Andrey Schelchkov, “La izquierda latinoamericana en los estudios ruso-soviéticos”, en
Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 11-21. | https://doi.org/10.47195/20.640
ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
Izquierda latinoamericana
en los estudios soviéticos-rusos
Andrey Schelchkov*
Uno de los pilares del campo de estudios soviéticos de historia
contemporánea consistió en la convicción de que sobre la
investigación detallada e imparcial prevaleció la “superioridad
objetiva” de los investigadores soviéticos debido a su sustento
teórico-conceptual, el marxismo-leninismo o, más precisamente
aún, la única versión correcta del marxismo, la doctrina oficial
de la Unión de Repúblicas Soviéticas (en adelante, URSS).1 Lo
declaraban descaradamente los autores del libro de estudios
latinoamericanos soviéticos, publicado por el Instituto de
América Latina, en Moscú, en 1986.2 Eso significaba que lo
más importante era conservar la pureza de la doctrina que, se
suponía, abría automáticamente todas las puertas del saber.
Isaiah Berlin destacó que la intransigencia de la ciencia oficial
soviética —parte del aparato ideológico de gobierno— hacia
la izquierda extranjera, así como su implacable caza contra los
herejes en el campo internacional de la izquierda, se explica por
la fe sincera en que los heterodoxos pueden conciliar con el
enemigo, concertar un compromiso con él, desviar a las masas de
los indiscutibles objetivos sacros, amenazando, así, la fortaleza
de la Verdad, es decir, de la doctrina que está en la base de la
futura sociedad.3
No se trataba solamente de la lucha por la pureza de los ideales
en las filas del propio partido, sino de la autoconvicción de la
razón del camino político elegido, y de la vocación histórica
tanto nacional como internacional de los comunistas soviéticos,
herederos directos del leninismo y de la primera revolución
socialista en el mundo.
A partir de aquella convicción de “superioridad objetiva”, en el
mapa de los movimientos de la izquierda latinoamericana se
ubicaba, en el lugar central, a los gemelos del Partido Comunista
*
Dr. en Historia, Investigador titular del Instituto de la Historia Universal
de la Academia de las Ciencias de Rusia, Moscú, Leninsky pr. 32ª, Rusia.
https://orcid.org/0000-0002-7780-781X
1
Este articulo forma parte del proyecto de la RNF №19-18-00305 (“La
Komintern en América Latina: tradición histórica y los procesos
políticos”)
2
Sovietskaya latinoamerikanistika, 1961-1986 gg. Moscú, ILA AN SSSR,
1986, p. 43.
3
Berlin, I. Istoriya svobody, Moscú, Novoe literaturnoe obozrenie, 2001,
p. 345.
de la Unión Soviética (en adelante, PCUS), esto es, a los “partidos
comunistas hermanos”, pro-soviéticos, que siendo por naturaleza
portadores del saber único y de la razón, no podían cometer nunca
error político alguno. Era un dogma sui generis de impecabilidad
del comunismo soviético, ya que cualquier supuesto error podía
manchar la imagen sagrada del movimiento encabezado por el
partido de Lenin.
En ese mismo mapa, aparecían, luego, los posibles aliados a
izquierda y derecha de los Partidos Comunistas (en adelante,
PCs), aliados que podían ser tolerables o no, en primer lugar,
de acuerdo con su actitud hacia la URSS, y luego, a partir de
su correspondencia con la tradición aliancista iniciada por el VII
Congreso de la Komintern (de ahí que uno de los teóricos más
publicados en la URSS fuera Rodney Arismendi con sus trabajos
dedicados al legado del VII Congreso).
Así, se borraron de aquel mapa, como si fueran inexistentes,
los partidos que se ubicaban a la izquierda de los PCs y, peor
aún, aquellos que pretendían ser marxistas. El único problema
era el Partido Socialista (en adelante PS) chileno, que siempre
fue ignorado como partido marxista y de izquierda; y si lo
debían nombrar, lo hacían aludiendo a que era una especie de
la socialdemocracia o socialismo no marxista o reformista, sin
hacer crítica alguna tampoco, salvaguardando, así, la actitud
positiva del principal aliado del Partido Comunista (PC) chileno,
y sosteniendo a Allende, una figura propagandística positiva en la
prensa soviética, como el representante del socialismo chileno.
Solamente en los estudios históricos sobre el frente popular y el
inicio de del PS, —en los libros de F. Garanin4, M№. Kudatchkin, Yu.
Korolev—5 tildaban a los socialistas de trotskistas, anarquistas
y agentes del imperialismo; los más criticados eran, sobre todo,
Oscar Schnake y Marmaduque Grove.
Mas fácil fue el tema de los nacionalismos revolucionarios
y de los diversos tipos del antiimperialismo y agrarismo que
podían ser considerados como aliados. Por lo demás, todas las
4
Gagarin, F.A., Narodny front v Chili, 1936-1941. Moscú, Nauka, 1973.
5
Korolev, Yu, Kudachkin M.F., Latinskaya Amerika: revoliutsii XX veka.
Moscú, Politizdat, 1986; Kudachkin M. Chile: La experiencia de la lucha
por la unidad de las fuerzas de izquierda y las transformaciones
revolucionarias, Moscú, Progreso, 1978.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
11
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Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 11-21. | https://doi.org/10.47195/20.640
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izquierdas, guevaristas, trotskistas, miristas, Montoneros etc.,
eran totalmente ignoradas por los estudios soviéticos, como
si fueran inexistentes, y tildadas todas juntas de “izquierdismo
pequeño burgués sin futuro”.
No obstante, si las ediciones abiertas para todo el público se
mantuvieron calladas respecto de esa izquierda “extrema” —
dando lugar sólo a las filípicas llenas de desprecio y de cólera—
existieron, también, las ediciones numeradas reservadas, llamadas
de acceso restringido y de servicio, que leían los funcionarios
del Comité Central (en adelante, CC), ministerios, etc., cuya
nomenclatura estaba a veces muy reducida. Eran los libros de los
mismos autores rusos de los institutos académicos que exponían,
en detalle, los temas de la así llamada “izquierda no-comunista”,
evitando insultos y frases propagandísticas. Estos libros no eran
de acceso libre; algunos, de menor grado de confidencialidad,
estaban en los fondos especiales de las bibliotecas públicas,
cerrados para el público general, pero accesibles a los lectores
que debían presentar documentación de su lugar de trabajo
y justificar porqué querían leerlos. En cambio, los libros de
mayor secreto se editaban con tiraje de 20-50 ejemplares y se
destinaban solamente al CC. Éstos, habitualmente, de uno u otro
modo, comprometían la política exterior de la URSS, como fue
el caso de las relaciones con los militares argentinos durante
los ‘70. Hoy día estas publicaciones se pueden consultar en el
archivo del CC del PCUS – RGANIm recientemente abierto.6
Los latinoamericanistas soviéticos de la primera generación, que
se formaron en los ’60 (como rama especializada de las ciencias
sociales soviéticas), se limitaban en sus estudios de la izquierda
a dos temas principales: la formación de los partidos comunistas
en los años veinte (V. Ermolayev; Yu. Korolev; A. Shulgovsky)7
y el impacto de la revolución de octubre en América Latina (B.
Koval; M. Kudachkin).8
Otro tema histórico que siguió a los primeros, y que ganó de
repente una gran atracción a finales de los ’60 e inicios de los
‘70, fue la problemática de la unidad de izquierda desde la
perspectiva del VII Congreso de la Internacional Comunista (en
adelante, IC) y las experiencias del frente popular en América
Latina (A№. Shulgovsky; A. Stroganov; F. Garanin).9
La orientación política del momento que impulsaba esta temática
—atendiendo a las formas en que funcionaba la ciencia social en la
URSS— provenía siempre de las “orientaciones” del CC del PCUS
según la necesidad del día, esto es, la fundamentación, explicación
e implicancia práctica de la línea aliancista del PCUS en el campo
comunista internacional. Esta línea promovía simultáneamente
la unión con los posibles aliados ubicados a la derecha de los PC,
y la lucha intransigente contra los infantilismos izquierdistas, lo
que en aquel entonces incluía las controversias con los cubanos
y los chinos, la adhesión a la teoría de la convivencia pacífica y,
sobre todo, el apoyo a la experiencia chilena.
No es extraño, entonces, que fueran estos temas históricos
los que ocupaban el centro de la atención de los estudios
latinoamericanistas, quedando otros temas del período — tales
como la actitud del PC cubano en los años 40 o la revuelta
comunista brasileña— vedados a la investigación histórica
(fundamentalmente para no complicar las relaciones con los
cubanos o con Prestes, que residía en Moscú).
Los libros que se publicaban sobre los PCs presentaban, más que
un análisis, un guion de la historia, una enumeración de hechos
conocidos, de puntos de programas y congresos, sin alusión
alguna a divisiones y luchas internas, fracciones y disidencias.10
Algunos casos concretos de los PCs fueron tomados como
temas especiales y ejemplares, y aquí vale la pena mencionar los
estudios sobre la historia del PC argentino de S. Ulianova,11 o la
del comunismo colombiano de G. Zhuchkova.12
Uno de los factores importantes que influyeron en los análisis
de la izquierda de los estudiosos soviéticos fue la presencia
en Moscú de diferentes líderes nacionales de los PCs
latinoamericanos; exilados políticos como Rodney Arismendi,
Luis Carlos Prestes, Luis Corvalán, Volodia Teutelboim, que tal
vez por el aburrimiento del exilio vigilaban mucho todo lo que se
hablaba y se escribía en la URSS sobre sus países y sus partidos.
Lo mismo hacían todos los partidos y sus representantes en
Moscú, incluso elevando quejas al CC del PCUS.
Un caso curioso y notable fue de Lombardo Toledano, quien
6
Siglas rusas del Archivo Estatal Ruso de Historia Moderna.
7
Ermolaev, V.I., Podem revoliutsionnovo dvzheniya v Latinskoy Amerike
(1918-1923 gg) // Mezhdunarodnoe znachene Velikoy Oktyabrskoy
sotsialisticheskoy revoliutsii, Moscú, AN SSSP, 1958; Ermolaev, V.I.,
“Kompartiya Argentiny – novaya sektsiya III Internatsionala v Latinskoy
Amerike”, Novaya i noveyschaya istoriya, 1959, n°3; Ermolaev, V.I.,
Korolev, Yu. Rekabarren – Velikiy grazhdanin Chili, Moscú, Mysl, 1970;
Korolev, Yu. Chilyskaya revolutsiya: problemy i diskussii, Moscú, Mysl,
1982; Ermolaev, V.I., Schulgovskiy A.F. Rabochee i komunisticheskoe
dvzhenie v Latinskoy Amerike (s Oktyabrya do nashcij dney), Moscú,
Nauka, 1970.
8
Koval, B.I., Svet Oktyabrya nad Latinskoy Amerikoy, Moscú, Nauka,
1977; Kudachkin, M.V. (ed), Velikiy Oktyabr i kommunisticheskie partii
Latinskoy Ameriki, Moscú, Nauka, 1978.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
9
Shulgovski A., México en la encrucijada de su historia: La lucha
liberadora y antiimperialista del pueblo mexicano en los años treinta
e la alternativa de México ante el camino de su desarrollo, México,
Fondo de Cultura Popular, 1968; Stroganov A., Borba za ediny rabochiy
i narodniy front v Argentine v 1933-1936 gg. №Moscú, №MGU, 1969.
10
Volskiy, V.V. (ed.)№ K. Marks i Latinskaya Amerika, Moscú, ILA AN SSSR,
1970; Volskiy, V.V., Leninizm i Latinskaya Amerika, Moscú, ILA AH SSSR,
1972; Semenov S.I., Jristiankaya demokratiya i revoliutsionny protsess
v Latinskoy Amerike. Moscú, Nauka, 1971.
11
Ulyanova S.I., Argentinskie kommunisty v borbe za edinstvo
ntiimperialisticheskij cil 60-e gody, Moscú, ILA AH SSSR, 1976.
12
Zhukova, G.E., Kolumbiya: kommunisty v borbe za edinstvo harodnij
mass, 1958-1974. Moscú, ILA RAH, 1974.
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controlaba todo lo escrito sobre él, sobre el movimiento obrero
mexicano y sobre su partido. Cuando salió el tomo de la letra L de
la Gran enciclopedia soviética y un artículo sobre él, Lombardo
acudió a la embajada soviética en México y escribió varias
protestas al CC del PCUS porque lo llamaron, tal vez con acierto,
“oportunista” y “reformista”. Hizo tanto escándalo que el CC del
PCUS decidió condecorarlo con una medalla soviética y publicar
en el periódico de los sindicatos, Trud —todos los periódicos
tenían su especialidad y su público, y como Lombardo era un
líder sindical, le correspondía el diario Trud y no el Pravda, del
CC— un artículo elogioso sobre este “gran amigo de la URSS”.13
Otro caso fue el de Leonardo Paso, quien protestó por haber
escuchado de los estudiantes de la Universidad Lomonosov una
visión de la guerra de independencia y de Rosas poco ortodoxa;
y ni hablar de su furia por las simpatías de los jóvenes por los
peronistas-montoneros en la principal universidad soviética. En
el CC del PCUS se denostó al viejo dogmático por el tema de
Rosas, pero sí llegaron a investigar quién simpatizaba con los
Montoneros. Las épocas, por entonces, ya eran vegetarianas,
y las amenazas de expulsar de la Universidad eran el máximo
castigo.
Los estudiosos de la Universidad o de la Academia de las Ciencias
tomaban en cuenta este factor de la opinión de los partidos
hermanos. Y les causaba gran dificultad el análisis del nacionalismo
en los casos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), del
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), de la Alianza
Popular Revolucionaria Americana (APRA) o del peronismo. Los
mayores problemas los causaban los mexicanos y los argentinos,
que vigilaban cada palabra dicha sobre el peronismo o el priismo.
Los analistas que escribían sobre los nacionalismos, limitándose
a las realidades nacionales de cada país, trataban siempre de
no contradecir las concepciones del PC —excepto en el caso
de México que jugó un papel importante en la política exterior
soviética hacia el continente y, en consecuencia, no se podía
hablar “muy mal” del PRI— y evitaban analizar las tendencias de
izquierda en el nacionalismo (por ejemplo, I. Shokina en su libro
sobre peronismo).14
Pero el mayor drama llegaba cuando se hacían análisis
generalizados sobre el nacionalismo en el plano continental:
en tanto las posturas de los PCs boliviano, argentino, peruano
o venezolano respecto de los nacionalistas de izquierda diferían
entre sí, los autores debían buscar fórmulas para quedar bien
con todos, lo que resultaba en fórmulas tan generales o tan poco
concretas que la mejor opción terminaba siendo hacer silencio
sobre la izquierda nacionalista, como si no existiera. Así era el libro
fundamental de la historiografía soviética sobre el nacionalismo13
RGANI (Rossiyskiy Gosudarstvenniy Arkhiv Noveishey Istorii) 5 - 50 - 691.
pp. 59-84.
14
Schokina, I.E. Peronistskoe dvizhenie v sovremennoy Argentine,
Moscú, ILA RAN, 1969.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
populismo, libro bajo dirección de Anatoly Shulgovsky.15
Algunos autores conseguían exponer, como mucho, las
posiciones de las corrientes de la izquierda no-PCs, por ejemplo
A. Grishin, quien analizando la izquierda argentina en los ‘80,
expuso detalladamente las ideas del peronismo de izquierda,
del Frente de Izquierda Popular de Abelardo Ramos o del
Partido Socialista Popular de Estévez Boero; lo cual era mucho,
ya que habitualmente estas fuerzas eran ignoradas en las
investigaciones. No obstante lo anterior, en sus conclusiones el
autor se limitó (y no podía ser de otra manera) a citar Fernando
Nadra y a los documentos del PC argentino que desvalorizaban
el contenido de todo el artículo.16
Los estudiosos un poco más heterodoxos, como fue el grupo
dirigido por Anatoly Shulgovsky en el Instituto de América Latina,
tenían una visión más amplia del socialismo en comparación con el
oficialismo dominante. Su refugio para expresar sus ideas fueron
las temáticas del cardenismo en México o la obra de José Carlos
Mariátegui. El libro —fundamental— editado bajo la dirección
de Shulgovsky en 1966,17 fue por muchos años un ejemplo de la
interpretación de la izquierda y del pensamiento izquierdista en
América contrario a la ortodoxia oficial. La aparición de este libro
corresponde a uno de los últimos reflejos del famoso “deshielo”
de la época de Nikita Khruschev y salió justamente antes de
la nueva y leve estalinización brezhneveniana en las ciencias
sociales, liderada por el “camarada” Mikhail Suslov.
Los fines de los años setenta y principios de los años ochenta
transcurrieron bajo la fuerte impresión causada por la experiencia
chilena, por un lado, y el cambio político en las relaciones con
Cuba, y el envejecimiento del régimen castrista que cada día se
homogenizaba ideológicamente más con los soviéticos, por el
otro.
Hay que nombrar el libro de M. Gornov y V. Tkachenko de 1981
que tenía la pretensión de evaluar toda la experiencia del auge
revolucionario y el antiguo tema de las alianzas políticas de la
izquierda y su unidad a principios de los ’70.18 Es un clarísimo
ejemplo de la degradación de la ciencia social en la época de
Leonid Brezhnev, ya que los autores hicieron todo lo posible
para no decir nada, para no tocar ningún tema agudo, para evitar
toda fórmula novedosa o siquiera alguna visión diferente que
contradijera la visión oficial; todo lo expresado allí eran puros
términos del sentido común y repetición de fórmulas oficiales.
15
Schulgovskiy A.F. (ed.), Natsionalizm v Latinskoy Amerike: politicheskie
i ideologicheskie techeniya, Moscú, Nauka, 1976.
16
Latinskaya Amerika, n°1, 1984, pp. 76-81.
17
Schulgovskiy A.F. (ed.), José Carlos Mariategui. Plamenny borets za
torzhestvo idey marksizma-leninizma v Latinskoy Amerike, Moscú,
Nauka, 1966.
18
Gornov M.F., Tkachenko V.G., Latinskaya Amerika: opyt narodnyj
koalitsiy i klassovaya borba, Moscú, Politizdat, 1981.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
13
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14
Con más talento, pero con el mismo molde hablaba de este tema
Boris Koval en su libro de 1984.19
En este periodo los temas principales eran el carácter de la
futura revolución, sus fuerzas motrices, el rol de la izquierda. La
revolución sandinista y la crisis en Centroamérica contribuyeron
a una cierta apertura hacia la experiencia guerrillera. Inclusive el
viejo y experto Iosif Grigulevich (antiguo agente de la agencia de
inteligencia rusa, KGB, uno de los involucrados en el asesinato
de Trotsky) para agradar a los camaradas cubanos publicó en
1984 el libro sobre Che Guevara en el cual hace todo lo posible
para no hablar ni sobre las ideas del Che, ni sobre el proceso
revolucionario fuera de las actividades de los comunistas.20
En este mismo período abundaron las publicaciones sobre
la experiencia chilena. Se trata de libros bastante medidos y
correctos, con una mayor libertad crítica que correspondió a
los ánimos y actitudes del PC chileno, cuyos líderes residían en
Moscú y en otros países del campo socialista.
Curiosamente la República Democrática Alemana (en adelante,
RDA) fue destinada a los socialistas, mientras Moscú, Sofia y
Praga, a los comunistas.
Los libros y artículos de M. Kudachkin (alto funcionario del CC
del PCUS, consejero político de la embajada de la URSS en Chile
a finales de los ‘60), Yu. Korolev, A. Stroganov que defendían la
posición del PC de Chile con una visión muy abierta y flexible
sonaban en la atmosfera soviética del Brezhnev tardío como
algo fresco, muy cercano al eurocomunismo, muy mal visto por
propaganda oficial. A los autores soviéticos les salvó la posición
de los chilenos a favor de una mayor heterodoxia, flexibilidad
y democratísimo muy “dialécticamente” combinados con una
implacable unión y lealtad al PCUS. Lo mismo sucedió en el CC
del PCUS donde Kudachkin y Rybalkin, que se dedicaban a Chile,
representaban al grupo más liberal del aparato internacional del
PCUS.
La izquierda radical no comunista, la nueva izquierda, fue objeto
de estudio hacia finales de los años setenta y en los ochenta,
pero solamente como corriente de pensamiento, mientras que
sus expresiones políticas seguían siendo ignoradas. Aquí tenemos
como ejemplo los libros de A. Shestopal21 y de L. Poskonina.22 En
aquel período también se pusieron de moda los estudios sobre
la izquierda nacionalista y la democracia cristiana chilena, desde
19
Koval B.I., Revoliutsiya prodolzhaetsya: opyt 70-j godov XX, Moscú,
Nauka, 1984.
20
Grigulevich I.R., Ernesto Che Guevara i revoliutsionny protsess v
Latinskoy Amerike, Moscú, 1984.
21
22
la perspectiva de su evolución hacia la social-democratización
(perspectiva basada, sobre todo, en la experiencia venezolana)23.
Durante este período se formó un grupo encabezado por
Kiva Maidanik (1929-2006), compuesto principalmente por
investigadores del Instituto de Relaciones Internacionales
y Economía Mundial (IMEMO) de la AC y por estudiantes
y postgraduados de la Universidad de Moscú (Sobchenko,
Vorozheikina, Fadin). Maidanik en los ‘60 había trabajado en
la revista internacional de los partidos comunistas en Praga, y
había establecido contactos personales con muchos dirigentes
comunistas de la región. Ya por aquellos años Maidanik se
identificaba como un marxista poco ortodoxo o, mejor dicho,
poco oficialista, y se declaraba partidario de la izquierda radical,
guerrillera y revolucionaria. Al mismo tiempo, era simpatizante
del proceso checo de así llamada “Primavera de Praga” y de
la Revolución Cubana. Siendo corresponsal de la mencionada
revista conoció a Che Guevara, quien influenció mucho en sus
visiones políticas.
En los años ’70, Maidanik publicó artículos poco ortodoxos sobre
la revolución latinoamericana, basándose en los estudios de la
trayectoria y el legado del Che. Apoyándose en las obras de Lenin,
demostraba la rectitud y creatividad de las ideas del Che, a quien
literalmente llamaba “mejor continuador de las ideas de Lenin”,
lo cual era un escándalo, ya que existía un único continuador
oficial de Lenin, y éste no era el Che, sino el camarada Brezhnev.
El texto de Maidanik trataba sobre la correlación de los factores
objetivos y subjetivos, y del deber del partido revolucionario de
“saber enseñar a la revolución”, que era, según Maidanik, el mejor
legado de Lenin en el Che —la inversión de la secuencia factores
objetivos-factores subjetivos, cuando la revolución y las masas
siguen el impulso de las acciones de la vanguardia revolucionaria.24
O sea, el partido revolucionario era el factor decisivo en tanto
las condiciones objetivas siempre están presentes. Maidanik
adscribió este concepto a Lenin, haciendo equilibrismo con sus
citas, lo cual le daba un aval para sortear la censura... Pero esta
visión otorgada a Lenin estaba en absoluta inconsecuencia con
su acción y actitud de toda su vida revolucionaria. Además, en la
base del concepto de Maidanik (mejor dicho, del Che, y defendido
por Maidanik) estaba la tesis de la existencia, en América Latina,
de una situación revolucionaria estructural, “bloqueada por
factores políticos internos” que pretenden romper la vanguardia
revolucionaria.25
La base de sus construcciones fue el concepto izquierdista de la
revolución armada inmediata en América Latina como la única
23
Schestopal A.V., Levoradikalnaya sotsiologiya v Latinskoy Amerike.
Kritika osnovnij kontseptsiy, Moscú, Mysl, 1981.
Dabagyan E.S., Natsional-reformizm v sovremennoy Venezuele.
Partiya “Demokraticheskoe deystvie”: ideologiya i politika, Moscú,
ILA RAN, 1972.
24
Poskonina L.S., Latinskya Amerika: kritika levoradiklanyj kontseptsiy,
Moscú, Nauka, 1988.
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara: evo zhizn, evo Amerika, Moscú,
Ad. Marginem, 2004, pp. 116-117.
25
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, p. 119.
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solución social en el continente.26 Maidanik y su grupo, de hecho,
repetían las tesis de la izquierda radical no comunista, apoyándose
en los trabajos teóricos de los new left occidentales.27 Los jóvenes
estudiosos del grupo de Maidanik jugaron un papel importante
en la corrosión de la ideología oficial soviética a finales de los
‘80, ejercían una notable influencia entre los estudiantes de la
Universidad Lomonosov que no podía sino llevarlos a las “garras”
del sistema represivo del régimen.
En realidad, Maidanik era un izquierdista radical, pero los
integrantes de su grupo, en su mayoría, profesaban simpatías
eurocomunistas por sus críticas al régimen soviético. A la
actividad con los estudiantes y las discusiones sobre el marxismo
se le sumó el escándalo de la publicación de unos artículos en la
revista América Latina: fue el caso de los textos de A. Fadin sobre
Régis Debray.28 Además, los integrantes del grupo escribían cartas
a los representantes de los PCs latinoamericanos exponiendo sus
visiones políticas que contenían herejías eurocomunistas. No es
de sorprender que los camaradas latinoamericanos reportaran
estos casos al CC del PCUS, quien abrió en la KGB un sumario
que incluía aquellos artículos y aquellas cartas. Varias personas
del grupo de Maidanik fueron arrestadas; y sobre él pesaba
la amenaza de ser expulsado del Instituto, perder el trabajo,
ser incluido en las listas negras, etc... Fue solamente gracias a
la influencia del director de la revista, Sergo Mikoian (hijo del
destacado líder de la URSS desde la época de Lenin y Stalin), y
del propio padre del citado autor (un alto funcionario del PCUS),
que el caso de este grupo fue cerrado y la KGB liberó de la cárcel
a los jóvenes científicos.
Perestroyka
Per se fue un periodo de la historia rusa de mayor abertura y
de diversidad de discusión que no podía no afectar los aires de
los estudios latinoamericanos y, sobre todo, estimular nuevas
visiones sobre la izquierda y el futuro de la revolución.
En este periodo, los vientos de cambio y de revaloración del rol
dirigente de los comunistas en el proceso ruso e internacional
centraron el interés académico en el tema de la izquierda
latinoamericana, sobre la cual se reflejaban las preocupaciones
por el futuro del socialismo y las vías de su desarrollo.
En la revista América Latina tuvieron lugar dos amplias
discusiones que involucraron no solamente a los investigadores
de los temas latinoamericanos, sino a amplios sectores de
Dossier | Historiografía de las izquierdas
la sociedad —especialistas en ciencias sociales, maestros de
escuela y estudiantes enviaban cartas a la revista y ésta que
las publicaba, hecho nunca visto antes—. Una de aquellas
discusiones era sobre la izquierda latinoamericana, y la otra,
sobre el legado de Che Guevara.
La discusión sobre el legado teórico del Che comenzó con un
artículo de V. Mironov.29 Las reacciones y respuestas provocadas
por éste duraron dos años.30 En el centro de la discusión estaba
el tema del factor subjetivo de la revolución y el problema de la
responsabilidad de los revolucionarios por la realidad construida
después de la revolución —en referencia a la experiencia rusa,
china, cubana, komdojiana de Pol Pot, etc.—; el tema de la
violencia (terror) desde abajo y de la violencia revolucionaria;
los problemas éticos de la actitud revolucionaria. Estas arduas
discusiones se deslizaron inmediatamente hacia la historia
soviética y general, lo cual las hizo un foco de atención social
(por ejemplo, intervino Igor Kliamkin, entonces gran defensor
de Gorbachov y luego uno de los líderes del movimiento liberal
entre los intelectuales).
Como ya hemos dicho, con Glasnost las revistas comenzaron
a publicar discusiones y artículos que no se correspondían con
la visión oficial del PCUS y que antes no era posible publicar.
La revista América Latina publicaba no solamente los artículos
sobre la izquierda, sino también las reacciones del público lector.
Un caso notorio fue un artículo de un tal N. Vasetzky sobre la
extrema izquierda, que era, en realidad, una especie de ensalada
rusa en donde se mezclaba a todas las corrientes de izquierda nocomunista, denominadas “típicas corrientes pequeñoburguesas
al servicio del imperialismo”.31 El artículo era miserable, y
no sobresalía de los marcos típicos del periodo anterior a la
perestroika. Era inclusive estúpido al declarar, por ejemplo, que
los asesinatos de los izquierdistas por parte de la policía habían
sido planificados por los mismos izquierdistas para ganar mayor
popularidad, o al describir, la supuesta conexión de éstos con
el imperialismo yanqui... En fin, una montaña de basura léxica.
Sin embargo, en los tiempos anteriores, esto hubiera pasado
como un artículo insignificante, pero ahora provocó una ola
de críticas y respuestas que lo denostaron de la forma más
humillante (la reseña más relevante fue la de un tal I. Tverskoy,
muy posiblemente, seudónimo de Maidanik). Todo esto fue un
impulso para que en 1988 los estudiosos convocaran un simposio,
una discusión muy interesante para aquel momento sobre las
izquierdas latinoamericanas, luego publicada en la revista.32
En esta discusión, todos los que antes hablaban del protagonismo
Latinskaya Amerika, 1980, n° 2, pp. 41–51; 1982, n° 7, pp. 23–36; 1988, n°
10, p. 40.
29
Latinskaya Amerika, n°11, 1985.
30
Latinskaya Amerika, n° 3, 1987.
27
Latinskaya Amerika, 1989, n° 5, pp. 59–70.
31
Latinskaya Amerika, n° 10, 1986.
28
Latinskaya Amerika, n° 9, 1981, p. 11.
32
Latinskaya Amerika, n° 10-11, 1988.
26
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
15
Andrey Schelchkov, “La izquierda latinoamericana en los estudios ruso-soviéticos”, en
Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 11-21. | https://doi.org/10.47195/20.640
ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
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de la izquierda y, especialmente, de los comunistas ahora hablaban
de su marginalidad y de la falta de un proyecto social alternativo.
Lo positivo y nuevo en esta discusión era el reconocimiento de
la necesidad del pluralismo en el campo de la izquierda. A esta
tolerancia ideológica y pluralismo en el sector izquierdista de la
sociedad Maidanik la explicó con el concepto de crecimiento del
efecto de multiplicidad que le quitó el monopolio a la izquierda
tradicional, comunista sobre todo, en el campo revolucionario,
y la necesidad de la transformación interna de los partidos
comunistas, dando como ejemplo los partidos centroamericanos,
sobre todo, el salvadoreño.33
En esa discusión, un especialista en la izquierda chilena, Yu
Korolyov, entró en una ardua polémica con Maidanik. Korolyov
sostenía la idea de una transnacionalización de la izquierda que iba
a producirse automáticamente a partir de la transnacionalización
de la economía, ya que en ese proceso se daría lugar a la
liquidación de la diferencia entre el centro y la periferia de
la economía capitalista. Maidanik lo criticó, destacando la
agudización de lo nacional en la agenda de los países perifericos.
Si Korolyov llamaba a la izquierda a acomodarse en la inevitable
transnacionalización, Maidannik sostenía que el proyecto de
izquierda era incompatible con el de la transnacionalización
capitalista. Korolyov estaba convencido de que si la izquierda
no se incorporaba al proyecto transnacional estaba condenada,
en caso de conquistar el poder, al autoritarismo, ya que carecía
de un proyecto adecuado a las tendencias internacionales, y
de ahí que, de momento, era mejor quedarse sin izquierda. Su
conclusión era pasarse a la oposición de retaguardia, hacer un
receso político, dejando para más adelante las ideas de la lucha
por el poder. Maidanik lo desenmascaró advirtiendo sobre el
peligro de convertir a la izquierda en un “ghetto político”, lo
cual sería equivalente a una muerte política; y señalando que, en
todo caso, mejor era disolver a los impotentes (los comunistas) y
dejar que los nuevos y activos no-comunistas formaran un nuevo
movimiento revolucionario.34
Maidanik destacó la crisis de la izquierda continental, sobre todo
marxista y comunista, por el espejismo de verse incluida en las
tendencias globales y por la repetición de los modelos europeos
con poco arraigamiento en tradiciones y realidades nacionales
(se refería a sus inmutables programas de “vía pacífica” o “frente
antifascista”). Destacó esa crisis como un proceso inevitable
cuando las fuerzas comunistas no sólo habían dejado de ser
revolucionarias-socialistas, sino que, también, habían abandonado
el campo de la izquierda; y en ese contexto, su lugar lo ocuparon
otras fuerzas del campo de la izquierda nacional.
Para él, la unidad de la izquierda se concentraba en la temática
de la lucha por la hegemonía más que en la de la formación
33
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, pp. 140-141.
34
Latinskaya Amerika, n° 11, 1988.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
de los frentes o bloques electorales. La lucha por la unidad
debía desburocratizarse, ir desde abajo hacia arriba, en forma
democrática y de base, con mayor autonomía, una receta muy
conocida desde la época de la Komintern y difícil de llevar a cabo.
Maidanik advirtió el peligro del viraje de la izquierda “oficial”
(comunistas) hacia el bloque de partidos del centro e inclusive
de centro-derecha, que los llevaría fuera del campo de la
izquierda y su destino. Predijo que en el futuro (se refería a
los años 1990-2000), podían aparecer regímenes híbridos de
izquierda que combinaran el capitalismo con el poder popular
y regímenes nacional-populares de izquierda que tendrían una
fuerte tendencia hacia el autoritarismo, lo que generaría nuevos
desafíos a la izquierda. Parece profético, pero en realidad estaba
en la superficie.35
En torno de esta discusión sobre los procesos revolucionarios,
además de la corriente oficialista de los investigadores soviéticos
que exponían los puntos de vista de los partidos comunistas
nacionales, surgieron dos grupos de estudiosos que no estaban
de acuerdo con la visión oficialista. Uno de estos grupos, el más
liberal para aquel momento, se había formado alrededor de
Anatoly Shulgovski, cuya peculiaridad principal era la profecía
de la “tercer vía”, la búsqueda de las alianzas poli-clasistas:
encontraban los elementos socialistas en los movimientos de
los militares en el Perú (V. Alvarado), Panamá (Torrijos), Bolivia
(J.J. Torres).36 Shulgovsky y otros colegas como Ya. Shemiakin
criticaron a Maidanik quien rechazó el concepto de la corriente
de la democracia revolucionaria como un ente de transición hacia
el socialismo y como fuerzas más próximas a los comunistas. No
era mera terminología heredada de los documentos pragmáticos
del PCUS, democracia revolucionaria son partidos y grupos
políticos cercanos a los comunistas, en cambio los popularrevolucionarios son movimientos de masas, con el contenido
ideológico diluido. Desde inicios de los ‘70 Maidanik discutía
con Shulgovsky y con posiciones de varios PCs del continente
sobre los modelos de la revolución. Maidanik estaba convencido
en la esterilidad de cualquier reformismo, inclusive de tinte
izquierdista, mientras Shulgovsky apoyándose en las tradiciones
del VII Congreso de la IC buscaba justificaciones de las alianzas
reformistas.37
Para Shulgovsky y sus colegas, la unidad de la izquierda per se
era un valor único, interpretándola únicamente como la alianza
de toda la izquierda bajo el liderazgo del PC, y como parte de
la alianza democrática poli-clasista al estilo del VII Congreso de
la IC, una especie de Frente Popular nuevo. En los trabajos de
35
Latinskaya Amerika, n° 11, 1989.
36
Schulgovskiy A.F., Armiya i politika v Latinskoy Amerike, Moscú, Nauka,
1979; Schulgovskiy A.F. (ed.), Problemy sovremennovo pabochevo
dvizheniya Latinskoy Ameriki, Moscu, ILA 1980; Schulgovskiy A.F. (ed.),
Marksizm.leninizm i Latinskaya Amerika, 2 t. Moscú, Nauka, 1989.
37
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, p. 29.
Andrey Schelchkov, “La izquierda latinoamericana en los estudios ruso-soviéticos”, en
Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 11-21. | https://doi.org/10.47195/20.640
ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
Shulgovsky, durante el período de la Perestroika, encontramos
una heterodoxia de la visión del socialismo, de las fuerzas de
la revolución, el “descubrimiento” de la “otra” izquierda y una
fuerte crítica de los PC oficiales. Shulgovsky, en aquel momento,
se dedicó a recuperar el pensamiento marxista y socialista
latinoamericano heterodoxo, inexistente para la ideología oficial
antes de la Perestroika, como Mariategui, Astrogildo Pereira.
Fue un período muy liberal de Shulgovsky, quien bruscamente
cambió su postura política hacia un comunismo cerrado y
ortodoxo después de la caída de la URSS.
En cambio, Maidanik, después del golpe de Pinochet, rechazó
toda la posibilidad de “vía pacífica al socialismo” y enarboló
la experiencia insurreccional de América Central, habló de la
corriente popular revolucionaria ligada a los movimientos de
la izquierda heterodoxa que según él ganaron el protagonismo
revolucionario y el rol dirigente, marginando a los comunistas,
excepto en el caso de El Salvador. Maidanik estaba muy
involucrado con las de América Central, tuvo relaciones especiales
con Shafik Handal del PC salvadoreño, tuvo mucha afinidad de
ideas y amistad con la chilena Marta Harnecker (quien no era
bienvenida en la URSS, puesto que era considerada vulgarizadora
del marxismo y desviadora hacia el ultra izquierdismo).38
Resumiendo, en la URSS el tema de la izquierda latinoamericana
fue analizada por muchos, pero en realidad, los aportes serios
en argumentación pertenecen a: 1) los representantes de la
ortodoxia del PC, Semenov y Ermolaiev; 2) la ortodoxia moderada,
con tendencias más de derecha socialista, Koroliev y Kudachkin
(defensores de las ideas de la vía chilena al socialismo), y
Shulgovsky, quien representaba el legado del VII Congreso de la
IC; y 3) los izquierdistas heterodoxos, Maidanik y Vorozheikina.
Rusia post 1991
Seguimos hablando de la figura de Maidanik quien continuó sus
estudios y búsquedas teóricas del futuro anticapitalista después
del quiebre de la URSS en 1991. Su último libro, Ernesto Che
Guevara, sus vidas y su América (2004), fue una síntesis de
sus ideas, legado y lecciones del pasado y una mirada hacia el
futuro. En esta época de desencanto y de predominante visión
frívola de la comunidad profesional de los historiadores rusos
respecto de los temas de la izquierda, el discurso de Maidanik se
endureció; siguió fiel a su trayectoria de estudioso-militante pero
con una nueva expectativa de futuro que lo vinculaba con el antiglobalismo —a su entender, un mal nombre para un movimiento
anti-imperio— y en la que el Foro de Sao Paulo parecía indicar el
advenimiento de una “tercera izquierda”.
38
Maidanik, Kiva y Harnecker, Marta [Entrevista], Perestroika: La
revolución de las esperanzas, Buenos Aires, Dialéctica, 1988.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
No explicó bien por qué es “tercera”, pero se entiende que la
primera es la comunista tradicional pro-soviética, la segunda es
la nueva izquierda surgida en el occidente en los ‘60, incluyendo
el movimiento surgido a posteriori de la Revolución Cubana,
la gesta del Che Guevara y las guerrillas de los ‘60 y ‘70. La
“tercera” es un proyecto, una expectativa de elaboración de
una alternativa económica y política popular a la globalización
capitalista.
En los ‘80 y ‘90 Maidanik fue profético: sostuvo que la
tendencia del neo-conservadurismo dependiente (que incluía al
neoliberalismo) inevitablemente fracasaría, y que el nacionalpopulismo resurgiría aunque de momento pareciera muerto. Y,
lo más importante, que la izquierda buscaría el apoyo, su base
y una especie de paraguas político en el populismo, ejerciendo
su influencia sobre él, apoyando su versión izquierdista, y
contribuyendo a la ilusión de la “izquierdización” del populismo.39
En el momento de la debacle de la URSS en 1990-1991, Maidanik
se concentró en reflexionar sobre el destino y el futuro de la
izquierda latinoamericana. Sus observaciones de aquel momento
tienen tintes de desencanto y pesimismo. Reconocía el golpe a la
izquierda asestado por la bancarrota del proyecto soviético, pero
no veía la perestroika como la culpable, sino a todo el periodo
anterior, principalmente a la primera mitad de los ‘80. Él no
vinculaba el derrumbe del proyecto soviético y de las perspectivas
latinoamericanas con los cambios políticos en la URSS, sino con
el advenimiento de la nueva etapa del desarrollo del capitalismo,
que pasaba de la fase industrial y de la revolución científicotécnica a la etapa del capitalismo de naturaleza científicoproductiva. En un nuevo mundo posindustrial, los países del
segundo escalón de la industrialización (esto es, los países de
América Latina y del bloque socialista de Europa Oriental que
habían llevado adelante una industrialización tardía y estatista)
se convertían, nuevamente, en un mundo marginado, fuente de
materias primas para los países del centro capitalista.40
Maidanik subrayaba que la izquierda sufrió la maldición del
estatismo, de la idolatría al estatismo, y que no logró desprenderse
de este concepto estado-centrista, lo cual contradecía el ánimo
antiburocrático común de las masas, su rechazo a cualquier
represión estatal ya fuera ésta fascista o comunista soviética. Así,
los valores de la democracia fueron cedidos por la izquierda a las
corrientes burguesas, y la izquierda fue marginalizándose. Una de
las señales de este proceso fue la ausencia de nuevas ideas y de
un nuevo pensamiento izquierdista, sobre todo en comparación
con el periodo tan fructífero 1965-1975.
Maidanik consideró con acierto que el problema de la lectura
izquierdista del Estado está en el centro del proyecto alternativo
39
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., p. 199.
40
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., pp. 235-236.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
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Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 11-21. | https://doi.org/10.47195/20.640
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para el continente y, en este punto, la izquierda se manifestó
poco fructífera y sin una nueva propuesta.41 Lo más dramático
fue la suerte de los comunistas, cuya posición conformista y su
inercia pasiva los borró del mapa político con pocas excepciones.
Maidanik vio la chance para la izquierda en el PT brasileño, en
su desdogmatización del discurso, con la esperanza de nuevo
camino. Vio otra chance en la fusión del marxismo con los
movimientos católicos y populistas de izquierda, aunque no
descartaba su eterna tendencia hacia el autoritarismo, sobre
todo cuando la clase obrera latinoamericana nunca había sido
protagonista del cambio o líder de la liberación.42
Una de las ideas importantes de Maidanik en los ‘90, fue su
previsión del renacimiento del legado utópico del socialismo,
entendiendo bajo el término de utopía “el crecimiento del peso
de los valores morales y de los problemas humanitarios”. Para él,
era el camino que la izquierda podía seguir para salir de la crisis.
Refiriéndose a la práctica de la alianza —en post del “proyecto
popular”— con los populistas, los demócratas, los centristas,
reconocía la falta de alternativa, pero insistía en que esa alianza
—entendida solamente como un instrumento de la política
electoral sin un “proyecto integral alternativo”— tampoco tenía
chance. El contenido de este proyecto era el talón de Aquiles de la
posible alianza con los populistas y del futuro de la izquierda.43
La conclusión de Maidanik era acusatoria: la izquierda perdió la
batalla en los ‘80-’90 por el predominio de la “protesta” frente
a la “propuesta”. No había sabido elaborar ni había propuesto
una alternativa económica y política popular, atractiva para las
masas.44
Maidanik esperaba un nuevo “socialismo de mayorías estables,
socialismo de hegemonías, de democracia política pluralista, de
autonomías de las organizaciones de masas, un socialismo donde
no hubiera lugar para el partido gobernante, donde el poder
estatal estuviera descentralizado y desverticalizado”.45 En sus
últimos trabajos (noviembre de 2002), resulta muy curioso su
pronóstico sobre las posibilidades del proceso revolucionario
venezolano de Hugo Chávez. Por un lado, pensaba que ese
proceso iba a ser corto y con gran potencial de radicalización
y violencia. Por el otro, era muy escéptico respecto del futuro
venezolano, dado que la grieta entre la Venezuela de clase
media muy americanizada y la Venezuela popular-plebeya era
demasiado grande, y esa Venezuela de mayorías populares se
apoyaba en las capas sociales pauperizadas y marginalizadas,
lo cual acortaba mucho las posibilidades de búsqueda social y
41
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., p. 262.
42
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., p. 239.
43
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., p. 240-241.
44
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., p. 250.
45
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., p. 264.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
política fuera del modelo parasitario petrolero.46
Lamentablemente, con la muerte de Maidanik quedó trunca esta
corriente de estudios latinoamericanos en Rusia, ya que no dejó
ni grupo de alumnos ni seguidores. Sus alumnos y colegas de
los ‘80, evolucionaron hacia el liberalismo y se alejaron de esta
temática. Así que Maidanik quedó como un monumento de la
búsqueda permanente de nuevas ideas de izquierda sobre el
futuro y sobre la estrategia de la revolución anti-capitalista. En
los estudios de la izquierda, el liderazgo pasó a otras instituciones
y a otros investigadores con diferente estímulo, sin militancia, y
con mayor interés en la historia que en el presente.
Una de las esferas importantes de los estudios latinoamericanos
en Rusia actual es la de las investigaciones de los archivos de
la Internacional Comunista. En 1998 el Instituto de Historia
Universal publicó una compilación de los documentos de dicho
archivo con vastos comentarios y notas, La Internacional
Comunista y América Latina.47 En 2000, L. Jeifetz editó su
primer diccionario biográfico de los líderes de la Komintern en
América Latina; y Yanchuk,48 Kalmikov,49 Schelchkov,50 Andreev,51
y V. Kazakov publicaron varios trabajos dedicados a los temas del
Komintern. No obstante, durante los primeros años después del
quiebre de la URSS los historiadores cayeron en la trampa del
sensacionalismo, buscando acciones secretas y conspiraciones,
“la mano de Moscú”, etc., con ganas de desenmascararlo todo.
Muchos pasamos por esta etapa que actualmente está superada
e inclusive auto-criticada. También fue ardua la polémica respecto
de si las tácticas y las estrategias de la IC correspondían o no al
imaginado “marxismo correcto”.
En los 2000 comenzó una etapa muy fructífera de los estudios
de la historia de la IC encabezada por Lazar y Victor Jeifets (padre
e hijo), quienes con su entusiasmo por el tema y su insistencia
continua de años de trabajo en el archivo, consiguieron
importantes logros; reconocidos por todos los estudiosos del
tema.52 Incluso crearon —dicho con un poco de exageración—
una especie de escuela de estudios kominternianos y de la
46
Maidanik K.L., Ernesto Che Guevara, op. cit., p. 344.
47
Komintern i Latinskaya Amerika, Dokumenty, Moscú, Nauka, 1998.
48
Yachnik I.I., “Vtoraya Konferentsia kommunisticheskij party Latinskoy
Ameriki. Moskva, 2-10 oktryabrya 1930 g.”; Latinoamerikanskiy
istoricheskiy almanaj, 2005, n° 6. pp. 85-156; y “Komintern i cozdanie
kompartii Kolumbii”, Latinoamerikanskiy istoricheskiy almanaj, 2009,
n°° 9, pp. 205-233.
49
Komintern i Latinskaya Amerika, Dokumenty, Moscú, Nauka, 1998.
50
Schelchkov, A. y Stefanoni, P., (coords.), Historia de izquierdas
bolivianas. Archivos y documentos (1920-1940), La Paz, CIS, 2016.
51
Andreev A.S., “Komintern i osnovanie kommunisticheskoy partii
Urugbaya”, Latinoamerikanskiy istoricheskiy almanaj, 2016, n°16;
“Chitaia ‘otkritoe pismo’: kompartiya Urugbaya i Komintern 1928-1931
gg.”, Klio, 2015, n° 4 (100).
52
Jeifets L.S., Missiya vilmyamsa i rozhdenie “pelenonizma”, San
Petersburgo, Nauka, 2005; Jeifets V.L. y Jeifets L.S., Formirobanie y
razvitie latinoamerikanskovo levovo dvizheniya v 1918-1929 gg, San
Petersburgo, GUAP, 2012.
Andrey Schelchkov, “La izquierda latinoamericana en los estudios ruso-soviéticos”, en
Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 11-21. | https://doi.org/10.47195/20.640
ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
izquierda latinoamericana en la Universidad de Petersburgo,
donde tienen un grupo muy laborioso de estudiantes y
graduados que se dedican al tema. Entre ellos, hay que nombrar
a Anton Andreev que ya es un investigador de prestigio (su
tema principal es Uruguay). Le sigue un pequeño grupo de
Moscú, en el Instituto de Historia Universal donde, además de mi
persona, hay que nombrar a Vadim Damier quien se dedica a los
movimientos anarquistas y anarco-sindicalistas de Argentina (por
ser “militante” del anarquismo ruso actual, su visión es bastante
unilateral y predecible),53 y Vladimir Kazakov, un estudioso de la
historia argentina que trabaja sobre el Partido Socialista.54
Hoy es bastante vistosa la producción de los investigadores de
la IC. Los Jeifets, Lazar y Victor, hicieron un gran aporte con sus
diccionarios (que con nuevas ediciones mejoran cada vez más su
contenido), y sus numerosos libros y artículos.55 Sin embargo,
en sus trabajos se concentran en la historia estructural de la
IC; al igual que cuando tratan temas del comunismo nacional
de uno u otro país lo hacen sin establecer vinculaciones con la
historia cívica del país, excepto tal vez el caso de México que
Víctor conoce bien. Quizás tengan razón, ya que la historia de
la IC es la historia de una comunidad específica, internacional
pero encerrada en su propio entramado interno, en sus cartas
secretas, en su ética y su lealtad. De modo que difícilmente la
política nacional estuviera relacionada con esta otra vida de los
comunistas.
En 2018, en vísperas del centenario de la Komintern, se publicó
un volumen impresionante que pretende exponer la historia de
la Internacional Comunista en América Latina y del movimiento
comunista en el período de la existencia de la Komintern.56
Es fruto de la colaboración de muchísimos autores rusos y
extranjeros, que investigaron sobre la Internacional, sobre los
partidos de cada país de la región, y sobre las disidencias en el
seno del movimiento comunista. El mismo año salió un libro de
tres volúmenes de documentos de la Internacional, en el idioma
original de los documentos.
Además de los estudios basados en el archivo de la IC, que
realmente son inagotables por su tamaño, hoy día se abre un
nuevo frente de investigaciones con la apertura del Archivo del
CC del PCUS correspondiente a los años ‘50-’80. Obviamente,
los más requeridos por los investigadores son los materiales
relacionados, por ejemplo, con la guerrilla del Che Guevara
en Bolivia y con algunas otras cuestiones que pueden ser
53
Damer. V.V., “‘Vy nas s kem-to cputali…’. Argentisnkie anajisty i
rossiyskaya revolitusiya 1917 goda”, Latinoamerikanskiy istoricheskiy
almanaj, 2016, n° 17.
54
Kazakov V.P., “Sotsialisticheskoe dvizhenie v Argentine (vkontse XIXnachale XX v.)”, Latinoamerikanskiy istoricheskiy almanaj, 2016, n°17..
55
Jeifets V.L. y Jeifets L.S., América Latina en la Internacional Comunista,
1919–1943. Diccionario biográfico, Santiago de Chile, Ariadna Ed., 2015.
56
Shchelchkov, A.A., Jeifets, V.L. (ed.), Rossiyskaya revoliutsiya,
Komintern i Latinskaya Amerika, Moscú, Nauka, 2018.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
19
comprometedoras para los camaradas cubanos, que aún no son
de acceso público y que, más grave aún, recientemente fueron
retirados de este archivo y trasladados al de inteligencia externa
que es sumamente secreto (y sin fecha de levantamiento del
secreto).
Para el autor este texto, testigo y participante involucrado en
los procesos descriptos, fue penoso y desolador señalar que
nuestra historiografía sobre la izquierda latinoamericana se
destaca por una abundancia de obras impresionantes y una
pobreza epistemológica increíble, dado la preponderancia de un
tipo de investigador militante de un consecuente reduccionismo
ideológico que desvalorizó todos los aportes empíricos. Sin
embargo, los estudios de historia de la izquierda son un aporte
imprescindible y valioso para entender el siglo XX, en el cual
el papel de la Rusia soviética instrumental necesita un estudio
pormenorizado dada su influencia en los destinos del mundo y
de los pueblos latinoamericanos en particular. Esta historia debe
ser estudiada contando con la experiencia positiva y negativa de
nuestros antecesores.
[Trasliteración de referencias bibliográficas: Martín Baña,
CONICET/UBA/UNSAM]
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Dossier | Historiografía de las izquierdas
Resumen
Los estudios de la izquierda se convirtieron en una rama
específica de la historia del siglo XX. En la URSS, esta
problemática implícitamente académica siempre tuvo
rasgos y contenidos políticos impuestos por la ideología
y la línea política imperante del partido único del gobierno, el Partido Comunista de la Unión Soviética, que desde las épocas de la Internacional Comunista pretendió
ser el timonel de todo el movimiento comunista internacional y arbitro para otros movimientos de la izquierda.
Para efectuar esta tarea en la URSS existieron instituciones académicas cuyo objetivo era suministrar el estudio
y la elaboración de las recomendaciones sobre los puntos problemáticos de la política, y al mismo tiempo cumplir el papel propagandístico de la ideología dominante.
Sin embargo, dentro de este sistema ideológico rígido,
en el ámbito académico-universitario surgieron ideas y
conceptos heterodoxos que fueron como una fogata
viva del pensamiento marxista en un país esterilizado
ideológicamente. Este texto trata de recuperar el pensamiento soviético en la esfera de los estudios académicos
de la izquierda latinoamericana.
Palabras claves: Estudios académicos en la URSS; PCUS;
Kiva Maidanik; Movimiento Comunista Internacional, Perestroika.
Abstract
The studies of the left movement are a specific branch
for the history of the 20th century. In the USSR, this implicitly academic problem always had political features
and content imposed by the ideology and the prevailing
political line of the single party of the government, the
Communist Party of the Soviet Union, which since the
days of the Comintern claimed to be the conductor of
the international communist movement and arbitrator
for other movements on the lefts. To carry out this task
in the USSR there were academic institutions whose objective was to provide the study and the elaboration of
recommendations on the problematic points of politics,
and at the same time fulfill the propagandistic role within the dominant ideology. However, within this rigid
ideological system in the academic-university environment, heterodox ideas and concepts emerged that was
like a living bonfire of Marxist thought in an ideologically sterilized country. This text tries to recover Soviet
thought in the sphere of academic studies on the Latin
American left.
Keywords: Academic studies in the USSR; CPSU; Kiva
Maidanik; International Communist Movement; Perestroika.
Recibido: 2/2/2020
Aceptado: 5/7/2020
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
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Andrey Schelchkov, “La izquierda latinoamericana en los estudios ruso-soviéticos”, en
Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 11-21. | https://doi.org/10.47195/20.640
ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
Marcelo Pombo. Ilustración. En: El Libertino: Mensuario de relatos eróticos, nº 14 (11/1994).
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
Sobre el anarquismo en la historiografía
de la izquierda argentina
Un recorrido a través de huelgas, bombas,
almas bellas, dandys y anarcadémicos
Lucas Domínguez Rubio*
“The present revival of interest in anarchism is a curious and at first sight unexpected phenomenon.
Even ten years ago it would have seemed in the highest degree unlikely. At that time anarchism,
both as a movement and as an ideology, looked like a chapter in the development of the modern
revolutionary and labour movements that had been definitely closed. As a movement it seemed to
belong to the pre-industrial period, and in any case to the era before the First World War and the
October revolution, except in Spain, where it can hardly be said to have survived the Civil War of
1936-9. One might say that it disappeared with the kings and emperors whom its militants had so
often tried to assassinate. Nothing seemed to be able to halt, or even to slow down, its rapid and
inevitable decline, even in those parts of the world in which it had once constituted a major political
force №in France, Italy, Latin America […] and somehow this reminder of a long-lost era of
bohemians, rebels and avant-garde seemed only too characteristic. […] In brief, the main appeal of
anarchism was emotional and not intellectual”.
Eric Hobsbawm, Revolutionaries, 1973.
“From each as they choose, to each as they are chosen”.
Robert Nozick, Anarchy, state, and utopia, 1974.
A diferencia de lo que sucedió con otras familias de la izquierda,
el movimiento anarquista argentino ha despertado un temprano
y cuantioso interés en investigaciones de muchos países del
mundo.1 Este interés ha resultado proporcional a su notable
magnitud, sólo comparable con algunos otros pocos países,
como Italia, España y los Estados Unidos. Por esto, detenerse en
las miradas que ha recibido este movimiento político funciona de
manera ilustrativa en relación con lo sucedido en otras latitudes
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
- Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas
(CeDInCI). https://orcid.org/0000-0001-9058-9573
1
En este artículo sigo las indicaciones sugeridas por dos textos que
tuve el privilegio de compilar: Lucio Mafud, “Las representaciones
del anarquismo en la cultura audiovisual argentina, 1909-2016” y
Laura Fernández Cordero, “Historias de un siglo largo”, ambos en: El
anarquismo argentino: Bibliografía, hemerografía y fondos de archivo,
Buenos Aires, CeDInCI-Anarres-Terramar-Tupac, 2018. En relación con
los trabajos citados de Laura Fernández Cordero, estas páginas se
proponen continuarlos intentando trazar vínculos entre la bibliografía
específica sobre el tema y la historiografía sobre la izquierda local en
general №sin atribuirle a ella claro los errores aquí presentes.
y en la izquierda local en general.
Como documentó recientemente el historiador del cine
argentino Lucio Mafud, los medios audiovisuales permiten
periodizar distintas imágenes sociales sobre el anarquismo en el
país, que en general oscilaron entre identificar este movimiento
con la violencia vindicadora o con un alma bella quijotesca. Con
este trabajo realizado, resulta ahora posible pensar que estas
imágenes dialogaron de diferentes maneras con los intereses
historiográficos que suscitó este movimiento político a lo largo
del siglo XX.
Las páginas siguientes interrogan las perspectivas historiográficas
que se interesaron en la experiencia libertaria argentina para
determinar los principales ejes de discusión. Su objetivo principal
es comprender estas obras en un esquema historiográfico
más amplio sobre las izquierdas en general. En este sentido,
identificaremos tres momentos generales dentro de los cuales
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
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Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
luego incluiremos las principales líneas de interpretación.
En un primer momento historiográfico, la pregunta rectora
compartida por las interpretaciones iniciáticas se enfocó en la
relación de las distintas tradiciones políticas con el movimiento
obrero. Sobre todo, se desarrolló en los primeros textos que
desde el socialismo y el propio anarquismo pretendieron
establecer su identidad política dentro del arco de las familias
de la izquierda en Argentina a partir de la década de 1920. Dos
décadas después esta pregunta continuaba, ya no en relación
con el proceso ruso y la emergencia del comunismo, sino sobre
todo enfocada en reconstruir una tradición gremial libre frente
al peronismo. También este tipo de indagación que tomaba
como objeto de estudio el movimiento obrero organizado fue
del que partieron los primeros historiadores profesionales que
abordaron el tema a principios de la década de 1980.
En segundo lugar, las interpretaciones más difundidas que
han relativizado la importancia del estudio de las izquierdas
buscaron un objeto de estudio menos politizado, bajo el
argumento de que, al menos desde un punto de vista económico
y político-institucional, los sectores populares fueron sobre todo
moderados, procuraron integrarse a un mercado de trabajo
relativamente exitoso y su vínculo con el movimiento obrero
organizado de izquierda se correspondería con momentos
puntuales y/o meramente pintorescos. En general, esta línea fue
la que se estableció en el marco de la profesionalización de la
tarea historiográfica con la vuelta de la democracia, ocupó los
principales espacios de gestión académica y buscó diferenciarse
del primer conjunto de trabajos recién mencionado a los que les
reconocía un núcleo de problemas en común.
Finalmente, en tercer lugar, el conjunto de interpretaciones más
reciente se interesa sobre todo por un movimiento político como
el anarquismo en búsqueda de continuidades teóricas y prácticas
de diversas luchas por los derechos individuales y formas de
organización autónomas y anti-jerárquicas.
Dentro de estos tres momentos, las siguientes páginas inscriben
la historiografía sobre el anarquismo en una durée más amplia
sobre la izquierda local №a través de instituciones y revistas,
aunque poniendo sobre todo el foco en los libros producidos
sobre anarquismo. Organizamos el recorrido de la siguiente
manera:
(a) las primeras obras historiográficas anarquistas y socialistas
destinadas a conformar un corpus y trazar las identidades de
sus respectivas tradiciones políticas concluido el período de
reorganización posterior a la Revolución rusa;
(b) los textos historiográficos sobre la historia del movimiento
obrero local que desde el socialismo, el anarquismo, el
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
sindicalismo y el comunismo observaban el nuevo vínculo entre
sindicatos y peronismo;
(c) la reconfiguración de una cultura editorial vinculada a la
llamada nueva izquierda que entre los sesenta y los setenta
trazó diversas tradiciones con gestos de continuidad y ruptura en
relación al anarquismo y su temprano vínculo con el movimiento
obrero;
(d) los primeros estudios universitarios sobre la conformación
sindical del peronismo, que se enfocaban sobre todo en el
movimiento gremial posterior a 1930;
(e) el desarrollo de investigaciones de largo aliento sobre el
anarquismo local desde universidades del exterior;
(f) la aparición de los trabajos universitarios sobre el movimiento
obrero argentino;
(g) los trabajos de los historiadores nucleados en el Programa de
Estudios de Historia Económica y Social Americana (PEHESA) y
su crítica a los estudios marxistas sobre el movimiento obrero;
(h) el proyecto de la revista Entrepasados (Buenos Aires,
1991-2012) y su materialización en el libro Anarquistas de Juan
Suriano;
(i) los primeros estudios desde universidades locales y del
exterior sobre los vínculos del anarquismo con la educación, el
feminismo y la literatura;
(j) la conformación del Centro de Documentación e Investigación
de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) como centro de
documentación e investigación de la cultura de izquierda desde
la historia intelectual;
(k) la aparición de nuevos grupos de investigación que surgieron
desde el trotskismo con el objetivo de relanzar una historia
marxista enfocada en las nociones de clase y trabajadores; y
(l) una nueva producción académica post 2001, interesada
por distintas luchas sociales y las experiencias de organización
horizontales y cooperativas.
Insistimos, en relación con este esquema, a continuación nos
centraremos sobre todo en la producción de largo aliento sobre
anarquismo que se materializó en formato libro.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
sobre el tema.4
Vindicadores, trabajadores,
almas bellas y anarcadémicos
(a) Muy temprano, en 1894, cuando apenas el movimiento
anarquista local había editado unos diez periódicos efímeros y
tan sólo un par de folletos marginales №a lo que, sin embargo,
deben sumarse como hechos significativos el intento de asesinato
de Julio Argentino Roca durante su primera presidencia y la
creciente actividad huelguística№, se publicaron en Buenos Aires
y en Córdoba dos prospectos que alertaban frente al miedo al
anarquismo que ya se hacía presente en las metrópolis europeas:
“El mal que aflige a Europa hoy será mañana también el mal
nuestro, si no lo prevenimos a tiempo”, vaticinaban con temor.2
Esta mirada tuvo continuidad no sólo en la legislación represiva
dictada en 1902 (“Ley de residencia”) y 1910 (“Ley de defensa
social”), sino también en las noticias de los grandes periódicos y
los primeros films ensayados en la Argentina, que reprodujeron
una y otra vez las noticias más aterradoras sobre el anarquismo
expropiador, vindicador y bandolero, sus atentados y sus
bombas. Fuera de las referencias internas del propio movimiento,
los matices a esta mirada también existieron, pero tuvieron una
propagación dificultosa en los medios y las construcciones
históricas.3 Por el contrario, la imagen literalmente anarquizante
nunca resultó inocente, y funcionó destinada a justificar directa
o indirectamente las primeras grandes represiones policiales,
militares y para-militares sucedidas en el país. Sin dudas, contó
con un notable éxito que sorprendentemente aún hoy en día
vincula al anarquismo con bombas e incluso todavía encontramos
ilustrando las tapas de libros de reconocidos investigadores
2
Tras la noticia del asesinato del presidente francés Marie François
Sadi Carnot por el militante anarquista Sante Geronimo Caserio, estos
folletos reaccionaron desde la religión y el derecho penal frente a los
“peligros” de la posible llegada del anarquismo. Entre ambos propusieron
la educación religiosa, la pena de muerte y la deportación como buenas
soluciones para tener en cuenta en el futuro. Ver: Cornelio Moyano
Gacitúa, C., Notas de filosofía penal sobre el anarquismo, Córdoba,
Imprenta La Patria, 1894; la cita corresponde a: José María Cabezón,
Progreso, anarquismo, cristianismo, Buenos Aires, Tipografía Salesiana
del Colegio Pío IX, 1894, p. 18. Como muestra Zaragoza Ruvira, es a
partir de este mismo año cuando las embajadas de Francia y Argentina
comenzaron a intercambiar informes sobre “esta clase de malhechores”.
Ver: Gonzalo Zaragoza Ruvira, Anarquismo argentino (1876-1902),
Madrid, Ediciones de la Torre, 1996.
3
En esta dirección, probablemente, el documento más conocido sea
la nota aparecida en el 1900 en Caras y Caretas que concluía: “Los
anarquistas del Plata rechazaban la lucha política, teniendo la convicción
de que el Estado, cuando las circunstancias de conservación se lo
mandas, otorga la mejora que impone seriamente, y aseguran que van a
la revolución social, la que №según el criterio de los referidos bakunianos№
se hará igual hoy que mañana, cuando los cerebros hayan evolucionado
lo suficiente y los prejuicios se hayan descartado en parte, que es a lo
que tienden en su propaganda filosófica, combatiendo al mismo tiempo
el alcoholismo, la haraganería y el delito. Hay que confesar que, si todos
los anarquistas del Plata opinan de esta manera, no hay motivos para
que sean molestados por la policía, y resultan tan inofensivos como los
que creen en la metempsicosis”, “El anarquismo en el Río de la Plata”,
Caras y Caretas, n° 97, 11/4/1900.
Dentro de la izquierda, desde un principio el anarquismo ya
había logrado una caracterización duradera por parte de los
propios Marx y Engels en sus opúsculos contra Bakunin, que
la socialdemocracia se empeñó en traducir y difundir a fines
del siglo XIX y comienzos del siglo XX, sobre todo en aquellas
naciones, como España, Francia e Italia, donde el anarquismo
se había asentado tempranamente en el movimiento obrero.
En Argentina, socialistas como Germán Avé Lallemant, Juan
B. Justo y José Ingenieros, entre otros, colaboraron en instalar
la mirada de la Segunda Internacional №presente también en el
epígrafe y la obra de Hobsbawm№, según la cual el anarquismo era
considerado como un movimiento característico de los países de
escaso desarrollo industrial, condiciones que habrían dado lugar
a un artesanado aún semiproletarizado o a una clase trabajadora
apenas embrionaria, “pasional” y “atrasada”. Aún hoy ésta es la
mirada habitual que persiste en la izquierda política y en buena
medida también en la historiografía marxista.
Entre persecuciones y desidias, mientras tanto, decenas de
periódicos, libros y folletos editados en el país por este enorme
movimiento político se perdieron. Sólo recién en la década de
mil novecientos veinte, fueron los propios militantes anarquistas
quienes se convirtieron en los primeros bibliófilos, hemerófilos,
archivistas e historiadores de su movimiento. Entre algunos
otros, me refiero principalmente a Diego Abad de Santillán, a
nivel nacional, y a Max Nettlau, en el marco internacional. Estos
autores trazaron las primeras pistas historiográficas e iniciaron
un género memorialístico interno al movimiento que se mantuvo
por años y hasta hace muy poco tiempo. De este modo, en la
década de 1920 no sólo comenzaron a conformarse los fondos
documentales con los que contamos hoy en día, sino que además
las principales familias políticas de la izquierda local iniciaron
las “invenciones” de su tradición №para seguir con Hobsbawm№ y
propusieron sus lecturas históricas con el objetivo de estabilizar
sus propias construcciones identitarias frente al cisma de
reconfiguraciones que significó la Revolución rusa de 1917. Con
sus propios objetivos gremiales, fueron también ellos mismos
quienes plantearon y continuaron la primera gran inquietud
historiográfica №que compartían junto al marxismo№ sobre el
vínculo del anarquismo con el desarrollo del movimiento obrero
local. Sin embargo, con una diferencia importante respecto a la
historiografía socialista: las construcciones libertarias daban otra
centralidad a la agencia humana propia de los militantes y la
historia aparecía mucho menos constreñida a sus determinantes
económicos.5
4
Me refiero a la tapa del libro de divulgación de Juan Suriano editado por
Capital Intelectual Auge y caída del anarquismo: Argentina 1880-1930,
Buenos Aires, Capital Intelectual, 2005.
5
Si bien con anterioridad desde cada tradición se habían publicado algunos
artículos y desarrollado otras formas de construcción identitaria,
principalmente, las obras de mayor aliento fueron las de Diego Abad
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
25
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
26
(b y c) De hecho, durante el primer peronismo, a la par de lo que
sucedía en la historiografía, la imagen constante que vinculaba al
anarquismo con la violencia y el atraso se consolidaba, pero bajo
otras operaciones que lo reconocían como parte de los inicios de
la lucha obrera. Sobre todo, porque en la década del cuarenta el
anarquismo aparecía ante la hegemonía peronista menos como
un rival que como que como un fenómeno concluido y ya alejado
en el tiempo. Se trató de un proceso paulatino durante el que
afloró una mirada comparativamente benévola. Al menos desde
dos direcciones.
Por un lado, más allá de cualquier decisión metodológica, los
acercamientos al socialismo y al anarquismo posteriores a
la década del treinta fueron parte del rol que tomaron como
historiadores algunos dirigentes gremiales y partidarios a partir de
estos años. En buena medida, las obras socialistas y sindicalistas
partieron de la necesidad de historizar, en un primer momento, el
quiebre de las izquierdas con el movimiento obrero organizado,
y, luego, frente al peronismo, el fin del “gremialismo libre”. En
relación con este problema hay que leer entonces el otro arco
de trabajos №desde los textos de Jacinto Oddone hasta los escritos
históricos de Sebastián Marotta№ que durante estas décadas
abordaron la historia del movimiento obrero y las izquierdas,
respectivamente, desde el socialismo y el sindicalismo.6
Por otro lado, si bien a partir de 1937 distintas agrupaciones
comunistas, anarquistas y socialistas compartieron plataformas
primero anti-fascistas y después anti-peronistas, una nueva
imagen historiográfica resultó capaz de incluir paulatinamente
al anarquismo como un digno y viejo antecedente para el
movimiento obrero local, con el objetivo claro de desacreditar
a otros rivales políticos que hacia la década del cincuenta
consideraban más vivos y desafiantes. Como señaló Lucio Mafud
en su trabajo ya citado, por ejemplo, los guiones de Homero
Manzi №de los films Con el dedo en el gatillo (Moglia Barth,
1940) y El último payador (Pappier y Manzi, 1950)№ criticaban la
violencia política identificada con el anarquismo al tiempo que en
parte rescataban sus ideales de justicia social. De manera similar
este cambio de perspectiva podía documentarse en los textos de
un autor de la izquierda nacional como Jorge Abelardo Ramos o
de Santillán, por un lado, y Jacinto Oddone, por parte del socialismo.
Diego Abad de Santillán y Emilio López de Arango, El anarquismo en el
movimiento obrero, Barcelona, Cosmos, 1925; Diego Abad de Santillán,
El movimiento anarquista en la Argentina, desde sus comienzos
hasta 1910, Buenos Aires: Argonauta, 1930; Jacinto Oddone, Historia
del socialismo argentino, Buenos Aires, La Vanguardia, 1934. Las
construcciones identitarias y las experiencias gremiales y culturales
compartidas por socialistas terceristas, anarquistas y sindicalistas
revolucionarios ha sido sobre todo puesta en manifiesto y desarrollada
por Andreas Doeswijk, Los anarcobolcheviques rioplatenses, Buenos
Aires, CeDInCI, 2013.
6
Ver: Martín Casaretto, Historia del movimiento obrero, Buenos Aires,
[s.n.], 1946; Jacinto Oddone, Gremialismo proletario argentino, Buenos
Aires, La Vanguardia, 1949; Sebastián Marotta, El movimiento sindical
argentino, Buenos Aires, Lacio-Calomino, 1960-1970.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
en un libro como el de Alberto Belloni.7 Sin embargo, al recorrer
la producción del conjunto de autores vinculados a la izquierda
nacional, resulta claro que Puiggrós, Spilimbergo, Aberlardo
Ramos y Hernández Arregui tenían como rivales más directos a lo
que llamaban “socialismo cipayo” y se presentaban ante las masas
peronistas como una izquierda que estaba en las antípodas del
socialismo liberal.8 De este modo, estas obras además discutían
con los nuevos estudios que desde la universidad comenzaban
a buscar una explicación de la emergencia del movimiento
peronista y se enfocaban sobre todo en el sindicalismo de los
treinta y los cuarenta.9
Poco después, este tipo de lecturas capaces de incluir al
anarquismo dentro de los orígenes del movimiento obrero
argentino con el fin de apropiarse de cierta temprana épica
huelguística y sumarlo a una revolución general se cristalizó
claramente en varias obras, entre las cuales el film La hora
de los hornos (1968) resulta ineludible. En esos años, sobre
todo fue Osvaldo Bayer quien logró hilvanar al anarquismo
como antecedente político y cultural de varios procesos
históricos que podían ser leídos de diferentes maneras, tanto
como una justificación de la violencia política al calor del juicio
revolucionario a Aramburu, por su Severino Di Giovanni, como
también, en general, como un antecedente de la militancia
sacrificada y pura, incapaz de contaminarse con intereses
7
“’La emancipación de los trabajadores ha de ser obras de ellos mismos’.
Después de cuarenta años esta frase es repetida por el Coronel Perón;
será la convergencia del pensamiento revolucionario socialista con el
movimiento nacional que se inicia en 1945. Coincidencias semejantes se
analizarán en el mismo libro más adelante”. Más adelante: “Reivindica
entre las grandes tradiciones de la clase trabajadora también a
los militantes heroicos y anónimos de las horas primeras, a esos
combatientes sindicalistas, anarquistas, socialistas y comunistas, que
más allá de sus orientaciones partidarias echaron las bases iniciales de
la organización gremial […]. Todos ellos precedieron al nacimiento del
sindicalismo peronista”. Alberto Belloni, Del anarquismo al peronismo:
historia del movimiento obrero argentino, Buenos Aires, Peña Lillo,
1960, p. 16 y 72. También puede leerse en esta misma dirección: Alfredo
López, Historia del movimiento social y la clase obrera argentina,
Buenos Aires, Programa, 1971. Con esto no quiero decir que se trate de
un lugar aceptado ni mucho menos. Por lo general, otros autores de la
izquierda nacional de estos años también identificaron, como se hizo
históricamente del el Partido Socialista, al anarquismo con un movimiento
obrero infantil, pasional, “primitivo”, literalmente “anarquizado”. Con la
diferencia de que ahora también solían identificarlo despectivamente
con cierta bohemia estética de moda entre algunos ejemplares de
clases acomodadas. Ver, por ejemplo: Juan José Hernández Arregui,
Imperialismo y cultura, Buenos Aires, Amerindia, 1957; o de manera
similar en su vertiente más marxista: Rodolfo Puiggrós, Las izquierdas y
el problema nacional, Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1967.
8
Rodolfo Puiggrós, Historia crítica de los partidos políticos argentinos,
Buenos Aires, Argumentos, 1956; Jorge Abelardo Ramos, El partido
comunista en la política argentina, Buenos Aires, Coyoacán, 1962; José
Spilimbergo, El socialismo en Argentina, Buenos Aires, Mar dulce, 1969.
9
Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Buenos
Aires, Paidós, 1963; Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudios
sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971. En
relación con el tema en cuestión, principalmente entre estos trabajos
trazaron entonces una nueva pregunta rectora sobre el movimiento
obrero que ya se desplazaba cronológicamente y contribuía a generar
un interés por el sindicalismo revolucionario desde un punto de vista en
buena medida teleológico. Ver también: Hiroshi Matsushita, Movimiento
obrero argentino: 1930-1945, Buenos Aires, Siglo Veinte, [1983].
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
económicos y poderes políticos. Como señaló por ejemplo Juan
Suriano, entre los sesenta y los setenta las relecturas políticas de
los anarquismos quedaron sujetas a diversas interpretaciones en
búsquedas de genealogías, quiebres y continuidades.10
El auge de estos textos de amplio alcance que se convertirían en
parte de una nueva cultura de izquierda comenzó en los años que
fueron entre 1968 y 1974, cuando se sucedieron el best-seller
de Godio №un autor entonces vinculado al Partido Comunista
Revolucionario, PCR№ sobre la Semana trágica de enero de 1919
que fue publicado en 1971, el libro de David Viñas del mismo año
y los libros de Osvaldo Bayer sobre Di Giovanni y las huelgas
patagónicas.11 Vale la pena aclarar que en gran medida estos
estudios compartían además una tesis en común y apuntaban
a destacar que el límite de este movimiento político central
de principio de siglo había estado en su falta de directrices
ideológicas claras e implícitamente entonces en la ausencia
de una dirección política.12 Las intenciones marcadamente
militantes y/o normativas de buena parte de estos textos fueron
inmediatamente criticadas por el historiador británico David
Rock, quien, además de relativizar el protagonismo anarquista en
las huelgas de enero de 1919, señalaba que el objetivo implícito
de Godio era “el de proveer un esquema crítico y por lo tanto
un programa para la ‘lucha armada’ de las masas de la clase
trabajadora contra el capitalismo y el Estado que lo apoya”.13
Con todo, a través de estas obras el anarquismo comenzó
entonces a conocerse por episodios que lo excedían en su
importancia histórica y se materializaba en grandes ventas que
alcanzaron a un público amplio desde extensas notas en una
revista que entonces alcanzaba grandes tirajes como Todo es
historia (Buenos Aires, 1967-) y los populares fascículos del
Centro Editor de América Latina №algunos de ellos dentro de
colecciones dirigidas por Alberto J. Pla№, hasta los best-sellers
antes señalados de Bayer, Viñas y Godio.14 A esto se sumaba que
10
Ver en Juan Suriano, Anarquistas (1890-1910), Buenos Aires, Manantial,
2001, p. 25. Desde otra perspectiva, sobre la obra de Bayer Omar Acha
dedicó un capítulo a analizar algunas cuestiones de su intervención
historiográfica: Historia crítica de la historiografía argentina, Vol. 1:
Las izquierdas en el siglo XX, Buenos Aires, Prometeo, 2009.
11
David Viñas, De los montoneros a los anarquistas, Buenos Aires, Carlos
Pérez, 1971; Julio Godio, El movimiento obrero y la cuestión nacional,
Buenos Aires, Erasmo, 1972; Julio Godio, La semana trágica de 1919,
Buenos Aires, Gránica, 1972; Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni,
Buenos Aires, Galerna, 1970; Osvaldo Bayer, Los vengadores de la
Patagonia trágica, Buenos Aires, Galerna, 1974.
12
Para un ensayo sobre posibles vínculos entre anarquismo y nueva
izquierda a nivel internacional, ver: Anthony Arblaster, El anarquismo y
la nueva izquierda, Madrid, Zero, 1974.
13
David Rock, “La semana trágica y los usos de la historia”, Desarrollo
económico, n.º 45, 1972, pp. 185-191.
14
Se sucedieron varios artículos: Osvaldo Bayer, “Radowitzky: ¿mártir
o asesino?”, Todo es Historia, nº 4, 1967; Nicolás Babini, “La Semana
Trágica”, Todo es Historia, nº 5, 1967; Osvaldo Bayer, “Los anarquistas
expropiadores”, Todo es Historia, 1970; Jorge Larroca, “Gori, un
anarquista en Buenos Aires”, Todo Es Historia, nº 47, 1971; Plácido Grela,
“El movimiento obrero en Rosario”, Todo es Historia, nº 49, 1971; Juan
Carlos Vedoya, “Primero de Mayo. Ayer y Hoy”, Todo es Historia, nº
Dossier | Historiografía de las izquierdas
además, entre 1950 y 1976, también grandes ventas de editoriales
libertarias №como Américalee y Proyección№ colaboraron con esta
recuperación histórica.15 De este modo, episodios históricos como
la llamada Semana trágica de enero de 1919, las huelgas de La
Forestal entre 1919 y 1921, el film Quebracho (Wullicher, 1974)
y la Patagonia Rebelde (Olivera, 1974) en conjunción con las
figuras de los vindicadores Radowitzky, Wilckens y Di Giovanni
se hacían reconocidas y apreciadas por un público masivo. De
hecho, a través de esta serie de dispositivos culturales, estos
episodios y estas figuras pasaban a formar parte de la cultura de
izquierdas de los años sesenta y setenta.16
Como Hobsbawm reconocía tempranamente en otra escala,
dentro de estas nuevas representaciones históricas los enfoques
biográficos y autobiográficos adquirieron una gran centralidad
en virtud de la fascinación provocada por muchas de estas
vidas intensísimas de militancia que se desarrollaron entre
viajes, exilios, libros, persecuciones, huelgas, prisiones, acciones
clandestinas, encuentros gremiales, manifestaciones, guerras,
tiroteos, rescates, traducciones, imprentas, ediciones, amores,
torturas, polémicas... De hecho, esta línea interpretativa se
mostró como un modo perdurable de iluminar la militancia
libertaria y nunca dejó de resultar interesante y llamativa. Por
lo que en esta dirección también fueron muchas las biografías
que se escribieron desde los setenta, entre otros, sobre Juan
Lazarte, Severino Di Giovanni, Florencio Sánchez, Luis Danussi,
Rafael Barret, Salvadora Medina Onrrubia y Rodolfo González
Pacheco, entre algunos más.17 En una dirección similar, el género
73, 1973; Fernando Quesada, “La Protesta. Una longeva voz libertaria”,
Todo es Historia, nº 82-83, 1974. Por parte del CEAL, en su colección
“La historia popular” sólo entre 1971 y 1972 se sucedieron: Hugo del
Campo, Los anarquistas, Buenos Aires, CEAL, 1971; Raquel Meléndez
y Néstor Monteagudo, Historia del movimiento obrero, Buenos Aires,
CEAL, 1971; Rafael Virasoro, La Forestal argentina, Buenos Aires, CEAL,
1971 Oscar Troncoso, Los fusilamientos de la Patagonia, Buenos Aires,
CEAL; Carlos M. Echagüe, Las grandes huelgas, CEAL , 1971; Alberto
Ghiraldo, La tiranía del frac.., Buenos Aires, CEAL, 1972. Más allá del
enfoque sobre anarquismo, entre 1972 y 1974 Albeto Pla dirigió la
colección de 110 fascículos editada por el CEAL que se tituló Historia del
movimiento obrero (1972-1974), con una perspectiva global, imágenes,
fuentes documentales y gran tirada.
15
Con sus propios objetivos de intervención, en esos años, por ejemplo,
las editoriales de cultura libertaria Américalee y Proyección llegaron
a editar alrededor de 200 títulos capaces de incluir temas teóricos e
históricos diversos sobre sexualidad, el cooperativismo, un liberalismo
de avanzada y la historización de diversas revueltas. Por dar sólo algunos
ejemplos, el libro de Jorge Solomonoff ―Ideologías del movimiento
obrero y conflicto social, Buenos Aires, Proyección, 1971№ y los diversos
trabajos de Julio Mafud alcanzaron grandes ventas y posicionamientos
como best-sellers.
16
Como me señaló Lucio Mafud, en este entramado las intervenciones
cinematográficas muestran colaboraciones cruzadas. Por ejemplo,
Viñas aparentemente se desempeñó como asesor histórico tácito de
La Patagonia Rebelde (Olivera, 1974), obviamente basada en el libro
de Osvaldo Bayer quien también fue el guionista del film. Estrenada en
el mismo año, el guión de Quebracho (Wullicher, 1974) posiblemente
estuvo inspirado en el libro de Gastón Gori sobre la represión en La
Forestal.
17
En esta dirección: Héctor Adolfo Cordero, Alberto Ghiraldo:
Precusor de nuevos tiempos, Buenos Aires, Claridad, 1960; Alfredo
de la Guardia, Rodolfo González Pacheco, Buenos Aires, Ediciones
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
27
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
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autobiográfico, lejos de agotarse en las primeras décadas del
siglo, y como sucedió también en otras familias de la izquierda,
los mismos militantes continuaron escribiendo y editando sus
narraciones históricas desde diferentes perspectivas y distintos
grados de especialización. Entre los libertarios, además de los
primeros textos memorialísticos de Eduardo Gilimón, Alberto
Ghiraldo y Juana Rouco Buela, gran cantidad de autores oscilaron
entre la autobiografía y las memorias, como, entre otros, Elías
Castelnuovo, Diego Abad de Santillán, Jacobo Maguid, Laureano
Riera Díaz, Carlos Penelas, Osvaldo Escribano Cruz, Héctor
Woolands, Eduardo Colombo y Ángel Cappelletti.18 Como
destacó por ejemplo Hobsbawm en el texto del epígrafe, todas
estas memorias suelen engrandecer los valores propios de una
cotidianidad militante vinculada a grandes sucesos históricos con
el fin de promover los hitos y tópicos de una tradición libertaria.
En buena medida, esta imagen sacrificial del militante
persiguiendo la Idea a través de acontecimientos radicales
también se mostró por demás perdurable y con el correr de las
décadas identificó a la militancia anarquista como un alma bella
alejada de todos los vicios partidarios de la politiquería. Estos
gestos perdurables señalaban la posibilidad de una crítica radical
fuertemente moral que podía justificar la violencia política y
sobre todo la posibilidad de una práctica política no contaminada
por intereses económicos o partidarios. Todavía hoy también
algo de esto último sobrevive.
En cambio, si bien se conocerían en Argentina sólo más tarde, desde
las universidades del exterior, las investigaciones de Gonzalo
Zaragoza Ruvira, Richard Yoast y Iaacov Oved comenzaron a
aparecer en los primeros años de la década del setenta a partir
de la reorganización y microfilmación de los fondos de Diego
Abad de Santillán y de Max Nettlau disponibles en el Instituto
de Historia Social de Amsterdam (IISH).21 Entre estos trabajos, el
primero que logró alcance y repercusión fue publicado a finales
de los setenta en Siglo XXI de México por Jorge Tula y José M.
Aricó. El libro estaba escrito por un historiador de origen búlgaro
que desde su experiencia en los kibbutz israelíes se interesaba
por los inicios del movimiento obrero en uno de los países que
tuvo la mayor cantidad de periódicos, gremios y militantes
anarquistas. El anarquismo y el movimiento obrero (1978) de
Iacov Oved, nacido de una tesis defendida en la Universidad
de Tel Aviv en 1974, constituyó de esta manera el mayor hito
historiográfico al dimensionar claramente el movimiento, con el
problema que su enfoque descriptivo y cierto encapsulamiento
en el objeto de estudio le impidieron establecer un diálogo más
amplio con la historia social general del país. Con todo, como bien
habían podido plantear sus militantes, lo que destacaba a este
movimiento político dentro de la historia del nacional, regional e
internacional fue su capacidad para dirigir la organización obrera
durante al menos dos décadas.
constituyeron un nuevo tipo de acercamiento al movimiento obrero que,
respectivamente, desde la historia económica y el registro oral abordaba
un objeto de estudio más amplio. De este modo, el “Archivo Oral del
Movimiento Obrero Argentino” conserva las más de cien entrevistas
realizadas durante la década del setenta a, en lo que respecta a este
tema, por ejemplo, Diego Abad de Santillán, Luis Danussi y Sebastián
Marotta. En paralelo la conformación del Instituto de Desarrollo
Económico y Social (IDES) aunó otra serie de estudios dedicados al
mercado de trabajo que, sin enfocarse en la historia social, ni en la
historia de las izquierdas ni del movimiento obrero, configuraría otro
espacio de profesionalización disciplinaria alrededor de su revista
Desarrollo económico (Buenos Aires, 1961-). Ver: Juan Carlos Torre, El
proceso político interno de los sindicatos en Argentina, Buenos Aires,
ITDT, 1974; y La formación del sindicalismo peronista, Buenos Aires,
Legasa, 1987. Fuera de los estudios históricos, otra línea de indagación
marxista fue la impulsada por el Centro de Investigación en Ciencias
Sociales (CICSO), que se fundó en 1966 tras el golpe de Estado y llegó a
editar con el correr de las décadas más de una treintena de estudios en
formato de cuadernillos.
(d y e) Por su parte, a partir de los años sesenta, en Argentina
los estudios académicos se interesaron principalmente por
el movimiento gremial posterior a 1930 con el objetivo de
desentrañar el fenómeno vivo del peronismo.19 De manera
antagónica a la historiografía gremial recién mencionada y a la
nueva divulgación enmarcada dentro de la nueva izquierda, como
señalamos, los grupos que establecerían su interpretación de la
historia opuesta a las construcciones marxistas y/o nacionalistas
de los años setenta surgieron inicialmente de institutos externos
a la universidad №como el Instituto de Desarrollo Económico y
Social (IDES) y el Instituto Torcuato Di Tela (ITDT).20
Culturales Argentinas, 1963; Diego Abad de Santillán-Ángel InvaldiÁngel J.Cappelletti, Juan Lazarte: Militante social, médico humanista,
Rosario, Grupo Editor de Estudios Sociales, 1964; Luis Ordaz, Florencio
Sánchez, Buenos Aires: CEAL, 1972; Vladimiro Muñoz, El pensamiento
vivo de Barret, Buenos Aires: Rescate, 1977; Osvaldo Bayer, Severino
Di Giovanni: el idealista de la violencia, Buenos Aires, Galerna, 1970;
Julio Godio, El movimiento obrero y la cuestión nacional, Buenos Aires,
Erasmo, 1972.
18
Para una bibliografía completa, refiero al catálogo ya citado: El anarquismo argentino, op. cit.
19
Sobre todo: Gino Germani, Política y sociedad en una época de
transición, Buenos Aires, Paidós, 1963; Miguel Murmis y Juan Carlos
Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1971. También por ejemplo desde el marxismo, Alberto Pla,
Documentos para el estudio de la época peronista, Buenos Aires,
Nueva Visión, 1968.
20
Los primeros trabajos publicados de Juan Carlos Torre desde el Instituto
Di Tella y las entrevistas a dirigentes gremiales realizadas desde
este mismo espacio por Luis Alberto Romero y Leandro Gutiérrez
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
21
Hobart Spalding. La clase trabajadora argentina (documentos para
su historia 1890-1912), Buenos Aires, Galerna, 1970; Gonzalo Zaragoza
Ruvira, “Orígenes del Anarquismo en Buenos Aires. 1886-1901”,
Universidad de Valencia, 1972; Richard A. Yoast, The Development
of Argentine Anarchism: A Socio-Ideological Analysis, Madison,
The University of Wisconsin, 1975; Eric Gordon, Michael M. Hall y
Hobart Spalding, “A survey of Brazilian and Argentine materials at
the Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis in Amsterdam”,
Latin American Research Review, n° 3, Vol. 8, 1974; Oved, Iaácov. El
anarquismo y el movimiento obrero en Argentina. Buenos Aires:
Siglo Veintiuno, 1978. Además de este material, estas investigaciones
utilizaron fragmentariamente los intercambios diplomáticos de las
embajadas británicas y francesas con la argentina. En paralelo, cabe
destacar también que desde 1971 es posible rastrear una importante
cantidad de trabajos de largo aliento sobre el socialismo argentino
realizado desde universidades estadounidenses, a cargo de Ernest
Welfhoffer, Socialism in Argentina, New York, [s.n.], 1971; Ronald
Goodbury, The Argentine Socialist Party in Congress, [s.l], [s.n], 1971;
Richard Walter, The Socialist Party of Argentina, 1890-1930, Austin,
University of Texas, 1977.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
Por su parte, el trabajo de Zaragoza, desarrollado durante los
setenta, pero publicado de manera conjunta recién en 1996,
partió de pretensiones mucho más amplias. En primer lugar,
trazaba una lectura que se remontaba al “socialismo utópico”
local anterior a 1880, lo que ya constituía una importante
novedad en la indagación realizada hasta ese momento. A
partir de allí, continuaba con un minucioso recorrido por los
documentos conservados, teniendo en cuenta el asociacionismo,
el internacionalismo local, la organización de los tipógrafos, el
itinerario de Malatesta y el incipiente movimiento obrero en la
década de 1880. Sobre algunos de estos temas, aún hoy sigue
siendo uno de los trabajos más detallados en su análisis. Si
bien en la primera parte de la obra el foco está puesto en las
organizaciones gremiales, el libro queda lejos de determinar allí
su objeto. De hecho, aunque en retrospectiva puede parecer
una atención breve y marginal, se dedica especialmente a
reponer las interpretaciones libertarias sobre una variedad de
temas, su interés por la literatura popular, el teatro social, la
educación, la liberación sexual, la emancipación de la mujer y el
anticlericalismo.
(f y g) Desde fines de los años setenta, a partir de intereses más
cercanos a los de Oved, centrados en el movimiento obrero pero
con una mirada mucho más amplia dirigida hacia otros problemas
historiográficos vinculados a la izquierda y la historia social en
general, los trabajos de Edgardo Bilsky y de Ricardo Falcón
pudieron abrir otro marco de preguntas hacia un movimiento
político no solamente obrero ni dogmático, aunque sí fuertemente
enfocado en la historia gremial.22 Exilados ambos en Francia,
tuvieron acceso a una renovación de los estudios históricos por
entonces desconocidos en la Argentina vinculados a los nombres
de Robert Paris, Jean Maitron y Madeleine Rebérioux.23 A través
de un minucioso trabajo documental, Bilsky volvió a otorgarle un
gran protagonismo al movimiento libertario durante la llamada
Semana Trágica, pero sobre todo abrió un filón de investigación
22
El proyecto tuvo una plataforma de lanzamiento en la revista editada
desde el exilio Apuntes (Paris, 1979-1980) que perduró sólo tres
números. En los años siguientes, este proyecto llegó a plasmarse
en: Edgardo J. Bilsky, La classe ouvriere argentine face a la semaine
tragique de janvier 1919, Paris, École des Hautes Études en Sciences
Sociales, 1982; Ricardo Falcón, Los orígenes del movimiento obrero
(1857-1899), Buenos Aires, CEAL, 1984; Edgardo J. Bilsky, La FORA
y el movimiento obrero (1900-1910), Buenos Aires, CEAL, 1985;
Edgardo J. Bilsky, Esbozo de historia del movimiento obrero argentino,
Buenos Aires, Biblos, 1987. Desde un punto de vista común los trabajos
publicados en el exterior de Ronaldo Munck no han provocado mayores
referencias y discusiones: Ronald Munck, Argentina: from anarchism to
Peronism, London, Zed Books, 1987.
23
Primero dirigida por Jean Maitron y luego por Madelaine Reberiéux,
probablemente, la revista Le Mouvement Social (Paris, 1960-2000)
haya constituido el marco de estudios que conocieron estos autores en
su exilio, sin contar la enormidad de trabajos sobre el movimiento obrero
que también realizaban las plataformas comunistas en Francia. Sobre
los estudios en Francia con relación al movimiento obrero que deben
haber tomado como referencia, ver: Roberto Ceamanos Llorens, “La
historia obrera y social contemporánea en Francia a través del estudio
de L’mouvement social”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura, n.º 33, 2006, pp. 311-336.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
sobre estos años radicalizados que luego explotaría Doeswijk.
Lamentablemente, Bilsky discontinuó su trabajo y solamente
podemos vislumbrar sus preguntas e hipótesis a partir de
algunos artículos y su fondo documental. Como reconocieron
distintos historiadores, quizás sin un trabajo determinado que
resulte de referencia, el aporte parece haber sido una enormidad
de preguntas e hipótesis abiertas en un nuevo momento de
renovación y profesionalización historiográfica. Por su parte,
Ricardo Falcón, quien sí concluyó su doctorado en Francia, dio
lugar a dos importantes libros también pioneros. Uno de ellos
sobre el movimiento obrero anterior al 900 y el segundo sobre
el “mundo del trabajo urbano” a principios de siglo. De manera
contrapuesta a esta serie de estudios surgieron otros frentes
de discusión que conformarían las líneas de indagación que se
desarrollaron durante la década del noventa.
En contraposición a este proyecto, también desde principios
de la década de 1980, Luis Alberto Romero, Hilda Sábato,
Leandro Gutiérrez y otros historiadores comprometidos con el
Programa de Estudios de Historia Económica y Social Americana
(PEHESA) procuraron un corrimiento teórico de la noción de
clase y movimiento obrero hacia la historia social y el uso de la
categoría de “sectores populares”.24 Según las tesis presentes
en varios trabajos de este grupo, los vínculos entre estas esferas
en juego №izquierdas, movimiento obrero y sectores populares№
habrían sido sólo parciales.25 En general, la izquierda argentina
no habría logrado triunfos electorales más allá de Buenos Aires
en las primeras tres décadas del siglo, ni habría conquistado una
presencia continua en el movimiento obrero. Más precisamente,
24
Como sucedió con otras disciplinas, también la historia se profesionalizó
en Argentina por fuera de las universidades nacionales, a través de las
actividades de pequeños centros de investigación financiados por fondos
internacionales que cesarían comenzada la democracia. Encabezado
inicialmente por Luis Alberto Romero, Hilda Sábato, Leandro Gutiérrez,
Ricardo González, Juan Carlos Korol y Miriam Trumper, el PEHESA
fue fundado en 1978 como programa del Centro de Investigaciones
Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA) con un objeto de
estudio bastante determinado: “la formación de un mercado laboral, los
estándares de vida de la clase trabajadora urbana, la cultura popular
y la conformación del movimiento obrero”. Así como los integrantes
del PEHESA anuncian su programa historiográfico en la revista Latin
American Research Review, publican la traducción política hacia el
presente de estas preguntas históricas en dos artículos de la revista
Punto de vista (Buenos Aires, 1978-2008). Ver: PEHESA, “¿Dónde
anida la democracia?, Punto de vista, n.º 15, 1982, pp. 6-10; PEHESA,
“La cultura de los sectores populares: manipulación, inmanencia o
creación histórica”, Punto de vista, n.º 18, 1983, pp. 11-14; y PEHESA, “An
Argentine Social-History Group”, Latin American Research Review, Vol.
18, n° 2, 1983, pp. 118-124. En las décadas siguientes, varias generaciones
de historiadores se formaron dentro de este grupo de investigación y
desarrollaron trabajos sobre anarquismo: Mirta Lobato, Sylvia Saitta,
Juan Suriano, y Ana Lía Rey.
25
Además de los textos programáticos mencionados en la nota anterior,
pueden tomarse como estado de la cuestión del que parten estas
investigaciones: Luis Alberto Romero, Libros baratos y cultura de los
sectores populares, Buenos Aires, CISEA, 1986; Luis Alberto Romero,
Los sectores populares urbanos como sujeto histórico, Buenos Aires:
CISEA-PEHESA, 1988; Luis Alberto Romero y Leando Gutiérrez, “Los
sectores populares y el movimiento obrero en la Argentina”, Boletín del
Instituto de Historia Argentina y Americada Dr. Emilio Ravignani, n°3,
1991, pp. 109-145.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
29
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
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el socialismo no habría logrado construir vínculos estrechos
con las asociaciones gremiales; el sindicalismo habría repulsado
continuamente determinaciones ideológicas de las familias de
izquierdas; el contacto del anarquismo con el movimiento gremial
se habría circunscrito a la década del diez; y el del comunismo se
habría vuelto relevante sólo en algunos momentos puntuales de
la década del treinta; de manera que, en síntesis, desde este punto
de vista, y en contraste con las versiones en curso consideradas
excesivamente políticas, los “sectores populares” del período
1880-1945 habrían sido mayoritariamente moderados.
Según esta perspectiva, la noción de trabajadores o movimiento
obrero organizado “excluye a otros sectores” y recorta
metonímicamente el todo por la parte. Por ejemplo, los trabajos
de Bilsky no dejarían de buscar la conformación de una clase
predefinida desde preguntas erradas. De modo que se trataría
de un enfoque compartido con los llamados historiadoresmilitantes que no partirían de una contextualización correcta
dentro de la historia político-económica. Además, L.A. Romero
señalaba que específicamente la idea de la conformación de
una clase fue utilizada aquí de modo meramente especular con
lo sucedido en Inglaterra y que, en cambio, la experiencia local
no ameritaría más que una relación esporádica y débil con el
movimiento obrero organizado.26 La hipótesis era clara: “El rasgo
más notable de la sociedad de Buenos Aires, la fuerte movilidad y
la expectativa generada por ella, más fuerte aún, conspiró contra
la constitución de identidades de clase firmes y consistentes”,
es decir, al menos en Argentina, las investigaciones anteriores
se habrían esforzado en buscar un “sujeto teórico” concebido
de antemano. Este texto “Los sectores populares como sujeto
histórico” entrañaba problemas conceptuales e historiográficos
no menos significativos que el de clase social. Por un lado, si
bien se los reconoce como agentes históricos, se les rechaza la
necesidad de una definición precisa en tanto se quiere considerar
a estos actores como un fenómeno dinámico y procesual. La
noción se vuelve tan amplia que termina por definirse por todo
aquello lo que está en oposición de las élites. Y en la medida en
que no resulta posible asignarle entonces tampoco identidad, la
conclusión del propio texto es negativa, y en definitiva no se los
reconoce como un sujeto sino como un “área de la sociedad”.27
26
Esta línea de indagación dentro de la historia social que busca poder
abordar a los sectores populares urbanos fuera del movimiento
obrero organizado y las izquierdas sigue siendo desarrollada desde la
Universidad de San Andrés №en donde se asentó L.A. Romero durante
la década del 2000. Ver: Roy Hora, “Izquierda y clases populares en
la Argentina, 1880-1945”, Prismas, n°23, 2019, pp-. 53-75; Roy Hora,
“Trabajadores, protesta obrera y orden oligárquico, 1880-1900”,
Desarrollo económico, Vol. 59, n.º 229, pp. 329-360. En buena medida
son textos que parten de referencias similares de la historia económica
actualizada para sostener la existencia de un proceso integracionista
exitoso, con relativamente buenos salarios reales, una movilidad social
ascendente y canales de diálogo para sus reclamos. Desde este punto
de vista, la atención brindada por la historiografía al movimiento obrero
más rebelde resultaría excesiva.
27
A lo largo de estos textos programáticos, las referencias teóricas
más bien asistemáticas mencionan la obra de marxistas ingleses,
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
Como es sabido, el programa proponía observar cómo variaron
los indicadores de higiene, salud, educación y cultura de los
sectores populares, para conocer sus condiciones de vivienda,
sus condiciones de salud, sus prácticas culturales, etc., sin caer
en análisis ideológicos o gremiales.28 Como corolario, con este
programa quedaba entonces justificado por qué desviar el foco
de investigación de la izquierda y el anarquismo. De este modo,
esta serie de textos establecían una fuerte argumentación
metodológica y política de manera interrelacionada, totalmente
a favor de la centralidad que tendría la historia social como base
de otros desarrollos históricos.29
En relación con el marco de recuperación democrática de los
ochenta, por su parte, los académicos locales dentro del arco de
las izquierdas №como José Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge
Dotti№ centraron su atención en la historia del socialismo y, en
particular, en la figura de Juan B. Justo. Con algunos de ellos, los
historiadores del PEHESA compartieron cátedras, instituciones,
revistas y espacios comunes. En cambio, los rivales directos de
este programa historiográfico parecían ser dos. Por un lado,
de manera general una concepción nacionalista y romántica
asociada al pueblo peronista. Por otro lado, la ya mencionada
como Hobsbawm, Thompson y Stedman Jones. Sobre el uso de estos
autores por parte del PEHESA y el desarrollo de la noción de “sectores
populares” puede verse en Agustín Nieto, “Los usos de E. P. Thompson
en la historiografía “argentina”: un itinerario posible”, Rey desnudo, n.º
3, 2013, 370-391.
28
A su vez, estas preguntas por las condiciones de vida de los trabajadores
habían sido iniciadas con anterioridad en los trabajos de José Pannetieri.
Sobre todo, José Pannetieri, Los trabajadores, Buenos Aires. Jorge
Álvarez, 1967. Como señaló Diego Roldán, de manera similar con lo
sucedido en el campo inglés, en este punto se abrió una discusión entre,
por un lado, una visión positiva de la conformación y modernización del
Estado argentino con relación a la situación de los trabajadores contra,
por otro lado, una versión negativa que destacaba las condiciones
lamentables de vivienda como justificación de los reclamos. Desde
ya, esta bibliografía producida por PEHESA suele asentarse sobre los
trabajos previos que iban en la primera dirección: Roberto Cortés Conde
y Ezequiel Gallo, La formación de la Argentina moderna, Buenos Aires,
Paidós, 1967; y Roberto Cortés Conde, El Progreso Argentino, 1880–1914,
Buenos Aires, Sudamericana, 1979. Ver: Diego Roldán, “La formación de
los sectores populares urbanos en la historiografía argentina”, Signos
Históricos, n.º 20, 2008, pp. 194-232.
29
Probablemente esté demás decir que esta línea de textos tomaría
un papel importante dentro de un conjunto de trabajos más amplio
№sobre la historia argentina en general№ que tuvo varios objetivos, como
argumentar a favor de la función modernizadora de la élite política del
período 1880-1910, la integración en buena medida exitosa de grandes
masas inmigrantes que encontraban aquí vías de desarrollo y, en
definitiva, un éxito económico y social de integración que llegaría hasta
1930.Como es sabido, a partir de 1989, la colección “Historia y cultura”
de Sudamericana dirigida por Luis Alberto Romero fue la gran difusora
de estos trabajos que se convirtieron en verdaderos clásicos y obras
de referencia obligadas de la historiografía local. Por ejemplo, entre
ellas, Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares,
cultura y política, Buenos Aires, Sudamericana, 1995. Juan Carlos Torre,
La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, Sudamericana, 1990;
Daniel James: Resistencia e integración: 1946-1976, Buenos Aires,
Sudamericana, 1990. En esta línea, Hilda Sábato finalmente cerraría una
serie de estudios sobre el mercado laboral centrado en el siglo XIX:
Hilda Sábato, Los trabajadores de Buenos Aires: la experiencia del
mercado 1850-1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1992; Hilda Sábato y
Luis Alberto Romero, Los trabajadores de Buenos Aires: La experiencia
del mercado, 1850-1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1992.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
historiografía obrera de Edgardo Bilsky y Alberto Pla, y en menor
medida la de Ricardo Falcón №quien, sin embargo, compartía y
participaba de proyectos y grupos de estudio en común con los
miembros del PEHESA. De hecho, hacia fines de los años ochenta,
fueron sobre todo los dos primeros quienes respondieron a esta
reconocida discusión sobre el objeto de estudio que también
obtendría futuros intercambios.30
De hecho, en contraposición a la línea de indagación del PEHESA,
Alberto Pla fundó en Rosario el Centro de Estudios de Historia
Obrera (CEHO) en 1991 en el marco de la Universidad Nacional
de Rosario. Su figura fue luego permanentemente reivindicada
por los nuevos exponentes de una cierta historiografía marxista
como el historiador que poseía todos los créditos académicos,
había editado colecciones de amplio alcance y, a la vez tenía,
visión y proyecto militante. Alrededor de este espacio se
formaron jóvenes investigadores de la Universidad Nacional de
Rosario como Cristina Viano, Gabriela Águila y Gustavo Guevara,
además de sus vínculos con Pablo Pozzi y otros historiadores
emergentes de la Universidad de Buenos Aires.
Dentro de la misma Universidad rosarina, desde fines de la
década de 1980, Ricardo Falcón creó también sus espacios
de investigación sobre este arco temático alrededor de su
cátedra, en donde se formaron, entre otros, Agustina Prieto y
Alejandra Montserrat. Si bien en algunos puntos los intereses
de investigación de este grupo parecerían cercanos a los de
Pla №en tanto también centraban en el movimiento obrero y la
clase trabajadora№ en alguna medida funcionó como un espacio
rival, más afín a los intereses teóricos y políticos del PEHESA
30
En buena medida, el objeto de estudio que resultaba relevante era un
punto acordado: “el trabajo urbano”. En la anterior nota, mencionamos
los textos a tener en cuenta dentro de PEHESA que terminaban
argumentando a favor de la noción de sectores populares. En la otra
vereda, desde 1986 pueden registrarse las primeras respuestas y
discusiones. En un primer momento, durante la década del ochenta.
Ricardo Falcón, “Problemas teóricos y metodológicos en la historia
del movimiento obrero en Argentina”, en Carlos Zubillaga (comp.),
Trabajadores y sindicatos en América Latina, Montevideo, CLACSO,
1989; Alberto Pla, “Apuntes para una discusión metodológica: clases
sociales o sectores populares”, Anuario de la escuela de Historia,
n°14, 1990, pp. 7-40; Juan Carlos Torre, “Acerca de los estudios sobre
la historia de los trabajadores en la Argentina”, Anuario del IEHS,
n.º 5, 1990, pp. 111–130. En su estado de la cuestión Ronaldo Munck
reconoce el impulso reciente de la historia del movimiento obrero y
que efectivamente faltan acercamientos desde la historia social que
revisen problemas vinculados a la vivienda y la salubridad. Ronaldo
Munk; “Labor Studies in Argentina”, Latin American Research Review,
Vol. 21, n° 3, 1986, pp. 224-230. El segundo momento se dio a partir
de 2007: Hernán Camarero, “Consideraciones sobre la historia social
de la Argentina urbana en las décadas de 1920 y 1930: clase obrera
y sectores populares”, Nuevo Topo, n.º 4, 2007, pp. 35-60; Ezequiel
Adamovsky, “Historia y lucha de clase: repensando el antagonismo
social en la interpretación del pasado”, Nuevo Topo, n° 4, 2007, pp. 733; y Diego Roldán, “La formación de los sectores populares urbanos
en la historiografía argentina”, Signos Históricos, n.º 20, 2008, pp.
194-232. En estos textos, por ejemplo, se entiende que en el conjunto
de la producción de PEHESA, que va de Romero a Suriano, se atenta
directamente contra la noción de clase, más allá de lo que propusieron
los marxistas ingleses que dicen seguir, para asentarse en la idea de
experiencia y cultura de los sectores populares.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
de Buenos Aires. Desde allí, Falcón participó de varios de los
proyectos colectivos del grupo de estudio sobre sectores
populares y movimiento obrero que funcionaba en Buenos
Aires №junto a Juan Suriano y Mirta Lobato, entre otros№ y de los
encuentros del Club de Cultura Socialista de Rosario.31
Además, desde 1993, como una escisión del el Centro de
Investigación en Ciencias Sociales (CICSO), Nicolás Iñigo Carrera
organizó el Programa de Investigación sobre el Movimiento de
la Sociedad Argentina (PIMSA). Más allá de las definiciones casi
metafísicas de las que partió el programa, los trabajos publicados
en la revista homónima PIMSA (Buenos Aires, 1997) buscaron
generar una re-identificación de las clases sociales en diferentes
períodos de la historia argentina a través de un seguimiento
minucioso de los conflictos sociales en la prensa periódica №de
hecho, la práctica ya histórica proveniente de los fundadores
de CICSO.32 Con esta práctica asentada de recolección de
datos capaces de ilustrar los momentos de conflicto, en líneas
generales, eran trabajos que procuraban mantener una teoría
fuerte de la clases sociales sin responder a las críticas sobre por
qué éstas resultarían sustanciales en relación a sus niveles de
conciencia, en momentos en donde distintas concepciones del
trabajo se multiplicaron №incluso desde el marxismo mismo.33
En definitiva, cada una de las líneas de investigación dirigieron
acusaciones cruzadas sobre la existencia de presupuestos
teleológicos, o bien señalando que las interpretaciones marxistas
estaban sesgadas por la búsqueda de la conformación de una
clase obrera, o bien, desde el otro lado, de estar sesgadas
por la afirmación de una modernidad democrática y liberal
integracionista.34 En esta última dirección, efectivamente, a nivel
internacional, el gesto epocal, propio de las décadas del ochenta
y el noventa, afirmaba la clausura definitiva del ciclo de las
alternativas de izquierda en el país y en el mundo.
En lo que se refiere más específicamente a las discusiones sobre
31
Sobre su recorrido, puede verse el dossier publicado tras su fallecimiento en Estudios Sociales, n.º 40, 2011.
32
Probablemente el trabajo de mayor aliento y repercusión haya sido:
Nicolás Iñigo Carrera, La estrategia de la clase obrera: 1936, Buenos
Aires, La Rosa Blindada, 2000; donde №contra una “verdadera campaña de
guerra psicológica” que se suponía propia de los noventa№ se planteaba
una definición fuerte de las nociones de clase, conciencia, fuerza social,
estrategia, etc.
33
Con posterioridad, entre quienes investigaron de manera cercana a este
grupo están Jorge Podestá, María Isabel Grau, Analía Marti, Gustavo
Contreras y Agustín Nieto. Además, luego compartieron actividades de
investigación con la plataforma alrededor del Centro de Estudios de
Historia los Trabajadores y la Izquierda (CEHTI) y la revista Archivos
(Buenos Aires, 2014-).
34
También dentro de la oposición historiográfica trotskista puede
mencionarse la revista Taller (Buenos Aires, 1996-2003), con un comité
editor constituido por: Andrea Andújar, Márgara Averbach, Patricia
Berrotarán, María Alba Bovisio, Hernán Camarero, Dina Edelmuth,
Gabriela Farrán, Patricia Funes, Mónica Gatica, Susana López, Marisa
Pineau, Pablo Pozzi, Andrés Reggiani, Alejandro Schneider, Analía Siri,
Susana Taurozzi, Celia Trigueros de Godoy, Luciana Zollo.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
31
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
32
la experiencia anarquista, más recientemente, tanto Andreas
Doeswijk como Hernán Camarero y Agustín Nieto criticaron la
despolitización que involucraría el modo de aproximación a través
de los sectores populares que había impulsado el PEHESA.35
Además, de distinta manera estos autores hicieron extensiva
esta crítica al proyecto de L. A. Romero también a los trabajos
posteriores de Juan Suriano producidos durante la década del
noventa. De hecho, porque, como miembro de la generación
más joven del PEHESA, en su tesis doctoral dirigida por L. A.
Romero №que años después dio lugar al libro Anarquistas del
2001№ “sectores populares” fue finalmente una de las nociones
utilizadas.36
(h) Si bien todavía no contamos con trabajos sobre la
reconfiguración del campo de estudios en estas décadas,
podemos decir que, en general, el proyecto de la revista
Entrepasados (Buenos Aires, 1991-2012) continuó sólo
parcialmente la línea de indagación propuesta por L.A. Romero
y Gutiérrez. Dentro del PEHESA, las referencias al marxismo
inglés eran compartidas explícitamente por la generación más
joven de Juan Suriano y Mirta Lobato, quienes se desempeñaron
respectivamente como becarios y ayudantes de las cátedras de
L.A. Romero y Sábato y fueron parte de la operación de instalar
el PEHESA dentro de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA durante la década del ochenta. Dentro de Entrepasados,
estos dos últimos historiadores consideraban que el uso de E.
P. Thompson por parte de Romero resultaba en gran medida
retórico. El texto más programático de la revista se autoinscribía
como la generación más joven del ciclo de profesionalización de
la historia con el objetivo de atender de manera amplia a los
distintos aspectos del trabajo, fuera de las “visiones esencialistas
de la clase obrera” y enmarcándose en los problemas de la
“nueva historia social”. De este modo, nuevamente reconocía
la centralidad de la historiografía marxista inglesa producida
durante la década del setenta y que precisamente definiría un
cuerpo de problemas “más heterogéneo en torno a los sectores
35
36
Hernán Camarero, “Observaciones historiográficas sobre el anarquismo
en los orígenes del movimiento obrero argentino, a partir del regreso
de un clásico”, en: Iaacov Oved, El anarquismo y el movimiento obrero
en Argentina, Buenos Aires, Imago Mundi, 2013, pp. 1-15; Lucas Poy,
“Introducción”, Los orígenes de la clase obrera argentina, Buenos Aires,
Imago Mundi, 2014. Según este último texto de Poy, en su revisión
historiográfica de 2006, Juan Suriano habría discutido su propia decisión
metodológica y habría dado más importancia a los límites de la noción
de “sectores populares” a favor de reconocer más utilidad al de “clase
obrera”. Para una crítica en esta dirección específicamente al trabajo de
Suriano, ver los textos citados de Agustín Nieto.
Como refiere Roldán al reconstruir esta polémica, un año antes de la
publicación de Anarquistas, Suriano había afirmado: “Cuando en 1988
constituimos el Grupo de Trabajo sobre Movimiento Obrero y Sectores
Populares nos planteamos debatir problemas teóricos y metodológicos
referidos a la historia de los trabajadores y de los sectores populares en
general. La elección del nombre del grupo reflejaba las líneas de trabajo
existentes en su seno y, de algún modo, ellas estaban conectadas con una
lectura crítica de la noción de clase y una insatisfacción con los modos
de hacer historia de los trabajadores”. Ver: Diego Roldán, “La formación
de los sectores populares urbanos en la historiografía argentina”, Signos
Históricos, n.º 20, 2008, pp. 194-232.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
populares y su experiencia”.37
Con todo, al tratarse de una revista generacional más amplia,
dentro de Entrepasados convivieron otras líneas de indagación;
con Leticia Prislei y Patricio Geli, orientados a lo que en aquel
momento se llamaba historia de las ideas desde la cátedra
de Oscar Terán, y dentro de ésta tomando como objeto de
estudio la izquierda socialista y anarquista de principio de
siglo; con Silvia Finocchio, que se especializaba en enseñanza
de la historia; con Ema Cibotti dedicada a la historia social de
la inmigración; con Fernando Rocchi, orientado a una historia
económica modernizadora e integracionista que se enfocaba en
el consumo; y Gustavo Paz que se dedicaba a la historia colonial
y la etnohistoria.
Se trató de una revista resistida por la comunidad/corporación
de historiadores en tanto estaba impulsada por graduados no
consagrados de ninguna manera y se posicionaba como alternativa
dentro de la UBA al más tradicional Boletín del Instituto de
Historia Argentina Dr. Emilio Ravignani (Buenos Aires, 1956-).
De todos modos, se constituyó en una de las primeras revistas
históricas sobre el tema con artículos que hoy forman parte de
muchas currículas universitarias, sobre socialismo, anarquismo,
historiografía, historia oral, “sectores populares” e “historia de
las mujeres”, con traducciones de textos de Eric Hobsbawm, E.
P. Thompson, Carlo Ginzburg, Roger Chartier y Nancy Fraser,
además de reseñas y entrevistas. Si bien entonces claramente
la revista Entrepasados se posicionaba a la izquierda de las
otras publicaciones destinadas al público universitario dedicado
a la historia, resultó moderada, en tanto en sus páginas no se
entablaron mayores debates y su gesto inicialmente disruptivo
terminó por difuminarse con el correr de los números. En
retrospectiva, la revista se estableció sin responder políticamente
a quienes estaban estructurando jerárquicamente el campo y no
participó en los debates claves que se dieron en el ámbito de
estudios históricos o de la cultura. De hecho, en relación con lo
dicho anteriormente, Oscar Terán observó que al no renovar de
manera determinada sus inscripciones teórico-metodológicas, la
revista no contaba con herramientas para ser capaces de desafiar
a los “mayores”.
Atendiendo a la producción que surgió de esta plataforma en
formato libro, por un lado, este proyecto se materializó en
una serie de estudios de Mirta Lobato sobre las mujeres en el
mundo obrero.38 Y además obviamente en el mencionado libro
Anarquistas. Es cierto que se trata de una obra que evita
37
Ver: Mirta Zaida Lobato y Juan Suriano, “Trabajadores y movimiento
obrero: entre la crisis de los paradigmas y la profesionalización del
historiador”, Entrepasados, n°4/5, 1993, pp. 41-64.
38
Probablemente con un proyecto todavía más claramente thompsoniano,
la publicación de su tesis doctoral también fue en 2001: Mirta Zaida
Lobato, La vida en las fábricas (1904-1970), Buenos Aires, Prometeo,
2001.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
decisiones metodológicas y funciona en relación con la inercia
de preguntas e intereses recién mencionados, propios de la línea
pehesiana dentro de Entrepasados. Principalmente, se enfoca
en aspectos de la sociabilidad libertaria con una propuesta
de comprensión amplia sobre todo enfocada en captar al
anarquismo de esos años como cultura política. De hecho, esta
última fue otra de las nociones thompsonianas presente en
textos traducidos en Entrepasados, a lo que se sumaba como
referencia la investigación sobre el tema que se había realizado
recientemente en España №sobre todo el trabajo de Lili Ltvak
que tuvo un reconocido impacto dentro del grupo№ y los nuevos
estudios que se enmarcaban en los que optaba por llamar “la
cuestión social”.39 Resulta entonces interesante señalar que esta
oscilación desde la historia social entre movimiento obrero,
sectores populares y mundo del trabajo se mantuvo entre estos
términos, desde el primer grupo de investigación “movimiento
obrero y sectores populares” hasta la posterior conformación
del Núcleo de Historia Social y Cultural del Mundo del Trabajo
dentro de la Universidad Nacional de San Martín.40
Junto al mencionado libro de Zaragoza, Anarquistas es el texto
clásico sobre el tema y fue el trabajo a partir del cual se formó
la generación posterior de investigadores. Al tratarse del libro
más importante producido localmente ha sido también el que
funcionó como prisma y medida, y en relación con el cual se
discuten las categorías utilizadas y se toman como ilustrativos
sus límites y sus periodizaciones.41 Sobre todo, porque la obra
tenía un gesto de clausura que el propio autor se esforzó en
destacar. Él mismo dejó de lado la investigación sobre el tema,
dedicó su esfuerzo posterior a la coordinación de una de las dos
últimas obras enciclopédicas de gran aliento sobre la historia
argentina y en el momento de su fallecimiento elaboraba una
biografía de Alfredo L. Palacios.42
39
El otro prisma clave que parece funcionar en la serie de trabajos de Lobato
y Suriano en los años siguientes es el de “cuestión social”, que refiere
al “sistema salarial, las dificultades médico-sanitarias y de salubridad,
la vivienda y la emergencia de instituciones orientadas a defender los
intereses de los trabajadores”. Con esto buscaba determinar, aunque
sea parcialmente, una esfera de intereses distinta a la económica o a la
política, pero también de la estrictamente gremial, para abarcar también
problemas sociales relativos a “mujeres e indígenas” que solían quedar
fuera de otros estudios. Ver “Introducción” en Juan Suriano (comp.), La
cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena,
2000.
40
Ver: Juan Suriano, “Los dilemas actuales de la historia de los trabajadores”,
en Jorge Gelman (comp.), La historia económica argentina en la
encrucijada, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2006, pp. 284-307.
41
Agustín Nieto dedicó una crítica a este libro como artefacto condensador
de las hipótesis en juego por PEHESA. Por su parte, Doeswijk, quien
también señaló la despolitización del acercamiento, junto a María
Miguelañez discutió los límites que encubría su periodización.
Laura Fernández Cordero señaló la pervivencia de una concepción
subsidiaría de la apuesta libertaria por la emancipación sexual al
compartimentalizarla hasta volverla ausente. Ver: Nieto, Agustín, “Notas
críticas en torno al sentido común historiográfico sobre el anarquismo
argentino”, A Contracorriente, Vol. 7, nº 3, 2010, pp. 219-248.
42
Nueva historia argentina / Coordinación general: Juan Suriano;
asesoramiento general: Enrique Tandeter. Buenos Aires, editorial
Sudamericana.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
(i) También en el campo académico, a partir de la década del
ochenta, aparecieron las primeras investigaciones sobre el
anarquismo que se descentraron del movimiento obrero sin
correrse necesariamente hacia la historia social del mundo del
trabajo y se enfocaron en tres grandes áreas que ampliaron
notablemente el arco de debates para interesarse en el feminismo,
la educación y la literatura anarquista. Estas investigaciones
encabezadas por Dora Barrancos, Jean Andreu, Maxine Molyneux
y Eva Golluscio auspiciaban un momento historiográfico que
perdura marcadamente hasta hoy en día.43
Desde los primeros años de la década, Jean Andreu y Eva Golluscio
dedicaron varios trabajos al teatro, la literatura y los circuitos
literarios y culturales del anarquismo.44 A la vez que descubrían
una serie inmensa de revistas literarias libertarias hasta ese
momento inexploradas, sus acercamientos consideraron al
movimiento libertario como “contracultural” №como señalaremos,
otra categoría también discutida en las décadas siguientes№, es
decir como contrapuesto a una cultura hegemónica. De este
modo, un objeto de estudio hasta ese momento considerado
subsidiario como las revistas comenzaba a encontrar un primer
momento de atención por parte de los estudios literarios. Con
posterioridad, esta se convertiría también en una de las líneas
más exploradas.45
Por su parte, los trabajos de María del Carmén Feijoo, Maxine
Molyneux y Dora Barrancos abrieron asimismo otra línea
de indagación que se mostró constante y permanentemente
productiva para los debates actuales.46 Después del trabajo
43
Desde ya, se trataba de un marco de intereses comunes que comenzaban
a desplegarse en una importante cantidad de revistas de la década del
ochenta como Unidad (Rosario, 1982-1983), Brujas (Buenos Aires,
1982-2012), Cuadernos feministas (Buenos Aires, 1984), Alternativa
feminista (Buenos Aires, 1985-1986), La escoba (Buenos Aires,
1985), Feminaria (Buenos Aires, 1985-2009), Boletín de mujeres en
movimiento (Buenos Aires, 1986), hasta llegar a las primeras revistas
académicas, Hiparquía (Buenos Aires, 1988-1999) y Mora (Buenos Aires,
1995-).
44
A partir de este momento, la investigación local funcionó de manera
sincronizada con la de España. Sobre todo, a partir de: Musa libertaria:
Arte, literatura y vida cultural del anarquismo español (1880-1913),
Barcelona, Antoni Bosch, 1981; La mirada roja: Estética y arte del
anarquismo español (1880-1913), Barcelona, Ediciones del Serbal,
1988.
45
Su primer texto de hecho se tituló de esta manera: Jean Andreu,
“Contracultura libertaria en el Río de la Plata y Chile”, en Hacia una
historia social de la literatura, Giessen, Losada-Bremer Editores, 1983;
Eva Golluscio de Montoya, “Círculos Anarquistas y Circuitos Culturales
en la Argentina de 1900”, Caravelle, n° 46, 1986. Estas investigaciones
se plasmarían finalmente en un libro de gran circulación: Jean Andreu,
Maurice Fraysse, Eva Goluscio, Anarkos, Buenos Aires, Corregidor,
1990. A partir de este trabajo, la atención sobre la literatura libertaria
en Argentina y Uruguay ha desperado un interés constante y un gran
desarrollo en los estudios doctorales de Armando Minguzzi y Pablo
Ansolabehere. Remitiéndonos, como nos propusimos, únicamente
al formato libro: Pablo Ansolabehere, Literatura y anarquismo en
Argentina (1879-1919), Rosario, Viterbo, 2011.
46
María del Carmen Feijóo, Las feministas, Buenos Aires, CEAL, 1982;
Emilio Corbiére, “Las luchas femeninas en el discurso socialista y
anarquista. 1910-1930”, Centros de cultura popular, 1982; Maxine
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
33
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
34
iniciático de María del Carmén Feijóo, fue Dora Barrancos quien
no sólo publicó los artículos fundamentales sobre el tema
sino, además, obras de largo aliento que resultan hasta hoy en
día una referencia obligada. Por añadidura, estos trabajos de
Barrancos tenían la considerable ventaja de ser de los pocos
que trazaban diálogos y buscaban experiencias comunes de
las que participaron conjuntamente socialistas, anarquistas y
sindicalistas. De este modo, sus trabajos eligieron un recorte
temático y transversal №educación, ciencia, sexualidad№ que habrían
conformado a las diferentes tradiciones de izquierda.47 Estas
preguntas compartieron espacios dentro del proyecto de historia
social impulsado por Leandro Gutiérrez. Aunque como vemos a
través de sus títulos y sus análisis, la autora no dejaba de conceder
relevancia a la inscripción ideológica dentro de las izquierdas
de los emprendimientos político-culturales considerados. Por
eso, desde ese espacio el enfoque se corría de la pregunta por
las condiciones de vivienda, sanidad y cultura de los sectores
urbanos. Sobre esto, en retrospectiva, la autora agregaba otras
referencias teóricas producto de su exilio en Brasil, sobre todo
vinculadas a la epistemología francesa №Callinghem y Foucault№,
la relevancia de su director de tesis doctoral Michael Hall en la
Universidad de Campinas durante su formación y la producción
historiográfica feminista que ya se reconocía como corriente
desde principios de los noventa №Joan Scott, Mary Nash, Martha
Vicinus, Michelle Perrot y Sheila Rowbotham.48
En paralelo, durante la década del noventa, la figura de Osvaldo
Bayer se estableció como gran divulgador capaz de iluminar
distintos episodios de la militancia libertaria. Su inmensa cantidad
de notas en periódicos se continuó con su creciente presencia
en los medios audiovisuales, al punto tal que el anarquismo en
los años noventa quedó fácilmente emparentado a su figura.49
De este modo, volviendo a las referencias más amplias sobre
las imágenes sociales del anarquismo, en el trabajo al que nos
referimos, Lucio Mafud determina dos tipos de producción
Molyneux, “No God, No Boss, No Husband: Anarchist Feminism in
Nineteenth-Century Argentina”, Latin American Perspectives, n°1, Vol.
13, 1986; Mabel Bellucci y Cristina Camusso, “La huelga de inquilinos
de 1907: El papel de las mujeres anarquistas en la lucha”, Cuadernos
del CICSO, n°58, 1987; Dora Barrancos, “Anarquismo y sexualidad”, en
Diego Armus (comp.), Mundo urbano y cultura popular, Buenos Aires,
Sudamericana, 1989.
47
Dora Barrancos, La educación racionalista en la Argentina (1900-1930),
Buenos Aires, [s.n.], [1986]; Las experiencias educativas del frente
político-gremial socialista (1890-1913), Buenos Aires, CONICET, 1987;
Cultura
y
educación
en
el
temprano
sindicalismo
revolucionario,
Buenos
Aires,
[s.n.],
1990;
Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios
de siglo, Buenos Aires, Contrapunto, 1990; Educación, cultura y
trabajadores (1890-1930), Buenos Aires. CEAL, 1991; La escena
iluminada (1890-1930), Buenos Aires, Plus Ultra, 1996.
48
Ver: Ana Martín y Adriana Valobra (comp.), Dora Barrancos: antología
esencial, Buenos Aires, Clacso, 2019.
49
Durante la década del ochenta y del noventa, además los libros
sumamente reeditados de Bayer sobre los vindicadores anarquistas
dieron lugar a conocidas sobre la evaluación posterior de la violencia
política que se había dado durante los setenta. Ver: Osvaldo Bayer,
Rebeldía y esperanza, Buenos Aires, Ediciones B, 1993.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
audiovisual que comenzó en los noventa y se extendió hasta
después del 2000.50 Por un lado, un nuevo tipo de filmación
artesanal realizada por los propios simpatizantes con el objetivo
de registrar las voces de la generación militante anterior №el mejor
ejemplo sería Qué vivan los crotos (Poliak, 1995). Y, por otro lado,
aquella recuperada por documentales para los canales estatales
en donde la figura de Bayer fue sólo la entrada a un interés de
las plataformas culturales kirchneristas.51 Dentro de esta última
serie, el ejemplo más marcado sería la serie-documental de trece
capítulos de una hora cada uno Ni dios ni amo (Pérez, 2015).52
(j, k y l) Como señalamos en otras oportunidades, a partir de la
década del dos mil, la amplitud de una nueva serie de trabajos
quedó sin duda habilitada material e intelectualmente por una
nueva disponibilidad documental que Argentina logró tan sólo
hace unos veinte años.53 Las tacañerías de documentación a los
propios becarios pasaron a ser un recuerdo oprobioso del pasado
y la investigación sobre el anarquismo local ya no tenía que
desarrollarse obligadamente en Amsterdam o Campinas. Esta
condición material de disponibilidad favoreció además que el arco
de aproximaciones metodológicas, preguntas, temas y enfoques
se amplíe notablemente, con trabajos que pueden inscribirse
en múltiples áreas y métodos: historia transatlántica, historia
global, estudios transnacionales, análisis de revistas, estudios
decoloniales, historia de libro y la edición, estudios de género,
50
Probablemente esté demás remarcar las plataformas de más largo
aliento editadas desde el trotskismo más clásico y el comunismo no se
interesaron por el anarquismo; me refiero por ejemplo a revistas como
Debate marxista (Buenos Aires, 1993-1998) de Rolando Astarita o Razón
y revolución (Buenos Aires, 1995-) de Eduardo Sartelli. Por su parte, el
ya largo proceso de la revista y editorial Herramienta (Buenos Aires,
1996-), desarrolló desde un trotskismo amplio una cultura marxista
que al calor de los tiempos históricos se interesaba por algunos textos
autonomistas de John Holloway, Raúl Zibechi o Michel Löwy.
51
“Sin dudas la política comunicacional del kirchnerismo fue determinante
en ese cambio de paradigma, ya que al otorgarles un espacio destacado
a historiadores, periodistas y filósofos progresistas o de izquierda con el
fin de analizar la historia argentina (Pigna, Di Meglio, Feinmann, Halperín,
Bayer), el anarquismo, junto a otras corrientes políticas populares,
fueron objeto de revalorización”, Lucio Mafud, “Las representaciones
del anarquismo en la cultura audiovisual argentina”, op. cit., p. 397.
52
También desde el 2000 es posible registrar un ensayismo libertario
a cargo de Christián Ferrer que se desarrolló en paralelo al ámbito
académico. Inicialmente a partir de las revistas porteñas Utopía (19841987), Farenheit 450 (1986-1988) y La letra A (1990-1993), publicó los
dos tomos de El lenguaje libertario que marcaban un interés teórico por
el anarquismo en diálogo con nueva filosofía francesa. El gesto consistió
en correrse de la perspectiva histórica y recoger textos de una enorme
diversidad de autores, en donde, a aquellos cercanos con el pensamiento
libertario №Fernando Savater, Paul Feyerabend y Cornelius Castoriadis№, se
sumaban textos de autores francamente ajenos del ámbito local, como
Tomás Abraham, Horacio González y Héctor Schmucler. Ver: Christian
Ferrer, El lenguaje libertario, Montevideo, Nordan Comunidad, 1991. En
general, luego de este libro, su producción ha sido más bien asistemática
en cuanto temas y modos de aproximación, aunque en su conjunto sus
textos mantienen un interés constante por la cultura libertaria.
53
Ver Lucas Domínguez Rubio, “Los acervos documentales del anarquismo
argentino”, Revista General de Información y Documentación, Vol.
27, n° 1, 2017, pp. 45-64. Entre otras cosas, aquí desarrollo cómo se
conformaron los fondos documentales de la Federación Libertaria
Argentina organizado por el grupo Biblioteca-Archivo de Estudios
Libertarios, la compra de microfilms del IISH por parte del CeDInCI, la
aparición de nuevos catálogos de consulta, etc.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
historia gremial, historia intelectual, itinerarios biográficos,
historia regional e historia oral, entre algunos otros.54
En general, la imagen cultural y política del anarquismo que
comenzó a predominar se reconstruyó a partir de la crisis
del marxismo y la aparición de nuevos debates dentro de los
movimientos de izquierda que desde perspectivas neomarxistas
y libertarias se interesaron por diferentes tipos de indagaciones
sobre el autonomismo y la autogestión, sobre todo a partir de
lecturas provenientes de Italia y Francia. En concordancia, en
todo Occidente, la década del noventa ha sido el momento en
que las luchas clásicas de la izquierda fueron embanderadas
por movimientos sociales que, sin adscripciones políticas
determinadas, ya no orientaron su esfuerzo a un cambio
sistémico absoluto, sino que pretendieron organizarse a favor
o en contra de demandas más específicas y de una manera
predominantemente antijerárquica. Son muchos los textos
que teorizaron №con escasa historización№ este proceso a nivel
global. Y son muchos los que asistemáticamente propusieron
distintas categorías para intentar abarcarlos, principalmente:
autonomismo, anticapitalismo y autogestión. En cualquier
caso, podemos a partir de estas propuestas afirmar al menos
que se trata de la nueva y asentada cultura de izquierdas que
se interesa sobre todo por nuevos modos de organización del
trabajo, un desarrollo sustentable a diferentes niveles y distintos
derechos individuales. Si bien sin embargo sólo algunos autores
intentaron caracterizar estos movimientos como libertarios
o anarquistas №muchas veces simplemente porque resultaba
difícil caracterizarlos como marxistas№, probablemente sea éste
el marco de preguntas desde el cuál se observa actualmente el
pasado libertario.
Al mirar la Francia pos Mayo de 1968, ya en 1973 el mismo
Hobsbawm reconocía que el desprestigio del régimen stalinista
y la imposibilidad de un cambio revolucionario revitalizaban
nuevamente un interés por el anarquismo que poco antes parecía
imposible. Del mismo modo, también reconocía que el interés
quedaba circunscrito al activismo de estudiantes e intelectuales.
En el caso argentino, ya desde la experiencia 2001, los nuevos
movimientos sociales y nuevos espacios culturales autogestivos
fueron parte de este interés recargado.
De este modo, el hecho de descentrar el estudio del anarquismo
del movimiento obrero recibió una nueva significación. En este
marco, entonces, resulta claro cuál es el gesto trazado al revisar
la producción historiográfica más reciente. En todos los casos se
trata de investigaciones sobre los intereses libertarios que, con
54
Un panorama rápido puede trazarse, por ejemplo, al mirar los programas
y las actas de los dos congresos de investigadorxs sobre anarquismos
iniciados por Luciana Anapios, Laura Fernández Cordero y Fernanda de la
Rosa que se desarrollaron en 2016 y 2019, respectivamente en Buenos
Aires y Montevideo. A partir de las primeras cinco ediciones bianuales
de las jornadas que los antecedieron, también surgió una amplia red
internacional de inevestigadrxs sobre anarquismo.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
anterioridad, desde una visión marxista, se habían considerado
meramente culturales. Ahora, en cambio, el anarquismo aparece
como pionero en haber propulsado luchas sociales hoy todavía
incumplidas, sobre todo por haber pensado la opresión no sólo
como económica dentro de la fábrica, sino además dentro de
la cultura, la familia, la pareja, la sexualidad, la salud y otras
diversas esferas antes escasamente politizadas.
Con esto, no sólo existe una revalorización de las prácticas
organizativas horizontales, sino, sobre todo, una necesidad de
historizar el movimiento anarquista para encontrar el valioso
yacimiento de los inicios de luchas vigentes: el feminismo
y la emancipación sexual,55 la lucha por el aborto,56 el antimilitarismo,57 la educación,58 el cooperativismo, el ecologismo59
o el naturismo en su versión más política.60 Pero también este
interés llevó a pensar las primeras experiencias de organización
horizontales en distintos ámbitos; por ejemplo, en relación a
los emprendimientos editoriales autogestivos que surgieron
en la Argentina post-2001 como contrapartida de la gran
concentración editorial de la década anterior,61 en el teatro social
itinerante,62 en la cultura autogestiva alrededor de los ochenta,
los funzines y el do it your self,63 y actualmente en la inscripción
política №también asistemática№ de algunos movimientos activistas
por las libertades digitales.64 Desde ya, esta caracterización
55
Laura Fernández Cordero, Amor y anarquismo, Buenos Aires, Siglo
Veintiuno, 2016.
56
Nadia Ledesma Prieto, La revolución sexual de nuestro tiempo, Buenos
Aires, Biblos, 2016.
57
Por ejemplo, esta sigue siendo una importante línea de indagación
en Paraguay, en donde el servicio militar sigue siendo obligatorio.
Para el caso argentino, pueden verse los trabajos de Gisela Manzoni,
por ejemplo: “Antimilitarismo y antifascismo: particularidades de la
intervención pública de las anarquistas argentinas”, Cuadernos del Sur
– historia, n.º 41, 2012, pp. 189-213.
58
Acri, Martín y María del Carmen Cáceres, La educación libertaria en la
Argentina y en México (1861-1945), Buenos Aires, Anarres, 2011.
59
Por ejemplo, a nivel internacional: Derek Wall, The Rise of the Green
Left: A Global Introduction to Ecosocialism, London, Pluto Press,
2010; Michael Löwy, Ecosocialism: a radical alternative to capitalist
catastrophe, Chicago, Illinois, Haymarket Books, 2015.
60
En esta dirección: Sebastián Stavisky, “Médicos de sí mismos: medicina
naturista, revolución social y éxodo de la ciudad en el anarquismo de
Buenos Aires a comienzos del siglo XX”, Ecopolítica, n.º 16, 2016, pp.
2-25.
61
Ver: Alejandro Schmeid y Nicolás Chávez, “La edición autogestiva en
las editoriales anarquistas: un siglo del que abrevan las micropolíticas
de la edición contemporánea”, Actas II Congreso Internacional de
Investigadorxs sobre Anarquismo(s), Montevideo, Universidad de la
República, pp. 684-699.
62
Ver los trabajos de Carlos Fos: El teatro libertario y su acción
pedagógica, Salamanca, Ediciones del Huerto, 1995, En las tablas
libertarias: Experiencias de teatro anarquista en Argentina a lo largo
del siglo xx, Buenos Aires, Atuel, 2010; Teatro obrero: una mirada
militante, Buenos Aires, Atuel, 2013.
63
El trabajo más sistemático: Pablo Cosso y Pablo Giori (comps.),
Sociabilidades punks y otros marginales, Buenos Aires, Tren en
movimiento, 2015.
64
Ver: Lucas Domínguez Rubio, “Izquierdas, software e internet: una agenda
invisible”, Nómadas: revista crítica de ciencias sociales y jurídicas, Vol.
54, n° 1, 2018.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
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Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
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general es sólo una propuesta de lectura, que queda lejos de ser
adjudicada a quienes llevan a cabo estas investigaciones.
Estas luchas que aparecen hoy en día como constitutivas de
las culturas de izquierdas encuentran al menos en nuestro país
una búsqueda constante de sus comienzos libertarios. Aunque,
en comparación, también es cierto que, cada una de ellas se
encuentra en gran medida atomizada, especializada y muchas
veces desconectada. Sin dudas el militante integral ideal de
los primeros socialismos parece ser una pretensión demasiada
alta. Se trata de luchas con necesidades de intervención y
concientización inmediata que a principio de siglo XX podíamos
encontrar de corrido en las páginas de un mismo número de
una revista anarquista y, hoy en día, se dan en buena medida
desvinculadas entre sí. Por eso, insistimos, con la enorme
diferencia histórica de que estas luchas politizaron actividades
que con anterioridad desde la izquierda misma eran escasamente
consideradas y se pensaban únicamente como propias del ámbito
privado, por lo que el gesto de historizarlas suele involucrar una
enorme crítica al marxismo y la centralidad de la economía y los
medios técnicos de producción como esfera central de opresión.65
Más allá de la enorme diversidad de plataformas en la que se
publicó este nuevo corpus de investigaciones, como vislumbró
Hobsbawm este interés estuvo vinculado sobre todo a espacios
universitarios.66 Al punto tal que recientemente Uri Gordon
propuso el término “anarcadémicos” № francamente horrible№ para
referirse con entusiasmo a este conjunto de intereses.67 El impulso
de estas investigaciones en un contexto político favorable se vio
potenciada por la existencia de un acceso enriquecido a distintos
65
En relación con las coincidencias californianas en boga que hacen
mención al segundo epígrafe, esto llevo a una vehiculización epocal
mucho más sencilla capaz de actualizar estas luchas en formas de vida,
ya no anarcófilas sino filo-libertarianas: del individualismo librepensador
al emprendedurismo meritocrático; del vegetarianismo al fitness-detox;
del naturismo anti-especista al vegeterianismo como una politización
que muestra sensibilidad sin discutir el status quo e impulsa proyectos
de “ONGs para sacar a los perros de las villas”; del amor libre como
modo de transformación política a las guías de autoayuda para volcarse
al poliamor; del ecologismo libertario al conservadurismo per se de la
naturaleza; del cooperativismo autogestivo a los fablabs auspiciados
por grandes empresas. En muchos de estos traspasos, lo que se perdió
fue la conexión política misma entre estas luchas, hoy en gran parte
autonomizadas, y, entonces también, a favor de las lecturas economicistas
marxistas, es cierto, con una reflexión más interesada en sus vínculos
con la modificación de los modos de producción. Efectivamente, estos
valores de organización en torno a la autogestión y el horizontalismo
también gozaban de éxito dentro de muchos tempranos think-tanks
neoliberales, el nuevo liderazgo cool del managment empresarial
y las coordenadas culturales de lo que se conoció como ideología
californiana que hoy se embandera dentro de los modos de organización
y evaluación meritócratas №con la forma de una do-cracy: quien hace
decide№ y emprenduristas. De hecho, para algunos, incluso en Argentina,
el anarquismo nació en los años sesenta en los Estados Unidos y Robert
Nozick reverbera como un Bakunin exitoso.
66
En un trabajo aún no publicado, Laura Fernández Cordero documentó la
relación reciente para el ámbito local entre distintos tipos de trabajos
académicos y el movimiento libertario como objeto de estudio.
67
Uri Gordon es de hecho uno de los autores que con entusiasmo ve
actualmente el anarquismo vivo en todos lados: Uri Gordon, Anarchy
Alive! Anti-Authoritarian Politics from Practice to Theory, London,
Pluto, 2007.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
acervos documentales, una sistematización del financiamiento
académico para las humanidades, el auge de estudio de revistas,
catálogos y hemerografías y la confección de diccionarios
biográficos.68
De manera un poco más precisa, en esta enorme dispersión
de investigaciones, en lo que se refiere específicamente a la
investigación en Argentina, fueron varias las plataformas que
de manera más o menos sistemática desarrollaron y desarrollan
investigación histórica sobre las izquierdas en general y el
movimiento anarquista en particular.69
En buena medida, reconociendo la poca importancia de las
izquierdas en la historia política y económica del país, desde su
fundación en 1998 el CeDInCI demostró en cambio la relevancia
que tuvo y tiene la cultura de izquierda en la conformación
de centenas de colecciones editoriales, periódicos y revistas
del campo intelectual argentino. Con la idea de cultura de
izquierdas participaba de este núcleo de preguntas actuales
sobre la presencia de las luchas de izquierda y se descentraba
de la pregunta sobre sus vínculos con el movimiento obrero. En
líneas generales, el enfoque metodológico de la producción de
sus investigadores y su revista Políticas de la Memoria (Buenos
Aires, 1998-) se establece dentro los distintos desarrollos de
la historia intelectual №con análisis de trayectorias personales,
estudios de revistas, sociología de los intelectuales, trabajos
sobre la historia y la edición, estudios sobre la producción
cultural, trabajos de recepción, conocimiento de la cultura
socialista romántica, políticas de conservación documental e
historia del marxismo.70 Como marca común puede destacarse
entonces un interés teórico por la discusión metodológica, una
ampliación del espectro de estudio documental, la construcción
de corpus compuestos de documentos que se venían
considerando intrascendentes o menores, y el hecho de que №de
manera relacionada a su tarea como centro de documentación№
la mayoría de las investigaciones aquí enmarcadas se centran
en una historia de los artefactos culturales entendidos como
herramientas de discusión e intervención política.
Aunque hoy parezcan en buena media establecidos, este cambio
y amplitud de perspectiva contiene mayores consecuencias
68
Horacio Tarcus (dir.), Diccionario biográfico de la izquierda argentina,
Buenos Aires, Emecé, 2007; y su actual versión en línea: http://
diccionario.cedinci.org
69
En el 2009 Omar Acha publicó su ya citada Historia crítica de la
historiografía argentina. Esta obra propone una revisión interna de la
producción histórica de cada familia de la izquierda №y no hace, por así
decirlo, una historia de la historiografía sobre las obras históricas que
tomaron como objeto de estudio los distintos movimientos políticos.
Por esto, la revisión sobre el tema se queda en lo que críticamente llama
las “intuiciones históricas” del anarquismo y, por ejemplo, no revisa las
obras de Oved, Zaragoza o Suriano.
70
Para una revisión más amplia del contexto en el que surgió y se
desarrolló el proyecto del CeDInCI, ver: “Aniversario y balance: por una
renovación de la agenda historiográfica de las izquierdas”, Políticas de la
Memoria, n°18, 2018, pp. 7-14.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
historiográficas que las reconocidas. Poner a las izquierdas como
objeto de estudio, no sólo implicaba un descentramiento del objeto
clásico del marxismo, sobre todo permitía reponer los diversos
movimientos sociales en los cuales las izquierdas habían tenido
una participación histórica indudable, e incluso que de diferentes
modos las izquierdas mismas ayudaron a constituir, como el
movimiento obrero, el movimiento estudiantil, los movimientos
de mujeres, el movimiento feminista, el movimiento antifascista,
el movimiento de derechos humanos y varios movimientos
editoriales, artísticos y culturales. Claro que además involucraba
un descentramiento de la historia clásica №programas partidarios,
congresos, índices de sindicalización, etc.№, para poner en diálogo
la historia social, la historia política, la historia de la cultura, y
entonces, vislumbrar espacios en donde las izquierdas estaban
llamativamente ausentes, como, por ejemplo, la historia del libro
y la historia intelectual. Dentro de la historia obrera, la crítica
de los determinismos económicos de clase permitió reponer la
acción militante tanto personal como colectiva. En este sentido,
por ejemplo, un proyecto regional №e internacional№ como el del
Diccionario biográfico de la izquierda se enmarca también
dentro de esta perspectiva historiográfica.71 U otro ejemplo,
como señalamos durante el recorrido realizado, con anterioridad
las revistas de la izquierda de la década del veinte interesaban
sólo a las investigaciones que desde los estudios literarios se
dedicaban a las vanguardias. Desde ya, en suma, no se tratan
de procesos historiográficos que haya impulsado solamente el
CeDInCI, pero probablemente sí haya sido el espacio en donde se
planteó de manera más programática.72
Este marco académico de estudios sobre izquierdas y anarquismo №
constituido por el CeDInCI, el mencionado grupo de investigación
71
En retrospectiva, puede pensarse que fue un programa que se
constituyó a través de las investigaciones realizadas y sus enfoques
metodológicos deben ser buscados en la investigación producida. Sin
embargo, al mismo tiempo, la agenda de intereses y las revisiones de
El rodaballo (Buenos Aires, 1994-2006) y las introducciones de los
libros El marxismo olvidado y Marx en Argentina resultan indicadores
indudables de la inscripción teórica del proyecto en el marco amplio de
la historia intelectual. Ver: Horacio Tarus, El marxismo olvidado, Buenos
Aires, El cielo por asalto, 1996; Horacio Tarcus, Marx en la Argentina,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.
72
En lo que refiere más específicamente al anarquismo, me toca destacar
el libro ya citado Amor y anarquismo de Laura Fernández Cordero que
analiza la prensa libertaria en torno a la emancipación sexual del anterior
cambio de siglo y mi trabajo de recopilación documental El anarquismo
argentino, que buscó poner el acento en algunos de estos mismos
elementos: catálogos editoriales, bibliografías, hemerografías, historia
del libro y la edición, trayectorias personales y fondos documentales.
También está en proceso la investigación de Ivana Margarucci que desde
una perspectiva transnacional aborda la experiencia anarquista en la
región andina. Por último, dentro de las apuestas libertarias en procesos
más amplios que con anterioridad no habían sido tenidos en cuenta,
me toca destacar los trabajos en conjunto con Natalia Bustelo sobre el
anarquismo en el movimiento estudiantil reformista: Natalia Bustelo y
Lucas Domínguez Rubio, “Vitalismo libertario y Reforma Universitaria en
el joven Carlos Astrada”, Políticas de la Memoria, n.º16, 2016, pp. 295310; Natalia Bustelo y Lucas Domínguez Rubio, “Radicalizar la Reforma
universitaria: la fracción revolucionaria del movimiento estudiantil
argentino (1918-1922)”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura, Universidad Nacional de Colombia, Vol. 44 jul.-dic. 2017, pp. 3162.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
fundado por Suriano en el Instituto de Altos Estudios Sociales
(IDAES-UNSAM) y un nuevo conjunto de investigaciones sobre
el tema№ fue entonces donde surgieron en el 2007 las Jornadas
de Investigadorxs sobre anarquismos organizadas por Luciana
Anapios, Fernanda de la Rosa y Laura Fernández Cordero, que
tuvieron como continuación los dos congresos homónimos y el
Programa de investigadorxs sobre anarquismo que coordinan
Ivanna Margarucci y Laura Fernández Cordero.
Para tomar algún punto de inflexión en relación a las líneas que
venimos siguiendo, podemos considerar los artículos ya citados
en la revista Nuevo topo (Buenos Aires, 2005-2009) que se
posicionaban en relación a la discusión entre sectores populares
y clase trabajadora para plantear matices y aperturas. Si bien
para gran parte de la comunidad de investigadores del campo
se trataba de una discusión inconducente, esta reactualización
de la polémica en la revista resulta enormemente relevante,
porque con esto esta discusión se convertiría en el espacio de
intercambios donde manifestar decisiones metodológicas, modos
de politización y distinto tipo de definiciones historiográficas.73
Ezequiel Adamovsky, por ejemplo, a partir de allí, propuso una
concepción histórica de clase entendida como “holística” capaz
de incluir otras dimensiones de opresión y considerar el sistema
de producción del capitalismo en sentido amplio, y no solamente
en la función específica del obrero. Desde la perspectiva
autonomista de un primer momento de su producción, los
movimientos sociales parecen funcionar como una reivindicación
de las bases, como actores que sobrepasan los proyectos de
los partidos políticos que se posicionan como vanguardia,
dirigiéndose de este modo a una comprensión amplia de lo
popular en sus últimos libros.
Por otra parte, fuera de la línea de indagación que luego
desarrollaron Adamovsky y Di Meglio, también a partir de esta
última revista mencionada, puede rastrearse la reconfiguración
de la línea de interpretación marxista en el recorrido de dos
revistas que surgieron desde el trotskismo de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en un nuevo
vuelco a la historia de las luchas obreras ―Trabajadores (Buenos
Aires, 2011-2012) y su continuación Archivos del movimiento
obrero y la izquierda (Buenos Aires, 2012-). Además, en 2016
estos investigadores constituyeron el Centro de Estudios
Históricos de los Trabajadores y la izquierda (CEHTI), también
dirigido por Hernán Camarero. Inscribiéndose críticamente
en la mencionada línea de producción historiográfica de Pla y
Falcón №y compartiendo jornadas y eventos con el proyecto
73
Ezequiel Adamovsky, “Historia y lucha de clase: repensando el
antagonismo social en la interpretación del pasado”, Nuevo Topo, n° 4,
2007, pp. 7- 33; Hernán Camarero, “Consideraciones sobre la historia
social de la Argentina urbana en las décadas de 1920 y 1930: clase obrera
y sectores populares”, Nuevo Topo, n.º 4, 2007, pp. 35-60. A partir de
aquí, al año siguiente apareció el artículo ya referido: Diego Roldán,
“La formación de los sectores populares urbanos en la historiografía
argentina”, Signos Históricos, n.º 20, 2008, pp. 194-232.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
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Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
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de N. Iñigo Carrera№, como los títulos de estas plataformas lo
indican, parten de una justificación actualizada del movimiento
obrero considerada como central №según su programa, no puede
pensarse izquierdas sin movimiento obrero y movimiento obrero
sin izquierdas№ para luego, en buena medida, aceptar la presencia
accesoria, no estructural, de las luchas actuales de la izquierda
antes mencionadas №a las que poco antes menos que despreciaban.
De este modo, la definición de un sujeto histórico vinculado a
un lugar establecido dentro del sistema del trabajo №considerado
éste también de un modo bastante tradicional№ sigue presente. Y,
en definitiva, lo que queda en discusión es la autonomía misma
de la política y del campo intelectual en relación con los partidos
y las organizaciones gremiales.74
Así, fue en este nuevo marco academizado de estudio de las
izquierdas y los anarquismos en donde también se delinearon
los distintos ejes temáticos que se encuentran actualmente en
discusión: sobre su relación determinante con el movimiento
obrero, sobre los límites temporales y geográficos en los que
tiene sentido tomar a este movimiento político como objeto de
estudio, sobre el modo de investigarlo aisladamente y sobre el
modo de enlazarlo con luchas actuales vigentes.
Recapitulación: ejes de discusión
historiográfica sobre anarquismo local
Una vez hecho este repaso para enmarcar las discusiones
actuales, pueden establecerse cuatro ejes recientes de debate
estrechamente relacionados que recorren los estudios sobre el
anarquismo en Argentina. El cuarto eje se constituye a partir de
lo que, en alguna medida, se trata de una discusión tácita mucho
más amplia.
(i) Anarquismo y movimiento obrero.
En primer lugar, como señalamos, desde las iniciáticas
recopilaciones de documentos y memorias de Diego Abad de
Santillán hasta el libro ya clásico de Iaacov Oved y los trabajos
de Pla, Falcón y Bilsky, el eje que resultó determinante para la
historiografía del anarquismo giró en torno a su vínculo con
el movimiento obrero. Al mismo tiempo, también quien haya
querido estudiar el movimiento obrero del país quedaba obligado
74
En buena medida, esta discusión que buscaba definir un sujeto
histórico privilegiado №los grandes hombres, los pueblos, la clase
obrera organizada, los trabajadores en general, el Estado, las elites
minoritarias, los movimientos sociales№ continuó más cerca en el tiempo
con esta polémica de larga data como contrafondo. Por lo general, las
distintas indicaciones han intentado llevarla fuera del ámbito específico
de la producción para incluir otros aspectos políticos y culturales de
la dominación, por lo que por momentos se ha utilizado la noción de
“sectores subalternos”. Con todo, el límite parece ser cierta resistencia
al menos considerar la posibilidad de discutir nuevas aproximaciones
metodológicas, por ejemplo, vinculadas a los campos de preguntas
producto del llamado ciclo de “giros”, lingüístico, material, “traductivo”.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
a decir algo sobre los libertarios locales, aunque muchos estudios
no tuvieron mayores intereses en el anarquismo y sólo señalaban
unos confusos y en buena medida olvidables inicios libertarios con
sus referencias obligadas. Por el contrario, quienes propusieron
un acercamiento bajo las categorías de sectores populares
dejaron de lado el estudio específico de ideologías políticas de
izquierda en general y por lo tanto también del anarquismo.
Como señalamos, la hipótesis marxista en juego era aquella que
puede retraerse al menos hasta Marx mismo y, a nivel local, hasta
Lallemant. El anarquismo sólo tuvo cierta inserción social en
países especialmente “atrasados”, en estadios todavía incapaces
de generar un movimiento obrero organizado y moderno. Esto
incluía una caracterización general del anarquismo como una
ideología escasamente articulada, más bien una suerte de fuerza
pasional e incapacitada para la comprensión de los procesos
históricos y sus determinantes económicos.75
Frente a esto, paulatinamente los distintos estudios han
mostrado que las “otras luchas”, como las llamó Santillán, hoy
en día pueden verse dentro del tipo de opresión amplia que
propuso visibilizar, discutir y combatir el anarquismo. Como
señaló Laura Fernández Cordero en el texto que venimos
siguiendo, tanto Falcón como Suriano diagnosticaron que una
“absorción del anarquismo por el movimiento obrero impediría
capturar lo esencial de la experiencia anarquista, la cual se habría
presentado bajo la forma más vasta de un movimiento cultural,
político, ideológico y social”.76
Como conclusión en este punto, insistimos, la apuesta política
del anarquismo fue precisamente politizar ámbitos considerados
de una importancia política secundaria, así su historia toma hoy
un nuevo relieve y según sus defensores comprenderla desde
75
Como señalé en otro trabajo, se trata de una autocrítica que surgió
de algunos militantes anarquistas argentinos de la década del treinta.
En buena medida, textos editados desde espacios libertarios también
remarcaron la necesidad de discutir la supuesta importancia del estudio
del anarquismo de su éxito dentro del movimiento obrero. Ver: Pablo
Pérez, Juan Manuel Heredia y Hernán Villasenin, El trabajo cultural del
anarquismo, Buenos Aires, BAEL, 2005.
76
Luego de su repaso historiográfico, Laura Fernández Cordero concluye
que: “no se puede hablar de invisibilidad en el caso que aquí se
presenta. Las publicaciones son accesibles, los indicios están a la vista,
y su centralidad en el movimiento libertario ha sido demostrada por
una sostenida producción académica. Si continúan siendo accesorios
o apenas señalados es porque se construyen lógicas de lectura muy
consistentes que, en algunos casos, tienden a priorizar la clase como
un eje exclusivo de interpretación mientras que, en otros casos, aun
abriendo el análisis hacia otros espacios, determinan que el género y la
sexualidad son cuestiones cercanas aunque menores en la cultura y la
política. En ambos casos, se trata de lógicas de lectura que consideraron
el género y la sexualidad como elementos específicos que, en tanto
tales, pueden ser apenas señalados, y eventualmente, recibir atención
por parte de otros abordajes también específicos. Así, la fructífera línea
de trabajo relacionada con el feminismo, la historia de las mujeres y los
estudios de género fue integrada al campo de la historiografía como
un aporte particular, o como un conjunto de estudios que se suman
pero no transforman el modo en el que se venía leyendo el anarquismo”.
Fernández Cordero, Laura, “Historiografía del anarquismo en Argentina:
Notas para debatir una nueva lectura”, A Contracorriente, Vol. 11, n° 3,
2014, p. 50.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
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términos únicamente estructurales revela un nuevo tipo de
“inconsciencia” y “atraso”. Si bien entonces resultan claros los
problemas de desvincular el estudio de estas luchas del estudio
del movimiento obrero durante el período inicial entre 1890 y
1910, e incluso 1918 y 1923, resulta sumamente problemático
mantenerlo más allá de estos límites. Lo que da lugar al siguiente
eje de debates.
Dossier | Historiografía de las izquierdas
de Doeswijk no sólo amplió las periodizaciones historiográficas
sobre la izquierda general №que dio lugar al menos a dos libros
posteriores de otros autores№ sino incluso la periodización
posterior de la historia intelectual y social.
Volviendo a la discusión específica sobre los límites espaciotemporales en relación a los cuáles resulta relevante
historizar el anarquismo, al agrandar la escala, más tarde y con
diferentes preguntas también María Miguelañez discutió está
periodización en vistas a historizar un anarquismo transnacional,
mientras Agustín Nieto, al achicar la escala, argumentó sobre
las implicancias políticas dentro de esta periodización para
interesarse por un anarquismo dentro del movimiento obrero
afuera de Buenos Aires.78
(ii) Mitologías regionales y temporales.
Efectivamente, el segundo eje de debate, también en alguna
medida saldado, trató sobre las coordenadas espacio-temporales
en las cuales resulta relevante o no historizar el anarquismo en
el país. Básicamente con dos preguntas: ¿cuál es el sentido de
observar el anarquismo en Argentina más allá del año treinta?
¿Cómo justificar el estudio del anarquismo en las provincias
argentinas, o de hecho también más allá en países limítrofes?
El mencionado libro de Zaragoza cerraba su estudio en 1902;
el de Oved, en 1905. El tercer gran libro sobre el tema, el de
Juan Suriano, argumentó fuertemente sobre por qué clausurar
la relevancia política del movimiento anarquista en 1910. El
recorte temporal era claro, la apertura democrática que significó
la sanción de Lay Sáenz Peña y la mayor permeabilidad de los
reclamos por parte del Estado fue el fin de las posibilidades de
una apuesta política revolucionaria con la cual se identificaba al
anarquismo, únicamente en su carácter de opositor gremial al
Estado. Aparentemente al cerrar ese libro todavía Suriano no
conocía la tesis defendida por Andreas Doeswijk en la Universidad
de Campinas en Brasil en 1998, que recién se publicaría quince
años después. En su trabajo, Doeswijk sistematizaba lo que Bilsky
había vislumbrado, pero nunca escribió: el notable aumento de las
bases anarquistas a partir de la llegada de las primeras noticias
sobre Revolución rusa. Pero sobre todo la intensificación de un
movimiento huelguístico con intensa presencia de anarquistas y
anarcosindicalistas, vinculado a un clímax editorial de revistas,
folletos y discusiones, hasta el punto de postular la existencia
de un “trienio rojo argentino” durante los años de 1919-1921. Sin
dudas, esta investigación valorizaba otra parte notable de los
fondos de Santillán y Nettlau presentes en Amsterdam.77
En una dirección, al achicar la escala, con posterioridad los trabajos
que quebraron el marco espacio-temporal inicial puntualizaron
las experiencias libertarias que por lo general se dieron durante
los años veinte en La Pampa, en Salta, Tucumán, Jujuy, Punta
Alta, San Juan y Neuquén y, más tarde, en Mar del Plata.79 Lo
cual llevó a problematizar la idea del anarquismo “argentino”
como sinónimo muchas veces de anarquismo en Buenos Aires
y Rosario. El centralismo de la región económicamente más
productiva funcionó de manera solapada con la ausencia de
documentación conservada del resto de las regiones para
plantear la pregunta sobre cuán políticamente marginales fueron
estas experiencias. Con esto se trata de esbozar una discusión
no saldada, totalmente abierta, que requiere una justificación
metodológica sobre cómo brindarle relevancia historiográfica a
objetos de estudio periféricos desde la perspectiva centralista
desarrollada hasta ahora.
De hecho, la tesis de Doeswijk debe ser reconocida entonces
como el cuarto libro más contundente sobre el tema, no sólo
por discutir las mitologías que aquí estamos puntualizando,
sino por proponer un trabajo capaz de discutir integralmente
la historiografía, con aproximaciones metodológicas variadas,
hipótesis fuertes y un recorrido con preguntas que permitieron
iluminar las vicisitudes del movimiento libertario desde su
reconfiguración en 1917 hasta 1930. Vale aclarar, la investigación
78
María Miguelañez Martínez, “1910 y el declive del anarquismo
argentino. ¿Hito histórico o hito historiográfico?”, XIV Encuentro de
Latinoamericanistas Españoles, Madrid, 2010. Agustín Nieto, “Notas
críticas en torno al sentido común historiográfico sobre el anarquismo
argentino”, A Contracorriente. Una revista de historia social y
literatura de América Latina, Vol. 7, nº 3, 2013, pp. 219-248.
79
Jorge Etchenique, Pampa Libre, Bernal, UNQui, 2000; Agustín Nieto,
Entre anarquistas y peronistas, Buenos Aires, Imago Mundi, 2018.
80
En esta dirección los últimos trabajos de Martín Albornoz recuperan
nueva documentación para proponer lecturas del marco de persecución
policial al anarquismo, por ejemplo: Martín Albornoz y Diego
Galeano, “Anarquistas y policías en el atlántico sudamericano: una red
transnacional, 1890-1910”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 2017.
77
En esta dirección, los trabajos de Luciana Anapios desarrollaron la
investigación de más largo aliento sobre el anarquismo de entreguerras:
“El anarquismo frente a una coyuntura crítica: movilización popular,
violencia y opinión pública en Buenos Aires a fines de la década del ´20”,
Mundos do Trabalho, 2011, Vol. 3, pp. 285–306. “Prensa y estrategias
editoriales del movimiento anarquista en la Argentina de entreguerras”,
Anuario del Instituto de Historia Argentina, n°16, 2016, pp. 1-20.,
Con una crítica a la clausura de la experiencia dentro de los
estados-nación, al agrandar la escala, a nivel transnacional, la
investigación se ha abierto mucho más para romper con los
límites político-nacionales apoyándose en la afirmación del
internacionalismo impulsado por el propio movimiento y la
importancia de las redes generadas.80 De este modo, el esfuerzo
en exceder el nacionalismo metodológico y en inscribir las
historias nacionales en la perspectiva latinoamericana procuraba
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
39
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
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ser otra forma de quebrar los lazos gremiales o partidarios.81
En general, así como el quiebre con el estudio puramente
obrerista del anarquismo involucraba también quebrar los límites
temporales, al mismo tiempo también permitió alejarse de la
visión totalmente anti-sistema de la propuesta del anarquismo, y
por esto romper con la siguiente mitología.82
(iii) Mitología de la autonomía radical.
El tercer límite no radicó tanto en discusiones explícitas sino
más bien en dificultades propias de la tarea historiográfica
acompañadas de una concepción fuertemente anti-sistema
del anarquismo. La mayor parte de la bibliografía ha tendido
a compartimentalizar el estudio de cada una de las vertientes
de la familia de las izquierdas. Sólo la apelación más reciente
a una serie de luchas y discusiones en común №la “cultura de
izquierdas”№ permitió exceder los abordajes más monográficos
sobre el anarquismo, el socialismo, el sindicalismo, el comunismo
y el trotskismo, poco atentos a los diálogos, las discusiones, los
proyectos compartidos o disputados y los derroteros militantes
transversales, por no hablar de los habituales derroteros
ideológicos que emergieron en los estudios durante los últimos
diez años, como los “comunistas liberales” de Ricardo Passolini, o
los ya mencionados “anarco-bolcheviques”. Si bien retóricamente
puede tratarse de un problema saldado, no deja de ser un
escollo al momento de cualquier análisis. En buena medida
este límite fue consecuencia de la propia historia militante y la
historiografía que se abocó a construir su retrato como producto
de la interacción entre su ideología y su práctica que resultaría
pura. También en buena medida esta imagen radical y aislada fue
solidificada por sus rivales socialistas y comunistas, como Jacinto
Oddone, Sebastián Marota y Rubens Íscaro. Con todo, fue algo
que el desarrollo académico posterior estuvo lejos de desterrar,
sin poder correrse de una mitología de la coherencia en búsqueda
de un cuerpo ideológico estable.
De este modo, mientras los análisis biográficos tendieron al
punto de vista de las almas bellas y los estudios globales
a los enfoques “obreristas”, todos recayeron en cierto
encapsulamiento doctrinario. De hecho, junto al alma bella y el
vindicador pone bombas, ésta es otra imagen que sobrevive: la de
un tipo de militante con una convicción anacrónica y excepcional,
81
82
Ver: María Miguelañez, “Anarquismo argentino transnacional:
cooperación y conflicto (1917-1940)”, Documento de trabajo, 2012;
Constance Bantman y Bert Altena, Reassessing the transnational
turn: scales of analysis in anarchist and syndicalist studies, Oakland:
PM Press, 2017; Ivanna Margarucci, “Repensando el anarquismo en
América Latina: ¿del nacionalismo metodológico a un giro transnacional
incompleto?”, Revista Prohistoria [en prensa].
Personalmente intenté proponer una periodización del anarquismo
local a través de sus ciclos editoriales, ver: Lucas Domínguez Rubio,
“Del folleto Una Idea a Proyección: sobre las prácticas editoriales del
movimiento libertario en la historia del libro en Argentina”, en Horacio
Tarcus (dir.) y Ezequiel Saferstein (ed.), Edición y revolución en
Argentina, Buenos Aires, Ubu, 2021.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
sumamente particular, solipsista, imposible de ser pensada
como partícipe de la sociedad, como trabajador, pareja, lector,
consumidor, etc.; cuando los mismos documentos destacaron
estas otras dimensiones. En esta dirección, Juan Suriano también
llamó la atención sobre los estudios que quieren plantearlo como
algo “absolutamente diferente”, frente a trabajos que tendieron
a englobarlo en una cultura o algo absolutamente radical que
pretendían pensarlo en sus medidas extremas. En este sentido,
como mencionamos, las investigaciones llevadas a cabo por
Dora Barrancos destacaron los proyectos educativos comunes
entre socialistas, anarquistas y sindicalistas; y Andreas Doeswijk
subrayó la existencia de plataformas de colaboración en vista a
la unificación de las federaciones obreras en curso hacia 1920.83
La renovación historiográfica apunta a justamente a reponer
esas experiencias no como hibridaciones, sino como proyectos
políticos que obligan a repensar los vínculos considerados entre
anarquismo y librepensamiento, anarquismo y sindicalismo, entre
anarquismo y bolchevismo, e incluso entre el anarquismo y el
socialismo liberal o el anarquismo y las democracias de avanzada.
Sin duda, este quiebre historiográfico fuerte de las identidades
políticas clásicas como inmutables en el tiempo y el espacio
resulta fundamental para abarcar de manera más integral la
historia del movimiento libertario. Todavía queda una enorme
cantidad de trabajos pendientes sobre los vínculos entre los
miembros del llamado Grupo de Boedo, los Artistas del Pueblo
y los libertarios filobolcheviques durante la década del veinte.84
En la misma dirección, las revistas de la década del treinta y
el cuarenta ostentan una amplitud teórica en relación con la
enorme cantidad de militantes de diversas trayectorias que
pasaron por ellas.85 Los trabajos de Karina Jannello despuntan
los vínculos desconocidos por la bibliografía y negados por la
militancia entre el movimiento libertario, la Unión Democrática
y la conformación de la Asociación por la Libertad de la Cultura
en Argentina.86 En esta dirección, también resulta sugerente la
actual propuesta de Roy Hora que busca afirmar la existencia de
un anarquismo mesurado y dialoguista.87
(iv) Mitologías y continuidades: autogestión, autonomismo,
83
Para el mismo período, Horacio Tarcus había propuesto no el término
“anarco-bolcheviques” sino “socialistas libertarios”. Horacio Tarcus,
“Revistas, intelectuales y formaciones culturales izquierdistas en la
Argentina de los ’20”, Revista Iberoamericana, n° 208-209, juliodciembre de 2004.
84
Como sostuve en otro trabajo, el hecho de que la cultura libertaria se
conformó en diálogo con múltiples esferas sociales queda claro a partir
de ver las bibliotecas libertarias conformadas por las donaciones de sus
militantes, ver: “Introducción” en El anarquismo argentino, op. cit.
85
Osvaldo Graciano, “La escritura de la realidad. Un análisis de la tarea
editorial y del trabajo intelectual del anarquismo argentino, entre los
años 30 y el Peronismo”, Izquierdas, Vol. 12, 2012.
86
Por ejemplo, Karina Jannello, “Benito Milla: un Ulises desgraciado”,
Catedral tomada, n°11, 2018.
87
Ver: Roy Hora, “Izquierda, trabajadores y orden oligárquico, 1880-1900”,
Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2020.
Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
contracultura, activismo, sensibilidad libertaria y/o
anticapitalismo.
Finalmente, esto último responde a un problema de definición
conceptual difícilmente abarcable que se exacerbó en las últimas
décadas a partir del mencionado contexto de reflexión teórica
suscitado por la crisis del marxismo y la nueva y amplia reflexión
sobre el autonomismo.
Excepto casos marginales, el anarquismo orgánico fue renuente
a actualizarse №además la transmisión transgeneracional
prácticamente no existió№, sin embargo, sus textos y experiencias
se transformaron en “antecedentes” ineludibles, más allá de
que los actores actuales recuperen o no explícitamente textos,
nombres, nociones, conceptos y/o inscripciones determinadas a
una tradición política, sino únicamente sus prácticas.88
Dossier | Historiografía de las izquierdas
(d) a través de algunos conceptos en curso, como el de
autonomismo en su vertiente no marxista;91
(e) o en el más amplio de anticapitalismo;92
(f) en términos de “una sensibilidad libertaria”93;
(g) o de hecho en la propuesta de pensar e historizar
su devenir como parte de una cultura de izquierdas.
Sirva al menos este listado para proponer algunas líneas
orientativas a discutir.
Como conclusión queda entonces planteado un eje de discusión
aún en curso sobre el cual radica la suerte de gran parte de
las investigaciones actuales y todavía se están proponiendo
las primeras hipótesis: ¿cómo pensar las continuidades de
alguna manera inexistentes entre el movimiento anarquista
y los actuales movimientos autogestivos que muchas veces
retoman sólo asistemáticamente distintos elementos de
diferentes tradiciones de izquierda? ¿Bajo qué conceptos
historizar estos intereses comunes que se muestran tanto
teóricos como prácticos? ¿Cómo traducir esas experiencias que
llaman la atención desde el presente sin achatar su experiencia
histórica documentada? Como señalamos, las respuestas están
en curso. Sin pretensiones de lograr exhaustividad, podemos
internar determinar parcialmente y con muchas dudas algunas
propuestas.
Al menos podemos proponer la siguiente enumeración sobre
los términos con los cuales se pensó la importancia de historizar
problemas actualmente relevantes.
(a) Las que podemos llamar
directamente no-históricas;
recuperaciones
activistas
(b) otros estudios que buscan continuidad en las prácticas
horizontales;89
(c) otros que desarrollan continuidades teóricas (por lo general
desde referencias postestructuralistas);90
88
89
90
Quizás puede pensarse que existieron excepciones a nivel internacional,
al menos en relación a ciertos autores puntuales: el proyecto de Rudolf
Rocker en los años treinta y cuarente, Daniel Cohn Bendit en los
sesenta, Daniel Guerin en diálogo con el luxemburguismo y el marxismo
libertario, Mercier Vega a comienzos de los setenta, la síntesis de
marxismo y anarquismo de Michael Löwy. Hasta el momento no existe
un relevamiento exhaustivo de estos intentos de renovación doctrinaria.
En relación con los movimientos actuales de ocupaciones culturales,
la nueva educación libertaria, el teatro independiente, las editoriales
autogestivas, los movimientos antiglobalización y otras experiencias
cooperativistas.
En esta dirección, numerosos trabajos han buscado continuidades
teóricas en la obra de muchos filósofos franceses, como
Agamben, Derrida, Deleuze, Foucault, los desarrollos de
Tiqqun y el Comité invisible. En menor medida algunos
trabajos se han propuesta una antropología libertaria y/o
conexiones con la teoría decolonial.
91
Ver, por ejemplo, Pensar las autonomías, México, Bajo tierra
- Sísifo, 2011.
92
Ezequiel Adamovsky, Anticapitalismo: la nueva generación
de movimientos emancipatorios, Buenos Aires, Era Naciente,
2004
93
Laura Fernández Cordero, Amor y anarquismo. Buenos Aires:
Siglo XXI, 2016.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
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Lucas Domínguez Rubio, “Sobre el anarquismo en la historiografía de la izquierda argentina: un recorrido a través de huelgas,
bombas, almas bellas, dandys y anarcadémicos”, en Políticas de la Memoria, n° 20, Buenos Aires, 2020, pp. 23-42.
https://doi.org/10.47195/20.641 | [Artículo evaluado por pares] | ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
Resumen
El presente artículo interroga las perspectivas historiográficas que se interesaron en la experiencia libertaria
argentina para determinar los principales ejes de discusión que se trazaron entre ellas. Su objetivo principal
consiste en comprender estas obras en un esquema
historiográfico más amplio sobre las izquierdas en general. Para esto determina principalmente tres momentos.
Uno fuertemente vinculado a las relecturas del anarquismo dentro de la llamada nueva izquierda. Un segundo momento propio de las décadas del ochenta y el
noventa que afirmaba la clausura definitiva del ciclo de
las alternativas de izquierda mientras las investigaciones
que se desarrollaban fuera del país proponían un nuevo
cúmulo de preguntas. Y un tercer momento académico
interesado por el pasado de las reivindicaciones de los
derechos individuales, los modos de organización autogestivos y la politización histórica de la agenda anarquista, sobre el feminismo y la emancipación sexual, la lucha
por el aborto, el anti-militarismo, la educación libre, el
cooperativismo, el ecologismo y el naturismo.
Palabras clave: Anarquismo en Argentina; Historia de la
historiografía; Historia de las izquierdas; Historiografía.
Abstract
The present article questions the historiographic perspectives that were interested in the Argentine libertarian experience in order to determine the main discussion that were drawn among them. Its main objective is
to understand these works in a broader historiographic
scheme about the left. For this purpose this article determines three moments. One is strongly linked to the
readings of anarchism within the so-called new left. A
second moment typical of the 1980s and 1990s that
affirmed the definitive closure of the cycle of leftist alternatives, while the research that were being developed
outside the country proposed a new set of questions.
And a third academic moment interested in the past of
the demands for individual rights, the self-organization
and the historical politicization of the anarchist agenda,
on feminism and sexual emancipation, the struggle for
abortion, anti-militarism, free education, cooperativism,
ecology and naturism.
Keywords: Anarchism in Argentina; History of Historiography; History of the Left; Historiography.
Recibido: 01/04/2020.
Aceptado: 14/09/2020.
Políticas de la Memoria n° 20 | Noviembre 2020
Marcelo Acosta [Marcelo Manuel Benítez]. Ilustración.
En: Vamos a Andar, nº 11 (11/1988).