Recordaba la otra celada que me había tendido aquel fraile, y juzgué sus palabras un nuevo engaño: Con orgulloso menosprecio se lo dije, y le señalé la puerta.
«No temas --dijo-- por Rogelio nada, que, vivo y sano, aún te ama y te adora, mas preso está otra vez en la celada que tu enemigo le presenta ahora; y así es preciso que, en corcel montada, me sigas, si lo amas, sin demora; que si me sigues, mostraréte el modo con que a Rogelio al fin libres de todo.» Y prosiguió narrando el artificio que había urdido el siempre astuto Atlante, con el que al darle de su rostro indicio, fingiéndola en poder de un cruel gigante, lo había atraído al mágico edificio, para dentro quitarla de delante; y cómo con parejo ardid detiene a cuanta dama y caballero viene.
Aunque, dados los antecedentes de la gente que tiene usurpado al gobierno y la deslealtad con que siempre ha procedido, ya era de esperarse que la invitación hecha por Calles para una justa electoral sólo podía tener los caracteres de una farsa o de una celada, creímos, sin embargo, muchos patriotas que era nuestro deber tomarle la palabra, así se tratase de la más desleal de las palabras, y puesto que iba por medio el interés de demostrar la tesis de que sí está capacitado el pueblo mexicano para la democracia, y en cambio no está capacitado ni para la democracia, ni para la civilización, el Gobierno que desde años venimos padeciendo.
Como Eustaquio iba a formar parte de la ronda gremial, y como no quería, al igual que el honrado maese Goubard, desempeñar su oficio con traje burgués y con una alabarda prestada, se compró una espada de cazoleta, pero sin cazoleta, una celada y una loriga de cobre rojo que parecía de calderero, y después de pasarse tres días limpiándolas y bruñéndolas consiguió darles el lustre que no tenían; pero cuando se puso todo ello y se paseó orgulloso por la tienda preguntando si tenía gracia para llevar la armadura, el arcabucero se echó a reír a mandíbula batiente y aseguró que parecía llevar puesta la batería de cocina.
Con un limpio coselete, del sol envidia y espejo, con
celada borgoñona sin cimera ni plumero, y con sus calzas de grana, y con su jubón eterno de raso carmesí, llega después de dejar dispuesto como caudillo el ataque, y como caudillo experto, el gran marqués de Pescara en su tordillo ligero.
Ángel de Saavedra
El paje que había descubierto la
celada, que no era muy amigo de Santisteban, ni se sabe si simplemente o con malicia, bajó donde estaban el duque, don Juan y Lorenzo, diciendo: -Tómame el paje, por Dios, que le han hecho gormar a la señora Cornelia; escondidita la tenía; a buen seguro que no quisiera él que hubieran venido los señores para alargar más el gaudeamus tres o cuatro días más.
Miguel de Cervantes Saavedra
Y cuando regresaba a la ciudad, el rey, urdiendo otra dolosa trama, armóle una
celada con los varones más fuertes que halló en la espaciosa Licia; y ninguno de éstos volvió a su casa, porque a todos les dio muerte el eximio Belerofonte.
Homero
Fizieron ricas bodas, la esposa ganada, ca serié lo ál fonta si fuesse desdennada; era con esti novio la novia bien pagada, mas non entendié ella do yazié la
celada.
Gonzalo de Berceo
Vosotros por vuestra parte, de acuerdo con el Sanedrín, indicad al tribuno que os lo baje donde vosotros, como si quisierais examinar más a fondo su caso; nosotros estamos dispuestos a matarle antes de que llegue.» 16. El hijo de la hermana de Pablo se enteró de la
celada.
La Biblia (Nuevo Testamento)
Pero tú no les hagas caso, pues le preparan una
celada más de cuarenta hombres de entre ellos, que se han comprometido bajo anatema a no comer ni beber hasta haberle dado muerte; y ahora están preparados, esperando tu asentimiento.» 22.
La Biblia (Nuevo Testamento)
El alcaide, recelando que en Madrid tenga partido, se templó disimulando, y por el parque florido salió con él razonando. Y es fama que a la bajada juró por la cruz el Cid de su vencedora espada, de no quitar la
celada hasta que gane a Madrid.
Nicolás Fernández de Moratín
La muchacha, obediente a las órdenes del que sólo ella sabía que era su hermano, y engañada por la sortija, apresurose a ir a su encuentro sin compañía alguna, según le mandaban. Pero todo ello no era más que una celada preparada por la infame esposa de su hermano.