmamento.
Apenas se veían algunas aves aguileñas, algunas
zancudas, ninguna plácida golondrina de vereda.
Al.final tomó aire y le respondió a Leonardo la
pregunta indirecta.
-Voy a morir-dijo, sin ápice de emoción.

5.
Abril vestía de azul y rosa, el jean y la remera.
Estaba Abril escuchando esa vieja canción de Big
Mountain: “Uh, baby, i love you way”… tarareaba.
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No era de “su estilo,” penso Leonardo, se veía
graciosa e ingenua, como siempre, con el mechón
de pelo negro corriéndole sobre la cara.
Ya corría la primera de la “segunda primavera”.
Así la llamaba ella, pues aludía a un viejo
almanaque romano donde las estaciones se
contaban por demás. Había ya olvidado la
referencia para esa anécdota…
Abril se paseaba de uno a otro lado, como
queriendo abrir surco en el piso, como queriendo
contar otra historia.
Leonardo había apartado el curso de Cómo
conquistar a una mujer en 100 días porque ya
eran muchos más los días que contaba y, acaso,
¿no era tan sólo “una” mujer?

¿Realmente por qué lo habría besado? De Abril


podía esperarse cualquier respuesta, ¿o no?,
¿acaso sería para disuadir a la señora Temple
Gardin de su “auténtica fe” en el amor?, ¿acaso
para retener al chimpancé que finalmente se
escapó?, ¿acaso para darle una lección a él…a
Junio? Se empeñaba Abril en hacerle las peores
críticas a Junio; sus tazas abolladas en la
superficie de apoyo, le decía, sentenciando grave.
A veces tan sólo parecía estar bromeando, pero a
Abril no le agradaban los chistes. A veces
Leonardo pensaba que nadie les había enseñado
a hacerlos, pues los recitaba como un guion, sin
reír y, otras veces, se reía antes de contarlos.
Siempre había sostenido la idea de que la señora
15
Temple Gardin había sido muy estricta en la
educación de Abril, no así en la de Junio.
Las dos muchachas, las habían lamentado la
muerte de sus madres desde la adolescencia.
En el pueblo se contaba una leyenda, que acaso
ni Abril ni Junio eran familiares de Temple Gardin,
que la señora se “hizo cargo” de ellas para dar
una “buena imagen”, de “dulce aristócrata
heredera de su fortuna”.
En la mansión de Garden, había demasiadas
puertas y muy pocas ventanas. La casa pintada
de blanco y sus gruesas columnas de ángeles
“enfileteados” alrededor de ellas, les causaba a
los pocos que la.visitaban un aura de estupor
entre calidez y frialdad, el mármol blanco de la
mesa, las sillas de símil vidrio espejado, los
grandes tomos del Nathional Geographic, Muy
Interesante, El Mundo Desconocido y la Aventura
del Hombre, eran acaso el único color en su
morada.
Todos los mayores parecían pretender algo que
no eran. La señora Temple Gardin valiéndose de
las novelas de Abril para publicar en su nombre;
Luigi explotando las buenas y excéntricas ideas
de Junio y su hermano mayor, Donatello, lucrando
con las ventas de sus cuadros y las exposiciones
en el museo francés de Praga, junto al único
casino de maquinitas .
Pronto sería diciembre, mes de despedidas. A
Leonardo no le gustaba llorar, sin embargo una
lágrima corrió debajo de su ojo izquierdo, luego el
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derecho, luego una convención de lágrimas y
mocos furiosos.
Leonardo tenía 26, a veces se sentía de 12, a
veces de 50 pero en aquél momento, entre
angustiado y furibundo, sabía que vivir la vida de
su propia edad le había aparejado profundas
tormentas de soledad e incertidumbre.
Le costaba interpretar datos contextuales, la
realidad no tenía ruedas ni engranajes, no era
posible abrirle un compartimento secreto con
alfiler fono y partirla al medio para divisar su
estructura interna, su preciso sistema de
relojería.
7.
Asperger. Esa palabra casi ridícula, pues llevaba
una entonación rara, cuando Abril supo de su
diagnóstico empezó a aletear las manos y dar
pequeños brincos de felicidad . Debía llevar unas
cuantas cajas de pizza que devolvió una de las
ancianas de la propina generosa. Recibió el
llamado de Mary Jane, su terapeuta, la del equipo
interdisciplinario. Esta vez no era otro ataque de
hipocondría, esta vez había algo del orden de lo
real en su cerebro imperfecto y perfectamente
distinto, allí centrado en la tercera circunvolución
frontal izquierda del cerebro.
Brincos, saltos y aleteos de manos, caminar de un
lado a otro, como hundiendo el piso, el cabello
prolijo atado siempre en el centro exacto de la
línea del pelo a la mitad.
La hora exacta en la que debía retornar a su
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trabajo, por primera vez regía escrita no acatada,
carrera arriba gritando en contra del viento,
tarareando una canción melosa de los 90,
acariciando la llegada de la primavera hacia
finales de agosto, estampando su camisa floreada
y acampanada, el jean celeste frente al cartel de
Lo de Luigi, las 4 pizzas de 4 quesos de Artemio,
los sueños rotos de la beca a la Sorbona y la
expresión de puro júbilo, el teléfono que quedó
descolgado del otro lado de la línea,
“felicitaciones, ¡eres autista!”.
8.
¿Qué por qué había besado a Leonardo? Esperaba
que él no preguntara y sólo miraba el suelo y
caminaba como un autómata aferraba al piso con
hilos tensores invisibles guiados desde abajo.
Leonardo tenía olor a árbol, con este perfume
amaderado, siempre usaba la ropa de algodón
suave, las jogginetas grises inmaculadas de
limpias, las uñas prolijas con olor a jabón.
Siempre miraba con los ojos marrones amielados
de par en par, escuchaba sus anécdotas como
oyendo una lección y disfrutaba la curiosa proeza
de despabilarla con algún mal chiste o la hacia
reflexionar más de la cuenta en sus palabras.
La bondad de Leonardo así que no se exhibía en
anaquel, que meditaba cada tanto y que podía
desbloquear su alexitimia, su incapacidad de
sentir.
Esos besos chistosos que dio Abril a uno que otro
novio pensando en las cuentas de supermercado
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o en el último poema que dejó que dejó a medio
hacer. Un no poder sentir en la punta de los
labios queriendo abrirse y cerrarse.
Un beso, poco salivado, más bien semihúmedo,
más bien en los labios tiernos medio acalorados,
más bien beso de película, más bien ensayado mil
veces y nunca dado, más bien poco factible, más
bien quiso saber si podría sentir de vuelta, más
bien apenas le rozó la comisura, más bien la
textura del dedo meñique que se apresuro a
entrelazar con el suyo, como sellando un trato de
“buena fe”, como si no hubiera ruidos.
9.
“Era un señor inglés buscando al autor intelectual
de un crimen, en una casa de viaje. Ella se
llamaba Dorotea, había perdido su collar color del
mar. Los rusos habían intervenido el teléfono del
señor inglés…”
Así se imaginaba Abril la trama para una novela,
después de todo era buscar las horas muertas del
trabajo y perder el miedo a la “hoja en blanco”.
Andaba comiendo una manzana verde, entre
dulce y ácida. Otra vez Junio había llegado a su
trabajo con el pijama celeste, tenías restos de
maquillaje en los ojos de más de dos noches.
-Abril, ¿se te ocurre una buena idea para el
festival de pizzas del viernes?
-Eres tú la de las buenas ideas, Junio (Abril le
sonrió tímidamente)
-Ya es octubre (dijo Junio, mirando los gorriones
caídos del nido del árbol). Ya pronto vendrá el
19
verano.
- Y debes preparar tus trajes de baño para el
desfile de la reina de Sambesse (le refrescó la
memoria Abril).
-Hace mucho que soy reina (dijo Junio), ya es hora
de dejar el trono… ya es hora de probar algo
viejo, como esa serie icónica de los 90, ¿Friends?
Abril poco sabía de series icónicas y taquilleras,
no solía dedicarse a la farándula local o
hollywoodense más que para algún motivo de
inspiración.
-Anda, tú, dame una idea… Le exigió Junio.
-Base de pizza, sin queso, verduras en reserva de
vinagre, huevo rallado y trozos de tomate.
-¿Sin queso dices?
-Sin queso-. Abril le sonrió un tanto
siniestramente, como era su sonrisa extraña con
los ojos abiertos como platos, Junio se robó su
manzana, corrió dando brincos hasta el Citroen
gris, había puesto su celular sintonizando en su
Spotify Ironic de Alanis Morrisette ¿Por qué no
rodar por la carretera escuchando un clásico 20
veces? El camino infinito hacia delante le
murmuraba a cada paso la palabra “leucemia”.
Evitaba los atascos, el tráfico, los semáforos
silenciosos y todo aquello que quisiera decirle
“basta” a su marcha metódica comiendo una
manzana verde robada a Abril…

10.
La señora Temple Garden era la tía segunda de
20
Junio y Abril, eso era lo que constaba en las falsas
partidas de nacimiento de las niñas.
Temple Gardin tenía 32 cuando acudió a una
nodriza para amamantar a Abril y a una niñera
para cuidar de Junio.
Dorotea, la madre de ambas niños (hermana de
los dueños de la fonda, Mario y Lugi) era la
primera heredera del imperio económico familiar.
Tenía apenas 29 cuando nació Junio y 32, cuando
Abril vino al mundo.
Las niñas no se parecían entre sí porque tenían
padres distintos; pero ambas eran hermanas
entre sí, tenían el mismo lunar rojo sobre el
hombro izquierdo y la misma curiosa mancha
amarronada de nacimiento sobre la pierna
derecha. Para ellas las “coincidencias” se
explicaban por el lejano vínculo entre ambas.
Supuestamente Dorotea, la madre de ambas,
había adolecido de locura y había abandonado a
Abril, mientras que Junio era hija de la niñera.
En verdad, Dorotea restregaba a sus hermanos el
origen “oscuro” de la fortuna familiar. Dorotea
sabía que Jaime, era dueño inicial de las tierras de
Sambesse que acuñó con el nombre del río
africano, pero en realidad había sido chantajeado
por el padre de los 3 en los tiempos de la
Recesión del 29 y había “donado” grandes
héctareas a la familia. Alli se construyeron el cine,
el teatro, la plaza, la escuela y la fonda. A cambio,
el abuelo de Abril y Junio ocultó sus maniobras
infructuosas con la mafia para eludir la quiebra de
21
sus empresas.
Mejor asi, pensaron los dos hermanos, mejor ir
amasando su fortuna lejos de la “sincera y
culposa” Dorotea y la recluyeron en un hospital
psiquiátrico, hasta el final de sus días de tristeza.

“Mejor”,pensaron, que los pobladores creyeran en


el éxito de la modesta tienda de barrio.
Eñ verdad, a Temple Gardin, la ex amante del
abuelo, no le agradaban ni las niñas, ni las
novelas melifluas, ni los monos de experimento
de campo.
12
Fue próximo a los desfiles del verano, con el
pesebre viviente y los renos a los costados de la
calle en muestras de un sincretismo singular.
A Abril no le gustaban las fechas
conmemorativas, para todas tenía una excusa, o
más bien una certeza: “que Jesús no había nacido
en diciembre sino allá por marzo, que Papa Noel
era un invento de márquetin de Coca Cola, etc”.
Ese día refunfuñaba al respecto, a Leonardo le
parecía que su beso se había disipado en aras de
la lógica. A Leonardo esto le causaba resquemor,
no había tenido el tiempo de rechazar ninguna
propuesta porque no le habían propuesto nada
aún o porque le costaba mucho trabajo
comprender a Abril, tanto como a Junio. A veces
la veía a Abril muy retraída y tímida, otras muy
valiente y decidida y un tanto obstinada, eso era
seguro. A veces, como en lo del beso, de una
22
impestividad inusitada.
Reía al pensar que, seguramente, Dante dedicaría
más de un año bisiesto para enseñarle cómo
conquistar a Abril… ¿o no?
Junio, entretanto, ya se veía rozagante, como
siempre. El tratamiento le había sentado muy
bien a su rostro. Estaba ese día impecablemente
vestida, tal cual era su afición de negro y sonreía
tranquila con los labios inclinados ligeramente
hacia la derecha.
A Leonardo se le figuraba que su vida parecía un
culebrón de telenovela, estaba entre dos mujeres
cuando aún tenía tiempo de pensar en su propia
vida, en sus propios sueños postergados.
Donatello se había vuelto a contactar con él, ya
no quería ser artífice de la explotación de sus
dibujos, ahora quería sólo dedicarse a correr
carreras. Le habían diagnosticado TDAH, eso
explicaba su andar efusivo, su rechazo a la
permanencia en cualquier sitio, su obsesión por
ver girar un spinner en sus manos y por qué
apenas podía quedarse quieto.
Junio había empezado ya a ser, como se dijo, “la
misma de siempre”. Su tratamiento novedoso
contra la leucemia iba “viento en popa” y ya tenía
sus ideas originales para todo.
Leonardo había investigado a Temple Gardin y
planeaba decir todo lo que sabia sobre ella y las
hermanas.
En la plaza se conmemoraba la batalla de hippies
contra punks por la llegada y la crítica al líder
23
ignoto de la secta, de uno y otro bando.
Leonardo solo temía al carácter persuasivo y
disuasivo de Luigi para la confrontación, por eso
planeaba encontrarlo con “la guardia baja”.
Quiso la mala suerte (o no) de que a Luigi se le
ocurriera invitar a un hippie y a un punk a dar un
“discurso por la paz” en altavoz.
Entonces Leonardo tuvo la ocasión perfecta para
dejar, en un descuido de Luigi, el altavoz cerca de
su celular con.la declaración de Temple Gardin de
la falsa adopción de las hermanas y el asunto de
Dorotea, su.madre.
Abril estaba comiendo su manzana verde cuando
voló la primera batuta de una de las gradas, se le
adjudicó al lider de motoqueros punks que pedía
el derromiento del líder de las pizzas.
Hippies y punks, todos juntos como en desfile de
militares vociferaban contra Luigi y Temple
Gardin. Otra vez alguien había dejado escapar a
los monos, todos los presentes se notaban
ofuscados menos las hermanas, perplejas con la
“feliz noticia” quienes se abrazaron entre la feroz
turba.
-Lo sabia (dijo Abril)
-Lo.intuía (dijo Junio)
Entretanto, hippies y punks celebraban con pizza
peperoni.
11.
“A veces la vida se ve pasar como detrás de un
vidrio espejado, tu estás en el exterior, hay lluvia
detrás y adelante tuyo, pero adentro del café
24
donde todos están, pero menos tú es cálido y
seguro, afuera es de noche, llueve y hace frío,
pero la vida transcurre tras esos vidrios
empañados del interior y el exterior desde dónde
los ves”.
-Abril estaba inspirada aquél día. Se le escapo
una lágrima.
A Leonardo no le gustaba ver a Abril llorar, entre
la batahola de las mesas ruidosas de los
comensales, Abril se secaba los ojos con una
pequeña servilleta.
Leonardo instintivamente le acarició el cabello.
-Te he buscado, Leonardo- Le dijo Abril
-¿Qué dices?
- Te he buscado en cada una de mis novelas y no
sé si eres tú, el indicado…digo, o si sigo
buscándolo en mis libros reseñados, en las luces
de los árboles, al caer la tarde, o en los charcos
de la luna mojada
-Pero… (atisbó a decir Leonardo)
- Y si te preguntara, tan sólo una cosa, igual me
rechazarías, igual preferirías buscar a quien no te
llama, con un curso prestado. Si, Cupido se
equivoca a veces, ¿no? Pero es a mí a quien
busco, mi propia felicidad de “escritora sin
nombre”
-Abril, querida amiga, lo sé, también yo prefiero
estar “de paso”, no ser artífice de mi vida, como
invitado a la fiesta de otro y quedarme hasta
tarde.
A veces copio los trenes, pero quisiera manejar
25
uno. Que bah, quisiera ser un maquinista
profesional en el tren veloz europeo o manejar los
subterráneos en las grandes ciudades. Y que mi
madre baje de un andén y me diga: “Lo has
hecho todo bien, cariño, ya puedes planear tu
cumpleaños”.
-Oigan, ¡cabeza de chorlitos!, ¿Hablaban de mí?-
Rio Junio entrando a la cocina de la Fonda donde
charlaban Abril y Leonardo.
Junio de rojo, Abril de azul, Leonardo con su
remera blanca, los tres juntos parecían imitar la
bandera francesa.
-Este es ahora su negocio, niñas, ¿cómo lo
llamarán?
- De Abril a Junio en 100 esquinas, respondió
Abril.

Abril cumplía años en Junio. Estaban invitados


todos sus compañeros del taller de Filosofía.
Todos tenían más de 60. Abril se sentía cómoda
con personas de esa edad, sentía que aún tenían
mucho por enseñarle: había una bióloga, una
maestra de Matemáticas afecta a los teoremas,
un aficionado al cine clásico, un seguidor de las
teorías de Blavatsky e instructor en la “medición
del aura” , una profesora de Literatura Inglesa
fanática de Dickinson y Dante, el profesor del
“Taller del Amor”.
Dante Spadafucili empezaba el taller con la frase”
Ámate a ti mismo, como a todos los demás” lo
decía solemnemente, así con las manos en
26
prédica.
Luego Abril abría el libro El Arte de Amar en la
pagina 97 de Eric Fromm, mientras comenzaba el
curso con el anecdotario de los amores y
saboreaba del día para ser impartido en el arte
del amor por el joven profesor y exitoso
influencer. Dante dictaba el curso de Cómo
conquistar a una mujer en 100 días y Como
conquistar a un hombre en 10 días. Lo cierto es
que un mes ya siguiendo su curso Abril no
conquistaba a Leonardo y Dante en 15 meses no
conquistaba a Abril.

12.
Lo seguro es que Dante Spadafucili, el gurú del
amor, sabía que a Abril si le gustaban los
circunloquios epistemológicos y que iba a
conquistarla.
Que la idea del bar de Leonardo, con sus cuadros
exhibidos en las paredes, era buena, fue una
duda universal.
Ese proyecto empezó en el hastío del “invierno”
de Sambesse en verano, con la baja de propinas
de la fonda de Abril y Junio.
La gente a veces salía de sus casas sin billeteras,
puesto que no tenían nada y también algunos
atrevidos (o distraídos) se dejaban ver con los
bolsillos hacia afuera del pantalón.
Junio ya se sentía tan esperanzada como siempre.
Leonardo sonreía al verla trabajar con la
cerámica, no era muy buena en ello, pero se lo
27
proponía con empeño y delineaba sobre las
muestras algodonadas nubes, corazones
melifluos y símbolos de la paz… Su nuevo
proyecto era diseñar tazas como souvenirs para
invitar a los comensales a los festejos por el día
de la primavera.
Abril estaba aún más extraña que de costumbre.
Leonardo tuvo que rechazar más de una vez su
invitación a tomar “aire fresco”. Abril no usaba
esas palabras tan coloquiales nunca “¿qué le
pasaba?”. La conocía de pequeña, al igual que a
Junio, muchas veces las había dibujado a ambas
sobre el lienzo.
Abril se quedaba mirándolo inmóvil, hacía chistes
desagradables sobre su remera verde militar y
había dejado de escuchar Spaguetti Western.
Le había comentado su proyecto a Leonardo:
lanzarse como escritora con nombre propio.
Para recolectar dinero para el proyecto los tres
amigos - Abril, Junio y Leonardo- habían
organizado una venta de garage en la entrada del
jardín delantero de la ex casa de Temple Gardin,
ahora en poder de Abril y Junio.
La anciana se había marchado con un dinero
provisto por las hermanas a estudiar la fauna
silvestre y el “lenguaje de los monos” al África.
Entretanto, Abril y Junio supieron con enorme
tristeza de la muerte de su madre, Dorotea, en el
asilo donde estaba.
En el jardín, los vecinos, amorosos con Leonardo,
habían donado cuadros, sillones, sillas de diseño
28
y Abril y Junio, sus ejemplares de libros de la
Galería del Louvre, en París.
Leonardo no aceptaba el financiamiento de su
proyecto por parte de las hermanas, era
demasiado orgulloso para eso. Pensaba también
invertir los fondos de sus cuadros vendidos por
Donatello.
Dante estaba ahí, junto con otros curiosos.
Detestaba a Dante, su curso sobre Cómo
enamorar a una mujer en 100 días, no estaba
dando resultados. Ya llevaba más de un año
bisiesto sin conquistar a Junio. Había encontrado
una foto de Dante en su cuarto a la manera de
“ridículo póster adolescente”, pensó.
Cuando Dante hizo la pregunta, el tiempo pareció
congelarse, tras una heladera de vidrios templada
en hielo.
-Abril, ¿confirmas tu viaje, entonces, a Francia
conmigo?
Abril había esperado por La Sorbona toda la vida,
era su segundo sueño favorito, el primero era ser
escritora de novelas de amor y, por supuesto,
conquistar a Leonardo.
Leonardo la había rechazado 7 veces (ella las
contaba en un cuaderno). Desde su negativa a
integrar con ella el Club de Ajedrez hasta su
negativa a vestirse como Harry Potter en la re
convención de la saga de películas que iniciaba el
domingo.
Por eso tan sólo dijo “sí”. Por eso tan sólo se le
enfrió el corazón y abrazó la propuesta de Dante
29
que, a la sazón, era guapo, intelectual y
aficionado a los idiomas, como ella.
¿Cómo se congela un corazón?, ¿cómo se detiene
el latir incesante de los sueños que se convierten
en otros?, ¿cómo se borran las páginas que las
imaginaciones crearon en la memoria de los
sueños? , ¿cómo aniquilar su última novela al
verla marchar, publicar con su nombre sin darle a
su inspiración una última canción susurrada al
oído, a las 3 de la tarde, con el atuendo de
Hermione y sus gruesos lentes?
¿Cuánto sabría Leonardo en cuantas aristas
infinitas se había prolongado su figura sobre las
aguas mansas como una sombra de luz diáfana
sobre el agua fresca del lago antes de un
chapuzón en verano?

13.

Que las reuniones sociales le pesaban mal a Abril,


se supo en su cumpleaños 22.
Las relaciones con Luigi y Mario habían sido
eliminadas de la prioridad de las invitaciones.
En cambio estaban invitados Dante, Donatello,
Leonardo, Junio y todos los participantes del
Taller del Amor.
Abril se había puesto un vestido negro con
perlitas cosidas a mano. Llevaba el pelo
semirecogido en media cola de caballo. El rostro
cuidadosamente maquillado con sombras y
delineador en tonos tierra y cobrizos.
30
Junio, entretanto, había optado por una
vestimenta clásica color verde mostaza.
Leonardo, entretanto, vestía sus jogginetas de
siempre con remera de algodón blanca a tono con
el azul del pantalón.
Donatello se veía como todo un dandy, de camisa
y jean y Dante, de cargos con bolsillos y buzo
holgado amalgamados en amarillo y verde claros.
El cumpleaños empezó “raro” para Abril y
Leonardo. No charlaban como siempre, se sentían
distantes y Abril pensaba en “qué lejos” parecía
estar su amigo “de siempre” de sus buenas
charlas habituales.
Se le dio por ser buena anfitriona y convidarle
todos los “manjares” que veía al paso: los mini
hot dogs, las mini hamburguesas con queso, los
aros de cebolla y hasta una lata de cerveza.
Leonardo aceptaba, tal cual era su buen comer, y
asentía a todo lo que ella decía con monosílabos:
“ehmm”, “sí”, “no”, “ah”, “claro”.
Abril estaba ansiosa, cada vez más ansiosa, no
encontraba a “su” Leonardo ni en sus libros
comentados, ni en sus suaves y dulces
contemplaciones, ni en su voz explicativa entre
aguda y ronca, como de locutor.
Conforme más quería encontrar a su amigo, más
distante lo sentía, más lejano y más obcecado en
seguir las chácharas de Junio.
Abril comenzó a sentir, a eso de las dos de la
tarde, una comezón en la nariz, un fuego interior
en las mejillas, algo de incredulidad paulatina y
31
ajenidad con el momento.
Todos charlaban al mismo tiempo, Abril sentía
nítidamente todos los murmullos a la vez como
en el fondo del río. Comenzó a mordisquear una
lapicera, primero suavemente, después
furiosamente.
Algo la impelió hacia su habitación y todos los
invitados parecieron no darse cuenta. Volvió de
allí con un mensaje de WhatsApp para Leonardo:
-¿por qué me rechazas?, ¿no ves que yo te
quiero?-
Leonardo, no obstante, estaba sociable y lúcido
como pocas veces, trataba de seguir
animadamente la conversación. Abril se sentía
abandonada en el fondo de la mar con celos hacia
Junio, su recuperada hermana.
Adoraba a Junio y se sentía tan cercana a la
preocupación por su enfermedad, la niñez
compartida, ese abrazo silencioso y admirado de
su querida hermana.
Celos, rabia, bronca. Leonardo estaba embobado,
veía a todos menos a ella. No eran cómplices, ni
compañeros, ni “en la calle, codo a codo, mucho
más que dos”. Tan sólo dos extraños, como si la
magia se hubiera disipado. No estaban sus
charlas previas, las encendidas discusiones
políticas incluso, hasta la madrugada en vela “la
noche especial de las pizzas” aguardando los
clientes ausentes, no estaba su tiempo robado a
la existencia.
Entendió que “su” Leonardo no estaba allí, tan
32
solo una cáscara: el chico dulce, cariñoso,
comprensivo, meditabundo, ágilmente
inteligente, ingeniso, tan sólo una cascara de él.
La situación era insoportable, estaba
rechazándola en público.
Abril estrujaba su pelota anti estrés, Leonardo
parecía no entender el peso de las confidencias
de Abril, el haberle ella abierto una ventanita a su
corazón.
Cada vez la rechazaba más al evitar mirarla. Abril
sintió rabia, luego pena.
Había horneado unas manzanas asadas de
postre, las ubicó prolijamente sobre una bandeja
frente a la vista de todos. El señor Artemio ya se
relamía para degustarlas.
Abril hizo algo que dejó estupefactos a todos: las
depositó, una por una, a todas dentro del cubo de
basura. Exclamó: -Sí, tengo Asperger, hablo seis
idiomas, mi hermana siempre es más afortunada
que yo y estoy enamorada de mi mejor amigo.
Leonardo empezó a empequeñecerse en su silla,
a hundirse sobre ella, mirando cabizbajo el
mantel blanco de la mesa, hasta las flores se
marchitaron de abochornadas.
Todos los presentes hicieron un silencio incómodo
ante la declaración o “muerte en público” de
Abril.
Leonardo se negó a hablarle en toda la jornada.
Los presentes fueron conducidos por Junio a jugar
juegos de salón y probarse disfraces.
Los presentes se notaron todos entristecidos tras
33
la declaración de Abril, tras su “muerte en
público”.
Leonardo apenas la saludó al retirarse. Al otro día
Abril decidió cambiar su vida. Se prometió darse
felicidad a sí misma, celebrar la vida, escribir una
nueva novela “A los hombres que no me
amaron”, pero antes lloró y juró enterrar el
nombre de Leonardo de sus fantasías.
A veces amamos a un fantasma, a veces amamos
lo que el otro se niega a darnos más que en
secreto. A veces, siguió pensando algo, me decía
que la ternura de Leonardo no duraría mucho.
14.
Abril se marchaba en una semana:
-¿Qué escribes Abril?

- Las anotaciones del semestre, ¿sabías que el


5% de los clientes no deja propina cuando tú
atiendes?
- - ¿Qué dices?- Sonrió Leonardo
- - Será que tu sinceridad es excesiva, somos
una modesta tienda de comida de pueblo,
claro que los champiñones son falsos, claro
que la rúcula es lechuga amarga o espinaca.
- ¿Tú, Abril, me hablas de sinceridad? (Quiso
tomarle la mano)
- A veces no soy tan sincera, Leonardo, veces
tan sólo quiero llamar la atención. Ehm, digo,
la atención de… la gente. ¿Sabias que me
34
gusta hacer cuando estoy sola (Abril se
sonrojó, se imaginaba besando su mano
izquierda frente al espejo). Me gusta ejercitar
la memoria de las fechas de guerras famosas
o de revoluciones, ¿sabias? La Revolución
Rusa, en 1917, la Mexicana, en 1919…
(Leonardo quiso tomarle la mano, de vuelta)..
No a veces no soy tan sincera (prosiguió). Si
supieras lo que hay en el interior de mi alma, una
ventana tras la cual todos conversan en el interior
de un café…
-¿Qué dices, Abril?- Le susurró Leonardo.
- Que te acabo de mentir
-¿En qué mientes, Abril?
-Si lo supieras..
(Quiso darle la mano por tercera vez ella agarró
la pelota de básquet de debajo de la mesa.
Empezó a picarla, estaban en el patio trasero del
ex Lo de Luigi).
-Abril, qué fue lo que te pasó en tu cumpleaños…
Abril era diminuta cuando se encogía de hombros,
miraba al piso, como resignada, se enfadaba
porque no le salían las palabras.
Leonardo le robó la pelota y arrojó un tiro de tres.
Allí se declaró la partida. Abril no era buena
robando pelotas , pero sí lanzando triples. Abril
hacía bien todo aquello que se proponía hacer
menos…
La noche estaba fría y oscura como la
inmensidad. Abril acaba de arrojar un tiro de tres
35
y encestar, estaba feliz y exultante, todo
ruborizada por el esfuerzo.
Luigi pasó por la vereda del frente y les gritó,
envidioso.
-No siempre digo lo que pienso y, como no ea
verdad, prefiero eliminarlo como un mal mensaje
sin borrar…-¿
-¿Me invitarás de vuelta a tu cumpleaños? (Le
suplicó Leonardo).
- Dirás ¿te esperaré por siempre? Pregúntaselo a
las cigarras cuando lloran en verano.

Leonardo no pudo evitar besar (A Abril). Con la


punta de los labios, beso cálido entreabriendo los
suyos, dando por fin encuentro a sus lenguas.

Epílogo

-Abril había sido la más desastrosa alumna del


Curso de Cómo conquistar a un hombre en 10
días:
Había mostrado interés en él, lo había evitado, le
había confesado sus sentimientos, lo había
presionado, lo había celado, lo había expuesto en
público y por poco lo abandona.
-Ahora viene bien recordar las amantes más
famosas de la Historia. Empecemos por Circe,
sigamos por Atenea, luego vamos a Helena de
Troya, Cleopatra…
Señaló Dante Spadafucili a sus alumnos tras
contar esta historia.
36
Detrás del cuadro del Greco, Abril y Leonardo se
besaban, otra vez…

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37
@ANONYMUS: EL

EXTRANJERO EN

LA REALIDAD

38
Esta es una novela sobre la amistad, sobre la sustancia de la que están

hechos los hombres, para un adolescente traumado por el bullying, el

fuego de la indiferencia, su mutismo seleccionado y la imaginación de

sus días. Es también una novela de hackers, animes, juegos de roles y

“paraísos en villas”, donde todos puede “malir sal”. La novela, con

estilo crudo y a la vez poético, que no sublima la pobreza, el dolor, y

sus efectos en las juventudes, intenta responder a la pregunta:

¿vivimos en un mundo real o imaginado?

Con esta novela dedicada a su hermano Franco, pero en memoria de su

adolescencia, tímida y contemplativa, la autora descubrió que poseía el

síndrome de Asperger.

39
“Ser una persona autista es para mí como contemplar desde la

intemperie y bajo la lluvia el gran salón de un café en dónde todos

charlan animadamente en su interior. Me basta con saberme cerca,

por si acaso, esperando a conectar con el otro desde el recurso mágico

de la invención y la fantasía“

La autora

A los chicos distraídos como yo.

A Franco, mi hermano. En la memoria de mi padre.

40
41
42
La inexactitud de los libros

¡Carajo! Pensó cuando el frío del escupitajo le cayó por detrás de la

nunca, como un tiro fulminante y silencioso. Dos pisos arriba, Santiago y

sus amigos reían como hienas inmundas, pensaría después, mientras

usaban las lapiceras vacías, como cerbatanas para desprotegidos

paseantes.

Hacía mucho que le venía esquivando al tema de María, que si se le

encaraba, que si no. Se había puesto su mejor vestuario. Sí, era como

salir del potrero y pelearles un partido a los ingleses, una meta casi

imposible, pero no por eso menos atractiva.

Ingresó al edificio del colegio y se lavó la cara. Cuando salió al patio, la

vio sentada en un rincón repasando las fechas clave de la Segunda

Guerra Mundial. Ella dibujaba una línea de tiempo invisible con sus

dedos de pianista eximia. Apenas lo vio, le regaló su mejor sonrisa, con

pocitos en las mejillas y todo. Franco se imaginó la escena:

43
—Llegaste temprano, ¿no?

—…

44
—Y… ¿estudiaste algo?

—…

—Bueno… Me voy a clase. Chau.

Nuevamente, el silencio era el único lenguaje que salía de la boca de

Franco. Ese silencio quería decir muchas cosas: “qué bueno que te

encontré; sos lo más lindo que he visto hoy y ayer, y antes de ayer.

Menos mal que estás, me alegraste el día. Corrí quince cuadras para

llegar a verte antes de que entraras a clase. Las baldosas que estoy

mirando firmemente están dibujando un país secreto para que vos y yo

lo habitemos eternamente. Alrededor de tu pelo ensortijado se han

revuelto todas las ideas que traía hasta aquí y ahora mi cabeza es una

radio que se sintoniza sola en un tema de Queen…”

Ella se levantó de su asiento de reina y, con suma delicadeza, se perdió

entre la muchedumbre de “los otros”, los sin rostro, los que no

contaban, los verdugos de siempre, guionados por un maquiavélico rey

de algún infame imperio colonizador de almas.

No, se ve que el lenguaje del silencio aún no era descifrable para ningún

ente humano, ni traspasable hacia ningún corazón.

En la sala de maestros, la profesora de Ética dijo que todos los chicos

son muy revoltosos, que lo más importante para ellos es hacer amigos y

45
no los estudios, y que, en general, se portan bastante mal. Lo escuchó

como al pasar, pensó que era

46
filosofía barata. Con su imagen fantasmal de delgadez extrema, siguió

danzando a través de las paredes del colegio, con el rostro cabizbajo,

absorbiendo datos de aquí y de allá sin una utilidad precisa.

En horas de Lengua leyeron por enésima vez El Principito y la profe dijo

que no es posible vivir en el espacio exterior y que por eso se trataba de

un relato fantástico.

A Franco todo eso le pareció una gran inexactitud, igual que esos relatos

infantiles y absurdos adornados con familias felices e historias de

Navidad, al calor de un hogar.

Se siguió ignorando su presencia durante toda la clase, a tal punto que

hasta él mismo dudaba de ser real o algún experimento fallido de un

mago que desembarcó en la unánime noche de los presentes.1

Entre los gritos y los portazos de sus padres, debajo de la cama, Franco

había encontrado un recurso mágico para ser feliz; breve, pero

contundentemente: sin varitas mágicas, sin dimensiones desconocidas,

sin superhéroes, sin espejitos de colores. Realidad y ficción conformaban

una amalgama indisoluble que no gustaba de la liviandad de los

conceptos y que desmoronaba toda ciencia pragmática.

Los gritos afuera; el silencio interior. Solamente el silencio, enhebrando

con delicadeza la reconstrucción de la memoria y abriendo el terreno

poderoso a la imaginación: ella, su sonrisa, el recreo y él. Shhh… Shhh…

47
1
Jorge Luis Borges (1940). Las ruinas circulares.

48
Franco ya “soñaba despierto” con la continuación improbable de ese

diálogo, un tanto más fantasioso.

Deberían ser las nueve de la mañana, pensaba. El sol despuntaba el alba de

un otoño en colores de esperanza, pájaros que retornaban a su nido,

rumor de río y trinos sobre los fresnos de los canteros.

(Él, le diría): —Che, así que tenés prueba de Historia…

(Ella, linda como siempre): —Sí, la profesora es aburrida y tiene esa voz de pito que

perfora los oídos.

(Él, como si su edad interior coincidiera con la de afuera): —Sí, ¿no? Es como una

gallina asustada que no sabe dónde depositar sus huevos. ¿A ver? ¿A ver? ¿A

ver?

¿Quién sabe cómo se llamaba el archiduque de Austria?

Ella se agarraba la panza de la risa; salían mariposas de su vientre.

49
—Yo sé muchísimo de Historia, leo libros, podés venir a casa. Mi mamá nos

prepara un café con leche. Te puedo mostrar mi biblioteca. Mi casa es muy

grande, tengo una buhardilla secreta que siempre te he querido mostrar.

—Me gustaría ir, Franco.

Así sería el fin de la obra, con danzas de aves y destellos en los ojos de
ambos.

El despertador, sin embargo, ponía un límite entre su felicidad y la

amargura innominable de todos los días. Cada mañana, la madre lo

levantaba de un tirón, lo peinaba con gomina y lo depositaba, como un

paquete con fecha de vencimiento, en el colegio del barrio. Pero aún ella

no llegaba y él se imaginaba como a un insecto diminuto tras las

frazadas, que podría escapar un nuevo día de humillación en el colegio,

aunque con la tristeza de no verla.

En los primeros abecedarios del colegio lo hacían repetir: “Mi mamá me

50
ama, amo la masa que ella amasa, mi mamá me mima”.

51
No, mi mamá no me mima ni amasa, pero me pega un mazazo con el

amasador, pensaba Franco.

No, los días de la infancia no eran así.

52
El idiota

—Es idiota. No sirve. Es así, que se le va a hacer…

—Señora, no estoy discutiendo con usted la mala conducta de su hijo o

su mal desempeño en exámenes, sino su hipoacusia. Su hijo casi no

habla y es posible que tampoco oiga. Le veo la mirada distante cuando

explico, aunque sus exámenes, en general, son muy buenos. Necesito

una ficha médica para comprobar sus condiciones reales de salud y

después actuar en consecuencia. Sinceramente, creo que usted, como

madre, no ha hecho lo correcto hasta ahora. Su hijo la necesita…

Franco pensaba que sus exámenes no eran tan buenos como podría

haberlos hecho realmente, pero algo en él le impedía sobresalir entre los

demás, era como una resistencia interna.

Proferir una palaba, cualquiera sea, podría ser usada en su contra,

porque, al salir del recinto respetuoso de su morada, sería ya de otro,

seguramente del enemigo.

Prefería, en cambio, ser un testigo mudo de su propia vida; hilvanar las

historias de los demás personajes azarosamente involucrados en ella,

recoger los escombros de sentido entre una existencia asolada por el

fuego de la indiferencia.

No se sentía un protagonista, en cambio, se pensaba a sí mismo como

un poeta, en cuya boca muerta habitaban nuevas experiencias que

poblaban de luces la lobreguez de sus días. Con sutil encanto, las


53
palabras llegaban a él para animarlo, pero no para ser oídas por los

demás.

54
Sin embargo, la mayor revelación sucedería al descubrir que era capaz

de intervenir con igual provecho en la vida de los demás. Un limbo entre

la voz y el silencio, a medio camino entre la realidad y la fantasía.

Estaba en la sala de informática.

—Les voy a pedir que saquen sus netbooks y entren a la red interna del

colegio — dijo el profesor a cargo. Recuerden, que nunca tienen que

ingresar a sus cuentas privadas, sino a la red de la escuela.

Los alumnos consintieron con igual desgano que en un videoclip de Pink

Floyd. Después de decir eso, una pelea inusitada en el pasillo lo

interrumpió en sus tareas.

—Franco, sos el mejor de la clase, vigilá que todo esté en orden.

Tras decir eso, el hombre se enderezó los anteojos y se arremangó la

camisa para interponerse entre dos jóvenes furibundos, dejando a toda

su clase al "cuidado" de Franco.

Todos sus compañeros, como era natural en ellos, desobedecieron

prontamente las órdenes del docente, entrando a los chats y mails

personales. Franco aprovechó su posición estratégica para tomar detalle

de todos los datos: los números y letras de algunas claves se

desplegaban ante él como ventanas invisibles que lo llamaban a

55
descubrir nuevos paisajes del comportamiento humano.

56
Lo que más le llamó la atención fue el Facebook abierto de Santiago, el

matón del curso.

11 de abril de 2024

19:23 S: No me das bola, ya te dije que te vas a arrepentir. Hablame,

estoy mal. A vos qué te pasa?? Mi viejo me golpea y encima me haces

esto.

19:23 S: Contestame, Andrea. No te quedes así. Vos me arruinaste la vida.

19:23 S: Andrea, no te lo digo más. Es la última. Te vas a arrepentir te lo juro.

19:24 S: A las seis, atrás del tanque, te espero. Vení sola.

No sentía ni la más mínima compasión por Santiago, porque era el

principal enemigo de su felicidad. Se empeñaba en hacerle las burlas

más crueles y de solo sentir el olor de su colonia se estremecía de

temor, al punto extremo de mojarse una vez los pantalones.

Andrea no es mala chica, no molesta a nadie, es simpe y buena, pensaba Franco.

Las horas del colegio se diluyeron entre las tribulaciones de ser un

testigo clave, pero mudo, de lo que podría ocurrir. Y más aún cuando

divisó en la mochila de Santiago un objeto de aspecto puntiagudo, como

un arma.

A la salida del colegio se pasó la tarde entera cabizbajo, tirando piedras

57
con la gomera hacia ningún punto fijo. Se debatía entre la inacción y el

temor de ser causante involuntario de algún desenlace fatal.

58
En su casa tenía un libro que había dejado su padre, estaba deteriorado

por la humedad y naturalmente lo leyó, como todo lo que atesoraba de

él en las retinas de sus ojos. Se llamaba El Extranjero y tenía anotaciones

de puño y letra de su progenitor, como la consigna “estamos

condenados a ser libres”, de otro pensador de la época, el genial Sartre.

Esa frase le retumbaba en las sienes, como una bomba de conciencia

dispuesta a estallar.

Llegó corriendo hasta el baldío detrás del parque, en la hora señalada

para otro. Santiago estaba en cuquillas, en posición semifetal y, como un

niño, lloraba con gemidos agudos de dolor.

—No me vua’ a queré… no me vua’ a querer, nunca. Nunca, nunca… —

Se presagiaba, como un cuervo negro sobre el busto de Palas.

Desde cerca, Franco pudo ver que tenía la pistola en la boca, pero su

presencia también era invisible para él, ya derrotado y sin ánimos de

compensar frustraciones con burlas odiosas.

Se trataba de hablar, actuar, de vencer la barrera de la seguridad del


silencio. Pero,

¿qué decir? ¿Qué? El viento amainaba las bolsas vacías de basura, como

en pajonales de un paisaje rancio.

Franco apartó con suavidad el arma con la que su antes verdugo ahora
59
se castigaba. Y lo abrazó casi sin quererlo, tratando de contener el

pesado cuerpo del

60
otro muchacho, aferrado hacia el costado de la vida, en esa osamenta

de objetos inútiles, entre pilas de basura, a donde parecía que los ojos

de Dios ya no llegaban. Pero a veces sí…

Ese día se convirtió en @anonymous.

61
El extranjero

Inocente me has contado tu manera de sufrir…

La densidad de la angustia que se respiraba cada día en la desolación de

su cuarto parecía poder cortarse en bloques y dibujar unos barrotes

invisibles entre su soledad y los demás.

No siempre había sido así. Hubo días felices y dinero, pero todo se

desmoronó luego de la enfermedad de su padre, su afición a la bebida y

al juego, y luego… su absoluto silencio, igual que Franco, con la mirada

perdida en ningún lugar del mundo real.

Soñaba con escapar hacia algún lugar, no a cualquiera, un lugar de

verdad, un valle verde dibujado en colinas, hojas de hierba y tejados

rojos sobre las casas de piedra.

En la biblioteca del colegio lo vio realmente, adentro de un anuario viejo

de National Geographic, pero ya lo había proyectado en sueños mil o

más veces: un paisaje irlandés, donde los pobladores vivían de la

recolección de frutas y hortalizas.

Cuando alguien consultaba su lugar de origen, le costaba nombrar

Córdoba. Hubiera querido negarla tantas veces, porque solo le

recordaba su amargura. En vez de eso, prefería, como siempre, el


62
silencio y escribía en el papel el nombre infausto, vencido en la realidad.

63
La casa se dividía en dos: allí donde andaba la madre, y donde moraba

él, el extranjero, el nativo desplazado, habitándola con la levedad de un

poema roto y huyendo de su mirada rapaz. Desde allí, desde su

invisibilidad, la miraba masticar con la boca abierta y gritarle al televisor

encendido a todo volumen.

Se acordaba de su padre, cuando de rodillas le imploraba piedad y se

agarraba de sus pies, como si fuera un náufrago en la tormenta.

Antes de que ella decidiera echarlo a la calle, por sus problemas

mentales, supo intentar ganar su cariño más de una vez. Pero ahora

estaba orgulloso de odiarla, era una victoria personal.

En la pieza (o celda) de la casucha mal gestada, la humedad se

enredaba como una hiedra venenosa a las cosas y se mezclaba

soporíferamente con el frío implacable del invierno que se colaba por

la ventana desvencijada.

Entonces, soñaba despierto con el lugar, my place, la aldea de los

granjeros irlandeses:

64
Él, subido a un tren imaginario de un solo pasajero, desde la ventanilla observaba

como pronto todo quedaba atrás, azotado por el fuego del olvido y la purificación

de las almas.

Una Roma incendiada que se perdía en el camino y detrás de las nubes

esponjosas que señalaban la proximidad del verdadero hogar.

En una de las casitas, lo esperaban con abrazos y una tarta de manzanas recién

horneada. Cuán verde era ese valle…

Él, el exiliado de retorno, se preparaba para hacer posesión de su casa,

calzándose unas pantuflas algodonadas, como esas nubes, que jugaban con el

viento alrededor del sol.

Y, como arena fina entre los dedos, el paisaje se iba escurriendo con el frío de la

pieza al caer la noche.

65
Sin embargo, hacía una semana que había descubierto que podía

compartir su soledad con la de otro, la de Santiago.

Después de la trágica experiencia en el baldío, Santiago se había

transformado en un suicida en retirada. ¿Qué es esto? Un sujeto

melancólico que atravesaba su existencia de manera automática, con la

mirada perdida en otro lugar, igual que él, un exiliado de la vida.

Cuando entraba al colegio, lo miraba absorto, era solo a Franco a quien

miraba realmente, como una manera de asentir, de reconocer, que eran

dos habitantes de otro país lejano y distante, y que se fingían

geográficamente allí solo para aparentar cordura.

Dos (casi) niños, (casi) adultos, mirando al sudeste, hacia un horizonte

tan apartado como otra galaxia.

Hasta que una vez, Santiago dejó su recinto sombrío de angustia para

reírse con él. Iban caminando por el camino de tierra. Escupió al lado

suyo. Franco lo sintió casi como un signo de aliento.

—No, boludo, no te asustes —le extendió la mano, como un puente


imaginario.

—… —su rostro era de sorpresa, con rubor de vergüenza.

—Vos sos Franco,

¿no? Asintió con la

cabeza.
66
—Ah, sí. ¿Querés papas fritas?

67
—… (Sí, ¿por qué no?)

—…Ehmmm. Qué día de mierda. Bueno, chau bolu… —le refregó la

cabeza con una mano y se rio.

—… (Chau boludo… chau Santiago, chau…)

Ese día apenas llegó a la casa se tomó entero un plato asqueroso de

sopa. Y se acostó boca arriba. La mancha de moho de la pared se abrió

sorpresivamente y una nube radiante pasó saludándolo (como

Santiago), emigrando hacia el sur.

Cuando al final acabaron sus ensoñaciones…

Se calzó los botines negros y la remera vieja de Talleres de su padre. En

el potrero lo esperaba el Santi, jugando al básquet, como los dioses.

Lo invitó con un aventón de manos, como entregándole una llave para

entrar a su lugar. Punto de penal, tiro libre, pasos atrás, cesto enemigo,

tres picadas de balón y… ¡cesto, adentro!

Detrás de ellos, y su aventón de manos, el fulgor del verde de Irlanda se

fundía con los colores del otoño y el olor de las manzanas. María

también estaba ahí y movía la cabeza arriba y abajo, una y otra vez,

como era su tic habitual. Si le hubiese preguntado algo, cualquiera sea

la pregunta... ella habría dicho que sí.

68
Esta vez era un sueño dentro de otro sueño, como en ese cuento

oriental de Wu Ch’eng-en.2

Le salió como algo extraño, una contusión interior, un pájaro herido

reviviendo en la noche y gorjeando junto a una fuente de plata.

Entonces, una risa inusitada rompió la barrera del silencio y detrás de

ella una cascada, en borbotones de alegría.

Inconscientemente lo hizo, abrió la cuenta de Facebook de Santiago.

Había memorizado la clave de su teléfono y lo tomó de su mochila.

3 de mayo de 2024

18:20 S: Hola, Andrea.

18:21 S: Ese tema es de bobos, pero me dijiste que te gustaba. Se ve que

por vos hago todo. Hasta me vuelvo bobo. Te lo mando. Cuidate. Estoy

buscando trabajo. Te voy a mandar para los dos. Yo te voy a esperar…

18:21 S: [Adjunto. La llave. Abel Pintos.mp3]

69
2
Wu Ch’eng-en, (1592) La sentencia.

70
Después de ver el mensaje, Franco se sintió aturdido, le dio

remordimiento ponerles palabras a los ojos rojos, inyectados de sangre,

de Santiago. Era demasiado perturbador para él tener tantas palabras

atragantadas, atoradas e incapaces de salir, de dispersarse entre el

viento, siquiera.

Sabía que lo iban a cagar a trompadas, porque Andrea salía con el hijo de

un cana y se la tenían jurada. Lo había escuchado esa tarde. Pero…

¿cómo pedir ayuda sin decirlo? ¿Cómo avisar sin voz? ¿Y cómo luchar a

riesgo de morir, de quebrar su recinto seguro hacia ninguna certeza de

nada?

Asumir el peligroso rol de salvador de Santiago lo atormentaba, pero en

su mano latía esa llave invisible para retornar por fin a su hogar.

71
Literatura y vida

Hubiese querido desintegrarse en el aire como los pistilos de los

panaderos, esparcidos por el viento en señal de buen augurio.

Mientras Santiago se hundía en la depresión, como un Cancerbero

oliendo la muerte a cada paso, él sólo pensaba en las improbables

chances de que su descubrimiento cibernético le trajese algún bien a su

miserable vida.

Se debatía entre el hastío y la miseria acosadora de todos los días, y la

angustia se le pegaba a los poros, adosada en los pulmones, como el frio

húmedo que se colaba por la ventana. De un día para el otro, Santiago

se había hecho un seguidor destacado de la cursilería de las “canciones

para bobos” y se las enviaba, con letras y poemas improvisados, a la

cuenta de Andrea, quien se mostraba imperturbable como el mármol.

17:50 S: Para la “que baila reggaetón con tacones rojos”:

72
17:50 S: Aunque haiga cosas que nos separen, vos y yo siempre vamos a

estar juntos. Chau, mi amor.

17:50 S: Ayer te dejé plata con mi tía.

La muchacha se le figuraba a Franco detrás de una puerta de acero

interminable, señalando su negativa a cualquier gesto, y Santiago, como

en ese cuento kafkiano, se dibujaba tan torpe y diminuto como él

mismo, frente a la tiranía de su madre.

—Dale, levántate. Dale, dale, ¡daaaaaaaaaale! Vamo’ al médico, dale.

La literatura de sus ideas, en absoluto, se reconciliaba con la vida, tan

aciaga e imprevista, como un mal boceto sin terminar.

La literatura se reunía con la libertad, con satisfacción, como en los

imaginarios idílicos que dibujaban la cursilería de esos temas donde, en

su caso, María sonreía y tarareaba con ojos embelesados de amor.

Pero también la literatura le robaba a la vida, al roce de la piel en un

apretón de manos o, mejor, al olor de la piel resoplando aliviado en un

73
abrazo cálido. La vida

74
se iba desdibujando detrás de las palabras, mientras la tarde caía

apesadumbrada sobre el comedor.

En todo eso iba pensando, cuando el colectivo se detuvo como un

estampido de bestias feroces sobre el pavimento, licuando los sueños y

la filosofía con el atroz desencanto de la realidad.

Suplicantes, los padecientes pacientes esperaban en la sala de guardias

del hospital.

—Ka…

—¡Sí, acá! —dijo la señora K, mientras arrastraba a Franco como una

bolsa de papas ante la total indiferencia del resto de los suplicantes.

—A ver, que les anda pasando… (palabras ensayadas, libreto de antemano).

—Sí, mire, este chico (cuesta llamarlo hijo), no habla (no quiere), no sabe

hablar (no acepta), no le funciona el celebro (no como esperarías).

—Sí, deme los resultados de los… sí, de las pruebas que le mandé a
hacer.

—¿Y?

—Todo parece estar bien, correcto. ¿Me puede dejar hablar con el chico

a solas? A “solas”.

—Menos mal que se fue tu mamá, ya me tenía podrido. Así que vos no
podés hablar.

¿Y si te clavo esta jeringa en la pierna? (Le puso un líquido para la


75
somnolencia).

76
—… ¡Aaaay! (Sonido evidenciando lo indecible).

—Me parece que sos más inteligente que lo que dice tu mamá.?. Yo

también finjo, como vos. En realidad, no soy doctor, aunque lo parezca y

aunque legalmente lo sea. En realidad, yo soy escritor, tengo seis libros

sobre los egipcios y todas estas cosas las traje de allá... ¿sabés?

—… (¿Qué me importa?)

—Y sobre los faraones y las pirámides y la mitología egipcia y estos…

(¿mamotretos?). Todos estos libros yo los escribo entre las pocas horas

libres que tengo, que son las que cuentan. Y en realidad, soy muy

famoso.

—… (Y si es así, ¿por qué no te quedás allá?)

—Y esas mujeres que están afuera (¿las pacientes?) son las ammas, las

madres del desierto, predicando bajo la persecución del parlamento

romano. Y esos hombres, son Ramsés II y III…

Escuchaba sonidos que ya no decían nada. Entonces, detrás del

monólogo interminable del doctor y su obsesión por los egipcios, se dio

cuenta de que ya no estaba ahí, sino sobrevolando el antiguo imperio

africano. Tampoco estaba ya ahí el niño que jugaba con un pedazo de

cartón, ni siquiera la madre del niño, con frenética adicción a la

tecnología celular y, por supuesto, tampoco él mismo con la mirada

perdida ya en otra parte.

77
Antes de salir del consultorio, miró hacia atrás, como buscando algún

remedio para su escepticismo, y vio junto al escritorio de su médico

un libro estrujado que

78
seguramente le servía de consulta frecuente. Se llamaba Tratados y

Noticias sobre Alquimia y Seres Elementales. El autor era su padre…

En la hora premeditada, Santiago y él salieron del colegio y sus

verdugos lo esperaban, a la vuelta de la esquina. El polvo suspendido en

el aire presagiaba el final épico de un duelo de malevos. Las mujeres se

asomaban por las ventanas, oreando los trapos al sol en un destino

inexorable que los aguardaba a ambos.

En ese escenario infausto donde la vida y la muerte se jugarían un

duelo, como en un partido de truco, comprendió qua la literatura era la

realidad y lo que los otros llamaban real no era más que una máscara

absurda, detrás de la cual todos se ocultaban.

79
Los sonidos del silencio

El desenlace se presentó inevitable, porque en realidad ese duelo ya

estaba definido desde hacía siglos, desde aquellos tiempos remotos

donde los hombresbestia conocieron a los hombrescordero y se dedicaron a

cazarlos furtivamente, a través del implacable paso de años y de

batallas vencidas.

Las nubes negras marcaban el regreso de la oscuridad, la vieja

compañera de todos los hombrescordero, ahogada en las infinitas sogas

de los árboles brunos o en los profundos silencios del mar muerto.

A la vez, un trueno, un rugido amenazante del Señor, congeló el paisaje

como en una fotografía, y entonces aparecieron los verdugos, con palos

en las manos y borceguíes en los pies. Voces distantes y ni una palabra

verdadera, caos de gritos, insultos y amenazas.

—Qué hacé’ vo’ con la Andrea, ¿eh?

Los sonidos del silencio marcaron la absoluta desproporción de la

batalla: los golpes de culata y las patadas en el estómago a Santiago

hirieron tan profundamente el aire, pestilente del hedor que exudaba el

miedo de los vencidos, que las aves salieron despavoridas volando,

atontadas, en círculos diversos, buscando aires de libertad entre el

encierro de los mutilados. Sin embargo, el atroz cuadro se desintegró

como el vidrio contra el suelo, ante el feroz grito de guerra de Franco.


80
—A vo’ también te vamo’ a hacer sonar…

81
—…

—Hablá, boludo. Cagón.

—…

Una vez dicha ante el enemigo, su voz sería inservible, como una hoja al

viento que no encontró su buzón.

Pero su grito, terriblemente agudo y sonoro, conmovió a la tierra y el

polvillo lo llevó consigo en andas, hasta los oídos de un cartonero que

pasaba por ahí, con la barba raída y los ojos luminosos. Y entonces la

pelea se detuvo.

Esta vez, los hombresbestia se retiraron cabizbajos, sabiendo que ya

volverían pronto a buscar a sus víctimas, los corderos degollados, ya

advertidos del maquiavélico funcionamiento de la “democracia”.

El hombre de los cartones pasó silbando y riendo, lo seguían tres perros y


un chivo.

¿Y si fuera Dios?

Franco, trató de enderezar a Santiago que, como Lázaro, revivió con

algo del agua con la que le mojó la cara.

—¿Vo’ so’ Dios?

—…

—Vo’ so’ bueno… Vo’ so’…

82
Santiago deliraba, pero a la vez, aunque moribundo, era el motor de vida

de Franco, quien, como una órbita a su alrededor, lo salvaba otra vez

de un final trágico.

83
Después de arrastrar casi 30 cuadras el robusto cuerpo de Santiago y

depositarlo junto a la puerta del dispensario más cercano del inhóspito

lugar, Franco se sentó a descansar, en el séptimo día.

Todo lo que jamás creyó poder hacer en su vida sucedió en un segundo,

un grito de horror que destrozó para siempre la barrera del silencio

interior que lo atormentaba de impotencia. Se sentía casi un profeta,

misionero de la amistad, un corderolobo escondiéndose en la selva del

territorio enemigo.

84
Autor/Personaje

Pero aún no podía estar seguro, ¿y las palabras? ¿Qué harían los

hombres con sus palabras? ¿Las usarían para amordazarlo infinitamente,

como a su padre? Ya casi ni lo recordaba, pero sí a sus palabras, que

sonaban tan melódicas como el rumor de los pájaros fabricando sus

nidos.

Adentro de su casa, o casilla, y con su PC, empezó a pensar en María. La

recordaba vendiendo las pizzas y las empanadas en la casa de la

esquina.

—Franco, ¿lo de siempre?

—… (Lo de siempre es la rutina infame, lo único sos vos).

—Están calentitas, tomá. Una docena de empandas dulces…

Si tan solo pudiera hablar con ella. ¿Servirían esas palabras para amar,

tender puentes, construir sólidas estructuras? ¿o solo para destruir y

barrer todo lo que alguna vez nos hizo felices, como siempre pensó?

Leyó en un libro de mitos africanos que antes de la escritura no existían

guerras, las palabras fueron usadas para separar, marcar abismos de

85
desigualdad, muros impolutos.

86
Ni siquiera sabía si Santiago estaba a salvo; las bestias se empeñaban

en destruir a cada paso cada surco de vida y cada palabra quedaba

atragantada para siempre en el dolor de ya no ser más que un

anacoreta, subsistiendo en la penumbra interior.

Pero María estaba conectada, imposible sería no leerla. ¿Acaso podría

desentrañar la magia de las palabras divinas que conectan finalmente a

los hombres y los hacen felices? A través del alias de su alter ego

informático, le había solicitado amistad en Facebook.

28 de mayo de 2024

13:50 M: Hola, kien

sos? 13:50 M: Hola…

13:51 M: Ke kallado estas

87
@anonymous está desconectado o no puede recibir mensajes en este

momento.

No, todavía no, estoy desconectado, pero puedo recibir mensajes, desde aquí,

desde donde estoy, en un sitio remoto aislado por protección.

Se resistía al silencio y a la vez a la palabra. Hasta que descubrió que

el mejor camino era la palabra de otro, una más genuina, más

experimentada que la suya.

14:02 A: Jamás la lógica del mundo nos ha dividido

14:02 M: Volviste? Que estabas haciendo? Te comieron la lengua los

ratones jajaja

14:02 A: Tú, aire que respiro en aquel paisaje donde vivo yo…

14:03 M: QUE??

14:03 A: Tú me das la fuerza que se necesita para no marcharme

14:03 M: A donde te vas? No te vayas

14:04 A: TU ME DAS AMOR…

14:04 M: K dulce sos

14:04 A: Mil momentos como este quedan en mi mente

88
14:05 M: Ssssi...ya me voy a ir para casa dentro de un rato. Un besoooooooo

Sí, ya sé que sos esquiva. Cómo quisiera destruir para siempre este bloque de hielo

que me mantiene atado al otro costado de la vida.

@marialadelbarrio está desconectada o no puede recibir mensajes en este

momento.

Franco pensó que todos a su alrededor estaban desconectados, movidos

por un hilo invisible de algún titiritero desquiciado, en un circo de

explotadores.

Algunos hombrescordero como él se negaban a los libretos premeditados

de tan infames dueños, lo hacían con su silencio. Y sin embargo tanta

soledad se hacía absurda, pesada y gris, como una nube de lluvia

infinita.

Hubiera querido regresar a Irlanda, la pradera de sus sueños. Hablar con

89
su padre, comer la tarta de manzanas y salir al jardín a oler la frescura

de los árboles frutales en flor. ¿Cómo serían sus labios?

90
Acababa de cumplir quince años, escasas horas atrás. Ella también tenía

quince. Iría finalmente a ese baile al que ella iba siempre y pondría un

nuevo disco, una música melódica para poder bailar lento y tocar su

cintura.

Soñaba.

—Lo que daría por no sentirme así…

—Así, ¿cómo?

—Así solo, así perdido.

—No estás solo, yo ‘toy con vo’.

—Pero vos sos mi sueño, te vas a ir…

—Si me soñás para siempre, no…

91
Ahí, pero dónde, cómo. Estaba siempre a su lado, junto al lavabo, al

lavarse los dientes, junto a la mesa de luz. Con el perfume y la frescura

de una rosa en un jarrón. Ahí, pero dónde y cómo. Para siempre él su

autor y ella su personaje, anacrónico, sentimental, Sir Bovary.

Dibujando su conciencia, la calidez de su piel, sus ojos rasgados, las

mejillas coloradas. Para siempre ella, un boceto de su imaginación

creadora, recopilando fragmentos de su verdadera existencia para

rearmarla ante sí. Inalcanzable e indispensable, como el oasis de un

desierto.

Para siempre él, su personaje, porque ella definía en realidad sus

emociones y él se dejaba manejar sin resistencia por los hilos de seda de

tan magnífica autora.

Si fuese más de esto y menos de aquello; si fuese para ella su personaje,

tan bello como solo ella pudiera construirlo, orgullosamente, y amarlo

92
para siempre, en un sueño eterno, a través de una pc y sin

desconectarse.

93
Plagios

Ella se mostraba inalcanzable en la mañana, pero, en la soledad de sus

tardes, iluminaba el cuarto oscuro como un claro de luz infinito.

Detrás de las maderas crujientes de la puerta, rechinaba el viento,

filtrándose como una sombra pestilente de amargura. Allí en su pieza

iban a dar todos los vientos. Todos, pero él solo podía pensar en el poder

de las palabras, las mágicas, las verdaderas.

Eran palabras prestadas, pero más suyas que la guarida profunda de su

silencio absoluto, donde reposaban todas, amontonadas, esperando

poder elevarse como cometas en el cielo.

Se había instruido en el arte del plagio, el de los recolectores de

historias, de frases, de momentos: como aquellos narradores del oriente

que, en las plazas del mercado, se sientan a narrar las vidas pasadas de

los hombres que se diluyen bajo las arenas del desierto.

Escogía entre los desechos de sentido que pululaban en las marginales

poéticas de aquellos lugares donde no llega nada, ni nadie, más que los

ojos de Dios. Un grafitti, un poema envolviendo un paquete y, sobre todo

la música, su música, el obsequio más sagrado para un habitante del

silencio.

94
Solo bastaba con apoderarse de sus auriculares, como las abejas que se

disponen, laboriosas, a extraer la miel, sorbiendo los frutos sabrosos de

su maravilloso mundo interior.

Lejos quedaban todos los gritos, los sonidos torpes, los sinsabores de la

rutina. La pared mohosa, mágicamente, reverdecía nuevamente de

alegría en arroyos, jilgueros y cerezos en flor. Ella llegaba y, con las

manos abiertas con las que la recordaba siempre (como en la estampita

religiosa de su cuarto), lo invitaba a compartir su alegría o su llanto.

Cualquiera fuera la opción, siempre lo liberaba de su ensimismamiento

atroz, absorto frente a un escaparate de anhelos imposibles, como un

mendigo del amor.

Una canción, cuidadosamente escogida para ella (aún la más cursi),

bastaría para retenerla, tanto como pudiese, para recrearla en su

pensamiento una y otra vez:

16:15 M: Hola, esta re bueno tu logo


95
16:15 M: Decime de donde me conoces. Estás????

16:15 M: Hola, estas? Holaaaaa

16:15 A: Qué me importa haber sufrido, si ya tengo lo más bello y me

da felicidad…

16:16 M: No lo conozco a ese, me gustaría que me lo cantes si

pudieras… Jejejeje Siempre me vas a cantar?

16:16 M: Stoy :( Hoy, mi papá me dijo que se muda la obra, q nos vamos

16:17 A: esteamorquetumehasdadoesaquelqueyosoñé…

Me salieron las palabras, ¡todas juntas! Ya no puedo reprimirlas.

16:17 M: No me quiero ir, yo tambien sufro

16:17 A: En un mundo tan ingrato, solo tú me das amor

Siempre te voy a cantar, con los latidos de mi corazón que vencen este mundo

mío desmoronándose a cada rato, sostenido por las cuerdas de la imaginación,

como un viejo violín que ya nadie quiere tocar. Solamente vos lo descubriste y

sonará eternamente en mí. Solamente vos y estas canciones retro que me enseñó

mi mamá.

16:17 M: K lindo!!! Pero a veces tengo miedo, acá ya no vendemos nada, mi

mama hace costuras para el cantri de la esquina, pero yo no se, si se viene

abajo lo de las comidas. Vos no tenes miedo a veces? Ayer mi hermano se

escapo otra vez, vos no te escapas?

96
16:18 A: Este amor siempre es sincero, sin saber lo que es el miedo. En un

mundo tan ingrato, AMADA, AMANTE

Estoy escapándome de este mundo solitario, con tu voz, que habita en mi cabeza.

16:18 M: Vos sos raro, no sos como los otros… ¿En serio no estás en nada

raro? Mi mamá dice que la gente rara anda en algo feo. ¿Cuándo te voy a

ver?

16:18 A: Este… Este amor que me has dado, amor que no esperaba, es

aquel que yo soñé. Va creciendo como el fuego, es hermoso dar amor

Te puedo comprar dos mil quinientas empanadas para que te quedes

eternamente, sentada ahí, sobre la verja, hasta que yo llegue, bailando con la

punta de las zapatillas suspendidas en el cielo, siempre. SIEMPRE, AMOR,

HERMOSA, ESPECIAL, SUAVE, MARIPOSA, CIRUELAS, LÁGRIMA, LABIOS,

PIEL, FLOR.

16:18 M: Si me gusta este tema, mandamelo. TQM :) Si te quiero ver, ¿venis a

la fiesta el viernes? Te espero

16:19 A: Yo… Este… Yo… Vos… Te amo [Error al enviar. Inténtelo

nuevamente]

@maríaladelbarrio está desconectada o no puede responder en este

momento.

97
Todas las letras, todas, corrían hacia él, se arremolinaban ante sus ojos,

refulgentes. Casi podía tocarlas, sentirlas, enhebrarlas, hilvanar un collar

de perlas con ellas, palabras hermosas que jamás había dicho y ya casi

no recordaba su sonido, pero sí las imaginaba.

O acaso las había inventado, un hacedor de lo indecible…

Amar..Ría…Mar..Haría… Todo su universo estaba ya impregnado de su

esencia. Como un torrente de lava, venas sangrantes, rebullendo su

adolescencia a flor de piel, crispados los nervios de la necesidad de verla

el viernes, de impedir que se fuese, que se bajara el telón sin su amado

personaje, sin su autora. ¿Cómo sería el diálogo?

—¿Cuántas empanadas vas a llevar?

—Doscientas mil.

—¿No son muchas? —con las mejillas ruborosas.

98
—Puedo comprarlas a todas y en mi auto llevarte a pasear, a la orilla de un río, no

el de acá, uno de verdad, con agua cristalina y pececitos dorados.

—Pero… ¿y si me tengo que ir?

—Si te sueño toda la vida, nunca te vas a ir, vos me dijiste…

—Sos un loco…

—No te apartes de mí…

Pensaba que el mundo era siempre una canción de amor en un

grabador, a veces, descompuesto, o deteriorado, pero que siempre

volvía a sonar y su imaginación era tan potente que hasta casi podía

sentir el olor de su perfume y las yemas rugosas de sus dedos laboriosos

recibiéndole el dinero.

La puerta jamás estalló tan estruendosamente como en aquel momento,

con la irrupción de lo real.

—Franco, volvió el papá.

Pero el tema ya estaba sintonizado en una sola frecuencia, en un mismo


ritmo.

No había lugar para palabras nuevas, otras ideas. Su mundo ya estaba

inundado de aquellas y no deseaba aferrarse a ninguna costa, ni tocar el

suelo firme dejando atrás el mar de sus tribulaciones.

Como un náufrago en un mar de emociones, no podía sino empaparse

de esos sonidos de las canciones y refrescarse el cuerpo flacucho,


99
alimentándose de las palabras mágicas.

10
0
—¡¡FRANCO!! Volvió el papá.

“El Papá”… Por primera vez en muchos años, vio realmente el cuerpo

regordete y los ojos cansados de su madre, y hasta la vio más linda que

otras veces. María… Mar… Ma... María rima con mamá…

—MAMÁ…

—¿Qué?

—Te quiero, mamá.

—Yo también, hijo.

10
1
Géneros

Su padre estaba sentado en la silla rota del comedor, una silla rota para

un hombre que había sido el artífice principal de todos sus recuerdos.

—Tomá, tomá la leche.

La natural rudeza de su madre siempre le desdibujaba a todos sus

héroes. Ella literalmente había vaciado lo poco que había en la heladera

para dárselo al anciano. Era un acto de amor natural, jamás se había

dado cuenta de esos detalles, de que también a él, a Franco, le dejaba

siempre la milanesa más grande y ella comía las sobras en otro plato, no

el de la porcelana azul. Allí, viéndolos a ambos, pensó que tal vez su

representación había sido un tanto maniqueísta esos años.

Definitivamente. Con la presencia de María a su lado, quien

invisiblemente le tendía un puente de reconciliación con él, igual que

Santiago, quiso decirle a su padre. "Che, viejo", como todos los demás...

—Ahhhh me quemo, ¡¡¡Martaaaaaa!!!

La madre le puso los pies en remojo, con agua y sal. El padre, la madre,

¿qué era su vida? ¿Un sainete, un grotesco, una comedia negra, una

película neorrealista?

¿Qué era el absurdo de lo real y dónde estaba Irlanda, su otra casa?

¿Cuándo acabaría ese exilio interior?

10
2
El hombre tenía los ojos fijos en el piso. Estaba hechizado por algún

pensamiento. Embebido del alcohol que alimentaba todos sus delirios.

Se le acercó, hubiera querido decirle: "Talleres, ganó el domingo".

Pero él se adelantó, le tomó una mano con firmeza, casi le hacía daño,

pero era necesario que se la estrechara con tanta fuerza. Se acercó a

sus oídos, reales, y le dijo: —Franquito, no te vayas...

Y luego se volvió a desvariar, todo se hizo difuso. Al final tuvo que huir,

traicionar su pedido, huir sin bolso: para qué, no necesitaba más que su

imagen, ella lo acompañaba fantasmalmente, en su memoria, pero iba a

su encuentro real.

María, la del barrio, estaba en la puerta del local de comidas, golpeando

sus zapatillas en punta, con los pies entre el cielo y la tierra, bailando

con ellos, sentada en la verja, esa verja agrietada a punto de venirse

abajo, como su propia vida.

—Franco, ¿te doy lo de siempre?

—...Me deben mucha plata, tu mamá me va a tener que pagar. ‘Tá muy

dura la mano. Vo’ sabé’... Pero, io…

—...

—Sí... no tienen plata. Nadie tiene. Tomá, lo de siempre. Dejá...

Él, sin embargo, quiso pagarle y le acercó el libro en vez del dinero.

10
3
Ella levantó el ceño en señal de asombro y leyó en voz alta y con algo de
dificultad:

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4
—"El Extranjero: Albert Camus". Ja,ja,ja. ¿Qué me querés decir? Después

me traes la plata.

El asintió y salió rápido en carrera con la vida.

Iba resignado, otra vez absorto en los pensamientos. ¿Qué era su vida?

¿Un cuento absurdo? ¿Cómo sería el final? Le hubiera gustado recoger

todos los fragmentos de momentos felices de los últimos días y hacer

una comedia, o un cuento con final feliz: la mirada del papá, la voz de la

madre diciéndole su nombre, el apretón de manos de Santiago y la

sonrisa de María.

Por el camino de tierra iluminado tenuemente, su sombra delgada se

proyectaba más grande que de costumbre. Una estampida de pasos

atrás le hizo pensar lo peor:

—¡¡Anonymous Hacker!!!! ¡¡Anonymous!!

El ya no era un hombre, era un manojo de nervios petrificado junto a su

sombra, temía darse vuelta y convertirse en estatua de sal, no podía ya

decepcionarse de nada más.

—So’ vos. Anonymous... Tu libro. ¡Tomá!

Entonces sucedió lo imposible. Ella tenía una calza roja y un pañuelito

rosa anudado al cuello. No pudo ver más que eso...

Todo se sucedió rápidamente, demasiado, aunque lo recordaría su vida

entera, hasta el final de los días. Se acercó a él, le tomó la cara con
10
5
ambas manos y le susurro:

10
6
—Io no puedo. Tomá. Io estoy con Santiago, pero gracias por todo...

Entonces, lo real y lo irreal se unieron siniestramente, y el pueblito

infernal que habitaban pasaba de ser Macondo a Comala. El elemento

vital para girar drásticamente el guion hacia una tragedia de amor

shakesperiana...

El libro, de los nervios, se le cayó a un charco de agua sucia. Lo limpió

un poco con los dedos temblorosos. Aunque hubiese querido decir algo

coherente, (aunque sea para sí mismo), hubiera sido imposible.

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7
Máscaras

Desde que el argumento de su vida se definió tan absurdo como

destructivo, Franco permanecía como un náufrago, aferrado a sus

recuerdos o, mejor, a los inventos de sus recuerdos. Se retorcía de dolor

y se abrazaba a sí mismo bajo el influjo nostálgico de la eterna noche de

los muertos.

Estaba siempre con la mirada perdida en algún punto inexacto de la

mesa y, en su odio profundo, se liberaban y se redimían también su

madre y su padre. Los tres ausentes comiendo las manzanas subastadas

en el cajón que habían comprado en la esquina, con el aroma de Irlanda.

Allá afuera la escarcha se filtraba en la gota que derramaba la canilla

exterior. La canilla solitaria a donde los perros vagabundos iban a sorber

sus últimos hálitos de vida.

Cuando iba de camino al colegio, de verdad parecía sobrevolar el campo

de trigo y, hasta ese momento, nunca se había dado cuenta de lo

hermosas que eran las nubes algodonadas sobre el amarillo verdusco de

esas tierras, que labraban los obreros. Esos hombres que tenían pocos

motivos para sonreír, pero aún lo hacían, con sus dientes destartalados

iluminándole el rostro a la Pachamama.

La soledad que sobreviene posterior a la esperanza es mil veces más trágica que

la de la indiferencia sin aspiraciones, pensaba. Sentía que su soledad se


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8
colaba entre sus ropas, le envenenaba los oídos y, luego, trataba de

reconfortarlo con

10
9
argumentos infames, enmarañándole los cabellos con sus garras de

ninfa demoníaca, reposando horrible y fantástica sobre la oquedad de su

vientre.

Santiago se mostraba triunfal, otra vez, como aquel héroe que renacía al

volver a Ítaca y sus bromas nuevamente alborotaban la pasividad

crispante del cuerpo docente.

—¡Franquitooo! ¿Cómo va?

Le sonreía y le guiñaba el ojo. No sentía rencor hacía él, sino expresa y

contundente admiración. Así, con sus zapatillas gastadas y su jean

corroído por el tiempo y la renguera de sus pies y con la muela rota. Allí

donde los otros creían ver la confirmación de la victoria sobre los

oprimidos, él sólo veía un Sansón victorioso irguiéndose otra vez con el

cabello radiante.

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0
Novelas

Esa noche una invitación llegó a su buzón de correo, a ese donde

nunca llegaba más que el spam.

Saylor Moon desea ser tu amiga en Facebook. Lo

aceptó. 21:05 S: Hola, Franco, ¿te dicen Franz?

¿Como Kafka? 21:05 S: Se ve que te gusta Albert

Camus

21:05 S: Digo. Por la imagen de tu perfil, el libro… dicen que se está haciendo

famoso el libro… El Extranjero.

21:06 S: ¿Estarás del otro lado de la línea o una vez más estaré hablando yo

sola y para mí, para vencer mi soledad?

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1
21:06 S: Sos Franz. Franz, Franco. ¿te gustan el anime?

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2
21:07 S: Yo no te voy a lastimar, puedo ser la que vos quieras que sea.

Como en los juegos de roles. Ahora mismo yo soy tu Sherezade y estoy

tratando de encantarte y te olvidás de mí y de mi apariencia.

21:07 A: No puedo hablar.

21:07 S: Pero estás hablando.

21:07 A: Yo… Esto es un sueño.

21:08 S: Si te hartaste de ser lo que los demás quieren que seas, para ellos,

para su egoísmo; entonces tenés que salir al mundo, no importa lo feo que

sea.

21:10 A: Tengo miedo.

21:10 S: También yo, ese suelo nos devorará vivos, ¿no? Hacé como Saylor

Moon, jugatela por “el caballero enmascarado”, por tu amor secreto.

21:10 A: Ella no es como vos, ni como yo...

21:11 S: Y tampoco es un verdugo, no le pidás que sea más de lo que es.

21:11 A: No me ama.

21:11 S: Entonces vos tampoco la amás. Aún una ausencia, es más genuina

a veces que un sentimiento prestado...

@anonymous está desconectado o no puede responderte en este momento.

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3
Las piernas corrieron más que nunca, como si fuese un corredor

jamaiquino batiendo récords, sentía que Saylor Moon le había dado la

clave. Mi Saylor Moon…

La casa de empanadas decía “serrado”. El final. La plata que no vino.

Ella se iría, seguramente con Santiago. Solo le quedaría el recuerdo y la

amargura de no haberse atrevido a ser más que una letra o un signo

vacío… para ser rellenado por cualquier mediocre. Un sin voz.

El golpe en la espalda otra vez le interrumpió los pensamientos.

—María se va, Franquito. Deben mucha plata. Cuando ahorre unos pesos

le voy a alcanzar. Sabés, la vida es como una de esas novelas

mexicanas que ve mi vieja... Pero el problema siempre es la guita.

Dijo con honda resignación y malestar el muchacho. Tras lo cual, le

refregó la cabeza con firmeza y escupió al suelo, como siempre que

algún sentimiento profundo cercaba inconscientemente su tan celosa


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4
hombría y seguridad.

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5
—¿Y vos qué hacés por acá? Me contaron que tu viejo se escapó del
Neuro…

Y de pronto, la gran revelación, la resolución de su miseria infinita, la de

todos los días. De golpe, como un rayo de esperanza, presentía la

resolución de todos sus conflictos. Santiago y María felices, sus padres

tranquilos y la sonrisa de Saylor Moon, como en la webcam, pero real.

—Che, Franquito, que bueno sería tener mucha plata. El otro día un tipo

por internet ganó el grande Como diez millones. Tendría que ser a un

carteludo. Un poco de guita, como para que nos salvemos todos estos

podridos que estamos acá. No sé… Bah. Yo soy muy bruto pa' eso.

Tengo que buscar otro laburo. Capaz como delivery de las Nuevas

Empanadas Sensa. Chau, bolu…

Y Franco se fue, subiendo la colina, cuesta arriba, corriendo una carrera

consigo mismo. Mientras lo hacía, gritaba “BASTA-BASTA-BASTA-BASTA”

y pensaba en los ojos verdes de gata de Saylor Moon, arañando la luna

hasta el final de su carrera.

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6
Omnisciente

Rápidamente —y para su desazón— Franco descubrió que el robo

informático era la nueva quimera del oro tras la cual corría una multitud

de jóvenes con utopías anarquistas, algunos desquiciados y otros

realmente brillantes. Adentrarse en los códigos del mundo cibernético

exigía un carácter templado, pero solidario.

Existían en la zona de los salares, en la frontera peruano-boliviana, una

producción de fango maravillosa. Funcionaba como combustible alternativo ante

las crisis del petróleo. Santiago sabía de su historia, lo había leído en un

libro de poemas de César Vallejos.

El comienzo de la Primera Guerra Mundial marcó el final del auge salitrero, provocando un

descenso en el consumo de salitre. Actualmente el nitrógeno es fijado principalmente

desde los hidrocarburos gaseosos y para la agricultura es rendido principalmente como

urea o como amoníaco, constituyendo el salitre una más de las fuentes alternativas.

5
En los comienzos de la época salitrera, la extensión de los depósitos de caliche se

encontraba concentrados en lo que se conocen actualmente como la Región de Tarapacá

y Antofagasta. Están definidos por la Quebrada de Camarones que, marcaba el limite

norte de la formación salitrera, pero el salitre se encontraba aisladamente hasta el valle

de Azapa.

Esta zona contenía importantes yacimientos que abarcaban una extensión de 800 Km.,

nombrados de norte a sur: Pampa Tarapacá, Pampa Toco, Pampa Antofagasta, Aguas

Blancas, Taltal. El caliche es la materia prima de donde se extrae el salitre y la posición

de esta misma es variable en la sucesión de capas, manifestándose según el origen y

formando capas diferentes, teniendo importancia económica los yacimientos tipo

bolsones que descansan sobre rodados sueltos y distritos cuaternarios y cubiertos con

una capa de conglomerados salinos, gravas y sustancias terrosas sueltas.

Imposible decir cómo, todo fue tan rápido, como en la realidad. El

negocio funcionaba en una esquina de su cuarto, con su PC, y la venia

de Santiago ayudándole a traducir en quichua y aimara. Conforme el

paso del tiempo, Santiago se parecía más y más a Franco. Su creación a

su creador, pensaba y sonreía Franco.

El negocio del salitre otra vez estaba “de moda”.

Era un negocio redondo, pero todo podía “malir sal”, como le dijo
Santiago.

¿Paraísos en villas? Los collas entregaban las muestras de “fango

alquímico” a una empresa ficticia liderada por Franco y Santiago, y a

cambio no recibían

56
nada… ¿o sí? Franco les dejaba “buenas recomendaciones y palabras

gratas” en redes.

Con el correr del tiempo, las muestras se hicieron más, ya no había

espacio casi en el viejo edificio de la escuela abandonada para

aprovisionarlos.

Pero se vendían afortunadamente como dulce de leche, decía Santiago.

Había un interés inusitado en las muestras, Santiago hablaba como un

duque desde la silla rota. Empleaba términos y frases correctas y

seguras, sonreía detrás de la PC, la webcam solo le iluminaba el rostro

seguro, como un Zeús.

Se estaba volviendo ambicioso, Franco no lo había pensado así.

El dinero de las ganancias no era mucho, Franco se obligaba a devolver

la mayor parte.

Usaba un tapado viejo negro del depósito de cosas heredadas de su


padre.

Le flameaba con el viento el gabán negro, con el cuello arriba

tapándole la cara. Se sentía tan importante como si no hubiese otra

persona más que él en el mundo. Un sibarita. Un huraño. Un rey. Un

superhéroe impartiendo justicia.

Un héroe de animé. Con la cara blanca, casi sin vitamina D, con el

cuerpo delgado como fantasma y leía El Extranjero de Albert Camus, sin

57
pensar en la trama.

58
"El Nido de las Águilas" era una cofradía secreta, pero fácilmente

asequible para los iniciados en el "arte del hackeo". Caballo de Troya, el

líder y creador del grupo, era un fugitivo acusado de múltiples cargos

contra robo de información clasificada en varios países. Hablar con él

era otra nueva quimera, pero lo intentó, porque por esos días se sentía

casi un alquimista de su propio destino.

From @caballodetroya

Estimado señor Anonymous:

Me ha sido grato conocer su astucia para hackear cuentas ajenas, la cual

conozco, como se imaginará, debido a mi capacidad aún superior a la suya

para infiltrarme en otros correos y chats en busca de jóvenes talentos, como

el suyo.

El oficio del hacker amerita un espíritu sagaz, ávido de conocer el mundo, de

desentrañar la oscura fórmula con la que los seres humanos se


59
desenvuelven y aún sus puntos de quiebre, sus secretos profundos, sus

60
debilidades. Se trata de una ciencia tan antigua como el arte del

guerrero: “conócete a ti mismo y cambiarás tu vida”.

Esta premisa es cierta, en tanto se considere al otro como un enemigo, un

oponente claramente inferior por su debilidad humana, capaz de ocultarse

bajo una actitud sosegada, una falsa sensación de superioridad, que no es

sino el reverso de las propias inseguridades, como usted bien lo sabe.

Sin embargo, me temo que su flaqueza a la hora de enfrentarse realmente

con un enemigo, que no tiene por rasgo tal mediocridad o liviandad de

idiosincrasia, ha marcado un quiebre en su vida. Ahora, usted solicita mi

apoyo, como su mentor, como su guía espiritual, pero yo debo decirle que

me encuentro fuera de servicio. Durante mucho tiempo asistí a jóvenes

como usted en el manejo de la informática, la fuerza física y sobre todo el

control mental.

Fui su tutor, su mentor, el anciano sabio del ágora a quien ya nadie quiere

escuchar. Verá, la principal debilidad del hombre es la falta de rigor que

aplica para el conocimiento de su propia persona, su renuncia a la

autocrítica; la gran fortaleza de todo guerrero para combatir al enemigo

empieza por descubrir las propias sombras que habitan en cada uno de

nosotros.

Una fuerza sobrenatural inunda el alma de quien se sabe conocedor hasta en

los más mínimos relieves y densidades del mapa de su persona.

61
Percibo en usted aún un niño, aunque claramente excepcional, que no es

capaz de luchar por su derecho a nombrar el mundo. Ve usted enemigos por

todas partes, cuando yo no veo sino proyecciones monstruosas de su

propia flaqueza espiritual.

¿Cómo es que un hacker con sus habilidades se deja sorprender con la

guardia baja? Entré muy fácilmente a su sistema y, por supuesto, a la

brillante conversación con Saylor Moon.

No quiero ofenderlo, permítame decirle que lo hecho hasta ahora es

sorprendente hasta para mí, ya es usted duplicado por otros jóvenes que

buscan sobresalir en las condiciones más inhóspitas para el arte del hackeo.

Pero yo, que lo veo todo, sé que usted aún tiene una batalla por librar. Se

trata de un tema urgente. Debe usted poder adivinar las claves ocultas de su

propio accionar y luego lanzarse, en un acto de fe, de confianza absoluta,

hacia el abismo del otro, allí donde termina su guarida segura, el grito del

alma, la voz hacia afuera.

El valor proviene de sí mismo, siempre estuvo en usted. Aunque nos tilden

de estafadores, de seres vacíos y abyectos tras una computadora, nosotros

somos precisamente el reflejo de esa abyección ajena. Siempre lo fuimos.

Somos los elegidos para hacer de una revelación un secreto sagrado, una

lógica de héroes impensados, dispuestos a escuchar el ritmo interno de las

sensaciones que se ocultan detrás de las palabras, los ojos detrás de las

gafas, las vergüenzas detrás de los tiranos.

62
Busque su sombra interior, su propio infierno, sólo el contraste le permitirá

ver su propia luz y apreciarla.

A la espera de su revelación.

Saludos afectuosos.

From @anonymoushacker

Tiene usted serios problemas.

No sé quién sos, ni qué es lo que querés de mí, pero no me interesa. Tengo

muchos problemas, sí, pero no es asunto tuyo. Me voy a desconectar.

From @caballodetroya

Fue usted quien buscó mi ayuda.

From @anonymoushacker

Solamente quería conocer "las claves".

63
En el libro de su padre, el Tratado sobre Alquimia y Seres Elementales, en la

página 81 había un apartado para la “alquimia del fango”. Franco estaba

siguiendo las huellas de su padre sin saberlo. Ya hacía más de un mes

que había muerto.

Anotó: “Ser un hombre es ser prudente”.

64
Sujeto

La mención de Saylor Moon, como una de las iniciadas de Caballo de

Troya le preocupaba incluso más que la imposibilidad de acceder a las

claves exactas para vulnerar las cuentas ajenas.

Ella le había dejado un mensaje:

From saylormoon@gmail.com

Definiciones

Hola, Franco. Necesito mostrarte algo. Creo que ya no podemos ocultarnos.

No me siento indefinida en estos días, más bien tengo ganas de dar

definiciones. Sabés de ese boliche que tanto me gusta. Ahí voy a estar.

Tuya,

Yo.

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Estoy en el centro de mi propia tormenta. Mi mente es el rayo, mi corazón el

trueno. La lluvia cae en mi alma, que espera por el viento matinal del espíritu.

Al menos esto es real. Al menos, en medio de esta agonía, puedo sentir que estoy

vivo. Al menos… ahora sé quién soy: un caballo negro y triste que camina

comiendo las astillas que caen de sus propios huesos”.

66
En el centro de su propia alma desgarrada, el humo del boliche

inundaba cada poro de su piel, que luchaba contra la falta de oxígeno.

Él era un náufrago, siempre lo había sido. Había ganado una fama

relativa en el ámbito de los hackers, una reputación indiscutible, pero su

propio infierno estaba en la realidad de su adolescencia no ejercida,

aniquilada por la incomprensión de sus pares y su propia incomprensión

ante los rituales típicos de esa edad.

La gente, figuras sin significado, eran impelidas hacia él como por una

horrible fuerza centrípeta, acosándolo, asfixiándolo… El vapor de ese

infierno se cernía sobre su mente como una bruma opresiva, una

nebulosa que agigantaba su vacío cósmico, su existencia relativa y

espectral.

Entonces, alrededor de charcos de alcohol, de la pestilencia de las

burlas y los bufones de siempre, sintió que ya no podía descender más

y se dejó derribar por la incoherencia del mundo, como un gigante

herido en su talón de Aquiles.

Tendido en el suelo, derribado ante sus fantasmas, carente del poder —

casi— sobrenatural que lo había llevado a no querer resignarse a ser

una pieza más de un engranaje infinito.

La chica de los labios negros y el pelo rubio, digno ejemplo de su

nickname, le tomó el rostro con ambas manos.

—¡Franco, respóndeme! Soy Natalia. Acá estoy.


67
Franco entreabrió los ojos, finalmente, y pudo ver la incondicionalidad y

el amor infinito de su Saylor Moon. La luna se dibujaba detrás de esa

sonrisa. Allí estaba,

68
luchando por el bien, la justicia y el amor con una sonrisa regordeta

en los mofletes y el cabello rubio. Esa “despedida” duró mil años, se

abrazaron por la eternidad. Al fin, Franco no sentía ansiedad ni

temor.

La realidad superaba a la ficción y a los escenarios ficticios, se sentía

más completo que nunca, ella era la otra parte de su ser que le

faltaba y por la que tanto había esperado. Le daba aires de vida y

motivos para continuar. Franco había accedido a su propia caverna

de sombras fáusticas, enfrentado su propio infierno para conquistar

finalmente la última clave de su vida.

“Sólo en el contraste podrás ver la luz y apreciarla como tal”.

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Fotos y espejos

Dicen que las fotos no tienen alma y aquello espantaba a las tribus que

por primera vez tomaban contacto con la tecnología de los hombres

blancos; en cambio los espejos de agua reflejan la esencia del alma en

su transcurrir constante. Porque el agua del río que corre presurosa a su

cauce final nunca es la misma, pero en su esencia es siempre verdadera

y prístina, como el movimiento vital que caracteriza a los hombres

reales.

Aquella explicación, que su padre solía darle cuando Franco inquiría

sobre la ausencia de retratos familiares, había hecho mella en el

espíritu del joven igualmente reacio a esas capturas del alma. Sin

embargo, el contacto real con su idealizada Saylor Moon, nuevamente

despertaba en él esas ausencias, esos pesares y omisiones, y movía en

su espíritu sagaz su deseo de llenar finalmente todos los resquicios en

blanco, también el álbum familiar.

Tomó el objeto que amenazaba a los indios como un fusil de caza

apuntándolo y capturó finalmente la foto, de una vez y para siempre,

inmortalizándose en esa escena, incapaz de moverse o siquiera gritar

y ello lo aterró realmente.

Debía enfrentar sus miedos si quería conquistar a Natalia-Saylor

Moon, aunque desconocía que ya lo había hecho, y lo innecesario de


70
tal inmolación.

Saylor Moon había despertado en él.

71
Esto le había enseñado @caballodetroya. “Tu imagen no te representa

ni te define. Tus palabras, cuando provienen del alma, son las que dan

forma al Yo y, por ende, real existencia”.

Se despertó azorado y corrió al encuentro del oscuro río que surcaba

su casa y, aún en la penumbra del fango, se reconoció real.

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Hackeos

22 de septiembre de 2024

Saylor Moon:

14:59 S: Me quedé pensando en vos.

14:59 S: Si el día de mañana ya te habrías ido, si nunca más me


responderías…

14:59 S: Me quedé soñando con vos

14:59 S: Perdón

19:55 S: Estarás?

14:59 S: Hola

21:06 S: Ojalá fueses para mí

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Caminaba de un lado a otro, furibundo, insensible a los mensajes de

Saylor Moon. Necesitaba plata, mucha plata (o lo pensaba) para

vengarse, liberarse, redimirse. Había forjado su carácter de acuerdo a

este momento, sin saberlo, un sujeto sin fisura, silencioso,

imperceptible, del que nadie dudaría una palabra simplemente… porque

las palabras no estaban.

La directora recibió otra vez a su madre.

—Señora su hijo no tiene hipoacusia, su hijo es autista y posee una gran

sensibilidad. Lo dice este informe que me pasó, de su médico.

Si algo no esperaba la madre de Franco era esto. Su hijo para ella era un

inservible que estaba todo el día en su cuarto jugando con la

computadora, mientras su marido se quemaba hasta con el aire,

pegando alaridos de dolor.

Su-per-do-ta-do. No lograba entender del todo la palabra y eso la


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distraía de los miles de quehaceres diarios. Hasta que finalmente se dio

por vencida y ya no trató de entenderla.

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Le preparó con serenidad varias mudas de ropa en una bolsa negra y lo

mandó a vivir con la abuela.

Los días de la primavera, apaciguaron cándidamente el frío del invierno

y lentamente se fueron diluyendo las horas del reloj como en arenas

movedizas, pasaron casi 100 días, con sus 100 noches.

Solo Saylor Moon pensaba en él, en su enamorado

Aspenmascarado con gruesos anteojos negros para ocultar su creciente

miopía.

La cuenta bancaria de su padre, el enfermo, el “idiota” había empezado

a crecer estrepitosamente y ya no supo cómo detener su crimen, porque

ya era demasiado tarde.

Franco se había convertido en lo que los demás habían decidido que

sería, de manera cruel y arbitraria: un exiliado, un idiota, un criminal,

todo a la vez.

@caballodetroya fue el encargado de avisárselo: los medios ya lo sabían,

querían condenarlo de una vez y para siempre. Se ofreció a

acompañarlo a un estudio de televisión para que contaran su historia.

Asperger

76
Franco tenía cientos de libros en su casa, todos tenían un raro olor a madera y

humedad característico.

Le gustaba hacer anotaciones en las márgenes. También veía muchos dibujos de

animé hasta larga hora de la noche.

Santiago lo había invitado a jugar un partido de basquetbol a las 3 am, en la

escuela vieja donde guardaban las muestras de salitre.

Ambos chicos se saludaron con un gran aventón de manos. Los dos llevaban

gruesos cargos y holgados buzos oscuros. Se veían como parte de un grupo de la

NBA.

Santiago se manejaba en la cancha como un dios elegido por simples mortales.

Jugaron a encestar tiros libres y después Franco trató de arrebatarle una pelota

sin suerte.

Descansaron en el suelo del patio, agitados, contado las estrellas y hablando de

ovnis.

Franco creía que con la vitamina D como suplemento dejaría de tener autismo,

que sería “ normal”.

Santiago tenía una hipótesis: Franco era parte de un experimento en un

campamento judío de los nazis con niños privados de vitamina D y con cerebros

alterados biológicamente por el médico Hans Asperger. Una súper raza de

hombres. Debía ser nieto de algún judío en el gueto.

“Si, Franquito, sos especial boludo”

Franco rio con ganas, de tanto reír le dolían las tripas, se levantó del piso y

encestó de 3. Había una gata negra detrás del aro, meneando la cola. De seguro

77
a esa hora Saylor Moon estaría durmiendo, pensó. Las muestras de salitre, con

su improbable y ardua tarea de conseguirlas, liderada por el tan poco pragmático

espíritu de Franco, eran casi tan originales como él.

78
Miedos

Las luces de los proyectores iluminaban hirientemente el patético cuadro

en el cual Franco se hallaba, junto a su madre. Tenía los anteojos negros

de siempre y el gamulán con el cuello sobre la espalda Su madre llevaba

un batón azul y flores en el pelo.

Ambos parecían realmente infiltrados en la escena, como si dos canales

de televisión se hubiesen cruzado con un tercero, el cual era

absolutamente indiferente a los otros dos, y solo buscaba confirmar un

veredicto ya sentenciado de antemano, con palabrería barata y anuncios

publicitarios.

Alrededor de ambos, y en círculo, como a la manera de los viejos

sacrificios tribales, una corte compuesta por un periodista, una modelo

retirada y un experto forense alardeaban para quedarse con su presa.

—Disculpe, Dr. Sí me permitís, Zoncinetti —toma la palabra la ex modelo

—. Yo creo que, claramente, como mamá, su hijo le está pidiendo límites

—mira de reojo a la anciana y detiene su mirada en los zapatos gastados

de la mujer y en su look inapropiado para las cámaras.

—Sí, sí, tenés razón, Clarita —el presentador interrumpe a la invitada,

antes de que pueda responder—Trataba de recuperar el tono de voz.

—Sí… yo…

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Franco había preparado un discurso y sostenía algunos papeles

apretujados entre sus manos temblorosas. Por los conocimientos de

@caballodetroya, sabía que era prácticamente imposible que un hacker

pudiera ser descubierto solo por las pruebas informáticas, que son tan

escuetas y poco claras.

Solo tenía que negar su culpabilidad o callar y asentir; prefirió tomar un

tercer rumbo y rescatar a su madre, otra exiliada en el estudio, de su

cercana ejecución mediática, levantando la mano para “hablar”.

—A ver qué nos dice Anonymus—refiere el presentador.

—…

—Anonymus querías hablarnos, ¿me escuchás? —se hace un silencio en

el estudio y la lente de la cámara se aproxima lentamente a Franco,

quien permanece dubitativo entre el silencio y la ansiada réplica.

—Señora, ¿él puede…?

—Devuelvan sus armaduras, que no les pertenecen. —Franco, busca un

gesto de aprobación de su mentor y empieza así a contar “su verdad”,

ya ensayada.

—Acá, estamos hablando con los especialistas acerca de tu caso, ¿qué

nos podés decir?

—Pensaba que mi destino solo era odiar, pero alguien que conocí en la

isla de la reina muerte, me enseñó a amar y a creer en la gente por


80
primera vez; me enseñaron a creer en la amistad.

81
Casi anonadado, el forense tomaba apuntes y luego sentenció: —Tu

médico dice que tenés gran inteligencia. ¿Cómo te definís vos?

Franco, seguía con la mirada en el piso, como si leyera un argumento

invisible a los demás.

—Me gustaría vivir esa vida fácil que dicen qué hacen los demás. Ese no

es mi destino, todos los humanos deberían vivir de acuerdo a la estrella

con la que nacieron, lo único que puedo decir es que siempre daré lo

mejor de mí, cualquiera sea mi estrella.

Esta vez habla la modelo: —Camus, creo que tenés que explicarnos

mejor, para que entendamos que pasó, se dicen muchas cosas —se

tomó la cabeza con ambas manos en señal de confusión.

—Como saben, el tesoro del cielo es una técnica tanto ofensiva como

defensiva. Ya morimos una vez —miró de reojo a su madre—. No nos

perderemos por ser humillados o considerados cobardes, lo

soportaremos. La muerte no es el final de todo, no es más que otra

transformación. Por su belleza sus adversarios la subestiman, su candor

parece tranquilizador, qué fatal error. Jamás hubiera imaginado que

alguien con el rostro tan dulce como el de una mujer poseyera tanta

voluntad y coraje.

—Bueno, bueno —recobra el entrevistador el viejo tono de cliché de su


programa—

. Hacemos un corte y a la vuelta Carmen nos va a contar, ¿qué hacer

82
con los hijos en el verano?

83
Un hilo de sangre empezó a correr por la nariz de Franco. No se asustó,

se sentía, por el contrario, más vivo que nunca, como si sus venas

fuesen torrentes de lava dispuestas a estallar su propio bloqueo

emocional, resistiéndose a ser meramente un personaje para convertirse

en carne de sacrificio, venas gloriosamente ardiendo en la noche de los

débiles.

Entre sus líneas (inconclusas), citaba fragmentos de Camus, el personaje

de Los Caballeros del Zodíaco, ese anime retro que tanto le gustaba, y

otros comics japoneses esperaban por renacer en sus palabras, al igual

que su adorado Camus. Esa era su verdad. Una verdad que no era

prestada, sino hallada en la inspiración proveniente de una elevada

sabiduría poética. Palabras que hablaban por sí mismas, liberándolo del

peso ya insostenible de su largo silencio. Letra que fluía como sangre de

su angustiada alma.

84
Migrantes

Nadie podía comprender esas palabras, debería haber sido un error, solo

bastaba con nombrarse un idiota para no recibir sanción alguna,

reafirmar la lógica pueril con gestos insulsos, acallar y asentir.

Pero en cambio, Franco habló, mucho tiempo, demasiado tiempo, como

si alguien hubiese abierto la jaula de las palabras que llevaba dentro.

También lo hizo así en aquella corte monárquica gobernada por antiguos

e infames dioses cazadores ante la mirada atónita de una justicia ciega

y cegada.

Mientras lo hacía, un gorrión entró al jurado y sobrevoló la sala, un

gorrión de libertad. Ya era un adulto, dolorido, demasiado herido en la

herida infinita de sus días tristes.

Cuando regresó a la casa de su abuela, con quién vivía desde hace un

tiempo, descubrió que ya no necesitaba de la compañía de nadie más

que de sí mismo. Aún así, el destino tenía previsto una nueva instancia

azarosa.

—Soy Saylor Moon...

La muchacha de los ojos verdes de gata enamorada lo miró fijamente a


los ojos.

85
Franco la invitó a entrar al recinto sagrado de su memoria donde

habitaba en silencio y en la más absoluta soledad.

86
Finalmente descubrió que era el "hacedor de lo indecible" y que podía

hablar sin nombrar, solo con la mirada cabizbaja, en algún punto

azaroso de la pared blanca.

Los dos, ella y él, decidieron migrar como lo hacen los pájaros cuando ya

no encuentran provisiones. Migraron a distintos lugares geográficos,

visitaron Irlanda y comieron pastel de manzana. Aunque en rigor a la

verdad, siempre estuvieron en Constitución, esperando que pasara el

tren para soñar con un nuevo destino: París, Venecia, Lisboa.

Decidieron amarse en silencio con sus miradas, con su sentimiento, pero

también murmurándose a los oídos palabras bonitas, pero casi

imperceptibles, como el rumor del arroyo detrás de aquella casa que

jamás volvió a visitar: la de sus padres, a quienes nunca olvidó, sin

embargo.

Asimiló ser eso, un payaso del circo, dispuesto a impostar la voz y a

encontrar miles de muchachos como él, dispuestos a robarle la identidad

solo para sentirse famosos, para buscar un poco de amor en un entorno

virtual.

María volvió a vender empandas, esta vez con más suerte. Santiago y

ella tuvieron tres hijos.

Esta historia es tan cierta como la real y la realidad es tan absurda como
esta ficción.

El calor abrasador del verano también llegó, como en Argelia, y nadie

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recordó a Camus. O comprendió por qué su padre se quemaba cada día,

tal vez porque sentía que era ese sol abrasador la única forma de

describir el inmenso oasis en el que

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estaba presa su alma atormentada. Natalia dejó de ser Saylor Moon y

aceptó ser ella misma, sin máscaras.

Los dos se miraban y sonreían. Habían descubierto un secreto mucho

más magnífico que el hackeo y nadie lo sabía: serían migrantes para

siempre, como las golondrinas que buscan las flores en las primaveras.

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EPÍLOGO

El discurso de Franco

—El acusado se declara... CULPABLE.

Y miró el suelo con sus ojos un tanto estrábicos, y con las manos

temblorosas sacó un papel casi abollado ante la mirada atónita de los

demás presentes, de Santiago quien le hacía señales de filo sobre la

garganta (se va al muere el pibe este, habrá pensado) y las maestras y

sus padres y hasta Saylor Moon, mirándolo desde su televisor viejo, con

lágrimas en los ojos.

—Yo acuso, los acuso a ustedes. Los acuso por haberme abandonado.

Los acuso por su incomprensión. Los acuso por su necedad. Los acuso

por sus esvásticas, por sus gruesos palos de amasar, por sus antorchas

de fuego azotando miserables. Los acuso por ser hombreslobo cazando

mariposas. Los acuso porque han hecho de un chico, un delincuente,

pensando que nadie lo quería, los acuso.

El último hackeo de Franco penetraba, ahora, otro sistema: el de las

almas ensombrecidas. Una a una, fueron cayendo, entonces, las

máscaras de carnaval veneciano de los presentes y sus rostros de cera

se desdibujaron ante el sol implacable de su desierto interior. Santiago

lo miraba triunfante desde las gradas con su remera de Belgrano.

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—El acusado es declarado: Inocente.

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—Chau, Franquito.

—Chau, boludo, chau…

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