MENSAESPAÑA
LAS CARTAS
SOBRE LA MESA
Javier
Alcalde
SOBRE EL ORIGEN DEL ESPERANTO
poco se sabía de la biografía del creador de la
lengua. Y es por ello que el principal organizador del
congreso, Alfred Michaux, se puso en contacto con él
para conseguir información que le permitiese llevar a
cabo su trabajo de propaganda relativa al congreso.
En 1905 el esperanto llegaba a la mayoría de
edad. La primera gramática de la lengua se había
publicado en 1887, en Varsovia. Su autor, Ludwik
Lejzer Zamenhof, era un joven oftalmólogo de origen
judío. Y es que, en los primeros años, el esperanto
se extendió fundamentalmente por la denominada
Zona de Asentamiento, la región fronteriza occidental del Imperio ruso donde estaba permitido el
asentamiento de judíos y que incluía lo que hoy es
Bielorrusia, Lituania, Moldavia, Polonia, Ucrania y la
parte occidental de Rusia.
A finales del siglo XIX el núcleo del movimiento
esperantista se traslada a París. Y será justamente
en Francia donde tenga lugar el primer congreso
internacional de la lengua. Con periodicidad anual,
el quinto será en 1909 en Barcelona. En Francia,
Zamenhof es nombrado caballero de la Legión de
Honor; y en España, comendador de la Orden de
Isabel la Católica. He aquí dos muestras del prestigio
que había alcanzado el proyecto, que en pocos años
sería abrazado por buena parte del internacionalismo
obrero, pero también por intelectuales de la talla de
premios Nobel de diversas disciplinas.
Sin embargo, a principios de 1905 aún no
estaba claro cuál sería su desarrollo. Ese verano,
el esperanto afrontaría una prueba de fuego en
Boulogne-sur-Mer. Por primera vez, centenares de
personas de una multitud de países se reunirían sin
intérpretes y comprobarían hasta qué punto funcionaba el idioma de Zamenhof. Hasta ese momento,
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La carta que reproducimos traducida (la original
es en esperanto) tiene mucho valor para la historiografía del movimiento esperantista, por tres
motivos. Por un lado, Zamenhof da importantes
detalles sobre su itinerario vital. Por otro, sitúa su
propuesta lingüística en un contexto más amplio,
cuasifilosófico y cuasirreligioso, que permite
entender las motivaciones ideológicas que subyacen
al esperanto. Finalmente, reflexiona sobre la
importancia de su condición de judío en una época
de pogromos en el Imperio ruso, pero también del
caso Dreyfus en Francia, explicando su evolución
personal desde un protosionismo hasta un universalismo humanista.
Para completar esta última cuestión, se añade
una segunda carta, más breve, que Zamenhof
escribe en 1914, poco antes del inicio de la Gran
Guerra. En ella, rechaza la presidencia honoraria
que le habían propuesto los esperantistas judíos
emigrados a Palestina, que acababan de crear su
propia asociación de esperanto. Y lo hace invocando
de nuevo un universalismo opuesto a todo tipo de
nacionalismos, incluyendo el del pueblo judío, del
que él mismo forma parte.
Zamenhof morirá en 1917, triste por el contexto
bélico tan poco favorable a propuestas pacifistas
e internacionalistas como la suya. No vivirá para
ver cómo sus tres hijos son asesinados durante el
N.º 267 . JUNIO 2024
Holocausto. Le sobrevivirá la lengua conocida por
su propio seudónimo en el momento de publicarse
la gramática de 1887, el Dr. Esperanto (es decir,
aquél que tiene esperanza). Aunque pudiese parecer
ingenuo, Zamenhof era consciente de que una idea
tan revolucionaria como la de un idioma internacional neutral, que no fuese de nadie y pudiese por
tanto ser de todos, iba a necesitar de varias generaciones antes de ser aceptada y convertirse en la
segunda lengua de la humanidad.
Aparte de ciudades más conocidas, como Moscú,
Kaunas o Viena, en la primera carta aparecen otras
como Białystok (hoy parte de Polonia), Veisiejai (hoy
parte de Lituania), Jersón (hoy parte de Ucrania) o
Grodno (hoy parte de Bielorrusia). Se mencionan
obras literarias como La tempestad de nieve, de
Aleksandr Pushkin, y Los Hermanos, de Wolfgang
Goethe. Y se cita a un Einstein que, en este caso, no
es Albert, sino Leopold, periodista y esperantista
alemán del s. XIX. Respecto a otras curiosidades,
kopek es una unidad monetaria que equivale a la
centésima parte del rublo.
CARTA DE ZAMENHOF A MICHAUX (21 DE
FEBRERO DE 1905)
¡Querido Señor!
Me pide que le dé detalles sobre mí y sobre
mi vida. Lo haré con mucho gusto, cuanto pueda,
aunque lamentablemente no podré demasiado. He
aquí las causas: para las generaciones futuras mi
biografía quizás no carezca de interés, puesto que
de hecho toda mi vida, desde la más tierna infancia
hasta ahora, presenta una serie ininterrumpida
de batallas: a) en mi interior han luchado siempre
ideales y objetivos distintos, todos importantes
para mí, pero cuyo encaje a menudo ha sido extremadamente difícil y ello me ha atormentado; b) en
el exterior he tenido que luchar contra múltiples
adversidades; mis ideales no estaban de moda y por
ello no han faltado quienes se han burlado de mí o
me han atacado. Además, durante mucho tiempo
me angustiaban los esfuerzos por ganarme el pan
y esa batalla me ha envenenado la vida. En los
últimos años he conseguido que no me falte el pan;
pero, ¡ay!, la larga lucha me ha dejado exhausto y sin
tener aún 46 años me siento como si tuviese 60.
Sobre mi batalla interna y sobre mis ideales
querría y podría contarle mucho. Pero si, como
decía, para las futuras generaciones mi historia
quizás tenga algún interés, para la generación actual
esta historia no sería oportuna. Porque desde el
principio debería explicar que soy hebreo y que tanto
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mis ideales (su nacimiento, maduración y persistencia) como la historia de mis constantes luchas
internas y externas están ligados a este hebraísmo
mío. Nunca escondo mi hebraísmo y todos los esperantistas lo saben; con orgullo me considero parte
de tan antiguo pueblo, que ha sufrido y luchado, cuya
misión histórica consiste, en mi opinión, en la unificación de las naciones en la búsqueda de “un Dios”,
es decir, unos ideales para toda la humanidad; pero
en la época actual de chovinismos nacionales y de
un antisemitismo enormemente extendido, hacer de
mi hebraísmo un tema para una conferencia pública
no sería conveniente y podría perjudicar a nuestro
asunto. Y hablar con detalle sobre mi vida y sobre la
historia de mis ideas sin mencionar mi hebraísmo
es casi imposible.
Si no hubiese sido un hebreo del gueto, la idea
de unir a la humanidad nunca me hubiese venido a
la cabeza, o no la hubiera mantenido de forma tan
obstinada durante toda mi vida. Nadie puede sentir
tan fuertemente la tristeza de la separación de la
humanidad como un hebreo del gueto. Nadie puede
sentir tan fuertemente la necesidad de una lengua
anacional, neutralmente humana, como un hebreo,
que está obligado a rezar a Dios en una lengua
muerta,1 que recibe su educación e instrucción en
el idioma de un pueblo que le expulsa, que tiene
compañeros de sufrimiento en todo el mundo y no
puede entenderse con ellos. No tengo ni el tiempo
ni la paciencia para explicarle con detalle la situación de los hebreos rusos y la influencia de esta
situación en mis objetivos y en mi lucha. Solo le
diré que mi hebraísmo ha sido el motivo principal,
desde mis primeros años, de que me haya sacrificado por una idea y por un sueño: el sueño de la
unión de la humanidad.
Esta idea es la esencia y el objetivo de mi vida, el
esperanto es solo una parte de ella -en el resto no
dejo de pensar y soñar; y antes o después (quizás
muy pronto), cuando el esperanto ya no me necesite,
me dedicaré al plan para el que llevo preparándome
desde hace mucho y sobre el que tal vez le escriba
en otra ocasión. Dicho plan (al que llamo “hilelismo”)
consiste en la creación de un puente moral, gracias al
cual puedan unirse fraternalmente todos los pueblos
y religiones, sin establecer nuevos dogmas y sin la
necesidad de que los pueblos abandonen las religiones que han tenido hasta ahora. Mi plan consiste
en la creación de esta unión religiosa que, de forma
pacífica, acoja y pacifique a todas las religiones existentes del mismo modo en el que, por ejemplo, un
reino acoge pacíficamente a diversas familias, sin
obligarlas a rechazar sus tradiciones familiares.
El hebreo no se usó como lengua de comunicación desde el s. II d. C. hasta su recuperación ya entrado el s. XX [N. del E.].
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Pero si mi hebraísmo generó y reforzó el objetivo
de la unión de la humanidad y me hizo persistir
en él, este mismo hebraísmo también ha creado
complicaciones en mi camino, ha provocado una
lucha interna que me ha atormentado y me ha
dejado exhausto (entre otras cosas, en los últimos
cinco años he tenido que modificar varias veces el
plan de mi “hilelismo” y aún no he alcanzado una
decisión definitiva al respecto).
Si no fuese hebreo, podría entregarme completamente a mi sueño; pero pertenezco al pueblo que
tanto ha sufrido y en gran medida aún sufre (sobre
todo en Rusia, donde los constantes gemidos de mi
desdichado, terriblemente oprimido y calumniado
pueblo me envenenan la vida). Por ello, me ha torturado el pensamiento de que no tengo el derecho
moral de luchar por unos ideales de neutralidad
para toda la humanidad, mientras mi pueblo sufre
y tiene tan pocos defensores. Además, me solía
repetir: “Cuando un hebreo trabaja por la unión
de la humanidad, se le ataca y se le hace burla, se
dice que lo hace desde el egoísmo, para despojar a
las naciones más felices de aquellos privilegios que
tienen en comparación con los desdichados hebreos,
perseguidos en todas partes. Fortalece la situación
de tu pueblo, dale una tierra, dale una lengua y dale
gloria, y entonces tendrás el derecho de hablar
sobre la unión de los pueblos, del mismo modo que
sobre reformas sociales solo puede hablar de forma
efectiva un rico que se sacrifica, pero no un pobre
que exige”. Cada vez que me asaltaban estos pensamientos se despertaba en mí una ambición sobre mi
siempre perseguido y desdichado pueblo, así que
(por amor a mi principal ideal) me hice patriota. En
mi juventud fui durante mucho tiempo un ardiente
“sionista” (entonces el sionismo no estaba todavía de
moda, fui uno de los primeros pioneros y mis correligionarios se burlaban de mí cuando con la pasión
de la juventud y un profundo credo les hablaba sobre
la reconstrucción del reino hebreo en Palestina).
Trabajé diligentemente por esta idea, logré fundar los
primeros grupos sionistas. Tras tres o cuatro años de
entusiasta trabajo por el sionismo llegué a la convicción de que esta idea no conduce a ningún sitio y la
abandoné, aunque en mi corazón ha seguido siendo
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un querido y agradable sueño irrealizable; cuando
en 1897 nació el gran movimiento sionista organizado por Herzl, ya no podía formar parte de él. Pero
incluso cuando era sionista nunca dejé de soñar y de
trabajar por mi principal idea (la unión de la humanidad). Esperaba que cuando mi pueblo consiguiese
su antiguo hogar y fuese feliz, cumpliría su misión
histórica, la que soñaron Moisés y Cristo, y debía
fundar un pueblo y una tierra ideal, neutral y humana,
con una lengua también neutral y una religión
humana, neutral y filosóficamente pura, y se harían
entonces realidad las palabras de la Biblia, que todos
los pueblos vendrán a Jerusalén para adorar al único
“Dios” y Jerusalén se convertirá en el centro que una
fraternalmente a toda la humanidad…
Dado que la mayor parte de nuestro pueblo (sobre
todo en Rusia) no usa los idiomas locales, sino que
habla en una “jerga hebreoalemana” (el “yidis”), que
hasta ahora no tiene gramática, dediqué casi dos
años a la investigación de los fundamentos de esta
jerga, examiné todas sus leyes y elaboré su gramática
(que sin embargo nunca publiqué). Posteriormente
abandoné este trabajo, pues opinaba que el despertar
del patriotismo cuasinacional en los hebreos podría
ser perjudicial, tanto para ellos como para la idea de
la unión de la humanidad.
Hubo un tiempo en el que pensaba que todos los
habitantes de un país debían intentar tener la misma
religión y hablar la misma lengua. Quise empezar a
hacer propaganda de esta idea, pero pronto la abandoné, pues me convencí de que no es una buena idea.
No le puedo explicar con detalle la historia de
mis ideas y objetivos, porque necesitaría demasiado
tiempo y sería de escaso interés para usted y no
podría darle material para su conferencia pública.
Le he contado algo solo para uso personal, para que
tenga una idea aproximada de mi vida; pero no debe
hablar sobre ello públicamente. Solo quería decirle
que, aunque desde mi infancia en mí siempre ha
dominado el “humano”, por el desdichado estado de
mi pueblo en mi corazón también se ha despertado
el “patriota”, que ha luchado de una forma cruenta
contra el “humano”. Poco a poco, en los últimos
diez años, el “humano” y el “patriota” han hecho
las paces en mi corazón en forma de “hilelismo”, al
que antes aludía y cuya esencia espero publicar en
uno o dos años. Hace cuatro años publiqué un libro
sobre el hilelismo pensado especialmente para los
hebreos rusos y escrito en ruso (bajo el pseudónimo
secreto “Homo sum”); pero casi nadie lo conoce,
puesto que no lo envié a ningún periódico y solo
circuló como “ballon d’essai” entre un pequeño
número de intelectuales hebreos. La opinión que me
ha llegado de él me servirá como experiencia para
acabar de dar una forma definitiva a mi idea, que
tengo la intención de presentar en unos años a los
intelectuales de todas las naciones y religiones.
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De estos ejemplos que le he dado puede ver que
la historia de mis ideas no podría servir como tema
para su conferencia pública. Por ello guardaré
silencio sobre ellas y le daré solo algunos datos de
mi biografía. (Estos datos se los doy de forma privada,
como material, no para que los publique en forma de
carta; tome solo aquellos que encuentre útiles).
Nací en Białystok el 15 de diciembre de 1859. Mi
padre (que aún vive) y mi abuelo eran profesores de
lenguas. Las lenguas humanas siempre fueron para
mí el objeto más preciado del mundo. La que más
amaba era aquella en la que había sido educado,
la lengua rusa; la estudiaba con el mayor de los
placeres; soñaba con llegar a ser un gran poeta
ruso (de niño escribí varios poemas y a los diez años
escribí una tragedia en cinco actos). También gustaba
de aprender otras lenguas, pero me interesaban más
de forma teórica que práctica; y como nunca tuve la
oportunidad de ejercitarme en ellas, y como siempre
leía solo por los ojos y no por la boca, hablo solo tres
lenguas (ruso, polaco y alemán), el francés lo leo,
pero lo hablo mal; además, en distintos momentos
aprendí algo de otras ocho lenguas, las cuáles
conozco solo parcialmente y de forma teórica.
En mi infancia amé apasionadamente la lengua
rusa y también el reino ruso; pero pronto me
convencí de que mi amor era correspondido con
odio, que los señores exclusivos de esta lengua y
país son personas que solo ven en mí un extranjero
sin derechos (a pesar de que tanto yo como mis
abuelos y bisabuelos hemos nacido y trabajado
en este país), todos odian, desprecian y oprimen a
mis hermanos; vi también que las demás razas que
moran en mi ciudad se odian y persiguen entre sí...
sufría mucho y empecé a soñar con el momento feliz
en el que desaparecerán los odios nacionales, en el
que existirá una lengua y un país que pertenezcan
en igualdad de derechos a todos sus hablantes y
habitantes, en el que las personas empezarán a
comprenderse y a amarse los unos a los otros.
aprender latín y griego, y luego entré en el segundo
instituto filológico de Varsovia, que acabé en 1879.
Entonces me trasladé a Moscú y entré en la Facultad
de Medicina de la universidad. Mis colegas en Moscú
representaban a muchas y muy distintas razas, y
ello reforzó en mí el objetivo de unir a la humanidad
en una única familia. Pronto empeoró la situación
financiera de mis padres, ya no podían mantenerme
en Moscú y en 1881 volví a Varsovia; allí fui a la
universidad, la cual acabé a principios de enero de
1885. Me trasladé entonces a Veisiejai para empezar
la práctica médica. Tras cuatro meses me convencí
de que no sirvo para la medicina común, porque
soy demasiado impresionable y el sufrimiento de
los enfermos (sobre todo de los que mueren) me
afecta mucho. Volví a Varsovia y decidí elegir una
especialidad más tranquila: las enfermedades de
los ojos. Trabajé seis meses en la sección de oftalmología de un hospital de Varsovia, posteriormente
seguí aprendiendo en las clínicas de Viena (Austria)
y a finales de 1886 empecé la práctica oculista en
Varsovia. Conocí a mi actual esposa, Clara Zilbernik,
de Kaunas (ella vivía en Varsovia, en casa de su
hermana). El 9 de agosto de 1887 me casé. A mi
prometida le había explicado la esencia de mi idea
y el plan de mis futuras actividades. Y le pregunté
si quería unirse a mi suerte. No solo aceptó, sino
que puso a mi entera disposición el dinero que
poseía y ello me dio la posibilidad, tras una infructuosa búsqueda de editor, de publicar (en julio de
1887) mis primeros cuatro folletos (un manual de
esperanto en ruso, polaco, alemán y francés). Poco
después edité el “Segundo Libro”, el “Suplemento
al Segundo Libro”, “La tempestad de nieve” y “Los
Hermanos” (traducidos por Grabowski), una traducción del “Segundo Libro” y del “Suplemento”, un
Diccionario Medio Alemán, un Diccionario Completo
ruso, manuales para aprender esperanto en inglés y
en sueco, Princesa Mary, el Directorio, etc. y proporcioné el dinero necesario para la edición de las
En 1869 entré en el instituto real de Białystok;
dos meses después tuve que dejarlo por una grave
enfermedad (de niño estuve enfermo muchas
veces); volví en 1870 y aprendí con gran éxito (debo
señalar que en los nueve años de instituto, tanto en
Białystok como en Varsovia, siempre fui el primero
de la clase; los profesores consideraban que tenía
un gran potencial y mis compañeros profetizaban,
sin envidia, sino con buenos deseos, pues nunca
tuve enemigos entre ellos, que me iría muy bien en
la vida; sin embargo, esto no se cumplió y tuve que
luchar durante mucho tiempo para poder ofrecer
a mi familia un modesto pan). En 1873 mis padres
se trasladaron a Varsovia, donde mi padre había
obtenido un puesto como profesor de alemán en el
instituto real. Me quedé cinco meses en casa para
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obras de Einstein y de H. Philips. También financié
muchos anuncios en la prensa, distribuí un gran
número de libros, etc.
El esperanto enseguida se tragó la mayor parte
del dinero de mi esposa; el resto pronto lo devoramos, porque los ingresos de mi práctica médica
eran ínfimos. ¡A finales de 1889 nos quedamos sin
un kopek!
Muy triste era mi vida. Tuve que dejar Varsovia y
buscarme el pan en otro lugar. Mi esposa tuvo que
regresar con mi hijo a casa de su padre y yo me
trasladé (en noviembre de 1889) a Jersón (en el sur
de Rusia), donde no había oftalmólogos (había una
única oftalmóloga) y donde, por tanto, esperaba
encontrar el pan para mi familia. Pero mi esperanza
me engañó de una forma atroz: mis ingresos no
solo no me daban la posibilidad de alimentar a mi
familia, sino que ¡ni siquiera eran suficientes para
mí, a pesar de mi modesta y tacaña manera de vivir!
Simple y literalmente, a menudo no tenía nada para
comer: ¡muchas veces me quedaba sin almorzar!
Ni mi esposa, ni mis parientes lo sabían, no quería
que mi esposa se preocupase y en mis cartas le
explicaba que las cosas me iban bien, que tenía
altas expectativas, que pronto la traería conmigo,
etc. Pero llegó un momento en el que ya no pude
soportarlo más y le confesé lo que ocurría. Aún era
demasiado orgulloso para aceptar ayuda en forma
de dinero; sin embargo, su tristeza y sus insistentes
peticiones me obligaron a aceptar el apoyo pecuniario de mi suegro (quien nunca me negó su ayuda
y gastó en mí mucho dinero) y volví a Varsovia, con la
esperanza de que mi práctica médica fuese mejor.
En mayo de 1890 volví a Varsovia.
gastos. Estoy salvado. Tras años de gran sufrimiento
y lucha tengo una vida más tranquila y suficiente pan
para mi familia (aunque obviamente tengo que vivir
de forma modesta, contando cada kopek). Vivo en una
de las calles más pobres de Varsovia, mis pacientes
son personas con escasos recursos y me pagan muy
poco; debo aceptar 30-40 pacientes cada día para
obtener lo que otros médicos consiguen de 5-10
pacientes; no obstante, estoy muy contento, porque
tengo mi pan y ya no dependo de la ayuda de nadie.
Tengo tres hijos: un hijo y dos hijas.
Me siento muy cansado y también le he cansado a
usted con mi larga carta. ¡Adiós!
P.D. Antes dije que actualmente creo inoportuna
una amplia conferencia pública sobre mi nacionalidad,
porque tengo que evitar todo aquello que sin necesidad
pueda dar lugar a grandes disputas; pero no deseo
esconder mi nacionalidad; si habla sobre ello, diga por
favor que me considero un hebreo de Rusia.
RESPUESTA DEL 30 DE JUNIO DE 1914 A LA
INVITACIÓN A PARTICIPAR EN LA FUNDACIÓN DE
LA LIGA HEBREA DE ESPERANTO
De nuevo la esperanza me engañó. Los ingresos
no aumentaron, mis deudas crecían y crecían. En
octubre de 1893 no pude esperar más y me trasladé con mi familia a Grodno. Allí mis ingresos
eran mayores que en Varsovia y la vida era menos
cara, aunque tampoco cubrían todos mis gastos y
tenía que seguir aceptando la ayuda de mi suegro.
Aguanté pacientemente cuatro años, pero como
mis hijos crecían y demandaban una educación
más costosa y Grodno era tan pobre que un oculista
nunca podría aumentar de forma significativa sus
ingresos, siguiendo el insistente deseo de mi suegro
a finales de 1897 decidí volver a Varsovia y hacer allí
el último intento.
Lamentablemente tengo que quedarme al
margen de este asunto porque, siguiendo mis
convicciones, soy un “miembro de la humanidad” y
no puedo aliarme con los objetivos e ideales de un
pueblo concreto o religión. Estoy profundamente
convencido de que todo nacionalismo presenta para
la humanidad la mayor de las desdichas, y que el
objetivo de toda persona debería ser la creación de
una humanidad armónica. Es verdad que el nacionalismo de los pueblos oprimidos -como reacción
natural de autodefensa- es mucho más digno de
perdón que el nacionalismo de los pueblos opresores; ahora bien, si el nacionalismo de los fuertes
es innoble, el nacionalismo de los débiles es imprudente; se retroalimentan el uno al otro y presentan
una rueda equivocada de desgracias, de las que la
humanidad nunca saldrá si cada uno de nosotros
no sacrifica el amor a su grupo y no se esfuerza por
levantarse sobre un terreno completamente neutral.
Mi alma estaba en un estado terrible. Sentía que
era mi último intento y que, si esta vez tampoco lo
conseguía, estaría perdido. El primer año casi enloquezco de desesperación. Finalmente, gracias al
último impulso de mi energía la suerte me empezó a
ser favorable. Mi práctica médica empezó a crecer y
desde 1901 mis ingresos cubren completamente mis
Esta es la causa por la que, a pesar del angustioso sufrimiento de mi pueblo, no quiero ligarme
al nacionalismo hebreo, sino que quiero trabajar
únicamente por una absoluta justicia interhumana.
Estoy profundamente convencido de que de este
modo aportaré a mi desdichado pueblo mucho más
de bueno que mediante objetivos nacionalistas.
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