El documento describe el mundo prehispánico en México y la conquista española. Existía un mosaico de pueblos y culturas en Mesoamérica, incluyendo la ciudad de Tenochtitlan. Los españoles, junto con grupos indígenas aliados, conquistaron este imperio entre 1519-1521. Luego impusieron el cristianismo y un nuevo orden político, económico y social durante el periodo virreinal, con la ayuda de las órdenes religiosas franciscana, dominica y agustina.
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
20 vistas24 páginas
El documento describe el mundo prehispánico en México y la conquista española. Existía un mosaico de pueblos y culturas en Mesoamérica, incluyendo la ciudad de Tenochtitlan. Los españoles, junto con grupos indígenas aliados, conquistaron este imperio entre 1519-1521. Luego impusieron el cristianismo y un nuevo orden político, económico y social durante el periodo virreinal, con la ayuda de las órdenes religiosas franciscana, dominica y agustina.
El documento describe el mundo prehispánico en México y la conquista española. Existía un mosaico de pueblos y culturas en Mesoamérica, incluyendo la ciudad de Tenochtitlan. Los españoles, junto con grupos indígenas aliados, conquistaron este imperio entre 1519-1521. Luego impusieron el cristianismo y un nuevo orden político, económico y social durante el periodo virreinal, con la ayuda de las órdenes religiosas franciscana, dominica y agustina.
El documento describe el mundo prehispánico en México y la conquista española. Existía un mosaico de pueblos y culturas en Mesoamérica, incluyendo la ciudad de Tenochtitlan. Los españoles, junto con grupos indígenas aliados, conquistaron este imperio entre 1519-1521. Luego impusieron el cristianismo y un nuevo orden político, económico y social durante el periodo virreinal, con la ayuda de las órdenes religiosas franciscana, dominica y agustina.
Descargue como PPTX, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1de 24
Nueva España
El mundo prehispánico no conformaba una
unidad. Se componía de un mosaico de pueblos y culturas distribuidos en una amplia zona que fue definida por Paul Kirchhoff en 1943 como Mesoamérica. Un concepto geográfico-cultural con características propias, agricultura desarrollada y con elementos fundamentales de una civilización. Entre sus características contaba con ciudades propiamente dichas, división del trabajo y estratificación social definida. Para 1519, se calcula que había unas cincuenta zonas geográficas definidas. La ciudad de México-Tenochtitlan conformaba un centro de poder, pero no el único. Jamás se conoció un concepto de unidad que pudiera llamarse México. Por tanto no se puede afirmar que los indios que habitaban el centro de América hubieran poseído una identidad y conciencia de nación. Por ello mismo nos acercamos al estudio de aquel universo con sumo cuidado. Las fuentes de información que tenemos a nuestro alcance son las innumerables zonas arqueológicas y las interpretaciones de los arqueólogos; los códices pre y posthispánicos, la tradición oral, las crónicas religiosas –redactadas ya con una carga cultural occidental. Según algunos estudiosos sólo conocemos una mínima parte de aquel mundo y el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma sostiene que conocemos apenas un cinco por ciento del pasado prehispánico. Pero, por ejemplo, en la obra del liberal del siglo XIX Vicente Riva Palacio (1832-96) “México a través de los siglos”, aquello es la antítesis de la historia de nuestra nación; y hay que entender la mentalidad de la segunda mitad del siglo XIX para comprender el título de esta gran obra. Por otro lado, si la historia oficial concede tanto peso al pasado indígena de México, de la misma manera tendríamos que profundizar en el otro mundo, el europeo, y concretamente el castellano, el español. Ambos hicieron posible un nuevo mundo, mediante el mestizaje y la imposición y transmisión de la cultura europea. Se debe tomar en cuenta también que fueron los europeos quienes hicieron ingresar a otro grupo tremendamente fuerte y cuyos genes están aún presentes en la actual población mexicana: el africano Seamos sensibles y observemos la población de México. La urbana, para hablar de lo que mejor conocemos. La mayoría de los habitantes no son del todo blancos, tampoco indígenas, tampoco negros. Es la entremezcla de esos grupos que se mestizaron durante la época virreinal. En ciertas regiones geográficas de México hay más evidencias de la presencia de alguno de estos grupos que en otras. Por ejemplo, en las costas de Veracruz, Campeche, Guerrero y Oaxaca, podemos distinguir más claramente los rasgos negroides. Entendemos la conquista de la Nueva España como una continuidad de la reconquista de los españoles por su territorio en España frente a los musulmanes, (siglos VII a XV). Posteriormente la expansión de los castellanos se hace presente en el océano Atlántico, las Islas Canarias y posteriormente el descubrimiento y conquista de las Antillas, (1492) donde los europeos tomaron contacto por primera vez con los naturales americanos a fines del siglo XV Aquí se formaron las bases económica, política, social y religiosa del continente. Instituciones como la encomienda, de origen medieval, fueron fundamentales porque se pagaban con tributo y trabajo indígenas ‘las hazañas’ de los conquistadores. La conquista de México no fue exclusivamente la lucha y triunfo de los españoles frente a los indios. Fue un acontecimiento mucho más complejo. El hecho bélico no se desarrolló exclusivamente entre dos grupos bien diferenciados. Tampoco podemos observarla como una historia maniquea, la lucha de los malos contra los buenos, es decir los españoles contra los indios Los españoles tenían orígenes diversos. Los había provenientes de diversos reinos, desde el norte hasta el sur de la península ibérica: castellanos, andaluces, extremeños. Incluso llegaron individuos de otras regiones más distantes como la península itálica, Francia, Países Bajos. Hasta negros estuvieron presentes en las conquistas. En cuanto a los grupos indios también eran diversos, con marcadas diferencias en sus niveles de integración sociocultural. Lo que hoy llamamos México contenía dos grandes áreas que rebasaban las dos fronteras actuales de nuestro país: Mesoamérica y Aridamérica. La primera compuesta de pueblos sedentarios y agrícolas, la segunda de aquellos que habitaban en tribus de nómadas y cazadores-recolectores. Los que vivían en el centro y sur de nuestro actual territorio eran tratados duramente por el pueblo mexica y su fuerza se mostraba en el cobro del pago de los tributos. Los odios hacia este pueblo por parte de otros grupos sometidos fueron sumamente importantes y esto nos hace entender las necesidades de alianzas con el fin de delimitar y hasta vencer al imperio mexica. No todos los indios combatieron contra el conquistador, y sí por el contrario algunos grupos apoyaron la conquista de la ciudad de México- Tenochtitlan, cansados de sus abusos y cargas tributarias, como fue el caso de los tlaxcaltecas. Una vez caída la ciudad de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521, día de san Hipólito mártir, fueron tantas las consecuencias que la mayoría de las provincias del imperio mexica e incluso señoríos independientes como los de Michoacán, Meztitlán y Tehuantepec decidieron pactar las condiciones de la sujeción a España, antes de verse devastados. A lo largo del siglo XVI se sucedieron rebeliones indígenas en contra de los españoles, lo que mostraba que la caída de la ciudad de México no pacificó todo el territorio. Al contrario, conocemos sangrientas luchas de facciones promovidas por algún español inconforme y ambicioso que se rebeló abiertamente contra Hernán Cortés. Entre 1524 y 1550 se sucedieron otras muchas conquistas hacia norte y sur, las que se llamaron luchas de pacificación para someter tanto a indios como españoles. Como resultado se sometía el territorio en las zonas noroeste y sureste al poderío español. Territorios extensos como Chiapas, Centro- américa, Yucatán, Jalisco, Colima fueron sojuzgadas con violencia y crueldad. Los mismos indígenas fueron actores importantes de apoyo para los españoles conquistadores. Para mediados del siglo XVI los españoles ya tenían sometida el área de Mesoamérica. La ruptura del orden prehispánico y la imposición de un nuevo orden político, económico, social y cultura se hizo presente. ¿Cómo asegurar la unidad de la nueva población recién conquistada bajo una ideología común? La respuesta fue la imposición del cristianismo. Con la espada de los conquistadores se impuso también la cruz de la evangelización, símbolo del cristianismo y por tanto de civilización, según la mentalidad occidental. Una vez concluidos los primeros capítulos guerreros Hernán Cortés, hacia 1523, solicitó al emperador Carlos I su apoyo para iniciar la conversión de los indios. De hecho desde que el conquistador desembarcó en Veracruz en 1519 bautizó a algunos indios caciques, con el apoyo de su capellán Bartolomé de Olmedo, de la Orden de la Merced. La implantación de una nueva religión debía realizarse por hombres convencidos de su vocación a la vida religiosa, con un respeto enorme a sus votos de pobreza, castidad y obediencia, su trabajo pastoral, su entrega al trabajo desinteresado con los indios y su disponibilidad total, lo que mostró una imagen distinta del español. A diferencia de ellos, los religiosos viajaban a pie, con su hábito, comían de lo que les ofrecían los indios, dormían en petates y no deseaban cosas materiales. Para España la conquista armada, la explotación económica y la dominación política sobre los indígenas, únicamente se podían justificar si se les consideraba como medios para alcanzar la conversión de éstos al cristianismo y rescatarlos de las manos del demonio. Por eso la evangelización (anuncio de la buena nueva) fue una prioridad de la corona, de los teólogos, de los conquistadores para que los religiosos se ocuparan de ello. La selección de los religiosos que vendrían de España para la evangelización debía elaborarse de una forma sumamente cuidadosa. Así los franciscanos, dominicos y agustinos fueron los religiosos idóneos para llevar a cabo una empresa de tales dimensiones, especialmente porque estas órdenes religiosas habían sido recientemente reformadas en Castilla por el Cardenal Cisneros, el confesor de Isabel la Católica. Durante el siglo XVI el clero regular (las órdenes religiosas) se había ido apartando de las reglas de sus fundadores y por tanto su disciplina se había relajado. Las reformas dieron por resultado una revisión a fondo de la vida religiosa y por ello intentaron volver a su carisma original. La experiencia misionera, organización jerárquica, vida de comunidad, sólida preparación teológica y filosófica los distinguía de cualquier otro grupo. Los primeros religiosos buscaban renovar la iglesia de Cristo fundada mil quinientos años antes. Pensaban que el trabajo con los aborígenes renovaría los primeros años de la Iglesia, es decir una comunidad fiel, desprendida de los bienes materiales, un acercamiento a la utopía de una sociedad cristiana perfecta, restaurando las primitivas comunidades cristianas narradas en los Hechos de los Apóstoles del Nuevo Testamento, lo que precedería al Apocalipsis. Una iglesia, finalmente, que equilibraría la facción que se había dado con la separación de los herejes luteranos. Los franciscanos, los primeros en llegar a las nuevas tierras, arribaron en 1524. Estuvieron precedidos por tres notables personajes: Fray Juan de Agora, fray Juan de Tecto y fray Pedro de Gante. Ambos grupos dieron un testimonio que llamó la atención de los indígenas: se desplazaron a la ciudad de México desde Veracruz a pie. Con el tiempo los indios los adoptaron como sus protectores frente a la ambición de la mayoría de los conquistadores. Por lo anterior podremos comprender cómo para los españoles que llegaron a mesoamérica, la conquista y la explotación de los indios en México sólo se podía justificar al plantearse como medios para llevar a cabo la conversión de éstos al cristianismo. La idea de guerra como cruzada, nacida durante la lucha contra el Islam, hacía necesario que a los soldados siguieran los sacerdotes. Por ello entre 1524 y 1560 llegaron a México cerca de cuatrocientos religiosos, que ocuparon las zonas más pobladas de indios (centro y sur del territorio actual) y quienes se distribuyeron la geografía del virreinato y atendieron zonas carentes de evangelización. Sus testimonios arquitectónicos aún están presentes en los conventos de la segunda mitad del siglo XVI, quizá las más bellas construcciones de este siglo, en ocasiones tan poco conocidas, por desgracia. Para adentrarse en tierras ignotas los religiosos se hacían acompañar por un grupo de indios cargadores, intérpretes y guías quienes les facilitaban los mejores caminos y los dirigentes de los pueblos. Una vez establecidos los religiosos en poblados, iniciaban sus labores de evangelización. Aprendían lenguas diversas, trataban de comunicarse poco a poco con los indígenas sin necesidad de intérpretes y educaban especialmente a los niños y jóvenes quienes pasaban largas temporadas en los conventos con los religiosos. Fue precisamente la nueva generación la que denunció las prácticas idolátricas de sus padres y la que se identificó rápidamente con la nueva cultura religiosa cristiana. La evangelización se pudo llevar a cabo gracias al apoyo de las autoridades políticas de la Nueva España. Primeramente Hernán Cortés, posteriormente los dos primeros virreyes don Antonio de Mendoza (1535-50) y don Luis de Velasco (1550-64) impulsaron las tareas de reducción de pueblos y traza urbana. Por otro lado, la jerarquía de la Iglesia, arzobispos y obispos, facilitaron las tareas de evangelización, además de la petición del trabajo del clero secular lo que ayudó a la expansión y consolidación de la cristianización. Todo lo dicho anteriormente nos llevaría a una visión idealista de un triunfo total de los españoles y la implantación de la nueva religión, pero estudios recientes nos dan otra perspectiva No podía darse en unos cuantos años la conversión de los indios que heredaron creencias milenarias. ¿No sería más bien una conquista de ellos frente a los españoles haciéndoles pensar que la nueva religión se enraizaba? Es decir, en apariencia se dio el cambio. Los indios seguían las enseñanzas de los frailes y mostraban una aceptación satisfactoria. Las construcciones de los conventos realizados por los indios eran la prueba. No obstante en la intimidad de sus hogares las creencias en los dioses antiguos permanecía, al menos durante las primeras generaciones. ¿Cómo explicar que en los cimientos de las iglesias se posaban las representaciones de las deidades antiguas? Las continuidades no podían romperse de la noche a la mañana. Y así entendemos cómo las crónicas de principios del siglo XVII exaltaron los triunfos de los primeros religiosos, lo que da una pista de desconfianza de una evangelización concluida. En los poblados más alejados de la influencia de los religiosos la religión prehispánica continuaba incluso con sacrificios humanos. Después de la primera evangelización llegaron otras órdenes religiosas como los carmelitas descalzos, mercedarios, dieguinos y jesuitas que se expandieron al norte donde crearon zonas de misión exitosas, pero también se asentaron en ciudades criollas donde abrieron colegios educando a la élite.