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Vivir en la Córdoba islámica: la ciudad califal

2018, Los barrios de Córdoba en la historia de la ciudad. De los vici romanos a los arrabales islámicos

VAQUERIZO GIL, D. (Coord.) LOS BARRIOS DE CÓRDOBA EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD DE LOS VICI ROMANOS A LOS ARRABALES ISLÁMICOS REAL ACADEMIA DE CIENCIAS, BELLAS LETRAS Y NOBLES ARTES DE CÓRDOBA 2018 LOS BARRIOS DE CÓRDOBA EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD Coordinador general: José Manuel Escobar Camacho DE LOS VICI ROMANOS A LOS ARRABALES ISLÁMICOS Coordinador: Desiderio Vaquerizo Gil (Colección T. Ramírez de Arellano VII) © De esta edición: Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba ISBN: 978-84-949403-1-6 Dep. Legal: CO 1884-2018 Impreso en Litopress. Edicioneslitopress.com. Córdoba ______________________________________________________ Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Servicio de Publicaciones de la Real Academia de Córdoba. ÍNDICE FUNDACIÓN CAJASUR Preliminar ............................................................................................ 11 José COSANO MOYANO Prefacio ................................................................................................ 15 Desiderio VAQUERIZO GIL Prólogo (Cuando la sociedad toma las riendas…) .............................. 19 Desiderio VAQUERIZO GIL Vivir en la Córdoba romana ................................................................ 33 Sergio GARCÍA-DILS Algunas notas sobre el paisaje epigráfico de Corduba Colonia Patricia .............................................................. 117 Luz NEIRA JIMÉNEZ El mosaico pavimental en Corduba Colonia Patricia: sociedad, mito e ideología ................................................................... 145 Ana B. RUIZ OSUNA La vida más allá de la muerte: topografía, ritual y tipologías funerarias entre la Corduba tardorrepublicana y la Colonia Patricia del Pleno Imperio .................................................................. 187 Manuel D. RUIZ-BUENO De la civitas clásica a la ciudad tardoantigua. La transformación del espacio urbano de Córdoba, dentro y fuera de las murallas .......... 219 Eduardo CERRATO CASADO El papel del Cristianismo en la conformación de la Corduba tardoantigua y medieval ............................................... 243 Carmen GONZÁLEZ GUTIÉRREZ Vivir en la Córdoba islámica: la etapa emiral ..................................... 299 Belén VÁZQUEZ NAVAJAS Vivir en la Córdoba islámica: la etapa califal ..................................... 323 Rafael BLANCO GUZMÁN Vivir en la Córdoba islámica: de la fitna a la entrada en la ciudad de Fernando III ................................................................ 351 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CIUDAD CALIFAL BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS Grupo de Investigación Sísifo Universidad de Córdoba Introducción En el año 716, Córdoba fue elegida capital de al-Andalus, un papel trascendental que desempeñaría durante más de tres siglos bajo el poder de los Omeyas, si bien la ocupación musulmana de la ciudad se perpetuó hasta el año 1236. El proceso de creación de la medina cordobesa se fue completando con el paso de los siglos, desarrollado a conciencia por sucesivos gobernantes a fin de islamizar la urbe preexistente y adaptarla a la nueva realidad política, social, religiosa y administrativa. En su fase más inicial, la medina no habría presentado grandes diferencias fisionómicas respecto a la Córdoba tardoantigua. Las transformaciones comenzaron a ser más acusadas décadas después con la llegada de ‘Abd al-Raḥmān I, el primer emir independiente de al-Andalus, quien, huyendo de la masacre que acabó con la vida de su familia y con el Califato de Damasco, sentó las bases de la dinastía omeya en la Península Ibérica a mediados del siglo VIII. No obstante, la verdadera eclosión de Madīnat Qurṭuba no tuvo lugar hasta la instauración del Califato de Córdoba por parte de ‘Abd al-Raḥmān III en el año 929 (MURILLO et alii, 2010a, 540). El desarrollo alcanzado por la administración estatal en el siglo X a nivel militar, económico y burocrático, así como el considerable aumento de población registrado por su incuestionable atractivo como capital de alAndalus, hicieron necesario el diseño de un plan urbano que convirtió la VAQUERIZO GIL, D. (Coord.), Los barrios de Córdoba en la historia de la ciudad. De los vici romanos a los arrabales islámicos, Córdoba 2018, pp. 323-350. ISBN: 978-84-949403-1-6 323 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS ciudad en la megalópolis por excelencia del Mediterráneo occidental (ACIÉN y VALLEJO, 1998, 124). Qurṭuba experimentó entonces una gran mutación, generándose a su alrededor un paisaje suburbano sin parangón en la Europa medieval, densamente ocupado y en línea con las grandes ciudades del Oriente islámico (MURILLO, 2013, 98). La Córdoba califal presentaba, por tanto, un espacio intramuros, condicionado por la existencia de un caserío previo en continua transformación a lo largo de su historia; y otro extramuros, desarrollado especialmente hacia el flanco occidental, donde se extendieron un gran número de arrabales ex novo (Fig. 1). No obstante, las diferencias urbanísticas entre ambos sectores y las escasas intervenciones arqueológicas acometidas dentro del recinto amurallado, hacen que el conocimiento de estas áreas sea muy desigual, y que el estudio de sus barrios deba hacerse desde perspectivas bien distintas. Partiendo de esta premisa, trataremos de exponer a continuación los aspectos más representativos de cada una de estas realidades para comprender mejor cómo fue vivir en la Córdoba califal. Fig. 1. Topografía urbana de la Qurṭuba califal sobre vista aérea de la Córdoba actual (© Convenio GMU-UCO). 324 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL La vida en la medina Tanto en el corazón de la medina como en los suburbios, la vida diaria giró en torno a los mismos quehaceres. Los elementos que definieron el ritmo y las costumbres de la población cordobesa estuvieron presentes en ambos sectores, si bien la actividad intramuros debió de ser más intensa dada la concentración de edificaciones, negocios e instituciones. A esto habría que añadir además las complicaciones derivadas de la adaptación de los espacios preexistentes a las demandas y necesidades que surgieran. La morfología de los barrios califales no debió de cambiar mucho respecto a la etapa emiral. Con todo, la documentación arqueológica dentro del recinto amurallado es muy limitada. Existieron calles principales que partían de las puertas de la medina y atravesaban el núcleo urbano de un extremo a otro. A partir de estos ejes, la ciudad se iba vertebrando por medio de vías secundarias -de anchuras y longitudes variables- que delimitaban manzanas, a cuyo interior se accedía a través de callejones sin salida (MURILLO, FUERTES y LUNA, 1999, 131; MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004, 260). Siguiendo el Plano de los Franceses (Fig. 2), parece que fue en el sector meridional donde hubo un mayor número de estos adarves, mientras en la mitad septentrional habrían sido más escasos. En este sentido, las fuentes escritas mencionan incluso cómo la densidad de población en esta zona norte fue menor tras la conquista cristiana, y de las huertas, corrales y descampados en ella localizados (MURILLO, FUERTES y LUNA, 1999, 132; MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004, 260). Hubo, por otra parte, puntos concretos en los que el trazado urbano cambió considerablemente con relación a la etapa anterior, en particular en el ángulo suroccidental de la medina. Una de las primeras intervenciones fue realizada en el recinto amurallado, y es que el peso político y religioso que ostentaba la ciudad propició mejoras en su cerca meridional con una clara función propagandística (LEÓN, LEÓN y MURILLO, 2008, 272). De igual modo, se llevaron a cabo obras en el Alcázar omeya; algunas en el denominado “Patio de Mujeres”, y otras en el cierre norte del conjunto, a la altura del solar “Garaje Alcázar” (Ibídem, 273). De igual modo, el antiguo puente romano, que ya había sufrido reformas en época emiral, volvió a ser reparado. En el 971 se actuó en su cimentación y en varios pilares, y años más tarde se fortificó la puerta existente en su extremo sur, germen de la actual torre de la Calahorra (vid. LEÓN, 2002-2003; LEÓN, LEÓN y MURILLO, 2008, 274). 325 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS Fig. 2. Viario de la medina y puertas de acceso a partir del Plano de los Franceses de 1811 (© Convenio GMU-UCO). Durante el gobierno de ‘Abd al-Raḥmān III se reforzó además la fachada septentrional de la Mezquita aljama y se amplió su patio 1, a la vez que se levantaba un alminar monumental en sustitución del anterior. Tiempo después, al-Ḥakam II ensanchó de nuevo el oratorio hacia el sur y construyó un nuevo sābāṭ o pasadizo elevado conectado con el Alcázar (vid. 1 Junto a la Aljama, las mezquitas de barrio debieron de estar también dispersas por toda la medina, aunque la información arqueológica al respecto es muy limitada. La aparente ausencia de oratorios en la zona sur y su escasez en la mitad norte podría deberse a la desigualdad de intervenciones acometidas en los distintos sectores de la ciudad (GONZÁLEZ, 2012, 202). 326 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL PIZARRO, 2013). Finalmente, al-Manṣūr -ḥāŷib de Ḥišām II- decidió a finales del siglo X duplicar el tamaño de la Mezquita ampliando el patio y la sala de oración por su frente oriental. Indudablemente, todas estas obras debieron de tener repercusiones urbanísticas importantes e ineludibles en las calles y construcciones aledañas. No tenemos constancia arqueológica o escrita de los cambios producidos tras las intervenciones de ‘Abd al-Raḥmān III y al-Ḥakam II, pero las fuentes documentales sí nos hablan de cómo el propio al-Manṣūr compró y demolió varias viviendas ubicadas al este de la Aljama para poder llevar a cabo su proyecto (cfr. TORRES BALBÁS, 1982, 571). También a lo largo del siglo X se introdujeron nuevas construcciones que modificaron determinados lugares de la medina, la mayoría de ellas con carácter hidráulico; y es que el agua estuvo muy presente en la configuración de la ciudad califal. Un espacio hidráulico sumamente importante fueron los lavatorios o pabellones de abluciones. Los textos árabes señalan que cuando la Aljama cordobesa había sido ya ampliada dos veces hacia el sur, al-Ḥakam II fundó en el año 967 cuatro salas de abluciones. En concreto, Ibn Baškuwāl e Ibn ‘Idārī describen dos grandes pabellones para los hombres y otros dos de menor tamaño para las mujeres, situados al este y al oeste del oratorio. Años después, la ampliación de la Aljama emprendida por al-Manṣūr implicó, como ya señalamos, el derribo de varias edificaciones, entre las que se habrían incluido dos de estos cuatro lavatorios (cfr. TORRES BALBÁS, 1982, 369; OCAÑA, 1986, 46-47). Por este motivo, al-Manṣūr ordenó edificar tres salas de abluciones más: una al oeste, otra al norte y otra al este de la Aljama; esta última fue excavada en su totalidad hace un par de décadas, y se conserva hoy en dependencias del Hotel El Conquistador (MONTEJO, 1999). Otro espacio presente en la articulación de los barrios califales fueron los baños o ḥammāmāt. Al-Maqqarī indicaba que en la Córdoba de 'Abd alRaḥmān III existieron unos 300, y que el número ascendió hasta los 600 bajo el gobierno de al-Manṣūr 2 (cfr. RUBIERA, 1981, 101; PAVÓN, 1990, 320). Estas fuentes, muy posiblemente desproporcionadas, reflejan, no obstante, la prosperidad de la que gozaba la medina, y la relativa facilidad para mantener dichos establecimientos. Pese a todo, la arqueología sólo ha reconocido hasta el momento algunos baños dentro del recinto amurallado. 2 Otras fuentes incluso incrementan el número a 3911 baños (cfr. PAVÓN, 1990, 320). 327 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS Los más destacados fueron los erigidos en el ángulo noroeste del Alcázar (vid. MARFIL y PENCO, 1997; MARFIL, 2004), así como los denominados baños de Santa María (MUÑOZ, 1961-1962), en buen estado de conservación tras sucesivas reformas, pero carentes aún de un estudio estratigráfico en profundidad que confirme su cronología. En la segunda mitad del siglo X se incorporaron a la ciudad nuevos sistemas de abastecimiento de agua que, de un modo u otro, habrían modificado también el trazado del recinto amurallado. Por un lado, partiendo de una conducción de origen romano, en el año 967 se inauguró el conocido como Qanāt de las Aguas de la Fábrica de la Catedral 3, destinado principalmente al suministro de los lavatorios promovidos por al-Ḥakam II (cfr. OCAÑA, 1986, 46; PIZARRO, 2014, 147-149). Es de suponer que su trazado y construcción implicó la adaptación y/o destrucción de los elementos urbanos que fue encontrando a su paso. Tiempo después, bajo el gobierno de al-Manṣūr, se abrió un aljibe en el Patio de los Naranjos con una capacidad de 1000 m3 (Fig. 3) (PIZARRO, 2014, 152-154; VÁZQUEZ, 2016a, 442-443), una obra colosal que no dejaría indiferente a nadie. La inserción de este gran depósito en un lugar tan transitado tendría a su vez repercusiones en el funcionamiento de la Aljama y en su entorno más cercano. Al margen de sus implicaciones urbanísticas, las fuentes y otros focos de captación de agua habrían tenido por igual una clara repercusión en la vida diaria de los barrios intramuros, al convertirse en lugares de encuentro y sociabilización. Es difícil argumentar que una ciudad tan notoria como la Qurṭuba califal pudiera no haber contado con un número importante de fuentes comunitarias (OCAÑA, 1986, 44). De hecho, pese a carecer de restos materiales, los cronistas árabes mencionan sus nombres, lo cual prueba su existencia en la medina. 'Abd al-Raḥmān III mandó construir una en la Puerta de la Celosía, en el extremo meridional del Alcázar, extramuros, pero en un punto de fácil acceso, próximo al rasif que discurría paralelo al lienzo sur de la muralla (vid. MONTEJO y GARRIGUET, 1998; PIZARRO, 2014, 124). De igual modo, Ibn Baṣkuwāl relata cómo el sobrante de las aguas empleadas en los pabellones de abluciones erigidos por al-Ḥakam II era conducido bajo las puertas de las fachadas de la Mezquita aljama hasta unas pilas de mármol que hacían las veces de fuentes (cfr. OCAÑA, 1986, 46). 3 Este qanāt estuvo en uso hasta el siglo XX -con sus consecuentes reformas modernas y contemporáneas (vid. PIZARRO, 2014, 147-149). 328 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL Fig. 3. Aljibe construido por al-Manṣūr en el patio de la Aljama. 1) Reconstrucción 3D (J. M. Tamajón); 2 y 3) Interior del depósito y localización (© Convenio GMU-UCO) Otro aspecto determinante para el desarrollo de la medina califal fue el mantenimiento de unas condiciones higiénico-sanitarias aceptables (vid. VÁZQUEZ, 2016b). La eliminación de las aguas pluviales y de los residuos procedentes de viviendas y edificios tales como el Alcázar, la Mezquita, los lavatorios o los baños, requirieron una red de alcantarillado que llegó a existir al menos en las calles que rodeaban la Aljama cordobesa. La presencia de este tipo de conducciones en la Córdoba omeya ha quedado constatada tanto por las fuentes arqueológicas 4 como escritas, que nos advierten sobre los problemas que podían acarrear los desagües si pasaban cerca de fuentes de agua limpia (cfr. VIDAL, 2000, 120). En otras ocasiones, los residuos materiales generados por la población cordobesa se fueron acumulando en fosas -con rellenos muy heterogéneos- o 4 Este sistema fue documentando por primera vez en el primer cuarto del siglo XX por el arquitecto F. Azorín (1961-1962). Las últimas obras emprendidas en el entorno de la Mezquita-Catedral han vuelto a sacar a la luz algunas de estas conducciones, muchas de ellas en uso ininterrumpidamente hasta fechas muy recientes (vid. PIZARRO, 2009-2010). 329 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS directamente sobre terrenos no edificados (cfr. VÁZQUEZ, 2016a, 447449). El origen de algunos de estos muladares -en algunos casos quizá huertas- se remonta a época emiral (vid. CARRILLO y CASTRO, 2001, 119-120), y denotan la existencia intramuros de solares aún sin construir durante el Califato omeya, un hecho que no resulta extraño en el contexto general de las ciudades de al-Andalus (vid. MAZZOLI-GUINTARD, 2000, 89; NAVARRO y PALAZÓN, 2007, 79-83; REKLAITYTE, 2012, 267). Pese a la gran concentración de construcciones en sectores como el Alcázar y la Mezquita Aljama, los habitantes de la Córdoba del siglo X habrían disfrutado, pues, de pequeños "respiros" urbanos dentro de la medina, si bien esta cuestión requeriría un estudio detallado que aclarase la verdadera funcionalidad, dispersión y dimensión de dichos espacios. La vida en los arrabales occidentales Aun cuando durante décadas las áreas periféricas de Madīnat Qurṭuba fueron sólo imaginadas a través de las fuentes escritas, las numerosas intervenciones arqueológicas realizadas en la capital cordobesa como consecuencia del boom inmobiliario vivido entre finales del siglo XX y principios del XXI, han permitido finalmente conocer el auténtico esplendor de los suburbios califales. Las actividades diarias desarrolladas en el recinto amurallado discurrieron paralelas a las acontecidas en estos arrabales. De hecho, las estructuras que configuraron los barrios extramuros fueron muy similares a las situadas intramuros, pero existió desde el principio una clara diferencia entre ambos sectores: mientras que en la medina el trazado urbano fue sometido a un proceso de islamización progresiva, en los arrabales se desplegó un urbanismo puramente islámico desde su origen, apenas condicionado por algunos elementos preexistentes y sin grandes transformaciones posteriores, ya que tras la guerra civil o fitna -acaecida a principios del siglo XI- la zona fue destruida en su mayor parte y no volvió a ser poblada hasta nuestros días, quedando preservada en el subsuelo durante siglos. El despliegue urbanístico fue más acusado en el sector occidental (Fig. 4), denominado en las fuentes escritas como al-Ŷānib al-Garbī (cfr. CASTEJÓN, 1929). La fundación de Madīnat al-Zahrā' entre los años 936 y 940, sede de la administración del Estado y residencia oficial de ‘Abd al-Raḥmān III, fue el estímulo definitivo de esta gran expansión, en la que 330 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL se alternaron caminos, ámbitos domésticos y espacios comunitarios. Junto a ellos, debemos recordar que desde la segunda mitad del siglo VIII los emires cordobeses -así como sus familiares y otros altos cargos- habían intervenido ya en la edificación de estos terrenos por medio de fundaciones pías, las cuales actuaron como focos de atracción de población (MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004, 268). Fig. 4. Planimetría de sectores excavados en los arrabales occidentales (© Convenio GMU-UCO) y vistas cenitales de algunos solares intervenidos en la zona del Plan Parcial O-7. 1) Manzana 15 (J. L. Liébana); 2) Manzana 3 (A. J. Criado); 3) Piscina de Poniente (Convenio GMU-UCO); 4) Manzana 14 (R. Clapés). Conocemos la imagen final de estos barrios, pero todavía no hemos sido capaces de definir con claridad sus procesos de conformación (MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004). Aun cuando se ha pensado que su diseño y urbanización fue fruto de un plan preestablecido, en parte orquestado y planificado por el propio Estado omeya (ACIÉN y VALLEJO, 1998, 124), la investigación arqueológica ha planteado también la intervención de particulares o "promotores inmobiliarios" en su desarrollo (MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004, 271; MURILLO, 2013, 100; VÁZQUEZ, 2016a, 331 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS 477-479). Sea como fuere, los elementos que conformaron los arrabales cordobeses son hoy una realidad visible que comprenden una amplia variedad de espacios e inmuebles, permitiendo estudiar, de primera mano y en su conjunto, un urbanismo plenamente islámico 5. LOS EJES VIARIOS Los caminos preexistentes, y los surgidos ex profeso a fin de comunicar Madīnat al-Zahrā' con la medina cordobesa (vid. BERMÚDEZ, 1993; MARTAGÓN, 2010) fueron los ejes estructuradores de los arrabales 6. Para algunos investigadores, es en su creación y mantenimiento donde se percibe con mayor claridad la intervención estatal (MURILLO, 2013, 99-100). A partir de ellos se fueron articulando calles con trazados sensiblemente rectilíneos, pero de diferentes anchuras y pavimentaciones (vid., entre otros, MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004, 270). Algunas sirvieron para unir los caminos principales, y otras, de carácter secundario, fueron configurando manzanas cuadrangulares. Casi todas las vías surgieron como consecuencia de la parcelación del espacio, es decir, con carácter previo a la construcción de las viviendas y del resto de edificios (vid. VÁZQUEZ, 2016a, 481-487), aunque sabemos que existieron a su vez calles desarrolladas de forma paralela a inmuebles preexistentes (MURILLO, FUERTES y LUNA, 1999, 140). En ocasiones, pese a la corta existencia en el tiempo de estos barrios, surgieron adarves para acceder a las casas que pudieran haber quedado embutidas en el interior de una manzana (DORTEZ, 2010, 623). Las calles fueron también las encargadas de recibir y reconducir las aguas pluviales y residuales generadas en cada arrabal. Al igual que en la medina, se insertaron canalizaciones que discurrían por la parte central del viario, unas veces a ras de la superficie y otras soterradas bajo el pavimento (VÁZQUEZ, 2016a, 462-466). 5 El presente texto no pretende hacer un análisis exhaustivo de cada uno de los espacios que conformaron los arrabales de la Córdoba omeya, sino aportar una visión general sobre el aspecto y el funcionamiento de estos barrios suburbanos. 6 Los arroyos sirvieron también en ocasiones para delimitar los barrios suburbanos (vid. VÁZQUEZ, 2016a). Un ejemplo de ello se documentó en el arrabal de al-Ruṣāfa, en la zona conocida actualmente como Cortijo del Cura (MURILLO et alii, 2010b, 588). 332 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL LOS ESPACIOS DOMÉSTICOS Las viviendas andalusíes respondían a parámetros religiosos y sociales propios de la cultura islámica. Destacaron por su carácter introvertido y privado, diseñadas de dentro hacia fuera, con un limitado número de vanos al exterior (ORIHUELA, 2007, 301). Gracias a los cientos de casas documentadas en los arrabales cordobeses se han podido hacer estudios en detalle de sus plantas y distribuciones (vid., entre otros, CASTRO, 2005; FUERTES, 2002; 2007; APARICIO, 2009; CÁNOVAS, CASTRO y MORENO, 2008; MURILLO et alii, 2010b, 589-604). Son especialmente interesantes aquéllas que se distribuyeron en hiladas paralelas dentro de manzanas cuadrangulares, compartiendo muros medianeros 7 (vid. MURILLO et alii, 2010b). Aun cuando la tipología de viviendas del al-Ŷānib al-Garbī es muy variada, existieron elementos comunes que se habrían repetido en mayor o menor medida en inmuebles de otras ciudades de al-Andalus (vid. ORIHUELA, 2007). La unidad central fue siempre el patio, en torno al cual se distribuían una o varias crujías y desde el que se permitía la ventilación y la iluminación natural de las estancias (Fig. 5). El acceso al interior se realizaba a través de un zaguán que conectaba directamente con el patio. La letrina y -al menos- un salón/alcoba fueron indispensables dentro de la vivienda. Según los casos, se podía contar además con estancias auxiliares de tamaños y funcionalidades muy diversas, como establos, talleres o cocinas. También pudieron insertarse en ella cuartos de aseo o baños privados. Al igual que en la medina, los arrabales califales contaron con baños para el uso y disfrute de sus habitantes. La mayoría de los establecimientos identificados hasta la fecha fueron privados. Tan sólo el ḥammān localizado al sur de la almunia excavada en el Fontanar de Cábanos ha sido interpretado como público (cfr. CLAPÉS, 2013, 103, nota 109). El resto de ḥammāmāt se ubicaron en casas de cierta entidad, con características morfológicas y arquitectónicas bien distintas (VÁZQUEZ, 2016a, 460-462), en consonancia con la condición económica y los gustos de los propietarios (cfr. NAVARRO y JIMÉNEZ, 2009, 109). 7 Las fuentes escritas nos hablan de los conflictos vecinales que surgieron en ocasiones en torno a los muros de separación de las viviendas, tanto en Córdoba como en otras poblaciones andalusíes (cfr. MAZZOLI-GUINTARD, 2003, 161-169). 333 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS Fig. 5. Estancias de viviendas halladas en los arrabales del Ŷānib al-Garbī. 1) Patio en la Manzana 14 del P.P. O-7 (R. Clapés); 2) Salón en la Manzana 3 del P.P. O-7 (A. J. Criado); 3) Salón-alcoba en la Piscina de Poniente (© Convenio GMU-UCO); 4) Letrina en la Manzana 14 del P.P. O-7 (R. Clapés). Tanto para el mantenimiento de los baños como para el desempeño de otras actividades domésticas, fue necesario contar con un sistema eficaz de suministro de agua. Para tal fin, las viviendas dispusieron de pozos de agua localizados en los patios. Sabemos que algunos de ellos fueron incluso abiertos de forma sistemática a la par que se edificaban las casas, evitando a sus moradores tener que buscar alternativas a posteriori. En otras ocasiones las viviendas más lujosas contaron con aljibes privados, aunque no fue una práctica muy habitual en la Córdoba omeya (VÁZQUEZ, 2013, 43-44; 2016a, 449-452). Solucionado el tema del abastecimiento, había que enfrentarse a la evacuación de las aguas generadas y/o retenidas dentro del hogar. Para ello se crearon redes de canales desde los patios hasta el alcantarillado de la calle. Las letrinas, por su parte, desembocaban en pozos negros abiertos mayoritariamente en las calles aledañas (Ibídem, 452-460). 334 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL LAS MEZQUITAS Uno de los espacios más señalados con el que se dotaron los arrabales cordobeses fueron las mezquitas. Entendidas como "marcas territoriales", fueron el símbolo más visible y destacado del Islam, actuando como centros de la comunidad musulmana (SOUTO, 2004, 103). Estos edificios ocuparon un lugar preeminente en la configuración de los barrios suburbanos. Las últimas investigaciones han confirmado la relevancia topográfica que adquirieron desde época emiral y los procesos intencionados de islamización y legitimación política que se escondían tras sus fundaciones (GONZÁLEZ, 2016, 463-464). Se ha observado además que en terrenos baldíos condicionaron la orientación y el trazado de las manzanas que las rodearon; hecho bastante significativo que contrastaba con las limitaciones espaciales existentes en el interior de la medina 8. Su dispersión cronológica y geográfica evidencia por tanto el deseo explícito de utilizar estos edificios como elementos de islamización del paisaje suburbano (ACIÉN y VALLEJO, 1998, 115; MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004, 262-264). Se conocen al menos tres mezquitas extramuros fundadas a lo largo del Califato omeya, así como la ampliación de una cuarta de época emiral. El ejemplo más paradigmático es la mezquita de Fontanar, excavada en los terrenos homónimos. El oratorio, levantado en un solar desprovisto de estructuras anteriores, presentaba unas dimensiones colosales que no encuentran precedentes en al-Andalus (LUNA y ZAMORANO, 1999, 147; GONZÁLEZ, 2012, 105-111; 2016, 439). La mezquita formó parte de un entramado ortogonal de calles que, en opinión de algunos autores, fueron fruto de una planificación previa conjunta (Fig. 6) (VAN STÄEVEL, 2002, 226). Las otras dos mezquitas de época califal, la del Centro de Transfusión Sanguínea de Córdoba (SÁNCHEZ, 2005) y la de la Estación de Autobuses (CARMONA et alii, 2003; FUERTES, 2007), no fueron documentadas en su totalidad, aunque han sido consideradas asimismo hitos territoriales del espacio que las circundaban (vid. GONZÁLEZ, 2012; 2016). 8 Tal sería el caso de la Mezquita de Santa Clara, que tuvo que adaptarse a las condiciones de un solar predeterminado imposible de ampliar (GÓNZÁLEZ, 2016, 446). 335 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS Fig. 6. Mezquita de Fontanar. 1) Reconstrucción virtual (GONZÁLEZ, 2016, 447).; 3) Vista aérea (LUNA y ZAMORANO, 1999, 162, Lám. 2); 3) Plano general que muestra la mezquita en su contexto urbanístico (LUNA y ZAMORANO, 1999, 168, Fig. 2). LOS RECINTOS COMERCIALES La vida diaria en los arrabales habría estado muy marcada por las actividades comerciales y artesanales en ellos desarrolladas. Aun cuando los espacios comerciales conocidos dentro del Ŷānib al-Garbī son escasos, no cabe duda de su existencia y de que aprovisionaron a la población con los productos necesarios. Puede que la casuística haya hecho a veces pasar desapercibidas estas construcciones, pero también debemos considerar que existieron mercados efímeros, celebrados eventualmente en distintos barrios sin dejar huella en el registro material. Pese a todo, contamos con claros paralelos en ciudades como Denia (GISBERT, 2003; 2007) o Almería (CARA, GARCÍA y MORALES, 2000) que facilitan la interpretación de los mercados o tiendas de Poniente. Destaca el recinto comercial hallado en una manzana del PP. O-7, un edificio de más de 200 m2 interpretado como funduq, organizado en torno a un patio y enmarcado por al menos tres crujías divididas en habitaciones rectangulares (CLAPÉS, 2014-2015). No muy lejos de este último, en la 336 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL intersección de la Avenida del Aeropuerto con la Ronda Oeste, se documentaron tres edificaciones muy singulares que, dada su distribución interna, han sido asociadas con posibles zocos o fanadiq. Todos ellos disponían de cuatro crujías alrededor de un patio central, conformadas a su vez por pequeñas estancias (Fig. 7) (VÁZQUEZ, 2016a, 471-474). Tampoco podemos olvidar el zoco excavado en la zona de Cercadilla, estructurado una vez más en torno a un patio central desde el que se accedía a una serie de habitaciones (FUERTES, 2002, 115-116). Como se ha comprobado en otras mudun andalusíes, como Murcia o Zaragoza (vid. NAVARRO y JIMÉNEZ, 2010; REKLAITYTE, 2012), las actividades comerciales menores se desempeñaron asimismo en pequeños establecimientos independientes. De este modo, en una de las manzanas excavadas en el barrio de Noreña, en el denominado PP.E-1.1, se registraron seis espacios consecutivos interpretados como tiendas (APARICIO, 2002). LOS ELEMENTOS "PROPIAMENTE" SUBURBANOS Hasta ahora han sido reseñados los espacios que desempeñaron un papel trascendental en los arrabales cordobeses pero que, de un modo u otro, formaron también parte de los barrios intramuros. Sin embargo, la configuración del tejido suburbano estuvo igualmente marcada por elementos inexistentes dentro del recinto amurallado que encontraron en las áreas periféricas el lugar idóneo para su expansión. Destacan entre todos ellos las almunias, un concepto mal conocido, controvertido y muy discutido por la comunidad científica, pero que podríamos entender como grandes fincas suburbanas de recreo vinculadas a las altas esferas y asociadas a terrenos irrigados donde se plantaban -entre otros- árboles frutales, hortalizas, rosales y emparrados 9 (MEJÍAS, 2008, 63). Si algo caracterizó y diferenció una almunia de las demás residencias periurbanas fueron precisamente estas explotaciones agropecuarias 10. Ya en 9 Con todo, las fuentes escritas parecen darle mayor importancia al prestigio vinculado a su propiedad que al factor económico que se pudiera desprender de su explotación agrícola (LÓPEZ, 2013, 257). 10 No podemos asumir que todas las explotaciones agropecuarias de la zona de Poniente formaran parte de una almunia. También existieron huertas menores que requirieron dispositivos para el riego (vid. MURILLO et alii, 2010a, 540; PIZARRO, 2014, 165), aunque distinguir si unas tierras pertenecieron a unas u otras es casi imposible sin documentos escritos que lo avalen o sin haber excavado una considerable extensión de terreno. 337 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS Fig. 7. Plantas de los posibles zocos o alhóndigas excavados en la Ronda Oeste. Se señalan además las estructuras hidráulicas de cada uno de estos edificios (I, II, III) y de las construcciones que los rodearon (a partir de la planimetría original cedida por C. Camacho). 338 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL las primeras edificaciones emirales citadas por las fuentes se hacía especial énfasis en la descripción de los espacios cultivados, así como en los sistemas de riego empleados en propiedades como al-Ruṣāfa o Munyat Nasr (LÓPEZ, 2013, 252). También conocemos por las fuentes escritas y materiales algunas almunias de época califal: desde al-Rummānīyya y su espectacular alberca (vid., entre otros, ARNOLD, CANTO y VALLEJO, 2015; LÓPEZ, 2013; 2014), hasta aquellas propiedades anteriores que sufrieron durante el Califato omeya un proceso de renovación, como al-Nā'ūra, que quedó convertida en un centro de acogida y pernocta para algunas de las embajadas que llegaban a Madīnat al-Zahrā’ (cfr. ACIÉN y VALLEJO, 1998, 126). Las crónicas árabes mencionan a veces las puertas de acceso a las almunias y los muros exteriores que las delimitaban (cfr. LÓPEZ, 2013, 252). Es importante tener en cuenta que aun cuando surgieron como entes aislados, muchas almunias emirales acabaron encerradas dentro de los barrios califales como consecuencia del crecimiento suburbano (Fig. 8) (MURILLO et alii, 2010a, 540, 543; MURILLO, 2013, 100). Fig. 8. Sector del arrabal de al-Ruṣāfa a finales del siglo X (actual Carretera de Trassierra). Se alternan ámbitos domésticos y elementos propiamente suburbanos (una almunia, una necrópolis y un alfar) en torno a un arroyo y el camino que conducía a alRuṣāfa (MURILLO et alii, 2010b, 610, Fig. 294). 339 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS Junto a estas grandes residencias y a los espacios irrigados, las necrópolis -que desde los primeros momentos de la dominación islámica tuvieron cabida en la periferia cordobesa- completaron el heterogéneo y peculiar marco en el que se asentaron los arrabales omeyas. Las almacabras o maqābir más importantes se ubicaron junto a las puertas de la ciudad, aunque se han llegado a detectar a más de dos kilómetros de distancia del recinto amurallado. Su desarrollo y configuración fueron paralelos a los de los barrios residenciales más cercanos conforme a un diseño planificado previamente, por lo que podemos incluso presuponer la reserva de espacios para ellas en los momentos de creación de cada arrabal (LEÓN MUÑOZ, 2008-2009, 38). Se trataba de grandes superficies próximas a los caminos que vertebraban los suburbios o a otros hitos urbanos como fundaciones pías (LEÓN y CASAL, 2010, 669). Su localización pudo estar igualmente vinculada a los cursos de agua, una cercanía que no parece haber sido fruto de la casualidad, sino que ha sido relacionada con motivos escatológicos propios del Islam y con otros de carácter práctico (cfr. LEÓN MUÑOZ, 2008-2009, 41; LEÓN y CASAL, 2010, 669-670). En algunos tramos, los arroyos llegaron a encauzarse para evitar su desbordamiento 11, un hecho que se repitió en poblaciones como Málaga, Murcia y Almería (ÍÑIGUEZ, CUMPIÁN y SÁNCHEZ, 2003, 47; cfr. CASAL et alii, 2006, 270-274; LEÓN y CASAL, 2010, 301). Finalmente, las grandes áreas de producción alfarera fueron enclaves característicos de los suburbios de cualquier ciudad andalusí, en general, y de Madīnat Qurṭuba, en particular. Al igual que las necrópolis, los alfares cordobeses eligieron emplazamientos cercanos a corrientes fluviales para beneficiarse de los recursos hídricos (VÁZQUEZ, 2016a, 472-473). Por este motivo, y para evitar contaminaciones y molestias entre los vecinos, fueron siempre muy comunes en los sectores periurbanos, sin que esto implicase su aislamiento total o parcial respecto a los barrios residenciales del suburbio. Los alfares cordobeses contaron con estructuras y distribuciones semejantes: un espacio abierto donde se ubicaban los hornos y distintos dispositivos hidráulicos como pozos de agua; y un segundo recinto con 11 Sin embargo, en otras ocasiones los cursos fluviales se dejaron a su libre albedrío para lograr el efecto contrario, ya que los aportes sedimentarios aluviales favorecían la superposición de enterramientos. De este modo, la apertura de nuevas fosas no afectaría en principio a las más antiguas. En Córdoba pueden citarse varios ejemplos a orillas del Guadalquivir, pero también al pie del Arroyo del Moro, como la maqbara de la Bāb 'Āmir al-Qurasī (LEÓN MUÑOZ, 2008-2009, 41; LEÓN y CASAL, 2010, 670). 340 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL estancias cubiertas (vid. Ibídem, 473-474). En Córdoba, el Cortijo del Cura se ha revelado como uno de los principales focos alfareros de época califal. Según sus excavadores, en torno al último tercio del siglo X se levantó, sobre la base de una edificación anterior y próximo a un arroyo encauzado, un nuevo conjunto dedicado a la producción de grandes contenedores cerámicos (LEÓN, DORTEZ y SALINAS, 2009-2010). En el tramo noroeste del entorno de la Carretera de Trassierra, existió otro complejo alfarero omeya instalado junto al camino que iba en dirección a la almunia de al-Ruṣāfa y junto a un curso fluvial canalizado (RODERO y MOLINA, 2006; PIZARRO, 2014). La vida en el suburbio oriental Al este de la medina cordobesa (al-̌yiha al-Šarquiyya) los sectores suburbanos fueron igualmente ocupados, aunque la información arqueológica de esta zona es muy restringida. Las pequeñas intervenciones realizadas han sacado a la luz vestigios de viviendas califales, como las encontradas en la calle Mayor Santa María (RODERO, 2003). Estas propiedades no debieron de ser muy diferentes a las erigidas en los arrabales occidentales, manteniendo muy probablemente el esquema clásico de vivienda islámica. Tampoco serían muy distintas las tramas viarias que vertebraron estos arrabales, aunque la falta de excavaciones en extensión impide profundizar en la materia. Uno de los acontecimientos que promovería el despliegue urbanístico de estos terrenos fue la creación -por obra y encargo de al-Manṣūr- de la ciudad palatina de Madīnat al-Zāhira, un hecho que motivaría además la instalación a su alrededor de las residencias de las elites locales de finales del siglo X. Sin embargo, la investigación arqueológica no ha dado aún con sus restos materiales, y sólo tenemos testimonios de ella a través de la documentación escrita (MURILLO, 2013, 101). Ibn ‘Idārī, por ejemplo, comentaba que la ciudad se erigió junto a un pozo y que dispuso de fuentes de mármol, jardines y huertas (cfr. PIZARRO, 2014). A la muerte de al-Manṣūr en el año 1002, la gran conurbación comprendida entre Madīnat al-Zahrā’, Madīnat Qurṭuba y Madīnat al-Zāhira habría llegado a ocupar una superficie de más de 5000 ha., y se extendería a lo largo de un eje noreste-suroeste de diez kilómetros paralelo a la margen derecha del Guadalquivir (MURILLO, 2013, 101). Poco tiempo después, en el año 1009, se produjo el colapso del Estado omeya y comenzó un periodo 341 BELÉN VÁZQUEZ NAVAJAS de inestabilidad y revueltas que se prolongó hasta 1031. El estallido de la fitna tuvo como consecuencia el saqueo de las dos ciudades palatinas, así como el de los arrabales (LEÓN, LEÓN y MURILLO, 2008, 275-276). Terminado el conflicto civil, Qurṭuba se vio envuelta en una serie de continuas transformaciones de carácter político y social que contrastaron rápidamente con el esplendor conocido durante el Califato omeya. Vivir en la Córdoba califal: reflexiones finales Pese a los avances en la investigación de la Córdoba califal, gracias principalmente al aumento de las fuentes arqueológicas y -desde un punto de vista académico- a los nuevos enfoques teóricos, somos bien conscientes de los numerosos frentes aún por resolver en relación a la Qurṭuba de estos momentos. Es por ello que nos gustaría concluir nuestra aportación con una breve reflexión sobre aquellas cuestiones que, partiendo de la información aquí presentada, deberían constituir las principales líneas de estudio de los próximos años. Uno de los grandes temas de debate reside en poder distinguir con mayor precisión quiénes fueron los responsables del desarrollo urbanístico de los arrabales cordobeses, y conocer la verdadera implicación de sus habitantes en el proceso de transformación de la ciudad. Si bien las últimas investigaciones tienden a darle mayor protagonismo al papel jugado por ciertos "agentes promotores", sólo un reciente trabajo acerca de las infraestructuras hidráulicas del Ŷānib al-Garbī cuestiona la naturaleza de dichos personajes, y se plantea si fueron grupos autónomos e independientes, o si fueron designados y/ o organizados desde las altas esferas (VÁZQUEZ, 2016a, 477-481). En segundo lugar, sabemos que en la Córdoba omeya vivieron diferentes comunidades religiosas, pero ignoramos dónde y cómo lo hicieron. La historiografía ha defendido los tópicos de "tolerancia" y "convivencia" durante décadas, pero lo cierto es que ese ambiente de respeto y multiculturalidad en la Córdoba del siglo X no es tan evidente en las fuentes escritas, al menos de forma generalizada (MANZANO, 2013, 239). Por una parte, podríamos entender que, siguiendo la costumbre establecida durante el Emirato (MURILLO, CASAL y CASTRO, 2004, 260-261; MURILLO et alii, 2010a, 527; MURILLO, 2013, 88-89), las elites musulmanas continuaron instaladas en grandes residencias en la mitad septentrional del recinto amurallado. En el caso de los arrabales occidentales, desconocemos 342 VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA CÓRDOBA CALIFAL la procedencia y el status social de sus pobladores, aunque parte de la aristocracia local habría encontrado también refugio en ellos. Aun cuando se tiene asumido que la población mozárabe se desplazó a los suburbios en época emiral (MURILLO, 2013, 91), se presupone que durante el Califato omeya la mayoría de la población sería ya musulmana (conversa o no). Sin embargo, no podemos descartar que entre sus vecinos se encontraran además minorías cristianas o judías, difíciles de rastrear a través de la documentación arqueológica, pero presentes indudablemente en la ciudad. En último lugar, pero no por ello menos importante, debería ser primordial en los estudios sobre la historia de Córdoba enfatizar en el carácter diacrónico de la misma, entendiéndola desde sus orígenes como un yacimiento vivo en constante transformación, sin ser encasillada en rígidos periodos históricos o en fechas concretas. La Qurṭuba califal fue el resultado de sucesivos cambios urbanísticos, todos reflejo de un nuevo poder estatal y de las necesidades de la población de aquellos tiempos, que albergaba a su vez en el espacio intramuros la herencia de un valioso pasado, y que dejó para la posteridad una serie de elementos que han continuado presentes hasta nuestros días. Bibliografía ACIÉN ALMANSA, M. y VALLEJO TRIANO, A. (1998): “Urbanismo y Estado islámico de Corduba a Qurṭuba - Madīnat al-Zahrā'” en CRESSIER, P. y GARCÍA-ARENAL, M. (Eds.): Génèse de la ville islamique en al-Andalus et au Maghreb occidental, Madrid, pp. 107136. APARICIO SÁNCHEZ, L. (2002): Informe-Memoria, Manzana J, P.P. E1.1, P.G.O.U. Córdoba, Informe administrativo depositado en la Delegación de Cultura de Córdoba (inédito), Córdoba. ___ (2009): “Actuación arqueológica preventiva en la C/ Sama Naharro esquina Músico Cristóbal de Morales, de Córdoba”, Anuario Arqueológico de Andalucía 2004.1, vol. III, pp. 1124‐1142. 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