Isaac Asimov - El Cercano Oriente II
Isaac Asimov - El Cercano Oriente II
Isaac Asimov - El Cercano Oriente II
El empate
' Es habitual indicar las fechas con referencia al nacimiento de Jesús. Las
fechas anteriores a él son «a.C.» (antes de Cristo), las posteriores, «d.C.»
(después de Cristo). En este libro, no usaré «d.C.» . Toda fecha indicada
sin estas iniciales es después de Cristo.
200 EL CERCANO ORIENTE
Roma en el Golfo
La recuperación romana
El Imperio Parto
9. LOS SASANIDAS 215
El enemigo cristiano
lia habían sido similares a las de Julio César y quizá soñó con
transformarse en un nuevo Alejandro Magno. Después de
todo, era un hombre joven, de apenas treinta años.
Siguiendo la ruta de Trajano, Juliano marchó a Mesopota-
mia y condujo su ejército aguas abajo del Éufrates, tomando
ciudades con un complejo despliegue de eficaces máquinas
de asedio. Finalmente, llegó a Ctesifonte. Por cuarta vez, la
ciudad contempló la aproximación de un ejército romano.
Las primeras tres veces la ciudad había caído, pero ahora
parecía decidida a no correrla misma suerte. Cerró sus puer-
tas, guarneció de hombres sus murallas y desafió a los roma-
nos. Esto era inquietante. Y el hecho de que un segundo ejér-
cito, que debía avanzar descendiendo la corriente del Tigris
para unirse a Juliano en Ctesifonte no llegase, sino que, al pa-
recer, perdía el tiempo en el camino, era más inquietante aún.
Juliano no estaba dispuesto a sitiar Ctesifonte durante lar-
go tiempo. La ciudad había sido tomada antes tres veces sin
que este hecho ocasionase la destrucción del enemigo, de
modo que su captura no era un fin en sí mismo. Además, el
ejército de Sapor aún estaba intacto en algún lugar del Este, y
un sitio debilitaría seriamente a los romanos convirtiéndolos
en presa fácil de un contraataque.
Juliano, pues, hizo lo que pensaba que habría hecho Ale-
jandro Magno. Quemó su flota fluvial, abandonó el contacto
con sus bases y lanzó su ejército al este iranio, para hacer fren-
te allí a los persas y destruirlos.
Mas para ser un Alejandro es conveniente tener como con-
trincante a un Darío II I, y Sapor no lo era. Reunió su ejército
y se retiró. No tenía ninguna intención de ponerlo en peligro
en campo abierto luchando contra ese talentoso general ro-
mano hasta no conseguir desgastar las fuerzas de los invaso-
res. Siguió una política que, en tiempos modernos, ha sido
llamada «de tierra arrasada».
Adonde iba Juliano no encontraba más que ruinas hu-
meantes. No había alimentos ni refugio, y lo peor de todo era
9. WS SASÁNIDAS
223
El Imperio Sasánida
224 EL CERCANO ORIENTE
Un siglo de confusión
vida que fue uno de los factores que llevó a las tribus germá-
nicas a entrar en el Imperio Romano; fue un movimiento que
despedazó la mitad occidental del Imperio. Varahran aprove-
chó las dificultades de Roma ante ese mortal ataque en el Oes-
te. Se apoderó abiertamente de la parte oriental de Armenia
en el 429, y esa parte fue llamada en lo sucesivo Persarmenia.
Pero si bien la mitad occidental del Imperio Romano es-
taba prácticamente derrumbándose por esa época, la sec-
ción oriental del Imperio estaba completamente intacta, y
la frontera con Persia se mantuvo tan firme como siempre.
Aparte de la ocupación consolidada de esa parte de Arme-
nia, Persia no se benefició con la «caída de Roma» en Occi-
dente.
Persia tampoco fue totalmente inmune al ataque externo
que estaba destruyendo a la mitad occidental de Roma. Los
eftalitas, pueblo emparentado con los hunos, se abalanzaron
sobre las provincias orientales del Imperio Sasánida. Pero los
ejércitos de Varahran reaccionaron enérgicamente y los re-
chazaron. Durante un tiempo, al menos, los sasánidas resis-
tieron con mucho más éxito contra los ataques de los nóma-
das que los romanos.
Con la muerte de Varahran V, en el 439, la situación de los
cristianos empeoró nuevamente. Su hijo, Yazdgard II, era to-
talmente zoroastriano, y el cristianismo fue arrojado otra vez
a la clandestinidad.
También los judíos se hallaron con una nueva e intensa
oposición. Si bien es cierto que los sasánidas no les concedie-
ron la libertad de que habían disfrutado bajo los partos, su si-
tuación no era tan mala. No existía ninguna gran potencia ju-
día que amenazara las fronteras de Persia, de modo que los
judíos sólo eran una amenaza religiosa, y no, como en el caso
de los cristianos, política y militar también. Por ello, a los ju-
díos se les permitía, de vez en cuando, ejercer un considerable
control sobre sus asuntos bajo un supuesto «líder de los ju-
díos en el exilio».
El. CERCANO ORIENTE
230
Los heréticos
todo lo que pudo. Se hizo fácil para los cristianos persas ad-
herirse al nestorianismo, y lo hicieron. Hacia el 500, la Iglesia
persa era totalmente nestoriana.
La misma estrategia operó en Estados sometidos a Persia,
por ejemplo, en Armenia o en el reino árabe de Hira. Ambos
se hicieron totalmente nestorianos.
La forma nestoriana del cristianismo siguió constituyendo
una minoría importante en Asia durante muchos siglos. Has-
ta se difundió hacia el Este, hasta China.
Los nestorianos, pese a toda su rebelión contra el helenis-
mo de la Iglesia romana, no pudieron evitar el llevar consigo
los testimonios del saber griego, saber que había desapareci-
do en Persia después del advenimiento de los enérgicos sasá-
nidas iranios. Años después, cuando los árabes dominaron el
Asia occidental, tomaron la ciencia griega de los nestorianos
y la conservaron durante muchos anos, cuando en Europa es-
taba casi muerta.
También el zoroastrismo tuvo sus herejías. A fin de cuen-
tas, la doctrina de Mani había sido una de ellas. Más tarde,
durante los decenios de confusión provocada por los eftali-
tas, apareció una nueva herejía postulada por un sacerdote
zoroastriano llamado Mazdak. Predicaba un tipo de mani-
queísmo y defendía un modo de vida ascético y comunista.
Denunciaba los intereses creados de la nobleza y el poderío
de los sacerdotes. Naturalmente, se granjeó la amarga ene-
mistad de unos y otros.
Kavad, cuyo reinado puso fin al período de anarquía sintió
fuerte simpatía por el mazdakismo, quizá causada por una
sincera creencia en la ética que éste predicaba o por el común
sentimiento regio de que estaba bien todo 10 que debilitara el
poder de los nobles y los sacerdotes.
Pero el mazdakismo, como la mayoría de los movimientos
puritanos, tendía a ser intolerante tanto en las pequeñas cosas
como en las grandes. Los adeptos del mazdakismo condena-
ban los pequeños placeres tan pronta y enconadamente como
9. LOS SASÁNIDAS 233
La hora de la ilustración
La historia se repite
Bagdad
Califato abasí
254 EL. CERCANO ORIENTE
Los asesinos
Los otomanos
Los rusos
Los alemanes
Israel
dad que no fue una guerra abierta, pero que se expresó de to-
dos los modos posibles salvo la violencia directa. El resto del
mundo se vio obligado a reaccionar de uno u otro modo ante
esta «guerra fría». La mayoría de las naciones tuvieron que
tomar partido.
Las naciones de habla árabe (el «bloque árabe») fueron
impulsadas en ambas direcciones. De un lado, la Unión So-
viética era un vecino del Norte que había sido poco favora-
ble a ellas en el pasado. Además, los gobernantes del bloque
árabe, que se beneficiaban de un sistema social y económi-
co arcaico e injusto, temían la posibilidad de ser derroca-
dos en nombre del comunismo patrocinado por los soviets.
Si se agrega a esto el hecho de que Estados Unidos era, fue-
ra de toda comparación, la más rica de las dos potencias, el
mejor cliente para el petróleo y el más dispuesto a otorgar
préstamos, no es de extrañar que fuese irresistible la ten-
dencia a colocarse de parte de los Estados Unidos en la gue-
rra fría.
Y hubo un tercer factor que influyó sobre el Irak de pos-
guerra, factor que fue el más importante. Los judíos habían
logrado su objetivo de fundar un Estado independiente. En
1948, proclamaron la existencia del Estado de Israel en algu-
nas partes de Palestina. Las naciones del bloque árabe, entre
ellas Irak, reaccionaron con extrema hostilidad y lanzaron un
ataque contra el nuevo Estado. Pero fueron derrotadas, e Is-
rael logró mantener su existencia.
Esto hizo recrudecer la hostilidad árabe, de modo que las
emociones antiisraelíes predominaron en ellas sobre toda
otra cosa. Los Estados Unidos sentían mucha mayor simpatía
hacia Israel que la Unión Soviética, y esto, para algunos círcu-
los árabes, era todo lo que importaba. Egipto, bajo el gobier-
no dictatorial de Gamal Abdel Nasser (quien llegó al poder en
1954) comenzó a inclinarse hacia la Unión Soviética.
El líder iraquí Nuri Pashá, para quien el anticomunismo
era el factor dominante, se movió en la dirección opuesta.
290 El. CERCANO OREENTE
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296 EL CERCANO ORIENTE
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