Ejemplos ?
Cuando se han fatigado con vino y orgías, cuando ya la noche se les acaba el pleno de la diversión, cuando ya los placeres, metidos en el cuerpo con más cantidad de la que cabe en su pobreza, les comienzan a supurar, entonces los malditos se exclaman como aquél verso de Virgilio: (Hablaba de la última noche antes del saqueo de Troya) Todas las noches de los lujuriosos se pasan entre falsas delectaciones, y cada una como si fuese la última; pero aquella alegría que corresponde a los dioses y a sus seguidores, no sufre interrupción ni acabamiento.
Pero de pronto ya no lo vio allí, sino en lugar opuesto, y cambió de dirección, desorientado, nadando con fuerza, pero sin saber dónde iba. Los zapatos pesaban como si fuesen de plomo: ¡malditos!
Cuentan que una de ellas se fue de cámaras; otra rezó diez salves en dos minutos, y dos prometieron a San Benito no volver jamás a aquellos malditos corrales y abandonar el oficio de achuradoras.
"Rodeada de los malditos sacerdotes brahamanes y de viejas desgreñadas, que más parecían fieras carniceras que seres humanos, marchaba Turey con el rostro rayado de sangrientos arañazos y los ojos hinchados por interminable llanto.
Una voz femenina me respondió: – Tenemos frío, ábrenos, somos tus mujercitas. – Sí, sí, malditos ahorcados –les contesté–, volveos a vuestra horca y dejadme dormir.
Les hubiera escupido en el rostro la indignación que tenía almacenada en su interior. (¡Malditos! ¡Desdichados...!) Para él no había ninguna mirada de aliento.
Sucre y su lucida comitiva de oficiales en plena juventud, pues ni el general Córdova podía aún lanzar el desesperado apóstrofe de Espronceda, ¡malditos treinta años!
Colócame a tu lado junto a ellos, mis maestros, padres y madres que están en tus cielos, cuando tenga que dejar la tierra Rechaza a los malditos destructores de un ensueño apabullado por los impostores, y a terribles llamas condenados hazlos que se arrepientan y dejen de gritar su cruel infierno.
A pesar suyo, volvió a complacerse en su belleza. Por instinto lo cerró, ocultando en el secreto los papeles malditos. Así que desaparecieron, sintió que su ira, de pronto, se calmaba y se abatía su valor, su resolución de héroe calderoniano.
Como en respuesta, mi tío exhaló de pronto un tremendo suspiro y gritó a voz en cuello: – ¡No me levantaré mientras no me perdones! ¡Porque sólo tú eres santo y todos nosotros somos malditos pecadores!
En nuestro sentir, sólo a la joven que llega a dicha edad sin hallar marido cuadra bien la sentencia del poeta: :::¡Malditos treinta años, :::funesta edad de amargos desengaños!
Loado sea Dios, dixo Babuco; Persepolis va á ser la mansion de la mas acendrada inocencia, y no será destruida, como querian aquellos malditos genios: vamos sin mas tardanza á ver esta capital del Asia.