!Santo fanal de la noche, bien vengas! Yo te bendigo: porque a par vienen contigo los misterios del placer. Tú traes en tus tibios rayos a esta baja tierra umbría, la religiosa armonía que se exhala por doquier.
Dolor, yo te bendigo; no me arredran la angustia y la tortura que siempre van contigo; desde hoy te llamo amigo y en tu cáliz de hiel libo dulzura.
Si tanto alcanzas, y al Ibero trono escarmienta tu enojo y tu castigo, de dictador el nombre te perdono, y a ti me postro y tu poder bendigo.
Que aunque él es tan poderoso, si a un hombre de tal valor tengo, prima, por esposo, no será dificultoso el defendelle mi honor. JULIA. Tu agudo ingenio bendigo. ANARDA .
La paz ahora envías a mi seno, y mis insomnes penas adormeces; plácenme ya tus sombras, tu sereno imperio en el espacio de astros lleno. Ahora te bendigo, ¡noche augusta!
Señores, yo lo confieso, cada vez que veo una cuerda me enternezco y bendigo a la naturaleza que la ha criado, o por lo menos ha criado la primera materia que la industria aprovecha para hacer cuerda.
sí, cuando oigo tu nombre, Eva mía, cuando lo pronuncio y sobre todo, cuando lo invoco... bendigo a Dios, le proclamo divino autor de la palabra.
Si sangrientas dejé mis vestiduras En las ásperas zarzas del camino; Si labré por mis manos la cadena Cuyos férreos abrazos Aún en las marcas de mi cuello duran; Si me arrojé a luchar contra las olas De la inconstancia femenil, más bravas Que las del mar entumecido y bronco; Si quise detener en su carrera Los átomos del aire bullidores, El carro irreparable de las Horas, O el pensamiento suyo movedizo Aún más que el viento y que la errátil nube, Fue loca y temeraria mi osadía; Mas generosa fue; y hoy que en la arena, Cual gladiador rendido, Lanzo el escudo por mil partes roto, Aún la recuerdo y la bendigo y creo Que vivirá como perenne aroma Su espíritu en el mío...
IV Comprendo que tus besos jamás han de ser míos; comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás; y te amo, y en mis locos y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, y en vez de amarte menos te quiero mucho más.
Manuel Acuña
Y los jóvenes se arrodillan ante el gran sacerdote por cuyas rugosas mejillas rueda una lágrima. — Vosotroa lo quereis qua sea...,! Una misma estrella los alumbra y yo bendigo vuestro amor, hjjos mioa. .
Y una, y ciento, y mil veces te bendigo Por más de un dulce sí, Y más de un noble corazón amigo Conquistados por ti, Ese es mi oro, el único, tú sabes, A que tengo afición, Yo que no sueño en poseer más llaves Que las del corazón.
Yo le bendigo desde ahora, pero le suplico que antes que se case mire bien lo que hace y con quien se une, pues este es un lazo que sólo la muerte desata y que no tiene otro remedio, si se yerra, que el sufrimiento ó el escándalo.