Alimentaban a sus hijos, alegraban su cautividad con gorjeos, o aferrándose a los barrotes, batían contra ellos sus alas y mordían con sus picos el mimbre.
Mil veces me detuve yo, su hermano más que su amigo, en el centro de la habitación para contemplar a Dolores, que, puesta en pie delante de su querida jaula, inclinada sobre los alambres y mostrando en su rostro cierta satisfacción melancólica, seguía con ojos curiosos los múltiples y ágiles movimientos de aquellos preciosos animales, que, ya saltaban por entre los barrotes de su cárcel, ya esponjaban sus plumas en la bañera de metal, ya elevaban sus dulces trinos al espacio, ya, picoteando los granillos de alpiste esparcidos por el suelo de su vivienda, se perseguían los unos a los otros con un rumor continuo de gorjeos y de alas, alegres en su cautiverio, más alegres aun porque su zambra retozona distraía las angustias y los pesares de su dueña.
En efecto, de aquel edificio parecía desprenderse un influjo terrible al que no había forma de resistir. La cancela estaba cerrada, pero en la parte norte de la verja faltaban algunos barrotes.
Apenas puesta por Manolo la jaula en el alféizar del campesino ventanal, los dos jilgueros, sin aguardar que se retirara el muchacho, sin temor al daño que éste pudiera hacerles, se aferraron a los barrotes, metiendo por entre ellos sus picos, buscando las bocas de las crías: dijérase que las besaban.
Al sólo anuncio de mi voz acudían a los barrotes de la jaula, con los picos entreabiertos para darme la bienvenida y recoger, picoteando sobre mis labios, mi saludo.
Metían sus padres el pico por el hueco de los barrotes e iban depositando en aquellas bocas glotonas, simientes y granos machacados, gotas de agua que aún conservaban la frescura del manantial.
Las ingenuas, una lágrima en la mejilla, besuqueaban una tórtola a través de los barrotes de una jaula gótica, o, sonriendo, con la cabeza bajo el hombro, deshojaban una margarita con sus dedos puntiagudos y curvados hacia arriba como zapatos de punta respingada.
Breves instantes permanecieron contemplándola. Después se aferraron a los barrotes, sacudiendo la jaula, piando con furia. Sus garras tiraban de los mimbres, sus picos los mordían...
Encontraba en sus mismos sitios las digitales y los alhelíes, los ramos de ortigas alrededor de las grandes piedras y las capas de liquen a lo largo de las tres ventanas, cuyos postigos siempre cerrados se iban cayendo de podredumbre sobre sus barrotes de hierro oxidado.
Tira a abrir la ventana, mas tiene llave. Estira la mano por los
barrotes de hierro. Llama al peón, al negro espolique; pero la voz apenas si le suena.
Tomás Carrasquilla
¿No he de encontrar un medio de morir con honra? Y el joven sacudía los barrotes de la ventana, contemplando con envidia el abismo que se abría bajo ella.
Lista de mercancías, adjunta al artículo 8º Animales de todas clases.- Arados y barrotes de hierro...