Quizás la experiencia en Solaris habría sido más significativa o comprensible para un poeta, un filósofo o un romántico, no a través del análisis racional, sino mediante la introspección. Solaris no es un viaje a otros mundos, sino un descenso al interior de uno mismo.
Tal vez ese océano, que parece poseer conciencia, no es un enigma por resolver, sino un espejo en el que nos enfrentamos a nuestra propia existencia. No es un objeto de estudio apto para el método científico, sino un mar que despliega islas solo para aquellos dispuestos a conocerce a sí mismos.