Introducción Al Método Psicoanalítico - J.A.Miller

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“Introducción al método

psicoanalítico”

Jacques-Alain Miller

Cap. 1, 2 y 3
Las intervenciones agrupadas en la parte I, “El método”, fueron
realizadas en 1987 en el Seminario del Campo Freudiano en
Brasil.
PARTE I “Método”
Cáp. 1 “Introducción a un discurso del método analítico”

• Respecto de la vertiente de la ética del psicoanálisis, y de la


vertiente técnica, es decir la experiencia o el qué hacer, señala:
hay cierta tendencia a hablar de la ética del psicoanálisis
respecto al final de un análisis, y de la técnica respecto al inicio
del análisis. Sin embargo, no hay ningún punto técnico en el
análisis que no se vincule con la cuestión ética. En el análisis,
las cuestiones técnicas son siempre cuestiones éticas, y esto
por una razón muy precisa: porque nos dirigimos al sujeto, y
esa es una dimensión ética.
• No hay maneras lacanianas de hacer análisis que puedan
importarse (extraerse) de prácticas que tienen como
perspectiva el ego.
• En la orientación lacaniana no tenemos patrones, tenemos
principios. La palabra “principio” es la que Lacan utilizó en “La
dirección de la cura y los principios de su poder”. Es verdad que
esos principios de la práctica se transmiten a través del propio
análisis y la supervisión –en estos encuentros singulares uno a
uno-, y aquí el autor intentará formalizarlos.

Bienvenidas y acto analítico

• La cuestión de cómo recibimos a un paciente.


• El que viene a vernos como analistas no es un sujeto; es alguien
a quien le gustaría ser un paciente, cosa muy extraña. Es un
hecho que en la práctica psiquiátrica el paciente puede ser
designado por los otros, por la familia, el médico, la sociedad,
por las instancias sociales que le dicen que ha de tratarse.
• Ése no es el caso en la práctica analítica. ¿Qué significa que el
psicoanalista se encuentre delante de alguien al que le
gustaría ser un paciente?
• Se puede decir que el primer pedido en la experiencia
analítica es la demanda de ser admitido como paciente. Así
es verdad que en psicoanálisis la primera avaluación es
hecha por el paciente, es él el que primero avala su síntoma.
Él llega al analista en la posición de hacer una demanda
basada en una auto-avaluación de sus síntomas, y pide un
aval del analista sobre esa auto-avaluación.
• Decimos que el acto analítico ya está presente en esa
demanda de avalar, en el acto de autorizar la auto-
avaluación de alguien que quiere ser un paciente.
• Si alguien solicita análisis para formarse en tanto analista,
candidato a ser un analista, no distinguimos entre un análisis
terapéutico y un análisis didáctico, sigue siendo un análisis…
Anotaremos ese deseo, esa demanda, que puede contener un
deseo escondido que tomará parte en el propio proceso
analítico. No hay garantías de cómo se transformará eso
durante el análisis.
• El hecho básico es que todo paciente tiene el deseo de ser
nuestro paciente, siendo, en cierto modo un “candidato”.
• La cuestión de que el analista autoriza la entrada en cada
experiencia analítica está desde el inicio, a partir del primer
minuto, el primer encuentro, hasta de la primera llamada
telefónica. Y aceptarlo, o rechazarlo, ya es un acto analítico. El
analista tiene que responder con un espíritu de
responsabilidad muy profundo y es por eso que en la
bienvenida entra en juego el acto analítico.
• La práctica de las entrevistas preliminares no tienen sentido
alguno fuera de este contexto. Se trata de una práctica común
en la que se considera en juego el acto analítico y la ética del
psicoanálisis en el inicio mismo de la experiencia analítica.
• La práctica de las e.p. es una consecuencia directa de cómo
damos una estructura a las “bienvenidas”. Significa que el
comienzo (se refiere a un análisis propiamente dicho) es
aplazado, el analista se demora en iniciar el proceso del análisis
hasta que esté satisfecho, en el sentido de poder autorizar la
demanda de análisis y consecuentemente avalarla, según
razones que deben ser precisas.
• Pueden prolongarse por mucho tiempo si es necesario, no hay
práctica standard. Pueden durar un mes, una semana, 4
entrevistas, o también un año, e incluso varios.
• Es una práctica de pertinencia analítica, pero que no puede
permitir efectivamente el análisis en su rigor.
• Se pueden distinguir entonces, 3 niveles de la práctica
analítica (ésta es su propuesta de formalización de esos
principios):

1) Avaluación clínica
Subjetivación
2) Localización subjetiva
Rectificación
3) Introducción al inconsciente

El vínculo entre el nivel 1 y 2 se llama “subjetivación”, y el vínculo


entre el nivel 2 y 3 “rectificación”.
AVALUACIÓN CLÍNICA

• Las e.p. se emplean como un medio para realizar un


diagnóstico preliminar. El analista debe ser capaz de concluir,
de una manera previa, algo respecto de la estructura clínica
de la persona que viene a consultarlo. Debe responder a
partir de las e.p. las siguientes preguntas: ¿Se trata de una
neurosis?, ¿Se trata de una psicosis?, ¿O se trata de una
perversión? Y cabe destacar que, desde el punto de vista
lacaniano, no se puede pertenecer a 2 estructuras. Son
cuestiones difíciles de precisar y fundamentales.
• Hay casos en los que la diferenciación de las estructuras es
difícil. Después de una e.p. el psicoanalista puede dudar, y eso
puede llevarlo a prolongar el tiempo de las e.p., más aún, a
asumir un riesgo más o menos calculado.
• La avaluación clínica tiene una importancia vital cuando
llegamos a pensar que el paciente puede ser un psicótico.

• No es tan difícil cuando la psicosis está desencadenada,


porque a partir de ahí la cuestión que se plantea es si el
analista puede hacer algo o no, si puede “terapeutizar” o no al
paciente. Sin embargo, la cuestión se torna crucial cuando la
psicosis aún no se desencadenó, porque como saben, el
análisis puede desencadenarla. Es fundamental para el
analista saber reconocer al prepsicótico, esto es, un psicótico
con una psicosis no desencadenada. Es necesario que el
analista posea un saber profundo y extenso de la estructura
psicótica. Podrá no hacer su práctica con ésta, pero de ella
deberá tener un profundo conocimiento.
• Para reconocer la estructura en cuestión, no nos guiamos por la
contratransferencia (como lo hacían Winnicott y otros). Eso
puede ser terrible señala el autor.

• Nosotros, para certificar que no se trata de un paciente


psicótico, cuando existe esa sospecha debemos buscar lo que
llamamos fenómenos elementales, los cuales son una categoría
de la clínica francesa retomada por Lacan, y siempre practicada
en las supervisiones. Los fenómenos elementales son fenómenos
psicóticos que pueden existir antes del delirio, antes del
desencadenamiento de una psicosis. A veces no existen
actualmente en el paciente, sin embargo pueden haber tenido
lugar en su pasado, y aparecen sólo una vez en su recuerdo.
Cuando el analista puede asegurarse de eso, constituye lo que
Miller llama una “firma clínica”. Cuando el analista sospecha que
hay una prepsicosis, una estructura psicótica, es necesario buscar
esos fenómenos elementales de manera metódica.
• Los fenómenos elementales son:

1. Fenómenos de automatismo mental: son la irrupción de


voces, del discurso de otros, en la más íntima esfera psíquica.
Son evidentes cuando la psicosis ya se desencadenó, pero un
automatismo mental puede estar presente silenciosamente
durante años con apenas una o dos irrupciones en la infancia
o adolescencia, quedando más tarde encubierto. De ahí que
sea necesario centrarse en esa irrupción.
2. Fenómenos que conciernen al cuerpo: aparecen entonces
fenómenos de descomposición, de despedazamiento, de
separación, de extrañeza con relación al propio cuerpo. Y
también distorsión temporal, distorsión de la percepción del
tiempo o de dislocamiento espacial.
• 3. Fenómenos que conciernen al sentido y a la verdad: no son
abstracciones, son cosas efectivas de la experiencia analítica. El
testimonio, por ej., por parte del paciente de experiencias
inefables, inexpresables, o experiencias de certeza absoluta, y
más aún, con respecto a la identidad, la hostilidad de un
extraño o, lo que se llama en la clínica francesa, expresiones de
sentido o significación personal. Es cuando el paciente dice que
puede leer en el mundo signos que le están destinados, y que
contienen una significación que él no puede precisar, pero que
le están dirigidos exclusivamente a él.

• Estos 3 puntos muestra que en la avaluación clínica hay una


encrucijada en la elección entre psicosis e histeria. Al nivel de
los fenómenos corporales por ej., por la distancia tomada en
relación al cuerpo, o el sentimiento del cuerpo como otro, es
difícil distinguir entre psicosis e histeria.
• Un sujeto psicótico y un histérico pueden en un momento dado
expresarse más o menos de la misma manera.
• Hay que decir que algunas mujeres tienen experiencias
inexpresables. De esta manera debido a cierta forma de decir,
la mujer puede, durante algunos minutos, parecer psicótica.
• También a nivel mental además de corporal, cierta simpatía
histérica con relación al deseo del Otro, puede ser confundida
con el automatismo mental. Hay también una posibilidad
histérica de tomar prestados los síntomas psicóticos cuando
hay un psicótico en la familia o entre los amigos.
• En cuanto a las alucinaciones, el sujeto histérico también tiene
derecho a tener alucinaciones, aunque nada tienen que ver
con las del psicótico, de ahí que sea necesario distinguirlas.
• Hay igualmente puntos que parecen comunes entre psicosis y
neurosis obsesiva.
• Es lo que se observa cuando el H. de las Ratas llega hasta
Freud aterrorizado y con un cuasi delirio. La historia de la
deuda, que hoy sabemos que se trata de una obsesión, se
encuentra en la N.O. Entonces, cuando él se encuentra con
Freud eso parece un delirio, un delirio de la deuda. En el
obsesivo que siempre se demora a la hora de hacer las cosas,
es necesario un estado de urgencia y de pánico para la entrada
en análisis, y muchas veces se puede presentar con rasgos
aparentemente psicóticos.

• Se puede también confundir psicosis con perversión. La


estructura perversa no es lo mismo que una conducta
perversa, justamente porque el goce sexual puede ser
perverso y, a pesar de eso, en el sujeto el deseo sexual puede
ser neurótico.
• El verdadero perverso no viene con frecuencia al análisis
porque ya sabe todo lo que hay que saber sobre el goce.
Contrariamente, aquel que viene es el neurótico con una
perversión, con un goce perverso, lo que no es la misma cosa
que un verdadero perverso.
• El verdadero perverso a veces se ve cuando viene a pedir
formación analítica porque quiere satisfacer su pulsión
voyeurista de conocer y rectificar el goce de los otros. Es una
demanda que el autor considera que se debe rechazar. El
verdadero perverso muchas veces escapa de su propio
análisis y se autoriza a analizar por su propia iniciativa ya que
tiene el saber más importante: el saber sobre el goce.
• Al contrario, el neurótico puede ser diferenciado del perverso
en tanto que el analista no se satisfaga con la a.c. y pase hacia
la localización subjetiva.
• El diagnóstico no puede ser separado de la localización
subjetiva que introduce, en la propia práctica analítica, la
necesidad de considerar como un operador práctico la
categoría lingüística de la enunciación.
Cáp. 2 “Diagnóstico psicoanalítico y localización subjetiva”

• Nuestro tema es lo que pasa en el umbral del análisis, en el


límite, en la frontera a partir de la cual estamos en el discurso
analítico.
El diagnóstico en psicoanálisis

• En el campo analítico cuando hablamos de diagnóstico no lo


hacemos desde una supuesta objetividad, nosotros estamos,
contrariamente, del lado del sujeto.
• La ignorancia tiene una función operativa en la experiencia
analítica. Se trata no de la ignorancia pura, sino de ignorancia
docta, de la ignorancia de alguien que sabe cosas, pero que
voluntariamente ignora hasta cierto punto su saber para dar
lugar a lo nuevo que va a ocurrir.
• La función operativa de la ignorancia es la misma que la de la
transferencia, la misma que la de la constitución del Sujeto
Supuesto Saber. El S.S.S. no se constituye a partir del saber sino
que se constituye a partir de la ignorancia. A partir de esa
posición el analista puede decir o hacer entender, que no
sabemos con anterioridad lo que el paciente quiere decir, pero
suponemos que quiere decir otra cosa.

De la avaluación clínica a la localización subjetiva: la subjetivación

• El elemento nuevo o distinto que puede o debe introducir la


experiencia analítica es la posición que el paciente asume en
relación a sus dichos.
• Hay 2 dimensiones muy diferentes aquí: la dimensión del hecho
que debe distinguirse de la dimensión del derecho, siendo que
en el análisis la dimensión del derecho es esencial.
• En general, las personas que vienen a análisis se sienten
“mal-hechos”. Los neuróticos, como Lacan destaca,
representan la dignidad humana porque son justamente los
que sufren por estar mal-hechos. Cuando repetimos la frase
de Lacan “no hay relación sexual” significa que eso falta, es
por eso que estamos mal-hechos.
• Una cuestión fundamental en análisis es: “¿A qué cosas
tengo derecho?”
• Se ve que el neurótico puede negarse a abandonar las cosas
que le impiden gozar porque inconscientemente no tiene
derecho a eso.
• Sabemos que el derecho es siempre una ficción, una ficción
simbólica y que a pesar de serlo es operativa en el mundo,
estructura el mundo. Así, cuando hablamos de la castración
simbólica se trata de derecho.
• Se puede notar en qué sentido el sujeto en la clínica es un
sujeto de derecho, un sujeto que establece su posición con
relación al derecho, o sea, no se trata de un sujeto de hecho. Y
si alguien va a “observar” al sujeto, buscándolo en la
objetividad, jamás lo encontrará.

• De esta manera, es justamente el sujeto que impide


cuantificar la experiencia analítica. Decir que es un sujeto de
derecho, y no de hecho, equivale a decir que no se puede
separar la clínica analítica de la ética del psicoanálisis.

• Es la ética del psicoanálisis la que constituye en la


experiencia analítica al sujeto.
Localización subjetiva

• “Lo esencial es lo que el paciente dice”. Ello significa


separarnos de la dimensión del hecho para introducirnos en
la dimensión del dicho, que no está muy lejos de la del
derecho.
• A su vez, ir de los hechos a los dichos no es suficiente. Es
esencial un segundo paso que es el de: cuestionar la posición
que toma aquel que habla con relación a sus propios dichos.
Lo esencial es, a partir de los dichos, localizar el decir del
sujeto, o sea, lo que Lacan retomando una categoría de
Jakobson, llamaba enunciación, que significa la posición que
aquel que enuncia toma con relación al enunciado.
• Puede ser el mismo dicho, pero hay una distancia entre el
dicho y el decir.
La modalización del dicho

• Puede decirse por ejemplo: “vengo mañana”, ése es el dicho,


pero se puede indicar el valor que se le da de diversas maneras.
Todas esas maneras son lo que recibe el nombre de
modalización, porque son una modulación del dicho. Todas esas
palabras (que le sucederán al dicho) indican justamente en el
dicho la posición que el sujeto asume ante él.

• El tono de voz también puede ser una modalización.


• Ésas son cuestiones que el analista siempre debe situar y
que tienen como referencia al propio sujeto.

• En relación a los dichos en un análisis, tenemos que permitir


al sujeto algunos engaños y no ir a buscar inmediatamente
al sujeto en su fondo para decir que no es verdad, que hay
una contradicción. Al contrario, es preciso permitir
principalmente en las e.p., que continúe mintiendo un poco
en sus propios dichos. Y eso, de hecho, ya constituye una
introducción al inconsciente. La localización subjetiva
introduce al sujeto en el inconsciente.
• En el análisis el esfuerzo de decir la verdad, la verdad más aguda
que surge es… que no podemos conocerla. La verdad no puede ser
dicha porque no la conocemos, y la única cosa que se puede hacer
es decirla.
• Hay sujetos para los cuales el esfuerzo de decir la verdad los lleva a
la imposibilidad de decirla y eso constituye un sufrimiento; son los
sujetos histéricos.

La caja vacía del sujeto

• Se trata de distinguir entre el dicho y una posición con relación al


dicho, siendo esa posición el propio sujeto. Es decir tenemos
siempre que inscribir algo como un índice subjetivo del dicho.
Podemos utilizar el símbolo de una caja vacía donde vamos a
escribir las variaciones de la posición subjetiva.
• Por ej. La negación en la modalización (relatando un sueño esa
particular manera de decir negando “no es mi madre”…)
• Es imperativo distinguir entre el enunciado y la enunciación, es
decir entre el dicho y el decir.
• En un análisis el sujeto utiliza la palabra para engañarse por
medio de engañar a otro, pero fundamentalmente
engañándose a sí mismo.
• No hay una sola frase, discurso, o conversación, que no soporte
el sello de la posición del sujeto con relación a lo que dice. El
sujeto dice una frase y luego en seguida su posición con
relación a esa frase.
• Es importante entender que cuando se toma al pie de la letra
lo que el otro dice, produce efectos. Y estos fenómenos entre el
enunciado y la enunciación son decisivos para la interpretación
analítica, donde de alguna manera está en juego el: “usted lo
dice, yo no se lo hago decir”. Es presentar al sujeto su propio
dicho, lo que de cierto modo significa “coma lo que usted dice”.
• Se “comen palabras en un análisis”, y muchas veces no es un plato
sabroso para el sujeto comer sus propias palabras.

Dicho y cita

• La interpretación analítica, que el analista lo sepa o no, está


fundada en esta estructura.
• No hay discurso donde no se ponga el dicho anterior entre
comillas, tal y como si fuese una cita. Siempre que se constituye
una secuencia sgte. el dicho anterior cae en cierta objetividad y
entonces puedo decir: “eso es lo que yo dije antes, pero ahora
diré otra cosa”.
• Esto responde a la estructura sgte. mínima según la cual el sgte.,
en este caso una frase, toma su sentido solamente a partir de la
retroacción de un segundo sgte. Así, cambia el sentido de la
frase. Esto implica un continuo proceso de citas en la palabra.
• Frecuentemente el sujeto no sabe que lo que dice es una cita del
discurso del Otro, y que introduce esa escisión, esa ruptura entre
el dicho y el decir, introduciendo un elemento fundamental. Por
ej.: “soy un don nadie”. “Es una frase de mi padre”.

• Eso nos lleva inmediatamente a la cuestión de saber en qué


sentido el sujeto habla en su propio nombre. El sujeto puede
venir por ej. hablando en nombre de su pareja, familia, etc. a
quien atribuye el dicho de que sus síntomas ya no son
soportables.

• Una madre puede conducir a su hijo a un análisis, pero después


de algunos momentos se descubre que la demanda era
realmente suya y el hijo estaba allí como sustituto para una
demanda que el sujeto no podía asumir.
Atribución subjetiva

• Un analista jamás sabe lo que el otro realmente le demanda.


• En cada cadena sgte. se sitúa la cuestión de la atribución
subjetiva.
• Fundamentalmente, la cadena sgte. es polifónica, o sea,
hablamos a varias voces. Hablamos modificando continuamente
la posición de sujeto; muchas veces estamos serios, poco después
saltando, amenazando… Es el teatro de la palabra.
• Éste es un punto clave tanto para la doctrina de las neurosis
como de las psicosis. Ahí está también la importancia de la
puntuación como método analítico; la puntuación justa
depende de cómo el analista fija la posición subjetiva. No hay
palabra más especial que la que dice el analista para fijar la
posición subjetiva. Se puede, en ese punto, reconocer la palabra
de verdad.
• La dirección de la cura es eso, la puntuación y saber lo que debe
y lo que no debe ser “tomado en serio”. (Ejemplos: “el relato de la
alucinación” en la histeria; “la depresión”).

Evolución de la modalización del dicho

• El dicho puede modalizarse de tal modo que una demanda de


cambiar, “quiero cambiar”, puede revelarse como una demanda
de no cambiar…
• Habría que trabajar en invertir la demanda en ese caso, hacia una
transformación “a cambiar”.
• En las entrevistas preliminares hay una función esencial del
analista y es la del malentendido.
• Hay que estar advertidos de que “él mismo no se entiende”. El
alivio proviene del malentendido.
• Y ello porque no se puede explicar una frase a partir de otra
que sería “definitiva” sin que se produzca y se continúe la
posibilidad de una nueva posición subjetiva.

• Así, la localización subjetiva consiste en hacer aparecer la


caja, esa caja vacía donde se inscriben las variaciones de la
posición subjetiva. Es como tomar entre paréntesis lo que el
sujeto dice y hacerle percibir que toma diferentes posiciones,
modalizadas, con relación a su dicho.

• A veces un sujeto puede decir “no me importa lo que digo”,


tenemos que ver si es verdad o no… Para un sujeto para el
que las palabras no importan no tenemos certeza de si podrá
hacer un análisis, pero si eso significa: “lo que me importa es
lo que usted diga”, ahí cambia todo.
• ¿Qué es el sujeto? El sujeto es esa caja vacía, ese lugar vacío
donde se inscriben las modalizaciones.

• Ese vacío encarna su propia ignorancia, encarna el hecho de


que la modalidad que se debe hacer surgir, a través de todas
las modalizaciones, es la siguiente: “yo (el paciente) no sé lo
que digo”.

• Y en este sentido, el lugar de la enunciación es el propio


lugar del inconsciente.
Cáp. 3: “Introducción al inconsciente”

• Hay un lugar en Curitiba que no se puede dejar de visitar: la


“Boca Maldita”. Es, de hecho, un lugar peculiar para la ciudad
que permite otro uso de la palabra, que invita a cada persona a
decir su verdad.
• Es preciso decir que el consultorio es una Boca Maldita; hay algo
de analógico. También el vínculo de la boca con la “dicción”, con
un sentimiento de que cuando la boca puede hablar libremente,
lo que sale de ahí no son bendiciones sino maldiciones,
maldichos. De ahí que Lacan diga que la ética del Psa. consiste
en el “bien-decir”. El “bien-decir” no es una “bendición”. La
bendición es algo que ocurre cuando vamos a la iglesia…
• En el análisis no se dan bendiciones. Lo que se da es a aprender
que lo que se habla se diga bien. En el psicoanálisis se puede
aprender un bien-decir.
• El sujeto, muchas veces, espera la palabra que podría curarlo.

• La frase “Pero ¿No hay una palabra suya que pueda curarme?”
expresa la esperanza de una bendición. El analista no tiene
bendiciones que dar, pero puede contribuir en el aprendizaje del
bien-decir, o sea, puede introducir al sujeto en un acuerdo entre
el dicho y el decir, de tal manera que pueda aproximarlo a decir
lo que desea. Esta concordancia es un ideal.

• El bien-decir para Lacan es la llave de la ética del Psa., una ética


del dicho y del decir. Se trata de encontrar y practicar una
manera de decir que tenga en cuenta la diferencia entre el dicho
y el decir. Que tenga en cuenta, también, la posibilidad de
modificación de una posición subjetiva con relación al dicho; una
manera de decir que no confunda al dicho con la posición
subjetiva.
• En término de enseñanza, de conferencias o seminarios,
tienen que hacer percibir la vibración del sujeto en su propio
discurso, y no colocarse siempre en la misma posición
subjetiva. Es decir, no enseñar un discurso a partir siempre de
la misma posición, es necesario cambiar de tono. Lacan
practicaba esto.
• Para terminar con la Boca Maldita, el autor señala: “pienso
que es como una vacuidad en el lugar del Otro, donde todos
pasean, metáfora muy bonita; allí hay una piedra en el centro;
para mí esta piedra en el centro del lugar vacío es lo que Lacan
llamaba objeto a, en torno al cual las palabras circulan”.
• El analista es al mismo tiempo el lugar vacío donde el sujeto es
invitado a hablar –es el destinatario del discurso- pero, al
mismo tiempo, también es esta piedra, lo más íntimo de este
espacio vacío y exterior a él. “Dejemos esta metáfora así y
retomemos el tema de la introducción al inconsciente.”
El deseo en la demanda de análisis

• El analista a través de la separación entre enunciado y


enunciación, a través de la reformulación de la demanda, de la
introducción del malentendido, dirige al paciente en una vía
precisa al encuentro del inconsciente; lo lleva en dirección al
cuestionamiento de su deseo y de lo que quiere decir, y hacerle
percibir que, en sí mismo, hay siempre una boca mal-entendida.
• Ése es un acto de dirección del analista. El tiempo de la supuesta
neutralidad viene después pero, en las e.p., hay conducción por
parte del analista.
• Las e.p. no son solamente una investigación para descubrir donde
está el sujeto, se trata de efectuar un cambio en la posición del
sujeto, eventualmente transformar la persona que vino en un
sujeto, en alguien que se refiere a lo que dice guardando cierta
distancia con relación al dicho. Es por eso que las e.p. constituyen
una rectificación subjetiva.
• Sólo podemos aproximarnos a lo real a través del dicho.
• “¿A qué conduce en el sujeto esta primera localización?” A
aceptar la asociación libre, es decir, a hablar sin saber lo que
dice, a hablar buscando el sentido de lo que dice, o sea, a
abandonar la posición de Amo.

Apertura del espacio analítico

• Lo esencial en la experiencia para abrir el espacio analítico es


el sujeto. Debemos de tener un concepto muy claro y bien
definido del término “sujeto”.
• El sujeto no es equivalente a la persona ni al individuo.
• El sujeto no pertenece al registro de los “datos”. No es un dato
sino una discontinuidad en los datos.
• Observen el pánico del H. de las Ratas: él efectúa la creación de
una deuda, de algo que no encaja bien en las cuentas. Él puede
contar las cosas del mundo cuantas veces quiera, pero hay ahí
algo que no encaja en las cuentas, una pérdida que se produce
en algún lugar. El sujeto es la propia pérdida (esa división).

• A nivel de la objetividad el sujeto no existe, y es


responsabilidad del analista producir, crear, otro nivel propio
al sujeto. Es el efecto de una decisión del analista, cuestión
ética del psicoanálisis. Lacan habla de ética porque no hay una
ontología del Psa. (seres que se pueden enumerar, ver, etc.)

• Se trata de decidir –pues alguien puede decidir olvidar sus


sueños, considerar sus lapsus como meros errores-, es una
cuestión de decisión.
• Es una cuestión de decisión consentir en preocuparse de cosas tan
pequeñas: olvidar llaves, olvidar nombres, recordar cosas de la
infancia, dar importancia a los disparates, etc. Todo eso es también
una decisión ética del paciente. Puede pensar que preocuparse en
lo que le concierne merece la pena. Ésta es una decisión de orden
ético: la ontología concierne a los seres, y la ética concierne,
propiamente, a la falta en ser.

• La introducción al inconsciente es, en realidad, una introducción


a la falta en ser. El sujeto es una falta en ser, no tiene sustancia,
existe sólo como la torsión de tres tiempos.

• El sujeto, en sí mismo, es un error en las cuentas. Cuando las


mujeres cuentan los días para no quedar embarazadas y yerran en
las cuentas, es entonces cuando un sujeto posible puede aparecer
y, si continúa siendo concebido como un error en las cuentas por
parte de los padres, eso tendrá consecuencias decisivas.
• Los más difíciles en la experiencia analítica son los sujetos no
deseados en el momento del nacimiento o en los primeros
momentos de la vida; son sujetos muy difíciles de cambiar.
• En el análisis no se trata del sufrimiento, a pesar de que el
sujeto puede llegar en nombre de su sufrimiento. Pero desde
el momento en que se dirige al analista, su sufrimiento se
transforma en queja, en queja para Otro.
• Va en nombre de un sufrimiento, sabe que viene a hablar y
debe desear rendir cuentas, dar un relato, un testimonio de
su vida. Es en esto que su propia falta en ser toma forma –
dibujada muy precisamente por Lacan en “Dirección de la
cura y los principios de su poder”- En lo que se refiere al
neurótico en ese escrito Lacan dice: “su pasión es la de
justificar la existencia”. La palabra “justificación” es una
palabra oriunda del derecho.
• El neurótico no está satisfecho con el hecho de existir como ser.
Se une a esto el hecho de que vive su existencia como falta en
ser y quiere justificarla al Otro que lo escucha. El Otro a quien
habla es, fundamentalmente, el Otro de la justificación.
Ninguna ternura por parte del analista, ninguna buena
voluntad, ninguna comprensión puede satisfacer la pasión de
justificar.
• No se debe pensar que el analista ha de ser inhumano o malo
sino que debe situarse en la posición correcta: la de un
estatuto del derecho. Sabemos que las explicaciones –el hecho
de decir “Eso no es tan terrible” o “Usted tiene todo para ser
feliz” no son respuestas esperadas.
• No se esperan respuestas al nivel de los hechos sino al nivel del
derecho. Se entiende por qué el verdadero perverso no entra
en análisis: porque no quiere rendir cuentas a ningún Otro.
La rectificación subjetiva

• Lo que Lacan llamaba rectificación subjetiva es pasar de quejarse


de los otros para quejarse de sí mismo. Siempre tenemos razones
para quejarnos de los otros.

• Es un punto, de hecho, muy refinado esa entrada del sujeto que


dice: “no es mi culpa”. Inversamente, el acto analítico consiste en
implicar al sujeto en aquello de lo que se queja, implicarlo en las
cosas de las cuales se queja.

• Rectificación subjetiva es cuando el sujeto aprende también su


responsabilidad esencial en lo que ocurre. La paradoja es que el
lugar de la responsabilidad del sujeto es el mismo del inconsciente.
• El neurótico es justamente el sujeto que tiene la más aguda
experiencia de la falta de la causa de ser, que puede experimentar la
falta de necesidad de su vida, ya sea la angustia, que puede
desaparecer mañana, ya sea la contingencia fundamental de su
existencia.
• Dicha experiencia de la falta de la causa de ser es intensificada en
nuestra época principalmente dominada por el discurso de la ciencia.
• Un paranoico sabe por qué existe, tiene una razón para existir. El
paranoico tiene la certeza de movilizar la atención universal. Así, el
presidente Schreber sabe que existe para transformarse en mujer y
con Dios producir una nueva humanidad.
• La pasión del paranoico no es la justificación de su existencia, porque
ya la tiene. A su vez, el verdadero perverso sabe muy bien que existe
para gozar y el goce le es, en sí mismo, una justificación de la
existencia. El neurótico debe inventar una causa para él mismo, una
buena causa que defender, una causa que pueda obturar el vacío en
que él mismo consiste.
• Si le hace falta una causa y si, como decía Lacan, no hay en el
sujeto un deseo decidido, es mejor no aceptarlo en la
experiencia analítica, pues la asociación libre va a disociar al
sujeto de lo que se inventó como causa; lo va a llevar a
cuestionar sus valores, su razón de ser, las razones inventadas
para justificar su propia existencia.

• Así, introducir a aquel que llega en su posición de sujeto como


la caja vacía produce, a veces, un alivio inmediato, porque
justamente el simple hecho de introducir a la persona en un
estatuto de sujeto produce una disociación, un retroceso, tanto
delante del sufrimiento como delante del dicho. El sujeto sufre,
pero el hecho de hablar al analista lo hace colocarse un poco
aparte, tomar distancia con relación a su sufrimiento, y eso,
efectivamente, puede producir un alivio inmediato.
• Así, comenzamos por introducir al sujeto a partir del tema de
la enunciación, esto hace aparecer la caja vacía del sujeto. Se
debe observar que se trata de un drama, hay una
dramatización, pues lo que aparece así como caja vacía, en
esa constitución cuasi lingüística es también el drama de la
falta en ser; no es un vacío tranquilo, es algo que provoca,
justamente, una conmoción.
• En la justicia, como se ve en las novelas policíacas inglesas,
cuando el culpable o supuesto culpable es capturado, hay
siempre un detective inglés que dice: “Todo lo que usted diga
podrá ser usado en su contra”. Son frases que se juegan entre
el dicho y el decir. En psicoanálisis, al contrario, nada de lo
que digan puede ser utilizado en contra de ustedes, es la regla
de la asociación libre, con lo cual ustedes están
continuamente obligados a “testimoniar en contra de sí
mismos”.
• Lacan, en el período más avanzado de su enseñanza, ya no
habla de rectificación subjetiva sino de histerización del
sujeto, y se puede entender una parte del matema lacaniano
cuando escribe: $-----------} S1
Sujeto dividido con relación al sgte. Amo. Se trata de eso
cuando nos referimos a la separación entre enunciado y
enunciación, que es también una separación entre el sujeto y
el significante.

El histérico y el obsesivo con relación al dicho

• El sujeto histérico, en el fondo, toma distancia con relación a


todo dicho, y eso es lo que se denomina histerización. La
histerización del discurso es lo que produce el pánico histérico,
la pérdida del punto de referencia.
• El sujeto en tanto histérico pone en cuestión al significante, al
Amo, a todo Amo. Él va a buscar al Amo para demostrarle que, a
partir de su propia posición de falta en ser, es más potente que
el propio Amo.
• “No hay cosa alguna que usted pueda decirme para curarme”.
Esta frase responde exactamente a esta fórmula: $-----} S1.
• Es una afirmación, digamos una firma clínica de la histeria, pues
al mismo tiempo que el sujeto se coloca en situación de
absoluta falta, espera algo del otro, algo que él no tiene, pero,
que en realidad tal vez tenga. Se trata de un sujeto orientado
hacia Otro, que pide al Otro en una posición de humildad y, ¿a
quién se le puede pedir sino al Amo? Pero, al mismo tiempo
que constituye al Otro como Amo, la histérica le demuestra que
él es enteramente incapaz de hacer cualquier cosa por ella, y
que ella a partir de su propia falta en ser es más poderosa que
el Otro. Esto es emblemático de la posición histérica.
• El obsesivo, al contrario, se confunde con el significante Amo y
llega a análisis solamente cuando se produce cierta
discrepancia con ese sgte. Amo.

• En general, hablamos del sujeto histérico, pero es verdad que


hay una afinidad entre la histeria y la feminidad, pues es ella la
que nada tiene, es la que puede poner en cuestión a todos los
que tienen. Es por esa razón que es tan importante escuchar a
las mujeres.

-Finalmente termina este capítulo con un debate de preguntas y


respuestas entre J. A. Miller y los analistas presentes en la
conferencia.-

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