Tema 5. Textos
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Tema 5. Textos
1. Las escuelas tradicionales. El historicismo alemán y los restantes historicismos. 2. Annales y las
nuevas formas de hacer historia. Bloch, Febvre, Braudel. 3. La Historia económica y la New
Economic History. 4. La historiografía inglesa y los historiadores marxistas británicos. Dobb,
Thompson, Hobsbawm.
Y llegó el despertar, brusco y desagradable. En plena crisis, en medio de las dudas. Dudas hijas de
la guerra. Dudas de los que reanudaban su pacífico oficio, obsesionados por la idea de que estaban allí para
hacer la tarea individual de cada cual y no tal como la hubieran hecho si la tormenta no hubiese arrastrado
al mundo con sus torbellinos; y, ante todo, para hacer la tarea de los que ya no estaban allí, de aquellas dos
generaciones atrozmente diezmadas, de las cuales sólo sobrevivían algunos restos como en esos bosques de
pesadillas que uno atraviesa, directamente, sin dudas.
L. Febvre, “De 1892 a 1933. Examen de conciencia de una historia y de un historiador”, Combates
por la historia, Barcelona, 1975
Indudablemente, la historia se hace con documentos escritos. Pero también puede hacerse, debe
hacerse, sin documentos escritos si éstos no existen... Por tanto, con palabras. Con signos. Con paisajes y
con tejas. Con formas de campos y malas hierbas... Con exámenes periciales de piedras realizadas por 1
geólogos y análisis de espadas de metal realizados por químicos. En una palabra: con todo lo que siendo del
hombre depende del hombre, sirve al hombre, expresa al hombre, significa la presencia, la actividad, los
gustos y las formas de ser del hombre.
L. Febvre, “Hacia otra historia”. Combates por la historia, Barcelona, 1975
Combate contra las barreras entre disciplinas, en favor de una relación orgánica entre historia,
economía, geografía, etnología, sociología, por consiguiente en favor de la unidad de la materia y de la
reflexión histórica; combate contra las barreras entre especialistas, en favor de una historia comparada de
los lugares y de los tiempos, sin exceptuar el presente; combate contra el aislamiento del investigador, en
favor del trabajo colectivo; combate contra la investigación ciega en el caos de los hechos, en favor de una
investigación conducida por hipótesis y por problemas.
P. Vilar, “Marxismo e historia en el desarrollo de las ciencias humanas (Para un debate
metodológico)”, Crecimiento y desarrollo. Economía e historia. Reflexiones sobre el caso español,
Barcelona, 1976
Todos o casi todos los símbolos sociales –y por algunos de ellos hubiéramos dado la vida antaño
sin discutir demasiado– se han vaciado de contenido. Se trata de saber si nos será posible, no ya tan sólo
vivir, sino vivir y pensar apaciblemente sin sus puntos de referencia, sin la luz de sus faros. Todos los
conceptos intelectuales se han encorvado o roto. La ciencia sobre la que nosotros, profanos, nos
apoyábamos, incluso sin ser conscientes de ello, la ciencia, refugio y nueva razón de vivir del siglo XIX, se
ha transformado, de un día para otro, brutalmente, para renacer en una vida diferente, prestigiosa pero
inestable, siempre en movimiento pero inaccesible, y sin duda nunca más tendremos ya ni tiempo ni
posibilidades de restablecer con ella un diálogo conveniente. Todas las ciencias sociales, incluida la historia,
han evolucionado de manera análoga, menos espectacular pero no menos decisiva. Si estamos en un nuevo
mundo, ¿por qué no una nueva historia?
F. Braudel, “Las responsabilidades de la historia”, La historia y las ciencias sociales, Madrid, 1970
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Annales. Economies. Sociétés. Civilisations es hoy una revista de considerable influencia y el portavoz
de una corriente historiográfica que se ha convertido en uno de los pilares de la modernización del
academicismo, sucedáneo del marxismo, que finge preocupaciones progresistas y procura apartar a quienes
trabajan en el terreno de la historia del peligro de adentrarse en la reflexión teórica, sustituida aquí por un
conjunto de herramientas metodológicas de la más reluciente novedad y con garantía de “cientifismo”. Si
nos atenemos a la realidad presente, uno podría definir a la escuela de Annales como un funcionalismo, que
ha tratado de reconstruir la historia con el recurso a una mescolanza, más o menos bien condimentada, de
elementos tomados de diversas disciplinas (sociología, antropología, economía). Sus rasgos más visibles son
el eclecticismo (característica habitual del pensamiento académico), una voluntad globalizadora que se
justifica por la necesidad de superar la limitación tradicional de los cultivadores de la historia política (pero
que es, en realidad, el resultado del uso de un utillaje metodológico heterogéneo, y no siempre
coherente), y un esfuerzo por la modernización formal que cumple la función de desviar la atención hacia
lo meramente instrumental, encubriendo la ausencia de un pensamiento teórico propiamente dicho.
J. Fontana, Historia. Análisis del pasado y proyecto social. Barcelona, 1982
La parcela de la ciencia social que se ha venido a llamar Historia Económica puede definirse de 4
varias maneras: puede ser, en primer lugar, el estudio de las diversas economías que se han dado en el
pasado hasta el presente: la economía prehistórica, la antigua, la medieval, la moderna, la Revolución
industrial, hasta las economías contemporáneas. En este sentido la Historia Económica es tanto una rama
de la Historia, en cuanto que estudia una parcela de la sociedad en su dimensión del largo plazo, como una
rama de la Economía, en cuanto que utiliza el pasado como fuente de evidencia empírica para contrastar las
teorías y métodos de la ciencia económica.
Pero también puede considerarse a la Historia Económica como la búsqueda sistemática de
explicaciones económicas a los fenómenos sociales.
G. Tortella, Introducción a la economía para historiadores. Madrid, 1986
Pero los historiadores de la economía son conscientes, hoy como ayer, de que el mantenimiento
de su amplio atractivo exige la presentación de cuestiones económicas básicas -tales como los movimientos
de precios y salarios, niveles de desempleo, importación y exportación- en un lenguaje asequible para los
interesados en aprender; y, lo que es más importante, mostrar al mismo tiempo de qué manera afectan
dichas cuestiones a la gentes de los distintos sectores de la sociedad. Esto significa en la práctica centrar más
la atención en los aspectos sociales; no aquel cajón de sastre por el que se ha tomado a veces la historia
social, sino algo edificado lógicamente sobre unos cimientos económicos.
T.C. Barker, “¿Qué es la historia económica?”. Debats, 13,1985
La New Economic History tendrá siempre ese carácter práctico, aplicado, la estrategia de inducir
políticas económicas en torno a un núcleo teórico neoclásico. Su única tarea, para ello: recorrer hacia
atrás, sistemáticamente, los caminos seguidos por los procesos económicos determinantes, bajo un
gobierno pleno de la teoría sobre la producción empírica y los resultados finales de la investigación. Los
datos sólo pueden venir, entonces, ofrecidos en función de los conceptos, y todos han de ser elaborados
previamente en el contexto concreto de la doctrina. La interpretación de resultados se hará así dentro de
un esquema circular, en el que no caben las sorpresas de lo abierto, lo particular y lo azaroso, en el que se 5
eliminan radicalmente los desconciertos de lo excepcional. Los datos son, mejor que nunca, las pruebas de
la demostración que exige la teoría, la cual nunca debe fallar (nunca falla de hecho, porque si no, no hay
investigación posible). Para el caso de que falten datos, por último, el historiador establecerá modelos
contrafactuales. Que, siempre que hayan sido bien formulados, le ofrecerán plenas garantías de la
adecuación y la veracidad de sus esquemas hipotético-deductivos (ya no inductivos, atención) (...) La New
Economic History significa, vista de nuevo desde el ángulo de las aproximaciones metodológicas, un
reforzamiento del deductivismo que todo planteamiento positivista exige como enfoque de principio.
E. Hernández Sandoica. Los caminos de la Historia. Cuestiones de historiografía y método. Madrid, 1995