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Las cartas sobre la mesa - Sobre el origen del esperanto

2024, Omnia

La sección "Cartas sobre la mesa" de la revista Omnia reproduce y contextualiza cartas históricas. En este caso, se trata de la carta de Zamenhof a Michaux del 21 de febrero de 1905; y la respuesta del 30 de junio de 1914 a la invitación a participar en la fundación de la Liga Hebrea de Esperanto

MENSAESPAÑA LAS CARTAS SOBRE LA MESA Javier Alcalde SOBRE EL ORIGEN DEL ESPERANTO poco se sabía de la biografía del creador de la lengua. Y es por ello que el principal organizador del congreso, Alfred Michaux, se puso en contacto con él para conseguir información que le permitiese llevar a cabo su trabajo de propaganda relativa al congreso. En 1905 el esperanto llegaba a la mayoría de edad. La primera gramática de la lengua se había publicado en 1887, en Varsovia. Su autor, Ludwik Lejzer Zamenhof, era un joven oftalmólogo de origen judío. Y es que, en los primeros años, el esperanto se extendió fundamentalmente por la denominada Zona de Asentamiento, la región fronteriza occidental del Imperio ruso donde estaba permitido el asentamiento de judíos y que incluía lo que hoy es Bielorrusia, Lituania, Moldavia, Polonia, Ucrania y la parte occidental de Rusia. A finales del siglo XIX el núcleo del movimiento esperantista se traslada a París. Y será justamente en Francia donde tenga lugar el primer congreso internacional de la lengua. Con periodicidad anual, el quinto será en 1909 en Barcelona. En Francia, Zamenhof es nombrado caballero de la Legión de Honor; y en España, comendador de la Orden de Isabel la Católica. He aquí dos muestras del prestigio que había alcanzado el proyecto, que en pocos años sería abrazado por buena parte del internacionalismo obrero, pero también por intelectuales de la talla de premios Nobel de diversas disciplinas. Sin embargo, a principios de 1905 aún no estaba claro cuál sería su desarrollo. Ese verano, el esperanto afrontaría una prueba de fuego en Boulogne-sur-Mer. Por primera vez, centenares de personas de una multitud de países se reunirían sin intérpretes y comprobarían hasta qué punto funcionaba el idioma de Zamenhof. Hasta ese momento, 36 La carta que reproducimos traducida (la original es en esperanto) tiene mucho valor para la historiografía del movimiento esperantista, por tres motivos. Por un lado, Zamenhof da importantes detalles sobre su itinerario vital. Por otro, sitúa su propuesta lingüística en un contexto más amplio, cuasifilosófico y cuasirreligioso, que permite entender las motivaciones ideológicas que subyacen al esperanto. Finalmente, reflexiona sobre la importancia de su condición de judío en una época de pogromos en el Imperio ruso, pero también del caso Dreyfus en Francia, explicando su evolución personal desde un protosionismo hasta un universalismo humanista. Para completar esta última cuestión, se añade una segunda carta, más breve, que Zamenhof escribe en 1914, poco antes del inicio de la Gran Guerra. En ella, rechaza la presidencia honoraria que le habían propuesto los esperantistas judíos emigrados a Palestina, que acababan de crear su propia asociación de esperanto. Y lo hace invocando de nuevo un universalismo opuesto a todo tipo de nacionalismos, incluyendo el del pueblo judío, del que él mismo forma parte. Zamenhof morirá en 1917, triste por el contexto bélico tan poco favorable a propuestas pacifistas e internacionalistas como la suya. No vivirá para ver cómo sus tres hijos son asesinados durante el N.º 267 . JUNIO 2024 Holocausto. Le sobrevivirá la lengua conocida por su propio seudónimo en el momento de publicarse la gramática de 1887, el Dr. Esperanto (es decir, aquél que tiene esperanza). Aunque pudiese parecer ingenuo, Zamenhof era consciente de que una idea tan revolucionaria como la de un idioma internacional neutral, que no fuese de nadie y pudiese por tanto ser de todos, iba a necesitar de varias generaciones antes de ser aceptada y convertirse en la segunda lengua de la humanidad. Aparte de ciudades más conocidas, como Moscú, Kaunas o Viena, en la primera carta aparecen otras como Białystok (hoy parte de Polonia), Veisiejai (hoy parte de Lituania), Jersón (hoy parte de Ucrania) o Grodno (hoy parte de Bielorrusia). Se mencionan obras literarias como La tempestad de nieve, de Aleksandr Pushkin, y Los Hermanos, de Wolfgang Goethe. Y se cita a un Einstein que, en este caso, no es Albert, sino Leopold, periodista y esperantista alemán del s. XIX. Respecto a otras curiosidades, kopek es una unidad monetaria que equivale a la centésima parte del rublo. CARTA DE ZAMENHOF A MICHAUX (21 DE FEBRERO DE 1905) ¡Querido Señor! Me pide que le dé detalles sobre mí y sobre mi vida. Lo haré con mucho gusto, cuanto pueda, aunque lamentablemente no podré demasiado. He aquí las causas: para las generaciones futuras mi biografía quizás no carezca de interés, puesto que de hecho toda mi vida, desde la más tierna infancia hasta ahora, presenta una serie ininterrumpida de batallas: a) en mi interior han luchado siempre ideales y objetivos distintos, todos importantes para mí, pero cuyo encaje a menudo ha sido extremadamente difícil y ello me ha atormentado; b) en el exterior he tenido que luchar contra múltiples adversidades; mis ideales no estaban de moda y por ello no han faltado quienes se han burlado de mí o me han atacado. Además, durante mucho tiempo me angustiaban los esfuerzos por ganarme el pan y esa batalla me ha envenenado la vida. En los últimos años he conseguido que no me falte el pan; pero, ¡ay!, la larga lucha me ha dejado exhausto y sin tener aún 46 años me siento como si tuviese 60. Sobre mi batalla interna y sobre mis ideales querría y podría contarle mucho. Pero si, como decía, para las futuras generaciones mi historia quizás tenga algún interés, para la generación actual esta historia no sería oportuna. Porque desde el principio debería explicar que soy hebreo y que tanto 1 mis ideales (su nacimiento, maduración y persistencia) como la historia de mis constantes luchas internas y externas están ligados a este hebraísmo mío. Nunca escondo mi hebraísmo y todos los esperantistas lo saben; con orgullo me considero parte de tan antiguo pueblo, que ha sufrido y luchado, cuya misión histórica consiste, en mi opinión, en la unificación de las naciones en la búsqueda de “un Dios”, es decir, unos ideales para toda la humanidad; pero en la época actual de chovinismos nacionales y de un antisemitismo enormemente extendido, hacer de mi hebraísmo un tema para una conferencia pública no sería conveniente y podría perjudicar a nuestro asunto. Y hablar con detalle sobre mi vida y sobre la historia de mis ideas sin mencionar mi hebraísmo es casi imposible. Si no hubiese sido un hebreo del gueto, la idea de unir a la humanidad nunca me hubiese venido a la cabeza, o no la hubiera mantenido de forma tan obstinada durante toda mi vida. Nadie puede sentir tan fuertemente la tristeza de la separación de la humanidad como un hebreo del gueto. Nadie puede sentir tan fuertemente la necesidad de una lengua anacional, neutralmente humana, como un hebreo, que está obligado a rezar a Dios en una lengua muerta,1 que recibe su educación e instrucción en el idioma de un pueblo que le expulsa, que tiene compañeros de sufrimiento en todo el mundo y no puede entenderse con ellos. No tengo ni el tiempo ni la paciencia para explicarle con detalle la situación de los hebreos rusos y la influencia de esta situación en mis objetivos y en mi lucha. Solo le diré que mi hebraísmo ha sido el motivo principal, desde mis primeros años, de que me haya sacrificado por una idea y por un sueño: el sueño de la unión de la humanidad. Esta idea es la esencia y el objetivo de mi vida, el esperanto es solo una parte de ella -en el resto no dejo de pensar y soñar; y antes o después (quizás muy pronto), cuando el esperanto ya no me necesite, me dedicaré al plan para el que llevo preparándome desde hace mucho y sobre el que tal vez le escriba en otra ocasión. Dicho plan (al que llamo “hilelismo”) consiste en la creación de un puente moral, gracias al cual puedan unirse fraternalmente todos los pueblos y religiones, sin establecer nuevos dogmas y sin la necesidad de que los pueblos abandonen las religiones que han tenido hasta ahora. Mi plan consiste en la creación de esta unión religiosa que, de forma pacífica, acoja y pacifique a todas las religiones existentes del mismo modo en el que, por ejemplo, un reino acoge pacíficamente a diversas familias, sin obligarlas a rechazar sus tradiciones familiares. El hebreo no se usó como lengua de comunicación desde el s. II d. C. hasta su recuperación ya entrado el s. XX [N. del E.]. 37 MENSAESPAÑA Pero si mi hebraísmo generó y reforzó el objetivo de la unión de la humanidad y me hizo persistir en él, este mismo hebraísmo también ha creado complicaciones en mi camino, ha provocado una lucha interna que me ha atormentado y me ha dejado exhausto (entre otras cosas, en los últimos cinco años he tenido que modificar varias veces el plan de mi “hilelismo” y aún no he alcanzado una decisión definitiva al respecto). Si no fuese hebreo, podría entregarme completamente a mi sueño; pero pertenezco al pueblo que tanto ha sufrido y en gran medida aún sufre (sobre todo en Rusia, donde los constantes gemidos de mi desdichado, terriblemente oprimido y calumniado pueblo me envenenan la vida). Por ello, me ha torturado el pensamiento de que no tengo el derecho moral de luchar por unos ideales de neutralidad para toda la humanidad, mientras mi pueblo sufre y tiene tan pocos defensores. Además, me solía repetir: “Cuando un hebreo trabaja por la unión de la humanidad, se le ataca y se le hace burla, se dice que lo hace desde el egoísmo, para despojar a las naciones más felices de aquellos privilegios que tienen en comparación con los desdichados hebreos, perseguidos en todas partes. Fortalece la situación de tu pueblo, dale una tierra, dale una lengua y dale gloria, y entonces tendrás el derecho de hablar sobre la unión de los pueblos, del mismo modo que sobre reformas sociales solo puede hablar de forma efectiva un rico que se sacrifica, pero no un pobre que exige”. Cada vez que me asaltaban estos pensamientos se despertaba en mí una ambición sobre mi siempre perseguido y desdichado pueblo, así que (por amor a mi principal ideal) me hice patriota. En mi juventud fui durante mucho tiempo un ardiente “sionista” (entonces el sionismo no estaba todavía de moda, fui uno de los primeros pioneros y mis correligionarios se burlaban de mí cuando con la pasión de la juventud y un profundo credo les hablaba sobre la reconstrucción del reino hebreo en Palestina). Trabajé diligentemente por esta idea, logré fundar los primeros grupos sionistas. Tras tres o cuatro años de entusiasta trabajo por el sionismo llegué a la convicción de que esta idea no conduce a ningún sitio y la abandoné, aunque en mi corazón ha seguido siendo 38 un querido y agradable sueño irrealizable; cuando en 1897 nació el gran movimiento sionista organizado por Herzl, ya no podía formar parte de él. Pero incluso cuando era sionista nunca dejé de soñar y de trabajar por mi principal idea (la unión de la humanidad). Esperaba que cuando mi pueblo consiguiese su antiguo hogar y fuese feliz, cumpliría su misión histórica, la que soñaron Moisés y Cristo, y debía fundar un pueblo y una tierra ideal, neutral y humana, con una lengua también neutral y una religión humana, neutral y filosóficamente pura, y se harían entonces realidad las palabras de la Biblia, que todos los pueblos vendrán a Jerusalén para adorar al único “Dios” y Jerusalén se convertirá en el centro que una fraternalmente a toda la humanidad… Dado que la mayor parte de nuestro pueblo (sobre todo en Rusia) no usa los idiomas locales, sino que habla en una “jerga hebreoalemana” (el “yidis”), que hasta ahora no tiene gramática, dediqué casi dos años a la investigación de los fundamentos de esta jerga, examiné todas sus leyes y elaboré su gramática (que sin embargo nunca publiqué). Posteriormente abandoné este trabajo, pues opinaba que el despertar del patriotismo cuasinacional en los hebreos podría ser perjudicial, tanto para ellos como para la idea de la unión de la humanidad. Hubo un tiempo en el que pensaba que todos los habitantes de un país debían intentar tener la misma religión y hablar la misma lengua. Quise empezar a hacer propaganda de esta idea, pero pronto la abandoné, pues me convencí de que no es una buena idea. No le puedo explicar con detalle la historia de mis ideas y objetivos, porque necesitaría demasiado tiempo y sería de escaso interés para usted y no podría darle material para su conferencia pública. Le he contado algo solo para uso personal, para que tenga una idea aproximada de mi vida; pero no debe hablar sobre ello públicamente. Solo quería decirle que, aunque desde mi infancia en mí siempre ha dominado el “humano”, por el desdichado estado de mi pueblo en mi corazón también se ha despertado el “patriota”, que ha luchado de una forma cruenta contra el “humano”. Poco a poco, en los últimos diez años, el “humano” y el “patriota” han hecho las paces en mi corazón en forma de “hilelismo”, al que antes aludía y cuya esencia espero publicar en uno o dos años. Hace cuatro años publiqué un libro sobre el hilelismo pensado especialmente para los hebreos rusos y escrito en ruso (bajo el pseudónimo secreto “Homo sum”); pero casi nadie lo conoce, puesto que no lo envié a ningún periódico y solo circuló como “ballon d’essai” entre un pequeño número de intelectuales hebreos. La opinión que me ha llegado de él me servirá como experiencia para acabar de dar una forma definitiva a mi idea, que tengo la intención de presentar en unos años a los intelectuales de todas las naciones y religiones. N.º 267 . JUNIO 2024 De estos ejemplos que le he dado puede ver que la historia de mis ideas no podría servir como tema para su conferencia pública. Por ello guardaré silencio sobre ellas y le daré solo algunos datos de mi biografía. (Estos datos se los doy de forma privada, como material, no para que los publique en forma de carta; tome solo aquellos que encuentre útiles). Nací en Białystok el 15 de diciembre de 1859. Mi padre (que aún vive) y mi abuelo eran profesores de lenguas. Las lenguas humanas siempre fueron para mí el objeto más preciado del mundo. La que más amaba era aquella en la que había sido educado, la lengua rusa; la estudiaba con el mayor de los placeres; soñaba con llegar a ser un gran poeta ruso (de niño escribí varios poemas y a los diez años escribí una tragedia en cinco actos). También gustaba de aprender otras lenguas, pero me interesaban más de forma teórica que práctica; y como nunca tuve la oportunidad de ejercitarme en ellas, y como siempre leía solo por los ojos y no por la boca, hablo solo tres lenguas (ruso, polaco y alemán), el francés lo leo, pero lo hablo mal; además, en distintos momentos aprendí algo de otras ocho lenguas, las cuáles conozco solo parcialmente y de forma teórica. En mi infancia amé apasionadamente la lengua rusa y también el reino ruso; pero pronto me convencí de que mi amor era correspondido con odio, que los señores exclusivos de esta lengua y país son personas que solo ven en mí un extranjero sin derechos (a pesar de que tanto yo como mis abuelos y bisabuelos hemos nacido y trabajado en este país), todos odian, desprecian y oprimen a mis hermanos; vi también que las demás razas que moran en mi ciudad se odian y persiguen entre sí... sufría mucho y empecé a soñar con el momento feliz en el que desaparecerán los odios nacionales, en el que existirá una lengua y un país que pertenezcan en igualdad de derechos a todos sus hablantes y habitantes, en el que las personas empezarán a comprenderse y a amarse los unos a los otros. aprender latín y griego, y luego entré en el segundo instituto filológico de Varsovia, que acabé en 1879. Entonces me trasladé a Moscú y entré en la Facultad de Medicina de la universidad. Mis colegas en Moscú representaban a muchas y muy distintas razas, y ello reforzó en mí el objetivo de unir a la humanidad en una única familia. Pronto empeoró la situación financiera de mis padres, ya no podían mantenerme en Moscú y en 1881 volví a Varsovia; allí fui a la universidad, la cual acabé a principios de enero de 1885. Me trasladé entonces a Veisiejai para empezar la práctica médica. Tras cuatro meses me convencí de que no sirvo para la medicina común, porque soy demasiado impresionable y el sufrimiento de los enfermos (sobre todo de los que mueren) me afecta mucho. Volví a Varsovia y decidí elegir una especialidad más tranquila: las enfermedades de los ojos. Trabajé seis meses en la sección de oftalmología de un hospital de Varsovia, posteriormente seguí aprendiendo en las clínicas de Viena (Austria) y a finales de 1886 empecé la práctica oculista en Varsovia. Conocí a mi actual esposa, Clara Zilbernik, de Kaunas (ella vivía en Varsovia, en casa de su hermana). El 9 de agosto de 1887 me casé. A mi prometida le había explicado la esencia de mi idea y el plan de mis futuras actividades. Y le pregunté si quería unirse a mi suerte. No solo aceptó, sino que puso a mi entera disposición el dinero que poseía y ello me dio la posibilidad, tras una infructuosa búsqueda de editor, de publicar (en julio de 1887) mis primeros cuatro folletos (un manual de esperanto en ruso, polaco, alemán y francés). Poco después edité el “Segundo Libro”, el “Suplemento al Segundo Libro”, “La tempestad de nieve” y “Los Hermanos” (traducidos por Grabowski), una traducción del “Segundo Libro” y del “Suplemento”, un Diccionario Medio Alemán, un Diccionario Completo ruso, manuales para aprender esperanto en inglés y en sueco, Princesa Mary, el Directorio, etc. y proporcioné el dinero necesario para la edición de las En 1869 entré en el instituto real de Białystok; dos meses después tuve que dejarlo por una grave enfermedad (de niño estuve enfermo muchas veces); volví en 1870 y aprendí con gran éxito (debo señalar que en los nueve años de instituto, tanto en Białystok como en Varsovia, siempre fui el primero de la clase; los profesores consideraban que tenía un gran potencial y mis compañeros profetizaban, sin envidia, sino con buenos deseos, pues nunca tuve enemigos entre ellos, que me iría muy bien en la vida; sin embargo, esto no se cumplió y tuve que luchar durante mucho tiempo para poder ofrecer a mi familia un modesto pan). En 1873 mis padres se trasladaron a Varsovia, donde mi padre había obtenido un puesto como profesor de alemán en el instituto real. Me quedé cinco meses en casa para 39 MENSAESPAÑA obras de Einstein y de H. Philips. También financié muchos anuncios en la prensa, distribuí un gran número de libros, etc. El esperanto enseguida se tragó la mayor parte del dinero de mi esposa; el resto pronto lo devoramos, porque los ingresos de mi práctica médica eran ínfimos. ¡A finales de 1889 nos quedamos sin un kopek! Muy triste era mi vida. Tuve que dejar Varsovia y buscarme el pan en otro lugar. Mi esposa tuvo que regresar con mi hijo a casa de su padre y yo me trasladé (en noviembre de 1889) a Jersón (en el sur de Rusia), donde no había oftalmólogos (había una única oftalmóloga) y donde, por tanto, esperaba encontrar el pan para mi familia. Pero mi esperanza me engañó de una forma atroz: mis ingresos no solo no me daban la posibilidad de alimentar a mi familia, sino que ¡ni siquiera eran suficientes para mí, a pesar de mi modesta y tacaña manera de vivir! Simple y literalmente, a menudo no tenía nada para comer: ¡muchas veces me quedaba sin almorzar! Ni mi esposa, ni mis parientes lo sabían, no quería que mi esposa se preocupase y en mis cartas le explicaba que las cosas me iban bien, que tenía altas expectativas, que pronto la traería conmigo, etc. Pero llegó un momento en el que ya no pude soportarlo más y le confesé lo que ocurría. Aún era demasiado orgulloso para aceptar ayuda en forma de dinero; sin embargo, su tristeza y sus insistentes peticiones me obligaron a aceptar el apoyo pecuniario de mi suegro (quien nunca me negó su ayuda y gastó en mí mucho dinero) y volví a Varsovia, con la esperanza de que mi práctica médica fuese mejor. En mayo de 1890 volví a Varsovia. gastos. Estoy salvado. Tras años de gran sufrimiento y lucha tengo una vida más tranquila y suficiente pan para mi familia (aunque obviamente tengo que vivir de forma modesta, contando cada kopek). Vivo en una de las calles más pobres de Varsovia, mis pacientes son personas con escasos recursos y me pagan muy poco; debo aceptar 30-40 pacientes cada día para obtener lo que otros médicos consiguen de 5-10 pacientes; no obstante, estoy muy contento, porque tengo mi pan y ya no dependo de la ayuda de nadie. Tengo tres hijos: un hijo y dos hijas. Me siento muy cansado y también le he cansado a usted con mi larga carta. ¡Adiós! P.D. Antes dije que actualmente creo inoportuna una amplia conferencia pública sobre mi nacionalidad, porque tengo que evitar todo aquello que sin necesidad pueda dar lugar a grandes disputas; pero no deseo esconder mi nacionalidad; si habla sobre ello, diga por favor que me considero un hebreo de Rusia. RESPUESTA DEL 30 DE JUNIO DE 1914 A LA INVITACIÓN A PARTICIPAR EN LA FUNDACIÓN DE LA LIGA HEBREA DE ESPERANTO De nuevo la esperanza me engañó. Los ingresos no aumentaron, mis deudas crecían y crecían. En octubre de 1893 no pude esperar más y me trasladé con mi familia a Grodno. Allí mis ingresos eran mayores que en Varsovia y la vida era menos cara, aunque tampoco cubrían todos mis gastos y tenía que seguir aceptando la ayuda de mi suegro. Aguanté pacientemente cuatro años, pero como mis hijos crecían y demandaban una educación más costosa y Grodno era tan pobre que un oculista nunca podría aumentar de forma significativa sus ingresos, siguiendo el insistente deseo de mi suegro a finales de 1897 decidí volver a Varsovia y hacer allí el último intento. Lamentablemente tengo que quedarme al margen de este asunto porque, siguiendo mis convicciones, soy un “miembro de la humanidad” y no puedo aliarme con los objetivos e ideales de un pueblo concreto o religión. Estoy profundamente convencido de que todo nacionalismo presenta para la humanidad la mayor de las desdichas, y que el objetivo de toda persona debería ser la creación de una humanidad armónica. Es verdad que el nacionalismo de los pueblos oprimidos -como reacción natural de autodefensa- es mucho más digno de perdón que el nacionalismo de los pueblos opresores; ahora bien, si el nacionalismo de los fuertes es innoble, el nacionalismo de los débiles es imprudente; se retroalimentan el uno al otro y presentan una rueda equivocada de desgracias, de las que la humanidad nunca saldrá si cada uno de nosotros no sacrifica el amor a su grupo y no se esfuerza por levantarse sobre un terreno completamente neutral. Mi alma estaba en un estado terrible. Sentía que era mi último intento y que, si esta vez tampoco lo conseguía, estaría perdido. El primer año casi enloquezco de desesperación. Finalmente, gracias al último impulso de mi energía la suerte me empezó a ser favorable. Mi práctica médica empezó a crecer y desde 1901 mis ingresos cubren completamente mis Esta es la causa por la que, a pesar del angustioso sufrimiento de mi pueblo, no quiero ligarme al nacionalismo hebreo, sino que quiero trabajar únicamente por una absoluta justicia interhumana. Estoy profundamente convencido de que de este modo aportaré a mi desdichado pueblo mucho más de bueno que mediante objetivos nacionalistas. 40